Créditos

    Dulce Sueño, Pantalla de Plata

    Obra Original: Sweet Dream, Silver Screen (Copyright © de Moxie Mezcal, Agosto 2009. San Jose, California. CC-BY-NC-SA)

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    Traducción y Edición: Artifacs, junio 2020. Rev 2.

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Sobre Moxie Mezcal

    Moxie Mezcal vive bajo un nombre ficticio en San Jose, California.

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Capítulo 1

Ojalá pudiéramos compartir algo más que sangre

    Desperté encontrándome en el asiento del pasajero de un coche desconocido, aturdida y desorientada, incapaz de recordar dónde estaba o cómo había llegado allí. Demonios, me llevó un rato hasta recordar quién era. Me latía la cabeza, me dolía el cuerpo y sentía que iba a vomitar. Resumiendo, había mejores maneras de despertarse.

    Sentí un dolor agudo y cegador en el costado al salír del coche, un Coupe De Ville rosa del 56. Una vez despejada, me levanté un poco el top para revisarme y me vi un inmenso hematoma púrpura en las costillas. Cuando miré hacia abajo, cálidas perlas de sudor me gotearon en el ojo izquierdo, lo que me hizo maldecir y limpiarlas instintivamente con el dorso de la mano. Al apartar la mano vi la profunda mancha carmesí en mi piel pálida y descubrí que no era sudor.

    «Simple y jodidamente maravilloso», murmuré para mí misma mientras miraba a mi alrededor para ver si había alguien más a la vista. Yo estaba frente a una estación de servicio abandonada al lado de una autopista del desierto en medio de la nada. No parecía haber otra alma en kilómetros a la redonda.

    Me quité el top y lo enrollé para limpiarme la sangre de la frente. Luego me agaché para mirarme en el espejo del lado del conductor. Cuando me aparté el largo cabello rojo de la cara, el reflejo que me miraba era un desastre. Una gran herida encima del ojo izquierdo se había encostrado y se había vuelto púrpura. Mi pómulo derecho estaba hinchado y magullado. Mi lengua tropezaba al salir y sentí un corte en el labio superior, el cual aún sabía un poco a cobre. Tenía contusiones en el cuello donde parecía que alguien había intentado estrangularme. El maquillaje estaba emborronado por todas partes. «Bueno, ¿no eres la cosita más bonita del mundo?»

    Al ponerme derecha volví a examinar el Caddy y esta vez algo se removió en mi memoria. Tuve una visión de este mismo coche estacionado frente a un garito, un bar de carretera con un letrero de neón que rezaba Refugio Del Gordo.

    Eso fue anoche, de madrugada, recordé. Yo había estado haciendo autostop y una lesbiana de mediana edad en un Mustang había parado en alguna parte de Barstow. Accedió a llevarme todo el camino hasta mi parada a pesar de estar a trece kilómetros de distancia. La mujer se llamaba Amanecer, tenía pelo corto rubio y olía a sándalo.

    Amanecer se detuvo justo detrás del Caddy para dejarme y yo deseé tener alguna forma de compensarla, pero no tenía nada. Así que, a cambio le di el amuletito de Ganesa de estaño que llevaba en mi mochila como muestra de agradecimiento.

    El Refugio Del Gordo era un garito poco iluminado y lleno de humo que, por alguna razón, había sido decorado con temática de la guerra atómica. Había un gran letrero de neón sobre la barra con coloridos tubos fluorescentes retorcidos en forma de hongo y las paredes estaban llenas de recortes de periódicos y revistas sobre las pruebas de bombas atómicas que solían tener lugar en el desierto cerca de aquí, junto con algunos artículos sobre Hiroshima y Nagasaki mezclados. Incluso la máquina de discos tronaba clásicos de la Guerra Fría como "Rumble" de Link Wray y "Stagger Lee" de Lloyd Price, música para hacer sonar durante una alarma de ataque aéreo.

    Yo era de lejos la persona más joven allí, una década al menos, posiblemente dos. En cuanto entré por la puerta, los ojos de todos los tíos se fijaron en mí, babeando descaradamente como una manada de cerdos hambrientos. A ver, yo estoy acostumbrada a que los tíos me miren. Hasta cierto punto tienes que rendirte y descartarlo porque no dan para más, como los perros cuando se lamen las pelotas, pero por alguna razón aquello me molestó. La muerta mirada cetrina en sus rostros, la desnuda lujuria mezclada con el aire denso y nocivo me revolvió el estómago. Apenas parecían humanos, más bien parecían gordos palurdos mutantes, deformados bultos babosos dejados demasiado tiempo al sol y a la radiación.

    Sin embargo, había un chico que parecía no haberme notado. Estaba solo, sentado en la otra punta de la barra, encaramado en un taburete mientras acunaba lentamente un whisky con hielo. Parecía un poco más joven que todos los demás, probablemente de treinta y tantos, con piel color chocolate, cabello teñido platino y una perilla muy fina y bien cuidada. No era exactamente apuesto, sus rasgos estaban un poco fuera de proporción y simetría para ser un chico guapo, pero estaba en gran forma, con el físico de un atleta. Iba vestido como un cowboy, con un sombrero Stetson negro, cinturón del que pega a su esposa, polvorientas botas de cowboy viejas y un par de vaqueros ajustados color rosa brillante, «A ver si puedo adivinar a quién pertenece el coche rosa», pensé para mí misma.

    Me acerqué andando al barman, saqué una fotografía de la mochila y la puse en la barra frente a él. Él me miró con diversión, sus ojos comenzaron por mis tetas y fueron abriéndose paso despacio hasta encontrar mi mirada, fijándose en todas partes menos en la foto. Estiró los finos labios en una sonrisa burlona y se pasó una corta lengua púrpura por los dientes. Tendría poco más de cuarenta años con grasiento pelo castaño, piel curtida, barba de tres días y complexión delgada y anémica.

    Di golpecitos en la foto con un dedo índice con la uña negra, "¿Conoce a esta mujer?"

    Reluctantemente, el camarero bajó la vista para mirar la foto, la cual mostraba a una mujer de poco más de veinte años con una camiseta serigrafiada con el retrato de Marilyn Monroe de Warhol. Posaba frente al Puente Golden Gate. Ella era exactamente como yo, salvo que su cabello estaba teñido de azul en lugar de rojo.

    El barman me miró y soltó una risilla. "Entonces supongo que tú debes ser Escarlata".

    Asenti. "¿Te habló ella de mí?"

    "Dejó algo para ti", dijo él, hizo un gesto hacia el fondo de la habitación con la cabeza. "Lo tengo en la oficina, si quieres venir a verlo".

    Lo seguí hasta la esquina más alejada de la barra, junto a los baños y los teléfonos públicos. Me condujo por una puerta en la que habían pintado a mano con grandes letras blancas la frase «Me he convertido en la muerte, en el destructor de mundos». Esta nos llevó a una abarrotada oficinita llena de cajas con papeleo, cajones de alcohol y artículos promocionales de compañías de licores tipo pancartas verticales, letreros de neón y siluetas de cartón a tamaño real de mujeres en bikini con tetas falsas sosteniendo botellines de cerveza. Enterrado en algún lugar bajo todo ello había una mesita de metal. El camarero se arrodilló para meter una llave en el cajón inferior y lo abrió sacando de él una cajita negra en forma de cubo perfecto. Cuando se levantó, despegó la tarjetita blanca que había pegada con cinta adhesiva y me la entregó. La tarjeta llevaba mi nombre escrito en una prolija letra cursiva.

    Él dejó la caja sobre el escritorio y yo me senté para inspeccionarla. Cuando la recogí me sorprendió sentir lo pesada que era. Era de metal sólido, duro y frío al tacto. Al girarlo en las manos noté que no había una forma obvia de abrirla: sin costuras, cierres ni bisagras. Lo único que interrumpía su superficie lisa y pulida era una pequeña cerradura de metal en el medio de una de las caras, la cual parecía la cerradura de un armario archivador.

    "¿Tienes la lla...?" Comencé a preguntar antes de mirar por encima del hombro hacia el barman, pero abandoné la pregunta al verle sosteniendo por encima de la cabeza una enorme jarra de cerveza con el logo de una compañía alemana.

    Me la estampó en la sien, volcándome en la silla y tirándome al suelo. En un instante estaba encima de mí envolviéndome la garganta con las manos. Estiré un brazo y le arañé la cara arrancándole trozos de carne con las uñas. Él gritó y relajó su agarre lo bastante para que yo me abalanzara hacia adelante y le clavara los dientes en la nariz, salpicando chorros de sangre por todas partes.

    Se apartó de mí rodando y se acurrucó en una pelota a llorar como un bebé. Yo me puse en pie, pillé la caja de encima de la mesa y boté hacia la puerta. Por desgracia, en cuanto abrí la puerta me encontré delante a un masivo skinhead barbudo con camiseta de esas que marcan músculo. Antes de que tuviera oportunidad de reaccionar, me metió la zarpa en la jeta, me dio una hostia de lleno en la mandíbula con una fuerza aplastante. Yo caí de rodillas al instante y luchaba por levantar la cabeza justo cuando él me daba otra justo en el ojo.

    "Perra estúpida de mierda", espetó él cuando colapsé como un saco. "¿Crees que por cambiarte el color del pelo no vamos a saber que eres tú?"

    Comencé a abrir la boca para replicarle algo rápido, pero sentí que iba acabar vomitándome encima, así que simplemente le mostré el dedo. Mientras tanto, el hombre había sacado un teléfono móvil y presionaba algunos botones. "Chica dura, ¿eh?", gruñó mientras se llevaba el teléfono al oído y esperaba una respuesta del otro lado. “Tú quédate sentadita mientras yo llamo a El Santo. Veremos lo dura que eres cuando él te ponga la mano encima".

    Fue entonces cuando noté al hombre de los vaqueros rosa ​​avanzando silenciosamente detrás del cabeza rapada. Agarró al hombre más grande por el hombro y lo hizo girar. Con velocidad de vértigo y precisión quirúrgica, le plantó un puño al hombre en todo el cuello que le aplastó la tráquea, luego le rompió la nariz y, para acabar, le reventó la rodilla con una patada lateral.

    Para cuando pude procesar lo que había sucedido, él ya estaba de rodillas a mi lado recogiéndome del suelo.

    "¿Estás bien, cariño?", me preguntó con una voz suave mientras me mostraba una tranquilizadora sonrisa.

    "Tengo que encontrar a mi hermana", balbuceé en mi delirio mientras agarraba la caja hacia el pecho y me desmayaba.

    La caja negra, pensé con alarma, y ​​corrí de regreso al Cadillac rosa para asegurarme de que me la había traído. Al meter la cabeza por la ventana del pasajero, la vi al lado de mi mochila de lona verde militar al pie del asiento y suspiré aliviada. Metí la mano para recoger los dos objetos y colocarlos encima del capó para poder sacar una camiseta nueva de la mochila. Encontré una desgastada camiseta roja con el dibujo de una diabla con curvas ondeando la bandera estadounidense.

    Mientras me ponía la camiseta por la cabeza, oí una voz decir: "Bueno, al menos no estás muerta".

    Metí la cabeza por el agujero del cuello y vi al hombre de los vaqueros rosa ​​saliendo de la estación de servicio junto con un segundo hombre, un primate alto y grasiento con vaqueros desgastados y una camisa de trabajo gris claro.

    "Vamos dentro", dijo el primer hombre, "Puedes lavarte y comer algo".

    Cuarto de baño con lavabo y dos paquetes de pita de microondas más tarde, los tres estábamos sentados a la mesa de la sala de descanso de la estación de servicio, y yo estaba explicando cómo había llegado aquí.

    "Esta es mi hermana Violeta", dije yo mostrándoles la foto que le había mostrado al barman. "Somos gemelas."

