Créditos

    Oculi (versión gratuita en español. Prohibida su venta)

    Copyright © 2021 de Sasha McCallum. (Algunos derechos reservados. CC-BY-NC-SA)

    Publicada en Artifacs Libros

    Traducción y Edición: Artifacs, diciembre 2020.

    Diseño de Portada: Sasha McCallum.

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    Obra Original: Oculi

    Copyright © 2019 de Sasha McCallum (Todos los derechos reservados).

    ISBN: 978 0 463420 90 4

    Publicada gratuitamente en Smashwords

Licencia Creative Commons

    Muchísimas gracias a Sasha McCallum por autorizar esta traducción al español y por compartir con el mundo Oculi bajo Licencia CC-BY-NC-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es

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Sobre la Autora

    Todavía estoy solo experimentando. Parece que no consigo ceñirme a terminar las historias de formas deprimentemente realistas. Las señales están ahí, tengo de todo con lo que trabajar, pero me acaban gustando demasiado los personajes como para castigarlos.

Contacto con Sasha

    Puedes contactar (en idioma inglés) con Sasha McCallum en: mccallumsasha@gmail.com

Otras Obras

    Todas estas obras son gratuitas y puedes descargarlas en inglés en el perfil de Sasha de Smashwords o en español en Artifacs Libros

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    • Cuartos de Baño y Oficinas Psiquiátricas (Bathrooms & Psychiatric Offices, 2017)

    • La Lectora y La Escritora (The Reader & The Writer, 2017)

    • Habrá Sangre (There Will Be Blood, 2017)

    • El Lago (The Lake, 2018)

    • El Arreglo (The Arrangement, 2018)

    • Hija de la Noche (Daughter of Night, 2018)

    • Dijo la Araña (Said the Spider, 2018)

    • Oculi ( 2019)

    • Lugar Bien Feo (Pretty Ugly Place, 2019)

    • Caja de Yesca (Tinderbox, 2020)

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Oculi

por

Sasha McCallum

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    Este libro es una secuela y tendrá menos sentido sin leer primero "Dijo la Araña" (Said the Spider) que se puede descargar gratis aquí.

    Esta historia es ficción, pueblos, incidentes y personajes son producto de la imaginación de la escritora.

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Prólogo

    Creo que algunas personas, no importa el sector de la vida del que provengan, albergan dentro de ellas la secreta creencia de que no han vivido sus vidas bien, de que podrían haber hecho más para curar las heridas del mundo o causar que florezca solo un poquito más de felicidad.

    Examinando lo que quedaba de sus pertenencias, descubrí una tarjeta de memoria que contenía un diario y la historia sobre cómo conoció ella a la araña y sobre cómo se enamoraron. Un pedazo de su antigua vida que ella no había podido reunir el coraje de descartar y que yo no pude reunir el coraje de ignorar. Carmel se veía a sí misma como absorta, indulgente, pero yo no había conocido muchas personas con tan generoso espíritu.

Capítulo Uno

Una Vida Oculta

    La experimentación científica en seres humanos ha ocurrido a lo largo de toda la historia. Solo en el siglo XX fue descubierta una gran cantidad de programas que incluían experimentos quirúrgicos, químicos, de radiación, infecciosos y de control mental, realizados sin consentimiento y financiados directamente por el gobierno de los Estados Unidos, el ejército y las agencias asociadas. A menudo, con el pretexto de tratamiento médico. Prisioneros, mujeres embarazadas, bebés, ancianos, discapacitados físicos y pacientes con enfermedades mentales se han utilizado para realizar pruebas que, con frecuencia implicaron daños a largo plazo o la muerte. Esta exposición implicó la indignación pública que llevó a que se insertaran instituciones y políticas en las comunidades médica y científica para evitar que tales atrocidades volvieran a ocurrir.

    El campo de la bioética había nacido.

    Las implicaciones legales implicaron que las personas involucradas en la experimentación humana se sumergieran profundamente en la clandestinidad y que, bajo ninguna circunstancia, pudieran vincularse a una organización en el poder. Estos individuos siempre existirán y, con tiempo suficiente, atraerán a otros individuos de ideas afines, personas que creen que el dolor para unos pocos es un precio aceptable para su versión de un bien mayor.

    Yo fui utilizada por grupo de estos individuos.

    En las películas y los medios de comunicación hay malos con principios: "Yo no hago daño a las mujeres ni a los niños," "Yo mato sin dolor," "la gente a la que hice daño se lo merecía," siempre una cosa u otra. El mito base del sociópata con corazón de oro.

    Los verdaderos malos, y hay abundancia de ellos, no tienen límites.

    Es tarea difícil para una persona que sabe tan poco de sí misma presentarse. Yo puedo decir lo que fui y parte de cómo eso llegó a ser así.

    Había muchas cosas que no sabía sobre mí, hechos que otros daban por sentado. Yo no conocía los detalles de mi nacimiento, quiénes eran mis padres, no recordaba infancia, pubertad, relación... ni amor. Un juicio forzado me colocó en mi toscamente herencia europea de finales de los veinte. Mis cinco sentidos normales eran plenamente funcionales y aún no se habían presentado problemas genéticos o físicos. Según estos estándares, yo parecía normal, saludable, más de lo que debería, dado cuánto de mi historia era desconocida.

    Fue mi sentido extra, del que yo no tenía un estándar con el que hacer comparaciones, lo que me puso en la precaria posición en la que me encontraba.

    Dentro de mis limitadas memorias, siempre he tenido visiones de ocurrencias en entornos separados de mí misma. El mundo tiene un nombre para esto: visión remota, lo cual es extraño porque yo nunca he oído hablar de otra alma viviente que pueda hacerlo.

    Debido a este talento, mis memorias comenzaban cinco años atrás cuando fui contenida y experimentaron conmigo contra mi voluntad. No fui cortada ni infectada caprichosamente, las pruebas realizadas eran para aprender sobre mi habilidad extrasensorial. La meta era, probablemente, ser capaz de aprovecharlo, recrearlo y ganar dinero con él.

    Quizá ellos visualizaban un mundo donde todos pudieran tener mi visión... si es que estaban dispuestos a pagar por ello. Mantenida prisionera sin ilusiones sobre lo quien era, yo no sabía nada de mis captores y ellos tenían carta blanca para hacer lo que quisieran. Yo nunca iba a tener conocimiento del mundo exterior y mucho menos contacto con él.

    Mis captores nunca me miraban ni me hablaban como si yo fuese un igual, me daban órdenes abruptas e inexpresivas. Si rompía una regla o desobedecía una tarea, mi castigo involucraba la privación de comida o sueño. No se me permitía vida ni calidez. Mis recuerdos fueron borrados a intervalos y yo fui medicada para mantenerme en un estado funcional.

    La existencia prolongada en estas condiciones no es ética, es inmoral; afecta al cuerpo y la mente a un nivel imposible de comprender para la mayoría de las personas. Cuánto de mi vida pasé con ellos y cuántas veces pudieron haberme borrado la memoria era una incógnita.

    Aquella ya no era mi vida. Como cualquiera con una voluntad de vivir y una oportunidad, me liberé y huí.

    Entré al mundo como menos que humana, como un constructo sin lugar en la sociedad y sin comprensión de ella.

    Me tomó un tiempo, pero mi nueva identidad me cayó en el regazo como un regalo y la acepté con gratitud.

    Conocí a Bea Redding poco después de mi fuga mientras yo estaba viviendo en las calles de Boston. Teníamos edades similares, ambas de paso, incluso nos parecíamos físicamente, aunque su estilo de vida la había envejecido mucho más allá de sus veinticuatro años. Compartíamos el mismo cabello rubio, ojos azules y una altura idéntica de un metro y ochenta y cuatro centímetros. Estructura ósea y hoyuelos similares.

    Tal vez fueron estas simplezas las que la atrajeron hacia mí.

    De vez en cuando nos sentábamos juntas en uno de los lugares para personas sin hogar y ella contaba tonterías sobre su infancia, su bruma de heroína la hacía poética en su discurso. Siendo un espíritu amable, ella había sido derrotada por la vida y estaba destinada a morir en las calles como adicta. Ella era lo más cercano que yo había tenido a una amiga en aquel entonces, pero en mi reducida posición había poco que yo pudiera hacer por ella. Sus problemas no se debían a su origen, cuya toda conexión al mismo ella mantenía confinada a un placentero recuerdo. Bea me habló de sus padres varias veces, incluso me dio una dirección en Nueva York y me hizo prometer que yo los encontraría. Estaba demasiado avergonzada de la persona en la que se había convertido como para enfrentarse a su familia de nuevo.

    Yo escuché, practiqué mi visión con ella. Con esta, descubrí que mi habilidad se extendía más allá de lo que yo había entendido durante mi cautiverio. Yo misma vi su infancia, vi a la chica feliz que había sido, vi a los amorosos padres que la habían adoptado.

    Vi dónde aquello había empezado a ir mal con su novio de la universidad.

    Cuando ella tuvo una sobredosis como una persona anónima, fuertes emociones subieron a la superficie y mantener mi promesa se volvió muy importante. Reuní todo el dinero que pude y pagué un pasaje de autobús. Esto me llevó por el inesperado camino hacia mi nueva vida. Pienso en ello como que todo encajó en su lugar más que como si me hubiese aprovechado de una situación desafortunada. Yo no me había propuesto adoptar la identidad de Bea Redding, fue solo que resultaba muy fácil y yo lo necesitaba con urgencia.

    Su madre no había sabido nada de ella durante cinco años y estaba completamente non compos mentis [1] cuando llegué a su casa en St Luke's, NY, dos meses después de la sobredosis, luciendo y oliendo exactamente como la persona de la calle que yo era. Mi intención no había sido decirle que su hija estaba muerta, sino solo hacer lo que Bea me había pedido y asegurarme de que ella estaba bien, tal vez decirle que conocía a su adorable hija.

    La viuda Sra. Amanda Redding tenía sesenta y dos años y padecía cáncer y demencia leve. Ella me condujo dentro de la casa y mantuvo los brazos alrededor de mí durante unos buenos diez minutos, balbuceando entre sollozos incontrolablemente. No tardé en darme cuenta de que ella me había confundido con la misma Bea y tomé la decisión de seguir con ello. Eso fue egoísta, sí, y también no egoísta. Ella necesitaba una hija y yo necesitaba una identidad, y ninguna defraudó a la otra. La cuidé durante la peor parte de su enfermedad y ella me miró con amor en los ojos. Cuando murió un año después, yo sentí que había perdido a una madre.

    Ella me dejó la casa, las acciones en CVS Health y los ahorros que tenía en el banco.

    Y más importante aún, ahora yo tenía un certificado de nacimiento, un historial. Tenía un camino a seguir. Lo usé, continué la mentira.

    Ahora era Bea Redding. Tenía un diploma de la escuela secundaria, dos años de educación universitaria y un historial criminal limpio. Tenía una casa y pagaba impuestos. Puesto que era una accionista común, solo se me requería ocasionalmente en las reuniones de la junta o que firmara papeles, pero eso me proporcionaba un ingreso legítimo, estable y generoso.

    Cuando Bea se volvió segura en su nuevo entorno, construí una segunda identidad más elusiva tras ella.

    Mi alter ego, Laura Brams, usó su vista para convertirse en una poderosa aliada en la parte más vulnerable de Nueva York. Con su ayuda, acumulé una gran cantidad de opciones en caso de que Bea fuese descubierta como un fraude. Me encaramé sobre una incansable posición de paranoia, no solo por si las autoridades normales podían señalarme, sino mucho peor: por si mis originales perseguidores volvían a capturarme y me metían de nuevo en prisión como sujeto de investigación. Instalé puntos clave en varios lugares con dinero en efectivo, identificación, armas y disfraces, por si surgía la necesidad de huír. Aprendí defensa personal, me volví competente con cuchillos y pistolas, equipé la casa con seguridad, mejor descrita como exagerada, y nunca bajé la guardia.

    Ni una sola alma podía afirmar amistad con Bea Redding. Ella vivía en zombilandia, sin rumbo, casi sin emoción.

    Durante un tiempo, traté de averiguar quiénes eran mis opresores, pero cada vez que pensaba tener algo, aquello acababa sin salida. Me di por vencida, con decepción y miedo en grado sumo.

    Mi fuga había tenido lugar hacía cuatro años, pero yo nunca iba a pertenecer a ninguna parte. Lo que me habían hecho nunca había sido reconocido. Nadie tenía que rendir cuentas y yo siempre pagaría el peaje por algo fuera de mi control.

    Vivía junto a gente normal, pero en otro mundo. Mi impotencia era el precio de la libertad.

    Estaba sola, sin nadie a quien culpar y sin nadie que entendiera. Mi vida fue primero miedo y luego ira. No importaba si yo podía ocultar lo que era o por cuánto tiempo, estas dos emociones construyeron la base de mi personalidad, siempre burbujeando bajo la superficie, siempre con el potencial de explotar si la presión se volvía demasiado enorme. Para mí, esa presión ocultaba la necesidad de una clausura, de justicia, de la emergencia de un yo real.

    Esta odiosa verdad no cristalizó plenamente hasta que la vi. La araña. Partes dormidas de mi cerebro despertaron y, si saqué una conclusión de mi primera visión de ella, fue que todo estaba a punto de cambiar.

***

    Era miércoles. El 2 de octubre. Mi almuerzo consistió en un yogur bajo en grasa, una manzana y una barra de muesl comido a las doce en punto y por necesidad, no por placer. Mis días estaban rigurosamente programados, la rutina ofrecía la ilusión de seguridad: cualquier distracción podía ser peligrosa para una persona que siempre andaba resbalando por la parte exterior de lo convencional. Este miércoles era necesaria una desviación: se esperaba que yo entrara en la ciudad para recoger algo.

    A la una de la tarde, revisé todas las cámaras de seguridad, cerré la casa con llave e hice el viaje de dos horas desde St. Luke's hasta el bajo Manhattan. Solo se requirió una parada en el camino: un baño público situado en un concurrido parque donde podía ponerme a salvo mi disfraz de Laura Brams sin ser vista.

    Era un día cálido para octubre; el pesado maquillaje, la prótesis y la áspera ropa que llevaba cuando me encontraba con contactos como Rhys Morgan, hacían que la humedad fuese más incómoda. El vestíbulo del 319 de la calle Jarvis proporcionó cierto alivio cuando atravesé las puertas giratorias y lo vi encorvado en un sillón. Él se levantó, recogió la bolsa de mano que tenía al lado y se encontró conmigo cerca de la pared sur con un asentimiento.

    "¿Está todo ahí?" Le pregunté mientras él colocaba la bolsa en el suelo entre nosotros.

    "Lo que pediste. ¿Tienes las unidades para instalar el software correcto?"

    Asentí sin mirarle a los ojos, en lugar de eso, miré hacia la pared del fondo donde estaba colocada un cuadro de una mancha negra. El mundo parecía más ridículo de lo habitual cuando veía obras de arte como esa.

    "¿Cuál es tu conexión con Perry?"

    Él nunca antes había hecho una pregunta como esa. Yo le miré. Era un hombre pequeño, de mi estatura, con una complexión delgada y una informal, pero cara, ropa de diseñador. Era su acento lo que lo destacaba más que nada; un marcado acento británico que yo, con mi falta de experiencia mundana, no podía precisar en ningún lugar específico. Su rostro era demasiado bigotudo y demasiado inquisitivo. Él sabía que no debería haber preguntado y, en respuesta a mi silencio, se acercó. Yo no retrocedí, pero contuve la respiración para evitar saborear la suya.

    "No tengo ningún problema contigo personalmente," dijo en voz baja. "Tengo curiosidad, eso es todo. Me han dicho que te consiga lo que necesites, y nada de líos. No lo entiendo. ¿Qué te hace tan...?" Su voz adquirió un matiz ominoso, lo que significaba que era hora de cortar aquello. Yo había sopesado mis opciones con este tipo hacía mucho tiempo, él era débil y solo quería ponerme a prueba. Deteniéndolo a mitad de la frase, le agarré el brazo y se lo retorcí a la espalda empujándole el pecho contra la pared. Unos pocos movimientos cortos y rápidos sin resistencia. Esto fue inusualmente satisfactorio. Yo no tenía la oportunidad de usar mi entrenamiento a menudo. Montar una escena y mostrar mi verdadera fuerza era algo a evitar.

    Ese día era diferente, mi paciencia era escasa. La ira no estaba siendo atemperada por el miedo. El punto de ebullición era apto, dado lo que estaba a punto de suceder.

    Él siseó cuando le torcí más hacia afuera la muñeca, no un silbido de lucha, un silbido de dolor. Anclé la barbilla sobre su hombro y le hablé al oído.

    "¿No te pagan lo suficiente?"

    "El dinero no es el..."

    Volví a tirarle del brazo y él se interrumpió con otro gruñido.

    "No deberías hacer preguntas."

    La puerta giratoria se abrió y alguien entró al vestíbulo. Retrocedí ligeramente hacia el fondo, pero mantuve su brazo apretado. Él torció la cabeza hacia una mujer de mediana edad, vestida con un traje de poder, que pasó taconeando estirada por nuestro lado y le sonrió: un loable esfuerzo por trivializar la escena.

    "Juegos preliminares," le dijo a la mujer con un guiño y yo pude ver la sonrisa de la mujer mientras se dirigía hacia las puertas del ascensor. "Has dejado claro el mensaje." Lo solté y él se enderezó, se frotó la muñeca y señaló hacia mis pies. "Por qué necesitas la pistolera de tobillo, no lo entiendo."

    "Ocúpate de tus asuntos," dije bruscamente. "No soy una amenaza para ti ahora, pero podría serlo."

    "Deberíamos cenar juntos, tú y yo," sonrió de nuevo.

    La sugerencia era muy inusual. Como Laura Brams, yo era lo menos atractiva que podía llegar a ser. Rhys era un hombre inteligente, si no podía obtener respuestas de una manera, lo intentaría de otra. También le gustaban las mujeres dominantes, sin importar su aspecto.

    Por un momento consideré cómo sería cenar con él.

    Entonces sucedió, todo cambió. Sin previo aviso, su sonriente rostro sin afeitar se empañó por la estática y yo di un paso atrás, traté de parpadear para alejar aquello, luchar contra ello, pero este era demasiado fuerte. La estática se volvió negra y... Metal retorcido y árboles.

    Un pequeño claro rodeado de espesos pinos y cielo gris se abrió frente a mí. Un helicóptero accidentado posicionado torpemente al borde de una escarpada pendiente, el humo aún se elevaba de los controles.

    La vi por primera vez, una chica delgada con una masa de rizos oscuros, vestida con pantalón y camisa a juego color granate liso. Rebuscaba en el cadáver de la máquina. Dos hombres, cada uno con un agujero de bala en la frente, yacían entre los escombros. Ella registraba en los bolsillos, en la cabina y el compartimento de carga. Metió varios Kit Kat y una botella medio vacía de Evian en una bolsa junto con un osito de peluche, luego metió esta en una mochila más grande donde pude ver brevemente paquetes de dinero en efectivo. Ella no se demoró, tomó una pistola, retrocedió hacia la línea de árboles y disparó varios tiros directamente al tanque de combustible.

    Cuando este explotó, ella mantuvo protectoramente el brazo frente a la cara. La escena era tan poderosa que yo podía sentir el calor en mi propia piel. La chica no esperó a ver las llamas, Lanzó el arma hacia estas, recogió la mochila, se la echó al hombro y desapareció entre los árboles.

    Durante los últimos años yo había tenido mis visiones muy bajo control, rara vez irrumpían en una situación incómoda y, cuando lo hacían, yo podía fingir que era algo normal, una migraña o vértigo. Esta era diferente, golpeó sin anticipación y me derribó al suelo.

    Cuando recobré la conciencia, me senté en una de las sillas del vestíbulo. Rhys debía de haberme llevado allí. Estaba inclinado sobre mí, pero retrocedió cuando me enderecé y miré a mi alrededor.

    "Vale, vale," dijo y señaló con impaciencia a una pareja mayor que estaba parada con expresiones preocupadas, "ella está bien, no hay nada que ver, solo un desmayo."

    Me puse en pie, forcé una sonrisa y murmuré disculpas para ilustrar sus palabras. La gente se alejó andando lentamente.

    "Has estado inconsciente durante cuatro minutos," dijo. "¿Qué acaba de suceder?"

    "Soy narcoléptica, ¿y qué?" Él no pareció convencido, pero ese no era mi problema. Yo no le debía nada y me irritaba que ahora él hubiera detectado una debilidad, una verdad, por mucho que pudiera ser malinterpretada por un observador habitual. "Hasta la próxima, ey." Recogí la bolsa y empujé la puerta giratoria, dejándolo mirándome.

    Mientras me alejaba y mi soledad me envolvía de nuevo, mantuve en mi mente la visión y lo que significaba. Hasta que no estuve fuera de la ciudad y me hube instalado con seguridad en la casa, no pude permitir que las imágenes y la acumulación de pensamientos y emociones se infundieran en mi mente. Sabía que, una vez que había surgido una visión tan poderosa y me concentrara en ella, las visiones posteriores se presentarían, probablemente todas tan potentes como la primera. Estas podían suceder en público. Quería experimentarlas plenamente, sin restricciones.

    Ese día, el viaje a casa tomó una eternidad. A medida que el paisaje urbano se fusionaba gradualmente en saludables suburbios y yo me transformaba de nuevo en Bea Redding, lo sentía, furiosamente bajo la superficie, emoción, anticipación.

    En la casa, tecleé con calma el código de la puerta principal, aparqué el coche y entré por la puerta lateral.

    Después de guardar la bolsa en el sótano y regresar a la cocina, permití que comenzara un lento hilo de emoción junto con los pensamientos asociados. No interrumpí mi rutina diaria. Eran las seis en punto, hora de preparar la comida del miércoles por la noche.

    Una zanahoria, una patata, veinte judías verdes. Las alineé metódicamente y comencé a pelar.

    Otra persona como yo. Una fugitiva, de eso estaba segura. Grandes preguntas surgían, febriles e impacientes. ¿Dónde estaba ella? Era un área montañosa y aislada, puede que ni siquiera fuese Norteamérica. Nunca había tenido una visión que abarcara países, pero esta era singular incluso en mi extraño repertorio de experiencias, aquello no estaba fuera de lo posible. Nunca había tenido una vista tan detallada de una persona de la que no tenía ni idea de su existencia, una que había aparecido de la nada. En sí mismo, aquello significaba algo.

    El feo y sobredimensionado mono que ella llevaba, tan similar a los que me habían proporcionado a mí durante el primer año de mi memoria. La mirada angustiada pero triunfal en sus ojos, la determinación de sus movimientos.

    Pensé en mi propio escapada. Había sido muy diferente a esta escena, pero ella seguro que había sentido lo mismo que yo: esa desesperación solo por alejarse. Los agujeros de bala en los cuerpos, el helicóptero en llamas. Mi emancipación no había requerido el asesinato, pero si lo hubiera hecho, yo, como ella, no habría dudado.

    Las bolsas, el dinero en efectivo, el osito de peluche, las barras de chocolate. Los árboles. Las imágenes llenaban mi cabeza, hacían que mi corazón latiera más rápido de lo que lo había hecho en años y, al hacerlo, llegó la segunda visión.

    La sentí venir, la esperé, la anhelé, ahora yo estaba sola y podía aceptarlo sin público. Coloqué el cuchillo al lado de las verduras a medio terminar, me senté donde estaba y me apoyé en la encimera.

    Esta fue diferente, la imagen parpadeaba y estaba empañada; típico de una visión al pasado. La misma chica era arrastrada por un pasillo, luchaba, gritaba, en vano. Fue atada a una silla, un conejo albino, afeitado, muy cableado y amarrado a su propio diminuto mecanismo, colocado sobre una mesa frente a ella. Mis visiones del pasado siempre eran menos vívidas, carentes de detalles periféricos. Yo no podía distinguir los rostros de las personas que operaban sobre ella ni podía entender lo que decían. Pero sabía que ella se resistía a sus demandas, que ellos estaban usando corrientes eléctricas con ella para someterla.

    Lo que me habían hecho a mí había sido una flagrante violación de los derechos humanos. Lo que le estaban haciendo a ella... eso era tortura. Por mucho que yo quisiera ver más cosas de la chica, saber más, las visiones eran debilitantes de presenciar después de tanto tiempo en mi nueva vida libre. Cuando la imagen se desvaneció, me levanté y continué mecánicamente con mis verduras.

    No había duda ahora de que ella era como yo. No estaba claro qué estaban tratando de obligarla a hacer. Mis pruebas rara vez había involucrado el contacto directo con otro objeto animado o inanimado. Si ella tenía una habilidad extrasensorial, no era como la mía.

    Aunque la lógica en ello hubiera sido endeble, yo siempre había sentido que había otros aún en la situación en la que yo había estado: prisioneros sin futuro ni derechos. Las ideas eran vívidas e inspiraron mucha emoción durante los primeros años de mi libertad, pero habían disminuido junto con la posibilidad de descubrir la verdad.

    Mi cena sencilla y hervida tenía sabor y textura esa noche, mis sentidos se despertaron. Aunque su detalle había sido incompleto, el pasado de la chica me afectó a un nivel mucho más profundo que su escapada. Refrescó todos los sentimientos de ira y dolor que habían perdido su poder a lo largo de los años.

    Mayor que mi necesidad de ella, era lo inverso. Ella necesitaba mi ayuda, sin esta era casi seguro que la recapturarían, si es que no lo habían hecho ya. Había muchas cosas que no estaban claras en aquel entonces, lo importante que ella llegaría a ser exactamente era una de ellas. Pero la elección era aprovechar la oportunidad en busca de cierto control, aunque eso significara sencillamente negarles uno de sus conejillos de indias.

    De repente no estaba sola, existía una contraparte, una extraña que podía entenderme. La sensación era adictiva, aterradora y emocionante.

    De ninguna manera podría rechazarla. La encontraría antes que ellos. Esto era un riesgo, pero rechazarlo y permanecer oculta significaba seguir viviendo una pseudovida.

    El aspecto que ella tenía fue todo lo que sabía esa primera noche, a partir de ahí pude limitar los parámetros de búsqueda: género, altura aproximada, peso aproximado, edad aproximada, etcétera. Comencé a verificar las bases de datos a las que tenía acceso: un proceso largo y laborioso que probablemente terminaría en decepción.

    La búsqueda de informes de accidentes de helicópteros y helicópteros perdidos fue igualmente inútil: esa visión había sido en tiempo real, si había noticias de ello, tomaría más tiempo que llegara a los medios, si es que llegaba a hacerlo.

    Yo era una persona metódica, había ventajas en este tipo de trabajo. Me tranquilizaba saber que estaba haciendo lo único que podía para descubrir su paradero. También proporcionaba un acogedor telón de fondo para nueva visiones: si estas sucedían, no ocurrirían en una situación incómoda. Y estas sucedieron. Si bien mis búsquedas en Internet no arrojaron resultados, las visiones llegaron con creciente frecuencia e intensidad.

    Bea pasó así las siguientes dos semanas, apenas saliendo de la casa, completamente absorta en su nueva obsesión. Es asombroso cómo dos semanas pueden cambiar a una persona. Al final, yo no era Bea Redding ni Laura Brams, yo era la versión infantil de alguien nuevo, alguien que se suponía que yo debía ser. Yo tenía un propósito.

    La primera semana trajo consigo un promedio de cinco visiones diarias y una vez hasta un total de ocho. Variaban entre lapsos de tiempo de treinta segundos a diez minutos. Las visiones más breves, menos frecuentes, siempre eran vistas nocivas del pasado. De ellas descubrí que la llamaban Aranea. Araña.

    Mis visiones en tiempo real eran mucho menos perturbadoras, pero me preocupaban de todos modos, especialmente porque no estaba segura de cómo iban a desarrollarse. Sentí alivio al notar que ella había llegado a la civilización y estaba recibiendo ayuda, junto a una significativa ansiedad por esta nueva mujer que ahora la tenía bajo su protección. Conocía los nombres que se habían dado la una a la otra, Lark y Saffron. Sabía que eso sucedía en alguna parte de Estados Unidos, pero no había podido descubrir exactamente dónde.

    La araña no estaba ansiosa por hablar de su verdadera situación, pero, de manera alarmante, revelaba sus habilidades a su ayudante. Al hacerlo, ella me los revelaba a mí.

    Ella era una empática, un prodigio táctil. Y era poderosa, sus capacidades se extendían mucho más allá de las limitaciones de las mías. Eran tanto físicas como emocionales, podían usarse para afectar a los demás de una manera que yo nunca soñé posible. Las visiones de su pasado se hicieron más claras. Ellos intentaban llevarla a un punto en el que ella fuese capaz de matar animales con un contacto mínimo con la piel. Estaban investigando su uso agresivo, armamentístico. Esto era lógico, considerando sus intenciones de uso potencial, y se volvió risible cuando me familiaricé con la naturaleza; no solo benigna, sino verdaderamente bondadosa; de la araña.

    Cuanto más la veía, la ira en su nombre florecía por encima de la causada por mis propios agravios.

    Pero yo no estaba obteniendo la información práctica que tanto deseaba. Lo que estaba viendo, en fragmentos frustrantemente pequeños, era un floreciente vínculo entre la araña y su ayudante. Al final de la primera semana, supe que esto implicaba algo igualmente obstinado como cuando vi a la araña por primera vez. Significaba que su ayudante era importante, no una nota al pie, sino algo más. Indolente ante lo que yo quería ver, estaba viendo lo que necesitaba ver: una conexión irreversible formándose entre las dos, una de la que ellas podían no ser conscientes siquiera. Qué o cómo estaba causando esto estaba más allá de mi comprensión, pero no debía tomarse a la ligera. El subconsciente es más perspicaz que insondable. La sensación era similar a ser guiada por una fuerza externa. Eso era algo en lo que yo había aprendido a confiar.

    Me relajé en las escenas personales, esperando que se presentara información práctica eventualmente, y estas se volvieron más largas e intrincadas a partir de la segunda semana. A la araña le estaba yendo bien, pero esto se basaba únicamente en el hecho de haber encontrado a esta mujer en particular. Fácilmente podría eso haber tenido otro giro con una entrometida, alguien que exigiera respuestas y amenazara con consecuencias. Sus interacciones insinuaban atracción, incluso amor. Culpablemente, yo me estaba volviendo adicta a verlas. Mi interés por la ayudante aumentó tanto como por el de la propia araña. Ella podría ser la clave, el método más eficaz para encontrarlas.

    Me considero una buena jueza de carácter. Debo de serlo. Mis observaciones de la ayudante me asustaban tanto como me tranquilizaban.

    Cuidó a la empática hasta que recuperó la salud, conocía y aceptaba sus habilidades de una manera que parecía demasiado tranquila.

    Ella era una mujer sorprendente. Al observarla, noté que no era tanto su apariencia lo que la hacía sorprendente, sino la forma en que la usaba; en su porte, en la forma en que se movía. Rezumaba confianza y encanto, cualidades que siempre me habían desconcertado. Una mujer como ella podría ser peligrosa. La araña se estaba enamorando.

    Llegó como flaca sorpresa saber que era actriz, ese tipo de carisma era raro y no salía de la nada.

    Desarrollé una comprensión de por qué ella era como era. Ella había crecido lentamente en belleza y había sufrido muchos abusos antes, no era del todo consciente del poder que tenía sobre las personas. Ella aún tenía la profunda creencia de que aquello solo era una parte de su actuación, que debajo de su máscara, aún era esa chica a la que le habían dicho muchas veces que no era nada. A mí ella me agradaba por eso, inspiraba una forma de deferencia, respeto. Su carisma no era un lujoso regalo que menospreciar, ella se lo había ganado y no lo usaba a la ligera.

    Ambas mujeres usaban entre sí nombres temporales, yo los ignoré. La empática se convirtió en la araña, y la ayudante, la farsante, sus posiciones en mi conciencia se solidificaron como tales.

    Aunque yo sospechaba que si la araña iba a tener un lugar en mi futuro, la farsante invariablemente también tendría otro, este hecho no tomó plena forma hasta que la presencié descubrir la verdad sobre el pasado de la arañas y, para mi sorpresa, matar a un hombre en defensa de su protegida.

    Solo dos días antes de que se desarrollaran estos hechos, finalmente logré conocer su paradero. Una escena muy doméstica en la que eran invitadas a cenar con una pareja mayor, amigos de la farsante. Vi, con entusiasmo, el mapa que la araña estaba estudiando y al doctor señalar fortuitamente dónde estaban exactamente: una pequeña ciudad llamada Savage Falls en las montañas del suroeste de Montana. Después de verlo, reservé vuelos que me llevaran a la terminal del aeropuerto más cercana en dos días.

    Pero los restos del accidente se descubrieron y llegó un hombre. La araña se vio obligada a decirle la verdad a la farsante, y su método para hacerlo no dejó lugar a dudas en la mente de la farsante. Se renovó mi asombro por el potencial de las habilidades de la araña. Con miedo e impotencia, observé al hombre de la pistola intentar dominarla y, posteriormente, a la farsante dispararle en la cara.

    Era martes 22 de octubre. En tres grandes partes capté una cantidad sustancial de este día: el encuentro y los eventos que siguieron inmediatamente. Aunque en un estado de gran agitación por mi propia incapacidad para intervenir, me conmovió la forma en que ambas habían manejado la situación. Fácilmente podrían haber entrado en pánico y dejar el cuerpo y el automóvil donde estaban. Puede que no fuese perfecto, pero sus esfuerzos por limpiar el desastre y extender la cantidad de tiempo que tenían fueron loables. Usaban la cabeza y trabajaban juntas.

    Pero ellas se marchaban y no me concedían el beneficio de la intuición respecto hacia qué dirección. Necesitaban más ayuda ahora y la inquietud que se acumulaba en mí hacía imposible más demoras. Cancelé mi vuelo, hice una maleta y conduje hacia el Oeste.

    Me mantuve alejada de las carreteras interestatales siempre que era posible para permitir la facilidad de detenerme si se presentaba una nueva visión. Si quería encontrarlas con cierta velocidad, necesitaría actualizaciones constantes.

    Hacia lo que me estaba dirigiendo alcanzaba un nivel de lo desconocido que yo nunca antes me había atrevido a aproximarme. Mi trato con personas, que solo podían describirse como criminales, era peligroso, pero nunca habían tocado la verdadera oscuridad dentro de mi pasado, el pasado del que había luchado tanto para separarme. Mis motivos eran más que simplemente extender un brazo para ayudar a otra persona como yo. Con la araña veía la oportunidad de cambiar las tornas respecto a nuestros opresores. Si bien podía ser que yo no fuese capaz de hacerlo sola, limitada tanto por el miedo como por la falta de conocimiento, la araña era nueva, sería cazada durante una cantidad significativa de tiempo, una situación que podría usarse para recopilar información. Pero no era solo a ella a quien yo me estaría abriendo, habría otra, una que no compartía nuestro pasado. Ambas eran un paquete, yo sabía esto antes que nada.

    Mientras cruzaba Ohio, Indiana e Illinois, las visiones se redujeron y fueron más breves, su potencia disminuyó mucho con respecto a las últimas dos semanas. La ventaja era que ahora estaba viendo cosas prácticas: fragmentos cortos, pero detallados, que indicaban la información que realmente necesitaba. Nombres de ciudades, nombres de moteles, el proceso de la farsante de transformar la apariencia física de las araña y, mientras me acercaba a ellas, la osada confrontación, pero menos detallada, con un hombre que colocaba octavillas de la araña. En Iowa, cambié de dirección y viajé hacia Kansas.

    Fue en Missouri, donde se quedaron más tiempo de lo habitual, donde por fin las alcancé y mis nervios se actualizaron.

    Yo misma estaba bastante convencida de que la farsante no sería una amenaza. Su lealtad descansaba en la araña, ella había demostrado su valía en ese sentido. Y ella era necesaria, amortiguaba las emociones de la araña de un modo que pocas personas serían capaces de hacer, les daba dirección. Sin ella, la araña probablemente se habría autodestruido rápidamente después de su escapada, aunque hubiera logrado atravesar el camino por el bosque por su cuenta. La farsante la entendía, podía hacer que la araña se viera a sí misma de manera más objetiva y podía controlarla hasta cierto punto. En este sentido, ella era crucial. Ella también lo sabía, a pesar de la obvia dedicación de la una a la otra, sin ese control, su relación se derrumbaría. Pero yo solo tenía una vista exterior, no podía entender completamente esa conexión, ese fácil intercambio de emociones de la forma en que ellas lo hacían. Eso las hacía mucho más poderosas como unidad e inspiraba un considerable temor conocerlas en persona.

    Me disfracé de Laura; después de todo, siempre existía la posibilidad de que no quisieran tener nada que ver conmigo, en cuyo caso, Bea tendría que permanecer desconocida.

    Ellas habían pasado dos días en Quilter cuando las arrinconé acurrucadas juntas en la cabina de un restaurante. Cuando las vi por primera vez a través de las ventanas del frente, mis sentimientos fueron difíciles de categorizar. Creo que una parte de mí había conservado la minúscula creencia de que ellas podían no ser reales en absoluto y que mi mente me estaba jugando una mala pasada.

    Sin embargo, aquí estaban. Sin idea de que alguien las había estado observando todo este tiempo.

    Vestían ropa oscura con maquillaje pálido, mucho delineador de ojos y piercings faciales, enfatizando su apariencia gótica. Aunque a ella no la buscaban aún, la farsante había hecho coincidir su estilo con el de la araña para hacerlas encajar.

    Hacían una pareja muy atractiva; igual en altura, tal vez unos centímetros más altas que yo y, aunque la farsante tenía curvas por las que morir, la continua energía de los movimientos de la araña la hacía insustancialmente menos perceptible. Ambas se complementaban mutuamente.

    Una pizca de envidia me recorrió mientras observaba; una sensación que nunca había sentido antes, nunca me había considerado lo bastante humana. La araña había sido bendecida con una suerte diferente a la mía. Su comportamiento indicaba descaradamente la razón por la que se habían quedado más tiempo en Quilter, encerradas en un motel, consumidas la una por la otra, las circunstancias que me habían permitido alcanzarlas. Sentí mis mejillas enrojecidas por el deacubrimiento. Yo nunca me sonrojaba. Tenía que pasarme justo cuando más necesitaba mantener la calma. Afortunadamente, no había sido testigo de primera mano de su amor o la situación habría sido peor. Puede que no hubiera podido acercarme a ellas en absoluto.

    Se veían tan felices y en un lugar tan abiertamente público. Me hizo sentir incómoda, llamarían demasiado la atención. Había algo positivo en su comportamiento: ciertamente no estaban actuando de manera furtiva o sospechosa como si tuvieran algo que ocultar. Tantas cosas que esconder, viéndolas de esta manera, era difícil de creer.

    Yo no solo estaba nerviosa, estaba francamente asustada de entrometerme en tal escena de perfección. Casi podía compartir su felicidad con solo mirarlas. Pero recordé por qué estaba aquí, me tomé el tiempo para pensar, sin importar cómo se veían, estaban en problemas. Ellas me necesitaban.

    Recordé que la base gruesa de mi rostro ocultaba todo indicio de vergüenza, engullí las imágenes más allá de mis asuntos y empujé la puerta para abrirla.

    Ellas no alzaron la vista cuando me deslicé por el local y me aproximé.

    Sabían que yo iba disfrazada, al menos la farsante lo sabía. Casi en cuanto me senté, ella me miró la nariz como tentada a inclinarse hacia mí y tirar de ella. Cuando le ofrecí mi mano a la araña, fue un gesto de confianza, mi necesidad de ellas era demasiado grande para cerrarme. No sé cuánto vio al tomarme la mano, pero la afectó profundamente, eso fue obvio.

    Sacó de mí la soledad, mi vida oculta y mi ira. Mientras que yo no recibí nada de ella.

    Al final de la conversación, yo tenía convencida a la farsante, ella sabía de mi valor y haría cualquier cosa para mantener a salvo a la araña. La araña misma se mostró reticente de una manera que no pude comprender. Necesitaba que la animaran.

    Cuando se dirigieron hacia mí en el estacionamiento después de menos de quince minutos a solas, supe que la farsante había hecho su magia. Sus expresiones eran cautelosas, pero curiosas, su paso era gradual mientras yo seguía apoyada en la puerta del conductor de mi coche de alquiler.

    Se detuvieron a unos metros de distancia y, como lo habían hecho dentro del restaurante, se quedaron mirándome durante unos momentos, estudiándome. Dado el estado de mis nervios durante el breve encuentro, pensé que era extraño que fuese yo quien necesitó hablar primero.

    "¿Qué pensáis?" Pregunté esperando minimizar mis palabras.

    "Nos encontraremos contigo en la costa," dijo la farsante con confianza, desafiando la ansiedad visible en los nerviosos movimientos de la araña a su lado. "¿Tienes una hora y un lugar?"

    La admiré por reducir sus propias palabras; lo talentosa que era para reflejar las actitudes de los demás. Una rara sonrisa apareció en mi rostro que pareció sorprenderlas a ambas. Reprimí la tentación de borrarla y escupí la dirección que había ensayado tan metódicamente.

    "Está en Westchester, hay un estacionamiento al lado de un restaurante llamado La grenouille, está justo en el puerto. ¿Lo recordaráa sin escribirlo?"

    La farsante asintió y me estudió con una inpracticada vacilación.

    "¿Deberíamos presentarnos o algo así?"

    "Eso puede esperar, tendrás que pensar en diferentes nombres. Elige algo a lo que puedas adaptarte fácilmente. Sí... Cuando nos volvamos a encontrar, nos encontraremos de verdad." Me apresuré a entrar en el coche, no queriendo quedarme, ahora que el asunto inmediato se había resuelto a mi satisfacción. Bajé la ventanilla y fruncí el ceño a la farsante. "A partir de ahora, no contactes con nadie de tu vida anterior. ¿Puedes hacer eso?"

    "No estaría aquí si no pudiera." Reconociendo que nuestro intercambio había terminado, tiró de la araña hacia atrás.

    "Os veré a las dos en cuatro días," dije y encendí el motor.

    "Espera un segundo," gritó la araña mientras se acercaban al bordillo, "¿Y si nos metemos en problemas?"

    "Os ocuparéis de eso." Yo tenía confianza en que ellas también consegurían llegar, no necesitaban mi ayuda con ninguna octavilla aleatoria, que probablemente era el colmo de cualquier problema que pudieran encontrar en cuatro días. Si llegaba a ocurrir algo más drástico, las volvería a encontrar. "Solo llegad a Nueva York." Les lancé una última mirada antes de dar marcha atrás y acelerar fuera del aparcamiento.

    Mi pecho tardó mucho en calmarse cuando salí de Quilter y comencé a volver al Este. A pesar de lo limitado que había sido; el impacto no solo de una conversación, sino de una promesa, un trato, con personas que estaban familiarizadas con mis secretos más preciados; había sido profundo. Fácilmente, lo peor estaba por llegar. Hablar con ellas como Laura era una cosa, cuando llegaran a Nueva York, yo tendría que exponerme de verdad.

Capítulo Dos

Venid Conmigo

    El ínterin entre reuniones estuvo cargado de más fricción emocional que el viaje para encontrarlas. Me cuestioné si yo había sido demasiado breve, demasiado abrupta, posiblemente incluso grosera con la gente sobre la que podía descansar ahora toda mi validación como miembro de la sociedad. Si bien una parte de mí estaba segura de que ellas cumplirían su palabra, otra dudaba de que se presentaran siquiera.

    Pero aquí estaban a las dos de la tarde del primer viernes de noviembre. Sentadas casualmente en una amplia balaustrada de madera frente a su coche, luciendo tan inocentes como lo habían hecho en el restaurante. El aire era frío, una brisa fresca que soplaba desde el océano, pero era un día aptamente glorioso, benéficos rayos vespertinos irradiaban entre escasas nubes esponjosas.

    La araña tenía maquillaje pálido y piercings, su ropa oscura usual iba en total desacuerdo con su porte. Ella balanceaba las piernas y masticaba un enorme döner kebab. A su lado, la farsante estaba reclinada sobre las palmas, tomando el sol con una expresión de satisfacción tras unas gafas de sol de gran tamaño. Ella había renunciado a sus accesorios de diseñador, no era tan arrogante como ella pensaba.

    Yo paré el coche a lado de ellas. "Subid," dije y ambas se pusieron firmes, acercándose.

    "¿Laura?" preguntó la farsante con el ceño fruncido.

    La araña, despreocupada, envolvió su kebab en el papel de aluminio y se subió al asiento trasero sin demora. Cuando ella lo vio, la farsante se instaló en el lado del pasajero con un poco menos de confianza y cerró con un portazo. Yo podía sentir sus ojos sobre mí mientras conducíamos por el muelle.

    "Deja de mirar," dijo la araña con su voz ronca. "La harás sentirse incómoda."

    "Esta es ella, ¿verdad?" preguntó y estiró el cuello hacia el asiento trasero. "Dime que no nos hemos subido a un coche desconocido con una extraña cualquiera."

    "Es ella." Certeza mezclada con diversión vino de la araña. No me sorprendió, ella debió de haber visto esta cara cuando le di la mano.

    "Me alegra que hayas venido," dije con sinceridad. "¿Ningún problema?"

    "Ni octavillas siquiera entre aquí y Missouri."

    "Yo tampoco he visto ninguna."

    "¿Adónde nos llevas?" preguntó la farsante mientras, desde el asiento trasero, oí a la araña pelar el envoltorio y seguir comiendo con indiferencia.

    La tensión de los últimos cuatro días se alivió de mis hombros. Supe que esto era por su mera presencia. Ambas estaban tan relajadas en comparación conmigo que me sacaron de mi posición normal de guardia.

    "Está justo aquí delante, podemos hablar."

    Yo había adquirido una lancha rápida el año pasado, otra póliza de seguro con la que estaría a salvo si me descubrían, una de las menos recomendables. Aparqué, salí y nos encaramos unas a otras. El estacionamiento y el muelle estaban vacíos de otras personas, afortunadamente. La araña volvió a envolver el kebab, se lo metió en el bolsillo e inclinó la cabeza hacia mí con una sonrisa.

    "Presentaciones formales. En Missouri, conocisteis a Laura Brams. A ella la uso para intercambios más peligrosos. Esta cara es Bea Redding, ella lo hace todo según las reglas, así que no tiene que permanecer oculta. Ya que vamos a pasar tiempo juntas, necesitáis conocerla." Empujé mi mano hacia la farsante, quien la estrechó. Su mano era suave y fría, a diferencia de la mía, que tenía un tacto incrementalmente húmedo dentro de la suya.

    "Bea. Esto es increíble," me estudió. "Eres muy buena."

    El comentario fue gratificante de un modo que yo nunca había experimentado. Yo había invertido un montón de esfuerzo para hacer a Laura diferente de mí, incluso añadiendo más acolchado a la horrible ropa que había llevado, pero ninguna otra persona había podido apreciarlo.

    La araña hizo algo bastante interesante, tocó con los dedos la mano de la farsante mientras la otra permanecía en la mía. La comprensión surgió, ella estaba midiendo la reacción de la farsante hacia mí, sus sentimientos. Ahora la actitud en el restaurante tenía más sentido, estaba celosa. Una sonrisa de alivio apareció en mi rostro. Ahora sabía cuál había sido el problema y que este era bastante absurdo.

    "¿Usas piel falsa para taparte el hoyuelo de la barbilla?" prosiguió la farsante y yo asentí.

    "Lo hice yo misma. He tenido tiempo y motivación para perfeccionar mi arte."

    "Te dije que era guapa," dijo la araña y me soltaron por fin la mano para ser agarrada de nuevo por mi contraparte sagrada. Aparentemente satisfecha con la reacción de la farsante, probablemente quería medir la mía ahora. Traté de no levantar la guardia. "Soy Allie," dijo y gesticuló hacia la mujer a su lado. "Esta es Carmel. Saffron nunca le quedó bien. Yo quise que fuese Mia, pero Carmel también está bien." Todo aquello salió muy rápido y con total naturalidad.

    "No es una buena idea usar Mia," coincidíi. "Podría refrescar la memoria de alguien."

