Créditos

    Titulo: Bloque Lobo

    © 2023 Stuart J. Whitmore (CC-BY-NC-SA, algunos derechos reservados).

    Versión gratuita. Prohibida su venta.

    Traducción, edición y portada: Artifacs, abril 2023.

    Imagen de portada tomada de Max Pixel bajo licencia CC0.

    Ebook publicado en Artifacs Libros

___oOo___

    Obra original: Wolf Block

    © Copyright 2014, 2018 de Stuart J. Whitmore. CC-BY-SA (algunos derechos reservados)

_________

    Esta es una obra de ficción. Todos los nombres, lugares, personajes y otros elementos de la historia son ficticios. Cualquier parecido entre un elemento de la historia y un lugar, producto, evento o persona —viva o muerta— reales es una coincidencia.

Licencia Creative Commons

    Bloque Lobo se publica gratis bajo Licencia CC-BY-NC-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es

    Si quieres hacer una obra derivada, por favor, incluye el texto de la sección de Créditos de este eBook.

Licencia CC-BY-NC-SA

    

    Esto es un resumen inteligible para humanos (y no un sustituto) de la licencia, disponible en Castellano. Advertencia:

Usted es libre de:

    • Compartir: copiar y redistribuir el material en cualquier medio o formato.

    • Adaptar: remezclar, transformar y crear a partir del material.

    • El licenciador no puede revocar estas libertades mientras cumpla con los términos de la licencia.

    • Bajo las condiciones siguientes:

    • Reconocimiento: Debe reconocer adecuadamente la autoría, proporcionar un enlace a la licencia e indicar si se han realizado cambios. Puede hacerlo de cualquier manera razonable, pero no de una manera que sugiera que tiene el apoyo del licenciador o lo recibe por el uso que hace.

    • No Comercial: No puede utilizar el material para una finalidad comercial.

    • Compartir Igual: Si remezcla, transforma o crea a partir del material, deberá difundir sus contribuciones bajo la misma licencia que el original.

    • No hay restricciones adicionales: No puede aplicar términos legales o medidas tecnológicas que legalmente restrinjan realizar aquello que la licencia permite.

Dedicatoria

    Dedicado a Holly

    Sin cuya sugerencia y aliento esta historia no existiría.

Bloque Lobo

por

Stuart J. Whitmore

Capítulo 1

    —Tú no quieres bajar ahí, Bunny —dijo Nongma con una risa burlona.

    Bunierti frunció el ceño: —Vuelve a llamarme Bunny —gruñó—, y es posible que te despiertes mañana con las últimas gotas de tu sangre salpicando el suelo debajo de tu litera.

    Nongma rió de nuevo: —Estamos sensibles, ¿eh? Quieres aparentar ser dura, pero aquí no eres nada. Todavía no te has ganado el derecho a ser tratada como alguien. Por tu aspecto, yo diría que nunca te lo ganarás, pero, oye, adelante, baja ahí si quieres. Si bajas desaparecerás como los demás. ¿Y yo? Yo me alegraré de deshacerme de ti tan rápida y limpiamente.

    Bunierti se puso en pie y le dio la espalda a Nongma deliberadamente: —No necesito demostrar nada a una escoria como tú.

    La otra mujer saltó. En un suspiro tenía la afilada punta de su colector presionada contra la parte baja de la espalda de Bunierti: —Llámame escoria otra vez. Hazlo.

    La voz de Bunierti sonó plana cuando ella respondió: —Siéntate a menos que quieras morir aquí y ahora, y que esta sea la última vez que se te ocurre amenazarme.

    En lugar de sentir que el recolector se alejaba, Bunierti sintió un ligero pinchazo cuando el arma atravesó su uniforme y se clavó en su piel. Rápidamente, y casi en silencio, Bunierti golpeó a Nongma, derribando a la otra mujer sobre su espalda con Bunierti a horcajadas sobre ella. El colector de Nongma se estrelló contra el suelo de baldosas, mientras que el colector de Bunierti golpeó con fuerza bajo la barbilla de Nongma, apenas extrayendo un poco de sangre.

    —Para, por favor —masculló Nongma moviendo la mandíbula mínimamente.

    —Si quisiera matarte estarías muerta ahora mismo —dijo Bunierti con empalagosa exageración—. Y sé que saldría impune porque no soy una escoria callejera como tú y puedo pagar todos los abogados que quiera. Aunque no me conviene esa molestia ahora, así que lo dejaremos así, pero no olvides que te perdono una vez, y eso yo lo considero demasiado. ¿Comprendido?

    —Sí —afirmó Nongma tras un momento.

    —Asiente con la cabeza cuando digas eso: —dijo Bunierti alzando una esquina de los labios en una mueca.

    Nongma vaciló y luego obedeció: —Sí —dijo ella asintiendo levemente.

    Aunque no fue lo bastante leve. El colector de Bunierti le perforó la piel y un fino hilo de sangre fluyó a lo largo del colector hacia el microembudo. Se recolectó automáticamente una muestra de sangre de Nongma, como ambas sabían que sucedería, y un gran conjunto de datos, que describían los eventos que habían conducido a ese momento, se envió inmediatamente vía inalámbrica al centro de información más cercano.

    —Y soy alguien, por cierto —Bunierti sonrió mientras se levantaba para dejar libre a Nongma—. Y aunque no lo fuera, eso no me haría dudar para bajar al Sector W84-88D, al Bloque Lobo, como tú lo llamas. No me dejo amedrentar por rumores infantiles. La única razón por la que los prisioneros de ahí abajo se salen con la suya es por el abandono del deber por parte de supersticiosas cretinas como tú.

    Nongma se levantó rápidamente, apretándose la barbilla con la palma de una mano. Pareció querer decir algo, pero permaneció en silencio y, después de recuperar su colector, fue a sentarse en su litera. La habitación que compartían las dos era pequeña y espartana. Ofrecía las más mínimas comodidades. La decoración estaba prohibida, al igual que los artículos de comodidad excesiva. Técnicamente, estaban "a voluntad" en su habitación, a diferencia de casi todos los momentos que pasaban fuera de ella, pero voluntad era un término relativo. Bunierti conocía la verdadera voluntad desde su juventud y esperaba volver a ella más tarde. Si sobrevivía.

    Un fuerte pitido sonó en la habitación, alertándolas de un mensaje entrante. Ambas se pararon frente a la pantalla junto a la puerta, cuadrándose antes de que la pantalla se encendiera. La mujer en la pantalla era una animación, su apariencia y su entorno renderizado por computadora nunca cambiaban.

    —Violación detectada —entonó la mujer animada—. Artículo 4-C-120-R. Está prohibida la violencia interpersonal entre los Protectores con fines distintos a la Protección. Cada uno de sus saldos ha sido reducido según la multa obligatoria de quinientos marcos. Nongma Darhi, su saldo ahora está por debajo de cero. Si no corrige esto antes de las 23:30 de hoy, será seleccionada para tareas adicionales a fin de compensar esta discrepancia.

    La pantalla se oscureció y las dos mujeres volvieron a relajarse.

    —Perra —murmuró Nongma.

    —Solo es una animación —comentó Bunierti con una sonrisa, sabiendo que el comentario en realidad había sido dirigido a ella, desafiando mentalmente a Nongma a aclararlo.

    Nongma frunció el ceño antes de hablar: —Si puedes pagar todos los abogados que necesitas —dijo finalmente—, ¿por qué no pagas para salir de este servicio? He oído que muchos niños ricos hacen eso.

    Bunierti resopló: —Sí, algunos de mis supuestos compañeros tomaron ese camino, y del primero al último de ellos demuestra pereza, debilidad, estupidez y carencia de principios. Los padres de algunos también hicieron lo mismo, y creen que los aceptan a pesar de haber hecho trampa para salir del servicio. Las personas honorables de verdad, como mis padres, los tratan con la debida cortesía cuando deben, pero hay un abismo entre tramposos y honorables que los tramposos no comprenden, y cuando los honorables están solos no hablan entre ellos con amabilidad de los tramposos. Así que sí, yo podría pagar para salir de este servicio, pero no soy perezosa, no soy débil, no soy estúpida y ciertamente no carezco de principios.

    Nongma apartó la mirada: —Ciertamente no —repitió ella en voz baja. Después de un momento volvió a mirar a Bunierti—. Supongo que la escoria callejera como yo tenemos vidas mucho menos complicadas.