    "Obviamente", dijo el hombre del vaquero rosa, quien descubrí que se llamaba Tennessee.

    "Ya, bueno, ella se fue de casa cuando teníamos dieciocho años, hace seis años", continué yo. “Ella siempre fue la buena: la más inteligente, la más extrovertida, la más ambiciosa. Consiguió una beca completa de estudios universitarios en la costa oeste y ni se lo pensó. A mí, por otro lado, me expulsaron de la facultad en decimoprimer curso por vender metanfetamina en el campus. Pero supongo que a veces eso es lo que hay, a veces."

    "El caso es que al principio Violeta se mantenía en contacto desde la facultad. Hablábamos por correo electrónico regularmente y de vez en cuando nos quedábamos despiertas toda la noche charlando por Mensajería Instantánea. Ella lo estaba pasando muy bien, involucrándose en teatro, conociendo a mucha gente y comenzando a descubrirse a sí misma de verdad. Así que no me sorprendió mucho cuando dejó de escribir. Quiero decir, en serio, ¿quién quiere estar al día de tu vida en tu aburrido pueblucho natal cuando estás ocupada viviendo una vida completamente nueva en un territorio completamente nuevo?"

    "Por eso no le di importancia hasta que recibí esta carta suya". Me detuve para sacar un sobre desgastado y andrajoso de mi mochila y ponerlo sobre la mesa al lado de la fotografía. “En ella decía que estaba en problemas y me pedía que fuera a California y la encontrara. También contenía un cupón de viaje con suficientes kilómetros para cubrir un billete de ida en avión hasta aquí."

    “Pero cuando llegué allí, ella ya se había mudado de la dirección que me había dado. Así que he pasado las últimas semanas tratando de localizarla, siguiéndola de ciudad en ciudad, recogiendo los pequeños trozos de su rastro y tratando de descubrir en qué clase de problemas está metida ".

    Los dos hombres intercambiaron miradas. "Menuda historia", dijo Tennessee. Yo no podía saber si eso significaba que él dudaba de que fuera verdad o no.

    "¿Y qué hay en la caja?", preguntó el otro hombre, que se llamaba Adán.

    "Esa es una buena pregunta", le respondí encogiéndome de hombros. "Encuentra una manera de abrirla y te lo diré".

    Él la recogió de la mesa y la examinó durante un rato antes de preguntar: "¿Te importa si llevo esto al taller y pruebo una cosa?"

    "Toda tuya."

    Él se fue con la caja y Tennessee se quedó conmigo. "¿Y cuál es tu próximo movimiento?, si es que tienes uno."

    "Bueno, tengo un par de pistas. En primer lugar, el gran cabeza rapada del bar mencionó a alguien llamado El Santo, así que supongo que podría comenzar a preguntar sobre él".

    Tennessee levantó una ceja. "Sí, parece una idea estupenda la de buscar al tipo con violentos matones que cree que eres tu hermana y al parecer te guarda un rencor del demonio".

    Sonreí y dije: "Bueno, tengo un Plan B". Luego busqué una vez más en la mochila y saqué un libro de bolsillo hecho polvo.

    Él me miró con expresión perpleja, pero antes de pedirme una explicación, Adán regresó con la caja aún completamente intacta.

    "Nada", dijo Adán. "La he puesto en el torno y he probado a cortarla con la radial. Hasta le he pasado el soplete, pero sigue sin abirse. ¿Estás segura de que hay algo dentro de verdad, que no es solo un sólido bloque de metal? "

    "No estoy segura de nada", respondí. "¿Has probado a forzar la cerradura?"

    "Buena idea", respondió Adán y sacó un llavero gigante de literalmente docenas de llaves de diferentes formas y tamaños. Metió una en la cerradura con un mínimo esfuerzo, giró la llave y tiró de esta; salió el cilindro entero. Me devolvió la caja y vi que había un agujero poco profundo, del tamaño justo para que la cerradura volviera a encajar, pero el agujero en sí no se abría en una cavidad más grande en el interior ni liberaba ninguna abertura.

    "Qué raro", dije.

    "Que yo sepa, esto ni siquiera es una caja", dijo Adán. "Hay una buena posibilidad de que solo sea un bloque sólido de metal".

    Agarré la caja con ambas manos y la atrajé hacia mí sobre la mesa. "No descartaría yo esa posibilidad".

    "Pero tiene que ser algo más", protestó Tennessee. "Si no, ¿para qué te iba a dejar esto tu hermana?"

    Me encogí de hombros. "Me aseguraré de preguntárselo cuando la encuentre".

Capítulo 2

Mirando tanto tiempo esta foto tuya

    De vuelta en el Refugio Del Gordo, un hombre muy guapo con el pelo rubio y sucio y una larga cicatriz en la mejilla izquierda se estaba acomodando en un taburete. Sonrió amablemente mientras esperaba que Mitch, el camarero, terminara de limpiar algunos vasos con un trapo sucio. Cuando Mitch estuvo listo, asintió con la cabeza casualmente hacia el extraño. "¿Qué va a ser?"

    "Me alegra que preguntes", dijo el hombre de la cicatriz, quien llevaba un arrugado traje azul oscuro sobre una camisa verde. "Espero que puedas ayudarme en dos frentes", sonrió ampliamente y mostró una actitud gregaria que logró moderar la hostilidad general que Mitch solía sentir hacia cualquier cliente nuevo que entraba en el bar.

    "Primero", continuó el hombre, "me gustaría un whisky con hielo. Johnny Black, si hay. Y segundo... " hizo una pausa para sacar del bolsillo del pecho una hoja de papel doblada, "espero que puedas darme cierta información".

    "La bebida son cinco pavos", respondió Mitch. "La información será más, dependiendo de lo que pregunte".

    El rubio sonrió y buscó en uno de los bolsillos de su abrigo. Cuando reapareció su mano sobre la barra, colocó una placa de metal en una funda de cuero con un billete de 100 dólares cuidadosamente doblado sobre ella. "Esto debería ser suficiente para cubrir ambas cosas, espero".

    Mitch pescó el billete rápidamente, luego procedió a desplegar la hoja de papel que el extraño había sacado al principio. Era una copia impresa de una fotografía borrosa y sobreiluminada que le parecía a Mitch como sacada con la cámara de un teléfono. Era una foto mía de hacía casi un año, de mí mirando a la cámara con un ojo porque el otro estaba escondido detrás del mechón de pelo rojo que me caía delante de la cara. Yo la había hecho mientras sostenía el teléfono sobre la cabeza y arrodillada encima de una cama con sábanas de seda roja, que apenas eran visibles al fondo. Yo estaba en topless y me tapaba los pechos con el brazo libre, presumiblemente para preservar una módica modestia.

    "¿Qué clase de foto es esta?", preguntó Mitch con una burla.

    "La única que tengo de ella", respondió el hombre con un despreocupado encogimiento de hombros. "¿La has visto?"

    "Sí, por la cámara de seguridad", dijo y señaló la voluminosa y vieja cámara colgada sobre el estante superior del licor. “Al parecer ella y otro tipo tuvieron una movida con Randall y su amigo Ian. Randalll es el barman antes de mi turno. Un cliente que los siguió fuera dijo que se fueron en un Cadillac rosa”.

    "Cadillac rosa", repitió el hombre con alegría. "Y este cliente que los siguió, por casualidad, no vio el número de matrícula, ¿o sí?"

    Mitch asintió con la cabeza. "De hecho, lo vio, aunque eso le costará otro billete".

    El hombre dejó escapar una risita amable y dejó un segundo centenar en la barra. Mitch encontró el trocito de papel con el número garabateado y lo transfirió a una servilleta de cóctel.

    “¿Le habéis pasado el número de matrícula a la policía?”, Preguntó el extraño.

    Mitch sonrió y negó con la cabeza. “No, tenemos a otros que mantienen el orden por aquí. La poli tiende a entrometerse".

    "No podría estar más de acuerdo", respondió el extraño antes de recoger la servilleta de Mitch, acabarse la bebida de un trago y salir del bar en silencio.

    Mientras tanto, Tennessee y yo estábamos dentro del Caddy a punto de cruzar la línea estatal por la carretera hacia Los Ángeles.

    Él había aceptado venir conmigo siempre que compartiéramos el volante. Yo pensé que eso era un gesto increíblemente caballeroso, pero él me aseguró que era esencialmente un acto egoísta.

    "Créeme, has despertado mi curiosidad lo suficiente como para que me estés haciendo un favor al dejarme ir contigo. Gemelas separadas desde hace mucho tiempo, brutales matones, una misteriosa caja que no se puede abrir: todo es como una cutre novela pulp de detectives, si no descubro qué demonios está pasando aquí me volveré loco".

    Yo iba al volante mientras él hojeaba el arrugado libro de bolsillo que yo había estado llevando en la mochila. Era un misterio de asesinato barato llamado Tinta Invisible que intentaba imitar las viejas historias de detectives de Mickey Spillane y Raymond Chandler con resultados mixtos.

    "Creo que acabas de engancharte a ese libro", respondí. "Probablemente deberías tomarte un descanso con él antes de que comience a alterar de verdad tu percepción de la realidad".

    "Demasiado tarde, ya he decidido que quiero convertirme en un dick privado", declaró. "Merodear por bares de carretera de mala muerte, encontrar grandullones amenazantes en callejones oscuros, ¿qué hay que no mole?"

    Solté una risita y negué con la cabeza. “Las últimas cinco semanas mi vida se ha vuelto una gran novela pulp; confía en mí, no es tan genial como parece".

    Él arrugó la cara y la giró despectivamente hacia el otro lado. "¿Qué sabrás tú? Le preguntaré sin más a este tipo cuando lleguemos a Los Ángeles y que me dé la opinión de un profesional". Alzó el libro mostrándome la foto del autor en la contraportada.

    Yo había encontrado el libro en una caja de cartón llena de cosas de Violeta que su arrendador me había dado en San Francisco. La caja contenía las diversas posesiones que ella había dejado al desaparecer abruptamente. Por fortuna era una habitación amueblada, o eso me explicó el propietario, así que no había ningún mueble del que preocuparse. Lo único que había dejado eran algunas prendas de vestir, un juego de pesas para las manos, una caja de zapatos llena de fotografías, un par de libros de texto, un reproductor de MP3, algunos artículos de aseo a medio usar y, por supuesto, el libro.

    Yo había tirado la basura y llevado lo que aún podía usarse a caridad. Le había enviado la caja de fotos a nuestros padres. Lo único que me guardé fue el libro, aunque en aquel momento no creo que pudiera haber explicado por qué. Nunca he sido una gran lectora; eso siempre había sido más cosa de Violeta. Tal vez fue porque parecía el artefacto más personal de esa caja, un estúpido librito de bolsillo tan andrajoso y arrugado que estaba claro que ella lo había leído varias veces. Ayudó que fuese un libro tan aleatorio, una obra de género oscuro en lugar de algo más sustancial o conocido. Claramente no era algo que ella leía por la facultad o porque la haría parecer inteligente o por ser la clase de cosas a las que ella podía hacer referencia en las fiestas de cócteles. Era algo que ella leía solo para ella, un placer culpable.

    Aunque a veces era arduo atravesar la trillada prosa, yo lo había estado leyendo porque me hacía sentir conectada a ella de una manera extraña: al leer la misma novela mi mente ocupaba el mismo espacio ficticio que el suyo. Era como si estuviera siguiendo sus pasos a través de su imaginación del mismo modo que estaba siguiendo su rastro en el mundo real. O quizá era porque ya estaba harta de la televisión estadounidense y simplemente necesitaba algo que me ayudara a pasar las noches en aleatorias habitaciones de hotel en lugares extraños.

