Traducido por Artifacs en abr-2019

    Obra Original Dreams Must Die (JM Porup, 2014) publicada bajo licencia Creative Commons BY-NC-SA.

    Esta versión electrónica en español de Los Sueños Deben Morir se publicó en https//artifacs.webcindario.com bajo la misma licencia Creative Commons BY-NC-SA.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido en este texto con personas reales vivas o muertas es puramente una coincidencia.

Sobre JM Porup

    ¿Cómo cambia la tecnología lo que significa ser humano?

    J.M. Porup es un periodista y futurólogo que estudia cómo la exponencialmente creciente innovación perturba el orden político y social.

    También es el CEO de LatAm Startups Angel Funds, un acelerador basado en Latinoamérica focalizado en iniciar proyectos a escala global. Ha cubierto Seguridad Informática para The Economist, Bitcoin para Bitcoin Magazine, y el Gringo Trail para numerosos libros guía de Lonely Planet.

    Porup es miembro de la Lifeboat Foundation's Advisory Board, un tanque de pensaniento distribuído para prevenir la extinción humana. Otras novelas y obras suyas incluyen: The Second Bat Guano War, Death on Taurus y The United States de Air.

    Puedes descubrir más sobre Porup visitando https://www.jmporup.com/

Licencia CC-BY-NC-SA

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Capítulo 1

    

Capítulo 1

    —LA ERA DEL SUEÑO HA TERMINADO, - tronó el Colectivo en el cráneo de Jimmy Shade.—AHORA TODOS HEMOS DE TRABAJAR.

    Shade intercambió miradas con su compañero, Kann. Los dos hombres se inclinaron sobre una soñadora dormida. Sus sueños habían enviado una onda expansiva a través del Colectivo, la unión mental de toda la humanidad. Como miembro de élite de la Polícia del Sueño, era el trabajo de Shade matar los sueños antes de que pudieran infectar a nadie.

    —¿Cuál es vuestro juicio? - Shade cerró los ojos y se levantó ante el tribunal, una asistencia de diez mil millones de mentes. —¿LoboQuim o desconexión?

    Toda la raza humana entró en el cerebro del soñador. Shade se unió a ellos.

    El sueño le golpeó como una falta pestilente, una venenosa nube de irrealidad: esperanzas, anhelos y miedos.

    —CULPABLE, - entonó el Colectivo. —LA SENTENCIA ES LOBOQUIM

    Shade abrió los ojos y regresó a la buhardilla del edificio abandonado. A su alrededor, toscos bocetos delineaban las paredes.

    —Las señales de una mente enferma, - pensó Shade. —Pero no se preocupe. La curaremos.

    Sacó un pincho de su bandolera. La LoboQuim, abreviatura de Lobotomía Química, mataba el sueño sin herir al soñador, permitiendo al nodo afligido ser un miembro útil de la sociedad una vez más.

    —Qué feliz estará una vez que la hayamos LoboQuimizado, - pensó Shade.

    Kann asintió. —La felicidad es servir y obedecer al Colectivo.

    La imagen de su esposa pasó por su mente y Shade se preguntó si ella sería feliz.

    Pero suprimió al instante la idea. Las memorias, como los sueños, estaban prohibidas.

    La soñadora se agitó mientras dormía. Los dos hombres se congelaron. Si despertaba mientras soñaba, el sueño subiría a la superficie de su mente consciente y probablemente tendrían que desconectarla. Cuanto más consciente de su estado era un soñador, más fuerte y peligroso era. A veces, la desconexión era el único modo de matar un sueño antes de que se propagara.

    A Shade no le placía la desconexión. ¡Esa mirada de horror en sus caras! ¡Ese despertar frotándose los ojos para descubrir que ya no formaban parte del Colectivo, permanentemente aislados de la humanidad! Unido desde el nacimiento por implante cerebral a cada ser humano del mundo... ¡que te arrebataran eso!... era el peor castigo que poseía el Colectivo, mucho peor que la pena de muerte.

    Estar separado del Colectivo siempre ocasionaba la locura al soñador.

    —¿Está loca Linda? - se preguntó Shade incapaz de prevenir la idea. —¿Es feliz donde está? Si no fuera por estos soñadores... - Le alcanzó un estallido de furia. —¡Cómo los odio a todos!

    —NO DEBES ODIAR, - tronó el Colectivo en su cráneo.

    Shade se arredró. —Lo sé, - pensó. —Es que la amaba tanto...

    —NO DEBES AMAR, - replicó el Colectivo, tan alto esta vez que le dolío el cráneo. —EL ODIO ES IRRELEVANTE. EL AMOR ES IRRELEVANTE.

    —Por supuesto que son irrelevantes, - pensó Shade. —¿Qué es el amor de todos modos? Un impulso criminal.

    La reprimenda perturbó sus pensamientos. ¿Qué estaba pensando antes? Quedó confundido por ello. No podía recordarlo. Se relajó sintiendo la satisfacción inundarle de nuevo.

    —No siento nada en absoluto.

    Completamente insensible.

    —ERES UN BUEN NODO, JIMMY SHADE, - dijo el Colectivo en un susurro. —RECUERDA SIEMPRE: YO SOY NOS. NOS SOMOS TODOS. TODOS SOMOS EL COLECTIVO.

    Kann interrumpió. —Hazlo. ¡Ahora!

    Shade volvió a concentrarse en la soñadora que yacía sobre el sucio colchón. Ella se agitó bajo la manta. Sus ojos se abrieron parpadeando.

    Él deslizó la aguja del pincho en el cuello de la mujer y presionó el émbolo con el pulgar. La medicina entró en las venas. Ella se tensó. Luego, con un suspiro, quedó dormida de nuevo con bondadosa apariencia en su rostro.

    Shade y Kann sondearon su mente una vez más. Su sueño osciló, se retorció y murió.

    —No dejes que la infección se propague, - pensó Kann. —La has curado. Nadie más ha de sufrir por su enfermedad. - Se levantó y se estiró. —Uno menos, quedan ciento cuarenta y tres.

    —No hay momento como el presente, - pensó Shade.

    Pero, por alguna razón, se sintió relajadamente enfermo.

    ¿Qué se suponía que debía recordar? Algo importante...

***

    Shade y Kann trabajaron duro hasta el amanecer todo un turno estándar de dieciocho horas hasta que les dolieron los pulgares y sus bandoleras se quedaron sin pinchos. La supervivencia del Colectivo dependía de sus esfuerzos y ellos lo sabían.

    Un único soñador, un único sueño, tenía el suficiente poder para destruir el Colectivo. Y sin el Colectivo, la humanidad, de hecho toda la vida sobre la Tierra, estaba condenada.

    El último sospechoso de su turno era un soñador autoconsciente que dormía en un callejón. Uno peligroso, sin duda. Shade y Kann se aproximaron al hombre con cuidado.

    Ya se había dictaminado la sentencia: desconexíon.

    Hicieron una pausa para estudiar la figura inmóbil en el suelo.

    A Shade no le entusiasmaba aquello. Una racha de viento de la subCorteza aulló entre los edificios. Chilló una rata. El soñador se movió inquieto bajo la basura que usaba como manta.

    Kann dio un empujón a Shade hacia adelante. Shade avanzó hacia el soñador, pero pisó un envoltorio arrugado de píldoras alimenticias. El soñador se incorporó y se apoyó en un codo. Su cara era invisible en la oscuridad.

    Shade maldijo mentalmente.

    Verificó dos veces su escudo onírico. La tersa piel de la armadura onírica le protegía de pies a cabeza al tiempo que le permitía completo contacto mental con otros nodos del Colectivo, pero prevenía que los sueños la atravesaran.

    Kann también comprobó su escudo.

    —A menos que quieras pasarte toda la noche de mañana LoboQuimizando al centenar de nodos cercanos que este soñador va a infectar, te sugiero que le desconectes, y que lo hagas ahora,

    Los soñadores inconscientes vertían veneno mental, una emisión nocturna de baja frecuencia con un estrecho radio de transmisión. Pero un soñador autoconsciente despertado bruscamente... aquello era un asunto peligroso.

    Su sueño podría explotar como pus venenosa hasta un kilómetro o más, infectando cualquier nodo dentro de ese radio.

    Shade echó mano al desconector en su cadera, pero dudó un milisegundo.

    —Déjalo, - pensó Kann. —Me toca a mí de todos modos. Después de lo que le ocurrió a Linda... - dejó el pensamiento inconcluso.

    El soñador se sentó y miró a su alrededor.

    Shade no podía discernir su rostro. Hora para el trabajo en equipo. Agarró las orejas del hombre, llevó la barbilla del tipo hacia su pecho y Kann hundió el desconector en la base del cráneo del soñador.

    Cuando el hombre percibió lo que estaba a punto de suceder, aulló, pero Shade le sujetó por las orejas con firmeza. El desconector taladró un agujerito en el cráneo, desplazó el disco óseo a un lado y extrajo el implante del hombre.

    Una masa pulsante plateada rezumó de la cabeza del hombre hacia dentro del tubo trasparente montado en lo alto del desconector. Los tentáculos del implante se aferraban al cerebro del hombre, pero la succión del desconector era demasiado fuerte y, con un chapoteo, el implante plateado se convulsionó hacia el interior del tubo.

    Shade aplicó una cinta médica en el cráneo del hombre y se levantó. Con el tiempo, la herida se curaría.

    El soñador era otra historia.

    Los dos Policías del Sueño observaron al hombre con cautela. Cada soñador era diferente. Nunca se estaba seguro de cómo reaccionarían tras ser desconectados. Algunos suplicaban que les devolvieran su implante; cosa imposible, por supuesto, la extracción era tan permanente como la misma muerte; otros se acurrucaban en una bola fetal y lloriqueaban. Pero otros se volvían violentos.

    —¿Qué clase de soñador sería este? - se preguntó Shade.

    El hombre se puso de pie con ojos salvajes y avanzó poco a poco hacia ellos, intentando hablar. Sus cuerdas vocales, nunca usadas e incapaces de formar los sonidos que había estado oyendo en su cabeza durante toda su vida, luchaban por conseguir algo más que gruñir y gorjear.

    A la tenue luz de la calle, la cara del hombre se hizo visible.

    Shade jadeó.

    Era Frank, un compañero. Un miembro de la Policía del Sueño. Un colega. Shade nunca había trabajado con el hombre, pero había pasado muchas horas alegres dentro de su cabeza intercambiando rumores de profesión.

    La infección onírica era un peligro laboral al que se exponía todo Policía del Sueño. Una pequeña rotura en un blindaje onírico y... ¡bam! Se te colaba el sueño. Así es como le sucedió a Linda. Y ahora, otro colega se había infectado.

    Frank se abalanzó hacia Kann, pero Kann le evitó con un paso lateral y le puso la zancadilla. El soñador cayó al suelo.

    —Tsk, tsk, clase violenta, - chasqueó Kann dentro de la cabeza de Shad. —Ayúdame, ¿quieres?

    Se sabía de algunos soñadores desconectados que se arrancaban los ojos con las uñas en un intento de acceder al cerebro en su cráneo y terminar así la agonía de una sentencia perpetura de confinamiento mental solitario.

    —No podemos dejar que te hagas daño, - pensó Shade.—Cada nodo es precioso.

    Apoyó una rodilla en la pelvis del hombre, juntó sus muñecas y le esposó.

    —Lo Que es Bueno para Todos es Bueno para el Uno, - coincidió su compañero.

    Kann conmutó hacia la mente de un conductor de ambulancia a unas calles de distancia y, en pocos minutos, llegaron los paramédicos. Envolvieron a Frank en una camisa onírica y le amarraron a una camilla.

    En el poco probable caso de que su sueño aún fuese contagioso, la chaqueta actuaba como un escudo inverso y evitaba que la energía del sueño infectara a los demás.

    Shade se quedó mirando la ambulancia mientras flotaba calle abajo camino al Salón de los Sueños, donde Frank pasaría el resto de su vida en una celda acolchada.

    Shade había visto demasiado amigos policías metidos en ambulancias, desvariando, con sus implantes aún calientes dentro de algún desconector.

    —Podría haber sido yo, - pensó.

    —Podía haber sido cualquiera de nosotros. - bostezó Kann. —Pero no lo fue, ¿no?

    Kann pulsó un botón en el desconector y explotó una pequeña carga dentro del implante, conviertiéndolo en un charco de pasta orgánica. Eyectó la masa en un sumidero cercano.

    —Ojalá no tuviéramos que desconectar soñadores, - pensó Shade.

    —Hacemos la voluntad del Colectivo. - dijo Kann encogiéndose de hombros y enfundando su desconector.

    —LA ERA DEL SUEÑO HA TERMINADO, - tronó el Colectivo una vez más en la cabeza de Shade. —AHORA TODOS HEMOS DE TRABAJAR.

    Shade y Kann convocaron una caja móbil que pasaba y viajaron por las oscuras calles vacías de la ciudad. En la estación, convocaron un tren volador, subieron la escalera que atravesaba la Corteza y tomaron asiento. Unieron su energía mental a la del resto de pasajeros y el tren se elevó en el aire.

    Desde la Guerra, la energía física se había remplazado con la energía mental. El Colectivo había descubierto cómo canalizar la antaño inaccesible energía de la mente humana. Cada implante del nodo se conectaba a una red de energía de extensión mundial. Cada caja móbil, cada tren volador, cada bombilla se alimentaba con esta red global.

    Shade podía dirigir su energía mental en su inmediata vecindad, para alimentar un tren móbil o iluminar un callejón oscuro. Salvo cosas como aquellas, Shade permitía que su energía fluyese hacia el Colectivo.

    Echaba de menos conducir su propio crucero policía. Desde que él y Kann fueron ascendidos y sacados de la patrulla urbana, habían tenido que viajar de incógnito. Un crucero con ametralladoras tendía a levantar sospechas de presencia policial. Llegar a pie les daba a los sospechosos cierto aviso. Además, LoboQuimizar individuos soñadores era mucho más desafiante que abatir a disparos tumultos de soñadores infectados. Cualquiera podía apretar el gatillo de una ametralladora. Extraer quirúrjicamente del Colectivo soñadores errantes requería un poco más de habilidad.

    Miró por la ventana emplomada del tren volador. La Corteza era negra y plana hasta donde alcanzaba la vista. Un kilómetro de espesor que cubría el planeta entero de polo a polo y alrededor del Ecuador. Todos los días, el Colectivo añadía una delgada capa de átomos de plomo, transmutando otros elementos para crear mayor protección para los peligros que afrontaba la humanidad tanto arriba como abajo. Una tormenta de lluvia ácida azotaba la superficie a su alrededor dejando devastación a su paso. Los sumideros de tormenta absorvían el agua y conducían el líquido hacia abajo para su procesado.

    —¿Cuántos miles de años habían pasado desde la Guerra? - se preguntó Shade.

    No estaba seguro, pero parecía mejor no preguntar... mejor no pensar en el asunto.

    El tren volador estaba hecho del mismo material negro de la Corteza, plomo sólido. Compuesto Pesado. Volar drenaba su energía mental. Shade estaba deseando pillar seis diarias. Sobre el horizonte, una tenue neblina brillaba tras la densa nube de invierno nuclear.

    El amanecer.

    —¡Ojalá la humanidad pudiera vivir sin dormir! - pensó amargamente.—Sin dormir, no habría sueños... ¡ni soñadores! La humanidad está al borde de la extinción. Piensa en lo que podríamos lograr si no estuviéramos obligados a pasar todo el día cazando soñadores. Imagina... una jornada laboral de veinticuatro horas. ¿No sería eso genial?

    —Tú lo has dicho, colega, - pensó Kann y bostezó. —Hora de seis bien merecidas.

    El tren descendió en el centro de la ciudad, aterrizando entre cientos de otros trenes voladores. Shade y Kann bajaron la pasarela hacia la estación y se abrieron paso a empujones a través de la masa de trabajadores matinales. Shade se preguntó lo que sería tener un empleo de oficina. Un trabajo en uno de esos rascatierras que se hundían cientos de plantas bajo la Corteza y se suspendían, sin ventanas, sobre la tierra yerma de debajo, mucho tiempo abandonada desde que se hizo inhabitable.

    Shade y Kann se separaron, una breve despedida se demoró en la mente de cada uno y cada cual se fue a su propio dormitorio.

    Shade llegó a casa cansado pero feliz. Siempre estaba feliz y si alguna vez se sentía menos feliz, el Colectivo corregía pronto el fallo.

    —¡Qué alegría servir al Colectivo! - pensó. —¡Qué buenaventura ser parte de la humanidad de ese modo íntimo y permanente.

    ¿Cómo podía estar insatisfecho alguna vez?

    Sí, él vivía en permanente oscuridad, entre el venenoso cielo de arriba y la tierra de desecho radioactivo debajo. Sí, trabajaba dieciocho horas al día matando nodos cuyo único crimen era soñar. Sí, llegaría el día en que no podría servir más al Colectivo y le reciclarían.

    Pero, ¿qué importaba?

    Era un nodo de clase vaso medio lleno. Aunque, ahora que pensaba en ello, todos los nodos eran de clase vaso medio lleno. ¡Eso era lo que significaba ser un nodo!

    Shade daba gracias todos los días al Colectivo por permitirle ser parte de algo más importante que él mismo.

    Diez mil millones de mentes oyeron sus pensamientos y ronronearon de aprobación. —YO SOY NOS. NOS SOMOS TODOS. TODOS SOMOS EL COLECTIVO.

    Shade subió a un ascensor hasta la planta -157 y caminó fila tras fila las torres de literas hasta que llegó a la suya. Subió hasta la litera 11 dejando atrás diez nodos durmiendo y se tumbó encogido de lado. Le rozaba la nariz en la parte de abajo de la litera 12. Se tragó una píldora de comida y otra de agua y saboreó la sensación mientras se expandían en su estómago. Nada como una buena cena después de un duro día de trabajo.

    —AHORA TODOS HEMOS DE TRABAJAR, durmientes.

    Miles de ronquidos llenaron la habitación. El pensamiento inconsciente de los durmientes se fundió con el suyo. Vacío. Ni un soñador entre ellos. Shade sonrió y cerró los ojos. Los compañeros del turno de noche dormían todo el día. Obtenían sus hermosas seis.

    —De nuevo, - pensó Shade, —qué pena que el Colectivo nunca hubiera encontrado un sustituto para no tener que dormir.

    La raza humana peleaba por la supervivencia. Sin los diez mil millones de nodos trabajando a tiempo completo, la raza estaba condenada.

    —SOLO EL TRABAJO PUEDE SALVAR AL HOMBRE, - susurró el Colectivo en el fondo de su cráneo.

    Cuando Shade era más joven, se había preguntado una vez de qué necesitaba el hombre que le salvaran, pero la respuesta del Colectivo había sido tan sonora y furiosa que aquella idea no volvió a cruzar su mente: DE TI MISMO.

    Con su mente vacía, su consciencia despejada, Shade suspiró de alegría y se durmió poco a poco.

Capítulo 2

    

Capítulo 2

    Bramó una alarma.

    Shade lanzó el puente de su nariz contra el techo de la litera doce. Abrió los ojos y contempló la negrura. A su alrededor, los ruidos de los durmientes. La alarma había venido desde el interior de su propia cabeza. No era su llamada despertador usual, el blando y amodorrado LEVANTA LEVANTA LEVANTA DEBEMOS TRABAJAR O ESTAMOS CONDENADOS que usaba normalmente el Colectivo para revivir a los durmientes a la hora determinada.

    Aquello fue más como una sirena de emergencia de alta prioridad.

    —¿Una alerta de proximidad, tal vez? - pensó.

    A diferencia del pensamiento puro que podía conectar las mentes por todo el mundo instantáneamente, los sueños tenían un alcance de transmisión limitado, usualmente unos doscientos metros, un kilómetro como mucho. A veces los soñadores atacaban, vagando por las calles, propagando su contagio. Pero los ataques premeditados habían sido pocos en los recientes años y los durmientes que roncaban en el dormitorio no se habían despertado.

    Aquella alarma era para él solo.

    Shade comprobó su reloj interno. Aún era temprano en la mañana. Había dormido menos de media hora. Sentía pesadez en los miembros y pereza en la mente. Necesitaba descansar para servir mejor al Colectivo, para ayudar a salvar la humanidad antes de que fuera demasiado tarde.

    ¿Qué, en el nombre del Colectivo, estaba pasando?

    Una risa tronó en la cercanía y Shade se relajó. Jefe estaba sentado tras un escritorio de metal de gran antigüedad; preguerra, supuso Shade, nadie usaba escritorios desde entonces; y dio una calada de uno de esos excéntricos palos de combustión. El humo se escurrió de sus narices. Los contenedores de metal, llamados armarios archivadores, llenaban la habitación. Algún tipo de base de datos arcaica relacionada con información grabada en pulpa de planta procesada. Aquellas cosas atestaban la mesa de Jefe. Shade no podía evitar reirse cuando ingresaba en el espacio mental de Jefe.

    ¡Papel! Así lo llamaban.

    Nunca había visto un pedazo de papel real en su vida. Los árboles se habían extinguido desde la Guerra.

    ¡Imagina un sistema de base de datos basado en plantas!

    —Entra, Shade, - pensó Jefe sin alzar la vista.

    Jefe no era realmente el jefe, por supuesto. Su posición era el remanente vestigial de un escenario primitivo de evolución humana. En los viejos días, un sistema imperfecto de selección de líderes representaba la voluntad de la gente y, a menudo, producía resultados desastrosos. Aquellos fallos de los líderes al hacer la voluntad de la gente fue lo que causó la Guerra en primer lugar. Bajo el Colectivo, toda decisión se tomaba en consenso acordado por los diez mil millones de nodos. Y Jefe, en la vida real, yacía en una cama de hospital con el cuello roto. Había perseguido a un soñador rebelde por algún jardín hidropónico en los viejos tiempos y el suelo de cristal había colapsado bajo sus pies. Jefe y el soñador habían caído desde una altura de veinticinco pisos. El soñador murió. Jefe había sobrevivido, incluso se presentó voluntario para ser reciclado, pero el Colectivo decidió que aún podía ser útil como un nodo consultivo.

    Shade ingresó en la mente de Jefe y se sentó al lado opuesto de la mesa.

    —Todas las energías mentales de la humanidad a disposición del Colectivo durante miles de años, - meditó Shade, —pero aún no hay una cura para un cuello roto. En serio, piensa en ello, no ha habido ningún avance científico ni tecnológico de ningún tipo desde el surgimiento del Colectivo. - se preguntó por qué era así... pero se detuvo. Aquel no era un pensamiento aprobado.

    Sin ceremonias, Jefe fue directo al asunto, —Hemos encontrado a un Principal.

    —¿Un qué?

    —Ya me has oído.

    Shade se reclinó hasta que crugió la silla. Los Principales eran la fuente de todos sueños. Los soñadores que el pasaba sus noches LoboQuimizando podían seguir el rastro hasta un Principal.

    —Pero si no hemos atrapado a un Principal desde hace...

    —No te he dicho que lo hayamos atrapado. Lo hemos encontrado. Ahora hay que atraparlo. - Jefe sopló un anillo de humo que se suspendió en el aire entre ellos. —Preferiblemente sin hacer daño a nadie.

    —¿Dónde? - pensó Shade. —Quiero decir, ¿cómo? o sea...

    —Fábrica de información #1Q79A5. El Principal trabaja infiltrado.

    —¿Como un obrero FI?

    El Colectivo procesaba diez mil millones de mentes dignas de estimulo todos los días. Una gran parte de la humanidad se dedicaba al único propósito de manejar esa información, catalogando, calibrando y almacenando. Nada se tiraba nunca y los datos procesados eran almacenados en pedazos comprimidos en las profundidades de las mentes de los nodos del Colectivo. Este era el secreto del poder del Colectivo: toma de decisión distribuída acoplada con procesamiento distribuído. Al concentrar los nodos menores en el proceso de entrada sensorial en bruto, los nodos de mayor talento como Shade quedaban libres para donar sus plenas energías a labores más especializadas.

    —Puede que sea consciente de nuestra vigilancia, - pensó Jefe. —Ponte en marcha.

    Sin decir otra palabra, volcó el resto de detalles en la mente de Shade y se marchó.

    Shade eliminó su desperdicios dentro de un tubo integrado en su litera. No era necesario vestirse, ahorraba tiempo valioso, como todos los nodos, al no ducharse nunca ni quitarse la ropa. El agua era demasiado preciada. Un nuevo traje autolimpiable se le enviaba una vez a la semana. Comprobó sus armas: una pistola automática de emisión estándar a un lado de la cadera, desconector en el otro; se pasó la bandolera de pinchos LoboQuim por el hombro y descendió la escalera de la litera hasta el suelo.

    Por la ciudad, dos docenas de otros Policías del Sueño, incluyendo a Kann, estaban haciendo lo mismo. En el viaje en ascensor de vuelta a la superficie de la Corteza, Shade se preguntaba cuánto tiempo había pasado desde la última vez que capturaron a un Principal.

    —¿Veinte años? ¿Más? - consultó los datos que Jefe le había dado, pero no estaba allí.

    —TREINTA Y TRES AÑOS, respondió el Colectivo.

    —¿Qué mentes poseían ese manjar de datos? - preguntó. —Era extraño tener el cerebro lleno de piezas de información aleatorios... con las memorias de otras personas, fragmentos de datos en bruto y procesados.

    —¿QUE TIENE ESO DE EXTRAÑO? - demandó el Colectivo.—¿POR QUÉ PIENSAS ESO?

    Dieza mil millones de mentes espiaron a Shade sospechando.—¿HAS ESTADO SOÑANDO, NODO SHADE?

    Sin avisar, el Colectivo formó un tribunal y entró en la mente de Shade. El zumbido de la humanidad llenó su cráneo. Pero él no tenía nada que ocultar. se relajó y les dejó curiosear.

