Créditos

    Dijo la Araña (versión gratuita en español. Prohibida su venta)

    Copyright © 2021 de Sasha McCallum. (Algunos derechos reservados. CC-BY-NC-SA)

    Publicada en Artifacs Libros

    Traducción y Edición: Artifacs, diciembre 2020.

    Diseño de Portada: Sasha McCallum.

___oOo___

    Obra Original: Said the Spider

    Copyright © 2018 de Sasha McCallum (Todos los derechos reservados).

    ISBN: 978 0 46 314588 3

    Publicada gratuitamente en Smashwords

Licencia Creative Commons

    Muchísimas gracias a Sasha McCallum por autorizar esta traducción al español y por compartir con el mundo Dijo la Araña bajo Licencia CC-BY-NC-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es

    Si quieres hacer una obra derivada, por favor, incluye el texto de la sección de Créditos de este eBook.

Licencia CC-BY-NC-SA

    Esto es un resumen inteligible para humanos (y no un sustituto) de la licencia, disponible en Castellano. Advertencia. Usted es libre de:

    • Compartir: copiar y redistribuir el material en cualquier medio o formato.

    • Adaptar: remezclar, transformar y crear a partir del material.

    • El licenciador no puede revocar estas libertades mientras cumpla con los términos de la licencia.

    • Bajo las condiciones siguientes:

    • Reconocimiento: Debe reconocer adecuadamente la autoría, proporcionar un enlace a la licencia e indicar si se han realizado cambios. Puede hacerlo de cualquier manera razonable, pero no de una manera que sugiera que tiene el apoyo del licenciador o lo recibe por el uso que hace.

    • No Comercial: No puede utilizar el material para una finalidad comercial.

    • Compartir Igual: Si remezcla, transforma o crea a partir del material, deberá difundir sus contribuciones bajo la misma licencia que el original.

    • No hay restricciones adicionales: No puede aplicar términos legales o medidas tecnológicas que legalmente restrinjan realizar aquello que la licencia permite.

Sobre la Autora

    Todavía estoy solo experimentando. Parece que no consigo ceñirme a terminar las historias de formas deprimentemente realistas. Las señales están ahí, tengo de todo con lo que trabajar, pero me acaban gustando demasiado los personajes como para castigarlos.

Contacto con Sasha

    Puedes contactar (en idioma inglés) con Sasha McCallum en: mccallumsasha@gmail.com

Otras Obras

    Todas estas obras son gratuitas y puedes descargarlas en inglés en el perfil de Sasha de Smashwords o en español en Artifacs Libros

___oOo___

    • Cuartos de Baño y Oficinas Psiquiátricas (Bathrooms & Psychiatric Offices, 2017)

    • La Lectora y La Escritora (The Reader & The Writer, 2017)

    • Habrá Sangre (There Will Be Blood, 2017)

    • El Lago (The Lake, 2018)

    • El Arreglo (The Arrangement, 2018)

    • Hija de la Noche (Daughter of Night, 2018)

    • Dijo la Araña (Said the Spider, 2018)

    • Oculi ( 2019)

    • Lugar Bien Feo (Pretty Ugly Place, 2019)

    • Caja de Yesca (Tinderbox, 2020)

_________

Dijo la Araña

por

Sasha McCallum

___oOo___

    Esta historia es ficción, personajes, pueblos e incidentes son producto de la imaginación de la escritora.

_________

Capítulo Uno

Savage Falls

    Los caminos eran más escarpados, más sinuosos y mucho más solitarios de lo que yo recordaba, y el asfalto revestido era el único signo de vida humana en largos tramos entre ciudades. Una década viviendo en el ajetreo y el bullicio de la Ciudad de México había alterado mi percepción. Estas extensiones eran frías y verdes; sombras inquietantes acechaban entre prados de pinos y abetos. Yo solía ​​tener miedo de alejarme demasiado de las líneas de árboles cuando era pequeña, pero ahora lo agreste por todos lados me inspiraba una sensación de júbilo. Este era el comienzo de por qué había regresado y era un consuelo que el primero de mis nostálgicos sentimientos fuese uno positivo. Lo tomé como evidencia de que había hecho la elección correcta.

    Una última bocanada de aire fresco alpino y cerré la ventana y subí un nivel la calefacción. La temperatura disminuía constantemente a medida que yo subía más hacia las colinas, pero aún era el mes equivocado para la nieve. Llegaría a Savage Falls en aproximadamente una hora según el GPS. Intenté relajarme y reducir la velocidad del coche. Estas carreteras eran peligrosas, muchos choques horribles habían ocurrido durante mi infancia. Yo imaginaba que los accidentes de coche formaban la columna vertebral de las noticias locales porque no había nada más que reportar. Según la información con la que yo me había actualizado, mi destino seguía siendo una ciudad tranquila y adormecida la mayor parte del tiempo; hermosa pero aburrida. Perfecta. Afrontar el pasado al llegar proporcionaría más que suficiente ocupación para mi cautelosa psique.

    Era hora de volver al hogar. Era extraño que aún lo considerara mi casa después de todos estos años. El hogar era una de esas cosas que no podías cambiar, la palabra y los sentimientos asociados con él perduraban para siempre. En México, mi vida como Belén Abreu había comenzado a mostrar grietas. Podía fingir todo lo que quisiera, pero no podía ocultar los ataques de ansiedad que habían comenzado a ocurrir cuando se suponía que debía usar mi personalidad pública. Estos se negaban a ser silenciados, como si algo dentro de mí gritara queriendo salir, algo que odiaba quien era Belén. Así que respondí, dejé su vida suspendida en las sombras, volé de vuelta al País del Gran Cielo y me preparé para la reentrada a la casa que yo había dejado hacía doce años como Saffron Crowe [1], a pesar de algunas modificaciones serias. Tal vez Belén pudiera ser resucitada si Saffron lograba recuperar su equilibrio, pero durante el próximo mes, ella sería historia.

    Sentaba bien haber ajustado mi apariencia, haberme cambiado el peinado y el estilo de maquillaje, volver al inglés y regresar a los Estados Unidos. Dejar a Belén había sido fácil, pero me sentía profundamente incómoda siendo Saffron de nuevo. Mi inclinación era reinventarme a mí misma, comenzar de nuevo —una poderosa urgencia que necesitaba ser aplacada—. Solo Saffron podía resolver los problemas que tenía ahora mi subconsciente. Necesitaba desentrañar los retales de memoria que aún tenía e intentar coserlos en algo coherente. Siempre había sabido que llegaría ese día, pero no estaba claro si ansiaba su eventualidad o la temía. Yo era una persona real que había estado por última vez en Savage Falls; más niña que adulta, y claramente dañada, pero genuina. Por aquel entonces mi identidad había estado descontrolada, descompartimentalizada. Ahora cada cualidad natural había sido editada y tamizada para usarla en otra máscara, en otra recreación de mí misma. A lo largo de los años, a medida que había ido conociendo a otras personas, había absorbido sus características, las había dominado y recombinado. Puede que a Belén le pagaran por actuar, pero la pretensión se había derramado sobre cada otra parte de mí. Demasiado a menudo estaba convencida últimamente de que podría no quedar nada debajo de la fachada, nada real que salvar. De ahí las grietas. Y ahora, aquí estaba yo.

    Mi plan al llegar no implicaba encontrarme con nadie salvo con el doctor. Él era necesario y, cuando yo profundizaba, estaba deseando volver a verle. Aceptar la identidad de alguien a quien apenas conocía sería difícil, pero tenía la sensación de que él sería un buen guía. Con otra persona que no fuese él, probablemente yo me quedaría en blanco, mantendría la cabeza gacha y la boca cerrada; vería si algo obstinado comenzaba a asomar.

    Mi madre se reiría de mí al pensar así. Me acusaría de ser melodramática. Que ninguna persona normal necesitaba hacer un esfuerzo por ser real. Al hacerlo ella implicaba que ella era normal y yo no. Yo no necesitaba viajar a casa para enfrentarme al fantasma de mi madre, ella siempre había estado ahí, en mi cabeza, señalando y burlándose, como si yo fuese una broma que había salido mal. Irónico que yo debiera convertirme en una narcisista después de pasar una infancia siendo menospreciada y criticada. Una estrategia defensiva, supuse, para encubrir profundas inseguridades. Traté de borrar el ceño fruncido de mi rostro mientras conducía, luego recordé que era libre de crear tantas arrugas en mi rostro como quisiera durante un tiempo y entorné los ojos con indulgencia de nuevo. Que le den a Cait, que le den a la mierdecilla de mundo entero.

    Un acongojante aullido desde el asiento trasero me recordó que tenía a otro pasajero que considerar mientras giraba por las curvas. Guido estaba protestando en serio y yo tranquilicé mi pesado pie sobre el acelerador. Era un ilegible misterio para mí la prisa por encontrarme con mis fantasmas, ellos podían esperar.

    "Perdón, chico. No está muy lejos ahora y te va a encantar Linwood. Hay un montón de naturaleza que explorar."

    En los cinco años que yo había tenido a Guido, él venía conmigo a casi todas partes. No tenía sentido tener mascotas a menos que viajaran contigo, y Guido y yo éramos inseparables. Un gatito diminuto, sencillo y atigrado, había sido el evidente desprecio en sus ojos lo que me había atraído mientras él miraba desdeñosamente desde su jaula a la clientela de la tienda de mascotas. Seis meses después de haberlo llevado a casa, se había convertido en un corpulento y melancólico macho, con cierta inclinación por el salmón, que se cabreaba si yo le dejaba mucho tiempo. Cuando pasé fuera una semana el mes pasado, él se había negado rotundamente a acercarse a mí a mi regreso, enfurruñado durante dos días antes de ceder con una siesta en el regazo. Generalmente un compañero fácil, pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo, sus gritos ocasionales me devolvían a la realidad, nunca permitiéndome encerrarme en mí misma durante mucho tiempo. Yo necesitaba eso.

    Era avanzada la tarde para cuando pasé el letrero de bienvenida a Savage Falls. El sol, largo tiempo hundido bajo el altitudinoso horizonte; la niebla, que se habría disipado durante el día, estaba empezando a reinstalarse alrededor de los picos circundantes. Esa era una vista familiar para mí, pero la ciudad en sí había cambiado, los edificios eran más numerosos, más grandes y llamativos, y convertían las fotos que yo había escaneado en Internet en una realidad resaltada en negrita.

    Un supermercado Safeway con un aparcamiento gigante se encontraba en el extremo sur y muchos de los edificios no históricos habían sido demolidos y reconstruidos a lo largo de los años, incluidas las oficinas de policía y la FWP [2]. Al conducir por algunas de las carreteras que recordaba, mi antigua escuela primaria era uno de los pocos lugares que permanecía inalterado. Vacías y solitarias a esta hora tardía, hojas de color óxido giraban en el patio con la fresca brisa y se acumulaban en pilas en los bordes de los edificios y sumideros. Mientras esto aparecía a la vista, mi regreso a Saffron Crowe me golpeó y comencé a temblar y a sentir náuseas. No quería quedarme en esta área, pero me vi obligada a parar el coche, apoyarme en el volante y esperar a que pasara.

    El primero de los fantasmas me estaba saludando y era tan hostil como se esperaba.

    El ataque se alivió rápidamente y minutos después pude continuar mi viaje. Regresé a Bowden Street, la carretera principal que atravesaba el centro de la ciudad, y entré al Centro de Salud en el extremo norte, también de nueva construcción. Sólo había otros dos vehículos en el espacioso estacionamiento. El choque cultural de tener tanto espacio, ocupado por tan poca gente, fue extremo pero no desagradable. Me quedé en el asiento del conductor durante unos minutos, disfrutando de la sensación de vacía extensión. A veces me asustaba cómo un ataque de ansiedad podía transformarse tan rápidamente en una sensación de placer, pero que yo no quería sacrificar.

    Por fin, dejando la ventanilla abierta una rendija, salí y me estiré perezosamente. No estaba acostumbrada a conducir a menudo, y mucho menos durante largos períodos. La puerta principal del Centro se abrió y apareció un hombre corpulento, de anchos hombros, con un traje arrugado.

    "¡Ahí estás!" chilló mientras se apresuraba hacia mí.

    Un médico de cabecera local, y probablemente el único amigo de mi madre, había ganado peso. Las canas salpicaban en las sienes su ralo cabello y las arrugas le marcaban el rostro. El profundo estruendo de su voz y su dispuesta sonrisa aún eran fácilmente reconocibles y me sentí halagada de que tuviera la amabilidad de saludarme. Mis recuerdos del Dr. Hamish Roche eran mucho más alegres que mis recuerdos de mi madre, pero aún así me impactó cuando él no dudó en envolverme en un abrazo. Yo le di unas palmaditas en el hombro, insegura sobre cómo reaccionar... habían pasado doce años, después de todo.

    "Hola, Dr. Roche. Cuánto tiempo sin vernos."

    Habíamos tenido poco contacto aparte de un par de superficiales correos electrónicos y la fatídica llamada telefónica de hacía tres meses para decirme que mi madre había sido liberada de sus cadenas mortales. Él dio un paso atrás y me examinó con una sonrisa.

    "La pequeña Saffy Crowe," dijo afectuosamente. "Nunca fuiste tímida para llamarme Hamish, no necesitas empezar con formalidades ahora que eres toda una adulta. Yo asistí en tu parto, ¿sabes?"

    "Lo recuerdo."

    "Te has convertido en una criatura asombrosa." Estudió mi rostro con sospecha. "¿Has terminado tus tareas?"

    "Yo... No." Me observó balbucear y su rostro se iluminó con una perversa sonrisa, recordándome todas las bromas que habíamos intercambiado en mi adolescencia. "Había olvidado tu seco sentido del humor. Eres muy olvidable." Me deslicé rápidamente dentro de mi nicho.

    "Un rasgo útil para desalentar a los enemigos a largo plazo," replicó y registró el coche por encima de mi hombro. "¿Estás sola?"

    "¿Esperabas un séquito?"

    "¿Sabes?, Cait me dijo que te habías casado." Alcé las cejas con diversión y Hamish se rió. "Ella se salía con la suya."

    "Seguro que sí." Ella podía haber sido tan mentirosa como yo. Quizá fuese lo único que habíamos tenido en común. O eso esperaba yo, de todos modos.

    "No has perdido tu acento americano entonces." Aprovechó la oportunidad para cambiar de tema. "Bienvenida a casa." Apretó mi hombro de nuevo y sentí un poco de ganas de llorar por la amabilidad de su voz. "Ven dentro y te arreglaremos con las llaves y la información."

    El interior del Centro era rústico, paredes de madera de oscuras manchas, puntuadas con grandes ventanales que oteaban la vegetación exterior y con pinturas de escenas de bosques igualmente verdes.

    "Esto es una gran mejora con respecto a esa pequeña y fea clínica en la que solías trabajar," comenté.

    "Tengo otros dos médicos empleados ahora también. Las cosas han cambiado desde que te fuiste. He terminado con los pacientes por hoy. ¿Tienes tiempo para un café y una charla?"

    "Todo el tiempo del mundo." Guido probablemente estaba dormido.

    "Café, por favor, Tania," le entonó a una mujer detrás de un mostrador de recepción antes de guiarme hasta una amplia oficina que no parecía médica. Quizá tenía una habitación contigua donde realizaba sus exámenes... el puro tamaño de todo, desde el yermo tramo de suelo alfombrado hasta el techo lo bastante alto para un segundo piso, era impresionante. Él se sentó tras un enorme escritorio y yo me senté frente a él. Reclinándose, descansó la barbilla sobre los dedos índices y entornó los ojos, poniéndome bajo el microscopio.

    "Has estado fuera un buen tiempo," dijo solemnemente. "¿Cómo ha ido el viaje?"

    Esa era una pregunta bastante fácil.

    "Los vuelos fueron horribles, el viaje precioso. La temperatura me sienta bien."

    "¡Eso no es lo que he querido decir!" bramó y yo me sobresalté y me quedé mirando. No estaba segura de cuán seriamente tratarle. "Saffron Crowe, no te atrevas a vendarme los ojos," advirtió.

    "Yo no..." me detuve... tal vez le estaba vendando los ojos. Dios, ¿de verdad me conocía él tan bien? Seguramente no, no después de tanto tiempo. ¿Qué me estaba preguntando?

    Antes de que pudiera llegar a una conclusión, extendió ambos brazos sobre el escritorio y exigió: "Dame las manos."

    "Er..." Tentativamente acerqué la silla, me incliné hacia adelante y puse las manos dentro de las suyas. Agarrándolas sin apretar, cerró los ojos y respiró de una manera extravagante. No sé si quiso que fuese así, pero la actuación fue caprichosa.

    "Has cambiado, Saf." Hizo el anuncio con un aire de decepción.

    "Han pasado doce años, por supuesto que he cambiado." Borré la sonrisa de mi rostro y él negó impaciente con la cabeza.

    "Debes ser honesta conmigo," dijo con los ojos aún cerrados. "¿Por qué has vuelto?"

    Era espeluznante que yo quisiera responder a esta impertinente demanda, pero antes de que pudiera responder, la recepcionista entró con una bandeja y la colocó sobre el amplio escritorio entre nosotros. El médico por fin abrió los ojos y me permitió recuperar las manos.

    "Cierra la puerta, por favor, Tania," dijo mientras ella salía corriendo con una sonrisa reservada. Cuando la puerta estuvo firmemente cerrada, él relajó el rostro y se inclinó hacia adelante con un brillo en los ojos. Yo esperé, en guardia. "¿Por cuánto tiempo te quedas aquí?"

    "Un mes, tal vez más. No tengo un horario, estoy aquí para ir con calma durante un tiempo y averiguar qué hacer con la casa."

    "Belén Abreu," susurró con reverencia y mis ojos se abrieron con sorpresa. "¿De qué estás huyendo?"

    "¿Qué se supone que debo decir a eso?" Sin vendas. "Pensé en regresar para enfrentar las cosas," dije tensamente y él se cacareó de mi malestar.

    "Belén Abreu se ha hecho un nombre en México, pero mantienes tu vida privada fuera del ojo público sorprendentemente bien."

    "No es tan difícil, no soy importante. Me choca un poco que conozcas el nombre."

    "Sírvete azúcar," dijo con un gesto de barrido.

    "Se supone que no debo... ¿Qué demonios?" Agregué una cuchara colmada a mi taza humeante.

    "Esa es mi chica. ¿Te sorprendería saber que Cait estaba orgullosa de su hija actriz?"

    "Nunca lo creería. Ella me odió desde el día en que nací."

    "Ella no te odiaba, simplemente estaba mal equipada para la maternidad. Fuiste enviada con tu padre por buenas razones."

    "Y siempre te estaré agradecida por orquestar eso."

    "¿Sabías que eso fue por mí?"

    "Por supuesto que sí. Ningún otro entendía cómo era ella. A ninguna otra persona le importaba." Tomé un sorbo y sentí que mis ojos rodaban hacia atrás. "Oh, Dios mío, qué bueno está esto."

    "¿Te mantienen a dieta estricta?"

    "A todo estricto."

    "Cait fue una mujer difícil hasta el final," continuó con tristeza, "pero, a su manera miserable, se enorgullecía de ti. Dejaba escapar comentarios de vez en cuando. En la superficie eran despectivos; pero, bueno, tú la conocías, no era de las que hablara de nada a menos que le interesara, y siempre tenía un pequeño brillo en los ojos contigo."

    "Antes de tu llamada telefónica, yo llevaba más de seis meses sin saber nada de ella. E incluso entonces fue solo una de esas cartas suyas llena de charla loca, tan loca que no le respondí."

    La culpa comenzó a manifestarse ante la imagen de mi madre, sola y amargada, hablando de mí con orgullo. Qué horrible. Traté de borrarlo de mi mente e intenté endurecer mi tono.

    "Belén se quedó en México, preferiría que no usaras el nombre. Es poco probable que alguien aquí lo reconozca, pero aún así."

    "Comprensible." Cruzó las manos sobre el escritorio frente a él y volvió a sonreír gentilmente. "Siempre fuiste mi favorita, pensaba en ti como mi familia. Verte de nuevo, luciendo tan maravillosa, me ha alegrado el año."

    "Tú me aconsejaste en algunos momentos difíciles, más allá de lo normal." La profundidad de esta verdad volvió a mí mientras miraba su rostro amable; resultaba difícil creer que yo hubiese perdido la sensación de apoyo que él me había brindado en mi turbulenta juventud.

    "Espero que aún puedas verme de ese modo. Estuve preocupado sin fin por ti cuando te fuiste, residiendo en un país extranjero a una edad tan joven con un hombre que apenas conocías. Pero mírate, te ha ido increíble, has hecho algo de ti misma. ¿Tu padre te trató bien entonces?

    "Él fue un sueño comparado con Cait. Se convirtió en mi representante."

    "No te presionaría demasiado, ¿no?"

    "Eso no me importaba, él me dio algo en lo que concentrarme, una meta. El mundo al que fui atraída en México era muy diferente. Tener un padre involucrado en el negocio facilitó la transición, pero creo que él estaba tan sorprendido como yo de que resultara siendo aceptable interpretando papeles."

    "¿Y cómo se siente él sobre que su fuente de ingresos regrese aquí?"

    "Está cabreado porque no estoy disponible, pero no le dije adónde iba," descarté la pregunta con un resoplido. "Hábleme de Savage Falls, muchas cosas parecen haber cambiado en sólo una década. ¿Hay algo que debería saber?"

    "Bueno," resopló, "depende respecto a qué preguntes, hay muchas más caras anónimas que alquilan casas y cabañas a corto y largo plazo para alejarse de la carrera de ratas, así que la gente no se mete en los asuntos de los demás como solían. Yo no me preocuparía por estar de incógnito, es poco probable que la gente te reconozca como Saffron y mucho menos como Belén Abreu, tú también has cambiado."

    "Tu supiste quién era," señalé.

    "Más viejo y más sabio que la mayoría, y te estaba aguardando, esperando. Aún tienes esa inconfundible mirada angustiada en los ojos, supongo que eso funciona a tu favor en la pantalla."

    "No lo sé," me encogí de hombros. "Tal vez solo sea haber vuelto lo que la ha puesto ahí."

    "Debe de ser extraño. La ciudad ha crecido, los residentes se han vuelto más ricos; el turismo ha florecido en invierno debido a las nuevas instalaciones de esquí y el resort. Si te preguntas quién sigue aquí..." Se rascó la barbilla. "Creo que muchos de los chicos con los que creciste se han mudado, pero la mayoría de ellos también regresan para las vacaciones de invierno. Si vas a estar aquí un tiempo, es posible que te cruces con ellos."

    La sugerencia habría sido divertida si no fuese tan trágica.

    "Pasé por delante de la escuela primaria, me evocó algunos sentimientos desafortunados. La gente me molestó sin piedad en ese lugar."

    "Parecías tan insensible en aquel momento," dijo pensativo. "¿Sabes por qué se metían contigo?"

    "Por lo usual, yo era diferente."

    "Porque no los necesitabas, te sentías cómoda estando sola y ellos no entendían eso. Por injusto que parezca, creo que tú los molestabas más de lo que ellos te molestaban a ti, no importa lo mucho que lo intentaran, no podían conseguir sacarte una rabieta."

    "Sí, bueno, yo tenía problemas más importantes de los que preocuparme."

    "Cait," dijo con gravedad y negó con la cabeza. "Y ahora mira lo que has logrado. Dudo que alguno de esos otros chicos pueda compararse contigo."

    "¿Sigues casado con Vivian?"

    "Aún," soltó una risita. "Tendrás que venir a cenar ya que estás aquí, a ella le encantaría verte de nuevo."

    "Me gustaría, pero ¿en cuanto a los niños de la escuela? Estoy aquí por un poco de espacio."

    "Tenemos mucho espacio... Saffron," comenzó vacilante con el ceño fruncido, "saber que regresabas fue encantador, pero debo admitir que fue una sorpresa. Podrías haber contratado a alguien para que se ocupara de la casa y su contenido. No esperaba que tuvieras ningún deseo de volver después de tus experiencias aquí y ahora que has hecho algo de ti misma en el Sur. Si no es demasiado descarado, ¿por qué?"

    "Mamá está muerta." Decirlo en voz alta fue una figurativa bofetada en la cara. Aún había un rayo de miedo por que ella se materializara y comenzara a gritarme por llamarla mamá.

    "Sí," asintió. "Lo siento. Dejó instrucciones específicas en su testamento; ningún funeral, ningún memorial, simple cremación y sus cenizas arrojadas a las cataratas. Lo hice yo mismo desde el mirador en la parte superior de Gull Road. Si hubiera sabido que volverías a casa habría esperado, de veras no esperaba... "

    "No hay necesidad de arrepentirse de nada," dije con un desdeñoso movimiento de mano. "Ella tuvo lo que quería, no me habría ayudado en nada estar allí cuando arrojaron las cenizas."

    "Es bueno saber que no has perdido el pragmatismo."

    "Gracias por estar ahí para ella, sé que nunca te apreció del modo en que debería."

    "Ella era un personaje, entretenido cuando menos." Me miró demoradamente por encima de la taza de café, con los ojos brillantes e intensos a través de la nube de vapor. "¿Estás decepcionada de no haber tenido la oportunidad de volver a verla?"

    "Por supuesto que sí, es mi madre de quien estamos hablando. Siempre tuve en mente que volvería algún día. Tampoco es que ambas nos quedáramos en una posición cómoda." Me sorprendió la facilidad con la que yo podía expresar mi pesar.

    "Cait no era una persona con la que se tendría una clausura. Incluso en sus estados lúcidos ella estaba por todos lados."

    "Necesito preguntar algo y espero que seas honesto conmigo. Sé que la causa oficial de la muerte fue fallo cardíaco, pero..."

    "Quieres saber cómo pudo suceder."

    "Sí. Por lo que recuerdo, ella era fuerte como un buey, físicamente, y solo tenía cuarenta y nueve años. ¿Hay algo más en ello?" Le pregunté y él suspiró profundamente.

    "Tomaba un montón de medicación diferente y no se estaba ciñendo a las dosis prescritas. Eso no es algo que ningún médico pudiera controlar sin hacer que ella se comprometiera, y ella siempre se mantuvo al margen de esa posibilidad. Estaba sometiendo a su corazón a demasiado esfuerzo, el fallo estuvo relacionado con los medicamentos."

    "¿Habría sido accidental o podría haberlo hecho ella a propósito?"

    "Si te estás preguntando si fue un intento de suicidio, la respuesta es no. Sus altibajos podían ser extremos y la tensión se había desarrollado durante un período prolongado. Al mismo tiempo, ella no era estúpida, sabía que estaba haciendo mal uso de la medicación y que habría consecuencias. Es probable que eso ya no le importara, pero no dejó indicios de intención y su testamento se había redactado hacía más de tres años. Tal vez encuentres una respuesta cuando examines detenidamente el contenido de la casa. Yo era la persona más cercana a ella, pero estaba muy lejos de mi competencia examinar sus pertenencias personales. Ese siempre iba a ser tu trabajo y, aunque será difícil, me alegro de que lo hayas aceptado. Eso demuestra agallas, pero no responde a mi pregunta."

    "Aún agudo, viejo," sonreí y él se rió entre dientes y se inclinó hacia atrás, ofreciéndome la palabra.

    "He tenido ataques de pánico. Repentinos y extremos," admití. "Comenzaron antes de su muerte, hace unos seis meses."

    "¿Con qué frecuencia?"

    "Tal vez uno cada par de días. Son impredecibles y me dejan inútil durante al menos unos minutos."

    "Los ataques de pánico son bastante comunes, no debes pensar en ellos como el preludio de un brote psicótico o algo parecido a los síntomas de tu madre. Solías ser muy paranoica sobre que te afectara la enfermedad de Cait," dijo y yo lo recordé todo muy bien. Aún lo recordaba.

    "Lo sé, aunque es algo aterrador."

    "No los llaman ataques de pánico por nada. ¿Te han dado algo para ellos?"

    "Eres la primera persona a la que se lo he dicho directamente y te lo digo como amigo, no como médico. No quiero medicamentos, vine aquí para alejarme de esa mierda, no para rendirme. Necesito un tiempo de espera."

    "Las píldoras pueden ser bastante debilitantes," coincidió con un lento asentimiento, "y altamente adictivas. Aunque tenlas en cuenta como último recurso."

    Muchos médicos son eficaces catalizadores para convertir los medicamentos recetados en accesorios del mercado negro. Si Hamish era un participante activo en esta cultura, yo no quise saberlo. No era eso para lo que yo estaba aquí y antes enterraría la cabeza en la arena.

    "¿Recuerdas que siempre quise ir a la escuela de medicina?"

    "Por supuesto," sonrió. "Debo admitir que me decepcionó un poco saber que habías ido en una dirección diferente."

    "Terminé obteniendo una licenciatura en psicología."

    "Ah, lejos de necesitar mi opinión sobre ataques de pánico entonces. Dios mío, has estado ocupada. ¿Fue por Cait que te interesaste en el campo?"

    "En realidad no, pensé que comprender la mente me ayudaría con mis personajes. No fue así, disminuyó todo aprecio que tenía originalmente por mi carrera como actriz. Pero es más que eso." Hice una pausa con el ceño fruncido. "Estoy tentada a llamarlo inquietud, pero eso no está a la altura, estoy más cabreada que cualquier otra cosa. Nada real ni hermoso puede sobrevivir en esa escena que no me asiente bien conmigo misma. He perdido el sentido de quién soy."

    "Puede que no aprecies mi línea de pensamiento en esto, al referirte siempre al pasado, pero muchos hijos criados en hogares con una madre tan emocionalmente inestable como la tuya tienen problemas con la imagen de sí mismos. Especialmente al tener que adaptarse a un entorno tan diferente durante la pubertad. Podrías tener más razón de lo que crees al volver aquí."

    "Sí," asentí. "En México, por primera vez en mi vida, encontré un lugar no solo para encajar sino para prosperar. Por aquel entonces no me di cuenta de que el entorno en el que estaba prosperando era una total invención; plástico y superficial. Mi identidad se construyó sobre lo que me pidieron en ese momento y nada más. Todo el mundo no deja de decirme que esté más agradecida por lo que tengo y que no lo tire pero, ¿se supone que debo seguir fingiendo constantemente?"

    "Por supuesto que no, tal vez tu futuro esté en otra parte. Estás en un dilema interesante, no estás segura de si estás aquí para enfrentar tus problemas o para escapar de ellos. En tu caso, tal vez ambos. ¿Estás segura de que quieres quedarse en Linwood?"

    "Quizá las respuestas estén en esa casa."

    "Esa casa contiene muchas cosas, no todas ellas reales o buenas. Ten cuidado con lo que deseas."

    "En este punto, esta es la única forma que veo de seguir adelante."

    "¿Al regresar?"

    "Posiblemente un poco de lado también," dije y él se rió. "¿Dijiste que la casa era habitable?"

    "Es muy habitable, Viv y yo estuvimos allí ayer para asegurarnos de que todo estaba en orden. Si no hubieras decidido volver, te habría sugerido que al menos la alquilaras, me pareció una pena dejarla desperdiciar. Puede que Cait fuese terrible con la gente, pero le gustaban las comodidades, son los fantasmas de los que te estoy advirtiendo. No nos andemos con rodeos, Cait era una mujer enferma y una madre terrible. Y tú eras muy joven, no deberías haber tenido que..." Se detuvo con una expresión preocupada y se miró las manos carnosas. "Los recuerdos pueden llevarnos por caminos difíciles," finalizó en voz baja.

    "Los fantasmas son la razón por la que estoy aquí. Puede que ellos tengan cosas que decirme."

    "Siempre lo hacen. Aunque si en algún momento encuentras demasiados, hay un nuevo hotel en lo alto de Featherston Road, es bastante lujoso y siempre tiene vacantes en esta época del año." Forzó una sonrisa.

    "Hice mi investigación sobre los nuevos locales en el área. Lo tendré en cuenta."

    "Ten en cuenta que te llamaré con frecuencia para ver cómo estás. Bajo ninguna circunstancia voy a permitir que te conviertas en una ermitaña como tu madre."

    "Se agradece tu preocupación y tu total falta de fe."

    "Estás buscando construir un puente entre tu pasado problemático y tu futuro incierto. Eso son aguas turbias en las que remar, uno puede perderse y resbalar bajo la superficie."

    "Se supone que exorcizar demonios nunca fue fácil." Tal vez fue el peso de su advertencia o la exorbitante reminiscencia y honestidad de nuestra conversación, pero de pronto una sensación de cansancio se apoderó de mí e inhalé profundamente para reprimir un bostezo.

    "Has tenido un día largo." Hamish captó la señal. Sacó un gran sobre marrón de un cajón y lo empujó sobre el escritorio. "Llaves y un montón de números que te serán útiles mientras estés aquí. La electricidad está encendida y hay un montón de leña en el cobertizo si te apetece encender un fuego. Supongo que no habrás olvidado cómo encender un fuego, ¿no?"

    "Lo dudo." Examiné las llaves en la cadenita. Cada una tenía una pequeña etiqueta, sonreí ante la minuciosidad de Hamish.

    "Tendrás que ir a la tienda de comestibles, aparte de café, té y algunos productos enlatados, no hay nada comestible en la casa."

    "Creo que voy a divertirme con eso, podría ser la primera vez que compre correctamente sin pensar en las calorías." Una sonrisa indulgente se extendió por mi rostro. "He visto el nuevo supermercado."

    "Safeway, sí, lleva ahí unos seis años. También hay un Wholefoods más pequeño en Pike Street."

    Metí el sobre en el bolso y me levanté. "Será mejor que me vaya si quiero estar a salvo dentro antes del anochecer."

    Hamish abrió el camino a través del área de recepción y salimos por la puerta principal.

    "¿Recuerdas lo que he dicho?" preguntó cuando llegué a mi coche. "Nadie te va a culpar si necesitas quedarte en otro lugar. ¿Me llamas si tienes algún problema?"

    "Estaré bien. Tengo a mi gato para que cuide mí."

    "Oh, gran amigo." Sonrió mientras miraba a través del parabrisas trasero. Me envolvió con los brazos por última vez y, en esta, lo devolví correctamente. "Me alegra tenerte de vuelta."

    "Gracias por todo." Subí al asiento del conductor con una sonrisa.

    Volviendo por donde había venido, conduje hacia Safeway. Había subestimado cómo me afectaría una reunión con Hamish Roche, lo fuerte que había sido su conexión con Saffron. Al menos una cosa había encajado. No había tenido que hacer ningún esfuerzo para ser sincera, había sido fácil con su dirección. Había sido honesta, pero no demasiado honesta. Había cosas sobre mi vida como Belén que Hamish no necesitaba saber. Incluso ahora, volviendo a mis raíces y a un mentor que había tenido tanta influencia en dar forma a mi infancia, aún me veía sola a mí misma. Las cosas siempre habían sido así y, si alguien me hubiera dicho que eso estaba a punto de cambiar, le habría considerado un insensato.

    El interior de Safeway era brillante y reconfortante, música de los noventa sonaba tranquilamente por los altavoces. Había pocos clientes y, como yo, ninguno parecía tener prisa, absortos en leer información nutricional de paquetes o tantear verduras. Me tomé mi tiempo, vagando perezosamente por todos los pasillos y arrojando demasiadas cosas que no debería comer en el carrito. Incapaz de pasar por la sección de alcohol sin estresarme por mi primera noche de regreso a la vieja casa, agregué una selección de vino y una botella de tequila a mis compras. Había demasiados signos de interrogación sobre las necesidades que Cait podía haber pasado por alto, pero yo podía volver mañana si era necesario. Como regalo, compré salmón fresco para Guido junto con su comida para gatos, el cual cocinaría... probablemente no esta noche. Maldita sea, estaba cansada.

    Cuando terminé, el carrito estaba sobrecargado y la chica emo en el mostrador me mostró una mirada extraña y persistente mientras escaneaba mis artículos. Quizá por la cantidad de alcohol. Probablemente solo eran paranoias mías, así que la miré inquieta.

    Guido dejó escapar una ruidosa queja por haberle dejado demasiado tiempo cuando yo cargaba el compartimento de carga y finalmente volví detrás del volante.

    "Deja de gimotear. Me lo agradecerás cuando veas lo que tengo para ti."

    Linwood, la propiedad y la casa de mi madre, se extendía detrás de una espesa vegetación al final de un callejón sin salida llamado Freeman's Grove. Estaba en las afueras del Este de la ciudad y razonablemente aislada de otras residencias. A medida que me acercaba, la sensación de déjà vu se hizo intensa. Los olores, los sonidos y hasta el color del aire cambiaron, el mundo se encogió y yo volví a ser una niña.

    "Todo irá bien, las cosas son totalmente diferentes ahora," murmuré y Guido dio un bajo gruñido de acuerdo.

    Terminemos con esto, necesito echar un pis, probablemente estaba él diciendo.

    Al parar el coche en el camino de entrada, la casa emergió entre los árboles: una construcción de dos plantas de ladrillo rojo con un techo, peligrosamente inclinado, bajo el cual se extendía un siniestro ático. Me detuve y observé, casi sin respirar. No había cambiado mucho de como yo la recordaba, el color del ladrillo estaba ligeramente desvaído, las cortinas de la planta baja estaban cerradas en ventanas con marcos marrones. Parecía tranquila, ordenada, nada extraño; el viento susurraba levemente en los árboles a la suave luz del atardecer. Observé esperando que la silueta de mi madre apareciera en una de las ventanas superiores. Otro gruñido vino de atrás y me acordé de respirar, desenvolví el volante de mis nudillos blancos y salí.

    Los ojos muy abiertos del pobre Guido estaban furiosos cuando saqué su jaula de la parte trasera y le dejé salir.

    "No vayas lejos."

    Él corrió inmediatamente hacia la maleza al lado del camino y yo me volví hacia el edificio y tragué el pequeño nudo en mi garganta.

    Mis primeros pasos vacilantes por la casa estuvieron lastrados de tensión. Al revisar cada habitación para asegurarme de que estuviera vacía, sentí que Cait iba a salir de un salto desde cada esquina. Pero la casa estaba desierta, polvorienta y descuidada.

    Cuando subí mis maletas por las escaleras hasta mi antigua habitación y descargué las provisiones del coche, estaba exhausta y más que un poco incómoda. Hice pasar a Guido, le di de comer, abrí el tequila y volví a pasear por la casa vaso en mano. Mi madre siempre había tenido la costumbre de reorganizar la posición de los muebles para adaptarlos a su estado de ánimo, por lo que, aunque aún había mobiliario que reconocía de mi infancia, sus lugares habían cambiado, probablemente muchas veces a lo largo de los años. El antiguo carrillón, que seguía funcionando, estaba ahora cerca de la puerta principal, en lugar de en la sala de estar. El armario lleno de porcelana Wedgwood estaba ahora en el cuarto trasero con los estantes de libros y el viejo sofá de terciopelo que había pertenecido a mi bisabuela.

    Un inmenso pino ponderosa que había dominado la ventana de mi dormitorio cuando era niña, había sido talado, probablemente porque sus ramas amenazaban la estructura. La alfombra del suelo soltaba demasiado polvo, el cual yo no quería tener que inhalar mientras dormía. La colgué sobre la barandilla del porche trasero.

    Al aventurarme con valentía dentro del dormitorio de mi madre, miré a mi alrededor y abrí la puerta del armario. Esta había sido un área santificada a la que nunca se me había permitido entrar cuando era niña. Cait me había pillado una vez y me había tratado como un engendro del diablo durante semanas después. Apilados en un estante superior había álbumes de fotos. Sintiéndome vengativa y un poco sórdida, los bajé y me senté en el suelo contra la pared, con tequila a mi lado, para hojearlos. Contenían fotografías de ella y de mi padre que yo nunca había visto antes. Ella parecía muy feliz y normal en ellas. ¿Por qué las había guardado en su habitación? A lo largo de mi infancia, ella nunca había tenido una palabra agradable que decir sobre mi padre, pero ver las fotos mantenidas en tal posición de estima me hizo preguntarme si, después de todo, ella no lo había amado todos estos años. Pensar en eso me entristeció. El destino es cruel.

Capítulo Dos

Lark [3]

    Desperté con la cara y las costillas aplastadas contra la alfombra del dormitorio de mi madre. Desorientada, mi pensamiento inmediato fue que me había desmayado en otra fiesta, pero la idea se disipó al sentír el frío debajo de mí. Abrí los ojos y reconocí la decoración polvorienta de madera. Una oleada de náuseas me inundó el estómago, me levanté y corrí al baño donde vomité en la taza del inodoro al menos dos vasos de tequila sin digerir y luego me senté contra la pared respirando profundamente. La sensación de que había cometido un error al regresar remitió junto al mareo; mi error había sido beber anoche, pero estaba viva y de una pieza. Me miré en el espejo: una marcada roncha roja, donde mi pómulo había quedado presionado en el suelo, hacía que pareciera que me acababan de dar un revés, pero mi apariencia no era muy horrible. Me había visto peor.

    Sentía la casa vacía y extraña, como si yo fuese una intrusa lista para correr en busca de cobertura si oía la llave de Cait en la puerta principal. A que esta era mi casa ahora, llevaría un tiempo acostumbrarme. El pasillo largo y estrecho que conectaba las habitaciones del segundo piso me había asustado cuando era niña. Por razones desconocidas no había luz en toda su longitud y, cuando yo necesitaba orinar por la noche, imaginaba que había una despreciable criatura acechando sobre la sombría alfombra, lista para morderme las piernecillas en la oscuridad. A diferencia de mí, un Guido sobrio había anidado en mi cama y apenas me dirigió una presumida mirada cuando entré a por ropa limpia. Después de un cauteloso olfateo por la casa ayer, sus intereses estaban principalmente en el interior y eso probablemente permanecería así hasta que él se aclimatara adecuadamente.

    Me escabullí hacia una ducha larga y caliente y me vestí. Sentaba escandalosamente bien que nadie me fuese a ver hoy, que no tuviera que preocuparme de lucir perfecta. Regresé al dormitorio de mi madre en calcetines, coloqué los álbumes que había estado mirando en el estante de su armario y recogí la botella de tequila del suelo. Debí de haberme dejado yo misma inconsciente bastante temprano, porque solo una pequeña porción del líquido dorado había desaparecido de la parte superior de la botella. Mi agotamiento había sido completo y, a pesar de mi exceso con otras sustancias, yo nunca había sido muy bebedora... la única razón por la que había encontrado aceptable consumir había sido que estaba aquí.

    Enrosqué el tapón y me dirigí a la cocina manteniéndo la botella lejos de mí, no fuese que el olor reavivara mis náuseas.

    Un paseo por Fountain Creek parecía un buen plan: aire puro y una adecuada reintroducción al área. Investigar el contenido de la casa podía esperar. Era obvio que Cait había despejado enteramente mi antiguo dormitorio, aparte de los voluminosos muebles, y aunque polvorienta, la casa en general parecía limpia y ordenada. Aunque aún no me había aventurado al ático, él cual contenía una mística particular.

    Parecía aceptable pasar unos días holgazaneando. El televisor QLED curvo de 75" de la sala de estar no había escapado a mi escrutinio. Hamish había acertado, a Cait le gustaban las comodidades. Yo podía pasar unos días vacacionando en Netflix y Amazon Prime, había pasado mucho tiempo desde eso.

    De pie frente a la nevera abierta, me quedé mirando durante al menos un minuto antes de sacar la leche para hacer café. Tal vez aún estaba aturdida por la noche anterior, pero estar de vuelta en la vieja cocina no estaba tan mal. Por las ventanas se veían gorgojos vespertinos de plumaje amarillo brillante revoloteando en los árboles del lado este de la casa, y sus canciones eran uno de los aspectos más optimistas de mis recuerdos.

    Detrás del gorjeo y el sonido de la cafetera expreso, irrumpió un inesperado ruido mucho menos atractivo y yo me congelé. Quizá era un animal o el viento, que había volado algo. Las ráfagas aquí podían ser fuertes e impredecibles. Pero ahí estaba de nuevo, viniendo del porche trasero, sonaba como una tos. Una tos humana. Linwood no era el tipo de lugar donde aparecía gente al azar. Podía ser alguien peligroso. La desafortunada verdad era que, aunque podía haberse parecido el lugar más aburrido del mundo doce años atrás, yo no estaba segura de los peligros que merodeaban por este bosque ahora. De pie cerca de la pared, pegué la cabeza en esta y escuché. Me pasé los dedos por el pelo, una pequeña e histérica parte de mí se preguntó si tendría tiempo de cambiarme de ropa y ponerme un poco de maquillaje antes de enfrentarme a mi atacante. Me sacudí, saqué un cuchillo de carne del soporte y avancé de puntillas hasta la puerta trasera que conducía al porche.

    La tos volvió a sonar mientras yo quitaba el pestillo y agarraba el pomo, un lastimoso ruido cortante. Quienquiera que lo estuviera haciendo estaba gravemente enfermo, probablemente bronquitis, imaginaba yo, flema lanzándose vívidamente por la garganta. Apartando la fea imagen, tiré de la puerta y salí de puntillas blandiendo el cuchillo frente a mí.

    Había un bulto encima la dura madera del banco del porche, acurrucado dentro de la polvorienta alfombra que yo había colgado en la barandilla la noche anterior para ventilarla. Mi miedo se disipó rápidamente cuando me acerqué por delante dando un rodeo y levanté una esquina de la alfombra para revelar un rostro.

    "Ey." Dejé el cuchillo sobre la barandilla del porche y me agaché a su nivel. Ella tenía los ojos cerrados, la cara enrojecida, y temblaba, sin duda por el frío. No parecía tener nada de abrigo, excepto la ridícula alfombra, y probablemente solo hacía 4ºC aquí fuera. Tenía los labios secos y agrietados. "Ey," repetí. "¿Me oyes?"

    Ella no respondió, ni siquiera abrió los ojos. Quizá fuese sorda, aunque seguramente me habría sentido al levantar la alfombra. Una cosa era obvia mientras yo me cernía sobre ella, preguntándome si aún estaría dormida y soñando; esta chica no era una amenaza, necesitaba ayuda. Aunque normalmente yo dudaría en acercarme a tres metros de una persona que luciera y sonara como ella, en aquellos momentos no me importó si ella era contagiosa, mi necesidad de ayudar anuló todo lo demáas. Solo verla temblar me estaba dando frío. Retrocedí, subí las escaleras a buscar la pesada manta de piel de lobo sintético de mi madre de su cama. Eso sería una gran mejora de una alfombra polvorienta. Mientras evaluaba mis opciones sobre cómo acercarme a ella, la chica tuvo otro ataque de tos y eso me motivó a actuar.

    Le arranqué la alfombra. Ella abrió los ojos muy brevemente antes de estirar la mano para intentar recuperarla de un tirón. Arrojando la alfombra contra la pared, le puse el pesado abrigo de piel alrededor de los temblorosos hombros. Ella lo aceptó, tirando de este para acomodarlo a su alrededor antes de tumbarse rígida sobre la dura madera. Su estado era aún más patético de lo que yo había imaginado bajo la alfombra, su ropa era delgada y estaba sucia, ella no llevaba abrigo y apretaba contra el pecho una bolsa hecha jirones. ¿Cuánto tiempo llevaba ella aquí? Atormentada por la posibilidad de que ella hubiera llamado a la puerta anoche mientras yo estaba borracha o inconsciente, la culpa empequeñeció mi confusión. Me pregunté si debía llamar a una ambulancia, pero descarté la idea. Yo no era incapaz, podía manejar esto. Cuando me senté a su lado en el borde del amplio asiento y le toqué la frente con el dorso de los dedos, ella pestañeó de nuevo, pero no abrió los ojos. Tenía la piel demasiado caliente, claramente tenía fiebre; ella no podía quedarse aquí fuera.

    "Si entras, puedes tumbarte en el sofá," le dije. "Estarás cómoda y podrás calentarte."

    Ella no respondió, pero tuve la sensación de que me entendía. Estaba enferma y probablemente asustada, pero era consciente, igual que yo lo era del castañeteo de sus dientes. Yo conocía esa sensación, cuando el frío se te filtra hasta los huesos.

    Insegura sobre cómo reaccionaría ella, puse los brazos alrededor de la falsa piel de lobo en sus hombros y traté de guiarla hasta una posición sentada y, de ahí, a levantada. Ella me dejó, abrió los pesados párpados ​​mientras caminábamos despacio hasta dentro, permitiéndome un atisbo de azul índigo. Mantuvo la manta de piel apretada a su alrededor mientras yo la guiaba hasta el sofá, después de lo cual ella volvió rápidamente a la posición que había tenido en el porche, aunque mucho más cómoda esta vez, deduje yo.

    Yo me quedé de pie reconsiderando la ambulancia, pero esto solo era una fiebre, no había necesidad de exagerar. Anoche había visto un par de viejas bolsas de agua caliente en el armario de la ropa blanca; uno de esas y un chocolate caliente podrían ayudar. Tenía Tylenol en una de mis mochilas sin abrir también, aunque supuse que eso y un montón entero de otras cosas estarían en la reserva de medicamentos de Cait. Anoche había estado demasiado asustada para revisar sus suministros en caso de que hubiera algo que yo no pudiera resistir.

