Créditos

    Título: Clásicos de Ciencia Ficción - núm. 5

    • Tras el rastro de los piratas espaciales

    (Versión gratuita en español. Prohibida su venta.)

    Traducción y Edición: Artifacs, junio 2021.

    Ebook publicado en Artifacs Libros

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    Obra Original de Carey Rockwell con Copyright en el Dominio Público.

    On the Trail of the Space Pirates (Grosset & Dunlap Publishers New York, ©1953. Rockhill Radio)

    Texto en inglés publicado en Proyecto Gutenberg el 15 de abril de 2007.

    Texto en inglés revisado y producido por Greg Weeks, Mary Meehan y el Online Distributed Proofreading Team.

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Licencia Creative Commons

    Clásicos de Ciencia Ficción - núm. 5 se publica bajo Licencia CC-BY-NC-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es

    Si quieres hacer una obra derivada, por favor, incluye el texto de la sección de Créditos de este eBook.

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Sobre la serie Cadete Espacial

    Tom Corbett es el personaje principal de la serie de historias "Cadete Espacial" (Space Cadet) que se presentaron en radio, televisión, libros, tiras ilustradas y comics en la década de 1950.

    Las historias siguen las aventuras de los cadetes Corbett, Astro y Roger Manning (más tarde llamado TJ Thistle) mientras entrenan para convertirse en miembros de la Guardia Solar. La acción tiene lugar en las aulas de la Academia y en sus dependencias, así como a bordo de la nave de entrenamiento (el crucero espacial Polaris) y en mundos alienígenas, tanto dentro del sistema solar como orbitando otras estrellas cercanas.

    Curiosamente, la serie comenzó en 1949 como una radionovela y luego como una serie de televisión y cómic antes de pasar por fin al formato libro. La serie de libros comenzó como un enlace al personaje con tramas que se hacían eco de los guiones de radio, más que de los de la televisión o los cómics.

    El asesoramiento técnico para las novelas fue proporcionado por Willy Ley, uno de los principales expertos en cohetes a reacción de la década de 1950, y también escritor de ciencia ficción, conocido tanto como ser una voz clave que instaba el desarrollo de la exploración espacial en los EE. UU. como autor de innumerables artículos de revistas y libros, incluidas contribuciones en otras series.

    Grosset & Dunlap publicó su octavo título en 1955/56, marcando el final efectivo de la serie en radio, televisión y los libros.

Novelas traducidas al castellano

    Novelas traducidas entre junio y agosto de 2021.

    • Clásicos de Ciencia Ficción #3 ¡En espera hacia Marte! (Stand By For Mars!, 1952)

    • Clásicos de Ciencia Ficción #4 Peligro en el espacio profundo (Danger in Deep Space, 1953)

    • Clásicos de Ciencia Ficción #5 Tras el rastro de los piratas espaciales (On the Trail of the Space Pirates, 1953)

    • Clásicos de Ciencia Ficción #6 Los pioneros espaciales (The Space Pioneers, 1953)

    • Clásicos de Ciencia Ficción #7 La revuelta en Venus (The Revolt on Venus, 1954)

    • Clásicos de Ciencia Ficción #8 Traición en el espacio exterior (Treachery in Outer Space, 1954)

    • Clásicos de Ciencia Ficción #9 Sabotaje en el espacio (Sabotage in Space, 1955)

    • Clásicos de Ciencia Ficción #10 El Reactor Robot (The Robot Rocket, 1956)

Sobre el autor

    Carey Rockwell es el seudónimo bajo el cual la editorial Grosset & Dunlap Publishers New York publicó las novelas de la serie del Cadete Espacial, con Willy Ley como asesor técnico.

    Se desconoce el verdadero nombre del escritor original de estas novelas y, de hecho, se cree que los textos no fueron escritos por una única persona. Es problable que las historias fueran inventadas por un grupo de escritores contratados por palabras o que ya colaboraban con la editorial en otros proyectos, esporádicos o no.

    Ahora bien, también es muy posible que las novelas de Tom Corbett fueran todas escritas por el propio Joseph Lawrence Greene (1914-1990), autor estadounidense de novelas y cuentos de ciencia ficción entre cuyas creaciones más familiares se encuentra Tom Corbett, Space Cadet. Siendo un escritor prolífico, también contribuyó con numerosas historias a los cómics y fue editor para la editorial Grosset & Dunlap mientras escribía bajo varios seudónimos que incluían, supuestamente, el seudónimo de la casa "Alvin Schwartz" y también "Richard Mark", y usando diversas variaciones de su propio nombre ("Joseph Lawrence", "Joe Green", "Joseph Verdy", "Larry Verdi", "Lawrence Vert"), que ejemplifica tales juegos de palabras en idiomas extranjeros para "Green" como "Verdy", "Verdi" y "Vert".

    La autoría de la serie no está muy bien documentada, pero las sugerencias incluyen al propio Greene, editor de la serie, también como escritor. Otra posibilidad nombra al autor de The Cincinnati Kid, Richard Jessup, como candidato a la autoría de las novelas de Corbett.

Tras el Rastro de los Piratas Espaciales

por

Corey Rockwell

Capítulo 1

    "¡TODOS A BORDO!"

    Una voz metálica resonó por los altavoces e hizo eco en el elevado vestíbulo de mármol y aluminio de la Terminal de Monorraíl de Nueva Chicago. "¡Expreso a Átomo City en la Vía Siete! ¡Primera parada de la Academia Espacial! ¡Los pasajeros de la Academia Espacial tomarán asientos en los primeros seis vagones!"

    Mientras la multitud de personas que esperaban en la explanada atravesaba la puerta que conducía a la Pista Siete, tres chicos con los uniformes de regio azul del Cuerpo de Cadetes Espaciales recogieron lentamente sus bolsas espaciales de plástico y se unieron a la masa de viajeros.

    Fatigadamente, vagaron con la multitud y subieron a las escaleras mecánicas que conducían al andén del monorraíl. A la cabeza, Tom Corbett,"el cadete al mando de la unidad, un chico alto y de pelo rizado de dieciocho años— se apoyaba en el pasamanos y observaba a sus dos compañeros de unidad, Roger Manning y Astro. Manning,"un esbelto cadete con el pelo rubio muy rapado— bostezaba y parpadeaba somnoliento, mientras que Astro,"el tercer miembro de la unidad, una cabeza más alto que cualquiera de sus compañeros de unidad y veinticinco kilos más pesado— permanecía de pies planos sobre el escalón, con los ojos cerrados, su gigantesca masa se balanceaba ligeramente con el movimiento de las escaleras deslizantes.

    "¡Ja! ¡Una unidad realmente ágil!" murmuró Tom para sí mismo.

    "¿Hmmm? ¿Qué?" Roger parpadeó y miró a Tom con ojos de sueño.

    "Nada, Roger," respondió Tom. "Solo espero que podáis permanecer despiertos el tiempo suficiente para subir al monorrail."

    "Es culpa tuya, Tom," rugió Astro con su voz de toro. "Si tu familia no nos hubiera organizado tantas fiestas mientras estábamos de permiso, habríamos dormido más."

    "No oí ninguna queja entonces," resopló Tom. "Tú entra en el vagón antes de que te descorches de sueño, ¿quieres? No estoy en condiciones de cargar contigo."

    Segundos más tarde, las escaleras deslizantes depositaron a los tres chicos en el andén y los tres se abrieron paso entre la multitud hacia los vagones delanteros del monorraíl. Al entrar en el tercer coche, encontraron tres asientos juntos y se derrumbaron en aquella lujosa suavidad.

    "¡Oh, hermano!" gimió Tom mientras se acurrucaba en los cojines, "Voy a dormir todo el camino hasta la Academia."

    "Yo ya estoy dormido," murmuró Roger con voz amortiguada por la gorra que le tapaba la cara.

    De repente, Astro se sentó muy erguido. "¡Tengo hambre!" Anunció.

    "¡Oh, no!" gimió Tom.

    "¡Eres un sobredimensionado simio venusiano! ¡La Sra. Corbett te dio la cena hace menos de una hora!" recriminó Roger. "Bistec, patatas fritas, alubias, maíz, pastel, helado..."

    "Doble ración," intervino Tom.

    "¡Y ahora tienes hambre!" Roger se mostró incrédulo.

    "No puedo evitarlo," respondió Astro con calma. "Soy un tipo grande, eso es todo." Comenzó a hurgar en su bolsa espacial en busca de una manzana que la Sra. Corbett le había proporcionado eficientemente.

    Tom finalmente se agitó y se sentó erguido. Había aprendido hacía mucho tiempo la inutilidad de intentar negar el descomunal apetito de Astro. "Hay un vagón restaurante en esta sección del monorraíl, Astro," dijo golpeando en la mano tamaño jamón del venusiano una arrugada masa de créditos. "Toma. Pásalo bien." Se dejó caer hacia atrás en su asiento y cerró los ojos.

    "Sí," gruñó Roger, "y cuando vuelvas, ¡no hagas ruido!"

    Astro sonrió. Se levantó con cuidado y trepó por encima de sus dos soñolientos compañeros. De pie en el pasillo, contó los créditos que Tom le había dado y se volvió hacia la parte delantera del coche. De pronto, una fuerte voz gruñó detrás de él.

    "¡Hazte a un lado, chico astronauta!"

    Una mano lo agarró por el hombro y lo empujó hacia un lado. Pillado fuera de equilbrio, Astro cayó encima de sus compañeros de unidad dormidos.

    "¡Oye! ¿Qué demonios?" tartamudeó Astro mientras yacía despatarrado encima de sus amigos. Los dos adormilados cadetes se despertaron aullando.

    "¡Astro! ¿Qué rayos crees que estás haciendo?" rugió Tom.

    "¡Sí, idiota descerebrado!" Gritó Roger; "¡Debería lanzarte un directo a la barbilla!"

    Tras un desenredo de brazos y piernas, por fin los tres cadetes se levantaron. Astro se volvió para ver quién lo había empujado.

    Dos hombres al fondo del coche le estaban sonriendo.

    "Fueron esos dos tíos del fondo," explicó Astro. "¡Me empujaron!" Avanzó pisoteando hacia ellos, seguido por Tom y Roger.

    Deteniéndose directamente frente a ellos, preguntó: "¿Qué gran idea tenéis dn mente?"

    "¡Vuelve a tu bonito descanso, chico astronauta!" se burló el más pesado de los dos hombres, que se volvió hacia su compañero agregando con un gruñido: "¿Qué te parece el valor de este? No solo tenemos que pagar impuestos para mantener a estos perezosos y enseñarles cómo ser astronautas, sino que también son gritones y atrevidos encima de eso!"

    El otro hombre, el más pequeño y con cara de rata, dio una carcajada. "Sí, deberíamos denunciarlos a sus jefecitos soldados en la Academia Espacial."

    Astro apretó los puños de pronto y dio un paso adelante, pero Tom lo agarró del brazo y tiró de él hacia atrás mientras Roger se colocaba entre sus compañeros y los dos hombres sonrientes.

    "¿Sabes?, Tom," dijo mirando al más pesado de los dos directamente a los ojos, "Lo único que no me gusta de ser un cadete espacial es tener que ser educado con todo el mundo, ¡incluidas las ratas espaciales!"

    "Eh, pequeño gamberro," se burló el hombre más grande, "¡Debería fregar la cubierta contigo!"

    Roger sonrió levemente. "No lo intente, caballero. ¡No sabría usted qué le ha golpeado!"

    "Venga, Wallace," dijo el hombre más pequeño. Déjalos en paz y vámonos."

    Astro dio otro paso adelante y rugió: "¡Despeguen! ¡Los dos!"

    Los dos hombres se volvieron rápidamente y desaparecieron por la puerta que conducía al siguiente coche del monorraíl.

    Los tres cadetes se volvieron y se dirigieron hacia sus asientos por el pasillo.

    "Vamos a dormir un poco," dijo Tom. "Será mejor que estemos en buena forma para esa nueva misión cuando lleguemos a la Academia. No sabemos qué es, adónde vamos ni, aún peor, cuándo despegamos. Y yo, por mi parte, quiero tener una buena noche de descanso en mi haber."

    "Y yo," coincidió Roger acomodándose una vez más en el mullido asiento. "Me pregunto cuáles serán las órdenes. ¿Alguna idea, Tom?"

    "No tengo ni idea, Roger," respondió Tom. "El audiograma solo dijo que nos presentáramos de inmediato en la Academia para la misión."

    "¡Ey, Astro!" exclamó Roger al ver al venusiano volver a sentarse en su asiento. "¿No vas a comer?"

    "Ya no tengo hambre," gruñó Astro. "Esos tipos me han quitado el apetito."

    Tom miró a Roger y le guiñó un ojo. "Tal vez sea mejor que hablemos al Capitán Strong sobre esto, Roger."

    "¿Por qué?"

    "Si Astro se enfada lo suficiente, pierde el apetito. La Academia puede reducir sus facturas de comida."

    "Ah, id a limpiar reactores, tíos," gruñó Astro adormilado.

    Tom y Roger se sonrieron mutuamente, cerraron los ojos y, en un momento, los tres cadetes de la unidad Polaris estaban profundamente dormidos.

    Suspendido de un único y reluciente riel que se extendía por las llanuras occidentales como una cinta plateada sin fin, el monorraíl expreso se lanzaba al amanecer acelerando a sus pasajeros hacia su destino. Mientras la reluciente línea de automóviles aerodinámicos cruzaba las tierras de pastos recientemente desarrolladas que antaño habían sido el gran desierto estadounidense, Tom Corbett despertó de un sueño profundo. Los oblicuos rayos matinales del sol le brillaron en los ojos. Tom bostezó, se estiró y giró hacia la ventana para ver pasar el paisaje. Asomándose sobre las verdes llanuras más adelante, veía una enorme cadena montañosa azulada, con sus numerosos picos cubiertos por la nieve omnipresente. En unos momentos, Tom sabía que el tren atravesaría un túnel y luego, al otro lado, en el centro de un valle ancho y profundo, vería la Academia Espacial, la universidad de los planetas y el cuartel general de la gran Guardia Solar.

    Tom extendió la mano y zarandeó a Roger y Astro, gritando: "¡Muy bien, astronautas, hora de ir a la cubierta!"

    "¿Uh? ¿Eh?" gimió Roger.

    "¡Ahhhóohhhhhh!" bostezó Astro. Poniéndose de pie, se estiró y tocó el techo del monocarril.

    "Vamos a lavarnos antes de que despierten los demás pasajeros," dijo Tom, y se dirigió a la sala de servicio. Astro y Roger lo siguieron, arrastrando los pies y frotándose los ojos.

    Cinco minutos más tarde, cuando el esbelto monorraíl silbaba entrando en el túnel bajo la cordillera, los chicos de la unidad Polaris volvían a sus asientos.

    "De vuelta a la vieja rutina," suspiró Roger. "Ejercicios, maniobras, libros, conferencias. La misma rutina día tras día."

    "Quizá no," dijo Tom. "Recuerda, la orden para que nos presentemos iba firmada por el comandante Walters, no por el cadete supervisor de permisos. Creo que eso significa algo especial."

    El monorraíl salió rugiendo del túnel y volvió a caer hacia el brillante sol de la mañana.

    Los tres cadetes se giraron rápidamente para recorrer con los ojos el valle en busca de la primera vista de la brillante Torre de Galileo.

    "Ahí está," dijo Tom señalando hacia un imponente edificio de cristal que reflejaba la luz de la mañana. "Estaremos ahí dentro en un minuto."

    Mientras Tom hablaba, la velocidad del monorraíl disminuía, al pasar junto a unas cuantas estructuras relucientes de aluminio y hormigón. Poco después el blanco andén de la estación de la Academia pasaba junto a la ventana y todo movimiento de avance se detuvo. Las puertas se abrieron y los tres chicos se apresuraron hacia la salida.

    Alrededor de los cadetes, hombres y mujeres con uniformes de varios colores de la Guardia Solar se apresuraban por la estación. El verde de los cadetes Lombrices de Tierra, los estudiantes de primer año del Cuerpo de Cadetes; el azul intenso y brillante de los cadetes veteranos, como la unidad Polaris; el rojo escarlata de la Guardia Solar alistada; y aquí y allá, el negro y el oro de los oficiales de la Guardia Solar.

    Los tres cadetes se apresuraron hacia la acera móvil más cercana, un cinturón de plástico en movimiento que se deslizaba silenciosamente por el suelo hacia la Academia Espacial. Los llevó rápidamente a través de los pocos edificios ubicados alrededor de la estación del monorraíl y dobló una curva. Los tres cadetes miraron hacia la reluciente Torre de Galileo. Hecha de cristal puro de Titán, se elevaba sobre el grupo de edificios que rodeaban el cuadrángulo cubierto de hierba y dominaba la Academia Espacial como un gigante translúcido.

    Los cadetes salieron de la acera deslizante cuando esta pasó por delante del edificio de la Torre. Los tres subieron corriendo la amplia escalera de mármol. En el enorme portal principal, Tom se detuvo y miró hacia los terrenos de la Academia. A su alrededor yacía la evidencia del progreso de la humanidad. Era el año 2353, cuando el terricola había colonizado mucho tiempo atrás los planetas interiores, Marte y Venus, y los tres grandes satélites, la Luna de la Tierra, Ganímedes de Júpiter y Titán de Saturno. Era la era de los viajes espaciales; de la Alianza Solar, una sociedad unificada de miles de millones de personas que vivían en mutua paz, aunque dispersas por todo el universo; y de la Guardia Solar, el poder de la Alianza Solar y la defensora de la paz interplanetaria. Todas estas cosas Tom las veía flanqueado por Astro y Roger mientras estaba de pie en el amplio portal del Edificio de la Torre.

    Al entrar en la Torre, los tres cadetes fueron directamente a la oficina del comandante de su unidad. El programa de entrenamiento en la Academia Espacial consistía en tres cadetes por unidad, con un oficial de la Guardia Solar como maestro e instructor. Steve Strong, capitán de la Guardia Solar, había sido su instructor de cadetes desde que la formación de la unidad y ahora sonreía a modo de bienvenida mientras los cadetes se ponían firmes frente a su escritorio.

    "La unidad Polaris se presenta según lo ordenado, señor," dijo Tom entregando la orden del audiograma que había recibido el día anterior.

    "Gracias, Corbett," dijo Strong tomando el papel. "A discreción."

    Los tres chicos se relajaron y mostraron amplias sonrisas cuando Strong rodeó la mesa y les dio la mano a cada uno de ellos.

    "Me alegro de teneros de vuelta, muchachos," dijo. "¿Disfrutasteis de vuestro permiso?"

    "Y cómo, señor," respondió Tom.

    "La madre de Tom nos hizo pasar una buena estancia," intervino Roger.

    "¡Y lo que sabe de cocina!" Astro se humedeció los labios involuntariamente.

    "Bueno, espero que hayais descansado bien...," comenzó Strong, pero fue interrumpido por el sonido de una campanita. Detrás de su escritorio, una pantallita de teleceptor cobró vida para revelar el rostro severo del comandante Walters, el comandante de la Academia Espacial.

    Strong se volvió hacia el teleceptor y gritó: "¿Sí, comandante Walters?"

    "¿Ha llegado ya la unidad Polaris, Steve?" preguntó el comandante.

    "Sí, señor," respondió Strong. "Están aquí en mi oficina ahora, señor."

    "Bien," dijo el comandante con una sonrisa. "Acabo de recibir un informe de que la exposición abrirá antes de lo esperado. Te sugiero que informes a los cadetes y asciendan la nave lo antes posible."

    "Muy bien, señor," respondió Strong. La pantalla se oscureció y él se volvió hacia los cadetes. "Parece que habéis vuelto justo a tiempo."

    "¿Qué pasa, señor?" preguntó Tom.

    Strong volvió a su silla y se sentó. "Supongo que todos habéis oído hablar de la Exposición Solar que se estrena en Venus la semana que viene, ¿no?"

    Los ojos de Tom se iluminaron. "¡Claro! Hay un.montón de equipos de sonido, visores y teleceptores que han estado parloteando sobre eso durante semanas."

    "Bueno," dijo Strong con una sonrisa, "¡Pues vamos a asistir!"

    Los tres cadetes no pudieron contenerse y estallaron en un grito de alegría. Entonces Roger se calmó lo suficiente para comentar: "Eso suena más a unas vacaciones más que a una misión, señor."

    "Todo lo contrario, Manning," respondió Strong. "Verás, cada industria, sociedad, organización y agencia gubernamental está organizando presentaciones en la exposición para mostrarle a la gente lo que está sucediendo en su parte del sistema solar. También habrá una sección de entretenimiento." Strong dio una risita. "He visto imágenes de algunos de los trucos y atracciones que han desarrollado para entretener a la generación más joven. Creedme, prefiero acelerar al máximo en un cohete que montar en cualquiera de ellos."

    "Pero ¿qué vamos a hacer nosotros, señor?" preguntó Tom.

    "Nuestro trabajo es muy simple. Debemos llevar la Polaris a la exposición y aterrizar en el recinto ferial. Cuando la feria abra, mostraremos todo sobre ella a todos los visitantes interesados."

    "¿Quiere decir que vamos a ser..." Roger tragó saliva; "guías?"

    "Así es, Manning," dijo Strong. "Vosotros tres vais a guiar a través de la Polaris a todos los visitantes."

    "¿Cuánto tiempo estaremos allí, señor?" preguntó Tom.

    "Un mes más o menos, supongo. La Polaris será la primera exhibición de la Academia. Cuando vosotros os marchéis, otra unidad os reemplazará con su nave y hará lo mismo."

    "Pero... pero..." balbuceó Astro; "¿Qué vamos a decirles? A los visitantes, me refiero."

    "Solo hay que responder a todas sus preguntas, Astro. Además de improvisar un pequeño discurso sobre las funciones de tu puesto en particular."

    Strong miró el reloj y se puso en pie. "Se está haciendo tarde. Revisad la Polaris y preparaos para ascender la nave en una hora."

    "Sí, señor," dijo Tom.

    Los cadetes se pusieron firmes, preparándose para irse.

    "¡Una cosa más! No os hagáis a la idea de que esto va a ser un paseo espacial," dijo Strong. "Es muy importante para la gente de la Alianza Solar saber qué tipo de trabajo estamos haciendo aquí en la Academia. Y vosotros tres habéis sido seleccionados como representantes de todo el Cuerpo de Cadetes. Así que procurad comportaos en consecuencia. Eso es todo, a discreción."

    Los tres cadetes saludaron enérgicamente y salieron de la sala con las últimas palabras de su patrón resonando en los oídos.

    Quince minutos más tarde, habiendo empacado el equipo necesario para el largo viaje, la unidad Polaris avanzaba sobre la acera deslizante a través del cuadrángulo y el grupo de edificios de la Academia hacia el puerto espacial. A lo lejos podían ver el crucero espacial Polaris posado en la rampa de lanzamiento, su larga silueta estaba perfilada nítidamente ante el cielo azul. Descansando sobre sus cuatro aletas estabilizadoras, con el morro apuntando hacia las estrellas, la nave parecía un proyectil gigante preparado y listo para hacer estallar su objetivo.

    "¡Miradla!" exclamó Astro. "Si no es la nave más hermosa del universo, me como la gorra."

    "¡No veo cómo podrías hacer eso," dijo Roger arrastrando las palabras, "Después del modo en que te embuchaste las tartas de la Sra. Corbett!"

    Tom se rió. "Te diré una cosa, Roger," dijo, señalando la nave, "siento que ese bebé es tanto mi hogar como la casa de mamá y papá en Nueva Chicago."

    "Está bien, está bien," dijo Roger. "¡Ya que todos nos estamos volviendo sentimentales, tengo que admitir que yo también me alegro de ver ese viejo balde de empuje!"

    En ese momento, los tres cadetes estaban subiendo a la poderosa nave espacial y poniéndose manos a la obra, preparándose para el despegue.

    Rápidamente, con manos seguras, cada uno comenzó una revisión sistemática de su puesto. En la cubierta de energía, Astro, un antiguo Guardia Solar alistado que había sido admitido en el Cuerpo de Cadetes debido a su genio en ingeniería, se desvistió de cintura para arriba y comenzó a trabajar en los enormes motores atómicos de la nave. Con un pesado cinturón de herramientas colgado de la cintura, se arrastró a través del corazón de la nave, ajustando una válvula aquí, girando un tornillo allá, viendo que los alimentadores de reactantes estaban limpios y despejados para las cámaras de disparo del cohete. Y, por último, se aseguró de que las grandes cámaras de disparo de los cohetes estuvieran seguras y que las pesadas láminas de plomo estuvieran colocadas en su lugar para protegerlo de la radiactividad mortal.

    En el puente del radar en la proa de la nave, Roger sacó de su contenedor el delicado prisma de astrogación y lo limpió con un paño suave. Reemplazándolo con cuidado, se volvió hacia el escáner de radar y verificó el intrincado sistema de cableado, asegurándose de que los telémetros estuvieran en buen estado de funcionamiento. Luego dirigió su atención al intercomunicador.

    "Puente de radar a cubierta de control," gritó. "Comprobando el intercomunicador, Tom."

    Inmediatamente debajo, en la cubierta de control, Tom se apartó del panel de control. "Alto y claro aquí, Roger. Consulta con Astro."

    "¡Alto y claro en la cubierta de energía!" La gran voz del venusiano resonó por el altavoz. El intercomunicador se podía oír en todo la nave a menos que los muchos altavoces se apagaran individualmente.

    Tom volvió su atención al gran panel de control y, uno por uno, probó los grupos de diales, medidores e indicadores que controlaban el crucero espacial. Tom Corbett había querido ser un cadete espacial desde que tenía memoria. Después de realizar los exámenes de ingreso, había sido aceptado para el rígido entrenamiento que lo prepararía para ingresar a las filas de la gran Guardia Solar. Había conocido a sus dos compañeros de unidad, Roger y Astro en su primer día en la Academia y, después de un comienzo difícil de adaptación a las personalidades de cada uno y la disciplina de la rutina de la Academia, los tres chicos se habían convertido en leales amigos.

    Como cadete y piloto de la cubierta de control, Tom era el jefe de la unidad, segundo al mando del Capitán Strong. Y aunque podía dar órdenes a Astro y Roger y confiar en que las obedecieran, los tres cadetes decían lo que pensaban cuando se trataba de tomar decisiones difíciles. Esto había solidificado a los tres cadetes en una experimentada y fiable unidad de combate.

    Tom hizo una última comprobación del generador de gravedad y se dirigió al intercomunicador.

    "¡A todos los departamentos, informen!" exclamó.

    "Verificaciones en el puente de radar sin problemas," respondió Roger.

    "Verificaciones en la cubierta de energía positivas, Tom," informó Astro.

    "¡Bien! ¡En espera para despegar en cuanto suba el patrón."

    Tom se volvió hacia el teleceptor y lo encendió. La pantalla se volvió borrosa y luego se estabilizó en una vista del puerto espacial exterior. Tom examinó la rampa de lanzamiento que había debajo y, satisfecho de que estuviera despejada, conectó el teleceptor al circuito de control de tráfico del puerto espacial.

    "Crucero espacial Polaris a control del puerto espacial," gritó. "Adelante, control del puerto espacial. Solicito autorización de órbita."

    "Control de tráfico del puerto espacial a Polaris," informó el oficial de tráfico con el rostro enfocado en la pantalla del teleceptor. "Su órbita ha sido autorizada para el despegue. Órbita número 3847, repito, 3847. ¡Ascienda la nave cuando esté listo!"

    "Órbita 3847," repitió Tom. "¡Fin de la transmisión!"

    "Fin de la transmisión," dijo el oficial. Tom apagó el teleceptor y el rostro del oficial desapareció.

    En la parte trasera de la cubierta de control, el Capitán Strong atravesó la escotilla y dejó caer su bolsa espacial de plástico negra en la cubierta. Tom se levantó y saludó enérgicamente.

    "Polaris lista para despegar, señor," dijo. "Órbita autorizada."

    "Muy bien, Corbett," respondió Strong devolviéndole el saludo. "¡Continúa!"

    Tom se volvió hacia el tablero de control y encendió el intercomunicador. "¡Cubierta de control a la cubierta de energía! ¡Energice las bombas de refrigeración!"

    "¡Bombas de refrigeración, recibido!" dijo Astro.

    Desde la cubierta de energía, las enormes bombas comenzaron a rugir. La gran nave se estremeció bajo la presión.

    Tom miró el manómetro que indicaba el control de presión y luego exclamó por el intercomunicador: "Puente de radar, ¿tenemos trayectoria despejada?"

    "Todo despejado delante y arriba, Tom," informó Roger desde el puente del radar.

    "¡Abrochaos el cinturón para despegar!" gritó el cadete de pelo rizado.

    El Capitán Strong tomó su lugar en la silla del copiloto, se abrochó y gritó: "¡Alimente el reactante!"

    Girando una pequeña rueda al lado del panel de control, Tom informó: "¡Alimentadores a ritmo D-9, señor!"

    Luego, cuando el silbido del combustible que se vertía en los potentes motores de la nave se mezcló con el chirrido de las bombas, Tom espetó una tercera orden. "¡Corta el despegue seis metros!"

    Recibiendo el reconocimiento desde abajo, agarró el interruptor principal y observó la manecilla del cronómetro astral.

    "¡En espera para ascender la nave!" gritó. ¡Despegue en cinco, cuatro, tres, dos, uno, ¡cero!"

    Tiró del interruptor.

    Lentamente, con los cohetes explotando uniformemente, la gigante nave se levantó del suelo. Luego, ganando velocidad, comenzó a alejarse de la Tierra rápidamente. Como una bala gigante y brillante, la gran nave espacial atravesaba el oscuro vacío del espacio con el morro apuntando al distante y brumoso planeta Venus.

    Una vez más, Tom Corbett y sus compañeros de unidad se habían embarcado en una misión para la Guardia Solar.

Capítulo 2

    "¡En espera para el aterrizaje!" Gritó la voz del Capitán Strong en el intercomunicador de la gran nave espacial.

    "Cubierta de control en espera," respondió Tom.

    "Corbett," continuó Strong; "puedes bajarla en cuanto obtenga la autorización del control de tráfico de Venuspuerto.

    Tom reconoció la orden con un enérgico: "¡Sí, señor!" En unos momentos recibió permiso para aterrizar en el recién colonizado planeta. Luego, dirigiendo su atención al tablero de control, solicitó a Roger una verificación de aproximación a tierra."

    "Unos tres kilómetros para el aterrizaje, Tom," informó Roger desde el puente del radar. "¡Trayectoria despejada!"

    "Está bien, Roger," dijo Tom. Echando un vistazo rápido a los indicadores de velocidad del aire y empuje del cohete, accionó un interruptor y cantó: "Plataforma de potencia, ¡reduce al mínimo el empuje de los impulsores principales del reactor!"

    "Te capto, Tom," gritó Astro.

    "Acercándonos rápido, señor," le dijo Tom a Strong, que había subido y ahora estaba de pie mirando junto al hombro del cadete mientras Tom maniobraba, con ojos atentos que barrían el gran panel de medidores y diales de registro, la gran nave a través de la atmósfera venusiana.

    "Trescientos metros para el aterrizaje," entonó Roger desde el puente del radar.

    Reaccionando rápidamente, Tom ajustó varias palancas, luego tomó el micrófono del intercomunicador, accionó un interruptor y gritó: "¡Plataforma de potencia! ¡Impulsores de frenado al máximo!"

    En lo más profundo de la Polaris, Astro, que cuidaba la poderosa planta de energía de la nave con amoroso cuidado, llevó a su posición el sensible mecanismo de control aplicando una presión uniforme a los impulsores de frenado.

    Mientras la gigante nave espacial se asentaba suavemente a unos pocos metros de la superficie del espaciopuerto de hormigón, Tom accionó el interruptor principal que interrumpía toda la energía. Un momento después, la enorme nave cayó suavemente y se posó en la cubierta de aterrizaje con un golpe sordo.

    "¡Aterrizaje!" gritó Tom. Luego, mirando el cronómetro astral en el tablero de control, se volvió hacia Strong y, saludando con elegancia, informó: "¡Polaris completa el vuelo espacial exactamente a las siete cincuenta y dos cero dos!"

    Strong devolvió el saludo. "Muy bien, Tom. Ahora, quiero que tú, Roger y Astro me acompañéis a la oficina del comisionado de la exposición para una entrevista y órdenes detalladas."

    "Sí, señor," dijo Tom.

    Unos minutos más tarde, vestidos con uniformes nuevos, los tres cadetes siguieron al comandante de su unidad fuera de la nave, luego quedaron a su lado mientras Strong ordenaba al suboficial en jefe de un grupo de trabajo de la Guardia Solar alistado que preparara la Polaris para trasladarla al lugar de la exposición.

    "Vacía los tanques de combustible reactante de todo, pero lo suficiente para que podamos ascender la nave y aterrizar en el recinto ferial," dijo Strong. "Será mejor que la desarmes también. Pistolas y rifles de rayos paralelos, blásteres atómicos de calibre tres y seis, narco gas sedante; de ​​hecho, todo lo que pueda causar algún problema."

    "Sí, señor," respondió el astronauta alistado vestido de escarlata.

    "Una cosa más," agregó Strong. "Habrá una tripulación viviendo a bordo, así que, por favor, asegúrate de que la cocina esté equipada con un suministro completo de alimentos frescos y sintéticos. Eso es todo, supongo."

    "Muy bien, señor," respondió el suboficial con un firme saludo. Se volvió y comenzó a gritar órdenes a un escuadrón de hombres tras él y estos se apresuraron de inmediato a pulular como hormigas alrededor de la gran nave.

    Quince minutos más tarde, un aerotaxi viró hasta detenerse frente al edificio más alto de Venuspuerto, la Cámara de la Alianza Solar. Strong pagó al conductor agregando una hermosa propina y, flanqueado por sus tres cadetes, entró a grandes zancadas en el edificio.

    Tras cruzar un vestíbulo de techos altos, entraron en un ascensor expreso de vacío y, cinco segundos después, salieron a la planta cuatrocientos. Allí, Strong deslizó hacia un lado una puerta de panel y, seguido por los cadetes, entró en la oficina de Mike Hawks, comisionado de exposición y oficial veterano retirado de la Guardia Solar.

    La oficina era impresionantemente grande y aireada, con una pared exterior formada por una transparente ventana de cristal de Titán que se extendía desde el suelo hasta el techo abovedado y brindaba una magnífica vista de la ciudad de Venuspuerto y, más allá, los edificios futuristas de la exposición en sí. Otra pared, igualmente grande, estaba cubierta por un mapa de los terrenos de la exposición.

    Mike Hawks, un hombre de cabello gris acero, ojos azul claro y un porte militar de capataz, estaba sentado detrás de un enorme escritorio hablando con dos hombres. Alzó la vista cuando Strong y los cadetes entraron y se levantó rápidamente con una amplia sonrisa para saludarlos.

    "¡Steve!" exclamó rodeando el escritorio para estrechar la mano de su viejo amigo. "¡Nunca soñé que te tendríamos a ti y a la unidad Polaris en nuestra feria!" Asintió cálidamente a los cadetes, quienes estaban en rígida posición de firnes. "Descansad, cadetes. Me alegro de teneros a bordo."

    "Me sorprendió igualmente recibir esta asignación, Mike," dijo Strong estrechando la mano del oficial. Asintiendo hacia los hombres sentados frente al escritorio de Hawks, se disculpó, "Lamento interrumpirte así, viejo. No sabía que estabas ocupado."

    "No pasa nada." El comisario sonrió. "Solo estaba entregando algunas licencias para las concesiones en la sección de entretenimiento de la feria. La gente espera divertirse un poco cuando van a una feria, ¿sabes? Y por las estrellas que van a divertirse mientras sea yo el comisionado." Se volvió hacia los cadetes. "Sentaos, muchachos. Tú también, Steve. Estaré con vosotros en un minuto." Se volvió hacia su escritorio y hacia los hombres que esperaban.

    Los cadetes, a un asentimiento de Strong, se sentaron en un sofá de cuero que se extendía a lo largo de una pared y escucharon mientras Hawks completaba sus asuntos con los dos hombres.

    "Ahí lo tienen," dijo Hawks, aplicando el sello de su oficina a un papel. "Eso les da derecho a operar una concesión en el área de entretenimiento mientras la feria esté abierta."

    Uno de los hombres tomó el papel y lo examinó rápidamente.

    "Espere un minuto, comisionado. Esto está cerca del borde del área," se quejó. "Queríamos estar en el medio. ¿Cómo espera que ganemos créditos tan lejos?" El tono del hombre era hosco e irrespetuoso.

    "Lo siento, pero ese es el único lugar que queda. De hecho," añadió Hawks con acritud, "¡Tienen suerte de conseguirlo!"

    "¿En serio?" se burló el más pesado de los dos. "¡Bueno, estoy seguro de que voy a investigar eso!"

    Hawks se puso de pie y miró a los dos hombres con frialdad. "He sido designado comisionado de esta exposición por los delegados del Consejo de la Alianza Solar. Solo respondo al consejo. Si tiene una queja, debe presentar su caso ante ese organismo." Se aclaró la garganta y los miró desde detrás de su escritorio. "¡Buen día, señores!" dijo él.

    Hawks se puso de pie y miró a los dos hombres con frialdad.

    Los dos hombres, que hasta ahora habían estado sentados frente al escritorio, se levantaron y, después de mirar a Hawks, se volvieron y caminaron hacia la puerta. Tom jadeó y, agarrando a Roger por el brazo, señaló involuntariamente a los dos hombres.

    "Mira, Roger, esos hombres," susurró.

    "Sí," dijo Roger. "¡Esos son las sabiondas ratas espaciales que encontramos en el monorraíl, los que nos llamaron gamberros!"

    "¿Cómo han llegado aquí tan rápido?" preguntó Astro.

    "Deben de haber tomado un trasbordador de pasajeros desde Átomo City, supongo."

    Strong, que estaba sentado cerca de Tom, escuchó el intercambio de palabras entre los cadetes: "¿Conocéis a esos hombres?" preguntó.

    "Bueno, eh, no exactamente, señor. Hace poco tuvimos un pequeño encontronazo con ellos en el monorraíl al regresar del permiso, eso es todo," dijo Tom. "Nada serio. Aunque esos no piensan gran cosa sobre la Guardia Solar."

    "Eso ya lo he visto," dijo Hawks secamente. Se acercó a su escritorio. "Yo no quería darles la licencia para operar, pero tenía que hacerlo, pues no tengo ninguna razón válida para rechazarlos. Y, además, tienen una buena idea también."

    "¿La tienen? ¿Qué es?" preguntó Strong.

    "Tienen un viejo carguero espacial de combustión química en el que llevarán a los visitantes de la feria a dar un corto paseo. Verás, el grande, Gus Wallace, es un viejo mercante del espacio profundo. El más pequeño es Luther Simms, un operador de cohete."

    "Hm. Esa no es una mala idea del todo," reflexionó Strong. "Debería irles bien con ella."

    Con eso, los dos oficiales de la Guardia Solar dejaron de lado el incidente de Wallace y Simms y pasaron a intercambiar noticias de amigos mutuos y de lo que cada uno había estado haciendo desde su último encuentro. Finalmente, cuando la conversación pasó a la exposición, Hawks se levantó y se sentó en el costado del escritorio frente a Strong y los cadetes. Sus ojos brillaban mientras hablaba.

    "Steve," dijo, "esta va a ser la mayor reunión de mentes, pensamientos e ideas en la historia del conocimiento de la humanidad. Habrá conferencias de las mentes más brillantes del sistema sobre todos y cada uno de los temas que puedas inaginar. En un edificio vamos a construir una nave espacial completa, un Crucero espacial, pieza por pieza, justo frente a los ojos de los visitantes de la feria. En otro edificio vamos a tener la mejor colección de músicos en el universo, tocando continuamente música de lo más hermosa en una sala construida para albergar a medio millón de personas. Industria, ciencia, medicina, arte, literatura, astrofísica, vuelos espaciales, por no hablar de una exposición de historia comparativa diseñada para mostrar a la gente dónde se descarrilaron los antepasados al luchar entre sí. De hecho, Steve, todo lo que puedas pensar y más estará representado aquí en la exposición. ¡Vaya, ya sabes que he estado trabajando durante tres años, coordinando ideas, actividades e información!"

    Strong y los cadetes se quedaron embobados al escuchar al comisionado hablar en términos entusiastas de la exposición, que, hasta ese momento y al menos por los cadetes, había sido considerada poco más que un gigante parque de atracciones. Finalmente Strong logró decir: "Y nosotros que pensábamos que la Polaris iba a ser tan importante que sería el centro de atracción." Se sonrió.

    Hawks agitó una mano. "Mira, no quiero ofenderte a ti ni a los chicos, Steve, ¡pero el hecho es que la Polaris es una de las exposiciones más pequeñas!"

    "Ya lo veo, ahora," respondió Strong. "Dime, Mike, ¿qué quieres que hagamos?"

    "Responderé eso en dos partes. Primero me gustaría que los cadetes prepararan la Polaris, que.la tengan brillante y reluciente y que, con tranquila cortesía, respondan cualquier pregunta que pueda hacer cualquiera sobre la nave, refiriéndose cualquier cuestión que puedan responder al centro de información del Edificio Espacial."

    "¿Eso es todo, señor?" preguntó Tom con incredulidad.

    "Eso es todo, Corbett. Abrís la Polaris a las nueve de la mañana y la cerráis a las nueve de la noche. Viviréis a bordo, por supuesto."

    "Sí, señor. Por supuesto, señor."

    "Eso suena tan simple que," dijo Roger, "podría ser difícil."

    "Será difícil, Manning," comentó Hawks. "No te engañes asumiendo lo contrario."

    "No te preocupes por estos chicos, Mike. Ahora, ¿cuál es la parte dos?" Preguntó Strong.

    Hawks sonrió. "Aquí va, Steve. La Alianza Solar ha decidido abrir la exposición con un discurso simple pronunciado por una persona relativamente desconocida, pero que merezca tal honor. Me dejaron a mí la elección de esa persona." Hizo una pausa y añadió en voz baja: "Me gustaría que tú hicieras ese discurso de apertura, Steve."

    "¡Yo!" gritó Strong. "¿Yo, dar un discurso?"

    "No se me ocurre nadie más digno y de mayor confianza."

    "Pero... pero..." balbuceó el capitán, "yo no sé pronunciar un discurso. No sabría qué decir."

    "Di lo que quieras. Que sea breve y directo."

    Strong vaciló un momento. Se dio cuenta de que eso era un gran honor, pero su personalidad naturalmente tímida le impedía aceptar.

    "Steve, puede que te resulte más fácil al saber," dijo Hawks burlonamente, "que habrá una cápsula gigante bajada al suelo que contendrá un registro de todos los avances realizados desde el inicio de la Alianza Solar. Está diseñada para mostrar a los hombres del futuro cómo hacerlo todo, desde tratar un resfriado común hasta la explosión de la energía nuclear. Esta cápsula se bajará al final de tu discurso de apertura. Por tanto, la mayor parte de la atención se centrará en la cápsula, no en ti." El comisario sonrió.

    "De acuerdo, Mike," dijo Strong, sonriendo tímidamente. "¡Acabas de conseguir un orador de discursos!"

    "¡Bien!,"" dijo Hawks y los dos hombres se estrecharon la mano.

    Tom Corbett no pudo contenerse más. "¡Felicidades, señor!" espetó mientras los tres cadetes se ponían de pie. "¡El comisionado Hawks no podría haber tomado una mejor decisión!" Sus compañeros de unidad asintieron enérgicamente.

    Strong estrechó la mano de los cadetes y les dio las gracias. "¿Quieres a los cadetes para algo ahora mismo, Mike?" preguntó Strong.

    "Nada en absoluto, Steve."

    Strong se volvió hacia los chicos. "Será mejor que vayáis al puerto espacial y llevéis a la Polaris sobre el lugar de la exposición, cadetes. En cuanto la bajéis, límpiadla un poco, luego relajaos. Yo estaré en el Hotel Galaxia si me necesitáis."

    "Sí, señor," dijo Tom.

    Los cadetes saludaron enérgicamente y abandonaron la oficina.