    —Indudablemente —afirmó Bunierti con un giro de los ojos.

    Se hizo el silencio entre las dos mujeres y Bunierti decidió que era un buen momento para revisar sus materiales de estudio. Las pruebas impuestas a los Protectores estaban diseñadas para alargar su servicio tanto como fuera posible, pero ella se sabía inteligente y, aunque nunca haría trampas, no tenía intención de servir más de lo absolutamente necesario para ganarse su pase de Protección y entrar en la vida de su elección. Una vez instalada en su litera, Bunierti sacó su rollo de información de su estuche protector y lo desplegó hasta un ancho cómodo. Unos cuantos gestos con sus pulgares le mostraron los materiales que necesitaba estudiar para el próximo examen, e inmediatamente sumergió sus pensamientos en las palabras e imágenes del rollo. Al principio era vagamente consciente de que Nongma la observaba con evidente animosidad, pero tenía mucha práctica en ignorar las miradas de odio de los menos adinerados.

    El sonido de una sirena hizo que ambas mujeres se pusieran en pie. No se sobresaltaron, el evento era demasiado común para eso, pero ninguna parecía feliz cuando agarraron sus armaduras. A pesar de sus diferencias, Bunierti sabía que los pensamientos de Nongma eran los mismos que los suyos en ese momento. No eran pensamientos en realidad, sino el tictac mental de un cronómetro regresivo. Las repercusiones por llegar tarde eran graves y se repartirían por igual, independientemente de los antecedentes del Protector. Al mismo tiempo, siempre existía una vaga curiosidad sobre si se trataba de un simulacro o de un hecho real. La mayoría eran simulacros, naturalmente, pero ella ya había entrado en acción en el relativamente corto período de servicio y ya estaba acumulando su cuenta de muertes, o "colectas definitivas", como se las llamaba formalmente.

    Cuando las dos mujeres abandonaron sus dependencias, la puerta se cerró de golpe y se selló automáticamente. El corredor ya estaba lleno de otros Protectores en fluido movimiento, ordenado pero rápido, hacia los portales de despliegue. Bunierti no pensó mucho sobre dónde terminaría Nongma, ya que era poco probable que las dos fueran enviadas a la misma área. Cuando fue su turno, dio media vuelta y un paso atrás hacia la cápsula de despliegue, con las extremidades y la cabeza en la posición correcta y de precisión entrenada. Las sujeciones encajaron en su sitio mucho antes de que el brillante temporizador de cuenta regresiva de la cápsula llegara a cero.

    La fuerte fuerza G al lanzarse la cápsula atrajo la curiosidad de Bunierti. O había verdadera urgencia en la situación o ella iba a ser desplegada más lejos de lo normal. En cualquier caso, aquello podría ser un buen descanso de la rutina. A pesar de su voluntad de servir, tenía que admitir que la rutina aburría rápidamente. Cuando llegara a su destino, su pantalla de visualización frontal se iluminaría y proporcionaría la información necesaria, aunque de momento no había nada que aliviara ni la oscuridad ni su curiosidad dentro de su cápsula.

    Un resplandor rojo comunicó a Bunierti que la cápsula se estaba acercando al destino. La luz se hizo más brillante. El color cambiaba hacia la luz diurna según un ritmo optimizado para la adaptación ocular a la iluminación en destino. Poco después de alcanzar el nivel de luz diurna, se activó el HUD en el casco mostrando varias cosas de interés para ella. Haciendo caso omiso de los signos vitales y monitores similares, Bunierti se concentró en la sesión informativa de la misión. Apenas tuvo tiempo de echarle un viztazo antes de que una brusca disminución de la velocidad anunciara la llegada.

    —Simpatizantes de terrorismo —se dijo a sí misma tras verificar que su radio aún estaba en silencio manual—. Probablemente escoria agitapancartas. Sería más interesante si fueran terroristas de verdad.

    Con la guía de su HUD, Bunierti salió de la cápsula en cuanto se abrió la compuerta. Le tomó menos de un minuto llegar a la posición que le había sido asignada. Notó que la misma formaba parte de un perímetro de malla, y supuso por otros detalles que estaban protegiendo a un político de alto rango, probablemente un senador. El entorno parecía residencial, por lo que supuso que estaban rodeando la casa del político. Bunierti volvió a cambiar su radio a automático y se colocó en posición de guardia, usando una combinación de su propia vista, de los sensores incorporados ​​y de la transmisión de datos de los sensores de área para maximizar su conocimiento de la situación.

    El tiempo parecía hacerse eterno. El estado de alerta se mantenía principalmente a través del entrenamiento, pero el vapor entregado a través del sistema de respiración de la armadura aseguraba un flujo constante, aunque leve, de estimulante para evitar la fatiga o la falta de autodisciplina. El químico agregaba un ligero sabor y olor metálico al aire filtrado y Bunierti daba fe a los rumores de que tal efecto era intencionalmente desagradable a fin de mantener alerta a los Protectores.

    Casi noventa minutos después de la llegada a la escena, Bunierti recibió la orden de retirada. Ella dio media vuelta rápidamente y se dirigió de nuevo a la cápsula que la devolvería a sus dependencias. A su alrededor ella vio a todos los Protectores haciendo lo mismo, a todos excepto a uno. Disminuyó la velocidad cuando ese Protector inmóvil llamó su atención. Continuó moviéndose hacia la cápsula, pero mirando ahora en dirección al Protector desconocido. Claramente, aquel no era un comportamiento según las normas, y eso significaba que probablemente era una amenaza.

    —Protector no responde —espetó Bunierti, dejando que su radio se activara sola. No estaba segura de si alguno a su alrededor ya había informado de ello, ya que no usaban un canal abierto, y tampoco sabía si el supervisor en la escena ya estaba al tanto de la anomalía, pero era su deber informar y no estaba dispuesta a faltar a tal deber.

    —Confirmado —la respuesta no tardó en llegar—. Continúe retirada con extrema precaución. Colecta definitiva autorizada únicamente en defensa propia.

    Bunierti continuó hacia su cápsula manteniendo estrecha vigilancia a la figura inmóvil. La situación no cambió cuando ella llegó a la cápsula. Poco después aceleraba de vuelta hacia sus dependencias, con curiosidad, pero suponiendo que nunca volvería a oír hablar del problema. Había algunas posibilidades inocuas, pero lo más probable es que el Protector estuviera desobedeciendo intencionadamente. El precio por hacerlo era tan alto que Bunierti supuso que solo podía motivarlo la política o un deseo de muerte, ninguno de los cuales podía ella comprender por completo. Cuando el resplandor rojo comenzó a acercarse a sus dependencias, ella se preguntó brevemente si alguien como Nongma, o hasta la propia Nongma quizá, encontraba la defensa tan difícil que prefería la muerte. No había garantía de que el Protector que no se había retirado según lo ordenado fuera asesinado como resultado, pero ciertamente preparaba el escenario para un gesto suicida.

    Nongma estaba sentada en su litera cuando Bunierti entró en su habitación. Una mezcla de reacciones le pasó por la mente, en gran parte sorpresa de que su compañera de cuarto ya hubiera regresado y pareciera haber estado allí el tiempo suficiente para relajarse, pero también una vaga ambivalencia entre que el Protector no fuese Nongma y otra cosa. Descartó la idea de que esa cosa fuese culpabilidad, pero no podía expresarla con palabras. Quizá fuese el deseo casi subconsciente de que fuese Nongma quien había estado allí. Sin una palabra, se acercó a su taquilla y comenzó a quitarse la armadura y a guardarla adecuadamente para su próximo uso. Nongma tampoco dijo nada y mostró poco interés en la rutina posterior al despliegue de su compañera de cuarto.

    Por un momento, Bunierti volvió a su lectura, pero su hambre creciente le proporcionaba suficiente distracción para que por fin la dejara de lado. Estaba a punto de irse a buscar comida cuando oyó un suave timbre en su muñeca. Refunfuñando mentalmente por el aparente deterioro de la calidad de la batería, cambió rápidamente la batería de su comunicador de muñeca y lo sostuvo ante la pantalla del comunicador junto a la puerta hasta que un breve pitido confirmó que estaba resincronizado. Sin decir una palabra a Nongma, abandonó su habitación y se dirigió rápidamente hacia el comedor. Teniendo en cuenta que la población del edificio del cuartel era casi la de un pequeño pueblo, y dados los variados horarios de trabajo del Protector, el servicio de comedor operaba a todas horas. A Bunierti no le sorprendió que hubiera ya una fila de Protectores en el pasillo que conducía al comedor. Ella sabía, como todos, que la comida se medía con precisión para una nutrición óptima y que ​​su sabor era lo bastante bueno para hacerla comestible, pero no lo suficiente como para hacerla deseable en exceso.

