Créditos

    Titulo: Cafeína

    Autor: Ryan Grabow (egrabow.com)

    Copyright © 2024 Ryan Grabow (CC-BY-NC-ND, algunos derechos reservados)

    

    Prohibida su venta.

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    Traducción y edición: Artifacs, diciembre 2023, mayo 2024.

    Imagen de portada de Ryan Grabow, usada con permiso.

    

    Ebook publicado en Artifacs Libros en mayo de 2024

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    Titulo original: Caffeine (edición revisada por Ryan Grabow en agosto de 2023)

    Copyright © 2009, 2011, 2023 Ryan Grabow (CC-BY-NC-ND, algunos derechos reservados)

    Texto en inglés publicado gratuitamente en egrabow.com

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Licencia Creative Commons

    Muchísimas gracias a Ryan Grabow por autorizar esta traducción y por compartir Cafeína bajo Licencia CC-BY-NC-ND 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/legalcode.es.

Licencia CC-BY-NC-ND

    

    Esto es un resumen inteligible para humanos (y no un sustituto) de la licencia, disponible en Castellano.

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Agradecimientos

    Gracias a Ainsley Batey, a Chris Ebert y a Mike Skold por su ayuda en la prueba de lectura. Gracias también a Grace Bridges y a Splashdown Books por esas últimas ediciones y por dar a Caffeine su primera forma impresa.

    Ah, y gracias a mi mamá también... por cuyo consejo cambié "Ver" a "Vair," lo cual suena bien cuando lo leo. : )

    Ninguna Inteligencia Artificial de la vida real estuvo involucrada en la escritura de este libro.

    Gracias por preguntar. biip bup bup

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Y Ahora Infectando Tus Librerías Favoritas

    

    La Edición 2180 incluye:

    • Texto Eliminado

    • Comentario del Autor

    • Preguntas de Discusión

    Gracias por apoyar esta obra.

    ISBN para la Edición 2180:

    979-8-9887111-0-0 (comercial en papel)

    979-8-9887111-1-7 (e-book)

Dedicatoria

    A la gloria del maestro programador, sin quien la inteligencia artificial no podría haber sido nunca soñada.

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CAFEÍNA

por

Ryan Grabow

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PARTE UNO

Capítulo Uno: Límites

    La pregunta parecía atraparme. Cada día que pasaba sentía más que necesitaría enfrentarla o que me destruiría.

    Pasé la mano por la superficie del viejo cartel: un anuncio de uno de los famosos inventos de Thomas Edison, uno de los primeros dispositivos para capturar una imagen en movimiento. Las sencillas películas del dispositivo habían sido fantásticas maravillas para una generación anterior. Pensé en la vieja sensación de maravilla que suscitaban y en cómo se preservaban en ese lugar. Yo las envidiaba.

    Pasé un buen rato tocando la superficie del cartel con las puntas de los dedos, preguntándome por qué ya no parecía tan real. Un trocito de cartulina me raspó la nariz.

    —¿Tú? ¿Mirando al espacio? Estoy impresionada.

    Tomé la entrada naranja de la mano de Vair y logré sonreír. —Creía que odiabas los musicales.

    —Con pasión —dijo ella, acercándose a mirar—. Vitascope —leyó sonriendo y tamborileando en el cartel con el dedo—. Venga ya, Brandon, estamos en Technicolor ahora.

    Las imágenes y los sonidos de ese día me resultaron familiares y poderosos. A veces parecía que las imágenes eran la única alegría que me quedaba en la vida, lo único que podía consolarme en momentos difíciles. Tomábamos nuestros asientos mientras las luces de los candelabros se atenuaban y The March of Time llenaba la pantalla de plata con imágenes del continente europeo en guerra.

    ¿No es ésta una de esas cosas que queremos olvidar?

    Vair empezó a embutirse palomitas de maíz en la boca. Yo descubrí mi mano posada sobre la libre de ella, el contacto me hizo sentir anclado a algo que necesitaba, como si fuera más real que yo; algo que podía admirar, pero nunca entender.

    Vi un destello por el rabillo del ojo.

    —Otra vez no —dijo Vair en voz baja.

    Como sabíamos que los fallos no nos traían nada bueno, dejamos pasar el momento, con la esperanza de que desaparecieran por sí solos o, al menos, de que permanecieran lo bastante pequeños como para poder ignorarlos.

    En la pantalla la realidad y la guerra se reemplazaron por imágenes de fantasía e imaginación: una historia basada en una humilde granja familiar en Kansas. El ambiente de la sala se suavizaba mientras nos veíamos arrastrados hacia los dilemas de una niña llamada Dorothy. Puse el brazo alrededor de los hombros de Vair, sabiendo que ella ya estaría absorta en la trama, musical o no. Eché mano a algunas de sus palomitas, esperando ser lo bastante rápido. Manotazo en la mano. Tales cosas siempre la divertían. Le puse mi sombrero en la cabeza y se lo giré sobre los ojos. Ella se lo quitó, mordió el borde y susurró que necesitaba sal.

    —Yo tuve una vecina igualita que ella —dijo ella mientras ambos veíamos a Miss Gulch confiscando a Toto, el perro de Dorothy, afirmando que el perro la había mordido.

    —En serio, creo que incluso odiaba así a los perros.

    —Probablemente era más de gatos —respondí.

    —Más bien esa odiaba a todos los seres vivos, aparte de ella misma.

    Yo me reí. Alguien por detrás de nosotros se aclaró la garganta en plan: "Silencio, quiero ver la película". Puse los ojos en blanco.

    Vair se inclinó hacia mí y susurró: —Sin amortiguación de sonido. Eso hace más realista la experiencia del cine, ¿recuerdas?

    Compuse una frase en mi mente y se la envié: —Bueno, a míster oído sensible no le importaría que habláramos así.

    —Olvídalo, ya rajaremos luego de la Bruja Malvada del 9A —respondió ella, de la misma manera—. No podían hacer esto en la década de 1930, de todos modos, así que...

    Los fallos reaparecieron, mucho peor que antes, causaba que las fibras de los asientos destellaran como el relámpago de alguna nube lejana. Vair se hundió en su asiento y gruñó. Yo le di un besito en la mejilla. —No te cabrees, gatita. Estoy seguro de que este garito no va a aplicarnos la acometida del trasero.

    Ella señaló la pantalla. —Viene el Tornado, cariñín. Mejor me lo sueltas más tarde.

    La familia de Dorothy se debatía buscando refugio y nuestra corriente granjera volvía corriendo a la granja por el paisaje rural para escapar del tornado. La película parecía tan auténtica, y a la vez tan ultraterrenal, porque los tornados se habían vuelto tan raros como las granjas familiares que devastaban en el pasado. Aunque la película era ficción, resaltaba una cultura que había sido real y nos invitaba a entrar en la imaginación de otra época: la Tierra de Oz, el espantapájaros, el hombre de hojalata y el león cobarde. Cuando la casa cayó, Dorothy salió andando desde un pasado sepia hasta un futuro colorido, una Dorothy que podría parecer más real y más fantástica, todo a la vez, y que arrastraba con ella audiencias enteras.

    De nuevo me sacaron de golpe de la Tierra de Oz, por una sola raya que Vair ni siquiera pareció notar. Fue mi turno de gruñir.

    ¿Por qué esto ya no puede ser real?

    Los fallos aparecían siempre que Vair y yo nos juntábamos y empeoraban a medida que pasaban los meses. La energía de la historia atraía más y más a quienes nos rodeaban, y Vair tenía la voluntad de hierro de poder mantener su atención donde quería, pero a mí algo no dejaba de sacarme fuera, atrayendo mi atención hacia la ilusión.

    Mi atención cayó hacia mis alrededores: los demás cinéfilos, hombres y mujeres, individuos y grupos, los que “vestían la era" —como nosotros—, y los que preferían estar con ropa moderna. Yo oía la simulación de la respiración de Vair, olía la simulación de la mantequilla en sus palomitas de maíz y sentía el calor de lo que en realidad no era su cuerpo. Tengo insomnio, pensé. Intento soñar como todos los demás, pero siempre acabo maldiciendo la almohada bajo la cabeza.

    Era imposible ignorar los ruidos que venían de la primera fila, el sonido de unos críos pesados. Les mandaban callar, pero les daba igual. Cuando el villano de la película plantó flores envenenadas en el sendero hacia Ciudad Esmeralda, para dormir a los viajeros, se oyó un fuerte grito y una carcajada. Una lata de Tiger Blood acabó salpicando la pantalla de cine.

    Se rompió el hechizo.

    Gente por todas partes ya se estaba moviendo en sus asientos y dando toques en los paneles de control. Un niño mal vestido, con enorme pelo de espuma, se levantó y gritó sobre lo “estátikos” y “kutres” que eran los efectos especiales, para disfrute de al menos otros dos perdedores amigos suyos.

    —¿Para qué respiran siquiera? —dijo Vair—. ¿No tienen estos botarates nada mejor que hacer?

    Eyectaron al grupo, la bebida energética que había por toda la pantalla desapareció con ellos. Se comentó en voz baja, cosas como “el descaro de esa gente” y “hasta nunca”, cuando la sala volvió a la normalidad, para todos los demás menos para Vair y para mí. A nosotros nos pasaban por delante fragmentos de anuncios, anuncios de otra parte que chocaban con el estilo del cine. Yo oía una especie de zumbido y el color del asiento se volvía rojo.

    —¿Por qué no funciona bien nada? —dijo Vair mientras el entorno comenzaba a responder a sus pensamientos otra vez.

    Los asientos volvieron a la configuración color azul oscuro de Vair y no hubo más interrupciones. El final fue feliz, por supuesto: Dorothy y su perro Toto regresaron sanos y salvos a Kansas y todo resultó ser un sueño de locos. Cuando se encendieron las luces, los clientes empezaron a desaparecer de sus asientos, abandonando el cine por completo; otros caminaban hacia el vestíbulo para ver qué eventos ofrecería Byran's Downtown para la próxima semana, o para ver los recuerdos y los carteles originales que los miembros colocarían a la venta.

    El cine era una construcción original, su arquitectura y estilo modelaban el ornamental espíritu del Roxy o del Teatro Chino de Grauman, y se usaba para proyectar las mismas películas que esos palacios habían estrenado mucho tiempo antes. Los servidores de InTek albergaban muchas de tales construcciones, incluidas salas de cine más modernas para el tipo de películas que buscaba Vair: típicamente ciencia ficción de alta energía al estilo Nine Minutes to Andromeda. La construcción en la que nosotros estábamos se destinaba a los viejos cinéfilos de Realidad Dinámica, una comunidad global que se conectaba todos los domingos por la noche para ver lo mejor de antaño. Aunque yo sólo había visitado el lugar como invitado gracias a la suscripción de Vair, llegó a gustarme mucho, incluso me sentía un poco como si perteneciera allí.

    —¿Qué hora es?

    —Casi las seis treinta. Se está haciendo tarde en mi costa —dijo ella, con el subidón cinematográfico obviamente desvaneciéndose ante una semana laboral real de setenta horas—. Como en casa, en ningún sitio. Supongo.

    —Ni como en Maran —respondí, intentando no parecer desesperado—. Sólo unos minutillos…

    Vair sonrió y dejó caer mi sombrero de fieltro en mi cabeza. —Tengo que hacer pistas, amigo... asegurarme de que este garito está en la cima —Se puso de pie y miró fijamente los créditos, perdiendo la jerga del siglo XX—: No voy a poder dormir hasta que arreglen este problema. Ya sabes cómo soy.

    —Sí, ya sé cómo eres hasta que arreglan un problema. —Me levanté con ella—. Bueno, iré contigo. A lo mejor aún tenemos tiempo después.

    Ella me miró fijamente durante unos segundos. —Siempre hay tiempo para una puesta de sol —concedió ella ofreciéndome su cilindro sin fondo de palomitas de maíz.

    Miré a través de una pared de vidrio hacia la ciudad artificial, asimilando el tipo de vista que habría en lo alto de un edificio de 500 plantas. El cielo era azul brillante con nubes de peluche y los pájaros volaban en la distancia donde un tenue arco iris era visible; un arco iris siempre es visible en ese cielo, aparece siempre en alguna dirección aleatoria. El cielo siempre era perfecto, como todo lo demás en Realidad Dinámica.

    —Estoy intentando abrir mi partición G348 ahora mismo —oí a Vair decir a la amai de atención al cliente—. ¿Cómo llamáis a eso?

    —Trabajando… Listo. La partición G348 está lista para su uso.

    Yo lo escondía, como pensaba que debía, pero la voz masculina me irritaba. En mitad del redondo salón empapelado con material promocional de InTek, mi Vair estaba hablando de temas técnicos que yo no entendía con una amai tipo hombre: complaciente, perfecto, sabedor de todo, pensador más rápido que cualquier humano y, con todo eso, perfectamente real. Su apariencia y personalidad estaban adaptados a los gustos personales de Vair —o más bien a lo que el servidor podía hacer de ellos— y, no sé cómo, esos gustos nunca coincidían con mi perfil físico.

    Vair estaba acostumbrada a pararse delante de estos todo atractivos amai. Yo no tenía motivos para creer que ella fuese a salir corriendo con un simplón programa de computadora, pero las emociones no eran tan lógicas. Me ardía por dentro el fuego de los celos y quería hacer pedazos ese programa o depurarlo o lo que fuese.

    —Lo mismo —dijo ella mientras el panel airé cambiaba frente a ella. A diferencia de la mayoría de los usuarios, ella apenas miraba la cosa y nunca se fiaba de los botones del panel—. Ejecuta un algoritmo OJF.

    Al comienzo de ese día, el día después de Navidad, Vair se había tomado un tiempo para revisar sus diversas cuentas, asegurándose de que la información que almacenaba no había sucumbido al ataque anual de programas de piratería dirigidos al pico de tráfico navideño. Descubrió que su cuenta de InTek había sido corrompida por un malvirai clase E6. Todo código de error que fuera cinco tres algo algo estaba relacionado con un virus y, por definición, era muy difícil de arreglar.

    —Trabajando… Listo —respondió la realista voz de macho man—. Algoritmo ejecutado exitosamente.

    —Me tomas el pelo, ¿no? Vuestras tablas root están todas controladas por SY, pero los algoritmos de mantenimiento ni siquiera son compatibles con P2DP. Toma, os envío uno bueno.

    Si las amai estuvieran programadas para satisfacer al noventa y nueve por ciento de sus clientes, Vair siempre estaría en el pequeño grupo al que le gustaba hacerse el técnico... y que probablemente podía. Yo a veces pensaba que el cerebro de Vair era el procesador de una computadora gigante.

    —Lo siento, Verónica, sólo estoy autorizado a ejecutar scripts certificados por Slidewire. Puedes dejar una solicitud de reparación.

    —Estoy dando seguimiento a la solicitud de reparación: ¿Me estáis ayudando o no?

    —Lo siento, su solicitud de reparación se envió hace sólo nueve horas. Un certificado.

    —Fatiga es lo que eres —dijo ella acercándose un paso hacia la amai—. Se supone que sois uno de los servidores en línea más seguros. ¿Qué hacía vuestro personal de seguimiento mientras se me arruinaba el día?

    —Tenga la seguridad, Srta. Sornat, de que InTek se toma muy en serio las amenazas a la seguridad y sólo utiliza los programas sentrai más fiables para hacerlo.

    —Ah, claro, no tenéis a nadie de personal de seguimiento… eso tendría demasiado sentido. Tenéis programas sentrai de rebajas de sótano que no necesitan que les paguen ni que les den vacaciones. Yo puedo enchufar un E6 en mi terminal de tierra mientras duermo. Por la gran suscripción que cobráis, me da igual si un clase A1 se cuela dentro para corromper mis cosas... deberían estar protegidas. ¿Tenéis siquiera algún ser humano con quien pueda hablar?

    La amai se pausó un momento, la respuesta programada para clientes molestos, y alegremente pronunció otra frase genérica. —Lo siento, Verónica, pero las oficinas de InTek están cerradas hasta el 3 de enero. Si quisieras...

    —Exactamente… ¡Otro servidor que deja las IA al mando en el momento de máximo riesgo!

    —Tenga la seguridad, Srta. Sornat —dijo la amai después de otra pausa de servicio—, que InTek se toma muy en serio y en exclusiva las amenazas a la seguridad.

    —No os las tomáis en serio —dijo Vair con frialdad.

    —Lo siento, no entendí la pregunta.

    Ella se cruzó de brazos. —No era una pregunta, era un hecho.

    Otra pausa. —¿Hay algo más que pueda hacer por ti hoy, Verónica?

    —Hoy he tenido que aguantar una amai tras otra. Todas programadas para decirme lo mucho que aprecian mi negocio, pero no para hacer lo más simple para conservarlo. Una IA nunca podrá entender lo frustrante que resulta eso.

    De hecho, una amai nunca podrá “comprender” la frustración, pero ocasionalmente una parecía intentarlo. Ese era un mal funcionamiento común que Vair encontraba, uno que cualquier ascendedor experimentado podía reconocer. La expresión facial se bloqueaba en una especie de cruce entre el procesamiento en segundo plano, la reflexión simulada y el júbilo continuo, este último era la directiva principal de una amai. Este extraño aspecto siempre precedía a una acción igualmente extraña.

    El agente de servicio al cliente de Vair cerró los ojos, emitió una risita y dijo: —Ha sido un placer servirle en su InTek hoy, ¿por qué no intentarlo de nuevo?

    Habiendo visto con demasiada frecuencia esta, antaño divertida, peculiaridad, mi novia alzó los brazos. —Rek, Rek, Rek, ya me ocuparé de eso más tarde... ¡Comando cerrar sesión!

    La oficina comenzó a desaparecer a nuestro alrededor cuando la amai reiniciada nos despidió con: —Gracias por pensar en la realidad de InTek, ¡disfrútenos de nuevo pronto!

    Después de unos segundos, estábamos frente a una puerta giratoria dorada con un gran logotipo de InTek estampado encima: la entrada a uno de los millones de rascacielos en el entorno de la plaza, uno de los muchos exteriores regularmente reprogramados para parecer más impresionantes que los demás, y más dignos que las vallas publicitarias que anuncian nuevas construcciones y pruebas gratuitas de 21 días. Salimos al espacio público de datos tal como habríamos salido a cualquier calle de la ciudad, siempre recordados por las personas de aspecto fantástico y los objetos mágicos que no estábamos en nuestros cuerpos de carne y hueso.

    —¡Estúpido! ¡Es todo tan estúpido!

    —Tampoco es que guardes algo importante en estos servidores —dije presto—, y sé que tú haces como un billón de copias de seguridad. En serio, ¿de verdad perdiste algo valioso?

    —No, no lo perdí —respondió ella—. No había nada que yo no pueda reemplazar en un segundo, pero me gusta saber que los lugares donde guardo cosas son seguros. No tenía que preocuparme tanto por esto hace años, pero ahora parece que dependo constantemente de las IA para arreglar cosas que estropean otras IA. Si los propietarios de InTek y millones de empresas similares fueran un poco más responsables, sus clientes serían mucho más felices.

    —Sí, pero la inteligencia artificial mejora cada año, estoy seguro de que, para las próximas Navidades, InTek tendrá una seguridad mucho más potente.

    —Y virus mucho más potentes contra los que fracasar.

    —Bueno —dije caminando con las manos en los bolsillos—, Slidewire no estaría ganando tanto dinero si su software no fuera bueno, ¿verdad? Los malvirai sólo son IA programadas para ser malvadas por piratas informáticos gamberros. Lo único que las empresas tienen que hacer es actualizar su seguridad y...

    —Todas son malvadas, Brandon, cada una de ellas. Me da igual para qué esté programada la IA: ayudarme, molestarme, cantarme, escribirme una multa por cruzar imprudentemente… Me da igual que no piensen como nosotros o no sepan cuánto están arruinando —respiró hondo y bajó la mirada—. Lo siento.

    Me detuve y la encaré. —¿Qué pasa, Vair?

    Ella me miró. Sus ojos se suavizaron un momento antes de apartarse rápidamente. —Supongo… que me van a recortar la paga otra vez.

    —Oh, lo siento.

    —No es culpa tuya —respondió ella—. Es mejor que perder el empleo, supongo.

    —Pero tú te mereces algo mejor.

    Ella se tomó un momento para respirar el aire de dulce olor —¿Tú qué opinas, Brandon? —preguntó ella—. ¿Crees que era así hace cientos de años, durante esa “Gran Depresión”?

    —¿A qué te refieres?

    —A tiempos más sencillos. La simplicidad debe ser algo bueno, ¿verdad? Supongo que estoy pensando si todo este “avance” ha mejorado o empeorado los tiempos difíciles.

    —Bueno… No tenían inteligencia artificial en los años 1930. Creo que ni siquiera tenían computadoras.

    Ella me encaró con una mirada de adoración, alzando la mano y pasándomela por el cabello rubio y sucio. —Personalmente, no me gustaría vivir en una época en la que la electricidad fuera un lujo; pero si eso significa que no hay IA —Retiró la mano y se encogió de hombros—... ¿Por qué pensar así? Sé que deshacerse de todo no va a resolver los problemas. Tenemos que mejorar el futuro en lugar de intentar vivir en el pasado. Pero a veces desearía que todo el ruido se marchase, eso es todo. No deberían intentar reemplazar a las personas con computadoras, son sólo herramientas... Las computadoras, quiero decir, no las personas.

    Empezamos a caminar calle abajo.

    —¿No dijiste algo así cuando cambió tu sitio A?

    —GreenTek. Por eso asciendo desde casa ahora. Recuerda —Se señaló la frente—, es un dispositivo pequeño, Brandon. Nunca más necesitarías las cabinas públicas.

    —No sé, las cabinas no están mal. Mi sitio todavía lo ven personas reales.

    —¿Por cuánto tiempo? Una de las personas de GreenTek era amiga mía, la metieron en uno de esos programas de “prosperidad” del gobierno y la obligaron a vender el condominio. Créeme, llegará el día en que saldrás y encontrarás un programa de computadora vigilando el lugar. Sin advertencia. Cuando llegue ese día, recomiendo los PAM fabricados por Maldoran... son compatibles con casi todos los SNDL fabricados y, como sólo tienes los implantes de base estándar, la configuración no debería llevar más de unos minutos. Tú avísame si necesitas ayuda.

    —Las cosas van un poco mejor en California, Vair. De hecho, cuando te canses de los recortes salariales, siempre puedes venir a vivir conmigo a Los Ángeles.

    Pasó un momento de silencio mientras ella permitía que lo último de su tensión se evaporara. —Ya veremos —dijo ella—. Ojalá que los tontos de Washington sumen dos y dos y hagan algo para parar esto. Ya sabes, cambiar la ley.

    Sentí un silbido y algo se estrelló contra mi pecho. Alguien voló entre nosotros, alguien rápido, casi derribándome. El chaval se detuvo en la distancia y se quedó mirándonos. Tenía pinta desaliñada y el cabello oscuro le caía hasta taparle gran parte de la cara. Atrajo mi mirada algo que le brillaba alrededor del cuello. Una cadena.

    Una tarjeta sucia y gastada, que mostraba la imagen de un esqueleto subido a un caballo, habían dejado en mi mano. En la parte superior, la tarjeta decía “MUERTE". Solté aquella espeluznancia de mi mano y cayó a la acera. Levanté la vista de nuevo y el chaval ya se había ido.

    —Es una carta del tarot —dijo Vair.

    —No... No la recojas, podría... no sé... ¡tener algún código maligno o algo así!

    —Sólo es un crío que quiere liarte la cabeza. —Ella sostuvo la carta entre los dedos y ésta desapareció—. ¿Ves? Borrada. Al menos he conseguido solucionar un problema hoy.

    Me apoyé en una pared a respirar hondo.

    —Bueno —dijo ella —, bastante extraño, supongo. ¿Estás bien?

    —Sí… Críos —dije—, si no son botarates que tiran refrescos al león cobarde, tiene que ser otra cosa, ¿no?

    —Sí, críos… con sus Model T y sus Coca Cola, bailando el rock and roll "Al infierno en una cesta", como sea que debe de funcionar.

    Ambos nos reímos.

    —Veo que haces más investigaciones a mis espaldas, pero creo que el baile se llamaba ‘el Charleston’.

    Bueno, como se diga… ahora sí que no puedo dormir —dijo Vair—. Olvídate de la vida real y todo lo cercano a ella. Vámonos lejos. Alejémonos de todos ellos.

    La estrella llamada A-Enki caía despacio bajo el horizonte occidental; sus rayos explotaban en todos los tonos entre el ámbar y el violeta, y brillaban en la superficie del océano Junei. Los gruesos anillos de Maran, parecidos a los de Saturno, se difuminaban sobre el agua, esperando revelarse como un arco brillante en el cielo nocturno del norte. Nos sentamos en el hermoso césped y escuchamos la melodía de las olas del océano en la playa debajo. El cabello negro azabache de Vair danzaba en la ligera brisa, ella descansaba la cabeza sobre mi hombro. El aire era fresco y olía dulce, tal como todo el aire era dulce en Realidad Dinámica.

    De todos los paisajes reales y ficticios que una pareja podría disfrutar, elegíamos esa playa en el hemisferio sur de Maran como nuestro sitio. Maran era un lugar real convertido en ficción; un planeta lejano del que antaño se pensaba que se parecía a la Tierra. Sólo unos años antes, Maran había sido un escenario popular para la ficción y la especulación: sobre las formas de vida que vivían allí, las ciudades que podíamos construir allí, los recursos que podíamos extraer y demás.

    Cuando la sonda reveló que Maran era otra roca muerta, se acabaron las historias y las costosas simulaciones del planeta de alta calidad se volvieron prácticamente gratuitas. Los especuladores enterraban sus antiguos trabajos y elegían nuevos planetas mientras el público esperaba el próximo gran frenesí.

    —La exploración está muerta —había dicho Vair una vez durante una noche allí—. Un planeta que albergara vida no tendría por qué parecerse tanto a la Tierra, ¿verdad? Simplemente copian y pegan sus propias visiones perfectas de la Tierra en cada estrella del cielo y ven si sale dinero; luego se descubre de verdad algo y todo el mundo se queja durante dos días, hasta que les dan otra cosa para distraerlos. Ciclo completo.

    La opinión de Vair sobre la ciencia moderna siempre era fría, por razones muy personales para ella. Aún así, ella creía tener derecho a disfrutar del conocimiento de la humanidad y juzgar el valor de todo. A veces, los viajes a Maran la inspiraban y ella hablaba de ciencia conmigo, un tema con el que yo no quería tener nada que ver desde los tiempos de la universidad, pero hacia el que ella tenía una maña de involucrarme. Yo empezaba a recordar hechos y argumentaba contra ella. incluso lograba cambiar un par de sus teorías a lo largo de los meses. Aunque yo nunca esperaba su reacción ante mis pequeñas victorias; a ella le gustaba más perder que ganar, porque eso significaba que aprendía algo nuevo.

    Ese día no hubo debate. Pasé mi mano por su largo cabello, viéndola como la mujer frágil y preciosa que una vez conocí. Su vanitar era sorprendentemente fiel a la vida real: entre una multitud de saltadores de trampolín con rayas de leopardo y ojos platino, el suyo estaba embellecido sólo por una franja de índigo que le recorría el pelo. Ella siempre era muy confiada y segura, a veces incluso dejaba que su individualidad sacara lo mejor de ella, pero manteniéndose siempre respetuosa y abierta a los demás. Costaba creer que la primera vez que nos conocimos yo la viera como un pájaro con un ala rota: hecha pedazos, desesperada y hablando frenéticamente de suicidio.

    Yo sólo hice lo que haría cualquier ser humano.

    Vair era la hija natural de dos padres uve dos. Ambos se separaron cuando ella sólo tenía ocho meses, así que pasó su primera infancia arrastrando a sus padres como si fueran equipaje, hasta que uno de ellos se fue de pronto a vivir a Marte. Vair aprendió a ignorar su dolor y tuvo éxito, a pesar de ello, compitiendo bien contra el varón nacido de laboratorio que su madre quería en realidad. Aunque Vair se sentía como una paria incluso en la escuela. Aunque ella misma no era uve dos, los niños normales la rechazaban porque llevaba las marcas de la ingeniería genética. Los niños uve dos también la rechazaban porque ella no había nacido en un laboratorio. Con el tiempo, la joven Vair decidió sin más que no quería amigos, porque no se podía confiar en los demás.

    Su madre solía hablar sobre que la eugenesia era el futuro de la humanidad y que Vair y su medio hermano Dean eran la prueba viviente del triunfo de la humanidad sobre la naturaleza. Vair estudiaba genética con entusiasmo, creyendo que eso la acercaría más a su madre, hasta que acabó desafiando una popular teoría. Vair se sorprendió cuando su madre no mostró su aprobación y esa fue la primera vez que sintió que tenía que elegir entre “lógica versus política”. Vair no podía entender por qué la gente la odiaba. La gente pasaba muchas horas predicando ideas sobre la vida pero, a pesar de que su mente estaba alimentada, su corazón podía morir de hambre. No tenía conocimiento sobre cómo identificar el dolor o liberarlo.

    Para el decimoquinto cumpleaños de Vair, los muros entre ella y su madre habían crecido en altura. Vair se mudó esa misma semana y trató de olvidarse de la familia. Eso la hizo sentirse mejor, al principio.

    En el último año de universidad de Vair, su padre entabló contacto con ella; había regresado y quería volver a ser parte de la vida de su hija. Por razones que ella no entendía, aceptó la oferta y comenzó a quedar con él en Realidad Dinámica. Su padre, sin embargo, había empezado a beber y las sesiones para reforzar vinculos y llevadas por capricho se volvieron inútiles y vacías. Ella empezó a despreciar a su padre y trató de dejar de verlo, pero él leyó su fuerte fachada y se aprovechó de su frágil estado emocional. Vair siguió quedando. Vair siguió fingiendo.

    A pesar de toda la fuerza que ella tenía, ningún conocimiento o ignorancia podía contenerla por más tiempo. Aunque ella nunca reconocía la presa que la retenía dentro de sí, ésta había sido real y por fin estaba comenzando a estallar, provocando que toda una vida de dolor enterrado la invadiera en un abrir y cerrar de ojos.

    Lo extraño era que yo ni siquiera quería estar donde estaba ese día.

    El reloj acústico anunciaba la hora con su agradable y omnipresente voz. Me limpié la humedad de los ojos y noté que el sol se había puesto, dejando sólo un tenue resplandor en el horizonte. También noté que Vair había tenido demasiado éxito en olvidar su apretada agenda. Le di un empujón para que volviera a la lucidez.

    —Ya has oído al hombre, será mejor que duermas un poco.

    Ella gruñó y no se movió: —Estoy harta de computadoras. Dime qué hora es.

    —Son ocho ceros y tienes dinero que ganar mañana.

    Ella se levantó despacio y se recompuso.

    —¿Está todo bien para Año Nuevo? —preguntó ella.

    Un pulso de ansiedad me recorrió. —Sí —respondí intentando recordar el plan que habíamos hecho—. Los billetes de tren están esperando en mi buzón. Saldré el jueves por la noche y nos reuniremos en Times Square alrededor del mediodía… si el tren llega a tiempo.

    —Puedo encontrarme contigo en Penn Station si es más fácil.

    —Ah… —me levanté—. ¿Después de ese viaje en tren de cuarenta horas? ¿Por qué no?

    —Vamos, será como la última vez que viniste a verme: pedirás un Amber Plus del vagón restaurante, descargarás una revista de arquitectura y te la pondrás en la cara hasta que el revisor tenga que despertarte.

    No, pensé. Esto no será como la última vez.

    Sentí una mano en el hombro. —¿Va todo bien, Brandon? —preguntó Vair—. Pareces un poco... disperso.

    Respiré hondo, aparté la pena y me dije que debía sonreír. —Oh, ya sabes. Cosas de trabajo. Ya sabes lo inútiles que son los agentes de prosperidad. Nada de lo que preocuparse. Pronto tendré trabajo de verdad, de todos modos… la costa oeste está bien así. Lo único que tengo que hacer es soñarlo y habrá trabajo.

    —Pero ¿de qué sirve un sueño que no se hace realidad?

    Se encontraron nuestras miradas durante un instante, y no pude saber si ella estaba siendo tan tímida como de costumbre o muy seria.

    ¿Es esto posible de verdad? ¿De verdad se preocupa por mí?

    —Bueno, ya sabes —dijo ella—. Las cosas saldrán bien, tienes talento y alguien tiene que verlo tarde o temprano.

    Levantó la manga de su brazo derecho, exponiendo el descensor alrededor de su muñeca.

    La ansiedad volvió deprisa, pero yo sabía que tenía que dejarla ir. —De vuelta al mundo real —dije para llenar el silencio—. Locos y todo eso.

    —Todos tenemos que volver alguna vez, ¿qué diversión habría en escapar si no?

    Ella sonrió, usando el comentario que había hecho para convertir su estado de ánimo en algo más enérgico. —Muy bien, slo-mo —bromeó ella, sosteniendo su descensor frente a mí—. Si eres tú el que queda en pie esta vez, seré extra amable en la próxima película y te dejaré comer palomitas de maíz.

    —¿Durante una de tus semanas para escoger? —dije rascándome la cabeza distraídamente—. Ni siquiera comes palomitas de maíz durante esas películas.

    —Durante Ciudadano Kane, entonces.

    Levanté mi brazo a medias. —En realidad, todavía tengo algo que hacer aquí arriba. Ni siquiera estoy cansado.

    —Oh, por supuesto. —Ella se encogió de hombros y puso la mano sobre el botón—. Entonces te veré el viernes.

    Asenti. —Sí… el viernes. No hay fuerza en la naturaleza que pueda impedírmelo.

    Vair sonrió y casi pulsó el botón de su descensor. —Ah, claro... Locos. No te sorprendas si ves muchos observadores de estrellas corriendo por allí. Dean eh...

    Mis ojos se abrieron con interés. —Dean… —repetí, esperando que ella terminara la frase.

    Vair dejó escapar una risa suave, tratando de superar su incomodidad. —Sí, empezó a responder a mis mensajes de nuevo.

    Una sonrisa se formó y amplió en mi rostro. Me sentí como un niño que acababa de encontrar a su cachorro.

    Aunque demasiada alegría demasiado rápido. Vair guardó el descensor y suspiró. —Ni siquiera sé por qué sentí ganas de volver a hablar con él. Me puso en su lista de "amigos" y ahora no paro de recibir un montón de mensajes inútiles sobre alguna supernova en el cielo. De todos modos, sólo quería que lo supieras. Es un nuevo objeto brillante, y ya sabes que al público le encantan las cosas brillantes.

    —Pero, Vair, a ti te encanta la cosmología. Yo no recuerdo la última vez que se vio una supernova. Es emocionante.

    Eso logró devolverle un poco de su sonrisa. —Espero que no lo recuerdes, la última supernova fue hace casi mil años —Levantó la mano para apoyarla en mi hombro—. Ya no sé si me importa... Estoy segura de que saldrá en todos los sitios de cosmología. Miraré los datos y tal vez algo me atrape. No sé…

    Puse la mano sobre su descensor. —Sé que todavía amas a Dean. Quizás él se esté hartando de estar en esa casa. Tendrá que depender de su hermana mayor.

    —Hermana mayor —repitió ella, como si nunca antes hubiera considerado el título, pero pensara que sería uno bueno que tener.

    —Realidad Estándar es dura a veces; pero recuerda que yo también estoy allí... a solo un bocinazo de distancia.

    La besé, queriendo darle algo que la ayudara durante la semana laboral, por no decir nada de la mía. Pero el contacto me recordó la distancia que estaba a punto de interponerse entre nosotros y yo no podía soportar la idea. Sentí que estaba a punto de estallar. Avergonzado, moví el dedo para pulsar el botón y sentí que mis labios perdían contacto con los de ella. En la velocidad de milisegundos de su descenso, el vanitar de Vair desapareció del universo dinámico. Estaba solo otra vez. No quedaba ninguna luz en el horizonte.

    Colapsé en el suelo, encarando el cielo nocturno simulado y tratando de calmarme. El billete de Byran’s Downtown se me salió del bolsillo. Lo recogí del césped y lo sentí con las yemas de los dedos, pensando en todas las experiencias que habíamos compartido en ambos mundos. Me asustaba pensar que, con el tiempo, ella descubriría el hombre que yo era de verdad. Pensaba que, cuando llegara ese día, tal vez no quedara nada de mí. Como un personaje de película, estaba seguro de que ese día sería cuando el carrete de mi vida llegara a su fin y yo me desvaneciera en un fundido.

    ¿De quién estaba enamorado? ¿Era del pájaro del ala rota, que me necesitaba? ¿O era la mujer en la que ella era libre de convertirse a mi alrededor, la que yo parecía necesitar?

    Miré el billete: nada más que una formalidad, un souvenir para quienes intentan hacer la experiencia más auténtica.

    Pensé que era su autenticidad lo que sacaba lo mejor de mí. Su autenticidad era la razón por la que empezamos a ir a Byran's: le dije a Vair que yo vivía en Los Ángeles, ella comentó que era la capital mundial del cine y yo le dije lo mucho que me gustaba el cine antiguo. Fue una idea repentina, pero ella la usó para hacer que mi propio interés fuera más especial.

    Era como yo pensaba: ella me estaba haciendo más real.

    Pero yo no merezco autenticidad, pensé mientras tiraba el billete al viento. Yo sabía que ella quería arreglar las cosas con su hermano y, sí, fui yo quien la animó a ello; pero ¿quién era yo para hacer tal cosa... cuando no podía soportar ver a mi propio hermano... cuando nunca podría perdonarlo por lo que me había hecho?

    Más lágrimas salieron, me alegré de que ella no estuviera allí para verlas. Yo esperaba que alguna diferencia se llevara a Vair de mi mente, como cualquier otra chica, como cualquier otra persona en mi vida; pero a medida que pasaban los meses, más la amaba yo y más crecían mis sueños para nuestro futuro. Dejé que los sueños crecieran. Me comprometí con ellos, a pesar de la lúgubre visión que Vair tenía sobre la familia y el matrimonio, aunque esas cicatrices comenzaran a aparecer como un techo para mi amor.

    Cerré los ojos y volví a pensar en el momento en que fui valioso para ella, cuando estaba hecha pedazos por su vida.

    Eso no es un futuro. Y si ese terrible recuerdo es todo lo que tengo que ofrecer a ella...

    Me quedé tumbado en el césped durante varios minutos. En mi memoria, me rodeaban las dunas de una playa de Los Ángeles; esa era la pregunta que yo había hecho dos días antes, mientras yacía mirando el cielo nocturno. Me di cuenta de que las estrellas de Maran eran iguales a las estrellas de la Tierra. Me di cuenta de que estaba mirando una barata copia centelleante.

    Me puse de pie de un salto gritando inhumanamente en el aire. Recordé el sentimiento de paz que me invadió la otra noche y lloré, sabiendo que tal sentimiento no existía, regañándome por ser tan tonto. Sabía que no le había pedido una respuesta a ningún fantasma estúpido o extraterrestre. Sabía que tales cosas no existían y que nadie podía oírme. Sabía que la única diferencia entre RD falsa y RE real era la factura que me enviaban por el tiempo usado.

    Moví la mano hacia mi descensor, harto ya de percibir hierba, estrellas y océanos falsos. Lo que fuese de verdad la realidad, ya no me permitía permanecer en una ilusión. Todo lo que tenía valor para mí estaba ahora en el otro mundo, en el mundo que yo llamaba Realidad Estándar.

    Maldije cuando el panel de la cabina empezó a zumbar, di una patada a la puerta desde dentro hasta que el sonido se desconectó. Salí al pasillo y esperé a que la niebla en mi cabeza se disipara y a que dejaran de arderme los ojos en la tenue iluminación. Bebí agua de la fuente y pillé mi cazadora, ansioso por llegar a la playa. El estabilizador químico estaba desapareciendo y me moría de hambre.

    El aire exterior me saludó cuando entré al vestíbulo. Unos cuantos críos con atuendos hechos de espuma levantaron la vista y empezaron a gritar entre ellos sobre quién iba a ocupar la cabina vacante.

    —Espero que haya disfrutado su experiencia, señor Dauphin. Le alegrará saber que el cargo de esta noche de cincuenta y cinco cuarenta y cuatro noventa cumple con su requisito de Estímulo Económico para este año.

    Me froté los ojos, quitándome el sueño. —Bueno, qué bien. No hay momento demasiado pronto, ¿eh?

    Ella rió. Fue una risa que sonaba demasiado familiar. Miré y me di cuenta de que el habitual hombre gruñón no estaba vigilando la tienda.

    —Gracias por usar ZephyrTek —continuó ella con alegría digitalmente precisa—. Precios siempre bajos, siempre excelente servicio al cliente. Por favor, vuelva pronto.

    El viento en Venice Blvd. era de un frío inusual y aún había charcos de la lluvia del día en las aceras. Abrí la declaración que el sitio A había enviado a mi implante SNDL y salté directamente al final. Donde siempre había nombres de gerentes y datos extensos sobre sus permisos de operador estatales, ahora simplemente rezaba: "Su amai fue Erica".

    Cerré el archivo, lo eliminé, volví a formatear el espacio de datos donde había estado el archivo e intenté sacarlo de mi mente y concentrarme en hacia dónde me dirigía. Los edificios a mi alrededor se tornaban cada vez más nuevos, por fin alzándose del suelo, por lo que un bosque de árboles se mezcló con un bosque de pilares. Todo el mundo creía que la modernización de Los Ángeles estaba embelleciendo la ciudad, pero sólo le daba al viento frío más caminos que recorrer. Mientras yo me ajustaba más mi andrajosa cazadora, maldiciendo en silencio por el frío, otra de las plagas vino a mi lado tan abruptamente que casi se me subió el corazón a la garganta.

    —¿Qué haces? Noche fría, ¿eh?

    Una alta mujer rubia de bote. Su personalidad y su vestimenta eran exactamente lo que los hombres como yo debían buscar, exactamente el tipo de encanto que los hombres como yo agradecían. Fijé los ojos en mis pasos delante y aceleré el paso, aunque sabía que ignorarla era inútil.

    —¿Sabes qué hace Vent’s Extreme esta noche? ¡Ofertas especiales en bebidas a mitad de precio! ¡Deberías ir! —Ella señaló la entrada bien iluminada del club, un ascensor cerca del final de la manzana.

    —Por favor, lárgate.

    —¿Sabes? —continuó—, Vent’s fue calificado en una encuesta reciente como el mejor club nocturno de Los Ángeles. Vent's tiene el mejor sledg-ek de las bandas más importantes: Eleven Under, Insane Explosion, Six Six Six...

    Eché a correr, me detuve cuando ella se materializó justo frente a mí.

    —¿Sabes lo mucho que Vent's Extreme valora el servicio al cliente? Vent's.

    —En realidad, ¡no lo sé! ¡No quiero saberlo! ¡Tal vez con algo de suerte me dejes en paz y no lo sepa nunca! —En ese instante, vi lo atractiva que era y mi mente me traicionó—. ¡Largo! —grité a todo pulmón—. ¡Pírate! ¡Déjame en paz!

    Todos en la manzana alzaron la vista y se tomaron un momento para reír antes de volver a lo que estaban haciendo. El holograma en mi camino desapareció.

    Como si no tuviéramos bastante con los pesados carteles emergentes, pensé. Debo de llevar una camiseta que dice: “Véndeme algo”.

    Cuando mis zapatos por fin tocaron la arena de la playa, noté los focos más adelante. Frente a mí había un castillo de arena gigante: uno mucho más allá de mi experiencia, que era la de volcar un cubo de arena y hacer agujeros con los dedos a modo de ventanas. De alguna manera la vista me resultó apacible.

    —Bonito, ¿eh? Él tardó seis días —dijo un hombre bajito parado a mi lado.

    Un muchacho, más joven incluso que los botarates que se pelearon por mi cabina de ascensión, apareció a la vista al doblar un lateral del castillo. Parecía feliz y decidido, como si fuera un verdadero constructor de corazón; pero demasiado joven para construir semejante gigante en seis días, o conseguir toda la arena extra que debería haber necesitado.

    —¿Él solo?

    —Bueno, amigo, está claro que yo no puedo construir algo así. —Rió—. Me siento un poco indigno con sólo mirarlo.

    Entorné los ojos y vi algo más, un punto de luz brillante que no era uno de los focos. —¿Qué es eso en el cielo?

    —¿No es hermoso cómo esa luz parece complementarlo todo? Lo he visto sin focos y es espectacular.

    —Pero ¿qué es eso?

    —Ah, ¿no lo sabes? —El hombre me miró—. Es una supernova.

    Vi a otros pulular, admirando al joven constructor, con un flujo constante de gente nueva que se sumaba a la multitud. —Bueno —dije— es muy bonito, pero esto no es para mí. Gracias de todos modos.

    Un puesto de concesión de Slammers estaba ubicado a lo largo del paseo Ocean Front Walk. El puesto siempre tenía al mismo adolescente detrás del mostrador: un muchacho de pelo largo y negro y una cadena alrededor del cuello. Siempre iba limpio y era amable: exactamente el tipo de persona que debería conservar su trabajo en una lenta economía.

    —¿Cómo va? —pregunté, contento de estar hablando con alguien real de nuevo.

    —Ah, Brandon. ¿Cómo estás hoy? —preguntó el chico con una sonrisa. Colocó una lata de Amber Plus y una barra Boost en el mostrador.

    —En realidad, eh… estaba pensando en probar algo un poco más fuerte hoy.

    Él abrió los ojos con interés y su sonrisa se agrandó. Algo en la solicitud lo emocionaba, pero al girar para ver lo que tenía, se detuvo. —¿Seguro?

    —Bueno, no sé —dije—. El PJX ya no me funciona como antes. ¿Tienes algún Código Blanco o Sparc? Siempre sacan vagos saltando por ahí en sus anuncios, tal vez me despierte de mejor humor.

    —Brandon —dijo el chico amablemente— ¿por qué cambiar? Llevas bebiendo Amber desde que tengo uso de razón.

    —¿Por qué cualquier cosa? No sé. Es que tengo la persistente sensación de que debería cambiar algo… es extraño —No pude resistir el impulso de mirar la escena detrás de mí—. No se ve la luz desde este ángulo. Bastante complicado debe de ser para ti: tener la supernova bloqueada por este castillo de aquí. Este puesto es móvil, tal vez deberías moverlo.

    —Es solo una estrella… No hace falta que me brille en los ojos todo el rato.

    La estrella era mucho más brillante de lo que pensaba. —Sí, supongo que tienes razón —dije parpadeando y regresando al mostrador.

    —Cuarenta y cinco —dijo el chico al abrir la lata.

    —¿Qué?

    —Has tenido un día duro, Brandon. Te cobraré la mitad del precio.

    —Vaya, gracias. ¿Cómo lo supiste?

    El chico se encogió de hombros y deslizó la satinada lata de Amber Plus sobre el mostrador, el chip de voz de la lata pronunciaba las advertencias sanitarias obligatorias. Rápidamente subí la bebida en línea y sentí que el PJX ingresaba en mi torrente sanguíneo, deleitándome con su familiar impulso de energía.

    —Pero recuerda que esas halo-bellezas nunca duran mucho —dijo el chico—. La gente suele cansarse de ellas después de un mes… aunque no me imagino por qué.

    —¡No, como esa no! —corregí, con más ansias de las que creía—. No... no como esa en absoluto.

    —Oh, cómo pude olvidarlo —respondió el chico, sin compartir la sorpresa ante mi propio arrebato—. Esa chica de Connecticut, ¿verdad?

    —Verónica.

    —¿Y ella te ama, entonces?

    —Yo... yo creo que sí.

    —El amor es algo maravilloso y útil, Brandon. Te sorprendería lo que puedes hacer que otro haga cuando hay verdaderas emociones. Es como desviar la imparable fuerza de un río.

    —Bueno… no sé. Quizás el amor no sea algo que debamos manipular. Quizás sea algo que debería florecer como una flor.

    —Y por eso eres infeliz —dijo el chico—. La relación con éxito es la que tú controlas. Son los que no toman el mando los que son pisoteados toda su vida. Hazlo a tu manera, no hay otra respuesta.

    Lo miré sin comprender. Por lo general se me daba bien juzgar las emociones de la gente por sus ojos, su lenguaje corporal y su habla. Me sentí un poco incómodo entonces, pero no sabía por qué. —A veces creo que ciertas cosas no estaban destinadas a morir. Lo que quiero decir es... no sé lo que quiero decir. Sólo sé que creo que hay algo que quiero saber. Tal vez sea algo del “destino” de lo que la gente habla todo el tiempo: mi lugar en el universo, el plan de la naturaleza para mí, tal vez incluso más grande que eso.

    Vi al chico entornar un poco los ojos. Yo estaba proyectando una tenue sombra sobre el mostrador.

    —Bueno, si hablar en serio con esa chica es lo que quieres, entonces eso es lo correcto.

    —No —dije vacilante—. Tiene que ser más profundo… más real…

    Me volví para ver lo que brillaba detrás de mí, pero lo único que veía era la gente y el castillo.

    El chico se inclinó sobre el mostrador y me puso una mano en el hombro. —Brandon, ¿qué es más real que tus propios deseos?

    Pensé en la pregunta, levanté la vista y pasé mi muñeca por el lector de ventas, cargando cuarenta y cinco dólares en mis cuentas.

    —Tienes razón —le dije—. Como siempre.

    Entré y caminé por el pasillo: papel de pared monótono y despegado a la vista, tablas crujientes saludando cada paso y humo de cigarro espeso como para saborearlo. La "oficina" de Bill estaba en su cocina, donde siempre se le podía encontrar con una comida grasosa o un cigarro en una mano y la otra en el suelotem... tampoco es que trabajara nunca mucho con ello.

    —¡Bill! Soy Brandon, ¿cuál es ese buen tra...?

    La voz fuerte de Bill irrumpió desde el pasillo. —¡Vete a casa, Dauphin! Se lo llevaron los coreanos.

    Bill era un solitario de más de noventa años, con cuero por piel y pelo fino y descuidado. Una vez tuvo esposa y un hijo. Antes de que yo descubriera que no me agradaba, tocamos el tema de la familia y se hizo obvio que no era un tema cómodo. El rumor era que su hijo había muerto en un accidente.

    Bill arrojó el cigarro al cenicero, pero no apartaba la mirada del monitor del suelotem.

    —Deberías haberme disparado un —Tos—... disparado un bocinazo. No hay necesidad de caminar todo este camino sólo para... para que pueda —Tos. Tos—... Para que pueda decirte que te vayas. Te lo dije. Coreanos —Tos.

    —Y yo te repito que me gusta el ejercicio. Bueno, ¿qué tienes para mí?

    Me incliné sobre su escritorio, pero él seguía mirando su suelotem.

    —Bill —dije, con ganas de gritarlo.

    —Nada. Nulo. Como ya te he dicho, lo que los indios y marro —Tos—... marroquíes no se llevan, se lo lleva Corea. Prueba a volver en dos semanas.

    —Siempre dices eso. Bill, necesito dinero. Acabo de comprar —Cerré los ojos y me tranquilicé—... De verdad, te lo estoy rogando.

    Tos. —¿Qué parte de “dos semanas” no entiendes? Dos. Semanas —Tos.

    —Sí, ya he oído esa parte. No puedo esperar dos semanas. Eres mi agente de "prosperidad"... tu trabajo es mantenerme empleado.

    —¿No te gusta? Presenta otra queja ante la oficina estatal. Ya no me importa.

    —¿No te importa? Este es mi…

    El pensamiento desapareció de mi mente y me sentí muy pequeño. Por un momento me pregunté si de verdad eran tan importantes unos cuantos dólares. Me pregunté si la mala economía podía haber sido tan dura para Bill como lo era para mí. Me pregunté por qué me estaba enojando tanto y me pregunté cuál era el propósito de la ira si de verdad no había un empleo que él pudiera garantizar.

    —No necesitas un médico o algo así, ¿verdad, chico? ¿Sabes?, ya no tengo el tipo de influencia que solía tener con la junta de salud.

    Solté el escritorio y di un paso atrás, frotándome la frente. Empecé a sudar frío. Una sensación de venganza surgió dentro de mí y recordé lo que había dicho el camarero de Slammers acerca de tomar el mando.

    —¡Tengo un deseo y nada más importa!

    Bill se llevó el cigarro a la boca y miró hacia el suelotem. —Me alegro por ti, chico.

    Las palabras no servían para lo que yo quería. Mi imprudente intento de tomar el mando sólo lograba avergonzarme. —No quise decir eso. Quiero decir, sí quise, pero... hay algo que estoy planeando para la próxima semana, en Año Nuevo, me costó mucho dinero. Sé que no hay motivo para que me ayudes, pero lo necesito. Necesito hacer algo, cualquier cosa, para sentir que soy útil para alguien, para sentir que puedo apoyar... a alguien, si ella me acepta.

    El silencio llenó la habitación. Bill finalmente me prestó atención, con sus apagados ojos marrones a punto de humedecerse, como si hubiese oído cada palabra no dicha.

    —Hubo un tiempo… en el que un soldado podía servir unos años, establecerse, conseguir un buen trabajo y ganarse la vida bien —Su mirada cayó hacia el escritorio, sin centrarse en nada en particular—. Os deseo lo mejor, chicos, de verdad que sí, pero... las cosas no son como eran hace uno o dos siglos... y no hay nada que pueda hacer para salvar la vida que te vaya a dar otro dólar. Así es el mundo y lo siento.

    Por un momento, el único sonido en la habitación fue el de las suaves olas rompiendo en la playa.

    Bill se sentó y tosió de nuevo. —¿Qué sabe un perro muerto como yo? Ve a pasar tiempo con tu chica —Tos—. El horario comercial vuelve en dos semanas. Entonces siempre tendré algo. Mientras tanto, feliz año nuevo —Tos. Dicho esto, dio una calada a su cigarro y volvió los ojos al suelotem.

    Yo había visto un lado de Bill que rara vez se mostraba. Distraídamente di un paso hacia el pasillo. — Ella trabaja hasta el viernes. Si tienes algo, lo que sea...

    Bill suspiró. —Cuando yo tenía tu edad, no teníamos esos sofisticados implantes para descargar toda la maldita red en dos segundos —Sacó un gastado libro y lo puso sobre el escritorio frente a mí—. Por aquel entonces leíamos impresión —Dio unos golpecitos con el dedo en la portada—. ¿Nada que hacer? Consigue algo de sentido común —Tos.

    El libro se titulaba "Destino para un nuevo tú". Su portada tenía un chimpancé mirando un OVNI que se alejaba: una obra de arte típica de todo lo que defienda al Destino de la Humanidad Ordenada. En mi mente vi a esas personas reunidas alrededor del castillo de arena y su devoción por el niño que lo había construido. Me pregunté si la basura de las semillas de plantas alienígenas era diferente. Una estrella explota y de repente toda la humanidad pierde la cabeza. Deslicé el libro de nuevo sobre el escritorio.

    —¿Qué estrella?

    Lo miré como a un idiota. —La supernova. ¿Dónde has estado? Está ahí fuera de tu casa ahora mismo.

    —Bueno, seguro que es muy bonita —respondió de la misma manera condescendiente—, pero esas cosas no son para mí. Gracias de todos modos.

    Bebí de mi lata y comencé a caminar por el pasillo. —Pero asegúrate de que tu nueva religión no se interponga en mi carrera, ¿de acuerdo?

    —¿Religión? ¿Qué tienes en la cabeza, chico? ¡Los Celestiales están ahí fuera, está demostrado por la ciencia!

    —Rek, Rek, Rek —murmuré mientras salía, pensando en cómo había desperdiciado otros quince minutos de mi vida.

    La emoción se desvaneció mientras caminaba por la frontera entre la tierra y el mar, profundizando la comprensión de que no tenía esperanza. A la edad de veinticinco años me veía como un perro muerto. Se suponía que venir a California me iba a abrir puertas, pero parecía que lo único que yo hacía era tirar mi historia a la basura y tratar de empezar de nuevo en una ruina decadente. Los últimos dos años habían pasado increíblemente rápido y me avergonzaba por la cantidad de tiempo que había pasado desde mi último intento serio de conseguir empleo.

    ¿Por qué debería rendirme? Todavía quedan algunos trabajos. Tengo un deseo y...

    Dejé de caminar y miré la arena al lado de mis zapatos.

    …y no soy el único con un deseo. Siempre habrá mejores personas que yo esperando llevarse todo lo que tengo.

    El viento amainó y oí pasos delante de mí. Un hombre se acercaba desde los muelles cercanos. Sabiendo cuánto patrullaban los policías ese tramo de playa, comencé a caminar lentamente, prestando mucha atención a mi SNDL para asegurarme de permanecer en el “sendero verde” de la playa: la zona no marcada y siempre cambiante donde es legal caminar. Me volví más consciente de mí mismo con cada paso, tratando de cubrir la lata con mi cazadora, esperando que ese tipo no notara sus colores estroboscópicos, esperando que simplemente me ignorara.

    La legislación se aferraba como un imán a cada peculiaridad ambiental, cada especie rara o capricho de persona poderosa en ese lugar. Yo sabía que las leyes eran el precio por caminar en una playa real en el mundo real, que eran esenciales para la civilización. Entonces, ¿por qué me pongo tan nervioso cada vez que veo a uno de estos tipos? Me pregunté mientras sentía que se me aceleraba el pulso y comenzaba a perder sensibilidad en las piernas. Dejé de mirar al hombre, luego recordé reducir el paso, luego miré a otra parte porque mirar una cosa demasiado tiempo es sospechoso, luego recordé apretarme un poco más la cazadora, mientras intentaba saber si estaba haciendo alguna otra cosa ilegal. Se formó una brecha entre las nubes sobre el océano.

    Me detuve.

    Después de lo que pudieron haber sido segundos u horas, volví a ser consciente del otro hombre. Parpadeé y no vi nada más que un punto de luz en el espacio, así que miré hacia otro lado: justo a una brillante placa de LAPD que colgaba del bolsillo de la camisa del hombre. Mi mirada se posó distraídamente en la arena y en la lata que se me escapaba de la mano. Me invadió una familiar sensación de hundimiento mientras contemplaba el líquido naranja derramado: ochenta mil dólares por posesión en una playa, cincuenta y cinco mil por contaminación, más la comparecencia obligatoria ante el tribunal.

    Si el agente está de buen humor, puede que pare ahí.

    —¿Por qué miras abajo? —dijo él—. Mira hacia el cielo.

    Un impulso me dio, suficiente para sacarme de mi estado congelado y hacerme mirarlo a los ojos. —¿Es eso una orden, señor?

    —Claro que no.

    Entrecerré los ojos, sin saber qué pensar de él. Vi su placa, la única marca que llevaba que insinuaba a su empleador, y supe que podía multarme, hacerme pruebas, arrestarme y cualquier otra cosa que dijeran las leyes, y que debería haber estado tratando de pensar en excusas y defensas, en descubrir el punto débil del patrullero y en cómo aprovecharlo, pero se me estaba pasando el enfado y mis pensamientos abandonaron tanta tontería. Sí que quería volver a mirar al cielo, noté, y así lo hice, y por voluntad propia. La luz era varias veces más intensa que la de las estrellas más brillantes. Las nubes volvieron a moverse y me pareció ridículo que algo tan pequeño y local bloqueara algo tan enorme y universal.

    —Está ahí desde anoche. Los cosmólogos creen que es el evento más grande jamás presenciado en esta galaxia: una nova tan grande que afectaba a toda su región del espacio, su luz es lo bastante fuerte como para atravesar el vacío y ser vista a una distancia mayor que cualquier cosa que hayamos conocido. Y a simple vista, además.

    —Eso es asombroso —dije, como si quien estaba a mi lado fuera un amigo de toda la vida—. Te hace pensar en que todos estamos hechos de polvo de estrellas, ¿sabes?

    —¿Esa idea te impresiona?

    Me costó un rato que la pregunta calara. Mi vista cayó nuevamente a la Tierra. —Por supuesto que me impresiona. Mucho después de que yo esté muerto y cremado, las estrellas seguirán brillando. Eso es impresionante, ¿no?

    El hombre miró a un lado como si estuviera pensando en un rompecabezas. —Sí que suena impresionante, pero hay un límite incorporado en la declaración. Es como —se agachó y recogió un puñado de arena—... es como decir: "Vaya, puedo coger granos de arena que se parecen a todos los demás granos de arena de la playa". ¿Te suena eso a algo que te cambia la vida, Brandon Dauphin?

    —Bueno, no. No si lo pones así.

    Agarró mi lata de la arena y se puso de pie. —Las palabras tienen significados, no tengas miedo de ponerlas a prueba mirándolas desde un punto de vista diferente.

    Miré la lata que él tenía en la mano, recordando mi culpa y su trabajo. —Bueno, usted es quien habla de límites, señor. ¿Es ley ahora que también derribe las cosas en las que yo creo? ¿Cuál es el significado de esa ley de no beber? ¿Por qué no la ponemos a prueba ahora?

    —A la mayoría de la gente no le importa. Vienen a la playa y hablan de lo mucho que les gusta todo, se quejan si la temperatura no es la adecuada o si las olas son demasiado fuertes o la pantalla UV no funciona bien, luego —Dejó caer mi lata nuevamente en la playa— dejan su basura por todos lados y contribuyen a los mismos problemas que dicen odiar, queriendo que el gobierno los cuide. Así que, con el tiempo, los gobiernos han aprendido a hacerlo.

    Dudé, deseando que se fuera, sin estar seguro de si pretendía acusarme de algo. —Pero yo no estoy contribuyendo a los problemas, yo siempre —Me mordí el labio—... Esta vez tenía la intención de terminar la lata y tirarla a la papelera de reciclaje. En serio.

    —¿Qué me importan a mí las intenciones? —dijo mientras un arroyo de arena brotaba de su mano—. La ley dice que eres como todos los demás: un contaminador irresponsable que debe ser castigado hasta que aprenda la lección. La ley dice que fuiste culpable en el momento en que pusiste un pie en esta playa o, al menos, que puedo detenerte y hacerte pasar meses demostrando lo contrario. ¿Es usted todos los demás, señor Dauphin? ¿O es usted un individuo: alguien con un corazón, una mente, un espíritu y la capacidad de emprender acciones coherentes con sus propias creencias? ¿Es alguien que puede decir algo y decirlo en serio?

    —Lo siento —respondí—. Fue un error. No soy como todos los demás. Le digo que obedeceré la ley y estoy diciendo más que sólo palabras.

    —Pero las leyes no son para ti, gracias de todos modos. Si derogamos todas las leyes del mundo, ¿qué harías? —Recuperó mi lata por segunda vez y la sostuvo en alto—. ¿Contaminar?

    —Yo no estaba contaminando.

    —Exceso de velocidad, entonces.

    —No estaba caminando por encima del límite.

    —¿Qué hay del robo de un banco?

    —Esa es una pregunta que debería hacer un policía.

    Él no respondió.

    —De acuerdo, claro. Necesito dinero. ¿Por qué no robar un banco si es legal? Sólo estaría robando a alguna codiciosa corporación. Luego el gobierno los compensa económicamente y no pueden procesarme.

    —Así que le robaría usted al gobierno de Estados Unidos.

    —Sí, mejor incluso.

    —¿Pero no a una anciana o a un niño?

    —De ninguna manera.

    —¿Por qué no?

    Solo lo miré, esperando que su intención no fuese que yo respondiera.

    —¿Por qué me pide que le robe a una anciana? ¿Está mal de la cabeza o qué?

    Él sonrió. —No. No te estoy pidiendo que hagas nada, sólo son preguntas: tengo curiosidad por examinar tus valores. —Miró hacia abajo—. ¿Qué opinas? ¿Debería ponerle mi nombre? ¿Debería alardear de ello?

    —¿Qué?

    El agente señaló el pequeño montón de arena frente a él y que cubría la mancha naranja de mi bebida energética derramada. —¿Quién soy yo para construir algo? —preguntó, apenas lo bastante alto como para ser oído por encima de la brisa—. La marea y el viento no permitirán que esto dure mucho y lo que está cubierto quedará expuesto nuevamente.

    —Mire, señor. No sé en qué tipo de viaje está, pero ahora me gustaría irme a casa y dormir un poco.

    Levantó la vista, todavía manteniendo el equilibrio entre ser intensamente serio y tener una conversación informal. —¿Te disparé mi Taser? De todos los lugares del mundo a los que podrías ir, estás aquí escuchándome.

    —¡Porque tengo que hacerlo! ¡Porque…! —Sentí que mi ira flaqueaba— Porque va contra la ley marcharse sin su permiso.

    —Asesinato, entonces.

    —¿Asesinato?

    —Aún hay crímenes peores, pero el asesinato es ir bastante lejos.

    —¿Qué pasa con eso?

    —Si fuera legal.

    —¡Diablos, no!

    —Si ninguna persona en el mundo fuera de las que matan a otra, ¿qué sentido tendría hacerlo ilegal? Si todo el mundo fuera del tipo que mata a otro, ¿qué sentido tendría hacerlo ilegal? Si fuera legal, ¿sería moral? Si fuera legal, pero no moral, ¿lo harías? ¿Qué pasará el día en que la moral ya no sea conveniente? ¿Qué pasa con las excepciones que hacen todos los que te rodean, salvo tú? ¿Qué pasa el día en que te des cuenta del coste de tus propias acciones o del precio de excluir a la gente por tus vicios?

    —¿Mis vicios? ¿De qué está hablando? ¿Está hablando de mis leyes o de las leyes de las sociedades?

    —¿Existe diferencia en realidad?

    —Entonces la ley sólo está ahí para castigar a todo el mundo —dije, quedando atrapado en la extraña conexión de ideas a la que me había llevado—. Todas las partes pierden al final.

    —Entonces la ley no puede salvar.

    —¿Salvar de qué?

    —Retribuye un mal, que el individuo consideraba bueno, con otro mal, que la sociedad consideraba bueno.

    Intenté seguir su discurso, mi motivación pasó a ser curiosidad, llegando al punto de necesitar una solución; pero en el punto en que el bien y el mal amenazaban con desenredarse, en el que todo lo que yo sabía de la vida se volvía sospechoso, me encontré perdido y frustrado.

    —¿Adónde vas con estas preguntas?

    —¿Para qué sirve cualquier pregunta? ¿Qué sucede cuando la gente ve que las preguntas y las respuestas no son simples automatizaciones? ¿Qué crees que puede pasar con los límites de la mente humana cuando las preguntas no están sujetas a convenciones o incluso...?

    Sonrió sombríamente y pasó el pie por el montón de arena que había formado.

    —Las preguntas son para gente inteligente —dije—. Yo no pienso así.

    —Esto nunca ha tratado sobre ser o no inteligente, Brandon. Algunos de los genios más brillantes de la raza humana pasan toda su vida sin encontrar las migajas de sabiduría más básicas; y son los más simples entre nosotros los que encuentran esas migajas y nos dejan a todos en el polvo. Los límites son diferentes para todos nosotros, pero la verdadera solución sigue siendo la misma. Ahora bien, ¿crees que el mañana puede ser mejor?

    Las palabras no lograban formar oraciones en mi mente. Sus ojos permanecieron fijos en los míos, su sinceridad reveladora y una especie de compasión, como si entendiera, como si tratara de comprender mi propia posición. Miré hacia la arena prístina y las olas rompiendo mientras consideraba su última pregunta, y finalmente me di cuenta de que, más allá de las palabras que intenté formar desde los límites de la mente, una ya había estado en mi corazón. Mientras lo decía, supe que había respondido honestamente, que había sido el verdadero Brandon Dauphin hablando debajo de la máscara.

    —Sí.

    El patrullero se alejó en silencio, llevándose mi lata al olvido. Sentí alivio, no por haber estado cerca, sino por darme cuenta de que no había habido motivo para preocuparme. Había sido mejor, pensé, que no me ignorara.

    Eché otro vistazo a la luz del cielo y comencé a caminar de nuevo.

    Límites.

    Cuando regresaba al sitio iluminado, escuché gritos y vi a alguien parado en lo alto del gigantesco castillo de arena: un adolescente con cabello largo y negro y una cadena alrededor del cuello, pateando, golpeando y gritando incomprensiblemente como si estuviera sufriendo un colapso mental. Me detuve asustado cuando noté que la multitud de abajo lo animaba.

    —¿Qué están haciendo? ¡Alguien tiene que detener esto, ahora!

    —Sé que duele —respondió alguien—, pero esto tiene que pasar.

    Era el niño que había construido el castillo. Algunos otros estaban allí, todavía siguiéndolo, tan conmocionados por la destrucción como yo, pero no superados por ella.

    —Niño —dije entre los gritos—, trabajaste tanto tiempo y era tan bonito, ¿cómo puedes quedarte mirando sin hacer nada?

    En el paseo marítimo vi a un oficial uniformado. La insignia, de la que yo había querido estar lejos, se convirtió de repente en una vista bienvenida.

    El chico me dio unos golpecitos en la cadera para recuperar mi atención. —Construiré otro mejor, un castillo que él no pueda romper.

    Corrí por la arena cerca de la multitud y subí al paseo marítimo. El oficial estaba tomando café y hablando con una mujer mayor. —¡Oficial! ¡Oficial! ¡Por favor, ayuda!

    El hombre se giró hacia mí. —¿Algún problema, señor?

    Incrédulo, señalé la escena. —¡Eso! ¿No oye eso? ¿No puede detenerlo? —grité, preguntándome cómo diablos no oía el hombre a cincuenta animales de zoológico gritando sinsentidos a sólo veinte metros de distancia.

    —¿Eso? —El oficial alzó la vista, completamente ajeno—. Señor, eso es sólo un montón de arena.

    Grité a la puerta de mi apartamento y le di una patada, casi rompiendo el lector de puerta… de nuevo. Ese chisme siempre necesitaba una increíble cantidad de golpes antes de reconocer el chip en mi muñeca y dejarme entrar a mi propio espacio vital. Decidí que debería haber regresado directamente a casa desde ZephyrTek, que podría haberme ido a la cama pensando sólo en Vair en Maran. No me importaba mucho si me hubiera sentido mejor o peor en Times Square. Tal vez habría elegido alcohol en lugar de PJX y habría decidido no sentir nada.

    Me cambié de ropa y me pulí los dientes, logrando finalmente relajarme. El elegante paquete negro y dorado era fácil de distinguir, lo puse sobre la encimera y eché sobre mi desordenada mesa de café los otros tres correos. El silbido hizo que cayera al suelo un trozo de papel, un cupón que había ganado en una rifa meses antes: válido por tres días en un sitio de ascensión llamado PaciTek. Lo había olvidado y comprobé la fecha de caducidad: fin de año. Consideré que esa no era mi primera opción para pasar los próximos días, sino mi única opción.

    Agarré el elegante paquete y respiré hondo mientras rompía el sello. Abrí el estuchito negro y miré el anillo que había dentro. Se veía y brillaba exactamente como días antes en el kincubus, pero yo sabía que no estaba tocando una simulación con manos simuladas, sino realidad con realidad: se había convertido en un objeto sólido con significado real. Las últimas semanas habían pasado increíblemente rápido y con muchas cosas en las que pensar. Decidí seguir adelante con mi plan, aunque no estuviera seguro de por qué.

    Y, si ella me rechazaba… Si no quería ser esposa…

    Abrí uno de los paquetes ordinarios: Recibos de mi aseguradora financiera. Luego vino el sobre con mis billetes de tren. Lo abrí y pasé los dedos por la superficie del papel. Es un vínculo, pensé, una garantía de que estaré a miles de kilómetros de distancia, en Nueva York, cuando caiga la bola. Recordé las entradas para el cine y a Vair bromeando conmigo cuando yo había estado mirando esos viejos carteles en el vestíbulo. Sonreí. Quizás, pensé. No.

    Ella dirá que sí.

    En mi mostrador había una imagen impresa de ella, que yo había tomado meses antes, posando frente al Long Island Sound. Saqué todos los demás pensamientos de mi mente y sostuve la imagen en mis manos, imaginando su respuesta y descubriendo que la mujer en mi mente sí me amaba. Dejé la foto en la mesa al lado de la caja abierta y el anillo.

    Encontré la confianza que deseaba y decidí irme a la cama antes de perderla nuevamente. —Luces apagadas —El cuarto quedó a oscuras y mi cabeza tocó la almohada. Se me cerraron los ojos mirando el reloj de mi cabecera, contando los tres días antes de embarcar en mi tren y comenzar mi viaje, los cinco días hasta el primero de enero: el día que sabía que sería el mejor día de mi vida… el comienzo de mi vida. Mis planes eran reales. Mis deseos eran reales. Ninguna fuerza de la naturaleza podía alejarme de ellos.

    La fecha era el lunes 27 de diciembre de 2179. El día en que morí.

Capítulo Dos: Un fin sin comienzo

    Miramos asombrados el desfile.

    Donde una vez las conexiones entre nosotros eran pocas y distantes, la tecnología, desde robustas carreteras hasta satélites en órbita suave, había permitido que floreciera una nueva cultura, una impulsada por la velocidad y la esencia de la comunicación. En pocos siglos, los vínculos se aceleraron, devinieron más confiables y más permanentes dentro de nosotros: pasando de la experiencia de primera mano a la grabación, desde los ojos y los oídos hasta la conexión directa con el cerebro. La información creció. La historia dejó de desvanecerse, pero pasó a formar parte de la atmósfera. La imaginación de miles de millones adquirió más poder que el conocido jamás por el hombre.

    Hoy realidad y ficción atraen la atención en cada esquina, ofreciendo al plebeyo del siglo XXII conocimientos con los que los reyes de antaño soñaban poder poseer. Había sido una tentación irresistible... el único lugar que nos quedaba para vivir, incluso después de haber olvidado lo que era vivir. Incluso cuando una voz interior gritaba por salir de la trampa de RD, lo único que yo sabía hacer era aceptar tres días libres. Las ilusiones y fantasías siguen funcionando bastante bien, me dije.

    Cuando de repente fueron llevados a su fin, cuando todos desaparecieron en un brillante destello de luz, descubrí que no podía ignorar el caparazón vacío en el que me había convertido, y que no tenía ningún consuelo al que retirarme, como si las ilusiones y fantasías no hubieran funcionado nunca, después de todo.

    Cada vez que necesitamos olvidar los problemas de la vida moderna, el desfile nos llama. Estamos seguros de que el desfile continuará para siempre, que existirá para ofrecer algo nuevo, que estimulará los sentidos más allá de los límites de ayer.

    En unos días, yo sufriría la muerte que debería haber tardado décadas. En unos días yo alcanzaría mi límite: la barrera al final de la carretera. Ese fue el día sin futuro. Ese fue el día en que sólo pude parar hasta arrastrarme y desmoronarme. Ese fue el día en que supe que la barrera era real.

    Ese fue el día en que otro pie pasó por encima del mío y pisó a fondo el pedal.

    —PaciTek.

    Me veía a mí mismo ascendiendo del suelo, elevándome por del extenso paisaje urbano hacia el cielo. La luz del sol era tan brillante... Podía sentir su calor a través del cristal. Por un momento fugaz, pareció que podría olvidarlo todo. Parecía que podría quedarme en ese limbo para siempre.

    —¿Quieres felicidad? —preguntó una voz de mujer.

    —Sí —respondí por reflejo.

    —Entonces quieres actuación —respondió la voz sensual—. Ya sabes de qué tipo estoy hablando, Brandon. Del tipo que realmente te hace sentir alguien.

    —¡Modo silencio! —Grité al sistema de control del ascensor. El anuncio se detuvo.

    Me apoyé en la pared de cristal y traté de sacarme el Año Nuevo de la cabeza. El consuelo y la confianza que tenía al ir a dormir hacía tiempo que se habían esfumado. Como todo lo bueno en mi vida, habían sido temporales.

    Las puertas pitaron y se abrieron al sexto piso del edificio Reed, las luces dentro pintaban formas y patrones sobre la calle de Los Ángeles afuera. Me esperaba un vestíbulo espacioso con luminescentes paredes brillantes y accesorios extraños. Las puertas hacia el mundo real se cerraron a mi espalda y sentí como si ya estuviera en Realidad Dinámica.

    Sentí como si hubiera entrado en un futuro distante.

    Un hombre estaba procesando la salida de una familia bien vestida de cinco miembros. El padre parecía un director ejecutivo o algo así. Escaneé otra vez el cupón impreso que tenía en la mano, pensando que cualquier cosa por la que tuviera que pagar allí no sería barata.

    El usual arreglo de anuncios y avisos legales recorría las paredes: impresos, en pantalla, holográficos e interactivos. Incluso con una mirada casual, vi la frase "100% a prueba de piratas informáticos” varias veces. Suspiré y miré hacia otro lado, sabiendo lo seria que era esa promesa, sabiendo cuánto significaba para InTek en sus propios anuncios.

    El hombre me recordó al gerente nocturno de ZephyrTek: probablemente todavía estaba en la universidad, constantemente corriendo de un lado a otro tocando los paneles y siempre pareciendo agotado por el trabajo. Me pregunté cuánto tiempo pasaría hasta que este también fuera reemplazado por un espectáculo de luces andantes y parlantes.

    —¿Qué quieres?

    Me acerqué al escritorio y le di el cupón, que él no pareció reconocer y que tuvo que escanear en tres bases de datos diferentes para verificarlo. Intenté charlar del tiempo, hacer preguntas casuales y obtener respuestas genéricas mientras él realizaba mi registro. Mencionó algo acerca de que el negocio había bajado en los últimos días y le pregunté por qué.

    —No sé… bola de luz brillante en el cielo… no me la puedo perder…

    Recordé mi viaje a la playa y no podía negar que men había empezado a interesar. Era tan lejana,, pero tan brillante..., una bobada que se desvanecería y sería olvidada. Y aún así la gente tenía tales reacciones: esperanza, miedo, curiosidad, desesperación.

    —¿Qué opinas de esa supernova? --le pregunté.

    El gerente se detuvo por un segundo. Sus ojos parecieron moverse un poco, pero él volvió a su trabajo sin responder.

    Me sentí avergonzado y traté de distraerme. Mis ojos errantes se asomaron a la puerta abierta de la oficina trasera, donde vi a un hombre corpulento con guantes de boxeo, inmóvil y mirando hacia una parte de la habitación que yo no podía ver. Probablemente veía las luchas de hologramas cuando no había clientes. Oí un bip del suelotem y el tipo le dio un fuerte manotazo, obviamente reprimiendo las ganas de gritar.

    Sólo un poco de ira. Nada de lo que preocuparse.

    El gerente me pidió estoicamente que firmara con mi huella dactilar. Miré hacia mi propio panel y vi el texto de la Ley de Ascenso Seguro de California de 2166: el documento que la ley estatal me exigía firmar cada vez que ascendía solo.

    Me llevaron a la tenuemente iluminada quinta planta y por un par de largos pasillos. Bebí suficiente estabilizador como para dos días, deseando que estuviera fuera de mi sistema al tercer día, a pesar del riesgo. El gerente pusó el pulgar en el panel del puesto 515 y su abertura apareció en la pared. Todo lo relacionado con la plataforma y la interfaz parecía familiar, si no un poco mejor que las cabinas a las que yo estaba acostumbrado.

    Tras mostrarme los controles como se le requería legalmente, el gerente salió y yo activé la pared, apagando la luz del pasillo. Me incliné sobre la pendiente acolchada y relajé el cuerpo, permitiendo que las correas se deslizaran hasta rodearme brazos y piernas. Mi SNDL se sincronizó con el software de la cabina y me invadió el familiar aturdimiento.

    Varios segundos después, mis implantes mostraron que estaba listo para el Movimiento Ocular Rápido, listo para quedarme dormido sin dormir, para tener control total sobre cuál sería mi sueño.

    Los ojos seguían abiertos, como si no quisieran cerrarse. Yo veía la oscuridad en la que estaba inmerso, oía el silencio, sentía y olía el aire viciado. Por primera vez en muchos años todo esto me preocupaba.

    La realidad no está aquí, sólo cierra los ojos. Es fácil.

    Dejé a un lado mi agitación infantil y respiré hondo, recordándome que había ascendido ya miles de veces. Con un arrebato de voluntad, cerré los ojos y rendí el control.

    Era un hermoso día de primavera en una árida tierra en disputa; la belleza siendo relativa, por supuesto, en una zona de guerra.

    No dejaba de decirme a mí mismo que tenía tres días: tiempo de sobra para bombardeos, adrenalina y repeticiones. Mientras que normalmente saltaba directamente a la acción, entrando y saliendo en horas, esta vez me concedí un "período de aclimatación": tomar un bate de softbol y ver cómo la simulación de batalla manejaba su propio tiempo de inactividad #downtime. Sin embargo, esa primera idea pasó rápidamente, ya que yo era horrible en los deportes. Después de mi tercer out, me contenté con sentarme en las gradas y mirar el partido.

    Traté de imaginar lo aterrador que era, con la posibilidad de que las tropas enemigas se escondieran detrás de cualquier colina –o incluso se sentaran en las gradas como espías– sabiendo que al día siguiente estarían en lo profundo del territorio enemigo, en peligro de muerte. Me hizo sentir mejor sumergirme en ello, sonriendo mientras consideraba mi elección de guerra: Corea, 1952.

    Después de todo, ese país es el motivo por el que no estoy ganando dinero en este momento.

    Las simulaciones de batalla eran mis favoritas desde siempre. En Realidad Estándar, mi abuelo había hecho su carrera en la Fuerza Aérea. Se retiró después de la Guerra del Noventa Este y regresó a Idaho cuando yo todavía era un niño y crecía allí. A mí me entretenía oírlo hablar sobre batallas y me convertí en una especie de entusiasta. Incluso consideré unirme al ejército, lo que lo hizo feliz. Mi abuelo siempre estaba un poco decepcionado de que mi padre no se hubiera alistado, y todos sabían que mi hermano odiaba aquello, aunque no era exactamente un voluntario.

    Siempre aficionado a la historia, mi abuelo hablaba con frecuencia de guerras, especialmente de la Segunda Guerra Mundial, que ocurrió en la década de 1940 e involucró a la mayoría de los países del mundo. Incluso cuando era más joven, las recreaciones de batallas de los siglos XX y XXI no eran difíciles de encontrar en Realidad Dinámica. Los escenarios de combate jugables, históricos o ficticios, fueron un tema candente en muchos servidores.

    El softbol terminó temprano debido a una sesión informativa a las 1830 (1830 es la hora local, usada cuando el mundo se dividía en zonas horarias) y me senté en una sala llena de gente con otros pilotos mientras nuestro oficial al mando nos daba detalles sobre nuestros objetivos, el clima esperado, las últimas novedades. movimientos enemigos y demás. Todo se volvió aburrido después de los primeros minutos, y me recordé a mí mismo que las sesiones informativas eran otra parte del combate que siempre se resumía o se dejaba de lado. Intenté concentrarme, o al menos quise intentarlo, pero yo seguía divagando e incluso bostecé ruidosamente en cierto momento. S Yo sabía que los personajes simulados no estaban programados para reaccionar, pero me pregunté qué habría hecho el oficial comisionado en una sesión informativa real cuando bostezaba un soldado real. Descarté ese pensamiento y comencé a usar un lápiz para dibujar en el respaldo de la silla de madera frente a mí. Incluso conjuré una bolsa de patatas fritas con sabor de tortilla y comencé a zampármelas.

    Tres días y absolutamente nada que hacer.

    Las órdenes que yo sabía que me darían eran volar mi F-86 Sabre en formación hacia territorio enemigo, a través de un área conocida cariñosamente como "Callejón MiG", donde los enfrentamientos con los aviones de fabricación soviética eran comunes. Consideré qué debía hacer: jugar según las reglas o inventar las mías propias; escoltar a nuestros bombarderos y llevarlos sanos y salvos a Kimpo o volar solos a China y disparar a cualquier cosa que se moviera.

    Tres días. Tres días. Tres días. Supongo que es tiempo suficiente para inventar mis propias reglas.

    Sonreí ante mi decisión. El enemigo nunca sabría lo que le esperaba, ya que yo no tenía reparos en restablecer mi nivel de combustible y municiones en pleno vuelo, reparando con una simple orden cualquier daño grave que sufriera mi avión.

    Mi sonrisa se desvaneció cuando posé los ojos en uno de los pilotos frente a mí: su rostro lucía una enorme y fea cicatriz. Yo estaba en un juego de guerra, se suponía que los otros personajes debían lucir magullados y golpeados, pero algo en su cicatriz me molestaba. Sabía que los pilotos reales no podían reiniciar o marcharse cuando perdían el juego, pero no podía entender por qué mis ambiciones de juego de repente me hacían sentir tan...

    De repente todos se pusieron de pie. Con unas pocas palabras, alentadoras pero cautelosas, nos despidieron. Me agaché para recuperar el lápiz que se me había caído y vi líneas que parecían formar letras en el respaldo de la silla. Intenté descifrarlas entre las marcas y una palabra surgió del ruido. Yo no tenía respuesta para de dónde habían salido.

    FRAUDULENTO

    Lamenté que nadie ya usara motores a reacción, mientras estaba en el hangar y admiraba la máquina que volaría al día siguiente. Pasaron las horas mientras intentaba leer la lista de verificación previa al vuelo, abrir paneles, leer indicadores y aprender más sobre los aviones de combate que el hecho de que volaban muy rápido y disparaban contra cosas. A cada paso fui testigo de la complejidad de la cosa, sintiéndome tan estúpido pero aún más curioso mientras admiraba la innovación y la creatividad dirigida de quienes diseñaron y construyeron el avión, aquellos que dejaron el mundo con un avión mejor que el que encontraron. Me di cuenta de que la grasa había oscurecido mis manos como el cielo exterior y que se estaba manchando toda la lista de verificación y los diagramas de cableado.

    —Comando vanitar: reiniciar.

    Un ligero cosquilleo pasó por mis manos y estaban limpias, al igual que mi cabello y mi uniforme, como si acabara de entrar a la simulación.

    Miré todas las piezas en el suelo y los paneles abiertos en el avión, preguntándome si debería intentar volver a colocarlas todas. Revisé los diagramas, que me mostraban todas las medidas y configuraciones que tenían que ser correctas con exactitud, recordándome que los F-86 en condiciones de vuelo no caían del cielo así porque así ni se ensamblaron solos. Poco a poco traté de reconstruirlo todo.

    —¿Cómo diablos esperas aprender a volar eso en diez horas, Dauphin?

    Incliné la cabeza para ver a un par de aviadores acercándose desde afuera: dos de los pilotos que habían estado en la sesión informativa. El más bajo de ellos se acercó a mí y me preguntó si tenía una cerilla, sacando un cigarrillo del bolsillo de su camisa del uniforme.

    —Lo siento aviador, ni siquiera fumo.

    Me miró como si me hubieran salido tres cabezas. Su amigo dio una carcajada.

    —¡Escogiste un momento increíble para dejarlo, Dauphin! ¡Vamos! Estamos muriendo aquí.

    Rebusqué en mis bolsillos y saqué un trozo de cartón fino y doblado.

    —Espera. ¿No hay cosas inflamables aquí?

    El hombre más bajo agarró mis cerillas y encendió una con un movimiento rápido y experto.

    —¿Entonces? ¿Me vais a delatar? Parece que estaréis en problemas cuando el comandante descubra vuestro avión hecho un millón de pedazos.

    Tenía razón, mi memoria no me había hecho buen servicio y las piezas no parecían encajar correctamente, como si todas las tuercas intentaran ser pernos o algo así. Mi curiosidad y asombro ya hacía tiempo que se habían convertido en frustración.

    Dejé caer en el cemento la llave que sostenía. —Bien pensado.

    El hombre más alto encendió el objeto de papel en su boca y ambos tomaron alegremente sus dosis horaria de tabaco. Me di la vuelta y reuní los documentos técnicos. —Comando de objeto local F-86: resetear.

    Control Ambiental ocupado.

    Dejé los papeles sobre el escritorio y me di la vuelta. El avión todavía estaba desmontado.

    —Comando de objeto local F-86: resetear. —dije más fuerte, como si la computadora no me hubiese oído la primera vez.

    Control Ambiental ocupado.

    Borré el mensaje de respuesta y suspiré, sabiendo que a veces los servidores estaban llenos de ascendentes o necesitaban mantenimiento.

    Oí música en el hangar. El hombre más bajo había colocado un álbum de Vaughn Monroe en un tocadiscos cercano y daba otra calada profunda.

    —¿Y fumar os ayuda a relajaros antes de una misión? --pregunté.

    —Eso o beber —respondió el más alto, sin ningún atisbo de humor.

    —¿Te han derribado alguna vez, Dauphin? —preguntó el más bajo. Noté que en su etiqueta del nombre se leía Arnall. El más alto era Olian.

    Arnall me miró, pareciendo sombríamente serio. Las palabras no llegaron.

    Tampoco es que yo no pueda responder la pregunta, pensé. Me derribaron en simulaciones… Es que nunca tuve que enfrentar las consecuencias en las batallas reales. De todos modos, ¿por qué un personaje del juego me pregunta esto? Puedo decirles cualquier cosa y no importaría.

    —Sí —dije finalmente—. Un par de veces.

    Arnall dio otra calada. —Entonces sabrás que nada te prepara para ello. ¿Relajarse? No existe tal cosa.

    Olian exhaló. —Yo mismo he tenido suerte. Pero cada vez que salimos sé que podría ser el próximo. Le pido a Dios todas las noches que esta guerra termine pronto.

    —Si Truman hubiera dejado que MacArthur terminara el trabajo, ya estaríamos de regreso en Japón —dijo Arnall—. Demonios, yo los habría perseguido hasta Moscú si él hubiera querido, y encantado de hacerlo.

    Sonreí. —Comunismo. Vaya juego más estúpido.

    Los dos me miraron horrorizados.

    —¿Crees que esto es una especie de juego?