    Tras un rato, el veredicto:

    —INOCENTE.

    Shade cerró los ojos, bajó la cabeza. —En el futuro seré más cuidadoso con lo que pienso.

    —CUIDA DE ESO.

    Sin que le alterase esta prueba bien merecida, Shade salió del ascensor, se paró en la zona de espera de la sub-Corteza y convocó un tren volador. El tren aterrizó en la Corteza sobre su cabeza, se abrieron las compuertas y él subió hacia la cabina.

    —¿Cómo lo encontramos? - preguntó Shade tomando asiento. —¿Y por qué son los Principales tan difíciles de encontrar, por cierto?

    Una larga pausa. Durante un momento, Shade se preguntó si el Colectivo le había oído.

    —TE HEMOS OÍDO. NO SABEMOS LA RESPUESTA.

    Esto sorprendió Shade.

    —Pero el Colectivo es enorme, - protestó. —El Colectivo lo sabe todo.

    —LOS PRINCIPALES SOÑADORES SIGUEN SIENDO UN MISTERIO. INCLUSO PARA NOS. - una leve pausa, luego: —TEN CUIDADO, NODO SHADE. LOS PRINCIPALES SON PELIGROSOS. HARÁN CUALQUIER COSA PARA DESTRUIRNOS.

    —Pero, ¿por qué? - preguntó Shade. —¿Por qué los soñadores nos odian tanto?

    —LA ERA DEL SUEÑO HA TERMINADO, - tronó el Colectivo. —AHORA TODOS HEMOS DE TRABAJAR

***

    Shade, Kann y el otros Policías del Sueño convergieron en las puertas de la Fábrica de Información. Todos vestían escudos oníricos dobles, configurados al máximo como Jefe les había instruído en su datos. La fábrica se asentaba al final de una calle oscura justo bajo la Corteza de la superficie. Era una estructura inmensa construída para albergar al millar de obreros FI que trabajaban diariamente en el procesado de los datos mundiales. Era un duro trabajo físico. Los obreros se sentaban en asientos reclinados ergonómicos con los ojos cerrados, inmóbiles, enfrascandos con datos durante dieciocho horas seguidas. Salían hacia sus casas con ojos cansados, con los cuellos azules de sus trajes manchados por el sudor del esfuerzo y cubiertos de polvo por estar tumbados durante periodos de tiempo tan largos.

    Unos obreros FI de apariencia fresca con tarteras para el almerzo en las manos y cascos en la cabeza hacían fila a un lado de la calle y esperaba el cambio de turno. Las tarteras contenían suministros de agua, comida y píldoras de cafeína para una semana. Si surgía una emergencia, los obreros FI serían requeridos para trabajar horas extra tantos días como fuera necesario. Los cascos eran una prenda de protección esencial: se sabía que las cabezas de los obreros FI, literalmente, explotaban a veces. Los cascos prevenían la ducha de sangre y hueso que podía distraer a otros obreros FI. Por supuesto, las fábricas y oficinas eran redundantes, aunque conectadas a cada extremo del globo. En teoría, los obreros FI podían trabajar también sobre sus literas en casa. En la práctica, el Colectivo había encontrado que la proximidad física alentaba una mayor productividad. Los pensamientos podían viajar y viajaban instantáneamente por todo el planeta, pero la señal era más fuerte cuanto más cerca estabas de tu objetivo.

    Hasta Shade informaba al empezar su jornada todos los días en los Cuarteles Generales de la Policía del Sueño.

    Shade asintió al resto de Policías del Sueño cuando llegaron. Cuando todos estuvieron en posición a cada lado de las puertas de la fábrica, Jefe empezó una reunión en su mente. Se embutieron en la pequeña habitación, con las rodillas apretadas contra la mesa de metal. Shade se apoyó en las ventanas con vistas a los ojos de Jefe, las persianas venecianas se doblaron crugiendo y rechinando por su peso. El olor agrio del humo del palo ardiente de Jefe le hizo toser.

    —Todos sabemos por qué estamos aquí, - dijo Jefe.

    Todos asintieron.

    —No necesitáis que os diga esto, - dijo Jefe mirándoles bajo sus cejas caídas.—Ya lo sabéis. Pero lo diré por qué vale la pena repetirlo. - se detuvo.

    Todos sabían esto, pensó Jefe, pero les satisfacía oirle decirlo de todos modos. —Los sueños están en declive. Pocos de nosotros puede recordar la última vez que atrapamos a un Principal. Y en todo ese tiempo, no ha habido nuevos sueños. Esto no tiene precedente. - Jefe encontró sus miradas uno por uno. —Este podría ser el momento definitivo en la historia humana. - Apoyó el índice con fuerza sobre la superficie metálica del escritorio. —Cuando los sueños sean erradicados por fin, la voluntad del Colectivo será libre de destinar toda su energía para la salvación de la humanidad.

    Un poli que Shade no conocía levantó la mano. —Pero, ¿de dónde salen los Principales, Jefe?

    Kann se rió, —Pues de la Ciudad de los Sueños, claro. Un mito para asustar a los nodos pequeños, me temo,

    Jefe dijo. —Lo cierto es que no lo sabemos. Pero sea de donde vengan, este podría ser el último.

    —Parece casi una vergüenza desconectarlo, - pensó otro poli.

    —De ese modo nunca lo conoceremos. - asintió Jefe. —Por eso no vamos a desconectarlo. Vamos a ponerle una camisa onírica y a estudiarlo. Diseccionarlo, si hace falta, para que podamos comprender su enfermedad antes de que se extinga. - echó hacia atrás su silla, se levantó y les saludó. —Haced que me sienta orgulloso, chicos. Haced que el Colectivo se sienta orgulloso.

    Sonó el silbato de la fábrica de cambio de turno. Los obreros FI fluyeron por las puertas con sus cascos y tarteras en sus manos cansadas. Shade se adelantó entre ellos sintiendo sus cansancio. Se habían ganado sus seis diarias. Con cierto remordimiento, notó que vería a muchos de ellos pronto. No había duda de que un gran porcentaje ya había sido infectado inconscientemente por el Soñador Principal, y él y Kann tendrían que LoboQuimizarles pronto.

    A su lado, Kann se estremecía de emoción.

    —¿Comprendes lo que significa esto? Otra larga noche mañana, - rió Kann dentro de su cabeza.— ¿No lo ves, colega? ¡Podríamos ser héroes! ¡Los nodos que salvaron al Colectivo!

    Los obreros en turno de espera entraban en fila en la Fábrica de Información para retomar los puestos de sus colegas salientes. Las sillas ergonómicas probablemente aún estaban calientes por el último turno. Los obreros caminaban con una sensación de urgencia. El destino de la humanidad dependía de que cada nodo hiciera su parte y ellos lo sabían. Los obreros notaron la presencia policíal pero no pensaron nada de su presencia. El Colectivo ya había informado de la operación a todos los nodos cercanos. A todo nodo excepto al Principal. Los Principales, por razones desconocidas, podían emitir sus pensamientos y sueños, pero no podían recibirlos. Sus propias mentes eran como una pared de ladrillo. Shade se preguntó cómo era capaz el Principal de mantener su disfraz en la fábrica. La masa de obreros salientes fue disminuyendo. Pronto la calle estuvo vacía de nuevo.

    —¿Dónde está nuestro tipo? - dijo uno de los polis.

    —¡Aquí viene!, respondió Jefe, alternando por sus cabezas, viendo por sus ojos. —¡Comprobad esos escudos, muchachos!

    Shade llevó una mano a su mono ajustado. Comprobó ambos diales.

    —¿Intensidad? Máxima. ¿Integridad? Impermeable.

    Mientras no se rasgara el tejido, sería immune a la infección. Aunque el más mímimo rasguño podía enviarlo al Salón de los Sueños en un ovillo como el pobre Frank. Era un riesgo laboral que te llevaba a la tumba.

    Apareció un hombre en las puertas, silbando.

    —¡Silbando!

    Era como si anunciara a gritos su culpabilidad. Los sonidos vocales y ruidos guturales estaban prohibidos incluso en caso de infección del tracto respiratorio superior, como un resfriado o una gripe. El diálogo humano, por supuesto, llevaba prohibido miles de años desde la existencia del Colectivo. El dato aural requería diez veces menos tiempo de proceso. La comunicación por puro pensamiento permitía intimidad y compasión sin lenguaje hablado intermediario.

    Shade estudió al hombre una vez más. No parecía diferente del resto de obreros. Caminaba hacia ellos con una mano en el bolsillo, su casco inclinado en un ángulo vivaracho y la tartera de almuerzo vacía golpeando contra su muslo.

    Los policías se tensaron. Encendieron sus cajas gráznidas, unos altavoces cuadrados se ajustaron en torno a sus cuellos. Kann había recogido dos docenas de ellas camino a la fábrica. Shade nunca había usado una caja gráznida, pero sabía que traducirían sus pensamientos en lenguaje hablado para poder comunicarse con el Principal. También podían permitir al hombre entrar en sus mentes; un escudo onírico filtraba sueños, pero dejaba entrar ideas conscientes; aunque dejar a un Principal entrar en tu mente era arriesgado incluso con escudo. Nadie quería acabar en el Salón de los Sueños con Frank.

    —¡Levante las manos o disparamos!, pensó el Colectivo, y dos docenas de cajas gráznidas tradujeron las palabras en un diálogo.

    El ruido sonó fuerte y agradable en los oídos de Shade y él retrocedió. Por supuesto, él comprendía el lenguaje hablado: las palabras, después de todo, eran las mismas que usaba el Colectivo en el pensamiento puro, inalteradas durante miles de años. Aunque era extraño oír las palabras en alto.

    Simultáneamente, apuntaron sus armas a la leve figura.

    El Principal pareció sorpendido. —No entiendo, estoy cansado. He tenido un duro día y debo descansar para servir mejor al Colectivo. Os habéis equivocado de persona.

    —¡Un pensamiento más y eres hombre muerto!, chirriaron las cajas gráznidas.

    El hombre se encogió de hombros y levantó las manos. La tartera le golpeó en el lateral del casco.

    —No la suelta, - pensó Kann con una risita.

    El Principal giró la cabeza y miró directamente a Kann como si hubiera oído su pensamiento, pero no dijo nada.

    —Rodeo y captura, - dijo Jefe, repitiendo lo que ellos ya sabían.

    Avanzaron sin dejar de apuntar, con cautela, un pie delante del otro. Formaron un círculo de Policías del Sueño que convergía en el hombre. Kann ya sujetaba una camisa onírica en una mano.

    —Uno de vosotros ha sido escogido, - dijo el hombre, en voz alta esta vez y ellos se detuvieron, sorprendidos por el sonido inesperado de la voz del hombre.

    Fue continuo y agradable, como las palabras de alguien con práctica en la comunicación de auditorio. Ninguno de ellos había oído el sonido del diálogo humano antes. El hombre movía la cabeza de un lado a otro, estudiando a los policías en su campo de vision. El Colectivo examinaba al hombre desde cada par de ojos, desde cada ángulo posible. Los obreros FI a la mitad de un mundo de distancia procesaban los datos sensoriales y emitían sus informes al Colectivo.

    —¿Está armado? ¿Un cuchillo? - no veían ninguno. —¿Algún objeto afilado?

    —CONCLUSIÓN: SIN PELIGRO.

    Los sueños no podían transmitirse por palabra hablada, sólo por pensamiento.

    Los policías se acercaron. El hombre seguía inmóbil con los brazos en alto.

    —¡Ahora! - pensó Jefe.

    Veinte hombres se lanzaron sobre el Principal. Pero un instante antes de que le tocaran, se giró para mirar a Shade a los ojos y decir, —¿La amas? - y le guiñó un ojo.

    Shade saltó hacia atrás como quemado por lluvia ácida. La reacción fue instintiva. Una vez fuera de la refriega, el Colectivo le mantuvo aparte. La melé redujo al Principal, que no ofreció resistencia, sólo se quedó allí y dejó que la policía lo derribara. Pronto quedó en el suelo envuelto de pies a cabeza en la camisa onírica.

    Un tribunal hizo asamblea, encontró al hombre culpable y le sentenció a prisión en el Salón de los Sueños.

    Pero Shade prestó poca atención a todo el proceso. Estaba perdido en sus propios perturbadores pensamientos.

    —¡Hey, Shade, colega, ¿estás bien? - Kann estaba a su lado.

    —No sé. Me siento... raro

    —¿Raro, cómo? - Kann pasó a la mente de Shade y echó un vistazo. —A mí todo me parece bien, hermano.

    —Supongo. - Shade se llevó un dedo a su sien. —¿Qué quiso decir con eso, qué crees tú?

    —¿que quiso decir con qué?, preguntó Kann.

    —Lo que dijo el Principal. Ya sabes, en voz alta.

    Kann reprodujo la memoria en sus mentes: —No entiendo, estoy cansado. He tenido un duro día y debo descansar para servir mejor al Colectivo. Os habéis equivocado de persona.

    —No. Después de eso.

    —¿Uno de vosotros ha sido escogido?, ¿Te refieres a esa parte?

    —¡No! - pensó Shade, con reciente frustración.—¿La amas?

    Kann le lanzó una mirada extraña. —Él no dijo eso.

    —¡Pues claro que sí!.

    Su compañero puso una mano sobre su brazo. —¿Le dejaste entrar en tu mente? ¿Saltó dentro?

    —¡Por supuesto que no! - Shade apartó el brazo, airado.

    Dijo... Linda. ¿La amas? Linda. Linda. Linda. Se fue. Se la arrebataron. Infectada por un soñador. Desconectada. Igual que muerta. Peor. ¿Por qué el Colectivo no suprimía esta memoria? Las memorias sólo causan dolor. ¿Por qué le permitían sufrir?

    —¿Qué va mal?, preguntó Kann. —¿Quieres decir que no lo sabes? ¿No puedes decirlo?

    —Mi mente es tu mente. Nos somos Todos. Todos somos el Colectivo.

    —Por supuesto que lo somos, - respondió Kann como si sólo hubiera oído la mitad de lo que había pensado. Manipuló los diales en los escudos de Shade. Máxima fuerza. Impenetrable. Shade soltó un suspiro.

    —Me has asustado, colega, - pensó Kann. —Eres la última persona en el mundo que querría desconectar.

    Shade reunió una sonrisa.—El sentimiento es mutuo. Estoy bien.

    Pero mientras esperaban a que llegase la ambulancia del Salón de los Sueños y se llevase al Principal, él notaba que no estaba bien. Algo iba mal. Shade podía sentir... todo. Pensar... todo. Y el Colectivo no hacía nada para detenerle.

    —¡No quiero esta libertad! ¡Quitádmela! - gritó.

    Pero ni siquiera Kann oyó este salvaje grito.

    —¿Por qué no me detenéis? - suplicó al Colectivo.

    No llegó ninguna respuesta. ¿No podían oírle? ¿Qué estaba pasando?

    Linda. ¿La amas?

    —La amo - pensó. Luego, con más confianza, —La amo. La amo. Te echo de menos, Linda. Los soñadores te atraparon y no puedo olvidarte, no puedo olvidar lo que teníamos juntos. Yo soy Nos. Nos somos Todos. Todos somos el Colectivo. - salmodió él en su cabeza, tratando de invocar a esas diez mil millones de mentes.

    Pero el alboroto en la cabeza de Shade seguía siendo suyo y suyo únicamente. Se sintió mareado. Le dolía el estómago. Una náusea retorció sus tripas. Un dolor creciente le apuñala el cráneo.

    Y aún así, nadie lo notaba.

    Él esperaba... quería... deseaba que diez mil millones de mentes irrumpieran dentro de su cabeza en cualquier momento y le aliviaran de la carga terrible de sus propios pensamientos, sus propias emociones. Por su propio bien. Por el bien de la humanidad. La más leve fiebre o indigestión y el mundo entero lo sabría.

    —¿Cómo es que no sabían esto? Yo soy.. Yo soy Nos. Nos somos... somos... - pensó de nuevo. Pero las palabras resonaban huecas en su cabeza.

    Llegó la ambulancia. Dos fornidos paramédicos con escudos oníricos levantaron el cuerpo inanimado del suelo y se llevaron al Principal. En el útimo vistazo que Shade le echó al hombre, el soñador le miraba desde la ventana con una sonrisilla en sus labios.

    —Quedan cuatro horas para dormir, - pensó Kann. —¿Cree que nos las hemos merecido, Jefe?

    Una carcajada, —Ya sabes que sí. Añadid dos más y dormir vuestras seis. Después de todo lo que habéis hecho, os merecéis una tregua. - Jefe ingresó en sus mentes y les dió unas palmadas en las espaldas. —Vosotros, chicos, sois héroes, ¿lo sabéis?

    Por supuesto, el concepto de héroe era anticuado. El valor y juicio individual era irrelevante. Todas las acciones de un nodo se sancionaban por el Colectivo. Llamar a Shade un héroe sería como llamar héroe a uno de tus dedos o a una de tus rodillas. El cuerpo actúa como un todo, como el Colectivo. Exactamente igual, diez mil millones de mentes vitorearon en el cráneo de Shade, celebrando la eliminación del Soñador Principal, posiblemente el último Principal sobre la Tierra. Sin Principales que originaran los sueños, Los sueños serían plenamente erradicados y la humanidad quedaría libre de aquella calamidad. Con aquel pensamiento atormentando en sus mentes, los dos hombres convocaron una caja móbil y viajaron juntos hacia la estación de tren volador. Allí se separon y Shade tomó ruta hacia su casa, solo.

    El sol brillaba a través de la ventana sobre los rasgos cansados en la cara de Shade. No veía el sol a menudo, tampoco es que nadie viera el sol, de todos modos. Las capas de nubes del invierno nuclear cubrían el globo entero. Los otros pasajeros miraban boquiabiertos por las ventanas, asombrados por la apariencia del orbe ardiente. El Colectivo fue consciente de la situación, tomó una decisión y les ordenó que apartaran la mirada. Los otros obedecieron.

    Shade no.

    Siguió contemplando el sol; incapaz, e incluso reluctante, de apartar la vista. Si el cristal estaba emplomado, quiso saber, ¿por qué estaba tan mal mirar?

    —¿No nos protege los ojos la ventana de toda radiación dañina?

    La cuestión cayó en un limbo. Nadie respondió. Aún así, siguió contemplando. La estrella ardiente inundaba su cerebro con luz.

    —¿Cómo podía tolerar el Colectivo tal... desviación? Por favor, - suplicó.—Respondedme. Hacedme de nuevo parte de vuestra unidad. Yo soy Nos, - rezó.—Nos somos...Todos. Nos...nos somos...

    Pero, en vez de una respuesta, todo lo que oyó fueron las palabras del Principal en sus oídos: —¿La amas?

    Atormentado por esta pregunta, regresó a su litera y a los roncantes durmientes. Tumbado en la cama, intentó unir sus pensamientos a los del Colectivo, pero las palabras del Principal sonaban una y otra vez en su cabeza, aislándolo de la humanidad con cada viciosa palabra: —¿La amas?. Él cerró los ojos y trató de dormir.

    ¡Amar! ¿Amar a quién? ¿A Linda? ¿Quién sino quiso decir? Pero, ¿cómo lo supo? ¿O sólo fue una corazonada? ¿Y qué haría el Colectivo cuando lo descubrieran?

    El Colectivo no respondía. Debían de estar castigándole, decidió Shade. Era la experiencia más terrorífica que había tenido. Podía oír el zumbido de la humanidad en su cabeza, pero algo le bloqueada el formar parte. Un pensamiento horrible: ¿estaba acaso infectado? ¿Le había hecho algo el Principal con su voz? Sus escudos no se habían roto, ni siquiera un arañazo. Llamaría a un doctor por la mañana, decidió. Como miembro de la Policía del Sueño, tenía pruebas bianuales para prevenir infecciones de sueño. Tal vez si la detectaban a tiempo no sería necesaria la LoboQuim o la desconexión. Las probabilidades eran bajas, pero Shade nunca había oído de un caso como este.

    —¿La amas?

    En el silencio de su cerebro, las palabras tronaban como dos monstruosas sílabas.

    Abrió los ojos. —Linda. ¿Dónde estás? ¿Te veré alguna vez de nuevo? - pensó sabiendo que la respuesta era no.

    Desvinculado, se descubrió evocando un recuerdo. Los recuerdos eran peligrosos, territorio prohibido. Los datos eran una cosa pero, ¿los recuerdos? Eran casi tan malos como soñar.

    Aún así evocó el recuerdo y nadie se quejó. Nadie dijo nada. Ensambló la memoria de los diez mil millones de mentes donde se almacenaban los pedazos.

    El Colectivo no intervenía, ni siquiera parecía consciente de sus acciones.

    Cuando el recuerdo estuvo completo, Shade lo pasó dentro de su mente; o, mejor dicho, a la memoria de su mente; y allí la encontró. Arrebatadora en una bata escarlata. Dobló un dedo hacia él, llamándole.

    —Hey, mi amante. - le dijo. —Ha pasado mucho tiempo.

    Como pareja casada, se les permitía visitas conyugales mentales una vez a la semana. La unión física, por supuesto, sólo estaba permitida con el propósito de la procreación. El Colectivo aún no había aprobado tal contacto en el momento de su infección, y ellos nunca habían puesto los ojos en otra persona. Se solían reunir en el gabinete de la mente de Linda, Shade revivió el recuerdo como si fuera real. Sus mentes se fundieron, acercaron sus cuerpos y cuando hubieron terminado. El cuerpo de Shade, de regreso en su litera, se agitó en el interior de su traje. Después, se acurrucaron juntos sobre las sábanas de satén. Él le acariciaba la espalda. ella le frotaba su nariz por el cuello.

    Él dijo, —Hemos atrapado hoy a un Principal. - Extraño. No fue así como sucedió. Aquello no era parte de su memoria.

    Pero ella respondió, —Bueno, eso hay que celebrarlo, ¿no crees?

    ¡No fue eso lo que dijo!

    Se incorporó sobre sus codos, se golpeó la cabeza.

    ¡No fue así como sucedió!

    —Dime como sucedió entones, mi amante, - le ronroneó ella.

    La boca de ella empezó a besarle y él habló, incapaz de detener el flujo de las palabras. —Fue peligroso. - dijo. —El Principal casi me atrapa. - Ella siguió sus con sus caricias y él gimió. —Los soñadores, - jadeó. —¡Los Principales! ¡Desafían al Colectivo! Sólo un tonto haría tal cosa.

    La lengua de ella dibujaba círculos. Él dejó caer la cabeza hacia atrás.

    —Me dijo algo, - continuó. —Me refiero al Principal,

    El sonido de una húmeda succión, —¿Qué le dijiste? - preguntó ella.

    —¡No le dije nada, me lo dijo él a mí. En voz alta. Con la boca.

    Ella le besó una vez, dos, tres veces más. —¿Qué te dijo?

    —¿La amas?

    Ella rió.—¿Perdona? ¿Eso es lo que te dijo? ¿La amas? - montó encima de él e hizo la obvia pregunta, la pregunta que Shade había estado evitando. —¿Por qué es tan malo amar?

    —PORQUE EL AMOR, - respondió el Colectivo,—ES UN ESTADO DE PREFERMENTO EGOÍSTA PARA EL INDIVIDUO POR ENCIMA DEL COLECTIVO.

    —Espera un minuto, - pensó Shade. —Esto es un recuerdo. ¿Cómo puede el Colectivo responder a mi pregunta?

    El completo silencio que siguió le aterrorizó.

    —¿La amas? - resonó la voz del Principal una vez más en su cabeza.

    —Sí, - susurró él, luchando para mantener la unión mental. —Sí, la amo, la amo, la amo, la amo, la amo.

    Ella se estremeció y se agitaron los dos entre espasmos hasta que ella quedó inmóbil sobre su pecho.

    Tras largo tiempo sintiendo su cálida respiración en el cuello, ella levantó la cabeza.—Tengo que ir a trabajar, mi amante, - le dijo. —Hay sueños que matar.

    —Es el único modo que tenemos de salvar a la humanidad,, coincidió él. —Ves y mándalos al infierno.

    Pero algo en la tesitura de las palabras sonó hueco.

    —¿La amo? - preguntó al Colectivo.

    Sin respuesta.

    Lo habían oído antes, ¿por qué no podían oírlo ahora? ¿Era esto su recuerdo... o no era un recuerdo? ¿Era, de hecho, alguna clase de sueño lúcido? Si lo era, ¿cómo podía el Colectivo responder dentro de un sueño? ¿Era esto lo que significaba soñar... ver y oír cosas que no estaban allí de verdad?

    —¿La amo? - intentó formar las palabras con sus labios, como lo había hecho el Principal, para pronunciarlas en alto. Tal vez tendrían más sentido de ese modo.

    —Blowawaowoawaowaowawowoawao.

    El nodo de la litera doce se agitó en su sueño y despertó.—¿Cuál es tu problema, amigo? - le preguntó a Shade. —La humanidad está al borde de la extinción. Tengo trabajo que hacer. Un planeta que salvar. ¿Tienes algún problema con eso?

    —Lo siento, - le dijo Shade.— Yo soy Vos, Nos somos Todos, Todos somos el Colectivo.

    —Pues ya está, colega. - masculló el hombre, que rodó y volvió a dormir.

    Shade se quedó ahí durante un momento en silencio, puntuado sólo por suaves ronquidos.

    El insistente pensamiento volvió de nuevo: —¿La amas?

    O diez mil millones de mentes le ignoraban o simplemente no le oían. Shade no estaba seguro de qué opción era peor. Le desconcertaba. Le asustaba, le aterrorizaba. Era como si su conexión con el Colectivo se hubiera soltado. Aún podía oír el continuo zumbido reconfortante de millones de seres humanos en comunión. Pero otra fuerza, siniestra, dolorosa, indeseada, le estaba hablando ahora dentro de su cabeza.

