Créditos

    Vinilos Rotos

    (versión gratuita en español. Prohibida su venta)

    Copyright © 2021 de Snežana Žabić. (Algunos derechos reservados, CC BY NC SA 4.0)

    Traducción y Edición: Artifacs, abril 2021.

    Imagen de Portada: “Honest Friend” © 2013 de Gretchen Hasse, usada con permiso del artista.

    Publicada en Artifacs Libros

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    Obra Original: Broken Records

    Copyright © 2016 de Snežana Žabić. (spuriousbastard.blogspot.com) (Algunos derechos reservados, CC BY NC SA 4.0).

    Publicada por primera vez en marzo de 2016 por punctumbooks.com, la Tierra, Vía Láctea.

    ISBN-13: 978-0615949468

    ISBN-10: 0615949460

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Licencia Creative Commons

    Vinilos Rotos se publica bajo Licencia CC-BY-NC-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es

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Dedicatoria

    Este libro está dedicado a la memoria de Mika Šušnjar, Milka Vinčić, Nikola Vinčić y Stoja Žabić.

Agradecimientos

    Las siguientes partes, tal como están en este libro o en versiones diferentes, han aparecido en estas publicaciones:

    • “Meet Satan” ("Conoce a Satán") en Copper Nickel #9 (2008) y reimpresa en COIN #1 (2011)

    • “My Dad’s Lens, Borovo Naselje, 2004” (La Lente de mi papá, Borovo Naselje) en Little Red Leaves #2 (2008)

    • “Neo AFŽ: Revolution without Premeditation” (Neo AFŽ: Revolución sin Premeditación) en Feminist Review #99 (2011)

    • “Factory Girls” (extracto de “Neo AFŽ: Revolution without Premeditation”) en Neo AFŽ #1 (2001)

    • “Revolution without premeditation” y “the amount of serious love-sickness” (la cantidad de serio mareo por amor) (extractos en “Neo AFŽ: Revolution without Premeditation”) en el libro Po(jest)zija/Po(eat)ry por Ivana Percl y Snežana Žabić (SKC NS, Novi Sad, 2013)

    • “Failing Haibun” en Wreckage of Reason II: Back to the Drawing Board (Spuyten Duyvil Press, 2014)

    • “Why Wichita” (extracto de “Failing Haibun”) en Marco Polo Arts Magazine (2012)

Vinilos Rotos

por

Snežana Žabić

1. Marchitante

    Recientemente, por teléfono, mi madre proclamó que aún era comunista.

    “Me encontré con nuestra antigua vecina, MM. ¿La recuerdas?" dijo ella.

    "Vagamente," le dije a mamá. Han pasado más de veinte años desde que vi a esta vecina en particular. Se mudó con su familia a una parte diferente de la ciudad incluso antes de que estallaran las guerras.

    "Bueno, el caso es que," continuó mamá. “MM y yo hablamos un rato, y ella tenía puesta una blusa blanca y un kilo de collares dorados, pero sin sostén. Eso es de mal gusto. Aún creo en el viejo «De todos según sus capacidades, para todos según sus necesidades». Ella necesita un sostén."

    Yugoslavia terminó en 1991 con la secesión, primero de Eslovenia y luego de Croacia, seguida de la represalia serbia y de su intento de conquista. Mientras que el ejército yugoslavo luchó con la recién separada Eslovenia durante solo diez días, durante la tan poco imaginativamente llamada Guerra de los Diez Días, la guerra entre Croacia y Serbia duró desde 1991 hasta 1995. Croacia y Serbia también estuvieron involucradas en la guerra en Bosnia y Herzegovina desde 1992 hasta 1995, cuando intervino la OTAN. Mientras tanto, Kosovo se estaba filtrando y la guerra estalló allí en 1998 y duró —la OTAN también intervino allí— hasta junio de 1999. Avanza rápido hasta 2008 y Kosovo es el último en convertirse en un estado independiente. Ahora hay siete estados en lugar de Yugoslavia: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro, Kosovo y Macedonia.

    Pero ¿qué pasó justo antes de la ruptura? Antes de la ruptura, el estado yugoslavo estaba en marchiante proceso de desaparición.

    Qué término tan poético: marchiante. Sin embargo, es un término que usan los marxistas para describir la segunda fase que ocurre en el camino hacia el comunismo. En la primera fase, inmediatamente después de la revolución, el estado adquiere una poderosa fuerza para nacionalizar las ramas de la industria más importantes que antes estaban en manos privadas (finanzas, transporte, fabricación de bienes de producción, agricultura), así como para aplastar cualquier disentimiento. Ahí lo tienes, la primera fase, también conocida como la dictadura del proletariado, Yugoslavia, 1945-1974—marca. Luego llega el momento de suavizar el control estatal y de supervisar una desaparición gradual, pero decidida, del estado. La segunda fase, también conocida como la autogestión del trabajador, Yugoslavia 1974-1990—marca. La tercera fase marca el momento en que surge la nueva sociedad: no hay estado, no hay restos de las viejas divisiones de clases, nadie posee ni carece de nada, no hay moneda, no hay jerarquías. La tercera fase, también conocida como comunismo, también conocida como "de todos según sus capacidades, para todos según sus necesidades," también conocida como: "nunca sucedió en Yugoslavia ni en ningún otro estado nacional."

    Pasamos los últimos años de Yugoslavia en una crisis económica, aprendiendo sobre nuestra creciente deuda externa, experimentando escasez de gas y demás, disidencia proveniente de todos lados, pero especialmente de las bien financiadas y seductoras ideologías nacionalistas étnicas.

    Algunos dicen que el proyecto de extinción fue tan exitoso que el estado se volvió demasiado débil para luchar contra el nacionalismo y evitar la ruptura y la guerra.

    Alrededor de 1987, cuando yo tenía sólo trece años, comenzaron a aparecer en mi ciudad natal de Vukovar unos grafitis nuevos y extraños que declaraban orgullo por partes antiguas y más turbias de la historia de los grupos étnicos de los grafiteros. Esos extraños y retrógrados símbolos pronto taparon los signos de la paz hippie de los chavales mayores y los signos de anarquía punk ya descoloridos en las fachadas. Aún así, también pasaron un par de años antes de que la policía local comenzaran a parecer robocops, antes de que los quioscos de dos compañías competidoras de periódicos estatales fueran voladas por los aires en mi misma calle, antes de que las fachadas se volvieran feas con grafitis explícitos como: "¡Croacia para los croatas!" O el de la oficina de correos: "Esto es Serbia," bajo el cual alguien pintó: "¡Esta es la oficina de correos, idiota!"

    Durante los tiempos de paz, mis años adolescentes se habían desarrollado tal como se suponía que debían: un caso de libro de texto de una ligeramente semi-inconformista, autoconsciente e inadaptada en ciernes. Los fines de semana por la noche iba a Mala Sala donde un DJ pinchaba música Eurodisco Top-40 que yo me negaba a bailar. Yo tenía el cabello castaño, grande y puntiagudo, y a menudo usaba vaqueros descoloridos y un gigante suéter a rayas sobre la sombra de mi complexión de 46 kilos, y gafas de montura roja igualmente grandes. Casi el 98% de los adolescentes en ese momento usaban vaqueros combinados con chaquetas de mezclilla. Miro una foto de un grupo de chavales de 1988. Están de pie en una playa del Adriático un día soleado de principios de primavera, y los cuerpos con vaqueros se mezclan con el telón de fondo azul hasta el punto de desaparecer.

    Yo era una chica bastante buena. Me saltaba las clases de vez en cuando, pero era normalmente para practicar o actuar con el club de poesía local, lo que equivalía a ausencias justificadas automáticamente.

    Con mi adolescencia llegó un poco de frío entre mis padres y yo: mamá, papá y yo estábamos aprendiendo la fragilidad de la confianza.

    Sus rostros mostraban una película de preocupación. Ahora sé que eso fue por la deuda de 22 mil millones de dinares y la inflación del 200%, por las disminuciones en la producción en la fábrica y la pérdida de bonificaciones y la amenaza de quiebra y desempleo que ya se estaba produciendo en otras empresas; por los políticos que lanzaban sus discursos de telaraña a los trabajadores y agricultores descontentos; por la televisión que decía más mentiras; por el viaje de trabajo de mi papá; por el silencio de mi mamá.

    Pero en aquel momento, cuando leía la preocupación en sus ojos y en las nuevas arrugas de sus caras, leía mi nombre una y otra vez.

    Yo era una adolescente tan dramática como vienen, y recuerdo que fue al cruzar las vías con algunos de mis amigos de la escuela secundaria para tomar el autobús a la escuela la vez que dije en voz alta que ni siquiera estaba segura de que fuese a haber una ciudad aquí en un futuro próximo. Yo estaba hablando sobre aburrimiento que estaba sintiendo, pues estaba adquiriendo una gran colección de discos de vinilo (mayormente mediante pedidos por correo), pero casi ninguna banda que me gustaba tocaba en Vukovar. Podría decir ahora que a esa tierna edad entendía la crisis yugoslava y lo que esa crisis tenía que ver con las políticas económicas en todo el mundo y que todo resultaría en la locura y en Vukovar bombardeada hasta convertirla en polvo, pero eso serían tonterías: en mi melodrama y autocentrismo adolescente, era simplemente la perspectiva provinciana de mi ciudad natal la que deletreaba nada menos que la fatalidad.

    Yo no era la única que se sentía así. En 1990, la banda de mi hermano grabó una parodia de Tonight Belgrade is Burning de una banda de rock underground llamada Grč (Cramp; no confundir con la banda estadounidense The Cramps). La banda de mi hermano llamó a su parodia "Tonight Vukovar Is Burning" y la inspiración vino de la monotonía de la selección de entretenimiento de nuestra ciudad natal.

    La canción abre con el más simple de los preprogramados ritmos de sintetizador. Pasa a una llamada telefónica: mi hermano llama a su amigo Saša, hablan de sus planes para esa noche, quejándose de la falta de opciones. Al fondo, la familia de Saša está discutiendo mientras lava botellas de jugo de tomate casero burbujeando en grandes ollas, imagino yo, sobre el fogón a fuego medio. A continuación, con un simple ritmo de sintetizador como único acompañamiento, el vocalista canta:

    Noćas se Vukovar pali (Esta noche Vukovar está ardiendo)

    Ponoćni mračni grad (Esa ciudad oscura a medianoche)

    Preko rijeke bujica smrti (Al otro lado del río un diluvio de muerte)

    Noćas se vratovi režu (Esta noche hay gargantas cortadas)

    Iako nema svjetla (Aunque no hay luz)

    U ovom gradu sahranjen ležim (En esta ciudad yazgo enterrado)

    Ribe plaču na dnu Vuke (Peces lloran en el fondo del Vuka)

    Mašine posustaju (Máquinas se fatigan)

    Magla pada (La Niebla cae)

    Iz pepla u pepeo (Cenizas a las cenizas)

    ¡Vukovar!

    ¡Vukovar!

    A continuación, un puñado de fragmentos de canciones por The Ramones ("I Don't Wanna Be Buried"), Satan Panonski (gimiendo amenazadoramente "The messenger will come"), Mano Negra ("The beat-beat-beat of the song-song”), Zabranjeno Pušenje (“I didn’t know so many mice gathered here”), Nick Cave (arrullando “Foi na cruz”), Let 3 (“Mother, I’m a sheriff in New York”) y una voz distorsionada de la mayor sensación de la década de 1970 en Yugoslavia, Zdravko Čolić (“I will go to the forest!”).

    Cuando no estaba saliendo con los amigos (la mayoría de nosotros estaba probando varias artes por puro aburrimiento adolescente) llenaba mi tiempo libre con interminables caminatas, exploraba la ciudad como para asegurarme de que en realidad no pasaba nada interesante en sus tranquilas calles. (La tranquilidad era engañosa, lo sé, lo sé ahora). Yo comenzaba mis caminatas en el amplio edificio de apartamentos de tres pisos, blanco y verde, de la calle principal donde vivía con mis padres y mi hermano. Caminaba por la lisa calle de hormigón entre el parque de Tito, lleno de abedules, y la hilera de tiendas, y cruzaba la intersección resaltada por dos quioscos de periódicos. Giraba a la derecha y caminaba hasta la plana caja del cine, pasaba por una Legolandia de edificios de ladrillo rojo de la década de 1930, cada uno rodeado de jardines en miniatura, y sobre el otro lado yo pasaba por el parque con la escuela secundaria local acurrucada detrás. Y sí, por el chovinista grafiti. Campesinos ignorantes, pensaba yo mientras era tan superior e intocable con mi magnífica selección de música en el Walkman.

    Desde nuestro edificio hasta el cine: cinco minutos o "Bone Machine" y "Break My Body" de The Pixies. La música bloqueaba el ruido (mundano, pensaba yo tontamente) de la pequeña ciudad y me llenaba los oídos de guitarras, tambores y voces gritando y cantando palabras de las que no entendía más del cuarenta por ciento y que, por tanto, asumía naturalmente que eran profundas y hermosas. Desde el cine hasta las canchas de tenis ("Something Against You" y "Broken Face"). Desde las canchas de tenis hasta el ferrocarril —menos de cien pasos. Subiendo por la grava, ("¡gigantic!") Saltaba por las vías ("¡gigantic!"), Bajaba por la grava ("a big big love”), giraba a la izquierda, caminaba hacia el Workers Club ("a big big love”) y veía el Danubio, ligeramente doblado, rodando en su ancho lecho, solo el agua y el cielo, sin más ciudad. Al otro lado del ancho y curvo río yo detectaba o bien una playa de arena o sauces en el agua y el barro hasta las rodillas, según el nivel del agua. Nunca ha habido un puente.

    Gran parte de mi experiencia en la escuela secundaria de Vukovar tuvo lugar en el intervalo entre la caída del Muro de Berlín y el momento en que surgieron los nuevos muros entre los exyugoslavos. ¿Recuerdas ese interludio? ¿Cuando ocurrió la Operación Tormenta del Desierto? En enero de 1991, Sean Ono Lennon y Lenny Kravitz reunieron a un grupo de estrellas del pop para volver a grabar “Give Peace a Chance” al estilo Band-Aid para protestar por el primer ataque de bombas sobre Bagdad.

    El video se pasó a diario en la televisión de Yugoslavia durante meses, incluso después de que los soldados estadounidenses regresaran a casa después de la debacle de la Tormenta del Desierto y después, en mayo de 1991, de que la guerra hubiese comenzado en nuestra región. Fue el 2 de mayo cuando los paramilitares en Borovo Selo, un pueblo vecino a mi barrio, se enfrentaron con la policía, la gente murió y después de eso, el conflicto comenzó a sentirse cada vez más como una guerra, aunque la guerra nunca fue declarada. Solo unos días después, yo estaba en la escuela y un compañero de clase dijo que deberíamos empezar a cantar "Give Peace a Chance." Entonces la gente comenzó a cantar y, en algún momento, comencé a dar una mala impresión del estilo soul vocal de Lenny Kravitz, lo que hizo reír a mis compañeros de clase.

    Yo era una payasa en clase, lo cual no era algo natural en mí. Creo que este rol se estableció en mí un día, unos dos años antes de la presentación de “Give Peace a Chance." Aún era nominalmente socialismo y estábamos sentados en un aula esperando que apareciera nuestro profesor de Defensa y Protección. Defensa y Protección era una asignatura escolar socialista yugoslava que se suponía que debía prepararnos a los escolares para la defensa del país en caso de que la Unión Soviética o los Estados Unidos nos atacaran. Yugoslavia no fue aliada durante la Guerra Fría y no pertenecía ni a la OTAN ni al Pacto de Varsovia, así que, ¿quién si no iba a proteger la patria sino nosotros los adolescentes? El caso es que estábamos esperando a que apareciera el profesor y luego alguien mencionó la identidad étnica como tema de conversación para matar el tiempo. Uno por uno, mis compañeros de clase se identificaron a sí mismos, mostraron sus metafóricas tarjetas de pertenencia étnica, algunos con orgullosa bravuconería, otros con solemne dignidad y otros encogiéndose de hombros. Llegó mi turno y mi historia salió (parafraseo):

    "Allá por el siglo XIII, un sajón llegó a Bosnia para trabajar en las minas de plata. Era muy aventurero. Una vez que se aburrió de extraer mineral, navegó con los vikingos a través del Atlántico. Habiendo llegado a lo que es hoy Estados Unidos, se enamoró de una mujer nativa americana. Tuvieron hijos. Aunque el hombre echaba de menos su hogar en Europa y, pensando en el dinero que podría ganar en las minas de plata allí, él y su familia regresaron a Bosnia. Esos son mis ancestros. Soy parte sajona, parte vikinga, parte bosnia, parte nativa americana —de ahí la nariz."

    Me quité las gafas dramáticamente y les mostré a todos que tenía la misma nariz que tenían los indios en los westerns estadounidenses; Supongo que ninguno de nosotros había oído en ese momento que los italianos y otros tipos mediterráneos interpretaban a los "indios" en las películas.

    Mis compañeros escucharon con raptada atención y me tomó unos segundos darme cuenta de que me habían tomado en serio. Tuve que parar y decirles que estaba haciendo comedia de rostro inexpresivo, y luego la risa rompió en pedazos el suspense y me gané mi reputación como una chica muy divertida.

    Donde vivíamos, ningún grupo étnico tenía nombres que sonaran claramente diferentes (al menos no desde la perspectiva de unos chavales), ni diferentes acentos, gestos, comida, colores o costumbres y días festivos diferentes siquiera, con muy pocas personas que practicaban la religión. La generación de los nacidos a principios de los 70, al menos en mi ciudad, creció concibiendo la etnicidad en términos geográficos: yo era, al igual que mis padres, de la República de Croacia, parte de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, y por eso yo era croata y yugoslava. Mis abuelos maternos eran iguales y mis abuelos paternos eran bosnios y yugoslavos, ya que Bosnia-Herzegovina fue donde crecieron. Pero cuando llegué a los detalles, descubrí que mis abuelos maternos eran en realidad serbios de Croacia; que mi otra abuela era serbia de Bosnia y que mi otro abuelo era un croata de Bosnia, lo que me convertía en mitad serbiocroata, un cuarto serbiobosnia y un cuarto bosniacroata. Esta letanía de etnias, sentía yo, me hacía ser simplemente un chiste de Monty Python andante.

    Ahora que estoy en la segunda mitad de mis treinta y el tiempo pasa más rápido que antes, es difícil comprender la velocidad con la que se deterioraron las cosas en Yugoslavia hace más de dos décadas. La primera vez que oí sobre fanáticos del fútbol, de mi edad o un poco mayores, que se pelearon a puñetazos por su identidad étnica fue en 1987. Luego oí de hooligans mayores y más aterradores, blandiendo cadenas y antorchas, atacaban a chicos normales de una etnia diferente. Yo descarté aquello como incidentes aislados. "¿Cómo te declaras étnicamente?" era una pregunta cada vez más frecuente y grave, y yo decía "yo no me declaro," y seguí reemplazando rápidamente mis viejos carteles de Madonna y Wham por los nuevos de The Pixies y The Fall. Comencé a llevar libros de poesía y obras de teatro, colecciones de cuentos y antologías y, sobre todo, toda clase de novelas, como mi Kurt Vonnegut favorito, para poder leerlas durante el horario de clases, en el autobús, en los apartamentos de la abuela Milka y la abuela Stoja, en todas partes. Iba a ver a Beatrice Dalle volviéndose loca en Betty Blue todas las noches en que se proyectaba la película en nuestro cine local, encontrándola muy romántica y nada perturbadora. En las noches cálidas, me encontraba con mis amigos junto a la primera farola en el extremo oeste del paseo marítimo y me quedaba allí con ellos, debajo de la bola de lácteo cristal de la lámpara, con mis zapatillas de deporte firmes sobre el cemento alisado por millones de otras suelas y tacones de caucho, cuero y madera. El paseo era como la TV reality de la vida real antes de que existiera la TV reality: veías parejas peleándose o besándose, o ambas cosas. A veces una celebridad de paso por la ciudad, asimilanso el color local o siendo llevada hasta a un coche totalmente colocada; desfilaban con cuestionables o admirables elecciones de moda. Eataba todo en un canal o, más bien, tú estabas en el programa mientras lo veías.

    En invierno, mis amigos venían a verme y pasábamos el rato en mi habitación a distancia auditiva de mis padres. Cada vez que nos reuníamos, papá se asomaba en algún momento y nos enviaba a todos al sótano para llevar leña a la cocina donde estaba el horno. Nos quejábamos durante todos los seis tramos de escaleras abajo. Cada uno de nosotros tomaba un paquete de tres briquetas de serrín en sus envoltorios de plástico, un paquete bajo cada brazo, y luego subía las escaleras.

    Los chicos más atléticos intentaban llevar en una pila en los brazos tantos paquetes de tres como fuera posible, y nuestro papá admiraba su fuerza para manipularlos y que regresaran a buscar más.

    Ese mismo sótano era donde se suponía que yo debía esconderme con mi hermano y mis padres una noche de verano de 1991, cuando la artillería serbia que rodeaba la ciudad decidió apuntar a la Zona Residencial en una de las primeras orgías de desnudo poder militar en las armas de hombres que no respondían a nadie más que a ellos mismos.

    Aquella noche nos habíamos acostado cerrando, firmemente como siempre, las ventanas de doble hoja y las persianas de madera. Mi hermano y yo pusimos música en el estéreo lo más alto posible y, por una vez, nuestros padres no nos dijeron que bajáramos el volumen. Bandas como Hüsker Dü y The Minutemen, con su perfecta combinación de ruido, melodía y ritmo, tenían el mejor sonido para amortiguar la guerra que se intensificaba afuera. Pero cuando las explosiones nocturnas superaron las guitarras y las baterías que salían de los altavoces, y no llegaba el sueño, mis padres nos sacaron a mi hermano y a mí de nuestras camas y nos dijeron que nos sentáramos en el suelo con ellos en el pasillo. El estrecho pasillo recorría la mitad de nuestra casa en el piso superior con conjuntos de grandes ventanas, más un balcón a cada lado del apartamento. Mis padres consideraron la posibilidad de ir al sótano, que estaba a la mitad del suelo y también tenía ventanas, pero al final decidieron que el pasillo del apartamento era más seguro. ¿Qué sabían ellos sobre sobrevivir a ataques de artillería?

    Defensa y Protección no cubría ese tema. Nos quedamos sentados en el suelo durante todas las horas, minutos y segundos de aquel ataque de mediados de verano.

    Incluso antes del amanecer, el ataque había terminado y oímos que un proyectil había alcanzado un edificio cercano al nuestro. Mientras mi hermano y yo estábamos recuperando el sueño perdido, papá salió y nos consiguió algunos pases recién establecidos que nos permitirían escapar echando hostias de la mierda. Papá tuvo que convencer al hombre que estaba a cargo de decidir quién podía irse que éramos demasiado jóvenes, incapaces de defender la ciudad. Yo tenía diecisiete años y era una chica, así que eso no era un problema, pero mi hermano tenía dieciocho, así que, ¿quién sabe lo que le habría pasado si el funcionario no hubiera sido un amigo de la infancia de mi padre?

    A finales de agosto de 1991, yo estaba en Vojvodina, un pueblecito de Vrbas, en el apartamento de un solo dormitorio de unos extraños que me acogieron como refugiada. Mis anfitriones eran un matrimonio de mediana edad sin hijos. El trato era que yo les ayudaría con sus quehaceres a cambio de dormir en su sofá y ser alimentada. Pero la mujer —¿cómo se llamaba?— sentía lástima por mí y yo le caía bien, así que me dejaba escuchar el walkman, leer y escribir todo el día.

    Todos los días, mientras el esposo estaba en el trabajo o veía la televisión en la sala de estar, la esposa cocinaba, limpiaba o también miraba la televisión, y yo me quedaba sola en su almidonada, limpia y soleada habitación.

    Mientras escuchaba a Tom Waits en el walkman, dibujaba y escribía poemas y relatos sobre forasteros que vivían en zonas lúgubres de grandes ciudades desconocidas para mí.

    En ese momento, mis padres aún estaban en Vukovar tratando de mantener sus empleos, aún con la esperanza de que la guerra terminara en otoño. Más tarde oí una historia sobre que mi papá, capataz de construcción era el único que trabajaba en una oficina de planificación urbana. No había ninguna construcción y todos los arquitectos estaban de vacaciones o habían huido de la ciudad, de modo que él se quedaba sentado y se fumaba un cigarrillo tras otro. Un día entró un paramilitar armado. Le ordenó a mi papá: “De pie contra la pared. ¡Que te levantes, joder!"

    El hombre no apretó el gatillo, sino que apuntó a mi padre con el arma en la cabeza, hizo algunas preguntas tontas y al final se fue sin hacerle daño y sin robar nada. Este escenario le sucedió a un amigo de mi papá y a un amigo mío más tarde ese año durante el otoño, excepto que en esos dos casos, los asesinos apretaron el gatillo.

    En aquel tiempo, mamá era una de las dos últimas en la oficina de importación-exportación donde trabajaba como secretaria. Su jefe aún estaba allí también, pero eso era todo, todos los demás estaban fuera de la ciudad. El jefe la instaba a que se fuera de vacaciones, a que se fuera de la ciudad, le decía que era demasiado peligroso para ella quedarse. Las calles estaban ahora completamente vacías, salvo por los vehículos blindados de la policía y el ejército croatas, y la ciudad estaba casi completamente rodeada por el ejército yugoslavo y las tropas paramilitares serbias, por sus barricadas, tanques y artillería.

    Muchos de los que se quedaban, quienes nunca habían soñado con armarse, se ofrecían como voluntarios para defender la ciudad, pero mis padres no sabían a quién defender de qué, excepto a su familia y a ellos mismos, de la incomprensible y multifacética Guerra.

    Para mis padres, todo se reducía o bien a salir también, y unirse a mí y a mi hermano como refugiados en Serbia, o a quedarse y esconderse en el sótano, esperando la paz y rezando no ser alcanzados por una bomba o algo peor. Supongo que había otra opción, la que eligió un amigo mío de dieciséis años: rehusó que lo llamaran refugiado y decidió que era "un intelectual en el exilio."

    Una noche, mis padres se escondieron en el pasillo mientras la artillería atacaba objetivos aleatorios cerca de todo nuestro edificio de apartamentos, pero dejando intacto el edificio. Al día siguiente, ambos se aseguraron los pases de salida del mismo amigo que nos había dado los pases a mi hermano y a mí y, de nuevo, el tipo no hizo demasiadas preguntas. Mis padres se fueron, pero no antes de pagar todas las facturas vencidas: alquiler, luz, agua y saneamiento. Poco después de que nos reuniéramos todos en Belgrado a principios de septiembre de 1991, comencé a comprender que a cualquiera que tuviera dinero en sus cuentas de ahorro; incluida a mi clase de Francés, que había depositado mucha moneda en una cuenta de ahorros destinada a nuestro viaje a Francia; se les negó el acceso a ese dinero cuando los bancos colapsaron, y tanto los nuevos estados como los nuevos propietarios (privados esta vez) no asumieron ninguna responsabilidad por esas viejas cuentas. Ahora, eso está roto. En cuanto a mis padres, ellos no debían dinero, pero tampoco perdieron sus ahorros, ya que no tenían ahorros en ninguna cuenta. Y yo aún vivo así, libre de deudas y sin ahorros, lo cual muestra lo profundo que se instalan los hábitos ficancieros como cualquier otro hábito.

    Nosotros fuimos los afortunados, "en el exilio," pero ilesos, todos reunidos en Belgrado, solo una más de las miles de familias de refugiados en la capital de la desintegrada Yugoslavia. Mamá y papá cobraron los últimos cheques que pudieron y alquilamos una casa diminuta, maloliente y sin muebles en las afueras de la ciudad, en el lado equivocado del puente sobre el Danubio. En lugar de una calle pavimentada que iba desde la carretera principal hasta nuestra nueva morada, había tierra. Había un perro aullando y ladrando en un patio trasero todos los días que yo caminaba hacia el autobús y regresaba, un perro que nunca vería, que pertenecía a un vecino que nunca conocería. Otro vecino ponía “Enter Sandman” de Metallica una y otra vez.

    La guerra estalló y los políticos de la tele proclamaban “democracia” como otro barato bien de consumo. "Democracia" significaba, en resumen, que todos obteníamos lo que quería el 51%, sin importar lo horrible que fuera su elección, sin importar lo lejos que eso estuviera del "Imagine" de John Lennon,la cual para mí era la única plataforma de partido aceptable. Pero John Lennon estaba muerto y no se presentaba para el cargo de todos modos, y yo era demasiado joven para votar. Era 1991. Era el momento de la buena dictadura a la antigua de los autócratas militaristas en complicidad con el crimen organizado, que también se había beneficiado de la muerte del antiguo Estado, marchitado como un romántico poeta tísico. Era hora de que Vukovar (pero también otras ciudades en partes selectas de Croacia) casi perecieran bajo las bombas del ejército yugoslavo y que los habitantes de la ciudad atrapados en el asedio se volvieran locos en medio de las atrocidades cometidas por todos los bandos del conflicto. Para mí y mi familia, era hora de adaptarnos al estado de refugiados.

    Yo aún tenía el walkman, y una caja de zapatos con cintas de cassete, como un comienzo.

    Ese primer año de las guerras de los Balcanes, yo sería la afortunada, la que escapó. La que iba a teatros y clubes por poco dinero o gratis, viajaba en transporte público a cualquier lugar que necesitara e incluso tomaba trenes de forma gratuita con mi identificación de refugiada desde Belgrado a las bucólicas montañas. El segundo año de las guerras de los Balcanes, aún sería la afortunada: aprobaba el examen y me matriculaba en la Universidad de Belgrado, especialidad en Estudios Checos. Durante el resto de los años de la guerra de los Balcanes, soñaba con escapar de la asfixiante ciudad de mi refugio —sofocándose bajo Milošević y, a su vez, asfixiándome a mí. Y me mudé a Praga, pero no antes de 1999. Una vez allí, yo solo quería cruzar el Atlántico, pero eso no sucedería hasta 2002. Una vez en la pequeña ciudad del sur de Estados Unidos, yo solo quería mudarme a Chicago.

    Una vez en Chicago, solo quise dejar de vagar.

Recuerdos de [Estado]

    http://news.bbc.co.uk/2/hi/europe/6463761.stm

    Como parte de nuestra serie sobre el futuro de [Estado], les preguntamos por sus recuerdos de la vida allí antes y después de la guerra de 199_. Aquí publicamos algunos de sus relatos.

    Nota: Estos no son hablantes nativos de inglés (aunque ahora se han establecido en estados de habla inglesa en todo el mundo), y este idioma no se usaba ampliamente ni en [Estado] ni en [Estado anterior] antes de la independencia de [Estado]. Su dominio del idioma varía y, por tanto, en algunos casos corregimos la ortografía y la puntuación y, en ocasiones, la sintaxis en aras de la claridad. Si deseas enviar tus propios recuerdos, completa el formulario a continuación.

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Recuerdos de [Estado] #1

    Comentarios:

    Cuando era pequeño, tenía un vecino [Grupo Étnico Diferente] con quien compartía un gusto musical similar. Nos conocimos al leer las mochilas del otro, que contenían nombres impresos de diferentes bandas de rock. Nos hicimos amigos a través de la música y solíamos compartir álbumes de U2 y aprender las letras juntos. Pero todo esto terminó a fines de la década de 1990.

Conoce a Satán

    Espectáculo de Satán Panonski en Vinkovci, Croacia, abril de 1989, imaginado.

    Satán gruñe en su inglés rudimentario: Esto no es un punk, esto no es una roca, esto-es-esto-es-esto-es-esto-es un duro golpe de sangre. Él lleva sombra de ojos negro. Ya se ha quemado las cejas tantas veces que no le quedan pelos ya, solo líneas trazadas con lápiz negro.

    Él es el protagonista de un cómic underground, y ha cobrado vida tras ocho años en una institución mental. Está relleno y la línea del pelo está retrocediendo.

    El maquillaje de todo el mundo se está derritiendo. La condensación de sudor y cerveza gotea del bajo techo, desbautizando a la multitud de ángeles inadaptados, intermediarios entre el inframundo y la tierra.

    Satán comienza a lamentarse por un niño que llora detrás de una pared, y su banda de dos piezas pasa a un ritmo del Medio Oriente que recuerda vagamente al pasado otomano de la ciudad. La camiseta del baterista está empapada. El sudor gotea sobre la batería y, cuando las baquetas golpean el tambor, las gotitas salpican el platillo. El demacrado bajista mira al frente como si tratara de escrutar a través de las ventanas del sótano pintadas de negro. Afuera, las farolas están plagadas de inusuales copos de nieve que se derriten en cuanto tocan el suelo.

    Satán saca un cuchillo de un bolsillo trasero y se corta el torso desnudo y lleno de cicatrices y tatuajes caseros. Le baja la sangre por el vientre. Todo el mundo está más allá del umbral del dolor.

    Mi ruta de walkman. Vukovar, Croacia, abril de 1989.

    Un perro callejero camina alrededor del monumento que representa a los partisanos heridos de la Segunda Guerra Mundial. La plaza principal está mojada y hay demasiados olores inusuales guiando en la dirección equivocada.

    Cruzo el puente sobre el río Vuka, hinchado por la lluvia. Me apresuro a llegar a la parada del autobús. Oigo parar el autobús y debería correr, pero no me apetece. El conductor espera, me reconoce de mis viajes diarios hacia y desde la escuela con la manada de mis compañeros de clase. Le caemos bien a pesar de que somos demasiado ruidosos y nos reímos todo el tiempo. Él me deja subir. Me pregunta algo mientras le muestro mi pase de autobús, pero no puedo oírlo, así que solo sonrío y asiento.

    El conductor sonríe y me despide con un gesto de la mano.

    En los auriculares, Tom Waits canturrea sobre una chica de Johnsburg, Illinois, sobre "a world going on underground," sobre cosas de soldado. Pasamos el museo, el hospital y los almacenes del puerto del Danubio. Me bajo en la parada cerca del solar en construcción de la futura central eléctrica. Faltan tres o cuatro paradas antes de mi barrio, pero el sol vuelve a brillar y tengo ganas de pasear por la vía del tren. Meto otra cinta en el walkman: Hüsker Dü, Sonic Youth, the Minutemen, una banda sonora más adecuada para este entorno industrial.

    Me roza la manga la alta cerca de alambre entre el ferrocarril y la fábrica. Pero este complejo es de todo menos un yermo industrial, fue diseñado como un experimento inspirado en la Bauhaus. Los edificios son cubos de ladrillo rojo con adornos blancos, armonizando con la vegetación plantada por todas partes. Incluso puedo vislumbrar al fondo el Danubio fluyendo regiamente.

    Mi barrio se abre como un abanico y se derrama desde aquí hacia el oeste y al sur. Vinkovci está a solo siete millas por una estrecha carretera rodeada de campos de girasoles.

    Todo es tan pintoresco que me dan ganas de gritar.

    Gemelos de Panonia, finales de los 80.

    Así es como imagino una campaña de promoción de la oferta cultural de las localidades de Vukovar y Vinkovci, Croacia. En la cercana fábrica de chocolate se producen dos toneladas de deliciosos dulces. También se diseñan y ensamblan cajas de dulces especiales. Un retrato de la automutilada Ivica Čuljak, también conocida como Catcher II, como Satán Panonski, adorna el diseño de la caja de dulces que representa a Vinkovci. Para la caja de dulces que representa a Vukovar, también podrían elegir mi desconcertada cara de quince años.

    En otras palabras, Vukovar, mi ciudad natal, no tiene mucho que ofrecer. Vinkovci al menos tiene drogas y la pegadizo punk rock de garage, numerosas bandas, en su mayoría de corta duración, en su mayoría bastante malas. Pero a veces esos actos son tan malos que son buenos. Como Satán Panonski, Satán de Panonia. Si Vukovar y Vinkovci son ciudades gemelas, Vinkovci es la malvada.

    Vinkovci se transformó de una aldea a una ciudad hace solo doscientos años, cuando los Habsburgo construyeron el ferrocarril hasta esa parte más oriental de su Imperio. Hace cien años, el Orient Express quedó abandonado en una ventisca cerca de Vinkovci, más cerca de Estambul que de París, y se produjo un asesinato, es decir, en la novela de Agatha Christie.

    Al menos Vinkovci tiene una presencia tangible en la imaginación del mundo. Vukovar es el lugar de nacimiento de un olvidado ganador del Premio Nobel, Lavoslav Ružička, quien fue elogiado en 1939 por su pionera investigación sobre las hormonas sexuales. Pero Lavoslav se fue de la ciudad cuando tenía cuatro años. Antes de que Lavoslav ganara el premio, el segundo congreso del Partido Comunista Yugoslavo tuvo lugar en 1920 en Vukovar, el último congreso antes de que el partido fuera ilegalizado y sus miembros pasaran a la clandestinidad. Y unos milenios antes del Segundo Congreso, el centro de una gran cultura de la era del bronce estaba cerca de la actual Vukovar. Lo sabemos por todos los asentamientos, ollas, herramientas y armas excavados en las últimas décadas. Aparte de eso, no ha pasado gran cosa.

    Cuando era pequeña planeaba convertirme en científica, revolucionaria clandestina o arqueóloga. Fui una estudiante de "Sobresaliente" y una ejemplar pionera de Tito. Cuando recitábamos el juramento en primer grado, yo repetía: “Seré una amiga leal y honesta” y lo decía en serio. En la foto tomada en ese momento, se me ve seria y auténtica con mi camisa blanca, falda azul marino, bufanda roja y gorra con la estrella roja. Durante mucho tiempo, me mostré prometedora. Pero ahora en la escuela secundaria, la única promesa que muestro es la de adaptarme muy mal.

    Ivica Čuljak también se mostró prometedor cuando crecía en los años 60 y principios de los 70. Un estudiante sobresaliente, un ejemplar pionero de Tito, y tal vez un chico de altar. Algo se quebró en él cuando tenía diecisiete años. Yo no sé lo que pasó, pero debe de haber sido malo porque pasó tres días y tres noches en una institución. Después de eso comenzó a vestirse como un "espectro punk," como a él le gustaba decir, y comenzó a liderar una banda llamada Pogreb X (Funeral X). No fue hasta los veintiún años que mató a un hombre.

    El ascenso de Satán hasta el estatus de culto. Mis proyectos multimedia, 1988-1990.

    Satán es liberado tras ocho años en una institución mental y comienza a grabar e interpretar versiones punk rock de sus poemas, recorriendo toda la ex Yugoslavia.

    En Belgrado, la prensa independiente publica su colección de poesía. En Zagreb, un sello independiente saca sus casetes y un LP. En Sarajevo, sus "éxitos" están en una rotación bastante fuerte en la popular Radio Omladinski. Su progreso es una canción sobre “Mario guapo," o “Mario lepi," quien contrajo sífilis mordisqueando un clítoris.

    Satán toca en pequeños locales donde puedes verle, en primer plano y en persona, lamentándose de sus letras, desde lo erótico hard core gay hasta lo humorístico y apocalíptico, mientras se corta la cara, los brazos y el pecho con varios objetos afilados, o se lanza al suelo de cabeza. El baterista y el bajista, a menudo colgados o borrachos, tocan con la cara en blanco y el público anima a la banda o se queda de pie en estado de shock. Los punks y los jóvenes intelectuales van a sus espectáculos, y solo conozco a un chaval como yo que haya ido una vez.

    Entretanto estoy llegando a la cima de mi propia pretensión artística. Estuve en el hospital debido al herpes oral que contraje mientras almorzaba en condiciones antihigiénicas en los campos de maíz. Todos los estudiantes de secundaria tienen que trabajar una vez al año en los campos de maíz. Se llama "praksa" o "práctica," una parte de la educación marxista, supongo; es genial, una semana libre de aburridas clases, y además puedes holgazanear en el campo todo lo que quieras.

    Bueno, en el hospital, mientras me recuperaba del herpes, se me ocurrió el plan para una actuación: mis amigos y yo recitando extractos de "On the Road," entrelazados con las letras de Joy Division, Television, Jimi Hendrix y Jim Morrison.

    Sí, es así de aleatorio. También planeo incluir actuaciones de bandas locales. En realidad es un collage de texto con el título: "Volando con Dean Moriarty." Después de salir del hospital, reúno mi conjunto y comienzo a ensayar.

    Pero para mi asombro, nadie se aprende las líneas, y los “ensayos” siempre se convierten en fiestas. Somos unos aficionados totales y yo no soy una líder.

    Satán también es un aficionado, pero él es un forajido. Cuando tenía veintiún años, en 1981, Ivica salió con su hermano llevando una chaqueta de cuero con botones de los Sex Pistols, vaqueros que le apretaban la circulación sanguínea alrededor de las pantorrillas, cabello puntiagudo, tatuajes caseros, maquillaje y bufandas con purpurina. En algún lugar de las mezquinas calles de Vinkovci, un matón agredió al hermano de Satán y Satán agarró el cuchillo que tenía y apuñaló al hombre. Solo unas horas antes de eso, Satán se había estado cortando el torso con el mismo cuchillo mientras estaba en el escenario con Funeral X.

    Una vez, Satán y yo nos topamos el uno con el otro —en las ondas de radio.

    ¿Cómo sucedió ese encuentro? Mi hermano tiene una "Banda" casera que hace cintas de casete con "canciones" que muestran muy poco talento musical, pero mucho humor irónico y una total falta de respeto por esa cosilla llamada derechos de autor. Así es como mi hermano creó uno de sus "éxitos." Grabó el primer ensayo de mi "Volando con Dean Moriarty," lo editó en una perorata de tres minutos con mi voz intercalada con las voces de mis "actores," y la pegó sobre la versión de Art of Noise de "Peter Gunn Theme." Tituló la pieza "Volando con Peter Gunn." Junto con otras composiciones similares a canciones de diversos materiales apropiados, mi hermano envió este tema a la Omladinski Radio Sarajevo, a un programa llamado Radio Fanzine, un programa dedicado a la música “nebulosa” y la comedia "Pythonesca." Para nuestra sorpresa y deleite, ¡Radio Fanzine reprodujo algunas pistas! Es más, utilizaron "Volando con Peter Gunn" como fondo en su entrevista con Satán Panonski.