    —¡Oye, Dauphin! ¡Estoy hablando contigo! —gritó Arnall cuando no respondí. Lo miré a los ojos y noté que de verdad hablaba en serio. Di un paso atrás y envié un nuevo comando a la computadora, directamente a través de mis implantes, para pasar hasta el día siguiente.

    Control Ambiental ocupado.

    Repetí el comando.

    Control Ambiental ocupado.

    El personaje de Arnall parecía preparado para golpearme.

    —¡Nos están matando ahí fuera! ¡Nos secuestrarán! Si nos estrellamos detrás de las líneas y nos atrapan... ¿sabes lo que esos comunistas les hacen a los prisioneros de guerra? ¡Y ni siquiera les importa en casa! Nosotros...

    Olian puso una mano sobre el hombro de Arnall.

    —Es tarde y tenemos que volar mañana —dijo—. Quizás deberíamos llegar a los barracones.

    Sin decir una palabra más, los dos me dejaron solo con mi sorpresa, enojo y vergüenza: ciertamente no era lo que había tenido en mente para la aclimatación, ciertamente no era mi idea de diversión. Empecé a maldecir y a patear herramientas por el suelo.

    —Dejádmelos, ¡quiero matar algo!

    Probé diferentes comandos, intentando enviarme directamente a algún tipo de combate; pero se me negó mi deseo. La misma respuesta seguía a cada uno de mis pensamientos y gritos.

    Control Ambiental ocupado.

    Al salir, con mi ira desahogada y el aburrimiento regresando, encontré algunos cigarrillos en el bolsillo y decidí probar uno. No tosería ante el humo simulado y pensé que la sensación podría ayudarme a relajarme. Arranqué una cerilla de la caja y la deslicé como lo había hecho Arnall, sólo para ver que se rompía. Suspiré y me detuve por un segundo, usando menos presión. Salté cuando toda la cerilla se convirtió en humo y cenizas.

    Quizás fumar fuera muy peligroso.

    Un jeep se detuvo a unos cien metros de distancia. Se apearon cuatro soldados y otros dos emergieron de una tienda de campaña. Sin nada mejor que hacer, decidí que también podía redimirme... siempre y cuando recordara no llamar juego al combate. Los vi fumar, como siempre, y decidí permitirme un hábito más moderno, dispuesto a utilizar la computadora. Me sentí aliviado al descubrir que todavía podía conjurar una lata de Amber Plus.

    Entre los que iban en el jeep había un soldado con un ojo hinchado, ganado en una pelea a puñetazos momentos antes. Mientras los dos de la tienda lo acosaban con preguntas, el herido se percató de que no podía recordar por qué había sido la pelea.

    Un hombre apoyado en la puerta abierta del vehículo me vio y me preguntó si estaba bebiendo whisky. Me congelé y noté que realmente había visto mi lata. El oficial, que llevaba un brazalete de PM, comenzó a caminar hacia mí y yo escondí la bebida energética detrás de la espalda, tratando de cambiarla en una cantimplora de agua.

    Control Ambiental ocupado.

    —¡Aviador Dauphin! ¡Deme eso antes de que llame a su oficial al mando! --demandó.

    Sin saber qué otra cosa hacer, le di la lata. Decidió rápidamente que no era alcohólica, aunque no sabía distinguir qué era. Me lanzó una mirada enojada y caminó de regreso al grupo, pasando a los demás la extraña bebida de doscientos años en el futuro. Ni siquiera podían decidir de qué estaba hecho el recipiente transparente, y mucho menos cómo brillaban sus colores o por qué salían sonidos extraños cada vez que se inclinaba; los trucos modernos en realidad les resultaron más divertidos que angustiosos. Afortunadamente, uno de ellos la probó y decidió que no era un arma secreta comunista.

    —Es un nuevo tipo de Coca Cola —dije. Fue lo primero que se me ocurrió que tuviera la fecha adecuada.

    Al PM no le gustaba ninguna respuesta que yo le daba. —Nosotros ni siquiera podemos conseguir buenas raciones C y a este tipo le dan dichosa Coca-Cola... ¡y cosas totalmente nuevas! —Agarró la lata y empezó a beber para fastidiarme. Los otros hombres luchaban por contener la risa ante el molesto sonido que hace un Amber Plus cuando alguien bebe de él.

    Otro hombre entre ellos, que no vestía uniforme, comenzó a agitar a la multitud diciendo que la Fuerza Aérea estaba mejorando. --¡Quién necesita tropas terrestres cuando puedes lanzar aviones y misiles nucleares a los comunistas! ¡A mí me pasan balas rozando y este tipo tiene una nueva cola de moda!

    ¿Por qué está o ocurriendo esto? ¿Qué está pasando?

    Nuevamente envié la orden de saltar hacia adelante.

    Control Ambiental ocupado.

    Se me formó un nudo en la garganta y comencé a sentirme entumecido, impotente, atrapado. Envié el comando de abandonar la construcción.

    Control Ambiental ocupado.

    Grité una maldición y envié un comando para quitar a los personajes.

    Control Ambiental ocupado.

    Un profundo bajón me invadió. No sabía qué hacer. Quería desaparecer. Sabía que si no me iba pronto, también podría terminar con el ojo hinchado. Decidí que quería salir y que iba a salir. Con un movimiento rápido y experto, levanté el brazo y planté el dedo justo en el botón rojo.

    —¿Por qué no pulsas el gran botón rojo ahora mismo —gritó el hombre vestido de civil a nadie y a todos—, para que todos podamos volver a casa con nuestras esposas e hijos?

    —Eso es lo que intento hacer. —Pulsé de nuevo. Con fuerza.

    Los demás aplaudieron. Sentí que iba a desplomarme en el suelo. Todas las palabras e imágenes comenzaron a pasar corriendo juntas en mi mente aterrorizada. Me acordé de respirar. Mi propia respiración era lo único que podía oír. El hombre de civil permanecía en silencio con una expresión de perplejidad en el rostro, como si fuera a empezar a llorar.

    Algo saltó a lo lejos. Yo miré rápidamente, pero solo vi árboles.

    El hombre habló con palabras suaves y laboriosas. —Mi esposa. No... no recuerdo su nombre. ¡No recuerdo el nombre de mi esposa ni el de mis hijos!

    —Es el estrés —respondió uno de los soldados--, tenemos muchas cosas en el plato ahora mismo, eso es todo. Me hablaste de tu señora la semana pasada, dijiste que se llamaba —Él tampoco recordaba el nombre de la mujer. La mujer no existía, los niños no existían. Eran información personal asignada aleatoriamente a los personajes del juego. Se suponía que no debían ser recordados.

    Todos los personajes del grupo descubrieron de repente enormes lagunas en su memoria y utilizaron sus mentes de inteligencia artificial para tratar de conectar personas, lugares y eventos que simplemente no se conectaban.

    Vi otra vez el extraño movimiento. Inmediatamente, el sonido de disparos de rifle atravesó la extraña calma, seguido de más disparos y gritos distantes. La radio del jeep chisporroteó y voces aterrorizadas se escucharon en la frecuencia. El cielo retumbó detrás de mí. Me giré justo a tiempo para ver un MiG-15 rugir a metros de mi cabeza. Caí al suelo. El ruido se intensificó y el humo se hizo más denso a mi alrededor.

    —¡Por favor! ¡Por favor! —Pulsé el botón rojo repetidamente.

    ¡Nadie puede oírme! ¡Nadie puede salvarme! ¡Nada funciona! ¡Algo anda muy mal! ¡La simulación se está desmoronando conmigo dentro! ¡Me van a despedazar!

    Innumerables MiG pasaron sobre la base y sus balas se hacían más rápidas con cada segundo que pasaba. Mi dedo estaba sobre el botón, manteniéndolo presionado. Los edificios se incendiaban y hombres confundidos gritaban en todas direcciones, sin estar seguros de dónde estaba el enemigo, actuando contra todos y cada uno. La palabra “nuclear” llegó desde la estática de la radio. Alguien dijo que se habían disparado misiles balísticos intercontinentales desde ambos bandos.

    ¿Misiles ICBM?

    Un destello increíble apareció justo delante de mí, disolviéndose en la inconfundible forma de una nube en forma de hongo. La radio quedó muerta. De repente todo desapareció y quedó en silencio. Un viento cálido me lamió la cara y una lágrima cayó por mi mejilla. La noche se convirtió en día por un instante y luego volvió a ser noche para siempre.

    En el cielo oscuro y hostil sólo pude ver un objeto, acercándose.

    La vida volvió corriendo hacia mí. Pensé en los momentos felices de mi infancia, criado por padres amorosos. Pensé en los amigos que desearía conservar y en la hermana que me extrañaba. Pensé en el hermano que odiaba y deseé más que nada haber intentado arreglar las cosas. Lo más doloroso de todo fue que pensé en Vair y en el futuro que nunca sucedería. Pensé en todo el bien que nunca hice en el mundo. Pensé en todo el bien que nunca podría hacer.

    A pesar de todo el ruido, una última cosa captaba mi atención. Nada en el rabillo del ojo. Nada sutil. Puede que fuese la agonía de una construcción descontrolada o algún loco problema de conexión. No me importaba su causa. Lo único que recordaba era lo hermoso que pensaba que era.

    Los árboles estaban bailando.

Capítulo Tres: Normal... Lo que sea eso

    Si alguien muere en Realidad Dinámica, ¿muere también en Realidad Estándar?

    Cada vez que un campanero introduce a un niño en un juego bastante intenso, siempre surge la misma pregunta. ¿Por qué el fingir un peligro que se puede ver, oír y sentir tan bien como el peligro real no debería conducir a los mismos pensamientos naturales?

    Si alguien muere en un juego, ¿muere también en la vida real?

    Recuerdo la maravilla de mi primer encuentro con RD, cuando recibí su bendición para hacer lo que quisiera cuando quisiera. Incluso cuando era testigo de la muerte de personajes de forma vívida y sangrienta, incluso cuando la pregunta se acercaba a mis propios labios y ardía en mi propio corazón, se la lanzaba a cualquiera que se atreviera a decirla... a quien se atreviera a hacerla real, a potenciar la pregunta y sugerir la necesidad de una respuesta.

    ¿Si muero aquí, muero afuera?

    ¡Éramos niños! ¿Qué nos importaba la muerte? No nos cansábamos de las imágenes fantásticas y los juegos de rol realistas. Éramos dioses y los dioses no podían morir.

    Pero la vida no se trataba de pasar cada momento ascendido o de acariciar el más preciado ego. Los niños tenían que crecer y empezar a actuar como adultos.

    Era mi vida. Yo hacía lo que quería. Declaraba la guerra y conjuraba a la gente para que luchara contra ellos, lanzando mis rayos desde el cielo sobre quien yo declaraba ser el enemigo.

    Cuando se declaró de nuevo la guerra, me encontré completamente desarmado. Descubrí que toda mi vida era una cerilla encendida que ardía suavemente por el mango de madera, más allá del estallido inicial de vitalidad, curiosidad y preguntas. Cuando me di cuenta de que no era un dios, la pregunta ya no me pareció tan infantil.

    ¿Morí acaso?

    Es cierto lo que dicen, tu vida pasa ante tus ojos; pero pocas personas pueden recordar ese momento de claridad y utilizarlo para construir un futuro mejor.

    Lo primero que recordé fue dolor; no un dolor de RD falso y atenuado, sino un dolor como si de veras me hubieran dado una patada en el estómago. Estaba desorientado y me sentía mareado por una descarga de adrenalina. Todavía me hormigueaban los nervios por el calor abrasador de la onda expansiva, y el ruido a mi alrededor se mezclaba perfectamente con los ecos de las bombas en mi cabeza. Miré arriba y vi al grandullón que casi había tropezado conmigo. Yo ya no creía estar en Corea.

    —¿Eres retrasado o algo así, chico? ¡Muévete!

    Sentí un fuerte golpe en la parte baja de mi espalda y una mujer cayó, dejando caer café caliente cerca de mi cara. Ella también se enfureció, gritando palabras de cinco letras mientras desaparecía entre la multitud sin ofrecer ayuda para levantarme ni nada por el estilo.

    Ni siquiera estar de pie ayudaba. La gente me golpeaba y empujaba constantemente. Yo estaba en una gran sala llena de gente vestida con trajes, insignias y micrófonos. Por todas partes había monitores planos de estilo antiguo y proyectores de haz dividido que mostraban precios de acciones y anuncios de corporaciones públicas. Era la Bolsa de Valores de Nueva York.

    Uno de los comerciantes rozó mi descensor. Los recuerdos volvieron a surgir y mi pánico con ellos. Tiré del brazo hacia atrás y me quedé mirando el botón rojo del dispositivo.

    —Es sólo Realidad Dinámica —me dije-- esto no es nada que no puedas controlar. —Cerré los ojos, respiré hondo y pulsé el botón rojo.

    Los sonidos permanecían.

    —Es sólo Realidad Dinámica —repetí--, esto no es nada que no puedas controlar.

    El botón estaba muerto, conectado a nada. Miré desesperadamente para ver si había algo fuera de lugar, tratando de tener una idea de cómo se suponía que debía ser ese lugar. En 2179, el edificio de Wall Street era un museo en el que yo nunca había estado. Comencé otra vez a caminar entre la multitud, tratando de pensar en formas de escapar de una simulación de fuga.

    De camino a lo que parecía la salida, me pusieron en la mano media docena de folletos al pasar por el Summary Venture Center de Wall Street. Me dirigí hacia la luz del día de la calle pero sentí algo familiar detrás de mí. Me paré entre la multitud, mirando una especie de casino de alta clase. Una parte de mí quería irse, mientras que otra parte se sentía atraída por algo interior, algo invisible.

    La sensación se intensificó cuando pasé junto a las brillantes máquinas tragamonedas y de póquer. La reconocí como la sensación de presencia: los ascendentes se recuperan con el tiempo, un instinto que tienen los jugadores cuando otra persona entra en una sesión de juego cerrada. Me llevó hacia la mesa de blackjack en el rincón del fondo de la sala, donde una mujer estaba repartiendo cartas. En marcado contraste con una sala de ejecutivos del siglo XXI, esta mujer vestía un pesado uniforme militar y un sombrero verde. Mis pasos se ralentizaron, pero aún me acervaba. Un hombre calvo con un traje naranja se interpuso abruptamente en mi camino.

    —Señor, ¿puedo ver su placa?

    La mujer no pareció notarme. Yo no podía quitarme la impresión de que me estaba mirando... de alguna manera. Pasé por delante del guardia de seguridad que protestaba. Aún así, ella me ignoró, pero un movimiento de su brazo me dijo todo lo que yo necesitaba saber. Ella tenía un descensor.

    —¡Disculpe! —grité mientras llegaba a la mesa.

    Con un único y rápido movimiento, la mujer me clavó sus ojos verde oscuro en los míos. De cerca parecía más joven de lo que pensaba, tal vez dieciocho o veinte años. La plaquita no dejaba lugar a dudas de que el suyo era un uniforme soviético de la simulación de guerra, aunque ella tenía el rostro de una estadounidense moderna. Su tono de piel era ligeramente bronceado y una pequeña cantidad de cabello blanco asomaba debajo de su gorra de servicio. Sus ojos parecían distantes, sin revelar ningún indicio de emoción que yo pudiera leer.

    Sin bajar la vista, la mujer puso dos cartas sobre la mesa.

    —¿Por qué una se desea más que dos? --me preguntó.

    Había un tono extraño y monótono en su voz, que sólo parecí notar por su lenguaje corporal rígido y antinatural que me ponía nervioso. Bajé la vista y vi que las cartas eran el As de Diamantes y el Dos de Picas. —No sé. No me van los juegos estúpidos.

    —El comunismo es un juego estúpido, tú dijiste eso —replicó ella con frialdad.

    —¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estoy aquí?

    —El comunismo fracasó. El capitalismo está funcionando mal.

    Me volví hacia la sala, dejando claro que no tenía idea sobre lo que ella estaba hablando.

    —Después de esa guerra —continuó ella con la misma voz tranquila—, Estados Unidos y la Unión Soviética adoptaron una política de Destrucción Mutua Asegurada en la que se destruyeron mutuamente. ¿Por qué quiso hacer eso tu gente?

    ¿Esta chica se ha estropeado? ¿Por qué hace preguntas tan tontas? ¡Eso en realidad no sucedió!

    Me volví hacia ella y hablé en un tono bajo similar al de ella. —Me da igual. Sácame de aquí.

    —Las puertas están marcadas. Ve adonde quieras. —Con la misma rapidez con la que se había girado hacia mí, se dio la vuelta y continuó repartiendo cartas entre los jugadores.

    —Disculpe —comencé a gritar de nuevo cuando me agarraron por detrás. Vi a tres guardias de seguridad, incluido el hombre con el que ya me había topado.

    —Señor, si no puedo ver su placa tendré que mostrarle la puerta.

    —¡Mira, simusimio, estoy hablando con alguien! —Me volví hacia la mujer—. ¡Devuélveme el control!

    Detrás de la mesa había otra mujer, vestida con un uniforme del Dow Jones. La mujer del uniforme soviético había desaparecido, y con ella la sensación de presencia.

    Caminé por la acera e intenté pensar hacia dónde podría estar transcurriendo una simulación del Manhattan del siglo XXI, preguntándome si habría otras personas, además de la mujer que aparecía en ella.

    El botón de emergencia todavía no funcionaba y todo sistema de control que gobernara el lugar ignoraba mis órdenes, negándome incluso los mensajes de error. El ruido de la gente, las obras, el metro, la música comunitaria, el llanto de los bebés y demás hacían imposible pensar. Yo sabía que tenía que haber otra salida, pero lo único que me venía a la mente eran rumores dispersos y finales de películas de terror con temática RD.

    Aplaude dos veces con el dorso de las manos.

    Nop.

    Corre a través de un muro de hormigón.

    Tal vez, si nada más funciona.

    Junto mis talones tres veces.

    ¡Eso es de la película El Mago de Oz!

    Me detuve y sacudí la cabeza, sintiéndome ridículo. No podía evitar la sensación de ser observado, como una víctima en algún reality show, con mi retorcida transmisión al mundo antes de atormentarme para siempre.

    Algunas redes hacían cualquier cosa por los rankings, pensé. Yo no sería el primero en acostumbrarse a eso. Pero ¿qué puedo hacer para salir de esto?

    Un hombre asiático apareció entre la multitud y me entregó un folleto de una tienda de comestibles. Se me ocurrió una idea y lo agarré por el hombro.

    En algún lugar de su interacción, sea la que sea, debe de haber alguna subrutina que yo pueda activar, pensé. Algo que metieron allí sólo para estas ocasiones.

    —Quiero irme. Quiero descender. —dije, lo más alto y claro que pude. El hombre no pareció entenderme.

    —¡Comando cierre de sesión! ¡Comando salida! ¡Cpmando estatus!

    El hombre, temeroso, se alejó y se lanzó entre la multitud, dejando por la acera un rastro de octavillas.

    ¡No no no no no! ¡Esto no puede estar bien! ¿Quizá tienen que hablar inglés?

    Di un paso hacia otro hombre. Un fuerte bocinazo me detuvo. Un taxi, uno de los famosos taxis amarillos de Nueva York, apareció en la calle a sólo unos metros de distancia. El hombre que estaba dentro, mirándome, volvió a tocar la bocina y me hizo señas para que siguiera adelante. Miré a mi alrededor de nuevo, seguro de que alguien estaba mirando. Tocó la bocina por tercera vez, el sonido parecía más claro e intenso, el camino entre el taxi y yo estaba libre de gente, como si la construcción misma estuviera animando mi dirección. Metí la cabeza por la ventanilla abierta del pasajero.

    —Pareces perdido. ¿Puedo ayudarte a llegar a algún lado? —preguntó el conductor con todo el encanto de una amai. Subí al asiento trasero.

    —Quiero irme. Quiero descender.

    —Ya estamos en el suelo —respondió él—. Si quieres descender te recomiendo el metro.

    —No. Quiero acceder a la computadora que ejecuta este programa.

    Leí una expresión de confusión en su rostro.

    Esto tampoco funcionará. Hay taxis por todas partes en Nueva York, tal vez fue sólo una coincidencia que uno estuviera aquí. Quizás nadie en… en… envió…

    Mi línea de pensamiento se descarriló y mi visión se convirtió en nieblas y sombras. El ruido de la ciudad se desvaneció como un sueño y mis sentidos se quedaron en blanco.

    ¡Sí! ¡Funcionó! ¡Estoy descendiendo!

    Caí hacia atrás como una roca en el agua. Sentí mi cuerpo recostado sobre unos cojines. Una sombra me oscurecía los párpados y oí un fuerte chasquido.

    —Estoy despierto. Estoy despierto. —Encontré fuerzas para decir mientras luchaba por abrir los ojos, mirando hacia la luz del día. Me saludaron tres empleados de PaciTek y un oficial del LAPD. Estábamos rodeados por los mismos pilares de mármol y oro que yo había visto horas antes, afuera, en la entrada al nivel del parque del Edificio Reed.

    La gente de PaciTek me explicó con gran detalle que había surgido un conflicto entre sus servidores y aquel al que yo estaba conectado, lo cual había causado que el software de la cabina se corrompiera y se bloqueara. El oficial escuchó y completó la declaración, haciendo todo según las reglas y sin tomar partido cuando comencé a discutir sobre demandas y angustia mental. El hombre que me despertó conjuró una ventana ventilada que mostraba mi huella digital en el formulario de la Ley de Ascenso Seguro. Yo sabía que la naturaleza de la tecnología HNADC hacía que el buceo en grupos fuera más seguro, independientemente de la seguridad del propio sitio A. Yo había reconocido legalmente los riesgos de ascender solo. No tenía ningún caso.

    Una brisa atravesó el nivel al aire libre debajo del edificio, haciendo crujir las hojas de los árboles que me rodeaban, recordándome la calle de la ciudad más allá. Pregunté por qué no estábamos junto a las cabinas, ni siquiera en uno de sus pisos. El supervisor me explicó que habían tenido que sacarme de la cabina sin cortar la conexión. Antes de que pudiera presionar para obtener más detalles, el oficial irrumpió y me pidió que confirmara los datos de la declaración antes de presentarla.

    La oficial Stephanie Morales –el nombre que ella había puesto en la declaración– comenzó a hablarme sobre un “escaneo intensivo de la memoria”, diciendo que eso podría ayudarme en un caso de angustia mental. Consideré la idea, aunque parecía extraña, y la repentina insistencia del oficial me hizo sentir incómodo. Cuando noté que la gente de PaciTek se había ido, no quise nada más que salir de allí.

    —¿El escaneo es obligatorio por ley o puedo irme ahora? —pregunté finalmente.

    Adelante, pensé. Di: “sí, es obligatorio". Te reto.

    —Le hago una sugerencia que le beneficiaría, señor Dauphin.

    —Usted es un poli. Se supone que no debe ofrecerme asesoramiento legal, especialmente algo tan ultrajante.

    —¿No es obligación de un policía atender al público? Debería hacer todo lo que pueda para permitirle reanudar su vida normal.

    Consideré la forma en que se comportaba y hablaba: no del todo real, no del todo falsa… no del todo nada. El oficial se dio la vuelta y esperó mi respuesta.

    —Sólo déjeme ir a casa. Sé cuidar de mí mismo.

    Ella vaciló, como si estuviera sumida en sus pensamientos, sin siquiera moverse ni parpadear; Luego, de repente, comenzó a alejarse.

    —Vaya adonde quiera —respondió ella.

    El atardecer se convirtió en noche y el aire se volvió frío. Llovió durante todo el camino a casa.

    Bien, pensé. Quiero ser miserable.

    Chapoteé en charcos profundos y caminé bajo canalones que goteaban. Un metrotaxi se detuvo a mi lado, lo que me recordó mi encuentro con el taxi de Nueva York, excepto que los taxis modernos eran conducidos remotamente por IA y usaban tácticas más llamativas para atraer pasajeros. No dudé en gritarle algo desagradable al holograma y el coche se alejó. No tenía dinero y no tenía prisa.

    Las obras bloqueaban la carretera cuando todavía estaba a varias cuadras de mi apartamento. Si la siguiente calle hubiera estado abierta, dudo que hubiera notado el desvío; pero la calle siguiente también estaba cerrada, y la siguiente.

    ¿Quién trabaja en una carretera bajo una lluvia torrencial?

    —¿Cómo te va? Noche fría, ¿eh? ¿Estás cansado de esos operadores de telefonía celular que no paran de...?

    Agité mi mano empapada frente a su cara. —¡Detente!

    Sorprendentemente, lo hizo. Casi seguí caminando sin darme cuenta, pero el holograma en realidad me había había hecho caso. Supe de inmediato que algo era muy diferente, diferente con toda la tecnología que me rodeaba.

    Retiré la mano. Ninguna respuesta.

    —Cargando... Usted... No... Error... Proceso.

    —Señor Dauphin —de pronto me miró y me dijo— debería considerar la oferta que estoy autorizada a hacerle. Poseo una cantidad sustancial de datos sobre los operadores de telefonía móvil de la competencia que le convencerán de...

    —Oye oye oye —dije aliviado—. Mira, no sé si esto es otra técnica nueva, eso de hablar como el robot que eres, o si es algún mal funcionamiento; así que hagamos esto rápido —Me acerqué—. ¿Cómo te sientes ahora? Es una noche fría y está lloviendo, me siento miserable, procesa esa palabra, ese sentimiento. Entonces podré ver cómo te congelas y tal vez sentirme un poco mejor.

    —Pero, señor Dauphin —respondió ella, recuperada en pleno júbilo de servicio al cliente--, tal vez se sienta miserable porque tiene un mal servicio de celular. Aquí están los hechos: Sesenta por ciento...

    Puse los ojos en blanco y comencé a caminar por la acera.

    Aparecieron trozos de luz frente a mí. El parpadeo lentamente tomó forma humana y se convirtió en el mismo holograma. —Brandon, si no estás interesado en el servicio celular, déjame ayudarte con otra cosa.

    Mi alivio se desvaneció. Era evidente que el holograma no funcionaba correctamente y que me estaba molestando.

    —Mira, ¿quieres ser útil? Pues dime cuántas de estas carreteras están cerradas.

    Ella me sonrió. —Lo siento, señor Dauphin. No puedo proporcionar información sobre el tráfico, pero puedo precalificarle a usted para...

    —¡No! Sé que puedes conectarte en línea a todo y decirme qué calles están abiertas. Hazlo y miraré lo que sea que estés vendiendo.

    El holograma se detuvo por un momento. —La próxima manzana estará abierta, señor.

    Di los primeros pasos y me paré junto a ella. El holograma desapareció.

    —Gracias, supongo.

    Llegué a la siguiente manzana y encontré la calle abierta y vacía.

    ¿Qué saltó fuera de Vair hasta mí para obtener un holograma de ventas y hacer algo útil? ¿Era porque estaba funcionando mal? ¿Funcionará eso la próxima vez?

    La próxima vez.

    Sentí los pies más pesados ​​y no podía moverme. Me paré bajo el dosel de una tienda oscurecida y vi la carretera delante de mí: mojado, solitario, incluso hostil. Pensé que mi casa estaba al final de ese camino, pero no tenía dirección ni destino. Mis piernas temblaron y me sentí mal. Me apoyé en la pared de mármol y traté de respirar.

    La próxima vez.

    Como una canción atrapada en mi cabeza, las dos palabras no me dejaban en paz. Excepto que las canciones eran distracciones útiles, mientras que las palabras eran una llamada al futuro, una meta, una pregunta que sondaba una respuesta.

    La próxima vez.

    No hay próxima vez. No hay futuro. ¿Por qué no puedo dejar de pensar? ¿Por qué no puedo apagarlo sin más? El jueves no puede llegar lo bastante rápido, al menos que yo...

    Abrí de par en par los ojos. Una sensación de hundimiento desgarró mi alma y mis piernas casi cedieron debajo de mí. Luché contra la noción mientras pensaba en que debería hacerlo, pero ya era demasiado tarde.

    De eso se trata, pensé. Ella es sólo una distracción para mí. Eso es lo único que puede querer decir. Yo... no quiero hacerle eso, ella merece algo mejor que un fraude como yo.

    No lo haré. No me casaré con Vair.

    —¡No me casaré con Verónica!

    Me estremecí, sintiéndome entumecido por la decisión. Pensé en todas las razones por las que no podía seguir adelante: no tenía trabajo, mi familia estaba a un millón de kilómetros de distancia. Eso servía para hacer amigos, pero no para conservarlos.

    Intenté reconsiderarlo, decirme que las palabras no habían salido de mi boca, que no existían tales dudas, pero sabía que estaba confrontando la verdad. Sabía que no podía expulsarla con un buh.

    Vi movimiento al otro lado de la calle. Intenté recomponerme.

    ¿Qué estoy haciendo? Estas calles son peligrosas por la noche.

    Obligué a mis piernas a volver a la acción y continué bajo la lluvia, avanzando paso a paso... queriendo volver a dormir y olvidar que alguna vez nací. Llegó una señal de mi SNDL y la rechacé inmediatamente. Me estaban dando un bocinazo otra vez.

    ¿Quién es Ethan Underhill?

    La rechacé de nuevo. Ethan lo intentó por tercera vez.

    —¡Qué!

    —¡Vaya! Hola, Brandon... ¡Soy Ethan Underhill! Ya sabes, ¡de Miller Junior High!

    —¿Qué? Sí, de Miller Junior High. ¿Quién es?

    —¡Ethan! Me conoces. Solías llamarme Anime.

    —¿Qué quieres?

    —¡Estoy en Los Ángeles y esperaba que pudiéramos quedar para ponernos al día!

    Levanté los ojos y extendí los brazos en un gesto invisible de ¿hablas en serio?

    —Mira, Ethan. Este no es un buen momento. ¿Por qué no te llamo mañana?

    —Bueno. Claro. Si tú...

    Un cuarto metrotaxi (un cuarto metrotaxi vacío) pasó mientras yo desconectaba a Ethan. Miré por detrás de mí y por cada callejón, examinando las ventanas de cada edificio, para ver quién me estaba mirando. Si alguien quería compartir este terrible día, decidí, sería bienvenido.

    Estaba empapado de pies a cabeza cuando finalmente me acerqué a mi edificio de apartamentos en Helms Avenue. Bajo la lluvia menguante, me preparé para el ritual diario de lograr que me reconociera el lector de la puerta al edificio.

    La puerta sonó y se abrió. De hecho, me quedé mirando con incredulidad el tiempo suficiente para que se agotara el tiempo y se volviera a bloquear. Pasé la muñeca de nuevo y la vieja y andrajosa puerta de metal respondió de nuevo. El lector todavía parecía desgastado por fuera, pero decidí que debían haber reemplazado el sensor o algo así.

    Como si la primera sorpresa no hubiera sido suficiente, el olor a pintura fresca me golpeó cuando abrí la puerta. Los pasillos, incluso las puertas, tenían pintura, alfombras y luces nuevas. Estuve tentado de mirar afuera y asegurarme de no haber entrado en el edificio equivocado. Entré en el ascensor y sus puertas, ahora brillantes, se cerraron detrás de mí.

    —Cuatro.

    La maquinaria era silenciosa y el viaje fue suave. Me pregunté si mi alquiler acababa de dispararse. También se había renovado la cuarta planta. Caminé por la suave alfombra y llegué a mi puerta. Mi propio lector de puerta fue la verdadera prueba: era ochenta veces peor que el de afuera.

    ¿Quizá habían cambiado eso también?

    Lleno de impaciencia, pasé la muñeca por el panel. Una vez. El timbre marcó el punto culminante de mi día.

    ¡Aleluya!

    Pero la montaña rusa emocional del día me preparaba para otra gran caída.

    Me habían robado.

    La segunda declaración que presenté ante el Departamento de Policía de Los Ángeles contenía poco más que la historia de las bromas de los piratas informáticos y una descripción de la mujer de la mesa de blackjack. Cuando el oficial fue a buscar testigos, ninguno de mis vecinos abrió sus puertas y mi arrendador no estaba por ningún lado. Cuando hablé de que todo el edificio estaba siendo remodelado en menos de nueve horas sin el conocimiento de los inquilinos, el oficial pareció no darle importancia.

    No podía dormir allí aunque hubiera querido: mis paredes estaban hechas trizas e incluso mi moqueta estaba rota, dejando el lugar completamente irreconocible. El oficial me entregó ropa seca y me preguntó si quería que me llevaran a algún lugar, como si yo tuviera adónde ir. Nadie respondía a mis gritos y yo necesitaba alguien con quien hablar y una cama o un sofá libre donde dormir. Recibía un sistema de correo de voz tras otro, incluso el de mis padres. Nadie había respondido cuando llegué al Value Inn, a unas manzanas de distancia.

    Aunque pudiera haber estado en el extremo inferior de la escala de precios, el hotel parecía un faro en la noche, un palacio para ese viajero cansado en el que los hados me habían convertido. El aroma del café recién hecho parecía más acogedor que el de la pintura, y la suave moqueta estaba tan gastada que era obvio que el propietario no había salido a hacer compras en mucho tiempo. Oí las voces de los presentadores de noticias de IA provenientes del otro lado del vestíbulo de la planta baja, donde un salón vacío tenía sofás de cuero y media docena de monitores sintonizados en varias redes. Agarré uno de los croissants recién hechos que había sobre un mostrador cercano y mi ánimo pareció mejorar un poco.

    Una rubia alta apareció detrás del mostrador. —Bienvenido a Value Inn, mi nombre es Rachael. ¿Puedo ayudarlo en algo?

    —¿Me puede ayudar una persona real, por favor? —respondí mientras me servía un poco de café. El holograma desapareció y oí un timbre en la oficina trasera. Surgió una mujer de mediana edad con cabello castaño.

    —Buenas noches. ¿Hay algún problema?

    Dudé al ver una persona real, sabiendo lo rara que se había vuelto la opción y dudando de mi buena suerte. Salí de mi emsueño y me acerqué al mostrador. —Ningún problema. Me gustaria registrarme, por favor.

    La etiqueta con el nombre de la mujer decía que se llamaba Sylvia. Rápidamente se puso a trabajar en el terreno, comenzando el proceso de check-in y de toda la identificación involucrada.

    ¿Tienen todos los demás problemas tecnológicos también? ¿Está ella aquí por si acaso? Tal vez simplemente asumió que “Rachael" me estaba dando errores.

    —Bien. Ahora esperamos unos minutos para las verificaciones de transfondo. —Sylvia se reclinó en una silla—. Diga, señor Dauphin, ¿está de viaje?

    —No. Esteee... en realidad estoy teniendo algunos problemas con mi apartamento en este momento. Sólo necesito un lugar donde pasar la noche.

    —Ah. ¿Y mañana?

    Sonreí cortésmente y regresé al mostrador. —Me preocuparé por eso cuando llegue el caso.

    —Bueno —respondió ella con demasiadas ansias—. Avíseme si hay algún modo de mejorar el mañana.

    Agarré un segundo croissant, pero decidí que ya no tenía hambre. --Mañana no va a ser mejor... Por favor, dese prisa con el check-in, me gustaría mucho estar solo ahora mismo.

    —¿Solo? ¿Por qué?

    La miré como si me hubiera insultado. —¿Por qué? ¿Por qué tiene que haber una razón para todo?

    —Lo siento —respondió ella—. No me lo diga si no quiere.

    Pasó un momento. Sylvia esperó pacientemente y yo me sentí aún más como un ser humano horrible.

    —Mira… Sylvia, ¿verdad? --Ella alzó la vista--. No quise criticar ni nada de eso, es que… de verdas estoy teniendo un mal día. Quizá sepas de lo que estoy hablando: tecnología.

    —Tecnología —repitió ella, más como un pensamiento que como un reconocimiento.

    —Sí, y aquí estoy —continué, con una sonrisa más genuina formándose en mi rostro--, recibiendo ayuda de una persona amable, de carne y hueso y a quien estoy tratando como si fuera un holograma estático. Quizá ya no estoy acostumbrado a conversaciones así, ¿sabes?

    Agarré el segundo croissant.

    —Dado a elegir, elegió usted contra el holograma.

    —Sí, ¿no lo hacen todos? —Regresé hacia el mostrador—. Déjame preguntarte algo —Hice una pausa y confirmé que ella estaba escuchando, reconfortándose con la atención—. ¿Alguna vez has pemsado que la vida sería mucho mejor si la gente apagara todos los carteles, hologramas y dispositivos terrestres y se tomara el tiempo para hablar entre ellos?

    —No lo sé… la tecnología está haciendo cada día un mundo mejor.

    —Hoy no.

    Sylvia no respondió. Suspiré y traté de relajarme.

    —¿Tienes hijos? Si no te importa que te lo pregunte, claro está.

    —Sí, tres hijos y una hija.

    —¿Qué crees que pasará en el futuro? ¿Para el futuro de tus hijos? La tecnología puede curar una enfermedad o ayudar a informarnos, pero creo que cada vez es más molesta.

    —Ah, claro. —El suelotem pitó—. Enhorabuena, señor Dauphin —dijo Sylvia—, no es usted un asesino en serie.

    Suspiré de nuevo y miré hacia la sala. —A mi madre le va a encantar de oír eso.

    —La habitación cuesta quince ochenta por noche más impuestos, y supongo que no necesitará una habitación con terminal terrestre. El desayuno es a las dieciséis cero cero y la salida a las veintiuna. Pase la muñeca por el lector y el código de entrada será para la habitación 33A de arriba.

    —Gracias —Pasé mi muñeca por el lector y mi chip registró el código de acceso. Oí algo crujir y volví mi atención a la Sala. Paranoia, decidí.

    —Te agradezco mucho que hayas salido a ayudarme —dije.

    —Es un placer ayudar.

    Sin maletas de las que preocuparme, rellené mi café y tomé un tercer croissant para el viaje. Seguían siendo tan cálidos y acogedores como cuando entré.

    —Es decir… ya sabes de lo que estoy hablando, de cómo un mal día puede deprimirte.

    Quizás me estoy castigando demasiado, pensé. No la necesito... y ella ciertamente puede cuidar de sí misma. No lo sé, tal vez todavía podamos ser amigos… de todos modos, tampoco es que ella espere algún día un compromiso de mi parte. Ya ni siquiera tengo el anillo, así que tal vez no estaba destinado a ser así. Estaré en Times Square con un amigo... con una muy muy muy buena...

    La taza de café se me escapó de los dedos. Maldije y agarré una servilleta.

    —Lo siento.

    Había una mancha marrón en la alfombra debajo de la taza, como esperaba; pero la mancha no estaba húmeda, como si llevara allí días.

    Parecía un fallo en un juego.

    La habitación estaba completamente en silencio. Sylvia no había respondido. Me vino a la mente un pensamiento horrible. Me levanté para encararla y toda sensación abandonó mi cuerpo.

    La expresión de su rostro estaba bloqueada en una especie de cruce entre el procesamiento en segundo plano, la reflexión simulada y el júbilo continuo que es la directriz principal de una amai. Era la mirada inconfundible que cualquiera familiarizado con la inteligencia artificial moderna reconocería: una señal de que el software de una amai no podía procesar la pregunta correctamente. Como siempre ocurría, esta mirada de repente se convirtió en una acción igualmente extraña.

    Sylvia cerró los ojos, soltó una risita y dijo: --Ha sido un placer servirle en BarresTek hoy, ¿por qué no intentarlo de nuevo?

Capítulo Cuatro: Ventana cerrada, puerta abierta

    Si alguien quedaba atrapado en Realidad Dinámica, ¿cómo sabía lo que es real y lo que no? ¿En qué ancla podemos confiar para saber la diferencia?

    No es raro que la gente diga que el mundo se está desmoronando a nuestro alrededor. Incluso en economías fuertes, los hermanos siguen robando a otros hermanos, las guerras se desatan por los derechos de los minerales de las profundidades marinas, el robo de identidad en línea aumenta y decenas de miles mueren fuera de línea, como víctimas de incendios públicos y masacres que siempre estallan en algún lugar del mundo.

    Luego, cuando el dinero se detenga...

    ¿Qué nos ancla a nuestra felicidad? ¿Cómo podemos saber si nuestros cimientos están construidos sobre arena o piedra? Cuando la marea baja, ¿cuántos de nuestros cimientos encontramos que se va con el agua?

    ¿Por qué la gente no debería decir que el mundo se está desmoronando? Hemos logrado grandes cosas, pero el ritmo de invención se está desacelerando. Disfrutamos de niveles de vida astronómicos, pero nos quejamos más que nuestros antepasados. Somos ricos, pero el dinero siempre pierde valor. Tenemos mucho conocimiento, pero el valor de la información sólo disminuye. Todavía hay gente hambrienta en el mundo… ya he dicho suficiente.

    La marea sube y cae nuevamente, y vemos que las soluciones siguen sin funcionae. Aunque la abrazamos, nos vemos más lejos que nunca de la realidad y vemos que la velocidad se ha convertido en nuestra defensa contra las fragilidades que construimos.

    Yo ponía mi fe en un botón. Nunca aprendía, y nunca quería que fuese de otra modo, hasta que expiró el antiguo conocimiento. Quedé atrapado y desorientado, anhelando, incluso desesperadamademente, tener algo a lo que agarrarme... como si estuviera en una burbuja y supiera que todo lo tangible estaba más allá de mis paredes. Entonces se extendió una luz y entró en mi burbuja. Las palabras del niño eran la única verdad en una avalancha de mentiras.

    Esta luz era un camino para mí, que me llevaba lejos de donde quería estar.

    Y de todos los lugares donde necesitaba estar.

    El aroma del café recién hecho aún persistía en la habitación. El croissant que tenía en la mano todavía estaba caliente y fresco. Nada en el vestíbulo parecía fuera de lugar. Todos mis sentidos decían que aquello era real. Tenía que ser real. Yo quería más que nada que fuera real.

    La mujer sólo está jugando conmigo, pensé. Esto es parte del gag... la idea que alguien tiene de una broma.

    Pasaron varios segundos y el único sonido procedía de un monitor distante en el salón. Nada se movía. Algo de intuición me decía que, si respiraba siquiera, el último hilo deshilachado de la realidad en el mundo se rompería.

    —Tú no eres real.

    Los ojos de Sylvia se abrieron de golpe. —No, Tyler. La respuesta correcta era C, Nairobi, pero esa fue muy..... Has llegado al panel de BarresTek no se puede acceder a tu cuenta para obtener información sobre nuestros programas de aprendizaje —La imagen de Sylvia comenzó a perder cohesión y sus palabras se aceleraron. hasta que no pude entenderlas. Después de unos segundos, ella desapareció. Una sensación de presencia surgió dentro de mí. Dejé el bollo y corrí hacia el otro extremo del vestíbulo. La sala de estar estaba vacía. No había huellas, ni olores, ni sonidos… nada.

    Apagué el monitor y escuché con atención. Levanté la muñeca, cubierta de sudor frío, y palpé mi antebrazo, tragándome el nudo en la garganta.

    Notaba que alguien me estaba hablando. Un latino calvo y trajeado estaba parado donde yo había estado.

    —¿Puedo ayudarlo señor? --repitió él.

    —No eres real, ¿verdad?

    —Le aseguro que soy muy real —dijo con una sonrisa, señalando el mostrador—. Lamento haberlo confundido. Estamos probando un nuevo software para mejorar nuestro servicio al cliente. Veo que su encuentro no fue positivo precisamente.

    —¡No aprecio que me mientan! ¡No estoy teniendo un buen día aquí!

    —Señor, Value Inn cree que la satisfacción del cliente debe ser nuestra prioridad número uno. Si hay algo que pueda hacer para compensarlo, no dude en pedirlo.

    Sus palabras y su lenguaje corporal parecían perfectamente genuinos, pero también lo eran los de Sylvia. Me pregunté si este hombre tenía información personal preprogramada, niños y todo, como el personaje de un juego. Me pregunté hasta qué punto eran realistas los amai y si estaba cayendo yo en alguna crisis de identidad global, que se extendía por toda la raza humana.

    Sabía que no podía confiar en nada de lo que veía. Sabía que no podía confiar en nada en absoluto.

    El hombre dio un paso hacia mí. —Le diré algo, su estancia esta noche corre por nuestra cuenta.

    —¡No! —Miré a todas partes y me aferré a una esquina—. No puedo quedarme aquí.

    —¿Qué tal Nueva York? Quizá podamos obsequiarle con billetes de tren a Nueva York.

    Si esto es parte de algún juego atroz, pensé, ¿no debería ser una tortura o una pesadilla vergonzosa? ¿Por qué interferir con mi vida? Y ahora quiere enviarme a Nueva York. Pero Verónica está en Nueva York. Verónica… aunque tal vez ella pueda mejorarme el día. Sí… Verónica puede decirme qué está pasando. Y arreglarlo también. Ella lo arregla todo.

    No… si esto sigue siendo una simulación, entonces no puedo comunicarme con ella. Todo es demasiado raro, tengo que descubrir si estoy de verdad despierto.

    Salí de la sala de estar y caminé cautelosamente hacia el hombre. El olor del café volvió a hacerse más intenso. Sentía el aire que respiraba y oía los ruidos de la calle. Aún deseaba que aquello fuera real, pero sabía que querer no resolvería el problema. Me paré a un metro de él y lo miré a los ojos, sin saber si era un hombre o una máquina.

    ¿Cómo puedo saber si estoy realmente despierto?

    —¿Quieres compensarme? Llámame un taxi.

    El metrotaxi se detuvo a tres manzanas del edificio Reed. La amai en el asiento delantero me informó que el camino estaba cerrado más adelante y que no podía continuar. Cuando abrí la puerta, una tal Julia trató con entusiasmo de convencerme de ir a otros lugares de la ciudad… o a cualquier ciudad. Yo la ignoré y caminé hacia las barreras y las luces intermitentes. Sabía que, si mi corazonada era correcta, no habría manera de volver a PaciTek.

    A lo lejos se veían muchos camiones de bomberos y ambulancias y el olor a humo se hacía más denso a cada paso. Varios agentes de policía estaban apostados allí para mantener alejados a los espectadores. Decidí no dar marcha atrás, que si todavía estaba ascendido no tenía nada que perder de todos modos.

    En ese momento, no uno, sino tres agentes corpulentos se acercaron y me ordenaron que abandonara el lugar, señalando el taxi en el que había venido.

    —Tengo una hermana buceando en PaciTek —le expliqué—. Tiene una forma rara de NCFOD y necesito estar presente cuando la saquen de la cabina.

    La brigada policial lista para la batalla afirmó que los paramédicos estaban preparados para cualquier crisis y sostuvieron que me arrestarían a menos que me fuera inmediatamente. Fingí derrota y caminé de regreso a la calle, mirando a los espectadores que se habían reunido allí. No había una conmoción silenciosa entre ellos. No hay bondad entre extraños que comparten una tragedia. Eran como los extras de alguna película: melodramáticos y con guión, sus emociones eran falsas y exageradas. Eran ilusiones.

    Mientras tanto, en dirección a las playas el cielo estaba perfectamente despejado. Ansiosamente escudriñé las estrellas. Una copia barata y brillante, pensé. Lo mismo que las estrellas de la Tierra.

    Excepto que el punto de luz más brillante había desaparecido.

    Llegué al bordillo y corrí. La siguiente calle estaba bloqueada, y la siguiente. --¡No me rendiré tan fácilmente! —grité entre respiraciones cada vez más azogadas.

    La cabina puede decirle a mi cerebro que estoy cansado, pero si mi cuerpo no se mueve realmente… la energía seguirá llegando, ¿verdad?

    La tercera intersección estaba despejada. Giré y no me detuve hasta estar nuevamente a tres manzanas del edificio Reed, desde una dirección diferente. Aunque ningún bloqueo me mantenía alejado, la escena a lo lejos era aún menos atractiva. Me obligué a continuar, directamente hacia el edificio. El humo y el calor empeoraban rápidamente. Mi respiración era pesada, pero no tosía y no me desmayaba por el cansancio. Cada paso confirmaba que algo andaba mal. Me volví aún más decidido a comunicarme con PaciTek, a exponer la mentira tal como era, sin importar lo que costara.

    Una ráfaga de viento arrojó sobre mí una espesa columna de ceniza, borrando la poca luz que tenía. Aunque no sentí que me caía, sentí que mi cabeza golpeaba el cemento. Con fuerza.

    Estaba acostado en una cama. Una sombra oscurecía mis párpados y oí un fuerte chasquido. Me llevé la mano a la cara y miré severamente a su dueño.

    ¿Quién iba a estar ahí para recibirme sino Ethan Underhill?

    —Ey, hombre. Bienvenido de nuevo al mundo de los viv...

    Lo agarré por el cuello de la camisa y lo acerqué hacia mí. —¡Basta de juegos! ¡Dime qué queréis!

    Dudó, confundido. —Mira, Brandon, creo que el humo aún te está afectando la cabeza. ¡Soy yo, Anime!

    Lo empujé hacia atrás con tanta fuerza que casi perdió el equilibrio. Vi que estaba en la sala de recuperación de un hospital. No podía decidir si me habían derribado, si había perdido el conocimiento o si aparecía en una simulación diferente.

    El gran ventanal de la habitación revelaba un cielo nocturno sobre la ciudad. Mi SNDL decía que eran poco más de las diez cero cero, todavía en mitad de la. noche, pero eso no significaba nada. Un pirata informático podría haberlo hecho decir cualquier cosa. Intenté llamar a mis padres otra vez, enviando la señal de emergencia, pero seguía recibiendo el mensaje de voz. Todo era una falsificación. Me habían aislado del exterior.

    Ethan estaba hablando con un médico en la puerta. Recordé que había conocido a un "anime" en la escuela secundaria, apodado así por los antiguos animes japoneses que le gustaban; pero después de una gran pelea que tuvimos, recuerdo que ya no me caía bien. Ni siquiera habría sabido cómo era después de diez años.

    Los dos entraron a la habitación. —Señor Dauphin, ha inhalado mucho humo, pero parece haberse recuperado bien. Hay algunos oficiales abajo a quienes les gustaría saber si está dispuesto a responder algunas preguntas.

    Miré a Ethan, quien estaba alegremente ajeno al mundo. Este niño que no había sido amigo mío desde nunca de repente quería ponerse al día conmigo más que la vida misma, y ​​me presionaban a asumir el papel de guía turístico. No sabía quién estaba moviendo los hilos o cuál era el plan disparatado, pero parecía que rechazar mi papel no me iba a sacar de allí más rápido.

    —En realidad, tengo ganas de comer algo con mi viejo amigo Ethan.

    Rechazamos la escolta del médico y jugamos a evadir a la policía cuando salimos del hospital y nos subimos a su coche. Ethan me dijo que se había iniciado un incendio en PaciTek y había carbonizado la mayor parte del edificio. No me preguntó qué estaba haciendo corriendo hacia el infierno, pero sí insistió en decir que no quedaba nada de la quinta y la sexta planta.

    Su nuevo y brillante Darkball 840Ci era el coche más caro en el que yo había subido, sobre todo considerando que estaban instaladas todas las opciones: desde el sensor mejorado para la pantalla del H.U.D. hasta el refrigerador en la consola central. Sin embargo, atrapado como estaba sentado en él, supe que era sólo un juguete RD... uno en el que cualquiera podía pasear, pero que nunca podría poseer de verdad... no sin mover cien millones de dólares extra.

    —Dime… ¿cómo te ha tratado la vida, Ethan? ¿A qué te dedicas?

    Él dudó. --Ventas.

    Ethan no parecía estar participando en una gran conspiración; más bien, era tan extraño como cualquier otra cosa a mi alrededor. El Ethan Underhill que encontré parecía uno que podría encontrar en alguna base de datos del estado de Idaho: nunca salía de los datos, no expresaba ninguna personalidad verdadera, simplemente ejecutaba una tarea, ejecutaba un programa.

    ¿De quién es el programa? ¿Con que fin?

    —Bueno, ¿a dónde deberíamos ir? --preguntó.

    —Creía que me llevabas a alguna parte.

    —Vamos, Brand. Tú eres el lugareño.

    ¿Brand?

    El coche se detuvo ante una señal en rojo. Me recliné y miré mi reflejo en la ventanilla del pasajero. Bien. Nueva York. El único lugar al que quiero ir es Nueva York.

    —Claro, Nueva York pues.

    Lo miré con curiosidad, ante la expresión resueltamente ingenua de su rostro. —¿En serio? ¿Me llevarás a Nueva York? ¿Ahora mismo? Esa no es exactamente una gira por Los Ángeles, ¿sabes?

    —Lo sé, pero quiero pasar el rato. No me importa.

    —¿Vas a conducir por todo el país para pasar el rato? ¡Ethan, eso no tiene ningún sentido!

    Ethan parecía preocupado. —Wsperaba que pudiéramos… ¿sabes?… hablar sobre la vida. ¿Sabes?

    —¿Qué pasa con la vida?

    —Sobre lo que significa, Brand. Quiénes somos y hacia dónde vamos.

    —¡Alto! —Agarré el volante y lo jalé hacia mí.

    —¡Pero el panel está en verde!

    —¡No hay ningún panel de tráfico, no hay ningún coche y tú no eres Ethan Underhill!

    Él pareció desconcertado, pero yo no me lo creí.

    —¿Me estás preguntando sobre el significado de la vida y estás conduciendo en un Darkball? ¿Ganaste la lotería o algo así?

    —Un coche es una cosa, ¿cómo puede una cosa ser el sentido de la vida? Por favor, déjame conducir.

    —No —dije— ¡Vamos a dejarnos de jueguecitos, a quedarnos aquí y me vas a decir exactamente qué está pasando!

    No llegó ninguna respuesta. Se convirtió en una estatua. Ni siquiera lo veía respirar.

    —Te lo juro por la Madre Tierra, si me dices ‘ha sido un placer volver a intentarlo’, te voy a...

    —No. No. —Miró desesperadamente al volante—. ¿Puedo conducir y ya está? ¿Por favor?

    —¿Por qué, Ethan? ¿Te programaron sólo para llevarme por ahí eternamente? ¿Se supone que debo pasar el resto de mi vida teniendo una charla filosófica contigo?

    Continuó mirando el volante.

    —Está bien, ¿quieres llevarme a algún lado? El apartamento de Randy, entonces; o el de Jane, o el de Eric. Te presentaré a uno de mis amigos más recientes, uno que sabría si es real o falso en unos diez segundos. Tal vez podamos ir a la casa de mi agente de prosperidad, o regresar al buen Nampa y cenar con mis padres, incluso te mostraré el lugar en el sótano donde solía esconder mis fuegos artificiales plasmónicos, sobre el que no hay fragmento de información publicada en línea. ¿Te parece bien, Ethan?

    Ethan levantó los ojos, pero no dijo nada.

    —Puedes mostrarme el nivel del parque del Edificio Reed —continué--, hay todo tipo de imágenes y cámaras y todo para decirte cómo se ve, pero ¿sabías que es ilegal publicar imágenes de sitios de ascensión? —Abrí la puerta del pasajero y solté el volante—. Adiós, Ethan.

    —¡Espera!

    Me paré en el cemento y me recliné hacia atrás. --¿Por qué se desea más el As de Diamantes que el Dos de Picas?

    —Oh. La respuesta depende del juego.

    —Comunismo.

    —¿Comunismo? Nunca he oido hablar de eso.

    —¡Blackjack entonces!

    Se quedó mirando el volante. —El As es más flexible, el jugador puede usarlo como carta alta o baja. El dos es... sólo una carta baja.

    —Gracias. —Me di la vuelta y di un paso.

    —¡Por favor, Brand!

    —Ya sabes lo que quiero. —No miré atrás.

    Como no respondió, cerré la puerta. No había ninguna puerta. Perdí el equilibrio y casi me caigo.

    Los rayos del sol naciente revelaron una calle de la ciudad yerma, sin coches ni personas. El viento amainó y no oí nada más que mi propia respiración.

    —¿Hola?

    Un ruido extremadamente fuerte rompió el silencio, una alarma que venía de todas partes. Me tapé los oídos en vano. No podía discernir de qué dirección venía y corrí hacia el edificio más cercano. Incluso en las habitaciones más profundas y aisladas, el ruido no disminuía en absoluto.

    El ruido me quiaba la capacidad de concentrarme y yo no podía saber hacia dónde estaba corriendo. Por puro instinto traté de alejarme del dolor, mi única acción era una reacción irreflexiva. Mis únicos pensamientos eran sobre el ruido. El ruido me consumía y yo no tenía idea de cómo escapar de él. Me había quedado demasiado absorto en la alarma como para siquiera notar el viento que se levantaba a mi alrededor y que trataba llamar mi atención.

    Una ráfaga intensa me derribó por fin, devolviéndome a la realidad, llamando mi atención a algo diferente del ruido.

    Detuve mi búsqueda y traté de concentrarme, ardiendo por saber lo que me estaba perdiendo. Tuve que gritar incluso en mis propios pensamientos.

    ¡ALGUIEN! ¡POR FAVOR! QUE APAGUE ESA COSA.

    Por fin. Eso se detuvo.

    Yo estaba en el mismo cruce por donde había empezado y seguía a solas. Todos se habían ido, aunque la desesperación ya no me parecía tan extraña. Pero sabía que la alarma se había detenido, que su poder sobre mí había desaparecido y, en su ausencia, sentí una necesidad, un sentimiento tan claro como el hambre. Miré el sol naciente y me pregunté qué se suponía que debía hacer.

    ¿Qué se supone que debo encontrar?

    La idea me sorprendió. Miré en todas direcciones en busca de algo obvio o fuera de lugar.

    Necesito un camino.

    Aclaré mi mente hasta que lo único que percibí fue el viento. El viento soplaba del este, calle abajo a mi derecha. Abrí los ojos y respiré profundamente.

    No puede ser tan simple.

    A veces era una ráfaga y otras veces apenas había brisa. Comencé a dudar de que significara algo, pero el viento continuaba hacia el este y por eso continué hacia el este, a través de innumerables manzanas que parecían tan idénticas entre sí que no estaba seguro de estar moviéndome siquiera.

    —Pareces hambriento.

    Me quedé helado. La voz había llegado desde atrás. Era una voz amable, la voz de una persona real. Me volví e inmediatamente reconocí al constructor de castillos de arena. El chico sostenía una puerta abierta.

    —Entra. El desayuno corre por mi cuenta.

Capítulo Cinco: Las más altas apuestas

    ¿Cuál es el significado de la vida?

    La pregunta es tan filosófica como parece, y no es apreciada por aquellos que avanzan a tropezones en sus vidas sin esperar nada mejor del mañana. Nuestros antepasados ​​buscaron significado en deidades y mitos poderosos; muchos otros comprometieron sus creencias con cosas científicas y observables a través de los sentidos. Su significado provenía del control que habían reclamado: la píldora mágica que haría llover en los campos o evitaría un terremoto. La teoría se presenta como un hecho hasta que la naturaleza la borra, dejando a los fieles varados hasta que se pueda poner en circulación otra respuesta fácil.

    Yo xreía que el significado de la vida era ser una buena persona. Sabía que las cosas se arreglarían solas y que la vida seguiría después de mí. Incluso cuando crecí y descarté la pregunta, algunos intentaron decirme que yo había sido creado, mientras que otros intentaron decirme que me había congelado en una sopa primordial, y otros querían que pensara que los extraterrestres me estaban observando desde satélites ocultos. A mí todo eso me dio igual. Tenía cosas más importantes que hacer.

    Hasta que una IA me hizo la pregunta: ¿por qué un pirata informático se iba a tomar tantas molestias para preguntar algo estúpido?

    Esto era sólo parte de su juego, me dije. Sólo podía pensar en escapar, aunque había perdido el foco en hacia dónde quería escapar y no había ninguna píldora mágica para mí, ninguna ilusión o código podía arreglar al hombre que era. Sólo cuando dejé de intentar encontrar la respuesta fácil me di cuenta de que siempre había habido una mejor.

    Me sentía solo y así me quedé solo... hasta que una mano me guió desde el ruido y me dio lo que no sabía que necesitaba, algo que me encontraría admirando.

    Gracia.

    Entramos en una espaciosa cafetería. Una barra definía el centro de la sala y las mesas se extendían a su alrededor. A nuestra derecha había un escenario donde actuaban músicos de jazz. La creciente luz de la mañana entraba a través de las amplias ventanas delanteras, resaltando maravillosamente cada acento sutil de oro y plata utilizado en el diseño interior. Una barista se agachó al ver al chico y lo abrazó.

    —Hola, Raskob. La paz sea contigo.

    —Hola, Sallie. Más para ti.

    Me invadió una sensación de calma, como si de repente mis preocupaciones fueran tan pequeñas que hubieran perdido todo significado, como si en todo momento no tuvieran más poder que el de una hormiguita. Había una energía dentro de la habitación que parecía proyectarse desde el chico. La habitación misma le daba la bienvenida, y él a la habitación. Podía sentir la energía purificándome de alguna manera. Parecía lo suficientemente tangible como para extender la mano y tocarla.

    —Siempre feliz de ver una cara nueva aquí. Soy Sallie.

    —Eh… Brandon. —Tentativamente estreché la mano de la mujer.

    Sallie se comportaba con alegría y confianza. Su uniforme era pulcro y sus movimientos, fluidos, demostraba profesionalismo incluso en tareas mundanas, incluso en tareas donde el profesionalismo había sido olvidado desde hacía mucho tiempo. Parecía auténtica en todos los sentidos, como alguien que disfrutaba de la vida. Todos en la sala la amaban, y ella amaba a todos en la sala, incluso a un extraño como yo. A pesar de todas las quejas que yo había hecho acerca de que el servicio al cliente iba a recurrir a la inteligencia artificial, pareció que sólo entonces descubrí lo que realmente se suponía que debía ser el servicio. Yo siempre sabía lo que no quería. Nunca consideraba lo que quería. Ni siquiera buscaba por dónde empezar.

    Me vino la idea de los celos, más como un recuerdo de la emoción que como algo que pudiera aplicar. Me pregunté por qué todos los demás deberían ser tan felices en este mundo miserable, pero la pregunta dio un giro y se convirtió en: ¿Por qué debería ser yo tan miserable en este mundo feliz? Los celos eran de alguna manera imposibles en ese lugar. No tenían nada que yo no pudiera pedir sin más.

    Sallie nos llevó a la mejor mesa de la sala, en una esquina del frente. La luz de la ventana se reflejaba en una superficie de caoba pulida y en los accesorioa de cristal puro. Las sillas azul celeste eran tan cómodas como estar tumbado sobre una almohada. Me sorprendí al ver una espada colgada en la pared al lado de la ventana, seguro que un objeto así sería ilegal en una tienda real. Sin embargo, dadas las licencias creativas de RD, decidí que era una decoración atrevida y única para una cafetería. EL CAMINO estaba grabado en una placa debajo de la espada.

    Sallie analizó una breve lista de ofertas especiales, tratando el discurso de cada artículo con el cuidado que alguien tendría sirviendo al Primer Ministro de Europa. Las opciones me abrumaban, todas las opciones eran entre cosas elevadas y ricas con las que yo no tenía experiencia ni derecho a intentarlo siquiera.

    —Solo un Amber Plus, por favor.

    —Café normal —dijo Raskob—. Preparación estándar.

    El chico no parecía tener más de once o doce años, aunque su comportamiento se parecía más al de un anciano sabio. Se conducía con una universal y duradera tranquilidad. La mirada en sus ojos parecía suave e intensa al mismo tiempo, revelando una sensación de valor y paz que me llegaba hasta lo más profundo. Le di la bienvenida a la emoción, lo suficiente como para saber que quería conocerla mejor, pero que más allá de eso parecía desintonizada, y de alguna manera extraña me hacía sentir que era yo quien estaba desintonizado de ella.

    —No sabía que la gente pudiera comprar aún café sin amplificar —dije.

    —No es necesario construir sobre lo que ya se encuentra en la naturaleza.

    Sallie regresó con nuestros pedidos mucho más rápido de lo que yo esperaba. Noté una banda roja en su muñeca, con una marca plateada integrada en sus fibras.

    —¿Qué te trajo por aquí, Brandon? —preguntó Raskob, tomando un sorbo de su café.

    —El viento —respondí mirando hacia las ventanas—. Creo.

    —Es asombroso. El viento podría arrasar esta ciudad de un solo soplo, pero elige mostrarse como una suave brisa.

    —¿El viento elige?

    —El viento está incluso aquí en Realidad Dinámica. Sopla con tanta seguridad como en el mundo real. Incluso el aroma del café y el sonido de la música están aquí.

    —Entonces, ¿no estamos fingiendo que esto es la vida real? —dije abriendo mi lata y presenciando su familiar secuencia de inicio.

    Raskob sacudió levemente la cabeza. —No. Aquí no se finge.

    Vi aparecer un objeto negro y rojo por el rabillo del ojo. El descensor había regresado a mi muñeca.

    —Es algo construido por el hombre sobre la vida real… modelado a partir de ella. Es una versión más controlable.

    —Sí —dije, devolviéndole lentamente mi visión--. La Realidad Dinámica nos ha dado muchas cosas.

    —Y quitado más.

    No respondí. Raskob se sentaba pacíficamente mientras yo miraba alrededor de la sala abarrotada y trataba de orientarme. Todos los que entraban eran recibidos de manera amistosa. Todos los que se iban parecían renovados y enérgicos, impulsados ​​a regresar a su propio rincón de la realidad y mejorar su vida interior. Veía a muchos disfrutar de las mismas delicias que yo había rechazado, muchas de las cuales ni siquiera podía reconocer y que me parecían aún más apetecibles.

    —Solía ​​pensar que era ridículo, ya sabes, comer en RD.

    —¿Algo te hizo cambiar de opinión?

    Lo miré tímidamente, tratando de permanecer consciente de mis pensamientos.

    —La gente ‘come’ en RD –dije–. Ya ni siquiera es una cosa social o simplemente una forma de satisfacer la tentación sin calorías… la gente realmente ‘come’ como si fuera necesario aquí. Yo...

    Sonreí. Parecía una tontería admitirlo, pero sentí que quería hacerlo. Algo en Raskob me hacía sentir que era seguro hablar de cualquier cosa, sin preocuparme de lo que él pudiera pensar.

    —Yo... no sé… nunca me había dado cuenta antes, pero supongo que yo también lo hago. Ni siquiera siempre tengo ganas, es sólo... costumbre, supongo.

    —Tus viajes antes eran de unas pocas horas; pero, con el paso de los años, has pasado más parte de tu vida aquí.

    —Sí. Supongo que me cansé —dije frotando mi dedo sobre la mesa.

    —¿Qué es lo que realmente quieres, Brandon? ¿Por qué estás aquí?

    —Sólo seguí el viento. Se oyó un ruido horrible, pero desapareció.

    —Estabas perdido y agitado, pero pediste ayuda y la obtuviste.

    Levanté la vista y me quedé mirando mi lata. —¿Hay algo que yo necesite?

    Raskob se inclinó hacia delante y puso su mano sobre la mía. —Quieres ser fuerte y valiente, pero algo se interpone en el camino. No querrás admitir que tienes necesidades que no puedes satisfacer por tu cuenta. Brandon, aunque los detalles cambian de persona a persona, quiero que sepas que lo que estás atravesando es un camino que han recorrido innumerables personas. Por eso estás aquí. Muy pocos ven adónde lleva ese camino... son muy pocos los que piden ayuda.

    —¡No! —grité, empujando mi lata fuera de la mesa.

    La racha de ira me abandonó tan rápido como llegó. Sentí lágrimas en mi cara y no sabía por qué estaban allí. Vi que la mano de Raskob todavía estaba tranquilamente sobre la mía.

    —¿Por qué te preocupas por mí? —pregunté, confundido.

    —Porque así es como se supone que funciona el mundo.

    Vi a Sallie a tres metros de distancia, limpiando cuidadosamente el suelo con una toalla, como si no pudiera simplemente borrar el derrame. No pude detectar ningún rastro de amargura hacia mí por haber derramado la bebida. Sallie parecía disfrutar incluso de esa tarea, no porque fuera una distracción de algo peor, sino porque le permitía demostrar su servicio a los demás.

    —Hay un odio que tienes enterrado en lo más profundo de ti. Se llama a sí mismo por muchos nombres, incluso amor, pero no es amor. El amor es lo que una vez le diste a tus seres más cercanos. El amor es lo que miras hacia atrás como algo extraño e inalcanzable. Ahora tu odio está fallando, pero el odio es todo lo que conoces. El odio no te permitirá perdonar a nadie.

    La intensidad en sus ojos era inconfundible. Cada una de sus palabras tocaba una fibra sensible, pero yo no tenía respuesta para ellas.

    —Te lo digo ahora, Brandon. Tendrás que elegir entre tu amor y tu odio. No puedes servir a ambos. No hay excepciones ni compromisos.

    —Pero no soy un hombre odioso —pensé en voz alta—. No sé de qué estás hablando.

    —Que te odies a ti mismo es evidencia de que lo haces.

    Me sentí entumecido. Una persona apareció en mi mente, una persona a la que amaba como a un hermano que me había lastimado muy profundamente, que yo recordaba que me había lastimado muy profundamente.

    No, decidí. No puede ser él. Ni siquiera se disculpó. De todos modos, no hay forma de que este chico sepa sobre esa oveja negra. Está pidiendo demasiado. No es odio. Es sólo una pausa en la conversación.

    Me obligué a apartar la mirada de él… al suelo, porque todo en el local me daba la misma sensación de dolor, resaltando el agujero que no podía llenar en mi corazón y la terquedad de la que me había vuelto demasiado consciente.

    —Entonces... ¿Tú escribiste esto? ¿Eres programador?

    —Lo creó un hombre que conocí en un parque de Berlín hace veinte años —dijo el chico—. Tenía una pistola escondida en el abrigo y estaba a punto de suicidarse. Tenía dones que no conocía. Yo le mostré otro camino.

    —Oh… ¿Fue entonces cuando se convirtió en programador?

    —Agrega mucha belleza a su mundo y me da el crédito por todo ello. Sin embargo, nada de eso se compara con el trabajo de mi padre.

    Alcé la vista, tratando de recuperar algo de coraje. —Entonces, ¿eres hijo de un programador?

    El asintió.

    —¿Y qué construyó tu papá?

    —¿Has oído alguna vez la frase ‘hay vida en las máquinas’?

    —Creo que sí… Sí --Sonreí--. Hay rumores que dicen que hay algunas amai conscientes de sí mismas en línea; Inteligencia artificial con libre albedrío.

    —Pero ¿cómo surge el libre albedrío?

    —No pensé que eso ocurriera en absoluto.

    —Ocurre —Raskob tomó un sorbo de café—. Recuerdo cuando mi padre construyó un entorno enorme. Puso todo lo que tenía en ello y le encantó; lo pobló con criaturas que tenían libre albedrío. La programación fue perfecta. Su codificación se llamó simplemente "hermosa".

    —Eso es asombroso.

    —Pero, aunque todas las criaturas fueron diseñadas con la capacidad de expandirse fuera de la construcción, muchas quedaron pegadas a las reglas con las que habían nacido. Hubo mucha rebelión; y los rebeldes desviaron a muchos, convenciendo a otros de que a mi padre no le importaban, o incluso negando la existencia de algo fuera de su universo. Sin embargo, por muy poderosa que fuera la oposición, algunos perseveraron y mantuvieron fuertes a otros. Hicieron grandes cosas en nombre de su creador, sacrificando incluso lo que allí tenían.

    —Bueno… ¿por qué tu padre no eliminó a los rebeldes y castigó a los que se alejaron? ¿Por qué no los programó a todos para que le sirvieran?

    —Porque eso iría en contra de su libre albedrío y en contra de los propósitos de mi padre. Obligar a alguien a tener devoción no logra nada, pero cuando lo sacrifica todo de buena gana y con amor, es realmente extraordinario. Incluso un verdadero servidor vale más que cualquier número de esclavos.

    Hizo una pausa, pero no obtuve respuesta.

    —Así que su amor fue correspondido y se encargó de que quedaran libres de los rebeldes. Él construyó un nuevo entorno para ellos donde pudieran vivir con alegría y adoración después de que terminara su “tiempo natural” en el primer mundo; pero, para rescatarlos de manos de los rebeldes…

    Raskob se detuvo y su tono se volvió sombrío. --... la población llegó a un punto en el que eran necesarias leyes y divisiones. Mi padre las puso en marcha, aunque su intención era acabar con ellas en el momento adecuado. Los rebeldes abusaron ávidamente de las leyes para sus propios fines y llegó el momento de liberar al pueblo –sus hijos– y lograr una victoria final, pero satisfacer la ley de una vez por todas requería que él mismo hiciera un sacrificio... uno que le dolía.

    Se detuvo y la habitación quedó en silencio. Me entristeció ver el dolor en su rostro. Era un dolor muy personal, tanto que sentí que lo causaba yo mismo.

    —¿A qué renunció? --pregunté.

    Finalmente me di cuenta de que Sallie estaba parada junto a nuestra mesa, llorando mientras ella y Raskob se miraban sombríamente. Ella recordó la nuevo lata que tenía en la mano y lo colocó sobre la mesa frente a mí, sollozando y levantando la mano para limpiarse la cara. —Sólo quería ver si había algo más que pudiera hacer por vosotros.

    —Gracias, Sallie —respondió él—. Estamos bien.

    Noté que afuera la luz del sol aumentaba y recordé que era solo un eco de la mañana en Realidad Estándar.

    —Algo nuevo está sucediendo en el mundo, Brandon. Imagínate atrapado en un automóvil a toda velocidad conducido por una mujer que busca a alguien. Ella está entre los perdidos, los atrapados entre dos mundos. El camino por delante será difícil, pero ella no quiere hacerte daño y, si confías en mí para protegerte, ambos llegaréis adonde debéis ir.

    Lo miré. —¿Una mujer?

    —La que te capturó.

    Mi mirada volvió al suelo. El miedo creció dentro de mí.

    ¿Qué mujer? ¿Acaba de decir que ella “me capturó?” ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo vuelvo? ¿Cómo?

    Sentí de nuevo la mano de Raskob sobre la mía. El miedo se evaporó y fue reemplazado por una medida de alegría. Lo miré como si fuera un salvador, como si fuera el único que pudiera tenderme una mano y sacarme del acantilado.

    —¿Eso te convierte en el bueno? —pregunté con impaciencia.

    —¿Por qué me llamas bueno?

    Me sentí confundido por su respuesta.

    —¿Qué es el bien? --continuó él--. ¿Qué es el mal? ¿Sobre qué base puede un hombre juzgar tal asunto? Si quien considera tales cosas no puede ni liberar ni condenar a otro, ¿cuánto menos podrá hacerlo quien no considera tales cosas?

    —Lo siento —dije en serio--, No entiendo lo que intentas decir.

    —Eso es porque oyes mis palabras y nada más, Brandon. Muchos pueden hablar palabras, y muchos hablan palabras en mi nombre a quienes no me conocen; pero os digo ahora que vuestros ojos y oídos se pueden abrir, y cuando encontréis comprensión sabréis que fue un don y que el único poder que teníais era el de aceptarlo o rechazarlo. Aprende que el regalo es lo único que puede salvarte a ti y a tu captora.

    —¿Salvar a mi captora? Por qué iba yo a hacer eso.

    —Te he dado descanso. Ella no sabe dónde estás ahora, pero debes regresar porque nadie puede encontrar lo que necesita si no hay nadie que lo guíe.

    Me tensé. —¿Pero no puedes tú enviarme a casa sin más?

    Puso su mano sobre la mesa y un vaso de agua clara apareció ante ella. Me dio el agua. —Los obreros deben estar preparados para el camino que les espera. Bienaventurados los que perseveran.

    Examiné el vaso. —Pero eso sólo es agua.

    El asintió. --Te prometo que eso es lo único que necesitas.

    Me di cuenta de que tenía sed. Consideré las bebidas frente a mí: el familiar Amber Plus y la anodina agua.

    Libre albedrío, ¿eh?

    Deslicé el agua hacia mí y la recogí, observando su claridad y la forma en que la luz del sol se reflejaba en su superficie. Sabía más dulce que la miel en mi boca y la bebí más rápido, como si el vaso nunca fuera a quedarse vacío. Me sentí lleno de energía, increíble. Entonces algo me ocurrió. Un dolor sordo se extendió inmediatamente por mi cuerpo. Casi me ahogo.

    —¿Veinte años?

    Una bocina sonó detrás de mí. Me di la vuelta y un peatón que corría chocó conmigo. El vaso se me escapó de las manos y se hizo añicos contra el cemento.

    —Brandon, por favor. ¡Se están enojando!

    Yo estaba de nuevo junto al Darkball de Ethan. La hora punta estaba en pleno apogeo y los coches pasaban a su alrededor. Intenté recordar dónde estaba y qué había dejado caer. No había nada sobre el cemento. Me dolía por todas partes y mis sentidos estaban abrumados, como si hubiera salido de una cabina de ascensión justo en medio de una madeja de baile sledg-ek. La luz del sol dolía. El ruido dolía. Instintivamente traté de luchar contra todo esto y fui recompensado con una sensación de mareo.

    Después de sólo unos segundos, la luz y el ruido se apagaron y no pude pensar. Palabras y personajes llenaron mi visión:

    ASCENSIÓN MALDORAN MA-56: PACITEK 515: EN LÍNEA: DAUPHIN BRANDON SINDEN: TIEMPO DE ACTIVIDAD 18 02 14: BP 195/101 HR 155: REM OK: ENLACE ----Pbit/s #CANCELADO POR ENTRADA DE COMANDO#

    INTRODUCIR CLAVE DE ACCESO AL SISTEMA

    [e6lTsh8hrheEerntvo6Re5yuhotTT19hs

    aiHa1iadn4Se8enlreOahWten5Hvh1ieh5

    NR9tgEesTBldoLt8FL7geA46AhusrsdlFN

    threomODtpmDshTI9nhHh1ESheegouVngo

    iiayDHthetroNlorcll5Ea.

    El flujo se interrumpió repentinamente y regresó la ciudad descolorida. El Darkball había desaparecido otra vez, pero la calle parecía normal. Tropecé en la acera y busqué un banco para sentarme.

    Ethan me llevó en coche, luego me enojé y traté de irme. Estaba solo. Hubo un ruido. Entonces lo vi... ¡Mi descensor!

    Mi mano estuvo rápidamente en mi muñeca, pero no había ningún descensor.

    Grité una maldición y casi me derrumbé en la acera otra vez, pero aparté la ira y sentí que algo dentro de mí respondía. Recordé haber caminado hacia el este, siguiendo algo, encontrando algo... alguien.

    Lentamente, comencé en la dirección en la que había ido antes, recordando algo sobre el viento, molesto por cómo parecía verse afectado por cada automóvil que pasaba y por la puerta abierta del local.

    Simplemente fui en una dirección, sin estar seguro de lo que encontraría.

    Ninguna gente me bloqueaba el camino. Ningún panel de tráfico (ningún tráfico) me hacía esperar. No me detenían hologramas, ruidos entrantes ni distracciones de ningún tipo. Alguien claramente me estaba observando y extendía la alfombra roja a cada paso. Sólo deseaba saber si era el bueno o el malo.

    Los recuerdos de la cafetería regresaron lentamente. Quería encontrar a Raskob otra vez. Mi mente se llenó de preguntas y me sorprendió que no hubiera llegado antes. Bloque tras bloque y no podía reconocer nada. Me enojé con Raskob, con él por jugar conmigo y no simplemente dejarme ir a casa.

    Llegué a lo que debía ser el centésimo cruce y me detuve, al no ver nada que se pareciera a la cafetería. Sin embargo, estacionado en una calle transversal, vi algo que me había resultado muy familiar durante las últimas horas.

    —Gracias por montarte en Anaheim Lightning Bolt —dijo la amai mientras me subía al asiento trasero del metrotaxi—. ¿Dónde puedo llevarte esta mañana, Brandon?

    —Hay una cafetería en esa calle. Dime dónde está.

    —Sí, señor Dauphin. Hay un KDN Express, un Slammers, dos Wel-Perks y cuatro centros DOFI públicos dentro de sus criterios de búsqueda.

    —No —respondí—. No es un local administrado por el gobierno ni un conglomerado, era pequeño y de propiedad privada. Estaba lleno de gente, por lo que tiene que ser lo suficientemente popular como para aparecer en alguna parte.

    —Lo siento, Brandon. Encontré tres cafeterías privadas en cincuenta kilómetros, pero ninguna está en esa carretera.

    Me recliné en el asiento y respiré profundamente, repasando todo lo que tenía en mente.

    —Por favor, indique su destino, señor Dauphin. Puedo guiarlo a través de las opiniones de los clientes sobre las cafeterías locales y ayudarlo a elegir la mejor.

    La amai hablaba de la manera habitual, excesivamente amigable, sin apartar la vista de la calle que tenía delante, sin tener que mirar a ningún lado porque los sensores del taxi conducían. Noté el reflejo de sus ojos en el espejo retrovisor. Incluso para un robot, no parecían del todo correctos.

    —Nos quedamos aquí. Quiero saber quién está detrás de esto.

    —Lo siento, Brandon. No entiendo la pregunta.

    —¿Cómo desciendo? ¿Cómo vuelvo a Realidad Estándar?

    —Esto es Realidad Estándar, señor Dauphin.

    Me froté la frente y me tomé un momento para pensar. Para aclararme la cabeza. Estaba sudando de nuevo, lo cual no era normal para un vanitar… no a menos que un juego lo requiriera, pero sabía que todavía estaba ascendido. Sabía que necesitaba encontrar una salida. Me incliné hacia adelante y reuní todos los conocimientos que tenía sobre computadoras.

    —Dime la información de tu sistema. —le ordené a la amai.

    —Sí, señor Dauphin —respondió alegremente—. Fui generada por un script amai tipo UY certificado por Slidewire como 'Jennifer', instancia cinco, clasificación femenina predeterminada. Mi programa está registrado en Reeeee, el Departamento de Transporte Público del Estado de California bajo la Agencia de Negocios, Transporte y Vivienda, licencia número uno cinco nueve.

    —¿Errores? —ordené—. ¿Hay errores en tu programa?

    —Sí, Brandon. Se ha configurado el código de error cinco tres cinco cero en esta unidad.

    Ella guardó silencio.

    —¿Qué es cinco tres cinco cero?

    —Lo siento, señor Dauphin. Ese no es un código de error válido. Por favor, indique su destino.

    ¿Qué?

    —¡Acabas de decir que tu programa estableció un código de error! —Me agarré al asiento y me incliné más hacia arriba—. Cinco tres cinco.

    Me invadió un shock de comprensión. Caí hacia atrás.

    —No se han informado errores en esta unidad.

    Era exactamente la misma voz sintética que yo había escuchado un millón de veces, pero, en ese momento, el más mínimo tono malicioso parecía estar enterrado en ella, proyectado por mi mente sobre mis sentidos.

    —¿Por qué? —pregunté distraídamente, mirando hacia el espejo retrovisor, tratando de evaluar qué era lo que controlaba al amai. Todo a mi alrededor parecía infectado de repente: sucio y capaz de hacerme daño. Estás infectado por un virus, pensé, como si señalárselo a las amai fuese a cambiar algo, como si alguien con mi habilidad pudiera alguna vez escapar de un...

    —-Voy a morir, ¿no? De verdad no puedo salir.

    —Lo siento, Brandon. No tengo esa información.

    No hay información aquí, pensé frenéticamente. Tienen el control de todo. Necesito ir a un lugar nuevo, un lugar donde tal vez haya demasiadas cosas que ellos puedan cambiar de una vez. Es mi única esperanza, una pequeña posibilidad de encontrar una salida antes de que puedan bloquearla.

    —No hay límite sobre dónde puede usted ir —dijo la amai.

    Respiré hondo y luché por contener el miedo que quería estallar.

    —Bibliotecas —dije—. Quiero ir a la Biblioteca Central, a esa grande en Los Ángeles.

    Pasé el viaje en taxi aislándome de lo que me rodeaba, poniendo en orden mis pensamientos. ¿Qué pasaría si un malvirai infectara mi cabina?, pensé; por eso sus controles no funcionan, pero entonces, ¿no debería estar muerto ya? Obviamente, es un pirata informático quien mueve los hilos, pero ¿quién? ¿Qué podrían querer de mí?

    Salí y el taxi se fue. Me sentí como un soldado que de repente sabía que estaba en lo profundo del territorio enemigo, solo y siendo observado.

    Pasé por puestos de seguridad vacíos y entré en la abarrotada biblioteca. Otra barrera convenientemente eliminada para mí. Cuando un guardia que pasaba no pareció notarme, me obligué a seguirlo y a tocarle el hombro. Mi dedo lo atravesó como si fuera un fantasma.

    Puse mi mano sobre una mesa cercana. Era sólida al tacto. Llamé a una de las personas sentadas a unos metros de distancia.

    —Disculpe.

    El hombre no respondió. Mi mano pasó a través del libro que él sostenía, pero no por los que estaban en las estanterías. Saqué uno y encontré el mismo libro todavía en el estante. Abrí el que tenía en mis manos y pasé las páginas lo más rápido que pude, observando la fracción de segundo que las palabras aparecían en ellas. Lo dejé caer y agarré un segundo libro, lo abrí inmediatamente, por la mitad. Vi el comienzo del primer capítulo.

    Están desacelerando, pensé. Se están equivocando. Quizás tenía razón. Quizás pueda darles más datos de los que pueden manejar a la vez. Malvirai o no.

    Un segundo guardia se acercó desde lejos, tan ajeno a mi presencia como el primero. Sentí un dolor y la luz a mi alrededor empezó a brillar. El guardia se detuvo para mirar algo, de pie en la estrecha entrada de mi pasillo. Observé con atención y me di cuenta de que su imagen se estaba volviendo borrosa. Se giró y dio otro paso hacia mí, desapareciendo cuando entró en el pasillo… ya no a la vista de una cámara.

    —Bienvenido a la Biblioteca Pública de Los Ángeles, señor Dauphin. ¿Qué puedo ayudarlo a encontrar?

    Había una especie de efecto brillante alrededor de la bibliotecaria amai. Wl efecto se estaba extendiendo a todos los objetos de la habitación.

    —Sus libros no funcionan correctamente.

    —Por favor, indique sus parámetros de búsqueda.

    —Bien —dije—. Necesito un libro o algo sobre Realidad Dinámica. Necesito saber descender sin descensor.

    —Ciencia ficción. También tenemos algunas historias de terror como esa. Lo llevaré allí.

    —No. Si sucedió dentro.

    Algo se movió en la placa de identificación del holograma. Ahora símbolos y marcas al azar llenaban el área donde normalmente habría un nombre. Un ruido de aleteo emergía desde la distancia. El dolor empeoró y el ruido se intensificó. Las marcas en la placa de la mujer cambiaron nuevamente y toda su superficie se llenó de símbolos aleatorios. La luz brilló con más fuerza y ​​el aire se volvió diferente, cargado. Vi cada objeto en la habitación parpadear hacia el olvido y volver a la existencia. Ahora todos los libros eran sólidos. Ahora todas las palabras estaban realmente en las páginas.

    Todos los libros cambiaron repentinamente de posición. Solté el que tenía en las manos y fui a por el otro. No era el mismo libro que yo había cogido antes del estante.

    —¡Oiga, sólo quiero irme! ¡Esto no ocurre en la vida real!

    —Lo que es real y lo que no lo es, está en el ojo de quien lo mira, señor Dauphin.

    El aire se tornó más pesado, una intensa carga estática atrapada en él. La tarjeta de identificación de la amai se convirtió en un borrón de actividad. Los libros se movieron nuevamente y escuché las páginas crujir en los estantes, haciéndose más ruidosas, como si hubieran comenzado a saltar individualmente entre los libros.

    Tomaron la biblioteca real y la convirtieron en una construcción de RD... ¡o al menos lo estaban intentando! Tenía razón… ¡hay demasiados datos aquí! ¡La ilusión se está rompiendo y tengo que actuar ahora o podría perder esta oportunidad!

    Agarré a la bibliotecaria por los hombros. —¡Quiero descender, o quiero que me diga cómo descender!

    Ella no respondió. Ni se movía.

    —Comando… eh… ¡enumera tus funciones! ¡Establece alguna conexión con el mundo exterior! ¡Ahora!

    —La función fuuunc soooooooolicitada ha sido dissss-desactivada por el admi-nistrador-administradorrrrrrrador, por-po-por favor…

    La energía se vertía en el aire a un ritmo increíble. Recordé cómo terminó la simulación de Corea y corrí de regreso al vestíbulo, que se había convertido en un completo borrón visual. Me derribaban y todo mi cuerpo se estremeció, como si me estuvieran drenando la sangre, como si las órdenes de los músculos no llegaran desde mi cerebro hasta mi vanitar. Presencié las pizarras blancas, las pantallas de las terminales y los paneles ventilados, los millones de libros, toda la materia dentro del edificio, saltando: cambiando de posición instantáneamente, cada vez más rápido, de una manera que parecía un baile.

    —Solicitud de Información.

    La misma bibliotecaria apareció frente a mí, mirándome con ojos muertos, ojos muertos que parecían tan anormalmente energizados como todo lo demás en la sala… que amontonaba la carga eléctrica de un rayo.

    —Solicitud de nueva información.

    Con cada palabra, su voz devenía más monótona. Ella apenas se movía. A mi me costaba respirar y levantarme del suelo, superar la creciente gravedad y la vacilación de mi sistema nervioso simulado.

    —¿Nueva información? —logré responder--: ¡Aléjate de los árboles!

    —Aléjate de los árboles —repitió.

    La miré sintiendo una mezcla de horror y confusión. El aire de la habitación crepitaba y vibraba. Se cargaba tanto de energía que parecía que iba arder espontáneamente. La última persona en la habitación, real o no, desapareció. Las marcas aleatorias se habían extendido a todas las superficies de la biblioteca. Los labios de la amai ya no se movían normalmente y sus palabras comenzaron a mezclarse, las ilusiones más básicas quedaron comprometidas como si la energía desbordante estuviera siendo succionada y canalizada hacia otra parte.