    Mia era el personaje televisivo más reciente y menos grotesco de Belén Abreu.

    "¿Has visto «Capas ocultas» [2]?"

    "Quería averiguar qué tipo de persona eras." Observé a la araña, tenía una característica nueva, el tatuaje de una enredadera desde el cuello de la camisa hasta la línea de la mandíbula. Yo no era entusiasta de la tinta de piel, pero esta era elegante y se adaptaba al resto de su apariencia. "Me gusta el tatu."

    "Me tapa la cicatriz. Era molesto usar siempre cuellos altos y bufandas. Puedo borrarlo de la piel permanentemente si quiero."

    "He oído que eso es doloroso."

    "Por eso no puedo hacerlo."

    "Nunca se sabe cuándo vas a necesitar cambiártelo de todos modos."

    "Eso es lo que dijo Carmel. Ella tiene uno en el..." Se interrumpió cuando la otra mujer le dio un revés en el brazo. "Perdón."

    "Bien entonces." De hecho, me reí. La risa eran un evento de uvas a peras en mi caso. "Allie y Carmel servirá entre nosotras."

    "¿Y la documentación que nos puedes conseguir?" preguntó la farsante.

    "Ve más despacio. Seguidme." Las conduje por el muelle.

    "Esta es la primera vez que veo el océano," dijo Allie conmovedoramente y me volví hacia ella sintiendo una oleada de emoción. "Es hermoso, no pensé que iba a oler tan fuerte. ¿Siempre huele así?"

    "Es sal, sí. Imagino que vas a tener un montón de experiencias nuevas últimamente." La observé mirar hacia el puerto con una sonrisa. "¿Primera vez en un barco también?"

    "Oh." Sus ojos como platos se abrieron aún más. "¿Este es tuyo?"

    "No vamos a ninguna parte, esto es solo un buen lugar para hablar." Dije.

    Nos hice entrar en la pequeña cabina y me senté frente a ellas a la mesa. Parecía estrecho con nosotras tres, pero ninguna de ambas mujeres parecía molesta. Saqué el bloc de notas del bolso y repasé los items en las páginas ante mí.

    "¿Te sientes segura enseñando la cara?" Preguntó Carmel.

    "Esta ha cambiado bastante en cuatro años. La luz del día puede hacer maravillas en tu apariencia. Mi piel tiene color ahora y mi cabello es un poco más claro. Pero es diferente para mí, ya nadie está colocando octavillas de mí. No desde hace tres años. Ellos se han rendido conmigo. Eso espero, al menos," divagué barajando las notas y girando el bolígrafo torpemente. Carmel observaba sintiendo mi incomodidad.

    "¿Estás bien?"

    "No puedo creer que estéis aquí. Quiero decir, no puedo creer que existáis, y mucho menos que estéis aquí."

    La araña me ofreció una tranquila sonrisa, sacó el kebab del bolsillo y reanudó su comida mirando por la ventana.

    "Ella necesita mucha comida. No te molesta, ¿verdad?"

    "Mientras sea feliz. ¿Dónde está el gato?"

    "Su nombre es Guido," dijo Allie con las mejillas abultadas.

    "Tenemos una habitación de motel. Bueno, ¿pusieron octavillas de ti también?"

    "Por un tiempo. Las vi por ahí y sé que la gente estuve haciendo preguntas sobre mí."

    "¿Qué ocurrió?"

    Me encogí de hombros. "Los vagabundos no responden a las demandas de hombres así."

    "¿Crees que se rendirán con Allie eventualmente?"

    "Creo que vamos a averiguarlo."

    "¿Es eso una lista de puntos?"

    "Sí. He aprendido mucho a través de mis visiones, pero hay cosas que necesito confirmar. No me siento cómoda haciendo suposiciones." Yo era consciente de esto podría hacerme parecer menos amigable, pero ahora me alegraba de ello. La actitud relajada de ambas estaba teniendo un efecto de yo-yo en mis niveles de ansiedad. Yo necesitaba mantener el rumbo. "Apartando lo difícile del camino primero," miré a Allie, quien continuaba mirando por la ventana. "Solo habéis estado fuera unas pocas semanas, ¿cómo os está yendo?"

    "Yo estoy bien. Perfecta." Sonrió la araña con un gran trozo de lechuga clavada entre los dientes. Carmel se lo indicó y ella la recogió, pero su sonrisa podía iluminar cualquier habitación. Su sonrisa era tan poderosa que yo dudaba que alguien la olvidara fácilmente. Un lado agridulce para sus captores que nunca la presenciaron.

    "Sí, lo que quiero decir es, y sé que esta es una pregunta incómoda, pero ¿tenéis algún problema físico o psicológico? Necesito saber si ella lo tiene, esto es importante."

    "Ella es taciturna e inmadura, ¿cuenta eso?" dijo Carmel. Allie le dio un codazo. "Estaba demacrada cuando la encontré, físicamente es mucho más fuerte. Sus habilidades también, como sabes, se están volviendo más pronunciadas. Es súper inteligente y, por lo que puedo ver, mentalmente sana. Tiene amnesia retrógrada pura. No ha recuperado ningún recuerdo."

    "Eso probablemente sea para mejor. Me sorprende lo bien que está," murmuré para mí misma. "¿Qué puedes recordar sobre el accidente? Te vi registrar los cuerpos, ¿obtuviste sus nombres?"

    "No. Tenían tarjetas pero yo no presté atención, principalmente buscaba comida y agua. Y necesitaba algo para sacarme el chip. Uno de ellos tenía una navaja en el llavero."

    "Tenía un microchip implantado en la nuca," agregó Carmel. "Se deshizo de él."

    "Me preocupaba que me pudieran rastrear con él."

    "Interesante." Hice una nota. "Yo no tenía un chip. Las cosas están cambiando. ¿Cómo era de grande?"

    Levantó el pulgar y el índice a solo medio centímetro de distancia. "En longitud, era solo una barra delgada."

    "A menos que tuvieran una tecnología más evolucionada, eso no habría tenido rastreo por GPS. Probablemente contenía un código de identificación, una clave para la información personal y médica. Como el de una mascota."

    "Debería haberlo guardado entonces," dijo.

    "No, hiciste lo correcto. Sin acceso a la base de datos externa a la que estaba vinculado, sería inútil para nosotras. El acceso sería bueno pero, aunque supiéramos dónde está, esas bases de datos estarán bien protegidas."

    "Tal vez esta sea una pregunta estúpida," comenzó Carmel, "pero ¿cómo puedes estar segura de que tú y Allie venís de la misma gente? ¿Es algo intuitivo? ¿Basado en el hecho de que la viste escapar?"

    "No es una pregunta estúpida. Es parcialmente intuitiva. Además, la llamaban Aranea. Yo era Oculi. La palabra latina para ojos."

    "El tuyo tiene más sentido que el mío."

    Asentí distraídamente, estos eran temas que podrían ser examinados con tiempo, insistir en ellos ahora era prematuro.

    "¿Has desechado todos los dispositivos con los que te pueden rastrear?" Le pregunté a Carmel.

    "Sí. A Allie no le gustó, pero lo único que tenemos en ese momento son un par de TracFones."

    Metí la mano en la bolsa de mano a mi lado y saqué dos Galaxy S9, los empujé sobre la mesa.

    "Necesitamos poder comunicarnos entre nosotras. Están desbloqueados, puedes ingresar tu propia seguridad. Ambos están registrados a mi nombre y mi número está en la lista de contactos."

    "Gracias." Carmel se metió uno en el bolsillo.

    "No podrás iniciar sesión en ninguna de tus cuentas antiguas, tendrás que crear literalmente una nueva identidad digital, pero también puedo reemplazar vuestros otros dispositivos. Tengo el hardware en casa. El dinero del accidente, ¿cuánto hay?"

    "Cincuenta mil. Si te lo damos, ¿puedes conseguirnos algo a cambio?"

    "Os conseguiré todo lo que necesitéis."

    "No son los dispositivos lo que me preocupa. Compré el coche con el nombre de Saffron Crowe. Cuanto más lo usamos, más peligroso se vuelve."

    "Haré los arreglos para que se lo lleven. Podemos conseguir uno registrado bajo Bea Redding a primera hora de mañana. No podéis registrar a vuestro nombre hasta que tengáis la documentación, lo cual llevará más tiempo."

    "¿Cuánto tiempo?"

    "Identificaciones con fotografía menos formales, unos días. Pasaportes, hasta dos meses." Carmel pareció sorprendida. "Es un proceso complicado y debe hacerse correctamente. Todo debe estar respaldado en registros. Cuanto más tiempo lleve, más sabrás que puedes confiar en ello. No te preocupes, algunas personas son muy buenas en esto. "

    "Está bien," asintió lentamente. "Necesitarás fotos."

    "Con el disfraz en el que os sentáis cómodas. Maquillaje, cabello, color de ojos. Todo."

    "¿Así es cómo conseguiste tu identidad?"

    "Mi camino hacia Bea Redding fue más difícil, si puedes creerlo. Háblame del hombre que mataste." Alcé la vista. "No voy a juzgar. Manejasteis las cosas en el momento, yo valoro eso. Solo quiero hechos."

    "No hay mucho que contar. Daniel Ruebeck. Permiso de conducir de Colorado y un teléfono bloqueado. Pensamos que podría ser un nombre falso."

    "Quizá. Echaré un vistazo."

    "¿Tienes que hacerlo? Si le investigas, podrías ponerte una bandera roja."

    "Mi conexión es muy segura. ¿Aún tienes su arma?"

    "Sí. El número de serie ha sido borrado." Empujó hacia mí un trozo de periódico roto con William Mann escrito en él. "Este es el nombre del hombre que estaba colocando octavillas en Kansas. Tenía un montón de tarjetas, el tipo era genuino y Allie dice que trabajaba en algún tipo de instalación en Colorado. Un portero. Él no sabía nada sobre pacientes o investigación."

    "Esto es bueno." Dije anotando el nombre. "Tendrá una huella digital, no debería ser difícil averiguar el nombre de su lugar de trabajo. Y, lo que es más importante, la dirección. Parecía estar cerca de los cincuenta, ¿estáis de acuerdo?"

    "Si tenía más de sesenta años, solo podría haber sido por un par de años. Ella también obtuvo el nombre del hombre que le pagó para que colocara los carteles."

    Allie no estaba prestando atención, notablemente feliz de mirar por la ventana y terminar su kebab mientras Carmel hablaba.

    "Me gusta la sensación se estar encima del agua," dijo ella distraídamente cuando notó que la estábamos mirando. "¿Podemos dar una vuelta en el barco?"

    "Creo que me vas a caer bien," dije con una risita. "Podemos sacarlo en algún momento. Hoy no."

    "Concéntrate, Allie," dijo la farsante igualando mi sonrisa.

    "¿Qué?"

    "¿Quién fue el hombre que organizó que se colocaran los carteles?"

    "Lo único que obtuve fue un nombre, Simon Hughes, y que él trabajaba para el mismo local en Colorado. O al menos eso es lo que pensaba el viejo del bar. Mis opiniones son muy subjetivas." Su rostro se volvió estudioso, mirándome mientras yo añadía el nombre a mi libreta. "¿Te borraron la memoria a ti también?"

    "Sí. Recuerdo aproximadamente un año antes de escaparme."

    "Yo recuerdo unos meses. ¿No te ha vuelto la memoria? ¿Ni siquiera un poquito?"

    "No. Lo siento."

    Dio un gran bocado y se volvió hacia la ventana.

    "Necesitamos cubrir estos temas, por desagradables que sean. Necesitamos alinear todos nuestros conocimientos. Pero podemos esperar hasta más tarde."

    Ella asintió vagamente, sin apartar los ojos de las vistas, y yo me concentré en Carmel.

    "Quiero que consideréis quedaros en la casa. No me servís en un motel y no es seguro."

    La araña miró a la mujer a su lado.

    "No nos conoces," dijo Carmel con incertidumbre.

    Expresar mis sentimientos sobre este asunto no era una tarea sencilla. Había llegado a conocerlas bastante bien durante las últimas tres semanas, pero admitirlo las haría sentirse incómodas. Y, de manera realista, ellas no me conocían a mí.

    "Sé lo suficiente para saber que no quiero que os atrapen ni os maten. El resto ocurrirá con el tiempo."

    "Estaríamos obstaculizando tu estilo."

    "Yo no tengo estilo," señalé abiertamente. "El gato..."

    "Guido."

    "No debería estar en un motel. Será más feliz en una casa con césped."

    "No se trata del gato," dijo Carmel.

    Su habilidad para ver a través de la estratagema sería irritante para cualquier otra persona. Ella tenía menos interés en fingir, la situación demandaba sinceridad y, a pesar de su actitud aparentemente despreocupada, ellas también lo sabían.

    "Me preocupa que te quedes en un motel, especialmente antes de que estéis debidamente encubiertas. Tengo miedo de que una vez que nos despidamos, desaparezcáis y nunca sepa lo que os ha pasado." Dejé todas mis cartas sobre la mesa y observé la expresión de Carmel. "No pasará mucho tiempo antes de que se den cuenta de que estás involucrada. Y ahora ya sabes quién soy, mi seguridad depende de la tuya. Te dije que esto sería una asociación, ¿no es mejor que decidamos nosotras cuánto tiempo va a durar, en vez de ellos?"

    "¿Exactamente, qué es lo que nosotras podemos hacer por ti? Ahora tienes toda la información que tenemos nosotras." Ella me estudió con el ceño fruncido. "Quieres usar a Allie como cebo, ¿verdad?"

    "Si hay que llegar a eso, tal vez," dije sin pausa y ella resopló.

    "Al menos eres honesta."

    "Lo que quiero es poder darle un nombre a esta organización y ponerle algunas caras a ese nombre. Esta instalación en Colorado es un excelente punto de partida. Lo más probable es que se esté utilizando un programa de investigación legítimo como fachada para el trabajo ilegal. Y no te equivoques, eso es ilegal. Si el público se entera alguna vez de lo que se nos ha hecho, las personas responsables no solo serán desacreditadas, serán encarceladas. Incluso las facciones más duras de la comunidad científica no apoyarán sus métodos."

    "¿Es eso lo que quieres? ¿Hacer sonar el silbato?"

    Negué con la cabeza. "En este punto, solo quiero información. Haré el trabajo de campo yo misma, no espero vuestra ayuda en eso."

    Se echó hacia atrás y me miró pensativa.

    "Siempre y cuando no tenga que volver a estar prisionera," dijo Allie en voz baja, luego se dirigió a Carmel, "¿Y si hay otros?"

    "Estoy a favor de averiguar quiénes son, pero..." No necesitó terminar, estaba escrito en su cara, la seguridad de Allie era su máxima prioridad.

    "Cuando digo que Allie podría ser útil como cebo, solo lo sería con el mínimo de peligro absoluto. Toda decisión tomada sería unánime entre todas nosotras. Yo misma me colgaría frente a ellos si pensara que eso fuese a funcionar, pero estoy bastante segura de que ellos dispararían a matar en mi caso."

    Carmel se inclinó hacia delante, apoyó los codos en la mesa, suspiró y se frotó las sienes. "¿En qué me he metido?"

    El tema se había desviado demasiado abruptamente, pero lo menos que les debía era total honestidad sobre lo que podría suceder en las próximas semanas. La araña asintió para que yo continuara.

    "Venid a ver la casa al menos. Está a una hora en coche desde aquí. Personalmente, preferiría que lo hiciéramos ahora mismo, pero esa es vuestra prerrogativa."

    "Iremos esta noche," dijo Allie. "Si funciona, podemos quedarnos. ¿Verdad?"

    "Claro," asintió Carmel, claramente dependiendo del juicio de Allie.

    "Yo debería ser la asustada," traté de asegurarle a mi poco elocuente manera. "Nunca he matado a nadie."

    "Pero lo harías," agregó Allie.

    "Lo haría. Tendréis que dejar el coche, no puedo dejar que aparezca en la casa. Yo puedo llevaros, iremos a recoger vuestras cosas y mañana, si estáis de acuerdo, os conseguirle un nuevo vehículo."

    Una vez que se tomó la decisión, no tenía sentido quedarse en el barco. Lo cerré con llave, las seguí de regreso a su motel y las ayudé a transferir sus cosas a mi coche.

    Guido, el gato de la farsante, era una imponente bestia de rayas grises y negras con inteligentes ojos amarillos. Yo lo había vislumbrado en mis visiones, pero eso no se equiparaba con conocerlo realmente. Era hermoso. Cuando Allie lo sostuvo frente a mí, le estreché la enorme pata con una sonrisa.

    "Hola, guapo." Él me olfateó cautelosamente la mano antes de frotar su mejilla contra ella.

    "Te está dando su olor."

    "¿Es de pura raza?"

    "Mestizo. Carmel dice que las razas puras no viven tanto."

    "Qué grande es. Y suave."

    "Está mimado. Lavado, secado y cepillado."

    "¿Tú no tienes mascotas?" exclamó Carmel desde el interior de la habitación del motel.

    "Siempre he querido tener una, pero nunca me he sentido lo bastante segura. No quería poner en peligro a un animal. Pero como este ya es un fugitivo, supongo que está bien."

    "Si hubiera sido por mí, lo habríamos dejado en Savage Falls," dijo Carmel saliendo con su última bolsa. "Todo listo."

    "Ella lo ama de verdad," susurró Allie, "es que le gusta hacerse la sargento."

    El viaje a St Luke no fue tenso. Allie se quedó atrás con el gato, mirando pasar la costa, preguntando por las cosas que veía. Carmel parecía bastante feliz, pero planteaba preguntas más serias.

    "Si no te sientes segura en la casa, ¿por qué vamos allí?"

    "Me siento más segura allí que en cualquier otro lugar. Es más porque siempre he tenido miedo de que algún día tenga que irme, huir y montar un campamento en un nuevo lugar. Invierto mucho tiempo y dinero tratando de protegerme contra eso y facilitar las cosas si sucede."

    "Debe de ser una vida difícil de vivir," reflexionó Carmel. "Puedo entender por qué quieres intentar hacer las cosas bien."

    "He pasado mucho tiempo de esta manera, es muy extraño oír a alguien decir eso."

    "Simpatía, pero simpatía digna. Tal vez parezca que no me importa, pero me importa." Dijo Carmel.

    "Eres cautelosa, no me conoces, pero no pondré a Allie en peligro. Ella sufrió más que yo. Eso me enoja." Requería esfuerzo llamarla Allie en lugar de la araña, pero usar el nombre que yo le había dado sería de mal gusto.

    "A mí también."

    "Lo que has hecho por ella, espero que sepas que lo respeto muchísimo."

    "Como si hubiese tenido una opción. La pequeña vaca hizo que me enamorara de ella." Recibió una rápida cachetada desde el asiento trasero.

    Cuando llegamos a la propiedad guardaron silencio durante unos minutos. Aunque imaginé que Carmel estaba acostumbrada a cierto nivel de riqueza, probablemente ambas estaban intimidados por la cantidad de seguridad que yo tenía.

    Amanda Redding venía del dinero, el área era lujosa, la propiedad grande y secuestrada. En los años transcurridos desde su muerte, yo había agregado mejoras, actualizado sus características de defensa y vigilancia.

    "No nos dijiste que era tan impresionante," comentó Carmel con una pizca de satisfacción.

    "¿Es este el tipo de lugar que tenías en México?" Allie miró a su alrededor.

    "No. Yo vivía en la ciudad, no era nada parecido a esto."

    "La puerta requiere código y escaneo de huellas dactilares," dije mientras las dejaba entrar. "Hay cámaras en esta puerta, por dentro y por fuera, y en otras posiciones de la casa. Os mostraré los monitores pronto, para que sepáis dónde están todas."

    "Si nos quedamos, tendremos que poder entrar y salir cuando nos plazca," dijo Carmel en el vestíbulo de entrada.

    "Por supuesto, no vais a ser prisioneras. Primero os llevaré arriba y cuando estéis listas, os mostraré el resto."

    Las habitaciones, especialmente en el segundo piso, no estaban en uso, pero yo las mantenía en buenas condiciones y las había limpiado desde mi regreso de Missouri.

    "Esta es la principal. ¿Os parece bien?"

    "Es como la de tu mamá, tiene su propio cuarto de baño." Allie dejó a Guido sobre la cama y él se estiró perezosamente.

    "No necesitamos el dormitorio principal," Carmel se volvió hacia mí. "¿Dónde duermes tú?"

    "En el sótano. Puedo vigilarlo todo desde allí."

    "Que sea la principal entonces." Carmel dejó caer al suelo las tres bolsas que llevaba, abrió una y sacó una más pequeña. "Supongo que esto es tuyo."

    "¿El dinero?" Le pregunté tomándola y ella asintió.

    "¿Esa es tu piscina?" Allie corrió hacia la ventana.

    "Esa es."

    "¿Podemos usarla?"

    "Para eso está. Aunque no está climatizada."

    "Ni siquiera sabes nadar." Dijo Carmel.

    "Me vas a enseñar tú, sé que lo harás."

    "Está bien, veamos el resto." Dijo Carmel.

    No me sorprendió que Carmel quisiera comprender completamente su entorno antes de establecerse. Yo había visto cómo observaba ella las ciudades cuando estuvieron en la carretera. Lo que me divirtió fue que su gato también nos siguió por la casa. Era más como un perro. Imaginé que él se fijaba tanto en lo que yo decía como ellas. Inspeccionaba las cosas con la minuciosidad de un investigador privado, husmeando y tocando con las zarpas. Luché contra el impulso de agarrarlo y abrazarlo.

    Una luz se encendió en los ojos de Carmel cuando entramos en la cocina. Yo sabía que a ella le gustaba cocinar y que no habría podido hacerlo mientras viajaban. La cocina resultaría un factor decisivo.

    "No tengo mucha comida o ingredientes, mi dieta es extremadamente limitada. Tendrías que encargarte de eso tú misma," le dije y su labio se torció hacia arriba.

    "Esta es una configuración increíble. Está bien, tengo que decirlo," se volvió hacia mí, "¿cómo pasaste de ser una persona sin hogar a esto en cuatro años?"

    "Te lo mostraré."

    Si quería que se sintieran cómodas quedándose, tendría que abrirme. Las llevé a la sala principal, donde colgaban en las paredes fotos de Amanda, su esposo Giles y la verdadera Bea Redding durante sus años de formación. Observé mientras ambas estudiaban las fotos con curiosidad.

    "No puedes ser tú," entonó Allie y Carmel se volvió hacia mí en cuestión. Respiré hondo y comencé a contar la triste historia de cómo obtuve mi identidad, preguntándome si pensarían que yo era malvada.

    Escucharon atentamente, fue el diálogo más largo que yo había compartido con nadie.

    La expresión de Carmel se suavizó durante el discurso. "Me siento aliviada," dijo cuando terminé. "Basándome en lo que nos dijiste, supuse que habías estado usando tus visiones para fastidiar a la gente con chantajes."

    Esa era una historia enteramente diferente.

    "Por aquel entonces yo no tenía los contactos que tengo ahora. Yo nunca habría podido crear a Laura Brams sin," hice un gesto amplio, "todo esto. Tuve suerte. Si eso ayuda, no creo que Bea esté enojada conmigo por lo que hice."

    "No tuviste suerte, trataste de hacer lo correcto por una amiga y fuiste recompensada. Eso es karma."

    "Lo es," asintió Allie, apretó la cintura de Carmel, giró su rostro y la besó en los labios. Tuve la clara impresión de que ella estaba marcando aún más su territorio, aunque pareció distraerse de ese objetivo con el beso en sí. Yo no quise mirar, pero no había nada cerca que me mantuviera ocupada.

    "No es el momento, Allie." Carmel echó los hombros hacia atrás.

    "Lo siento," dijo Allie enderezándose. "Quería decir que lo que yo obtuve fue suerte."

    Eran interesantes juntas Me pregunté si este era el tipo de relación que duraba.

    "No voy a discutir eso. No dejaba de esperar que las cosas os salieran horriblemente mal en Montana," admití. "Pero salisteis adelante."

    "Aún siento que quedarnos aquí sería una imposición," dijo Carmel.

    "No. Esto es algo..." Luché, tenía tan poca experiencia en expresar emociones. "El tono de piel más pálido que le diste a Allie es muy efectivo, pero ¿queréis ambas tener que poneros todo eso cada vez que salís de una habitación de motel? Podríais ser vosotras mismas aquí, sin disfraces, sin actuar. Sé lo que es tener que esconderte siempre. Esto solo es una casa, pero seríais libres. No para… " A punto de lanzarme a otra diatriba sobre la seguridad, Allie me interrumpió.

    "Nos quedamos," dijo ella de corazón. "¿Verdad?"

    "Esta casa es estupenda. Gracias. Espero que tengas fusibles de repuesto en el sótano." Dijo Carmel.

    "El sótano. Puedo mostraros eso ahora," dije y luego agregué confundida, "¿Fusibles de repuesto?"

    Carmel le lanzó una mirada a Allie. "Supongo que te perdiste esa parte. Si ella tiene un arrebato emocional, tiende a fundir fusibles eléctricos. La luz sobre todo."

    "¿Con qué frecuencia ha sucedido esto?"

    "Tres veces en Savage Falls. ¿Te supone un problema?"

    "No. Es que no lo sabía. ¿No tienes control sobre eso?"

    Ella negó con la cabeza. "En realdiad no lo he intentado. No era parte de mis pruebas."

    Teníamos mucho terreno que cubrir.

    "Está bien, podemos hablar de esas cosas a su debido tiempo. Ahora venid y meteré vuestras huellas dactilares en el sistema." Las guié a través de la puerta de la cocina hasta el sótano.

    "¿Duermes aquí?" preguntó Carmel dubitativa mientras miraba por la estrecha abertura cubierta de telarañas al pie de las escaleras.

    Retiré el tablero suelto junto al interruptor de la luz y tecleé el código. La polvorienta pared trasera se abrió y entré.

    "Hice esto hace un par de años cuando recibí un gran cheque. Ampliaron el área aquí más allá de la de la casa, en parte a lo largo del patio trasero hacia la piscina. Más tarde, hice que toda la seguridad y las puertas falsas y etcétera las instalaran diferentes personas."

    "Esto es una fortaleza," dijo Allie con voz ronca.

    "Sí." Observé mientras ambas examinaban la gran área abierta que albergaba todos mis monitores y equipos. "En ese extremo hay un baño y mi habitación. Podría vivir aquí durante semanas si tuviera que hacerlo."

    "Base de operaciones. Muy bien," asintió Carmel observando la pared de monitores que mostraban tomas de la casa desde diferentes ángulos. "Ya veo por qué te sientes segura aquí."

    "Exagerado, podrían decir algunos, pero lo que sea que me ayude a dormir por la noche." Fui a un escritorio. "Para ti," le di a Allie una tablet y una computadora portátil, sus ojos danzaron. "El sistema operativo será diferente del que estás acostumbrada, pero lo dominarás. Solo tienen instalados los programas más seguros, pero es imperativo que nunca inicies sesión en cuentas antiguas." La advertencia era innecesaria, ninguna de las dos era estúpida y, por lo que yo había visto, la conexión de Carmel con su pasado era cosmética en el mejor de los casos. "Estas computadoras también estarán disponibles para ti."

    La noche pasó dándoles un resumen de las características de seguridad y la alarma del perímetro. Les di los códigos de todas las puertas, incluido la del sótano. Yo las conocía lo bastante bien como para confiar en que no se entrometerían en el lado privado mientras yo no estuviera allí. Al menos confiaba en Carmel, y con Allie no podría importarme menos. Aunque infantil, era la persona menos vengativa que había conocido.

    Cuando me excusé para retirarme, fue en parte por agotamiento y en parte por el hecho de que la araña no quitaba las manos de encima de la farsante; al no estar acostumbrada a tales cosas, pensé que era mejor dejarlas solas.

    "Voy abajo. Normalmente me levanto a las ocho, así que nos veremos en los coches." Las dejé en la cocina, comiendo comida para llevar, con un saludo desde atrás y la débil esperanza de que recordaran lo que les había dicho sobre el sistema de alarma.

    El día había sido más tranquilo de lo que yo había osado esperar y mis niveles de ansiedad eran mínimos, considerando que era la primera noche que tenía a otras personas en la casa desde la muerte de Amanda. Si hubieran optado por quedarse en un motel, habría habido más. Probablemente yo estaría merodeando por el local solo para vigilarlas.

    Me las arreglé para recibir una llamada telefónica como Laura, con respecto al coche dejado en el motel, antes de colocarme frente a mis pantallas y sacar mis notas.

    Nombres. Yo tenía nombres reales.

    Apoyé la frente en el bloc de notas con una sonrisa, dándome unos minutos para regodearme, dejar que el hecho calara de verdad. Me quedé dormida así, sin progreso con las búsquedas y sin cama.

Capítulo Tres

Sola No

    Una mano me tocó el hombro a la mañana siguiente y desperté de un sobresalto, un charquito de saliva manchaba la tinta del nombre de William Mann bajo mi mandíbula.

    "Perdón por asustarte," dijo Allie, su sonrisa decía que no lo sentía en absoluto. "Son casi las nueve."

    Me había quedado dormida. No había dormido hasta más de las ocho en meses.

    "Buenos días." Qué diferente me sentía al decirle eso a alguien, mi voz era grave por la noche.

    "Lo son, ¿verdad?"

    Me estiré, me froté la cara y gesticulé para que me siguiera. Al emerger de la oscuridad del sótano, la cocina estaba iluminada por el sol de la mañana.

    "¿Bebes café?"

    "Dulce, dulce, dulce café," cantó y luego comentó: "Tienes un pelo precioso."

    "¿Qué?"

    "Sí. Es sedoso como el de Carmel, pero rubio. ¿Por qué no podré tener yo un pelo así?" refunfuñó.

    Yo no estaba lo bastante despierta para mantener esa clase de conversación. Al preparar la cafetera, era difícil no quedarse mirándola fijamente, observarla atentamente en pantalones cortos de pijama de seda y una camiseta azul claro. Era la primera vez que la veía en persona sin sus accesorios, con el cabello largo y salvaje, con ojos de un azul claro a los que mis visiones no habían hecho justicia.

    "Sé cocinar bien, podría prepararte el desayuno," se ofreció.

    "Eso es muy amable, pero tengo un rígido régimen de alimentación."

    "¿Por qué? No estás gorda," dijo, su franqueza era refrescante.

    "No se trata de peso, se trata de rutina."

    "¿Qué piensas del nombre de Allie?"

    "Te queda bien. ¿Te ha sido difícil cambiarlo?"

    "Es más fácil para Carmel, ella está acostumbrada. Pero a mí me gusta Allie, lo elegí yo."

    "Lark también te queda bien."

    "Ese lo dejé atrás, Lark era quien fui cuando Saf no sabía quién yo era. Lo que yo era. Allie será una versión mejorada."

    Las palabras sonaron tristes, pero su expresión no era dolida.

    Carmel entró en la cocina con el pelo despeinado, frotándose los ojos, vestida con pantalones cortos, como Allie, pero con una camiseta rosa. Su piel era varios tonos más clara que la de Allie, casi del mismo color que la mía y, aunque había llevado lentillas azules ayer, sus ojos naturales color avellana eran mucho más hermosos. La araña estuvo a su lado en un instante.

    "No deberías estar despierta aún, necesitas dormir." Le dijo Allie.

    "Estoy bien, mejor ajustar mi patrón. Tenemos cosas que hacer." Respondió Carmel

    "Pero quiero hablar con nuestra anfitriona a solas," dijo Allie con franqueza.

    "Oh." Se mesó el cabello y arqueó una ceja antes de girarse. "Entonces iré a darme una ducha, sé cuándo no me quieren. Que no te líe con mierdas, Bea," agregó por encima del hombro y yo sonreí. Ella, al menos, no era de las celosas. Tenía el par de piernas de lo más torneadas mientras se alejaba.

    Le entregué una taza a Allie, bebí un sorbo de café y esperé mientras me estudiaba.

    "Lamento lo de anoche, Carmel dijo que te estuve avergonzando. Pensé que solo la estaba avergonzando a ella." Se metió una uña entre los dientes, pensativa. "Me divierte bastante avergonzarla."

    "No es nada. Es que me alegra que estéis felices y que estés aquí. Ah, y," me incliné y encontré su mirada, "No voy a robarte la novia."

    "Ella no es mi novia," dijo solemnemente. "Es mucho más que eso."

    "Lo sé. Como sea que la llames, entrar en vuestro territorio no forma parte de mi plan."

    "Bien. Porque quiero que nos quedemos."

    "Me alegro."

    "Podemos tener sexo ruidoso aquí," suspiró y un poco de café se me derramó de la boca.

    "Eso no necesito saberlo."

    "Crees que soy ridícula, ¿no?" dijo momentos después, con tono cambiado por completo.

    "¡No!" La miré con sorpresa. "¿Cómo puedes preguntar eso? Eres increíble. No sé el alcance de lo que puedes hacer aún, pero no te querría como enemiga."

    Me escrutó en silencio. "Entonces crees que somos ridículas. Nuestra conexión te molesta."

    "Soy prudente. Tú dependes de Carmel, si eso se acaba, ninguna de las dos lo va a afrontar bien." La honestidad era la única forma de trabajar con la araña.

    Asintió mirando fijamente la encimera, retorciendo los dedos. "¿Sabes que me hicieron hacer daño a animales mientras estuve allí?"

    "Sí." Bajé la cabeza. "Lo vi."

    "Eran tan pequeños e inocentes. Sentí su dolor, su confusión." Sus ojos se empañaron. "¿Cómo pudieron hacerme hacer eso?"

    "Voy a hacer que paguen, de una forma u otra," le aseguré. La ira era más fácil que el dolor.

    "¿Cuál es el plan?" preguntó. Se subió pronto al carro.

    "Paso uno, averiguar dónde trabajaba William Mann." Esperaba que no me pidiera el paso dos ni tres, como si yo supiera lo que estaba haciendo.

    En cambio, dijo: "Nos lo dirás cuando lo averigües." Eso fue una afirmación y, cuando asentí, continuó: "¿Cómo funciona cuando ves el pasado? ¿Podrías ver algo de antes de hasta donde recuerdo?"

    "No puedo iluminarte en ese área, lo siento. Las pequeñas partes que he visto, tú pareces de la misma edad."

    "¿Tú… crees que soy como soy debido a ellos?"

    "Creo que eres como eres a pesar de ellos."

    "Sé que Carmel es consciente de que no le he mostrado los detalles de lo que experimenté. Como yo tampoco sé lo que ella hizo en su pasado. Pero debes entender, yo siento de lo que ella es capaz, ella no me defraudará. Ni tú. "

    "Yo no la habría traído aquí si no hubiera confiado en ella."

    "Gracias por venir a buscarnos."

    "Esta noche, si te parece bien, me gustaría hablar sobre lo que recuerdas con un poco más de detalle. No será agradable para ninguna de las dos, pero tiene que suceder."

    "Lo sé. ¿Puede estar Carmel presente?"

    "Es mejor que esté, ella necesita entender lo que está pasando."

    "Bien," dijo con una sonrisita. "¿Nos vas a llevar a comprar un coche hoy?"

    "Lo haré. Después de eso, podéis hacer lo que queráis. Hay algunos sitios bastante chulos para ver por aquí si puedes convencer a Carmel de que te lleve."

    "¿Qué hay de ti?"

    "Yo tengo algunos nombres que investigar. Me quedé dormida temprano anoche, no estoy acostumbrado a tanta interacción honesta."

    "Puedo ayudarte."

    "Es un trabajo de una sola mujer en este momento. Deberías tomarte un tiempo para relajarte. Quiero que te sientas como en casa. Lo que sea que hayas hecho en Savage Falls, siéntete libre de hacerlo aquí. No puede haber sido muy agradable conducir toda la noche y dormir en el coche."

    "¡Fue genial! Quiero decir, aparte de la preocupación. Pero resultó bien, estamos aquí."

    "Sí, lo estáis," coincidí.

    "¿Cómo es? ¿Cuando ves cosas? ¿Estás consciente?"

    "Cuanto más fuerte es la visión, menos consciencia tengo de lo que me rodea. A veces se apoderan del aspecto visual y son breves, por lo que no son obvias para los que me ven. A veces, como con tu escapada, se apodera de todos los sentidos y no soy consciente de nada alrededor de mi cuerpo. Para un observador, parece que me he desmayado."

    "Eso debe se ser inconveniente." Se mordió el labio.

    "Pero ese tipo es extremadamente raro. Por eso supe lo importante que eras desde el principio."

    "¿Y luego empezaste a verme más?"

    "Yo quería verlo. Me aislé para poder averiguar dónde estabas."

    Asintió y miró por la cocina. "Me comí una de tus manzanas anoche."

    "Tienes hambre," dije con una sonrisa. "La situación de la comida es pésima, lo sé, pero te traeremos algo de desayuno de camino al concesionario y probablemente querrás hacer algunas compras después de eso." La vi sonreír mientras yo ponía la taza en el lavavajillas. "¿Te sientes cómoda aplicándote tanto maquillaje cada vez que sales de casa?"

    "Me va bien cualquier cosa que me mantenga a salvo. No sabes lo fantástico que sentó eso después de ver las octavillas, saber que la gente podía mirarme directamente y no saberlo."

    "Carmel hizo un buen trabajo."

    "Además, ahora puedo hacer todo eso yo misma."

    "Si has terminado conmigo, iré a darme una ducha."

    "He terminado contigo," se rió.

    "Por cierto, la habitación de arriba frente a la tuya tiene algunos postizos y pelucas en el vestidor si quieres verlos. Quizá prefieras llevar un sombrero."

    "Sí," aplaudió emocionada. "Le echaré un vistazo."

    Comió un enorme desayuno frito en Huddle House esa mañana, la chica tenía un buen saque. Llevaba una peluca lisa color rojo oscuro con flequillo, a juego con el color de piel más pálido que había adoptado. Sus rasgos generales estaban refinados, pasaba fácilmente como caucásica. Reflexionar sobre de qué acervo genético había surgido ella era interesante.

    "Le queda bien, ¿verdad?" comentó Carmel al otro lado de la mesa, sorbiendo un té verde.

    "Muy bien, funciona," coincidí y Allie sonrió.

    "Tú tienes una peluca gris," dijo.

    "Las viejecitas son buenos personajes para los días de lluvia. Apuesto a que te perdiste cocinar la semana pasada," le dije a Carmel. "Llena la cocina con lo que quieras, sería bueno verla puesta en uso. ¿Tienes efectivo?"

    "Suficiente por ahora." Se olvidó de mencionar que no había podido vaciar sus cuentas y que las había dado por pérdidas. Un hecho que yo supe solo después, cuando ya era demasiado tarde hacer una transferencia.

    "Yo pagaré el coche, por supuesto." Dije

    "No tiene por qué ser nada caro."

    El comportamiento de Carmel cambiaba bastante cuando estaba en un lugar como este, con otras personas cercanas. Curvaba la postura hacia adentro, estiraba el cuello más y dejaba que le cayera el pelo alrededor del rostro, jugando nerviosamente con el colgante al cuello a menudo. Nos hablaba en voz baja y no miraba a nadie más directamente. Representaba un comportamiento cerrado, una persona que no quería ni merecía que le prestaran atención. A medida que avanzaba nuestro tiempo juntas, noté que este tipo de ajustes en diferentes entornos eran intrínsecos para ella, automáticos, que requerían un mínimo de pensamiento o esfuerzo.

    "Conoces la importancia de camuflarse y yo quiero que vayáis en algo seguro." Dije.

    "Dejaré que tú y Allie decidáis, no me importa una mierda en qué voy. Mientras sea automático, no he aprendido a conducir uno manual. ¿Qué hay del otro coche?"

    "Hice una llamada anoche. Ha desaparecido. Desvanecido, como tú."

    "¡Ese es un gran plan!" dijo Allie de pronto y la miramos.

    "¿Qué pasa?"

    "Una lección de conducir hoy. Ella me dio una en un estacionamiento en Indiana, pero no fue suficiente."

    "¿De dónde surgió este gran plan?" Carmel soltó una risita. "Casi se choca con un Porsche. No lo haremos hoy, de ninguna manera."

    "Yo quise chocar contra ese coche," confesó soñadoramente. "Era muy tentador."

    "Sí. Tal vez esperad hasta que estéis en un lugar mejor. O en un simulador," le dije.

    "Ciertamente no lo haremos en un coche nuevo."

    Allie hizo un puchero y continué.

    "Debería ser uno con tracción en las cuatro ruedas, con todas las características de seguridad posibles. No sabemos dónde podría una terminar y el invierno se acerca." Los accidentes no se podían agregar a la lista de cosas de las que ellas debieran preocuparse.

    Afortunadamente, eran fáciles de complacer y eligieron uno del primer concesionario al que fuimos; un Lexus RX 350 azul oscuro. Eran las once cuando todo estuvo arreglado y yo quedé libre para ir a casa y buscar esos nombres.

    "Deberíais estrenarlo. Es un buen viaje por la costa." Me embutí la billetera en la bolsa de nuevo.

    "¿Estás segura de que no hay noticias de Savage Falls?" A Carmel le preocupaba usar su permiso de conducir.

    "No hay noticias. Estás bien por ahora, pero trata de no hacer nada ilegal."

    "¿Sales para casa?" preguntó y asentí. "Nos veremos más tarde entonces. Gracias por todo."

    "¿Lleváis los teléfonos?" Pregunté y Allie se palmeó el bolsillo. "Está bien. Manteneos a salvo." Con un saludo las dejé ese día.

    Podría haberle pedido a otra persona que encontrara a William Mann, pero esta era una parte de mi vida que no me sentía cómoda revelar a otros contactos. En caso de que me obligaran, pediría ayuda, pero por ahora el trabajo era mío. La verdad era que lo saboreaba.

    Descubrí rápidamente que el nombre era extremadamente común, incluso reducido al estado de Colorado, y que no había garantía de que su última dirección conocida fuese Colorado. Se requería sondeo, pero estaba feliz de pasar días en ello si era necesario.

    Absorta, me asustó por un momento cuando vi un vehículo azul acercarse a la puerta poco antes de las cinco. Identificarlos me produjo un suspiro de alivio y me hizo sonreír cuando Guido apareció en la cámara de la entrada principal para observar el proceso de descarga de bolsas. Allie, alegre y vivaz, saludó tranquilamente en dirección a la cámara. Carmel estaría ansiosa por entrar en la cocina. Las dejé y me concentré en William, Simon y Daniel.

    A las seis, indispuesta a interrumpir mi estricta rutina, subí a cenar el sábado por la noche: un sándwich de jamón y mostaza y bollito de salvado. La cocina tenía un aroma divino y persistente, la nevera llena de más comida de la que yo había visto en años. Se me hizo la boca agua al mirar dentro, pero mi lado disciplinado se comió su sándwich mientras yo miraba por las ventanas hacia el jardín trasero. Ellas estaban junto a la piscina, descansando en el persistente rosa del atardecer, involucradas en una animada discusión.

    Mientras yo espiaba por las ventanas, algo me rozó las piernas y di un brinco.

    "¡Gatito! Qué susto me has dado." Sus ojos miraron hacia arriba con nebulosa impaciencia y él frotó la mejilla en la mía de nuevo antes de salir por la puerta deslizante abierta del rancho hacia sus dueñas, lanzando una evocadora mirada en mi dirección. "De acuerdo, sé captar una indirecta."

    Puse el plato en el lavavajillas y lo seguí.

    "¿Habéis terminado todas vuestras compras?," dije mientras me acercaba.

    "Ey," saludó Carmel. "Lo hicimos. Allie insistió en usar el carrito con una rueda que se tambaleaba porque le daba pena."

    "Estaba empujado a un lado como rechazado," dijo Allie a la defensiva. "La rueda ni siquiera estaba mal."

    "Pobrecillo."

    "La gente está tan malcriada, siempre esperando que todo sea perfecto. Deberían estar agradecidos de tener un carrito siquiera."

    "Deberían ser muchas cosas," coincidí.

    "Y con ellos, os refierís a mí," dijo Carmel con una sonrisa. "Hicimos fajitas de pollo rellenas de pimientos. Intento reducir su consumo de carbohidratos, ella pilla suficiente cuando salimos a comprar. Te he dejado un plato en la nevera."

    "Me he comido un sándwich," dije avergonzadq. "¿Habéis tenido un buen día?"

    "Maravilloso. Fuimos a la ciudad. ¡Cuánta gente! Gente extraña," dijo Allie apresurada.

    "Yo he estado en Nueva York antes, pero no vi gran cosa, así que la llevé a ver la Estatua de la Libertad."

    "Símbolo de libertad. Parece apropiado."

    "¿Conseguiste averiguar algo?"

    "Aún no. Los nombres son comunes. Excepto el de Daniel Ruebeck, a quien no he logrado encontrar."

    "Mierda, nos olvidamos de hacernos las fotos," murmuró y luego me miró. "Allie dijo que querías hablar esta noche sobre lo que ella recuerda."

    "¿Os parece bien?"

    "Para eso estamos aquí," se resignó Allie.

    La última de las nubes brillantes sobre el horizonte se desvaneció rápidamente, el crepúsculo se convertía en oscuridad. Carmel se puso de pie.

    En el sótano me movía nerviosa en mi silla mientras Allie se sentaba en otra cercana. Carmel, sintiendo incorrectamente que no iba a ser parte activa de esto, se colocó más lejos, en el sofá y trasteaba con una tablet.

    "¿Cuáles son tus preguntas," dijo Allie sonriendo. Era una pena que esta no durara, yo le haría estallar la burbuja. "No sé nada sobre mí. No sé mi edad ni raza ni..."

    "Para empezar," la interrumpí, "¿puedes darme un resumen de las cosas de las que eres capaz?"

    La cabeza y hombros comenzaron a asentir a la vez y su sonrisa se desvaneció.

    "Puedo causar presión en el cerebro con el tacto, dejar a una persona inconsciente. El mejor punto de contacto es la parte posterior del cuello, pero puedo causar una presión mínima sin tocar. Cuando esto sucede, la persona puede perder el control del cuerpo y no poder pensar bien, así es como funcionó con el piloto del helicóptero."

    "¿Puedes hacer eso con más de una persona al mismo tiempo?"

    "Si tengo la motivación adecuada, lo he hecho con dos antes. Nunca lo he intentado con más. Me cuesta mucho y no me pueden obligarm, como ellos intentaron hacer, me sale más fácil con emociones naturales."

    "También puede causar sentimientos agradables," agregó Carmel. "Puede eliminar los ataques de pánico."

    "Puedo intercambiar sensaciones físicas con Carmel fácilmente y no necesitamos tocarnos para compartir emociones."

    "También me ha inducido sueños." Continuó Carmel.

    La miré con sorpresa. "¿Puedes controlar eso?"

    "Hasta cierto punto. La primera vez que lo hice no fue intencional," miró a Carmel con timidez, "pero he plantado un sueño intencional."

    "Eso es bastante..." Hice girar el boli con el ceño fruncido. "William Mann, ¿pudiste notar que estaba enfermo?"

    "¿Quién?"

    "El chico del bar, Allie." Dijo Carmel.

    "Así es. Un crecimiento en la columna, lo pude sentir. Esa fue la única vez que hice eso."

    "¿Y puedes extraer recuerdos de la gente?"

    "Requiere tacto y franqueza y puede estar distorsionado. Solo sale como lo recuerda esa persona."

    "Mis visiones sobre tu pasado, y esta es una pregunta muy subjetiva, ¿crees que solo te estaban investigando o eran ejercicios de entrenamiento?"

    "Ambos probablemente. Las pruebas darían resultados más adecuados si mis habilidades hubieran sido más fuertes."

    "No pueden ser muy buenos investigadores," murmuró Carmel. "Si no podían entender que ella trabajaría mejor sin ser atormentada. ¿Qué idiota sádico dirigía aquel circo?"

    "Coincido, su metodología era inmensamente defectuosa," murmuré hacia mis notas y traté de mantener el rumbo. "¿Dónde te permitían lavarte correctamente?"

    "Tenía una palangana, cepillo de dientes y pasta de dientes en mi celda. Justo antes de cada segunda sesión de prueba, me llevaban a una ducha separada durante unos diez minutos. La ducha tenía cámaras y un guardia se quedaba justo fuera del cubículo. No había ventanas." Habló con calma, pero noté que Carmel se estremecía.