    Al llegar al puerto espacial, encontraron la Polaris despojada de sus armas y la cocina equipada con comida. El suboficial jefe a cargo del destacamento de astronautas alistados estaba deambulando por los pasillos del crucero espacial cuando Tom se lo encontró.

    "¿Todo listo, jefe?" preguntó Tom.

    "Todo listo, Cadete Corbett," informó el anciano astronauta saludando con elegancia. Le dio a Tom un recibo con la lista del equipo que se había retirado de la nave y Tom firmó el libro de registro. Luego le dio las gracias e hizo una rápida comprobación de la cubierta de control, con Roger y Astro informando desde el puente de radar y la cubierta de energía. Con la precisión y seguridad de los astronautas veteranos, los tres cadetes espaciales elevaron la gran nave sobre el corazón de la extensa ciudad venusiana y la bajaron suavemente en el claro previsto como el lugar de la exposición, una plaza cubierta de hierba rodeada en tres lados por edificios de relucientes paredes de cristal.

    #Tan pronto como la nave gigante se posó en el suelo, una cuadrilla de trabajadores de la exposición comenzó a colocar una pasarela deslizante hacia ella, mientras que otra tripulación comenzó la construcción de una escalera de aluminio hacia la portilla de entrada en su alerón gigante.

    Casi antes de que se dieran cuenta, Tom, Roger y Astro se encontraron ocupados con un centenar de pequeños detalles relacionados con la nave y con la participación en la feria. El subcomisionado de la exposición les visitó y les informó de las comodidades brindadas a los participantes de la feria. Finalmente, cuando un último trabajador terminó la instalación de una célula fotoeléctrica en la puerta de entrada para contar a los visitantes de la nave, Tom, Roger y Astro comenzaron el trabajo sucio de limpiar el gigante casco de titanio con un líquido de limpieza especial, mientras a su alrededor la actividad de la feria bullía con nerviosa excitación.

    De repente los tres cadetes oyeron el inconfundible rugido de los impulsores en el cielo. Automáticamente, miraron hacia arriba y vieron una nave espacial, con el morro hacia arriba, desacelerando mientras se acercaba para aterrizar en un claro en una de las amplias y espaciosas calles del recinto ferial.

    "Bueno, ¡que me exploten los reactores!" exclamó Astro con los ojos clavados en los llameantes tubos de escape mientras la nave descendía al suelo.

    "¡Esa nave debe tener al menos cincuenta años!"

    "He tenido una idea de explotar reactores, Tom," dijo Roger.

    La portilla de salida de esa nave espacial se abrió y los tres cadetes vieron a Gus Wallace y Luther Simms bajar por la escalera.

    "Ey," gritó Roger, "será mejor que tengáis cuidado con esa vieja caldera averiada. ¡Podría explotar!"

    Los dos hombres miraron al sonriente Roger, pero no respondieron.

    "Tómatelo con calma, Roger," advirtió Tom. "No queremos comenzar nada que pueda causarnos problemas, ni a nosotros ni al Capitán Strong, antes siquiera de que abra la feria. Así que dejémoslos en paz."

    "¿De que tienes miedo?,"" dijo Roger con un brillo travieso en los ojos. "Reírse un poco de esos tipos no hará daño." Dio un paso al costado del claro y se inclinó sobre la cerca que separaba las dos áreas.

    "Dime una cosa, astronauta," le gritó a Wallace, quien estaba ocupado con algunos equipos en la base de la nave, "no esperarás que la gente pague por subirse a esa cosa, ¿verdad?" Sonrió burlonamente y agregó: "¿Tienes un seguro para cubrir a las familias?"

    "¡Escucha, gamberro!" Wallace se burló, "¡vuelve a tu juguete espacial de la Guardia Solar y mantén tu bocaza cerrada!"

    "Vamos, vamos," se burló Roger, "no debes ponerte desagradable. Recuerda que vamos a ser vecinos. ¡Nunca se sabe cuándo vas a necesitar pedir prestado alambre de embalar o goma de mascar para mantener unidas las piezas de tu nave!"

    "¡Mira, listillo, una chanza tuya más y te enviaré fuera de este mundo sin una nave espacial!" gruñó Wallace entre dientes apretados.

    "Cuando quieras intentarlo, ya sabes dónde estoy," respondió Roger.

    "¡Muy bien, gamberro! Tú te lo has buscado," gritó Wallace. Había estado sosteniendo un trozo de cadena y ahora se la tiraba a Roger. El cadete se agachó con facilidad, saltó la valla y, antes de que Wallace supiera lo que estaba sucediendo, le sacudió tres izquierdas seguidas y una derecha cruzada. Wallace cayó en un fardo, inconsciente.

    Luther Simms, que había estado observando el asunto a un lado, ahora se abalanzó sobre Roger con una llave inglesa. Con la ferocidad de un toro, Astro rugió al pequeño astronauta, quien se detuvo como si hubieran tirado de una cuerda. Roger se dio la vuelta, hizo una exagerada reverencia y, sonriendo, preguntó: "¿Eres el siguiente?"

    En este punto, consciente de que las cosas se estaban poniendo un poco complicadas, Tom cruzó el claro y, agarrando al aún sonriente Roger, lo apartó de allí.

    "¿Tienes conmoción gravitatoria o qué?" preguntó: "Lo provocaste para que te tirara esa cadena y lo sabes, Roger. ¡Y eso te hace completamente responsable de lo que acaba de pasar!"

    "Sí," gruñó Astro. "Supón que te hubiera golpeado con ella, ¿luego qué?"

    Roger, aún sonriendo, miró por encima del hombro y vio a Simms ayudando a Wallace a ponerse de pie. Se volvió hacia Astro, pasó el brazo por encima del hombro del gran cadete y dijjo: "¡Entonces tú los habrías despedazado para vengarme! ¿No es así, amigo?"

    "Oh, para ya," espetó Tom.

    Durante un segundo, Roger lo miró con dureza y luego volvió a sonreír. "Está bien, Tom, lo siento," dijo.

    "Está bien, volvamos al trabajo," ordenó Tom.

    De vuelta a la Polaris, mientras continuaban limpiando el casco de la nave, Tom vio a los dos hombres desaparecer dentro de su nave, lanzando feas miradas a los tres cadetes mientras avanzaban.

    "¿Sabes?, Roger, has cometido un grave error," dijo. "De una forma u otra, creo que intentarán saldar las cuentas contigo."

    "Y no será solo un informe para el Capitán Strong," agregó Astro sombríamente.

    Roger, arrogante y sin miedo, volvió a esbozar su atractiva sonrisa y se encogió de hombros.

Capítulo 3

    "Y por eso dedicamos esta cápsula a las civilizaciones del futuro. Aquellos que desentierren este cilindro en las edades venideras encontrarán dentro las herramientas, los inventos y las maravillas científicas que han hecho que la era de la Alianza Solar una era de paz y prosperidad duradera."

    El Capitán Steve Strong hizo una pausa, miró la enorme grúa y la brillante cápsula de acero que pendía del extremo de un cable, luego gritó: "¡Bajen la cápsula!"

    La ovación de cien mil personas congregadas en la plaza de exposiciones dieron la bienvenida a la orden. La cámara estéreo y los escáneres del teleceptor que transmitían a todas las partes de la Alianza la ceremonia de apertura de la Exposición Solar se movieron para enfocar la cápsula mientras esta descendía a un profundo pozo revestido de hormigón.

    Los tres miembros de la unidad Polaris, de pie a un lado de la plataforma, se unieron a los vítores mientras su patrón estrechaba las manos de los delegados y saludaba una y otra vez a la rugiente multitud.

    "Menudo discurso, Tom," comentó Roger. "Me pregunto quién se lo escribió."

    "Lo escribió él mismo, Roger," respondió Tom.

    "Ah, venga ya," se burló Roger.

    "Claro que sí," dijo Astro indignado. "Estuvo sudando durante casi una semana."

    "Aquí viene," dijo Tom. Los tres cadetes observaron al Capitán Strong, resplandeciente con su uniforme dorado y negro, abrirse camino hasta salir de la plataforma, dando la mano a los extraños que felicitaban por el camino.

    "Enhorabuena, Capitán Strong," dijo Tom con una sonrisa.

    "¡Estuvo genial!" Roger y Astro corearon su acuerdo.

    "Gracias, chicos," jadeó Strong. "Pero dejad que os diga que no quiero volver a hacer esto nunca más. ¡Nunca he pasado tanto miedo en mi vida!"

    "¿Solo por dar un discurso?" preguntó Roger. "¿Después de todas las conferencias que ha dado en la Academia Espacial?"

    "Eso no fue delante de las cámaras estéreo y teleceptores." Strong rió. "¿Te das cuenta de que esta ceremonia se está viendo en Marte, la Tierra y en todas las lunas colonizadas hasta Titán?"

    "¡Guau!" Astro respiró. "¡Eso me dejaría a mí sin palabras!"

    "¡Ja! Y todo eso para meter una caja de metal en el suelo," resopló Roger.

    "No es la cápsula, Roger," dijo Tom. "Es lo que hay dentro de la cápsula."

    "Cierto, Tom," dijo Strong. "Dentro de esa cápsula, los científicos han empacado toda la historia de la marcha del hombre a través de las estrellas. Han incluido fórmulas científicas, hechos médicos, culturales e industriales. Todo lo que sabemos. Incluso algunas cosas que son conocidas por solo un puñado de los más fiables en el universo!" Strong se detuvo de repente y se rió. "¡Y ahí estoy yo otra vez, dando otro discurso! Venga. Salgamos de aquí," gritó.

    "¿Empezamos a mostrarle la Polaris a la gente ahora, señor?" preguntó Astro.

    "Por la mañana, Astro," respondió Strong. "Esta noche hay un gran banquete de la Alianza Solar. Vosotros tres también estáis invitados."

    "Eh...," balbuceó Roger; " ¿se refiere a... un banquete... con...?

    Strong se rió.," ¿Más discursos? Me temo que sí, Manning. Por supuesto, habrá abundante comida."

    "Bueno, tampoco es que estemos en contra de los discursos," aventuró Astro.

    "No de los suyos, al menos, señor," añadió Tom apresuradamente. "Pero lo que queremos decir, señor, es que..."

    Strong levantó la mano. "Lo entiendo perfectamente. Supongamos que os quedáis aquí en el terreno de la exposición. Echad un vistazo. Admirar las vistas, divertíos."

    "¡Sí, señor!" Los chicos corearon su respuesta.

    "No gastéis todos los créditos en el primer puesto," continuó Strong. "Y no os paséis con ese caramelo de algodón venusiano. Está bueno, pero es un asesino en el estómago de un terrícola."

    "¡Capitán Strong!" Una voz llamó desde la cubierta de arriba. Era de uno de los delegados de Venus. "¡Quieren algunas fotos con usted!"

    "Estaré allí enseguida, señor," respondió Strong. Se volvió hacia los chicos y sonrió. "Tenéis suerte de no tener que pasar por esto. Nos vemos a bordo de la nave más tarde." Girando rápidamente sobre los talones, se abrió paso entre la multitud hacia la plataforma.

    "Qué gran tipo," suspiró Tom.

    "No hay duda de que lo es," asintió Astro.

    "Bueno, amigos," anunció Roger; " tenemos doce horas de libertad y un modelo a pequeña escala de todo el sistema solar para divertirnos. ¿A qué estamos esperando?"

    Abriéndose paso entre la multitud en la plaza, los tres chicos por fin llegaron al área de ocio, donde deambularon entre puestos de alegres colores y carpas de plástico. Se les iluminaban los ojos con cada nueva atracción.

    Dos horas más tarde, llenos de espacioburguesas y agua marciana, con los brazos cargados de variados premios ganados por la destreza de Astro en la cabina de levantamiento de pesas, por la habilidad de Tom como tirador y por la suerte de Roger en las ruletas, los cadetes regresaron fatigados ​​a la Polaris.

    Mientras se acercaban a su sección del recinto ferial, escucharon una voz áspera que apelaba a una pequeña multitud alrededor del puesto frente a la nave espacial de Wallace y Simms. Un enorme letrero explicaba la atracción: VIAJE EN EL ESPACIO: UN CRÉDITO.

    Luther Simms, con una caña de bambú en una mano y un rollo de entradas en la otra, pregonaba su atracción a los transeúntes.

    "¡Adelante, damas y caballeros! ¡Adelante! Es la emoción de su vida, la sensación más grande de toda la exposición. ¡Subir en un cohete, y todo esto por un crédito! Un solo crédito, damas y caballeros, les comprará el camino hacia las estrellas! Suban a bordo... "

    En grupos de risas, la multitud alrededor del puesto comenzó a comprar entradas y subir a bordo del viejo carguero.

    Los tres cadetes observaban desde el borde exterior de la multitud.

    "Ey, tíos," dijo Roger de repente, "¿qué tal si vamos?"

    "¿Qué?" Astro tragó saliva. "¿En esa cosa?"

    "¿Por qué no?" instó Roger.

    "¡Pero ese armatoste debería haber sido enviado de regreso al horno de chatarra hace años!" Tom protestó.

    "¿Y qué, Junior?" dijo Roger arrastrando las palabras. "¿Asustado?"

    "No seas tonto," respondió Tom. "Pero con todas las otras cosas que hacer aquí, ¿por qué deberíamos...?"

    "Oh," dijo Astro, dándole un codazo a Tom, "¡ahora lo entiendo!"

    "¿Entiendes qué?" preguntó Roger inocentemente.

    "Esas chicas," dijo Astro. "Están subiendo a bordo."

    Tom miró la esclusa de aire y vio a tres chicas jóvenes y bonitas entrar en la nave. "Oh, así que es eso, ¿eh?" dijo mirando con curiosidad a su compañero de unidad.

    Los ojos del cadete rubio estaban muy abiertos con fingida sorpresa.

    "¿Chicas? Bueno, ¿quién lo habría imaginado? ¡No me había dado cuenta!"

    "¡Sí, apuesto a que no!" dijo Tom.

    "Bueno, son muñequitas espaciales. ¡Y hay tres!"

    "Venga, Astro," suspiró Tom. "Tenemos que darle su diversión al niño."

    Caminaron hacia el estrado donde Simms aún estaba arengando a la multitud.

    "Solo quedan cinco asientos, damas y caballeros, solo cinco oportunidades de volar al espacio..."

    Tom se acercó y puso tres créditos en el mostrador. "Tres, por favor," dijo.

    Simms bajó la vista y detuvo su arenga de pronto. Entornó los ojos con sospecha al ver a los tres cadetes de pie frente a él. Vacilando, miró a su alrededor, aparentemente buscando ayuda. Luego, encogiéndose de hombros, entregó las entradas y se volvió hacia la multitud. "Tres entradas para los Cadetes Espaciales, que viven en el espacio. No podéis manteneros alejados, ¿eh, chicos?"

    "Espero que esa bañera tuya no se caiga en pedazos," dijo Tom.

    Simms gruñó por un lado de la boca: "¡Cállate, listillo!" Y luego continuó en voz alta: "Sí, cadete espacial, estoy de acuerdo con usted. Todos deberían probar un viaje al espacio."

    Tom comenzó a protestar, pero luego se encogió de hombros y siguió a Roger y Astro al interior de la nave. En el estrado, Simms continuó apelando a la multitud.

    "¡Sólo quedan dos entradas más, damas y caballeros! ¿Quiénes serán los dos afortunados?"

    De repente, Gus Wallace apareció desde detrás de la nave y se acercó al estrado, gritando: "¡Ey, Simms!"

    Simms dejó de hablar y se volvió hacia su compañero. "¿Si?"

    "Todo está listo. ¡Despeguemos!"

    "Estaré contigo en cuanto venda las dos últimas entradas," dijo Simms. "Aquí están, damas y caballeros, las dos últimas..."

    Wallace lo agarró del brazo y tiró de él fuera del estrado. "¡He dicho que despegamos, idiota! ¿Quieres arriesgarlo todo por dos pésimos créditos?"

    "Está bien, está bien. ¡No te quemes un fusible!"

    Simms cerró el puesto rápidamente, apagó el letrero iluminado y siguió a Wallace hasta el viejo carguero. Luego recogió las entradas y se aseguró de que todos los pasajeros estuvieran sujetos a sus asientos de aceleración y finalmente bajó a la cubierta de energía. Wallace desapareció en la sala de control y, segundos después, se oyó su voz por el intercomunicador de la nave anunciando el despegue. Las luces de la cabina se atenuaron, el aire se llenó de un suave silbido y, por un instante, la vieja nave se sacudió y gimió. De repente, con un fuerte rugido explosivo, estalló hacia el cielo y comenzó una lenta ascensión arqueada hacia el espacio.

    "Muy bien, muchachos," dijo Roger después de que la fuerza de la aceleración disminuyó, "intentemos una pequeña maniobra de rodeo con las chicas de adelante."

    "Oh, no, Roger," respondió Tom. "¡Vas a volar solo en ese proyecto!"

    "Sí, adelante, Romeo." Astro rió. "Me gustaría ver la técnica de Manning en acción."

    Una fuerte explosión sacudió repentinamente la nave espacial.

    "¿Qué ha sido eso?" gritó Roger. "¡Quizá esta vieja bañera no consiga despegar después de todo!"

    Astro sonrió. "Esto es un quemador químico, ¿recuerdas? Su aceleración inicial no es suficiente. Tienen que seguir estallando para ganar velocidad."

    "Oh, claro," dijo Roger relajándose de nuevo y mirando a las chicas por delante. "¡Bueno, allá voy!" Se levantó y abanzó tambaleante por el pasillo entre los asientos.

    "¡Ey, tú!" rugió Simms, que había aparecido de repente en la escotilla de la cubierta de energía. "¡Quédate en tu asiento!"

    "¿Quién, yo?" preguntó Roger.

    "¡No tu tía Pili, listillo! ¡Siéntate en silencio!"

    "Escucha," dijo Roger, "me parece que no te des cuenta de..."

    "¡Me doy cuenta de que te vas a sentar, de lo contrario...!" gruñó Simms.

    Roger se retiró a su asiento y se sentó. "Ah, vete a limpiar reactores," se quejó mientras Simms continuaba por el pasillo hacia la cubierta de control.

    Tom y Astro se doblaron de risa. "Bienvenido de nuevo, Roger," gritó el gran venusiano. "No creo que esas chicas sean del tipo sociable, de todos modos."

    "Quién iba a saber," Gimió Roger, "que ese espantapájaros tenía que aparecer justo cuando ya tenía toda la campaña en la mente." Contempló con tristeza las animadas cabezas de las chicas que tenía delante.

    Tom le guiñó un ojo a Astro. "Pobre Manning. Ya estaba todo listo para ir a hiperimpulso y va y choca con chatarra espacial antes de abandonar la atmósfera."

    De repente, otra explosión sacudió la nave y los cohetes se cortaron todos a la vez. Los pasajeros empezaron a mirar nerviosamente a su alrededor.

    "Por los cráteres de la Luna, ¿qué ha sido eso?" preguntó Tom mirando a Astro.

    "Los cohetes se han cortado," respondió el venusiano. "Espero que estemos en órbita, más allá del tirón de la gravedad de Venus."

    La escotilla delantera de la cabina de pasajeros se abrió y Simms reapareció seguido de Wallace.

    "Tómenlo con calma, amigos," dijo Wallace, "no hay nada de qué preocuparse. Estamos en órbita siguiendo un curso alrededor del planeta. ¡Así que siéntense y disfruten de la vista!"

    Un coro de suspiros llenó la cabina y los pasajeros comenzaron a reír y charlar de nuevo, señalando varios lugares del planeta debajo de ellos. Sonriendo, Wallace y Simms marcharon por el pasillo. De repente, Roger y Tom se levantaron y le bloquearon el paso.

    "¿Qué pasa, Wallace?" demandó Tom.

    Wallace miró con severidad a los dos chicos. "Así que sois vosotros, ¿eh? Tenéis mucho valor para embarcar en esta nave."

    "Si pasa algo, Wallace," dijo Tom, "tal vez podamos echarte una mano."

    "Volved a vuestros asientos," ordenó Wallace. "¡No necesitamos que ningún cadete se interponga en nuestro camino!"

    "Vaya, jinete espacial con sobrepeso," espetó Roger, "¡Nosotros sabemos más sobre naves espaciales de lo que tú aprenderás jamás!"

    "¡Otra chanza tuya y te pegaré las orejas!" rugió Wallace. "¡Ahora siéntate!"

    La cara de Roger se puso de un rojo intenso y él se movió hacia Wallace, pero Tom extendió una mano para contenerlo.

    "Tómatelo con calma, Roger," dijo. "Wallace es el patrón de esta caldera. En el espacio él es el jefe."

    "Puedes apostar que soy el jefe," gruñó Wallace. "¡Ahora mantén callado a ese gamberro bocazas o limpiaré la cubierta con él y enviaré lo que sobre a la Academia Espacial!"

    "Ey, Wallace," gritó Simms, que se había alejado cuando comenzó la discusión. "Vamos. ¡Tenemos que arreglar esa unidad del reactor!"

    "Sí, sí," respondió Wallace. Se volvió hacia Roger de nuevo. "¡Recuerda lo que he dicho, cadete!" Dejando a los chicos a un lado, caminó por el pasillo para unirse a Simms.

    Cuando los dos hombres desaparecieron por la escotilla de la cubierta de energía, Tom se volvió hacia Roger y trató de calmarlo. "Los capitanes son capitanes, Roger, ¡incluso a bordo de un pedazo de chatarta espacial!"

    "Sí," gruñó Roger, "¡pero no me gusta que me llamen listillo ni gamberro! Vaya, sé más sobre las unidades de reactores que..."

    "¿Unidades de reactor?" interrumpió Astro desde su asiento.

    "Sí. ¿No has oído lo que ha dicho ese Simms?"

    "Pero este es un quemador químico," dijo Astro. "¿Por qué hay una unidad de reacción atómica a bordo?"

    "Podría ser un refuerzo para mayor velocidad," ofreció Tom. "Y más potencia."

    "¿En un salto simple como este? ¿Para salir de la atmósfera apenas?" Astro negó con la cabeza. "No, Tom. Eso no tiene sentido."

    "Bueno," intervino Roger; "hay otra cosa que me estaba preguntando. Cobran un crédito por este viaje. Lo que hace un total de cincuenta créditos para una carga de capacidad..."

    "Te entiendo," interrumpió Tom. "¡Solo en combustible para hacer despegar una de estas naves destartaladas químicas cuesta al menos doscientos créditos!"

    Roger miró a Tom con solemnidad. "¿Sabes?, Tom, me gustaría mucho saber qué están haciendo esos tipos. No se entregan viajes gratis en el espacio sin más."

    "¿Qué tal si fisgamos por ahí?" preguntó Astro.

    Tom pensó un momento. "Está bien. Vosotros dos quedaos aquí. Yo iré a popa y veré qué están haciendo."

    Tom caminó rápidamente hacia la popa de la nave, entró por la escotilla de la cubierta de energía y desapareció. Astro y Roger, cada uno tomando un lado de la nave, se esforzaron por mirar desde las ventanas. Tom regresó a los pocos minutos.

    "¿Viste algo?" preguntó Roger.

    "No estoy muy seguro," respondió Tom. "No estaban en la cubierta de energía y la escotilla de carga estaba cerrada. Miré por la ventana de popa, pero lo único que vi fue una espesa nube negra."

    "Bueno, eso no ayuda," dijo Roger. De repente, el cadete rubio chasqueó los dedos. "¡Tom, apuesto a que son contrabandistas!"

    "¿Qué?" preguntó Tom.

    "Eso es," dijo Roger. "Apuesto a que es eso. La concesión es solo una farsa para encubrir su contrabando. Les permite llevarse un montón de cosas sin un registro personalizado. Luego, cuando estén lo bastante lejos..."

    "Lo tiran," agregó Astro.

    "¡Correcto!" Tom coincidió finalmente. "¿Qué mejor lugar para esconder algo que en el espacio?"

    "¡Para que otro lo recoja más tarde!" añadió Roger triunfalmente.

    Cuando Wallace y Simms regresaron, los tres cadetes estaban ocupados mirando por las ventanas. Y más tarde, cuando la nave espacial estaba descendiendo sobre el terreno de la exposición, Tom comentó sobre la facilidad con la que la nave se acercaba para aterrizar.

    "Roger," preguntó Tom en voz baja, "¿notas cómo se está comportando la nave ahora?"

    "¿Qué quieres decir?" preguntó Roger.

    "Al sair," dijo Tom, "se revolcaba como una vieja bañera llena de chatarra. Ahora, aunque no es una pluma, hay una gran diferencia en la forma en que maniobra."

    "¡Entonces han lanzado algo en el espacio!" dijo Roger.

    "¡Estoy seguro de eso!" dijo Tom. "¡Y de ahora en adelante, vamos a mantener los ojos abiertos y descubrir qué es!"

Capítulo 4

    Tom miró el cronómetro astral sobre el tablero de control de la Polaris y suspiró aliviado. Eran las nueve de la noche. Se volvió hacia el intercomunicador.

    "¡Atención, por favor! ¡Atención, por favor! La exhibición está cerrando. Todos los visitantes, sean amables y abandonen la nave de inmediato." Repitió el anuncio de nuevo y se volvió para sonreír al último joven que se quedaba mirándolo antes de ser arrastrado hacia una salida por una madre cansada e impaciente.

    La escotilla del puente del radar se abrió y Roger bajó la escalera para dejarse caer fatigado en el asiento del piloto frente al panel de control.

    "Como otra mujer de cerebro disperso me pregunte cómo funciona el prisma de astrogación," gimió el cadete rubio, "voy a regalárselo y que lo averigüe ella misma."

    Astro se les unió el tiempo suficiente para anunciar que había preparado sándwiches y chocolate caliente. Tom y Roger lo siguieron de regreso a la cocina.

    Bebiendo el líquido caliente, los tres cadetes se miraron sin hablar, cada uno comprendiendo por lo que había pasado el otro. Incluso Astro, que normalmente preferiría hablar de su motor atómico que comer, confesó que estaba cansado de explicar las funciones de la alimentación forzada del combustible de reacción y la válvula principal de las bombas de refrigeración.

    "Lo peor de todo es que," suspiró Astro, "todos escogen preguntar por la misma válvula. ¿Qué tiene de fascinante esta válvula?"

    El trabajo de Tom en la cubierta de control era menos agotador, ya que el suyo era más un puesto de mando que exigía decisiones a medida que surgían las condiciones, en lugar de una rutina fija que pudiera explicarse. Pero aun así, que le preguntaran una y otra vez qué era el cronómetro astral, cómo podía leer el tiempo en la Tierra, Marte, Venus, Titán, Ganímedes y todos los satélites al mismo tiempo, estaba desgastando al más duro de los jóvenes espíritus.

    Ansiosos por olvidar el agotador día de preguntas y respuestas, los cadetes volvieron sus pensamientos a la misteriosa actividad de medianoche que había tenido lugar alrededor de la concesión de la nave espacial durante los últimos diez días.

    "No puedo entender qué están haciendo esos tipos," dijo Roger, soplando su chocolate caliente. "Hemos observado a esos tipos durante más de una semana y nadie se ha acercado a ellos con nada que pueda ser contrabandeado."

    "Podría ser un paquete pequeño," sugirió Astro, con la boca llena de sándwich de jamón. "Alguien podría dar una vuelta y dárselo."

    "Difícilmente," dijo Tom. "Recuerda que esa nave despega como si estuviera cargada hasta el morro y luego regresa como una pluma. Se nota por el sonido de sus impulsores. Así que no sería nada lo bastante pequeño como para que alguien lo llevara."

    "Sí, supongo que tienes razón," asintió Astro.

    "Bueno," dijo finalmente Tom, "estoy perplejo. Creo que lo único que queda por hacer es decidir si es algo lo bastante importante para informar al Capitán Strong. Trabajar en la Polaris doce horas al día y permanecer despierto toda la noche para ver esos dos bromistas me parece lo adecuado."

    Roger y Astro se miraron y luego asintieron en silencio.

    "Está bien," dijo Tom, "iremos al hotel del patrón en Venuspuerto y se lo diremos todo. Veamos qué opina."

    En ese momento, el Capitán Strong estaba en la oficina del Comisionado de Exposición Mike Hawks tratando de darle sentido a una serie de informes que habían aterrizado en el escritorio del comisionado. Hawks lo miraba atentamente mientras estudiaba los papeles.

    "¿Dices que este es el noveno informe que recibes desde que se inauguró la feria, Mike?" preguntó Strong finalmente.

    Hawks asintió. No había sabido si reírse o considerar seriamente los informes de los nueve capitanes espaciales de que el cielo sobre el lugar de la exposición estaba sucio.

    "Sí, Steve," dijo. "Ese vino del patrón de un carguero expreso. Despegó esta mañana y corrió a través de esta supuesta suciedad. Pensó que era solo un fenómeno natural, pero informó que estaba en el lado seguro."

    "¿Supongo que no tomó una muestra del material?"

    "No. Pero me estoy ocupando de eso," respondió Hawks. "Hay un explorador esperando ahora mismo. ¿Quieres venir?"

    "Déjame terminar estos informes primero."

    "Claro."

    Mientras Strong revisaba cuidadosamente cada informe, el comisionado Hawks se levantó y comenzó a caminar inquieto de un lado a otro por la espaciosa oficina. Se detuvo frente a la ventana y miró hacia el terreno de la exposición, mirando a los miles de visitantes de vacaciones entrando y saliendo de los edificios, todos inconscientes del extraño misterio en el cielo sobre ellos. La atención de Hawks se centró en la baliza solar gigante, una enorme luz que destellaba directamente hacia el espacio, cambiando de color a cada segundo y enviando el mensaje: Quis separabit homo,¿Quién separará a la humanidad?

    Este faro que al comienzo de la exposición había llegado al vacío negro del espacio como un rayo brillante y limpio, ahora estaba nublado y turbio, el resultado del desconcertante "cielo sucio."

    "Está bien, Mike," anunció Strong de repente. "Vamos."

    "¿Sacaste algo más de esos informes?" preguntó Hawks, volviéndose hacia su escritorio.

    "No," respondió el oficial de la Guardia Solar. "Todos cuentan la misma historia. Inmediatamente después del despegue, las naves se toparon con un cielo sucio."

    "Suena un poco loco, ¿no?"

    "Lo bastante loco como para comprobarlo."

    Hawks presionó un botón en el intercomunicador del escritorio.

    "¿Sí, señor?" respondió una voz metálica.

    "Tenga el explorador listo para volar en cinco minutos," ordenó Hawks. Apagó el intercomunicador sin esperar respuesta y se volvió hacia Strong. "Vamos, Steve."

    Los dos astronautas veteranos abandonaron la oficina sin más comentarios y bajaron en el ascensor de vacío hasta el nivel de la autopista. Pronto se apresuraron hacia el puerto espacial en el aerotaxi especial de Hawk.

    En el campo de despegue se encontraron con un joven oficial de la Guardia Solar y un anciano que llevaba un estuche de cuero, que fueron presentados como el teniente Claude y el profesor Newton.

    Mientras Claude preparaba el explorador para el despegue, Strong, Hawks y Newton discutieron la posibilidad de que polvo de lava se hubiera elevado a grandes alturas desde otro lado del planeta.

    "Aunque estoy razonablemente seguro," afirmó Newton, "de que ningún volcán ha entrado en erupción recientemente aquí en Venus, no puedo estar seguro hasta que haya examinado muestras de esta supuesta suciedad."

    "Haré que el teniente Claude se comunique con la Universidad de Venus," dijo Hawks. "Sus sismógrafos habrían captado la actividad de la superficie."

    Claude asomó la cabeza por la escotilla e informó de que la nave estaba lista para despegar. Strong siguió al profesor y Hawks a bordo y se ató a un asiento de aceleración. En un momento estaban atravesando la brumosa atmósfera de Venus hacia las profundidades del espacio.

    Quince minutos después, Hawks y Strong estaban con trajes espaciales y de pie sobre el casco de la nave observando al profesor tomar una muestra de una nube negra sucia, tan espesa que era imposible ver más de un metro. Strong llamó al profesor a través del espaciofono.

    "¿Qué le parece, señor?" preguntó.

    "No quisiera darle una opinión positiva sin pruebas químicas," respondió el profesor, su voz resonaba en el casco de pecera de Strong. "Pero creo que es una de tres cosas. Una, los restos de un gran asteroide que se ha roto. Dos, ceniza volcánica, ya sea de Venus o de Júpiter. Pero si vino de Júpiter, no veo cómo podría se han desviado hasta aquí sin ser detectados por el radar."

    Ahora, sosteniendo un frasco lleno de la nube negra, el profesor regresó a la esclusa de aire.

    "Ha dicho tres posibilidades, profesor," dijo Strong.

    "La tercera," respondió el profesor, "podría ser..."

    El profesor fue interrumpido por el teniente Claude llamando por el intercomunicador.

    "¡Acabo de recibir un informe de la Universidad de Venus, señor!" dijo el joven oficial. "No ha habido en los últimos diez años actividad volcánica en Venus lo bastante grave como para crear tal nube."

    Strong esperó la reacción del profesor, pero el anciano ya estaba entrando en la esclusa de aire. Antes de que Strong y Hawks pudieran alcanzarlo, la escotilla de la esclusa de aire se cerró de golpe.

    "Ey," exclamó Strong, "¿qué cree que está haciendo?"

    "No te preocupes por eso, Steve," respondió Hawks. "Probablemente se olvidó de que estábamos aquí con él, así de preocupado está por esta suciedad. Tendremos que esperar hasta que salga de la esclusa de aire."

    El oficial de la Guardia Solar asintió, luego miró a su alrededor a la espesa nube negra que envolvía la nave. "Bueno," dijo, "una de las teorías del profesor ha sido eliminada."

    "Sí," respondió Hawks. "Lo que significa que estas cosas son los restos de un gran asteroide o..."

    "La tercera posibilidad," finalizó Strong, "que el profesor no ha explicado."

    De repente, la escotilla de la esclusa de aire se abrió de nuevo y los dos astronautas entraron. Cerrando la escotilla detrás de ellos, esperaron hasta que la presión se acumuló de nuevo para igualar la de la nave, y luego se quitaron los cascos y trajes espaciales. La escotilla se abrió de nuevo y los dos astronautas entraron en la esclusa de aire. Dejando la esclusa de aire y caminando por la escalera, Hawks agarró de repente a Strong por el brazo.

    "¿Has considerado la posibilidad de que esta nube sea radiactiva, Steve?" preguntó.

    Strong asintió lentamente. "Eso es en lo único en lo que he estado pensando desde que lo escuché por primera vez, Mike. Creo que será mejor que informe de esto al comandante Walters en la Academia Espacial."

    "Espera, Steve," dijo Hawks. "Si hace eso, Walters podría cerrar la exposición. Espera hasta obtener una opinión definitiva del profesor Newton."

    Strong lo consideró un momento. "Supongo que unos minutos más no harán mucha diferencia," dijo finalmente. Se daba cuenta de lo importante que era la exposición para su viejo amigo, pero al mismo tiempo, sabía lo que sucedería si una nube radiactiva se asentara repentinamente en la ciudad de Venuspuerto sin previo aviso. "Vamos. Veamos qué tiene que decir el profesor sobre este material."

    Encontraron al profesor en la cubierta de control inclinado sobre un microscopio, estudiando muestras tomadas del matraz. Miraba intensamente por el ocular, escribió algo en un bloc y luego comenzó a buscar en las páginas de un libro de referencia sobre sustancias químicas del sistema solar.

    El teniente Claude se acercó a Hawks y lo saludó. "La cubierta de energía informa que tienen una línea obstruida, señor. Está en el escape de gas."

    Strong y Hawks se miraron, y luego Hawks se volvió hacia el joven oficial. "Envíe a un par de hombres afuera para limpiarlo."

    "Sí, sí, señor," dijo Claude, y luego vaciló. "¿Deben los hombres usar trajes de plomo contra la posible radiactividad, señor?"

    Antes de que Hawks pudiera responder, Newton se volvió hacia los tres hombres. El profesor estaba sonriendo. "No es necesario que tome esa precaución, teniente. No le dije mi tercera opinión, ¿verdad, capitán Strong?"

    "Vaya, no lo hizo, señor," dijo Strong.

    El profesor levantó una hoja de papel. "Aquí está su respuesta. Nada más que simple tierra vegetal de Venuspuerto. ¡Pura tierra!"

    "¿Qué?" exclamó Hawks apresuradamente, examinando el papel.

    "Bueno, por los ratones marcianos," murmuró Strong en voz baja. "Pero ¿cómo?"

    Newton levantó la mano. "No me pregunte cómo llegó eso aquí arriba. Esa no es mi línea de trabajo. Lo único que sé es que, sin duda, la nube negra no es más que tierra. ¡Tierra común y corriente! Y proviene del área en y alrededor de Venuspuerto. De hecho, ¡ciertas partículas que analicé me llevan a creer que provienen del recinto de la exposición!"

    Hawks miró a Newton estupefacto. "¡Por los cráteres de la Luna, hombre, estamos a mil kilómetros encima de la exposición!"

    El profesor era terco. "No puedo decirle cómo llegó aquí, comisionado Hawks. Pero sí sé que es tierra venusiana. ¡Y eso es definitivo!"

    Hawks miró al anciano durante un segundo, aún desconcertado. Luego, de repente, sonrió y se volvió hacia Claude. "En cuanto se limpie el escape, despegue hacia Venuspuerto, teniente. ¡Voy a averiguar quién ensució el cielo!"

    Dos horas más tarde, cuando el Capitán Strong regresó a su hotel en Venuspuerto con Mike Hawks, se sorprendió al ver a los tres cadetes de la tripulación de la Polaris desplomados, con los ojos adormilados, en un sofá del vestíbulo.

    "¿Qué estáis haciendo aquí, muchachos?" preguntó.

    Los tres cadetes se pusieron firmes y se despertaron por completo de inmediato. Tom rápidamente relató sus sospechas sobre Wallace y Simms.

    "Y los hemos observado todas las noches, señor," concluyó Tom. "No sé qué es, pero ciertamente algo está sucediendo en esa choza que usan como oficina."

    "Sí, señor," asintió Astro, "y nadie me engaña cuando se trata de un cohete. Sé cuándo despegan cargados y regresan ligeros."

    Strong se volvió hacia Hawks, quien dijo en voz baja: "Wallace y Simms son los únicos en toda esta área que despegan regularmente sin un registro de aduanas."

    "¿Quieres decir," balbuceó Strong, "Wallace y Simms están tirando" apenas podía decir la palabra; "tierra en el espacio"?

    "Tienen una nave. Los cadetes dicen que la nave despega cargado y regresa ligero. Y tenemos el cielo lleno de tierra. ¡Tierra de Venus!"

    "Pero ¿por qué?"

    "¡Sugiero que vayamos al recinto de exposiciones ahora mismo y se lo preguntemos!" dijo Hawks con frialdad. "¡Y créanme, será mejor que tengan condenadas buenas respuestas!"

Capítulo 5

    Las grandes exposiciones educativas habían estado cerradas desde hacía mucho tiempo y solo unas pocas secciones del parque de atracciones permanecían abiertas. La gigantesca baliza solar, cuyos brillantes colores cambiaban cada segundo, mantenía una solemne vigilancia solitaria sobre los edificios de la exposición, mientras que aquí y allá grupos de visitantes de la feria deambulaban fatigados ​​de regreso a sus hoteles.

    Había una repentina oleada de actividad en la concesión del viaje espacial. Gus Wallace y Luther Simms salieron de la choza y entraron rápidamente en su nave. Una vez dentro de la antigua nave, aseguraron la escotilla y se volvieron el uno hacia el otro sonriendo ampliamente. Wallace le tendió la mano.

    "Dame esos cinco, Simms. ¡Lo logramos!"

    Los dos hombres se estrecharon la mano de buena gana.

    "¡Por los cráteres de la Luna!," dijo Simms, "¡Pensé que no lo lograríamos! ¡O que si lo lográbamos, que eso no estaría allí!"

    "¡Pero lo estaba, Simms! ¡Lo estaba! ¡Y ahora lo tenemos!"

    "Sí," asintió el otro. "Nunca trabajé tan duro en toda mi vida. Pero valió la pena. ¿Vamos a volver a poner la Guardia Solar en su oreja?"

    Wallace se rió. "¡No solo eso, piensa en lo que dirá el jefe cuando nos presentemos con esto!"

    "¿Sabes?, Wallace," dijo Simms, con una mirada astuta en su rostro, "podríamos quedárnoslo y usarlo nosotros mismos."

    "¡Ni siquiera pienses en una cosa así!" espetó Wallace.

    "Oh, por supuesto que no," dijo Simms apresuradamente. "No vale la pena traicionar al jefe. Aquí hay suficiente para todos nosotros."

    "¿Sabes?," reflexionó Wallace, "sólo hay una cosa de la que me arrepiento."

    "¿De qué?" preguntó su socio.

    "¡Que no tuve la oportunidad de sacudirle el polvo a ese gamberro del Cadete Manning!"

    "Olvídalo," dijo Simms, agitando la mano. "Te encontrarás con él de nuevo algún día. Además, ¿por qué pensar en él cuando tienes todo el universo al alcance de tu mano?"

    "Tienes razón. ¡Pero algún día voy a atraparlo y destrozarlo!" gruñó Wallace. "Vamos. Tenemos que cambiar a impulsión atómica en este bebé. No quiero quedarme aquí más tiempo del necesario."

    "Sí," dijo Simms. "¡Será toda una estúpidez que nos atrapen ahora!"

    Los dos hombres bajaron a la cubierta de energía y comenzaron el trabajo de reacondicionar el carguero de propulsión química a atómica. Habiendo equipado ya la embarcación con motores atómicos, era muy sencillo cambiar el escape, restablecer las líneas de alimentación y colocar los deflectores de plomo de protección. En una hora, los dos astronautas estaban listos para despegar.

    "Ahí está," dijo Simms, retrocediendo para inspeccionar su trabajo. "Tan rápido como cualquier cosa en el espacio, excepto los cruceros de la Guardia Solar en hiperimpulso."

    "Está bien," dijo Wallace. "¡Salgamos de aquí!"

    Minutos después, en un aerotaxi que avanzaba a toda velocidad por la carretera principal hacia los terrenos de la exposición, el Capitán Strong, Mike Hawks y los tres cadetes de la Polaris vieron despegar una nave. La vieron desaparecer en el espacio oscuro de arriba.

    "Podrían ser ellos," dijo Strong a Hawks. "Será mejor que avise a la nave patrulla cerca de la estación espacial y les diga que los recojan."

    "No pueden ser Wallace y Simms, señor," dijo Astro.

    "¿Cómo lo sabes, Astro?" preguntó Strong.

    "Esa era una nave de propulsión atómica. El cascarón que tienen Wallace y Simms opera en químico. Conozco el sonido de sus impulsores casi tan bien como la Polaris."

    Hawks miró a Strong.

    "Puedes confiar en la opinión de Astro, Mike," dijo Strong. "Nació con una llave inglesa en la mano y se afiló los dientes con la válvula de un reactor."

    Pronto llegaron a las afueras de los terrenos de la exposición y se vieron obligados a reducir la velocidad mientras avanzaban por las calles oscurecidas. En la sección de diversión, el último torbellino de las atracciones y los juegos de azar se había cerrado y solo el rugido ocasional de un animal enjaulado en el zoológico interplanetario perturbaba la noche.

    Hawks condujo el elegante y bajo aerotaxi alrededor de la feria, tomó un atajo a través del campo de mercuribol al aire libre y se detuvo frente a la Polaris.

    Los cinco astronautas se volvieron hacia el lugar de la concesión al otro lado del paseo y se detuvieron, horrorizados.

    "¡Desaparecido!" exclamó Strong. "¡Astro, cometiste un error! Era su nave la que vimos despegar. Es demasiado tarde para advertir a la patrulla de la estación espacial. ¡Wallace y Simms podrían estar en cualquier parte del espacio ahora!"

    "Pero, señor," protestó Astro, "estoy seguro de que despegó una nave de propulsión atómica. ¡Y su viejo carguero era un quemador químico!"

    "Bueno," dijo Hawks con resignación, "aquí no están."

    "Vamos," dijo Strong, saliendo del coche a reacción. "Echemos un vistazo por aquí."