    A pesar de su elaborada personalidad sangriento-impactante en el escenario y su pasado criminal, hay algo ingenuo, casi tierno, en las reflexiones de Satán sobre la vida y el arte. Está loco, por supuesto, pero dice cosas como: "Soy un amigo por profesión y me declaro étnicamente como rockero punk" y "Mi abuela me enseñó a arrancar con absoluta perfección las malas hierbas en mi campo de patatas." Da la impresión de ser respetuoso con el periodista que lo entrevista, y no da la sensación de jactarse siquiera cuando habla de su arte; no es jactancia ni humildad fingida, simplemente parece en paz con todo eso. Habla de cuánto esfuerzo y dedicación invierte en todo lo que hace: escribir canciones, poesía, performance, moda, jardinería. Tiene la energía y el enfoque de un torero.

    ¿Cómo me sentí cuando oí a Satán hablar con mi voz de fondo? Me alegró la forma en que nuestras voces se complementaban. Además, estaba orgullosa de mi hermano. No envidio que haya presentado su "proyecto" en un programa de radio de culto, mientras que "Volando con Dean Moriarty" permanece en la etapa inicial, inmortalizado en su cinta y no realizado plenamente debido a la absoluta falta de motivación por parte de mis amigos, algunos de los cuales se centran más en obtener un ocasional porro que fumar de vez en cuando o una pastilla que estallar, lo cual, por supuesto, no es la tarea más fácil en nuestra pequeña ciudad con una red de padres bien organizada, donde si huyes de casa, te encuentran esa misma tarde. En cuanto a mis amigos más sobrios, probablemente sepan a cierto nivel que mis ideas para las actuaciones no son funcionables. ¿Y yo? Yo estoy demasiado ocupada planeando mi nuevo proyecto.

    Vi la película Hair de Miloš Forman unas cien veces y luego escribí mi propia versión del musical en serbocroata, con la misma trama que tuvo lugar en Nueva York durante la guerra de Vietnam, pero sin canto ni baile. Estoy particularmente contenta con la última escena: cuando la escenifiquemos al final del año escolar, un centenar de mis compañeros en uniforme del ejército entrarán al teatro desde la calle, marcharán hasta el escenario y desaparecerán detrás de una pantalla negra. No puedo esperar.

    La guerra, 1991-1992.

    Entonces Satán hace lo que hace la mayoría de los hombres de su familia, lo que hace la mayoría de sus amigos: se alista en el ejército croata. Lo impulsa el mismo instinto que despertó en él en 1981 al matar a aquel hombre: quiere proteger a su familia. Algunos de mis amigos también se alistan, en el lado croata o serbio, con la misma lógica de protección de la familia. Así que ahora se están disparando unos a otros y a las familias de los demás, encarcelando y torturando a los demás y a los miembros de la familia de los demás, seguros de que la otra parte lo ha empezado todo.

    Se selecciona a otros hombres. Algunos, como mi hermano y mi padre, se niegan a luchar en ambos bandos y deciden que la única estrategia sensata de defensa es mantenerse alejados de cualquier ejército.

    ¿Qué le harían los soldados enemigos a Satán si lo capturaran, con su cresta y tatuajes, sus joyas y bufandas, accesorios de diseño propio que lleva encima del uniforme? Todo lo que Satán se hacía a sí mismo dentro y fuera del escenario combinado no se compararía con lo que le harían a él.

    Yo huyo de Vukovar al comienzo de la guerra. Mi ciudad natal está reducida a escombros. Se parece a todas las demás ciudades alguna vez sacrificadas, desde Dresde hasta Beirut. Vinkovci está en un estado ligeramente mejor, los edificios están en pie y no hay tantos muertos.

    Pero los años en que los inadaptados del garage punk despertaban con impacto a la gente de la ciudad son ahora los años de la inocencia.

    Satán, recordado.

    No hay nadie que testifique cómo murió Satán en el frente de Eslavonia Oriental el 27 de enero de 1992, aunque no murió en la batalla. Fue encontrado cerca de un estanque congelado en las afueras de Vinkovci con una fatal herida de bala en el pecho. Una versión dice que estaba patinando en el estanque y que el arma que se disparó por accidente el arma que sujetaba. Pero nadie vio ni oyó eso en realidad. La versión oficial: muerto por herida autoinfligida.

    El viejo sello de Satán se está ganando una vida decente reeditando sus discos de culto y los de sus compañeros de sello en formato CD. Supongo que la antigua diáspora yugoslava ha hecho correr la voz sobre Satán a lo largo de los años, entre los coleccionistas no yugoslavos de obscuridades auditivas. Aún hay gente discutiendo sobre Satán en los foros en Internet donde yo acecho, pero no comento: era un genio / era un lunático; estaba sobrevalorado / estaba subestimado; era extravagante / era chillón; dio su vida por Croacia / cometió crímenes de guerra; era un hombre gay valiente / era un hombre gay que se odiaba a sí mismo...

    Pequeño Ivica, Vinkovci, Croacia, finales de la década de 1960.

    Cada abril, Ivica cultiva patatas rojas, amarillas y blancas en el jardín de su abuela. Sabe cómo detectar la más mínima hierba y arrancarla antes de que dañe el jardín. Después de Eslavonia está la región de Panonia de Croacia, no debe confundirse con el estado de Eslovenia, el vecino occidental de Croacia. Las nuevas patatas se cosechan cada julio, Ivica ayuda a su mamá a lavarlas y prepararlas en muchas variedades deliciosas.

    Ivica no juega al fútbol ni a los partisanos y alemanes con los otros chicos. Pero cuidado. Atrévete a susurrar siquiera: "Ivica es un amanerado," y el hermano mayor de Ivica, el fisicoculturista, te aplastará la cabeza contra la pieza de hormigón más cercana.

    Ivica es el hijo menor de la familia Čuljak. Es callado y tímido. Le gusta jugar con los tejidos y sabe coser. En invierno, usa una bufanda tejida por él mismo. Es colorida y larga y, cuando Ivica camina a la escuela, los volantes en ambos extremos rozan la nieve acumulada a lo largo de la calle.

Recuerdos de [Estado] #2

    Comentarios:

    Yo no crecí en [Estado] pero viajaba mucho y tenía muchos amigos que vivían en [Capital] y otras ciudades. Conducir a través de [Estado] era aterrador por la noche debido al secuestro o a la gran posibilidad de ser asesinado.

    También recuerdo que viviendo en [Ciudad] conocí a una preciosa chica [Etnia diferente] con la que entablé una relación. A ella le agradaba mucho la idea, pero me dijo que su familia nos mataría a ambos si seguíamos viéndonos. Se fue a casa llorando y no la volví a ver. Ella se casó después con quien quiso su familia, a pesar de que a ella no le gustaba, pero esa es la tradición y la regla familiar. Yo estuve muy triste y poco después surgieron problemas en [Estado] y dejé de visitar a los amigos. Ellos se mudaron a [Estado diferente] para salvar la vida. Esos son mis recuerdos de [Estado] y creo que [Estado] es hermoso, especialmente el área que llamamos [Región]. Por un lado montañas y por el otro claros ríos y un bonito paisaje.

Caravana 2002

    En una instantánea en color de 2002, mi amiga Dubravka y yo posamos sobre el fondo de una pared blanquecina sombreada por algo fuera del cuadro. Ella tiene cuarenta años, lleva gafas de sol de aviador y una linda sonrisa en su cara redonda enmarcada por un flequillo rizado de sal y pimienta. Doce años menor que Dubravka, yo parezco seria, con mis gafas de montura metálica de todos los días y el pelo castaño corto, aunque es como si yo también estuviera empezando a sonreír. Estoy encorvada.

    Me sobresalen los hombros y la clavícula, dándome un aspecto demacrado. Hay un detalle de una ventana en la esquina superior derecha que refleja un parche de cielo azul y una pequeña chimenea sobre un tejado rojo. La foto se hizo cuando Dubravka, una poetisa de Belgrado, viajaba con mujeres activistas por la paz en el verano de 2002 por todas las traumatizadas tierras post-yugoslavas como parte de un proyecto llamado Caravana.

    Me topé en Internet con un vídeo casero de esa misma Dubravka en el que era entrevistada sobre la Caravana. El entrevistador, que no aparece en la imagen, hace la pregunta con pausas como saltos de línea entre ciertas palabras: "Dubravka, háblame sobre la Caravana que tomaste / a través / del área / en la que vives." El tipo actúa de forma toda artística con la cámara, inclinándola, acercándola y alejándola, pero Dubravka parece estar tranquila. Aunque duda mientras busca las palabras adecuadas en inglés, su segundo idioma. Ella dice: "Pues viajamos a través de, uh, ciudades traumatizadas, algunas de ellas destruidas, algunas de ellas ciudades divididas, y, eh, nos pusieron en interacción. Y, eh, fue... Fue una especie de terapia colectiva. La mayoría de las mujeres estaban muy frustradas, algunas de ellas tuvieron, eh, una muy mala experiencia de guerra, lo que significa que, eh, perdieron a sus hijos o maridos, o, no lo sé, te podías imaginar lo que podía pasar en la guerra."

    Recuerdo que en el verano de 2002, Vukovar dio la bienvenida a la Caravana. Pero ¿cuál era el nombre oficial de la Caravana? Siento que fue algo más que un simple "Caravana" o incluso "Caravana de Paz," era un nombre con miras al futuro y un sonido rebelde, estoy segura. Primera parada Vukovar, segunda parada probablemente Srebrenica, y así sucesivamente. "Así sucesivamente" significa que ni siquiera recuerdo cuál fue la tercera parada. Vukovar fue la primera porque está geográficamente más cerca de Belgrado, la ciudad de salida, y Vukovar es donde ocurrieron los primeros crímenes masivos, comenzando a finales de la primavera de 1991 y terminando hasta que la ciudad cayó en noviembre de ese mismo año, hasta que todos los incendios cesaron y la ONU instaló un campamento.

    Los crímenes fueron cometidos principalmente por representantes del estado de Serbia, y algunos por representantes del estado de Croacia, y también por unidades bajo control de matones militarizados en aquellos tiempos en los que el poder del Estado y el poder de los matones eran inseparables. La ciudad misma fue atacada y bombardeada en pedazos por los remanentes de esa institución del sistema anterior, el Ejército Popular Yugoslavo. En cuarenta y seis años de su existencia, el Ejército Popular Yugoslavo pasó de su legado de guerrilleros que derrotaron a los nazis a ser una fuerza frenética que destruía las ciudades de su propia tierra natal y permitía que matones afiliados robaran, torturaran y asesinaran a los civiles. Mientras escribo esto, el croata en jefe y el serbio en jefe del horror de 1991 llevan años muertos.

    El Tribunal Penal Internacional de la ONU para la antigua yugoslavia y la prisión adyacente están llenos de belicistas, pero los nacionalistas de todas partes afirman que "nuestros" criminales de guerra arrestados, juzgados y condenados son "nuestros" héroes, mientras que los suyos han quedado libres. Y nadie está procesando a los especuladores de la guerra, especialmente a la actual "élite" de las economías en transición, los beneficiarios de la privatización y el libre mercado dentro y fuera de la región post-yugoslava. ¿Por qué me molesto siquiera en escribir esto?

    Al menos hay algunos datos sobre la Caravana de 2002 que puedo verificar sin necesidad de hurgar en los fragmentos de la memoria, porque el libro Mujeres balcánicas por la paz: Itinerarios de Activismo Transfronterizo documenta el inicio y la ejecución del proyecto, y está lleno de relatos y fotografías de las participantes. Lo recojo y descubro que, para mi ligera decepción, el proyecto se llamaba simplemente Caravana.

    El nombre más largo que yo estaba buscando es solo un vestigio en mi memoria del eslogan que las activistas pintaron con aerosol en el cemento de las carreteras y puentes junto a las fronteras estatales marcadas: "Acciones Transfronterizas de Mujeres Activistas."

    Estábamos en la sala de conferencias del hotel con fotos sepia de Vukovar de la época del Imperio Austriaco-Húngaro. Recuerdo haber intentado dejar claro algo —quién sabe qué— en un taller de la Caravana sobre la construcción de la paz. Sé que mi ejemplo de ese asunto largo tiempo olvidado fue la exposición que yo había visto en esa época en la que adolescentes locales de Vukovar, croatas y serbios obligados por los poderes adultos a ir a escuelas separadas, tomaron fotografías de nuestra ciudad y escribieron sencillas declaraciones sobre lo que les gustaba y lo que no les gustaba. Los chavales escribieron cosas como: "Me avergüenzan las cosas horribles que sucedieron aquí durante la guerra." Mientras yo estaba citando eso, joder, me puse a llorar. Es extraño lo de las lágrimas, incluso cuando era pequeña sabía cómo reprimirlas si comenzaba a ahogarme, y de esa manera pensaba que parecía dura en cualquier situación dada, como con adultos gritándome, cayéndome de la bici o sintiéndome triste por cualquier razón considerada trivial. El inconveniente es que a veces, aunque muy raramente, empiezo a sollozar por alguna razón realmente estúpida. Por ejemplo, cuando acabábamos de convertirnos en refugiados en 1991, aunque antes de la caída de Vukovar, mi madre y su hermana intentaron especular sobre lo que sucedería, principalmente para convencerse de que aún había esperanzas de que la guerra en Croacia terminaría rápidamente y que no se extendería y que volveríamos a casa. De pronto imaginé desapareciendo en una explosión nuestra colección de vinilos y cintas que habíamos guardado en cajones debajo de las camas antes de huir y rompí a sollozar, y hasta dije algo como: "No quiero perder todos los vinilos." Mi mamá y mi tía se miraron alarmadas, pero no dijeron nada.

    Vergonzoso: la guerra se había vuelto seriamente fea y aquellos que se habían quedado atrás se estaban ocultando en los sótanos, se quedaban sin comida, se las arreglaban sin electricidad, sin agua corriente ni líneas telefónicas fiables. Estaban ahí afuera aprendiendo a vivir en el infierno como objetivos de cualquier psicópata uniformado, ¿Y yo comencé a llorar por vinilos y cintas? En contraste, cuando volví a Vukovar por primera vez después de la caída de la ciudad y me enfrenté a mi bombardeada ciudad natal como un improbablemente iluminado por el sol paisaje lunar, reprimí esas lágrimas y actué con dureza como siempre.

    Normalmente, yo solo lloraba cuando estaba sola en casa y, en cualquier caso, el taller de la Caravana fue la primera vez que me derrumbé públicamente debido a la guerra de una manera tan directa, y tuve que hacerlo frente a un centenar de mujeres, la mayoría de las cuales yo no conocía, y algunas de las cuales habían sufrido en la guerra mucho más que yo. De hecho, una de ellas me dijo, después de que yo terminara, que había perdido a un bebé y que yo estaba llorando lágrimas de cocodrilo.

    Esto destella en mi cabeza incluso ahora: mientras ella me acusa reconozco su melódico acento como dálmata y la imagino corriendo con un bebé en brazos mientras caen las bombas y explotan a su alrededor, convirtiendo un antiguo palacio de piedra en escombros.

    Ella no tenía modo de saber que yo no había perdido un bebé. Yo tenía diecisiete años en 1991, técnicamente, también un montón de horror podría haberme pasado a mí, pero no fue así. Fui una de los afortunados que no perdió a un miembro de su familia inmediata, ya que todos escapamos ilesos solo tres meses después del conflicto, antes de que comenzaran los enfrentamientos callejeros y luego el bombardeo. Tal vez ella pudo saber de alguna manera que yo no tenía tantas cicatrices como ella, tal vez las víctimas como ella puedan notarlo. Algún debate u otro continuó como si yo no me hubiera derrumbado, y yo estuve agradecida por eso.

    Mi amiga Dubravka continúa en el vídeo: "Pasamos por la antigua Yugoslavia —excepto por Eslovenia, por supuesto, porque, eh, la guerra en Eslovenia fue muy corta en comparación con otras partes— y nos pusieron en interacción, así que después de dos semanas viajando juntas, eh, a pesar de las muy agresivas y negativas emociones que nosotras, algunas de nosotras, llevábamos a esta Caravana, sucedió algo muy bueno, pues... eh... las mujeres que tuvieron la peor experiencia fueron en realidad muy positivas, porque nos afrontamos unas a otras no como representantes de nuestras naciones o, eh, o uhm... comunidades religiosas, sino como seres humanos que sufren y que quieren perdonarse unos a otros."

    Una de las participantes bebió un poco de más durante una de las noches que pasó la Caravana en Vukovar y; en algún momento, subió por alguna verja y trató de quitar alguna bandera: pero ¿qué verja y qué bandera? Fue una bandera croata, por supuesto, pero ¿dónde? ¿Por qué no puedo contar una buena historia aquí? Porque recuerdo muy poco. Esperaba que el libro Mujeres balcánicas por la paz: itinerarios de activismo transfronterizo contuviera un relato de ese incidente. No es así. Esperaba encontrar en Internet más vídeos de mujeres recordando la Caravana. Solo pude encontrar el de Dubravka.

    Obviamente, habría recordado más si yo misma hubiera sido parte de la Caravana, pero yo no había tenido intención de ir. El proyecto costó un millón de euros y fue diseñado por alguien en Francia (bien intencionada, desconocida para mí) que no se despertaba, iba al trabajo, tomaba café y fumaba cigarrillos con familiares y amigos, cocinaba, comía, compraba, escribía, tocaba la guitarra y cantaba y luego se iba a dormir, todo ello entre sitios de recientes atrocidades durante la guerra. Yo vivía mi vida mundana con las ruinas, algunas de ellas aún son escombros, otras remendadas, otras reemplazadas por construcciones completamente renovadas, flagrantemente nuevas y completas en la ciudad destrozada. Yo estaba enojada en ese momento porque la organización para la que yo trabajaba; que ofrecía cursos para mujeres en Vukovar, creaba empleos para algunas de ellas y cuyo funcionamiento no costaba más de 50 000 euros al año; no podía recaudar fondos y sobrevivir, mientras que simbólicos proyectos como la Caravana parecían prosperar. Pero lo que superó incluso mi justo desdén fue el hecho de que no estaba lista para viajar con el fin de multiplicar la exposición a sitios mórbidos, vivir en uno ya era más que suficiente.

    Al menos eso es lo que recuerdo. Lo que escribo ahora ni siquiera es mi memoria, es una cadena de frases, frases que no atestiguan correctamente. Una vez que anoto incluso el recuerdo más claro, lo pierdo; el texto se torna un intermediario sombrío que se afirma con tanta fuerza que la memoria original se transforma sin la menor posibilidad de regresar a su estado no escrito. Un recuerdo fluyendo por las sinapsis de mi cerebro es una cosa; tecleado es otra; publicado aun otra distinta. Pierdo la memoria y gano texto, y no estoy segura de que la transacción sea una muy saludable.

    Yo sería un terrible testigo de fiscalía, mi testimonio está lleno de agujeros, nombres y rostros borrados o confundidos; eso sería un día de campo para la defensa.

    Si esta fuera una película hecha para festivales de cine mundial, "yo" sería una heroína cuya participación en la Caravana de 2002 la transforma. A los veintiocho años encuentra la paz en una fraternidad (esta heroína sería vagamente religiosa, no una impía pagana como yo) de mujeres que pasaron por la misma mierda que ella. Visitan lugares de atrocidades que habían tenido lugar once, seis o tres años antes. El autobús, la carretera, las fronteras, las paradas de la Caravana se convierten en lugares de los propios conflictos y reconciliaciones público-privadas de las activistas por la paz. Después de cada parada, nuestra heroína profundiza cada vez más en su trauma y vergüenza.

    La vemos pelear mucho con una mujer de un bando diferente del conflicto en particular, y nuestra heroína incluso se hunde tanto que ataca a su némesis de Caravana. Pero en una escena climática hacia el final de la película, la heroína se derrumba en medio de una historia desgarradora que cuenta y la mujer con la que ha estado peleando, e incluso atacando, en todas esas escenas anteriores se le acerca y le dice algo simple y profundo y la abraza durante mucho tiempo. Y luego hay un epílogo: vemos a nuestra heroína en la noche de apertura de la exposición de la Caravana en París. Es su primera vez en la Ciudad de la Luz: ¿entiendes, la luz, la ligereza del ser, la iluminación personal, etc.? ¡Ella siempre ha soñado con los bulevares de Baudelaire, los muelles de Piaf, los rincones de Godard! Sonríe, es pacífica (aunque pensativa), no tiene hombros caídos, está de pie, sin gafas, su cabello es largo y peinado como para un anuncio de champú, es sorprendentemente hermosa (interpretada por Penélope Cruz), con la leyenda: “ella ha dejado Vukovar y ahora divide su tiempo entre San Francisco y Madrid, donde escribe y enseña." Así es ella, ¡su nueva y mejorada vida abarca los más amplios horizontes de los conquistadores!

    Reproduzco el vídeo de Dubravka recordando la Caravana otra vez. El rostro de mi amiga llena la pantalla de mi ordenador, un rostro sin maquillaje, capturado por una temblorosa cámara de mano. Se ha metido el flequillo —esta vez teñido de negro, del color del suéter que lleva— detrás de las orejas. Una bufanda naranja le cuelga al cuello haciendo juego con el lomo de algunos de los libros apilados en los estantes en el fondo cercano. Sus ojos miran directamente a la cámara un segundo, se apartan de esta al siguiente, los blancos un poco acuosos, los iris una mezcla de grises, verdes y marrones. Se oye escribir en un teclado de ordenador a alguien fuera del plano.

    La página de Internet me sugiere que vea otro vídeo de Dubravka.

    En este, ella tiene treinta y tantos años, es más joven que yo mientras escribo esto, y es un vídeo transmitido por televisión, Buffalo Public Access TV, en 1997. Es un vídeo artístico, de muy baja definición, completamente pixelado si intentas ver una versión a pantalla completa. Pero Dubravka es su mejor yo de vanguardista chamán de poesía. Escucho su voz tarareando y entonando sinsentidos y palabras ocasionales, mientras su figura —vestida de negro, muy pequeña en la pantalla— baila en el paisaje que parece una playa cubierta de nieve. La lente de la cámara está llena de gotitas de agua y otro vídeo, de una cascada, se superpone junto al sonido del agua y el viento.

    Ella canta,

    Vetar, vetar (Viento, viento)

    Vetar, vetar

    Voda voda voda voda voda voda voda La siguiente escena la muestra bailando frente a una pintura abstracta de azules, grises, verdes y marrones.

    Otra mujer, una estadounidense, hace la voz en off leyendo la poesía de Dubravka en inglés:

    el cuerpo retoma su posición en el mapa en movimiento

    donde estaba durante el intervalo

    es solo historia

    cuya fabricación es un rostro

    inscrito

    con la división de locura

    y alboroto

    la separación

    de ángulos

    es permanente

    pues, una vez desconectados,

    no pueden retomar su forma

    y la geometría no tiene lugar en el caos

    así como el país no tiene lugar

    en la division

    de un rostro

Recuerdos de [Estado] #3

    Comentarios:

    Me duele leer estos relatos de [Estado]. Soy un [miembro de un grupo étnico], aunque desde la diáspora, y tengo que decir que hubo obvios errores cometidos por las autoridades de [Estado]. Mi tío [miembro de grupo étnico] que creció en un pueblo cerca de [Ciudad] resumió crecer allí como "El salvaje oeste," recordando las constantes peleas entre los niños de [Grupo étnico] y [Grupo étnico diferente], el acoso de los primeros y así sucesivamente.

    En última instancia, los [miembros de grupo étnico] y loz [miembros de grupo étnico diferente] deben convivir, ya sea que haya independencia para [Estado] o no, todos seguiremos siendo vecinos. Los comentarios que he leído hoy me dan alguna esperanza de que, al menos, podemos vivir juntos, siempre que los que están en el poder compartan los mismos puntos de vista.

Funerales de Refugiados

    En agosto de 1995, mi madre fue al funeral para presenciar que su abuela Mika no tenía una tumba propia, y mucho menos una lápida, y se le dio descanso (el eufemismo suena especialmente vacío en este caso) en una tumba común junto con otros refugiados y personas sin hogar programadas para ser enterradas el mismo día. Mi bisabuela Mika murió el día después de convertirse en refugiada y fue enterrada en un cementerio a casi 400 kilómetros de su pueblo natal en la región de Banija de Croacia, donde ella había pasado toda su vida.

    Ese agosto, los combates en Croacia terminaron y los civiles fueron expulsados ​​de las partes liberadas del estado, incluida la exuberante y montañosa campiña de la región de Banija, donde vivían Mika y su familia. Ella huyó de Banija y tenía noventa años en aquel momento. Había sobrevivido a: la Primera Guerra Mundial; el abandono de su errante padre; la Segunda Guerra Mundial; la muerte de su esposo al final de la Segunda Guerra Mundial; el cáncer de mama y la mastectomía; la muerte de dos nietos, un yerno y un hijo; los primeros cuatro años de las guerras post-yugoslavas, incluido el viaje a un campo de refugiados en Serbia, donde murió.

    Le llevó a la caravana de refugiados varios días en cubrir lo que originalmente era un viaje de cinco horas. Familias enteras en tractores, camiones, automóviles, autobuses y camionetas formaron una caravana de kilómetros de largo, habiendo dejado la mayoría de sus pertenencias y huído al sonido de las sirenas de advertencia, el ladrido de los perros y los mugidos de las vacas.

    Yo estaba con mi abuela, mi tía y mis primos preadolescentes cuando nos llegó la noticia del fallecimiento de la bisabuela. La mesa estaba preparada para una cena tardía con platos llenos de estofado frío, rebanadas de pan que recogíamos distraídamente, lechuga marchitándose en un cuenco y hundida en el aderezo de aceite y vinagre. ¿Por qué me parece recordar lo que no comimos esa noche?

    Quiero decir que la bisabuela era una matriarca que comandaba la casa desde su cocina, donde preparaba banquetes de recetas a la vieja usanza, pero ella era demasiado reacia, reticente y pasiva para asumir ese papel. La recuerdo como una campesina tranquila siempre vestida con faldas y blusas negras hechas en casa, con su obligatorio pañuelo de percal anudado en la nuca o debajo de la barbilla. Era analfabeta y no le gustaba ver la televisión ni ir a la iglesia, por lo que pasaba horas tejiendo, zurciendo y bordando día tras día, ostensiblemente para los cofres de la esperanza de sus muchas bisnietas, pero probable y principalmente para mantenerse ocupada.

    Algunos de mis primeros recuerdos son de nuestras visitas a la bisabuela cuando ella aún vivía en la vieja casa de madera, una especie de chalet de arquitectura popular, y yo dormía con ella en su gran cama. En mi instantánea de memoria del dormitorio, el lugar parece enorme. Pero luego, la casa fue demolida antes de que yo cumpliera siete años, cuando todo a mi alrededor parecía más grande de lo que realmente era. En el interior, me parece recordar paredes encaladas y vigas de madera oscura expuestas. ¿O es mi prototipo mental de una antigua casa de campo de Banija que pasa como un recuerdo? Miro las fotos de chalés viejos de Banija que encuentro en Internet y el reconocimiento es inconfundible. Eso es lo que recuerdo. La planta baja hecha de lo que parece piedra o yeso, o tal vez madera pintada de blanco, y el resto es madera sin pintar: escaleras que conducen a la puerta principal (no tengo idea de lo que se guardaba en la planta baja; tal vez ahí es donde estaba la cocina); una valla de madera maciza que recubre las escaleras y el alero; columnas de madera; la pared de madera del piso superior donde definitivamente estaban los dormitorios; ventanas bastante grandes; el tejado con las tejas de terracota. Es plausible que recuerde las paredes de yeso blanco reales en el dormitorio de la bisabuela. Una cosa que creo que es un recuerdo real: yo mirando el membrillo fresco encima del guardarropa de la bisabuela, dándome cuenta de que está ahí para decorar y por su aroma, no para consumirlo. Y esto: estoy debajo de las sábanas, las sábanas son suaves, bordadas a mano, y veo a la bisabuela quitarse el pañuelo, la falda y la blusa, y su camisón de algodón blanco (por fin una prenda de vestir no negra), y luego viene la mejor parte: ella se deshace la trenza plateada que le llega hasta la cintura, se cepilla el pelo y se lo vuelve a trenzar sin apretar. Luego se quita el sujetador, un lado del mismo con un inserto de media esfera. Se pone el camisón de lino. También blanco. Ella nunca habla mucho, pero parece llena de profunda paz y sabiduría. Así solían ser las ancianas, y tal vez aún lo sean en alguna parte.

    Hoy me pregunto: ¿es sabiduría y paz o es la pasividad y derrotismo de una mujer analfabeta encerrada en los pliegues de lino blanco y negro, en una casa en el inmutable paisaje rural, mientras el mundo exterior trae más tristeza que alegría?

    Su hija (mi abuela) dejó el pueblo para siempre a los veinticuatro años, ni un minuto antes. Yo tenía veinticinco años cuando me fui de Belgrado a Praga en el verano de 1999, quizá demasiado tarde.

    La abuela Milka murió en abril de 2000 por causas naturales, que van desde diabetes y enfermedades cardíacas hasta haber sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial y las guerras post-yugoslavas, la muerte de su primogénito en 1949 y la muerte de su hijo menor en 1974 (un muchacho de dieciséis años asesinado por un conductor ebrio), la muerte de su esposo en 1982, la muerte de su hermano menor en 1990 y la muerte de su madre en 1995.

    Yo estaba en Praga y no podía permitirme viajar al funeral de la abuela. Mis padres desempleados tampoco podían pagarme el viaje, pues se apresuraron a juntar fondos para la tumba, una cruz de madera y una ceremonia y recepción sencillas. Por supuesto, nadie en Praga conocía a mi abuela, y yo solo conocía los detalles básicos sobre sus últimas semanas y días. Mi tía dijo que la abuela estaba lúcida cuando fueron al hospital por última vez. También estaba completamente entera la última vez que yo hablé con ella por teléfono por mi cumpleaños en marzo. Así que me aferré a eso y decidí creer que sus últimos días no fueron demasiado dolorosos ni aterradores. Nunca sabré del todo cómo fueron esas últimas semanas de su vida.

    La abuela Milka vivía con mi tía, mi tío y mis primos en un pueblecito cerca de Novi Sad, Serbia, y se había mudado allí cuando mi tía consiguió un trabajo como profesora de inglés a principios de la década de 1990.

    Mis primos, un chico de quince años y una chica de dieciséis, vieron a la abuela enfermar fatalmente esa primavera; la suya era una familia de cinco refugiados que vivía en un pequeño apartamento de dos habitaciones, por lo que los niños compartieron su habitación con la abuela hasta el último día.

    Cuando fui a visitarlos en noviembre de 2001, después de dejar Praga y regresar a mi ciudad natal, mis primos y yo caminamos hasta la tumba de la abuela y me contaron algunas cosas sobre la fuga de la abuela, lo que hizo añicos mi ilusión de que ella había abandonado este mundo en paz. Me dijeron que ella a veces confundía a su nieto con su hijo fallecido. Que había días enteros en los que no sabía que estaba en la misma cocina, que hacía las veces de comedor, donde ella había preparado casi todas las comidas desde que la familia se había mudado siete años antes. Había días en los que ella pensaba que estaba de visita con su hermano y su esposa, hace décadas, y confundía a su hija mayor con su cuñada y a su hija menor con su mamá, y a sus nietos con su propio hijo e hija.

    "Sí," dijeron mis primos, "¡Nos chillaba que nunca debíamos oler pegamento!"

    Y nos reímos mientras caminábamos hacia el cementerio, pateando hojas caídas mezcladas con tierra y polvo. Mis primos iban a una escuela secundaria en un pueblo cercano, agrupados con otros refugiados, niños con problemas y algunas madres adolescentes. Después de haber vivido en el mismo pueblo durante más de media década, o un tercio de sus vidas, tenían un puñado de amigos, pero por lo demás eran extraños en esta parte del país a menos de una hora en automóvil de nuestra ciudad natal. El cementerio estaba al este, a lo largo de la calle más externa del pueblo, y las lápidas contaban un poco de la historia del pueblo que cambiaba de nombre a menudo, dependiendo de quién estaba a cargo: alemanes, húngaros, eslovacos o yugoslavos, típico de esta parte de Panonia. Llegamos a la cruz de madera de la abuela, Milka Vinčić —rodeada de tumbas de extraños.

    Más allá había tierras de cultivo, más pueblos dispersos y la ciudad de Novi Sad, donde mis primos se mudarían con entusiasmo después de la escuela secundaria.

    “Y a veces ella miraba a la tía Mira con tanta repugnancia, como si la odiara. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que la estaba confundiendo con su cuñada," recordaron mis primos. Nos reímos un poco más.

    Ahora, mis primos son adultos y sospecho que no suelen recordar sus años de formación cuando eran refugiados, atrapados en un pueblo sin siquiera un pasaporte para viajar fuera del claustrofóbico país marcado por los crímenes de guerra del estado. Lo que probablemente también significa que no suelen pensar en la abuela Milka. Pero ella es la única abuela que tenían los crió y los ayudó cuidando de ellos económicamente, a pesar de que su salud física y mental se estaba deteriorando.

    Siendo diez años mayor que mis primos, yo siempre tendré recuerdos de viajar con la abuela a Banija o a las playas del Adriático, de lo paciente que ella era conmigo, y para siempre recrearé en mi cabeza sus elaboradas fiestas dominicales antes de la guerra. Mucho antes de que llegaran los invitados (mis padres, la mamá de mi papá y mi hermano), ella comenzaba haciendo tallarines de huevo desde cero. Lo vi cientos de veces porque yo iba a dormir a su apartamento todos los sábados. Ella amasaba la masa de color amarillo claro en un bol. Limpiaba la mesa de la cocina y la espolvoreaba con harina. Amasaba un poco más la masa en la mesa y luego la trabajaba con su largo rodillo hasta dejarla en una lámina delgada como el papel, todo esto mientras espolvoreaba más harina para mantener la masa seca y no pegajosa. Enrollaba la hoja con bastante fuerza y ​​la cortaba —cada rebanada se convertía en un tallarín largo e increíblemente delgado. Las partes de pollo en la sopa incluían patas, pies, riñones, hígado y varios corazones (mi favorito), luchando por espacio con las chirivías y las zanahorias enteras y patatas cortadas por la mitad. El segundo plato consistía en los trozos más grandes de verduras y carne de la sopa, simplemente cubiertos con salsa de eneldo blanco. El tercer plato, ensalada, y el postre variaba según la temporada y la inspiración de la cocinera, pero la sopa de pollo era el pilar. Yo nunca he podido replicar ni siquiera los platos más simples que ella preparaba. ¿Y la ensalada de patatas? ¿Son solo rodajas de patata, cebollas, perejil fresco, rodajas de huevo duro, sal y pimienta y un aderezo de vinagre de manzana y aceite de girasol?

    La mía termina siendo un gran y poco apetitoso desastre, y nunca puedo obtener la cantidad correcta del sabor correcto de vinagre o aceite. ¿Pescado frito que lo acompaña? La mía es completamente repugnante, pastosa, aceitosa, blanda.

    El abril de 2000 en Praga fue inusualmente caluroso. El día del funeral de la abuela me puse un ceñido top de seda verde que ella había tejido a ganchillo y una falda que mi mamá había cosido y leí un poema para la abuela en la serie de lectura que ayudé a organizar con algunos poetas locales. Pensé en mis abuelas en ese poema, en realidad, y en mis bisabuelas, y en todas las mujeres analfabetas antes que ellas cuyos nombres nadie recuerda, cuyos nombres probablemente ni siquiera se mantienen en registros, porque si eres una niña nacida en la pobreza en un imperio (otomano o Habsburgo u otro), toda tu identidad está subsumida por el hombre con el que te cases en algún momento.

    Sopa de la Sabiduría (Supa mudrosti)

    "Nadie puede cometer (“Niko ne može učiniti)

    tus errores por ti!" (tvoje greške umesto tebe!")

    dijo la abuela del azul índigo (reče baka kao grom iz vedra noćna neba)

    aún soy (još sam)

    relámpago ciego (slepa od munje)

    trueno sordo (gluha od groma)

    y por supuesto (yo naravno)

    pastel de cereza ful (sita pite od višanja)

    "¡COME!" ("¡JEDI!")

    Allí estaba yo, una poeta bilingüe con un Máster en Estudios de Género que apenas se ganaba la vida como empleada —¡las maravillas de las economías en transición! En una tienda de alquiler de videos falsa (registrada como empresa de "internet"). Todas mis bisabuelas eran analfabetas y apenas se ganaban la vida como hijas o esposas de agricultores. Las generaciones intermedias progresaron: mis abuelas tenían unos cinco años de educación cada una, mi madre tenía un diploma de escuela secundaria y su hermana menor un título universitario de dos años. Yo no tenía hijas entonces, no las tengo ahora mientras escribo esto a los treinta y siete, y probablemente nunca tendré hijos. Esas mujeres, mis antepasadas, se sacrificaron para facilitar las cosas a cada generación siguiente y, ahora que es un poco más fácil para mí, encuentro que estoy demasiado cansada y soy demasiado pesimista para traer otro hijo a este mundo. ¿Qué salió mal?

    La abuela Stoja, mi abuela paterna, me dijo que tenía ya diez años, y aún era completamente analfabeta, cuando su padre se convenció por fin de que debía enviar a sus hijas a la escuela.

    Su esposa, la madre, fue la que convenció, ya que consideraba su propio analfabetismo una especie de ceguera. Supongo que ella (quien murió mucho antes de que yo naciera) podría haber dado un paso más para aprender a leer junto con sus hijos, pero puedo imaginar que no le quedaran fuerzas ni optimismo para eso. Sea como fuere, la abuela Stoja aprendió a leer a pesar de las pronósticos en su contra. La primera chica en la historia de su familia que aprende a leer, también fue más tarde en su vida la primera (y hasta ahora la única) en su familia en divorciarse después de solo un año de matrimonio, después de que el guitarrista camionero de su marido (a quien yo nunca conocí) la engañara con otra. La abuela fue la primera en apoyar a los partidarios de la lucha contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, la primera en conseguir un trabajo en una fábrica y un ingreso propio, la primera en retirarse a la edad de menos de cincuenta años y pasar el resto de su vida disfrutando mayormente de buena salud y de una perspectiva brillante.

    Se convirtió en nacionalista serbia en su vejez, por lo cual le dimos mucha aflición, dado que su primer y único matrimonio fue con un católico, un croata de Bosnia, y que virtualmente todos sus amigos eran católicos no serbios.

    A menudo se oía hablar de personas que fingían ser de mente abierta y civilizadas, incluso amantes de la diversidad étnica y cultural, pero cuya intolerancia sublimada salía de la profundidad de sus mentes hacia la superficie bajo las circunstancias correctas (o más bien incorrectas). Este es un modo muy conveniente de explicar el aparente aumento repentino del nacionalismo y la paranoia en la antigua Yugoslavia.

    Pero a veces pienso que lo opuesto puede ser verdad, que el nacionalismo puede ser una máscara que la gente se pone cuando lo considera necesario. Creo que mi abuela era una nacionalista de sillón debido al miedo.

    En el otoño de 1991, mientras la guerra se desataba en nuestra ciudad natal de Vukovar, mis padres, la abuela Stoja, mi hermano y yo nos acurrucamos en un apartamento de una habitación con techos con goteras en un lúgubre bloque de apartamentos en las afueras de Belgrado. Escribí un poema que ya no tengo, pero cuya forma recuerdo: tres cuartetos rizados que escribí en una hoja de papel rayado. Había una línea sobre el orador que se niega a ser "devoto de Belgrado." No recuerdo cuán obviamente antirégimen era el poema, pero mi intención fue escribir un poema de protesta o la letra de una canción de protesta contemporánea. Como de costumbre, le mostré el poema a todos los que estaban allí, en este caso a mi hermano y a mi abuela Stoja. Mi papá trabajaba temporalmente en la ciudad en una oficina de arquitectura y mi mamá como empleada doméstica en la casa de su amigo y jefe. Stoja leyó el poema y pude ver que la ansiedad borraba la sonrisa de su rostro, los labios se afinaban, los músculos se tensaban, y luego dijo: “Destrúyelo. No sabes quién va a verlo. Hasta las paredes oyen. Y ven." Incluso cuando era una angustiada joven de 17 años, sabía que el poema no era muy bueno y que la existencia del poema y mía eran demasiado insignificantes como para provocar la ira del Gran Hermano y ponernos en peligro a cualquiera de nosotros. Pero esa reacción era típica de ella. Ella creía honestamente que incluso el engranaje más insignificante de la rueda puede ser el objetivo del estado perseguidor y que para sobrevivir hay que guardar silencio, no hacer olas, sino mezclarse con la multitud. En 1991, mezclarse con la multitud en Belgrado significaba convertirse en un nacionalista serbio. En tiempos de incertidumbre, cuando todas las apuestas están cerradas y las reglas se están reescribiendo, la gente cuerda observa lo que hacen los demás e intenta hacer lo mismo.

    La propia paranoia de Stoja probablemente se remonta a la Segunda Guerra Mundial e inmediatamente después. Después de la victoria, cuando se ganó la libertad y se sacó a las masas del sufrimiento y se encaminaron hacia el progreso, llegó 1948 y Stoja veía a jóvenes, a los compañeros obreros de fábricas, como pequeños engranajes totalmente insignificantes, siendo arrestados por su presunto apoyo a Stalin. una vez que los principales gatos del Partido Comunista Yugoslavo decidieron que se abrirían camino hacia la utopía, que romperían con Stalin y arrestarían y castigarían a los yugoslavos que se opusieran a la ruptura. El esposo del mejor amigo de Stoja fue una de las víctimas, yo lo había oído, pero nadie me había dicho lo que le había sucedido exactamente. Las paredes oyen. Y ven. Y aquello no era asunto mío.

    Recuerdo la historia que Stoja me contó sobre el día de su boda. Fue alrededor de 1948, pero su historia no incluye ningún detalle que describa el peligro o la ruptura. Es simplemente la historia de un día feliz. Lo que sucedió al día siguiente o al año siguiente es irrelevante. Ella y su novio, su mejor amiga y el novio de su mejor amiga, todos ellos compartiendo habitación, decidieron casarse el mismo día. Vivían en un apartamento con cocina y baño, sala y dos dormitorios, pero no había nada en la despensa. En aquel entonces había muy poca comida que pudieras comprar para el hogar, pero podías comer en la cafetería de la fábrica. La historia del día de su boda, grabada en mi mente en una hermosa película en blanco y negro, me resulta muy romántica. No fueron a ninguna iglesia, ni a la iglesia ortodoxa de Stoja ni a la iglesia católica del resto de los recién casados.