    La chica no se había movido cuando regresé a la sala de estar, pero estaba despierta, pues se movió un poco cuando me senté a su lado. Levanté la manta junto a sus pies, le quité los zapatos empastados de tierra y deslicé la bolsa de agua caliente entre ellos, medio esperando que ella me diera una patada o protestara de alguna otra manera, pero no lo hizo. Sus pies estaban como yo sospechaba, como carámbanos, y un gemidito se le escapó de la boca al sentir el calor de la bolsa hundirse en ella. Ella estaba demasiado sucia y, por lo que yo sentía, también calada. Era tentador obligarla a darse un baño, pero eso sería tentar la suerte. Al menos el calor ahora podría sacarle el frío de la cabeza.

    "¿Puedes sentarte derecha un poco? Tengo una bebida para ti," le dije agitando la bebida azucarada cerca de su cara. Ella se incorporó sobre el ancho reposabrazos y miró la taza humeante con ojos inyectados en sangre. Sacó tentativamente un delgado brazo de los confines de la piel, agarró la taza y la levantó temblorosa hacia ella. "Está caliente, ten cuidado," advertí innecesariamente. Aunque ella se negaba a hablar o a mirarme siquiera, había inteligencia bajo esa superficie, yo podía sentirla. Ella sostenía cerca la taza y se concentraba en ella, no en mí.

    Tras escapar a la cocina, me apoyé en la encimera y di profundas respiraciones, contando hasta treinta. Yo lo había escondido con éxito, pero la visión de su brazo yendo hacia la taza me había hecho pedazos las entrañas. La delgada manga de su camisa mugrienta se había subido y los moretones color púrpura rojizo habían marcado los huesos de su delicada muñeca. La policía podría ser una opción más viable que los servicios de emergencia, pero ella no hablaba y la policía intentaría intimidarla. Eso era algo a lo que ella no debería estar expuesta a menos que fuese absolutamente esencial, pensé protectoramente.

    Llevé una botella de agua, una bandeja de pastillas y una caja de pañuelos hasta su lado y me senté a la mesa de café, mirándola. Se le cerraban los ojos y ella tenía dificultad para respirar por la nariz, pero sorbió el chocolate caliente lenta y constantemente. Estaba cubierta de polvo y mugre. El pelo era una masa de rizos oscuros sin lavar y descuidado. Sus pestañas eran largas, gruesas y negras, que bajaban perezosamente al parpadear y acentuaba el azul marino de sus ojos. Tenía sangre oscura en ellos, lo bastante para hacer que el azul de sus ojos resultara inesperado en constraste a su piel color caramelo. Su estado era genuino, sin maquillaje, sin accesorios. Aunque había algo en aquella gritada escena de película. Puede que fuese una viajera del tiempo, pensé fantasiosamente.

    "¿Puedes tragarte esto?" Saqué dos pastillas de sus soportes y se las ofrecí. "Te ayudarán con la fiebre." Ella dudó al principio, pero las tomó eventual y delicadamente de mi palma y se las tragó con un último sorbo de la taza. Parecía que eso era todo por ahora, pues colocó con cuidado y con ambas manos la taza a un cuarto de su capacidad sobre la mesa de café, se recostó y se enterró, cabeza y todo, bajo la pesada manta. Sus pies juguetearon con la posición de la bolsa caliente antes de quedarse quietos y, después de unos minutos, el ascenso y descenso de su respiración se hizo más lento. Yo no quería que se durmiera así, sucia y calada en el sofá, pero quizá estuviese más dispuesta a comunicarse después de un descanso.

    Me quedé sentada durante mucho tiempo, simplemente observando la pila de piel sintética, preguntándome. Esto no era algo que hubiera visto venir, pero no me molestaba la intrusión. Tan preocupada y confusa como yo estaba, el hecho de no concentrarme en mí misma era favorable. Al menos se había tomado las pastillas y una bebida. Colocando los pañuelos sobre la alfombra cerca de su cabeza enterrada, saqué la manta del respaldo del sofá, la apilé encima de la piel, recogí sus zapatos y la dejé a la suya.

    Su calzado, bajo el barro y la arena, estaba mojado y gastado, era una obra de lienzo con cordones y plástico, parecía que los habían comprado en el Walmart o algo por el estilo. No había agujeros en el blando material, pero pronto los habría, debería haberlos tirado, pero no pude hacerlo. Eran suyos y ella tenía muy pocas cosas. La bolsa raída que había visto al arrancarle la alfombra estaba lejos de ser voluminosa y, probablemente, no contenía nada.

    Me ocupé de limpiar los baratos zapatitos lo mejor que pude. Los habría puesto a secar al sol, pero el sol se negaba a mostrar la cara hoy, en cambio, una lluvia amenazaba con caer de un cielo preñado. Probaría si aún tenía las habilidades para hacer un fuego decente. Había querido hacerlo anoche pero estaba demasiado cansada y me había emborrachado demasiado temprano. El bulto en el sofá no se movió mientras amontonaba leña y le ponía una cerilla en la sala de estar. Un manso orgullo se hinchó dentro de mí al verla arder en acción, aún tenía las habilidades. Dejando los zapatos mojados de la extraña fuera del alcance de las chispas de la chimenea, me acomodé con el portátil para revisar mis cuentas de correo electrónico.

    Leer e ignorar correos electrónicos era costumbre, pero uno de mi padre había llegado, nada bienvenido y demandando atención.

    Emilio ha estado intentando ponerse en contacto contigo, Matías Cano está haciendo el casting para una película, «Su Piel» [4], y preguntaron por ti específicamente. Esto es importante, un papel como este podría catapultar tu reputación y llevas años intentando entrar en el cine.

    Si sigues rechazando ofertas, te arrepentirás. No subestimes lo rápido que se mueve esta industria, sigue así y estarás desperdiciando tu carrera y, ¿para qué? No hay una persona en este negocio que no haya tenido que desintoxicarse al menos una vez. Te pido que arregles tus mierdas y regreses aquí o iré yo mismo a Montana.

    Fue esto último lo que más me cabreó, con el resto él me molestaba rutinariamente, pero mencionar Montana fue la guinda del pastel. Él no sabía dónde estaba yo, pero sospechaba y yo tenía pocas reservas de que probablemente vendría a buscarme si me quedaba fuera el tiempo suficiente. Mi resentimiento contra él aumentó por emplear las mismas tácticas coercitivas que había usado tantas veces a lo largo de los años, y el correo electrónico me hundió el ánimo. Yo acababa de llegar y él ya había logrado arruinar toda sensación de seguridad y paz. Una parte de mí sentía curiosidad por la película, pero era una parte pequeña y distante. Débil. Esta vez las cosas iban a ser diferentes, necesitaba ganar más espacio para respirar.

    Te dije que estaría fuera un mes al menos. Cuanto más me estreses con correos electrónicos como ese, más tiempo voy a necesitar, probablemente acabas de añadir otro mes. Deja de acosarme.

    Decreté darle al menos tres días antes de revisar la cuenta de nuevo. Por muy tentador que fuese enfadarse y añadir improperios, eso no serviría de nada y alentaría aún más las respuestas. Manteniendo las palabras al mínimo, enviaba únicamente lo necesario para que me dejara en paz por un tiempo.

    Me descubrí mirando el bulto inmóvil en el sofá de nuevo, sumida en mis pensamientos.

    "Tú eres una fugitiva también," le susurré. Aunque esta chica sin duda había venido de un entorno muy diferente.

    Abandoné la computadora portátil, recogí algunos productos de limpieza del cuarto de la colada y comencé a limpiar y pulir las superficies en el salón, que se iba calentando gradualmente. Hacer algo metódico sentaba bien; la casa era grande y, después de tres meses vacía, era un cubo de basura, pero yo podía hacer mella en gran parte de ello. Por suerte yo no sufría de alergias.

    Justo después de las tres me sonó el teléfono, alto y entrometido en la tranquilidad de la tarde. Hiperconsciente de la enfermiza extraña que dormía al otro lado de la habitación, respondí de inmediato y salí furtiva hacia la cocina. El número era nuevo, solo podía ser una persona y yo no tenía ningún problema en hablar con él.

    "Hola, Hamish."

    "Buenas tardes." Su voz era afable y sin pretensiones, una vez más sentí ganas de soltárselo todo. "Solo llamo para ver como estás. ¿Cómo te fue la primera noche?"

    "Bebí demasiado tequila. Ningún daño permanente, creo."

    "¿No hay problemas con la casa?"

    "No he empezado a revisar nada aún. Solo he limpiado mucho polvo."

    "¿Te vas a quedar entonces?"

    "Sí, por supuesto. Hamish, escucha..." Dudé sobre si debía mencionar a la extraña.

    "¿Qué pasa?"

    "Ha ocurrido algo un poco extraño."

    "¿Encontraste a esos fantasmas que estabas buscando? Te dije que..."

    "No es eso," le interrumpí. "Ella no es un fantasma. Al menos no me parece que lo sea." De pronto, yo no lo sabía, quise ir a mirarla de nuevo, asegurarme de que era real.

    "¿Quién?"

    "Encontré a alguien en el asiento del porche esta mañana. Una chica, está enferma, la llevé dentro y ahora está dormida en el sofá."

    "¿Sí?" Sonaba escéptico. "¿Quién es?"

    "No lo sé. No quiere hablar conmigo."

    Hubo una pausa antes de que él preguntara: "¿Qué aspecto tiene?"

    "Rizos oscuros, ojos azules, tiene una tos espantosa. Parece que lleva caminando por el bosque un tiempo."

    "Ja. Esto es una sorpresa." Obviamente, Hamish no estaba seguro de tomarme en serio. "Tengo un último paciente a las cinco, pasaré por allí de camino a casa. Puedo examinarla."

    "No," me negué rápidamente, arrepintiéndome de haber abierto la boca. "No pasa nada, yo puedo ocuparme de ello."

    "¿Una extraña aparece en tu porche y no quieres saber quién es? Tal vez yo la reconozca."

    "De acuerdo." Yo estaba reluctante, pero él tenía razón.

    "Estoy allí a eso de las seis."

    Él iba a venir a examinarme a mí, para asegurarse de que no me había vuelto loca. Era poco probable que él creyera en mi enfermiza visitante y me imaginé la vergüenza si ella se desvanecía para cuando él llegara.

    «La locura viene de familia», diría él con un gesto de decepción y negando con la cabeza. «Esto estaba destinado a suceder eventualmente.»

    Pero cuando volví a la sala de estar, ella aún estaba allí, y tosiendo en un pañuelo de papel, sin duda la había despertado el teléfono.

    "Hola," dije y me senté en el borde del sofá. Ella era bastante sólida pero, como antes, no quería reaccionar a mi presencia. Su camisa estaba sucia y era demasiado grande, colgaba holgadamente sobre sus huesudos hombros. Mientras la observaba, ella dejó que la bolsa que tenía cayera al suelo a su lado y sacó un pequeño y deshilachado osito de peluche. Lo apretó contra el pecho antes de volver a enterrarse bajo las mantas y quedarse inmóvil. Ver aquello casi me hizo llorar.

    Yo había tenido un osito de peluche igual cuando era niña. Lo amaba más que nada y cuando tuve diez años, desapareció. Lloré incesamente y mi madre al final me dijo que lo había tirado, que yo era demasiado mayor para eso y necesitaba pasar página. Fue extraño que aquella inesperada visitante me recordara aquello, no había pensado en eso en años.

    Por fin decidido a hacer acto de presencia, Guido bajó las escaleras y entró tranquilamente en la sala de estar. Miró el crepitante fuego y luego se dirigió al sofá donde apoyó las patas delanteras en los cojines y olió con sospecha a la extraña bajo el abrigo de piel. Me pregunté qué olería en ella, estaba sucia, pero yo misma no había detectado nada particularmente desagradable. Quizá su olor le contaba a Guido una historia que yo nunca podría entender. Después de satisfacer su curiosidad olfativa y decidir que ella no era un riesgo del que preocuparse, se apoyó en la chimenea y comenzó a lamerse perezosamente.

    Necesitando permanecer ocupada, me retiré a la cocina y reuní algunos de los ingredientes que había comprado el día anterior para preparar la cena. Cocinar me relajaba, a veces lo hacía sin comerme siquiera lo que estaba preparando.

    El timbre sonó poco antes de las seis mientras mi pollo se estaba asando. El bulto bajo las mantas, que yo pensé que estaba dormido, se se movió con el sonido, se acurrucó en la esquina del amplio sofá, apretando las mantas a su alrededor.

    "No pasa nada," traté de aplacarla, levantándome. "Es un amigo, es doctor."

    Ella se quedó donde estaba, con los ojos medio abiertos y dirigidos hacia la alfombra. La certeza de que ella podía entenderme se fortalecía a pesar de su negativa a responder. Un Hamish de aspecto expectante se quitó el abrigo mientras yo le conducía a la sala de estar sin comentarios.

    "Jesús," dijo al ver a la chica. "No es un fantasma entonces."

    La curiosa inclinación de cabeza y su expresión desconcertada me dijeron que él no tenía idea de quién era ella. Aproximándose, dejó su bolsa en el suelo y se sentó a su lado.

    "Ey, hola. No tienes muy buena pinta. ¿Te importa si te examino?"

    "No te hará daño, solo se asegurará de que estás bien." Ella permanecía en sus trece. Tuve la sensación de que ella notaba que Hamish no era una amenaza. Ella podía haber esperado que alguien específico entrara por la puerta, alguien a quien conocía bien. "Te entiende, pero ten cuidado con ella, está asustada y poco comunicativa."

    "Eso ya lo veo," dijo él suavemente. "¿Le has dado algo?" Sacó un termómetro de oído de la bolsa.

    "Chocolate caliente, agua y Tylenol."

    "Bien."

    "Estaré en la cocina un minuto," dije y fui a revisar el horno.

    A mi regreso, me apoyé en la jamba y observé. Hamish la envolvió en las mantas, le entregó el vaso de agua y la instó a que tomara una cápsula de su mano. Dudando al principio, ella tomó la píldora.

    "Es importante que beba tanta agua como sea posible." Complacido de que ella obedeciera, metió algunos artículos de la mesa en su bolsa y me hizo un gesto para que le siguiera a la cocina.

    "El tequila hace cosas extrañas," dijo. "Pensé que aún podrías estar borracha."

    "Me lo imaginaba."

    "Esta es una situación rara. ¿Por qué no me llamaste?"

    "No quería exagerar y pensé que ella necesitaba tiempo."

    "Te sentiste protectora con ella," dijo él juiciosamente.

    "Un poco, es decir, mírala. ¿Qué piensas?"

    "Tiene los pulmones desgarrados y una temperatura de 38.9ºC. Podría ser neumonía, probablemente causada por negligencia básica. Está al límite de la desnutrición."

    "¿Necesita un hospital?"

    "Sus síntomas no son lo bastante graves para la admisión, pero ella no será capaz de hacer gran cosa durante un tiempo."

    "No me mira a la cara, es como si yo ni siquiera estuviera allí. ¿Te ha mirado a ti?"

    "No. Su estado mental es preocupante."

    "¿Viste los moretones?"

    "Sí." Su expresión era atribulada. "No puedo decir cómo fueron causados."

    "Pero ¿entiendes que me sienta protectora con ella?"

    "Sí, tiene otras marcas también. ¿Asumo correctamente que no quieres llamar al Sheriff?"

    "Es demasiado pronto," dije y él asintió.

    "El Sheriff Paulson es concebiblemente el mayor idiota en la aplicación de la ley, yo retrasaría la idea el mayor tiempo posible."

    "Pero ¿qué está pasando por aquí si alguien así puede salir tambaleándose del bosque en ese estado?"

    "Yo estoy tan sorprendido como tú. Está claro que ella ha pasado algún tiempo expuesta a los elementos, así que, ¿quién sabe lo lejos que ha llegado? Estoy convencido de que nunca la había visto antes, y yo conozco a un montón de lugareños."

    "¿Cuantos años crees que tiene?"

    "¿Poco más de veinte? Difícil saberlo."

    "Lo único que llevaba encima era ese osito de peluche que no quería soltar," dije distraídamente. "Pensé que podría ser más joven."

    "¿No te importa alojarla aquí esta noche?"

    "Para nada, me siento terrible por ella."

    "Es impecablemente oportuna. Es probable que esa chica sea víctima de algún tipo de abuso, no muy diferente a ti cuando estuviste por última vez en esta casa. Eso es lo que estás sintiendo."

    "Por favor, no me psicoanalices."

    "De acuerdo," alzó las palmas con una maliciosa sonrisa. "Me alegra ver que te estás sintiendo como en casa. Algo huele bien."

    "Estoy haciendo pasta de pollo a la florentina. ¿Quieres quedarte a dar un bocado?"

    "Tentador, pero Viv me mataría si volviera a casa con el estómago lleno. Intenta que tu visitante coma algo y mantenla caliente." Dejó un frasco de pastillas sobre la encimera. "Levofloxacina. Una por la mañana y otra por la noche. Si puedes, sácala de esa ropa sucia y métela en la cama, estar empapada no ayuda."

    "Cuidaré de ella. Solo necesita tiempo."

    "Cuídate tú. Vigílala." Se puso el abrigo.

    "Está aterrorizada." Le miré con sorpresa. "¡No es peligrosa!"

    "No saber nada de ella la hace peligrosa," advirtió. "Mantendré los ojos abiertos en la ciudad por si falta alguien."

    "Gracias por venir." Le acompañé a la puerta principal.

    "No hay problema, venía aquí dos veces por semana cuando Cait estaba viva."

    Cuando regresé al interior, la desconocida se había acomodado. Yacía boca arriba con los ojos cerrados. No debería sorprender que ella siguiera sonrojada, pero eso me hacía sentir incómoda. ¿Se había dormido otra vez? No podía saberlo. Me senté a su lado intentando pensar en un modo de ponerle ropa seca. Cuando bajé la vista, noté una cicatriz que le cortaba el lado izquierdo de la garganta. Eso debía de ser lo que Hamish había dicho sobre otras marcas; Yo no lo había visto antes.

    "¿Quién eres?" Me pregunté entre dientes. "¿De dónde vienes?"

    A juzgar por el color, la cicatriz era antigua y, por su edad, había sido una herida profunda. La idea de que alguien pudiera haber hecho esto intencionalmente cuando ella era solo una niña me horrorizó. Era un caso tan frágil incluso ahora, aferrada a un osito de peluche como si fuera su salvación. Punzadas de congoja me pinchaban la conciencia. Me cosquilleó el dedo y lo acerqué, embelesada por la brutal marca y lo que esta podría significar; y pensar que ella había sobrevivido a una herida así. Yo no pretendía tocar la marca en realidad, pero a un paso de su cara, ella se puso en acción. Abrió los ojos parpadeando y me agarró la muñeca. Sus pupilas se dilataron al doble de su tamaño justo frente a mí cuando su piel se encontró con la mía. Ella dejó de respirar y quedó completamente quieta, agarrándome el brazo con tanta fuerza que dolía. Una parte de mí quiso liberarse, pero era la primera vez que ella reconocía debidamente mi presencia; así que me quedé quieta, su reacción era mesmerizante. Incluso bajo la influencia de poderosas sustancias psicotrópicas, yo nunca había visto una pupilas cambiar tan rápido. Al verlo sentí que estaba presenciando algo altamente irregular, como una aparición tomando forma de la nada. Si ella hubiera sido otra persona, yo habría estado asustada.

    Solo unos segundos pasaron antes de que un leve sollozo se le escapara de la garganta y sus pupilas volvieran a la normalidad para mirar hacia la habitación. Por primera vez enfocó los ojos en los míos con un aura de reconocimiento. Comenzó a respirar de nuevo, con inhalaciones lentas y profundas para llenar sus resollantes pulmones.

    "¿Cuál eres tu?" preguntó roncamente, impactándome aún más. Retiró finalmente la mano de mi muñeca y la retorció alrededor del abrigo se piel en el pecho, dejando blancas marcas de dedos en mi piel desnuda. Yo no sabía lo que acababa de suceder, pero más importante era lo que ella había dicho.

    "Hola," dije frotándome la muñeca, luego consideré sus palabras y la mirada en sus ojos. "¿Cuál de qué?"

    Sus ojos me abandonaron y ella irrumpió en un ataque de tos. Le entregué el vaso de agua y tomó un sorbo antes de volver a concentrarse en mis ojos. No tenía ninguna dificultad para mirarme ahora, pero yo no había entendido lo que había cambiado. Alzando suavemente la cabeza, miró por la habitación como si notara por primera vez las circunstancias en las que se encontraba. Sus llorosos ojos estaban inyectados en sangre, pero entornados y pacientes mientras recorrían su entorno antes de reinstalarse en mí.

    "¿Dónde estoy?" Su voz me sorprendió. No solo porque hablara, sino porque era más rica, más madura de lo que yo había esperado. Lejos de ser aguda o infantil, no era la voz de alguien que se aferraba a un osito de peluche. Supuse que su ronquera estaba exacerbada por la congestión de sus vías respiratorias.

    "Estás en mi sofá. Yo soy Saffron, te encontré tumbada en el porche esta mañana. ¿Cómo te sientes?"

    "Me duele el pecho."

    "¿Puedes decirme de dónde eres?" Ella miró intensamente el vaso en sus manos, con ojos tristes y temerosos al mismo tiempo. "¿Puedes decirme tu nombre?"

    "Lark," dijo después de una larga y triste pausa. Eso me recordó a mí misma en aquellos momentos en los que las frases entre los personajes que yo estaba interpretando se volvían borrosas.

    "¿Lark? ¿Ese es tu nombre?"

    "Sí. ¿De quién es esta casa?"

    "Es..." Me tropecé con las palabras, pero decirle que era la casa de mi madre podría confundirla. "Es mi casa."

    "¿Quién más está aquí?"

    "Solo yo, el doctor que te examinó se ha ido. ¿Te acuerdas de él?" Parecía una idiotez preguntar sobre algo que acababa de ocurrir hacía unos minutos, pero yo no tenía idea de si ella estaba cuerda. Quise obtener la mayor cantidad de información posible en caso de que la volviera a perder.

    "¿Por qué estuvo él aquí?"

    "Estabas muy enferma cuando te encontré, aún lo estás. ¿Cuánto tiempo estuviste ahí fuera?" Sacudió la cabeza, eso debía de ser doloroso, porque paró rápidamente con una mueca. "¿Por qué no llamaste a la puerta?"

    Solo frunció el ceño sin responder, como si la pregunta fuese extraña.

    "¿Qué voy a hacer contigo?" Suspiré.

    Se quedó mirando las mantas durante unos momentos de silencio, luego las bajó y pasó las piernas por el lado del sofá. Su capacidad para parecer tan lúcida era encomiable; debía de sentirse como la muerte con esa fiebre tan alta.

    "¿Dónde están mis zapatos?"

    "Tienes una temperatura de 38.9ºC, ¿adónde planeas ir?" Mi voz salió más aguda de lo pretendido y ella me miró con una mezcla de miedo y confusión. "Tus zapatos están ahí," señalé a la chimenea, "pero aún no están secos. Por favor, relájate."

    Aunque pareció aliviada de tener sus zapatos a la vista, no hizo ningún movimiento hacia ellos.

    "Gracias por ayudarme."

    "De nada." Hice una pausa, preguntándome cómo formular las preguntas. "Estás a salvo aquí, pero voy a preguntarte algunas cosas. Tú solo asiente o niega con la cabeza. Según el estado en el que te encontré, supongo que estás huyendo de alguna parte. Alguna parte adonde no quieres volver. ¿Es así?"

    Ella hundió la barbilla ligeramente.

    "¿Tienes algún otro lugar al que quieras ir? ¿Algún lugar seguro? Si lo tienes, yo puedo llevarte en coche, no deberías viajar al aire libre estando tan enferma." Nada. Se miró las manos. Una súbita ráfaga de viento silbó en la chimenea. "¿Quieres hablar con la policía?"

    "No," dijo rápidamente, encogiéndose acobardada. "Por favor, no."

    "Tranquila, solo quiero que sepas que esa es una opción," la tranquilicé. "Me parece bien que te quedes aquí esta noche. ¿Quieres hacer eso?"

    "No tengo nada que darte." Ella irrumpió en otro ataque de tos seca. Yo empujé los pañuelos hacia ella y esperé a que ella pusiera la tos bajo control.

    "Yo no quiero nada, solo ayudar."

    "¿De verdad eres la única persona en esta casa?"

    "Sí. Nadie sabe que estás aquí excepto el hombre que viste antes." Quise calmarla, había más miedo en su expresión de lo que me sentía cómoda. Quizá debido a su nivel de desesperación, esto estaba funcionando. Ella se reclinó y cerró los ojos.

    "¿Puedo dormir?"

    Aprovechando la oportunidad, sugerí: "Preferiría que te lavaras y comieras algo primero. Tengo ropa limpia con la que puedes dormir."

    Abrió un poco los ojos y me miró.

    "¿Crees que estás lo bastante fuerte para hacer eso? Aunque solo sean unos pocos bocados."

    "Sí." Toda pretensión de vitalidad había desaparecido, ella parecía a punto de desmayarse. Al menos eso era una señal de relajación.

    "Muy bien. Quédate ahí y descansa, yo te prepararé un baño, eso podría ser más fácil que una ducha."

    Abrí la bañera en el baño de mi madre solo hasta la mitad y escatimé las burbujas: esto era funcional, no un lujo, y la idea de que ella se desmayara en el agua era terrible.

    Con debilidad evidente, de nuevo ella me permitió guiarla por las escaleras arriba hasta el baño adjunto, donde se sentó a un lado de la bañera. El vapor flotaba perezosamente por la habitación. Señalé un montón de ropa de cama de algodón, los artículos de tocador y las toallas. Ella siguió mis palabras con ojos caídos y yo dudé en dejarla sola.

    "¿Necesitas que te ayude?" No respondió, así que me lancé a guiarla a través del proceso de desvestirse y ayudarla a entrar en las poco profundas aguas. Hacer la vista gorda a los profundos moretones que manchaban su piel y los huesos que sobresalían de su delgada figura era imposible. "No estará demasiado caliente, ¿verdad?"

    "No." Su voz era tranquila mientras se hundía en las burbujas. El agua pareció despertarla un poco.

    "No te duermas ahí dentro, ¿vale?"

    "Mm," gruñó ella, sacando la toalla del estante del baño.

    "Volveré pronto." Cerré la puerta detrás de mí.

    Al preparar la cama de mi madre, apilé mantas extra encima y me dejé caer de cabeza en la pila para probar su olor. Pensé que aún podrían llevar el aroma de Cait, pero la ropa de cama olía principalmente a detergente de colada ahora; un gran alivio. Recogí algunas cosas de la planta baja para ponerlas junto a la cama; pañuelos, agua, vaporub y una pequeña papelera. Su oso también. El juguete estaba seco por haber estado guardado en la bolsa, supuse yo. Rindiéndome al impulso de olerlo, me sorprendió encontrar que el bien amado tejido no olía a rancio según lo asumido, sino extrañamente a chocolate.

    Cuando llamé a la puerta del baño de nuevo, casi esperaba que ella estuviera inconsciente, pero ya estaba vestida y frotándose el pelo débilmente, sus pulmones protestaban con rechinantes ruidos intermitentes. Ella no se había lavado el pelo, pero este estaba húmedo donde su longitud se había sumergido en el agua.

    "Permíteme," dije y tomé la toalla. Mucho de la inmundicia había sido eliminada, su piel estaba rosada y limpia, aunque aún tenía suciedad atrapada en las uñas. Eso era una mejora, el resto podía esperar. Ella se mecía mientras yo le frotaba el pelo y algo me llamó la atención, una herida reciente en la nuca. Le aparté el pelo y me quedé boquiabierta.

    "¿Qué es esto?"

    "Un rasguño." Sus cansadas palabras requirieron esfuerzo.

    Eso era más que un rasguño, era un jodido corte, no grande, pero profundo, ubicado justo entre los ligamentos bajo la línea del cabello. Desinfecté y vendé la herida, manteniendo los dedos cruzados, eso sería suficiente, y ella me siguió hasta la cama.

    "He puesto la manta eléctrica en un nivel bajo, deberías estar cálida."

    "¿Puedo dormir aquí?"

    "Sí." Asentí alentadoramente y la vi deslizarse bajo del edredón y acomodar su oso a su lado. Sentada contra la cabecera de la cama, me miró con reservas, pero con una concentración sorprendente. Empujé un barra de labios de cacao dentro de su mano. "Para los labios, parecen doloridos. Vuelvo enseguida."

    En la cocina junté algunas cosas en una bandeja y, para mi sorpresa, ella seguía despierta cuando regresé escaleras arriba.

    "¿Estás cómoda ahora?"

    "Estoy cansada."

    "¿Puedes dar algunos bocados?" Sus ojos se agrandaron al ver la bandeja que coloqué a sus piernas. "El batido es principalmente leche de almendras, plátano y pera. No espero que te comas toda la pasta," la tranquilicé, "solo lo que puedas. También encontré esto, le pateará el trasero a tu dolor de pecho, pero necesitas meterte algo en el estómago con ellas, aunque solo sea la bebida." Eran pastillas de codeína de liberación rápida que había encontrado en los suministros de mi madre y ella las tomó con un tentativo sorbo de batido. Me miró con ojos entornados mientras yo me sentaba a su lado y la observaba.

    "¿Vas a decirles dónde estoy?"

    "¿A quién?" Ella negó con la cabeza débilmente y no respondió. "No conozco a nadie por aquí y yo no te pondría en peligro."

    Conté los sorbos que tomó, once en total, tragó con una mueca antes de dejar el vaso y dejar caer el brazo sobre el edredón.

    "Ese no ha sido un flaco esfuerzo." Recogí la bandeja de la cama para que ella pudiera tumbarse debidamente. "El baño está ahí y yo estaré cerca por si necesitas algo."

    Ella ya se estaba durmiendo y no respondió.

Capítulo Tres

Preguntas

    El viento arreció esa noche, cambió de un silbido ascendente y decadente a un agudo aullido que asaltaba constantemente los aleros de la casa. El sonido era tranquilizador: cuanto más salvaje el mundo exterior, más tranquilo mi interior. Yo dormiría bien esta noche.

    La ropa de Lark apenas estaba en condiciones que justificaran conservarla. Le venía al menos cuatro tallas más grande y, una vez limpia, aún sería increíblemente desfavorecedora, semejando más a un estilo de hospital o prisión que a cualquier otra cosa. Pero supuse que las prioridades de esta chica yacían en otra parte y, como con los zapatos, yo no quería tirar nada suyo. Las puse en dos ciclos de lavado y las dejé dobladas sobre la máquina, confiando en que ella siguiera mi consejo y las tirara a la basura. Su presencia me hacía sentir menos como una intrusa en la casa. Ver su profundo sopor cuando la comprobé me dejó cansada y me fui a la cama temprano, probablemente no plenamente recuperada de la resaca de anoche.

    Al mirar atrás, ahí fue cuando comenzaron los sueños. Desperté a la mañana siguiente con una pesada sensación premonitoria, como si hubiera estado en un lugar oscuro toda la noche. Muy oscuro, fue tanto una lucha como un alivio regresar al mundo real. Nunca recordaba detalles y, esa primera mañana en particular, la oscuridad se fundió rápidamente con la sensación del día por delante. Pero el vago fragmento de incomodidad logró adquirir un lugar especial en mi subconsciente, una nueva conexión neuronal se había establecido y continuaría disparándose durante las siguientes dos semanas, aunque su significado aún no era obvia de ningún modo.

    El día anterior había sido extraño cuando menos. Anticipar demasiado no era mi estilo, siempre había vivido el momento y, por ahora, el momento era interesante. Aunque sabía que ella no estaría animada a hacer gran cosa, yo confiaba en obtener algunas respuestas de mi misteriosa invitada hoy.

    En la cocina, tomé café y una vez más me quedé mirando dentro de la nevera, aturdida. No había comprado suficiente comida, había descuidado abastecerme de engordante comida para el desayuno. Yo estaba bien con eso, estaba sana y a menudo esperaba hasta el almuerzo para comer algo. Pero la enfermiza extraña necesitaba sustento, tuviera o no hambre. Otro batido sería una opción segura, pues parecía que a ella le dolía tragar y no había tocado nada de la pasta de anoche. También puse unos huevos revueltos en un plato, por si acaso. ¿Estaba entrando en acción mi instinto maternal? La idea me hizo estremecer de disgusto.

    Ella estaba tosiendo cuando llamé a la puerta y entré hasta ella. Guido, al parecer nada desanimado por su enfermedad, se había abierto paso empujando la puerta en algún momento de la noche y yacía tendido a su lado. El cuarto olía a mentol y a eucalipto; ella había usado el vaporub. Sonreír era inadecuado, dado lo enferma que parecía.

    "Buenos días. ¿Puedes sentarte derecha?"

    Me miró con recelo mientras yo colocaba la bandeja sobre sus piernas y acercaba la silla al lado de la cama. La estudié; los ojos aún estaban llorosos y rojos; la papelera al lado de la cama, casi llena de pañuelos usados. Que ella hubiera sido lo bastante cortés como para usarla fue agradable. Ella se ciñó con fuerza las sábanas a la cintura, esperando a que yo hablara.

    "No tienes nada que temer. Comida y medicinas," dije y asentí hacia la bandeja, pero ella mantenía los ojos sobre mí. "¿Cómo te sientes? ¿Puedes comer?"

    Ella bajó la vista, desconfianza en los ojos.

    "¿Qué es todo esto?" preguntó observando el cóctel de pastillas en un platito.

    "Investigué un poco sobre tus síntomas. Esto," le dije señalando el Tylenol, "es un analgésico suave que también ayuda a reducir la fiebre. Debes tomarlo cada seis horas. Esto es un descongestionante, ayuda con la mucosidad en la tráquea. Esto es un antibiótico que debes tomar por la mañana y por la noche, afecta a las bacterias responsables de tu infección. Ninguna de ellos te hará daño, son para aliviarte los síntomas. Si el dolor aún es fuerte más tarde, puedo darte más codeína, lo que te di anoche, que es un analgésico más fuerte."

    "¿Más tarde? ¿No quieres que me vaya?"

    "No. A menos que quieras irte a casa."

    Si yo esperaba alguna indicación de dónde estaba esa casa, no estaba destinada a recibirla. Ella me miraba sin responder.

    "Escucha... ¿Por qué no te quedas aquí hasta que te sientas mejor? Eres bienvenida." O al menos hasta que tuviera un lugar adonde ir, pensé. Era obvio que la pobre chica no tenía dirección, demasiadas variables operaban contra ello.

    "Esta cama es..." Su voz se quebró en un raspado, trató de aclararla y tuvo un breve acceso de tos. "Enorme, podrían caber cuatro personas."

    "Siempre y cuando estés cómoda. Parece que has hecho un amigo." Asentí hacia el gato.

    "¿Como se llama ella?"

    "Es él, se llama Guido." La manta eléctrica estaba apagada. "¿Estás lo bastante cálida?"

    "¿Por qué estás siendo tan amable?"

    "No tengo mucho más que hacer. Me gusta hacer de niñera."

    "No necesito que me cuiden," dijo obstinadamente. Que pudiera mostrar una mentalidad tan fuerte dadas las circunstancias era reconfortante, puede que no fuese tan vulnerable como parecía.

    "Claro que sí," discutí. "Estás algo patética." El incontrolado comentario se me escapó sin más y, por un momento, me preocupó que eso pudiera molestarla. Pero ella solo entornó los ojos con una petulante inspiración nasal.

    "Lo estoy, ¿verdad?," Asintió en voz baja. "Dime la verdad, ¿estoy muerta?" La pregunta fue genuina.

    "Si estás muerta, entonces yo debo estarlo también," reflexioné, pero sus ojos mostraron recelo sin humor. "No estás muerta. ¿Por qué piensas eso?"

    "Debo de estar soñando. Esto es demasiado bonito."

    "¿Tan extraño es que alguien te ayude?"

    "Sí," admitió.

    "¿Estás a menudo tan enferma en tus sueños?"

    "Yo no tengo sueños," cerró los ojos, "solo pesadillas, pero si estoy muerta, puede que eso haya cambiado."

    Me quedé mirando el osito de peluche, que apenas se veía bajo las sábanas junto a ella, y luché contra la necesidad de llorar.

    "¿De quién estás huyendo? ¿Novio? ¿Marido?" Sus ojos no mostraban ninguna reacción a ninguna de estas palabras y ella no respondió, solo comenzó a tragarse las pastillas de la bandeja con el batido. Esto no era un gran consuelo y solo planteaba la posibilidad de que ella fuese una especie de secuestrada. Cosa que no quise visualizar.

    "Quiero que te sientas segura aquí. No sé cómo acabaste tan golpeada, pero si alguien te hizo eso, no está ni remotamente bien. Quizá deberías reconsiderar hablar con la policía." Insegura de que la sugerencia llegara hasta ella, tuve que seguir mis instintos. Parecía un poco abrumada por las palabras, pero no respondió verbalmente.

    "¿Tienes libros de medicina?" preguntó después de un prolongado silencio, y se metió en la boca una pequeña porción de huevos revueltos.

    "He revisado tus síntomas en Internet."

    "¿Quieres decir, en una computadora?"

    "Sí." Qué extraño; reaccionaba como si el concepto le fuera ajeno.

    "¿Tienes algún libro?"

    "Hay bastantes escaleras abajo. ¿Qué te gusta leer?"

    "Todo."

    "Te traeré algunos ahora," dije y me puse en pie.

    Al estudiar los estantes en el cuarto del fondo, no sabía qué darle a Lark. Al final elegí una selección suelta de ficción y no ficción. Probablemente ella no podía concentrarse bien aún, de todos modos.

    Al llevarle la pequeña pila, se me concedió la cosa más hermosa. Me sonrió. Fue una sonrisa pequeña, débil, y se deslizó de puntillas por su rostro como si no fuese del todo intencional, pero le iluminó el rostro como ninguna sonrisa que yo hubiera visto.

    "Hay hechos y ficción aquí." Dejé la pila sobre la mesa de noche.

    "Gracias, Belén."

    "No es necesario que sigas..." Me congelé y me volví hacia ella desconcertada. "¿Cómo sabes ese nombre? Te dije que mi nombre era Saffron."

    "Perdón. Saffron."

    La estudié con ojos entornados. Era poco probable que alguien por aquí me hubiera visto en la pantalla y yo dudaba que Lark fuese uno de los pocos en el estado que lo hubiera hecho. ¿Era posible que Hamish lo hubiera mencionado ayer mientras yo estaba en la cocina? No mucho. Me senté y acerqué la silla.

    "¿Qué ocurrió cuando me tocaste ayer?" Pregunté y ella me miró plácidamente. "Algo ocurrió cuando me agarraste la muñeca, fue como si hubieras salido de la habitación. Antes de eso no me hablabas, ni siquiera me mirabas."

    Ella asintió lentamente, volvió a mirar la bandeja y continuó comiendo en porciones diminutas. Yo la observaba. A veces era un truco útil hacer que la gente hablara simplemente observándola. Pero debería haber sabido que los trucos habituales no funcionarían con ella. Ella estaba lejos de ser ordinaria.

    Aunque me divertía mucho observarla. El cansancio en su rostro y el enrojecimiento alrededor de los ojos y nariz no hacían gran cosa por camuflar la belleza natural de los rasgos de esta mujer. Con salud y maquillaje, ella tendría el aspecto de alguien a quien los buitres de mi industria se comerían vivo.

    Una parte de mí no quería que ella revelara sus secretos, quería disfrutar de la extrañeza de esta criatura durante el mayor tiempo posible. Pero, cómo me odiaba a mí misma cuando se me ocurrían pensamientos como este, eso me hacía querer dejarla en paz, no infectarla con mi enfermiza mente más de lo necesario. Pobre chica, encontrarme a mí en vez de a alguien con un corazón puro. Pero claro, ¿existía de verdad gente con corazones puros?, ponderé.

    "Pareces ser buena gente," dijo de pronto y yo alcé la vista bruscamente desde mis pulgares y la encontré mirándome. "Tienes muchas caras diferentes, pero ninguna de ellas quiere lastimarme como lo hicieron ellos."

    La frase me bombardeó con signos de exclamación e interrogación, pero fue la visión de alguien lastimándola lo más perturbador.

    "¿De qué tipo de jodido agujero infiernal has salido reptando?"

    "Eso es verdad." Su voz era tranquila. "No entiendo las cosas como tú. Pero puedo aprender."

    "¿Puedes...?"

    "Podría ser fácil. Ven aquí," dijo y me hizo señas para que me acercara al lado de la cama. Ante mi vacilación, dijo: "¿No quieres ayudar?" Cautelosa, asentí y me senté a su lado. "Dame la mano."

    Ella era la segunda persona en sólo dos días en Savage Falls que me había exigido las manos. Le ofrecí una y ella la tomó, la sostuvo extendida entre las suyas.

    "Nada ahora." Sus labios se inclinaron hacia abajo con decepción. "Has levantado los escudos."

    "¿Tienes PES [5]?"

    "No sé lo que es eso." Me examinó los dedos, luego bajó la nariz y los olió. "Hueles bien," dijo, al parecer sus fosas nasales no estaban totalmente bloqueadas.

    "Crema de cacao. Te la traeré, tienes la piel seca al tacto."

    No la tenía, su tacto era suave y un poco húmedo, pero yo necesitaba algo que lanzarle después de sus enervantes palabras. Ella empujó la bandeja sobre la cama y dejó caer atrás la cabeza sobre la almohada. Parpadeó al cerrar los ojos, con el rostro aún sonrojado. Había comido algunos bocados de huevo, una mejora con respecto a la comida de la noche anterior.

    Una vez más, recogiendo la bandeja de sus piernas, dije: "Vendré a verte más tarde."

    ¿Qué había visto ella al tocarme? Sabía que yo tenía muchas caras diferentes, conocía el nombre de Belén. Ella era especial, yo estaba segura. O eso o de verdad yo estaba perdiendo la chaveta al haber regresado a esta casa. Algo en esta chica me asustaba, pero no de un modo del que yo quisiera prescindir. Mi satisfacción por que ella no hubiese insistido en marcharse todavía no era desinteresada. Por ahora al menos, ella era mía... mi cosa aterradora.

    Más tarde, Hamish me llamó mientras yo estaba en la cocina limpiando después de la cena. Una vez más, Lark no había comido más que unos pocos bocados y solo había intercambiado unas pocas palabras.

    "¿Está la chica aún ahí?"

    "Lo está. No creo que tenga prisa por irse. La he acomodado en la habitación de Cait. ¿Por qué? ¿Hay noticias?" Por mi mente pasó la imagen de su rostro en un cartel de personas desaparecidas y, acompañándola, la chiflada idea de que yo podría pasar una foto de ella a través de un sitio de búsqueda de imágenes de reconocimiento facial. Me sacudí de encima esas ideas mientras Hamish continuaba.

    "Noticias no exactamente. Se lo mencioné a Viv anoche y ella tuvo una teoría en la que yo no había pensado. Cuanto más pienso en ello, más probable parece."

    "¿Si?"

    "Hay una pequeña comunidad al sureste de aquí, un asentamiento. Solo está compuesto por unas cuantas familias, pero son familias numerosas y extendidas. Son extremistas religiosos, fanáticos, debe de ser de allí de donde ella viene."

    "¿Un culto?" Ese era un pensamiento sorprendente.

    "Es más como una secta. No se mezclan y no siguen nuestras reglas, así que nadie sabe mucho sobre ellos, pero hay rumores: poligamia, abuso físico, esa clase de cosas. No sé hasta que punto son ciertos, pero encaja con el estado en el que ella se encontraba."

    "Está bien. Mierda. ¿Y la parte de la religión?"

    "Eso no lo sé. Se cree que están en la línea de la FLDS [6], la cual, en sí misma, tiene una reputación terrible. Según tengo entendido, Dios solo se usa como excusa para la completa subyugación de estos tipos. Mantienen a sus miembros tan ineducados como sea posible."

    Pillé un boli y anoté las iniciales, estas no significaban nada para mí.

    "Lark no es estúpida." Mi tono fue defensivo y lo lamenté de inmediato. No podía explicar cómo estaba yo tan convencida de esto, por qué sentía que había un reservorio de inteligencia detrás de esos ojos. Por fortuna, no fue esa parte de la afirmación lo que Hamish encontró desconcertante.

    "¿Lark?" preguntó.

    "Cierto, perdón. Ella empezó a hablar ayer después de marcharte. Su nombre es Lark."

    "¿Sin apellido?"

    "No. No quiso decirme de dónde es y parecía asustada ante la idea cuando le pregunté si quería hablar con la policía."

    "Es impactante que haya tenido siquiera las agallas para marcharse. Esos no son de los que se toman bien perder a uno de los suyos. Dudo que ella se mantenga apartada mucho tiempo, una vez que esté lo bastante bien, probablemente querrá regresar."

    "No. ah ah. Ella no va a volver a un lugar como ese."

    "Ellos son su familia, le echarán el guante sin importar lo mal que la hayan tratado. Sin mencionar que sus habilidades para la vida moderna serán limitadas."

    "A mí me parece bastante conectada." Mi pensamiento era que Hamish la estaba subestimando, pero yo no tenía una base racional para ello. "Solo necesita tiempo. ¿Es probable que la gente del asentamiento venga a buscarla, que trate de atraerla para que vuelva?"

    "No la buscarán ahí, eso seguro."

    "¿No les importa que pueda estar medio muerta en el bosque?"

    "Eso es lo más extraño," reflexionó en tono perplejo. "La comunidad está más cerca de Fendin Ridge que de Savage Falls. Aunque ella hubiera llegado directamente a Linwood, un viaje a través de ese terreno le habría llevado al menos un día. ¿Veinticuatro horas allí sola sin nada para comer ni calentarse? ¿Con el riesgo adicional de un encuentro con un oso? Eso es una gran hazaña, muestra lo desesperada que estaba por escapar."

    "Seguro que tienen una carretera."

    "Tal vez se mantuvo alejada de esta para evitar ser vista. Si ya estaba delirando, fácilmente podría haberse desviado demasiado. Es extraño que haya llegado a alguna parte donde pudiera obtener ayuda. Vagando por el bosque sin saber en qué dirección ir, no es poco realista que hubiera muerto allí."

    "Pura suerte, supongo."

    "No lo sé," dijo con curiosidad. "Normalmente no soy un hombre supersticioso, pero la chica puede tener fuerzas de su lado."

    Un escalofrío me recorrió la espalda y la reacción de Lark al agarrarme la muñeca se reprodujo en mi memoria de nuevo, pero yo me guardé esos bocados para mí.

    "Gracias por la actualización de todos modos."

    "Encuentro las circunstancias bastante emocionantes." Lo imaginé frotándose las manos. "Me siento mal por la chica, por supuesto, pero siempre he tenido una aversión particular por estos sectarios. Si uno de los suyos se está rebelando, resulta interesante."

    "No le mencionaré lo que me has dicho, aún no."

    "Tal vez deberías traerla por aquí, no nos importaría quitártela de las manos. Tú no deberías tener que lidiar con esto."

    "¿Qué? No, estoy bien. Ella se siente cómoda aquí ahora y... no sé, me cae bien un poco."

    "La oferta está ahí si esto te resulta demasiado. Vigila su temperatura y, bueno, estoy seguro de que no necesito decir esto, pero sé gentil. Probablemente no podamos ni imaginar por lo que ella ha pasado."

    Al terminar la llamada me quedé en la sala de estar mirando por un momento las cenizas quemadas en la fría chimenea. ¿Una secta? Qué terrible. No había pruebas reales de que fuese de eso de donde ella venía, pero tenía más sentido que cualquier otra cosa, y mi deseo de proteger a Lark, de darle refugio de esos parásitos, se fortaleció con la revelación. Yo no había conocido ningún lugar así en el área cuando era joven, pero supongo que ese no es el tipo de cosas que se les dicen a los niños y podía ser algo que había surgido solo después de mi partida.

    Durante los siguientes dos días, ella durmió. Se despertaba lo justo para comer, tomar pastillas e intercambiar algunas palabras, pero se cansaba rápidamente y el descanso era necesario. Guido le cogió aprecio, cuando no estaba descansando junto al fuego o esperando junto a su cuenco, se quedaba con ella. Unas cuantas veces, cuando lo comprobé, ella se había dormido con los libros que yo le había traído, esparcidos en la cama o agarrados en la mano. Como si su mera presencia la reconfortara. ¿No le habían permitido libros en aquel asentamiento? Le habrían inculcado la Biblia al menos, concluí. Su temperatura alcanzó un máximo de 39ºC y, en cierto punto, cuando le llevaba comida y medicamentos, parecía particularmente agitada.