    Cuando regresó a su habitación, Bunierti tenía el estómago satisfecho, pero no la mente. Después de mirar fijamente su material de lectura durante un rato sin hacer ningún progreso, lo dejó a un lado y suprimió el impulso de dejar escapar un irritado suspiro. No quería mostrar frente a Nongma indicio alguno de debilidad. La irritación era emocional y las emociones eran débiles. Sabía que no podía evitarlas, pero dejarlas aflorar era la clase de sinsentidos que podían esperar hasta que ella fuera una anciana. Es decir, si ella no seguía la norma y optaba por salir por vejez. Aun así, ella se notaba inquieta y le molestaba no poder concentrarse en sus estudios. De repente, se puso de pie, caminó hacia la pantalla de comunicación y la tocó para despertarla.

    —Protector Bunierti Kittran solicita funciones adicionales. Preferencia: Sector W84-88D —afirmó manteniendo la voz tranquila. Era hora de visitar el Bloque Lobo y saciar su curiosidad.

    —Concedido —la respuesta llegó casi al instante. —Preséntese en veintiséis minutos en la estación W84.

    En su visión periférica, Bunierti vio que Nongma había alzado la vista hacia ella, pero ignoró la atención de su compañera de cuarto. Se puso en movimiento para cambiarse y ponerse la armadura de servicio interior más liviana, que sería necesaria para su asignación. Ni necesitaba darse prisa ni tenía tiempo para perder el tiempo. El lugar de destino estaba a una distancia considerable de sus dependencias y ella confiaba en que la combinación de transporte automatizado y a pie la dejaría allí un poco antes si mantenía un ritmo constante.

    —No hables con ellos —dijo Nongma mientras Bunierti se dirigía hacia la puerta.

    Molesta por la interrupción, Bunierti miró a Nongma: —Por supuesto que voy a hablar con ellos si necesito darles órdenes —respondió ella—. Guárdate tu estúpido alarmismo para ti misma.

    —No charles con ellos —se corrigió Nongma. —No entres en conversación.

    Bunierti se burló abiertamente: —¿Por qué iba yo a conversar con los presos? Pero gracias por tu preocupación —Salió bruscamente de la habitación.

Capítulo 2

    La ruta al puesto de servicio no era directa, pero los transportes automatizados llevaron a Bunierti a gran profundidad bajo tierra y minimizaron la caminata. Donde había largos tramos rectos para caminar, las pasarelas móviles opcionales a los lados del corredor ayudaban a reducir el tiempo del trayecto. El HUD mínimo en la armadura interior reglamentaria proporcionaba la guía que ella necesitaba para llegar a su destino. Cuando llegó, encontró a dos Protectores de mayor edad sentados en el escritorio tras el blindaje de vidrio. Un vistazo a la insignia del uniforme le confirmó que eran de mayor rango que ella. Cuando colocó la mano en el lector de palma que habilitaba el intercomunicador, supo que sus huellas dactilares serían cotejadas con el comunicador en su muñeca para confirmar su identidad, después de lo cual sería adscrita a su lugar de destino y los Protectores a otro lado del cristal le darían su información pertinente.

    —Protectora Kittran —reconoció uno de los hombres. —¿Perdiste una apuesta?

    —No, señor —respondió ella tranquilamente. No era raro que ofrecerse voluntario para tareas adicionales, y específicamente en el Bloque Lobo, evocara algunas respuestas no rutinarias.

    —¿Esta es tu primera vez en el Bloque Lobo? —preguntó el otro hombre.

    —Sí, señor —confirmó ella.

    Los dos hombres intercambiaron una mirada que Bunierti no tomó como un cumplido. Uno de ellos se acercó a su consola y pulsó un botón. Se abrió la puerta y, sin esperar más instrucciones, ella salió del pasillo exterior hacia el área segura. Incluso a este lado la cabina en la que se sentaban los hombres estaba tapada con un escudo de vidrio. Más adelante en el corredor, Bunierti pudo ver un conjunto de puertas que supuso que eran los ascensores de transporte hacia los sectores de la prisión.

    —¿Puedo continuar? —preguntó ella. Sintió una ligera aprensión, que no quería etiquetar como nerviosismo, y confió que su voz no hubiese mostrado indicio de ello.

    —Adelante —respondió uno de los hombres—. Ascensor seis. Vas a relevar al Protector Garker.

    Asintiendo, Bunierti caminó hacia las puertas del ascensor. Pasó su comunicador de muñeca sobre el panel de control del ascensor seis y no tuvo que esperar mucho antes de que las puertas se abrieran. Entró rápidamente y las puertas se cerraron tras ella. Sintió en el estómago la rápida caída y, momentos después, las puertas se abrieron de nuevo. Salió y revisó su HUD en busca de información, luego giró a la derecha y usó su comunicador de muñeca para identificarse en la puerta que conducía al corredor D. La puerta se abrió y ella entró, casi chocando con el Protector de espaldas a la puerta y que miraba hacia el pasillo bordeado de celdas de la prisión. Se volvió bruscamente, pareciendo sobresaltado, colector en mano. Al ver a Bunierti su rostro se relajó.

    —¡Gracias!

    —¿Por qué? —preguntó Bunierti.

    —Estás aquí para relevarme, ¿no? —preguntó el Protector.

    —Pues sí —confirmó ella.

    —Me alegra salir de aquí —dijo el Protector—. Ya lo entenderás. Cuando llegue tu relevo también tú le darás las gracias.

    Bunierti no supo qué responder, así que cambió de tema: —Supongo que el horario se entregará a través del HUD. ¿Hay algo más que deba saber?

    El Protector sonrió: —Este es el Bloque Lobo. Si esta es tu primera vez aquí, no hay gran cosa que pueda decirte. Bueno, aparte de: buena suerte.

    Sin más conversación, el Protector pasó su comunicador sobre el lector junto a la puerta para salir. Bunierti miró hacia el pasillo, hacia las celdas a ambos lados hasta el fondo, el cual terminaba en una pared. Notó que el bloque era más silencioso que cualquier otro bloque de la prisión en el que había servido. También notó que, a pesar de la amplia iluminación y de poder ver a través del blindaje de vidrio y de las barras que formaban la pared entre las celdas y el corredor, ella no podía ver a ninguno de los prisioneros desde donde estaba. Decidió dar un paseo por el centro del corredor para dar a conocer su presencia y verificar que todos los prisioneros estuvieran en su sitio. Teniendo en cuenta el comportamiento del Protector al que había relevado, no podía confiar en que todo estuviera en orden.

    Cuando comenzó a moverse por el pasillo, se confirmó el primero de los extraños rumores del Bloque Lobo. Los prisioneros no solo estaban callados, sino que todos estaban de pie al fondo de sus celdas y mirando hacia la pared para que ella no pudiera ver sus rostros. El extraño comportamiento de los prisioneros era una cosa, pero Bunierti no estaba dispuesta a creer los rumores sobre las extrañas desapariciones de algunos Protectores, tampoco sobre prisioneros que desaparecían y luego regresaban. Tampoco sobre Protectores asesinados violentamente en medio del corredor sin evidencia de que los prisioneros hubiesen estado involucrados, ni sobre rumores similares. Cuando llegó al final del pasillo, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta. Esta vez, mientras caminaba por el pasillo, vio que todos los prisioneros se habían dado la vuelta y se acercaban lentamente a la pared que separaba su celda del pasillo.

    —Juegos mentales —dijo Bunierti en voz baja para sí misma—. Supongo que las personas de mente débil podrían desconcertarse con ellos.

    Dio la vuelta al regresar a la puerta y ahora vio que todos los prisioneros habían llegado a los barrotes y al cristal blindado. Estaban de pie en una postura erguida perfecta, con las manos a los costados y en silencio. Bunierti sonrió al percibir que le estaban facilitando la vigilancia. Se detuvo en una postura cómoda y esperó a ver si su HUD anunciaba algo sobre el horario de los prisioneros, como la entrega de una comida. Entre tanto, trataba de no mirar la pantalla del reloj en la esquina de su HUD, pero no era fácil y el tiempo comenzaba a hacerse eterno de nuevo. Cuando se inquietó lo suficiente, decidió caminar otra vez por el pasillo.