    La ceremonia fue un registro serio, con los empleados del ayuntamiento como testigos; dentro y fuera del salón, independientemente de las viejas tradiciones, en una palabra: moderna. No fueron a un salón de banquetes, ni siquiera a un restaurante, sino que regresaron directamente al apartamento porque querían preparar su propia cena. Todos tenían patatas, un poco de sal y aceite. Se comieron las patatas asadas directamente de la sartén, pasando la cuchara, el único utensilio que poseían colectivamente. Tal vez sea el optimismo de los jóvenes trabajadores de las fábricas en ese momento, a pesar de la pobreza, a pesar de la persecución que se avecina, a pesar de los nuevos recuerdos de los horrores de la guerra. Las cosas estaban mejorando, porque los horrores de unos años atrás seguramente no se podrían repetir, y además hacía unos años no hubieran soñado que tendrían trabajos seguros y un apartamento moderno propio en una ciudad repleta de jóvenes como ellos. Tal vez sea la intimidad de compartir una comida tan simple con una sola cuchara lo que me hace pensar que todas las demás historias del día de una boda no se pueden comparar.

    Al mismo tiempo, recordar su optimismo sobre el futuro hace que la historia de esa boda sea tan triste. Cuarenta años después, la brutalidad de la nueva guerra coincidió con la guerra de su propia juventud, excepto que en aquel entonces ellos habían sido jóvenes, y esta vez entendían más y tenían todo y a todos que perder.

    La mejor amiga de Stoja perdió a su nieto, apenas después de la adolescencia, en la guerra de los noventa.

    Stoja murió en 2004, pero ya no era una refugiada, estaba de vuelta en Borovo Naselje, en el mismo apartamento de un dormitorio donde había vivido antes de la guerra, donde más le gustaba pasar el rato en el balconcito con vistas a otros edificios, complejos y a un parque rodeado de altos álamos. Mis padres me llamaron a Carolina del Norte para decirme que estaba enferma y que la habían llevado al hospital, y que era grave. Al igual que cuatro años antes, cuando murió la abuela Milka, yo estaba completamente sin blanca, esta vez obteniendo mi segundo Máster, mis padres aún estaban desempleados y no había forma de que yo regresara a casa. Stoja murió en cuestión de días. Encontré consuelo en el hecho de que murió y fue enterrada cerca de su casa, y en que sus hermanos sobrevivientes y muchas de sus viejas amigas, ancianas que habían ido a los balnearios y jugado a las cartas con ella, asistieron al funeral. Unos meses más tarde, mis padres también compraron una sencilla lápida.

    El día antes de irme a Estados Unidos, Stoja me habló un poco más sobre su separación del padre de mi padre y sobre la inadvertida visita de este a fines de la década de 1990, meses antes de la muerte del hombre.

    Ella estaba sola en su apartamento de Borovo Naselje cuando él apareció, y lo reconoció en cuanto abrió la puerta, aunque no lo había visto desde una cita en la corte a finales de la década de 1950 con respecto a sus escasos pagos de pensión alimenticia. Ella lo dejó entrar y hablaron de sus vidas mientras tomaban un café. Después de la visita, lo acompañó a la estación de autobuses donde él estaba a punto de irse de viaje de regreso a la pequeña ciudad cerca de Zagreb, de donde había escapado después de que unos matones serbios "limpiaran étnicamente" su ciudad natal en Bosnia. Le pregunté si se había divorciado de él porque le había sido infiel y le había mentido. Ella dijo que sí, pero era obvio que no le guardaba rencor por eso ni por el dudoso cuidado paterno de su hijo. No había enojo ni arrepentimiento en su comportamiento, y supe que ella trataba de impartir una lección, aunque no tan simple como "No te cases con un cazador de faldas" ni "perdona las infidelidades de tu marido." Pero ese es mi último recuerdo de ella y no podría haber sido mejor. Ella aún era su yo normal y saludable en ese momento, aunque rondaba los ochenta, baja y con sobrepeso, pero ágil, con el pelo corto y espeso y salpimentado, y su rostro fácilmente podría haber sido el de una persona de sesenta años. Ella me frotó la espalda y concluyó que yo estaba demasiado delgaducha y "débil." Ella estaba tratando de decirme dos cosas: 1) Niko ne može učiniti tvoje greške umesto tebe (Nadie puede cometer tus errores por ti), y 2) ¡JEDI! (¡COME!)

Recuerdos de [Estado] #4

    Comentarios:

    Crecí en [Estado]. Nací en 19__ y cuando asistí a la escuela primaria, todo estaba cambiando tan rápido que era difícil entender lo que estaba pasando en el país.

    Luego, en sexto grado, recuerdo que regresé a casa y les pregunté a mis padres por qué el maestro ya no venía a nuestra clase, pero nunca obtuve una respuesta. Terminé la escuela primaria en mi escuela, pero cuando fui a la escuela secundaria, tuvimos que ir a una escuela privada nocturna porque nuestra verdadera escuela secundaria en [Ciudad] tenía refugiados de otras partes de [Estado anterior].

    No aprendí nada durante la escuela secundaria porque mi clase estaba abarrotada y era tarde por la noche. También tenía miedo de que la policía apareciera en cualquier momento y nos pegara en la escuela. Era tan difícil entender lo que estaba pasando.

    Mirando atrás no creo que haya sido una infancia saludable para mí, pero creo que, dado que sobreviví, no debería mirar atrás. De verdad espero que mi maestro también haya sobrevivido y le esté yendo bien en algún lugar de este mundo.

    Ojalá pudiera encontrarlo algún día y disfrutar de una buena conversación con él.

Evitando el reclutamiento

    Mi hermano, que es un año mayor que yo, pasó el verano de 1995 escondido en el apartamento que alquilaba nuestra familia en Belgrado.

    Se estaba escondiendo del reclutamiento que se había intensificado hasta el punto de que la policía militar simplemente recogía en la calle a cualquier joven (pero especialmente a refugiados como nosotros) y lo enviaba a un frente de batalla en Croacia o Bosnia-Herzegovina.

    Otra historia dice que la tía jubilada de mi madre, de casi setenta años y también en Belgrado, recibió una carta para presentarse en la base militar para su reclutamiento. Su nombre, Sava, como en el río que fluye a través de Zagreb y Belgrado, podría haber sido de hombre o de mujer, y la burocracia del ejército debe haber escrito mal su edad y sexo en algún archivo que tenían, así que ella recibió una de sus cartas en uno de esos sobres azules, finos como un pañuelo. Ella consideró joderles, ir a la base y anunciar: "¡Señor, me presento al deber!" agitando el sobre. Me gusta pensar que había un joven Sava en algún lugar de Belgrado que se libró porque el ejército adjuntó sus datos biográficos a la información de contacto de la anciana.

    Veamos de quiénes son las mentes enfermas que se encargaron de idear acciones que los apresuradamente "entrenados" soldados tenían que ayudar a llevar a cabo. Lo siguiente es del Tribunal Penal Internacional de las Naciones Unidas para la antigua Yugoslavia (TPIY), una institución que se está quedando sin tiempo rápidamente, por lo que incluso su larga lista de criminales de guerra acusados ​​de Serbia, Croacia y Bosnia-Herzegovina nunca estará completa:

    HOJA DE INFORMACIÓN DEL CASO (IT-97-27): Según la acusación, Željko Ražnatović fue expresidente del club de fans del equipo de fútbol "Estrella Roja" de Belgrado. Utilizó este grupo como base para el establecimiento del 11 de octubre de 1990 de una organización paramilitar conocida como la "Guardia Voluntaria Serbia" o, alternativamente, como "Los tigres de Arkan". Lideró este grupo en la lucha en la región de Eslavonia Oriental de Croacia en 1991-1992 y luego en varios lugares de Bosnia-Herzegovina en 1992. En 1993, Arkan formó el Partido de la Unidad Serbia y presentó candidatos, incluido él mismo, para la nacionalidad de hielo bajo los auspicios del partido. En 1995, dirigió a las tropas paramilitares de los "Tigres de Arkan" a la lucha en el noroeste de Bosnia-Herzegovina. Comandó esta fuerza mientras estaba desplegada en la ciudad de Sanski Most en septiembre de 1995. La acusación decía que, cuando las fuerzas bosnias ("ABiH") se acercaban a Sanski Most en septiembre de 1995, se produjo un estado de pánico entre los civiles serbios y los soldados, y muchos continuaron huyendo en dirección a Banja Luka. Cerca del 15 de septiembre de 1995, por invitación de los líderes serbios locales, los "Tigres de Arkan" entraron en la zona de Sanski Most para restablecer el orden y controlar el avance de la ABiH. Los "Tigres de Arkan" establecieron su sede en el hotel “Sanus” en el centro de la ciudad, y Arkan se instaló en la oficina del gerente del hotel. Desde este lugar dirigió las actividades de sus tropas paramilitares, que establecieron puestos de control en toda la zona y comenzaron a reclutar por la fuerza a hombres serbios para luchar contra la ABiH. Además de establecer puestos de control en Sanski Most, los "Tigres de Arkan" también participaron en patrullas sistemáticas por la ciudad para identificar y detener a musulmanes y otros hombres no serbios, extorsionar objetos de valor de familias no serbias y obtener hogares serbios para los refugiados serbios. Durante estas patrullas, la perpetración de palizas y robos por parte de los "Tigres de Arkan" era común. Muchos de los musulmanes y otros hombres no serbios secuestrados fueron llevados al hotel "Sanus" para ser interrogados por Ražnatović y sus subordinados. Fueron sometidos a repetidas palizas y hostigamiento por parte de los "Tigres de Arkan" y un gran número de estos detenidos fueron encarcelados en una pequeña sala de calderas, aproximadamente de cinco metros cuadrados, ubicada en el sótano de un edificio contiguo.

    HOJA DE INFORMACIÓN DEL CASO (IT-03-67): Desde el 1 agosto de 1991 hasta, al menos, septiembre de 1993, Vojislav Šešelj, actuando individualmente o en concierto con miembros conocidos y desconocidos de una empresa criminal conjunta (JCE), planeó, ordenó, instigó, o ayudó a instigar y cometió la planificación, preparación o ejecución o persecución física de croatas, musulmanes y otras poblaciones civiles no serbias en el territorio que las autoridades serbias denominaron "Región Autónoma Serbia (SAO) de Eslavonia, Baranja y Srem Occidental y en los municipios de Zvornik, Gran Sarajevo" (municipios de Ilijaš, Vogošća, Novo Sarajevo, Ilidža y Rajlovac), Mostar y Nevesinje en Bosnia y Herzegovina, así como partes de Vojvodina en Serbia. Estas persecuciones se cometieron por motivos políticos, raciales y religiosos e incluyeron:

    • El asesinato de muchos civiles croatas, musulmanes y otros civiles no serbios, incluidas mujeres y ancianos, en el municipio de Vukovar en Croacia y en los municipios de Zvornik, "Gran Sarajevo", Mostar y Nevesinje.

    • El encarcelamiento y confinamiento prolongados y regulares de civiles croatas, musulmanes y otros civiles no serbios en centros de detención en Croacia y Bosnia y Herzegovina, incluidos los campos de prisioneros de Vukovar y Zvornik, "Gran Sarajevo", Mostar y Nevesinje.

    • El establecimiento y la perpetuación de condiciones de vida inhumanas para los detenidos civiles croatas, musulmanes y otros civiles no serbios dentro de los centros de detención.

    • Asesinatos, torturas y palizas repetidas de croatas, musulmanes y otros civiles no serbios detenidos en los centros de detención.

    • El trabajo forzoso prolongado y frecuente de civiles croatas, musulmanes y otros civiles no serbios detenidos en los centros de detención o bajo arresto domiciliario en sus respectivos hogares en Vukovar, Zvornik, “Gran Sarajevo” y Mostar. El trabajo forzoso incluyó la excavación de tumbas, la carga de municiones para las fuerzas serbias, la excavación de trincheras y otras formas de trabajo manual en el frente.

    • Las agresiones sexuales a civiles croatas, musulmanes y otros civiles no serbios por parte de soldados serbios durante la captura y en los centros de detención.

    • La imposición de medidas restrictivas y discriminatorias contra la población civil croata, musulmana y otras poblaciones civiles no serbias, incluidas personas en Zvornik, "Gran Sarajevo", Mostar y Nevesinje, y en partes de Vojvodina, Serbia (a saber Hrtkovci, Nikinci, Ruma, Šid y otros lugares fronterizos con Croacia), como la restricción de movimiento, la destitución de puestos de autoridad en las instituciones gubernamentales locales y la policía, el despido de puestos de trabajo, la denegación de atención médica y registros arbitrarios de hogares.

    • La tortura, golpeo y robo a civiles croatas, musulmanes y otros civiles no serbios.

    • La deportación o traslado forzoso de decenas de miles de civiles croatas, musulmanes y otros civiles no serbios de los territorios especificados anteriormente.

    • La destrucción deliberada de viviendas, otros bienes públicos y privados, instituciones culturales, monumentos históricos y lugares sagrados de la población civil croata, musulmana y otras poblaciones civiles no serbias en el municipio de Vukovar y en los municipios de Zvornik, "Gran Sarajevo", Mostar y Nevesinje.

    • La denigración directa y pública a través del "discurso de odio" de las poblaciones croatas, musulmanas y otras poblaciones no serbias en Vukovar, Zvornik y Hrtkovci sobre la base de sus etnias.

    Para minimizar los riesgos, ese verano de 1995, mi hermano se escondió en el apartamento y no se marchaba durante semanas. Sacaba su dosis de luz solar del balcón y el ejercicio haciendo flexiones todos los días. El propietario, que vivía debajo de nosotros, tenía dos hijos también escondidos. Había varios jóvenes ocultos en otras casas en la calle, por lo que las madres organizaron un sencillo sistema para alertar a todos los demás en caso de que alguien notara que alguna persona sospechosa, especialmente uniformada, llamaba a las puertas. ¿Por qué las madres? La mayoría de los padres, estoy segura, también tenían un miedo mortal de que sus hijos pudieran terminar matando y/o muriendo en la guerra, pero estaban confundidos por el miedo. En el papel, se suponía que tenían que enviar con orgullo a sus hijos a la guerra si no se ofreciiian ellos mismos como voluntarios. En cualquier caso, nuestra calle no estaba marcada en el mapa de la ciudad, ya que las casas habían surgido ilegalmente en una pequeña colina entre dos barrios típicos de Belgrado llenos de densos complejos de apartamentos. Nadie fue reclutado ese verano.

    He estado leyendo cartas viejas que me envió mi mejor amiga de la escuela secundaria de Vukovar entre 1991 y 1997. Ella había escapado a una zona pacífica de Croacia cuando comenzó la guerra en nuestra ciudad. En sus primeras cartas, es estudiante de último año de secundaria, en la última es profesora de inglés. No tengo copias de mis cartas, pero sus respuestas me recuerdan ciertos detalles que yo había olvidado. En una carta del otoño de 1995, comenta sobre mi carta del verano de ese año, cuando mi hermano se escondía, y escribe (y traduzco aquí):

    Felicidades a él por aguantar y resistir todo este tiempo, lo respeto mucho por eso, y admiro su postura, pero sé cuánto costó. La gente como él da Mlme fuerza para esperar que las cosas mejoren. Lo malo es que la gente como él tiene que esconderse, como la pequeña criatura negra que se escabulle por tu edificio. Imagínate ese escenario: un hombre elegible para el reclutamiento se disfraza de ratón negro y se esconde en el refugio de la noche de las fuerzas de la oscuridad de Arkan. Una verdadera %%Twilight Zone%#a nuestro alrededor.

    Leer pasajes como ese refuerza mi memoria: la escena del ratón que pasa corriendo a mi lado una noche cuando mi abuela estaba de visita y yo dormía en el suelo. Las cartas están en el apartamento de mis padres y yo estoy aquí en Chicago leyendo los escaneos que mi papá hizo y me envió por Internet. Me transporto a la época en que abrí el sobre por primera vez y leí las líneas por primera vez. Puedo imaginarnos a ambas como jóvenes desplazadas que narran sus vidas en cartas, como un acto privado de desobediencia civil contra el nacionalismo y la guerra.

    Mi hermano estuvo a punto de ser reclutado durante una parte anterior de la guerra, en un apartamento anterior. Nuestra familia se mudó a ocho apartamentos en los siete años y medio que todos vivímos en Belgrado, por lo que el apartamento donde casi lo atrapan era el apartamento número 4, y en el que se escondía en 1995 era el apartamento número 5.

    APARTAMENTO #1: Krnjača (el lado equivocado del puente sobre el Danubio). En realidad, es una casa tipo bungalow, y los propietarios viven en una casa más grande al lado. La casera pasa mucho por alliii y se queja de su vida. Se cree que incluso una familia de refugiados lo lleva mejor que ella. Allí nos quedamos unos meses. Como muchos otros lugares en los que habitaríamos en Belgrado, esta es una casa construida ilegalmente por inmigrantes rurales llevados a Belgrado con la promesa de una vida un poco mejor.

    APARTAMENTO #2: Borča (en las afueras de la ciudad, también en el lado equivocado del puente sobre el Danubio). No se trata estrictamente de una comunidad de inmigrantes, sino de un complejo planificado de edificios intermedios. El techo tiene goteras en este apartamento de un dormitorio en el último piso. Nos quedamos allí alrededor de medio año.

    APARTAMENTO #3: Banovo Brdo. Está en una calle muy elitista con grandes y lujosas casas familiares propiedad de profesionales exitosos y sombríos "hombres de negocios". Vivimos en un remolque en el patio trasero de alguien. Tiene literalmente solo dos habitaciones: una delantera y otra trasera. Pero tiene una línea telefónica. Nos quedamos allí alrededor de un año, hasta que los propietarios nos piden que nos vayamos, porque necesitan el espacio para un familiar.

    APARTAMENTO #4: Žarkovo, un barrio de clase trabajadora asequible, sólido y no muy densamente poblado. Un solo viaje en autobús a la Universidad. Muchos estudiantes y profesores también viven en esta área. (Siempre es interesante escuchar a escondidas las conversaciones en el autobús. Una vez, un estudiante de teatro está en el autobús con su novia. Entre las sesiones de besuqueo, menciona y se jacta de todas las veces que las actrices sexy lo querían, pero que siempre las rechazaba. Aproximadamente un año después, lo reconozco en la televisión, y ahora está en casi todas las películas que se hacen en la antigua Yugoslavia.) El apartamento de Žarkovo es un estudio glorificado, y también tiene una línea telefónica. No tiene calefacción, pero los calentadores de espacio eléctricos funcionan. Allí nos quedamos como un año y medio, hasta que el casero nos pidiooo que nos fueeeramos porque la novia de su hijo estaba embarazada: "así que, tienen que mudarse."

    APARTAMENTO #5: Una calle sin señalizar en la colina entre dos vecindarios típicos de Balgrado densamente poblados. Otra calle más de casas construidas por migrantes rurales, pero las casas son grandes y la calle está pavimentada. El apartamento es espacioso, pero no tiene teléfono y al propietario no le gusta arreglar las cosas. Dos años. Nos vamos cuando el propietario aumenta el alquiler y ya no podemos pagarlo.

    APARTAMENTO #6: Zemun. Un apartamento en la planta baja en un complejo planificado de edificios medios y altos, otro apartamento tipo estudio glorificado. Es un barrio difícil. Una bomba explota cerca de nuestro edificio una vez. En otra ocasión, alguien tira un ladrillo, rompe nuestra ventana, el ladrillo aterriza en la cocina, por suerte sin nadie dentro. En otra ocasión, un vecino salta a la muerte y el golpe de su cuerpo en frente a nuestro apartamento nos despierta. Nos quedamos con todos esos eventos, pero nos vamos una vez que la casera sube el alquiler y ya no podemos pagarlo.

    APARTAMENTO #7: Borča-Pretok. De vuelta al lado equivocado del puente sobre el Danubio. Afueras lejanas. Un vecindario de pequeñas casas familiares construidas primero por familias romaníes en la década de 1980, y luego se les unieron migrantes rurales y refugiados (¿ves el patrón?). Una de las familias de refugiados que conocíamos se mudó a su pueblo natal y nos alquilaron su casa en Borča-Pretok. La casa en sí es pequeña y húmeda, y ninguna de las calles del vecindario está pavimentada. Allí nos quedamos un año.

    APARTAMENTO #8: Calle Novembra, 29, planta 11 de un rascacielos cerca del Jardín Botánico. Está a poca distancia del centro. Tiene dos habitaciones diminutas, una cocina pequeña y una sala de estar grande. Podemos pagarlo porque la novia de mi hermano se muda. Nos quedamos allí durante seis meses, hasta que comienza el bombardeo de la OTAN en 1999, cuando la novia de mi hermano vuela de regreso a los Estados Unidos, mi hermano huye a Budapest, y mi mamá y yo regresamos a Borovo Naselje.

    Mi hermano y yo éramos los únicos en casa, en el apartamento #4, y fue en 1993 más o menos. Estábamos hablando y riéndonos de algo, olvidándonos de ser cautelosos, cuando alguien llamó a la puerta y la abrimos sin cuidado. Un tipo joven estaba afuera, vestido de civil, pero con el inconfundible sobre de papel azul.

    "¿Está Stanislav Žabić aquí?"

    Tanto Stanislav como yo lo miramos y dijimos al unísono, sin perder el ritmo: "No."

    "¿Dónde está?"

    "En Eslovenia", dijo Stanislav.

    "¿Y quien eres tu?" le preguntó el del sobre azul.

    "Soy su hermano", dijo mi hermano.

    Incluso entonces, tuve la clara sensación de que el tipo del sobre sabía lo que estaba pasando. Todavía me parece recordar su cara, que parecía muy inteligente, esos ojos que no tenían nada de la inexpresividad de un peón militar o de alguien que piensa que servir en el ejército y luchar en la guerra es una especie de honor heroico. De pie en el gris de nuestro lúgubre edificio de apartamentos, en un día lúgubre, se parecía más a un tipo con el que nos podríamos encontrar en un club de rock %%underground%#, lo que para mí, en ese momento, todavía significaba que era un buen tipo, o al menos un tipo contra la guerra.

    "Está bien, sólo firmad aquí, cualquiera de vosotros", dijo dejándonos salirnos de rositas.

    Una tarde a solas en el apartamento del verano siguiente, o tal vez el anterior, con todas las ventanas abiertas para dejar entrar la brisa, puse una cinta de %%Rip Rig + Panic%# a todo volumen desde el estéreo. Teníamos un estéreo de fabricación eslovena de principios de la década de 1980 que los saqueadores no quisieron cuando revisaron las cosas en nuestro apartamento de Borovo Naselje (robaron el estéreo más nuevo, el VCR, las guitarras, los electrodomésticos, la mayoría de los LP, muebles y varios artículos considerados dignos). El estéreo tenía altavoces bastante grandes y el sonido se transmitía bien fuera del edificio. Puse la cinta de %%Rip Rig + Panic%# que un amigo me había grabado y, cuando la cinta terminó, durante el silencio, escuché desde la distancia que otra persona había comenzado a reproducir %%Rip Rig + Panic%# en su propio estéreo.

    ¿Cuáles son las probabilidades? No es que la banda británica fuera popular en absoluto, habiéndose disuelto relativamente desconocida haciiia más de diez años. Miré por la ventana, pero no supe de dónde venía el sonido ni qué vecino misterioso era un amante de la música indie como yo. Cuando terminó su canción, se hizo el silencio nuevamente. Luego yo puse otra banda oscura en el estéreo. No recuerdo cuál era esa. Después, mi vecino puso la misma canción de su colección.

    Me gustaba pensar que era él. Alguien de mi edad, unos veinte.

    Y lindo. Jugamos un rato y luego se terminó, no recuerdo cómo. Pensé que nunca conocería a esa persona, pero esperaba que siguiéramos jugando el juego en los días venideros y fantaseé con que nuestra comunicación no verbal florecería en algo más. No tuve tanta suerte; el juego no se iba a repetir nunca. El tipo (todavía no puedo evitar pensar que era un hombre) quizás logró escapar de Serbia y del reclutamiento y emigrar a algún lugar en el extranjero. También es posible que yo tuviera un caso de alucinaciones auditivas.

    En dos ocasiones vi cosas en ese apartamento que probablemente no estaban allí: gusanos en un saco de cebollas en el balcón y un murciélago en el baño. Cuando mi familia revisó estos fenómenos, no vieron nada, aunque existe la posibilidad de que los gusanos salieran del saco y el murciélago saliera volando por la ventana solo para hacerme parecer loca.

    La única vez que sospeché que estaba alucinando fue con un abedul que se desprendía de todas sus hojas en pleno verano, que terminó no siendo mi imaginación en absoluto. Las ventanas de la sala de estar, la única habitación del apartamento aparte de la cocina ofrecía la vista de un área pequeña, sin desarrollar, salpicada de algunos árboles, y luego había bloques de apartamentos más allá. En una sola noche ventosa de agosto de 1994, un abedul, probablemente enfermo, quedó desnudo. Escribí un poema al respecto llamado "No puedes ver el bosque por los árboles":

    el viento sopló las hojas de un abedul mientras yo permanecía desconcertada

    esperando volar lejos

    desaparecer

    (...)

    estos son los tiempos

    cuando suceden tales cosas.

    Y tal. Escribir sobre árboles estaba bien, pero no podía evitar aludir a los acontecimientos actuales de principios de la década de 1990. Conseguí que uno de esos poemas de tan vaga actualidad, "De octubre a octubre", me lo publicaran en la única revista abiertamente antirrégimen, ProFemina, donde publicaban editoriales contra la guerra y contra la ideología gobernante. Pero publiqué otras cosas en todas las revistas que me aceptaban. Colocaba los poemas en sobres, no en los de papel azul, sino en los de papel manila, y los enviaba por correo desde la oficina de correos del centro de Belgrado. Caminaba por la calle mientras los carritos traqueteaban y la gente se movía como una flecha, desorientada, deprimida, algunos hablando solos, otros pavoneándose con sus declaraciones de moda y máscaras. Me cantaba a mí misma en voz baja. E incluso cuando los asedios y las batallas terminaron y se firmaron los acuerdos de Dayton, los borradores se interrumpieron, pero la guerra continuó por otros medios.

    A mi hermano nunca lo atraparon, pero tenía miembros de mi extensa familia que sí, y uno de ellos no sobrevivió. Ninguno de ellos hablaba sobre sus experiencias durante la guerra. En cuanto a mis amigos de la infancia, me llegaban informaciones telegráficas, pero nunca supe ningún detalle. Uno se ofreció como voluntario a la edad de dieciséis años, pasó cuatro años luchando en Croacia y Bosnia y Herzegovina, y luego se retiró a la edad de veinte, gastó la mayor parte de los cheques de su pensión en heroína y otras drogas, y murió antes de cumplir los treinta. Otro se ofreció como voluntario a la edad de diecinueve años, y cuando lo vi unos años después, era un insomne ​​que a veces se quedaba dormido solo para tener pesadillas y despertar a su hermana y a su mamá con sus llantos y gritos. Otro amigo fue reclutado, pero desertooo hasta que lo metieron en la cárcel y lo declararon demasiado perturbado mentalmente para el servicio. Otro fue reclutado a los veinte y se suicidó a los veintiuno.

    Otro amigo de la infancia, que trabajaba como vendedor de helados en el paseo "Knez" en Belgrado, fue recogido después de que eeel terminara su turno en las primeras horas de la noche en el verano de 1995, y se lo llevaron a Knin, Croacia. Su madre lo siguió, decidida a convencer a los poderes fácticos de que lo dejaran irse a casa. Y lo consiguió. ¿Cómo? No pidas detalles en tales situaciones. Supongo que conocía a alguien que conocía a alguien, o tal vez era tan inusual que una madre se presentara en el complejo de un señor de la guerra para exigir que su hijo regresara que no la rechazaron.

    Ese es un movimiento por la paz mundial que realmente funcionaría. En este momento, todos los padres de todo el mundo marchan directamente a las bases militares, paramilitares o "legítimas", y sacan a sus hijos de allí. Fin de todas las guerras.

    De octubre a octubre (Od oktobra do oktobra)

    Días de otoño, ventanas abiertas (Jesenji dani, otvoreni prozori)

    aberturas de vidrio, carreteras cerradas (stakleni otvori, zatvoreni putevi)

    vientos desenfrenados disparan sus ametralladoras (uznemireni rafali vetra)

    una hoja arrancada que atrapé (lista de otkinuti koji sam uhvatila)

    y escondí (yo spremila)

    Me pregunto si se pudrirá y cuándo. (pitam se da li će istrunuti i kad.)

    Pronto oleré el próximo invierno (Uskoro ću nanjušiti zimu)

    en la noche que voló desde el norte, (u noći koja je doletela sa severa)

    en silencio espero a mis amigos, (tiho iščekujem prijatelje,)

    tal vez juguemos a las cartas, (možda ćemo kartati,)

    ellos beberán. (oni će piti.)

    Últimos días, soldados desplegados (Poslednji dani, otpremljeni vojnici)

    esclavos de plomo, tanques enterrados (olovni robovi, zakopani tenkovi)

    escuadrones de lluvia (obrazovani redovi kiše)

    el dardo de una gota de lluvia atrapé (ustremljena kap koju sam uhvatila)

    Y devoré, (yo pojela)

    Me pregunto si se evaporará y cuándo. (pitam se da li će ispariti i kad.)

    Pronto se apoderarán del pueblo también (Uskoro će osvojiti i selo)

    en la noche robada de la vida, (u noći koja je ukradena od života,)

    en silencio espero a mis amigos, (tiho iščekujem prijatelje,)

    tal vez me escriban, (možda će mi pisati,)

    están lejos. (oni su daleko)

    Días de otoño, cajas fuertes cerradas (Jesenji dani, zaključani sefovi)

    nubes de papel, contratos firmados (papirni oblaci, potpisani kontrakti)

    las ciudades liberadas caen (oslobođeni gradovi pali)

    el autobús lleno que tomé, (natovareni koji sam uhvatila,)

    me puse en camino (pa krenula)

    Me pregunto si lo olvidaré y cuándo. (pitam se da li ću zaboraviti i kad.)

Recuerdos de [Estado] #5

    Comentarios:

    Me enorgullecía mucho decirles a otros en [Estado] que era de [Ciudad]. Esta era la ciudad industrial de [Estado], con muchas fábricas y minería. Tenía una vida de etnias mixtas como ninguna otra ciudad en [Estado].

    Miles de trabajadores terminaban a las 5 pm y luego los estudiantes que terminaban las clases llenaban las tiendas, cafés y clubes de la ciudad. De 5 a 8 de la tarde la ciudad estaba abarrotada de gente. A menudo me reunía con mis padres mientras estaba con los amigos; era el momento adecuado para pedir dinero extra sin tener que explicar en detalle para qué lo necesitaba.

    Justo al otro lado del puente, en el lado norte, estaba el lugar donde la mayoría de nosotros invertíamos el tiempo y el dinero que teníamos, jugando a los videojuegos, al billar y al futbolín. Para mí y mis amigos no importaba si eras un [miembro de grupo étnico] o un [miembro de grupo étnico diferente]. El objetivo era ganar al que desafiabas.

    Llegó el separatismo y acabó con el dinamismo y el palpitante ambiente de la ciudad. Siguieron a eso las dificultades. Mi familia no fue la única. Miles perdieron sus trabajos. Las personas con dinero eran aquellas que tenían un pariente cercano trabajando en Occidente.

    En 199_ recibí la carta de ingreso al ejército. Por supuesto, esta no era una opción para mí. No me iba a unir a un ejército involucrado en la lucha contra otros Estados. El régimen lo sabía muy bien, pero también sabían que una vez que recibes la carta, tenías que salir del país. Al igual que muchos de mis amigos, yo también decidí que no podía seguir escondiéndome para siempre. Salí y busqué refugio en [Estado Occidental]. No terminé la escuela secundaria, no tenía conocimientos generales ni educación de verdad ni habilidades. En realidad no tenía nada más que mi simple alma y cuerpo para hacer trabajos que ningún [ciudadano de Estado Occidental] quería aceptar.

    Cada vez más me doy cuenta de que [Ciudad natal] es la ciudad donde quiero envejecer. Cuando la visito ahora, todo el mundo parece muy amable. Me entristece enormemente hoy que la ciudad esté tan tranquila y tan dividida. No hay mucho movimiento, no hay dinamismo. A menudo me siento en un café cerca del puente y me pregunto qué pasó con toda esa ciudad palpitante que yo solía recordar. Me pregunto sobre lo aburrida que debe ser la vida en [al otro lado del puente] sin los ruidosos [grupo étnico].

Traje poderoso y tacones de aguja: regresos al hogar

    En noviembre de 1991, Vukovar fue destruida, se cometieron atrocidades, la población no serbia fue expulsada en su mayor parte y no era bienvenida, y la ciudad se convirtió en una extraña zona de ni paz ni guerra. El 12 de noviembre de 1995, el Acuerdo de Erdut fue firmado por un representante de los serbios de Vukovar, un representante de la República de Croacia, el embajador de Estados Unidos en Croacia y un pacificador de la ONU, todos en interés de los derechos humanos. Después de la caída y antes de Erdut, Vukovar existía como una pequeña ciudad-estado títere y sin alma que dependía económicamente de la Serbia embargada de Milošević. Desde Erdut, ha estado funcionando como una pequeña ciudad sin alma y abandonada por la endeudada Croacia, pero es tiempo de paz de nuevo y no solo los serbios, sino también los croatas, pueblan la ciudad otra vez. Es una pequeña ciudad multiétnica de nuevo, pero algo está roto. Mi ciudad natal se ha convertido en un zombi urbano. ¿Hay películas en las que un zombi se convierte en un ser vivo tras algún milagro? Necesitamos ese milagro.

    Ahora, en su segunda década de existencia posterior a Erdut, toda el área de Vukovar, incluido mi barrio de Borovo Naselje, es un lugar donde los niños tienen derecho a asistir a escuelas étnicamente segregadas, desde el jardín de infancia hasta la escuela secundaria. Los jóvenes tienen derecho a salir de la ciudad por una alternativa incierta en cualquier parte del mundo. Los ancianos nativos de Vukovar, nacidos en las décadas comprendidas entre 1920 y 1980, tienen derecho a soñar despiertos con el pasado anterior a la guerra, un pasado que se vuelve cada vez más idealista a medida que pasa el tiempo. Y cuanto más utópico parece el pasado, más insoportable es el presente, que por supuesto se convierte en un círculo vicioso. Yo dejé la ciudad en 1991 y he vuelto muchas veces desde entonces; cada vez compruebo el pulso de la ciudad y cada vez me alegro de irme.

    Aprobé el examen de ingreso a la Universidad de Belgrado en junio de 1992 y poco después regresé a casa por primera vez después del cese de las luchas callejeras y de que Vukovar estuviera bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Tomé un autobús desde Belgrado hasta la frontera, donde me recogió papá, Él había regresado a la ciudad unos meses antes, aparentemente para ayudar a reconstruir la infraestructura, pero principalmente porque lo habían despedido de su nuevo trabajo en Belgrado. Mientras conducíamos hasta el apartamento de la abuela en Borovo Naselje, no podíamos hablar; el sol exponía sin piedad el yermo de la ciudad después de la guerra y el ataque aéreo. Se parecía mucho a las imágenes de las ruinas que veía en la televisión todos los días, excepto que la visión era mucho peor en 3D, pero yo no quise empezar a llorar delante de papá, principalmente por miedo a que él también se derrumbara, ¿y luego qué?

    Mientras escribo esto, estoy cerca de la edad de mi padre ese día de 1992 y muy lejos de la chica de dieciocho años en el asiento del pasajero. No tengo hijos propios, pero de una manera extraña, cuando recuerdo esa escena ahora, empiezo a verla cada vez más desde la perspectiva de mi padre: "Yo conduzco, mi hija está en shock, yo también. Yo no tuve nada que ver con la guerra, pero también existe esta sensación, vaga pero inquebrantable, de que es mi generación la que lo jodió todo y de que he defraudado a mis hijos. Mi generación: personas con hijos de la misma edad que mi hija; personas con padres ancianos como mi madre; a algunos de ellos los conocía y nunca sospeché que pudieran participar en una devastación como esta. El mundo que habité durante más de cuarenta años ha sido reemplazado por una pesadilla. Es una pesadilla hecha realidad: vivir en tiempos de guerra, ser seguido por figuras del mal, tanto amorfas como muy concretas, sin estar seguro de si esta cosa de la supervivencia tendrá éxito ni, si lo hace, si va a ser suficiente."

    Y esto es lo que le sucedió a esa yo de dieciocho años al contemplar las escenas de la devastada ciudad natal: su cerebro comenzó a tejer un tapiz sentimental e idealizado de Vukovar en los veranos de paz. Era una ciudad vieja de edificios de color amarillo brillante; de calles arboladas llenas de automóviles, tráfico peatonal, bicicletas, monopatines, patines en línea; una ciudad de mercados que ofrecían hileras e hileras de productos y artesanía popular; quioscos que vendían ćevapi o helados hasta altas horas de la noche. Era una ciudad de ancianos jugando a la petanca o al ajedrez, de gente de todas las edades satisfecha al aire libre, hablando, paseando por las calles y cruzando puentes sobre el Vuka, afluente del Danubio, leyendo periódicos en los bancos del parque, pescando y, durante los festivales, preparando pescado paprikash allí mismo en la calle, en ollas esmaltadas suspendidas sobre pequeñas hogueras.

    La gente de Vukovar pasaba los veranos holgazaneando en el Danubio, en la ciudad y fuera de ella, y en la isla cercana. Vukovar de antes de la guerra, mi mosaico de memoria sensorial y sueños.

    En el coche de mi padre, en junio de 1992, me vi obligada a aprender a reconocer la nueva cara de mi ciudad. No más edificios amarillos, sino ennegrecidos en varias etapas de ruina. No más patinetes, sino cráteres en el pavimento, a menudo con fragmentos de bombas en el centro. Muchos de los árboles viejos han desaparecido y los que aún permanecen en pie no ofrecen sombra, nada que oculte la fealdad. Las calles ya habían sido despejadas y había cascos azules de la ONU en sus remolques blancos, pero apenas había automóviles o tráfico peatonal. La conmoción inicial dio paso al dolor, dio paso a la triste constatación de que mi ciudad se había convertido en lo que era Beirut en las noticias de la noche durante toda mi infancia. Me sentí tan derrotada como la ciudad, gris, apagada, incapaz de llorar o enojarme. Pasé ese día en el apartamento de la abuela donde mi papá también vivía ahora. El edificio, aunque dañado, al menos era habitable una vez reparadas las ventanas. No había nada que hacer, nadie a quien ver fuera de los confines del apartamento de la abuela. Yo iba a la sala de estar, conectada con la cocina, para comer o mirar televisión, luego volvía a la habitación individual para leer o escuchar música. Las frecuentes detonaciones en el exterior, a veces cerca, a veces lejos, significaban que los expertos estaban limpiando los numerosos campos minados uno por uno, o eso me gustaba creer. Oía historias sobre niños que jugaban entre los escombros y la explosión de minas.

    Yo miraba las ruinas y fantaseaba: este es el resultado de un devastador terremoto reciente, nada más. Las noticias sobre el terremoto se han extendido por todo el mundo y los pueblos del mundo están unidos en su solidaridad. El mundo entero envía materiales de construcción, equipos y dinero. Reconstruiremos esto, recuperaremos nuestros apartamentos, escuelas, fábricas, negocios e instituciones culturales, estaremos en funcionamiento de nuevo antes de darnos cuenta. Sabes que las cosas van mal cuando tu fantasía no involucra ni siquiera una historia alternativa, sino una catástrofe natural.

    Aunque también imaginaba historias alternativas. Incluso escribí una historia de ciencia ficción en la que, justo antes del comienzo de la guerra en Yugoslavia, aparecen extraterrestres, debido a un fallo en su nave espacial, con ciencia y tecnología avanzadas. Son tan avanzados que pueden hablar serbocroata con un grupo de adolescentes en Borovo Naselje (el protagonista adolescente está basado en mi vida real, por supuesto). Le dicen al adolescente que tienen el poder de retroceder en el tiempo e intervenir para cambiar el curso de la historia, pero que no lo harán jamás. La adolescente está triste porque no quieren usar su poder, pero se alegra de que al menos haya tenido la oportunidad de conocerlos. Se separa de los extraterrestres y se va a casa a dormir. Cuando se despierta, su hermano le dice que se apresure y se prepare para ir a la escuela. Mientras camina hacia la escuela, se da cuenta de que todo es un poco diferente. Los nombres de las calles no llevan nombres de héroes caídos en la Segunda Guerra Mundial, y no hay ningún monumento a los partisanos en la plaza principal. Ella pasa el resto de la semana repasando su historia moderna y, básicamente, tiene que volver a aprenderlo todo. Se da cuenta de que los extraterrestres, de hecho, han retrocedido el tiempo y no solo han impedido esta guerra, sino incluso la Primera y la Segunda Guerra Mundial, y cualquiera que sea el dominó que han interrumpido, el resultado ha sido la paz global y el bienestar económico, un mundo en el que los adolescentes son libres de quedarse despiertos hasta tarde en la noche para dedicarse a las artes. Al final de la semana, en el final de la historia, ella toca con su banda de rock'n'roll en el club juvenil del Danubio. Cuando termina su repertorio, camina hacia la orilla del río, el mismo lugar donde conoció a sus amigos alienígenas y mira hacia la Vía Láctea que divide el cielo por la mitad.

    Las poblaciones de aves tardaron años en regresar a la ciudad: primero las palomas, que anidaban en agujeros de metralla y luego, por fin, las bandadas de aves migratorias volvieron a poner a Borovo en su mapa.

    Tuve que hacer algunas visitas más desde Belgrado a Borovo para poder caminar tranquilamente por mi antigua ciudad natal. La mayor parte de la exuberante vegetación de la ciudad había sobrevivido y florecido de nuevo. Yo caminaba hasta el Danubio, lo único que se veía, sentía y olía igual que antes de la guerra, profundo, rodando (hacia el Mar Negro, cientos de kilómetros río abajo), indiferente ante nuestra estupidez y maldad humanas. El Danubio, nombrado por la gente, utilizado por la gente, pero fríamente independiente de ellos. En cualquier época del año me sentaba junto al agua solo para inhalar profundamente su olor: vida y muerte de animales y humanos, todo lo que llueve en el río, comenzando con la nieve derretida en Alemania, y todo el camino a través de Europa Central. Un vago sabor salado me hacía cosquillas en la nariz como para recordarme que antes del río, su valle y su gente, solía haber un mar, y tal vez algún día lo vuelva a haber.