    Strong y Hawks se apresuraron a cruzar la calle hacia la plaza vacía y los tres cadetes los siguieron.

    "Tómatelo con calma, Astro," dijo Tom, cuando vio al gran venusiano apretando los puños con frustración. "Cualquiera puede cometer un error."

    "Basta," dijo Astro. "¡No estoy equivocado! ¡Esos bufones deben de haber pasado del combustible químico a motor reactante!"

    "Pero ¿por qué?" preguntó Roger. "¡Eso costaría más de lo que podrían ganar en diez años transportando pasajeros en paseos divertidos!"

    Astro se dio la vuelta y se enfrentó a los dos cadetes. "Te estoy diciendo que la nave que despegó de aquí era de impulsión atómica. ¡No sé nada más que eso!"

    Strong gritó de repente y los tres muchachos se apresuraron a ir a la choza. El capitán de la Guardia Solar y el comisionado de exposición estaban dentro y tocando el haz de una linterna eléctrica alrededor de las paredes.

    "Parece que tenías razón sobre el impulso atómico, Astro," dijo Strong. Hizo brillar la luz en un rincón donde había una maraña de líneas en el suelo. "Ese es el engranaje de la línea de alimentación para un quemador químico, y allí," puso la luz en algunas cajas vacías; "está lo que queda del plomo de la caja. Deben de haber cambiado a impulsión atómica recientemente."

    Astro aceptó la declaración con un asentimiento. No estaba en la naturaleza del gran cadete jactarse. Ahora que se había resuelto el secreto de la nave, se volvió, como los demás, a la pregunta de ¿por qué?

    "Creo que lo mejor que podemos hacer," dijo Strong, "es separarnos y buscar por toda el área. Puede que encontremos algo que indique adónde fueron." El comisionado Hawks asintió.

    Mientras Tom, Roger y Astro buscaban afuera, Strong y Hawks revisaron los cajones del polvoriento escritorio que estaba en una esquina.

    "Aquí no hay nada más que un registro de los vuelos que hicieron, las facturas del combustible químico entregado y cosas por el estilo," dijo Hawks finalmente. "También estaban perdiendo dinero en la operación. ¿Crees que se cansaron y se fueron sin más?"

    Strong estaba hurgando en un rincón de la choza. "Yo estaría de acuerdo con eso, pero por un lado, Mike," dijo. "Mira esto." Levantó una bolsita de tela. "Hay tierra en el fondo de esta bolsa. Y hay unas cincuenta bolsas más en esa esquina."

    "¡Tierra!" exclamó el comisario.

    "Sí," dijo Strong con gravedad. "Así que, hemos descubierto quién estaba tirando la tierra. Pero aún no hemos descubierto por qué."

    "Ni de dónde vino," dijo Hawks.

    Strong arrojó la bolsa a la esquina. "Bueno, supongo que será mejor que informe al comandante Walters."

    Haws se dirigió a la esquina donde la pila de equipos de línea de alimentación de productos químicos yacía en el suelo. "¿Quieres echarle un vistazo a estas cosas? Podría haber dentro algo importante."

    Strong lo pensó un momento. "Podemos hacer que los cadetes hagan eso. Quiero entregarle este informe a Walters de inmediato y emitir una orden para recoger a Wallace y Simms."

    "¿Con qué cargos, Steve?" preguntó el comisario. "Quiero decir, ¿qué hay de malo en lo que han hecho?" La pregunta del comisionado se basaba en una de las reglas cardinales entre todos los oficiales de autoridad de la Guardia Solar. "¿Ha cometido el hombre algún crimen?"

    Steve se dio cuenta de esto y respondió lentamente. "Han pasado de impulsión atómica sin licencia ni permiso. Eso es una violación del código espacial, sección veintiuno, párrafo A. Eso se castiga con la suspensión de los documentos espaciales, y si la intención resultó ser negligencia intencional del código, un año en un asteroide penal. Creo que podemos denunciarlos por eso."

    El capitán se acercó a la puerta y llamó a los cadetes.

    "¿Habéis encontrado algo?" preguntó cuando estos entraron en la choza.

    "Nada, señor," respondió Tom. "Excepto más evidencia de que cambiaron a impulsión atómica."

    "Ya es suficiente," dijo Strong. "Voy a enviar un informe al comandante Walters. ¿Está conectado el teleceptor de la Polaris, Roger?"

    "Sí, señor," respondió Roger. "Pero Astro tendrá que poner en marcha los generadores auxiliares para darle energía."

    "Muy bien, entonces," dijo Strong. "Corbett, échale una mano a Astro en la cubierta de energía. Y mientras no estamos, Manning, revisa esa chatatrra de la línea de alimentación que hay en la esquina a ver si hay algo importante en ella.

    "Sí, sí, señor," respondió Roger.

    Strong y Hawks, seguidos por Tom y Astro, abandonaron la cabaña y se apresuraron hacia la Polaris.

    En la cubierta de energía, Tom y Astro hicieron las conexiones necesarias en el generador, y en unos minutos, cuando la energía aumentó a través de la nave, Strong encendió el teleceptor.

    "¡Atención! ¡Atención! ¡Al habla el Capitán Strong de la Polaris llamando al Comandante Walters de la Academia Espacial! Circuito de emergencia terrestre, prioridad B."

    En unos momentos, la llamada del oficial de la Guardia Solar había sido captada por una estación de monitoreo en la Tierra y transmitida directamente a la Academia Espacial. El comandante Walters se levantó de la cama y, cuando apareció en la pantalla del teleceptor, Strong vio que aún estaba en pijama.

    "Lamento molestarle, señor," dijo Strong, "pero ha surgido algo aquí en la exposición que necesita su atención inmediata."

    "Está bien, Steve," dijo el comandante con una sonrisa. "¿Qué pasa? ¿Se ha metido Manning en problemas otra vez?"

    "No, señor," respondió Strong con gravedad. "Ojalá fuera tan simple." Relató rápidamente los detalles de la extraña nube de tierra y sus sospechas sobre Wallace y Simms. La expresión de Walters se puso seria.

    "Enviaré de inmediato un boletín de emergencia sobre ellos, Steve. Mientras tanto, tienes plena autoridad para dirigir una investigación. Usa cualquier servicio que necesites. Confirmaré mi orden verbal con órdenes oficiales de inmediato. Súbete a esta cosa, Steve. Esto suena serio."

    "¡Lo haré, señor, y gracias!" dijo Strong.

    "¡Fin de la transmisión!"

    "Fin de la transmisión," respondió Strong, apagando el teleceptor y volviéndose hacia el intercomunicador de la nave. "¡Atención, cubierta de energía! Corbett, tú y Astro regresad a la cabaña y echadle una mano a Roger. Yo voy a trabajar con el comisionado para establecer operaciones de búsqueda."

    "Sí, sí, señor," respondió Tom desde la cubierta de energía.

    Los dos cadetes cerraron apresuradamente las unidades de potencia y abandonaron la nave.

    "¿Has oído lo que ha dicho el Capitán Strong, Astro?" preguntó Tom. "Operaciones de búsqueda."

    "Me pregunto qué está pasando," comentó el gran venusiano. "¡No se establecen operaciones de búsqueda a menos que sea terriblemente serio!"

    "Vamos," instó Tom. Quizá Roger haya encontrado algo."

    Entraron juntos en la cabaña y Tom gritó: "Dime, Roger, el Capitán Strong acaba de hablar con el Comandante Walters en la Academia y..."

    El cadete de pelo rizado se detuvo en seco. "¡Astro, mira!"

    "¡Por los anillos de Saturno!" exclamó el gran cadete.

    Los dos cadetes se quedaron boquiabiertos ante un enorme agujero en el medio de la habitación. El suelo de madera estaba astillado alrededor de los bordes de la abertura y varias piezas del equipo de la línea de alimentación de productos químicos estaban cerca del borde, con líneas de arrastre que conducían al agujero. Oyeron un gemido bajo y corrieron hacia el agujero, encendiendo sus luces en él.

    "¡Gran galaxia!" gritó Tom. "¡Astro, mira! ¡Es un pozo! ¡Debe tener cien metros de profundidad!"

    "¡Y mira!" gritó Astro. "¡Ahí está Roger! ¿Lo ves? ¡Está colgando allí! ¡Su pie está atrapado en el cable de la línea de alimentación!"

    El gran cadete se inclinó sobre el agujero y gritó: "¡Roger! ¡Roger! ¿Estás bien?"

    No hubo respuesta desde el pozo. Nada más que el eco de la voz de Astro.

Capítulo 6

    "Tranquilo, Astro," dijo Strong, de pie detrás del gran cadete. "Tira lenta y suavemente de esa cuerda."

    "Sí, señor," jadeó Astro. No era necesario que le dijeran que jalara de la cuerda con precaución. Sabía muy bien que el más mínimo golpe o sacudida contra el lateral del pozo podría dejar el cuerpo inconsciente de Roger en la maraña de cuerda, haciéndolo caer al fondo del pozo. Ninguno de los ansiosos astronautas alrededor del agujero y sobre el suelo astillado sabía hasta dónde llegaba el pozo. ¡Y no querían usar el cuerpo de Roger para averiguarlo!

    "Te echaré una mano, Astro," dijo el comisionado Hawks. Estiró la mano, pero el gran cadete le advirtió que se alejara.

    "Yo puedo, señor," dijo. "Está casi arriba ya."

    Astro tiró suavemente, mano tras mano, hasta que el cuerpo inerte de Roger estuvo a solo un brazo del borde.

    "¡Agárrenlo, rápido!" jadeó.

    Inmediatamente Strong y Hawks se arrodillaron al borde del agujero. Cada uno de un brazo, sacaron a Roger y lo colocaron suavemente en el suelo de la choza. Se agacharon sobre él y comenzaron un rápido examen.

    "¿Cómo está, señor?" preguntó Tom, cerniéndose ansiosamente sobre la figura inmóvil de su amigo. "¿Se pondrá bien?"

    Strong no respondió durante un momento, continuando con su apresurada pero cuidadosa revisión. Luego se sentó sobre los talones y suspiró aliviado. "Unos cuantos moretones pero sin huesos rotos, gracias al universo. Solo está sufriendo un shock. Un día en la enfermería y estará como nuevo."

    "Lo llevaré allí de inmediato, Steve," se ofreció Hawks.

    "Gracias, Mike," respondió Strong. Luego, cuando él y el comisionado levantaron la figura inmóvil del cadete y comenzaron a sacarlo de la cabaña, se volvió hacia Astro. Dirígete a la Polaris y llama al cuartel general de la Guardia Solar en Venuspuerto. Diles que envíen un equipo de emergencia aquí de inmediato."

    "Sí, sí, señor," espetó el gran venusiano y salió corriendo de la choza.

    Volviéndose hacia Hawks, Strong dijo: "Corbett y yo nos quedaremos aquí y trataremos de averiguar adónde conduce ese pozo."

    "Está bien, Steve," asintió el comisionado. "Lástima que tuviéramos que averiguar por las malas de dónde vino esa tierra."

    Al llegar al aerocoche, los dos hombres colocaron a Roger en el asiento trasero y Hawks se deslizó bajo el volante para encender los poderosos impulsores. En ese momento, Astro, que llegaba corriendo de la Polaris, se detuvo sin aliento.

    "La tripulación de la Guardia Solar está en camino, señor," informó. Miró ansiosamente hacia el asiento trasero del aerocoche. "Está bien, Astro," dijo Strong suavemente, "cuida de Roger." Strong hizo un gesto hacia el asiento trasero y, sin una palabra, Astro saltó junto a su amigo. Hawks pisó el acelerador y el coche salió disparado con un rugido de explosivos chorros.

    Tom y el Capitán Strong vieron desaparecer el coche y regresaron a la cabaña. Todos sentían la misma emoción, una tácita determinación de procurar que Wallace y Simms pagaran caro por haber causado el accidente.

    Al volver a entrar en la choza, comenzaron un examen cuidadoso del pozo. Strong pasó su luz de emergencia por los lados, pero el rayo penetraba solo una corta distancia.

    "Dejaremos una nota para el equipo de emergencia," dijo Strong. "Es posible que nuestros comunicadores de cinturón no funcionen a tanta profundidad."

    "¿Va a bajar, señor?" preguntó Tom.

    Strong asintió. "Si es necesario. Ata esa válvula al extremo de la cuerda que Astro usó y bájala por el pozo. Si podemos tocar el fondo con ella, bajaremos y veremos lo que estaban tramando Wallace y Simms."

    "Sí, señor," dijo Tom. Tomó el trozo de cuerda, ató el extremo a la válvula de metal pesado y comenzó a bajarla por el pozo. Strong continuó moviendo la luz por el pozo hasta que la válvula desapareció en la oscuridad.

    "La cuerda se está acabando, señor," advirtió Tom. "Sólo quedan unos sesenta metros."

    Strong echó un vistazo a las bobinas de hilo que quedaban en el suelo. "Conseguiré más de la Polaris si lo necesitamos," dijo. "¿Qué longitud tenía esa cuerda?"

    "Es una cuerda espacial reglamentaria, señor," dijo Tom. "Astro la sacó del casillero de emergencia. Tiene unos cuatrocientos metros."

    En ese momento, la cuerda, que colgaba recta por el pozo, se había vuelto cada vez más pesada. De repente quedó laxa.

    "Creo que he tocado fondo, señor," gritó el cadete. "Pero no puedo volver a subir la válvula para asegurarme."

    Strong agarró el extremo de la cuerda y ayudó al cadete a tirar de ella hacia atrás una corta distancia. Luego volvieron a soltar la cuerda y notaron una clara disminución del peso.

    "Es el fondo," dijo Strong. "Toma este extremo de la cuerda, pásala por fuera de la ventana a tu derecha y vuelve a entrarla por la de la izquierda. Luego atála rápido."

    "Sí, señor," dijo Tom. Saltó por la ventana, arrastrando la cuerda detrás de él, y reapareció casi de inmediato por la otra ventana para atar un lazo en la cuerda. Después de revisar el nudo y probar la cuerda lanzando todo su peso, Strong se quitó la chaqueta y la envolvió alrededor de la cuerda para evitar quemaduras. Luego, enganchando a su cinturón la luz de emergencia, dio un paso hacia al pozo. Tom observó a su patrón descender hasta que no se pudo ver nada más que la luz, una punta de alfiler vacilante en el agujero oscuro. Por fin, la luz dejó de moverse y Tom supo que Strong había llegado al fondo.

    "¡Holaahhhhh!" La voz del capitán resonó débilmente por el oscuro eje. "¡Los comunicadores de cinturón no funcionan!" el grito. "¡Bajad aquí!"

    "¡Ahora mismo, señor!" gritó Tom. Talló un mensaje en el suelo de madera de la choza para el equipo de emergencia. Luego se quitó la chaqueta, envolvió la cuerda con ella, se aseguró la luz al cinturón y se internó en la oscuridad.

    "¡Capitán Strong!"

    Lentamente, con las manos tensas alrededor de la cuerda sobre la chaqueta, Tom se deslizó por el profundo pozo. Mantuvo los ojos apartados del agujero negro debajo de él, mirando en cambio a los lados del pozo. Una vez, cuando pensó que había avanzado unos doscientos cincuenta metros, vio que estaba atravesando un estrato de arcilla espesa y pudo ver los huesos conservados de mamíferos muertos hacía mucho tiempo, que sobresalían de las paredes del pozo.

    Finalmente, los pies de Tom tocaron tierra firme y soltó la cuerda. Hacía frío en el fondo del pozo y se apresuró a ponerse la chaqueta.

    "¿Capitán Strong?" llamó. No hubo respuesta. Tom iluminó con la luz y vio un túnel estrecho y bajo que conducía a su izquierda.

    Caminó despacio. Los lados recién excavados del túnel parecían cerrarse amenazadoramente sobre él. No había ruido. No era el vacío silencio del espacio al que Tom estaba acostumbrado, sino la quietud mortal de una tumba. Esto le daba escalofríos por la columna. Finalmente dio un paso alrededor de una curva cerrada y se detuvo abruptamente.

    El oficial de la Guardia Solar estaba agachado, su luz descansaba en el suelo, el hombre estaba leyendo algo que tenía en la mano. Miró a Tom y señaló con el pulgar por encima del hombro. Tom dirigió su luz en esa dirección.

    "¡Por los anillos de Saturno!" exclamó Tom. ¡Allí, frente a él, abierto a desgarro como una lata de sardinas, estaba la reluciente piel de metal de la cápsula del tiempo! El suelo de tierra del túnel alrededor de Strong y al lado de la cápsula estaba lleno de bobinas de audio, discos de sonido, micropapel y diapositivas estéreo.

    Tom se arrodilló junto a su patrón y balbuceó: "¿Qué... qué significa esto, señor?"

    "Significa que," respondió Strong lentamente, "¡Estamos lidiando con dos de los hombres más inteligentes del universo! Si han robado lo que creo que tienen, toda la Guardia Solar, la Alianza Solar y casi todos en el universo están a su merced."

    "¿Cómo te sientes, Roger?" preguntó Astro.

    El cadete de pelo rubio se sentó en la cama, colgó los pies por el costado y se frotó el cuello. Gimió mientras se movía. "No creo que vaya a bailar mucho este mes, si eso responde a tu pregunta. Me siento como si cada hueso del cuerpo estuviera roto."

    "Casi roto, Cadet Manning," dijo el oficial médico, que se encontraba cerca.

    "¿Qué pasó, Manning?" preguntó el comisionado Hawks.

    "En realidad no lo sé, señor," respondió Roger. "Estaba sacando la chatarra de la esquina de la choza para poder examinarla. Estaba apilándola en el suelo cuando... ¡zas! ¡Algo cedió y me metí de cabeza en ninguna parte!" Miró a Astro. "¡Ahora supomgamos que me contáis vosotros lo que pasó!"

    Astro le dijo a Roger que lo había encontrado colgando al final de las cuerdas de alimentación enredadas. Luego dijo: "Tom y el Capitán Strong están ahí afuera ahora, esperando a uno de los equipos de emergencia de la Guardia Solar."

    "Bueno, ¿y por qué estamos nosotros aquí?" preguntó Roger y saltó de la cama. Gimió, se tambaleó y luego se enderezó. "No hay nada de qué preocuparse," dijo mientras Astro corría a su lado. "¡Estoy como nuevo!"

    "¿Qué dice usted, doctor?" preguntó Hawks.

    El médico vaciló un momento y luego sonrió. "Bueno, comisionado, el cadete Manning tiene varias contracturas musculares en la espalda, pero el mejor tratamiento para eso es el ejercicio."

    Hawks asintió y firmó una nota de autorización que le dio el médico. Astro ayudó a Roger a ponerse las botas espaciales y, cinco minutos después, regresaban a toda velocidad al recinto de exposiciones en el aerocoche del comisionado. Mientras aceleraban por las calles, los dos cadetes especularon sobre lo que encontrarían en el fondo del pozo. Al llegar a la choza, fueron desafiados inmediatamente por un Guardia Solar alistado.

    "¡Alto!" dijo el guardia con brusquedad. "¡Avanzad despacio para reconocimiento!"

    Con el comisionado Hawks a la cabeza, Roger y Astro se acercaron al guardia.

    "Ey," dijo Roger dando un leve codazo a Astro, "¡Mira lo que está pasando aquí!"

    "Sí," asintió Astro con los ojos muy abiertos. "¡Algo debe estar al rojo vivo para tener guardias apostados!"

    Hawks fue reconocido de inmediato por el guardia, pero aún así exigió obstinadamente una prueba de su identidad. Hawks, Roger y Astro sacaron sus discos de identificación de la Guardia Solar, pequeñas placas de metal con sus imágenes grabadas en el metal brillante. En el otro lado había una descripción detallada del portador.

    "Muy bien, señor," dijo el guardia y los dejó pasar.

    A la pálida luz del amanecer, se podía ver una actividad febril alrededor de la choza. Dos enormes aerofurgonas, llenas de todos los equipos de emergencia posibles, estaban estacionadas cerca. La Polaris había sido tomado como un cuartel general temporal y el área estaba abarrotada de hombres alistados vestidos de escarlata. Astro podía oír el zumbido de los generadores en la Polaris e inmediatamente sintió preocupación por su cubierta de energía.

    Al dirigirse a la choza, fueron de nuevo desafiados por un guardia y de nuevo tuvieron que mostrar sus discos de identificación antes de ingresar. Una vez dentro, quedaron asombrados por la transformación. Se había erigido un trípode de aluminio de tres metros de alto en el suelo sobre el agujero, y varios cables de acero, conectados a un tambor de acero accionado por motor, se enroscaban sobre el vértice del trípode, uno colgando directamente hacia abajo en el pozo. Una gruesa manguera de plástico colgaba del borde del pozo y se sacudía espasmódicamente mientras bombeaba aire al oscuro agujero.

    "Por los cráteres de la Luna," gritó Hawks, "¿qué está pasando aquí?"

    Un joven teniente se acercó al comisionado y lo saludó con energía. "Teniente Silvers, señor. Segundo al mando del capitán Allison del equipo de emergencia."

    Hawks devolvió el saludo y el teniente Silvers continuó.

    "El capitán Strong, el cadete Corbett y la capitana Allison están en el fondo del pozo, señor. La jaula estará levantada en un momento y usted puede bajar si lo desea."

    "Gracias, teniente," dijo Hawks.

    "Enhorabuena, Cadete Manning," dijo Silvers. "Tengo entendido que estuvo cerca en el pozo."

    "Lo estuve, señor," dijo Roger. "Estuve muy cerca."

    De repente, una luz se encendió y los cuatro astronautas se volvieron para ver una gran jaula de alambre que se elevaba del pozo. Estaba construida en tres secciones, cada una de dos metros de alto. Una escalera a un lado de la jaula daba fácil acceso a los niveles superior e inferior. Astro subió a la sección superior mientras Hawks tomó la inferior. Roger entró en la sección central para evitar una escalada. Un hombre alistado aseguró las puertas y encendió el motor. La jaula cayó a través del pozo con una velocidad espantosa.

    Un minuto después, la jaula comenzó a frenar lentamente y se detuvo por fin en la parte inferior del pozo. Fueron recibidos por un Guardia Solar que los condujo al interior del túnel, ahora iluminado por una hilera de luces de emergencia autoamplificadas. En silencio, pero con creciente entusiasmo, los dos cadetes siguieron a Hawks a través del pozo brillantemente iluminado, a trescientos metros por debajo de la superficie del planeta.

    Al doblar la última esquina del túnel se encontraron con Strong, Tom y la capitana Allison acurrucados cerca del lado rasgado de la cápsula del tiempo. Podían oír a Strong hablando con Tom.

    "Hay una caja fuerte en cada nave espacial de la Alianza Solar, Tom," explicaba Strong. "La caja fuerte se cierra antes del despegue y se abre después del aterrizaje con una llave de luz operada solo por un oficial de seguridad del espaciopuerto de confianza. Esta llave destella una serie de vibraciones de luz, en secuencia, en la cerradura electromagnética de la caja fuerte. Em realidad la llave no es nada más que una linterna altamente desarrollada, excepto que destella múltiples combinaciones de luces, cada una de las cuales contiene ciertas vibraciones electrónicas. La cerradura electromagnética solo se puede abrir con las combinaciones adecuadas de colores y vibraciones destelladas por la llave de luz. Por supuesto, cada nave tiene un código diferente de colores y vibraciones, pero el código en sí no sería difícil de descifrar. Lo importante sería tener una llave de luz ajustable, de modo que si una combinación de colores y vibraciones de luz no funciona, puedes probar con otra. Así podrías abrir cualquier cerradura electrónica en cualquier caja fuerte del sistema."

    "Y Wallace y Simms..." Tom vaciló.

    "Sí, Corbett," dijo Strong con gravedad; "Wallace y Simms robaron un carrete de sonido de información de la cápsula. En ese carrete había una descripción detallada de la cerradura electrónica y la llave de luz ajustable. Hasta ahora solo había siete llaves maestras en el sistema. Si no atrapamos a Wallace y Simms, habrá ocho."

    "Gran galaxia," interrumpió el comisionado Hawks. "¡Esto arruinará la exposición! La Alianza la cerrará después de..."

    Strong hizo un gesto con la mano para calmar a Hawks. "Ya he hablado con el comandante Walters en la Academia Espacial, Mike," dijo. "Él quiere que esto se mantenga en secreto. Nadie lo sabe aparte de nosotros, y nadie lo sabrá. Les he hecho jurar, con la palabra de un astronauta, de que seguirá siendo un secreto. No sirve de nada iniciar el pánico. Tú continúa la exposición como si nada hubiera pasado."

    "Pero ¿qué puede hacer la Guardia Solar, señor?" preguntó Tom.

    "Vamos a iniciar la búsqueda más grande que el sistema haya visto," respondió Strong con calma. "Pero la orden de arresto se emitirá por alguna otra violación." El oficial de la Guardia Solar se percató de repente de Roger por primera vez.

    "¡Oh, Manning!" dijo sonriendo. "Qué bueno verte. ¿Cómo te sientes?"

    "Bien, señor," respondió Roger. "¡Pero me sentiría mucho mejor si esas ratas espaciales no tuvieran la combinación de todas las cajas fuertes y cámara del universo!"

    Strong asintió. "Este es uno de los crímenes más inteligentes de la historia. ¡Y en la búsqueda de Wallace y Simms, tendremos que ser el doble de inteligentes que ellos!"

    "Sí, señor," dijo Tom. "¡Primero tenemos que averiguar qué van a hacer, y luego averiguar cómo vamos a vencerlos!"

    "Eso es, Tom," asintió Strong. "Y por las estrellas, si no les ganamos, el único lugar seguro que queda para los créditos y valores de la gente en el sistema será detrás de hileras de pistolas de paralorrayos."

Capítulo 7

    "¡Atención! ¡Atención! Al habla el Capitán Maitland del crucero espacial Orión informando al Capitán Strong en la Academia Espacial. ¡Adelante, Strong!"

    En lo alto de la Torre de Galileo con vistas a la Academia Espacial, el oficial de la Guardia Solar, con el rostro mostrando la tensión de las últimas tres semanas de búsqueda inútil de Wallace y Simms, encendió el teleceptor y respondió: "Al habla Strong. Adelante, Maitland. "

    Tom, Astro, Roger y el comandante Walters estaban detrás de Strong y esperaban tensamente a que llegara el último informe. La voz de Maintland crujió a través de millones de kilómetros de espacio.

    "Hemos buscado en los cuadrantes espaciales desde el A hasta el D, secciones veintiuno a ciento treinta y ocho. Barrido constante de radar de seis direcciones en el área. No hay señales de Wallace y Simms."

    Strong suspiró profundamente y respondió: "Está bien, Maitland. Gracias. Puede regresar a la base. Fin de la transmisión."

    "¡Fin de la transmisión! señaló Maitland, y la estática crepitante se extinguió en la silenciosa habitación.

    Walters dio un paso adelante y puso su mano sobre el hombro de Strong. "No dejes que esto te deprima, Steve," dijo. "Vi la búsqueda de zona que estableciste para esos dos. Nadie podría haber hecho más."

    "Quizá no, señor," dijo Strong, levantándose; "pero no los atrapamos."

    "Aún no," frunció el ceño sombríamente el comandante, "¡Pero lo haremos! Bueno, no hay nada más que hacer aquí. Esa era la última nave patrulla en reportar, así que bien podría cerrar la tienda."

    Se volvió hacia los cadetes, quienes habían sido reasignados a la exposición como ayudantes del Capitán Strong en su búsqueda de Wallace y Simms. "Vosotros tres, venid con nosotros," dijo Walters. "Tengo una idea y quiero que todos la escuchéis."

    Strong y los chicos siguieron al comandante fuera del centro de comunicaciones de la Academia hasta su oficina lujosamente amueblada.

    "Quizá," dijo Walters, recostándose en su asiento y encendiendo una enorme pipa llena de tabaco rojo de Venus, "quizá hayamos estado cazando al zorro con la clase de perros equivocada."

    "Suponiendo que Wallace y Simms son los zorros en este caso y la Guardia Solar los perros de caza, ¿qué sugeriría, señor?" preguntó Strong.

    Walters resopló varias veces y miró a Strong. "Iba a sugerir que tú y los cadetes os convirtáis en mercantes espaciales durante un tiempo y echéis un vistazo a algunos de los lugares más feos de la Alianza Solar. ¡Sugiero que vayáis directamente a la guarida de los zorros vestidos como zorros!"

    "Hmmm," musitó Strong. "Es una idea."

    "Probadlo, de todos modos," instó Walters. "Tomad ese viejo carguero que confiscamos a los contrabandistas de Titán, el Perro Estelar. Deambulad unas semanas a ver qué podéis captar. Tenemos la ventaja, ya que solo unos pocos sabemos por qué estamos buscando a Wallace y Simms. Eso podría facilitar las cosas."

    Strong miró a los cadetes y luego al comandante.,"Puede que funcione, señor," dijo al fin.

    "Abríos camino hasta Venuspuerto," dijo Walters. "Que se sepa que vosotros cuatro estáis... bueno, dispuestos a hacer cualquier cosa por créditos."

    Strong y los cadetes sonrieron. "Está bien, señor," dijo el joven capitán. "Partiremos de inmediato."

    "¡No!" respondió el comandante con firmeza. "Partiréis por la mañana. Ahora mismo os ordeno que vayáis a la cama y descanséis un poco. No vas a atrapar a esos dos con rapidez. Necesitaréis cerebro y astucia."

    "Muy bien, señor," dijo Strong mientras se ponía de pie. "Y quiero agradecerle habernos dado esta tarea."

    "Eso está fuera de cuestión," respondió el comandante. "Cuando tienes un trabajo duro que hacer, si pones a tu mejor equipo a trabajar en él, el trabajo se hará."

    Fue difícil para los tres cadetes, quienes habían estado escuchando a un lado, reprimir una sonrisa. Saludaron y siguieron a Strong fuera de la habitación. Él los dejó en las escaleras mecánicas con órdenes de estar listos para despegar a las 0800 horas.

    Tom guardó silencio mientras se subía a su cama en las habitaciones de la unidad Polaris en la planta cuarenta y dos. Roger y Astro se durmieron casi cuando sus cabezas tocaron las almohadas de espuma de aire, pero el cadete de pelo rizado yacía con los brazos debajo de la cabeza, mirando al techo. Se sentía inquieto por la tarea que tenían por delante. No temía por sí mismo, ni por Roger, ni por Astro. Algo que no podía identificar incomodaba al joven astronauta.

    Revisó toda la operación de Wallace y Simms. Recordó que los dos hombres le habían dado la impresión de que no eran demasiado brillantes. Su éxito en robar el secreto de la llave de luz ajustable y sus métodos, además de su completa desaparición, simplemente no cuadraban. Decidió hablar con el capitán Strong al respecto por la mañana. En cuanto el asunto se resolvió en su mente, se durmió.

    Exactamente a las 0800 horas, los tres cadetes y el Capitán Strong aparecieron en el espaciopuerto de la Academia vestidos con los severos pantalones negros ajustados y la chaqueta de los astronautas mercantes. Eludiendo silenciosamente a todos los amigos y conocidos, entraron en el carguero confiscado preparado para el vuelo espacial durante la noche y comenzaron a familiarizarse con el equipo de la nave.

    Cuando Astro informó que la cubierta de energía estaba lista y Roger despejó su rumbo, Tom llamó a la torre de control de tráfico para autorizar el despegue.

    "Tómatelo con calma en el primer salto," dijo Strong. "No hay prisa y quiero estar seguro de que sacamos esta caja de una pieza." Sonriendo con confianza al cadete de la cubierta de control, se volvió hacia sus aposentos. Era consciente del efecto que tenía en los cadetes quedarse solo. Había aprendido al principio de sus asociaciones con Tom, Roger y Astro que asumían bien la responsabilidad, y que el desafío de hacer un buen trabajo le aseguraría que el trabajo se haría de manera eficiente.

    "¡En espera para ascender la nave!" La voz de Tom crepitó con confianza por el intercomunicador de la nave.

    Strong se sentó en un asiento de aceleración y se abrochó. Oyó la voz de Tom contando los segundos para el despegue.

    "Cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero."

    Cuando los cohetes estallaron en un fuerte rugido, el carguero se tambaleó desde el suelo y tronó hacia la atmósfera, empujando a Strong profundamente en su asiento de aceleración. Minutos después, sintió la libertad del espacio en órbita. En una nave extraña, la tripulación de la Polaris había comenzado una misión extraña.

    Durante el vuelo a Luna City, su primera parada en el recorrido por los lugares de reunión de los astronautas proscritos en todo el sistema solar, Strong informó a sus cadetes sobre un plan de acción.

    "Creo que será mejor que nos dividamos en dos equipos. Tú operas conmigo, Corbett, y Astro formará equipo con Manning. Operaremos como simples tramperos espaciales. Nuestros documentos espaciales tienen nuevos apellidos, pero el mismo nombre para que no haya errores cuando hablemos. De ahora en adelante, si nos encontramos, todos me llamaréis Steve y yo os llamaré por vuestros nombres. ¿Está esto claro?"

    Los cadetes asintieron.

    "Está bien," continuó Strong. "Ahora, cuando lleguemos a una ciudad, Tom y yo iremos a una sección, mientras que vosotros dos iréis a otra. Visitad los lugares más difíciles que podáis encontrar. Hablad con cualquiera que quiera hablar. Invitad a la gente a bebidas. Dejad que se os escape que no estáis exactamente en el lado correcto del código de espacio. Luego, si creéis que tenéis a un oyente comprensivo, mencionad a Wallace y Simms. Decid que habéis oído hablar del problema en el que están metidos. Decid que los conocéis, que son viejos amigos, e insinuad que tenéis algo que ellos necesitan con urgencia. No dejéis de hablar con la gente y buscar información. ¿Captado?"

    Nuevamente los tres cadetes asintieron en silencio.

    "Llevad encima las pistolas de paralorrayos en todo momento y mantened los comunicadores de cinturón escondidos bajo las chaquetas," advirtió Strong. "Si un equipo se encuentra en una situación difícil, que llame al otro de inmediato. ¡Pero no llaméis a menos que sea absolutamente necesario!" Strong hizo una pausa y miró el teleescáner. "Nos estamos acercando a Luna City. Aterrizaremos en el puerto espacial municipal y pasaremos por la rutina regular de registro de aduanas solo para establecernos como tramperos espaciales."

    "¿Cuánto tiempo nos quedaremos en cada ciudad, señor?" preguntó Tom.

    "Vigila ese «señor», Tom," espetó Strong. "Bien podrías empezar a olvidarlo ahora."

    "Está bien, Steve," respondió Tom con timidez.

    "Para responder a tu pregunta, nos quedaremos en cada ciudad sólo mientras se pueda ganar algo quedándose allí. Viviremos a bordo del Perro Estelar. Pero manteneos alejados de la nave tanto como sea posible. Si alguien os pregunta, decidles que estáis buscando un trabajo de carga, pero en caso de que lo acepten y os ofrezcan un transporte de carga, siempre querréis más dinero por el trabajo."

    Roger sonrió. "Eso podria ser divertido."

    "Sé inteligente, pero sé duro. Algunas de las personas con las que te vas a encontrar son los hombres más despiadados del universo. Son los que pueden saber algo sobre Wallace y Simms."

    Strong les advirtió que no bebieran zumo de cohete, sugiriendo que bebieran agua marciana en su lugar. La sesión informativa fue interrumpida por el pitido de advertencia automático del telescáner informándoles que habían pasado la baliza exterior en el acercamiento al puerto espacial municipal de la Luna. Los cuatro astronautas comenzaron de inmediato la tarea rutinaria de aterrizar su nave de manera segura en la colonia satélite.

    Una hora más tarde, cuando los aduaneros vestidos de gris terminaron de registrar la nave vacío, Roger esperaba la autorización final en la esclusa de aire del carguero. Cuando el último de los hombres abandonaba la nave, Roger detuvo a dos de ellos.

    "Ey, sabuesos de tierra," dijo Roger, "¿cuál es el mejor lugar para comer algo?"

    Los dos hombres se detuvieron y se volvieron hacia el cadete, con ojos fríos y hostiles. "¿Por qué no sales de aquí a la deriva espacial?" preguntó uno de ellos.

    "Sí," coincidió el otro, "los de tu calaña no son bienvenidos en Luna City."

    Roger se encogió de hombros y se alejó. Los dos aduaneros continuaron por la pasarela. "Esos jóvenes gamberros," murmuró uno, "se consiguen un lugar en un carguero de mala muerte y piensan que son verdaderos ases del espacio cuando no son más que pólvora mojados."

    Strong apareció al lado de Roger y oyó el último comentario.

    "¿Qué fue eso, Roger?" preguntó, señalando a los aduaneros que desaparecían.

    Roger sonrió. "Solo estoy viendo si podía pasar por trampero."

    "Ciertamente nos hicieron pasar bien," dijo Strong con gravedad. "Creo que nuestro disfraz es perfecto. Esos tipos no pasan por alto cualquier cosa."

    "Los oí hablar, Steve," dijo Roger. "Reconocieron la nave y conocen su reputación de contrabando."

    "Sí," asintió Strong. "Y tu comentario les asegurará que vigilen cada movimiento que hacemos. Pero eso es justo lo que queremos. Noticias de esa clase tienen su modo de circular. Y cualquiera que esté interesado en una nave con reputación de contrabando es alguien en quien estamos interesados."

    Astro se acercó y, con un breve asentimiento, Roger siguió al gran cadete por la pasarela. Mientras caminaban por la superficie de hormigón del puerto espacial, Tom apareció junto a Strong.

    "Estoy listo, Steve," dijo. "La nave está segura."

    "Muy bien, Tom," dijo Strong. "Pero de ahora en adelante, mantén los ojos y oídos bien atentos. ¡Solo se necesita un desliz para ser un astronauta muerto!"

Capítulo 8

    "¿Ves a ese tipo de allí, Steve?" susurró Tom. "¿El de la cicatriz en la cara?"

    "Sí," respondió el oficial de la Guardia Solar disfrazado. "Yo también lo he estado observando. Y creo que nos ha echado el ojo."

    Tom y el Capitán Strong estaban sentados en un pequeño restaurante cerca del puerto espacial, bebiendo agua marciana y discutiendo sobre los personajes sombríos que holgazaneaban en el mal ventilado salón.

    "Me acercaré a la barra," dijo Strong. "Tal vez no quiera hablar con dos de nosotros juntos. A ver si tú puedes entablar una conversación."

    "Buena idea, señ.. eh, Steve," dijo Tom.

    Strong se levantó y, con exagerada arrogancia, caminó hacia la barra. Por el espejo en la parte de atrás de la barra, vio a Tom levantarse y caminar hacia el hombre sentado en el lado opuesto de la sala.

    Durante tres días, Roger, Astro, Tom y Strong deambularon por los bares, restaurantes y hoteles baratos del Bronca del Astronauta en Luna City en busca de información que los llevara hasta Wallace y Simms. Cada noche regresaban al carguero para intercambiar, tamizar y analizar la información reunida, pero tras tres noches no habían encontrado nada en total. Finalmente, Strong había decidido que esta sería la última noche que pasarían en Luna City. Fue después de tomar esta decisión, él y Tom vieron al hombre con la cara de la cicatriz sentado a solas en un rincón.

    El hombre de la cicatriz obviamente quería algo de Tom.

    Strong vio a Tom detenerse en la mesa, decir algunas palabras, luego sentarse y pedir bebidas. Tom y el hombre de la cicatriz continuaron su conversación, ahora inclinados sobre la mesa hablando en susurros, deteniéndose solo el tiempo suficiente para que el cantinero sirviera las bebidas. Strong notó que el hombre de la cicatriz pagó por ellas y sonrió para sí mismo. Ese era un paso en la dirección correcta. Obviamente quería algo de Tom.

    De pronto, el joven cadete alzó la vista y le indicó que se acercara a la mesa. Strong se recostó en la barra y asintió descuidadamente. Tomándose su tiempo, terminó su vaso de agua marciana, luego se pavoneó a través de la sala llena de gente hasta la mesa.

    Tom alzó la mirada casualmente antes de girar hacia su compañero en la mesa. "Este es mi patrón," dijo. "Steve. Si tienes trabajo que hacer, Steve lo hará. Cualquier cosa, en cualquier lugar, en cualquier momento," hizo una pausa y luego agregó con una sonrisa, "¡Por un precio!"

    El hombre de la cicatriz miró a Steve de arriba a abajo, notando los hombros anchos, los ojos penetrantes y el bulto de una pistola de paralorrayos en la chaqueta. Retiró una silla con un pie y logró esbozar una sonrisa a pesar de la cicatriz que torcía sus rasgos en una fea máscara. "Siéntate, Steve. Mi nombre es Pete."

    Strong aceptó la invitación en silencio. De cerca, vio que el hombre estaba más desfigurado de lo que había notado desde el bar. La cicatriz en su rostro llegaba desde su oreja izquierda a través de su mejilla y bajaba hasta su cuello. Pete lo vio mirando la cicatriz y volvió a sonreír. "Lo curioso de las cicatrices es que yo tengo una, pero no tengo que mirarla. Me mantengo alejado de los espejos y me recuerdo como era antes de tenerla. Así que mira todo lo que quieras. Tú eres el único que tiene que sufrir por ello."

    Haciendo caso omiso del tono amargo de voz del hombre, Strong gruñó: "No me interesa qué pinta tienes, solo si tienes algo que transportar. Nosotros tenemos una nave para transportarlo. Nombra tu cargamento y destino, y nosotros nombraremos un precio."

    "Esto no es tan simple," dijo Pete con astucia. "Tengo que saber más sobre vosotros antes de que hablemos de negocios."

    "¿Qué, por ejemplo?" preguntó Strong.

    "Por ejemplo, ¿a quién conoces en el Bronca del Astronauta que pueda darte una referencia?"

    Tom habló rápidamente sin mirar a Strong. "¿Supongamos que te digo que ayudé a conseguir un trabajo hace un par de semanas que valía cien mil créditos?" Se recostó, mirando casualmente a Strong y recibiendo un imperceptible asentimiento a cambio.

    "Cien mil, ¿eh?,"" dijo Pete con interés. "No está mal, no está mal. ¿Qué tipo de trabajo era?"

    "Yo y otros dos muchachos levantamos el Intercambio de Créditos en la Exposición Solar en Venuspuerto."

    "¿Oh?" Pete se estaba volviendo extremadamente curioso. "¿Tú también estás en el trabajo, Steve?"

    Antes de que Strong pudiera responder, Tom habló rápidamente. "No, yo compré la mitad de la participación en la nave de Steve con mi parte de la ganancia." Strong apenas pudo evitar sonreír, con mucha facilidad crecía la historia del joven cadete.

    "Entonces, ¿quién estuvo en ese trabajo contigo?" persistió el hombre de la cicatriz. "Pareces bastante joven para hacer un gran trabajo como ese."

    Tom miró alrededor de la sala y luego se inclinó sobre la mesa antes de susurrar, "Gus Wallace y Luther Simms."

    "¿Qué?" exclamó Pete. "¿Gus Wallace? ¿Un tipo de dos metro de alto y cien kilos? ¿Que tiene una voz ronca y grave?"

    "El mismo," dijo Tom.

    El brazo de Pete se disparó sobre la mesa como una serpiente y agarró a Tom por la chaqueta. "¿Dónde está?" preguntó con los dientes apretados.

    En cuanto Pete había tocado a Tom, Strong había apuntado con la pistola de paralorrayos al hombre de la cicatriz. "Quítale las manos de encima," dijo con frialdad, "¡o te congelaré justo donde estás!"

    Pete relajó su agarre y se acomodó en su silla. Miró a Tom y luego a Strong.

    "Muy bien," espetó Strong. "¡Ahora habla!"

    Pete no dijo nada. Strong se acercó de forma amenazadora al hombre de la cicatriz. "¡Dije que hables! ¿Por qué quieres saber dónde está Gus Wallace? Tal vez eres un Guardia Solar, ¿eh? Tratando de jugárnosla un poco. ¿Cómo sé que no tienes un escuadrón de Policía Militar esperando afuera para recogenos?"

    Pete empezó a moverse nerviosamente. "Me entendiste mal, Steve. No soy de la Guardia Solar."

    "Entonces, ¿por qué quieres saber dónde está Gus Wallace?" Persistió Strong.