    "¿Alguna vez viste alguna indicación de que otra persona pudiera estar usando la ducha?"

    "No."

    "¿Qué sabes sobre las drogas que te daban?"

    "No me obligaban a tomar pastillas por la garganta. A menudo me inyectaban, tanto por vía intravenosa como intramuscular. Algunas de ellas me molestaban, otras simplemente me hacían sentir rara o blanda. Otras parecían no tener ningún efecto. Si me estaban dando medicamentos diarios regulares, es posible que me los hubieran puesto en la comida o bebida."

    "¿Qué comida y bebida era?"

    "Una vez al día, avena, muy dulce. Dos veces al día, había una especie de pastel de carne con puré de verduras. Las comidas eran la única forma de juzgar el paso del tiempo. Las bebidas eran siempre las mismas, agua corriente o un líquido brumoso que sabía a electrolitos. ¿Eso es lo que te daban a ti?"

    "Las bebidas, sí. Las comidas eran un poco más diversas, al menos me daban fruta. Aunque me daban pastillas todos los días. Me decían que me mantenía sana y las tomé porque no sabía nada."

    "Fuiste obediente. Yo no lo fui, luchaba contra todo lo que hacían."

    "¿Por qué ibas a obedecer? No tenías ningún incentivo."

    "Traté de comer lo menos posible, pero nunca dejé de comer."

    "Probablemente eso no hubiera importado, te habrían entubado. ¿Cómo cambió tu estado general después de tu escapada?"

    "Eso es, um...," negó con la cabeza, "difícil de calificar. Estuve enérgica, luego estuve enferma." Dejó la silla y fue a sentarse cerca de Carmel en el sofá. "Luego estuve feliz. Muy feliz."

    Acerqué rodando mi silla. "¿Ansiedad?"

    "Sí. La tenía; me preocupaba lo que me iba a pasar, tenía miedo de que me encontraran. Y tenía miedo de que Saf no quisiera saber la verdad." Deslizó la mano en la de Carmel. "Pero eso no se comparaba con el miedo que sentía antes."

    "¿Ansiedad ahora?"

    "Mucho mejor. Me vuelvo hiperactiva, pero leo que eso es normal en el SPT [3]."

    "¿Dirías que sufres de SPT?"

    "Algunos de los síntomas se correlacionan, tengo cambios de humor, pero Carmel dice que ha visto peores."

    "Eso es bueno," asentí. "Que puedas ver esto con la cabeza tan clara. Estás en un lugar mucho mejor de lo que podrías estar. ¿Tú qué piensas?" Le pregunté a Carmel.

    "Creo que también está en un buen lugar."

    "No puedes preguntarle a ella, yo estoy bien cuando estoy con ella."

    "Tiene pesadillas, pero se calma rápidamente después de despertarse."

    "Porque tú estás conmigo," repitió Allie. "¿Podríais dejar de mirarme como si yo fuese un espécimen?"

    "¿Cómo ayuda esto? Pensé que nuestro propósito aquí era averiguar sobre los gilipollas que hicieron esto, no sobre lo que podría o no ir mal con vosotras. ¿No es seguro decir que ambas sufrís un trauma? Nadie podría salir ilesa de eso."

    "Se necesita uno para conocer a uno, Carmel," dije sin rodeos. "¿Por qué estabas tú en tu ciudad natal?"

    "¿Qué?"

    "Savage Falls. Regresaste a un lugar donde sufriste enormemente porque eso es lo que haces, te afrontas el problema." Respondí a mi propia pregunta y ella pareció afectada por mi atrevimiento. "Sé que tienes conocimientos de psicología, pero tu participación en esto se vuelve más relevante debido a tu experiencia personal." Me abstuve de señalar su propensión a la oscuridad y al peligro.

    "Mi experiencia no se acerca a la vuestra."

    "El trauma es trauma. No te desacredites. Estoy haciendo estas preguntas porque intento tener una idea del daño causado y qué drogas le dieron a Allie."

    "Yo estaba débil siempre. Pero tal vez sea porque me estaban haciendo pruebas durante horas y no comía bien. Además, nunca sangré cuando estuve allí, esa parte de mí no funcionaba, pero claro, podría haber sido porque mi dieta era inadecuada."

    "Yo nunca tuve un período tampoco," dije y Allie arqueó las cejas. "En un año."

    "Probablemente os daban algo para detener funciones corporales innecesarias," dijo Carmel. "Algunos medicamentos interfieren con el ciclo menstrual, aunque he oído que no es saludable retrasarlo demasiado."

    Asentí y volví a coger el bolígrafo. "¿Fuiste violada?"

    "¿Qué clase de preg...?" comenzó Carmel, pero Allie la interrumpió con una mano en su brazo.

    "Nadie me tocó. No se atreverían." Mantuvo mi mirada. "¿Lo fuiste tú?"

    "Yo era prisionera y no tengo las defensas que tú tienes." Era justo que respondiera las mismas preguntas con sinceridad.

    Allie asintió, pero Carmel estaba claramente alarmada.

    "¿Fuiste violada?" preguntó exasperada.

    "Por uno de los guardias. Yo no tenía derechos, hacían lo que querían."

    "Cabronaz... Esto es intolerable."

    "¿Sabes que Allie fue torturada pero la violación es intolerable?"

    Se pellizcó el puente de la nariz y Allie se apoyó en su hombro.

    "Es sólo un shock," dijo sin dejar de mirarme. "Ella aún no comprende el panorama general."

    "Lo siento, Carmel. Necesito recordar..."

    "Yo no soy una de vosotras," interrumpió y miró fijamente la alfombra.

    "A los médicos probablemente no les habría gustado si lo hubieran sabido. Supongo que él apagó las cámaras cuando entró."

    "¿No pudiste decírselo?"

    "No lo entiendes," negué con la cabeza. "No podía decirles nada. Y eso me habría dolido si lo hubiera intentado."

    Su frente se arrugó de ira.

    "Es incómodo para mí hablar de esto también, pero a menos que estemos dispuestas a enfrentar la realidad de la situación, no vamos a llegar muy lejos en resolver nada. Estas personas son villanos, tenemos que ser capaces de mirar eso justo a los ojos y yo sé que puedes. A eso me refiero cuando digo que es tu comprensión personal del sufrimiento lo que te permite ser parte de esto. Sé lo oscuro que suena, pero es verdad."

    "Esto está muy lejos de tratar sobre mí."

    "Sé con certeza que nunca habrías acogido a Allie y le habrías dado el apoyo que tanto necesitaba si no la hubieras entendido ni siquiera un poco. Eso fue algo automático para ti. Te colocaste a su lado de la mesa sin importar quién o qué la había victimizado. Eso es lo que inició tu participación y eso es lo que te trajo aquí. Tal vez no lo entiendas aún, pero lo entenderás."

    "¿Es así como tú lo ves?" le preguntó a Allie, quien lo consideró por un momento.

    "Sí. No lo había puesto en palabras así, pero ella tiene razón. Por pequeño que sea el vínculo, está ahí."

    "¿Entonces eso es lo que se trata? ¿De un generador de enfrentar la oscuridad?"

    "Más o menos. Cuanto más hablamos de ello, más pensamos en ello. Cuanta más información compartimos, mejor seremos capaces de conectarlo con algo práctico."

    "Es útil saberlo." se echó hacia atrás. "Adelante."

    Me concentré en Allie y seguí adelante.

    "¿Siempre te manipularon con guantes?"

    "Siempre. Tenían miedo de dejar que su piel tocara la mía."

    "¿Alguien fue amable contigo?"

    Frunció el ceño pensativamente. "Desde el momento en que me desperté, había libros en mi habitación. El oso de peluche también, y, aunque yo no lo recordaba, sabía que era mío. A veces, cuando volvía de las pruebas, había libros nuevos, pero nunca veía quién los ponía allí. Esa era la única vez que sentía que alguien estaba siendo amable."

    No comenté la convicción de que probablemente lo hacían solo para mantenerla cuerda por más tiempo.

    "¿Cómo sabías que el oso era tuyo?"

    "Conocía su olor," dijo con tristeza y se desvió. "Era mío. Era lo único que tenía y casi lo pierdo. Saf lo rescató." Apoyó la cabeza en el regazo de Carmel y esta le acarició el pelo.

    "¿Cómo sabías que tenías un microchip implantado?"

    "Podía sentirlo. Con los dedos. Solía ​​tocarlo mucho, estaba bastante cerca de la piel."

    "¿Pero cómo supiste lo que era?"

    "No lo sé," frunció el ceño. "Lo sabía sin más."

    "¿Y sabías leer?"

    "Oh, sí, yo era una lectora. No había nada malo en mi cognición."

    "Ellos necesitaban eso intacto," dije pensativamente. "¿Te ponían en máquinas de resonancia magnética a menudo?"

    "Lo siento, no sé qué es eso."

    "Una especie de túnel en el que tienes que permanecer quieta y ser escaneado mientras te hacen preguntas."

    "No mucho después de despertarme pasó eso. Me negué a quedarme quieta y el par de veces que lo volvieron a hacer estaba completamente atada y no lo recuerdo bien, me drogaron."

    Carmel guardó silencio durante el resto de la conversación y supe que estaba luchando por soportar mis palabras. Yo había tocado un nervio. Si bien debería haber sido Allie quien respondía mal al tema, sospeché que Carmel estaba absorbiendo sus sentimientos negativos, convirtiéndolos en suyos. Me pregunté si ambas se daban cuenta de lo curioso que era eso y que Carmel podía aceptarlo sin resentimiento. Al menos yo me las había arreglado para describir cómo veía su papel aquí y sabía que ella lo entendía o no le habría importado tanto. A las nueve murmuré algo sobre estar cansada y lo di por terminado. Aún tenía preguntas, pero la atmósfera de la habitación se había vuelto opresiva y apresurar a cualquiera de ellas no tenía sentido.

    Temprano el domingo, me sorprendió ver a Carmel salir por la puerta lateral vestida para correr justo después del amanecer. Esta se convertiría en su rutina solitaria habitual durante los próximos días. Yo lo entendía, el ejercicio era una forma importante de liberar el estrés y sus carreras eran los raros períodos que ella tenía totalmente para ella. La conversación de anoche claramente había tenido un impacto y me preocupaba que ella hubiera cambiado de opinión acerca de quedarse. Si la perdía a ella, también perdía a Allie.

    Me puse pantalones de chándal y guantes y bajé al cenador. Este estaba en el lado más alejado de la piscina y yo tenía un saco de boxeo allí. Pegarle la paliza de su vida por la mañana era mi forma de prepararme para pasar el día.

    El ardor que producía dentro de mis músculos era algo que ansiaba. Llevaba casi una hora en ello cuando se acercó Carmel. Me había visto por la ventana a su regreso.

    "¡Maldita sea, eres fuerte para ser tan pequeñita!" Su rostro aún estaba sonrojado por el esfuerzo y tenía una sonrisa de apreciación tallada en sus facciones.

    Golpeé el saco por última vez, me derrumbé sobre la alfombra y me quité los guantes. Ella se agachó a mi lado.

    "Mira esto." Le mostré el puño, yo tenía un amenazador juego de nudillos. "Imagínate que llega a tu tráquea a treinta y dos kilòmetros por hora."

    "Mierda. ¿Qué haces? ¿Karate?"

    "Artes marciales mixtas. Lo llevo haciendo dos años, me da tal subidón. La única forma en que alguien de mi tamaño puede competir con un adversario masculino es mediante la habilidad y el conocimiento."

    Me miró con un brillo en los ojos y tomé un trago de agua.

    "¿Me enseñarías?"

    "¿En serio?"

    "Siempre he querido aprender a defenderme, pero nunca he encontrado el tiempo. Además, tú haces que parezca bastante guay."

    Nunca le había enseñado nada a nadie antes. Pero Carmel era un estudiante fácil. Esa mañana le mostré dos movimientos principales que yo consideraba básicos para inmovilizar una amenaza. Ella estaba extasiada.

    "Si quieres mejorar, tendrás que entrenar los músculos para lograr fuerza y ​​precisión. Eso es mucho trabajo."

    "Dudas de mi motivación. ¿Puedo usar el saco?"

    "Cuando quieras." Miré el reloj y agarré la toalla. "Voy a comer cereales."

    "Café y ducha." Ella me siguió como mi sombra de regreso a la casa.

    "Supongo que no has tenido mucho tiempo para ti últimamente," comenté.

    "Me parece bien el cambio, eso siempre ha sido parte de mi paisaje."

    Con una madre esquizofrénica, supuse que Carmel había tenido que crecer rápido. Llené un cuenco con cereales Frosted Flakes y me senté en la encimera de la cocina mientras ella se preparaba el café.

    "Supongo que tú no necesitas comer tanto como Allie," dijo. "Fácilmente ella come el doble que yo y no ha ganado más de unos pocos kilos desde que nos conocimos."

    "Ella sabe cómo distribuirlo," coincidí. "Yo me canso como ella. Puedo dormir en cualquier parte si ha sido un día pesado. Comer no tanto, pero las habilidades de Allie son mucho más físicas que las mías."

    "¿Tengo razón al pensar que eso gasta una gran cantidad de energía?"

    "Sin duda." Vacilé. "Quiero disculparme por lo que dije anoche. Puede que fuese un poco brusca."

    "No necesitas disculparte conmigo." Me miró a los ojos. "Nunca. Si fuiste brusca, yo necesitaba eso."

    "Lo que quise decir es que tus experiencias personales son relevantes. Esto se suponía que..." Me metí una cucharada en la boca, las palabras para explicarme se perdieron.

    "Entiendo, de veras. Estuviste bien. Es que me impactó... ellos se lo llevaron todo, incluso tus recuerdos, ¿y ahora esto? Saber sobre las circunstancias de Allie es la encarnación de la enfermedad, pero la violación agregó una dimensión para la que yo no estaba preparada. Sé que eso no debería molestarme tanto, pero pensé que esto trataba sobre ciencia, no esperaba enfrentarme a la explotación sexual también. Pensé... no sé."

    "No es inusual en casos donde hay personas vulnerables, prisioneros, que se aprovechen de ellos de todas formas posibles."

    "¿Sabes que pasé dos semanas creyendo que ella se había escapado de una secta religiosa?"

    "Yo me alegré por ello en aquel momento, no pensé que fueses aceptar la verdad."

    "Es irónico en realidad. Ella vino de la ciencia, no de la religión, sin embargo, esto ha vuelto en círculo completo hasta un ejemplo muy primitivo de abuso de poder."

    "La naturaleza humana es la naturaleza humana."

    "¿Porquería total?"

    "Dudo que vayamos a encontarnos mucha bondad en esta situación."

    Ella asintió. "No debería haberme puesto rara, solo estoy emfadada. El mundo nos adormece con una falsa sensación de seguridad, por eso te pega más fuerte cuando ves que cosas como esta han estado sucediendo todo el tiempo. Que yo he estado refugiada."

    "Mira el lado bueno," le dije y ella arqueó las cejas con incredulidad. "Fue por ese guardia y sus indiscreciones que yo logré escapar."

    Su labio se movió ligeramente hacia arriba. "Eso es un lado positivo."

    En ese momento, Carmel me convirtió en una persona de vaso medio lleno y yo la amé por eso.

    "Te das cuenta de que las respuestas que Allie te da no sirven una mierda," dijo mirándome a los ojos de nuevo. "Ella no siempre estuvo consciente y solo recuerda unos meses. Ninguna de nosotras sabe nada."

    "Me doy cuenta. Apenas he comenzado, no pierdas la esperanza."

    "No la pierdo. Me preocupa abrir la Caja de Pandora. Pero estoy entusiasmada también; si no lo estaba antes, ahora estoy oficialmente provocadada. La Caja necesita abrirse."

    "Me alegra que te sientas así. Me preocupaba que quisieras irte ahora."

    "No soy tan frágil. Comenzaré a leer un poco sobre estas cosas, a abrir los ojos, a obtener una comprensión de fondo adecuada para que no me sorprenda tanto cuando descubra cosas como la de anoche. no voy a estar actuando pronto, debería hacerme útil."

    "¿Qué planes tienes para hoy?"

    "Llevaré a Allie a hacernos las fotos del pasaporte y volveré directamente. No vamos a ir a ninguna parte por ahora hasta que tengamos identificación. No conmigo conduciendo, al menos."

    "Probablemente esa sea una buena decisión. Yo llevaré el dinero y las fotos a la ciudad esta tarde. Podéis usar el sótano cuando lo necesitéis, los monitores son más grandes y sé que a Allie le gusta ver películas. O la televisión o lo que sea que vea," hice rodar los ojos y Carmel sonrió.

    "Así es como aprende sobre la vida. Es muy buena imitando el comportamiento. Como, muy buena."

    "Es mucho más rápida que yo. Es difícil creer lo bien que se está adaptando. De todos modos, usad el sótano, os sentiréis más cómodas echando un ojo las cámaras."

    "Gracias por ser tan hospitalaria."

    "Lo que sea que facilite un poco las circunstancias. No es que sea terrible teneros aquí."

***

    No pasé mucho tiempo en la ciudad. Mi impulso por encontrar a William Mann estaba siendo obstaculizado por demasiadas interferencias. Para las cinco estaba de nuevo frente a mis computadoras... mi posición más cómoda hasta que le encontré. Las búsquedas no requirieron mucho poder cerebral y pude dividir mis pensamientos con otros temas. Llevaba allí una hora cuando Allie asomó la cabeza por la entrada abierta.

    "¿Estás ocupada?"

    Roté en la silla. "Pasa, pasa," gesticulé y ella se sentó en el asiento junto a mí con una sonrisa. "Puedes mostrarme cosas, ¿verdad? Del pasado."

    "Solo he hecho eso con Carmel. Puedo intentarlo." Dijo Allie.

    "¿Puedes mostrarme las personas que recuerdas?"

    "¿No las has visto?"

    "Uno de los mayores problemas con mis visiones del pasado es que son granuladas, menos definidas que el presente. Es frustrante, quiero ver si reconozco alguno de ellos. Bueno, querer no pero, ya sabes." Terminé con una mueca.

    "Puedo mostrarte a las personas que hicieron las pruebas, dos de ellas. Las otras, los matones, no recuerdo sus caras."

    Extendió la mano y me agarró la muñeca con firmeza. Pasaron unos veinte segundos o así antes de que sucediera algo.

    Aquello no era para nada como mis visiones, era mucho más. Lo veía desde la perspectiva de Allie, sentía lo que ella había sentido en aquel momento. El miedo era abrumador, era imposible concentrarse en los rostros. Me estremecí y comencé a gemir.

    Allie me soltó y los sentimientos se desvanecieron de inmediato, dejando una impresión escalofriante. Ella había sacado emociones mías antes, pero esta había sido mi primera experiencia con ella induciéndolas. Allie me miraba con ansiedad.

    "Esto no era lo que esperaba." Calmé mi respiración y la miré con nuevos ojos.

    "No puedo darte visuales sin sentimientos."

    "No, supongo que no." Me levanté y me dirigí al cuarto de baño. Necesitaba salpicarme un poco de agua en la cara. "¿Podemos hacerlo en otro momento? Voy a necesitar mentalizarme para afrontar esto."

    "Por supuesto," dijo y me apresuré a salir de la habitación sin molestarme en preguntarle si ella había venido para algo en particular. Lo último que quería era herir sus sentimientos, pero tampoco quería que presenciara una crisis nuclear.

    Allie se había marchado para cuando me recuperé y volví a salir. Subí las escaleras.

    El aroma celestial del asado flotaba en el aire y Carmel estaba poniendo la mesa del comedor con una atractiva presentación. Me paré boquiabierta.

    "Ahí estabas," dijo Carmel casualmente. "¿Qué cenas los domingos por la noche? ¿Otro sándwich a las seis en punto?"

    El calor se extendió por mis mejillas. "Solo subía para..." Allie entró desde la sala de estar y soltó a Guido al suelo con el sonido de un sólido aterrizaje.

    "Le has hecho a Guido un regalo." Su sonrisa brilló. "A él le gusta, te dice gracias."

    "Oh," murmuré estúpidamente.

    "¿Qué regalo?" Carmel se agachó junto a él e inspeccionó la etiqueta de metal grabada que yo le había puesto en el arnés.

    "La pillé en la ciudad hoy." Dije.

    "Qué considerado."

    "En realidad no. Él no tiene microchips, si va a vagar por el barrio, la gente necesita saber de dónde es. Que pertenece a una casa." Al mirarlo, la mayoría reconocería que pertenecía a alguna casa simplemente por su actitud, pero confiar en la intuición de la gente nunca era una buena idea.

    "Ella es como tú, le gusta fingir que no se preocupa por él," dijo Allie.

    Mantuve mi nariz en el aire.

    "Siéntate," me ordenó Carmel. "Cena con nosotras."

    "No. No quiero, estoy en mitad de algo."

    "Venga ya. Hay mucho y llevamos trabajando en esto toda la tarde," se quejó.

    Allie cruzó la habitación hacia mí con una mirada peculiar, extendió la mano y me tocó el brazo inesperadamente. Lo sentí de inmediato, su deseo de que me quedara, su deseo de amistad. Fue de lo más extraño, no solo de era el deseo de Allie, sino de ambas. Tiré de mi brazo hacia atrás por acto reflejo.

    "¡No hagas eso!" Espeté y comencé a marcharme. Pero esto no estaba bien. Me detuve en la puerta y me di la vuelta.

    Sonrieron cuando me acerqué a la mesa y me senté.

    "Bueno," dijo Carmel. "Ninguna de nosotras debería enfrentarse a la oscuridad sin luz."

    Ella tenía razón. Yo no pensaba lo suficiente en ese lado de las cosas. Era ahí donde su vínculo con la normalidad se volvía más significativo.

    Allie comenzó a comer de inmediato, usando cuchillo y tenedor de manera educada.

    "Siento lo de antes," dijo ella, despreocupada y yo negué con la cabeza.

    "No es culpa tuya. Siento haberme ido corriendo."

    "¿Qué pasó?" Preguntó Carmel.

    "Le di un susto." Dijo Allie.

    "No estaba preparada para aquello. Mis visiones son relativamente objetivas, debería haberlo sabido."

    Probé un trozo de cordero, estaba delicioso. La escena estaba a punto de ser demasiado para mí. Nunca había tenido una cena como esta, sentada a una mesa con otros. A quien conocía.

    "Ella quería ver a las personas que yo recuerdo que me trataban para ver si las reconocía."

    "Ah," Carmel asintió en comprensión. "Intenso, ¿eh?"

    "Eso me trajo muchos sentimientos," dije resueltamente.

    "Carmel vomitó cuando lo vio." Bien intencionado esfuerzo de Allie por aligerar algo tan espantoso.

    "Eso va más allá de ver sin más. Mucho más allá."

    "Eso te ha hecho enfadar," observó Carmel con precisión, estudiando mi rostro.

    "Enfadar. Enfermar." Negué con la cabeza, no podía describir con precisión cómo me había sentido.

    "¿Fuiste tú capaz de hacerlo fácilmente?"

    "Me tomó un poco más de tiempo que contigo, pero cuando la toqué en aquel momento fue más fácil. Tal vez porque solo fue un sentimiento, no un recuerdo, pero tal vez porque la conexión se ha fortalecido ahora."

    "Interesante."

    "Esta comida da miedo," dije.

    "¿Da miedo?"

    "Puedo verme expandiéndome hasta una configuración impía como os quedéis por aquí el tiempo suficiente."

    "Me doy cuenta de que tienes una verdadera farmacia de medicamentos en uno de los armarios. ¿Qué pasa con eso?"

    "Bea Redding tiene problemas de depresión y personalidad antisocial, derivados de su pasado con las drogas," le expliqué. "Yo no me tomo los medicamentos, es solo parte de mi tapadera. Tengo una excusa para aislarme de esta manera."

    "Bea Redding está echa polvo, me gusta eso. Háblanos de Laura Brams."

    "No," dijo Allie en voz alta. "Ella no está lista para hablar de eso aún."

    Carmel enarcó las cejas.

    "Quizá eso pueda esperar un poco," coincidí.

    "¿Vas a enseñarle a Carm defensa personal, me ha dicho?" Preguntó Allie.

    "Practico a las ocho durante una hora. Si ella quiere venir, me parece bien."

    "Allí estaré." Dijo Carmel.

    "Yo estaré allí también," dijo Allie resueltamente.

    "Tú no lo necesitas, tus defensas son mucho más efectivas."

    "Aún así puedo ir a mirar. Podría ser divertido."

    "Le preocupa de que vaya a ponerlo en práctica contigo," sugerí a Carmel.

    "Ja. Sabía que había sentido del humor en alguna parte."

    "Ninguna de las dos está equivocada," dijo Allie con una sonrisa. "Prefiero veros a vosotras que a la televisión."

    "¿Cuánto tiempo estuvieron puestas tus octavillas, Bea?"

    "Al menos un año en el área de Massachusetts, luego me vine aquí. No vi ninguna en Nueva York. Cuando volví a Boston hace dos años, no había ninguna."

    "¿El número era siempre el mismo?"

    "No me guardé ninguna, no tenía esas preocupaciones en aquel entonces. Ni siquiera quería que la gente me viera mirándolas. Creo que era el mismo número, pero no puedo estar segura. ¿Por qué?"

    "Me pregunto cuánto tiempo tendremos para investigar el número antes de que lo corten."

    "Tenemos algo de tiempo. Yo puedo contratar a alguien para que lo investigue, pero la idea no me atrae. Eso es asunto mío y solo mío."

    "Solo nuestro," dijo Allie.

    "Solo nuestro," corregí con una extraña calidez en el pecho.

    "¿Nos mantendrás al tanto de lo que descubras?"

    "Sí."

    El gato estaba sentado orgullamente en la silla a la cabeza de la mesa, con ojos brillantes, Allie le pasaba bocaditos de vez en cuando.

    "Es como un perro," comenté y Carmel se rió. Un sonido suave y tintineante, como si estuviera compartiendo una broma privada consigo misma; muy diferente a la risa gutural que empleaba para los personajes de televisión.

    No sé qué era lo que tenía Carmel, tal vez fuese algo que tenían todos los artistas, pero en los futuros días me descubrí mirándola, tratando de averiguar exactamente qué era lo que ella sabía que el resto del mundo no. Teniendo en cuenta que ella era la única de nosotras que no tenía un sentido extra, el sensación resultaba peculiar.

    La alarma de perímetro me sacó de un sueño profundo esa noche. Inmediatamente alerta, salté de la cama, saqué la pistola de mi mesita de noche y corrí hacia el área principal. Nada era visible en ninguno de los monitores, pero la alarma seguía sonando, ensordecedora. En pánico, salí del sótano y subí los escalones de dos en dos.

    "¿Qué pasa?" Dije efusivamente al verlas de espaldas junto al control de la puerta principal. La alarma finalmente se cortó cuando Carmel ingresó el código.

    "Fue un accidente, no pasa nada," anunció y Allie se volvió hacia mí.

    "Oh," suspiró, mirándome de arriba abajo. "Escandaloso."

    Bajé la vista hacia mí misma y luego traté de extender los brazos sobre mis áreas vulnerables. "Maldición."

    Cuando Carmel se dio la vuelta, hizo todo lo posible por ocultar una risa, tomó de inmediato la bata de satén que vestía y me la puso sobre los hombros. Esta olía a miel y a coco. Quizá con un vago matiz de sexo.

    "Cierra la boca, Allie. Animal." Negó con la cabeza.

    "¿Un accidente?" Pedí confirmación.

    "No me di cuenta de que Guido aún estaba afuera. Es ruidosa, ¿eh? Al menos sabemos que es fiable."

    "¿Está él dentro ahora?"

    "Está dentro. ¿Las alertas se transmiten a una empresa de seguridad?"

    "No. Las alarmas son solo para nuestros oídos." Mi corazón acelerado comenzó a ralentizarse y me apreté más la bata, avergonzada ahora que la adrenalina se estaba disipando. "Lo siento," murmuré. "Duermo desnuda."

    "Y con una.45."

    "Sí." Miré la pistola en mi mano y apreté los dedos de los pies en la alfombra. "Lo siento," repetí.

    "Oh, a mí no me importa," dijo Allie, sonriendo de oreja a oreja. "Siéntete libre de pasear desnuda cuando quieras."

    "Buen consuelo." Puse los ojos en blanco. "Me vuelvo a la cama. Me llevo la bata."

    Aquel fue el primer ejemplo que vi de desequilibrio en su relación. No le presté mucha atención en aquel momento. Más tarde me di cuenta de que si Carmel me hubiera mirado de esa manera, Allie se habría puesto furiosa, pero al parecer a Carmel no lr importaba.

Capítulo Cuatro

Frente Doméstico

    Me llevó una semana encontrar dónde había trabajado el guardia de la puerta, pero el esfuerzo valió totalmente la pena.

    No habría tardado tanto si no hubiera tenido que ir a la ciudad con frecuencia y pasar muchas horas conversando con mis invitadas. Yo lo noté del todo entonces, pero estaba alargando el proceso innecesariamente porque me gustaba la posición en la que me encontraba. Era agradable. Yo tenía esperanza, propósito y amigas. Cuando encontré el antiguo lugar de trabajo de William Mann, al menos una de esas cosas iba a cambiar.

    Yo tenía ya los permisos de conducir de ambas para el martes, con los nombres Carmel Rey y Allie Nelson. Carmel aún no parecía entusiasmada por pasar mucho tiempo fuera de casa y, salvo las bromas sobre su legalidad para conducir ahora, Allie estaba feliz dondequiera que estuviera.

    Ellas me incluyeron en sus cenas. La resistencia fue débil al principio, luego inexistente. Ninguna me presionaba a comer con ellas, pero yo sentía que era irrespetuoso rechazar su oferta y, cuando lo hacía, el plato que dejaban en la nevera se burlaba de mí. Rápidamente, mis estrictas rutinas se desviaron de su curso, comencé a disfrutar de la comida. Era su estatus de conocedoras de una vida que yo había mantenido oculta durante tanto tiempo lo que las hacía diferentes. No puedo decir que no fuera extraño estar con ellas, pero las circunstancias eran igualmente extrañas para ellas. Entender esto lo hacía más fácil.

    Los muros que habían bajado durante mis visiones se estaban derrumbando ahora.

    Me sometí a los recuerdos de Allie tres veces más. Dos científicos habían trabajado en ella solo en su memoria, ninguno de los cuales yo reconocí. Un hombre de barba espesa y una mujer alta y delgada de cabello rubio tierra. Ambos parecían tener veintitantos años, grupos de edad similares a los tres que yo recordaba que habían experimentado conmigo. Sorprendentemente joven para hacer ese trabajo sin un superior visible. Como a mí, a ella no la trababan como a un ser humano, le daban órdenes y evitaban el contacto visual directo.

    No vi mucha evidencia del trauma de Allie. Sus emociones podían ser nerviosas, pero ella era casi maníaca en su optimista estado de ánimo. Yo me preguntaba, la observaba, esperando a que el otro polo, la depresión, apareciera.

    Carmel estaba cerca del opuesto de Allie. Ella podía ser inescrutable durante largos períodos y, luego de pronto, retratar una emoción aguda e inesperada, su habilidad para disipar la tensión con humor no tenía precio. Ella se reunía conmigo en el saco por la mañana y, cuando yo no estaba, trabajaba en flexibilidad y precisión. Al final de la primera semana, resistíamos sesiones en las que ambas terminábamos magulladas y doloridas. Ella se disculpaba al principio, pero yo sabía que secretamente eso la divertía.

    Allie rara vez nos dejaba solas juntas. Observaba los combates mientras bebía una taza de café sin fondo y lanzaba insultos. Ella estaba relajada mientras nos mantuvieramos combativas, pero las ocasiones en que me detenía para mostrarle a Carmel alguna técnica que requería un toque menos agresivo, me mantuve a distancia, hiperconsciente de su censura. El vínculo emocional entre nosotras se establecía lentamente, pero uno de los sentimientos de Allie siempre era obvio: le preocupaba perder a Carmel. Ese era el lado más irracional que exhibía. De alguna manera, Carmel la iba a abandonar. Quizá yo sentía esto con más fuerza porque era lo único que no podía compartir con Carmel. Eso la petrificaba y, por tanto, se convertía en un arraigado miedo en mí. Si Carmel se iba, la caída en picado de la araña sería rápida y aguda.

    Quizá como resultado directo de esto, surgió algo más preocupante durante esa semana. Yo empecé a ver pequeños fragmentos del pasado de Carmel.

    El primero llegó mientras estaba en la ducha el martes por la noche.

    Vi una gran sala de estar de planta abierta donde un paisaje urbano crepuscular brillaba más allá de las ventanas y la música electrónica latía incesantemente de fondo. Carmel caminaba por la habitación, descalza, con un ligero vestido recto. Parloteaba en un español tan rápido que yo no pude distinguir el tema. Un hombre yacía con los ojos cerrados en un sillón y otro estaba sentado en la alfombra con la cara y los brazos colapsados ​​sobre una baja mesita de cristal tallado. Junto a él, bolsitas de polvo blanco, líneas expuestas y una bolsa más abultada de pastillas de color marrón. Otra mujer, y la única otra persona que parecía vagamente consciente, se sentaba en el sofá y se centraba en Carmel, pero no respondía verbalmente a la perorata de esta, claramente fuera del planeta en algo. Carmel interrumpió su paseo para detenerse frente a la mujer, se inclinó, le agarró la cara y la miró a los ojos. "¿Bien? [3]" Eso lo entendí. La mujer respondió con un vacío, "Vine a practicar líneas [4]," luego se inclinó hacia Carmel, quien se alejó. "Está bien. ¿Dónde estaba? [5]." Retomó el paseo y el parloteo.

    Tres visiones subsiguientes, todas escenas dolorosamente similares, ocurrieron esa semana.

    No era raro que yo tuviera visiones aleatorias que no tenían relevancia. Estás ocurrían y podían a veces ser útiles accidentalmente. La especificidad de estas visiones sobre el pasado de la farsante y la incremental frecuencia con la que se producían me inquietaba. Estaban tratando de decirme algo. Pensé que la directiva obvia era: No confíes en ella, es un problema. Al mismo tiempo este mensaje se burlaba, la farsante se hacía indispensable. Yo confiaba en ella, más cada día, y la necesitaba para mantener a la araña bajo control. Por encima de esto, ella me gustaba. La dualidad era frustrante y me guardé mis ideas para mí en principio. Eso era, después de todo, el pasado. Nada en ella indicaba que seguía siendo esa persona.

    El miércoles por la noche, después de la cena, se reunió conmigo en el sótano, un raro momento sin Allie observando.

    "Allie se está impacientando," dijo. "Puedo sentirlo en ella. ¿Cómo va lo del guardia de la puerta?"

    "¿Se está impacientando?" Me giré hacia ella con escepticismo. "¿Se da ella cuenta de que he pasado cuatro años sin hacer ningún progreso?"

    Carmel asintió en comprensión. "Ha encontrado tus productos de limpieza y empezado con las habitaciones de la planta de arriba. A veces se vuelve hiperactiva, como si tuviera miedo de pensar o hablar. Puede estar así durante horas, yo he aprendido a dejarla en paz. Guido generalmente se sienta en su gordo culo y la vigila."

    "Pensaba que no le gustaba dejarnos a solas juntas," le dije y ella dio una risita.

    "Ella misma está desarrollando un flechazo.por ti."

    "¿Qué?" Me volví hacia ella sorprendida y me ofreció una tranquila sonrisa.

    "Allie es como una niña en muchos sentidos."

    "¿Te está haciendo pasar un mal rato?" Empecé a sentir que Carmel la habilitaba demasiado. "Porque sé que ella lo ha pasado mal, pero eso no significa que tenga permitido lastimarte."

    "¡Ella no me hace daño! Jesús, no soy una delicada florecilla, yo le digo dónde ceñirse si dice algo grosero."

    "No estoy hablando de palabras," dije sombríamente y ella me miró a los ojos.

    "Ella nunca me haría daño, tiene un corazón de oro."

    "Lo sé." Negué con la cabeza. "Sin embargo, ella debería saber lo afortunada que es de tenerte."

    Yo no quise señalar cómo podrían ser las cosas si Allie se desatara, qué podría resultar si ella no tuviera el corazón de oro antes mencionado. Un poder como el de ella podía hacer cosas muy malas en manos equivocadas. Carmel lo sabía, discutirlo era improductivo, posiblemente tóxico.

    "Gracias por ser defensiva, menos mal que tengo a alguien en mi esquina del ring si ella se pone de morros." Pivotó su silla a un lado y al otro varias veces y luego preguntó. "¿Qué estaba ella haciendo dentro del helicóptero?"

    "Supongo que la estaban transfiriendo, ya sea porque tenían sujetos humanos en fila para que ella trabajara en un lugar diferente o porque querían comenzar pruebas más invasivas. Inserción de electrodos directamente en el cerebro, vivisección directa."

    "Joder, Bea," hizo una mueca, "sueltas esto como si nada."

    "Trato de mantenerme clínica porque así es como ellos piensan. Por supuesto," reflexioné, "eso no explica por qué tenían dinero. Pero cincuenta mil no es mucho si lo piensas. Tal vez la gente al otro lado lo necesitaba para algo sin relación con Allie."

    "Lo que digo es que tienen más de una ubicación."

    Asenti. "Dios sabe cuántas podrían tener."

    "Mis músculos están más doloridos que nunca, creo que gusta bastante." Se frotó el cuello, frunciendo el ceño pensativamente.

    "¿Qué te molesta?"

    "¿Aparte de lo obvio?" Ladeó la cabeza. "Dinero. El que tengo no durará mucho más de un año, no puedo trabajar y no tengo ni zorra idea de lo que depara el futuro."

    "Creía que pensar en el futuro no era tu estilo."

    "Tengo mucho más de lo que preocuparme que en mí misma ahora."

    "Cuando llegue el momento, os mostraré a ambas cómo conseguir dinero. Podría organizar que os contrataran en CVS, pero eso solo sería necesario como tapadera. Si esto funciona..."

    "Ni siquiera tienes un plan," interrumpió, "y no me siento cómoda dependiendo de ti."

    "Peor para tus tetas. Yo estoy dependiendo de ti, es justo que también deba tener algo de poder," dije y se giró hacia mí con una sonrisa.

    "Caray. Quién iba a saber que eras tan perra." Se encogió y se estremeció. "Odio esa palabra. Tetas."

    "Hmm. Oigo tus preocupaciones y creo que deberías hacer lo que siempre has hecho, concentrarte en el ahora y confiar en mí. Allie puede conseguir dinero cuando quiera, solo necesita aprender a mover los hilos. Y tú tienes control sobre Allie."

    "Estás yendo muy rápido," advirtió.

    "Si el zapato me cabe," me encogí de hombros. "Además, estoy de acuerdo, tetas es una palabra horrible."

    El intercambio de palabras sonó ligero pero profundizó mi preocupación por la partida de Carmel. Mis visiones de su pasado aún no se resolvían con claridad. Yo sabía que ella estaba ansiosa por preguntar sobre Laura Brams y sobre cómo podía conseguir identificaciones falsas tan fácilmente, pero no me había vuelto a interrogar desde el comentario de Allie en la mesa.

    La noche siguiente, ambas estaban en el sótano conmigo. Era la seguridad y el acceso que esta ofrecía lo que las mantenía allí. Yo me estaba acostumbrando a su presencia.

    Justo antes de las nueve, Carmel se estiró y se inclinó para ponerse al cuello los auriculares de Allie.

    "¿Estarás bien aquí por un tiempo?" preguntó. "Creo que voy a ir a dar una vuelta en coche."

    "Te acompaño." Dijo Allie.

    "Deja que se vaya, Allie," dije manteniendo los ojos en mi pantalla. "Prefiero que te quedes aquí."

    "Yo... ¿Estarás bien?" le preguntó a Carmel.

    "Sí. Necesito parar en Mist, me estoy quedando sin líquido de vaporizador y no cierran hasta las diez. No tardaré."

    "Está bien," dijo Allie reluctante y se volvió hacia mí cuando vimos a Carmel salir de la puerta. "¿Por qué?"

    "Carmel es una solitaria, tienes que darle espacio a veces."

    "Lo sé," dijo en voz baja.

    "Estoy bastante dolida," admití. "Mi compañía es tan aburrida."

    "Sí," coincidió. "Tú eres horrible. Aunque agradable de mirar."

    "Se lo voy a decir si flirteas conmigo."

    "Esa no es una gran amenaza, ella está de acuerdo."

    "Vuelve a tus películas. Chaquetera."

    "Hmm." Se echó hacia atrás y se crujió el cuello. Yo estaba leyendo de nuevo cuando me preguntó: "Nunca has dejado entrar a nadie, ¿verdad?"

    "¿Eh?"

    "Amor. Relaciones."

    "No. ¿Cómo es?"

    "Es pavoroso," confesó. "Y el cielo."

    "Tienes suerte."

    "Carmel es mía," suspiró. "Nunca dejaré que se vaya."

    Asentí y me di la vuelta. Su posesividad me molestó genuinamente, hablando de ella como si fuera una propiedad. Mi premeditada respuesta fue mantener la boca cerrada y recordar lo encantadora que era Allie en todos los demás sentidos. Si Carmel dejaba pasar eso, yo no tenía derecho a estar molesta.

    Giró su silla hacia la computadora de Carmel y estudió la pantalla.

    "Subproyecto 68 de MKULTRA. En 1957, una organización tapadera de la CIA financió experimentos diseñados para eliminar el patrón de individuos, borrar sus mentes y recuerdos, reducirlos al nivel mental de un bebé y luego reconstruir sus personalidades a su elección. Los pacientes fueron colocados en coma inducido por drogas hasta durante 88 días y se les aplicó numerosas descargas eléctricas de alto voltaje durante semanas o meses. Luego se utilizó la conducción psíquica... " Se interrumpió y se volvió hacia mí con el ceño fruncido. "¿Sabías que ella estaba leyendo sobre estas cosas?"

    "Lo sé."

    Carmel estaba haciendo lo que había dicho y se estaba exponiendo a los hechos. Para un ciudadano medio, este material sería perturbador; La participación personal de Carmel en un ejemplo demasiado actual le empeoraría las cosas, pero ella no estaba rehuyéndolas. Se estaba involucrando en nuestra causa, haciéndola suya. Así era como debía ser.

    "No es de extrañar que necesite aire."

    Allie estuvo inquieta durante los siguientes quince minutos, angustiada en su porte. Eventualmente, dejó la computadora y se acostó en el sofá con la tablet apoyada en las rodillas. Ella quería proteger a Carmel tanto como Carmel quería protegerla a ella. Era un estado lamentable, pero el amor puede sobrevivir en lugares oscuros, ¿verdad?

    Ella estaba de mal humor cuando regresó Carmel y exigió que ambas subieran escaleras arriba.

    Ambas tenían razones para desaparecer permanentemente de mí.

***

    Era viernes por la mañana cuando cerqué a los antiguos empleadores de William Mann. Mi alegría instantánea y mi sed por investigar se vieron arruinadas por una desafortunada complicación.

    La irritabilidad de Allie de la noche anterior se había extendido hasta la mañana. Eso no parecía afectar a Carmel, pero yo ignoraba cuál era el problema. Mi único método para lidiar con ello era simplemente pasar del tema. Cuando encontré las instalaciones en Colorado en las que había trabajado el guardia de la puerta, quise decírselo de inmediato. Estaba emocionado, finalmente había saltado un obstáculo. Pero solo había pasado diez minutos investigándolo cuando capté a Carmel en la cámara de la entrada principal. Salió de casa, cerró de un portazo y despegó por la verja dentro del Lexus.

    Algo iba mal. Yo nunca la había visto tan alterada antes. El momento no podía haber sido peor.

    Subí las escaleras y encontré a Allie en su habitación sentada en la cama, mirando al suelo. El dormitorio tenía un aire desenfadado y Guido estaba sentado encima de una cómoda; ojos alerta, rabo moviéndose agitado.

    "¿Qué ha ocurrido? ¿Adónde ha ido Carmel?" Mi ansiedad de que ella se hubiera marchado a tomar unas copas bajó a cero hasta la punta de una aguja. "¿Allie?"

    Ella no reaccionaba, solo miraba la alfombra en trance. Saqué el móvil del bolsillo e intenté llamar al de Carmel, pero saltaba directamente al buzón de voz. Dejé un breve mensaje, colgué y me senté junto a Allie. Le puse una mano en el hombro y vi una silenciosa lágrima caer deslizándose por el ojo.

    "¿Que ha ocurrido?" Pregunté lo más gentilmente posible.

    Pasaron unos momentos antes de que ella graznara: "Dije cosas horribles," con voz ronca.

    "Estoy segura de que no las pensabas."

    "Las pensaba. Ella lo sabe y ahora se ha ido. Se supone que debemos estar juntas para siempre."

    "¿Por qué habéis peleado?"

    "Yo estaba molesta porque vosotras dos habláis de mí cuando yo no estoy. Eso no me gusta," lloriqueó lastimosamente. Me costó un esfuerzo mantener la voz calmada y no poner los ojos en blanco.

    "Nosotras hablamos de ella y ella no se mosquea."

    "¿Por qué iba a hacerlo? Ella no tiene sentimientos propios, se alimenta de los míos."

    "Por amor de... No puedes esperar que sea tuya sin mostrarle el respeto que se merece." Terminé en el papel de pacificadora. Podía imaginar la escena vívidamente sin una visión. Ella habría atacado a Carmel con una rabia celosa, y ahora se quejaba de ello. "Otra cosa es si quieres terminar las cosas con ella..."

    "¡Yo no!" gritó. "¿Cómo puedes decir tal cosa?"

    "Entonces, ¿por qué ser desagradable con ella? Decir que no tiene sentimientos." Negué con la cabeza.

    "Eso no es culpa mía, no sé lo que es real ya."

    "Maldita sea, Allie, no me voy a quedar aquí sentada y decir que la forma en que la tratas es la correcta. No lo es. Ella es demasiado blanda contigo y la das por sentada."

    "Tú la quieres para ti, por eso estás siendo así."

    La acusación era injusta. Perdí la paciencia, mi voz se elevó.

    "Aunque eso fuese cierto, ella nunca te traicionaría. Renunció a toda su vida y tú estarías en una cuneta en alguna parte, como yo lo estuve, si no fuera por ella. Pero ¿cómo respondes tú? ¡Con paranoia y nuevas demandas!" El arrebato se había estado acumulando durante un tiempo y estaba fuera de lugar. De ninguna manera debería yo patearla estando ella deprimida.

    "Lo sé," dijo en voz baja.

    Su rostro se convirtió en piedra y ella se dejó caer sobre las almohadas, negándose a responder a mis disculpas y más súplicas. Mi trato con el paciente junto a la cama se habían vuelto épicamente plano. Tendría que encontrar a Carmel si quería lograr una resolución racional.

    "La traeré, no te preocupes. Quédate aquí." Le di a Guido una reconfortante caricia antes de irme. "Cuida de ella un poco. Asegúrate de que no haga nada estúpido." Podría haber jurado que él me guiñó un ojo en confirmación.

    Carmel estaba en Nicolini's, un pequeño restaurante justo en el paseo marítimo. Estaba sentada en una mesa en la terraza, mirando al mar, con un botellín de Corona a su lado.

    "Carmel." Me aproximé y ella se volvió.

    "Toma asiento." Hizo un gesto. "Tengo la intención de terminar esta cerveza tanto si estás aquí como si no."

    Fui dentro, pedí una Heineken y la llevé a la mesa.

    "Una mujer detrás de mi propio corazón," dijo mientras me sentaba, mirando al reluciente océano.

    "Qué agradable está aquí," observé y tomé un sorbo. "Escoges buenos lugares."

    "¿Cómo supiste dónde estaba?"

    "El rastreador de tu teléfono funciona incluso cuando está en modo avión."

    "¿Por qué no me molesta eso tanto como debería?" dio una risita.

    "Porque lo sabías en cuanto te di el chisme," dije rotundamente y ella asintió. Hice una pausa de unos momentos antes de comenzar: "He hecho un amigo importante en Nueva York."