    En Chicago, en el radio que abarca la UIC, una cadencia de topónimos urbanos suena como un estribillo familiar: Little Italy, Pilsen, Chinatown, Greektown, Maxwell Street, South Loop, West Loop, etc. Obstinadamente llamo a Pilsen mi casa, como si no fuera temporal, como si no fuera una semiintrusa en su mosaico de clase trabajadora yuppie, nativa e inmigrante. Aquí aparecen grafitis por la mañana y desaparecen de la noche a la mañana, y me imagino una caricatura en la que el regordete barrigón y vestido de traje persigue a jóvenes etiquetadores que se afeitan la cabeza, salvo por un parche en la espalda. La credibilidad de un niño crece (de nuevo, imagino yo) centímetro a centímetro junto con el mechón de pelo que le cae por el cuello.

    A veces aún fantaseo sobre cómo habría resultado mi vida si hubiera habido paz en 1991 y más allá. Sé que las personas que no fueron desplazadas debido a la guerra, sino que simplemente se mudaron de un lugar a otro por voluntad propia incluso más que por necesidad, también fantasean con sus historias personales alternativas.

    Aquí está la mía.

    Permíteme asumir por un segundo que Yugoslavia nunca se separó y nunca hubo una guerra en la década de 1990. No iré tan lejos como en ese viejo cuento mío ni me imaginaré a unos extraterrestres creando una utopía al evitar el ascenso de Napoleón o algo así. Permíteme asumir que las guerras de la década de 1990 se evitaron con éxito y que Yugoslavia nunca se separó.

    Todas las fábricas de mi pequeña ciudad natal de Vukovar/Borovo Naselje siguieron funcionando. En la historia alternativa, no importa si la economía es socialista o capitalista ni si es una mezcla de las dos, o tal vez es un ismo completamente nuevo; lo único que importa es que las cosas funcionan de manera simple y precisa, como en el barrio de Mr.Rogers o en el jardín de infancia de Branko Kockica. Todos mantenemos nuestros trabajos y planes de pensiones y la crisis económica es cosa del pasado. Asisto a la universidad desde el 92 hasta el 96, en una de las varias universidades del país, con especialización en literatura, especialización en estudios de mujeres y, mientras tanto, domino el inglés y algunos otros idiomas extranjeros. Al graduarme, regreso a Borovo donde consigo trabajo como traductora en el departamento de importación-exportación de la fábrica de Borovo, la misma fábrica que dio empleo a mis abuelos y a mis padres. O, más probablemente, consigo un trabajo como profesora en una de las escuelas de la zona. Con la población en aumento, se construyen nuevas escuelas para acomodar a todos los niños y, por tanto, se necesitan más y más profesores. Realizo pagos regulares para mi automóvil y mi apartamento. Conozco a un buen hombre.

    Salimos por un tiempo. Realizamos viajes a los parques nacionales que preservan los vírgenes terrenos pantanosos o las cascadas en las áreas continentales o en las solitarias playas del Adriático. A veces viajamos al extranjero y siempre regresamos con fotos, videos, recuerdos y otros símbolos extranjeros en miniatura.

    Por supuesto, escribo mucho en mi tiempo libre y publico cuando y donde puedo, y tomo un papel activo en la organización de la vida cultural y el entretenimiento local en Borovo Naselje, en Vukovar y sus alrededores. Tengo un grupito de amigos con intereses similares a los míos y una gran red de conocidos, vecinos y familiares. En algún momento, mi pareja y yo nos relajamos un poco y comenzamos a criar nuestra propia familia. Los abuelos están ahí para ayudar. Ahí es donde termina mi fantasía. En realidad, no envejezco ni muero en mi fantasía, quiero decir, ¿qué historia de vida alternativa se desarrolla tan lejos en el futuro?

    Tuve una fantasía ligeramente diferente cuando tenía nueve años, en el otoño de 1983, aproximadamente cuando Michael Jackson debutó con su caminata lunar y pusieron E.T. de Spielberg en el cine local (las películas estadounidenses se estrenaban en Borovo Naselje generalmente casi un año después de, digamos, en Los Ángeles). Recuerdo que soñé despierta en la mesa del comedor una tarde, tratando de imaginar cómo sería el año 2000 y cómo sería yo en ese gran momento decisivo de año. Puede que me hubiera inspirado un capítulo de mi libro de texto de estudios sociales de cuarto grado, un capítulo que describía e ilustraba cómo sería la vida cotidiana en el siglo XXI. La única predicción que me llamó la atención, tanto que aún la recuerdo, fue sobre la forma futurista de comprar.

    La ilustración mostraba a una mujer frente a un teclado y un monitor.

    El capítulo de ía que las personas de principios del siglo XXI podrían comprar cualquier cosa que quisieran desde sus hogares, utilizando sus propios ordenadores para hacer compras. Yo no podía entender ese concepto, pero esperaba que se hiciera realidad lo antes posible: mi tarea más odiada era ir a la panadería o a la tienda de la esquina a buscar una o dos cosas, como leche, pan, cigarrillos o cualquier otra cosa que mis padres pudieran necesitar en un día cualquiera. Por alguna razón desconcertante, me sentía avergonzada frente a las vendedoras (y la mayoría de ellas eran damas, había muy pocos vendedores).

    "Pero ¿y si cometo un error?, todos se burlarán de mí," discutía y suplicaba yo para desconcierto de todos.

    Así que las compras futuristas que no involucraban el contacto humano me atraían cuando era niña, y eso me parecía tan de ciencia ficción que tuve que preguntarme qué más, más realista, podría estar sucediendo en el año 2000, el año en que soy una mujer adulta, ya en mis veintiséis años. Es un brillante día de primavera. Estoy en la calle con mis dos hijos pequeños, uno a mi izquierda y otro a mi derecha. Sostengo sus manitas. Estamos en Borovo Naselje, pero el barrio ahora es más grande, con calles anchas y concurridas, con pasos elevados, pasos inferiores, puentes y túneles. Soy una profesional de alguna clase, vestida con un traje poderoso y tacones de aguja. Soy una detective encubierta a lo Cagney o Lacy, o una reportera a lo Lois Lane; en mi mente de 9 años, no hay diferencia entre el dúo de detectives feministas y la compañera de Superman. Mis hijos (no los veo claramente en mi fantasía, ni siquiera sé qué visten ni cuáles son sus géneros) miran hacia el cielo. Podemos ver el lanzamiento de una nave espacial desde una estación de lanzamiento local. Después de todo, estamos en el año 2000 y Vukovar no solo tiene barcos de carga y yates turísticos en el puerto, también tiene naves espaciales en la estación de lanzamiento.

    Ahora volvamos a la realidad.

    En el año 2000, yo no era ni madre de dos hijos ni profesional de ninguna clase. Vukovar no era una ciudad saludable, sus edificios no estaban completos, mis padres no tenían empleo, Yugoslavia no existía y las naves espaciales no se lanzaban a ninguna parte. Aunque sí me encontraba en una extraña versión del futuro imaginado, en Hannover, la ciudad sede de la Expo 2000, la primera Feria Mundial del nuevo milenio. El tema fue "Hombre, naturaleza, tecnología." Kraftwerk recibió el encargo de escribir y componer la canción para la feria. Y lo hicieron titulándola "Expo 2000," que habría sido un título perfecto para uno de sus álbumes en la década de 1970, y la canción era genial, pero estancada en el pasado. "Hombre, naturaleza, tecnología," canta el codificador de voz, y "Mensch, Nature, Technik," mientras los sintetizadores tejen su fría red digital. Las imágenes de Europa occidental en el cambio de milenio se superponen con mis recuerdos de las vacaciones de invierno que pasé viendo documentales científicos a principios de los 80, que siempre parecían tener la banda sonora de Kraftwerk.

    El programa de posgrado al que asistí en Hannover fue concebido como una contraparte académica exclusiva para mujeres de la Feria Mundial. Éramos unas 900, la mayoría en Hannover, pero también en Bremen y Hamburgo. El programa se tituló “Tecnología y cultura” (lamentablemente, no lo acompañaba una canción de Kraftwerk), y yo era parte del Cuerpo del Área del Proyecto de 300 mujeres y, dentro de él, del subgrupo de arte de diez miembros. Mi grupo tenía mujeres de Alemania, Bangladesh, Turquía, Papua Nueva Guinea, Australia, Grecia, Croacia y Sudáfrica, y todos los demás grupos quedaron así constituidos: unos pocos alemanes y una muestra representativa del Primer, Segundo y Tercer Mundo. Esto nunca volverá a suceder en nuestras vidas y nosotras lo sabíamos incluso en aquel entonces.

    Dentro de nuestro grupo de diez artistas, formamos grupos aún más pequeños para colaborar en proyectos específicos, y el mío se llamaba Moist Verbs. Una bailarína de Australia, una cantautora de Alemania y yo, una poetisa de la antigua Yugoslavia. Hicimos tres espectáculos en tres meses. En el primero, la bailarina bailó, la cantante cantó y yo hice un sketch de comedia, una parodia de una charla de teoría feminista salpicada de referencias a Derrida, Foucault y Žižek, con algunos gráficos e ilustraciones proyectadas en el techo. En el segundo espectáculo de Moist Verbs, la bailarína hizo claqué, las tres cantamos y la cantante y yo tocamos la guitarra. Para la tercera y última actuación, echamos todo lo que teníamos. Las tres bailamos, nadie cantó y cada una representó escenas, monólogos y versos.

    Todos los días caminábamos por las calles de Hannover y gastábamos nuestros estipendios en comida y vino. Hannover era una ciudad multiétnica con europeos del este, turcos, habitantes del Medio Oriente, africanos y asiáticos que vivían entre los alemanes. No pasaba nada, pero se sabía que la policía acosaba a aquellos que no podían pasar por alemanes blancos tras un perfil racial superficial. La ciudad funcionaba, pero se notaban tensiones. En mis interacciones diarias con los hannoverianos, a menudo hablaba con los turcos que tenían pequeñas empresas que yo frecuentaba, quienes pensaban que yo también era turca o que definitivamente sabían que no era alemana. Hablábamos en una especie de mezcla de alemán que ya no puedo reproducir aunque lo intente, todo eso se me ha olvidado. Los activistas de Hannover organizaron una marcha contra el racismo, a la que nos unimos muchos de los estudiantes del programa “Tecnología y cultura."

    En algún momento, decidí aceptar la invitación de algunos amigos daneses e ir a visitarlos a Dinamarca. Yo necesitaba una visa para viajar, pero un consulado danés estaba a poca distancia de donde vivía en Hannover, así que pensé en darle una oportunidad.

    Hannover fue una de las ciudades alemanas más bombardeadas en la Segunda Guerra Mundial. Había un antiguo corazón de la ciudad muy pequeño, cuidadosamente restaurado, y todo lo demás fue construido recientemente después de la guerra. Habían renovado su transporte público para la Expo, por lo que ahora se basaba en el sistema de tren ligero rápido, cómodo y eficiente, y construyeron una nueva estación principal de trenes. Algunos de los parques de la ciudad eran enormes y estaban cerca del centro, y yo no podía evitar pensar que alguna vez fueron manzanas de la ciudad, pobladas por personas que terminaron muriendo de algunas de las horribles formas ideadas y ejecutadas durante la Segunda Guerra Mundial.

    Pero han pasado cinco décadas y media desde entonces, y mentiría si dijera que en realidad sentía una presencia fantasmal. El tiempo siguió avanzando.

    El consulado danés estaba en uno de los edificios de oficinas ubicados en el centro. Yo seguí las instrucciones que había encontrado en Internet y caminé hacia allí y subí las escaleras hasta una puerta de vidrio. Eché un vistazo al interior y vi a una pequeña dama de mediana edad, de aspecto oficial, sentada detrás de un escritorio, hablando con una familia de tres: una esposa, un esposo y una hija adolescente. Podía escuchar a la señora detrás del escritorio diciéndole a la familia:

    “Lo siento, no emitimos visas en este consulado. Tienes que ir al de Hamburgo."

    Pronto la familia salió, luciendo exacerbada, pero también resignada en cierto modo. Entré yo y le pregunté a la funcionaria:

    "¿Emiten visas danesas aquí?"

    La dama dijo que sí.

    Tal vez escuché mal lo que le dijo a la familia, pensé para mis adentros, así que procedí con el procedimiento. Me ocupé de llenar el formulario, pidiendo aclaraciones de vez en cuando, y la señora las proporcionó fácilmente. Ella fue muy amigable, charlando conmigo mientras copiaba páginas de mi pasaporte y de mi formulario. Me dijo que volviera a recoger la visa en dos semanas y tuve un buen presentimiento sobre mi futuro viaje a Dinamarca.

    Decidí comprar algunos alimentos de camino a casa. Caminaba rápido hacia el supermercado cuando me di cuenta de que, involuntariamente, estaba alcanzando a la familia que había salido del consulado justo antes que yo. Aún tenía curiosidad por saber qué había sucedido. ¿De verdad había oído correctamente lo que la señora les había dicho?

    “Disculpen,” dije mientras caminaba dentro del alcance auditivo, y ellos se dieron la vuelta y se detuvieron. Era obvio que me reconocieron, así que dejé salir mi naturaleza entrometida.

    "¿Han intentado solicitar la visa danesa en el consulado?" Les pregunté.

    Confirmaron que sí, pero que la funcionaria les había dicho que tenían que ir a Hamburgo a buscarlas. El esposo dijo:

    "Pero acabamos de regresar de Hamburgo y nos dijeron que teníamos que ir a Hannover."

    El padre, que era blanco, explicó que era suizo, por lo que no necesitaba la visa danesa, pero que su esposa y su hija no eran ciudadanas de la UE, por lo que la necesitaban. La esposa y la hija no especificaron de dónde eran, como si su apariencia de Asia oriental lo explicara todo.

    “Escuché lo que la mujer les dijo. Pero aceptan solicitudes de visa allí, yo acabo de entregar la mía."

    Ahora no solo era entrometida, sino que estaba convencida de que la mujer del consulado los había rechazado porque eran asiáticos. La familia me explicó que la niña se iba a la universidad en Suecia y que ella y su madre ya habían obtenido visas suecas. Solo necesitaban las visas de tránsito para Dinamarca, ya que los tres viajaban a Suecia con las cosas de la niña. Discutimos la posibilidad de que la burocracia estuviera configurada de manera que el consulado en Hamburgo emitiera solo visas de tránsito y que sus visas de turista se emitían en Hannover. Pero eso no tenía sentido.

    “Tal vez puedan quejarse a alguien más alto, probablemente ella les mintió," dije, y mi paranoia encontró una audiencia bienvenida en esta familia. Pronto me dieron las gracias, se fueron por su camino y yo me fui por el mío.

    Dos semanas después, me enteré. Mi solicitud de visa fue denegada. Mis amigos daneses intentaron llegar hasta los altos mandos para tratar de revertir la decisión. Hicieron llamadas telefónicas, se quejaron y exigieron una explicación. Se me ocurrió una cosa: quizá era la primera vez que ellos no obtenían lo que querían del estado. Algunos funcionarios de más alto rango movieron algunos hilos para que la burocracia volviera a hojear las páginas fotocopiadas de mi pasaporte y el formulario autobiográfico que rellené, y se tomó la decisión final: la denegación definitiva.

    La explicación que obtuvieron mis amigos daneses fue: "Se mudan demasiado."

    Si me mudaban tanto, ¿cuál era el peligro para Dinamarca, por qué era tan indeseable un vagabundo que se iba a mudar a otro lugar después de Dinamarca? Tal vez fue la dirección de mi "mudanza" lo que les molestaba, según consta en mi pasaporte: desde Belgrado un poco al norte hasta Budapest, luego un poco al noroeste hasta Praga, luego un poco más al noroeste hasta Hannover. Tal vez todo el tiempo me dirigía lenta e insidiosamente a la Tierra Prometida de Dinamarca.

    Desde donde yo me encontraba, parecía que, en lo que respectaba a la burocracia danesa, había varios tipos de extranjeros invadiendo sus fronteras. ¿Asiáticos? Que hagan ping-pong entre Hamburgo y Hannover hasta que se rindan.

    ¿Una chica de Europa del Este con vaqueros baratos y un suéter que no le queda bien? Deja que la solicite, cóbrale la tasa y deniégale la visa al final. Tal vez habría sido diferente si hubiera ido a la oficina con un traje poderoso y tacones de aguja, arreglada como una detective de televisión o la compañera de Superman.

    Un pie de nieve se había acumulado en Borovo Naselje durante la víspera de Navidad y el día de Navidad de 2007 mientras visitaba mi ciudad natal por primera vez desde que me mudé a Chicago. En la profunda quietud de la mitad de la población, mitad ciudad fantasma, la tracción de mis suelas de goma sobre la chirriante nieve fue el sonido más fuerte durante bloques y bloques. Después de un día despejado, la niebla se estaba asentando y el río y el aire sobre este eran de un color púrpura metálico en el crepúsculo. Pisé el terraplén y me quedé completamente quieta.

    Observé el panorama familiar que se extendía ante mí. Hay varias formas de llegar desde y hacia el Danubio, desde y hacia cualquier punto de Borovo Naselje. Ciertamente hay desvíos, pero nunca se tarda más de media hora en llegar de un punto A a un punto B de la ciudad. De pie en el terraplén, recordando cómo eran los inviernos de hacía veinte o más años (patinando sobre hielo en calles heladas pero bien iluminadas; deslizándome en trineo por una colina artificial; el olor a guantes secándose en el radiador), lo único que podía escuchar era el silencio durante minutos, hasta que este fue interrumpido por el débil canto de los patos en las marismas más allá de la otra orilla. Río arriba estaba Borovo Selo, el antiguo pueblo en pie desde mucho antes de que aparecieran la fábrica de zapatos y la ciudad de los trabajadores en la década de 1930 y que tomó prestado su nombre. Río abajo, un poco más allá de la fábrica, vi el horizonte familiar de Vukovar: el puerto, los rascacielos frente al río, la iglesia parroquial de San Felipe y San Jacobo en una de las colinas, la Torre del Agua en forma de embudo. Más allá de la Torre del Agua estaban los viñedos y el parque Vučedol entre ellos junto al río, albergando su arqueología neolítica. La ciudad antigua es donde nací, es donde estaba mi escuela secundaria, así como el teatro donde incluso actué más de una vez como drag (durante mi etapa más juvenil). Así que afirmo que Vukovar, casi tanto como Borovo Naselje, es mi hogar, con sus capas de prehistoria, antigüedad, edad media, época moderna temprana, moderna tardía y posmoderna, apocalipsis y postapocalipsis. Pero Borovo Naselje es especial: es un experimento de modernidad. O lo fue. Ahora es un museo de la modernidad que hace tic-tac con respiración jadeante, eternamente "sub-reconstruido." Están reconstruyendo las áreas residenciales, pero la fábrica, el corazón del vecindario, la ciudad, y la región que alguna vez fue palpitante, apenas funciona, está completamente vacía, inutilizable en las turbias aguas de la "transición," el incompleto hermano de Europa del Este del ya sombrío neoliberalismo que gobierna el mundo.

    Y ahora soy una exposición de museo aislada de su contexto y, por tanto, completamente irreconocible como tal, pero que sigue recorriendo el mundo. Actualmente estoy cedida en la ciudad de Chicago. He vivido en tres metrópolis de Europa del Este y he visitado docenas de ciudades más grandes o más pequeñas en los llamados mundos viejo y nuevo.

    No tengo coche y no he aprendido a conducir, por lo que aún solo experimento paisajes urbanos a través del transporte público o desde el asiento del pasajero o trasero de los coches de otras personas, o sobre dos ruedas o a pie. Y en todas partes, desde el Puente Granville de Vancouver hasta los canales de Utrecht, desde el St. Mark's Place en Nueva York, hasta la Staré Mĕsto de Praga, hay momentos en los que mi mente proyecta imágenes de Borovo de antes de la guerra en el paisaje que me rodea. Eso es especialmente fácil de hacer aquí en el Pilsen de Chicago, ya que reconozco a la gente de clase trabajadora en este vecindario, muchos de ellos extranjeros como yo que salen a pasear al aire libre durante los primeros días cálidos y organizan fiestas en la calle hasta que las olas de frío se vuelven frecuentes y brutales. Veo abuelitas monitoreando a los niños que convierten las calles en su patio de recreo, y todas las generaciones intermedias también están alrededor. Veo hombres bebiendo en las calles, ebrios pero inofensivos, como los borrachos al otro lado de la calle de nuestro último apartamento de antes de la guerra. Me siento cómoda al observar las viejas fábricas y almacenes desde el asiento en el autobús. Detecto capas de historia en los edificios con inscripciones checas más antiguas y murales mexicanos más nuevos por los que paso en mi bicicleta. En algunos acentos españoles escucho la síncopa de la vieja inflexión de Borovo Naselje. Lo admito: grabo partes de mi ciudad en mi mapa de Chicago mientras recorro esta ciudad estadounidense de arriba a abajo. Esa es mi mejor oportunidad para volver a casa, seguir adelante y llegar siempre a un hogar diferente.

Recuerdo de [Estado] #6

    Comentarios:

    Otra cosa que se me quedó grabada es cuando íbamos a salir por la noche para escuchar música en directo, hablar de música y arte o lo que sea y soñar nuestros pequeños sueños, cuando de repente un puñado de policías irrumpía y asaltaba el lugar, multiplicando nuestro sueños por cero. Daban unas bofetadas a unos cuantos y les pedían la identificación a todo el mundo. La mayoría de la gente vivía a pocos metros del club, pero necesitaban ser identificados por un policía.

    Me vi envuelto en la guerra en 19__ cuando dos de mis amigos murieron, mientras yo tuve la suerte de sobrevivir y huir.

    Ahora vivo en [Ciudad Occidenta]. He visto que el mundo se está “volviendo más pequeño” en muchos aspectos y ya no hay razón para odiarnos o pelearnos entre nosotros. Las personas civilizadas compiten, no chocan entre sí.

Barrios de poesía

    Bucle hasta Pilsen, durante una década en el siglo XXI.

    Viajando en la Pink Line desde el centro de Chicago hasta mi barrio de Pilsen, me senté detrás de dos adolescentes, un chico y una chica que intercambiaban cuadernos de composición llenos de toscos dibujos inspirados en el manga, y versos, tal vez letras de canciones, tal vez poemas. Yo regresaba de un ensayo de banda seguido de un largo paseo por las calles más verdes del barrio de Lincoln Park. Entre el acomodado Lincoln Park y la clase trabajadora de Pilsen, primero los trenes de la Brown Line y luego de la Pink Line, tronaban sobre las concurridas carreteras y calles. Las vistas de torres de acero y vidrio a lo largo del lago en una brillante tarde de junio hacían que pareciera que las vías estuvieran a kilómetros encima del suelo. No me sorprendería que el chico, la chica y yo no fuéramos los únicos que pensábamos en poesía en ese momento.

    Pienso en Branko Miljković, un trágico poeta yugoslavo de mediados del siglo XX, el tipo de poeta en el que te metes cuando eres un adolescente angustiado. Una vez traduje al inglés su poema más famoso solo para ver cómo sonaría en otro idioma, despojado de todo el bagaje que lleva en su contexto yugoslavo original. Yo sabía que había sido traducido antes, pero quería probar mi propia mano.

    Todo el mundo escribirá poesía

    el sueño es una verdad olvidada de antaño

    que ya nadie puede verificar

    ahora las tierras extranjeras cantan como el mar y la ansiedad el este está al oeste del oeste movimiento de falsificaciones lo más rápido ahora la sabiduría canta con los pájaros de mi enfermedad olvidada una flor entre las cenizas y el olor los que se niegan a sobrevivir al amor

    y amantes que hacen retroceder el tiempo

    el olor del jardín que la tierra ya no reconoce y la tierra que permanece fiel hasta la muerte ya que el mundo no es el único cuidado del sol sino un día

    el sol estará donde el corazón solía estar el habla humana no contendrá palabras

    que el verso desautorizará

    todo el mundo escribirá poesía

    la verdad adornará todas las palabras

    donde el verso está en su máxima expresión

    el que cantó el primero se retirará y dejará el verso al resto

    Acepto el gran pensamiento de la poética del futuro: un hombre infeliz no puede ser poeta

    Asumo sobre mí el juicio de esa turba cantora incipiente: suena una nueva canción o la tormenta sonará en sus oídos, pero:

    ¿Sabrá cantar la libertad?

    la forma en que los esclavos le cantaban alabanzas

    —Branko Miljković, 1960

    Traduje el poema, pero no estoy completamente segura de si Miljković cree que sea bueno que todos escriban poesía. ¿Será buena toda la poesía cuando todo el mundo empiece a escribirla?

    Buena o mala, en cafeterías y bares de Chicago, grupos de personajes se encuentran a diario y hablan, cantan o rapean sus versos; todo el mundo escribe poesía ya, al parecer, aunque la utopía está lejos y en retroceso.

    En el verano de 2009, el micrófono abierto del Café Mestizo y una congregación pentecostal al otro lado de la calle empezaban cada uno a las ocho. Cada escenario hablaba en sus propias lenguas y la gente bailaba, se movía y cantaba. En el Café Mestizo podíamos asomarnos a través de las puertas abiertas de la iglesia: luces brillantes en el techo, filas de sillas rojas de plástico para picnic. Podían echar un vistazo al interior del café en penumbra y ver los muebles y la iluminación que podrían haberse reunido en los callejones: no había dos sillas iguales, no había dos lámparas iguales, excepto aquellas a las que les faltaban las cortinas, parecidas a extraños desnudos cubistas. A las diez en punto, tanto el micrófono abierto del Café Mestizo como el servicio de la iglesia pentecostal terminaban, sin cruce entre los dos, aparte de personas que llevaban guitarras en estuches, rozándose entre sí.

    Calle Karl Marx, 1988-1990.

    Fue poco después de leer algo de Miljković que comencé a escribir mi propia poesía en verso libre que fuese diferente de los cuartetos o pareados rimados serios o tontos que había estado escribiendo hasta entonces. No entendía la mayor parte de Miljković, pero creo que me atrajeron las imágenes oscuras, la angustia y el ritmo irregular. Cuando leí "Todos escribirán poesía," no estaba segura (y aún me lo pregunto) qué quiso decir Miljković con las primeras líneas: "el sueño es una verdad olvidada de antaño / que ya nadie puede verificar." En este vago registro de desilusión, "el sueño" podría referirse a la ambición del poeta de lograr algún dominio del Parnaso cuando su habilidad, emoción y conciencia se fusionan. Ahora sé que Miljković y sus amigos eran llamados neosimbolistas, y que amaban la poesía antigua, romántica y surrealista por igual, pero no tenían ningún uso para los movimientos socialistas realistas y proletarios transcurridos, así que tal vez "el sueño" se refiere a las generaciones mayores que 'luchan por crear poesía obrera."

    Yo tenía catorce años cuando aparecieron dos poemas míos en una antología de poemas escolares sobre Dudik, el lugar de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial en mi ciudad natal. No tengo una copia de la antología, pero recuerdo que uno de mis poemas mencionaba "un camino a la muerte" y que había "muchos términos populares para la gente malvada," pero no mencionaba quién era esa gente malvada ni tales términos. El poeta de Sarajevo Duško Trifunović, también un exitoso letrista de algunos actos de pop y rock en las décadas de 1970 y 1980, editó la antología y escribió en su introducción, contundente pero veraz, que se trataba de poemas que los chicos escribían como asignaciones de sus profesores, pero también mencionó que podía saber que algunos de estos chicos continuarían escribiendo poesía por su propia necesidad y don.

    Cuando yo tenía veintiún años, una revista legítima llamada Reč (Palabra), de la anti-Milošević Radio B-92 en Belgrado, presentó algunos de mis poemas. Yo había escrito uno de ellos a los dieciséis años, en vísperas de la guerra, aunque no sabía que la guerra estaba en camino.

    Ese poema se titulaba "Delfín." Mencionaba el árbol de hojas de un rojo intenso que crecía frente a la ventana de la habitación que yo compartía con mi hermano en el apartamento de mis padres en la calle Karl Marx.

    El poema no menciona a los borrachos entrando y saliendo de la Taberna “Grmeč” al otro lado de la calle. El poema continuaba sobre que el árbol volvería a florecer y que, tal vez, los chicos dejarían de aprender a ser crueles. El orador del poema dice que ella es un delfín que romperá el acuario que la atrapa y que convertirá toda la ciudad en un mar.

    Una casa en Bosnia, 1992-1995.

    A veces no estoy segura de si "Todos escribirán poesía" predice el brillante futuro del inminente telos comunista realizado o alguna distopía en su lugar. No es una distopía de ciencia ficción, obviamente, sino más bien el trágico descarrilamiento de una promesa revolucionaria. ¿Es algo bueno que "un día / el sol estará donde solía estar el corazón"? ¿Sol, una enorme roca ardiente sin compasión humana? En cualquier caso, Branko se suicidó tres décadas antes de que Yugoslavia se desintegrara y se desatara el infierno.

    Conocí a un tipo que estaba luchando en la última guerra en Bosnia cuando él apenas había pasado de la adolescencia. En algún momento, se encontraba escondido en una casa, cerca de la aldea de sus abuelos, durante semanas después de encontrar a su padre asesinado. Tuvo que enterrar a su padre él mismo. La casa estaba casi vacía de muebles, ya que casi todo lo que se podía transportar había sido saqueado, y solo había un libro allí: un ejemplar de la Biblia, que él procedió a leer de cabo a rabo del tirón para olvídarse del miedo y el dolor. Él casi esperaba morir en cualquier momento, y fue un milagro que no lo encontraran y lo asesinaran también. Él cree que Dios y Jesús tuvieron algo que ver con su supervivencia y, de hecho, con que se mantuviera cuerdo dadas las circunstancias. Tal vez sea así. Encontró a Dios de esa manera, aunque fue criado como ateo. Pero ¿se habría convertido sin el acto de leer, sin haber encontrado los accidentales y deliberados momentos de la poesía en ese texto religioso? ¿Atraería la religión a más gente si estuviera escrita en el lenguaje de las matemáticas? Este tipo no se convirtió en predicador, se convirtió en artista y pintor.

    “Todo el mundo escribirá poesía," y todos esos liberados con bolígrafos en la mano incluso cantarán sus versos, todos alegres y, como tales, impacientes con los miserables poetas del pasado. Y ese curioso pareado final: ¿será la vida en la utopía tan buena como la pinta nuestra imaginación? Lo más probable es que Miljković estuviera pensando en su propio presente confuso, tanto en Yugoslavia (el "paraíso" de los trabajadores) como en los nuevos estados independientes que se deshacen de las cadenas coloniales en África y Asia. Allí está, preparado a mediados del siglo XX, y masas de personas en todo el mundo recibiendo alfabetización primero, luego voz política y luego vendrá la voz lírica.

    Y si se refería a su presente, ¿tiene el poema algún significado en el inglés estadounidense del siglo XXI? Quiero responder, pero una parte de mí aún está en Belgrado en el siglo XX.

    Tranvía número dos, mediados de la década de 1990.

    Hay un área de Belgrado que llaman "Krug Dvojke," que lleva el nombre de la ruta del tranvía número 2. El tranvía no tiene terminales, pero circula por el centro desde la mañana hasta la noche. Por la ruta del tranvía hay numerosas instituciones culturales, algunas de las boutiques más elegantes, propiedades inmobiliarias de alto precio y direcciones que algunos ven como la única área que un Belgradiense que se precie llamaría hogar. Pero, tal y como lo define un diccionario wiki de jerga, "Krug Dvojke" es también "una forma en que un clochard y una persona sin hogar pasan una buena parte del día durante el invierno en un lugar cálido y seco por el precio de una miserable tarifa de tranvía." Y así, como en los núcleos de todas las ciudades europeas, aquí es donde viven los más pobres y los más ricos de la ciudad o, al menos, donde viajan en paz en los mismos tranvías uno al lado del otro. A pocos pasos de una elegante boutique hay un vendedor ambulante con una caja de cartón a modo de puesto improvisado y una selección de hilos baratos.

    Dentro de "Krug Dvojke," Dorćol es uno de los barrios más antiguos. Su nombre es turco y, típico de Belgrado, su historia es de destrucciones y reconstrucciones, cada época dispar deja atrás uno o dos artefactos, pero todos ellos se mezclan en el desmoronamiento familiar de las fachadas del barrio. Fiel a su estilo, el edificio en Dorćol, donde se ubicaba el Centro de Estudios de la Mujer a mediados de la década de 1990, terminó demolido y luego completamente reconstruido durante el cambio de milenio.

    Alrededor de junio de 1995, obtuve un certificado del Centro de Estudios de la Mujer de Belgrado, y luego resultó que el año que había pasado asistiendo a esas clases tendría más que ver con la futura trayectoria de mi vida adulta que con mis cinco años en la escuela acreditada a la antigua Universidad de Belgrado. Primero, una profesora del Centro de Estudios de la Mujer me habló de una escuela de posgrado en Budapest que les daba a sus estudiantes post-yugoslavas y post-soviéticas matrículas gratuitas y pequeñas becas. Una vez en Budapest, me enteré de los programas de escritura creativa de EE.UU., que me llevaron a Carolina del Norte y finalmente a Chicago, donde escribo esto con no uno, sino tres títulos de posgrado en la mano.

    El Centro de Estudios de la Mujer estaba ubicado en un edificio de apartamentos anterior a la Segunda Guerra Mundial, un largo viaje en tranvía desde donde yo vivía. Yo era demasiado joven, demasiado inculta y demasiado refugiada para formar parte de ese círculo intelectual y activista, pero cuando un periodista nos entrevistó a los estudiantes, proclamé que no solo era feminista, sino que mis abuelas y mi madre apoyaban mi política. Y entonces esa declaración fue impresa, junto con mi nombre, en uno de los diarios de mayor distribución del país. El periódico con ese artículo y con mi cita llegó incluso a la aldea de Bosnia donde vivían algunos miembros de mi extensa familia, y se dice que se sorprendieron de que “Snežana fuera lesbiana y que su madre y su abuela la apoyaran en ese estilo de vida." Nunca me molesté en buscar el periódico en cuestión, así que no sé si me citaron mal o si la extensa familia simplemente confundió "feminista" con "lesbiana."

    No tengo ni idea de en qué dirección se inclinó Branko Miljković, pero me pregunto, ¿y si resulta que era un hombre gay que vivió en el momento y lugar en que no había nadie fuera del armario? Heterosexual o gay, imagino que podría haber estado entre los poetas y artistas gays, consciente de la ironía de que la revolución obrera no implicaba una revolución de burguesas e hipócritas normas sexuales.

    Las metáforas se amontonan en medio de la primera estrofa de “Todos escribirán poesía” y se niegan a ser desempaquetadas: ahora la sabiduría canta con los pájaros de mi descuidada enfermedad una flor entre las cenizas y el olor de los que se niegan a sobrevivir al amor y a los amantes.

    La vez que vi a Allen Ginsberg leer en Belgrado, creo que fue a finales de 1992. Yo había leído algo de Ginsberg, parte del original, porque había desarrollado el hábito de ir a la pequeña biblioteca del American Cultural Center, pero esa institución no organizó la lectura, fue en Dom Omladine. Incluso en la década de 1990, Belgrado tenía una escena artística y musical en un salvavidas, aunque no era necesariamente animada. Muchos de los que participaron en diversas protestas contra el régimen de Milosevic se presentaron en Dom Omladine para escuchar a Ginsberg leer sus poemas, cantar, recitar y hablar sobre los generales belicistas, tan sexualmente reprimidos que libraban guerras para estar rodeados únicamente de hombres jóvenes. Los medios de comunicación del régimen advirtieron a la gente de que no fueran a ver al "poeta homosexual enemigo de Serbia," pero la intimidación no funcionó. Además, todos sabían que no iba a pasar nada por asistir porque Belgrado, y “Krug Dvojke” en particular, eran áreas designadas para algún tipo de libertad de expresión. Sin embargo, Serbia no era una parada rutinaria en el itinerario ni siquiera de uno de los más inquietos poetas del momento.

    Dentro de "Krug Dvojke" ves edificios de todos los capítulos del pasado de la ciudad, aunque la mayoría de ellos de los siglos XIX y XX, y en su mayoría fuera de servicio y sin un plan maestro, edificios que no deberían estar al lado uno al lado del otro, pero en Belgrado lo están y, de alguna manera, eso funciona. Dom Omladine se encuentra en una concurrida esquina con autobuses y tranvías recorriendo ambas calles, un edificio diseñado y construido como un espacio de arte y cultura para la juventud de Belgrado durante los años sesenta. Contiene mucha acción en sus dos plantas: una biblioteca, una galería, un bar, un cine, un lugar para espectáculos en directo y un auditorio para lecturas, conferencias y debates. Artistas, literatos, músicos, periodistas y estudiantes universitarios se mezclan allí todos los días hasta la noche.

    Yo llegué temprano a la lectura para vencer a la multitud, y encontré un asiento con una buena vista del pequeño escenario, con una mesa y algunos micrófonos. Recuerdo que era una especie de habitación de caja negra, y que todos parecíamos habernos vestido de negro o de lúgubres colores oscuros, incluidos Ginsberg, su traductor y los actores que leían las traducciones serbocroatas de los poemas. Ginsberg tenía su fiel armonio sobre la mesa frente a él. Antes de que todo comenzara, entraron una mujer y un hombre con esas túnicas Hare Krishna de color amarillo dorado, cada uno con coronas de flores; no de loto, porque ¿dónde iban a encontrar flores de loto en Belgrado a fines del otoño de 1992?, sino rosas, claveles, margaritas, lirios amarillos.

    Visualmente, eso es lo que recuerdo: ver a la pareja Hare Krishna Technicolor regalando flores a Ginsberg y compañía, ante el fondo de paredes y mesas negras, observada por un auditorio de rostros pálidos vestidos de negro, marrón y gris.

    Campus de la UNC-Wilmington, 2005.

    Hay un poema que escribió Branko Miljković que sostiene, creo, que los poetas usan metáforas para ocultar lo que temen decir directamente (mi traducción):

    Una crítica de la metáfora

    Dos palabras a punto de ser tocadas

    Y de evaporarse en un significado desconocido

    Que no tiene nada que ver con ellas

    Porque hay una sola palabra en la cabeza y el único propósito del poema

    Es evitar esa misma palabra

    Así es como las palabras se enseñan unas a otras

    Así se inventan las palabras

    Así es como las palabras se tientan unas a otras a hacer el mal

    Y el poema es una cadena de palabras ciegas

    Pero su amor es completamente obvio

    Prosperan con tu conveniencia

    Son más hermosos cuanto más impotente eres

    Y cuando gastas tus fuerzas cuando mueres

    La gente dice: Dios mío, escribió tan buenos poemas

    Y nadie duda de la palabra que nunca dijiste

    En mi último semestre como estudiante de Máster en Ciencias en Carolina del Norte, mi universidad trajo a Robert Creeley para enseñar en un taller de poesía intensivo de un mes. Nos reuníamos cuatro veces por semana en una sala de conferencias sin ventanas con carteles en las paredes que anunciaban lecturas pasadas de escritores y poetas visitantes famosos que pasaban por la universidad. Creeley nunca llegaba tarde, nunca cancelaba una clase ni una consulta individual. Un fin de semana se puso enfermo y una ambulancia lo llevó a la sala de emergencias, pero se presentó a la clase el lunes como si nada. Nos dijo que empezáramos un blog, y dos de mis compañeros se pusieron manos a la obra y empezaron "Mad Yaks." “RC” contribuyó al blog tanto mientras estaba en Wilmington como después de irse de Carolina del Norte hasta Texas a finales de febrero de 2005, hasta que llegó la noticia en marzo de que Creeley había fallecido.

    La segunda publicación del blog de RC, fechada el 17 de febrero de 2005, y aún en http://madyaks.blogspot.com, comenzaba con un enlace a un artículo satírico sobre el exfiscal general John "Deja-Volar-Al-Águila" Ashcroft un "contendiente principal" para el honor de Poeta Laureado. Yo sabía que algunos de los estudiantes del taller se encontraban a la derecha de Creeley en el espectro político, pero nadie jamás debatía con él: todo el mundo estaba asombrado por un gran poeta, y un veterano de la Segunda Guerra Mundial de 70 años y cuerpo frágil que luchaba contra la enfermedad. Y aunque nuestras propias convicciones jóvenes a veces eran estridentes y a veces tenían un tono de pose, Creeley decía lo que pensaba (siempre en contra de los políticos en el poder y las guerras que estos lideraban) con una seriedad que tanto le había costado ganar. En medio de todo, él nos enseñaba y escribía con nosotros, y sus conferencias fueron todas corrientes improvisadas de conciencia y memoria. La última vez que lo vimos, los diecinueve coescribimos un poema que se cierra con las crípticas líneas de RC:

    Está aquí

    de nuevo

    Creo yo

    Lo creo

    A veces, las líneas evitan la metáfora, pero aún así esconden algo detrás de los pronombres que hacen referencia a algo secreto, detrás de los verbos auxiliares que no se completan. Todos nosotros, incluido RC, continuamos contribuyendo al blog con poemas e indicaciones para escribir después de que Creeley se fuese a Texas, su siguiente residencia temporal. Aquí hay una entrada que publiqué el 4 de marzo de 2005, un nuevo ejercicio... o tal vez ni siquiera un ejercicio, sino más bien una llamada a la gente para que publique sus poemas, antiguos o nuevos, escritos conscientemente como tributos a los poetas que les gustan. Creo que siempre escribimos homenajes porque estamos bajo la influencia de otros escritores, solo podemos esperar ser también un poco innovadores, no solo derivados, de vez en cuando.

    Este es un poema antiguo y derivado que escribí después de leer un ensayo de Denise Levertov en el que escribió sobre su correspondencia y luego su desacuerdo con Robert Duncan (en comparación con la edición de bolsillo de toda la correspondencia d.l./r.d.). La disposición de la línea original se pierde debido a las limitaciones del blog, pero eso no importa.