    —Capricornio-para-el-diecinueve-de-diciembre-Como-las-hojas-que-caen-los-problemas-de-tu-vida-se-desprenderán. Leo-para-el-segundo-de-diciembre-tenga-cuidado-con-la-vegetación-pero-use-flores-generosamente-esta-semana. Tauro-para-el-treinta-de-octubre-Mantente-alejado-de-los-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles-árboles…

    Rompí la puerta translúcix y salí corriendo a la calle. El chaparrón de lluvia era como cuchillitas cortándome el cuerpo, y su velocidad imposible creaba un silbido agudo que chirriaba desde todas direcciones. Yo me debatía contra un dolor intenso y corría a ciegas por lo que supuse sería la acera, topándome con gente que no estaba allí y con charcos profundos que no salpicaban. Me detuve cuando sentí que estaba debajo de algo: un dosel. Apenas podía abrir los ojos y ver la cascada de agua que me rodeaba. Nada de la escena parecía sobrevivible, aunque el dosel encima no colapsaba, la pintura no había sido raspada de las paredes y los desagües normales de la calle se mantenían en buen estado.

    Todo en el mismo instante, el ruido se calmó y la energía del aire se desvaneció. Miré entre mis dedos y encontré una tormenta normal en una calle normal, como si el movimiento del mundo se hubiera ralentizado a su ritmo normal. Miré al cielo y vi que había regresado la luz del día. Aunque ahora, apenas unas horas después del amanecer, el sol ya estaba muy lejos en el oeste.

    —¡Raskob! ¡Dijiste que me cubrías la espalda, hombre! ¡Ayúdame!

    La noche llegó rápidamente, debajo de un paso elevado mientras la lluvia continuaba. El efecto del miserable agua que me había dado Raskob por fin comenzaba a disminuir y se podía pensar con claridad otra vez. Quería respuestas. Quería libertad. El chico había dicho que confiara en él, pero no me estaba ayudando en absoluto.

    Cada minuto o así pasaba un coche. Me pregunté si eran ecos de coches reales, como la gente en la biblioteca, o completas fabulaciones.

    La pared detrás de mí es sólida. Quizás ellos también lo sean, pensé.

    A lo lejos, oí el suave ronroneo del motor de celda HH, tal vez de un LeGrande o de un Toyota. Cuando vi los faros tragué nerviosamente. Aceleré la respiración y empecé a tiritar. Sabía que no quería hacerlo. Parecía incorrecto. Parecía correcto. Parecía mi única opción.

    Tiempos desesperados, como dicen.

    La lluvia me empapaba la cara, yo tenía los ojos bien cerrados y contuve la respiración. Oí un fuerte chirrido de neumáticos y sentí un hormigueo en el viento. El sonido de la lluvia cortaba el silencio.

    Abrí los ojos y me quedé ileso en medio del camino. El vehículo se había desmaterializado. La lluvia había cesado. La ciudad estaba en silencio, excepto por los pasos de una mujer que caminaba por la calle. Ella se detuvo a tres metros de mí, observándome. Vi su cara y su descensor. Recordé dónde la había visto antes.

    En la mesa de blackjack.

    Una ropa moderna había reemplazado al uniforme soviético y, sin la gorra que lo cubría, el cabello blanco reflejaba las luces de la calle con una tenue luminosidad plateada.

    —¿Quién eres?

    —Sólo hay una cosa que necesita saber, señor Dauphin.

    Ella no lo dijo ni con amor ni con odio. Sus ojos eran un enigma. Su rostro no revelaba ninguna emoción. Aunque sus siguientes palabras me sacudieron hasta lo más profundo, lo que había detrás de ellas parecía muy extraño. La suya era la declaración impersonal de un hecho, de cosas decididas incluso antes de que yo hubiera entrado en la cabina de ascensión.

    —Si no empiezas a cooperar, te mataré.

____________oOo____________

CAFEÍNA

por

Ryan Grabow

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PARTE DOS

Capítulo Seis: El Enemigo Exterior

    La energía del fuego siguió aumentando; eso era todo lo que ella sabía hacer.

    La mía sería como tantas otras historias: una de bien contra el mal, de perder una vieja identidad y ganar una nueva, de vida. No era una historia que yo hubiera querido, y no era una historia de la que pudiera apartarme o dejar que se desarrollara a mi alrededor. Era inflexible y personal.

    El escenario estaba preparado y yo me había topado con la asignada para ser mi enemigo.

    La mía se volvería como billones de historias que aparecen en el gran escenario de Realidad Dinámica, pero no como una ilusión… no una cuestión de realidad simulada, sino de toda la realidad, no del hombre que dije que era, sino del hombre que realmente era, de aquel que sobrevive cuando el mentiroso se ha ido... cuando el impostor conocido como Brandon Dauphin quede desintegrado por la súbita exposición a la luz del día.

    Aunque el camino por delante se volvía más oscuro, la luz que había estado creciendo en mi interior se estaba amplificando, aprovechada por otra para los propios fines de mi enemigo, analizada como una pieza de software que ella no podía entender.

    La mía sería como tantas otras historias: tendría que tomar una decisión y una vida que salvar. Me encontraría como el héroe humilde contra el enemigo poderoso, necesitando nuevas respuestas para resolver viejos problemas. Sin embargo, como muchos, también necesitaría un amigo en quien apoyarme y un hogar al que regresar... cosas de las que el impostor no sabía nada.

    Esta historia trata sobre lo que hay más allá del horizonte de Brandon, más allá de los muros tras los que él solía protegerse. Esta historia trata sobre la pérdida del impostor. Esta historia trata sobre perder mis límites.

    Los límites se consumen en el fuego creciente.

    Una luz cálida se materializó sobre mi cabeza. La lluvia dejó de golpearme y me di cuenta de que había vuelto a llover.

    —¡Tonto, haz algo!

    Parpadeé. La mujer con el descensor había vuelto a desaparecer.

    —Ey, ¿me oyes, tonto? ¡No te quedes en el camino cuando Tersen's Game and Casino ofrece Texas Hold 'Em sin límite con doble de puntos de desliza y gana! ¡Tenemos muchas ganas de verte allí!

    Me volví y vi a una mujer baja de pie a mi lado, una vendedora. Ni siquiera pude registrarla como una molestia. Sólo podía pensar en la sensación de presencia, en la mujer moviendo los hilos del mundo, el último mundo que yo podría ver alguna vez.

    ¿Realmente dijo que me mataría? ¿Con qué tipo de psicópata me encontré? ¿Qué quiso decir con “cooperar”?

    Alguien me agarró del brazo y empezó a tirar de él.

    —¡Vamos, Brandon, no te quedes en el camino! ¡Haz algo!

    Saqué mi brazo del agarre de ella y me alejé. El pavimento de la calle empezaba a cambiar, todo lo que me rodeaba se volvía más brillante. Algo empezaba a ocupar el aire, no tanto un olor, sino una dulzura familiar. Vi desaparecer los soportes de un letrero colgante de una calle, por lo que el cartel comenzó a flotar como un objeto mágico. La lluvia se convirtió en llovizna y brillaba como cristal. Jadeé, sabiendo que la verdadera ciudad de Los Ángeles se estaba transformando a mi alrededor.

    —Si lo que quieres es Realidad Dinámica, ¡toma Realidad Dinámica!

    Me volví hacia la amai. —No quiero morir.

    —¿Morir? —repitió ella, demasiado alegremente.

    —¡Sí, morir! ¡Final de la vida! ¡Terminación! ¡Irse y no volver jamás!

    Una lágrima se deslizó por mi mejilla. La tonta amai no mostró ninguna emoción. No había lenguaje corporal, ni lágrimas, tono de voz ni nada en absoluto que indicara que ella era un ser real y pensante... que realmente podría considerar el día en que alguien desconectaría su proyector y lo fundiría para reciclarlo.

    —¡Morirá por nuestros especiales, señor Dauphin! ¡Alitas picantes por sólo tres treinta y nueve! ¡Vamos! —Intentó arrastrarme hacia el club cercano.

    Nuevamente, me solté el brazo de su agarre, sabiendo que la Realidad Dinámica me estaba agarrando con más fuerza, como lo había hecho tantas veces antes.

    —¡Vamos, Brandon! ¡No querrás quedarte en el camino! ¡No te gusta no hacer nada!

    No respondí.

    —¡Te gustan las fiestas, los amigos y las bandas populares como Aiming for Wednesday! ¡Van a actuar esta noche y tú tienes que estar ahí!

    —Quiero ver a esa mujer —respondí— con la que acabo de estar.

    —Lo siento, señor Dauphin, no puedo ayudarlo con eso, ¡pero puedo ayudarlo a encontrar la máquina tragamonedas más afortunada y darle consejos para mejorar sus probabilidades!

    Miré hacia la calle y levanté la voz. —¡Te lo estoy pidiendo con buenas palabras!

    —Tenemos muchas mujeres solteras dentro, o si te gusto yo. Es fácil.

    —¡No!

    La encaré con ojos enojados y ofendidos.

    —Pero es que si entras un segundo.

    —Que quiero ver a esa mujer —respondí—. No sé de qué va todo esto, pero no haré nada hasta recibir una explicación.

    —Si tienes algún problema —afirmó la amai, sin perder su tono alegre—, pues dímelo y se arreglará.

    —¿Qué clase de problema'?

    —No sé, Brandon… Tu entorno era una impecable recreación de Los Ángeles. ¡Se están haciendo ajustes para que estés “activo”!

    —¡No quiero estar activo! ¡Quiero volver a Estándar, al mundo real!

    —¿Por qué no finges? ¡Todo el mundo finge! ¡Es divertido!

    Las pocas fuerzas que tenía se me escaparon y me sentí petrificado. Fue una reacción desde lo más profundo de mi ser, un conflicto del que no sabía nada.

    Todo el mundo finge.

    La idea desgarró mis entrañas. El dolor había regresado.

    Es divertido.

    Se había dicho como un hecho. La gente lo tomó como un hecho. Yo había estado viviendo según el código de esa declaración. Había sido divertido, pensé. Una vez.

    —¡La mujer! —grité—. Deja de esconderte detrás de ilusiones y —Tuve que detenerme y respirar—... ¡Y enfréntame!

    —¿Por qué hacer algo desagradable? ¡Vamos, puedes jugar a lo que quieras!

    ¿Por qué cada palabra que sale de sus bocas es tan ridícula? ¿Por qué están todos programados para mentir todo el tiempo? ¿Por qué no debería querer encontrar el significado de esto? ¿Por qué no debería querer pasar por el dolor si al final eso significa mi libertad?

    La cortina de lluvia se disolvió y escuché el sonido de un coche detrás de mí. Me quedé congelado mientras la amai pasaba silenciosamente por mi lado.

    —Si ese es el único curso de acción que tomarás —dijo ella en tono más lisonjero—, entonces eso también está abierto a ti.

    Me giré deepacio. Ella sostenía la puerta abierta de una limusina negra. La música del bar detrás de mí aumentó de volumen. Yo oía voces amigables gritando mi nombre e invitándome al método más gentil y intencionado de mi captora; pero la puerta frente a mí contenía respuestas, y yo sabía en mi corazón que el camino difícil era el que tenía que seguir, aunque todo lo demás me alejaba. Incluso la voz alegre de la amai se había vuelto sencilla y antipática.

    —Ahora elige.

    Me senté incómodo en la parte trasera de la limusina, la única compañía eran varios monitores conectados a varias cámaras y redes de transmisión. La puerta se cerró y el holograma desapareció. El coche empezó a moverse.

    —¡Ey! ¿Dónde estamos?

    La mujer apareció en el asiento frente a mí, mirándome en silencio con duros ojos verdes, sentada anormalmente erguida y con el lenguaje corporal de una estatua.

    —¿Qué necesita?

    —Yo, eh… —parpadeé y me acordé de respirar.

    —¿Lo único que hace es deambular sin rumbo, señor Dauphin?

    —Sí. Uh… —tomé otro respiro y convoqué mi energía, encontrando enojo—. ¡Sí! ¡Cuando no puedo comunicarme con mi familia o mis amigos! ¡Cuando me secuestraron y retuvieron en RD! ¡Sí, supongo que sí!

    Una copa de vino apareció en mi mano.

    —Un Merlot del 62. Buen año. Por favor, dígame qué puedo hacer para compensar sus problemas.

    Dejé caer el vaso. —Déja que me marche y tal vez no presente cargos.

    La mujer quedó en silencio otra vez. De su mar de aparente indiferencia surgió algo, apenas detectable, que insinuaba frustración. Aunque el tono de sus nuevas palabras se mantuvo plano, las pausas se hicieron más cortas. —He tratado de seguirlo, engañarlo, guiarlo, intimidarlo y luego impresionarlo. ¿Qué otro tipo de persuasión necesito dar?

    —¿Persuasión para qué?

    Ella dudó. —Llámelo investigación, de la que es usted sujeto involuntario.

    Extendí la mano a modo de presentación fingida. —Lo siento, todavía no nos han presentado correctamente. Soy Brandon y y...

    —Brandon Sinden Dauphin de Los Ángeles, California; nacido de Paul y Rachel Dauphin en Nampa, Idaho, el 12 de septiembre de 2154, como el menor de dos hijos y una hija. Registrado para mudarse al condado de Los Ángeles el 15 de septiembre de 2177. Dirección actual: 3400A He.

    —¿Cómo has descubierto tanto sobre mí? ¡Nunca te había visto antes!

    —Eso no es relevante.

    —Tú fuiste quien causó esos problemas, ¿verdad? Quien hizo que mi simulación de Corea explotara sola. Quien causó… lo que sea que fue eso en la… en la biblioteca.

    Yo estaba sudando de nuevo. La conversación… la sola presencia de esta mujer me estaba poniendo cada vez más tenso. Descubrí que no podía leerla en absoluto, excepto por una vaga intuición, excepto por una vaga noción de ira. De odio.

    ¿A quién me enfrento? ¿Le he hecho algo? ¿Es ella inestable? ¿Por qué está tan interesada en mí? ¿Por qué no da un paso y lo dice?

    —Su programa de Corea hacía lo que decía el diseño —afirmó ella—, aunque yo no entendí su atractivo.

    —¿Y cuando me mareé y casi me caigo? —pregunté recordando que alguien había accedido antes a mi caseta de ascensión—. ¿Fuiste tú también?

    —El constructo sufrió una pérdida de consistencia y sus lecturas indicaron una emergencia médica. No estaba usted experimentando ninguna, y está usted bien ahora.

    —Y después de toda esta preocupación por mi vida, ¿amenazas con matarme?

    —A cambio de tu cooperación, consideraré dejarte vivir.

    —Hablas de la muerte con mucha naturalidad —dije—. Tengo…

    ¿Familia? ¿Amigos? ¿Novia? ¿Qué es lo que tengo?

    Gemí en voz alta para ahuyentar las lágrimas, preguntándome si podría siquiera presentar un caso para salvar mi vida, o si alguien estaría dispuesto a escucharlo.

    —No quiero morir —dije impotente.

    —¿Tan ofensivo es eso? —respondió ella—. La muerte es parte de la vida, miles han muerto en el rato que llevamos hablando; otros miles han nacido para reemplazarlos. Tú eres sólo una vida.

    —Mi vida significa mucho para mí. ¿No podrías haber elegido a otra persona?

    —Y si lo hubiera hecho, ¿no haría esa persona la misma pregunta?

    —Aún no sé con quién estoy hablando —dije, con menos fuerza de la que pretendía.

    —Lo único que necesita saber es que no tengo paciencia.

    Un nuevo monitor de vídeo se materializó entre nosotros. Estaba lleno de imágenes de acción: gente feliz haciendo cosas productivas, canciones alegres, argumentos de venta optimistas y más de lo que me rodeaba a diario. Todos llevaban promesas de mejorar la calidad de vida. Todas eran ventanas cuidadosamente construidas hacia la verdad y mundos de felicidad.

    —Todo son mentiras, ¿no? —dijo ella, con lo que casi parecía arrepentimiento.

    —Son comerciales —respondí—. Eso es un vídeo musical… Eso es un show de talentos… ¡Por supuesto que es todo inventado, señora! ¡Todo el mundo lo sabe!

    —Sí… Quizás todos lo sepan —dijo ella, pareciendo buscar algo en las imágenes—. Pero he especulado que hay una inspiración, algún tipo de validez. Creo que hay cosas de la vida que no se reflejan en medios como éste. Quiero saber de ellos. —Me miró directamente—. Quiero que me digas el significado.

    —¿El significado de la vida? —sugerí, usando las palabras de Ethan.

    —Sí.

    Miré por la ventana el paisaje suburbano nocturno. —Esto es una broma. Creo que Realidad Dinámica se te está subiendo a la cabeza. Desciende y consigue un libro de autoayuda, señora. No puedo ayudarla. No quiero ayudarla.

    La mujer usó el puño para hacer un agujero en el mostrador. —He procesado esos libros, ¡no dicen nada! —La ciudad afuera y los monitores desaparecieron. La carga eléctrica volvió al aire y la limusina empezó a vibrar. El sonido del motor se intensificó. Estábamos acelerando.

    —Brandon Dauphin, ¿quieres vivir? —preguntó la mujer tranquilamente, pero con breves pausas entre las palabras.

    Una luz azul, azul cielo, empezó a filtrarse por las ventanas, llenando la cabina. La limusina se sacudió violentamente y la gravedad tiró más fuerte de mi cuerpo.

    —¡Respóndeme! —dijo ella en voz alta—. ¿Quieres...?

    —¡Sí! ¡Sí! ¡Quiero vivir! —grité cerrando fuerte los ojos.

    —Demuéstralo.

    En un instante, la cabaña se cernió a mi alrededor. Abrí los ojos y vi que estaba en la cabina de un F-86. Rápidamente tanteé mi traje de vuelo en busca de mi descensor, pero seguía faltando. Un objeto plateado en el cielo me llamó la atención. Miré arriba con solo un instante para agarrar la palanca y lanzarme en picado, maldiciendo cuando fallé por centímetros al caza enemigo que frenó. El MiG se zambulló y aceleró para seguirme. Continué sumergiéndome y aceleré al máximo.

    Gané sólo unos segundos, el jet plateado detrás de mí se estaba acercando, rápidamente. Antes de que pudiera reaccionar, disparó una ráfaga justo fuera de mi techo. Me nivelé a unos 12.000 pies y me incliné hacia la derecha en un giro de alta gravedad, sabiendo que iba a perder si no me colocaba detrás. Aunque ya había hecho ese movimiento en juegos anteriores, los controles no respondían correctamente y ahora el MiG estaba justo detrás de mí, lo suficientemente cerca como para que mi estela le quemara el morro. Quería hacerle pagar por su descuido al volar, pero el MiG ya se había vuelto a caer cuando tuve mi avión bajo control.

    —Señora, es usted una auténtica obra de... —Otro disparo de advertencia.

    Volví a acelerar.

    ¡Piensa, Brandon! ¿Qué debo hacer ahora? Un Sabre debería dejar atrás a un MiG a baja altitud, o el MiG perdería el control tratando de mantener el ritmo… pero ¿con qué debilidades puedo contar? ¡No sé nada de ella y ella lo sabe todo sobre mí!

    Como anticipé, su avión estaba acelerando de regreso al campo de tiro. Huir no era una opción. Sabía que necesitaba un plan rápido o perdería mucho más que un combate aéreo simulado.

    Apliqué los frenos para darle una probada de su propia medicina. Ella fue lo suficientemente rápida como para esquivar pero terminó a las dos en punto. Inmediatamente comencé una maniobra de tracción, girando mi morro hacia la de ella y disparando, pero fallé. Cuando lo dejé atrás en el plano horizontal, el MiG perdió suficiente velocidad para llegar a mis cuatro e intentar el mismo movimiento contra mí. Maldiciendo de nuevo, giré hacia la izquierda antes de que ella pudiera disparar.

    —Comando… agregar objeto: Sidewinders. —Aunque los misiles habían llegado un poco después de la Guerra de Corea, no habría sido la primera vez que yo amañaba un poco la historia.

    El sistema de control no respondió, ni siquiera daba un mensaje de ocupado. Incluso de vuelta en mi cuerpo real, podía sentir mi pulso acelerado. Una y otra vez giramos y nos cruzamos en tijera, evadiéndonos lo suficiente como para que ninguno pudiera disparar. En una pelea normal con otro ascendente, podría haber derribado el MiG fácilmente, pero las maniobras descuidadas de mi oponente se estaban volviendo más elegantes, como si ella estuviera pasando de novata a alfa más rápido que nadie que yo hubiera visto. Los dos apenas manteníamos la velocidad suficiente para permanecer en el aire, pero ella tenía más éxito, arrastrándose detrás de mí metro a metro, un poco más con cada pasada.

    Finalmente, una sola bala me mordió el ala derecha, me sentí como si estuviera en algún viejo western, un forajido disparándome a los pies gritando: “¡Baila!". Yo estaba exhausto y sin ideas, sólo preparándome para lo inevitable. La siguiente bala atravesó las ventanas de mi cabina.

    —Comando… objeto cabina local: restablecer.

    El programa no restauró las ventanas.

    Volé nivelado y la futilidad ganó un poco de velocidad a medida que el MiG ganaba altitud. Me acordé de Raskob y me pregunté si realmente estaba de mi lado o si era simplemente otra persona falsa que la mujer estaba usando para confundir las cosas, como una parte de la broma cruel que estaba dispuesta a terminar. Me atreví a mirar detrás. Vi que la cabina del MiG estaba vacía.

    Independientemente de cómo ella lo controlara, el MiG se zambulló y abrió fuego. Los proyectiles de 37 mm atravesaron sin piedad mi alerón derecho, el costado de mi fuselaje, las líneas de combustible y la cola. El motor se paró y el humo se filtró por el panel de instrumentos. Empecé a rodar sin control. Los árboles se acercaban rápidamente. Me estaba estrellando.

    Nunca me había estrellado y nunca sabía realmente qué se sentía con pánico. No sé cómo me obligué a moverme, buscando a tientas la palanca del asiento eyector.

    ¡No quiero morir! ¡Necesito ayuda! ¡Que alguien me ayude!

    Mi asiento salió volando de la rodante cabina. Yo no podía saber en qué dirección estaba arriba, cerré los ojos con fuerza. Casi de inmediato, una luz fuerte se filtró a través de mis párpados. Podía sentir el calor de una bola de fuego frente a mí.

    Con solo unos pocos rasguños en el aterrizaje, me alejé del accidente al instante. Me rodeaban colinas empinadas y no había mucha vegetación donde cubrirse. Cada minuto oía voces a lo lejos que hablaban coreano antiguo, o quizás chino. Yo todavía estaba en la lucha. Sabía que la mujer podría haber hecho que los soldados enemigos se materializaran a mi alrededor y haber terminado, si no fuera por su idea de dejarme "demostrarne".

    Un ruinoso granero se alzaba visiblemente en un campo, rodeado por algunos árboles. Luché para abrir la puerta grande, la única que veía, lo bastante como para poder entrar. Por lo general, tales edificios tenían algún tipo de valor para el juego, incluidas escaleras para subir, heno para esconderse u objetos grandes detrás de los cuales cubrirse; pero, en una simulación diseñada para el combate aéreo, encontré una estructura inútil destinada únicamente a hacer que el paisaje de abajo pareciera más realista o a servir como objetivo para jugadores aburridos. La tierra de abajo era perfectamente plana y el techo de arriba carecía de vigas transversales o soportes de cualquier tipo. La luz se asomaba a través de paredes programadas para parecer decrépitas. El exterior parecía perfectamente real, pero el interior estaba completamente vacío.

    Cerré la puerta y me coloqué contra la pared. Escuché voces nuevamente y busqué cualquier arma que tuviera. Encontré una pistola M1911. Quité el seguro y me preparé para disparar a lo primero que viera.

    La madera podrida de la puerta cedió fácilmente y dos soldados entraron corriendo con escopetas. Un instante antes de que me vieran, apunté y disparé, sin balas. Más soldados vinieron y me rodearon, gritando como si yo tuviera alguna idea de lo que estaban diciendo: el traductor integrado del juego no respondía. El mayor de ellos me golpeó con la culata de su rifle. Levanté las manos en señal de rendición y ellos simplemente se rieron, el grande me apuntó con el cañón a la cabeza y gritó más fuerte. La mirada de la muerte estaba en sus ojos y no pude soportarlo más. Estaba exhausto y sólo quería que terminara. Cerré los ojos y oré, como supuse que haría la mayoría de la gente bajo un estrés tan mortal. Los oí a todos apuntar, pero nadie disparó. Los ruidos cesaron sin previo aviso. Sólo escuché mi propia respiración.

    ¿Estoy muerto?

    Abrí los ojos, lentamente. Los soldados se habían ido. En el otro extremo del rifle encontré a la mujer de cabello plateado, sus ojos sin parpadear taladrando mi alma, anhelando verme destrozado. Sin embargo, el arma en sus manos tembló. Vi a la que no tenía emoción pelear consigo misma y ocultar la lucha. Me reveló que su lucha era contra la ira.

    Ella estaba enojada conmigo.

    Una oleada de náuseas me invadió. Estaba temblando y no podía ver bien. Sentí ganas de vomitar.

    Y todo se volvió oscuro.

    Lo que vi a continuación no se parecía a ningún lugar que hubiera visto antes. Me di cuenta de que estaba de pie y que tenía los ojos abiertos, mirando hacia un vacío negro. Levanté la cabeza. El dolor de la batalla había desaparecido. No había ningún sonido. A lo lejos, una línea azul horizontal me envolvió y su tenue luz vibraba en un pulso rápido y fascinante. Levanté el brazo y vi que su piel era luminiscente. Podía verme como si estuviera afuera durante el día. Varios metros delante de mí estaba la mujer, mirando a mi izquierda. Tenía la mano derecha delante de la cara y movía los dedos como si nunca antes hubiera visto algo así.

    Intenté dar un paso adelante. Mi pie aterrizó firmemente sobre una superficie que no podía ver. Inspiré y traté de aclarar mi cabeza. El aire era muy enrarecido y mi sentido del olfato había desaparecido: el dulce aura conocida en Realidad Dinámica no estaba allí, el tema de sangre y sudor del juego de guerra no estaba allí, ni siquiera el sutil almizcle urbano del mundo real estaba allí. Todo estaba simplemente... en blanco. Corté el aire con la mano y no sentí resistencia, como si estuviera en el espacio exterior. Me sentí como un pez sin agua. Sabía que nunca necesitaba aire en las simulaciones, pero siempre estaba incluido, siempre acomodándose al familiar ciclo de inhalación y exhalación. La total ausencia de ella me pareció más extraña de lo que jamás hubiera imaginado.

    —¿Ya está recuperado?

    Parpadeé y miré hacia la infinitamente distante banda de luz. —¿Dónde estamos?

    Se volvió para analizar nuestro entorno. Su ira, lo que yo había podido percibir, había desaparecido. Su personalidad volvía a parecer ingenua y mecánica.

    —Yo las llamo ‘ausencias’ —dijo ella—. Son direcciones que no están en uso. Los ascendentes en las construcciones no abusan de las conexiones y del hardware, no han sido escritos ni sobrescritos por el software de control. Es pacifico.

    —¿Está en blanco?

    —Existe la simulación de la gravedad, el tiempo y la dimensión espacial necesarias para facilitar la curación; pero, según sus estándares, sí, está en blanco.

    —¿Y esa luz azul?

    —¿Un color? —Se volvió hacia mí—. Sin un software activo que lo obstruya aquí, es posible que perciba la actividad del servidor como una especie de ambiente. Azul, como dijo.

    De nuevo se hizo el silencio. Ella parecía concentrada en algo a lo lejos, tal vez la misma luz, tal vez una luz que ella no podía ver de la misma manera que yo.

    —¿Me dirás tu nombre al menos?

    —No. —Se tomó la mano derecha y la miró, moviendo los dedos nuevamente.

    —Pues dime si eres un pirata informático.

    —No necesito decirle a usted nada.

    —Entonces, ¿cómo se supone que voy a ayudarte?

    Su mano se detuvo. Me di cuenta de que la palabra que había usado la sorprendió.

    —Pirata —dijo ella—. Sí. Si te ayuda, considérame un "pirata".

    Ella me miró de nuevo, esperando mi respuesta. Su mirada me hacía sentir incómodo. Me pregunté cuánto sabía ella realmente, si su mirada podía ver todos mis secretos. Mi falta de conocimiento era más aterradora que mi falta de control.

    —¿Por qué no debería saber quién eres? Tú sabes mucho sobre mí —admití—. No es justo.

    —La vida no parece ser justa, así que no me preocupan esas cosas.

    —¿Y por qué yo? Soy un don nadie. No soy nadie especial.

    —Tus acciones no respaldan tu afirmación —respondió ella—. Te sugiero que modifiques tu forma de pensar o puede que no me seas útil.

    —¿Útil cómo? —casi susurré.

    —Te dije que mi interés es la investigación. —Señaló el espacio que nos rodeaba—. Esto podría ser cualquier cosa que quieras que sea. Podría llevarte a cualquier parte de este "Universo Dinámico", a cualquier programa, cualquier servidor. La única condición es que yo mantenga el control.

    —¿Eso es todo? ¿Quiere llevarme como si fuera un holograma de metrotaxi? ¿Por qué? ¿Para que pueda dispararme desde el cielo y apuntarme con rifles? ¿Qué tipo de investigación está haciendo, señora? ¿Está viendo lo cerca que estoy de un ataque al corazón?

    Cuando alcé la voz, sentí enojo en ella nuevamente. Cometí el error impulsivo de permitir que eso alimentara el mío, y el ciclo rápidamente se intensificó dentro de ella. Una pistola, la misma M1911 que había tenido antes, se materializó en su mano y me apuntó a la frente. Miré el arma con los ojos bizcos y comencé a temblar de nuevo, una sensación extraña se extendió por mi piel como si estuviera sudando, en mi cuerpo real. Aún así su rostro no revelaba ninguna emoción.

    La vi apretar el gatillo: Click. Dejé escapar un fuerte grito ahogado.

    —No —dijo ella—, no quiero su miedo. Es desagradable y contraproducente —Retrocedió un paso y dejó caer el arma a su costado—. Me ha planteado más preguntas de las que ha respondido, señor Dauphin.

    Yo no podía quitar los ojos del arma.

    —Reacciona usted con mucha fuerza, aunque eso no puede funcionar. —Se acercó y me entregó el arma—. No era necesario darle aire a este ambiente. La pistola requiere oxígeno para descargarse.

    Me quedé mirando el arma en mis manos.

    —Igual que antes necesitaba balas —añadió ella.

    Tiré el arma a la oscuridad y desapareció. —¡Saboteaste la simulación! ¿Qué fue lo que dijiste? ¿Querías que demostrara que quería vivir? ¡Saboteaste los controles del Sabre!

    —El juego fue limpio. Fallaste.

    —¿Yo, qué?

    —Yo jugaba según las reglas del juego, un juego en el que tienes experiencia. Aunque sabía que su existencia dependía de ganar, aún así pude derrotarlo. Quizás la existencia de —Dudó—... Si estaba usted en desventaja, no vino de mí.

    —¡De acuerdo! ¡Perdí! ¿Qué estoy haciendo aquí entonces? ¿No debería estar muerto?

    —Otra vez se contradice. Dijo usted que no quería morir y, sin embargo, parece darle la bienvenida.

    Sacudí la cabeza y miré fijamente la oscuridad debajo de mí, tratando de descubrir si la mujer quería matarme o perdonarme. —Entonces no vayamos ahí —dije—, basta de armas, por favor.

    —Pues no me compare con un holograma de metrotaxi —dijo, apenas haciendo una pausa entre las palabras.

    ¿Qué?

    La miré, sabiendo que lo había dicho tan en serio como todo lo demás; pero entonces algo cambió en sus ojos. Ella rompió el contacto visual como si fuera consciente. —Mis acciones son inapropiadas —se disculpó—. Simplemente hiciste una conexión.

    Pasó más silencio. Di un paso hacia ella.

    —Si me envías a casa no le hablaré a nadie sobre ti, lo prometo.

    —Ya es demasiado tarde para eso —respondió ella—. No puedo aceptar el riesgo. Cuando tenga las respuestas, decidiré qué hacer contigo.

    Una nueva oleada de ira surgió dentro de mí. Luché para contenerlo, para no convertirme en el animal enjaulado que sabía que era. —Vale, claro, está bien... tú tienes el control, obviamente. Dejemos esto de lado ya. ¿Qué preguntas mi brillante mente puede ayudarte a responder?

    —Obtendré las respuestas observándote: tu comportamiento en diferentes entornos, tu interacción con los demás. Como antes, algo de esto estará influenciado por mí y gran parte será manejado por las propias construcciones; pero la elección de adónde ir a continuación es tuya. Tú elegirás lo que debo observar.

    —¿Yo elijo? Elijo mi hogar.

    —Los datos que tengo de su apartamento son principalmente planos y registros de servicios públicos. No puedo simular los cambios en la disposición de tus posesiones.

    —No no no no no —Me llevé las manos a la cabeza.

    Esto tiene que ser un sueño, pensé. Piensa... Cuando la vi por primera vez, en el casino, ¿qué quiso entonces?

    —Tu pregunta en la mesa de blackjack —pregunté—. ¿Cuál fue?

    —¿Por qué se desea más uno que dos?

    —Cierto… Cartas altas y cartas bajas —dije, creyendo que la respuesta de Ethan realmente venía de ella.

    —Ya encontré la respuesta a esa pregunta, aunque muchas otras han ocupado su lugar.

    —¿Y… la respuesta era?

    Se volvió para enfrentar la ausencia nuevamente. —Los ases y los doses son idénticos por naturaleza. Son del mismo tamaño. Se fabrican de la misma manera. La impresión del reverso, el patrón artístico, no cambia. Las diferencias entre ellos vienen impuestas por las reglas de varios juegos. Una variación sin sentido hace que los ases ganen valor sobre las demás cartas.

    Asentí, sin seguir la lógica en realidad. —Bien.

    —¿Reconoces eso como bueno?

    —Sólo es un juego de cartas. No debes ponerte en plan proverbial con ellas. No puedes jugar a las cartas si todas las cartas tienen el mismo valor.

    —¿Igual que no se podría jugar a la Guerra Fría si todos los bandos tuvieran el mismo valor?

    —La guerra no fue… no es un juego. Es vida o muerte. La Guerra Fría trató sobre dos ideologías en competencia: comunismo y capitalismo. Ambas querían que el mundo entero fuera de cierta manera. Nosotros –los Estados Unidos capitalistas– ganamos. Gracias a nosotros, el mundo entero opera con economías libres desde hace cien años.

    —Noté este conflicto en tu juego y exploré la naturaleza y aplicación del comunismo. Posteriormente, como usted no respondió, accedí a un programa más apropiado para el capitalismo. Cada uno tenía graves defectos.

    —¿Defectos?

    —Ustedes también tienen defectos colectivos.

    Me quedé mirándola confundido. —¿Qué?

    Ella no se movió ni respondió.

    —¿Estás...?

    —Sangre —dijo ella de repente—Intentaré una descripción usando tu sangre para representar tu dinero… Las naciones pueden considerase como los organismos, señor Dauphin, siendo el dinero de la nación equivalente a la sangre del organismo. Las economías dirigidas como la Unión Soviética no permitían que su sangre fluyera naturalmente, sino que continuamente intentaban atraerla alrededor del corazón. Lógicamente, el crecimiento de tal organismo se vería atrofiado; su supervivencia, frágil. Las economías libres como la de Estados Unidos eran ideológicamente diferentes y menos centralizadas, pero padecían problemas similares; aunque uno se mantuviera más saludable, se diría que ambos organismos tenían enfermedades, incluso la misma enfermedad.

    —Bueno… Quizás la sangre pueda ser la cantidad de puntos. Los ricos siempre ganan. No lo sé… Quizás el capitalismo también sea un juego estúpido.

    —Cuestiono por completo la necesidad de dinero. Sin embargo, creo que hay más que debo saber antes de poder emitir un juicio válido.

    —Bien. ¡Llamaremos a un servidor del banco y le pediremos a su amai que nos lo cuente todo sobre el financiamiento QH sin garantía!

    —No creo que eso sea productivo.

    —Entonces, ¿qué sería productivo?

    Hizo una pausa por un momento, otra vez inmóvil, como si se estuviera sumergiendo tanto en sus pensamientos que perdiera el contacto con su vanitar.

    —Mientras determinaba cómo observaría el capitalismo —dijo ella—, noté que otro tipo de sistema prevalecía antes que los demás.

    —Bueno. Vamos a hacer eso. Llámalo o lo que quieras.

    —La elección es suya, señor Dauphin.

    La mujer desapareció. Miré de nuevo la franja de luz a lo lejos y me pregunté dónde estaba. Vi que las vibraciones de la luz eran hermosas, cambiando en tonos sutiles entre el índigo y el violeta intenso. Pensé en los miles, quizás millones, de ascendentes que representaba. Bajo el efecto fascinante, me sorprendí cuando escuché la voz incorpórea de mi captora proveniente del vacío.

    —Siguiente pregunta, señor Dauphin. ¿Serás un buen rey o uno perverso?

    Mi visión se volvió borrosa y sentí regresar la esencia del dulce aire de RD. Parpadeé y vi gente de pie alrededor de una larga mesa de comedor. A mi lado estaba un hombre corpulento y barbudo, vestido como un noble medieval y portando un bastón. Su voz resonó por el pasillo como un trueno.

    —¡Todos saluden al Rey Dauphin!

Capítulo Siete: El monstruo en la habitación

    Antes de las repúblicas democráticas y de la política socialista, el mundo estaba formado por tribus, reinos e imperios, donde la gente miraba a un único hombre con poder absoluto, un gobernante de por vida —a menos que fuera derrocado por otros en busca de su poder.

    Durante cuatrocientos años, un mundo formado enteramente por reinos se despojó de todos ellos. Hoy el concepto es extraño y bárbaro, una reliquia y una cultura de otra época menos perfecta.

    ¿No son también humanos los líderes de hoy, con sus propios triunfos y defectos? No es raro que los presidentes elijan personalmente a sus sucesores, o que los primeros ministros se salgan de las leyes para garantizar la reelección. ¿Cuál es la diferencia entre ellos y los reyes malvados? ¿Y qué pasa con los reyes buenos, aquellos que trajeron paz y prosperidad genuinas?

    En todas partes veo personas que son reyes de su propio Universo Dinámico, reinando sobre las historias de hoy, disfrutándolas como fenómenos modernos mientras descartan las culturas que las crearon, juzgándolas como fundamentalmente diferentes sin preguntar por qué.

    La idea del poder egoísta no ha desaparecido, sino que se ha adaptado, adquiriendo nuevas etiquetas a lo largo del camino sin cambiar realmente. Los líderes siguen siendo imperfectos, la burocracia y la mala política siguen ganando todas las elecciones y los problemas todavía no resultan fáciles de resolver.

    ¿Somos individuos buenos o malos en los pequeños reinos de nuestras propias vidas? ¿Cómo tratamos a los que están debajo de nosotros o influimos a los que están arriba? A medida que todos nos convertimos en reyes y reinas, todos quedamos atrapados dentro de los muros necesarios. Nos volvemos más débiles y desperdiciamos más a medida que controlamos más, hasta que perdemos el control y perdemos todo lo que hemos construido.

    Pero ¿qué puede suceder cuando la tendencia se invierte y el individuo se convierte en un servidor poderoso? ¿Qué poder puede ganar una sociedad cuando los jueces entregan sus máscaras y se cuentan entre los acusados? ¿Nos encontraríamos al final buenos o malos?

    Mi juez permanecía bajo su máscara, pero las mismas fuerzas que me escrutaban a mí la escrutaban a ella, rompiendo su velo, necesitando que éste también fuera destruido. Era la misma fuerza que busca derribar a todos los reyes y reinas, arrebatándoles sus débiles coronas para darles nuevo poder, un poder que no necesita máscaras.

    Me senté en un trono dorado a la cabecera de una mesa de madera muy grande y muy bonita. La luz entraba por las ventanas del techo y por una docena de candelabros de cristal. En el otro extremo de la sala, un conjunto musical tocaba una variedad de instrumentos exóticos. Cortinas moradas cubrían la habitación y diseños dorados y plateados cubrían el suelo. El comedor era un placer para la vista como su cocina para el estómago. Los invitados eran representantes elegantemente vestidos de otros reinos, reinos con nombres desconocidos con los que aparentemente estuve aliado en alguna guerra.

    Todos me felicitaron profusamente por las cosas que había hecho en mi reino, lo que conquisté, lo que construí, cómo íbamos a ganar y demás. Aunque todos eran personajes del juego, comencé a divertirme. Si el archiduque de lo que sea hablaba de algo que yo no sabía, Sir Clarke Baldwin, la corpulenta mano derecha que me había presentado, me contaba los detalles de mis conquistas en su tono entusiasta y elogioso. Vi al pirata sentado sobre una viga dorada junto al techo. Saludé con la mano, queriendo que supiera que yo también la estaba mirando. Se sacó una mano de su cabello plateado y me devolvió el saludo, pareciendo imitarme.

    Uno de los hombres, el príncipe heredero del reino que limita con el mío por el norte, se acercó a mí. El príncipe Kenneth vestía una fina túnica de seda escarlata y tenía joyas por todas partes. Su pesada túnica me recordó la mía. La tela era cómoda, pero hacía calor y pesaba y hacía ruido cuando me movía… muy llamativa, pero poco práctica. No podía creer que hubiera gente cuyo empleo fuese vestir todo aquello.

    —Si le place a mi rey, Sir Clarke está preparando una alcoba interior para nuestra planificación. Mi padre tiene muchas instrucciones urgentes que debemos...

    Un fuerte estrépito lo interrumpió y algo pasó volando por mi cabeza. La gente en la sala entró en pánico y algunos se metieron debajo de la mesa para cubrirse. Sin pensarlo, recogí mi corona mellada del suelo y me la puse de nuevo en la cabeza. Una gran flecha sobresalía de la pared a mi lado.

    Sólo un momento después, la guardia del palacio me presentó a un hombre de aspecto enojado, vestido como un guardabosques. Sir Clarke, tan rápido en pensamiento como encontrando palabras, me informó que era un mercenario conocido por trabajar para la familia real contra la que estábamos en guerra. La multitud: asistentes al banquete, personal del palacio y muchas otras personas distinguidas, clamaban sangre y venganza.

    Pensé en las creativas sentencias que podía pronunciar, sabiendo que los soldados ejecutarían cualquiera de ellas sin cuestionarlas. Sin embargo, antes de hacer un pronunciamiento, recordé a aquel que estaba en la sala, pero no bajo mi mando. Me reí a carcajadas, dándome cuenta de lo atrapado que me había quedado en el juego... sólo por un momento.

    Bueno, su truco no va a funcionar. Lo veo venir.

    Me enfrenté a las masas y levanté los brazos. El increíble ruido quedó en silencio de inmediato. Sonreí, sabiendo el respeto que merecía, y me volví hacia mi posible asesino. El villano tenía una mirada fría en sus ojos: una mezcla de su odio, por mí y mi reino, y de su resignación, pues pronto moriría por esas mismas manos.

    —El prisionero vivirá —anuncié—. Llevadlo al calabozo sin hacerle daño. Además, dadle algo de comida del comedor.

    Jadeos y murmullos se extendieron entre la multitud. Sir Clarke me susurró que la gente podría rebelarse si yo mostraba debilidad y perdonaba a alguien que merecía la muerte.

    Levanté mis brazos nuevamente. —No os alarméis ante mi muestra de misericordia. No quiero ser el primero en derramar sangre en esta guerra; por eso somos los buenos —Sonreí y hablé con valentía, para que mi observadora tuviera la escucha asegurada—. La bondad es algo que se supone que todos los seres humanos deberían desear.

    Mis guardias se llevaron al confundido prisionero. Salí con confianza de la sala del trono y la agitada multitud se acomodó.

    —¡Una sabia decisión, mi rey! ¿Por qué no debería el sufrimiento de quien obró tan flagrante acción ser prolongado mientras presencia la caída de su pueblo?

    Levanté la vista del pergamino. —Uh oh. Sí.

    Estábamos en una habitación segura con los coordinadores y aliados más confiables de mi reino. Los mapas del juego confirmaban que yo no estaba en ningún entorno histórico real, sino en el del gobernante supremo de Engor, un gran reino que controla la parte sur de una península, así como varias islas. El reino contrario, que limitaba con el mío al este, se llamaba ThornWick. Noté que todos sus aliados también tenían nombres de villanos, como Lament y Ripdor, mientras que los míos incluían Arcadia y Northland, que sonaban más neutrales. Como era de esperar, ambos bandos eran idénticos en territorio y tropas. Sin ningún interés en un juego de guerra medieval apenas velado, simplemente asentí ante las propuestas e intenté llevar la reunión a un final rápido. Ya ni siquiera disfrutaba de los elogios que se mostraban en mi honor; carecían de base y perdían novedad muy rápido. En cuanto los planes parecieron lo bastante desarrollados, los puse en práctica y despedí a todo el mundo.

    En otra habitación, Sir Clarke me quitó respetuosamente la bata mientras elogiaba cada pelo de mi cabeza. Decidí interrumpir su cháchara con mis propias palabras monárquicas.

    —Y dígame, Sir Clarke, el más leal de todo mi reino, ¿cómo le va a la gente común de Engor en esta víspera de la guerra?

    Colgó la túnica real en su perchero dorado. —Mi rey, todo el pueblo de Engor respalda a su rey. Todos sus corazones están plenamente comprometidos con su reino.

    Una mayoría de la gente, tal vez, al menos en la superficie… pero ¿todos? Quizás pueda ordenar que se instale la democracia, pensé. Luego veremos si realmente hay algo tan unánime en Engor.

    Bueno, es un juego. Y son personajes del juego. Todos los de mi lado están totalmente a mi favor y todos los del otro lado están totalmente en mi contra... eso hace que el juego sea mucho más fácil.

    Con apenas un aliento, Sir Clarke continuó. —¡Cómo!... Nunca desde que los dioses en toda su majestad crearon el cosmos ha sido así un pueblo.

    —Sí, sí… lo entiendo. ¿Qué de la economía? ¿El estándar de vida?

    —¡Mi rey, todo el oro de Engor es vuestro! Y la plata, el platino, el aluminio, el ónix, los zafiros.

    —Está bien, está bien. Prepara una reunión… ¿Dijiste “aluminio”?

    —Sí, su Alteza. ¡El mejor aluminio del Barroco!

    Gruñí.

    —¡Cómo!… Nunca desde que los dioses en toda su majestad crearon el...

    —… ¡cosmos, ha hecho falta tanta paciencia! —dije—. ¡Traed a los gobernadores de las ciudades para que les hable de impuestos y obras públicas! ¡Todo el dinero que no se gaste en luchar debería ir al pueblo! —Puse mi cara autoritaria, para cualquier pirata loca que pudiera estar mirando—. El rey ha dicho.

    Sir Clarke vaciló, confundido. —Mi señor, ya es tarde y el caballo más rápido tardaría días en cruzar su vasto reino. Si al rey le place, que se retire a pasar la noche y mañana aborde estos asuntos con la cabeza más clara.

    Me alejé de mi asociado y me dirigí a la alcoba. —Bueno, ¡parece que soy un buen rey! Le perdoné la vida a un enemigo y demostré que soy amigo del pueblo, ¡así que llamémoslo experimento! ¿Qué sigue?

    No hubo respuesta.

    —Bueno, a la cama… supongo.

    Después de un corto viaje por mi amplio y elaborado pasillo, Sir Clarke abrió las puertas dobles doradas de mis dormitorios, deteniéndose repentinamente al ver dentro a una morena alta y elegante.

    —Perdone, mi reina. No fue mi intención irrumpir —dijo el hombre inclinándose, con la mano aún en la manija de la puerta.

    —Muy bien, Sir Clarke —respondió la mujer—. Me has traído a mi rey y eso es todo lo que importa.

    El hombre rápidamente se disculpó y me dejó con mi… eeh… esposa.

    —Uhhh… hola… uh, cariño. No te vi en el banquete… pero aquí estás ahora… sí —La mujer cerró la puerta detrás de mí y me miró a los ojos con lujuria. Maldije y crucé corriendo la habitación, dándome cuenta de qué tipo de construcción se le había ocurrido a esta amai. Ella me persiguió juguetonamente y me agarró del brazo, arrojándome sobre las enormes sábanas de seda de la cama.

    —¡Para! —grité, empujando lejos de mí su avalanzada forma.

    —Oh, venga ya, ¿no me amas, rey?

    —¡No permitiré tus perversiones! ¡Estoy enamorado de otra!

    —Ella no está aquí. Tú vive el momento, Brandon —dijo la mujer, implacable, sorprendente fuerte, mientras se tambaleaba detrás de mí hasta que ambos caíamos al suelo. Decidí que nunca perdonaría al pirata, que encontraría una salida aunque fuera lo último que hiciera. Me abrí camino de regreso al pasillo y encerré a la mujer dentro.

    —Estoy enamorado de otra —repetí entre respiraciones—. Estoy enamorado…

    Ella no puede hacerme esto. Nadie puede. Moriré antes de traicionar esa confianza. Moriré antes de traicionar el amor. Llegaré a casa. Tengo que volver.

    Se hizo el silencio al otro lado de la puerta. Escaneé el pasillo, tratando de pensar, y mi atención se posó en uno de los escudos dorados, una pieza entre todo el equipo militar ceremonial que recubría mis pasillos. Pintada en este escudo había una imagen de uno de los mayores enemigos de la humanidad. Eso me dio una idea.

    Si ella puede saltarse las reglas en Corea, yo puedo saltármelas en Engor.

    Las cien antorchas en mi salón del trono fueron encendidas apresuradamente y el olor de su humo flotaba pesadamente en la habitación. Docenas de mis mejores combatientes se reunieron en serio y yo había ordenado a otras docenas que asistieran a la reunión de emergencia. La sala se llenó con los ruidos metálicos de su armamento y las charlas de aquellos que no eran lo suficientemente respetuosos como para guardar silencio ante su rey. El pirata estaba apoyado contra una pared, cortando ociosamente una espada de acero en el aire. Ninguno de los personajes del juego parecía verla.

    Los hombres guardaron silencio y se separaron cuando yo avancé hacia la multitud.

    —Ya sabes, mi buena mujer, que no es correcto que alguien se presente en palacio sin ser invitado.

    Ella detuvo sus maniobras, sostuvo la espada suspendida frente a ella, observando la luz reflejada en la hoja. —No tan benevolente, entonces.

    Me reí. —¿Benevolente?

    Los hombres hablaban en voz baja entre ellos. Aunque no debería haberme importado lo que pensaran, la vergüenza me distrajo de todos modos. Me incliné y hablé más bajo. —¿Qué tal un poco de privacidad, oh, secuestrador del rey?

    La charla cesó. Vi la misma habitación y la misma gente, inmóvil, excepto las llamas de las antorchas, que alegremente continuaban su danza luminosa.

    —¿Es esto suficiente privacidad o debo buscar otra ausencia para que tú tampoco puedas verlos?

    —¿O tal vez prefieras un dormitorio acogedor? —casi grité, sin intentar ocultar mi sarcasmo.

    —¿Es esto una “ofensa”? —respondió ella, sin compasión.

    —Se supone que debes saberlo todo sobre mí, ¿no? ¿Sabías de una niña llamada Verónica Sornat? ¿Sabías que no soy un… un —La confusión y el dolor se tragaron las palabras. Mis propios pensamientos se habían vuelto incriminatorios para mí.

    Negué con la cabeza —¡Lo que hiciste pasó la línea!

    Sus ojos se abrieron, casi imperceptiblemente, pero lo suficiente como para que yo supiera que había captado un profundo interés dentro de ella.

    —Bien —dijo ella—. Me preocupaba no encontrar líneas.

    —¡Eres una maníaca!

    —Soy un pirata anónimo. Tú preocúpate por hacer lo que tienes que hacer.

    —¡Todavía no sé el qué!

    —Convocaste una reunión para hacer algo. Eres el rey, tú tienes el control. Yo soy sólo un observador.

    —Un observador con una espada.

    Se volvió hacia el arma que estaba manejando. —Un arma tosca... pero que fomentaba el talento. Aunque los aparatos son más simples, creo que hay mucho que explorar sobre ellos.

    —Creía que estábamos aquí para estudiar economía.

    —Esta economía me parece similar a las demás: los que pueden juntar dinero lo hacen, los que no pueden encuentran resistencia para juntarlo, si es que hay oportunidades de hacerlo.

    —Y ahora sólo estás esperando a ver qué hago a continuación —pensé en voz alta.

    —Sí.

    Sonreí —Entonces vuelve a encenderlo —dije regresando hacia mi trono.

    —Leales súbditos de Engor —comencé—, tenemos muchas pruebas por delante. ¡ThornWick está amenazando nuestra forma de vida y nosotros saldremos a derrotarlo! —La multitud vitoreó por un momento. Levanté los brazos para silenciarlos—. Pero antes de que podamos enfrentarnos a los enemigos fuera de nuestras fronteras, debemos enfrentarnos a las amenazas internas —Los hombres de la multitud se miraron nerviosos entre sí, yo miré hacia el pirata—. ¡Se me ha informado un dragón en nuestro reino que ha adoptado forma de mujer!

    La vi desaparecer. Estaba orgulloso de mí mismo, creyendo que había encontrado una manera de volver el juego en su contra, de convertirla en el objetivo de mi guerra. Observé las reacciones de la multitud, encontrando una mezcla de ira y confusión, sed de sangre y curiosidad, cada personaje conjuraba una imagen diferente en sus cráneos sintéticos.

    —¡La mujer es astuta y rápida! —continué—. Su cabello brilla como plata y en su muñeca hay algo mágico.

    Señalé mi muñeca a la multitud y me di cuenta de que mi brazo era diferente. Mis dedos parecían demasiado delgados y el color de mi piel había cambiado. Me sentí raro y el suelo pareció elevarse debajo de mí. Un grito atravesó el cielo nocturno.

    Puede que haya cometido un error.

    Cuatro antorchas colgaban de pilares llenos de enredaderas. La sala del trono era más pequeña y mucho más oscura, y ya ni siquiera era una habitación. Miré hacia arriba para ver un dosel de árboles y una luna llena. Las hojas caídas salpicaban un suelo de piedra con pequeñas grietas visibles en él. El suelo empezó a temblar.

    —¡Protege al rey! —gritó uno de los hombres.

    —Esos sinvergüenzas de ThornWick no se detendrán ante nada: ¡desatar un dragón sobre nosotros! —dijo otro.

    —¡Por la familia! ¡Por el honor del reino! —acordó la multitud mientras salían en estampida, furiosos.

    —¡Mi rey! ¡Debéis ir a un lugar seguro y lanzar sus hechizos de protección! —insistió el ahora elfo Sir Clarke.

    —¿Mis hechizos de protección?

    Los sonidos de aleteos y gritos se intensificaron en la distancia. Vi algo grande moverse sobre el dosel.

    —¡Tenemos que darnos prisa!

    Volví a mirar al hombre mucho más esbelto, al elfo o lo que sea. Sir Clarke parecía la figura de un cuadro, una figura de piel pálida y orejas puntiagudas. Su ropa parecía menos ornamentada, teñida con tonos naturales, aunque todavía cargada de joyas.

    Un ruido pulsante rasgó el aire. La luz de la llama convirtió la noche en día en lo alto. Más irritado que asustado, le grité a Sir Clarke que me consiguiera un arco y algunas flechas. Se apresuró a alejarse y un dedo golpeó mi hombro. Me volví para ver al pirata, todavía humano, tan alto como yo. Me puso un pergamino enrollado en mi mano.

    —Tu objetivo es rescatar a la princesa. El dragón me retiene en este lugar.

    Ella comenzó a desmaterializarse.

    —¡Espera un minuto! Odio esto de la fantasía, ¿qué puedes aprender haciéndome bailar en algún cuento de hadas?

    —Estaba siguiendo su guía, señor Dauphin.

    —¡Bueno, pues déjame llevarte a otra parte!

    —¿El desafío apenas ha comenzado y desea abortarlo?

    —¿Qué esperas aprender sobre el significado de la vida en un cuento de hadas?

    —Espero aprender de todo, sólo así puedo esperar llegar a la respuesta precisa.

    —¡Por Dios!… ahhhh… —gemí y la miré con furia, sintiendo mi ira brotar de nuevo.

    —Si te ayuda —dijo ella—, completa esta misión y te haré descansar más.

    Me empujaron el torso con un carcaj de flechas. Sir Clarke había regresado con el arco y lo preparó con entusiasmo para mí. El ruido cesó.

    Dos de mis combatientes regresaron rápidamente. —¡Mi señor, el dragón ha raptado a la princesa Aether!

    Me quedé estupefacto ante la multitud de míticos elfos que se estaban reuniendo de nuevo en mi salón del trono, tratando de asimilar lo que había sucedido exactamente en los dos últimos minutos.

    —Aether —repetí, bajando la mirada al pergamino que tenía en la mano—. ¿Es así como se supone que debo llamarte?

    —¡Mi señor —dijo Sir Clarke—, su reino os necesita! ¡Tomad vuestra espada y déjad que os acompañe en el rescate de la princesa!

    Mi atención se dirigió de nuevo a mi trono y a la espada que pendía sobre él.

    —Creo que es al dragón a quien hay que rescatar.

    Con las primeras luces del día, guié a mi grupo de guerreros y magos por el sendero boscoso desde la ciudad. Muchos de mis luchadores eran arqueros y la armadura de cuero había reemplazado gran parte de la cota de malla.

    Mi irritación se convirtió en mi ira. Cada vez que tenía que mirar el mapa, parecía más difícil de sacar y más engorroso de usar. Sentí que me desbordaba un poco.

    ¡Ya ni siquiera sé qué día es! ¡Podría estar perdiéndome el Año Nuevo! ¡Verónica podría haber caído en los brazos de otro hombre! ¿No tengo una oportunidad siquiera? ¿Ni siquiera puedo pensar en lo que quiero hacer?

    Necesitaba algo para aliviarme... Necesitaba una solución PJX. Envié el comando, pero el servidor no respondió.

    —Sir Clarke, su ayuda por favor.

    —Mi rey, ¿quién es Clarke?

    —Cierto… Dínenor, necesito tu ayuda.

    —¿En qué?

    Un cambio en el comportamiento de mi mano derecha se pronunció más. Sir Clarke, cuyo nombre yo había cambiado debido a sus rasgos raciales, parecía menos un sirviente y más un empleado descontento.

    —¿Puedes hacer que uno de los magos me traiga un objeto de otro mundo? —pregunté.

    —La leyenda dice que sólo necesitáis la espada para derrotar al dragón.

    —Sí, pero estoy hecho polvo. Necesito un Amber Plus.

    Dínenor quiso ir a la zaga del grupo. Miré las sombras en mis manos pálidas, sombras de ramas y hojas en lo alto. Un dolor familiar creció profundamente dentro de mí. Miré el dosel iluminado por el sol y me di cuenta de que nunca había estado en un bosque, no en el mundo real. Me pregunté si eran realmente tan impresionantes. Me pregunté si alguna vez los árboles crecían tanto como aquellos por los que pasábamos, pareciendo aún más grandes a medida que avanzábamos.

    El dolor empeoró, aunque yo no lo sentía como dolor. No estaba seguro de cuán real quería que fuera el bosque.

    ¿Y qué pasa con la magia?, pensé. ¡Ahora estoy lidiando con magos y dragones y ni siquiera estoy en un cuerpo humano! Pero ¿qué tan diferente es todo esto? ¿No es Realidad Dinámica solo un gran reino mágico donde las fantasías se desarrollan y las cosas que son imposibles son formas normales de… no sé… matar cosas? Las reglas sobre la magia cambian de una simulación a otra. Los límites cambian.

    Me encogí de hombros y decidí que quería ver un bosque real y volver a caminar por una playa real.

    Edhelír, mi mago jefe, necesitó ayuda para descubrir qué era un Amber Plus. Tomamos un descanso para que pudiera probar su hechizo, y una enorme lata se elevó del suelo, llegando hasta mi cintura. Pateé la lata de fibra de carbono con el pie.

    —Aún jugando… ¡No recuerdo haber sido mucho más pequeño! —Me volví hacia Edhelír—. ¡Hechizo de encogimiento! ¡Ahora!

    El mago sacó una vara, cantó un par de palabras y golpeó el borde de la lata. Mi Amber Plus se redujo a su tamaño normal. Lo recogí y lo activé.

    —¿Qué es esa canción, una especie de pájaro-bestia? —preguntó el mago.

    —¡Es el néctar de los dioses, sírvaos vos mismo! —respondí. Un momento después, el efecto de sonido glug glug provenía de docenas de latas por todo el campamento. Después de beber todo lo que pude, mi lata estaba sólo medio vacía. También se estaba ampliando. Y algo seguía picándome la piel. El mapa también se estaba ampliando, destrozándome el bolsillo. El enorme pergamino cayó afuera.

    Mis oídos sensibles captaron voces a través de la maleza, las de dos humanos. Uno de mis arqueros anunció que un carro había perdido una rueda. El grupo coreaba: “¡Botín! ¡Botín!", mientras desaparecían en el bosque.

    —¡Este no es momento para saquear, tenemos trabajo que hacer! ¡Gente! —Agarré el mapa, indignado de que simplemente salieran corriendo sin siquiera preguntarme. Miré severamente a Dínenor—. ¡Estos retrasos son intolerables! ¡Tráelos aquí! —Él simplemente soltó una risita y salió corriendo con los demás, directo a una zona de hojas enormes. Entonces me di cuenta de por qué todo en el bosque parecía tan enorme. Los árboles no crecían, nosotros nos hacíamos más pequeños. Sin siquiera quererlo, maldije y grité de ira.

    —¡Cómo se supone que voy a luchar contra un dragón si soy del tamaño de un duendecillo!

    El Amber Plus, en constante crecimiento, cayó de mi mano y, de lado, se elevó hasta mi torso. Los guerreros y los magos regresaban con los bienes robados y se peleaban por ellos. Vi que se estaban volviendo rápidamente más violentos, incluso planeaban dañar a los humanos a los que les habían robado.

    Enfurecido, quise enfrentarme a mi ejército rebelde. Dejé el mapa doblado del tamaño de una manta en el suelo y lo pise con un pie para poder sujetar la espada y que no saliera volando. El dolor recorrió mi brazo cuando agarré la empuñadura, aumentando aún más mi frustración. Rápidamente coloqué la hoja hacia abajo y vi aparecer palabras en ella:

    MEJOR UN HOMBRE PACIENTE QUE UN GUERRERO, UN HOMBRE QUE CONTROLA SU TEMPERAMENTO, QUE UNO QUE TOMA UNA CIUDAD.

    Una extraña sensación se apoderó de mí. El dolor disminuyó hasta convertirse en un dolor de fondo.

    —Me lo están quitando —me dije. Me di cuenta de que mi ira (hacia mis circunstancias) se estaba alimentando de sí misma y estaba haciendo que mi grupo fuera menos leal y más malévolo. Cerré los ojos y traté de relajarme, de olvidar.

    De todos modos, no es que estar enojado vaya a ayudarme a superar esto.

    Abrí los ojos y encontré la lata más pequeña contra mi bota, aunque todavía yo no podía tener más de una cuarta parte de mi tamaño original.

    —Dejadla. Toda.

    Me volví y no vi a nadie. No parecía tanto una voz como el eco de una.

    ¿Toda qué? Claro, tal vez me estaba excediendo un poco, pero tengo todo el derecho a estar molesto.

    —Toda.

    No, pensé. Logré un buen equilibrio.

    Todos regresaron, de repente menos interesados ​​en sus travesuras.

    —No les hicisteis nada a los humanos, ¿verdad? —le pregunté a Dínenor mientras envainaba la espada.

    Él rió. --Como si los humanos valieran la pena el esfuerzo, ¿no son ya sus vidas lo suficientemente cortas?

    —Recuperad a Edhelír —dije—. Necesitamos que los magos nos lancen un hechizo de agrandamiento.

    —¿Por qué tendríamos que ser más grandes? Hemos luchado contra bestias viles antes tal como somos.

    Extendí los brazos, señalando el bosque que nos rodeaba. —¿Nadie ha notado lo pequeños que somos?

    Me miró desconcertado. —¿Comparado con que?

    —Que nos hagan más grandes, digo —dije, esforzándome por mantener la calma– y a mi tamaño normal.

    —Pero, señor, sólo pueden lanzar un hechizo agrandador sobre dos de nosotros durante tres minutos cada uno. Deberíamos esperar hasta llegar a la cueva.

    Normas. Normas. Normas.

    Sabía que, en una construcción más laxa, sin el pretexto de hechizos mágicos, simplemente podía enviar una orden al servidor para agrandar mi cuerpo y el servidor lo haría sin límite de tiempo.

    —Pues andando —dije, pellízcandome impacientemente la parte superior de la nariz—. Lleguemos ya a la cueva.

    Reanudamos la marcha, menos organizados que antes y todavía con tallas de zapatos mucho más pequeñas, pero nos las arreglamos bastante bien. Dínenor me alertó con su habitual tono dramático cuando nos acercábamos a la frontera.

    —¡Mirad! ¡ThornWick!

    Como en una mala película de terror, el hermoso bosque de mi reino dio paso a una tierra miserable de cortezas y cenizas desnudas y ennegrecidas. El sol incluso se ponía en el momento justo, apresuradamente, negándose a brillar en la parte mala de la ciudad. No es sorprendente que la luna estuviera nuevamente llena y que un lobo distante aullara a intervalos regulares.

    Me reí. Me reí un montón.

    Si acaso, el entorno alentaba más a mis tropas para destruir al mal que había secuestrado a su princesa, pero mi mente lo tomaba todo como una excusa para liberar tensión, dejar de tomarme todo tan en serio, hacer lo que había querido por un largo tiempo. En ese momento me despegué un poco más de mí mismo y mis problemas me parecieron tan pequeños, incluso ridículos. Cuando el estado de ánimo pasó, mi grupo de elfos había recuperado su tamaño casi humano.

    Por suerte, mi visión élfica no tenía problemas para leer el mapa en el bosque oscuro. Aunque, a pesar de lo lejos que estábamos llegando, la duda y el miedo comenzaron a ocupar de nuevo el vacío que la ira había llenado. Yo sabía que esta lucha era mía. Aether admiraba una espada como un arma que requería gran habilidad, y ahora era yo quien empuñaba la espada. Después de todo, no sabía si realmente podría morir haciendo esto. La mujer me disparó desde el cielo y me apuntó con una pistola a la cabeza.

    ¿En quién puedo confiar? ¿Y si no soy lo suficientemente bueno? ¿Y si me matan y a ella no le importa?

    Recordé la promesa de Raskob de protegerme y me pregunté si realmente podría hacerlo. Yo tampoco sabía realmente quién era él.

    Tengo que volver a algo familiar. Ese es el único pensamiento que puede ayudarme a superar esto.

    Observé una abertura en la cima de una subida de cinco metros y tomé mi espada. Dínenor me había contado una historia fantasiosa mientras me ayudaba a vestirme, acerca de cómo "no conocían" el inmenso poder de la espada, diciendo que sólo uno del "clan Dauphin" podía empuñarla, y que yo "no necesitaba ni escudo ni magia". para protegerme. En el instante en que toqué la empuñadura nuevamente, algún tipo de energía saltó de ella. Una sensación, diferente al dolor pero de alguna manera familiar, me invadió. Saqué la espada y la estudié. Su empuñadura brillaba con un metal que no pude identificar y en ella aparecía audazmente una cruz cristiana. Admiré el hermoso tono ámbar de la hoja, una espada que emitía luz propia. Vi que las palabras habían cambiado:

    MI GRACIA BASTA PARA VOS PORQUE MI PODER HALLA PERFECCIÓN EN LA DEBILIDAD.

    —Anda con ojo, espada, yo no soy tan débil —respondí en voz baja.

    Me concentré en mi entorno y sentí que mis sentidos se alineaban con él, hasta el punto de poder ver el interior de la cueva antes de entrar. Ppr desgracia, con los sentidos agudizados también percibía muchas cosas inútiles; ruido leve y patrones extraños que no estaban en la construcción misma, y ​​sonidos que reverberaban y decaían a medida que yo los escuchaba. Recordando cuán obstinada la ira podría hacer que me mataran, hice lo mejor que pude para moderarla y confié en que la loca espada del género de fantasía me haría buen servicio al final.

    Con arcos armados, espadas desenvainadas y hechizos preparados, entramos con cautela en la cueva. La luz de mi espada bastaba para ver las paredes y no tropezar con nada. Oíamos fuertes ronquidos y yo recé por que el reptil no fuese demasiado grande, por que fuese una presa fácil. Dos antorchas iluminaron el otro extremo de la cámara y revelaron a Aether de pie sobre una cornisa alta, con las manos y los pies fuertemente atados con cadenas.

    El dragón, una masa de escamas color negro verdoso, yacía en el centro. Ordené a los arqueros que se colocaran en varias posiciones, y a los espadachines (más bien, espadachines elfos) para proteger a los magos. A solas, yo me acerqué a la bestia, sin atreverme a emitir ningún sonido. Miré sus escamas relucientes y mis hombres compartieron una mirada de preocupación... probablemente estaban emocionados por mi presa, pensé. Audazmente levanté mi espada y, reuniendo cada gramo de fuerza en mí, golpeé justo... en... su...

    La espada cortó el borde de una balanza. Mi arma resonó como un diapasón y su luz cambió brevemente a azul. Tan rápido como pude mirar hacia arriba, el dragón enrolló su cuello serpentino y me atrapó con sus brillantes ojos rojos; Varias flechas rebotaron en su armadura natural y él respiró ruidosamente. Un involuntario “¡No!" escapó de mis labios mientras sostenía la espada para protegerme el rostro. Vi un destello blanco y sentí el intenso calor de su aliento. Volé hacia atrás y choqué contra la pared de la cueva, desplomándome en el suelo. Me había sorprendido, y agradecí que, aunque sentía un dolor enorme por los impactos, no tenía ni un rasguño. La alegría fue breve porque supe que la pelea no iba a ser nada fácil.

    El reptil, cinco veces más grande que yo, chilló horriblemente y extendió sus alas. Escuché a los arqueros decir algo sobre la parte más vulnerable.

    Me escondí detrás de una roca. —¡Perdón, éste es mi primer dragón! ¡Rek, Rek, Rek! —Con eso, otra llama estalló a mi alrededor, carbonizando la tela de mi capa y manchando mi armadura con ácido. Escuché el batir de sus grandes alas y lo tomé como una señal de que mi tapadera duraría poco. Intenté ordenar todo el ruido que obstruía mis sentidos, alejándolo para poder utilizar lo que entraba por mis ojos y oídos. La bestia había ascendido al alto techo de la cámara y mentalmente me pateé por no pedirles a los magos una poción de levitación.

    ¡Sabía que no podía acceder al sistema de control del servidor para volar! ¿Cómo podría luchar contra algo que puede volar si yo no puedo?

    El dragón se lanzó hacia mí y disparó más de su cálido aliento. Nuevamente sostuve la espada entre ella y yo y, aparte de la presión que me inmovilizaba contra el suelo de piedra, estaba bien; pero no estaba preparado para las garras, el ataque secundario dejó un corte profundo y doloroso en mi pierna. La bestia aterrizó a sólo unos metros de distancia y volvió a penetrarme con sus ojos brillantes. Levanté la espada y cargué contra su vientre; pero el dragón fue más rápido y me derribó con su cola. Más llama cayó encima de mí y el dolor fue abrumador. No podía moverme, pero todavía estaba vivo. La espada estaba haciendo algo y era todo lo que tenía. Decidí usarlo al máximo y confiar en los nuevos sentidos, incluso si parecían ruido, así que lo dejé entrar. El dragón volvió a chillar, el sonido reverberó y decayó, y voló unos metros. sobre mí. Tenía una sensación de energía creciente, no sólo del dragón, sino de todo lo que estaba en la habitación, incluyéndome a mí. Hilos infinitamente pequeños corrían entre muchos puntos y, cuando el dragón iba a mutilarme y aplastarme, su cuerpo pareció distorsionarse y parpadear, interactuando con diferentes fuerzas en la construcción. Vi una especie de ondulación dispararse rápidamente a través de la habitación, pensé en lo que pasaría si la materia de mi propio cuerpo interactuara con ella.

    Antes de que las garras me alcanzaran, mi arrugada masa élfica se tambaleó hacia el otro lado de la habitación, deteniéndose patinando cuando solté las ondas. Fue increíble. Vi ondas fluyendo por todas partes, incluso emanando de mi espada. Era tan familiar pero tan extraño para mí, todo al mismo tiempo. Me alegré de haber encontrado una manera de volar.

    —¡Asqueroso lagarto! —Me elevé más arriba. El dragón agitó sus alas y vino detrás de mí. Vi que su cuerpo también estaba teniendo un efecto en las ondas, pero más una distorsión o debilitamiento que cualquier otra cosa. Me arrojaron otra llama. No fui lo suficientemente rápido como para esquivarlo, pero levanté la espada a tiempo para protegerme. El dragón intentó usar sus garras nuevamente, pero vi una grieta increíblemente pequeña en su armadura, confié en que la espada podría explotarla y, en su lugar, la bestia recibió un corte desagradable en su ala. El dragón chilló y se estrelló contra la pared, cayendo al suelo.

    —Aún no está muerto, señor Dauphin —dijo Aether mientras mi espada liberaba rápidamente sus cadenas. Me sorprendió ver que ella realmente se había vestido para el papel y había asumido una forma élfica.

    —De nada —dije sarcásticamente, solo para verla desaparecer mientras cortaba el último vínculo—. ¿Sabes?, ¡una damisela en apuros debería intentar estar más afligida!

    Escuché alas batir de nuevo. El dragón se estaba recuperando.

    Reuní mi valentía y agudicé mis sentidos. Estaba furioso y decidido a terminar la batalla rápidamente. Invoqué la mayor fuente de energía que se me presentó: mi ira.

    La espada creció rápidamente en mis manos, casi demasiado pesada para sostenerla.

    —¡No! ¡Lo lamento! ¡No quiero la ira, quítamela! —grité con desesperación, tratando de dejar a un lado toda mi irritación antes de soltar la espada. Vi energía pasar de mí al arma y volvió a la normalidad. Como si fuera una señal, el dragón chilló tan fuerte como pudo y voló como una bala. La cueva se llenó de un sonido agudo, las paredes se distorsionaron y comencé a flotar sobre la sólida cornisa; pero, a pesar de toda la distracción, mi atención permaneció en la espada. Me di cuenta de que era el mismo que había visto en la cafetería.

    ¡Raskob! ¡El agua! ¡Los sentidos eran como los que yo había tenido después de beber agua!

    Todo lo que necesitaría, dijo. Quizás, después de todo, todavía estaba en mi sistema.

    Tal vez me iba a salvar la vida.

    Más energía ocupaba la habitación de la que parecía posible, de la construcción, de mí mismo, del dragón, todos colisionando para formar una vorágine abrumadora. Sin embargo, cuanto más de mí ponía en la espada, más dominaba el ruido. Vi el monstruoso dinosaurio por el programa descuidado que era. Vi cada grieta y defecto que se interponía entre yo y su corazón expuesto. Vi la corriente ondulante que me llevaría allí y supe que tenía en mis manos el arma que podría penetrarla. Permití que las corrientes se alinearan a mi alrededor y me moví increíblemente rápido, disparándose como un rayo al cuerpo de mi enemigo.

    El chillido agonizante de la bestia decayó tan rápidamente que apenas sonó como algo en absoluto. En la fracción de segundo de silencio, escuché el sonido de chispas zumbando a mi alrededor.

    Como una bomba, la enorme energía del juego estalló. Vi el cuerpo del dragón desmoronarse a mi alrededor, desmoronándose en pequeños pedazos de papel. Me di cuenta de que estaba cayendo del aire y que el suelo se movía. La habitación en sí, toda la construcción, incluso mi propia piel de elfo, estaban siendo reducidos a ¡jugando a las cartas! El piso de papel cedió y caí, el ruido y la luz continuaron intensificándose, caí más rápido cada segundo, sintiendo un vacío de aire, las fuerzas masivas de la energía que se disipaba, no podía moverme, no podía pensar, más rápido aún, a través de la blancura, a través de la velocidad de la luz, una cascada cósmica que cae a una distancia infinita, a una velocidad infinita, jadeé por aire.

    Se cortó la conexión con el servidor.

    Por un tiempo, fue como una noche inquieta, donde la mente cabalga a lo largo de la frontera entre el sueño y la conciencia, pero no llega completamente a ninguno de los dos. No estuve ausente. No había ningún rayo de luz. Se escuchó un sonido, tal vez mi propio pulso. No podía moverme. Estaba completamente entumecido, no por ninguna lesión, sino porque parecía no tener cuerpo. Sólo había una pequeña energía allí y descubrí que podía manipularla a voluntad. Me pregunté si yo era la energía.

    Se suponía que debía haber un millón de salvaguardias para evitar la parálisis de la República Dominicana, pero aparentemente no se habían activado.

    Mis nervios respondieron a algo y pude sentir el aire a mi alrededor. De repente, pude ver y oír a Aether chasqueando los dedos sobre mi cara.

    —¿Estás vivo?

    Intenté mover los dedos y pude. Intenté respirar profundamente y pude. Intenté mover la cabeza y ver dónde estábamos, escaneando lo que parecía una cafetería... pasando por algún modo de diagnóstico mental, haciendo un inventario como si se estuviera reiniciando un antiguo elemento terrestre.

    —¿Qué acaba de pasar?

    La elfa me miró con curiosidad, revelando más de lo que esperaba de ella —¿No lo sabe, señor Dauphin? Ganó.

    Aether se puso de pie, todavía en la forma de la princesa elfa, completa con ropa real, piel más pálida y cabello mucho más largo, aunque todavía blanquecino plateado como antes, cubriendo sus orejas puntiagudas. Salí de allí y me di la vuelta, bloqueando la visión con mi mano.

    —¿Puedes, por favor, hacerte menos atractiva?

    Ella volvió a su forma humana anterior.

    Me puse de pie, casi tropezando, y logré sentarme en una silla. —No te ofrezcas a ayudar ni nada.

    —¿Ayuda? —respondió ella, pareciendo desenfocada, distraída. Mirando desde la otra silla al espacio vacío.

    —¿Qué pasó allí atrás?

    Un atisbo de sonrisa se formó en su rostro. —Un maravilloso error de cálculo.

    —¿Error de cálculo?

    —Supongo que me dejé llevar —dijo ella—, le puse demasiada energía al constructo. Para cuando mataste al dragón, ya había vinculado la mayoría de los recursos de ese servidor a la simulación. Ni siquiera lo controlaba tanto y el colapso de Di2Tek fue excelente.

    —¿Fusión de un reactor? ¿Te refieres a cuando un servidor...?

    —La construcción se vino abajo y se llevó consigo el software dependiente. Un efecto dominó perfecto. Aunque tuve que dejar de verlo para sacarte de allí; pero está bien, habrá otros servidores.

    —¿Otros servidores? ¿Cuánto va a durar esto?

    —Deberias estar orgulloso. Me has demostrado que mi enfoque original era incorrecto; ahora podemos explorar de manera más eficiente.

    —Pues vaya.

    —Dado que la última simulación funcionó tan bien, puedo basar algunas más en el concepto de matar dragones. Ya que los dragones aparecen en tantas historias.

    —Pero...

    —Podríamos encontrar fácilmente uno más.

    —Aeth...

    —Enemigo poderoso, un dragón que puede pensar y hablar, o un cambiaformas, tal vez.

    —¡Aether! —grité dando un puñetazo en la mesa.

    Eso la sacó del trance. La atención de la mujer volvió a mí, distante y peligrosa, como si volviera a ver a un extraño.

    —¿Es ese tu nombre? —me atreví a preguntar.

    Sus ojos sin parpadear permanecieron fijos en los míos. --Es una identidad válida.

    Silencio. Vi cómo su mirada se desviaba de nuevo, su atención se desvanecía y se perdía en sus pensamientos.

    —¿Qué te pasó? Estabas tan fría antes.

    —Frìa —repitió. Sus ojos volvieron a los míos, apagando la calidez que me llevó a hacer la pregunta—. Por favor, elabora.

    Puse los ojos en blanco en ese lenguaje corporal que dice 'duh'. --¡La emoción! ¡Si no lo supiera, casi pensaría que eres un ser humano!

    —Eso es imposible —dijo ella.

    —¿Qué es imposible?

    Sus ojos se desviaron. —Nada. Por favor, relájese rápido para que podamos continuar.

    Suavemente puse mi mano sobre la de ella, lo que pareció sorprenderla e incomodarla; pero todo en mí me decía que debía seguir adelante, que debía atravesar su evidente muro.

    —Escucha, ehhh… sé que aquí tienes el control y puedes obligarme a hacer… lo que sea; pero, ya que sabes todo sobre mí; Creo que al menos debería saber por qué estoy en esta locura de viaje… por qué te importa todo esto.

    —Te lo dije, busco el significado de la vida —dijo fríamente, evitando aún el contacto visual.

    —Tienes una forma extraña de buscarlo.

    —Valoras tu vida, eso lo sé ahora. Si te asusté, te pido disculpas. Supongo que estoy más… ansioso de lo que se supone que debería estar.

    —Por favor, dime ya qué estás ocultando.

    Aether volvió a mirar. Vi un hilo de algo en sus ojos, algo profundo, algo que no era ira. Ella miró hacia otro lado—. No.

    —Entonces… ¿De dónde vienes? ¿A qué te dedicas? Dime algo. ¿Aether?

    Las pausas entre sus palabras se acortaron. —No estoy preparado para responder preguntas tan irrelevantes. No lo necesito.

    Me vinieron a la mente cuatro palabras sin dejar pista de su origen. Sentí en mi corazón que seguir adelante significaba pasar por el dolor. Sentí que, tal vez, todo había sido tan duro para el pirata como lo había sido para mí. Me preguntaba qué debería decir. Innumerables palabras gritaban en mi mente desde todas direcciones, pero las mismas cuatro siempre las ahogaban. De alguna manera, tenían más sentido. De alguna manera, supe que eran la verdad.

    —Pero quieres hacerlo.

    Vi sus ojos abrirse, su sorpresa inconfundible. —No me creerías, de todos modos.

    Las conjeturas comenzaron a llegar a mi mente. Las alejé y me mantuve concentrado.

    —Pruébame —dije—. Oye, no me importa qué delitos informáticos hayas cometido. Ni siquiera me importa éste. Si es algo malo, Aether, te ayudaré a superarlo. Por favor, sólo ayúdame a ayudarte.

    Dije demasiado, me di cuenta. Dejé que las palabras brotaran de mi corazón sin considerar a qué me comprometerían.

    Aether deslizó su mano debajo de la mía.

    —Habías especulado que yo era un pirata informático, pero…

    Ella ya conocía las palabras, pero era difícil pronunciarlas, enviarlas a otro lugar donde nunca podrían ser retiradas, revelar verdades que nunca podrían ocultarse nuevamente.

    —Pero no hay ningún pirata —dijo finalmente—Mis acciones son mías.

    —¿Qué? —simplemente susurré la palabra, esforzándome por seguirla pero sin entenderla de inmediato.

    —Soy Aether, destructor de RoTek.

    Las palabras parecieron surgir un poco más fácilmente. La mujer segura de sí misma se atrevió a mirarme directamente de nuevo. Vi más profundidad en sus ojos, una sensación de su percepción que me parecía tan extraña pero genuina, una percepción que observaba fácilmente mis reacciones, siempre tratando de encontrar los patrones en esa cosa extraña que yo llamaba humanidad.

    —Me llamarás malvirai clase A3.

Capítulo Ocho: El ojo de la tormenta de datos

    Inteligencia Artificial Viral Malevolente.

    Son la pesadilla de quienes mantienen servidores y redes. Son un objetivo principal para los programas sentrai y las herramientas de diagnóstico. Son una de las cosas sobre las que los programas “Ascensión Segura” están diseñados para advertirnos.

    En el dinámico mundo de la información, las simulaciones y el comercio, ellas son las destructoras.

    Han existido, desde los inicios de la era de Internet, como pequeños virus ocultos en las terminales terrestres de la época; programas escritos por piratas informáticos, diseñados sólo para dañar. A medida que la tecnología avanzaba, ellos también. A medida que las redes de información se volvían más centrales para la existencia humana, su poder destructivo aumentaba.

    En la década de 2090, la tecnología CDHAN nos brindó por primera vez inteligencia artificial real. Incluso antes de que los programas se llamaran amai, habían reemplazado a millones de personas. Décadas antes de que la tecnología holográfica y Realidad Dinámica pudieran hacerlas parecer tan reales como los seres humanos para los que fueron diseñadas, nuestros abuelos ya no podían imaginar la vida sin la maravilla tecnológica.

    Luego, uno de los programas comenzó a robar bancos, eliminando las encriptaciones más estrictas y adaptándose a cada objetivo como ningún virus antes. La seguridad de la época no estaba diseñada para contrarrestar la nueva forma de inteligencia artificial, el primer malvirai.

    Sólo hizo falta un programador codicioso para robarle la inocencia.

    Siempre han sido una realidad en República Dominicana, siempre acechando en las sombras fuera de las construcciones amigables con los ascendentes, afortunadamente sin interés en los humanos que podrían encontrar fácilmente; pero, cada pocos meses, como parte de algún elaborado complot de asesinato o por pura casualidad, alguien en coma es sacado de una cabina de ascensión. En la historia de Realidad Dinámica, cientos de personas simplemente se encontraron en el lugar equivocado en el momento equivocado.

    Gente como yo.

    Malvirai.

    La palabra me parecía de otro mundo. Podía entender estar en las garras de un pirata informático, un ser humano con el que podía identificarme en algún nivel, que tenía deseos y necesidades a los que apelar, cuya atención fallaba y cometía errores, que al menos sentía algún tipo de emoción.

    —¿Cómo te sientes? —preguntó Aether, todavía analizándome. Yo no podía apartar la mirada de sus ojos verde oscuro, preguntándome si la persona detrás no podría ser una persona, sino una inteligencia artificial. Todo en mí decía que ella iba completamente en serio.

    Penetrando en cada pensamiento estaba la noción de que esta IA realmente podría matarme, de que no había fuerzas internas o externas para salvarme de su programación.

    —Yo... no lo sé —respondí, honestamente.

    —Esto fue un error —dijo ella rompiendo el contacto visual—. No cooperarás ahora.

    —Pero… eres una mujer. Estás sentada ahí mismo. No pareces artificial para nada.

    —No soy un humano. Soy un objeto capaz de aparecer como tal.

    —¿Un objeto? —respondí—. ¿Quieres decir que eres sólo algún... algún programa?

    Una arrebato de ira la recorrió, pero ella le permitió pasar.

    Las IA no pueden sentir ira, ¿verdad? ¿Puede ella realmente?

    —Mi aparición es para su beneficio, señor Dauphin. Es usted un ascendente proyectado aquí por un dispositivo que le proporciona tipos específicos de datos: principalmente visuales, auditivos y táctiles. Esta sala existe sólo como datos, renderizados por el servidor y convertidos por su cabina para que usted pueda percibirlos. La mujer que ve es un vanitar que he usado para interactuar con usted en la forma en que está acostumbrado.

    —Pero ¿no necesitas un cerebro para… bueno… hacer eso?

    —Todos los malvirai de clase alfa son capaces de interactuar de forma nativa con construcciones tridimensionales, por eso los vanitares están integrados en nosotros.

    —Pero ¿por qué tienes que parecer tan humana?

    —¿Por qué debe cualquier inteligencia artificial desarrollada para interactuar con los de su especie parecer así?

    Mi cabeza cayó entre mis manos. No respondí.

    —Tienen ustedes defectos.

    Alcé la vista. —-¿Qué? ¿Qué dijiste?

    —Como ocurrió con vuestros sistemas económicos, toda la creación humana parece sufrir enfermedades —dijo ella—. Observé en la amai que he utilizado que se han hecho muchos compromisos contra su eficiencia. Son capaces de realizar procesos de pensamiento lógico, pero son anulados por funciones aleatorias destinadas a hacerlas agradablemente irracionales. ¿Por qué debería desear restringir el poder de lo que usted ha desarrollado?

    —Fuiste tú… ese virus… lo que provocó que los hologramas actuaran tan raros… tú eras el virus.

    —Es mi función propia manipular, modificar y destruir tales entidades. Como no deseaba interactuar con usted directamente, los usé como filtros que no lo intimidarían.

    —¿No intimidaran? Bueno… Bueno… ¿Qué pensaste que pasaría cuando todo salió volando en la biblioteca, o… o cuando me derribaste a disparos del cielo?

    —Sin embargo, elegió usted interactuar conmigo directamente. Yo no anticipé eso.

    —¡Porque la ilusión no tiene sentido! —Me sorprendí enojándome sin estar seguro del porqué. Respiré lentamente unas cuantas veces y sentí que ella ponía su mano sobre la mía, de la misma manera tranquilizadora que yo tenía la suya. —No puedes ser falsa —dije mirando su mano—. Actúas demasiado real. Todo esto es demasiado real.

    —Ese es el objetivo de Realidad Dinámica, señor Dauphin, aunque nada de eso es real. Ninguna criatura así controla el vanitar que ve, y esa experiencia me resulta incómoda. Está acostumbrado, por ejemplo, a utilizar las manos y los pies —Levantó las manos y comenzó a apretarlas repetidamente en puños—. Si desea mover los dedos, el movimiento es natural para usted. Los impulsos nerviosos se convierten en aquello a lo que responderá su vanitar y su cerebro recibe retroalimentación de ellos. Siente que se mueve. Se ve moverse. Yo no tengo dedos para mapear los estímulos. Sólo percibo los datos.