    —¿Quién eres? - demandó. —¿Quién está ahí? ¿Cómo has entrado en mi cabeza?

    ¿Era el Principal? Pero eso era imposible. Le habían puesto una camisa onírica y encerrado en el Salón de los Sueños, a cientos de kilómetros de distancia. El mismo edificio era a prueba de sueños. Era imposible que el Principal se estuviera proyectando dentro de su cabeza.

    Shade se giró y se tapó la cabeza con la almohada. ¿Por qué no podía dormir? El dolor en su cabeza no había remitido y la preocupación en su tripa empeoraba a cada minuto. Aquello superaba cualquier cosa que había experimentado. Buscó en la base de datos del Colectivo, consultó toda la historia humana en busca de una experiencia similar.

    No encontró nada.

    Él era parte de un todo, pero una parte dañada, un brazo cortado que colgaba de una arteria pulsante.

    Se enfrentó la presencia en su mente de nuevo: —¿Quién eres? ¿Qué quieres?

    Esta vez, la voz en su cabeza respondió. —Yo soy Vos. Vos soy Yo. Vos estás Solo.

    —¿Solo?

    Una palabra ilegal e inmoral, proscrita desde mucho tiempo atrás, expulsada del Colectivo desde su concepción.

    Un terremoto hizo temblar su cerebro. Algo se movió, colapsó, y Shade se sintió apartado del anaquel continental de la humanidad hacia una isla que no había escogido. El golfo se ensanchó y, en su mente, él gritó de duda y miedo.

    Pero el Colectivo no respondió.

    Los durmientes seguían roncando y el confortante zumbido en su cráneo se disipó y desapareció.

    Él jadeó. —¿Qué significa todo esto?

    Pero Shade ya sabía la respuesta.

    —Yo soy Yo. Soy Todos. Estoy Solo.

    —¡Solo!

Capítulo 3

    

Capítulo 3

    Jimmy Shade no se atrevía a dormir. El Soñador Principal le había hecho algo, eso estaba muy claro.

    Pero, ¿qué, exactamente?

    Los sueños no podían propagarse mediante palabra hablada. Él sabía eso. ¿Pero... seguro? ¿Y si estaba equivocado? ¿Y si el Colectivo estaba equivocado? ¿Era eso acaso posible?

    Si dormía ahora, podría despertar por la mañana con sus lóbulos frontales destruídos por LoboQuim y no saberlo siquiera. O podría encontrarse con una mente enloquecida por ser desconectado, embutido en una camisa onírica y llevado a pasar el resto de sus días en una celda acolchada, aislado del Colectivo.

    ¿Podía permitirse correr ese riesgo? No.

    La única solución era no dormir. Era el único modo de evitar soñar.

    Pero, ¿cuánto tiempo podía aguantar sin dormir?

    Cuando sonó en su cabeza la usual alarma despertador matinal, los ojos de Shade se abrieron inyectados en sangre. Suspiró y bajó de su litera.

    A su alrededor, centenares de otros trabajadores nocturnos hicieron lo mismo.

    —Ve a trabajar, - se dijo a sí mismo. —En el trabajo está la salvación. El único modo de salvar el mundo.

    El único modo de salvarse a sí mismo. Tal vez Kann tuviera alguna idea de lo que le estaba pasando. Si es que se atrevía a contárselo a su compañero.

    Shade se encontró a Kann en el CG de la Policía del Sueño con un codo apoyado sobre el refrigerador de píldoras de agua y el otro descansando en el mango de su arma.

    —¿Qué hay? - susurró Shade como saludo.

    —¿Y tú me lo preguntas? - la carcajada de Kann resonó en la mente de Shade. —Epidemias que limpiar. Ese Principal infectó a la mayoría de obreros de la fábrica. Justo como nos temíamos. ¿Listo para patear algunos culos soñadores?

    Shade gruñió. —¿Culos soñadores como el mío?

    Pero Kann no pareció oírlo. Shade suspió. —Vivir para trabajar. Para servir al Colectivo. ¿Quién es el primero de la lista?

    —Ese es el espíritu, compañero. - Kann sacó el expediente del almacén distribuído y le pasó una copia a la mente de Shade.

    Una chica bonita. Joven. Diecinueve, veinte tal vez.

    —¿Qué ha hecho? - pensó Shade.

    —Es peligrosa, - pensó Kann. —Premeditada.

    Shade silbó dentro de su cabeza. —¿Una Ayudante?

    Un Ayudante estaba un peldaño por debajo de un Principal en la escala del mal. Al igual que los Principales, sabían que soñaban y soñaban a propósito. Aunque a diferencia de los Principales, un Soñador Ayudante no originaba nuevos sueños. Sólo propagaban maliciosamente sus sueños. Los Principales reclutaban Ayudantes, a veces por docenas. Sin duda esta chica había sido una de las asistentes del Principal. Limpiar lo que iban dejando iba a ser muy pesado.

    —Y echa un vistazo a esto, - dijo Kann. —El Colectivo la ha atrapado en múltiples ocasiones. Pero consiguió escapar.

    Shade frunció el ceño. —¿Escapar? ¿En múltiples ocasiones? ¿Es que eso es posible?

    —Es la primera vez que lo oigo, - admitió Kann. —Pero no va escapar de nosotros. Esta noche no. ¿No es cierto, compañero?

    —No, pensó Shade sin entusiasmo. —Esta noche no.

    Estudió la imagen una vez más. Se parecía mucho a... Linda, se admitió a sí mismo. La clase de chica de la que podría enamorarse. Ojalá pudiera saber lo que era el amor.

***

    Entraron furtivamente en la buhardilla donde dormía la Ayudante. Los soñadores fugitivos tendían a ocultarse en callejones, sumideros de lluvia y en buhardillas de edificios abandonados. Aunque eso era misterio para Shade. El Colectivo usaba cada centímetro cúbico libre de espacio dentro de la Corteza así que, ¿por qué construían... y abandonaban... las casas, más aún... con buhardillas? Parecía como si el Colectivo quisiera crear lugares donde se pudieran esconder los soñadores. Aunque esa idea tampoco tenía sentido para él.

    Bajaron la vista hacia el cuerpo inmóbil. La luz de la calle se filtraba por un hueco en las cortinas. El pecho de la joven subía y caía. Yacía desnuda sobre el suelo, cubierta de basura para protegerse del frío. Sus manos quedaban ocultas bajo la basura.

    Shade apoyó su palma en el mango de su arma. —Demasiado fácil. - pensó Kann.

    —Estoy de acuerdo, - pensó Jefe, viajando en la mente de Kann. —Comprobad los escudos y proceded con cautela. Quizá sea una soñadora suicida armada con un cuchillo.

    Kann bromeó. —Quiere infectarnos a los dos.

    Shade hizo una mueca. —No tiene gracia.

    Kann sacó un pincho de su bandolera y preparó la LoboQuim.

    —Pareces abatido, colega, - pensó. —¿Quieres que me ocupe de este?

    —No, - pensó Shade. —Yo lo haré.

    Se agachó junto a la soñadora y entornó los ojos para encontrar la vena en su cuello. Tomó el pincho que Kann le ofreció y lo apretó contra la piel de la joven.

    Fue entonces cuando empezó la música.

    Al principio, Shade no estaba seguro de qué ruido era. Nunca había oído música antes. Ni siquiera sabía lo que la palabra música significaba. Sólo mucho más tarde supo lo que era. El sonido le impactaba en oleadas.

    ¡Era la cosa más gloriosa que había experimentado jamás!

    Un caleidoscopio de color y sonido brotó dentro de su cerebro y maldijo. En voz alta.

    —¿Qué pasa?, preguntó Kann.

    —¿No lo oyes?

    —¿Oír qué?

    Shade miró a su alrededor como loco.

    —¿De dónde viene eso?

    Y entonces lo supo.

    La Ayudante estaba proyectando la música de algún modo... estaba proyectando su sueño... dentro de su cerebro... a pesar del escudo onírico que llevaba.

    Pero, ¿cómo era eso posible?. Trató de resistir, desconectar su mente del sonido, pero la melodía le arrastraba hacia ella. Shade apartó la basura y se tumbó junto a ella. Ella contoneó su pelvis contra él y se apretó más.

    —¿Qué estás haciendo?, chilló Kann en su cabeza.

    —¡Shade! - gritó Jefe. —¡Levántate! ¡Levántate ahora!

    Una ruda mano le sacudió el hombro, pero Shade la ignoró. La soñadora era cálida. Los colores, los sonidos, la... la música... y ahora olores... ¡y la música! Tal música que nunca había conocido. No tenía palabras para describirla. Sintió como si hubiera estado muerto toda su vida y sólo ahora estuviera vivo. Quería más de aquello, como se llamara. Le pareció que llegaba a través de un filtro, apagado y debilitado y mortecino por algo entre su mente y la de ella.

    El escudo onírico.

    Echó mano a los controles, lo apagó y la música surgió en todo su volúmen, abrumando sus sentidos. En su mente, él bailaba, giraba sobre sus tacones por el...

    Un sonoro estallido le golpeó en los oídos. La música se detuvo.

    El... el sueño, si acaso era un sueño... había desaparecido.

    Abrió los ojos. Un limpio agujero a través de la sien de la soñadora chorreaba sangre. Mientras observaba, la sangre encharcó la almohada bajo la cabeza de la joven. Él se apartó con una sacudida. La cordita asaltó sus nasales. Se sentó en el suelo. Kann tiró de Shade por la nuca del traje hasta ponerlo de pie y le sostuvo contra la pared.

    —¿Ves esto? - su compañero le mostró un clavo.

    —Qué... qué ha pasado?

    —Te abrió una brecha en el escudo onírico, compañero. Ya sabes lo que eso significa.

    Shade tragó.

    —Por favor. No lo hagas, - suplicó Jefe.

    Kann desenfundó su desconector y lo apoyó en la base del cráneo de Shade. —Convoco un tribunal, - pensó Kann y diez mil millones de mentes respondieron a la llamada.

    —¿Un tribunal? - pensó Shade. —Soy yo, nosotros, de quienes estamos hablando aquí, Kann. Jimmy Shade. Tu compañero. Tu nodo favorito. Tu amigo. ¿Hola? ¿Recuerdas?

    Kann le ignoró. —Invoco a todo el Colectivo como testigo.

    —Pero, ¿y la prueba? - alegó Shade. —¿Tengo elección? - consideró Shade. —¿Qué haría yo si se invirtieran nuestras posiciones?

    —Exactamente, - pensó Kann. —Lo comprendes.

    De modo que se acabó. Fin de la línea. Primero el Principal y ahora el Ayudante... estaba claramente infectado. Confió en que ellos no tuvieran que desconectarlo. Esperó que la LoboQuim fuese suficiente para matar el sueño. Confió en que no haría daño.

    Kann gritó, —¡Qué comiece el juicio!

    Diez mil millones de mentes atendieron. —¿Ha estado soñando Jimmy Shade? ¿Está infectado?, pensó Kann.

    El Colectivo investigó la mente de Jimmy Shade entonces, penetrando y juzgando hasta la última sinapsis, hasta la última molécula de su cráneo. Él nunca había sido objeto de tan detallado escrutinio. Shade cerró los ojos y tembló, esperando un veredicto culpable. Esperando que el desconector le succionara el implante de su cráneo.

    Para siempre.

    Las mentes se retiraron.

    —NO, - tronó el Colectivo. —JIMMY SHADE NO ES UN SOÑADOR. NO ESTÁ INFECTADO. VERDICTO: INOCENTE.

    Jefe dejó salir un suspiro.

    —Bueno, eso es un alivio. - Kann agarró a Shade en un abrazo de oso.—¡Gracias al Colectivo que disparé a tiempo!, dijo. —Estuvo cerca, hermano. Por un momento estuve seguro de que tenía que desconectarte.

    —Sí, - pensó Shade, aún confuso. —Yo también.

    Shade fue a trompicones el resto de la noche, LoboQuimizando y desconectando soñadores. Sin más Ayudantes, sólo un centenar de nodos soñadores que habían despertado sin sus lóbulos frontales. Aún así, cada uno probó ser más difícil que el anterior. Era como matarse a sí mismo. Le habían infectado, aquello estaba muy claro, pero de algún modo, pudo ocultarle su sueño al Colectivo. Esto le asustaba aún más. Si él podía ocultarle al Colectivo sus verdaderos pensamientos, ¿cuántos más soñadores había ahí fuera, nodos como él, envenenando a la humanidad con sus sueños, ocultos entre otros nodos amenazando a todo con el que entraban en contacto?

    Aún peor, él no tenía modo de plantearle el problema al Colectivo sin exponerse a sí mismo al mismo tiempo. Y eso asumiendo que pudiera comunicarse con el Colectivo... aquello le daba qué pensar pues parecía que o simplemente no le oían o elegían ignorarle.

    De nuevio, ponderó la evidencia y la conclusión era inevitable. El Principal le había hecho algo.

    A él, Jimmy Shade, Policía del Sueño, que odiaba los sueños y a los soñadores... Sí, los odiaba y el Colectivo ya no podía evitar que los odiara... Shade se había covertido en un soñador él mismo. Sí. Ahora sabía lo que era el odio. El amor seguía siendo un misterio... ¿pero el odio? En eso era un maestro.

    Cada vez que él y Kann abordaron a otro soñador delincuente, él pudo saborear sus moribundos sueños. Había remplazado su escudo onírico con uno nuevo, comprobado en busca de señales de algún desperfecto, pero incluso a la máxima potencia era incapaz de filtrar todo el horror del moribundo sueño exhalado. O tal vez fuera sólo su imaginación, ¿su propio sueño imaginando lo que debería sentir? Esta duda, esta incertidumbre, le atormentaba. Apretó los dientes y se obligó a hacer su trabajo... cualquier duda llamaría la atención.

    Cuando terminó la noche, no podía mantener los ojos abiertos. Kann le masajeó el hombros con mano fuerte. —Buen trabajo hoy, colega.

    —Sí, gracias, - susurró él dentro de la cabeza de su amigo. —Salvar al mundo, soñador a soñador, tarea peligrosa esta, - añadió Kann. —Me alegro que saliera bien.

    Shade se frotó la sien.—Sí, Kann. Yo también. él alzó la vista y mostró una sonrisa forzada.—Yo también.

    Se separaron como siempre en la estación central. Trenes voladores y cajas móbiles les llevaron por caminos separados. Shade pasó de tren a caja y a tren de nuevo. Le llevaban sus pies, no hacia casa ni a su litera ni a las seis horas de las veinticuatro que él más temía, sino de regreso a la Central de Policía del Sueño. Hacia el CG. Hacia Jefe.

    Shade estaba asustado. No. Asustado no, aterrorizado. ¿Cómo podía ir a casa? Su cama significaba oscuridad, dormir... y soñar. ¿Y entonces qué? ¿Entonces qué? La única solución en la que podía pensar era no dormir nunca, pero sabía que eso era imposible. Debía de haber alguna otro modo de curarse de esta infección sin la LoboQuim o la desconexión.

    —DEBES DESCANSAR PARA SERVIR MEJOR AL COLECTIVO, - le reprendió en voz baja el Colectivo.

    Shade emitió ruidos de estar de acuerdo en su cabeza y el Colectivo se marchó, aparentemente ignorante de su sufrimiento. Antes de que pudiera preguntar por lo extraño que era, estaba junto a la cama de Jefe y llamó a la puerta mental de superior.

    —Pasa, Shade, - dijo Jefe.

    Estaba sentado tras su escritorio como siempre con un palo de combustión entre los labios. Shade ingresó en la oficinita y tomó asiento. Jefe le observó durante largo tiempo bajo pesados párpados. Sopló humo hacia el aire.

    —Un par de días duros, Shade. Pareces cansado. ¿Por qué no te vas a casa a por tus preciosas seis?

    Shade se despejó la garganta. —Hoy me he asustado un poco, Jefe.

    —Estuve allí, - le dijo Jefe. —Lo vi a través de tus ojos. Sentí todo lo que sentiste.

    Shade tragó. ¿Todo? ¿Lo sabe? ¿Podía descubrirlo? él colgaba su cabeza. —La soñadora casi me atrapa, señor.

    —Ten más cuidado la próxima vez, Shade. Nunca te acerques demasiado a un soñador. Ni siquiera por poco tiempo. Te harán daño si les dejas. - Jefe recogió una delgada vergueta amarilla afilada en la punta e hizo algunas marcas en un pedazo de papel.

    —¿Señor? Jefe, es decir... - titubeó Shade.

    El remanente vestigial de un oficial superior alzó la vista hacia él. —¿De qué se trata, Shade? ¿Te preocupa algo más?

    Shade asintió. —Sí, señor. - las palabras tropezaban de su cabeza en una masa confusa. —¿Hay algún modo... - preguntó, —... algún modo de matar un sueño sin herir al soñador? Es decir, sin usar LoboQuim o un desconector?

    Jefe golpeó la vergueta amarilla contra la mesa. Tap-tap. Tap-tap-tap. Tap-tap. El ruido resonó en ambos cráneos.

    —Tú sabes... - dijo Jefe, —... tanto como todos nosotros, que no existe un tercer modo. - se inclinó hacia adelante, apoyó la barbilla en el puño. —Esto es sobre esa soñadora. La Ayudante.

    No era una pregunta. Shade bajó la vista hacia sus botas. —No me gustó que tuviéramos que matarla, señor.

    Jefe suspiró. —Tu compasión es admirable, Shade. De eso se trata el Colectivo, después de todo. De la compasión. De amar a nuestro vecino como a nosotros mismos. El Colectivo te felicita por esta muestra de sentimiento hacia lo infecto.

    Shade se movió incómodo en su silla y esta crugió. No podía pensar en nada que decir como respuesta de modo que, simplemente, asintió.

    Jefe se apoyó en su escritorio. El humo del palo de combustión onduló hacia el techo.—A mi tampoco me gustó tener que matarla, Shade. - él alzó la vista.

    —¿Quiere... quiere decir... que, o sea, no le gustó?

    Jefe negó con la cabeza. —No. Por supuesto que no. ¿Cómo podía gustarme tal cosa? Pero tú sabes tan bien como yo que es o ellos o nosotros. Los sueños como los de esa chica podrían destruirnos a todos. Al Colectivo. A la humanidad. Todo lo que hemos construído. - Jefe lanzó las manos hacia arriba. —¿Y si un sueño infecta al Colectivo, Shade? - le preguntó. —¡Imagina las consecuencias!

    Shade se mordió el labio. —¿Qué hay tan malo en los sueños, por cierto?

    Los ojos de Jefe se abrieron de pronto en su cama. En su mente, se retiró hacia atrás en su escritorio. —¿Tan malo en los sueños? ¿¿¿Tan malo en los sueños??? Yo lo sé, ... ¿Tan malo en los sueños? ¿Tú, Shade?. ¿Tú, un Policía del Sueño.? ¿Y vienes aquí a preguntarme qué hay tan malo en los sueños?

    —Lo siento, no debería haber...

    Pero los ojos de Jefe ardían con una intensidad que Shade nunca había visto antes, quemaban con la intensidad de diez mil millones de mentes.

    —Los sueños son falsos, Shade. Los sueños son mentiras. Con demasiada fácilidad se convierten en pesadillas. Te tientan con cosas que deseas pero que nunca te darán. Los sueños son un espejismo en el desierto para atraer viajeros incautos, para conducirles a su muerte. - Jefe agitaba la cabeza. —¿Tan malo en los sueños, Shade? Los sueños hacen monstruos de todos nosotros. Si no hubiera estado presente en tu prueba, habría pensado que eras un soñador.

    Shade abrió la boca y emitió una carcajada, un corto ladrido fuerte que detuvo pronto.

    Jefe se quedó mirándole. —En el nombre del Colectivo, ¿qué ha sido eso, Shade?

    —No lo sé, Jefe. - se masajeó el puente de la nariz.— No me he sentido muy bien últimamente. Quizá he cogido un resfriado o algo así. Creo que voy a coger un caso de GIN. La Gripe del Invierno Nuclear.

    —Bueno, pues no lo vuelvas a hacer. Ya sabes tan bien como yo que están prohibidos los ruidos vocales de cualquier tipo.

    Shade quiso levantarse, dar la vuelta y salir corriendo, huir del sondeo de Jefe. Pero había una pregunta más que tenía que hacer y no podía irse sin preguntarla... ¿cómo es que el Colectivo no pudo detectar su sueño?

    —Sobre... - dijo y tragó. Lo intentó de nuevo. —Sobre el Soñador Principal, señor.

    —¿Qué pasa con él?

    —¿Cómo permaneció oculto durante tiempo?

    Jefe asintió. —Esa es una buena pregunta, Shade. Y una, podría añadir, que el Colectivo ha invertido un buen tiempo en considerar. Hemos estado cazando soñadores durante... ¿cuántos milenios ahora? Pero no importa lo que hagamos, no parece que podamos exterminar la sabandija o acabar con la plaga. ¿De dónde vienen los Principales? ¿Por qué son tan difíciles de encontrar? ¿Hemos matado realmente al último? - Jefe se encogió de hombros. —No lo sé, Shade. No lo sabemos. Nadie lo sabe.

    Shade se alisó el traje. Su visita, al parecer, había sido futil.

    —Gracias, señor. - se giró para irse.

    —Y Shade

    —¿Señor?

    —Vete a casa, Shade. Duerme un poco. Te sentirás mejor.

    Dormir. Lo último que Shade quería hacer. Cinco horas hasta que llegase la hora de trabajar de nuevo. Cinco horas antes de empezar su servicio matando sueños y soñadores tullidos.

    Se marchó a su dormitorio y se acurrucó en su litera. ¿Qué otra cosa podía hacer? Cualquier otro curso de acción llamaría la atención. Investigarían su mente de nuevo y, quizá, esta vez descubrieran su secreto.¿Pero dormir? Dobló los brazos detrás de la cabeza y abrió los ojos tanto como pudo. Sentía la cabeza pesada. Aquella era... ¿cuál, su segunda noche sin dormir? Sintió los ojos secos y parpadeó.

    Una vez. Dos veces. Quedaron cerrados. Su respiración se relajó, se tornó regular.

    ¡Despierta! se gritó a sí mismo. ¡Salpícate una píldora de agua en la cara! ¡Come un puñado de píldoras de cafeína. ¡Haz lo que sea para mantenerte despierto! ¿Quién sabe lo que los sueños podrían traer?

    Pero otra voz interna decía. Estoy tan cansado. Ya no me importa.

    ¿Qué era esa voz? ¿Quién era? ¿De dónde venía?

    Shade rodó sobre un lado, o lo intentó. Su hombro se encajó contra la litera 12.

    Tan... cansado... ¿por qué?, si no tengo ningún sueño, continuó la voz, no podría ser desconectado.

    ¡Desconectado! No. Nada es peor que eso. Luchó por despertar, por abrir los ojos, pellizcarse para volver a la consciencia, pero sólo sintió caer hacia la oscuridad. Regresó la música, atremolinándose en sus oídos y el caleidoscopio pintó sus párpados con un cálido éxtasis multicolor. Mientras caía, emergía la música y los colores. El gozo se mezcló con el terror y sólo quedó lo que su mente consciente quiso saber, ¿qué sucede cuando tocas el fondo? ¿Qué sueños nos esperan allí?

    Jimmy Shade no tenía una respuesta. Cayó durante largo tiempo.

Capítulo 4

    

Capítulo 4

    Shade despertó, su traje estaba empapado en sudor.

    Una alarma bramó en su cabeza. La llamada despertador. Él tragó en busca de aire. La música se disipó en sus oídos, los colores se atenuaron y desaparecieron. Abrió los ojos. El sucio mundo gris le recibió una vez más y lo primero que pensó fue: —¡Vuelve! - hablando a lo que había soñado. Y él había soñado, como se temía, en Linda. Durante una eternidad, le pareció a él, habían vivido y amado con la música rodeándoles en cada paso. Despertar arrancado de aquella felicidad fue una tortura.

    Lo segundo que pensó fue: —No era Linda de verdad. Era una nauseabunda mentira, un espejismo, una fantasía enfermiza que, como había dicho Jefe, no podía tener. Linda vivía en una celda acolchada en el Salón de los Sueños. Ella está muerta para el mundo. Ella está muerta para ti.

    Lo tercero que pensó fue: —No me importa. - Visitarla en sus sueños... vivir con ella allí... había sido la experiencia más gloriosa de su vida. Ya estaba impaciente por su siguiente pausa de seis horas.

    —¿Qué tengo que hacer para seguir soñando? -

    Lo último que pensó mientras la consciencia le hundía sus garras de nuevo, fue: —Este sueño es poderoso. - El terror le invadió. Si no tenía cuidado, abrumaría cada aspecto de su vida. — Tengo que vivir en el mundo real. Este sueño me esclavizará, me hará pobre y, finalmente, me matará si se lo permito. ¿Cómo puedo deshacerme de este sueño para que nunca regrese? - El terror se tornó tristeza, una tristeza diferente a todo lo que había conocido.

    ¡Pero vivir sin su sueño! ¡Sin Linda! ¿Por qué no podía él estar con ella cada noche y con el Colectivo cada día?

    —Ellos no podían decírselo. Ni siquieran podrían saberlo. Pero si yo lo sabía, ellos lo descubrirían.

    De aquello, él estaba seguro. La idea de esconder algo al Colectivo, de vivir siempre con miedo a ser descubierto, era más de lo que él podía soportar.

    —No nos han descubierto hasta ahora, ¿verdad? - razonó la voz dentro de él. —Y además, ¿que tienen de malo los sueños, de todos modos?

    —No prestaste atención ayer cuando hablamos con Jefe?

    La voz no respondió.