    Declaración de estilo

    secuencia de líneas suaves

    es la propaganda mística

    columna vertebral, portador vertical

    jarabe de manzana verde

    pastillas para aliviar la presión

    medicinas extraídas de la savia

    en posición vertical cuando comienzas

    suelta, al terminar el movimiento en un arco de recetas conocidas por las comuniones de

    poetas que escriben cartas

    en guetos

    y olvidé en ciudades

    posturas creadas para nosotros

    recordar a los seres como metáforas

    conectar con abejas y tigres

    volviendo a la guarida

    Y aquí está la respuesta de RC al día siguiente: Ecos

    La publicación de Snezana conmueve mucho y su evocación de Denise Levertov, especialmente en las líneas finales, es muy poderosa... la metáfora, ser la cosa en lugar de gustar, etc.

    En ese mismo momento estábamos en el Wilmington de hacía unos veinte años, Me enganché con Thom, como con Hardy, quien, por así decirlo, sólo repite su forma de verso unas cincuenta veces en más de mil poemas. Curiosamente, fue Al en Ginsberg quien me impulsó a leerlo, y él mismo pudo citar verdaderas resmas. De todos modos aquí va:

    VERSIONES

    después de Hardy

    ¿Por qué ella vendría a él?

    ven a el,

    en tal disfraz

    para mirarlo de nuevo

    mirar de nuevo-

    con ojos vacíos

    y por qué el dolor aún

    el dolor-

    sigue siendo inútil para ellos

    como si fuera a empezar de nuevo

    empezar de nuevo

    lo que nunca había sido.

    *

    ¿Por qué ser

    continuamente

    hiriente?

    No es verdad

    decir

    o quieres?

    ¿Por qué?

    *

    El clima sigue siendo gris

    y las nubes se juntan

    donde una vez caminaron

    salir juntos,

    saludó al mundo con

    una leve felicidad,

    lo vi morir

    en el mismo lugar.

    Como dije, escribí esto (y algunos otros similares) en aquel entonces a principios de los 80. Probablemente el poema del que más me hago eco aquí es "La Voz," una antología clásica: http://eir.library.utoronto.ca/rpo/display/poem928.html.

    ¡Ahora de vuelta al rancho!

    Una vez, a mediados de su curso de febrero, Creeley simplemente se sentó y leyó en su portátil el artículo completo impreso en el New York Times el 16 de febrero de 2005: "Nuevo modelo de soldado del ejército se acerca a la batalla," por Tim Weiner (http://nytimes.com/2005/02/16/technology/16robots.html).

    El artículo hablaba sobre el desarrollo de robots por parte de Estados Unidos para luchar en los campos de batalla en lugar de soldados humanos, y no estaba relacionado con ninguno de los poemas que íbamos a discutir ese día. ¿Por qué Creeley nos leyó el artículo, el único artículo que leyó en voz alta en todo el mes? No hablamos del artículo en absoluto, si no me falla la memoria. Más bien, pasamos a los temas habituales de la clase: poesía, escritura y los recuerdos de Creeley. Algunos de nosotros sentados quietos, otros meciéndose en sus sillas de oficina colocadas alrededor de la mesa de conferencias en esa pequeña habitación sin ventanas, leemos nuestros poemas uno por uno, hablamos, escuchamos y luego nos dispersamos. Quizá Creeley esperaba que el artículo tuviera resonancia y que escribiéramos nuevos poemas en un nuevo idioma para desafiar el mundo en el que vivíamos, y que hiciéramos eco, pero no imitáramos, los poemas que las décadas habían visto una y otra vez. Tal vez lo leyó para hacernos pensar en lo que significa escribir, y especialmente escribir poesía aquí, en los Estados Unidos, en una época en la que la mayoría de los poetas del país nunca serán testigos de una guerra de primera mano, sino que seguirán pagando las guerras. Algunos de nosotros hemos dejado de escribir, algunos seguimos tropezando, aún en la oscuridad.

Recuerdos de [Estado] #7

    Comentarios:

    En 19__ recuerdo que tenía nueve años, los tanques se abrían camino por la calle principal de [Ciudad]. Recuerdo a mi padre y a mi madre expulsados del trabajo. Recuerdo el apartamento de mi padre siendo cerrado porque él había sido expulsado del trabajo. Recuerdo haber sido perseguido por policías y a mis profesores siendo golpeados todos los días. Recuerdo las masacres en la televisión. Recuerdo la llegada de refugiados a la casa de nuestro abuelo, sus casas quemadas. Recuerdo a mi abuelo, una vez me dijo: "nunca confíes"

    Trato de olvidar pero los recuerdos me siguen evocando esa cita, todos estos recuerdos que la gente cree que puede desaparecer como hacen en Men In Black con un dispositivo de luz intermitente.

    Yo no puedo olvidar y, si quieres mi opinión, desearía tener mejores recuerdos, pero eso no es elección mía.

Memoria como cotización

    Cita: La producción de bienes materiales.

    Cita: La producción de memoria.

    Cita: De geografías conocidas, imaginadas y recordadas.

    Conocido: Soplando globos en el patio. Tendedero de árbol en árbol entre dos hileras de casas. Camisas desgastadas transparentes al sol.

    Imaginado: Llevo botas tan grandes como el Himalaya. Siete millas con cada paso, el océano es una piscina para niños. Las algas y los peces se me pegan a los tobillos.

    Recordado: Globos en el pequeño cubo del pasillo. Dibujando caras en ellos con un muñón de lápiz labial. Más tarde, en secreto, en el baño me aplico sombra, polvo, kohl, lápiz labial en la cara, luego lo lavo todo antes de volver a la sala de estar y sentarme frente al televisor como si no hubiese pasado nada.

    Cita: La producción de bienes materiales.

    Cita: La reproducción de la memoria.

    Conocido: Este campo cubierto de nieve enmarcado por la ventana del tren que se ha detenido en el campo es una cita de papel fotográfico justo antes de que aparezca una imagen en vida líquida.

    Recordado: Cuando el presidente murió a los ochenta y ocho, algunos adultos lloraron.

    Cita: El estado del engaño.

    Imaginado: Cuando el cantante murió a los cuarenta algunos fans se secaron las lágrimas y se convirtieron en adultos.

    Recordado: Y cuatro años después, yo (aún una niña) dibujé con tiza de colores en la acera frente a mi escuela una foto del perfil del cantante nariz ganchuda, gafas redondas.

    Imaginado: Vasos rotos en el pavimento frente a un edificio de Manhattan.

    Cita: Víctimas y quienes vienen después.

Bugs Bunny, overdubbed

    [NdT. overdubbed: dicho de una pista de audio grabada sobre otras pistas pregrabadas: El ritmo de la guitarra es en directo, pero el solo está "overdubbed" (fuente: Wikidictionary)]

___

    En tu laboratorio libre de polvo, te pones un traje blanco y te cubres la cara como un apicultor postindustrial, y a cultivar colmenas de nanocables.

    Uso mi brújula atascada como reloj de sol y siempre mantengo una billetera llena de sellos con los que crecimos, viendo los dibujos animados transmitidos antes de las noticias de la noche que empezaban cuando Bugs Bunny decía eso de "eso es todo, amigos." La paz deja huir a los compañeros de la ciudad divididos, "Nosotros" contra "Ellos," ya fuese al este o al oeste, en el otoño de 1991. En "mi" lado de la frontera y "el tuyo," nuestras madres empacaban nuestras bolsas de almuerzo con idénticos sándwiches de ACNUR, nos besaban con deseos de buena suerte, nos liberaban en el traicionero mundo de aduanas pasando junto a guardias robóticos. Yo reclamaba cada dormitorio temporal como mi república libre y mi fábrica de palabras. Mis postales y cartas se superponen con las historias y el verso irregular. Yo conjuraba a mi Atari y tú respondías. Así durante años la paz va y viene, y en este momento no estoy segura de si la World Wide Web y los jets son lo bastante fiables, fines siniestros o sentimentales. Somos lo bastante mayores para decir "nos remontaremos" y sonar creíbles, pero si no nos graduamos como estaba planeado, si no hay foto de grupo, sino escombros, fragmentos de vidrio y metralla en los pasos de la escuela secundaria, ¿significa eso que nunca hemos crecido?

    Tú aprendiste el lenguaje de la física. Tus retinas registran la música de los meteoros. Procesadores refinados que zumban en nuestros plexos calculan la probabilidad de que recopilemos nuestra correspondiente parte de estímulo de las ciudades estratégicamente ubicadas junto a grandes ríos y aeropuertos.

    Escribo todo en el ciberespacio Atari, queridos difuntos, murmuro con ángeles holográficos.

Unidades de calor de capsaicina

    En memoria de D.

    en mi puerta recién reclamada en Praga

    apareciste como un flashback

    no de puentes bombardeados hundidos en el Danubio entre la ciudadela y tus bulevares, sino todo antes de este '99

    de castaños de Indias

    adoquines y asfalto de Novi Sad

    A cambio ofrezco

    un dormitorio dividido en dos

    para nosotros: refugiados gruesos

    lavando nuestra extrañeza

    con espíritus checos

    en el espacio que compartimos en Smíchov y sí hay risas / smích

    II

    hay risa / smích

    giran rascacielos de cristal y campanarios góticos

    en plumas de ganso salvaje en mi almohada por la noche

    Soy veterana en ataques aéreos

    pero aquí puedo usar con seguridad

    el sinfónico moldau como una tobillera

    demasiado ligero para encadenarme

    aquí estoy ingrávida

    y ciega a

    tu avería

    III

    tu avería — taxi a Ruzyně—

    y despues de que te despida

    Tomo el bus de regreso a Smíchov

    y pienso cómo

    a la altura correcta

    se formarán cristales perfectos

    en la esquina de la ventana de tu avión

    deseo

    Te lo había dicho

    ¿Sabes de esa grúa fuera del edificio?

    Yo soy su operadora

    Construyo futuro de hormigón y especias: con sabor a jengibre, no sacarina

    casi perfecto

    con solo un poco de cayenne / cayenský pepř

    pero tal vez tengas razón

    tal vez todos deberíamos llevar capsaicina

    en nuestros envases de pastillas

    siendo el número de unidades de calor

    dependiente de la dolencia

La lente de mi papá, Borovo Naseje, 2004

    En inglés disparas armas y disparas fotografías, I.Z. no sabe eso, tan familiarizado como está con Howard Hawks. Existe esa barrera del idioma.

    Luego está la evasión de reclutamiento.

    Una misteriosa infección renal salva a I.Z del servicio militar obligatorio a los diecinueve años. La fobia crónica a las armas aún duraba hasta los cuarenta y dos. Esa guerra balcánica continuó sin él. A los cincuenta y cinco tomó una fotografía de patos salvajes descendiendo sobre icebergs. Él estaba de pie en la orilla derecha del Danubio, junto a la ruina del Club de Trabajadores, e hizo clic. Baja resolución, a los patos les gustan las motas, pero el hielo era poderoso, más que el campanario ortodoxo, que el campanario católico dentro de la visión de I.Z. Detrás de él y los pájaros había un gran silo, una fábrica, edificios de apartamentos, un puerto, grúas de construcción. Una cosa que él siempre ha sabido, ser un pato en el dominio de los halcones no es cobardía. Más arriba del río, y sesenta años atrás, su padre pasó toda la Segunda Guerra Mundial como un civil, neutral, como una Suiza unipersonal en la diana del Tercer Reich, cuando Viena estaba cargada de significado.

    En invierno de 2004, patos salvajes inventaron un juego que solo ellos podían jugar: flotar un poco en un iceberg, volver a volar, flotar un poco, volver a volar, o así lo informa I.Z.

    Cuando se cansaban, volaban hacia las marismas de la otra orilla del río, que era (y sigue siendo) otro país. La patrulla fronteriza estaba sentada en el puerto, con binoculares y revólveres a mano. Sus lanchas rápidas estaban amarradas esperando a que el hielo se derritiera.

Recuerdos de [Estado] #8

    Comentarios:

    Crecí bajo el régimen de [Presidente muerto no.1] como [miembro de grupo étnico] en [Estado]. Me dijeron que era un [Ciudadanía] y que me aceptaban. Cuando era niño, juré lealtad a [Presidente muerto no. 1] y al estado y fue un [Ciudadanía] modelo que adoptó el [Lema] que todos mis profesores predicaban, al menos superficialmente. Sin embargo, a la menor provocación, la tensión étnica se elevó a la cima.

    Recuerdo encerrarme en un salón de clases con un paraguas afilado como arma después de que una multitud de chavales [Étnia] me persiguiera por el patio de la escuela. Tan pronto como tuve la ventaja, les hice lo mismo.

    Nunca había paz, nos peleábamos como perros salvajes a cada oportunidad que teníamos. A finales de los años 19__, el odio se desbordaba por todos lados. Nunca puede haber una coexistencia feliz entre [miembros de grupo étnico] y [miembros de grupo étnico diferente]. Al menos no en nuestra vida.

Rascacielos

    Cuando era una chica de diez a diecisiete años, con un escritorio junto a la ventana que daba al sur, buscaba cada tarde hacer mis tareas, el diario o mal arte (trataba de dibujar imágenes fijas de películas imaginarias), y trataba de ver más allá de mi calle y los tejados más allá. Podía ver la delgada franja de luces de la calle paralela a las vías del tren que yo sabía que estaban allí. La calle junto al ferrocarril se desangraba al final en la carretera que conducía a Belgrado en el este y a Zagreb en el oeste, y a sus respectivos aeropuertos de Surčin y Pleso. Yo miraba hacia el cielo y buscaba triángulos de luz en movimiento entre las estrellas inmóviles, y mi anhelo era agradablemente realizable: llegar a esa calle, esa carretera, esos aeropuertos, embarcar en esos aviones y llegar a ciudades aún más lejanas, carreteras y aeropuertos, y dejar que las estructuras y las luces se multiplicaran ante mí, siempre un poco diferentes y siempre un poco similares.

    Una vez que crecí un poco, me convertí en refugiada y comencé a moverme, como si la vida tuviera un pésimo sentido del humor (¡¡Yo te enseñaré la pasión por los viajes!). En ese momento, escribí un pequeño poema, llamado "Capturas nocturnas en el camino," sobre mudarse de un lugar a otro, aunque el nuevo lugar no fuese muy diferente del punto de partida.

    Capturas nocturnas en el camino (Noć hvata na putu)

    ¿Qué es este lugar? (Koje je ovo mesto?)

    ¿Cómo llegaremos a casa (Kako ćemo stići kući)

    en una larga noche de invierno? (u dugoj zimskoj noći?)

    Esto podría estar en cualquier lugar (Ovo može biti bilo gdeulično)

    farolas (osvetljenje)

    letreros, escaparates, (izlozi, natpisi)

    automóbiles, perros, (automobili, psi,)

    pueblos (ljudi)

    Viaja a otro lugar. (Pomeri se s mesta.)

    En agosto de 1991, mi madre nos llevó a mi hermano y a mí al pueblo de Valjevo, en el centro oeste de Serbia. Ella se quedaba allí en el campamento de ciencias al que había asistido anteriormente. Al día siguiente, mamá me llevó al apartamento tipo estudio de su tía Milica en Kragujevac, más al sur de Serbia, y luego regresó a nuestra ciudad natal devastada por la guerra. Algún tiempo después de eso (¿unos diez días, dos semanas?), mamá y papá fueron juntos a Kragujevac, me recogieron y fuimos a Valjevo a ver a mi hermano, y luego me llevaron a la provincia serbia de Vojvodina, a la ciudad de Vrbas donde terminaron mis abuelas, mi tía y su familia.

    Vojvodina era una provincia vecina de nuestra propia Eslavonia en Croacia. Mis padres volvieron a Borovo Naselje. ¿Qué pasaba con todos esos retornos a la mazmorra devastada por la guerra?

    Todos estos paisajes estaban bañados por el sol ese verano, y en todos los lugares a los que íbamos no había más que un escenario de carreteras por las que habíamos pasado antes como turistas, captando imágenes de campos de girasoles, colinas con densos bosques, cotos de caza, parques, una tierra entrecruzada con ríos y pueblecitos como palimpsestos de la historia respirando sus ruinas romanas, iglesias y monasterios medievales, puentes turcos, mezquitas y baños, y castillos y fuentes austrohúngaros, bulevares de entreguerras y las fábricas de posguerra, barrios de trabajadores, parques urbanos y la última dirección ascendente de bloques de viviendas, e incluso una torre rascacielos aquí y allá en las capitales. Estábamos conduciendo durante el último verano, cuando al menos había alguna esperanza de paz. Después vinieron las torturas, los asesinatos, los robos a gran escala y ni el campo ni los pueblos ni las ciudades tendrían la más mínima posibilidad de continuar siendo como antes, y nosotros nunca volveríamos a ser turistas.

    Ahora me doy cuenta de que, en el lapso de un mes, primero me separé por completo de mi familia, luego me reuní con una parte de ella y, finalmente, con mis padres, mi hermano y mi abuela paterna cuando terminé en Belgrado a principios de septiembre de 1991. Pero en mi mente, el tiempo que pasé en Kragujevac, y luego en Vrbas, parece mucho más largo. Y sin embargo, recuerdo poco; no pasaba gran cosa de nada, excepto esperar a que algo se resolviera o que la vida continuara de una forma u otra.

    Yo había traído conmigo Cosmos de Carl Sagan porque no había leído el libro completo antes, y también El guardián entre el centeno de JD Salinger, que era mi novela favorita y la había leído muchas veces desde que la recibí de un vecino de treinta y tantos poco después de cumplir los dieciséis. Pero en mi situación actual, los dolores de crecimiento, la mala adaptación y la rebelión de empollona simplemente no eran suficientes. En cambio, saboreé a Sagan porque su libro trataba sobre ideas, descubrimientos y teorías que superaban con creces mi situación y, como tal, me permitían escapar hacia preguntas sobre los orígenes de la Tierra y otros planetas alrededor del sol, descubrimientos científicos desde los primeros telescopios hasta el futuro de los viajes espaciales, etc.

    Mis primeros días en Kragujevac, en realidad no podía comer. Dormir no era un problema, pero sentir hambre, masticar y tragar eran tareas difíciles. Quería comer, pero no podía. Estaba constantemente ansiosa y ahogada, pero reprimía las lágrimas para no molestar a mis anfitriones.

    La tía Milica fue paciente y tranquila en medio de la nueva responsabilidad de cuidar a su nieta de diecisiete años que acababa de escapar del estallido de la guerra en su ciudad natal, que pesaba cuarenta y siete kilos y no podía comer. Ella y yo no hablamos de mi falta de apetito (ni de la guerra ni de mi separación del resto de la familia) Ambas fuimos pacientes. Y la paciencia recompensó. Una tarde, mientras estaba sumergida en Cosmos, sentí mi pecho, mi garganta y mi estómago relajarse por primera vez, y se me despertó el apetito. Esperé a ver si la sensación era real, y luego le dije a la tía Milica que tenía hambre y ella tranquila, y con una leve sonrisa como siempre, me hizo un bocadillo. Ella estaba casada, pero se sentía profundamente sola y, sin embargo, en paz con su soledad. Ella nunca tuvo hijos propios. Su padre murió cuando ella era una niña pequeña. Su amado primer marido murió cuando ambos tenían poco más de treinta años. Su único hermano, mi abuelo, murió cuando ella era de mediana edad.

    Ella vivía en un pueblo muy lejos de su pueblo natal. De chica y adolescente, sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, mientras su hermano era prisionero de guerra en Austria y ella, sus primos, su madre, sus tías y su tío, todos vivían juntos en una casa grande, pero empobrecida. Luchaban para mantenerse fuera del paso de varias fuerzas enemigas y saqueadores. Luego sobrevivió a los magros años de la posguerra, una lucha que hizo que todos los hermanos y primos se dispersaran: Zagreb, Belgrado, Borovo, Kragujevac... Probablemente ella sabía muy bien lo que significaba sentirse demasiado asustada y triste para mantener el apetito.

    Solicité mi identificación de refugiada cuando me mudé de Kragujevac a Vrbas, una ciudad en la provincia norteña de Vojvodina, donde también terminaron mis abuelas. Cuando fue mi turno de obtener mi identificación, el hombre de aspecto oficial con bigote me preguntó cuál era mi origen étnico. Como cuestión de estrategia, habría sido inteligente por mi parte decir con firmeza: "Serbio" y "Ortodoxo," en lo que respecta a la religión, pero mantuve la misma declaración que ofrecí en el censo de 1991 unos meses antes: "no declarada étnicamente, atea." La etnia tenía mucho que ver con la religión y yo no quería tener nada que ver con ninguno de los dos conceptos. Sigo sin quererlo.

    Normalmente eres lo que son tus padres, ¿no? Mi mamá y mi papá se identificaban étnicamente como yugoslavos, antes de la disolución de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, y aún se identificarían como tales si la categoría fuese reconocida, si no por los gobiernos locales de los Balcanes, al menos por Bruselas, o por las Naciones Unidas. Yo me identifiqué como no declarada étnicamente en esa cola del Centro de Refugiados de Vrbas, frente al canoso hombre grande, serio y con bigote, con un bolígrafo y el poder para legalizarme.

    Durante el censo de 1991, en vísperas de la guerra, yo estaba sentada con mis padres, mi hermano y nuestro vecino de al lado en la sala de estar. Mi hermano y nuestro vecino estaban dando respuestas inexpresivas, como nuestro vecino (que tenía unos cincuenta años en ese momento) identificándose como un Ante (un término para los eslavos que probablemente se usó por última vez alrededor del 91 d.C.), o mi hermano como un melmaciano (del mismo planeta que el personaje de la comedia del extraterrestre comegatos Alf).

    Obtuve mi identificación de refugiada en Vrbas en agosto de 1991 y todo fue bien. Aunque dijese que era la nieta del presidente croata Tudjman, nadie vería ninguna amenaza en una delgaducha que parece incluso más joven que su edad, sin maquillaje, corte de pelo de duendecillo y gafotas, con el viejo traje marrón de poliéster de su padre como su declaración de moda.

    Recuerdo estar a solas en el balcón de la casa de la familia anfitriona en Vrbas. Tenía los auriculares puestos y tenía puesta una cinta de Mega City Four, una banda británica de rock indie. Esta fue una de las bandas con el ruido de las muchas combinaciones de guitarra, bajo y batería de las bandas de punk y post-punk, pero combinado con la melodía impregnada del pop de los sesenta. Con Mega City Four en los oídos, miraba los desconocidos patios traseros del soleado barrio y sus árboles frutales, setos, columpios, todo lo cual no era muy diferente de mi hogar, pero parecía extraño como uno de esos sueños en los que sabes que estás soñando, pero no puedes despertar por completo. Comenzó la canción "Storms to Come," una de esas canciones silenciosas-fuertes-silenciosas-fuertes de finales de los 80 y principios de los 90. Ese álbum tenía letras como si salieran de un sensiblero diario infantil de empollón lleno de entradas sobre pequeñas epifanías. Ayudó que las letras estuvieran en inglés. Para entonces, los políticos nacionalistas y sus medios contaminaban mi lengua materna en mis oídos. La reducían deliberadamente a sangre, hogar, patria, orgullo, pérdida, victoria, cuchillos, mártires: su opresión lingüística precedía y acompañaba la locura de la guerra. En comparación, las letras sinceras de un punk británico eran pura poesía: “Un tenedor de luces en el negro / me muestra dónde estoy / por un momento sé dónde o cuándo estoy / por un segundo puedo ver dónde quiero estar." Y yo no quería estar en casa en Borovo, sino más bien lejos, en otro país, tal vez en Inglaterra, bucear en algún club cuando las vibrantes guitarras se unen al platillo, la percusión y la voz, y el cantante comienza a cantar más fuerte aferrándose a sus desafiantes palabras como paja sónica: "Ahora estoy parado esperando / a que vengan las tormentas / el instinto me dice que debo continuar."

    En 2001, llegó el momento del primer censo de la posguerra y me encontré (después de vivir en Belgrado, Budapest, Praga y Hannover, Alemania) dando a un simpático estudiante de derecho, un poco más joven que yo, mis respuestas en la cocina de el mismo apartamento de Borovo donde había dado mis datos por primera vez diez años antes.

    No había nadie más en el apartamento. Mi padre estaba en Italia trabajando para una empresa de construcción junto con otros trabajadores migrantes de Croacia y Bosnia. Mamá estaba en los Estados Unidos visitando a mi hermano y a su esposa en Baton Rouge. Yo me sentaba sola, con el tipo del censo en la espaciosa cocina, a la pesada mesa del comedor. Recuerdo que sus ojos se iluminaron cuando le dije mi respuesta bajo la rúbrica "religión / vjeroispovjest," le dije que era "atea / ateistkinja." Él dijo con una gran sonrisa:

    "¡Eres mi primera! Y he hecho veinte edificios de apartamentos desde Trpinjska Cesta hasta aquí. Todos son religiosos."

    Me complació hacerlo feliz, aunque no estoy segura de qué fue exactamente lo que lo hizo tan feliz. ¿Una compañera atea perdida en el mar de creyentes meramente nominales o de pleno derecho? ¿Una ruptura en la monotonía de su trabajo censal? ¿Un intento de coquetear?

    Un año y medio después, me mudé a Wilmington, Carolina del Norte, donde comencé mis estudios de posgrado en escritura creativa. Un día fui a una oficina local del Seguro Social, ubicada en uno de los innumerables centros comerciales en la extensa costa de Carolina, para obtener mi primera tarjeta del Seguro Social. Allí aprendí que los formularios oficiales estadounidenses te dan la opción de omitir elementos como la raza / etnia (aunque no el género ni el color del pelo y los ojos), y desde el día en que obtuve mi primera tarjeta de Seguro Social, he dejado la línea de origen étnico en blanco.

    Luego, en 2006, me robaron el bolso en Chicago, con mi Seguro Social dentro. Fui a la oficina en West Loop, en Adams Street, para obtener una tarjeta de reemplazo, y antes de que pudiera recogerla, la señora detrás del mostrador me pasó un papel a través de la ranura en la barrera de vidrio entre nosotras. El papel tenía todos mis datos y yo tenía que comprobar su exactitud: fecha de nacimiento, sexo, color de pelo, color de ojos, apellido de soltera de la madre, todo eso. 13/03/1974, mujer, marrón, marrón, Vincic. Le devolví la hoja después de inspeccionarla.

    Dije: "Todo está correcto, al menos todo lo que importa."

    La señora no dijo nada, simplemente escribió algo en su ordenador, y yo continué con una sonrisa y un encogimiento de hombros: "Dice que soy asiático-estadounidense / isleña del Pacífico." La dama alzó la vista, pero su rostro seguía inexpresivo.

    Cuando les cuento esa historia a mis amigos, suelo agregar una moraleja al final: "¡Así que recuerde, aunque deje en blanco la raza / etnia, el estado le asignará uno al azar!" En realidad no creo que mucha gente se salte esta pregunta, y no sé qué opinan de mi extrañamente triunfante sonrisa (especialmente porque soy la única que ríe) con la que sigo mi historia sobre la inquebrantable necesidad del estado de matarnos a todos con categorías.

    Cambio mi base de operaciones una y otra vez, abarcando dos continentes y dos décadas hasta ahora, pero una sensación de libertad se me ha escapado, ya que mis movimientos hasta ahora no han sido tanto por aventuras como por luchar por formas de sobrevivir y subsistir. Sé que lo he hecho bien, me di cuenta de eso una vez mientras daba un solitario paseo por mi antiguo barrio en Borovo Naselje. Y por solitario quiero decir que no había nadie más caminando esa noche. Y con nadie más, no solo me refiero a que no había nadie a mi lado, y no solo me refiero a que no había nadie allí que yo conociera. Quiero decir que no había nadie más que yo allí fuera, y solo la mitad de las ventanas de los edificios recién reparados estaban iluminadas. Mi ciudad natal continúa rota más de quince años después del fin oficial de la guerra, mi país de origen también.

    Mientras colocaba el pie izquierdo frente al derecho, pasando por el edificio de la calle Karl Marx, miré hacia donde estaba mi habitación, la ventana que enmarcaba el paisaje urbano y las carreteras medio imaginadas que salían de este lugar. Y me di cuenta: "nunca tendré que volver a lo que queda de mi ciudad natal. Puedo volver de visita, pero, aunque no he hecho mucho con mi vida hasta ahora, la he arreglado para que nunca más tenga que volver atrás y quedarme atascada aquí. Lo logré."

    De vuelta en el apartamento de mis padres, fumé un cigarrillo en el balcón con mi mamá, echando humo en la dirección de las grandes ventanas y balcones, abedules, abetos, tilos y sauces plantados por todas partes. El más cercano es un grupo de seis edificios, robustos pero elegantes, casi el doble de altos que el álamo más alto del pequeño parque contiguo. Estos son los edificios que la gente local llama "soliteri" o "neboderi," esta última una traducción casi literal de "rascacielos." Me estoy convirtiendo en toda una etnógrafa de este lugar, una observadora plantada de vez en cuando en este lugar semiextranjero llamado mi ciudad natal. Mis raíces, las que ocupan el centro de la red nerviosa que controla mis deseos y miedos, ya no están aquí.

Recuerdos de [Estado] #9

    Comentarios:

    Fue un momento maravilloso para ser joven en [Estado]. el [Antiguo Estado] de [Presidente muerto no. 1] por fin estaba permitiendo e incluso alentando a los [Grupo étnico] a ser parte del futuro prometedor en el [Antiguo Estado] multiétnico. Y tomamos esa luz verde en masa. Las escuelas estaban llenas de niños y la Universidad de [Capital] donde fui a estudiar estaba entre las universidades de más rápido crecimiento en esa región.

    Sentíamos que nuestro país iba en la dirección correcta hacia la prosperidad y queríamos ser parte de él. Una cosa era obvia: aunque los [Grupo étnico] eran menos de una décima parte de la población, se negaban e ignoraban todo lo que tuviera que ver con el idioma y la cultura [étnica]. En el famoso desfile de [Capital, caminaban por el otro lado.

    Si salías con una [Mujer de etnia diferente], se esperaba que hablaras [Idioma diferente] y casi nunca se esperaba que los padres de ella lo supieran. Recuerdo una vez que la hija de un alcalde se enamoró perdidamente de un músico [étnico]. Incapaz de evitarlo, el alcalde [etnia diferente] la sacó de la escuela y la envió a [Antigua capital de estado] a vivir con unos parientes.

    Una vez yo estaba visitando [Antigua capital de estado] y una chica, una cajera de banco con la que hablé durante un tiempo, me pidió que la llevara a cenar. Estaba muy emocionada. Al ver mi identificación, no pude pasar por alto la decepción en su cara. Retiró su oferta. Mientras estaba sentado en un banco del parque un hermoso día de primavera en [Antigua capital de estado], un maestro jubilado que me escuchó hablar [Idioma] con un amigo, vino y me preguntó si era cierto que los niños [etnia diferente] aprenden [Idioma] como parte del plan de estudios en las escuelas del [Estado].

    Al enterarse de que sí se podía, el maestro se alejó moviendo la cabeza con disgusto.

    Mi padre, que luchó contra [enemigo] cuando era un joven guerrillero, tenía muchos amigos [etnia diferente]. Nuestras familias se ayudaban mutuamente en las buenas y en las malas. Todo eso cambió cuando [Presidente muerto no. 2] comenzó a radicalizar [Estado diferente]. De pronto, los amigos de mi padre estaban organizando grandes mítines anti [etnia] por las ciudades de [Estado] que eran 90% [etnia].

    Recuerdo a mi padre, ahora fallecido, mirando con incredulidad a sus amigos [etnia diferente] en la televisión mientras estos hablaban palabras de odio.

    Mi papá no podía entender por qué estas personas decentes que él había conocido durante tanto tiempo, respetadas y amadas, estaban en este camino de destrucción erosionando los pocos puentes humanos que aún quedaban en pie.

    Mientras yacía en su cama, enfermo, lo vi llorar una noche después de ver las noticias. Después de eso, dejamos la televisión apagada.

Singer

    Las imagino desenterrando la máquina de coser después de la Guerra Mundial.

    Imagino: Solo puedo imaginar una escena que tuvo lugar en mayo de 1945. Yo no estaba allí. Mi mamá, la persona que me contó lo de la excavación de la máquina de coser, no estaba allí. Para empezar, está la marca: Singer. “Singer," escrito en hierro forjado que parece indestructible. Y el logo, una esfinge dorada pintada en el cuerpo negro de la máquina.

    Ellas: En el momento de la escena estaban presentes dos personas: mi bisabuela materna y mi abuela. Entonces aún eran solo madre e hija, con nombres similares, Mika y Milka. Mika (40) era viuda. Milka (19) estaba soltera. Mika (40) se convirtió en cabeza de familia, ya que su marido había fallecido.

    Milka (19) —segunda a cargo— la hija mayor. Mika (40) era analfabeta, pero autosuficiente. Sabía cómo cuidar aves de corral y ganado, cómo plantar hortalizas y frutas y cereales, y cómo sembrar y cosechar. Ella cocinaba, hacía pan, queso y rakija. Incluso tejía telas, sin mencionar que sabía coser, tejer y bordar. Milka (19) estaba en el proceso de dominar algunas de esas habilidades ella misma. A diferencia de su madre, Milka sabía leer y escribir, y luchaba en la resistencia contra los fascistas y contra el viejo sistema de su país. Pero su primera responsabilidad ahora era casarse. Y casarse bien, porque su madre tenía problemas para alimentarla a ella, a sus dos hermanitos y a su hermana.

    Desenterrando la máquina de coser: la máquina de coser se compró usada, después de que Milka terminara su cuarto año de la escuela primaria a la edad de trece años.

    Casi al mismo tiempo, fue a Banja Luka para continuar su educación en una escuela que se enfocaba en la economía del hogar y habilidades domésticas más finas. Con tal educación, se suponía que Milka se casaría con una familia rica y buena o se convertiría en maestra, o ambas cosas. Entonces le compraron la máquina de coser, como primer artículo de su dote. Pero Milka pasó solo un año en la nueva escuela y luego comenzó la guerra en 1941. Milka fue enviada a su casa en Banija. La máquina de coser, orgullo de la familia, lo único "moderno" que tenían, fue enterrada en el patio trasero, y permaneció enterrada hasta 1945.

    Cuando llegó la paz, la Singer fue desenterrada, limpiada, engrasada y aprovechada. El padre de Milka ya no estaba vivo, ni tampoco su hermano Luka, el tío de Banja. Muchos jóvenes solteros, futuros esposos de Milka, también habían muerto en la guerra, y era demasiado tarde para que Milka se preparara para casarse con el mejor y el más rico hombre posible, demasiado tarde para eligir un hombre, ya que solo había una máquina de coser para ofrecer como dote. Sin oro, sin lujosas habilidades domésticas, sin dinero, sin tierra, sin caballos.

    Pero una familia del pueblo tenía un hijo que pensaba que Milka era lo bastante bonita. Hay una foto suya de 1946. En esa ella luce un vestido de verano abotonado hasta el cuello, pero cuello de blusa, mangas cortas abullonadas y falda plisada. Lleva un par de zapatos planos y calcetines blancos, un calcetín un poco más alto que el otro. Lleva el pelo trenzado en dos trenzas por la parte posterior de la cabeza, solo una trenza le cae sobre el hombro derecho. Tiene la frente amplia y ojos hundidos, dando intensidad a su rostro de pómulos altos, labios casi sonrientes. El vestido es oscuro y su figura se perfila claramente; es enero, y el suelo al fondo, al otro lado de la simple valla de estacas sin pintar, está cubierto de nieve recién caída. ¿Una chica con su vestido de verano en enero? Ella sabe que la fotografía durará, tal vez para siempre, así que se pone su único vestido bonito y posa afuera; una cámara no la va a retratar temblando.

    La familia vino a hablar con la madre de Milka, quien le prometió a Milka que se casaría con su hijo, por lo que fijaron la fecha de la boda. Pero había alguien observando todo esto. No observando exactamente, sino siguiendo. Siguiendo el proceso de elegir un prometido para Milka, de escuchar las noticias sobre el compromiso, de leer entre líneas que Milka no era feliz.

    Durante la guerra, durante los tiempos extremadamente peligrosos, no era seguro para Milka quedarse en su aldea, se refugiaba en una aldea al otro lado de la colina, en la casa de Ružica. A Ružica, madre soltera de un niño y una niña, le empezó a caer bien Milka.

    El hijo mayor de Ružica no estaba allí: en 1941 fue capturado y enviado al Stalag 17, un campo de prisioneros de guerra en Austria. Ružica le mostró a Milka una foto de su hijo y le dijo: “Miralo bien, niña. Puede que este sea tu futuro esposo." Milka sonrió. A medida que avanzaba la guerra, Milka no volvió a pensar en el chico de la foto. El chico regresó del campamento después de la guerra, pero no se quedó en casa por mucho tiempo. Ese mismo año se fue a Borovo para trabajar en la fábrica de zapatos.

    En 1948, Ružica se enteró de que su chica soltera favorita del pueblo detrás de la colina estaba a punto de casarse, mientras que el hijo de Ružica aún estaba soltero, bien entrado en la veintena, a solas en la ciudad a cientos de kilómetros de distancia. Entonces Ružica envió a su hermano a esa ciudad, para traer a su hijo.

    No sé cómo lo lograron todos, pero lo lograron. Milka rompió su compromiso con el chico del pueblo y se casó con el chico que había conocido por primera vez solo cuando le propuso matrimonio. Lo único que sabía de él antes de eso era una foto que había visto mientras se alojaba en la casa de su madre en tiempos de guerra.

    La lógica de Milka: no me gustaba ese chico con el que se suponía que me iba a casar, a pesar de que era bienvenido. Tenía un lindo carruaje, con cuatro caballos, ya decorado para nuestra boda. Pero luego vino su abuelo. Al principio, no pensé que fuera guapo. Llevaba los pantalones metidos por dentro de las botas, pero pensé: si me caso con el otro, estaré atrapada en la vil era. Si me caso con el hijo de Ružica, me mudaría a Borovo con él, conseguiría un trabajo allí y, si él no me agrada, podré divorciarme y vivir sola porque aún tendría mi trabajo.

    Él era más tímido que yo. Ese día cuando dije que me iba a casar con él, estábamos sentados con mi madre, su tío y su madre, y él dijo: "Salgamos a caminar."

    Y salimos y caminamos hacia el huerto. Y le dije, porque sabía que se sentía incómodo: "¿Sabes?, puedes rodearme con tus brazos." Y él sonrió tímidamente y me acarició.

    Llevamos la máquina de coser a Borovo.

    Acesorio: La Bolsa de Refugiado.

    Milka (1924-2000) vivió la Segunda Guerra Mundial, la guerra en la ex Yugoslavia en la década de 1990 y una temporada de ataques aéreos en sus alrededores inmediatos en 1999. En 1991 se convirtió en refugiada y dejó Borovo por una ciudad al otro lado del río Danubio. Su madre Mika (1905-1995) vivió dos guerras mundiales y murió durante la guerra en la antigua Yugoslavia. Después de que Mika (1905-1995) se casara en la década de 1920, se mudó solo una vez, cuando huyó en 1995 mientras la guerra aún continuaba. Sobrevivió al largo viaje desde Banija a Vojvodina, solo unos cientos de kilómetros, pero le llevó tres días.

    Fue colocada en el refugio colectivo de refugiados junto con todos los demás. Se durmió una noche y nunca despertó.

    Todos los refugiados de todo el mundo llevan consigo cierto tipo de bolsa. Yo mismo la usé. Solo presta atención la próxima vez que veas refugiados en la televisión: las bolsas son grandes, en forma de cubo y fuertes, aunque son de plástico (nailon). Los hilos de plástico (probablemente reciclados) de colores se entretejen en una especie de tela.

    Luego, esta tela se corta en pedazos, se hacen dobladillos y se cose, y el producto es la bolsa con una cremallera en la parte superior y un par de tiras cortas. Puedes colgarte la bolsa al hombro para soportar el peso con la espalda, pero no es nada cómodo llevarla de esa forma. Puedes meter cualquier manta grande en esa bolsa, y es lo bastante fuerte como para que puedas meter también un kilo de harina, una bolsa de arroz, una bolsa de lentejas, jabón, detergente, queso feta de lata y carne en conserva, pasta de carne, etc., todo el suministro mensual de la Cruz Roja. La bolsa vacía se puede plegar y no ocupa mucho espacio. No tiene marca, ni etiqueta, no hay letrero de "made in...".

    Cuando vuelve a ser tiempo de paz y estás de vuelta en tu antiguo hogar, o si hiciste un nuevo hogar en otra parte, la bolsa para refugiados sigue siendo útil como bolsa para la ropa sucia. Se usa ampliamente de esa manera. Otra forma es pasar cosas de contrabando cruzando las fronteras, si es que te ganas la vida revendiendo una variedad de productos en los mercados de pulgas en, digamos, el sureste europeo. La bolsa también se llama bolsa de contrabandista.

    Pero cualquier bolsa de contrabandista sigue siendo una bolsa de refugiado, ese es su origen, su identidad y, a veces, el contrabandista es un refugiado o un exrefugiado de todos modos. Y aunque no tengas ningún uso para la bolsa en este momento, no la tiras a la basura. La doblas bien y la dejas a un lado en algún lugar. No ocupa mucho espacio y, nunca se sabe, puede ser útil.

    2001, un fin de semana de mayo.

    En este momento, mis padres llevan casados treinta años. Tengo veintisiete años y me voy a quedar con ellos, ya que recientemente comencé a trabajar para una ONG local. A mamá y papá les gusta tenerme cerca, pero saben que no me quedaré mucho tiempo. Solo un año más o así. Y siempre dicen que no debería quedarme más tiempo. Vukovar no tiene futuro, dicen, míralo, han pasado diez años desde que terminó la guerra y no ha habido ningún progreso.

    Están trabajando en los muebles de segunda mano que compraron recientemente, un sofá que alguien trajo de contrabando a la ciudad desde Alemania. La tapicería está desgastada en algunas partes, por lo que decidieron darle la vuelta a la tela, boca abajo, para que el lado que está desgastado ya no sea visible. Papá quita la tapicería, retirando las grapas una a una con un destornillador. Luego repara el relleno con capas adicionales de forro sintético blanco inflado. A continuación, grapa el respaldo de la tapicería con el lado bonito por fuera.

    Mamá hace algo similar con los cojines. Solo que los cojines están diseñados como almohadas de espuma firme, con la tapicería alrededor como fundas de almohada cosidas. Ella rasga la tela con cuidado a lo largo de las costuras y saca trozos de hilo innecesarios. Luego zurce los agujeritos, invisibles excepto para sus ojos. Después de eso, se sienta junto a su antigua Singer y vuelve a coser la tela, ahora con la otra cara por fuera. La máquina chilla y no se detiene, incluso después de rociar sus partes con aceite especial, pero lo importante es que está funcionando, ¡no hay problema!