    Ella entornó los ojos, capturada por mi tono. Probablemente esperaba que me lanzara directamente a interrogar sobre Allie, pero el momento parecía el correcto para solucionar un problema secundario.

    "Está bien," dijo con incertidumbre.

    "Le di una información que él no podría haber obtenido en ningún otro lugar. Era un asunto personal, algo por lo que él estuvo extremadamente agradecido. Siempre era más seguro usar mis visiones para ganar lealtad, no enemigos, así que chantajear nunca fue una opción. Le he ofrecido información en tres ocasiones desde entonces y él sabe que puede confiar sin exigir una explicación. No he pedido mucho a cambio, principalmente identificación, armas y hardware limpio. No entraré en detalles, pero quiero que confíes en mí sobre el futuro. Tengo gente a la que puedo usar si la necesito. Al menos, Laura la tiene, Bea es una desconocida."

    "Está bien," repitió y me estudió. "Gracias por darme algo. ¿Por qué ahora?"

    "Porque quiero algo de ti. Eras una fiestera en México."

    "Esto es solo una cerveza," frunció el ceño.

    "No estoy hablando de cerveza."

    "¿De qué estás hablando?" Esperó y luego dijo: "Has visto algo de mi pasado."

    "Sí. Escenas aleatorias en las que estás orbitando Saturno. No sé por qué las sigo viendo, pero me preocupas. Quiero saber si estás interesada en estar aquí. Allie te necesita."

    Suspiró y se frotó las mejillas.

    "Yo no era una chica fiestera, simplemente me gustaban mucho las drogas. Debo tener un agujero en mi cerebro por todo el éxtasis que he tomado."

    "Ese tipo de estilo de vida no es fácil de superar de manera tan abrupta y completa."

    "La coca no es como la heroína," dijo refiriéndose a mi historia de la verdadera Bea Redding. "La adicción es más psicológica que cualquier otra cosa. Solía ​​hacerme olvidar lo aburrida y desilusionada que estaba, esa situación ha cambiado drásticamente."

    "Tal vez eres una yonqui a la adrenalina."

    "¿Importa eso? Aunque quisiera, cosa que no hago, no voy a volver a las drogas, fisiológicamente no puedo. En segundo lugar, yo no te mentiría. He llegado a pensar en ti como amiga y no he podido decir eso de muchas personas. Eres bastante difícil de conocer, pero eso es algo con lo que puedo identificarme. En tercer lugar, dejando de lado sus tonterías, yo amo a Allie, estás chiflada si crees que yo iba dejar eso por un apaño rápido."

    Yo la creía. Le dije: "Ella es frágil sola, es solo a través de ti que obtiene su fuerza."

    "¿Cómo te has figurado eso?"

    "Ella toma la emoción de la mayoría de la gente, pero tú puedes tomar la de ella. Todo lo que ella tiene para dar, todo el exceso que no ha podido soportar por sí misma. Pero tú ya lo sabes, ¿no?"

    "Has acertado en todo." Se echó hacia atrás. "Es un subidón. Ella me hace real."

    "¿Y? ¿Qué ha ocurrido, por qué has salido enfadada?"

    "Tuvimos una pelea," se encogió de hombros. "Es un defecto, inconveniente pero temporal."

    "Ella siempre ha sido posesiva, eso nunca te ha molestado así."

    "Entiendo que no te ha contado toda la historia."

    "Ella no hablaba con mucho sentido. Lleva de mal humor desde ayer. Supuse que o bien se estaba poniendo nerviosa por estar aquí o que eran sus usuales celos."

    "De eso me podría encargar." Frunció el ceño e inclinó la cabeza. "En el calor del momento, soltó algo que no puedo ignorar. Cree que soy incapaz de amar, cree que proyecta sus propios sentimientos sobre mí, que me lanza una especie de hechizo empático. Que sin él, nosotras no tendríamos nada."

    "Guah," hice una mueca. "Eso es asumir mucho."

    "¿Tú crees?"

    Me quedé en silencio durante unos momentos, considerando la idea antes de hablar.

    "No creo que ella crea eso. Yo no me lo creo. Vi cómo la trataste desde el momento en que la encontraste. Ella está asustada, eso es todo."

    "Mira, no estoy diciendo que no hubiera sexo antes de Allie, lo hubo. Pero yo nunca disfruté con él como con ella, se trataba principalmente de ellas, ¿sabes?" Yo no lo sabía. "Y ciertamente nunca tuve una verdadera relación ni estuve enamorada. No creí que pudiera. ¿Ves mi problema? Tal vez ella tenga razón."

    "Tú también has tenido la misma idea, por eso estás tan molesta."

    "Me molestó porque no había pensado en eso antes. No tenía ni idea de que Allie fuese tan insegura."

    "Aunque sabes que eso tiene sentido."

    "Lo cual lo hace mucho peor. Como si alguien con dinero nunca pudiera estar seguro si la gente no los persigue por eso. Pero cuando nosotras estamos juntas, nuestros sentimientos son tan seguros, tan poderosos... creí que teníamos una especie de pureza. Es extraño que el miedo pueda romper incluso los lazos más fuertes."

    "¿Querrías dejarlo si fuese algo que ella hubiera hecho?" Profundicé directamente en el meollo del asunto y ella tardó un poco en responder.

    "No. Nunca me había sentido tan viva." Simple pero seguro.

    "Le chillé," admití. "No debería haber hecho eso, pensé que era solo una de sus tontas rabietas. La comparo demasiado conmigo... porque yo tuve que endurecerme, ella también debería hacerlo. Está mal pensar de esa manera, eso es exactamente de lo que yo quería protegerla encontrándola."

    "No es tan vulnerable como parece. Es que le gusta jugar con sus debilidades para salirse con la suya."

    "Tal vez sea que a ti no te gusta que ella se salga de tu control."

    "Eso no es cierto, me gusta lo libre que es. Pero incluso tú debes ver que necesita que le digan adónde ir a veces."

    "La mayor parte del tiempo," estuve de acuerdo.

    "No soy un robot, Bea," anunció con aire de superioridad. "El amor no es algo que puedas menospreciar así sin consecuencias."

    "No lo crees entonces, simplemente estás enojada porque lo dijo."

    "Sí, lo estoy. Ella quería una reacción. Joder si la consiguió." En ocasiones como esta, se mostraban sus similitudes. Me miró de reojo. "Estás sonriendo."

    "Es que, estoy un poco aliviada, vosotras dos sois demasiado perfectas la mayor parte del tiempo. Es enfermizo."

    "Ey," respondió a la defensiva, una pequeña sonrisa asomó hacia sus ojos. "Tienes razón, por supuesto. Si este es el alcance de nuestros problemas, no puede ser tan malo."

    Asentí y tomé un sorbo.

    "Aún estoy confundida acerca de por qué sigo viendo estos fragmentos de tu pasado," le dije y me miró durante unos momentos en silencio.

    "¿Puedo hacer una observación jocosa?"

    "Adelante."

    "Llevas los últimos cuatro años sola y antes de eso fuiste retenida en cautiverio por unos psicópatas. Ahora, de repente, nos tienes a las dos en tu vida, en tu cabeza, en tu negocio. Sé el riesgo que corriste al invitarnos aquí. En el fondo, siempre habrá una parte de ti que tendrá dificultades para confiar en nosotras, lo cual insistirá en que cometiste un error con nosotras. Creo que esa parte de ti solo quiere hacerse escuchar de cualquier manera que pueda."

    "Has pillado eso bastante fácil," fruncí el ceño. "¿Porque tú también lo sientes?"

    "Entiendo la soledad. No de la misma manera que tú, pero, ya sabes." Hizo una pausa larga. "A Allie le tomará mucho tiempo aprender a vivir en el mundo con cierto nivel de normalidad, lo sé."

    "Sí. Me tomó cuatro años llegar a este punto y mi terrible experiencia fue mucho menos dolorosa. Si no regresas, ella perderá el rumbo."

    "Yo nunca la abandonaría. Su insinuación trajo a colación algunos problemas, eso requiere media hora de berrinche."

    Ella iba a regresar, eso era lo importante. Dudé, mirándola. Debió de reconocer el brillo en mis ojos y arqueó las cejas en cuestión.

    "Encontré el lugar en Colorado," dije en voz baja. Dio una palmada en la mesa y se inclinó hacia delante, con los ojos muy abiertos por la anticipación. "Es una instalación, es grande."

    "¡Podrías haber abierto con eso!"

    "Lo acababa de descubrir antes de verte salir, y prefiero que hablemos de eso juntas."

    "Juego limpio," asintió. "¿A qué estamos esperando?"

    "¿Allie querrá saberlo siquiera?"

    "Oh, sí. Ha estado hablando sobre el número de teléfono de la octavilla. Dice que deberíamos estar investigando eso. Te dije que se estaba impacientando." Drenó el botellín y se puso de pie, mi alivio fue inmenso. "Pararé en alguna parte y le llevaré una ofrenda de paz, pero estaré justo detrás de ti."

    "Eso me dará la oportunidad de disculparme por haber chillado."

    "Gracias, Bea, y perdón por el drama."

    "Pequeño precio a pagar," me encogí de hombros. "Te veo en un rato."

    Allie estaba fregando el suelo de uno de los baños cuando regresé, rodeada de productos de limpieza. Alzó la vista cuando entré, pero su rostro decayó cuando vio que estaba sola. Guido estaba sentado sobre la tapa bajada del inodoro. Yo ocupé el borde de la bañera y la observé reanudar el fregado.

    "No debería haberte dicho lo que dije, lo siento." No esperaba que ella respondiera, así que me sorprendió cuando habló.

    "Tenías razón," dijo con tensamente.

    "No la tenía. Hice que sonara como si le debieras algo a Carmel y eso no es lo que quise decir para nada. Solo quise decir que ella te ama."

    "Sé que ella me ama, pero no sé por qué. Soy una persona horrible."

    "No eres horrible, eres adorable. Te dejas llevar un poco a veces, has tenido que asumir demasiadas cosas muy pronto. Ven y habla conmigo, puede que tenga una idea de por lo que estás pasando. "

    Continuó con su mecánico fregado durante otro medio minuto antes de dejar caer la fregona y sentarse de rodillas con el ceño fruncido. Eventualmente se acercó y se sentó sobre el borde de la bañera junto a mí, con la cabeza inclinada, los hombros encorvados y las manos juntas. Tenía los ojos enrojecidos y sacó un trozo de pañuelo del bolsillo de los vaqueros. Le tomó un minuto hablar.

    "Cuando encontré a Saf, yo estaba enferma y muy asustada, pero ella me cuidó. Ella me conmovió. Ella tenía miedo, pero me tocó de todos modos. Me dejó entrar. Ella era... la cosa más hermosa que yo jamás había visto. visto." Hizo una pausa, se atragantó, ojos hacia el suelo, antes de continuar, "Ella me mostró cómo es el mundo, me hizo sentir segura, me dio confianza. Yo no podía creerlo, no entendía cómo era posible para la gente vivir de esta manera y ser tan amable. Y que no supieran de personas como yo. Estaba segura de que algún día vería pruebas de que ellas sí sabían de mí y que simplemente yo no les importaba. Que eso era un sucio secretito que nadie contaba porque yo no era normal. Que se suponía que tenía que sufrir porque yo era peligrosa." Se detuvo y se secó los ojos, se sonó la nariz.

    "Pero no es así en absoluto y tú aún no puedes creerlo."

    "Es demasiado bueno para ser verdad. Desde el helicóptero, siempre que he estado con Carmel, nosotras aquí contigo, alguien como yo. Y estás pensando en algún tipo de revuelta, como si nos lo permitieran, tuviéramos derecho. Que esto no es real, que me voy a despertar en cualquier segundo y estaré de vuelta en esa celda con ellos viniendo a buscarme... " Se interrumpió con un sollozo.

    Extendí el brazo sobre sus hombros y apreté suavemente.

    "Yo también me siento así. Me despierto por la noche y es fácil creer que aún estoy encerrada. Es normal sentirlo. Estaba empezando a preocuparme de que actuaras como si todo estuviera bien. No todo está bien." Asintió con la cabeza y una lágrima se deslizó por el ojo. "Carmel nunca podrá colocarse en nuestra posición, pero la entiende increíblemente bien a su manera."

    "Lo sé."

    "Lo que necesito saber es, ¿quieres estar aquí? ¿Quieres ayudarme a resolver esto?"

    "Sí, pero... la amo tanto."

    Comprendí lo que ella estaba insinuando, la dificultad de dividir su atención entre dos canales opuestos, el amor y la acritud. Era impactante que incluso pudiera concentrarse en uno.

    "Ella te adora."

    "¿Cómo puede ser eso? ¿Cómo puede la vida ser tan hermosa? No entiendo nada."

    "La única forma de saber que aún no estás ahí, es abrir los ojos. ¿Quieres conservar a Carmel?"

    "No me las arreglaré sin ella. Simplemente no podré. No seré capaz de ayudarte."

    "Entonces necesitas aprender a aceptar su amor sin cuestionar por qué. Si no lo haces, la alejarás."

    "Ya lo he hecho. ¿Y si ella no vuelve?"

    La desolación salía en pulsos de ella. Puse la mano sobre la suya y me abrí.

    "Ella va a volver." Su labio inferior sobresalió y elevó la expresión, sus ojos se encontraron con los míos. "Estará aquí pronto."

    Pasaron unos momentos antes de que me echara los brazos alrededor de los hombros y me apretara de un lado a otro. Ella era bastante fuerte para alguien que nunca hacía ejercicio.

    "¡La encontraste!" Me besó en la mejilla dos veces. "Te amo para siempre."

    Que me condenaran si no pude sentir la verdad de aquellas palabras. Durante un instante tuve miedo, me pregunté si yo había sido demasiado amable. Luego ella se apartó y me miró preocupada.

    "¿Está ella enfadada?"

    "Heriste sus sentimientos. ¿Cómo pudiste insinuar que ella no tiene emociones? Eso es horrible."

    "Le prometí que nunca la lastimaría." Sus ojos se empañaron de nuevo.

    "La gente enamorada siempre se lastima mutuamente. ¿Vas a ser mejor?"

    Me miró con los ojos muy abiertos. "Haré todo lo posible."

    Consideré mencionar mi descubrimiento, pero eso podía esperar hasta que suavizaran las cosas.

    "Cuando ella llegue, ¿quieres mantener la calma? No te apresures y haz lo que siempre haces, no seas autoritaria. Eres como un toro con ella, eso sube el listón en una relación desequilibrada." Tal vez algo del talento de Carmel para soltar mentiras se me estaba contagiando, como si yo supiera algo sobre las relaciones. "¿Puedes hacer eso?"

    "Lo que sea," asintió con entusiasmo. "Mientras ella esté aquí."

    Suspiré silenciosamente. Sería difícil cambiar las actitudes de Allie en estas áreas. Carmel tenía razón, era como una niña en muchos sentidos. Eso era comprensible. Yo había soltado mi discurso y ella había accedido a intentarlo, eso era un paso en la dirección correcta.

    "Ah y, ¿Bea?" dijo incidentalmente mientras se inclinaba para recoger los productos de limpieza. "Me parece bien que la quieras, tampoco es que puedas evitarlo. Mientras ella se quede conmigo, no importa."

    Puse los ojos en blanco y salí del cuarto. Yo no quería a Carmel. Me gustaba, pero no la quería. Ella maldecía demasiado y dejaba que sus emociones la dominaran demasiado. ¿Cómo había terminado ella aquí siquiera con dos marginadas como nosotras? ¿Actuando como si no tuviera una vida mejor que pudiera estar viviendo? No, yo no la quería.

Capítulo Cinco

¿Nos Vamos?

    Media hora después, yo ya estaba empezando a pensar que Carmel había cambiado de opinión cuando por fin llegó cruzando puerta. Me sonrió levemente al cerrar la puerta tras ella en el vestíbulo de entrada.

    "Estoy aquí, no me he escabullido." Llevaba una única rosa blanca envuelta en celofán, con pétalos ruborizados con el más leve de los rosas.

    Mi respuesta fue interrumpida por los apresurados pasos de Allie bajando las escaleras. Vi cómo ella se detenía en seco abajo, me miraba y, prestando atención a mis palabras de advertencia, simplemente se quedaba observando a Carmel, con el pecho agitándose y una expresión de absoluto anhelo en el rostro. Aquello era tanto divertido como un poco triste, así que quedé inundada de alivio cuando Carmel se dirigió hacia ella.

    Se paró a un par de pasos de distancia y tendió hacia fuera la rosa.

    El rostro de Allie se arrugó, los ojos se le llenaron de lágrimas. Nada la habría detenido entonces, Allie se abalanzó y echó los brazos alrededor de Carmel, exprimiéndole la vida.

    "Estaremos bajo en breve, Bea," exclamaron los comprimidos pulmones de Carmel cuando yo me volví para retirarme hacia el sótano.

    Pasaron cuarenta y cinco minutos antes de que Allie irrumpiera, Carmel tras ella.

    "¿Has encontrado algo?" dijo efusivamente.

    Me giré en la silla asintiendo. No había indicios de duda en ninguna de ellas, estaban expectantes, con Allie agarrando la mano de Carmel. Volví a mi pantalla y amplié la imagen.

    "Es esto." Ambas se acercaron a mi lado izquierdo. "El campus más grande es el Hospital para Neurociencia Hadden. Ese es," señalé hacia el campus más pequeño a poca distancia, "el que estamos mirando. Una instalación hermana, el Instituto de Investigación Cerebral Hadden. Está cercado y hay puestos en tres puertas de entrada diferentes, aquí es donde William Mann había sido empleado."

    "Un instituto de investigación del cerebro." Me volví para ver a Allie estudiando la imagen con atención, a centímetros de mi cara. "Sí. Lo has encontrado." Su tono iba cargado de una espesa sopa de emoción.

    "La ciudad es bastante pequeña, justo a este lado de las Montañas Rocosas y monopolizada por el hospital. La gente va desde todo el país para recibir tratamiento de enfermedades y trastornos relacionados con el cerebro. Tumores, lesiones de la médula espinal, aneurismas, ese tipo de cosas. Es de vanguardia."

    "Qué lugar tan grande," comentó Carmel. "¿Deben de tener un sitio web público?"

    "Sí." Si unos toques para colocarlo en mi pantalla.

    "¿Lo has revisado?"

    "No he tenido tiempo aún, he estado mirando principalmente lo que dicen otros sitios sobre ellos para ver si puedo encontrar algo crítico. No van a poner algo desagradable en su propio dominio público, pero parece un sitio grande, es uno de mis primeros pasos: aprender todo lo que pueda sobre él."

    "Y el nuestro. Será más rápido con todas nosotras," dijo Allie. Se apartó y abrió la página en un monitor diferente.

    "Tendrán listas de empleados," dijo Carmel sentándose a su propio teclado. "Fotos también."

    Asentí despacio hacia ellas, ocupándose ellas mismas. Estaban involucradas. Eso no hacía falta decirlo.

    Había fotos, cientos de ellas. Un equipo de administración, un equipo celular, un equipo cerebral, un equipo de inmunología. Una junta asesora, dos consejos asesores, más colaboradores independientes.

    Carmel comenzó a imprimir fotos de las personas con mayor poder y las clavaba en una de las paredes. Edward Fong - Jefe Ejecutivo, Ayda Demsky - Jefa Técnica, Sergei Vasiliev - Director Ejecutivo.

    Allie revisó las imágenes en silencio como yo. Nadie saltó de mis recuerdos de cautiverio y no vi a ninguno de los científicos que habían trabajado sobre Allie. Tampoco había un Simon Hughes en la lista, pero eso no era una sorpresa. No iban a publicabar fotos de todos sus trabajadores. Los listados eran de investigadores, ingenieros y médicos, la seguridad no formaba parte de ello.

    Solo una foto me hizo sentir algo, aunque no sabía por qué. Un hombre de cabello plateado de unos sesenta años, arrugas de sonrisa rodeando los ojos y la boca y una garganta oculta por papada de aspecto tembloroso. La imprimí y la añadí a la pared, mirándolo pensativa. Allie se acercó después de un rato y se paró a mi lado.

    "Él me parece familiar también." Su voz era tranquila y yo la miré fijamente. "Parece un hombre bastante agradable, pero no me agrada. Hay algo mal en él."

    "Algo hay ahí," coincidí. "No sé qué es."

    "Liam Gould." Carmel acercó su silla. "Director Senior del Programa Fronteras. Ph.D., M.D. Es un alto cargo, podría ser alguien que conocías de antes de que te borraran los recuerdos."

    El subconsciente de nuevo, el hermoso subconsciente.

    "¿No sientes nada sobre los demás?"

    "No," dijimos ambas a la vez, y Allie agregó: "Pero no los he revisado todos aún."

    Me moví nerviosamente y cambié el peso entre las piernas, incapaz de apartar los ojos de la foto. Cualquiera que fuese la pinchante sensación que había ahí, permanecía tercamente fuera de alcance.

    "¿Qué dice ahí sobre este Grupo Fronterizo?" Pregunté.

    "Programa Fronteras. Comenzó con $10 millones de capital inicial del multimillonario Frederick Scholz. Combinan tecnologías emergentes para crear transformadores avances sin precedentes en biociencia," citó Carmel directamente de una página. "No dice nada sobre las vías de investigación, se lee como un anuncio. Este podría ser el tipo de trabajo que abre una ventana a cosas confusas," ponderó.

    "Alguien que conocíamos de antes," murmuré y me volví hacia Allie. "¿No crees?"

    "Quizá. Si ambas sentimos algo y él es el único, es el mejor que tenemos. Necesitamos saber más sobre él."

    "Sí." Una dirección a la que dirigirse. "Verificaré los recursos para obtener información, comenzaré a construir un perfil."

    "Tengo que terminar de revisar estas fotos."

    Con la excepción de un receso para un muy tardío almuerzo y una cena, insistido por Carmel, continuamos buscando hasta altas horas de la noche. Se añadieron a la pared un mapa de carreteras e imágenes de satélite de la ciudad y los campus.

    El perfil de Liam Gould tenía algunos huesos, pero nada de carne jugosa. Su presencia en Internet era mínima, dominada por logros académicos y predecibles hitos de su vida: un matrimonio, un divorcio, una hija graduada de Dartmouth. Había estado involucrado en el Instituto desde el 2010 al menos, lo que implicaba que era posible que hubiera tenido contacto con nosotras dos. Lo cual abría una nueva galaxia de preguntas en mi cabeza; ¿dónde lo habíamos visto? ¿Cómo? ¿Cuántos otros? ¿Cuántos otros lugares? ¿Qué más teníamos Allie y yo en común? Ideas poco prácticas, a la deriva y dolorosas.

    Cuando llegué a la cama, un dolor punzante y profundo se había fijado en mi lóbulo frontal y sospeché que ellas dos sentían lo mismo, arrastrándose cansadas escaleras arriba. Estuve dando vueltas en la cama hasta bien entrada la madrugada del sábado antes de rendirme e ir a buscar un poco de Tylenol, una práctica a la que me rendía tan raramente que ni siquiera lo guardaba en el sótano.

    La casa estaba silenciosa y oscura, la cocina vacía en silencio.

    La rosa que había comprado Carmel estaba en un delgado jarrón de cristal, aún envuelta en celofán. Respiré su rico aroma y eché un vistazo a la tarjeta. Carmel había dejado un breve poema en letrita manuscrita, La Rosa Blanca, de John Boyle O'Reilly. Era la cosa más hermosa. Me pregunté cómo podría Allie acusarla de no tener emociones. Al leerlo, el latido en mi cabeza cambió de enfoque, se trasladó a mi pecho. Me di cuenta de lo que era, no era envidia, sino plenos celos. El comentario de Allie se estaba abriendo camino debajo de mi piel.

    Me arrastré de regreso a mi solitaria cama, desesperada por dormir al menos un par de horas.

    El dolor en mi lóbulo frontal se había disuelto cuando desperté el sábado por la mañana, pero yo estaba dolorida y un poco deprimida. Al menos hoy tenía mucho en qué ocupar el tiempo. Allie ya estaba frente a su pantalla cuando salí.

    "¿Cuánto tiempo llevas despierta?" Dije.

    "No mucho," gruñó sin apartar los ojos de la página frente a ella. "Estoy haciendo un breve escaneo de las cuentas de las redes sociales y los blogs para ver si alguno de ellos habla del trabajo."

    Una posibilidad remota, pensé, pero a veces las ideas peregrinas llegaban a puerto. Este era el mismo tipo de obsesivas distancias que yo recorría por los recursos en Internet cuando se me metía una idea en la cabeza.

    A última hora de la tarde ella se había desmayado en el sofá.

    "No durmió mucho anoche," dijo Carmel en voz baja cuando notó que yo la estaba mirando.

    "Yo tampoco," suspiré, mis ojos volvieron a la foto del Director Senior. "Sólo se han presentado tres demandas por negligencia contra el hospital en los últimos cinco años y todas fueron casos de negligencia personal en los que los médicos involucrados fueron despedidos. No tienen relevancia para lo que estamos buscando."

    Carmel miró el reloj y susurró: "Sube a la cocina para que podamos hablar. Voy a empezar a hacer la cena."

    "Podría llevarnos días revisar la información en Internet," levantó la voz escaleras arriba y yo me senté en el mostrador y descansé la cabeza en los brazos. Lluvia fría, que soplaba desde el Este, golpeaba las ventanas.

    "Lo sé, y no vamos a sacar nada jugoso de eso. Ni una maldita cosa."

    "Pero ya tienes algo jugoso," dijo, sorprendiéndome con su tono optimista.

    "¿Ah, sí?"

    "El Programa Fronteras. Liam Gould."

    "Cierto," asentí. "Aunque eso me está dando vueltas en la cabeza. ¿Va todo bien entre tú y Allie?"

    "Es difícil saberlo con certeza," dijo y, cuando la miré sorprendida, continuó: "Me inclino a pensar que si hay una deficiencia de emoción, está en ella, no en mí." Luego cambió abruptamente de tema con: "Te he visto mirando la página web de un albergue en el área. Estás pensando en ir, ¿no?"

    "Si puedo poner algunos ojos en el lugar, ver quién va y viene..." Me detuve. "No lo sé."

    "Allie también querrá ir, lo sabes, ¿verdad? No podrás detenerla."

    "Esto es igual de asunto suyo, si no más, ella tiene derecho a su ira. ¿Qué hay de ti?"

    "Ella no hará nada sin mí. ¿No es eso lo que querías? Que nos involucráramos."

    "Del todo, hacer esto yo sola sería una pesadilla. Solo porque fui yo quien lo inició, no significa que no me aterrorice abrir la Caja de Pandora también." Mientras ella sacaba las verduras del frigorífico, agregué: "Déjame ayudar."

    "Pica esto. Haremos espaguetis a la boloñesa; comida rápida y fácil para el cerebro," dijo empujando una cebolla y un pimiento sobre el mostrador, y luego continuó: "Lo que te ha pasado está mal, nunca dudes de que arreglarlo es una noble ambición. "

    "¿Crees que nos estamos metiendo hasta el cuello?"

    "No sé tú ni Allie, pero yo he sobrepasado de lejos mi profundidad. Eso no significa que no esté totalmente detrás de vosotras. Al principio, lo único que quería era mantenerla a salvo, pero ahora.... Esto es mierda pesada. ¿Y si somos las únicas prestando atención? ¿Qué tipo de persona podría darle la espalda a esto?"

    "El noventa por ciento de la población mundial," estimé.

    "No creo que yo pudiera. Siempre me preguntaría: ¿podría haber hecho algo más? ¿Debería haberlo hecho?" Se mostraba simplista por la emoción, pero asentí mi comprensión. Cambió su tono y anunció con un acento inglés de sangre azul: "La causa fundamental del problema es que en el mundo moderno, los estúpidos son engreídos, mientras que los inteligentes están llenos de duda."

    "Bien dicho," di una carcajada.

    "Bertrand Russell era un tipo listo."

    Carmel tenía una forma de hacer que todo pareciera ir bien. Cada día me quedaba más claro por qué la araña la necesitaba tanto. Me encontré admirando sus ojos color avellana, que ardían con motas amarillas y negras, su cabello color cacao con reflejos de miel. Allie se equivocaba cuando lo comparaba con el mío. El de Carmel tenía mucho más brillo, prácticamente relucía. Bajé nerviosa la mirada de nuevo a la tabla de cortar. Allie estaba proyectando sus sentimientos por Carmel en mí. Qué desastre. Yo solo necesitaba concentrarme en mi objetivo. Nuestra meta. Ese era mi trabajo, dirigir un camino hacia la comprensión. Estas eran las peores circunstancias posibles para que me creciera la libido. Carmel no debería haberme ofrecido información sobre su vida sexual. Allie estaría lívida si lo supiera. La idea produjo una sonrisa clandestina.

    "¿Puedo preguntarte algo?" Dije, manteniendo los ojos en el cortado.

    "Por supuesto."

    "¿Fue tu vida se verdad tan horrible? ¿En México?"

    "No," se sobresaltó ante la pregunta. "No fue horrible en absoluto. ¿Por qué piensas eso?"

    "Estoy tratando de entender cómo pudiste renunciar tan fácilmente."

    Hizo una pausa por unos momentos, pensativa.

    "Estaba vacía," dijo finalmente.

    "¿Qué significa eso?"

    "No me gustaba a mí misma," frunció el ceño. "A veces miraba a la gente que me rodeaba, cómoda en sus vidillas perfectas, despotricando y quejándose de jodidos problemas de lo más triviales: quiénes eran elegidos para un papel, por qué necesitaban terminar una relación, quién engañaba a quién." Sacudió la cabeza. "Nunca entendía por qué me contaban esa mierda; Cristo, eso me irritaba. Pero escuchaba y me preguntaba, ¿qué va a ocurrir cuando el mundo se caiga en pedazos? Había veces en que quería que las cosas se cayeran en pedazos para poder verlas colapsar una por una. Verme colapsar. Aquello era perverso." Me miró con disculpa. "Probablemente pienses que eso suena al paraíso."

    En ese momento deseé poder entender sobre qué estaba ella parloteando en mis visiones, al menos para tener un tema que discutir sobre sus motivaciones. Hice una nota mental para mejorar mi español.

    "En realidad no," dije. "Noto de dónde vienes. Aunque coincido con la palabra perverso. ¿Qué hay del ahora entonces?"

    Ella se encogió de hombros. "Siento que tengo la oportunidad de hacer algo que valga la pena. Aunque no suponga ninguna diferencia, al menos podría dormir sabiendo que lo he intentado. Ayudarte a ti y a Allie. Y no es porque ella y yo estemos juntas. Es..." Se detuvo con una dolida expresión. "Es porque ella es un alma hermosa, ambas lo sois, y sois muy especiales, debéis ser protegidas y nutridas, no usadas ​​ni abusadas. Si este es un mundo donde eso puede suceder sin consecuencias, entonces está podrido hasta el núcleo y no quiero formar parte de él."

    Mantuve la cabeza gacha con la esperanza de que no se diera cuenta de mis amenazantes lágrimas, preparada para culpar a las cebollas si ella lo hacía, y continuó.

    "Yo no tengo ningún talento, pero estoy aquí para vosotras. Con vosotras."

    Con el beneficio a priori, deseé haber sido el tipo de persona que podía haberla abrazado, haberle dado las gracias, haberle dicho que ella tenía su propia alma hermosa. Pero en aquel momento yo estaba severamente constreñidq por los sentimientos que aflorando hacia ella, e hice lo contrario, la ignoré con: "Tal vez ahora entiendas lo que quise decir al enfatizar la relevancia en tu experiencia personal de sufrimiento."

    "La entiendo, Bea."

    Allie no había dado en el blanco; no se trataba de querer a Carmel, yo estaba empezando a amarla. Un proceso demasiado extraño, demasiado prohibido y demasiado doloroso para que yo lo comprendiese entonces. Existe la posibilidad de que fuese mi extraordinaria disposición solitaria a aferrarme al primer amigo real que encontraba, pero yo no lo creía así en aquel momento. Culpé a Allie por completo, no había ninguna duda en mi mente de que todo sentimiento que había allí era solo una extensión de los suyos. Sus descarriadas emociones que serpenteaban e infectaban a todo el mundo cerca de ella. La preocupación de que ella tuviera que entrenarse para mantenerlos bajo control de alguna manera era una prioridad que guardé en reserva para cuando se hubiera completado nuestra meta actual. Si alguna vez iba ella a tener algo parecido a una vida normal a salvo, no podía continuar del modo que iba.

    Yo no sabía a qué se había referido Carmel al decir que tenía una deficiencia en los sentimientos y yo no me sentía cómodo preguntándolo. Cuando levanté la vista de las cebollas, me estaba estudiando pensativamente.

    "¿Qué?" Dije.

    "Si descubrimos quiénes son las personas responsables de este fiasco, y eso es un gran SI, pero si lo hacemos y descubrimos que podemos llegar hasta ellos, ¿has pensado hacia donde podría eso conducirnos?"

    "Quiero que se detenga su trabajo ilegal y quiero que alguien rinda cuentas."

    "¿Estamos hablando de exposición pública o estamos hablando," dudó con cautela, "de la muerte? Ambas sendas tienen serias complicaciones y problemas."

    "Tú no te sentiste mal al matar a uno de ellos, ¿por qué debería hacerlo yo?"

    Sacó una bandeja de carne picada del congelador y la puso sobre la encimera para descongelar.

    "Es un gran instituto," continuó. "Tiene un montón de historia, un montón de fondos. Matar a uno y a diez más podrían surgir en ese lugar."

    "¿De modo que permanezco inerte? Soy consciente de que el asesinato es el camino menos elegante, créame."

    "¿Y qué hay del camino elegante? ¿Qué significaría la exposición para ti y para Allie? No solo hablarle al mundo sobre vuestras habilidades, sino que gente está muerta: el sistema legal tendría un día de campo con lo que Allie y yo hemos hecho, sin importar nuestras razones. ¿Y crees que el mundo está preparado para oír lo que cualquiera de vosotras es capaz de hacer?"

    "Quizá no ahora, pero dentro de unos años, cuando hayan sido preparados. Podríamos encontrar una manera sin implicarnos personalmente. Si nos acercamos lo suficiente para reunir evidencia real de lo que se ha hecho, podríamos enviar la información que tenemos de forma anónima. "

    Asintió lentamente. "Esa es una opción. Podríamos elegir a un periodista, alguien con principios que no pueda resistirse a una historia como esta. Hay muchos por ahí." Me miró. "Puede que pase mucho tiempo antes de que tengamos pruebas, si es que eso posible siquiera."

    "Tiempo y dinero. Para cada dirección," coincidí. "¿Me sigues?"

    "Solo necesitaba saber en qué página estabas."

    "Quiero decir, solo estamos charlando, ¿verdad?" Murmuré.

    "Todo charla, por supuesto." Se volvió hacia sus espaguetis.

    Allie apareció poco después. Bostezando con una soñolienta sonrisa, envolvió con los brazos la cintura de Carmel por detrás, sin mostrar irritación por habernos sorprendido conversando sin ella. La siesta le había hecho bien. O aún se sentía culpable por el incidente del viernes.

    "Estoy harta de esto," anunció en el sótano el domingo por la mañana, tan alto que me sobresalté ante la sorpresa. "Aquí no hay nada."

    Giré en mi silla hacia ella. "Coincido," dije.

    "Quienquiera que sea esta gente, son fantasmas. No hay ningún vínculo con ninguno de los nombres o rostros que podamos saber con certeza que hicieron esas maldades." Se quedó mirando hacia la pared por enésima vez, con la cara sonriente de Liam Gould en esta. Yo sabía exactamente cómo se sentía, era como un picor al que no podías llegar, cuanto más te esforzabas, más se alejaba.

    "Esto no iba a ser fácil. ¿Qué has encontrado en las redes sociales?"

    "Algunos de ellos hablan de trabajo, pero sobre todo para quejarse de lo aburrido que es. Son simplemente gente corriente, con fotos de familiares y mascotas." Sonaba melancólica, probablemente preguntándose cómo se les había permitido tener esas cosas y a ella no.

    "Incluso sus técnicos de laboratorio probablemente han firmado acuerdos de no divulgación en cuanto fueron contratados," dijo Carmel.

    "Están lejos de sonar como malas personas. El instituto está estrechamente relacionado con el hospital, hay muchos elogios por el trabajo que hacen. Están ayudando a la gente."

    Ella escupió la última frase y yo asentí. Desde el principio sabían que no íbamos a tener respuestas mirándonos a la cara.

    "Este hombre," Allie se levantó y apuntó con el dedo con fuerza a la foto de la pared en acusación, "es lo único que tenemos."

    "Lo cual es solo una sensación," coincidí en voz baja, resistiendo su ira.

    Hubo un minuto de silencio antes de que Carmel comenzara a hablar, su tono fue opuesto al de Allie; casual, calculado.

    "Pocas personas son conscientes del gran papel que ha jugado la experimentación no consensuada en muchos avances científicos y médicos. Hasta qué punto habríamos retrocedido sin ella."

    "¿La estás defendiendo?" Allie se volvió hacia ella con disgusto.

    "No. Estoy sugiriendo que tal vez el hospital tenga tanto exito porque tienen mierdas en acción detrás del telón que infringe las reglas." Se masajeó el cuello ociosamente.

    "Sí." La voz de Allie se suavizó, volvió de inmediato a la silla de Carmel y comenzó a frotarle los hombros. "Estamos buscando en el lugar correcto, pero no vamos a encontrar en Internet lo que necesitamos."

    "¿Qué sabemos?" continuó Carmel. "Sabemos que estas personas tienen dinero, pero no mucho poder. Están enviando a personas tras Allie que no tienen placas ni identificación ni siquiera intentan hacerse pasar por figuras de autoridad. Están pidiendo información en folletos sin ofrecer ningún tipo de incentivo o recompensa." Levantó un tercer dedo. "Como has señalado, sus métodos científicos no solo tienen fallos éticos y legales, son llanamente fallos."

    "Sabemos que usan poco imaginativos nombres en latín para los sujetos con habilidades," agregué. "Sabemos que han tenido al menos tres ubicaciones diferentes para sujetos humanos: el edificio en Boston, la instalación en la que se encontraba Allie, que puede ser Hadden o no, y hacia donde fuese que la iban a transferir."

    "¿Has investigado en algún momento quién alquiló el edificio de Boston?"

    "Ese fue un callejón sin salida. Estaba registrada como una empresa fachada, Limpieza Industrial de Ferdinand."

    "Así que son muy buenos cubriendo sus huellas y permaneciendo en el anonimato, tienen acceso a instalaciones de investigación de vanguardia y científicos dispuestos a hacer lo que quieran, pero..."

    "Todo eso y quienquiera que esté controlando este programa no es particularmente innovador," terminé.

    "Están restringidos por el miedo," dijo Carmel. "Lo que significa que el poder tras ellos es débil."

    "Tienen mucho que perder. Si están expuestos..." Me detuve.

    "¿Qué estáis pensando?" Allie miró entre nosotras.

    Fui a mirar las imágenes en la pared.

    "Hora de presionar, tal vez." Carmel se detuvo a mi lado.

    "¿Qué significa eso?" Preguntó Allie.

    "Significa Colorado. Significa Hadden," dije.

    "¿Vamos? ¿Todas nosotras?"

    Me volví hacia ella. "¿Quieres ir?" Carmel y yo habíamos llegado a algún tipo de acuerdo tácito en la cocina ayer, pero yo no sabía cuán entusiasta era Allie.

    Me miró como si la pregunta fuera indignante y volvió a señalar a Liam Gould. "Quiero ver más de este hombre."

    "Si puedo acercarme lo suficiente para observarlo adecuadamente, podría empezar a ver cosas. Es decir, si nuestra sensación hacia él es correcta. No estamos hablando de una visita breve," advertí. "Lo que estoy pensando son unas pocas semanas al menos para comprender bien quién entra y sale. Espero encontrar un rostro que reconozca, pero la vigilancia activa requerirá una gran cantidad de paciencia." Una calidad de la que Allie podría carecer alarmantemente a veces.

    Allie intercambió una mirada larga e inexpresiva con Carmel. Que me condenaran si yo sabía qué sentimientos se estaban comunicando entre sí: la conexión de la araña con Carmel había ido más allá del punto de necesitar contacto con la piel mucho antes de que yo las conociera. Las expresiones generalmente se despliegan para retratar emociones; si puedes ir directamente a la emoción misma, la necesidad de estereotipadas señales faciales decae hasta la inutilidad.

    "Nos apuntamos," afirmó Allie. "Seis ojos en lugar de dos, será más fácil si cooperamos."

    "Necesitaremos buenas cámaras," dijo Carmel. "Hacer turnos para vigilar las entradas de modo que, sin importar quién pase, las demás puedan ver. Y yendo a cualquier parte cerca de Hadden, vosotras dos tendréis que estar muy disfrazados."

    "Tú también, no vamos a correr riesgos. No quiero arriesgarme a toparme con una de las caras que experimentaron conmigo. No sin verlas primero. Yo puedo usar a Laura, pero vosotras dos necesitaréis apariencias alternativas, preferiblemente no tan agradables a la vista."

    "Podrías enseñarme a hacer piel falsa," dijo Allie.

    "¿Os estáis comprometiendo con esto entonces?"

    "Sí," dijo Allie y Carmel asintió.

    "No sé si es fácil que os subáis a un avión con solo permisos de conducir." Me pellizqué una uña. "Incluso para un vuelo nacional, el permiso de conducir podría estar sometido a un nivel de escrutinio incómodo."

    Allie dio descanso a mis preocupaciones con pánico: "¡Yo no pienso volar! Nos caeremos, sé que lo haremos."

    Olvidándome de su mala experiencia la última vez que ella estuvo en un aeronave, le respondí un insensible: "De acuerdo, no te hagas un nudo en las bragas."

    "¿Bragas?" Me miró con expresión de asombro y luego se rió inesperadamente. "No me anudes las bragas."

    "Podemos ir en coche." Carmel trató de ignorar sus risitas. "A mí no me importa conducir."

    "Sí. Sí, eso está bien," pensé en voz alta. "Hay cosas que puedes llevar en el coche que no podré subir a un avión."

    Se volvieron hacia mí, el arrebato de Allie se desvaneció.

    "¿Como qué?"

    "Quiero decir, tal vez no las necesitemos, pero es mejor estar preparadas."

    Me interrogaron con la mirada. Saqué una llave de uno de los cajones del escritorio y fui a abrir la puerta en el rincón más alejado de la gran habitación.

    "La puerta misteriosa de la que ninguna de nosotras ha tenido conocimiento," comentó Carmel.

    "Es una sala de almacén."

    "Ay. Joder," suspiró mientras yo la abría y accionaba el interruptor de la luz. "Bueno, no vamos a llevar todo esto en el coche, nos enviarían a la Bahía de Guantánamo."

    "Solo unas pocas cosas selectas," me asenté, agarrando el peldaño de la escalera.

    "¿Te estás preparando para la guerra?" preguntó Allie, mirando por el arsenal apilado en estanterías de metal.

    "Las armas son un pasatiempo. Una vida útil."

    "Jesús, Bea, eso es un lanzacochetes."

    "Sí, no vamos a necesitar eso," dije distraídamente y subí para sacar un maletín médico.

    "¿Cómo y por qué...? No," Carmel negó con la cabeza, "olvida el porqué." Rebobinó. "Olvida el cómo también."

    "Algo de esto no será un problema. Un dron, por ejemplo, podría ayudar con imágenes que no podríamos obtener de otra manera. Las armas son innecesarias, solo unas pocas para protección, en caso de que las cosas se compliquen. Y la pistola tranquilizadora." Abrí la cremallera del kit y miré el contenido; jeringas y viales.

    "Tiopental sódico," observó Carmel a mi lado. "¿No es eso suero de la verdad?"

    "Es un barbitúrico. Uno de estos viales dejaría inconsciente a alguien, pero la mitad deprimirá el sistema nervioso lo suficiente como para calmar la ansiedad y eliminar el dolor."

    "¿Y éste?"

    "Midazolam, más comúnmente conocido como Versed. El tiopental solo causa pérdida del conocimiento durante unos diez minutos, esto es mejor para la sedación prolongada. Puede ser útil. Cualquier cosa que podamos esconder en el automóvil. Tampoco es que vayan a registrarte si te paran. ¿Dos encantadoras mujeres en un coche caro con todos los papeles bien? Enseñad vuestros bonitos dientes y estaréis en camino."

    "¿Pueden bonitos los dientes?" Preguntó Allie, tocando con el dedo un machete. "¿Tú podrías hacer un «visto y no visto» de tus bonitas tetas?" Sugirió.

    "Eso definitivamente despertaría sospechas. ¿Y qué he dicho sobre la palabra tetas?" Dijo Carmel.

    "A ella solo le gusta senos, Allie." Dije.

    "Senos están bien," coincidió. "A mí también me gustan los senos. Amor. Carmel tiene el más delicioso..."

    "Ponle un alfiler a eso, Allie." Dijo Carmel.

    Si era por el contenido del almacén o por el simple hecho de que habíamos tomado la decisión de continuar, el estado de ánimo se alteró notablemente. Progreso. Movimiento.

    "Puede que estemos fuera durante un tiempo," dijo Carmel pensativa. "¿Y si no conseguimos nada?"

    "Ahí es donde entro yo." Allie me miró fijamente.

    "Hacemos una llamada telefónica. Colocamos una trampa," asentí. "Probablemente yo nos consiga algo de ayuda con eso."

    "Si no encontramos nada."

    "Como último recurso, sí."

***

    Pasarían dos días antes de que ninguna de nosotras estuviera lista para partir. Las ayudé a organizar una identidad alternativa muy diferente a su aspecto gótico actual. Fue un acto de equilibrio entre la facilidad de deslizarse en el papel y lo convincente de este. Terminamos con Fleur y Helena, dos mujeres bastante desaliñadas, con más acolchado y arrugas, un proceso en el que Allie se deleitaba tanto que comencé a dudar de que pudiera mantener la cara seria si nuestras vidas dependieran de ello. Yo exageré agregando detalles innecesarios, como dientes manchados de tabaco, solo para poder oírla reír, no quería que eso parara. No era un estado natural para mí ser tan absorvente de emociones.

    La temperatura bajaría drásticamente en Colorado durante las próximas semanas, por lo que los guardarropas cálidos, acentuando la sencillez, eran imprescindibles.

    Una vez organizado, llevé fotos a la ciudad para identificaciones coincidentes. Este no era el momento de tomar atajos. El martes por la mañana hice un inventario de lo que necesitábamos y les ayudé a cargarlo en el Lexus. Ambas se irían después del almuerzo, mientras que yo había reservado un vuelo en el JFK al día siguiente. Eso significaba que llegaría mucho antes que ellas y, aunque Allie estaba emocionada de volver a la carretera, parecía preocupada por viajar por separado.

    "Si conducimos seis horas hoy, diez mañana y diez el jueves, estaremos allí el jueves por la noche," murmuró Allie en la cocina durante el almuerzo. "No sé por qué no puedo ayudar con la conducción."

    "Necesitas más práctica. No querrás que te paren por alguna estupidez." O por chocar.

    "No irás a hacer nada sin nosotras, ¿verdad?"

    "Vosotras lleváis la mayor parte del equipo, así que no."

    Asintió, pero frunció el ceño con ansiedad. Carmel, distraída, jugueteaba con una tableta en el mostrador, sin involucrarse en la conversación y apenas picando de su plato.

    "Mira esto," dijo eventualmente y me indicó que me acercara. Tenía una casa en la pantalla, junto a un lago. Era preciosa. "Está en el lado opuesto de la ciudad que Hadden. Privada, buen sistema de seguridad."

    "Bonita," dijo Allie.

    "Es cara, pero está disponible para alquiler inmediato. La propietaria es una directora de música que pasa la mayor parte del año trabajando en el extranjero. ¿Qué opinas?"

    "Funcionará mucho mejor que el albergue."

    "No tendremos que disfrazarnos tanto," asintió. "Llamaré ahora."

    "Déjame hacerlo a mí, seré yo quien tenga que reunirme con ellos de todos modos."