    Shade se frotó la cara con ambas manos. ¿Qué acababa él de experimentar? ¿Qué estaba pasando? ¿Y qué iba hacer al respecto? El deseo y anhelo y pena y alegría y desesperación le golpeaban una y otra vez y él gruñía. Aquellas eran emociones peligrosas y poderosas, sabía él, proscritas desde hacía mucho tiempo. Las emociones eran irrelevantes, fueron lo que causó la Guerra que casi destruyó a la humanidad y aún podía destruirla. El pánico subió por la garganta de Shade. ¡Por su culpa, el mundo podía terminar!

    —Eso es ridículo, - dijo la voz. —¿Sólo por que has tenido un sueño va a acabarse el mundo?

    Shade luchó durante largo tiempo con la voz que ahora moraba dentro de su cráneo.

    —¿Quién está al mando aquí? - demandó. Pero la voz, otra vez, no dijo nada.—Eso está mejor, - pensó, con más confianza esta vez. —Yo estoy al mando aquí, no tú. Y te agradeceré que lo recuerdes.

    Victorioso, consideró su siguiente paso. De algún modo había que matar el sueño, deshacerse de él. Extirparlo de su cerebro. Pero, ¿cómo en el nombre del Colectivo iba a hacer aquello? Necesitaba más information. Formuló una pregunta y estaba a punto de emitirla al Colectivo cuando la voz interior le dijo, —Yo no haría eso si fuera tú.

    —Tú eres yo, - pensó Shade y apretó sus dientes. —¿Quién si no ibas a ser?

    La voz no dijo nada.

    Él maldijo. La voz tenía razón. Nada le haría más convicto de estar soñando que preguntar al Colectivo entero cómo extirpar un sueño indeseable. Especialmente desde que Jefe le había contado no hacía ni seis horas que no había otros modos de curar a otro soñador que la LoboQuim y el desconectado. ¿Qué iba a hacer ahora?

    Sin llamar, Kann pasó dentro de la mente de Shade. —¡Hey, dormilón, tenemos sueños que matar!

    Shade forzó una sonrisa mental. Confió en que Kann no pudiera ver el desastre, el caos que llenaba su mente.

    —Voy de camino, hermano. Te veo en la estación. Trae tu bandolera extra, - le dijo Kann mientras se alejaba. —¡Hay un gran nido de soñadores que limpiar hoy!

    Shade extendió el brazo hacia su bandolera y sacó un pincho LoboQuim. Sintió su frío peso en la palma. Sabía lo que tenía que hacer ahora. Aunque saberlo no lo hacía más fácil. Destapó el pincho y lo colocó contra su cuello. La aguja extendida le pinchó la piel, entró en su vena. Luego él cerró los ojos con el pulgar en el émbolo.

    Preparados.

    Él era un soñador. Él, Jimmy Shade, Policía del Sueño, era un soñador. Y había jurado matar sueños y capturar soñadores por el bien de la humanidad. Era hora de que hiciera su trabajo. Al menos, después de que hiciera efecto la LoboQuim y desaparecieran sus lóbulos frontales, sería un miembro útil de la sociedad una vez más. Tampoco podía confiar en que eso bastara para el Colectivo, en que no decidieran desconectarle también.

    Listos.

    Su pulgar empujó el émbolo. Pero en ese instante, el sueño regresó, un campanilleo de timbres y remolimos de color y la alegre risa de Linda, su cuerpo, su cordialidad, su olor... él dudó con el pincho en su cuello. Haría cualquier cosa para seguir soñando con Linda, cualquier cosa, incluso arriesgar su propia vida. Incluso oponerse a la voluntad del Colectivo. Estaba mal, él sabía que estaba mal, pero no podía evitarlo y se detestaba por su debilidad. Esas dos fuerzas opuestas pugnaban por el control dentro de Jimmy Shade, sin que ninguna ganara la mano. El pincho tembló en su cuello, clavado en su garganta, pero Shade era incapaz de presionar el émbolo.

    Justo cuando pensaba que se iba a volver loco, la voz interior le dijo, —El Soñador Principal.

    —¿Qué pasa con él?

    —El Soñador Principal, - dijo la voz. —Ve a preguntar al Principal.

    Shade reflexionó con el pulgar aún preparado. Necesitaba respuestas, pero sus preguntas eran peligrosas. El Colectivo no podía responderlas o, si podía, no se las estaba contando. Cualquier pregunta en esa dirección sería una prueba de su culpabilidad.

    —El Principal sabrá lo que hacer, - le susurró la voz. —El Principal

    Encerrado en el Salón de los Sueños, atado con una camisa onírica, programado para la desconexión una vez que el Colectivo hubiera terminado de interrogarle... el hombre mismo estaba loco o lo estaría pronto.

    —¿Tienes una idea mejor, camarada?

    Shade suspiró. Retiró el pincho, lo tapó y lo guardó. ¿Cómo podía entrar en el Salón de los Sueños sin llamar la atención? Aquello suponía, al menos a priori, un obstáculo insuperable. El Colectivo sabía dónde estaba cada nodo en todo momento. Los obreros de la Fábrica de Información procesaban sus datos sensoriales. Podían ver todo lo que él veía. Sentir todo lo que sentía. Saber todo lo que pensaba.

    —No saben que estamos teniendo esta conversación, ¿verdad? - dijo la voz.

    —Cierto, - pensó Shade, —o ya habría sido desconectado a estas alturas.

    Pero, ¿cuánto tiempo iba a durar? Y aunque pudiera entrar en el Salón de los Sueños sin que nadie lo notara, sus propios ojos grabarían todo lo que hiciera. El Colectivo sólo tendría que volver y examinar esos datos. Seguro que acabaría en el Salón de los Sueños.

    —Tú, Shade, - Kann gritó en su cabeza. —Shadey... que va empezar el turno. ¡Muévete, colega! ¡Tengo un mundo que salvar aquí, no puedo con todo yo solo! ¡Estoy llegando!

    Shade le respondió y siguió pensando. Era arriesgado. De hecho, probablemente era imposible. Pero, ¿qué otra elección tenía? Tenía que encontrar un modo de librarse de su sueño. Era la única esperanza para seguir siendo una parte ilesa del Colectivo. Pero, ¿qué excusa podía dar para no ir a trabajar? Si era descubierto, ¿cómo explicaría su presencia en el Salón de los Sueños? Él no era un interrogador. No tenía asuntos allí. Se le secó la garganta de pronto. Extraño, se había sentido bien justo hasta que...

    Sin avisar, tres médicos de la Policía del Sueño se pasaron por su mente.—Esto sólo llevará un momento, - dijo uno, examinó el sistema nervioso de Shade mientras otro le exploraba la garganta y el pecho, y un tercero medía su temperatura.

    —No me siento muy bien, - murmuró Shade.

    Y al instante, se sintió verdaderamente enfermo.

    —Fiebre, comentó un segundo fisioterapeuta. Garganta irritada. Infección del tracto respiratorio superior. - chasqueó su lengua. —GIN, muy probablemente. Pasa más tiempo en tu cabina de bronceado, toma muchas píldoras de agua y mantén reposo.

    El doctor pulsó en la cabina de bronceado. Un banco de luces bajo la litera 12 brillaron de azul. Descendió una máscara para cubrir los ojos. Los tres saludaron al unísono.

    —¡Pero tengo que ir a trabajar! - graznó Shade.

    Jefe entró en la discusión. —No con GIN. Ponte bien. Después puedes volver y ayudar a matar sueños.

    —¡Shady! - añadió Kann riendo. —Dobla mi carga de trabajo, ¿quieres?

    Shade dejó salir un suspiro. Había estado aguantando el aliento sin saberlo. Asintió y Jefe y los tres doctores se marcharon.

    ¿Qué acababa de ocurrir? Había engañado a los fisioterapeutas del Colectivo... ¡incluso a Jefe! La irritación de garganta ahora había desaparecido tan rápidamente como había llegado. Se sentía bien. ¿Cómo en el nombre del Colectivo había hecho eso? ¿Podía también convencer al Colectivo de que estaba tumbado en su litera con la cabina de bronceado encendida, cuando en realidad estaba en el Salón de los Sueños? Ahora que estaba enfermo, su entrada sensorial tendría baja prioridad. Sería procesado eventualmente, por supuesto.

    Aunque sólo hacía falta un obrero FI para notar que algo no iba bien y no salir del Salón de los Sueños con su cerebro intacto. Asumiendo que consiguiera salir de allí en primer lugar. Shade salió de su mente para entrar en la cabeza de un nodo que pasaba y se miró a sí mismo: Jimmy Shade, Policía del Sueño, enfermo en la cama, luces de bronceado encendidas. Volvió a su propia cabeza, saltó de la litera y luego entró en otro nodo.

    ¿Daría la alarma? Pero también ese nodo sólo vio a Shade en la cama, enfermo... aunque Shade ya no estaba allí.

    ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo lo estaba haciendo? Nunca había imaginado que tal cosa fuese posible. Lo que fuese que hacía, el Colectivo lo aceptaba sin un murmullo. Un mal día lo tiene cualquiera. Tres doctores le habían inspeccionado, después de todo. ¿Qué más había que pensar sobre el asunto? No merecía la pena indagar más sobre elllo malgastando el valioso tiempo de proceso del Colectivo. Tenían un mundo que salvar, después de todo. La enorne masa de la humanidad continuaría su camino hasta que Shade pudiera ser útil de nuevo. ¿Y ahora? Shade se tragó una píldora de comida y otra de agua y se armó. Se abrochó la caja gráznida. Se sorprendió de que el Colectivo no le hubiera recordado que la devolviera al CG de la Policía del Sueño. Aunque era bueno tenerla. Sería incapaz de comunicarse con el Principal sin ella.

    Ve al Salón de los Sueños, preferiblemente sin llamar la atención. Consigue entrar, encuentra al Soñador Principal, interrógalo. Luego descubre cómo matar el sueño y vuelve bajo las luces de bronceado antes de que nadie note tu ausencia. Simple, realmente. Y también, como sabía, casi imposible.¿Qué opción tenía? Tenía que matar el sueño, a esta enfermedad antes de que le consumiera. Antes de que infectara a otros. El futuro del mundo estaba en riesgo. Su sueño podía ocasionar la muerte de la humanidad.

    ¿Cómo iba a vivir con aquello en su conciencia?

    Pasó rápidamente hacia el ascensor. Tenía que darse prisa. No podía esconderse... no por mucho tiempo. No podía correr... no había lugar en la Tierra donde el Colectivo no le encontrara, ningún lugar al que no fueran para matar su sueño. Para matar a su Linda.

    La furia creció en su interior y la tristeza menguó. Matar a Linda era un precio pequeño a pagar. ¿Qué era más importante? ¿Su fantasía enfermiza o el Colectivo entero?

    No. Él tenía que matar su sueño antes de que lo hicieran por él. Su única esperanza era encontrar al Principal. Se mordió el labio. El único nodo en el mundo que podía ayudarle era su enemigo.

    De acuerdo, que sea el Soñador Principal.

Capítulo 5

    

Capítulo 5

    Durante todo su tiempo en la Policía del Sueño, Jimmy Shade nunca había estado en el Salón de los Sueños. ¿Por qué iba a estarlo? El veredicto del Colectivo era inmediato durante la captura. La sentencia se llevaba a cabo in situ y el soñador o era LoboQuimizado y dejado en libertad o desconectado y internado en el Salón de los Sueños de por vida. La decisión del Colectivo de mantener al Principal como un espécimen, meditó él, era algo inusual.

    Shade tomó un tren volador hacia los arrabales de la ciudad e hizo trasbordo en una caja móbil. Frente a él se sentó un nodo LoboQuimizado, un granjero que iba camino a los jardines hidropónicos fuera de la ciudad. El hombre contemplaba a Shade con la boca semiabierta, la baba le caía por la barbilla. De pronto, Shade lo reconoció... un Policía del Sueño.

    ¿Cómo se llamaba?

    Él forzó una sonrisa y levantó una mano. El hombre vio a Shade, pero no dijo nada. La baba pasó de su barbilla hasta su regazo. Shade se movió incómodo en su asiento e investigó la mente del hombre.

    Nada. Negrura. No... gris. Un musgo de pasta, un cerebro funcionando a mitad de ingenio.

    —Si no eres diligente, este podrías ser tú, - se dijo a sí mismo.

    La caja móbil se alejó del centro vertiendo pasajeros en su camino. Aquí los rascatierras sólo se hundían una planta o dos bajo la Corteza de espesor kilómetrico y las calles eran amplios corredores negros.

    Por fin, llegó. Sin mirar al granjero babeante, Shade bajó de la caja móbil y permanecíó de pie ante el Salón de los Sueños.

    El edificio, sabía él, rascaba la terra con más de cuatro mil plantas. Era el único rascatierras en kilómetros a la redonda, una medida de seguridad para prevenir la remota posibilidad de fuga. Los soñadores entraban, no salían. Shade respiró hondo y trató de relajarse. Esperó que la caja móbil partiera y, depués, entró en el edificio. Ningún guarda vigilaba la puerta. Ninguna cámara de seguridad seguía su progreso por el vestíbulo. No era necesario. Sus propios ojos y oídos le traicionaban.

    —No hay tiempo que perder.

    Con más confianza de la que sentía, caminó hasta la zona de ascensores y pulsó el botón de llamada. Linda estaba allí, lo sabía. Su verdadero amor, desconectada, infectada, sentenciada a sufrir y morir en una celda acolchada, aislada para siempre del Colectivo.

    —¿Debería buscarla?

    Podría no tener otra oportunidad como esta. Nunca la había visto cara a cara, nunca la había mirado a los ojos en la vida real. ¿Cómo era ella? ¿Le reconocería o estaría tan loca por el confinamiento mental solitario que ya ni siquiera sabría su propio nombre?

    Las puertas del ascensor se abrieron. Examinó el interior. Cuatro mil botones cubrían las paredes.

    —¿Ahora qué? Hay miles de desconectados, decenas de miles, en este laberinto.

    ¿Cómo encontraría a Linda, si es que quería encontrarla? ¿Dónde estaría el Principal? No podía preguntar al Colectivo por el número de la celda del Principal sin informar de su propia actividad. —Encuentra al Principal, consigue lo que necesitas, sal de aquí.

    ¿Cómo iba a hacer eso? El pánico emergió en su pecho. Las puertas del ascensor seguían abiertas.

    —Si bajas ahí - pensó él, —puede que no salgas nunca más.

    Entra. - le dijo la voz.

    Shade podía reconocer miles de millones de voces diferentes, pero esta era... única, esa era la palabra para describirla. Única. Le recordaba un poco al Principal. Aunque el hombre había dicho muy poco ese día. Era difícil saberlo.

    Miró a su alrededor. Estaba solo. Hasta donde sabía, el Colectivo no era consciente de su presencia en el Salón de los Sueños. ¿Quién le estaba hablando, entonces? Se estremeció de miedo. Aquello era una idea estúpida.

    Vuelve a tu litera y toma el sol un poco. Estúpido, estúpido, estúpido. Shade dio la vuelta para irse.

    —He dicho que entres, - ordenó la voz. —No tenemos mucho tiempo.

    Los pies de Shade dudaron. Deseaba volver a la calle, convocar una caja móbil que pasara y alejarse de allí tan lejos como pudiera... pero sus pies no le obedecían.

    Esto no me está pasando, pensó Shade. No es real. Estás cansado. Necesitas dormir más. Estás enfermo. Eso es... estás enfermo. Lo dijeron los doctores, ¿no? Vete a casa y toma algunos rayos. Te sentirás mejor. Todo esto es sólo una ilusión, nada más.

    —¡Entra de una vez! ¡Deprisa! - Los pies de Shade giraron y le llevaron al interior del ascensor. —¡Ujaa!

    Los miembros ya no le obedecían. Se sentía como un títere. Los botones le miraban. El silencio era total. ¿Ahora qué?

    —Planta 3, - ordenó la voz.

    ¿Tan cerca de la superficie? ¿Y por qué allí? ¿Cómo lo sabes? ¿Y quién eres, por cierto?

    —Ya sabes quién soy, Jimmy Shade. - sonó una risilla dentro de su cabeza. —Nos conocimos, tú y yo, el otro día. ¿Recuerdas?

    Shade quedó sin aire por un instante.

    Pero... eso sólo podía significar...

    La voz no llenó el espacio en blanco. El dedo de Shade se movió con voluntad propia, o eso le pareció a él, y pulsó el número de la planta indicada. Se cerraron las puertas y el ascensor descendió. Por un instante, sintió los pies ligeros y su estómago flotó hacia su barbilla.

    ¡Ping! La gravedad regresó. Planta 3.

    Salió del ascensor. Aún sin guardas, sin policía, sin doctores, sin interrogadores, nadie.

    —Extraño, - pensó. —¿No dijo Jefe que el Colectivo quería interrogar a este espécimen?

    Shade se sintió aislado de la humanidad en aquel momento, peor que antes incluso. Aparte. Separado. ¡Cómo anhelaba el dulce abrazo del Colectivo! ¡Cómo odiaba al Principal por hacerle esto! Por atormentarle con aquella falsa visión de Linda, una fantasía enferma que incluso ahora le compelía a continuar adelante con acciones contra su propia elección. Él quería huir, volver, hacer cualquier cosa salvo seguir adelante. Pero el único camino de regreso hacia el Colectivo era lidiar con este Principal y resolver su problema de una vez por todas.

    Shade caminó por el pasillo mirando por las estrechas ventanillas mientras pasaba. Las celdas estaban vacías. Llegó a un cruce en el pasillo.

    —A la izquierda, - le dijo la voz.

    Pasó otras cincuenta puertas o así. De nuevo, todas las celdas estaban vacías. investigó la planta del edificio con su mente, tentativamente al principio, luego con mayor fuerza. Pero no encontró a nadie más allí. Aunque eso no significaba gran cosa. Tal vez no había doctores trabajando en ese momento por alguna razón, pero seguramente habían miles de plantas llenas de soñadores desconectados, meciéndose adelante y atrás en sus celdas acolchadas, devastados por la pérdida de sus implantes. Y el Principal... el Pricipal aún tenía un implante, supuso él. Shade no sería capaz de entrar en la mente enferma del hombre, gracias al Colectivo, sino que sólo oiría lo que el Principal eligiera decir. Y eso asumiendo que pudiera encontrar al hombre.

    Al final del pasillo, llegó a una puerta.

    —Aquí dentro.

    Shade intentó abrir la puerta. No tenía pomo, ninguna de las puertas que había pasado tenían pomos. La puerta estaba atrancada desde el exterior. Cualquiera podría entrar pero, sin una llave, quedaban atrapados dentro. El sistema tenía sentido, en realidad. Después de todo, ¿quién abriría una puerta sin el conocimiento y permiso del Colectivo?

    Empujó la puerta con un rápido movimiento y se abrió deslizando un cerrojo de la pared. Un hombre en camisa onírica estaba sentado en una litera. Se quedó mirando a Shade con ojos grises curiosos.

    Era el Soñador Principal.

Capítulo 6

    

Capítulo 6

    Shade manipuló su caja gráznida. El furioso crugido de sus incoherentes pensamientos sobresaltó a ambos.

    —Estás en el interior de mi cabeza? - demandó Shade.

    El hombre sonrió. —Sí.

    Shade dio un paso atrás. —Pero... ¿cómo puedes estar pensando dentro de mí? ¡Llevas una camisa onírica!

    El Principal levantó un codo. Un pedacito de metal captó la luz. Un clavo sobresalía por la prenda del hombre justo en la axila.

    Dentro de su cabeza, Shade chasqueó su lengua. ¿Cómo se les había pasado por alto eso a los paramédicos? Todo soñador que entraba en el Salón de los Sueños era registrado minuciosamente.

    —¿Y cómo escaparon tus pensamientos del Salón de los Sueños?

    —Quizá el Colectivo cometió un error al construirlo, - respondió el hombre.

    —El Colectivo no comete errores.

    —Si tú lo dices.

    —De acuerdo, - grazó él. —No ne importa eso. Sólo necesito saber lo que me has hecho. ¿Es la infección de un sueño? ¿Es eso?

    El hombre abrió la boca y habló. El sonido de su voz fue tan impactante y obsceno para Shade como lo fue cuando lo apresaron.

    —No te he hecho nada, - dijo el Principal. —Ahora, por favor. Escúchame. Tengo un mesaje para ti.

    Las palabras eran desagradables a los oídos de Shade. —Habla normal,se quejó. —Con tu mente. Para eso era el clavo, ¿no?

    —El Colectivo lucha por procesar la palabra hablada, - replicó el hombre. —Por supuesto, están oyendo cada palabra que digo a través de tus propios oídos, pero al pronunciarlas en alto, los retrasamos. - se rió. —Un poquito, al menos.

    Shade dio un paso atrás, echó un vistazo a la puerta. —¿Quieres decir que saben que estoy aquí? ¿Vienen a por mí?

    —Te he dicho que no tenemos mucho tiempo. ¿Vas a escuchar?

    Regresó el pánico. —No quiero oír tu mensaje, cualquiera que sea, - graznó Shade. —No me envenenes más. ¡Sólo quiero..., - y su voz crugió más alto, —...que me cures esta infección!

    El Principal negó con la cabeza. —Los Sueños no son una infección, Jimmy Shade.

    —Ahorra aire. - caminó por la habitación con un puño levantado. —Me infectaste. ¡Cúrame, mátalo, llevátelo, lo que sea, no lo quiero!

    El hombre dio una carcajada. —Tu sueño, Jimmy Shade, no me corresponde a mí darlo o recibirlo.

    Shade dejó de pasear. —¿Qué estás diciendo? Por supuesto que sí. ¡Me lo diste tú!

    —Yo no te di nada que no fuera tuyo ya.

    Shade se acercó al Principal con el puño en alto y el corazón latiendo de furia y miedo, pero el hombre siguió sentado allí, mirándole.

    —Soy un Policía del Sueño, ¿comprendes eso? - graznó Shade. —Mato sueños. Ese es mi trabajo. Para proteger y defender al Colectivo con mi vida. Si no hubiera personas como yo, el mundo se acabaría.

    El Principal se burló. —El mundo no se va acabar por que sueñes, Jimmy Shade.

    —Los sueños son falsos, - tronó Shade. —Son mentiras. - se golpeaba la palma con el puño tan fuerte que le dolía. —Primero infectáis a mi esposa. A mi Linda. Arrebatada de mi vida. Ahora te burlas de mi con ella mientras duermo. - Shade se inclinó sobre el hombre. —Pero esa no es mi Linda. - agitó su puño en la cara del hombre. —Es un espejismo. Una enfermedad. ¡Una droga!

    El hombre soportó este abuso sin decir una palabra.

    Shade se enderezó. —Yo repudio esa droga, - le dijo. —Yo amo al Colectivo. No haría nada para dañarlos. Ellos son mi mundo. El único mundo que importa. El único mundo que debería importarte.

    El hombre negó con la cabeza y soltó una risita. —Tú realmente te crees eso, ¿verdad?

    —Nuestro mundo afronta una crisis... ¿y tú te ries? - dijo Shade. —¡Debemos trabajar para salvar nuestro planeta o moriremos!

    El hombre rió de nuevo. Shade se mordió el labio. Se acabó, entonces. Se había quedado sin opciones. Habría vacilado antes, pero ahora... no tenía alternativa. Sacó el pincho LoboQuim, lo llevó a su propio cuello.

    —En el nombre del Colectivo y toda la humanidad, te demando que te lleves este sueño falso o me veré obligado a matarlo sin importar el coste personal.

    Pero el hombre sólo se quedó mirándolo, riendo y negando con la cabeza. El pulgar de Shade sintió el fino plástico del émbolo, se preparó para el empuje final. No quería hacerlo pero, ¿qué otra elección tenía?

    Se inclinó y gritó en la cara del hombre, —¡Llévatelo!

    La risa se detuvo y el hombre dijo, —Ya te lo he dicho, no puedo recibir tu sueño. Si lo matas, es decisión tuya, no mía.

    —¡Pero fuiste tú quien me lo dio!

    —No, - dijo el hombre y la palabra sonó triste. —No me escuchas.

    —¡Pues dímelo!

    Los ojos grises del Principal estudiaron a Shade. —Te devolví lo que era tuyo por derecho. Lo que te habían robado.

    Shade se topó con una palabra desconocida. Los músculos de su cuello se tensaron contra el pincho. —¿Robado?

    —Un concepto antiguo. Significa tomado sin permiso.

    —¿De qué estás hablando? - demandó. —Me has dado un sueño. Una enfermedad. Si no puedes llevártelo, entonces al menos dame el antídoto. Seguramente debes tener alguna idea de cómo matar un sueño sin destruir al soñador. - Shade cayó de rodillas y tiró de la camisa onírica del hombre. —¡Por favor, te lo ruego!

    —Todos los hombrea tienen un sueño, Jimmy Shade, - dijo el hombre. —Un sueño por el que vivir. Un sueño por el que se está dispuesto a morir.

    —Bueno, pues yo no.

    —Lo tienes ahora, - dijo el hombre. —La única cuestión es, ¿qué vas a hacer al respecto?

    Una alarma bramó dentro de la cabeza de Shade. Las luces del techo parpadeaban en rojo. La puerta tras él empezó a cerrarse. Él saltó y la bloqueó con su bota.

    —Me han encontrado, - pensó y la caja gráznida tradujo las palabras. —Me cazarán y me desconectarán o me loboquimizarán, seguro. - giró para encarar al soñador Principal. —¿Qué hago ahora?

    La cara del hombre no traicionó ninguna emoción. —Te sugiero que corras. -

    Shade no podía encajar entre la puerta y la jamba. Se apretó contra la pared y empujó con toda su fuerza. La puerta cedió un centímetro, luego un poco más, lo bastante para colarse por ella. El hombre, para sorpresa de Shade, no se movió para seguirle.