    El caso es que, aproximadamente a un tercio del libro, me encontré con un personaje que coincidía perfectamente con la descripción de Violeta, hasta su cabello teñido de azul, sus tatuajes y el lunar justo debajo del ombligo. Yo quedé aturdida. Literalmente, dejé el libro en el acto, aterrada por la coincidencia, como si acabara de presenciar un fenómeno sobrenatural.

    Luego, después de unos segundos, regresó mi razón y cogí el libro otra vez. Al pasar hacia las primeras páginas, vi que la fecha del copyright era de solo hacía dos años, mucho después de que Violeta se hubiera mudado a California. Entonces noté la página de dedicatoria, que simplemente decía: Para V.

    Claramente, el autor la había conocido y la había usado como modelo para la apariencia del personaje. Yo entonces le di la vuelta al libro para ver la foto del autor y la breve biografía. Decía que vivía en Los Ángeles.

    Yo le había explicado todo esto a Tennessee antes de salir a la carretera. “Pero date cuenta de que Los Ángeles es un lugar bastante grande, ¿vale? Va a ser difícil encontrar a un hombre en una ciudad de cientos de miles", me dijo él.

    "En realidad, ya lo he encontrado", respondí. “Revisé los listados online. Solo hay una persona con su nombre exacto en Los Ángeles, y daba su dirección".

    "Diabólico", respondió él mostrando una dentada sonrisa.

    Cuatro horas más tarde, llegamos a esa dirección. Era un edificio de usos múltiples cerca de la playa Venecia. La planta baja la ocupaban dos escaparates, una taquería y una casa de empeños. Una entrada lateral daba a la estrecha escalera que conducía hacia los apartamentos. Los nombres en los buzones nos dijeron que nuestro hombre vivía en el último piso, lo cual descubrimos que significaba la azotea una vez llegamos allí arriba.

    En realidad era un loft reformado con una terraza en la azotea, pero había que salir de la escalera y cruzar la terraza para entrar en la parte del apartamento.

    Llamé a la puerta con un buen par de golpes fuertes y la cara que respondió fue sin duda la cara de la contraportada de la novela.

    “Ah, justo a tiempo. Aunque honestamente no esperaba volver a verte", dijo él con una expresión llena de evidente asombro.

    Mostré una media sonrisa de disculpa. "Lo siento, pero creo que no soy quien cree que soy".

    Pareció confundido durante un segundo, pero luego su rostro se iluminó tras algún descubrimiento introspectivo. "Pues claro, tú debes de ser Escarlata".

    Nos invitó a entrar y nos hizo sentarnos en su pequeño sofá marrón de cuero artificial mientras desaparecía en la cocina para traernos algo de beber.

    Su sala de estar era más o menos lo que esperarías de un escritor: estrecha, desordenada y llena de libros. Las paredes estaban forradas con estanterías de diferentes tamaños, formas y colores, todas llenas de tantos libros como podían contener. Los únicos otros muebles que no eran estanterías eran el sofá en el que nos habíamos sentado, un puf a juego colocado perpendicularmente, una mesita auxiliar encajada entre ambos y una mesa de café en el espacio abierto frente a ellos. Tanto la mesa de café como la mesita tenían estantes bajo la superficie repletos de revistas y más libros, por lo que casi no contaban.

    Nuestro anfitrión regresó con una jarra de té helado y tres vasos, y un marco para fotos. Después de servirnos, se sirvió un vaso y se acomodó en el puf. Luego me pasó el marco y vi que contenía la misma foto de Violeta que yo había estado llevando.

    "Bueno, probablemente debería comenzar por explicar por qué estamos aquí", dije yo.

    "Parece un lugar tan razonable para comenzar como cualquier otro", respondió él antes de tomar un sorbo de su té.

    Le relaté la historia sobre mi búsqueda de Violeta, colocando mi fotografía y el sobre encima de la mesa de café. Él levantó ambos objetos y los examinó con estudioso ojo mientras yo hablaba, incluso abrió el sobre para leer la carta en su interior. Después saqué la copia de su libro y le expliqué cómo lo había encontrado y descubierto la descripción de Violeta, repitiendo mi conjetura anterior de que él debía de haberla conocido y basado el personaje en ella.

    "Bueno, tienes razón a medias", respondió él. "Ciertamente, no podría decir que la conocía, no en un significativo sentido de la palabra. Pero nos encontramos en varias ocasiones, y en una de esas ocasiones ella me hizo una gran cortesía, así que escribí sobre en mi novela como tributo”.

    "¿Pero no sabría dónde está ella ahora?", presioné yo.

    Sacudió la cabeza en gesto de disculpa. "Me temo que no. No la he visto en bastante tiempo. Pero podría ser capaz de ofrecer una teoría sobre por qué te escribió y en qué tipo de problemas está metida".

    "Eso sería genial", dije con entusiasmo.

    "Pero antes de que empiece, necesito tranquilizar mi mente respecto a tus intenciones".

    "¿Qué quiere decir con «tus intenciones»?" saltó Tennessee a la defensiva.

    Recogió el sobre y la carta. “Bueno, esta carta tiene fecha de hace tres años. Eso correspondería vagamente al momento en que comenzaron sus problemas actuales, así como a la última vez que la vi. Pero tengo curiosidad, si fuese ese el caso, ¿por qué estás buscando a tu hermana ahora?"

    Me moví inquieta en el asiento y me pellizquee el astillado esmalte negro de las uñas. "Mire, cuando llegó la carta por primera vez, yo no estaba realmente en un momento de mi vida en el que tuviera ganas de dejarlo todo y saltar a un avión. La verdad sea dicha, si no podía fumármelo, esnifarlo o chutármelo, en realidad yo no encontraba mucho uso en ello. Razoné que, cualquiera que fuese el problema en el que se había metido mi hermana, ella era lo bastante inteligente para sacarse solita y, en todo caso, yo probablemente terminaría arrastrándola a más problemas incluso”.

    "¿Y qué ha cambiado?"

    Me mordí un poco la uña intentando averiguar lo mínimo que podía decirle y salir de esta. "Me topé con un problemilla y ​​de pronto un billete de ida fuera de la ciudad ya no parecía tan mala idea".

    "¿Qué tipo de problema?"

    "Del tipo que no tiene nada que ver con dónde está mi hermana ahora y cómo la encuentro", dije quizá demasiado a la defensiva.

    Me sonrió con cierta condescendencia. "Y ahora crees que encontrar a tu hermana de alguna manera repara lo que sea que hayas hecho, ¿es eso? Hay maneras más sencillas de autocastigarse, ¿sabes?

    Yo respondí: "Bueno, eso puede ser, pero ella es mi hermana y esto es lo que tengo que hacer. Así que, ¿por qué no prueba a dar algunas explicaciones durante un rato? "

Capítulo 3

Párame si crees que has oído esto antes

    Adán estaba a punto de cerrar el taller un poco antes cuando vio el viejo y polvoriento Dakota negro girar para salir de la autopista. Consideró brevemente decir que ya estaba cerrado y que había olvidado cambiar el letrero, pero decidió no hacerlo cuando vio al conductor salir de la cabina. El hombre era definitivamente hermoso de lo grande, bien formado y musculoso que estaba sin ser demasiado carnoso, un bonito pecho escondido debajo de ese traje azul oscuro. El traje estaba un poco arrugado para los gustos de Adán, pero esa cara lo compensaba con creces. Mandíbula cuadrada, gran sonrisa, dientes perfectos y hoyuelos. Dios, le encantaban los hoyuelos.

    "Hola, espero no haberte pillado en mal momento", dijo el hombre alegremente mientras se acercaba.

    "Qué va", respondió Adán. "¿Te está dando problemas el camión?"

    “No, pero podrías ser capaz de ayudarme de manera diferente. Estoy buscando a Adán Washington, conduce un Cadillac rosa, ¿lo conoces? "

    "¿Quién quiere saberlo?", Preguntó Adán tentativamente.

    "No te preocupes", dijo el hombre, mostrándole una desarmante sonrisa. "No es por nada malo. Acabo de arañarle el coche en un estacionamiento y no tenía papel y boli para dejarle una nota. Salí corriendo a buscar algo para escribir, pero cuando volví él ya había vuelto al coche y se estaba marchando. No pude avisarle, así que tomé nota del número de matrícula. Luego llamé a un amigo en tráfico para saber su nombre y dirección y poder arreglar las cosas del coste de las reparaciones”.

    "Bueno, Adán Washington soy yo, pero no sé nada de ningún daño que le hayan hecho al coche".

    El hombre frunció el ceño momentáneamente. “Bueno, otra persona debe de haber estado conduciendo tu coche porque el tipo que vi era blanco. Iba una mujer con él, jovencita con el pelo rojo brillante.

    “Ese era mi amigo Tennessee. Está de visita fuera de la ciudad, y le dejo usar el coche mientras está aquí. Pero como he dicho, él no mencionó nada sobre ningún arañazo".

    “Bueno, ¿crees que va a regresar pronto? Porque no me importa esperar hasta que podamos examinar el coche juntos y ver una cantidad justa en lo que respecta a la compensación".

    "Probablemente no volverá hasta mañana. Él y su amiga fueron a Los Ángeles. Aunque si quiere dejar su nombre y número, no me importa llamarle una vez que tengamos un presupuesto para reparar el coche".

    "Los Ángeles", repitió el hombre perdiendo el acento, y comenzó a reír. "Es una lástima para ti porque no se me ocurre ni una sola razón por la que tendría que ir yo a Los Ángeles con este estúpido y jodido pretexto".

    Adán lo miró confundido. "¿Qué quieres decir?"

    "Quiero decir", respondió el hombre mientras sacaba un cuchillo de mariposa de su bolsillo, "que ahora voy a tener que averiguar a dónde ha ido ella por las malas".

    El escritor rellenó su vaso de té helado antes de comenzar su historia.

    “La primera vez que me encontré con tu hermana, yo aún vivía en el Norte y ella acababa de mudarse a la ciudad para ir a la facultad. En realidad es una historia terriblemente embarazosa. Yo estaba sentado en la terraza de un café esperando a encontrarme con una mujer con la que había estado hablando por internet. Tienes que entender que yo estaba en medio de un período de sequía, que había durado mucho más de lo que me gustaría admitir, así que, en mi desesperación, me había tomado la tarea de leer anuncios personales online. Uno en particular despertó mi interés. Una mujer joven que acababa de mudarse a la ciudad y no estaba interesada en nada romántico, sino en hacer algunos amigos que pudieran mostrarle la ciudad. La escribí y, después de intercambiar correos electrónicos durante un par de semanas, logré convencerla de que no era un pervertido o un psicótico peligroso. Así que acordamos encontrarnos."

    "Ella no me había enviado una foto suya, así que yo no sabía a quién estaba buscando exactamente, pero me había dado una descripción general para tener una idea aproximada. El caso es que me presenté en el café y esperé... y luego, como seguía sin verla, esperé un poco más... y esperé... y esperé... bueno, ya me entiendes."

    “Y dos horas más tarde, tu hermana entró andando, y aunque la mujer que yo estaba buscando no había mencionado tener el pelo azul brillante, ella se ajustaba bastante al resto de la descripción. Además, había algo en ella que, no sé, tenía el aspecto de alguien en una ciudad completamente nueva: esa mirada de fascinación con los ojos abiertos que tienes cuando todo lo que ves es nuevo y emocionante. Pensé que valía la pena arriesgarse."

    “Así que me levanté y me presenté y tartamudeé torpemente durante bastante tiempo antes de ir al grano y preguntarle si por casualidad su nombre era Natalie. Y, por supuesto, ella dijo que no. Y, por supuesto, yo me decepcioné mucho y mi rostro se hundió en un semblante de abyecta humillación, lo que la hizo reír, y dijo algo como: "No te pongas tan triste o vas a herir mis sentimientos".