    "Tienes que darte prisa, Carm, prepárate," dijo Allie. "No has empacado todas tus cosas aún."

    "De acuerdo." Empujó la tablet hacia mí. "Mandona."

    Caemel me pilló en el sótano antes de marcharse.

    "¿Hablaste con la propietaria?"

    "Estaba un poco sorprendida de que la quisiéramos tan rápido y la alquilarán por un mínimo de tres meses. Si nos vamos antes, perderemos dinero, pero eso me parece bien. Aunque le echaré un vistazo primero, me reuno con ella mañana a las cuatro."

    "¿No hay problema con un gato?"

    "Cubrimos cualquier daño que cause. Esto parece una oportunidad."

    "Allie está en la ducha, necesito hablar un segundo." Se sentó y se golpeó el ceño fruncido con la punta de los dedos. "Si algo me pasa, prométeme que cuidarás de ella," dijo finalmente.

    "No te va a pasar nada."

    Me miró de soslayo, rostro tenso.

    "Ella cree que me va a perder, incluso tú debes sentirlo de ella."

    "Bastante fuerte. No pensé que lo supieras."

    "Trata de ocultarlo, pero aunque pudiera, resulta obvio en sus acciones. Su intuición no es perfecta, pero se acerca bastante, y la única forma en que me va a perder es si sucede algo malo. Podríamos estar corriendo un enorme riesgo al acercarnos a Hadden."

    "Si te lo estás pensando mejor..."

    "No lo estoy," interrumpió. "Solo quiero que me prometas que cuidarás de ella. Tú tienes el mismo temperamento que yo, tendrás que tomar el relevo."

    En realidad no sabía a qué se refería ella en ese momento, pero asentí y me di la vuelta.

    "Llevad los teléfonos con vosotras en todo momento. Allie es lo más cercano que tengo a una familia, siempre estaré aquí para ella."

    Veté la idea de que algo desastroso nos sucediera a cualquiera de nosotras. La suerte había estado de nuestro lado desde mi primera visión de la araña e íbamos a tomar todas las precauciones posibles. Esto era lo que yo tenía que controlar, no permitir que ninguna parte de esto se saliera de control. Aunque las palabras de Carmel produjeron una leve sensación de pavor que se mantuvo mucho después de que se fueran esa tarde.

    No me gustaba volver a estar sola en casa. Habría sido más feliz si me hubieran dejado al gato. Menos de dos semanas aquí y ya me habían dejado en la ruina, nunca podría volver a estar satisfecha con la soledad.

    Desperté a la mañana siguiente para descubrirme aferrando la bata de Carmel, la cual me las había arreglado de alguna manera para no devolver. Desafiante, la dejé fuera de mis maletas al empacar.

Capítulo Seis

Colorado

    Después de recoger en la ciudad los nuevos permisos de conducir, me cambié la conservadora ropa de Laura y me puse un vestido de tubo, tacones Walter Steiger y un abrigo Gucci de lana. Me arreglé la peluca en un moño suelto y me corrigí el maquillaje para una apariencia más elegante. Esto no era tanto por el beneficio de viajar, sino para el encuentro en el otro extremo con la propietaria de la casa. Había ventajas en dar la impresión de tener poco interés en ahorrar dinero.

    En el JFK embarqué en el avión con más balanceo en mis caderas de lo habitual y mi nariz mucho más alta en el aire, todo lo contrario de cómo me sentía. Los aviones no eran un lugar cómodo donde estar, me hacían sentir acorralada, como un ciervo ante los faros. Tomando solo vuelos extremadamente cortos entre las ciudades del noreste, el vuelo de cinco horas y media hasta Colorado era el más largo que yo había soportado.

    No obstante, sobreviví y, ciñéndome al personaje, salí del aeropuerto y alquilé un BMW X6 color carbón.

    Los campus de Hadden estaban ubicados en el extremo norte de un pueblo llamado Briggs, ubicado a lo largo de las estribaciones del corredor urbano de Front Range. Este se encontraba a media hora en coche desde el aeropuerto más cercano y yo le di al Instituto amplio rodeo y fui directamente al extremo sur de la ciudad.

    La zona estaba densamente arbolada, el aire fresco con olor a pino. Yo no había visitado antes muchos lugares como ese, me recordaba lo que había visto en mis visiones de Savage Falls. Lo más lejos que había estado de la costa este había sido mi viaje a Missouri dos semanas antes. Siempre con la intención de viajar, la oportunidad no se había presentado en la poca vida que había vivido. Pensé que sería necesario algún día, cuando mi pasado me alcanzara. Correr a enfrentar esto de esta manera, acechar a mis opresores como si yo fuerse una digna oponente, era una sensación extraña e inclasificable.

    Carmel había ganado el premio gordo al encontrar la casa. A diez minutos en coche de la ciudad, se encontraba en la linde de Isadora: ciento cincuenta acres de despejado lago natural. Me detuve al lado de este, me quité la peluca y la piel sobrante y volví a retocarme el maquillaje.

    La agente, una mujer de unos cincuenta años, me recibió en la puerta para mostrarme los alrededores. Aceptó mi historia sobre la esperanza de escribir un poco aquí y no husmeó más cuando le dije que mis primas llegarían mañana para unas muy esperadas vacaciones de reunión. Ella solo parecía interesada en obtener algunos ingresos con ello.

    La casa era un edificio ultramoderno de dos plantas con un garaje doble y una vista increíble desde el agua hasta las Montañas Rocosas en su lado occidental. Con estilo minimalista, su factor hogareño era bajo, muebles elegantes pero escasos. El precio estaba por las nubes pero, al mirar alrededor, valía cada centavo. La privacidad, la vista y la presencia de una casa de huéspedes separada fueron lo que cerró el trato y firmé los papeles del alquiler rápidamente.

    Claramente, la propietaria pasaba poco tiempo aquí, pero la idea de vivir incluso por un corto plazo en una casa propiedad privada de otra persona era preocupante y, una vez que la agente salió acelerando en su Corvette, pasé un considerable tiempo revisando la zona con un buscador de lentes de cámaras ocultas. Cuando estuve satisfecha de que no había cámaras ocultas, coloqué la mía propia: Dropcams sensibles al movimiento, en cada entrada de la casa y la casa de huéspedes, que se podían activar y acceder desde cualquiera de mis dispositivos. La oscuridad había caído cuando desempaqué, configuré mis computadoras y pude etiquetarme como cómoda. Esperaría hasta mañana para orientarme y hacer un apropiado recorrido por el Hospital e Instituto.

    La noche trajo consigo un interesante descubrimiento. Belén Abreu había sido reportada oficialmente desaparecida, y aunque yo me esperaba esto eventualmente, no había forma de detener la pequeña oleada de pánico que esto portaba.

    Hice clic en el enlace de un video y, en un inglés con un ligero acento, un presentador me dijo: "Los aficionados reaccionaron con alarma hoy cuando la nación se enteró de que las autoridades están buscando información sobre el paradero de la actriz Belén Abreu. Un comunicado de prensa temprano esta mañana reveló que la estrella de 25 años, muy querida por su interpretación de Mia Vincente en «Capas ocultas», lleva desaparecida desde el 23 de octubre. Los informes dicen que ella pasaba un tiempo de descanso en Montana cuando abandonó la casa de su difunta madre para un viaje improvisado por carretera. Familiares y amigos han sido incapaces de localizarla desde entonces. Existe preocupación por su seguridad y la policía está tratando su desaparición como sospechosa. Los funcionarios estadounidenses colaborarán con la Policía Federal para desentrañar el misterio y mantendremos informado al público de cualquier novedad. Entretanto, se ha creado una línea teléfonica directa para cualquier persona que crea poder ofrecer información relevante."

    La imagen del Carmel en la esquina superior izquierda se agrandó y dos números destellaban debajo de ella; uno con prefijo estadounidense, otro mexicano. Paré la imagen. Busqué en algunos otros sitios web, aliviada de no encontrar nada sobre un cuerpo ni que la estuviera buscando por actividades delictivas. Pero si bien mi español verbal era pasable, mi español escrito era inexistente, por lo que solo pude confiar los informes en inglés. El momento de la noticia me tenía aprensiva, preguntándome si lo malo que iba a suceder sería que Carmel acabara arrestada o detenida. Pero nosotras nos habíamos preparado para esto, todo estaba en orden, ella tenía la identificación en regla. Revisé el reloj, 10:44 de la noche, y decidí que un mensaje de texto para hacérselo saber no sería inapropiado. Ella llamó de inmediato.

    Respondí con: "¿Va todo bien?"

    "Ajá," la voz de Carmel llegó inafectada, "estamos de vuelta a Missouri, te tengo en el altavoz."

    "Hola, Bea," cantó Allie. "¿La policía está detrás de Belén?"

    "Sí, pero no hay ninguna sospecha de un crimen, parece más bien como si pensaran que ella está en problemas, secuestrada o asesinada o algo así. Solo han pasado tres semanas desde que dejasteis Savage Falls."

    "Supongo que Hamish se puso en contacto con mi padre, este se habría vuelto loco y habría llamado a la policía. Si es que Hamish no lo había hecho ya."

    "Saben que te fuiste a hacer un viaje por carretera, eso es prácticamente lo único que pude obtener de los informes en inglés."

    "Sabrán que me fui con Lark, y tendrán su foto de las octavillas."

    "¿Registrarán la casa y la propiedad?" Allie parecía preocupada.

    "Si no lo han hecho, lo harán."

    "Sabíamos que eventualmente sucedería esto," comentó Carmel. "No dejes que te ponga nerviosa."

    "Lo hemos hecho todo bien, pareces completamente diferente con todos los piercings y el maquillaje. La ropa de segunda mano y los accesorios baratos fueron un buen toque, si alguien creía que te pareces a una actriz, descartarían la idea cuando notaran tus cortinas de caja de gangas. "

    "Lo se, ¿verdad?" Yo pude oír la sonrisa en su voz. "¿Te parece bien si reviso esto a fondo?"

    "Sí, podría haber más detalles en algún sitio web en español. Y estad vigilantes."

    "Está bien, ¿eso es todo?" Preguntó Allie. "¿No necesitamos estar preocupadas?"

    "Tenemos cosas más importantes en las que concentrarnos. ¿Cómo está la casa?"

    "El lugar es impresionante, y estoy segura de que no hay cámaras niñera. Lo hiciste bien, Carmel."

    "¿Has visto el Instituto ya?"

    "No, Allie. Lo rodeé hoy. Le echaré un vistazo mañana. Deberíais poner distancia también del extremo norte de la ciudad y manteneros adecuadamente cubiertas, ya que no tendréis las otras identificaciones hasta que lleguéis aquí."

    "Entendido. Bueno, mientras nos ciñamos el horario, estaremos allí después del anochecer mañana por la noche."

    "De acuerdo, tened cuidado."

    Pulsé «fin» y, de pronto, estaba muy cansada, calmada por la indiferencia de Carmel.

    Mi sueño no se vio empañado por la ausencia de protección en mis propios dominios, fue profundo e ininterrumpido, y el jueves me vestí de la conservadora Laura.

    El Hospital y el Instituto Hadden juntos se extendían sobre un área de casi cinco millas cuadradas, con carreteras que los separaban y mucho tráfico, tanto a pie como en vehículos de todo tipo; coches, bicicletas, e-scooters. Alguien sentado al volante durante largos períodos no destacaba como pulgar dolorido. Pasé el día en el asiento del conductor, aparcada en varias posiciones, observando los accesos y rasgos notables de mi entorno. A propósito había alquilado un coche con cristales tintados, pero no negros, y usaba una lente de 800 mm para ver a la gente yendo y viniendo y tomar nota de las cámaras de CCTV visibles.

    Entre las cuatro y las siete de la tarde, más de tres docenas de coches salieron por la puerta sur, la puerta apuntaba hacia la ciudad y era fácilmente reconocible como la más utilizada. Si bien en el hospital había claramente muchos peatones diferentes (pacientes, amigos y familiares de pacientes y otros no empleados), la mayoría de los que yo veía cerca del Instituto tenían identificaciones de Hadden colgando del cuello o sujetas a la cintura. Las tarjetas eran distintivas, un título y logotipo azul de Hadden, una foto y una banda magnética. Conté que nueve vestían lo que claramente era un uniforme de seguridad y algunas de las otras caras eran familiares por las fotos del sitio web. No me decepcionó no ver nada que se pudiera vincular a una actividad ilegal, no me lo esperaba, no el primer día al menos. Tomé nota para ordenar que se hiciera una entrega en algún momento, para ver con qué facilidad una persona no empleada podría ingresar al terreno y, posteriormente, al edificio principal.

    Cuando la luz comenzó a decaer, encendí el motor y conduje al Sur hacia el distrito comercial central en busca de comida.

    Briggs era una ciudad pintoresca, los edificios eran una mezcla de lo histórico y lo supermoderno, intercalados con parches de árboles de hoja perenne, parques cubiertos de hierba y patios de recreo. Sus estadísticas indicaban alto nivel de empleo y nivel de vida con tasas de pobreza y delincuencia muy por debajo de la media. Con aguda observación, registré todos los coches de la policía, todas las cámaras visibles y, cuando pedí una hamburguesa vegetariana, todas las caras que se cruzaban en mi camino. Me senté dentro del coche a comer y mirar a los transeúntes, absorbiendo el ambiente general de la zona y la actitud relajada de sus habitantes.

    Satisfecha por un primer día en la escena, consideré ir a la tienda de comestibles para abastecer la cocina, pero decidí que era mejor dejar eso en manos de Carmel. Ella sabía mejor que yo lo que comprar. Una nueva sensación se estaba edificando que desafiaba mis años de forzada reclusión emocional. Yo estaba deseando que ellas llegaran.

    La noche era hermosa cuando salí a recibirlas poco antes de las nueve.

    "Llegáis antes de lo que esperaba," dije, sin hacer un maravilloso esfuerzo por contener mi sonrisa.

    "Nos pusimos el camino a las seis de la mañana," explicó Carmel uniéndose a mí en la puerta trasera. "Allie estaba impaciente, me preocupó que pudiera irse sola en el cocbe si yo no movía deprisa el culo."

    La araña dejó salir al gato y este comenzó a merodear por el área inmediata, olisqueando. Carmel dedicó un momento a observar los alrededores. Una fina franja de amarilla luna creciente flotaba baja en el cielo negro.

    "¿Te recuerda a tu casa?" Le pregunté. "Bueno, a una de ellas."

    "Esto es muy escénico."

    "Me encanta," dijo Allie. "Un lago. ¡Un lago!" Bailó alegremente alrededor y luego me dio un abrazo inesperado. "Te he eachado de menos."

    Sorprendida de no ser la única feliz de reunirnos después de un período tan breve, me reí, la empujé hacia atrás y comencé a descargar el equipo.

    "No está mal, ¿eh?" comentó Carmel dentro de la casa. "¿Qué habitación has elegido, Bea?"

    "He puesto cámaras en todas las puertas exteriores y he instalado mi equipo aquí," dije entrando en la sala de estar, "pero yo duermo en la casa de huéspedes."

    "¿Qué?" preguntó Carmel sorprendida. "Siempre te haces a un lado. ¿Es eso justo?"

    "No sé a qué te refieres, la casa de huéspedes es perfecta y no quiero escuchar vuestros sonidos sexuales por la noche."

    "Aunque, sí quiere," entró la araña, abrumada por el peso de una mochila con un dron, "solo no quiere que lo sepamos. Seguro que se acercará a oír por fuera de la ventana con la mano metida en las bragas."

    "¡Jesús, Allie! Estamos aquí por una razón distinta a golpearnos unas a otras." Dijo Carmel.

    "Bea sabe que solo estoy bromeando."

    "Hmm," gruñí. Como si no pudiera tener una mejor vista de su intimidad desde la seguridad de mi propia cama si así lo deseara. "Tengo baño propio, pero no cocina," dije para desviarme del sexo.

    "Vas a comer con nosotras de todos modos." Carmel no me dio la oportunidad de protestar.

    "No he comprado nada aún, solo un montón de fruta."

    "Lo haré yo a primera hora de la mañana después de correr. Seguirás con mis lecciones de entrenamiento aquí, ¿verdad?"

    "Practicaremos, aunque sin saco."

    "Bien," dijo Allie. "Me gusta ver vuestras peleas, son algo sexys."

    "Tienes una mente monopista," pusé los ojos en blanco.

    El coche fue vaciado y la sala de estar quedó desbordada. Les entregué las identificaciones de Fleur y Helena, Allie rompió a reír de nuevo ante las fotos y yo pasé un par de horas repasando el día, compartiendo las observaciones y fotos que había hecho.

    "¿No viste nada de Liam Gould?"

    "No tuve tanta suerte. Aunque estaba feliz con lo que obtuve. Nadie me prestó atención en el coche y noté que algunas otras personas estaban haciendo lo mismo. Computadoras portátiles frente a ellos, fumando un cigarrillo o comiendo. El día ha ido bien."

    "Sí," asintió Allie, aún haciendo clic en las fotos digitales y deteniéndose en un primer plano de una etiqueta de identificación de Hadden. "¿Estabas muy lejos cuando hiciste esta?"

    "Unos setenta metros."

    "Eso es impresionante."

    "Bueno," comenzó Carmel, "estoy pensando que esta vez entre las cuatro y las siete es cuando tenemos la oportunidad de ver salir a la mayoría de los empleados, pero deberíamos estar mirando todas las puertas, no solo la principal."

    "¿Haremos eso mañana entonces? Vosotras dos tomad la puerta del Este y yo tomaré la del Norte," dije y Allie asintió.

    "Echaremos un ojo para ver cuánta actividad hay durante el fin de semana, luego podríamos vigilar todas la puerta principal el lunes, a la misma hora. Si hay tanta gente como dices, todos los ojos serán necesarios."

    "Tendréis que ser Fleur y Helena siempre que estéis en público. Esa es la forma más segura de que esto funcione."

    "Suena bien." Carmel bostezó. "Lo siento, chicas, tengo que irme a la cama, estoy eshausta."

    "Yo también," dije y recogí el teléfono y las llaves. Sentía una sombra pequeña y peluda, Guido había salido del sofá y me seguía hasta la puerta. Yo dudé y lo miré.

    "¿Qué pasa, gatito?"

    "Quiere quedarse contigo esta noche," exclamó Allie.

    Guido me miraba con ojos interrogantes. "Tal vez también está harto de vuestros sonidos sexuales," murmuré.

    El gato se aomodó sobre el edredón como si siempre hubiera estado allí. Tener a otra criatura en la cama conmigo era extraño. Al menos no roncaba, sus ligeros ronroneos me adormecían hasta caer dormida más rápido de lo habitual. Se convirtió en su costumbre el seguirme a la cama todas las noches a partir de entonces. Yo tenía la sensación de que no le gustaba dejarme sola. Era agradable su suave presencia y me pregunté cuánto tardaría yo en tener un gato cuando todo esto terminara.

    El viernes seguimos el plan, vigilando las puertas norte y este, tomando fotografías de los rostros y matrículas que pasaban. El fin de semana transcurrió de manera similar, el tráfico fue mucho menos numeroso. Las cenas se pospusieron para un momento posterior y por las noches revisamos las fotos de los demás. Ya el sábado sentí la frustración de Allie, que crecía de manera constante con cada rostro ordinario y desconocido en el que hacía clic. Sabía que esto pasaría, intenté convencerla de que no lo hiciera, pero funcionó al revés. Su impaciencia me estaba contagiando. Así que esperé un rato a solas con Carmel, sabiendo que incluso una conversación decente con ella la calmaría y la tranquilizaría.

    Yo estaba en la cama a las once de la noche del domingo, un dolor me subía desde el cuello hasta la parte posterior de la cabeza.

    No pensé que me había quedado dormida, somnolienta, me levanté y me dirigí a la casa para recoger un poco de Tylenol. Carmel y Allie aún estaban levantadas, en la sala de estar, y me miraron cuando me dirigí hacia la cocina.

    Me detuve y observé. Ambas parecían como si hubieran estado hablando de mí, culpables y un poco expectantes.

    "¿Algo va mal?"

    "En realidad no," Carmel se aproximó. "Hemos estado discutiendo algo."

    "¿Si?" Miré a Allie, su expresión era difícil de leer.

    Carmel se acercó más, sus ojos exigían que yo mantuviera su mirada.

    "Quédate aquí dentro esta noche," dijo en voz baja. "Con nosotraa. Queremos que te quedes."

    No pude decir nada, no podía apartar mis ojos de los suyos, perdida en tal profundidad. Manos cálidas se deslizaron alrededor de mi cintura desde atrás, se deslizaron debajo de mi camisa.

    "Oh, Dios mío," respiré. Allie se apretó contra mi espalda, sus labios rozaron mi hombro.

    "Eres tan bonita," susurró, "tan, tan bonita."

    No podía moverme, las sensaciones que el toque de Allie me enviaba eran electrizantes. Mi respiración se volvió pesada y Carmel se acercó, sus labios se encontraron con los míos suavemente, pensé que me iba a desmayar.

    Estaba siendo seducida. Por dos hermosas mujeres.

    "Quieres esto, ¿no?" El aliento de Carmel olía a cerezas. No respondí, simplemente empujé mi boca contra sus labios celestiales. Cuánto tiempo había querido hacer esto; y sabía que no estaba traicionando a Allie. Podía sentir su aprobación mientras sus manos vagaban por mi cuerpo, podía sentir su emoción. Podía sentir la de Carmel, nuestras lenguas curvándose juntas. Me querían, ambos me querían. Con voluntad de hierro no hubiera podido detener lo que estaba a punto de suceder.

    De todos modos, se detuvo. El sueño terminó con un fuerte despertar, el sudor perlaba mi labio superior y mi entrepierna estaba húmeda. Me senté derecha y miré a Guido acurrucado a mis pies.

    "Jesús," gemí y me recosté en la almohada.

    Era el sueño más vívido que jamás había tenido, más poderoso que la más fuerte de mis visiones. Esto nunca había sucedido antes. Yo estaba perdiendo la cabeza. Necesitaba sacar estos sentimientos de mi cabeza. Allie lo sabría, ambas lo sabrían.

    Dormí hasta tarde y el desayuno estuvo incómodamente tranquilo el lunes. Le dije a Carmel que hoy nos saltaríamos el entrenamiento. Quería llegar a Hadden, suponiendo que una hora diferente pudiera producir resultados diferentes. Se hizo el silencio mientras me comía los cereal y cuando alcé la vista, Allie me miraba desde el otro lado del mostrador con una sonrisita en sus ojos.

    "¿Has dormido bien?" preguntó deliberadamente y yo fruncí el ceño hacia ella.

    Ella lo sabía. Lo primero que pensé fue que ella estaba captando mis sentimientos, pero luego me di cuenta. Fue por la expresión de su rostro, reservada y triunfante. Había sido ella quien había plantado el sueño, no había duda. Podría haber sido vergonzoso si no yo hubiera sentido una oleada de indignación tan poderosa.

    Me levanté y metí el tazón en el lavavajillas con enojo, ignorando a Carmel cuando ella se apartó del fregadero con sorpresa. Agarrando mi bolso y las llaves, me detuve al lado de Allie antes de irme.

    "¿Crees que eso ha sido inteligente?" Dije en voz baja y luego subí el volumen mientras salía. "Me voy a la puerta Este, estaré de vuelta a las ocho. Vosotras dos haced lo que queráis."

    No esperé una respuesta. Me sentía violada. Ella había cruzado una línea que no debería cruzarse. Entrar en la cabeza de alguien de esa manera era inaceptable, aunque se diera por supuesto que ella era mi amiga. Aquello era una forma única de traición.

    Solo había conducido unos pocos metros del camino de entrada cuando mi visión se volvió borrosa. Me detuve inmediatamente a un lado de la carretera vacía y me apoyé en el reposacabezas.

    Abruptamente, yo estaba de vuelta en la cocina, presenciando un enfrentamiento entre la araña y la farsante.

    "¿A qué ha venido eso?" preguntó Carmel y Allie se dio la vuelta con una sonrisa. La tomó del brazo y la mantuvo en su lugar. "Dímelo ahora. ¿A qué ha venido eso? Bea no pierde los estribos, ¿qué hiciste?"

    "Le di una muestra de lo que es estar contigo," se encogió de hombros. "A ella le gustas mucho."

    Carmel la miró fijamente, sorprendida.

    "Le diste un sueño, ¿no? ¿Por qué?"

    "Yo intentaba ser agradable."

    "Y un infierno lo intentabas. Estabas jugueteando. ¿Qué problema tienes?" En unos momentos su rostro cambió. "Tú la quieres."

    "Sí. Veros pelear me pone tan caliente."

    "¿Tan aburrida estás de lo que tenemos?"

    "No me lo pongas de ese modo. Ni siquiera sé cómo puedes estar tan ajena a lo mucho que le gustas. Yo sabía que esto pasaría. ¡Lo sabía! No hay forma de que lo vaya a permitir, no sin involucrarme también. Eres mía."

    "¿Eso es lo que quieres? ¿A las dos? ¿Quieres tener el pastel y también comértelo?"

    "Sí. Deberías estar agradecida de que no la esté estrangulando."

    "Madura de una puta vez, Lark."

    La expresión de Allie cambió notablemente cuando su antiguo nombre fue usado con tanta mordacidad. Sorpresa, luego ira igual a la de Carmel. No me gustó adónde iba esto. Ahora no era el momento de desmoronarnos por algo tan pueril. Pero justo cuando pensé que la situación iba a estallar, sus furiosos rostros se lanzaron en una unión y ambas comenzaron a arrancarse la ropa la una a la otra, atornilladas en el suelo de la cocina.

    Sus cuerpos desnudos se unieron con tanta ferocidad; era la pareja más embriagadora que yo podía haber imaginado. Mi mandíbula se abrió y mi respiración se volvió laboriosa.

    No parpadeé. Observé, lo miré todo. Dado el contexto de la situación, yo sentía parte de su apetito. Y allí, en el asiento del conductor, al costado de la carretera, con el motor aún en marcha, me metí la mano dentro de las bragas y me llevé al orgasmo mientras presenciaba el de ellas. Tan fácilmente. Tan rapido. La liberación fue épica. Estuvo bien, mal, increíblemente bueno, y después, fui mucho más humana.

    Que le condenaran a los modales. No me importaba si lo sabían; si se les permitía a ellas usarme de esa manera, yo las usaría a ellas.

    Me quedé mirando los pringosos dedos de mi mano derecha con fascinación, luego lo rocié con desinfectante de manos. Miré por la carretera desierta y hacia la línea de árboles a mi lado, la vista no penetraba la densa oscuridad a lo lejos. Si alguno de los vagabundos había presenciado la frenética perorata, yo no podía verlos. La necesidad de privacidad y soledad se apoderó de mí y cambié el teléfono a modo avión antes de dirigirme a la puerta Este de Hadden.

    El sueño y las imágenes de su relación sexual continuaron produciendo una mezcla de animosidad y excitación hasta bien entrada la tarde, incluso mientras intentaba mantener mi atención en las personas que pasaban por la puerta. No había culpa, más una preocupación de que después de una sola vez, podría convertirme en una especie de voyeur y masturbadora compulsiva. Justo después de las dos de la tarde, una distracción recuperó mi interés.

    Liam Gould. Llegó en un distintivo SUV Bentley blanco, se le permitió entrar por la puerta y desapareció dentro de un estacionamiento subterráneo. Las varias tomas que hice en el poco tiempo que tuve no fueron desde los mejores ángulos, pero no había duda de que era él. Mi carne se estremeció, alfileres y agujas perforaron mi piel; una reacción extrema que, una vez más, yo no podía explicar.

***

    Cuando regresé a la casa a las nueve de la noche, el rostro ansioso de Carmel se encontró conmigo en la puerta principal.

    "Llegas una hora tarde," dio unos golpecitos en el reloj. "El plan era verificar si íbamos a llegar tarde y tú dejaste el teléfono apagado. Estuvimos conduciendo buscándote. ¿Qué se supone que debemos pensar si...?"

    "¿Qué pasa?" Allie la interrumpió, reconociendo algo en mis ojos.

    "Dame unos minutos," dije, y me dirigí a la casa de huéspedes. Me quité la nariz y la peluca y me froté la cara con un paño, luego llevé la bolsa de regreso a la casa principal y me uní a ellas en la sala de estar.

    Fui a la mesa, conecté la cámara a la computadora portátil.

    "Liam Gould entró por la puerta Este a las dos de esta tarde." Vi que los ojos de Allie se abrían con anticipación. "Esperé y cuando se fue dos horas después, lo seguí a otro edificio." Abrí un mapa de Briggs en la pantalla. "Aquí, Boltbridge Road. Sin marcar. El área tiene una combinación de propiedades comerciales y residenciales. El edificio es grande, pero el estacionamiento está al aire libre y las alambradas permiten una vista decente. Solo había ocho coches y no está vigilado como el Instituto."

    "Lo que significa que probablemente no sea nada," dijo Allie con un aire de decepción.

    "La puerta no está vigilada. Sin embargo, hay seguridad dentro del edificio. Observé el lugar desde una distancia segura durante cuatro horas. Vi a siete personas, incluido Gould, entrar o salir, una de ellas vestía uniforme."

    "¿Tienes fotos?"

    "Sí." Abrí la ventana de fotos. "Dos de ellos tenían identificaciones de Hadden visibles."

    Allie se sentó y estudió las fotografías con aire pensativo. "Definitivamente es él," dijo con el rostro pálido. "Pero no reconozco a los otros."

    "Lo seguí cuando se fue a las seis y media. A una subdivisión recientemente ampliada en el extremo norte de la ciudad," señalé la calle Plimmerton en el mapa. "Está a diez minutos en coche de Hadden, a doce minutos del CBD [6] de Briggs. Es residencial, es donde vive."

    "Bien hecho, Bea," dijo Carmel, su voz no era tan alegre como la normal.

    "Eso pensé también. Aunque estoy destrozada." Dudé. "Gould es... espeluznante. Esa sensación que teníamos solo empeora al verlo en persona."

    "Necesito verlo," dijo Allie con determinación.

    "Esta noche no." La voz de Carmel no era negociable. "Probablemente esté en casa esta noche y Bea necesita descansar. Iremos todas juntas mañana."

    Solté un suspiro de alivio. "Absolutamente."

    "Pero yo..." La araña intentó protestar.

    "Ve a dar un paseo, Allie," dijo Carmel rotundamente y yo la miré con sorpresa.

    "No quiero."

    "No te lo estoy pidiendo. Ve," repitió ella, con más acero esta vez.

    Ella la miró con alarma durante unos momentos, luego sacó su abrigo del respaldo de una silla y salió por la puerta trasera.

    "Guao," comenté, un poco sorprendida. "Eso no es algo que yo haya visto antes."

    Se sentó en un taburete de la barra y miró fijamente el mostrador. "Lamento lo que hizo," dijo en voz baja.

    "No importa."

    "Por supuesto que sí. Fue cruel, ella..."

    "Carmel," la interrumpí, "aprecio la preocupación, pero no quiero hablar de eso. Estoy cansada y hay cosas más importantes de las que preocuparme."

    "Está bien."

    Si bien su rostro estaba lleno de ansiedad cuando llegué, ahora noté que se veía simplemente horrible, sin su chispa habitual. Era por Allie y yo entendí entonces lo que quería decir ella con deficiencia de emoción. Creía que Allie la necesitaba; la lealtad era un asunto diferente. Su reacción se había retrasado, pero ahora estaba allí: dolor; la persona que amaba le había dicho claramente que quería a otra persona. También había otra cosa, eso no la sorprendía, solo había sido una tonta al pensar que esto podría haber sido diferente.

    Olvida del resentimiento; esa noche, verdaderamente me disgustó la araña.

    "No es tarea tuya disculparte por la basura que hace. Ella no te merece," dije rápidamente y salí de la habitación antes de que ella pudiera responder. Salí corriendo porque tenía miedo de que ella mencionara lo que Allie había soltado sobre mis sentimientos; ese no era un tema que estuviera ansiosa por admitirme a mí misma, y mucho menos a ella.

    Pasé la mayor parte de la noche despierta y deseando haber podido decir algo más. Pero no importa desde qué ángulo lo mirara, nada iba a ayudar. Lo que Allie me había hecho no se comparaba con lo que le había hecho a Carmel.

    Me levanté a las seis y me sorprendió encontrar a Allie ya sentada a la mesa, con las manos envolviendo una taza de café y ojos cansados ​​y enrojecidos.

    Muy preocupada esa mañana, Dios, "¿Qué pasa?" dije débil.

    "Ella ha dormido en una habitación separada. Pensé que ayer lo habíamos arreglado, después de... Pero me desperté por la noche y ella se había ido. Vine a buscarla y la encontré allí, como si ella no pudiera soportar estar en la misma cama que yo." Su voz contenía la derrota.

    "No la culpo," respondí sin pausa. No pude evitarlo, estaba amargada y privadamente satisfecha de verla miserable. "¿Te sorprende eso, Allie?"

    "No lo sé," susurró. "Perdona por el sueño."

    "No importa la frecuencia con la que te disculpes si sigues cometiendo estos errores. Fue una invasión inexcusable. Por no mencionar totalmente inútil."

    Asintió y sus ojos se llenaron de lágrimas. "¿Crees que me va a dejar?"

    "Ella no es ese tipo de persona. Pero tienes que arreglarte, no son tus habilidades las que te hacen peligrosa, es tu ingenuidad. Carmel tiene razón, necesitas madurar."

    "¿Y si no puedo?"

    "Entonces la seguirás lastimando una y otra vez y Carmel, siendo Carmel, probablemente lo soportará. ¿Es eso lo que quieres?"

    Ella negó con la cabeza, ojos llorosos y boca firmemente cerrada.

    "¿Preferirías que ella te dejara?"

    "No puedo creer que me estés preguntando eso."

    "Aprenderás," cedí, suavizando mi voz. "No has tenido tiempo aún. Yo siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase."

    Con el incidente de ayer en el coche a un millón de millas de mi mente, le tomé la mano y se la apreté. Esto era lo que Carmel había querido, lo que yo le había prometido. No importaban los inconvenientes personales, yo no estaba dispuesto a romper una promesa y en ese momento me sentí como la única persona que podía dar equilibrio a las cosas.

    "Gracias," logró decir con voz ronca. Si bien ella no tennía problemas para hablar con Carmel sobre mis sentimientos, aparentemente no quería confrontarme a mí con ellos, lo cual me alegró.

    "Debemos mantenernos concentradas en nuestra meta. Cuando Carmel se levante, iremos a ver este nuevo edificio. Trata de ejercitar un poco de paciencia, la mitad de tu problema es que te frustras con demasiada facilidad."

    "¿Solo vamos a llevar un coche hoy?" Si no pude sentirlo de ella, pude oírlo en su voz; estaba ansiosa porque todas íbamos en el mismo coche. Eso no me sorprendió, yo también dudaba que eso fuese a funcionar.

    "Depende del estado de ánimo de Carmel, supongo." Tampoco es que Carmel soliera ponerse de mal humor, pero esta era una situación delicada.

    Se secó los ojos y asintió de nuevo. "Voy a hacerle el desayuno. ¿Quieres un poco?"

    "No, sólo café."

    Cuando Carmel entró por fin en la cocina media hora más tarde, admito haber estado razonablemente nerviosa.

    Hizo una suave línea recta hacia mí, sentada a la mesa, mientras Allie se apartaba del fogón. Yo estaba a punto de intentar una frase cuando ella me sorprendió inclinándose y besándome en los labios.

    "Buenos días, mi amor," dijo adormilada. Luego retrocedí y observé con ojos muy abiertos, miré a Allie, cuya mandíbula cayó al suelo. "Oh. Perdón, persona equivocada." Negó con su despeinada cabeza. "Es tan confuso."

    Fue hacia Allie e hizo lo mismo, luego se sentó frente a mí en la mesa, dio una casual calada a su vaporizador y tomó la tablet.

    "Vale," asintió Allie lentamente. "Me merecía eso completamente."

    "Sí, lo merecías, brujita desagradable." Carmel alzó la cara hacia la mía con un guiño descarado, toda la chispa de vuelta a sus ojos.

    Cómo logró ella la peligrosa maniobra con tanto reposo y sin que Allie detonase, me costó comprenderlo, pero la tensión superficial resbaló fuera de la habitación y yo me eché a reír.

    "¡Grrr!" Allie se presionó los dedos en los hombros con una sonrisa. "¿Tienes hambre?"

    "Canina."

    La tensión subyacente era una historia diferente. Carmel era y siempre sería una gran farsante.

Capítulo Siete

Sean Horvath

    Carmel había puesto el listón para un día relajado, Dios sabía cómo, pero lo había hecho. No parecía tener sentido tomar vehículos separados, era más fácil si podíamos comunicarnos libremente. Salimos en el Lexus poco después de las nueve y dirigí a Carmel primero hacia la residencia de Liam Gould y, como no había señales de su coche ni de vida allí, hacia el edificio de Boltbridge Road, con un breve paso por Hadden.

    Carmel estacionó varios edificios más abajo, lo bastante cerca como para tener una vista decente, y con el Bentley del Director ya en el estacionamiento, nos acomodamos para vigilar la puerta de entrada.

    No se habló mucho, cuales fuesen sus vicios, Allie estaba bastante callada hoy. Jugueteaba con una computadora portátil en el asiento trasero sin ninguna de sus preguntas o quejas habituales. Sin falta, elegía el asiento trasero si las tres estábamos juntos; era el método de la esquina, ella quería tener el mejor punto de vista no solo fuera del coche, sino también dentro. Eso no me molestaba me gustaba tener la calma de Carmel a mi lado. No se podía negar lo agradable que era su mera presencia, su olor, su voz, su tranquilidad. Pero aún podía sentir su lengua deslizándose por la mía en el sueño de Allie. Vacié mi mente del toque de sus labios, borré la imagen de su descarada sonrisa a la mesa.

    "Gould no parece muy feliz en estas fotos, ¿verdad?" Comentó Allie.

    "Parece estresado y enojado," coincidí. "No te resulta familiar el uniforme de seguridad, ¿verdad?"

    "No. Los guardias que vi vestían monos negros, y no recuerdo sus caras. Quizá si viera uno, pero... no lo sé." Parecía enojada consigo misma.

    "Ya llegaremos a eso, Allie," comentó la farsante con ligereza.

    Solo vimos a tres personas salir y una entrar al edificio, todos hombres en la treintena, uno al que yo reconocía de ayer. Tomé fotografías de sus caras y números de matrícula.

    Di cabezadas contra el reposacabezas durante casi una hora entre la una y las dos. No me culpaba a mí misma, era un día terriblemente lento y mi sueño se había alterado groseramente las últimas dos noches. Quedamente de fondo, un presentador de radio atendía a las personas que llamaban diciendo tonterías sobre la reforma fiscal y los problemas de control de armas en debate en la Asamblea General de Colorado. Tener a Allie durmiendo la siesta detrás de mí y a Carmel soplando una ráfaga ocasional de embriagador vapor de vainilla en mi dirección, no ayudaba. Me desperté para encontrarla ausente de mi lado, la tablet abandonada en la consola central del salpicadero. Miré alrededor con alarma. Allie, despierta, sentada en el asiento trasero, mirando por el parabrisas trasero. Cuando seguí su línea de visión, vi a Carmel al otro lado de la calle, unas casas más abajo, de pie con un hombre latino en su buzón.

    Silencié la radio y le pregunté a Allie: "¿Qué está haciendo?"

    "No sé. Solo hablando, creo."

    Ambos chismorreaban casualmente y compartieron una risita. Demasiado lejos para oír bien, solo pude asegurar que hablaban en español. Incluso como Helena, su encanto se negaba a eludirla. El hombre sonreía y gesticulaba con indiferencia mientras hablaba. El primer pensamiento extraño fue que aquello parecía notablemente como si ella estuviera charlando insinuadamente con él y, posiblemente, intentando poner celosa a Allie. El segundo pensamiento extraño, yo estaba un poco celosa.

    Él le ofreció una calada del cigarrillo liado a mano que le colgaba de los dedos y ella aceptó, tomó una gran bocanada y se lo devolvió. Intercambiaron algunas palabras más antes de que él regresara a su casa con un último saludo y Carmel regresara al coche.

    Cerró la puerta suavemente y se volvió hacia nosotras, con el leve olor a cannabis adherido a la camisa.

    "Gabriel," dijo con una sonrisa sin darme la oportunidad de regañarla por el porro. "Lleva viviendo aquí tres años, dice que el edificio no se usó hasta el año pasado, cuando la gente de Hadden comenzó a trasladar un montón de equipos."

    "¿Qué clase de equipo?" Preguntó Allie.

    "Él no lo sabía, dice que todo estaba en cajas. Que es tranquilo, no hay mucha gente entrando o saliendo, pero hay un poco más de tráfico por la noche y durante el fin de semana. Dice que todos ellos parecen bastante furtivos pero que él nunca se ha fiado de nadie con traje."

    "¿Cómo de tarde por la noche?"

    "Supongo que se refería a después del anochecer."

    "¿Te preguntó por qué querías saberlo?"

    "Las historias de fondo no son necesarias para personas así, Bea," se rió Carmel. "Yo solo estaba dando conversación."

    "Te lo estás pasando en grande, ¿eh? ¿Algo más?"

    "Que está soltero y que quiere invitarme a cenar," dijo con una sonrisa burlona.

    "O sea, me quedo dormida cinco minutos y..." Allie se no terminó la frase. "¿Y qué le dijiste?" preguntó ferozmente.

    "Le dije que estoy enamorada de una brujita malvada," sonrió y Allie le dio una cachetada en el brazo. "Aunque si cambio de opinión..." Le tendió un trozo de papel con un número escrito y Allie se lo arrebató.

    "Helena no ha resultado tan desalentadora como yo pretendía. Uno de estos días se echará a perder, Fleur."

    "No empieces tú también," resopló Allie y se dejó caer contra su asiento. "Dios no quiera que yo meta la pata de nuevo."

    "Hay un montón de gente, Allie," comenzó Carmel con mojigatería, "que se etiquetan a sí mismos, con afecto, como jugadores; como si eso fuese algo de lo que estar orgulloso. Yo prefiero el menos azucarado término de golfa. Y si resultas ser una, entonces estás en la misma categoría que Labios Fríos."

    Sin saber a qué se refería ella con «labios fríos», incluso para mí, el tono fue bronco. Fruncí el ceño y me preparé para la respuesta de Allie, pero ella estiró un brazo hacia el asiento delantero y pasó amorosamente un brazo por el pecho de Carmel.

    "Estás hablando de Julie," dijo ella con deleite.

    "Estoy hablando de la mitad de la población mundial."

    "Y tú eres mucho mejor que ellos, ¿no?"

    "Condenadamente cierto. ¿Por qué iba a querer yo estar con una persona que se folla a cualquiera siempre que sea del género correcto? Mi autoestima no es tan baja."

    Yo no agradecí que me referenciaran como «cualquiera», pero descarté quedarme atrapada en medio y estuve secretamente feliz de que Carmel no estuviera dejando que le escapara la indiscreción tan fácilmente. Se suponía que no debía saber nada de la pequeña confesión de Allie de todos modos. Eso me hizo preguntarme en cuántas otras mujeres podría haber expresado ella interés. Y qué era lo que iba mal con ella. Si yo estuviera con Carmel... detuve el pensamiento con una afilada reprimenda.

    "Gabriel, por otro lado," continuó Carmel con indiferencia, "parece que sería una pareja leal. Devuélveme ese número."

    "¡Deja de ser tan pasiva-agresiva!" chilló Allie y contener mi risa fue demasiado pedir.

    Se estaba poniendo un poco diabólica, pero cuando miré de soslayo su expresión, Allie estaba apoyada en el asiento del conductor, ojos cerrados, brazo aún demorándose alrededor en una Carmel sonriente.

    "Yo no soy una golfa," afirmó Allie en voz baja.

    "Está arreglado entonces," dije con alivio y verifiqué la hora: las dos de la tarde. "Hacemos descanso para almorzar."

    "Mm. Llevamos aparcadas en el mismo sitio demasiado tiempo." Carmel puso en marcha el motor.

    No fue un descanso, fue un interludio de tres horas. Nos fuimos a casa y Carmel hizo una ensalada de pasta con tomates secos al sol. La noticia de que había más visitantes por la noche había conducido a una concesión tácita: si tomábamos un buen descanso ahora, estaríamos mejor equipadas para prestar atención más tarde. Mi plan era regresar en un coche aparte, reticente a someterme otra vez a la tensión de ambas, y el color carbón del coche de alquiler era una opción superior para la noche. Pero eso no funcionó; a las cinco de la tarde las encontré metidas en el coche conmigo de nuevo. No discutí, asumiendo que querían retrasar pasar tiempo a solas hasta que la tensión se hubiera desintegrado plenamente.

    Si volvían a empezar otra vez, yo insistiría respetuosamente en que cerraran el pico.

    El coche de Gould aún estaba en la misma plaza más allá de la valla cuando me detuve y aparqué más al Oeste en Boltbridge Road. La tarde era lúgubre, espesas nubes grises amenazaban con lluvia y la oscuridad se cernió sobre nosotras rápidamente. La noche era negra pero el área alrededor de la entrada estaba bien iluminada con farolas durante la noche. Una persona se fue a las seis y otra llegó a las seis cuarenta y cinco. Para inmensa frustración de Allie, ambos eran rostros a los que yo había tomado fotos el día anterior. Aunque pude sentir algo construyéndose en ella, más que ansiedad era una combinación de miedo y resolución. Me preocupó porque no sabía lo que significaba. Cuando traté de hacerla hablar, Allie se mantuvo obstinadamente fuera del tema y se había quedado en completo silencio a las siete y media. Era claro que estaba impaciente por vislumbrar a Liam Gould, pero aparte de eso, yo no tenía ni idea.

    "¿Qué ideas has tenido sobre el número de la octavilla?" Preguntó Carmel.

    Era difícil soportar este tipo de situaciones sin pensar que no tenía sentido y sin anticipar otras posibilidades. Aquel no parecía un mal momento para lanzar ideas.

    "Una octavilla como esa probablemente recibe llamadas falsas y en broma. Si alguien responde al otro lado, es probable que no se tomen en serio a la persona que llama. Pero tenemos algo que los hará responder."

    "Allie."

    "Podemos enviarles una foto, tomada a distancia sin que ella lo sepa, pero fácilmente reconocible. Exigir una recompensa antes de decirles dónde fue tomada la foto."

    "¿Dónde fue tomada?"

    "Montana podría ser el mejor lugar. Una de las ciudades. Es el último estado en el que ella estuvo, probablemente esperan que siga allí. Un lugar que podamos observar desde una distancia segura, ver quién responde, tomar algunas fotos, tal vez seguirlos."

    "Sabrán que ella está conmigo, sabrán que hace mucho que se fue de Montana. Es más probable que busquen en México."

    "Mm, eso es cierto." No importaba mucho dónde decidiéramos eventualmente llevar a cabo el plan.

    Una bicicleta pasó volando junto a nosotras al otro lado de la carretera y atravesó directamente la entrada al estacionamiento del edificio. Levanté la cámara y ajusté el enfoque.

    El tipo encadenó la bici de carreras a una barandilla y se quitó el casco, auriculares en los oídos y cabello oscuro y despeinado. Llevaba pantalones chinos grises y una camisa de vestir blanca lisa bajo un chubasquero negro.

    "Este no es uno de los que vi ayer," comenté y oí a Allie enderezarse en el asiento trasero y buscar los binoculares.

    Él desapareció dentro del edificio antes de que yo pudiera sacar una foto decente del rostro. "Maldición."

    En silencio, vigilamos, y el mismo hombre reapareció solo quince minutos después, abriendo y hurgando en su mochila. Levanté la cámara de nuevo y saqué varias fotos mientras él se ponía la mochila al hombro, los auriculares y caminaba con su bici hasta la puerta.

    "Conozco a ese hombre," susurró Allie. Era la primera vez que hablaba en mucho tiempo y yo lo sentí de inmediato, aunquen la seriedad en su tono y palabras. Furia. Eso me dio una pausa y me volví para mirarla, al igual que Carmel.