    "No debes decirle a nadie que estoy aquí," dijo presa del pánico.

    "No lo haré."

    "En serio." Me agarró del brazo y me miró severamente a los ojos. "Confío en ti. A nadie. Ese hombre que estuvo aquí el otro día, ¿quién era?"

    "Hamish, es un médico de cabecera local."

    "¿Local de dónde?"

    "¿No sabes dónde estás?" No intenté ocultar mi alarma. Figurándome que ella debía de estar delirando, no estuve segura de por qué ella no había mencionado esto antes. "La ciudad a cinco minutos al Oeste es Savage Falls. Más abajo en el valle, a unos veinte minutos en coche, hay otra ciudad llamada Fendin Ridge."

    "¿Savage Falls? Ese es un nombre siniestro [7] para una ciudad, ¿no?"

    "Es el nombre del hombre que la fundó, Oliver Savage. Y hay una espectacular serie de cascadas provocadas por el agua que corre desde el Pico Garnet." La miré con cautela. Parecía más sonrojada ese día y tenía un aire feral en los ojos. "Sabes que estás en Montana, ¿verdad? ¿Sabes qué año es?"

    Ella rechazó la pregunta con un ceño fruncido. "¿Estás segura de que nadie sabe dónde estoy?"

    "¿De qué estás tan asustada?" Lamenté la pregunta en cuanto la hice. Debería haber quedado claro que ella tenía miedo de que la gente de la secta la encontrara. Yo no quería presionarla para que hablara de cosas desagradables hasta que estuviera más fuerte, pero la pregunta no pareció molestarla.

    "Tuve un mal sueño," dijo en voz baja, como si eso lo explicara todo.

    Dejándola dormir de nuevo, nuestro limitado intercambio de palabras ese día me dejó con una nueva serie de complicadas preguntas y emociones. Una cosa era albergar y lavar el cerebro a sus seguidores, pero que ella ni siquiera fuese consciente de la geografía básica del área estaba en otro nivel. Ciertamente eso reiteraba el desconcierto de Hamish sobre que ella hubiese podido encontrar un camino hacia la seguridad. Comencé a investigar un poco sobre sectas polígamas en los Estados Unidos y lo que leí verdaderamente me disgustó.

    Le llevé un par de mapas antiguos del área, curiosa por saber si estos despertarían su interés. Su apatía inicial cuando se los entregué cambió y más tarde la encontré durmiendo sentada con ellos esparcidos sobre la cama.

    En su cuarta mañana en Linwood, mostró signos de mejora. Tenía un libro abierto frente a ella cuando llamé a la puerta, su rostro estaba tan cerca que me estaba preguntando cómo podía distinguir las palabras cuando ella volvió la cabeza ante mi entrada. Su boca se curvó hacia arriba para imitar unos sonrientes ojos, mientras ella cambiaba a posición sentada.

    "Tienes mejor aspecto hoy," comenté.

    "Este libro te enseña cómo manipular a la gente," dijo rápidamente, sonando emocionada por ello. Levanté la tapa, era una traducción inglesa de Les Liaisons dangeruses [8].

    "Una forma extraña, pero precisa, de describirlo," respondí. "Es un clásico, uno desagradable, pero sigue siendo un clásico. Tal vez debería darte material más moderno para leer."

    "El mensaje es atemporal. La gente aún es así, ¿no crees?"

    "En cierto modo, supongo. En algunos lugares. Pero ese libro no da una descripción muy equilibrada de la naturaleza humana. Es jodidamente deprimente."

    "Qué extraño. Sí, me siento mucho mejor hoy. Dormí bien anoche." Hizo una pausa y una sombra cruzó su rostro. "He estado aquí mucho tiempo."

    "Cuatro días. Probablemente parezca más tiempo debido a la fiebre."

    "Has sido tan amable."

    "No te voy a echar aún." La sombra era un indicador de preocupación y yo quise que desapareciera. "Debes de sentirte bastante pringosa de nuevo a estas alturas. ¿Quieres una ducha después del desayuno?" Ella me miró fijamente durante unos momentos, ojos entornados pero claros, los círculos grises alrededor de estos comenzaban a desvanecerse.

    "Está bien," respondió al final bajando la vista hacia su plato con una vaga sonrisa. "Estoy harta de que me mires el pelo como si no estuvieras muy segura de lo que va a salir reptando de él."

    "Perdón," solté una risita. "Traeré algunas cosas del baño de abajo. Tengo un acondicionador excelente que puedes usar. No es el mejor para tu tipo de cabello, pero servirá."

    Ella comió decentemente esa mañana, terminando un batido y casi un sándwich entero de tocino, antes de pasar mucho tiempo en el baño. Demasiado tiempo. Terminé llamando a la puerta para ver cómo estaba. Oí que la ducha estaba cerrada.

    "Lark, ¿estás bien?" Como no hubo respuesta, abrí la puerta y eché un vistazo. Ella estaba sentada en el borde de la bañera con un pijama limpio, una toalla colocada perezosamente sobre su cabello mojado, mirando al suelo en una especie de trance. "¿Hay algún problema?"

    "Mira," señaló. "La forma de mi pie sobre la estera del baño. No sé por qué, pero..." Se quedó sin palabras.

    "Está perfecta." Observé la húmeda muesca en la toalla. "Has dejado tu huella."

    "Eso me hace sentir real."

    "Es que eres real," le dije y ella por fin interrumpió su trance y me miró.

    "Tú eres real también."

    Esta era una escena extraña y hablaba de su sensibilidad. Al principio de su recuperación, sus peculiaridades en ausencia de delirio habían comenzado a mostrarse. Yo pensé que eran entrañables.

    Habría sido fácil dejarse atrapar por sus abstracciones. Al resistirme a ellas, yo intentaba ser la práctica, no era un papel en el que tuviera mucha experiencia. Le sequé el pelo con el secador y le volví a arreglar el corte en la nuca. No estaba infectado y estaba cicatrizando muy bien, pero me sorprendió de nuevo lo profundo que parecía.

    "¿Cómo te hiciste esto, por cierto?" Pregunté aplicando desinfectante en polvo. "Es un lugar extraño para una herida así."

    "Debo de haberme caído. No recuerdo mucho de mi paseo por el bosque."

    Estaba mintiendo sobre lo de no saber cómo se lo había hecho, de eso yo estaba segura. Tampoco era algo que pudiera reprocharle, pero mi interés por lo que ella había pasado estaba profundizando a cada minuto que ella pasaba en la casa.

    "¿Recuerdas cuánto tiempo estuviste ahí fuera?" Hamish había calculado veinticuatro horas como mínimo e incluso eso me hizo temblar de inquietud.

    "No," respondió rotundamente y se negó a dar más detalles.

    Me crucé de brazos y la inspeccioné. Su cabello era magnífico, reflejos castaños que yo no había notado antes teñían las puntas de algunos de sus rizos. Sus agrietados labios se habían suavizado y estaban comenzando a sanar, rollizos y rosados. Ella se volvió a instalar bajo las sábanas y, pensando que le gustaría leer o descansar, me encaminé fuera de la habitación.

    "Quédate un rato," me detuvo con un tono que sugería soledad. Eso me sorprendió. Tal vez ella aún no estaba lista para hablar sobre su vida, pero yo podría hacer que hablara de otras cosas. Vacilando en la puerta, me volví y la miré.

    "Bueno." Me sentí extrañamente nerviosa. "¿Puedo hacerte las uñas? Me han estado molestando."

    "¿Hacerme?" Su expresión era confusa mientras se miraba las manos y luego me miró con curiosidad.

    "Limpiar, cortar, limar y pulir. Arreglarlas, solo para hacerlas más fuertes. Tú no tienes que hacer nada, solo extender las manos."

    "¿Me va a doler?"

    "¡No! Te sentirás mejor una vez que estén hechas. No sé cómo aguantas tenerlas en ese estado." Tercos restos de tierra aún se aferraban bajo las cutículas, que estaban desiguales y partidas en algunas partes.

    "Estoy a tu merced mientras esté atrapada en esta cama de todos modos. Puedes hacer lo que quieras. Pero si me duele, me enfadaré."

    Sonreí y fui a buscar mi kit. Ella era una clienta modelo, tranquila y quieta, y sus uñas, una vez que las tuve bajo control, eran bastante hermosas. Ella no habló al principio, posiblemente esperando, como yo la esperaba a ella, pero yo disfrutaba del silencio entre nosotras, ella era tan diferente de cualquier persona con la que yo me relacionaba. En México nunca había tenido un amigo que no estuviera en el mundo del espectáculo, superficial y desagradable, y antes de México nunca había tenido un amigo. Lark no esperaba nada de mí, no era un público al que entretener, un trabajo que hacer, una directora a la que impresionar, una fan por la que actuar como si me importara una mierda. Me sentía libre al estar tranquila y, por una vez, al disfrutar de la compañía de otro ser humano.

    Al mismo tiempo, los escudos que ella pensaba que yo había levantado la primera vez que me había tomado la mano entre las suyas también estaban levantados ahora. Por muy agradable que fuera su tacto, quedaba contrarrestado por la grave sensación de que también podría ser traicionero.

    "Eres preciosa," dijo y yo levanté la cabeza para encontrarla escrutándome. "Tus ojos tienen motas negras, nunca había visto un color así."

    Todo lo que ella decía venía de un lugar inédito, ella era abierta, una racha de aire fresco.

    Permaneciendo en silencio y continuando con su mano izquierda, me sentí, sin embargo, halagada por el comentario. Yo no había cedido a la compulsión de maquillarme solo porque hubiese otra persona en la casa y, personalmente, creía parecerme a un trozo de pan duro.

    "¿Te dolió ponerte todos esos agujeros en las orejas?" Me preguntó.

    "El de arriba dolió, sí."

    "Son bonitos, pero parece extraño hacerse daño una misma por lucir así."

    Abriendo la boca, saqué y escondí rápido la lengua y tuve que reírme ante su reacción de ojos abiertos. Continuó mirándome mientras yo volvía mi atención a su mano.

    "No hablas mucho, ¿verdad?" Dijo.

    "Eres muy inusual, me gusta escucharte."

    "¿Soy inusual? ¡Mira tu lengua!" dijo y yo me reí.

    "Mucha gente tiene piercings como este."

    "Piercings." Probó la palabra.

    "¿Te dolió ese corte en la garganta?" Pregunté y su mano libre fue automáticamente a su cicatriz.

    "¿Tú qué crees?" Espetó. Era luchadora. Maravilloso.

    "¿Cómo te lo hiciste?"

    "Fue hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo," suspiró.

    "Entonces, ¿cómo sabes que duele?" Sus ojos me miraron con irritación, así que cambié de tema con una sonrisa culpable. "¿Cuantos años tienes?"

    "Veinticuatro."

    Como con su nombre, la respuesta llegó después de una larga pausa, como si tuviera que calcularla mentalmente. Si tenía veinticuatro años, no parecía muy convencida de ello. Era una mentirosa terrible. Eso era casi reconfortante. Pero ¿por qué mentir sobre la edad? La única razón que se me ocurrió era que, por alguna razón, no sabía su edad real. ¿Había tenido o sufrido amnesia en algún momento? Eso no sería muy sorprendente dados los posibles traumas que había en su pasado. Si estaba dispuesta a mentir para encubrir la amnesia, preguntar directamente al respecto no sería de mucha utilidad, así que me mordí la lengua.

    "Tengo que salir esta tarde. ¿Estarás bien sola por un tiempo?"

    "¿Puedo quedarme aquí?"

    "Por supuesto." El alivio en su expresión quedó tintado con una mancha de sospecha. Aún no confiaba en mí. "A menos que quieras venir conmigo."

    "Me quedaré aquí," dijo apresuradamente, y agregó: "¿Adónde vas?"

    "Principalmente, a la tienda de comestibles. Necesito comprar más comida y suministros, no pensé que iba a tener una invitada que necesitara tanto recuperarse. ¿Hay algo en particular que te guste comer?"

    "Todo lo que me has dado está bien."

    "Los batidos son buenos para ti, pero necesitas cosas más sólidas ahora que te sientes mejor. ¿Qué comes normalmente?"

    "No necesitas hacer cosas especiales por mí," dijo en voz baja y me tomé unos momentos para responder.

    "Te sobresalen demasiado los huesos." Conocía a muchas mujeres que hacían todo lo posible para mantenerse así, pero el sistema inmunológico de Lark estaba débil, yo quería verla más sana antes de separarnos. "¿No te alimentaban de donde vienes?"

    "Tengo un metabolismo rápido, eso es todo." Una vez más, me sorprendió su nivel de conocimiento. Yo admitía no estar familiarizada con la Biblia, pero creía poder asumir con seguridad que no había nada sobre el metabolismo en ella. Lark debía de haber tenido acceso a otros recursos.

    "Me gusta cocinar. Y tú necesitas engordar."

    "¿Estás planeando devorarme?"

    "Sí," dije casualmente. "La carne humana es sabrosa y muy rentable en el mercado negro."

    Su horrorizada mirada desapareció cuando vio la sonrisa en mis ojos.

    "Eres despreciable." Se tornó pensativa durante un minuto.

    "Pareces bastante educada para..." me contuve.

    "¿Para qué?"

    "Considerando de dónde eres," dije con cuidado y ella entornó los ojos.

    "¿Sabes de dónde soy?" Su mano se liberó de golpe de mis cuidados.

    "El asentamiento. Hamish me lo contó." Mi tono suave fue efectivo, porque ella deslizó la mano de regreso a su posición.

    "Asentamiento..." Sus ojos seguían fijos en mí, pero yo seguí trabajando, confiando en que ella no respondiera mal.

    "Él dijo que se necesitaba mucha fuerza para marcharse como lo hiciste."

    "¿Qué sabes sobre el asentamiento?" Usó la palabra con torpeza, como si fuese nueva para ella o algo que encontrara particularmente objetable.

    "No mucho. Que son tu familia, fanáticos religiosos." La miré alzando las cejas. "Y que les tienes miedo. Puedes tener una vida sin ellos, no pueden obligarte legalmente a regresar."

    "Tú no lo entenderías."

    "Tienes razón, no quiero asumir cosas. Pero estas marcas en tus muñecas... sé que no tienes por qué aguantar una mierda así de la gente. Familia o no." Sus ojos continuaron estudiándome, quizá nunca antes había escuchado ideas como esta. "Espero que decidas no volver," agregué concienzudamente.

    Si esperaba obtener más información de ella, me equivocaba. Ella parecía haber perdido interés en el tema. Sus ojos me abandonaron al final y ella se reclinó hacia atrás con un suspiro.

    "Quizá no esté tan mal ser devorada. Valdría la pena si con eso consigo quedarme aquí por un tiempo."

    Sonreí con alivio. Ella no estaba contemplando regresar a su antiguo hogar aún.

    "Te llevará al menos un mes estar lo bastante gorda," le dije y le soplé el dedo meñique izquierdo.

    "¿Un mes?" Sus ojos se entornaron de nuevo. "¿Vas a dejar que me quede aquí un mes?"

    "¿Tienes que ir a otra parte?" Cambié a Guido de sitio, le moví al otro lado de Lark y empecé con la mano derecha, sentándome con las piernas cruzadas sobre la cama.

    "Tú podrías enseñarme cosas..." dijo pensativa.

    "¿Qué quieres aprender?"

    "Todo."

    "Eso es mucho."

    Me miró fijamente. "Nadie puede saber dónde estoy."

    "Hamish y yo queremos protegerte. Eso es de cajón."

    "De cajón," murmuró y luego preguntó con curiosidad, "Entonces, ¿así son las cosas?"

    "Así son las cosas."

    Yo no estaba segura de la certeza de esta invitación hasta que la hice. Mi deseo de ofrecer palabras de consuelo era fuerte. Estaba cayendo presa del impulso de dar todo lo que pudiera por una situación dada sin pensar en las consecuencias, pero no sabía cuán severas iban a ser esas consecuencias. No sabía que estaba ofreciendo mi independencia como un cordero al sacrificio. Eso no importaba, yo ya estaba en el campo gravitatorio de un agujero negro, no había vuelta atrás.

    "Me gusta que vivas así. Toda sola, sin nadie por quien responder. ¿Vive mucha gente así?"

    "No muchos. Algunos lo hacen durante breves períodos."

    Como yo hacía suposiciones sobre ella, ella hacía ciertas suposiciones sobre mí. Ninguna de las dos estaba dispuesta a aclararle las cosas a la otra. Por mi parte, las razones yacían en alguna parte entre el miedo y la fascinación. Temerariamente, me decía a mí misma que eso se arreglaría solo con el tiempo.

Capítulo Cuatro

Madriguera de Conejo

    Esa noche me senté en la sala de estar y la televisión estaba encendida a mitad de una serie de suspense que mantuvo mi cerebro ocupado hasta que mis párpados empezaron a cerrarse. Eran alrededor de las diez y media y yo creía que Lark se había quedado dormida cuando su sombría forma apareció en el umbral de la puerta con pelos de loca que salían en todas direcciones. Extendí la mano para encender la lámpara a mi lado y sonreí mientras ella miraba la pantalla cóncava.

    "Hola, ¿estas bien?" Pausé el episodio y su cara decayó cuando pararon las imágenes. "Ven a ver la tele si quieres."

    Correteó hacia el otro sofá y miró hacia la pantalla con impaciencia.

    "¿Qué lenguaje es ese?" fue la única frase que pronunció antes de un lapso de silencio.

    "Alemán."

    Mientras su absorta concentración permanecía plena en la tele esa noche, yo descubrí que mi propia atención se desviaba, que me giraba con frecuencia para observar sus expresiones faciales y reacciones mientras ella observaba el desarrollo de los eventos, que posiblemente no podría seguir muy bien. Permanecía callada; sin quejas sobre el idioma ni los subtítulos, sin preguntas sobre la trama. Solo ahí sentada con las rodillas dobladas hacia el pecho, labios ligeramente separados, pañuelo apretado entre los dedos, sonándose la nariz periódicamente. Miraba la pantalla como si esta fuese algo sobrenatural de lo que su mente no podía distraerse ni por un momento. Ella aguantó hasta la una de la madrugada, antes de que yo, con otra mirada robada, notara que se había quedado dormida con la cabeza apoyada en el reposabrazos.

    Apagué la televisión, me acerqué y la desperté.

    "Vamos, hora de ir a la cama."

    "Quiero quedarme a ver la tele," protestó adormilada.

    "Mañana," le prometí y la insté a subir las escaleras.

    Exhausta yo misma, su espontáneo sopor ofreció una oportuna excusa y ella se volvió a dormir en cuanto su cabeza tocó la almohada. Parecía tan apacible: respirando por la nariz, con la boca cerrada, el rubor desaparecido, una imagen de descansada perfección. Algo se agitó en mi interior y, sentándome en mi propia habitación, abrí un documento de Word y comencé a escribir sobre mi extraña invitada.

    El plan para comenzar un diario no era nuevo, se había estado gestando durante un tiempo, pero la concepción embrionaria parecía más un manifiesto de mi trabajo de interpretación y reminiscencias de la infancia. Ahora, aquí estaba yo en casa de mi madre, rodeada de recuerdos. Era el momento ideal para explorar el pasado y mis dedos escribían sobre Lark. Cuestionaban, teorizaban, romantizaban, construían las bases de un personaje del que yo no sabía casi nada. Era más fácil escribir sobre ella que pensar con demasiada profundidad en aquello por lo que ella había pasado. Pero mientras mi imaginación se desbocaba sobre la página, la mayor parte de mis registros parecerían a una versión posterior de mí misma, ingenuos y sencillos.

    Mal concebidos como estaban, ofrecían una idea de lo que había estado pasando, al menos en mi mente, durante esos primeros días. Mi inocencia ante las circunstancias reales de Lark difícilmente era sorprendente, lo que era sorprendente, al repasar las reflexiones escritas, era que yo hubiese hecho tan poco esfuerzo por descubrir la verdad. Había al menos dos sólidas razones por las que yo me premiaba por esto. La primera era que yo no quería intimidar ni asustar a la chica con algo a lo que creía que ella había estado sometida toda su vida. Y la segunda era que yo estaba disfrutando de su misterio. Repasar todas mis interacciones con ella era un egoísmo deplorable. Bajo el disfraz de ayuda y protección, yo la atesoraba. Las emociones expresadas mediante mis palabras pintaban el complicado cuadro de una observadora insegura sobre si estaba rescatando o siendo rescatada... un detalle que Hamish, más adelante, me propondría estudiosamente.

    La mañana después de mi primera entrada en el diario, yo estaba junto a la encimera de la cocina batiendo una mezcla de tortilla. La radio que mi madre mantenía junto al microondas estaba programada en una emisora local que tendía hacia la música rock de los ochenta y los noventa. Era un extraño consuelo escucharla mientras cocinaba e imaginaba a Cait haciendo lo mismo. Yo estaba moviendo la cabeza al ritmo y cantando Here I Go Again de Whitesnake cuando un maullido detrás de mí demandó mi atención y di media vuelta teatralmente, confiando en que solo Guido estaba viendo mi actuación. Por supuesto, Lark estaba de pie en la puerta y una risita alegre se reproducía en su boca.

    "¡Buenos días!" Sonreí brillantemente. Guido se acercó sigilosamente a su cuenco y se sentó a esperar.

    "Buenos días." Lark estaba radiante, las altas horas de anoche no habían retrasado su recuperación.

    "Tienes buen aspecto. ¿Hay hambre?"

    "Mucha. ¿Puedo ayudarte?"

    "Claro que puedes, puedes darle de comer." Asentí hacia el paciente felino. "Hay paquetes de ración en ese armario. Solo uno, le gusta más el sabor a pescado, pero cualquiera está bien."

    "He soñado en alemán hoy," dijo emocionada abriendo el armario.

    "¿En serio?" Me reí. "No sería una pesadilla, ¿verdad?" La serie que habíamos estado viendo era de miedo.

    "Nop. Un sueño normal."

    "¿No te dejan ver la televisión en el asentamiento?" Estaban brotando intentos del hábito de colar alentadoras preguntas para hablar sobre sus orígenes, como su hábito de no morder el anzuelo.

    "No, es asombrosa." Asintió con esa sonrisa, que me dejaba sin respiración a mitad de la tráquea, y vació un paquete en el cuenco de Guido. "¿Puedo ver más esta noche?"

    "Puedes hacer lo que quieras. La papelera de plástico está bajo el fregadero."

    Ella se acercó y me observó verter la mezcla de tortilla en una sartén. Cuando le di a ella la espalda, me agarró del brazo, haciéndome saltar con la sensación de que sucedería lo mismo que la primera vez que me había agarrado de la muñeca. La sensación se evaporó rápidamente.

    "Gracias por todo lo que has hecho," dijo cuando me encontré con sus muy abiertos ojos. "Pero no necesito quedarme en la cama hoy."

    "¿Quieres irte a casa?"

    "No." Miró por la ventana. "Pero me siento bien, ¿puedo hacer algo útil?"

    "Eso no es necesario, no deberías hacer esfuerzos."

    "Es que estar en la cama me está volviendo loca... Es el silencio." Su expresión se ensombreció. "Me afecta. Empiezo a pensar y..." Negó con la cabeza. "Al menos tienes música aquí abajo, eso es agradable."

    "¡No voy a obligarte a volver a la cama! ¿Qué tal esto? Después del desayuno, me ayudas a encender el fuego en el salón y te enseño a poner la televisión. Puedes pasar el rato ahí y ver lo que quieras."

    "¿En serio?"

    "Sí, claro. No hay necesidad de estar en silencio cuando tienes Internet ilimitado. No puedo ni imaginar cómo sería tener acceso por fin a una cornucopia virtual de entretenimiento multimedia. Siempre y cuando te mantengas caliente."

    "¡Ajá!" Aplaudió emocionada y yo sentí un aleteo en el pecho. Su felicidad era algo alarmantemente hermoso.

    Y así matamos la mañana, yo familiarizando a Lark con la televisión y, desde ahí, con la tablet y con la búsqueda en Google. Ella aprendía extremadamente rápido y, para el mediodía, había echado raíces en el sofá, muy absorta en probar programas de Netflix y hacer referencias cruzadas en IMDb [9]. Se negaba a descartar nada sin verificarlo a fondo, pero solo veía avances y anuncios. Revisaba sistemáticamente los programas uno por uno, añadiendo ocasionalmente uno a la lista de visualización, como si tuviera un trabajo que hacer. Eso me resultaba gracioso, pero ella estaba feliz y ocupada y yo no tenía ninguna duda de que el proceso la mantendría distraída de sus crueles pensamientos y la cansaría.

    "¿Vas a ver tu serie alemana?" preguntó durante la cena.

    "Puedes poner algo que te guste. Quizá prefieras algo más alegre."

    "Me gusta la tuya, es rara y ahora que he leído sobre ella, entiendo mejor lo que está ocurriendo."

    Se quedó dormida en el sofá y, de nuevo, la insté, bajo una ligera protesta, a que subiera a la cama.

    Al día siguiente, me pidió que le explicara los electrodomésticos de la cocina y de la sala de la colada. Como yo sospechaba que ella intentaba participar en las tareas del hogar porque estaba acostumbrada y sentía que me debía algo, discutí inicialmente con ella, pero ella fue insistente.

    "Quiero aprender sobre todo, lo necesito."

    "Pero seguro que habrás usado un microondas y una lavadora antes, ¿no?"

    "No," dijo en voz baja y desvió la mirada. "Lo siento."

    La situación me confundió por completo, pero verla deprimida o arrepentida sobre algo no era aceptable.

    "Bueno." Sonreí cuando ella alzó la vista. "Te lo enseñaré todo."

    La entrené en los electrodomésticos de la cocina y el equipo de lavandería. Su falta de experiencia con todas y cada una de las comodidades modernas era desconcertante, y su entusiasmo por todo, desde el lavavajillas hasta la tetera eléctrica, era altamente contagioso. Una vez más, me encontré fantaseando con que ella había salido de otra época.

    Ese día limpió con la aspiradora toda la casa con briosa determinación y, cuando la devolvió a su sitio, yo la pillé acariciándola como si fuese una mascota y dándole las gracias. Incapaz de contenerme, me reí bien alto y ella se dio la vuelta para mirarme con un furioso rubor en la cara.

    "Perdón. Es que eso ha sido demasiado bonito," dije y ella sonrió tímidamente. Sacó una antigua foto del bolsillo y la agitó hacia mí.

    "¿Esta eres tú?"

    "Sí." Tenía unos siete años y se me veía completamente enojada por que me habían hecho una foto. "¿Dónde has encontrado eso?"

    "Atrapada detrás de una de las estanterías de libros. Estabas un poco rellenita."

    Di una risita ante sus palabras y admití: "Sí, lo estaba. Yo no tengo un metabolismo rápido."

    "Esto es solo grasa de bebé, seguro que la perdiste rápidamente."

    "Con algo de serio trabajo duro. A diferencia de ti, yo necesito mantenimiento. Gracias por limpiar, deberías vegetar un rato."

    "¿Vegetar?"

    "Relajarte."

    Parecía que estaba feliz de ayudar con cosas prácticas, si no más. Las expresiones de preocupación que yo captaba a veces cruzando su rostro mientras ella estaba con la tablet eran tan contagiosas como su entusiasmo.

    Ella insistió en ayudarme esa noche con la cena, y una cosa destacó entre todas las demás: ella no tenía absolutamente ninguna experiencia en la preparación de alimentos. Eso era raro, yo había asumido que cocinar era una de las pocas cosas que no solo se les permitía a las mujeres, sino que se las obligaba a hacer en una segregada secta religiosa. Según lo que había leído, a las mujeres generalmente se les asignaba el papel de amas de casa y de cuidadoras de bebés. Dado que Lark ni siquiera tenía un conocimiento básico de cómo preparar una comida, solo pude especular que sus tareas habían estado involucradas en otras áreas y no me sentía del todo cómoda con cuáles podrían haber sido estas. Sin considerar una alternativa a la teoría de Hamish, salté a conclusiones de lo más inquietantes, alimentando aún más mi necesidad de dar refugio a mi extraña visitante.

    Con la radio encendida, estábamos cortando verduras cuando vi una cucaracha corriendo por la pared de la cocina y hacia la parte inferior del mostrador.

    "¡Joder!" Chillé histéricamente, solté el cuchillo y busqué al tacto el aerosol bajo el fregadero, dirigiendo mis ojos hacia los bajos del mostrador para vigilar a la escurridiza bestia. Por supuesto, yo no encontraba el aerosol por ninguna parte y debí de haber montado un gran escándalo porque Lark estuvo a mi lado riéndose de mí. "¡Es una cucaracha! Debe de haber entrado por la ventana, ¿por qué demonios la dejé abierta?"

    "Por Guido." Dijo.

    "Cierto. ¡Guido!" Él atraparía con placer al maldito bicho. "Nunca está cuando le necesito." Pillé un periódico y comencé a dar círculos con cautela por la zona. "No son comunes aquí, tal vez no haya entrado por la ventana." No me gustaba pensar de dónde había salido: donde había una, normalmente había más.

    "No te va a hacer daño," dijo Lark con alegría. "¿Por qué quieres matarla tanto?"

    "No me gusta matarlas, pero si no lo hago, esa vendrá a por mí. Pasaré el resto del tiempo en esta casa sintiendo que me sube por la espalda o por los pantalones. Estas cabronas siempre te encuentran."

    "A mí no me persiguen. Tal vez sea tu olor."

    "Ey. Eres una grosera de mierda."

    "¿Por qué?" Me miró inocentemente. "A mí me gusta tu olor. Si yo fuera ellas, también iría a por ti."

    "Ay, Dios mío" [10], me reí. "Lo retiro, eres adorable."

    "¿Lo soy?"

    "Sí. ¿Me vas a ayudar ahora? Esto es serio, tenemos que pillarla. No te va a gustar tampoco que una termine en tu cama."

    "Lo que tú digas."

    Para mi diversión, Lark se disculpó con el aplastado cadáver antes de deshacerse de él. Sí, ella era adorable. Si Lark fue la primera persona que me hizo cuestionar si existían personas con corazones puros, también fue la primera persona en presentarse como posible candidata. Para mí, era casi incomprensible que se mostrara tan amable después del trato que yo creía que ella había sufrido a manos de su propia familia.

    Las limitadas formas en que traté de hacerle hablar sobre su pasado eran rechazadas constantemente. Aquello seguía siendo el elefante en la habitación, el cual yo estaba casi tan indispuesta a enfrentar como ella. Latente en mi mente estaba la idea de que el oso de peluche había pertenecido a otra persona del asentamiento, una niña, tal vez una hermanita o, peor aún, un bebé que ella había dejado atrás. Ella nunca hacía referencia a la familia, no mencionaba a Dios ni nada espiritual y no mostraba signos de que le hubieran lavado el cerebro a favor o en contra de nada. Sus intereses eran amplios y sin prejuicios.

    Guido no se presentó a cenar esa noche ni hubo señales de él a la mañana siguiente, y yo comencé a preocuparme. Él había salido a pasear antes, saltándose comidas ocasionalmente, pero nunca en un entorno como este. ¿Y si había caído en una trampa para animales o se había comido algo venenoso? Tenía la mala costumbre de masticarlo todo.

    Después de tres días nublados, un tímido sol osó revelarse el sábado por la mañana, asomando por el horizonte hacia el Oeste mientras Lark se daba una de sus excesivamente largas duchas.

    Observándola a la mesa del desayuno, arriesgué una sugerencia.

    "¿Quieres venir a pasear por Fountain Creek? Hace un día precioso y probablemente te vendría bien un poco de aire fresco, solo si estás lo bastante fuerte." Mi línea de pensamiento era que ella podría ser más abierta si estábamos solas al aire libre y en movimiento, donde no pudiera distraerse con pantallas ni sufrir la incomodidad de una confrontación cara a cara.

    "Eso suena bien." Cortó delicadamente con cuchillo y tenedor una sección de patatas fritas y se la metió en la boca antes de sonreírme.

    "Podemos llamar a Guido. Estoy preocupada por él."

    "Mm, tonto Gwidsy [11]. Volverá."

    El apodo que le dio me hizo sonreír.

    "Por la cuenta que le trae, amo a ese maldito gato."

    "Él sabe que lo tiene bien contigo."

    Me alegré de que la sugerencia no hubiese sido vigorosamente rechazada. Si se hubiese mostrado reacia a aventurarse otra vez en el bosque, no me habría sorprendido. Que estuviera dispuesta era una buena señal, ella comprendía la necesidad de movimiento y aire. Las botas que le presté eran una talla demasiado grande y ella lo compensó usando tres pares de calcetines. Quizá pudiera llevarla a comprar unos zapatos nuevos en algún momento, guardé la idea en el fondo de la mente. Ella estaba muy atractiva, toda envuelta en ropa gruesa, no sufriría de frío esta vez.

    "Por si acaso," dije y le lancé a las manos un bote de aerosol antiosos. Estudió el bote con curiosidad durante varios segundos antes de guardarlo en el bolsillo del abrigo.

    El arroyo había cambiado a lo largo de los años, su camino se movía más hacia el Este, por lo que había una sección rocosa, pero bastante clara, en su lado occidental que se podía seguir fácilmente. El canto de los pájaros y el suave goteo del agua sobre el lecho pedregoso eran los únicos sonidos. El sol brillaba sobre la superficie del arroyo y la brisa era fresca pero suave.

    Todo en el entorno me relajaba. Había caminado mucho por este arroyo cuando era niña, lo había usado para escapar de la casa y de la tiranía de Cait. Lark, sin embargo, estaba vigilante. Escaneaba los boscosos alrededores con ojos escrutadores y sus pasos eran apresurados, como si se sintiera incómoda al permanecer en un mismo lugar mucho tiempo. Caminamos durante unos buenos veinte minutos antes de comentar.

    "Aún tienes miedo de ser vista." Dicho suavemente, no lo expresé como una pregunta, no quería darle la oportunidad de negarlo. "Cuéntame algo sobre de dónde vienes."

    "¿Te refieres al asentamiento?"

    "Sí. Todas esas marcas que tienes, los moretones, ¿ellos te hicieron eso?"

    "Me hicieron daño. Todos los días me hacían daño, yo siempre estaba asustada. No había nada bueno allí."

    Las palabras fueron pronunciadas mecánicamente, haciendo que me doliera el pecho y me tentara a cambiar de tema hacia cosas más felices. Pero el tema se había abierto con éxito y necesitaba aprovecharlo al máximo. Quise preguntarle por qué le hacían daño, si era porque ella no se ajustaba a su sistema de creencias, pero noté que, sin importar las razones que ellos dieran, no había excusa para ello. Ella había sufrido abusos y eso me ponía de los nervios.

    "Podrías hacer que los arresten, ellos no están por encima de la ley." No respondió. "Me alegra que tuvieras la fuerza para marcharte de allí."

    "Entonces," comenzó vacilante, su tono se transformó, "¿aprobarías que yo hubiese hecho algo malo para protegerme?"

    "Claro que sí." No lo dudé, pero entorné los ojos, pensativa, mientras ella seguía caminando. "¿Hiciste algo malo?"

    Simplemente negó con la cabeza sin mirarme. Yo no podía imaginarme a Lark haciendo algo particularmente terrible, y lo que fuese que había hecho habría sido en defensa propia, así que no presioné el tema.

    "¿Tienes marido?" Pregunté.

    "No," dijo volviéndose para mirarme brevemente, con sorpresa.

    "Eso es bueno, supongo." Interesante. Si no hubiese sido por su reveladora reacción, yo podría haber sospechado que era mentira. Por lo que había leído, la presión para casarse joven en esos sitios era intensa. ¿Presión? No, era más bien una fuerza absoluta. Aunque no sería oficial si la habían obligado a contraer un matrimonio polígamo. Y si ella fuese la primera esposa, podría generar problemas legales si decidía no regresar. "Entonces, ¿eran tus padres quienes te trataban mal? ¿Otra familia?"

    "No quiero hablar de eso." Caminó lastimosamente delante de mí.

    Me detuve y me senté en una roca. En unos momentos, Lark se dio cuenta y dio media vuelta, se acercó y se agachó frente a mí.

    "Tienes que contarme algo," dije en voz baja.

    "¿Qué?"

    Preguntar por su familia no estaba funcionando; Cambié de rumbo.

    "¿Qué viste cuando me tocaste esa primera vez? ¿Tienes algún tipo de sensibilidad psíquica?"

    Me miró con aprensión. Queriendo influir para que su respuesta fuese honesta, la miré a los ojos con un tierno ánimo.

    "Te vi el corazón," comenzó lentamente. "Sucede mediante el contacto físico, una especie de transferencia. Vi una combinación de emociones y recuerdos. No mucho, pero suficiente."

    Esta era una respuesta honesta, tono sincero, mirada abierta, inquebrantable.

    "Dijiste que yo tenía muchas caras. ¿Así es como supiste el nombre de Belén?"

    "Vi otros nombres, Mia, Julie, Taryn, pero Belén era el más fuerte. Fue confuso porque así es como te ves a ti misma, no te sientes real ni sabes quién eres. ¿Por qué tienes tantos nombres?"

    Hubo una calmada certeza en su voz al decir estas cosas, dejándome sin dudas sobre su habilidad. Los otros nombres eran personajes que yo había interpretado, papeles en los que había trabajado durante largos períodos de tiempo.

    Me encogí de hombros, impulsada a reflejar su propio secretismo. A ella no pareció importarle.

    "¿Qué se siente? ¿Al hacer eso?" Pregunté.

    "¿Contigo?" Miró hacia el agua y yo creí detectar un leve rubor en sus pómulos. "Fue agradable. Tanto espíritu y comprensión... supe que no tenía que tener miedo de ti."

    "¿Puedes hacer eso siempre que tocas a alguien?"

    "Esto requiere estar abierta. En el sofá aquel día, sucedió accidentalmente porque ambas éramos vulnerables."

    "¿Sabe alguien que puedes hacer esto? ¿Lo sabe tu familia?"

    Bajó la cabeza asintiendo, tomó un palo y empezó a hurgar en el suelo pedregoso. La respuesta no era convincente. Tal vez la habían tratado mal por esas peculiaridades. En el pasado habían quemado gente en la hoguera por menos.

    "Aún tenías miedo de mí después de que eso ocurriera." Una observación más que una pregunta.

    "Puede hacerse daño sin intención." Lanzó el palo al agua y se puso en pie. "¿Volvemos?" Parecía drenada. No habíamos visto señales de Guido, pero habíamos caminado más que suficiente.

    "Sí," coincidí, y la seguí mientras ella ponía marcha de regreso hacia Linwood.

    "¿Tienes miedo de mí?" Las palabras fueron tranquilas, como si ella temiera mi reacción, y fueron lanzadas sobre el hombro, así que yo casi no las oí.

    "Un poco." Ni lo negué ni oculté mi sorpresa ante la pregunta. "Pero no en el mal sentido, esto es nuevo para mí. No sabía que era posible tener un don como ese."

    Se detuvo y se volvió para mirarme. "¿Don?"

    "Eso es algo increíble, Lark."

    Me estudió durante un momento antes de girarse y continuar en silencio.

    Esa fue la primera vez que me ofreció una verdad, yo había preguntado y ella me la había dado, no era mucho, pero era una gran revelación. Había mostrado incertidumbre sobre mi reacción, pero había confiado en mí de todos modos y yo no iba a menospreciar el salto de fe. Eso me satisfizo por el momento, y alimentó las llamas de mi diario más tarde. Detrás de todas las preguntas sobre esta habilidad suya, la mención de hacer daño sin intención permaneció. Eso era una nueva motivación para saber más, siempre más. Lark terminando herida por simple ignorancia no era una idea con la que yo pudiera lidiar.

    Ella estaba acurrucada frente al televisor después del almuerzo, cansada pero relajada.

    No había nada inadecuado en lo que me dijo ese día, yo había puesto la pelota en marcha y me reconfortaba saber que ella no estaba totalmente cerrada a revelar cosas sobre sí misma. Como todo con Lark, esto requeriría paciencia, yo no tenía ningún problema con ello. Estaba disfrutando de su compañía. Su luz, su tribulación, me daba sustancia, algo que yo había echado de menos durante demasiado tiempo. Ella reemplazaba la exploración de los recuerdos, y mi psique interior y su presencia se estaba convirtiendo en algo sin lo que no quería estar. Imaginar lo vacía que sentiría la casa cuando ella se marchara me hacía pensar que probablemente también yo me marcharía bastante rápido una vez que eso sucediera, sin haber cumplido ningún plan original para resolver mis problemas.

    En un esfuerzo por combatir esta rutina, me aventuré esa tarde al ático por primera vez y comencé a evaluar la situación. Multitud de trastos se habían recolectado y almacenado allí a lo largo de los años, en pilas y encima de los estantes, y encontré de inmediato artículos que me emocionaron. Para mi sorpresa, Cait había mantenido muchas cosas de mi infancia: cajas de libros de cuentos de hadas de los hermanos Grimm, juegos de ordenador y videojuegos, juguetes de plástico e incluso trajecitos para bebés.

    Todas estas cosas y ninguna de ellas había significado tanto como aquel osito que ella había tirado. ¿Por qué había insistido ella tanto en deshacerse de lo que yo más amaba? Retrocediendo, me recordé oportunamente que había una buena razón por la que yo había dejado de intentar descifrar los zumbados motivos de mi madre hacía mucho tiempo.

    Pasé una buena hora escarbando solo en una caja, en un vago estado de conmoción por lo que estaba viendo, antes de darme cuenta de que mi vejiga estaba a punto de explotar. Frenéticamente, bajé corriendo al cuarto de baño. Sintiéndome al salir un diez por ciento más ligera, me pausé en el pasillo y escuché. Boquiabierta y con cejas alzadas, lo que escuché tuvo un impacto aún mayor que mis libros de bebé. De escaleras arriba desde la sala de estar llegaba el sonido de un diálogo en español: mi dialogo en español. Reconocí la escena de inmediato, era de uno de los primeros papeles importantes que yo había interpretado en una telenovela llamada «De otro mundo» [12].

    Asomando la cabeza por la entrada de la habitación, localicé a Lark, quien me sonrió y señaló la pantalla.

    Me acerqué a la televisión, donde la tapa de un DVD se posaba al lado. "¿Dónde has encontrado esto?"

    "Estaba en el armario." Asintió hacia el mueble debajo de la pantalla. "¿Esta es tu casa o no?"

    "Qué jodidamente raro," murmuré. "Esta era la casa de mi madre."

    "Esa es Julie," dijo Lark aún sonriendo. "Estás diferente y hablas en español, pero eres tú."

    Ella estaba convencida y yo apenas pude discutir con ella.

    "No puedo creer que mamá tuviera esto." Imaginarla sentada aquí viéndome en algunas de estas escenas era humillante. No tuve mucho éxito al intentar asegurarme a mí misma que probablemente mi madre no las había visto.

    "Por eso no te sientes real. ¿Por qué no me lo dijiste?"

    "No juegues esa carta conmigo," le dije con una sonrisa; era difícil no apreciar la expresión de alegría en su rostro. "Tú nunca me cuentas nada sobre ti. Además, es raro lo mucho que sabes sin que te lo digan."

    "Besaste a una mujer, estás con una mujer."

    "Sólo es una estúpida telenovela, apágala."

    "No, me gusta." Escondió el control remoto en el regazo.

    "Hmm, estaré en el ático," dije y salí de la habitación. Ella iba a aprender habilidades vitales sin ningún esfuerzo por mi parte y bastante rápido viendo esa mierda, pensé distraídamente.

    Otras dos horas absorta en las cajas del ático después, por fin emergí sintiéndome desorientada, fuera de contacto con la realidad. Ese era el estado perfecto para que la compañía de Lark asistiéndome con la cena ayudaría a disipar la negativa nostalgia. Ella era persistentemente brillante y refrescante. A medida que recuperaba la salud, su apetito se volvía voraz. Comía mucho, sin dejar ni una miga en el plato. Segura de que me había mentido al explicar su demacrado estado como una simple anomalía metabólica, la alimenté. Mis habilidades en la cocina se estaban perfeccionando. Adoraba que alguien disfrutara de mi comida y yo encontraba el proceso de enseñarle tan satisfactorio como ella aprendiendo.

    "Di algo en español," demandó mientras rodaba un poco de masa, con pegotes de harina manchándole la piel. Eran más de las cinco y yo me estaba tomando mi tiempo, mostrándole cómo hacer una pizza desde cero.

    "Honestamente me asustas, pero está bien, me gusta." [13]

    Ella rió y aplaudió con júbilo, echándose más polvo de harina a la cara. "¡Tienes que enseñarme! Qué hermoso idioma. Pensé que el alemán era divertido de oír, pero esto..."

    "Apuesto a que no hay un idioma en el planeta que no te guste." Su habilidad para sacar placer de las cosas era indiscriminada.

    "¿Cuál es tu idioma menos favorito?"

    "Um... supongo que el húngaro estaría ahí arriba, es un poco duro para los oídos."

    "Necesito oírlo. Bueno, ¿es de ahí de donde eres? ¿De España?"

    "Mi padre lo es. Se mudó a México cuando tenía veintitantos, se involucró en la televisión y eventualmente se convirtió en un agente de talentos allí."

    "Este título «De otro mundo»... ¿Lo he dicho bien?"

    "Bastante bien, estoy impresionada."

    "¿Qué significa eso?"

    "La traducción literal al inglés sería, «of another world»."

    "Julie es un personaje interesante. No es simpática, pero sí interesante. Le gusta jugar con la gente." Había visto varios episodios mientras yo pasaba la tarde en el ático y parecía bastante fascinada.

    "Es una perra," dije llanamente.

    "Sí," coincidió. "Me alegra que tú no seas así, pero quiero saber qué es lo que la motiva. Tú eres una buena actriz, tú la sientes, ¿no?"

    "Desafortunadamente."

    "Yo quiero sentirla también."

    Me bloqueé a mí misma para no discutir con ella, si quería sentir a Julie, que la sintiera. Tal vez así pudiera ser capaz de apreciar ser Lark.

    "Comprometerse con un papel como ese no es algo tan fácil," suspiré. "El método de interpretación requiere una inversión emocional potencialmente peligrosa, especialmente durante un período de tiempo prolongado. A menudo me odiaba a mí misma al interpretar a Julie. Eso puede succionarte la vida."

    "No me extraña que tus adentros estén revueltos, tú te entregas a ello."

    "No sé por qué, al final, es solo una tonta telenovela." La acidez en mis palabras salió de la nada incluso para mí, tal vez mi futuro estaba en una dirección diferente.

    Mientras colocaba un cuenco en el lavavajillas, sonó el timbre de la puerta y Lark me miró con pánico. Usualmente, yo podía oír desde la cocina cuando un vehículo se detenía en el camino de entrada, pero la radio de fondo lo había ahogado hoy.

    "Probablemente solo sea Hamish," dije y ella se escapó hacia la sala de estar.

    "Pensé en pasarme a ver a tu paciente," explicó él mientras me seguía al interior. Lark estaba sentada en el sofá fingiendo estar absorta en un libro. "Hola, Lark." Hamish le sonrió.

    "Hola." Su respuesta fue robótica y ella mantuvo obstinadamente los ojos en la página.

    "Tienes mucho mejor aspecto. ¿Saf te ha estado cuidando?"

    "Sí."

    "Su temperatura ha vuelto a la normalidad y su tos está disminuyendo. Fuimos a dar un buen paseo por el arroyo hoy."

    "Bien, bien. ¿Tienes algún dolor persistente?"

    Ella negó con la cabeza y dejó el libro, pero se sentó rígidamente y se concentró en las llamas de la rejilla mientras Hamish le palpaba las glándulas, le escuchaba los pulmones y le pedía que tosiera. Ella hizo lo que le pidió, pero no parecía muy cómoda con su proximidad. Debido a esto, yo me olvidé de sacar a relucir la herida en el cuello, estaba sanando bien de todos modos.

    "Me gustaría tomar una muestra de sangre, solo para estar seguro." Él guardó su estetoscopio y rebuscó en su bolsa.

    "No." La voz de Lark fue alta, indiscutible y yo la miré con sorpresa. "Nada de sangre."

    Hamish me miró a los ojos con una ceja levantada.

    "Solo será un segundo y no duele." Ella había sufrido últimamente un dolor mucho peor, pensé yo.

    "Nada de sangre," repitió ella con firmeza y yo la estudié.

    "¿No te gustan las agujas?" Ella negó con la cabeza enérgicamente y yo me encogí de hombros hacia Hamish. "Ya has oído a la mujer, nada de sangre." Mantuve mi tono suave. "Esto no es necesario, de todos modos, de veras está mucho mejor."

    "Sí, pero..." Hamish parecía un poco molesto. Se quedó observando la habitación durante unos segundos y luego me miró. "¿Puedo hablar contigo fuera un minuto?"

    Oh, hermano, ya empezamos, pensé y me levanté reluctante.

    "¿Qué esta pasando?" preguntó él volviéndose hacia mí cuando llegamos al lado de su Range Rover en el camino de entrada.