    —Cuestiona tus suposiciones —le susurró el primer prisionero a su derecha cuando ella pasó a su lado. A pesar de no querer reaccionar, Bunierti se sorprendió lo bastante como para mirar al prisionero. El hombre no parecía mucho mayor que ella, aunque el uniforme estándar de prisionero tendía a enmascarar la edad. Esa expresión era neutra mientras ella avanzaba por el pasillo.

    —Cuestiona la autoridad —susurró otro prisionero a su izquierda. Esta vez Bunierti resistió la tentación de mirarlo.

    —Algunas ilusiones son inofensivas —susurró el siguiente prisionero a su derecha.

    —Algunas ilusiones son mortales —susurró el siguiente prisionero a su izquierda.

    —El peón nunca ve todo el juego.

    —Las ovejas no comprenden la matanza que se avecina.

    Cada uno de ellos tenía algo que susurrar mientras ella avanzaba por el pasillo. Al llegar al otro extremo, ella tenía los dientes apretados para evitar responder. Giró bruscamente para comenzar su camino de regreso. Mantuvo su velocidad lo más constante posible para evitar mostrar alguna respuesta a las voces. Cuando llegó al punto medio del corredor, los presos estaban en silencio. Unos pasos después rompieron al unísono en carcajadas, el fuerte y súbito ruido tras el silencio sobresaltó a Bunierti a pesar de su intento de armarse de valor contra lo que los presos pudieran hacer a continuación. Quiso gritarles que guardaran silencio, pero se contuvo, sabiendo que necesitaba mantener su propia disciplina. Cuando llegó a la puerta y volvió a girarse, los presos quedaron en silencio al unísono.

    La desagradable experiencia de su segundo paseo por el pasillo mantuvo a raya toda sensación de inquietud. Bunierti permanecía alerta, en una postura de descanso, y observaba a los prisioneros, que ahora estaban girados para que los más cercanos la miraran directamente. Ella no entendía cómo podían coordinar sus acciones, ni siquiera entendía cómo podían haber desarrollado una forma de coordinar sus acciones bajo la observación de los guardias, pero tenía que admitir que efectivamente la estaban incomodando. Aun con todo, había un gran abismo entre los juegos mentales y los aspectos físicos de los otros rumores, y ella intentó mantener firme tal diferencia en mente. Mientras estaba allí, viéndolos mirarla, se preguntó cómo se pudo haber permitido que la situación en este bloque de la prisión llegara a estos extremos. Parecía haber allí una muestra de significativo abandono del deber, y Bunierti se preguntó si podría erradicarla y si hacerlo la haría avanzar en la Protección, o al menos acortar su tiempo de servicio.

    Con el bloque una vez más silencioso e inmóvil, Bunierti tenía mucho tiempo para pensar. Reconoció a su pesar que esto también le daba mucho tiempo para cuestionarse si estaba adoptando la estrategia correcta al no responder a los prisioneros, y para cuestionarse si eso era exactamente lo que los prisioneros querían. Tal vez querían que ella se retirara a sus propios pensamientos para evitar ver lo que estaban haciendo, y tal vez querían intimidarla para que no caminara por el pasillo para ver cómo estaban. Mientras reflexionaba sobre su incapacidad para ver a los prisioneros del otro extremo, se convencía cada vez más de que esto último era el caso, y así se preparó para otro viaje de ida y vuelta hasta el otro extremo.

    —Orden, orden, orden —comenzó a corear el prisionero a su derecha cuando ella empezó a caminar.

    —Caos, caos, caos —entonó el prisionero a su izquierda.

    A medida que Bunierti recorría el pasillo, los prisioneros de la derecha mantenían el cántico de "orden" y los de la izquierda el de "caos". Cuando ella giró en el otro extremo y se dirigió hacia la puerta, los prisioneros invirtieron sus coros para que, de nuevo, hubiera "orden" a la derecha y "caos" a la izquierda. Esta vez ella sonrió, sabiendo que no podían verla tras su mascara. Todo aquello le parecía tan absurdo que incluso le pareció cómico. Cuando llegó a la puerta y se giró, los prisioneros quedaron en silencio y ella con una sensación de alivio, pues el paseo no había resultado tan perturbador como antes. Se quedó junto a la puerta un rato, esta vez sin temer su próximo paseo, y estaba a punto de partir de nuevo cuando su HUD la alertó de la llegada de las comidas de los prisioneros.

    —¡Hora de comer! —bramó Brunierti, y sus primeras palabras a los prisioneros le sonaron extrañas en sus propios oídos después de tan largo silencio.

    Pero, a diferencia de los prisioneros en otros bloques que ella había vigilado, los prisioneros no reaccionaron a su anuncio. Aunque después de un relativamente corto tiempo en el Bloque Lobo, tal falta de reacción no la sorprendió. Se hizo a un lado del pasillo y pasó su comunicador junto al lector de la puerta. La puerta se abrió y entró un remolcador eléctrico que tiraba de un tren de autocarros. Una vez que el remolcador estuvo completamente dentro del bloque, Bunierti cerró la puerta. El robot rodó hacia adelante y, a medida que avanzaba por el pasillo, los autocarros se separaban del tren y utilizaban una guía óptica básica para dirigirse al interfaz de entrega integrada en cada celda. Cuando el remolcador llegó al final, hizo una pausa programada antes de regresar hacia Bunierti. Cuando pasó junto a los autocarros, ahora vacíos, estos se unieron a la parte trasera del creciente tren. Cuando el grupo llegó a la puerta, Bunierti la abrió de nuevo y esperó a que pasara el último carro antes de cerrarla.

    Cuando volvió a mirar a los prisioneros, vio que todos estaban inmóviles junto al cristal protector, cada uno frente al prisionero directamente al otro lado del pasillo. No mostraban ningún interés en la comida que los autocarros habían dejado en sus celdas. Aparte del evidente conocimiento de que no podía esperar un comportamiento normal por parte de los prisioneros, Bunierti no sabía lo que esperar con respecto a esta hora de la comida. Dependía de ellos, razonó ella, comer o no comer. Que no murieran de hambre no era responsabilidad suya. Por otro lado, sabía que era hora de dar otro paseo, y sabía que esto la colocaría en el centro de sus miradas. Con una mueca de fastidio, se alejó de la puerta.

    —Tengo hambre —dijo el prisionero a su derecha con una perturbadora impresión de niño llorón. Bunierti siguió caminando, reprimiendo la respuesta que quería salir de sus labios.

    —Tengo hambre —anunciaba cada prisionero al paso, cada uno sonando infantil.

    Esta vez, a Bunierti no le pareció divertido. Le pareció irritante, y claramente esa era la intención. No era misterioso ni raro, era simplemente un fastidio. Al llegar al final del pasillo, giró bruscamente y retomó la marcha, preguntándose qué tontería iba a venir a continuación. El silencio, sin embargo, fue la reacción elegida de los prisioneros. Ella llegó a la puerta y se volvió hacia ellos, y mientras lo hacía, todos se sentaron al unísono, abrieron sus recipientes de comida y comenzaron a tomar bocados sincronizados. Una vez más, su capacidad para coordinar sus acciones la preocupó, y Bunierti percibió que eso no solo era extraño, sino que en verdad representaba un gran riesgo que pudieran actuar juntos hacia un objetivo. Bunierti sabía que reconocer el peligro era el primer paso para mitigarlo, y así empezó a pensar en cómo podría evitar que tal coordinación les diera ventaja.

    —Quiero saber cómo funciona esto —se dijo a sí misma al fin, como si tal idea sirviese de excusa para lo que estaba a punto de hacer.

    Se alejó de la puerta, pero en lugar de dirigirse al otro extremo del pasillo, caminó directamente hasta la primera celda a la izquierda, al otro lado del pasillo del prisionero al que había mirado directamente antes. El hombre en esta celda era claramente mayor, con abundante cabello plateado mezclado con castaño oscuro. El hombre no interrumpió su rutina de alimentación coordinada, y Bunierti se paseó de un lado a otro ante esa celda para ver si bloquear su visión causaba alguna diferencia. Esto pareció no tener efecto. Tenía por seguro que los presos no habían intercambiado señales de audio, y comenzó a preguntarse si se trataba de una rutina cronometrada, algo que habían ensayado aprovechando eventos externos como un cambio de guardia o la llegada de la comida como pauta de sincronización. Esa parecía una explicación razonable, pero no explicaba cómo podían haber desarrollado tal rutina.