    Allie tenía los binoculares ante los ojos, cuando los apartó, su expresión tras el pesado maquillaje confirmaba lo que vibraba en ella. Este rezaba odio y me asombró. Aunque yo había experimentado de pleno mi propia ira, incluso en su nombre, nunca la había sentido así desde ella. No había rabia en sus recuerdos de ser una prisionera, solo terror.

    "¿De qué le conoces?" Pregunté, pero ella no respondió.

    Mi estómago dio un vuelco cuando Allie echó un rápido vistazo a nuestro entorno, dejó caer los binoculares a un lado, abrió la puerta y se dirigió a la parte trasera del coche, agachada.

    "¡Allie!" exclamó Carmel. "Mierda." Abrió su propia puerta.

    El tipo se había subido a la bici y pedaleaba hacia nosotras, ignorante.

    Yo observaba por el espejo retrovisor, paralizada, mientras él pasaba unos metros más allá del coche antes de sufrir una fuerte caída en el asfalto, bici a su lado. Allie fue directamente hacia él y le agarró por la nuca. Cuando me levanté del asiento del conductor, mi principal preocupación fue escanear el área en busca de ventanas oscuras donde pudiera haber un espectador al acecho. Carmel se inclinó sobre el hombre inconsciente junto a la araña.

    "¿Qué diablos, Allie?" Dije mientras me acercaba presa de los nervios.

    Ella no me miraba, no respondía, solo agarraba un flexible brazo por debajo del hombro.

    "Ayúdame," exigió Allie. "Tenemos que meterlo en el coche."

    "No hemos planeado esto," dije sorprendida de que tuviera el descaro de salirse totalmente del guión.

    "¡No has planeado nada!" Siseó. "Ayúdame."

    Ella tenía razón, yo no había hecho ningún plan. Puede que yo hubiese logrado reprimirlo o distraerme de él, pero la verdad es que estaba asustada por estar aquí. Si nos encontraban las personas equivocadas, existía una posibilidad muy real de que yo pudiera terminar donde comencé. Mi meta era tratar de mantener esto bajo control, una meta sobre la que, en dos minutos, yo había perdido todo agarre. Captar la atención de Carmel era imposible, ella había agarrado del otro hombro y ambas empezaron a arrastrarlo hasta la puerta trasera del BMW. Estaban tardando demasiado, cada segundo que permanecíamos a la vista en esa calle parecía una eternidad.

    "Maldita sea." Abrí una puerta y las ayudé a subirlo al asiento trasero.

    "Pilla el tranquilizante, Bea," dijo Allie operando el clip del casco del tipo. "Deprisa."

    Me quedé mirando a esos ojos salvajes, preguntándome cómo sabía que yo lo tenía en el coche. Carmel sacó la bici de la carretera y la colocó en la baca como si nada. Yo negué con la cabeza y abrí el maletero, saqué el maletín médico y se lo tendí.

    "Tienes que hacerlo tú, yo no sé cómo." Me dijo Allie.

    Llené una de las jeringas y volví a mirar al arrugado hombre con Allie sobre él. Un millón de pensamientos y preguntas me pasaron por la mente, principalmente: Esto es increíblemente estúpido. ¿Y si tiene una mala reacción a la droga? Carmel confiscó la aguja de mi mano inmóvil y aplicó la inyección directamente en vena en el dorso de la mano del tipo. Confusión mezclada con miedo. Me pregunté dónde había ella aprendido a hacerlo con tanta habilidad.

    Mis ojos se dirigieron a la baca del techo y extendí la mano para probar si la bici estaba segura. No lo estaba, pero estaba alojada de tal suerte que probablemente no se caería.

    "Bea," dijo Allie y yo atendí de inmediato. "Entra en el coche."

    Carmel, que ya estaba en el asiento del conductor, encendió el motor cuando yo cerraba la puerta trasera y me instalaba en el asiento del pasajero. Me volví en mi asiento e hice una última súplica a Allie.

    "No deberíamos estar haciendo esto. Deberíamos parar, dejarlo a un lado de la carretera. Luego le encontrarán, nadie se enterará de nada."

    "Nadie de quien tú seas consciente, ¿había alguna cámara apuntando en nuestra dirección cuando sucedió esto?" preguntó Allie ignorando mi petición mientras intentaba sacarle la mochila al hombre desplomado.

    "No, pero..."

    "Este se viene con nosotras," dijo Allie en voz alta antes de que yo pudiera señalar lo poco que eso significaba. "Este hombre va a sentir cada momento de lo que me hizo." Yo nunca había oído tal veneno en su voz.

    Nadie hablaba con tanto veneno sin tener una buena razón, especialmente la araña. Me giré doblándome y le incliné al tipo la cabeza hacia arriba, estudiándolo, notando por fin la demacrada estructura ósea y las pobladas cejas. Era él, el barbudo de las sesiones de experimentos sobre Allie. Se había afeitado y tenía el pelo más largo, desordenado alrededor de las orejas y el cuello de la camisa. Y, abruptamente, los sentimientos que emanaban de ella cobraron perfecto sentido. Los acepté, los sentí mezclándose con los míos.

    "Él tendrá respuestas, Bea," continuó Allie en un tono más racional. "No podemos dejar pasar la oportunidad, es posible que no volvamos a ver a ninguno de ellos."

    "Está bien," abordé el momento. "La casa, Carmel. Y llévanos despacio, esa bici no es segura." Cogí la billetera que Allie había sacado de la mochila y miré la identificación de Hadden. "Dr. Sean Horvath. Es él. Tenemos uno de verdad."

    Allie asintió con la parte superior de su cuerpo, ojos intensos, oscuros en las sombras, salvajes pero despejados.

    Diez minutos después, Carmel entró en el garaje y pulsó el control remoto de la puerta, cerrando el mundo externo.

***

    Él no fue tan difícil de arrastrar como yo había supuesto, sospechaba que estaba sustancialmente por debajo de su peso para un hombre de su altura, pero eso no significaba que fuésemos a hacer el esfuerzo de llevarlo escaleras arriba. Lo llevamos a la oficina de la planta baja, una gran habitación alfombrada con un único escritorio y algunas estanterías, y utilicé mi conocimiento de cómo atarle nudos en las muñecas y tobillos. Allie le vació los bolsillos y yo extendí el contenido de su mochila sobre el escritorio.

    Sus artículos personales eran escasos, un iPhone XS, auriculares, candado de la bici, juego de llaves, frasco de analgésicos y una bufanda de lana. Varias tarjetas, antiguas y nuevas, en su billetera indicaban que Sean Horvath era un Fulano genuino. También había un cheque de caja por dos mil noventa y tres dólares, firmado personalmente por Liam Gould y fechado hoy.

    "Una suma bastante específica. Y grande."

    "Debe de ser esto por lo que él fue allí," dijo Carmel y se volvió para estudiarlo. "¿Cuánto tiempo tenemos?"

    "Quizá cuatro o cinco horas antes de que recupere el conocimiento."

    Carmel se quitó la peluca y se rascó la piel extra de la cara. Yo comencé a alterarme ligeramente entonces, observando la forma vulnerable del tipo tumbada incómodamente sobre la alfombra. Me gustaba planificar las cosas, me gustaba seguir los planes, esto estaba fuera de mi zona de confort. Salí de la habitación y comencé a pasear por la sala de estar. Eran las ocho y media.

    "El outlet en Ascot no cierra hasta las diez, aún tengo tiempo para devolver el BMW. Cuanto antes lo haga, mejor. Lo he alquilado como Laura, iba vestida como ella y tuve que mostrar el permiso de conducir. Pero firmé el contrato de alquiler de la casa como Bea," divagué mientras ellas miraban. "Eso fue un golpe de genialidad accidental."

    "¿En qué estás pensando?"

    "En el coche. Tiene que desaparecer, no podemos correr el riesgo de que nos estén observando o grabando. Tengo que retirarlo. Preferiblemente ahora mismo."

    "Te estás obsesionando con los detalles," dijo Carmel mientras Allie entraba a la cocina y yo oía que se abría la nevera.

    "Tal vez, y ¿qué problema hay en ello? ¿Soy la única aquí preocupada por mantenernos a salvo?"

    "El coche tendrá un registro de todos los lugares donde ha estado, aunque el GPS se desconectara. Si lo encuentran, también encontrarán la casa." Dijo Carmel.

    "Sí, bueno, tal vez nos lleve más tiempo así. ¿Qué tenemos que perder?" Dije.

    "Cristo, esperemos que no nos hayan visto." Se frotó la cara de nuevo y me miró durante varios segundos. "Está bien, lo haremos a tu manera, saca el coche de aquí. Te seguiré en el Lexus y te traeré de vuelta, alquilar otro con el mismo nombre frustra el propósito de devolverlo."

    "¿Qué hay de Allie?"

    "Ella se quedará, mantendrá un ojo en el tipo."

    Miré hacia la cocina, me acerqué a Carmel y le susurré: "No podemos dejarla sola con él."

    "Dame una buena razón para eso. Ella está bien equipada para lidiar con él si se despierta."

    "¿Y si... ella hace algo estúpido? Puedo volver en un taxi."

    "Ese chiflado la torturó, ella puede hacer lo que quiera. Te traeré yo, solo estaremos fuera una hora."

    "¿Por qué insistes tanto en dejar a Allie con él?" Pregunté con los ojos entornados.

    "¡Porque necesito unos minutos a solas en el coche para arreglar mis mierdas, Bea! Tenemos un hombre atado e inconsciente y podría quedarse así durante horas. Cuando regresemos seré capaz de discutir, en mejor capacidad, qué carajo vamos a hacer con él. Tú quieres encargarte de los detalles, pues hagamos eso. No puedes traer un taxi aquí con Laura."

    La ansiedad en su voz sorprendió y tranquilizó; no importaba lo suave que ella había reaccionado al secuestro, estaba en un estado similar al mío. También tenía razón sobre Laura y el taxi.

    Allie, ocupada con un sándwich y en una sincera conversación con un Guido de aspecto ansioso sobre la encimera de la cocina, parecía feliz con la idea.

    Mis nervios estaban a flor de piel mientras conducía a Ascot y devolvía el BMW y Carmel esperaba al otro lado de la calle, pero creo que lo oculté con éxito, el asistente masculino fue profesional pero amable. Hubo unos minutos de silencio cuando subí al Lexus y salimos de Ascot.

    "No me siento nada cómoda con lo que estamos haciendo," dije finalmente. "Allie nos ha puesto a todas en peligro."

    "Puede. Puede que nos haya puesto a todas en peligro, no saltes a las conclusiones," respondió.

    "Se supone que debemos planificar y tomar decisiones juntas. ¿Cómo es que estás tú de acuerdo con esto?"

    "No he estado de acuerdo con nada desde que descubrí quién era ella. Pero considera la alternativa, podríamos haber estado vigilando esos edificios durante semanas y no haber encontrado nada. Cuanto más tiempo vigilemos, mayor será el peligro de ser descubiertas y aprehendidas. Tienes razón, esto fue estúpido, pero también valiente, y yo comprendo completamente los sentimientos de Allie."

    "¿Crees que yo no entiendo sus sentimientos?"

    "Mucho mejor que yo, pero tú nunca ibas a ser capaz de recibir vuestra retribución sin correr riesgos."

    "Yo quería abordar esto con cálculo."

    "El cálculo tiene su momento, también lo tiene la acción." Me miró de reojo. "Tenemos a uno de ellos, Bea. Este es un gran paso hacia lo que tú querías. ¿No significa eso nada para ti?"

    Exhalé profundamente e incliné la cabeza hacia atrás. La noche era negra más allá de las farolas mientras regresábamos a Briggs.

    "Significa algo," admití, dejando que sus palabras calaran. "Significa un montón."

    "Te diré por qué estoy más relajada de lo que probablemente debería. Allie está tranquila, lleva tranquila desde que lo subimos al coche. Eso es muy importante, ella tiene una extraña maña para detectar si algo importante está en marcha que la involucre."

    "Como cuando encontraron los restos del helicóptero." Asentí para mí misma. "No es mucho, pero es un marginalmente reconfortante. Armas. Tú y yo necesitamos armarnos cuando regresemos, y vigilar a cualquiera que se acerque a la casa. Empacaré una mochila de emergencia en caso de que tengamos que salir a pie deprisa."

    "Ese es el espíritu."

    De vuelta a la casa, encontramos a Allie encorvada en la silla del escritorio en la oficina, sosteniendo una taza de café, mirando a su torturador.

    "¿Todo bien?" preguntó sin apartar los ojos de él.

    "Mm." Carmel se acercó al escritorio y volvió a estudiar los items pensativamente.

    Era una pena que él no tuviera una computadora portátil o una pila conveniente de archivos comprometedores. Hice una nota mental para comenzar a construir un perfil mientras aún estaba inconsciente. A punto de comenzar una discusión sobre qué hacer a continuación, la sensación familiar de una leve visión se deslizó a través de mí. No era fantásticamente oportuna pero, sospechando que podría ser algo del pasado de Sean, la acepté. Apoyé las manos en el escritorio para mantenerme estable y miré hacia adelante, la oficina fue reemplazada lentamente por otra oficina muy diferente.

    Entré en la visión justo en mitad de una conversación. Liam Gould estaba sentado detrás de un escritorio con pilas de papeleo, otro hombre de pelo gris y traje frente a él.

    .".. si han cruzado la frontera mexicana." Capté el final de la ansiosa frase de Gould.

    "Pareces cansado Liam," comentó el otro hombre suavemente. "Quizá sea hora de que te jubiles."

    "¿Estoy consiguiendo ayuda o no?" preguntó el Director con impaciencia.

    "Limpiamos el caos que causaste en Montana," respondió monótonamente mientras Gould cruzaba las manos ante él, con los labios apretados. "Ese ridículo matón que contrataste, pero no lo hicimos por ti. Te advertí lo que sucedería si no detenías esta locura, pero cada vez que te veo te has enterrado más hondo." Sus palabras fueron más claras que su rostro.

    "Este no es un tema de andar por casa, ¿cuánto tengo que enfatizar esto? Fred considera..."

    "Cierra la bocaza," gruñó el hombre. "Ya no estás lidiando con Farris. No has perdido una, sino dos personas que podrían incriminarte, una de las cuales la gente no olvidará muy fácilmente. Eso es lo único que necesito saber." Se echó hacia atrás, su chaqueta se abrió y vi una placa sujeta al cinturón. Pasó una desdeñosa mirada por el hombre que tenía delante. "Nunca me has gustado, Dr. Gould. Espero que te hundas en la mierda junto con ese gilipollas que te mueve los hilos. Ese puede contratar todos los gorilas que quiera, nadie con sentido común va a tocar esto. ¿Y en serio estás buscando la cooperación de la agencia?" Él se rió, un sonido hueco y despreocupado, negó con la cabeza y se puso de pie. "Entiende esto, nos vamos a lavar las manos de ti, de la debacle entera. Estás solo de aquí en adelante."

    Salió sin esperar respuesta. Dejó la puerta abierta y la cara de Liam Gould como un trasero azotado.

    "Bea." La voz de Carmel se abrió paso y la niebla se despejó de mis ojos. Seguí de pie en el escritorio y me concentré en sus ojos interrogantes.

    "Perdón, ¿qué?"

    "¿Acabas se ver algo? ¿Viste algo sobre él?" Miró al hombre inconsciente.

    "No. Me he quedado embobada." No me pareció correcto, pero la mentira fue automática, yo necesitaba tiempo de análisis antes de decirles lo que había oído. Había sido breve pero la escena estaba cargada de información sin procesar.

    Carmel no me creyó, eso fue obvio. Pero tal vez lo dejó pasar porque pensaba que yo había visto algo sin relación.

    "Te estaba preguntando qué puedes hacer con este teléfono. ¿Puedes desbloquearlo?"

    El tipo de teléfono tenía biometría de reconocimiento facial y cifrado basado en archivos, no había forma. Abrí la boca para decirle que era bonito que pensara que yo era tan inteligente, pero Allie se me adelantó.

    "Innecesario," dijo, se levantó de la silla y se inclinó hacia Sean Horvath. "Todo lo que necesitamos está aquí." Le tocó la sien con el dedo índice.

    "¿Puedes ver sus recuerdos mientras está así?"

    "Ni uno solo."

    "Charlemos en otra parte," sugerí y me dirigí hacia la sala de estar.

    "No podemos preguntarle sin más," dijo Carmel cerrando la puerta tras ella.

    "El tiopental podría ayudar, si no para hacerlo hablar, al menos para relajarlo lo suficiente como para que Allie acceda a algo."

    "¿Ahora no tienes problemas en darle una inyección?" Carmel me lanzó una mirada extraña.

    "Tenías razón," me encogí de hombros. "Hay ventajas en lo que acabamos de hacer, al traerlo. Una de las grandes que tenemos a nuestro favor es que nadie se habría esperado esto. Han sobreestimado el miedo de Allie y subestimado su determinación."

    "Tú has cambiado de melodía," dijo con suspicacia.

    Su actitud era razonable. La visión de Gould había alterado mi forma de percibir la situación, había menos dudas, mayor inversión. Había sido una visión en tiempo real y verificaba que el Director pendía de un hilo, incapaz de procurarse ayuda de autoridad. Igualmente crucial, él no solo estaba ciego a nuestra presencia en la ciudad, sino completamente ignorante a la noción de que la araña se había unido a uno de sus errores menos recientes.

    Yo había tenido razón desde el principio: él no lo había visto venir en absoluto.

    "¿Así que, eso es todo? ¿Esperamos hasta que se despierte, usamos el tiopental y vemos qué pasa?" preguntó frunciendo el ceño.

    "Tengo una idea mejor," dijo Allie compartiendo una mirada intensa con el sofá. "No puedo extraer ninguno de sus recuerdos a menos que esté abierto a ello, pero la droga tampoco me ayudará a llegar a estos."

    "¿Por qué no?" Pregunté, tomada desprevenida por su certeza.

    "La gente se encierra en muchos niveles diferentes. Hay partes que él ni siquiera se admitirá a sí mismo, y creo que drogarlo es redundante. No es un hombre irredimible, hay algo bueno dentro de él, lo he sentido."

    "¿Después de todo esto quieres que lo dejemos ir?"

    "No," gruñó ella. "Estoy diciendo que creo que puedo curarlo, simplemente haciéndole sentir mi dolor."

    "¿Quieres darle tus memorias?"

    "Me gustaría hacerlo de cualquier modo, pero creo que hay una alta probabilidad de que hable cuando termine con él. Se abrirá como una flor. Dirá, hará, cualquier cosa."

    "Como una forma extrema y condensada del síndrome de Estocolmo," reflexionó Carmel y se encogió de hombros. "Si lo va a hacer de todos modos, esa es una posibilidad intrigante."

    "Él sabrá quién eres si lo haces," pensé en voz alta.

    "Estoy segura de que eso no va a importar," dijo.

    "Castigo y persuasión de un solo golpe. Entonces, ¿cómo funcionaría esto?"

    "Simplemente," dijo Allie. "Le cubrimos la boca con cinta adhesiva y me meto en su cabeza. No sé cuánto tiempo tardará eso, pero no me detendré hasta que él sepa lo que ha hecho. Que lo sepa."

    "¿Y él tiene que estar consciente?"

    "Muy." Añadió Allie grave: "Y tendré que ofrecerle algo a cambio."

    "¿Qué?" Carmel frunció el ceño.

    "El perdón," dijo Allie reflexivamente.

    Eso era demasiado fácil, demasiado limpio. Demasiado que esperar y yo estaba ya enumerando alternativas en mi cabeza para cuando no funcionara. No podíamos liberarlo sabiendo quién era Allie y lo cerca que estábamos. Si esto no funcionaba, Sean Horvath tendría que morir.

    "Entretanto," dije desconectando una computadora portátil, "voy a buscar un buen lugar para una cámara dirigida al camino de entrada y la carretera, para poder vigilar desde ahí dentro." Gesticulé hacia la oficina.

    "Un segundo." Carmel me detuvo con una mano en mi brazo. "¿Qué pasa contigo?"

    Yo sabía a lo que ella se refería y Allie se giró al oír las palabras, para mirarme, esperando.

    "Vi algo," admití.

    "Por supuesto que lo viste," respondió Carmel rápidamente. "Se te dilataron las pupilas, ¿viste a Sean?"

    "No. Probablemente fue estimulada por Sean, pero no fue de él, fue de Gould, en tiempo real."

    Expliqué en detalle la conversación que yo había oído y observé cómo la tensión en sus rostros se calmaba y un brillo entraba en los ojos de Allie.

    "Probablemente era la misma oficina en la que Sean acababa de cobrar su cheque. Así es como funciona a veces."

    "¿Ni siquiera ibas a decírnoslo?"

    "Iba a hacerlo. Es que sucedió sin más y necesitaba analizarla. Mucho ha cambiado en solo un par de horas, tenemos más de lo que esperaba conseguir en dos semanas. Lo siento."

    "Parece que todo en Montana estaba encubierto. Incluso Daniel Ruebeck."

    "Suena de ese modo," coincidí. "No se te va a imputar un asesinato."

    "Cuando él dijo «dos ​​personas», ¿se refería a ti y a Allie, o a mí y a Allie?"

    "Definitivamente a ti y a Allie. Tú eres de quien el público querrá respuestas."

    "¡Esto es maravilloso!" exclamó Allie, me agarró y me plantó un beso húmedo en la mejilla antes de dar vueltas por la habitación. "¡No nos dice mucho pero me hace sentir mejor!"

    "Tú no te estabas sintiendo mal."

    "¡Pero ahora me siento genial!" Dejó de girar y se dirigió hacia la cocina. "Voy a comerme otro sándwich."

    "¿Estamos bien?" Le pregunté a Carmel.

    "Estamos bien," dijo con una sonrisa y yo llevé la computadora portátil a la oficina. Salí en segundos sosteniendo el teléfono. "¿Puedes deshacerte de esto? Bórralo y llévalo a la ciudad, tíralo en un cubo de basura."

    Coloqué la cámara adicional en una de las ventanas del segundo piso, los coches que se acercaban serían visibles al menos un minuto antes de que llegaran aquí, y llevé la computadora portátil a la oficina.

    Sean Horvath había obtenido su título médico en el estado de Ohio, completado una interinidad de un año en el Centro Médico Bettany en Columbus y pasado a completar una residencia de neurología de tres años en Hadden. Si la información desactualizada en su página de Facebook era correcta, actualmente se estaba capacitando en un programa de becas allí. Era hijo único, con padres en Wisconsin. Se había separado de una antigua novia hace dos años y vivía solo. Sin mascotas. La página no se había actualizado desde el año pasado, lo que podría indicar una disuasión activa de usarla. Mirando la suma total de su vida mientras yacía atado a varios pasos de mí, me deprimí. Él era todo académico, pero si yo pudiera ser abierta sobre mí misma en las redes sociales, equivaldría a menos de la cuarta parte de lo que él. Aunque su foto definitivamente no se incluía entre los empleados de Hadden, ni barbudo ni afeitado. Me pregunté cuántos otros mantenían ocultos. Cuando Allie entró con un sándwich, fue un alivio. Me sonrió y se puso en cuclillas junto a Sean para comer y mirar.

    "Él está demasiado marmota para ser una pesadilla, o yo haría eso," comentó.

    "Aparte de hambrienta y un poco maligna, ¿estás bien?"

    "¿Por qué no iba a estarlo?"

    "Esto es algo bastante importante, encontrarse cara a cara con tu propia pesadilla personal."

    "Aunque ahora han cambiado las tornas, ¿no?," Dijo pensativa y dio un mordisco. "Estoy deseando descargar."

    "¿De verdad crees que podrás ofrecerle el perdón?"

    "Ya veremos."

    Era seguro inferir que la oferta sería del tipo emocional mientras ella estuviera en la cabeza del tipo, en cuyo caso, esta tendría que ser auténtica.

    "Toda su vida se trata de su carrera," dije morosamente.

    "Como la mayoría de la gente de Hadden."

    "Probablemente así es cómo se dejó engañar para hacer estas cosas, promoverse a sí mismo."

    "No sientas pena por él, Bea." Se sentó en la alfombra y cruzó las piernas. "Sé que no te ha gustado lo que he hecho, pensaste que era una estupidez. Pero te toca a ti ahora confiar en mí, no voy a lastimarlo excepto para hacerle sentir lo que yo sentí. Si esto funciona del modo que creo, me lo agradecerá."

    "Si no, tendrá que desaparecer. Podemos hacer que parezca un suicidio."

    "Ten fe." Ne miró. "¿Qué habrías hecho tú si hubieras visto fuera de ese edificio al guardia que se aprovechó de ti?"

    "Seguirle hasta su casa y pegarle un tiro," dije. "En el momento adecuado, por supuesto. Él no merecería el cálculo de los científicos, él no tendría acceso ni respuestas."

    "Si pudieras hacerle sentir lo que tú sentiste, ¿lo harías?"

    "Sí." Hice una pausa y agregué: "Después le pegaría un tiro."

    "Y crees que soy la maligna," soltó una risita.

    "Agh, es verdad, sí que tengo rabia." Apoyé los codos en el escritorio y me froté las sienes. Yo lo estaba adornando, de todos modos, probablemente no le pegaría un tiro. "¿Deberíamos probar a ver qué sabe Sean antes de que te lances a ello?"

    "Una pérdida de tiempo, si quieres mi opinión. Pero puedes probar si quieres." Masticó. "Supongo que Gould cree que estoy en México. ¿Crees que el otro sabía sobre mis habilidades?"

    "No lo parecía. Pareció como si Gould quisiera decirle lo importante que eras, pero no pudiera. No puedo estar segura." Dejé que las últimas horas se filtraran correctamente. "Teníamos razón," dije con tardía consternación. "Teníamos razón sobre él, le conocíamos. Dios sabe lo que él podría habernos hecho en el pasado."

    Hizo oídos sordos a la negatividad de la última oración y murmuró: "Mm, eso es bueno."

Capítulo Ocho

La Araña

    "Ve a ponerte la cara," le susurré a Carmel y ella salió de la habitación.

    Él despertó lentamente, sintió las ataduras en manos y pies antes de nada, porque comenzó a luchar contra estas antes de intentar mirar bien a su alrededor. Arrugó el ceño, entornó los ojos al vernos. Comenzó a hacer sonidos bajo la cinta, sin dejar de luchar con las ataduras.

    "Cálmate. Si te liberas, voy a pegarte un tiro sin más." Me agaché a su lado y sostuve el arma entre las rodillas.

    Él se detuvo entonces y me miró fijamente. Sus ojos eran azul oscuro; atentos, en pánico y desconcertados a la vez.

    "¿Vas a estar calladito si me quito eso durante un minuto?" Hice un gesto hacia su boca. "Para que podamos hablar con sensatez."

    Él asintió y yo le quité la cinta. Allie estaba sentada en la silla del escritorio, la agitación manaba de ella.

    "¿Dónde estoy? No tengo dinero," dijo él rápidamente al quitarle la cinta. "Mi familia no tiene dinero."

    "No queremos dinero," le respondí y él pareció a punto de llorar.

    "¿Me vais a matar?"

    "Si haces algún movimiento brusco, será un placer."

    "¿Qué queréis?"

    "¿Qué es ese edificio?"

    "¿Qué edificio?"

    "En Boltbridge Road. ¿Hay sujetos humanos en ese edificio?"

    Su rostro decayó, él frunció el ceño profundamente.

    "Fui a recoger un cheque, estuve allí cinco minutos. No tengo ni idea de lo que estás hablando." Apretó la mandíbula, ojos dirigidos a la alfombra.

    Negué con la cabeza, rasgué otro trozo de cinta adhesiva y me acerqué.

    "No, esp..." logró decir antes de que las palabras quedaran amordazadas.

    "Experimentaste ilegalmente con una chica a la que llamaba Aranea," dije concisamente retrocediendo. Él abrió mucho los ojos y dejó de intentar hacer ruido. "La torturabas con electricidad cuando ella no hacía lo que pedíais. Estamos confundidas acerca de lo que estabais intentar conseguir. Obviamente tú eres un hombre inteligente y muchas cosas no cuadran en esto."

    Él no se movió, solo me miraba fijamente. El sudor comenzó a gotear su frente, no le gustaba lo que estaba oyendo.

    "Suficiente con este aplazamiento," dijo Allie y giró la silla de oficina hacia él. El hombre desvió la mirada de mí hacia ella, estaba asustado. "Ayúdame a ponerlo de pie sobre esto."

    Carmel regresó, él se alarmó al ver a una tercera persona, quizá preguntándose cuántas más había ahí fuera. No trató de patalear ni luchar cuando lo pusimos en la silla. Supuse que mis palabras lo habían aturdido, él era consciente ahora de que esto no era simple, esto era serio, que no tenía control aquí. Allie lo estudió en silencio durante unos momentos.

    "Has hecho cosas muy malas," dijo Allie en voz baja. "Voy a abrirte los ojos." Lo giró hacia la pared y extendió rápidamente la mano alrededor de la nuca del tipo.

    "¿Allie?" Pregunté después de un minuto. Ella no respondía, sus ojos estaban cerrados en concentración y yo me incliné hacia Carmel y susurré: "¿Cómo sabemos que él está viendo lo que ella quiere?"

    Carmel se acercó a la pared para mirar el rostro del tipo y yo hice lo mismo. Tenía las mandíbulas apretadas, los ojos desenfocados y comenzando a lagrimear.

    "Lo está viendo," dijo Carmel. Tocó la mano de Allie. "Ella está bien también, simplemente está distraída. Tenemos que esperar."

    "¿Cuánto tiempo van a estar así?"

    "No lo sé. Le traeré a Allie una silla."

    La colocó detrás de Allie, quien no se movió, y yo me senté en la alfombra y me apoyé en la pared. Quince minutos después, ambas estábamos nerviosas. Iba a ser una noche larga. Jugueteé ansiosamente con la computadora portátil y Carmel se sentó a mi lado.

    "Yo no había anticipado esto," susurré. "Creí que estaría en la cama ahora después de otro día improductivo."

    "Estás asustada," respondió Carmel en voz baja.

    "¿Tú no?" No tenía que responder, yo sabía que lo estaba. "Me imagino que fácilmente podríamos meter su coche en el lago con él dentro. Hay algunos lugares por aquí donde se podría hacer. Hacer que parezca que se quedó dormido al volante. No encontrarían nada incriminatorio en su sistema. porque no necesitaremos llenarlo de drogas. Allie puede dormirlo."

    "Estás muy ansiosa por matarlo."

    "Solo estoy proponiendo ideas. Dejarlo marchar es una mala opción."

    "No nos ha visto la cara a ninguna aún."

    "Aún así podría decir que tres mujeres lo secuestraron y lo interrogaron sobre sujetos humanos, eso es más que suficiente para que tengamos que marcharnos. Y sin haber obtenido ninguna información real."

    "Mm, eso es cierto. Podríamos registrar su apartamento," sugirió.

    Mi respuesta se detuvo por el movimiento de Allie. Retiró la mano del cuello de Sean y se la frotó con la otra. Carmel se levantó y fue hacia ella. Sean, aún de cara a la pared, bajó la cabeza, su pecho subía y bajaba con velocidad, pero no emitió ningún sonido. Me acerqué a mirarlo mientras Allie sacaba a Carmel de la habitación. Con los ojos cerrados, no respondió cuando traté de llamar su atención.

    "Bea," dijo Allie con voz ronca desde la puerta. "Sal un momento."

    "¿Estás bien?" Pregunté en la cocina.

    "Necesito café," dijo y Carmel fue inmediatamente a la cafetera.

    "¿Está él bien?"

    "No, no está bien. Se ha encontrado cara a cara consigo mismo. El terror está luchando contra la insensibilidad."

    "¿Lo está viendo entonces?"

    "Está viendo, está sintiendo. Pero aún no he terminado, solo necesito energía." Después de sólo quince minutos, Allie sonaba débil y parecía pálida, más agotada de lo que yo nunca había visto y eso me preocupó.

    "Podría conducir hasta Alta, traerte algo de Red Bull. ¿O quieres algo de comer?"

    "Red Bull podría estar bien."

    "Iré yo," dijo Carmel poniendo un café sobre el mostrador frente a Allie antes de recoger las llaves y salir por la puerta. Allie tomó un sorbo.

    "¿Sabe él quién eres?"

    "Lo sospecha. Su vulnerabilidad aumenta por segundos."

    "¿Te hace eso sentir mejor? ¿Descargar de esa manera?"

    "¿Parezco acaso como si me sintiera mejor? Esto es necesario, no agradable." Hizo una pausa y me miró fijamente. "Y no lo hagas, no digas que no vale la pena. No dudes de mí otra vez, es molesto, Bea."

    "De acuerdo." Mi boca se curvó hacia arriba ante las palabras: ella estaba bien.

    Carmel regresó a los pocos minutos con varias latas de bebida energética. Allie dejó lo que quedaba de café, vació una lata entera en veinte segundos y regresó con Sean. Él no se había movido, su cabeza aún caía sobre el pecho, ojos cerrados. Ella giró levemente su silla, pero él no reaccionó.

    Su peluca se había torcido y cuando se lo indiqué, Allie se la quitó del todo y se arrancó las tiras de piel de la cara. Yo no protesté, una advertencia era suficiente. Él tenía los ojos cerrados, de todos modos, y parecía decidido a mantenerlos así. Aunque era claro que estaba consciente, su pecho se agitaba bajo la cazadora y tenía los dedos entrelazados fuertemente, parecía bastante como si estuviera rezando. Allie se sentó en la silla extra y volvió a su posición, mano en el cuello del tipo.

    "Esto es insoportable," comenté en voz baja y me senté de nuevo contra la pared con el portátil.

    "Mm." Carmel observó en silencio durante unos momentos y luego salió de la habitación.

    Allie y Sean mantuvieron sus extrañas posiciones, sin abrir los ojos. Eso podría haber sido cómico en otras circunstancias. Yo pasé otra media hora sentada allí, mirando y rumiando, antes de irme a dar un paseo rápido por el exterior de la propiedad. Fue para estirar las piernas y ver lo que hacía Carmel, pero sobre todo porque no podía soportar estar quieta tanto tiempo. No en esta situación. Probablemente en el mismo estado, Carmel limpiaba obsesivamente su vaporizador desmantelado sobre la encimera de la cocina. Guido, estirado en el suelo, tampoco parecía muy contento con el ambiente. Le di un rascado.

    No podía haber estado fuera de la habitación más de tres minutos y, cuando regresé, Allie estaba incómoda en el suelo junto a las sillas y los ojos de Sean Horvath estaban muy abiertos por el miedo, mirándome y luego moviendo su cabeza hacia ella. colapsada cerca de los tobillos vendados. Fácilmente podría él haberle dado una patada en esa posición. Mi frecuencia cardíaca se disparó en milisegundos y me arrodillé a su lado y le tomé el pulso, sin perder de vista a Sean.

    "¿Qué le has hecho?" Exigí y le arranqué la cinta de la boca, pistola a mi costado.

    "Nada," dijo débilmente. "No le haría nada aunque pudiera."

    "Allie," le di un codazo en el hombro de nuevo; ella estaba inconsciente. "¿Por qué se ha desmayado?"

    "Está agotada. Se pondrá bien." La miró con ojos llenos de dolor. "Llévala a un lugar cómodo."

    "¡Carmel!" Grité por la puerta abierta, olvidándome del uso apropiado del nombre. "¡Carmel, ven aquí dentro!"

    Cuando Carmel apareció en la puerta, corrió al otro lado de Allie, le levantó la cabeza del suelo y se llevó los dedos al cuello.

    "¡¿Que ha ocurrido?!" Yo nunca la había oído tan completamente desesperada.

    "Creo que está agotada. Vamos a sacarla." Le enganché un brazo bajo el hombro, la levantamos y la llevamos al sofá de la sala de estar. Ella era tan ligera, era impactante. Las lágrimas aparecieron en los ojos de Carmel, quien se sentó en un extremo y acunó la cabeza de Allie en el regazo.

    "Allie," sollozó, luego alzó la vista con ira. "¿Te importa cerrar esa jodida puerta?"

    Sean ni siquiera trató de protestar cuando rasgué otra tira de cinta adhesiva y se la coloqué en la boca.

    "Siéntate tranquilo, hablaremos de nuevo dentro de un rato," le dije a sus conquistados ojos y cerré la puerta detrás de mí.

    "Te pondrás bien," murmuró Carmel mientras acariciaba la cara de Allie. "Estoy aquí. Siempre estoy aquí."

    "¿Estás bien?" Pregunté gentilmente.

    "Perdón por chillarte. Entré en pánico, no puedo permitir que le pase nada."

    "No debería haberla dejado sola con él."

    "Ella Se pondrá bien. Es como dijiste, está cansada, necesita dormir."

    Eso pareció más un intento de convencerse a sí misma que a mí. Yo sabía que ella no se apartaría de su lado hasta que Allie despertara.

    "Creo que ha funcionado, Carmel," dije en voz baja. "Deberías haber visto la forma en que la miraba."

    Ella me miró. "¿Cómo?"

    "Como si la amara. No chilló cuando le quité la cinta, solo me dijo que la llevara a un lugar cómodo."

    Otra lágrima se deslizó de su ojo y besó tiernamente la cabeza de Allie. "Mi hermoso tesoro."

    Pasó una hora antes de que los ojos de Allie por fin se abrieran de nuevo y mirara a Carmel suspendida sobre ella.

    "Hola," escuché a Carmel decir en voz baja y entré de la cocina. Después de la más vaga insinuación de una sonrisa, Allie levantó la mano y tiró de la cara de Carmel hacia abajo, encontrándola a medio camino con besos cargados y febriles. Carmel se rindió al principio, pero se liberó eventualmente con una risita. "Estás bien entonces. Serás idiota, me asustaste."

    No pude reprimir mi propia sonrisa.

    "¿Cómo te sientes?" Pregunté y Allie se sentó lentamente. "¿Puedo traerte algo de comer?"

    Eran las 3.30 de la madrugada, pero la hora parecía irrelevante. Yo había preparado sándwiches de tocino, lechuga y tomate para cuando Allie despertara, indispuesta a soportar el estrés de esperar a que se interrumpiera su sopor ni de ver a Sean sin algo en que ocuparme. Interrogarlo sin Allie no era una opción.

    "No." Allie cerró los ojos e inhaló profundamente unas cuantas veces. "Creo que... estoy bien, sí." Le dio a Carmel otra traviesa sonrisa y luego me miró. "¿Cuánto tiempo he estado dormida? ¿Habéis hablado con él?"

    "Casi una hora, y no, por supuesto que no. No sin ti." Dije.

    "Vamos a verlo," dijo Allie.

    Carmel la ayudó a ponerse de pie, pero la reprendió: "No voy a dejar que lo hagas de nuevo."

    "No necesito hacerlo, ya está listo." Allie me miró con disculpa. "Él no tiene las respuestas que queremos."

    "¿Qué viste?"

    Sacudió su cabeza. "Él no sabe nada de ti, y casi nada de mí. No puede decirnos quiénes somos, Bea. Deberíamos hablar con él."

    En la oficina, Sean permanecía rígido con la cabeza gacha, el pecho subía y bajaba con controladas respiraciones. Carmel alejó la otra silla y sentó a la araña en ella.

    Allie sonaba ansiosa cuando dijo: "Quítale la cinta adhesiva de la boca, está mareado."

    En cuanto se la quité, él estiró el cuello lentamente hacia un lado y dio una arcada en seco sobre la alfombra. No salió nada, pero era evidente que no se encontraba bien, temblaba, sudaba por una piel demasiado pálida.

    "¿Qué problema tiene?" Pregunté. "¿Esto se debe a ti?"

    "No lo sé."

    "¿Cuánto tiempo lo hemos tenido aquí?" preguntó peculiarmente Carmel y yo miré el reloj.

    "Poco más de siete horas."

    "Retirada," dijo Carmel y tomó la botella de OxyContin de entre las cosas de la mochila de Sean que habíamos vaciado sobre el escritorio. "¿Es esto lo que quieres?" Él mantenía miserablemente los ojos en la alfombra.

    "Por supuesto." Debería haber reconocido las señales yo misma.

    "¿Cuántos de esto tomas al día?"

    Él respiró laboriosamente pero no respondió.

    "Contéstale," dijo la voz ronca de Allie y él levantó la cabeza. El contacto visual directo, que él había evitado durante las sesiones de experimentos, era ahora evidente.

    "Quince, a veces más," dijo él sin apartar los ojos de Allie. Era como si estuviera mirando al sol, no quería mirar, le causaba dolor, pero no podía apartar la mirada. Ella aún estaba débil, apoyada pesadamente en la silla, estudiándolo con una mezcla de lástima y disgusto. El odio había desaparecido.

    "Esa es una adicción bastante grave," observó Carmel mirándome a los ojos.

    "Ahora ya sabes quién es ella," le dije. "Sabes lo que le has hecho."

    "Yo no sabía lo que le pasaba, nunca nos dijeron nada. Solo que nuestro trabajo había terminado."

    "Puedes llamarme Allie. Usa Aranea una vez y no estaré contenta."

    Él sacudió la cabeza desolado y volvió a mirarla.

    "¿No vas a hacer nada para ponerla en peligro?"

    "No. Si queréis matarme..."

    Comenzó a tener arcadas de nuevo, sin molestarse en inclinarse hacia un lado esta vez.

    "No podemos hablar con él así," dijo Allie. "Lo necesitamos normal."

    "Podrías darle un poco de tiopental," me dijo Carmel. "Lo suficiente para aliviar las náuseas para que pueda tomar un par de pastillas."

    Miré a Allie de reojo y ella asintió.

    "¿Quieres un vaso de agua, Carm?" preguntó Allie y yo saqué una pequeña dosis de la droga con una aguja y le puse una inyección. Sean ni siquiera la miró, y mucho menos luchó contra ello; solo continuó con arcadas hasta que, unos segundos después, se detuvo, cerró los ojos y comenzó a respirar de manera más uniforme. Cuando Carmel regresó con el agua, Allie se levantó de su silla, sacó dos píldoras blancas del recipiente de Sean y se acercó a él.

    "Sean," dijo Allie y él levantó la cabeza y abrió los ojos. "Abre la boca." Le puso las pastillas en la lengua y le acercó el agua a los labios mientras él tragaba torpemente, pico de la nuez de Adán oscilando.

    Él la miró fijamente cuando Allie apartó el vaso, ojos muy abiertos por la emoción.

    "Lo siento," se atragantó él. "Lo siento mucho."

    "Sé que lo sientes." Allie dejó el vaso sobre el escritorio y regresó a su asiento.

    "¿Estás bien?" preguntó Carmel, agachándose al lado de Allie y esta asintió.

    "Deberías conocer a mis amigas. Esta es Carmel y ella es Bea. Responderás a sus preguntas con total honestidad y respeto, igual que a las mías."

    "Os diré todo lo que sé," dijo transladando los ojos lentamente entre cada una de nosotras.

    Hubo quince segundos de silencio y, como parecía que Allie no iba a continuar, empecé yo.

    "Dijiste que tenías un trabajo con Allie. ¿Qué trabajo?"

    Él tragó y aspiró lentamente una bocanada de aire antes de hablar.

    "Había varias mutaciones genéticas únicas en su genoma, pero no sabíamos qué las causaba. Nuestro trabajo era identificar cómo se expresaban las secuencias en sus vías neuronales, cómo estaban causando sus genes habilidades tan fenomenales. No pudimos hacerlo, el proceso fue un ejercicio inútil. Podíamos seguir los caminos en ciertas áreas pero faltaban demasiados pasos, estábamos buscando a tientas en la oscuridad. Sugerí muchas veces que necesitaban volver y estudiar más las secuencias, averiguar cómo interactuaban entre sí. No éramos genetistas. Siempre me hacían callar."

    Una nueva ola de asombro me invadió por el poder de Allie. Por la cantidad de personas en el mundo que venderían sus almas para hacer lo que ella podía: por convertir su sufrimiento hacia su torturador de manera tan poética. Sean no era el mismo hombre de las sesiones, no era el mismo hombre que habíamos capturado. Era masilla en nuestras manos.

    Entorné los ojos y lo estudié.

    "¿Tú sabías que la estabas torturando para nada?"

    "Nos dijeron que no lo consideráramos tortura," dijo él inclinando la cabeza. "Él decía que lo viéramos como un estímulo, que no tendríamos que hacerlo si ella hacía lo que le decían. Él hacía que pareciera que eso estaba fuera de nuestras manos y solo en las de ella. Y lo aceptamos, mientras aplastamos profundamente la alternativa. Después de un tiempo, te avezabas a ello."

    "¿Estás hablando de Liam Gould?" Preguntó Carmel.

    "Dr. Gould, sí, pero..." Él levantó la vista con pavor en sus ojos. "Gould es tan títere como nosotros."

    "¿Quién es el titiritero?"

    "Se refiere a Frederick Scholz," dijo Allie y él la miró fijamente por un momento antes de asentir.

    "No lo conozco bien. Lo suficiente para saber que es un fósil y un nazi."

    "¿Nazi?"

    "Un sádico bastardo. Le gusta ver sufrir a la gente, siempre estaba mirando en cámara cuando nosotros..." Volvió a bajar la cabeza. "Cuando la lastimábamos. Todas nuestras órdenes venían de él, incluso dictó la forma de mirarte. No sé qué tiene él sobre el Dr. Gould, pero debe de haber algo. Él sabía muy bien lo que estábamos haciendo. nunca iba a producir los resultados que exigía Scholz." Sacudió la cabeza. "Scholz ni siquiera tiene formación médica."

    "¿Qué te hace pensar que Gould estaba siendo presionado?"

    "Porque así es como funciona Scholz. El Programa Fronteras es mayoritariamente legítimo, pequeña parte de este no lo es, la gente está ahí porque está desesperada. Es la última parada."

    "¿Cómo terminaste tú ahí?"

    Sean miró a Allie con sus ojos llorosos y derrotados.

    "Llevo dependiendo de los analgésicos desde mi primer año de residencia. A principios de este año, me cortaron el sumistro, empecé a robar y alterar registros. Gould construyó un archivo completo sobre mí que abarcaba meses atrás, y no solo Oxy, me pilló por morfina, Dilaudid, Fentanilo... sabía exactamente lo grave que era mi problema. Me dio dos opciones, una, perder mi licencia médica, posiblemente terminar cumpliendo condena por fraude; toda mi vida por el desagüe, o dos, aceptar una asignación especializada en Fronteras. Él lo llamó una oportunidad única en la vida: si trabajaba con él en este caso, podría continuar mi beca sin consecuencias y me proporcionarían todos los opiáceos que necesitaba." Su charla era mecánica, se estaba distanciando de lo que decía, pero decía la verdad. "Yo sabía que iba a hacer algo que no quería, pero dije que sí."

    Carmel salió de la habitación mientras hablaba y regresó con un sándwich y Red Bull, entregándoselos a Allie, quien aceptó en silencio y comenzó a masticar.

    "¿Qué hay del otro?" preguntó Allie entre mordiscos. "La mujer. ¿También es adicta?"

    "Su nombre es Emily Mercer," anunció él sucintamente. "Tiene un hermano pequeño con un tumor cerebral. Él recibía tratamiento prioritario en el hospital por lo que ella hacía; sin ello, él morirá. Nadie es llevado a casos especiales a menos que tengan las bolas en el torno."

    "Hay seguridad, guardias simples," dije.

    "No muchos," asintió él, "aunque él los tendrá también comiendo en la palma de la mano de una forma u otra."

    "Esto es una mierda enfermiza," comentó Carmel medio posada contra el escritorio.

    "Como he dicho, última parada," dijo él y repitió, "lo siento."

    "¿Cuál era el objetivo de Scholz? ¿Ganar más dinero?"

    "No," dijo él, sorprendiéndome. "Scholz está loco, él quiere tus habilidades para sí mismo. Está consumido por la idea, lo ciega a todo lo demás. El dinero puede comprarle lo que quiera, excepto lo que tu tienes."

    "¿Cuánto tiempo experimentaste conmigo y dónde estaba yo antes de eso?" preguntó Allie en voz baja.