    "¿Qué problema hay? ¿No te suenan mejor sus pulmones?"

    "Preferiría sacar un poco de sangre, pero probablemente ella se pondrá bien." Me miró con el ceño fruncido. "No confía en mí."

    "Al menos te ha hablado esta vez, ¿cierto?"

    "No te hagas la tonta conmigo."

    "No me atrevería. Dime lo que tienes en mente." Me froté los brazos. "Y date prisa, hace frío aquí fuera."

    "Me pones de los nervios, chica. Mi preocupación es que puede que ella no confíe en nadie, no puedes permitir que se vuelva dependiente de ti. ¿Te ha dicho por qué se escapó?"

    "Ha admitido que le hacían daño, dijo que siempre estaba asustada allí."

    "¿No ha dicho nada sobre volver allí?"

    "No."

    "¿Qué más?"

    "No está casada." Eso, al menos, era verdad. "Supongo que fueron sus padres u otra familia quien la trataba mal, pero ella no quiere hablar de eso."

    "Vas a tener que empezar a hacerle preguntas prácticas en algún momento, no puedes refugiarla para siempre."

    "Si tiene aversión al tema, ¿por qué presionarla? Le hicieron daño, pedir detalles es completamente gratuito. Fuiste tú quien me dijo que tuviera paciencia."

    "La palabra que usé fue gentil. Eres una buena persona por cuidarla y entiendo por qué no quieres estar sola en esta casa, pero..." Se pausó durante un momento con el ceño fruncido y yo me preparé. "Esto te parece bien a ti, tú tienes una vida a la que volver, una carrera. Si ella decide no irse a casa..."

    "Es imposible que..."

    Levantó una mano con irritación. "Déjame terminar. Si decide no volver, no tendrá familia ni trabajo ni dinero ni perspectivas. Quedarse contigo difícilmente es una solución permanente."

    "¿Podrías ejercitar un poco de paciencia? Solo han pasado unos días."

    "¿Por qué no la traes a cenar el próximo fin de semana? Esto es una invitación oficial, a Viv le gustaría conocerla y ella necesita empezar a confiar en otras personas. No es realista que tú asumas toda la responsabilidad."

    "Se lo preguntaré."

    "Ya sabes que solo pienso en lo que es mejor para ella. Podría hablar con algunos de los lugareños sobre conseguirle un empleo, lo único que tienes que hacer es animarla a que se abra un poco."

    No pude discutir con él ni apreciar su sensata lógica. Yo habría preferido permanecer en la placentera burbuja de complacencia en la que había estado durante los últimos días. Y mi interés estaba concentrado en otras áreas.

    "¿Nadie la está buscando?" La situación era confusa. "¿Nadie se ha preocupado por ella?"

    "Tal vez tengan más que perder al encontrarla, no les gustaría que ella apareciera y le contara a alguien de allí lo que está pasando en ese lugar."

    "No hay muchas posibilidades de eso," murmuré con amargura. "La tienen demasiado asustada para hablar de eso. No puedo creer que ni siquiera se hayan molestado en denunciarlo a personas desaparecidas. No dejo de ver esa realidad alternativa en la que ella yace muerta en el bosque, esto es totalmente jodido." Fruncí el ceño en frustración, me estaba dejando llevar. "Perdona."

    "Te estás apegando," dio una risita.

    "Tú lo harás también cuando llegues a conocerla, es inteligente y muy dulce."

    "Y condenadamente dura también, por toda cuenta. Será mejor que me vaya." Se subió tras el volante. "Piensa en lo que te he dicho y hazme saber lo de la cena."

    "Ajá. Conduce con cuidado."

    Lark estaba sentada, aún contemplando el fuego con una expresión vacía, el libro dejado descuidadamente a un lado.

    "¿Estás bien?"

    "Sí." No me miró.

    "Nos han invitado a cenar con Hamish y su esposa la semana que viene. Su nombre es Vivian, te va a caer bien, ella es súper simpática."

    Lo único que hizo fue cerrar los ojos y negar lentamente con la cabeza.

    "Hamish es un amigo, no hace falta que estés tan tensa con él. Si es porque es un hombre..."

    "No es porque sea un hombre." Su respuesta fue rápida.

    "¿Entonces por qué?"

    Tardó un poco en responder, pero creo que se dio cuenta de que la pregunta era importante para mí.

    "Porque es doctor," dijo por fin en voz baja.

    Por primera vez, expresó una pizca de prejuicio del que yo esperaría mucho más. Si le habían lavado el cerebro contra los doctores y le habían enseñado a creer en el poder de la oración, su reacción era comprensible.

    "Eres demasiado inteligente para creer en esa tontería," le dije, tal vez con demasiada dureza. "No tienes ningún problema con tomar la medicación, sabes que eso te ayuda."

    Se le formó una profunda arruga en la frente y se impulsó hacia adelante para quedar posada sobre el mismo borde del sofá.

    "Tengo que salir de aquí," dijo, sus ojos se dispararon por la habitación como buscando por qué dirección huir.

    "¿Qué? ¿Por qué?" Su súbito cambio de comportamiento y su incapacidad para mirarme era alarmante. ¿La había presionado demasiado? ¿Quería volver a su antigua vida ahora? "¿Adónde vas a ir?"

    "¡No cometas el error de pensar que te necesito!" chilló y yo me aparté un poco, acobardada.

    "Cálmate. Es solo una cena, si no quieres ir, no tienes que hacerlo."

    "¡Quiero que me dejen en paz!" Eso estuvo cerca de un grito y las luces decidieron ese momento para apagarse, sumergiendo la habitación en un suave crepúsculo. Ella se mecía ahora adelante y atrás en el sofá, brazos apretados alrededor de ella, indolente al corte de energía.

    "Vale." Inesperadamente picada por el arrebato, di media vuelta y me alejé andando.

    Tuve que reemplazar uno de los fusibles en el sótano y en el fondo de mi mente habitaba la inquietante sensación de que la rabieta de Lark había causado la sobrecarga. No por primera vez consideré la posibilidad de darle algo de dinero y dejar que se fuera. Una idea que fue inmediatamente descartada como aborrecible. Ella podía insultarme todo lo que quisiera, al final seguía siendo esa vulnerable y temblorosa víctima que yo había encontrado en el porche.

    Pasó el resto de la noche acurrucada en posición fetal en la cama, negándose a bajar a cenar. Desconcertada, pero aliviada de que no hubiera insistido en marcharse, le di el espacio que ella necesitaba. Era la primera vez que yo presenciaba el lado oscuro de su estado de ánimo y me pregunté si ella había escuchado a escondidas mi conversación con Hamish. Informé a mi diario de mi melancolía y me fui a la cama temprano.

    La noche era más fría que cualquier otra previa: el invierno se acercaba rápidamente. Me senté en la cama a leer. Había comprado varios libros que se centraban en el fanatismo religioso y los cultos, y yo los guardaba en mi habitación fuera de la vista de Lark.

    Había una verdad culpable en la impresión de que, además de entretenerme con ella, la estaba estudiando. Yo siempre había encontrado que la mente humana era un elusivo acertijo y Lark presentaba un multifacético dilema. No había recursos para aprender sobre su sensibilidad táctil, pero descubrir otros aspectos de su peculiar psicología a través de material de segunda mano era plausible. Hacer preguntas directas había demostrado ser infructífero, así que me concentré en ideas generales que, en ese momento, pensaba que eran un hecho. Aunque había un problema obvio con la información sobre la que yo estaba leyendo en esos libros: yo podía relacionar muy poco de la misma con mis observaciones directas de Lark.

    No consideraba en serio la posibilidad de que ella sufriera amnesia. Debido a lo que creía que era un pasado traumático, asumía que la explicación más probable para la mentira y el secretismo yacía en la simple reluctancia a revelar sus experiencias. Después de todo, yo no era ajena al deseo de pasar página y reinventarme a sí misma: era similarmente feliz de ser evasiva con mi historia.

    Mis párpados estaban comenzando a cerrarse cuando las tablas del piso bajo la alfombra del pasillo crujieron. Alcé la vista y vi a Lark aparecer en el umbral con el osito de peluche aferrado en el estómago. Aplané la cubierta del libro sobre el edredón cuando ella entró en la habitación mirando a su alrededor.

    "¿Estás bien? Hay comida en la nevera si tienes hambre."

    "¿Estás enfadada conmigo?"

    "Siempre. Eres una persona horrible."

    Ella asintió y se colocó un rizo caprichoso y suelto detrás de la oreja solo para que este saltara de inmediato como un resorte de nuevo.

    "Iré a cenar con ellos," dijo con cierta reluctancia. "Si es eso lo que tú quieres."

    "Debes entenderlo, Hamish solo intenta ayudar... La cosa es que," continué torpemente, "yo no voy a estar aquí para siempre. Él y su esposa serían buenos aliados para ti."

    "Te vas a marchar." Eso no había sido una pregunta y ella había asentido con tristeza al decirlo, mirando el edredón.

    "No hasta dentro un tiempo, me aseguraré de que estés bien primero, lo prometo." Traté de mantener mi voz suave pero sentí que, sin importar lo que dijera, la estaba traicionando tanto a ella como a mí misma. Ella volvió a mirar por la habitación con los ojos muy abiertos.

    "¿Por qué tu habitación no tiene un cuarto de baño como la mía?"

    "Tú duermes en la habitación de mi madre. Yo nunca podría dormir allí."

    "¿Por qué no?"

    Negué con la cabeza. No podía expresar en una sola frase lo complicada que había sido nuestra relación y no quería quejarme cuando sabía que los antecedentes de Lark debían de ser mucho peores. Ella aceptó mi silencio y me sorprendió cuando retiró las sábanas y se deslizó en la cama conmigo. No me tocó, pero acercó su rostro a mi hombro, como si mi olor la reconfortara. Yo le había visto hacer lo mismo con su oso, el cual sujetaba ahora debajo de las sábanas.

    "Dormiré contigo esta noche," decidió en voz baja y, dos páginas más tarde, hizo exactamente eso. Su respiración era lenta y constante contra la manga de mi camisa. Ella se estaba contradiciendo a sí misma: había comenzado a necesitarme, a plena vista. Esa era una sensación extraña, confusa y hermosa a la vez; como caer por una madriguera de conejo.

    Temprano a la mañana siguiente, emergí espesamente de la bruma del sueño hacia la íntima sensación de Lark acurrucada en mi espalda, una mano descansaba suavemente en mi caja torácica. Cómo se las había arreglado para acercarse tanto sin despertarme yacía en mi nuevo trote nocturno hacia el mundo de las sombras.

    Desde que tengo memoria, he tenido sueño ligero. Cada ruidito o perturbación me despertaba y era un hábito usar una máscara para los ojos y tapones para los oídos. Al principio, pensé que el peso de mi sueño y la dificultad para salir de él desde que había estado en Linwood se debían a las persistentes secuelas del retiro de la cocaína. Más tarde, cuando el presentimiento se hizo más pronunciado, asumí que tenía que ver con haber vuelto de entre los recuerdos. Con Lark aquí, no había tenido que concentrarme en los demonios de la infancia, por lo que no debería ser sorprendente que estos pudieran colarse durante mis horas inconscientes. Despertar traía consigo la sensación de estar sujeta por algo inmenso, requiría una profunda lucha interna para apartar ese lastre y emerger a la luz del día. Lo que me motivaba a sacudirme esa sensación y afrontar el día era la esencia de este peso; era un sentimiento vacío, solitario y desesperanzado, en el que nadie querría quedarse atrapado. Yo había empezado a hacer ejercicio justo después de despertarme para escapar de ello, una carrera y una ducha funcionaban tan bien que a menudo yo no volvía a pensar en ello hasta la mañana siguiente.

    ¿Me molestaba notar que Lark estaba tan cerca? Sí. Me molestaba porque eso era demasiado agradable. Yací allí durante unos minutos sin moverme, únicamente disfrutando de su cercanía, de su aún adormilada respiración detrás de mí. Su calidez y tacto aliviaban el amenazador peso de mis no recordados sueños.

    La idea de que ella fuese la causa de ellos nunca me pasó por la mente.

    Apenas se movió cuando por fin salí resbalando de la cama y me vestí. Mi carrera fue muy larga esa mañana, el ejercicio me hacía sentir más cómoda con toda la comida que estaba consumiendo. Cuando llegué al extremo oeste de la ciudad y fui a dar la vuelta, los cúmulos se separaron y la luz del sol brillante fluyó a través de ellos. Paré y me quedé mirando la vasta extensión de cielo y luz que se reflejaba en las montañas circundantes. El aire olía a pino, la brisa era cortante en la piel húmeda. Noté lo bien que me sentía, lo bien que me había sentido durante un tiempo. No podía recordar la última vez que había disfrutado tanto de algo tan simple como salir a correr, no sin el uso de una sustancia controlada. Una vez que la oscuridad de la noche desaparecía, estar viva y respirar era una sensación increíble. La idea vino con algo de sorpresa: ¿era así como se sentía Lark? Quizá me había hecho algo al tocarme. Sabía a cierto nivel que eso debería ser preocupante, sentirse así de bien sin estimulantes... Qué extraño.

    Cuando regresé a la cocina, enrojecida y resoplando, ella estaba junto al fogón.

    "Estoy haciendo huevos benedicto."

    "Guao, aprendes rápido. ¿Necesitas ayuda?"

    "No, estoy siguiendo las instrucciones. No sé si resultará bien, pero tengo que intentarlo."

    "Supongo que Guido no ha aparecido aún."

    "Aún no."

    "Maldición." Decepcionada, mi preocupación aumentaba a cada minuto. "Estaré en la ducha."

    El desayuno de Lark estuvo cerca de impecable. Cualquier otra persona y yo habríamos estado resentidos, pero ella estaba muy orgullosa de sí misma.

    "Los has clavado." Negué con la cabeza. "No sé cómo, estoy segura de que me costó al menos setenta intentos para llegar a este tipo de estándar."

    "No me lo creo. ¿Cuándo aprendiste a cocinar?"

    "Era pequeña. Mamá me enseñó. Eso era lo único que podíamos hacer juntas sin que ella perdiera los estribos."

    "¿Cuándo iremos a cenar a casa del doctor?" preguntó incómoda.

    "Le llamaré y lo averiguaré. No hasta el próximo fin de semana. El sábado o domingo."

    "Eso está bien."

    "Tú no quieres ir, ¿eh?"

    "Solo necesito algo de tiempo para prepararme."

    Asentí y traté de no fruncir el ceño, aunque las preguntas asaltaron mi cerebro. ¿Prepararse para qué? ¿Cómo?

    "Son inofensivos. No hay necesidad de preocuparse por eso. Una hora, como mucho, y estaremos fuera de allí."

    "Una hora de hacerme preguntas."

    "Lark," la miré a los ojos con seriedad, "no tienes que contarles nada. Si no quieres responder una pregunta, pues no lo hagas. No es asunto de ellos lo que... Ciertas cosas no son asunto suyo. Creo que solo quieren conocerte."

    "Eso es lo que temo." Volvió a mirar su plato y cambió de tema rápidamente. "Quiero terminar esos episodios de Julie hoy. ¿Te importa?"

    "Lo que quieras, probablemente sabes cómo funciona todo mejor que yo. ¿Sabes?," agregué, "la gente puede llegar a conocerte fácilmente si se ciñe a temas seguros como la televisión y los libros y cómo hacer unos perfectos huevos benedicto. "

    Saqué una pequeña sonrisa con eso.

    Ella estaba en su hogar en la casa y yo me sentía cómoda dejándola sola. Yo, por mi parte, estaba lejos de interesarme en repetir mi antiguo personaje o escenas de «De otro mundo». Al volver al ático, volví a examinar las cajas. De ningún modo podía yo verme completando la tarea de ordenar la casa con este método, pero así me obligaba a enfrentarme a los demonios como había sido mi intención al venir aquí y contribuía a una ligera sensación de logro. Había momentos, al revisar aquellas cajas, en los que sentía un abrumador arrepentimiento por no haber visto a Cait antes de su muerte... la echaba de menos, y eso era raro como el infierno.

    A media tarde, me encontré con un contenedor lleno de fotos antiguas. No solo de ella y de mi padre y de mí de cuando era un bebé, sino de la propia juventud y los padres de Cait. Yo no recordaba mucho de mis abuelos, solo los había visto un par de veces y ellos habían muerto siendo yo muy joven. Al mirar las fotos todo parecía tan normal, una familia amorosa, una niña feliz. Solo saber lo que yo sabía sobre cómo se deterioraría el estado mental de Cait a medida que ella envejeciera les daba un giro más oscuro.

    Fue un alivio que Lark asomara la cabeza por la trampilla y preguntara si podía subir.

    "Por supuesto. Es duro estar a solas con los recuerdos."

    Se sentó de piernas cruzadas en el suelo a unos pocos metros de mí y espió dentro de otra caja.

    Aún repasando un montón de fotos, me congelé cuando ella empezó a recitar algo antiguo y casi olvidado. Su voz tranquila y firme llegó hasta los profundos recovecos de mis recuerdos.

    .".. y las voces coincidieron, «hazlo», dijeron, «bloquea las emociones no alimentadas»

    Pon fin a la vida, pon fin a la risa, acto hecho de ahora en adelante.

    Pero las armas no quieren cesar, así que la vida sigue ceñuda

    Pero los ojos y la cabeza tan claros, ocultan la risa que no estuvo ahí

    Así el mundo va yendo, rutina y horario aún fluyendo

    ¿Y bloquea el placer el dolor? ¿Fue el pasado digno de la ganancia futura?

    Salvada de la muerte, hiciste un acto, y en sus murmullos, las voces coincidieron... " [14]

    Se detuvo y me atraganté con el trozo de bilis que me subió por la garganta. No fue mucho y, aún así, fue demasiado. Ella había pronunciado las palabras exactamente como yo las había pretendido... y yo pensando que las fotos eran difíciles de tragar. Abrí los ojos lentamente y la examiné, ella sostenía sin apretar el viejo y descolorido diario en las manos y tenía la cabeza inclinada, observándome, un ceño fruncido.

    "¿Dónde has encontrado eso?" Conseguí croar, inquieta.

    "Aquí mismo, arriba del todo." Indicó la caja junto a ella.

    "Llevo mirando estas cosas durante horas y tú lo localizas a la primera." Ojalá algo sobre esta chica tuviera sentido de vez en cuando. "No puedo creer que mi madre guardara eso." Prefería la idea de ella viendo mi actuación que leyendo esas malditas cosas. Quise arrebatarle a Lark el libro, correr escaleras abajo y quemarlo en el fuego, pero la idea de tocarlo me aterraba.

    "Tú escribiste esto..." Sonó tan enervada por ello como yo. "¿Qué edad tenías cuando escribiste esto?"

    "Supongo que unos doce, tal vez trece." Debía de haber sido una de las últimas entradas del diario. Yo no quería pensar en eso.

    "Es oscuro, Saffron."

    No lo dijo en voz alta, pero me di cuenta de que lo estaba pensando: querías suicidarte.

    "Oscuro, sí. Yo estaba en un mal sitio la mayor parte del tiempo entonces."

    Mirando fijamente la foto de mi madre, aún apretada entre mis dedos, me moví incómoda. Alfileres y agujas y calor comenzaron a abrirse camino a través de mi cuerpo. Cerré los ojos y comencé a contar.

    "¿Qué pasa?" La voz de Lark estaba llena de preocupación, se meció sobre las rodillas para acercarse más y me tocó el brazo.

    "Sólo dame un minuto." Le aparté la mano. Después de varios segundos en los que estuve segura de que ella me estaba observando con diversión o disgusto, volvió con la mano, esta vez deslizando los dedos alrededor de la piel de mi muñeca con firmeza, pero no tan dolorosamente como aquella primera vez. Las náuseas y los temblores remitieron de inmediato. Por lo general, tardaban unos minutos en despejarse, nada parecido a esto; la paz me recorrió como un medicamento. Levanté la cabeza tímidamente y rodé los ojos por el desordenado ático antes de permitir que se posaran sobre Lark, quien finalmente retiró la mano de mi muñeca.

    "Tú hiciste eso," jadeé. "¿Cómo hiciste eso?"

    Se encogió de hombros y jugó ociosamente con las páginas del diario entre sus manos mientras yo la miraba perpleja.

    "Eres sanadora."

    "¡No!" Su respuesta fue aguda y algo feral entró en sus ojos. "No debes pensar eso, no soy sanadora en absoluto."

    "Me quitaste el ataque de pánico..."

    "Siento cosas, eso es todo. Puedo aceptar sentimientos y; tal vez, en el estado correcto; puedo darlos también."

    "Gracias." Yo estaba sin palabras.

    "¿Esa es tu madre?" Hizo un gesto hacia la foto que aún tenía en la mano y yo asentí. "¿Qué sucedió? ¿Por qué te hace ella sentir así?"

    "No es solo ella, es..." comencé a decir mirando la foto. Lark estaba preguntando algo y sentí que le debía una respuesta después de lo que acababa de hacer. "Cait era esquizofrénica, su mente estaba por todas partes. A veces podía ser muy cariñosa y luego se convertía en un monstruo ante las cosillas más estúpidas. Solía ​​encerrarme en el hueco bajo las escaleras durante horas y horas cuando yo era niña. Yo guardaba ese diario allí escondido para tener algo que hacer."

    "Lo siento."

    "Está bien. Estoy segura de que esto no es nada comparado con lo que has pasado tú y... es bueno para mí afrontarlo, por eso estoy aquí."

    "Ella no estaba ni cerca de ser tan hermosa como tú," dijo sacándome aún más de la oscuridad hacia la luz. "¿También era española?"

    "Irlandesa, de principio a fin." Solté una risita a mi pesar. "Quería pintar todos los pueblos de verde, solía despotricar de modo impactante sobre los españoles. Pero eso probablemente era por mi padre, él la abandonó, ella le odiaba por eso."

    "¿Cuándo murió?"

    "Hace unos meses, pero yo no la había visto en muchos años, así que... esto es simplemente raro."

    "¿Puedo quedarme con esto?" Sostuvo el diario en alto. "Quiero leerlo."

    Por qué lo quería, yo no lo sabía, pero no la envidiaba, tal vez la haría sentirse menos sola.

    "Puedes hacer lo que quieras." Yo había dicho esas palabras antes, pero no les había dado mucho crédito hasta ese momento; al mirar sus grandes ojos azules, le habría dado la camisa sacándomela por la espalda si ella me la hubiera pedido.

    Lo que acababa de hacer me había impactado. Eso estaba mucho más allá de ver sin más quién era alguien. Solo que ahora, al llegar a acostumbrarme a su sensibilidad táctil, esta cosa nueva me golpeó a un nivel completamente diferente. Traté mantener mi asombro bajo control y actuar con normalidad por el momento.

Capítulo Cinco

Camaleón

    Su cabello es salvaje, como sus ojos y su temperamento. Van a donde les place, desafiando leyes naturales como la gravedad y la gracia social. Sus palabras permanecen inéditas y su risa es algo de pura magnificencia. Mientras yo la estudio, ella me estudia a mí o, más bien, estudia a Julie. Ve episodios de «De otro mundo» repetidamente y su comportamiento está cambiando. Imita a Julie, la forma en que me trata es sospechosamente comparable. ¿Por qué quiere imitar a este despreciable personaje de entre todos los que tiene para elegir? Al principio, su flirteo era sutil, pero está ganando impulso, a ella le divierte jugar conmigo. Otras veces, sus ojos contienen tanta emoción... amor y anhelo.

***

    De pie lado a lado en la cocina esa noche, un ítem salió en las noticias de las seis en la radio sobre la financiación del gobierno local para equipos deportivos. Yo no estaba prestando atención, distraídos pensamientos sobre lo que había sucedido en el ático me daban vueltas por la cabeza. Lark, sin embargo, claramente lo había hecho pues empezó a parlotear sobre ello con total consternación porque se estaba inyectando dinero en algo que, como ella decía, era "inútil" y "no progresista", muy obvio.

    Después de un rato, detuve mis actividades y me giré para observarla, mientras ella balbuceaba fanáticamente, con una incontenible sonrisa de ensueño en mi rostro. Ella lo notó y, abruptamente, se giró e inclinó la cabeza hacia mí.

    "¿Y bien?" exigió. "¿Cuál es tu opinión? ¿No crees que sea una completa pérdida de dinero cuando hay gente muriendo de pobreza?"

    Me quedé mirando, desconcertada.

    "Hola." Agitó una mano frente a mí. "¿Béisbol? ¿No es eso una estafa?"

    Negué con la cabeza hacia ella.

    "Honestamente, no me importa, Lark."

    Inesperadamente, ella comenzó a reír, lo cual descendió rápidamente hacia un plena carcajada histérica, tan fuerte que ella parecía estar teniendo contracciones de parto. Su risa era de una cierta belleza sin pulir. Le tomó mucho tiempo mantenerla bajo control.

    "Ignoras diez verdaderos chistes y, ¿te ríes por eso?" Dije.

    "Yo intento involucrarte en una discusión políticamente delicada y tú me sueltas a quemarropa que no te importa. Sí, es gracioso."

    "Coincido en que deberían poner fondos en áreas más necesitadas, pero no entiendo ambos puntos de vista. Hay acérrimos aficionados ahí fuera, personas que sacrificarían la cena para ver un partido, y a mí es que no me van los deportes. "

    "Entonces, ¿por qué estabas ahí mirándome de ese modo?"

    "Me gusta escucharte, me gusta lo apasionada que te pones." Me encogí de hombros y, cruzando hacia la mesa de la cocina, di un par de caladas a mi vaporizador. Cuando di media vuelta, los ojos de Lark se apartaron rápidamente de la porción inferior de mi cuerpo.

    "¿Me estabas mirando el culo?" Yo estaba medio bromeando, pero un tinte rojo tiñó sus mejillas y ella me encontró mi mirada con seriedad.

    "Sí. Es un culo bonito," dijo con voz normal.

    "Cierto." Una vez más, me encontré carente de palabras.

    "Con esos vaqueros... de veras tienes el más fantástico..." Se interrumpió e hizo una forma curvada con las manos.

    "¿Solo con estos vaqueros?" Alcé una ceja. "Qué grosera."

    Me arrebató el vaporizador de la mano y le dio una calada.

    "Tienes que pulsar el botón," le dije con una carcajada.

    "Mm," tosió, "está sabroso."

    "Shortbread [15]. Cuidado, tiene alto contenido en nicotina, terminarás adicta."

    Me detuve en seco y agarré el brazo de Lark, quien me miró interrogante. Al ir a la radio, la apagué.

    "¿Qué pasa?" La preocupación entró en sus ojos, yo fui a la puerta trasera y asomé la cabeza.

    Estaba segura de haber oído ese maullido que conocía tan bien. Mis oídos estaban bien entrenados y ese era un sonido que yo había estado esperando durante casi tres días.

    Mi dicha fue absoluta cuando localicé su hosca carita gritando desde el bordillo del camino de entrada. Yo debía de haber confiado en que él encontraría olfateando el camino de regreso eventualmente, cuando se hartara de la mala vida.

    "¡Ey, ese es mi chico!" Exclamé agachándome y abriendo los brazos.

    Para mi irritación, él pasó disparado justo a mi lado hacia Lark, quien estaba en la entrada. ¡Yo estaba tan feliz de verle de nuevo y a él le importaba una mierda! Mi gruñido de molestia decayó rápidamente al ver la expresión en el rostro de Lark cuando ella le agarró y le abrazó. La expresión de ella era de dicha y yo podía oír el motorizado ronroneo de un Guido de ojos entornados, brillantes, mientras frotaba la mejilla contra la de ella.

    "Jodido traidor," refunfuñé, pero me uní a ellos de todos modos y le acaricié las sucias orejas. "Te crié yo, gordito."

    Él me habló con sus ojos sonrientes. Bueno, sí, decían, pero ¿puedes culparme? Ella es especial, tiene un corazón puro.

    "Tienes razón," cometí el error de responder en voz alta.

    "¿Qué?" Preguntó Lark.

    "Necesita un baño."

    "¡Los gatos no se bañan!"

    "Puede que te ame más a ti, pero yo le conozco. Este es un bicho raro, le gusta el agua y un buen acicalado. A algunos gatos les gusta." Él le dio a mi mano un delicioso beso y Lark rió. "¿Dónde has estado, mierdecilla? Ni siquiera tienes pelotas, ¿qué intentabas conseguir?"

    "Querías una aventura, ¿verdad?" Dijo Lark y Guido me lanzó una mirada de dignidad.

    "¿No hay heridas?" Le inspeccioné.

    "Solo está sucio."

    "Probablemente muerto de hambre también."

    Lark se sentó esa noche a rever uno de los primeros episodios de «De otro mundo». Su deseo por saber qué era lo que motivaba a Julie no había sido exagerado, parecía estar estudiándola. Verla repasar esas escenas con tanta atención me ponía la piel de gallina. Me quedé mirando la pantalla; esta me evocaba sensaciones desagradables.

    "Gente dañadas haciendo cosas dañadas."

    "¿Qué?" Me preguntó Lark y yo me giré desde la pantalla para mirarla, notando que yo había dicho el pensamiento en voz alta.

    "¿Podemos apagar eso? Preferiría hablar contigo."

    "Podrías enseñarme otro juego de cartas," sonrió brillante y echó mano al control remoto. Su capacidad para adaptarse con entusiasmo te calentaba el corazón. "O, no, espera, podríamos jugar un poco más al póquer. Me gusta ese."

    Nos mudamos a la mesa del comedor. Yo le había enseñado a jugar al póquer un par de noches antes y a ella no se le daba mal, una vez que se acostumbró a ocultar sus expresiones faciales. Guido saltó sobre mi regazo y se acomodó. Tuve la sensación de que él preferiría el regazo de Lark, pero ella estaba inquieta esta noche, agitándose y levantándose para al cuarto de baño a menudo.

    Ella me espiaba extrañamente por encima de las cartas.

    "¿Qué?"

    "Te veo mirando al aire a veces. Pareces tan infeliz. ¿Por qué eres infeliz?"

    "No lo soy."

    Me estudió con ojos entornados en rendijas, como tratando de averiguar por qué estaba yo mintiendo.

    "En serio, no lo soy, es que tengo una de esas caras. Pensativa. De todos modos, la felicidad está sobrevalorada."

    "¿Sí?" Ella se rió ante eso. "¿Crees que hay mucha gente feliz en el mundo?"

    "No estoy calificada para responder tal pregunta."

    "Te estoy preguntando qué piensas," presionó.

    "No lo sé. A mucha gente se le da bien fingir que es feliz. Una buena parte, probablemente, usa química para lograrlo. Pero este es un tema complicado, la felicidad de una persona no se puede medir con la de otra. Todos tenemos diferentes prioridades, cosas diferentes que hacen que nos sintamos realizados. A veces esas cosas no involucran los aspectos más obviamente optimistas de la vida. Para algunas personas, la risa no es una necesidad para sentirse bien, la risa puede ser superficial. Lo mismo con el dinero, las posesiones materiales, incluso con la seguridad, la protección, familia, salud y demás."

    "¿Eras feliz en México?"

    "Ah... estás preguntando las difíciles esta noche. Yo tenía todo lo que podía necesitar, no había razón para quejarse. Uno de los mayores obstáculos, creo, para superar la falta de satisfacción, es descubrir lo que quieres de verdad. Puede ser difícil salir de golpe de una zona de confort y encontrar tu verdadero nicho. En mi caso, las grietas comenzaron a mostrarse en México, eso fue lo que me obligó a reevaluar las cosas y venir aquí en busca de un tiempo muerto."

    "¿Grietas? ¿Es ese otro eufemismo sexual?"

    "Oh, Señor," me reí. "Te amo." Ese fue un tonto desliz, pero en cuanto vi la expresión en su rostro supe que me había pasado de la raya, que me había dejado llevar por el momento.

    "¿Lo haces?"

    "Por grietas, me refiero a mis ataques de pánico," Desvié yo. "Mi subconsciente estaba tratando de decirme algo y yo necesitaba escucharle. ¿Qué hay de ti? ¿Crees que eres feliz?"

    "Eso es diferente para mí, yo estoy en una encrucijada."

    "No es una pregunta tan fácil, ¿verdad? Desde una perspectiva, todo el mundo está siempre en una encrucijada de algún tipo."

    "Mm." Ella pareció pensativa. "He sido feliz en esta encrucijada, contigo. Pero tengo miedo de lo que sucederá cuando tenga que elegir una dirección."

    "Las decisiones pueden ser difíciles."

    "Pero tú no te sientes como te sentías cuando escribiste en el diario, ¿verdad?"

    "No. Yo era una niña y estaba atrapada. Si me preguntas si soy feliz comparada con cómo me sentía entonces, la respuesta sería mucho. Las cosas han cambiado por completo, ahora tengo muchas más opciones. Tal vez deberías considerar empezar un diario, eso puede ayudar a ventilar cosas sobre las que no quieres hablar con otras personas."

    "Podría."

    "Debes entender una cosa al leer esa prosa. Esta capta momentos de sensibilidad y de ninguna manera es indicativa de cómo me sentía en general. Usaba licencia poética para romantizar el modo en que me sentía en ciertos momentos. Yo hacía eso un montón, aún lo hago, pero no puede tomarse en serio."

    "Entiendo. ¿Te preocupa que lea tus cosas de entonces?"

    "Un poco, sí."

    "Es que creo que es hermoso. Oscuro, sí; deshonesto, tal vez; pero aún así hermoso. No te preocupes, no pondré demasiado corazón en ello."

    "Lark," comencé cautamente, y ella me miró, esperando, "lo que hiciste en el ático hoy al quitarme el ataque de pánico, eso fue muy raro."

    "Lo siento."

    "¡No! No he querido decirlo así, me ayudaste; fue increíble. Me impactó, eso es todo."

    "Fue fácil, parece que quizá la conexión entre nosotras está creciendo. Nunca antes lo había hecho así."

    "La cosa es que," me sentí incómoda, "ayer cuando te enfadaste, hubo una subida de tensión que fundió uno de los fusibles eléctricos. No hubo relámpagos esa noche, ¿es posible que tú hubieras tenido algo que ver con eso?"

    "No lo sé." Ella apartó la mirada, pero no estaba mintiendo, solo avergonzada. "Quizá. Nunca había hecho eso antes tampoco."

    "Vale." Mierda. Esto estaba más allá de todo lo que yo imaginaba. Al menos había abundantes fusibles de repuesto en el sótano. Tendría que averiguar más sobre esto en algún momento, si sus poderes estaban llegando a un punto en el que ella era capaz de eso, ¿quién sabía qué podría ser lo próximo?

    "Y no estaba tan enfadada como asustada," continuó en voz baja.

    "No tienes que estar asustada, estás a salvo. Estás aquí."

    "Pero ¿por cuánto tiempo?" Pareció triste de repente.

    "El tiempo que sea necesario." Y, por primera vez en mi vida, yo no estaba embelleciendo.

    "Tu madre fue horrible contigo."

    "No fue culpa suya, ella no estaba bien. No trató de luchar en contra cuando me fui a vivir con papá, ella sabía que eso era lo correcto. Al estar aquí otra vez, al ver todas las cosas que ella guardaba, sé que ella me amaba."

    "Cuando te chillé, ¿te recordé a ella?"

    "¡Dios, no! Tú no te pareces en nada a ella, confía en mí. Tus emociones son normales."

    En cuanto lo dije, noté lo extraño que eso sonaba y ella alzó las cejas.

    "¿Normales?"

    "Tenías una excusa para tu estado de ánimo, eres asustadiza respecto a los demás y por buena razón."

    "Aún así, tú no merecías que te chillara."

    "No te preocupes por eso, tengo una piel gruesa."

    "Eso es lo que yo necesito: una piel gruesa."

    "Tienes una," dije con una risita. "Hamish te llamó dura."

    "¿Lo hizo?" Eso sacó una sonrisa de ella. "¿Yo?"

    "Por supuesto. Tendrías que tenerla para hacer lo que hiciste. Tú sabes lo que se siente al ser maltratada por la familia."

    "Hmm. Necesito ir al cuarto de baño." Dijo escapando.

    "¿Estás bien?" Le pregunté cuando volvió a sentarse y recoger sus cartas.

    "Sí, ¿por qué?"

    "Te has levantado a mear tres veces en la última hora."

    "A mear no, estoy sangrando. Debe de ser toda la comida que me estás dando, mis adentros están funcionando de nuevo."

    "Eso es bueno." Mi plan para encaminar su salud estaba funcionando bien. "¿Encontraste las cosas en el armario bajo el lavabo?"

    "¿Qué cosas?"

    "Compresas, tampones." Me miró con aire ausente. "¿Qué has estado usando?"

    "Papel."

    "¿Papel higiénico? ¡Agh! ¿Por qué no me lo dijiste?" Saqué a Guido de mis piernas y me levanté. "Vamos, te lo mostraré."

    "¿Qué es esto?" preguntó sacando el plástico de un tampón y dejándo este colgando frente a su cara.

    "¿Nunca has usado un tampón? Ay [16]. Te lo pones... ya sabes, hasta dentro."

    "¿Qué?" Al observar su alarma de ojos muy abiertos, fue muy difícil no reír. "¡No voy a hacer eso!"

    Me reí entonces.

    "Si no quieres usar eso, toma." Empujé un paquete de compresas con alas entre sus manos. "Pero, por favor, nada de papel higiénico."

    Me entraba una risita cada vez que pensaba en su expresión de esa noche.

    Al secarme después de una ducha en ese mismo cuarto de baño el lunes por la mañana, oí un alboroto detrás de mí y me volví. Lark estaba en la entrada abierta mirándome con la cabeza inclinada crudamente. Sus ojos recorrieron mi desnudez de arriba abajo antes de que yo me envolviera tímidamente con la toalla.

    "¿Qué estás haciendo?"

    "No sabía que estabas aquí." Una descarada mentira, una media sonrisa en su rostro. "Necesito el inodoro."

    "Usa el baño de arriba."

    "No tienes pelo entre las piernas," observó con curiosidad.

    "¡Lark! ¿Podrías salir, por favor?"

    Con una sonrisa, hizo lo que le pedí cerrando la puerta suavemente. ¿Era realmente necesario que yo cerrara la puerta cuando me duchaba? Ella estaba jugando conmigo, sabía que no debía invadir cuando alguien se estaba vistiendo. Su comportamiento estaba cambiando, mostrando nuevas características. Me pregunté si eso tendría algo que ver con la cena que se acercaba en casa de Hamish y Vivian, pero algo me decía que iba más allá de la simple ansiedad. Ella, al menos, no se había echado atrás respecto a ir, por lo que yo estaba agradecida.

    Durante el desayuno, preguntó: "¿Por qué no tienes vello púbico?"

    "Me hago la cera."

    "Cera. ¿Por qué? ¿Para que no se manche todo de sangre?"

    "¡Qué asco! Que estoy comiendo," me quejé y ella rió entre dientes.

    "Me gusta sacarte reacciones."

    "Y no creas que no sé que eres muy consciente de que no deberías espiarme cuando me estoy vistiendo. Yo no te espío a ti."

    "Tú me has visto desnuda, yo tenía que empatar eso. Todas esas salidas a correr que haces dan sus frutos, tu cuerpo es precioso."

    Mirándola con ojos entornados, no supe qué otra cosa decir, salvo: "Gracias."

    "Eres tímida para ser una actriz."

    "No soy tímida, soy saludablemente modesta."

    "¿Puedes hacerme la cera también?"

    "Te llevaré a que te la hagan si quieres." Dije saltando ante la oportunidad de sacarla de casa e interactuar más... tal vez hacerse la cera no fuese la mejor manera de empezar, pero, qué demonios.

    "¿No puedes hacerlo tú?"

    "Mala idea." Tener esa intimidad con ella estaba fuera de cuestión. "No es como hacerte las uñas, la cera duele. Es mejor que lo hagan profesionalmente. Hay un local en Fendin Ridge al que podemos ir." La miré inquisitivamente y ella regresó los ojos a su plato.

    "Lo pensare."

    Tanto el lunes como el martes por la mañana desperté encontrándola acurrucada contra mí, pero, a diferencia del sábado por la noche, ella no había estado allí al quedarme dormida. Esto no me molestaba, de hecho, me gustaba bastante. Aunque algo sucedió el martes por la noche que me hizo cambiar de opinión, y el miércoles por la mañana trajo consigo una nueva serie de confusos sentimientos que me obligaron a revisar lo que podría estar pasando entre nosotras.

    Pasé la mayor parte del martes en el ático, separando cajas de cosas que había que tirar. Había bolsas de ropa y viejos libros enmohecidos o apolillados, fácilmente reconocibles por haber pasado toda fecha de caducidad. Lark permanecía en su propio mundillo, investigando, leyendo y reviendo más episodios de Julie. Su obsesión por la serie era desconcertante, por decir lo menos.

    Ganduleábamos en el salón mientras la noche se aproximaba. La televisión estaba encendida, pero ninguna de las dos le estaba prestando atención. Lark trasteaba obsesivamente con la tablet y yo navegaba en secreto por sitios de ropa con el portátil, tratando de elegir prendas que le quedaran bien. Habría preferido llevarla de compras para que se probara bien las cosas, pero hasta la fecha ella se había negado a discutir salir conmigo, incluso a pueblos más lejanos donde yo pensé que ella se sentiría a salvo de miradas indiscretas.

    Mi madre tenía grandes espejos colocados estratégicamente en casi todas las habitaciones de la casa. En el salón, un espejo rectangular enmarcado en oro colgaba en la pared del fondo frente a las ventanas y, cuando alcé la vista pensativamente de mi navegación, noté en el espejo que Lark me estaba observando por el rabillo del ojo, creyéndose muy furtiva y sutil. Su expresión era indescifrable.

    "Te veo mirándome," le dije y me giré hacia ella. Ella dejó la pretensión y se giró hacia mí también.

    "He estado tratando de descubrir cosas sobre ti en Internet. A excepción de las fotos publicitarias y las entrevistas, no hay casi nada. ¿No es difícil permanecer oculta como lo tú haces?"

    "En realidad no. Hay un espectro de celebridades, en una punta están los que se ponen cachondos con la atención, quienes se alimentan de ella, y en la otra están aquellos para quienes eso es solo parte de un trabajo."

    "Aún así..."

    "Tenemos gente de relaciones públicas que llevan el control de daños en Internet y la situación no es la misma para una actriz de televisión que hace telenovelas mexicanas que para las grandes estrellas internacionales de Hollywood. A mí no me gustaría someterme a esa mierda."

    "Estás deslumbrante con este vestido rojo," murmuró. No tuve que verificarlo para saber de qué estaba ella hablando. "Te queda bien el rojo. ¿Te reconocen mucho en México?"

    "A veces. Pero soy una maestra del disfraz," dije con una sonrisa de autosatisfacción. El talento en el subterfugio podía usarse para ganar el estatus de celebridad o, alternativamente, para esconderse de él. La ironía me hizo cosquillas.

    "No hay nada sobre ninguna relación con nadie." Se me quedó mirando, sin parpadear. ¿Cómo es que no estaba parpadeando? ¿O es que estábamos parpadeando ambas al mismo tiempo...?

    "No," suspiré. Como si pudiera encontrar a alguien que me gustara entre la multitud del mundo del espectáculo, pero no quise meterme en eso con Lark. Ella probablemente querría echarle a eso la culpa como la razón de mi "infelicidad": la cual no existía de todos modos. De pronto estuve confundida, ¿era la infelicidad la que no existía o solo la buena razón para esta? En cualquier caso, una relación no iba a curar los problemas. Si es que estas existían, me recordé. Lark me tiene la mente toda echa un lío...

    "¿Por qué no?" preguntó y yo me encogí de hombros. "Sofía, la chica con la que Julie tiene una aventura. Es bonita, ¿te gustaba ella?"

    "Otra actriz, eso es todo. Eso no es real, Lark."

    "Pero la besaste. ¿Qué sentiste entonces?"

    Pensé en ello. Yo había estado tomando estimulantes uno tras otro ese día, no había sentido gran cosa de nada. Si me mirabas los ojos de cerca, podías ver la anormal dilatación de las pupilas. Yo me avergonzaba de esa aparición en ese episodio en particular.

    "No fue agradable," dije honestamente. "Tuvimos que repetir la toma demasiadas veces y a ella le sabía el aliento a tabaco. Además... tenía los labios fríos. ¿Alguna vez has besado a alguien con labios fríos?"

    "No."

    "Al final no importó cómo le sabía la boca ni lo blandos que eran sus labios, seguía pareciendo como si estuvieras besando un pescado muerto."

    Ella pareció brevemente repugnada. "¿Has besado un pescado muerto?"

    "Ya sabes lo que quiero decir."

    "Actúas tan bien, parecía tan bonito," dijo y miró la tablet un momento antes de continuar. "¿Eres lesbiana?"

    Ah, así que esto era a lo que se reducía todo.

    "Yo no me etiquetaría a mí misma como lesbiana." Me escrutó con un brillo en los ojos, como si hubiese llegado a la privada conclusión de que solo había hecho la pregunta equivocada. "¿Por qué te interesa tanto eso? ¿Crees que podrías ser gay?"

    "Debo de serlo."

    Y yo pensando que espiarme en el baño había sido más bien una inocente curiosidad que un voyeurismo juvenil. Apostaba que la homosexualidad no habría sido un buen augurio en el asentamiento. Gracias a Cristo que ella había salido de allí. ¿O estaba ella intensificando el juego que estaba jugando conmigo? Ya no lo sabía y eso me molestaba.

    "¿Por qué?" Pregunté.

    "No encuentro nada atractivos a los hombres. Por lo que veo, no son agradables ni bonitos, pero de alguna manera se las arreglan para estar completamente llenos de sí mismos."

    En este punto, yo coincidía con ella interiormente, pero no me sentía tan cómoda en admitirlo en voz alta como ella.

    "Probablemente estés generalizando un poco," dije a cambio, haciendo de abogada del diablo.

    "Explícate."

    "Bueno, para empezar, las mujeres tienen el potencial de ser mucho menos agradables que los hombres."

    "Hmm, tal vez sí, pero al menos tienen buen aspecto," dijo casualmente y yo solté una risita a pesar de mi desaprobación. "En cualquier caso, yo te encuentro mucho más atractiva que cualquier hombre. Apuesto a que tú no tienes labios fríos."

    Guao, esto estaba aumentando rápido. Su falta de esfuerzo por editar lo que decía me avergonzaba en momentos como ese. Yo nunca sabía cómo reaccionar, no comprendía si ella entendía plenamente lo que estaba diciendo. Continuó antes de que yo pudiera responder.

    "Es un honesto misterio para mí cómo una mujer puede querer un pene dentro de ella. Gruñiendo y jadeando."

    Lo dijo con tanta sinceridad y disgusto que yo rompí a reír.

    "No creo que los penes gruñan."

    "No, pero lo adjunto a ellos sí," dijo pensativa.

    "Mm, evidentemente, un pene es más disfrutable cuando tú tienes el control."

    "Parece que sabes de lo que estás hablando."

    "Ja. No me tomes por una promiscua, estoy transmitiendo un sentimiento común, nada más."

    Mi diversión no remitió hasta que se me ocurrió la idea de que tal vez Lark había desarrollado tal aversión por los hombres debido a la forma en que la habían tratado en el asentamiento, si la habían usado sexualmente... Agh. Esa idea llevó a la sobriedad y desvié rápidamente el tema de conversación hacia una dirección diferente. Era tan divertida con su narrativa que resultaba fácil perder de vista las dificultades a las que podría haber estado expuesta en el pasado. ¿O estaba yo tan absorta en mí misma que simplemente las olvidaba? Otra idea muy hacia la sobriedad.

    Al caer dormida sola, con las palabras, y la no pardadeante mirada de Lark, prominentes en mis pensamientos, no soñé con la oscuridad esa noche, sino con ella.

    Estábamos en mi camerino en el plató de «De otro mundo». Lark estaba de pie cerca, demasiado cerca. Aunque ella no era Lark, era Julie en el cuerpo de Lark.

    "No puedes detenerlo," me susurró. "Tú no me quieres y no quieres que yo te quiera, pero no puedes detenerlo esta vez. Yo tampoco puedo, esto va más allá de nosotras, estamos magnetizadas. Nunca tendrás el lujo de la soledad de nuevo, Belén."

    Su expresión mostraba ira, maldad, pena e inocencia todo a la vez.

    "No me llames así." Mi voz no era la mía, era pequeña y débil mientras que la de ella era fuerte.

    "Haré lo que quiera." Me empujó contra la pared y me mantuvo allí, agarrándome por la cintura con brusquedad. Yo tenía miedo y ella lo sabía; eso le gustaba. "Estoy toda mojada," me susurró su cálido aliento al oído, luego sacó la lengua y me lamió el lóbulo de la oreja. Yo intenfé retorcerme fuera de su agarre y ella dio una carcajada.