    —¿No vienes? - jadeó él sujetando la puerta abierta.

    El hombre negó con la cabeza. —Yo ya he hecho mi parte. Ahora es tu turno.

    La alarma bramó más alto que antes.—Pero, ¿por qué a mi? - preguntó Shade.

    —Porque tienes un destino, Jimmy Shade. - le sonrió. —Ese es mi mensaje para ti. Estás destinado a soñar grandes sueños. Aunque aún no lo sepas.

    Shade se dio la vuelta y corrió. La voz le llamó, el vibrante sonido de las ondas rebotaron en las inmaculadas paredes de obsidiana del pasillo.

    —Ha sido un honor y un privilegio conocerte, Jimmy Shade. Nos veremos de nuevo en la Ciudad de los Sueños.

Capítulo 7

    

Capítulo 7

    La alarma bramó más alto dentro de su cabeza. Diez millones de voces le gritaron.

    —¡JIMMY SHADE! ¡JIMMY SHADE! ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO, JIMMY SHADE?

    Él corría por el negro pasillo y las voces le siguieron. Shade luchaba por pensar entre todo el jaleo. Atrapado en el Salón de los Sueños y con cada humano que no estaba encerrado en una celda acolchada buscándole, Shade dobló una esquina y llegó hasta el ascensor. Pulsó el botón de llamada.

    —¿Vas arriba? ¿Y luego qué? - preguntó el Principal, divertido.

    El Soñador Principal saltó en la cabeza de Shade. Shade ignoró al hombre, trató de apagar el clamor del Colectivo, se obligó a pensar con astucia.

    ¿Subir y acabar arrestado y sentenciado a LoboQuim o desconexión? ¿Pasar el resto de su vida aquí en el Salón de los Sueños, encerrado en una camisa onírica?

    El ascensor vibró y la puerta se abrió. Él vaciló. Si entraba en el ascensor, cortarían la energía, le dejarían atrapado y listo para la captura. Por supuesto, pensó, podía volverlo a encender. Era lo más adecuado. ¡Pero su sueño! No podía hacerlo y se detestaba por ello. Cierta parte incontrolable de él se puso al mando y le obligó a huir.

    ¡Las escaleras! ¿Dónde están las escaleras?

    —¡RÍNDETE! - le tronaron diez mil millones de mentes, —¡SE TE ACUSA DEL CARGO DE SOÑAR! - ingresaron en su mente como una oleada y, en un suspiro, pronunciaron el veredicto: —¡CULPABLE DE LOS CARGOS! LA SENTENCIA ES LOBOQUIM! ¡QUÉDATE DONDE ESTÁS!

    El cuerpo de Shade quería obedecer estas palabras. Sintió el peso de la condena de la humanidad sobre los hombros, pero esa nueva parte irracional había tomado el control y, para sorpresa tanto suya como del Colectivo, corrió. Pasó por la puerta de las escaleras. Unos ruidos sonaban por encima de él. Se detuvo en seco.

    ¡Pasos de botas!

    Por instinto, Shade echó mano a su arma automática. Una docena de balas sumado a un par de cargadores extra. ¿De qué servían las balas contra el Colectivo? Y todavía más importante, ¿estaba preparado para matar a otro policía?

    —Olvida el arma, - pensó el Principal.—Tírala. Déjala ahí.

    —Pero ten...

    —¡Hazlo! O te matarán.

    Shade soltó el arma. —¿Ahora qué?

    —Baja. Hasta las profundidades. No discutas. ¡Ahora, ve!

    Shade empezó a bajar los escalones de dos en dos. Cuatro mil plantas. Ningún otro rascatierras en kilómetros a la redonda. ¿Qué sentido tenía correr? Sólo estaba retrasando lo inevitable, sólo ganaba unos minutos con su cerebro intacto. Disfrútalo mientras puedas, pensó. El Principal no dijo nada y Shade se lanzó escalera abajo tan rápido como podía. Las pisadas le seguían cada vez más cerca.

    —¡EL NODO NO DEBE ESCAPAR! - tronó el Colectivo.—¡EL NODO NO PUEDE PENSAR POR SÍ MISMO! ¡LA HUMANIDAD ESTARÁ CONDENADA Y EL MUNDO ACABARÁ!

    Shade seguía corriendo. —¡Queréis aislarme! - alegó él, saltando hacia la siguiente planta.

    Giró la esquina y se lanzó hasta el siguiente vuelo de escaleras. Las pisadas sobre él hacían lo mismo. Shade captó el destello de una pierna de uniforme tras él.

    —¿Cómo puedo permitiros que me aisléis?

    —¡CUANDO SE DESOBECE, SE AISLA UNO MISMO! - aulló el Colectivo.

    —Sólo quiero formar parte del todo, - susurró Shade. —A salvo en el seno de la humanidad.

    Sorteó otra esquina y se deslizó por la barandilla. Media docena de Policías del Sueño le pisaban los talones.

    —LA ERA DEL SUEÑO HA TERMINADO, - salmodió el Colectivo, tan alto que Shade pensó que su cerebro iba a estallar. —AHORA TODOS HEMOS DE TRABAJAR

    —¡Estoy de acuerdo! - pensó. —¡Dejadme trabajar! ¿Es que pido demasiado?

    Ya había perdido la cuenta de cuántos vuelos de escaleras había dejado atrás. Quizá treinta. Quizá cuarenta o cincuenta. El aire entraba raspando en sus pulmones. Dos veces sintió una mano agarrándole por el cuello y dos veces se dobló para esquivarla.Después giró dando un salto y se encontró de bruces con una pared. Quedaban tres mil novecientas noventa y cinco plantas, ¿cómo podía acabarse aquí la escalera?. Se dio la vuelta, apretó la espalda contra el frío metal del muro y esperó a que llegara el final. Un pelotón de Policías del Sueño se paró al fondo de la escalera.

    ¿Una puerta en esa planta? Quizá pudiera...

    Otro pelotón irrumpió abriendo la puerta y le apuntó con sus armas. Los dos pelotones se mezclaron y tomaron la clásica posición de Listos Para Reducir Y LoboQuimizar. Conocía esa formación demasiado bien. ¿Cuántas veces había realizado él mismo la misma maniobra?

    Hubo un cambio en las filas y un poli avanzó un paso hacia él. Era su compañero, Kann. Shade jadeaba en busca de aliento.

    —Kann. Lo puedo explicar.

    Su compañero suspiró. —Peligro Laboral, Shade. Lo sabes tan bien como yo. - Una amarga carcajada. —Me podía haber pasado a mí.

    —Dejadme marchar, - susurró Shade en la cabeza de Kann.

    Pero diez millones de testigos también lo oyeron.

    Kann negó con la cabeza. —¿Qué harías tú en mi lugar?

    Shade lo consideró. Tenía que admitir que él haría lo mismo. Se apretó más contra la pared, deseando poder desaparecer, esperando el final.

    —No es culpa tuya, - le dijo Kann.—Yo no te culpo. Quiero que sepas eso. - dio señal para que dos policías avanzaran hacia él.

    Blandían los pinchos con las agujas extendidas.

    —Por favor, Kann, - suplicó. —Así no. Cualquier cosa menos eso. Mátame antes de LoboQuimizarme. ¡Por favor!

    —Lo siento, amigo mío. - Kann extendió el brazo para agarrar el bícep de Shade, pero lo pensó mejor y lo retiró.

    Los dos policías avanzaron otro paso. Así que, se acabó. Shade cerró los ojos. Se había acabado. Su vida. Todo. De ahora en adelante sería un granjero hidropónico babeante o un recolector de basura, como cualquier otro nodo LoboQuimizado. El Principal le habló una vez más.

    —Hay un conducto de ventilación a tus pies. Le han quitado los tornillos. Espera hasta que esos dos polis estén lo bastante cerca para bloquear la línea de tiro. Luego da una patada, separa la pantalla y salta en la ventilación.

    Shade abrió los ojos. —Yo también lo siento, Kann.

    Su compañero se encogió de hombros. —Supongo que esto es un adios.

    La LoboQuim, como ambos sabían, borraba no sólo los sueños, sino también los recuerdos. Cuando se encontraran la próxima vez, su compañero sería un nodo cualquiera. Si es que tenían éxito en LoboQuimizarle, claro está.

    Kann alzó una mano como saludo, —Adios, viejo amigo.

    Los dos policías que blandían los pinchos se acercaron. Shade se tensó.

    —¡Ahora! - gritó el Principal.

    Shade golpeó el suelo y, justo como había prometido el Principal, su bota aplastó la tapa del conducto de ventilación. Shade se giró y saltó de pie en el conducto. Unas manos le agarraron y le tiraron del traje. Un pincho le rozó la nuca, pero él se soltó con una sacudida y cayó. Los disparon resonaron en el estrecho espacio, las chispas volaban a su alrededor, pero el giró en una curva y aceleró fuera del peligro. Se arañaba la espalda dolorosamente contra las paredes polvorientas del tobogán. Al menos era mejor que una herida de bala. El dolor sólo terminó cuando, sin previo aviso, el conducto acabó en la completa oscuridad. Mientras caía, gritaba. La caída duró una eternidad, o eso le pareció a Shade. Un único rayo de luz apareció por debajo y él echó un breve vistazo a una gigante caverna con túneles en todas direcciones. El aire se convirtió en agua y él forcejeó en las rápidas corrientes del frío líquido. Durante largos minutos luchó para mantenerse a flote, salpicando y braceando para mantener la cabeza sobre las aguas turbulentas. La corriente redujo la velocidad. Quedó atrapado en un torbellino. Se golpeó el codo contra algo sólido y se agarró a aquello. Era un peldaño. Se impulsó fuera del agua hacia una especie de plataforma lisa. Descansó allí durante un momento, jadeando y recuperando la respiración, escupiendo agua.

    ¿Dónde estaba? Supuso que sería un sumidero de lluvia. Los reservorios se extendían hasta cientos de plantas bajo la superficie de la Corteza. Circundaban los rascatierras allí donde se zambullían hacia el terreno radioactivo bajo ellos. Shade espió a su alrededor en la oscuridad, trató de orientarse y fracasó. ¿Qué se suponía que iba a hacer ahora? ¿Esconderse en las alcantarillas hasta morir de hambre? ¿Dónde se suponía que debía ir?

    —Hacia la Ciudad de los Sueños, - respondió el Principal en la cabeza de Shade.

    —¿La Ciudad de qué?

    —No de qué, de dónde. Donde todos los verdaderos soñadores deben ir. Está... - pero un grito mental de agonía desgarró los pensamientos del Principal y después, la voz había desaparecido.

    —EL PRINCIPAL ESTÁ MUERTO,le dijo el Colectivo sin emoción.

    —Le... ¿le habéis matado?

    Ignoraron sus palabras.

    —NODO SHADE, ERES CULPABLE DEL CARGO DE SOÑAR. LA SENTENCIA ES LOBOQUIM. REGRESA A LA SUPERFICIE O SERÁS BORRADO EN UN PLAZO DE TRES DÍAS.

    —¡Borrado!

    Cada implante en la cabeza de un nodo contenía una pequeña carga explosiva. Shade había visto miles de ellas. Las usaban rutinariamente para destruir implantes desconectados... pero tenían otro propósito. Los nodos que permanecían bajo la Corteza durante más de tres días se autodestruían, sus sesos se covertían en papilla.

    —¡No! ¡Eso no! ¡Por favor, no!

    —TU INFECCIÓN PODRÍA ENVENENARNOS A TODOS. NO PODEMOS PERMITIR QUE ESO OCURRA. TRES DÍAS, NODO SHADE.

    Un reloj apareció en la cabeza de Shade con un temporizador, descontando:

    —¡Por favor, así no! ¡¡¡Por favor!!!

    Pero el Colectivo no dijo nada más. Sin Principal, sin Kann, sin otra voz en su consciencia; el silencio total llenó su cráneo. Salvo por el sonido del reloj: tick... tick... tick.

Capítulo 8

    

Capítulo 8

    Empapado hasta los huesos por la lluvia ácida radioactiva en la que había estado nadando, Jimmy Shade se acurrucó contra la pared y se quedó dormido.

    La culpa le atormentaba. Sabía que debía volver a la superficie y tomar su medicina, pero no reunía coraje para hacerlo. Decidió que dormiría un poco. Algunas horas de agradable sueño prohibido con Linda y estaría preparado para morir solo en aquella interminable oscuridad.

    Pero esta vez, su sueño se tornó una pesadilla.

    Pesadilla.

    Si los sueños son nuestras esperanzas y anhelos, meditó entre gritos de angustia, entonces las pesadillas son nuestros miedos.

    Linda llegó hasta él, entró en su mente mientras el cuerpo de Shade tiritaba en aquel sumidero de lluvia. Pero esa no era la Linda que él recordaba, ni del matrimonio ni de los sueños. Esta era una Linda monstruosa cubierta de lodo púrpura y escamas verdes, con ojos amarillos y dientes que sobresalían por su labio inferior.

    —No te amo,le dijo ella con glóbuloss de saliva salpicando su cara. —Nunca te he amado. No eres digno de ser amado.

    —Tú... no lo dices en serio, - balbuceó él.

    Ella reía. —¿Por qué iba alguien querer casarse con una lombriz enferma como tú?se elevó sobre él y él se arrastró a sus pies.

    No había música encantada, ni caleidoscopio de colores que pintara el mundo con deleite. Sólo el desagradable y estridente sonido de las palabras en sus oídos y una fealdad más allá de toda descripción pintada en el interior de sus párpados mucho tiempo después de cerrarlos con fuerza.

    Ámame, ámame, ámame, le suplicó.

    Pero sus maldiciones continuaron en un contínuo flujo durante las eras del mundo.

    Ella interrumpió su arenga, le zarandeó el hombro.

    —Tenemos que irnos,le dijo con una voz diferente, menos desagradable, más masculina.

    Era la primera vez en la pesadilla que ella le tocaba. Él parpadeó. La monstruosa forma había cambiado. Una luz iluminaba su cara desde abajo. Le habían crecido cuernos, las escamas eran ahora pelaje y ella parecía como un... un... un...

    —¿Una cabra? - sugirió la voz de un hombre.

    Shade se sentó en la oscuridad, jadeando por aire. Miró a su alrededor, luego se acurrucó de miedo en el suelo de nuevo. La cosa aún estaba allí, con una luz suspendida bajo su barbilla, esta monstruosa forma de Linda se reía de él desde su mente.

    ¿No terminará nunca esta pesadilla?

    Las palabras resonaron en sus oídos, y él hizo una mueca de terror.

    Dedos... dedos peludos... tocaron la mejilla de Shade.

    —Estás despierto, Jimmy Shade, - le dijo la voz. —No dejes que los fantasmas te torturen. Esto no es una pesadilla. ¡Regocíjate! ¡Estás en el camino hacia a Ciudad de los Sueños!

    Shade parpadeó de nuevo, se apartó apoyando la espalda contra la pared. La Ciudad de los Sueños.

    Ahora estaba seguro de que era una pesadilla.

    La tenue forma, con cuernos de cabra y todo, se mantenía cerca. La nueva figura parecía un hombre al que le habían crecido cuernos, pelaje, cascos y una cola.

    —¿Qué extraña apariencia para un montruo, - pensó. La caja gráznida tradujo todo ello.

    El monstruo sonrió ampliamente.

    —¡Sí! ¡Soy un monstruo! Qué astuto por tu parte darte cuenta. - se rió y extendió una mano peluda. —Soy Buck, por cierto. Encantado de conocerte.

    Shade miró la mano con horror y no la estrechó. Buck dio una aguda carcajada que sonó en la oscuridad.

    —¡Pero eres un monstruo! - pensó Shade, —¿Cómo puedes ser real?

    —Todos los soñadores nos convertimos en monstruos, - dijo Buck. —Como pronto lo serás tú también. - se dio la vuelta para irse. —Venga, ven conmigo. No hay tiempo que perder.

    Las palabras de Jefe resonaron en la cabeza de Shade: Los sueños nos hacen a todos monstruos. Shade se cubrió la cara con las manos, se frotó los ojos. ¿Cuándo despertaría? ¿Cuándo acabaría esta pesadilla? Nunca había comprendido lo que significaba esa palabra. Ahora estaba claro por qué el Colectivo se oponía tanto a los sueños... ¡se tornaban en pesadillas tan fácilmente! ¡Tan fácilmente que el soñador se tornaba un monstruo!

    Gritó de agonía y este Buck de pesadilla se sobresaltó por el sonido.

    Shade apretó los dientes y se golpeaba la cara con una mano: ¡Despierta!. ¡Despierta!. ¡Despierta!

    Pero la pesadilla continuaba. Demonios, era un lugar real y él estaba en él y era infinito.

    Shade dió unas risitas y se retorció en el suelo. En el curso de cuarenta y ocho horas... ¡había destruído su vida! ¡Se había infectado por un soñador Principal, fugado del Colectivo, perdido y abandonado bajo la superficie de la Corteza para acabar muriendo solo en un sumidero de lluvia radioactiva!

    El hombre cabra monstruo de Buck continuaba mirándole. La espera era lo peor, decidió Shade.

    Buck suspiró. —Soy un monstruo, sí. ¿Una pesadilla? No. Soy real y tenemos que irnos. No estamos seguros aquí.

    ¿Era eso posible? ¿Criaturas mutantes que viven en sumideros radioactivos y de los que el Colectivo no sabía nada? Improbable. No, imposible. Pero... ¿y si...?

    Shade comprobó el temporizador: 71:27:14. ¿Sólo había dormido media hora? La sospecha y la incertidumbre era la peor forma de tortura hasta el momento. ¿Era esto una pesadilla? ¿Era una pesadilla... real?

    —Mira, - dijo Buck. —Toma mi vara de luz. ¿De acuerdo? Míralo tú mismo. Esto es real. Yo soy real.

    Shade sintió una vara de luz empujarle en la mano. Él tanteó para cogerla y la sostuvo a distancia de su brazo, moviendo el haz alrededor del espacio oscuro.

    El sumidero de lluvia se extendía junto a ellos a sus pies, justo como lo recordaba. Los túneles se ramificaban en todas direcciones. Giró la luz hacia Buck y se apartó contra la pared. ¡El hombre tenía cuernos y le crecían de la frente! Cositas retorcidas, como los de una...

    —Cabra. Sí. Ya lo has dicho.

    Uno de los animales antiguos, recordaba, como un dinosaurio. Extinguido hace mucho tiempo. La cosa tenía una cara de cuero. Penachos de abigarrado pelaje cubrían la mayor parte de su cara. Una larga barba fina pendía de su barbilla. Su cuerpo esta lleno de vello y en vez de pies tenía pezuñas.

    Buck rió. —Me encantan los soñadores primerizos, ¡ululan tanto!

    —¿Qué? ¿Encuentras soñadores primerizos muy a menudo? ¿Y qué significa...?

    —¿Primerizo? - El hombre cabra tomó a Shade por la muñeca y le tiró hacia sus pies. —Más a menudo de lo que piensas. Venga, tenemos prisa. ¡Están llegando!

    —¿Quién?

    —¡El Colectivo! Debemos ponerte a salvo.

    Shade permitió ser arrastrado. Si esto era su pesadilla prefería a este hombre cabra a la Linda monstruo. Shade movió el palo de luz por la caverna. El hombre cabra le condujo por un túnel y empezaron a descender.

    —¿Dónde vamos? - graznó.

    —¡A la Ciudad de los Sueños, claro!

    —Venga ya. No existe tal lugar. Es un mito para asustar para asustar a los nodo pequeños, nada más.

    Buck giró sobre sus cascos, subió la mano de Shade. El palo de luz proyectó oscuras sombras por su cara.

    —Cada ciudad tiene una, - dijo el monstruo. —Una subciudad. Una Ciudad de los Sueños que estuvo allí antes y aún permanece.

    —¿Aquí antes? ¿Antes de qué?

    —Antes de la Guerra, claro. Antes de que el Colectivo existiera.

    —Si ese es el caso, - demandó Shade, —¿cómo es que el Colectivo no sabe nada de esto?

    El semblante de Buck tomó una expresión solemne. —El Colectivo ve sólo lo que viere ver.

    —Eso es ridículo, - respondió Shade. El Colectivo lo sabe todo.

    Lejos encima de ellos se oyó el salpicar de agua.

    Pisadas.

    El hombre cabra bajó el volumen de su voz. —¡Venga, tenemos que irnos!

    Shade se resistió. —¿Qué importa? Deja que me encuentren.

    —Vienen a por ti. ¿No lo entiendes? Es el Colectivo. No puedes permanecer aquí. Matarán tu sueño si lo haces.

    Shade levantó los brazos por encima de su cabeza. —Déjales. ¿Mi sueño, dices? ¡Mi pesadilla! Que vengan y la maten. - dejó caer los brazos, enterró al cara en sus manos. —Que traigan la LoboQuim. Dejemos que terminen con esta pesadilla.

    Buck tiró de su codo. —Esto no es una pesadilla, es real y tenemos que irnos. ¡Ahora!

    Shade balbuceó. —¿Dónde? ¿A la Ciudad de los Sueños?

    —Sí, - dijo Buck. —Hay mucha gente allí que quiere conocerte. ¡Ahora vamos!

    El hombre cabra agarró la muñeca de Shade con ambas manos y le arrastró por el túnel. Tras un rato, Shade dejó de resisitirse y corrió al lado del monstruo. ¿Qué importaba? ¿Qué diferencia suponía a estas alturas? Combatir la pesadilla sólo la haría peor.

    Se aventuraron cada vez más en las profundidades de la Corteza. Las pisadas dejaron de oirse. El hombre cabra paró media hora después y descansaron apoyados en la pared, jadeando en busca de aire.

    —Pronto estaremos a salvo, - dijo Buck. —La Policía del Sueño no nos seguirá allá donde vamos.

    —Nunca he oído que la Policía del Sueño persiguiese a un soñador por las alcantarillas antes.

    El hombre cabra se giró para mirarle. —Eres especial, Jimmy Shade. Has sido escogido.

    —Eso mismo dijo el Principal.

    —Cierto. - Buck se levantó. —Ya no está lejos. Luego puedes decidir por ti mismo si la Ciudad de los Sueños es un mito.

    —¿Y quién vive en la Ciudad de los Sueños? preguntó Shade.

    Esta era una pesadilla extraña, pero ya no era dolorosa. No le importaría ver a dónde conducía.

    —¡Cómo!, otros soñadores, por supuesto.

    —¿Qué? - Shade sonrió. —¿Otros soñadores? ¿Es que viven aquí en las alcantarillas? - movió el brazo para abarcar el espacio a su alrededor. —Porque yo no veo ninguno.

    —Vivimos abajo, - dijo Buck. —En la superficie.

    —¡Pero es radioactivo ahí abajo! - dijo Shade. —Nadie puede vivir en la superficie. No después de la Guerra.

    El hombre cabra se encogió de hombros. —Es el único modo de mantener vivos nuestros sueños.

    —¿Hablas en serio? - preguntó Shade. —Una Ciudad de los Sueños... ¿como una ciudad de soñadores? - dio una carcajada.

    —Obviamente. Ya lo verás.

    La rabia llenó el alma de Shade. —¿Una ciudad de gente que no trabaja? ¿De vagos que dejan morir a la humanidad? - la furia dominó a Shade y se liberó con un tirón del agarre de Buck. —La era del sueño ha acabado. Ahora todos debemos trabajar.

    —Y soñar es trabajo sagrado, - dijo el hombre cabra.

    —Dirás más bien impío. ¡Debido a soñadores como tú, el Colectivo podría ser destruido, el mundo podría acabar!

    Buck dio unos golpes en el pecho de Shade. —Querrás decir con soñadores como tú.

    —¡Yo no pedí ser infectado!

    —Ni yo tampoco. Ninguno de nosotros. - El monstruo dio un paso atrás y puso una mano en el hombro de Shade. —Nosostros no elegimos nuestros sueños, Jimmy Shade. Nos eligen ellos.

    Y, sin decir más, Buck se puso en marcha por la pendiente del túnel, silbando. Shade le siguió. Tras unos minutos, llegaron a un amplio agujero en el suelo. Un vago fulgor surgía desde abajo. Shade espió por el borde. Una escalera en espiral caía una altura vertiginosa. El Cristal circundaba la escalera. Un poste de metal, anclado al techo de la caverna, descendía por el centro del alto cilindro, la escalera trazaba una espiral a su altededor. Una pequeña plataforma, junto a lo alto de la escalera, sobresalía del poste.

    Buck le indicó la plataforma.

    —Una Ciudad de los Sueños, entonces,, dijo Shade, ignorando el gesto del monstruo. —¿Significa eso que el Principal no es el último de su clase? ¿Que hay una Ciudad entera de Principales? - contempló una vez más el abismo.

    Unas luces parpadeaban debajo.

    —¿Una ciudad entera de Principales que el Colectivo podía capturar y encerrar en el Salón de los Sueños? - Su mente policía babeó ante la idea.

    Buck dio una carcajada. —¿Para qué crees que es el Salón de los Sueños?

    —Para desconectar soñadores, claro, - dijo Shade.

    Entornó los ojos tratando de contar las luces en la superficie. Si aquello era una ciudad, debía de ser grande.

    —¿De cuántos soñadores estamos hablando? ¿Miles? ¿Millones?

    —No tantos, - dijo Buck. —Nunca hay muchos soñadores. Pero tenemos más poder del que imaginas. - gesticuló de nuevo hacia el poste.

    Shade pasó sobre la plataforma. Extendió el brazo y se agarró al poste. Miró hacia abajo de nuevo. El poste iba directo hacia la terra. ¿A qué altura estaba el fondo de la Corteza? ¿Un kilómetro, dos? ¿Más?