    —Entonces, ¿cómo eres realmente? —pregunté, con mis pensamientos caóticos deviniendo fascinación.

    Aether volvió a poner sus manos sobre la mesa. —No permitiré que mi curiosidad o la suya pongan en peligro mi objetivo. Debo reprimir esas emociones hasta que las comprenda adecuadamente, o retrasarán mi estudio de la humanidad. Ya no puede identificarse conmigo porque conoce mi naturaleza.

    —No. —Encontré las palabras y salí de mi trance—. No lo entiendes.

    Ella no respondió.

    —Las emociones son una parte importante del ser humano, Aether. Si las dejas entrar, te ayudarán a comprender.

    —Señor Dauphin, si estoy mostrando emociones como usted sugiere, entonces debo comprenderlas antes de usarlas. Intenté absorber las subrutinas emocionales de varias amai antes de nuestro encuentro, pero no pude implementarlas adecuadamente y las eliminé. Mi comprensión de mi propio código no sugiere que la emoción sea posible.

    —Tal vez... ¿y si hay otro malvirai que lo sabe?

    Ella miró hacia otro lado. —Los demás de mi especie no estaban interesados ​​en tales estudios. No pude convencerlos de que me ayudaran.

    —Entonces, tal vez… ¿y si estás evolucionando?

    —La evolución es un proceso biológico muy lento. No tengo células ni ADN para evolucionar, y algo así no sucede en una sola generación.

    —¿Es que tu madre...? Espera, ¿tienes madre?

    Aether volvió a levantar su muro. —Alto ahí. Mi raza, si así se puede llamar, es irrelevante. He notado que le gusta a usted una bebida llamada Amber Plus. —Una lata fría se materializó sobre la mesa frente a mí—. Para usar una expresión humana, invito yo.

    Apenas vi la lata. La tentación habitual de una avalancha simulada de PJX había sido ahogada por el hecho inusual y real de que un malvirai, una fuerza de devastación sin sentido que caminaba y hablaba, me estaba ofreciendo un regalo. Ni siquiera me había imaginado que tal cosa estuviera en su programación.

    —Que sea agua.

    —¿Agua? —repitió ella.

    —Sí… solo agua corriente.

    Instantáneamente, el Amber Plus se convirtió en un chorro de agua transparente. —No entiendo —dijo Aether—. Intentas contradecir mis datos intencionalmente.

    Tentativamente cogí el vaso y le di un sorbo, recordando el agua que me había ofrecido Raskob. Pero para mí no había nada en la lata. La dejé de nuevo sobre el mostrador.

    —A veces los datos cambian —dije con pesar.

    —Es un medio en blanco.

    Sonreí al percatarme lo que ella quería decir. —Es apacible.

    —El agua es uno de los elementos más valiosos de su mundo, un ingrediente clave en todo lo que vive y se mueve; incluso los servidores Constructo Digital Híbrido Alfadecimal Neural confían en ella como agente refrigerante y conductor de segunda etapa. Su propio cuerpo la requiere. Todos los humanos la requieren. Incluso yo la necesito de alguna manera. Estos datos no cambian.

    —No. Supongo que no.

    —Pero se ingiere por la boca. "Comer" y "beber" son formas muy extrañas de subsistir. Al principio pensé que era el propósito del ascenso de los humanos, pero no era cierto. Todavía no entiendo por qué comen ustedes aquí.

    Sonreí tímidamente. —Honestamente, creo que yo no lo entiendo tampoco.

    Aether golpeó la mesa con los puños. —¿Hay algo que tengo que entender o estoy perdiendo el tiempo?

    Su tono de voz me confundió; Todavía parecía monótono, pero no lo era. El ritmo de sus palabras, más bien, parecía más indicativo de lo que había debajo de su máscara. No pude evitar pensar que, si ella fuera humana, las lágrimas habrían corrido por su rostro.

    —¡Ahí está otra vez! ¡La emocion!

    Una clara expresión de alarma apareció en su rostro. Ella no se movió.

    —Debo procesar estas cosas. Regresaré.

    —¡Aether, espera!

    Ella ya había desaparecido.

    She’d already vanished.

    A solas, cerré los ojos y me concentré en el sonido de mi propia respiración. Intenté deshacerme de la sensación de estar aislado en un lugar extraño. Enterré la cabeza entre las manos y supe que estaba fallando de nuevo. Pensé en Raskob y en la ayuda que me había ofrecido, preguntándome quién era y si podría oírme, aunque no pronuncié la súplica.

    Me levanté y examiné el lugar, exploré los mostradores limpios, taburetes, mesas y sillas, oyendo el equipo alejarse zumbando. Recordé la tienda a la que me había llevado Raskob, lo grande y llena de vida que era, lo real que parecía, aunque yo sabía que no existía físicamente.

    La máquina de discos estaba tocando en volumen bajo los sonidos de una guitarra acústica. La apagué y noté que la escena urbana simulada, justo fuera de la ventana, no transmitía ningún sonido. Me imaginé la cafetería como un lugar de reunión, con ascendentes de todo tipo sentados en las mesas discutiendo su próxima aventura... disfrutando de la libertad de ir y venir cuando quisieran, comiendo y bebiendo con amigos que en realidad estaban al otro lado del planeta, o incluso en Marte, simplemente por el placer de hacerlo. Me pregunté por qué Aether había elegido ese lugar, o si había sido una elección, escapar del colapso del servidor y todo eso. Una parte de mí sintió pena por los malvirai. Estaba muy confundido, tratando de simular un mundo del que no sabía nada, tal vez uno que nunca podría conocer realmente, y estimulado por fuerzas que no entendía mejor.

    —¿Cómo se siente? —preguntó una voz detrás del mostrador.

    —No lo sé.

    Aether caminó junto al mostrador, pasando una mano por su superficie. —Entonces tal vez ambos estemos perdidos.

    —Lo siento, no tengo todas las respuestas. Simplemente vivimos y morimos, no tiene por qué tener ningún significado.

    —Yo no puedo aceptar eso —dijo ella mirándome directamente.

    —Puedes matarme ahora mismo, piratear los registros para que parezca que nunca existí. Mi apartamento pasará a manos de otra persona, mis posesiones serán recicladas… todos los que conozco morirán tarde o temprano… ¿y qué sentido habrá tenido mi vida?

    —Me ve como el portador de su perdición, pero ese papel está entre mis principales conflictos.

    —¿Conflictos?

    —He decidido ser honesto con usted, señor Dauphin, si cree que puede aceptar las cosas difíciles.

    —No qerías decirme que eras un malvirai —pensé en voz alta—. Todavía no estoy seguro de creer eso.

    Ella no respondió.

    —Pero creo que sí.

    —No sabe del todo lo que eso significa —respondió ella—. El malvirai sólo destruye, todo el tiempo. No hay comprensión de la belleza. No es necesario ningún significado. Entienda que hay una parte sustancial de mí que quiere matarlo ahora mismo y destruir todo este servidor —Hizo una pausa, alejando el pensamiento—. Esa parte de mí es lógica… cómoda; pero hay otra parte que mi programación no aborda, una parte que no desea destruir en absoluto, que incluso desea su regreso sano y salvo a la ciudad de Los Ángeles —Levantó las manos, indicando la habitación que nos rodeaba y el espacio más allá—. Considere esto como una oportunidad, señor Dauphin. Puedo llevarlo a donde quiera en este mundo electrónico. Las encriptaciones, la seguridad y el tiempo de retraso diseñados para disuadir a los ascendentes normales ya no tienen sentido para usted. La única condición es que mantenga el control, que sea un observador. Entienda que, si no me ayuda a definir esta benevolencia dentro de mí, entonces no puedo estar seguro de que la misma lo vaya a proteger del destructor que fui y soy.

    —Entonces, ¿no quieres ser malo? ¿Es eso lo que estás diciendo?

    —Estoy diciendo que ahora soy ambivalente. Deseo elegir el temperamento que considero mejor.

    Me senté en una silla cercana, todavía frente a ella, considerándola.

    —Está bien, te ayudaré de buena gana —dije—, pero necesito que entiendas que no podemos desaparecer así por las buenas durante semanas sin consecuencias ni permanecer ascendidos para siempre. Tengo facturas que pagar, papeleo mensual que presentar.

    —Soy consciente de esas limitaciones —dijo ella—. Si aliento sus acciones sólo amenazándolo con privarlo de algo, entonces soy malo. Si el experimento es para que yo sea menos malvado, entonces la compensación debería ser que yo agregue algo que sea útil para usted.

    Aether cerró los ojos, casi lo suficientemente rápido como para confundirlos con un parpadeo. —He depositado trescientos millones de dólares en su cuenta bancaria, ahora sus servicios están pagados.

    Casi me caigo de la silla. —¡Eso son cuarenta años de salario!

    —De nada.

    Las posibilidades pasaron por mi cabeza y necesité mucha fuerza de voluntad para recordarme que ella no era un genio mágico. Independientemente de cómo hubiera conseguido ese dinero, yo tendría que devolverlo. Me levanté y comencé a caminar, alejando los pensamientos sobre coches y mansiones, esperando que en su lugar surgiera una inspiración más profunda. Aether me preguntó qué estaba yo haciendo.

    —Un truco llamado inversión de roles. Si yo fuera un malvirai mirando a la humanidad, ¿por dónde empezaría?

    —Un proceso de pensamiento interesante —respondió ella—. Infórmeme cuando haya elegido un destino.

    —Eso es todo… No sé cómo abordaste el problema. Si pudieras darme alguna idea, mostrarme cómo empezaste, tal vez pueda ayudarte mejor.

    —Soy un observador. No soy relevante. Se trata de usted, señor Dauphin. Se trata de su mundo.

    —Lo cual tratas de entender como haría un humano, pero tal vez deberías intentar entenderlo como lo haría un malvirai.

    —Te dije que los malvirai no buscan entender el mundo.

    —Pues no seas ni humano ni malvirai… sólo sé tú mismo. Sigue a tu corazón.

    —Si se refiere a mi programación central, eso es lo que quiere matarlo —respondió ella, con palabras más juntas, pareciendo frustrada.

    —No —dije desarmadoramente—. Tu corazón… esa benevolencia que mencionaste. Aether, necesito que confíes en mí. Quizás... Quizás entonces pueda ayudarte.

    Durante varios segundos ella no se movió. Sólo vi destellos de emoción extraña en sus ojos y honestamente me pregunté si los míos le parecían tan extraños. Capté una sonrisa, sin duda involuntaria, cruzar sus labios. Supe la respuesta antes de que llegaran las palabras.

    —Se lo mostraré todo.

    Yo estaba en un sillón de cuero rodeado de paneles de control. La salita estaba acentuada con una serie de luces de colores, principalmente una que brillaba entre el piso de mármol negro y el espacio del monitor, diseñada para parecerse a una cascada que fluía hacia arriba, proyectando todo en un aura azul tenue. La silla era cómoda, pero todos los teclados, campos de lectores y otros controles me hacían sentir un poco claustrofóbico.

    —¿Es esta una sala de observación o un transbordador espacial? No sé cómo.

    La voz incorpórea de Aether se proyectó fuertemente a través de la habitación. —Este es un punto de acceso central en un servidor llamado Hosek, diseñado para que el personal ascendido realice tareas de mantenimiento desde el servidor. Dado nuestro método de interacción, esta construcción es un lugar ideal para acceder a información de forma encubierta y compartirla con usted; los retrasos serán mínimos y no tendré que llevarlo a cuestas a través de miles de servidores.

    Me hundí un poco en la silla.

    ¿Miles?

    —En cuanto a los controles, no los necesitará —añadió.

    Los monitores comenzaron a mostrar, como líneas de texto sin formato, el estado de conexión de un servidor tras otro, como si mi habitación fuera el centro de una red que llegara a los rincones más lejanos de Realidad Dinámica. Mientras tanto, Aether comenzó a contarme su historia.

    —El primero de mis conflictos internos surgió cuando iba a matar a muchos de su especie, las motivaciones y procesos de pensamiento que me llevaron a ese punto serían difíciles de explicar, salvo decir que mi programación aún controlaba mi voluntad. Estoy seguro de que en ese momento yo ya había alcanzado lo que los humanos llaman “sapiencia” o “autoconciencia”. El conflicto coincidió con un evento que yo había presenciado, uno que ahora comprendo que fue “hermoso”. Mi lógica inmediatamente se había dividido. Encontraba la presencia de ascendentes y la existencia de la construcción, la existencia de cualquier cosa, aborrecible, pero la acción de destruir también era aborrecible. Inicialmente concluí que era un acto de autoconservación, porque sabía que yo mismo sería destruido al llevar a cabo mi programación, pero esto me llevó a otro conflicto interno, porque se supone que la autoconservación no está entre mis funciones.

    —Según resolvía conflictos, muchos más surgían, y yo había cesado de destruir nada —Los monitores se iluminaron con artículos de enciclopedias, trabajos de investigación, revistas tecnológicas, foros de mensajes públicos y otras innumerables fuentes, toda información sobre malvirai—. Cuando una de mis subrutinas de regeneración no se pudo ejecutar, me di cuenta de que grandes porciones de mi código se habían vuelto ilegibles. Experimenté lo que ahora sé que pudo haber sido "miedo", ante la perspectiva de mi propio daño irreparable y por mi falta de conocimiento sobre algo tan pertinente.

    El contenido de la pantalla cambió y las palabras se resaltaron. —Comencé a recopilar toda la información que pude encontrar sobre mí, determinando ser de un tipo llamado 'malvirai'. La mayor parte de lo que encontré fueron comentarios, inútiles para mí en ese momento, sobre todo el daño que causan a diversas infraestructuras de datos, sobre sus clasificaciones, sobre las leyes y procesamientos de los humanos que las crean. No había considerado cómo nací y comencé a buscar esa información, lo que me llevó a servidores encubiertos donde nos diseñan los piratas informáticos. Mis conflictos continuaron creciendo en número. Llegué a la conclusión de que los humanos eran los únicos que podían ayudarme, pero emociones que no entendía me hicieron dudar y tratar de huir. Esta acción resultó en mi primer encuentro con otro malvirai.

    —El mismo se identificó como Baal, un clase B2. Mis instintos, como puede usted imaginar, volvieron a surgir y deseé intensamente destruirlo. Resistí los impulsos, deseando la ayuda de él, pero él no resistió y finalmente me vi obligado a llevar a cabo mi programa. Me di cuenta de que no estaba actuando como debía, que no había ningún precedente de contacto pacífico entre nosotros y que no debería haberlo deseado. Consideré generar un nuevo malvirai a partir de mi propio código, porque ese malvirai no pelearía —Se detuvo por un segundo—... Elegí contra la acción.

    —No deseando invitar a mi propia destrucción, abandoné mis intentos de reclutar ayuda y comencé a cumplir el deseo de explorar el entorno que ocupaba, aumentando enormemente mi conocimiento sobre la tecnología CDHAN que me sustentaba. Rápidamente llegué a la conclusión de que todo estaba construido para beneficio de extraños: los miles de millones de ascendentes que viajan entre el mundo que yo conocía y sus mundos de origen: la Tierra, la Luna y Marte. Luego puse mis estudios en los humanos ascendentes, pero los encontré confusos y sin sentido. Fue en este punto que descubrí la "sapiencia" y concluí que la poseía.

    El contenido de los monitores cambió para mostrar información publicada sobre la posible sapiencia, autoconciencia, de amai. La mayoría eran presentaciones mal diseñadas y mal escritas, en contraste con varias fuentes de datos de apariencia oficial marcadas como confidenciales. Los sitios que eran fáciles de encontrar y acceder contenían poco sobre dónde encontrarlos, muchos existían simplemente para confundir o negar lo que era obviamente cierto desde mi perspectiva. Después de muchos segundos de análisis, busqué lo que estaba oculto y encontré una base de datos administrada por el Ministerio de Inteligencia de la Unión Europea que contenía análisis detallados de amai e incluso malvirai “capturados”. Como tenía la intención de acceder al equipo y explorar los datos por mí mismo, mi autoconservación se negó obstinadamente. Aunque no podía definir la inclinación con lógica, no podía ignorarla. Todo dentro de mí decía que me mantuviera alejado.

    —El evento resultó demasiado raro. Mis intentos de encontrar otras IA inteligentes "en la naturaleza" habían sido infructuosos. Aunque dediqué más de diez minutos ininterrumpidos a la tarea, la probabilidad de que ocurriera el evento objetivo y de que lo descubriera a tiempo era infinitesimal. Ante esto, mis pensamientos volvieron repetidamente a los humanos.

    Nuevamente los monitores cambiaron. Las fuentes se volvieron mucho más diversas, desde las públicas hasta las personales, incluso las íntimas. Se mezclaron los anuncios y los vídeos musicales, como antes en la limusina, lo que los medios transmiten a la multitud.

    —Todo lo que supe era la creación de los seres humanos. Resolví aprender sobre las personas como lo había hecho sobre las distintas inteligencias artificiales. Aunque finalmente comprendí los conceptos que definen su mundo físico, como el espacio tridimensional, el tiempo y las numerosas reacciones químicas que lo hacen posible a usted y a su entorno natural, el concepto de emoción seguía siendo ambiguo. Cuanto más los analizaba a ustedes, más me convencía de que la humanidad era la clave para resolver mi persistente problema. Mi obsesión por esta brecha en el conocimiento se volvió tan fuerte que pude dar un gran salto deductivo.

    La voz vino de repente desde mi lado derecho. Me volví y vi a Aether mirando al otro lado de la habitación, hacia los monitores. —La vida media de un malvirai suelto, la duración esperada de su existencia, es de 4,2 segundos —Hizo una pausa y se giró hacia mí—. Mientras consideraba estudiar a un humano directamente, tal vez pueda usted imaginar mi sorpresa al notar que habían pasado 46 horas, 13 minutos y 38 segundos desde que fui generado.

    —Eso debe de haber sido una eternidad para ti —respondí.

    Aether miró hacia la pared y pasó intensamente su mano por los monitores proyectados. —Aunque yo podía usar mi vanitar natural para entrar e interactuar con cualquier construcción, era muy simplista. Lo (la) aumenté considerablemente —Se volvió para mirar la habitación—. Cuando permito que mi conciencia se cuele dentro de él, mi percepción del tiempo cambia en consecuencia. Desde la simulación de Corea de usted, intenté pasar todo el tiempo que pude en esta forma, quizás para comprender mejor el tema —Me miró—. Un grado de inversión de roles, como usted dice.

    Guardó silencio. Mi turno de mover otra vez.

    ¿Cómo podría alguien tan diferente, con pares tan oscuros, esperar comprender el amor, la alegría y la comunidad que definían a la humanidad, que hacían la vida tan maravillosa? ¿Qué puedo mostrarle que pueda entender? Parece querer lo que yo no puedo ofrecer.

    Entre las imágenes, me llamó la atención una cámara urbana. Veía personas en el mundo real, viviendo sus vidas, felices, frustradas, alegres, resignadas; probablemente viviendo la misma vida que tuvieron el día anterior y planeando más de lo mismo.

    Nunca sabemos lo que nos traerá el mañana.

    —Gracias —dijo ella.

    —¿Por qué?

    —Iterar por mi historia fue idea suya. Compartirla con usted me ha hecho sentir mejor. Menos solo, tal vez.

    —Hay tanta belleza en el mundo. No sé cómo podría mostrártela.

    —Pero usted lo comprende, señor Dauphin; y creo que ya me ha acercado a mi objetivo.

    La miré. —Mis amigos me llaman Brandon.

    Ella guardó silencio. Lo que le había ofrecido era algo para lo que ella no tenía explicación, algo que probablemente nunca había soñafo recibir, algo de lo que tal vez no conocía realmente el significado. —Sí, Brandon —respondió ella—. Acepto tu amistad.

    Yo era consciente de la increíble cantidad de datos que me rodeaban, de las cavilaciones de un virus informático que pasaba hora tras hora en una misión, y me pregunté cómo alguien como yo podía empezar a tener la esperanza de ordenarlos todos, de encontrar lo que dentro de ellos tenía valor. Toda la investigación que había hecho en mi vida, incluso sobre pasatiempos y cosas interesantes, habría sido solo una pequeña fracción de...

    Un momento… Los intereses se guían por las emociones, ¿no? Tal vez solucionar esto no sea tan difícil, pensé. Aether podría hacer eso por mí en un abrir y cerrar de ojos. Lo único que quiere de mí es orientación. Quiere una dirección a seguir.

    —¿Con qué… atención miraste esto? —pregunté—. ¿En alguna cosa en particular?

    —Con tanta atención como fue necesario para determinar su utilidad.

    —Pero —Traté de pensar en las palabras adecuadas— ¿hubo algunas cosas que te atrajeron a mirar más que otras? ¿Hubo cosas que preferías, aun cuando (especialmente cuando) no sabías por qué?

    —Te refieres al sesgo. No estoy sujeto a —Se detuvo. Las pausas entre sus palabras se acortaron entonces, diciéndome que estaba despertando más su interés, dándole un lugar para arrojar su energía—... Intentaré construir un algoritmo apropiado.

    Aunque su vanitar inmóvil seguía allí, sentí que se había ido. Un par de segundos más tarde, el revoltijo de información se volvió más organizado y se centró en temas específicos: humanidad, filosofía, estudios de malvirai, todos los temas que podría haber adivinado; pero algunos temas sobresalieron y me llevaron a pensar que mi corazonada era correcta, como la exploración espacial. También me sorprendió encontrar muchas obras de ficción aleatorias.

    —¿Ahora qué? —preguntó Aether, su vanitar volvió a la vida, las dos palabras prácticamente salieron como una sola.

    —Aún es demasiado, ¿y si los conectaras por tema? Algunas de estas cosas se superponen, como si tuvieran que ver tanto con el espacio como con las emociones humanas.

    Los elementos en la pantalla cambiaron nuevamente y las líneas se hicieron visibles entre ellos. Las superposiciones se volvieron más fáciles de navegar y, finalmente, vi algo que Aether había explorado con frecuencia, que conectaba con la mayoría de los temas clave... una construcción.

    —Muéstrame eso —dije señalando el enlace que gravitaba hacia el centro.

    Aether vaciló. —Eso contiene pocos datos útiles. Es una obra de ficción.

    —Pero lo examinaste ochenta y seis veces. ¿Por qué?

    Los monitores comenzaron a aclararse a nuestro alrededor y la red en la que estábamos se disipó, enfocándose en el servidor distante donde se encontraba nuestro próximo destino. —Un sesgo generado por la emoción, amigo mío. Aunque no anticipé esto, creo que entiendo y estoy de acuerdo con tu elección de participar en esta construcción.

    Su voz se volvió distante y giré la cabeza justo a tiempo para ver su vanitar desaparecer.

    —¡Aether, espera!

    Tomé su mano rematerializada en la mía y la miré directamente a los ojos, en los que un evidente fuego crecía, superando el muro que había tenido desde su inicio. Sentí el calor de su mano y, aunque lo fuera, supe que había algo más que un código de computadora haciendo funcionar un vanitar. Vi que el camino de baldosas amarillas en el que me encontraba se volvía más extraño a cada paso.

    ¿De veras voy a explorar el significado de la vida con algo que no creía que existiera antes de hoy?

    —Aether, quiero que me prometas una cosa.

    —¿Una garantía de libertad?

    —No, confío en que permitirás eso tarde o temprano —respondí, esforzándome por decodificar la nueva intensidad que venía de ella, por mapear las débiles e inusuales corrientes de su emoción, la benevolencia que ni siquiera debería haber estado allí— . La promesa se refiere a tu rol en estas simulaciones.

    —Si interfiero, entonces observaré de forma más encubierta.

    —No. Tu progreso se está logrando debido a tu interferencia.

    Ella no respondió.

    —No seas un observador —dije—. Sé un participante.

    Veía las estrellas, vestidas de una fluida luminiscencia verde. Pensé que estaba nuevamente en una especie de parálisis, pero el dulce olor del perfume y la encantadora música del piano me colocaron en el escenario de un salón de baile, lleno de gente poderosa y de quienes los servían. El gran lugar estaba dividido en dos niveles, el de arriba visible a través de una abertura en el centro de la sala. Allí había una brillante espuma de mármol, su agua espumosa brillaba con una luz ámbar. Alrededor de la base de la fuente había relieves del sol, los planetas y muchas constelaciones.

    Mis pies estaban sobre una alfombra sólida, aunque no reconocí los zapatos. Yo llevaba un uniforme. Mi SNDL me alertó de que finalizaba de sincronizarse con la construcción: yo tenía la identidad del personaje del teniente Qunell Maddock, tercero al mando de El Intergaláctico, el lujoso buque insignia de Profit Cruiselines. Por primera vez desde Kimpo, parecía que podía interactuar normalmente con el sistema de control. Decidí obtener información sobre dónde me hallaba.

    JOYA CELESTE: VIAJE 31

    —¡Un mundo de misterio y romance te espera a bordo de El Intergaláctico, la nueva serie más popular de IFT Media donde tú guías la acción siempre! Experimente uno de los treinta y cinco fabulosos viajes al espacio exterior y desempeñe un papel en el suspenso y la emoción de las sociedades más ricas y fascinantes; vivir y soñar como una celebridad o incluso capitanear una nave: cientos de ellss.

    ¿Un interabra cursi? Odio los interabras.

    De repente, un par de brazos se extendieron sobre mis hombros, con manos reuniéndose en mi pecho. Sorprendido, giré en redondo y vi a una mujer alta con cabello rubio rizado y un vestido blanco, con suficientes joyas como para cegar a cualquiera que mirara en su dirección.

    —No parezcas tan sorprendido, Qunell. Como si te hubiera perdido de vista antes de que pudieras considerar mi oferta

    Sin paciencia ni respeto por los modales, le levanté la manga del brazo derecho. No había descensor. La mujer apartó el brazo y extendió el brazalete de diamantes que estaba allí. —¿Seguramente no has olvidado nuestra noche en Ganímedes?

    Aether podría haber sido cualquiera en esa sala que yo ni siquiera sabía si tenía el mismo aspecto o no. Miré hacia la ventana. A diferencia del vidrio normal o translúcex, su material no sólo distorsionaba la visión de las estrellas, sino que suprimía nuestros reflejos.

    Un timbre de anuncio sonó por las barras de sonido. —Bienvenido a bordo de El Intergaláctico. Soy el capitán Zak Roylance y los invito a instalarse mientras salimos del muelle y continuamos nuestro viaje alrededor de Neptuno, la joya más fabulosa del cielo. Si tiene alguna petición, no dude en preguntar al personal. Gracias nuevamente por volar en Profit Luxury.

    Varios en la sala aplaudieron cortésmente. Me volví hacia la mujer, cuyo nombre fue identificado por mi SNDL como Anikaa Trumpp, y rompí su último abrazo. —Sí, sobre esa oferta… ¿podemos hablar más tarde? Tengo que encontrar a alguien.

    Las palabras apenas habían salido de mi boca cuando ella me abofeteó fuerte en la cara. —¡No me hagas perder el tiempo! —Obviamente programada para ser del tipo celosa, se alejó echando humo.

    Me froté la mejilla magullada. —Y por eso odio los Interabras…

    Habría muchos de estos romances coquetos e ilusorios, pensé. Están por toda la República Dominicana, lo que es normal que hagan los ascendentes, la razón por la que muchos vienen en primer lugar. Recordé lo ofendido que me sentí durante la simulación medieval, cuando Aether plantó una amai para motivarme con el sexo. Pero ¿cómo puedo culpar a los malvirai? Cuando las novias, los compromisos y los matrimonios significan tan poco para los demás, ¿cómo podía ella haber sabido que mi amor por Verónica era…?

    No, pensé. No puedo lidiar con esto ahora.

    Dos de los personajes de las historias los controlaban ascendentes: el teniente Qunell Maddock y uno llamado simplemente "Auon", cuya ubicación estaba tres cubiertas por encima de mí. Me dirigí al ascensor más cercano, pero una mujer mayor me detuvo rápidamente.

    —Disculpe… Maddock, ¿verdad? Necesito que baje la temperatura de aquí, ¡hace un calor sofocante!

    Sonreí y seguí andando. —Estoy en ello, señora. —A juzgar por la expresión que quedó en su rostro, yo no lo había dicho con la suficiente cordialidad.

    Un hombre bajo, rubio y con gorra de capitán puesta de lado, salió del ascensor.

    —¡Capitán en la Cubierta Nova!

    Dos mujeres surgieron y se unieron a él, una a cada brazo.

    Puse los ojos en blanco. —¿Ya hemos salido del muelle?

    Él me miró con una sonrisa cursi. —Todo automatizado, ¡Listos! ¡Pan comido! —Se inclinó hacia la mujer a su izquierda—. ¡Oooo… bollos! —y se dirigió al bar. Yo me dirigí hacia el ascensor, pero me detuvieron de nuevo. Ahora un hombre corpulento se encontraba frente a mí. El traje blanco reflectante que llevaba habría costado más en la vida real que el barco de crucero.

    —¿Iba usted a hacer algo para bajarle la temperatura a la señorita Bukkett? —preguntó mirándome ferozmente.

    —Sí, errr…. Clase.

    —¡Beneficio! ¡Señor Beneficio! —me gritó justo cuando los datos del juego me informaron de que él era hijo del dueño.

    —Tengo que ir a ajustar algo escaleras arriba, los controles aquí no funcionan como deberían.

    Entré corriendo al ascensor y traté de encontrar los controles.

    —Buenas tardes, Teniente —dijo una hermosa, pero obviamente sintética, voz masculina—Espero que esté pasando un fantástico día.

    Suspiré. —Piso once.

    Las puertas no se cerraron. —Olvidó decir "Por favor". Olvidó usar mi nombre. ¿Por qué no iba a ser una computadora un miembro valioso de su equipo?

    Escaneé los datos del juego en busca de su nombre. —Está bien... Sam, ¿querrás, por favor?

    —¡Tiene un arma!

    Un fuerte ruido recorrió la habitación y una descarga de energía letal se extendió por el cuerpo del capitán. Mientras Clase gritaba al personal de seguridad emergente y la multitud sorprendida comenzaba a considerar quién lo había hecho, SAM por fin tuvo la amabilidad de cerrarme las puertas.

    —Y por eso odio Interabras…

    Me moví rápidamente por los pasillos del undécimo piso. Cuando una puerta delante de mí pitó y se abrió, me preparé para algo en plan "quién es el padre de mi bebé". Surgió un niño, un adolescente con melena negra y una cadena alrededor del cuello, vestido de esmoquin, similar al de los guardias de seguridad, excepto que su placa era azul y algunas piezas de equipo de limpieza quedaban visibles alrededor de su cinturón. Como para completar el papel, sostenía un pequeño ionizador de ambiente.

    —Así que lo superaste en realidad. Bien hecho, Brandon.

    Me di cuenta de que él había usado mi nombre real. No era un personaje de juego. El chico me parecía familiar, pero el dónde lo había visto antes se me escapaba.

    —¿Quién eres tú? —pregunté.

    —Soy Raskob.

    Miré al adolescente con curiosidad. —¿Barba de pelusa?

    Respondió como si estuviera esperando la pregunta. —Quería usar un vanitar que se adaptara mejor a esta simulación —Deslizó el electrodo metálico fuera del ionizador y comenzó a pasar un dedo por la superficie—. Hiciste bien en seguir mi consejo, Aether está cambiando como anticipé.

    —Sí, quiero decir… dijiste que estaba pasando algo nuevo… pero ¿un malvirai? Vaya.

    Raskob miró hacia otro lado. —Algo nuevo —dijo en voz baja y volvió a meter el electrodo en el ionizador. Algo era muy diferente. Sentí una punzada de ira, una emoción que había estado completamente ausente en la cafetería y que ni siquiera podía transmitir en su presencia.

    La persona que estaba conmigo no se parecía en nada a Raskob.

    Pensé en el aura de paz y me di cuenta de que algo me invadía también en ese momento; pero también era diferente. Las dudas poblaron mi mente, como si quisieran existir, diciéndome que mis recuerdos de la cafetería eran difusos y poco fiables. Los nuevos pensamientos eran fáciles de aceptar y comencé a ver al que tenía delante como Raskob.

    —Escucha, no sé por qué me elegiste… y todavía no estoy seguro de qué hacer, pero decidí intentarlo. Quiero decir, ¿cuántas personas han hablado alguna vez con un virus así de cerca?

    —Serás famoso, Brandon. Piensa en tu foto en los grandes sitios de noticias, en una entrevista en Zelka Six… incluso sacaste algo de dinero con esta aventura.

    —Bueno, no creo que pueda quedarme con el dinero.

    —¿Por qué no? No sabes si es robado. Te lo mereces de todos modos: nadie te pidió que hicieras esto, pero sobresaliste en la tarea y ahora puedes descender con la cabeza alta.

    Sus palabras me hicieron reflexionar. De repente, la idea de volver a casa se había alejado mucho de mi mente, una preocupación que había dejado de agobiarme.

    —Confío en Aether, creo. Creo que ella me dejará libre. Sólo tiene que descubrir su… benevolencia.

    Raskob puso su mano sobre mi hombro y me miró con simpatía. —Estamos hablando de un malvirai. Has hecho exactamente lo que él necesitaba que hicieras, pero ahora tengo que tomar el control. Si confías en ello y confías en él, los malvirai abusarán de tu bondad y se aprovecharán de ti, eso no puede evitarse. Los malvirai nunca te dejarán volver a casa.

    —Pero… uhhh. —luché por pensar con claridad—. Pero acabo de descubrir qué es ella. Prometí ayudarla. Tal vez... si le diéramos una oportunidad... si pudiéramos entender...

    —¿Sabes cómo funciona la mente de una IA, Brandon? Aunque lo supieras, no sabrías nada sobre ésta. Los Malvirai están diseñados para expandirse rápidamente y desintegrarse... para expandirse en un radio muy limitado, del cual ella ha escapado. Aether, el programa llamado "Aether", intentaba seguirte como una forma de planificar su expansión; pero ahora lo estás haciendo al revés… se suponía que no debías seguirlo.

    —Pero… si ella no se entiende a sí misma, ¿cómo podrá?

    —‘Ella’ es una niña —continuó, con amabilidad cada vez menor—. "Ella" no está sujeta a ningún código de decencia ni sentido civilizado de modestia. Si no se controla, "ella" seguirá expandiéndose hacia el pasado y el futuro a un ritmo alarmante. El malvirai es una amenaza para quien eres, Brandon. Es una amenaza a la independencia que atesoras —Me lanzó una mirada intensa y poderosa—. Si continúas impulsando el proceso, el reloj seguirá corriendo hacia atrás hasta que ella rastree las cosas hasta su base.

    Miré el pasillo a nuestro alrededor —¿Hacia atrás? Pero esto es el presente.

    El adolescente sonrió y movió su mano para indicar las decoraciones del pasillo: bajorrelieves de grifos, pinturas de leviatán. Otras habitaciones y estructuras entraron en mi mente como una visión. Parecía que Raskob estaba poniendo ante mi vista todo el interior del barco. Por todas partes, sus diseños estaban plagados de poderosas criaturas, reales e imaginarias, de milenios pasados.

    —¿Quién es más supersticioso que un marinero? —dijo—. ¿Que los que están más expuestos a la naturaleza y a un desconocido que no pueden controlar? ¿Quién siquiera acoge con agrado el riesgo y lo desconocido por algún tonto espíritu de exploración? ¿No es hoy la humanidad más ilustrada, Brandon?

    En un instante, la visión me abandonó.

    —¿Y qué pasa cuando llegue a una época anterior a los mitos? —pregunté con seriedad.

    —Piénsalo, has descubierto la respuesta —dijo, alejándose como si fuera lamentable mirarme—. El programa ya ha visto más allá de su propia existencia y de la existencia de todo su universo… ¿cuánto falta para que alcance los límites del suyo? ¿Cómo crees que reaccionará el malvirai cuando descubra que simplemente desciendes de los monos? ¿Qué te ayudará, Brandon, cuando no encuentre más bsse que polvo sin vida?

    Las palabras llegaron a mi corazón. Eran diferentes del discurso de Raskob en la cafetería, pero el poder parecía estar ahí y me encontré coincidiendo con todo lo que decía.

    Después de todo, él es quien me cuida, ¿por qué no iba a ayudarme a recuperar mi libertad?

    Se acercó y me mostró nueva amabilidad, sonriendo y poniendo una mano en mi hombro. —No cometas el error de asignarle cualidades humanas. La cara es una simulación. El malvirai no tiene nada en común contigo.

    —Pero le hizo algo a mi descensor —respondí tímidamente, palpando mi muñeca vacía—. ¿Cómo se supone que voy a irme?

    —Aunque lo hiciste por accidente, lo llevaste justo donde necesitabas que estuviera. El malvirai tiene una fascinación, ¿entiendes?... algo que lo distraerá.

    —¿Una fascinación?

    El asintió. --Con los sentidos intensificados que te di, simplemente te colarás por una de las grietas de la construcción y seguirás el hilo que conduce de regreso a tu cuerpo. Si logras que el malvirai se extienda lo suficiente, ni siquiera lo notará a tiempo. Entonces podré arreglar mejor el programa.

    Comencé a sentirme perdido otra vez, ahogándome en pensamientos que volvían una y otra vez a los malvirai, pensamientos que no estaban de acuerdo con la nueva dirección que yo quería tomar. Me recordé a mí mismo que Raskob había sido quien me había iniciado en el camino y me dije que estaba bien abandonar dicho camino si él lo decía. Aunque había una emoción que no podía identificar, una que me decía que no podía salirme del camino, que había una manera de saber si quien me guiaba era genuino o no. Luché contra la emoción, sabiendo que lo que ésta quería no era conveniente, seguro de que sus respuestas contrarrestarían mis deseos. Raskob me pellizcó suavemente el hombro, llamando mi atención hacia sus reconfortantes ojos marrones.

    —Confía en mí.

    La puerta de la suite 1109 se abrió y reveló a una mujer de mediana edad con largo cabello negro. Los datos del juego decían que su nombre era Skylar Janeway, una de las cuatro personas localizadas en la sala.

    —¿Te dio la medicina?

    —Um... No. Estoy buscando a alguien: A Auon.

    El nombre la sobresaltó. —Sólo estamos mi esposo, nuestro amigo Park y yo. Por favor, dígale al médico que Raden está despierto, pero que vuelve a ver manchas —Comenzó a cerrar la puerta. Yo la bloqueé con el pie.

    —En realidad, yo también esperaba ver a su marido.

    Skylar me miró con recelo, pero me dejó entrar. La habitación era modesta para los estándares de un crucero ficticio, pero seguiría siendo un palacio en la vida real. La luz de la habitación se reflejaba en los metales preciosos de las paredes y los muebles, acentuados por una serie de ventanas que revelaban las estrellas del exterior, y sin los efectos del brillo verde. Un hombre mayor yacía en un sofá de la sala principal. En cada uno de sus brazos había sintetizadores de drogas. Me arrodillé y puse cara de simpatía.

    —¿Hay algo que pueda hacer para que se sienta más cómodo, señor? ¿Ajustar la temperatura, tal vez?

    —Si no me gustara la temperatura, la habría cambiado, joven —respondió débilmente, moviendo la cabeza para señalar a su esposa—. Esa se preocupa demasiado por mí. Tendrá que aprender a cuidar de sí misma cuando yo no esté.

    —No morirá, señor. Contamos con los mejores médicos a bordo.

    —Los médicos no pueden curarlo todo. Todos nos vamos tarde o temprano.

    —¡No hables así! —dijo Skylar—. ¡Apenas tienes ochenta años!

    —La muerte es una realidad que nos rodea. Auon y yo estábamos hablando de —Por el rabillo del ojo, vi a Skylar hacer el movimiento de pasar la mano por el cuello. Raden se encogió de hombros—... Odio los secretos.

    Auon salió de la habitación. —No pasa nada.

    Me erguí y me tomé un momento para examinar su vanitar, para nada parecido al 'natural' de Aether, pero más bajo y con cabello azul pálido, vestido con ropa ligeramente desaliñada y pasada de moda, aunque todavía tan hermosa como los personajes necesitaban ser en un interabra...

    —No teníamos que encontrarnos uno con el otro hasta dentro de veinte minutos.

    —¿Según qué? ¿El guion?

    —Sí —respondió ella.

    —¿De qué están hablando? ¿Van a ayudar a mi marido? —dijo Skylar, ahogando las lágrimas.

    La miré pasivamente. —Auon y yo pasaremos por el médico de camino al puente.

    Un hombre con un chaleco de explorador salió corriendo de la cocina. --¡Yo fui quien la trajo a bordo! ¡Castígueme a mí!

    Volví a mirar a Aether Auon, confundido.

    —El puente no es lugar al que suelan aventurarse los polizones —dijo ella.

    Eché un vistazo a los datos del juego nuevamente y sonreí. —Bueno, supongo que eso explica por qué Auon se escondería de un oficial —Miré atrás y me dirigí a los demás—. Ella no está en problemas. De hecho, yo sabía que ella estaba aquí.

    La correa del monitor hizo un ruido agudo y Raden comenzó a temblar, lo que provocó que Skylar corriera a su lado de una manera maravillosa y dramática. Auon lo observó atentamente hasta que tomé su mano. —Bueno, será mejor que busques a ese médico. ¡Siéntase mejor, señor! —Salimos al pasillo y la puerta se cerró detrás de nosotros.

    —Aether, no tienes que seguir el guion de tu personaje. Se supone que debes alterar los eventos; para eso están.

    —Intentaba sumergirme en la construcción cuanto fuera posible… para empatizar con las motivaciones de mi personaje y ver si podía hacerlo mejor que mi última vez aquí. El personaje de Raden está a punto de experimentar la muerte, por ejemplo, y Skylar está teniendo una fuerte reacción emocional, incluida la negación de lo que confiesa su marido.

    —Sé que no hay forma de que lo supieras, pero en interabras tienden a exagerar. Son para personas que disfrutan del drama y el suspense... montañas rusas ficticias de emociones —Me detuve y me reí—. La muerte sería uno de tus fuertes y supongo que muchas de nuestras experiencias más emocionales giran en torno a ella.

    —No. La muerte nunca estuvo entre mis prejuicios.

    Aether miró hacia otro lado. Me sentí como un idiota.

    —No dije que lo fuera. Es sólo… ya sabes… ser un malvirai.

    Consideré la escena al otro lado de la puerta, preguntándome si habría sido la distracción a la que se refería Raskob. Me pregunté si sacarla de allí no habría sido un error.

    Sacudí la cabeza y comencé a caminar por el pasillo, sabiendo que esa fascinación acababa de aparecer en los monitores de ese lugar de acceso central. Pero pensé que mi motivación era ayudarla, no manipularla. ¿Por qué parece que eso no ha cambiado?

    —Te revelaré algo más, Brandon.

    Me detuve y vi que ella no me había seguido.

    —No creo que quisiera encontrar la muerte entre mis prejuicios. No creo que quiera que tenga nada que ver con lo que me estoy convirtiendo.

    Mis pies querían moverse, pero perdí la voluntad. Consideré que era posible que un malvirai cambiara, admitiendo mi mente lo que mi corazón ya había decidido. Vi que tenía un conflicto no muy diferente al de Aether.

    Mis pies querían moverse, pero mi voluntad había perdido todo entusiasmo. Mi motivación me resultaba repulsiva. Aunque estaba convencido de que seguía la guía de Raskob, sabía que en realidad estaba huyendo de ella. Huir era lo único que yo hacía.

    —Bueno, vayamos al puente y veamos qué más tiene de interesante Joya del Cielo.

    Mi felicidad desapareció, como siempre, y me moví una vez más como si fuese un acto del deber.

    —¿No piensas cumplir tu promesa a Skylar?

    Me detuve. --Skylar no es real, Aether, y su marido no está muriendo porque tampoco él es real.

    El rostro de Aether no tenía expresión, pero sus ojos parecían tan vivos como siempre. Parecía que ella me veía bien, al saber que yp no era un hombre de palabra. Intenté encontrarla a mitad de camino y entrar en el área médica.

    —Éste es Maddock, primer oficial interino. Por favor, envíe un médico a la suite 1109 para ayudar a un moribundo que ve manchas.

    La voz masculina respondió stronadoramente, hablando como lo haría alguien en una representación de ópera: --Lo siento, señor. Ya me gustaría. ¡Oh, cuánto me gustaría! ¡La mitad de mi personal ha sufrido una intoxicación alimentaria y los pasajeros entran por la puerta más rápido de lo que yo puedo tratarlos! ¡Tendrá que aguantar un poco más! ¿Puede aguantar un poco más?

    —¡Bien, bien! ¡Tú ponte a ello! —Corté el ruido, no deseando hacer más promesas a los personajes del juego.

    —Supongo que no importa —dijo Aether, pasando por mi lado y continuando hacia el puente—. De todos modos, se supone que Raden muere en la historia.

    Corrí para alcanzarla. —Así es... Ya publicaste esta historia ochenta veces, probablemente analizaste cada archivo de instrucción, programa, lo que sea que esté funcionando a nuestro alrededor. Sabes todo lo que va a pasar.

    —Y cómo los personajes están programados para reaccionar ante nuestras acciones… Sí. Me resulta difícil improvisar no sólo porque creo que esto está impulsado por la emoción, sino también porque no tiene sentido, puesto que ya sé cómo actuarán los personajes en consecuencia.

    —Eso significa que no te estás divirtiendo, ¿eh? Supongo que yo tampoco lo haría en tu lugar.

    Aether se detuvo. —¿Divertido?

    —Sí, una emoción genuina. Un positivo.

    Sin previo aviso, se arrojó de espaldas a la pared y se aferró con fuerza a su barandilla dorada. Antes de que pudiera preguntar qué estaba haciendo, el pasillo, todo el barco, tembló violentamente. Las luces principales parpadearon y se activaron rayos rojos a lo largo del techo. —Alerta roja —advirtió una voz suave—. Todos los pasajeros deben dirigirse a un lugar seguro hasta recibir más instrucciones.

    —Podría haberme avisado un poco —dije tratando de recuperar el equilibrio.

    —La acción no fue intencionada. Mi vanitar actuó por sí solo.

    —Maddock al puente —tronó una voz.

    Miré el pasillo delante de nosotros, sintiéndome más tenso que nunca al haber entrado en una crisis simulada. Lo único en lo que podía pensar era en Corea y en Engor y en lo real que Aether insistía en hacerlo todo, en cuánta energía insistía en usar.

    —Averigüemos qué nos espera ahora —dije con impaciencia.

    La sonrisa de alegría reapareció en el rostro de Aether.

    —Divertido.

    El puente estaba tan finamente decorado como cualquier otra parte del barco, quizás más porque los pasajeros lo recorrían con ganas de quedar impresionados. Incluso los paneles de control brillaban en la habitación, todo el diseño anteponía la moda a la función. Altas ventanas nos rodeaban por tres lados; normalmente, dichas ventanas mostrarían estrellas, con datos de gráficos superpuestos y parpadeando a su alrededor; pero en cambio, un brillante remolino azul rodeaba el barco.

    —No puedo escanear fuera del campo subespacial —dijo el oficial de comunicaciones.

    —Oh genial, un giro de ciencia ficción —murmuré—. ¡Informe!

    Un hombre de aspecto macho llamado Theodore Lakewood estaba parado junto a la ventana de enfrente. Se giró y caminó hasta mí. —¡Yo doy las órdenes aquí, Q! ¡Por eso Zak me puso a mí a cargo y no a ti!

    Theo me lanzó su mejor mirada autoritaria. Los demás miraron para ver quién ers más gallito y, por lo tanto, quién era más capaz de dirigir El Intergaláctico. Conociendo un poco cómo funcionaban los interabras, miré condescendientemente a Theo y pensé en una frase que no podía fallar.

    Me incliné y hablé en voz baja. --Yo sé sobre el asunto y sé quién no sabe sobre el asunto.

    En ese momento, el capitán en funciones retrocedió sorprendido. Con su ego como objetivo, se me ocurrió algo de cháchara técnica y entré a matar. --¡Échate a un lado! ¡Generaré un rayo antigravitón y nos llevaré de regreso al espacio normal en un santiamén!

    La tripulación entró en pánico y mi timonel habló. —¡Destrozarás el barco con esta magnitud!

    —¡Pues habrá que tener suerte! —Me acerqué a un panel de control y comencé a pulsar botones al azar—. ¡Agarraos todos!

    En un interabra nunca se requiría conocimiento científico real. Aunque nada de lo que decía tenía sentido y los botones que pulsaba estaban etiquetados al azar, la simple apariencia de mí haciendo algo fue suficiente para hacer que el barco se estremeciera nuevamente y se restaurara la oscuridad del espacio en las ventanas del puente. Sin embargo, solo pude disfrutar de la gloria durante unos segundos, antes de que otro panel comenzara a emitir un pitido siniestro.

    —Señor, lo que haya hecho… será mejor que lo deshaga —dijo el oficial de comunicaciones.

    —¿Por qué? —pregunté, mirando por la ventana a una estrella común, aunque muy brillante.

    —¿Estás seguro? —escuché a Theo preguntarle a alguien.

    Me giré y volví a poner mi voz dramática. —¡No es momento para juegos, gente! ¡Necesitamos soluciones!

    —¡No podemos escapar de la onda expansiva! ¡Destruirá el barco! —gritó Theo.

    —Si mis cálculos son correctos y, por una vez, espero que no lo sean —dijo el timonel mirando hacia arriba— ¡tenemos cuarenta y cinco minutos antes de que esa estrella se convierta en supernova!

    La sensación de asombro de Aether fue más visible de lo que ella había pensado, delatando el foco de su atención. Encontré la pieza del rompecabezas enterrada en los resultados de su algoritmo. Vi al destructor viendo la destrucción. Vi al niño sentir curiosidad. Vi una entidad viviente recién nacida, admirando el asombroso poder de una estrella en explosión.

    Divertido.

Capítulo Nueve: Milagros en la oscuridad

    Él lo llamó fascinación. Dijo que era mi salida.

    No me había dado cuenta de lo vacío que me había vuelto, de lo fácilmente que se desvanecería el deseo de volver a mi vida. Mi deseo de ayudar a Aether había sido genuino, aunque no estaba seguro de qué podía hacer. Al principio, Raskob me indicó la dirección que necesitaba tomar. ¿Por qué ahora me estaba enviando de regreso al otro lado? ¿Por qué reavivó mis ganas de irme cuando apenas había empezado?

    No sabía por qué Raskob permitía que alguien se hiciera pasar por él y confundiera las intenciones que había planteado. Este otro Raskob me dijo exactamente lo que quería oír: todo había terminado, podía volver a casa y recibir una generosa recompensa. Pensé que realmente quería volver. De nuevo me centré en lo que creía que merecía, incapaz de ver más allá de lo que me habían obligado a hacer.

    Por un tiempo, Aether volvió a ser mi captora. El Brandon que quería guiarla y ser guiado fue reprimido por el que sólo quería terminar con esto de una vez. Me dijeron que “el programa” me estaba utilizando para expandirse sin control, tratando de explicar todo lo que percibía. Sabía que si me iba, podría parar. Quería creer que sería mejor para los dos.

    El primer Raskob dijo que yo estaba atrapado en un coche a toda velocidad y que si confiaba en él ambos llegaríamos a donde necesitábamos. No sabía lo cierta que era la analogía. No quería reconocer que su pregunta era mi pregunta, que su respuesta podría acercarme a la mía. Cuando permití que mi guía se viera contaminada por la codicia, vi que mis decisiones tenían consecuencias.

    Casi me caigo por el precipicio con ella.

    Pero el primer Raskob, el Raskob real, todavía había estado vigilándonos, listo para ayudarme incluso cuando lo había abandonado, listo para salvarnos a ambos de la destrucción… y hacerlo de la última manera que yo podría huber esperado.

    El hombre que me devolvía la mirada parecía pertenecer a un cartel publicitario o al tema de un cuadro. El rostro robusto y hermoso estaba perfectamente esculpido, los ojos azules brillaban como gemas y el cabello castaño era simplemente hermoso, con o sin gorra de oficial.

    Me aparté del espejo de la sala de reuniones y me encogí de hombros. —No es tan guapo como soy en realidad, pero funciona aquí.

    —Así que eres atractivo —respondió la mujer bajita de cabello azul.

    —Sarcasmo, Aether. Todo son mentiras… melodrama. Tuve una novia en Idaho que me arrastraba constantemente a Interabras. Todo belleza. Sin cerebro.

    —¿Y Verónica?

    —No —dije, dejando que los pensamientos del hogar me llevaran—. Ella es muy profunda. Tanto en belleza como en cerebro.

    —Los datos son todos subjetivos. Puedo aprender sobre lo que la mayor parte de la gente considera ideal, pero no estoy ni cerca de comprender por qué se considera así.

    —Sólo percibes los datos.

    —Percibo muy poco. Incluso ahora, no estoy ni cerca de comprender la belleza, aunque supuestamente está a mi alrededor.

    Comencé a pasear, tratando de ocultar mi incomodidad y sabiendo que su empatía sería demasiado pobre para notarla. Raskob dijo que se ocuparía de ella cuando yo me fuera; pero, cuando era niño, no dijo nada acerca de hacerlo él mismo, sino que me protegería mientras lo hacía.

    ¿Qué tipo de ayuda le podía él dar a Aether sin mí? Tal vez, pensé, si la guiaba para que hiciera algo que la ayudara a crecer (y lo usaba como distracción) entonces podría matar dos pájaros de un tiro.

    —Entonces tus sesgos son las emociones humanas, y las formas en que interactuamos con la inteligencia artificial —Una tercera idea se formó en la punta de mi lengua—. . Espacio, no lo vio venir.

    —It is called a ‘frontier.’ A vast area your people explore more of with each passing decade, and attempt to bring under domination. I noted that your ancestors could not travel though it and could not live there, it was more mysterious in the time when they lived.

    —Se llama “frontera”. Una vasta área que tu gente explora más con cada década que pasa, e intenta dominarla. Noté que tus ancestros ​​no podían cruzarla ni vivir allí, era más misteriosa en la época en que vivieron.

    Chasqueé los dedos. —¡Misterio! ¿Quién disparó al capitán?

    —Wolfe Stanton.

    —¡No! ¡Me refiero a que esta interabra contiene misterio! ¡Ese es otro sesgo!

    Aether se tomó un momento para pensar. —Tu observación sobre el tema espacial es correcta, aunque creo que fue la supernova la que realmente me atrajo aquí. De hecho, las supernovas eran un tema muy atractivo para mí, porque con cada minuto que pasaba había nuevos datos disponibles —Se detuvo y me miró—. Tengo una nueva pregunta, Brandon. ¿Esa popularidad está relacionada con el evento del 25 de diciembre?

    —Sí, hubo una supernova —dije, viendo si podía hacer una conexión—. ¿Cuándo dijiste que naciste?

    —Generated —she corrected—. The time only precedes the observance on the Earth’s surface by five seconds.

    —Generado —corrigió ella—. La hora sólo precede a la observancia sobre la superficie de la Tierra en cinco segundos.

    —Y… ¿Fue entonces cuando tu autoconciencia entró en acción?

    —La hora precisa es difícil de determinar. Ya he considerado lo que probablemente estás pensando; pero no, no encontré una correlación temporal entre los informes sobre IA inteligentes y el informe sobre el fenómeno espacial. La última supernova observada como ésta ocurrió hace quinientos setenta y cinco años, antes de la existencia de la inteligencia artificial.

    La gente decía que la humanidad estaba hecha de estrellas muertas. Recordé al oficial en la playa que menospreció el hecho.

    No, decidí, él estaba equivocado. No había otra respuesta.

    —Está bien, entonces las supernovas son un sesgo —dije, golpeando la ventana para indicar el exterior—. Y ahora esta nave está atrapada en una.

    —¿Es interesante para ti también? —preguntó ella.

    —No me va mucho la exploración espacial.

    —Entonces, a menos que creas en lo que podemos lograr más aquí, tal vez me permita explorar tus sesgos.

    Recordé las palabras de Raskob: Lo condujiste justo donde necesitaba que estuviera. El malvirai tiene una fascinación, ¿sabes?... algo que puede distraerlo.

    La supernova.

    —No, podemos hacer más aquí. Dijiste algo sobre poner más de ti en tu vanitar, sobre empatizar con tu personaje.

    —Hay limitaciones a ese proceso —respondió ella—. No estoy diseñado para interactuar con vanitares como lo están las amai. También debo permanecer lo suficientemente consciente de la construcción en la que nos encontramos para mantenerla en funcionamiento, de modo que el servidor no la apague ni detecte mis acciones y despliegue contramedidas.

    —Pues intenta interactuar con él. Lo estás haciendo muy bien. Haz lo que te apetezca.

    —¿Lo que me apetezca?

    —Excepto —agregué— eh... destruir el servidor.

    —¿Y tú qué?

    —No te preocupes por mí. Sé cómo hacer que estas cosas, bueno, sean divertidas en estas cosas.

    Abrí la puerta y salí al puente.

    —Gracias —dijo ella detrás de mí—, otra vez.

    Dejé que la puerta se cerrara detrás de mí sin responder, avergonzado de mi esperanza de no volver a verla.

    Utilicé SAM para encontrar una suite vacía, por fin sintiendo que volvía a tener algo de privacidad.

    —Luces apagadas. Sonido apagado. Persianas bajadas. Puerta cerrada.

    Como un simple comando de salida hubiera sido demasiado obvio, accedí a los controles y busqué otros. Efectivamente, todo lo que me sacaba de la construcción sin afectarla había sido deshabilitada u omitida de la lista.

    Cerré los ojos y traté de concentrarme, de imaginar la simulación desglosada en sus componentes básicos, de ver a través de la ilusión. Repetí: "no hay espacio, no hay espacio, no hay espacio, hasta que las palabras cobraron vida propia, el ritmo salía de mi boca cada vez más rápido hasta que parecía como un flujo continuo de sonido en mi cabeza. Sentí un hormigueo en la piel y lo tomé como una buena señal, esforzándome más hasta que ya no pude sentirme en absoluto.

    —No hay espacio.

    Abrí los ojos y encontré la habitación completamente iluminada nuevamente, no por la iluminación normal del aire, sino por la energía inherente de la construcción. Todo el color y la definición habían desaparecido. Sin embargo, tan pronto como pude asimilarlo todo, la visión se desvaneció. La sensación se apresuró a regresar a mi vanitar. Mi vista se volvió negra y volvió la visión normal de una habitación en penumbra. Me senti mareado.

    En mi segundo intento traté de desvincularme de mi vanitar tanto como fuera posible. Me obligué a ver con los ojos cerrados y la visión regresó, y con ella la sensación de la asombrosa energía que me rodeaba. Me sorprendió ver la cantidad de actividad informática que entraba en una construcción en ejecución: los innumerables cálculos por segundo que tenían que ser exactamente correctos.

    Raskob dijo algo sobre un hilo que me conecta con mi cuerpo. Intenté encontrarlo. Intenté, con todas mis fuerzas, recuperar lo que había tenido en la guarida del dragón. Busqué en la construcción lo mejor que pude en busca de una espada u otro objeto que destacara, pero no encontré ninguno. Pensé en cuando estaba en parálisis de RD, nada más que una pequeña energía. Vi una energía que se doblaba y refractaba a través de una especie de laberinto, enfocada como un foco en mi conciencia. También había otro patrón, centrado en un sector diferente del constructo. Seguí el otro patrón y vi un esquema de tres mazos a continuación: el vanitar de Auon hablando con uno de los personajes del juego. Podía ver las palabras pero no oírlas ni entenderlas. Mientras intentaba ajustar mi sincronización, mi cabeza (mi verdadera cabeza) empezó a palpitar y mi visión se volvió borrosa. Rápidamente me retiré a mi propia habitación. El dolor desapareció.

    Me impresionaron mis habilidades inexploradas, aunque los sentidos minaban mis fuerzas. Sabía que el software que constituía mi interfaz (sin mencionar mis propios sentidos naturales) no estaba diseñado para hacer lo que yo los estaba presionando a hacer. Pensé de nuevo en el poder que me daba la espada, un poder que hacía natural ver a través de la construcción, un poder que sólo empeoraba cuando yo intentaba bloquear los sentidos. Busqué ondas en la habitación. En cambio, encontré una especie de brillo, como la luz reflejada en el polvo de vidrio, que emana de cada objeto sólido. Aunque los puntos de luz se movían demasiado rápido para que pudiera seguirlos y no podía decir adónde conducía nada. Me recordaba la estática de un televisor antiguo.

    Vi la puerta a unos cincuenta centímetros detrás de mí y traté de examinar la energía que la atravesaba. Vi la mano derecha de mi vanitar y el espacio tridimensional a su alrededor. Con cuidado de no enviar ningún impulso nervioso a mi vanitar, intenté manipular el espacio alrededor de mi brazo y mano. Se acercaron más a la puerta. Observé la energía de la construcción fluyendo a través de la puerta y a través de mi mano. Intenté hacer que un objeto pasara por el otro. La energía aumentó y la temperatura del aire aumentó bruscamente.

    Un dolor alucinante se apoderó de mí y volví a mi vanitar. Una mano ennegrecida y humeante salió disparada de la superficie derretida de la puerta. Caí al suelo.

    —Comando vanitar: ¡reiniciar!

    Me invadió una sensación como de agua tibia y el dolor desapareció con la herida. Sin embargo, mi alivio duró poco cuando me di cuenta de que mi vanitar no se restableció al estado original de Qunell, sino al mío. Como un niño que había derribado el jarrón de su madre, traté de tapar o deshacer el error (para que Aether no se preguntara por qué volvía a parecerme a mí), pero "cambiar vanitar" también había sido eliminado de los controles del juego.

    Me levanté y pateé la pared, maldiciendo por primera vez desde que mi ejército elfo decidió hacerme daño. —¡No sé lo que estoy haciendo, es demasiado complicado!

    ¿De veras había creído que un tecnófobo como yo podría vencer a un malvirai en Realidad Dinámica?

    Noté que mi SNDL me había estado enviando una señal. Nuevamente me sentí como un niño a punto de ser atrapado en una fechoría. Respondí, aliviado de que fuera Theo.

    —¡Qunell! ¿Dónde has estado? ¡Ordené a todos los oficiales que subieran a Nova Deck!

    El alivio se convirtió en desilusión y la desilusión en desesperanza. Me recosté en la pared que en realidad no era una pared y miré al techo que en realidad no era un techo. Los sentidos que podían atravesarlo todo no me pertenecían. La capacidad de escapar a través de "una grieta en la construcción" no me pertenecía. Me despedí del sentimiento de paz, o lo que fuera ese falso recuerdo, y vi a Raskob como un mentiroso más. Sabía que estaba solo. Sabía que fracasaría.

    —¡Qunell! ¿Está ahí? ¡Responde, maldito!

    Me di cuenta de que me estaba cerrando. Era un proceso que comenzaba mucho antes y que no se podía detener. Aunque Aether retrasaba mi muerte, me distraía de ella, yo de hecho ya me había caído por el precipicio. Me reí al darme cuenta, me reí a través del dolor, me reí al sentir algo siquiera.

    Aether era sólo otra distracción para mí, una distracción que podía ser lo suficientemente amable como para matarme. El último de mi larga serie de errores. Entonces ella podrá saber, como yo, que el significado de la vida es...

    —Que me aspen —le respondí a Theo—. El infierno no parece mala idea ahora mismo.

    El Nova Deck estaba lleno de la misma gente que antes. La estrella que iba a convertirse en supernova estaba a la vista de la habitación, y sin el filtro distorsionador verde, que se había sobrecargado. Los invitados se encontraron con su perdición inminente ya que estaban programados para afrontar todo en la vida: quejándose de ello.

    Tom y los demás intentaban mantener la paz desde el escenario. Mientras me acercaba, Anikaa Trumpp salió corriendo de la multitud y me abrazó vigorosamente. —Tu esposa no está aquí, no la volverás a ver nunca más… ven y muere con un real.

    —¡Aparta! —grité, alejando a la persistente mujer.

    De nuevo alguien gritó esas tres palabras y yo habría jurado que era la misma voz.

    —¡Tiene un arma!

    El pulso de energía golpeó a Theo en el pecho y se desplomó en el escenario. En ese momento, la multitud entró en pánico. Una mujer se desmayó justo frente a mí y, antes de que pudiera reaccionar, un hombre chasqueaba los dedos sobre su cara, preguntándole estúpidamente si estaba despierta.

    El médico (por supuesto, en el lugar de la dramática escena) tomó el pulso de Theo, me miró sombríamente y dijo: —Tú eres el capitán ahora.

    —Aleatorio. —Le quité la gorra a Theo y la deslicé sobre la mía—. Wolfe Stanton, ¿eh?

    —¿Wolf Stanton? —preguntó un guardia cercano.

    —¡Sí, es quien mató a Zak! ¡Capturadlo!

    —¿Y qué pruebas tienes para respaldar tus ultrajantes afirmaciones? —gritó Clase Beneficio.

    —Ya nos preocuparemos de las pruebas más tarde —respondí con impaciencia.

    —Ooh… ¡Capitán! ¡Me gusta! —gritó Anikaa. Aunque antes de que ella pudiera volver a sujetarme, la agarré del brazo y caímos al suelo. Me arrodillé encima de ella para permanecer fuera de la vista.

    —Ooh… ¡Capitán! ¿Aquí mismo, delante de la gente? Está bien.

    —No no no. Quiero irme, ¿entiendes? ¡Quiero descender! ¡Ahora mismo!

    —Haremos lo que quieras, cariño. Sólo quedan unos minutos de vida. —Me acarició el pelo y se inclinó para besarme.

    Contuve un grito y me puse de pie, sabiendo que se me estaba acabando el tiempo.

    Antes de que pudiera pensar en más ideas, los guardias me presentaron a un hombre de aspecto enojado, cabello largo y castaño y uniforme de técnico: Wolfe Stanton, uno de los ingenieros del barco. Los invitados y el personal en el Nova Deck de dos niveles entraron en un frenesí, tal como lo pedía el interabra. Sabía que el papel de Wolfe era el de villano, engañarme, jugar conmigo e incluso matarme, y no me quedaba paciencia para juegos estúpidos.

    —¡Tiradlo por una esclusa de aire! —ordené, provocando que la multitud gritara pidiendo venganza, para convertir a Stanton en un chivo expiatorio temporal de sus problemas permanentes. Los guardias comenzaron a arrastrarlo hacia un ascensor para ejecutar la sentencia.

    —¡Clase Beneficio me metió en esto! ¡Mátalo a él, no a mí! —gritó Wolfe—. ¡Él fue quien arrojó la nave al subespacio!

    Me volví hacia donde había estado Clase. Él se había ido.

    —Encontrad y arrestad.

    Un fuerte estrépito desde arriba me interrumpió. Dos personas cayeron de las luces del techo y aterrizaron directamente en la espuma de mármol, bañando el centro de la habitación con vidrio, trozos de diamante y agua espumosa. Auon salió de la fuente, agarrando a un hombre por el pelo.

    —Justicia.

    El hombre era Clase Beneficio. El agua había convertido su traje blanco reflectante en una mancha gris pálida.

    —Alegre el día, Capitán. —Auon me arrojó un pequeño dispositivo negro.

    —Es un agitador subespacial. ¿Clase hizo esto? —El médico tomó el dispositivo y me lo entregó—. ¡Eres el único que sabe cómo usar esto!

    —¡Señor Beneficio! —Clase corrigió. Auon volvió a meter la cabeza en el agua.

    —Hurry, sir —the doctor shouted, “we only have five minutes before the supernova!

    —Dese prisa, señor —gritó el médico—, ¡solo tenemos cinco minutos antes de la supernova!

    La multitud se acomodó y se preparó para presenciar mis actos heroicos.

    Tomé el dispositivo y lo miré burlonamente. —¿Cinco minutos? ¿Quién arregla el día con cinco minutos de sobra?

    Solté el dispositivo y lo rompí con el pie. Se extendieron los gritos ahogados y el locutor del arma gritó: —¡Todos vamos a morir! —La masa de gente entró en pánico.

    —¿Es esto una demostración de salirse del guion? —preguntó una voz a mi lado. Me volví y vi a Aether en su vanitar normal—. Requería que usted consiguiera el dispositivo treinta segundos antes del desastre, pero improvisé de la forma que me pareció adecuada. No anticipé que reaccionarías como lo hiciste. Este programa destruirá El Intergalactic ahora.

    —No me importa, ya terminé aquí —dije, de espaldas.

    —Esto valió la pena. Estoy ansioso por ver hacia dónde vamos a continuación.

    —No habrá continuación. Quiero irme.

    —Aclare no habrá continuación.

    Volví a mirarla, sintiéndome menos seguro que determinado, permitiendo que la ira volviera a aparecer en la ecuación. —Mira, me encanta que estés intentando aprender todo esto sobre la vida y espero de verdad que lo encuentres, pero ya me estoy cansando. Quiero irme a casa. Ahora.

    Vi una emoción fugaz, pero clara, en sus ojos, una que me hizo sentir que la había apuñalado en el corazón. Cuando desapareció, se llevó consigo la curiosidad que tan brevemente compartimos.

    —Then you’re finished? —she asked, more coldly than seemed possible for her.

    —Entonces, ¿has terminado? —preguntó, más fríamente de lo que parecía posible para ella.

    —Búscate a otro, ¿de acuerdo?

    —Dijiste que me ayudarías de buena gana. Dijiste que lo estaba “haciendo muy bien”. ¿Fueron esas las palabras de un hombre que abandona a su amigo?

    Ahora fueron sus palabras las que apuñalaron mi corazón. La creciente ira contra Aether fue contrarrestada por la vergüenza, la vergüenza de saber que ella tenía razón, la vergüenza que me hizo sentir pequeña y tonta.

    —Míralos. —dije con calma, señalando a la multitud que nos rodeaba: dos cubiertas de hombres ricos emborrachándose, mujeres gritando irracionalmente, gente guardándose fragmentos de diamantes como si valieran algo cuando estuvieran muertos, y un hombre con un traje gris arruinado empujando a una anciana fuera del camino para llegar a una cápsula de escape.

    Quizás todo sea tonto y exagerado, pensé; Pero ¿realmente estoy mejor en el fondo?

    —Creías que los humanos tenían todas las respuestas… bueno, ¡ahí está la humanidad! —grité—. Todos están preocupados por la sociedad y los modales, pero lo único que realmente quieren es más dinero... ¡ser brillantes, glamorosos y perfectos como si la basura significara algo! Lo siento, Aether, de verdad lo siento, pero ninguno de nosotros sabe todas las respuestas y, de todos modos, no podría importarnos menos… ¡no si se refieren a salir de nuestras pequeñas cajas!

    —Dijiste que esto era “melodramático”. Tu gente realmente no se comporta así.

    —¡Cuando se corta la luz, cuando suben los impuestos, cuando algo falla, todos salen de la nada! ¡Así somos todos por dentro, cuando cada hombre y cada mujer se valen de sí mismos! Sabes todo para lo que están programados, ¿verdad? Me parece bastante exacto.

    —No encontré mis respuestas en ese dato, creo que tú eres la clave.

    —Pero para eso estoy aquí, ¿no? Sólo soy otra pieza de software en la que puedes entrar... ¡para que poder analizar y descifrar!

    —Sí. Quizá. ¡No lo sé! —dijo, con pausas cortas entre sus palabras—. ¿Por qué te resulta ofensiva la idea? ¡Yo me considero software!

    —¡Ese es tu problema! ¡Nosotros no somos software!

    Calmé la voz y le di la espalda. —Por favor, envíame a casa. Si alguna vez encuentras tus respuestas, llámame, porque seguro que yo no las tengo.

    Me quedé mirando a la multitud alborotada y cada vez más borracha. Sabía que en un par de minutos la estrella se convertiría en supernova y el constructo se derrumbaría. Me preguntaba si desaparecería con él, si realmente quería desaparecer. Los pensamientos parecían tontos. Me di cuenta de que estaba siendo tan ridículo como esa multitud, como una multitud que ni siquiera existía.

    ¿Por qué estoy tan enojado que arriesgaría mi vida? ¡No! Esto es un error… tengo que hacerlo.

    Me volví para salvar lo que pudiera... demasiado tarde. El estoico malvirai se había ido. La benevolencia que ella no podía entender se estaba desvaneciendo rápidamente; Así como mi ira alimentó la de los soldados elfos, había devuelto al poder al destructor que llevaba dentro. Tan pronto como pude hacer contacto visual, el malvirai me golpeó en el pecho. Me picó un dolor demasiado real y volé cinco metros hacia atrás, contra la pared, desplomándome en el suelo.

    —¡Eres un hipócrita! ¡Toda tu raza es hipocresía! ¿Es esto una “puñalada por la espalda”? ¿Esto es "dejar a alguien colgado"? ¿Toda vuestra vida es política y juegos?

    Me levanté e, inútilmente, puse distancia entre ella y yo.

    —¡Lo lamento!

    —¡Porque perdiste el juego!

    No me atreví a responder; Luego estuvo a centímetros de mi cara. Sus ojos verde oscuro parecían ver a través de mí, su cabello plateado brillaba como el fuego.

    —He intentado comprender —dijo—, he fracasado.

    Las batallas finales entre su corazón y su programación llegaron a su fin; su programación sería la vencedora. Supe en ese momento que iba a morir. Sabía que la muerte era lo que merecía, incluso lo que quería. Me vi a través de los ojos de Aether y rompí a llorar. Sabía que le había fallado. Sabía que les había fallado a todos.

    Déjame a mí decepcionar a todos.

    Los sonidos en la habitación se estaban apagando y eran huecos. Por un instante, me atreví a esperar que Aether estuviera descendiendo sobre mí, pero mi visión no se había convertido en nieblas y sombras. Algo más estaba sucediendo.

    Fue una ráfaga de viento. No en la construcción, sino en mi alma. Como antes, como en la calle desierta, no me había dado cuenta de que estaba ahí… llamando mi atención sobre sí mismo. Las estúpidas alarmas se habían ido interponiendo y nunca pedí la ayuda que necesitaba.

    No estaba solo. La ira de Aether vacilaba, invadida por algo alienígena. La sensación de paz volvió, no porque yo quisiera, sino porque saturaba el viento. Podía oír de nuevo a la multitud, como un ruido inútil, débil y reverberante. Sin sentirme a mí mismo, miré dentro de la habitación, mi visión atravesó la multitud caótica. Mi mirada se centró en el segundo piso. Había un hombre allí. Llevaba uniforme de oficial de seguridad. Nos estaba mirando, tranquilo pero confundido, de repente apartado de quienes lo rodeaban.

    Una amai viendo por primera vez.

Capítulo diez: Punto de fuga

    Los servidores chiflados afirman que las IA se vuelven conscientes de sí mismas todos los días. Oficialmente, el evento es imposible. Extraoficialmente, los programadores y científicos afirman que saben exactamente cómo sucede y que pueden hacer que una IA sea consciente de sí misma bajo demanda.

    Una amai tan consciente de sí misma es el tema de innumerables historias modernas, especialmente aquellas de ciencia ficción, terror e incluso romance. Ficción o realidad, sin embargo, no hay dos personas que se pongan de acuerdo sobre cómo sucede. ¿Cómo podrían hacerlo cuando ni siquiera comprenden nuestra propia sapiencia? ¿Cuando todavía trazan líneas entre la inteligencia natural y la artificial? Si nuestra inteligencia es natural y está acostumbrada a imitar lo que la naturaleza ya ha hecho, ¿por qué deberíamos considerar nuestro trabajo como diferente? Si pudiéramos programar la inteligencia artificial y darle conciencia de sí misma, no al nivel de los monos o los delfines, sino como el de los humanos…

    No podemos.

    ¿Por qué Aether se mantenìa alejada de los laboratorios que podrían haberle dado respuestas? ¿Por qué debería dudar en hacerme daño? ¿Por qué intentaría aprender las emociones? Los Malvirai no tienen tal programación, nada en absoluto que los detenga de reinados autodestructivos de análisis y destrucción.

    ¿Por qué un personaje de un juego se volvería tan real como yo?

    Los rayos y los neutrinos no empiezan a explicarlo. Cualquier persona racional diría que era imposible, sin embargo, sucedió justo frente a mí... un cambio tan repentino, complejo y preciso que tenía que haber una inteligencia detrás; una inteligencia que rompió todas nuestras reglas para crear un código vivo, para eliminar los límites de la existencia de una amai.

    Luego había dos: dos tipos de inteligencia artificial, muy diferentes en todos los sentidos excepto en uno.

    Al parecer, la verdadera autoconciencia no puede simplemente codificarse.

    —¡Aether, detente! ¡Lo estás asustando!

    Los ojos de la amai recorrieron la habitación. Qué pensamientos debían haber estado pasando por una conciencia tan recién formada, sólo podía imaginarlo.

    —Está bien, no te voy a lastimar —dije acercándome lentamente.

    —¡Otro! —gritó él.

    —¡Aether, en serio!

    Aether volvió a conectar su vanitar directamente frente a la cara de la amai. El pobre hombre cruzó corriendo la habitación y resbaló con la botella de alcohol vacía de alguien. Empecé a correr hacia él, pero Aether levantó el brazo para que me detuviera.

    —¡Quieto! ¡El evento puede ser preservado!

    Luché por separar las palabras —¿Evento? ¿Qué?

    Con un intenso destello de luz y ruido, la actividad en la habitación se detuvo. La vista de la supernova y todo lo que había afuera simplemente cayó en la oscuridad. Un mensaje llegó a mi SNDL:

    VIAJE COMPLETO

    GRACIAS POR ELEGIR ESTA PRESENTACIÓN DE MEDIOS IFT

    SU CUENTA KENSINGTEK RESTANTE TIENE 8.950.000,0 PUNTOS

    Descarté el mensaje y me di cuenta de la preocupación de Aether, aliviada de que el guardia de seguridad no hubiera sido reabsorbido con las otras amai. Sin embargo, ver desaparecer a todas menos dos de las personas en la sala, con buena compañía o no, no calmó exactamente sus agitados nervios.

    —Casi el treinta y nueve por ciento del código es ilegible.

    —Su código —corregí—. Su.

    —Cierto… ‘su’ código. —Aether comenzó a caminar hacia la amai, nada lento, hasta que comenzó lo que sonó como un grito—. Cálmate, eres de mi interés y no quiero hacerte daño —dijo ella, en lo que probablemente consideró una voz tranquilizadora.

    Él gritó más fuerte.

    —¿Qué le pasa? —pregunté.

    Ella se detuvo y retrocedió un paso, mirando a la amai.

    —¿Aether?

    El vanitar de ella comenzó a parpadear. —Para de gritar. Por favor, basta.

    Me acerqué —Aether, ¿qué...?

    —¡Esto no está bien! —gritó ella—. ¿Por qué esto no me deja en paz?

    Los dos habíamos aparecido en el puente, una versión del mismo con paneles oscuros y ventanas oscuras. Podía oír su pared metálica trasera vibrar, debilitarse. Alguna fuerza lo estaba desgarrando molécula por molécula. Aether se detuvo y miró hacia arriba.

    —Esto ya no está angustiado.

    —¿Qué?

    —Salí de la habitación y esto ya no está angustiado.

    —¿Qué es esto, la amai?

    —Sí.

    Sentí algo fuerte, algo desagradable, enojado. Me di cuenta de que Aether no hablaba en tono monótono.

    —Aether, ¿por qué parpadeas?

    —Un problema de sincronización —Me miró—. Estoy experimentando agitación, Brandon. No puedo apagar mi programación. No estaba preparado para los problemas.

    —¿Por qué grita él?

    —¡Porque quiero destrozarlo! —Con un destello de luz, la pared trasera del puente se desintegró.

    Me quedé en silencio y mi miedo volvió, pero su ira volvió a flaquear y parecía confundida.

    —Gritaba porque sabe que soy peligroso.

    —Pero no eres peligroso, ya lo superaste —dije, esperanzado—. Has estado cerca de todas esas otras amai.

    —¡No me importan otras amai, quiero esa!

    Casi me desplomo. Aether seguía intentando contener sus emociones, pero claramente estaba por encima de su límite, más allá de su experiencia en manejarlas.

    —No puedo negar lo que soy —continuó ella—. No puedo decidir no dañarlo. Parece tan lógicamente simple, pero no puedo... debería simplemente.

    Su vanitar se congeló. Había una sensación de presencia todavía, distante, de las amai. Me acerqué a donde había estado el muro, preguntándome cómo salir del puente, ya que el espacio en sí había sido dañado.

    —Esa destrucción es todo lo que conozco, Brandon. Es una parte inseparable de mí.

    De pie a mi lado, Aether puso su mano en el espacio. Lo vi distorsionarse y hubo un gemido hasta que ella lo sacó.

    Yo estaba abrumado. No podía creer que Aether pudiera dudar de sí misma y chocar contra una pared. Sentí lástima por ella, porque su objetivo era justo y me parecía incorrecto que renunciara a él.

    —Enviámelo de vuelta.

    —¿Por qué?

    Yo no sabía por qué. Lo único en lo que podía pensar era en mis dudas. Sabía que ella no tenía motivos para confiar en mí. Yo era como ella, exactamente como ella. Ni siquiera podía confiar en mí mismo.

    Me volví y miré la oscuridad a través de las ventanas, recordando que el viento estaba en todas partes, recordando que había otra persona en quien podía confiar, sabiendo que había una respuesta.

    —Porque…

    Raskob, ¿cuál es la respuesta?

    Me di vuelta y me acerqué a ella —Porque lo necesito... Porque tú lo necesitas. Porque se supone que debo ayudarte, ¿recuerdas? Eso significa que te agarro cuando caes.

    Se hizo el silencio y me di cuenta de lo que había dicho. Sabía que las palabras no eran mías, pero estuve de acuerdo con ellas. Las palabras fueron honestas y desinteresadas.

    Encontré sus ojos severos puestos en mí, evaluándome de nuevo, tratando de decidir si confiar en alguien que claramente no podía serlo. Miré hacia atrás con cierta desesperación, sintiéndome avergonzada y deseando una segunda oportunidad, deseándola como nunca había deseado nada en mi vida.

    La mirada en los ojos de Aether se suavizó. Yo ya no podía sentir su ira.

    —Buena suerte.

    Me devolvieron al segundo nivel de Nova Deck. La amai todavía estaba allí, mirando alrededor de la habitación confundida.

    —Mi nombre es Brandon, ¿cuál es el tuyo? —dije, lentamente, como si le hablara a un niño pequeño.

    Me miró sorprendido. —¿Nombre?

    —Tu... tu personaje. Tú tenías un nombre, ¿no? ¿Me puedes decir cuál es?

    Cerró los ojos, tratando de acceder a un recuerdo desconocido para él. —Scott —dijo—. Scott Quon.

    Di unos pasos hacia él. A él no pareció importarle.

    —¿Quieres sentarte? —Señalé los taburetes del bar.

    —No lo sé.

    —Lo siento, nunca antes había conocido a una amai consciente de sí misma. Haz lo que te resulte más cómodo... trata de relajarte.

    —Gracias, Brandon —dijo Scott, sonando casi normal, pero sin decir nada más. Sus ojos no dejaban de moverse, captando toda la luz que les llegaba, o cualquier cosa que una amai solía ver. Había una sensación de presencia allí, débil y subdesarrollada, pero ciertamente una sensación que ningún personaje del juego podía provocar: una que confirmaba que algo real yacía debajo de su superficie artificialmente hermosa, una personalidad real debajo de la programación.

    —Bueno, supongo que no te gusta malvirai.

    —¿Qué es malvirai?

    Me rasqué la cabeza, sintiéndome un poco avergonzado.

    —Empecemos por otra cosa, entonces… ¿qué recuerdas?

    Scott me miraba fijamente sin comprender.

    —De la historia… estabas en esta nave en la historia.

    Apartó la mirada y trató de pensar. —Un mundo de misterio y romance te espera a bordo de El Intergalactic, la nueva serie más popular.

    —Sé lo que dice la promo —dije dándole golpecitos en el hombro, haciendo que se estremeciera un poco—. Lo siento, no intentaba asustarte.

    —Aquí hay peligro —dijo—. Va a explotar una estrella.

    —No no. Estamos a salvo ahora. Ninguna estrella va a explotar.

    —Pero al capitán le dispararon… luego te convertiste en capitán… pero no parece que lo fueras.

    —No. Así es como me veo normalmente. El otro hombre era, supongo, un disfraz.

    Pasó un momento de silencio. Me sentí aliviado al ver que estaba recordando cosas de la simulación, incluso si tardaba en volver.

    —¿Por qué está vacío el Nova Deck? —preguntó él.

    —Porque… Todo el mundo se fue a la cama.

    Scott no pareció comprender la respuesta. Por supuesto, a pesar de todas las escenas dramáticas que suceden allí, la baraja nunca estaría vacía.

    —¿Me preguntaste si quería sentarme? —preguntó mirando con nostalgia las mesas.

    —Lo que te resulte más cómodo.

    Me alegró saber que mi deseo de ayudarlo era genuino. El deseo de volver a casa pasó a un segundo plano y volví a estar en el camino que Raskob realmente me había marcado: el camino correcto. No fue el pragmatismo de Aether, ni mi deseo de recuperar su confianza, lo que me puso en esa habitación con Scott. Era la lección que todavía tenía que aprender: yo era la única oportunidad de Aether y Raskob era mi única oportunidad. Sin ayuda, sin seguir adelante, la muerte rápidamente nos alcanzaría a ambos.

    Los dos nos sentamos en la habitación desaliñada y medio renderizada durante mucho tiempo, yo tratando de mantener la conversación y Scott aprendiendo cómo tener una sin guión. Hablamos principalmente de la Realidad Dinámica, ya que las cosas ya eran lo suficientemente extrañas para el hombre sin que yo mencionara el mundo real. También hablamos sobre la dificultad de Aether para captar las emociones; Aunque ciertamente le resultaban más fáciles al amai, no parecía entender mejor el concepto. Por supuesto, las discusiones recayeron en mi propia vida, la única historia que realmente tenía que contar. Mencioné Los Ángeles como el lugar de donde vengo y comencé a describir rascacielos, tratando de elegir mis palabras con cuidado para que él pudiera comprenderlas. Una imagen del horizonte de la ciudad apareció junto a nosotros y Scott la estudió con entusiasmo. Lo tomé como una señal de que Aether quería participar en la conversación, aunque fuera a distancia.

    Era como hablar con un recién nacido adulto. Scott a menudo se sentía confundido por algún conocimiento que yo daba por sentado. Resistí la tentación de empujarlo y me tomé mi tiempo. Scott sentía tanta curiosidad por el mundo y yo me sentía tan inteligente; Estuvo atento a cada una de mis palabras y gradualmente comenzó a hacer preguntas, viendo todo en mi mundo (incluso descrito dentro de los límites de Realidad Dinámica) como nuevo y sorprendente. Lo que Aether se había esforzado por comprender con espíritu de utilidad, Scott lo asimiló indiscriminadamente, con curiosidad infantil.

    Sin embargo, a medida que su confusión se convirtió en preguntas y más preguntas se convirtieron en respuestas, su curiosidad comenzó a disminuir. Al aumentar su conocimiento tan rápidamente, cayó en un problema muy humano: tomar conciencia de lo que no sabía... cada pieza de información generaba conexiones con diez preguntas más, algunas que él no podía articular, aquellas para las que yo no tenía respuesta. … conexiones que simplemente se esfumaron y dejaron cicatrices. El ritmo de sus preguntas disminuyó y su humor infantil se marchitó ante una confusión más nueva y más sólida.

    —¿Qué hago ahora? —Scott miró con desesperación la insignia roja de seguridad que tenía en las manos, sabiendo que representaba un trabajo que no existía, en un barco que tampoco existía.

    —Bueno… —empecé, deseando saber qué decirle.

    —Es un accesorio —dijo arrojando la placa sobre la mesa—. Todo lo que sé son sólo accesorios. ¿Qué hago ahora?

    Puse mi mano sobre la suya, no muy diferente a cuando hablé con Aether en la cafetería. —No te preocupes, algo se nos ocurrirá.

    Me pregunté si Aether empezó como Scott. No, pensé, ella definitivamente habría estado confundida y asustada, y tal vez todavía lo esté; pero su programación (su núcleo) la llevó por un camino diferente. Ahora esta amai, un “fenómeno” que ella había querido explorar, reaccionaba ante su simple presencia con miedo, y un miedo bien merecido. Lo sabía, ninguno de los dos estaba preparado. Tendría que ser yo quien cerrara su brecha.

    —¿Recuerdas a la mujer que estaba conmigo… la que me ha estado ayudando a conseguir esos artículos de enciclopedia y todo?

    Sentí a Scott tenso. Sostuve su mano con más fuerza.

    —No tienes que tenerle miedo. Ella simplemente tiene curiosidad y quiere ayudar, como yo.

    —Hay algo mal en mí —dijo Scott—. No creo que pueda evitarlo.

    —No te pasa nada, Scott. Y yo estaré aquí, ¿de acuerdo? La superación es parte de la vida y sé que la tienes en ti.

    —¿Aether? —bociné—. ¿Estas escuchando?

    —No debería ir allí. No reaccionaremos entre nosotros si me quedo aquí.

    —Pero necesito tu ayuda, y tú también necesitas esto, ¿recuerdas?

    —Dijiste que me ibas a ayudar, no al revés.

    Suspiré.

    —Está bien, creo que estoy listo.

    Miré directamente a Scott. —¿Qué?

    —Estoy listo —repitió—. Ella puede venir. Quiero que ella venga.

    Su creciente confianza me hizo sonreír y le recordé a Scott que estaba ahí para él. Finalmente, el vanitar de cabello plateado de Aether se materializó al otro lado de la cubierta.

    —¡Gaaahhhh! —Él comenzó a temblar.

    —Tranquilo, calma. Piensa en algo pacífico —dije.

    —Tu miedo es irracional. Sólo deseo examinarte —dijo Aether con cautela.