    —Mi esposa y mi hija fueron asesinadas mientras me obligaron a mirar —dijo el hombre frente a ella sacando a Bunierti de sus pensamientos.

    Ella miró a su alrededor y vio que los otros prisioneros estaban sentados y quietos, de cara al pasillo. Volvió a mirar al hombre en la celda y notó que este había terminado la comida y que los compuestos de disolución en el paquete ya estaban descomponiendo los restos de comida y recipiente. El significado de esas palabras superó la sorpresa de haber quedado perdidoa en sus pensamientos.

    —Lo siento —ofreció ella en tardía respuesta, sabiendo que no sonaba sincera, pero sin saber qué otra cosa decir. Ni siquiera estaba segura de que lo dicho fuera cierto, y aunque lo fuera no entendía de qué modo era eso relevante. ¿Estaba aburrido o solo y quería compartir lo que tenía en mente? ¿O había algún significado que estaba ella pasando por alto?

    —Lo siente —dijo el prisionero tras Bunierti.

    —Lo siente —repitió el prisionero adyacente al hombre que ella encaraba.

    —Lo siente. —La frase se repitió por todo el pasillo.

    Molesta, Bunierti volvió a su puesto en la puerta. Cuando el silencio volvió al bloque de la prisión, con los prisioneros una vez más sentados inmóviles en el suelo y mirando directamente al otro lado del pasillo, Bunierti admitió que el Protector al que había relevado tenía razón. Estaría agradecida cuando llegara su relevo. Aunque, ya que se había ofrecido voluntaria para el servicio, no tenía idea de cuánto tiempo estaría asignada allí. Los leves impulsos de sus propias funciones corporales la hicieron preguntarse si los prisioneros vaciaban la vejiga al unísono. ¿Sincronizaban la evacuación de vientre? La idea era a la vez divertida e irritante.

    Cuando por fin llegó otro Protector, varias horas y muchos paseos por el pasillo más tarde, Bunierti estaba ansiosa por salir del Bloque Lobo, aunque no lo demostró externamente y se abstuvo de repetir el poco profesional comportamiento del Protector Garker. El deber era el deber. A veces era un fastidio, por lo general era simplemente aburrido, agradecer verbalmente a otro Protector por cumplir con el deber era innecesario. Bunierti regresó al escritorio del Puesto W84 vía una sala de descanso segura. Cuando llegó a la cabina, vio a dos Protectores diferentes y sintió una ligera decepción por no poder demostrar a los dos hombres asignados allí antes que había cumplido con éxito su primer servicio en el Bloque Lobo sin efectos secundarios. Aun así, iba a demostrar que Nongma estaba equivocada al decir que ella sería uno de los que supuestamente nunca regresaban.

Capítulo 3

    —Adelante —dijo Bunierti a su compañera de cuarto cuando ésta regresó a sus dependencias.

    Nongma se encogió de hombros: —Sí —reconoció—, lograste regresar. Para mi desgracia.

    —¿No deberías estar haciendo algo para sacarte unos marcos, para que tu cuenta esté por encima de cero? —la presionó Bunierti mientras empezaba a guardar su armadura. —Seguro que hay hombres dispuestos a pagar por… cualquier cosa.

    —Al menos a mí me podrían pagar si yo quisiera hacer tal cosa —comentó Nongma sin insultar directamente a Bunierti—. Pero aceptaré trabajo extra en lugar de preocuparme por el saldo de mis marcos. No será la primera vez, no será la última.

    Fue el turno de Bunierti de ignorar el comentario de su compañera de cuarto. Antes de ingresar en Protección ya había conocido suficientes hombres de todas las edades con intenciones de acostarse con ella, y sabía que no le faltaba atractivo. —La mala gestión económica es el núcleo de la pobreza —comentó.

    Nongma soltó una breve carcajada: —Si tú lo dices, pero no deberíamos hablar mal de nuestro gobierno.

    Bunierti se volvió hacia Nongma, fulminándolo con la mirada: —No te atrevas a culpar al gobierno por tu posición en la vida, y no te atrevas a insinuar siquiera que yo hablo mal del gobierno.

    Nongma bostezó: —Bueno, recuerda que la escoria callejera como yo tiene vidas bastante simples. No nos pronunciamos a favor ni en contra del gobierno, solo buscamos comidas decentes, cama limpia y clima benigno.

    Todavía rabiando, Bunierti se alejó de Nongma y se mordió la lengua. A pesar de las muchas cosas que le vinieron a la mente, no tenía sentido decirle nada más a la otra joven. Terminó de guardar su armadura y se acomodó una vez más en su litera para estudiar un poco. Nada más se dijo entre ellas durante el resto del día. Bunierti se alegró en silencio cuando sonó el timbre de advertencia de luces apagadas. Estaba lista para dar fin al día. Mientras se acomodaba para dormir, pensó en los muchos otros Protectores que acababan de despertarse para comenzar sus turnos, y pensó ociosamente en aquellos que terminarían en el Bloque Lobo como parte de sus servicios diarios.

    Cuando se encendieron las luces que indicaban el nuevo día para las dos mujeres, ambas se levantaron rápidamente y se prepararon para la jornada. Salieron juntas a desayunar, pero no se dijeron nada y se mantuvieron separadas en cuanto salieron de la habitación. Bunierti sabía que muchos Protectores intentaban entablar amistad dentro de Protección, lo cual reconocía que tenía cierto sentido para los que iban a estar allí durante un largo plazo. Por su parte ella no tenía ningún interés en vincularse con otros Protectores. Su servicio sería valioso, pero breve. Mientras comía en una gran mesa rectangular, flotaban entre sus pensamientos fragmentos de las conversaciones entre los Protectores a su alrededor. Ella estaba concentrada en un examen programado para ella más tarde ese día. No era un examen de promoción, pero podría servir como precursor de uno, esencialmente podría abrir alguna puerta si la puntuación era lo bastante alta. A veces los exámenes parecían irracionalmente difíciles y, en consecuencia, estaban orientados a mantener a los Protectores en su puesto. Ella confiaba en que este no fuera uno de tales.

    Antes de que pudiera terminar su desayuno, Bunierti recibió una señal en su comunicador de que se le había asignado un servicio de guardia para el cual tenía que presentarse en el plazo devuna hora. Cuando vio el lugar de destino en la alerta, se le cayó el alma a los pies: W84-88D. Ya era un fastidio que se le impidiera estudiar, e incluso que pudiera perderse el examen, pero que la asignaran de nuevo al Bloque Lobo tan pronto la irritaba. Ella no dijo nada, por supuesto, y ordenó sus pensamientos. El deber es el deber, y a veces era desagradable. Se tragó lo que le quedaba de comida y la lavó con los restos de su café antes de llevar su bandeja al punto de limpieza. Luego se apresuró para regresar a sus dependencias y no llegar tarde al Puesto W84.

    Cuando Bunierti llegó al puesto, vio que uno de los dos Protectores en la cabina era uno de los hombres que la habían adscrito el día anterior. El hombre no hizo ningún comentario ni mostró ninguna señal de que la reconociera. Ella no tardó en descender al nivel 88. Esta vez no necesitó ninguna información en su HUD para encontrar la puerta correcta. Entró y se sorprendió al ver a un Protector sentado en el suelo junto a la puerta. Antes de que pudiera decir nada, el otro Protector saltó y salió corriendo. Negando con la cabeza, Bunierti cerró la puerta.

    —Ridículo —se dijo a sí misma. Inmediatamente se arrepintió de haberlo dicho tan alto, porque los prisioneros, de pie en las paredes de vidrio blindado y barras reforzadas de sus celdas, repitieron su declaración en secuencia hasta el final del pasillo. Bunierti recordó sus pensamientos del día anterior sobre la posibilidad de que los prisioneros usaran eventos externos como pautas de sincronización, y se preguntó si acababa de presenciar esto en acción. También se preguntó si había alguna forma de deshacer esas pautas, de interrumpir la sincronización y debilitar esa aparente unidad. Cuando comenzó su primera ronda por el pasillo, consideró cómo podía interrumpir la entrega de la comida y, posiblemente, su rutina.