    El sueño se desvaneció, las imágenes quedaron atrás y yo emergí del sueño. Gruñí y me quité la máscara de los ojos para frotármelos, ya de mañana.

    "Mierda," exclamé cuando mi vista se enfocó y vi a Lark arrodillada sobre el colchón a mi izquierda, observándome con una extraña mirada en el rostro y la cabeza inclinada.

    "Estabas murmurando en sueños." Sonrió con secretismo.

    "De veras tienes que quedarte en tu propio cuarto de ahora en adelante," dije y di la vuelta rodando. Qué incomodidad.

    "¿Por qué?" me preguntó en la cocina después de ducharse.

    "¿Por qué qué?"

    "¿Por qué tengo que dormir en mi propio cuarto?"

    "Um. Porque a ambas nos beneficiará poner más distancia entre nosotras." Como una tonta, cambié de tema hacia algo que pensé que sería seguro. "Pasas el triple que yo en la ducha. ¿Qué es lo que haces allí dentro?"

    "¿De verdad quieres saberlo?" preguntó con picardía, yo alcé la vista y vi una sagaz sonrisa en su rostro.

    "No," dije apresuradamente y rodé los ojos. "Me he metido yo en esa directamente, ¿verdad...?"

    "Soy una persona muy sexual, Saffron," continuó de una guisa remilgada, claramente disfrutando como el infierno de sí misma. "Eso es culpa tuya en realidad."

    "Corta ese rollo."

    Su tono cambió entonces, se volvió serio, casi triste.

    "Mi cuerpo me fascina. Nunca había tenido la privacidad para conocerlo bien hasta ahora. Me gusta estar desnuda en el agua. Ojalá pudiera nadar en el océano."

    Asentí estudiándola. "¿Nunca has estado en el océano?"

    "No. Ni siquiera sé nadar."

    Deseé, abruptamente, que fuese verano para poder llevarla, enseñarle.

    Ella no me taladró sobre lo que yo había soñado. Probablemente no necesitaba hacerlo, podía haberlo visto ella misma. El día encontró mis pensamientos revueltos y mis emociones torcidas. A diferencia de la oscuridad de las noches anteriores, este sueño persistió en mi cabeza, posiblemente incluso ganó claridad a lo largo del día. Eso no debería haberme sorprendido, dada nuestra conversación la noche anterior y la forma en que Lark me había estado tratando últimamente. Yo confiaba en que esto no fuese el comienzo de un nuevo capítulo en los paisajes oníricos. Esforzándome, yo no podía recordar la última vez que había tenido algo parecido a un sueño sexual y, aunque había sido un gran paso adelante desde esas sombras que habían acechado previamente mi inconsciente en Linwood, seguía no siendo particularmente agradable. Encontrar a Lark observándome lo empeoraba exponencialmente.

    Y sin embargo, cuando desperté a la mañana siguiente con la misma sensación oscura a la que me había acostumbrado, esta vez sin la reconfortante presencia de Lark, sentí arrepentimiento ahí. Ella había respetado mis palabras, se había mantenido alejada y, mezclado con mi alivio, había... decepción. Serias preguntas comenzaron a surgir respecto a mis sentimientos, creando cierta incomodidad a pasar tiempo con ella durante el día y entablar conversaciones más personales.

    Tenía miedo de sentir con demasiada fuerza y sabía por qué. Siempre en el pasado, todo sentimiento que yo había tenido se habían almacenado y reservado para su uso cuando yo los necesitaba para un personaje, cuando necesitaba extraer una emoción conveniente. Cuanto más intensa era la sensación, más útil podía ser más tarde. Esto era diferente porque Lark era diferente. Ella no iba a ser utilizada. Jamás. Si yo tenía sentimientos por ella, no podían ser fáciles o despreocupados; serían profundos y peligrosos y sería mejor evitarlos.

    Así, con mi mejor habilidad, eso es lo que hice: los empujé a un lado y concentré mi atención en el ático. Recibí otro correo electrónico de mi padre el miércoles, había llegado varios días antes, en realidad, pero yo no lo leí hasta el miércoles por la noche. No decía nada amenazante en este, solo me había enviado una copia del manuscrito para «Su Piel» y me había elogiado por mis logros pasados. Esto era una mala señal, él se estaba impacientando.

    El jueves por la tarde, incapaz de dejar de estresarme por ello, fui escaleras abajo. Una hora de adelanto en la Ciudad de México significaba que allí serían cerca de las cuatro de la tarde. Tal vez él no respondiera, pero yo debía intentarlo de todos modos. Me quedé mirando por la ventana de la cocina durante varios minutos antes de sacar el teléfono, respirar profundamente y marcar su número.

    "Hola [17]." Él sonó distraído.

    "Hola, papá."

    "Por fin. [18] ¿Viste el guión?"

    "No."

    Hubo un suspiro de exasperación, una pequeña pausa, luego, "¿Por qué no?"

    "No necesito verlo. ¿Crees que no sé con qué estás tratando de empeñarme? Matías Cano hace películas enfermizas con personajes dementes. No lo haré."

    Estas podrían haber sido las palabras más honestas que jamás le había dicho y él respondió riendo como si fuese el chiste más gracioso del mundo. Rara vez lo oía yo reír así. Escuché, me pregunté, esperé.

    "Te he llamado para que dejéis de atosigarme," dije cuando se calmó. "Dile a Emilio que no estoy interesada."

    "Mi hija, la mentirosa patológica. Si quieres que Emilio deje de atosigarte, díselo tú misma."

    Su tono me cabreó absolutamente. Yo también te quiero, papá.

    "No estoy de humor para que me jodan la mente. ¿Quieres saber por qué soy una mentirosa? Porque no dejas de preguntarme hasta que consigues la respuesta que te gusta. Aprendí hace mucho tiempo a rendirme más temprano que tarde porque no quiero discutir. Pero no puedo mantener la promesa, nunca pude, y ya estoy harta de hacerlo. Así que vas a oír la verdad desde el principio a partir de ahora. Y lo que consigues es lo que no quieres, consigues NO." Colgué.

    De pie junto a la encimera de la cocina respiré profunda y lentamente, contando pacientemente hasta treinta. ¿Acababa la prima donna de tirar su carrera a la basura? No, mi padre necesitaría más que eso para darse por vencido. Cuando abrí los ojos, casi salté hasta el techo: Lark estaba a centímetros de distancia, a mi derecha, mirándome sin parpadear.

    "¿Qué dem...? ¡No te acerques de puntillas así"

    "Eso ha sido sexy," sonrió traviesa. "¿Quién iba a imaginar que aún había una persona real ahí dentro?" Me tocó entre las cejas con la punta del dedo. Estoy segura de que sentí una diminuta descarga eléctrica.

    "Chiflada," dije y pasé con el hombro por su lado.

    "Mm," gruñó a mi espalda y la llamada telefónica desapareció de mi consciencia mientras yo subía al ático. Ella no era más que una distracción, brujita provocativa. Había aprendido a ser provocadora de la televisión, pero, como con todo, interpretaba el papel muy bien.

    Esa noche me tomé una versión bastante creativa de cóctel de gazpacho, me bebí tres vasos durante la cena y, cuando Lark insistió en terminar un episodio de «De otro mundo» después, llevé la jarra a la sala de estar y me hundí en un sillón. Solo quedaba media hora, podría soportarlo. Pero cuando terminó por fin, que me condenen si ella no siguió con otro.

    "¿Abofeteaste a Paolo de verdad? Pareció fuerte."

    "Hmm," gruñí y señalé, "Sonó fuerte. Editaron los efectos de sonido más tarde."

    "¿Haces de Julie para mí?"

    "No, no, no, no," sacudí la cabeza vigorosamente. "No voy a jugar contigo a ese juego. ¿Tienes idea de lo agradable que es tomarse un descanso de esa mierda? Quiero decir, vale..." balbuceé levemente, "No he trabajado en más de un mes, pero bueno, tengo dinero y necesidades simples. ¿Por qué no debería tomarme un tiempo para mirar las cosas desde la distancia de vez en cuando? Jorder, mi madre acaba de morir, por amor de Dios."

    "¿Cuántos vasos de esa cosa has tomado?"

    "No lo sé, unos cuantos." La jarra estaba casi vacía.

    "Estás borracha," Lark me miró con una sonrisa torcida. "Estás echa polvo."

    "Bueno, mira lo que me has hecho sentarme a ver... Sí," asentí con culpabilidad, "un poco mareada."

    Antes de que supiera lo que estaba pasando, ella se me lanzó encima del regazo y me quitó el vaso de la mano.

    "¡Ooh! Dios, tienes el culo huesudo..."

    Se tragó lo que quedaba y puso el vaso sobre la mesa a mi lado, luego me envolvió el cuello con los brazos y se apoyó en mi hombro.

    "Te amo."

    "Uh..."

    Me acarició el cuello con la nariz, lo besó.

    "Estás tratando de aprovecharte de mí," le dije y la empujé hacia atrás con indignación. No estaba tan borracha. "Desgraciada, Lark." Negué con la cabeza con decepción y salí escurriéndome de debajo de ella.

    El recuerdo fue confuso al día siguiente, pero este pareció saltar sobre mí en cuanto se percató de mi estado. Afortunadamente, tengo un filtro de conducta de respaldo que se activa cuando estoy ebria: Lark no era la primera persona en probarlo, pero definitivamente era la menos esperada. No era tan inocente después de todo.

    Por su parte, ella parecía feliz de fingir que aquello no había sucedido, actuó de modo agradable y normal durante los días siguientes. ¿Pensaba ella que yo no lo recordaba? La forma en que yo la miraba estaba cambiando, no dejaba de captar destellos en sus ojos o insinuaciones sugerentes en sus palabras, tal vez siempre hubieran estado ahí, pero yo no las había notado hasta entonces. ¿O estaba leyendo demasiado en ellas?

    El domingo por la noche la ayudé a maquillarse y prepararse para la cenar en casa del doctor. Yo estaba nerviosa por ella, como si ella estuviese retransmitiendo sus sensaciones, aunque su rostro no mostraba signos obvios de ansiedad.

    "Estás absolutamente impresionante." Di una paso atrás y la inspeccioné en el cuarto de baño de Cait.

    "Tú también."

    No vestíamos nada especial, pero era asombroso que un poco de maquillaje la convirtiera de la chica de la puerta de al lado en estrella de cine.

    "Escucha, no hables sobre tus habilidades ni, ya sabes, las muestres de ninguna manera. ¿Podrás hacer eso?" Me sentí incómoda al pedirle esto y su respuesta me sorprendió.

    "Tú no confías en él tampoco"

    "No es que no confíe en él, es que no sé cómo van a reaccionar los demás ante esta clase de cosas. Hamish no es un artista, es un hombre de ciencia por encima de todo."

    "¿Supondría alguna diferencia si él fuese un artista?"

    "No, probablemente no," concedí.

    "No te preocupes, no tengo ninguna intención de revelar mi verdadero yo esta noche. Estoy preparada."

    Entorné los ojos y la estudié. Ella encontró mi mirada y, en un instante, su expresión cambió sutilmente, luego ella se movió hacia mí, se acercó tanto que estaba claro que iba a besarme.

    "Ey, guoo." La detuve y me alejé esquivándola. "Un abrazo están bien, pero eso es demasiado."

    "¿Por qué?"

    Fruncí el ceño mientras ella se quedaba mirándome con su habitual cara inocente.

    "Lo es y ya está."

    "Sé que tú también lo sientes, hay magia entre nosotras."

    Me llevó cierto esfuerzo mantener la mandíbula cerrada. Eso no era charla de borracha, era abierta ofensiva.

    "¿Tú y yo? Eso no va a suceder," dije sin rodeos. No importaba si había algo entre nosotras, nuestros caminos divergirían eventualmente, esto no tenía sentido.

    "¿Por qué no?"

    "Porque probablemente intentas corresponder alguna obligación demente y yo no quiero ser parte de ella. No quiero saber si la gente del asentamiento te exigía sexo... si es eso lo que quieres, busca en otra parte."

    El reconocimiento se apoderó lentamente de su expresión.

    "Lo has entendido todo mal," resopló pesadamente. "Te trato así porque te quiero."

    Puse los ojos en blanco y traté de mantener mi tono ligero. "Cállate."

    "Nunca creí que pudiera amar a alguien, pero no le tengo miedo como tú."

    "Yo no le tengo miedo al amor." Te tengo miedo a ti.

    "Eso es bueno," respondió rápidamente. "Significa que te lo tomas en serio. Y que cuando por fin te entregues a él, lo harás completamente. Por eso tienes razón en tener miedo."

    "Te encanta ver cómo me retuerzo, ¿eh?"

    "Eso también." Se miró en el espejo mientras yo me ungía con una última capa de brillo de labios. "¿Has estado enamorada alguna vez?"

    "Hamish tiene razón, necesitas salir más. Estás aburrida, ese es el problema."

    Ella resopló de agitación y me dio la espalda.

    "Podríamos hacer un viaje por carretera, contemplar algunos paisajes, alojarnos en bonitos hoteles. No tienes que socializar si no quieres, pero deberías salir de casa unos días. Eso podría divertirte."

    "Mientras tú estés conmigo," dijo distraídamente y yo la miré con sorpresa.

    "¿En serio? ¿Vendrías?"

    "Sí," suspiró. "Quizá tengas razón. Aunque sin multitudes, ¿de acuerdo?"

    "A pasitos de bebé," le prometí extasiada. Hice la sugerencia de cambiar de tema, no porque pensara que ella fuese a apuntarse de verdad. Esto era enorme.

    "Si esta maldita cena sale bien esta noche, podemos hablar de ello," dijo de manera hostigada.

    "Lo harás bien."

    Yo no lo sabía con certeza, pero resultó que yo tenía mucha razón. Era un alivio para nosotras tener otra compañía y Lark mostró sorprendente gracia y buen comportamiento. Saludó a Hamish y dejó que le presentara a Vivian, todo simpáticas sonrisas y palabras corteses. La esposa de Hamish era exactamente como yo la recordaba y, como él, no dudó en envolverme en un cálido abrazo.

    "¿Qué te gustaría para beber, Lark?"

    "Solo agua, gracias."

    En el salón, ella se demoró frente al gigante mapa de la pared. Situado tras de un cristal, detallado y bellamente esbozado y coloreado, también me había atraído a mí de niña. Hamish estaba a su lado, complacido de que hubiera llamado su atención.

    "Impresionante, ¿verdad?"

    "Lo es. ¿La escala es precisa?"

    "Probablemente más que en los mapas producidos en masa. Viv lo hizo ella misma. Mira," señaló, "esta es la caminata que hiciste. De aquí," arrastró el dedo una buena distancia, "hasta aquí. Terreno escarpado por todo el camino."

    Ella se inclinó más cerca y estudió el sendero que él había hecho.

    "¿Este es el asentamiento?"

    "Sip," asintió él.

    Ella tenía un curioso ceño fruncido en el rostro, luego se giró ligeramente para mirar a Hamish.

    "¿Por eso crees que soy dura?"

    "Es un infierno de viaje."

    Todo iba como la seda hasta que el tema pasó a temas menos seguros a mitad de la cena.

    "Bueno, ¿fuiste educada en casa?" Preguntó Vivian. Yo me puse rígida y miré a Lark mientras esta se tomaba unos momentos para responder.

    "Sí." Por un momento asumí que eso sería todo, luego ella continuó suavemente. "Nos enseñaban que Dios era la verdad, el camino, pero yo tenía acceso a otro material. Aunque tenía libros, se suponía que, técnicamente, yo no debía leerlos. ¿Sois personas religiosas?"

    "No. Viv y yo somos sólidos ateos," dijo Hamish tímidamente y Lark asintió. "¿Cuáles son las creencias de tu familia?"

    Preparada, mantuve los ojos en Lark, lista para saltar si la veía demasiado incómoda. Pero ella masticó en silencio durante un rato y luego comenzó a hablar de nuevo, con calma, pero algo indirectamente.

    "La idea de que se está librando una ridícula batalla entre el bien y el mal es una falacia. No les gustaba que yo dijera cosas así, que les dijera que los soldados de cada bando ya no tenían un líder. Que trabajan solos y según sus propios juicios y que el multiverso es mejor por ello."

    Solté un silencioso suspiro de alivio. "Te dije que es inteligente."

    Vivian estaba impresionada, pero Hamish la miró con ojos emtornados; parecía sospechar algo, lo cual me confundió.

    "¿Estás diciendo que no hay Dios ni diablo?" preguntó él.

    "Nunca lo hubo," respondió ella rápidamente.

    "Eso es dar un gran salto desde el fanatismo fundamentalista." La miró dubitativo.

    "Lark nació con eso." Me puse defensiva. "Probablemente te diste cuenta de que eran tonterías desde el principio, ¿verdad?"

    "Cierto," dijo ella y dio un sorbo de agua.

    Vivian intervino entonces y cambió de tema hacia su educación anglicana y sus propias luchas con la fe.

    Ella nos dio a ambas un cálido abrazo antes de marcharnos y Lark les agradeció profusamente su hospitalidad.

    "Me gusta ella," dijo en el camino de vuelta. "Tiene tacto."

    "Sabe leer una habitación," coincidí. "Lo hiciste muy bien, gracias por venir y lamento esas preguntas personales."

    "Me esperaba más, supongo que esto aún no ha terminado."

    Ahora que estábamos a solas de nuevo, volvieron las anteriores travesuras de Lark y un silencio incómodo cayó entre nosotras durante el resto del viaje a casa. Yo dejé la radio encendida y Lark se apoyó en la ventanilla. Ella estaba cansada. No sé cómo podía yo sentir eso, pero ella estaba exhausta. Solo mirarla de reojo me cansaba a mí también.

    Ella no estaba por ningún lado cuando salí de la ducha. Escaleras arriba, la encontré ya acurrucada en la cama, muerta para el mundo. Sólo eran las nueve de la noche. Abrí empujando la puerta y entré silenciosamente. Ella yacía de lado en posición fetal, aferrando bajo el cuello al oso. Respiraba tranquilamente pero no parecía tan apacible como debería. Considerando que estaba dormida, su expresión parecía tensa. Guido yacía estirado detrás de ella y me miró de arriba abajo con ojos malignos antes de cerrar las pestañas. Tragué saliva mientras la observaba, notando que mi preocupación iba más allá del alcance de una simple amiga. Quise acostarme y envolverla entre mis brazos, quitarle la tensión a su sueño. Quería ser quien ella tuviera aferrada junto a ella. Mis sentimientos por ella habían cambiado, la forma en que la miraba había cambiado. Esto parecía imposible. Esto no era solo disfrutar de mi ego siendo acariciado. De hecho, me estaba enamorando de esta chica. Refrené esos pensamientos y salí del cuarto.

    De vuelta a la planta baja, había que ocuparse de una necesidad imperiosa, así que hice una rápida llamada telefónica.

    "¿Saf?" respondió un aturdido Hamish.

    "Lo siento, ¿te he despertado? Había olvidado que las personas mayores se van a la cama más temprano."

    "No," soltó una risita. "Es que no esperaba volver a hablar contigo esta noche."

    "Quería darte las gracias de nuevo. Y... todo salió bien, ¿verdad?"

    "Sí," dijo, pero su voz fue demasiado tensa, "es una vasta mejora tal como ella estaba."

    "¿Pero? ¿Por qué la miraste como si no confiaras en ella?"

    "No estaba respondiendo a las preguntas directamente, seguramente tú te diste cuenta."

    "Es increíble que las respondiera siquiera."

    "Vale," suspiró él. "Tienes razón. Tuve una extraña sensación al observarla esta noche, eso es todo, como si no hablara de corazón, como si solo intentara impresionarnos."

    "¿Sería tan malo que ella tratara de impresionaros?"

    "Y que te pusieras protectora no lo hizo más fácil."

    "Entonces, ¿lo que estás diciendo es que no salió nada bien?"

    "Esto es un comienzo. Pero tengo que decir lo que pienso, aún creo que la estás protegiendo demasiado. ¿Qué va a pasar cuando vuelvas a México? ¿Has pensado en eso?"

    "Tal vez pudiera quedarse a vivir aquí," dije distraídamente. "No es necesario vender la casa."

    "¿Vivir de qué? La has estado apoyando por completo durante más de dos semanas. Creo que la estás usando a ella más de lo que ella te está usando a ti."

    Su tono era desafiante; esperó mi negación. No se la di, puede que tuviera razón. Eso no era algo de lo que estuviera orgullosa, pero no podía detenerlo. Yo estaba tratando a Lark como un coleccionable en perfecto estado que no se podía sacar de la caja. Pero Hamish no sabía ni la mitad del asunto, que seguramente cualquiera haría lo mismo por alguien tan especial como ella.

    "Y veros a las dos juntas," continuó él, "el modo en que te mira..."

    "¿Cómo me mira?" Un cosquilleo me bajó por la columna.

    "Se ha vuelto demasiado apegada, te lo advertí. Si no comienzas a prepararla para la independencia, estarás haciendo lo mismo que ellos."

    La comparación me estremeció. "Ha aceptado salir unos días la semana que viene. Seré capaz de que salga un poco, que interactúe más. Eso es un progreso."

    "Claro. No me malinterpretes, tú has estado increíble."

    "Gracias por tu honestidad. Perdón por llamar tan tarde."

    "No hay problema. Buenas noches."

    Las razones por las que yo había estado tan cerrada a lo que ella haría cuando me fuera debían de ser muy poderosas.

    Me senté pensando en las palabras de Hamish. Él había venido a decir que creía que ella había intentado timarles, y la sospecha en sus ojos en la mesa lo respaldaba. La inferencia me dejó intranquila, en parte porque yo no lo entendía en absoluto. ¿Podría ser este un caso en el que los árboles no me dejaban ver el bosque? ¿Estaba yo demasiado cerca para ver el cuadro general? El desarrollo de mis sentimientos podría ser un factor de disuasión adicional si ese era el caso. Las emociones no eran algo en lo que se podía confiar. Lark había tenido razón: yo le tenía miedo al amor. Un miedo mortal.

    Pero la implicación de que ella había sido deshonesta no tenía sentido para mí. Yo sabía que, cuando ella mentía, era una inútil. Lark era la persona más pura que yo había conocido; al menos lo había sido antes de descubrir a Julie y esa jodida novela a la francesa que yo le había dado. No, negué con la cabeza, ella seguía siendo Lark, solo que estaba aprendiendo a expresarse con confianza. ¿Sobre qué exactamente podría ella haber estado mintiendo de todos modos? ¿Pensaba el doctor que ella aún creía en todos los dogmas con los que había sido adoctrinada? Quizá solo había dicho las cosas que dijo como respuesta al oír que Hamish y Vivian eran ateos. A mí no me importaba si ella mentía sobre ello. ¿Qué daño hacía al tratar de impresionar y no hacer olas?

    Agarré la tablet que estaba sobre la mesa de café y abrí el historial del navegador del Google Chrome. Me desplacé por la lista de sitios a los que ella había estado accediendo, divertida y un poco desconcertada. Ella había buscado multitud de cosillas sobre las que yo no me había preguntado. Definiciones de las palabras del argot que yo utilizaba con frecuencia, vaporizadores, nicotina, interpretación, uso de tampones, temas de mantenimiento personal como depilación, afeitado, hidratación y desodorización. Luego estaban los temas que no encontré inesperados: esquizofrenia, fanatismo religioso, Dios, vida sectaria, capacidad psíquica, clarisensibilidad, psicokinesis. Otras cosas eran mucho más desconcertantes; sitios web gubernamentales, teorías de conspiración, pruebas médicas en humanos, terapia electroconvulsiva, métodos de anestesia, neuropsicología, manipulación de biorretroalimentación. Altamente curiosa por lo que la había impulsado a investigar esta clase de temas, me interesé en aprender más. Luego llegué a una sección en la que claramente ella había estado buscando sexo y sexualidad. Me detuve avergonzada y más que un poco culpable por mi invasión de su privacidad. Eliminé de inmediato el historial de búsqueda en un intento de redimirme, aunque eliminar la información de mi mente era mucho más difícil. Al menos no había vislumbrado nada parecido a pornografía dura. Por fortuna sus intereses parecían principalmente orientados a la información.

    Tal vez, como con la sexualidad, se había interesado en los otros temas debido a algo que había visto en televisión. Yo no había prestado mucha atención a lo que ella había estado viendo, solo sabía que no se había centrado únicamente en «De otro mundo», un hecho que era un alivio para mí.

Capítulo Seis

Cercando

    Algo firme y dulce siendo presionado contra mis labios me sacó de las sombras del sueño el lunes por la mañana. Yo sabía lo que era, despedía un olor fresco y penetrante. Abrí la boca y aquello se abrió camino dentro con impaciencia. La mitad de mí aún estaba dormida, comer mientras una duerme es una experiencia satisfactoria, como estar drogada, los sentidos están exagerados. El sabor de la fresa explotó en mi boca, todas las papilas gustativas y receptores de olor se iluminaron.

    "Mm," croé en un intento de producir un sonido apropiado. ¿De qué iba todo esto?, fue mi primer pensamiento mientras tragaba los rosados ​​restos masticados.

    "Saf, despierta," oí a la voz de Lark urgir por encima de mí.

    "¿Aún estoy dormida? Estoy soñando," me oí murmurar y di un mortal hacia atrás hacia la oscuridad. Una segunda fresa me empujó los labios, sacándome del sueño de nuevo. Yo le permití entrar, con mi consciencia de la habitación ganando claridad. Podía sentir la presencia de ella tan cerca que podía olerla.

    "¿Qué...?" comencé a decir, pero, de pronto, algo completamente diferente estaba presionando mis labios. Los labios de Lark eran cálidos y sedosos. Su beso comenzó suave, pero, cuando yo le abrí la boca a su sondeante lengua, este se volvió casi agresivo... con sus manos sujetándome la mandíbula, ella movió la pulpa de fresa para que esta conquistara cada rincón de mi boca. Reuní mis sentidos, la aparté de un empujón y me subí a la frente la máscara para los ojos, parpadeando.

    "Conseguí uno," dijo con una sonrisa. "Por fin conseguí un beso, y uno bueno también."

    "¿Qué demonios?" Su tono triunfal me irritó. "No puedes hacer mierdas como esta, está mal."

    "Quería saber lo que se sentía. Y ahora lo sé, quiero más. A ti te ha gustado, siento que te gusta."

    "Estaba medio dormida," refunfuñé.

    "Será mejor que lo hagamos de nuevo entonces." Ella se abalanzó hacia mí, pero yo la esquivé y retrocedí a lo cangrejo sobre la cama.

    "No, Lark, no. ¿Por qué a veces siento que intento entrenar a un perro? Deja de joder." Yo estaba furiosa y se notaba.

    "Hmm," gruñó, luego murmuró, "Ha valido la pena, de todos modos," y salió del cuarto.

    El beso me persiguió todo el día. Me había gustado, lo había sentido sorprendentemente bien hasta que se había vuelto tan contundente, lo cual había hecho que la realidad de su naturaleza robada fuese mucho más irritante. No sabía qué pensar de ella, por qué insistía en jugar conmigo. Justo cuando pensaba que tenía mis sentimientos resueltos o bajo control, ella me confundía de nuevo. Si Lark me quisiera de verdad de esa manera, seguramente esto no resultaría tan irritante. Tal vez ella no supiera hacerlo de otro modo: al final, había sido víctima de abuso durante toda su vida, un hecho que yo no podía olvidar ni comprender del todo. Cualesquiera que hubiesen sido las faltas de mi madre, ciertamente ella nunca había abusado de mí de un modo sexual. Tan agitada estaba mi mente que había olvidado que ella había intentado ser abierta y directa conmigo en el cuarto de baño la noche antes. Mi configuración predeterminada siempre había sido el rechazo, yo no sabía cómo lidiar con los sentimientos genuinos.

    Entré en la cocina a primera hora de la tarde justo cuando Lark encendía el lavavajillas.

    "¿Quieres algo de té?" Me sonrió, como si nada fuera mal. Su sonrisa aún me dejaba sin aliento.

    "Deberíamos hablar sobre lo que hiciste esta mañana."

    "Aún estás enfadada," dijo observando mi expresión.

    "Estoy confundida. Esa no era la Lark que conozco. ¿Estás...?" Entorné los ojos sin pestañear. "¿A qué estás jugando?"

    "No sé a qué te refieres."

    "¿Intentas que me enamore de ti para hacerme daño?"

    "Guau." Negó con la cabeza y dio un paso hacia mí. "No puedo contar la cantidad de formas en que encuentro esa pregunta incorrecta."

    "De acuerdo, lo que tú digas. ¿Puedes dejar de tratarme como lo estás haciendo?"

    "Mírame a los ojos y dime por qué."

    "Porque me incomoda que seas tan atrevida."

    "¿Te incomoda?"

    "Mucho."

    "Julie es atrevida."

    "¡Julie es gilipollas!" Mi voz subió una octava. "Ojalá pararas ya con esa mierda."

    Ella hizo una mueca ante mi tono. "Lo siento."

    "Tú eres una persona encantadora, Lark. ¿Por qué ibas a querer ser como Julie?"

    "Julie me hace fuerte. Necesito saber cómo ser fuerte para que, cuando te vayas, pueda lidiar con todos los gilipollas del mundo." Y así sin más, ella volvió a ser la antigua Lark. Me sentí fatal, pero no sabía si era porque le había gritado o porque ella me había hecho darme cuenta de que me gustaba más cuando me necesitaba. El atractivo del papel de protectora era fuerte.

    Por un momento me quedé mirando; sus palabras habían dado en la diana de una manera imprevista. Ninguna de los dos había planteado el tema de mi partida desde esa noche tras la visita en casa de Hamish. El tema había parecido fuera de lugar. parecía fuera de lugar ahora..

    "Jesús." La envolví entre mis brazos y la abracé con fuerza. "No sabía que estabas pensando en eso." Pero eso era mentira, yo lo sabía, había estado pensando en ello también. Ella no comentó nada, también ella lo sabía. Me pregunté mientras la respiraba, cómo iba a dejarla alguna vez.

    "Venga." Dio un paso atrás y sonrió cuando Hysteria de Def Leppard llegó por la radio. "Balia conmigo."

    Su estado de ánimo era tan contagioso como de costumbre. Cedí y me reí mientras ella me hacía girar. Mi futuro me estaba mirando a la cara... el pensamiento predominante batía más alto que cualquier música. ¿Pero qué podía hacer yo al respecto? Ambas vivíamos en mundos diferentes.

    Un minuto en esto y ella me agarró de nuevo y no me soltó.

    "Deja de luchar," me susurró al oído antes de que, salvada por la campana, el sonido de un vehículo parando en el camino de entrada fuese apenas perceptible entre el de la radio.

    "Alguien ha venido," dije y me alejé hacia atrás.

    "¡Grr!" Ella ventiló su frustración mientras yo me dirigía hacia la sala de estar.

    Al mirar a través del velo de las cortinas de las ventanas occidentales, vi a una mujer de cabello oscuro y muy maquillada salir del lado del pasajero de un elegante Audi negro.

    "Puta madre [19]," maldije en voz alta. Jodido papá. Supongo que era solo cuestión de tiempo, pensé con un suspiro.

    "¿Qué pasa?"

    "Es una invasión." La mano de Lark se deslizó dentro de la mía y la apretó con fuerza mientras se acercaba a mí. Ella estaba asustada. "Tranquila, no han venido por ti." Me soltó y yo me dirigí hacia la puerta principal.

    "Ey," la oí murmurar mientras ella espiaba a través de las persianas. "Es la Labios Fríos."

    Borrando la risita de mi rostro, abrí la puerta principal y me enfrenté a mi antigua coprotagonista, Amy Alvard.

    "¡Ah!" Se oyó un grito estridente. Me besó en ambas mejillas con una floritura y me golpeó una abrumadora racha de perfume. "Esta helando aquí y tengo algo que te va a volar la cabeza. [20]" Abrí la puerta del todo y sus ojos se abrieron al localizar a Lark detrás de mí.

    "Tienes que hablar en inglés mientras estés aquí. Ella es Lark. Lark, Amy." Un hombre alto y de atractivo pícaro se acercó hasta su espalda. "¿Te has traído al perro?"

    "Es muy leal," me susurró cerca de la cara al pasar por mi lado hacia el interior de la casa.

    "Hola, Esteban," dije cuando él sonrió y me saludó.

    "Mira esa estructura ósea." Amy estudiaba a Lark con voz elogiosa, pero resentimiento en los ojos. Tenía un ataque de celos. "Maldición, chica [21]", comentó sobre la cicatriz del cuello, yo maldije su atención a los detalles, "hay doctores que pueden arreglarte eso."

    "Hola Labios Fríos," dijo Lark sin rodeos con una sonrisa de plástico.

    "¿Labios Fríos?" Amy frunció el ceño y yo reprimí una carcajada, aliviada de que Lark no hubiese salido corriendo a esconderse.

    "Te he visto en la tele, encantada de conocerte." Le agarró la mano animadamente. Ja, ella estaba actuando en plan tranqui.

    Amy asintió, tiró para recuperar su mano y entró en la casa como si fuera la dueña del lugar, con Esteban siguiéndola.

    "No la llames Labios Fríos," susurré ferozmente, atrapada entre la diversión y la molestia.

    "Estoy siendo educada, Pescado Muerto es cruel," respondió Lark en voz alta y me mordí la lengua antes de otra réplica.

    "Pasabais por el barrio, ¿verdad?" Me paré en la entrada de la sala de estar viendo cómo Amy se acomodaba en un sofá y comenzaba a hurgar en el bolso.

    "Ya me conoces, me muevo. He estado en LA [22] unos días, Javier sugirió que pasara una noche aquí, con él. Me va a presentar a Sebastián Andrés. Eso puede llevarme a un papel en «Los Culpables» [23]. Estás haciendo un casting para... "

    Mientras ella seguía soltando chorradas, Lark se acercó por detrás y sentí una mano apretarme el trasero, ¡me estaba manoseando! ¿Qué diablos le había pasado? Me alejé rápidamente en un estado de exasperación y vi su engreída expresión cuando me senté en el sofá frente a Amy. Esto no funcionó, ella me siguió y se sentó tan cerca que estaba prácticamente en mi regazo. La oración de Amy se fue apagando y ella alzó una ceja al verme avanzar torpemente por el sofá.

    "¿Llevas aquí un par de semanas y ya tienes una preciosa admiradora? Típico," se rió disimuladamente y sacó un estuche del bolso. "¿Cómo es que la gente siempre va a por quien no puede tener?"

    "Lark se queda aquí un tiempo, eso es todo."

    "Eso no es todo," espetó Lark. "Ella me ama. Me besó." La certeza en su tono fue impactante.

    Amy negó con la cabeza y trasteó con el estuche sobre la mesa de café entre nosotras. Dejó un espejito y vació una bolsa de polvo blanco sobre su superficie. "Tienes que dejar de enganchar a la gente por el camino, Bel."

    "¿Enganchar?" Lark sonó confundida y observó con curiosidad mientras ella seccionaba el polvo en líneas.

    Aún invasivamente cerca, fui muy consciente de la pierna y hombro de Lark empujándome los míos. Esto me envió un hormigueo por el cuerpo, pero yo no podía avanzar más por el sofá sin acabar sentada en el reposabrazos. Le di un leve codazo en las costillas, una advertencia táctil, para que dejara de inquietarse. En casa de Hamish y Vivian ella había estado operando bajo una etiqueta de preparación y precaución, no se podía hablar de tales restricciones en esta improvisada interacción social. Estaba actuando hasta un grado que yo no había visto antes; ¿Era por la presencia de Labios... de Amy? Posiblemente. Yo podía sentirlo emanando de ella, lo salvaje. No necesitaba mirar para saber que su línea de visión estaba dirigida directamente hacia la mujer frente a ella.

    "Belén no es una persona sexual. Estás llamando a la puerta equivocada si intentas llevártela a la cama," dijo Amy.

    Luché contra el impulso de tirar algo. Después de una breve mirada de reojo hacia mí, Lark le frunció el ceño.

    "Quizá es que solo necesita a la persona adecuada."

    "¿Crees que puedes tener éxito donde otros han fallado?" Amy rió con desdén. "Claro, ¿por qué no? Crees que eres mejor que el resto de nosotros, pero eres la perra más grande que conozco, Bel."

    "Ella refleja las actitudes de las personas que la rodean," exclamó Lark.

    Alcé una ceja mientras Amy encendía un cigarrillo. Yo no quería que ella fumara aquí dentro, el olor se quedaría durante días.

    "Bueno, ¿por qué vives con Belén?"

    "No le gusta que la llames así." Dijo Lark.

    "No pasa nada." Dije. Ciertamente no quería que ella me llamara Saffron. Este era un choque de dos mundos incompatibles, uno que yo quería y otro que no.

    La expresión de Lark era peligrosa. Se reclinó y entornó los ojos amenazadoramente; apareció la arruguita sobre su ceja derecha. La mayoría de la gente no la notaría, pero esa era una mala señal, ella estaba teniendo malas ideas.

    La ironía era que, al ver la tormentosa reacción de Lark hacia Amy, me descubrí decididamente excitada. No era ningún secreto que su lado apasionado me atrajera, pero yo no había tenido ocasión de verla subiéndose a la chepa de otra persona. Que fuese por Amy lo hacía aún más picante.

    "¿Ese no habla?" Lark dirigió las palabras bien alto hacia Esteban a la izquierda de Amy. "¿No hablas?"

    "Eres muy hermosa," dijo él con un fuerte acento, inclinándose hacia adelante con una sonrisa.

    "Échate, chico," intervino Amy. "Yo no me sentiría muy halagada, eso es lo único que sabe decir en inglés."

    "¿No te molesta que mi padre te tenga haciendo esta tonta mierda así?"

    "Es su dinero," Amy se encogió de hombros y esnifó una gran raya en el espejo usando un billete. "No te preocupes," dijo momentos después, "esto es más bien una parada de avituallamiento para mí. Tenemos reservas en un hotel cerca de aquí, ya sabes que me gusta el servicio de habitaciones. Toma." Empujó el espejo hacia mí y yo mantuve una mano en alto.

    "Ni de puta coña."

    "¿Por qué?" La negativa no se registró fácilmente, ella parecía atónita. "Pensé que estarías babeando por una."

    "Eres muy consciente de que pasé una semana en rehabilitación el mes pasado."

    "¿Sí, y? Estás preparada para volver al partido."

    "Vine aquí para alejarme de eso, idiota. No voy a pasar por la desintoxicación de nuevo."

    "¿Qué hay de ti?" Miró a Lark maliciosamente.

    "Déjala, ella no quiere."

    "Javier está preocupado por ti," continuó Amy después de encogerse de hombros con indiferencia, "rechazas ofertas."

    "¿Quién es Javier?" Preguntó Lark.

    "Mi padre. Él no debería haberte dado esta dirección, no deberías estar aquí." Me pregunté lo pronto que podría deshacerme de ella.

    "Tu aprobación no significa nada para mí," dijo mordazmente. "Personalmente preferiría que no regresaras nunca. Más papeles para el resto."

    "¿Qué se respira con la cabeza tan metida en el culo?"

    "¿Oxígeno? Por favor, eso es todo lo que necesito," se burló y esnifó otra raya. Ella estaba tratando de tentarme. Sin la presencia de Lark, la tentación sin duda habría sido abrumadora, pero con Lark aquí, no había tentación. Se me ocurrió mientras miraba a Amy que Lark se había convertido en una droga para mí. Me alimentaba de ella, un aterrador descubrimiento.

    "¿Dónde está tu peluda sombra, por cierto?" preguntó Amy limpiándose la nariz y escudriñando la sala de estar.

    "¿Guido? Probablemente escondiéndose de ti."

    "Lo que tú digas. Ese jodido animal me ama más a mí que a ti."

    "Al parecer ama a todo el mundo más que a mí," murmuré.

    "No sé por qué arrastras al pobrecillo a todas partes contigo. Acéptalo, Caramelito [24], no eres la persona más cariñosa del mundo."

    "Vete a la mierda."

    Sus palabras me enviaron un escalofrío por la espalda. La gente me habían acusado muchas veces de ser fría, pero Amy no tenía derecho a señalarlo tan abiertamente delante de Lark de esta manera. Nunca lo había comentado antes. Estas dos estaban sacando lo peor una de la otra. De todos modos, yo amaba a Guido tanto si Amy lo entendía como si no. La belleza de un gato era que no necesitaban constantemente una lluvia de afecto. Perra, y encima fingiendo que me conocía del todo. Yo no habría estado tan resentida por las palabras si Lark no hubiera estado allí. No quería que ella tuviese una impresión equivocada de mí. ¿O era la impresión correcta?... Maldita sea.

    "¿Sois amigas o no?" Lark estaba perdida.

    "Ven a ayudarme a preparar las bebidas," exigí antes de que Amy pudiera decir algo grosero.

    "¡Tequila, Bel!" exclamó Amy antes de añadir: "Nada para Esteban, tiene que conducir."

    Crucé la cocina y saqué vasos de un armario preguntándome si Lark mantendría las manos quietas esta vez.

    "Ella no me gusta," gruñó parándose a mi lado mientras yo abría el tequila.

    "No te estreses, es un movimiento táctico de mi padre, nada más. Pendejo [25]."

    "Échala, Saffron. Ella no pertenece aquí, está interfiriendo y es una idiota. No me extraña que te hayas ido de México si ese es la clase de personas que tenías a tu alrededor."

    "Ella no es tan mala. No puedes odiar a alguien por ser superficial, Lark."

    "¿Quién dice que lo sea? Yo no, al menos. La odio porque quiere llevarte lejos de aquí. Te quiere."

    "¡No me quiere! Eso fue una estúpida escena, ella es completamente hetero."

    "¿Hetero?" Era raro que Lark tropezara con las palabras, demostraba lo agitada que estaba.

    "Se ha acostado con todos los actores de Latinoamérica," exageré.

    "Qué asco. No me importa lo que digas, te quiere."

    "¿Quieres bajar la voz...?"

    "No." Ella estaba siendo terca hasta el punto de ser infantil.

    "Tú y yo no estamos saliendo juntas," señalé. Las razones por las que esto no estaba sucediendo eran escasas incluso para mis estándares y tener a Amy aquí solo estaba enfocando la intensidad de mis sentimientos con mayor nitidez. Pero una cosa permanecía: yo aún tenía miedo de ella.

    "¿Qué estás diciendo? ¿La quieres también?" Este era un territorio peligroso.

    "Preferiría arrancarme el pezón izquierdo de un mordisco," le dije con desdén y ella pareció estupefacta.

    "¿Llegarías a hacer eso?"

    "Lloró Jesús. Solo digo que no soy de tu propiedad." Era extraño que decirlo en voz alta me hiciera notar lo inexacto que eso podría ser.

    "No obstante," ella frunció el ceño, "ninguna de las dos la quiere aquí."

    "Cuando se dé cuenta de que no voy a drogarme con ella, se aburrirá, una hora como mucho. ¿Puedes controlarte durante ese tiempo?"

    "Una hora," me miró y luego se miró los inquietos dedos. "Tal vez debería seducirla," dijo con malicia. "Quizá eso nos libre de ella." Tuve que reírme.

    "Te pone de los nervios, ¿eh?" Dije con curiosidad. "Una hora. Tú no la animes, créeme, se aburre fácilmente."

    Amy estaba entrelazada en un apasionado baile de lengua con Esteban cuando regresamos a la sala de estar, todo manos y boca. No se interrumpieron cuando puse el tequila y el agua sobre la mesa de café, derramando ambos ruidosamente. Molesta, me senté de nuevo preguntándome qué hacer.

    Lark estaba boquiabierta. Sin apartar los ojos de ellos, se inclinó hacia mí y me dijo en voz baja: "¿Crees que van a tener sexo delante de nosotras?" Su expresión y su indisposición a apartar la mirada hacían que pareciera que probablemente no le importaría.

    "Tal vez," dije estudiándolos críticamente. No, esto era una estupidez. Era mi casa, Lark tenía razón, tenía que deshacerme de ellos. Les lancé uno de los cojines del sofá y, maldiciendo, Amy por fin rompió la presa de labios. Descarada, se apartó el pelo del rostro y Esteban me sonrió.

    "Tenéis que iros, tal vez encontréis un público más interesado en el hotel."

    "Ja ja," respondió Amy secamente, pero no hizo ningún movimiento para levantarse. "¿Ves lo que quiero decir? Frígida." Se inclinó hacia el espejo y se lo entregó al hombre a su izquierda.

    "¿No la has oído?" La arruga sobre la ceja de Lark regresó.

    "Claro. Un minuto, cariño. ¿No me vas a decir cuando vas a volver entonces?" Me preguntó y yo me tomé un momento para pensarlo.

    "No." No podía explicarle a Amy la confusión en la que estaba mi mente en ese momento. No era culpa mía que ella hubiera hecho el viaje por nada.

    "¿Esa es tu solución? ¿Quedarte aquí hasta que te aburras como la última vez en Barcelona?" Ella negó con la cabeza. "Eso no mola, Caramelito, siempre huyendo cuando las cosas se ponen difíciles. Tienes suerte de que Javier te cubra las espaldas, el resto tenemos que luchar con uñas y dientes por cada papel."

    Por supuesto, eso no tenía nada que ver con el talento.

    "Tal vez él pueda ofrecerte una oportunidad para la película «Su Piel»," dije ahora inquieta. Ella alzó las cejas con incredulidad y yo aparté la mirada. "De todos modos, este ha sido un buen viaje para ti, es bueno que te dé un poco de aire fresco. Necesito ir al baño."

    Lo primero que me llamó la atención cuando regresé a la sala de estar fue el rostro de Lark concentrado en Amy. Parecía que se estaba preparando para saltar y estrangularla en cualquier momento. Quizá lo estaba haciendo en su cabeza.

    "Ya verás," dijo Amy mientras me sentaba y miraba, luego su tono cambió, "¿Esta es la casa en la que creciste, Bel?"

    "Sí." No tengo ni idea de por qué estaba ella interesada, no supe qué decir.

    "Tengo que admitir que el área es impresionante. Demasiado pintoresco por aquí para mi gusto, pero está guapo." Una fina línea de sangre le salió reptando por la nariz. Con una maldición, se balanceó ligeramente en el asiento y cerró los ojos.

    "Ey, ¿estás bien?" Fruncí el ceño.

    Amy se enderezó, sacó un pañuelo de papel del bolso y se tocó la nariz con él.

    "Un poco mareada. Qué raro." La confusión era evidente en su voz.

    "¿Te sientes bien? [26]"

    "Sí. Bueno, bueno [27]," asintió Esteban, aún con esa sonrisa estúpida y Amy por fin guardó el estuche.

    "Vale," dijo Amy con un profundo suspiro. "Nos vamos."

    "Si necesitas un doctor..." comencé, pero Amy me interrumpió alzando una mano, recogiendo el bolso.

    "Estoy bien. Probablemente solo sea jetlag."

    ¿Jetlag por un vuelo desde Los Ángeles? Al menos logró llegar al coche andando recta.

    "Estamos en el Crystal Summit esta noche, salida tardía mañana."

    Me dio dos besos de nuevo antes de entrar en el lado del pasajero. Amy era mayorcita, sabía cuándo necesitaba un médico y cuándo no. O eso esperaba yo, al menos. Las hemorragias nasales eran comunes, el mareo no tanto.

    Lark ponía los vasos vacíos en el lavavajillas cuando yo regresé a la cocina.

    "Eso ha sido interesante."

    "Sí, lo fue," dijo Lark pensativamente sin mirarme. Las palabras de Amy la habían afectado, yo podía sentirlo. No se me ocurrió nada que decir que pudiera reparar el daño. Decir que ella había mentido sería deshonesto en sí mismo.

    "Espero que no fuese mal material," murmuré a cambio. "Si lo compró de una fuente poco fiable aquí en los Estados..."

    "Ella estará bien. No fue el polvo, fue culpa mía." Salió andando de la cocina. Yo la seguí hasta la sala de estar y fruncí el ceño mientras ella espiaba por las ventanas.

    "¿Qué quieres decir?"

    "Que fue culpa mía," repitió.

    "Tú... ¿Qué hiciste? ¿La lastimaste a propósito?"

    "Fue un accidente, yo no lo sabía." Las palabras fueron sencillas, dichas con total honestidad y una expresión llena de autodesprecio.

    "Pero tú no la estabas tocando..."

    "Creo que mis habilidades son cada vez más fuertes y creo... saber por qué."

    "¡¿Puedes lastimar a la gente con la mente?!"

    "Yo no quise lastimarla." Una lágrima le brotó de un ojo. "Lo siento, solo quería que se marchara. Te iba a llevar con ella."

    Respiré hondo y traté de mantener la voz firme.

    "Fue un error entonces, solo necesitas aprender a controlar tu temperamento."

    "No fue temperamento, fue miedo. No estoy preparada para que te vayas aún, no puedes."

    "¿Por qué piensas que voy a ir a cualquier parte con ella?"

    "Fuiste al baño y ella empezó a parlotear que eras una adicta, que volverías a ello. Que te rendirías, que estaba en tu naturaleza."