    "Nuestro conocimiento sobre ti era sólo el necesario. Realizábamos las tareas, anotábamos los resultados en un archivo escrito y nos comunicábamos con Gould. Nos daban órdenes para el día siguiente y eso era todo. Te tuvimos durante seis semanas antes, Gould nos dijo que ibas a pasar a otra cosa y eso fue todo. Sin explicación, solo continuas advertencias de no decir una palabra a nadie."

    "¿Seis semanas?" Allie estaba claramente alarmada por esta revelación. "¿Sólo seis semanas?"

    "Las condiciones habrían hecho que pareciera más tiempo," dijo. "El tiempo se habría distorsionado sin una medida real..." Sus palabras murieron miserablemente.

    "Entonces, ¿no sabes cómo la encontraron?" Ppregunté.

    "Si quieres saber lo que pienso... creo que Scholz rastreó cielo y tierra por ti. Ojalá..." Una mirada vidriosa cubrió sus ojos y no terminó la frase.

    "¿Cuántas otras personas con habilidades tiene?"

    Le tomó unos segundos salir de su trance y mirarme. "¿Qué?" preguntó, aturdido.

    "¿Otros con habilidades? ¿Cuántos hay?"

    "Ninguna." La pregunta lo asustó. "Ella era... Es tan especial. No hay otras."

    Reprimí el torrente de decepción que me recorrió, recordando que Allie ya había dicho que él no sabía nada sobre mí.

    "¿Qué sabes sobre los hombres que contrata para que le hagan el trabajo sucio?" Preguntó Carmel.

    "¿Perdón?"

    "Los hombres que enviaron a buscar a Allie."

    "Uno de ellos casi me mata," dijo ella y él expresó alarma.

    "No," negó él con la cabeza. "Nunca dejó de enfatizar lo valiosa que eras. Los cazarrecompensas tal vez, pero no para matarte, solo para capturarte. Tiene sentido, la forma en que ha estado actuando últimamente, sin ataduras. Te perdió; Scholz estará ahí fuera desesperado buscando sangre. Sus errores le están cercando por todos lados."

    Los ojos se dirigieron a la puerta abierta de la oficina y él arqueó las cejas. Cuando seguí su línea de visión, un Guido de ojos malvados apareció y se sentó como centinela justo fuera de la puerta, observando.

    "Puedo preguntar... ¿Cómo hiciste esto? ¿Cómo te liberaste?"

    Él no tenía ni idea sobre lo que ella estaba haciendo en el helicóptero. Las punzadas de lástima que surgieron cuando miré su perfil, aumentaron. Allie debió sentir esto, porque me miró.

    "¿Quieres quitarle las cuerdas?"

    "¿Estás segura?" Ella asintió y le susurré a Carmel, "Mantén tu arma sobre él," antes de moverme para liberarlo. Él se quedó quieto, no se movió excepto para frotarse las muñecas cuando le separé de la cuerda.

    "Gracias," dijo él.

    "¿Cómo le borrasteis los recuerdos?" preguntó Carmel y él la miró.

    "Yo no fui responsable de eso, pero puedo suponer que lo hicieron mediante el aturdimiento de las neuronas en áreas específicas del lóbulo temporal medial. La teoría ha estado en desarrollo durante años, pero..." Hizo una pausa con expresión de dolor. "No es ético."

    "¿Cuándo os ha detenido eso?," Dije con amargura. "¿Se puede revertir?"

    "Improbable. Lo siento."

    "Háblanos de Frederick Scholz."

    "Apenas conozco al hombre. Él no nos hablaba directamente a menudo. La gente tiende a tenerle miedo por las razones que he dicho, tiene algo sobre todo el mundo. Yo lo vi muy pocas veces antes de comenzar esta tarea. estaba mucho por ahí, pero desapareció por completo al mismo tiempo que ella. No creo que haya estado en la ciudad por un tiempo. Si tiene contacto con el Dr. Gould, es a distancia."

    "Usaste casos especiales en plural antes. ¿Por qué?" Pregunté y me miró a los ojos.

    "Hay otros sujetos humanos en investigación. Cuatro o cinco, creo."

    Inhalé fuertemente. "¿Dónde?"

    "En Boltbridge Road. No sé mucho sobre ellos, está hecho para que parezca que son pacientes legítimos y voluntarios."

    "¿Cómo sabes tú que no son voluntarios?"

    "Llámalo intuición. Hay muchas vías de investigación en el Instituto que avanzarían si tuvieran sujetos humanos en los que trabajar."

    "Si hay sujetos no consensuales en ese edificio, ¿por qué hay tan poca seguridad a su alrededor?"

    "Intentar hacer que parezca lo más inocente posible. Escondiéndose a la vista. Pero algunas de las áreas dentro del edificio son impenetrables para el personal no autorizado, los pacientes se mantienen aislados y solo sus propios asistentes tienen acceso a ellos. No hay intercambio libre entre experimentadores. ¿Qué estás intentar ocultar si lo escondes tan bien?"

    "Son prisioneros. Al igual que..." No terminé. Si la teoría había sido nauseabunda, la realidad tardaría un tiempo en registrarse hasta el final.

    "¿Qué vais a hacer?" él me preguntó.

    "¿Qué quieres decir?"

    "Me habéis traído aquí, me habéis hecho preguntas. ¿Tenéis algún tipo de plan?"

    "Tenemos que sacar a esa gente de allí," dijo Allie.

    "Pero ¿cómo?" siseó él.

    "No tenemos un plan," dije claramente. "¿Sabes si hay alguna evidencia de su trabajo ilegal en las bases de datos del Instituto?"

    Sacudió la cabeza vigorosamente. "Ni hablar. Aunque Gould debe tener archivos privados, tal vez en su computadora portátil. Y puede haber información más detallada sobre quién eres y qué procedimientos se te realizaron en el pasado. Yo no puedo acercarme a Scholz, pero puedo llegar hasta Gould."

    "¿Qué estas sugeriendo?" Fruncí el ceño hacia él.

    "Si lo que quieres es pruebas, dejadme ayudaros. Ahora que me habéis traído, Gould no me va a dejar marchar, ya me ha dicho que tiene otra tarea para mí, pero me ha estado desanimando últimamente, divagando sobre que tengo otras cosas más importantes de las que preocuparme. No he presionado a mis servicios porque siempre he preferido pasar el menor tiempo posible con él. Pero está tan desequilibrado en este momento que probablemente lo acepte. Si puedo llegar hasta sus libros, hacerme indispensable, podría obtener mucha más información de la que tengo ahora."

    "¿Te estás ofreciendo a espiar para nosotras?" Preguntó Carmel.

    "Sí," dijo él simplemente manteniendo contacto visual con ella.

    "¿Puedes cambiar de bando tan fácilmente?" Yo estaba incrédula y él me miró fijamente un momento.

    "¿Tienes alguna idea de lo que ella me acaba de hacer?" preguntó él en voz baja.

    "Gould aún podría destruirte la vida."

    "Fui un tonto al dejar que me controlara. Pero lo hice, y me habéis traído aquí, así que dejadme aprovechar mi posición con él. Me he estado engañando a mí mismo. No puedo..." Negó con la cabeza. "Tengo que hacer algo. Después de..." Asintió hacia Allie en lugar de terminar.

    "Sigues siendo un adicto," observó Carmel.

    "Tal vez pueda obtener ayuda si admito lo que he hecho."

    "Si aceptamos tu oferta, ¿entiendes cómo podría terminar esto?"

    "Scholz podría hacer que me maten."

    "Si no lo hace, terminarás en prisión."

    "Ya estoy en prisión."

    Observé la intensidad en su rostro, pero no pude decidir si él era idiota o Allie era Dios.

    "¿Qué te hace pensar que puedes conseguir esto mintiendo?" Preguntó Carmel. "Te pillaron robando drogas."

    "Claro, después de cinco años. Puedo hacer esto." Sus ojos estaban decididos, con un toque de locura de Allie. "Si no puedo, improvisaré."

    "No me gusta cómo suena eso," dije.

    "Aunque solo tenga acceso a uno de estos pacientes, puedo hacer fotos, escanear documentos." Me miró y luego miró a Allie. "Confía en mí. Entiendo tu dolor."

    Allie fue hacia él y él se estremeció cuando ella le puso la mano en la nuca. Pero ambos permanecieron conscientes.

    "Venid aquí," nos hizo una seña y nos tendió la mano. "Poned bien la piel en contacto con la mía."

    Cuando le toqué la muñeca, un sentimiento se dispersó dentro de mí. Arrepentimiento, odio a mí misma, nada menos que un cumplimiento absoluto para compensar mis errores. Este era de Sean, invaluable e irrefutable. No creerle era absurdo. Pasaron menos de treinta segundos antes de que Carmel se moviera, apartando suavemente la mano de la de Allie.

    "Estás débil." Dijo Carmel.

    Allie no discutió; esos pocos segundos fueron más que suficientes para recibir su mensaje.

    "Cocina." Les hice un gesto para que me siguieran mientras yo salía de la oficina.

    "¿No es esto lo que querías?" preguntó Carmel cuando estuvimos fuera del alcance auditivo de Sean. "Se ofrece a arriesgar el trasero."

    "Esto es demasiado fácil y se mueve muy rápido," dije retocando mi peluca para asegurarme de que estaba alineada. "Confío en que no está mintiendo después de esto, pero él no sabe nada. La mitad de lo que dice son rumores y la otra mitad está seriamente atrofiado. No sabe nada."

    "Si puede conseguirnos pruebas, ¿qué importa lo poco que sepa?" Dijo Allie.

    "Ella tiene razón, Bea. Es útil y está interesado. Usémosle."

    "Si puede hacerlo, podrían pasar semanas antes de que consiguiera algo que podamos usar. Entretanto, esas personas están atrapadas, y quién sabe qué les han hecho."

    "¿Estás sugiriendo que lo hagamos hablar con la policía ahora? Aún existe la posibilidad de que Gould pueda comprarlos o encubrir esto de alguna manera. Sean dice que él tiene a estos otros pacientes alistados como voluntarios, incluso podría hacer que les lavaran el cerebro para que crean que lo son o, al menos, intimidarles a guardar silencio."

    Allie asintió ante sus palabras.

    "Eso no es lo que he querido decir," dije pensativamente. "Sabemos cuán efectiva es la técnica de Allie ahora. ¿Por qué no tomamos a Gould y le hacemos lo mismo? Eliminamos al intermediario. Gould podría entregar él mismo los registros que tengan. Mejor aún, ¿por qué no apuntar a Scholz? Basándonos en lo que Sean está diciendo, podemos suponer que él es la fuerza impulsora detrás de todo esto." Terminé y me miraron fijamente, Carmel asentía vagamente.

    Carmel puso la mano sobre el brazo de Allie. "¿Crees que podrías hacerlo de nuevo, una vez que hayas descansado adecuadamente?"

    "Sí, si tengo un par de días para recomponerme." Hizo una pausa pensativa mientras observábamos. "Con Gould. No quiero intentarlo con Scholz, no me parece bien. Sean cree que es malvado, ya le has oído, le pone cachondo el dolor. Si lo intento con él, podría salir al revés. Él me cambiaría a mí antes de que yo pudiera cambiarle a él."

    "Scholz no entonces," dije. "Iba a ser más difícil llegar hasta él de todos modos."

    "El problema con Gould es que compartiré recuerdos del dolor infligido por otros, él podrá distanciarse de la culpa que ha sentido Sean. Yo debería poder saber bastante rápido lo difícil que va a ser después de tocarle. "

    "¿Qué deberíamos hacer con Sean?" preguntó Carmel y yo lo consideré.

    "Aceptar su oferta, dejarle marchar, ver lo que él puede hacer mientras nosotras preparamos un plan para Gould.

    "¿Deberíamos decírselo?" Dijo Carmel.

    "Aún no," dijo Allie con los ojos brillando. "Su incentivo es fuerte, quiero darle algo que hacer."

    "Mierda," dijo Carmel captando mi mirada con una risita, "aún vengativa."

    "Fue idea de Sean," Allie se encogió de hombros.

    "Mm. Entonces, ¿lo dejamos libre?"

    "Podríamos vendarle los ojos, llevarlo al otro lado de la ciudad y dejarlo con su bicicleta, para que nunca vea el coche ni sepa dónde está la casa."

    "Él no va a contarle esto a nadie," dijo Allie, "ni que me ha visto. Quiere sacrificarse. Vosotras lo sentisteis."

    "Podemos hacer arreglos para encontrarnos con él en dos días. Si Gould sospecha que está tramando algo, lo verá venir y ninguna de nosotras estará a salvo." Dijo Carmel.

    "Vale." Opté por aceptar y regresé a la oficina.

    Él seguía sentado inmóvil en la silla y nos interrogaba con los ojos. Yo medio esperaba que al menos se tomara un descanso de sus pastillas en el escritorio, pero no.

    "Aceptamos tu oferta," dijo Allie con una sonrisita y él la miró, asombrado.

    Sean no mostró resistencia cuando seguimos la sugerencia de Carmel. Le vendamos los ojos, lo llevamos a la ciudad y le entregamos la bicicleta y mochila.

    "Hemos destruido tu teléfono," le informó Carmel con mínimo arrepentimiento.

    "Está bien, lo entiendo."

    "Bueno, ¿adónde vas a ir desde aquí?" Pedí que nos aclarara.

    "A casa. Dormir. Mañana compraré un teléfono nuevo con una buena cámara, veré a Gould, preguntaré sobre mi nueva asignación, mostraré entusiasmo. Hemos comido juntos un par de veces, me ofreceré a invitarle a almorzar. Si él está tan desesperado como creo, aceptará mi mano extendida."

    "Nos vemos el jueves a las seis de la tarde en punto," le dije y él bajó la barbilla.

    Carmel le entregó la botella de Oxy.

    "Tómate esto con calma, queremos que estés funcional."

    "Y te estaremos observando, Sean," advirtió Allie.

    Él puso la mano en el brazo de Allie, el gesto fue bastante impactante después de lo que ella le había hecho pasar.

    "Gracias," dijo él conmovedoramente antes de subirse a la bici y desaparecer en la oscuridad.

    "Si está tan dispuesto a ayudar, ¿por qué no ha sugerido que fuéramos hasta Gould?" Reflexioné.

    "Probablemente pensaba que lo mataríamos a menos que lo necesitáramos," dijo Carmel.

    "Lo pensaba," coincidió Allie. "Eso no importa, él cree que puede redimirse y ¿dónde está el daño en ello?"

    El alivio de un fin para la larga noche fue intenso y me sorprendí cómodamente envolviendo con los brazos los delgados hombros de Allie.

    "Estuviste increíble," le dije. Un abrazo nunca había significado tanto.

Capítulo Nueve

Nada Dura

    Amanecía cuando llegué a la cama. Dormí hasta el mediodía.

    "¿Qué vas a hacer hoy?" Preguntó Carmel en la cocina, escaneando mi ropa de Laura.

    "Estaré vigilando a Gould esta tarde y esta noche."

    "Iré contigo."

    "No, deberías quedarte y cuidar de Allie." Ella aún estaba en la cama y supuse que podría seguir así todo el día, pero su valor había dado un salto enorme desde anoche y yo no quería que se quedara sola. También me preocupaba qué clase de temas podrían surgir si pasaba demasiado tiempo a solas con la farsante.

    "Está bien. Al menos déjame llevarte a que consigas un nuevo coche de alquiler primero. ¿O querías usar el Lexus?"

    "Cierto, el coche," recordé. "Supongo que no tenemos que preocuparnos por meternos en problemas por el secuestro de Sean, alquilar otro con Laura no debería ser problema. Sí, ¿lo harías? Usaré el local en Briggs, estarás de vuelta en veinte minutos."

    "Allie probablemente no se va a mover, pero dejaré una nota por si acaso."

    Esta vez elegí un Jeep Grand Cherokee plateado. Transferí algunas cosas, le aseguré a Carmel que mantendría mi teléfono encendido y estacioné en Boltbridge Road.

    El Bentley del Director estaba en el estacionamiento cuando llegué a las tres de la tarde, pero se fue dos horas más tarde y, después de una breve parada en una tienda de conveniencia abierta las 24 horas, condujo hasta casa, al parecer listo para pasar la noche. Su expresión y movimientos lo traicionaban, si bien la última vez que yo lo había visto parecía estresado e impaciente, hoy sus movimientos eran lentos, derrotados, como si hubiera perdido la esperanza y solo esperara la inevitable caída. Era un hombre grande, de al menos 1,68 m, con la forma redondeada de alguien que vive de la comida rápida, y noté que su andar mostraba una ligera cojera que favorecía la pierna izquierda. Tal vez yo estaba leyendo demasiado de ello, pero las bolsas de los ojos y la mandíbula caída inspiraban tanto lástima como entusiasmo. Esperé en Plimmerton Street y observé las luces de la casa encenderse una a una antes de poner en marcha el motor y regresar a casa a las siete.

    La tarde era tranquila. Allie se había levantado a las cuatro, había comido y se había duchado, luego había regresado a la cama y estaba muerta para el mundo de nuevo dos horas después, así que solo estábamos Carmel y yo para cenar. Carmel dejó un plato en la nevera que anticipó que Allie necesitaría a alguna hora ridícula de la noche. Eso estaba bien, el resto, yo confiaba en que eso significara que Allie estaría lista para el Director el jueves por la noche, pero si tardaba más, no me importaba.

    La verdad básica era que yo sentía un miedo inmenso por cómo iba a terminar la noche con Gould, por las terribles verdades que podríamos descubrir. Carmel me aseguró que Allie sentía lo mismo y que sus motivos principales coincidían con los míos: obtener pruebas para liberar a los sujetos de prueba restantes.

    Eso era pedir un montón.

    Como dictaba el hábito, comencé a cuestionarme si Allie tendría el éxito que había tenido con Sean. Ella ya había señalado que probablemente no sería tan fácil esta vez. Fui a vigilar la casa de Plimmerton Street entre las once y la una de la mañana para mantenerme ocupada. Las luces de las habitaciones de la planta baja permanecieron encendidas durante este tiempo, pero yo no vi a nadie entrar ni salir y no vi ni rastro de él a través de las ventanas. Quizá dormía con las luces encendidas. La inactividad era reconfortante: claramente él no tenía mucha vida fuera del trabajo. Sin amantes nocturnos de visita, sin vecinos que pasaran a devolver una cortadora de césped. Puede que su casa fuese el mejor lugar para arrinconarlo, al menos él no habría el mismo riesgo del secuestro de Sean al aire libre. Eventualmente di por terminada la noche y me fui a la cama donde un somnoliento Guido me esperaba en una tumbona fuera de la casa de huéspedes.

    Allie se levantó y se unió a nosotras a mitad del desayuno del jueves. Estaba feliz, pero aún carecía de su exuberancia habitual. Apenas hablamos del director y tuve la sensación de que ella no iba a estar preparada para llevar a cabo otro acondicionamiento esta noche. Nuevamente le pedí a Carmel que se quedara con ella ese día, un día que, de todos modos, resultó prosaico. Liam Gould no salió de su casa en absoluto, su coche no se movió desde la noche anterior. Sin embargo, yo sabía que él estaba en casa porque, a las dos de la tarde, un coche de reparto de pizzas de Domino's se detuvo y vi su cuerpo desaliñado, camisa arrugada y despeinado cabello plateado, abrir la puerta principal y aceptar las cajas bruscamente.

    Cuando llegué a casa a las cinco para comer algo antes de nuestro encuentro con Sean, la araña estaba más como de costumbre. Emocionada, literalmente saltó escaleras arriba para cambiarse a su atuendo de Fleur, sustituyendo la peluca por un gorro.

    Sean ya nos esperaba en un banco del parque cerca de un área de juegos en medio de la ciudad, con la bici apoyada a su lado. La noche era oscura, fría y ventosa. Él se puso en pie mientras nos acercábamos y apagó un cigarrillo en una papelera cercana.

    "Asqueroso hábito," dijo él tímidamente y se quedó mirando a la mujer que ahora sabía que era la araña disfrazada.

    "Estás aquí," le dije aún sorprendida por su cumplimiento.

    "¿Compraste un teléfono nuevo?" preguntó Carmel y él asintió.

    Saqué un bloc de notas y un bolígrafo del bolsillo y garabateé mientras me daba el número.

    "No tengo nada para ti," él me miró en tono de disculpa. "No he progresado desde el martes." Escaneó nuestro entorno vacío antes de continuar. "Cuando fui a ver al Dr. Gould ayer por la mañana, él estaba muy nervioso, me dijo que me hablaría sobre mi nueva asignación hoy, pero no apareció. Nadie lo había visto tampoco. Llamé a su teléfono y me dijo que mañana, pero... " Sacudió la cabeza, el viento soplaba su desaliñado cabello hacia el Este. "Eran las cuatro cuando llamé y sonaba borracho. Nunca antes lo había oído borracho."

    "Está en casa," dije. "Lleva allí desde ayer. ¿Alguna vez te ha invitado a su casa?"

    "¿Te refieres a Plimmerton Street? Una vez," hizo una mueca. "La noche en que se me acercó con sus pruebas y me ofreció el trabajo."

    "Si llamaras a su puerta, ¿te dejaría entrar?"

    "Se sorprendería, pero sí, podría conseguir eso. ¿En qué estás pensando?"

    "¿Nos ayudarás a entrar en la casa de Gould e inmovilizarlo?" preguntó Allie y él la miró fijamente. Él asintió en comprensión.

    "Le vas a programar como hiciste conmigo."

    "¿Crees que funcionará eso?"

    "Lo creo. Y sí, ayudaré. Quizá yo sepa hacer mejores preguntas que tú. ¿Esta noche?"

    "Esta noche," confirmó Allie y yo me volví hacia ella.

    "¿Estás segura de que estás preparada? Podemos esperar más."

    "Esta noche está bien," dijo y yo miré de soslayo a Carmel.

    "Lleva comiendo todo el día y ha descansado bien. Compraremos algo de Red Bull para llevar."

    "Vale." Me quedé mirando el área de juegos de colores brillantes detrás del banco, recordando las palabras de Carmel: la acción tenía su momento.

    "Yo digo que vigilemos su casa hasta las diez y, si no hay nadie cerca, que Sean llame a la puerta," dijo Allie.

    "Puedo inventarme una medio historia sobre estar paranoico porque alguien me sigue, eso llamará su atención y me hará entrar. Pero ¿luego qué?" preguntó él. Sean había demostrado que no nos iba a traicionar, por lo que permitirle ver el coche no era un problema. Íbamos a usar el coche alquilado de Laura de todos modos.

    "Si está borracho, podrías darle fácilmente una dosis de tranquilizante. ¿Estás dispuesto a hacer eso?" Le pregunté y él me miró fijamente.

    "Será fácil si puedo echárselo en el vaso, pero este es el final de la línea, ¿verdad? Soy más joven y mucho más ágil, lo haré de la manera que pueda."

    "Cuando esté inconsciente, nos dejas entrar."

    "Tendremos que esperar horas si le das eso," objetó Allie.

    "Tendremos que esperar horas para que recupere la sobriedad de todos modos," dije y Sean asintió.

    "Entretanto, podríamos echar un vistazo a su casa en busca de registros."

    "¿Deberíamos correr el riesgo de pasar la noche en la casa de Gould?" Preguntó Carmel. "¿Y si viene alguien?"

    Que ella fuese la única en mencionar esta posibilidad era absurdo y extraño. Quise reprenderme una y otra vez por rechazar sus palabras tan fácilmente.

    "Su esposa se divorció de él, su hija vive en Frankfurt y no lo he visto tener visitas desde el lunes." Yo solo estaba pensando en cuánto iba a ser la noche y qué podría haber al final. Como parte de un grupo, me había permitido volverme demasiado confiada. Teníamos armas y teníamos a Allie.

    "La vida del Dr. Gould es su trabajo, siempre lo ha sido," me respaldó Sean. "Nunca he oído que él no se presente a una reunión ni que se tome un día libre por enfermedad siquiera."

    "Sería mejor llevarlo a la casa," dijo Allie. "Pero él es enorme, será pesado, incluso con los cuatro, no sería fácil arrastrarlo inconsciente. Además, ¿y si nos viera alguien? Plimmerton Street es una residencia más abierta que Boltbridge."

    "Que sea Gould entonces," cedió Carmel.

    "Si está demasiado borracho para abrir la puerta, reevaluaremos la situación." Revisé el reloj y le dije a Sean: "Te recogeré aquí en dos horas. Vete a casa, deja la bicicleta allí, coge lo que necesitas. Va a ser una noche larga." Él asintió en confirmación y subió de nuevo a la bici.

    Las dos horas se invirtieron en estar aparcadas en Plimmerton Street y charlar en voz baja. Las luces brillaban en casa de Gould y en las del otro lado de la calle, aunque las ventanas a ambos lados de la casa estaban oscuras y no había coches en los caminos de entrada.

    "Esto está muerto," comentó Allie. "No deberíamos esperar hasta las diez, deberíamos hacerlo lo antes posible."

    "Cuanto más tarde lo dejemos, más probable es que esté desmayado," coincidí. "Allanar no es una buena idea. No sabemos qué seguridad tiene, y el hecho de que parezca que sus vecinos están durmiendo no significa que lo estén."

    Sean nos estaba esperando en el mismo banco del parque cuando regresamos poco después de las ocho. Apagó otro cigarrillo antes de subirse al asiento trasero junto a la araña.

    Los cuatro miramos la muda, pero iluminada, casa en casi total silencio durante cuarenta minutos antes de que, justo a las nueve de la noche, Allie bufara y murmurara su frustración. Me volví hacia Sean y lo estudié. Él me devolvió la mirada impasible, expectante.

    "¿Estás preparado?"

    Después de una breve mirada de reojo a la araña, él asintió, "A tope, sí."

    Le entregué tres agujas hipodérmicas llenas de midazolam—no había garantía de que su primer intento fuese exitoso—y él las metió en el bolsillo delantero de su cazadora.

    "No hagas ninguna tontería, Sean," dijo Allie y él le lanzó una sonrisa sombría antes de abrir la puerta y salir.

    "Se trata de salvarlo, no de lastimarlo, eso lo entiendo," dijo él en voz baja antes de cerrar la puerta y caminar con confianza hacia la casa.

    Cuando llegó a la puerta, enderezó su postura, intentó alisarse el cabello desordenado hacia atrás y llamó. Tomó un minuto completo y dos golpes posteriores antes de que Gould respondiera, tan desaliñado como estaba con el repartidor de pizzas, con expresión aturdida antes de que su ceño se frunciera con molestia. Pero al menos había respondido. No pude oír lo que estaban diciendo, pero Sean, haciendo algunos pequeños y diligentes gestos con el brazo, supuestamente fue convincente porque Gould finalmente abrió la puerta y, con desgana, permitió que Sean lo siguiera adentro.

    Nadie habló, una cerilla encendida podría haber prendido el suspense en el coche: Allie se estaba preparando para entrar sin la señal de Sean. Pasó casi media hora antes de que viéramos que la puerta principal se abría de nuevo y el rostro pálido de Sean y el brazo con mangas aparecieron; levantó un subrepticio pulgar y nos hizo una seña. Yo entregué pares de guantes quirúrgicos a las demás.

    "No podré usar eso para lo que necesito hacer," se quejó Allie con disgusto.

    "Tú hazme el favor, ¿quieres? Cuando sea el momento adecuado, te los quitas."

    Metí mi HS2000 bajo de el abrigo y el silenciador en el bolsillo, y Carmel hizo lo mismo.

    "Coloca el supresor en cuanto entremos," le dije, "y mantenla cerca en todo momento."

    Carmel asintió y recogió la bolsa de plástico de Red Bull y PowerBar, mientras yo recuperaba del compartimento de carga mi bolsa de hombro, que contenía la misma cuerda que había usado para atar a Sean. Dejamos el coche y nos acercamos a la casa bajo las farolas demasiado brillantes, Carmel rebotaba despreocupadamente el hombro con Allie.

    Sean solo parecía moderadamente nervioso cuando nos condujo a través del vestíbulo de entrada. La cocina, cuando pasamos, parecía que había explotado una bomba, platos sucios y contenedores de comida para llevar vacíos apilados sobre encimeras mugrientas.

    La masa de Liam Gould yacía desparramada torpemente sobre la alfombra de la sala de estar, junto a un sillón con una mesita al lado. La mesa tenía dos cajas de cartón de pizza y una botella azul brillante de ginebra Bombay Sapphire con un vaso al lado. Una televisión de pantalla ancha montada en la pared parpadeaba en silencio y un teléfono inteligente y una computadora portátil abierta estaban posados en un sofá cercano. Cuando Carmel se inclinó para comprobar el pulso, yo fui inmediatamente a la computadora portátil y cubrí la cámara web con un trozo de cinta. El portátil se había dejado demasiado tiempo, estaba dormido y necesitaba un escaneo de huellas digitales para acceder. Ojalá tuviera a Rhys aquí, pensé fugazmente; El inteligente hacker sería útil ahora. Empujé el teléfono hasta el fondo bajo los pesados ​​cojines del sofá.

    "Se pondrá bien," le dijo Sean a Carmel. "Le puse un poco en la bebida mientras estaba en el baño. Presintió que algo iba mal y se estaba poniendo de pie cuando colapsó, por eso está en esa posición. Le puse un poco más en la vena una vez que estuvo dormido, Quería estar seguro, él es grande. Aún me queda otra inyeccioon," dijo colocando la hipodérmica restante sobre la mesita de café. "Él estaba borracho, pero no borracho hasta caerse. Con la cantidad que le puse para un hombre de su tamaño, diría que estará durmiendo durante unas seis horas. Tal vez más debido al alcohol en el sistema. Tal vez menos si es un usuario habitual de benzo, lo cual dudo mucho." El parloteo traicionaba su ansiedad.

    "Lo hiciste bien," le dije, mirándolo de soslayo.

    "Vamos a llevarlo a la silla," dijo Carmel, y Sean y yo nos movimos para ayudarla.

    Allie continuaba deambulando por la sala de estar, estudiando las fotos familiares en las paredes y hurgando en el armario de porcelana. De todos modos, ella no habría sido de mucha ayuda, pero bien podríamos haber intentado cambiar un tren de carga que mover a Gould. El verdadero levantamiento no se pudo lograr, fue más un engorroso trabajo, de deslizar, empujar y tirar. No había forma de que hubiéramos podido llevarlo inconsciente a la casa del lago.

    Le esposé las muñecas y tobillos y le tapé la boca, intentando evitar el contacto con la flácida celulitis en su barbilla mientras su cabeza se inclinaba hacia adelante, y el acre hedor a pepperoni y alcohol flotando de sus labios flácidos.

    "Allie," traté de llamar su atención. "¿Quieres sentirle ahora, a ver si puedes saber lo difícil que va a ser?"

    "Está demasiado drogado," dijo sin dejar de mirar por la habitación. "Cuando toqué a Sean por primera vez, estaba comparativamente sobrio, esa es la única razón por la que lo supe. Podré aprender más sobre qué tipo de hombre es buscando entre sus pertenencias personales. Será más fácil evaluarlo cuando se me meta en su cabeza, saber dónde están sus vulnerabilidades."

    Y durante las siguientes seis horas, ella hizo precisamente eso. Mientras que el resto nos centramos en archivadores, revisamos carpetas e intentamos desbloquear el teléfono, computador y buscar cajas fuertes ocultas, Allie hojeaba álbumes de fotos, buscaba en sus guardarropas y tocadores y estudiaba los libros que guardaba en los estantes.

    Yo revisé la seguridad en la puerta principal de la casa, la alarma estaba apagada y el timbre de la puerta tenía un modo de apagado, el cual pulsé por si acaso antes de entrar a la cocina.

    "El hombre conduce un Bentley, una pensaría que podría permitirse pagar para que alguien viniera a limpiar de vez en cuando," murmuré con disgusto, mirando alrededor de la sucia y grasienta cocina.

    "Esto no estaba así la última vez que vine," dijo Sean. "Estaba impecable entonces. Él está deteriorado, puede que esté al límite. Eso es bueno, ¿no?"

    "Es bueno, Sean. Pero no quiero contaminarme los bonitos guantes," pinchó Carmel en mala forma y él resopló.

    "¿Qué dijiste para conseguir entrar? ¿Le dijiste que pensabas que alguien te estaba siguiendo?" Le pregunté y él asintió.

    "Dije que creía que había visto últimamente un coche negro estacionado fuera de mi apartamento, actué como un completo paranoico, dije que creía que la policía me estaba siguiendo."

    "No haría él ninguna llamada, ¿verdad?"

    "Para ser honesto, no parecía muy sorprendido ni preocupado. No, no hizo ninguna llamada, simplemente se dejó caer en la silla y siguiioo bebiendo mientras yo parloteaba, nervioso, y trataba de sacarle una reacción. Él se levantó para cambiar el agua al canario y yo le drogué el vaso. Hasta ahí llegó."

    Según lo predicho, no encontramos archivos incriminatorios ni indicios de procedimientos ilegales. Aunque Allie parecía feliz con sus hallazgos.

    "Él no es malo del todo," concluyó Allie examinando fotos de él con su hija cuando era bebé. "Puedo comunicarme con él."

    Gould estuvo inconsciente mucho más tiempo de lo que esperábamos; aguardamos a intervalos, vigilándolo sin más, pero una olla vigilada nunca hierve. Sean comprobaba su pulso con regularidad, asegurándonos que estaba bien, pero la frustración aumentaba en Allie y exacerbaba la mía. Eran casi las seis de la mañana cuando él por fin mostró signos de movimiento. Nos reunimos a su alrededor y aguardamos la inevitable lucha y pánico.

    Le crujió el cuello y gimió cuando por fin lo levantó, sus manos y abdomen se retorcieron débilmente. Cuando sus ojos se enfocaron y nos vio a los cuatro, estos contenían todo miedo, confusión e ira. Estos se posaron eventualmente sobre Sean, profundamente ceñudo, sonidos amordazados emanaban bajo la cinta.

    "Relájese, Dr. Gould," dijo Sean. "Esto es por su propio bien."

    Volvió a mirarnos a las tres, asimilando el arma que le estaba apuntado y la que Carmel sostenía a un lado. Yo le quité la cinta de la boca lentamente. Él no gritó, exhaló profundamente y yo retrocedí por la saliva que salió disparada de su boca.

    "Pedazo de escoria," le gruñó a Sean. "¿Qué significa esto? ¿Quiénes son estas mujeres?"

    "Promete estar calladito y vivirás," dije en voz baja y él sonrío con burla.

    "No soy idiota, ya me tenéis. Vas a tener el tuyo, Horvath. ¿Buscas tu archivo?" preguntó. "Sabes que no soy el único que lo tiene."

    "Me importa un bledo mi archivo," resopló Sean y Gould entornó los ojos. "Dáselo a la policía, dáselo a quien quieras."

    "Créeme, lo haré," respondió, pero su voz perdió algo de su poder. "Expón lo que quieres."

    Allie se acercó a mi bolso de hombro en el sofá. Se quitó el gorro de la cabeza, se sacudió el pelo y se quitó la piel de la cara. Observé a Gould, quien la miraba fijamente, entornando los ojos. Con movimientos deliberados, Allie colocó los accesorios dentro de la bolsa y se quitó las lentillas. Cuando se volvió hacia Gould, la mandíbula y barbilla de este cayeron; verdadero terror entró en su expresión.

    "Tú," jadeó, miró a Sean brevemente y tartamudeó, "¿Qué está haciendo aquí? ¿Cómo...?" No terminó, miró a Allie y no apartó los ojos de ella, pero su mueca retorcida lo decía todo. Parecía estar a punto de cagarse encima. De hecho, crucé los dedos y recé para que no lo hiciera, esta rancia habitación no necesitaba malos olores adicionales, no mientras aún tuviéramos que pasar tiempo en ella.

    "No te hará daño," dijo Sean deprisa, posiblemente pensando lo mismo, y Gould apartó los ojos de la araña y los posó en él. "Te va a educar."

    "¿Admites que tus acciones con los pacientes se han salido de control?" preguntó Carmel mientras la araña y Gould se miraban mutuamente. El rostro de este se crispó y le temblaron las papadas, pero no respondió. "Quizá estarías mejor muerto, viendo lo que hay aquí, parece que te has rendido." Él la miró entonces, rostro rubicundo empapado de sudor.

    "¿Queréis matarme? Pues terminemos con esto," dijo con su mueca cayendo en el vacío. Aunque sus ojos se abrieron de nuevo cuando la araña se acercó. Allie le recolocó la cinta sobre la boca.

    "La muerte sería agradable y fácil, ¿no?" tanteó Allie y se movió detrás de él mientras él torcía la cabeza, intentando en vano seguirla con los ojos.

    "Solo un momento, está todo sudado. Toma esa silla de oficina de la otra habitación, Bea," dijo Carmel y se dirigió al baño.

    Dejé la silla detrás de la del director y Allie se sentó, me quité un guante y se lo metí en el bolsillo. Cuando Carmel regresó, traía una toallita húmeda, le bajó al hombre el cuello de la camisa y le frotó la base del cuello a fondo mientras él hiperventilaba, hinchando los gordos mofletes.

    "Trate de mantener la calma, Dr. Gould," instó Sean. "Yo he pasado por eso y estoy mejor ahora."

    Cuando Allie le puso la mano en el cuello, la respuesta inmediata de Gould fue diferente a la de Sean. Comenzó a gritar bajo la cinta, sonidos frenéticos que sin duda despertarían al vecindario si se pudieran oír correctamente. Allie se quedó quieta, ojos cerrados en concentración, sin reaccionar a los sonidos. Después de un minuto, los gritos se convirtieron en gemidos y luego se silenciaron y él quedó inerte, con la cabeza colgando hacia adelante.

    "Ha dejado de luchar," comentó Sean en voz baja. Sus ojos brillaban, él sabía exactamente lo que Gould estaba experimentando.

    "No sé por qué estás tan feliz," le dije y él se inclinó hacia mí sin apartar los ojos de la escena.

    "Lo que ella está haciendo," susurró con deferencia, "es un verdadero milagro de Dios. Sí, estoy feliz."

    Carmel y yo nos sentamos en el sofá y Sean se unió a nosotras en un sillón cercano.

    "Jesús, espero que Allie no se desmaye como la última vez," dije.

    "Estará bien," aseguró Carmel. "Sus niveles de energía son al menos el doble de lo que fueron con Sean. No se había preparado lo suficiente entonces."

    Hubo unos minutos de silencio, Sean se pasó el dedo índice pensativamente por los labios antes de volverse hacia nosotras.

    "Gracias por lo que habéis hecho," dijo fervientemente. "¿Puedo preguntar... cómo la encontrasteis?"

    Lo estudié por un momento y luego dije: "Hay gente muerta, Sean. Nada de esto fue fácil."

    "¿El hombre que intentó matarla? Bien. Ella debe ser protegida a toda costa," señaló con el dedo, "esa chica es una especie de mensajera de Dios."

    Hubo una risita casi imperceptible a mi lado y pude adivinar lo que pasaba por la mente de Carmel: Brujita maligna. Me sentí tentada a reírme, pero mantuve la cara seria.

    "Fue Carmel quien la encontró, Carmel quien la salvó, quien deshizo el daño que tú habías hecho," dije mordazmente y Carmel resopló.

    "Ese daño nunca podrá deshacerse."

    "Pasaré el resto de mi vida intentando compensarlo," él negó su triste y desaliñada cabeza, sacó su frasco de pastillas del bolsillo y echó un trago con la cabeza hqcia atrás. Yo mantuve la boca cerrada.

    "Bea," dijo él solemnemente y yo lo miré. "Los registros. No podemos dejar que la policía la atrape. Dios sabe dónde terminará ella si le ponen las manos encima."

    "No la atraparán," dije y él asintió, el silencio se apoderó de la habitación durante un minuto.

    "Terminaré siendo la perra de alguien en la cárcel," dijo él pensativo, mordiendo una uña y Carmel se rió de nuevo.

    "Podrías alegar locura," le dije.

    "Yo no estaba loco. Solo fui estúpido y egoísta. Terminaré siendo la perra de alguien y lo merezco."

    "Cállate, Sean," dijo Carmel. "Sí, lo harás, deja de sentir lástima por ti mismo. Atormentaste a una persona hermosa y especial; tener una polla en el culo no es lo peor que te podría pasar."

    Él se quitó el dedo de la boca y la miró conmocionado, luego se rió. "¡Tienes razón!"

    "La hostia, Carmel." Traté de tragarme mi propia diversión nerviosa e inapropiada.

    Él estaba dispuesto a confesar sus crímenes, claro, pero a menos que se descubrieran los registros de Allie, era posible que Sean ni siquiera fuera a la cárcel. Aún así, solo Carmel podría haber dicho algo así y sacar una risa de ello.

    La araña y Gould estaban en otro mundo, ininterrumpidos por la susurrada conversación.

    "Después de lo que él le hizo pasar a Bea, es una pena que nadie encuentre a ese capullo lo bastante atractivo como para darle un buen repaso," continuó Carmel y detrás del manto inspirado por el comentario sentí una renovada oleada de afecto por ella.

    "¿Tú?" Sean me miró confundido. "¿Qué te hizo el Dr. Gould?"

    "Eso no es asunto tuyo, Sean. Lo siento, Bea," dijo Carmel, y luego añadió pensativa: "Quizá a él le den una zurra. Pero recuerda, tiene que haber de todo, ¿no?"

    "¡Carmel! Para. Este no es el lugar para reír."

    "No intento ser graciosa, estoy nerviosa."

    El silencio se hizo de nuevo después de eso, pero me di cuenta de que Sean me lanzaba una mirada extraña ocasional, a punto de dejar salir preguntas adicionales, pero sin éxito. En los días siguientes y con la ventaja de la perfecta visión, cuestionaría el nerviosismo de Carmel en este punto. Ella no había sido así con Sean, había estado tranquila porque Allie estaba tranquila.

    Allie regresó a la habitación a las siete y cuarto después de una hora completa y Carmel fue hacia ella.

    "¿Como te sientes?" preguntó, agarrándole la mano.

    "Estoy bien, necesito una recarga de energía; esto es un desafío."

    Sean trajo la bolsa de Red Bull y le entregó uno, el cual ella bebió de inmediato.

    Cuando fui a observar el rostro de Gould, no estaba colgando de culpa como el de Sean, sino que me estaba devolviendo la mirada con ojos grandes y suplicantes, haciendo esfuerzos controlados para comunicar palabras debajo de la cinta.

    "¿Por qué está tardando tanto esto? Parece dispuesto a hablar," dije.

    "Si le quitamos la cinta de la boca, podría decir lo que quiera. No se está abriendo aún, no he visto nada sobre Scholz ni de ti ni sobre ningún otro paciente. No está preparado."

    "¿Estás segura de que estás dispuesta para más?"

    "Estoy segura. Tengo que hacerlo bien."

    Allie se bebió tres latas de Red Bull en total, usó el baño, se comió una PowerBar y regresó a su posición.

    Gould no intentó luchar contra ello esta vez, por lo que ella estaba progresando.

    A las ocho, una melodía ahogada nos sobresaltó y nos miramos unos a otros. Allie y Gould no parecían afectados por el ruido.

    "¿Alguna de vosotras ha traído un teléfono?" Preguntó Sean.

    "Viene del sofá," dijo Carmel y todos nos levantamos.

    "Es el de Gould," dije mientras nos amontonábamos alrededor. Metí la mano hacia donde lo había empujado y verifiqué el número: desconocido.

    El teléfono dejó de sonar, saltó el buzón de voz, pero volvió a sonar en unos segundos, el mismo número desconocido.

    "¿Qué hacemos?"

    "No podemos atender, lo pondré en el dormitorio bajo un colchón."

    El tono se había detenido de nuevo cuando lo aparté de la vista. Escuché por un minuto, pero no oí más llamadas.

    Cuando regresé a la sala de estar, Carmel estaba agarrando la muñeca de Allie, probablemente comprobando que ella aún era capaz de continuar, antes de apoyarse contra el respaldo del sofá y observar con atención. Sean estaba de pie estudiando los logros enmarcados de Liam Gould que cubrían una de las paredes. Yo me uní a él.

    Los diplomas y credenciales estándar estaban allí, pregrado y posgrado, un doctorado en neurobiología, su título médico. Fruncí el ceño ante uno que decía «Certificación de Participación - Conferencia Internacional sobre Controversias y Consenso en Neurocirugía», y me pregunté por sus motivos para asistir a una reunión de esa naturaleza. Había siete licencias separadas para ejercer la medicina, Texas, Colorado, Massachusetts, lo que provocó que se levantara una ceja: California, Illinois, Washington y Nueva York.

    "Esto es raro," le comenté a Sean a mi lado. "¿Necesita una licencia separada para poder practicar en todos los estados?"

    "Mm, cada estado tiene su propia junta de licencias. Las regulaciones están desactualizadas, la Federación de Juntas Médicas Estatales ha estado intentando cambiarlas, pero es un proceso lento. Algunas de estas licencias cuesta un poco obtenerlas y mantenerlas renovadas también. Supongo que él necesita seguir las reglas hasta cierto punto."

    "¿No guarda la gente estas cosas en las oficinas de trabajo normalmente?"

    "Creo que él lo hizo durante un tiempo. ¿Quizá las trasladó por vergüenza? Él habría comenzado para ayudar a la gente, pero ya ha violado su juramento hipocrático de maneras extremas. Todo este trabajo," señaló, "todos estos logros y mira adónde lo han llevado: a lastimar a la gente para satisfacer las fantasías de un loco con demasiado dinero."

    Justo cuando terminó la frase estalló el caos. Los siguientes momentos fueron difíciles de relatar en un sentido amplio. Esto sucedió rápido, no hubo tiempo para la observación o el cálculo.

    Primero escuché un pequeño crujido por el pasillo donde se suponía que no debía haber nadie. Cuando me aparté de la pared, mi vago interés se convirtió en pánico en milisegundos. Vi una forma oscura en la entrada, sujetando una pistola; Al mismo tiempo, Carmel se movió en un instante, dio un paso directo hacia Allie. Yo levanté el arma a mi lado inmediatamente. Después de años de práctica, era una gran tiradora incluso con prisas. La bala le dio directamente entre los ojos y él cayó sobre la alfombra.

    Pero eso no importaba, era demasiado tarde. Antes de mi disparo suprimido, él había hecho uno propio. Sonoro y mortal.

    Había apuntado el arma directamente a la cabeza de la araña, en posición sentada, pero con la apresurada intervención de la farsante, la cabeza de Allie quedó intacta. Carmel no.

    Despertada de su estupor por los disparos, oí un alto grito de Allie cuando me acerqué al desconocido y aparté de una patada el arma que él tenía al lado de la mano. No había necesidad de comprobarle el pulso, los ojos castaños estaban congelados y un hilo de sangre salía del agujero en la frente. Di la espalda a la puerta y vi a Allie sujetando a Carmel por los hombros, histérica, con la cabeza enterrada en el cuello de esta, Sean le agarraba la muñeca.

    "Está muerta," dijo Sean en estado de conmoción. "Está jodidamente muerta."

    Mi corazón acelerado dejó de latir, el momento quedó suspendido en mi memoria.

    "¡Empieza las compresiones o algo, tú eres médico!" Chillé.

    Cuando él se movió para apartar la sollozante forma de Allie, retrocedió de inmediato, presionándose las sienes con las manos. Yo agarré a Allie por los brazos y traté de tirar de ella hacia atrás, pero lo sentí de inmediato, una presión enorme dentro de mi cráneo, no del todo dolor, pero durante unos segundos, mi conciencia de quién era yo, de lo que estaba haciendo, se volvió borrosa, indefinible. Caí sobre la alfombra y traté de expulsar la sensación. Cuando volví a abrir los ojos, Sean había cogido la aguja hipodérmica restante de la mesita de café, se arrastró hacia Allie por detrás y le clavóccon rudeza la aguja a través de la tela de su camisa, directamente en el antebrazo.

    Allie se había desplomado sin fuerzas sobre Carmel y él la apartó y comenzó a bombear el pecho de Carmel metódicamente con ambas palmas mientras yo me sentaba y me acercaba de rodillas.

    "Vamos, Carmel," sollocé poniéndole una mano sobre la cabeza.