    Pete vaciló y Strong tuvo que empujarlo de nuevo con la pistola de rayos. "¡Habla!" siseó Strong.

    "¿Ves esta cicatriz?" preguntó Pete. "Bueno, hace dos años, en el Bronca del Astronauta de Martépolis, Gus me cortó en una pelea. Juré que le haría lo mismo por él cuando lo atrapara, pero ha estado huyendo de mí desde entonces."

    "Martépolis, ¿eh?" preguntó Strong. "¿Hace dos años?"

    "Sí."

    "¡Creo que estás mintiendo! Eres un Guardia Solar."

    "En serio, Steve," se quejó Pete. "Esa es la única razón por la que quiero pillarlo. Pregúntale a cualquiera. Sucedió en el Bar Espaciovía en la avenida Nueva Denver. ¡Apuesto a que hay cinco tipos aquí en este momento que has oído hablar de eso!"

    Strong se puso en pie y volvió a meter la pistola en el cinturón.

    "Vamos, Tom. No me gusta el modo en que tu amigo Pete responde a las preguntas."

    "¡Espera un minuto!" Pete se levantó de su silla, protestando.

    Strong se dio la vuelta y se enfrentó al hombre con la cara de la cicatriz. "Si yo fuera tú, Pete," murmuró, "me quedaría callado y no haría más preguntas. ¡No es saludable!"

    Sin decir una palabra, Strong salió del lúgubre restaurante. Tom se encogió de hombros en un gesto de impotencia y lo siguió, dejando a Pete solo y preocupado.

    Afuera, en la calle, con el rostro bañado por la chillona luz de las farolas de vapor, Strong se detuvo para secarse la frente.

    "¡Uf!" jadeó. "¡Ciertamente salimos de esta!"

    "Me sentí de la misma manera," dijo Tom. "Pero al menos tenemos algo en lo que continuar. ¿Crees que sospechaba?"

    "No, Tom. Ese tipo estaba tan asustado cuando lo acusé de ser de la Guardia Solar que lo desconcertó por completo."

    "¿Y bien? ¿Adónde vamos ahora?" preguntó Tom.

    "De vuelta a la nave," respondió Strong. "Y en cuanto Astro y Roger aparezcan, despegaremos hacia Martépolis. ¡Nuestro próximo objetivo es un garito llamado Espaciovía!"

    Con un telón de fondo de relucientes estrellas tachonando el aterciopelado vacío negro del espacio, el carguero Perro Espacial se lanzó hacia el planeta rojo de Marte llevando a los cuatro astronautas en el siguiente paso de su búsqueda. Relajándose tras los tres arduos días en la Luna y capaces de ser ellos mismos una vez más, Strong y los tres cadetes descansaron y discutieron cada detalle de su estancia en Luna City. Al final el grupo decidió que su única posibilidad de localizar a Wallace y Simms residía en el bar Espaciovías. Mientras se acercaban a Marte, Strong describió su próximo movimiento.

    "Haremos lo mismo que hicimos en Luna City," dijo. "Nos separaremos. Solo que esta vez, iremos todos al mismo lugar, el Espaciovías. Tom y yo entraremos primero y haremos la mayor parte del registro. Astro y Roger llegarán más tarde y se quedarán por si hay problemas."

    Los tres cadetes asintieron en señal de comprensión, y cuando Strong se dirigió al teleceptor para informar al comandante Walters en la Academia Espacial, tomaron sus puestos para aterrizar en Martépolis.

    Con el rostro impasible en la pantalla del teleceptor, el comandante Walters escuchó el informe de Strong y, cuando el oficial de la Guardia Solar terminó, gruñó de satisfacción.

    "¿Tiene alguna noticia sobre Wallace y Simms, señor?" preguntó Strong.

    "Sí, pero mis noticias no son tan buenas como las tuyas," frunció el ceño Walters. "Ellos ya han hecho uso de su conocimiento de la llave lumínica. Asaltaron un transporte de la Guardia Solar en ruta a Titán y vaciaron su arsenal. Se llevaron un par de blásteres atómicos de calibre tres y una docena de pistolas y rifles de paralorrayos. Abrieron la cerradura electrónica con su llave lumínica ajustable tan fácilmente como si hubiera sido una bolsa de papel. Parece que se están preparando para un largo asedio."

    "¿Tiene alguna idea de dónde podrían estar escondidos, señor?"

    "En algún lugar del cinturón de asteroides, creo," respondió el comandante. "Se dirigieron hacia el cinturón después de asaltar el transporte."

    "Bueno, haremos lo que podamos por nuestra parte, señor," dijo Strong. "Dado que Marte está más cerca del cinturón de asteroides que cualquier otro planeta, podrían estar usando Martépolis como lugar de reunión. O puede que alguien los haya visto recientemente."

    "Usa el plan que creas mejor, Steve. Cuento contigo."

    "Gracias, señor."

    "¡Suerte del astronauta! Fin de la transmisión."

    "Fin de la transmisión," respondió Strong y apagó la pantalla.

    Quince minutos más tarde, el Perro Espacial se posaba en una rampa chamuscada por los impulsores en el espaciopuerto de Martépolis, y después de una rápida revisión de sus planes, los cuatro astronautas abandonaron la nave. Strong tuvo una breve discusión con un oficial de aduanas sobre una búsqueda personal de pequeñas armas. Fueron obligados a dejar sus pistolas de rayos en la nave. Insatisfecho en lo que respectaba a los agentes de aduanas, Strong estaba realmente satisfecho con el éxito de su disfraz de astronautas mercantes.

    Tom y Strong encontraron el Bar Espaciovías en la sección más dura y oscura de Martépolis. El garito era grande y estaba casi vacío, pero Tom notó que era como muchos otros lugares en los que había estado en Luna City. Las paredes estaban sucias y llenas de arañazos, el suelo lleno de basura y las mesas y sillas parecían haber sido utilizadas en un centenar de peleas. Detrás de una barra que se extendía a lo largo de una pared, un hombre corpulento con ojos como perlas negras observaba cómo se acercaban.

    "¿Que os place, astronautas?" preguntó el cantinero con voz gruñona.

    Strong vaciló un momento y decidió jugar todas sus cartas en un turno. "Tomaremos información por valor se mil créditos."

    El cantinero entornó los ojos hasta dos rendijas negras. "¿Qué tipo de información vale tanto precio?" preguntó.

    "Información sobre un hombre," dijo Strong.

    "¿Qué hombre?" preguntó el cantinero. Escondió una mano por debajo de la barra. Los ojos de Tom captaron el movimiento y deseó que los aduaneros no les hubieran quitado sus pistolas de paralorrayos.

    Justo en ese momento oyó la inconfundible risa de Roger y Tom se volvió para ver al cadete rubio, seguido de Astro, entrar, cruzar la sala y dar una palmada en la barra en señal de recibir servicio.

    "Dejad que me ocupe de estos dos," murmuró el cantinero y caminó hasta el final de la barra. Frente a Roger y Astro, gruñó: "¿Qué va a ser?"

    "Par de botellas de agua marciana," dijo Roger.

    "Fuera de aquí," rugió el cantinero. "Aquí no vendemos bebidas para niños pequeños."

    "¡Dos botellas de agua marciana!" gruñó Astro y se inclinó sobre la barra amenazadoramente. Strong y Tom observaban la actuación con ojos divertidos. Sin decir palabra, el cantinero abrió las botellas de agua marciana y se las dio a Roger y Astro. Se volvió hacia Strong.

    "Estos jóvenes descerebrados se creen muy duros," se burló, "y luego beben refrescos para niños pequeños."

    Strong miró a Roger y Astro. "Ese tipo de la derecha," indicando el tamaño de Astro, "parece que podría ser un poco más que un niño si se enoja."

    El cantinero resopló y se inclinó sobre la barra. "¿Qué hay de esos mil créditos?" preguntó.

    "¿Qué hay de eso?" contrarrestó Strong.

    "Eso es mucho dinero sólo por información," dijo el cantinero.

    "Este es mi dinero," respondió Strong con frialdad, "Y eso es asunto mío!"

    "¿Qué tipo de información te interesa?," Preguntó el cantinero.

    "Ya te lo he dicho, información sobre un hombre," dijo Strong. "Gus Wallace. ¿Lo conoces?" Strong sacó un rollo de billetes nuevos de crédito del bolsillo de la chaqueta. El cantinero los miró con avidez.

    "Tal vez. ¿Qué quieres de él?" preguntó.

    "Apuñaló a un amigo nuestro aquí hace dos años."

    "¿Si?" dijo el cantinero. "¿Quién?"

    "Pete," respondió Strong, notando de pronto de que no conocía el apellido del hombre de la cicatriz.

    "¿Pete? ¿Qué Pete?" preguntó el cantinero con astucia.

    "¿Que intentas hacer?" espetó Tom de repente. "¿Jugar al abogado espacial? ¡Sabes que Pete fue apuñalado aquí por Gus Wallace hace dos años! ¡Bien cortado!" Hizo un gesto cortante desde la oreja hasta la garganta, indicando la cicatriz en el rostro de Pete.

    "Así que queréis ver a Wallace, ¿eh?" musitó el cantinero.

    "Le queremos por mil créditos," dijo Strong.

    "Aún no me has dicho por qué."

    "Eso no es asunto tuyo," rugió Strong. "¿Quieres los mil o no?"

    El cantinero no podía apartar la vista del satinado rollo de billetes que Strong le pasó por las narices y vaciló. "Bueno, a decir verdad, no lo he visto en mucho tiempo."

    "¿Y conoces a alguien que lo haya visto?" preguntó Strong.

    "Difícil de saber," dijo el cantinero con voz ronca. "Pero si alguien lo supiera, conozco al tipo que lo conocería."

    "¿Quién?" preguntó Tom.

    "En el Bronca del Astronauta de Venuspuerto. Hay un lugar llamado Café Cosmos. Ve allí y pregunta por un hombrecito llamado Shinny. Nicholas Shinny. Si alguien sabe algo sobre Wallace, él lo sabrá."

    El corazón de Tom casi se detuvo. Nicholas Shinny era un astronauta retirado que había participado en su última aventura a Alpha Centauri, y era un buen amigo de Strong y de la unidad Polaris. Shinny siempre había operado en el límite del código espacial. Nada ilegal, pero como el propio Shinny decía: solo doblo un poco el código, no lo rompo."

    Tom habló: "Eso solo vale cien créditos.."

    "¿A qué te refieres?" espetó el cantinero.

    "¿Cómo iba conocer Nick Shinny a Gus Wallace?" preguntó Strong.

    "Ellos prospectaban asteroides juntos hace años."

    Strong dejó caer un billete de cien créditos en la barra y se alejó sin decir una palabra más. Tom lo siguió, y cuando pasaron junto a Roger y Astro, una mirada de complicidad pasó entre ellos, y Tom les hizo un gesto para que le siguieran.

    Habiendo oído la conversación, Astro y Roger se acercaron al cantinero, quien ahora estaba doblando el billete de crédito antes de guardársela en el bolsillo.

    "Vendes tu información bastante barato, astronauta," gruñó Roger. "¿Supongamos que esos dos fueran de la Guardias Solar disfrazados?"

    El cantinero hizo una pausa y luego negó con la cabeza. "¡Eso no podría ser!"

    "¿Por qué no?" preguntó Roger.

    "Porque la Guardia Solar tiene a un tipo que sabe exactamente dónde está Wallace."

Capítulo 9

    "Esa es la historia, señor," le dijo Strong al comandante Walters después de que el capitán de la Guardia Solar le contara la información que le había sacado al cantinero del Bar Espaciovías y las noticias que le habían traído Roger y Astro.

    "Está bien, Steve," asintió el comandante. "Haré que recojan al hombre de inmediato y lo psicografíen. Mientras tanto, viaja a Venus a ver a Nicholas Shinny."

    "Muy bien, señor," dijo Strong. "¡Fin de la transmisión!"

    "Fin de la transmisión," dijo Walters. Strong accionó el interruptor y la pantalla del teleceptor se oscureció.

    Quince minutos más tarde, el Perro Estelar despegó de Marte en dirección a Venus.

    Durante el viaje de regreso al joven planeta que se estaba convirtiendo rápidamente en un importante centro industrial que rivalizaba con la Tierra, Strong recibió un informe de la Academia Espacial de que habían detenido al cantinero. Su nombre era Joseph Price, y después de interrogarlo bajo suero de la verdad, los oficiales de seguridad de la Guardia Solar habían descubierto que la mente del hombre estaba tan llena de complots criminales y contra complots que el analista psicógrafo iba a tardar varias semanas en averiguar el nombre del hombre que él afirmaba que sabría el paradero de Wallace. Esta fue una noticia decepcionante para Strong, especialmente porque el informe incluía noticias de un segundo, tercer y cuarto asalto de Wallace y Simms en naves espaciales cerca del cinturón de asteroides.

    Al llegar al lugar de inicio de su aventura, Venuspuerto y la Exposición Solar, Strong y los tres cadetes se dirigieron de inmediato a una pequeña sección suburbana de la gran ciudad donde estaba el hogar de Nicholas Shinny.

    Shinny vivía cómodamente en una casita hecha de cristal de Titán, divirtiéndose durante el día pescando peces gordos venusianos y mirando los estéreos por la noche. Antaño había sido un astronauta alistado, se había jubilado con una pensión completa y vivía tranquilo y cómodo. Cuando Strong y los tres cadetes llegaron a la casa del anciano astronauta, lo encontraron ocupado enseñando a un cachorro de perro lobo venusiano cómo recuperar un palo.

    "Bueno, ¡que me exploten los reactores!" gritó el anciano. "¡Si son Tommy, Roger y el tipo grande, Astro! ¡Y el Capitán Strong!"

    "¡Hola, Nick!" dijo Strong con una sonrisa. "¡Tienes buena vista para ser un ojos ciegos del espacio!"

    "Je je je," se rió Shinny, sus alegres ojos brillaron ante su bronceado del espacio profundo. "Me alegro de veros, muchachos. Entrad en la casa. ¡Tengo un buen lío de peces gordos recién sacados del arroyo y algunas de las galletas más deliciosas que hayáis comido en vuestra vida!"

    "Bueno, gracias, Nick," vaciló el capitán. "Pero estamos en..."

    "No puedo tener demasiada prisa por comer," espetó el anciano con una sonrisa. "Todo lo que tengas que decir, es mejor decirlo cuando tengas la barriga llena de la cocina de Molly."

    "¡Molly!" gritó Tom. "Pero, Sr. Shinny..."

    "¿Cuando..." tragó saliva Astro, "cuándo te has...?"

    "¡Ey! ¡Esperad!" gritó el viejo astronauta. "¡Cerrad el pico, jovencitos! Estáis fuera de rumbo. Molly no es más que una cocinera electrónica que instalé en la cocina. Cocina mejor que cualquier mujer con cerebro espacial y nunca abre la boca para decirme nada descarado!"

    Los cuatro astronautas se rieron de la evidente indignación de Shinny.

    "¡Ahora venga!" les gruñó. "Vamos a comer. ¡Tengo hambre!"

    Rehusando permitirles acercarse a Molly, Shinny comenzó a meter comida en ranuras, compartimentos, a encender interruptores y pulsar botones. En la acogedora sala de estar, Strong se relajaba mientras los tres cadetes jugaban con el perro lobo venusiano. Finalmente Shinny anunció que la cena estaba lista y se sentaron a la mesa con entusiasmo. No se habló mucho durante el transcurso de la comida. Strong y los chicos sentían que Shinny les avisaría cuando estuviera listo.

    La comida terminó por fin. Shinny se dejó caer en su silla, encendió su pipa, luego miró a sus invitados, sus ojos brillaban. "Muy bien, amigos míos, creo que ya os habéis reprimido lo suficiente. Vamos a hacerlo."

    Strong le contó de inmediato toda la historia al viejo astronauta, desde la falsa concesión de Wallace y Simms en la exposición hasta el presente.

    "Verás, Nick," concluyó, "con una llave lumínica ajustable que les permite abrir cualquier cerradura del sistema solar, nada es seguro. Personalmente, creo que sólo porque no tienen una nave más grande o más rápida y porque no están mejor armardos, que no hayan intentado una piratería más atrevida. Sin embargo, pronto llegarán a ese punto. Ya han asaltado cuatro naves solo en busca de armas."

    "Haré todo lo que pueda para ayudarlo, Capitán," dijo Shinny. "¿Qué es lo que quieres saber?"

    "Sospechamos que Wallace tiene un escondite secreto en el cinturón de asteroides," dijo Strong. "Puesto que antaño buscabas asteroides con él, pensé que tú podrías saber dónde está el escondite."

    Shinny se puso reflexivo y tiró las cenizas de su pipa antes de responder; "Eso fue hace mucho tiempo, capitán. Más de diez años. Y entonces Gus Wallace era un verdadero astronauta de libro. No se volvió malo hasta que nos separamos y conoció a ese otro tipo.

    "¿Qué otro tipo?" preguntó Strong.

    Skinny hizo una pausa. Había un brillo duro en sus ojos. "¡Bull Coxine!" Escupió el nombre como si le dejara un mal sabor de boca.

    "¡Coxine!" exclamó Strong.

    "Como lo oyes," resopló Shinny. "Bull Coxine y Gus Wallace se juntaron después de que Wallace y yo perdiéramos nuestra participación en la búsqueda de pechblenda de uranio en los asteroides y nos separáramos. Lo siguiente que supe fue que él y Coxine estaban involucrados en ese negocio en Ganímedes cuando se asaltó el Intercambio de Crédito."

    El rostro de Strong se había vuelto del color de la tiza. "¡Coxine!" repitió en voz baja.

    Al darse cuenta de la reacción de Strong a la declaración de Shinny, Tom preguntó: "¿Quién es Coxine, Capitán Strong?"

    Strong guardó silencio y Shinny se volvió hacia los cadetes.

    "Cuando su patrón aquí presente era un joven que comenzaba en la Guardia Solar," explicó el anciano, "estaba en un vuelo de rutina a Titán y hubo un motín. Coxine fue el cabecilla. El capitán se unió a Coxine después de meter en el calabozo al capitán de la nave. Cuando tuvo la confianza de Coxine, recuperó el control de la nave y envió a Coxine y a los demás a un asteroide prisión. Coxine ha odiado al capitán desde entonces y juró atraparlo."

    "Pero ¿cómo logró el asalto a Ganímedes, entonces?" preguntó Roger.

    "Coxine escapó del asteroide prisión en una lancha a reacción, disfrazado de guardia," continuó Shinny. "Fue el único hombre que escapó. Estuvo a la deriva en el cinturón durante un tiempo y fue recogido por un carguero que se dirigía a Ganímedes. El carguero había estado saltando entre los asteroides, recolectando las pequeñas provisiones de uranio y llevándola de nuevo a Ganímedes para refinarlo. Resultó que Wallace estaba trabajando en el carguero. Cuando llegaron a Ganímedes y Coxine vio todo el dinero en la oficina de Intercambio de Crédito para pagar a los buscadores, convenció a Wallace de que entrara con él y ambos robaron al Intercambio. Coxine fue capturado con las manos en la masa, pero Wallace escapó. De hecho, la Guardia Solar no sabía que Wallace tenía nada que ver con ello. Así que Coxine fue llevado de regreso al asteroide prisión, y Wallace ha estado dando vueltas por el sistema desde entonces."

    "Pero, Shinny," preguntó Astro, "si tú sabías que Wallace estaba involucrado en el robo de Intercambio de Crédito, ¿por qué no se lo dijiste a la Guardia Solar antes?"

    "Hijo," suspiró Shinny, "la mayor parte de lo que sé es polvo y gas espacial. Pero aun así, no creo que el Comandante Walters o el Capitán Strong, o incluso vosotros, muchachos, tendríais buena imagen de mí si fuera como un viejo rata espacial cantando a los cuatro vientos por todo el espacio."

    Strong había oído a Shinny completar el historial de Bull Coxine con una mirada pensativa en los ojos. Recordó con demasiada claridad el motín en la nave hacia Titán. Coxine había sido un suboficial de la Guardia Solar a bordo de la nave. Había hecho grandes avances en dos años y estaba siendo considerado candidato a oficial el mismo día en que trató de apoderarse de la nave. Cuando Strong recuperó el control más tarde, habló con Coxine, tratando de averiguar por qué había comenzado el motín. Pero el hombre solo lo había maldecido, jurando venganza. Strong no lo había visto desde entonces.

    "¿Entonces crees que él sabría dónde podrían estar escondidos Wallace y Simms?" Strong preguntó finalmente.

    "Si alguien lo sabe es él," respondió Shinny, "Y le diré esto, Capitán, si va a hablar con él, y supongo que lo hará, lo encontrará mucho más duro de pelar."

    "¿Ah, sí?"

    "Bueno, mírese a usted mismo, por ejemplo. Sin reflejarse en usted, por supuesto, pero mírese a usted mismo. Es inteligente, duro y tiene una buena mente. Es uno de los mejores astronautas de las profundidades. Tome todo eso y conviértalo en algo malo. Malo de verdad. Súmele demasiados años en un asteroide prisión y tendrá un destructor de cohetes devorador de fuego tan duro y rudo como Dios y la sociedad pueden hacerlo."

    Los tres cadetes tragaron saliva y miraron a Strong. Vieron a su patrón apretar los dientes y cerrar los puños con fuerza.

    "Lo sé," dijo Strong en un susurro ronco, "pero si él sabe dónde están Wallace y Simms, me lo dirá. ¡Puedes apostar tu último crédito, él me lo dirá!"

    Shinny hizo una pausa pensativa. "No quiero apostar," dijo simplemente.

    El aire dentro de la cabaña espacial estaba cargado debido a un filtro defectuoso en el circulador de oxígeno que ni Wallace ni Simms se habían molestado en limpiar. Los dos hombres holgazaneaban con calcetines y camisetas, escuchando música popular que llegaba por el audioreceptor de una vieja camioneta de una de las pequeñas colonias de un satélite joviano cercano.

    "Sírveme otra taza de café, Simms," gruñó Wallace.

    El hombre más pequeño sirvió una taza de humeante líquido negro y se la entregó en silencio a su compañero. Ambos escuchaban la música, que se apagó al terminar y la voz del locutor crepitó por el altavoz.

    "Esta transmisión de audio ha sido transmitida a los cuadrantes espaciales D a K, como cortesía del ejército de buscadores de uranio que trabajan en el cinturón de asteroides. ¡Espero que lo hayan pasado bien, astronautas, y feliz caza!"

    Wallace se acercó y apagó de una palmada el receptor. "Gracias, compañero." Dio una carcajada. "¡La caza ha sido muy feliz! ¡Tenemos una captura completa!" El gigante astronauta rió de nuevo.

    "Sí," coincidió Simms. "Acabo de repasar el botín. Tenemos suficiente dinero en ese casillero," indicó una caja negra en el suelo; "para sentarnos y tomárnoslo con calma durante el resto de nuestras vidas."

    "¿Si?" gruñó Wallace. "¿Te refieres a sentarte al sol en la orilla de un cutre lago observando los pájaros y las abejas?"

    "Gus," preguntó Simms pensativo, "¿tienes idea de la diversión que podemos pagar con los créditos de esa caja?"

    "¡Sí la tengo!" se burló Wallace, "¡Y sé lo que mil veces eso puede pagar también!"

    De repente, Simms se volvió y miró a su socio a los ojos. "¿Qué tal si lo dejamos ahora, Gus? Lo digo en serio. Tenemos mucho."

    "¡Te ha afectado la exposición a demasiados rayos cósmicos!,"" dijo Wallace dándose golpecitos en la cabeza con un dedo. "Tenemos el mayor secreto del sistema, la llave lumínica ajustable y un escondite cerrado al vacío, ¡y tú quieres dejarlo!"

    "No es por eso," se quejó Simms. "Es por el otro asunto. No me importa salir y saquear algunos cargueros, pero intentar..."

    "Escucha," interrumpió Wallace, "Prefiero intentarlo y asumir la pena si la liamos, que no intentarlo y asumir esa pena. Sé en qué lado del carril espacial sería mejor estar cuando llegue el momento."

    Simms vaciló y luego suspiró: "Sí, supongo que tienes razón."

    "Venga. Oigamos esa historia del carrete de nuevo."

    "Oh, no," gimió Simms. "¡Me sé ese carrete de memoria! ¡Lo hemos escuchado al menos cincuenta veces!"

    "Un asalto," dijo Wallace, poniendo su dedo en la cara de Simms, "¡sólo un asalto más y lo terminamos! ¡Tenemos que estar seguros!"

    Con un reacio encogimiento de hombros, Simms se sirvió otra taza de café y se sentó en el costado de su litera mientras Wallace insertaba el carrete de la historia en el reproducción de audio.

    Se acomodaron y escucharon cuando una voz profunda comenzó a hablar en un susurro intenso:

    "La operación tendrá lugar la noche del veintinueve de octubre a las veintiuna horas exactamente. Os acercaréis desde la sección once, cuadrante M."

    Simms se levantó de un salto y apagó la reproducción. Volviéndose hacia Wallace, le suplicó: "¡No puedo volver a oírlo! Me lo sé de memoria. Instrucciones sobre cómo llegar a la cápsula del tiempo; instrucciones sobre qué llevar y cómo construir una llave lumínica ajustable después de que consigan los planos; instrucciones sobre cómo secuestrar la primer nave y qué llevarse. ¡Órdenes, información, instrucciones! Estoy harto de oírlo. Si quieres tú, adelante, pero voy a trabajar en la nave."

    "Está bien, está bien," dijo Wallace levantándose. "No explotes los impulsores. Yo odio eso tanto como tú. Espera un minuto y te acompañaré."

    Los dos hombres comenzaron a meterse en trajes espaciales. En unos minutos estaban vestidos con trajes de plástico negro y pequeños cascos redondos de plástico transparente. Entraron en la esclusa de aire a un lado de la sala y cerraron una pesada puerta. Wallace ajustó la válvula en la cámara y observó la aguja caer hasta marcar cero.

    "Está bien," dijo Wallace por los espaciofonos del casco. "Todo el aire ha salido. Abre la esclusa exterior."

    Simms giró la pesada manija y la puerta de la pared opuesta de la cámara se abrió lentamente. Salieron al vacío negro del espacio y a la superficie de un asteroide que flotando en la parte más gruesa del cinturón. Alrededor del asteroide había innumerables satélites secundarios más pequeños que rodeaban el cuerpo madre como una amplia manta curva. El cuerpo madre estaba perfectamente oculto a la observación exterior. Era una base de operaciones perfecta para los dos piratas espaciales.

    El carguero que habían usado en la concesión de la Exposición Solar, y para escapar luego, era una nave muy diferente a la que ahora descansa sobre el asteroide. Se podían ver dos potentes desintegradores atómicos calibre tres que sobresalían de la parte delantera de la nave. Y cerca de la popa, dos enormes agujeros mostraban los emplazamientos de dos cañones adicionales aún no instalados.

    Los dos hombres caminaron hacia la nave y, mientras Wallace entraba en la nave, Simms tomó un soplete cortante y lo encendió, preparándose para terminar los dos agujeros en la popa.

    Cuando Wallace reapareció, llevaba una bobina de alambre de enchufe doble para conectar a los espaciofonos dentro de los cascos. Metió el enchufe en el casco de Simms y luego en el suyo. Los ojos de Simms se iluminaron con sorpresa al oír:

    "Este es un anuncio de emergencia general del cuartel general de la Guardia Solar. Los escuadrones A y B de la guarnición de Martépolis se dirigirán a los cuadrantes espaciales W, secciones cuarenta y uno a cincuenta. Se cree que Gus Wallace y Luther Simms están en esa vecindad. Acérquese con precaución, están armados con desintegradores atómicos y se cree que son psicológicamente incapaces de rendirse. Se cree que resistirán el arresto... "

    La voz repitió el anuncio y agregó un aviso general para que los mismos hombres, si estaban escuchando, se rindieran. Wallace sacó los dos enchufes y sonrió a Simms.

    "Lo recogí del teleceptor dentro de la nave. Pensé que te gustaría saber lo seguros que estamos aquí."

    Simms le devolvió la sonrisa. "Y lo lejos de la pista que están. ¿Dónde está ese cuadrante espacial en el que creen que estamos?"

    "Más allá de Saturno," dijo Wallace con una sonrisa. "¡Con la guarnición de Marte persiguiéndonos en un extremo del sistema, los golpearemos por el otro y nos iremos antes de que sepan lo que ha ocurrido!"

    Simms dio unas palmaditas en el cañón del desintegrador atómico más cercano. "¡Y, astronauta, vamos a golpearlos fuerte!"

Capítulo 10

    "¡Detenga su nave e identifíquese!"

    La voz ronca en el receptor de audio era brusca. Una orden que había que obedecer.

    Tom se apartó del tablero de control y miró a Strong, que ya estaba buscando el intercomunicador de la nave.

    "Impulso de frenado al máximo, Astro," gritó en el micrófono, "¡Y hazlo rápido o reventaremos todos en protones!"

    Tom y el capitán se agarraron con fuerza a sus asientos mientras la nave se sacudía por la fuerza de desaceleración de los poderosos impulsores de frenado. Gradualmente, el carguero Perro Espacial redujo la velocidad y se detuvo en el espacio.

    "¡Ey!" gritó Astro por el intercomunicador desde la cubierta de energía. "¿Qué está pasando ahí arriba?"

    "Acabamos de entrar en el círculo exterior de defensa en el asteroide prisión, Astro," respondió Strong. "Tenemos que detenernos para que puedan rastrearnos con su radar e identificar la nave."

    "Pero les envié un mensaje en código de la Guardia Solar de que íbamos a venir," intervino Roger, que estaba escuchando desde el puente del radar.

    "Aún así tienen que asegurarse de que somos nosotros," dijo Strong.

    "¡Identifíquense!" ordenó la voz por el receptor de audio de nuevo.

    "Este es el carguero espacial Perro Espacial bajo el mando temporal del Capitán Strong de la Guardia Solar," respondió Strong.

    "¿Qué asuntos les traen aquí?" demandó la voz de nuevo.

    "Interrogatorio de uno de sus prisioneros. Hemos enviado un mensaje codificado con el código Z de Zebra al comandante de la prisión, el mayor Alan Savage. Si lo consulta, encontrará todo en orden," dijo Strong.

    "Muy bien," respondió la voz secamente, y luego agregó: "Quédese donde está. No se mueva de su posición actual ni intente enviar ningún mensaje. Si no cumple con estas condiciones, será arrestado."

    "Muy bien," dijo Strong, "condiciones entendidas."

    "Chico," intervino Roger mientras bajaba la escalera desde el puente del radar, "está claro que esos no quieren compañía aquí."

    "Y por una buena razón," dijo Strong. "Los criminales más crueles de todo el universo están confinados aquí. Cada uno de ellos es capaz de cometer cualquier delito en el código solar. Y la mayoría de ellos lo han hecho. Los hombres aquí son los peores. Se han negado a reajustes psicoterapéuticos para convertirlos en nuevos hombres."

    "Pero ¿pensé que tenían que pasar por eso, señor?" dijo Tom.

    "No," respondió Strong. "Incluso los criminales tienen ciertos derechos en nuestra sociedad. Pueden seguir siendo criminales y quedarse aquí o ser psicoajustados y recibir nuevas personalidades. Los que rehusan son los de esta Roca."

    "¿Quiere decir que," jadeó Roger, "los hombres en este asteroide eligieron deliberadamente seguir siendo criminales?"

    "Sí, Manning," dijo Strong. "En lugar de convertirse en sanos ciudadanos del sistema, prefieren quedarse aquí y malgastar sus vidas en aislamiento sin esperanza de volver a la sociedad."

    "¿Pueden cambiar de opinión después de llegar aquí?" preguntó Tom.

    "En cualquier momento. Pero cuando llegan tan lejos, usualmente se quedan aquí. Los hombres de Roca Prisión no se rindieron fácilmente. Son los hombres más duros y despiadados del universo."

    "¡Atención! ¡Carguero Perro Espacial! ¡Atención!" el audiorreceptor cobró vida de nuevo. "Se le ha dado autorización temporal. Una lanzadera espacial lo llevará al asteroide. Se le advierte que se considerará como traición contra la Alianza Solar cualquier arma descubierta en su persona o cualquier acto que pueda interpretarse como ayuda y apoyo a los reclusos de esta prisión, y estará sujeto a una acción disciplinaria inmediata."

    Tom y Roger se miraron el uno al otro, con una mirada preocupada. Strong solo sonrió. "No os preocupéis, muchachos. Se lee ese discursito a todos los visitantes del asteroide."

    "De todos modos, señor," dijo Roger con voz ronca; "preferiría quedarme a bordo del Perro Espacial y darles a usted, a Tom y a Astro el placer de hacer la visita."

    Strong se rió.," No te dejarán, Roger. Enviarán una tripulación de guardias para registrar la nave. Y del modo en que estos chicos registran hace que la inspección de aduanas parezca una mirada casual."

    "¡Atención Perro Espacial!" De repente, una voz más joven se escuchó en el receptor de audio. "Este es el teniente Williams a bordo de la lanzadera espacial. Nos estamos acercando a su cubierta de catapulta de estribor. Por favor, abra la esclusa de aire y acéptenos a bordo."

    "Esos no pierden el tiempo," comentó Tom mientras se volvía hacia el receptor de audio. "Carguero Perro Espacial, cadete Tom Corbett a teniente Williams," gritó; "la esclusa de aire está abierta y la cubierta de la catapulta está lista para recibirlo." Al mismo tiempo, el joven cadete giró la válvula que abriría la esclusa de aire exterior a la cubierta de las lanchas a reacción..

    Cinco minutos más tarde, la nave estaba plagada de guardias solares alistados con los labios apretados que hablaban con Strong y con los cadetes con fría cortesía. Estos eran hombres que firmaban por dos años como guardias en la Roca después de competir con miles de otros hombres alistados. A un guardia de la Roca se le pagaba el triple de salario por los dos años de aislamiento. Pero más que cualquier otra cosa, el derecho a llevar el brillante parche blanco con una pistola de paralorrayos en el centro que denotaba su servicio como guardias en la Roca era un prestigio envidiado incluso por los oficiales comisionados de la Guardia Solar.

    Después de que terminara lo que Tom pensó que era la búsqueda más exhaustiva que había visto en su vida, el teniente Williams se presentó en la cubierta de control donde Strong y los cadetes habían sido detenidos cortés pero firmemente. Se les informó de que ahora estaban listos para despegar hacia la Roca y agregó que se llevaría a cabo una búsqueda más detallada del área entre los cascos exterior e interior de la nave después de que se hubieran ido.

    "¿Quiere decir que," dijo Tom, asombrado, "en realidad registran los diez centímetros que hay entre los dos fuselajes? ¿Qué demonios podríamos esconder allí?"

    "No lo sé, Corbett," respondió Williams. "Nunca hemos encontrado nada allí." Se volvió hacia Strong y sonrió. "Pero siempre hay una primera vez, ¿no es así, señor?"

    "Sí, por supuesto," asintió Strong. "Haces un trabajo minucioso, Williams. ¡Muy bien de verdad!"

    "Gracias, señor," dijo Williams. "¿Sabes?, hemos oído hablar de usted y de la unidad Polaris aquí en la Roca." Se volvió hacia Tom, Roger y Astro. "Tenemos un estéreo de ese juego de mercuribol que jugabas en la Academia cuando eráis Earthworms."

    "¿Qué?" gritó Tom. "¿Quiere decir que el partido fue grabado?"

    "Claro que lo fue," dijo Williams. "Lo hemos visto al menos cincuenta veces."

    "Bueno, ¡que exploten los reactores!" dijo Astro asombrado.

    El partido era uno que los cadetes habían jugado al ingresar por primera vez a la Academia. Había hecho mucho para unificar a los chicos en un equipo de combate.

    Un sargento alistado apareció de repente, poniéndose firme frente al teniente Williams. "Listo para despegar, señor," dijo.

    "Muy bien," dijo Williams, luego se volvió hacia Strong y los cadetes. "Síganme, por favor."

    En unos momentos, la lanzadera espacial se alejó del carguero y se dirigió hacia un pequeño planetoide en la distancia. Mientras se acercaban, Strong y los cadetes se asomaron por las portillas para ver la prisión, pero se sintieron decepcionados cuando Williams ordenó que se taparan las ventanas.

    Sonrió en tono de disculpa a Strong y le explicó: "Todos los accesos son secretos, señor. No podemos permitir que nadie vea dónde están ubicadas nuestras defensas."

    "¡Vosotros, muchachos, está claro que creéis en mantener a los prisioneros dentro y a los visitantes fuera!" comentó Strong.

    "Cualquiera que esté interesado en venir a la Roca, señor," dijo Williams, "está bajo sospecha natural."

    Los tres cadetes tragaron, debidamente impresionados por la severidad de la rutina carcelaria.

    Pronto sintieron la inconfundible sacudida y el golpe de la pequeña nave espacial tocando la superficie del planetoide. Los impulsores se cortaron de repente y Williams se puso de pie.

    "Por favor, síganme. No hablen con nadie y no dejen de caminar. Mantengan las manos a la vista y una distancia de tres metros con el hombre de delante."

    Caminó a través de la escotilla abierta donde un guardia alistado de rostro duro estaba rígido, sosteniendo una pistola de rayos paralelos en la mano.

    Con un rápido guiño a los cadetes, Strong siguió a Williams a través de la escotilla. A intervalos de tres metros lo siguieron fuera de la escotilla, con Tom en la retaguardia y el guardia alistado detrás de él.

    Cuando Tom salió a la superficie del asteroide, no estaba muy seguro de lo que esperaba ver, pero ciertamente no estaba listo para la vista que captaron sus ojos.

    Por lo que podía ver, había césped, salpicado de pequeños edificios de una planta. A la izquierda había una única estructura elevada construida con cristal de Titán y encima estaba el desintegrador atómico más grande que había visto en su vida. Se volvió para preguntarle al guardia sobre el arma, pero le indicó con un seco: "Sin preguntas. Sigue caminando."

    Tom siguió caminando. Notó que se dirigían a la torre. A medida que se acercaba, podía ver hombres caminando por una estrecha pasarela en la parte superior. Todos llevaban rifles de rayos paralelos con rejillas en miniatura montadas en el cañón. Dentro del rifle había un diminuto buscador de dirección de radar. Era un control simple pero efectivo contra los prisioneros que se escapaban. Cada uno de los internos de la Roca llevaba pequeños discos de metal soldados a una fina cadena alrededor de la cintura. El disco era sensible a los impulsos del radar y, sin más esfuerzo que apretar el pulgar del rifle, el guardia podía localizar y paralizar al recluso más cercano.

    Tom estaba tan lleno de preguntas que fue necesario que el guardia le advirtiera de nuevo, solo que esta vez en tono más fuerte.

    Al entrar en la torre, fueron examinados y autorizados por un rayo electrónico que pasó a través de sus cuerpos e indicaba cualquier metal que pudieran llevar. Una vez que atravesaron esta última barrera, fueron escoltados a una escalera deslizante, donde Williams los dejó.

    A lo largo de todo el procedimiento, se habían intercambiado pocas palabras entre los cadetes. Ahora que se quedaban solos en las escaleras, no pudieron contenerse y surgieron los comentarios y preguntas.

    "¿Viste ese desintegrador en la parte superior de este lugar?" Roger espetó.

    "¡Esos rifles de rayos paralelos controlados por radar son impresionantes!" dijo Astro.

    "Lo que quiero saber," dijo Tom, "es dónde están los prisioneros. Aún no he visto ninguno."

    "¡Y tampoco lo verás, cadete Corbett!," dijo una voz ronca por encima de ellos. Se volvieron para ver a un hombre corpulento que vestía el uniforme de un mayor de la Guardia Solar, de pie en el piso por encima de ellos. Las escaleras deslizantes los llevaron a su nivel y el Capitán Strong saltó y extendió su mano a modo de saludo.

    "¡Mayor Savage!" él explicó. "¡Qué bueno verte de nuevo!"

    "Lo mismo digo," dijo Savage devolviendo el firme apretón de manos de Strong. Se volvió y miró a los cadetes. "Así que esta es la unidad Polaris, ¿eh?" les sonrió. "Nos divertimos mucho con el estéreo de ese partido de mercuribol que jugasteis en la Academia."

    "Gracias, señor," dijo Tom. "El teniente Williams ya nos ha dicho cuánto le gustó."

    "Venid a mis habitaciones y relájaos. Me imagino que te vendría bien una buena comida sólida después de esa sintética durante vuestro viaje."

    "Ciertamente podríamos, señor," dijo Strong.

    Siguieron al hombretón a través de un panel deslizante hasta un conjunto de habitaciones cómodamente amuebladas. Cinco minutos después, los cadetes y los oficiales disfrutaban de su primera comida caliente en una semana. Mientras comían, el mayor Savage mencionó el propósito de su visita. "Así que has venido a hablar con Bull Coxine, ¿eh?"

    "Sí," asintió Strong. "Y no creo que haya desarrollado ningún afecto por mí."

    "No, yo no diría eso," respondió Savage. "De hecho, no creo que Bull sienta ningún afecto por nadie, ni siquiera por él mismo. De todos modos, ¿por qué quieres verlo?"

    Strong resumió rápidamente el robo de la llave lumínica ajustable y la búsqueda infructuosa de Wallace y Simms, concluyendo finalmente con el conocimiento de la asociación de Coxine con Wallace.

    "Confío en que Coxine me dé una pista sobre el paradero de Wallace," dijo Strong.

    "Bueno, puedes preguntarle," se encogió de hombros el mayor. "Pero, personalmente, no creo que consigas decir nada más allá de un hola. Y eso si te deja.. Te odia, Strong. Te odia de una manera con la que nunca he visto odiar a un hombre. Cuando hables con él, ten cuidado."

    "Lo haré," dijo Strong con gravedad.

    "No dejes que se acerque a ti. Es el hombre más fuerte que he visto en mi vida. Estuvo a punto de asfixiar con una mano a un guardia cuando escapó. Podría romperle el cuello a un hombre con ambas manos."

    Strong sonrió. "Evidentemente, Mayor, no ha notado el tamaño del Cadete Astro. Lo llevaré conmigo por protección." Miró a Astro, quien se sonrojó rápidamente por la vergüenza.

    "Muy bien, Strong," dijo Savage. "Haré que traigan un aerocoche a reacción. Puedes ir directamente a su cabaña."

    "Esto, ¿puedo hacer una pregunta, señor?" preguntó Tom.

    El mayor sonrió. "Adelante, Corbett."

    "Se trata de toda esta instalación," explicó Tom. "Esperaba vallas y prisioneros y... bueno, ¡casi cualquier cosa menos hierba verde y pequeños edificios blancos!"

    "Las pequeñas cabañas que viste," respondió el mayor, "son una prisión tan grande como la nuestra. Cada cabaña aloja a un prisionero. Tiene todo el mobiliario necesario, además de audioceptores y carretes de cuentos que puedes cambiar una vez a la semana. También tiene equipo básico de jardinería. Los prisioneros cultivan todo lo que comen. Cada hombre depende de sí mismo y está restringido a la cabaña y el área que la rodea. Si se acerca a tres kilómetros de la torre, los guardias lo captarán por radar y le ordenarán que regrese. Si se acerca a un kilómetro, disparan sin más advertencia. Sólo un hombre ha escapado, Coxine. Y eso fue porque teníamos a un hombre enfermo de guardia, o nunca lo habría conseguido. Superó al guardia, le quitó el uniforme y embarcó en una nave de suministros. Lo capturamos un año después."

    "¿Su radar no detectó el disco que llevaba puesto, señor?" preguntó Roger.

    "Ese método de protección se instaló hace sólo unos meses," dijo el mayor.

    "¿Y los prisioneros se quedán allí sentados en esas pequeñas cabañas sin hacer nada?" preguntó Astro.

    "¡Sí, Astro!" dijo el mayor con un tono de finalidad en su voz. "Si se sientan para no hacer nada, este es el final de la línea."

    Los tres cadetes se miraron y se comprometieron en secreto a no arriesgarse a hacer nada que los enviara a la Roca.