    "Pues se equivoca."

    "La forma en que ella hablaba de ti... Eres una drogadicta. Aún eres Belén, creí que podía confiar en ti."

    "Pero, ¿qué coño? ¿Me viste acaso tomar droga?" Mi tono fue demasiado hosco.

    Ella se apoyó flácida en la pared, con la cabeza gacha, y empezó a llorar entre las manos. Se me formó un nudo en el estómago. Me dolía verla así. Normalmente hacía la vista gorda ante las mujeres histéricas. No podía hacerlo con Lark. Me acerqué, le levanté el rostro para mirarlo. Incluso así, ella seguía siendo para quitar el aliento.

    "Por favor, no llores."

    "Crees que soy un perro."

    "¿Qué?" Pregunté en estado de shock.

    "Dijiste que un perro sería más fácil de entrenar."

    "Bueno, pero estás aprendiendo." Ella seguía mirándome con sus enormes ojos.

    "¿Por qué no puedes amarme y ya está?" Me preguntó. Yo tragué el nudo en mi garganta.

    "Sí te amo."

    "Pero no me quieres," Gesticuló desesperadamente. "¿Es por mí? ¿Tan horrible soy?"

    "Eres la persona más hermosa que he conocido," dije honestamente. Maldita sea. Yo sí la amaba. No había cómo negarlo.

    Me incliné hacia adelante y presioné sus labios con los míos. Se suponía que eso la haría sentir mejor y empezó muy suave. Pero cuando su lengua se abrió camino dentro de mi boca, el beso cambió de carácter. Ella estaba necesitada, agresiva, como lo había estado aquella mañana. Me hizo retroceder con fuerza contra la pared y metió la rodilla entre mis piernas, me recorrió el cuerpo con las manos.

    Ardiendo, yo no sabía cómo detenerlo. Quise decirle que fuese más despacio, pero no podía pronunciar las palabras.

    Perdida en la fricción de su boca en la mía, el hambre de su beso, sus dedos comenzaron a frotarme antes de que yo me diera cuenta de que su mano estaba debajo de mis pantalones. Gemí y busqué a tientas su cremallera, pero ella me estaba dando sensaciones de lo más poderosas demasiado rápido. Sin piedad en su asalto, se lanzó a un vigoroso ritmo.

    Fue muy primitivo y yo ya había alcanzado el punto de no retorno.

    "Yo siento lo que tú sientes," jadeó y aumentó la velocidad con la que me frotaba. "Oh, Dios, puedo sentir... Todo."

    Aquello fue demasiado, me corrí con fuerza.

    La lámpara junto al sofá se apagó parpadeando.

    Ella me sujetaba entre ella y la pared, respirando con dificultad en mi oído mientras las estrellas se despejaban de mi visión. El calor entre ambas abrasaba, el latido de su corazón batía en mi pecho.

    "¿Acabas de...?," dije con voz ronca. Yo ni siquiera la había tocado, pero el rígido modo en que se había sacudido contra mí y el agudo y chirriante gemido que lo había acompañado era inconfundible: se había corrido cuando yo lo había hecho.

    "¿Iluminarte? Sabía que Labios Fríos estaba equivocada." Llevó su sonrojado rostro frente al mío con una sonrisa de satisfacción. "Crees que soy un perro," dijo con un afectado sollozo. Yo noté lo que acababa de hacer. El arrepentimiento burbujeó dentro de mi pecho y la aparté de un empujón.

    "Has quemado el jodido fusible de nuevo," murmuré por encima del hombro y bajé al sótano abrochándome los pantalones. ¿Por qué tenía que hacer eso? Arruinarlo todo.

    Dolida y completamente confundida, pasé el resto de la tarde evitándola, cargando cajas desde el ático hasta el garaje. No quería perder los estribos. Ella captó la indirecta y se mantuvo a distancia. Aunque la noche trajo consigo una confrontación inevitable. Me reuní con ella en la sala de estar y traté de concentrarme en la televisión.

    Pude sentir sus ojos sobre mí antes de que ella se acercara y se acurrucara, haciendo girar un mechón de mi cabello entre sus dedos.

    "Me encanta tu pelo, es tan sedoso. Tal vez debería alisarme el cabello."

    "Tu pelo está precioso, no lo quieres liso." No pude evitar la escarcha de mi voz ni el rigor de mi cuerpo.

    "Estás enfadada conmigo por lo de antes."

    "Mira, por favor..." La empujé hacia atrás. "Podemos pasar página."

    "Yo no quiero pasar página."

    "No siempre puede ser lo que tú quieres."

    "Pero a ti te gustó eso también."

    ¿Eso? ¿Era ella reacia a darle un nombre? Eso para mí había sido magreo animal. Yo no me sentía agresiva con ella, quería amarla. En ese sentido, aquello no me había gustado nada.

    "Me manipulaste, eres mejor actriz que yo. No vuelvas a hacer eso."

    "Te amo." Yo podía sentir sus ojos taladrándome. "No debería tener que actuar."

    "No tenía idea de que pudieras ser tan cruel."

    "No pretendía ser cruel. Solo que debido a como eres, tuve que actuar."

    "¿Como soy?"

    "Eres trabajo duro."

    Y tú eres una jodida impaciente.

    "Lo siento," susurró. No la aparté cuando apoyó la cabeza en mí. "Estaba molesta, no lo volveré a hacer." Su piel no tocaba la mía, pero yo podía sentir la decepción y el arrepentimiento filtrarse fuera de ella como si fuesen míos, aliviados ahora por un tirón de satisfacción al estar cerca de mí. El vínculo entre nosotras se estaba fortaleciendo. Tal vez este daba un salto adelante cada vez que ella me tocaba. Si ese era el caso, la intimidad de su último toque habría fortalecido geométricamente todo vínculo que se estuviera formando. Nuestras emociones rebotaban de un lado a otro como dos espejos enfrentados. Yo no podía saber ya dónde se originaban los sentimientos y noté que no sabía cuánto tiempo había estado sucediendo esto. ¿Estaba ella reflejando mi dolor o sentía yo el suyo? Si ella tenía su propio dolor, puede que no fuese por las mismas razones que el mío.

    Amy, la jodida buscalíos, había causado todo esto. Revolviendo la mierda como de costumbre.

    Era demasiado tarde. Mi amor por Lark era mayor que mi disgusto por los juegos. Yo no quería que ella sintiera dolor, ni suyo ni mío, así que dejé el incidente a un lado, le permití a ella la cercanía, le acaricié la muñeca con la punta de los dedos. Sus magulladuras habían desaparecido, impecable piel de terciopelo color caramelo estirada sobre huesos frágiles. Sentí que su arrepentimiento se disolvía gradualmente en paz.

    "Es una falta de comunicación, eso es todo," dijo en voz baja.

    "Dijiste algo sobre que tus habilidades se estaban fortaleciendo, dijiste que creías saber por qué."

    "Debido a ti. Porque soy feliz."

    Me quedé en silencio. Yo estaba atrapada.

    Ella no estaba mirando la pantalla, tenía los ojos cerrados, solo quería estar cerca de mí. Yo lo sabía. Al cabo de una hora estaba dormida y traté de no molestarla. Yo aguanté otra hora antes de necesitar ir al baño y tener que despertarla.

    "Venga," le moví el brazo y ella se agitó, "A la cama." La ayudé a subir las escaleras. Cuando Lark desfallecía, desfallecía de veras.

    "Quédate," dijo adormilada sin abrir los ojos.

    "Me quedaré despierta un rato más."

    Apenas consciente, no discutió y yo la dejé. Me pregunté si sus hábitos de sueño tenían algo que ver con la energía que gastaba en las cosas raras que hacía. En cualquier caso, me alegré, disfruté del espacio personal y del tiempo para pensar. No me fui a la cama, me quedé dormida frente a la televisión, no estaba lista aún para despertar y encontrarme con Lark de nuevo a mi lado. Un hecho se solidificó en mis pensamientos esa noche: yo no podía abandonarla. Eso me hacía sentir muchas cosas diferentes: miedo, asombro, confusión y, lo más importante, me hacía sentir real. Ella había sido la única persona en esa habitación que me importaba, la única persona en cualquier habitación, y yo me preocupaba mucho por ella. Regresar a México sin ella sería como regresar a un mundo vacío, eso era imposible.

Capítulo Siete

Demasiado tarde

    El martes por la mañana me encontré en un estado de ansiedad. Lo que había pasado el día anterior me preocupaba y también me preocupaba Amy. Debería haber cuestionado más a Lark, estaba perdida por lo que ella había hecho. Distraída por mis propias preocupaciones egoístas, había considerado de poca importancia lo del día anterior. Otros pensamientos, que yo había fracasado en captar debido al insensible trato de Lark, también entraban en tropel. La forma en que ella se había hecho eco de mi orgasmo, compartiendo una sensación física, iba mucho más allá de intercambiar emociones. Y ella me había dejado impotente tan rápidamente, incapaz de decir que no... eso era inaudito. Confuso y, sin embargo... yo quería más, necesitaba ver si aquello podía repetirse, si no era solo alguna extraña anomalía singular. Peligroso pensamiento era ese.

    Mi carrera del día no ayudó mucho a aliviar mi disposición, así que, con Lark aún dormida, me subí detrás del volante y me dirigí a la ciudad justo después de las nueve.

    Era demasiado temprano para visitar a Amy, así que di una vuelta por el supermercado. Me había aficionado extrañamente a deambular por Safeway, a investigar perezosamente nuevos productos.

    Mientras esperaba en la caja, noté por las ventanas delanteras a gente hablando en pares y tríos alrededor de la oficinas de la policía y de FWP al otro lado de la calle. No había visto tanta gente congregada en un área desde que estaba aquí. Ojeándolos mientras cruzaba la zona de salida, me choqué con Vivian, quien llevaba una bandeja de plántulas.

    "¡Perdón!"

    "Saffron," sonrió ella. "Sin daño no hay falta. ¿Estás bien? Pareces turbada."

    "Estoy bien. ¿Qué está pasando?" Asentí hacia el aparcamiento al otro lado de la calle. "¿Una reunión ciudadana?"

    "No exactamente," dijo siguiendo mi mirada. "Aparentemente, un excursionista se encontró con un siniestro en la Goa Range anoche temprano. Accidente de helicóptero, cuerpos y todo."

    "No me digas. ¿Muertos?"

    Ella asintió. "Aunque no eran lugareños. Eso va a tener a todo el mundo excitado por un tiempo, supongo. ¿Cómo está Lark?"

    "Ella está durmiendo."

    "Dulce chica. Quise decir algo la otra noche, pero no estaba segura de si debía mencionarlo delante de ella. Puede quedarse en nuestra casa de huéspedes cuando te vayas. Queremos ayudar."

    "Gracias Viv. Te lo agradezco y ella también. Mejor me voy," levanté mis bolsas demostrativamente. "Esto es pesado."

    "Disfruta del día."

    Cuando las bolsas estuvieron a salvo en el coche, fui a una cafetería cercana para sorber un café con leche y observar los acontecimientos con ojos entretenidos. Es extraño lo entretenidas que pueden ser las pequeñas cosas en una ciudad como esta: la gente parecía emocionada; uniformados y no uniformados dando vueltas, vibrando en sus charlas. Supuse que la atmósfera sería diferente si los difuntos hubieran sido locales. A las diez y media decidí que había esperado suficiente y me dirigí a lo alto de Featherston Road.

    El Resort & Spa Crystal Summit era un hotel majestuoso y extenso, con un campo de golf perfectamente cuidado visible a través de los árboles cuando me acerqué. Agh, golf. Un conserje en el mostrador de entrada delantera me informó dónde estaba Amy, pero no llamó a la habitación primero.

    Probablemente yo la iba a despertar, pero eso no importaba, la visita era principalmente para asegurarme de que ella estaba viva.

    Amy abrió la puerta rápidamente cuando llamé.

    "Te has levantado temprano," comenté siguiéndola dentro.

    "Vuelo desde Lake Point a la una." Giró hacia mí y arqueó una ceja. "¿Cediendo a la tentación para un estímulo matutino?"

    "No. He terminado con todo eso."

    "Pues solías estar... ¿Qué te hicieron en desintoxicación, por cierto?"

    Ella acababa de salir de la ducha, en albornoz, pelo envuelto en una toalla. Era la primera vez en mi vida que la veía sin maquillaje, pero al menos parecía estar bien. A Esteban no se le veía por ningún lado.

    "Buenos días a ti también. He consumido demasiado durante demasiado tiempo, ya sabes cómo fui."

    "Eras una máquina."

    "Sí, bueno, eso ya no vale la pena. Vine para asegurarme de que seguías viva."

    "Como dije, solo es jetlag." Se paró frente a un minibar y dio un sorbo de un vaso, ojeándome con curiosidad.

    "¿Estás bebiendo? ¿Tan temprano?"

    "Estoy de vacaciones. ¿Quieres una?"

    "Estoy bien."

    "¿Qué quieres que le diga a Javier?"

    "Me voy a quedar aquí un tiempo, tengo cosas que resolver."

    "¿Sigues teniendo esos episodios?" Que ella supiera de ellos no me sorprendió, lo que lo hizo fue que fuese tan directa. Amy rara vez hablaba sin rodeos sobre temas delicados.

    "No muy a menudo, estoy mejorando. Tal vez consigas tu deseo," sonreí, "tal vez deje la interpretación. Cuanto antes aprenda papá a dejar de interferir, mejor."

    "Supongo que tienes razón." Ella vaciló. "Siento lo de tu madre. Ni siquiera sabía que había muerto hasta que Javier lo mencionó hace unos días."

    Ja, yo la había pillado en un estado susceptible. Quizá acababa de tomar un puñado de Valium.

    "Tranqui. Lamento que hayas venido hasta aquí para nada."

    "No tienes un plan, ¿verdad?"

    "'Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes'," dije distraídamente.

    "No me digas que has descubierto la religión," sonrió con malicia.

    "Es una expresión, Amy."

    "No te entiendo en absoluto." Me estudió en silencio durante un momento, probablemente era la primera vez que yo la veía quieta, tranquila y pensativa de verdad. "Es ella, ¿no?"

    "¿Qué?" Pregunté sorprendida por su tono franco.

    "Tu amiga. ¿Lark?"

    "¿Qué pasa con ella?" Esperaba que Amy no sospechara que ella tenía algo que ver con lo que le había pasado ayer.

    "Te tiene pillada, Belén Abreu por fin ha perdido el corazón."

    "Oh." Suspiré interiormente. "No lo sé, es complicado. No estoy pensando en dejar de actuar por ella, si es eso lo que estás insinuando."

    "Honestamente, no esperaba que fuese una mujer."

    "Tú nunca esperaste que fuese nadie."

    "Cierto." Dejó el vaso y me sorprendió al avanzar un paso y darme un buen abrazo, cálido y real. "Me alegro por ti. Ella tenía razón, ¿sabes?, quería llevarte conmigo."

    Me aparté y la miré con el ceño fruncido.

    "Todo el mundo quiere lo inalcanzable," se encogió de hombros.

    "Estarás bien. Yo voy a irme. No vuelvas a la casa, ¿de acuerdo? A Lark no le gustas nada." Me sentí mal al decirlo, pero era más por la preservación de Amy que por la de Lark.

    "El sentimiento es totalmente mutuo," sonrió con facilidad. "Envíame un mensaje de texto cuando llegues a casa."

    "Lo haré. Cuídate, Amy." Le mostré una última sonrisa y me fui antes de que la incomodidad se volviera insoportable.

    Para cuando volví a entrar en la entrada de Linwood, eran más de las once. La casa estaba en silencio hasta que unos pasos se acercaron rápidamente desde atrás mientras yo ponía las bolsas sobre la encimera de la cocina. Sin darme tiempo para darme la vuelta, ella corrió y se apretó contra mi espalda. Mi frecuencia cardíaca aumentó al menos treinta latidos por minuto con el simple gesto. Ella estaba húmeda, su piel aún goteaba cuando me quedé quieta y le puse los brazos encima de los suyos antes de que ella tirara de mí con urgencia. Me plantó beso tras beso en la mitad inferior de la cara, con la boca cerrada, pero frenética y, de nuevo, yo no pude hacer nada salvo ceder al aluvión. Ella sabía a pasta de dientes y olía fuertemente a crema de ducha, solo envuelta en una toalla.

    No pasó mucho tiempo antes de que ella pareciera darse cuenta de lo que estaba haciendo, dio un paso atrás y bajó la mirada, afligida.

    "Perdona." Alzó la vista con el mismo desenfreno en los ojos. "¿Dónde has estado?"

    "Ah..." Contuve el aliento, con el corazón aún latiendo con fuerza, y señalé las bolsas. "El supermercado." ¿Es que no era obvio? Dándome la vuelta, comencé a sacar los comestibles, ansiosa por mantener las manos ocupadas y tratar de dar calma a mi pecho. ¿Cómo hacía ella eso? "Fui a ver a Amy también, ella está bien."

    "Te dije que lo estaría."

    "¿Has comido?"

    "Solo le di de comer a Guido. Me desperté tarde y tú no estabas aquí y... tengo que terminar de ducharme."

    "Tómate tu tiempo. Voy a hacer tartines de manzana y queso cheddar, listos para las doce."

    Aliviada por tener algo que hacer, necesitaba clasificar las preguntas que tenía para ella. Ella retrocedió lentamente fuera de la cocina, dudando en apartar los ojos de mí (como si yo me fuese a derretir y filtrar por las tablas del suelo) pero eventualmente dio media vuelta y fue escaleras arriba.

    Puse un plato frente a ella cuando regresó y me senté a comer, esforzándome por cómo iniciar la conversación.

    "Esto está muy bueno," dijo.

    "Está bueno."

    Yo no podía ubicar la mirada en sus ojos mientras me miraba por encima de su baguette, la misma encajaba con casi todas las emociones que se me ocurrían, incluida un incómodo nivel de sospecha.

    "¿Por qué fuiste a verla?" Ofreció una apertura fácil.

    "Pensé que apreciarías que ella no regresara a la casa."

    "Te estoy poniendo las cosas difíciles, ¿verdad?"

    "Siempre. ¿Qué le hiciste ayer? Quiero decir, ¿qué implicó aquello?"

    "Emoción." No apartó los ojos de mí y no cambió su expresión.

    "Sabías que ella estaría bien, así que debes de tener una idea."

    Por fin apartó la mirada hacia su plato.

    "Es presión, suficiente para reventar los vasos sanguíneos y dejarla mareada, pero no causará ningún daño permanente. Yo sabía que ella estaba bien porque no perdió el conocimiento, se puso bien una vez que eso pasó."

    Quise decirle que no debería estar haciendo cosas así, pero ella ya había dicho que había sido un accidente.

    "¿Le has hecho esto a la gente antes?"

    "No así." Mantenía los ojos en la comida. "Todo esto es una curva de aprendizaje para mí."

    "Amy nunca te habría hecho daño. Tienes que aprender a controlar tus emociones."

    "Si alguien puede enseñarme a hacer eso, eres tú." Las palabras fueron un poco maliciosas para mi paladar, luego ella se reclinó con una exhalación. "Lo sé, lo siento."

    Ella no parecía estar bien, no paraba de moverse en el asiento, la expresión ahora era más preocupada que otra cosa. No era ella misma; pero claro, ella era una criatura de temperamento.

    "¿Hay algún problema?" La pregunta sonó ridícula. Yo no podía ubicar gran cosa de lo que había sido particularmente correcto últimamente.

    "Me siento rara, asustada. Como si fuera a pasar algo." Me devolvió la mirada. "¿Estás planeando marcharte? No te culparía si así fuera después de todo."

    "No. Le he dicho a Amy que me quedaría por un tiempo."

    "Debe de ser otra cosa. Tal vez vamos a recibir otra visita, por mí. Demasiadas personas saben que estoy aquí ahora, podrían llamar a la policía." Ella no hablaba con mucho sentido. Me incliné y mantuve la mano en su frente. "No estoy enferma."

    "¿También puedes ver el futuro?" Yo estaba bromeando, pero ella me miró con dureza.

    "Soy empática," espetó, "siento cosas. Todo."

    "Vale." Sostuve mi tenedor en alto y limpié un trozo de manzana que había caído volando de mi boca hacia la mesa. "Dime, ¿por qué estás preocupada por la policía?"

    "La gente de la que escapé querrá que vuelva. Todo se está cercando."

    La estudié en silencio durante unos momentos, parecía tanto derrotada como enfadada.

    "Podría ser bueno para ti afrontarlos," mantuve mi tono suave, "decirles que has terminado con eso para que puedas dejar de tener miedo."

    "No lo entiendes." Se levantó y se paseó por la cocina durante un momento, luciendo como un animal enjaulado y lanzando miradas inquietas en mi dirección.

    "Pero..." Yo no sabía qué decir, ¿debía disculparme por lo de ayer? ¿Debía contarle mis sentimientos? "Por favor, dime que no estás pensando en volver."

    "Nunca haría eso por elección propia. Pero no puedo quedarme aquí, me encontrarán y me harán daño. Ellos no son como tú." Recogió las botas, que ella había estado usando, del interior de la puerta principal y se sentó para ponérselas mientras yo miraba. No pensé que ella fuese a ir a ningún lado de verdad, solo estaba hiperactiva.

    "Un culto, lo sé."

    "¿Culto?" dijo ella sorprendiéndome con su tono. "Aquello no es un culto."

    "Secta, o lo que sea." Ella se rió amargamente, confundiéndome más. "No entiendo de qué estás tan asustada. Son idiotas y no pueden obligarte a volver. ¿Es eso lo que te preocupa? ¿Pueden acaso enviar aquí a la policía para recogerte?"

    "Sí."

    "No pueden hacer eso, la ley está de tu lado. Tú sabes eso, ¿no?" Terminó de atarse los cordones y me miró fijamente. "Olvídate de la policía, ellos tienen cosas más importantes que hacer, ha habido un accidente de helicóptero."

    "¿Qué?"

    "Sí," asentí y me metí un último bocado de baguette entre los dientes. "Se han encontrado los restos de un helicóptero, Viv dijo que eso mantendrá a la gente excitada durante un tiempo. Y tu estúpida familia ni siquiera ha presentado una denuncia a personas desaparecidas. ¿Qué pasa con eso, por cierto?" Las palabras fueron dichas con indiferencia, pero, cuando la miré, todo el color había desaparecido de su rostro. "Lo siento, solo quiero decir que no necesitas preocuparte."

    "Se ha acabado entonces."

    "¿Qué se ha acabado?"

    "Ya he estado aquí demasiado tiempo."

    Las palabras me sacudieron por completo. Fue por la forma en que las había dicho, despreocupadamente y, sin embargo, con certeza, como si sólo hubiera sido cuestión de tiempo. Algo dentro de ella había cambiado. Me levanté impotente de la mesa mientras ella caminaba hacia la puerta principal.

    "No puedes irte..." Pero ella ya se había ido, dejando la puerta abierta a su paso. Me quedé mirándola, estupefacta. "Este ha sido un mal día," le dije a la cocina vacía. "Lark... ¡Joder!"

    De ninguna manera iba a suceder esto, ella no iba a deambular sin más por el bosque de nuevo como si nunca hubiera estado aquí. Solo necesitaba liberar algo de energía nerviosa, volvería. No se había llevado nada con ella, ni siquiera una chaqueta. Cuando conseguí que mis paralizadas piernas se movieran, fui hasta el arroyo y rodeé la casa llamándola, conduje por las carreteras circundantes, pero me di por vencida a mitad del camino a la ciudad. Ella no podía haber llegado tan lejos.

    Volverá, no dejaba de repetirme a mí misma. A la una y media me envolví en una manta y me senté en el porche a esperar. Miserable y mortificada como estaba, otras emociones me estaban atormentando; un miedo irracional y urgente. Yo no lo entendía y estaba segura de que el miedo no era el mío propio. No sabía lo que podía hacer que Lark se sintiera de esta manera, pero confiaba en que el miedo significara que ella aún estaba cerca.

    La parte paranoica de mi cerebro discutía, tal vez ella se había marchado porque por fin había obtenido lo que quería de mí y se había percatado de que no era tan grandioso después de todo. La parte blanda determinó que, si tenía que hacerlo, iría hasta el asentamiento y la buscaría yo misma. Pero, ¿y si se perdía o enfermaba de nuevo al intentar vagar por el bosque? Al menos esta vez yo podría involucrar a la policía en la búsqueda si ella seguía desaparecida demasiado tiempo. Me quedé allí sentada durante dos horas, atrapada entre echar humo de rabia y cagarme de miedo.

    "Saf."

    Debí de haber cerrado los ojos durante un minuto, ni siquiera la había oído acercarse. Ella estaba plantada ante mí, con la mano en mi hombro y una voluminosa y sucia mochila bajo el brazo.

    "¡Jesucristo!" Dije y salté para envolverla entre mis brazos, mis piernas rígidas casi se doblaron debajo de mí. "¡Maldita idiota, no te atrevas a hacerme esto nunca más!"

    "Es demasiado tarde." Su voz era afigida, pero sentí una ventana de esperanza emanando de Lark, una pequeña y brillante.

    "Demasiado tarde para qué."

    "Esto es culpa tuya." Buscando en su rostro una señal de lo que ella quería decir, encontré una mezcla de anhelo y pavor. Respiró hondo, "Deberíamos hablar correctamente."

    "¿Sí? ¿Qué pasa?" Fruncí el ceño ante la sucia bolsa.

    "¿Estás aquí fuera por mi culpa?" Dijo.

    "Saliste corriendo sin más. Iba a llamar a la policía."

    "Nada de policía. Vamos adentro."

    Sentada a la mesa del comedor, me miraba fijamente, fue a cogerme las manos y luego lo pensó mejor y se retiró, mirando nerviosamente por la habitación.

    "Lark." Traté de encarrilarla. "¿No querías hablar?"

    "Sí," asintió. "Debo preguntarte algo directo."

    "¿El qué?"

    "¿Por qué te molestó tanto? Ayer, cuando yo... ¿Cuando tonteamos?"

    "Yo no tonteo y no me gusta que jueguen conmigo. Yo no soy Julie."

    "¿Te importo?"

    "¿Crees que aún estaría aquí si no me importaras?"

    "¿Crees que lo estaría yo?"

    Negué con la cabeza con frustración. Esto iba en círculos, traté de pensar en algo que decir para salir de eso. Ella sabía que me importaba, me estaba pidiendo una confirmación verbal, probando si yo estaba dispuesta a admitirlo, a ceder. Ella continuó antes de que yo pudiera.

    "Lo que digo es que ninguna de las dos necesita estar aquí. Estamos aquí para... Una para la otra." Sonaba tan sincera, pero yo no estaba segura de lo que quería decir. ¿Estaba manteniendo abierta la posibilidad de volver al asentamiento como una opción? La honestidad era la mejor opción en un momento como este, decidí.

    "Lo que hiciste fue una putada. Jugaste usando tu propia vulnerabilidad y me la restregaste por la cara después."

    "Fui horrible, lo sé."

    "Que le follen a eso," suspiré pesadamente. "También es culpa mía. Me mostraste mis propios problemas y eso no me gustó."

    "Mientras estuve aquí, vi un poco de este programa llamado Brooklyn Nine Nine [28]."

    "Sí," fruncí el ceño, preguntándome a dónde se dirigía. Debía de estar estancada durante el mayor tiempo posible con lo que fuese que quería decir. En cuyo caso, esto debía de ser importante. "¿Te gustó?"

    "Sí. Es muy bueno. El caso es que hay un personaje, el Capitán Holt, en un episodio dice «Cada vez que alguien da un paso al frente y dice quién es, el mundo se convierte en un lugar mejor y más interesante». Me gustó esa cita."

    "Confío en ti para sacar una frase sensible de una serie de comedia."

    "Tienen más impacto cuando están rodeadas de chistes." Ella encontró mi mirada con ojos serios. "No dejo de oír estas palabras «sin ataduras». La gente las usa mucho y no puedo decir que la entienda. Yo vengo con ataduras, ¿ves?," trinó ansiosamente.

    Yo no estaba segura de que ella estuviera usando el término correctamente, pero iniciar un debate sobre semántica no me pareció correcto.

    "No tenemos que hablar de este n..."

    "No," levantó una mano. "Tenemos. Yo también he visto tus ataduras y sé que entiendes por qué necesito decir cosas. Quiero mostrarte algo." Ella echó la mano hacia mi cuello, pero yo me aparté acobardada automáticamente. "De acuerdo. Pues escucha entonces, porque ya no tengo tiempo para andarme con tonterías."

    Bajé la vista con una mueca.

    "Yo... tienes que ser paciente conmigo," comencé lentamente, "no estoy acostumbrada a sentirme así."

    Ella no estaba escuchando, se levantó y trajo la sucia bolsa del interior de la puerta, la arrojó a mis pies, abrió la cremallera y separó la solapa. Yo me quedé mirando perpleja los fajos de billetes de cien dólares.

    Agachándome, miré de cerca, cogí un fajo y le pasé el pulgar, froté un billete entre los dedos.

    "Es real," dijo.

    Parecía real, su tacto era real, olía a real. Pero yo no lo creía, solo me preguntaba qué demonios hacía Lark correteando por ahí con una bolsa de convincente, pero sin duda falso, dinero.

    "¿De dónde has sacado esto?" Si era real, equivaldría a decenas de miles de dólares, calculé.

    "Lo cogí. Lo necesito. Lo enterré en el bosque no lejos de aquí. No pensé que iba a poder encontrarlo de nuevo, pero lo hice."

    "¿De dónde lo sacaste, Lark? ¿Lo cogiste del asentamiento?"

    "Quiero que entiendas que no me quedo porque necesite tu dinero ni tu ayuda, ya no." Ella no estaba jugando, sus palabras eran firmes, seguras. Demasiado reales para mí, para lidiar con todo lo demás.

    "Por eso estás preocupada por la policía. Por eso les tiene tanto miedo."

    "Esto," dio una patada a la bolsa, "no es nada para ellos."

    "No seas ridícula. Si esto es real... Podemos arreglarlo, podemos llevarlo allí de nuevo, devolverlo. Tal vez lo entiendan."

    "¿La gente religiosa?" Dio una carcajada.

    "¡¿Qué coño tiene tanta gracia?!" Grité perdiendo el poco control que le quedaba a mi temperamento. "¿Cómo puedes reírte en un momento como este? Si les has robado dinero real, no importará lo mal que te hayan tratado, pueden..."

    "¡Piensa, Saffron!" me interrumpió en voz alta, apuntándose crudamente la cabeza con los dedos. "El lugar del que estás hablando está río abajo, ¿por qué habría ido yo colina arriba en un área como esta? Tengo algunos instintos rudimentarios, ¿sabes?." Su tono era demasiado alto, demasiado real, demasiado.

    "Porque estuviste delirando..."

    "No cuando decidí qué dirección tomar."

    La miré, sus ojos eran salvajes pero no irracionalmente.

    "Tú no vienes del asentamiento," dije lentamente.

    "Ahí está." Ella levantó un dedo índice, miró fijamente, con la frente arrugada, esperando que la información se asimilara.

    Yo me esforcé. ¿Cómo había podido yo estar tan ciega?

    "Yo no... ¿Quién demonios eres tú?"

    "Esa es una de las preguntas más difíciles."

    "¡Joder!" Levanté las manos, exasperada. "¿De dónde viniste?" Pregunté con los dientes apretados.

    Se dio la vuelta abruptamente y trotó escaleras arriba, cuando regresó tenía uno de los mapas en la mano. Lo extendió sobre la mesa del comedor.

    "Lo mejor que puedo imaginar, de aquí," señaló una zona montañosa al noroeste de Linwood.

    "Eso está en mitad de ninguna parte, no hay nada allí." Ella debía de estar equivocada.

    "Por supuesto que no. ¿Por qué si no habría tenido que caminar durante dos días?"

    "Dos días. Dijiste que no sabías cuánto tiempo habías estado ahí fuera."

    "Y tú sabías que yo estaba mintiendo."

    Volví a mirar hacia donde ella había señalado en el mapa, el Goa Range. Algo hizo clic.

    "Ahí es donde se encontraron los restos del helicóptero."

    "Sí," asintió mirando el mapa. "En alguna parte de allí."

    "¿Estuviste tú en ese helicóptero?" Fruncí el ceño hacia ella, incrédula.

    "Sí. No sé por qué, pero lo estuve."

    Pesqué el vaporizador de la mesa y comencé a inhalar, yendo y viniendo de la cocina a la sala de estar. Mi cerebro iba a mil por hora.

    Lark me había mentido, Lark no era la chica que yo pensaba que era. Lark había jugado conmigo como con un rompecabezas. Yo me había enamorado de una extraña. ¿Cómo había sido esto posible? Me sentí engañada, desarticulada, perdida. Mientras yo intentaba desesperadamente racionalizar en mi mente el giro de los eventos y conectarlos con el tiempo que habíamos pasado juntas, Lark permanecía junto a la mesa del comedor observando, antes de irrumpir en mis pensamientos.

    "Te vas a provocar un ataque," dijo en voz baja. "Saf, cálmate."

    Ignorándola, seguí paseando.

    "Saffron..."

    "¡Callate, callate, callate!" Chillé. "¡Necesito pensar!"

    El arrebato sirvió mejor de lo esperado para calmar mi actitud. Aún así me sentí muy mal por haberle gritado y, cuando la vi sentarse al final de la mesa con lágrimas en los ojos, me senté a su lado. Ella estaba dispuesta a hablar, eso era algo. Yo no haría ningún progreso excluyéndola.

    "Tienes que ver lo jodido que es esto." Yo me miré las manos. "Creía..." ¿Qué creía? ¿Que todo iba salir bien? ¿Que teníamos futuro? Maldije mi ensimismamiento.

    "Lo siento," dijo en voz baja y yo alcé la mirada. Sus ojos tenían tanta emoción que resultaba difícil de afrontar.

    "Vivian dijo que fue un accidente, que todos los pasajeros estaban muertos."

    "No todos."

    "¿Cómo sobreviviste?"

    "No fue un choque tan grave, más bien fue un aterrizaje forzoso."

    "Mira, por favor, dime quién eres..." supliqué lastimosamente con voz quebrada.

    Un ceño profundo en su rostro, sus ojos se movieron entre la mesa y yo. Abrió y cerró la boca varias veces, pero las palabras que tenía en mente no salían. Cerró los ojos brevemente, como si tomara una decisión difícil, luego, sin previo aviso, extendió un brazo y me rodeó el cuello con la mano.

    No hubo tiempo para reaccionar: la mesa del comedor, el mapa, Lark, desaparecieron. La realidad se transformó.

    Yo estaba acurrucada contra la pared en una habitación parecida a una celda, el abrumador olor a lejía y antiséptico me daba vueltas la cabeza. No había ventanas, las paredes eran de acero, una única puerta de metal encajaba en una de ellas. Una luz fluorescente brillaba desde un accesorio integrado en el techo, donde había colocada una cámara en ángulo. Una diminuta cama de delgado colchón descansaba junto a una pared, mientras un inodoro y un lavabo sin separadores brotaban de la pared opuesta a la puerta. Al lado de la cama había apilados algunos libros y, encima, un juguete de peluche, lo único que yo tenía para amar.

    Estaba asustada, tan asustada que temblaba. Ellos estarían aquí en cualquier momento. Yo no tenía nada que me dijera que esto era cierto salvo la sensación del lapso de horas desde la última vez. Llegaron pronto. Hombres con monos negros con guantes negros. Era futil resistirse, pero mi miedo me hacía luchar y gritar, siempre lo hacía. Me arrastraron por varios pasillos largos hasta otra habitación donde me ataron a una silla. Vinieron otro hombre y una mujer, vestidos igual pero de verde, y me pusieron un casco en la cabeza, electrodos en la piel. Me mostraron cosas, me preguntaron cosas, me hicieron sentir dolor y miedo. Yo seguí y seguí. Cuando terminaron, flaqueé. Demasiado débil para sostenerme, los hombres vestidos de negro me arrastraron de vuelta a mi celda. Me acurruqué con mi oso. No tenía voluntad de vivir, ni una pizca de felicidad ni esperanza. Lo mismo volvería a ocurrir mañana.

    Cuando Lark me quitó la mano del cuello y yo volví a la casa de mi madre, la visión era demasiado poderosa, haber salido de ella no me impidió dar bandazos y correr al baño de abajo para vomitar. Cuando mi estómago estuvo vacío, colapsé contra la pared y salieron las lágrimas. Lark se agachó a mi lado mientras yo sollozaba con la frente en mis rodillas. Sentí su cercanía, pero ella no me tocó, no intentó quitarme el dolor como lo había hecho antes. Mientras yo lloraba, quedó claro que aquel no era mi dolor, era el suyo. Aquello era dónde ella había estado, lo que había sentido, cómo lo había vivido. La lógica hizo a un lado mis lágrimas. Me limpié la cara, arranqué un trozo de papel del rollo y me soné la nariz. No me miró a los ojos cuando yo miré hacia ella, solo se miraba las manos sobre las piernas, arrodillada frente a mí.

    "He visto ese sitio antes," dije con voz ronca. "En mis sueños."

    "Sí." Ella no alzó la vista.

    "Los sueños eran vagos, yo no los recordaba. Pero eran de ese lugar, era exactamente la misma sensación."

    "Los sueños venían de mí. Sin intención al principio, pero cuando me di cuenta de que los estabas teniendo... yo no quería lastimarte, solo hacerte entender. No sabía de qué otro modo hacerlo."

    "¿Cómo pudieron...?" Le agarré las muñecas en pánico, nuevas lágrimas salían de mis ojos. "¿Cómo pudieron tratarte así? Si eras tan malditamente especial para ellos, ¿por qué no te cuidaron bien?"

    Estas eran preguntas inútiles, desesperadas e irresolubles.

    "Me tenían miedo," dijo en voz baja. "Nunca dejaban que su piel tocara la mía, pero yo sabía que tenían miedo."

    "¿Y te trataron como menos que humana?"

    "Estoy acostumbrada a que la gente me tenga miedo."

    Mi culpa era profunda. Mis suposiciones sobre lo que Lark había sufrido en el asentamiento eran terribles, pero no se acercaban a lo que yo acababa de ver. La oscuridad de mis sueños contenía imágenes conscientes que ahora iban con ello, nunca podría deshacerme de ello. Sentí como si todo dentro de mi cerebro, toda mi personalidad, estuviera siendo apartada y remodelada para dejar espacio a la inmensidad de aquello. Esta era la clase de cosas de las que la gente hacía todo lo posible por evitar ser consciente.

    "Por favor, deja de darme esos sueños." Pero sabía que era demasiado tarde, yo estaba cambiada.

    "Lo haré, lo prometo. Ahora lo sabes." Aún no me miraba a los ojos. Su culpa también era profunda. Me levanté y la ayudé a ponerse de pie. Me enjuagué la boca con Listerine, me dirigí a la cocina y tomé el vaporizador de nuevo.

    "¿Cuánto tiempo estuviste retenida en esa habitación?"

    "No lo sé." Se sentó en el mostrador y estiró las manos detrás del cuello. "Estoy segura de haber estado allí varios meses, pero antes de eso no recuerdo nada. Deben de haber hecho algo para borrarme la memoria."

    "Supongo que eso responde a la pregunta de cómo llegaste allí."

    "Hay cosas que comprendo sin saber por qué ni cómo, así que debo de tener un pasado, pero este es un espacio en blanco. He estado esperando a que regrese pero nada ha cambiado. Ni siquiera sé quién soy. Pensar en ello me aterroriza. ¿Y si no soy nadie?"

    "Tal vez tenían buenas razones para temerte."

    "Lo sé," dijo en voz baja con el ceño fruncido.

    "Ey, perdona, no quise decir eso. Si alguien me tratara como te trataron a ti... ni siquiera sé de lo que sería capaz." No había palabras que pudieran expresar con precisión cómo me sentía y me sorprendió encontrar a Lark aún disculpándose conmigo.

    "Sé que piensas que te he encadenado, y eso es cierto. Pero piensa en por qué lo hice, ponte en mi lugar. No podía confiar en nadie, no sabía casi nada del mundo hacia el que estaba escapando. Estaba preparada para morir en ese asiento del porche. Recuerdo que pensé, al menos me he liberado primero. Y luego viniste tú. Cuando me di cuenta de que pensabas que yo era de algún asentamiento religioso, acepté; mejor eso que la verdad. Fuiste la primera persona en mostrarme bondad, en mostrarme cómo se supone que es el mundo, la vida normal. Yo no quería renunciar a eso. No sabía cómo reaccionarías ante la verdad."

    "Yo no te hubiera creído."

    "¿Pero me crees ahora?" Ella se plantó frente a mí.

    "No puedo discutir con lo que me acabas de mostrar." Negué con la cabeza, la oscuridad lo dominaba... saber que aquello era real, saber que aquello había sido el mundo de Lark, lo hacía mucho peor. Brumosa, pero presente, estaba la consciencia de que ella solo me había mostrado un pequeño destello de lo que había pasado. La celda, los pasillos y el miedo estaban envueltos en sombras más densas.

    Ella me envolvió entre sus brazos.

    "No puedo perderte," susurró. Yo no respondí, simplemente enterré la cabeza en su hombro y respiré. "No tenía la intención de que sucediera esto, pero... Tú y yo, estamos atadas. Luchaste tanto porque pensabas que yo era una religiosa utilizada y maltratada, ya no tienes esa excusa." Sentí la vacilación en sus palabras, como si estuviera pidiendo confirmación. "Lo siento mucho."

    Ella tenía razón. No era la oprimida chica de la secta que yo pensaba, era algo enteramente diferente.

    "No te preocupes por eso. ¿Tienes alguna idea de lo que estabas haciendo en el helicóptero?"

    "Tal vez ser transferida a algo diferente... ni siquiera sé cómo llamarlo. ¿Instalación?"

    "¿Y no sabes nada sobre quiénes son estas personas?" Ella negó con la cabeza miserablemente. "He visto las cosas que has estado buscando en Internet. ¿A qué conclusión has llegado? ¿Son del gobierno?"

    "No lo creo. Son científicos. Si fueran tan poderosos, ya me habrían encontrado a estas alturas."

    "Eso es algo, supongo."

    "Sabes que no puedo decírtelo con seguridad. Me colocaron un chip bajo la piel, pero me lo saqué y lo destruí después del accidente."

    "¿La herida en la nuca?" Ella asintió y yo negué con la cabeza con una mueca. "Jesús."

    "Ahora que se han encontrado los restos, vendrán a buscarme."

    "Tienes que salir de aquí."

    "Sí. Pero quiero que tú vengas conmigo, ¿no lo he dejado claro? Quiero que estemos juntas, te amo." Las palabras me dejaron mareada. La observé acercándose.

    "Si me diste tú los sueños de tu pasado... ¿Me diste el otro sueño también? ¿Cuando me estuviste observando?"

    "Sí." Su voz no fue más que un susurro y su mirada cayó al suelo.

    "¿Por qué quisiste jugar conmigo así?"

    "Te deseaba. Soy egoísta. Nunca lo volví a hacer, sabía que estaba mal. Me echaste de la cama a patadas por eso y yo quería muchísimo quedarme contigo por la noche. Solo para sentirte cerca. "

    "Solo crees que me quieres porque fui la primera persona en mostrarte amabilidad."

    "No," dijo con firmeza. "Puedo hacerte entender. Puedo mostrártelo."

    Al principio la esquivé cuando ella extendió la mano hacia mi cuello por segunda vez, temerosa de la misma sensación que la visión de su pasado. Cuando vi la inocencia y el dolor en sus ojos, cedí con un asentimiento. Ella curvó los dedos alrededor de los ligamentos de mi nuca. Esta imagen era infinitamente diferente. Me veía a mí misma, sentía cosas por mí como si fuese una persona separada. Yo era hermosa, inquietante, inteligente, personificaba todas estas cosas completamente. No había ninguna duda de quién era yo. Yo era real y completa y me amaba, me deseaba; tanto que podía sentir que me dolía de anhelo el bajo abdomen, la entrepierna y los genitales. Dios mío, qué me ha hecho, pensé con una mezcla de asombro y disgusto. Esto debía de ser el verdadero narcisismo: verse a una misma y, literalmente, estar enamorada de ello.

    "Así es como te veo," la voz apagada de Lark se extendió a través de la niebla de mi visión y su mano abandonó mi cuello. Todas las sensaciones desaparecieron cuando mis ojos se volvieron a enfocar y yo no supe si sentía alivio o pérdida. Impresionada, miré sus grandes ojos azules. "Eso es lo que siento por ti."

    "Pero eso fue..." No había palabras en mi vocabulario que pudieran describirlo.

    "He visto cómo me ves tú y sé que no creías que yo pudiera amarte alguna vez. Pero ahora ya lo sabes, yo nunca podría fingir lo que acabas de sentir."

    "¿Por qué me trataste como una conquista? Es casi como si me odiaras a veces. Ayer..." No pude terminar la frase.

    "Soy una idiota, no sé cómo relacionarme correctamente. ¿Cómo podría? No tengo la experiencia que tienes tú. Creo que ayer me asusté, me volví rara e hice lo que podría haber hecho Julie. Pensé que si te mostraba lo que realmente sentía te asustarías, pero empeoré la situación diez veces. Yo también estaba enojada. Cuando tu amiga dijo esas cosas, me enfurecí y reaccioné infantilmente. No fue la forma correcta de tratarte, así que ahora te estoy contando cómo es."

    "Porque ya no tienes tiempo para jugar," dije lentamente.

    "Sé que esto te asusta, también me asusta a mí, pero... Nuestra conexión no se puede revertir. Si nos separamos, ambas sentiremos dolor."

    No reaccioné al principio, demasiado a la vez se me estaba viniendo encima. Me zumbaba el cerebro. Me senté en el mostrador y di una calada al vaporizador.

    Nunca imaginé que alguien pudiera sentir lo que ella sentía por mí. El amor y las relaciones eran esfuerzos que yo evitaba porque nunca había creído que dos personas pudieran sentir lo mismo la una por la otra. Una persona inevitablemente sentía menos y el otro pobre diablo siempre acababa jodido. En mi imaginación, siempre era yo. Esto era lo que más había temido desde que mis sentimientos por Lark habían aflorado; cuanto más fuertes se volvían, más segura estaba de que me lastimaría. Hasta ahora. Ella me había dado un regalo, un regalo como penitencia por las otras cosas que había hecho, el regalo de la verdad desnuda, desobstruída de miedo. El regalo más preciado que alguien podía darme.

    Y en sus ojos, una pregunta; ¿aceptarás? ¿Vas a corresponder?

    Asentí distraídamente y retrocedí. Lo más importante era mantenerla a salvo. Pero, ¿dónde iba a estar a salvo de una organización como esta? ¿Como qué? ¿Quién demonios eran estas personas? Claramente no tenían absolutamente ningún maldito escrúpulo.

    "Tal vez pueda llevarte a México," dije finalmente y Lark arqueó una ceja. Reflexionando, ¿qué hay de Hamish? Si la gente venía a la ciudad haciendo preguntas, averiguarían algo sobre mí y seguirían el rastro. ¿Estarían Hamish y Vivian dispuestos a mantener la boca cerrada? Tal vez si supieran la historia de Lark...

    "¿Signifia eso...?" comenzó con cautela, "¿Signifia eso que me quieres? ¿Aunque no sea la persona que creías que era?" El timbre de la puerta me interrumpió antes de poder responder, me sobresalté ligeramente y miré a Lark. Su frente se arrugó durante un instante en pánico y luego siseó, "No contestes. Hemos salido a pasear, no estamos aquí."

    Miré el reloj, aún no eran las cinco de la tarde. No habíamos oído ningún coche en el camino de entrada y probablemente Hamish aún estaría en el trabajo. Asentí y fui de puntillas hasta la entrada del comedor para esperar. El timbre sonó dos veces más, luego mi expresión cayó en consternación cuando el pomo giró... yo nunca cerraba la puerta durante el día, no por aquí.

    Congelada en el sitio, vi que un hombre alto y bien formado de unos cuarenta años, vestido con un abrigo largo y guantes de cuero negros, dominaba la entrada. Parpadeé ante él boquiabierta, sus ojos se agrandaron y me mostró una sonrisa, más parecida a un gruñido, mientras enfocaba el espacio detrás de mí antes de entrar. De pronto Lark estaba tirando de mí hacia atrás con urgente fuerza. Tropecé un poco.

    "Así que aquí es donde te has estado escondiendo." Su voz era profunda y casi sin tono cuando miró a su alrededor y luego fijó su mirada en mí. "¿Y tú quién eres?"

    "Esta es mi casa, no he dicho que pudiera entrar." Yo no estaba preparado para esto. Jesús, deberíamos haber tenido más tiempo, pensé histéricamente.

    Él giró hacia Lark, quien había retrocedido hasta una esquina detrás de la mesa del comedor.