    “Me disculpé y le expliqué que se suponía que yo iba a encontrar a alguien que era nueva en la ciudad y quería que le mostraran los alrededores, pero que yo no sabía cómo era porque la había conocido por Internet, y mientras decía esto más me daba cuenta de lo bajo que estaba yo cayendo en el agujero de la humillación y mi discurso se convirtió en un farfulleo sin sentido mientras me consumía la vergüenza de mil bulldogs castrados. Afortunadamente, ella intervino y dijo que, casualmente, ella era nueva en la ciudad y no le importaría que le diera un recorrido un local."

    “Bueno, para hacer la historia corta, terminamos pasando el resto de la tarde juntos. Le enseñé el parque y el museo de arte moderno, y ella mencionó que le gustaba leer, así que la llevé a mi librería favorita y luego salimos a cenar a mi pequeño local tailandés favorito, y por supuesto tuvimos que cerrar la velada con un par de copas en mi bar favorito, y estábamos pasando tan buen rato y todo iba tan bien que decidí estropearlo todo con una descuidada insinuación y siendo rechazando sumariamente."

    "Yo estaba seguro de que nunca la volvería a ver después de eso. Pero luego, un año después, y ten en cuenta que no digo aproximadamente un año después, quiero decir exactamente el mismo día del año, la volví a encontrar otra vez por casualidad. Yo acababa de publicar mi primera novela, convirtiéndome en un verdadero escritor con "E" mayúscula que estaba ganando dinero de verdad por primera vez en su vida. Y aunque seguía sin poder conseguir una cita para salvar esa mencionada vida, de pronto me encontré con el tipo de amigos que uno conoce de pronto cuando gana dinero."

    “Y en esa noche en particular yo asistía a una fiesta organizada por uno de mis adinerados amigos recién adquiridos para beneficio de alguna noble causa, o no se qué, y yo me volvía loco de aburrimiento. Y ella también estaba allí, interpretando el papel del caramelito al brazo para un rico que hacía no se qué rollo y que era de lejos demasiado viejo para ella. Pero ella misma estaba absolutamente deslumbrante con un vestidito de fiesta negro que mostraba lo justo para hacerla atractiva sin que pareciera chabacana. Parecía clásica, como una vieja estrella de cine en blanco y negro, excepto, por supuesto, por el pelo. Sin embargo, en cuanto la vi, me sentí mortificado y pasé la mayor parte de la noche agachándome ingeniosamente detrás de otros invitados y quedándome en el extremo opuesto de la habitación solo para evitar encontrarme con ella."

    “Por supuesto, siendo el destino lo que es, el amigo que me había invitado decidió que debía presentarme Sr. Rico fulano de tal y que «por cierto esta es su novia Violeta». Y luego, después de la aburrida conversación que siguió, la cita de Violeta y mi amigo se dieron cuenta de que había otras personas más interesantes con las que podrían estar hablando y nos dejaron a los dos solos. Por supuesto, yo me quedo mirándola en blanco como un ciervo a la luz de los faros, y entonces ella dice que está ofendida más allá de lo creíble porque yo la había estado evitando toda la noche. Soltándome un poco, le pregunté si había algo que pudiera hacer para compensarla, a lo que ella respondió: ‘Sí. Por Dios, ayúdame a escapar de este horroroso festival somnífero atestado de camisas. Y lo hice."

    “Robamos una botella de champán caro, subimos por la escalera de incendios y pasamos el resto de la noche en la azotea, simplemente charlando. Ella habló sobre la facultad y su actuación y la nueva vida que se había construido durante el último año. Y yo hablé sobre cómo es eso de convertirse en un autor publicado y me quejé probablemente más de lo debido sobre la sensación de desilusión. Y al final de la noche, ella dijo que quería volver a verme y me dio su dirección."

    “Suave y discreto como nunca, fui al día siguiente, pero cuando llamé a la puerta, la mujer que respondió no era Violeta. Aunque era la mujer más hermosa que yo había visto en mi vida: el tipo de mujer que parece brillar, como si tuviera un aura irradiando de ella, con la clase de rostro que es tan cálido y acogedor que sientes que la conoces de toda la vida, incluso al verla por primera vez. Ella era un poco mayor que Violeta, lo que por supuesto la hacía más apropiada para mi edad, y mientras Violeta era el tipo de chica por la que estarías dispuesto a viajar hasta los confines de la tierra, esta mujer era del tipo por la que estarías dispuesto a permanecer en un único lugar, que en mi experiencia es una especie mucho más rara."

    El caso es que cuando le pregunté sobre Violeta, esta mujer me explicó que la conocía como una conocida casual pero que no podía por su vida pensar en por qué me había dado ella esta dirección. Le dije que tampoco yo tenía idea y le pedí que al menos le mencionara a Violeta que me había pasado a verla. Mientras tanto, yo estaba buscando desesperadamente un pretexto para quedarme un poco más, y lo mejor que se me ocurrió fue pedirle usar el cuarto de baño. Ella me dejó entrar y yo me senté en el baño mucho tiempo, tratando de pensar en un buen argumento para entablar una conversación, de modo que cuando por fin salí, ella ya tenía té y sándwiches listos y esperando en la mesa de su comedor. No terminé saliendo de su apartamento hasta dos días después, y para cuando volvi a ver a Violeta, nosotros ya estábamos casados."

    “Lo cual, por supuesto, proporciona el paso perfecto para nuestro siguiente encuentro, de nuevo exactamente un año después de aquel día. Mientras tanto, mi esposa la había visto una o dos veces, y no dejábamos de intentar organizar que ella viniera a cenar, pero las cosas no dejaban de entorpecer el camino como siempre pasa. Pero sucedió por fin, eventualmente, e hicimos una doble cita con Violeta y su nuevo novio. Él tenía más o menos su edad, era de piel cetrina, grande como una casa y con la constitución de un buey. En realidad él no dijo gran cosa, pero ella hablaba como pasada de revoluciones, contándonos lo aburrida que estaba con la facultad y que iba a dejarlo para convertirse en actriz, y cómo este nuevo chico la cuidaría mientras ella metía un pie en la puerta. Lo cual, por supuesto, sonaba a una idea terrible, excepto que yo no estoy en posición alguna de dar lecciones a nadie sobre cómo conseguir un trabajo de verdad, y tenía que admitir que este tipo parecía tener dinero, a juzgar por la forma en que se vestía y la cara botella de vino que nos trajeron. El caso es que tuvimos una cena bastante agradable, después de lo cual se quedaron el tiempo suficiente para ser educados, y luego se fueron."

    “Esa fue la última vez que mi esposa y yo supimos algo de ella durante otro año completo, hasta el día de hoy de exactamente tres años atrás. Mi esposa estaba fuera con unos amigos del trabajo, así que yo estaba disfrutando de una noche tranquila para mí solo con un paquete de seis cervezas mexicanas y el partido de los Lakers en la tele cuando escucho un golpe en la puerta. Yo había estado todo el día esperando secretamente que ella apareciera, así que ni siquiera tuve que preguntar quién era antes de responder."

    “Violeta entró caminando con perfecta calma a pesar de la sangre que le goteaba de la frente y el gran hematoma alrededor del ojo. Corrí para coger el botiquín de primeros auxilios, luego la ayudé a limpiarse y a vendar la herida. Le pregunté qué le había pasado y ella me contó una historia increíble sobre cómo ella y su novio habían estado engañando a su jefe, un multimillonario que dirige una compañía de ordenadores. No le habían quitado dinero, pero se habían llevado algo que era muy valioso, alguna antigüedad incalculable o algo así. Luego ella había traicionado a su novio y se había llevado esta antigüedad, o lo que sea que fuera."

    "«Así que ahora tengo que irme de la ciudad», me dijo permaneciendo completamente estoica, completamente indolente. No había miedo en su voz, ni arrepentimiento, ningún remordimiento. Lo dijo tan simple y objetivamente como si dijera que tenía que ir a la tienda o a recoger la ropa de la tintorería. Le preparé una mochila con comida no perecedera, suministros básicos de primeros auxilios, un mapa de carretera de California y el dinero en efectivo de emergencia que yo guardaba en mi escritorio: un par de cientos de dólares en diferentes billetes. Lo último que me dijo antes de irse fue: «Lo siento, probablemente no pueda volver a verte en un año»".

    “Esa fue la última vez que la vi, aunque hay una coda interesante en la historia. Al día siguiente, vi un reportaje en las noticias sobre un matón que había sido arrestado. Cuando mostraron su foto, lo reconocí de inmediato como el novio de Violeta. La policía dijo que durante mucho tiempo se sospechaba que era una especie de asesino del crimen organizado con el alias de El Santo. Lo encontraron arrasando por el centro de la ciudad como un loco, sangrando por múltiples heridas de bala, pero aun así logró abatir a tres policías antes de que pudieran reducirlo."

    “Pero, como he dicho, nunca volví a ver a Violeta. Todavía albergué esperanzas de que el año siguiente por estas fechas apareciera, pero la fecha llegaba y se iba sin ningún signo de ella. Fue entonces cuando decidí escribir sobre ella en la novela en la que estaba trabajando, para que, sin importar lo que sucediera, todavía hubiera una parte de ella inmortalizada. O al menos seguir viva mientras mi trabajo permaneciera impreso, que es lo único que puedo hacer".

    Después de que el escritor finalizara su historia, los tres nos quedamos en silencio durante varios minutos, mirándonos unos a otros como si estuviéramos evaluando a los demás, tratando de leer sus reacciones. Fue Tennessee quien finalmente rompió el silencio

    "Dios mío, esa ha sido la historia más inútil que he escuchado en mi vida", se quejó. "Podría haber dicho lo mismo en tres frases".

    "Esa es toda una historia", le dije al escritor. "¿Algo en ella es cierto de verdad?"

    "La mayor parte", respondió él. “Al menos las partes importantes lo son. Puedo haber confundido algunos detalles, y tengo tendencia a hiperbolizar. Después de todo, invento mentiras entretenidas para vivir." Se puso en pie y levantó la muñeca para mirar el reloj. "Mira qué hora es. Mi esposa llegará pronto del trabajo. ¿Os gustaría quedaros a cenar?"

    Algo en el tono de su voz decía que la oferta no era del todo sincera.

    "Lo siento, en realidad tenemos que irnos", respondí, y Tennessee y yo nos levantamos para irnos.

    Nos acompañó hasta la puerta y mientras nos estábamos yendo, lo volví a meter todo en la mochila, excepto el libro de bolsillo. Deteniéndome justo en la puerta, golpeé con los dedos en esta durante un segundo, luego di media vuelta y se lo entregué. "Quiero que tenga esto", dije, mi voz adquirió un tono serio, casi solemne. "Quiero que pueda ver sus páginas arrugadas y su lomo gastado y saber lo mucho que significó para ella".

    Él sonrió y extendió la mano para agarrarme suavemente del brazo, lo bastante firme como para evitar que continuara avanzando. Tennessee ya estaba al otro lado de la terraza, y le indiqué que se adelantara y comenzara a bajar las escaleras mientras yo me quedaba un rato.

    "Gracias por esto", dijo él. "No sabía si ella lo había leído o no. Me preguntaba a menudo si ella alguna vez sabría lo que yo había hecho, y cómo se sentiría al respecto si se enterara. Yo..." se detuvo, sin palabras. "De verdad no puedo explicar lo que esto significa para mí, y de verdad desearía que hubiera alguna manera de haber hecho más para ayudarte a encontrar a tu hermana".

    Abrí la boca para decirle que estaba bien, pero él levantó una mano para interrumpirme. "Aunque hay algo más que puedo hacer por ti. Ese hombre con el que viajas, no sé quién te ha dicho que es ni cómo lo conociste, pero te está ocultando algo. No puedo saber con certeza si pretende hacerte daño, pero odiaría que te encontraras con la espalda contra un rincón donde tuvieras que descubrirlo por las malas".