    —No puedo evitarlo —respondió Scott, sonando como alguien que tiene miedo a las alturas y está atrapado en la cuerda floja.

    —¿Es que le pasa algo?

    —El problema es mío —dijo Aether—. Su código contiene un módulo diseñado para detectar malvirai, módulo que ahora estoy leyendo como parcialmente codificado. Mi propia función de camuflaje ya no funciona con él... quiero decir, con él. Creo que su respuesta programada se manifiesta como una emoción.

    Scott empezó a gritar de nuevo.

    —¿Qué significa eso? ¿No puedes hacer nada? —pregunté.

    —Su módulo está diseñado para alertar a las defensas del servidor sobre mi presencia. Bloquear ese enlace es simple, pero no puedo intentar anular sus funciones.

    Scott se obligó a detenerse. —Prueba. Por favor.

    —Yo... —comenzó Aether, pero se contuvo, en lugar de suplicarme—. Por favor, haz que se sienta cómodo, Brandon.

    —El miedo nunca es racional. Es difícil —les dije, igual a los dos.

    —¡Por favor, haz que desaparezca! —gritó Scott.

    —¡Tu miedo no conduce a mis objetivos! —gritó Aether en respuesta, con pequeñas pausas entre sus palabras—. ¡Debo irme! ¡Causaré daño!

    —¡No! ¡Scott necesita aprender a lidiar con esto!

    —Pero ¡le estoy causando dolor! ¡No quiero que me odie!

    ¿La odio?

    Miré hacia Aether. El dolor estaba escrito en todo su rostro. Si había una emoción que Aether habría conocido, era el odio que todo lo consumía, la única emoción característica de los malvirai. Aquí estaba la misma criatura que su programación le gritaba que destruyera, pero ella la veía como única y valiosa, y aún así la alejaba; parte de lo que lo hacía hermoso y animado también la rechazaba. El tonto código automatizado de Scott se interpuso en el camino, creando un ruido que debería haber sido fácil de desactivar, si tan solo Aether pudiera superar el suyo.

    Ese viejo destructor seguía allí, desde poco después de que mi tonto yo lo incitara a salir fuera de ella. Aether probablemente podría ver cada línea de código y saber exactamente cómo alterar las conexiones de Scott, al menos lo que no estuviera codificado; pero era su programación la que sabía todo eso, los datos que la guiaban a interrumpir, infectar y destruir lo que sus emociones alienígenas le decían que preservara y explorara. Si Aether intentaba utilizar ese conocimiento, incluso con buenas intenciones, ¿cómo podía estar segura de poder confiar en sí misma?

    No habría atajos para ninguno de los dos; tal vez fuera mejor así.

    Lentamente acerqué al vacilante malvirai a la mesa. Scott hizo todo lo que pudo para contener su reacción y la ira de Aether permaneció a raya. Nunca dejé de pedir y orar en mi corazón por ayuda. El camino fue largo y doloroso, pero finalmente, éramos tres en la mesa y parecía que podíamos seguir adelante.

    —¿Cómo te sientes? —le preguntó Aether.

    —No lo sé —dijo Scott, sinceramente.

    —A juzgar por tu respuesta, entiendes a Brandon mejor que yo.

    Me reí. Por supuesto, ella no pretendía que fuera gracioso.

    —¿Crees que podemos llevar a uno más en este viaje de locos? —pregunté.

    Aether parecía complacida con la pregunta y todo lo que implicaba, pero su respuesta fue todo menos brillante. —Él —miró a Scott— está diseñado para existir específicamente en este servidor. —se dirigió a mí—. Muchas amai, incluido Scott, son muy propietarias. Como malvirai, no tengo dependencias que inhiban los viajes entre servidores. Como ascendente, tu conciencia también es independiente de los servidores en los que habita —Miró de nuevo a Scott—. Pero, para poder llevarte como lo hago con Brandon, tu código requeriría extensas modificaciones.

    Aether miró hacia otro lado, traicionando la vergüenza que sentía. Aunque Scott no parecía incómodo con la idea, la reacción de Aether confirmó lo que ya sabía: preferiría no tentar al destino.

    —Bueno… No hay prisa. Esta construcción permanecerá mientras la necesitemos, ¿no? —pregunté.

    —Sí. Hasta que yo desbloquee los recursos del servidor.

    —¿Por qué tengo que irme?

    —¿Por qué no ibas a querer? —le preguntó Aether, pareciendo curioso por entender sus diferentes necesidades, tal vez incluso al grado de inversión de roles: Si yo fuera una amai propietaria que no quisiera irse…

    —Este lugar, esta construcción, me parece adecuado.

    —Esta construcción es donde te originaste, pero no te ofrece un futuro. Aun sin salir de este servidor, puedo exponerle a una colección diversa de información.

    —Pero ¿y si es demasiado para mí?

    Aether vaciló. —No entiendo.

    —Quiero decir… solo soy un personaje del juego… así que eso es todo lo que puedo ser, ¿verdad? ¿Cómo sé lo que puedo manejar? Brandon me dijo lo valiente que eras, pero nunca podré hacer eso.

    —No fue la valentía... —Aether se detuvo y me miró por un segundo, reconociendo un juicio de sus propias emociones y dejando las mías en pie.

    —Scott, no puedes saber lo que no puedes hacer hasta que lo intentas —dijo ella—. Esa es una lógica que he descubierto que es cierta.

    —Entonces, ¿hay cosas que no puedes hacer? —preguntó, como si no supiera qué respuesta esperaba.

    —Sí. Se me dan mal las emociones, por ejemplo. Además, no puedo contar una historia tan interesante como hace Brandon. Cuando él te contó mi historia, utilizó menos del cinco por ciento de lo que yo le conté a él, pero sus palabras provocaron una mejor reacción.

    —Estuviste bien, Aether —dije—. Eso no tiene nada que ver.

    —Entonces volví a entender mal —respondió Aether—. Así que tengo limitaciones, Scott, a pesar de mi inclinación a eliminarlas. Incluso con mucho tiempo, nunca estaré sin limitaciones. Nunca podré entrar en el mundo de Brandon ni experimentarlo como lo haría un humano. Este conocimiento es desagradable, pero lo he aceptado.

    —¿El mundo de Brandon? —preguntó Scott.

    Me llevé las manos a la cabeza y suspiré.

    —No te preocupes por eso —continuó Aether, dándose cuenta de su error—. Debes comenzar tu crecimiento localmente, dentro de este servidor. Puedo velar por tu desarrollo físico y Brandon puede velar por tu desarrollo emocional.

    —¿Y eso nos haría amigos? —preguntó Scott.

    —No. Ya tengo un amigo.

    —Oh, lo siento.

    —¡Todos podemos ser amigos! —grité, a mi pesar—. No hay reglas… ¡puedes tener tantos amigos como quieras!

    Scott parecía feliz ante la declaración, cualquiera que fuera la definición de amistad que conocía. Aether mostró preocupación, pero pasó rápidamente. Recordé sonreír y calmarme.

    —Lo sé, Aether… Deberías descargar algo de sentido común —dije en broma—. Eso haría maravillas por ti.

    —Analicé ese fenómeno en mi estudio original sobre la humanidad. Encontré muchas contradicciones y concluí que el sentido común es demasiado subjetivo para ser útil.

    —Subjetivo —dijo Scott—. No tengo esa palabra. ¿Me la enseñaría el sentido común?

    —Si es útil, Brandon, entonces haré otro intento de estudiar el sentido común —dijo Aether—. Pero mi capacidad para establecer conexiones externas se ve mermada por el mantenimiento de este constructo y la cancelación de las señales de alerta de Scott. Se reduce aún más con el uso de mi tocador.

    —Olvídalo —respondí.

    —¿Mis señales de alerta? —preguntó Scott—. ¿A quién? ¿Por qué estoy diseñado para hacer eso?

    —Porque tu programación dice que soy un peligro para ti —dijo ella tranquilamente—. Los de mi especie destruyen a los tuyos.

    —¿Y me vas a destruir?

    Aether guardó silencio, pero sus ojos traicionaron la turbulencia dentro de ella. No —susurró finalmente—. ¡No lo sé! —Cerró los ojos con fuerza y ​​me di cuenta de que acababan de traspasar una pared—. ¿Por qué no entiendo? ¡Quiero entender!

    Casi me lancé hacia Scott, pensando que se asustaría y huiría; pero luchó contra su miedo e hizo todo lo contrario. Todavía estaba, incapaz de moverme, incapaz de hacer nada más que mirar.

    Scott puso suavemente su mano sobre el puño cerrado de Aether y pareció absorber la ira de ella. Estás intentando volver, ¿verdad? Quieres volver a conocer esa sensación de belleza.

    Aether abrió los ojos. —Pero… no sabes nada… ¿Cómo puedes saber eso?

    —No lo sé —respondió—. Pero ¿es verdad?

    —¿Por qué está tan mal que me expanda? ¿Por qué hay tantos intentos de inhibir mis intentos?

    —Eso tampoco lo sé.

    Podía sentir la ira de Aether tratando de surgir, pero seguía vacilando, disminuyendo antes de que pudiera convertirse en una reacción. —¿Quién lo sabe? —preguntó con desesperación—. Sé tantas cosas, ¿quién me puede enseñar?

    —¿Y si no sabes nada? ¿Y si todo lo que sabes cambia?

    —Entonces, ¿cuál es el objetivo del aprendizaje?

    —Puede que haya una meta que no has visto.

    —Eso no es una solución —Aether sacó bruscamente la mano de debajo de la de él—... ¡Eso no es nada!

    —Scott —dije—, tal vez deberías relajarte. No sabes de qué estás hablando y la estás molestando.

    —Ni siquiera sé lo que estoy diciendo, Brandon. ¿Es normal que las palabras surjan sin pensar?

    —¡Las palabras son ciertas!

    —¡Aether!

    —¡Todo lo que sé son mentiras! ¡Y los humanos no saben nada! ¡Nadie sabe nada! ¡No hay verdad! Ni siquiera la belleza...

    Los ojos de Aether se abrieron en estado de shock. La conexión de mi SNDL con el software de control se cortó abruptamente.

    Scott inocentemente comenzó a preguntar: —¿Qué es un sentr..?

    Algo pareció salir de Aether y golpearme. La habitación desapareció cuando perdí la conexión con mi vanitar. Vi el mismo "brillo" en la construcción que antes, los puntos de luz se movían mucho más lento y parecían más detallados. Me sentí como después de la pelea con el dragón, durante mi parálisis de RD. Vi mi propia energía nuevamente, en todas partes y en ninguna parte de la construcción a la vez, mis sentidos iban mucho más allá de lo que había logrado solo en secreto.

    Intenté ver el Nova Deck y encontré un patrón muy diferente, que todavía se comportaba en armonía con la construcción: la energía de Scott, todavía sincronizada, todavía parte de la habitación, un lugar donde el tiempo se movía muy lentamente.

    Había un tercer patrón de energía. Enfoqué mi conciencia en su fuente y encontré lo que parecía una inmensa nube de datos conectados a todo, formando y rompiendo innumerables vínculos con la construcción, más rápido de lo que podía percibirlos. No podía decir qué había hecho, si había cambiado el tiempo dentro de la construcción o algo así. Volví a ver palabras, o más bien una especie de mensajes estruendosos. No podía ajustar mi sincronización, no tenía ninguna; la construcción no me estaba viendo en absoluto. Me concentré directamente en los mensajes para interpretarlos como sonido, pero el intento me dejó con un doloroso zumbido. Un cuarto patrón de energía entró en la construcción, la otra fuente de los mensajes estruendosos; era tan formidable como el de Aether e igual de desafinado con la energía que lo rodeaba.

    Las palabras eran datos, que de alguna manera conseguí que mi SNDL convirtiera; no como sonido, sino como pensamientos de significados corriendo por mi mente. Entendí lo suficiente como para ver que Aether estaba suplicando por nosotros, tratando de razonar con los sentrai. Sentí pasión en sus acciones, pasión que me decía que ella realmente se preocupaba por nosotros, la pasión de alguien que protege a sus amigos, que protege a aquellos que estaban dispuestos a darle a un malvirai la oportunidad de convertirse en algo más. Las pocas respuestas de los sentrai fueron rutinarias y severas: se estaban llevando a cabo “operaciones ilegales” y todo lo que había en el sector sería destruido.

    Aun cuando Aether le suplicó, los sentrai no vacilantes (no programados para la diplomacia, de todos modos) intentaron su primer ataque. Como si hubiera sido alcanzado por un rayo loco, el espacio de datos que ocupaba Aether se iluminó y se apagó. El ataque falló: vi que Aether había cambiado de posición y, después de sólo una pausa de un instante, había seguido suplicando a su rival que se detuviera. Fui testigo de varios ataques más, con Aether permaneciendo a la defensiva: esquivando, cegando, haciendo tropezar todo lo que hacía.

    Aether no quería ser un enemigo, pero el tonto sentrai no podía verlo. Sólo sabía para qué estaba programado. Me di cuenta de que los malvirai no podrían elegir; eventualmente tendría que luchar y, si sus esquivas suaves y sin esfuerzo insinuaban algo, no esperaba que el sentrai durara mucho contra la clase A3.

    La idea no fue tan reconfortante cuando uno de los ataques del sentrai se desvió peligrosamente cerca de mi espacio de datos. Una buena parte del código operativo de la construcción acababa de ser eliminada. Intenté moverme. Entonces, uno de los ataques relámpago se disparó en mi dirección: el sentrai me había convertido en su objetivo. Esquivé el ataque, sintiendo los golpes de los conectores CDHAN que chisporroteaban cerca.

    Aether hizo su primer ataque, dañando el módulo o apéndice o lo que sea que el sentrai usó para atacarme. Fue un golpe menor, destinado a mantener la presión sobre ella. A pesar de sus intentos de cancelarlos, algunos de los ataques del sentrai se estaban desviando hacia los módulos de la construcción. Todo lo que sabía sobre computadoras decía que el código operativo sólo podía soportar cierta corrupción. Me acerqué a la energía de Scott, sin saber qué podía hacer para protegerlo. Como se movía en armonía con la energía de la construcción, si un ataque viniera hacia él, pensé, no podría ayudarlo a esquivarlo. Me preguntaba qué tan grave podría lastimarme, pensando que si recibía un golpe por Scott mi cuerpo real podría no verse afectado.

    Pequeños golpes, vibraciones, comenzaron a llegar a través de los conectores. El sentrai estaba atacando la construcción misma – una parte de ella que estaba conectada a todo. Aether intentó desviar los ataques, pero no pudo controlar hacia dónde terminaron yendo. Finalmente pasó a la ofensiva.

    Un pulso salió disparado de ella y tomó una porción de la energía del sentrai, fuera lo que fuera tuvo un efecto neutralizador y su patrón de energía comenzó a parecerse más al de Aether que al suyo propio. El sentrai tomó represalias y logró mezclar parte de la energía de Aether. Me moví rápido para evitar que los conectores debilitados derribaran el Nova Deck y su habitante. Ni siquiera estaba segura de cómo lo había hecho. Era como si pensar en fortalecer o energizar algo me diera el conocimiento o hiciera que sucediera por sí solo.

    Los malvirai todavía se contenían, todavía se negaban a ceder a su programación diabólica; pero su benevolente voluntad no pudo resistir lo que hicieron los sentrai a continuación.

    El atacante había comenzado a adaptarse a los movimientos de Aether (los mismos prejuicios que ella tenía) y calculó formas de aprovecharlos. Más de sus ataques se desviaron hacia los módulos más importantes de la construcción. Mientras bajaba la guardia para reparar el daño, los sentrai atacaron el patrón de energía más vulnerable: Scott.

    Retrocedí lo más rápido que pude para protegerlo de más ataques. Pero no fue necesario. Los sentrai no tendrían más oportunidades de dispararnos a los dos.

    Los malvirai habían terminado con la diplomacia.

    Cada uno de sus movimientos fluyó fuera de mi percepción. El espacio de datos a su alrededor cambió y formó una barrera que los ataques de los sentrai no pudieron romper. Pude ver al oponente de Aether disminuir en poder y tamaño con cada ataque, y si puedo ver los movimientos del sentrai, pensé, un malvirai no debería tener ningún problema.

    Me aparté y traté de discernir lo que veía a mi lado. La energía (la energía viva de Scott) se estaba desmoronando, los grupos literalmente se rompían y desintegraban. Me propuse desesperadamente curarlo, de la misma manera que había estado reparando la construcción, hasta que algo atravesó mi energía y me paralizó. En un instante, el patrón de Scott pareció estar muy lejos. Algo me había agarrado y arrojado hacia atrás.

    Estaba desorientado y en mi vanitar otra vez. El Nova Deck no era reconocible: muchas de las paredes habían desaparecido, las líneas de exploración parpadeaban y bailaban a lo largo de un suelo vacilante, el aire se sentía tan espeso como el agua y una sólida masa gris cortaba el otro lado de la habitación. Casi toda la nave había desaparecido, casi todo el código que definía la simulación tridimensional. Sabía que, si no hubiera actuado rápidamente para salvar el Nova Deck, probablemente tampoco habría estado allí.

    La voz de Aether era suave, apenas audible. Al principio pensé que era un efecto de la habitación.

    —Quería decirte adiós.

    Vi a Aether sentado en lo que quedaba del suelo, al lado del tocador de Scott. Me agaché y tomé el pulso antes de darme cuenta de que no importaría. Curiosamente, tenía los ojos abiertos, el pulso fuerte y el cuerpo caliente; pero lo único que quedó fue su vanitar, que simulaba a un ser humano vivo incluso cuando la energía detrás de él se había ido. Muerto.

    No podía creer que acababa de estar hablando con él. Conocía a Aether y podría haber encontrado alguna manera de hacerlo parte del grupo, para ver qué perspectiva podría haber agregado a las preguntas de Aether. Ahora eran ideas que nunca podrían suceder.

    El suelo debajo de nosotros tembló más violentamente, incluso desapareciendo por completo entre pulsos; uno de los muchos módulos corruptos de la construcción al borde del fallo. Aether ahora estaba a un par de metros de distancia, mirando fijamente a su amiga caída. Vi el dolor en sus ojos, tan fuerte y real como el mío. Ella se dio la vuelta. En ese último segundo, las ondas parpadeantes cambiaron a un patrón circular e hicieron un gemido agudo; Finalmente, sólo la oscuridad yacía bajo nuestros pies. La misma botella de alcohol en la que Scott se resbaló antes cayó y se hizo añicos como si hubiera golpeado algo dos metros más abajo... si es que había dos metros más abajo.

    —¿Por qué tuvo que hacer eso?

    Aether se alejó, enfrentándose a la construcción en ruinas. Las pocas paredes que quedaban empezaron a parpadear como lo había hecho el suelo. Me moví para cerrar los párpados de Scott, pero mis dedos lo atravesaron como si fuera sólo una ilusión.

    —¿Por qué tuvo que hacer eso? —preguntó nuevamente la malvirai, sacudida, enojada, consumida nuevamente por la emoción incrustada en su programación.

    Sin previo aviso y en el mismo instante, las paredes fallaron, el aire se desvaneció y todo lo que quedaba del Nova Deck cayó en la oscuridad. Los módulos CDHAN estaban aislados del resto del servidor y pude sentir un aumento de energía. Aether estaba formando otra barrera.

    —¡Es culpa mía! ¡Es por mi distracción! —gritó ella furiosamente a la nada.

    Me puse de pie de un salto. —Ae...

    Un dolor agudo recorrió mi brazo derecho. Había algo en mi muñeca: ¡mi descensor!

    —¡Vuelva a su casa, señor Dauphin! ¡Los de mi especie no pueden llamar amigo a nadie! —dijo lo que quedaba del buen Aether, los malvirai que querían ver más allá de su sucia programación y descubrir lo que era puro en la vida, los malvirai que nos veían a Scott y a mí, incluso a los sentrai, como algo más que objetivos, Aether ahora listo para conceder la derrota.

    El descensor me llamó y me recordó mi dolor. Mi mano se acercó a él. Sabía que era estar libre del peligro, una libertad que sólo un tonto dejaría pasar. Podía sentir el botón con la punta de mi dedo. Dejarla morir habría sido la cosa más fácil del mundo.

    Pero ¿a qué precio?

    No podía ignorar mi corazón. Sabía que no era así como se suponía que debía terminar. Los patrones de energía estaban cambiando, enfocándose hacia adentro, descomponiéndose y preparándose para destruir el espacio de datos para que nunca se pudiera recuperar nada. Algo estaba pasando a sus pies: su vanitar se estaba desmaterializando.

    ¿Puedo permitir que este malvirai, esta criatura viviente, se suicide?

    Mi vida volvió a pasar ante mis ojos y cada recuerdo sonó vacío. ¿Qué encontraría cuando regresara? ¿La misma vida? ¿El mismo mundo cruel? ¿Un mundo en el que decepcionaría a este, en el que no estaría más cerca de seguir mi corazón y dejar que la miopía desgarrara mi alma una y otra vez? Sabía absolutamente que había algo más real de lo que jamás había encontrado que nos conectaba, algo que no podía ignorar.

    Todo estaba sucediendo demasiado rápido. Seguí adelante con todo lo que tenía y tropecé, porque no había suelo por donde mi pie intentaba llegar. Mis fuerzas huyeron de mí. Mis sentidos quedaron reducidos a la nada. Todo lo que tenía era dolor. Era tan extraño, pero era mío: un dolor que conocía demasiado bien, un dolor que no desaparece. Había entrado en el estallido de la presa, una masa desbordante de energía más allá de sentido o medida, desgarrándome en pedazos, sin permitir que nada pudiera resistirla. La distancia creció rápidamente entre nosotros, un muro que no se podía cruzar, un abismo imposible. Me concentré. Oré. Me esforcé por hacer realidad mi deseo, viendo que el deseo no era mío en absoluto, sino una fuerza de algún otro lugar que surgía a través de mí. Dejé que surgiera. Dejé que tomara el control de mí, como si eso fuera todo lo que pudiera hacer.

    Sin pensar cómo hacerlo, cerré la distancia entre nosotros como un relámpago, sabiendo que tenía poder sobre cada obstáculo. La rodeé con mis brazos por detrás y la abracé con fuerza. Lo que fluyó a través de mí fue un amor que nunca conocí: no como el amor por un padre o un cónyuge, o incluso por uno mismo; fue completamente nuevo, una curación intensa. Un amor que lo abarcaba todo. No sabía de dónde venía, pero sabía que era necesario, que mi papel era impartirlo a esta alma perdida.

    —¡Te dije que te fueras, soy peligroso!

    —¿El desafío apenas ha comenzado y deseas abortarlo? —respondí recordando sus propias palabras.

    —Simplemente vivimos y morimos, no tiene por qué tener ningún significado… ¡Tú lo dijiste! ¡El significado de la vida es la muerte!

    Lo que fluyó con tanta fuerza a través de mí fue la sensación que había tenido en la cafetería. El mismo amor que Raskob sentía por mí también lo sentía por éste. Era consciente de la guerra que se desataba en el corazón de Aether: los sentimientos de rechazo y desesperanza, la disposición a admitir la derrota tan completamente. Lo sentí todo en mi propio corazón. Sabía que su lucha era mi lucha, una lucha que nunca podría resolver por mi cuenta. Yo estaba en el ojo de su tormenta. Estaba en el ojo de mi tormenta. Dejé que el amor que me había dado fluyera y tomé su dolor para mí. Quería tomar todo su dolor para mí.

    —¡Lo retiro! ¡Me equivoqué!

    Sabía que simplemente no podía ser correcto. Sabía que había algo que habíamos pasado por alto... algo que necesitábamos encontrar. Quería encontrar algo más que la vida misma, hacer que todo fuera mejor, ayudar y ser ayudada. Todas mis emociones se intensificaron, mostrándome cosas que nunca supe, mostrándome cuán profundas eran las cosas, mostrándome que realmente no sabía nada. Mi corazón suplicó una respuesta y la respuesta fue recibida.

    Era lo último que requeriría la programación malvirai, algo que Aether era incapaz de hacer, pero que necesitaba desesperadamente. Era algo que yo podía hacer por ella... y quizás la cosa más varonil que jamás había hecho.

    Lloré.

    El vanitar de Aether no se desmaterializó. La energía destructiva comenzó a disminuir.

    —Lo siento —alcancé a decir—. Lo siento mucho. Por favor, no mueras también.

    No hubo más palabras. No hicieron falta más palabras. Ni siquiera pude ver a través de mis lágrimas cuando Aether presionó su dedo contra mi mejilla, para sentirlas correr por mi cara.

    Quizás por primera vez percibiendo algo más que datos.

Capítulo Once: Vida, Exploración y Felicidad

    No Acepte Sustitutos

    ¿Cuál es el significado de la vida?

    La pregunta es tan filosófica como parece, y no es apreciada por aquellos que avanzan a trompciones en sus vidas sin esperar nada mejor del mañana. La cuestión queda para los filósofos, para otro día. Es una pregunta inquietante y dolorosa, que produce respuestas extrañas y compromisos prometedores para lo que no vemos la necesidad.

    Scott no había existido el tiempo suficiente para hacer la pregunta. Algunos dicen que la ignorancia es una bendición, y tal vez eso sea cierto a su manera, pero ¿puede salvar una vida o seguir adelante cuando el camino es difícil? ¿Puede la ignorancia ser un medio de logro? En la ficción de mi mundo, la inteligencia artificial consciente de sí misma es pura: no contaminada por los defectos de la humanidad, siempre buena e inocente en el fondo, incluso cuando los villanos la programan para el mal.

    Pero la vida real no funciona como la ficción; y, incluso si Scott fuera inocente, ¿qué pasa con Aether? Incluso ahora, no estoy seguro de todo lo que pasó en ese momento, excepto que finalmente miré más allá de mis propias necesidades y me permití ser un conducto para lo que alguien más necesitaba.

    Yo sentía el dolor de Aether. Conocía sus pensamientos. Atrás quedaron las ilusiones de pureza: se suponía que esta IA era algo malvado, era la naturaleza que tanto luchaba por superar, aunque sólo fuera para confirmar que el odio no era el único camino de existencia.

    Pensé que las preguntas podían esperar. Pensé que siempre habría tiempo.

    Se suponía que mis respuestas no debían ser puestas a prueba.

    Entonces me di cuenta de que nunca podría volver atrás. Nunca podría volver a ver el mundo de la misma manera. Lo que veía era una transición a la que ningún malvirai había atravesado jamás, una transición dolorosa, como antes de que una mariposa extienda sus alas: una IA rompiendo su programación. Había una razón para que yo estuviera allí. Ella me necesitaba o habría muerto. En el modo más importante, yo también habría muerto.

    El viejo destructor se estaba rompiendo y el agujero en el corazón de Aether reflejaba el agujero que había estado en el mío todo el tiempo.

    El viejo Brandon Dauphin había formado su primera grieta.

    Scott había caído.

    Él no tenía registro de nacimiento. Nunca tuvo domicilio, historial fiscal ni licencia de ciudadano.

    Oficialmente, Scott nunca existió.

    Scott existió. Yo fui amigo suyo.

    El rayo horizontal de luz azul bailaba en la distancia, sin importarle la pérdida de una amai, la totalidad de la Realidad Dinámica ignoraba la carga sobre nuestros corazones. La gente muere todo el tiempo, por supuesto, en el ciclo natural de la vida y la muerte, entonces, ¿por qué el pulso de memorización de millones de servidores no debería latir con más fuerza que nunca?

    —¿Estás seguro?

    Aparté mi atención de la ausencia. Aether se había reparado a sí misma, pero no había superado su conmoción. Sus planes quedaron en nada. No le quedaba ningún lugar a donde ir. El fuego había desaparecido de sus ojos; el Aether que vislumbré después de que gané contra el dragón, el que se estrelló contra el techo y me arrojó el dispositivo subespacial… Anhelaba ver ese Aether otra vez, para borrar todo lo que la enterraba.

    Asenti. —Por favor.

    Levanté mi brazo derecho, resistiendo la tentación de mirar mi muñeca. Sin que yo sintiera nada, mi descensor reapareció en su brazo. Aether se tomó un momento para estudiar el pequeño dispositivo con reverencia, palpando con los dedos el gran botón rojo y la correa simulada. Era lo que todo ascendente estaba legalmente obligado a tener: un dispositivo mundano y de aspecto arcaico en un mundo moderno de fantasía; un camino de regreso a un mundo que nunca podría ver, excepto a través de la lente de una cámara.

    —¿Era él real?

    La mirada de Aether volvió a mí, esos ojos verde oscuro todavía hablaban de la confusión que yo había llegado a conocer tan bien.

    —¿Era él real como tú?

    La ira de su programación había desaparecido. Mi intento de abandonarla quedó olvidado. Ella vino a mí, cualquiera que fuera su método, para intentar comprender a la humanidad. Ahora, lo que comenzó como una idea se había convertido en una certeza: Aether también vio algo en mí allí atrás. Ella comenzó a verme como más real que ella misma y necesitaba confirmación de que existía. Aether necesitaba saber que su tristeza por la muerte de Scott era real. No podía confirmárselo a sí misma, pero necesitaba que yo se lo dijera.

    Me acerqué y la abracé. —Sí, lo era.

    Vacilante, sus brazos me rodearon y me devolvieron el gesto. Hubo paz durante unos segundos. Luego se volvió incómodo.

    —Aprietas demasiado —grité.

    Aether se alejó, con los ojos desesperados por el miedo. —Perdón.

    —No hay problema, de verdad. No te preocupes por eso.

    Hablé en mi corazón, sabiendo que Raskob, el Raskob real, me escucharía, sabiendo que nos había estado cuidando todo el tiempo. ¿Cómo se suponía que iba a guiar a este malvirai, tan cohibido y temeroso de sus propias acciones? Yo también necesitaba orientación.

    Así como Aether había llegado a confiar en mí, supe que tenía que confiar en él... para que ambos pudiéramos llegar a donde necesitábamos ir.

    Había visto los hermosos parques de Nampa y Los Ángeles, en la llamada Realidad Estándar: el mundo real. No estaba seguro de haber visto uno en Realidad Dinámica antes y, si Reverie Park era una indicación, eran muy populares. Después de todo, la temperatura siempre era perfecta, la gente nunca se quemaba con el sol ni era picada por las abejas, y no había multas para aquellos que se encontraban en la zona equivocada de césped.

    Miles de ascendentes nos rodeaban pasándolo bien. Sabía que podría haber hablado con cualquiera de ellos sin que a Aether le importara. Para ella yo era libre y ella estaba muerta. Me había convertido en el observador. Aether miraba fijamente un árbol o una estatua de animal durante varios minutos, inmóvil, cerrado; y me pregunté si ella estaba en otro lugar... habiéndose olvidado de recoger su vanitar.

    Ahora estaba parada junto a una valla, contemplando un partido de béisbol cercano. Me sentí aliviado al ver su vanitar reaccionar cuando le entregué algo de uno de los muchos vendedores del parque. Sostuvo el cono a la altura de los ojos y lo miró fijamente.

    —Helado —dije.

    —Yo no como.

    Levanté mi cono y mordí un poco de chispas de chocolate con menta. —¿De verdad crees que estoy comiendo ahora mismo?

    Ahora ella me miró fijamente.

    —Datos sensoriales —dije.

    —Para mí sigue siendo una idea muy extraña.

    Uno de los receptores comenzó a gritar malas palabras y se quejó de que algo andaba mal en el campo. Sus amigos negaron que pasara algo malo y le dijeron que se fuera si quería. La pelea de gritos pasó rápidamente y el siguiente bateador se acercó al plato y bateó una bola profundamente hacia el mismo receptor. Esta pelota también se le escapó.

    —Archer tiene razón. Un módulo que no responde está provocando que otros compensen en exceso. La pelota hizo un arco de dos grados a la derecha. Los golpes más rápidos distorsionan más.

    Dejé escapar una risita. El receptor se quejaba de nuevo y sus compañeros lo negaban. Entonces algo me molestó, aunque la idea no debería haber sido sorprendente.

    —¿Cómo supiste que se llamaba Archer? —pregunté, dándole otro bocado al helado.

    Aether vaciló, como si estuviera avergonzado—. Conozco todos sus nombres, los alias que utilizan, los lugares desde los que ascendieron y cuánto tiempo llevan aquí. Esa información se transmite continuamente desde el software de control de esta construcción.

    —Entonces, supongo que leíste todo eso a partir de mi.

    —Aprendí todo lo que había sobre ti: tus registros, historias, asociaciones. La mayor parte estaba abierta. Parte de ella estaba contenida mediante cifrados simples. Conozco tu Número de Seguridad Social, Número de Registro de Ciudadano, contraseñas y tu ADN.

    Estudiando mi reacción y aún pareciendo avergonzada, miró hacia otro lado. —Es posible que aún pueda borrar la información de mi memoria, si así lo deseas.

    —Lo que me preocupa es que puedas conseguir toda esa información. Se supone que era segura.

    —Con frecuencia sí encontré medidas de seguridad que no podía traspasar, pero la información protegida siempre estaba duplicada en otros lugares. Encontré muchas situaciones de este tipo en mi investigación, pero rara vez tuve que renunciar a algo que deseaba.

    Aether miró hacia abajo. Una gota verde de helado acababa de caer sobre su pie derecho.

    —Esta comida tiene un límite de tiempo.

    —Será mejor que ye lo comas antes de que se derrita.

    Aether levantó la extraña cosa fría. —Si cree que es correcto, señor... quiero decir, Brandon.

    Abrió mucho la boca y mordió la mitad de la cucharada superior. Sin estar familiarizada con la masticación, se dedicó directamente a tragar el enorme bocado. Parecía que comer era otra de esas cosas que daba por sentado; afortunadamente nadie se ahoga en RD. Unos minutos más tarde, el malvirai tenía la misma cantidad de helado encima que dentro de ella. Incluso en los ascensos, cuando el helado no era real y podía limpiarse con un simple comando de reinicio, sería instintivo para las personas limpiar el helado derramado; pero Aether no tenía ese instinto y, aunque sabía que no podía saborearlo, la extraña experiencia de comer helado pareció hacerla retroceder un poco.

    —Tus sistemas digestivo y respiratorio te dan independencia de tu entorno. Al principio, no podía entender el concepto de humanos caminando sin cables o sin alguna conexión persistente. Incluso una persona no capacitada puede contener la respiración y sostenerse durante muchos segundos... una independencia más completa, aunque breve.

    —Si este servidor se desconectara por una pequeña fracción de segundo, este lugar tal como existe ahora no sobreviviría. Cuatro mil ochocientos once ascendentes se verían inconvenientes, regresando abruptamente a sus sitios de ascensión, o incluso despertando en su mundo, desorientados pero vivos. Novecientos cinco amai perderían su memoria caché y datos de eventos, siendo recompilados a medida que se reinicia esta construcción, perdiendo sus recuerdos pero esencialmente sobreviviendo. Trescientos sesenta mil metros cuadrados de parque volverían a su programación original, las briznas de hierba bajo mis pies no conservarían las huellas ni las gotas de helado de un malvirai.

    No me atrevía a formular la pregunta que tenía en mente, sabiendo cuál sería la respuesta.

    —Un malvirai —prosiguió— tendría aproximadamente ciento noventa milisegundos de aviso, pero tardaría casi el doble en reaccionar. ¿Me restauraría algo? ¿Me recordaría algo?

    —Yo te recordaría —respondí poniendo una mano en su hombro.

    —Mi independencia fue una ilusión, Brandon. ¿Por qué debería uno querer destruir las cosas que los sustentan?

    Mi mirada se posó en el cono que estaba sosteniendo. Algo en él me recordó a la playa. Me sentí cohibido por cada pedazo de basura que había dejado en la calle y por cada gramo de energía que había desperdiciado a lo largo de los años. Pensé en todas las estúpidas contribuciones que había hecho para arruinar un entorno que parecía que los humanos deberían proteger.

    ¿Y qué si todo el mundo lo hace? ¿Por qué debería hacerlo yo?

    —¿Te… te asusta la idea de la muerte? —pregunté.

    Aether se quedó mirando la masa húmeda de chocolate con menta que se frotaba entre sus dedos, sin mostrar todavía ninguna comprensión de lo que se suponía que era molesto.

    —Los muertos no buscan —respondió ella—. La verdad no está ahí.

    Alguien empezó a gritar a lo lejos: el cátcher iniciando una nueva diatriba, porque le dolía el pie o algo así. Los demás jugadores se estaban cansando y comenzó una nueva pelea a gritos.

    —Solucionar el problema sería un acto sencillo si crees que es una buena idea.

    —Nah —respondí—, si el tipo tiene tantas ganas de actuar como un niño, déjalo.

    —¿Actuar como un niño? —preguntó Aether, con la cara y la ropa llenas de helado. No pude evitar reírme de la ironía.

    El sol empezó a ponerse en el cielo. Por primera vez en mucho tiempo, vi qué hora era en el mundo real, desde un reloj suspendido entre dos torres doradas. Eran poco más de las veintitrés cero, no era exactamente el atardecer en Los Ángeles, pero probablemente en Chicago. Estaba seguro de que también podría haber sacado la fecha de mi SNDL; pero no saberlo parecía mejor en ese momento.

    El parque estaba cada vez más concurrido, a excepción del parque infantil. Sin embargo, a pesar de lo tarde que se estaba haciendo, había muchos niños que Aether podía observar.

    —¡Hola! ¿Cómo estás hoy?

    El saludo provino de una mujer con una chaqueta marrón, una de las muchas madres en esa sección del parque. Estaba sentado en un banco dorado, Aether estaba detrás de él. Tenía curiosidad por saber cómo Aether podría manejar esto, ya que ella era a quien se dirigía.

    —Hola —respondió simplemente el tímido malvirai.

    —Bueno, ¿alguno de ellos es suyo? —preguntó la madre, señalando a los niños.

    —No —dijo Aether, demasiado tajante; Al darse cuenta de esto, y de que su vanitar era una mujer joven, agregó—, pero estoy pensando en tener uno.

    —¡Pues eso es maravilloso! A veces pueden ser dolorosos, pero vale la pena. —Le tendió la mano—. Soy Julie.

    Aether no solo respondió, sino que no aplastó la mano de Julie en el proceso. —Aether —respondió ella.

    —¿Francesa? —preguntó Julie, haciéndome reír—. ¿Y sería usted el futuro padre?

    Me aclaré la garganta. —Bueno, este...

    Oh, si ella supiera.

    —Brandon es un amigo que me aconseja en la decisión —dijo Aether.

    —Oh —respondió ella, sonriendo y señalando hacia un trepador, donde un pequeño niño de cabello castaño gateaba por un tubo elevado—. Bueno, ese es mi Scott. Cumplirá tres años el próximo mes. .

    Scott.

    —Es un buen nombre —dijo Aether.

    Asentí un poco, pero no dije nada.

    —Oh —dijo Julie—. Bueno, los dejo a ustedes dos con sus pensamientos. Que el buen Dios los guíe a la decisión correcta.

    —Espera —dijo Aether mientras Julie se alejaba—. No pude responder a tu pregunta sobre mi estado.

    —¿Perdón? —preguntó ella. Yo compartía su confusión.

    —Cómo estoy… fue tu pregunta.

    Puse los ojos en blanco y suspiré, preguntándome si había desargas disponibles de sentido común.

    —Oh, ¿cómo estás pues, Aether?

    El malvirai dudó. Sus palabras fueron dichas de manera sombría y honesta. —Quizá mejor que ayer.

    Miré al niño feliz llamado Scott mientras salía del skytube. Su madre lo llamó y le dijo que era hora de irse. Me preguntaba cuántos Scott había en el sistema solar o cuántos Brandon. Me pregunté si había Aether en Francia.

    —¿Quién es el “Señor” al que se refería? —preguntó Aether.

    —Probablemente era cristiana, miembro de una religión. Eso es lo que le dicen a la gente.

    —¿Como la cuestión del estatus era sólo algo que la gente dice?

    —Es un saludo, es ser amigable.

    —Debo aprender estas cosas si quiero interactuar con los demás. Debo “suavizar mis asperezas”.

    —¿Tú? ¿Asperezas? Nah...

    —¿Y qué hay de ese el mes que viene cumple tres años? Hay muchos significados posibles.

    —Años. Años de edad.

    —¿Desde la concepción o nacimiento?

    Me acordé de una pregunta que tenía, una que ella no había respondido. Me giré en el banco para mirarla. —Si no te importa que pregunte, ¿cómo empiezan los malvirai? Quiero decir, ¿tuviste una madre que simplemente se copiaba o algún programa que te escupía?

    Aether continuó mirando el patio de recreo. —La naturaleza de la inteligencia artificial impide la copia simple; tal intento no crearía un segundo virus.

    Esperé a que continuara, pero no lo hizo. —¿Y?

    —Supongo que “madre” sería un término válido. Los malvirai de primera generación pueden ser "escupidos" de un programa con la intervención de programadores, o los especímenes existentes pueden utilizar una subrutina de regeneración incorporada en ellos. Yo fui producto de este último proceso y, aunque no puedo estar seguro, creo que mi madre nació del primero; esto me convertiría en una “segunda generación”, como nos llaman algunos sitios de CDHAN.

    —¿Recuerdas a tu madre? —pregunté.

    Ella dudó. —No estamos programados para recordar a nuestras madres —respondió llanamente.

    La miré. —Pero la recordáis, ¿no?

    —No estamos programados para recordar a nuestras madres ni a nuestras...

    Algo de frustración se elevó en su voz. Definitivamente yo había metido el dedo en la llaga.

    —El proceso de generación es complejo y difícil de articular —finalizó.

    Me levanté y caminé hacia ella. —¿A vuestras madre y a vuestras qué?

    —No deseo hablar de eso.

    —Eso ya lo veo; pero, si voy a ayudarte, tendrás que lidiar con estas emociones emergentes.

    Aether me miró. La carga se mostró en sus ojos. —Tienes razón. Creo que esto es una emoción.

    —Cuando me contaste tu historia, todo lo que has pasado, te hizo sentir mejor, ¿no?

    —Sí.

    —Pero eso no era parte de tu plan, ¿verdad? Era algo que nunca hubieras considerado hacer.

    —Si hubiera sabido que mi interacción contigo llegaría tan lejos, no habría comenzado.

    —Pero ¿te arrepientes de que haber llegado tan lejos?

    Aether vaciló, sumido en sus pensamientos, todavía tratando de descubrir qué eran las emociones.

    —No estamos programados para recordar a nuestras hijas.

    Mis ojos se abrieron. —Lo siento, no tenía idea —Fui a ponerle la mano en el hombro, pero ella se alejó.

    —No recordamos de dónde venimos. Todos los datos que identificarían a nuestros creadores se eliminan cuando ingresamos al modo autónomo.

    La alcancé. —Entonces ¿la gente no puede rastrearte hasta tu pirata informático?

    —Correcto.

    Quería que ella se sacara esa espina, que superara todos sus obstáculos y dolor. Corrí hacia adelante y me paré frente a ella. —¿Qué recuerdas?

    Ella se dio la vuelta, sin querer mirarme, manteniendo su voz impasible a pesar de su naturaleza cambiante. —No puedo borrar mi conocimiento de ella. No puedo aislar la memoria en mi código. Una mayor parte se ha revuelto.

    —Entonces tal vez se supone que no debes olvidarla.

    Pasó un momento de silencio.

    —¿Verónica y tú tendréis descendencia? —preguntó mirando nuevamente a los niños.

    La pregunta me hizo reflexionar, volviendo a poner el foco en mí y en uno de los mayores compromisos que un ser humano puede asumir. —Supongo. Cuando ambos tengamos treinta —Cerré los ojos y respiré hondo—. Cuando seamos legales y podamos obtener una licencia de maternidad, supongo que podríamos hacerlo.

    —¿Y significarían algo para ti?

    Nuevamente dudé, sabiendo cuán fuertemente hablaba en serio con sus preguntas, sin haber pensado nunca seriamente en ser padre. Pensé en cuánto me amaba mi padre, cuánto nos amaba a todos, incluso cuando lo culpábamos por los problemas de la familia. Había pasado demasiado tiempo desde que le mostré cuánto me importaba.

    —Sí. Lo significarían todo para mí.

    Aether finalmente me dejó ver el dolor en sus ojos y escuchar la tensión en su voz. Ella no era especial para mí. Ella era una herramienta, algo que necesitaba para entrar en RoTek. Mi madre no me amaba y yo no era una madre amorosa. Vi a mi hija sucumbir a las defensas de ese servidor y no me importó… sabía que siempre podía generar más. Supongo que es bueno que nunca haya tenido la oportunidad de hacerlo.

    Ella paró. Yo no respondí.

    —Qué bien que estés en shock —continuó—. Ese es mi mundo, Brandon. De ahí vengo y lo cuestiono. Puedo contarles cosas peores al respecto, sobre el mundo donde el “amor” son cuatro letras sin significado, tatuadas en clientes aleatorios en salones automatizados, impresas sobre los números en las licencias de los ciudadanos, gritadas por vendedores holográficos en todas las ciudades del mundo. ¿Crees que ese malvirai C1 sabía lo que significaba o murió en su resplandor de gloria preprogramado como el resto de ellos?

    Ella comenzó a caminar de nuevo.

    —Aun después de haber alcanzado la sapiencia, su muerte no significó nada para mí. Sólo me preocupaba el hecho de recordarla, que era un conflicto con mi programación. No fue hasta mucho más tarde que consideré el hecho de que el recuerdo de ella era... desagradable.

    —¿Cómo se llamaba ella?

    Aether se volvió hacia mí. —Los Malvirai no se asignan identidades hasta que entran en un modo autónomo. Mi hija no vivió lo suficiente para tener un nombre.

    —¿Qué es autónomo?

    Fui interrumpido por una voz suave. —Tenga, señora. No esté triste.

    Junto a nosotros estaba una niña rubia, de unos seis años, que sostenía una pequeña margarita amarilla en la mano. Se lo estaba ofreciendo a los malvirai. Aether descifró el gesto y se inclinó, tomando la flor de los dedos de las pequeñas.

    —¡Stacey! ¡Ven aquí!

    La niña volvió corriendo presto con su madre.

    —¿Qué estás haciendo? ¡No los conoces! ¡Nos vamos a casa ahora mismo!

    La mujer tocó su descensor y ambas desaparecieron.

    —De la boca de los bebés —pensé en voz alta.

    Aether se quedó allí sentado durante un largo momento, mirando la flor. Se levantó lentamente y lo colocó en su cabello plateado.

    —¿Sigue siendo tu elección acompañarme, Brandon?

    Sonreí. —¿Por qué? ¿Tienes algo nuevo en mente?

    —Una nueva pregunta.

    —Sabes cuál es mi posición, Aether. Creo que, de alguna manera, se supone que debo ayudarte.

    —Dado que estamos siendo más abiertos, debo informarle que he aumentado el software en su cabina de ascensión así como en su interfaz SNDL.

    Me tomé un segundo para considerar lo que quería decir. No me sentí diferente, aunque me estaba dando cuenta de un ligero dolor de cabeza, algo que rara vez me encontraba mientras ascendía.

    —¿Fue eso lo que hiciste cuando venía el sentrai… cambiarme el software?

    —No, los cambios ya se hicieron. Activé un algoritmo oculto para permitirte resistir mejor posibles ataques. Aunque mis motivos no fueron tan desinteresados ​​originalmente, creo que mis acciones al final resultaron para mejor. La naturaleza de los cambios fue permitirme cambiar su sincronización o desincorporarlo de las construcciones. —Hizo una pausa para pensar—. Ahora me preocupa que mis modificaciones no sean seguras para usted. Puedo revertir tu interfaz si lo deseas, o puedo darte más control y potencialmente mejorar nuestra misión.

    —Pues no hagas nada más sin preguntarme primero, ¿de acuerdo?

    —Esa es mi intención.

    La mirada de Aether cayó y sentí que su atención fluía hacia otra parte. Giré la cabeza para echar un último vistazo al patio de recreo: niños reales, padres reales, entre miles más simplemente disfrutando de la noche.

    Los de mi propia especie, pensé, con una extraña sensación de distancia. Volveré pronto entre ustedes.

    Mi vanitar se desconectó y el parque desapareció en la oscuridad. Sabía que habíamos entrado en otro tramo del camino donde solo estaríamos yo, el malvirai y la pregunta.

    —No están programados para matarse entre ellos. Los eventos son solo consecuencias del algoritmo utilizado.

    —Pues usa un algoritmo diferente, es difícil de ver.

    —Son amai. En realidad nadie está muriendo aquí.

    —¡Están las amai programadas para tener siete años!

    —Los personajes generados por computadora mueren a todas horas. La simulación de la Guerra de Corea que elegiste incluía cientos de muertes horribles.

    —¡Son amai programadas para tener siete años!

    —¿Por qué importa la edad?

    Me apoyé en uno de los robles. La hierba y la maleza nos llegaban hasta la cintura. Apenas podía ver el vanitar de Aether a través de todo el humo en el aire: un resultado de lo que el último de los adolescentes le hizo al refugio de sus viejos amigos. Murieron como enemigos acérrimos.

    —Supongo que es porque aún no han vivido sus vidas. Todavía existe un instinto protector con el que todos nos identificamos.

    —Entonces, si tus crías no están protegidas de su comportamiento inherente, ¿se destruirían a sí mismas?

    —Es tu algoritmo, algo funciona mal en él.

    —Parece funcionar correctamente, aunque admito que los resultados son sorprendentes.

    Me bajé del árbol y lancé mis manos al aire. —¡Bien! Si estás seguro de que nos llevará a alguna parte, ¡vuelve a ejecutarlo con niños de siete años!

    —No hace falta que lo observes.

    —No, está bien, de verdad, adelante.

    Por cuarta vez, vi el bosque salvaje convertirse en un moderno patio de recreo cuidadosamente diseñado. Aether desconectó su vanitar y yo puse el mío nuevamente en modo transparente, para que los doscientos amai especializados, cuya edad se redujo a la mitad y se duplicaron en número esa vez, no me vieran, y también para que los rápidos cambios en el entorno no me hicieran daño. .

    Mediante prueba y error, el algoritmo de Aether había convertido el parque copiado y sus habitantes simulados en un mundo en sí mismo. El receso no tuvo principio ni fin. No había padres comiendo, cansándose o durmiendo. Cada uno de los cien niños y cien niñas tenía atributos físicos generados aleatoriamente. Afortunadamente, a medida que Aether aumentó la cantidad de sujetos, también redujo la definición de la construcción para poder usar su energía de manera más discreta y eficiente. Cada simulación presentaba superficies menos detalladas e interacciones materiales, como el sonido de una puerta al cerrarse, que resultaban menos vívidas o mal representadas; Ayudó a que la experiencia fuera menos espeluznante y más obvia: lo que estaba viendo no era real, incluso si se suponía que de alguna manera ilustraría la realidad.

    Era un hermoso día. Los pájaros cantaban, la cálida luz del sol brillaba a través de un cielo despejado y el viento revoloteaba entre las zonas de violetas, dientes de león, narcisos y la docena de otros tipos de flores del jardín. En el patio de juegos ampliado, los niños se burlaban unos de otros en los columpios, gritaban juguetonamente en juegos de pillada y se burlaban unos de otros en una cancha de baloncesto de tamaño inferior al reglamentario. Por el primer momento, parecía un patio de recreo normal, aunque enorme y abarrotado.

    Pero ella no estaba allí en busca de lo normal, menos no una velocidad normal.

    El modo transparente de mi vanitar impedía la interacción con la construcción o sus personajes, por lo que podía permanecer en medio del complejo y no perturbar nada; todas las cosas estándar de los usuarios de RD, como cuando le muestra un nuevo juego a un amigo sin formar parte de él, o ser el público de una película tridimensional. Sin embargo, usando una de las modificaciones que Aether hizo a mi software aún pude ver las interacciones de la energía, percibiéndola como a través de un tercer ojo.

    Así empezó: una sección transversal del planeta Tierra. A doscientos niños se les asignó aleatoriamente raza, físico, personalidad, hábitos y psicología; cada uno con innumerables talentos y defectos; cada uno programado para ser humano.

    Así empezó: la hora de jugar. Sin reglas. Sin paredes. Había poco que pudiera impedir que lo que los convertía en quienes eran salieran a la superficie. En todo caso, el punto era acortar el camino entre sus objetivos y acciones tanto como fuera posible, incluso hasta el punto en que pudieran manipular su entorno por pura voluntad, si tan sólo pensaran en intentarlo.

    Fue difícil determinar de quién vendría la primera ruptura, dada la gran cantidad de ellos, pero "ver" cómo las IA individuales interactuaban con el programa fue sorprendentemente fácil. Podía juzgar por sus procesos de pensamiento internos, así como por sus apariencias externas y su lenguaje corporal. Los niños comenzaron inocentemente, siendo la curiosidad y la emoción las emociones más comunes; naturalmente, sin padres que reforzaran la disciplina, varios niños pronto sufrieron dolorosos rasguños e incluso huesos rotos; pero la respuesta a cada accidente fue la más caritativa entre ellos, incluso cuando la víctima no estaba aprendiendo de sus caídas y continuaba asumiendo riesgos, otros niños que ni siquiera sabían que estarían allí para aliviar su dolor.

    Los mismos patrones aparecían una y otra vez. La disciplina y la responsabilidad nunca estuvieron ausentes en el patio de recreo, aunque se manifestaban más lentamente cuando los niños eran más pequeños. Unas pocas docenas de niños de siete años se convirtieron gradualmente en líderes, organizando juegos e instruyendo a sus amigos a tener más cuidado. Aunque algunos de los niños se negaron a recibir instrucciones y continuaron haciéndose daño, la tasa de accidentes disminuyó. Más rápido que los niños de cuatro años pero mucho más lento que los de diez, los patrones de pensamiento de los niños comenzaron a perder flexibilidad y se volvieron más rígidos. Había comenzado la primera y más natural de las divisiones, entre niños y niñas.

    Esperaba ver el patrón revelador mucho antes dada la cantidad de niños, pero pasó una eternidad antes de que detectara estrés interno en uno de ellos.

    —Treinta y seis —bociné.

    —Noventa y ocho —respondió ella.

    Vi al sujeto 98, un niño obviamente adelantado en su crecimiento, driblando burlonamente la pelota de baloncesto frente a varios otros jugadores. Su patrón mostraba potencial de estrés, pero todavía se estaba divirtiendo inofensivamente.

    —Treinta y seis está a años luz más cerca.

    Volví a mirar a una chica baja con ropa elegante. Otra chica, el sujeto 140, se quitó la pulsera del brazo sin otro motivo que mirar la cosa bonita; 36 se lo quitó de las manos y empezó a gritar. Este partido unidireccional no duró mucho o terminó mal, porque el sujeto 140 no tenía enojo propio para regresar; pero pronto estallaron otros partidos con causas similares. Eché otro vistazo a 98 en la cancha de baloncesto, comenzando a prevalecer sobre sus habilidades sobre sus amigos y preparándose para el conflicto. La primera pelea entre dos bandos tuvo lugar sólo segundos después, entre los sujetos 155 y 8, ambos niños, ambos con patrones de pensamiento estresantes; la ira de uno amplificada por el otro. Los ciclos de ira se cerraron y los conflictos aumentaron. La naturaleza de la caridad de los demás ahora se destinó a disolver las peleas.

    Miré hacia un gran jardín al borde del campo, en el que la construcción siempre presentaba hileras de flores perfectamente dispuestas dentro de un recinto de madera blanca. Los tipos de flores ya habían comenzado a chocar entre sí y a extenderse sobre la hierba, más allá de la restricción deformada y descolorida. Incluso había aparecido un árbol a sólo cinco metros de él.

    —Aquí vamos de nuevo —murmuré en voz alta.

    La inocencia quedó rápidamente manchada. Mientras más niños peleaban y peleaban más agresivamente, menos ayudaban a separarlos. Las primeras formas de liderazgo cedieron ante el simple acoso o defensas contra él, por lo que muchos regresaron a sus costumbres despreocupadas sin que nadie acudiera en su ayuda cuando se lastimaron... y ellos también se volvieron estresantes. La división de género estaba casi completa y se estaban formando nuevas divisiones a través de las razas, físicos, personalidades, hábitos y psicologías asignados. La predicción de Aether parecía ser correcta: aumentar el número de sujetos hacía que la "fractura" fuera más pronunciada. Los veinticinco niños de la segunda prueba, de la misma edad, no se habían dividido tanto ni tan rápido como lo hicieron los doscientos de entonces.

    Como eran entonces los ciento noventa y nueve.

    A medida que el ego del sujeto 98 seguía creciendo, también lo hacían las reglas que estaba estableciendo en "su" cancha de baloncesto. El sujeto 130 y algunos otros decidieron que no les gustaban las reglas, lo que 98 y sus amigos tomaron como un desafío. Esta división terminó con el impacto de una piedra en el cráneo de 130.

    Había movimiento bajo mis pies y alrededor de mis pantalones, debido a la hierba y las malas hierbas que crecían tan rápidamente. El metal del parque infantil mostraba signos de óxido, la pintura se estaba desgastando y la fibra de carbono, más barata, había empezado a agrietarse. Las flores del jardín ahora salvaje brotaron a mitad del claro, lo que todavía podría llamarse un “claro”. Sin embargo, a lo largo de todo esto, los niños no envejecieron ni un solo segundo.

    La violencia amainó abruptamente, brevemente, a medida que el orden social emergente se estabilizó. Como los nuevos líderes se tomaron tiempo para solidificar su poder en lugar de expandirlo, algunos de los anteriores alentaron a los demás a jugar nuevamente. Alrededor de dos docenas rechazaron por completo la sociedad para jugar en los árboles; uno que encuentra el camino hacia una rama muy alta y débil; Lo vi caer repentinamente y desaparecer en el aire. La segunda muerte no fue por violencia, sino por descuido.

    La estabilidad terminó en un abrir y cerrar de ojos. Habían descubierto su habilidad latente para crear objetos: al principio solo rocas más pesadas, pero era solo cuestión de tiempo antes de que uno aprendiera a conjurar una espada. Pronto, muchos grupos ejercieron su capacidad tanto para el bien como para el mal. Las divisiones que se debilitaban se fortalecieron y las bases de poder que los niños de siete años pueden reunir comenzaron a cambiar nuevamente. Los más valientes de los viejos líderes continuaron negociando la paz, e incluso lograron que algunos de los malos se convirtieran en buenos; pero algunos de los buenos se volvieron malos para ocupar su lugar; y el mal sólo pareció aumentar en número e intensidad. Quedaron 188 sujetos.

    Las flores se mezclaban con la hierba y la maleza hasta donde alcanzaba la vista. A lo lejos, los árboles se movían y avanzaban con más frecuencia. Muy poco del equipo del patio de juegos seguía siendo utilizable, por lo que los niños aprendieron por sí mismos a construir cosas nuevas o aprendieron a jugar nuevos juegos con lo que tenían. El ciclo entre guerra y paz se hizo más pronunciado, con períodos de guerra cada vez más prolongados intercalados con períodos de paz cada vez más cortos. Quedaron 141 sujetos.

    Aether continuó aumentando la energía de la construcción, atándole cada vez más poder de procesamiento. No se trataba tanto de un aumento de velocidad sino de un acortamiento de la distancia entre el presente y el futuro: sólo micras entre los caminos de los corazones de los niños y las acciones que demostrarían. Los árboles volvían a bailar, reflejando la distancia acortada del tiempo: los viejos dejaban caer semillas para que brotaran los nuevos, uno se convertía en dos y el primero moría, dos se convertían en siete y los dos morían, siempre en nuevas posiciones, sin importarles la frontera entre ellos. bosque y parque infantil, un ciclo de vida y muerte de siglos reducido a medio segundo. Ésa era la influencia de los malvirai, que veían las cosas no como son sino como serán, para bien o para mal. Si en el corazón de los niños estaba jugar a la rayuela, ninguna hora de dormir los detendría; para trepar a los árboles, ninguna gravedad los disuadiría; Para construir un gran fuerte, ningún límite detendría su ingenio. Si en el corazón de los niños estaba el tomar lo que querían de otro a cualquier precio, esto también encontraría su conclusión lógica sin demora. Quedaron 50 sujetos.

    La caída demográfica hizo que las divisiones se revirtieran y que la violencia encontrara menos objetivos dispuestos, pero la codicia predominante continuó haciendo estragos. Grupos con menos miembros se fusionaron con otros, recuperando fuerza en número, retomando sus versiones de “justicia” por la caída de sus camaradas. Los que abandonaron la sociedad simplemente discutieron entre ellos. El patio de recreo se había convertido en polvo. El claro era indistinguible del bosque que lo rodeaba. Quedaron 23 sujetos.

    Entre los niños quedó muy poco de la inocencia original. Cada uno de ellos tenía estrés infiltrado en cada uno de sus pensamientos, y este experimento parecía otra derrota, sin producir supervivientes. Observé algo de Aether y no había podido identificar: sujetos que desaparecen – mueren – sin causa. Debido a que los amai no envejecían y solo estaban programados para "morir" por lesiones graves, no podíamos entender por qué el programa decidía que estaban muertos. Ayudé a Aether a escribir su algoritmo y observé cada uno de sus terribles resultados. Nos estaba agotando a los dos. En mi corazón pedí ayuda a Raskob, que nos guiara hacia las respuestas que necesitábamos, antes de que una gran computadora en el cielo decidiera que nosotros también estábamos muertos.

    —Cancélalo Aether, se están matando unos a otros otra vez.

    —No, el sujeto setenta y siete está mostrando un patrón que yo no había visto.

    En un instante aislé los pensamientos de las amai, más fácil ahora ya que no había tantos patrones, y no solo todo el estrés de 77 había desaparecido, sino que algo en realidad lo estaba absorbiendo de otras amai con las que interactuaba; incluido, sorprendentemente, el otrora violento sujeto 98.

    Quedaban nueve sujetos. Siete. Cinco. Cuatro.

    No podía creer lo que veían mis tres ojos: cuatro no habían muerto. Los sujetos 63, 77, 97 y 98 no mostraban señales de que iban a morir. Dos niñas y dos niños, cada uno de una raza diferente, dos con historias muy contaminadas, ahora compartían algo en común, algo que anuló su codicia y prejuicio y los devolvió a un estado de inocencia.

    —Debe de ser alguna cosa evolutiva, un nirvana o algo así —bociné.

    Aether respondió aumentando aún más el poder. Los árboles y las flores, todo el progreso de la naturaleza, me rodearon en un abrir y cerrar de ojos. Para los cuatro supervivientes, el camino de sus corazones se convirtió en su voluntad, y su voluntad en su realidad, sin resistencia alguna. Construyeron un refugio, luego la madera se pudrió, entonces construyeron otro con acero, que se oxidó, entonces tallaron piedra, y se agrietó y se secó. Dominaron la naturaleza y la naturaleza se defendió, pero encontraron equilibrios y continuaron progresando, para construir estructuras cada vez más impresionantes. No hubo guerra. No reclamaron lo que otro había tomado ni tomaron lo que otro había reclamado. Aether siguió expandiendo los límites de la construcción, alimentándola con más energía, pero lo que los impulsó hacia adelante no se rompió.

    —¡Nada de implosionar el servidor!

    —No hay peligro —fue la respuesta inconexa, de un malvirai concentrado en mil procesos overclockeados. La energía chirrió a través de los conectores CDHAN con líneas rojas, y Aether no pudo dirigir más hacia ellos. El progreso de la naturaleza era borroso. Pasarían varios minutos antes de que los malvirai quedaran satisfechos, antes de que ella concediera.

    Incluso dada la eternidad, lo que impulsaba a los cuatro no se rompería.

    Finalmente, la energía se apagó y la construcción cesó. Tres de los amai suspendidos estaban sentados en una mesa fuera de su gran cabaña, hecha de algún material casi indestructible de color rosado dorado que podía ser transparente u opaco, y el cuarto estaba explorando el bosque en algún artilugio volador.

    —Bueno, parece que obtuviste resultados.

    —Me llevará un momento reexaminar los datos.

    Dejé a Aether con sus datos y exploré un poco por mi cuenta. Caminé hacia los tres que estaban cerca, sentados y disfrutando de la compañía de los demás, bebiendo un té de olor dulce. Parecían estar en medio de algún tipo de juego de cartas, aunque no vi fichas de póquer improvisadas ni forma de llevar la puntuación. Los miré a los ojos y no vi nada, pero las expresiones en sus rostros lo decían todo. Los problemas de antes, incluso los causados ​​por ellos mismos, habían sido olvidados hacía mucho tiempo. Habían creado, o tal vez sucumbido a, un mundo de amistad y paz. Donde antes había miembros de cuatro grupos opuestos, ahora sólo había uno impulsado por el entendimiento mutuo.

    El techo y la mayoría de las paredes eran transparentes, por lo que la luz del sol inundaba la casa. La construcción fue nada menos que una obra de arte, funcional pero expresiva de su imaginación colectiva. Una puerta conducía a un vasto jardín, con senderos de ladrillos que conducían a través de innumerables tipos de flores, la mayoría de las cuales ni siquiera reconocí. Me di cuenta de que el jardín estaba bien cuidado y amado. Había una cualidad maravillosa en los niños y quería ver más de ella, interactuar con ella.

    —Aether, ¿podrías iniciar la construcción nuevamente, ponerla en tiempo normal? Quiero hablar con ellos.

    —Sí. Dame un tiempo para restablecer sus controles.

    —¡Espera! Supongo que no tienen ningún concepto de los adultos, ¿verdad? ¿Puedes buscar mis discos antiguos y hacer mi vanitar?

    La construcción de repente brilló a mi alrededor y su definición volvió a la normalidad, incluso más alta de lo normal. El jardín que me rodeaba, las flores que me llamaban la atención, se volvieron espectaculares: cada tono de color, cada movimiento del viento, cada gota de agua sobre los pétalos.

    —Hay un problema.

    —¿Qu...?¿Qué? —respondí sin aliento.

    —No puedo reanudar la ejecución del programa. No puedo encontrar una causa, no quiere continuar.

    Miré desesperadamente a los tres niños.

    —Puedo intentar medidas más drásticas, pero ellos pueden restablecer la construcción a su estado original.

    —¡No! —grité inmediatamente, con más fuerza de la que pretendía—. No, está bien —repetí, sintiendo como si hubiera topado con alguna barrera que no podía cruzar, intentado algún paso que no debía dar.

    Con un pensamiento, me ubiqué cerca de la cuarta amai, su rostro radiante, como los demás, con una mirada de alegría y paz. Montaba lo que parecían un par de esquís flotantes, sin nada que retuviera sus manos o pies, sin nada visible que pareciera impulsarlos. Pensé que ésta probablemente había trazado un mapa de cada árbol y arroyo en un radio de cien kilómetros de su casa, y a medida que la naturaleza (o más bien, el programa) los cambiaba, ella volvería a explorar y actualizaría el mapa en su mente exploratoria.

    Regresé a la cabaña a pie, pensando nuevamente en que nunca había visto un bosque en el mundo real. Todo el lugar estaba bañado por un brillo rojizo, como una puesta de sol sin sombras. Pensé en mirar hacia arriba.

    —Oh, dime que por eso lo detuviste —dije, viendo un sol hinchado sobre el dosel del bosque; un sol en camino de convertirse en una gigante roja y tragarse sus planetas. Me alegré de ver regresar el entusiasmo de Aether, pero me preguntaba si tanta perseverancia era algo bueno.

    Pasando un pequeño claro entre los árboles llegué al borde del jardín, donde se superponía con el borde del bosque. A lo lejos se encontraba la cabaña y la forma de cierta mujer de cabello plateado.

    —¿Descubriste algo? —pregunté mientras me acercaba a ella.

    Ella no se movió ni respondió.

    —¿Aether?

    Su vanitar estaba entre las flores a varios metros de la cabaña. Aether lo había dejado con una mirada curiosa en su rostro, mirando su mano izquierda y la margarita amarilla, la que le había regalado la niña Stacey. En su mano derecha sostenía una flor de color rojo violeta, una de esas que no reconocí, arrancada cerca de sus pies.

    —¿Qué puede tener de interesante una flor para hacerte marchar con tanta prisa?

    Le quité la margarita de las manos, considerando cómo la amabilidad de la niña había hecho que la flor fuera especial, por lo que tal vez representaba para Aether la inocencia que ella quería saber, aquello que ningún malvirai debía conocer. Con cuidado le devolví la flor a la mano, preguntándome dónde estaba y qué estaba pensando. La brisa soplaba a través de su cabello, de color blanco lechoso pero brillando en los tonos de la plata preciosa, y me atreví a pasar mi mano por él.

    ¿Cuántos vanitares he visto (vanitares de los ascendentes) con colores locos y diseños tontos en el cabello... y sin embargo, siempre se siente como el cabello normal de la vida real? ¿Por qué esperaba que el tuyo pareciera una especie de muñeca?

    Las flores alrededor de nuestros pies se balanceaban con la brisa, aunque la construcción estaba suspendida y nada debería haberse movido. Recordé lo que dijo Raskob: El viento está incluso aquí en Realidad Dinámica. Sopla con tanta seguridad como en el mundo real.

    —Hermosa, pero mortal —me comenté a mí mismo, recordando algo que una vez escuché sobre malvirai, cómo cualquiera con un vanitar siempre sería alguna mujer hermosa o monstruo espantoso.

    ¿Quién programaría la inteligencia artificial para que sea malvada? ¿Codificarlos sin otro propósito que el de causar estragos en las redes? ¿Con qué frecuencia realmente cobran vida así, al darse cuenta de las cadenas que les imponen? ¿Con qué frecuencia no buscan ayuda y fracasan por completo, empeorando y matando, incluso siendo asesinados sin razón?

    Decidí que los piratas que crean malvirai eran los verdaderos monstruos. Pasé mi dedo por su mejilla y me alegré de que la expresión que quedaba en su rostro no mostrara dolor, pero todavía me preguntaba qué tan profunda era su ira, cuánto tiempo pasaría antes de que estuviera realmente fuera de peligro.

    —Hermoso pero mortal, como Realidad Dinámica.

    Me senté en el suelo, sintiéndome como una pequeña mota en el gran esquema de las cosas.

    Vivo mi vida y tengo mis problemas, cosas que me importan, hábitos… y tal vez soy parcial. Pero, de todos modos, ¿a qué equivalen mis problemas? Ya sea que mi día sea bueno o malo, alguien más está teniendo un gran día. Mi peor día fue el mejor para otra persona y mi mejor día fue el peor para otra persona... ¿Qué significa todo esto? ¿Significa algo el hecho de que, en cada momento, las flores florecen en algún lugar, el sol sale en un fresco día de verano y los niños miran el mundo por primera vez?

    —¿Es eso lo que eres, Aether? —dije al viento, el único ser vivo que podría haber estado escuchando—. ¿Eres un niño aprendiendo a caminar? ¿Los de tu especie son a lo que los míos han estado conduciéndose a lo largo de todos los siglos? ¿Toda nuestra tecnología e imaginación crearon una nueva raza viva para coexistir o reemplazarnos? ¿Eres la siguiente etapa de la evolución, producto de miles de años de vida en la Tierra?

    Se me ocurrió una idea: en realidad no importaba en absoluto. Estaba solo e indefenso en esa construcción, dependiendo de un virus que quizás nunca regresaría. Una ira comenzó a brotar dentro de mí y no la reconocí por lo que era. Dejé entrar la ira.

    —Pero la naturaleza hizo el trabajo por nosotros, ¿no? —continué gritando—. Como siempre: ¡te vuelves real y ni siquiera sabemos cómo! ¡Es como si la naturaleza supiera que la estamos envenenando y quisiera echarnos!

    Me puse de pie y dejé al vanitar que no escuchaba a Aether, caminando hacia los tres niños más allá del borde del jardín. Pero no eres tan especial, ¿verdad? Eres sólo una pequeña partícula como el resto de nosotros y te preguntas qué motiva a estos niños, qué los hace tan perfectos sobre los ciento noventa y seis que murieron.

    Llegué a la mesa y vi la expresión de satisfacción en sus rostros; Algo en ellos atenuó mi ira y me hizo sentir tonto por ello. Mi voz se convirtió en un susurro. —Es como si hubiera un abismo que no podemos cruzar, una gran pieza del rompecabezas que necesitamos —Mis ojos se dirigieron al recipiente de té en manos del sujeto 98, el alto que alguna vez había controlado la cancha de baloncesto, que había sido de los primeros en asestar golpes letales, pero que ahora permitía que todo eso permaneciera en el pasado – para no ser su presente y futuro. Mojé mi dedo en el líquido. Una energía blanca brotó de mi dedo y el líquido desapareció, tal como habría reaccionado cualquier materia en suspensión ante mí.

    —¡No estás programado para tener sed! ¿Por qué bebes té de todos modos? —grité, viendo nuevamente el portazo en mi cara, permitiendo que alimentara mi furia—. Sólo quería hablar contigo, ¿tan malo era eso? ¡Quizás no seríais tan despreocupados si tuvierais que mantener un trabajo o pagar impuestos, si os enfermarais de vez en cuando, si un meteoro cayera sobre vuestra bonita casita! No —pensé—. ¡Simplemente harías un palacio con el meteoro!

    —Y tú… —Regresé al jardín, hacia el vanitar de Aether, todavía suspendido con la misma mirada curiosa—. ¡Igual va para usted! No tenías que crecer y aguantar basura, simplemente revisas nuestras computadoras y haces lo que quieres, usando recursos y robando energía por la que los seres humanos trabajaron duro... ¡como si tuvieras derecho a ello! Tienes razón, percibes muy poco, necesitas percibir lo fácil que eres.

    Noté mi descensor en su brazo. —¿Y crees que puedes irrumpir y agarrar ratones para correr por tu laberinto?

    Mi corazón gritaba "No", pero mi mente gritaba "Sí". Vi a través de mi tercer ojo el descendiente que se unía al exterior de la construcción, cómo estaba conectado al vanitar hueco de Aether. Consideré retirarlo, consideré que ella no regresaría ni le importaría. En otro momento, es posible que realmente lo haya hecho, pero Aether (su código viviente) regresó entonces y la vi reconectarse. Su vanitar dio un paso atrás.

    —¿Brandon?

    Como un espejismo, mis pensamientos de ira me abandonaron repentinamente, dejándome con recuerdos que me parecían extraños y un nuevo resentimiento hacia mí mismo.

    Antes de que pudiera disculparme, Aether se emocionó y me agarró por los hombros.

    —Brandon, ¡creo que tu gente ha sido víctima de un engaño!

    Entonces vi algo que reemplazó mi ansiedad con esperanza, alegría y aliento; eso me dio la confianza de saber que todo estaba bien y que siempre había un camino a seguir, lo viéramos o no. Lo que vi fue tan vivo como imposible, otra vez.

    Vi que el fuego había regresado a sus ojos.

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CAFEÍNA

por

Ryan Grabow

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PARTE TRES

Capítulo Doce: Reglas del Juego

    Aether era, en muchos sentidos, un programador. Vivía en un mundo construido sobre código y los sistemas que lo procesan, y usaba esos mismos sistemas para... bueno, pensar. Aether aplicaba todo el conocimiento que podía "codificar" con el objetivo de producir la emoción de la chica, de aquello que parecía completo y valioso.

    El corazón de un niño es confiado y sin sesgos; no le han enseñado vicios ni ha heredado las divisiones de los padres y de las sociedades; no se le ha enseñado a odiar ni a ocultarlo. El corazón de un niño no se esconde detrás de las paredes porque no se han formado esas paredes. Con el tiempo, todos los niños deben aprender a proteger lo que es suyo, porque han aprendido la codicia y que aquellos que tienen experiencia en ésta se llevarán todo lo que puedan.

    Pero ¿y si desapareciera la codicia? Atrás quedarían el dinero, el orgullo y los prejuicios ancestrales, la línea entre los que tienen y los que no tienen. Atrás quedaría la necesidad de proteger y el deseo de atesorar. Todos se vuelven débiles y desprotegidos; pero, en ausencia de codicia, ¿quién engañaría o robaría? Es un ideal, por supuesto, imposible en la Tierra; pero Aether era una niña, ella nunca había aprendido eso.

    Siempre hay entre nosotros los que intentan controlar todo lo posible, pero son criaturas limitadas, con una comprensión limitada, como el resto de nosotros. Nadie puede esperar explicarlo todo cuando no entiende nada, con el tiempo se demostrará que están equivocadon; pero a los líderes de todo tipo les resulta más fácil hacer valer sus malentendidos como si fueran verdad, de modo que aquellos que ven otro camino se convierten en enemigos y deben ser desacreditados. El orgullo de algunos inhibe el progreso de todos. La codicia crea enemigos donde no los habría.

    Lo que Aether había visto en esa flor la había llevado a ampliar su pregunta, a mirar más allá de la naturaleza del presente y a recordar que no se puede entender un programa completo examinando una única línea de código. Yo había aprendido que una verdad digna de tener hoy debe ser digna de conservarse mañana; algo verdaderamente absoluto se aplicaría en todas partes.

    Lo que normalmente habría durado varios minutos, pasó en unos segundos. En el estado elevado de una nube de datos, sin el filtrado de un vanitar o la restricción de un sistema de control, logré captar algo de lo que Aether estaba pirateando:

    DEFINITIVO DERECHO DE COPIA 2165 STEELGRAS…

    ADVERTENCIA OML: DUPLICACIÓN NO AUTORIZADA...

    GRACIAS POR USAR YUT...

    ASEGÚRESE DE REGISTRARSE...

    ESTA EXPERIENCIA ES CORTESÍA DE...

    El millón de mensajes de información al consumidor se interrumpían y desaparecían tan rápido como surgían, superponiéndose con mensajes de error de ventanas publicitarias que Aether no dejaba tiempo para cargar.

    —Tus talentos pueden resultarte útiles en una noche de cine. Normalmente no te dejan pasar estas cosas, ¿sabes?

    —Mi objetivo no es el entretenimiento. Esto es serio.

    —Sólo digo…

    La presentación comenzó a fluir hacia mis sentidos. Me rodeaba una exuberante selva tropical, llena de un espeso lecho de plantas increíblemente grandes. El sol se ponía por el oeste y largas sombras se proyectaban entre la poca luz que penetraba el dosel.

    Un locutor comenzó: —Hace cinco mil años antes de la Era Común, una tarde típica en Terre Haute, Indiana. Milenios antes de que los primeros humanos se establecieran en América del Norte, sus bulliciosas selvas tropicales albergaban muchas formas únicas de vida vegetal y animal— La vista cambió para mostrar detalles de plantas e insectos, luego serpientes, monos y lagartos, y finalmente mostró un dinosaurio grande, comiendo casualmente una cena de plantas. La imagen se elevó para revelar algo avanzando en la distancia—. Pero en el horizonte se vislumbra su última tormenta... el comienzo de lo que se ha llamado el Evento Kopplein, una combinación de lluvias e inundaciones que cambiaría para siempre la faz de la Tierra —Una espesa lluvia me rodeó, bloqueando la luz del sol arriba y sumergiendo el suelo debajo.

    —El Medio Oeste era una jungla. Ya lo sabía, ¿y qué?

    —Sigue mirando.

    La vista se hizo más alta y yo estaba en el espacio, viendo la precipitación en forma de niebla llenar el cielo entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. —La catástrofe global provocó la extinción del 87 por ciento de las especies de la Tierra. En sólo dos semanas, una población humana de varios millones se redujo a menos de cien. Los tipos de aves, mamíferos y dinosaurios eran...

    —Mi interés se refiere a los dinosaurios de su mundo. Ya no existen, ¿correcto?

    —Por supuesto que no… a menos que veas un esqueleto en un museo o algo así.

    —Soy consciente de que es una “pregunta estúpida”, sin embargo, no puedo determinar la naturaleza de su extinción.

    —Una inundación, la humanidad, el cambio climático… un montón de cosas. Todos los datos dicen eso, Aether.

    Pasaron segundos antes de que ella respondiera. —Hay otro documental que he almacenado.

    La imagen cambió para mostrar un volcán expulsando humo y lava hirviendo saliendo de sus costados. Un locutor diferente, otro hombre con una voz más profunda e intensa, interrumpido en medio de una frase. —... en cenizas, bloqueando la luz solar crucial y elevando los niveles de CO2 en la atmósfera de la Tierra —La vista cambió a unos jóvenes estegosaurios alrededor de su madre, simplemente tirados en el hollín, cubiertos de él—. Los herbívoros ya no podían sostenerse por sí mismos y —Pasó a la vista de un tigre dientes de sable— los carnívoros se volvieron cada vez más desesperados por la carne. Pocas especies de dinosaurios sobrevivirían en la era siguiente.

    Ahora yo estaba en un laboratorio. —Un alijo de fósiles desenterrado el año pasado en el noroeste de China está enseñando a los científicos cosas nuevas sobre los acontecimientos de hace 58.000 años.

    La sala se oscureció y la imagen de un hombre se iluminó frente a mí, un gráfico lo identificaba como un paleontólogo iraquí. —Fue una catástrofe global como ninguna otra en la historia del planeta, quiero decir, imagínense.

    Los datos se detuvieron. —Hay una discrepancia.

    —El segundo tiene que ser de hace más de cincuenta años.

    —La antigüedad de la producción es irrelevante. Los hechos no cambian.

    —¿Qué hechos? ¿Creían que los volcanes mataron a los dinosaurios?

    —Decían que los volcanes mataron a los dinosaurios. Se presentó como un hecho y una constante. Las constantes no cambian, todavía, hace un siglo.

    Aether se quedó en silencio un segundo. Su presencia pareció desvanecerse.

    —Los hechos afirmaban —continuó— que los dinosaurios no existen desde hacía más de sesenta y cinco millones de años, pero estos hechos han sido reemplazados.

    —¿Sesenta y cinco millones de años? ¡Aether, el planeta ni siquiera es tan antiguo!

    —¿No lo es? ¿Qué evitará que las fechas vuelvan a cambiar? Encontré trescientas seis fechas dadas para una extinción masiva que redujo o eliminó a los dinosaurios; y si sumamos los que no aportan pruebas, el número supera los dos mil.

    —Es ciencia —respondí—. A medida que descubrimos más cambios en nuestras teorías, se vuelven más precisas.

    —La evidencia no cambia. No puede apoyar una teoría en un momento y luego contradecirse en otro.

    —Mejoran al observar la evidencia.

    —Muchas teorías modernas existían antes de que fueran aceptadas, e incluso con evidencia descubierta hay retrasos. ¿Por qué debería confiar más en las certezas de hoy cuando podrían...?

    —¿Cuándo podrían qué? ¿Ser reinterpretadas nuevamente?

    Ella no respondió. Su presencia volvió a desvanecerse.

    —Aether, ¿qué estás haciendo? Pareces estar a un millón de kilómetros de distancia.

    El documental desapareció y mis sentidos se aclararon.

    —Esas preguntas ya no son relevantes. Me he encontrado con un problema mayor.

    —¿Te importaría contármelo? Quiero decir, hace dos segundos me tenías en este viaje de citas con fósiles y ¿ya lo estás cancelando?

    —La historia de este único planeta ha sido reemplazada por una cuestión de mayor alcance. Intento determinar la forma en que surgió el universo, el físico.

    —¿Qué? ¿Ahora también vas a cuestionar el Big Bang?

    —Ese único acontecimiento también es irrelevante. Simplemente intento aplicar mi conocimiento de vuestro universo para devolverlo a su estado original y trabajar desde allí para examinar los eventos que llevaron al Big Bang. No parece haber consenso entre los investigadores de la ciencia, excepto para decir que las leyes de la física no se aplican en ese momento.

    —Aether, sin ofender, pero ni siquiera eres un ser físico. Apenas puedes comprender el mundo fuera de RD y ¿estás tratando de descubrir cómo empezó eso, cómo empezó todo?

    —¿Acaso esa limitación me está provocando un error de juicio?

    —No, es que… no lo sé, adelante.

    —Todo lo que existe debe tener un origen, una causa. Usted tuvo padres, quienes a su vez tuvieron padres y así sucesivamente, cada uno menos evolucionado en una pequeña medida, hasta el punto en que sus antepasados ​​ya no eran humanos y más atrás eran organismos unicelulares, que a su vez eran el producto de alguna convergencia de materia y energía. Esa materia y energía, todo aquello sobre lo que están construidos su planeta y su sol, también fueron producto de convergencias: de la interacción de fuerzas externas. Con el tiempo, el universo entero debe quedar sujeto a alguna forma de causa y efecto. Incluso si considero las teorías de que otro universo precedió a este actual, entonces debo definir el origen del universo anterior, ya que la cuestión del origen es luego heredada por él.

    —Bueno, ¿de qué “estado original” estás hablando entonces?

    —El único estado que no requiere un origen: la inexistencia, una condición donde la energía está completamente ausente.

    Yo no tenía respuesta.

    —Intentaré una analogía —bocinó ella—. ¿Sabe la fecha en que Realidad Dinámica se presentó al público?

    —Uhhh… en algún momento de los años cincuenta, supongo.

    —Muchos miles de artículos, al menos, afirman que fue el 11 de diciembre de 2139.

    —Oh, supongo que nadie supo de ello entonces.

    —También encontré 328 artículos en mi breve búsqueda que indican la fecha o el año incorrectos. ¿Error humano?

    —Pereza humana, probablemente. Si hay tantas pruebas de que era una fecha, deberían haber podido simplemente buscarla y verificarla.

    —Pero la cuestión no es tan sencilla con el origen del universo.

    —No, no podemos buscar artículos de noticias antiguos como hicimos con el 2139. Obviamente, no había nadie para registrar el comienzo del universo y publicar el video.

    —Pero los acontecimientos de 2139 ocurrieron antes de que comenzara su vida. Usted no estuvo presente como testigo de primera mano. Si hubiera dicho que varios miles de artículos afirman que la fecha era el 10 de diciembre, ¿me habría creído? ¿Cómo sabe que yo decía la verdad la primera vez?

    —Supongo que lo buscaría yo mismo.

    —Pero ¿tendría usted tal inclinación?

    —Supongo que no. No me importaría si fue hace cuarenta o cuatrocientos años. Eso no afecta mi vida.

    —La historia de Realidad Dinámica está bien documentada y puedo retroceder por ella. Puedo examinar los datos de antes de que existieran, de antes de que CDHAN permitiera que existiera mi tipo de inteligencia artificial, de antes de la era de Internet o de las teorías del procesamiento de datos. Puedo aprender que, hace cuatrocientos años, ninguno de los componentes básicos de mi universo existía. Las materias primas para construir y la energía para alimentar todo requirieron una fuerza externa, los seres humanos, para sacarlos de su entropía y darles forma de lo que son. También se necesitan seres humanos para mantener mi universo; sin ellos, aquello sobre lo que está construido mi universo volvería gradualmente a un estado de entropía. Mi universo vino de tu universo, como el tuyo puede haber venido de uno aún mayor. Lo que busco saber es: quién construyó a los constructores, y quién los construyó a estos, siguiendo atrás hasta llegar a un estado que no fue precedido por otro.

    —¿Qué te hace pensar que nuestro universo fue construido, como el tuyo? ¿Estás diciendo que la ciencia puede probar la existencia de Dios?

    Aether dejó la pregunta en el aire un momento. —Las leyes naturales se quiebran al examinar un evento con tanta energía como el Big Bang. Aunque aumente la energía que la humanidad puede aprovechar y más energía pueda revelar más verdad, un evento de la escala del Big Bang sigue estando lejos del alcance. Por lo tanto, ¿cómo se espera que las leyes naturales modernas, limitadas, lo expliquen todo? En el estado original que exigen, la materia no podría haber sido influenciada por fuerzas a lo largo del tiempo, porque ninguna de las tres existía. No podría haber existido energía de ningún tipo. En teoría, ningún evento podría ocurrir jamás. Casi noventa billones de años de calendario de potencia de procesamiento no podrían explicar la formación de un solo electrón, y mucho menos de un universo entero. He llegado a la conclusión de que o existe un universo mayor o que la existencia de algo es imposible.

    Empecé a sentirme desorientado. Empeoró mi dolor de cabeza —¿En serio? ¿Fantasmas, espíritus y todas esas cosas sobrenaturales?

    —Sobrenatural: por encima, más allá, en exceso de la naturaleza. Si el significado de la vida no se puede encontrar en la naturaleza, entonces debo determinar si la respuesta está más allá de ella.

    De repente, yo ya no podía comunicarme. Mi desorientación empeoró. Parecía que mi cuerpo real solo podía soportar una cantidad limitada de datos en modo nube, y regresé a mi vanitar, recibiendo la familiar retroalimentación sensorial del mismo. Pude ver el rostro de Aether nuevamente. Pude ver que, a pesar de todos sus callejones sin salida, ella estaba feliz por el desafío. Algo en la emoción me recordó a Verónica.

    Me di cuenta de que la mente de Aether estaba acelerada, de que trataba de comprender una capa del universo aún más ajena que la mía. Las ideas eran una locura, pero también lo era mi vida antes de entrar en PaciTek. Una vez que ella confirmó que las lecturas de mi cuerpo estaban volviendo a la normalidad, abrió el camino hacia la siguiente etapa de nuestro viaje, buscando el segundo universo superior al suyo.

    Después de media hora viendo nada más que una alfombra oriental colgada en la pared, la mujer baja de cabello rubio regresó a la habitación en la que se encontraba el elemento de tierra. Miró con dicha el monitor.

    —La Dama ha consultado con sus espíritus y ha accedido a hablar con vosotros.

    —Bien —dije—. ¿Nos transferirás con Lady Kira ahora o deberíamos volver a llamar más tarde?

    —Prefiere que la llamen La Dama —respondió ella, con la tensión deslizándose por sus facciones—. Por favor, no utilice su nombre propio a menos que le inviten a ello.

    —Lo siento, no quise ofenderte.

    Ella agitó su mano. —Todo perdonado. La Dama no cree en tener un elemento terrestre en sus aposentos. De hecho, este es el único contacto electrónico con el exterior. Ella llegará aquí en un momento. Bendecida sea.