    Cinco minutos más tarde, Strong conducía un aerocoche a lo largo de una estrecha carretera pavimentada hacia una de las cabañas blancas. Astro iba a su lado en sombrío silencio, con las manos apretadas como puños. Doblaron una curva y Strong se detuvo frente a la casa. Cuando ambos salieron del coche, pudieron ver los limpios carriles del pequeño jardín con letreros cuidadosamente impresos en cada fila que indicaban lo que estaba creciendo. Partieron hacia la casa y luego se detuvieron en seco. Bull Coxine estaba en la puerta, mirándolos.

    Vestido con el mono blanco como la nieve del atuendo de la prisión, Coxine les miraba directamente, con sus gruesas piernas de tronco bien separadas. Era un hombre gigante con brazos largos y musculosos que colgaban de un par de hombros enormes. Su cabello negro azabache era una masa enmarañada y descuidada, y su rostro estaba lleno de cicatrices y arrugas. Con los ojos ardiendo con un odio no oculto, esperó a que el Capitán Strong hiciera el primer movimiento.

    "Hola, Bull," dijo Strong en voz baja. "Me gustaria hablar contigo."

    "Oh, te gustaría, ¿eh?" espetó Coxine, y sus labios se torcieron en una sonrisa burlona. "¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo de hablar conmigo a solas?" indicó a Astro. "¿Tenías que traer a uno de tus cadetes espaciales para protegerte?"

    "Escucha, Bull," instó Strong, "una vez fui amigo tuyo. Te entregué porque eras un amotinado y yo era un oficial de la Guardia Solar. Le haría lo mismo a este cadete si intentara lo que tú hiciste."

    "Sí, apuesto a que sí," gruñó el criminal. "¡Como un verdadero amigo!" Su voz se hizo más profunda hasta convertirse en un grave rugido. "¡No me hables de los viejos tiempos! Yo estoy en la Roca y tú eres solo otra rata espacial de la Guardia Solar para mí. Ahora sal de aquí y déjame en paz."

    "He venido a pedirte que me ayudes, Bull," insistió Strong. "Necesito información."

    Los ojos de Coxine se entornaron hasta dos rendijas. "¿Qué tipo de informacion?"

    "Una vez trataste de asaltar una oficina de Intercambio de Crédito en Ganímedes con un hombre llamado Gus Wallace. Él tenía un escondite en el cinturón de asteroides. Me gustaría saber dónde está," dijo Strong.

    "¿Por qué?"

    "No puedo contestar eso, Bull."

    "¿Qué obtengo si te lo digo?"

    "Nada, excepto mi agradecimiento y el agradecimiento de la Guardia Solar."

    "¿Y si no te lo digo?"

    "Daré media vuelta y me iré."

    "Pues empieza a dar la vuelta, Strong," gruñó el gigante prisionero; "¡porque no tengo nada que decirte excepto cuánto odio tus tripas!

    Astro se movió un poco hacia adelante, pero Strong lo detuvo. "Está bien, Bull. Si eso es lo que quieres, me iré."

    "¿Por qué no dejas que el joven gamberro pruebe algo?" desafió Coxine. "No he hecho nada de ejercicio en mucho tiempo."

    Strong miró al hombre enorme y dijo con frialdad: "No quisiera que la muerte de un pedazo de chusma espacial se mostrara en su historial."

    Entonces, como si el espacio y el cielo de arriba se hubieran abierto de repente, hubo un destello de luz seguido del rugido de una tremenda explosión. El suelo temblaba. El aire parecía gemir de agonía. Strong y Astro se dieron la vuelta y miraron hacia la torre que brillaba a la luz del sol de la tarde. Para su horror, vieron la inconfundible nube en forma de hongo de una explosión atómica elevándose en la sintética atmósfera.

    "Por los cráteres de la Luna-" jadeó Strong.

    Un segundo destello y explosión sacudió el asteroide prisión y la torre desapareció de pronto. Casi de inmediato, una nave espacial apareció sobre el pequeño planetoide y comenzó a atacar sistemáticamente las instalaciones en la superficie con desintegradores atómicos.

    "Capitán Strong," gritó Astro. "¡Tom y Roger estaban en la torre!"

    "¡Vamos," gritó Strong, "tenemos que volver!"

    "No vas a ir a ninguna parte, Strong," gruñó Coxine detrás de él. "¡Llevo esperando esto mucho tiempo!" De pronto golpeó al oficial de la Guardia Solar con una pesada piedra y Strong cayó al suelo inconsciente. Antes de que Astro pudiera moverse, Coxine lo estrelló contra el suelo con un golpe en la nuca. Ambos yacieron mortalmente quietos.

    Luego, mientras continuaba el bombardeo atómico sobre el asteroide prisión, el gigante criminal espacial saltó dentro del aerocoche y se alejó a toda velocidad.

Capítulo 11

    "¡Fuego!" gritó el mayor Savage a su tripulación de artilleros.

    En el otro extremo del campo, uno de los dos destructores ilesos restantes despegó para luchar contra la nave espacial invasora.

    Tom y Roger habían estado haciendo un recorrido por la gran torre central con el Mayor Savage cuando había ocurrido el ataque, y se les había ordenado encontrar seguridad en campo abierto. El mayor sabía que la torre sería uno de los primeros objetivos.

    Tumbados en el suelo detrás de un búnker, vieron al mayor, con la chaqueta espacial rasgada en la espalda, de pie en medio del campo emitiendo órdenes en silencio a los astronautas vestidos de escarlata, tratando desesperadamente de organizar las defensas del asteroide prisión.

    La nave espacial, que se las había arreglado para atravesar la hermética barrera de advertencia del radar alrededor de la prisión, había atacado con despiadada precisión. Una y otra vez, sus desintegradores atómicos habían encontrado las instalaciones más importantes y las habían aniquilado. El siguiente objetivo, después de que la torre fuese destrozada, habían sido las rampas de lanzamiento subterráneas de la pequeña flota de destructores del asteroide. Pero incluso después de un impacto directo, los guardias habían podido preparar dos naves para luchar contra la nave espacial atacante. La primera ya se estaba aproximando, con sus pequeños desintegradores calibre uno disparando repetidamente.

    De pronto, el teniente Williams al mando de la segunda nave, llegó corriendo hasta el Mayor Savage para informar que su radar había sido alcanzado y que la nave no podía despegar.

    "¡Aquí es donde entro yo en acción!" Roger se levantó al instante de un salto y, con un breve "Hasta luego, astronauta" a Tom, corrió para unirse al teniente Williams.

    "Suerte del astronauta," gritó Tom mientras el oficial y el cadete corrían hacia la nave en espera.

    Mirando hacia el cielo de nuevo, Tom vio al primer destructor lanzándose hacia la nave espacial atacante, tratando de ponerse al alcance con su armamento más ligero. Hubo un súbito estallido de luz brillante. La nave más ligera había sido completamente destruida por un impacto directo.

    Mareado de horror, Tom apartó la vista y vio que la nave a la que Roger se había unido despegaba a plena aceleración. Rugió hacia el espacio en línea recta, desapareciendo a una velocidad increíble.

    Mientras tanto, el invasor continuaba disparando sin descanso. Uno, dos, tres, cuatro, autorrecarga, uno, dos, tres, cuatro, autorrecarga. Una y otra vez disparaba hacia aparentemente pacíficos campos de hierba, impactando en una armería, en un dique espacial o en un depósito de suministros subterráneos. De repente la nave cambió de rumbo y apuntó sus cañones hacia el cielo. Tom miró hacia arriba y vio una pequeña mota rugiendo directamente hacia la nave. Era el destructor del teniente Williams, con Roger en el puente del radar, en un intento suicida de destruir al invasor. Pero la nave más grande estaba preparada. Los dos desintegradores delanteros abrieron fuego. Una luminosa bola en llamas explotó cerca del estabilizador del destructor y este se desvió de su curso para flotar indefenso en órbita alrededor del asteroide. Aún tendido en el suelo, Tom suspiró aliviado. Al menos Roger estaba bien.

    Luego, el joven cadete vio que la nave espacial invasora se alejaba del área cerca de la torre, hacia el horizonte no muy lejos en el pequeño planetoide. La siguió con la mirada y la vio aterrizar cerca de un grupo de cabañas blancas de prisioneros. Tom jadeó cuando el motivo del ataque quedó claro.

    "¡Mayor! ¡Mayor! ¡Mayor Savage!" gritó Tom mientras corría por el campo. Pero el mayor no estaba a la vista. Un guardia que llevaba un botiquín se apresuró a pasar junto a él y Tom lo agarró del brazo.

    "¡El mayor Savage! ¿Dónde está?"

    El guardia señaló una camilla cercana y Tom vio la figura inconsciente del mayor tumbada en el marco de plástico.

    "¡Pero… pero los prisioneros se están escapando!" gritó Tom.

    "No puedo hacer nada al respecto. ¡Tengo que cuidar de los heridos!" El hombre se apartó bruscamente y desapareció en el humeante y asfixiante polvo.

    El cadete espacial de pelo rizado, con la cara ennegrecida por el humo y los pulmones clamando por aire fresco, echó a andar por el campo lleno de explosiones en busca de ayuda. Pero no había nadie. Giró de pronto en dirección a la nave espacial invasora y comenzó a correr hacia esta.

    Tan pronto como el joven cadete dejó la zona de humo alrededor de la torre destrozada, supo que esta era la única sección del pequeño satélite que había sufrido un ataque. Delante podía ver a los prisioneros con sus trajes blancos apiñados alrededor de la esclusa estabilizadora de la nave invasora.

    Tom se echó a tierra y observó el grupo de hombres. La portilla de la esclusa se abrió de pronto. Se oyó una sonora ovación y los prisioneros comenzaron a subir a bordo.

    Tom sabía que tendría que moverse rápido. Corriendo un grave peligro, se incorporó medio agachado y corrió hacia una de las pequeñas cabañas blancas a solo treinta metros de distancia. Con una última mirada a la menguante multitud de hombres que escapaban hacia la nave, corrió directamente hacia la ventana abierta de una cabaña y se lanzó de cabeza a través de esta.

    Dentro, Tom esperó sin aliento algún grito o alguna advertencia de que lo habían visto, pero no oyó nada. Miró por la ventana y vio que sólo quedaban siete u ocho hombres fuera de la nave. Tom dio media vuelta rápidamente y comenzó a registrar la cabaña.

    Encontró lo que buscaba enrollado en la cama donde su dueño lo había usado como almohada extra. Sacudió el traje de prisión blanco, se quitó el uniforme azul de cadete y se puso apresuradamente el distintivo atuendo de la prisión. Le quedaba un poco grande y tuvo que arremangarse mangas y perneras, confiando en que nadie se daría cuenta con la emoción. Luego, con una profunda respiración, salió de la cabaña a la vista de los prisioneros que aún quedaban ante la esclusa.

    "¡Ey, esperadme!" gritó corriendo hacia la nave.

    Los hombres no prestaron atención en su prisa por embarcar en la nave. Cuando Tom llegó a la esclusa, solo quedaban dos. Dio una palmada en la espalda al hombre más cercano.

    "¡Colega, llevo esperando esto mucho tiempo!"

    "Ya," respondió el hombre, "¡Yo también!" Luego miró a Tom con atención. "¡Dime, nunca te había visto por aquí antes!"

    "Me colé en la nave de suministros la semana pasada. Me mantuvieron en la torre durante un tiempo," respondió Tom.

    "Oh, bueno," dijo el hombre, "¡Ya no mantienen a nadie allí!"

    "Vamos, tíos," gruñó un corpulento hombre en la esclusa encima de ellos. "¡No tenemos todo el día!"

    Tom alzó la mirada y, sin que nadie se lo dijera, sintió que estaba mirando a la cara de Bull Coxine. Y cuando el otro prisionero habló, estuvo seguro.

    "Sí, Bull," dijo el hombre. "¡Ya vamos, ya vamos!" Él hombre levantó el brazo y Bull le agarró la mano extendida. Cuando Bull tiró, el hombre literalmente saltó por el aire hasta la esclusa.

    "De acuerdo, loconauta," rugió Bull a Tom, "¡Tú eres el siguiente!" El grandullón le tendió la mano. Tom tragó saliva. Por un desesperado segundo pensó en dar media vuelta y huir corriendo.

    "¿Y bien?" gruñó Bull. "¿Vienes o no?"

    "Maldición, puedes apostar que sí," dijo Tom. "Esta vez la Guardia Solar está encajando un buen directo a la mandíbula. Y, astronauta, ¡me alegro de verlo!"

    Tom agarró la mano de Bull y fue levantado con tanta facilidad como si hubiera sido una pluma. Coxine lo soltó sobre la cubierta y se alejó sin decir una palabra, desapareciendo dentro de la nave.

    Mientras miraba a su alrededor, Tom sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Se sentía como si hubiera firmado su propia sentencia de muerte. No había ningún error al respecto. La nave era el mismo que él había visto noche tras noche en la exposición de Venus. Y los nombres de los dos propietarios saltaron en su cerebro. "¡Wallace y Simms!"

    Se volvió para saltar fuera de la esclusa, pero esta se cerró frente a él. Estaba atrapado.

    Tirado en el suelo frente a una de las casas blancas cerca del perímetro de la torre, el capitán Strong se agitó al despertar, negó con la cabeza y se incorporó dolorosamente medio agachado. Con los ojos aún aturdidos por la conmoción, miró a su alrededor y vio a Astro inconsciente a unos metros de distancia. Con el cerebro aún tambaleándose por los efectos del furtivo ataque de Coxine, se acercó hasta quedar de rodillas a su lado.

    "Astro, Astro," llamó Strong. "¡Astro, espabila!"

    El gran venusiano gimió y abrió los ojos. Se sentó erguido de golpe. "¡Capitán Strong! ¿Qué ha pasado?"

    "No estoy muy seguro, Astro," dijo Strong. "Lo único que recuerdo es a Coxine sacudiéndome."

    Mientras se esforzaban por ponerse de pie, notaron de pronto las imponentes columnas de humo que se elevaban en el aire.

    "¡Por los anillos de Saturno!" jadeó Strong. "¡Mira, Astro!"

    "¡Que me exploten los reactores!" gritó el gran cadete. "¿Cómo ha pasado esto?"

    Los dos astronautas se quedaron boquiabiertos ante los restos destrozados de la torre y el área humeante a su alrededor. En la distancia, guardias vestidos de escarlata se movían aturdidos entre los escombros, y por encima de ellos un destructor volaba solo con un impulsor, llegando para aterrizar.

    "Astro," dijo Strong con gravedad, "no sé cómo ha sucedido, pero el asteroide prisión ha sido atacado. ¡Un buen trabajo de bombardeos! ¡Vamos! ¡Tenemos que llegar allí!"

    "Sí, señor," dijo Astro. Mientras partían corriendo hacia el campo, buscaban dos familiares uniformes azules entre las figuras que se movían en la distancia. "No veo a Roger ni a Tom, señor," dijo vacilante. "¿Cree que...?"

    "Tendremos que esperar y ver," interrumpió Strong con gravedad. "¡Vamos, no te pares!"

    Cuando los dos astronautas se acercaron a las humeantes ruinas de los diques subterráneos, los depósitos de municiones y los talleres de reparación, pasaron junto a grupos de hombres que excavaban entre los escombros. En marcado contraste con el cuidadoso escrutinio que habían recibido al llegar por primera vez a la prisión, nadie los notaba ahora. Strong se acercó a un hombre con desgarrado y sucio uniforme de sargento.

    "¿Qué ha ocurrido?" preguntó.

    El hombre se volvió y miró a Strong y a Astro. Aparte del hinchado golpe en la cabeza del capitán de la Guardia Solar y el moretón en el cuello del cadete, no había señales de que hubieran estado en el ataque. Cuando el guardia finalmente respondió, había un tono afilado en su voz. "¡Pensé que todos sabían ya que hemos sido atacados, señor!" Se volvió hacia un destacamento de hombres que estaban observando. Pero Strong puso firmes al hombre enérgicamente.

    "¡Firmes!" bramó. El sargento y la tripulación se pusieron firmes. Strong dio un paso adelante y miró al guardia directamente a los ojos. "¡En cualquier otra circunstancia, sargento," espetó Strong, "¡me quedaría sus galones y lo echaría al calabozo por su insolencia! Ahora quiero un imforme claro de lo que ha sucedido. ¡Y lo quiero para ayer!"

    "¡Sí, señor!" tartamudeó el guardia, notando que había ido demasiado lejos. Se apresuró a dar una descripción detallada de la batalla, que terminó con un informe de que el mayor Savage había resultado herido y que el teniente Williams estaba ahora al mando de la prisión.

    "¿Dónde puedo encontrar al teniente Williams?" preguntó Strong.

    "En el destructor, señor. Acaba de aterrizar."

    "¡Muy bien, sargento!" dijo Strong agregando en un tono más suave, "Sé que esto es duro para todos, así que olvidaremos lo que acaba de pasar. Vuelve al trabajo."

    Mientras Astro seguía al capitán de la Guardia Solar hacia la nave espacial, vio una figura familiar de pie cerca de la esclusa. Un chico de cabello rubio muy corto y vestido de azul cadete.

    "¡Roger!" gritó Astro alegremente. "¡Capitán Strong, mire! ¡Es Roger!"

    Aceleraron el paso y pronto estuvieron junto a la pequeña nave espacial que había quedado fuera de servicio antes de que pudiera disparar. Mientras Roger les contaba que se había ofrecido como voluntario para las operaciones de radar a bordo de la nave y que habían quedado inutilizados por muy poco, el teniente Williams apareció de pronto en la esclusa y saludó con elegancia.

    "El Mayor Savage ha resultado herido, señor," dijo Williams. "Ya que usted es el oficial de mayor rango en el asteroide, ¿hay alguna orden?"

    "No conozco a tus hombres ni la prisión, Williams," respondió Strong. "Aceptaré el mando como una formalidad, pero te nombraré mi ayudante principal. Continúa y haz lo que sea necesario para aclarar las cosas."

    "Muy bien, señor," dijo Williams.

    "¿Se han destruido las comunicaciones?"

    "Sí, señor. Las comunicaciones estaban ubicadas en la torre, pero el cadete Manning ha convertido el equipo en la nave para permitir transmisión de audio de largo alcance."

    "¡Muy bien!" dijo Strong. "En cuanto tengas la oportunidad, quiero que elabores un informe completo sobre el ataque, incluida tu opinión personal sobre quién nos atacó y por qué."

    "No sé quién tripulaba ese nave, señor," dijo Williams, "pero puedo saber la razón perfectamente. ¡Todos los prisioneros del asteroide han escapado!"

    "Sí," reflexionó Strong. "Pensé que esa sería la respuesta. Pero ¿cómo atravesó esa nave vuestras defensas?"

    "Capitán Strong," dijo Williams con gravedad, "no creo que haya ninguna duda al respecto. Alguien descubrió el código del asteroide. La nave atacante se identificó como la nave de suministro regular."

    "¿Algún Guardia Solar?" preguntó Strong.

    "No, señor," dijo Williams. "¡Apostaría cualquier cosa a que ninguno de nuestros hombres haría eso!"

    "¿Entonces quién?" preguntó Strong.

    "¡Solo un hombre sería lo bastante inteligente como para obtener el código y descifrarlo, y luego usarlo con la nave atacante!

    "¿Quién?" preguntó Strong.

    "¡Bull Coxine!" respondió el joven oficial con dientes apretados.

    Fueron interrumpidos por un guardia. "Señor, hemos encontrado esto en la cabaña prisión veinticuatro."

    "¿Qué es eso?" preguntó Strong.

    Los ojos de Astro se abrieron de repente y dio un paso adelante. "¡Vaya, ese es... ese es el uniforme de Tom!" tartamudeó.

    "¡Tom!" jadeó Strong. "Pero ¿él dónde está?"

    "Hemos registrado el área inmediata, señor," respondió el guardia. El cadete Corbett no está aquí."

    "¿Está seguro?" demandó Strong.

    "Sí, señor," dijo el guardia con firmeza.

    Strong recogió el uniforme y lo examinó con atención. Luego se volvió hacia Roger y le espetó: "Prepara el receptor de audio para transmisión inmediata a la Academia Espacial, Manning. ¡Astro! Sube a bordo de nuestra nave. ¡Comprueba daños y dime cuándo podremos despegar!"

    Los dos cadetes saludaron y corrieron hacia la pequeña nave espacial.

    Sosteniendo pensativamente el uniforme de Tom en la mano, Strong se volvió hacia Williams. "Me iré tan pronto como pueda, Williams. Informaré a la Academia Espacial sobre el ataque y me encargaré de que te envíen una nave de socorro de inmediato. Mientras tanto, te dejo al mando." Hizo una pausa y volvió a mirar el uniforme de Tom. "Si el cadete Corbett no está en el asteroide, debe de estar en la nave atacante con los prisioneros. La única pregunta ahora es, ¿lo saben ellos?"

    "¿Quiere decir que subió de polizón a bordo?" preguntó Williams.

    "¡Estoy casi seguro de eso!" dijo Strong. "Y si es así, intentará transmitir algún tipo de mensaje. Tengo que estar listo para recibirlo."

    Strong hizo una pausa y miró hacia el cielo, aún denso por el humo. "¡Y si pide ayuda, le responderé con la mayor flota de naves espaciales que jamás haya visto en su vida!"

Capítulo 12

    "¡Basta, ratas espaciales!" rugió Bull Coxine en el micrófono, pero la risa fuerte y el canto de los prisioneros que festejaban ruidosamente continuaban sin cesar por los altavoces del intercomunicador. "¡Al loro, grumetes!" bramó de nuevo. "¡Estibad ese ruido! ¡Atención! ¡Y quiero atención!"

    De pie en la cubierta de control de su nave, Coxine esperó mientras los hombres se calmaban gradualmente. Ya no llevaba el mono blanco de la prisión, iba vestido con el uniforme de comerciante espacial negro, la chaqueta y los pantalones ajustados se tensaban ceñidos sobre sus enormes hombros. Llevaba un casco negro de astronauta y dos cinturones de pistolas paralorrayos cruzados sobre las caderas.

    "¡Ahora escúchame!" rugió de nuevo. "¡Dejemos una cosa clara! Yo soy el capitán de esta nave, y el primer hombre que se crea más listo que yo, ¡que hable!"

    Hubo una larga pausa y el grandullón añadió con un ominoso susurro: "¡Pero os advierto que si uno de vosotros abre la boca, se dará un chapuzón en el espacio!"

    Hubo un airado murmullo entre los prisioneros que Coxine escuchó por el intercomunicador. "No creáis que no puedo ocuparme de vosotros, de todos vosotros, uno por uno o todos a la vez. Me gradué con honores en amotinamientos. ¡Sé cómo comenzarlo y sé cómo terminarlo! ¡Necesitaba una tripulación y esa es la única razón por la que estáis aquí! ¡Todo astronauta al que no le guste la forma en que manejo las cosas a bordo de esta nave, será mejor que se lo calle o empiece a nadar de regreso al asteroide prisión!" Se pausó. "¿Y bien? ¿Estáis todos conmigo?"

    Hubo un coro de vítores en el intercomunicador y Coxine asintió con gravedad.

    "De acuerdo," continuó, "ahora que nos entendemos, seguiré con el asunto. El segundo al mando será Gus Wallace. ¡Teniente Wallace!"

    Un rugido de aprobación se escuchó por el altavoz.

    "Tercero al mando: ¡Luther Simms! ¡Teniente Simms!"

    Hubo otro rugido de aprobación cuando los prisioneros reconocieron los nombres de los hombres que los habían liberado del asteroide.

    "Ahora, manejaremos esta nave como si fuera cualquier otro carguero. ¡Los siguientes hombres estarán al mando de los departamentos!"

    Mientras Coxine leía la lista de cargos y los hombres para manejarlos, hubo gritos de aprobación para los favoritos y desaprobación para los viejos enemigos. Cuando Bull hubo leído la lista de nombres, se apartó del intercomunicador y miró a sus lugartenientes, Wallace y Simms.

    "Bueno, capitán," ae jactó Wallace, "¡Parece que volvemos a estar en el negocio!"

    "Sí," intervino Simms. "¡En tres horas estaremos en nuestro propio asteroide y podremos comenzar a planificar nuestro primer ataque!"

    Los ojos de Coxine se entornaron hasta dos rendijas. "¡Oidme los dos!" espetó. "Lo que les dije a esas ratas de abajo va para vosotros también. Yo soy el jefe de este grupo y vosotros ni siquiera vais a imaginar lo que vamos a hacer hasta que yo lo diga!"

    "¡Pero, Bull...!" se quejó Wallace.

    "¡Cállate!" rugió Coxine. "¡Y cuando me hables, me llamas capitán!"

    Wallace y Simms se miraron. "Está bien, capitán," murmuró Simms.

    "¡Sí, señor!" corrigió Coxine.

    "Sí, señor," dijo Simms rápidamente.

    "Eso está mejor," gruñó el gigante astronauta. "No hagáis a la idea de que solo porque fuisteis capaces de seguir órdenes eso os hace inteligentes. ¡Porque no lo hace! Me llevó dos años y medio conseguir la información recopilada en estos carretes de historias y pasároslo de contrabando. ¡Todo! ¡Desde dónde comprar esta nave espacial hasta sacar la llave de luz de la cápsula del tiempo, fue idea mía! ¡Mi plan!"

    "Claro, capitán," dijo Wallace; "¡Pero nosotros corrimos los riesgos!"

    "Sí," se burló Coxine. "¡Riesgos! El único que riesgo fue no prestar atención a lo que os dije que hicierais. Os lo di todo. Dónde retener al primer pasajero del carguero, qué llevar, cómo montar los desintegradores atómicos, qué código usar para atravesar las defensas de la prisión. ¡Todo el trabajo! Y lo hice mientras estaba sentado en la Roca más dura del sistema. Lo saqué de contrabando justo debajo de las narices de esas ratas espaciales de la Guardia Solar. ¡Así que olvídaos de haceros los inteligentes o terminaréis bajo la cubierta con esa chusma!"

    "¡Sí, señor!" dijo Wallace.

    "Ahora dame un rumbo hacia el asteroide y que sea rápido. ¡Y que envíen ahora mismo comida decente a mi camarote!"

    El hombretón giró ligeramente sobre la punta de los pies y desapareció por la escotilla. Después de un momento, Wallace se volvió hacia Simms.

    "¡Esa gran rata espacial vagabunda!" resopló Wallace. "¡Debería desintegrarlo!"

    "¡Adelante!" se burló Simms. "¡Tú fuiste el que quiso sacarlo de la Roca, no yo!"

    "¡Bah, cállate!" gruñó Wallace. Se volvió hacia el intercomunicador y comenzó a ladrar órdenes a su nueva tripulación.

    Tom Corbett estaba sentado en una esquina de un compartimento de carga que se había convertido en dormitorio, observando la celebración de los prisioneros. Alguien había irrumpido en los almacenes de la cocina y había mezclado una mezcla de fruta, alcohol y líquido de cebada de reactor para hacer un asqueroso zumo de reactor. Los hombres estaban sentados en varias etapas de desnudez mientras se cambiaban los monos blancos de la prisión por los uniformes negros de comerciante espacial, y bebían profusamente del líquido de una enorme olla.

    Uno de los hombres, bajo y rechoncho pero con hombros como los de un mono, estaba de pie encima una mesa alardeando de su fuerza. Iba con el torso al aire y Tom podía ver los poderosos brazos y pectorales bajo del pelo negro que cubría su cuerpo. Mientras continuaba presumiendo, los prisioneros se reían y se burlaban, llamándolo mono. La cara del hombre se enrojeció y se ofreció a pelear con cualquiera en la sala. Un hombre bajo y delgado, con nariz de halcón, sentado junto a Tom gritó "Mono" y se lanzó a esconderse detrás de una litera. El hombre encima de la mesa se volvió y miró a Tom con enojo.

    "¡Tú!" llamó el hombre mirando a Tom. "¿Me has llamado mono?"

    Tom negó con la cabeza. Desde el despegue se había mantenido alejado de los hombres tanto como había podido, seguro de que tarde o temprano alguien lo desafiaría y descubriría que no era un prisionero. Tom confiaba en permanecer a bordo de la nave el tiempo suficiente para colocar una señal que la Guardia Solar pudiera seguir. Estaba casi seguro de que la nave se dirigiría al escondite de Wallace y Simms. Y hasta ahora, los hombres habían estado tan emocionados por su nueva libertad que no lo habían molestado. Se las había arreglado para sentarse en silencio en la esquina del compartimiento de almacenamiento y observarlos.

    "¡Estoy hablando contigo!" gritó el peludo mirando directamente a Tom. "¡Me llamaste Mono y luego mentiste! Tal vez estés asustado, ¿eh?"

    El hombre bajó de la mesa y avanzó hacia Tom. El joven cadete trató de buscar una salida a la amenazante pelea. No le tenía miedo al hombre, pero no quería llamar la atención. Y una de las formas más seguras de hacer saber a Wallace y a Simms que él estaba a bordo de la nave era pelear. No podía arriesgarse a ser descubierto. Tenía que avisar a la Guardia Solar antes de que lo atraparan. Pero ¿cómo sortear al borracho y peludo criminal que ahora estaba de pie sobre él?

    Tom miró hacia arriba y vio que el hombre no se iba a achantar. Tendría que luchar. Se fijó en los poderosos brazos y hombros y decidió que su mejor opción sería mantenerse alejado, pero al echar una rápida mirada a su alrededor vio que no había espacio para retirarse. Los otros prisioneros se apiñaban alrededor, ansiosos por ver la pelea. De pronto, su oponente dejó escapar un rugido animal y saltó para inmovilizarlo tumbado en el suelo de la cubierta.

    El joven cadete cronometró su movimiento a la perfección. Mientras el cuerpo del hombre caía sobre él, levantó ambas piernas y le dio en la boca del estómago. Tom pudo sentir al patear con fuerza que sus pies se hundían profundamente en la sección media del hombre y ​​luego lo lanzó contra el mamparo. Con un bramido de rabia, el peludo se incorporó y cargó contra Tom, que ya estaba de pie, preparado para recibirlo.

    Cuando los prisioneros comenzaron a rugir, Tom se hizo a un lado y retrocedió con frenéticos pasos, tratando de salir de la imposible situación. Si ganaba, habría preguntas que responder. Preguntas difíciles que podrían delatar su identidad. Pero si permitía que Mono ganara, podría morir allí mismo en la cubierta. El hombre estaba ciego de rabia y no se iba a detener ante nada.

    El hombre se abalanzó de nuevo, e incapaz de retroceder, Tom sintió que los peludos brazos se cerraban a su alrededor en el abrazo más poderoso que había sentido en su vida. Lenta y uniformemente, Mono aplicó presión. Tom pensó que se le iban a romperían las costillas. La cabeza empezó a darle vueltas. Los rostros a su alrededor que se reían y se burlaban comenzaron a girar a su alrededor vertiginosamente.

    Luego, con la desesperación de un hombre que enfrenta la muerte, Tom comenzó a empujar hacia afuera con los brazos bajo la barbilla de Mono. El hombre trató de aplicar más presión, pero el cadete luchó contra él, forzando su cabeza hacia atrás cada vez más. Los prisioneros guardaron silencio, mirando la batalla mortal. Luego, gradualmente, Tom sintió que el agarre del hombre peludo se relajaba. Con el último gramo de su fuerza, salió de los brazos que lo rodeaban y trastabilló hacia atrás. El hombre mono lo miró estúpidamente y luego se miró los brazos como si estos lo hubieran traicionado. Con un rugido, se abalanzó corriendo una vez más. Tom se recompuso con el pie izquierdo hacia adelante, los hombros encorvados, y cuando Mono estuvo al alcance de su brazo, le pegó con toda la fuerza que le quedaba en el cuerpo. Su puño aterrizó en la punta de la barbilla de Mono. Se oyó un claro sonido de huesos aplastados y Mono se derrumbó en la cubierta, congelado. Jadeando por aire, Tom se plantó junto al hombre tendido y se limitó a mirarlo. La multitud a su alrededor miraba al hombre caído con incredulidad. Entre el rugido dentro de su cabeza, Tom podía oír sus voces, "¡Se liberó del agarre de Mono!" "¡Le rompió de un puñetazo la mandíbula al tipo!"

    Tom se volvió a ciegas hacia la esquina donde había estado sentado y se desplomó sobre la cubierta. Alguien le empujó una taza entre las manos y él se tragó el contenido a ciegas, apenas saboreando el asqueroso zumo de reactor ni sintiendo que le quemaba la garganta.

    El cadete ahora estaba seguro de que lo iban a atrapar. Mono había sido un miembro popular de la tripulación y algunos de sus amigos seguramente querrían ajustar el marcador. Pero para sorpresa de Tom, no hubo preguntas, y algunos de los borrachos se acercaron para darle una palmada en la espalda. Un par de ellos sacaron al hombre inconsciente del compartimiento y lo llevaron a la enfermería. Los demás pronto se olvidaron de la pelea y continuaron con su jarana.

    Tom quedó sentado a solas y en silencio en un rincón, recuperando las fuerzas lentamente. Había enfrentado su primer obstáculo y había ganado, pero sabía que lo que le esperaba hacía de la pelea algo insignificante en comparación. Decidió que su próximo movimiento sería familiarizarse con la nave y, si era posible, conseguir una pistola de paralorrayos.

    Mientras los hombres cantaban y gritaban borrachos, él murmuró una excusa sobre empaparse el puño en agua fría y logró escapar del abarrotado compartimiento.

    Afuera, en el pasillo, el cadete comenzó a figurarse el plano de la nave, localizando primero la cubierta de energía por su rugiente zumbido. Subió por una escalera a la siguiente cubierta, caminó lentamente por el pasillo hacia lo que pensaba que era la sala de control y se apoyó en la escotilla. Oyó el suave tintineo de una señal de radar y su corazón dio un vuelco. Se había topado con la astrogación y el puente del radar. Preguntándose si debería irrumpir en la sala e intentar dominar a los hombres de servicio, o bien esperar una mejor oportunidad más tarde, se sobresaltó de pronto por una fuerte voz tras él.

    "¡Tú, astronauta!" Tom se volvió para mirar directamente a la cara de Bull Coxine.

    El hombretón miraba a Tom con ojos penetrantes.

    "¿Cuál es tu nombre?" preguntó Coxine.

    "Eh... me llaman Mocoso Espacial" consiguió decir.

    "Mocoso Espacial, ¿eh?" musitó Coxine. "No recuerdo haberte visto en la Roca."

    "Me retuvieron en la torre durante un mes, intentaron someterme a la rehabilitación del psicógrafo. Salí cuando comenzaron las explosiones."

    "¿Por qué estabas en la Roca?" preguntó Coxine. "Eres bastante joven para que te envíen a la Roca."

    Tom pensó desesperadamente en un crimen que pudiera haber cometido y que lo habría llevado al asteroide prisión. De repente tuvo una idea. Miró a Coxine y habló con la voz más áspera que pudo.

    "Escucha," gruñó, "acabo de romperle la mandíbula a Mono por tratarme como a un mocoso. Espero que no me hagas pelear conmigo por preguntar tanto. Verás, yo no respondo preguntas y tendrás que congelarme." Tom se pausó y trató de evaluar la reacción de Coxine. Pero no podía ver nada en esos ojos fríos y fijos. "Y," continuó Tom, "si me congelas, ¡perderás a un hombre mejor que la mayoría de la chusma de tu tripulación!"

    Coxine dio un paso adelante y se elevó sobre el cadete de pelo rizado. Cuando habló, su voz profunda hizo eco en el pasadizo desierto.

    "¿Cuál era tu calificación como astronauta antes de llegar a la Roca?" preguntó el grandullón.

    El corazón de Tom se aceleró. Si podía llegar a la cubierta de control o hasta el puente del radar, podía enviar una señal fácilmente. Pero pronto supo que en cualquiera de esos lugares sería descubierto casi de inmediato por Wallace o Simms. Tenía que mantenerse alejado de ellos y esperar una oportunidad más adelante. La mente de Tom se aceleró.

    "Yo era artillero en una nave para espacio profundo," arrastró las palabras con confianza. "Puedo quitarle el lustre espacial al morro de una nave a cien mil mentros con cualquier cosa, desde un desintegrador calibre dos hasta uno del seis."

    Los ojos de Coxine se agudizaron. "¿Dónde aprendiste a usar uno de calibre seis? ¡Solo llevan de esos en cruceros pesados ​​de la Guardia Solar!"

    Tom podría haberse mordido la lengua. La había liado. Pensó rápidamente. "Yo fui un astronauta alistado en la Guardia Solar."

    "¿Por qué te enviaron a la Roca?"

    "Mi oficial era un teniente sabelotodo recién salido de la Academia Espacial. Nos peleamos…" Tom no terminó la frase.

    "Y te echaron a patadas, ¿eh?"

    "No, señor," dijo Tom. "Le di tal paliza que no volvió a despertar. Tuve que salir disparado de allí, pero me pillaron."

    "Se acuerdo," dijo Coxine. "Preséntate al jefe de artillería. Dile que te he dicho que eres el segundo al mando." El grandullón dio media vuelta y se alejó del cadete sin decir una palabra más.

    Tom lo vio desaparecer y sonrió. Se había enfrentado a dos situaciones imposibles, la pelea con Mono y ahora este encuentro, y había salido victorioso en cada una. Quizá tuviera una oportunidad después de todo.

Capítulo 13

    "¿Algún informe de los escuadrones de búsqueda, Steve?" preguntó el comandante Walters.

    "No, señor," respondió el Capitán Strong. "Nos estamos concentrando en el cinturón de asteroides, pero hasta ahora no hemos sacado nada en claro."

    "Bueno, sigue intentándolo y avísame en cuanto surja algo," dijo Walters.

    "Sí, señor," dijo Strong saludando a su oficial al mando mientras el astronauta de más edad abandonaba la sala. Se volvió hacia un gran escritorio en el centro de la habitación donde Roger Manning estaba ocupado anotando cifras en un gran carta, mostrando las áreas ya registradas y enumerando los escuadrones que participaban en la búsqueda.

    Cuando Strong se inclinó sobre su hombro, Roger colocó un dedo sobre la carta. "El Escuadrón Diez acaba de completar una búsqueda de todos los asteroides en su área asignada," dijo, y luego agregó lacónicamente: "Nada."

    Strong estudió la carta un momento. "Bueno, tendremos que seguir así," dijo. "Es la única forma de encontrarlos. Una búsqueda sistemática del cinturón de un extremo a otro." Hizo una pausa y luego murmuró: "Sólo una cosa me preocupa."

    "¿El qué, señor?" preguntó Roger.

    "Que cuando los encontremos sea demasiado tarde para ayudar a Tom."

    "¿De verdad cree que está a bordo de la nave de Coxine, capitán Strong?"

    "No podría estar en ningún otro lugar," respondió Strong. "Y estará intentando enviarnos una señal, puedes apostar por ello. Mantenme informado sobre todos los contactos de radar de los escuadrones de búsqueda. Quiero un barrido de radar continuo de seis vías por cada nave."

    "Sí, señor," dijo Roger.

    "Otra cosa," dijo Strong, "dile a Astro que prepare la Polaris para despegar. Y asegúrate de que tu puente de radar esté en condición A-uno."

    "¿Vamos a despegar, señor?" preguntó Roger.

    "Cada nave que podamos meter en el espacio nos dará mayor probabilidad de encontrar a Coxine y a su tripulación. Ahora que tenemos la búsqueda completamente en marcha, no hay necesidad de quedarse aquí más tiempo."

    "Me alegro de oírlo, señor," respondió Roger. "Ya estaba queriendo cazar esas ratas espaciales. Y Astro apenas puede quedarse quieto."

    Strong sonrió. "No te preocupes, encontraremos a Tom," dijo. "Dondequiera que esté, puedes apostar que está cuidando de sí mismo y que está haciendo un buen trabajo para la Guardia Solar."

    Los ojos de Roger brillaron. "Oh, no estaba tan preocupado por Tom como por Astro, señor. Se enojará bastante si no queda nada de Coxine para devolverle el golpe."

    Strong se frotó la cabeza y dijo con gravedad: "¡Astro no es el único!"

    El cadete rubio salió de la sala y Strong se volvió fatigado para estudiar la carta de la búsqueda en el cinturón de asteroides.

    Inmediatamente al llegar a la Academia Espacial, dos días antes, el comandante Walters había puesto a Strong al mando de la búsqueda. El ataque al asteroide prisión y la fuga de los prisioneros habían creado el mayor revuelo de su vida. De un extremo a otro de la Alianza Solar, los visores y los estéreos estaban plagados de detalles sobre el ataque y el escape, y el nombre de Strong aparecía a menudo en los titulares y en las noticias. Registrar el cinturón de asteroides había sido sugerencia suya y, aunque no podía ofrecer ninguna prueba, él creía que la nave atacante había estado comandada por Wallace y Simms. Hablando solo con el comandante Walters, Strong había recibido permiso para combinar la búsqueda de Wallace y Simms con la nueva búsqueda de Coxine. Strong estaba convencido de que Coxine estaba detrás de la actividad de Wallace y Simms, desde el inicio de la Exposición Solar hasta el presente.

    Strong miró su reloj. Era pasada la medianoche. Pulsó un interruptor y llamó al teniente Moore por los comunicadores centrales. En unos momentos apareció el joven oficial y saludó con elegancia.

    "Hazte cargo aquí, Moore," dijo Strong. "Yo me voy al sobre para descansar un poco y luego sacar la Polaris. Estaré en contacto constante contigo y dirigiré las operaciones de búsqueda desde la Polaris. Espera aquí y transmite todos los informes. Usaremos el código VISTA para todos los contactos."

    "Sí, señor," dijo Moore. "¿Debo trabajar en cartas como esta?" Señaló la carta dejada por Roger.

    "La academia se encargará de estas estadísticas de aquí," respondió Strong. "Transmíte la información a medida que la recibas. Y será mejor que subas a alguien para que te ayude. Vas a estar aquí mucho tiempo."

    Moore saludó y Strong salió fatigado de la sala. Ahora no había necesidad de inteligencia, pensó el capitán de la Guardia Solar. «Cuando atrapemos a Coxine, luchará. ¡Y cuando luche, ese será su fin!»

    Se fue a sus dependencias y en treinta segundos se quedó dormido.

    "¡Puente de radar a cubierta de control!" Una voz crepitó por el intercomunicador a bordo de la nave pirata recién nombrada, Vengador. "¡Hola, cubierta de control! ¡Adelante!"

    "¿Si?" rugió Bull Coxine. "¿Qué quieres?"

    "Detecto una señal en el radar, capitán," respondió el oficial de radar. "Me parece el trasbordador de pasajeros de Marte a Venus."

    "Transmite el contacto al escáner de la cubierta de control y déjeme echarle un vistazo," ordenó Coxine.

    En un momento, el gran pirata estaba estudiando el escáner con atención. Wallace y Simms se hicieron a un lado. Coxine se volvió y los miró con un brillo intenso en los ojos. "¡Es el transbordador, no hay duda!" Se frotó las palmas de sus enormes manos y sonrió levemente. "¡Parece que estamos en el negocio!"

    Wallace dio un paso adelante. "¿Quieres decir que vas a…?"

    "¡Te diré lo que quiero decir," espetó Coxine, "cuando quiera que lo sepas!" Se volvió hacia el intercomunicador y comenzó a gritar órdenes por el micrófono. "¡Todos a sus puestos! ¡En espera para el ataque!"

    Hubo un rugido de aprobación por parte de la tripulación.

    "¡Vamos a hacer nuestro primer ataque, ratas espaciales! Un transbordador de pasajeros de Marte a Venus. Habrá muchas cosas elegantes a bordo. ¡Cosas que la Guardia Solar no quiso darle a la Roca!"

    Hubo otro rugido por el altavoz.

    "¡Pero el primer hombre que robe cualquier cosa diferente a lo que yo le diga se encontrará en el lado equivocado de dos grandes puños!"

    "Nos acercamos, capitán," interrumpió la voz desde el puente del radar. "El ángulo de aproximación está a nuestro favor. ¡No creo que nos hayan visto aún!"

    "Sigue observando, Joe," respondió Coxine, y se volvió hacia sus dos secuaces en la cubierta de control. "¡Tú, Wallace! Toma la lancha a reacción número uno. Russell, Stephens, Attardi y Harris. Cada hombre llevará una pistola de paralorrayos y un rifle. Presentaos en vuestro bote cuando os nombre."