    "Aranea. Estábamos empezando a pensar que estabas muerta. Tienes algunos trucos bajo la manga que no conocíamos."

    "¿Es este uno de ellos?" Pregunté a Lark con la mirada fija en la voluminosa bolsa que aún estaba sobre la alfombra junto a las ventanas.

    "Nunca le había visto antes en mi vida."

    "¿Ella te conoce?" hizo un gesto con la cabeza en mi dirección. "¿Sabe lo que eres?"

    "¿Quiénes son ustedes?" Me palpé los bolsillos delanteros y maldije en silencio. ¿Dónde había dejado el teléfono? ¿A quién se suponía que debía llamar, de todos modos?

    Él no respondió, solo se quedó mirando a Lark con curiosidad, como si estuviera esperando que ella hiciera algo. Quise sacarle a empujones por la puerta, pero era imposible que yo pudiera competir con su fuerza. No podía ver el miedo en el rostro de Lark, podía sentirlo pulsando desde ella. Como para confirmar tal validez, él metió la mano bajo la chaqueta y sacó una voluminosa arma negra de mano.

    "Guoh." Retrocedí más y extendí las manos, con los pensamientos acelerados.

    "No puedo decir que esté impresionado con la chica que ha causado tantos problemas," dijo él casualmente. No levantó el arma, ni apuntaba, simplemente la sostenía laxamente a su lado, haciéndonos saber que podía hacer lo que quisiera.

    "El dinero está ahí," señalé desesperada por decir algo que distrajera su atención de Lark.

    "¿Dinero?" Ignorando la bolsa, volvió a mostrar los dientes... había algo muy malo en la sonrisa de este tipo. "Esto trata sobre una mercancía mucho más delicada. Llevarte sin ayuda me haría ganar una palmada en la espalda."

    Mercancía. Su uso de la palabra envió un escalofrío de miedo por la columna, pero fue dominado por la ira que provocó. ¿Cómo se atrevía a llamarla así?

    "Ella es un ser humano, no una mercancía."

    "¿Te ha dicho que es una asesina?"

    Me descubrí soltando una risita por la idiotez de todo ello. Definitivamente yo estaba histérica.

    "Lark se disculpa con las moscas antes de aplastarlas."

    "¿Lark?" Él inclinó la cabeza y meneó el dedo índice. "Tsk, tsk. No sé cómo, pero tú causaste ese accidente y mataste a esos hombres."

    "Saffron, ven aquí," dijo Lark con una voz sorprendentemente fuerte. "Te va a usar para llegar a mí."

    "Espera un segundo, ¿qué...?"

    "¡Ven aquí!" gritó cuando el hombre del traje entró más en la habitación. Antes de que yo pudiese hacer algo, ella corrió hasta mí, me tomó de la muñeca y me empujó hacia la esquina. Por encima del hombro vi que el hombre dejaba de avanzar y se paraba a varios metros de distancia, con los ojos brillantes.

    "Puedo hacerte daño," advirtió Lark, su voz perdía algo de su poder.

    "No. Sin tocarme no puedes," él sonrió de nuevo. "Y no me vas a tocar." Agitó el arma, se detuvo, la sonrisa se desvaneció, se balanceó sobre los pies y el arma cayó al suelo. Un momento después, él también cayó al suelo con una gruesa línea de sangre saliéndole de la nariz.

    "Él no lo sabía," murmuró Lark para sí misma, "eso es bueno también." Fue directamente hacia él, se agachó, tomó la pistola con una mano y comenzó a palparle los bolsillos con la otra.

    Muda de aturdimiento, solo pude observar conmocionada cómo él se movió inesperadamente mientras ella metía la mano dentro del abrigo. Él la enganchó por los tobillos y la obligó a caer de espaldas, el arma salió lanzada fuera de alcance cuando ella frenó la caída.

    Descoordinado, con los ojos rodando hacia atrás en sus órbitas, el tipo obviamente estaba luchando por mantener la consciencia y el control de su cuerpo, pero aún era demasiado fuerte para ella. Operando en piloto automático, la sujetó por los hombros y, mientras ella luchaba, él subió las manos hasta el cuello. Esa era una mala posición, un estrangulamiento, él podía matarla así. Aunque claramente, él no quería matarla o le habría disparado en cuanto había cruzado la puerta.

    También parecía estar intentando evitar que su piel tocara la de ella, apartando el cuello de ella mientras mantenía su agarre. Su agarre era incómodo y parecía igual de doloroso para él como para ella. Pero era el dolor de ella el que yo sentía, su total pánico y miedo eran insoportables. Ella iba a volver al agujero para ser utilizada como conejillo de indias y ella preferiría morir antes que eso.

    Me moví para recoger la pistola, que yacía inocuamente apoyada contra la pared, y me planté sobre ellos. Ninguno de los dos se percató de mi presencia, enfrascados en sus batallas perdidas. Lark se había vuelto de un brillante tono carmesí y el hombre babeaba saliva entre los dientes apretados y manchados de sangre, solo el blanco de los ojos era visible. Yo apunté el arma y disparé. Después de eso, el tiempo pareció detenerse, sin sonido, sin sensación, sin sentido. Lo único que vi fue la perforación desgarrándole un lado de la cara y el charco de sangre esparciéndose sobre la alfombra bajo su cabeza. ¿Por qué no se estaba absorbiendo la sangre? ¿Era por que habia demasiada?

    Dejé caer el arma y, después de lo que pareció demasiado tiempo, la oí golpear el suelo pesadamente. El ruido me devolvió a mis sentidos. Lark yacía junto al costado del muerto, aún atrapada bajo uno de los brazos. Ojos cerrados, ella no se movía.

    "No," gruñí, aparté el brazo y la miré con ojos llorosos. Cuando le sostuve la muñeca, había pulso. Estaba viva, solo que inconsciente. Entonces salí de la realidad, retrocedí para sentarme contra la pared y me deleité en un entumecimiento de ojos vidriosos.

    No sé cuánto tiempo estuve sentada así, meciéndome ligeramente, el movimiento era de cierto consuelo y de lo único de lo que yo era consciente.

    "Saffron." La voz que yo conocía tan bien por fin interrumpió mi aturdimiento. Ella estaba agachada a mi lado, hablando suavemente. Me sujetaba la mano derecha en la suya mientras yo enfocaba los ojos. Se quedó en silencio durante unos minutos mientras yo miraba la alfombra por encima de mis rodillas.

    "Tuve que hacerlo," dije finalmente. "Tuve que hacerlo, te estaba lastimando. Se suponía que iba a darle en el hombro para que te soltara, pero... tuve miedo de darte a ti. Está muerto. He matado a una persona. Está muerto, Lark." Empecé a llorar de nuevo, con los ojos perpetuamente hinchados. "Oh, joder, he matado a una persona." Mi llanto no desanimó a Lark. Ella me envolvió con fuerza entre sus brazos y me acarició mi cabeza.

    "Está bien," trató de calmarme. "Todo va a salir bien."

    Pocos minutos de esto y lo absurdo de las palabras me golpearon, mis lágrimas se transformaron en una virulenta risita. Me aparté, me limpié los ojos y la miré desafiante.

    "¿Cómo va a salir bien? Mírale," señalé hacia él, justo ahora notando una toalla drapeada encima de la cabeza. Tan sensible era mi estado que ver que Lark había realizado el reverente gesto hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas. La desgarrada carne que se arrugaba alrededor de la herida de entrada aún estaba fresca en mi mente. Yo no tenía deseos de presenciarla de nuevo. Ella me soltó la mano, se sentó contra la pared a mi lado y exhaló profundamente.

    "Tú no lo hiciste, lo hice yo," dijo y mi ceño se profundizó. "Fue en defensa propia, diles eso."

    "¿A quién?"

    "A la policía. Sólo necesito un tiempo de ventaja. Después de que le disparé, tú te quedaste en estado de shock y yo desaparecí. Tardaste algunas horas despejarte de golpe y llamarles. Tal vez cuatro horas. ¿Puedes hacer eso?"

    Entendí lo que ella estaba sugiriendo. Quise reírme de nuevo. Giré la cabeza y la miré. Ella no encontró mi mirada. Tenía manchitas de sangre en la parte izquierda de la barbilla y la frente, y la garganta estaba enrojecida. Probablemente se le pondría púrpura más tarde. En ese momento, odié al hombre muerto.

    "Pensé que no querías dejarme."

    "No sabía que esto iba a pasar." Negó con la cabeza, derrotada. "Pensé que podríamos escapar, que podríamos tener una vida. Que podría ser como ha sido, pero con la verdad a la vista. Qué estúpida soy. Por supuesto que tú no puedes ser parte de esto."

    "Es un poco tarde para eso."

    "Eres una buena actriz, si alguien puede llevar a cabo mi plan, eres tú."

    Sentí tanto la verdad como la incorrección de sus palabras. Mi cabeza estaba colmada, la compartimentación era imposible, la improvisada autenticidad era el único camino a seguir.

    "He estado pensando en dejar de actuar," apoyé la cabeza en la pared con un suspiro. "Es malo para mi salud mental."

    Ella resopló y trató de no sonreír.

    "¿Es por lo que yo he hecho?" Dije y asentí con la cabeza hacia el cuerpo.

    "Debes de estar bromeando, me salvaste la vida. Dos veces con esta."

    Me quedé en silencio durante mucho tiempo, escuchando el sonido de Lark respirando a mi lado.

    "Te llamó algo... Aranea. ¿Ese es tu nombre?"

    "Aranea significa araña en latín. No sé por qué me llamaban así, pero... es ofensivo."

    "No bromeabas sobre esas ataduras. ¿Qué pasó en el helicóptero?"

    Ella tardó unos momentos en responder.

    "Me desperté dentro de él. Quizá he desarrollado una resistencia a sus sedantes."

    "¿Y no sabes dónde estaba aquella habitación?"

    "No, sólo conocía las habitaciones y los pasillos." Hizo una pausa. "En el helicóptero... ellos no sabían que estaba despierta, era la mejor oportunidad que había tenido para escapar. Esa posibilidad agudizó mi mente, extendí la mano y el piloto perdió el control. Se estrelló y, mientras ellos estaban escarbando tratando de salir... Perdieron el foco."

    "Estaban vivos. Tú los mataste."

    "Estaban heridos, pero estaban vivos. Yo recogí una de sus armas y les disparé, luego prendí fuego al helicóptero para que pareciera que habían muerto en el accidente." Su tono era mecánico; al menos estaba siendo honesta. "Tú has visto a lo que tengo que volver."

    Lo había visto. Ese era un destino peor que la muerte. Me pregunté qué clase de hombres eran, si tenían familia. Me pregunté si el hombre frente a mí tendría familia. Imágenes de Lark acariciando la aspiradora y disculpándose por la cucaracha aplastada se reprodujeron en mi mente. Cualquiera que fuese la organización de la que estos hombres habían formado parte, eran inmorales por asociación. Yo había mirado a los ojos de este hombre y no había visto ni una pizca de compasión allí. Lark valía mil como él incluso sin sus talentos. Ella había hecho lo que tenía que hacer.

    Comenzó a moverse y yo la detuve. Se volvió a sentar.

    "Él sabía que no habían muerto en el accidente, pero Vivian no dijo nada sobre muertes sospechosas." Lark negó con la cabeza, sin respuesta, pero no me miró. "¿Estoy a salvo contigo?"

    Se volvió hacia mí entonces con los ojos muy abiertos y horrorizados, con lágrimas en ellos.

    "Yo nunca, nunca te lastimaría. No importa lo que pase, aunque me delataras, necesito que creas eso al menos. Eso es lo único que tengo ahora."

    Apoyé pesadamente la cabeza en la pared. La creí.

    "No te voy a entregar a los psicópatas. Acabo de abrir los ojos a lo difícil que va a ser para ti ahora."

    "Lo sé," susurró débilmente, las lágrimas manchaban sus mejillas.

    "¿Me lo has contado todo? ¿Hay más sorpresas de las que deba saber?"

    "No."

    "Ahora sería un buen momento, no creo que tengas que preocuparte ya de confiar en mí."

    "Tú sabes lo que yo sé."

    Eso no ofrecía mucho consuelo, ya que lo que ella sabía era todo una jodienda, pero al menos era una respuesta honesta.

    "Tenemos que salir de Linwood. De Savage Falls. Preferiblemente del país." Se volvió hacia mí y pude sentir la esperanza dentro de ella de nuevo.

    "¿Vendrás conmigo?"

    "No me voy a quedar aquí con él durante cuatro horas. No consigo verte llegar muy lejos a pie," gruñí y ella me agarró, me apretó con tanta fuerza que me dolió. Dios, sentó tan bien. Aún me quería con ella. "Prometí que haría todo lo posible para cuidar de ti. Eso no ha cambiado."

Capítulo Ocho

La Carretera

    Podría haber sido diferente. Podría haberla dejado marchar. En otra realidad, incluso podría haberla entregado. Pero yo acababa de dispararle a alguien. Había matado a un hombre y lo había hecho por ella. Este era un hecho que no se podía negar. Él estaba ahí mismo, ante nosotras. Aún podía verle luchando con Lark, aún sentía ese momento en el que había decidido apretar el gatillo. No fue solo el miedo de Lark lo que me llevó a hacerlo, fue el mío propio. La sangre que se acumulaba bajo la cabeza quedaría grabada en mi cerebro para siempre. Si la herida de entrada había sido difícil de ver, la monstruosidad en la parte posterior de la cabeza era una imagen que no me gustaba visualizar.

    Lark tenía razón, yo podía salir de esta actuando. Podía permitir que ella asumiera la culpa. Pero yo no quería hacerlo.

    Por primera vez en mi vida, creía haber tomado una decisión pura, y estaba decida a asumirla. Seguir adelante. Una vez que Lark me hubo ayudado a salir de la conmoción inicial, sorprendentemente yo había sentido poca culpa por esa elección. Mi preocupación yacía en llevar a Lark a un lugar seguro, si es que eso iba a ser posible alguna vez.

    Que ella dijera que no me necesitaba no lo hacía verdad. Yo era lo único que ella tenía. Ella era lo único que yo tenía, la única persona que significaba algo. Esto no era un sacrificio o una carga, duráramos una hora o diez años, no había duda sobre dónde depositaba yo mi lealtad. Elegiríamos una dirección y abandonaríamos esta encrucijada. Si esto nos iba a llevar a alguna parte, quedaba por verse.

    "Estaremos bien ahora," dijo mientras me agarraba, como si me hubiera leído el pensamiento. Quizá lo había hecho. "Nos llevaremos el arma. Mientras estemos juntas."

    En eso ella estaba equivocada. Ojalá pudiera ser tan simple. Yo tenía una buena comprensión de las complejidades de moverse sin ser detectado, pero sabía que eso devendría mucho más difícil una vez que las autoridades estuvieran involucradas. La gravedad de lo que yo estaba a punto de hacer no se me escapaba.

    "Vamos a pensar en esto un minuto." La solté y ella se volvió a sentar, mirándome con anticipación. "Él apareció demasiado pronto... Si hubiéramos tenido más tiempo. ¿Cuánto tiempo crees que tenemos antes de que lleguen otros?"

    Ella miró hacia el cuerpo, asintiendo distraídamente.

    "Ese hombre no sabía en lo que se estaba metiendo, si lo hubiera sabido, habría estado mejor preparado. Probablemente estaba peinando el área al azar, esperando encontrarse con alguien que pudiera haberme visto. Tenía esto en el bolsillo." Me tendió una foto de ella misma. Tenía una expresión de asombro y estaba enfocada hacia algo a la izquierda de la cámara. Parecía que había sido tomada sin que ella lo supiera, pero la definición era perfecta; era inconfundiblemente Lark.

    "¿Qué más?" Me puse de pie.

    "El arma, por supuesto," dijo Lark mientras yo la seguía hasta la mesa y estudiaba los artículos sobre esta. El arma era una Walther P99 de cuerpo negro sin seguro externo, como si estuviera diseñada específicamente para una muerte rápida. Un teléfono, una billetera de cuero con permiso de conducir de un Daniel Ruebeck de Colorado y llaves del coche. "El teléfono está bloqueado. El coche está aparcado en la carretera."

    Me quedé mirando la mesa, rumiando durando unos momentos y Lark trasteaba con el teléfono en silencio. Yo seguía pensando, eres actriz, haz lo que has hecho siempre, actúa hasta que sea. Así, me deslicé conscientemente dentro de mi nuevo papel.

    "Hay un martillo en uno de los estantes del cuarto de la colada, ¿podrías ir a buscarlo?"

    Recogí dos pares de guantes y le di uno a Lark cuando regresó. Limpié el teléfono y salí a revisar el coche: un Toyota Corolla plateado. Aparte de una botella medio llena de Gatorade, documentación del coche y un cargador de balas adicional en la guantera, el vehículo estaba vacío. El llano permiso de conducir y la falta de placa o cualquier otra identificación trajeron solo una leve sensación de alivio. Significaba que Lark probablemente tenía razón al asumir que estas personas no estaban conectadas con nada oficial. Desafortunadamente, eso no era concluyente. No había casi nada que pudiéramos sacar a relucir de sus artículos personales. Puede que ni siquiera fuese un nombre real. Decepcionada y desconcertada, yo solo podía especular, los secretos que él guardaba estaban encerrados dentro del maldito teléfono. Lark observó con ojos muy abiertos mientras yo lo aplastaba sobre la acera y arrojaba los pedazos rotos en la parte trasera del coche.

    "¿Era eso necesario?"

    "No lo sé. Aunque ha sentado bien." Miré por el desierto callejón sin salida. "Suerte que nadie viene hasta aquí," murmuré. Por primera vez en mi vida me alegré de que mi madre fuese una ermitaña.

    "¿Que hay del cuerpo?" preguntó y yo la miré.

    "¿Supongo que no podrías saber nada sobre él por el tacto?" La esperanza era débil y se desvaneció de inmediato.

    "Lo intenté, no hay nada ahí," negó con la cabeza. "No de un cadáver. Lo que quiero decir es que tal vez no deberíamos dejarlo donde está."

    "Podríamos llevarlo al bosque, enterrarlo. Lo encontrarán eventualmente, pero podría hacernos ganar más tiempo. Yo podría despeñar el coche por un acantilado, en alguna parte donde se tarde un tiempo en descubrirlo." Había un par de lugares posibles en los que pensé de inmediato, pero no estaba segura de poder hacerlo yo sola. Atascar el acelerador con un ladrillo podría no ser tan fácil como parecía en las películas.

    "Cuanto más tiempo tengamos antes de que vengan a por nosotras, mejor," asintió Lark. "Podrías decirle al doctor que vamos a hacer un viaje por carretera, darle una explicación de por qué y dónde estamos. Nadie sospecharía nada de inicio."

    "Y para cuando lo hagan, ya nos habremos ido. Necesitaremos cubrir nuestras huellas, cambiar nuestra apariencia... Mierda, necesitaremos nuevas identidades. Jesús, tú ni siquiera tienes identidad ahora." La enormidad de la situación era difícil de comprender. Traté de asimilar mis pensamientos uno a la vez. Lark conocía mi mente, se volvió hacia mí.

    "Si no quieres hacer esto..."

    "Ya estamos haciendo esto," la interrumpí. "Vamos a hacerlo. Tenemos que dejar de hablar y empezar a movernos." Ella asintió.

    "El terreno del bosque es bastante blando. No necesitaría ser una tumba profunda, ni siquiera muy dentro del bosque."

    "Hay palas en el cobertizo. ¿Estás bien para encontrar un lugar y empezar a cavar mientras yo me deshago del coche?"

    Claramente ella no quería que yo fuera sola, tenía miedo de que me pudiera pasar algo, pero sabía tan bien como yo que el tiempo era esencial y aceptó rápidamente. Me cambié con ropa para correr y conduje el coche hasta una desierta carretera secundaria a unas dos millas de distancia. Había un giro brusco al pie de una escarpada pendiente donde un acantilado descendía peligrosamente hacia una espesa maleza y abetos. Los ladrillos no fueron necesarios. Apunté el coche cuesta abajo, solté el freno de mano y salté. Mi corazón se aceleró mientras veía bajar el coche, cobrar velocidad y precipitarse por la cornisa. Se oyó un fuerte choque y el sonido de metal retorciéndose antes de que se hiciera el silencio y yo fuese a inspeccionar el resultado.

    El vehículo era visible desde la carretera, pero solo si ibas directamente hasta el borde y te asomabas. Podía llevar un tiempo que fuese descubierto. Al mirar fijamente el desamparado artilugio por unos momentos, yo no estaba pensando en nada, solo estaba eufórica de que esto hubiese funcionado tan bien. Me recompuse, me estiré ligeramente y comencé a volver corriendo a Linwood.

    Al regresar a la casa vacía, me paré junto al hombre muerto, de nuevo aturdida, antes de cachearle, verificando dos veces cualquier cosa que Lark pudiera haber pasado por alto, riendo inapropiadamente ante la idea de un registro de cavidades corporales. Tal vez fuese por el pequeño triunfo de haberme deshecho del coche con tanta facilidad, pero yo lo estaba llevando todo extraordinariamente bien. Agarré una de las palas del garaje y fui a los árboles de la parte de atrás, llamando.

    "Por aquí," aulló Lark y la vi entre los troncos. Marcada con tierra, parecía inmensamente aliviada de verme mientras me acercaba. "¿Cómo fue?"

    "Tan bien como podía," dije estudiando el agujero poco profundo en el suelo. Ella había elegido una sección del lecho del bosque que ya estaba más baja que los alrededores y rodeada de densos arbustos. Parecía un lugar apropiado.

    "¿Qué tamaño crees que debe tener?"

    "Vamos a buscarle y juzgaremos entonces."

    Envolvimos el cuerpo en la alfombra sobre la que yacía, atamos algo de cuerda a su alrededor y lo arrastramos. Nos lo tomamos con calma, el mamón pesaba la hostia y la pobre Lark estaba exhausta incluso sin el trabajo manual. En cuanto a mí, yo solo funcionaba por la adrenalina.

    "Siéntate a descansar un minuto, esto no requiere mucho más."

    Era la tumba menos profunda posible, pero, me recordé a mí misma, era solo para ganar tiempo, y una vez que la llenamos y la cubrimos con hojas secas, agujas de pino y trozos de ramas, parecía notablemente inocente.

    Limpiamos la mayoría de la sangre del suelo del comedor y movimos otra alfombra para tapar el resto. Fueron unas horas extrañas. Yo no estaba sintiendo gran cosa, pero había estado pensando con más agudeza que nunca. Mis emociones habían sido aplastadas en las profundidades para evitar interferencias. La respuesta de lucha o huye es una fuerza impulsora poderosa para alterar la psicología normal durante cortos intervalos.

    Nos duchamos, nos vestimos abrigadas y empacamos todo lo que pudimos en el coche sin que pareciera que estábamos viviendo en él. Se podrían comprar muchas cosas por el camino, pero yo quería estar lo más preparada posible antes de irnos. Nunca antes había salido a la carretera sin una base de operaciones. En cuanto nos marcháramos, no íbamos a poder volver y eso era aterrador. Al cargar con cuidado todos los suministros médicos de mi madre dentro de una bolsa, Lark engatusó a Guido para que saliera de su escondite debajo de mi cama y puso su jaula en el asiento trasero.

    "Toma," la alcancé antes de que ella se subiera al lado del pasajero y se recogiera el cabello hacia atrás. "Puede que no sea necesario, pero si hay otras personas buscándote, el pelo es una de las cosas principales que debes ocultar." Le entregué un gorro de lana y un par de gafas ligeramente tintadas. La oscuridad había caído hacía mucho tiempo y ella no iba a salir del coche por un tiempo, pero mis nervios estaban comprensiblemente al límite y había que cubrir todas las posibilidades. "¿Puedes ponerte esto?"

    "Sí. Hace frío de todos modos." Pude sentir su cansancio cuando me miró exhausta tras las gafas. Aún se parecía demasiado a Lark. Le bajé el cuello del abrigo y observé la inflamación en su garganta.

    "¿Te duele?"

    "No. Solo estoy muy cansada."

    "Lo sé." Cuando cerré de golpe el compartimento de carga, recordé: "Mi bolsa de maquillaje."

    "¿En serio? ¿El maquillaje es importante ahora mismo?" Lark lo miró con incredulidad.

    "Créeme, con esos chismes puedo camuflarnos en cualquier parte."

    Cuando por fin subí detrás del volante, Lark esperaba en el asiento del pasajero. Le empujé su oso en el regazo.

    "Te olvidabas de alguien. Puede ser útil tener un amigo al que no puedan asesinar."

    "Te odio," dijo, me arrebató la mano y la besó antes de que yo pusiera el motor en marcha. "¿Por qué camino vamos?" Ella había metido una pila de mapas en la consola central, pero no abrió ninguno.

    "Lake Point, luego hacia Wyoming. Podemos resolver rutas más tarde."

    Miró a su alrededor con alarma cuando me detuve frente a la casa de Hamish y Vivian en Birch Street.

    "¿Qué estamos haciendo aquí?" Su voz era preocupada. "Pensé que se podía llamar por teléfono al doctor sin más."

    "Tenemos que dejar a Guido. Vivian cuidará de él."

    "¡No!" casi gritó y yo la miré con sorpresa.

    "Lo que estamos haciendo..." Fruncí el ceño, Lark conocía los riesgos de lo que estábamos haciendo, no había necesidad de señalarlo. "No es práctico llevar un animal con nosotras. Estará a salvo aquí."

    "Pero no será feliz. Tiene que venir, quiere venir. Crees que no te ama pero sí lo hace, odia cuando lo dejas solo. Sabe que hay problemas, pero necesita estar con nosotras, no con un extraño. Por favor, Saffron, él es nuestro, nunca me perdonaré si yo soy la razón... "

    "¡Está bien! ¡Ahh!" Me eché hacia atrás con un gemido. "Mierda. Esto va a complicar las cosas." Como si no estuvieran bastante complicadas ya. Giré la cabeza hacia ella con una sonrisa. "¿Entiende él que va a ser una carga?"

    "Sí," dijo con certeza. "Él está de acuerdo con eso. Promete ser bueno."

    Agarré el volante y miré el reloj. Nueve de la noche. No era el mejor momento para una visita improvisada solo para hacerles saber que íbamos a hacer un viaje por carretera. Eso podía levantar sospechas. ¿Por qué nos íbamos de noche tan tarde? Llamar a Hamish por la mañana sería una mejor opción, de esa manera, él podría divulgar si aún estábamos a salvo o no. Si algo andaba mal, sería evidente en su voz.

    "Vámonos ya," dijo Lark, asentí y reinicié el motor. "¿Puedo encender la radio?"

    "Sí, pensé que quizá querrías dormir."

    "¿No te importa si duermo?"

    "Lo prefiero, lo necesitas."

    "Será más fácil con la radio encendida, el sonido me relaja."

    Ella trasteó con los controles mientras yo salía de la ciudad y dejaba atrás el letrero de Savage Falls. No podía saberlo con certeza, pero estaba bastante segura de que ella se había dormido a los diez minutos. Estaba apoyada como un fardo en la puerta del pasajero, con el oso apretado en el estómago. Era extraño, era como si, una vez inconsciente, su cansancio ya no se hiciera eco en mí. Bien despierta, sentí un segundo, ¿o fue un quinto?, empuje, deseosa de poner mucha distancia entre el día y toda evidencia de él. Conduciendo con cuidado, usé mi acelerada mente en el área que más se necesitaba y comencé a conceptualizar un vago plan para lo que necesitaría suceder en los próximos días.

***

    "¿Qué hora es?" preguntó Lark adormilada y mirando alrededor mientras estiraba los brazos. "¿Dónde estamos?"

    Yo había estado conduciendo toda la noche y el cielo era de un tono rosa pálido hacia el Oeste.

    "Acaban de pasar las siete. Estamos en Collins, Wyoming."

    "¿Hemos cruzado la línea estatal? Debes de estar exhausta."

    "Estoy bien, pero no soy tan estúpida como para seguir adelante sin descansar algo. Esta ciudad es un buen lugar para hacer algunas cosas antes de continuar. Pero primero, una habitación, comida, llamada telefónica y sueño. "

    El motel era barato, no era el tipo de lugar en el que yo me había alojado antes. Pero era seguro, ordenado y no exigían identificación ni tarjeta de crédito. Necesitaba acostumbrarme a usar efectivo y a no dejar rastro aunque aún no fuese estrictamente necesario. Por unos dólares más, la mujer de mediana edad de la recepción no tuvo ningún problema en permitir que un animal entrara en la habitación, aunque habría sido fácil colar a Guido sin que nadie se diera cuenta. Él se había portado de la mejor de las maneras y no se había alejado mucho cuando me detuve justo después de medianoche para darle un descanso para ir al baño. Yo llevaba un tiempo queriendo comprarle una correa, pero tal vez él no ocasionara muchos problemas.

    Vi a Lark mirando las camas, dudosa, una individual y una doble.

    "Puedo conseguirte una habitación separada si quieres," ofrecí sin saber qué significaba la mirada.

    "No," dijo apresuradamente. "¿Por qué iba yo a querer una habitación diferente?"

    Trajo los mapas adentro y los extendió sobre una de las camas, finalmente capaz de liberar la cabeza y rostro de las mantas.

    "Hay una cafetería en la calle de enfrente, ¿qué quieres?"

    "Elige tú. ¿Cómo has dicho que se llama esta ciudad?"

    "Collins." La dejé palpando un mapa.

    La ciudad se extendía sobre una amplia área de tierra y no estaba densamente poblada. Había poca gente tan temprano, por lo que estuve agradecida. El sol emergía por detrás de los picos hacia el Este y me dejé puestas las gafas mientras le compraba a un camarero de aspecto aburrido una selección de alimentos dulces y salados y me dirigía de regreso al Birdseye Motor Inn. Sentí una fuerte punzada de pesar por no haber tenido la oportunidad de hacer un viaje más relajado y quedarnos en lugares bonitos. Pero así era como tenía que ser y yo no debía darle muchas vueltas a eso.

    Al menos ya no sentía el cansancio de Lark, quien aún estaba encima de los mapas. Dejé los zumos de naranja y los bollitos, le entregué a Lark una bandeja de tocino y huevo y me quedé de pie junto a ella masticando.

    "Nos dirigiremos por aquí. Nos ceñiremos a rutas más pequeñas," dije con la boca llena. "Bordearemos la parte superior de Wyoming hasta Dakota del Sur. Bajaremos cruzando Nebraska hasta Kansas. Todo el camino hasta Florida. Va a ser un viaje muy largo."

    "Necesito aprender a conducir," murmuró. "¿Por qué Florida?"

    "Conozco a alguien allí. Él podrá ponernos en contacto con alguien que puede conseguirnos identificaciones. Eso es lo mejor que se me ocurre ahora mismo."

    "¿Tienes una dirección? ¿Sospecharía alguien que querrías ir allí?"

    "No. Nuestra... amistad se ha mantenido en secreto."

    "¿Amistad?" Ella me miró con suspicacia. "¿Quién es este hombre? ¿Un novio?"

    "Es más bien una fuente de drogas," dije reluctante.

    "No, él no. Iremos a cualquier otra parte."

    "No tenemos muchas opciones, Lark. Tendrás que acostumbrarte al hecho de que ambas tendremos que hacer cosas que no queremos durante un tiempo."

    "Lo sé." Sus hombros se hundieron en derrota. "No irás a recaer en los viejos hábitos, ¿verdad?"

    "Absolutamente no. Piensa en ello como una oportunidad. No pasaremos el rato por ahí allí, él sabe que la gente lo es todo. Con suficiente dinero podría conseguirnos cualquier cosa. Necesitamos identificación, eso nos mantendrá a salvo."

    Ella asintió. "Florida entonces. ¿Cuánto tiempo nos llevará llegar allí?"

    "Honestamente, no lo sé. Creo que deberíamos evitar las ciudades más grandes y..." inhalé bruscamente, "No estoy segura de que sea una buena idea adelantarnos demasiado por ahora. Dependiendo de lo rápido que los policías encuentren el coche y el cuerpo, nuestros planes estarán sujetos a una fuerte revisión. Podríamos terminar teniendo que hacer un montón de cosas que no queremos hacer." Robar coches era una posibilidad prominente en mis pensamientos; y, lamentablemente, la menos dañina.

    "¿Estás bien?" Lark se volvió hacia mí.

    "Cansada, probablemente." Revisé el reloj. "Me daré una ducha y luego llamaré a Hamish."

    La llamada telefónica no duró mucho. Él ya estaba en el trabajo y claramente no tenía la menor idea de lo que habíamos hecho ni de lo mala que era nuestra situación. Me agradeció que yo se lo hiciera saber, me preguntó cuánto tiempo estaríamos fuera y me advirtió que condujera con cuidado. Fue una charla superficial y, cuando colgué, el alivio me inundó: aún estábamos relativamente a salvo. Cuando las autoridades se involucraran necesitaríamos desaparecer de verdad. Esa era una perspectiva aterradora.

    "Él no sabe nada," suspiré y me dejé caer de espaldas en la cama junto a Guido.

    "Eso es bueno," Lark asintió para sí misma antes de que yo me pasara la máscara en la frente sobre los ojos. Un cansancio al que yo no le había permitido infiltrarse hasta ahora emergió abruptamente. "Tú duerme, yo me aseguraré de que no haya nadie raro merodeando."

    Innecesario, pensé, pero si eso le hace feliz...

    "Si sales a la calle, ponte el gorro y las gafas. Mantén la capucha puesta y el pelo y la garganta fuera de la vista. Antes de irnos de Collins, hay algunas cosas que tenemos que hacer. Despiértame a las cuatro, tengo que ir a un banco a por dinero en efectivo. Tengo que limpiar las cuentas antes de que las autoridades se den cuenta."

    "Pero tenemos el dinero del accidente," señaló.

    "No podemos usar ese."

    "¿Por qué no?"

    "Por que no sabemos de dónde ha salido, podría estar marcado."

    "Pues lo guardaremos para cuando estemos desesperadas."

    "Mm. Tenemos que devolver el alquilado, aquí hay un loca del Enterprise."

    "¿Te refieres al coche?" La voz de Lark estaba confundida. "Pero necesitamos el coche..."

    "Compraremos uno usado, algo un poco menos llamativo. Tengo que deshacerme del teléfono y comprar algunos móviles de prepago. Aún más importante es disfrazarse bien antes de avanzar más. No te preocupes, se me dan bien esta clase de cosas, puedo enseñarte a cambiar tus gestos, acento, movimiento corporal," yo estaba balbuceaba y vagando fuera de la realidad, mi voz se estaba volviendo más baja. "La única forma de desaparecer de verdad es fingir tu propia muerte. Lo cual podría funcionarme a mí, pero no a ti, pues nadie sabe quién eres."

    "Bien pensado."

    "Por ahora, lo principal: ropa, zapatos, cabello, lentes de contacto; el tono de tu piel se puede alterar con maquillaje. Por suerte, es invierno. La gente que te vea no puede identificar que seas la persona de esa foto. Ni inmediatamente ni después del hecho."

    "Eso suena muy complicado."

    "Mm." fue poco más que un susurro. "Desaparecer no es algo fácil de hacer."

    "¿Lentes de contacto?" Oí preguntar a Lark, pero fue distante y amortiguado; apenas lo registré, ya le estaba dando la bienvenida al entumecimiento.

    Dormí hasta las tres, sin sueños, sin sombras; solo un exhausto sopor puro e ininterrumpido. Cuando me subí la máscara, Lark estaba sentada en la silla junto a la ventana, mirando fuera en silencio con la tablet oscura en su regazo. ¿En qué estaba pensando? Me sentí incómoda por ella. Quise disipar sus miedos actuando lo más normal posible. Pero con nuestra conexión, sabía que actuar no sería suficiente.

    Ella estuvo callada esa tarde, había una distancia entre nosotras mientras viajábamos por Collins. Yo había comprado un Toyota RAV4 2007, bastante feo pero fiable, y el vendedor me regaló un kit de arranque y, para su deleite, le dio a Lark una lección sobre cómo cambiar un neumático. Estas eran pequeñas cosas que teníamos que considerar, llamar a rescate en carretera podría no ser una opción en el futuro previsible. Habíamos transferido nuestras cosas antes de dejar el otro coche. Fue una agradable sorpresa que Lark no se mostrase tímida en estos entornos públicos, interactuaba fácilmente, levantando la guardia solo cuando estábamos afuera al aire libre, donde ella se aseguraba de mantenerse adecuadamente cubierta.

    Recorrimos los grandes almacenes: compramos ropa oscura y corriente en su mayor parte y nos equipamos con joyas baratas y un par de botas de pato raelene de Tommy Hilfiger, por fin de su talla, que según ella eran los zapatos más cómodos que se había probado.

    .

    Le di un par de lentes de contacto de color avellana oscuro, dos cejas falsas y un falso piercing para la nariz, le aclare la piel con base y le apliqué un maquillaje de ojos pesado hasta que quedó considerablemente gótica. En algún momento tendríamos que o bien cambiarle el pelo en un salón o comprarle una peluca convincente, pero por ahora los sombreros bastarían. La idea de arruinarle el hermoso cabello me hizo encogerme por dentro.

    "Parezco una persona diferente," dijo mirando boquiabierta su reflejo y luego se volvió hacia mí. "Eres buena en esto."

    "La verdad es que," dije con una sonrisa fuera de lugar, "me encantan estas mierdas, disfrazarme y engañar a la gente, fingir ser algo que no soy. No es lo mismo frente a una cámara cuando todos son conscientes, pero es genial tener a otra persona involucrada."

    "La astuta retorcida Saffron, ¿cómo nos vamos a llamar ahora?"

    "No había pensado en eso." Di un paso atrás, estudiándola con el ceño fruncido. Definitivamente ella estaba diferente; no sería fácil ver que era la persona de la foto, pero… " Aún así eres demasiado hermosa, se supone que debemos camuflarnos en el entorno. ¿Puedo ponerte un bigote?"

    "¡No!"

    "Sólo uno pequeñito, una sombra de las cinco en punto para que la gente te mire menos."

    "¡El vello facial hará que la gente mire más, no menos!" Hizo una pausa pensativa. "Está bien," levantó un dedo índice. "Llevaré bigote si tú también lo llevas."

    "Hmm," retrocedí, "tienes razón, sin vello facial."

    Comenzamos nuestro viaje por el Este hacia Dakota del Sur a las siete de la noche, después de una cena ligera y de llenar de bocadillos el coche. Cualesquiera que fueran las circunstancias, yo no quería que la salud de Lark padeciera. Sin un voto mío, Guido fue liberado de su jaula y pasó su tiempo moviéndose por la parte de atrás, viendo pasar el paisaje o acurrucado en el regazo de Lark. Ella parecía saber instintivamente cuándo necesitaba él hacer sus necesidades.

    "No puedes hablar con él, ¿verdad?" Pregunté en un momento.

    "No," se rió. "Siento cosas de él, es muy abierto. Se está divirtiendo, ha decidido que es un gato de carretera."

    Aparte de breves y ligeras charlas como esta, los primeros tres días que pasamos en la carretera no estuvieron bien. Se mantuvieron prácticamente sin cambios desde las primeras veinticuatro horas. Yo conducía durante períodos de ocho horas por la noche. Lark dormía en el coche y miraba por las mugrientas ventanas del motel cuando yo paraba para dormir. Traté de mantener nuestro ritmo sin prisas, nuestra rutina relajada. Salía a correr por la mañana, en gran parte para combatir la rigidez de mis extremidades al conducir y para ayudarme a dormir, pero también me daba la oportunidad de analizar el entorno en el que estaría ese día. Tal vez parezca una tontería, pero me tranquilizaba medir la atmósfera general de un lugar durante una carrera tranquila. Lark apenas me tocaba y cada vez que nuestros ojos se encontraban yo veía vacilación en los suyos, miedo y arrepentimiento. Veía que ella quería interrogarme, preguntarme cómo estaba, pero que no sabía cómo.

    No hablábamos mucho, quizá porque ambas teníamos miedo de los temas que pudieran surgir. Creo que ambas estábamos en un leve estado de conmoción por la situación en la que nos encontrábamos. No pasaría mucho tiempo antes de que se descubriera lo que habíamos hecho. Resuelta en mi determinación de mantener a Lark a salvo, había renunciado a todo y ella lo sabía, lo sentía. Se culpaba a sí misma. Nuestras emociones aún se reflejaban la una en la otra, se magnificaban. Ella estaba paranoica, hiperactiva. Habíamos caído en una rutina y yo sabía que había que hacer algo al respecto. No tenía sentido que fuésemos libres si éramos miserables.

    Yo no era una líder, era actriz y había sido una solitaria toda mi vida. Lark había demostrado ser capaz de tomar la iniciativa por sí misma, pero mi presencia la disuadía. Estaba más asustada por mí que por ella misma. Lo cual era una sensación horrible. No había mucho que yo pudiera hacer excepto aprovechar el papel que se me exigía, asumirlo.

    Recuperar el poder era el único modo de avanzar y una oportuna ayuda inesperada presentó un interesante método para hacerlo.

Capítulo Nueve

Toma el Poder

    Cruzamos entrando Kansas y paramos en un motel en un pueblo llamado Marton en nuestra cuarta mañana. Dormí la mayor parte del día.

    Poco después de las ocho estábamos tomando un bocado en el restaurante al lado del motel antes de irnos. El local era tranquilo, pero no conspicuamente para un sábado por la noche. Yo estaba componiendo en mi cabeza un breve discurso para Lark cuando ella regresó del baño. Tuve que admirar el aspecto que ella tenía con gafas sin graduar de montura negra, que llevaba cuando los tonos eran inapropiados. Cuando ella se deslizó en mi lado de la cabina, tenía un profundo ceño tallado por el miedo.

    "Tenemos que irnos," siseó en voz baja, subiéndose la capucha e inclinándose hacia mí. Mi corazón dio un vuelco, pero seguí picando de mi plato casualmente.

    "¿Qué problema hay?"

    "Un hombre." Guardó silencio y yo seguí sus ojos cuando estos miraron hacia arriba. Vi a un hombre calvo con algunas canas emerger del pequeño vestíbulo que conducía a los cuartos de baño. Llevaba un arrugado pantalón color caqui y una camisa azul a rayas, abultada en su amplio estómago. "Estaba colgando una foto mía con un número de teléfono en el tablero de mensajes fuera de los baños. Tenemos que irnos."

    "No entres en pánico, actúa normal. ¿Te ha visto?"

    Ambas observamos cómo él pagaba la cuenta, salía con tintineos metálicos por la puerta, cruzaba la calle y desaparecía dentro de lo que parecía una taberna. Lark tomó una profunda y lenta respiración.

    "Me miró directamente, pero nada. Sin reconocerme. Eso no significa que debamos tentar al destino, tenemos que salir de aquí."

    Me quedé en silencio mirando por las ventanas al otro lado de la calle, preguntándome. El hombre no se parecía al otro, había parecido torpe, casi amablemente torpe, al rebuscar en su billetera y pagar con billetes pequeños y monedas con una sonrisa de disculpa.

    "Saffron... ¿Por favor?" Su voz era dolorosamente desesperada. Mi cerebro se puso en acción.

    "Tengo una idea," dije.

    "¿Qué?" Pude saber por su tono que ella tenía miedo de que yo hubiese cambiado de opinión, de que fuese a hacer algo que la pusiera en peligro. Si ella confiaba tan poco en mí, entonces era de la más suma importancia que yo se la mostrara correctamente. Mi idea funcionaría mejor que recitar un estúpido discurso. Me giré y le toqué la mano tratando de tranquilizarla. Ella lo sintió en mi piel, lo vio en mis ojos, comprendió. Su rostro se relajó y llevó los ojos hacia la ventana de nuevo. "Estoy asustada."

    "No te ha reconocido, el maquillaje está funcionando. Estás bien." Hice una pausa para limpiarme los dedos con una servilleta. "Podríamos estar haciendo esto mal. Pensemos en esto como una oportunidad para obtener información. Una oportunidad que perdimos con el otro."

    "¿De qué estás hablando?"

    Comencé a hablar en voz baja, a explicar lo que tenía en mente. Poco a poco, su ansiedad se desvaneció en algo más parecido a la impaciencia a medida que formulábamos un plan.

    Él aún no había vuelto a aparecer por la entrada de la taberna quince minutos después. Podría haberse ido por una entrada trasera, pero si estaba tomando una copa, eso sería perfecto.

    "Vale, si no he salido en diez minutos..." Le di una última mirada antes de levantarme.

    El tablero de mensajes me llamaba.

    La foto era la misma que la que llevaba el hombre al que yo había disparado. Estaba en una fotocopia con un «¿Ha visto a esta chica?» y el número de un teléfono móvil. Era básico, poco profesional, no daba ninguna indicación de por qué querían encontrarla, ninguna palabra de aliento sobre que ella estaría mejor en confinamiento. Yo no sabía si eso era bueno o malo. En primer lugar, significaba que la policía no estaba involucrada, lo cual era bueno. Lark era responsable de las muertes, ¿no habían descubierto eso? ¿Lo habían encubierto totalmente las personas involucradas para mantener sus secretos? También era un hecho que podría funcionar en cualquier sentido. Esto no bastaba, necesitábamos más y lo íbamos a conseguir. Descolgué el aviso del tablero y me dirigí cruzando la calle hacia a la taberna.

    El local estaba tenuemente iluminado, bastante tranquilo para un sábado por la noche y olía a cigarrillos. Dispersas por las mesas, unas veinte personas estaban visibles de inmediato, charlando y fumando, ninguna de las cuales era el hombre calvo. Bad Case of Loving You sonaba a un nivel moderado. Algunas personas miraron en mi dirección cuando me acerqué a la barra y pedí una Corona. El desaliñado asistente le pasó una revisión obligatoria a mi permiso de conducir.

    "¿Tenéis cuarto de baño?" Le pregunté y él disparó la barbilla hacia el fondo del local.

    Mi objetivo fue adquirido en el trayecto, escondido en un reservado contra la pared del fondo, de espaldas al paso público, como si hubiese intentado elegir el lugar más discreto posible. Estaba solo, encorvado sobre un vaso de algo marrón y un periódico doblado, con un bolígrafo en la mano. Fuera de los baños, en un pasillo estrecho, la misma fotocopia de Lark estaba colocada entre octavillas publicitarias. Di un sorbo a mi botellín, luego lo saqué de su sitio y regresé hacia el hombre. Él estaba intrigado sobre un crucigrama, con obvia concentración y esforzándose por ver a media luz. Le tomó un rato notar que alguien estaba de pie sobre él. Apartó la vista del periódico y derramó un poco de la bebida al bajarla torpemente. Muy diferente al primer hombre.

    "¿Si?" dijo él mirándome con ojos entornados y enderezando las gafas.

    Lancé descuidadamente el papel sobre la mesa y me deslicé en el asiento frente a él, dejando caer mi bolsa con la pistola en el suelo. Usarla sería muy poco aconsejable, pero su presencia proporcionaba un nivel de seguridad de apoyo.

    "¿Pusiste tú esto?" Pregunté.

    "Lo hice," miró tras él nerviosamente.

    "¿Quien es ella?"

    "¿La ha visto?"

    "¿Eres una especie de acosador zumbado? ¿Por qué vas detrás de ella?"

    "No voy detrás ella. Es una persona desaparecida."

    "A mí me pareces bastante turbio," dije bien alto. "Si fuese una persona desaparecida, habría un número de policía ahí. ¿Se te ha escapado del sótano? ¿Qué planeas hacer con ella cuando la recuperes? Debería llamar a la policía ahora mismo."

    "Jovencita, le aseguro que eso no es necesario."

    "Entonces, ¿por qué no me dices quién es? Quizá la haya visto."

    Alzó las cejas y miró a su alrededor de nuevo, aunque lo que él esperaba ver desde nuestra posición oculta, no podía imaginármelo. Yo confiaba en que no tuviera a nadie más con él. Se quedó mirando su vaso con una mueca, como esforzándose por inventar una historia apropiada.

    "Hay gente preocupada por su bienestar," dijo eventualmente. "El número está ahí si la has visto." Miró su reloj barato mientras Lark se acercaba por detrás y me interrogaba con los ojos antes de extender la mano. "Si no hay nada más..." Las palabras del hombre fueron interrumpidas y dejó caer la cabeza y los hombros sobre la mesa, derramando la bebida.

    Nadie notó nada. Lark se sentó cerca de él, deslizó la mano por debajo del puño del hombre y le enroscó con los dedos la muñeca derecha, frunciendo el ceño.

    "¿Y bien?" Pregunté momentos después y la miré expectante.

    "Es un libro abierto, Saf," dijo abriendo los ojos y con una sonrisa extendiéndose en el rostro. "No es como los otros, solo está colocando carteles."

    "¿Cuál es su relación con ellos?"

    "Era portero en un lugar de investigación, pero lo despidieron. Otro hombre, un hombre al que él no conocía, pero que trabajaba para el mismo lugar, le ofreció un trabajo y le pagó para que pusiera las fotos." Me miraba con expectación. "El nombre del hombre era Simon Hughes. Esa podría ser la instalación en la que yo estuve."