    Buck cogió su manga.—Tenemos que irnos, Jimmy Shade, - le dijo. —El rey me ha pedido que te lleve a su presencia. No queremos hacerle esperar.

    —¿El... rey?

    —El hombre que reina nuestro mundo. - Buck señaló hacia la terra bajo ellos. —Ahora mismo esta es la primera de tus elecciones. ¿Quieres volver al Colectivo y dejarles de que te LoboQuimicen? ¿Quieres quedarte aquí en las alcantarillas y morir en tres días? ¿O quieres viajar abajo conmigo a la Ciudad de los Sueños?

    —Pues... no lo sé.

    —Nadie puede venir a la Ciudad de los Sueños por la fuerza, - continuó el hombre cabra. —No puedo elegir por ti, pero debes elegir y hacerlo ahora. - Buck se detuvo.

    Tampoco había mucha elección, reflexionó Shade. Si bajaba, quizá estos soñadores supieran más sobre los sueños que el Colectivo. ¿Y si sabían algún modo de quitar un sueño indeseado? Quizá pudiera devolverles su sueño o le pudieran curar o algo así...

    Shade rodeó el poste con los brazos y saltó en el aire.

    Y cayó. Una brisa pasó ondulando a su alrededor. Estaba a miles de metros sobre la terra y cayendo rápidamente. Tensó sus piernas alrededor del poste para detener un poco su caída. Su velocidad se redujo. Debajo en la oscuridad, las luces que temblaban parecían crecer. Podía distinguir las formas de miles de torres de cristal fundido, con acero sobresaliendo con costillas rotas. Y allí estaban... los rascatierras de la Corteza, enormes pirámides negras invertidas que descendían llenando los huecos entre las torres de cristal como dientes negros que masticaban el mundo.

    La escalera trazaba espirales alrededor de ellas y mientras caían hacia la tierra atravesando el transparente túnel vertical, monstruosas sombras subían por ella con picos y palas apoyados en los hombros. Buck descendía por el poste encima de Shade, acercándose cada vez más y Shade se vio obligado a ceder un poco su agarre para evitar una colisión. Cayó a mayor velocidad. La tierra crecía y un cráter gigante bostezó en mitad de la ciudad fundida. Buck estaba ahora directamente encima de él. El poste acababa en mitad del aire. Antes de que pudiera gritar, una ráfaga de aire empujó a Shade a un lado y él aterrizó en una pila de arena. Buck aterrizó a algunos metros de distancia. Sin detenerse, Buck le ofreció a Shade su mano y le ayudó a ponerse de pie junto al cráter. Las escaleras habían sido talladas a partir de la superficie del cuenco de cristal y llenada de arena para mejorar la andadura, aunque seguía siendo un poco resbaladiza y Shade perdió su equilibrio un par de veces.

    Desde el camino lateral del cráter, podían ver el borde del radio del estallido, la bomba o explosión, o lo que fuera que había destruído la ciudad. La tierra estaba aplanada en varios kilómetros a la redonda y surgían del horizonte edificios retorcidos y torres como behemoths de acero y cristal fundidos. Las luces tintilaban en muchas de aquellas distantes torres intactas, al menos las que no quedaban ocultas por los negros rascatierras. Justo debajo del borde del cráter, Buck le condujo hacia un túnel perforado a través del cristal. Shade dio un último vistazo tras él. La espiral de escalones se suspendía como una aguja en el cielo, una imposiblemente fina columna que emergía hacia la Corteza.

    —Ya habrá tiempo para explorar más tarde, - le dijo Buck. —Ahora debemos irnos. El rey desea verte. Vamos. -

    —¿Aún estoy soñando? - preguntó Shade. —¿Es real?

    —Más real que el mundo de arriba, - dijo Buck. —Aquí abajo los sueños fluyen como la sangre por nuestras venas. En el mundo que has abandonado, la muerte enmascara la vida.

    —¿Y quién es este rey que vamos a ver?

    —El rey de los sueños, - dijo Buck. —¿Estás preparado?

    —Aún no entiendo el concepto, - dijo Shade. —¿Un hombre que reina sobre otros hombres o sobre los sueños? ¿O reina sobre los dos?

    Buck se detuvo y Shade chocó contra él. —Te he preguntado si estás preparado.

    Shade miró al monstruo cabra peluda, dio un paso atrás.

    —No, - dijo él. —No estoy preparado.

    Buck le dio una palmada en el hombro. —Una respuesta honesta. Venga. Muchos soñadores quieren conocerte. Algunos de los cuales creo que ya los conoces.

    Sin otra palabra e ignorando la lluvia de preguntas de Shade, le condujo por un laberinto de pasillos lejos del cráter. Tras largo rato, subieron varios vuelos de escaleras y llegaron a una entrada de doble puerta muy altas. Desde dentro venían sonidos de risas y música... desde donde unos colores centelleantes surgían de la grieta entre las puertas.

    Buck se giró hacia él.

    —Prepárate para conocer al rey de los sueños. -

    Shade no podía apartar los ojos de la puerta. La música, las luces... era como en su sueño.

    Se pasó la mano por la cara y se ajustó la bandolera. La había cargado todo el camino junto a su desconector y pincho, más un centenar de cargas LoboQuim. Quizá le fueran útiles.

    Buck empujó la puerta y entraron. Shade pasó a una cámara enorme llena de gente. Cristal y acero fundido emergía hasta una altura violenta. Retorcidas vigas marcaban donde habían estado una vez el suelo y el techo. Arriba en la distancia asomaba la Corteza con su negrura llenando el cielo entero. Coloridos rectángulos colgaban en las paredes. El Colectivo sólo permitía el blanco y el negro. Salvo en sus sueños, Shade nunca había visto los colores antes.

    —Qué pesadilla extraña, - pensó. —Tan diferente de la escamosa Linda monstruo de antes.

    Unos ruidos peculiares emanaban de una esquina donde figuras extrañamente vestidas estaban batiendo, golpeando y rascando objetos de curiosa apariencia. El gigantesco túnel vertical resonaba con el ruido. En el espacio vacío sobre sus cabezas, una gran esfera giraba reflejando luces de colores sobre la gente de debajo, que saltaba y giraba y sacudía sus miembros con el patrón rítmico de la música. En el centro del tumulto, una única figura giraba tan rápido, en tal pauta caótica y aún así regular, que le pareció a Shade que el hombre tenía cuatro piernas y cuatro brazos. Sobre una plataforma alzada al fondo de la habitación, había un trono vacío. La girante figura se detuvo. El hombre tenía, de hecho, cuatro brazos y piernas. Jadeando, la criatura subió sobre el pedestal y se sentó en el trono con las piernas extendidas hacia cada punto cardinal de la brújula. Jirones de un traje emitido por el Colectivo colgaba en trapos de su pecho. Un círculo de papel dorado coronaba su cabeza.

    Las luces y la música y el jaleo cesó.

    Buck condujó a Shade a través de la multitud hacia el hombre. El rey, supuso él. Un monstruo, a su vista.

    Shade estudió a la multitud mientras pasaban. ¡Todos eran monstruos! Todos tenían formas retorcidas y rasgos deformes, algunos más que otros... Vio que algunos tenían cuernos como Buck. Otros tenían un brazo o pierna extra o una espalda jorobada. ¿De dónde han salido? Y peor aún... todos estaban señalando a Shade y hablando unos con otros... ¡En voz alta!

    Un par de días atrás, pensó, había capturado al último soñador Principal sobre la Tierra. Y aquí había miles de monstruos, soñadores todos y, probablemente, Principales también.

    ¿Cómo no iba a saber el Colectivo que existía este lugar? ¿Por qué se les permitía vivir?

    La respuesta obvia era que, por supuesto... no estaban vivos. Eran fragmentos de la imaginación enferma de Shade y cuanto antes se LoboQuimizara a sí mismo, antes desaparecerían.

    Buck se aproximó ql pedestal y se arrodilló. Tiró de Shade para que le imitara.

    —¡Saluden todos al Rey de los Sueños! - gritó el hombre cabra..—¡Salve al Rey de los Sueños! - rugieron los demás.

Capítulo 9

    

Capítulo 9

    Shade contemplaba los monstruos. Se agarró el pelo y tiró de sus mechones.

    —¿Por qué no termina esta pesadilla? - gritó dentro de su cabeza y la caja gráznida estalló con las palabras hacia la multitud. Se encogieron por el ruído ojipláticos.

    —¿Por qué no podéis marcharos y dejadme en paz? - sollozó y cayó de rodillas. Se cubrió la cara con las manos. Un gentil dedo le tocó en el hombro.

    —No estás soñando, - le dijo el rey. —Esto es real. Todos somos reales. - Dio un aplauso y una carcajada. —¡Bienvenido a la Ciudad de los Sueños!

    —Bienvenido al Infierno, quieres decir. - dijo Shade enfurecido.

    ¿Cómo podía echar a estos monstruos? Aquello tenía que ser un sueño, una pesadilla, y ya era hora de que él la finalizara.

    Cogió un pincho y lo llevó hasta su cuello pero, antes de pudiera apretar el émbolo, Buck le había quitado el arma.

    —Tu bandolera y desconector también, si no te importa, - dijo el hombre cabra.

    Shade suspiró. Dejó que la pesadilla continuara. Se quitó la bandolera de los hombros y le entregó el desconector a Buck.

    —Tampoco es que tu desconector sirviera de mucho aquí abajo, Jimmy Shade, - le dijo el rey con una sonrisa. —Todos estamos desconectados

    —¿Qué? - pensó Shade. —¿Os desconectais vosotros solos?

    El rey asintió. —En algunos casos, sí. - él movió una mano hacia la multitud, que permanecía en silencio escuchando la conversación. —Buscamos soñadores y les ayudamos a escapar. Pero la mayoría de nosotros fue desconectado por el Colectivo.

    Ahora sí que estaba soñando. Suspiró. Bien podría seguir el juego.

    —¿Y qué hacéis aquí abajo? - demandó Shade. —¿No deberíais todos estar en el Salón de los Sueños? ¿Y cómo es que el Colectivo no conoce este lugar?

    El rey se reclinó en su trono, inclinó la cabeza hacia la Corteza encima de ellos. —El Colectivo, mi querido Shade, ve lo que quiere ver

    —No, - dijo Shade y negó con la cabeza. —No puede ser real. Aún estoy soñando. Estoy teniendo una pesadilla. - se apartó de los monstruos. —¿Por qué no puedo despertar?

    —Estás despierto, Jimmy Shade, - dijo una nueva voz a su codo, femenina esta vez. —Y esto es real, te lo aseguro. -

    Ella tenía pelo corto marrón, ojos verdes y un tercer pecho que oscilaba justo bajo su barbilla. Su voz sonaba... familiar.

    —Si es real, - pensó, —¿entonces cómo habéis llegado todos aquí abajo?

    —Todos hemos sido desconectados, - repitió la mujer. —En mi caso, escapé del Salón de los Sueños

    Shade se quedó mirándola. —¿Escapaste del Salón de los Sueños? ¡Pero eso es imposible! ¡Es la instalación de detención más segura de la Ciudad!

    —¿Por qué crees que las puertas no tienen cerraduras? - preguntó Buck. —¿Por qué no hay guardas, ni doctores?

    —Pero las cerraduras previenen que los prisioneros se marchen...— parpadeó. ¿Estás diciendo que enviáis grupos de rescate para liberar soñadores?

    Buck asintió. —Bingo.

    Shade miró a su alrededor. ¿podía ser?

    —¿Es lo que le pasó a Linda? - preguntó.—¿Escapó ella también?

    La mujer se sonrojó y le tocó la mejilla. —No me reconoces, ¿verdad?.

    Se giró hacia ella. —¿Debería?

    Ella se inclinó más cerca de él, su tercer pecho rozó el de él. —Me alegro de conocerte por fin, - le susurró , luego añadió, —mi Jimmy Shade.

    Shade entornó los ojos. —¿Te conozco? - preguntó él, apartándose. —¿Nos hemos conocido?

    Ella rió. —Deberías, - dijo ella. —Soy tu esposa. Linda. ¿Recuerdas?

    Shade la contempló. Parpadeó. Abrió la boca un poco. Ella levantó la barbilla y la acercó a él, luego le besó en los labios. El beso envió un impulso eléctrico que hormigueó en cada rincón de su cuerpo. Él se apartó, la miró atónito.

    ¿Era posible? ¿Esta mujer... su esposa?

    Ella apretó su mano. —Esto es real, Jimmy, - dijo ella. —Está ocurriendo. Yo. Tu Linda. Juntos por fin. -

    Su sonrisa era como el sol tras un mes de triste invierno nuclear.

    —Pero yo... - pensó. —... no comprendo. ¿Cómo es posible?

    Buck se despejó la garganta. —Mi Rey, - dijo, —tal vez deberíamos dejar que los dos estén a solas durante un tiempo para... reconocerse. Habrá tiempo para preguntas y respuestas más tarde.

    El rey se pellizcó el labio inferior. —No hay tanto tiempo, quizá, como piensas. - estudió a Shade. —Pero que sea como dices. Pueden ir. Por ahora.

    —¿Podemos usar la plataforma de inspección? - preguntó Linda.

    El rey dió su confirmación y Buck guió a los amantes, la mano de ella ahora en la de él, por el salón, a través de la multiocular multitud de bichos peludos que les comprimían, hasta una escalera y a través de una puerta.

    Tras ellos, el rey vociferó, —La era del trabajo ha acabado. ¡Ahora todos hemos de jugar!

    Detrás de Shade, la música y las luces y el baile continuó, incluso más alto esta vez y el rey se movió de nuevo al centro de la multitud, como un borrón de brazos y piernas y pies y manos, un cuadro delirante en movimiento, envuelto en un halo brumoso de locura. Buck cerró la puerta y condujo a Shade y Linda hasta un segundo vuelo de escaleras. El ruido se atenuó. Cruzaron otra puerta y llegaron a una amplia terraza. En la distancia, la escalera de cristal relucía como una filamento ardiente blanco en la oscuridad. Estaba tan oscuro que Shade no podía ver su cara.

    Ella le susurró en el oído, —Déjame mostrarte algo.ella manipuló un conmutador y el mundo se encendió con luz.

    Sobre la plataforma, mesas y sillas se alineaban en las paredes. Una cama yacía en mitad del espacio. Lejos encima de ellos, en lo alto de la espira dorada que Shade había visto antes, un círculo brillante relucía más brillante que el sol.

    —Normalmente lo encendemos doce horas al día, - dijo ella. —Pero el rey ha hecho una excepción para nosotros.

    Shade se frotó los ojos. Había echado un vistazo a este mundo durante la bajada por el poste. Ahora podía ver cada detalle. Todo a su alrededor eran torres de cristal fundido que emergían inmensas hacia el cielo, los negros rascatierras sin ventanas del Colectivo descendían para llenar los huecos, la mayoría tocando la tierra.—¿Qué es este lugar? - preguntó él.

    Ella apretó su mano. —Esto es el mundo de antes, - dijo ella. —Lo que queda es la Ciudad de los Sueños. - sus dedos eran cálidos al tacto.

    —¿La amas?

    —¿Quién ha dicho eso? - se dio la vuelta, pero Buck había desaparecido.

    —¿Dicho qué?preguntó ella y apoyó sus manos en el pecho de Shade.

    Shade se apartó. —Ahora lo entiendo. - negó con la cabeza. —Me había engañado un buen rato.

    —¿Qué quieres decir?preguntó ella, acercándose.

    —El detalle de esta pesadilla es extraordinario, - pensó, estudiando su cara. —¿Y esto? - extendió el brazo y tocó su tercer pezón.

    Ella hizo una mueca y se cubrió el pecho con una mano. —El rey dijo que tu transición no sería de las fáciles.

    —¿De qué hablas? - demandó él. —¿Qué transición? Estoy soñando, por amor del Colectivo. Seguro que pronto crecerás hasta cincuenta metros de altura y empezarás a escupir fuego y a torturarme de nuevo, diciéndome lo mucho que... lo mucho... - tartamudeó, le dio la espalda.

    —Cuánto me odias. Oh, Jimmy, - dijo ella y acarició su mejilla. —Has tenido una pesadilla. Lo siento mucho.

    Él rió a pesar de sí mismo. —¡Una pesadilla que reconoce que es una pesadilla! ¡Que se disculpa por hacerme daño! - se rascó la nuca. —¿Por qué no puedo despertar ya?

    La criatura Linda dio un paso atrás y se frotó la barbilla. —¿Crees que estás dormido? - dijo ella al final.

    —Sé que lo estoy.

    —Entonces, ¿dónde estás ahora? Me refiero a tu cuerpo en realidad. ¿Dónde estás durmiendo?

    —¿En mi litera? ¿En el sumidero de tormenta?— Hasta el sumidero, todo había sido bastante real. Se encogió de hombros. ¿Dónde sino?

    —Dime algo, entonces, - dijo ella. —¿Es posible soñar algo que nunca has experimentado?

    Él lanzó un brazo hacia el extravagante paisaje de la subCorteza. —Obviamente.

    —Quiero decir, - dijo ella, y se apretó contra él levantando un muslo hasta apoyarlo firmemente sobre su pierna, —¿Es posible soñar esto?

    Él tragó. El cuerpo de Linda ardía. Podía sentir cada curva y pliege de su piel.

    —Bueno... dijo. Es posible. Eso creo. Sí.

    Ella pasó un brazo alrededor de su cuello y atrajo los labios de Shade hasta los suyos. —¿Estas seguro?

    Su calor, su respiración, su cuerpo... esto no se parecía en nada a sus visitas mentales conyugales.

    Él tragó. —No... no estoy seguro.

    —Bueno, entonces... - dijo ella. —¿Por qué no lo averiguamos?

Capítulo 10

    

Capítulo 10

    Cuando terminaron, Linda se acurrucó contra él con sus labios en su oído.

    —Uau, - dijo él por fin.

    Ella dio unas risitas. —Sí, lo sé. No había imaginado nunca que fuera así

    —Yo tampoco.

    —¿Aún crees que estás soñando?

    —No. No, yo... - lo consideró.—No lo creo. Y si yo soy real... y esto es real... ¿entonces...? - él tragó. —Entonces todo esto... debe de ser real también. La...la Ciudad de los Sueños. - gesticuló hacia el horizonte.—Todo esto.

    El cálido aliento de Linda le hacía cosquillas en el cuello. —Me alegro, - dijo ella. —Te llevo esperando mucho tiempo, marido mío. Me alegro mucho de que hayas venido por mí.

    Shade se estremeció. Su esposa... una soñadora... en este nuevo mundo donde todos estaban desconectados, aislados del Colectivo como una isla en un océano de soledad. Tembló incapaz de ocultar su terror y desprecio... y deseo. La acarició de nuevo. Ella respondió a su toque.

    —¿Es esto amor? - le preguntó a ella.

    —¿Qué quieres decir?

    —El Principal me preguntó si yo... te amaba.

    Ella levantó la cabeza por encima de su codo. —Bueno, eso depende.

    —¿De qué?

    —De lo que llames amor.

    Shade trató de recordar la definición que el Colectivo le había dado, pero ella silenció la idea con un beso. Y luego otro, y otro. El mundo se disipó en la oscuridad y Shade se durmió. Durante eras del mundo, durmió un sueño sin sueños esta vez, durmió en una bondadosa insconsciencia que acabó con un suave beso en su mejilla.

    Él se sentó en la cama, nervioso.

    —Tengo que ir a trabajar, hay soñadores que matar, ¿dónde estoy qué hora es? - comprobó su reloj interno, pero en su lugar apareció el contador: 56:03:21.

    Lo comprobó de nuevo. —¡Doce horas!

    ¿Cómo había podido dormir tanto? ¡Era inmoral, ilegal... impensable, dormir dos veces sus seis diarias! Linda estaba allí a su lado. Ella le apretó cariñosamente una mano y la llevó hacia su pecho, le hizo tumbarse de nuevo en la cama.

    —No pasa nada, - le dijo ella. —Estás aquí conmigo.

    —Esto es real. No es un sueño, me parece.

    Ella rió. —Eso creo también. - se acurrucó contra él, su tercer pecho se acomodó en su esternón.

    —Pero eso implica que voy a morir. Mi cabeza va explotar. ¡No puedo quedarme aquí!

    —Claro que puedes. Tenemos... medios.

    —Te refieres a desconectarme a mí mismo.

    —Y convertirte en un mostruo. Sí.

    —¿Por qué en el nombre de... por qué iba a querer yo eso?

    —Todos los soñadores se convierten en monstruos al final. Yo me estoy convertiendo en uno también, ya lo sabes.

    Él acarició el inesperado seno,—Ya lo veo.

    —Como tú. - añadió ella.

    Él se apartó. —¿¿¿Yo??? ¿Por qué me convertiría yo en un monstruo?

    —Eres un soñador, - le dijo. —Todos los soñadores se convierten en monstruos, al final.

    —¡Pero yo no quiero ser un monstruo!

    Ella le sonrió tristemente. —Es el precio que pagamos por soñar.

    —Bueno, pues no quiero soñar, - dijo él. —Por eso he acabado aquí abajo, para descubrir cómo matar mi sueño sin usar LoboQuim y sin dejar el Colectivo. - se sentó en la cama. —¿Acaso hay, ya sabes, una forma?

    El aire de pronto era frío. Ella negó con la cabeza y tiró de la manta más cerca para taparlos a ambos. Luego le tocó la nariz con un largo dedo índice.

    —Me pregunto qué forma tomará la voluntad de tu sueño, - le susurró. —Supongo que todo depende de tu don.

    —¿Mi... mi don? ¿Qué don? ¿De quién? ¿De qué estás hablando?

    —De tu sueño, bobo. Cuanto más fuerte es el sueño, más monstruosa es la forma física.

    —¡Que no quiero soñar! ¡No quiero ser un monstruo! - Shade se levantó y salió de la cama, apoyó una rodilla en el suelo y tomó la mano de ella. —Vuelve conmigo, - le dijo. —Como un miembro útil de la sociedad. Trabaja para salvar la raza humana. ¿Qué dices?

    Ella se apartó de él con una mirada de horror y pena en su cara. —Yo jamás volveré allí arriba, - le dijo. —Preferiría morir.

    —¿Y si hubiera un modo de... reconectarte, de matar tu sueño sin LoboQuim?

    —El desconectado es definitivo, Jimmy Shade, - le dijo. —yo Jamás volvería aunque pudiera. Jamás.

    —¿Pero por qué no? - insistió él.

    —¡Porque matarían mi sueño! - Ella salió de la cama y fue a vestirse.

    —Pues claro que matarán tu sueño, - dijo él. —Deja que nos liberen de la terrible carga de nuestros sueños. El Colectivo nos necesita. Sí. Y nosostros... nosotros necesitamos también al Colectivo.

    Ella se vestió con violentos movimientos sin girarse hacia él.—Tienes razón a medias, - le dijo. —El Colectivo nos necesita. Nos necesita aquí abajo soñando. Pero nosotros no necesitamos al Colectivo. Y eso los enfurece.

    —No comprendo. ¿Cómo va a necesitar el Colectivo soñadores fugitivos que viven en este yermo de despojos radioactivos?

    Ella cerró la cremallera de su traje, que estaba rasgado y manchado y tenía parches por todos lados.—El Colectivo necesita soñar. En el fondo, el Colectivo lo sabe. Por eso nos permiten vivir aquí abajo.

    —¿Pero qué dices? - pensó Shade. —El Colectivo no sueña. El Colectivo fue creado para prevenir los sueños. ¡Los sueños son precisamente lo que están destruyendo la humanidad!

    —Quizá sí, - le dijo ella. —Quizá no. ¿Cómo vamos a saberlo?

    Shade estaba atónito. —¡Porque nos lo contó el Colectivo!

    Ella le apuntó a la nariz con un largo índice. —Sin nosotros, no habría ningún lugar donde los soñadores pudieran ir. Sin ventilación, sin válvulas de seguridad. El mundo de arriba se volvería loco y se matarían unos a otros, barrerían la humanidad de la faz de la Tierra y, esta vez, tendrían éxito.

    —Eso es la cosa más ridícula que he oído nunca.

    —Pues respóndeme a esto, - le dijo ella poniendo una mano en el pecho de Shade, —¿Por qué desconecta el Colectivo a los soñadores más poderosos y los meten en el Salón de los Sueños? ¿Por qué miran para otro lado cuando entramos en el Salón y liberamos soñadores para que bajen aquí? - Ella se encogió de hombros. —Podrían matar a todos los soñadores si quisieran. Pero no lo hacen. Y... ¿por qué?, - continuó ella, —En todos estos miles de años, ¿por qué el Colectivo nunca ha enviado ni a un solo Policía del Sueño aquí abajo? Hay Ciudades de los Sueños debajo de cada capital en el planeta.

    —Eso no es culpa del Colectivo, - replicó Shade. —Vosotros los soñadores sois criminales. O sea, ¿encontráis un lugar para esconderos y nos culpáis a nosotros?

    —Dices que nosotros, los soñadores, somos los criminales. Pues tú eres uno ahora también.

    —No, - pensó Shade. —No por mucho tiempo. - Shade se abrochó las botas. —Ya he visto suficiente. Me voy a casa.

    Ella dio una carcajada. —¿A casa? ¿Dónde? ¿Arriba?

    —¿Dónde iba a ser? Está claro que aquí, no. Mejor no ser LoboQuimizado. Mejor ser un miembro útil para la sociedad que una soñadora desconectada atrapada aquí abajo. - él se movió hacia la puerta.

    Ella le cogió del brazo. —Cuarenta y ocho horas, - le susurró. —Dos días. Quédate conmigo ese tiempo.

    Shade comprobó su temporizador de nuevo: 55:57:13. y siguió avanzando hacia la puerta.