    Hubo una pausa mientras los nombrados corrían a sus puestos. Coxine continuó: "Los siguientes hombres vendrán conmigo en la lancha número dos. Shelly, Martin y el Mocoso Espacial. El resto de manejad los desintehradores de proa y popa. ¡Pero que nadie dispare hasta que el teniente Simms dé la orden!"

    Se volvió hacia Simms y miró al hombre con frialdad. "Estaré en contacto contigo todo el tiempo. Dispararás cuando te diga que dispares y no antes. ¿Está claro?"

    Simms asintió.

    "¡Distancia al trasbordador cincuenta mil metros, capitán!" Informó el puente de radar. "¡Creo que nos ha visto!"

    "¡Torreta delantera!" rugió Coxine. "¡Pásale una ráfaga por la proa solo para mostrar lo amistosos que somos!"

    "Sí, sí, señor," reconoció una voz desde la torreta de armas.

    En la torreta, Tom escuchó con creciente ansiedad la orden de atacar la indefensa nave espacial. Si pudiera plantar la señal en el Vengador antes de llegar al transbordador, podría permanecer a bordo de la nave de pasajeros y escapar. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz ronca detrás de él.

    "¡Ey, Mocoso! ¡Mocoso Espacial!" gritó Gaillard, el comandante de la torreta. "¡Espabila! Ya has oído las órdenes, ¿no? Dame la distancia."

    "De inmediato," respondió Tom. Se acercó al telémetro, calculó rápidamente la velocidad del trasbordador, su propia velocidad y el ángulo de aproximación. Acumulándolos en el rastreador electrónico, se volvió hacia Gaillard, "¡Dale!"

    "¡Fuego!"

    Hubo un ruido atronador y el Vengador se meció levemente por el retroceso de la fuerte explosión. Tom miró rápidamente en el telémetro y vio una bola de luz destellar brillante frente a la nave de pasajeros. Dio un suspiro de alivio. Tenía que mantener su reputación declarada de tirador experto y, al mismo tiempo, no podía dañar la desarmada nave de pasajeros. El disparo había sido perfecto.

    "Buen tiro, Mocoso," rugió Coxine desde la cubierta de control.

    "Gracias, patrón," dijo Tom, consciente de que no había llamado capitán a Coxine, pero sabiendo que su anterior charla con el gigante pirata le había hecho ganar cierto respeto.

    Coxine se puso en contacto con el capitán del transbordador en el teleceptor y el rostro indignado del capitán se enfocó en la pantalla a bordo del Vengador.

    "Por los cráteres de la Luna," explotó el patrón de la nave de pasajeros, "¿Qué significa esto? Hay mujeres y niños a bordo de esta nave."

    Coxine sonrió levemente. "Mi nombre es Bull Coxine, capitán de la nave Vengador. ¡Como vea un movimiento raro haré volar tu nave en protones! ¡Prepárate para recibir un grupo de abordaje!"

    "¡Capitán! ¡Capitán!" la voz del operador del radar gritó por el altavoz de la cubierta de control, "¡están intentando enviar una señal a la Guardia Solar!"

    "¿Sí, eh?" rugió Coxine. "¡Torreta delantera, adelante!"

    "¡Aquí torreta!" informó Tom. Lo habían dejado solo mientras Gaillard entregaba armas a los grupos de abordaje.

    "¡Escucha, Mocoso!" rugió Coxine. "Dijiste que eras buen tirador. Ahora es momento de demostrarlo. ¡Destruye su antena de audio!"

    Tom tragó saliva. A una distancia de cincuenta mil metros, la antena, un grueso trozo de cable de acero, bien podría haber sido una aguja.

    "Bien, patrón," respondió finalmente. "¡Te mostraré algunos de los disparos más elegantes que jamás hayas visto en tu vida!"

    Se volvió hacia el telémetro, su mente pensaba a toda velocidad como una máquina calculadora. Calculó los ángulos de las dos naves, considerando que el transbordador era una nave muerta en el espacio y que el Vengador aún estaba en camino pero a un ritmo específico de desaceleración. Volvió a comprobar las cifras por tercera y cuarta vez, corrigiendo sus cálculos con el avance del Vengador. Si calculaba mal una fracción de grado, podría matar o herir a cientos de personas a bordo de la nave de pasajeros.

    "¿Y bien?" rugió Coxine. "¿Vas a disparar o no?"

    "¡Ahora mismo, patrón!" gritó Tom. "¡Observe esto!"

    Preparándose para lo peor por si destruía la desafortunada nave, disparó. Por un breve momento se sintió mareado y luego escuchó el rugido del capitán pirata desde la cubierta de control.

    "Por los anillos de Saturno," rugió Coxine, "¡El mejor disparo que he visto! ¡Bien hecho, Mocoso! ¡Muy bien, tripulaciones de abordaje! ¡A las lanchas y en espera para despegar!"

    Mientras Coxine fustigaba vocalmente a los miembros de la asesina tripulación para que entraran en acción, Tom trataba de encontrar el modo de llegar a la cubierta de radar sin ser visto. Ser asignado al bote a reacción con Coxine, en lugar de Wallace, había sido un golpe de suerte y Tom deseaba un poco más de la misma. Alineándose con su tripulación de abordaje, recibió su pistola de paralorrayos y su rifle de manos de Gaillard, robando hábilmente una segunda pistola mientras el oficial de artillería estaba de espaldas.

    Después de esconder deprisa el arma robada, se deslizó sigilosamente hacia el puente del radar. Al llegar a la escotilla, estaba a punto de abrirla, cuando escuchó pasos. Se volvió y vio a un hombre que caminaba hacia él. ¡Era Simms!

    "¿Dónde en el maldito universo está la cubierta del las lanchas?" gruñó Tom. Dejó caer el rifle en la cubierta y se inclinó para recogerlo, escondiendo su rostro.

    "Estás en la cubierta equivocada," dijo Simms. "Dos cubiertas más abajo. ¡Muévete!"

    El teniente pirata apenas miró al cadete cuando Tom pasó rozando y entró en el puente del radar. Vislumbró fugazmente el interior. Su corazón dio un brinco. ¡El puente era exactamente igual al de la Polaris! Aunque molesto porque su oportunidad se había escapado, Tom agradeció saber que el equipo de comunicaciones le era completamente familiar.

    "¡Mocoso Espacial! ¡Preséntate en la cubierta de las lanchas!" La voz de Coxine retumbó a través del pasillo vacío. Tom bajó corriendo la escalera más cercana y corrió a la cubierta de las lanchas donde el capitán pirata esperaba impaciente.

    "Estaba comprobando la distancia y preparándome para destruir el transbordador en caso de que intentaran algo raro," explicó Tom. "¡No me fío en nadie con ese telémetro excepto en mí!"

    Coxine rió. "Buen trabajo, Mocoso. Me gusta que un hombre piense en el futuro. Tal vez nombré al jefe de artillería equivocado." Subió al bote a reacción. "Está bien, toma los controles, Mocoso. Shelly y Martin, subid a popa." Los hombres subieron y Tom se deslizó bajo los controles y esperó la orden de despegar.

    Wallace y su tripulación estaban en el lado opuesto de la nave, por lo que Tom no tenía miedo de ser reconocido hasta que estuvieran todos en la nave de pasajeros. A su lado, Coxine habló con Wallace en el otro bote a reacción por el audioceptor.

    "Nos separaremos. Yo me ocuparé de la cubierta de control y vosotros id a popa a los casilleros de suministros. Tiradlo todo al espacio y podremos recogerlo más tarde. Registrad a los pasajeros, pero sin rudeza. El primer hombre que le ponga las manos encima a alguien no sabrá qué lo ha golpeado!"

    Tom escuchó las órdenes del capitán pirata y se vio obligado a darle crédito al hombre por su estricto control sobre su tripulación de asesinos. Por muy rebelde que pudiera ser contra la Guardia Solar, y fuera lo que fuese lo que hizo que el hombre se convirtiera en el criminal más notorio del sistema, sus órdenes hablaban por sí mismas.

    "Muy bien, Mocoso," rugió Coxine, "¡Despega!"

    Tom presionó el pedal de control y la pequeña nave salió disparada hacia el negro vacío del espacio. Delante de ellos, a miles de metros de distancia, podía ver la reluciente nave de pasajeros.

    En unos momentos, los dos botes a reacción estaban frenando sus impulsores y se detenían por inercia dentro de la cubierta de atraque del lujoso transbordador.

    Casi antes de que Tom detuviera la pequeña nave, Coxine había salido dla lancha y agitaba sus pistolas de paralorrayos hacia un grupo de asustados mercantes espaciales.

    "¡Volved adentro!" gruñó. "¡Mocoso! ¡Shelly! ¡Cubridme! Vamos a la cubierta de control. Martin, tú quédate aquí con la lancha a reacción."

    Coxine marchaba por la nave con la cabeza erguida y los ojos al frente, mientras que detrás de él, Tom y Shelly barrían los lujosos salones con sus rifles de rayos, listos para disparar contra cualquiera que se atreviera a resistir. Pasaron junto a los asustados pasajeros, subieron un alfombrado tramo de escaleras hasta la cubierta siguiente y entraron en la sala de control.

    El capitán del transbordador, un hombre alto y delgado con cabello canoso, estaba esperando junto al panel de control, sus ojos brillaban con enojo. Media docena de oficiales subalternos estaban rígidos detrás de él.

    Coxine se acercó al veterano oficial y se rió afablemente. "Nadie saldrá herido, capitán. Solo quiero algunas cosas para mis hombres," hizo una pausa y miró la caja fuerte de la nave; "¡Y lo que sea que tengas ahí dentro!"

    "Viviré para ver el día en que te atrapen y te envíen al asteroide prisión por esto," resopló el capitán.

    "No me hagas reír, patrón," dijo Coxine con ligereza. "La Guardia Solar tendrá que construirme una nueva. ¡No creas que ha quedado mucho de la antigua!"

    "¡Así que fuiste tú! ¡Tú eres el responsable del ataque al asteroide!"

    Coxine se limitó a sonreír y se volvió hacia Tom y Shelly. "Vigilad de cerca a estas ratas espaciales. Yo voy a abrir la caja fuerte."

    Tom miró fijamente a los oficiales de la nave, esperando llamar la atención de uno de ellos, pero todos estaban mirando a Coxine.

    El capitán pirata se sacó de la chaqueta una varilla delgada, de unos sesenta centímetros de largo con un interruptor en un extremo. Caminó hasta la puerta de titanio macizo de la caja fuerte e insertó la varilla en un pequeño orificio, pulsando varias veces el interruptor en el extremo de la varilla. Dio un paso atrás y lo insertó en otro agujero en la cara de la puerta y repitió el procedimiento. Devolviendo la llave a la chaqueta, agarró la manija de la enorme puerta. Esta se abrió con su toque. El capitán del transbordador y los oficiales quedaron boquiabiertos de asombro.

    Trabajando rápidamente, Coxine metió en una bolsa los gruesos paquetes de billetes de crédito y los objetos de valor de los pasajeros. Por fin se enderezó y, de cara al incrédulo oficial, les lanzó un saludo burlón. Saludó con la cabeza a Tom y Shelly y salió de la sala de control sin decir una palabra más.

    Shelly y Tom siguieron rápidamente al gigante astronauta de regreso a la cubierta de atraque, donde Wallace acababa de regresar de sus propias operaciones. Wallace hizo un círculo con sus dedos hacia Coxine y el gigante pirata asintió.

    "¡Salgamos de aquí!" ordenó.

    "¿No tienes miedo de que intenten detenerte, patrón?" preguntó Tom.

    Coxine se rió. "Deja que lo intenten. Aún no he conocido al hombre con las agallas para apretar el gatillo de una pistola de paralorrayos mientras yo estaba de espaldas."

    Tom tragó saliva y se preguntó si tendría el valor de disparar contra el astronauta. Lo pensó un momento y decidió que se arriesgaría si podía engañar al criminal. ¡Cuando llegara el momento, arriesgaría su vida para detener a Coxine!

Capítulo 14

    "¡Muy bien, hagan fila, ratas espaciales!" gritó Coxine. "¡Cuando diga el nombre, acercaos para recoger la parte del botín!"

    El capitán pirata estaba sentado a la cabecera de una larga mesa de comedor, con un libro de contabilidad abierto ante él. Había montones de billetes de crédito nuevecitos junto a su codo. Sacó sus pistolas de rayos y las colocó al alcance de la mano. A ambos lados de él, Wallace y Simms estaban sentados mirando el dinero con ojos codiciosos.

    Coxine miró el primer nombre en el libro de contabilidad.

    "¡Joe Brooks!" él llamó. "¡Mil créditos por haber localizado el transbordador!"

    Brooks sonrió y se acercó a la mesa entre vítores. Coxine le entregó descuidadamente una pequeña pila de billetes y se volvió hacia el libro de contabilidad.

    "¡Gil Attardi!" rugió. "Mil créditos por trabajar en la tripulación de abordaje."

    Attardi, un hombre astuto y con cicatrices, dio un paso adelante para aceptar su parte. Llevaba un delgado cuchillo largo con un filo tan mortalmente afilado que a menudo se afeitaba con él.

    Coxine continuó pasando lista. "¡Sam Bates! Quinientos créditos. Parte justa."

    Bates dio un paso adelante y fulminó a Coxine con la mirada.

    "¿Cómo que yo solo quinientos y los demás mil?" gruñó. "¡No es culpa mía estar en la cubierta de poder mientras los demás se llevan todos los trabajos de gloria!"

    La multitud de risueños y excitados hombres guardó silencio cuando el rebelde astronauta se enfrentó a Coxine.

    "Tú te llevas quinientos créditos," gruñó Coxine. "¡Lo tomas o lo dejas!"

    "Quiero lo mismo que Brooks y Attardi," exigió Bates.

    Más rápido de lo que el ojo pudo seguir, Coxine se levantó y golpeó al hombre en la cara con un puño gigante. Bates cayó al suelo como una piedra. Coxine miró al resto de la tripulación.

    "¡La próxima rata espacial que piense que no recibe una justa parte del botín," gruñó, "recibirá un viaje al espacio como botín!" Miró al hombre inconsciente y señaló con el pulgar hacia la escotilla. "¡Sácalo fuera de aquí!"

    Dos hombres arrastraron al hombre inconsciente y le echaron un balde de agua fría. El hombre despertó, tomó su parte de los créditos y desapareció de la sala.

    El capitán pirata siguió leyendo arbitrariamente la lista de nombre, repartiendo varias cantidades del dinero robado como mejor le parecíia.

    De pie al fondo del comedor, escondido por los otros miembros de la tripulación, Tom se percató de que salir delante de Wallace y de Simms en busca de su parte significaría un final instantáneo. Tenía que hacer su movimiento ahora, y con la mayor parte de la tripulación reunida en el comedor, era su única oportunidad de éxito.

    Aferrando en el bolsillo de su chaqueta la pistola de paralorrayos robada, salió del comedor sin ser visto y se dirigió hacia el puente del radar.

    Mientras subía a toda velocidad por la escalerilla, oyó la risa de los hombres debajo de la cubierta mientras recibían uno a uno su parte. Pronto llamarían su nombre. Con el corazón latiendo con fuerza, se detuvo frente a la escotilla del radar, sacó la pistola de rayos paralelos de la chaqueta, respiró hondo y abrió la escotilla.

    Joe Brooks estaba sentado frente al escáner, contando su parte con avidez y mirando de vez en cuando el dedo de luz que barría el globo verde. Cuando Tom abrió la escotilla, el hombre levantó la vista y sonrió.

    "Hola, Mocoso," dijo. "Coxine tiene razón. Me llevo mil sólo por detectar esa nave en el radar. ¿Cuánto recogiste tú?"

    "Esto," dijo Tom. Empujó la pistola de rayos paralelos en el estómago de Brooks. El hombre tragó saliva antes de encontrar su voz.

    "Ey, ¿qué es esto? ¿Una broma? ¿De dónde sacaste esa paralorrayos?" Luego, se metió en el bolsillo el fajo de billetes. "¡Oh, no! ¡No vas a robarme mi parte!"

    "¡No quiero tu dinero!" dijo Tom con frialdad. "¡Métete en esa taquilla y mantén la boca cerrada o te congelo!"

    "¿En la taquilla? Pero ¿qué te pasa? ¿Tienes conmoción espacial o qué?"

    "Entra ahí," gruñó Tom. Al ver la cara del cadete, Brooks se levantó rápidamente y entró en la taquilla. Tom la cerró de un portazo y pasó el cerrojo. Luego, cerrando la escotilla del pasillo, se volvió hacia el escáner de radar. Trabajando rápidamente con hábiles manos, abrió la carcasa del delicado instrumental y comenzó a desconectar los terminales principales. Tras examinar la complicada maraña de conexiones, deseó tener tanto conocimiento de radar como Roger.

    Finalmente encontró los cables que quería y los separó de las otras conexiones. Comenzó a reemplazarlos, alterando los terminales. Después de revisar su trabajo para asegurarse de que no se produciría un cortocircuito, recogió el intercomunicador y comenzó a desarmarlo. El sudor le perlaba la frente. Quedaba poco tiempo. Pronto Coxine lo echaría de menos y vendría a buscarlo. Tenía que completar su trabajo antes de que eso sucediera.

    Después de momentos que parecieron horas, estaba listo. Usando uno de los relés del intercomunicador, comenzó a teclear sobre un cable pelado del escáner un mensaje en código Morse. Miró el escáner de radar y lo vio destellar con líneas estáticas blancas cada vez que tocaba los cables. Con cuidado, envió un mensaje.

    "emergencia - atención - cadete - espacial - corbett - a - bordo - nave - pirata - coxine - espacio cuadrante - B - sección - veintitres."

    Una y otra vez repitió el desesperado mensaje, confiando contra toda esperanza que alguien estuviera escaneando el espacio y la interferencia apareciera en su radar.

    "emergencia - atención - cadete - espacial - corbett..."

    "¡Capitán Strong!" La voz de Roger llegó chillando por el intercomunicador de la nave. "¡Capitán! ¡Rápido! ¡Estoy captando un mensaje de Tom!"

    "¿Qué?" gritó el oficial de la Guardia Solar. "¡Fíjalo! ¡Estoy subiendo!"

    Trepando por la escalera hasta el puente del radar desde la cubierta de control, el Capitán Strong corrió hacia el escáner y observó con entusiasmo cómo los destellos parpadeantes borraban el fondo de la pantalla.

    Lentamente, a veces de manera desigual, brillaba el mensaje y los dos astronautas lo leyeron con corazones alegres. Strong tomó nota de la posición mientras Roger seguía leyendo los destellos. Volviéndose hacia el panel de astrogación, el capitán de la Guardia Solar trazó rápidamente un rumbo que los llevaría a la posición de Tom.

    Sin cesar, durante los últimos días, Strong, Roger y Astro habían estado barriendo el espacio en un amplio arco alrededor del cinturón de asteroides, con la esperanza de captar esa señal. Ahora, con la posición del Vengador en sus manos, Strong agarró el intercomunicador.

    "¡Atención, cubierta de energía!" gritó Strong. "Acabamos de recibir un mensaje de Tom. Nos ha dado su posición. En espera para cambio de rumbo."

    "¡Yiihh-jaahhhhhh!" rugió Astro. "Sabía que lo conseguiría."

    "Tom no está a salvo aún. Solo tenemos su posición. No sabemos aún cómo vamos a sacarlo de la nave Coxine."

    "Listo para cambiar de rumbo, señor," dijo Astro.

    "Tres grados en el plano descendente de la eclíptica y cincuenta y cuatro grados a estribor. ¡Velocidad espacial máxima, Astro! ¡Dale potencia!"

    "¡Sí, señor!" respondió Astro. "¡Voy a calentar tanto la cola de este cascarón que explotará al doble de velocidad!"

    "¡Será mejor que lo hagas, simio venusiano!" gritó Roger. "¡Es lo mínimo que puedes hacer por Tom!"

    "¡Estiba ese gas, Manning," gruñó Astro afablemente, "o meteré un poco de ese aire tuyo en los impulsores para obtener más potencia!"

    "¡Cortad la charla, los dos!" espetó Strong. "¡Astro, ejecuta el cambio de rumbo!"

    La respuesta de Astro fue una explosión en los impulsores de dirección. En la cubierta de control, Strong observó que la aguja de la brújula astral giraba y se detenía en el rumbo que había ordenado.

    "¡Todo listo, Astro!" gritó Strong. "En rumbo directo. ¡Ahora apila los neutrones!"

    "Sí, señor."

    En la cubierta de energía, el gran cadete se volvió hacia su panel de control, respiró hondo y abrió al máximo los alimentadores de reactantes. La nave saltó a través del vacío bajo el repentino estallido de energía y Astro observó que el indicador de aceleración se acercaba a la línea de peligro. Tragó cuando la aguja pasó el punto de peligro, y estaba él a punto de reducir la velocidad cuando la aguja se detuvo. Astro respiró de alivio y se reclinó satisfecho. Si dependía de él, llegarían hasta Tom en un tiempo récord.

    En la cubierta de radar, Roger continuaba leyendo las señales parpadeantes en el escáner de radar. Una y otra vez, leía el mismo mensaje.

    "Supongo que eso es lo único que puede decir, señor," dijo Roger volviéndose hacia Strong.

    "Sí, supongo que sí, Roger," asintió Strong. "Probablemente lo esté enviando a ciegas en un circuito abierto, rezando para que alguien lo bastante cerca lo capte. ¿Me pregunto cómo lo hizo?"

    Roger pensó un momento. "No estoy seguro, señor, pero creo que ha cruzado el impulso en el escáner de positivo a negativo."

    "¿Qué quieres decir?" preguntó Strong. El joven capitán conocía bien el principio del radar, pero, sin duda, no podía igualar la habilidad natural de Roger.

    "Al hacer que el impulso sea negativo, señor," dijo Roger, "se puede crear interferencia en el escáner. En lugar de rebotar contra algo y devolver una imagen a un escáner, el impulso se golpea a sí mismo y crea una estática que se muestra en forma de esos destellos blancos."

    "Bueno, en cualquier caso," dijo Strong con un serio asentimiento hacia el escáner, "ha hecho algo que toda la Guardia Solar no ha podido hacer. ¡Ese muchacho es un genio!"

    Roger sonrió. "¡Le aseguro que lo es, capitán!"

    Strong se dio la vuelta y bajó a la cubierta de control. Se sentó frente al gran panel de control y observó los innumerables diales y agujas. Pero su mente no estaba en el delicado manejo de la gran nave. Pensaba en Tom, solo a bordo de una nave con una tripulación de criminales desesperados.

    Tom había puesto la vida en sus manos para enviar el mensaje, de eso Strong estaba seguro. Y el joven capitán se percató ahora con orgullo que no había ningún petición de ayuda en la desesperada llamada.

    Sacudió la cabeza con fatiga y accionó el interruptor del teleceptor para informar al comandante Walters.

    "emergencia - atención..." Tom seguía escribiendo el mensaje lenta y cuidadosamente. Detrás de él, podía oír a Brooks golpeando la puerta de la taquilla. Tom sintió ganas de abrir la puerta y congelar al pirata con su pistola de paralorrayos para mantenerlo callado, pero no se atrevía a dejar de enviar.

    Finalmente Tom decidió que era hora de irse. «Si alguien va a captar el mensaje,» pensó, «ya lo habrán captado. Puede que aún tenga tiempo de escapar en una lancha a reacción.»

    Ató los cables para causar el envío de una interferencia continua y recolocó la carcasa del radar. «Si tengo la suerte de escapar en una lancha a reacción,», pensó Tom, «al menos no podrán detectarme con esto.»

    Sin mirar la taquilla donde Brooks seguía golpeando y gritando, Tom se volvió hacia la escotilla que conducía al pasillo. Agarró la pistola de paralorrayos y abrió la escotilla. Escudriñó el pasillo y lo encontró desierto, salió y cerró la escotilla detrás de él. Desde abajo podía oír el rugido de la tripulación cuando el último de ellos recibió su parte de los créditos robados.

    Tom corrió por la escalera hacia la cubierta de atraque de las lanchas. Llegó a la primera cubierta de forma segura y estaba a punto de bajar a la siguiente cuando fue descubierto por Attardi, el astronauta con la cara llena de cicatrices, quien estaba al pie de la escalera.

    "¡Hey, chico!" gritó Attardi. "El capitán te ha estado buscando. Te llevaste la mayor parte. ¡Tres mil créditos por ese elegante disparo que hiciste!"

    Tom notó el brillo del cuchillo en el costado del hombre. El joven cadete podía imaginarse al criminal hundiéndole el cuchillo en la espalda sin dudarlo, si sospechaba algo.

    "Bueno," preguntó Attardi, "¿Vas a cobrarlo o no? El patrón me envió a buscarte."

    Tom sonrió y, sin dejar de sonreír, sacó a la vista la pistola de paralorrayos y disparó. Su disparo fue certero. Attardi se congeló, todos los nervios de su cuerpo quedaron paralizados. Aún podía respirar y su corazón seguía latiendo, pero por lo demás, era una estatua viviente, incapaz de parpadear siquiera.

    Tom pasó de un salto al lado del astronauta y corrió hacia la cubierta de atraque de las lanchas. Tenía que darse prisa ahora. Attardi sería descubierto en cualquier momento y desneutralizado. Cuando se desneutralizaba, la víctima volvía a la normalidad, con solo una incomodidad muscular.

    Tom llegó a la cubierta de atraque de las lanchas, abrió la escotilla y corrió hacia la pequeña embarcación más cercana. De repente, desde atrás, pudo escuchar el zumbido de un arma de paralorrayos cuando se desneutraliza la carga. Attardi había sido descubierto.

    Tom saltó al bote a reacción más cercano, cerró la escotilla y pulsó el botón para liberar el lado deslizante del casco de la nave. Lentamente, la gran pared de metal se deslizó hacia atrás exponiendo el frío terciopelo negro del espacio profundo. Tan pronto como la abertura fue lo bastante amplia, Tom empujó la palanca de aceleración y la pequeña nave salió disparada y rugiendo con sus impulsores.

    Tom miró rápidamente a su alrededor para localizar su posición junto a las estrellas y vio que estaba cerca del cinturón de asteroides. Abrió gas a toda velocidad y, como no podía hacer otra cosa que esperar a que pasara el tiempo y rezar por poder escapar, comenzó a examinar el contenido del pequeño bote. Abrió la taquilla de alimentos de emergencia y se sintió aliviado al verlo completamente lleno de sintéticos y agua. Cada segundo lo alejaba más del Vengador y, al mirar atrás, Tom no vio evidencia de persecución. El cadete sonrió. Iban a dependerí del radar para encontrarlo antes de enviar otros botes a reacción. Tom casi rió a carcajadas. Con el radar bloqueado, estaba a salvo. Conseguiría escapar. Una vez dentro de los asteroides no lo encontrarían nunca.

    Examinando los pocos indicadores en el tablero de control de la pequeña nave, la sonrisa de Tom se transformó en una mueca de repentino terror. El bote a reacción no había sido reabastecido después de su incursión en el transbordador. Quedaba menos de tres días de oxígeno en los tanques. En tres días, la lancha a reacción se convertiría en un cascarón sin aire. ¡Un vacío no muy diferente al frío y silencioso vacío del espacio!

Capítulo 15

    "¿Cuál es nuestra posición, Roger?" exclamó el capitán Strong por el intercomunicador.

    "Espacio cuadrante B, sección veintitrés, señor," respondió Roger desde el puente del radar. "Pero no puedo ver nada en el radar. Ese destello estático que envió Tom está alterando todo."

    "Pero ¿estás seguro de que esta es nuestra posición?"

    "Sí, señor. Lo revisé tres veces."

    "Está bien, entonces," dijo Strong con gravedad. "Solo hay una cosa que hacer. Estamos demasiado cerca del cinturón de asteroides para usar la Polaris sin radar, así que buscaremos con las lanchas a reacción. ¡Astro! ¡Vamos a estacionar aquí mismo! Dame plena impulsión de frenado y asegura la cubierta de energía. Luego, prepara las lanchas a reacción para el vuelo."

    "Sí, sí, señor," fue la respuesta del venusiano.

    La nave se sacudió bajo la tremenda potencia de los impullsores de frenado y se detuvo en seco en el espacio. Strong subió corriendo la escalera hasta el puente del radar, donde Roger seguía encorvado ante el escáner de radar.

    "Roger, ¿alguna posibilidad de cambiar el escáner a otra frecuencia y compensar los efectos de la estática?" preguntó el capitán de la Guardia Solar.

    Roger negó con la cabeza. "No lo creo, señor. La interferencia tendría que ser eliminada en su origen."

    "Bueno," suspiró Strong, "ir a buscar a Tom sin la ayuda de un radar sería como buscar una burbuja de aire en las nubes de amoníaco de Júpiter. ¡Y ni siquiera sabemos si aún está a bordo del Vengador!"

    "¿Sabe, señor?," Dijo Roger especulativamente, "He estado pensando que tal vez pueda arreglar esta interferencia."

    "¿Arreglar? ¿Cómo?"

    "Borrando el alcance del radar de modo que solo funcione en un punto de la brújula a la vez, luego probando cada rumbo por separado hasta que aparezca el destello. Cuando lo haga, al menos sabremos en qué dirección despegar y seguir el rastro de Coxine.

    "¿Si puedes hacerlo, Roger," exclamó Strong, "eso nos llevaría directamente haata el regazo de Coxine! ¿Crees que puedes hacer que funcione?"

    "Puedo intentarlo, señor."

    "Muy bien, entonces," decidió Strong. "Astro y yo tomaremos las lanchas a reacción e iremos a echar un viatazo. Mientras tanto, permanece a bordo e intente localizar el rumbo en ese destello."

    "Muy bien, señor," respondió Roger y se volvió hacia el radar para comenzar la complicada tarea de recablear el instrumental.

    Strong fue directamente a la cubierta de atraque de las lanchas a reacción donde Astro estaba enfrascado en preparar los lanchas a reacción para el vuelo. Miró hacia arriba cuando Strong entró por la escotilla.

    "Todo listo, señor."

    "Muy bien," dijo Strong. "Yo tomaré la número uno, tú la número dos. Estamos en la sección veintitrés del cuadrante B. Tú ve a la sección veintidós y yo iré a la veinticuatro."

    "Sí, señor," respondió Astro. "¿Cree que hay alguna posibilidad de encontrar a Tom?"

    "Ni siquiera sé si está aquí, Astro. Pero no podemos estar seguros de que no lo esté. Así que buscaremos y esperaremos a que haya suerte."

    "Muy bien, señor."

    "Deja abierto el audioceptor de tu lancha todo el tiempo y mantén el contacto conmigo."

    "¿Por qué no contacta con Roger aquí en la Polaris, señor?" preguntó Astro.

    "Está ocupado tratando de averiguar de dónde proviene el destello se estática del radar," explicó Strong. "Haremos círculos amplios, de fuera hacia adentro. Impulsión en un círculo continuo hacia adentro, como una espiral. Si hay algo por aquí, lo encontraremos de ese modo."

    "Sí, señor," dijo Astro. "Espero que Tom esté bien."

    "La mejor respuesta que puedo darte. Astro, es despegar y averiguarlo."

    Los dos astronautas subieron a la pequeña nave y; mientras Strong abría la cerradura exterior, exponiéndolos al vacío del espacio; Astro encendió los impulsores de su bote. Con un movimiento de la mano hacia Strong, se alejó rugiendo del elegante crucero espacial. Strong lo siguió pegado a la cola. Rodearon la Polaris dos veces, estableciendo sus posiciones, y luego se alejaron rugiendo para comenzar su búsqueda.

    Astro giró su enana nave espacial hacia el cinturón de asteroides, delante y debajo de él. Eligiendo un gran asteroide que estimó que estaba en el borde exterior de la sección veintidós, rugió con toda su potencia hacia este. Los diminutos cuerpos espaciales que formaban el peligroso camino alrededor del sol entre Marte y Júpiter se alzaban inquietantemente más adelante. Moviéndose hacia ellos a plena potencia, el cadete venusiano recordó fugazmente historias de supervivientes de naufragios espaciales que habían llegado a los pequeños planetoides para morir al no llegar ayuda. Se estremeció al pensar en Tom, un náufrago indefenso en uno de los asteroides, esperando a ser salvado. Astro apretó los dientes y se concentró en la búsqueda, decidido a investigar cada piedra lo bastante grande como para sostener a un terrícola.

    A kilómetros de distancia, ya no visible para Astro y fuera de la vista del gigante crucero espacial, el capitán Strong sintió la misma impotencia al acercarse al cinturón de asteroides desde un ángulo diferente. Se dio cuenta de que podían haber pasado muchas cosas en la nave pirata. Tom podía haber sido capturado o, si aún no lo habían descubierto, ser incapaz de escapar de la nave. A Strong se le ahogó la garganta de feroz orgullo ante el valiente esfuerzo que Tom había hecho para advertir a la Guardia Solar de la posición del Vengador.

    A medida que se acercaba a los bordes exteriores del cinturón, se concentró en guiar su pequeña nave dentro y alrededor de los asteroides a la deriva, sus ojos barrían constantemente el área a su alrededor en busca de alguna señal de una figura con traje espacial a la deriva. Lo que Strong realmente esperaba era ver una lancha a reacción, ya que en una lancha Tom tendría más posibilidades de sobrevivir.

    El joven capitán alcanzó el borde exterior de su perímetro de búsqueda, giró la pequeña nave en una amplia curva de barrido y encendió el audioceptor.

    "¡Atención! ¡Atención! ¡Lancha uno a lancha dos! ¡Adelante, Astro!"

    Al otro lado del amplio abismo de espacio que separaba a los dos hombres, Astro oyó la voz de su patrón crujir en los auriculares.

    "Al habla Astro, señor."

    "Estoy comenzando mi barrido, Astro. ¿Ha habido suerte?"

    "Nada, señor."

    "De acuerdo. Vamos, y sigamos atentos."

    "Sí, sí, señor," respondió Astro. No pudo evitar la preocupación en su voz y Strong, a muchos kilómetros de distancia, asintió silenciosamente su acuerdo con los sentimientos de Astro.

    El Vengador había desaparecido hacía mucho tiempo y Tom estaba solo en el espacio dentro del pequeño bote a reacción. Para conservar su suministro de oxígeno, el cadete de pelo rizado había puesto los controles de su barco en una órbita constante alrededor de uno de los asteroides más grandes y se había tumbado tranquilamente en la cubierta. Una de las primeras lecciones que había aprendido en la Academia Espacial era tumbarse y respirar lo más lentamente posible durante una emergencia en el espacio con bajo nivel de oxígeno. Y, si era posible, dormir. Dormir, en tales condiciones, tenía dos propósitos. Mientras yacía relajado en el sueño, el cuerpo usaba menos oxígeno y eso debía ayudar durante la llegada del fin, la víctima caía en una apnea inconsciente, sin saber si la muerte ocupaba el lugar de la vida ni cuándo.

    Tom yació en la cubierta de la pequeña embarcación y miró las estrellas distantes a través del techo de cristal transparente de su bote a reacción. Respiraba lo más tranquilo posible, brevemente, reteniendo todo lo que podía y exhalando solo cuando sentía los pulmones a punto de estallar. Veía Regulus en lo alto, y a Sirius, las dos grandes estrellas brillaban intensamente en la absoluta negrura del espacio. Se incorporó lentamente sobre un codo y miró el indicador de oxígeno. Vio que la aguja había caído más allá de la marca de tanque vacío. Sabía que no le quedaba mucho y sabía lo que tenía que hacer. Echó un último vistazo a las dos estrellas gigantes y luego cerró los ojos.

    Tom ya no trató de controlar su respiración, sino que tomó profundas y satisfactorias bocanadas de oxígeno y, en un momento, se sumió en un sueño profundo.

    El bote a reacción seguía rugiendo, llevando a su ocupante dormido en una espiral sin fin alrededor del asteroide sin nombre.

    A no muchos kilómetros de distancia, solo en el puente de radar del gigante crucero espacial, Roger Manning, con el sudor en la frente, estaba probando el escáner de radar en el punto trescientos diez de la brújula. Conectó los cables, miró el escáner y sacudió la cabeza con disgusto. La pantalla del escáner seguía oscura. Habiendo ajustado el delicado mecanismo para eliminar los blancos destellos de estática, no podía volver a encontrarlos. Se reclinó en la silla un momento, secándose la frente y mirando la blanca línea con su continuo balanceo alrededor de la cara del endoscopio. Cuando la línea se desplazaba hacia la parte superior de la pantalla, veía el contorno de una lancha a reacción y lo reconoció como uno perteneciente a la Polaris. Luego, lentamente, la línea descendió y Roger vio de pronto el contorno de una segunda nave. Con el ojo experimentado de un veterano de los radares, Roger no solo pudía distinguir las lanchas de los asteroides, sino también entre sí. Se agarró al borde del instrumental y gritó a todo pulmón: "¡El segundo bote es un modelo diferente!"

    Recogió el audioceptor y lo encendió.

    "¡Atención! ¡Atención! ¡Capitán Strong! ¡Astro! ¡Adelante! ¡Al habla Manning a bordo de la Polaris! ¡Adelante!"

    Strong y Astro respondieron casi juntos.

    "¡Al habla Strong!"

    "¡Al habla Astro!"

    "¡He visto una lancha a reacción!" gritó Roger. "Creo que podría ser..."

    "¿Dónde?" gritó Astro antes de que Roger pudiera terminar. "Dime dónde está, loconauta."

    "¡Tan cerca como puedo imaginarlo, está circulando un asteroide, uno grande, en la intersección de las secciones veintiuno y veintidós!"

    "¡Veintiuno y veintidós! ¡Entendido!" gritó Astro.

    "¡Te veré allí, Astro!" dijo Strong.

    Astro y Strong giraron sus pequeñas naves en la dirección de la intersección de ambas secciones. Astro fue el primero en detectar el asteroide, pero durante un rato no podía ver la lancha a reacción en el lado opuesto del pequeño cuerpo celeste. Mientras tanto, Strong, que venía desde la otra dirección, vio la lancha y le comunicó la posición a Astro. Poco después, las dos naves espaciales habían regulado sus velocidades según la de la nave de Tom. Ambos rescatadores se pusieron deprisa los trajes espaciales. Una rápida mirada al interior les había mostrado el cuerpo dormido de Tom. Cuando Astro comenzó a abrir la escotilla de cristal de su nave para cruzar hacia la otra, Strong gritó por el audioceptor.

    "¡Astro, espera!"

    Astro miró interrogativamente hacia la nave del capitán.

    "Tom no lleva traje espacial. Si abrimos la escotilla, eso lo mataría. ¡Tenemos que remolcarlo a la Polaris y meter su bote dentro de la esclusa de aire antes de poder abrir la escotilla!"

    Sin una palabra, Astro asintió, se agachó al entrar en su barco y volvió a salir con un trozo de cuerda. Trabajando rápidamente, ató un extremo de forma segura a la proa dla lancha a reacción de Tom y sujetó el otro extremo a la popa del suyo. Luego, de vuelta a su cabina, envió hacia la Polaris la lancha a reacción a toda velocidad.

    Pero aún tendría que enfrentar el problema de meter la lancha a reacción de Tom en la esclusa de aire. El mismo bote que seguía bajo aceleración y al que no había forma de entrar para detener sus impulsores. Astro llamó a Strong y le explicó la situación.

    "Parece que lo único que podemos hacer, señor, es seguir adelante hasta que se acabe el combustible."

    "Eso puede llevar demasiado tiempo, Astro," respondió Strong. "No hay modo de saber cuánto oxígeno le queda a Tom."

    "No hay nada más que podamos hacer, señor," respondió Astro. "No podemos frenarla para que aterrice dentro de la Polaris y no podemos abrir la escotilla para apagar el impulsor. ¡Tendremos que arriesgarnos hasta que la lancha de Tom se quede sin combustible!"

    Dentro de la rugiente nave, Tom abrió repentinamente los ojos. Empezó a toser. Oía un rugido en los oídos. Las estrellas en lo alto nadaban vertiginosamente. Y luego, como a través de una serpenteante bruma, vio la lancha a reacción delante de él y la cuerda atada a su barco. Supo que lo habían rescatado. Trató de hacerles una señal. Tenía que hacerles saber que necesitaba oxígeno. Trató de alcanzar el comunicador cerca del panel de control, pero no podía levantar el brazo. Volvió a caer hacia la cubierta, jadeando por aire; sus pulmones pedían oxígeno a gritos. «Algo,» pensó Tom entre la bruma que le nublaba el cerebro, «algo con que hacerles señales.» Luego, con lo que le quedaba de fuerza, se incorporó sobre un codo y estiró el brazo hacia la palanca de aceleración. Sus dedos temblaron a unos centímetros de su objetivo. Su rostro comenzó a ponerse de un violento rojo. Se esforzó un poco más. Rozaba la palanca con la punta de los dedos. Finalmente, con el último gramo de su fuerza, asió la palanca con dos dedos y tiró de esta hacia atrás con el peso de su cuerpo en su caía.

    Incluso antes de que la nube negra le envolviera, Tom pudo oír que se silenciaban los impulsores. Les había dado una señal. Había detenido la lancha a reacción. Ahora ellos sabrían cómo salvarlo.

Capítulo 16

    "... y no volviste a captar ese destello estático, ¿eh?" musitó Strong, mirando a Roger. "Bueno, la única razón que se me ocurre es que alguien a bordo del Vengador debe de haber descubierto lo que estaba sucediendo".

    "Eso es lo que me figuro yo, señor", respondió Roger.

    El capitán de la Guardia Solar estudió el escáner, que ahora funcionaba en perfecto estado. "Es un duro golpe no pudiéramos fijar la posición de Coxine. Yo contaba con eso. Pero al menos encontramos a Tom. Eso es mucho por lo que estar agradecido".

    "¿Cómo está Tom, señor?" preguntó Roger.

    "Se pondrá bien", respondió el capitán de la Guardia Solar, su rostro mostraba la tensión de las últimas semanas. "Le dimos oxígeno puro y despertooo el tiempo suficiente para contarnos lo que sucedió a bordo del Vengador. Ponme en el teleceptor con la Academia Espacial lo antes posible. Tengo que enviar un informe al comandante Walters".

    "Correcto, señor."

    "Has hecho un buen trabajo, Manning. Su funciooon aquí en el puente del radar contribuyó tanto a salvar la vida de Tom como cualquier otra cosa."

    "Gracias, señor. Aunque después de lo que hizo Tom en el Vengador, no creo que yo haya hecho gran cosa. Requirió mucho valor subir a esa nave con Coxine."

    Strong sonrió fatigadamente. "Bueno, el chico está a salvo ahora y tenemos una buena idea de en qué parte del cinturón está operando Coxine. Con un poco de suerte y una flota de minuciosa patrulla, puede que seamos capaces de atraparlo antes de que pueda hacer más daño".

    Strong bajó a las dependencias del cadete donde Astro estaba sentado en silencio vigilando a Tom. El cadete estaba profundamente dormido. Cuando Strong entró, Astro se llevó un dedo a los labios y se reunió con el capitán en la puerta.

    "¿Cooomo estaaa?" susurró Strong.

    "Lleva durmiendo desde que habló con usted, señor", dijo Astro. "Está bastante débil, pero no creo que sea nada grave. Después de un buen descanso estará como nuevo".

    "Gracias al universo por eso", respiró Strong. Miró al cadete dormido y luego se volvió hacia Astro. "Mejor seraaa que ocupes tu puesto. Él estará bien ahora. Quiero volver a la Academia tan pronto como pueda."

    "Sí, señor."

    "Atención, capitán Strong," la voz de Roger crepitó por el altavoz del intercomunicador. "Me he puesto en contacto con el comandante Walters en la Academia Espacial, señor. Está esperando su informe".

    Strong regresó a la plataforma de control, donde vio la nítida imagen del comandante de la Academia Espacial esperando en la pantalla del telereceptor.

    Le hablooo al oficial superior de rostro sombrío sobre el descubrimiento de los destellos de estática del código Morse enviados por Tom desde el Vengador y sobre la carrera para salvar la vida de Tom. Cuando terminó, el rostro del comandante pareció relajarse.