    —Me caes bien —afirmó el primer prisionero a su derecha cuando ella comenzó a caminar.

    —Nos caes bien —habló entonces el prisionero a su izquierda.

    —A todos nos caes bien —dijo el siguiente prisionero a su derecha.

    Bunierti se detuvo. Notó que estaba siguiendo un patrón predecible. Inmediatamente dio media vuelta y volvió a su posición en la puerta. Se dio cuenta de que iba a ser un desafío interrumpir su sincronía si usaban el comportamiento de guardia para regular sus propias acciones. Sería necesario encontrar un equilibrio entre cumplir con su deber y minimizar la previsibilidad, sin saber al mismo tiempo si era relevante y si valía la pena el esfuerzo.

    —Nos caes bien —dijeron los prisioneros al unísono.

    Ella reprimió el gesto de molestia de sacudir la cabeza. Sabía que quizá no lograra evitar las reacciones por completo, pero quería minimizar las que los prisioneros podían provocar en ella.

    —Nos caes bien, Protectora Kittran —anunciaron juntos los prisioneros del Bloque Lobo.

    Aquello fue demasiado para ella: —¿Cómo sabéis mi nombre? —exigió Bunierti, arrepintiéndose al instante.

    —Sabemos muchas cosas —respondieron al unísono.

    Ella permaneció en silencio, tratando de procesar lo que acababa de suceder. No tenía sentido, ¿cómo era posible que hubieran descubierto su nombre? Y al decir que ella les gustaba, ¿estaban dando a entender que habían sido ellos los responsables de que ella regresara tan pronto? No podía entenderlo. Por fin, ella volvió a hablar: —¿Cómo sabéis tantas cosas?

    —Eso es un secreto —respondieron perfectamente sincronizados.

    —¿Siempre coordináis todo lo que decís y hacéis? —preguntó Bunierti dando voz a su fastidio.

    —Eso es un secreto —fue la respuesta.

    —¿Es que no podéis hablar por separado, ya sea al unísono o en un patrón?

    —Yo te conté parte de mi historia —provino una voz solitaria desde su izquierda.

    Bunierti analizó rápidamente sus preguntas recientes y se percató de que la mayoría de ellas tenían una respuesta predecible, pero la redacción negativa de su pregunta más reciente podía haberlas desviado. Quería encontrar otras formas, pero sabía que los presos podían quedar en silencio si los arrinconaban. —Entonces, ¿eso no era parte de un patrón? —preguntó ella.

    —Puedes creer eso si te hace feliz —respondió el prisionero a su izquierda.

    Ella sacudió la cabeza con frustración, sin prestar atención a su propia intención de minimizar sus reacciones. Era demasiado tarde para eso. —¿Por qué decís que os caigo bien?

    —Dijiste que lamentabas lo de la familia de Jirit —respondieron los prisioneros a la vez.

    —¿Cómo sabéis si lo dije en serio o no?

    —Suponemos que no lo dijiste en serio.

    —Entonces, ¿por qué os caigo bien por eso?

    —Eso es un secreto.

    Bunierti dejó escapar un suspiro de exasperación: —¡Volvéis loco a cualquiera! —Escuchó una risa dispersa, y el hecho de que no se estuvieran riendo juntos respondió a su pregunta anterior—. Está bien, así que no lo hacéis todo al unísono, eso ya no es un secreto —dijo ella sonriendo levemente sin percartarse—. ¿Tuvisteis algo que ver con que me asignaran hoy aquí otra vez?

    —Eso es un secreto.

    —Por supuesto —reconoció ella—. Pero digamos que no creo nada de esto. Oísteis mi nombre del Protector que me relevó ayer, y me habéis reconocido hoy. Solo ha sido una coincidencia y la estáis usando para tratar de confundirme. No os agrado en realidad, solo intentáis desequilibrarme.

    Hubo una pequeña pausa, pero no tan leve como para que Bunierti no la captara. —Puedes creer eso si te hace feliz —dijeron los presos al unísono.

    Su sonrisa, aún inadvertida, se desvaneció abruptamente. Sintió una sensación de hundimiento al percibir lo que probablemente significaba esa pequeña pausa. Si su respuesta se hubiera basado completamente en la previsibilidad, no se habrían detenido. Esto implicaba que estaban sincronizados en tiempo real y que la pausa era el tiempo de una señal. Bunierti sabía que esto podría significar mucho más peligro de lo que había percibido al principio, pues requería la posesión de algún mecanismo para lograrlo. Y si tenían eso, ¿qué otra cosa más podrían tener? Una mezcla de miedo e ira se apoderó de su mente.

    —No sé lo que creéis que estáis haciendo —les espetó ella—, pero ¡no vais a saliros con la vuestra! Sí, puede que tal vez pequeñas acciones aquí y allá, pero cualquiera que sea vuestro gran plan, fracasará. ¡Os lo prometo!

    El bloque de la prisión quedó en silencio. Al unísono, los prisioneros se alejaron del cristal blindado y se retiraron al interior de sus celdas. Bunierti decidió que necesitaba afirmar su autoridad sobre la situación, por lo que marchó hasta el otro extremo y regresó. Vio que los prisioneros estaban ahora de pie en el fondo de sus celdas, de cara a la pared, como habían estado en su primera ronda por el pasillo. Una vez que ella regresó a la puerta, retomó su posición de guardia, observando y escuchando. Durante un largo rato, no hubo sonido ni movimiento. Bunierti dio otra vuelta por el pasillo y los prisioneros seguían mirando hacia las paredes de sus celdas. Ella se detuvo en un par de celdas para observar a los prisioneros de dentro, para ver si estaba pasando algo al otro lado de la celda que pudiera ser una pista para resolver el rompecabezas, pero no vio nada que implicara alguna comunicación entre los prisioneros. Lo único nuevo que notó fue que todos los prisioneros tenían cerca de la sien derecha el contorno de la cabeza de un lobo de perfil, como un tatuaje.

    De vuelta a la puerta, Bunierti consideró las posibles implicaciones de esas marcas de cabeza de lobo. No era ilegal hacerse un tatuaje, ella había visto varios en Nongma, pero ciertamente no era algo aceptable en la sociedad educada. Lo que más le inquietaba era que todos tenían el mismo tatuaje, y además relacionado con el lugar donde estaban encarcelados. En un centro de detención de menor seguridad, donde los prisioneros no estaban separados unos de otros, esto no habría sido sorprendente, pero los prisioneros del Bloque Lobo no podían haberse hecho tal marca ni habían tenido acceso a otra persona que pudiera haber aplicado esas tintas. Podrían haberse hecho los tatuajes antes de ser colocados en el Bloque Lobo, pero incluso eso parecía muy poco probable, sobre todo porque todos los tatuajes parecían idénticos, a pesar de haberse hecho en lugares y momentos diferentes.

    Los prisioneros reaparecieron en las paredes de protección de vidrio de sus celdas: —Todavía nos caes bien, Bunierti —dijeron al unísono.

    Ella quedó boquiabierta. Sabían su nombre completo. Recuperándose de la sorpresa, frunció el ceño profundamente: —¡Silencio!

    —¿No quieres hablar? —preguntaron juntos.

    —No.

    —¿No quieres respuestas?

    Ella dudó: —No.

    —¿Conocías a Alwhaan Sriara?

    —No.

    —Era la Protectora que viste ayer, la que no atendió la orden de retirada —le explicaron.

    De nuevo sintió una punzada al darse cuenta de lo mucho que sabían. —Oh —respondió ella simplemente.

    —También ella nos caía bien.

    —Oh.

    Hubo una pausa más notoria: —Y ahora está muerta.

    —Oh —A Bunierti no le gustaba saber que un Protector había muerto, pero obviamente aquello había sido un acto intencional por parte de la otra mujer, por lo que tampoco podía justificar sentir remordimientos.

    —No debes temernos.

    Bunierti resopló: —Intento no sentir miedo en absoluto.

    Otra pausa: —Nosotros sentimos miedo a todas horas.

    Ella se encogió de hombros: —Estáis en prisión. Estáis a salvo, si bien no libres. No sé a qué podéis temer, aparte de ser olvidados aquí abajo.