    El sonido de las grapas se mezcla con el de la máquina de coser y se esparce por todos los rincones del apartamento. Están decididos a trabajar sin parar hasta terminar, hasta que el sofá luzca como nuevo. Una vez que hayan terminado, me pedirán que vaya a verlo. Sinceramente, admiraré su trabajo.

    "No creías que podríamos hacerlo, ¿verdad?"

    "¡No, nunca pensé que fuera posible!"

    A cada huésped y visitante que pase por el apartamento se le mostrará el nuevo aspecto del sofá.

    "Es cómodo, funcional y se ve bien."

    "¡Como nuevo!"

    "El próximo verano, volveremos a hacer los sillones."

    "¡Os estáis convirtiendo en profesionales!"

    Los sillones serán azules y verdes: yo veré fotos que me enviarán mis padres por correo electrónico el año siguiente, cuando esté en los EE. UU.

    Se esparcirán pequeñas almohadas hechas de la misma tela. Quedará bien con los colores del sofá. La máquina de coser volverá a cantar. La máquina llegó a Borovo en 1948.

    Se movió solo una vez antes de eso. Nada mal para algo del siglo XX.

Recuerdos de [Estado] #10

    Comentarios:

    Sí, crecí en [Ciudad], [Estado]. Tenía dos amigos de [grupo étnico diferente] cuando tenía 10 años. Salíamos todos los días y jugábamos al fútbol. Hacíamos muchas "locuras," cosas de niños, recuerdo que una vez entramos ilegalmente en la propiedad de un vecino, nos llevamos a su perro y jugamos con él durante unas cuatro horas. Lo llevamos de vuelta. Su amo ni se enteró. Todo cambió cuando comenzó la guerra. Tanto mi padre como mi hermano mayor de nueve años fue golpeado en el puente principal por seis policías. Meses después de eso, nos echaron de nuestras casas y nos obligaron a ir a las montañas más cercanas para escapar de los soldados y la policía; pasamos ocho días allí casi sin comida ni agua.

    Semanas después, mi tío y un vecino se negaron a huir de sus hogares, fueron asesinados a golpes cuando la policía los encontró. Unos pocos meses después, cuando regresé a mi casa, todo estaba quemado, todo el barrio, tuvimos que vivir en carpas durante meses, todo destruido, la gente sufría las consecuencias de la guerra, sin trabajo, sin dinero, solo caos. Yo no vivi mi infancia de forma normalm. A los 10 años tenía que ver cadáveres en las calles, ver a hombres adultos llorar, ver casas en llamas.

    De modo que, sí, el trauma me ha cambiado para siempre.

    No creo que pueda hacerme amigo otra vez de alguna persona [grupo étnico diferente].

Neo AFŽ: revolución sin premeditación

    MANIFIESTO

    ESTAMOS DERRUMBANDO la conciencia patriarcal existente.

    ESTAMOS DERRUMBANDO los estereotipos y prejuicios contra quienes sufren discriminación.

    ESTAMOS DERRUMBANDO las fronteras que dividen lo inseparable.

    ESTAMOS DERRUMBANDO las diferencias artificiales y los valores establecidos por la fuerza.

    BUSCAMOS el derecho a la individualización de los valores.

    BUSCAMOS una celebración de la diversidad de las personas y de sus formas de vida.

    BUSCAMOS un espacio para crear, expresarnos y trabajar con libertad.

    BUSCAMOS un intercambio de opiniones críticas.

    DEMANDAMOS igualdad de oportunidades para acceder al conocimiento y a la información para todos.

    DEMANDAMOS total libertad para todos los que crean y buscan conocimiento.

    DEMANDAMOS el cese inmediato de la violencia contra las minorías nacionales y las personas no heterosexuales que luchan por sus derechos.

    DEMANDAMOS el reconocimiento incondicional de nuestra actividad en el contexto de la tradición de los movimientos progresistas de las mujeres.

    Ivana Percl y yo escribimos el manifiesto un día de verano de 2001 en la isla de Vis, sentadas a una enorme mesa en el patio delantero del antiguo cuartel del Ejército Popular Yugoslavo, un complejo de edificios de piedra que antaño ocuparon innumerables chicos de 19 años durante su servicio obligatorio de 12 meses. Pero a principios de la década de 2000, los cuarteles estaban prácticamente vacíos, excepto cuando en verano se alquilaban como un lugar asequible para seminarios de organizaciones sin fines de lucro que necesitaban poco dinero. Los barracones no habían sido renovados en absoluto, y los restos del pasado estaban esparcidos por todo el complejo. Encontramos en el suelo un retrato fotográfico a color y enmarcado de Josip Broz Tito, en la esquina de una habitación, y luego Ivana y yo hicimos que una amiga nos hiciera una foto en cuclillas y tomados de la mano frente a él. Todas dormíamos en catres con finos y gastados colchones de muelles usados mientras el ejército aún estaba allí en las décadas anteriores a 1991. Los catres se hundían bajo nuestros cuerpos como retorcidas y llenas de baches hamacas de metal, pero nosotras teníamos veinte años y estábamos demasiado entusiasmadas con nuestros proyectos como para preocuparnos por la comodidad. Fue allí donde Ivana y yo decidimos imprimir nuestro manifiesto en una revista que íbamos a mecanografiar, cortar y pegar nosotras mismas, y luego fotocopiar y distribuir de forma gratuita, principalmente utilizando los suministros de oficina que podíamos conseguir en el trabajo. Decidimos que no íbamos a pedir dinero para Neo AFŽ, que no nos registraríamos como una ONG ni como una organización sin fines de lucro, que simplemente no nos registraríamos en absoluto, que trabajaríamos clandestinamente, con apenas un gasto operativo.

    El manifiesto apareció finalmente en el primer zine de Neo AFŽ en noviembre de ese mismo año —después de haber reunido suficientes trabajos para llenar cinco hojas de papel a doble cara dobladas en el medio para crear un pequeño panfleto. La copia que tengo conmigo en Chicago, donde vivo ahora, es probablemente una fotocopia de tercera generación de esa primera revista. La foto granulada de la portada muestra a una amiga nuestra sonriendo mientras quema un póster fascista en una pared de Belgrado. En la página siguiente nos dirigimos a los "fanáticos de las ideas utópicas e idealistas," definimos a Neo AFŽ como "un grupo de feministas radicales que practican la teoría y el activismo subversivo," e instamos a los lectores a hacer sus propias fotocopias del zine para distribuir más.

    La contrapágina presenta el manifiesto “Estamos Derrumbando” que prepara el escenario para la prosa y el verso, los dibujos y las fotografías políticos y personales, críticos y creativos que llenarían todos los números posteriores del zine.

    2. DUBROVNIK

    Antes de que existiera Neo AFŽ, empezó mi amistad con Ivana. El escenario vuelve a ser el Adriático: nos conocimos a finales de la primavera de 2001 en un curso feminista en el Centro Interuniversitario de Dubrovnik.

    Una noche, probablemente a mitad del curso de una semana, después de un día de intensa teoría, las estudiantes de varias partes de la región post-yugoslava nos reunimos en una playa para relajarnos y beber, sentadas en la arena entre el Adriático y las murallas de la ciudad vieja. Para compensar todo el trabajo intelectual que habíamos estado haciendo durante los días anteriores, nos volvíamos tontas y ruidosas, y jugábamos una especie de charadas en las que se supone que debes adivinar el nombre de la celebridad garabateado en una tarjeta pegada a tu frente. haciendo preguntas de sí o no hasta que puedas adivinar el nombre.

    "¿Soy una mujer? ¿Soy cantante? ¿Estoy vivo? Siempre que las respuestas sean "sí," puedes continuar; Si recibes un "no," tienes que esperar hasta que todos los demás jugadores hayan terminado su turno y puedas comenzar de nuevo en la siguiente ronda. Tienes el mar murmurando cerca, bebes vino envuelto en la cálida noche de finales de primavera, y los más mínimos errores que tú y los otros jugadores cometen se convierten en motivo de estruendosas risas.

    El juego de las charadas playeras nos transporta a la infancia mientras el tiempo avanza al galope. Soy yo quien graba el nombre de Jura Stublić, líder de la banda de pop Film de los 80, en la frente de Ivana, sin ninguna razón, excepto quizá porque recuerdo inconscientemente su viejo éxito "Ivana," sobre un hombre mayor que está teniendo una aventura con una chica cuya edad es un "número desafortunado" que está tratando de ocultar. Ivana finalmente adivina: "Soy un cantante masculino, estoy vivo, solía ser lindo y ahora soy un viejo, estaba al frente de una banda en los 80, no era Haustor. Espera, ¿era Film? ¡Soy Jura Stublić!." Y recuerda que a finales de la década de 1980, cuando tenía 13 años, fantaseaba con que Jura le cantaba a ella de verdad. Todas nos reímos hasta llorar, recordando que cuando éramos niñas no nos dábamos cuenta de lo espeluznante que era la canción.

    3. AMBIVALENCIA Y ALTERNATIVAS

    Ivana y yo compartíamos sensaciones encontradas sobre los modelos existentes de organización de mujeres en los entornos feministas más amplios en los que participábamos en Croacia y Serbia.

    Yo asistí al programa de Estudios de la Mujer de Belgrado y me ofrecí como voluntaria para algunos proyectos, principalmente relacionados con el arte, con otras organizaciones feministas en Belgrado, pero en 2001 había regresado a mi ciudad natal de Vukovar y allí trabajaba en un centro donde las mujeres, atraídas en gran parte por cursos gratuitos de informática, inglés básico, costura y bordado, también podían asistir a reuniones de concienciación. Yo anhelaba escapar de la mentalidad que considera a las mujeres como víctimas del patriarcado y la vida doméstica, cuya mejor opción para escapar temporalmente de su “destino” es reunirse en un centro dirigido por activistas profesionales bien intencionadas. Ivana había estudiado en Zagreb Estudios de la Paz y Estudios de la Mujer, así que comparábamos notas. Si bien había algunas diferencias enormes entre los cursos interdisciplinarios de nivel universitario —a los que habíamos asistido en los Centros de Estudios de la Mujer en Belgrado y Zagreb— y los cursos ofrecidos a las mujeres de Vukovar, al final acordamos que este escape de la domesticidad se convertía en un espejo de aquello de lo que se intentaba escapar: un gran apartamento privado convertido en un centro educativo o de apoyo; un espacio seguro solo para mujeres; un sentimiento semifamiliar entre las activistas y las beneficiarias mientras la jerarquía entre ellas permanecía intacta; un ambiente limpio y doméstico; el olor a café que se prepara en la cocina. Eso era necesario y nos beneficiábamos de ello, pero tenía que haber otro modelo.

    Estábamos ansiosas por algún tipo de feminismo callejero que debía reinventarse, especialmente en Croacia. Belgrado al menos tenía a las Mujeres de Negro, y nosotras respetábamos la estoica y silenciosa vigilia que ellas realizaban todos los miércoles al mediodía en la plaza frente al Museo Nacional para exigir paz y justicia. Nosotras también habíamos participado en protestas estudiantiles a finales de la década de 1990, actuaciones masivas que pueden o no haber contribuido a la desaparición de los regímenes fascistas de Tuđman y Milošević. Para el año 2000, esos regímenes habían sido reemplazados por fuerzas políticas democráticas liberales y se suponía que ese era el final: ahora se suponía que habría una transición fluida hacia la Unión Europea, que por supuesto es el paraíso en la tierra. Pero Ivana y yo estábamos ansiosas por algo más radical en naturaleza, aunque de menor alcance: con nuestro pequeño zine fotocopiado al menos queríamos expresar nuestro deseo no solo de reemplazar a quien estuviera en el poder con quien estuviera en la oposición, sino por un sistema libre de patriarcado y heteronormatividad ante todo. Junto a todo eso, también cultivábamos el sentido del humor, ya que veíamos lo enormemente desproporcionadas que eran nuestras ambiciones para nuestro poder.

    En febrero de 2002, participamos en la manifestación Ciudad de las Mujeres en Ljubljana. El número 4 del zine Neo AFŽ que salió en el verano del mismo año fue la única publicación en el país que dedicó un número completo a los escritos de los organizadores y participantes de la primera manifestación-desfile del Orgullo Gay de Zagreb.

    Uno de los recuerdos más claros que tengo del verano de 2002 es el sabor picante del gas lacrimógeno que casi arruinó la celebración del Orgullo Gay de Zagreb en el parque Zrinjevac después de nuestro primer desfile exitoso, que sucedió el día antes de mi vuelo a los EE. UU.

    Caminábamos por la ciudad protegidas por una empresa de seguridad privada y por policías antidisturbios. En las aceras de las calles a lo largo de nuestra ruta había gente de todas las edades, en su mayoría amonestándonos, tirándonos pedazos de melón, escupiéndonos. Yo me protegía de los escupitajos con un cartel oficial del Orgullo Gay de Zagreb que deletreaba tres palabras en tonos de rosa: ISKORAK KONTRA PREDRASUDA (UN PASO CONTRA LOS PREJUICIOS)

    Uno de los escupidores anti-Orgullo Gay era un furioso nazi cabeza rapada local que gritaba "sieg heil" levantando el brazo repetidamente como un robot. Otra era una mujer de mediana edad que algunos reconocieron como la misionera inglesa "Hermana Ruth." La mujer mecía una enorme estatua de la Virgen María en el hombro. La mujer también estaba levantando el brazo y gritando "sieg heil."

    Nuestro desfile no fue la desenfrenada, carnavalesca, erótica, festiva (y comercial) caravana de energía típica de los desfiles del Orgullo Gay en Occidente. Estábamos tensas de temor ante un posible ataque de los homófobos a nuestro alrededor allí mismo, preguntándonos qué iba a pasar si intentaban romper la seguridad. Uno de ellos arrojó gases lacrimógenos a nuestra pequeña multitud en el parque, y todos comenzamos a correr tratando de resistir la tentación de limpiarnos los ojos llorosos y la nariz goteante. Resultó que era solo una pequeña cantidad de la sustancia química, fácilmente alejada por la brisa, y pronto nos calmamos. El cabrón debe haber disfrutado viéndonos dispersarnos en pánico, aunque solo fuese durante un rato.

    Tras el final del espectáculo, la mayoría de nosotros nos dispersamos rápidamente a nuestros hogares. Una treintena de los que se quedaron en bares y cafés del centro fueron buscados y golpeados por los homófobos cuando la policía no estaba a la vista.

    4. EL NOMBRE

    No recuerdo exactamente cómo se nos ocurrió el nombre de Neo AFŽ. Pero definitivamente sonó una campana para los miembros de nuestra audiencia: AFŽ era, por supuesto, Antifašistička Fronta Žena, o el Frente Antifascista de Mujeres, una organización originada en la Segunda Guerra Mundial (fundada por el Partido Comunista Yugoslavo) y que duró hasta principios de la década de 1950. Teniendo en cuenta que la organización llevaba desaparecida cincuenta años, el acrónimo aún se usaba de manera notablemente amplia, y recuerdo que la gente en Vukovar a menudo bromeaba sobre la organización de mujeres contemporáneas, llamándonos AFŽ, no sin un toque de nostalgia. En Croacia y Serbia en 2001, cuando los partidos nacionalistas de la década de 1990 fueron reemplazados por los partidos de oposición más orientados a Europa —aunque el cambio parecía meramente cosmético— la yugonostalgia pareció volverse cada vez más fuerte, y por una razón obvia: crecía debido a la frustración con el estado actual de los acontecimientos, el desempleo, la corrupción y los cientos de miles de familias desgarradas y desplazadas como consecuencia de las guerras de los noventa. Vukovar, en particular, estaba y sigue estando técnicamente dividida de arriba hacia abajo, y los niños desde el jardín de infancia hasta la escuela secundaria habían asistido a clases y escuelas segregadas desde el fin de la guerra. Cuando uno es incapaz de imaginar un futuro mejor, vuelve a imaginar el pasado como una utopía cercana.

    Pero Neo AFŽ trataba de convertir estas tendencias nostálgicas en algo productivo, y en lugar de idealizar el pasado, intentábamos aprender todo lo posible de él, y especialmente sobre los triunfos y derrotas de los movimientos de mujeres. Cuando el Partido Comunista disolvió la AFŽ en la década de 1950, algunas feministas de esa generación continuaron trabajando en silencio dentro de los confines del régimen. Las mujeres socialistas (la generación de nuestras abuelas) mantuvieron sus empleos y sus derechos ganados con tanto esfuerzo, pero no fueron liberadas de sus tradicionales deberes domésticos y, por tanto, se estableció como norma el compromiso de doble carga con el patriarcado. La siguiente generación de feministas alcanzó la mayoría de edad en las décadas de 1960 y 1970 (la generación de nuestras madres), completamente en desacuerdo con la generación que las crió. En lugar de basarse en esfuerzos pasados, ellas comenzaron su propia lucha aparentemente desde cero, inspiradas por sus pares francesas y angloamericanas en la década de 1970, centrándose en la concienciación y, finalmente, en la apertura de centros de mujeres a finales de la década de 1980 y principios de la 1990. Neo AFŽ era parte de la tercera generación post-socialista de feministas, e intencionalmente construimos alianzas con las dos generaciones anteriores, cautelosas de caer en las mismas viejas trampas.

    5. CHICAS DE FÁBRICA: UNA ENTREVISTA

    Stoja Žabić es mi abuela. Nació en 1924 en el pueblo de Karajzovci (cerca de Banja Luka) y vive en Borovo desde 1946. Decidí entrevistarla y aprender sobre AFŽ de primera mano.

    P: ¿Cuándo se unió a AFŽ?

    R: Yo era miembro de SKOJ y las chicas fundamos el capítulo AFŽ en nuestra aldea en 1943, creo.

    P: ¿Un par de chicas de SKOJ fundaron AFŽ?

    R: No. El Partido fundó AFŽ y las chicas de SKOJ participaban, lo dirigían. Nuestro pueblo estaba cerca del Territorio Liberado Gornji Podgradci, justo debajo de Bosanska Gradiška, que aún no había sido liberado. Gornji Podgradci lo tenía todo: la oficina del municipio, la sede, todo. La sede del Partido Gornji Podgradci decretó la fundación de AFŽ en nuestro pueblo.

    P: ¿De qué estaban a cargo las mujeres, específicamente?

    R: Durante la guerra era deber de la mujer ayudar a los heridos en la Lucha por la Liberación del Pueblo. Las mujeres y los miembros de SKOJ estaban a cargo de asegurar la comida para los partisanos de Savez Komunističke Omladine Jugoslavije —Unión de la Juventud Comunista de Yugoslavia, una rama juvenil del Partido Comunista. SKOJ y el PC operaban en estricta clandestinidad, después de que el rey de Yugoslavia declarara ilegal al PC en 1920, trayendo comida y todo, tejer calcetines de lana... Yo no tejí ni un solo par, no te preocupes. (Nota: la abuela siempre se ha negado a hacer cualquier tipo de costura desde la infancia). Además, SKOJ y AFŽ se encargaban de convencer a la gente para que ayudara al PLS.

    P: ¿Se decía algo sobre la posición social de las mujeres?

    A: Oh, sí, por fin. Las mujeres ni siquiera tenían derecho a votar antes, ¿puedes creerlo?

    P: ¿Qué pensaba la gente sobre las mujeres partidistas?

    R: La opinión sobre las mujeres con armas era positiva, era igual, eran iguales.

    P: Cuéntenos una historia notable sobre algunas compañeras, para el zine, hágalo interesante, ya sabe.

    R: Había una chica de Dubica y otra de Gradiška, estaban en SKOJ. Se unieron a la lucha en 1941; sus nombres eran Bora Batos y Mira Šimik. Se conocieron en Borovo por casualidad en 1938, ¡¿puedes creerlo?! Una de ellos vino aquí con su papá, la otra ya había estado viviendo aquí. Se hicieron mejores amigas, por supuesto, ambas provenientes de la misma parte de Bosnia. Trabajaban junto a Jovica Brandajz en la fábrica.

    P: ¿Él es quien las convirtió en idealistas progresistas?

    R: Sin duda. Jovica Brandajz fue asesinado en Dudik en 1941, y fueron a la montaña Kozara y se organizaron allí. Se unieron al capítulo local de SKOJ y reclutaron al resto de la gente progresista. Otras mujeres se unieron con gusto, esa era la única forma en que podían ayudar de verdad en la lucha. Agh, escucha, Nana, todos querían que algo mejorara después de la guerra, las mujeres no fueron una excepción.

    6. ATADO A LA ESTUFA

    Yugoslavia siguió siendo un país rural hasta bien entrado el siglo XX, El sitio de ejecuciones masivas (y posteriores fosas comunes) de enemigos reales o supuestos del Estado Independiente de Croacia, que en ese momento era un estado títere nazi gobernado por fascistas locales conocidos como Ustaše, pero la generación de mis abuelos abandonó en masa sus aldeas después de la Segunda Guerra Mundial, cuando eran jóvenes, y encontaron trabajos en ciudades de todo el país. Borovo en particular, una ciudad con menos de dos décadas de antigüedad, debe haber sido un refugio para los jóvenes que se buscaban la vida lejos de las normas del pueblo que conocían, que buscaban cómo idear un nuevo sistema. Las excampesinas se cortaron el pelo y se pusieron un nuevo atuendo, y trataron de emular a las chicas nacidas en la ciudad que conocieron al llegar. Se unieron a AFŽ y al Partido, comenzaron a votar, algunas incluso se presentaron para cargos públicos, dirigieron reuniones de trabajadores, reconstruyeron infraestructura con los muchachos. Una vez que llegaron los bebés, sus muchachos comenzaron a cuidar a los pequeños y a hacer las tareas del hogar. Pero en 1953 el Partido desmanteló AFŽ y el breve experimento de igualdad comenzó a deteriorarse. Los hombres simplemente volvieron a las viejas costumbres de ir al trabajo, del trabajo a la cena que preparaba la esposa, después de la cena una siesta y después la televisión o los juegos de cartas. Las esposas (el concepto pasó sin problemas a la generación de mis padres) trabajaban, cocinaban, limpiaban, cuidaban de los niños, a veces regañaban y a veces promovían el patriarcado con alegría, favoreciendo a los hijos y enseñando a las hijas a ser dóciles y obedientes.

    Ahora, Neo AFŽ existe en gran parte en el pasado, pero no está completamente estancado allí. Hay un libro bilingüe titulado Po(eat)zija / Po(jadi)ry en el que Ivana y yo trabajamos durante años después de mudarme a los EE. UU.: Escribimos ahí poemas en verso libre y recetas en poema que puedes seguir y preparar en comidas de manera sencilla. No se nos escapa la ironía de que la mitad de nuestro libro comprenda recetas, de que regresemos a la cocina como en una mala parodia de un derrotado movimiento feminista radical, como en un espantoso escenario misógino en el que las perras se domestican. Y así, los poemas de recetas son de hecho satíricos y fáciles, mientras que los poemas que no son de recetas tienden a ser bastante indirectos, y decimos: lee y escribe poesía complicada y, entretanto, prepara comidas sencillas y rápidas para alimentarte en la lucha, y no pierdas un tiempo precioso en la cocina. No queremos vivir en un mundo donde cocinar sea complicado y exigente y la poesía se reduzca a aforismos unidimensionales.

    Y aunque el zine dejó de publicarse en 2003, no redujimos nuestra existencia a escribir, leer y seguir tirando. Seguimos asistiendo y organizando numerosas protestas callejeras en Zagreb, Wilmington, Carolina del Norte y Chicago (derechos de los animales, derechos de los homosexuales, sindicalización, protestas contra la guerra de Irak, por los derechos de los inmigrantes), y nos mantuvimos activas en la escena musical local, como promotoras e intérpretes. Difícilmente un estilo de vida dócil:

    Revolución sin premeditación.

    a). para imitar a las sectas adolescentes, aplíquese una palmadita de brillo en los labios, use joyas con brillantes, un sombrero aparte, cualquier cosa con el fin de abrir el arte. Al final. Centro de respiración oficial. Pase por fin por el salón de al lado, por las estilizadas colmenas, las piezas de mástil estilo 2003. Puede pasar si el símbolo - - está en reposo. Este está al lado de su carril de conducción, la maniobra está restringida por las patrullas de noche. Convierta la cesura en una línea continua _____________. La revolución sin premeditación.

    un kilo y medio de frijoles secos

    tres cucharadas (soperas) de cebada (cuatro está bien) una zanahoria (de cosecha propia o no)

    una cucharada de aceite

    dos dientes de ajo

    sal

    Remojar un kilo de frijoles hasta mañana por la mañana, ponga la olla de frijoles en el fogón y deje hervir a fuego lento. Agregue la zanahoria, en rodajas o no, una cucharada de aceite, ajo picado (o entero) y deje que hierva a fuego lento hasta que se ablande. Agregue sal, mucha. Mientras tanto, llene una olla de cebada y déjela hervir a fuego lento. Cuando la cebada se ablande, mezcle con los frijoles y deje que se cueza todo junto. ¿por cuánto tiempo? pues durante un rato. Al final, espese suavemente el guiso vertiéndolo, removiendo constantemente, sobre la harina dorada en una olla más grande. Sirva a un grupo de personas. Nota: nunca sirva a una sola persona. La lechuga aderezada con todo tipo de sabrosos sazones va bien con este plato principal. en lugar de dejar cocer, puede servir pimientos no tratados térmicamente (crudos). Asegúrese de servir pan.

    La cantidad de amorosa enfermedad grave se quedó en ella. Ella que se preocupaba principalmente por el delta [especialmente del tipo ramificado] no tanto por el manantial ni el río ni el océano. Delta, delta, la llamamos, adivinas/supones que a ella le gustaba que su tierra fuera agua fangosa. Ella sabía cantar escamas de pantano, siempre en algún lugar intermedio, con tonos deseables para nosotros. Viniendo del nivel del mar, o sobre el mar para que se fuese. Ella no se fue. La cantidad de grave enfermedad amorosa es:

    1 paquete de sopa instantánea de champiñones

    1,5 litros de agua

    2 huevos

    vegeta (especias saladas)

    Vierta el contenido del paquete de sopa en el agua tibia y remueva con un cucharón para evitar la formación de grumos. Si se forman grumos, deben romperse. Eso lo hace empujando los grumos hacia las paredes de la olla y apretando. Remueva constantemente, agregue una cucharadita de especias saladas. Cuando la sopa comience a hervir, agregue dos huevos batidos, pero no todos a la vez. Deje que los huevos goteen en la sopa y remueva constantemente. Baje el fuego y deje cocinarse unos diez minutos (por los huevos y la salmonela). Coma mientras esté caliente calor. No deje nada. Es sopa.

    La obediencia no es virtud. la obediencia es esclavitud, gradual reducción de creatividad, con tendencia al embotamiento. La desobediencia a menudo se confunde injustamente con la picardía. Eso es un error tendencioso e intencionalmente incorrecto. La desobediencia es una categoría autosuficiente.

    La desobediencia de la mujer es la muerte del patriarcado./p>

Recuerdos de [Estado] #11

    Comentarios:

    Nací en [Capital] y viví en [Ciudad] y en [Capital] hasta los 13 años. Como muchas otros [etnia] en ese momento, mi familia decidió mudarse en 198_ después de las violentas manifestaciones organizadas por [etnia diferente] en lo que entonces era [Estado anterior]. Éstos eran los tiempos del [Lema] declarado oficialmente por el [Presidente muerto no. 1] y sus responsables políticos.

    Recuerdo haber visto desde mi edificio situado en el centro de [Capital] decenas de grupos arrojando piedras y botellas a las tiendas y edificios del centro, destrozándolas. La policía antidisturbios intervino utilizando escudos, cañones de agua y gas lacrimógeno. Muchas de las unidades especiales de la policía procedían de [Estado anterior], [Estado], [Región], [Estado] y [Estado].

    Desde entonces me pregunto por qué los [etnia diferente] nos odiaban tanto. ¿Quizá porque los [etnia] eran simpatizantes de [religión] y predominantemente [religión diferente]? ¿O tal vez porque ellos tenían tasas de natalidad explosivas que los convertían en mayoría en [Estado] y les daba derecho a expulsarnos?

Frau X

    Como no aprendas un idioma extranjero, puede que te mueras de hambre.

    Esa era la moraleja de una de las historias que mi abuelo le contaba a su hija, mi madre, especialmente cuando sacaba malas notas en alemán.

    Cuenta la historia que cuando empezó a trabajar en una casa austríaca cerca del campo donde estaba encarcelado, le decían: "Nicolaus, komm essen!" Y Nikola, que no hablaba alemán, empezaba a trabajar más duro y más rápido, pensando que lo estaban reprendiendo. Así perdía la oportunidad de comer y, al final, se dormía hambriento.

    Mi madre nunca llegó a hablar alemán, a pesar de haberlo estudiado durante ocho años en la escuela. Yo tuve alemán durante cuatro años en la escuela secundaria, e incluso viví en Alemania durante tres meses en 2000, cuando tenía 26 años, pero solo pude comunicarme con el dueño de la tienda turca de comestibles en nuestras versiones igualmente fragmentadas del idioma.

    Yo había aprendido a contar de ein a zehn con el abuelo Nikola. Me sentaba en su regazo de cara a él. A los cuatro o cinco, mi cara estaba al nivel del esternón de Nikola. Contaba los botones de su camisa, repitiendo la fonética de él con un marcado acento serbocroata: ajn, zvaj, draj, fir, etc. También era un juego: cada vez que llegaba a diez, él apagaba la luz apoyando la cabeza en el interruptor de la luz. Luego declaraba que había un corte de energía y yo le suplicaba que me devolviera la electricidad.

    Luego él volvía a hacer clic con la cabeza en el interruptor de la luz y ambos aplaudíamos. Yo estaba en la edad en que tales juegos nunca envejecían, y Nikola tenía paciencia de sobra. Esto fue en Borovo Naselje, la pequeña ciudad industrial en el centro del noreste de Yugoslavia, donde Nikola se mudó después de la Segunda Guerra Mundial, y donde yo nací de su hija mayor treinta años después.

    Yo era una niña que crecía en la versión socialista de Yugoslavia, una versión que se originó en la Segunda Guerra Mundial y protegía una narrativa específica de esa guerra a través de la literatura, las películas y los cómics, dirigida a todo el mundo, comenzando con los niños en el jardín de infantes. Todos los niños que veían series de televisión sobre los valientes y apuestos combatientes de la resistencia estaban ansiosos por saber qué habían hecho sus abuelos en la guerra: ¿cómo habían contribuido ellos a los victoriosos partisanos de Tito? Me alegró saber que mis abuelas habían luchado en la resistencia como civiles que apoyaban a los partisanos. Un abuelo, el padre separado de mi padre, estaba completamente fuera de escena, en otra ciudad, sin hablar con mi padre ni con nadie más entre nosotros. Incluso cuando me preguntaba por él, la información era escasa, lo que sugiere que fue un papel menos glorioso el que desempeñó, si es que tuvo alguno, en la Segunda Guerra Mundial. Nikola, el otro abuelo, era la persona más cercana a mí: me vestía y me alimentaba todas las mañanas, mi mamá iba al trabajo, me llevaba a pasear y me enseñaba a leer.

    Una vez, durante nuestra paseo, subimos los escalones del cine para mirar los carteles. Yo podía ver mi reflejo en el vidrio oscuro de la fachada del cine, desde mis merceditas y mis calzas hasta las rodillas de encaje blanco hasta las coletas. Al pasar junto a uno de los carteles, reconocí un detalle como una letra, que de hecho pude descifrar: "Yo." En serbocroata, "I" también es una palabra, aunque no es el pronombre en primera persona como en inglés. En mi idioma nativo, significa "y" y se pronuncia "e." Al decir la letra en voz alta, pude reconocerla como una palabra que conecta cosas.

    Poco después de aprender a leer todas las demás letras, comencé a ir al jardín de infancia. La escuela primaria siguió pronto, al igual que las lecciones sobre la Segunda Guerra Mundial, y en casa descubrí que Nikola fue un prisionero de los alemanes durante aquel tiempo histórico. No pregunté qué tipo de prisionero. Una vez que descubrí que no tenía un número tatuado en el brazo, simplemente llegué a la conclusión de que no había estado en un campo de exterminio, sino en un campo de trabajo.

    Quizá fue mi falta de atención, pero también deben haber sido las contradicciones en la tradición familiar lo que me estaba desconcertando. Yo era una estudiante de posgrado en Carolina del Norte y tenía casi treinta años cuando un compañero de estudios envió un correo electrónico a la lista de distribución del departamento preguntando si alguien más que él era nieto de supervivientes de un campo nazi. Le respondí diciendo que mi abuelo había estado en un campo de trabajo. Pero después de pulsar "enviar," comencé a cuestionar mi propia comprensión de la historia de Nikola, y le envié un correo electrónico a mi mamá para verificar eso. Ella me corrigió: no fue en un campo de trabajo; sino, según los documentos, un campamento de P.D.G., más precisamente Stalag 17, donde se retenían a los soldados aliados capturados, incluidos los yugoslavos.

    Bueno.

    Soy una gran admiradora de Billy Wilder, he visto Stalag 17, pero eso y un relato de Vonnegut era el alcance de lo que sabía sobre esa institución del Tercer Reich en particular.

    Me pregunté por qué las palabras Stalag 17 nunca surgieron cuando yo estaba creciendo, al menos no surgieron en mi presencia.

    Después de la muerte de Nikola a fines de 1982, su experiencia en tiempos de guerra surgía de vez en cuando cuando la noticia anunciaba que Alemania estaba pensando en pagar una reparación a las víctimas de los crímenes del Tercer Reich. Tales noticias parecían haber proliferado en Yugoslavia a mediados y finales de los 80, cuando aumentó la inflación, cayó el ingreso per cápita y la gente podía servirse de la esperanza de obtener alguna moneda, aunque eso significara desenterrar viejos traumas y cobrar potencialmente dinero de ellos. Los concisos diálogos entre mi abuela y sus hijas me hicieron creer que Nikola había estado en un campo de trabajo. Su conversación era algo así:

    "¿Trabajó en el pueblo todo el tiempo que estuvo allí?" preguntaba mi mamá o mi tía.

    Mi abuela comenzaba a recordar las historias de su marido y miraba en la distancia hacia algún lugar más allá de su sala de estar. Se le volvían intensos los ojos tras las gruesas gafas. Ella fruncía un poco el ceño, los delgados labios se convertían en una pálida astilla de carne y ella se pasaba los dedos por su fina permamente plateada y corta.

    Se sentaba en su silla con la espalda siempre recta, una tacita de café turco frente a ella, edulcorante artificial a pequeñas lonchas en un pequeño recipiente de plástico a mano.

    “¿Trabajó todo el tiempo? No lo creo," decía la abuela y tomaba un sorbo de café. “Aunque de lo único de lo que hablaba era de cuando trabajaba en el pueblo. Pero probablemente solo los pusieron a trabajar más tarde en la guerra, cuando la mierda golpeó el ventilador en 1944."

    "¿Recuerdas que dijera que no tenían mantas donde dormían? Dormían en catres desnudos," decía mi tía.

    Todo el tiempo, yo podía estar medio oyendo la conversación y jugar con el cabello largo y suave de mi tía, de un rojo caoba, fingiendo ser una estilista de primer nivel en París. Ella me sufría como una campeona y luego admiraba mi creación de hebras medio enredadas, medio trenzadas, unidas con una docena de clips de todos los colores del arco iris.

    Mi mamá seguía pensando en el lado práctico. Ella decía: “Cuatro años o un año, eso es mucho trabajo forzado no remunerado. Deja que calcule cuánto habríamos sacado si le hubieran pagado con el salario mínimo de hoy. Digamos que eran catorce marcos alemanes por hora."

    Sacaba un bolígrafo del bolso y escribía en un paquete de cigarrillos vacío con su flequillo rubio sobre los ojos azules y, de vez en cuando, hacía una pausa para meterse detrás de las orejas mechones de su melena.

    Y así era.

    De modo que yo tenía casi treinta años cuando por fin le pedí a mi mamá algunos detalles. La historia decía que Nikola estuvo haciendo el servicio militar obligatorio en el Ejército Real Yugoslavo cuando el país fue atacado, y rápidamente ocupado, por el Wermacht de Alemania. El rey Pedro huyó del país, el ejército fue despedido y Nikola se encontró aún uniformado, pero sin ejército, en una pequeña ciudad de Novska, no lejos de su pueblo natal.

    Pero antes de que él pudiera regresar a casa para encontrar una unidad partisana a la que unirse, las tropas del Wermacht lo arrestaron y lo llevaron a un campamento cerca de Krems, Austria.

    Yo aún no tenía ocho años cuando Nikola enfermó y no pude verlo mucho ni hablar con él el último año de su vida, cuando yo tenía la edad suficiente para empezar a preguntarle sobre su juventud. Así que reconstruí la historia a partir de la tradición familiar, de los hechos y la inconsistencia, con algunas contradicciones y muchas lagunas. Los documentos dicen que Nikola fue un P.D.G. y la tradición familiar dice que también estaba trabajando como sirviente en la casa de un carnicero. La tradición dice que la esposa del carnicero era una mujer amable que le enviaba paquetes de harina y salchichas hasta que Nikola conoció a mi abuela en 1948. No solo eso, sino que a la dama le agradaba y esperaba, aparentemente, que él se casara con su hija una vez terminada la guerra.

    Eso no tenía sentido para mí, y no me refiero a la parte sobre el Tercer Reich que ignora la convención de Ginebra y obliga a los prisioneros de guerra a trabajar.

    Cuando yo iba a octavo grado, todo un semestre de mi clase de historia fue sobre la Segunda Guerra Mundial y la revolución yugoslava. Fue entonces cuando comencé a preguntarle a mi abuela sobre sus propios recuerdos y sobre las historias que yo había escuchado de Nikola, insistiendo en detalles, historias de coraje preferiblemente, o algo así.

    Cuando era adolescente, yo solía pasar los fines de semana en casa de mi abuela. Ella vivía en un apartamento de dos habitaciones con mi tía, mi tío y mis primos, dos niños pequeños en aquel momento. Mi abuela dormía en la sala de estar, en un sofá que se convertía en una cómoda cama de matrimonio, y yo dormía con ella. Nos tumbábamos en la cama y hablábamos hasta que ella se dormía, y luego yo leía o veía la televisión hasta altas horas de la noche.

    “¿Una señora nazi quería que un no ario se casara con su hija? Venga ya, le decía yo a mi abuela.

    "Oh, ella no era nazi. Solo su esposo era un simpatizante de los nazis."

    "¿Cómo sabes que ella no era nazi también?"

    "Bueno, tu abuelo me dijo que cuando los clientes iban a la tienda y decían «Heil Hitler» ella solo decía «Guten tag»."

    "Ajá," decía yo incitando a la abuela a continuar.

    "Ya sabes, ellos levantaban los brazos," decía la abuela y levantaba el brazo derecho extendido en un simulado saludo nazi, "y la jefa nunca respondía."

    Así se refería la abuela a la mujer austríaca: gazdarica, la jefa. Nunca surgió ningún nombre y yo nunca pregunté.

    Supuse que ella llevaba mucho tiempo muerta, aunque tal vez aún estaba viva en el momento de mi infancia; fácilmente podría haber sido una saludable austriaca ochentona rural, con sus propios recuerdos de la guerra. Ciertamente habría encajado con la noción de mi abuela sobre la jefa, y ella me inculcó una especie de respeto por esa mujer fantasma. Fue como si la sombra de la autoridad del austriaco, solo la punta, me alcanzara a mí, la nieta del prisionero que trabajó para ella.

    Para cuando me enteré de que Nikola fue un recluso del Stalag 17, la abuela Milka había fallecido también y yo no podía volver a verla en busca de más historias y aclaraciones.

    Milka debió haber escuchado todas las historias al principio de su matrimonio con Nikola, cuando él le contó sus historias sobre cómo escaparon por poco de nazis y quislings siendo un adolescente en la resistencia; sabotearon ferrocarriles y llevaron mensajes de un grupo de partidarios a otro entre la espesura de las colinas boscosas que rodeaban su aldea. Dudo que alguna vez se hayan repetido esas historias entre ellos: aquella estoica generación no vivía en el pasado.

    Pero el estoicismo a veces se compraba al precio de suprimir recuerdos traumáticos y transferir selectivamente a sus hijos y nietos la historia de su supervivencia en la Segunda Guerra Mundial, eliminando las partes más horribles.

    Mi mamá recuerda las historias que le contaron, e incluso me repitió la historia de la jefa no nazi por teléfono. Yo estaba en Wilmington, Carolina del Norte, y ella en Borovo. Yo tenía una tarjeta telefónica que me permitía realizar una hora y veinte minutos de llamadas de larga distancia a Croacia, así que le hice a mamá todas las preguntas que se me ocurrieron, aunque ella no pudo responderlas todas, al menos no en detalle.

    ¿Cómo eran las condiciones de vida? (Dijo que la diferencia entre un campo de P.D.G. y un campo de exterminio era que en el P.D.G. no tenían un número tatuado).

    ¿Cuándo lo pusieron a trabajar? (Probablemente más tarde en la guerra).

    ¿Podía escribir cartas a su madre? (Su madre era analfabeta).

    ¿Trabajó todo el tiempo para la misma familia? (No lo sé.)

    ¿Qué hacía exactamente? (No lo sé).

    La jefa era el único detalle apenas tangible de la historia.

    "¿Cómo es que todos piensan que esa señora no era nazi? Quiero decir, ¿aparte de que no decía «Heil Hitler»?" Le pregunté a mamá.

    “Bueno, tu abuelo me dijo que la señora le seguía enviando paquetes con comida. Incluso después de que él se mudara a Borovo y consiguiera un trabajo en la fábrica. Hasta que conoció a tu abuela."

    "¿En serio?"

    "Sí. Parece que ella esperaba que él se casara con una de sus hijas."

    "¿Estás segura?"

    "Mira," dijo mamá, no por impaciencia, sino para ordenar sus pensamientos y recuerdos. "Lo que sé es que después de que le envió a la señora una carta diciéndole que se iba a casar, los paquetes de la jefa dejaron de llegar."

    Yo nunca había oído eso de la abuela; tal vez ese era un detalle que Nikola solo les contaba a sus hijas.