    "Cuando Corbett se despierte, dale mis felicitaciones personales, Steve. Eso se aplica a Astro, a Roger y a ti también".

    "Gracias, señor", dijo Strong. "Dado que Coxine parece estar operando exclusivamente fuera del cinturón de asteroides, creo que sería una buena idea concentrar la flota de patrulla entera en esa área".

    "¡Buena idea! Yo lo prepararé, pero vosotros volved aquí lo antes posible, Steve. Coxine y la tripulación del Vengador no se han quedado sentados.

    "¿A qué se refiere, señor?"

    "En los últimos tres días hemos recibido informes de siete naves. Transbordadores, cargueros de pasaje y naves de suministros. Todas fueron atacadas por el Vengador y despojadas de todo lo que esos criminales pudieron cargar en sus asesinas espaldas. Desintegradores, pistolas de rayos paralizantes, alimentos puros y sintéticos, ropa, dinero, joyas, equipo. Todo lo que se puede usar bajo las estrellas. Cualquier nave que se acerque al cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, a menos que sea escoltada, es ave espacial muerta, y si proporcionaaaramos una escolta, no nos quedarían suficientes naves para continuar la búsqueda ".

    Strong escuchó la noticia con creciente enojo.

    "Regresaré a la Academia tan pronto como pueda, señor", dijo Strong.

    "¡Bien!" dijo el comandante. "¡Fin de la transmisión!"

    "¡Fin de la transmisión!"

    Strong apagó el telereceptor y llamó a Roger al puente del radar.

    "¿Tienes un curso de regreso a la Academia, Roger?"

    "Sí, señor."

    "Muy bien, dáselo a Astro y pongámonos en movimiento. Cada minuto desperdiciado ahora es la diferencia entre un barco saqueada y la seguridad futura de las rutas espaciales. Tengo la sensación de que Coxine no solo está actuando en busca de la carga de esos transbordadores indefensos ".

    "No le capto, señor."

    "Míralo de este modo, Roger", respondió Strong con una sombría sonrisa. "Un hombre lo suficientemente inteligente como para hacer lo que hizo Coxine mientras estaba confinado en un asteroide prisión puede que tenga mayores ideas ahora que es libre. Ideas sobre sí mismo y sobre la Alianza Solar."

    Durante las semanas siguientes, la actividad de Bull Coxine y su tripulación pirata habiiia justificado los temores del capitán Strong. En repetidas ocasiones, las naves fueron atacados en el borde del cinturón de asteroides y despojados de armaduras, suministros de alimentos y objetos de valor. Con el secreto de la llave de luz, las bóvedas de las naves se abrieron con tanta facilidad como si no hubiera ninguna cerradura. Los totales habían alcanzado cantidades asombrosas y la osadía del Vengador era más pronunciada, ya que Coxine golpeó repetidamente, cada vez más lejos de la protección del cinturón de asteroides. Parecía que se estaba burlando de la Guardia Solar con sus hazañas.

    Todas las medidas de defensa parecían inútiles. Cuando los cargueros espaciales y los aviones de pasajeros estaban armados e intentaron resistir el ataque, Coxine los lanzó a la basura espacial indefensa a un costo espantoso de vidas. Cuando las naves fueron escoltados por poderosos cruceros cohete, el pirata se negó a atacar, pero los escuadrones de búsqueda se agotaron en consecuencia. Las combinaciones de las cerraduras de energía se cambiaban todos los días, pero con la llave de luz ajustable, Coxine cumplió con todos los cambios fácilmente. Toda la Alianza Solar estaba alborotada y los ciudadanos de los planetas clamaban por la acción.

    All defense measures seemed to be futile. When the space freighters and jet liners were armed and tried to resist attack, Coxine blasted them into helpless space junk at a frightful cost of life. When the ships were escorted by powerful rocket cruisers, the pirate refused to attack, but the search squadrons were correspondingly depleted. The combinations of the energy locks were changed every day, but with the adjustable light-key, Coxine met every change easily. The entire Solar Alliance was in an uproar, and the citizens of the planets were clamoring for action.

    Todas las medidas de defensa de la Guardia Solar parecían inútiles

    All Solar Guard defense measures seemed to be futile

    Finalmente, los oficiales de la Guardia Solar al mando notaron un cambio en las operaciones de Coxine. En lugar de simplemente atacar las naves espaciales y secuestrar sus cargamentos, ahora se tomaba el mando de la nave por completo, enviando a los pasajeros y tripulaciones a la deriva e indefensos en el espacio en lanchas a reacción. Tres grandes y rápidos cargueros espaciales de la misma clase que el Vengador estaban ahora en manos de los piratas.

    Entonces, una mañana en su cuartel general de la Academia Espacial, el capitán Strong recibió un informe electrizante. Coxine había atacado un carguero escoltado por un explorador de la Guardia Solar. Superado en armas, el explorador había sido destruido, pero había infligido daños al Vengador. El último informe de un moribundo oficial de comunicaciones del explorador habiiia sido que el barco pirata estaba a la deriva e indefensa en el espacio.

    Strong, con su rostro que mostraba esperanza por primera vez en semanas, quemó los teleceptores dando órdenes a los diversos elementos de la flota de búsqueda para que convergieran en el deshabilitado Vengador.

    "¡Atención! ¡Todas las naves en cuadrantes C hasta M y Q hasta B-1! Procedan a todo impulso hasta el cuadrante A-2, sección cincuenta y nueve. Al acercarse al objetivo, enviiien un mensaje estándar de rendición y, si este no es obedecido, ¡abran fuego!"

    Detrás de él, los tres cadetes de la unidad Polaris oyeron las decisivas palabras de su comandante y dejaron escapar un chillido ensordecedor.

    "No hay tiempo para celebraciones", bramó Strong. "No lo hemos capturado todavía. ¡Ese es la cosa más hábil que ha golpeado este sistema desde que los reptiles salieron del barro venusiano! Esto va a ser cosa de atraparlo antes de que pueda desaparecer dentro del cinturón de asteroides, así que vamos a rastrear a lo largo, ancho y profundo! "

    Cinco minutos más tarde, Strong y los chicos estaban a bordo de su barco.

    "Listo para despegar, señor", informó Tom. El rostro del cadete de pelo rizado todavía estaba pálido y demacrado, mostrando los efectos de su terrible ordaliiia en el espacio.

    "Dame un contacto directo por teleceptor con el capitán Randolph en el crucero espacial Sirius", ordenó Strong.

    "Sí, señor", respondió Tom. Se volvió para encender el telereceptor y, un momento después, la cara del capitán apareció en la pantalla.

    "Al habla Randolph. ¿Qué pasa, Steve?"

    "Randy, tengo al Escuadrón Diecinueve de la flota de reserva marciana dirigiéndose hacia la última posición informada del Vengador. Yo tomaré la posición de punta de tu escuadrón y dirigiré las operaciones. Te transmitiré el rumbo %tan pronto como estemos en el espacio ".

    "Muy bien, Steve", respondió Randolph. "Estoy listo para ascender".

    "Yo ascenderé primero. Forma a mi alrededor a unos ocho mil millas. ¡Fin de la transmisión!"

    "¡Fin de la transmisión!"

    "Muy bien, Tom", ordenó Strong, "¡salgamos de aquí!"

    El joven cadete se abrochó a su asiento de aceleración, luego tomó el intercomunicador del panel de control y comenzó a vocear órdenes.

    "¡En espera para ascender el barco! ¡Todos los puestos, adelante!"

    "Power deck en espera!" respondió Astro desde abajo.

    "¡Puente de radar en espera!" reconoció Roger por el intercomunicador.

    "¡Energiza las bombas de enfriamiento!"

    El zumbido de las poderosas bombas comenzó a llenar la nave casi tan rápido como Astro reconoció la orden.

    "¡Alimenta el reactivo!" espetó Strong abrochándose al lado de Tom.

    Un siseo sordo se unió al sonido de las chirriantes bombas cuando Tom abrió las válvulas. "Alimentación de reactivos a una tasa D-9, señor", informó Tom.

    "Roger", gritó Strong por el intercomunicador, "¿Tenemos una trayectoria despejada?"

    "¡Despejada como el espacio, capitán!" fue la alegre respuesta de Roger.

    "Muy bien, Tom," dijo Strong; "activa los giroscopios de despegue."

    ¡El cadete cerró el interruptor principal en el panel de control y el ruido de la plataforma de energía de abajo comenzó a aumentar hacia un %%crescendo%# insoportable!

    Al mirar el segundero del cronómetro, Tom gritó: "¡Despegue en cinco, cuatro, tres, dos, uno, ¡cero!"

    Con un poderoso rugido, todos los reactores principales de la nave espacial cobraron vida. Temblando bajo la repentina oleada de energía, la nave se elevó del suelo, aceleró a una velocidad de once millas por segundo y se lanzó hacia el cielo hasta el espacio.

    En el puerto espacial de la Academia, las naves del Escuadrón L comenzaron a despegar una a una detrás del Polaris a intervalos de diez segundos. Tres cruceros espaciales, seis destructores y doce exploradores. El estallido explosivo de uno apenas se alejaba rodando por las colinas circundantes antes de que otro ensordecedor estallido levantara la siguiente nave espacial muy lejos de la Tierra.

    A bordo del Polaris, Roger estaba ocupado sobre la mesa de cartas trazando el rumbo cuando Strong apareció a su lado.

    "Tengo ese rumbo para usted en un minuto, señor", dijo Roger. Se volvió hacia el prisma de astrogación e hizo cuidadosas observaciones de Regulus, la estrella fija que siempre se usaba en la astrogación. Anotó varios números en una hoja de papel, los volvió a comparar con una tabla de valores relativos y entregó los papeles a Strong.

    El capitán abrió inmediatamente el telereceptor y transmitió la información a las otras naves del escuadrón. Después de que el Polaris había hecho el cambio de rumbo, las naves la siguieron, tomando posiciones alrededor de la nave líder.

    Como dedos de una mano gigante, los escuadrones de la Guardia Solar convergieron en la posición informada del Vengador discapacitado. Desde todas las naves, los escáneres de radar sondearon el espacio por delante con dedos electrónicos invisibles en busca de contacto con el objetivo. En el Polaris, Strong, con su ágil cerebro calculando las posibilidades de escape de Coxine, se inclinó sobre la mesa de cartas y trabajó en trazar cursos alternativos a los que podría enviar escuadrones de persecución en cualquier momento. Una cosa preocupaba a Strong, y era que si Coxine reparaba su nave y llegaba a la seguridad del cinturón de asteroides antes de que pudieran alcanzarlo, sería casi imposible rastrearlo a través de ese tortuoso laberinto de chatarra espacial.

    El Escuadrón Diez fue el primero en avistar la nave espacial enemiga, aunque estaba demasiado lejos para atacar. El comandante informó de inmediato. a Strong de su hallazgo.

    "Aún nos queda mucho camino por recorrer antes de llegar a él, Strong. Pero si se mantiene nuestra suerte, tal vez podamos localizarlo en un amplio círculo".

    Strong estudió la carta y marcó la posición del Vengador que se acababa de informar. Comparó la posición con la de las otras naves de la flota y decidió que todavía estaban demasiado lejos para cercar al pirata con un anillo de armado. Strong era muy consciente de que si la Guardia Solar podía detectar a Coxine, él a su vez podría detectarlos. Suerte, reflexionó Strong para sí mismo, era lo que necesitaban ahora. Un poco de suerte para evitar que el pirata reparara su nave y desapareciera en el cinturón de asteroides. Agarró el intercomunicador y gritó órdenes.

    "Cubierta de energía, velocidad espacial de emergencia. Cubierta de control, ¡transmita esa orden a todas las naves que convergen en la posición del Vengador!"

    "¿Qué pasa, señor?" preguntó Tom desde abajo.

    "Una de las naves ha detectado a Coxine. Al parecer, todavía está fuera de servicio, pero estamos demasiado lejos para saludarlo".

    Strong comenzó a caminar por la cubierta del puente del radar, y con cada giro, miraba el escáner de radar donde Roger estaba esperando ansiosamente que apareciera el indicador luminoso del Vengador.

    De repente, el cadete rubio se puso rígido. Miró la pantalla del escáner y luego gritó: "¡Ahí está, señor!" Su dedo señalaba un contorno blanco en el escáner.

    Strong echó un vistazo rápido a la posición del pirata y la comparó con las posiciones de la flota convergente. Se volvió hacia el telereceptor y ordenó la atención inmediata de todos las naves.

    "¡Al habla Strong a bordo de la nave insignia Polaris! Todas las naves procedan de acuerdo con el plan de ataque diecisiete, código nueve. ¡Usen toda tu potencia! ¡Impulsiooon de emergencia!"

    A medida que pasaban los minutos y la flota de la Guardia Solar avanzaba, las naves forjaron una sólida pared de cañones alrededor de la nave pirata a la deriva. Desde arriba, desde abajo y desde casi todos los puntos cardinales del plano de la eclíptica, se acercaron apuntando desintegradores mortales y los artilleros listos para disparar.

    "¡Lo tenemos, señor!" suspiró Roger. "¡No puede escapar ahora! ¡Ni en un millón de años luz!"

    El capitán Strong no respondió. Los ojos estaban pegados al escáner, observando el objetivo y los escuadrones de la Guardia Solar, buscando todas las lagunas posibles en la trampa. De repente habló por el telereceptor.

    "¡Atención a todas las naves! ¡Mantengan el alcance actual, reduzcan la velocidad y adopten la formación de englobamiento!"

    En respuesta, los elementos de la flota se readaptaron suavemente hasta formar una rueda gigante en el espacio con ell barco pirata como eje. Daban vueltas y vueltas, todos los cañones internos apuntaban al enemigo.

    Como nave de mando, el Polaris volaba alto sobre la formación. Strong revisó cuidadosamente la formación en el escáner y asintió con satisfacción.

    "Creo que lo hemos conseguido ahora, Manning", suspiró. "Coxine no tiene ninguna posibilidad de abrirse paso".

    Roger parecía infeliz. "Ah, demasiado fácil, señor", refunfuñó. "Contaba con divertirme un poco".

    "Después de todas estas semanas de angustia, me saltaré la diversión si no te importa", dijo Strong con ironía y se volvió hacia el intercomunicador. "¡Tom, adelante!"

    "¡Siii, señor!"

    "Dirígete al Vengador. ¡Acércate!"

    "¿Quiere decir que vamos a liderar el ataque, señor?" gritó Tom en un repentino estallido de entusiasmo.

    "Por lo que parece, no creo que sea necesario un ataque", respondió Strong. "Vamos al costado para aceptar la rendición de Coxine. ¡Inicia impulsores!"

    "¡Sí, señor!"

    Cuando se escuchó la voz de Tom por el altavoz del intercomunicador, dando órdenes a Astro para que cambiara de rumbo, Strong se volvió hacia Roger.

    "¡Abre el receptor de audio en transmisión para todas las ondas!"

    "¿Va a hablar con Coxine, señor?"

    "Sí. Y espero que me escuche. Si no lo hace, ¡hablaré con desintegradores de calibre seis!"

    Roger ajustó rápidamente la configuración del receptor de audio y luego se volvió hacia su patrón.

    "La nave es toda suya, señor. ¡Dele bien!"

    Strong sonrió levemente y tomó el micrófono.

    "¡Atención Bull Coxine! ¡Atención Bull Coxine!" La voz de Strong era fría y dura. "¡Al habla el capitán Strong de la Guardia Solar! Está rodeado. No tiene oportunidad de escapar. ¡Exijo su rendición incondicional! ¡Responda inmediatamente!"

    Strong pulsó la tecla para abrir el auricular y esperó la respuesta. Roger se acercó más, con los ojos pegados a la imagen del barco pirata que aparecía cada vez más grande en el escáner.

    Pasaron quince segundos. Treinta. No hubo sonido en el receptor. El sudor comenzó a gotear por la frente de Strong y eeel volvió a abrir la llave del transmisor.

    "¡Escucha, Coxine! ¡Sé que puedes oírme! ¡Solo hablaré contigo una vez más! ¡Ríndete o te destruiremos en protones! ¡Te daré exactamente treinta segundos para que te decidas!"

    Strong abrió de nuevo la tecla del receptor y esperó, pero a medida que pasaban los segundos, no hubo respuesta.

    "Señor, ¿cree que nos está metiendo en una trampa?" Roger susurró.

    "Tal vez", respondió Strong con gravedad. "Pero él sabe lo que le pasaría si abriera fuego".

    "¡Capitán Strong! ¡Capitán Strong!" La voz de Tom de repente resonó por el intercomunicador de la nave.

    "No me molestes ahora, Corbett", respondió Strong con irritación.

    "Pero, señor", insistió Tom, "¡Ese no es el Vengador!"

    "¡Qué!" Strong estaba atónito.

    "No, señor", continuó el joven cadete. "La estoy viendo ahora mismo en mi escáner de la plataforma de control. Es el mismo modelo de nave que el Vengador, ¡pero no es el de Coxine!"

    "¿Estás seguro?"

    "Seguro, señor. Estuve en ella el tiempo suficiente para saberlo".

    "¡Maldita sea! ¿Entonces qué…?"

    Roger interrumpió de repente a Strong. "¡Señor, mírela por el magnascopio! ¡La nave ha sido abandonada!"

    El capitán de la Guardia Solar se volvió rápidamente hacia la pantalla del magnascopio. Allí vio una vista de cerca del objetivo. Era una indefensa nave abandonada. Todos las portillas de emergencia estaban abiertas y las esclusas de las lanchas estaban vacías.

    El rostro de Strong se puso pálido y se dejó caer hacia atrás en su silla.

    —¿Qué ... qué supone que pasó, señor? preguntó Roger vacilante.

    "Es bastante fácil de entender", respondió Strong, su voz apagada y sin vida. "Coxine está usando más de una nave ahora. Y cuando esta se dañó, simplemente se transfirió a otra. ¡Se nos ha vuelto más astuto!"

    Lentamente, con patas de madera, se acercó al telereceptor.

    "¡Atención todos las naves! Reanude las antiguas posiciones de búsqueda. ¡%Todo lo que hemos atrapado aquí es una pista falsa!"

    Y cuando los potentes reactores del Polaris aumentaron de velocidad, Strong imaginó poder oír una gigantesca carcajada resonando en el espacio a su alrededor.

Capítulo 17

    "Suerte del astronauta, señor," dijo Tom, estrechando la mano del capitán Strong.

    Silenciosamente, los otros dos cadetes agarraron con fuerza la mano de su patrón.

    "Gracias, muchachos," dijo Strong. "Si vamos a atrapar a esa rata espacial, tenemos que tenderle una trampa. Y el mejor cebo que conozco es una nave de pago de veinte millones de créditos."

    "Pero ¿no llevará al menos a un hombre con usted, señor?" suplicó Tom. "Sentarse allí en el espacio en una nave señuelo esperando a Coxine es como…" Tom hizo una pausa. "Bueno, no tendrá muchas posibilidades, señor, si Coxine abre fuego antes de hacer preguntas."

    "Ese es un riesgo que tengo que correr, Tom," dijo Strong. "Ha sido necesario mucha charla para obtener el permiso del comandante Walters e intentar esto. Pero tenemos que obligar a Coxine a salir lo bastante lejos del cinturón de asteroides para atraparlo antes de que pueda huir y perderse." El joven capitán sonrió débilmente y agregó: "¡No creas que tu trabajo no es importante!"

    Tom, Roger y Astro asintieron. A su regreso del fallido intento de capturar a Coxine, se habían enfrentado repentinamente con el deber rutinario de transportar una nave de pago de veinte millones de créditos desde Átomo City al satélite de Titán para los mineros de cristal.

    Pensando que una forma segura de atrapar a cualquier rata espacial era usando un señuelo, Tom sugirió que el carguero blindado en Titán se usara como señuelo para capturar al pirata, y los cadetes podrían llevar la nave de pago de pago en la Polaris.

    El comandante Walters había considerado el plan y, al darse cuenta de que Coxine podría disparar contra el carguero antes de apoderarse de él, desaprobó la colocación de una tripulación completa a bordo de la nave de armamento ligero. En cambio, enviaría solo a un hombre. Strong se había ofrecido como voluntario para la misión y había persuadido al comandante para que le permitiera manejar la nave señuelo.

    Ahora, las dos naves, la Polaris y el carguero armado estaban una al lado de la otra en el espaciopuerto de la Academia, y los tres cadetes y su oficial al mando esperaban la señal para despegar.

    "¿Tienes rumbo para el viaje a Titán, Tom?" preguntó Strong.

    "Sí, señor," respondió Tom. "Vamos a despegar más tarde esta noche y tomar un rumbo a través del cinturón de asteroides, viajando en el plano de la eclíptica. Tan pronto como logremos pasar, debemos proceder con a pleno empuje de emergencia hacia nuestro destino."

    Strong asintió, satisfecho.

    "¿Cree que Coxine saldrá a por usted, señor?" preguntó Roger.

    "Hemos tratado de asegurarnos de que lo hará, Roger," respondió Strong. "Es bien sabido que la nave de pago de Titán sale todos los meses y que recorre una ruta diferente cada vez. A veces atraviesa el cinturón de asteroides en el plano de la eclíptica, a veces pasa por encima. Creemos que Coxine lo sabe, y con los mensajes bien disimulados que hemos enviado a Titán, esperamos que lo intente."

    "Pero ¿cómo lo atrapará, señor?" preguntó Astro, perplejo. "Quiero decir, sin blindaje en el carguero y sin tripulación a bordo, ¿cómo puede atraparlo antes de que le atrape él?"

    "Hiperimpulsor," respondió el capitán lacónicamente.

    "¿Hiperimpulsor?" repitió Tom con curiosidad.

    "Voy a llevar la nave señuelo a través del cinturón de asteroides también, pero por una área diferente, más cerca de la parte en la que creemos que Coxine está operando. Siete escuadrones completos se han despegado antes que yo y han tomado posiciones en esa área. Cuando, y si, Coxine ataca, alertaré a las naves en espera, las cuales entrarán en hiperimpulso. Para cuando Coxine las detecte en su radar, estarán encima de él."

    "Entonces," aventuró Tom, "va a poner su vida en las manos de las naves que lleguen antes de que Coxine pueda atacar."

    "Así es, Tom," dijo Strong. "Si nuestro plan funciona, capturamos a Coxine. Si no funciona, al menos sabemos que la nave de pago de Titán es segura. Por eso tu trabajo es tan importante como el mío."

    Fueron interrumpidos por el jefe de la tripulación de tierra que informó que la nave señuelo estaba lista para despegar.

    Strong asintió y los tres cadetes volvieron a estrechar la mano de su capitán. Girándose, este se subió al carguero y, cinco minutos después, el oficial de la Guardia Solar despegó del espaciopuerto de la Academia mientras Tom, Roger y Astro observaban desde la torre de control de tráfico.

    "Vamos," dijo Tom. "Pasarán dos horas antes de que podamos despegar. Bien podríamos dormir un poco. Lo necesitaremos."

    Reluctantes, Roger y Astro siguieron a su compañero de unidad desde la torre de tráfico, con los ojos llenos de preocupación por su patrón. Cada uno era consciente de que tal vez nunca volverían a ver con vida a su patrón.

    "¡Ahora cerrad el pico!" rugió Bull Coxine. "¡La próxima rata espacial que abra la boca será desintegrada!" Se paró encima de una mesa y se enfrentó a su tripulación de piratas que estaban sentados bebiendo grandes tazas de zumo de cohete.

    La sala en la que el astronauta pirata gigante había reunido a sus hombres era una de las muchas en un edificio construido desde su llegada desde el asteroide prisión. Oculto incluso de la inspección más cercana por los cuerpos más pequeños que circulaban alrededor del asteroide principal, Coxine había expandido la pequeña cabaña utilizada por Wallace y Simms en un enorme edificio laberíntico que contenía armerías, talleres de máquinas y cuartos de almacenamiento llenos de todo lo que él y su tripulación de asesinos podrían necesitar.

    Ahora, con una serie de incursiones exitosas a sus espaldas y sus carteras personales repletas de créditos y objetos de valor robados, la tripulación de piratas esperaba atentamente mientras su cruel pero brillante líder esbozaba el plan más osado de todos.

    "Ahora escuchad," rugió Coxine. "¡Hay algunas cosas que quiero decir antes de que comencemos con los planes del próximo ataque!"

    El gran astronauta se detuvo y miró a los hombres que tenía delante. "¡Desde que ese cadete me tomó el pelo, se ha hablado de votar por otro líder!" Escupió la palabra como si le hubiera dejado un mal sabor de boca. "Bueno, escuchad esto. ¡No habrá votación! ¡Yo soy el jefe de esta tripulación! Cualquier hombre que crea que puede hacerse cargo de mi trabajo," la voz de Coxine se redujo a un susurro mortal, "¡que lo intente!"

    Un silencio pétreo recibió al enorme astronauta, un silencio inspirado por el miedo.

    "¡Ahora!" rugió Coxine, sus toscos rasgos cambiando de un ceño fruncido a una amplia sonrisa. "¡El ataque!"

    Esto fue recibido con un rugido de aprobación. Los hombres exigían acción después de una semana de inactividad en el asteroide.

    "¡Wallace!" gritó Coxine.

    "Sí, señor," respondió el astronauta, acercándose a la mesa y de cara a Coxine.

    "¡Tomaremos una posición en el cinturón de asteroides, aquí!" Puso un dedo en una carta del cinturón. "¡Simms!" rugió el astronauta gigante.

    "¡Sí, señor!" el arrugado pirata espacial dio un paso adelante.

    "¿Te acuerdas de ese explorador que atacamos? ¿El que se llevó nuestra otra nave?"

    "Claro que sí, señor."

    Está flotando en órbita cerca del asteroide diecisiete. Toma una tripulación de hombres y algunos botes a reacción y ve a buscarlo. Tráelo aquí y arréglalo. Quítale todo kilo de exceso. Quiero una nave que vuele más rápido que cualquier otra cosa en el sistema y la quiero en veinticuatro horas."

    "Sí, señor," tragó Simms. "Pero luego, ¿qué hago con ella?"

    "Después de que hayas hecho lo que ya te he dicho que hagas," espetó Coxine, "¡Te diré más!"

    La cara de Simms se puso roja y asintió con brusquedad.

    "Ahora, en cuanto al resto de vosotros, ratas espaciales," dijo Coxine de cara a la sala llena de hombres. "Se han asignado equipos de reparación para trabajar en el explorador, y el resto de vosotros trabajaréis en el Vengador y lo prepararéis para un largo vuelo. Quiero los desintegradores de calibre tres, todos los rifles y pistolas de paralorrayos, los tanques de combustible, suministros de alimentos, circuladores de oxígeno, de hecho, todo, visado, revisado y vuelto a revisar!"

    Joe Brooks, que se había convertido en el favorito de Coxine, se levantó y miró al capitán pirata. "¿Dónde vamos a atacar ahora, capitán?"

    Coxine miró al hombre con una media sonrisa en los labios. "Esta operación tendrá dos partes, Joe. La primera, bueno...," amplió su sonrisa, "la nave de pago de Titán acaba de despegar de la Academia Espacial. Durante los últimos diez años, la nave de nave de pago de Titán ha estado despegando desde Átomo City. Ahora, ¿por qué créeis que sale de pronto de la Academia Espacial, el hogar de la Guardia Solar?"

    La multitud de hombres murmuró desconcertada.

    "¡Yo os diré por qué!" gritó Coxine. "¡O tienen esa nave tan llena de desintegradores que se necesitaría una flota para detenerla, o es una trampa!"

    "Pero si crees que es una trampa," exclamó Wallace, "no irás a atacar, ¿verdad?"

    "¡He dicho que podría ser una trampa!" espetó Coxine. "Pero puede que no sea así y con veinte millones de créditos disponibles que robar, no voy a dejarla pasar. ¡Me aseguraré de que no sea una trampa antes de intentar nada!"

    "Pero ¿cómo?" insistió Wallace.

    Coxine miró a su teniente con frialdad. Había complacido al hombre demasiado tiempo. "¡Os lo diré cuando esté listo! ¡Ahora, todos, salid de aquí y aseguraos de que todo, y me refiero a todo, esté listo para despegar en cualquier momento!"

    Los hombres se levantaron y salieron de la habitación. Coxine se volvió hacia sus dos lugartenientes. "Muy bien, Wallace, asegúrate de que esas ratas espaciales hagan lo que les he dicho. Y tú, Simms, ve a buscar ese explorador."

    Los dos astronautas saludaron a su capitán y se alejaron. Coxine los vio salir de la habitación, ya planeando su próximo movimiento, un movimiento calculado para ser tan sorprendente que la Guardia Solar estaría absolutamente indefensa.

    Bull Coxine sonrió y se volvió para estudiar las cartas del cinturón de asteroides.

    A solas a bordo de la nave blindada señuelo, el capitán Strong seguía su curso a través del cinturón de asteroides. El joven oficial de la Guardia Solar era consciente de que en cualquier momento después de llegar a la jungla celestial de pequeños planetoides podrían dispararle sin previo aviso. Y aunque las naves patrulleras de la Guardia Solar, bien escondidas en el cinturón, podrían desintegrar a Coxine de la existencia, aún sería demasiado tarde para él.

    Con el rostro sombrío, manos agarrando los controles, se lanzaba a través del espacio decidido a poner fin de una vez por todas al saqueador pirata y viejo enemigo, Bull Coxine.

    Cuando cayó la noche sobre el espaciopuerto de la Academia, Tom, Roger y Astro subieron silenciosamente al crucero espacial gigante Polaris y elevaron la nave hacia Titán. Su salida de la Tierra fue una rutina, sin que nadie más que el comandante Walters y el capitán Strong supieran que en el compartimento de almacenamiento de la nave espacial había veinte millones de créditos, la nómina de los mineros de Titán.

    Una vez en el espacio, la nave espacial se puso en curso y se mantuvo en piloto automático. Los tres cadetes se reunieron en el comedor y bebieron té caliente, mirando malhumorados sus tazas. Incapaces de romper el silencio del audio para que no traicionaran su posición, su primera oportunidad de escuchar cualquier noticia estaba muy por delante de ellos en Titán. Solo podían esperar que la trampa de señuelo tuviera éxito y que su capitán y amigo regresara sano y salvo. El único comentario fue la sombría predicción de Astro.

    "Si algo le pasa al capitán Strong," hizo una pausa y terminó su oración en un tenso susurro, "Registraré el universo hasta encontrar a Coxine. ¡Y cuando lo encuentre, lo partiré en dos!"

Capítulo 18

    "¿Tienes todo en orden?" preguntó Coxine. Simms asintió.

    "Muy bien, despega," ordenó el pirata. "Te seguiremos y te mantendremos en el radar. Si es una trampa, dirígete al asteroide catorce, desciende en una lancha a reacción y deja que el explorador continúe. Te recogeremos más tarde."

    Simms asintió de nuevo y se volvió hacia su antiguo socio, Wallace. "Hasta luego, Gus." Él sonrió. "¡Esta vez la Guardia Solar va a recibir el golpe justo donde más duele!"

    "Sí," asintió Wallace. "Hasta luego. ¡Tómatelo con calma con ese asteroide y no te metas en problemas con las chicas!"

    Los dos hombres se rieron y Simms se volvió para subir al explorador de cohetes que esperaba. La elegante nave había sido desmontada hasta apenas más que una cubierta de energía y un panel de control. Ahora era capaz de más del doble de su velocidad original. Cuando el pequeño astronauta desapareció en la esclusa de aire, Coxine se volvió hacia Wallace.

    "Le daremos una hora de ventaja y luego despegaremos tras él. Y recuerda, ¡el primer hombre que rompa el silencio del audio será desintegrado!"

    Todos los ojos estaban puestos en el diminuto explorador cuando sus impulsores, rugiendo, cobraron vida y se liberaron del planetoide pirata. Cuando la veloz nave había desaparecido en el espacio, Coxine se volvió hacia su tripulación y ordenó una alerta inmediata. Mientras los criminales preparaban al corsario armado para el despegue, Coxine y Wallace subieron directamente al puente del radar.

    Joe Brooks estaba encorvado frente al escáner, mirando fijamente. Miró hacia arriba cuando entraron los dos oficiales piratas.

    "Sólo sigo al teniente Simms en el radar, capitán," dijo Brooks. "Está atravesando el cinturón de asteroides más rápido de lo que pensé."

    "¡Déjame ver!" gruñó Coxine. El pirata gigante miró el escáner y su boca se torció en una sonrisa. Se dio la vuelta y ladró varias órdenes. "¡Wallace, prepárate para despegar en dos minutos! Brooks, ponme en rumbo hacia esa nave."

    "¿Te refieres a Simms?" preguntó el radar.

    "¡No! Me refiero a esa nave, allí mismo," espetó Coxine. Apuntó a una señal blanca en el escáner. "Y después de que obtengas el rumbo, quiero un rumbo que lo cruce en," Coxine hizo una pausa y miró el cronómetro astral; "¡diez minutos!"

    Brooks calculó rápidamente el rumbo, trazó el curso según lo ordenado, y le entregó a Coxine una hoja de papel. El pirata la miró brevemente.

    "¿Cuál dirías que sería la velocidad de Simms si mantuviera su nave a toda potencia, Brooks?" preguntó Coxine.

    Brooks pensó un momento. "¡Yo diría que sería aproximadamente la mitad de lo que gana ahora!"

    "¡Exactamente!" rugió Coxine. "¡Por eso la nave de tu escáner no es la de Simms en absoluto, sino otra nave!"

    El técnico de radar estudió el escáner donde, con cada barrido de la delgada línea blanca, aparecía la señal de la nave. "¿Quieres decir que esa podría ser la nómina de Titán?" respiró esperanzado.

    "Sí," suspiró Coxine. "Quiero decir que esa podría ser la nómina de Titán, y puede que no," Coxine se dio la vuelta, dejando al hombre del radar completamente confundido.

    Dentro del plazo de dos minutos que había ordenado Coxine, los miembros de su tripulación estaban cerrando la última esclusa de aire y asegurando la nave para el despegue. Coxine se sentó frente al panel de control, listo para dar la orden final que enviaría la nave al espacio. En poco tiempo, la mente malvada, el cerebro retorcido de Bull Coxine se enfrentaría al poder de la Guardia Solar.

    El capitán Strong estaba sentado en la cubierta de control de la nave señuelo, observando el escáner de radar y esperando la aparición de Bull Coxine y su tripulación. Una y otra vez, el joven oficial de la Guardia Solar, demasiado inquieto para permanecer en un lugar, se levantó y paseó por cubierta.

    Encendió una pantalla gráfica y estudió las posiciones de los asteroides circundantes, que él sabía que ocultaban a la flota de la Guardia Solar, lista para abalanzarse sobre cualquier nave atacante. Educado durante años para enfrentar el tedio de los viajes espaciales y patrullar las vías espaciales, aún así Strong estaba ansioso por que sucediera algo, ya que un minuto tras otro pasaba y no se producía ningún ataque.

    Una vez creyó haber visto algo moverse en el escáner y se agarró los lados del instrumental con fuerza cuando apareció una señal, desapareció y luego reapareció. Finalmente Strong pudo distinguir qué era y se volvió disgustado. Había sido un asteroide rebelde, uno que, debido a su gravedad positiva, nunca quedaba cautivo de otros cuerpos en el espacio. Vagaba sin rumbo fijo a través del cinturón, un peligro que los astronautas temían más que cualquier otro, ya que no se podía confiar en que permaneciera en una posición.

    Incapaz de romper el silencio del audio y comunicarse con la flota oculta de la Guardia Solar que lo rodeaba, para no revelar sus posiciones, Strong descubrió que la soledad lo conducía a un estado de nerviosismo.

    De repente se levantó de un salto y miró incrédulo el escáner. Allí, frente a él, había una señal, viajando a una velocidad asombrosa, directamente hacia su nave. Por su tamaño y forma, Strong pudo decir que era un explorador. Lo miró por un momento asombrado por la velocidad de la pequeña nave. Cuando estuvo seguro de que se dirigía hacia él, agarró el micrófono del audioceptor y comenzó a llamar apresuradamente.

    "¡Atención a todas las naves! Al habla el capitán Strong. Nave espacial acercándose a mí, cuarto de estribor, uno, uno, cinco grados. Velocidad estimada..." Strong se pausó y observó el parpadeo en movimiento. "Velocidad desconocida. ¡Que todas las naves se acerquen inmediatamente!"

    En el escáner, Strong podía ver los destellos de los relámpagos cuando los escuadrones salieron rugiendo de su escondite y se acercaron al explorador de cohetes que se acercaba. Por el audioceptor podía oír a los comandantes de escuadrón dando órdenes a sus barcos mientras la pequeña nave aún se dirigía directamente hacia su nave señuelo.

    De repente, la nave atacante desaceleró y Strong pudo ver que el indicador giraba en una curva amplia. Pero era demasiado tarde. Las naves de la Guardia Solar lo tenían rodeado desde todos los ángulos posibles. El pequeño explorador iba en carrera desesperada directamente hacia la nave de Strong. En un instante, vio el plan del piloto de la nave. Se dirigía hacia Strong con la esperanza de usarlo como escudo de los poderosos desintegradores de calibre seis que le apuntaban.

    Strong agarró el control y disparó a plena potencia sus impulsores de estribor, enviando a la nave señuelo en una rugiente inmersión. La nave atacante trató de seguirlo, pero al ver que no podía hacerlo, giró y trató de escapar de las naves circundantes. Instintivamente Strong gritó una advertencia al piloto para que se rindiera, pero incluso mientras hablaba, vio los destellos de fuego brillar en los cascos de una docena de naves de la flota cuando estas enviaron sus mortíferos misiles atómicos convergiendo como flechas relámpago hacia el veloz explorador.

    Hubo una ráfaga de fuego blanco puro en el escáner y luego el joven capitán tragó saliva cuando la nave atacante se convirtió en una masa de metal retorcido.

    Strong agarró el micrófono del audioceptor y gritó órdenes a los líderes del escuadrón de la flota.

    "¡Escuadrón L! Saque botes de rescate de inmediato y comience las operaciones de salvamento. Todas las naves restantes regresarán a la base de la Guardia Solar en la Academia Espacial. ¡Fin de la transmisión!"

    Strong corrió hacia la esclusa de aire, se puso deprisa un traje espacial y en unos momentos estaba volando en una lancha a reacción hacia los restos del explorador atacante.

    Inmediatamente, las comunicaciones de la flota que partía se llenaron de rumores de su victoria sobre la banda pirata. Solo Strong se sentía incómodo por su éxito. El hecho de que Coxine atacara con un explorador ligero, el cual Strong estaba seguro que había sido reducido para ganar más velocidad, no seguía el patrón que el empedernido pirata había establecido en incursiones anteriores.

    Cuando llegó a los restos del explorador, Strong descubrió que sus temores estaban justificados.

    Un jefe de equipo de uno de los escuadrones de rescate se acercó a Strong. Con su cuerpo ingrávido en el espacio, el hombre se debatía por agarrarse a una pieza sobresaliente del retorcido naufragio, y luego habló con Strong por los teléfonos espaciales del casco.

    "Solo hemos encontrado a una persona a bordo, señor," informó. "Y la nave parece haber sido despojada de todo menos reactores y el panel de control."

    Detrás del cristal protector de su casco, Strong hizo una mueca. Se volvió hacia el capitán Randolph. "Nos han engañado de nuevo, Randy," dijo Strong con amargura. "¡Nosotros usamos un señuelo y Coxine también!"

    "¡Se están acercando!" La voz de Roger crepitó a través del intercomunicador desde el puente del radar. "¿Luchamos o dejamos que esas ratas espaciales tomen el control?"

    "¡Luchamos!" Gritó Astro desde la cubierta de energía.

    "¡No, espera!" gritó Tom. "¡No tenemos ninguna posibilidad! ¡Si luchamos, Coxine nos convertirá en chatarra espacial!"

    Atravesando el cinturón de asteroides con la nómina de Titán, los tres cadetes espaciales, bajo estrictas órdenes de mantener el silencio de las comunicaciones, no sabían que Bull Coxine había burlado al capitán Strong. Al enviar el explorador, había activado la trampa de la Guardia Solar y había escaneado cautelosamente el cinturón en busca de otra nave. Al encontrar la Polaris fácilmente, el capitán pirata se apresuró a atacar.

    En la cubierta de control del crucero de la Guardia Solar, Tom Corbett trataba desesperadamente de pensar en un plan para burlar a Coxine, mientras sus compañeros de unidad lo instaban a contraatacar.

    "¿Qué te pasa, Junior?" Roger llamó por el intercomunicador con sarcasmo. "¿Tienes miedo de pelear?"

    "Tú sabes que no," espetó Tom en respuesta.

    "Por los anillos de Saturno," gruñó Astro, "¡Nunca pensé que te rendirías a nadie, Tom!"

    "¡Escuchad los dos!" gritó Tom. "¡Es inútil! ¡Tenemos que actuar en esto de modo inteligente!"

    "Bueno, pues empieza a usar el cerebro," se burló Roger. "Coxine está dentro del alcance ahora."

    "Atención," Una voz áspera e inconfundible retumbó por el audioceptor. "¡Al habla Bull Coxine! ¡Deténgase o será desintegrado!"

    "Muy bien, Junior," dijo Roger con amargura, "tenemos compañía. ¿Y ahora qué?"

    "Corta toda la energía, Astro. ¡Rápido!" ordenó Tom.

    "¿Qué pasa?" gruñó Astro. "¿Tienes miedo de que disparen si no te detienes lo bastante rápido?"

    "¡Cierra el picazo y haz lo que te digo!" espetó Tom.

    "¡Escucha, Junior!" gruñó Roger. "Por lo que a mí respecta..."

    Tom lo interrumpió. "¡Escucha, idiota! ¿No ves lo que ha ocurrido? Coxine debió de haber descubierto lo de la nave señuelo, y cuando aparecimos en su escáner, pensó de inmediato que podríamos tener nosotros la nómina de Titán."

    "¿Y qué?" preguntó Roger. "¡Eso sigue sin dejarte escapar por no disparar a esa rata espacial con nuestros calibre seis!"

    "¡Usa la cabeza!" espetó Tom. "Con los escuadrones de la Guardia Solar al otro lado del cinturón y sin tripulación de artilleros en nuestra nave, ¿crees que hubiéramos llegado muy lejos?"

    "No tendrías que rendirte, Tom," dijo Astro. "Yo podría dejar atrás a Coxine. Vaya, no llevo la mitad de velocidad que ese viejo cree que tengo."

    "¡Una gran idea, cerebro de pájaro! ¡Huir del mismo tipo que la Guardia Solar se está volviendo loca tratando de encontrar!"

    El intercomunicador se quedó repentinamente en silencio cuando Astro y Roger comenzaron a comprender la decisión de Tom y esperaron a que explicara su idea.

    "Ahora, escucha, Roger," dijo Tom pacientemente, "Tenemos unos cinco minutos antes de que esas ratas suban a bordo. ¿Cuánto tiempo te llevariia construir una baliza de señal que envíe un SOS automático constante?"

    "¿Una qué?" preguntó Roger.

    " Una baliza. Una que transmita en la frecuencia especial de la Guardia Solar y sea lo bastante pequeña como para quedar oculta aquí dentro en la Polaris.

    "¿Por qué esconderla en la Polaris?" preguntó Astro. "¿Por qué no intentar meterla en su barco?" Su tono era casi de disculpa ahora que se dio cuenta de que Tom no estaba planeando una rendición cobarde.

    "Es muy fácil que tomen el control de la Polaris," explicó Tom. "Esta nave es rápida y tiene desintegradores calibre seis."

    "¡Ya lo entiendo!" gritó Astro. "Colocamos la baliza en la Polaris, y cuando se apoderen de ella, la señal se emitirá todo el tiempo." Astro hizo una pausa. "Pero, espera un segundo. ¡Se asegurarán de registrar la nave primero!"

    "Primero lo primero, Astro," respondió Tom. "Roger, ¿puedes construir la baliza?"

    "Sí," dijo Roger, "¡Pero me llevará al menos media hora!"

    "¡Tienes que terminarla antes!" Insistió Tom.

    "No puedo, Tom. Simplemente no puedo."