    —Sólo lleva un par de horas volver arriba, - le dijo ella. —Tienes tiempo de sobra para volver con el Colectivo, si quieres. Déjame enseñarte la Ciudad de los Sueños. Lo que es en realidad este lugar. Shade se detuvo y ella le soltó.—Luego, si quieres, te puedes ir,le dijo ella, —Es tu elección. No te pediré que te quedes.

    Shade negó con la cabeza. —¿Quieres que me quede para que esos monstruos me infecten de sueños?

    —Pero si están desconectados. No son Principales, no pueden infectarte.

    —Pero yo...

    —Los Principales son soñadores parcialmente desconectados. Pueden transmitir pero no recibir.

    —Ya lo sé, - dijo él. —Lo sé.

    —Ya, claro que lo sabes. - ella sonrió. —Pero te aseguro que no hay Principales aquí en este momento.

    —Aunque eso fuera cierto..., pensó, —... y podría no serlo, no puedo aceptar el riesgo. - levantó una mano para indicar la lejana Corteza sobre ellos, silenciosa y presagiante. —Si regreso con la mente enferma con demasiados sueños, el Colectivo podría matarme.

    —No, sólo te pondrían en el Salón de los Sueños y acabarías aquí abajo de nuevo.

    —Eso sí que es una pesadilla. - empezó a andar hacia la puerta, pero ella le agarró del brazo. —¿Y qué pasa con tu sueño? - le preguntó ella.

    —La era del sueño ha acabado, - pensó Shade. —Ahora todos hemos de trabajar.

    —La era del sueño es ahora, Jimmy,le dijo ella. —Ahora más que nunca. Y soñar requiere más trabajo del que piensas.

    Shade le besó en la frente. —Adios, mi amor. - se liberó del brazo, abrió la puerta y casi choca con Buck.

    El hombre cabra estaba ahí de pie con los brazos cruzados.

    —¿Te marchas tan pronto? - le preguntó.

    —Fuera de mi camino, - le ordenó Shade. Pero Buck no se movió. Shade se giró hacia Linda. —Así que ahora soy un prisionero aquí, ¿es eso? No me dejaréis irme hasta que sea un monstruo como vosotros? - apartó a Linda de un empujón. —¿Es eso lo que llamáis amor?

    Buck levantó una mano. —Todo soñador tiene elección,dijo él. —Si deseas dejarnos, no te detendremos. Pero primero te pedimos que hagas un recorrido para ver nuestra la Ciudad como verdaderamente es.

    —¿Un nido de víboras? - grunó Shade.—¿Justo el tiempo suficiente para que la infección se asiente, me envenene, para aseguraros de que no quiera marcharme?

    El rostro de Buck seguía inexpresivo.—Para que te quedes o para que regreses. Respetaremos tu decisión. Pero nuestra ley demanda que hagas una decisión informada.

    —¿Vuestra ley? - Shade se giró hacia Linda. —¿Por qué no lo has dicho antes?

    Ella se mordió el labio. —No quería que lo hicieras por obligación. Quería que lo hicieras por mí.

    —¡No voy a convertirme en un soñador, ni por ti ni por nadie! - levantó el puño, perdió el equilibrio y dio un paso atrás, avergonzado.

    —Si, después de que hayas visto nuestra Ciudad, - dijo Buck, —insistes en marcharte, no te detendremos. Tampoco te ayudaremos a regresar a la superficie, si lo deseas.

    Shade se rascó la nariz. —¿Cuántos soñadores regresan en realidad? - preguntó. —Porque no puedo recordar que tal cosa haya ocurrido nunca.

    —Cuando regresan, la LoboQuim les borra la memoria, - explicó Linda.

    —Qué conveniente, - pensó Shade.

    Buck habló, —Se marchan más de lo que nos gustaría, - dijo en tono triste, —Muchos son incapaces de manejar la energía de sus sueños. La experiencia puede ser abrumadora... como ya has podido conprobar. Prefieren la insensible comodidad de ser LoboQuimizado y vivir como parte del Colectivo.

    Shade le miraba de soslayo. —Entonces, ¿es una elección de verdad?

    —Oh sí, - dijo Linda. —Es una elección de verdad. - le acarició la nuca. —Venga, dame una oportunidad, - le murmuró. —Danos una oportunidad. Eso es todo lo que pido.

    Shade permaneció rigido, frío ante el toque de Linda. —Si esta es vuestra ley... - dijo él, —... entonces obedezco. Mañana regresaré a la superficie y me reuniré con el Colectivo.

    Buck se echó a un lado. Linda tiró de la manga de Shade. —Déjame mostrarte mi mundo, - le susurró.

    Shade suspiró. —Como desees.

Capítulo 11

    

Capítulo 11

    —¿Te gustaría ver mi sueño? - le preguntó Linda mientras le conducía por la madriguera de túneles que había debajo del salón de baile.

    —¿Qué?, preguntó él. —¿No soy yo tu sueño?

    Ella soltó una risita y le acarició en la mejilla. —Te amo, Jimmy Shade. Tal vez más de lo que sabrás nunca. Pero tú no eres mi sueño. Al igual que yo no soy el tuyo.

    —Pero... pero tú sí lo eres, - pensó, tan contenidamente como se atrevió. —Por eso tengo que irme. El sentimiento es... demasiado fuerte. Me asusta.

    Linda negó con la cabeza. —Las otras personas no son sueños. Los sueños de verdad vienen de dentro de uno mismo.

    —¡Pero los sueños son una enfermedad contagiosa!

    —Una semilla necesita suelo fértil para echar raíces.

    Shade lo consideró. —Si otras personas no son sueños... - recordó el sueño que había tenido sobre Linda, luego la pesadilla.

    —Es un error común. - ella tomó su mano, —Tal vez encontremos hoy tu sueño. ¡Venga, vamos! - tiró de él.

    Caminaron... casi corriendo... por un largo pasadizo. Unos sonidos peculiares emanaban desde atrás de varias puertas cerradas.

    —¡Yo no quiero encontrar mi sueño! - dijo él.—¡No quiero tener ninguno! Sólo quiero volver a la superficie. - una idea flotó en su cerebro. —Ya sé, - añadió. —Mi sueño es regresar al Colectivo y trabajar para salvar a la humanidad. ¿Lo ves?

    Linda estudió a Shade con el ceño fruncido, luego, sus labios se doblaron en una sonrisa. —Nosotros no elegimos nuestros sueños, - dijo ella. —Son los sueños los que nos eligen a nosotros. No te compete a ti rechazar esa sagrada confianza.

    —Y un sueño... - añadió Buck, llegando desde atrás, —... es una tarea maestra esclavizante.

    Shade rió dentro de su cabeza y la caja gráznida crugió. —Soñar no es trabajo, - pensó. —Los sueños son para los vagos que no quieren ayudar a salvar el mundo. Para asnos que no sirven para nada, se podría extinguir la humanidad.

    —Todo lo contrario. - dijo Buck, —Sin nosotros los asnos vagos que no sirven para nada, como tú dices, la raza humana entera podría volverse loca y matarse entre sí.

    —Ya, claro. Lo que tú digas.

    —Pero más importante, - dijo Linda, —Sin tu sueño podrías volerte loco y suicidarte.

    —¡Eso no tiene sentido!, pensó. —Acabas de decir que no puedo elegir un sueño.

    —Cierto. - Linda se detuvo frente a una puerta, puso la mano sobre el pomo. —Eso es posible. Pero sólo hay dos modos de matar un sueño.

    —LoboQuim y... — Shade hizo una pausa. no puede ser el desconectado. Desconectar sólo envía al soñador aquí abajo. Eso significa que el otro modo es...

    —La muerte, - dijo Linda. —La otra elección es la muerte.

    Shade suspiró. Las tinieblas se posaron sobre sus hombros como una nube opresiva. Él no deseaba morir, al menos no mientras aún pudiera servir al Colectivo. Tampoco deseaba ser desconectado... ¿qué haría el Colectivo si supieran lo inefectivo que era el desconectado? Sólo le quedaba la LoboQuim. Todas sus opciones eran malas. LoboQuim, la muerte...

    —Hay otra opción, - dijo Linda.

    —¿Sí? - dijo él. —¿Cuál?

    Ella le cogió del brazo. —Soñar. - sin esperar una respuesta, abrió la puerta y le condujo al interior.

    El amplio espacio todavía era mayor que el del salón de baile. Estaba lleno de vida... monstruos en todo estado de transformación, algunos aún tenían apariencia humana, otros eran grandes masas de carne semihumana, con bultos y pústulas supurantes que cubrían sus cuerpos.

    —¡Qué horror!

    Linda rió y enhebró su brazo por el de Shade. —Donde tú ves un monstruo, - dijo ella. —Yo veo belleza.

    —Lo normal sólo es cuestión de perspectiva, - dijo Buck, moviendo su cola.

    Shade estudió a las criaturas. Algunas se erguían delante de grandes rectángulos planos blancos sobre soportes o patas de madera. Les aplicaban colores... ¡y qué colores!... a los rectángulos, creando imágenes que a veces representaban objetos reales... una píldora de cafeína, un tren volador, un pincho LoboQuim... y otras formas, reales o imaginarias, que Shade no recnocía.

    —¡El Colectivo prohibe las imágenes grabadas!

    —Bueno, - dijo Linda, —Menos mal que ya no formo parte del Colectivo, entonces, ¿verdad?

    Ella le guió hasta un rectángulo libre y retiró un paño. Shade se quedó mirando un espejo y frució el ceño. No, no era un espejo. Era una imagen grabada de sí mismo, a medio terminar.

    —¿Qué... es esto? - preguntó él.

    Linda estaba riendo. —Se llama pintura, bobo. ¿No es maravilloso? - cogió un pincel y empezó a pintar los pómulos de Shade.

    El parecido era notable, decidió Shade. Pero no era como un espejo. Era más un reflejo, quizá, de cómo ella lo veía a él, de cómo lo recordaba, más que cómo era él en realidad. Otra idea le pasó por la mente. Linda no se parecía en nada a como él la había imaginado.

    —Nunca me has visto en persona hasta hoy, - dijo él. —¿Cómo sabías cuál era mi aspecto?

    Linda intercambió miradas con Buck. El hombre cabra asintió.

    —Me he colado en tu dormitorio y te he observado mientras dormías, - dijo ella.

    —¿Qué? - dijo Shade. —¿Y la Policía del Sueño... quiero decir, nadie te atrapó? Ningún obrero FI hizo sonar la alarma?

    —Estoy desconectada, - dijo ella. —Para el Colectivo, yo no existo.

    Shade pensó en el modo en que él había engañado al Colectivo, la vision de él durmiendo en su litera.

    —Algo parecido, - dijo Linda. —El Colectivo no puede vernos si nosotros no queremos.

    Shade jadeó. —¿Como... si fueses invisible?

    Buck negó con la cabeza. —El Colectivo puede vernos cuando quieran. Todo lo que tienen que hacer es abrir los ojos.

    —¿Y cómo es que no podemos veros? - Shade miró a su alrededor, a las formas retorcidas de los soñadores que les rodeaban por todos lados. —¿Hay monstruos invisibles andando por las calles y nosotros no sabemos que estáis ahí? ¿Cómo funciona eso exactamente?

    —Simple, - dijo Linda. —El Colectivo ve lo que quiere ver y no ve lo que no quiere.

    —¿Por qué sigues diciendo eso...?

    —¡Porque es verdad!

    —Pues a mí me encontraron, - indicó Shade.

    Buck habló: —Cierto. Es peligroso porque no se sabe cuándo estará listo el Colectivo para ver lo que tiene justo delante de las narices. - él miró ceñudo a Linda. —Yo traté de evitar que ella te visitara. Podían haberla atrapado y LoboQuimizado.

    —He querido despertarte tantas veces que no podrías contarlas, - dijo ella. —Tuve que contentarme con memorizar tu cara. - ella gesticuló hacia el lienzo sin terminar.

    Shade la contempló a ella. —Creí que habías dicho que las otras personas no podían ser tu sueño.

    —Y no pueden, - dijo ella rápidamente. —Tú eres mi... inspiración.

    —¿Inspiración?

    —Significa...

    —¡Ni lo sé ni me importa! ¿Cómo puedes vivir contigo misma?

    —¿Por qué?

    —La raza humana afronta una crisis. El mundo está cerca del fin si no trabajamos todos para salvarlo. - movió un brazo hacia el cuadro.—Y aquí estáis vosotros, malgastando vuestro tiempo en estas frivolidades sin sentido. - dijo él,

    —No es... , empezó ella, pero él le arrebató el pincel de los dedos.

    Ella le dio una bofetada en la mejilla y llevó el brazo hacia atrás para golpearle de nuevo.—Devuélveme el pincel. - Su voz era fría.

    Shade sostenía el pincel con una mano, la otra se apoyaba en su mejilla dolorida.—¡Por vuestra culpa, la raza humana podría extinguirse!

    —Pues adios y hasta nunca, - dijo ella y le golpeó, esta vez con el puño.

    Y golpeó otra vez, tan fuerte que Shade degustó sangré. Aflojó el agarre del pincel y ella lo recuperó suspirando. La calma regresó a sus rasgos.—No te pido que comprendas mi sueño, - dijo ella. —Sólo te pido que lo respetes.

    Buck pasó entre ellos. —Tal vez... - dijo, —... deberíamos continuar el recorrido. Está claro que los lienzos no le dicen nada a Jimmy Shade.

    Linda apretó sus labios, asintió. Dejó el pincel y cubrió el rectángulo de nuevo. Sin una palabra, les dio la espalda y se alejó andando. Shade levantó una ceja hacia Buck, pero el hombre cabra sólo hizo un gesto con su mano cubierta de vello. Siguieron a Linda por una larga hilera de monstruos. La sección de pinturas terminó y quedaron en medio de miles de monstruos encogidos sobre sus escritorios. Los monstruos aferraban en sus manos (o garras) afiladas verguetas amarillas y rascaban las puntas por hojas blancas de... ¿papel?

    ¿Era papel realmente? Se precía al que había visto dentro de la cabeza de Jefe... ¡sólo que real! Pero, ¿no se hacía el papel con árboles? ¿No habían desaparecido los árboles hacía milenios?

    —¿De dónde ha salido todo esto?

    —De los bosques hidropónicos, - comentó Buck. —Los soñadores recolectaron algunas semillas y recuperaron la vida de la especie.

    El monstruos rascantes no alzaban la vista hacia los tres visitantes, seguían rascando sus verguetas amarillas por las hojas como si tuvieran prisa.Shade las examinó, curioso.

    —¿Qué están haciendo?

    —Son escritores, - susurró Linda. —Los escritores escriben

    —¿Escritores?

    —Contadores de historias, - explicó Buck. —Nos ayudan a dar sentido a nuestro mundo.

    Shade se reía dentro de su cabeza. —¡Eso es lo que hace el Colectivo!

    —Sigamos, - sugirió Buck.

    Dejaron atrás a los escritores, los pintores quedaron muy atrás. Los tres llegaron a otra sección con monstruos que vestían chaquetas blancas. Extraños olores llenaban el aire. Ardían unos pequeños fuegos sobre la supericie de unos mostradores negros. Matraces de cristal emitían vapores. Otros monstruos, codo con codo, estudiaban con curiosidad un equipo que Shade no reconocía.

    —¿Y esto? preguntó él. —¿Qué están haciendo?

    —Científicos, - dijo Buck. —Tratan de comprender el mundo en que vivimos. Su dimensión física.

    Shade rió disimuladamente. —¿De qué sirve eso?

    Buck se encogió de hombros. —Confieso que es un sueño que no comprendo. Buscan la comprensión fuera de ellos mismos, en vez de en sus propias almas. Aunque a veces se les ocurren cosas útiles que nos ayudan a todos. Como los bosques hidropónicos, por ejemplo.

    —Es verdad, - añadió Linda. —Y un par de científicos está investigando el implante en el cerebro del Colectivo. - señaló a una mesa, donde un equipo de monstruos de camisas blancas abrían el cráneo de un cadáver y procedían a extraer, tentáculo a tentáculo, un implante.

    —¡Eeggh! - pensó Shade. —¿Por qué molestarse con...?

    Uno de los científicos se les acercó corriendo con un papel en la mano. Su pelo era blanco y sobresalía un metro en cada direction.—¡Eureka!gritó. —¡Lo encontré!

    Buck recibió al hombre con los brazos abiertos. —Ennst. Siempre un placer. ¿Qué esotérico misterio estás estudiando hoy?

    —¡Esotérico para ti! - le contestó. —¡Aquí se desvelan los secretos del universo, amigo mío!

    Shade arrugó la nariz. —Pues más bien me parece que han desvelado algo podrido.

    —Un nuevo soñador, ¿eh? Quizá hayas nacido para ser un científico, - dijo Ennst.

    El hombrecillo parpadeó examinando a Shade. —Podría sernos útil una mente brillante en nuestra labor.

    —El Colectivo ya lo sabe todo. ¿Por qué malgastar vuestro escaso tiempo en todo esto?

    Ennst posó una mano en el brazo de Shade. —Si el Colectivo lo sabe todo entonces, ¿por qué está la humanidad en peligro de extinción?

    —Por los errores que cometió la humanidad antes de convertirse en un Colectivo, - respondió Shade de memoria.

    —Pero, ¿y si pudiéramos idear una solución? - Ennst se agitó de excitación. —¿Y si podemos limpiar la radiación y el invierno nuclear?

    —Si eso fuera posible, - pensó Shade, —el Colectivo ya lo habría pensado. La innovación pertenece al pasado. Te recuerdo que fue la innovación lo que casi mató a la humanidad. Esa era, gracias al Colectivo, se ha acabado.

    Ennst se enderezó. —Pues... - dijo él, —... en los últimos miles de años, Los Científicos Soñadores de este laboratorio han realizado un descubrimiento tras otro para beneficio de la humanidad, asombrosas investigaciones que podrían mejorar las vidas de miles de millones de personas. De vez en cuando, enviamos Principales a la superficie para propagar nuestras ideas y...

    —¡De modo que lo admites! ¡Enviáis Principales arriba para infectarnos a todos!

    —El Colectivo necesita soñar, Jimmy, - dijo Buck. —Enviamos Principales arriba para compartir los sueños más importantes con el Colectivo.

    —¿Y qué hace el Colectivo? - Ennst daba toquecitos con su exíguo dedo el pecho de Shade. —Cazan nuestros sueños y los matan. Se niegan a oír lo que tenemos que decir. ¿Por qué piensas que pasa eso?

    —El Colectivo es sabiduría pura, - pensó Shade. Enderezó su espinazo, mirando al frente. —Estas distracciones... - movió una mano a las monstruosidades de camisas blancas... —no son más que caos indeseable en un mundo perfecto.

    El científico se peinó el largo pelo blanco, dejó caer el brazo y asintió a Shade. —Bueno, - dijo él, —Está claro que la ciencia no le habla a este.

    Linda dio un codazo a Shade. —Venga. Continuemos nuestro recorrido

    Ennst regresó a su lugar en la olorosa sección de soñadores y Shade se dejó conducir hasta un espectáculo aún más extraño: monstruos que vestían extrañas ropas y deambulaban sobre una plataforma hecha de algo similar a la madera. Todos declamaban en voz alta por turnos. Algunos incluso sostenían lo que parecían armas primitivas y fingían enfrascarse en una especie de torneo de lucha.

    —¿Qué, en el nombre del Colectivo, están haciendo? - preguntó Shade. Era, de lejos, lo más extraño que había visto hasta ahora.

    —Zune! - llamó Buck. —¿Tienes cinco minutos?

    Un monstruo con dos bocas saltó del escenario y trotó hacia ellos.—¡Buck! - gritó con una boca. —¡Linda! - gritó con la otra. —Y... ¿este quién es? - dijeron ambas bocas al mismo tiempo, mientras el tipo le estrechaba la mano a Shade.

    Shade se apartó.—Tienes dos bocas.

    La tal criatura Zune rió a gusto. —Un novato con una caja gráznida. - miró a Shade de arriba abajo. —¿Qué tenemos aquí? ¿Tiene materia teatral?

    Shade arrugó la frente. —¿... teatral?

    Linda negó con la cabeza. —Su don se nos escapa. Hasta ahora nada le habla.

    Zune giró un poco el número de placa en el hombro de Shade para examinarlo. —Es un Policía del Sueño. Quizá no sea un soñador.

    —Eso parece improbable, - dijo Buck. —Muchos Policías del Sueño se han vuelto soñadores en el pasado.

    —Pero no imposible, - dijo Zune, riendo con ambas franjas de dientes. —Ha sucedido antes. Bum, Policía del Sueño que no pertenece a este lugar.

    —¿Lo ves? - pensó Shade hacia Linda.—No soy el único que lo dice. No soy un soñador. Nunca lo he sido y nunca lo seré. Lo que sea que me hayais hecho, quitádmelo, curadlo, ¡no lo quiero!

    Otro actor, este cubierto de plumas, llamó a voz en grito, —¡Basta de parloteo, Zune, tenemos una escena que ensayar!

    Con una boca, Zune habló por encima de su hombro, —¡Ya voy! - y con la otra, dijo, —Debo ofreceros a todos mi adieu. ¡Mucha suerte, Señor Policía del Sueño!

    Linda se mordió los nudillos.

    —¿Seguimos? - gruñó Buck y siguieron andando.

    A Shade le dolía la cabeza. Si aquello no era una pesadilla, era peor. El vasto espacio de científicos y actores y escritores y pintores se mezcló en una gigante cacofonía de ruido y luz y hedor. Otras regiones que él no había visitado aún asaltaron sus sensaciones... escultores, carpiteros, metalúrgicos, luthieres. Junto a los luthieres, músicos... como los del salón de fiestas del rey... rascaban y apretaban y golpeaban sus curiosos instrumentos. A un lado, otros bailaban y se movían con los sonidos, aunque no con tanta maña o eso le pareció a Shade, como los bailarines que había visto previamente con el rey. La apariencia de los bailarines y músicos iba desde la casi humana hasta la monstruosidad extremas. Aquí, por primera vez, Shade advirtió que lo que Linda había dicho era cierto... cuanto más monstruoso era el soñador, más deliciosa y espectacular era su creación. Algo se agitó en su interior. Al principio pensó que podrían ser gases, pero intentó tirarse un pedo y no salió nada.

    —No lo entiendo. - susurró. Y mientras Shade hablaba, le empezó a doler la cabeza.

    La voz dentro de su cabeza... la voz que había despertado el Principal... respondió al ruido, a... la música. Su mente retumbó con el frenesí que encabritaba algo nuevo en su interior mientras bailaba con el ruído.

    Comprobó el tiempo: 49:57:09. Menos de un día desde que había sido desterrado del Colectivo y habían pasado tantas cosas... su sueño en el sumidero de lluvia, su breve viaje con Buck, su descenso por aquel alto poste y a través del túnel para encontrarse con el Rey de los Sueños... su noche haciendo el amor con Linda... si es que fue amor aquello... Todo le parecía una eternidad.

    Sin el confortable zumbido del Colectivo en el fondo de su cráneo regulando su actividad mental, su voz interior crecía en fuerza y las ideas comenzaron a burbujear dentro de su cerebro, pensamientos tan alarmantes, tan perturbadores que le abatían y le deprimían.

    Trató de silenciar estos impulsos terroríficos... y fracasó.

    Shade se tiró del pelo y cerró los ojos con fuerza, pero los impulsos ilegales, immorales, antisociales le compelían a hacer cosas que él sabía que estaban mal. Él quería ser uno de ellos, unirse a los soñadores en su orgía. La caja gráznida debió de haber traducido todo aquello, pues Linda tiró de él hacia su cuerpo y le acarició la cara.

    —Lo que estás experimentando es normal, - dijo ella. —Siempre es así con los nuevos soñadores. Toda tu vida, el Colectivo ha ahogado el sonido de tu propia voz. Pero ahora puedes oírla por primera vez.

    —¿Qué demonios tengo yo que ver con mi propia voz? - gritó Shade en agonía.—Lo individual es venenoso para la humanidad. Para el Colectivo. ¡Debemos trabajar juntos y sacrificar nuestras voces por el bien del planeta o el mundo terminará!

    —El mundo no va a terminar porque rechacemos trabajar, - dijo Linda gentilmente.

    —Este es nuestro trabajo, - dijo Buck, señalando una cercana rueda de afarero.

    El alfarero sonrió y chocó su mano con la de Buck.

    —¿Esto? - Shade enterró un puño en la húmeda arcilla de alfarero, aplastando un jarrón. —¡Esto es locura! ¡Es un sinsentido! Nada más.

    El alfarero se levantó, su sonrisa había desaparecido. Buck le sujetó con una mano. —Es un nuevo soñador. Por favor, perdónale esta vez.

    El alfarero miró a Shade, luego se dobló para recoger los fragmentos mojados del jarrón inacabado y moldeó de nuevo la forma dañada en su rueda de alfarero.

    Linda cogió a Shade de la mano y le condujo lejos del artesano. —Un sueño ha atrapado sus almas, - dijo ella. —Han escogido obedecer sus órdenes y vivir aquí sus días bajo la Corteza. Eligieron convertirse en monstruos y vivir apartados de la comodidad de los dictados del Colectivo.

    —¡Qué terrible! - dijo Shade. —¿Sin empleos? ¿Sin trabajo con el que dar sentido a sus vidas?

    —Este es su trabajo, - dijo Buck de nuevo, pacientemente.

    —¡No lo es! - dijo Shade. —Esto es... es soñar. - echó mano a sus pinchos LoboQuim y descubrió que su bandolera había desaparecido.

    Maldijo.

    —La era del sueño ha acabado. Ahora todos... - empezó a recitar.

    —... hemos de tabajar. Sí, ya lo sabemos, - terminó Linda por él.

    Buck puso una mano en el hombro de Shade. —Esto es trabajo, pero también es juego.