    "¿Estás ahí?" preguntó mamá.

    "Estoy escuchando," dije y di una calada a mi cigarrillo.

    "¿Fumas?" me preguntó mamá.

    "Sí, ¿y tú?"

    "También, pero tú no deberías. ¡Iré allí y te daré una paliza!"

    "¿Y qué estabas diciendo sobre los paquetes?"

    “Bueno, aparentemente ella esperaba liar a tu abuelo y a su hija. De todos modos, el hecho de que se mantuvieran en contacto obviamente significaba que ella no era nazi, ¿no? Quiero decir, el abuelo era comunista, un simpatizante incluso desde que era niño, de antes de la guerra."

    "Mamá, ¿sabes lo que creo?"

    "¿Qué?"

    "Que tal vez Nikola tuvo algo con la jefa."

    Mi mamá jadeó y luego se echó a reír: "¡Anda ya!"

    "¿Por qué no? Si tú fueras antinazi y tu marido fuera pronazi, el marido sería un disgusto total. Pero ¿un joven procomunista, un P.D.G.? ¿Qué edad tenía Nikola cuando fue capturado?

    "Veamos, nació en 1919, capturado en 1941, veintidós."

    "¿Ves?, no era demasiado joven. ¿Qué más recuerdas? ¿Dónde dormía?"

    “Oh, dormía en el cuartel, eso seguro. Lo llevaban a la casa de la jefa por la mañana y de vuelta al cuartel por la noche."

    "¿Y trabajaba para ella durante el día, en la casa y en los alrededores?"

    "Por lo que yo sé, sí."

    "Eso explicaría cómo aprendió alemán."

    "Cierto. Recuerdo una historia sobre ella. Le dio unas mantas cuando supo que dormían en las literas sin nada, prácticamente sin calor. Pero los guardias no dejaron entrar las mantas."

    "¿Y qué pasó?"

    "Que se puso furiosa, pero ella no podía hacer nada al respecto."

    Yo comencé a especular: "Probablemente ella le daba de comer mientras él estaba en su casa. Cuando los guardias no estaban cerca."

    "Eso debió ser. Ella lo trataba como a un ser humano."

    "Pero en realidad él era su esclavo."

    “Ella siguió enviando esos paquetes y las cartas," dijo mamá, aún sintiendo la necesidad de defender a la mujer que nunca había conocido. O tal vez para defender la historia de su padre, la parte de la historia que él le había confiado.

    Pero un pensamiento no me dejaba en paz: ¿y si la jefa era ficción? No hay evidencia, ningún nombre que uno pudiera buscar, ninguna carta supuestamente escrita. ¿Y si, para satisfacer la curiosidad de sus hijas y evitarles la verdad de recuerdos traumáticos, Nikola tejió una historia de una benevolente mujer austriaca y un P.D.G beneficiario como él?

    Nikola era un narrador inmaculado. Puedo dar fe de eso. Cuando dormía en casa del abuelo y la abuela, él se quedaba despierto conmigo mientras la abuela dormía profundamente en su lado de la cama, y me ​​contaba elaboradas historias, partes de las cuales yo recordaba más tarde cuando leíamos el verdadero asunto en el colegio. Príncipes y princesas medievales que luchaban con míticas bestias griegas, Guillermo Tell peleaba con el tramposo turco Nasraddin; todo era posible en esas epopeyas compuestas de cuentos y leyendas populares que él había absorbido y reconfigurado para su entretenimiento y el mío.

    Ojalá pudiera encontrar pruebas de que una señora de la que he oído hablar pudiera haber existido. Hojeo los títulos de las memorias de los prisioneros de guerra en el catálogo de la biblioteca de mi escuela actual en Chicago: Damn Cold and Starving (Condenado Frío y Hambruna), Given Up for Dead (Dados por Muertos), Nightmare Memoir (Recuerdos de Pesadilla)...

    Incluso en comparación con la película Stalag 17, con soldados haciendo payasadas ante el horror, ante la traición y la locura, la historia de Nikola suena como el mejor de los casos. Pero quizá Nikola dijese la verdad; las partes negativas de su experiencia podrían haber sido indescriptibles, así que las omitió y enfatizó las positivas, pero en una especie de verdad incompleta, aunque real.

    Hay una foto de él que en la parte de atrás dice: "Austria, 1945." Él no parece hambriento, solo se parece a la versión joven y delgada de Nikola que yo recuerdo: barbilla puntiaguda, cabello castaño corto peinado hacia atrás, rostro muy afeitado con una nariz angosta en forma de gancho y pómulos altos. Lo más probable es que su vida en el último año de la Segunda Guerra Mundial fuese un paseo surrealista de ida y vuelta entre la casa de esa benevolente jefa durante el día y los horrores del campamento todas las tardes, noches y mañanas. En cuanto a sus primeros tres años como P.D.G., no podría haber habido una sola cosa reconfortante.

    Nunca podré imaginar cómo debió haber sido eso. Pero tal vez debería recopilar la mayor cantidad de información posible y componer un facsímil de la historia completa que Nikola nunca contó. Para empezar, le pido a mi mamá que escanee y me envíe por correo electrónico el documento de la Cruz Roja que recibió Nikola al regresar a Yugoslavia en 1945. Lo veo por primera vez en mi vida, ahora que tengo treinta y cuatro años, y de fondo la radio habla de entregas, de Bahía de Guantánamo, decapitaciones, secuestros.

    El documento de la Cruz Roja afirma que Nikola fue capturado el 7 de abril de 1941 y liberado del campo el 9 de mayo de 1945, y que regresó a casa el 12 de julio del mismo año.

    Así que, además de responder algunas preguntas básicas, el documento abre otra enorme: ¿qué demonios había estado haciendo Nikola durante esos dos meses antes de llegar a casa?

    Llamo a mi mamá, ella se ríe y dice: "Bueno, les dijo a las autoridades de Yugoslavia que regresó caminando a casa desde Austria y que le tomó dos meses."

    "¿En serio?"

    “Por supuesto, se lo inventó, hubiera sido peligroso para él decirle a las autoridades la verdad," dice mi mamá con una voz llena de conspiración, y hace una pausa dramática. Siempre la maestra del suspense es mi mamá.

    "¿Y la verdad fue?"

    "Bueno, la verdad fue," dice ella con voz indiferente de repente, "que el chico quería probar la vida en la gran ciudad, en Viena."

    "¿Él te dijo eso?"

    "Sí, pero supongo que algo no funcionó, así que regresó a casa."

    "Debe de haber sentido una nostalgia terrible," ofrezco.

    "Sí, pero recuerda, él no tenía nada en casa, era pobre como un ratón de iglesia, y su madre y su hermana estaban a merced de sus tíos, quienes a su vez también eran pobres y tal vez solo podían cuidar de sus hijos."

    “Así que él pensó..."

    "Pensó que tal vez podía encontrar trabajo en Viena. Después de todo, había aprendido alemán."

    "¿Y encontró trabajo? Quiero decir, ¿cómo sobrevivió esos dos meses?"

    "No lo sé," dice mi mamá.

    "No te contó gran cosa de sus experiencias, ¿verdad? Probablemente quería ahorrarte el disgusto. "

    “Para ser honesta, yo no le preguntaba mucho. Supongo que debería haberlo hecho," dice mi mamá.

    Con la ausencia de hechos, comenzamos a especular. Tal vez él quiso llamar a su mamá y a su hermana pequeña y traerlas a Viena. Pero ¿qué podía contener aquel páramo bombardeado, aparte del espionaje y el tráfico y el comercio en el mercado negro? Quizá era peligroso para él regresar a su aldea.

    Quizá era peligroso no regresar. Quizá el marido de la jefa fue reclutado y murió en el último año de la guerra, y Nikola se quedó para proteger a las mujeres de los soldados rusos.

    No sé si alguna vez lo descubriré. Pero tal vez sea hora de que domine un poco el alemán y empiece a prepararme para un viaje.

Recuerdos de [Estado] #11

    Comentarios:

    Nací y crecí en [Ciudad Capital]. Muchos extranjeros que la visitan por trabajo o negocios no tienen la mejor opinión sobre la ciudad, sin embargo, es un lugar brillante donde crecer y lo extraño muchísimo.

    En lo que respecta a la vida con otras comunidades, no había mucha interacción entre los diferentes grupos étnicos incluso antes de la opresión de [Estado]. Los idiomas son muy diferentes. Que un [grupo étnico] saliera con un [grupo étnico diferente] era una excepción, no la norma.

    Espero que mejoren las relaciones interétnicas en [Estado], sin embargo, las diferentes comunidades nunca vivían juntas (hubo muy pocos matrimonios interétnicos), sino que se toleraraban y se respetaban mutuamente. Pero como la mayoría de los [grupos étnico], soy muy optimista sobre el futuro y quiero ver un estado pequeño pero poderoso en el corazón de [Región]: la república va-va-vroom, como me gusta llamarla.

Haibun fallido

    Cualesquiera que sean las deficiencias de la nomenclatura, el haibun hace referencia a un breve ensayo informal, generalmente de tono ligero y de tema común, que comparte las cualidades que asociamos con el verso haiku, incluidas la sugerencia, la alusión y elipsis, y la explotación de manera similar de las técnicas del juego de palabras, la palabra asociativa y la frase. En el mejor de los casos, el haibun es rumiativo y reflexivo, una feliz boda entre la brevedad de forma y la profundidad de contenido que ofrece al lector una visión fresca y desconsiderada del mundo, una nueva mirada a lo cotidiano: un abanico, el dulce placer de dormir hasta tarde, las trampas de pedir dinero prestado. Cuando no tiene éxito, puede ser estudiado como artificial, casi eufórico en su ornamentación estilística y en la gratuita intrusión de la alusión clásica y la proverbial tradición.

    —Lawrence Rogers, "Rags and Tatters: The Uzuragoromo of Yokoi Yayu" (Monumenta Nipponica 34.3: Otoño, 1979)

    Es otoño de 1979 en Yugoslavia, y la vieja radio de tubo de la década anterior está encendida en la cocina. Y sí, tiene un "gramófono" en la parte superior, que es lo que quiero encender para poder reproducir un disco para niños. Tengo cinco años y mi hermano seis. Él no me deja apagar la radio y poner mi disco porque la radio está tocando su nueva banda favorita y su canción sobre molestar a los vecinos con música rock fuerte. Intento argumentar a favor de apagarlo, pero mi hermano interrumpe cada uno de mis intentos. Así que, ¡eureka! Proclamo triunfalmente:

    "¡Al presidente Tito no le gusta la música rock!"

    Me marcho, probablemente para quejarme a un miembro adulto de la casa.

    Creo que fue por esa época cuando escribí mi primer poema. No recuerdo cómo fue, y el papel en el que lo escribí desapareció hace mucho tiempo. No sé si se lo mostré a alguien, pero recuerdo claramente que lo escribí en mayúsculas, el único tipo de letras que conocía a esa edad. El poema menciona a un niño y menciona una ciruela. ¿Fue en el otoño, cuando las bolsas de ciruelas azules llegaban del coche de mis padres los sábados, días de mercado, para comerlas crudas (piel un poco agria, pulpa dulce) o cocidas en mermelada? El poema debe de haber rimado. Eso es lo único que recuerdo.

    Y la radio. Está alojada en una caja de madera y parece una cara: el ojo izquierdo es la rueda del volumen, el ojo derecho es la rueda de sintonización. El dial, las mejillas de la radio tatuadas con nombres de ciudades, algunas cercanas (Belgrado, Zagreb, Sarajevo, Ljubljana), otras lejanas y exóticas (Lyon, Moscú, Nápoles). La boca de la radio que muestra los dientes y sonríe es un conjunto de cinco teclas blancas: apagado / gramófono / ondas largas / ondas medias / ondas cortas.

    Maduras, pieles nuevas, ciruelas

    tambor esta temporada. Las malas hierbas se marchitan

    mientras el planeta se inclina.

    En junio y julio de 1991 escribí un guión completo sobre un DJ de radio indie rock de Praga que emigró, a Wichita, Kansas, después de la Revolución de Terciopelo. ¿Por qué Wichita? Encontré una entrada sobre Wichita en un tomo de la Enciclopedia de la Sociedad Lexicográfica Yugoslava y supongo que la entrada me dijo lo suficiente para darme cuenta de que es un lugar tan radicalmente diferente de Praga que parece exótico. ¿Es es cierto? Aún no he llegado a Kansas.

    Escribí todos los días durante esos dos meses. La ciudad se volvía cada vez más silenciosa durante el día, desierta, mientras la gente conducía hacia partes más seguras del país, de Europa y del mundo. Estos fueron los meses en que la artillería, posicionada en los pueblos vecinos, se burlaba de la ciudad. Los sonidos nocturnos de la artillería disparando, pero rara vez alcanzando, a los objetivos estaban ahí para aterrorizarnos, porque, por supuesto, podrían haber atacado o irrumpido en las calles con la misma facilidad.

    Antes del verano de 1991, yo imaginaba que la gente en tiempos de guerra vivía en un estado de pesadilla, de miedo constante. Yo también había tenido pesadillas a veces, viviendo en mis sueños las verdaderas historias de terror de la Segunda Guerra Mundial, enrollada en una bola, escondiéndome o corriendo, tratando de escapar de los nazis o presenciando la tortura de mis seres queridos. Pero luego, cuando comenzó la nueva guerra en 1991, lo que se apoderó de mi familia inmediata no fue tanto un estado de miedo como de negación. Sí, se estaba volviendo peligroso y más loco, pero seguro que surgirían soluciones racionales y prevalecería la cordura, y la vida volvería a la normalidad en cualquier momento.

    De hecho, dormíamos con el ruido de la artillería. Cerrábamos las ventanas y bajábamos las pesadas persianas de madera. Se suponía que esto bloqueaba el ruido de la guerra, pero creo que, en nuestra negación, en realidad imaginamos que esta capa de vidrio y madera podía protegernos de la metralla perdida. Nuestra imaginación no llegó tan lejos como para imaginar que alguien fuese a atacar a propósito a los civiles, a los niños, a los pacifistas, a los que no odiábamos a nadie.

    En un momento, cuando todos los personajes y los puntos de la trama de mi guión estuvieron completos, llegó el momento de fantasear con mi reparto: ¿quién debería interpretar a quién en la película? Yo, por supuesto, sería la directora. ¿Quién debería interpretar al protagonista, al DJ (creo que se llamaba Marek)? Tendría que ser mi estrella de rock yugoslava favorita, Dušan Kojić Koja (él podía aprender checo e inglés para el propósito de mi película; dicho esto, el diálogo tendría que traducirse primero al checo y al inglés). Hace tiempo que se perdió la única copia del guión y no recuerdo el título, pero recuerdo que en la escena final, Marek está en el tren dejando Wichita por Seattle. Y aún me imagino a Marek interpretado por Koja en ese momento, un chico de unos 20 años, con un peinado negro azabache grande y rizado y negras cejas pobladas.

    Como una chica verde

    en una palabra

    me considero un rey

    A principios de la década de 1990, en Belgrado, en tiempos de guerra, había una mujer a la que yo nunca conocí, cuyo nombre nunca supe, pero sé que vestía una bata blanca en su oficina. La puerta de su oficina estaba cerrada y tras esta había una sala de espera que se llenaba todos los días de hombres jóvenes y de mediana edad que fallaban en el cuestionario emitido por el ejército yugoslavo para evaluar la aptitud psicológica de uno para ser soldado. La mujer con bata blanca era la última esperanza de los evasores del servicio militar.

    Muchos de los hombres que ella examinaba estaban realmente perturbados. Pero cada día, ella veía a algunos hombres que no solo estaban en buena forma física, sino que también estaban lo bastante cuerdos como para fallar intencionalmente el cuestionario psicológico, para ser rechazados por el Ejército.

    "¿Alguna vez te orinas en la cama cuando duermes o te despiertas?"

    "Sí."

    Ella firmaba documentos diciendo que ellos, uno de ellos mi papá, quien afirmaba que lo único que hacía era confesar que sufría fobia a las armas, no eran aptos para el servicio.

    Mi hermano le contó al psiquiatra varias pesadillas vividas, todas ellas simples resúmenes de obras de teatro en un acto del rockero australiano Nick Cave, llenas de sangre y violencia absurda.

    Un sacerdote, una espada, cinco dedos cortados, "¡Mis pequeños niños, corran, corran hacia la libertad!"

    Estoy con la multitud cada mediodía en la plaza de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Belgrado. Y luego caminamos, cada vez por una ruta diferente, cerrando el tráfico, haciendo ruido. Un camión con un sistema de sonido toca "Fire Starter" de Prodigy y otras melodías tecno agresivas, los bateristas siguen el ritmo. No hay clases desde mediados de noviembre de este año de 1996. En lugar de obtener una maestría en literatura, soy parte de la praxis en el levantamiento popular. Todos los días somos decenas, hasta que un día comienzan las detenciones y las palizas. Luego somos cientos. Los policías violan a un estudiante con una porra en el culo mientras lo torturan en la estación. Luego somos miles. Un día, los organizadores deciden que estamos caminando desde el Viejo Belgrado, cruzando el puente sobre el Sava hacia Nuevo Belgrado, y luego hacia Zemun, el extremo occidental de la ciudad.

    Mis pies comienzan a perder agarre del asfalto en algún lugar a mitad del puente. Me aferro a una amiga a mi lado y pienso: solo tengo un poco de hambre y sed, este mareo desaparecerá.

    Pero no es ese mareo temporal que acompaña al hambre (también conocido como estar colocado por saltarse una comida), es como si el puente se balanceara debajo de mí. Mis amigos a mi alrededor sienten lo mismo. Entonces llega la noticia: tenemos que cruzar. Los tambores tamborilean con un ritmo de marcha y todos comenzamos a caminar exactamente al mismo ritmo. Resulta que la gente no debe cruzar un puente de cualquier manera: si el paso de cada persona tiene un ritmo diferente, el puente comienza a balancearse como si un hipnotizador gigante lo estuviera suspendiendo sobre el río. Luego, los caminantes del puente comienzan a tambalearse y el puente se balancea aún más. Por eso cualquier protesta necesita matemáticos e ingenieros. Rápidamente se dan cuenta de lo que está sucediendo y corren la voz. Tenemos que ir en grupos y tenemos que marchar a un ritmo fijo: de la misma manera que la infantería ha estado cruzando puentes desde que se formó el primer ejército. El puente se calma.

    Sin tráfico, los pies pueden hacer que los puentes giren a izquierda y derecha. Marcha siempre con un propósito.

    Una obra mía de la escuela secundaria es una novela sobre un aspirante a pianista de jazz de Brest, Francia, que escapa en un barco transatlántico creyendo que se dirige a la ciudad de Nueva York. Sin embargo, el barco lo lleva a Quebec, Canadá, pero no antes de que dos ladrones lo despojen de todas sus posesiones. El protagonista intenta perseguir a los ladrones siguiéndolos por todo el continente en un Ford Modelo T, nunca los atrapa, pero al final se encuentra en Vancouver, donde se hace amigo de una anciana negra que ha emigrado de los Estados Unidos y es una predicadora/cantante de gira. La acción tiene lugar en 1923 y la novela se titula "Océano Pacífico". Una niña que no había viajado más de 600 kilómetros desde su ciudad natal, escribí la cosa en el ordenador Atari de la familia en 1990, en nuestro apartamento en Croacia, en Vukovar, el lugar de mi nacimiento.

    Una década y varias guerras después, el 31 de diciembre de 2001, me quedé atrapada en el aeropuerto de Brest, Francia, durante unas ocho horas.

    Brest no era mi destino: mi pasaje era para un vuelo directo de Air France desde París hasta Washington DC, y yo estaba de camino a Norteamérica por primera vez, como el protagonista de mi primera novela, ahora con diez años de polvo entre sus páginas. En retrospectiva, intentar volar de París a DC en las últimas horas del primer año de la “Guerra contra el Terror” puede no haber sido la mejor idea.

    Algo parecía estar mal incluso antes del despegue en París. No sabemos por qué esperamos en la pista de De Gaulle durante dos horas; luego el despegue, y luego, tal vez media hora más tarde, el piloto anunció que tendríamos que hacer un aterrizaje no planificado en Brest. Los asistentes de Air France habían estado tensos y no sirvieron más que pan. Nada de agua.

    Después de desembarcar en Brest, nos dijeron que el motivo del aterrizaje de emergencia era "un objeto sospechoso en el avión."

    En ninguna parte del edificio del aeropuerto de Brest había un lugar designado para que la gente rezara, por lo que un grupo de hombres musulmanes rezó allí mismo, en el vestíbulo. El restaurante del aeropuerto tenía quizá una cuarta parte de la capacidad de nuestro abandonado avión transatlántico. De todos los confusos viajeros milenials, el más nervioso era la mujer vestida con pieles que solo hablaba ucraniano y solo me tenía a mí para explicarle, en mi mejor mezcla panslávica, lo que estaba sucediendo en el mundo.

    Yo estaba a más de dos mil kilómetros de casa, a punto de triplicar esa distancia y llegar al Nuevo Mundo, y lo único en lo que podía pensar era: ¿cómo era el "objeto sospechoso"? Lo único que podía imaginar era un misterioso contenedor negro del tamaño y la forma de una caja de zapatos, un contenedor que se suponía que debía permanecer cerrado para siempre, pero que en cambio se materializaba a bordo de nuestro avión.

    Si lo abría, saldría una luz cegadora y el sonido de un grito incorpóreo.

    Una azafata corre

    por un pasillo.

    ¿Turbulencia?

    Tengo la boca demasiado seca para preguntar.

Recuerdos de [Estado] #12

    Comentarios:

    Crecí en [Ciudad] y mi mejor amigo era [grupo étnico diferente]. Nunca estuvo interesado en aprender [idioma], así que siempre hablábamos [idioma diferente] —incluso cuando había diez chicos [etnia] y él era el único [etnia diferente]— por respeto, no por nada más. Nos lo pasamos muy bien.

    Avance rápido 12 años hasta la mitad del régimen de apartheid de [Presidente muerto no. 2], redadas policiales y manifestaciones. Yo estaba caminando por la calle cuando de repente dos policías [etnia diferente] de aspecto peligroso me pararon para comprobar mi identificación. ¡Uno de ellos era mi mejor amigo! Casi me derrumbé allí en ese momento. No podía creer que hubiera aceptado ser parte de la brutal maquinaria de [Presidente muerto no. 2]. Nunca lo volví a ver. Me pregunto qué pasó con él.

    Hoy en día, nadie habla [idioma diferente], solo inglés. Me alegro de que [idioma diferente sea un idioma muy bonito. Por otro lado, los [etnia diferente] nunca aprendieron [idioma]. Por eso lo perdieron todo, siempre se consideraron mejores que los demás, sobre todo mejores que los [etnia].

En busca de Gabi Luncă

    Gabi Luncă también pasó muchos años cantando en bodas y, aunque desde principios de la década de 1990 sus únicas actuaciones fueron en iglesias pentecostales, su voz sigue siendo inolvidable en Rumanía. Sus canciones son canciones tranquilas y melancólicas de pasión y anhelo por el hogar, la madre o el amor de uno; canciones para levantar el peso del alma. Entre los grandes éxitos de Gabi Luncă se incluyen: "Omul Bun n-are noroc" (Los buenos no tienen suerte) y “Superata sint pe lume” (Estoy triste en este mundo). El canto plateado y tenso de Gabi Luncă a menudo se copiaba, pero nunca se igualaba, aunque el acordeonista Victor Gore recuerda que ella "siempre cantaba un poco fuera de tiempo."

    —Grit Friedrich, notas del liner para Gabi Luncă — Sounds From a Bygone Age, vol. 5

    7 DE JULIO DE 1998

    N. y yo estamos fuera de la zona horaria de Europa Central por primera vez, en Cluj, Rumania, prácticamente el único país al que podemos viajar sin tener que solicitar visas. Rumania está una hora por delante de Belgrado, en la zona horaria de Europa del Este.

    Mi amiga S. vive en Cluj y ambas nos quedamos en su estudio con ella. La televisión está encendida, S. está viendo un partido de fútbol.

    Yo estoy comentando los peinados de los jugadores.

    Resulta que el taxi que tomamos desde la estación de tren hasta el estudio de S. fue una estafa. Debería haber costado 6 veces menos.

    N. dice: “El taxista es un paleto. Todo es divertido y loco porque estamos en la tierra de los vampiros y Drácula. ¡Mañana nos convertiremos en brujas y nadie volverá a jodernos!"

    Mañana saldremos a buscar las cintas de Gabi Luncă y la cuerda alta para la guitarra de N.

    8 DE JULIO DE 1998

    Hoy llovió y siguió haciendo más frío. Caminamos las tres bajo un gran paraguas blanco y azul, dando vueltas alrededor del pequeño centro de esta hermosa ciudad.

    Vi LA Confidential en el cine Arta.

    Aún no he comprado la cuerda E.

    Esta noche, S. estaba viendo Croacia vs. Francia, y N. y yo leíamos poemas de Rita Dove y de Luise Glück y escribíamos música para Langston Hughes.

    N. dice: “La policía de LA Confidential, cierto. Tanto Buddy como Eddie son bastante estúpidos. Eddie tiene un cuerpo musculoso, un trasero apretado y Buddy tiene ojos azules, y sería una buena aventura de una noche.

    Eddie tiene bonitos ojos pequeños con grandes iris negros. Es incapaz de tener una relación física hombre-mujer, con sus mejillas hundidas y un rostro nazi. Todas podemos estar de acuerdo en que Eddie es un mal besador, mientras que Buddy es un gran besador y tal vez algo más."

    9 DE JULIO DE 1998

    Fui al Museo de Arte y al restaurante Rex Pizza and Paghetti. Compré algunas cintas, pero aún estamos buscando a Gabi Luncă.

    S. organizó una fiesta en su apartamento estudio y bailamos con Frank Sinatra, Carole King y Led Zeppelin. Hoy hacía aún más frío, así que no iremos al Mar Negro. Espero que aún podamos llegar al Delta.

    Az santămplat. Ocurrió hoy.

    10 DE JULIO DE 1998

    N. dice: "A S. están empezando a crecerle los colmillos y yo estoy dejándome las uñas largas. Incluso aquí en Transilvania tenemos que permanecer bajo tierra."

    11 DE JULIO DE 1998

    Subimos a Cetăţuia y paseamos por el río Someş. Quizá toquemos en el Music Club mañana si no hay nadie allí.

    Fuimos a la parte socialista de Cluj, no era dolorosamente feo. Sin embargo, se volverá feo: están construyendo algunas iglesias enormes allí, con un McDonald's justo en el medio.

    N. dice: “Mientras estábamos en el bosque, hicimos una pequeña actuación. Escribimos nevidljivO en el tronco de un árbol. Eso es arte invisible. Mientras recorríamos las zonas comunistas de la ciudad, me imaginaba la época de Ceauşescu y pensaba en el destino de la gente en el tranvía."

    12 DE JULIO DE 1998

    Visité un museo etnográfico al aire libre lleno de cabañas al estilo de un pueblo de Transilvania, hechas de madera y barro, y también había algunas iglesias. Me golpeé la cabeza con el marco de la puerta, así de pequeñas son las casas. No estoy segura de si la gente solía ser más pequeña o simplemente se inclinaban para entrar en sus casas.

    S. organizó una fiesta en su apartamento estudio. Su amiga D. estaba contando lo de su viaje a Francia con los niños del orfanato, y lo resumió como "apocalipsis." La tripulación de huérfanos se metió en peleas y acabó en la comisaría.

    13 DE JULIO DE 1998

    N. dice: "Estamos en un viaje por carretera a las montañas. La guitarra está con nosotros, al igual que alguna percusión mexicana, ahuyentaremos la lluvia y devolveremos el sol. Nuestros corazones laten bim bam bam bam bam. He decidido que tal vez me lanzaría al lago desnuda si la playa no está concurrida."

    14 DE JULIO DE 1998

    Lago Belis, brisa, bronceado. Paraíso. Dormimos en la cabaña de S. El cielo nocturno era el tipo de cielo que solo se puede ver lejos de cualquier ciudad o civilización. Pudimos ver la Vía Láctea, todo.

    N. dice: "El maldito barquero rumano no nos quiso llevar a dar un paseo por el lago, así que nos fuimos, habiendo decidido que nadie puede jodernos."

    15 DE JULIO DE 1998

    Pasamos por un pueblo húngaro donde venden decoración, joyas y accesorios hechos a mano de lana, paja y madera. Todo es muy bonito, pero todo lo que conseguí fue una horquilla. Estoy ahorrando dinero para las cintas de Gabi Luncă.

    De vuelta en el apartamento de S., podíamos escuchar a través del balcón abierto que un vecino ponía radio serbia, música folclórica serbia, todo. Mierda. Tenemos que irnos a casa mañana.

    Letras de canciones nuevas:

    La hija de Peter Sellers

    Es genial en Los Ángeles

    Ella es peor que un clima tormentoso

    Tengo el pelo largo en las piernas

    Ella es la hija de Peter Sellers

    Y eso es genial en Los Ángeles

    Y si la ves, dile que tengo el pelo largo en las piernas.

    Vine a ver tu cielo volverse azul otra vez

    Y eso es genial en Los Ángeles

    (Azul de nuevo)

    Pelo en las piernas, pelo en el pecho

    Pelo en la cara, pelo en las nalgas

    Y en el tiempo

    Pero, nena

    El sol brillará

    Eso es genial en ele A

    La brisa soplará

    Y cantaremos una canción triste

    16 DE JULIO DE 1998

    Estaba bien ir a los cines baratos de Cluj y comer helado frente al Teatro Nacional. En el tren de regreso a Belgrado, pienso en Cluj y me pregunto si N. y yo volveremos y tocaremos en un espectáculo en el Music Pub. ¿Cómo será eso?

    El tren está lleno de contrabandistas que gritan e intentan esconder sus mercancías en el techo de nuestro compartimento. Siento que esto es un documental y yo soy una cámara.

    N. dice: “Nos negamos a salir de nuestro compartimento cuando nos pidieron que nos fuéramos para que pudieran esconder sus cosas. ¡Que escondan las cosas en otra parte! Nadie puede jodernos."

    Los contrabandistas están recolectando efectivo entre ellos para gastos menores, supongo, para sobornar a los guardias fronterizos y a los conductores de trenes. Los contrabandistas en nuestro compartimento son dos señoras mayores, muy nerviosas, rezando y agarrando fotografías de Jesús.

    Después de cruzar la frontera y estar en Serbia, las mujeres se relajan y comienzan a recuperar los bienes ocultos. Muchas barras de labios en bolsas de plástico. Una de las mujeres comienza a afeitarse las piernas. Muchas maquinillas de afeitar eléctricas. Las dos se bajan en Pančevo.

    El tren avanza lentamente hacia Belgrado. Aunque solo quedan 20 kilómetros, el tren nunca ha sido tan lento. N. agarra la guitarra y comenzamos a cantar nuestras canciones. El conductor del tren se asoma y pregunta, en inglés: "¿De dónde sois?"

    “Iz Beograda," respondemos.

    Nos pregunta si podría sentarse con nosotras en nuestro compartimento y le dejamos. N. y el director se turnan para tocar la guitarra. Acordamos visitarlo en Vršac y tocar con su banda en el Railroad Workers Club. Antes de bajarnos del tren, le digo: "Deberías leer la novela llamada Trenes vigilados de cerca si no lo has leído. Es de un autor checo, su nombre es Bohumil Hrabal."

    Me sobraron 500 lei. No encontré esas cintas de Gabi Luncă.

Recuerdos de [Estado] #13

    Comentarios:

    Crecí en [Capital] y tenía amigos [etnia diferente], solíamos jugar juntos al fútbol y al baloncesto.

    Ahora suena políticamente incorrecto, pero yo solía animar al club de fútbol [etnia dferente] (un delantero [etnia] también jugaba en el equipo de ellos) así como a la [Representación estatal] cuando jugaban partidos internacionales. Pero las autoridades lo arruinaron todo al quitar la autonomía de [Estado], expulsar a nuestros padres de sus empleos y, en general, dar inicio a esta masiva campaña anti-[etnia].

Diáspora de cinta de mezclas

    El yugo-rock nunca quiso ocultar su coqueteo con las canciones de pastores ni las flautas de pan macedonias. Basado en la configuración universal de bajo, guitarra, batería y voz, también se inspiraba en las vivas fuentes de las melodías populares eslavas del sur.

    —Aleš Debeljak, "El crepúsculo de los ídolos"

    PISTA 1: ESTRELLA EN LLAMAS

    Jadranka y Goran fueron adolescentes en Sarajevo en los años de la armonía, disonancia y ruido sintético y analógico. A este lado del océano, John Coltrane estaba en algún lugar entre el primer y el segundo cuarteto, y un chico llamado James estaba a punto de convertirse en Iggy Pop aquí en el Medio Oeste. Luego se gastó el rollo de película de los 60 y llegaron los 70. Las fábricas de Yugoslavia comenzaron a imprimir pequeños discos de vinilo negro con las primeras grabaciones de Jadranka y Goran, y la artista Marina Abramović llamó la atención al prender fuego una estrella de cinco puntas del tipo que puedes encontrar en las banderas de los Estados Unidos, la URSS o Yugoslavia. Eso es parte del mito: Marina quemando una estrella en el suelo de una galería, el oxígeno que sofoca el fuego, del tipo que necesitas para respirar.

    PISTA 2: DA VOZ A TUS MUSLOS

    Jadranka Stojaković tenía una forma reconocible, discreta y nada afectada de cantar el arrepentimiento y lamento por las oportunidades perdidas: "En esta ciudad monótona y desierta, estas calles / roban los mismos pasos bajo mis pies / y ahora soy una sombra errante." Ella se convirtió en cantautora en la década de 1970, una década de armonía, disonancia y ruido, con un poco más de sintético.

    Comenzó a aparecer con más frecuencia en programas de televisión para chicos a lo largo de la década de 1980, explicando a los chicos de qué trataba la composición. Por ejemplo, no tienes que tener un instrumento, puedes darte rítmicas palmadas en los muslos y cantar, como ella demostró y lo hizo parecer fácil. Además, no debes rimar "amor" y "dolor" porque es un cliché. Aunque ella no dijo lo que debías rimar.

    En Kioto, Jandranka toca el instrumento de cuerda persa medieval llamado saz, y reproduce programas de ordenador, interpreta viejas canciones sevdah bosnias y nuevos instrumentos ambientales, canta en japonés para videojuegos, teatro y televisión. De vez en cuando hace giras con un pequeño conjunto de su nueva tierra: guitarra eléctrica, violín, kokyu y la acústica de Jadranka con un ordenador conectado en medio de todo.

    PISTA 3: ROCK PASTOR

    Goran Bregović fundó Bijelo Dugme (Botón Blanco) en la década de 1970, y tocaba la guitarra solista, y cuando encontraron el éxito a mediados de la década, la banda fue clasificada despectivamente como "rock pastor."

    "Pastor": de una aldea remota en una montaña, sin electricidad, todo de baja tecnología.

    “Rock”: electricidad, armonía, disonancia, ruido, purpurina y glamour.

    Y había manadas de fans de todas las edades. A principios de la década de 1980, la banda se cortó el pelo y cambió los pantalones de campana, zapatos de plataforma y blusas campesinas por vaqueros ajustados, zapatillas y corbatas atadas.

    Después de esa breve fase, pasaron el resto de la década de 1980 observando, al menos en videos y en el escenario, como ese gran segmento de sus seguidores: trabajadores de fábricas que soportaban la peor parte de la profundización de la crisis económica. Mientras tanto, Goran se convirtió en uno de los yugoslavos más ricos.

    Ahora Goran vive en París y, ocasionalmente, recorre el mundo con un pequeño ejército de músicos y cantantes que interpretan las bandas sonoras de películas que él escribe. Reúne retazos de sonido de pared a pared, una pieza de una de sus viejas canciones pop aquí, una pieza de un estándar romaní allá. Esas vacas se pueden ordeñar y ordeñar.

    PISTA 4: TRAJE BLANCO

    Así es como la “música étnica” aún puede renovarse: interpretándose a contrapelo, aliviada de las arenas movedizas del fetiche nostálgico... Sin duda, el genio de Bregović es el de la absorción y apropiación.

    —Stathis Gourgouris, "Hipnosis y crítica: música de cine para los Balcanes."

    Estamos sentadas sobre una manta en el Jay Pritzker Pavillion, en el césped, bajo la malla de tubos de acero que sostienen el impecable sistema de sonido. Es una tarde fresca de julio de 2006 en Chicago y hay cientos de personas en pequeños grupos, con sus mantas, comida y bebida esparcidas por el césped. Cuatro mil personas ocupan los asientos frente al escenario, diseñado por Frank-Gehry, que parece una nave de ciencia ficción o un loto gigantesco. Ya han transcurrido veinte minutos del espectáculo de la orquesta de Goran, pero el impulso aún se está acumulando, lentamente, y nadie tiene prisa. Ya hemos escuchado el preludio de cuerdas clásicas, y luego se ha unido el masculino coro litúrgico serbio, y luego las vocalistas búlgaras con trajes tradicionales (de una aldea remota en una montaña, sin electricidad, todo de baja tecnología), y ahora una banda de música romaní está caminando por el pasillo al frente, agregando otra capa de sonido a la armonía, la disonancia y el ruido. Se suben al escenario, una voz masculina comienza a cantar una canción romaní.

    Solo podemos vislumbrar el escenario al frente, no hay forma de distinguir una cara de otra. Podemos ver que el cantante lleva un traje blanco. Pero ese no es él. Goran no cantará mucho, de hecho, no tiene mucha voz. Probablemente tocará un poco la guitarra. No es un gran héroe de la guitarra. La mayoría de las veces se queda sentado ahí, siendo carismático.

    Difícilmente soy una fanática de Goran, de hecho pasé por una larga fase atacando a su antigua banda Bijelo Dugme cada vez que tuve la oportunidad en la escuela secundaria y después. Y, sin embargo, estoy aquí en su concierto. ¿Qué diría mi yo adolescente? Dudo de que mi excusa (que ahora soy escritora y académica, curiosa y sin prejuicios) la tranquilice.

    Los críticos responden a la gente que desprecia la música de Goran, a la gente que dice que se apropia de las cosas, que no inventa nada por sí mismo; miren, gente, eso lleva ocurriendo en el arte posmoderno desde hace mucho tiempo. Incluso en el arte moderno.

    Por fin aparece Goran, a quien en realidad no podemos discernir mirando el escenario. Más bien oímos el rugido de sus fans, probablemente un tercio de las personas aquí son fans suyos desde hace mucho tiempo, coreando su apodo: ¡Bre-ga! Bre-ga! Bre-ga!

    Se incorporan todos los elementos del sonido, ahora que el jefe está en el escenario: el masculino coro litúrgico serbio, los metales romanos, las cantantes folclóricas búlgaras, las cuerdas y la guitarra de Goran, cómodamente en su regazo, dejando escapar algunas notas. aquí y allá. Nos sirven una selección de composiciones de Goran para bandas sonoras, principalmente para películas de Kusturica. Él dirige sentado su orquesta de cincuenta músicos, con la mano derecha en el aire, y me pregunto si se supone que su traje blanco recuerda a un capitán navegando un ajustado barco o al uniforme de almirante blanco favorito del mariscal Tito.

    Mientras me acomodo en mi manta, pienso en un programa de hace mucho tiempo, cuando yo solo tenía trece años.

    PISTA 5: UN SENCILLO Y LLAMATIVO FRASEO

    En 1987, cuando comencé el octavo grado, las estaciones de radio ponían una canción de Jadranka Stojaković que me irritaba mucho, especialmente considerando el hecho de que mi papá tenía esa canción en una cinta de mezclas que él hacía y ponía a todas horas. La canción decía algo sobre salir a la carretera cuando el nuevo día está a punto de amanecer, diciéndole a su amante que estará lejos cuando él se despierte. Cuando mis amigos me dijeron que iban a ver tocar a Jadranka en un concierto gratuito una tarde en un centro comunitario, fui, pero no fui emocionada.

    Cuando llegamos allí, Jadranka ya estaba en el escenario. Era un espacio pequeño, el interior de un simple y diáfano cubo construido en los años 60, y solo había un micrófono y un amplificador.

    Mis amigos y yo nos sentamos en silencio. Nuestros asientos estaban cerca, según recuerdo, de las grandes ventanas que daban a un parquecito y al edificio de una escuela primaria al otro lado de la calle. Jadranka estaba en medio de su versión de un poema del siglo XIX con música folclórica, probablemente la canción sevdah más querida de todos los tiempos: "Cuando la silenciosa medianoche toca sus cuerdas nacaradas / De gotas de rocío sobre campos de flores silvestres, lloro / Mientras el deseo se dispara de mi corazón y canta / ¿Por qué no vienes, por qué no vienes?" Yo conocía una versión de esa canción del LP deHimzo Polovina de mi abuela, e Himzo, el rey del sevdah, cantaba como si estuviera a punto de ahogarse, o tal vez como si no cantara, sino que suspirara. Pero Jadranka no era una chica abandonada. Incluso las letras más sentimentales y melancólicas sonaban un poco duras cuando ella las pronunciaba.

    A continuación, contó la historia detrás de una de las primeras canciones que había grabado: "A Secret Connection," con música escrita por Goran Bregović. Antes de eso, yo conocía esa canción solo en la versión de Bijelo Dugme, con la histriónica vocalización de "balada poderosa" que yo tanto aborrecía.

    Resultó que ella había grabado la canción antes que Bijelo Dugme, que la canción fue escrita para ella. Tenía que ver con su relación con un músico ruso en un momento en que Yugoslavia y la Unión Soviética no estaban en los mejores términos, cuando ella ya era una solista popular y tenía que mantener la relación en secreto. Y así, un poeta amigo suyo escribió la letra sobre una "ley rígida para todas las personas" y la canción transformó su historia de amor rusa en una "conexión secreta entre todos nosotros."

    Habría unas cien personas en la audiencia, como máximo, y no había conexión entre nosotros. Me gustó de esa manera. Afuera había una hermosa puesta de sol químico-industrial y, en el suelo, el follaje otoñal en todos los tonos de rojo, amarillo y marrón. Jadranka tocaba un sencillo y llamativo fraseo en su armónica, mientras que sus brazaletes de bronce y madera, la imagen más clara que recuerdo, tintineaban contra la guitarra, añadiendo armonía, disonancia y ruido.