    "De acuerdo, entonces tendremos que ganar tiempo lo mejor que podamos. Manos a la obra. Entretanto, Astro y yo buscaremos un lugar para esconderla. ¿Qué tamaño crees que tendrá?"

    Hubo una pausa momentánea y luego Roger respondió: "No menos de quince centímetros. Como una caja de zapatos."

    "¿Podrías hacerla de siete centímetros de grosor y más larga, en lugar de tener forma de caja?"

    Roger vaciló de nuevo. "Sí, supongo que sí. ¿Por qué?"

    "Porque se me ha ocurrido un buen lugar para esconderla. Tendrían que destrozar la nave para encontrarla, si es que llegan a oír la señal."

    "¡Atención! ¡Atención! Al habla Coxine…" La voz del pirata gritó de nuevo por el audioceptor. "Están bajo mis armas. Prepárense para recibir un grupo de abordaje. ¡Si hacen cualquier intento de escapar serán destruidos!"

    Tom agarró el micrófono del audioceptor y respondió: "Órdenes entendidas, pero tendrá que esperar hasta que podamos acumular presión en la esclusa de aire."

    "Muy bien," dijo Coxine. "Le daremos quince minutos."

    Tom pensó desesperadamente. "Tendrá que esperar al menos media hora. ¡Se ha roto una válvula y hay que reemplazarla!"

    La voz de Coxine se volvió sospechosa. "Ey, ¿qué truco intentas hacer?"

    "Honestamente, señor Coxine," se quejó Tom, "no estamos haciendo nada."

    "Quince minutos," rugió Coxine, "¡O te hago un agujero en la nave!"

    "¡Sí, señor!" respondió Tom, plenamente consciente de que el capitán pirata llevaría a cabo su amenaza.

    Dejando caer el micrófono del audioceptor, el joven cadete se apresuró hacia la cubierta de energía, donde Astro esperaba con impaciencia.

    "Toma un par de sopletes de corte, Astro," dijo, "y tráeme un traje forrado de plomo. Voy a entrar en la cámara de reactantes."

    "¿Qué?" preguntó Astro.

    "¡Ya me has oído! Voy a esconder esa baliza donde nunca podrán encontrarla."

    "¿En la cámara de reactantes?" preguntó Astro. "¡Imposible!"

    "¿Recuerdas cuando llegamos por primera vez al asteroide prisión? ¿Cuán minuciosamente nos registraron?"

    Astro asintió.

    "¿Recuerdas que incluso registraron el espacio entre el fuselaje interior y exterior? Hay siete centímetros de espacio libre allí. Si corto en ese espacio a través de la cámara de reactante y pongo la baliza dentro, el ruido de los impulsores evitará que Coxine la oiga. ¡Y la radiactividad en la cámara evitará que la capten sus detectores!"

    El rostro de Astro se ensanchó en una amplia sonrisa y, sin decir una palabra más, comenzó a preparar los sopletes de corte. Diez minutos después, Tom salió de la cámara y asintió triunfalmente. "¡Todo listo, Astro! Ahora lo único que necesitamos es la baliza."

    De repente, la Polaris fue sacudido por una fuerte explosión.

    "¡Están disparando!" gritó Astro.

    "¡Roger! ¿Has terminado la baliza?" preguntó Tom por el intercomunicador.

    "¡Necesito otros cinco minutos!" respondió Roger. "Tengo que configurar la señal para enviar el SOS."

    "¿Enviará algo?" preguntó Tom.

    La Polaris se sacudió de nuevo por una segunda explosión.

    "No lo sé, Tom," gritó Roger. "¡Ni siquiera la he probado!"

    Una tercera explosión sacudió el crucero y el cadete de cabello rizado supo que la esclusa de aire ya debía de estar demolida.

    "¡Trae lo que tengas, Roger!" el grito. "Tendremos que arriesgarnos a que funcione. Y recoge un traje espacial por el camino. ¡Cuando atraviesen el portal interior de la esclusa los vamos a necesitar!"

    "¡Cierto!" respondió Roger. "Estaré ahí en un segundo."

    Astro y Tom se apresuraron a ponerse trajes espaciales y esperaron a que Roger trajera la baliza. En un momento apareció el cadete de cabello rubio con la baliza apresuradamente ideada. Tom rápidamente lo colocó entre los dos cascos y selló el agujero en el interior del casco.

    Una cuarta explosión sacudió la nave y los tres cadetes supieron que la esclusa de aire ya había sido destruida. Se pusieron los cascos espaciales y subieron la escalera hasta la cubierta superior.

    Coxine se encontró con ellos cerca de la esclusa de aire, con dos pistolas de paralorrayos en manos enguantadas. Detrás de él, su tripulación entró y se desplegó por todo la nave.

    Pero el pirata espacial estaba en la cubierta de control, mirando a Tom. "¡Vaya vaya! ¡El mismísimo Mocoso Espacial!"

    "Así es, Coxine," dijo Tom en voz baja, "sólo que el nombre real es Corbett."

    De repente hubo un grito triunfal de uno de los piratas. "¡Patrón! ¡Los créditos! ¡Los veinte millones! ¡Los hemos encontrado!"

    Por sus teléfonos espaciales, los tres cadetes podían oír a los piratas gritando y vitoreando. Coxine gritó pidiendo silencio y los vítores cesaron rápidamente.

    Sin prestar más atención a los tres cadetes, el capitán pirata ordenó a sus hombres que repararan el agujero en la esclusa de aire y se prepararan para aceleración inmediata. Había un brillo triunfal en sus ojos cuando anunció su destino.

    "¡Con la Guardia Solar al otro lado del cinturón, vamos hacia el premio más rico del universo! ¡La colonia en Ganímedes!"

    Luego se volvió para sonreír a sus tres prisioneros y agregar amenazadoramente: "¡Y tenemos tres pases para atravesar las defensas!"

Capítulo 19

    Ganímedes, la luna más grande de Júpiter, era una importante estación de paso de la Alianza Solar para todas las naves espaciales que viajaban entre los planetas exteriores de Saturno, Urano, Neptuno y Plutón y los planetas interiores de Marte, la Tierra, Venus y Mercurio. La colonia de Ganímedes era más un depósito de suministros que un asentamiento permanente. Contaba con una gran refinería de uranio para convertir la pecblenda traída por los buscadores de asteroides. Reabastecía naves, rellebaba suministros y tenía un pequeño comercio turístico. Era una colonia tranquila, una de las muchas diseminadas por todo el sistema.

    Con los escuadrones de búsqueda de la Guardia Solar irremediablemente fuera de alcance al otro lado del cinturón de asteroides, la única esperanza de los cadetes de salvar la pequeña colonia residía en la baliza escondida dentro del casco de la Polaris.

    Dejando a Wallace y a la mitad de su tripulación a bordo de la Polaris, Bull Coxine había transferido a los tres cadetes al Vengador y los había encerrado en el calabozo. Mientras la nave aceleraba hacia la colonia, Tom miró por la ventanita de barrotes mientras Roger y Astro yacían con tristeza en las duras literas.

    Roger finalmente rompió el silencio. "¿Qué crees que quiso decir Coxine con que tenía tres pases para Ganímedes?"

    "Adivina, amigo," resopló Astro.

    "Obviamente confía en que le demos la señal de reconocimiento," dijo Tom.

    Roger suspiró. "Eso es lo que me figuraba. Pero confiaba en estar equivocado."

    "Al menos todos somos inmunes a la droga de la verdad," dijo Astro esperanzado. "No nos sacará el código de reconocimiento de ese modo."

    "Esa sucia rata espacial ni siquiera se molestaría usando drogas," murmuró Roger. "No son lo bastante divertidas. A él le gusta conseguir lo que quiere por las malas."

    "Sí," coincidió Tom. "Estamos en tiempos difíciles, muchachos."

    Todos se miraron unos a otros, plenamente conscientes de lo que les esperaba. Finalmente Astro gruñó, "No me importa lo que me haga. ¡No pienso decirle nada!"

    "¡Lo mismo digo!" exclamó Roger.

    Tom simplemente asintió, su rostro era una sombría máscara inexpresiva.

    De repente, tres hombres liderados por Brooks, el operador del radar, aparecieron en el pasillo fuera del calabozo. Brooks dio un paso adelante, abrió la puerta e hizo un gesto con la pistola de paralorrayos en la mano.

    "¡Muy bien, chusma! ¡Afuera!"

    Astro comenzó a arremeter contra el pirata, pero Tom lo agarró del brazo. "Tómatelo con calma, Astro. Eso no nos llevará a ningún lugar."

    "Puedes estar seguro de eso," se burló Brooks. "¡Un movimiento loco como ese, chico, y te congelaré como una tarta helada! ¡Ahora vamos! ¡Muévete!"

    Tom, seguido por Astro y Roger, salió lentamente del calabozo y, custodiados de cerca por los tres tripulantes piratas, los llevaron a la esclusa principal.

    "Muy bien," dijo Brooks. "¡Que el gran buey y la rubita entren ahí!"

    Uno de los tripulantes abrió el portal de la esclusa de aire mientras los otros dos pinchaban a Astro y Roger con pistolas de rayos. Los dos cadetes entraron a trompicones en la cámara y la puerta se cerró de golpe detrás de ellos.

    "¡Ciérrala!" gruñó Brooks.

    Cuando los hombres aseguraron el portal, Brooks se volvió y empujó a Tom con rudeza por el pasillo. Un momento después llegaron a la cubierta de control donde Bull Coxine estaba encorvado sobre sus cartas.

    "Aquí está, capitán," dijo Brooks. "¡Los otros dos están sellados como sardinas en la esclusa de aire!"

    Coxine asintió y miró a Tom, con una leve sonrisa en su rostro. "Te dije que obtendría la señal de reconocimiento, Corbett," dijo. "¡Y lo haré!" Coxine se acercó a una válvula grande en el mamparo de popa y tocó el indicador de aguja justo al lado. Satisfecho, se volvió hacia el cadete.

    "En dos horas," comenzó Coxine, "estaremos dentro del alcance de la guarnición de Ganímedes y de su radar. Se necesitan exactamente ocho vueltas en esta válvula para purgar el aire de la esclusa de aire donde están tus dos amigos. En quince minutos voy a pedirte la señal de reconocimiento, y cada vez que digas que no, giraré la válvula una vez. Para cuando nos acerquemos lo suficiente a Ganímedes y nos detecten en su radar, tú me habrás dado la señal o tus amigos morirán!"

    Tom se quedó escuchando a Coxine, con la sangre hirviendo ante la crueldad del gigante astronauta.,Cruzó la cubierta de control y se lanzó hacia el cuello de Coxine. Pero el grandullón se encontró con él al acercarse y con una poderosa palmada envió al chico de regreso por la cubierta.

    "Eres un buen hombre, Corbett," dijo Coxine, de pie junto al cadete caído; "pero eres un hombre pequeño, ¡y un buen hombre grande puede vencer a un buen hombrecillo en cualquier momento!"

    Brooks y los tripulantes se rieron a carcajadas mientras Tom se ponía de pie.

    "Bueno, ¿me das la señal?" preguntó Coxine. "¿O tus amigos tienen un poco menos de aire?"

    Tom se puso de pie, vacilante, con cuatro pistolas de paralorrayos apuntando a su cuerpo, y pensó rápidamente en Roger y Astro solos en la oscuridad de la esclusa de aire y quienes pronto se arañarían la garganta en busca de aire. Pensó en el despiadado ataque al asteroide prisión; en las indefensas naves que Coxine había saqueado. Todas estas cosas y más pasaron por la mente del cadete de pelo rizado mientras sopesaba su vida y la de sus compañeros de unidad contra un ataque que devastaría el pequeño satélite de Júpiter. Tom sabía lo que vendría después de la demanda del pirata de la señal de reconocimiento. Una vez dentro de la pantalla del radar de Ganímedes, podría atacar a la guarnición de la Guardia Solar y aniquilarla antes de que esta pudiera levantar una nave en defensa.

    "¿Y bien?" -preguntó Coxine, colocando su enorme mano sobre la válvula.

    Tom sabía que si podía ganar tiempo suficiente, la Guardia Solar podría captar la señal a bordo de la Polaris. Roger y Astro estaban en buenas condiciones físicas, podrían conservar su energía en cuanto descubrieran la trampa. Tom tenía que ganar tiempo y rezar para que la señal se captara a tiempo.

    "Lo único que te daré, Coxine," dijo Tom con los dientes apretados, "¡es una descarga de paralorrayos!"

    Coxine gruñó de ira y abrió la válvula, gritando: "¡Una cosa más, héroe! ¡En el momento en que la esclusa de aire esté vacía, tú también nadarás en el espacio!"

    Tom estaba preparado para eso. Sabía que el pirata no aceptaría fácilmente la derrota a manos de un cadete espacial. Tom estaba resignado a su destino. Estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa que sirviera para librar al sistema solar de Bull Coxine.

    "Atadlo a esa silla," gruñó el capitán pirata gigante. "¡Y que esté bien seguro o acabaréis nadando en el espacio con él!"

    Tom fue empujado bruscamente hasta la silla del copiloto frente al tablero de control y atado con una cuerda gruesa. Hizo una mueca cuando la pesada cuerda se le hundió en los brazos. Después de inspeccionar el trabajo, Coxine despidió a Brooks y a los hombres con un breve asentimiento y volvió a sus cartas.

    Tom estaba sentado frente al panel de control, recorrió con los ojos los indicadores y diales, y finalmente se fijaron en la palanca de aceleración principal. A medio metro de distancia estaba la palanca que controlaba toda la potencia de la nave. Si pudiera alcanzarla, podría detener al Vengador y posiblemente incluso poner la nave completamente fuera de servicio. Pero por más que lo intentaba, no podía liberar las manos.

    Coxine miró el cronómetro astral y se acercó a la válvula. "Bueno, Corbett," exigió el fornido astronauta; "¿Cuál es la señal de reconocimiento?

    Tom se limitó a negar con la cabeza.

    "Debe de ser bastante desagradable estar allí en la oscuridad, escuchando la alimentación de oxígeno cada vez más lenta. ¿Estás seguro de que no vas a cambiar de opinión?"

    Tom miró directamente a Coxine con odio en los ojos, y vio al capitán pirata encogerse de hombros, volver a girar la válvula y volver a sus cartas.

    El joven cadete miró el cronómetro astral y vio que la manecilla roja barría los segundos y la manecilla de los minutos negra alrededor de la esfera. Una y otra vez, el cadete espacial de pelo rizado rechazó la demanda de Coxine de la señal de reconocimiento y luego observó impotente mientras el pirata le daba otra vuelta a la válvula de bloqueo de aire.

    Habían pasado casi dos horas y Tom sabía que pronto estarían dentro del alcance del radar de la guarnición de Ganímedes. La presión en la esclusa de aire debe estar ahora dentro de las diez unidades sobre cero. De repente, en lo alto, el altavoz del audio receptor cobró vida.

    "¡Atención! Al habla control de tráfico de Ganímedes. ¡Identifíquese inmediatamente con el código autorizado!"

    Coxine miró a Tom y puso su mano en la válvula de aire. "Uuulltima oportunidad, Corbett. ¡O me das la señal de reconocimiento de la Guardia Solar o tus colegas han terminado!"

    Tom tragó saliva. No tenía ninguna garantía de que Coxine fuese a liberar a Roger y Astro aunque le diera la señal. Pero sabía que no había elección. Levantó la vista hacia Coxine.

    "¿Me das tu palabra de terrícola de que no les pasará nada?" preguntó en voz baja.

    Coxine se rió. "Claro. Te doy mi palabra. Incluso los traeré aquí para que puedan ver el espectáculo antes de dejaros machar. Pero cuando termine con la colonia de Ganímedes, la Guardia Solar os hará pagar con los pellejos por haber revelado sus secretos."

    Tom sabía que lo que decía el pirata era cierto. Ahora estaba apostando. Una apuesta de que, para ese momento, su señal en la Polaris hubiera sido captada y una flota de naves estuviera en camino.

    "¡Atención! ¡Atención! ¡Identifíquense de inmediato!" La voz de la torre de control de tráfico de Ganímedes volvió a sonar por el audioceptor. El rostro de Coxine se torció en una media sonrisa.

    "Bueno, Corbett, ¿recibo la señal o no?"

    "Diles que eres un carguero armado de la Guardia Solar." La voz de Tom era baja. "Que estás asignado a la operación Vista."

    "¿Vista?" dijo Coxine emocionado. "¿Esa es la palabra del código? ¿Vista?"

    "Sí," dijo Tom. "¡Ahora abre la válvula!"

    Coxine dio varias vueltas a la válvula en la dirección opuesta y saltó al teleceptor. Abrió la llave y llamó a Wallace a bordo de la Polaris. "Cuando te pidan una identificación, dile que estás tabajando en la operación Vista. Esa es la palabra de código. ¡Vista!"

    "¡Correcto!" respondió Wallace.

    Coxine luego se volvió hacia el audioceptor y habló en tono confiado y seguro. "¡Atención, control de tráfico de Ganímedes! Al habla el carguero armado Sansón, asignado en el proyecto Vista. ¡Solicito autorización para aproximación y aterrizaje en el espaciopuerto de Ganímedes!"

    "Estás debidamente identificado, Sansón," respondió Ganimedes. "Continúe con su curso actual. Fin de la transmisión."

    "¡Fin de la transmisión!" rugió Coxine triunfalmente.

    El pirata gigante se volvió hacia Tom y gritó: "Gracias, Corbett. Me acabas de dar la llave de todo lo que siempre quise."

    "¿Qué quieres decir?" preguntó Tom, repentinamente asustado por el extraño brillo salvaje en los ojos de Coxine.

    "Para cuando termine con Ganímedes, tendré todas las naves de su puerto espacial. ¡Una flota lo bastante grande como para atacar cualquier parte de la Alianza Solar que quiera! ¡Con Guardia Solar o sin ella!"

    "¡No! ¡No puedes!" jadeó Tom.

    "¿No puedo?" gruñó Coxine. "Le mostraré a la Guardia Solar algo que nunca antes han visto. ¡Sus propias naves disparándolos directamente del espacio!"

    Coxine se volvió hacia el intercomunicador, ordenó a Astro y Roger que subieran a la cubierta de control, y luego se puso en contacto con Wallace a bordo de la Polaris.

    "¿Si?" respondió el astronauta desde la cubierta de control del crucero espacial.

    "¡Vamos a entrar según el plan! ¡Apunta todas las armas a las instalaciones de defensa de la Guardia Solar y espera!"

    "Listo cuando lo ordenes," respondió Wallace.

    Saltando al intercomunicador, Coxine dio órdenes a la cubierta de energía para que acelerara al máximo, luego ordenó al puente del radar que transmitiera la imagen del escáner de Ganímedes a la cubierta de control.

    Mientras el crucero avanzaba bajo el impulso adicional, Tom se debatía contra las cuerdas para observar el escáner y vio la imagen clara de la colonia. Pudo distinguir el contorno de la planta de uranio, las estaciones de refuerzo atmosférico y los pequeños edificios agrupados alrededor del puerto espacial. A medida que se acercaban a la pequeña colonia, Coxine agarró el intercomunicador y los micrófonos del teleceptor y gritó órdenes enérgicas tanto a los Vengadores como a las plataformas eléctricas de Polaris. "¡Impulsores de frenado al máximo!" rugió Coxine.

    Tom se preparó para la repentina presión inversa de los poderosos impulsores del morro y luego, en un momento, sintió que el Vengador se detenía en seco. Al mirar el escáner de nuevo, vio que estaban directamente sobre la guarnición de la Guardia Solar. Coxine conectó el teleceptor a la frecuencia de colonia y habló con brusquedad y confianza.

    "¡Atención! ¡A todos los ciudadanos de la colonia de Ganímedes! Al habla Bull Coxine. Todo su asentamiento está bajo mis armas. ¡Cualquier intento de levantar una nave y oponerse a mí será respondido con una destrucción instantánea! Todo ciudadano debe reunirse en el espaciopuerto municipal en cinco minutos. Todos los oficiales y hombres de la Guardia Solar harán lo mismo. ¡Tienen cinco minutos para cumplir, o abriré fuego!"

    El gigante astronauta apagó el teleceptor antes de que nadie en Ganímedes pudiera responder. Presionando con todas sus fuerzas, Tom logró ver más del escáner que de repente mostró a la gente de Ganímedes corriendo en pánico hacia el puerto espacial. Coxine observó la actividad en el escáner por un segundo y luego gruñó de satisfacción.

    De repente, la escotilla se abrió y Astro y Roger fueron empujados dentro de la sala por dos tripulantes.

    Coxine se volvió hacia ellos, sonriendo levemente. "Le debéis la vida a vuestro amigo. Otro minuto más y habrías estado caminando con los ángeles. Ahora," agregó a los tripulantes, "atadlos para que puedan ver el escáner. ¡Quiero que vean lo fácil que es derribar una guarnición de la Guardia Solar!"

    "¿Por qué…?" Astro se abalanzó hacia el pirata pero fue detenido en seco por una explosión de una pistola de rayos paralo-rayados detrás de él. El gran cadete permaneció rígido, inmóvil, con todos los nervios y músculos de su cuerpo paralizados. Coxine dio una carcajada y se volvió hacia el intercomunicador mientras sus hombres ataban a los dos cadetes.

    Tom y Roger se miraron y, sin hablar, supieron lo que pensaba el otro. Su única esperanza era la señal de la baliza a bordo de la Polaris.

    Después de que los hombres hubieran atado a Astro, lo liberaron de los efectos de la carga del rayo y lo arrojaron al lado de Roger.

    "¿Cómo te sientes?" preguntó Tom.

    "Como si me hubieran pasado por un conjunto de engranajes," murmuró Astro. "¿Qué hay de ti?"

    "Bien," respondió Tom. "¿Fue...?" hizo una pausa; "fue duro en la esclusa de aire?"

    Roger sonrió. "No tan duro como debe de haber sido para ti aquí arriba. Nos dimos cuenta de lo que estaba pasando en cuanto descubrimos que perdíamos aire."

    El cadete de cabello rubio negó con la cabeza y Tom notó que tanto Roger como Astro estaban débiles por su terrible experiencia en la cámara.

    En el panel de control, Coxine estaba gritando órdenes a su tripulación. "¡Lanchas uno, dos, tres, cuatro y cinco! ¡En espera para despegar!"

    Los tres cadetes se miraron impotentes.

    "Russell, adelante," continuó el corpulento astronauta.

    "¡Al habla Russell!" respondió una voz en el intercomunicador.

    "Estás al mando del grupo. ¡Quiero que hagas una cosa, y solo una! Toma las naves más grandes en el puerto espacial y despega. ¡No toques nada más! Solo las naves. Las que no puedas levantar del suelo, déjalas. ¡Las destruiremos más tarde!"

    "Sí, señor."

    Coxine se acercó al teleceptor. Apareció de inmediato en la pantalla la imagen de un hombre con el uniforme de un mayor de la Guardia Solar. Su voz hizo eco en la sala de control.

    "¡Hola, Coxine! ¡Al habla el mayor Sommers! ¡Adelante, Coxine!"

    "Sí," respondió Coxine. "¿Qué quieres?" El capitán pirata se paró arrogantemente frente a la lente de transmisión del teleceptor y, por la expresión del rostro del oficial, Tom supo que había visto a Coxine en su propia pantalla.

    "Hemos seguido las órdenes," dijo el mayor. "Nuestra única petición es que no hagas daño a ningúun ciudadano..."

    Coxine lo interrumpió. "¡Estiba ese gas espacial! ¡Haré lo que me plazca! Estoy enviando una tripulación de hombres. Tienen ciertas órdenes. Cualquier interferencia tuya y abriré fuego con todo lo que tengo justo en el medio del puerto espacial."

    Tom jadeó. El puerto espacial estaba ahora abarrotado de ciudadanos de la pequeña colonia.

    El mayor asintió con gravedad. "Entiendo," dijo. "¡Puede estar seguro de que nadie interferirá con tus hombres!"

    "¡Ja!" se burló Coxine. "¡Ya no suenas tan altivo y poderoso ahora que ves los cañones de una docena de desintegradores atómicos!" Apagó el teleceptor y soltó una carcajada.

    Tom sintió un escalofrío recorrer su espalda. Podía imaginarse la frustración de la guarnición de Ganímedes, un grupo de combatientes de primera obligados a rendirse sin disparar un solo tiro. ¡Y él había sido la causa al darle a Coxine la señal de reconocimiento del código!

    Coxine envió una orden por el intercomunicador y, un momento después, Tom vio en el escáner las lanchas a reacción disparándose hacia la superficie del pequeño satélite.

    A medida que, una por una, las pequeñas naves aterrizaban en el puerto espacial, los tres cadetes pudieron ver a las multitudes de colonos desplegarse, permitiendo que las lanchas a reacción entraran sin interferencia.

    Coxine iba y venía inquieto por la cubierta de control, pero sin perder de vista la actividad de abajo. De repente, corrió hacia el escáner, miró fijamente y dejó escapar un rugido de triunfo.

    Los tres cadetes vieron la razón de inmediato. En el escáner estaban los inconfundibles contornos de dos cruceros pesados ​​de la Guardia Solar, cuatro destructores y seis exploradores, lanzándose hacia el espacio a una velocidad tremenda. Coxine se dio la vuelta, apretó los puños y los agitó a los tres cadetes.

    "¡He ganado! ¡He ganado!" Rugió con una risa loca y un brillo enloquecido en sus ojos. "Tengo las naves, los cañones, los hombres y el secreto de la llave lumínica ajustable. Para cuando termine con la Guardia Solar, no quedará nada de esas ratas espacialed excepto lo que se pueda oír en un carrete de cuentos, ¡y la Alianza Solar estará dirigida por un solo hombre!" Hizo una pausa, su rostro se endureció y se golpeó el pecho amenazadoramente. "¡Yo!"

Capítulo 20

    "¡No me importa si explota la maldita nave!" rugió el capitán Strong al oficial de la cubierta de energía del crucero espacial Arcturus de la Guardia Solar. "¡Quiero cada gramo de impulso que puedas sacar de este trasto espacial!"

    El joven capitán de la Guardia Solar se volvió hacia el altavoz del audioceptor, giró el dial de volumen una fracción y escuchó. El sonido constante y pronunciado de la baliza de señales de Roger llenó sus oídos.

    Cuando Strong descubrió que Coxine lo había burlado, había subido a bordo del crucero espacial Arcturus del Escuadrón Diez y había continuado con la patrulla de búsqueda. No se había atrevido a romper el silencio del audio para advertir a los cadetes a bordo de la Polaris para no revelar la posición de la nave. Más tarde, cuando el oficial de radar del Arcturus había informado de una señal constante en el audioceptor, Strong al principio la había descartado como una forma de interferencia del espacio. Pero cuando Titán no informó a tiempo de la llegada de la Polaris, Strong investigó el extraño sonido. Al fijarse en la señal, descubrió que provenía de una posición peligrosamente cercana a la pequeña colonia joviana de Ganímedes. Después del fracaso de repetidos intentos de localizar la Polaris y de no recibirse señales de socorro, Strong había temido que Bull Coxine hubiera vuelto a ganar. En un esfuerzo desesperado por atrapar al criminal, se había orientado repetidamente con la señal y había ordenado la máxima velocidad espacial de emergencia hacia el pequeño satélite de Júpiter.

    Al ponerse en contacto con el comandante Walters de la Academia Espacial, Strong había relatado sus sospechas y había recibido permiso para llevar a cabo un plan de acción.

    "¡Quiero que te enfrentes al enemigo a toda costa!" ordenó Walters. "¡Haz estallar su pellejo de rata espacial en protones por el espacio! ¡Esto es una orden!"

    "¡Sí, señor!" había respondido Strong con sombría determinación. "No hay nada que me gustaría más."

    Seis horas después, Strong había recibido la confirmación de sus peores temores. Se le había entregado un mensaje que decía:

    EMERGENCIA:

    GUARNICIÓN EN GANÍMEDES ATACADA A LAS TRES CERO CERO HORAS POR DOS NAVES. UNA NAVE IDENTIFICADA COMO CRUCERO ESPACIAL POLARIA. ENVÍE AYUDA INMEDIATA. TODA LA COLONIA A MERCED DE COXINE. FIRMADO, SOMMERS, MAYOR DE LA GUARDIA SOLAR.

    Strong se había dado cuenta de inmediato de que los cadetes se habían visto obligados a darle el código de reconocimiento al pirata. El pirata no tenía otra forma de penetrar las defensas de Ganímedes. Y, pensó Strong con amargura, destruir a Coxine era destruir también a los cadetes. Las palabras del comandante resonaron de nuevo en sus oídos:.".. ¡Maldita sea, Steve! ¡Esto es una orden!"

    Strong se volvió hacia su segundo al mando. "¡Todos los hombres a las armas! ¡En espera para atacar según el plan S! ¡Atacaremos al enemigo en cuanto lo veamos!"

    El joven oficial saludó y se alejó rápidamente. Pero no antes de ver la bruma en los ojos de Steve Strong.

    Tom, Roger y Astro observaban con ojos incrédulos la increíble escena que tenía lugar frente a ellos. Siete hombres estaban parados en rígida atención en la cubierta de control del Vengador. Wallace, Russell, Attardi, Harris, Shelly, Martin y Brooks. Frente a ellos, de pie igualmente rígido, Bull Coxine se dirigía a ellos en voz baja y contenida.

    "Levantad la mano derecha y repetid después de mí."

    Los hombres levantaron la mano.

    "¡A partir de ahora prometo mi vida a Bull Coxine!"

    "A partir de ahora prometo mi vida a Bull Coxine," repitieron los hombres al unísono.

    "¡Para defender sus decisiones, obedecer sus órdenes y cumplir su propósito de destruir la Alianza Solar y establecer un nuevo orden gubernamental!"

    Los siete hombres repitieron las palabras lenta y vacilantemente

    "Muy bien," dijo Coxine. "A partir de este día, vosotros sois mis principales lugartenientes. Dirigiréis las naves de mi flota, y cuando destruyamos el poder de la Guardia Solar y tomemos el control de la Alianza, me ayudaréis a gobernar nuestro nuevo orden."

    Los siete hombres se miraron, levantaron una suave ovación y esperaron a que Coxine les estrechara la mano a cada uno de ellos.

    "Muy bien," dijo Coxine abruptamente cuando llegó al final de la fila. "Volved a vuestras naves y preparaos para la aceleración total. ¡Entramos en acción de inmediato!"

    Los hombres salieron de la sala en silencio, cada uno con una expresión de preocupación en el rostro. Coxine no se dio cuenta de su falta de entusiasmo y se volvió hacia los tres cadetes.

    "Algún día, muchachos," dijo, "pasaréis a la historia como los primeros testigos del establecimiento del nuevo orden."

    Astro miró al gigante astronauta. "¡Seremos testigos de la mayor redada del universo cuando la Guardia Solar te alcance!"

    "Sí," digo Roger en su forma más casual. "¡Tú serás quien pase a la historia, Coxine, como el mayor idiota de gas espacial en despegar jamás!"

    Tom rió a carcajadas. Aunque estaba a punto de morir, no pudo evitar reírse del comentario de Roger. El gran astronauta se sonrojó enojado y abofeteó con la palma de la mano al cadete. Luego, se volvió hacia el teleceptor y abrió el circuito a todas las naves que estaban en el espacio alrededor del Vengador, las naves de la guarnición de Ganimedes.

    "En espera para aceleración," exclamó. "¡Vamos a mostrarle a la Alianza Solar quién es el jefe, comenzando ahora mismo! ¡Os daré el objetivo en unos minutos, pero dirigíos en dirección a la Tierra!"

    Se enfrentó a los tres cadetes y sonrió con malicia. "Para cuando haya terminado con Luna City, ¡lo único activo será radiactivo!"

    De pronto, se pudo oír a Gus Wallace gritando por el teleceptor, su rostro era una máscara de miedo y pánico.

    "¡Bull! ¡Bull!" gritó. "¡La Guardia Solar! ¡Los acabamos de ver! ¡Escuadrones! ¡Dirigiéndose directamente hacia nosotros! ¡Tenemos que salir de aquí!"

    "¿Qué?" rugió Coxine volviéndose hacia su escáner de radar. Los destellos en la pantalla verificaron la alarma. Gritó al teleceptor: "¡A las armas! ¡Las aniquilaremos ahora mismo!"

    "Pero, Bull..." se quejó Wallace. "¡Nos van a volar en pedazos por el espacio!"

    Coxine rugió en el micrófono. "¡El primero de vosotros, amarillas ratas espaciales, que intente huir, será destruido por mí! ¡A las armas, he dicho! ¡Esta es nuestra gran oportunidad! ¡Aniquilad ahora a la Guardia Solar y la Alianza Solar será nuestra con solo pedirla! ¡Luchad, hombres! ¡Luchad!"

    Tom, Roger y Astro se miraron boquiabiertos, sin saber si debían reírse o no del dramático discurso del enorme astronauta. Pero fueran cuales fueran los sentimientos privados de los criminales, Coxine los había alentado hasta un punto febril y los cadetes pudieron oírlos correr por el Vengador para preparar el combate contra los escuadrones de naves de la Guardia Solar que se acercaban.

    Coxine se abrochó al asiento del piloto y comenzó a ladrar órdenes a sus puestos de batalla, llevando a sus hombres a una acción sin descanso.

    Y entonces, de repente, la voz del capitán Strong, vibrante y firme, se oyó por el audio receptor, exigiendo la rendición del capitán pirata y de su flota.

    "¡Nunca!" rugió Coxine. "¡Obtendrás mi rendición de los cañones de cada desintegrador que tengo bajo mi mando!"

    "Entonces," respondió Strong, "no tengo otra alternativa que atacar."

    Con una frialdad que atravesó el vacío del espacio y se apoderó de sus corazones con dedos helados, ¡los tres cadetes oyeron a su capitán dar a sus escuadrones la orden mortal!

    "¡Fuego!"

    Coxine espetó su orden casi en el mismo instante y los tres cadetes sintieron que el Vengador se estremecía cuando sus torretas comenzaron a arder, devolviendo descarga tras descarga de los mortíferos misiles atómicos.

    Corriendo desde el escáner al panel de control y viceversa, Coxine observaba la furia de la batalla a su alrededor. Con velocidades cercanas a la de la luz, los gases de escape surcaban caminos escarlata a través del espacio negro mientras las dos flotas opuestas atacaban, contraatacaban y luego se reagrupaban para atacar otra vez. El ritmo de los desintegradores del Vengador había adoptado un patrón familiar de intervalos de cinco segundos entre ráfagas. Poco a poco, uno a uno, las naves piratas fueron alcanzadas, demolidas o gravemente dañadas, pero aún así seguían luchando. Coxine, con los ojos enloquecidos por la desesperación, ahora seguía alineando naves en su mira de radar y disparando, sin forma de saber quién era amigo y cuál enemigo.

    Tom, Roger y Astro observaban con horrorizada fascinación esa lucha de perros en el escáner. Nunca antes habían visto tales maniobras, ya que las naves gigantes evitaban la colisión a veces por centímetros. Una vez, Tom apartó los ojos del escáner cuando vio un destructor atravesar el enjambre de lanchas a reacción que escapaban después de que uno de las naves piratas fuera alcanzada.

    Disparo y cambio de rumbo, disparo y cambio de rumbo, una y otra vez, Coxine realizaba el milagro de escapar de los mortíferos desintegradors atómicos a bordo de las naves de la Guardia Solar.

    De repente, los tres cadetes vieron la silueta de un crucero espacial acercándose a ellos. La señal blanca del escáner se acercaba cada vez más al corazón del escáner. Coxine lo vio justo a tiempo y gritó pidiendo un cambio de rumbo, pero aunque el Vengador giró hacia arriba y se alejó de la nave atacante, los cadetes vieron el destello de llamas de las torretas del crucero y un momento después sintieron el estremecimiento de huesos de un fallo por los pelos.

    La cubierta de control de repente se llenó de humo. Se produjo un destello en el panel de control y los circuitos se incendiaron. Tom fue arrojado al otro lado de la sala y Roger aterrizó encima de él.

    "¡Noventa grados! ¡Impulso a estribor al máximo!" rugió Coxine por el intercomunicador. "¡Deprisa, ratas espaciales! ¡Tenemos que salir de aquí!"

    Tom se dio cuenta rápidamente de que, en medio del humo y la confusión, Coxine no podía estar dirigiendo la nave de regreso a la pelea. Solo había una explicación. Estaba desertando de su flota y tratando de escapar.

    Y luego, por encima del ruido y la confusión, Tom pudo oír el sonido de cuerpos luchando y Coxine murmurando un juramento entre dientes.

    "¡Te partiré en dos, maldita rata espacial!"

    Hubo más sonidos de lucha, y Tom y Roger escucharon la voz de Astro respondiendo sombríamente:

    "¡Hazlo y luego habla de ello, tipo importante!"

    Lentamente, el humo se disipó de la cubierta de control y Tom y Roger forzaron la vista para ver a través de la espesa nube. Allí, frente a ellos, estaba Astro, con hebras de cuerda desgarradas colgando de sus brazos, en combate mortal con Coxine. Los dos gigantes se sostenían mutuamente por las muñecas, con los pies bien separados, las piernas tensas, los rostros haciendo muecas a un centímetro de distancia, luchando por desequilibrarse el uno al otro.

    Astro y Coxine estaban enzarzados en un combate mortal.

    Tom y Roger observaron a los dos enormes astronautas apoyarse el uno contra el otro, los músculos tensos y las caras enrojeciéndose mientras intentaban obligar al otro a bajar las manos. De repente, con la velocidad de un gato, Coxine sacó la pierna y pateó el pie de Astro fuera de la cubierta, haciéndolo tropezar. Astro cayó al suelo. En un instante, el pirata estaba encima de él, agarrándolo por el cuello. El venusiano agarró las manos que le estaban asfixiando lentamente y tiró de los dedos, ¡su rostro pasó lentamente del rubor de la ira al tono gris oscuro de la muerte inminente!

    Aún unidos y atados por la pesada cuerda, los dos cadetes en la cubierta estaban indefensos, mientras la fuerza de Astro se desvanecía de su cuerpo.

    Tom se volvió hacia Roger desesperado. "¡Tenemos que hacer algo!"

    "¿El qué? ¡No puedo soltarme!" El cadete rubio luchó contra las cuerdas hasta que la sangre corrió por sus muñecas, pero era un esfuerzo inútil.

    "¡Chilla!" dijo Tom desesperadamente. "¡Grita! ¡Haz ruido! ¡Chilla como nunca en tu vida!"

    "¿Que chille?" preguntó Roger estúpidamente.

    "¡Tenemos que distraerlo!"

    Tom comenzó a chillar, y Roger se hizo eco de inmediato. Gritaron y chillaron. Patearon con los pies sobre la cubierta y se debatieron contra las ataduras.

    Las manos de Astro ya no luchaban contra los poderosos dedos que le estaban arrebatando la vida. Ahora no había fuerza en las manos del cadete, pero en la fracción de segundo en que Coxine se volvió para mirar a Tom y Roger, Astro dio un fuerte empujón con lo último de su gran fuerza y ​​se liberó del agarre del pirata.

    El venusiano se levantó de un salto y corrió hasta el rincón más alejado de la cubierta de control, jadeando por aire. Coxine corrió tras él, pero Astro lo eludió y tropezó hasta el extremo opuesto de la sala de control, aún tratando de aspirar el aliento que le daba vida a rugulientes pulmones. Geadualmente su fuerza volvió.

    Coxine hizo otra carrera precipitada hacia el cadete, pero esta vez Astro no intentó escapar. Se puso en pie para enfrentar la carga y su puño derecho impactó al pirata en la barbilla. Coxine se tambaleó hacia atrás, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. En un instante, Astro estaba sobre él, golpeando con sus poderosos puños el estómago del pirata y cualquier lugar donde pudiera encontrar una abertura. Rugiendo como un animal salvaje, el cadete ya no luchaba por el honor de la Guardia Solar o por sus amigos. No veía al criminal frente a él como Coxine el pirata, sino como un hombre que casi le había quitado la vida. Astro luchaba con la ferocidad de un hombre que quería vivir.

    Una y otra vez, Tom y Roger veían golpear a su compañero de unidad, derecha e izquierda, derecha y fuerte en la sección media del pirata hasta que pensaron que iba a atravesar con el puño el cuerpo del hombre.

    Justo cuando parecía que Coxine iba a caer, de repente cargó de nuevo, pero recuperada su poderosa fuerza, Astro dio un paso atrás y esperó una oportunidad. Coxine lanzó una veloz derecha hacia la cabeza de Astro. El venusiano se agachó moviendo ligeramente su peso y dirigió su derecha directamente hacia la cara del pirata. Con los ojos repentinamente vidriosos y vacíos, Bull Coxine se hundió en la cubierta, completamente inconsciente.

    Respirando fatigadamente, el cadete se volvió, se secó la cara y sonrió a Tom y Roger.

    "Si alguna vez tengo que pelear con otro hombre así de nuevo," jadeó Astro mientras aflojaba las cuerdas alrededor de sus compañeros de unidad, "¡quiero tener ambos puños hundidos en plomo antes de comenzar!"

    Levantó las manos. No quedaba un poco de carne en sus nudillos.

    Tan pronto como Tom estuvo libre, agarró la pistola de paralorrayos del pirata. "¡Será mejor que atemos a este rata espacial!" gritó.

    "Nosotros lo haremos," dijo Roger. "¡Tú intenta averiguar cómo vamos a salir de esta nave!"

    De repente, detrás de ellos, la escotilla se abrió de golpe y el capitán Strong entró corriendo en la sala, seguido de una docena de guardias armados.

    "¡Capitán Strong!" gritaron los tres cadetes.

    El rostro del joven capitán se iluminó con una sonrisa. Corrió hacia Tom y lo agarró de la mano, luego se volvió hacia donde Roger y Astro estaban atando a Coxine.

    Strong apuntó su arma hacia el pirata caído. "¿Qué le ha ocurrido?"

    Roger sonrió y asintió hacia Astro. "Coxine le dijo a Astro que le recordaba a un buey que vio una vez en un zoo de Venus. Astro se enfadó." Roger se encogió de hombros. "¡Pobre Coxine, no tuvo ni una oportunidad!"

    Astro se sonrojó y miró a Strong. "No se preocupe por nosotros, señor," dijo el gran cadete. "¡Cómo ha llegado hasta aquí!"

    Strong les dijo que había captado la señal de la baliza. "Eso fue pensar rápido, muchachos," dijo. "Fue el final de Coxine. Si no lo hubiéramos detenido ahora…" Strong negó con la cabeza.

    "Pero ¿cómo subió a bordo del Vengador, señor?" preguntó Tom.

    "Esta era la única nave que no era de la flota de la Guardia Solar, por lo que fue fácil de detectar. Capturamos la Polaris de inmediato, y después de registrarla, supusimos que vosotros tres estabais muertos o a bordo de esta nave. Di la orden de no disparar contra vosotros, ya que habíamos aniquilado la flota de Coxine antes de que pudiera causar mucho daño. Cuando os vimos acelerar después de ese último casi accidente, que por cierto yo tuve la intención de evitar, os abordamos, forzamos la esclusa de aire, y tomamos el mando."

    "Pero ¿la tripulación no ofreció ninguna resistencia?" preguntó Roger.

    "No, y por la historia que me cuentan de que Coxine quería establecer un nuevo orden, o algo así, se alegraron de rendirse. Creen que está chiflado."

    Cuando los hombres alistados sacaron a Coxine, aún inconsciente, de la cubierta de control, los tres miembros de la unidad Polaris y su patrón lo vieron alejarse en silencio. Todos se dieron cuenta de lo cerca que había estado la Alianza Solar de la destrucción a manos del pirata loco. Finalmente Strong se volvió hacia su tripulación de cadetes.

    "Bueno, muchachos," dijo con cansancio, "hemos recuperado la llave lumínica ajustable y capturado a Coxine. ¡Supongo que eso acaba con los piratas espaciales!"

    "Sí, señor," dijo Tom en voz baja. "Y esto seguro que me enseña una lección."

    "¿Cuál es?" dijo Strong.

    "No pensar nunca que ser un Cadete Espacial es cuestión de aprender algo de un carrete de cuentos. Ser un Space Cadet es como ser..." Se detuvo. "¡Como nada en el universo!"

FIN