Capítulo 4

Conmovida por tu sueño de pantalla

    Alquilamos una habitación en un pequeño motel barato al otro lado de la calle de la playa, un dos plantas con aparcamiento, pintura medio pelada y un cartel de «Libre» descolorido por el sol.

    Decidí darme una larga ducha antes de acostarme y la disfruté a pesar de la terrible presión del agua y la araña que salió reptando del desagüe.

    Cuando terminé salí envuelta en una toalla gris mate y encontré a Tennessee viendo la televisión tumbado en una de las camas dobles. Me senté al pie de su cama y miré la pantalla. Mostraba a dos hombres musculosos aceitados con pollas imposiblemente grandes magreándose entrelazados sobre una alfombra de piel de tigre.

    "No hay servicio de habitaciones, ni secador de pelo, ni jabón en la ducha, pero al menos tienen obscenidad gratis," dije.

    "Dales un respiro," dijo. "Solo son un par de buenos chicos de pueblo como yo tratando de entrar en el negocio del espectáculo".

    Solté una risita y me subí a mi cama. “¿Eso es lo que eres, un chico con ojos brilllantes camino al Oeste para perseguir el sueño de la pantalla de plata? Tal vez deberías probar películas de acción. Por la forma en que peleas, yo me había imaginado que eras un agente secreto o algo así.

    Él dio una carcajada. "Quizá lo sea."

    Saqué la caja negra de mi mochila, la puse sobre la colcha de la cama, luego me quedé mirándola en silencio, meditando sobre ella.

    "Estás demasiado callada, eso es sospechoso," dijo Tennessee y giró la cabeza para ver lo que yo estaba haciendo. Cuando vio la caja, preguntó: "¿Crees que lo que fue que robaron está encerrado dentro de eso?"

    "Estaba pensando que es posible," respondí. "Pero, claro, es igual de probable que Adán tenga razón y que solo sea un pedazo de metal sólido".

    "Pero ¿por qué te la dejó a ti, si ese es el caso?"

    Me encogí de hombros. "Tal vez ella nunca esperó de verdad que yo la seguiría, o que llegaría tan lejos. Podría haberlo dejado solo como una pista falsa para desviar a quien sea del que ella está huyendo. Quiero decir, esos tipos en el bar mencionaron que trabajaban para El Santo. Si esto es de verdad lo que robaron, ¿por qué lo dejarían allí esperando a que yo fuese a recogerlo?

    Tennessee se levantó y se acercó para sentarse a mi lado. "Tal vez tampoco pudieron abrirlo. Tal vez pensaron que tú tendrías más probabilidades de descubrirlo, al ser su hermana y todo eso, y solo están esperando a que la abras para poder caer sobre ti y recuperarlo".

    Me giré para mirarlo a los ojos. “Sin embargo, te das cuenta de que esa teoría hace que tus motivos parezcan bastante sospechosos. Quiero decir, ellos tendrían que vigilarme de cerca. Y tu sincronización entrando en escena para salvarme ha asegurado que no he estado muy lejos de su vista desde que le he puesto las manos a esta cosa".

    Tennessee forzó una sonrisa y dejó escapar una seca risita, pero sus ojos no traicionaron nada. "No había pensado en eso. Es gracioso, ¿no?

    "Ya, gracioso," coincidí dejando la caja en la mesita de noche entre nuestras camas. "Bueno, es más de mi hora de sueño. Me voy a dormir".

    Me desperté alrededor de las 2:30 con el sonido de los ronquidos de Tennessee. Con cuidado de no hacer ruidos innecesarios, agarré la mochila y los zapatos y salí a hurtadillas de la habitación, dejando la caja en la mesita de noche. Me puse unos vaqueros y una camiseta mientras bajaba las escaleras, sin molestarme con la ropa interior, y esprinté por la calle. Después de unas diez manzanas, me detuve para recuperar el aliento y comprobar si me estaban siguiendo.

    Cuando estuve satisfecha de que no había moros en la costa; continué a un ritmo más pausado. La brisa del mar hacía frígido e inmisicorde el aire nocturno, especialmente con el sudor fresco en mi piel. Crucé los brazos frente al pecho mientras caminaba, tratando de mantenerme caliente. «Pensé que se suponía que nadie se pasaba frío en California».

    Veinte minutos más tarde, yo había vuelto sobre nuestros pasos al edificio de apartamentos del escritor, di la vuelta y probé la puerta que conducía a los apartamentos, pero estaba cerrada. Debían de cerrarla después de horas, razoné, y decidí comprobar por delante si podría haber otra forma de entrar.

    Rodeé la casa de empeños y probé la puerta principal, pero estaba cerrada. Justo cuando retrocedí, sin embargo, noté que un televisor se encendía en la ventana del escaparate. Era una tele de tubo de tamaño medio, probablemente de diez años, escondida en medio de una variedad de equipos electrónicos bajo una hilera de guitarras eléctricas colgadas.

    Cuando el televisor cobró vida, mostró un avance local de noticias de una cadena con sede en Austin. No podía oír el sonido a través de la ventana de doble cristal, pero mientras el hombre de mediana edad y pelo excesivamente revuelto movía los labios en silencio, el subtítulo «Homicidio múltiple en Westlake» apareció en la parte inferior de la pantalla. Luego apareció una imagen en la esquina superior derecha: una fotografía mía etiquetada como SOSPECHOSA.

    La pantalla se pausó en esa imagen y noté un movimiento a la derecha del televisor, luego me di cuenta de que era el reflejo de alguien detrás de mí. Me di la vuelta rápidamente para lanzar un puñetazo al hombre, pero él me agarró el puño y me dio la vuelta para sujetarme el brazo detrás de la espalda. Me empujó hacia la ventana, y una vez más lo miré a través de su reflejo en el cristal de doble panel.

    Me sonrió ampliamente, una gran sonrisa amigable. Era un hombre guapo con profundos ojos verdes y aspecto juvenil a pesar de la cicatriz en la mejilla.

    "Bonito truco, Dominic," le dije entre forzadas respiraciones mientras luchaba por liberarme de su agarre.

    "Sabía que lo apreciarías," respondió con orgullo, inclinándose para susurrarme al oído, "¿A quién no le gusta verse en la pantalla?"

    De pronto moví la cabeza hacia atrás con fuerza, rompiéndole la nariz con la parte posterior de mi cráneo. Sentí que su agarre se aflojaba y fui capaz de retorcerme y liberarme. Moviendo las piernas lo más rápido que pude, salí corriendo por la calle. Podía escuchar sus pasos detrás de mí, ganando terreno rápidamente.

    Extendí la mano y agarré la tapa de un cubo de basura en el lateral de la calle y lo giré hacia atrás, golpeándole en el estómago justo cuando se acercaba a mí. Se dobló con un fuerte gruñido y yo no perdí tiempo en bajar la tapa de metal sobre su cabeza para derribarlo.

    Me cerní sobre él y le envié unas buenas patadas sólidas en las costillas mientras él estaba en el suelo. Aunque en la tercera patada fue capaz de agarrarme el tobillo y hacerme perder el equilibrio. Caí con fuerza de espaldas sobre el pavimento y me quedé sin aliento. Él ya estaba encima de mí antes de que yo pudiera reaccionar, agarrándome el pelo por las raíces y golpeándome la cabeza contra el suelo repetidamente.

    Me desmayé.

    Cuando desperté me encontraba en la parte trasera de un coche estacionado, esposada a la manija de la puerta con un cegador dolor de cabeza y una inquietante sensación de dejà vú.

    Probé a abrir la puerta, pero debía de tener algún seguro para niños y las ventanas eran eléctricas, por lo que no funcionaban cuando el coche estaba apagado. Agarré la cadena de las esposas y le di unos fuertes tirones para ver cuán sólida era la manija. En realidad yo no esperaba que sucediera nada, y así fue, pero al menos me daba algo que hacer.

    Dominic regresó unos minutos después. Se había puesto un chaleco verde sobre una camisa azul y pantalones oscuros como el carbón, y se había limpiado bastante bien nuestra pelea. La única evidencia era una nariz ligeramente torcida, e incluso eso le quedaba bien, le daba una especie de mística de duro cowboy. Llevaba dos bandejas de cartón marrón, cada una cargada con una hamburguesa, una servilleta de papel empapada de grasa llena de patatas fritas y un batido de leche en una taza de espuma de poliestireno.

    "¿No es genial?," dijo mientras volvía a subir al asiento del conductor y me pasaba una de las bandejas. “Comida estadounidense por excelencia: grasienta, sebosa, básicamente veneno delicioso. Ojalá me hubiera acompañado alguna belleza rubia con patines, alguna guapa cabecita hueca con las tetas de Jayne Mansfield en un apretado suéter de cachemir rosa".

    "Y falda de caniche," añadí.

    "Exacto," dijo con deleite. “¿Sabes que a un kilómetro por esa carretera está el lugar donde murió James Dean en una colisión? ¿Qué te parece eso como sueño americano? "

    Me quedé en silencio mientras él se hinchaba los carrillos con aquella basura, gimiendo exageradamente para mostrar lo mucho que estaba disfrutando.

    "¿No comes?," dijo después de bañarse la boca llena de papas fritas con un trago de batido. Yo podía verle los ojos reflejados en el espejo retrovisor.

    No respondí, me quedé mirando su reflejo en silencio.

    "Menuda persecución a la que me has conducido," dijo él. “Como el gran viaje americano por carretera, seguirte de ciudad en ciudad mientras cruzabas el Suroeste. Pero al final te pillé, tal como dije que haría."

    Sonreí y dije: "Puede que por ahora me hayas pillado, pero debo decirte que no voy a volver a la cárcel".

    "No sabes cuánta razón tienes," respondió con una sonrisa. “La esposa del viejo, esa dulce octogenaria, me pasó 500.000 dólares antes de irme para que me asegurara de que no vieras el interior de una sala de tribunal. Ya lo he decidido, moriste intentado escapar. Yo solo voy a entregar tu cadáver a las autoridades pertinentes".

    Me incliné hacia delante hasta donde me permitieron las esposas y grité en el oído: "Joder, ¿y por qué no lo haces?" ¡Ahora mismo, acaba con esto!

    Dominic solo soltó una risita y giró la llave en el contacto. Cuando el motor cobró vida, la radio se encendió y sonó «Leader of the Pack».

    En Los Ángeles, Tennessee estaba descansando en el salón comedor de un restaurante a la brasa, picando desinteresadamente de un plato mientras echaban «Los Siete Magníficos» en el viejo televisor montado en la pared sobre su mesa.

    Sonó su teléfono móvil.

    "Ey, jefe," respondió, luego se detuvo mientras la persona del otro lado hablaba.

    "Espera un minuto mientras encuentro algo para escribir". Rebuscó en los bolsillos hasta que encontró un bolígrafo, luego acunó el teléfono entre la oreja y el hombro para poder escribir. "Vale, dispara".

    Garabateó la información en una servilleta de papel. "¿Estás seguro de que se dirigen allí?," preguntó.

    Hizo otra pausa, asintió y dijo: "Entendido. Me llevará un tiempo alcanzarles, pero no me preocupa. Te llamaré cuando tenga buenas noticias ".

    Estaba a punto de colgar, pero fue detenido. "No," dijo él, "el Santo aún no ha salido de la carpintería, pero estoy seguro de que solo es cuestión de tiempo".

    Otra pausa, luego terminó diciendo: "Lo haré. Adiós."