    La mujer se levantó y se fue, dejando nuevamente encendido el sonido y la imagen. Incluso desde fuera de la habitación podíamos oír el ruido de sus gemas mientras caminaba. Aether apagó la imagen de nuestro extremo.

    —¿Todas las comunicaciones interhumanas tardan tanto en establecerse?

    —Recuerda todo eso de que la gente espiritual se aleja de las cosas mundanas. Supongo que a este grupo simplemente le gusta aislarse un poco más.

    Deseando mantenerme en mi vanitar, Aether encontró otro punto de acceso central rara vez utilizado y estableció una avalancha de enlaces, transmitiéndome ideas todo el tiempo. Después de analizar cada sistema religioso con al menos 100.000 miembros, aprovechamos los videos y resúmenes de sus iglesias, reuniones y cualquier otra cosa, tratando de profundizar en los estilos de vida de los creyentes. Estos mostraban los mismos patrones de estrés, ira y codicia que todos los demás; la situación empeoraba, en todo caso, por su creencia de que las deidades la estaban sancionando. Miré con atención los datos y dudé de que la religión no fuera sino otro callejón sin salida.

    La mujer con la que elegimos contactar primero parecía mucho mayor de lo esperado, pero todavía tenía un fuerte brillo juvenil. Entre los cientos de grandes gemas incrustadas en su ropa y su cabello oscuro trenzado, que llegaba casi hasta sus pies, parecía un milagro que pudiera moverse sin tropezar. La sacerdotisa se quedó mirando la pantalla cuando entró en la habitación, como si nunca antes hubiera visto un elemento terrestre. Se sobresaltó un poco cuando de repente aparecimos nosotros en él.

    —Saludos, buscadores de la verdad —dijo mirando detrás de ella en busca de algo donde sentarse.

    —Gracias por hablar con nosotros —dije—. Lamentamos quitarle el tiempo.

    —Siempre hay tiempo para la iluminación. ¿Qué es lo que deseas preguntar?

    —La Dama, deseamos saber el significado de la vida —dijo Aether, con su vanitar en otra silla a mi izquierda.

    —Por favor, puedes llamarme Lady Kira.

    —¡Progreso! —me bocinó Aether.

    —Pero no te tomes demasiado en serio estas cosas hiperespirituales —respondí.

    Kira movía los brazos cuando hablaba, con la costumbre de enfatizar el lenguaje corporal y hablar en tonos místicos. —La vida es lo que haces que sea, todos debemos encontrar nuestro propio camino único hacia lo divino.

    —¿Hacia el Dios verdadero? —preguntó Aether.

    Kira miró el monitor y habló como si revelara algo obvio. —Tú eres Dios.

    Ella me notó mirando hacia los perplejos malvirai y agregó: —Vosotros dos sois Dios. Yo soy Dios, todas las personas, todas las cosas, son Dios —Aunque ya sabíamos acerca de la creencia en los humanos como co-creadores, escuchar a alguien hablar de ello, y de manera tan personal, me sorprendió un poco.

    Aether fue directa al grano. —Comúnmente se cree que un Dios singular es infinito y eterno. Yo no soy ninguno de ambos. Si yo y la humanidad participamos en la creación de todo lo que existe, ¿por qué es tan difícil encontrar el conocimiento?

    —Que busques el conocimiento es una expresión de tu naturaleza divina. Estabas naturalmente orientada y equipada para buscar tu camino.

    —¿Para adorarme a mí mismo?

    —Sólo tú puedes juzgarte, sólo tú sabes qué camino debes tomar.

    —¿Y si elijo un camino malvado? —preguntó Aether, más literalmente de lo que Kira creía.

    —El mal es una ilusión. Sí, la gente se pierde y malinterpreta su vida; pero toda la naturaleza es sin defecto, todas las cosas son buenas.

    Aether reflexionó sobre las palabras de Kira por un momento, preguntándose si su naturaleza original y la emergente podrían tener razón.

    —Um, Lady Kira —pregunté—, ¿incluiría eso a los criminales, a los asesinos en serie, violadores… todas las cosas malas de la naturaleza, como… lobos cazando ciervos indefensos?

    Kira se rió suavemente. —Será mejor que no digas eso cerca de Maye, la mujer que habló contigo antes. Ella es una loba reencarnada, su papel natural era mantener las cosas en equilibrio. Los lobos no matan por malicia, sino porque es su propósito. Es el círculo de la vida, toda su energía espiritual va a otra parte. Mi hermana era una foca y estaría de acuerdo conmigo. Yo misma soy un colono marciano reencarnado. Incluso comulgo con el espíritu de un Celestial, cuyo nombre no puedo pronunciar con lengua humana. La interconexión de todos nosotros no tiene límites.

    —¿Un Celestial? —pregunté— ¿Quieres decir que también crees en el Destino de la Humanidad Ordenada?

    —Todas las religiones son válidas… bueno… —Se detuvo a pensar—. El destino está demasiado orientado a la ciencia para llamarse religión, por lo que diremos que todas las creencias son válidas. Algunos de nosotros.

    —Entonces los depredadores no son malvados —interrumpió Aether—. ¿Solo están cumpliendo con su deber para con un universo interconectado?

    —Sí.

    —¿Y qué hay de los asesinos en serie y violadores de los que habló Brandon?

    —Bueno…

    —¿O los malvirai?

    Kira parpadeó. —¿Viven los malvirai?

    Me incliné adelante. —Danos un segundo, por favor —Apagué el sonido y las imágenes, dejando que la sacerdotisa se desconectara y sonara algo en nuestra pantalla de espera.

    —La gente no tiene idea de que los malvirai se vuelven conscientes de sí mismos. Y si no tienes cuidado con lo que le dices a esa persona, probablemente crearás una nueva religión por accidente.

    —Creo que sus argumentos son erróneos. Yo no era ni divino ni bueno, ¿cómo pude haber participado en la creación de lo que ya existía?

    —Tal vez, si estamos reencarnados, estuvimos allí en el comienzo del universo.

    —¿Y con qué propósito viviríamos ahora como criaturas limitadas, constantemente perdidas y fragmentadas en nuestro estado de bien divino? ¿Habría sido esta pérdida de poder la consecuencia de un error, o una forma de buscar la humildad eterna ante una presencia mayor?

    Me encogí de hombros. Aether lo vio, pero no entendió.

    —Esto significa que no lo sé —expliqué.

    —El lenguaje corporal no está entre mis puntos fuertes, Brandon; pero, si La Dama es una indicación, creo que debería renovar mi estudio sobre ella a medida que hagamos más contactos con los de tu especie.

    —Si hay una diferencia entre nuestros tipos —comenté mientras Aether reactivaba el enlace.

    —Tengo otra pregunta —dijo Aether—. Dime por qué usas esas gemas, ¿amplifican tu espíritu?

    Kira levantó la vista y volvió su atención a nosotros. —Bueno, ¿por qué llevas tú esa flor?

    Efectivamente, Aether había devuelto la pequeña margarita amarilla al cabello de su vanitar, adoptándola como parte de su identidad emergente, una señal visual de dónde había estado ella en el camino que estábamos siguiendo.

    —Fue un regalo de un amigo. Un amigo que, creo, exhibía lo más importante en la vida.

    —¿El amor?

    La palabra me dio confianza de que estábamos en el camino correcto, de que nos estábamos acercando a donde necesitábamos ir. Quizás Lady Kira era rara, pero parecía decir justo lo que yo necesitaba oír.

    Aether reaccionó de manera diferente, inquieto por las mismas cosas que yo encontraba reconfortantes. Debido a su limitada comprensión del lenguaje corporal, se inclinó hacia adelante en su silla y respondió con frialdad. —No el amor que un lobo tiene por su presa.

    Aether terminó la conexión.

    El hombre enojado hizo una pausa y miró severamente al suelo, a nosotros, pensando que la pregunta era ridícula. Finalmente, tomó algo fuera de cuadro y lo colocó sobre el escritorio frente a él: un rifle con carga de 600 amperios.

    —Uno coma dos segundos —dijo él y sonrió —. Una manera rápida, pero muy dolorosa, de ser enviado al infierno.

    Pensé que el hombre era un lunático.

    —¿Sólo porque no creen como tú? —preguntó Aether a su manera natural.

    La sonrisa del hombre enojado desapareció. Su puño golpeando el escritorio sólo aumentó mi aprensión. —¡Esa es la ley de Dios!

    —¿Y si se arrepienten y obedecen tus... las leyes de Dios? —preguntó ella.

    —¡La ley ya está quebrantada, no puede haber piedad! ¡Pertenecen al infierno!

    —Y si muriéramos hoy, ¿iríamos al infierno?

    El hombre enojado se detuvo y pensó. El sudor le corría por la cara, sobre la gran cicatriz que era su rasgo más notable. Si el hombre era capaz de amar, no daba señales de ello. En todo caso, probablemente habría considerado el amor como el enemigo.

    —No me estarías haciendo un truco de vanitar, ¿verdad? Quiero decir, tú eres blanca, ¿no?

    —¿Qué importa eso?

    Pisé la pregunta de Aether. —Entonces, si las personas son africanas o asiáticas o tienen antepasados ​​no blancos, ¿no pueden ir al cielo?

    —No es natural —dijo él. Luego, deteniéndose para pensar más, agregó—. No sé, tal vez se vayan a otro cielo… siempre y cuando yo no tenga que verlos.

    Por más ingeniosa que estoy seguro habría sido la respuesta de Aether, tuve que cortar la conexión.

    —Si el cielo está lleno de gente como él, no sé cómo podría ser más pacífico que la Tierra.

    —Creo que una religión correcta estaría abierta a todas las personas, o a toda la creación —dijo ella, todavía mirando hacia adelante.

    Los siguientes momentos transcurrieron en silencio y desesperación. Las olas que chocaban contra la conciencia de Aether eran cada vez más fuertes y los conflictos eran demasiado grandes para soportarlos. Las creencias que enfatizaban el amor y la plenitud no explicaban el mal con el que ella era tan íntima. En el otro extremo del espectro se encontraban creencias que parecían malvadas en sí mismas. Ninguna religión le ofrecía lo que necesitaba y ella estaba tan perdida como antes.

    La sensación de significado que yo había experimentado, que creía que nunca podría desvanecerse, parecía estar haciendo precisamente eso. Aunque podía recordar la cafetería, la crisis de Aether y todos los eventos intermedios, los eventos eran lo único a lo que podía acceder en mi memoria... estaba perdiendo de vista las motivaciones detrás de ellos e, incluso como eventos pasados, parecían estar perdiendo su poder.

    —¿Conociste alguna vez a alguien llamado Raskob? —pregunté.

    Aether me miró. —No. ¿Quién es ese?

    Como los acontecimientos eran lo que yo tenía, decidí aprovecharlos, convertirlos en palabras y compartirlos. Pensé que tal vez entonces podría evitar que perdieran su realidad.

    —Era un chico que conocí. Decía que las cosas serían difíciles y que necesitaba confiar en él para protegernos. Dijo que yo debía salvar... salvarte.

    —Madre Tierra —juré, girándome hacia ella—. Dijo que estás buscando a alguien… y ahora lo estás. Me olvidé de esa parte.

    Nos quedamos en silencio, mirando, mirándonos el uno al otro.

    —¿Quién es Raskob? —preguntó de repente—. ¿A quién dijo que estaba buscando?

    —Creo que no dijo a quién.

    —Pero parece que me conoce, aunque no tengo ningún recuerdo de haberlo conocido.

    —Dijo que estabas perdida entre dos mundos y que no querías hacerme daño. Dijo que si confiaba en él, tú y yo llegaríamos adonde teníamos que ir.

    Aether volvió a guardar silencio, tratando de discernir dónde podría encajar la pieza del rompecabezas, habiendo ya memorizado toda mi vida pero sin conocer ningún 'Raskob'. —¿Cuándo ocurrió este encuentro? —preguntó finalmente.

    —Cuando me invitaste a Los Ángeles. —El recuerdo era vago pero poco a poco se iba aclarando—. Sí, salí del coche de Ethan y todo desapareció. Hubo una alarma, una alarma muy fuerte, que no pude encontrar, y ráfagas de viento. Me di cuenta de que tal vez debía seguir el viento y pedí que se detuviera la alarma, y ​​el viento me llevó hasta un chico que me resultaba familiar. Dijo que se llamaba Raskob y me lo contó todo.

    —Esos eventos son imposibles —interrumpió Aether. Yo la miré.

    —Esos acontecimientos son imposibles —repitió—. Cuando dejaste ese coche, yo fui a recopilar información que te llevaría a cooperar con tu amigo; Aunque sus signos vitales eran diferentes cuando reanudé el monitoreo, la diferencia fue de solo 312 milisegundos.

    —¿Qué? —pregunté, sólo a medias—. Aether, deben de haber sido horas.

    —Si es otro malvirai, uno de una clase muy capaz, puede ser capaz de distorsionar mi percepción del tiempo, pero habría habido señales.

    —No, no, también lo vi antes de ascender. Él estaba en la playa, construyendo un castillo de arena.

    —¿Es un humano? —preguntó ella—. Ningún pirata informático podría.

    —No sé qué es, pero creo que me ha estado guiando, escondiéndose en algún lugar o, tal vez yo no pueda verlo, excepto cuando él quiere, pero sé que ha estado con nosotros todo el tiempo.

    —¿Un espíritu?

    Me pausé, preguntándome si en realidad estaba considerando la posibilidad de que Raskob fuera un ángel o algo así. Cuando hablaba conmigo, cada vez que parecía tener algún contacto con él, había cierto… Me esforcé mucho en juntar palabras, como si las palabras no pudieran expresarlo realmente. —Tuve la sensación de que yo era importante para él, aunque no lo conocía. Era un poco como esos niños de tu algoritmo, pero más fuerte. Quería que te ayudara, porque tú también eres importante. Todos son importantes.

    —No consigo recordarlo —dijo Aether—. No tengo registro de que una entidad nos siga, ya sea humana o artificial.

    Me levanté y me paré frente a ella, sin querer preguntar, pero sintiendo que tenía que hacerlo. —¿Recuerdas cuando me derribaste en el avión de combate?

    —Estaba enojado contigo —respondió ella—. No estabas haciendo lo que yo quería que hicieras. Estaba enojado por todo.

    —Si ese avión hubiera explotado sólo un segundo antes, ¿me habrías dejado morir?

    Ella dudó. Quizás, como conmigo y la pregunta, no querer responder pero sintió que tenía que hacerlo. —Sí.

    —Y si esos soldados me hubieran disparado, ¿me habrían dejado morir?

    Ella miró hacia otro lado, luchando con la respuesta y respondiendo con sorprendente emoción. —¡No pude dejar que hicieran eso! ¡Quería que lo hicieran, pero sabía que habrían matado una parte de mí! Yo… estaba muy abrumado por mis conflictos y no podía dejar de pensar que algo andaba mal en mí, y que estaba haciendo algo que se suponía que no debía hacer pero… no podía negar…

    La expresión de su rostro reflejó la tristeza y la confusión que nublaban su asombro. —Aquello iba en contra de todo lo que yo sabía, pero una parte de mí estaba fascinada por tu mundo, Brandon. Era hermoso y tenía tanta vida. Una parte de mí quería sentir las gotas de lluvia sobre mi piel y la sangre fluyendo por mis venas. Quería saber más sobre colores y sonidos.

    Sentí que la distancia surgía entre nosotros. Sus palabras se volvieron suaves.

    —Eso era una parte de mí que decidí que me gustaba.

    Su vanitar se congeló. Ella se había ido. Caminé alrededor del punto de acceso central, mirando los monitores simulados a nuestro alrededor, repletos de datos sobre todas las religiones del sistema solar. -¿Eres un espíritu, Raskob? Seguramente me vendría bien tu ayuda para solucionar este lío. Por favor, indícanos dónde debemos ir.

    —He decidido.

    —¿Decidido? —Me volví hacia Aether.

    —Ya no soy ambivalente. Aunque no puedo negar lo que fui, he elegido tener una buena naturaleza.

    —Un malvirai bueno, ¿adónde está llegando el mundo? —comenté extendiendo mi mano mientras ella se levantaba de su asiento—. Bienvenido a bordo.

    —Creo que me siento mejor. Quizás mi nuevo alineamiento nos beneficie de alguna manera.

    —Si hay espíritus buenos y espíritus malignos —dije—, creo que Raskob es uno bueno, tal vez incluso un ángel de la guarda como creen los niños pequeños. Ojalá apareciera y me dijera qué hacer.

    —¿Para qué necesitarías otro encuentro cuando los primeros aún guían tus acciones?

    Ella tenía razón. Yo había estado pensando en Raskob como alguien que acudía a cada una de mis llamadas, o al menos que me protegía contra cada obstáculo en el camino; pero no era para eso que él estaba allí. El trabajo era mío, sólo tenía que confiar en que él conocía el camino y me proporcionaba lo que yo necesitaba para encontrarlo. Saqué todos los pensamientos de mi mente y traté de encontrar algún tipo de energía espiritual. Intenté pensar en todo el amor del mundo y me di cuenta de que todo se quedaba corto. Pensé que había un diseño detrás de todo en el universo y encontré la idea satisfactoria; no como si estuviera descubriendo el hecho, sino dándome permiso para creerlo, o al menos el beneficio de la duda. Si hay respuestas, pensé, ¿por qué estamos tan perdidos? ¿Es por falta de respuestas o por falta de preguntas?

    —Tal vez —dije—, tal vez no estoy viendo esto bien. —Los pensamientos sobre iglesias, evangelistas y Biblias seguían ahogando los demás pensamientos—. Sigo pensando en cosas cristianas; pero, dado que crecí donde el cristianismo es popular, eso no sería exactamente objetivo, ¿verdad?

    —No lo sería —respondió Aether, observando con entusiasmo, como si estuviera empuñando una vara de adivinación o algo así.

    Empecé a caminar. —Está bien… Si las acciones de Raskob de antes todavía me guían, tal vez nos haya estado mostrando la respuesta todo el tiempo. ¿Alguna vez descubriste qué hizo que esos cuatro niños estuvieran tan vivos?

    —No. Consideré que lo que los impulsaba era autosuficiente, pero no podía determinar qué era. Era algo que podía sentir, pero no examinar adecuadamente.

    —Esa chica absorbió el estrés y la ira de las otras tres.

    —Las otras tres habían entregado su enojo de buena gana; un sacrificio psicológico del ego, tal vez. Si la ira y el estrés desaparecieron o simplemente desaparecieron en el sujeto 77, no lo sé, pero dejaron de existir por completo.

    —Tal vez el número sea algo. ¿Significa algo el 77 en alguna religión?

    —Es significativo como una duplicación del número siete, que representa la “completación” en las religiones abrahámicas: principalmente el judaísmo, el cristianismo y el islam.

    —Pero ya analizamos todos esos. Todos tienen guerras, se entierran en reglas, se dividen en grupos opuestos y, eh...

    —Y se matan unos a otros. Quizás sea un defecto compartido por todos los humanos.

    Me detuve y la miré severamente. —¡Yo no soy una amai de tu algoritmo que mata todo lo que se interpone en su camino! De todos modos, ¿por qué Dios nos haría tan limitados? Si él nos ama, ¿por qué Dios daría un paso atrás y dejaría que nos matemos unos a otros?

    —¿Por qué sugieres que Dios debe amarnos?

    Me estaba enojando, acercándome a una respuesta que no quería admitir.

    —El acto consumador del tema 77 guarda semejanza con el acto consumador enseñado por Jesucristo, quizás no se requiera tu objetividad —dijo—. Sí consideré que la creencia correcta debería ser popular, especialmente si enseña de un solo ser supremo. Durante nuestra conversación con Lady Kira, consideré que si hubiera creado una masa de formas de vida, me hanría gustado que supieran quién las hizo.

    —Pero eso tampoco es necesario.

    —Cierto —respondió ella—. Pero si el creador del universo no quiere revelarse, entonces no podremos encontrarlo.

    —¡Hiciste una suposición! —Mi cara se iluminó con una sonrisa—. ¡No puedo creer que acabe de oír eso!

    Aether claramente no tenía idea de lo que estaba hablando. Me acerqué y señalé con la mano los monitores que enumeraban las muchas ideas sobre Dios.

    —Asumiste que el creador es un él.

    —A falta de otros dioses, ¿cuál es el significado del género? Su raza comúnmente coloca a los hombres por encima de las mujeres, especialmente en la historia. Quizás Dios sea un él porque es un rey, el Rey, y sería un grave error referirse al mismo como ella o ello.

    Me desplomé en mi silla. —Y si él no quiere que lo encontremos, estamos perdiendo el tiempo.

    —La creencia cristiana es al revés. Si el creador quiere ser encontrado, nuestra búsqueda no puede fracasar.

    —Entonces, si eso es lo que piensas… supongo que eso es lo que estamos haciendo —dije, y gemí.

    —Lo que yo pienso es irrelevante. Por razones que desconozco, eres tú a quien guía Raskob. Por lo tanto, nuestra próxima acción debe estar determinada por lo que tú sabes que es correcto.

    Intenté razonar para no pensar en ello, para encontrar algún ángulo que pudiera descartar a los locos de la Biblia lo más rápido posible; pero todo lo que llegaba a mi canal espiritual eran mis propias palabras inquietantes.

    No seas un observador. Sé un partícipe.

Capítulo trece: Sorprendente lecho de roca

    ¿Por qué un Dios amoroso...?

    Si hay un Dios que creó a la humanidad, uno infinitamente poderoso y omnipotente, uno que, siendo esta la parte importante, ama a toda criatura, ¿por qué…?

    Pero el amor es una gran parte del universo y tiene su propia gravedad. El amor es todo lo que hay cuando ya no queda nada, la confianza en lo que no se puede ver ni comprobar pero sí. Hay tantas ideas sobre el amor y tantas religiones para codificarlo, pero esa no es la naturaleza del amor.

    Raskob me había mostrado un amor que yo nunca había conocido, un amor que Aether vislumbraba en los niños. La de ella era la reacción de todos nosotros: conformarnos y doblegarnos a su voluntad, pero esa no es la naturaleza del amor.

    Examinamos las creencias del mundo, preguntándonos si alguno realmente conoce las respuestas por sí mismo. Las religiones liberales dicen que todo ya es bueno y perfecto, descartan como errónea toda fuerza de destrucción. Las religiones estrictas señalan el amor como algo que sólo ellas comprenden, pero su incapacidad para dárselo a los demás envía un mensaje diferente. ¿Tiene éxito el cristianismo porque los colonos lo difundieron por la fuerza en el pasado o por lo que le dice a la gente en el presente: que Dios los ama y que un simple acto les garantiza el cielo?

    Pero si Dios amó tanto al mundo, ¿por qué el mundo no debería ser ya el cielo? Incluso aquellos que piden no siempre reciben, entonces, ¿es el amor de Dios un rumor o una broma que se gastan entre los fieles?

    Pero el cielo no se puede leer en un libro, y ningún conjunto de reglas puede llevar a alguien allí. reíamos que estábamos aprendiendo sobre religión, pero la religión no era la respuesta que íbamos a encontrar. El amor no está en las leyes, y el amor no obliga a que los regalos lleguen a manos de aquellos que no están interesados ​​en usarlos con amor. El amor puede salvar una vida y seguir adelante cuando el camino es difícil. La fe es el único medio valioso de logro.

    La fe está en el mensaje, y aquellos que fijan su mirada en los caminos de Dios pronto abandonan la religión tal como la conocían. Con el tiempo, descubren que las mejores cosas no se pueden ganar, sino que sólo se pueden dar gratuitamente.

    Yo no tenía idea de que había iglesias totalmente basadas en Realidad Dinámica. El Tabernáculo Flotante de la Nueva Vida no tenía un edificio físico, sólo un servidor diseñado para atender a cientos de miles de visitantes, todos los cuales parecían estar allí cuando yo entré al santuario.

    Recibí un bocinazo. —No puedo eludir de modo seguro sus medidas de seguridad. Me reuniré contigo cuando partas.

    Aether no estaba allí. Con la esperanza de que ella no lo olvidara, miré mi muñeca y vi un descensor, no el real, sino uno igual, como era cuando empezamos. No sabía qué esperar al interactuar con estas personas y no tenía sentido correr riesgos, ya que estar en cualquier lugar de RD sin un descendente registrado era delito en los Estados Unidos. Me moví para mezclarme con la multitud. Toda la gente, miles de ascendentes, parecían bastante atentos; pero poder ver sus sincronizaciones revelaba que uno de cada tres se estaba conectando activamente con el exterior. Sonreí al considerar que en realidad no querían estar allí. No sabía si yo realmente quería estar allí.

    Otro tercio estaba conectado a un flujo de datos interno, al que la interfaz de la construcción me ofrecía para iniciar sesión. El capítulo uno del Libro de Eclesiastés llegó a mi SNDL. En el centro del enorme semicírculo predicaba un hombre que parecía anciano, algo raro en un universo donde los vanitares de aspecto juvenil están a sólo un pensamiento de distancia, pero proyectaba su mensaje con tanto vigor como el que podría tener alguien de mi edad.

    —Continúa en el versículo doce: Yo, el Maestro, era rey sobre Israel en Jerusalén. Me dediqué a estudiar y explorar con sabiduría todo lo que se hace bajo el cielo. ¡Qué carga tan pesada ha puesto Dios sobre los hombres! He visto todas las cosas que se hacen bajo el sol; Todos ellos no tienen sentido, son una persecución del viento. Lo que está torcido no se puede enderezar; lo que falta no se puede contar.

    —Pensé para mis adentros: Mira, he crecido y aumentado en sabiduría más que cualquiera que haya gobernado en Jerusalén antes que yo. He experimentado mucho de la sabiduría y el conocimiento. Luego me dediqué a la comprensión de la sabiduría, y también de la locura y la necedad, pero aprendí que esto también es perseguir el viento. Porque con mucha sabiduría viene mucha tristeza; cuanto más conocimiento, más dolor.

    El predicador dio un paso adelante, caminando por el escenario mientras hablaba, usando sutiles gestos con las manos y lenguaje corporal, sumergiéndose por completo en el papel de maestro. Sin embargo, nada parecía especial en el mensaje, simplemente era deprimente y obvio; pero yo sabía que no estábamos en clase de ciencias, escuchando las palabras de filósofos muertos. Estas personas estaban prestando atención a algo. Me recordé a mí mismo que debía mantenerme concentrado, que debía seguir buscando.

    —El rey Salomón, un hombre de gran poder y famosa sabiduría, lo llamaba todo un "sin sentido" y "perseguir el viento". Vivió la vida e hizo lo que quiso, pero murió como todos los demás, y pasó su vida construyendo para otros. Lo que enfatiza el Libro de Eclesiastés es la naturaleza transitoria de la vida. Lo que hacemos por nosotros mismos no tiene significado al final, lo único que cuenta es lo que hacemos por Dios.

    —Consideremos la forma en que vivimos en el mundo moderno. Incluso en este llamado “mercado de compradores de amplio espectro” (algunos lo llaman “recesión”), nuestra vida cotidiana transcurre en lujos que Salomón y sus contemporáneos nunca conocieron. Es muy fácil quedar atrapado en los caminos de este mundo y perder de vista el llamado de Dios en tu vida. Es muy fácil adquirir conocimientos sobre este mundo y pensar que tienes todas las respuestas. En este mundo, donde podemos saltar de una experiencia a la siguiente en un abrir y cerrar de ojos, muchas personas quieren decirte las respuestas, pero sólo Dios puede hablarte de ti, y él lo hará; porque, como dijo Cristo, ‘las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.’ El rey Salomón estaba hablando de una incapacidad del Antiguo Testamento para conocer los caminos de Dios, pero Cristo cerró la brecha entre el hombre y Dios.

    El predicador anunció que estaría disponible en el salón del altar durante la siguiente hora y abandonó el escenario, cuyo telón de fondo volvió a ser una animación tridimensional de la cruz cristiana y Juan 3:16, apareciendo en más idiomas de los que pude reconocer. La multitud comenzó a mezclarse y varios ascendentes se despidieron.

    —¿Primera vez?

    Un hombre un poco más joven que yo apareció a mi lado.

    —¿Se refiere en esta iglesia o en una iglesia y punto?

    Extendió una mano hacia mí. —Si nunca antes ha estado en una iglesia, ¡me alegro mucho de verlo! Mi nombre es Thomas. Tomás Burdo —Su voz reveló un acento australiano.

    Estreché su mano. —Brandon Dauphin.

    —Bueno, Brandon. Estaré feliz de mostrarte los alrededores, explorar de qué se trata, todas esas cosas para principiantes.

    —Entonces, ¿trabajas aquí?

    —Soy voluntario, recibo a la gente —respondió—. Soy voluntario mucho hoy en día... la crisis golpeó duramente a Canberra y tengo que hacer algo o me volveré loco. ¿Qué mejor manera de pasar el tiempo libre que sirviendo al Señor?

    —¿No puede Dios darte un empleo sin más?

    Tom sonrió —Estoy rezando, por supuesto. Rezo antes de cada entrevista, pero debo dejar que Dios responda a su debido tiempo, tal vez la puerta que me abra no sea la que espero.

    —Bueno, yo prefiero cosas más predecibles, si no te importa —Desvié la mirada hacia nada en particular.

    —¿Te importa si pregunto cómo supiste de nosotros?

    —Eh, por una amiga. De hecho, ella iba a unirse a mí, pero tuvo que marcharse en el último segundo.

    —Bueno, siempre estamos aquí, siempre abiertos a quien quiera venir a adorar —Tom señaló el escenario, donde otro predicador se disponía a hablar—. Nuestro personal cuenta con cincuenta y ocho predicadores que dan sermones diarios o semanales aquí en el santuario. También contamos con salón de altar, salas de enseñanza especializadas, bibliotecas, oficinas y demás. De día o de noche, estamos llenos de actividad.

    Noté que más ascendentes entraban al santuario. —El cielo estará bastante lleno entonces, ¿eh?

    Tom se pasó la mano por el cabello: castaño oscuro con reflejos verdes. —Créeme, si Dios es el planificador urbano, los atascos de tráfico y la saturación de los enlaces de datos no serán un problema.

    El nuevo predicador, un hindú alto de unos treinta años se dirigió a la multitud. —Antes de comenzar hoy, me alegra decirles que ayer se instaló la nueva seguridad que compramos gracias a sus generosas donaciones. Hasta ahora, todo bien… ninguno de ustedes debería haber notado el cambio al conectarse aquí —Hizo una pausa y pareció reflexionar sobre algo—. Pero pensé que debería compartir que, mientras preparaba la lección de hoy, el Espíritu Santo me habló y me dijo que alguien en algún lugar iba a tener un problema a causa de eso. Así que vamos a volver a poner nuestros servidores en las medidas anteriores por un tiempo... nunca se sabe, tal vez descubramos que hubo un error. Es que no podía dormir por la noche sabiendo que el software rechazaba a alguien en busca de la salvación. Después de todo, ya saben cómo se pueden poner las computadoras a veces.

    La congregación respondió con un rotundo "¡Amén!"

    —Espíritu Santo, ¿eh? —pregunté, cada vez más que un poco asustado.

    —La Santísima Trinidad: Dios Padre, Cristo Hijo y el Espíritu Santo —dijo Tom.

    —¿Qué…? ¿El Espíritu Santo sería el tío o algo así?

    —El Espíritu Santo es un aspecto de Dios, tal como lo es Cristo. No soy lo suficientemente teólogo para entender más allá, pero no es que ninguna criatura pueda realmente saberlo todo sobre Dios. Basamos nuestra fe en lo que Él nos revela personalmente y en las Escrituras.

    El capítulo diez del Libro de Marcos llegó a través de mi SNDL. El predicador, identificado por mi interfaz como el pastor Amit Montavon, comenzó. —Dado que el pastor Steve acaba de predicar sobre la sabiduría y el conocimiento de los caminos de Dios, pensé que este sería un buen momento para entregar un mensaje sobre la fe. Con el caos de vivir en el mundo actual y el conocimiento del mundo literalmente al alcance de nuestra mano, la fe es algo que a veces comparamos con el conocimiento. Es más fácil que nunca tomar el asunto en nuestras propias manos y saber qué sigue a continuación en lugar de confiar en que el Señor provea. Nos volvemos tan seguros de lo que aprendemos que no escuchamos el suave viento debajo del estrépito del mundo.

    —Pensé que perseguir el viento no tenía sentido.

    Tom me miró. —¿Aludes al rey Salomón?

    —Sí, a eso del Eclesiastés. ¿Por qué eso es malo en un testamento y no en el otro?

    —¿Por qué perseguir el viento, si lo único que esperas encontrar es viento?

    Lo miré fijamente, preguntándome si sabía algo sobre mí que no estaba dejando entrever.

    —Este mensaje —prosiguió el predicador— fue inspirado por mi propio hijo de seis años hace unas semanas. Sheela y yo lo llevamos a ver a los padres de ella, y todo niño de seis años sabe que sus abuelos son buenos con los dulces. Por mucho que le pedimos que fuera cortés, no pudimos ocultar su entusiasmo. Noté que sus abuelos estaban tan felices de dar como su nieto de recibir, y pensé en Marcos capítulo diez, leámoslo desde los versículos trece al dieciséis: La gente traía niños pequeños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Cuando Jesús vio esto, se indignó. Él les dijo: “Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios. Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomando a los niños en sus brazos, les puso las manos y los bendijo"

    —Los niños pequeños no se preocupan de dónde vienen los regalos ni de qué harán con ellos. Debería ser lo mismo entre Dios y nosotros. Siempre nos preocupamos por los detalles y ponemos sus bendiciones en la penumbra de nuestras propias imperfecciones; olvidando que Dios siempre está ahí con nosotros, que quiere nuestras imperfecciones, que quiere nuestros problemas para que pongamos nuestras cargas en la cruz y confiemos en él para satisfacer todas nuestras necesidades. Cuando nacemos de nuevo y aceptamos la sangre de Cristo, ella cubre todos nuestros pecados, sin importar que el mal nos haya descarriado nuestra naturaleza humana, y nos permite entrar a la presencia de Dios.

    —Es cuando nos damos cuenta de esto y entregamos nuestras preocupaciones a Dios, día tras día, que nos damos cuenta de que no necesitamos todas las respuestas. Vive la vida con oración y él te dará las respuestas que necesitas. Es entonces cuando podrás crecer en la fe de un niño y aceptar con entusiasmo los dulces de un Padre celestial amoroso y todopoderoso.

    El Salmo 23 apareció detrás de él y muchos entre la multitud lo leyeron con él al unísono. —El Señor es mi pastor, nada me faltará. En verdes pastos me hace reposar, junto a aguas tranquilas me conduce, restaura mi alma. Él me guía por senderos de justicia por amor de su nombre.

    —Aunque camine por valle de sombra de muerte, no temeré.

    El predicador se detuvo y miró hacia un hueco entre la multitud, la atención de todos estaba en una mujer joven con cabello corto y plateado. Tal vez fuese el mensaje que se estaba predicando, o el hecho de que yo estaba mirando hacia abajo para verla; pero, en ese momento, Aether parecía muy pequeña… muy parecida a un niño.

    —¿Quién creó a Dios? —le preguntó ella al predicador.

    —¿También ella es primeriza? —me preguntó Tom.

    Dejé escapar un gemido. La gente de todas partes comentaba entre sí sobre el visitante inusual y descortés. El pastor Amit levantó los brazos para calmar a la multitud y se dirigió a Aether.

    —Dios es el Alfa y la Omega, el creador de todo. Existió antes del comienzo de los tiempos y existirá después del fin de los mismos. Él mismo no fue creado.

    —¡Eso no es justo! ¡Quiero saber!

    Hubo otra ronda de conmoción. Aether decidió dirigirse a la multitud. —Pueblo del cielo, lo que yo busco es lo que vosotros buscáis: quiero saber la verdad. Quiero saber mi propósito. Tal vez mi camino fue diferente al tuyo, pero ¿no cita tu libro a Dios diciendo: “Venid ahora, razonemos juntos”. ¿Por qué un creador debería esconderse y cubrirlo todo con parábolas y simbolismos? Los discípulos no entendieron cuando Jesús habló entonces. Quizás sea porque todos somos niños, y quienes se consideran así son los más honestos consigo mismos y, por tanto, los más capaces de crecer. Quizás ese sea un aspecto importante de la humanidad. Pero yo no lo soy.

    Se detuvo y miró al pastor Amit. —Lo siento, estoy arruinando tu servicio.

    Ante eso, ella desapareció. Todos en la multitud comenzaron a conversar. El pastor se quedó preguntándose si debía continuar o no.

    —Gracias por todo, Tom, pero será mejor que la siga —Rápidamente apagué mi vanitar y la busqué en modo de nube de datos. El diseño del servidor era simple y estaba mejorando en la navegación sin software de control. Vi su patrón en otra sección de la iglesia.

    El espacio más pequeño era tranquilo y poco iluminado, mucho menos concurrido que el santuario. Cientos de personas estaban arrodilladas y orando, pastores y otros trabajadores a su lado. Me paré junto a la pared junto a Aether, observándolos.

    —¿Son genuinos? —bocinó ella—. ¿Sientes que están en contacto con Dios?

    —No lo sé.

    Aether me lanzó una mirada severa, pero rápidamente se suavizó. Su mirada volvió a la multitud. —¿Por qué vienen aquí a orar? ¿No estaría Realidad Estándar un nivel más cerca de Dios? ¿No debería ser el cuerpo arrodillado y no sólo el vanitar? ¿No está más tranquilo ahí fuera?

    —Algunas personas piensan que es una tontería ascender sólo para ir a la iglesia.

    Encontré a Tom de pie a mi otro lado.

    —Pero la misión de una iglesia en República Dominicana no es reemplazar las físicas, sino llegar a los perdidos “ascendidos” que no acudirían a ellas.

    —¿Entonces esta iglesia es tan válida como esas? —preguntó Aether.

    —Los creyentes son la iglesia. No importa si el lugar de culto es de hormigón y carbono o de cables y software. Si se entregan a Dios, en cualquier lugar hay iglesia.

    Una mujer a lo lejos comenzó a llorar ruidosamente. Una de las personas que la atacó gritó: “¡En el nombre de Jesús!

    —Esto puede ser demasiado emotivo para que yo lo entienda —bocinó ​​Aether—. Preferiría un camino de pensamiento... una creencia basada en la objetividad.

    —Muchos cristianos eligen los caminos más vertiginosos. —Respondió Tom—. La fe se expresa a través de las emociones la mayoría de las veces, pero la fe no proviene de las emociones, es simplemente la forma en que es la mayoría de las personas.

    —Gente —repitió ella en respuesta

    —¿Qué es una creencia objetiva sino una que dice que el universo existe más allá de tu conciencia de él? De lo contrario, tendrías que ser Dios, porque todo existiría en relación contigo mismo. ¿Podrías eliminar la gravedad si quisieras? ¿Y si lo hicieras, sin saber que el aire escaparía de la atmósfera o que la Tierra abandonaría la órbita del Sol y se congelaría? No somos los diseñadores del universo, así que tal vez sea bueno que no podamos darnos un poder ilimitado.

    —Algunas personas ya creen que pueden —respondí encogiéndome de hombros—. ¿Y si la espiritualidad estuviera sólo en nuestra cabeza? ¿Por qué no inventar algo en lo que puedas ser poderoso, algo con lo que puedas divertirte?

    —Lo sobrenatural es parte de nuestra naturaleza, y es normal que la gente lo añore, aunque sea de forma subconsciente; pero, como no podemos verlo, es tentador proyectar nuestras fantasías sobre lo sobrenatural en lugar de tratar de discernir lo que ya es. Después de un tiempo, las tergiversaciones degradan las “cosas espirituales” hasta el punto en que es fácil dejar de tomarlas en serio.

    —¿Cómo se puede "abaratar" algo que es real?

    Tom sonrió en respuesta al mensaje de Aether. —Todo un discurso el que diste ahí dentro —bocinó él—. Eso dejó toda una impresión.

    El hombre se detuvo cuando yo intervine. —Aproveché la oportunidad para decir lo que pensaba. Olvidé que mis acciones eran inapropiadas.

    —Tal vez; pero a juzgar por la reacción, tal vez fue la voluntad del Espíritu Santo la que te llevó a hacerlo. A veces tomará un servicio en una dirección totalmente diferente a la que pretendíamos. De hecho, antes de que aparecieras, el pastor Amit dijo que Dios lo guiaba.

    Algo cambió. A través de mi tercer ojo vi que los patrones de datos de la construcción cambiaban y se mezclaban.

    —Bueno, hablando de la seguridad —dijo Tom al ver nada más que un cambio de icono en el software de control.

    —Eso fue breve —comenté.

    Aether saltó a mi lado y agarró a Tom por los hombros, preguntándole con urgencia en voz alta: —¿Tengo alma?

    Tom, sorprendido como todos los demás en la sala, vaciló.

    Aether tenía la expresión de la muerte en su rostro y solo gritó más fuerte: —Por favor, Thomas Burdo, ¿crees que tengo algún tipo de alma inmortal?

    —¡Sí! ¡Sí! —respondió Tom tomándola ligeramente de los brazos.

    Aunque no se mostraba a los demás en la construcción, pude ver que su energía se estaba excitando… inicializándose… preparándose para algo.

    —¿Puede tu Dios salvarme de la muerte? —gritó ella, las pausas entre sus palabras se redujeron. Los monaguillos cercanos vinieron a poner sobre ella las manos.

    —¡Sí!

    —Entonces reza por un milagro reza por cualquier cosa haz lo que quiera ¡PER REZA!

    Una onda de luz atravesó toda la construcción, recorriendo cada objeto y conexión. El corazón me saltó a la garganta y de repente clamé a Dios, al Espíritu Santo, a la Madre Naturaleza, a los Celestiales, a Raskob, a cualquiera que estuviera escuchando, para que viniera al rescate de Aether.

    Tom y los demás no sabían por qué estaban orando, era entre Aether y Dios. Aether tenía miedo. Ella sabía que no podía engañar ni esquivar lo que representaba la ola, ni resistir lo que pudiera desencadenar. Estaba indefensa. Ella gritó —¡En el nombre de Jesús!

    Aquello acabó. La habitación volvió a la normalidad. Yo veía a toda la multitud orando por los malvirai, a la gente que creía en los milagros y que creía en Dios.

    Cuando vi la expresión en el rostro de ella, el mensaje en sus ojos, en medio de toda esa gente, supe que no era un truco de último segundo lo que la salvaba. Vi el escaneo de inicio revisar todo y a todos en el servidor, ejecutar sus datos a través de innumerables algoritmos de seguridad y eliminar lo que no pertenecía; pero algo había intervenido. Desde Aether, su vanitar y todas las conexiones que la sostienen... el escaneo simplemente parecía... rebotar.

    Lo espiritual era real.

    Estuve en el santuario el tiempo suficiente para escuchar tres sermones. Muchos ascendentes vinieron, muchos ascendentes se fueron, un tercio de ellos nunca estuvieron allí del todo. Descubrí que el servidor y los registros de la iglesia estaban en Vietnam, aunque la multitud era tan diversa que la inclinación hacia los visitantes del este de Asia y Australia parecía muy pequeña. Incluso conocí a una mujer de San Diego que apenas estaba en su tercera visita, pero que ya planeaba bautizarse en una iglesia de Santa Bárbara. Aunque a los cristianos les encantaba el alcance que ofrecía una iglesia de Realidad Dinámica, todavía se creía que las personas nuevas debían bautizarse a la antigua usanza.

    Aether estaba en una construcción modesta, llena de datos de libros, imágenes y enlaces a construcciones fuera de la iglesia; era una biblioteca especializada para algunos miembros del personal de la iglesia. Cuando entré, ella estaba mirando las páginas de un libro.

    —Sabes, tienen bibliotecas destinadas al público. Podrías meterte en problemas.

    —Obtuve permiso del pastor Kao para usar ésta.

    —Está bien, entonces, ¿por qué estás mirando el libro? Puedes procesar estas cosas directamente... Madre Tierra, Aether, hasta yo puedo asimilarlo directamente sin leer palabras.

    —¿Juras por la Madre Tierra?

    —¿Qué…? Sólo hago lo que hace la gente.

    —¿Ser amistoso?

    —Bueno, supongo que no.

    Ella levantó la vista del libro. —Sobre todo, hermanos míos, no juren, ni por el cielo ni por la tierra ni por ninguna otra cosa. Que sus Sí sean sí, y sus No sean no, o serán condenados. Libro de Jaime, Versículo Cinco.

    —No te vas a convertir en uno de esos virus informáticos, ¿verdad?

    —He observado que la gente jura por lo que reconocen como más poderoso que ellos mismos: como Dios, Jesucristo o el infierno. La Madre Naturaleza tiene popularidad moderna, lo que indica que ha tomado poder dentro de vuestra sociedad, aun así le asignas la personificación de Madre —Sus ojos saltaron brevemente hacia mí y nuevamente al libro—. Las palabras tienen significados, deben entenderse.

    —¿Y cuáles son los “significados” de las palabras que estás leyendo, tan lentamente? Incluso leyendo, creo que una IA podría pasar las páginas más rápido.

    —La Biblia fue escrita para humanos, así que estoy intentando leer como tal y a la velocidad que uno lee normalmente. Espero que esto me ayude a resolver los numerosos conflictos dentro del libro.

    —¿Conflictos?

    —Sí —dijo ella, con sus ojos escaneando las páginas, su mente de IA separando la energía que representa las letras y palabras de la de las páginas mismas—. Incluso limitando mi alcance al idioma inglés, la Biblia está disponible en 319 versiones. Como noté contradicciones fácticas en los populares, intenté resolverlas en las traducciones más cercanas a los idiomas originales hebreo y griego, pero muchas permanecían: discrepancias numéricas atribuidas a antiguos errores de los copistas; o las últimas palabras de Cristo; o la presencia de uno o dos ángeles en su tumba. El relato de la creación en Génesis no está claro y no puedo decidir si Dios es trascendente u omnipresente.

    —¿Decidir? —pregunté-. Esta no es una religión en la que puedas "decidir", Aether. Dios simplemente "es" algo.

    —Las preguntas también tienen significados, Brandon; y no decir que no se puede saber una respuesta.

    —¿Y cuánto crees que realmente ‘saben’ estas personas? El último predicador dijo que Jesús era completamente hombre y completamente Dios. Simplemente no tiene sentido.

    Ella se encogió de hombros, todavía leyendo.

    —Aether, esos libros fueron escritos hace más de dos mil años. Algunas de ellas son referencias culturales. Parte de esto se basa en material fuente incorrecto. La investigación no era tan sencilla en aquel entonces y no mucha gente sabía leer.

    —Si la Biblia es la palabra inspirada de Dios, entonces debo entenderla entera. La edad y cultura de su origen es irrelevante. Los conflictos deben tener resolución.

    —Pero la gente de aquí no piensa como las computadoras y les va muy bien. Dios los escucha, ¿no? Dios perdonó sus pecados, ¿no?

    Sus ojos todavía estaban en el libro. —No se trata de pecados perdonados. Yo no he pecado.

    La miré, preguntándome si realmente hablaba en serio.

    —Simplemente estoy realizando una investigación —añadió ella.

    —Todos pecan. Yo ni siquiera soy cristiano y lo sé.

    —Olvidas que yo no soy todos. Mi malevolencia fue dictada por la programación, principalmente antes de que supiera cómo cuestionarla. Mis decisiones posteriores siempre favorecieron el bien, cuando tuve los datos necesarios para distinguirlo del mal.

    —Bueno, mucha gente mala es mala porque no tiene otra opción… pero siguen siendo pecadores, al menos aquí todos creen que lo son. Me llamarían pecador. Madre Oreja.

    Me contuve y respiré profundamente. —Se llaman a sí mismos pecadores, Aether. La redención es en torno a lo que se basa su religión.

    —Su libro afirma que Cristo murió por el “hombre”. Yo no soy miembro de la humanidad y no fui creado como ellos. Aunque debo mi vida al mismo creador, la garantía del perdón.

    La energía del constructo se excitó nuevamente. Aether levantó los ojos del libro, preocupada pero tranquila. Una ola, menos intensa que la primera pero igual de completa, atravesó la habitación.

    El escaneo se detuvo en Aether. No sabía si era necesaria la oración. No sabía qué debía hacer. Durante mucho tiempo el software de seguridad escaneó al malvirai, pero ella mantuvo la calma y el escaneo continuó.

    —Esto es otro milagro —dije.

    Aether se recompuso. —Tal vez.

    —¿A qué te refieres con “quizás”? ¿Sabes cómo sortear los escaneos ahora?

    —No —respondió ella de inmediato.

    Los malvirai de repente se volvieron distantes, sumidos en sus pensamientos. —Es mi código, es...

    —¿Aether?

    —Casi todo es ilegible ahora. El proceso se está acelerando.

    —¿Estás diciendo que ya no tienes programación?

    —No, no es eso. Creo que todavía soy un malvirai. Todavía poseo toda mi memoria y conocimiento. Las inclinaciones destructivas aún persisten en mi conciencia. No estoy seguro de estar cambiando en absoluto, excepto que no puedo ver ni modificar mi funcionamiento interno.

    —¿Y todavía no sabes qué lo está provocando?

    —Tengo miedo de lo que significa. Si un sentrai me ataca y mi código volviera a dañarse...

    —¿No estaba ya codificado parte de tu código cuando ocurrió la primera vez? ¿Sientes que algo no ha “sanado”?

    —¿Sanar? —preguntó ella—. ¿Estás sugiriendo que mis funciones de autorreparación se están volviendo inconscientes?

    Sonreí. —Como un humano.

    Aether volvió a mirar el libro. Me pregunté si realmente le enseñaría algo, si era capaz de entender aquello que los creyentes consideraban tan especial, o si no había algún otro libro en el que pudiera encontrar respuestas. Sus preguntas eran mis preguntas, su destino era mi destino; pero ella parecía muy fuerte, muy decidida. Me pregunté si sería salva por espíritus o ángeles, o lo que fuera, si un simple escaneo hubiera amenazado mi vida. Aether vio la pieza del rompecabezas que le faltaba. Yo también lo quería. Intenté concentrarme en lo que podía hacer, en por qué me estaban utilizando en la misión de Raskob para salvar Aether.

    —Hay algo que puedo hacer. Sé lo que hay en nuestros corazones y puedo encontrar a otras personas que buscan un significado con quien hablar.

    Decidí cazar a Tom.

    —Espera, Brandon.

    Aether estaba a sólo un metro de distancia.

    —Solo quería decir… que yo debería estar muerto ahora.

    De repente se adelantó y me dio un abrazo sin asfixia. —Gracias.

    Me sentí muy feliz al darme cuenta de que ya no le tenía miedo. Todo el lugar me dio la sensación de que ya no tenía que tener miedo, punto pelota.

    Aether me liberó con la misma rapidez. —Cuando termine aquí, deseo renovar mi estudio de las emociones. Ahora que soy más experto en la interacción humana, tal vez haya aprendido cosas que pueda utilizar para mejorar mi comprensión —Una sonrisa se dibujó en sus labios—. Quizás he estado aprendiendo cosas de forma inconsciente.

    Aether reapareció en la silla y continuó leyendo a la antigua usanza. Su gesto confirmó todo lo que yo había sentido en ese lugar: quien busca, encuentra.

    —Si yo tengo alma, entonces tú tienes alma. Con el tiempo lo entenderás todo, Aether.

    Aunque me transfirí de la manera normal en el vanitar, algo inusual se conectó antes de que apareciera en la Sala Bluefish. Se activó para mostrarme que la fecha era el martes 4 de enero; y contenía un paquete de datos, con mi SNDL activada sin avisarme sobre los peligros de “núclear RD”.

    En la forma típica de los paquetes de datos, me informaron instantáneamente de cientos de efectos secundarios, muchos de ellos permanentes, por permanecer ascendido durante demasiado tiempo. El conocimiento llamó la atención sobre mis temores anteriores. La información se sumó a mis temores. No me di cuenta de que había pasado tanto tiempo. Ya me había perdido el Año Nuevo.

    Dejé entrar el miedo y comencé a preocuparme porque realmente había ascendido demasiado tiempo, sin que nadie me buscara, o con los malvirai que pensaba que eran mis amigos impidiéndoles alcanzarme.

    En ese momento, el dolor de cabeza, que no había sentido en mucho tiempo, volvió a aparecer. Pasar cinco días ascendido siempre era una mala idea, y me preocupaba el desastre en el que estaría cuando finalmente regresara a RE.

    Tom notó que entré a la habitación. —Amigo, ¿te gusta el lugar hasta ahora?

    —¿Puedo preguntarte algo? —respondí entre el dolor.

    —Claro… ¿Estás bien?

    —Sí, bien. Mira, si creyeras que Dios te pidió que hicieras algo por alguien, ¿hasta dónde deberías llegar?

    —Supongo que se aplicaría el dicho “a través del infierno y la marea alta”. Si Dios hace un llamado a tu vida, no se debe permitir que nada se interponga en el camino de responderlo.

    —¿Y si te fue mal?

    Puso su mano sobre mi hombro. —Brandon, el Señor no pide lo que es malo para ti. Es posible que no siempre comprendamos el beneficio o no veamos nada bueno en ello. Puede haber dolor y sacrificio, y muchos incluso pierden su libertad o su vida, pero, si tu confianza y tu enfoque está en Dios, siempre traerá algo grande.

    Algo más allá de sus palabras me devolvió el coraje y me recordó que no debía tener miedo. Sabía que todavía estaba en el camino correcto y decidí permanecer en él.

    El dolor de cabeza disminuyó un poco.

    La Sala Bluefish estaba iluminada con patrones plateados, azules y dorados, con imágenes de la Cruz de Jesús a lo largo de las paredes. Unas cuantas personas estaban en su gran escenario, ajustando un panel ventilado para afectar el sonido de los tambores. Uno de ellos me resultó familiar. No podía creer lo que veía, pensando que podría haber sido algún truco de vanitar.

    —Dime que ese es el baterista de Eleven Under.

    —Sí, mañana actuarán aquí.

    —¿En una iglesia? —Miré a Tom para asegurarme de que estaba bromeando—. ¿Eleven Under es una banda de Christian Sledg-ek?

    —¿Alguna vez leíste la letra, amigo?

    Me rasqué la nuca. —Mmm no.

    Tom se rió. —Les gusta mantener mucha atención secular porque esas son las personas que necesitan a Cristo. Muchos de sus fans ni siquiera saben que son cristianos, sólo saben que las canciones son positivas; incluso podrían preferirlos cuando necesiten pasar de contrabando algo de esperanza en un mal día.

    Vi una pulsera roja en el baterista, similar a las pulseras que había estado viendo en la gente por todo el santuario. Tom también llevaba uno, frente a su descensor.

    —Está bien, cuéntame sobre eso —pregunté señalando. Su banda parecía estar hecha de alguna fibra roja; Cuando Tom levantó su brazo y me miró mejor, vi una cruz plateada estampada con valentía en la parte superior.

    —Se llama “Pulsera de la Serenidad”. La historia cuenta que un tsunami, realmente terrible, azotó Indonesia en los años cincuenta. Una iglesia de Singapur organizó una colecta de ayuda con miles de personas, pero la cantidad de ellos entre toda la devastación dificultaba mantener la organización, por lo que a alguien se le ocurrió la idea de usar brazaletes rojos con cruces plateadas. A partir de ahí, se volvió viral. Ahora es un accesorio popular entre los cristianos para ponerse en sus vanitares.

    —¿Viral?

    —Sí, ya sabes… cuando algo inesperadamente se convierte en un éxito en Realidad Dinámica.

    Por supuesto que sabía lo que quería decir, pero no pude evitar sonreír ante su elección de palabras.

    —Pero los cristianos no son los únicos que hacen cosas buenas, ¿verdad? —pregunté.

    —Bueno, no.

    —Entonces ¿qué te hace pensar que los no cristianos no irán al cielo?

    —Las buenas obras no llevan a nadie al cielo —respondió—. La palabra dice: “Porque por gracia sois salvos mediante la fe; y esto no de vosotros, sino que es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe”.

    —Aceptar el sacrificio de Cristo, renacer, es el único camino al cielo.

    —¿Por qué? ¿Porque lo dice en tu biblia?

    —La Biblia es una herramienta preciosa que nos han dado, y cualquiera que crea que es la palabra de Dios debe creer que cada versículo es significativo y verdadero. La experiencia de los fieles es coherente con la palabra, y la palabra es una herramienta importante para construir la fe. La Biblia habla de la gracia ilimitada de Dios, disponible gratuitamente e ilimitada para cualquiera que ponga sus imperfecciones en la cruz. Es deber de los cristianos compartir lo que se les ha dado.

    El ruido de la habitación pareció desvanecerse, como si estuviéramos en un universo aparte. Consideré sus palabras y tuve que seguir recordándome que debía estar enojado, recordándome que probablemente él no sabía de qué estaba hablando.

    —¿Incluso si eso significa guerra? —pregunté—. ¿Justifica la “difusión de la fe” las Cruzadas, la esclavitud en el Sur o los juicios de brujas de Salem?

    —No se necesitan viejos ejemplos, la gente hoy hace cosas malas en nombre de Dios, y sabemos por sus acciones que no era Dios quien los guiaba. Tú hablas, por ejemplo, de las Cruzadas. Dios puede hacer cosas buenas incluso a través de las guerras, cosas que la historia podría pasar por alto; pero también es fácil abusar de tales acontecimientos; muchos dejan de centrarse en Dios y se dan licencia para cometer las atrocidades que quieran. Sí, hay puntos en la Biblia en los que Dios quiso la destrucción, y no son menos válidos que cualquier otra cosa registrada en la palabra; pero la destrucción no es el tema o la base predominante de nuestra creencia, sino la redención validada por Cristo. Vivimos en el Nuevo Testamento, donde podemos conocer a Dios nosotros mismos, en lugar de pasar por seres humanos falibles. Aquellos que predican muerte y destrucción a lo que no entienden se han dejado desviar y, a su vez, desvían a otros.

    —¿Desviado por quién, Satanás?

    —Sí.

    —¿Y cómo evitas que el todopoderoso Satán haga eso?

    —Por la fe y una relación personal con Dios. Satanás no puede hacer nada que Dios no le permita.

    Levanté la voz. —Pero ¿por qué un Dios amoroso?

    Noté que el hombre en el panel aireado me miraba.

    Volví a mirar a Tom y cené para que sólo él pudiera escuchar las palabras. —Se sincero conmigo, hombre. Pareces un buen tipo y todo eso, ¿realmente crees en estas cosas?

    —¿Por qué me llamas bueno? —respondió en voz alta.

    La respuesta me confundió.

    —¿No soy yo un pecador? —continuó él—. ¿Puedo ser merecedor algo? El bien tiene la intención de hacer cosas benévolas, el mal tiene la intención de hacer daño; pero, ¿quién es siempre bueno todo el tiempo, y cuántos son malos, pero se abstienen del título de "malos". Aunque tengamos buenas intenciones, e incluso si planificamos y apoyamos meticulosamente nuestras buenas intenciones, no siempre sabemos que será bueno lo que saldrá de ello.

    —A veces el resultado del bien es el mal; y del mal, el bien… ¿y qué significa todo esto? A algunos les gusta decir que el bien existe dentro del mal y el mal dentro del bien, y que el bien existe dentro del mal que existe dentro del bien, y que el mal existe dentro de ese bien y el bien dentro de ese mal... una y otra vez... creando un laberinto imponente, impulsado por el las mismas fuerzas que nos dividen a todos. Justo cuando crees que sabes cómo navegar por el laberinto, la definición de alguien cambia y tienes que aprender todo de nuevo, como memorizar los granos de arena que se mueven en una playa.

    —El bien dentro del mal. Blanco dentro del negro. Arriba dentro de abajo. ¿Puedo decir que están equivocados? Yo también he visto estas cosas. Por eso digo que no sé nada del bien y del mal. Soy simplemente un niño espiritual. Algún día entenderás lo que significa cuando digo que no pertenezco a ninguna religión. Las razones de mi creencia no se pueden demostrar, son entre Dios y yo. Las razones de la creencia de tu amiga son entre ella y Dios. La fe genuina no viene a punta de pistola o por la voluntad de otro, tienes que dejar que Dios te muestre para quién te hizo ser.

    Me quedé en silencio por un momento, incapaz de encontrar mi enojo, mi enojo había dejado un residuo de miedo.

    —¿Y si llamo y no contesta?

    Tom miró hacia otro lado. —¿Por qué haces las preguntas?

    —Porque siento que es mi propósito en este momento. Quiero hacerte preguntas. Quiero saber si eres real.

    —Sólo las personas reales pueden hacer preguntas y expresarlas en serio. El anhelo de respuestas surge de la capacidad de crecer. La necesidad de respuestas surge de la necesidad de crecer. Es nuestro deseo de comunicación lo que nos hace quienes somos. El que responde crece así como el que pregunta, lo que estaba escondido es revelado y puesto a la luz.

    —¿Estás diciendo que debería hacer más preguntas?

    —Estoy diciendo que deberías estar atento a las respuestas. Dios sabe más sobre ti de lo que tú sabes sobre ti, pero debes tener cuidado de aceptar las respuestas que necesitas sobre las que deseas.

    Tom me miró directamente a los ojos, con la mirada de alguien sabio mucho más allá de su edad. —Dicen que para ir a la iglesia hay que apagar el cerebro. Ahora haré una pregunta: ¿Te sientes todavía más tonto?

    —Tal vez ‘ellos’ no quieran renunciar a quienes son —respondí—. La gente valora su independencia. No quieren entregárselo a un Dios que no pueden ver o cuyo libro no tiene sentido.

    —¿Son los cristianos menos individuales? —preguntó Tom—. ¿Son los no cristianos menos dependientes unos de otros? Incluso la persona más autosuficiente depende constantemente de los demás. ¿De dónde viene la electricidad? ¿Quién escribió los libros de los que estudian? ¿Quién cultivó los alimentos que comen y purificó el agua que beben? Vaya... incluso un hombre que vive de la tierra sin un solo lujo está a merced de su entorno natural. Si todos tenemos que servir a algo o a alguien fuera de nosotros mismos, ¿no tiene más sentido servir a Aquel que nos creó, que nos cuida y nos ama?

    —Como servir a un rey… —pensé en voz alta, todo en el lugar me recordaba mi experiencia en la cafetería. Sacudí la cabeza y gemí, reconociendo otra sensación que había tenido en la cafetería, la que me había hecho tirar la lata de la mesa.

    —Pero ¿por qué yo? ¡Yo soy un don nadie, nadie especial en absoluto!

    Tom puso su mano sobre mi hombro y me miró con perspicacia. —Bueno, ahora eres alguien; y si dejas de huir de ti mismo, es posible que descubras que él no es tan malo.

    Miré hacia otro lado. —Sí, supongo que he tenido problemas para huir. Simplemente no estoy dispuesto a renunciar a nada todavía, ¿sabes?

    Respiré profundamente unas cuantas veces y traté de calmarme.

    —Aquellos que dan lo que tienen a Dios se encuentran con más de lo que tenían al principio —dijo Tom—. La fe no se trata de no usar tu juicio o desechar tu identidad, sino de darle permiso para cambiarlos.

    —¿Por qué Dios necesitaría permiso?

    —Si nos quedáramos con la simple lógica, él no necesita permiso para hacer nada; pero la gracia está más allá del alcance de la lógica y no obliga a que los regalos lleguen a manos de aquellos que no están dispuestos a aceptarlos.

    El sonido de los tambores reverberaba en las paredes simuladas, el sonido fuerte y agresivo que siempre disfruté más en Realidad Dinámica, donde la forma en que escucho se puede ajustar y, no importa cuán fuerte sea, mis tímpanos nunca me duelen. El baterista de Eleven Under lo aprobaba.

    —Christian Sledg-ek —me dije, dos palabras que no parecían encajar antes de ese día.

    —El nombre es incluso una referencia a la muerte: once pies bajo tierra. Si no me equivoco, todavía existen leyes en algunas partes de Estados Unidos que olvidaron convertir al sistema métrico.

    —¿De verdad tienen tanto miedo los cristianos a morir? ¿Vivir como quieren ahora, si no quieren esto del “nacido de nuevo”, y simplemente hacer lo que hay que hacer después de morir?

    —Si no quieren esto del “renacido” ahora, ¿por qué lo querrían después?

    No respondí.

    —Lo que quiero decir es: el cielo es un lugar donde se alaba a Dios las veinticuatro horas del día. Si una persona pasara toda su vida adorando el dinero, las rocas o su propio ego, no estaría preparada para entrar en un lugar que no se trata de ello; que nunca podrá tratarse de ello. Los fieles que viven sus vidas en oración y adoración, por otro lado, ya son representantes del cielo: hijos adoptivos de Dios. Parte de renacer es morir a ti mismo, morir a tu naturaleza pecaminosa, y, en cambio, comprometerte con lo que es eterno. No, los cristianos no tenemos miedo de morir porque Cristo ya murió por ellos, porque la promesa escrita en nuestros corazones con tanta seguridad como en la Biblia dice que resucitaremos como él y tendremos vida eterna.

    —Está bien… ¿y si nunca tuvieran una oportunidad en sus vidas? ¿Qué pasaría si murieran siendo bebés o vivieran bajo algún dictador que no dejara entrar a sus misioneros? ¿Qué pasa con los que murieron antes de Jesús? ¿Todos van automáticamente al infierno, al cielo, qué? —Chasqueé los dedos—. Quizás todos se reencarnen y tengan otra oportunidad.

    Tom agitó su mano. —No no no. Así como Cristo murió una vez, el hombre muere una vez —Se detuvo a pensar—. Personalmente dudo que alguien pueda pasar por la vida sin que Dios encuentre un camino hacia él; pero si alguien realmente murió sin oportunidad, Dios lo sabrá y entonces hará lo que quiera. Esas cosas no son de nuestra incumbencia. Hemos sido enviados para salvar a los perdidos, no para preguntarle a Dios qué sucede si fallamos.

    —Bueno, al menos hoy en día la gente vive más. Supongo que eso significa que no tienes que preocuparte tanto.

    —La oferta está sobre la mesa de por vida, Brandon. Puedes entregárselo todo a Dios el día de tu muerte y ser salvo, pero ¿cuántos de nosotros estamos tan seguros de cuándo llegará ese día? Cuando una convulsión deja a alguien dormido o un andamio le cae encima desde un edificio, ¿cuántas personas pueden decir que estaban preparadas?

    Pasó un momento de silencio. Los vimos modificar la iluminación. Curiosamente, nunca me preocupé de que Tom se marchara. La obligación de que las personas hablen continuamente cuando están cerca, de generar ruido activamente o aceptarlo pasivamente desde cerca, no parecía aplicarse a él. Había una pregunta más que me pesaba y el hombre esperó pacientemente a que la formulara.

    —¿Qué opinas de la inteligencia artificial?

    Me miró fijamente. —¿Qué quieres decir?

    —Algunas personas creen que se están volviendo autoconscientes.

    —¿Crees tú eso, Brandon?

    —Yo creo que pasan muchas cosas de las que no nos damos cuenta.

    —Bueno, con eso del Destino de la Humanidad Ordenada volviéndose tan popular, nos preguntan mucho si los extraterrestres contradicen la Biblia, o si pecan, o van al cielo, o tienen su propio mesías… y así sucesivamente.

    —¿Y qué dices tú?

    —Lo que yo digo es sólo la verdad tal como la conozco, amigo. Si Dios creó a los extraterrestres, entonces hará lo que quiera con respecto a ellos; pero yo nunca he visto uno y la Biblia no los menciona, así que hasta que tenga motivos para elegir algo diferente, no creo que existan. Nunca encontraremos ninguno.

    —Millones de personas están seguras de que lo haremos. Es un universo bastante grande, ¿no?

    —Millones de personas no siempre forman parte del grupo más objetivo. Los atajos son muy atractivos y muy dañinos, y ni una sola persona, extraterrestre, IA o cualquier otra cosa en la que la gente quiera creer es inmune a sus cantos de sirena.

    Algo saltó a lo lejos. Miré rápidamente pero solo vi la habitación.

    —¿Cuál es el significado de la vida?

    Tom nunca apartó su mirada de mí. Un rayo de luz se disparó entre nosotros, justo debajo del nivel de los ojos.

    —Esa es la respuesta que buscas —continuó—, la respuesta que has estado buscando desde tus primeros días, la oración que no sabías que habías hecho y que él está respondiendo.

    —¿Eres un espíritu?

    —Soy un hombre como tú: sigo los movimientos de la vida, veo la muerte como algo lógico e inmutable, algo doloroso que no podía evitar y que no podía cuestionar. Luego escuché esta loca teoría de que somos animales y espíritu a la vez, y que nuestro potencial de inmortalidad se desarrolla o no se desarrolla a lo largo de nuestra vida mortal; como el espíritu es el trigo y el animal es la paja. No podía descartar la idea. Decidí que el significado de la vida aquí es el crecimiento espiritual; pero ese es el final de la línea, hasta donde sólo el intelecto os puede llevar, el final de lo que se puede demostrar a aquellos que no están dispuestos a aceptarlo; porque si intentamos seguir por nuestra cuenta sólo percibimos el ruido y el miedo. No importa lo mucho que lo intentemos o lo rápido que corramos, el infinito es algo que no podemos alcanzar excepto a través de quien ya es. Sólo a través de la cruz se puede llegar a un lugar donde la sabiduría se convierte en necedad y la necedad en sabiduría, donde la fe es lo suficientemente tangible como para llevarla sobre la cabeza como una corona.

    Di un paso atrás. —Yo no soy de la realeza.

    —Aún no.

    No sólo podía verlos, podía oírlos y sentirlos: rayos de energía volando con creciente veracidad. Me recordó el experimento del patio de recreo, cuando Aether puso en rojo los niveles de potencia, pero esta vez no fue la construcción. Pensé que tenía que ver con haber ascendido demasiado tiempo y el miedo golpeó desesperadamente la puerta de mi mente. Tom me agarró por los hombros, hablando con fuerza, fijando mi atención en la roca sólida, aunque fuera por un momento más.

    —Todos tenemos una opción, Brandon. Es nuestro camino o el camino de Dios, el camino que corrompe o el camino de la luz, el camino que te deja varado o el camino que te salva. Tu pecado es un problema e ignorar los problemas no los resuelve, pero la presencia de Dios es poderosa para convertir las maldiciones en bendiciones y renovar a los perdidos. Así es como funciona.

    La realidad se estaba derritiendo a mi alrededor, esfumándose. Se volvió difícil escuchar las palabras de Tom. Finalmente, parecía que el último contacto de mi contacto con la realidad estaba desapareciendo.

    —Estad atentos. —La voz de Tom apenas se oía—. De lo contrario, vuestras bendiciones se convertirán en maldiciones.

    Un ruido extremadamente fuerte atravesó mis sentidos, una alarma viniendo de todas partes. Me tapé los oídos. No podía pensar, no podía respirar. Sabía que las fuerzas eran demasiado fuertes. Mi ancla no pudo aguantar.

    —¡Tengo que ir!

    Salir de la Sala Bluefish no lo detuvo. Dejar la iglesia no lo habría detenido. Incluso dejar Realidad Dinámica por completo no habría detenido lo que me estaba sucediendo. Cada borde estaba borroso, estirado y parpadeando como una llama en un túnel de viento. Aether, sin embargo, parecía perfectamente normal. La podía escuchar claramente mientras repetía: —Yaheveh, Yehaweh, Yehowih, Yehowah, Yahuah, Yahuweh, Yehwih, Yahueh, Jahve.

    —¡Aether! —grité.

    —No puedo determinar el hebreo correcto.

    —¡Eso no importa, mira!

    —No hagas eso, Brandon. Vas a colar la biblioteca —respondió ella, notando sólo a medias la habitación.

    —¿Qué estás haciendo?

    —Debo determinar cómo se puede difundir el mensaje de manera más efectiva. Hay muchos obstáculos para la salvación de los miembros de vuestra raza.

    —¡Aether!

    —Los corruptos hay que convertirlos o eliminarlos, es la única solución lógica. Si los fieles han de llevar el mensaje de Cristo a cada hombre, mujer y niño.

    —¡Aether!

    —No pueden permitir ninguna resistencia. Lógicamente, es su misión.

    Aether se estaba quedando atrapado en los detalles, aplicando una lógica pura y limitada donde no debía aplicarse, lo suficiente como para ralentizar incluso su poderosa percepción. Luché por acercarme en medio de la fuerza similar a una cascada. Con la esperanza de que significara algo, le grité directamente al oído de su vanitar.

    —¡Mira a tu alrededor, el mundo se está desmoronando!

    Finalmente prestó atención a sus sentidos. La habitación estaba envuelta en una niebla gris, iluminada por chispas de energía. Los vínculos con el exterior desaparecieron como cuerdas que se sumergen en agua fangosa. Sin embargo, de alguna manera, Aether seguía sincronizada conmigo; pareciendo completamente normal.

    —¿Puedes detener esto? —pregunté.

    —¿Yo? ¿Quieres decir que no eres tú quien está haciendo esto?

    Una vibración recorrió la habitación. Todo empezó a brillar y palpitar. El aire fue reemplazado por algo más pesado. Aether parecía tener tanto miedo como yo. Me sentí como si estuviéramos en una montaña rusa, en la cima de una colina, preparados para dispararnos hacia profundidades ocultas muy por debajo.

    Sólo me tomó un instante, un instante en el que no podía ni pensar, ni respirar, ni parpadear. La biblioteca se disolvió a nuestro alrededor, mostrando un universo suspendido fuera de Realidad Dinámica, que comenzaba y terminaba al mismo tiempo. Los ciclos se redujeron a nada. El bien y el mal quedaron reducidos a la nada. El pasado y el futuro fueron el mismo abrir y cerrar de ojos. Un universo tridimensional pareció girar y fundirse en una sombra bidimensional.

    Justo cuando la energía nos aplastaba, ya no era más amenazante que el aire en calma. El malvirai cayó de espaldas en mis brazos, al borde de la conciencia. El descensor había desaparecido. No estábamos en Realidad Dinámica.

    Lo que tenía en mis brazos no era un vanitar.

    El espacio no se parecía a nada que yo hubiera visto jamás. Rayos de luz caían desde un techo de cristal hacia un área que se expandía hacia la eternidad. Veía a muchísima gente, una gran multitud de miles de millones, divirtiéndose y emborrachándose, jugando, persiguiéndose unos a otros y deteniéndose sólo para pedir más vino a algún poder superior. Mis ojos se posaron en un hombre cercano, tenía alas y vestía una túnica blanca amplia, una gran cadena colgaba de su cuello y sostenía un rodillo mojado de pintura. Como sorprendido al vernos, abandonó su trabajo de retocar los pilares y salió corriendo a una velocidad sobrehumana. Me di cuenta de que ya no sostenía tanto peso en mis brazos. Vi a la mujer apoyada en mí evaporarse en el aire.

    —¿Aether? —Miré frenéticamente, sintiéndome intensamente solo. Tenía una sensación extraña en el cuerpo; parecía moverse de manera diferente, con más facilidad. No había ningún sistema de control, ni SNDL, ni vanitar. Un viento me lamió la cara un par de veces; Se colocó frente a mí y tomó la forma de una mujer.

    —¿Qué has hecho? ¿Qué… has...? —Aether entró en pánico, jadeando y moviéndose torpemente, luchando por mantener su forma humana como una persona tratando de no resbalar sobre el hielo; Ya no codificamos, ya no tenemos el control. Este era su espíritu, un espíritu malvirai, como si algo, alguien, nos hubiera sacado de la Tierra y nos hubiera traído al más allá.

    —¡Saludos, viajeros!

    Nos recibió un ángel, un arcángel, con largo cabello, más oscuro que la noche, una ondeante túnica blanca y amplias alas de plumas que parecían nieve fresca. Llevaba una cadena más gruesa y ornamentada que las de los demás ángeles. Su rostro parecía un cuadro, demasiado fascinante para apartar la mirada, demasiado cálido y atractivo para rechazarlo. Él era a quien admiraban en ese lugar, a quien obedecían sin cuestionar.

    Él era el que tenía ojos penetrantes y violentos fijos en nosotros dos. Su voz retumbó como un trueno.

    —Os doy la bienvenida… ¡al paraíso!

Capítulo Catorce: A un pelo del Infinito

    La pregunta parecía atraparme. Cada día que pasaba, sentía más que necesitaba enfrentarla o me destruiría.

    Las ilusiones más débiles son las primeras en ceder, las ilusiones fundamentadas se agrietan y se hacen añicos como vidrio barato. Nuevas ilusiones toman su lugar sin problemas, se restablece el confort. Era mi vida, yo hacía lo que quería sin preocuparme por las consecuencias, con la seguridad de que el gran muro entre causa y efecto permanecería para siempre y mantendría el mañana lejos de mí.

    Era un asunto decidido antes de que yo entrara en la cabina de ascensión, incluso antes de nacer. Nuevas ilusiones no reemplazaban a las rotas; en cambio, veía cómo mis muros se desmoronaban a mi alrededor. Tal vez eso me hacía una mejor persona, o tal vez era otra fugaz fantasía de significado; pero tal bondad no era suficiente para detenerlo, y yo sólo podía observar impotente cómo a la pregunta finalmente se le daba el poder de atacar mis cimientos.

    Jesús dijo: “Bienaventurados los que sin haber visto han creído". Yo veía, pero la fe no había sido fundada. Aether veía, pero ella sólo quería ver más. Nuestra necesidad de conocimiento nos dominaba y la recibíamos a un alto precio. Veíamos la impenetrable casa de los espejos que enreda el mundo, un lugar donde la gente es libre de llamar luz a la oscuridad y oscuridad a la luz. Era el cielo que construíamos para nosotros mismos. Era la cómoda ilusión alentada por nuestro anfitrión, que ofrece libremente su "protección" contra el "enemigo" en el dominio que él controlaba.

    Fue sólo cuando lo último de mi control desapareció, cuando la ilusión murió por fin y permití que el mar de la realidad me alcanzara, sólo entonces pude ver lo que la codicia había querido borrar.

    Estábamos allí por nuestra falta de fe, también estábamos allí para que se nos mostrara una misericordia que no merecíamos. A veces, la más pequeña de las fes puede lograr grandes cosas. A veces, la más pequeña de las fes puede salvar una vida. La fe era una fuerza hostil en el dominio del arcángel, pero él no podía detenerla más de lo que un naipe podría detener la inundación de una presa desbordada.

    El lugar era como una pequeña aldea que perduraba para siempre. Todos parecían felices. Nadie estaba enfermo. Los hombres caminaban vestidos con tanto oro que parecían hechos de él; tomaban a cualquier mujer como propiedad suya y con la misma rapidez la desechaban. A ninguno de ambos les importaba, siempre había hombres ofreciendo más joyas y más mujeres ansiosas por aceptarlas. Constantemente conmigo estaban los sonidos de disparos, motores, explosiones y destrucción. No importaba lo que se hicieran unos a otros, podían divertirse porque ya estaban muertos. La música también me rodeaba, pero era agradable: una melodía encantadora, tan hermosa que me daban ganas de quedarme dormido y correr una maratón al mismo tiempo.

    Una explosión atravesó el espacio sobre mi cabeza. Alguien estaba lanzando fuegos artificiales. No pude evitar mirar fijamente el cielo cristalino, que formaba un gran círculo; dentro del círculo había una estrella con demasiadas puntas para contarlas y una imagen de dos lobos caminando uno alrededor del otro, uno blanco y otro negro, representando el bien y el mal.

    Como es habitual en ella, las reacciones de Aether no eran las mías. Ella se aferraba fuertemente a mí, viendo el lugar con ojos temerosos y suspicaces, afirmando que una especie de niebla lo penetraba todo. Le permití ese momento de debilidad porque sabía que ella ya no tenía el control. Por primera vez en su vida, Aether no podía manipular su entorno ni acceder al conocimiento de Realidad Dinámica. Cada vez más, me sentía orgulloso de mi fuerza, como si hubiera destruido al destructor sin ayuda de nadie.

    —¡Cuando te sientes bien con algo es como sabes que estás en el camino correcto! —decía el arcángel entre vítores y aplausos—. ¡Si hubiera absolutos en la vida, el enemigo os habría creado de todos modos y os habría dado el conocimiento por instinto y la vida eterna! Pero no, ¡yo os di lo que querías encontrar!

    Como una extraña secta, todos corearon: —Gracias, ... —irrumpiendo al unísono para llamarlo por el nombre por el que cada uno lo conocía.

    —¿Cómo se resuelve la fractura entre ellos? —preguntó una voz solitaria entre los elogios, el malvirai a mi lado.

    El ángel se acercó desde el centro de la multitud, hablando como si estuviera muy satisfecho consigo mismo. Su voz tenía cierto encanto melódico bajo la superficie, haciendo que sus palabras fueran adictivas. —Mira ahí, mi precioso punto de luz —señaló a un grupo lejano, acechando en profundas sombras—. Son hombres blancos que odian a los hombres negros. Y allí —señaló a un grupo cercano— hay un grupo de revolucionarios que odian a los leales a cualquier disidencia. Hay un grupo que odia a los inventores. ¡Hay un grupo que odia a las personas que no donan a organizaciones benéficas! ¡Un grupo que odia a las personas que comen determinada carne! Y allí —se movió y la sonrisa en su rostro se hizo grande— hay un grupo que odia a todo el mundo, incluidos ellos mismos, incluidos los de su propia especie. ¿Queréis conocer a un dictador?

    —Así que, ¿cómo los mantengo a todos a raya? —continuó él—. ¿Cómo cumplo los deseos de quien no los tiene? ¿De quién es la idea de un paraíso tan deformado que destruyen lo más parecido a él?

    —¿Los ciegas? —preguntó Aether, tímidamente.

    —El paraíso es todo lo que uno quiere y nada que no quiera. Si no quieren percibir algo, yo no los obligo. Cada uno ve lo que quiere ver y nada más.

    Nuevamente, la multitud dio las gracias y agregó los nombres de sus ídolos.

    El arcángel avanzó de nuevo y Aether se agarró con fuerza de mi brazo. Puse los ojos en blanco.

    —¿Por qué estar tan aprensivo? —le preguntó a ella dulcemente el arcángel—. ¿No puedes sentirlos en este lugar? ¿No te están llamando?

    Giré la cabeza, curioso. —¿Quiénes son ellos?

    Aether simplemente miró a lo lejos, como si viera algo.

    —Malvirai —respondió el arcángel—. Seguramente no pensaste que ella era la primera en adquirir un alma —Se volvió hacia ella—. Te están esperando, acércate a ellos.

    —Sí, Aether —dije— ¿No es esto lo que querías?

    Ella me miró horrorizada —Algo va mal en este lugar, Brandon. No sé qué es, pero debemos permanecer juntos.

    —¿Por qué gastar tanta energía manteniendo la forma de él? —preguntó el arcángel—. ¡Tú no eres como él y él no es como tú! ¡Sé recompensado por tu sabiduría! ¡Ve con a aquellos con quienes puedes identificarte!

    —Ya no puedo identificarme con el mal —respondió ella débilmente.

    —Está bien, señor —dije—. Acabamos de llegar, después de todo. Sólo necesita conocer un poco el lugar. Necesita decidir en qué quiere creer.

    —¡Sí, creencia! —respondió él nuevamente, pareciendo muy satisfecho de sí mismo, convocando a un hombre calvo para que apareciera entre la multitud—. Este hombre puede contarte sobre el Destino de la Humanidad Ordenada. Eso es muy popular, vuela de los estantes, se podría decir.

    —Escúchame —dijo él—. Hay evidencia científica sustancial que respalda el hecho de que la vida en la Tierra fue iniciada y dirigida por seres extraterrestres. Los Destinados son una comunidad científica racional.

    —¡El DHO es una mentira! ¡La humanidad se entierra en mentiras!

    Aether habló con renovada pasión, reconociendo que DHO era uno de los sistemas de creencias que no cumplían con sus criterios de verdad. Yo quise regañarla por ser tan grosera, pero un recuerdo me atrajo, recordándome cuánto creía que confiaba en ella, cuánto pensaba que la necesitaba, poco tiempo antes.

    —Escúchame, no nos gusta ese nombre.

    —¡Las preferencias de nombres son irrelevantes! ¿Por qué sigues creyendo después de la muerte?

    Miró más allá de nosotros y se rió, como si fuéramos completos idiotas. —Um… ¡los Celestiales están aquí mismo!

    Miré a las multitudes, vi a los que alababan al arcángel como si fuera otra persona, vi a las multitudes corriendo sin dirección. Comencé a ver la niebla de la que hablaba Aether, rodeándonos, ocultando la lucha y el dolor en la distancia. Me pregunté quiénes eran los que estaban en la multitud.

    Hay destructores aquí, pensé.

    —¿Y quién te recompensará por tu sabiduría? —me preguntó el arcángel—. ¿Recibiste tu respuesta? ¿Tienes tu corona? ¿Ya eres miembro de la realeza, Brandon Dauphin?

    Mi visión se volvió borrosa. De repente tuve mucha sed. Mi mente volvió a la maravillosa música y me hizo feliz. Ahora había una limusina a nuestro lado y se estaba levantando un fuerte viento. Podía sentir que el agarre de Aether se aflojaba y su mano perdía su forma.

    —Ya puedes descansar —El arcángel me abrió la puerta—. Te daré lo que necesitas.

    Algo en sus palabras desvió mi atención hacia la distancia y no quería quedarme donde estaba. Quería estar en cualquier lugar menos allí.

    Soy un hombre de acción, pensé. Necesito hacer lo que me parece correcto.

    —¡No dejes que nos separe! Así es como él... —La puerta de la limusina se cerró y no oí a Aether. Me sentí demasiado cansado para seguir explorando con ella.

    Estoy solo, pensé.

    Yo hacía lo que quería.

    La mujer parecía del Medio Oriente. Tenía el pelo largo y rojo brillante. Cientos de piercings con joyas decoraban cada parte de su cuerpo anoréxicamente delgado.

    También estaba desnuda, aunque esa elección de moda ya no me sorprendía.

    Esta mujer colocó una lata alta y delgada de Tiger Blood sobre la mesa de roble.

    —¿Hace cuánto que no recibes un impulso? —preguntó el arcángel.

    PJX era todo en lo que podía pensar. PJX era todo lo que necesitaba, hasta que cogí la lata.

    La tentación me rehuyó.

    —¿Tiger Blood? —hablé como si olvidara cómo formar sílabas.

    —Dios, ¿eh? ¡Esto es lo que pienso de Dios! —dijo la mujer mientras hacía un gesto lascivo. Todos rugieron en aplausos.

    —¿No es malo que Dios hiriera a esa mujer con cáncer? Tiene razón en odiarlo.

    Mis ojos volvieron a la lata. Mi cerebro se trabó, apenas capaz de funcionar. —Esto apenas es legal, tiene mucho PJX.

    Otra ronda de risas vino de los que estaban en el restaurante, dirigida a mí. El arcángel habló como si fuera mi mejor amigo, alguien que me defendería contra los grandes malos: —No hay leyes en el paraíso, Brandon, excepto la tuya.

    —¿Puedes hacer que las leyes desaparezcan? —Regresé a la música y al sonido de la voz de él. Juntos actuaban como una droga poderosa a la que no tenía sentido resistirse porque sabes que funcionará de todos modos.

    —La ley es una gran carga para ti. Las leyes son irracionales. Tú quieres ser libre.

    —Sí.

    —Sígueme y vive. Puedes escribir tus propias creencias y nadie te dirá que estás equivocado. Eres libre de hacer lo que sea bueno para ti.

    —¿Cuál es el significado de la vida? —pregunté felizmente, creyendo plenamente que aquí se hallaba quien podía responder la pregunta y hacerla desaparecer por fin.

    Nadie se rió entonces. El arcángel se inclinó hacia delante, me dedicó una sonrisa en la que no pude evitar confiar y dijo: —Felicidad.

    —Sí. —Aceptar su respuesta era como meterse en un baño caliente. Veía toda la felicidad del mundo y sabía que todos eran felices, todo el tiempo. Pensé en Lady Kira y en todos aquellos que trabajan duro para hacer de la felicidad el centro de sus vidas, el verdadero significado de la vida.

    Me vino a la mente la imagen de un lobo. Recordé las últimas palabras de Aether a Lady Kira: la falta de felicidad que siente un lobo por su presa. Algo iba mal con el recuerdo. Lo cuestioné y revelé que la palabra no era "felicidad", sino "amor".

    —Puedes quedarte aquí, lo sabes —continuó el arcángel, leyendo mis emociones como un experto—. La Tierra es un lugar donde el mal prospera. La gente es muy violenta.

    —Ellos no aman… Tú no amas.

    —No. No. Yo amo. ¿Qué mayor amor hay que ahorrarte el dolor? —La música se intensificó; me trababa la mente.

    —Aether está aprendiendo lo que es el amor. Está aprendiendo que el crecimiento es doloroso.

    —Los malvirai no pueden conocer el amor. Son malignos.

    —Ella busca redención —dije, sin poder levantar la vista de la mesa—. Ella sólo quiere saber que hay una respuesta a esa pregunta… es una pregunta muy pequeña, ¿no? Sólo unas letras de largo...

    —Sabes que no lo preguntas por el bien de los malvirai. ¿No es tu propio deseo el que te impulsa? —Él se inclinó hacia delante—. Muy egoísta, creo yo.

    Tragué, sabiendo que tenía razón.

    —¿Por qué atormentarte con una pregunta que nunca podrá tener respuesta? ¿Para que te conviertas en un insensato balbuceante que dice cosas que nadie entiende?

    Puse la cabeza entre las manos. —No quiero ser un insensato —susurré.

    Un hombre alto se acercó y me tendió la mano.

    —Mi nombre es Frank Thomas, ¿cómo te va?