    —¿Te gusta tu gobierno? —preguntaron juntos.

    —Claro que me gusta nuestro gobierno —respondió ella, enfatizando la palabra nuestro para aclarar que no los excluía de estar bajo tal dominio.

    —Asesinaron a mi esposa y a mi hija mientras me obligaron a mirar —dijo el prisionero llamado Jirit.

    Bunierti negó con la cabeza: —No te creo

    —Claro que no lo crees todavía —respondieron al unísono.

    —No voy a creerlo después —afirmó ella con vehemencia.

    El bloque de la prisión quedó en silencio. Los prisioneros permanecieron inmóviles, mirando al otro lado del corredor. Después de un rato, Bunierti completó otra ronda por el pasillo, pero los prisioneros no dijeron nada ni se movieron. De vuelta a la puerta, miró el reloj en su HUD y deseó que el tiempo pasara más rápido. Quería irse y estaba ansiosa por informar a su supervisor de sus hallazgos. Bunierti estaba segura de que era necesario separar a los prisioneros del Bloque Lobo para interrumpir lo que estuvieran haciendo.

    Llegó una comida y Bunierti completó la rutina normalmente, sin ver la necesidad de interrumpirla ahora. Los prisioneros se sentaron al unísono, comieron al unísono y luego se levantaron al unísono. Bunierti esperaba que dijeran o hicieran algo más, pero permanecieron inmóviles y en silencio. De nuevo caminó hasta el otro extremo del pasillo y de regreso a la puerta, pero nada más se movió. El silencio pareció agobiarla. Bunierti se regañó mentalmente por pensar que la pantalla del reloj HUD se estaba ralentizando. Se sentía cada vez más cansada y durante un momento estuvo tentada de sentarse. El recuerdo de encontrar al otro Protector sentado en el suelo la mantuvo alerta un poco más de tiempo, pero no pasó mucho antes de que volviera a lamentar que la armadura interior de Protector no incluyera un suministro de estimulantes.

    —Bien —dijo finalmente, con fuerte irritación en su voz—. Quiero respuestas. Así que si queréis compartir vuestros secretos, adelante—. Los prisioneros no reaccionaron. —Está bien, lo siento por la Protector Sriara, aunque me pareció que se lo buscó ella misma. Y ahora, ¿qué me decís a eso? —Los presos siguieron sin reaccionar—. Mirad, no voy a reconocer que el gobierno asesinó a la familia de Jirit, al menos no sin una buena causa. Tal vez se enfrentaron a la colecta definitiva, no lo sé, pero no lo voy a llamarlo asesinato —Continuó el silencio.

    —¿Qué pasa cuando algo está roto, fuera de servicio? —habló finalmente el prisionero frente a Jirit.

    —Lo arreglamos —espetó Bunierti—, pero si dices que el gobierno está roto, no me vas a convencer con la afirmación de un preso que dice que su familia fue asesinada.

    —¿Qué pasa cuando alguien está enfermo? —preguntó Jirita.

    —Lo curamos —respondió ella—. ¿Adónde quieres llegar con esto?

    —¿Cómo los curamos? —preguntó Jirita.

    Bunierti negó con la cabeza: —¡No lo sé, no soy médico! Depende de la enfermedad.

    —Cáncer, por ejemplo —incitó el prisionero frente a Jirit.

    —Curamos el cáncer, obviamente —respondió ella—. No conozco los detalles. Los enfermos se curan, luego se envían a un clima donde pueden recuperarse mejor. Y tal vez tengan que quedarse allí si el tratamiento los ha dejado demasiado débiles para regresar a casa.

    —¿Vuelves a verlos?

    Bunierti comenzó a caminar junto a la puerta: —Por supuesto. Y aunque no regresen a casa, hablamos por vídeo con ellos. En serio, ¿de qué va todo esto?

    —¿No sería más fácil sacrificarlos? —preguntó Jirita.

    Ella se detuvo y lo miró: —¿Te enoja el gobierno porque supuestamente asesina a tu familia y ahora sugieres que sacrifiquemos a los enfermos? ¡Claro que sería más fácil, pero eso no significa que sea lo correcto!

    Nuevamente hablando al unísono, los presos preguntaron: —¿El gobierno representa el caos o el orden?

    —¡Orden! —espetó Bunierti—. Pensé que queríais responder. Lo único que hacéis es preguntar.

    —A veces las preguntas son respuestas —respondieron los presos al unísono.

    Bunierti se quedó sin palabras. Mientras se detenía junto a la puerta, el bloque de la prisión quedó en silencio una vez más. Ahora, en lugar de sentirse cansada, Bunierti se sintió alterada. Sus pensamientos se aceleraban tratando de reconstruir el significado de esos acertijos. Después de un rato, vio que los prisioneros se alejaban un poco de ella para mirar directamente al otro lado del corredor. Casi pareció un rechazo, pero Bunierti instantáneamente se regañó a sí misma por ser tan débil como para considerar esa idea. El tiempo comenzó a ralentizarse de nuevo. Sintió como si le hubieran quitado un peso de encima cuando por fin llegó otro Protector para relevarla. Ella abandonó el bloque de la prisión sin decir una palabra y regresó rápidamente a sus dependencias.

Capítulo 4

    Su segunda asignación al Bloque Lobo había terminado lo bastante pronto como para que Bunierti pudiera asistir al examen programado más tarde ese día, aunque no tuvo tiempo para una revisión de última hora del tema. Los exámenes de apoyo variaban ampliamente, algunos eran físicos, otros conductuales y otros académicos. Este examen en particular profundizaba en cuestiones históricas sobre los orígenes de Protección. Mientras ella lo revisaba sentada en un cubículo de examen bajo la constante mirada de las cámaras que cubrían múltiples ángulos, los pensamientos de Bunierti volvían a los prisioneros del Bloque Lobo. Sabía que eso estaba perjudicando su desempeño en los exámenes, pues la disciplina mental que normalmente gozaba durante los exámenes la evadía. Cuando llegó al final, la baja puntuación mostrada por el interfaz de prueba no fue una sorpresa, pero sí aumentó su ira.

    —Protectora Kittran presentándose como se le ordenó, señor —dijo esa noche después de entrar a la oficina de su Supervisor. Se puso firme frente al escritorio, con la disciplinada mirada dirigida a un punto encima de la cabeza que tenía delante.

    —Usted solicitó esta reunión, Protectora Kittran. Sea eficiente al respecto —dijo el hombre sentado. Parecía tener al menos veinte años más que Bunierti. El demacrado rostro parecía estirado sobre el cráneo y una cicatriz larga y oscura lo afeaba bajo el ojo izquierdo.

    —Señor, creo que tengo información importante sobre los prisioneros del Sector W84-88D —empezó ella.

    El hombre detrás del escritorio alzó una mano para detenerla: —No me haga perder el tiempo con rumores sobre el Bloque Lobo, Protectora Kittran.

    Bunierti mantuvo neutra su expresión: —No se trata de rumores, señor. En mis asignaciones al Sector W84-88D observé cosas que creo deben ser reportadas —respondió ella.

    —Céntrese en los hechos que observó y sea breve —dijo ël, frunciendo el ceño.

    —Sí, señor —reconoció ella. Luego relató sus observaciones de manera sucinta, evitando toda especulación obvia, pero intentando elaborar análisis subjetivos donde creía que era necesario. A pesar de querer afirmar audazmente que era necesario separar a los prisioneros, Bunierti sabía que su supervisor ​​no sería receptiva a tal sugerencia.

    Cuando terminó, él la miró durante un momento y luego asintió mínimamente: —Anotado. Puede irse —Cambió deliberadamente su atención a algo en su escritorio.

    Bunierti dio un giro brusco y salió rápidamente de la oficina de su supervisor. No había esperado mucho, pero el encuentro había sido aún más decepcionante. Cuando llegó a sus dependencias, Bunierti se alegró de ver que su compañera de cuarto no estaba. Se preguntó brevemente por qué Nongma siempre estaba fuera cuando se acercaba la hora de apagar las luces, pero se encogió de hombros y supuso que su compañera de cuarto estaba haciendo un trabajo adicional para resolver su saldo negativo. Bunierti se acostó temprano, pero el sueño no llegó hasta mucho después de que se apagaron las luces.