    No sé cuánto tiempo lo intentó Sean, el tiempo estaba completamente distorsionado.

    Cuando él paró, levantó el lado izquierdo de Carmel e inspeccionó la parte inferior de la espalda.

    "¡Sigue!" Chillé, sabiendo en el fondo que era inútil. La sangre bajo ella empapaba la alfombra.

    "Bea," dijo él intentando mantener la voz tranquila. "La bala entró directamente en el corazón, ella se ha ido."

    Otro sollozo escapó de mi garganta y me arrastré hasta la forma inmóvil de Allie.

    "Tuve que hacerlo," suplicó Sean. "Ella nunca nos habría dejado acercarnos a ella. Ella lo sabía." Él se volvió acusadoramente hacia Gould, aún atado en el sillón y observando la escena con los ojos casi saliendo de la cabeza. Le quitó la cinta de la boca y preguntó: "¿Quién era ese gilipollas? ¿Va a venir alguien más?"

    "No," dijo Gould con voz ronca y asintió hacia Allie mientras mis afligidos pensamientos trataban de calmarse. "Lo contraté para encontrarla. Tenía que reunirse conmigo aquí a las ocho de esta mañana para una actualización, como no contesté al teléfono ni al timbre de la puerta, debió de haber entrado. Le dije que no la lastimara." Él mismo sonaba casi histérico, pero a mí no me importaba.

    "¿Ves lo que pasa cuando te metes en esta mierda corrupta?" gritó Sean y se estremeció. "¡Ella era una buena persona! Ese entró aquí disparando cuando ellas están intentando ayudarno. ¡Después de todo lo que les hicimos!"

    "Lo siento." Gould miró hacia mí, aún arrodillada al lado de Allie y casi paralizada. Estudió mi rostro con ojos aterrorizados y bulbosos. "¿Eres tú la actriz?"

    Yo quise gritar, quise gritar a todo pulmón.

    "¿De qué diablos estás hablando?" preguntó Sean con voz entrecortada y se volvió hacia mí. "Alguien debe de haber oído ese disparo. La policía estará aquí en breve, no hay tiempo para hacer esto con delicadeza, tendremos que improvisar." Miró a Gould. "¿Estás listo para ayudarme? Entregarnos para que el resto de esos pacientes puedan conseguir ayuda."

    "Estoy listo," dijo Gould en voz baja y luego me miró. "Tienes que llevarla lo más lejos posible de aquí. Las autoridades se encargarán de esto."

    "Me aseguraré de eso," le gruñó Sean. Cogió la pistola de Carmel de la mesa y me la tendió.

    El esfuerzo requerido para salir de mi parálisis y hacer que mis pesados miembros ​​me levantaran y me pusieran de pie fue el mayor al que me he enfrentado. Pensé en Allie, pensé en mi promesa a Carmel y me miví. Le quité la pistola a Sean y la metí en la bolsa.

    "Dame la tuya, diré que lo hice yo. Ella y yo estábamos aquí para conseguir información del Dr. Gould, fue en defensa propia."

    Quité el supresor de la HS2000, se la entregué y él tocó el martillo y el gatillo antes de dejarla sobre la mesa.

    "Tenemos que llevar a Allie al coche," dijo y me puso las manos sobre los hombros, sus ojos frenéticos, cuestionando si yo aún estaba con él. Inhalé profundamente, asentí y volví a mirar a Allie. Sus manos y mangas estaban manchadas con la sangre de Carmel, pero el resto estaba proporcionalmente limpio.

    "¿Puedes conducir?" Pregunté y cuando él respondió afirmativamente, le entregué las llaves. Trae el coche hasta el camino de entrada, lo más cerca que puedas.

    Me arrodillé y me incliné sobre Carmel. Ella no parecía muerta, si bloqueaba la sangre debajo de su espalda, parecía dormida. Con la mayor suavidad posible, le levanté los párpados y le quité las lentillas. Le quité la peluca de la cabeza, desaté su cabello oscuro y pasé los dedos por él. Le quité la piel extra, intentando no dejar que mis lágrimas cayeran sobre el hermoso rostro de abajo, ahora sin vida.

    "La actriz," escuché a Gould jadear. "Yo no quise esto, yo no habría..."

    Yo me desconecté, lo ignoré. Besé la frente de Carmel, le acaricié el cabello y susurré: "Cumpliré mi promesa, no dejaré que nada le ocurra," a su piel. "Yo nunca..." Fue demasiado, mi voz se quebró. Tenía que detener esto.

    Un Sean demacrado volvió con un grueso edredón de uno de los dormitorios. Le lancé a su figura una severa mirada.

    "Esta es Belén Abreu. Es una actriz desaparecida que la policía está buscando. Su nombre de nacimiento es Saffron Crowe. Diles eso. Diles que ella te convenció de que te presentaras. ¿Entendido?"

    "Se lo diré," dijo él con palabras quebradas por la emoción.

    "Y tú," le disparé dagas a Gould. Me quité la peluca, me rasqué la nariz y la piel sobrante de la cara, parpadeé y me quité las lentillas negras y lo metí todo a toda prisa en el bolsa. Miré a Gould, debí haber parecido enloquecida y caótica tras las lágrimas, pero su mandíbula cayó de todos modos y me miró boquiabierto. "¿Me reconoces?" Pregunté, sin saber lo que estaba intentando lograr.

    "Te reconozco," dijo Gould débilmente.

    "¿Qué le hiciste a ella?" Sean se erizó.

    "Ella era una piedra en mi zapato," Gould negó con la cabeza con indiferencia. "Escapó hace cuatro años. Estábamos seguros de que estabas muerta."

    "¿Otro sujeto de prueba? Maldita sea," él descargó su tumulto.

    "Para que aparezcas ahora," me miró. "Oculi y Aranea se encontraron, por supuesto que lo hicieron. Vosotras dos estabais..." No terminó, solo volvió a sacudir la cabeza, con la papada oscilando.

    No había nada más que yo pudiera hacer, no tenía tiempo. Cerré el puño y le di un puñetazo en el ojo tan fuerte como pude. Él lo encajó, luego bajó la cabeza.

    "Te entregarás ahora, entregarás a la policía tus registros de procedimientos ilegales y cualquier cosa sobre Frederick Scholz," le dije y él me miró y bajó la frente. "Si alguno de vosotros arruina esto, os encontraré y os haré sufrir."

    "Yo me encargo," expresó Sean. "Me aseguraré de que lo haga."

    Cuando me incliné hacia Gould, él se apartó acobardado. "Nosotras no hemos estado aquí," siseé y él asintió.

    "Llévala y sal de aquí," dijo Gould finalmente, señalando a la araña. "O también os arrestarán."

    Sean y yo envolvimos los miembros ensangrentados de Allie en el edredón, la sacamos y la colocamos en el asiento del pasajero del Jeep. Le abroché el cinturón de seguridad y me subí al volante mientras él me pasaba mi bolsa.

    Garabateé un número en la parte interior de su antebrazo izquierdo y le dije que lo memorizara. "Esta línea es segura. Una vez que te hayan pasado por el interrogatorio y el procesamiento, comprenderás mejor lo que te va a suceder. Si estás en condiciones de recibir una llamada privada, llama aquí, quiero una explicación de lo que tienen. ¿Lo harás? Espera un mínimo de setenta y dos horas antes de llamar. Nunca uses los nombres de Bea ni Allie. Ahora ve a desatarle antes de que llegue la policía."

    "Lo siento," dijo Sean por la ventanilla del conductor por última vez. "Haré todo lo posible, Se ocuparán de Carmel, lo juro."

    No respondí, no pude. Puse en marcha el coche y salí del camino de entrada. De Carmel. Eso ya no estaba en mis manos. Allie era mi prioridad ahora.

    Mientras atravesaba Briggs, volviendo absorta a la casa del lago, un solo coche patrulla de la policía, con las luces parpadeando, pero sin sirena, dio la vuelta desde el centro de la ciudad y desapareció hacia el Norte detrás de mí. Llegarían a Plimmerton Street en unos siete minutos.

Capítulo Diez

Secuelas

    Durante las siguientes tres horas, luché mucho por mantener a raya mis emociones. Con una estructura lógica, me preparé para huir de Briggs, gritando por dentro.

    Cuando volví a aparcar en el doble garaje al lado del Lexus, lo único que quería hacer era quedarme sentada a sollozar frente al volante, pero no lo hice. Puede que Allie fuese liviana como el aire, pero aún así fue una batalla transferirla al otro coche yo sola. De alguna manera lo hice sin lastimarla. Recliné el asiento del pasajero para que no se desplomara incómoda. Traje una toalla mojada, le limpié la mayor parte de la sangre de las manos y le cambié la camisa. Tenía mucho miedo de lo que sucedería cuando despertara. Sabía que yo iba a volver a Nueva York con una versión de Allie de la cual no tenía idea de ser capaz de afrontar.

    Mientras quitaba todos los artículos personales del Jeep y limpiaba las manchas de la tapicería, Guido paseó cruzando la puerta, saltó al asiento del pasajero del Lexus y olfateó a la araña a fondo.

    Cuando me acerquere a mirarlo, él se sentó sobre las patas e inclinó la cabeza hacia mí con brusquedad, como acusando: «Puedo oler la sangre de mi mamá, ¿qué está pasando?»

    "Ella no va a volver ya," dije. "Y nosotros también tenemos que irnos. Tú quédate y vigílala, no tardaré."

    Conduje el Jeep hasta Alta al final de la calle, lo dejé allí e hice la caminata de cinco minutos de regreso a la casa, rezando para que Allie no se hubiese despertado mientras yo no estaba. Soltaría las llaves en el local y que le dieran a cualquier excusa que inventara sobre problemas con el coche. Laura estaba muerta de todos modos, una vez que dejara las llaves del coche alquilado, me quitaría esa nariz por última vez y tendría que crear un alter ego completamente nuevo.

    Quité todas las cámaras y guardé nuestro equipo en el Lexus mientras Guido observaba desde el regazo de Allie. No importaba que yo no pudiera contener las lágrimas mientras volvía a empacar las maletas de Carmel, el llanto no impedía mis acciones. Hice un último recorrido por la casa antes de cerrarla con llave y dejar el camino de entrada por última vez.

    Mi cerebro apenas registró el proceso de devolver las llaves del coche de alquiler, sacar a Laura y llevar las llaves de la casa a la agente inmobiliaria con una excusa apresurada y la garantía de que cubriría cualquier daño descubierto.

    No sentí la tentación de pasar por Boltbridge Road ni Plimmerton Street cuando salí de Briggs. Estaba insensible a toda preocupación anterior. Aquello había salido muy mal, lo único que podía ver era la sonrisa de Carmel a la mesa del desayuno. Lo único que podía escuchar eran sus palabras en el sótano. «Tú tienes el mismo temperamento que yo, tendrás que tomar el relevo.»

    "Esto no tiene sentido," comencé a hablar en voz baja con Guido. "No tengo el mismo temperamento que ella, ella tenía demasiadas cosas que me faltan. Tenía confianza, tenía humor. Probablemente ella estaría haciendo un chiste en este momento. Y por ridículo que fuera el momento, sería gracioso. ¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Dejarnos así?" Yo estaba divagando, al borde de la cordura. "Allie no lo aceptará, no podrá superarlo. ¡Maldita sea! ¡Joder, tu mamá era una idiota egoísta!" Grité ahogándome con mis propias palabras.

    Comencé a llorar, empapando bolas de pañuelos de papel mientras trataba de mantener los ojos lo bastante despejados para ver la carretera. Porque Carmel no era egoísta ni idiota. ¿Y por qué de repente sentía este impulso incontrolable de maldecir?

    Revisé los eventos meticulosamente conectando los puntos, uniéndolos. Los miedos que había tenido sobre cómo resultaría nuestra noche con Gould no habían terminado con esto. Yo era culpable de ingenuidad y del mismo ensimismamiento que Carmel creía que ella padecía. Debería haber colocado cámaras, debería haber vigilado. Deberíamos haber obligado a Gould a ir a la casa del lago a punta de pistola y llevar el plan allí.

    A lo que estocse redujo fue a solo un lapso de tiempo de veinte minutos como máximo. Desde mirar esas estúpidas certificaciones en la pared y discutir sobre las Juntas de Salud, hasta meter el cuerpo inerte de Allie en el Jeep.

    Carmel había oído al desconocido agresor antes que cualquiera de nosotros y se movió antes de confirmar quién o qué era. En lugar de ir a por el arma que ella había dejado más lejos en la mesa, se puso instintivamente frente a Allie. Entre ella y la puerta. El papel de Carmel con Allie estaba claramente definido: protectora, siempre. Hasta que no pudo más. La vida entera de una persona hermosa, acabada en segundos.

    Su corazón había detenido la muerte de Allie en un sentido literal, pero el significado emocional resonaba más fuerte.

    "Jesús," sollocé y miré a Allie. Guido me devolvió la mirada, esperando que continuara. Me agaché y le acaricié la suave cabecita. "Lo siento. No me hagas caso, no sé qué va a pasar. Tengo miedo, pero lo intentaré, eso es lo único que puedo hacer. Intentarlo."

    Era casi la una de la tarde cuando una mirada furtiva al lado del pasajero reveló que Allie estaba despierta; ojos abiertos, mirando fijamente por la ventanilla el cielo nublado. Habían pasado al menos veinte minutos desde la última vez que la había comprobado. ¿Cuánto tiempo había estado ella mirando de esa manera?

    "Allie," tanteé en voz baja. Por favor, no estés loca.

    Ella ajustó su asiento en posición sentada y Guido se bajó con cuidado de su regazo por encima del salpicadero y lo vi acurrucarse en uno de los abrigos de Carmel en el asiento trasero. Parpadeé para contener las lágrimas e hice lo único que pude, seguí hablando con ella gentilmente, explicándole lo que estábamos haciendo, hacia dónde íbamos, pidiéndole que fuese fuerte. Sus ojos permanecían abiertos, dirigidos hacia la ventanilla, pero estaban muertos y ella se negaba a responderme. Pasaron menos de treinta segundos después de quedarme sin cosas que decir antes de que ella estirara la mano los controles de radio, haciendo clic en música pop y programas de entrevistas. Se detuvo en el de Mike Posner, «Me Tomé una Píldora en Ibiza» y subió el volumen a un nivel ensordecedor. Yo lo bajé ligeramente, murmurando algo sobre Guido. Ella no discutió. Parecía completamente inapropiado, pero no iba a negarle nada. Asumiendo que ella estaba en estado de shock, agradecí en silencio a las fuerzas que estaban ahí fuera porque no me estuviera atacando ni tratando de saltar del coche.

    Cuando le compré comida y bebida, la dejó sin tocar.

    ***

    Se tarda aproximadamente veintiséis horas en llegar desde Colorado a Nueva York. Yo lo hice en dos tandas.

    A las tres de la mañana del sábado 23 de noviembre, me detuve en un motel al otro lado de la frontera estatal con Kansas, la acompañé al interior y la acosté. No sé si durmió, estaba despierta cuando desperté. Miraba fijamente las cortinas. Al menos ella aún estaba allí. Bajo una suave urgencia, consumió una pequeña cantidad de desayuno.

    Ella no me miraba, no parecía concentrarse en nada y yo no la presioné para que hablara. Comía y estaba conmigo, y por ahora, eso era más de lo que yo había esperado.

    En las primeras horas del domingo por la mañana, me detuve frente a la puerta de la casa en St Luke, verifiqué las cámaras de seguridad desde mi teléfono y entré.

    Entonces durmió durante casi 24 horas. Durmió en mi cama en el sótano y yo me quedé con ella. Mantuve la televisión en un volumen bajo o en silencio y observé cómo comenzaban a filtrarse y tomar forma los reportajes sobre sujetos humanos experimentales descubiertos en Colorado, sobre la orden de arresto de Frederick Scholz. Sobre que Belén Abreu había sido encontrada muerta a tiros en la residencia de uno de los médicos involucrados. Aquello no resultó victorioso; sólo un pequeño hilo de alivio porque Sean había cumplido su palabra. Cada vez que veía la foto de ella mostrada en la pantalla, se me llenaban los ojos de lágrimas y no podía concentrarme en lo que se decía. Me tomaría mucho más tiempo a mí, a cualquiera, darme cuenta de la enormidad de lo que habíamos logrado. Y todo el tiempo me quedé cerca de Allie, persistiendo en su silencio, comiendo solo pequeñas cantidades cuando la animaba. Ella durmió y yo no tuve visiones ni sueños.

    Guido evitaba su toque, siempre estaba al otro lado de mí. Como si me necesitara como una barrera, un amortiguador para su dolor. Él no podía soportarlo, era pequeño y no estaba acostumbrado, pero quería estar con nosotras.

    A las nueve de la noche del lunes, el teléfono de Laura comenzó a vibrar con un número desconocido. Lo miré durante largos momentos, preguntándome si tendría la fuerza para hablar, para escuchar lo que se decía. Pero el teléfono de Laura no tenía buzón de voz, y finalmente lo cogí y me escabullí hasta el sótano principal.

    Toqué aceptar y presioné el teléfono contra mi oído, esperando.

    "¿Hola?" Llegó la voz de Sean, pequeña y ansiosa. "¿Bea? ¿Estás ahí?"

    "Estoy aquí." Soné más fuerte de lo que sentía, pero no duraría. "¿Estás solo?"

    "Sí. Estoy en libertad bajo fianza, bajo custodia..."

    "Sean, me importa una mierda tu estatus legal."

    "Cierto. Hechos." Inhaló profundamente. "¿Has estado viendo las noticias?"

    "Quiero escucharlo de ti."

    "Han recuperado a cinco pacientes de Boltbridge Road. Los retienen para interrogatorios y evaluaciones psiquiátricas en un centro médico en Colorado Springs, pero están a salvo. Seis investigadores y dos guardias de seguridad están detenidos en conexión. Y eso no me incluye a mí ni a Emily Mercer. No tienen nada sobre nosotros sin los registros de Allie," dijo casi en tono de disculpa. Bajó la voz. "Pero esto es más profundo, hay cosas que aún no han revelado a los medios. Según lo que les dijo el Dr. Gould, se ha descubierto una segunda ubicación en Washington, con más pacientes. No sé los detalles, solo lo que me revelaron en sus preguntas. Lo único que pude hacer fue decir que yo no sabía nada."

    "¿Alguno de estos sujetos... son como Allie?"

    "No he oído ninguna mención de nada de eso. Creo que algunos de los pacientes de Washington están en muy mal estado, pero no sé nada con seguridad."

    "¿Estás recibiendo alguna vibración sobre que los federales podrían estar interesados ​​en mantener esto en secreto?"

    "No. Están enojados, están cabreados, Bea. No fueron tímidos durante mi interrogatorio. Sabían que yo estaba escondiendo algo, pero como no sabían hacer las preguntas correctas, mentir no fue difícil. Mi prioridad sigue siendo proteger a Allie. ¿Está ella a salvo?"

    Ignoré la pregunta. "¿Qué hay de Scholz?"

    "Se ha escondido, es un hombre buscado. Parecen seguros de que no ha salido del país, no sé cómo. Pero cuando lo encuentren, se vendrá abajo. Tienen registros de procedimientos ilegales, cintas de video y audio y creo que los otros investigadores también están empezando a hablar ahora."

    "¿No hay archivo sobre Allie?"

    Él dudó. "El Dr. Gould me dijo, antes de que llegara la policía, que Scholz se guardó la información de Allie para sí mismo, no habría rastro de ella en él ni en el laboratorio. Scholz fue pedante al respecto. Yo no sabía si estaba diciendo la verdad en ese momento, pero tal vez lo estaba. No puedo saber si tienen registros tuyos o de cualquier otro paciente anterior. No me dicen nada." Sentí que él quería preguntarme sobre mi experiencia, pero no lo hizo.

    "¿Y ninguno me ha mencionado a mí o a Allie?"

    "Yo no, y dudo que el Dr. Gould tampoco. Saben que hay más, no dejan de hacerme las mismas preguntas sobre cómo se involucró Belén Abreu en esto, cómo se las arregló para averiguarlo y convencernos para venir y seguir adelante."

    "¿Y? ¿Tú que dijiste?"

    "Dije... dije que me enamoré de ella, que lo hice porque quería que ella me amara. Fue lo único que se me ocurrió. El amor es lo bastante ultrajante como para hacer que alguien quiera cambiar su vida, ¿no es así?" dijo rápida y temerosamente.

    "Está bien. Cíñete a eso," respondí apática.

    "Pero escucha, saben que había otra persona en la casa. Tienen un testigo ocular que vio salir el coche, probablemente el mismo vecino que llamó en mitad del ruido. No nos vieron ponerla en el lado del pasajero, en el coche. El garaje está demasiado protegido, pero es posible que te hayan visto por la ventana mientras te alejabas y probablemente tengan la matrícula. Les dije que si había otro automóvil allí, yo no lo había visto, yo estaba tratando de revivir a Carmel."

    "¿Qué hay del hombre que le disparó?"

    "Su nombre era Keegan Molaro, dado de baja del ejército hace seis años. Creen que Scholz lo contrató y yo no he dicho lo contrario. No he hablado con el Dr. Gould desde esa mañana, pero según lo que dicen los federales, él no les da ninguna explicación, solo hechos y solo los que él quiere. Pero eso es bueno, ¿no? Les dio una segunda ubicación, más pacientes. Yo no tenía idea de que tuvieran más."

    "¿Está siendo acusado de asesinato?"

    "Homicidio voluntario, pero no durará; fue un homicidio justificable. Me asusté cuando la policía llegó a la casa, llorando y gritando por Carmel. Eso fue lo que me hizo pensar que se creerían lo del amor. Ella está siendo atendida, pero van a hacer una autopsia. Es muy pronto, ¿quieres que vuelva a llamar cuando sepa más?"

    Las lágrimas brotaron de mis ojos de nuevo y mi voz se quebró cuando dije: "No. Gracias por llamar," y colgué.

    De vuelta al dormitorio, me recosté junto a Allie y lloré en su espalda. Ella no se movió. Me pregunté si esto terminaría alguna vez.

    Abrí los ojos, aún irritados por el llanto, en la oscuridad de la noche más tarde, y encontré a Allie despierta, mirándome fijamente, sin pestañear a la tenue luz de la pantalla de televisión en silencio.

    "Ey. ¿Estás bien?" Fue una pregunta estúpida. No esperaba que respondiera, me sorprendió escuchar su vocecita.

    "Iba a pedirle que se casara conmigo."

    Parpadeé y traté de mantener mi tono estable. "Ella habría dicho que sí."

    "No. Ella habría dicho que no. Pero no lo habría dicho en serio."

    "Ella se confundía con la verdad a veces."

    "Eso me gustaba." Hubo un momento de silencio antes de que murmurara: "Debería haber sido yo. Estaba destinado a que fuese yo."

    "Por favor, no digas eso."

    "Solo dime que esto es un error, Bea. Una pesadilla. Que ella entrará por la puerta y se reirá en cualquier momento."

    "No puedo."

    "Lo sabía. Supe desde el principio que la perdería. ¿Por qué no pudimos huir sin más? ¿Escondernos? Mientras tuviera a Saf, nada de esto habría importado. Ahora nada importa. Ni una sola cosa."

    "Lo siento mucho."

    "¿Dónde está? ¿Su cuerpo?"

    Dudé, pero hablé eventualmente. "La policía la tiene. Le harán una autopsia, recrearán la escena para probar lo que pasó y quién le disparó. Luego su cuerpo será devuelto a México con su padre. Tendrá un funeral. O la incinerarán o la enterrarán."

    Lo dije con mi rostro surcado de lágrimas, mi voz apenas audible. Allie estaba en blanco, muerta por dentro. Se dio la vuelta y se quedó en silencio, pero me apretó el brazo con fuerza. No había nada que yo pudiera decir, simplemente me acerqué y oí su respiración hasta que me volví a dormir. No me di cuenta en ese momento porque el pensamiento racional estaba entumecido, pero yo había asumido el lugar de Carmel, estaba absorbiendo el dolor de Allie. Un entendimiento que no iba a proporcionar ningún consuelo en los próximos meses.

    ***

    Supe tan pronto como desperté que ella se había ido. Sentía su ausencia con tanta fuerza como sentía la de Carmel. Yo estaba sola de nuevo.

    Ella lo había dejado todo; DNI, dispositivos, objetos de valor, equipaje, incluso a Guido, en la cocina y exigiendo su desayuno. Por lo que pude ver, solo se había llevado una mochila, algunas prendas de vestir y su osito de peluche.

    Me senté en el suelo de la cocina, mirando a Guido comer con gusto, acariciándole el lomo.

    "Al menos tú estás bien," dije en voz baja.

    Apoyándome en el mostrador, cerré los ojos y me concentré en Allie, en mis recuerdos de su rostro, sus sentimientos, sus movimientos, sus palabras. Continuaría con este método durante las próximas semanas, pero no importaba cuánto lo intentara, no podía verla. Ella estaba perdida para mí, para mi subconsciente. Posiblemente para ella misma.

    Intercalados con mis intentos de visualizarla, comencé a concentrarme en los reportajes de noticias, comencé a ingerir información a medida que la historia tomaba vida propia.

    Dos noches después de la desaparición de Allie, vi esto durante la cena:

    "Tenemos al Dr. Ezra Elburn de la Comisión Asesora Nacional de Bioética y a la vocal de la Unidad de Corrupción Pública del FBI, Donna Morris, aquí con nosotros hoy, para que nos brinden una idea y nos ayuden a aceptar estos impactantes acontecimientos. Dr. Elburn, este caso es anómalo en el siglo XXI, ¿no? Que esto haya podido suceder en estos tiempos de estricto protocolo médico. ¿Cuál es la respuesta de la comunidad científica?"

    “Al igual que la respuesta del resto del mundo, Penélope, total indignación. Este caso seguirá dejando una vergonzosa marca negra en el campo médico para siempre, sus ramificaciones serán de gran alcance y extremas. Los cambios en la legislatura ya se están discutiendo, pero el hecho desafortunado es que este es el resultado de un flagrante desprecio y evasión de las regulaciones ya vigentes. La historia completa de cómo esto pudo continuar durante tanto tiempo con tanta gente involucrada aún está evolucionando y no quiero colocar la culpa a esto. Esto es culpa de todas las personas en el campo de la medicina, de todas las personas indirectamente involucradas, de todas las personas que podrían haber tenido una sospecha y no actuaron en consecuencia. Lo que puedo decir con seguridad es que fue solo una cuestión de tiempo antes de que esta clase de actividades de las que estamos hablando aquí salieran a la luz y tengo un respeto absoluto por la joven que inició su exposición y que fue asesinada en el proceso. Que se necesitara a alguien que ni siquiera estaba en la comunidad médica con el coraje de actuar es algo sobre lo que mucha gente estará lamentando, incluyéndome a mí."

    "Este es un aspecto interesante sobre el que creo que gran parte de la nación está buscando respuestas. Entendemos que la estrella de telenovelas mexicana desaparecida Belén Abreu fue asesinada en el proceso de convencer a dos de los investigadores involucrados de que se entregaran y confesaran sus crímenes. ¿Puede proporcionarnos información sobre eso, señorita Morris?"

    "Como señaló el Dr. Elburn, esta es una investigación en evolución y hay mucho trabajo por hacer para reconstruir el proceso. Tenemos un conocimiento limitado de las actividades de la señorita Abreu después de su desaparición a finales de octubre. Los detalles de cómo tropezó con información encubierta y cómo logró convencer a dos participantes clave de que se entregaran aún no está muy claro. Sin embargo, el consenso de la agencia está de acuerdo con la declaración anterior del Dr. Elburn, los dos hombres que proporcionaron la información que condujo a los sujetos no consensuales estaban devorados por la culpa. No estoy segura de que hiciera falta mucha presión para que confesaran. También estoy de acuerdo en que, aunque ocurrió, la señorita Abreu murió en el proceso de dejar expuesta una actividad ilegal que había resultado en muertes y habría resultado en más si ella no lo hubiera hecho. Su conducta condujo a la liberación de diecinueve prisioneros de una terrible experiencia, algunos de los cuales aún no pueden hablar de ello, y algunos de los cuales sufren daños físicos permanentes a causa de procedimientos médicos ilegales."

    "Estas son violaciones de derechos humanos sin precedentes. Creo que una gran pregunta en la mente de todos es, ¿se encontrará a Frederick Scholz y se le hará responsable de sus crímenes?"

    "Detrás de su generosa personalidad pública, está surgiendo una imagen de Frederick Scholz como un sociópata de la peor clase. Uno que usó su dinero y su estatus para eludir arbitrariamente no solo la ley, sino los estándares más básicos de la decencia humana. Él será considerado responsable por sus acciones, como lo hará toda persona que participó en ellas."

    Dos días después de la desaparición de Allie:

    "Varios amigos de Belén Abreu se han manifestado sugiriendo que otra chica podría haber estado involucrada en esto. ¿Qué ideas puedes ofrecer al respecto?"

    "Ninguna, me temo. Sabemos que salieron juntas de la casa de su madre y no se las volvió a ver desde entonces. Cuando recuperaron su cuerpo, no había indicios de la presencia de estas chicas. Es posible que se separaran poco después de salir de Montana, pero la otra chica nunca fue encontrada y los agentes aún no están seguros de su verdadera identidad."

    "Pero ¿no es cierto que se especula que pudo haber sido un sujeto de prueba fugitivo?"

    "La especulación es la palabra clave. La gente está buscando una explicación de cómo la señorita Abreu se enredó en el centro de tal controversia y ha decidido concentrarse en una chica que puede o no ser real."

    Las fotos de Lark de las octavillas circularon en los sitios de noticias más oscuros, en la periferia de los comentarios y reportajes formales. Los funcionarios no los mostraban ni la anunciaban como una persona de interés, sino que insinuaban abiertamente que tal vez ni siquiera existiera.

    Una semana después de la desaparición de Allie:

    "La búsqueda nacional del multimillonario Frederick Scholz terminó esta mañana cuando su cuerpo fue descubierto en una cabaña incendiada cerca de Bismarck, Dakota del Norte. Los agentes federales dicen que murió de una herida de bala en la cabeza, probablemente autoinfligida después de prender fuego a su alrederor. Su cuerpo fue identificado positivamente utilizando registros dentales y ADN. El filántropo caído en desgracia fue responsable de financiar procedimientos ilegales en pacientes, encarcelamiento de sujetos humanos durante períodos prolongados y al menos seis muertes contabilizadas en los últimos siete años. La respuesta pública ha sido mixta, a muchos les hubiera gustado ver a este hombre acusado y castigado con todo el peso de la ley por sus crímenes, otros solo dirán: ¡adios y que no vuelva!."

    Mi mente estaba desordenada. Tenía dudas sobre la legitimidad de la muerte de Scholz. También pensé que la bala en la cabeza y el fuego subsiguiente sonaban sorprendentemente similares a mi visión del accidente del helicóptero, y me pregunté si Allie se había vuelto a ensuciar las manos. No podía imaginar cómo podría haber logrado tal hazaña, pero parte de mí esperaba que lo hubiera hecho, al menos eso significaba que aún estaba viva, aún funcional. Al mismo tiempo, busqué continuamente informes de cuerpos no identificados, suicidios o incluso actividad inusual, asumiendo que ella aparecería muerta. A otra parte de mí eso no le importaba, estaba furiosa porque ella se hubiese marchado. Yo no había podido cumplir mi promesa y no quería pensar en lo mal que le iban las cosas a ella. Como siempre, la ira era más fácil que la tristeza.

    Tras las terribles secuelas, no había habido lugar para interrogarla sobre lo que podría haber visto en la cabeza de Gould durante aquellos minutos, antes de que se desatara el infierno. De todos modos, ya no me importaba. Él había alertado a la policía sobre otros temas, los cuales contaban para algo. Mi pasado no significaba nada para mí ahora. Yo flotaba alternativamente entre el dolor y el vacío.

    La información proporcionada sobre los diecinueve pacientes rescatados no era detallada, pero pude deducir que ellos no eran como Allie o como yo. Algunos sufrían amnesia, trauma, daño por medicamentos experimentales y cirugía. Siete tenían tumores de los que morirían eventualmente.

    La especulación dispersa sobre la presencia de otro automóvil esa mañana se redujo a una total negación por parte de las autoridades, desacreditaron las declaraciones de los testigos presenciales y me pregunté cuáles eran sus motivos. Las fotos de Lark también desaparecieron gradualmente de los sitios web. Quizá sabían muy bien sobre nosotras, sobre mí. O tal vez necesitaban salvar la cara tapando su ignorancia.

    Pero nadie llamó a la puerta, nadie vino a buscarme. Bea se quedó con su pacífica angustia. Pensé en vender la casa y dejar a Bea para siempre, pero algo me detuvo. Quizá persistía la esperanza de que Allie volviera. Así que me quedé en St Luke's con Guido como mi único confidente para la aflición que menguaba a paso de tortuga.

    Regresé a una vida regimentada. Mentira regimentada. Por debajo, me retiré a un mundo de fantasía; mis visiones del pasado se convirtieron en una adicción y en mi enemigo restante.

    Regresé a la mañana anterior al acondicionamiento de Gould. Habíamos dormido hasta tarde durante esos dos días. La cocina de la casa del lago en Colorado brillaba con el sol, el olor a pino se filtraba a través de una ventana abierta y el lago lamía a quince metros desde el porche trasero. Como siempre, mi garganta se contrajo al ver a Carmel sentada al otro lado de la mesa.

    "Pareces un poco deprimida," comentó plácidamente a la versión pasada de mí. "Siento no haber averiguado nada sobre ti. Llegaremos a eso, Gould lo sabrá."

    "No es eso."

    "¿Qué es?"

    "Esperaba que esto llevara mucho más tiempo," me encogí de hombros.

    "¿Quieres alargarlo? Pensé que estarías extasiada de que esto estuviera saliendo a nuestro modo."

    "Siento que una vez que esto termine y tengáis los pasaportes, desapareceréis de mí," dije con tristeza, empujando mis cereales con la cuchara. "Estaré sola otra vez. Esto es estúpido."

    "Nunca te vas a librar de Allie ahora," resopló. "La brujita te ama."

    "Eso es verdad," Allie entró a la cocina detrás de mí y me envolvió el cuello con los brazos. "La brujita te ama." Con su toque sentí tranquilidad, ella no tenía ninguna intención de abandonarme, sin importar cómo resultara esto.

    Ojalá ella lo hubiera sabido. Ojalá yo lo hubiera sabido.

    Recordé cómo me había sentido entonces, me animé inmediatamente cuando ella se alejó y Carmel sonrió y negó con la cabeza.

    "Bajo la fachada helada, ¿eh?," murmuró y volvió a mirar la tablet.

    Todo habías sido tan perfecto esa mañana. Yo revisitaba la escena a menudo durante esos tristes meses, junto con muchas otras, deseando poder volver atrás y congelar el tiempo. O cambiarlo. Ojalá mi habilidad hubiera involucrado la manipulación del continuo espacio-tiempo. Mi visión no podía ayudarme ahora. Lo único que esta podía hacer era aliviar el dolor, evitar que yo pasara página.

    Yo había querido morir antes, pero nunca así. Había pasado menos de dos meses con Allie y con Carmel, pero había experimentado más alegría que en los cinco años de mi memoria. Era una agonía haber tenido algo hermoso al alcance de la mano solo para perderlo después.

    A medida que el humo comenzaba a aclararse y tanto la historia como el misterio tomaban una forma más sólida, Belén Abreu estaba emergiendo como una heroína. La controversia se convirtió en una discusión internacional. Un biógrafo popular acogió con agrado el trabajo de escribir la historia de su vida, y personas de todo el mundo, que antes desconocían su existencia, se convirtieron en fans; sus calificaciones subieron por las nubes. Ella se habría irritado. Yo podía imaginar su risa cínica si ella hubiera oído hablar de ello. Porque al final lo que hizo fue ponerse por acto reflejo delante de la persona que amaba. Ella misma lo habría calificado como un acto egoísta. Pero a ella nunca se le había dado muy bien ver el cuadro general.

    La tarjeta de memoria de Carmel, que yo había guardado en un cajón del sótano, se volvió demasiado difícil de resistir. Comencé a leer su historia y a escribir esta. Quizá fuese una intrusión, pero eso era lo único que tenía ahora.

    Una semana se convirtió en un mes, tres meses, salieron a la luz inesperados efectos colaterales. Un oncólogo del sur de China dio un paso al frente, proporcionando información que condujo al descubrimiento de un puesto de avanzada con setenta y tres sujetos en experimentación sin consentimiento que soportaban condiciones y procedimientos mucho más brutales. Citó los acontecimientos recientes en Estados Unidos como lo que lo motivó para entregarse.

    Cuando vi el video de estos pacientes, lloré lágrimas por algo más que Carmel por primera vez en meses. Y comencé a pensar, quizá valió la pena. Carmel pensaría que sí. En un año de esperanza perdida, esto brilló como un raro faro que me permitió aguantar.

    No habíamos podido saberlo. No habíamos tenido ni idea de lo que estábamos haciendo.

    ***

    Llegó el primer aniversario de la muerte de Carmel y este excavó un dolor enterrado. Al día siguiente me encontré de pie en un parque en St Luke's. Por sugerencia mía, CVS había erigido una placa hacía dos meses entre altos árboles de hoja perenne. Dedicado a Belén Abreu, en memoria por su servicio a los derechos del paciente. Varios benefactores habían dejado flores y velas ayer, pero esta tarde tenía el lugar para mí sola.

    Coloqué una única rosa blanca, pétalos ruborizados con el la más leve de los rosas, en su base y contemplé, el hermoso rostro de Carmel siempre en mi mente. Memorias. Palabras. Amor.

    Una presencia se acercó a mi lado y traté de ignorarla.

    "La has convertido en una mártir," dijo una voz. Una voz ronca que yo conocía muy bien. Me quedé con el aire en la garganta, me congelé y el resto del mundo dejó de existir a mi alrededor, modo zombie desactivado de inmediato. "Hiciste todo esto sin mí. Sé que tú la amabas también, pero fuiste fuerte."

    "Puedes culpar de eso a la predilección natural de la máquina publicitaria," me burlé y luego agregué: "Y a Sean. Aún mantengo contacto con él." Mi voz fue firme, en absoluto como me sentía.

    "¿Cómo está?"

    "Mejor que nunca. Se preocupa por ti, siempre me pregunta si he oído algo."

    "Te dije que yo podía curarle."

    Me volví para mirarla y ella se quitó la capucha de la cabeza. Se veía tan hermosa, sin maquillaje, sin lentes de contacto, solo Allie. Llevaba vaqueros, zapatillas, una sudadera con capucha de lana y una mochila.

    "Nunca averiguamos quiénes éramos," dijo encontrándose con mi mirada sin parpadear. "Nunca encontramos a ningún otro."

    "Encontramos otros."

    "Ya sabes a lo que me refiero."

    "Hablé con Gould hace dos meses," fruncí el ceño.

    "¿Le visitaste?"

    "Como Miriam Prendergast, una periodista de sesenta años de Arkansas. Está arrepentido, ha aceptado que pasará el resto de su vida en prisión. Pero hasta el día de hoy se niega a revelar nada sobre nuestros antecedentes. Lo único que dice es que no quiero saberlo."

    "Eso no es decisión suya."

    "Aunque puede ser así, él no quiere hablar y yo no he sido capaz de ver nada. Creo que es su último intento desesperado por salvarnos del dolor, y mi subconsciente siente lo mismo. ¿Quieres saberlo tú?"

    "Quizá no," suspiró. "¿Crees que solo somos nosotras?"

    "Siempre estoy pendiente de cualquier cosa fuera de lo común." La estudié, mis emociones estallaron. "No tienes idea..." No pude terminar.

    "Tengo una idea," dijo con una sonrisa.

    "Ojalá no te hubieras ido."

    "Tenía que madurar, Bea. Pero lamento haberte dejado sola del modo en que lo hice."

    "Deberías, so mierda, pensé que estabas muerta."

    "Sabía lo que tú estabas haciendo, tomando mi dolor."

    "Le prometí que cuidaría de ti."

    "Ella también lo sabía entonces. Pero yo necesitaba mi dolor, tenía que aprender a vivir. Ahora puedo controlarlo mejor, puedo estar aquí para ti. Puedo ser una amiga si me aceptas." Se llevó la mano al pecho. "Ella está aquí, puedo sentirla. Es parte de mí ahora."

    Asent, formándose las lágrimas. Ella era diferente, la forma en que hablaba, la forma en que se movía. Había una serenidad en sus ojos, esos ojos que solían ser tan salvajes.

    "No puedo creer que estés aquí." Me moví hacia adelante y la envolví con los brazos, la abracé, aunque solo fuese para confirmar que era real. Aún delgada bajo su gruesa ropa, su solidez era alentadora.

    "Te he echado de menos," dijo después de un minuto y yo di un paso atrás, pero seguí agarrando sus brazos. No iba a dejar que se escapara de nuevo.

    "¿Dónde has estado?"

    "Al principio, en el Infierno. No pensé que lo lograría. Durante mucho tiempo, en todos los lugares donde fui, veía a Saf. Fue culpa mía lo que sucedió. Tú intentaste decirme que fuera paciente, ojalá te hubiese escuchado." Ella negó con la cabeza. "Cuando la abracé esa mañana, sentí algo, el instante antes de que desapareció por completo. Ella no tenía miedo, sabía que esto se había terminado, pero ella no tenía miedo." Una lágrima se deslizó por su mejilla y yo levanté la mano para secarla.

    "Ella era la persona más genial que he tenido el placer de conocer," dije y ella asintió.

    "Luego me encontré con alguien a quien yo podía ayudar," continuó. "Vivir conmigo misma se volvió un poco más fácil. Ella lo habría hecho si hubiera podido. Así que encontré a otra persona que ayudar y volví más a la vida."

    Me reí entre lágrimas. "Encontraste tu vocación."

    "Ella me consideraba una vida digna de salvar, tengo que hacer que eso sea cierto. Todos los días tengo que hacer que eso sea cierto. ¿Cómo está Guido?"

    "Le va bien. Estupendo. Le encantan los baños, ¿no? Te echa de menos." Y a Carmel, agregué silenciosamente.

    "Eso espero, porque se va a quedar conmigo a partir de ahora."

    "¿Quieres llevártelo?"

    Mi rostro decayó. El gato era lo único que me había mantenido con vida durante el último año.

    "Yo nunca haría eso. Ven a sentarte un minuto." Me pasó el brazo por los hombros y me llevó hacia el banco a unos metros de distancia. "Hace dos semanas estuve en Savage Falls," continuó. "Quería ver al médico que era tan bueno con Saf."

    "¿Hablaste con él?" Sentí una vieja oleada de pánico ante la idea.

    "Fui, lo encontré una noche. Estaba cenando en un restaurante con su esposa, debía de haber sido una ocasión especial. Los miré a través de las ventanas, parecían tan felices y supe que no podía molestarles." Justo cuando estaba a punto de darme la vuelta e irme, él me miró directamente. Yo llevaba un sombrero, pero me reconoció de todos modos. Me miró como si hubiera visto un fantasma, luego corrió hacia la puerta y salió. Yo me escondí," dijo tímidamente. "Me escondí y él escaneó las calles en mi busca, gritando el nombre de Lark. Eventualmente, volvió a entrar, negando con la cabeza y murmurando para sí mismo."

    "Pobrecillo," solté una risita. "Estará asustado durante años después de eso."

    "No fue mi intención... Pero sí, probablemente," reconoció. "Antes de Savage Falls, fui a México para encontrar a su padre. Aquello fue catártico, buscar el pasado de ella. Pero tuve la impresión de que el doctor era más figura paterna para ella, así es como terminé en Montana."

    "¿Conociste al papá?" Le pregunté y ella negó con la cabeza, con los ojos muy abiertos. Lo salvaje aún acechaba.

    "Él estaba con una adolescente. Tiene al menos cincuenta años y estaba con una chica menor que su hija, pellizcándole el trasero." Su nariz se arrugó con disgusto. Yo me reí.

    "Yo lo vi en una entrevista hace unos meses, lloriqueando y al mismo tiempo anunciando a bombo y platillo el maravilloso padre que era por haberla criado. Estaba aprovechando la ola, por así decirlo." Dije.

    "Yo decidí que no quería conocerlo." Una mirada traviesa entró en sus ojos y levanté una ceja mientras ella sacaba la mochila de sus hombros y la abría. "Así que fui al columbario donde la habían puesto." Sacó un objeto de la bolsa. Una urna.

    "¡No me lo creo!"

    "Lo hice," dijo solemnemente. "Lo llaman profanación de camposanto."

    "No estoy segura, creo que lo llaman simple robo."

    "Pero tuve cuidado, no se enteró nadie. Todavía, al menos," sonrió.

    Tomé la urna y la examiné con reverencia.

    "Debemos ser nosotras quienes decidamos lo que ocurre con ella," continuó, "las personas con las que ella eligió estar. Las personas que la amaban por lo que era, no por lo que fingía ser."

    "Gracias a Dios que fue incinerada," dije imaginándome a Allie pasando un cuerpo de contrabando por la frontera en la oscuridad de la noche. "¿Qué quieres hacer tú con ella?"

    Metió la urna en la mochila. "Ella no está ahí de verdad, es que yo no quería que tuvieran el privilegio de sus restos. Encontraremos un buen lugar para ella mientras decidimos, tal vez entre los AK y los lanzagranadas, eso la haría cosquillas. ¿Puedo quedarme contigo? Necesito tu ayuda." La pregunta se extendió sin costuras, sin cambiar el tono. Mi corazón se salto un latido.

    "Sí," tartamudeé. "Por supuesto. ¿Me necesitas?" Pregunté dubitativa.

    "Lo hago. Como puedes ver," dio un golpecito a la mochila, "aún soy imprudente. Sabía que después de Montana era hora de regresar a tu templanza. Además, por el camino, encontré a alguien que nos necesita a las dos. "

    "¿Quién?"

    "Un chico," una sombra cruzó sus ojos. "Él me muestra su lado hermoso, pero su lado oscuro está cerrado. Tú puedes acceder con tu visión a cosas que yo no puedo. ¿Me ayudarías? Él lo vale."

    "Jesús." Ne sequé las mojadas mejillas. "¿Vas a empezar a hacerme caso?"

    "Te haré caso," sonrió y yo miré la mochila.

    "¿Dónde está el resto de tus cosas?"

    "Tengo mi cepillo de dientes, mi oso y a Saf, eso es todo lo que he necesitado durante un año. El resto vino y se fue con la marea."

    Asentí lentamente, estudiándola con una leve sonrisa.

    Háblame del chico.

    "Llévame a ver a Guido y lo haré."

    "La perversa telaraña atrapa a una nueva víctima." Negué con la cabeza y me levanté. "Date prisa entonces, hace frío."

    "Bien. Somos dos personas únicas, tú y yo, cambiaremos el mundo una persona a la vez."

    "Hay algo sobre lo que siento curiosidad, ¿tuviste tú algo que ver con la muerte de Scholz?" Pregunté mientras salíamos del parque. Allie se rió.

FIN

Notas de esta versión

    Fuente: Wikipedia

Capítulo 1

    [1] non compos mentis: estado que se aplicaba a aquellos que no estaban locos de nacimiento, pero que lo estaban más tarde en la vida sin que tuvieran culpa. La propiedad y los intereses de tal persona podrían encomendarse a un tercero para su cuidado y administración durante el tiempo que durara su locura.

Capítulo 2

    [2] Capas ocultas: en español en el original.

Capítulo 4

    [3] ¿Bien?: en español en el original.

    [4] Vine a practicar líneas: en español en el original.

    [5] Está bien. ¿Dónde estaba?: en español en el original.

Capítulo 6

    [6] CBD: (Central Business District) . Distrito financiero o corazón financiero es el término general con el que se designan las áreas centrales en que se concentran comercios y oficinas, y donde abundan los rascacielos y que, en las ciudades europeas, suele coincidir con el casco antiguo y algunas zonas de los ensanches del siglo XIX. Sus calles son las más frecuentadas y accesibles y los precios de las viviendas son altos, aunque la población residente en ocasiones es escasa.