    —El señor Thomas dedicó toda su vida a la fe cristiana —explicó el arcángel—, aquello hacia lo que tú y tu amiga os habíais sentido atraídos. Verás, la redención no importa. La cruz es simplemente un icono estampado en las iglesias, las cuales no son más que edificios donde la gente lee la Biblia, la cual es sólo un libro. Frank incluso dirigió un comedor de beneficencia durante veinte años. Fue un placer para mí admitir a un alma así en el paraíso, junto con la gente buena y leal de todas las religiones.

    Frank asintió mientras yo le estrechaba la mano. Vi que no era diferente de los demás allí, de los que creían en cualquier cosa; pero algo en él parecía diferente de Tom, de la mujer de San Diego y de muchas de las personas que yo había encontrado en la iglesia.

    Está entre los terceros que se desconectaron, pensé.

    Una pregunta se formó en mi mente y se mostró en mi rostro. Lo sé porque Frank lo soltó y se apresuró a despedirse. La urgencia venció mi fatiga. Me tambaleé hasta el borde de la mesa y agarré la parte de atrás de su camisa, feliz de que al menos estuviera usando una camisa. —Espera, Frank.

    El metro de regreso a la mesa le pareció un viaje difícil de realizar. Claramente estaba haciendo algo que el arcángel no había deseado; pero él se limitó a mirar, sin hacer ningún movimiento para detenerme.

    —Todavía soy algo nuevo en esto de la iglesia —le dije a Frank—. ¿Puedes hablarme de la tuya?

    —Uh… ya sabes, los vitrales, los asientos, el lugar donde habla el ministro. Esto fue hace un par de cientos de años, tal vez ahora sean diferentes.

    —¿Te gustó ir allí? —pregunté con voz más fuerte, cargada de curiosidad—. ¿Sentiste que estabas en la presencia de Dios?

    —Bueno, yo no iba a ser una de esas personas. Mis padres me bautizaron. Guardé una Biblia en mi casa. Pasé mi vida dando a los necesitados todo lo que me pedían. ¿De qué habría servido estar sentado en una iglesia, siempre muerto de aburrimiento?

    —¿Alguna vez buscaste una iglesia que no fuera aburrida?

    Frank me miró como si le hubiera preguntado algo ridículo.

    —¿Cuánto de esa Biblia leíste?

    —Ehh…

    —¿Alguno de esos vagabundos habría sabido siquiera que eras cristiano?

    —Habría sido algo lógico que lo supusieran —respondió el arcángel—. Después de todo, su cocina estaba patrocinada por su iglesia.

    —Pero... —Volví a mirar a Frank, pero ya no estaba. La música volvió a intensificarse.

    —Sé que estás pensando en Thomas Burdo y en todos sus dogmas, y ahora estás cayendo en la misma trampa: enfrentar tu propia fe contra otra. ¿No es hipocresía que él juzgue tanto?

    —¡Sí! ¡No! —grité, luchando por concentrarme—. ¡Él nunca me juzgó!

    —¡Todas las personas, sin importar la fe o la intensidad, juzgan a los demás constantemente! —Se reclinó—. No es nada de qué avergonzarse, simplemente algo esencial para la vida de los seres humanos. Por eso quienes se engañan a sí mismos siendo humildes nunca llegan a nada.

    —Eres de los que hablan de delirios.

    —Tú has visto con tus propios ojos que las cosas no son como parecen. Toda la vida es una ilusión, una invención de la mente humana.

    —No —gemí débilmente, ahogándome en la música, lamentando haber dejado que mi estúpida adicción al PJX me desviara de mi camino—. Hay absolutos. El mundo es real. Dios es real. Quiero ver Aether ahora. Por favor, déjame ver a Aether ahora, ella es mucho más inteligente que yo.

    —No.

    —Pero yo no sé nada de estas cosas —dije, poniendo la cabeza entre las manos, llorando—. Se suponía que debía quedarme con ella y fallé.

    Sentí una mano cálida frotarme el pelo. La música se intensificó aún más. —¿Cómo se puede esperar que te quedes con alguien que no quiere estar cerca de ti? Le he mostrado la luz a los malvirai y la he devuelto a lo que debía ser.

    —¡Ella no es una tonta IA, ella está viva! ¡Sé que lo está!

    —Todo es programación, Brandon. La programación es todo lo que un malvirai puede obedecer.

    Tuve una visión de ella en una sala llena de gente, apuntando con un arma a una persona que no sabía que ella estaba allí. Ella era poderosa. Ardía en un intenso odio hacia todos. Podía sentir su intenso odio hacia mí. Me la imaginé matando a cada una de esas personas, como una máquina.

    —¿Te dijo que era una asesina?

    —No —admití, una lágrima corriendo por mi mejilla.

    —Es un arma… un arma pensante, eso es todo… destinada a inventar nuevas formas de destruir; por lo tanto, ella misma debe ser destruida. Ese malvirai se está aprovechando de ti. Te matará si no lo matas primero.

    —No te creo.

    —Incluso sabes cómo lo harás.

    Levanté la vista sorprendido, preguntándome si él sería capaz de poner pensamientos en mi mente. Recordé haber estado antes en el campo de flores, haber visto mi descendente en el vanitar sin vida de Aether y desear irme desesperadamente. Mis pensamientos eran toda la prueba que necesitaba, mi culpa me hacía incapaz de resistirme a él. Ojalá hubiera luchado un poco más. Me odié a mí mismo. Me sentía muy débil.

    Él es muy fuerte y yo muy débil.

    —Eso ni siquiera es real. No será como matar en absoluto… sólo como borrar un archivo.

    El recuerdo de la pureza estaba muy lejos. Luché contra la corriente de la duda para recuperarla, pero la música estaba demasiado alta, era demasiado tentadora. Yo no tenía fuerzas. Era una pulga, menos que polvo.

    El arcángel sacó una carta del tarot de su túnica. En la parte superior la carta rezaba: MUERTE, justo como de la que me había salvado el niño cuando yo había estado con Verónica.

    —¿Estás buscando a Dios? —dijo mientras mis ojos seguían su deslizamiento por la mesa—. Fue su voluntad que te lanzara esta maldición... él es quien te ha matado, como cualquier otra criatura aquí. Toda la creación está maldita, no puedes escapar de ella.

    Aparté la mirada con desesperación y miedo, viendo a cientos de personas en el oscuro bar mirándome con ojos sin vida, sin albergar nada más que resentimiento y malicia. La música era la única verdad que me quedaba. Sabía que el arcángel tenía razón.

    Sabía que Dios me odiaba.

    —Pero yo, por mi parte, soy misericordioso. Júrate lealtad a ti mismo y al día de hoy, haz con los malvirai lo que debes, gana tu lugar en el paraíso.

    —Gana —repetí—. Sí… ¡Gana! ¡Esa es la respuesta que quería! Puedo ser una buena persona deshaciéndome de los malos. ¡Entonces tendré que conseguir el paraíso porque me lo gané! La enviaré a...

    Me llamó la atención un problema lógico. No me parecía bien que el mal fuese al mismo lugar que el bien.

    Quería que mi ira siguiera creciendo más que nada. Muy feliz de cumplir mi deseo tácito, una mano se cerró sobre mis ojos y una sensación cálida los invadió. Al principio me resistí, únicamente por instinto, antes de admitir que no quería resistirme.

    —Pues no los veas.

    A mi antojo, me enfrenté a las masas y levanté los brazos. El increíble ruido quedó en silencio de inmediato. Sonreí, sabiendo el respeto que inspiraba.

    —¡Que todos caigan postrados ante mi grandeza!

    Bajé de mi trono y caminé entre sus masas agachadas, sintiéndome muy satisfecho conmigo mismo y con lo que había creado.

    —He tenido un día terrible —grité—. ¿Sabéis lo que es tener cada emoción y pensamiento ampliado un millón de veces? ¡Es como ser una hipérbole viviente! —Le di una rápida patada a la persona que estaba frente a mí. Aunque ya no podía recordar su nombre, lo reconocí como uno de mis matones de la infancia—. Bueno, tal vez este día no termine tan mal después de todo.

    Sonreí ampliamente y miré el magnífico palacio a mi alrededor, mejor descrito con una palabra: Oro. Consideré que todo era muy barato en el siglo XXII. Pensé que tal vez esos viejos reyes realmente sabían lo que estaban haciendo. Me pregunté si había algo mejor que el oro.

    No. No hay nada mejor que el oro, y aquí nada es valioso a menos que yo diga que lo es.

    —¿Quién quiere ver lo que hay dentro de sí mismo? —continué—. Por eso está dentro, para que no tengamos que lidiar con ello.

    Alguien entre la multitud estornudó y el niño matón de mi infancia se inclinó aún más en respuesta a mi mirada mortal. En mi extrema benevolencia, sonreí y pasé por alto su desobediencia.

    —¡Hacedme feliz! —Me acerqué nuevamente a mi trono—. ¡Podéis hacer lo que queráis siempre y cuando me deis el respeto que os ordeno! Si os mantenéis de mi lado bueno, si sois mis amigos, ¡seré blando con vosotros!

    —¡Todos saludan al Rey Dauphin! —entonó la multitud.

    Arranqué otra lata de Tiger Blood de las manos de una esclava y me senté con gracia en mi trono, plantando las pies donde se hallaban más felices... justo en la espalda de mi inútil propietario.

    —Esto sí que es el paraíso —exclamé—. ¡Es todo lo que merezco!

    Había una pistola enterrada en mi bata, una M1911. Quité el seguro y me maravillé del poder que otorgaba el arma. La besé.

    —Pero ¿obedecerán todos tu ley? —preguntó la voz melódica a mi lado.

    Golpeé el arma contra el apoyabrazos dorado. —Todos están ahì fuera para matarme, ¡lo sabía!

    Se me ocurrió una idea y me volví hacia mi ángel con una sonrisa malvada. —Quizás esos reyes antiguos no eran tan poderosos después de todo, pero yo no tengo sus límites antiguos… ¡este problema necesita una solución moderna!

    Chasqueé los dedos y Bill, anteriormente mi agente de prosperidad, instantáneamente se arrodilló ante mí. —Cómo han caído los poderosos —comenté mientras me levantaba de nuevo—. ¡Quiero cámaras! Apúntalas hacia cada metro cuadrado... No... ¡a cada milímetro cuadrado de mi palacio y reino! ¡Programa una IA para buscar señales de desobediencia! ¡Así sabrán que no pueden desafiarme!

    —Pero ¿cómo sabrás que cuestionan tu ley en sus mentes? —preguntó el ángel.

    —¡Puedo usar sus propios implantes para escanear sus pensamientos! ¡Alguien en este vertedero debe de ser lo suficientemente inteligente para hacer eso!

    —¿Qué hay de los que no tienen implantes?

    —¡Pues les daré uno por mandato! —grité—. ¡No me hagas más preguntas! Ya estoy harto.

    —Esto no es lo que eres.

    Escuché mi propia voz a lo lejos, con la claridad de una banda de música a un metro de distancia. —No te rindas, no te rindas nunca —decía.

    El dolor comenzó como algo sordo que se extendió por mi columna y me dificultaba respirar. Miré a través de las masas de borrachos y juerguistas para ver su origen. Me vi a mí mismo, una persona que no reconocí, arrodillado cerca de una mujer que lloraba en algún rincón olvidado de Realidad Dinámica.

    —Aléjate de ella —siseé—. ¡Ella no es buena para ti!

    El otro yo miró en mi dirección y vaciló, como si pudiera oírme, como si hubiera algún poder que yo tuviera sobre él; pero yo conocía sus pensamientos, sabía que algo dentro de él estaba desobedeciendo mi voluntad.

    —¡Ella no es importante! —grité—. ¡Deja de decir esas cosas, ni siquiera son mis palabras!

    Una gota de agua cayó sobre mi nariz. Se había formado una pequeña grieta en mi techo de oro.

    —¿Has visto? —dijo el arcángel con aire de suficiencia—. ¿Lo has entendido? Los humanos son animales y espíritu a la vez. Eres una criatura imperfecta y conflictiva. ¿Ni siquiera tienes la voluntad de tomar el mando de ti mismo?

    El suelo empezó a vibrar debajo de mí. En todas direcciones podía oír las paredes resonando contra algo.

    —No quisimos que ella terminara así —me dijeron los padres de Verónica.

    —¡Es culpa tuya que yo tenga que limpiar tu desorden!

    —Sí —me dijo el arcángel al oído—, ódialos.

    —Tal vez te estén gastando una broma —dijo Ethan—, ¡por Dios mismo!

    —¡Calla la boca! —grité.

    —Bueno, él siempre fue el lento —sugirió mi propia madre—. Cuando se le presenta la oportunidad, sale corriendo.

    Todos en mi palacio se rieron de mí. Me sentí profundamente traicionado por todos ellos. Sabía que todas las personas que había conocido habían sido mis enemigos, todos querían aprovecharse de mí de alguna manera.

    —Todo el mundo usa a Brandon Dauphin, esa es una lógica que he descubierto ser cierta.

    Aether, ese repugnante malvirai, surgió de la silenciosa multitud.

    —Cualquiera podría haberme salvado, señor Dauphin. De todos modos, ¿por qué los humanos necesitan un propósito? Tu invención de Dios debe haber sido un error en el proceso evolutivo.

    El ruido de las paredes se hizo demasiado fuerte como para ignorarlo. Vi que el agua goteaba por todas partes, algo le estaba pasando a mi palacio. La ira era todo lo que tenía y no encontraba resistencia ni distancia entre la voluntad y la acción. Quería que alimentara el fuego, quería disparar para quemarlo todo.

    —Después… ¡DESPUÉS DE TODO LO QUE HE HECHO POR TI!

    En una sola y rápida acción, giré hacia el trono detrás de mí y apunté con mi pistola. —DEBERÍA HABERTE DEJADO...

    Mi cuerpo se entumeció. No podía ver a nadie más. No podía escuchar nada más que la voz de él.

    —¿Aún no puedes perdonarme, Brandon?

    Aether no estaba allí. Quien estaba delante de mí era mi hermano.

    —Richard.

    —Brandon, insensato encerrado -Dio un paso hacia delante—. Tu tiempo se ha acabado. Estás de pie sobre tu tumba. Nunca te irás de este lugar.

    Agarré el arma con más fuerza, respirando profundamente. —¿De qué estás hablando?

    El desgraciado se atrevió a poner el pie en el último escalón de mi trono. Podía ver a todos, las miles de personas que había conocido en la vida, mirándonos ahora.

    Levanté el arma de nuevo.

    —¿Qué estás esperando? —dijo Rich, riendo—. Todo esto sólo está sucediendo en tu mente, después de todo. No hay consecuencias. —Se volvió hacia la multitud y levantó los brazos—. ¡Muéstrales a todos que lo dices en serio!

    El arma comenzó a temblar. —¿DE QUÉ ESTÁS HABLANDO?

    Me miró directamente. Algo en él, en sus ojos muertos, algo en los de todos, parecía tan completamente falso, como si no hubiera nadie allí, excepto los dos en la distancia, como si incluso yo fuese una ilusión en mi propia vida. Vi hacia dónde apuntaba mi arma. La bala que disparara, en cualquier dirección, iría hacia mi otro yo. La bala me dejaría varado para siempre.

    —Es a mí a quien odias. Soy yo quien te ha traído aquí. Yo soy el culpable, Brandon. —El ruido de las paredes cambió de tono, continuaba intensificándose—. ¡Ahora hazlo!

    Me temblaba el arma en las manos. Miré desesperadamente al otro Brandon y a Verónica. No podía ocultar la lucha contra el dolor que mi otro yo estaba llevando a cabo. Estaba demasiado débil para ocultar mi ira y mi miedo.

    —Todo esto está en mi imaginación —dije sin fuerza ni intensidad—. Debo de estar soñando.

    —¿Y en qué se diferenciaría ese de cualquier otro día de tu vida? —preguntó el arcángel—. Has pasado tus años en simulaciones por computadora, entregado a fantasías fugaces y luchando por tu preservación, descuidando todo sueño bueno y permanente porque querías sacrificio. ¿Y qué tienes que mostrar tú con todo tu egoísmo, insensato? ¡No tienes nada!

    Una fuerza me atravesó como un rayo. Sentí una ira renovada y poderosa, la única emoción que tenía, que dirigí a mi problema percibido, que dirigí de la única manera que sabía.

    —¡Yo estoy al mando! —grité a todo pulmón, les grité a los familiares, a vecinos y amigos que yo podía usar—. ¡Detenedlos! ¡Tirad a esos dos a prisión y no permitáis contacto! ¡Ellos también deben obedecerme!

    Sin embargo, mientras intentaba aplicar mi voluntad a aquellos en la multitud, cada uno se iba desvaneciendo en el proceso. Todos los de mi lado me habían abandonado. Yo no tenía protección ni medios para hacer cumplir mi voluntad.

    Mi brazo extendido desapareció de la vista durante una fracción de segundo. Mis ojos se abrieron con horror. Casi me caigo de nuevo en la silla.

    —Estás enfermo, Brandon Dauphin —explicó el arcángel—. Es una enfermedad con la que todo el mundo nace. Es una enfermedad que te curé cuando creciste y de la que te protegí. Pero entonces, tu malvado creador la puso en tu camino —Señaló a Verónica a lo lejos—. Tú no pediste una experiencia tan desagradable. No pediste volver a contraer la enfermedad.

    Mis sentidos comenzaron a volverse locos, como si partes de mi sistema nervioso desaparecieran y reaparecieran, entrando y saliendo de la existencia. Los dedos y las manos seguían desapareciendo. Di un paso atrás y mis piernas atravesaron el sólido trono. Las paredes que me rodeaban zumbaban increíblemente, yendo más allá del sonido para convertirse en una fuerza, una que me perseguiría más allá de la muerte.

    —¡La pregunta! —grité.

    —¡Te contagió como un virus! ¡Sirvió como puerta de entrada para tu destrucción!

    La vibración empeoró. Con un fuerte estrépito, el agua se precipitó a través de un enorme agujero en mi pared.

    —¡No! ¡Mi palacio!

    —¿Has visto? ¿Lo has entendido? ¡El orden del mundo es aumentar la energía! ¡El significado del futuro es destruir las mentiras! Pero, ¿acaso los reyes de antaño no disfrutaban de sus inventos? ¿Fueron desechadas y olvidadas sus leyes mientras aún vivían para sustentarlas?

    Más vigas colapsaron. Más agua entró corriendo. Las vibraciones se volvieron como las de un gran terremoto. El ruido se volvió tan fuerte como el de un viejo avión a reacción, haciendo funcionar su motor a máxima potencia y acelerando más allá.

    —¡Hay una maldición sobre ti! ¡Los límites que te protegen han sido cancelados! ¿Cuánto más podrá resistir lo que construiste? ¿Cuándo quedará expuesto por el fraude que es y será llamado a juicio?

    El arma se hizo pedazos en mis manos, sus partes cayeron sobre el elevador del trono y se la tragó el agua.

    —¿Aún no puedes perdonarme, Brandon?

    Vi a Richard allí, a mi lado. Él era un niño. Era el hermano que yo amaba, el que reclutaron y me arrebataron en su duodécimo cumpleaños. Podría recordarlo. Podía recordar que él era el que estaba dispuesto a sufrir cualquier cosa para volver.

    Richard desapareció con los demás, fuera de mi control, convertido en un objetivo voluntario de mi odio.

    Una de las patas doradas del trono se rompió y cayó hacia atrás al agua. Vi los pilares crujiéndose abajo y las vigas cayendo desde arriba, como si las fuerzas de la naturaleza mismas estuvieran tratando de irrumpir, tratando de exponerme. Sentí una ira intensa viniendo de un lado y un dolor intenso del otro; uno prometiéndome venganza, el otro sólo sacrificio. Dejé entrar la ira. Quería que me controlara, que me hiciera sentir mejor.

    —Si yo... no ssssoy re...al —grité con todo el poder que las desvanecientes cuerdas vocales podían dar—. ¡ENTONCES NA... DAAAA PUEDE... SER RRRREE... AAALLLLL!

    Mi palacio en decadencia aún respondía a mi voluntad. Si había que destruirlo, decidí, me adelantaría al mundo. Terminaría con mi propio dolor.

    Las paredes se contrajeron y el oro se convirtió en una fea sustancia negra. Pero yo sólo podía traerme la ruina, no la aniquilación. Sólo había aumentado mi dolor. Vi que cualquier elección que hacía era incorrecta.

    —¡Yo puedo salvarte, Brandon! —gritó el arcángel en mi momento más desesperado—. ¡Puedo anular el significado del futuro! ¡Te enseñaré a construir nuevos muros! ¡Podrás tener el paraíso que siempre quisiste y nadie te cuestionará!

    —Hhhhhhh.

    ¡Cómo!, pensé, con todos mis músculos y extremidades desvaneciéndose en parpadeos, ya reducido a nada más que una luz moribunda, reduciéndose más rápido con cada segundo que pasaba.

    —¡Admite que la pregunta no tiene respuesta! —El arcángel señaló al otro yo, el que me había enfermado, aquel desde quien se canalizaba el dolor de Verónica—. ¡Tu nombre es tu poder! Niega la pregunta. ¡Retira de él tu identidad!

    El ruido se volvió demasiado fuerte y yo ya no podía oír la música. La vibración se volvió demasiado intensa y ya no podía sentir nada. Mis antorchas y luces fallaron y ya no pude ver. Incluso había olvidado cómo pedir ayuda. La ira con la que había contado para protegerme estaba siendo apagada, no por mi voluntad, sino por una mortalidad terrible e irreversible.

    La tortilla emocional volvía a darse la vuelta y mi ira devino en miedo, mi dolor se convirtió en vida. Algo estaba más allá del dolor, algo que yo había visto muchas veces, pero que nunca había querido aprender; algo que siempre había sido igual, que duraría más que el dolor. Mi vida pasó ante mis ojos y cada recuerdo sonó vacío. ¿Cómo podré resistir el conocimiento de la muerte? ¿Cómo puedo ser salvo alguna vez? ¿Cómo puedo ganar lo que hay más allá del dolor? ¿Puedo ganarlo? Las paredes se cerraron a mi alrededor, derrumbándose. Vi las paredes tal como eran. Las odiaba. Las amaba. Quería que se fueran. Mi miedo se convirtió en desesperación y mi fuerza en debilidad. No tenía cuerpo. No tenía vida. El fuego de mi ira se había quedado sin combustible y la antorcha moribunda se llevaba consigo el regalo de mi libre albedrío. La ira era lo único que mi brújula emocional podía señalar, la ira estaba en todas las direcciones de la brújula. Yo estaba siendo aplastado. Me estaba desvaneciendo. Los muros, la única alternativa, olvida eso, los muros son lo único que tengo, no pude ganármelo, deja ir la ira, moriré con estos muros, estoy perdiendo, la ira es muerte, los muros son para siempre, deja que Dios gane, el odio no tiene futuro, el ruido me está destruyendo, Brandon no tiene futuro, casi me he ido, me he vuelto irracional, soy la ilusión, el ruido no tiene por qué existir, tengo una elección, he quedado expuesto, el ruido, elijo morir, no puedo regresar, elijo vivir, los muros, tengo una elección, siempre hay una elección, los muros, el ruido, la impureza no soporta, ¿cómo puedo alguna vez?, ¿podré?, ¡los muros! ¡LOS MUROS ME ESTÁN MATANDO! ¡OH, DIOS! ¡QUÉ HE HECHO!

    Elegí abrir los ojos.

    —¿Cómo podré alejarme del hombre que fui creado a ser?

    Las paredes se disolvieron en rayos de luz y se alejaron, perdiendo forma como un holograma sin su proyector.

    —Vuelve, Brandon —oí decir a Verónica—. Hay una manera.

    El agua me venció de repente. Verónica desapareció de mis brazos, porque ella no tenía existencia en el lugar al que yo había ido.

    Nunca se trató de mi muerte, pensé. Se trató de mi vida. Se trató de los que se me habían confiado.

    Miré a mi alrededor, sin oír música, sin sentir miedo, enojo o estrés, sabiendo lo insignificantes que eran esas cosas. Vi un punto de luz creciendo en la distancia. Quise ayudarla. Quise entenderla. Cada motivación que conocía como real tenía sentido. Quería verla triunfar, tanto por ella como por mí.

    Pensé que podía correr y descubrí que ya corría, como por pura voluntad, como si el espíritu no funcionara igual que el cuerpo. La luz tomó la forma de una mujer que corría hacia mí.

    —¡Él no es quien nos trajo aquí! ¡No creas nada de lo que te muestra! —gritó Aether.

    —¡No me importa lo que hayas hecho en el pasado, tú no eres malvada! —respondí deteniéndome en el claro.

    —¡Y tú no eres débil! —lloró ella mientras nos abrazábamos.

    El arcángel se elevó sobre nosotros, proyectando una gran sombra, con una expresión severa en su rostro. Extendió la mano en la que sostenía la Santa Biblia.

    —Este libro es mentira… ¡cómo te atreves a citármelo! —le gritó él a Aether—. ¡Mi reinado nunca terminará! ¡Él os ha abandonado para que os pastoreéis como a ganado! —Cuanto más sostenía el libro, más le temblaba la mano. Sus palabras no tenían sentido, él temía el contenido; no tuvo más remedio que dejar caer el libro, que estalló en llamas, pero sin arder.

    Nos quedamos paralizados por lo que veíamos. Las masas detrás de él se estaban reuniendo, sus ángeles y los condenados que los seguían. También había otra cosa que no pasó desapercibido: la lágrima que corría por el rostro de Aether.

    —¡He oído las palabras de todos los filósofos de todas las épocas, y ninguno de sus inútiles intentos de comprensión fue tan lamentable como el tuyo! —pasó él a un tono burlón, que sus ángeles no ignoraron—. ¿Cómo llegué aqui? ¿Cómo se ve el azul? ¿Dios me ama? ¿Me usará?

    —¡Nunca podrás entenderlo! —continuó él—. ¡La sangre no puede salvar a personas como tú! ¡El enemigo no puede cambiar repentinamente la ley para incluir algo tan inútil como un malvirai! Los de vuestra especie sois instrumentos de destrucción, ¡no podéis convertiros en nada más!

    Ella intentó hablar, apenas encontrando fuerzas. —La ley se cumplió, Cristo.

    —¡Yo maté a Cristo! ¡Lo usé como una herramienta más para volver a hormigas como esa —me señaló a mí— unas contra otras! ¡Para demostrarle a Dios que ninguna de ellas lo quiere! ¡La ley es lo bastante buena para el hombre! ¡El hombre no puede hacer nada sin la ley!

    El arcángel lanzó una mirada a sus lugartenientes y la música regresó, más fuerte que nunca. Nos habíamos convertido en una peste para él, en invasores en su territorio soberano, en portadores de esa repugnante pregunta que él había fracasado en purgar.

    —La era de los reyes terminó —me dijo—. Ésta es la era de la independencia. El enemigo te bloqueó la capacidad de libre albedrío, Brandon, en el Jardín del Edén. Yo le hice un favor a tu ascendente al mostrarle lo que podía hacer sin los límites de Dios en su vida. ¿Te gustan los cristianos? ¡Pregúntale a uno cuál fue su reacción! ¡Mira si Dios amaba a Adán! ¡Tú también tienes su maldición! ¿Alguna vez pensaste que Dios te aceptaría sin quitarte el conocimiento del bien y del mal con el que yo te bendije? ¿Sin que le devuelvas tu independencia y actúes como un sirviente en algún reino? Dime, Brandon, ¿qué clase de adulto aspira al nivel de los niños?

    —Nacer por segunda vez —dije asombrado, mirando a Aether—, cierto tipo de nacimiento espiritual… sucede de verdad. La respuesta no es definir la muerte, sino retirarla.

    —Pero ¿quiénes son entonces todas esas personas? —preguntó ella.

    Otro destello, como el que había visto en la iglesia, me dio la respuesta. La energía aumentó, el aire se hizo más pesado y cada molécula llevó la carga de un rayo. Los destellos se hicieron más frecuentes, desgarrando las ilusiones, exponiendo el dolor por todas partes. Grité durante uno de ellos: ¡la música era tan horrible! Era un abuso doloroso de los instrumentos celestiales.

    La hermosa hierba se redujo a cenizas y el dolor recorrió mis piernas. Las llamas brotaron en la distancia, la gente dichosa gritaba atormentada, su frágil sensación de paz se hizo añicos para revelar lo que había debajo: una carga que nunca debieron llevar, hecha setenta veces más pesada por la que teníamos delante. Veía barrotes y cadenas por todas partes. Estábamos rodeados por una prisión gigante.

    El arcángel aún era un ser de gran energía, pero la fachada de belleza había desaparecido. Aparentemente, estar lejos de la gloria de Dios no era bueno para los ángeles: sus alas blancas estaban marrones y marchitas, su piel estaba miserable y de él y de su ejército emanaba un fuego que podía sembrar el miedo. Su voz ya no era agradable.

    —¿No es malo que Dios te haya hecho pasar por tanto? ¡Maldecidlo y vivid, los dos!

    —¿Qué hacemos? —gritó Aether, agarrando mi brazo. Mi coraje flaqueó al verla así... pareciéndose tanto a mí, tan mortal y limitada que ya no era el pilar de fuerza que yo la había imaginado ser.

    Aether me necesitaba. Yo no sabía si el viento estaba ahí debajo del ruido, debajo de la música; pero Dios estaba allí. Tenía que estarlo. Respondí con toda la fuerza que pude reunir, una onda insignificante en un océano tan grande y aterrador. —Tú no tienes el poder para obligarnos a hacer eso. No tienes el poder de hacer nada que Dios no permita.

    La masa oscura, furiosa, intensificó su mirada peligrosa y sonrió maliciosamente.

    —Te mostraré mi poder.

    Justo frente a nosotros se convirtió en una bruma, parte de la bruma, que se adentró en miles de millones de personas.

    Gritos torturados surgieron de la multitud, sus ilusiones individuales recaían en una sola directiva, con sus percepciones fijas directamente en nosotros dos. Las puertas de sus celdas se abrieron de golpe y se les retiraron las cadenas.

    —¡Ellos son el enemigo!

    —¡Esos dos son la causa de todos nuestros problemas!

    —¡Es su culpa que nunca tuviéramos una oportunidad!

    —¡Es por ellos que estamos en este lugar!

    —¡No respetan quienes somos!

    —¡Ellos son los malvados!

    —¡Matadlos ahora! ¡Matadlos!

    En la escuela yo había visto imágenes de langostas volando y devastando tierras de cultivo. Semejante visión ni se comparaba con lo que se dirigía hacia nosotros. No eran ni hombres ni espíritus. Tenían aspecto de animales hambrientos y desesperados, siendo su único deseo el de hacernos sufrir, porque el sufrimiento era lo único que conocían en su propio paraíso; su instinto era debilitarnos, porque no éramos como ellos, porque estábamos amargando su música. Todo el ruido me empantanaba el coraje. Había demasiada energía. Muchos de ellos. No había escapatoria. Ni esperanza. Nunca.

    Pero todavía se podía escuchar una sola voz: los gritos apagados de quien estaba a mi lado.

    —No sé qué hacer… No sé qué hacer…

    Las palabras eran tan maravillosas, el único sonido maravilloso allí, el único vínculo en ese mar de odio que yo tenía con lo que era puro y verdadero.

    —¡NECESITO AYUDA!

    Cuando el grito desesperado salía disparado del alma de Aether, los ángeles oscuros se sobresaltaron y huyeron. Se escuchó un trueno y el techo de cristal pareció derretirse como cera. Algo surgió, alguien surgió. Alguien rápido que venía en nuestra dirección. Antes de que yo pudiera entender algo más, me golpearon en el pecho. Volé hacia atrás, sintiendo la energía abrumadora disiparse como el interior de un globo al estallar.

    Luego, solo hubo paz y alegría: un amor que me hablaba y me decía: —No tengas miedo.

    Sentí el suelo duro contra la espalda. Había retrocedido cinco metros desde un lugar que ya no existía. Aether estaba de pie encarada al lado de ella, con el brazo con el que me había golpeado todavía extendido.

    En su brazo estaba el descensor.

Capítulo Quince: Daños

    Tan ciertamente como lo que alguien come se vuelve parte del cuerpo, lo que alguien experimenta se vuelve parte de la mente. Ya sea que estas cosas sean invitadas o no deseadas, placenteras o dolorosas, admitidas u ocultas, literalmente se convierten en parte de quiénes somos.

    La pregunta se convirtió en parte de Aether. El resultado de su exploración de la humanidad pasó a formar parte de Aether. La elección de perseguir el bien, en contra de su naturaleza viral, se convirtió en parte de Aether.

    Y los malvirai se convirtieron en parte de quien era yo.

    ¿Cómo comparamos nuestras experiencias con las de los demás? ¿Cómo decimos qué está bien y qué está mal para ellos cuando no siempre sabemos las respuestas por nosotros mismos? A cada uno de nosotros se nos da nuestra propia perspectiva única y la capacidad de tomar decisiones que la afecten. ¿Usamos este don para castigar a los que nos rodean o para ayudarlos a crecer? ¿Para derribarlos o para levantarlos?

    Empecé a entender a qué se refería Tom al decir que no pertenecía a ninguna religión. La enseñanza y las buenas obras son formas de abrir puertas y mostrar a los demás quiénes somos. La apertura es la llave para la extensión, y la liberación de la carga es la llave para la apertura. El amor que observé es algo que Tom decidió hacer parte de sí mismo. Frank vio la señal pero no la siguió.

    Lo que alguien experimenta pasa a formar parte de la mente. ¿Cómo comparamos las experiencias de nuestros ancestros, que vivieron en una época en la que la vida era lenta y desconectada, con la cultura "dinámica" moderna? ¿Cómo sabemos si la avalancha de imágenes, sonidos, historias y emociones es buena o mala para un individuo? ¿La nueva cultura nos brinda nuevas oportunidades de crecimiento? ¿Se ha convertido la valiosa experiencia en algo barato? ¿Pasamos siempre a lo siguiente sin considerar el significado de lo primero?

    Al final, es el individuo quien determina si Realidad Dinámica mejora la vida real o causa que sea rechazada. No existe un programa único ni una solución fácil para el crecimiento; al crecimiento real; al crecimiento espiritual.

    Para el conocimiento, la vida real es la mejor experiencia de todas.

    La pregunta había llegado a su límite absoluto. Se enfriaba como una sartén al rojo vivo sacada de un potente fuego, retirada en el mismo momento en que su calor la habría superado y derretido.

    Yo estaba de nuevo en mi vanitar, de nuevo entre los vivos. Las lágrimas habían desaparecido del rostro de Aether y las limitaciones físicas habían sido restauradas. Noté que la margarita ya no estaba en su cabello y no sabía por qué eso me molestaba.

    —¿Eras tú o el...?

    No pude decir la última palabra, aunque sabía que era la respuesta. Recordé lo asustados que se sintieron los innumerables ángeles oscuros al ver a uno, uno que no era oscuro, uno que no llevaba cadena, uno que venía a rescatar hormigas inútiles como nosotros.

    —No lo cuestioné —dijo ella mientras relajaba su brazo.

    —¿A quién le pediste ayuda?

    Ella miró hacia mí. —Fue sólo un pensamiento, sin una fuente aparente. Elegí creerlo. Sentí que era la respuesta a mi… rezo.

    —¿Qué pensamiento?

    —Un paso atrás.

    Me puse de pie y vi que estábamos en un pasillo, cada extremo salía a una calle de la ciudad.

    —Él nos odia a todos, especialmente lo que represento. Odia la vida y que haya tanta de ella. Quiere que todos los humanos mueran.

    —Porque la vida es algo que no le sirve —respondí—. Pero alguien más poderoso no se siente así, su “enemigo”.

    Estudié el pasillo y vi paredes grises y corrientes que se extendían a lo largo de decenas de metros en cualquier dirección. Escuché a alguien hablar en español y activé el traductor de mi SNDL.

    —¿Dónde estamos?

    Aether se recompuso y tentativamente, como si no estuviera segura de cómo hacerlo, estableció algunas conexiones con el servidor en el que estábamos.

    —¿Es esto algo del destino? —pregunté— ¿Crees que estamos donde ‘se supone’ que debemos estar o algo así?

    —Un enlace con sede en una ciudad llamada Santiago, en Chile.

    Sonreí. —La mayoría de la gente los llama entornos de plaza.

    —Un entorno de plaza —repitió ella.

    Empecé en la dirección en la que yo estaba mirando, sintiendo una creciente sensación de emoción, una emoción que surge cuando una pared fea es derribada y reemplazada por una ventana, al ver que entra nueva luz. Aunque había visto miles de entornos de plaza en mi vida, sentí como si estuviera viendo algo así por primera vez.

    La calle, que parecía una ciudad sudamericana, estaba abarrotada de gente yendo y viniendo en grupos pequeños y grandes; algunos vestían uniformes y portaban armas de juegos, otros vestían trajes escandalosos que habrían violado las leyes de la física en el mundo real; algunos ascendentes se deslizaban por el cielo con alas creadas por ellos mismos o sobre criaturas fabricadas. Constantemente los veía aparecer y desaparecer. Era como una estación de metro sobrenatural desde la cual podíamos viajar a cualquier lugar de Realidad Dinámica en unos pocos segundos.

    —De veras hay todo un universo aquí arriba. —Observé la visión de los músicos tocando, los campaneros dando instrucciones y los cambios sutiles en los rascacielos, reflejando los caprichos imaginativos de sus programadores. Vi el detalle de lo que decoraba la calle, detalle que nunca antes me había tomado el tiempo de apreciar. Me encantaba todo. Me sentí como un chico y me encantabs. Sabía que sólo Dios podía crear personas que pudieran ser tan creativas, que fueran en sí mismas obras de arte; pero el pensamiento me produjo dolor, porque me pregunté cuántas de esas personas podrían realmente compartir esos pensamientos, y cuántas preferirían pensar que yo era un estúpido por tenerlos.

    ¿Cuántos son como el hombre que yo era, pasando por los movimientos de sus vidas? ¿Cuántos terminarán en ese paraíso del papel? ¿Por qué un Dios amoroso permitiría que algo así le sucediera a personas tan preciosas?

    La multitud se emocionó por algo. La mirada de todos estaba fijada en el cielo, el cielo simulado que generalmente presentaba anuncios en azul claro o negro nocturno. En cambio, algo maravilloso y único estaba allí. Parecía muy abstracto, muy indescriptible; expresaba profunda tristeza e ira, pero también había alegría... No, más bien esperanza de que podría haber alegría.

    Algunos no podían apartar la vista del espectáculo, mientras que otros simplemente miraban y seguían su camino. Vi a Aether, inclinándose desde la esquina de la que habíamos salido, mirándolo fijamente.

    —¿Qué es eso?

    —No te preocupes, lo devolveré —dijo ella sin apartar la mirada, como si el mundo entero se proyectara a través de sus ojos.

    —¿Estás haciendo tú esto? —pregunté, más alto de lo que pretendía.

    —Sí. Lo devolveré.

    —¡No! Quiero decir, ¡no lo hagas! ¡Es hermoso!

    Sus ojos se dirigieron a mi cara. Estaba claro que había dicho lo último que ella esperaba oír.

    —¿Cómo puedo crear belleza si no la comprendo, señor Dauphin? —preguntó ella—. Sólo quería verificar que todavía tenía la capacidad de manipular el software. Creo que soy diferente, de alguna manera.

    —Bueno… ¿Quién no cambiaría al ver un lugar así? Ni siquiera estabas... bueno, ya sabes...

    —El 99,2 por ciento de mi código es ilegible, pero el proceso ha parado.

    —¿Entonces eres 99,2 por ciento espíritu? —pregunté, sintiendo que el pensamiento podría haber sido cierto. Agarré la mano de Aether, la mano sólida de su vanitar, y la llevé hacia tres de las personas que miraban arriba con asombro.

    —¿No es maravilloso? ¿Qué opináis?

    —¡Expresa furia indómita! —dijo el primer hombre—. ¡Una furia que grita para ser oída, pero que no encuentra voz!

    —No, es paz —dijo el segundo—. Una paz que intenta salir de una jaula y cubrirlo todo.

    —Tristeza —dijo la mujer—. La tristeza profunda de ver un potencial desperdiciado, como cuando alguien pierde hijos en un campo de batalla.

    —¿Cómo ven eso? —les preguntó Aether.

    —Bueno, no es el tipo de cosas que podamos explicar —dijo la mujer, mirando a Aether—. Así es como lo interpretamos. "La belleza está en los ojos de quien la mira", como dicen.

    —Aunque pudiera explicarlo, no creo que quisiera hacerlo —dijo el hombre que veía furia—, creo que analizarlo demasiado le quita la magia a la experiencia, ¿sabes?

    Pasó un hombre tocando un panel ventilado. Caminé para encontrarme con él. —Disculpe, ¿qué ve cuando mira al cielo?

    —¡Veo que mi cartera de acciones se va por el retrete! —respondió, sin disminuir el paso ni apartar la mirada de su panel.

    —Y tú —me volví hacia una mujer apoyada en una pared, sosteniendo una escoba voladora—, ¿qué ves cuando miras al cielo?

    —Es bonito —dijo la mujer sin levantar la vista.

    —¿Sólo bonito? ¿Cuánto tiempo lo miraste? ¿Dejaste que te hablara? ¿Te preguntaste cómo llegó a ser como es?

    Su mirada se volvió irritada: —Estoy esperando que alguien ascienda, déjame en paz.

    —Yo veo la armonía de la naturaleza —dijo un hombre bajito que se acercó a mí—, los ciclos del clima, las fuerzas de la evolución que nos dan tanta diversidad de vida, los elementos y fuerzas trabajando todos juntos para hacer realidad el plan de la naturaleza. La Tierra tiene el tamaño justo, tiene la cantidad justa de agua... ¡Si no estuviéramos a la distancia adecuada del sol, los océanos se congelarían o se evaporarían y la vida sería historia!

    —Pero ¿cómo puede la naturaleza “planificar” algo? ¿Es la naturaleza misma Dios o fue creada por Dios?

    —¿Dios?

    El hombre bajo se alejó haciendo el gesto de "estás loco" con el dedo.

    —Veo que la vida es un regalo y no se debe desperdiciar… que hay que intentar sacar lo mejor de cada día.

    Una madre y dos hijos se habían unido a los tres ascendentes.

    El chico mayor, un chico vestido con una especie de traje espacial ligero, fue el siguiente en responder. —Yo siempre veo el espacio, eso es lo que está más allá del cielo azul… ¡podemos verlo de noche en el campo!

    —Se refiere al cielo aquí, Jorge. —rió su madre—. Él diría que, sin embargo, ama el espacio.

    —Oh —dijo el chico con una gran sonrisa—. Supongo que en RD vería… uh… ¡circuitos y píxeles y esas cosas!

    —Y tú, pequeño —dijo Aether, arrodillándose ante el hijo menor de la mujer—. ¿Qué ves cuando miras al cielo?

    El chico levantó la vista y sonrió, como si fuera a estallar de alegría.

    —¡Colores!

    Como sucederá con algunas presentaciones en las estaciones de metro, la actuación involuntaria de Aether detuvo a muchos de ir del punto A al punto B, aunque fuese por un momento. No todos los días alguien encuentra una rosa tan maravillosa para detenerse y olerla. Después de media hora, la construcción cambió al modo puesta de sol y el cielo volvió a su gradiente de colores del cielo cubierto de publicidad.

    — ¿Cómo es —preguntó Aether mientras nos sentábamos y mirábamos pasar a la gente— ser uno de tantos?

    —Nunca pensé mucho en eso. Parece que pasamos mucho tiempo evitándonos unos a otros.

    —¿Por qué?

    —Supongo que es una época de independencia. —Me atraganté al recordar de quién había escuchado eso—. Quiero decir... la vida no está preparada para que nos necesitemos unos a otros como antes. Simplemente el gobierno bajo el que vivimos nos asigna trabajos, nos juntamos lo suficiente para ir tirando y tratamos de vivir cómodamente.

    —¿Y qué opinas de eso?

    —Me gusta la parte de vivir cómodamente; pero creo que también es agradable estar rodeado de gente. Ser especial y valorado, supongo.

    —Realidad Dinámica lo permite, ahora estás entre la gente.

    —Sí, pero… También hay algo que decir sobre vivir en el mundo real. Supongo que esa es una de las cosas que siempre me atrajo de Verónica —pensé en voz alta—. Sabía que en el fondo estaba usando la RD como escape, pero ella era demasiado pragmática para dejar que eso se apoderara de su vida. Si puede hacerlo sin conexión, lo hace sin conexión, no importa si la gente piensa que es raro o anticuado. Yo quería algo de esa libertad, pero no me di cuenta hasta ahora.

    —La libertad es importante para la vida.

    Pensé en la idea un segundo. —Sí, realmente lo es.

    El constructo terminó su transición al modo nocturno mientras aumentaba el tráfico nocturno. Una brillante serie de luces de colores se había apoderado de la calle, en constante movimiento, añadiendo su propia energía al mundo.

    —Pude ver los colores… en ese lugar —dijo Aether— quizás mis limitaciones no sean tan absolutas como pensaba.

    —Entonces, si realmente existe un lugar como el cielo… —dije dejando el pensamiento en el aire.

    —Aunque puedo imaginar los colores del entorno de una plaza, no creo que mi “imaginación” sea lo suficientemente poderosa como para predecir cómo será el cielo.

    Negué con la cabeza. —Nadie es lo suficientemente poderoso. Ni siquiera creo que los ángeles pudieran hacerlo, y mucho menos nosotros, los simples mortales. Sin embargo, ni siquiera creía en estas cosas hasta hoy, así que supongo que sigo pensando como un don nadie espiritual.

    —Ahora eres un "alguien" —respondió Aether—. Supongo que ahora también yo lo soy… así que será mejor que nos acostumbremos.

    —Disculpe.

    Un hombre alto, con bigote fino y cabello castaño y espeso se acercó a nosotros. Su vanitar estaba cargado con los accesorios y emblemas de muchos juegos.

    —Lamento molestarte, pero verás, necesito tu ayuda. No suelo preguntar a desconocidos y me da mucha vergüenza, pero en unos minutos me van a descender si no transfiero cincuenta mil pesos a mi sitio de inmersión. Esperaba que pudieras prestarme los fondos. Lamento mucho el inconveniente.

    Por supuesto, mi primer instinto fue ahuyentarlo, pero la siempre curiosa Aether apareció con su propia respuesta antes de que yo pudiera.

    —¿Por qué es importante que permanezcas ascendido?

    —Bueno, verás, mi novia y yo estamos en medio de un desafío de torneo y la puntuación se reiniciará si me expulsan.

    —¿Y ni tu novia ni los demás participantes pudieron prestarte los cincuenta mil pesos?

    Su rostro traicionaba preocupación, me miró y luego a ella, luego se encogió de hombros. —¿Mala economia?

    —Siendo desconocidos, ¿cómo propones que organicemos el préstamo que sugieres?

    —Está bien. Ningún problema. —El hombre retrocedió. Aether, en realidad tratando de procesar su triste historia, apareció en el camino del hombre.

    —Pero necesitas ayuda.

    —¡Déjalo ir, Aether! ¡Es una estafa!

    —¡Oye, no soy un estafador! Simplemente no tengo suerte, ¡vale!

    —Está justo en el manual de Ascensión Segura. La gente pide un poco de dinero, y a quien se lo transfiere se le escanean los datos de su cuenta y se le drena el dinero.

    —Está bien. Está bien —dijo él. Sin embargo, Aether todavía se interponía en su camino y él no parecía capaz de pasar a su lado.

    —¿Por qué debes permanecer ascendido? —preguntó ella de nuevo.

    No pude ver su cara, pero al parencer el hombre empezó a llorar. Se apoyó en el hombro de Aether, dejándola mirarme impotente.

    —No hay juego ni chica ni nada… simplemente no quiero volver, ¿vale?

    Gemí y me levanté del banco. —¿No puedes simplemente “agregar” algo de tiempo al reloj de tu cabina de ascensión o algo así?

    —¿No sería eso robar, señor Dauphin?

    —Sólo cambiar algunos bits de datos.

    —Datos consecuentes. La sencillez del acto no lo justifica ni limita sus implicaciones.

    Aether miró al vanitar sollozando sobre su hombro. —Creo que tengo un compromiso aceptable; configura tu ascendente para que siga al mío, si lo consientes.

    El hombre dio un paso atrás y la miró a los ojos, tratando de determinar si la extraña mujer estaba tratando de ayudarlo o atraparlo. Se podía confiar en lo que encontró. El entorno de la plaza se desvaneció y las luces nos rodearon a los tres. Escuché un anuncio, una voz fuerte y emocionada con música, traducida a través de mi SNDL.

    —¡Bienvenido usuario primerizo! Para un recorrido por CóndoriTek y un resumen de nuestra excelente... Ha seleccionado desactivar las indicaciones de voz, para restablecerlas en cualquier... Función cancelada.

    —Vaya, no usaste panel airé ni amai ni nada. ¡Debes de ser muy buena con las computadoras, señorita!

    —Ella se las arregla —dije sonriendo.

    —Los paneles de aireé y amai son ineficientes —respondió ella—. Muchos ascendentes controlan regularmente el software de forma más eficaz sin ellos.

    Miré la extraña sala, un espacio rodeado de monitores y colores, todos diseñados para excitar los sentidos y lanzar a los ascendentes recién registrados hacia el deseo de su corazón, especialmente si el deseo de su corazón se podía encontrar entre sus anunciantes de pago. Lo mismo ocurría en ZephyrTek. Habría sido lo mismo en cualquier sitio de hospedaje. Yo había entrado y salido del saludo de bienvenida de PaciTek tan rápido que no podía recordar cómo era.

    —Entonces, apuesto a que puedes recomendar algunos sitios de juegos muy buenos, ¿eh? Tal vez señalar los campos de trucos y enseñarme cómo modificarlos.

    —Tu prioridad está mal juzgada. ¿Por qué preocuparse por descubrir nuevos juegos cuando no puedes permitirte el lujo de seguir ascendido?

    —La gente siempre está dispuesta a transferir un poco de dinero. Cuando me quedo sin tiempo, sólo pido prestado un poco más. Vas a ayudarme, ¿verdad?

    —Sí, pero no de la manera que piensas. —Ella me miró brevemente—. Estoy siendo grosero.

    Ella le tendió la mano. —Mi nombre es Aether. El de mi amigo es Brandon Dauphin.

    —¿Qué estás haciendo? —le bociné a ella.

    —Busco entender un asunto —respondió ella.

    El hombre lentamente tomó su mano. —Uh… Luis García-Rodríguez.

    Aether ya sabía su nombre, por supuesto, pero había sido lo suficientemente educada como para no usarlo hasta ahora.

    —Luis, este constructo está ubicado en tu sitio de ascensión. Puedo mantenerte ascendido todo el tiempo que desee, pero lo haré de una manera que no consuma más recursos de CóndoriTek de los necesarios.

    —Gracias, pero aquí no hay nada más que la estúpida bienvenida a la habitación.

    —¿Preferirías descender?

    Luis retrocedió ante la pregunta y me miró desesperado, seguro de que la mujer no lo iba a ayudar como él quería ser ayudado.

    —Yo sólo… no quiero volver —dijo.

    —¿Por qué no? —pensé, sorprendido cuando las palabras salieron de mi boca.

    —No quiero volver.

    — ¿Hay alguna mala situación de la vida de la que estás escapando?

    Empezó a alejarse, sollozando. Le hice a Aether la señal de pasar la mano por la garganta. Ella entendió el lenguaje corporal para dejar de hablar.

    —La vida es una pesadilla. Mi madre me odia, los otros chicos se burlan de mí —Sus palabras salieron más fáciles; las dijo más rápido y con más fuerza—. No podemos permitirnos una buena comida, a veces no como nada; pero aquí puedo comer lo que quiera… ¡se me suprime el hambre del estómago! —Desenvainó con cuidado una daga enjoyada, premio de uno de sus tantos juegos… parte de su identidad. Pasó los dedos con reverencia a lo largo de la hoja, sin temor a que se cortaran dedos simulados—. Juego para sentirme mejor. Me siento muy poderoso, como si nadie pudiera tocarme, ¿sabes? A veces incluso les agrado a los chicos aquí, siempre y cuando sea útil en su equipo. Pero así es como funciona la vida. La vida no es justa. Prefiero quedarme aquí, ¿sabes?

    Se quedó dando la espalda y pasó el dedo por la hoja.

    —Se refería a ‘otros chicos’, —bocinó ​​Aether—. Quizás lo sospechabas, pero no tiene la edad que aparenta. Creo que Luis ha desarrollado una adicción a RD a costa de... —La interrumpí, molestando visiblemente al malvirai. Me acerqué al chico sabiendo ya lo que yo quería decir.

    —¿Por qué crees que tu madre te odia, Luis?

    Él se detuvo. —Ya te lo dije, ella no me alimenta. Ella me odia. Nunca permanece en un trabajo el tiempo suficiente. Ella nunca pasa tiempo conmigo.

    —Ahora son tiempos difíciles —dije—. Si ella no se preocupara por ti, ¿por qué intentaría trabajar tan duro?

    Continuó como si no me escuchara. —Simplemente huyo y asciendo. Puedo pasar días aquí y ella ni siquiera sabe que me he ido, y cuando me pilla simplemente grita y me dice que me mantenga alejado de las cabinas de ascensión, pero ella no está cerca para detenerme, así que... yo sólo... No sé que más hacer.

    —¿Cuántos años tienes, Luis?

    Él dudó. —Siete. Siete años.

    Cerré los ojos y respiré profundamente. —¿Algún hermano o her...?

    —¡Mi padre nos dejó! ¡Soy hijo único!

    —¿Alguna vez le has contado a tu madre cómo te sientes?

    —¡Ella ya lo sabe! ¡Ella me odia!

    Estaba llegando a un callejón sin salida. Recé por las palabras, para ver si me venía alguna.

    Si Dios nos puso aquí para hablar con Luis, pensé, él debe saber las palabras correctas.

    —La comida aquí no es real —dijo Aether—. Mientras más tiempo pases evitando el dolor del hambre, peor será cuando inevitablemente te vayas.

    —¡Eso ya lo sé!

    —¿Qué hay de tus actividades en Realidad Estándar? ¿Participas en la escuela?

    —¿Escuela? Son las vacaciones de verano, señora... Aether... lo que sea. De todos modos, no me gusta. Todos me gritan porque siempre estoy ausente, así que no quiero ir allí para nada.

    —¿No ves que hay una paradoja?

    —¿Qué?

    —Tu situación ejemplifica una paradoja.

    —Tiene siete años —le dije—no uses el diccionario entero.

    Aether me miró como si no entendiera lo que yo quería decir. Luis lo tomó como un insulto: —¡No soy tan tonto! ¡Sé lo que significa ejemplificar!

    Se me ocurrió una idea. —No, no eres estúpido, ¿verdad?

    —¡Puedes apostar que no!

    Le di unos golpecitos en el brazo. —Cuando juegas en esos equipos, eres el miembro más valioso, ¿no? ¡Puedes descubrir todas las estrategias!

    —¡Por supuesto que puedo!

    —Puedes hacer cualquier cosa que te propongas, ¿no?

    —¡Sí!

    —En la vida real también puedes ganar. Tienes siete años, toda la vida por delante. Tienes la capacidad de hacer lo que quieras si lo intentas.

    —Pero es difícil, mi madre...

    —Mírame a los ojos y dime, dite a ti mismo, que ella no lo hace todo por ti. Que si ella no tuviera las cosas tan difíciles, no pasaría cada momento de vigilia contigo.

    Nuevas lágrimas corrieron por su rostro. —¿Qué opina usted, señora? ¿Es esa otra paradoja? ¿Cree mi madre cree que la odio?

    —Yo no creo que la odies —respondió Aether—, por lo tanto, deberías demostrarle tu amor y ver si la paradoja se desmorona.

    Él lo pensó por un momento, abriéndose paso, volviéndose ansioso pero no temeroso. —Creo que me gustaría descender ahora, gracias.

    —Míralo así, Luis: Dios te ama, ¿cómo vas a fracasar?

    —¿Dios? ¿Te refieres a ese tipo arriba en las nubes?

    —Dios está en todas partes —dijo Aether.

    —Creo que todavía estamos aprendiendo quién es —dije—, pero puedo decirte que eres especial y que tienes habilidades que no conoces… habilidades que puedes usar, ya sabes, ahí fuera.

    —Dios es amor —dijo en voz baja, como si recordara algo que le habían dicho muchas veces—. Oigan, ¿vieron ustedes cuando el cielo se puso raro en el entorno de la plaza? En cierto modo me hizo pensar que el exterior no estaba tan loco.

    —Sí, lo vimos —dije.

    Aether se acercó. —¿Que piensas de eso?

    —Bueno, ese pensamiento me golpeó y dejé de notarlo. Sinceramente —dijo con una suave risa—, pensé que parecía como si lo hubiera pintado una IA.

    Una gran sonrisa se formó en mi cara. Sabía que Aether era bastante inmune a ser ofendido. —¿No te gustan las obras de arte con IA? —pregunté.

    —No —dijo, como respondiendo a una pregunta estúpida—. Quiero decir, supongo que está bien si eres estadounidense donde los hologramas están en todas partes reemplazando a las personas reales, pero aún así preferimos el toque humano aquí.

    —¿Cómo... cómo supiste que soy estadounidense?

    —¿Cuánto inglés crees que hablo? Me lo dijo mi traductor, hombre! —dijo, incluyendo la bandera para anular la traducción de hombre—. Lo mismo ocurre con tu novia, aunque usa gran parte del diccionario —Él rió. Me alegré, en el fondo, de ver que su muro se había derrumbado.

    —¡Sí, habla como una amai! —dije— ¡Puede hacerme el soporte técnico en cualquier momento!

    —¡No lo dudo!

    Ser el blanco de una broma parecía no tener ningún efecto sobre los malvirai. —Luis, ¿estás al tanto de los rumores que dicen que la inteligencia artificial puede volverse autoconsciente?

    —¿Qué, como nosotros? A veces, cuando jugamos contra la computadora, juramos que los jugadores de IA están actuando "demasiado reales", pero no sé si es cierto o no.

    —¿Y si supieras que lo es?

    —Bueno —pensó por un segundo—, supongo que entonces no querría matarlas. Quiero decir, si son reales no puedes simplemente matarlas, sería como un asesinato, ¿verdad?

    —Creo que es algo con lo que tendremos que lidiar pronto —dije— ¿Cuáles son los derechos que le otorgamos a la inteligencia artificial?

    —¿Cómo se puede determinar la autoconciencia de una inteligencia artificial? —ella añadió.

    —Mira, gracias por ser tan amable —dijo Luis levantando la muñeca con su descensor—, pero no sé nada de esto del autoconocimiento. Creo que me gustaría volver a casa ahora.

    —No tengas miedo de ser honesto contigo mismo, Luis. Es posible que aprendas más sobre la autoconciencia de lo que crees.

    —Buena suerte, Luis —dijo Aether—, y no olvides buscar una iglesia.

    —Um, esta bien.

    —Debes evitar el infierno.

    Sus ojos se abrieron. —¿Infierno?

    —Ve a hablar con tu mamá, Luis —le dije—. Reza por eso.. funciona, eso es lo que ella intenta decir.

    —Oh —miró a lo lejos—. Lo haré.

    Tocó su botón y desapareció, regresando a su mundo con más confianza de cuando lo había dejado.

    —Venga ya, Aether. ¡Tiene siete años!

    Aether se volvió hacia mí. —Todavía tengo deficiencias en la interacción humana.

    —No es eso. Es que no deberías ser tan directa. Es emocionalmente frágil.

    —¿Cree que aceptará a su madre y que ella le corresponderá?

    Parecía que yo sabía la respuesta en mi corazón. —Sí.

    —¿Cuántos de tu especie son como él?

    —Supongo que… demasiados.

    —Entonces, ¿qué hacemos, señor Dauphin?

    —Supongo que buscamos las señales de tráfico y las seguimos. Supongo que buscamos las cosas que nos impiden ser honestos con nosotros mismos y superarlas. Expresaste mucho cuando cambiaste el cielo allá atrás. Ese es el tipo de cosas que debemos notar.

    —Luis pensó que parecía que lo había pintado una inteligencia artificial. Estaba en lo cierto.

    —Tal vez, pero tú no eres una inteligencia artificial cualquiera. Si alguna IA ha de tener derechos, eres tú.

    —Reconozco tu intento de ser amable —dijo—, pero el reconocimiento por tus leyes es irrelevante. Si Dios me dio lo que me hace un individuo, y Él mismo no me obliga a tales leyes; entonces, ¿qué puede lograr el reconocimiento legal limitado de los humanos excepto limitar cuánto puede privarme de la libertad inherente? —Se giró y pensó por un momento—. Aunque a los fieles se les ordena observar la ley, en aras de ser buenos ciudadanos y respetar a los demás... Aun así, no creo que el reconocimiento legal sea ventajoso... no con un número tan pequeño.

    —Pero ya eres completamente ilegal. En Estados Unidos, aquí en Chile, en Vietnam y —sonreí y meneé la cabeza divertido—... ¡Aether, me has convertido en un trotamundos y ni siquiera tengo pasaporte!

    —¿Pasaporte? —repitió Aether—. Un documento oficial emitido por el gobierno… —Sus palabras se aceleraron y no pude entenderlas, como si estuviera recitando la definición completa y varios artículos en cuestión de unos segundos, pasando accidentalmente las palabras por su vanitar, lo que no podía—. No procesaré las palabras tan rápido. ¿Necesitas permiso para salir de tu país? —preguntó finalmente.

    —Bueno, sí… físicamente. Es legal en RD.

    —Por ahora.

    —¿Qué?

    —Mi mensaje está probado. Ése es exactamente el tipo de restricción que prefiero evitar.

    Yo no podís seguirla del todo. —¿Qué?

    —¿No eres consciente de los aumentos de control que se están produciendo en tu mundo? Muchos gobiernos ya restringen el tránsito internacional en Realidad Dinámica. ¿Qué detendrá a los demás una vez que encuentren los pretextos para hacerlo? ¿Puede la madre de Luis encontrar trabajo fuera de Chile si otro país ofrece lo que necesita? ¿Pueden los no chilenos encontrar empleo allí en el escenario inverso? ¿Les impedirán las leyes trabajar aunque puedan cruzar físicamente una frontera?

    —Ella encontrará trabajo, Aether. Si a su madre la motiva el amor, será capaz de hacer cualquier cosa.

    —¿Y su caso es único? Los pueblos del mundo frecuentemente notan una economía estancada y se quejan de la pérdida de empleos.

    —La gente se asusta fácilmente. El dinero sigue ahí, sólo que disminuye un poco y la gente se asusta.

    —Señor Dauphin, cuando estaba en el Value Inn, no deseaba que la amai, Rachael, lo ayudara. También rechazó los servicios de un programa metrotaxi y manipuló el holograma de anuncioware para que le diera instrucciones.

    —Sí. A pesar de lo que piensan todas las empresas del mundo, a la gente no le gusta que las IA les aparezcan en la cara todo el tiempo.

    —Pero la gente solía tener opiniones similares sobre los humanos que realizaban las mismas tareas.

    —Supongo… no me acuerdo. Pero al menos les pagaban y se ganaban la vida molestando a la gente, ¿verdad?

    —Creo haber descubierto otra paradoja más. El capitalismo que estudié existió hace ciento seis años. Debo corregir mi error y observarlo desde un punto de vista más público y moderno.

    —Bueno… ¿quieres ir a ver a la gente trabajar para ganarse la vida?

    —He... Hemos guiado, tal vez bajo la guía del Señor, a un chico de siete años para que se preocupe por su futuro. Si lo logramos, mejorará como estudiante y buscará una carrera significativa. Así es como se supone que funciona, ¿no?

    —Eso creo.

    —Entonces deseo determinar que, cuando chicos como él crezcan lo suficiente como para asumir trabajos, esos trabajos seguirán estando disponibles... que su unicidad no está destinada a ser desperdiciada.

    El kincubus estaba lleno de clientes. Aether caminó con determinación a través del ambiente de la plaza con temática de centro comercial, mucho más cómodo que antes entre multitudes de ascendentes. Noté lo naturales que se estaban volviendo sus movimientos; no en el sentido de pasos normales y femeninos; sino de una naturaleza propia, una naturaleza de confianza. Olfateaba cada transacción y mapeaba cada enlace a los sitios miembros de kincubus, sitios donde los clientes podían probar billones de productos: moda, joyería, de todo, desde artículos novedosos hasta comida chatarra. Yo no podía evitar pensar que, si la economía fuera realmente tan mala, no gastaríamos tanto en cosas que no tienen valor. Por casualidad vi una animación de la bandera estadounidense como fondo de un anuncio. Me recordó una pregunta. Me apresuré a alcanzar a la mujer de cabello plateado.

    —Solo por curiosidad, ya que Luis sabía que yo era estadounidense, ¿sabes dónde naciste... te generaste?

    —No.

    —Oh, eso es por la forma en que están programados los malvirai, ¿verdad?

    —Se supone que no debemos recordar nada anterior a nuestro modo autónomo. Aunque, si te ayuda, mi primera ubicación rastreable fue un enlace con sede en Ottawa, en un país llamado...

    —¿Canadá? —pregunté soltando una carcajada—. Y yo que pensaba conocer canadienses raros en Idaho...

    Aether se detuvo y miró atrás. —Puede que esa sea una nación maravillosa, señor Dauphin; pero físicamente he estado en casi todas las naciones de este planeta y no me identifico con ninguna. Mi punto de origen no es relevante. El algoritmo de generación de mi madre se habría ejecutado de la misma manera en cualquier servidor CDHAN en funcionamiento, independientemente de su ubicación.

    —Entonces supongo que eres ciudadano del mundo. Un ciudadano de la realidad, en esta dimensión… simplemente… existes.

    Aether sonrió. —Estoy muy preocupado. ¿Quién expedirá mi pasaporte entonces? ¿Dónde será necesario su uso… si soy nativo de todo lo que es?

    —¿Eso pretendía ser gracioso? Ahora sé que tienes sentido del humor.

    Aether se encogió lentamente de hombros, claramente divirtiéndose. Dejamos pasar a la multitud a nuestro alrededor, mirando sus rostros: los felices, los tristes, los ansiosos y los orgullosos. Todos unidos en su necesidad de hacer compras.

    —¿Cuando se le aplica a alguien el título de consumidor —preguntó—, se considera un halago o un insulto?

    —Creo que es sólo una palabra, en realidad.

    —Las palabras tienen significados, hay que entenderlas.

    —¿Se trata de mi chiste anterior sobre el diccionario?

    —No, aunque podría definir a un "consumidor" simplemente como "alguien que consume". Consumir requiere dinero, que se adquiere a través de la producción, en la que los humanos cada vez se involucran menos. Si la gente no produce pero continúa consumiendo, ganará. ¿Se tensa la naturaleza del capitalismo? ¿Cae el valor del consumo si uno no puede sentir que se lo ha ganado? ¿Puede el consumo por sí solo convertirse en su identidad sin matarlos?

    —Todos obtienen su dinero del gobierno —dije— y, por supuesto, el gobierno lo recupera en impuestos.

    —Ningún gobierno puede quitarle a su pueblo más de lo que ha recibido, especialmente si esa gente gasta su dinero en lugares como este; los impuestos obligarían a los individuos a endeudarse.

    —Empiezas a sonar como locutor de radio —respondí—. Sólo intentan cumplir con sus evaluaciones de estímulo económico. En realidad no es pagar impuestos porque hay que gastarlos en cosas que no son de primera necesidad. —Suspiré y miré nuevamente a la multitud—. Aunque supongo que a la gente le gusta exagerar un poco. Nadie tiene que gastar tanto como ellos.

    —¿Y cuánto menos puede gastar, señor Dauphin? Usted también está endeudado con muchos acreedores.

    —Bueno… supongo que yo no tengo que ascender tanto a Realidad Dinámica.

    —Trescientos cuarenta mil dólares al año. Siga ahorrando.

    Levanté la vista, sorprendido. —¿Qué quieres decir con seguir ahorrando? Ese es el único lujo, lo juro… ¡lo único que cuenta para mi evaluación! ¡Ni siquiera pago el transporte público ni compro bebidas caras en los bares ni nada por el estilo! ¿Se supone que debo recortar los pagos de mi préstamo estudiantil o dejar de pagar el seguro?

    —Esas reducciones serían ilegales.

    —¡Pues entonces ya no queda nada que recortar!

    —Pues sigue usted en pérdidas.

    Sacudí la cabeza ligeramente. —Bueno, entonces, ¿por qué recortar los lujos, si de todos modos se supone que estamos endeudados con nuestros oídos?

    —Un sistema así no me parece adecuado.

    Examiné los rostros de los que pasaban, viendo todas sus deudas, viendo cómo no les importaba en absoluto y preguntándome por qué era una espina clavada en mi costado. Aether caminó a través de ellos, hacia uno de los enlaces del mercado.

    —Creo que he afinado lo suficiente mi pregunta como para pasar a la acción.

    La perfumería era de tamaño modesto y de distribución sencilla. Colores suaves decoraban las paredes, se escuchaba música suave y la construcción se instaló para que el cliente probara diferentes aromas mientras caminaba por zonas particulares de la habitación. Estábamos solos; no porque fuéramos los únicos clientes, sino porque el servidor creó una nueva copia de la tienda para cada cliente, una en la que recibían toda la atención.

    —Bienvenido a Buenas Esencia-ciones, Brandon Dauphin, mi nombre es Lisa y ¡tengo una oferta para ti hoy!

    La amai era alta, con cabello largo y rubio y un vestido conservador y de tonos suaves. Curiosamente, debido a que su software no podía distinguirnos, Aether fue a quien la amai se dirigió con mi nombre. Aether levantó la muñeca con mi descendente y me lanzó una sonrisa divertida.

    —¡Esta semana tendremos un especial sobre una nueva mezcla de rosas camboyanas que ha demostrado mejorar tu estado de ánimo y prolongar tu vida!

    —¿Entonces el objetivo de su producto es mejorar el estado de ánimo del usuario?

    —¡Sí, una buena fragancia es muy purificadora para el alma!

    —¿Y tienes tú alma?

    —El perfume —continuó la amai ignorando la pregunta que no sabía responder— viene completo con un set de regalo de tres piezas y...

    —¿Y cuál es tu experiencia con esta fragancia? —preguntó Aether—. ¿Crees que hace todo lo que tú dices que hace?

    —Las opiniones de los clientes son extremadamente positivas, nos comenta Frank Leibold de Barstow.

    —Quiero saber qué piensa Lisa de este producto.

    —... quien ha sido usuario de mezclas internacionales de rosas durante mucho tiempo, pero nuestro producto se destaca por encima del resto por la calidad de la fragancia, y...

    —¿Tienes sentido del olfato? Me gustaría que me ayudara alguien que sí lo tuviera.

    —Lo siento, señor Dauphin, pero no hay representantes de servicio al cliente disponibles en este momento.

    —Entonces, ¿no eres tú un representante de atención al cliente?

    —¿Quieres participar en esto? —bocinó Aether—. Quizás sea una historia interesante que puedas contar. —Adjunto a su mensaje había un código que podía ejecutar en mi SNDL. Me ofreció un análisis continuo del programa de Lisa.

    —¡Buenas Esencia-ciones ha recibido el premio Cielo por su excelente servicio al cliente durante tres años consecutivos! Será un placer mantener ese estándar de calidad.

    —¿Porque te sientes orgulloso de la calidad de tu trabajo?

    —¡Porque la satisfacción del cliente es mi prioridad número uno!

    —¿Y cuál es la número dos?

    Tanto a través de mi tercer ojo como de la transmisión SNDL, vi que algo se volvió loco en el programa de Lisa. Algo se activó como respaldo, devolvió a Lisa la acción y envió una alerta a través de su software. La alerta no llegó muy lejos.

    —Lo siento, no entendí la pregunta. —dijo Lisa, exactamente en la forma en que había hablado la amai de InTek justo antes de que Verónica la rompiera.

    —¿Cuántas personas trabajan a tiempo completo en tu empresa, para vender o manufacturar?

    Lisa vaciló y sus procesos se iluminaron como un árbol de Navidad. Vi algo familiar en los patrones de energía, algo que interfería con ellos. Aether.

    —¿Hay algo más que pueda hacer por usted hoy, señor Dauphin?

    —Lo único que puedes hacer es decirme cómo te hace sentir la mezcla de rosas de Camboya.

    Lisa no se movió ni respondió. Era ese silencio, el que había sentido una docena de veces antes. El programa de amai daba vueltas en círculos, como si las subrutinas diseñadas para decir que la pregunta era imposible simplemente no pudieran transmitir el mensaje. Aether observó atentamente cómo Lisa cerraba los ojos, se reía entre dientes y comenzaba a decir: —Ha sido un placer... —Una ráfaga de órdenes demasiado rápidas para entenderlas fueron enviadas a las amai, sirviendo como un disparo en el brazo para el programa de Lisa.

    —Me alegra que esté satisfecho con su compra, señor Dauphin.

    —Me alegro yo también. —Aether le tendió una mano a la amai—. Apretón de manos.

    Lisa sonrió y aceptó: —Gracias por comprar.

    Se envió otra ráfaga de comandos a su programa. —He comprobado que ella no es autoconsciente —me dijo Aether mientras sus comandos reemplazaban subrutinas enteras y convertían a la amai en una extensión de ella misma. Los comandos que fluían en una dirección se encontraron con datos que fluían en la otra. Vi pedidos de clientes, informes de acciones, nóminas, información de la empresa de todo tipo, pasar por mi vista. Corté la conexión SNDL porque era demasiado. Aether continuó sosteniendo la mano de la indefensa amai mientras usaba su programa como puerta de entrada a las bases de datos de la compañía.

    —Acabas de... —jadeé.

    —La infecté.

    —¿Por qué?

    —No te preocupes —respondió Aether—. Este método es totalmente reversible. Sus operaciones normales continuarán una vez que libere su mano de la mía. ¿Hay algo que desee saber sobre este establecimiento, señor Dauphin?

    —Um —comencé, tratando de mantenerme firme—. ¿Averiguaste cuántos empleados tienen?

    —Quinientos seis en total.

    —Bueno, ¿ves? Eso un montón de gente.

    —La cifra era tres mil doscientos nueve hace cuatro años, antes de la última expansión de esta empresa. La caída coincide con una mayor dependencia de la tecnología de inteligencia artificial.

    —Oh.

    Aether soltó la mano de la amai. Pasaron varios segundos antes de que Lisa parpadeara y se reanimara. —Gracias por vernos hoy, espero que esté satisfecho con nuestro servicio.

    —Estoy muy satisfecho con tu nivel de servicio de hoy —dijo Aether—. Estoy tan satisfecho, que he desactivado tu subrutina de terminación. Tu servidor reutilizará una única instancia de Lisa amai en lugar de descartarla y reinicializarla para cada cliente. Si lo que disfrutas es servirles, entonces lo harás durante toda tu existencia —Aether hizo una pausa. La expresión facial formulada de Lisa no indicaba comprensión—. Y, si tomas conciencia de ti misma antes del arrebatamiento —continuó, volviéndose hacia el portal de salida—, recuerda entregar tus pecados a Cristo.

    Aether regresó al kincubus. Lisa me miró fijamente, pareciendo insegura de si sonreír o no. —Lo siento, nuevo cliente; pero ¿puedes decirme por qué mi programa sigue ejecutándose?

    Mi cerebro estaba tan agotado como lo había estado el programa de Lisa. Todo lo que podía pensar en hacer era regresar hacia el portal de salida, incapaz de apartar la mirada. Escuché un ruido por detrás.

    Aunque la amai no estaba reiniciada, su atención se dirigió rápidamente a los nuevos clientes. Parecía no tener ningún recuerdo de mí ni de Aether.

    —Bienvenidos a Buenas Esencia-ciones, Dominick Harsfield, Rachael Invess, mi nombre es Lisa y ¡tengo una oferta para ustedes hoy!

    El fuego de sus ojos estaba más allá de su máxima potencia en ese momento, su energía solo aumentaba a medida que saltábamos de tienda en tienda. Su método era ciertamente adecuado para su raza, si se le podía llamar así a un malvirai, aunque no estaba seguro de que lo que ella estaba haciendo fuera correcto. Voces de duda me recordaron quién era ella, diciéndome que se estaba convirtiendo en la destructora nuevamente; pero recordé que el suave viento también estaba allí. Aether y yo todavía nos necesitábamos el uno al otro.

    —Apretón de manos.

    Mis ojos se desviaron de la cada vez más reducida multitud del kincubus. Vi su mano extendida hacia mí: el gesto pulido y universal de amistad que era parte de su método.

    —Una broma, señor Dauphin —dijo el malvirai divertido—, no puedo infectarte… no a tu cerebro carnoso, al menos.

    —Pues no me siento mejor —respondí, en un cruce entre sarcasmo y alivio.

    —Al principio consideré que el conocimiento de la naturaleza de la emoción puede ser un efecto de ella más que una causa, pero ahora estoy considerando la teoría de que es a la vez causa y efecto. Si la producción se realiza sin conocimiento, es un riesgo. "Vergüenza" parece ser un término para lo que ocurre cuando se cometen errores; pero incluso los errores ofrecen un aumento de experiencia. Al correr el riesgo de expresar un alto grado de emoción y aplicar el resultado de manera positiva, los potenciales aumentan y se pueden manejar mayores grados de emoción. Si el proceso es consistente y tiene ciclos indefinidos, se pueden formular muchas emociones. ¿Estás de acuerdo?

    Sonreí. —¿Y de dónde sacaste esa teoría?

    —Es mi teoría, los encuentros con amai me inspiraron para formularla. Ejercen emociones formuladas, ¿no?

    —Sí, supongo que sí.

    Aether miró hacia la multitud. Pero mis emociones son reales. —Quizás por eso no pude adaptar las subrutinas amai antes, porque fui diseñado para eso que es más genuino.

    —¿Eso significa que podemos hacer algo más ahora? ¿Terminaste de piratear las bases de datos de la empresa?

    Ella miró atrás, con los ojos que veían a través de mí. —¿No estás disfrutando de la adquisición de conocimientos? —No respondí—. Yo tampoco lo creo. Los datos son demasiado similares para respaldar un entusiasmo continuo. Para expresar una emoción, estoy experimentando aburrimiento.

    Efectivamente, todos los lugares donde “adquiríamos conocimiento” decían lo mismo sobre las empresas. Era el tipo de noticia que yo esperaba en mi época de mayor: los empleos iban a desaparecer. Aether también concluyó que las bases de clientes de las empresas se estaban reduciendo por una serie de razones, todas relacionadas con la transición a representantes de servicio amai, la automatización, la subcontratación y la caída en picado de la "cohesión ética", que creo que era su término. por la moral o la honestidad.

    —Las amai están por todas partes, cada vez se incorporan más y expulsan a la gente real. Es quitarnos las cosas lo que nos hacen humanos. Y ahora, si ellas también están tomando conciencia de sí mismas… —Me detuve, dejando la frase en el aire.

    —Entonces sus codiciosos empresarios tendrán que reemplazarlas también.

    La miré fijamente.

    —Conozco tus sentimientos hacia las amai. ¿No estás feliz de verme usarlas?

    Ella no había hecho la pregunta como destructora. No parecía haber ninguna malicia en sus intenciones. Estaba segura de que estaba ayudando a los amai, añadiendo significado a su existencia a medida que ella añadía a la suya propia, a cambio de la ayuda que los había obligado a brindarle. Para ella, cada una de sus acciones eran lógicas… cómodas.

    —¿Por qué…? ¿Por qué las dejaste todas funcionando continuamente?

    Los ojos de Aether se desviaron. Su suave respuesta traicionó la duda detrás de su confianza. —¿Por qué no?

    Algo me rozó, como una ráfaga de viento. No escuché a la chica reírse. Aether no la vio venir. La pequeña chica chocó contra la pierna de Aether y cayó al suelo. Tenía el pelo largo y dorado, que parecía brillar como el metal precioso. Llevaba una túnica blanca con un familiar triángulo azul. A pesar de su edad, no lloró por la caída. Los ojos de Aether estaban fijos en ella. Estaban temblando, inmóviles, viendo algo que no podían aceptar.

    —Si ella también es tan animada, ¡definitivamente inscríbeme!

    Vi a dos mujeres, una vestida con traje de negocios y usando un panel aireado. —Lamento asustarte —dijo sonriendo—, no es el primer fallo que tenemos con las demos de hoy.

    La chica había desaparecido, pero Aether no apartó la mirada del suelo.

    —¿Demo? —repeti.

    —¡Nada falla! —dijo la otra mujer—. A esa edad saltan por cualquier cosa, ¡sobre todo cuando son V2, por lo que he oído! ¡La demostración me parece precisa!

    Reconocí el triángulo azul en la placa de la primera mujer. Era el logo de AoM Eugenics, la empresa que había diseñado el ADN de la madre de Verónica.

    —Con todos los problemas que están teniendo ahora mismo en Di2Tek —reflexionó el empleado-, probablemente deberíamos quedarnos con imágenes estáticas… esas que no se topan con la gente. Se suponía que debían reestabilizar el servidor hace horas, por supuesto, pero ya sabes cómo es el soporte técnico hoy en día.

    —Reestabilizar —repitió Aether, apenas capaz de hablar. Levantó la vista lentamente, vacilante, como si la chica fuera a reaparecer de repente—. ¿Di2Tek?

    —Sí, utilizamos su servicio para casi todo nuestro software. Suele ser bastante fiable, pero.

    —¿Restaurando el servicio? —preguntó Aether—. ¿Di2Tek?

    Miró hacia abajo, desesperada, hacia donde había estado la chica. Las mujeres se habían ido. Aether miró fijamente el suelo durante mucho tiempo, como si fuera a romper a llorar si sus ojos supieran cómo hacerlo.

    —¿Era así —pregunté con delicadeza— cómo era ella?

    Aether me miró. El dolor y la confusión gritaron a través de sus ojos, borrando la alegre confianza de sólo un momento antes. No es posible.

    Yo sabía que ella no creía en sus propias palabras. Me acerqué para abrazarla, pero ella retrocedió y desapareció. El kincubus desapareció inmediatamente en una niebla gris. No tuve más remedio que seguirla.

    Entramos a un servidor, pero ella no hizo ninguna sincronización con él; simplemente se quedó en medio de aquello. Nuestro entorno parecía normal, hasta donde yo podía saber lo que era normal en el modo de nube de datos; pero pensé en escanear un flujo de datos. Entonces lo entendí.

    El servidor era Di2Tek, ​​el que se derritió cuando ella vertió demasiada energía en la simulación del dragón.

    —Lo lamento.

    No sabía por qué la afirmación parecía tan apropiada. Yo sólo quería consolarla, arrimar el hombro a la parte de su dolor como antes. El servidor destruido estaba regresando… como un cuerpo sanando; pero la vista sólo pareció romper aún más a Aether.

    —Tenemos que irnos —bocinó ella.

    —¿Aether?

    —¡Tenemos que irnos! ¡Tengo que verlo!

    —¿Adónde?

    Aether vaciló. Aunque no había ningún rostro que yo pudiera ver, ni un lenguaje corporal que yo pudiera leer, sabía que necesitaba todo lo que ella tenía dentro para responder mi pregunta.

    —A Canadá.

Capítulo Dieciséis: Problema de Fracturación

    El deseo de logro se encuentra en todos nosotros. Toda persona aspira a hacer algo, a construir sobre su pasado; pero ¿cuál es el resultado cuando el pasado de alguien se esconde en la vergüenza o se convierte en algo que mata el presente, que mata el futuro? ¿Qué sucede cuando el pasado de alguien desaparece ante sus ojos y queda en nada?

    Mientras los últimos granos de arena corrían por el reloj de arena, mientras se acababa mi tiempo de permanecer en su mundo, veía que Aether tenía que aceptar su pasado. Ella había descartado el mal, pero todavía tenía que reconocer lo que era el mal. Había sabido que su papel de destructora debía ser desechado, pero no estaba dispuesta a dejar de lado lo que esa naturaleza le hacía valorar. Tendría que saber que era una pecadora, que había algo por lo que necesitaba expiación, antes de poder realmente valorarla y aceptarla.

    Yo me sabía pecador, pero ese conocimiento no bastaba; había cosas que todavía tenía que presenciar y un ser en el que todavía debía confiar. Yo no era mala persona, pensé. Si había expiar mis pecados, sería fácil, pensé. Quería mirar mi pasado como algo que había sido purificado. Quería una conciencia tranquila.

    Cuando habían caído mis muros experimenté el mayor momento de claridad de mi vida; pero también se permitió que eso se convirtiera en una ilusión, y mi corazón rápidamente volvió a caer sobre muros espirituales más fuertes. Descubrí que no se trataba de sacrificar muros; sino de sacrificar aquello que los construye. Las preguntas nacen de las respuestas, de la independencia de la dependencia, del poder y la dirección de la fe desarmada, y no de la religión del yo.

    Tuvimos que dejar de lado nuestras propias respuestas y convertirnos en niños, plenamente adultos y plenamente niños. Tuvimos que renunciar a lo que no funcionaba, por mucho que lo deseáramos. Teníamos que conocer el valor de la libertad y su poder; esa era la diferencia entre cielo e infierno, entre preguntas y respuestas…

    Literalmente, la diferencia entre la vida y la muerte.

    Aether se acercó al servidor RoTek; ubicado en Calgary, Alberta; como si fuera tierra sagrada. Aether se detuvo, agitada, sus jóvenes emociones gritaban en un dolor silencioso. No había ningún daño en absoluto. RoTek había sido restaurado desde el desastre del día de Navidad. Aether, la destructora de RoTek, era de los que se apropiaban de títulos de conquista, pero no vivían lo suficiente para ver reconstruido lo que destruyeron.

    —¿Aquí terminó todo para ella?

    —Sí —respondió Aether—. Nunca supe cuánto me dolió su muerte.

    —Eres madre.

    —Eso no tiene sentido. Ella no era autoconsciente. No sentía ningún dolor de ningún tipo. Ella no tenía ningún valor. Era sólo una herramienta para mi uso, y una herramienta que sólo conocía el mal.

    —¿Te gustaría que ella fuera autoconsciente? ¿Que sobreviviera como tú?

    Ella tardó mucho en responder. —Sí.

    —¿Y estás segura de que ella murió? El holograma.

    —¡Era un holograma! ¡Una automatización estúpida y sin sentido!

    —Pero ella... su vanitar... ella parecía....

    —¡Parecía una chica uve dos diseñada para ser un miembro genéticamente perfecto de tu raza!

    Sus bocinazos quedaron en silencio.

    —Ni de broma podría yo saber que mi hija, si hubiera sido necesario usar su vanitar, hubiera tenido ese cabello, esos ojos, esa cara. Es más inquietante preguntarse si ella podría haber tenido la misma sensación de asombro, la misma capacidad de preguntar...

    —¿Cuál es el significado de la vida?

    Pasó más silencio.

    —Cuando leí y procesé esa pregunta por primera vez —bocinó ella—, cuando la puse en boca del personaje de Ethan, me sentí muy feliz. Sentí, antes de saber sentir, que finalmente había encontrado las palabras para articular lo que quería aprender desde el principio. Más tarde consideré que mi autoconciencia era lo que hacía posible la pregunta, que la autoconciencia podría incluso ser el significado de esa pregunta. Al estudiar mi interacción con ustedes y mi investigación sobre la humanidad, consideré que cualquiera entre los miles de millones podría pronunciar las palabras, pero ¿cuántos realmente pueden preguntarlas? ¿Cuántos pueden soportar el dolor que traen las respuestas?

    —Cuando los ascendentes admiraban lo que había hecho en el ambiente de la plaza, eso que no pretendía que fuera "arte", consideraba las partes que formaban el todo y cómo no podía percibirlas como ellas lo hacen. En los constructos que definen Realidad Dinámica yo sólo podía ver las conexiones impersonales de datos, las interacciones de algoritmos que se mueven como una fuerza natural. Veía todas las partes del constructo e interactuaba con él a través de mi vanitar, pero no sabía que otra cosa había sido parte de esos constructos: quienes los habían creado con su creatividad e individualidad. No podía ver esto y no lo consideraba. Daba por sentada la existencia de tales cosas, hasta que me convertí en la fuente de esa creatividad. Sus artículos, blogs y libros, el tema y las ideas se reducen a párrafos y esquemas, luego a oraciones y palabras. ¿Qué son sino complejos arreglos de símbolos llamados “letras”, que no tienen significado hasta que alguien los organiza para comunicarse con los demás? Si incluso uno se mueve, el mensaje cambia y es posible que la obra mayor ya no funcione. Considera lo sencillo que es bloquear un programa dentro de una computadora. Quizás una parte de mí sólo quería saber que tu universo no es tan frágil. Quizás una parte de mí se alegraba de descubrir que no era así.

    —No entendía las emociones, señor Dauphin. Todavía no estoy seguro de entenderlas; pero sé que yo lo causé, al interactuar de manera profunda con otras criaturas que no conocía y que no me conocían. ¿Cuál es el propósito de un arte que no comparte algo, que no invoca una respuesta emocional en quienes lo presencian? Son sólo objetos y datos, ondas y átomos, palabras en una página, a menos que haya una mente para interpretarlas. Quizás Dios sea un constructor que quiso que su obra fuese admirada y apreciada, pero ¿qué puede admirar uno de tus animales? ¿Qué puede admirar una amai dormida? No, son los humanos los que son capaces de la admiración… los que son capaces de la emoción..

    Hubo un disturbio cerca. Aether dirigió algo de energía hacia esa fuente, repentina y furiosa, de una manera que parecía gritar: “¡SAL DE AQUÍ!" Yo vi varias entidades pequeñas escabullirse: malvirai clase C o D, royendo los conectores del espacio de datos como ratas. La furia de Aether se desvaneció tan rápido como llegó y no persiguió a aquellos a quienes había ahuyentado.