    No tocó la canción que yo conocía de la radio. Rebuscó en su catálogo y sacó las cosas que la divertían y la satisfacían. No estaba dispuesta a dar muchos más espectáculos en Yugoslavia, ya fuese gratis o por dinero; estaba a punto de mudarse a Japón y seguir escribiendo, cantando y tocando allí. En ese momento, pensó que se iba a quedar allí unos meses, pero terminaron siendo unos años. Como compromiso, viajó de un lado a otro entre Sarajevo y Kioto, hasta la guerra y el asedio de su ciudad natal en1992.

    PISTA 6: EL SOL Y LA LUNA

    Marina Abramović actuó en solitario de 1969 a 1976, y luego con Ulay de 1976 a 1988. En 1987, hicieron "The Sun and the Moon," en Ginebra, Berna, Cincinnatti, Baltimore y Santa Mónica. Las primeras cuatro actuaciones incluyeron a Ulay en equilibrio sobre tres sillas apiladas formando un pedestal tambaleante, Marina avanzando lentamente hacia él. La duración del récord fue de 72 minutos, pero por lo general Ulay sería derribado en menos de eso. Hay una conexión secreta.

    Para la quinta actuación, se sentaron cada uno en una silla, uno frente al otro, iluminado en rojo, dejando que los espectadores los observaran. Sentados, estaban inmóviles, excepto cuando uno de ellos se levantaba y se marchaba. Entonces el restante quedaba sentado, inmóvil.

    En el Stedelijik Museum de Amsterdam, aún hay dos jarrones lacados en negro, no tan altos como Ulay y Marina, haciendo la actuación de “The Sun and the Moon” en lugar de los dos artistas, ahora que no están juntos. Los jarrones se colocan sobre el parquet para que no se toquen, para que ni siquiera se reflejen mutuamente.

    La ruptura de Marina Abramović y Ulay requirió un trabajo duro, pero en las fotos que tomaron, su despedida parece pacífica, incluso serena. Viajaron a China. Cada uno recibió un guía: un guía masculino para Marina, femenino para Ulay. Fueron a los extremos opuestos de la Gran Muralla, Marina en el extremo este, Ulay en el extremo occidental. Caminaron durante 90 días hasta que se encontraron en medio del Muro. Esa fue su última actuación, y luego se separaron para siempre.

    PISTA 7: MÁS GRANDE QUE TITO

    Los conocedores y aficionados serios saben muy bien que no hay verdadera canción sin el aksamluk (compañía nocturna) y sin el rakija (brandy) hecho por un artesano. Lo que huele a ciruela, o más precisamente el rocío azul aterciopelado que envuelve la fruta madura al amanecer, se derrama benévolamente por el estómago y las extremidades, atrapa lentamente y aguanta, y llena el alma con una melodía noble y desconsolada... y saca una canción.

    —Ivan Lovrenović, "El eco de nuestras almas"

    Estamos sentados sobre las mantas, está oscureciendo y los edificios a lo largo de Michigan Avenue y Washington Street son como una postal brillante. Parece haber incluso más gente en el césped del Pritzker Pavillion, gente de entre treinta y cuarenta años, algunos con los hijos. La familia frente a nosotros, la pareja a nuestra derecha, un grupo de mujeres a nuestra izquierda, todos hablan naški, “nuestro idioma." Para aquellos de nosotros que crecimos en la antigua Yugoslavia en las décadas de 1970 y 1980, Bijelo Dugme era más grande que… que Josip Broz Tito. Casi. Mis abuelas, que apenas sabían quiénes eran los Beatles, conocían a Bijelo Dugme, e incluso tenían una opinión de cuál de los tres cantantes sucesivos era el mejor: Željko, Tifa o Alen.

    PISTA 8: HUMO A LA DERIVA

    Después de que Jadranka cantara su última canción y agradeciera a la audiencia, mis amigos, que me habían traído al concierto, fueron a la conferencia de prensa de la cantante en la oficina del centro comunitario. Yo fui con ellos. La primera pregunta para Jadranka fue "Cuéntanos, ¿cómo te convertiste en quien eres?" Jadranka cantó en tabernas de Alemania cuando era una adolescente, realizó numerosas giras por Yugoslavia, actuó en festivales en el extranjero, era un nombre familiar. Y ella estaba allí sentada, estrechando la mano de los periodistas de provincia, dando respuestas pacientemente, fumando cigarrillos y, de vez en cuando, ajustándose los brazaletes de bronce y madera alrededor de las muñecas.

    El humo flotaba fuera de la ventana abierta, hacia la hermosa puesta de sol químico-industrial.

    Más tarde esa noche, después de llegar a casa, me senté en el suelo de la sala de estar donde estaba el estéreo y hojeé la colección de vinilos de la familia, sacando los discos de vinilo negro que presentaban a cantautoras tocando guitarras acústicas. Seleccioné diez de ellos y grabé una cinta mixta, desde Joan Baez hasta Suzanne Vega. Me imaginé que unos años más tarde, después de dominar la guitarra, estaría pasando el rato en el pequeño mercado a unas manzanas del apartamento de mis padres, que estaría sentada en uno de los mostradores de cemento después de que todos los vendedores se hubieran ido a casa.

    Imaginé que llevaría unos vaqueros y mi chupa de los Ramones, con mi cabello corto naturalmente puntiagudo. Imaginé que estaría sentada allí, rodeada de mis amigos, o de nadie en absoluto. En cualquier caso, imaginaba que estaría tocando la guitarra acústica y cantando mis propias canciones.

    Mi adolescencia llegó hasta mi adolescencia tardía y yo aún no había aprendido a tocar la guitarra, y luego comenzó la guerra en 1991. Todos mis amigos se dispersaron, las bombas barrieron de la faz de la tierra las partes antiguas de la ciudad y dañó gravemente las construcciones de cemento como el centro comunitario y el mercado. Milagrosamente, la guitarra acústica sobrevivió, habiendo sufrido en su cuerpo solo unos pocos agujeros de metralla. La recogí por fin en 1997.

    En 1998, me enseñé a mí misma suficientes acordes para poder comenzar a escribir canciones. En 1999, contaba con un repertorio de cuatro.

    PISTA 9: AZUL ELÉCTRICO

    Bregović se siente atraído explícitamente por la variación, la recirculación, el reordenamiento, la repetición, la autocita continua, el desenfoque continuo de la instancia "original" y la instancia de su reproducción, de hecho, en la línea del clásico “canibalismo” brasileño.

    —Stathis Gourgouris, "Hipnosis y crítica: música de cine para los Balcanes"

    Lo que fue una agradable tarde fresca se ha convertido en un frío fuera de temporada proveniente del lago. Nos levantamos del suelo mojado, la gente se envuelve en sus mantas y yo me pongo a caminar, observando. "En el coche de la muerte, estamos vivos," dice la letra que Iggy Pop escribió y cantó para una versión de una de las viejas canciones de Goran que se grabó para una película de Kusturica.

    Las mujeres búlgaras están cantando, la sección de metales hace sus ruidos de bombeo, las mandolinas suenan ("vamos, toca"), el coro masculino murmura, las cuerdas también se entretejen, todo el pequeño ejército está empleado en el mosaico de sonidos.

    Luego, el ritmo se acelera y la orquesta cambia con todos esos números de baile, y puedo ver, por primera vez, quién en la audiencia probablemente sea de los Balcanes y quién probablemente no, simplemente observando la forma en que bailan. Las personas que probablemente son de los Balcanes bailan tomados de la mano, pateando con los pies y las rodillas mientras giran los torsos de izquierda a derecha, todo rítmicamente, mientras se mueven en línea de un lado a otro, de izquierda a derecha. Las personas que probablemente no son de los Balcanes simplemente saltan arriba y abajo.

    Puedes darte palmadas en los muslos rítmicamente y cantar. Yo no estoy bailando. Hay miles de personas allí y en realidad no hay conexión entre nosotros. Me gusta de esa forma.

    Lo último que dice Goran es: "Somos la banda de bodas y funerales. Reserve con nosotros sus bodas o funerales. Pero tenga en cuenta que somos caros." Después del espectáculo, muchas personas regresan a sus coches, a sus paradas de autobús y tren. Yo tomo la Pink Line de regreso a mi casa.

    En casa, me preparo una taza de té de menta y busco “etno balcánico” en YouTube. Veo el nuevo video de Marina Abramović, "Balkan Erotic Epic," realizada en los EE. UU. También una entrevista con Jadranka en Kioto y un vídeo de un concierto reciente de Goran en Francia. Mientras veo la actuación de Goran en París, con el volumen al mínimo, suena de fondo un CD con mis canciones favoritas de Jadranka. En la imagen que se muestra en la pantalla del ordenador, Goran está sentado en el escenario con su traje blanco y su guitarra eléctrica celeste en el regazo. De vez en cuando, toca algunas notas, su cabello rizado le cubre la mitad de la cara. Por lo demás, chasquea los dedos mientras sus músicos y sus cantantes, los cincuenta, tocan lo que parece una estridente canción nupcial. De vez en cuando los dirige sin levantarse de su silla, para que solo vean su espalda y su mano derecha levantada, moviéndose de una manera que solo ellos pueden entender.

    Reviso mi programa de intercambio de archivos y veo que mi papá ha subido, solo para mí y mi hermano, la compilación titulada "Yugoslavia: Canciones de libertad, hermandad y unidad." Él se lo ha descargado de otra persona, y lo sé porque el título de cada canción está traducido al inglés correcto, en lugar de a su inglés y rock'n'roll rudimentario: A Song for Tito, Comrade Tito, Comrade Tito Our Oath To You, Comrade Tito's Dance, y así sucesivamente... Siete de treinta y seis canciones tienen a Tito en el título. Muchas más, incluida "The Heart of My People" de Jadranka, mencionan a Tito en alguna parte de la letra. Luego veo que mi papá ha agregado una canción de Bijelo Dugme titulada “Pljuni i zapjevaj, moja Jugoslavijo” (“Escupe y canta, mi Yugoslavia”). La canción no menciona la libertad, la hermandad, la unidad ni a Tito, y su estribillo dice: “Yugoslavia, levántate, que te oigan cantar. Los que no oigan la canción, escucharán la tormenta." Mi papá agregó al lado del título de la canción: "Por supuesto, nadie escuchó nada."

    Y tengo que reírme.

    No se trataba de pantalones de campana, zapatos de plataforma, blusas campesinas, ni de vaqueros ajustados, zapatillas deportivas, corbatas ajustadas, ni sudareras bajo las implacables luces del escenario. Goran tocó en tabernas en Italia cuando era un adolescente, realizó numerosas giras por Yugoslavia, actuó en festivales en el extranjero, era un nombre familiar.

    Cada vez que actúa ahora, luce una gran sonrisa de felicidad en el rostro desde el momento en que aparece en el escenario, veinte minutos después de iniciado el espectáculo, hasta el final, cuando advierte a la audiencia del precio que tienen que pagar para contratar a su banda para bodas o funerales.

    Recuerdo lo mucho que discutí con mis amigos durante mi juventud, tratando de convencerlos de que no escucharan basura como Bijelo Dugme. Por no hablar de la chica de trece años, ¿qué pensaría la versión de mí de veinticinco años de mi actitud distante, pero curiosa, hacia Goran ahora, a los treinta y dos?

    PISTA 10: PORQUE LA NOCHE

    Mi padre consiguió que viniera un pintor a darme una lección.

    Mi primera lección de pintura fue así. El chico vino a la pequeña habitación que era mi estudio. Cortó un trozo de lienzo de forma irregular, lo puso en el suelo, abrió una lata de pegamento y tiró el pegamento líquido sobre el lienzo, luego un poco de arena, un poco de pigmento amarillo, un poco de pigmento rojo, un poco de negro, luego vertió medio litro de gasolina encima, encendió un fósforo y todo explotó. Luego dijo: "Esto es la puesta de sol" y se fue.

    —Marina Abramović, Cuerpo de artista: Actuaciones 1969-1998

    En 1999, estaba en el antiguo Cinema Rex, en Dorćol, la parte de Belgrado donde vivía la mayoría de la población judía de la ciudad antes de la Segunda Guerra Mundial. El Rex se convirtió en el espacio de actuación y exhibición de la Radio B-92 anti-régimen, y todos los años se realizaban las actividades del Día de la Mujer. Ese 8 de marzo, apenas dieciséis días antes de la campaña de bombardeos de la OTAN sobre Serbia y Kosovo, subí al escenario con mi amiga Natalija para interpretar mis canciones por primera vez: "Amantes de Alma Solar," "La Hija de Peter Sellers,"" Máquina de Bailar." Natalija tocaba la guitarra acústica y las dos cantábamos. También hicimos una de las canciones de Natalija, "El Desayuno de Patti," que es también como llamamos a nuestro dúo, y cubrimos "She Floated Away" de Hüsker Dü y "Because the Night" de Patti Smith.

    No éramos personas abandonadas. Incluso las letras más sentimentales y melancólicas sonaban un poco duras cuando las entregábamos. Y cuando hicimos nuestra versión de "Because the Night," todas las feministas de la audiencia cantaron. Durante nuestros propios números animados, bailaron tomadas de la mano y saltaron arriba y abajo. Había unas doscientas personas allí, y yo conocía a la mayoría de la escena activista, y esa noche en particular en ese espacio en particular nos pertenecía, no solo a Natalija y a mí, sino más aún a toda la gente del Rex, los habituales de Belgrado, incluido mi hermano que estaba tomando fotos, y los invitados, las anarcofeministas albanesas de Kosovo que estaban locas (y fueron valientes) por venir, y las feministas norteamericanas que están en todas partes del mundo, y esa es una conexión real, nada secreto.

    Hay una grabación casera de Natalija y mía haciendo “Because The Night” el 24 de marzo de 1999. En ella, Natalija toca demasiado rápido y mi voz es tensa, como si yo intentara cavar túneles en mi garganta, que se empeña en cerrarse. Estamos tocando en la sala de estar del apartamento de mi mamá, en la planta 11 de un rascacielos de hormigón con vista al Jardín Botánico en el centro de Belgrado. La puerta del balcón está abierta y podemos ver los rojos y naranjas en el cielo, los púrpuras en el horizonte al oeste, al otro lado del Danubio, por encima de la planta química. En ese momento, sabemos con certeza que los misiles están en camino.

    PISTA 11: GRAN CADILLAC NEGRO

    La noche del 24 de marzo de 1999, todos se fueron excepto mi mamá y yo. Ella está en la cocina, yo en la sala de estar. En un momento, mamá entra con su chándal holgado y dice: "Vamos a bajar al refugio. ¿No puedes olerlo?"

    "No, ¿el qué?"

    "Creo que han bombardeado la planta química al otro lado del río."

    Sé que el olor no es el veneno desatado por un misil que mutila la industria química de Serbia, e aunque lo fuera, no estoy segura de cómo podría suponer una diferencia respirar ese mismo aire en el sótano. Pero no hay discusión. Mi mamá huele el miedo, así que vamos abajo. Agarro nuestra baraja de cartas, pero no jugamos.

    El gran sótano de cemento se divide en espaciosas habitaciones llenas de gente, nuestros vecinos, que no habíamos conocido todavía, sentados en sus sillas de picnic, hablando, jugando a las cartas. Las viejas radios de transistores no transmiten ninguna información.

    La biblioteca entera de alguien está apilada en una de las esquinas, la descubro mientras paseo inspeccionando nuestro nuevo entorno. Los libros tratan sobre teatro y cine, y se remontan a la década de 1960.

    Dos hombres están dando vueltas anunciando: "Siéntete libre de coger los libros y leerlos, pero devuélvelos a la pila cuando hayas terminado."

    Pero nadie está leyendo, y yo soy la única que hojea los libros, que mira las fotos en blanco y negro de obras de teatro de la década de 1970.

    Al doblar la esquina, veo un Cadillac cubierto con un dedo de denso polvo como vellón gris por toda su carrocería de acero. Paso el dedo y descubro que debajo es negro.

    Nos resultó fácil dejar Belgrado, refugiados veteranos. Si pudiéramos, hubiéramos desempolvado ese Cadillac y este acabaría milagrosamente lleno y en perfecto estado y nos hubiéramos ido con mi mamá al volante por los mismos caminos que ocho años atrás, pero en sentido contrario. No íbamos a volver nunca.

Recuerdos de [Estado] o nuestra serie sobre el futuro

    http://news.bbc.co.uk/2/hi/europe/6463761.stm

    Como parte de nuestra serie sobre el futuro de [Estado], les preguntamos por sus recuerdos de la vida allí antes y después de la guerra de 199_. Aquí publicamos algunos de sus relatos.

    Nota: Estos no son hablantes nativos de inglés (aunque ahora se han establecido en estados de habla inglesa en todo el mundo), y este idioma no se usaba ampliamente ni en [Estado] ni en [Estado anterior] antes de la independencia de [Estado]. Su dominio del idioma varía y, por tanto, en algunos casos corregimos la ortografía y la puntuación y, en ocasiones, la sintaxis en aras de la claridad.

    Mientras Kosovo avanzaba hacia la independencia en 2007, la BBC pidió a sus lectores vinculados a este nuevo país balcánico que escribieran breves anotaciones recordando su vida antes y después de la guerra de los noventa.

    Aún no he estado en Kosovo mientras escribo esto. La mayoría de los croatas nunca llegamos allí. Kosovo y Macedonia son las únicas partes de la antigua Yugoslavia que no he visitado, pero pienso ir de visita un día cuando tenga un excedente de ingresos y de tiempo. Podría volver a la conocida costa de Montenegro, cruzar la frontera para explorar Albania un poco, luego viajar desde allí a Kosovo, de Kosovo a Macedonia, de Macedonia a Bulgaria, luego de Bulgaria a Grecia. Mis ingresos excedentes estarán bien gastados y habré cubierto todas las partes de los Balcanes. Por fin seré testigo de la belleza de la parte sur de la península balcánica geográfica propiamente dicha y terminaré con esa región de una vez por todas.

    La mayor parte de mi vida en Europa viví al norte de esa región, en las ciudades portuarias del Danubio en Vukovar, Belgrado y Budapest, en la vasta llanura del Danubio de Europa Central, donde puedes conducir durante largas horas rodeada de campos de girasoles y viñedos. y donde puedes inclinar un poco la cabeza en el asiento del pasajero o de atrás de un automóvil y no ver nada más que el cielo. Por la noche, la luna podría seguirte a la velocidad exacta de tu coche como si estuviera atada a tu techo como un globo. Las nubes diurnas tienen sus propios destinos y velocidad, a menos que se queden cerca como si alguien hubiese dibujado a Jabba el Hutt por todo el cielo.

    Mientras leía los relatos de los lectores de la BBC sobre Kosovo, quería ver qué pasaría si borraba los nombres propios, para ver cuánto esos recuerdos podrían aplicarse a la experiencia de cualquier persona en cualquier país donde haya habido una guerra y grandes cambios en el sistema político y económico del mundo, porque tenía el presentimiento de que la mayoría de las partes se corresponden con lo que yo pasé y lo que vi pasar a otras personas. Muchas respuestas vienen de personas casi de mi edad, personas que no pueden evitar ver con un poco de nostalgia la historia anterior a esa guerra que coincidió con su infancia.

    Recuerdan amigos, romances perdidos hace mucho tiempo y figuras de autoridad, a menudo con una luz halagadora desde el extremo equivocado del telescopio. Con la misma frecuencia, se obsesionan con las experiencias negativas, buscando una línea recta que los lleve de la paz hacia el conflicto, a la escalada, a la guerra, porque si no hay una simple causa y efecto allí, entonces nada tiene sentido. Todos somos escritores profesionales en ese sentido: si los hechos de nuestro pasado fuesen un borrador, la forma en que narramos esos hechos con la ayuda de la memoria es una revisión pulida, y al menos los errores gramaticales y los deslices estilísticos pueden corregirse.

    Dice Shelquim, de Pristina: En 1991 recuerdo que tenía nueve años, los tanques se abrían camino por la calle principal de Pristina. Recuerdo a mi padre y a mi madre expulsados del trabajo. Recuerdo el apartamento de mi padre siendo cerrado porque él había sido expulsado del trabajo. Recuerdo haber sido perseguido por policías y a mis profesores siendo golpeados todos los días. Recuerdo las masacres en la televisión. Recuerdo la llegada de refugiados a la casa de nuestro abuelo, sus casas quemadas. Recuerdo a mi abuelo, una vez me dijo: "nunca confíes." Trato de olvidar pero los recuerdos me siguen evocando esa cita, todos estos recuerdos que la gente cree que puede desaparecer como hacen en Men In Black con un dispositivo de luz intermitente. Yo no puedo olvidar y, si quieres mi opinión, desearía tener mejores recuerdos, pero eso no es elección mía.

    Yo seguía volviendo a los relatos como el de Shelquim durante unos años, reescribiéndolos y borrando nombres de lugares, nombres personales y categorías étnicas, cortando y pegando, a veces rompiendo líneas para crear versos, interviniendo con mis propias líneas, todo para escribir un especie de ensayo personal experimental. Estuvo bien por un tiempo. Reestructuré el relato de Shelquim como un poema:

    recuerdo tener nueve años

    los tanques se abrían camino

    por la calle principal

    recuerdo a mi padre y a mi madre

    expulsados del trabajo

    recuerdo el apartamento de mi padre

    cerrado por ser expulsado

    recuerdo que me persiguen policías

    y a mis profesores los golpean todos los días.

    recuerdo las masacres en la televisión.

    recuerdo la llegada de refugiados

    a la casa de nuestro abuelo

    sus casas quemadas

    recuerdo a mi abuelo

    una vez me dijo: "nunca confíes"

    Trato de olvidar,

    pero los recuerdos siguen

    evocando esa cita otra vez

    todos los recuerdos que la gente cree

    que puede desaparecer

    como hacen en Men In Black

    con un dispositivo flash

    no puedo olvidar el dolor

    y, si quieres mi opinión,

    desearía mejores recuerdos

    pero no fue mi elección

    Era de noche, yo estaba sentada sola en el escritorio de mi apartamento en Pilsen, sumida en el trabajo, sin la música obligatoria de fondo siquiera, y de pronto escuché un explosión y vi una luz fuera de las ventanas. “Chicago está siendo bombardeada," pensé, me levanté y caminé despacio hacia la ventana. Recuperé un poquito de sentido común mientras me acercaba a la ventana y pensaba: "Tonta, nadie está bombardeando Chicago, alguien acaba de tirar un petardo frente al edificio." Mientras me asomaba por la ventana y veía capas de lluvia, escuché un trueno y me di cuenta de que era solo un rayo que había caído cerca. Fue entonces cuando un poco de pánico me golpeó finalmente: "¿Estoy perdiendo la chaveta? ¿Estoy confundiendo una tormenta con una campaña de bombardeos, como un veterano de Vietnam en una película? Eso no había sucedido antes, ni después. Volví al escritorio, trabajé en mi proyecto un poco más.

    Durante más de dos años, las respuestas de la BBC de Kosovo permanecieron en los archivos de mi ordenador después de convertirlas en relatos anónimos y deslocalizados, pero no salió ningún borrador viable de mi ensayo personal experimental. Jugué con la incorporación de los fragmentos en mis diversos ensayos en curso. Pero demostraron ser resistentes, como si quisieran recuperar su identidad. Así que aquí están dos de mis relatos favoritos, tal como aparecen en el sitio de la BBC, con nombres propios y todo.

    Val, Washington, DC, EUA: Soy una mujer albanesa nacida en Pristina en 1981. Muchos de los que nacieron antes de la década de 1980 aún pueden tener recuerdos de haber vivido junto a los serbios, pero mi generación nunca tuvo la oportunidad de crear tales vínculos con los serbios, porque cuando crecimos y adquirimos conciencia social y política, la división interétnica ya era demasiado profunda y las relaciones albanoserbias se exacerbaron. No había muchas vías para establecer relaciones, especialmente porque asistíamos a diferentes sistemas escolares (yo como albanesa asistí a un sistema escolar clandestino cuando Milosevic cerró las escuelas existentes a los albaneses en la década de 1990). Sin embargo, hubo momentos en los que, siendo niños, nos esforzamos por traspasar las fronteras étnicas establecidas en aquel momento. Cuando era niña, tenía un vecino serbio con el que compartíamos un gusto musical similar. Llegamos a saber esto leyendo las mochilas del otro que contenían nombres impresos de diferentes bandas de rock. Nos hicimos amigos a través de la música y solíamos compartir álbumes de U2 y aprender las letras juntos. Pero todo esto terminó a fines de la década de 1990.

    A cierto nivel, puedo imaginar fácilmente a Val en Pristina en las décadas de 1980 y 1990. También puedo imaginar a muchas personas acusándome: “¡No, no puedes imaginar lo que es ser un ciudadano de segunda clase! ¿Qué sabes tú de la segregación y el terror? ¡Lo que pasaste no es nada comparado con el trauma de Val!"

    Y tal vez esas personas imaginarias tengan razón, pero estoy convencida de que, si yo fuese una adolescente albanesa en la Pristina de la década de 1990, estaría revisando lo que dicen las mochilas de los adolescentes serbios en mi búsqueda de un universo alternativo en el que la música y las letras capturadas en cintas piratas de quinta generación superaban al mundo adulto de la etnicidad, la estadidad, la fuerza policial y la violencia.

    Varias entradas podrían ser bosquejos de libros o películas sobre la vida de un joven antes y después de la inmigración de Kosovo, quizá ninguna más que esta:

    Femi Nga, Mitrovica / Londres: Me enorgulleció mucho decirles a otros en Kosovo en ese momento que era de Mitrovica. Esta era la ciudad industrial de Kosovo con muchas fábricas y minería. Tenía una vida de origen étnico mixto como ninguna otra ciudad de Kosovo. Miles de trabajadores terminaban a las 5 pm y luego los estudiantes que terminaban las conferencias llenaban las tiendas, cafés y clubes de la ciudad. De 5 a 8 de la tarde, la ciudad estaba abarrotada de gente.

    A menudo me reunía con mis padres mientras estaba con los amigos; era el momento adecuado para pedir dinero extra sin tener que explicar en detalle para qué lo necesita. El Edi-Club al otro lado del puente en el lado norte era el lugar donde la mayoría de nosotros invertíamos el tiempo y el dinero que teníamos, jugando a los videojuegos, al billar y al futbolín. El Edi-Club pertenecía a un albanés (que yo sepa) y siempre estaba lleno. A mí y a mis amigos nunca nos importó si eras serbio o albanés. El objetivo era ganar a quien desafiaras. Llegó el apartheid de Milosevic y este puso fin al dinamismo y el palpitante ritmo de la ciudad. Siguieron las dificultades. Mi familia no estaba sola. Miles de albaneses perdieron sus trabajos.

    Las personas con dinero eran aquellas que tenían un pariente cercano trabajando en Occidente. En 1991, recibí la carta para unirme al ejército yugoslavo. Por supuesto, esta no era una opción para mí. No quería unirme a un ejército que estaba involucrado en la lucha contra otros estados exyugoslavos (Croacia, Bosnia). Ningún albanés quería. El régimen serbio también lo sabía, pero también sabía que una vez que recibías la carta teníamos que salir del país. Al igual que muchos de mis amigos, yo también decidí que no podía seguir escondiéndome para siempre. En 1992, con solo 18 años, dejé Kosovo y busqué refugio en Alemania. No terminé la escuela secundaria, no tenía conocimientos generales, ni educación real, ni habilidades. En realidad no tenía nada más que mi alma y mi cuerpo para hacer trabajos que ningún alemán quería hacer. Después de un año, finalmente decidí unirme a un buen amigo en Londres. Londres me sienta mejor, pero cada vez me doy cuenta de que Mitrovica es la ciudad donde quiero envejecer. Cuando la visito ahora, todo el mundo parece muy amable. Hoy me entristece enormemente que la ciudad esté tan tranquila y tan dividida. No hay mucho movimiento, no hay dinamismo. A menudo me siento en un café cerca del puente y me pregunto qué pasó con toda esa ciudad palpitante que yo recordaba. Me pregunto lo aburrida que debe de ser la vida en el norte sin los ruidosos albaneses.

    Él quiere envejecer en Mitrovica, una ciudad que alguna vez fue "palpitante" y ahora es un caparazón gravemente silencioso y dividido de lo que era, pero al menos la gente es "amigable." No hay nada más triste que eso. Me hace pensar en mi propia Mitrovica, mi ciudad natal de Vukovar, como es ahora cuando la visito. La gente está feliz de verme, yo estoy feliz de verlos, pero aún así no siento el deseo de volver nunca más allí para siempre ni de envejecer allí. Pero ¿es eso lo que sentiré en los próximos años?

    Me encantaría terminar de una vez por todas con mi región de origen, de norte a sur. Me encantaría no sentirme obligada a dar una conferencia de política amateur de una hora cada vez que un extraño en una fiesta me pregunta de dónde soy y cuándo y cómo llegué a los Estados Unidos. Poseo una voz interior que dice: "Tú tranquila, Sneža, es solo una charla trivial, tú responde brevemente y haz una pregunta cortés," pero esa voz desaparece después de un trago y medio o de una taza de café fuerte.

    Tarde o temprano, durante mi vida o después de mi muerte, una nueva generación crecerá concibiendo el pasado como edades oscuras que nunca volverán a suceder. Antes de morir, tal vez haga mi viaje al sur, tal vez tome un bote desde Ulcinj, Montenegro, hasta Velipoje, Albania, tome un tren a Tirana, alquile un coche en esa capital albanesa y cruce la frontera hacia Kosovo, y desde allí hasta Macedonia, Bulgaria y Grecia. Por supuesto, escribiré un libro al respecto, y de lo único que hablará ese libro será de la belleza de la naturaleza, la armonía de sabores, olores y colores de las delicias locales. Puedo verme a mí misma. Ya estamos inmersos en la segunda mitad del siglo XXI. Soy muy mayor, pero vivaz; Soy la persona más vieja viva y coleando. Hay un plato de cualquiera de las variedades de mousaka frente a mí, y estoy tomando un trago de un poco de licor, raki, ouzo, pelinkovac, lo que sea, dulce o amargo, claro u opaco, siempre que sea rígido y aromático. Después de que el aperitivo calienta mi sistema digestivo, dejo que la mousaka se derrita en mi boca trozo a trozo. Más tarde, en mi habitación de hotel, escribo (en la máquina que reemplace a los ordenadores portátiles de hoy; probablemente en el aire) un cliché que a mis lectores les encantará: “La mousaka es el plato que mejor representa a los Balcanes: como los aromas perfectamente equilibrados de berenjenas, cebollas, tomates, pimientos y salsas, las muchas culturas antiguas forman una armonía deliciosa, como siempre lo han hecho." Sí, puede que sea casi el siglo XXII, pero eso no significa que las metáforas de la vieja mousaka no puedan exprimirse en busca de todos sus deliciosos jugos aceitosos, aunque todo lo demás sea tan diferente. Soy muy mayor, y los conceptos de estados nacionales, repúblicas populares, capitalismos, socialismos, democracias y todo lo demás con lo que crecí se consideran experimentos fallidos del pasado lejano, y nadie es capaz de imaginar otra cosa que la paz. Soy una vieja boba que intenta volver a casa.

Mika sale de la oscuridad de la historia

    Este mito, esta tradición, este cuento del que yo (la narradora omnisciente) estoy al mando dice que tú (la destinataria) provienes de la estirpe matrilineal vendesa donde todos los nombres comienzan con “Mi-”: bisabuela Mika, abuela Milka, mama Mira. Y luego tú, Lucija, rompiste la regla no escrita, o mejor dicho, tu papá la rompió. Sucedió en el último momento: hasta el día de tu nacimiento se suponía que tu nombre era Milena, la elección inicial de tu papá (ya que tu mamá le permitió elegir los nombres de los hijos). Pero luego cambió de opinión y te llamó Lucija. Y luego se fue. Aún no sabes quién era en realidad.

    Junto con el nombre, comenzaron a producirse otras violaciones de las reglas no intencionadas por tu parte. Considera la semejanza: Mika, Milka y Mira se parecen bastante entre sí. Todas son rubias, de piel clara, ojos hundidos y azules. Las formas de los cuerpos difieren un poco, pero sus caras muestran inequívocamente la relación directa. Tú, por otro lado, no te pareces a ninguna de ellas, en lo que respecta a las apariencias físicas. Tienes el cabello castaño oscuro como los ojos. Tu tez es más oscura, aceitunada. Ahora bien, por parte de padre, que también es vendés, literalmente todo el mundo tiene el pelo negro azabache (liso o rizado), ojos marrones oscuros y piel oscura durante todo el año. Entonces, tal vez sea solo una mezcla de esos dos juegos de materiales genéticos, ¿quién sabe? ¿O tal vez tomaste a algún ancestro olvidado cuyos propios genes te fueron transmitidos prácticamente intactos? Puede que yo sea una narradora omnisciente, pero no soy genetista.

    Los antepasados ​​de tu mamá creían que el nombre de uno presagia el destino de uno: mamá lo dice porque eres su única hija y tu nombre se remonta al alfabeto y comienza con una "L," eso significa que solo darás a luz hijos varones. Afortunadamente, su hermana mayor Mihaela tiene una hija adolescente llamada Midonia que tiene una hija llamada Mitkica. Sé con toda certeza que no tendrás hijas a las que transmitir la débil tradición vendesa. Pero tu mamá se equivoca con los hijos: tampoco tendrás descendencia masculina.

    No tienes hijos y tus amigas se compadecen de ti. Tú ni siquiera lo mencionas, ellas sí, y simplemente les dices: la total realización de una mujer no radica en la maternidad. Pero claramente piensan que te estás engañando a ti misma, consolándote, ya en la cuarentena, solterona y pobre. Da igual. También tú sueles pensar que ellas necesitan consuelo, atrapadas en la trampa doméstica en la que desearían que todas cayeran. Pero no es que realmente pienses que tus amigas tienen hijos solo porque les enseñaron que su feminidad adulta solo puede culminar en la maternidad. Tienen hijos también para transmitir las historias que escucharon de sus madres, así como las historias que recopilaron por su cuenta. Tú también tienes las historias que recibiste de tu madre y de la madre de tu madre y también las que recopilaste tú misma. A medida que una por una de tus amigas sienten la necesidad de criar a sus propios hijos, la única urgencia que sienten es escribir.

    Aquí hay un dicho vendés y prometo que me controlaré en el resto del texto: "Donde hay una historia, hay una hija." Si eso es cierto, entonces, ¿quiénes son las hijas de los escritores? No creo que sean las críticas, las académicas u otro tipo de lectoras profesionales. Tal vez sean esas lectoras que se topan con libros y leen volúmenes completos por curiosidad, página a página. Tú y yo, la destinataria y la narradora omnisciente, nunca llegaremos a conocer a nuestras hijas, y eso puede ser un poco triste, pero en el lado positivo, no tenemos que preocuparnos de que se mantengan sanas, felices y seguras. ¡No es trabajo nuestro pensar en esas cosas!

    Volviendo al cuento del mito y lo que este tiene que contarnos.

    Mika sale de la oscuridad de la historia. Antes de ella, antes de 1905, está el linaje no registrado de campesinos que emigraron a través de los Balcanes. Antes de la época de Mika, la historia anotó las rutas exactas de todos los considerables ejércitos que galopaban en sus caballos por los valles de los ríos, a la sombra del terreno montañoso de un verde profundo, hasta la costa del Adriático, y de regreso a las colinas y llanuras. Los siervos que huían y se escondían, los antepasados ​​desplazados de Mika sin patria, no eran asunto de nadie. Se llamaban a sí mismos vendi. Los croatas y los serbios, los pueblos más numerosos en su parte del sudeste de Europa, los reclamaron, ya que ni los gobernantes turcos ni los austríacos los veían como diferentes de la mayoría de los eslavos del sur. Y todos eran realmente iguales. Allí, los vendeses estuvieron durante cientos de años, en su mayoría escondidos en la parte más insignificante de la relativamente próspera tierra del sudeste europeo de Croacia, invisibles para los ojos medio ciegos de la anciana Historia. Los antepasados ​​de Mika procedían de Banija, una pequeña región, una franja de tierra a lo largo del río Una. Banija, la tierra de Ban, siendo "ban" el príncipe croata; pero ningún príncipe puso un pie en Banija, y mucho menos vino de allí.

    Los vendi eran cristianos nominalmente ortodoxos, pero bastante desconectados de la religión. La religión organizada más cercana era la de los serbios ortodoxos. Los serbios tenían buenas intenciones y seguían enviando a los vendi a sus sacerdotes serbios que predicaban en el apenas inteligible eslavo eclesiástico antiguo a los vendi analfabetos. Los serbios creían que los vendi eran una tribu serbia desarraigada durante la conquista turca, pero aunque eso fuera cierto, los vendi llevaban poco orgullo étnico en sus corazones. Serbia estaba lejos, río Una abajo, y luego por el largo curso del Sava, demasiado lejos para ser notable, excepto para proporcionar sacerdotes y maestros, cada uno permaneciendo temporalmente hasta ser trasladado a un lugar mejor.

    A menudo pasaba una década entre dos maestros o sacerdotes.

    Los habitantes de Banija siguieron los movimientos con todos esos ritos religiosos y no pudieron encontrar razones para creer mucho.

    ¿Dónde fue eso? ¿Cuándo nació Dios y luego murió y luego apareció de nuevo y luego desapareció de nuevo? ¿Cuánto tardará la persona más fuerte en el mejor caballo en llegar a Nazaret o Jerusalén? Uno trató de hacer ese viaje; la tía bisabuela de Mika lo intentó una vez, o eso decía la historia del mito, pero solo regresó el caballo, flaco y cojo. ¿Y los antiguos reyes serbios con su santidad? La bisabuela Mika solía decir: si la barbilla del sacerdote es tan gorda, la barriga tan grande, ¿cuán insaciables deben haber sido los reyes por tener todos esos palacios y monasterios? ¿Quién construía esos edificios, quién alimentaba a los príncipes, caballeros y sacerdotes?

    Y así.

    El idioma vendés podría haber sido clasificado como un dialecto de serbocroata, macedonio o búlgaro si alguien se hubiera preocupado lo suficiente. A ningún vendi le importaba, pero los lingüistas no vendi trazaron un mapa del idioma vendés para su propio placer. Los vendi hablaban serbocroata con fluidez cuando querían y necesitaban.

    A menudo se casaban y tenían hijos con los serbios de las aldeas circundantes (tan pobres y analfabetos como ellos) o con los croatas que vivían en las ciudades. La ciudad era Kraljev Dvor, Corte del Rey en español, supongo que para ir con el tema real en el nombre de la provincia. Los croatas de Dvor eran católicos, como los austríacos, los alemanes y los húngaros, pero casi tan pobres como los vendi y los serbios. Los croatas eran la gente más pobre de la ciudad y, como técnica de supervivencia, desarrollaron fuertes lazos con vendi y serbios: comerciaban, vivían codo con codo y compartían un idioma. De vez en cuando, un croata venía a las aldeas vendi por un tiempo y, a veces, se quedaba para siempre. Por lo general, era un hombre que necesitaba esconderse de alguien, tal vez después de insultar una gran peluca del ayuntamiento en una noche de borrachera, gritando obscenidades en mitad alemán, mitad serbocroata. Esos se cambiaban el nombre y se casaban con una chica vendi.

    Quizá eso no sucedía muy a menudo, pero ese hombre se casó con la madre de Mika. Era un croata pobre, hijo de carnicero, que huyó de la ciudad y se casó con una campesina vendi cuya familia solía vender cerdos y terneros vivos al carnicero. El hijo del carnicero esperó hasta que nació su hija y luego volvió a huir del pueblo, incluso de la zona rural. El gran peluca que ofendió debió de haber sido realmente grande, el insulto coincidía con el estado del objetivo. Pero la historia del mito nunca se ha contado. Cuando Mika tenía casi veinte años, años después de la Gran Guerra, su padre fugitivo regresó con ellas. Se quedó hasta que nació la hermana pequeña de Mika, luego volvió a huir para no volver jamás. Ni siquiera pudo quedarse para conocer a su primera nieta, la primogénita de Mika, Milka. Debía de haber otras mujeres y niños esperando en todo el mundo, pensaron todos.

    No importaba. La madre de Mika logró criar a Mika por su cuenta y la vida continuó.

    Tú, Lucija, la destinataria, podrías notar que esta narrativa tiene un extraño parecido con la narrativa familiar de Snežana Žabić, la autora de Vinilos Rotos. Eso es simplemente una coincidencia. Tal vez lo que le pasó a su familia y la tuya no sea en absoluto inusual o único. Millones de familias se ven desplazadas debido a las guerras hasta el día de hoy. Hay una chica o un chico creciendo, caminando con auriculares llenos de música y la cabeza llena de preguntas, y luego lo siguiente que sabes es que la chica o el chico está huyendo con su familia o está vistiendo uniforme y siguiendo órdenes. ¿Quién no tiene antepasados ​​que han batallado guerras o deambulado de un lugar a otro en el siglo XX, y en todos los siglos anteriores, hasta en tiempos de paz, no registrados pero seguramente alguna vez reales, antes de que se formaran los estados? Antes de que se inventara la propiedad privada, algunos dirían, y yo estaría de acuerdo, incluso las narradoras omniscientes necesitan un fundamento filosófico, y el mío lo proporcionan Karl Marx y Friedrich Engels, muchas gracias.

    Hablando de Marx y Engels, Lucija, sé la pregunta que tienes en mente: "Narradora omnisciente, ¿quién es mi papá?"

    Lo único que necesitas saber por ahora, es que no soy yo.

Recuerdos de [Estado]#15

    Comentarios:

    Nunca he odiado

    Solía amar

    Ir a buscar dulces

    y comer baklava

    pero para gente

    muy cerrada

    altas vallas

    es como ir de paso por

    una prisión

FIN

Sobre la Autora

    Snežana Žabić lleva enseñando poesía y no ficción creativa desde 2015. Es autora de la colección de poesía The Breath Capital, las memorias Broken Records (Vinilos Rotos), la colección de cuentos U jednom zivotu (En una Vida Entera) y la colección de poesía bilingüe Po(eat)ry/Po(jest)zija escrita con Ivana Percl e ilustrada por Dunja Jankovic.

    Snežana también escribe ocasionalmente en su blog Spurious Bastard (spuriousbastard.blogspot.com) y es miembro de la junta editorial del diario literario y artístico Packingtown Review, (packingtownreview.com), fundado en 2007 en la Universidad de Illinois (Chicago) por estudiantes de postgrado del departamento de inglés.