    Pasaron seis días sin que a Bunierti se le mencionara el Sector W84-88D. Nongma no dijo nada al respecto, pero Bunierti no fue obligada a regresar allí para cumplir con su deber y no recibió respuesta sobre la información que había informado a su supervisor. Sus días eran rutinarios, con alertas y deberes triviales intercalados con momentos de tranquilidad en sus dependencias. Bunierti trató de convencerse a sí misma de que estaba dejando atrás sus inquietantes experiencias en el Bloque Lobo, pero eso no era tan cierto como quería. El séptimo día, cuando su tercera asignación al Sector W84-88D apareció en su comunicador de muñeca, la poderosa oleada de aprensión que se apoderó de Bunierti hizo que su corazón se acelerara y sus piernas se debilitaran.

    Después de relevar al otro Protector en servicio en el bloque de la prisión, lo primero que hizo Bunierti fue caminar rápidamente hasta el otro extremo del pasillo y regresar, mirando de un lado a otro entre las celdas, mirando a la cara de cada prisionero a medida que pasaba. Estos estaban cuadrados justo al otro lado de los barrotes y de los cristales protectores, observándola pasar sin mover la cabeza. Permanecieron tan silenciosos como Bunierti. Al regresar a la puerta, ella se volvió hacia el pasillo. Bunierti los vio moverse, al unísono, para inclinarse hacia ella. Esperaba que dijeran o hicieran algo, pero no pasó nada más.

    —Bueno, aquí estoy de nuevo —dijo Bunierti cuando el silencio empezó a resultar demasiado opresivo. Lo dijo como un comentario para sí misma, pero se oyó lo bastanre alto como para que los prisioneros lo escucharan. Ella se arrepintió, pero no hubo respuesta, ni verbal ni física, y descubrió que la falta de respuesta era tanto un alivio como algo nuevo que cuestionar. Los muchos pensamientos de sus asignaciones anteriores para proteger este extraño bloque de la prisión, las preguntas que había tratado de alejar de su mente en los últimos días, regresaron con total claridad. Eso la puso nerviosa. Sin pensar en lo que estaba haciendo, Bunierti comenzó a caminar de un lado a otro junto a la puerta.

    —Aún nos caes bien, Bunierti Kittran —dijeron de repente los prisioneros al unísono.

    Ella dejó de pasearse y miró de un prisionero a otro: —Gracias, de verdad que necesitaba escuchar eso —respondió ella con voz llena de sarcasmo.

    —¿Sabes lo que es un cambio de paradigma, Bunierti? —preguntaron ellos juntos.

    —Por supuesto, no soy estúpida —respondió ella demostrando la descarada ira que había renunciado por completo a ocultar sus reacciones ante ellos—. Y me llamaréis Protectora Kittran. ¡No uséis mi nombre de pila!

    —¿El gobierno representa el caos o el orden, Protectora Kittran? —preguntaron.

    Bunierti sacudió la cabeza bruscamente: —¡No! Ya hemos hablado de eso. ¡No voy a repetirlo!

    —Cuestiona tus suposiciones, Protectora Kittran —respondieron.

    Ella gruñó una carcajada sin humor: —Lo que vosotros queréis es que me cuestione mi propia cordura, no mis suposiciones.

    —Aún nos caes bien, Protectora Kittran —repitieron los prisioneros.

    —Eso dices tú —respondió ella, aunque esta vez su voz era más suave y pensativa que antes.

    Después de un breve momento de silencio, preguntaron al unísono: ¿Estás lista para tu cambio de paradigma personal, Protectora Kittran?

    Bunierti se quedó muy quieta y en silencio. Recordó un juego de la infancia en el que le vendaban los ojos y le daban vueltas. Una vez mareada e incapaz de ver, se esperaba que realizara una tarea que requería tanto visión como coordinación. Excepto que ahora, en lugar de estar cómodamente en casa con amigos en la mansión de sus padres, se sentía como si estuviera de pie en un acantilado y le dijeran que debía dar un paso, solo un paso, pero uno muy importante. Quedarse quieta no era una opción, pero ella estaba completamente desequilibrada y no podía ver a dónde ir.

    —¿Estás lista, Bunierti? —volvieron a preguntar.

    —Bien, sí, estoy lista —respondió finalmente Bunierti, reprimiendo su reacción ante el uso de su nombre de pila.

    Hubo un breve intervalo de silencio, seguido de un silbido. Bunierti lo miró todo fijamente. Las barras y el cristal blindado habían desaparecido. La pared al fondo del pasillo había desaparecido y más allá veía las puertas de un ascensor. Los prisioneros salieron de sus celdas y le hicieron señas.

    —Ven por aquí —dijeron algunos.

    —Bienvenida, Bunierti —dijeron los demás.

    Ya no había sincronización, ni posturas rígidas. En Jirit ella vio que el tatuaje del lobo había sido reemplazado por una cajita sujeta con una fina correa de color claro que le rodeaba el cuello. Una antenita sobresalía de la parte superior de la caja. Jirit vio que ella lo miraba fijamente y le devolvió la sonrisa.

    —Me recuerdas a mi hija —le dijo él—. Ella tenía cáncer. Si quieres hablar con ella algún día, hay una muy buena simulación en vídeo de ella. No sabrías que no es ella si no la hubieras visto morir.

    Bunierti lo miró boquiabierta: —Yo…

    Él negó con la cabeza cuando se abrieron las puertas del ascensor: —No te preocupes por eso. Sólo ven, rápido. No tenemos mucho tiempo. Hay mucho que aprender.

FIN

Extras

Notas del autor

    Gracias por leer Bloque Lobo.

    Hay muchas maneras de pasar el tiempo, y agradezco sinceramente que haya decidido leer Bloque Lobo

    ¿Tiene un momento extra para publicar una reseña en el sitio web de su elección? Un par de frases pueden ayudar a otros lectores a decidir si les gustaría o no leer esta historia. ¡Las reseñas también ayudan a los autores!

Agradecimientos

    Dado que esta historia se escribió originalmente para un concurso en el subreddit WritingPrompts, muchas gracias al usuario de Reddit RyanKinder y a otras personas que ayudaron a organizar el concurso. Un agradecimiento especial también a mi hija Holly por avisarme de ese concurso. Como indica la dedicatoria, esta historia no existiría si ella no hubiera hecho eso. Agradezco a los demás participantes del concurso que se tomaran el tiempo de leer mi entrada y me dieran su opinión para ayudar a mejorarla.

    Aunque desde entonces reemplacé la portada original con un nuevo diseño de Steve Richer —al menos para la edición del libro electrónico— dos personas merecen mi agradecimiento por publicar contenido bajo licencias flexibles y gratuitas que me permitieron desarrollar la portada original: Denis Masharov por la fuente Ruslan Display (licencia de fuente abierta SIL) y el usuario de morgueFile.com Sgarton por una foto de referencia (licencia de morgueFile).

Sobre el Autor

    El autor proviene de la región de Puget Sound en el estado de Washington. Es un firme creyente en la creatividad por el bien de la creatividad, y ha publicado muchas obras gratis o a bajo coste de varios tipos. Stuart comparte fotos gratis en morgueFile.com, sonidos gratis en freesound.org, ilustraciones gratis en openclipart.org y obras escritas gratis en varios sitios web. Aparte de las actividades creativas, Stuart disfruta de actividades al aire libre como el senderismo y el kayak. Es un veterano de la Fuerza Aérea de los EE. UU. y tiene una licenciatura en Ciencias de la computación.

Otros libros de Stuart J. Whitmore

    ¿Le gustó Bloque Lobo? ¡Puede obtener más ficción de Stuart J. Whitmore sin gasto adicional! La caja de Distant Worlds incluye Bloque Lobo y otras cuatro historias, y obtendrá una copia gratuita cuando se registre para conocer los nuevos lanzamientos y otras noticias relacionadas.

    Encontrará la lista actual de libros disponibles de Stuart J. Whitmore, así como enlaces a las redes sociales, en la siguiente dirección web: StuartWhitmoreAuthor.com

    Si disfrutó de Bloque Lobo, también puede disfrutar de esta colección de otras obras cortas de ciencia ficción y otras historias.

    Los cuentos de esta colección pertenecen en su mayoría al género de ciencia ficción. A los lectores que disfrutaron de Bloque Lobo les gustó especialmente la historia más larga de esta colección: Journey to Yandol. Los otros títulos de la colección incluyen: Power Off, Tea Leaf Technology y Tramp Avatar.