Capítulo 5

Nacida de nuevo

    El sol se ponía sobre el Pacífico cuando aparcamos en un hotel junto al acantilado marino, que era un albergue de cuatro plantas con una fachada de madera cerca de la cima de una montaña costera densamente arbolada. El letrero al frente que llevaba el nombre «Posada Montannna Brocken» no encajaba bien con el resto del exterior. Era una gran roca de granito tallada en forma de triángulo con un ojo pintado en el medio.

    La decoración interior era igual de inesperada. El vestíbulo estaba flanqueado a ambos lados por esfinges de latón de dos metros y medio de alto, y las paredes estaban cubiertas de jeroglíficos meticulosamente pintados. Por todas partes había imágenes egipcias: escarabajos, esferas aladas, sarcófagos.

    Dominic me acompañó hasta la recepción. La recepcionista estaba demasiado ocupada con la nariz enterrada en un libro de bolsillo para darse cuenta de las esposas que nos unían. Pensé en llamar su atención a gritos y calculé la posibilidad de que pudiera mantener a Dominic ocupado el tiempo suficiente para que ella corriera en busca de ayuda. La mano libre de Dominic estaba ahuecando el mango de un puñal shiv de diecisiete centiiimetros oculto en la manga de la camisa, y yo sabía que él no dudaría en usarlo conmigo si las cosas llegaban a eso. Sin embargo, no era un gran riesgo, ya que de todos modos estaba muerta si no escapaba. El problema era que eeel también tenía un revólver de morro chato escondido bajo el chaleco, lo que significaba que si me vencía demasiado rápido o si la empleada entraba en pánico y se congelaba, entonces seguramente también podía matarla a ella. Lo mismo sucederiiia con cualquier otro idiota que entrara corriendo para ver queee era todo ese jaleo. Y eso era algo con lo que yo no podía lidiar en este momento.

    Dominic me miró con una sonrisa que decía que él sabía exactamente lo que estaba pasando por mi cabeza. Me condujo por un pasillo que nos sacó del vestíbulo principal. Pasamos la cocina, la sala de ejercicios y algunas puertas numeradas de las habitaciones de los huéspedes, llegando finalmente a una puerta sin marcar al final. Dominic sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta.

    La puerta dio a un corto tramo de escaleras que nos llevó a la sala de calderas.

    Abriioo la esposa de su muñeca, me levantó los brazos sobre la cabeza, Pasooo las esposas alrededor de una tubería y volvió a cerrar la esposa suelta en mi otra muñeca.

    "Sabes queee es lo maaas triste, que la voy a matar de todos modos", dijo una vez que retrocediooo fuera del alcance de mis piernas.

    l

    No respondí Él continuó: "Voy a subir las escaleras, apoyarme en el mostrador y enseñarle los dientes nacarados. La invitaré a mi habitación y tú sabes que aceptará. Luego me haré el tímido durante un rato, actuaré como si estuviese nervioso, tal vez me rascareee un poco las palmas de las manos, dejareew que algunos tartamudeos se me escapen en el discurso. Y me acercaré mucho, y le pediré que cierre los ojos, y cuando los abra de nuevo, sus tripas estarán desparramadas por todo su regazo. Le envolveré el cuello con sus intestinos mientras me la follo y le soltaré la leche en el jodido bazo.

    Él me sonrió con esa maldita sonrisa suya y yo no quise nada más que destrozarle todos los dientes de la boca.

    Pero yo seguiiia amarrada a la tubería, por lo que solo podiiia ver cómo él volvía a subir las escaleras y me dejaba encerrada alliii dentro.

    En cuanto la puerta se cerró, yo estaba tirando hacia bajo lo más fuerte que podiiia en la tubería, esperando que o bien esta o las esposas cedieran. Después de que eso no pareciera funcionar, agarré firmemente la tubería con las manos y salté del suelo, encaramándome para envolver la tubería con las piernas, confiando en de que todo el peso de mi cuerpo colgado fuera suficiente para soltarla. Por desgracia, esto tampoco funcionó. Me moví y zarandeé, esperando que la fuerza de mi movimiento ayudara, pero fue en vano. Me encontré deseando ser más pesada, y pensé que tal vez debería haber comido esa hamburguesa de antes.

    Pronto me cansé y, exhausto, me resigné a quedarme colgada de la tubería y a esperar a que Dominic regresara y llevara a cabo cualquier fantasía retorcida que había planeado.

    En algún momento debiii de haberme quedado dormida o desmayada. No estoy segura de cuál. Recuerdo haber escuchado el sonido del chapoteo del agua, lo que me hizo pensar en lo cerca que estábamos del océano, y pensé que de alguna manera podría escuchar la marea chocando contra la orilla. Entonces llegó otra ola y me di cuenta de que el agua me salpicaba a mí. Finalmente, el tercer chapoteo me trajo completamente a la conciencia, y vi a Dominic de pie frente a mí, sujetando un balde vacío. Bajé la vista y descubriii que estaba desnuda y mojada, y no estaba contenta con ninguno de ambos desarrollos. Traté de gritarle una sarta de adecuados insultos sucios, pero noteee que también tenía una bola de mordaza en la boca.

    Volviii a alzar la vista y vi que eeel estaba sujetando algo nuevo en las manos, definitivamente no era el balde, pero no pude distinguir exactamente qué era. Había una brillante fuente de luz detrás de él que proyectaba sobra en su lado frontal. Eeel dio un par de pasos hacia mí, se apartooo hacia la izquierda y vi cuál era la fuente de luz.

    Directamente detrás de él, había una pantalla desplegable de proyector de dos metros y medio de alto en un trípode. La imagen proyectada en ella era un video de mí, en aquel mismo instante, desnuda, mojada y esposada a una tubería con los brazos sobre la cabeza. Traté una vez más de liberarme y vi mis propios esfuerzos inútiles proyectados en la pantalla.

    Dio un par de pasos más hacia mí y quedooo lo bastante cerca para que yo pudiera identificar lo que llevaba en las manos. Era la cabeza incorpórea de la recepcionista. Su cabeza había sido afeitada y su boca estaba congelada en un grito silencioso. Le habiiian quitado el ojo izquierdo y reemplazado con una lente de cámara.

    Envolví la cadena de las esposas con los dedos y me levanté un poco del suelo, lo suficiente para que la cadena misma soportara todo mi peso. La tubería en sí era demasiado fuerte para ceder, pero podía sentir que la cadena comenzaba a debilitarse, así que decidí enfocar mis esfuerzos en ella.

    Mientras tanto, Dominic colocó su espeluznante cámara en sobre un cajooon y la posicionó cuidadosamente hacia mí.

    "¿Para qué es la cámara?", le pregunté.

    Él sonrió. "Déjame preguntarte esto. ¿Cuál es el mayor logro del cine estadounidense?" Hizo una pausa el tiempo justo para que yo le dejara claro que no iba a responder. “Las películas Zapruder. Piensa en cuántas personas han visto esos pocos segundos de metraje y piensa en la visceral respuesta emocional que evocan, más fuerte que cualquier éxito de taquilla de Hollywood".

    Levantó el brazo derecho y barrió con eeel un semicírculo. Miré a mi alrededor y vi que había otros proyectores instalados alrededor de la habitación, junto con otras cámaras que me filmaban desde todos los ángulos. Sin importar a dónde girara, me veía a mí misma. Similarmente, sin importar dónde se encontraba, Dominic podía verme desde cualquier ángulo que quisiera.

    "Esta fue la solicitud de la octogenaria, si puedes creerlo", continuó eeel. “Estamos transmitiendo en directo para una audiencia privada suya y alguuun centenar de los pervertidos más exigentes de Internet. Piensa en la rarificada compañía en la que estarás. Ni James Dean, ni siquiera Marilyn murió en una película. Solo tú y JFK. Emocionante, ¿verdad? "

    Él comenzó a desvestirse,

    "¿Se supone que esto me tiene que impresionar?", le pregunté.

    "Debería", dijo eeel. “Morir en el cine es el verdadero camino estadounidense hacia la inmortalidad. He estado pensando en eso por todas esas cosas de arriba. Los egipcios intentaron preservar la apariencia física para que el cuerpo pudiera continuar sirviendo al alma en la otra vida. Pero la carne se pudre. Es corruptible. Solo los vídeos son para siempre. Los viejos héroes de la pantalla murieron jóvenes y asiii se quedaron, perfectamente conservados en la pantalla para siempre".

    La cadena estaba cediendo. «Ya estaaa», pensé, «tuuu sigue hablando, gilipollas.»

    Se quitó la camisa, revelando el cuchillo bowie de veinticinco centiiimetros atado a las costillas. Ahora estaba solo en ropa interior, lo cual haciiia poco en ocultar su excitación. Finalmente, esa ropa tambieeen fue descartada mientras caminaba hacia mí, acercándose para susurrarme.

    "Así que digamos que eres una buena estrellita de cine y le das al público un bonito y gran grito".

    La cadena se partó, y bajé rápidamente la frente hacia su cara, dándole un beso de Glasgow. Retrocedió de dolor, dejándome la oportunidad de estirar el brazo hacia su cuchillo. Sujetaaandolo con las dos manos con la punta hacia abajo, lo bajé tan fuerte como pude, cortando en liiinea recta a través del vientre desde el esternón hasta la pelvis.

    Subí frenéticamente las escaleras y probé a abrir la puerta, pero estaba cerrada. En ese momento, grité, el ruido más fuerte y más espeluznante que había hecho en mi vida, en parte para llamar la atención, pero sobre todo solo para dejar salir toda la frustración, la ira y el terror que se había acumulado dentro de mí. Me sorprendió el ruido que salió de mi voz, ni siquiera sonooo humano.

    "Bueno, eso estás mejor", escuché decir a la voz forzada y ronca detrás de mí. Dominic estaba de pie, cojeando hacia mí y dejando un rastro de sangre a su paso.

    Eeel me había distraído bastante como para saltar de miedo cuando sentí que el pomo de la puerta se movía en mis manos, luego noteee que alguien del otro lado estaba intentando abrirla. Golpeé fuerte la puerta con la mano y grité: "Está cerrada, no puedo salir".

    "Apártate", dijo la amottiguada voz al otro lado, y me pareció vagamente familiar.

    Me aparté cuando la otra persona comenzó a patear la puerta para intentar abrirla. Mientras tanto, Dominic había encontrado el arma y estaba subiendo las escaleras rumbo a miii. Salté por encima de la barandilla y caiii con fuerza en el suelo bajo la escalera, se me doblaron las piernas por el impacto.

    Levanté la vista y vi a Dominic inclinado sobre la barandilla arriba del todo, rechinando los dientes y mirándome con ojos de odio inyectados en sangre.

    De pronto, la puerta se abrió de golpe y Tennessee se zambulló dentro la habitación. Se lanzó contra Dominic, quien fue capaz de disparar dos tiros a quemarropa directamente a las tripas de Tennessee antes de que este último pudiera desarmarlo.

    Los dos hombres cayeron rodando escaleras abajo y yo aproveché la situación para escapar mientras ambos luchaban en el suelo.

    Auuun desnuda, corrí por el vestíbulo del hotel, dejando atras media docena de atónitos hueeespedes y empleados, y salí al estacionamiento. Llegué al coche de Dominic y probé la puerta, pero estaba cerrada. Mientras buscaba una roca u otra cosa para romper una ventana, noté que el Coupe de Ville rosa de Tennessee estaba aparcado cerca. Increíblemente, estaba abierto y con las llaves todavía en el contacto. Obviamente eeel había estado anticipando la necesidad de escapar rápidamente.

    Saliii a todo trapo por la carretera sin mirar atrás.

    En la mitad de mi tercera hora en la carretera, noté que el coche se estaba quedando sin gasolina y por fin me tranquilicé lo suficiente como para procesar el hecho de que conducía un coche robado completamente desnuda y cubierta de sangre. Salí de la carretera hacia un camino de tierra desierto y revisé el maletero para ver si Tennessee llevaba una muda de ropa que yo pudiera usar. Por suerte, la llevaba.