    "¿Dirección?"

    Negó con la cabeza, frunciendo el ceño. "Sólo un sentido vago. Colorado."

    "Daniel Ruebeck tenía permiso de conducir de Colorado. ¿Ves algo sobre a quién llega el número de teléfono?"

    "Él cree que era del hombre que le pagó, pensaba que eso era extraño, pero no hizo preguntas porque necesitaba el dinero." Entornó los ojos en concentración y luego retiró la mano de la muñeca como si la hubiese picado una abeja.

    "¿Qué?"

    "Está enfermo...," dijo con incomodidad, "tiene un tumor en la columna." Se frotó los dedos con incomodidad. "Podemos dejarlo, no sabe nada y es inofensivo."

    "Bueno." Yo no sabía si me sentía aliviada o decepcionada. "Espera." Me agaché y rebusqué en la bolsa del portátil que él tenía a los pies. No contenía una computadora portátil, ni siquiera un teléfono móvil. Sin embargo, nos proporcionó un nombre, probablemente uno real esta vez, porque su billetera contenía varias otras tarjetas. Anoté el nombre en una esquina de periódico y me lo metí en el bolsillo. "¿Qué hay de las fotos?" Había una gran pila de ellas.

    "Si no las pone él, será otra persona."

    Asentí, llevarse algo de la bolsa del hombre era una mala idea de todos modos.

    Lark puso otro dedo en la mano del tipo y susurró, "Lo siento," gentilmente.

    "¿Lo dejamos aquí así?" Estudié nuestro entorno, si alguien notaba que nuestro compañero había perdido el conocimiento, probablemente asumirían que estaba borracho.

    "Sí, antes de que se despierte." Se levantó y salió del reservado.

    Dejé el botellín medio lleno sobre una mesa cerca de la entrada y seguí a Lark.

    No nos quedamos en Marton mucho tiempo después. Regresamos al motel, cargamos a Guido y las mochilas en el coche y nos dirigimos hacia el Sureste, hacia Missouri. El humor de Lark había cambiado, sus movimientos carecían del cansancio o la cautela de antes. Aunque ella estaba por dormir, como era su costumbre en el coche, yo no sentía cansancio por ella. Por primera vez en varios días, estaba parlanchina. Para mi diversión, comenzó de inmediato una bolsa de cacahuetes tostados con miel y un café helado, aunque había cenado solo media hora antes. La comida debía de serle más necesaria que dormir.

    "Incluso con las fotos puestas, nadie me prestó especial atencíon," comentó mientras masticaba.

    "No veo que muchas personas se tomen en serio una octavilla como esa, es bastante floja. Ni siquiera ofrecen una recompensa."

    "Solo están enviando ojeadores," asintió. "Aún así..."

    "Eso es un alivio," admití. "La policía no va a por ti aún. ¿No te parece eso extraño?"

    "Sí. Deben de haber encubierto de alguna manera las muertes en el accidente."

    "Eso es lo que estaba pensando. La policía de un pueblo pequeño, especialmente en Montana, es altamente corrompible." También significaba que no sabían que ella estaba conmigo, lo cual significaba que no sabían nada sobre lo que había sucedido en Linwood.

    "Aunque eso es bueno, ¿no?"

    "Es bueno que las verdaderas autoridades no estén buscándote, sus recursos serían ilimitados. Eso dice algo sobre lo importante que eres para ellos, lo cual no estoy segura de que sea algo bueno."

    "Lo es por ahora. Nos han proporcionado un nivel de protección."

    "Voy a llamar de nuevo a Hamish la próxima vez que paremos," decidí. "Han pasado cuatro días y sería interesante saber si algo anda mal en Savage Falls."

    "¿Él no ha intentado llamarte?"

    "Me deshice de ese teléfono. No es seguro."

    "¿Es esencial hablar con él? Quizá no sea seguro tampoco."

    "Una vez que se enteren de lo de Daniel Ruebeck, no podré usar mi identificación si nos para la policía. Puede que estén dispuestos a encubrir tus crímenes, pero dudo que se tomen molestias conmigo." Aunque yo había tenido mucho cuidado con mi conducción, siempre existía esa posibilidad. "Enmascararse como inocente se va a volver difícil y arriesgado."

    "Ya sabíamos que eso iba a suceder. ¿Crees que conseguiremos llegar a Florida?"

    "No lo sé. Por eso necesito tener una idea de lo que está sucediendo en Savage Falls: el conocimiento es poder."

    "Sé que debería estar asustada... pero me siento mejor de lo que me he sentido en días."

    "¿Cómo supiste que ese hombre tenía un tumor?"

    "Eso es lo más extraño, no fue emocional. Pude sentirlo físicamente. Fue una sensación muy espeluznante." Ella no parecía asustada, sonaba emocionada.

    "¿Te alegras de eso?" Secretamente yo también me alegraba. Eso significaba que no podía haber nada grave en mí, yo no tenía ninguna herramienta no invasiva de diagnóstico personal. Era extrañamente reconfortante notar que yo había retenido el ensimismamiento, seguía siendo yo.

    "No por él, por supuesto. Pobre hombre, él no va a... Me alegro de haberle afrontado en lugar de huir con el rabo entre las piernas. Todo salió bien, no nos metimos en problemas," concluyó. "Descubrí algunas cosas y aprendí algo nuevo sobre lo que puedo hacer. Tú convertiste algo malo en algo bueno."

    "Podría haber salido de forma muy diferente," le recordé. "Podría haber sido peligroso."

    "Pero no lo hizo. Me siento energizada, esto ha renovado mi confianza en lo que estamos haciendo. Yo necesitaba eso."

    "Ambas lo necesitábamos, los últimos días han sido un fastidio."

    "Fue una idea brillante. Gracias, gracias." Me rodeó el cuello con los brazos y me besó en la mejilla, lo cual casi me hizo salirme de la carretera.

    "¡Cuidado!" Me reí y ella se retiró. A decir verdad, estuve tentada de parar para que siguiera tocándome. Su distanciamiento se estaba convirtiendo en una preocupación.

    Abrimos un diálogo real esa noche, hablando de temas que habíamos evitado antes. No puedo decir que avanzáramos con respecto a los planes, pero nos ayudó saber que estábamos en la misma página respecto a las preocupaciones y posibilidades. Incluso propusimos nombres que pudiéramos ponernos eventualmente. Yo había estado firmando en los libros de registro del motel como Wendy Dixon, pero ese había sido un impulso momentáneo, yo no quería usarlo permanentemente. Tampoco quería usar ninguno de los nombres que se le ocurrieron a Lark. Ella estaba muy lejos de tomarse la discusión en serio.

    "¿Qué tal Bertha?" sugirió en cierto punto.

    "¿Qué dem...? Ese suena a ballena varada en la playa. Yo seré Bertha si tú eres... Winston."

    "¡Ese es nombre de chico!"

    "No es peor que Bertha. Así podría ponerte ese bigote después de todo."

    "¡Para el coche!" chilló de repente.

    "¿Qué pasa?" Pregunté parando a un lado.

    "¿No lo has visto?"

    La observé salir y correr unos metros hacia un bulto que yacía a un lado de la carretera. Era un hombre muy borracho, consciente pero sin mucho sentido. Estábamos en un tramo solitario y yo no podía ni imaginar qué estaba haciendo él aquí en ese estado. Lark insistió en ayudarle a subir al coche y dejarle en la siguiente ciudad. Yo la secundé solo porque, si el tipo era peligroso, ella lo habría sabido. El tipo nos balbuceaba animadamente mientras yo conducía, pero era difícil de entender. Me las arreglé para captar, justo a tiempo, su solicitud de que parara para que él pudiera vomitar. Mientras se asomaba por la puerta trasera y vomitaba ruidosamente, Lark se giró hacia mí.

    "¿Crees que podríamos parar para una hamburguesa?" preguntó con los ojos muy abiertos. "Tengo mucha hambre."

    Reprimí una carcajada y una réplica de listilla y asentí.

    "La siguiente ciudad está a sólo unas millas."

    A las dos de la madrugada nos despedimos de nuestro ebrio amigo. Lark comió y, poco después, se durmió. Rodeando la esquina noreste de Kansas, crucé hacia Missouri a las tres y, a las cuatro, Lark despertó y empezó a charlar de nuevo con su humor igual de jubiloso. Las carreteras eran largas y rectas, campos de hierba se extendían hacia lo lejos a ambos lados, salpicados de escasos grupos de árboles. Vimos cómo el cielo se iluminaba lentamente hacia un azul profundo a través del parabrisas. Ella sintonizó la radio, subió el volumen y en cierto punto comenzó a cantar a todo pulmón una canción country que yo nunca había oído antes, Ruby, Don't Take Your Love to Town, inventando sin problemas las palabras que ella no conocía. Fue el viaje más entretenido que yo había tenido hasta el momento.

    A las siete, justo cuando el sol estaba asomando sobre el horizonte, entré en Magnolia Motor Lodge en las afueras de Quilter, Missouri. Era un hábito cuidar de las cosas de Guido antes que nada.

    Después de correr, ducharme y desayunar, mi angustiosa llamada telefónica a Hamish necesitaba ser atendida. Lark estaba sentada cerca, observando intensamente.

    " Al habla Hamish Roche."

    "Buenos días, Hamish." Manteniendo una voz tranquila y despreocupada, le ofrecí lo que él esperaría si nosotras estuviéramos en un viaje normal por carretera.

    "Saf, ¿dónde estás?" preguntó él con tono confundido y frustrado, pero no al terrible nivel que yo esperaría si supiera lo del cuerpo. "Llevo dos días intentando comunicarme con tu teléfono."

    "Lo siento, lo perdí a primera hora en Lake Point. ¿Pasa algo malo?"

    "Sí, de hecho." Vaciló y mi corazón dio un vuelco. "¿Aún está Lark contigo?"

    Pensé rápido, no quería revelar nada sobre nosotras. Cambié mi tono a impaciente.

    "¿Por qué no iba a estarlo? ¿Qué está pasando?"

    "Créeme, si lo supiera no te lo estaría preguntando. Dos hombres han estado dando vueltas con fotos de Lark, preguntando si alguien la ha visto. Saf, no son del asentamiento, no sé quién diablos son. También han colocado avisos por la ciudad. ¿Sabes de qué va todo esto?"

    "¿Qué les has dicho?" Hubo una larga pausa, su cerebro estaba procesando que yo no estuviese sorprendida de eso.

    "Nada, Saffron," dijo finalmente con voz severa. "Les he mentido a la cara."

    Mi sorpresa debió de haber sido evidente en mi cara, porque Lark me miró y gesticuló en pánico. Yo no supe qué decir y hubo un silencio incómodo.

    "¿Saffron?" siseó Hamish.

    "Estoy aquí. Lo siento."

    "¿Vas a decirme qué está pasando?"

    "No puedo." Hubo un audible suspiro de frustración en el otro extremo.

    "La única razón por la que no he abierto la boca aún es porque estos hombres parecen personajes desagradables y Viv no me lo permite. No tienen ninguna identificación, ninguna autoridad."

    "¿Cuántos de ellos viste?"

    "Dos pasaron por la casa. Han estado en la casa de todo el mundo."

    "¿Solo preguntaron por Lark?"

    "Sí. Ni siquiera dijeron de qué se trataba, solo que estaba desaparecida en el área. Dejaron un número de contacto por si yo la veía."

    "¿Crees que se dieron cuenta de que estabas mintiendo?"

    "¡No lo sé! Por amor de Dios, ¿qué es lo que no me estás contando?"

    "Son ellos quienes le hicieron daño, no son buenas personas, Hamish. Gracias por no decir nada, eso significa que tenemos más tiempo."

    "¿Más tiempo para qué?" Otra profunda exhalación. "Mejor será que sepas lo que estás haciendo, parece que esos van en serio."

    "¿Ha pasado algo más allí?"

    "¿Como qué? ¿No es suficiente que haya sabuesos preguntando por Lark? Ella sigue contigo, ¿no?"

    "Lamento todo esto. Tengo que irme, Hamish."

    "Espera..." Hizo una pausa, casi pude sentir su ansiedad. Me mantuve en la línea. "No vas a volver pronto, ¿verdad?"

    "No lo sé."

    "¿Puedes mantenerte en contacto, por favor?"

    "Tal vez. Gracias," dije en voz baja y colgué antes de que él pudiera hablar de nuevo.

    Lark me miraba con los ojos muy abiertos. Me mordí el labio, me centrifugaba el cerebro con la nueva información.

    "No han encontrado el cuerpo ni el coche aún." Eso era lo más esencial que yo había sacado de la conversación. "Hay otros dos hombres en la ciudad preguntando por ti, pero Hamish y Vivian les mintieron, así que no saben que estás conmigo."

    "¿En serio? ¿Mintieron?" Preguntó Lark, boquiabierta. "Nunca creí que..."

    "A Hamish no le gustó su aspecto y ellos no mostraron ninguna identificación. Él sabe que algo anda mal, está preocupado, pero no intentó presionarme para que hablara de ello."

    "Me siento fatal ahora por no haber confiado en él," se encogió.

    "Eso son buenas noticias," coincidí y ella asintió. "Me esperaba lo peor. Nadie sabe nada de Daniel Ruebeck aún y Hamish ha dicho que los hombres no preguntaban por nadie más. Yo había asumido que a estas alturas también le estarían buscando. pero ¿quién diablos sabe lo que les pasa a esos por la cabeza?. Lo más importante es que no saben nada de mí. Y también que la policía no te persigue aún. Definitivamente han cubierto esas muertes de alguna manera."

    "Sí," dejó escapar una fuerte exhalación y relajó los hombros. "Otro enorme alivio."

    "Esto no va durar, Hamish hablará en cuanto sepa lo que hicimos, una vez que se haya encontrado el cuerpo."

    El comentario no pareció empañar el estado de ánimo de Lark, ella me disparó una sonrisa de satisfacción. Se la devolví. Aunque se descubriera el coche, este no estaría conectado directamente a Linwood.

    Se me ocurrió que yo no había tenido un ataque de pánico desde aquel día en el ático hacía dos semanas, ni siquiera había pensado en ellos. Con todo lo que estaba pasando, la comprensión llegó con una liberal sorpresa.

    Lark fue al baño para quitarse el maquillaje y yo traje la bolsa con el dinero robado y me senté a la mesita a contarlo. No sé por qué, tal vez solo para mantener las manos ocupadas. Tuve que admitir que manosear tanto frío y áspero dinero en efectivo me envió notables hormigueos por el cuerpo.

    "Las lentes de contacto son mucho más cómodas de lo que yo pensaba," dijo cuando volvió andando del baño. "Aunque es un alivio quitárselas. ¿Cuánto hay?"

    Suspiré y me recliné.

    "Cincuenta mil dólares si todos los paquetes tienen la misma cantidad."

    "Me pregunto qué iban a hacer ellos con él."

    "Me pregunto qué vamos a hacer nosotras con él."

    Ella estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia fuera. Se parecía de nuevo a Lark, con pelo suelto. Me aleteó el pecho.

    "Podríamos dárselo a los pobres," dijo con una sonrisa.

    "Un lujo que no podemos permitirnos." Me levanté y me uní a ella junto a la ventana. "No dormiste mucho anoche, debes de estar cansada." Lo que yo quería era que durmiera conmigo hoy, necesitaba su cercanía, la ansiaba.

    "Sí, pero no sabes lo feliz que estoy por lo de anoche. De verdad, gracias por pensar en eso. Lo estamos haciendo bien, ¿no?" preguntó, volviéndose hacia mí.

    "Vamos bien. Ven y acuéstate un rato." Extendí la mano y le toqué la mandíbula. Surgió una corriente eléctrica del contacto y el ojo de Lark se estremeció levemente. Ella avanzó un paso con cálidas manos en mi cintura. Había vacilación en su toque, cautela en sus ojos.

    "¿Contigo?"

    "Sí, conmigo." Le incliné la mandíbula hacia arriba y le besé la aún magullada piel de la garganta. Su respiración se aceleró y se tornó pesada cuando alcé la cabeza a su nivel y me detuve cerca de sus labios.

    "Estoy empezando a pensar que no quieres..." comencé. Ella no me dejó terminar.

    Empujó hambrientamente la boca contra la mía y sacó la lengua. Mi cuerpo se incendiaba mientras ella me hacía retroceder hacia la cama. Aquello estaba yendo del mismo modo que la primera vez y yo estuve a punto de dejar que sucediera, deseando demasiado dejar que sucediera. Pero recordé lo que sentía por ella, me aparté y la miré a los abiertos e interrogantes ojos.

    "¿Crees que podríamos tomarnos las cosas un poco más despacio?"

    Asintió. Con voz ronca, preguntó: "¿Puedo quitarte la ropa?" y empezó a desvestirme. Ella estaba temblando para cuando ambas quedamos desnudas, le palpitaba el pecho; esto era muy diferente a como había sido antes. "Dios, eres tan hermosa." Pasó las yemas de los dedos por mis pechos y estómago.

    Su beso fue suave, profundo, pero yo podía sentir el deseo en ella, poderoso y urgente. Me eché hacia atrás y la miré a los ojos.

    "¿Me dejarás mostrarte lo que siento por ti ahora?" Susurré.

    Ella lo hizo. Me dejó hacerle el amor, respondiendo gentilmente.

    Pronunció palabras entrecortadas entre jadeos verbalmente incomprensibles, aunque yo sabía lo que ella estaba sintiendo. Cada toque, cada sensación, su éxtasis... yo lo sentía también, ella me lo enviaba. La comunión fue inesperada y fue singularmente la experiencia más emocionante que yo pudiera imaginar. Sabía exactamente dónde y cómo tocarla, cuándo retener, cuándo no. A veces, ella había estado tentada a tomar el control, yo había podido sentir su impaciencia, su necesidad; pero ella no lo había hecho. Tampoco es que fuese a querer siempre que ella se controlara, pero era bueno saber que ella podía.

    Su orgasmo, cuando sucedió, fue una explosión contra mi boca, con los dedos agarrándome la nuca, contra la piel eléctrica. El orgasmo aceleró poderosamente a través de mi ser también, lo sentí todo antes de ambas colapsáramos juntas en una masa corporal pegajosa e indefinible.

    Me abrazó con fuerza después, con el latido de su corazón golpeándome el pecho antes de que su ritmo se ralentizara.

    Mientras yo yacía mirando arriba hacia el techo, ella apoyó la cabeza en una mano y me miró fijamente.

    "No puedo creer lo que acaba de ocurrir," dije aturdida.

    "Yo tampoco puedo. Estoy en un sueño." Pasó una mano, desde mi hombro, por la longitud de mi torso, cadera y finalmente, mi pierna. "Obviamente tú has hecho esto antes. No, alto," añadió apresuradamente y se mordió el labio. "No quiero saberlo."

    "Ni siquiera tuviste que..." Yo estaba en un estado de conmoción. La fuerza de mi orgasmo casi me había dejado sin sentido, estaba segura de haber abandonado el universo conocido. Mi orgasmo no, me recordé a mí misma, el suyo.

    "Lamento lo de la última vez, no sabía cómo amarte. ¿Estás asustada?"

    "Sí."

    "Ojalá estuviéramos a solas adecuadamente."

    "Estamos a solas." Eché un vistazo a Guido acurrucado en la otra cama, desinteresado, luego vi que Lark tocaba brevemente la pared junto a nosotras con el dedo.

    "Tuve que morder la almohada para evitar hacer demasiado ruido. ¿Hemos terminado de fingir ahora? Quiero que sea así contigo siempre, quiero que confiemos la una en la otra."

    "Nunca podremos estar así de nuevo."

    Echó su cuerpo encima de mí y, con el cabello haciéndome cosquillas en las orejas y el cuello, me miró a la cara y entornó los ojos.

    "Me estás tomando el pelo," dijo ceñuda. "Dime que me estás liando la cabeza."

    Me frotó los pezones con los suyos.

    "Podemos estar juntas," me claudiqué.

    "Y con nadie más," dijo con ojos centelleantes.

    "Eso no lo sé," respiré, "va a resultar muy complicado romper con mis otras catorce amantes."

    "Eres una persona despreciable. Pero eres mi persona despreciable. Vamos a estar de maravilla juntas, ahora lo sabes, ¿verdad?"

    Asenti. Donde estábamos era en la mierda profunda, en la fuga. Yo probablemente iba a acabar en prisión. O muerta. En cualquier caso iba a perdería. Pero no mientras me quedara una elección.

    Ella comenzó a besarme el cuerpo. Lentamente.

    La ironía de aquella conversación no me golpeó hasta más tarde, cuando nuestro entrañable dúo fue programado para la ruptura por un repentino pero valioso tercer jugador.

    Permanecimos en aquel motel hasta la noche siguiente, cuando la necesidad de seguir adelante se tornó demasiado insistente para ignorarla.

    Otra cena en otro restaurante antes de salir de Quilter encontró nuestro ánimo bastante diferente del anterior. Estábamos hablando, riendo, sobre cosas mundanas, yo pensé que nunca había sido tan feliz. Sabía que anidábamos en un lecho de rosas algo ilusorio, en el ojo de una tormenta. Eso no significaba que yo no fuese hacer que durara tanto como fuera posible.

    Naturalmente, fue entonces, mientras teníamos la guardia baja, cuando el destino llegó llamando a la puerta de una forma enteramente imprevista.

    "¿Qué hay de este?" Lark señaló la foto de una modelo con un mechón de cabello corto y rosado. Estábamos sentadas a un lado de la mesa; con los platos a medio terminar, varias revistas esparcidas sobre la mesa frente a nosotras; y estábamos contemplando qué cabello le quedaría a ella bien, aunque no particularmente en serio. Solo otras dos mesas estaban ocupadas, una con cuatro taciturnos adolescentes y la otra con una pareja que intentaba mantener bajo control a un niño pequeño y ruidoso. Estaban sentados cerca de las ventanas mientras que nosotras estábamos pegadas a la pared del fondo. Música pop sonaba quedamente de fondo.

    "Tal vez este." Le di la vuelta al ejemplar de InStyle que estaba sujetando en alto, abierto con una foto de una afeitada cabeza tatuada, y ella dio una carcajada.

    "¿Puede una peluquera hacerme la cera también?"

    "Diferente sitio. ¿Aún quieres que te lo hagan?"

    "Ahora sí." Deslizó la mano sobre mi rodilla. "Me encanta el tacto que tienes."

    Sin avisar, alguien se deslizó frente a nosotras dentro de la cabina. Estábamos tan absortas la una con la otra que no habíamos oído a nadie nuevo entrar en el restaurante. Ambas levantamos la vista sorprendidas y nos quedamos mirándola mientras ella nos examinaba detrás de unas gafas de montura metálica.

    "Hola, chicas," asintió con la ansiedad solo aparente por sus ojos encapuchados.

    "¿Le importa? Hay abundantes mesas libres," dije mirando a mi alrededor.

    "Pero es con vosotras con quien necesito hablar."

    "Lo que sea que venda, no lo queremos." La mujer parecía una de esos mormones que iban repartiendo folletos y predicando la palabra.

    "Os estoy cortando el rollo, ¿verdad? Parecíais tan felices."

    "Vete. Al. Carajo." Decir que éramos satanistas estaba en la punta de mi lengua, pero me la mordí. Mejor no alentar una discusión moral.

    La mujer se inclinó hacia adelante, cruzó las manos sobre la mesa y bajó la cabeza.

    "No puedo hacer eso, os he estado buscando." Su voz era grave, seria. El respeto brillaba en sus ojos negros. Esta no era una evangelista cualquiera. La mano de Lark se deslizó dentro de la mía debajo de la mesa, pero el miedo que emanaba de ella no era profundo. "La araña y la gran farsante, interesante pareja."

    "¿Cómo has…?" susurró Lark incapaz de terminar.

    ¡Cómo, de hecho! Ceñuda, toqué con la punta del zapato la mochila a mis pies. La bolsa estaba cerca, lo único que yo tendría que hacer... Lark me apretó la mano. Me estaba recordando que me contuviera, que ella podía herirla sin montar una escena.

    La mujer no se parecía a los otros. Aparte de lo obvio: que era mujer. Era joven, quizá solo un par de años mayor que yo. Su nariz era grande y ligeramente aguileña; sus ojos, negras canicas brillantes en un demasiado pálido semblante. Al estar yo en sintonía con tales cosas, sus facciones no me parecieron equilibrabas, había algo fuera de lugar en ellas. Yo no podía discernir a esa distancia y de modo concluyente si ella llevaba lentillas coloreadas, pero eso parecía probable. Como lo parecía que pudiera estar llevando una prótesis nasal. Yo había contemplado comprar una para Lark también. El maquillaje base era denso en su rostro, pero claramente no tenía el propósito de realzar su apariencia. La mujer vestía una blusa blanca con un suéter gris de punto de lana, su oscuro cabello castaño estaba recogido en una tensa coleta. Si intentaba parecer lo más hogareña posible, estaba teniendo éxito.

    Esa mujer iba disfrazada, incluso más que nosotras, y eso me hizo sentir curiosidad, no solo por saber por qué, sino también por saber qué aspecto tendría bajo aquel feo atuendo.

    Ella me miró con ojos entornados y parpadeando, como si supiera que yo había descubierto la farsa.

    "¿Crees que me he pasado con la nariz?" preguntó la mujer y Lark me miró de reojo, confundida.

    "Es muy convincente. ¿Quién eres?" La pregunta pretendía ser directa, pero salió reservada.

    "No he venido aquí a pelear, no os voy a crear problemas."

    "Pero ¿no vas a responder la pregunta?"

    Ofreció una mano, palma abierta cruzando la mesa hacia Lark, y yo apreté la mano de esta con más fuerza.

    "Ella puede entenderlo más rápido al tacto," dijo la mujer. "Por favor."

    "Como intentes algo..."

    "Ella puede herirme, lo sé."

    Mi idea iba más en la línea de la pistola dentro de la bolsa, pero me valía cualquier cosa que funcionara.

    Manteniendo su agarre en mi mano izquierda, Lark levantó la otra mano y la deslizó hacia la de la mujer.

    Cuando la piel de ambas hizo contacto, yo no vi lo que Lark hacía, pero entendía la idea general. Los sentimientos fueron difíciles de digerir, pero fáciles de descifrar: esta mujer había pasado por lo mismo que Lark. Ella había escapado, había sido perseguida. Había vivido con miedo durante años, huyendo constantemente, escondiéndose. Portaba una englobante sensación de soledad. Había un leve matiz de otra cosa también: estaba corriendo un gran riesgo al llegar hasta nosotras, al estar aquí. Nos tenía miedo. Esta revelación trajo algo de tranquilidad, el comienzo de una confianza.

    Este fue un momento importante para Lark, descubrir que había alguien como ella. Sus emociones eran complicadas, poderosas. Dejó escapar un gemido antes de liberar la mano de la mujer y nos quedamos mirándonos unas a otras durante una sustancial cantidad de tiempo. Yo no sabía qué hacer, esta era el área de Lark.

    "Tenemos un enemigo común," dijo la mujer eventualmente, sus ojos perforaban con fuego el tablero de la mesa. "Solo quiero charlar."

    "Había demasiados nombres diferentes," dijo Lark con la voz entrecortada por la emoción.

    "Podéis llamarme Laura."

    Lark miró de reojo por el restaurante y luego dijo quedamente: "Tú también fuiste una rata de laboratorio," y la mujer asintió.

    "No fui torturada como tú. He visto por lo que te hicieron pasar."

    "Pero tú no eres como yo."

    "No, soy diferente. Puedo ver cosas que suceden en otros lugares. Vi estrellarse el helicóptero y tu escapada." Se centró en mí. "Vi cómo la cuidaste. Cuando por fin descubrí dónde estabais, os habíais ido."

    Una vidente remota. El término saltó dentro de mi cabeza, aunque dónde lo había aprendido, yo no lo sabía. Me pregunté cuánto de nuestra intimidad había ella presenciado exactamente.

    "También puedo captar fragmentos del pasado," continuó la mujer tranquilamente, "una vez que me haya fijado sobre alguien. Yo no valgo gran cosa para ellos, no soy un arma. Te cazarán a ti antes que a mí."

    "¿La consideran a ella un arma?" Pregunté alarmada.

    "Sus habilidades pueden desarrollarse de manera agresiva. Un arma es más valiosa que un poder benigno. Supongo que por eso la trataban con mucha más dureza que a mí."

    Esto es una locura, pensé, pero me lo guardé para mí. Esto no estaba tan fuera de lugar entre todo lo que había sucedido desde que Lark había llegado a mi vida.

    "¿Quiénes son?" preguntó Lark y Laura negó con la cabeza.

    "Yo también quiero saberlo."

    "¿Has visto a otros?"

    "No. No sé por qué te vi a ti, pero eso no sucedió hasta que escapaste, hasta que te liberaste. Como yo. Tal vez seamos las dos únicas en hacerlo. Pero estoy segura de que hay otros, lo noto. ¿Lo notas tú?"

    "Sí." La voz de Lark fue apenas un susurro.

    "Esto no me gusta," dije tensa. "Si tú pudiste vernos, encontrarnos del modo que lo hiciste, y hay otros, ¿quién dice que no los están usando ahora para encontrarnos de algún modo?" Me volví hacia Lark. "¿Quién sabe qué tipo de habilidades podrían usar para rastrearnos? Nunca estaremos a salvo."

    El hilo de mis pensamientos era inesperado y aterrador y, probablemente, yo no debería haberlo mencionado así, tan incidentalmente. Noté la mano de Lark volverse húmeda en la mía y aumentar el miedo en ella. Aunque claramente esto no era una idea nueva para la mujer frente a nosotras. Ella asintió con calma.

    "¿Te pusieron alguna vez en una posición de poder o control cuando estuviste allí?" le preguntó a Lark.

    "No que yo recuerde."

    "Entiendo vuestra preocupación, pero yo soy la prueba viviente de que es posible eludirlos. Llevo cuatro años escondiéndome."

    "Tienen personas con habilidades, ¿por qué no iban a usarlas?" Presioné.

    "A mi modo de ver, sea cual sea este proyecto, aún está en su infancia. Los sujetos de prueba son para investigación, quieren comprender y replicar sus talentos; no los están usando como mercenarios."

    "Aún no." Yo no quería asustar más a Lark, pero la opción necesitaba ser explorada y esta mujer parecía saber de lo que estaba hablando. Sin hacer ningún esfuerzo por negar la implicación, ella se limitó a asentir de nuevo.

    "Su organización de habilidades va a ir mejorando. Esto me preocupa también porque tal vez sea una táctica que vayan a emplear en el futuro. Pero, como yo lo entiendo, sus conejillos de indias ni estarían dispuestos a hacer por ellos cosas así ni serían capaces. ¿Estoy en lo cierto al pensar que tus habilidades solo se volvieron muy fuertes cuando estuviste lejos de ellos?" Lark asintió. "Lo mismo pasó conmigo."

    "La mayor parte de lo que estás diciendo suena a conjetura." Esto fue un desafío, pero ella coincidió en voz baja.

    "Conjetura basada en lo que he visto. Como he dicho, puede que cambien de táctica. Y, tal vez," levantó una ceja, "nosotras sepamos cuándo y estemos un paso por delante."

    "¿Nosotras?"

    Dio golpecitos sobre la mesa con una uña y asintió vagamente durante unos momentos.

    "La octavilla que pusieron," se dirigió hacia mí, "¿puedo verla?"

    Yo no veía qué daño podía hacer eso, ella ya sabía quiénes éramos. Eché mano a la bolsa a mis pies y empujé la octavilla sobre la mesa hacia ella. Ella estudió el papel, ojeando entre este y Lark.

    "Estupendo." Lo volvió a doblar y apoyó la mano sobre él. "Os ha ido bien hasta ahora, no durará. Lleváis un gato con vosotras," sonrió y se tocó la sien izquierda, "mala idea eso de dejar que el corazón gobierne la cabeza."

    "Él no ha causado ningún problema hasta ahora," dijo Lark defensivamente.

    "¿Cuánto tiempo pasará antes de que eso cambie? ¿Tiene microchip el gato?"

    "No, nunca se lo he puesto."

    "Eso es un plus. No me malinterpretéis, a mí también me gustan los animales."

    "Entonces, ¿qué quieres decir?" Yo no quería estar de acuerdo con ella en voz alta, Lark se merecía sus escasas indulgencias emocionales. Esa era mi debilidad. La mujer se reclinó y nos estudió.

    "Yo quiero ayudar, y creo que me necesitáis."

    "¿Ayudarnos a hacer qué?"

    "Estáis subestimando las medidas que van a tomar para recuperarla. Si tienen que hacerlo, utilizarán a las autoridades, entonces estaréis en problemas."

    "¿Crees que no lo sabemos?" La voz de Lark adquirió un tono irritado.

    "No estás ayudando al venir aquí si ellos van detrás..." empecé.

    "Tengo una casa," me interrumpió la mujer en voz baja. "Cien por ciento segura." Abruptamente, me descubrí mucho más interesada en lo que ella tenía que decir.

    "Ningún lugar es cien por ciento seguro," le dije y ella asintió con picardía.

    "Puedo conseguiros documentación, incluso pasaportes. Cualquier cosa que necesitéis. ¿Aún tenéis el dinero del accidente?" Lark me miró fijamente. "Puedo lavarlo de forma segura, convertirlo en algo que podéis usar."

    "¿Qué quieres a cambio de todo esto?"

    Ella miró con un ceño triste hacia el frente del restaurante.

    "Me escapé de un edificio en Boston sólo con una combinación de meses de planificación, un guardia perezoso y pura suerte. Viví en la calle durante más de un año, con miedo de hasta mi propia sombra. Vivir así te endurece." Apretó los labios en una delgada línea, el arrepentimiento estaba dibujado en sus rasgos. "Te endurece mucho."

    "Lo siento," dijo Lark.

    La mujer sacudió la cabeza y forzó una débil sonrisa.

    "Aún así fue mejor estar fuera que dentro. Cuando por fin pude arreglar mis mierdas, todo rastro de lo que había sucedido había desaparecido, el edificio se había remodelado, comercializado. Vosotras habéis averiguado más sobre ellos en unos cuantos días que yo en cuatro años." Vaciló. "Lo que estoy sugiriendo es una asociación. Que yo sepa, nosotras dos somos las únicas en escapar."

    "Nosotras no hemos descubierto nada."

    "Tenéis una pista." Volvió a tocar la octavilla bajo la mano. "Tú tienes un nivel de confianza que yo nunca tuve, en parte porque tus habilidades son muy poderosas, pero sobre todo porque os tenéis la una a la otra. Nunca me he encontrado con nadie como yo y nunca he tenido agallas para contarle mi secreto a nadie. Imaginaba que hacerlo solo resultaría en algo malo. Vosotras habéis dejado eso atrás. Matasteis al primer tipo que vino a por vosotras e interrogasteis al segundo."

    "Ese no sabía nada." Dije.

    "En realidad," dijo Lark pensativa, "sabemos que trabajaba en una instalación en Colorado." La mujer ante nosotras se inclinó hacia adelante con anticipación. "Y sabemos su nombre, podríamos averiguar la dirección si es eso lo que quieres saber."

    "Quiero saber quiénes son," asintió. "Llevo demasiado tiempo sin haber hecho ningún avance."

    "No puedes sacudir una instalación extraña de la que no sabes nada," dije.

    "No es eso lo que estoy sugiriendo. Si algo tengo es paciencia."

    "¿Estás diciendo que nos vas a ayudar a escapar del radar si te ayudamos a descubrir quiénes son?"

    "Precisamente. Una vez que empecéis a sentiros seguras otra vez, también vosotras querréis saber quiénes son. Y quién eres tú," agregó. "Lo he vivido, creedme."

    "¿No pondrá eso más cruces sobre nuestras cabezas? ¿Si dos de sus pícaras están juntas?" Pregunté.

    "Una cruz más grande. Una cruz más fuerte," dijo Lark lentamente y la mujer asintió de nuevo, con un brillo en los ojos. "Aún podríamos hacer que nos maten."

    "Eso podemos hacerlo en cualquier caso." Dijo la mujer.

    "¿Cómo sabemos que podemos confiar en ti?" Dije.

    "Tú no puedes. Ella sí," levantó un dedo índice hacia Lark. "Y yo sé que puedo confiar en vosotras. Yo no tuve la ventaja de una ayuda como la tuya cuando llegué al mundo, desearía haberla tenido. Tú eres fuerte por tu cuenta," le dijo a Lark, "pero juntas habéis logrado conseguir información real y podéis conseguir más. Lo que os propongo es que me sigáis a Nueva York, donde os conseguiremos nuevas identidades. Una vez que os hayáis establecido, comenzaremos a investigar un poco, a ver adónde nos lleva."

    Lark intercambió una mirada preocupada conmigo. "Pero nosotras..." comenzó.

    "Sí, sí," la mujer puso los ojos en blanco, "estáis enamoradas, qué mono. Créeme, no me interesan vuestras escenas sexuales. Esto trata de algo más grande."

    "Pero nos necesitas," dijo Lark, aún preocupada. "Lo sentí."

    "No lo negaré. Lo único que yo hice fue huir, esconderme, pero aprendí a usar la vista para meterme dinero y gente en el bolsillo. Tú podrías hacer eso aún más eficazmente. La casa está en el norte del estado, No tenéis que quedaros en ella si no queréis, pero es grande y muy segura. Yo vivo principalmente en el sótano, tendríais el resto para vosotras. He hecho amigos en la ciudad a lo largo de los años, gente que no hace preguntas. Donde sea que vayáis, y tengo que enfatizar que creo que México sería una muy mala idea, os estoy ofreciendo una alternativa. Vine a buscaros porque creo que os vi por alguna razón."

    "Es una propuesta interesante." Una lucrativa también.

    "Si queréis hacer esto, puedo daros una dirección para reuniros conmigo en cuanto estéis en la costa este. Podremos seguir desde allí. Sé que tenemos mucho de lo que hablar, la mayoría de lo cual debería decirse a cubierto en alguna parte menos pública."

    "Déjanos a solas un minuto," dijo Lark.

    "Claro, charlad sobre ello, estaré fuera junto al Buick." Se levantó y se inclinó sobre la mesa por última vez. "Si decidís no aceptar mi oferta, no os volveré a molestar. Pero recordad, podemos ser más fuertes juntas," dijo en voz baja y luego salió de la cafetería estirándose el suéter.

    Lark se quedó mirando los inquietos dedos en silencio. Yo podía sentir el tira y afloja dentro de ella.

    "Odio decirlo, pero tiene razón," dije. "Eres fuerte ahora, imagina lo que podrías hacer con ella de tu lado."

    "¡No digas eso!" respondió ella bruscamente. "No digas «podrías». Es «podríamos». No pienso hacer nada sin ti, moriré." Su voz había adquirido ese tono petulante y agitado que yo no había oído desde la salida de Savage Falls. No entendí por qué.

    "Ella quiere ayudarnos a las dos. Eso debería ser algo bueno, ¿qué te está comiendo?"

    "No me gusta la forma en que te miró. Como si estuviera a punto de saltarte encima."

    "Lark," traté de ocultar una carcajada, "este no es el momento para celos infantiles. Me miraba de esa manera porque sabía que yo había descubierto ese camuflaje ratonil que lleva puesto."

    "Ella es guapa sin él," asintió Lark distraídamente. "Lo he visto. ¿Y si decide que le gustas? ¿Y si decides tú que te gusta?" Su voz se elevaba lentamente. "¡No funcionará!"

    Tratando de sonar lo más herida y decepcionada posible, dije: "Creí que querías que confiáramos la una en la otra." Eso fue efectivo, ella se giró para encontrar mi mirada. "No puedes permitir que nada se interponga en nuestra seguridad. Y además, ¿no debería ser yo la preocupada de que ella quiera estar contigo? Yo soy la extraña que sobra, la simple Jane."

    "No seas estúpida," frunció el ceño, notando visiblemente que la acusación se aplicaba con mayor precisión a ella misma. "No creo que le gusten las mujeres, de todos modos." Exactamente la respuesta que yo estaba buscando.

    "Podemos confiar la una en la otra. ¿No lo sientes?" Le tomé la mano de nuevo, yo sabía que ella podía. Yo ya no levantaba escudos, mi dedicación se filtraba fuera de mí. "Basta de escenas de chica terca. Sé que hay mucho más dentro de esa condenada cabeza tuya, así que venga, escuchémoslo. Tenemos que tomar una decisión."

    "Bien," inhaló profundamente.

    "¿Confías en ella?"

    "Ella no ha venido aquí para hacernos daño, pero... tiene un montón de ira dentro, incluso está enfadada por mí, los odia. Sus motivos no son los mismos que los nuestros, quiere contraatacar y tiene miedo de hacerlo sola. Pero no es solo eso, está desesperada por que alguien la comprenda, es la mujer más solitaria que he visto en mi vida. Yo preferiría que estuviéramos solo nosotras."

    "Lo que quiero decir es, ¿puede ella hacer lo que dice? ¿Puede conseguirnos papeles?"

    "No miente sobre lo de tener gente en el bolsillo, lleva haciendo esto mucho más tiempo. Tampoco miente sobre la casa. ¿Qué estás pensando?"

    "La verdad es que," comencé lentamente, "yo no tenía muchas esperanzas en nuestro futuro. Florida siempre iba a ser un gran interrogante." No me había dado cuenta de lo pesimista que yo había sido hasta ahora. Se había abierto una puerta. "Creo que deberíamos aceptar. Esta es una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar. Yo también quiero saber quiénes son."

    Ella me miró con los ojos muy abiertos por la aprensión.

    "Y sé que tú quieres saber las mismas cosas que ella."

    "En segundo lugar," argumentó y agregó, "la seguridad es primordial."

    "Ella puede ayudarnos con ambas cosas."

    "No sé si quiero saber quién soy. ¿Y si no me gusta la respuesta?"

    "Estás sacando conclusiones precipitadas otra vez. Si nos vamos con ella, puede que aún así no descubramos nada sobre ellos, y no digamos ya sobre ti."

    "Solo estoy diciendo, ¿y si lo hacemos y resulta que soy una especie de monstruo mutante?"

    "Te torturaron y sigues siendo la persona más amable que he conocido. No puedes decir que no sientes ira como ella."

    Ella asintió distraídamente. Honestamente, tampoco a mí me entusiasmaba la idea de conocer el pasado de Lark, pero era su reacción lo que me más me preocupaba. Su sensibilidad siempre sería elevada y sus emociones ahora estaban literalmente entrelazadas con las mías.

    "No he tenido tiempo de sentirla," dijo. "Pero tal vez ella tenga razón, tal vez se active una vez que ambas estemos a salvo."

    "Tú tendrás…"

    "¡Tendremos!"

    .".. una meta en la que apoyarnos entonces, una salida para todo esto." Ciertamente no quería ser yo quien la absorbiera cuando su ira por fin decidiera salir a la superficie. "Esto tiene un montón de sentido."

    Sabíamos que sería entrar andando en algo grande, grandes posibilidades, grandes riesgos. Mi vida ya no sería mía, sería un engranaje de algo mayor. Yo ya había aceptado ese papel al decidir huir con Lark. Riesgos aparte, mi objetivo de mantenerla a salvo acababa de recibir un inesperado impulso. Ambas sabíamos que teníamos que hacer esto.

    "Siempre podemos dejarla en la cuneta si se pone rara, supongo," dijo Lark.

    "Más rara," señalé.

    "¿Y si… y si vamos a Nueva York y la conocemos? Tener una mejor sensación de lo que trama, ver si cumple lo que promete."

    "¿Estarías de acuerdo con eso?"

    "Sí," dijo lentamente y entornó los ojos con sospecha. "Pero no pienses cosas raras."

    Por los huesos de Cristo. Dadas las circunstancias, no debería haber sido tan difícil mantener la cara seria. Yo estaba atrapada en su tela de araña. Ella sabía hasta si yo sentía algo raro. Un mes atrás eso me habría hecho cagarme de miedo. Ahora no tanto.

    "¿Vamos a hacer esto entonces?" Pregunté.

    Me miró fijamente durante un buen rato y luego asintió.

    "Esto es el comienzo de algo importante, puedo sentirlo."

    Y así fue. La extraña mujer que interrumpió nuestra cena aquella noche se convirtió en el gel que nos mantuvo en una posición donde pudimos estar a salvo, juntas.

    Fue allí donde comenzó nuestra historia. Belén Abreu nunca sería resucitada, pero, mientras el extraño destino siguiera su curso, mi carrera de subterfugios estaría lejos de terminar.

FIN

Notas de esta versión

    Fuente: Wikipedia

Capítulo 1

    [1] Saffron: Azafrán, en español.

    [2] FWP: acrónimo de Fish, Wildlife and Parks (Pesca, Vida Salvaje y Parques).

Capítulo 2

    [3] Lark: Alondra, en español.

    [4] Su Piel: en español en el original.

Capítulo 3

    [5] PES: acrónimo de Percepción Extrasensorial.

    [6] FLDS: (Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) Fundamentalist Church of Jesus Christ of Latter-Day Saints.

    [7] Savage Falls: literalmente, Cataratas Salvajes.

    [8] Les Liaisons dangeruses: Las amistades peligrosas (título a veces traducido con mayor propiedad por Las relaciones peligrosas) es una famosa novela epistolar escrita por Pierre Choderlos de Laclos, publicada en 1782. Obra maestra de la literatura francesa del siglo XVIII, fue prácticamente olvidada a lo largo de todo el siglo XIX, antes de ser redescubierta a principios del XX.

    Las novela destaca por su exploración de la seducción, la venganza y la mezquindad humana. André Malraux defiende que, a pesar de su deuda a la tradición libertina, la importancia real de la novela reside en su carácter pionero, que sienta las bases de un nuevo tipo de ficción.

Capítulo 4

    [9] IMDb: (Base de datos de Películas de Internet) acrónimo de Internet Movie Database. Es un sitio web real con información de consulta cinematográfica de largometrajes y cortometrajes por todo el mundo y época.

    [10] Ay, Dios mío: en español en el original.

    [11] Gwidsy: juego de palabras con Guido + Gypsy (cíngaro, errante). Alusión cómica a la desenfadada naturaleza nómada de Guido.

    [12] De otro mundo: en español en el original.

    [13] Honestamente me asustas, pero está bien, me gusta: en español en el original.

    [14] Poema de Saffron:

    "...and the voices agreed, 'do it', they said, 'block the emotions that aren't fed

    End the life, end the laughter, deed done for now and hereafter.'

    But the weapons wouldn't down, so the life kept the frown

    But the eyes and head so clear, hid the laughter that wasn't there

    So the world keeps on going, routine and schedule still flowing

    And does the pleasure block the pain? Was the past worth the future gain?

    Saved from death, you did a deed, and in their mumblings, the voices agreed..."

Capítulo 5

    [15] Shortbread: un tipo de galleta popular en Gran Bretaña hecha tradicionalmente de una parte de azúcar, dos de mantequilla y tres de harina.

    [16] Ay: en español en el original.

    [17] Hola: en español en el original.

    [18] Por fin: en español en el original.

Capítulo 6

    [19] Puta madre: en español en el original.

    [20] Esta helando aquí y tengo algo que te va a volar la cabeza.: en español en el original.

    [21] chica: en español en el original.

    [22] LA: Los Angeles, California.

    [23] Los Culpables: en español en el original.

    [24] Caramelito: Jelly Belly en el original. juego de palabras de Amy con el nombre de Belén (Bel) usado en diminutivo inglés como Belly y Jelly Bean que es el nombre de un caramelo ovalado y masticable con una firme capa de azúcar y un centro gelatinoso, hecho de azúcar, colorante y una gran variedad de sabores y brillantes colores.

    [25] Pendejo: en español en el original.

    [26] ¿Te sientes bien?: en español en el original.

    [27] Sí. Bueno, bueno,: en español en el original.

Capítulo 7

    [28] Broklyn Nine Nine,: Brooklyn Nine-Nine es una comedia televisiva estadounidense, estrenada el 17 de septiembre de 2013 en Fox.

    La serie sigue las aventuras de un grupo de detectives de la comisaría 99 del Departamento de Policía de Nueva York, cada uno con personalidades distintas. Los detectives se enfrentan a todos los criminales de Brooklyn, algunos de estos muy serios y peligrosos, aunque algunos otros un tanto excéntricos. La trama comienza cuando el escuadrón conoce a su nuevo capitán, Raymond Holt (Andre Braugher). Holt es un experimentado policía quien ha sufrido de discriminación debido a su declarada homosexualidad y color de piel. Por fin recibe su primera oportunidad al frente de una comisaría y hará hasta lo imposible por maximizar la eficiencia y profesionalismo de sus detectives. Aunque el escuadrón resuelve una gran cantidad de crímenes, tiene un gran desorden administrativo y, por lo general, su profesionalismo queda en duda, por lo cual deben adaptarse a la personalidad estricta de Holt.