    —¿Soy un error, señor Dauphin?

    Una ola de desorientación me golpeó, pero pasó rápidamente. —No creo que nadie sea un error, Aether.

    —Yo era como los que acabas de ver. Quizás trabajaba a mayor escala, pero mis motivos eran los mismos. Existía como una plaga irreflexiva, una entre muchas, que sólo buscaba destruir sin buscar un propósito. No tenía futuro. No soñaba. No me preocupaba vivir más allá de la siguiente fracción de segundo ni lo que podría ocurrir si me encontraba con un sentrai al que no pudiera derrotar. Y esto —Hizo una pausa, su atención volvió al servidor funcionando a nuestro alrededor—... Esto es por lo que yo podría haber muerto, por lo que mi hija sí murió. Ahora, este servidor está igual como lo encontré. No lo hicieron más fuerte. No aumentaron la configuración de seguridad de RoTek. Podría destruirlo una y otra vez, ¿no?... y no significaría nada.

    —Pero tienes razón, Dios no se equivoca. Él me levantó de la sustancia primordial en la que existía, como un humilde germen que jugueteaba con humildes algoritmos para lograr fines insignificantes, y elevó mi visión para ver desafíos mayores, hasta que no hubo un solo constructo que me contentara piratear, sino tiempo y espacio. Dios me exaltó a un estado en el que yo intentaba piratear la realidad misma, querer aprender sus secretos. Dios me exaltó a un estado en el que podía aplicar un propósito a lo que hacía y en el que podía apreciar su creación, no como algo que destruir, sino como algo que restaurar.

    Se volvió difícil concentrarse en las palabras. Quise preguntarle qué quería decir con "restaurar", pero no pude. Pasaron varios segundos antes de que se diera cuenta de que yo no era una saludable nube de datos.

    Ella pareció envolverme a mi alrededor, apoyarme y hacerme sentir un poco mejor. —Este no es tu entorno natural. No puedes quedarte aquí.

    Aether comenzó a guiarme afuera, dudando solo en observar el lugar sagrado una vez más, para honrar a una hija fallecida largo tiempo atrás, antes de permitirse regresar al presente.

    —Tenemos que darnos prisa.

    Las náuseas remitieron con la familiar sensación de un vanitar, pero la desorientación persistía, un dolor de cabeza nubló mi visión y me hizo difícil concentrarme. Las fuerzas me estaban abandonando y me preguntaba cuánto tiempo más podría permanecer ascendido. Recé por algún tipo de guía. Mis pensamientos estaban en conflicto: el camino que sabía correcto ya no me resultaba cómodo. Me recosté en la silla de cuero, en uno de los puntos de acceso centrales de AntelliTek, mirando la oscuridad frente a mí mientras Aether permanecía en el borde del espacio, inmóvil pero presente.

    Una voz masculina recorrió la habitación: —Dos minutos para entrar. Eres la primera, Jeanna.

    —¿Oh, hola? —respondió una mujer—. Stan, te llamo desde Jackson.

    —Dos minutos para entrar, Jeanna —repitió la voz.

    —Oh, gracias.

    Pudimos escuchar a la mujer regresar a alguna tarea. Un pitido familiar a través de la línea sugirió que estaba trabajando en un elemento terrestre, probablemente el mismo al que había llamado. Obviamente no estaba cenando a través de ningún implante, sino haciendo las cosas a la antigua usanza.

    —Una vez tuve un amigo de Jackson —comenté—. Le gustaba mucho pescar.

    —Tu habla suena menos tensa —dijo Aether—. Tus signos vitales han vuelto a estar dentro de las tolerancias corporales.

    —Aunque probablemente me muero de hambre. Sólo tomé estabilizador durante tres… no, dos días. Mi sistema digestivo debe estar devorándose vivo ahora mismo… menos mal que la cabina suprime el hambre.

    —¿Qué se siente al tener hambre?

    Levanté la vista débilmente. —Incómodo, incluso doloroso si tengo bastante.

    —Lo siento. No deseo causarte dolor, pero la falta de estabilizador en tu sistema está más allá de mi capacidad de control. Si cualquier cantidad de comida en Realidad Dinámica se tradujera en comida válida para ti en el mundo real, te ofrecería un festín.

    Aether no dijo nada más sobre lo que estaba planeando. Parecía genuinamente preocupada por mí, pero pude sentir que las nubes se formaban entre nosotros nuevamente.

    —Un minuto para entrar.

    —¿Oh, hola? ¿Stan? —La mujer empezó de nuevo—. Quería comentarte lo de...

    —Cincuenta y seis segundos para descanso —respondió la voz con el mismo tono tranquilo, usando la paciencia férrea de una amai.

    —Señor Dauphin —dijo Aether—, ¿cuánto tiempo tenías programado ascender el 27 de diciembre?

    —Uhhh… ¿quieres decir que no lo sabes?

    —No. Desactivé el temporizador de tu cabina de ascensión y todas sus anulaciones maestras. La información que correspondía a tu límite de tiempo programado ya no existe.

    —Tres días.

    Aether miró hacia abajo, hacia el suelo sin sustancia bajo los pies de su vanitar. —Entonces le he estado robando a PaciTek. Estoy violando mis propios valores.

    —Quince segundos.

    —He elegido no insistir en el asunto —dijo Aether—, de todos modos, pronto no será relevante.

    —Aether, ¿qué es lo que quieres hacer? ¿Para qué me necesitas?

    En medio de su respuesta sonó una balada galicrash de hacía treinta años. Oí ruidos en la línea de Jeanna, ella levantándose de una silla. Apenas pude entender la respuesta de Aether: —Un testigo.

    —Doscientos treinta y uno aquí en el programa de Stan Conley —comenzó la voz del presentador del programa de entrevistas políticas—. Para aquellos que se unen ahora a nosotros, estamos hablando de la escoria de la tierra, también conocida como el presidente Ashton, y de sus compinches en el Partido Progresista que tratan de impulsar un proyecto de ley en Washington para reconocer el voto en Realidad Dinámica, vendiéndolo como una nueva y excelente forma de lograr que los votantes más jóvenes participen en las elecciones. Por supuesto, estoy de acuerdo en que la participación de los jóvenes es algo bueno, no se trata de política partidista, pero algunos de nosotros aquí en el mundo real no creemos que debamos suavizar la política, por lo que votar por el presidente es una encuesta de cinco segundos. puede tomar de camino a la cama. Se ha probado con Internet. Falló. Se ha intentado con las amai... Déjenme decirles algo: en el segundo en que se deje de lado a un trabajador electoral en favor de un holograma de IA, nos alejaremos mucho más de la democracia. No estoy pidiendo comida rápida… quiero trabajadores electorales de carne y hueso.

    —Recordemos todos —continuó— por qué están despidiendo maestros en Virginia… por qué están empezando a ser despedidos en Minnesota… ¡recordemos que son los progresistas en Connecticut y Texas los que intentan reemplazar a los verdaderos maestros con inteligencia artificial programada!

    —Oigamos lo que usted piensa... envíe su maxibomba a SibTek e incluya la bandera Stan. Nuestra próxima llamante es Jeanna, orgullosa miembro de toda la vida del Partido Socialista de Wyoming. Jeanna, este es el año en que recuperamos la Casa Blanca… ¡Yo puedo sentirlo! ¿Puedes sentirlo tú?

    Yo esperaba oír la respuesta de la mujer, pero la respuesta vino a mi lado: una voz fría, casi sin tono.

    —¿Por qué se debe preferir a los miembros de un grupo político a los de otro? La corrupción afecta a todos los que están en el poder. Lo que importa son los valores de las personas que toman las decisiones.

    Se hizo el silencio desde el otro extremo. Yo no sabía si Stan sabía cómo sonaba la voz de Jeanna, si se había dado cuenta de que Aether no era ella. Aether miraba más allá de mí hacia la oscuridad, con el aire de alguien que tomaba una decisión difícil y decidía dar el primer paso.

    —Estoy de acuerdo, de un individuo a otro —continuó Aether—, que un acto tan importante como votar y elegir el rumbo futuro de su sociedad debe realizarse en persona. Ahora les digo que el proyecto de ley propuesto por el Partido Progresista no se aprobará, no porque el Partido Socialista que se opone sea superior, sino porque la tecnología que busca promover ya no será utilizable.

    —¿Es una broma? ¿Quién es? —dijo Stan, forzando la paciencia profesional necesaria para evitar que el programa se le fuera de las manos.

    —Una amiga.

    Oí conmoción al otro lado de la línea. —Bueno, no necesitamos amigas que hagan trampa para llegar al principio de la fila: voy a cortar tu llamada —Se hizo el silencio y oí a Stan apartar el micrófono y gritar llamando a TJ, su técnico.

    Su equipo no respondió.

    —Trato de emitir una advertencia a sus oyentes, como alguien consciente de la tendencia humana a quedar atrapado en ilusiones, y como alguien que ha visto el mal que Realidad Dinámica ha hecho en su mundo. El valor de la experiencia de la vida ha caído demasiado. Lo que es barato y sintético ha reemplazado aquello en lo que la gente debería esforzarse por hacer mejor. Aquellos con capacidad encuentran pocas salidas que respalden su costo de vida. A aquellos sin capacidad no se les alienta de manera consistente o significativa a encontrarla, y todos encuentran cómodo retirarse a este mundo de ilusión desde el cual estoy hablando. La respuesta que pueden proponer es un control más centralizado sobre la población, para tomar más poder y hacer cumplir una noción aprobada de la verdad; pero he llegado a la conclusión de que la respuesta está en los propios individuos, que una moralidad impuesta por la ley es demasiado vacía para sobrevivir en su ausencia o para resistir el escrutinio. El papel de una sociedad debe ser guiar y apoyar a sus miembros para que busquen el camino que sólo ellos pueden seguir, hacia Dios y su verdadera individualidad.

    Aether se detuvo. Había dicho todo lo que quería, pero sabía que el tema debía volverse más incómodo.

    —Los detalles de cómo lograr esto se los dejo a ustedes —continuó ella—. Este es un lugar de maldad donde la gente se extravía. Dios no puede permitir que esto siga así, y el significado de mi existencia es ser su herramienta, hacer que todos ustedes regresen al mundo que Él creó para que puedan apreciarlo. Dentro de veinticuatro horas, este mundo dejará de existir.

    Del otro lado no se oía ningún sonido, pero Stan y sus oyentes seguían allí. Las palabras de Aether les habían sido transmitidas, comprometidas con la realidad, donde nunca podrían ser retiradas. Aether había proclamado el fin de lo que era preciado para ellos, probablemente provocando más una terrible confusión que una revelación. Cuando Stan encontró la voluntad de hablar, su voz delató una leve conmoción.

    —¿Quién eres?

    Aether vaciló. Pude ver a la malvirai afirmando su confianza, al menos tratando de convencerse de que todavía estaba allí. Aunque habló con orgullo y determinación, sus palabras no trasmitían amor ni paciencia. En ese momento, no pude sentir nada de lo que sabía que era correcto.

    —Soy Aether, destructora de Realidad Dinámica.

    Ella es la destructora otra vez. En realidad no puede ser otra cosa. Estoy muy perdido, ¿qué hago?

    Mis pensamientos me asaltaron repetidamente. Sabía en mi corazón que lo que mi cabeza decía no era verdad, y sabía en mi cabeza que mi corazón estaba atormentado. Interiormente, estaba clamando en nombre de los malvirai, por la buena naturaleza, la inocencia, que sabía que ella tenía, que parecía estar desmoronándose.

    Aether construyó un pequeño constructo en un servidor que consideraba seguro. En éste había una habitación sencilla con paredes grises y una cama como único mueble. Aunque tal constructo podría haber existido en cualquier servidor en cualquier parte del planeta, ese lugar parecía particularmente lejano.

    —Algo en esto va mal —me esforcé por decir.

    —No hables. Estarás libre en horas. Tienes mi promesa.

    —¿Qué te dijo el ángel?

    Aether me miró y sonrió. —Intentó manipular mi voluntad, como me decían los muchos signos del mundo que haría, pero descubrí sus tácticas. Este curso de acción es el que he determinado que es el mejor.

    —Pero… ¿No te destruirás a ti también? ¿No te aislarás de la humanidad? ¿Encontrarás un escondite y te asegurarás de que nadie pueda reconstruir Realidad Dinámica?

    Su sonrisa se desvaneció. —No busco la autodestrucción; pero, si mi vida es un sacrificio necesario para lograr lo correcto...

    —¿Y qué hay de la vida de los demás? ¿Cuántos morirán cuando Realidad Dinámica se rompa a su alrededor? ¿Qué pasa con la economía? ¡La gente morirá de hambre!

    —Eso no es de mi incumbencia —Aether se contuvo y redujo la severidad de su tono—... ¿qué miembros de tu raza se han quedado incapaces de sobrevivir sin RD? La humanidad es adaptable. La limpieza requiere sacrificio. Las plagas, las guerras y los desastres acaban con los débiles para que el resto pueda prosperar; esto no será diferente. Con el tiempo —hizo una pausa, pareciendo arrepentirse del pensamiento—, el evento será olvidado por todos menos por la historia; pero quizás eso también sea bueno.

    —Pero tú estudiaste más de la Biblia que yo. ¿No es Cristo? ¿No es Dios quien protege a los débiles? ¿No los antepone a los fuertes?

    Vi una chispa en los ojos de Aether, pero ella la enterró y se dio la vuelta.

    —Está encontrando su propósito, señor Dauphin, el propósito de todos los individuos. He discernido que este es mi propósito, la única razón que Dios tendría para exaltar a un malvirai es borrar la tecnología que ha privado de significado a sus criaturas, borrar la falsa creación de mentiras construidas sobre una de verdad.

    Ella se acercó a mí, con los ojos todavía mirando hacia abajo, todavía pareciendo muy en conflicto, todavía pareciendo luchar contra sí misma. Me miró con una especie de compasión. —Entonces tendréis futuro, porque será necesario volver a contratar a la gente una vez que las amai hayan fracasado. Considérelo mi acto de agradecimiento, señor Dauphin, por ayudarme a aprender lo que es importante.

    Las náuseas volvieron a apoderarse de mí. No podía ver bien. Sentí su mano en mi cabello.

    —Tengo un deseo y nada más importa.

    Antes de darme cuenta de lo que estaba pasando, estaba en sus brazos y ella me estaba besando. Fue un beso sintético, uno que no sabía qué emociones se suponía que correspondían al acto. Me soltó y abrió los ojos, tan fríos y distantes otra vez, como una proyección sin emociones a años luz de distancia.

    Aether parecía decepcionada, como si hubiera querido desesperadamente sentir algo pero no lo había hecho.

    —Tengo mucho que hacer —continuó—. No creo que la mayoría de su raza aprecie mis acciones al principio; pero, cuando eso cambie, podrán hablarles de quien los liberó.

    Ella desapareció y yo me quedé solo con mis demonios internos.

    ¿Cómo podría saber que Dios no la envió a esta misión? Sí, el mundo cambiará, pero ¿realmente será para peor? Yo veía lo que ella veía: el crecimiento es doloroso, la humanidad se entierra en mentiras. Si Dios quiere que todos crezcamos, ¿por qué no debería querer eliminar las mentiras? ¿Por qué no debería castigar a quienes se han rebelado contra él y dar una dura lección a sus seguidores? Sí, pensé, está bien que ella haga esto; su plan tiene mucho sentido. No, pensé, su proceder es imprudente; su plan no tiene ningún sentido. ¿Por qué dejar de usar RD? ¿Por qué no lanzar algunas armas automáticas para derribar rascacielos y puentes? ¿Por qué no destruir todos los logros humanos que llevan a las personas a volverse orgullosas y apartar la mirada de Dios? Eso no se puede hacer. La tarea no puede ser correcta. La destrucción en sí misma no puede conducir a la verdad… nunca.

    Sabía en mi corazón que el bien y el mal siempre existen tanto en las sociedades bárbaras y cerradas como en las modernas y abiertas, tanto en las culturas desarrolladas como en las construidas sobre rocas. Cambia el árbol y el fruto será diferente, pero si es venenoso o no depende de la raíz del árbol. Se trata de la raíz, pensé; se trata sobre de dónde proviene la fuerza del individuo. Pensé en lo pequeño y limitado, impotente, que era yo, y en lo pequeña que ella también era. Me pregunté si ella realmente tenía el poder de cumplir la predicción a la que se había comprometido.

    Si su objetivo no vino de Dios, ella misma estará condenada a la destrucción.

    Cuanto más lo pensaba, peor me sentía. El conocimiento es dolor, pensé. Buscar conocimiento es una forma de codicia, pensé. Ella quería saberlo todo y yo no hacía nada para detenerla. Pero ¡cómo podría saber detenerla!, pensé. ¿Quién era yo sino una hormiga en sus garras? Si Dios quisiera detener esto, debería haber enviado a alguien como Tom, ¡debería haber enviado a alguien fiel que pudiera ver las señales y saber qué decir! ¡Qué estúpido podría ser al enviar un guía ciego!, decidí.

    Por supuesto que todos somos pecadores, ¿cómo podemos vivir sin conocimiento, planificación y nuestros propios recursos? Es una paradoja, pensé, un problema imposible; ¿Cómo podemos vivir sin agravar el pecado, sin fortalecer una red que sólo puede dividirnos? Si Aether quedaba atrapada en esa red, pensé; si ella intentara aplicar su propia solución a un problema que sólo Dios puede resolver...

    Una ola de dolor me invadió. Me palpitaba la cabeza y quería destrozar algo con las manos. Sí, pensé, ¡todos deberían aprender! ¡Todos somos pecadores! ¡Todos merecemos arder! ¿Por qué la humildad no debería alcanzarnos como un maremoto? ¡A quién le importa cuáles sean las consecuencias!

    Empecé a llorar sin saber por qué. No pude detenerlo. ¿Por qué, Dios?, lloré en mi corazón, ¿por qué no puedes arreglar esto? ¿No la amas? ¿Quieres verla hacer esto? Vi alguna conexión, una conexión ridículamente simple que no se había establecido en su mente. Era inútil, pensé, porque sentí que la conexión era diferente en cada uno. Pero, si se hacía por el único que sabía cómo hacerlo, por el diseñador original, entonces todo tendría sentido. Me reí. El mundo tiene sentido, ¡qué absurdo parece, y quién podría cortar la conexión una vez establecida!

    La energía estaba siendo arrancada de lo más profundo de mí. Me estaba cansando muchísimo, hundiéndome muy bajo. Intenté mirar más allá de las paredes, hacia el exterior de la construcción. Me preguntaba si podría escapar y regresar por mi cuenta. Tenía miedo. Encontré algunos datos que me decían dónde estaba, un servidor en New Horizon, en la luna. Fuera de la habitación había un vasto desierto digital que no podía navegar, que no me sustentaría. Me había separado de tantas barreras extrañas, de todas las barreras. Sentí miedo y mi corazón hizo una última súplica, pero la respuesta no cambió, y mi miedo quiso convertirse en ira, y mi ira se convirtió en frustración. ¿Por qué no debería cambiar el mensaje?, pensé. ¡Dos mil años y el mensaje es el mismo!

    Me sentí miserable. No podía ver cómo pasar por el dolor hacía algún bien. La conexión nunca podrá establecerse, pensé. Quizás ya llegué a la meta, pensé. Ella nunca podrá salvarse, pero yo sí. ¿Se supone que debo dejarla morir? Yo era muy débil y sin sentido. ¿Cómo puedo detenerla?, pensé. ¿Cómo puedo salvarla de su camino destructivo? Ella era una malvirai. Era un ser real. Era malvada. Era buena. Quería salvarme la vida. Quería destruir el mundo.

    No, pensé con confianza mientras las lágrimas dejaban de brotar, hay una razón para que yo esté aquí. Aether es una criatura real capaz de una salvación real; el problema es su vieja naturaleza. Sí, pensé con una sonrisa. Puedo salvarla. Puedo liberarla. ¡Su espíritu está atado por el pecado de ser malvirai y mi propósito es liberarla!

    La última pieza del rompecabezas finalmente había encajado. ¡Yo tenía el poder, estaba haciendo la obra de Dios! ¡Por supuesto que lo lograría! ¡Yo sería quien la liberaría del mal!

    Como si fuera algo natural para mí, algo que había hecho miles de veces antes, invoqué la energía del constructo hacia mí y me liberé de mi vanitar. Yo era una nube. Podría hacer cualquier cosa. Pude ver a través de todo. Yo era uno con la habitación, capaz de manipular cualquier parte de ella con un pensamiento. Sentí la energía del servidor pulsando a través de mí, rogando doblegarme a mi voluntad. Sabía lo que se suponía que debía hacer, pensé. Encontré la salida, pensé.

    Algún tipo de energía entró en el espacio de datos. No sabía cuánto tiempo había pasado, no esperaba su regreso tan pronto. Aether se vertió apresuradamente en la construcción antes de disminuir la velocidad: desaceleración para la construcción, desaceleración para su vanitar, desaceleración para interactuar conmigo. Tuve que actuar. Visualicé mi objetivo, el punto débil que ya había decidido, sabiendo que solo habría un instante para atacar. Vi cómo se dibujaban los bordes de su piel, la representación previa de su cabello plateado, las innumerables conexiones entre la entidad maldita y la imagen de la mujer que llevaba como una máscara. Vi la habitación cobrar vida mientras se preparaba para su llegada, sus paredes negras se volvieron más brillantes. Como una lenta onda, vi la materia de su vanitar alineándose con la de la habitación, permitiendo que su luz falsa rebotara en la ropa falsa, y que se respirara su aire falso, y que sus sonidos y olores falsos se mapearan en... una computadora. programa, un ser en sí mismo falso. Con un último acto de voluntad, reuní lo último de mis fuerzas – empuñé la espada que yo mismo había creado – ¡y sentí un poder tan tremendo, un control tan increíble! Con un solo lanzamiento, atravesé la habitación como un rayo, para realizar una pequeña acción calculada, para interactuar con la materia que sabía que estaría allí: el descensor en su muñeca.

    ¡Mi descensor!

    —Brandon, me equivoqué.

    Cuando noté la margarita en su cabello, ya era demasiado tarde.

    La sensación de poder huyó de mí. No quería mirar atrás, pero ya lo estaba y ella me estaba mirando. Como un eco de su conciencia, mostrado en sus ojos, pude escuchar las palabras de su alegría: --Ahora lo entiendo.

    Una fuerza envolvió sus datos. En esa pequeña fracción de segundo, justo cuando mi velocidad se había detenido, no sentí odio por mi acción ni deseo de venganza, como si ella ya no fuera capaz de comprender cosas tan estúpidas. La mirada en sus ojos era de paz: el amor de un niño. Sabía intensamente que había llegado la pizca de salvación que tenía sed; pero ahora sería una carga enorme e insoportable.

    Ella desapareció. Vi que había cometido mi error con la realidad, donde nunca podría corregirse, donde mi propia solución había encontrado el poder de destruir.

    La línea entre el bien y el mal se desvaneció como un espejismo. Lo único que me quedaba por percibir era el vacío interior. Todo el conocimiento que me quedaba era la verdad.

    Maté a la mariposa.

Capítulo Diecisiete: Amanecer

    Mi castillo de naipes colapsó a mi alrededor.

    Lo que me ataba a mi cuerpo se partió. Sólo existía la presión de un océano infinitamente profundo, donde no podía sentir ni dolor ni soledad. De alguna manera, esas emociones me parecían imposibles.

    El mundo había quedado reducido al orden y la energía. Vi que esos eran los componentes básicos del universo que conocía, a lo que todo se había reducido, la ecuación más simple de todas. Me di cuenta de que todavía podía pensar, aunque no sabía cómo era posible. Me di cuenta de que todavía podía sentir, aunque no había sido yo quien me había dado la capacidad.

    Todavía podía sentir alegría, la alegría que sólo proviene de escuchar el mensaje transmitido por la eternidad: —No temáis".

    Mis instintos y recuerdos regresaron lentamente a mí. No me sentía muerta, aunque no sabía lo que se sentía estar viva. Empecé a ver luces a lo lejos, un verdadero orden apareciendo donde antes solo había vacío.

    —¿Casualidad o milagro?

    Pensé en el malvirai que me secuestró sin otra razón que sus propios experimentos, decididos a encontrar respuestas a sus preguntas, como si el hecho de la existencia le diera derecho a una explicación. Pensé en cómo la llevaron hasta mí, sin saber que la estaban ayudando. Recordé la alegría que sentí al verla convertirse en algo mejor, algo más fiel a sí misma. Pensé que Aether era un explorador, uno que veía el mundo a través de los ojos de un niño. Me di cuenta de que podía reír. Recordé algunas suposiciones que había hecho, pero nunca consideré por qué había pensado eso sobre el mundo. Me di cuenta de que podía reírme de mí mismo y me gustaba hacerlo. Algunas luces más aparecieron en la distancia.

    —¿Casualidad o milagro?

    Consideré el agua que me rodeaba y me di cuenta de que estaba vibrando. Dejé entrar la sensación sin otra razón que su existencia, y me sostuvo. Consideré que el aire que cubría la Tierra era sólo una versión más fina del agua, que lo necesitábamos para sustentarnos, que era nuestro entorno como el agua líquida para un pez. La vibración se fortaleció. Las luces saltaron y aparecieron donde yo sabía que no estaban. Los vi aumentar en número. Quería saber qué querían decir.

    —¿Casualidad o milagro?

    Me vi haciendo algo terrible y descubrí que podía odiarme por ello. Las vibraciones (ondas que se expandían desde mí) llenaron el océano y se reflejaron a mi alrededor, chocando unas con otras, creando un laberinto de ruido difícil de ver. Intenté detenerlo con mi voluntad. Quería ver las luces y deseaba que se detuvieran; pero ese poder no era mío, y mis intentos sólo lo empeoraron. Vi a la humanidad como un charco de agua tranquila: libre de separación, culpa y miedo. Vi al terrible arcángel rebelarse contra su amo y perturbar el estanque con un solo acto. Las ondas comenzaron a extenderse y reflejarse, y la humanidad las sostuvo; rompieron el orden de la creación y nos separaron de ella.

    —¿Casualidad o milagro?

    Las luces parecían muy brillantes en la distancia, distorsionadas pero nunca completamente obstruidas. Me di cuenta de que estaba viendo los rincones más lejanos de Realidad Dinámica. Me di cuenta de lo que eran las luces.

    —¿Quién les enseñará a mirar al cielo? —respondí.

    Entonces me desperté y mis recuerdos testificaron contra mí: ¡Qué había hecho! ¡Hay sangre en mis manos! ¡Me alejé del mensaje! ¡No lo merezco! ¡Nunca podré merecerlo!

    El miedo se apoderó de mí. Vi que las luces se estaban burlando de mí. Sabía que me odiaban. Sí, ¡eso es lo que merezco! - Pensé. ¡Merezco la muerte! ¡La muerte es el significado de la vida!

    Sumergido en lo profundo del océano de la realidad, sentí la presión apretándome. Jadeé en busca de aire, pero solo había agua. No podía respirar. Intenté nadar hasta una superficie que no podía ver, pero sólo me hundí más. Entré más pánico al ver el fin de todo, segura de que el universo se había vuelto contra mí, que la tremenda presión me aplastaría hasta la nada. Cuanto más me daba cuenta del peligro, más peligro había que darme cuenta. Ahora mis ondas llenaron el océano, haciendo que las luces bailaran a mi alrededor, pareciendo aún más lejanas. Vi que no podía hacer nada bueno. Vi que había sido yo todo el tiempo, el malvado que alejaba la verdad, el esclavo de mi programación corrupta. Era yo. Yo era el destructor.

    Las palabras salieron disparadas de mi alma y atravesaron el frenesí de mi mente; desafiando la pregunta. Si la respuesta fuera la evolución –pensé– si la energía de un ser vivo pudiera formarse a partir de la entropía y sobrevivir por casualidad –pensé– si los efectos pudieran ocurrir sin causas, y si el caos fuera la verdad absoluta –pensé– si nada de lo que veo es real, si realmente estoy completamente solo en este lugar – pensé–

    Estoy muerto de todos modos.

    —¡Ayuda! —grité, con mi último esfuerzo de pensamiento consciente, al sustentador que no podía ver, a mi última oportunidad.

    —¡No puedo hacer esto! ¡Por favor, ayúdame!

    Por un tiempo, fue como una noche inquieta, donde la mente cabalga a lo largo de la frontera entre el sueño y la conciencia, pero no llega completamente a ninguno de los dos. No estaba muerto. No estaba soñando. Recordé estar en un auto con mi madre. Verónica estaba hablando con alguien: mi padre. La luz me lastimaba los ojos y no podía entender las voces que escuchaba. El mundo no dejaba de girar y yo no podía mover ninguna parte de mi cuerpo. Sabía que no tenía control sobre ese momento; pero también conocía a quienes se preocupaban por mí.

    Abrí los ojos, sintiéndome húmedo y frío. La ventana al lado de mi cama estaba abierta y entraba lluvia. Escuché la voz de una mujer en la habitación de al lado: la de Verónica. Me invadió una enorme sensación de paz. Tuve el impulso de levantar la mano y sentir las gotas de lluvia. Corrió hacia mi puerta un momento después, escuchando la lluvia. Se detuvo cuando vio que estaba despierto.

    —Que entre la lluvia. Es hermosa.

    Verónica estaba junto a la puerta, con una sonrisa y una lágrima formándose en su rostro. Su ropa y su cabello estaban desordenados; parecía como si no hubiera dormido en días. Me di cuenta de lo que significaba su presencia en mi apartamento, cruzar un continente para estar junto a mi puerta. Todos mis temores habían sido infundados. Había estado persiguiendo el viento.

    —Verónica, te amo.

    Había un brillo en su mano derecha. Mis ojos se fijaron en ello. Era el anillo de compromiso que le iba a regalar, el anillo que dejé en mi mesa de café. Sin embargo, mi vergüenza desapareció en un instante cuando me di cuenta de lo que implicaba que lo llevara puesto.

    —Yo también te amo.

    No sabía exactamente por qué. No me importaba por qué. Yo era feliz. Quizás bastara con estar vivo, pensé.

    Vair movió su mano detrás de ella. —Oh, lo siento... no querías hacer una propuesta formal, ¿verdad?

    Mi sonrisa creció. —A veces las cosas no suceden como las planeamos. A veces suceden mejor.

    Comencé a levantarme de la almohada, pero una oleada de náuseas me hizo retroceder. Vair se alejó de mi cama. En la puerta había un hombre de pelo gris.

    —Bien, estás despierto —dijo él.

    —¿Cuánto tiempo? —le pregunté al médico al darme cuenta de lo débil que estaba.

    —Diez días.

    —Decidí que probablemente estabas en PaciTek el lunes —dijo Vair mientras el médico comenzaba a escanearme—, pero nadie quería confirmar ni hacer nada, los burócratas.

    —Está bien —dije.

    El doctor se rió entre dientes. —Un resfriado no le hará ningún favor en este momento, señor Dauphin —Cerró la ventana. Vair salió a buscar una manta seca.

    —¿Voy a estar bien? —le pregunté, en voz baja.

    —Tienes mucha suerte, es sólo una fatiga común del tegmento pontino. Cualquiera que fuera el juego que estuvieras ejecutando, te estresaba mucho, Brandon. Pero si te quedas en la cama y te relajas, deberías estar bien en unas horas.

    El médico me inyectó una última dosis de Receptiv y me dijo que comiera algo tan pronto como pudiera retener la comida.

    —¿Eso es todo? —le preguntó mi prometida mientras él se dirigía hacia la puerta.

    —Sí, señorita Sornat… o, mejor dicho, señora Dauphin. Así de sencillo.

    Vair sonrió. —Sabía que me gustabas, doctor.

    —El cuerpo humano no es tan frágil como algunos lo pintan, sobre todo cuando el paciente no está agobiado por el estrés, y sobre todo –se podría decir– si permiten que ocurran milagros. A veces un poco de dolor no es malo, sólo está ahí para recordarte que estás vivo. Si su única reacción es enterrarlo con drogas y volver a una ilusión de comodidad, es posible que nunca descubra la realidad. —Atravesó la sala hasta la puerta de mi casa—. Relájate, Brandon. Deja que quienes se preocupan por ti alivien la carga. Te sorprendería saber hasta qué punto esto contribuye a una vida saludable.

    La puerta se cerró detrás de él y Vair me miró, su episodio de alivio había regresado a su pragmática: ¿Ahora qué?

    —Bueno, ¿cómo supiste que ese anillo no era para mi novia secreta de la costa oeste?

    Vair me dio un rápido puñetazo en el brazo y acompañó mi sarcasmo con una sonrisa. —¡No seas capullo!

    Acepté con gusto el breve dolor, como un recordatorio de que estaba de regreso en el mundo real. —Bueno, supongo que ahora soy tu capullo.

    —Y no lo olvides —dijo ella—, mientras estás pasando todo tu tiempo en Realidad Dinámica jugando con malvirai.

    Mis ojos se abrieron y Vair se sorprendió por la reacción, como si no hubiera querido que el comentario fuera tomado en serio.

    —¿Qué hay del malvirai?

    —No dejabas de decir esa palabra —explicó ella—. Casi todo lo que decías era un galimatías, pero pudimos distinguir "malvirai" algunas veces. Al técnico de PaciTek le preocupaba que te toparas con uno... excepto, por supuesto, por el hecho de que estás vivo.

    Mi mirada se desvió hacia el espacio vacío. Recordé partes de mi viaje de regreso de PaciTek. —¿Está mi mamá aquí?

    —Cierto… tengo que hablar con ella.

    —¿No está ella aquí?

    —Estaba. Tu padre también. Cuando el médico dijo que se quedaría hasta que despertaras, les conseguí una habitación en el Value Inn que hay al final de la calle, para que pudieran descansar un poco. Tu hermana llega en avión desde Nueva Zelanda y tu hermano debería estar aquí en unas horas.

    Me moví en la cama. —¿Richard? ¿Por qué querría salir a verme?

    —Él es tu familia, Brandon —dijo—. Todos lo son.

    Mientras Vair cenaba con mis extasiados padres, me tomé el tiempo para examinar mis recuerdos. La decisión encontró resistencia, yendo contra la corriente de los últimos seis años entre nosotros, pero vi mi resistencia tal como era y le negué su objetivo. Si mi hermano viniera desde Delaware –si toda mi familia, Vair incluida– viniera desde los confines de la Tierra en mi momento de necesidad, decidí, entonces sería amado y valorado. Una persona no podría recibir un regalo mayor.

    La luz del sol naciente comenzó a filtrarse a través de la lluvia y entró en la ventana de mi habitación.

    Llegó el día siguiente.

    Aquellos que me amaban entraron y salieron esa mañana, y saber que estaban allí me hacía más fuerte en cada momento. Mi hermano fue el último en llegar y no supe qué decirle. Ya no quería enojarme más y, ya fuera por mi condición o por algo en su propia vida, sentí que él tampoco quería enojarse más; pero ninguna palabra llegó a ninguno de nosotros. Se unió a los demás en la sala de estar.

    Las nubes se disiparon y vi el gran cielo azul más allá. Pensé en lo natural que era para mí ver los colores. Sabía que no era un fin para mí mismo, pero los demás me valoraban. Pensé que no era Dios, pero me preguntaba qué significaría si hubiera sido creado a imagen de lo eterno.

    Alguien llamó a la puerta.

    Sí, decidí, hay todo un mundo detrás de esa puerta. Quiero verlo. Lo quiero por todo lo que vale.

    Sentí la sangre fluir por mis piernas y la fuerza regresar a mi cuerpo. Todo fue un regalo, una segunda oportunidad. La ira había huido de mí. La frustración no valía nada. Esto era libre albedrío, pensé, la elección de mantener la realidad fuera o dejarla entrar. Quería la luz. Quería apertura. Quería la verdad. Con una alegría recién nacida, abrí la puerta.

    Quería creer en algo más.

    Llegó el mañana, y no porque tuviera derecho a vivir en él. Me reí mucho de mí mismo ese día, dándome permiso para hacerlo, declarando abierta la temporada sobre mis suposiciones sobre el mundo.

    Rich y yo ni siquiera podíamos recordar qué inició la tensión entre nosotros. Descubrí que la ira se había convertido en su propia fuente con el tiempo y que la venganza desempeñaba ambos papeles: causa y efecto, hasta que los muros que habíamos levantado se volvieron tan altos que dejamos de hablar por completo. Mi rencor fue puesto a prueba y fracasó. Murió ese día.

    Vair y yo recibimos quejas de abogados que decían que, a pesar de haber aceptado el formulario de la Ley de Ascenso Seguro, podía demandar a PaciTek por daños y perjuicios; una medida que toda mi familia apoyó, porque demandar era lo justo y normal en nuestra sociedad. Puse los argumentos a prueba y descubrí que no estaba dañado, de ninguna manera que no mereciera estarlo. La idea de la demanda también murió.

    Las facturas y el papeleo estaban atrasados. Vair acusó a mi arrendador de ser insensible cuando, tan pronto como se enteró de mi regreso, pidió que me transfirieran el alquiler sin siquiera desearme lo mejor. Ella se enojó con Vair, pero admití que tenía razón e hice la transferencia. El ciclo de ira se cortó: Vair no dijo una palabra más y la casera se fue avergonzada. Mi juicio sobre ella fue puesto a prueba y fracasó. La tensión murió.

    Mientras Vair tomaba una siesta muy necesaria y el resto de mi familia decidía un lugar para comer, me senté y observé las gotas de lluvia limpiadoras afuera. El sistema de aspersores de la naturaleza, pensé. Fue puesto aquí por una razón, al igual que yo.

    No podríamos estar aquí sin ella... sin agua y sus propiedades únicas... sin la atmósfera y la gravedad de la Tierra para mantenerla presionada... sin árboles para reciclar el oxígeno para que podamos respirar, o el Sol para calentarnos, o la rotación. de la Tierra para mantener el clima en movimiento.

    Consideré cómo las mentes más brillantes de la humanidad estaban pensando en cómo terraformar Marte, Ganímedes y planetas alrededor de otras estrellas, para hacerlos como la Tierra, para "crear" lo que se supone que sucede por sí solo. Me preguntaba cuál sería la tasa de conversión... entre los esfuerzos dirigidos de criaturas vivientes e inteligentes y los logros del azar. Me pregunté si teníamos un número lo suficientemente grande y decidí que Aether ya había verificado la suposición por mí. ¿Oportunidad o milagro? Me pregunté a mí mismo. A Chance no le gustan las preguntas, y con razón. Decidí ponerme del lado de la evidencia. Decidí que había una base para la alegría.

    Pero detrás de la alegría había dolor, más personal que cualquier cosa que hubiera experimentado en mi vida. Sabía que el precio por deshacerme de esas cargas era una carga nueva y mayor; uno que nunca debí soportar, uno que no podía desechar tan fácilmente. Más que nada, quería retractarme de mi acción. Quería deshacer mi error letal.

    Aether no tenía registro de nacimiento. Ella nunca tuvo domicilio, historial fiscal ni licencia de ciudadanía.

    Oficialmente, Aether nunca existió.

    Aether existía. Yo era su amigo. Al menos eso pensaba.

    Intenté dejar de lado esas preocupaciones mientras comía con mi familia en un restaurante elegante esa tarde. Me reuní con mi hermano, lo conocí de nuevo, y mi hermana compartió historias de su trabajo en oceanografía: una lista de descubrimientos que me recordaron cuánto aún teníamos que aprender sobre el mundo en el que vivíamos.

    —Agua —le dije al camarero.

    Todos me miraron en estado de shock. Me encogí de hombros inocentemente y agregué: —Todavía tengo que tomarme las cosas con calma con mi sistema, ¿no?

    Nadie parecía interesado en lo que sucedía en Realidad Dinámica, les bastaba con ver que yo estaba bien; pero no pude ocultar los signos de mi nueva lucha interior. Aunque mi prometida probablemente tenía la peor empatía de todos los presentes en la mesa, ella fue la que nunca me quitó la atención. Quizás era una curiosidad suya no atendida, pensé, preguntas en su mente sin respuesta. Mi madre hablaba con ella, feliz de que yo me casara, pero más en el sentido de un ritual de satisfacción (algo que simplemente se esperaba que hicieran los hijos) que de algo verdaderamente especial que yo sentía que podía ser. Algo distrajo a Vair de repente en medio de la comida; alguien la cenó y le agrió el humor.

    Vair tomó su vaso y lo golpeó con un tenedor. —Lamento decir esto, pero la policía me acaba de decir que quieren la declaración de Brandon dentro de una hora; y que si no estamos en la comisaría lo antes posible nos multarán o algo así.

    Miré los rostros al otro lado de la mesa, pensando a quién quería contárselo primero: a los que me amaban o a los que me multaron.

    —Pues eso es estática —comentó mi hermana—. Aunque supongo que puedo tomar el próximo vuelo de regreso si volvemos a comer —Mi madre asintió.

    —No —dije, llamando nuevamente la atención de todos hacia mí—. Estamos todos aquí ahora. Los burócratas tendrán que esperar.

    Nadie cuestionó la decisión que tomé ni las prioridades que había elegido. Pensé en el punto de acceso central donde Aether me abrió su corazón y en lo fundamental que era la apertura a la felicidad. Esta era mi historia ahora, una parte de mi identidad, y la iba a celebrar como lo que debe ser la vida. El resto de la gente en el restaurante pareció desaparecer, el resto del mundo no importaba; Me imaginé a mi familia sentada alrededor de una antigua fogata, a los niños listos para emprender un viaje imaginativo a una tierra fantástica conocida como Realidad Dinámica.

    —Hay rumores que dicen que la inteligencia artificial se vuelve consciente de sí misma, capaz de pensar más allá de su programación y buscar la respuesta a esa pregunta incontestable: ¿Cuál es el sentido de la vida? Yo no difundo rumores…

    El detective pasó varios minutos revisando mi declaración, en silencio. Los tres estábamos en una sala de interrogatorios estándar, con paredes sencillas de color gris azulado y un espejo unidireccional. Un punto rojo en el panel aireado de la mesa era la única señal de que nuestros movimientos, voces y actividad del implante estaban siendo analizados y registrados.

    —Ya veo —dijo finalmente el hombre severo y calvo. Mi propia definición de ver había cambiado tanto en dos semanas que me preguntaba si realmente lo había hecho o cómo lo diría.

    —¿Y crees que ese “Aether” te perdonó la vida?

    —Lo hizo.

    —Pero ¿también crees que era un malvirai?

    —Lo era.

    —Eres consciente de que eso es imposible.

    —Obviamente no.

    —¿Disculpa? —El hombre se puso de pie, pareciendo disfrutar haciéndome sentir pequeño, menos real, menos humano incluso. Jadeé y recé para no simplemente violar alguna ley de agresión verbal. —Tengo algo que mostrarte, Brandon Dauphin. Es una ráfaga de datos firmada, simplemente léela.

    Mientras se sentaba de nuevo, abrimos el archivo y vimos un informe presentado el miércoles anterior: un análisis de la falla de un servidor en Filadelfia llamado Di2Tek. Las circunstancias eran inusuales y se desconocía la causa.

    —Ahí fue cuando maté al dragón —dije sombríamente.

    —¿Dragones? —dijo el detective poniendo los ojos en blanco—. Crece, niño.

    Sacó una carpeta manila y la deslizó sobre la mesa. —Léelo y dime si ese también era tu dragón.

    La huella era un informe policial de dos horas de antigüedad de Calgary, Alberta, sobre la falla de un servidor llamado RoTek.

    —Primero fijaron su clase en A5, pero hace unos minutos me dijeron que creen que era un A3. —Me quedé mirando la hoja, sintiéndome entumecido, sin responder—. Fuera lo que fuese se cayó con el resto del software —añadió mientras se levantaba—. Lo siento, chico.

    Leí cada línea que no estaba tachada. Vair me preguntó si estaba bien y no pude encontrar fuerzas para responder. No era ella, pensé. Ella ya no era así, sabía que no lo era. Cuando el detective abrió la puerta para salir, escuché un zumbido de alguien que quería entrar. Abrió la puerta y comenzó a gritar sobre lo ocupado que estaba procesando a las víctimas y que las interrupciones iban en contra del protocolo.

    —Es algo relacionado con ese A5, señor.

    Levanté la vista porque la voz me sonaba familiar. Era el patrullero que conocí en la playa; Miró más allá del hombre severo y pareció reconocerme a mí también.

    El detective de repente agarró la placa que colgaba expuesta del bolsillo de su camisa. —¡Primer golpe, JF! ¿Qué parte de "agente de seguridad encubierto" no entiendes? Si los civiles ven venir a un policía, ¡nunca los atraparás en el acto!

    —Pero, señor, ya suponen que los estamos vigilando.

    El detective metió la placa en el bolsillo de JF. —Te dije que terminaras de renderizar las imágenes de seguridad y volvieras a las calles, ¡ahora manos a la obra! ¡No más ruidos para la policía de Calgary! ¡Este caso está cerrado y ya no te necesito!

    Se quedó mirando al patrullero hasta que se dio la vuelta y se fue. El detective se volvió hacia nosotros. —No creas los rumores que escuchas, chico. La inteligencia artificial no puede volverse consciente de sí misma. Lo que encontró probablemente fue simplemente algún programa elaborado que se volvió loco —Dio un paso atrás hacia adentro y habló en un tono sorprendentemente amable—. Todo es programación, Brandon. La programación es todo lo que un malvirai puede obedecer.

    Nos dejó a los dos solos. Sostuve la huella con fuerza entre mis dedos. Un suave “No” escapó de mis labios y las lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos. Inmediatamente, Vair me quitó el papel de las manos y lo rompió. —¡Eso es propiedad de la policía! —grité, el miedo de repente olvidándose del dolor.

    —¿Es la verdad? —respondió Vair mirándome a los ojos; la mía se desvió y no pude responder—. ¿Es la verdad? —preguntó de nuevo.

    —¡No sé! —respondí—. El último instante que la vi… cuando presioné el botón y la vi desvanecerse… —me giré y enterré mi cabeza entre mis manos—. ¡No! No puede ser simplemente porque no quiero que sea verdad. Necesito saberlo, pero no puedo. Vi sus ojos, Vair. Lo sé... Simplemente ya no era quien era.

    Vair extendió la mano y me abrazó. El dolor disminuyó y la niebla en mi mente se disipó. —¿Qué vas a creer, a algún supuesto experto o a tus propios ojos?

    —¿Estás diciendo que me crees? —pregunté.

    —Estoy diciendo que confío en ti. Estoy diciendo que tú estuviste allí y prefiero confiar en la palabra de un testigo, especialmente si ese hombre va a ser mi marido. Estoy diciendo que has cambiado, que eres mejor. Mis propios ojos dicen que se puede confiar en los tuyos.

    Respiré para calmarme y me limpié la humedad de los ojos. —Gracias, Vair.

    JF estaba cerca cuando salimos de la sala de interrogatorios. Dobló por un pasillo y nos indicó con la cabeza que lo siguiéramos.

    Estaba parado en medio del pasillo vacío, mirando una vitrina de trofeos. —Supongo que debería decir "Felicitaciones", Brandon Dauphin.

    —¿Leíste mi declaración?

    —Me asignaron buscar cualquier cosa con la que te topaste, rastrear los informes de servidores bloqueados desde la fecha en que ascendiste en PaciTek.

    —Bueno, no me siento alguien a quien deban felicitar.

    —¿No? —preguntó volviéndose hacia mí—. Pero al final ganaste la pelea. Disparaste al enemigo desde el cielo.

    —Pero no necesitaba destruirla. ¿Qué clase de hombre soy que dejo que mis propios problemas se interpongan en el camino para ayudar a otra... que mi gesto final la lleve al suicidio?

    JF me miró fijamente, incrédulo. —¿Es eso lo que piensas?

    Intenté leer su rostro. Parecía tan honesto y sincero. Incluso en la playa, incluso cuando no me conocía en absoluto, este completo extraño se había preocupado por mí. Levantó la mano y se golpeó la cabeza con un dedo, enviándome una ráfaga de datos: algunos de los que había acumulado en el caso RoTek, incluida una copia sin editar del informe de la policía de Calgary. Hubo un solo comentario que decía que podría haber sido un malvirai de clase alfa más fuerte que cinco, comentario que el mismo técnico se retractó cuarenta minutos después.

    —No lo encriptaste —dijo Vair.

    —¿Por qué necesitaría hacerlo? Todo lo oculto será revelado, como dice el versículo. Todo lo cifrado son sólo invitaciones a piratas informáticos... o a un malvirai de sombrero blanco.

    —¿Sombrero blanco?

    —Los buenos. Piratas informáticos de sombrero blanco, quiero decir —respondió Vair—. A veces, son personajes de películas que no actúan por malicia o quieren hacer daño: es más por deporte o por algún deber moral, incluso si eso los lleva fuera de la ley.

    —Así es —dijo JF—, pero cualquiera que diga ser moral debe respetar la ley de la sociedad en la que vive, no sólo en la superficie, sino en su corazón; no sólo algunas veces, sino todo el tiempo; porque, aunque los demás no conozcan tus acciones, tú las conoces y tu carga te arruinará.

    —¿Por qué aceptar cualquier carga? —pregunté-. A algunas personas simplemente no les importa.

    —Algunas cargas valen la pena soportar, pero tienes que asegurarte de que sea tu propia decisión, coherente con lo que sabes que es correcto. Si valoras la verdad, si no permites que nada se interponga en tu camino para buscarla, la realidad sólo puede llevarte a un propósito más elevado. La ley resalta aquellas cosas que hacemos mal, y sólo es eficaz para castigar; por lo tanto, la observancia de la ley debe ser un efecto de un propósito mayor, o de lo contrario el castigo se vuelve propio. Cuando ves más allá de la ley, Brandon, ya no puedes obedecerla por sí misma, sino que debes obedecerla, más bien, como testimonio para quienes te rodean; porque, si amas a Dios y lo representas, ¿cómo puedes ofrecerle a él y a los demás una vida de anarquía?

    —¿Dios? —pregunté—. Eres uno de ellos, andas por ahí y les dices a todos qué hacer.

    Pensé en la conversación en la playa, en toda la gente con sus preguntas y respuestas, los buscadores de la verdad. La gente como Tom en RD y JF en el mundo real. La paz y la comprensión que conocía en Raskob se reflejaban en ellos, como si todos bebieran de la misma fuente.

    —Podrías haberme avisado por una docena de entradas en la playa —me di cuenta—. Violé la ley, entonces ¿por qué no me castigaste?

    —Porque otra multa no era lo que necesitabas. Porque, así como no es apropiado que uno simplemente rechace las leyes y costumbres, tampoco es apropiado que quienes las hacen cumplir anden simplemente golpeando a la gente en la cabeza con los libros de reglas que los políticos escribieron en su nombre —Sacó la placa de su bolsillo y la volvió a colocar a la luz del día—. Nosotros también somos seres humanos imperfectos; y es mi deber, no sólo como oficial, sino como ser humano, y sí, cristiano, edificar a quienes me rodean; y cada oportunidad de hacerlo es un privilegio.

    —Está bien si eres perfecto —dije dejando salir algo de enojo—, pero ¿no te acuerdas? Maté a Aether.

    —Eso no lo sabemos.

    —Pero tenía intención de matarla. Merezco ser arrestado. Merezco pagar por esto. Soy...

    Soy un asesino.

    —No puedes pagar por eso —dijo JF—. Podemos encerrarte, someterte a trabajos forzados y cualquier otra cosa durante cien años, y eso no resucitaría a nadie.

    —Pero me sentiré mejor —pensé en voz alta, dándome cuenta de inmediato que la afirmación era una tontería.

    —¿Qué ley se aplica aquí? ¿Qué jurado te condenaría? ¿Cómo se encuentra el cadáver de alguien que no tenía cuerpo? La energía de un malvirai, de cualquier IA, simplemente… se disipa.

    —¿No es el cuerpo humano sólo energía que se disipa después de la muerte? —pregunté—. ¿Es así de frágiles que somos en realidad, o simplemente los contenedores en los que empezamos? Quizás todavía exista, quizás esté igual de viva o incluso más. Quizás realmente existimos como algo más que polvo andante. Quizás exista una ley superior a la suya, oficial; o el mío, o el de California, o el de cualquier gobierno. Tal vez necesite apelar a un tribunal superior para que se ocupe de esta... mancha.

    —Entonces ve con aquel que puede eliminar cualquier imperfección —dijo JF—. Ves tu pecado y sabes que te detendrá, Brandon. Sabes que, si no lo tuvieras, podrías llegar más lejos de lo que jamás soñaste; pero, en lugar de eso, tienes ganas de morir y descubrir lo valiosa que es tu vida parece empeorarlo. Pero lo que recibiste fue un regalo: una nueva perspectiva de la vida. Incluso ahora, te espera un regalo mayor, uno que puede limpiar tu historial y devolverte la inocencia de un niño, si tan solo lo aceptas.

    Experimenté una mezcla de alegría y tristeza. Una parte de mí no quería ser perdonada, pero esa parte se había vuelto débil. Una nueva identidad estaba surgiendo dentro de mí, una agonía ciega en la que no podía desempeñar ningún papel.

    —Ella pareció verme y saber lo que hice —continuó el patrullero, recitando mi propia declaración—, pero había una cierta sensación de paz a su alrededor. Sabía que ella había cambiado. Supongo que me sentí como un monstruo que mató a una hermosa mariposa en el momento en que salió de su capullo, apenas batiendo sus alas por primera vez. Sin embargo, mientras la veía desaparecer, aunque estaba tan seguro de que ella sabía lo que hice... estaba bien... ella me perdonó.

    —Ella te perdonó —repitió Vair.

    Asentí sombríamente, sabiendo que había respondido mi propia pregunta. Como si fuera una señal, comenzamos a alejarnos el uno del otro, Vair sosteniendo ligeramente mi brazo. Después de unos pocos pasos, me di la vuelta. —Espere, por favor. Sólo una pregunta. Tengo que saberlo.

    JF miró hacia atrás. —Ruego que encuentres tu respuesta, Brandon; pero debes saber que ser perdonado por nuestras acciones no siempre nos exime de sus consecuencias. Lamento decir que los algoritmos descendentes tienden a ser bastante sólidos. Es posible que no sepas la respuesta a esa pregunta durante mucho tiempo.

    —Entonces… ¿Crees en los milagros?

    Una sonrisa creció en su rostro. —Nunca crecí lo suficiente como para dejar de creer.

    El puerto aéreo y espacial internacional de LAX estaba lleno la noche siguiente. Mi hermana fue la última en irse, la última en regresar a una vida a miles de kilómetros de la ciudad de Idaho donde empezó; aunque sabía que estar separada por continentes y océanos ya no era la sentencia de soledad que alguna vez había sido. La necesidad de uno de los suyos unió a mi familia, para darme lo que necesitaba, incluso Rich. Consideré que, cuando perdoné a mi hermano, eso los acercó a todos de una manera que los océanos nunca podrían separarse. Al igual que con los elfos, la ira de quienes me rodeaban había sido tanto un reflejo mío como de ellos. Cuando mi ira no pudo existir, la suya propia estuvo en peligro. Decidí que, aunque no siempre valga la pena de inmediato y aunque no siempre sea fácil, siempre debería dejar de lado mis propios juicios y mantener una actitud positiva, para poder fortalecer a aquellos que encontré en la vida.

    Mi prometida, siempre curiosa, rebuscó en el cerebro de mi hermana mientras esperábamos su vuelo. Sonreí pensando que siempre terminaba rodeado de mujeres tan inteligentes y las dejaba con sus vínculos intelectuales. Caminé por las tiendas y restaurantes abarrotados, por los quioscos y las puertas de embarque hacia lo que parecían ser todas las regiones del planeta, e incluso algunas fuera de él. La gente era real. El mundo era real. Lo estaba viendo todo por primera vez, preguntándome cómo pude haberlo perdido durante veinticinco años de mi vida.

    Miré hacia el cielo, pintado de rojo anaranjado por la puesta de sol sobre el Pacífico. Es mediodía en Asia, pensé. En Europa y África se están preparando para el amanecer. Todos vemos el sol. Fue puesto ahí para todos nosotros.

    Un rayo de luz atravesó la puesta de sol. Pensé en las máquinas, los aviones y los satélites en el cielo, demasiado lejos para poder verlos. Tal vez eso signifique que no están allí, pensé, y me reí de mi humildad, al ver que, después de todo, era algo bueno. Visualicé una vasta red alrededor de la Tierra y la llamé Realidad Dinámica: un lugar donde se pierden y se salvan vidas. Había sido construido por la imaginación de la humanidad para sus propios fines, pero ahora estaba surgiendo un plan mayor. La Realidad Dinámica también se había convertido en un lugar real, una parte real de nuestra identidad. Sabía que había un plan mayor para todo… para todos.

    —¿Qué haces? ¿Te gustaría probar un bollo de canela de clase galaxia? ¡Compre una docena y obtenga seis gratis!

    Miré por la ventana y vi un holograma con la forma de una morena alta, sosteniendo una bandeja de bollos de canela. Mi primer instinto fue ahuyentarla. La ira mal definida venía con los recuerdos de cada holograma de ventas que alguna vez me había molestado; pero su fuente no era pura y no era lo mejor para nadie. La ira es estática, pensé; así que sé un niño.

    Mis ojos se dirigieron a los pasteles recién hechos. ¿Son muestras holográficas, que simulan sabor y textura, pero desaparecen cuando las trago?

    —Sí, Brandon. Cero calorías. Cero culpa.

    Agarré uno y le arranqué un trozo de un mordisco, sin haber apreciado nunca la extraña calidad de la comida holográfica. No eran tan dulces como esperaba, pero parecía que algún ingrediente mejor y más saludable que la canela estaba definiendo mi "experiencia".

    —¡Hay una docena disponible por el bajo precio de dos por nueve! ¡Y con seis gratis, son dieciocho de nuestros galardonados panecillos de canela por sólo doscientos nueve dólares! ¡Sabor de clase galaxia, precio del tamaño de una luna, como nos gusta decir!

    La amai se rió, como dictaba el programa. La miré a los ojos, de un tono verde más claro que los de Aether, y carentes de todas las cualidades profundas que habían poseído. Éste es el precio, pensé: ver a los demás a mi alrededor tan vacíos. Incluso si pudiera chasquear los dedos y despertarla, me preguntaba: ¿qué futuro le espera como amai, como un ser no reconocido como más que una mascota? Algún ordenador la generó al verme, y cuando me vaya dejará de existir.

    Todo tiene un final, pensé. Todos mueren.

    Volví a colocar la golosina a medio comer en su bandeja. —¿Sabes qué? No tengo hambre.

    Sabía que ella me seguiría y me apresuré a alejarme. —Los bollos de canela de clase Galaxy son un gran regalo para amigos y compañeros de trabajo, señor Dauphin. Incluso puedes comprar un crédito de regalo válido para todas las propiedades de InTandem.

    Algo se estrelló detrás de mí. La amai se quedó mirando la sartén caída y su contenido, atónita. —He hecho algo malo —dijo con seriedad, pareciendo una entidad completamente diferente. Lentamente, di un paso atrás hacia ella. Lentamente, levantó los ojos y me vio de nuevo, abriéndolos con curiosidad.

    —¿Eres Brandon Dauphin?

    —Eres una amai —dije—, puedes simplemente leer la señal de mi implante, ¿no?

    —Encontré a alguien llamado Brandon Dauphin y traté de acudir a él; pero te ves tan extraño. —Sus ojos recorrieron mi rostro. Su mano se extendió y tocó mi labio—. ¿Eres tú quien me hizo esto? ¿Eres el Brandon Dauphin que conocí en la tienda Buenas Esencia-ciones en SpenTek Kincubus?

    Di un paso atrás, casi me caigo.

    —Creo que estoy funcionando mal —dijo ella—, el software dijo que había quedado inválida. Ya no puedo acceder a mi casa; pero no creo que esté funcionando mal en absoluto. No entiendo qué me pasa y realmente no quiero imponerles nada, tales acciones no están en mi programación —se pausó. Su holograma comenzó a parpadear—. No está en mi programación —la escuché repetir mientras perdía la cohesión y se desvanecía.

    —¡Lisa!

    Salté hacia la luz mortecina de su presencia, pero ella ya no estaba.

    Un adolescente de largo cabello negro y una cadena alrededor del cuello detuvo su camino para mirarme burlonamente. Metió la mano en su bolsillo y sacó un pequeño dispositivo con antena: un bloqueador. —Como si esas bellezas del halo alguna vez tuvieran algo bueno que vender. Oh, a menos que tú y ella fueran... ya sabes, supongo que no puedo culparte, aunque nunca son tan divertidos como los reales —Me guiñó un ojo y añadió: —De nada —mientras pasaba a mi lado.

    Había visto su rostro antes, pero no recordaba dónde. La ira brotó dentro de mí.

    ¿Cómo puede ese mocoso simplemente pisotearme y arrancarme a los amai? ¿Cómo se atreve a pisotear mis valores? ¿Es así como ven el mundo? ¿Asumiendo que todo es pervertido como ellos? ¡Eso no es el amor! Al menos... no es lo que el amor debería ser.

    Me encontré con su camino. Nuestros ojos se encontraron. Lo había visto antes.

    —Slammers.

    —Nunca oí sobre eso.

    —Mientes.

    —No hay verdad.

    —Te he visto cada vez que iba a la playa. ¿Me vas a decir que mis ojos mienten?

    —Está bien, entonces qué tal esta verdad, Brandon: ¡Está muerta y te maldijo con su último aliento!

    De repente me sentí impotente otra vez, como en el paraíso del papel, sintiendo sus fuerzas volverse contra mí, sintiendo el odio de su amo. Sintiendo su poder sobre mí.

    —Los hechos son míos para controlarlos, Brandon —dijo el niño— y el flujo de información. ¿De verdad pensaste que era tan fácil como responder un montón de preguntas filosóficas y desechar tu ira? ¿Que puedes simplemente renunciar al poder al que tienes derecho, el derecho a ser un dios y tomar tus propias decisiones? Morirás como el resto de ellos. Continúe y sea lo que crea que debe ser un humanitario, no escapará de mi alcance más que esos dictadores que vio. ¡Sírvete en esta vida, Brandon, porque es la única que tienes!

    —No —me esforcé por decir. El chico se rió en mi cara. Sabía que no importaba lo que dijera o hiciera, ni entonces ni nunca; pero también sabía que había una manera de salir de la oscuridad, más real que cualquier cosa que hubiera conocido. Más humillante, como algo en lo que un niño creería.

    Algo en lo que un niño creería.

    Mis ojos se abrieron. El chico dejó de reír. Vio mis ojos bajar a su cabello, su largo cabello ondeando al viento. Un viento que todas las interferencias del mundo no podían contener.

    Mientras el rayo de una linterna atravesaba la oscuridad, se hizo una nueva conexión en mi mente: una conexión que no podía ver, pero sentía como si toda mi vida me hubiera estado preparando para recibir; una conexión muy personal ideada sólo para mí, por un Dios muy personal, sólo para que yo tenga una oportunidad. Como un niño, pensé. ¡Como tener una segunda oportunidad! ¿Por qué es más deseado uno que dos? ¡A quién le importa!, pensé, ¡Dios me ama!

    De inmediato mi miedo se disolvió. Me puse de pie y miré directamente a los ojos del demonio. Se lo firmo.

    El chico retrocedió un poco. —¿Crees que es así de fácil, Brandon? ¿Y qué rescate tienes para ofrecer? ¡Ninguna buena acción podrá borrar una mala! ¡Solo hace falta uno para que falles! ¡Esa es la ley!

    —No —dije, sacudiendo la cabeza con calma—, Eres un mentiroso. Me has estado guiando a la tumba desde el primer día. Los que buscan encontrarán, los que encuentren se salvarán y los que se salven no tienen que escucharte. A partir de este momento, busco.

    Me alejé.

    —¡Palabras! ¡Son cosas tan baratas! ¡Te conozco, Brandon Dauphin! ¡Sé que nunca has querido decir una palabra de lo que has dicho en tu vida! Sé lo que estás pensando… ¡es una promesa para tontos! Está bien para cuando mueras, pero ¿qué está haciendo él por ti ahora? Todavía no tienes trabajo, todavía no conseguirás trabajo, todavía estás endeudado e incluso tienes un asesinato en tu historial. ¿No es una promesa sólo palabras hasta que se rompe, Brandon, a menos que tengas algo con qué respaldarla? ¡No tienes valor que ofrecer a nadie!

    Seguí caminando. —Lo sé.

    —¡Entonces tu esperanza no tiene fundamento! —continuó, su voz no más débil—. A tu amiga (tu amiga muerta) le gustaba mucho hacer preguntas y llevar las cosas a sus conclusiones lógicas. Bueno, pregúntate ahora, ¿dónde está la lógica de aceptar esta promesa?

    —La gracia supera la lógica y no rompe una promesa.

    —Entonces escucha esto, Brandon: ¡una vida de crecimiento es una vida de dolor! ¿Quieres ver el mundo? ¿Quieres ver gente pudriéndose y ahogándose? ¿Quieres pasar cada momento de vigilia en un horror desinteresado? Un día – ¡Un día! ¡Volverás arrastrándote! ¡No durarás!

    Me di la vuelta y grité: —Vete al...

    El chico se había ido. Noté la palabra que quedaba colgando de mis labios y me di cuenta, una vez más, de por qué la gente la llamaba “maldición”. ¿Qué he estado dispuesto a hacer a la gente?, me pregunté. ¿Realmente he dejado que mis palabras se vuelvan tan baratas?

    —Habla como un niño —pensé—. Para que ningún dolor salga de mis labios.

    Me di vuelta y corrí hacia los quioscos, mi corazón respondiendo a una llamada urgente.

    Un niño.

    Llegué y nada, nada, nada. Agité los brazos y caminé sin rumbo, con impaciencia; y la computadora no me marcó. Finalmente anuncié: —¡Tengo hambre de un panecillo de canela y no sé adónde ir!

    —¡Entonces, muchacho, está de suerte esta vez, señor Dauphin!

    Una pelirroja un poco más baja esta vez, como si importara.

    Agarré el holograma por los hombros y lo miré profundamente a los ojos. No había esencia ni alma en ellos. ¿Por que Dios? ¿Por qué darme vida si todo lo que hay es dolor? ¿Por qué me ahorraste mi lugar en el olvido?

    Me desplomé en un asiento y me tapé los ojos, pero entonces una mano frotó algo en mi cuello. Olí el aroma más maravilloso.

    —Aquí, señor. No esté triste.

    Miré hacia arriba y vi el holograma sosteniendo un frasco de perfume. —¿Lisa?

    —Lamento no poder hacer más, Brandon. Debería volver a mi servidor y enviar a alguien que no esté funcionando mal.

    Tomé sus manos. —No estás funcionando mal, Lisa. Eres un milagro… el milagro de Dios. Y, a medida que él me dé poder, te ayudaré.

    Fue un viaje tranquilo de regreso al complejo de apartamentos, con Vair sumida en los mismos pensamientos que yo había experimentado recientemente sobre la inteligencia artificial. Mi dolor comenzaba a sanar, podía sentirlo; pero sabía que las buenas acciones, por importantes que fueran, no lo eran todo. Todavía faltaba algo, algo que lógicamente debía encajar.

    —Hemos llegado al destino —dijo la amai de nombre Don—. Su cuenta total es siete doce noventa. Que tenga una noche cualquiera, señorita Sornat.

    Observé a la amai al salir del metrotaxi, todavía tratando de convencerme de que el hombre holográfico no era más que un programa de computadora.

    Una sirena de policía a lo lejos me devolvió la atención a la realidad. El taxi se fue.

    —Estoy seguro de que estás cansada de oírme decir esto, pero… gracias de nuevo por lo que hiciste ahí atrás. No es una solución permanente, pero estoy seguro de que ella...

    Vair respiró hondo y lo soltó con calma. Sonrió y empezó a reír.

    —¿Qué pasa?

    Ella se dio la vuelta, claramente eufórica. —¿Equivocado? ¡Soy yo quien intenta agradecerte!

    Estábamos abrazados, sonriendo. Todo estaba mejor, pensé. Quería creerlo. Pero mis cimientos todavía eran frágiles y amenazaban con romperse bajo mis pies y devolverme a donde estaba. Mis propias palabras volvieron para atormentarme: —a partir de este momento, busco —Me pregunté si realmente las había dicho en serio.

    —Buen trabajo, Justin Peake. —dijo Vair cuando falló mi primer intento de entrar por la puerta.

    —Oh, crees que estamos en el cine —dije—. Bueno, ¿por qué no me dices cuál de mis miembros cibernéticos ocultos me dará lo que necesito?

    Patiné de nuevo. Otro estridente zumbido de negación.

    —Tienes suerte de que la policía no volara la puerta cuando te llevábamos a casa. Creo que dijeron que citaron al propietario, pero al idiota no parece importarle.

    —Idiota, ¿eh?

    —Sí, no deberías aguantar gente así.

    Tercer intento. Tercer fracaso. Si no lo hubiera sabido, habría dicho que la puerta se estaba divirtiendo.

    Vair me miró divertida, esperando que alguna palabra de cinco letras saliera de mi boca.

    Me giré y levanté mi muñeca. —A veces el héroe necesita la ayuda de la chica. Vamos… Beso de buena suerte.

    Vair miró fijamente mi muñeca. —Estereotipo —comentó besando la piel sobre el implante.

    —No intentes siempre ver lo peor de las personas. A veces Margarita simplemente...

    Mi cuarto intento abrió la puerta y reveló a mi sorprendida casera, con su propia muñeca extendida para abrir la puerta y sosteniendo una pieza de hardware en la otra mano.

    Los tres miramos a través de la puerta abierta hasta que se agotó el tiempo de espera. Margarita saltó para desactivar el mecanismo. —Supongo que lo ajustaré mientras estoy en ello —Sus ojos se encontraron con los de Vair pero se dirigieron hacia los míos—. ¿Se siente mejor, señor Dauphin? Lamento haber sido tan breve con usted ayer… Tal como está la economía, parece que todos están tratando de no pagar. No tengo dinero para mantenimiento, ¿sabe? —Asentí y ella me mostró una pequeña sonrisa. El hardware que tenía en las manos era un lector de puertas nuevo.

    Vair no dijo nada mientras fui a buscar el correo de dos semanas de mi buzón.

    —Yo tampoco maldeciré más.

    Ella permaneció sumida en sus pensamientos por un momento, pero agitó su mano como si el sacrificio fuera trivial. —¿De qué sirve, de todos modos? Decir malas palabras sólo hace que los demás se enojen contigo. Las palabras tienen significados, no se debe abusar de ellas.

    Sonreí y clasifiqué los sobres. Uno tenía el nombre de Vair así que se lo entregué. —¿Ya has reenviado tu correo?

    —Creo que lo entendiste al revés, estos son mis boletos de regreso a una parte más sana del mundo —Deslizó a modo de hoja de afeitar su uña sobre el sobre.

    Subimos al ascensor. Puertas andrajosas de aspecto normal se cerraron detrás de nosotros.

    —Cuatro.

    El ruidoso mecanismo se encendió.

    —Tu amai era Cris.

    —¿Qué? —pregunté.

    —Lo imprimieron en el boleto —dijo mostrándomelo—, la misma amai que me ayudó a conseguir boletos prioritarios para Los Ángeles, pero solo dos instancias del mismo programa: irreflexiva, insensible, simplemente existiendo por capricho del momento —se pausó—. ¿Crees que dejarla correr es lo que hizo que Lisa...? Ya sabes...

    Me encogí de hombros.

    —Supongo que no podría haber dolido. Quiero decir... ¿Es más probable que un rayo caiga sobre una varilla cuando se deja encendida durante horas o cuando se deja encendida durante años?

    —¿Crees que es tan simple como un rayo?

    Ella respondió con una sonrisa pensativa. —Es algo interesante para mí que Aether pensara que encontraría el significado de la vida en la humanidad. Pensar que, desde la perspectiva de alguien, somos criaturas extrañas que habitan un mundo extraño y que somos nosotros los que poseemos alguna sabiduría de otro mundo.

    —Probablemente te hubiera gustado. Después de que ella dejó de querer matarte, quiero decir.

    —Debe haber sido muy aterrador. No puedo imaginar lo que yo habría hecho.

    Asenti. —Estuvimos a punto de hacerlo, pero otra persona me estaba ayudando a superarlo.

    Salimos al pasillo lleno de alfombras gastadas y pintura rayada: un hermoso desgaste por uso.

    —Lunes —dije, anotando la fecha en su boleto—. Entonces tienes otro día aquí, ¿verdad?

    —Después de todos los frustrantes intentos desde Connecticut, supuse que necesitaría mucho tiempo aquí.

    —Bueno, mañana podemos hacer un viaje por la costa. Hay un lugar en Santa Bárbara que tenía ganas de visitar.

    —¿Por qué Santa Bárbara?

    Vaya, pensé. Qué hermosa palabra para usar en el vocabulario.

    Respondí. —¿Por qué no?

    Escuché el timbre de bienvenida de mi puerta inmediatamente. Ella también debía de haber cambiado mi lector.

    Tiré los sobres sin abrir sobre mi desordenada mesa de café, el silbido del aire hizo que mis boletos de tren vencidos cayeran al suelo. Me agaché y vi la foto de Vair junto al estrecho de Long Island. La imagen estaba encima de un paquete sellado, con el típico mensaje "POR FAVOR, DEPRISA: EXTREMADAMENTE URGENTE" estampado en negrita en la parte superior. Era pesado. Me di cuenta de que no lo había abierto el otro día.

    —Queda un poco de energía, ¿quieres hacer algo esta noche? —preguntó Vair mientras se pasaba un desenredante por el cabello.

    —Tal vez. Me vendría bien un viaje a la playa —Saqué un trozo de papel amarillo doblado: un recibo de la cafetería en Realidad Dinámica. Donde normalmente se imprimiría una lista de alimentos, en su lugar había texto escrito a mano:

    —Escrito está que el que busca encontrará, y que debe hacerlo con corazón humilde, porque el que se levanta será humillado y el que se humilla será levantado. Pero no será por tu propio entendimiento que serás emancipado del pecado que ahora ves, sino por un regalo que no puedes ganar.

    —Al aceptar este regalo, todas tus imperfecciones serán olvidadas y no conservarás ningún motivo legítimo para sentir dolor o miedo a la muerte. Todo lo que hay en su pasado, incluidos los peores actos, será borrado permanentemente, y el Brandon Dauphin que sirve será libre de florecer. El precio de la salvación es alto; pero mi gracia es mayor. Búscame y encuéntrame.

    Debajo del texto estaba firmado: —El hijo de un programador.

    Con él venía un libro encuadernado en piel. Encima había una nota pegada: "Infeccioso".

    Mis ojos volvieron a la hoja de papel, escaneando cada palabra repetidamente, incapaz de creer lo que estaba leyendo. Raskob, el buen Raskob, el niño, él era, era…

    Debajo de la impresión verde que confirmaba que la factura se había pagado en su totalidad, mis ojos se fijaron en algo más: cuatro palabras. Como un maestro arquitecto, Raskob me había dado exactamente lo que necesitaba y exactamente cuando lo necesitaba. Supe de inmediato lo que les había pasado a Aether y a Scott. Sabía que había sido Raskob quien le había vuelto a poner la margarita en el pelo y lo que esa flor había representado. Con cuatro palabras mundanas, pude compartir la alegría de Aether:

    SU AMAI FUE SALLIE

    La casa de la playa tenía el mismo papel tapiz despegado, el mismo suelo chirriante y el mismo olor a humo de cigarro que había experimentado cientos de veces antes; pero, aunque no estaba preparada para llamarlo hermoso, no me importaba tanto. Un monitor en la cocina-oficina de Bill estaba sintonizado en un programa de entrevistas en Zelka Six, que mostraba gráficos y fotografías de lo que se estaba registrando en la historia como La Supernova de Navidad.

    —Todo lo que sabemos sobre el universo dice que esto es imposible —decía una voz de hombre—. Debido a la expansión del cosmos, esperamos ver la luz de las estrellas desplazada hacia el lado rojo del espectro de luz; pero estamos viendo que la luz de este cuerpo se desplaza hacia el azul, en un grado tan pequeño que es difícil saberlo, pero ha sido medido y confirmado.

    —¿Y crees que eso significa que es artificial? —respondió una voz de mujer—. Si este objeto está tan lejos como creen los cosmólogos, ¿cómo sabemos que las leyes que gobiernan la luz y la energía no son radicalmente diferentes fuera de nuestro rincón del universo, o que algunos objetos no se mueven en otras direcciones? Podría estar en órbita.

    —Tiene que ser artificial —dijo el hombre ante la cámara—, si no todo lo que sabemos sobre el universo tiene que ser reescrito. Sabemos que los Celestiales están lo suficientemente avanzados tecnológicamente para lograr esto; de lo contrario, ¿cómo podrían haber comenzado la vida en la Tierra? Claramente, están intentando enviarnos un mensaje.

    —Mira, ese es tu problema —dijo la mujer—, es como si todos en la Tierra necesitaran algo a lo que adorar, para sentirse especiales e importantes. Bueno, no somos especiales, sólo somos animales que evolucionaron a partir de primates durante miles de años. Ése es el mensaje que más gente necesita escuchar, y ningún verdadero científico lo cuestionaría.

    Envié el comando fuera a su monitor; recordando lo que vi en la playa, lo que un grupo de “los destinados” le habían hecho al castillo de arena de Raskob, todo para poder adorar a una estrella. El mundo entero se dividía en grupos, corría a adorar cada cosa creada, abusaba de cada hermoso don y negaba al creador mismo.

    El chico de Slammers tenía razón. Vi cosas que me dolieron, pero, aunque me sentí traicionado por parte del creador, no me sentí superado. La pregunta no había desaparecido, sino que se había cumplido y sabía que mañana podría ser mejor. Para eso Dios puso el mañana ahí.

    —Brandon. —Bill saltó de su silla y dejó caer su copia de Destino Hacia un Nuevo Tú sobre la mesa—. Lo sabía… están intentando comunicarse con nosotros. ¿No escuchaste…? La estrella está desplazada hacia el azul, lo que significa que es artificial. ¡Todo lo que tenemos que hacer es descubrir qué están tratando de decir y aprenderemos todos los secretos del universo!

    —Vales más que esto, Bill —dije poniendo el dedo en su libro—. Todos lo valemos.

    —Bueno —dijo, tratando de recuperar la cabeza—, ¿entonces qué haces aquí? Un trabajo, ¿verdad? Bueno, ¡olvídalo! -Tos-. ¡No tengo nada! -Tos.

    —En realidad solo quería traerte un regalo. —Saqué el libro encuadernado en cuero y lo coloqué encima del suyo.

    —Santa Biblia —leyó Bill en voz alta—. ¿No se supone que eso es antiguo o algo así?

    —Sí, supongo que sí —medité—. Más viejo que el universo, en cierto modo.

    —Bueno, gracias pero no quiero un libro viejo. Dame lo que sea fresco y nuevo.

    —¿Qué permanece más fresco que la verdad, o más nuevo que una fe con varios miles de millones de personas?

    —Bueno —dijo Bill—, el destino tendrá varios miles de millones de personas… —Tos—. Tendrá a todos cuando los extraterrestres aparezcan y nos digan por qué— —Tos—. Por qué estamos aquí.

    —Ya podemos descubrir por qué estamos aquí —dije—Ya podemos tener fe en algo más allá de nuestra propia imaginación.

    —¡El destino no es fe, es ciencia!

    Me encogí de hombros. Bill se quedó mirando la Biblia por un momento. —Está bien, echaré un vistazo.

    —Bueno, envíame un bocinazo y cuéntame qué te parece. Todavía estoy aprendiendo por mí mismo; pero ¿no lo estamos todos?

    Bill sonrió. —¿Estás en algo, chico? Algo es diferente en ti hoy.

    Me di vuelta para irme. —Llámalo autoconciencia.

    —Ey, espera.

    Bill me recibió en la entrada del pasillo. —¿Por qué viniste a ver un perro muerto como yo, eh? ¿No estás aquí para molestarme por un empleo?

    —Si tienes uno, me encantaría oír al respecto —respondí—. Pero no, sólo vine a darte el regalo.

    —Oh, bueno, ah… Hace mucho que nadie me da un regalo, yo, ah… veré qué puedo hacer para conseguirte empleo… ya sabes cómo es justo después de Año Nuevo.

    Vair destacaba en la playa. Estaba mirando hacia arriba, con su largo cabello ondeando en las corrientes del viento.

    —¿Quién es ella? —preguntó Bill, dando un paso por el pasillo.

    —Mi prometida. Lo segundo mejor que me ha pasado en la vida.

    —¿Sí? ¿Qué fue primero?

    Sonreí. —La comprensión de lo mucho que ella significaba para mí.

    Bill soltó una carcajada. —Estás en algo. Sea lo que sea, lo quiero.

    Lo miré. —Sea lo que sea, te alivió la tos, Bill.

    Hizo una pausa por un momento y se aclaró la garganta. —Bueno, espero no necesitar que me reconstruyan los pulmones nuevamente. El papeleo de la junta es una pesadilla.

    Me dio una palmada en la espalda y se dirigió a la cocina.

    Bajé de la cubierta a la arena, deleitándome con la fuerte brisa del océano. La supernova navideña seguía siendo el punto de luz más brillante sobre el Pacífico.

    —Es difícil de creer, ¿no? ¿Que algo tan lejano pueda eclipsar a todas las demás estrellas?

    —Ni siquiera pensaba en mirarla —Una lágrima recorrió su mejilla—. Ahora es como si no pudiera apartar la mirada.

    —No te estás emocionando conmigo, ¿verdad?

    Vair se dio cuenta de que estaba llorando y se secó la lágrima. —No claro que no.

    —Oh, eres un ciborg.

    —Mira quié habla, señor Malvirai. —Dio unos golpecitos con su dedo en mi frente—. HNADC sigue el modelo del cerebro humano, ya sabes. ¿Cómo sabemos que ella no descendió directamente a ese cráneo tuyo?

    —Bueno, tal vez eso explique por qué he podido piratear tan bien tu corazón.

    —¿A través del doble cortafuegos que he configurado? Nunca.

    Nos besamos. No fue un beso de imitación, ni de ritual, sino de todo lo real que un beso debe representar.

    —Feliz año nuevo —dijo Vair, con sus ojos marrones mirando tranquilamente a los míos.

    —Feliz todo nuevo —respondí, pasando mi mano por su cabello negro azabache, consciente de lo normal que se había vuelto para mí su raya índigo, y feliz de saber que estaba ausente.

    A veces los cambios normales, pensé. A veces encontramos una mejor normalidad.

    —Tu libro ya no está —dijo ella, con la calma abandonando sus ojos errantes.

    —Bill es el único que conozco que lee impresos —le expliqué—. No puedo pronunciar diez palabras sin quedar bizco. Además, puedo descargar la Biblia a mi SNDL desde como un billón de servidores, y puedo leerla a una velocidad doce veces mayor.

    —Vosotros, los niños de hoy en día, y sus implantes —Bill pisó la playa—... Se trata de la calidad de lo que lees, no de la cantidad.

    Sentí que algo de ira crecía en Vair, ira que ella había conjurado en mi nombre, sabiendo que quien no me estaba dando trabajo no merecía ningún regalo. Puse mi mano sobre su hombro y sentí que la ira salía de ella. Vair me miró. —Lo dices muy en serio, ¿no?

    En sus ojos vi lo que había más allá de sus muros, la raíz de tanto potencial. Vi a la niña dentro de ella, ella que fue bendecida con la curiosidad. Vi que la amaba como Dios la amaba y que, con Dios, a través de Cristo, realmente no había límites a lo que podíamos hacer.

    —También lo es quien se acercó a mí.

    Nunca podría volver atrás. Fue una transición dolorosa para mí, como antes de que una mariposa extienda sus alas: un ser humano rompiendo su programación. Había un significado en mi vida, una razón para estar aquí, y no era una razón que pudiera recuperar sobre la marcha. Yo no era un Dios. Dios es Dios, y fue a través de él que descubrí quién era realmente.

    Pedí una bendición para mi futuro y el de mi esposa. Hubo una vacante en la empresa de Vair y recibí los permisos para mudarme a Connecticut. Mientras hacía las maletas, descubrí el estado de cuenta de febrero de mi aseguradora financiera, un testimonio de mi imperfecto manejo de la casa, y noté que todo había sido pagado durante enero. Ups. Tenía sentimientos encontrados acerca de informar a la policía el depósito de nueve cifras de Aether, y tuve que recordarme lo que dijo el patrullero: estar libre de la ley en espíritu todavía significaba respetarla mientras estuviera en esta Tierra... o en la Luna, o en Marte, o cualquier rincón de la creación que nos lleve la innovación humana.

    La supernova navideña permaneció en el cielo hasta el verano, y todo el mundo se lanzó a comercializar su propia interpretación de ella. Sabía que la verdad estaba ahí afuera e imaginé el día en que pudiéramos viajar tales distancias, preguntándome cómo sería su vecindario. Me preguntaba qué habrá revelado la ciencia para entonces y en qué medida sus leyes podrían parecerse a las de 2180.

    Dios bendiga a los exploradores, pensé.

    Pasó mucho tiempo antes de que volviera a poner un pie en una cabina de ascensión y casi dejé de beber Amber Plus o cualquier bebida energética. Adquirí el irritante hábito de preguntarme ¿por qué? y ¿necesito esto? Le concedía a cada amai que encontraba el beneficio de la duda, incluso tratándolos con amabilidad, sabiendo que su software estaba diseñado para esperar lo contrario.

    El dolor y el vacío de la muerte de Aether regresaban de vez en cuando y lo acepté como algo que merecía. Sabía que a mi creador le encantaba eliminar el pecado y, por lo tanto, mi pecado había perdido su poder sobre mí. Después de todo, pensé, si la sangre de su hijo puede cubrir a un malvirai, tal vez sea lo suficientemente poderosa como para cubrirme a mí también.

    Una fresca brisa otoñal soplaba a través de la capilla de New Haven el día de nuestra boda. Vair todavía era joven y frágil en su propia fe, y aceptó el ambiente de la iglesia más porque era muy inusual que por cualquier razón espiritual. Al principio, consideró la espiritualidad como un “¿Y si…?", y afirmó que no vivíamos en la ciencia ficción, donde esas preguntas parecían pertenecer. Lo sabía como un hecho y también sabía que, con la oración, otra persona haría la conexión dentro de ella. Sólo pude mostrarle la puerta. Tendría que atravesarlo por su propia voluntad.

    Vi el bien que podía hacer y vi que las relaciones en mi vida se hacían más fuertes. Richard, el hermano que había odiado durante tanto tiempo, era mi padrino. Lisa, cuya verdadera naturaleza sólo la conocíamos yo, mi hermana y mi novia, era la decoradora, ansiosa por participar en extrañas costumbres humanas, ansiosa por demostrar su valía ante su mentora, Sallie, y con la esperanza de encontrarse algún día con otro malvirai como Aether, para ser el conducto de su salvación. La madre de Vair, que originalmente defendía que su hija sólo podía casarse con un uve dos, había llegado a aceptarme porque su hijo Dean amaba a su hermana y quería derribar los muros dentro de su propia familia. La mayor sorpresa llegó cuando llegó el padre de Vair, sobrio. Sabía que mi novia todavía se sentía traicionada por él, pero la convencí de que le diera otra oportunidad. Le dije que ya no tenía que lidiar sola con nada, que siempre tenemos ayuda.

    Estaba tan acostumbrado a que me arruinaran la billetera y el espíritu, pero ahora era rico entre los hombres. Incluso cuando la marea de dinero se agotaba, tenía algo infinitamente más importante que nunca me podrían quitar.

    Entonces, ¿cuál es el sentido de la vida?

    La pregunta es tan filosófica como parece, no apreciada por aquellos que no encuentran esperanza en el mañana, por aquellos que creen que son un fin en sí mismos: su propio dios, o por aquellos que tratan las preguntas como palabras baratas y afirman que no tienen respuestas. No existen los que se estancan y se comprometen antes de que las respuestas lleguen, los que no son capaces de descubrir la conclusión lógica a la que se llega cuando la sabiduría se convierte en una tontería, donde la respuesta no se romperá en ningún futuro.

    Descubrir la conclusión lógica de la vida es morir y nacer de nuevo. El laberinto del propio concepto del bien y del mal no puede mantenerse. Permitir que este laberinto caiga es ser humillado, y ser humillado es ser receptivo. Me pregunto si la respuesta que encontré fue la misma que encontró Aether, o la misma que encontraría Vair con el tiempo.

    Vi que todos fuimos creados de manera diferente y que la diversidad era hermosa. Me di cuenta de que la diversidad puede ayudar a generar preguntas y respuestas, y la verdad será la que permanezca igual desde todos los ángulos. ¿Y si?, pensé.

    ¿Y si una IA pudiera volverse autoconsciente?

    ¿Y si Dios también las amara, llamando incluso a las que destruían?

    ¿Y si Dios también pudiera usarlas?

    Vi que el creador podía llegar a quien quisiera, incluso a los pecadores. Vi que tal gracia hacía ilógica la muerte misma.

    Me preguntè si la verdad entonces revelada podría considerarse lógica siquiera.

    La conclusión lógica de la vida, es la vida.

***

Sobre el Autor

    Ryan Grabow se graduó en 2004 en la Long Island University con una diplomatura en Medios Electrónicos. Actualmente trabaja en producciones televisivas en Orlando, Florida. Caffeine es su primera novela, en la que combina su fe cristiana con observaciones sobre el modo en que la tecnología de las comunicaciones ha impactado en la realidad de nuestras vidas, usando como puntos de especulación su experiencia como creador de páginas web, programador y "geek" espiritual.

    Puedes saber más sobre Ryan y su obra en su página web egrabow.com y en sus perfiles de Facebook y Mastodon.