    Usé una de sus camisas para limpiar la mayor parte de la sangre seca de mi piel, y luego otra para ponerme. Era demasiado grande y me quedaba más como un vestido, pero al menos lo manteniiia todo en secreto hasta que pudiera conseguir algo que me quedara mejor. Cuando volví al coche, decidí revisar la guantera para ver cuán cuidadosa tenía que ser respecto a que me parara la poli. Por suerte, los papeles del coche y la tarjeta de seguro estaban allí, pero no eran lo único que habiiia. También encontré un sobre blanco lleno de dinero en efectivo y una fotografía. En la foto estaba yo, y tenía mi nombre y la dirección del Refugio Del Gordo garabateados en el reverso. La dejé a un lado y conté el efectivo: un par de cientos de dólares en billetes mixtos. No era mucho, pero al menos mantendría el coche en funcionamiento.

    A unas pocos kilooometros por la carretera, me detuve otra vez en uno de esos grandes centros de viaje que tenían una estación de servicio y tiendas de regalos y comida rápida. La mayor parte estaba cerrado, pero pude pillar un par de mudas de ropa y llenar el depooosito.

    Mientras esperaba que se bombeara la gasolina, me metí en el baño para lavarme el resto de la sangre y cambiarme. Cuando volví a la carretera me sentía renovada, rejuvenecida, renacida.

    Mientras conducía, me sentí abrumada por una ola de extasiante alegría y vi en el retrovisor que estaba llorando. Por alguna razón, eso me pareció gracioso, así que comencé a reír también. Volando por la carretera, rompiendo a reir con carcajadas entusiastas mientras las lágrimas corrían por mi rostro, comencé a gritar.

    "Los he vencído", dije saboreando el sonido de mi propia voz. “Joder, los he vencido. ¡Auuun estoy viva, jodidos mamones!"

Capítulo 6

A veces

    «A veces, lo mejor que puedes hacer es retrasar lo inevitable.»

    «A veces no consigues lo que quieres», pensó Dominic para sí mismo, «sin recordarlo bien del todo, pero a veces consigues lo que necesitas».

    «No, eso no es cierto», pensó, pero pronto decidió que no importaba. Estaba tumbado en el suelo de la sala de calderas de un hotel, desangrándose rápidamente. Esto era la clase de cosas que tendían a eclipsar todas las demás preocupaciones.

    Levantó la vista y se vio proyectado en la pared del fondo de la habitación. Esa cámara en particular estaba colocada justo encima de la proyección, de modo que parecía que la imagen de sí mismo en la pared lo estaba mirando directamente. «Observándome verme morir a mí mismo.»

    Esto hizo sonreír a Dominic. La sangre le caía de la boca hasta la barbilla y goteaba sobre el suelo de hormigón mientras respiraba su última aliento.

    «A veces consigues lo que necesitas.»

    «A veces, lo mejor que puedes hacer es retrasar lo inevitable.»

    A veces necesitas retroceder un paso antes de poder avanzar dos. Tennessee ciertamente creía esto, por eso no estaba molesto por su retraso temporal. Estaba sentado en el capó del Caddy, el cual había encontrado en una cuneta justo fuera de la interestatal. La camisa hawaiana abierta era retirada hacia atrás en la brisa y exponía los vendajes blancos en su sección media. El médico del piso franco había hecho un buen trabajo curándole, aunque él se había quejado de que las vendas le hacían parecer una momia.

    Estaba contento de encontrar el coche y aún más contento de saber que le habían quitado la caja negra.

    «Eso significa que ella sigue mirando», pensó él. «Eso significa que es solo cuestión de tiempo.»

    A veces, lo mejor que puedes hacer es retrasar lo inevitable.

    Yo llevaba alojada en el motel Royal 9 tres noches y estaba peligrosamente cerca de agotar el efectivo en el sobre de Tennessee.

    Al principio había sido agradable establecerse en un lugar durante un tiempo. Yo había llegado justo antes del amanecer, después de caminar toda la noche para poner adecuada distancia entre el coche y yo. Había pasado todo el primer día en la cama, sin salir de la habitación hasta el anochecer, disfrutando de la soledad. Al final salí de la habitación para ver la puesta de sol. Esa noche me había dirigido al bar del final de la calle para pegarme una juerga épica y me había despertado junto a un camionero de poco más de veinte años con un anillo de bodas y un nombre como Lance o Lars o Larry o Lenny.

    A la mañana siguiente salí a la piscina a nadar. Recibí muchas miradas, y no estaba segura de si eran por el minúsculo bikini que yo había pillado o las masivas contusiones que este revelaba en todo mi cuerpo. Una de las criadas del hotel al final tuvo el coraje de venir a preguntarme sobre las heridas. Era una mujer bajita y gruesa con agrietada piel morena y ojos tristes y compasivos y, mientras hablábamos, pasaba los dedos por el rosario que colgaba del bolsillo de su uniforme. Me preguntó si necesitaba ayuda, y lo dijo tan sinceramente que no pude evitar reír y decirle que solo había tenido una semana difícil.

    En el camino de vuelta a la habitación, pasé junto a una pareja de ancianos casados ​​y vi al marido mirándome abiertamente, sacando la punta de su lengua lo justo para lamerse el labio inferior, admirando la forma en que los oscuros hematomas morados contrastaban con mi piel pálida. Súbitamente me sentí muy expuesta y vulnerable, y pasé el resto de la noche encerrada en mi habitación.

    Esa segunda noche fue cuando la novedad de no hacer nada comenzó a no ser novedad. Me quedé despierta hasta las cuatro de la mañana mirando el reloj digital en la mesita de noche mientras la televisión seguía parloteando de fondo con su incesante aluvión de programas de entrevistas, repeticiones y anuncios publicitarios. Yo necesitaba mirar fijamente algo y me había acostumbrado al reloj después de que la TV hubiese demostrado lamentablemente ser inadecuada para mantener mi atención. Yo necesitaba otra cosa para evitar mirar la caja negra que se encontraba encima de la cómoda.

    Cuando por fin me quedé dormida, soñé con mi hermana.

    El tercer día comencé a analizar los diferentes escenarios en mi cabeza, revisando todo lo que había hecho y visto en las últimas semanas, todas las pistas que había seguido, todos los lugares en los que había estado. Solo había una persona en la que yo pidía pensar en ver, una última pista a seguir, pero no quería ir por ese camino a menos que no hubiese otras opciones.

    Esa noche, justo antes del amanecer, decidí que necesitaba una segunda opinión para ayudarme a tener alguna perspectiva, así que intenté llamar al escritor. Pensé que, dado que él conocía a Violeta, estaría en una buena posición para ayudarme. Si yo repasaba algunos de los hechos que había compilado, de los pequeños detalles que había descubierto sobre su vida a la fuga, podría ser capaz de captar algo significativo, alguna pequeña pista que hubiese pasado por alto. «A los escritores les va todo eso», me imaginé. «Están acostumbrados a leer las cosas con más profundidad que el resto de nosotros». Encontré su número en la guía con la misma facilidad que había encontrado su dirección, pero cuando marqué, decía que la línea estaba desconectada.

    Cuando colgué, dio la casualidad de que miré y vi la maldita caja. Me invadió una abrumadora sensación de frustración tan intensa que tuve que abandonar la habitación. Comencé a caminar por la calle, para soltar presión nada más, y antes de darme cuenta, había caminado hasta la ciudad y estaba en delante de una ferretería. Tomando esto como una señal, entré y compré un martillo, lo llevé a la habitación y decidí que iba a abrir la maldita caja. La golpeé hasta que se desprendió la cabeza del martillo. La golpeé hasta que me sangraron las manos. El jodida chisme no quería ceder.

    Rasgué a tiras uno de mis tops blancos entero para vendarme las manos, luego bajé a la terraza de la piscina para fumar y tomar una copa. Alrededor de las tres de la mañana, tuve mi epifanía.

    A veces, lo mejor que puedes hacer es retrasar lo inevitable.

    Tiempo después me encontré en un banco de teléfonos públicos en una estación de Greyhound cualquiera en una ciudad de la que nunca había oído hablar. Estaba en un transbordo e intentaba convencer a la estridente arpía de asistencia de directorio para que me ayudara a encontrar el número de teléfono del Refugio Del Gordo.

    Me picaba la cabeza como loca, pero no podía rascarme. Mi cabello estaba todo envuelto dentro de una gran gorra de punto flexible.

    Por fin la mujer me conectó y una voz respondió después de cuatro tonos.

    "¿Hola?"

    "Soy yo," le dije.

    "¿Quién es yo?," preguntó él.

    "Yo," repetí con énfasis. "Dile que voy a volver. Dile que quiero verle.

Capítulo 7

Cuanto más trato de herirte, más sale por la culata

    Desperté encontrándome tumbada en la cama de una habitación desconocida, aturdida y desorientada, incapaz de recordar dónde estaba o cómo había llegado allí. Demonios, me llevó un rato hasta recordar quién era. Me latía la cabeza, me dolía el cuerpo y sentía que iba a vomitar. Resumiendo, había mejores maneras de despertarse.

    Mi cabeza cayó hacia la derecha y vi la manguera de goma todavía atada alrededor del brazo; entonces todo comenzó a volver a mí. Esta era su cama, su casa. Habían pasado unas pocas semanas desde que yo había llegado aquí, o al menos me parecieron unas semanas, pero no tenía forma de saberlo con certeza.

    Aún podía recordar el día en que había llegado, así que al menos tenía eso. Me habían llevado en coche a un almacén abandonado en lo que solía ser el distrito de manufactura cuando esta ciudad aún tenía trabajos de manufactura. Me habían dejado en el frente del almacén, y cuando salí del coche, una fuerte brisa se levantó y me sopló los mechones de mi brillante cabello azul recién teñido en la cara. Levanté una mano vendada para quitarme los mechones rebeldes. Luego recogí todas mis posesiones mundanas, que en aquel momento consistían completamente en la ropa en mi mochila y la caja negra en el hueco del brazo, y entré.

    Había decorado el almacén como una retorcida parodia de una casa real. Las altas cortinas negras servían como tabiques para separar las habitaciones, colgaban de un intrincado sistema de cables de acero que se entrecruzaban por encima. Las habitaciones individuales parecían estar completamente amuebladas con trastos sacados de rastros de vecinos, mercados de pulgas y tiendas de segunda mano. A los sofás les faltaban cojines o tenían muelles expuestos y faltaban parches de tapicería. A todas las mesas les faltaba alguna pata, que en algunos casos estaban reemplazadas por patas arrancadas de otra mesa diferente y en otros casos por una mezcla de bloques de cemento, pesas apiladas o la mitad de la pierna de un maniquí.

    Hablando de maniquíes, por alguna razón inexplicable al parecer él había decidido que hacían buena compañía. Tenía al menos dos o tres de ellos en cada habitación, vestidos como refugiados de tiendas de saldo con harapos andrajosos y colores chillones, con posturas ​​de varias escenas domésticas. Uno estaba de pie justo en la entrada principal, vestido con un atuendo que estaba en algún lugar entre un mayordomo y un proxeneta, posado como si invitara a los invitados a entrar y cogerles los abrigos. Hasta tenía un par de abrigos colgados del antebrazo. Un grupo estaba sentado en el sofá del salón, vestidos con ropa profesional de sport al azar, sosteniendo botellas de refrescos y bolsas de papas fritas, vitoreando a un televisor roto que no tenía pantalla. En la cocina, una mujer maniquí vestida como la criada de The Brady Bunch se inclinaba para mirar dentro de un horno abierto que estaba claro no había funcionado durante décadas. Mientras otros dos maniquíes ocupaban dos de las cuatro sillas a la mesa de la cena.

    Luego doblé la esquina y vi la habitación alternativa, y fue entonces cuando la cosa se ponía espeluznante de verdad. La habitación era solo esto: un altar gigante hecho de mesas cubiertas de negro y que contenía todo tipo de iconografía religiosa hortera y horrible. Toda llamativa estatuilla virgen, todo cuadro aterrador de la crucifixión que los nietos del dueño habían tirado después de su muerte, él los había recogido y los había traído aquí. En total, tendría que tener más de cien obras aquí, desde una colección de tarjetitas de oración con los santos hasta tres magos de plástico a tamaño natural, presumiblemente obtenidos de un belén. El centro de todo estaba un Jesús de fibra óptica de un metro de altura iluminando toda la habitación con un misterioso resplandor azul.

    Pasé lo más rápido posible y llegué al dormitorio, o tal vez fuese solo su habitación para el sexo. De cualquier manera, estaba muy oscuro, iluminada solo por una lámparita de mesa con pantalla roja en el suelo en una esquina. El único mueble era una cama, o más bien un colchón, cubierto con sábanas de seda roja. Media docena de maniquíes estaban diseminados en posturas sugerentes. Estaban vestidos alternativamente con cuero, látex, encaje o nada en absoluto, pero todos llevaban ornamentadas medias máscaras como si fueran a una mascarada veneciana. Algunos estaban atados con restricciones, como collares para perros o esposas para los pies. También sostenían varios látigos y juguetes sexuales extravagantes. El pie de un maniquí había sido retirado y reemplazado por un juguete sexual con forma de pie con una vagina incorporada en el talón. Otro estaba de rodillas y la mitad inferior de su cara había sido reemplazada por un juguete sexual de boca de succión. Un par de otros tenían enormes consoladores adheridos a las ingles que les colgaban hasta las rodillas. Misecordiosamente, no parecía que ninguno de los juguetes hubiera sido usado por un ser humano real.

    Continué adentrándome en el almacén y llegué a la habitación contigua, que es donde encontré a El Santo. Estaba subido a un taburete de bar a una alta mesa de formica como la que encontrarías en una vieja tienda de malta. Su codo derecho descansaba contra la mesa, alzando la cabeza con el puño plantado debajo de la barbilla. Estaba tan completamente quieto como cualquiera de los maniquíes, excepto por el más leve de los movimientos en su pecho, traicionando su respiración. También era más realista, obviamente, pero no menos extravagante. Parecía una especie de glamurosa estrella de rock, con pantalones elásticos plateados, botas hasta la rodilla y un abrigo azul hasta el suelo con ribetes de piel exuberante alrededor del cuello, que colgaba para exponer su pecho y abdominales desnudos y musculosos. Sus ojos estaban marcados con un delineador de ojos negro carbón, y sus labios gruesos y llenos estaban pintados de púrpura oscuro. Su mano izquierda estaba extendida plana sobre la mesa, y cada dedo grueso y carnoso estaba puntuado por una larga uña negra.

    Me acerqué a él, deteniéndome literalmente a solo una fracción de centímetro de distancia antes de que él reaccionara. Incluso entonces, solo sus ojos se movieron, cambiando rápidamente a un lado para mirarme. Lentamente, comenzó a mover los dedos de la mano izquierda, chasqueando sonoramente las uñas contra la mesa.

    "La has traído de vuelta," dijo él.

    Asenti. "Me imagino que esa es la única razón por la que sigo viva".

    Él gruñó estando de acuerdo. Yo puse la caja junto a su mano. "Todavía no has conseguido abrirla," me dijo, y no estaba segura de si era una pregunta o simplemente una arfirmación.

    "No," le respondí.

    Rápidamente, moviéndose con la elegante fluidez de un gato de la jungla, bajó su mano derecha para deslizar la caja sobre la mesa lejos de mí. Luego saltó del taburete y se enderezó. Medía más de treinta centímetros de altura más que yo. Supuse que llegaría fácilmente a los dos metros veinte, y su constitucioon era como la de un luchador de peso pesado.

    Me miró a los ojos y extendió la mano para pasar sus dedos por mi cabello azul. "Es bueno verte, niña".

    Me rodeó la cintura con el brazo y me llevó de vuelta a la habitación. Nos sentamos en el colchón y él buscó en el espacio entre el colchón y la cortina negra para sacar una pequeña lonchera de metal con una colorida imagen de Superman en la cara. La abrió y sacó una bolsa de plástico llena de polvo blanco y una cuchara de metal corroída y sucia.

    "Esto es por lo que has vuelto aquí, ¿no es así?," Dijo mientras me mostraba una sonrisa inconfundiblemente agridulce.

    Recogí la bolsa y le di vuelta en las manos, diciéndome a mí misma que negarse despertaría sospechas. Luego se la devolví mientras él metía la mano en la lonchera y sacaba el resto de sus herramientas. Cuando terminó de cocinar, me até la manguera al brazo y se lo tendí para que metiera la aguja.

    Ahora eran muchas semanas después y todavía tenía la manguera en el brazo.

    Él se había ido, huyendo a donde fuese que huía durante el día. Yo me senté derecha, apoyé el peso sobre los codos y vi que estaba desnuda. También tenía gotas de semen seco cubriendo mi estómago y mis tetas. Parecía que le gustaba más cuando yo estaba inconsciente, reflexioné, luego me puse en pie lentamente. Eso también explicaba por qué sentía el conejo tan irritado y dolorido. «A él no le va hacerlo lento y gentil. Para él, en realidad solo soy una glorificada muñeca hinchable, un objeto para sentirse rodeado como estos espeluznantes maniquíes. Yo no siento placer, y yo no siento dolor.»

    En realidad, esa última parte no estaba demasiado lejos de la verdad, siempre que yo mantuviera un flujo constante de veneno bombeando por mis venas. Me había dolido las primeras veces que estuve con él, pero después de un tiempo aprendí simplemente a acostarme allí y volverme insensible. Si lo haces bien ya ni siquiera parece que te está sucediendo a ti de verdad. Es como si estuvieras viendo cómo le sucede a otra persona en una pantalla de cine, te conviertes en un observador desinteresado. A veces, cuando esto está sucediendo, cierro los ojos y puedo escuchar de verdad los sonidos del proyector de películas y oler la mantequilla de las palomitas de maíz del cine. Y miro a esta chica triste en la pantalla y no puedo entender por qué está llorando tanto, cuando debería saber que todo es ficticio.

    Arqueé la espalda y estiré los brazos, sintiendo cómo me crujían las articulaciones, luego comencé a buscar un paquete de cigarrillos. Encontré varios, pero todos estaban vacíos. Los arrugué con disgusto y los tiré al suelo.

    Entré sin rumbo a la cocina, sin darme cuenta al principio de que ahora había tres cuerpos sentados a la mesa en lugar de los dos habituales. Abrí el refrigerador muerto para sacar un paquete de cigarrillos, lo desenvolví, me puse uno en la boca y lo encendí del fogoncito de gas portátil que había encima del modelo vintage más grande e inoperable. Solo entonces me di cuenta de que había una persona de más en esta habitación.

    Tennessee estaba inclinado hacia atrás en su silla de plástico con sus polvorientas botas rosadas de cowboy encima de la mesa, descansando a centímetros de la caja negra, la cual estaba abierta.

    "Así que lo descubriste por fin," dijo dando un golpecito a la caja con el pie.

    Le miré desapasionadamente y respondí en voz baja y monótona, apenas más que un susurro: "No resultó tan difícil al final, en cuanto que me di cuenta del truco".

    Bajó la parte delantera de su silla al suelo, luego se levantó y recogió las dos mitades separadas de la caja. Bajando lentamente los ojos, revisó el interior para asegurarse de que el contenido aún estaba allí. "Bueno, no puedo decirte lo feliz que va a estar mi jefe de recuperar esto".

    Acunando la caja bajo el brazo, se dirigió hacia la puerta principal. Justo antes de salir, se volvió para agregar: “Él tenía razón, ¿sabes? Hay formas más fáciles de autocastigarte".

    Yo estaba sola otra vez, de vuelta a la cama. Podía ver a través de la claraboya en el techo que estaba oscureciendo, y sabía que él estaría en casa pronto.

    Cerré los ojos con fuerza e intenté en vano conciliar el sueño cuando de repente escuché pasos. No eran suyos, de eso estaba segura. Eran un sonido más suave y agudo, como una mujer con tacones. Entonces, inexplicablemente, pensé que también oía los débiles sonidos de un proyector de películas. Cuando finalmente abrí los ojos, vi a Violeta sentada en una silla con las piernas cruzadas al lado de la cama. Parecía una estrella de cine, con un vestido negro ajustado y escote profundo, guantes de seda, un sombrero de ala ancha y sobredimensionadas gafas de sol Jackie O.

    "Tú no estás aquí de verdad," le dije. "Es solo la bofetada del chute que me hace ver cosas".

    Ella no respondió a eso, solo quedó en silencio mirándome.

    "Nunca viniste a por mí," le dije. "Estaba segura de que cuando supieras que yo estaba con él, vendrías. Pero nunca lo hiciste, y yo seguí esperando."

    Ella dio una carcajada. Fue una risa cruel y condescendiente. "¿Te has convencido a ti misma de que esa es la razón por la que estás aquí?"

    "Cuando él llegue a casa y vea que falta la caja, me va a matar," le dije. "Pensará que le he traicionado de nuevo. Quiero decir, que tú le has traicionado de nuevo."

    "¿Y por qué no huyes?," preguntó Violeta. Su voz sonó enlatada y mecánica, mezclándose con el ruido de fondo del proyector de películas.

    Yo simplemente negué con la cabeza. "Esto es lo que tú querías desde el principio, ¿no? Que yo ocupara tu lugar. Sabías que todos pensarían que yo era tú."

    "¿Estás segura de que eso es lo que yo quería? Tal vez quieres decir que en realidad eso es lo que tú querías".

    Me di la vuelta, dejando de mirarla. El sonido del proyector de películas se hizo más fuerte, el arranque mecánico se volvió ensordecedor, como si estuviera dentro de mi oído. "Podrías salvarme, pero no lo vas a hacer. Podrías quedarte aquí hasta que él regrese y nos vea a las dos y se dé cuenta de la verdad, pero no lo vas a hacer".

    Sentí su aliento en la nuca y olí el dulce aroma a miel de su perfume cuando se inclinó sobre mí. "¿Se daría cuenta él? No estoy muy segura. Tampoco es que eso suponga alguna diferencia. Te estás muriendo, Escarlata. Tomaste demasiado la última vez que lo preparaste y está apagando tu cuerpo incluso mientras hablamos".

    "Calla. Solo cállate. Tú no sabes nada. Ni siquiera estás aquí. Ni siquiera eres real".

    Cerré los ojos con fuerza. El sonido del proyector de películas era dolorosamente alto. Apreté los dientes y visualicé a la chica en esa gran pantalla de plata con todo el maquillaje y las luces y me pregunté cómo podía estar tan triste.

FIN

Lista de Reproducción

    • Lloyd Price, "Stagger Lee""

    • Link Wray, "Rumble"

    • The Cure, "Pictures of You"

    • The Smiths, "Stop Me"

    • Roxy Music, "2HB"

    • The Shangri-Las, "Leader of the Pack"

    • Rolling Stones, "You Can’t Always Get What You Want"

    • Danger Mouse + Sparklehorse ft. "The Flaming Lips", "Revenge"

    • Sonic Youth, "Death Valley ‘69"

    • The Cramps, "TV Set"

    • Lloyd Cole, "Rattlesnakes"

    • The Raveonettes, "Uncertain Times"