    —El rey dijo lo mismo. ¿qué significa esa palabra, juego?

    Buck le observó con gravedad, —El hombre fue hecho para trabajar. Pero también fue hecho para jugar. Nosotros elegimos jugar.

    —Ya, pero, ¿qué significa? - gritó Shade.

    Linda le llevó un dedo a los labios y bajó el volumen de su caja gráznida. —Tienes que descubrirlo por ti mismo

    Sus dedos fríos le hicieron apartarse. —No comprendo. ¿cómo?

    —Escucha a tu sueño, - dijo ella. —Te dirá tu destino.

    La cabeza de Shade nadaba en confusion, asaltada por todas aquellas ideas ilegales e incomprensibles.

    —No me extraña que el Colectivo prohibiera los sueños.

    En ese momento, una voz llenó la habitación y todos quedaron en silencio... miles de punceles se detuvieron en el aire, las plumas quedaron inmóbiles, los científicos levantaron las cabezas de sus microscopios. Los músicos hicieron una pausa. Los bailarines se congelaron. El sonido sin palabras era insinuante. Dulce. Aquello en el interior de Shade se movió y retorció de nuevo. ¿Qué podía ser? No eran gases. ¿Se le estaba deformando alguno de los órganos, estaba dañado o canceroso? Tenía que ver a un doctor para que mirarse eso. Sus pies le llevaron aparte de sus dos guías, tropezando al principio mientras luchaba para dar sentido al sonido, luego, más confiante, se abrió paso a empujones por la concurrencia de monstruos para encontrar a una mujer de pie sola en una esquina.

    Shade quedó atónito al verla. ¡Era Linda! O se parecía a ella. La Linda de pesadilla, el monstruo de las alcantarillas que le había condenado a una eternidad de sufrimiento. Una gigante masa de carne verde y púrpura. Las escamas cubrían su cuerpo. Los colmillos sobresalían sobre su labio inferior. Pero el sonido le arrastró hacia ella una vez más.

    ¿Cómo podía un sonido tan dulce venir de una forma tan fea y monstruosa?

    Aunque eso encajaba con lo que le había contado Linda. Cuanto más monstruoso es el soñador, más dulce es el sueño. Los ojos del monstruo estaban cerrados. Con cada aliento que tomaba, cada exhalación que emitía, un sonido que jamás había oído vibraba en cada célula de su cuerpo... llenándolo con tal tristeza y alegría, tal risa... y desesperación... que le pareció que su corazón estallaría en ese instante y le dejaría muerto en el suelo.

    Shade cayó de rodillas a sus pies con su mente tullida, su cuerpo en llamas, incapaz de moverse.

    El sonido duró una eternidad, como en su pesadilla en las alcantarillas. Cuando ella acabó, abrió los ojos y bajó la vista hacia él.

    Le limpió las lágrimas con una áspera garra y le susurró, —¿Tú también?

Capítulo 12

    

Capítulo 12

    Shade alzó la vista para contemplar la monstruosa forma femenina. La garra acarició su mejilla y bajó a un lado del monstruo.

    —¿Qué fue eso? - susurró él.

    —Eso... - dijo ella, —... fue mi canción.

    —¿Cómo has...? - preguntó él, pero no podía dejar de pensar... —¿Cómo lo haces? ¡Yo quiero hacer eso también!

    Ella extendió el brazo y dio unos golpecitos en su caja gráznida. —Tu espíritu tiene que andar antes de poder correr.

    —¿Qué quieres decir?

    —Que tienes que aprender a hablar antes de poder cantar, bobo.

    ¡Había tantas palabras desconocidas! —¿Canción? ¿Cantar?

    Unas pezuñas dieron unos golpecitos en el suelo tras él, Buck dijo, —Aquí nuestro amigo Jimmy Shade acaba de llegar.

    La mujer monstruo inclinó la cabeza. —Bienvenido, Jimmy Shade, a la Ciudad de los Sueños.

    —¿Si quisiera aprender tu don... - preguntó Buck a la mujer, —... estarías dispuesta a enseñarle, si es que decide quedarse?

    —Oh, ¡pero debes quedarte! - exclamó la mujer hacia Shade. —No tienes ni idea de lo que te has estado perdiendo.

    —¿Quieres decir que... yo podría... es decir... sería capaz de... cantar también?

    La mujer posó una tosca garra sobre su hombro. —Si ese es tu sueño sería un placer para mí enseñarte a cantar. -

    Shade no podía creer lo que dijo después. —¿Cuándo empezamos?

    Linda le apretó el hombro. —Mañana por la mañana.

    Shade la miró boquiabierto. —¿Por qué no ahora?

    —Porque tenemos que acabar el recorrido primero. Luego puedes estudiar con Maude, si quieres.

    —¡Maude! - pensó. —Su nombre es Maude. Qué nombre tan hermoso para tal horrible criatura

    Maude le miró los ojos. —Cuando aprendas a hablar, tendrás que aprender a guardar silencio. - Le dio una palmada en el hombro.

    Shade se ruborizó. —Perdón... no quería ofender.

    —No me has ofendido. - ella se enderezó y se giró para irse.

    —¡Espera! - dijo él. —Olvidad el recorrido, quiero quedarme. - se sentía poseído.

    Las palabras y acciones ya no le pertenecían, aquella cosa... aquella voz... se hacía más poderosa en su interior, le tenía bien agarrado.

    —Un entusiasta, - dijo Maude y le palmeó el hombro. —Termina el recorrido. Es importante que veas y entiendas tu nueva vida aquí. Mañana, si quieres, te enseñaré.

    Shade asintió y se puso de pie. Siguió a Linda y a Buck. Miró hacia atrás y Maude le devolvió la mirada. Su moteada cara verdeazulada se puso roja y le despidió moviendo una garra. Buck y Linda le guiaron por un sinusoso pasadizo. Shade no prestaba atención por dónde estaba yendo. Caminaron un largo tiempo. El sonido, la canción, resonaba en su alma y ondulaba en olas crecientes que rompían en la orilla de su cerebro.Pasaron a unos grandes monstruos que llevaban picos y palas, y pronto Shade se encontró de nuevo en la base de la reluciente escalera de cristal. El delgado huso subía hasta perforar la lejana Corteza de arriba. Dos monstruos bajaron del alto poste y rachas de aire los empujaron en direcciones opuestas para aterrizar a salvo en las dunas cercanas. La escalera espiral se ensanchaba aquí en el fondo para acomodar el relleno del aterrizaje. Unos cables emergían de la base de la escalera y desaparecían bajo las dunas, para emerger una vez más en las bocas los túneles artificiales que salían del cráter.

    —¿Qué es eso? - preguntó Shade señalando.

    —Electricidad, - dijo Linda.

    —Elec... ¿qué?

    —Estamos desconectados, - dijo ella. —Somos incapaces de usar nuestra energía mental para iluminar. De modo que nos conectamos a la red del Colectivo. - se encogió de hombros. —De lo contrario viviríamos en completa oscuridad.

    La mente racional de Shade se activó, luchó con la canción qué aún emocionaba su alma.

    —¿Qué, todos sois parásitos? ¿Chupando la energía vital del Colectivo sin dar nada a cambio?

    Linda tomó su mano y le condujo hasa la base de la escalera. —No somos parásitos, - dijo ella. —Es una simbiosis. Entregamos nuestros sueños a cambio, Jimmy.

    —No queremos sueños, - discutió él, pero ella le interrumpió con un largo beso.

    —Terminemos el recorrido, - le susurró. —Luego responderé todas las preguntas que quieras, ¿de acuerdo?

    Buck les señaló la escalera y empezaron a subir. Cuando estuvieron por encima de la superficie, Shade preguntó, incapaz de contenerse, —¿A dónde vamos? No comprendo. ¿Volvemos arriba? Pensé que tenía que esperar cuarenta y ocho horas. ¿Y qué eran esos monstruos que iban con picos?

    Cuando terminó de decir esto, media docena de monstruos cubiertos de polvo negro pasaron al lado en su camino hacia la tierra.

    —Mineros de Sueños... - dijo Linda jadeando. —... que vuelven de las minas.

    Shade alzó la vista hacia la Corteza, aún a miles de metros sobre ellos.—¿Qué minas? - preguntó él.

    Comprendía vagamente el concepto, pero estaba bastante seguro de que las minas eran algo que sucedían en la tierra, no en lo alto en el aire, en la parte de la Corteza.

    —¿Te refieres a las alcantarillas? ¿Las tuberías del sumidero?

    —No, - dijo Buck. —El Colectivo ha estado engrosando la Corteza una capa de átomos cada vez durante miles de años. La Corteza tiene más de un kilómetro de espesor. La mayor parte de ella, como tú sabes, es plomo sólido.

    —¿Excavais agujeros en la Corteza? ¿Para qué? El plomo es inútil. ¿Qué género valioso extraéis?

    —Sueños, - dijo Linda.

    —Venga ya. - demandó Shade. —No se puede extraer sueños de una mina.

    Linda empezó a reir. —Es trabajando en las minas donde descubrimos nuestros sueños.

    —¿Provienen literalmente de la Corteza?

    Ella se encogió de hombros. —Por supuesto que no. Los soñadores deben trabajar en las Minas de Sueños. Es una parte de lo que implica ser un soñador.

    —Pero, ¿no dijiste que no era un trabajo?

    —La tierra entre el Mundo del Trabajo y el Mundo del Sueño es un lugar especial, - le explicó Linda. —Es un peligroso y poderoso territorio. Un sueño sin trabajo es inútil. Trabajar sin un sueño no tiene sentido.

    —¿Ah sí? - replicó Shade. No dirás que el Colectivo no tiene sentido, ¿verdad?

    Ella pareció meditarlo. —No, - dijo al final. —No lo diría. Necesitamos al Colectivo igual que el Colectivo nos necesita. Pero tampoco diría que vale la pena trabajar para el Colectivo.

    Shade ignoró el insulto. Mejor exponer esta idiotez ahora, de una vez por todas. —¿Y cómo, exactamente, ayuda a tu sueño trabajar en las Minas del Sueño?

    —La labor física me ayuda a encontrar mi sueño.

    Él se burló. —No sabía que estuviera perdido.

    Linda atrajo hacia así la barbilla de Shade y le giró la cabeza hacia la escena de abajo. —Soñar es un constante proceso de adentrarse en lo desconocido, Jimmy Shade. Es un proceso de descubrimiento para crear algo que no estaba ahí antes.

    Las luces de las torres fundidas tintilaron abajo, las enormes fauces negras de los rascatierras obscurecían gran parte de la ciudad.

    —Tras un día en las Minas del Sueño, - continuó Linda, —regreso a la superficie con nuevas ideas, nuevos lugares que explorar, nuevas técnicas que probar.

    Unos monstruos pasaron junto a ellos subiendo por la escalera de dos en dos.

    —¡Disculpen!

    —¡Paso!

    —¡A las Minas del Sueño!

    Shade los observó alejarse. Su entusiasmo por este ridículo propósito le intrigaba.

    —¿Continuamos? - dijo Linda.

    —¿A qué distancia está la cima, exactamente? - preguntó Shade.

    —¿Exactamente? - dijo Buck. —Ni idea. Varios kilómetros, como poco.

    La superficie ya estaba muy lejos bajo ellos, pero la Corteza parecía tan alta como las nubes en un día ventoso de invierno nuclear. Shade suspiró. Juntos reanudaron su ascenso, continuando mucho más allá de la extenuación, hasta que todo en lo que Shade podía pensar fue lo cansado que estaba. Varios centenares de metros bajo la Corteza, se detuvo.

    —Es cuando se está casi allí cuando es más difícil continuar, - dijo Buck. — No debemos parar. ¡Dar la vuelta ahora implicaría el fracaso!

    —¿De quién? - preguntó Shade, aún jadeando. —¿Mío o vuestro? - movió una mano. —Además, tengo intención de subir estas escalera de nuevo mañana. Bien me vendría acostumbrarme a ella. - se quedó apoyado contra el pasamanos sólo un momento para recuperar la respiración.

    Un grupo de soñadores bajó deslizándose por el poste, saludando mientras lo hacían.

    —Lástima que subir no sea tan fácil como bajar.

    Buck se reía. —Eso es verdad.

    Shade bajó la vista de nuevo hacia la ciudad arruinada, muy lejana ahora. Los enormes rascatierras empequeñecían las torres diminutas, aquellos fragmentos brillantes de la muerte ancestral. Los cristales multicolor se vertían por los lados de los edificios supervivientes. El cráter del donde emergía la escalera era ancho y profundo, muchos kilómetros de ancho. Linda deslizó una estremecida mano por el codo de Shade y él pudo sentir su impaciencia. Aunque no estaba preparado para continuar.

    —¿Qué eran? - preguntó él.

    Ella se apretó cerca de él y puso la boca en su oído. —Humanos, igual que nosotros.

    —No, - dijo él. —Me refiero a los edificios. ¿Qué eran?

    —Oh,ella reía. —Se llamaban rascacielos. Lo ancestros los construyeron hacia arriba, igual que el Colectivo los construye hacia abajo. En esas torres vivían y trabajaban, competían entre ellos, luchaban por alcanzar sus sueños. Aún se puede encontrar esqueletos de nuestros ancestros preservados en algunos de ellos.

    El paisaje, la arquitectura... todo era tan extraño, pensó Shade. Individuos que competían unos contra otros en vez de trabajar juntos por el bien común. ¡Cada torre... diferente! ¡Cada persona... un mundo en sí mismo! Se estremeció con horror y desprecio.

    —¿Eran realmente personas como nosotros? - preguntó él.

    —Por supuesto. - ella le miró de soslayo.

    —Pero permitir que pase esto. Hacerse esto a sí mismos.

    —Las mismas personas... o mejor dicho, la misma especie, - dijo ella, —también creó el Colectivo. No estoy segura de qué fue peor. El holocausto nuclear o la reacción al mismo.

    Shade se quedó mirándola. —¿Cómo puedes decir eso?

    Ella se encogió de hombros. —¿Qué es peor, la muerte y extincción de la especie o la apariciòn del Colectivo y el fin de los sueños, seres humanos devenidos simples nodos? - ella gesticuló hacia la ciudad inanimada debajo. —También había soñadores, - dijo ella. —Y preferían suicidarse antes que sacrificar sus sueños. -

    —¿Lo ves? - dijo Shade. —Por eso los sueños son tan peligrosos ¡El Colectivo es lo mejor que le ha ocurrido a la humanidad!

    Linda señaló hacia la espira dorada, su luz ardía justo debajo de la Corteza, —No sabían cómo dirigir sus sueños.

    Sin avisar, la canción de Maude sonó de nuevo dentro de la cabeza de Shade, extasiándolo. Aterrorizándolo.

    —Vuestros sueños son vuestros amos y vosotros sus esclavos, - indicó Shade. Lo comprendía ahora. Lo dijiste tú misma.

    Ella se mordió el labio por un momento. —Tienes razón. Nunca lo había visto de esa manera. Pero, aún así... - envolvió su propia cintura con los brazos de Shade , —... si la aniquilación global es el precio a pagar por soñar pues, quizá, incluso en aquel tiempo valía la pena.

    Shade la apartó. —¿Hablas en serio?

    —Peores cosas que la nuerte, - dijo ella. —¿Recuerdas? - batió sus pestañas y extendió los brazos hacia él, pero él los apartó suavemente.

    —Así que, ¿permitirías que los soñadores destruyesen el Colectivo, les dejarías acabar con la especie tal como la conocemos?

    —Tal como la conocemos, sí, - dijo ella, con un casual encogimiento de hombros. —Es mejor sufrir un segundo holocausto final que vivir como autómatas, como meras partículas en la Voluntad del Colectivo. ¡Qué horrible! - ella se estremeció. —Hay condiciones bajo las cuales la vida no merece vivirse.

    —¿Qué?, - dijo él, —¿Sólo porque no puedes salpicar con pinturas preferirías morir?

    —Sí, - dijo ella. —Lo preferiría.

    De nuevo, la canción rabió dentro de su cabeza y él hizo una mueca. Estaba dividido entre la tentación y hacer lo que sabía que era correcto.

    —Pues no lo entiendo, - dijo él. —¿Cómo es que el Colectivo no sabe nada de este lugar?

    Buck respondió, —El Colectivo sabe todo lo que quiere saber y nada de lo que no quiere. -

    —No paras de decirme eso pero, ¿cómo no iban a querer saber esto? - demandó Shade. —Los sueños amenazan a toda la humanitdad. ¡El Colectivo debería haberos exterminado como gusanos hace miles de años!

    Linda se le quedó mirando. —¿Desearías eso para tu esposa? ¿Desearías que acabase el mundo? - ella abrió la boca y la cerró de nuevo.

    Shade sabía que él tenía razón, pero él no pudo mantener su mirada. —Yo soy Nos, - dijo él al final. —Nos somos Todos. Todos somos el Colectivo.

    —Los sueños son peligrosos, - dijo Linda. —Eso es cierto. Pero son lo único que da un significado a la vida. Prefiero vivir aquí abajo que estar muerta allí arriba.

    Sin esperar una respuesta, ella se giró y continuó subiendo.Desapareció al doblar la curva en la escalera.

Capítulo 13

    

Capítulo 13

    Buck gesticuló para que Shade la siguiera. —Ella dice la verdad, - dijo él. —Nosostros, los gusanos como dijiste, somos una válvula de seguridad. Matan los sueños débiles, los soñadores son LoboQuimizados. Pero algunos sueños son demasiado poderosos, demasiado peligrosos de enfrentar.

    —¿Cómo es eso?

    —El Colectivo necesita soñar o se volvería loco. Muy en el fondo, una parte del Colectivo lo sabe. Si LoboQuimizan o matan a todos los soñadores, destruirían parte de sí mismos.

    Shade se burló. —Si mataran o LoboQuimizaran a todos los soñadores, el Colectivo estaría a salvo.

    Buck se encogió de hombros. —No me creas si quieres. Pero pregúntate: ¿por qué el Colectivo se toma todos estos problemas para desconectar soñadores si saben vamos a rescatarlos?

    —Pero no lo saben, pensó Shade.—Yo no lo sabía. ¿Cómo puede saberlo el Colectivo?

    —Hay dos tipos de conocimiento, - dijo Buck. —El Colectivo es una unión consciente de humanidad, cierto. Pero también es una unión inconsciente. En el fondo, el Colectivo lo sabe, pero se niega a reconocer la verdad.

    Shade hizo una mueca. No tenía que responder a eso.—Venga ya. Por favor.

    Una sonrisa de cabra y una mano hirsuta insistieron para continuar la marcha. Shade se masajeó la sien. Le dolía la cabeza. Solo quiero que termine esta pesadilla. Subió el resto de la escalera hacia la Corteza, pisadas de pezuñas seguían su paso tras él. Linda reapareció al doblar la curva. Cuando ella les vio, giró y desapareció a través del agujero en la Corteza. Shade fue detrás. En un momento estaba fuera; prácticamente flotando en mitad del aire, a gran altura sobre la tierra; al siguiente quedó en la completa oscuridad, y se tambaleó, casi perdiendo el equilibrio. Buck le hizo avanzar con el codo. Una luz intensa le brilló en los ojos y los entornó, levanto una mano. Se ajustó su visión. Linda vestía un casco con una luz sujeta a la corona. Le tendió un casco similar. Él lo cogió y se lo puso. Juntas, sus lámparas en la cabeza perforaban el espacio. Buck cogió un palo de luz de un anaquel lleno de cascos y lo encendió.

    —Cuernos, - gruñó a modo de explicación.

    Shade miró a su alrededor de nuevo y esta vez silbó de asombro... en alto. Lo que veía ahora le había dejado demasiado confundido y asustado: los túneles no habían sido excavados por el agua, sino por el hombre. O monstruos, al menos. El plomo blando se marcaba por miles de picos y palas. Mientras observaba, un grupo de una docena soñadores de apariencia cansada saltó en el aire, se agarró al poste y desaparecío. Un minero pasó cerca enpujando una carretilla.

    —¿Encontraste tú sueño? - preguntó Shade al hombre.

    El hombre... o mejor dicho, un monstruo con grandes jorobas rojas en su espalda... alzó la vista, sacado de su ensueño por el sonido de la caja gráznida de Shade.

    —No, - respondió. —Él me encontró a mí.

    Y diciendo esto, el hombre dejó su casco en el anaquel, saltó al aire con un grito de júbilo, se agarró al poste y desapareció de la vista.

    —Decídete de una vez. - demandó Shade a Linda. —¿Encuentras tú al sueño o el sueño te encuentra a ti?

    —Ambas son ciertas, - dijo Linda. —Vivir con un sueño significa lidiar con la paradoja.

    Shade suspiró. —Charla de loco. ¡Y mira este sitio! ¡Los túneles! ¡Y los mineros! Cientos de ellos. ¿Por qué no había personas aquí antes cuando llegué por primera vez? - preguntó él.

    —El rey tiene un sueño, - dijo Buck. —Un sueño recurrente. El sueño más poderoso que nadie ha tenido.

    Shade pataleó de frustración. —¡Yo no entiendo esa palabra! Rey.

    —Es nuestro líder. Nuestro regente.

    —¿Regente?

    —Toma decisiones por la comunidad.

    —¿Qué? - dijo Shade. —¿Un hombre manda al resto? ¿Cómo en los tiempos antiguos? ¡Qué primitivo!

    Linda tocó su brazo. —El soñador con el sueño más poderoso manda en la Ciudad de los Sueños. Es el primero entre los soñadores y su sueño manda en los demás.

    —¿Hasta en el tuyo?

    Ella asintió. —Hasta en el mío.

    —¿Y cómo funciona, exactamente? - preguntó —¿Cómo un sueño manda a otros sueños? ¡No tiene sentido!

    Buck sinrió. —Eso sólo muestra lo poco que sabes sobre los sueños.

    —Durante milenios, - dijo Linda, —los soñadores han huído del Colectivo aquí y por todo el mundo para ocultarse en las Ciudades de los Sueños bajo la Corteza.

    —¿Hay ciudades como esta por todo el mundo?

    Linda asintió. —El Soñador y el Trabajador separados para siempre.

    Shade tropezó y casí cayó al duro suelo. —¿Y cuál es el sueño del rey?

    —Unir los dos mundos, - dijo ella, le agarró por el traje y susurró en su oído. —Que los Trabajadores sueñen y los Soñadores trabajen. - ella se llevó un dedo a sus labios. —Que nos permitan trabajar en nuestros sueños abiertamente de nuevo y no en secreto.

    —¡Soñar no es trabajo! - protestó Shade. —¿Jugar con óleos? ¿Enfrascarse en comunicación iliicita vocal? ¿Excavar agujeros en la Corteza?

    —Seguir tu sueño es trabajo, - dijo Buck severamente. —Requiere más dedicación que ser un esclavo para el Colectivo.

    —El trabajo es servir al Colectivo, no a ti mismo, - le reprendió Shade. —¿Cómo contribuye eso al Colectivo? ¿Cómo ayuda a salvar el mundo?

    —¿Recuerdas la canción de Maude?

    La cara de Shade se encendió. —Pero eso no es... eso no... es decir...

    —¿No contribuye en nada al mundo?

    Shade apretó los dientes. La canción sonó de nuevo en su cráneo. ¿Era placer? ¿Era dolor? El sonido fue tan intenso...

    Linda le tiró de la manga. —Vamos.

    Shadel se dejó arrastrar lejos de la escalera y caminaron entre los mineros que marchaban yendo y viendo con gran urgencia.

    —¿Qué hacéis con todo el plomo que excaváis?

    —¿Qué plomo?

    Shade gesticuló hacia los túneles. —¿Dónde lo ponéis todo?

    —Oh,ella reía. —Ya veo lo que quieres decir. Lo dejamos en algunos túneles en la superficie... en los túneles que llevan al Salón de los Sueños, por ejemplo... pero mayormente volvemos a rellenar los agujeros. -

    —Excavar y rellenenarlo luego, se burló Shade.

    —Claro, - dijo ella.

    —¿Para qué? - preguntó él.

    —¿Es tan diferente de lo que se hace arriba?

    —Pues claro. ¡Debemos trabajar para salvar el mundo!

    Ella se cruzó de brazos. —¿Como en las Fábricas de Información, por ejemplo? ¿De qué sirven? ¿Puedes contarme?

    Shade agitó las manos. —El Colectivo procesa vastas cantidades de datos. Los obreros FI gestionan esos datos.

    Linda apretó los labios. —Ya. ¿Qué clase de... datos?

    —Pues... datos valiosos, importantes, datos de datos.... ¡tú ya sabes qué clase de datos!

    —Claro que lo sé. Pero dime algo. ¿Para qué

    —¿Para qué de qué?

    —¿Qué fin tiene todo eso?

    —Pues procesar los datos.

    —Sí, - dijo ella. —Pero, ¿por qué?

    —Yo que sé... - dijo él al final. —Para lo que necesite el Colectivo. Lo único que sé es que el Colectivo lo necesita y yo confio en el Colectivo. ¿Y quién eres tú para hablar de trabajo sin sentido? - demandó Shade. —Un obrero FI sirve a la humanidad. Vosotros y vuestros sueños... - movió una mano hacia los mineros a su alrededor,—... eso sí es un sinsentido. Cuando vuelva arriba, voy a traer un ejército de Policías del Sueño aquí abajo y matar hasta el último de vosotros.

    La cara de Linda se tensó. —Ese no es el sueño del rey.

    —El sueño del rey, - pensó Shade, —es menear los brazos y piernas en el aire.

    —No, - dijo ella. —Un sueño es una idea, algo no presente en la Tierra. Anhelamos esa perfección, tratamos de crearla en todo momento, con cada pincelada, cada nota o canción o movimiento de baile. Pero también es..., - y ella se detuvo, —... en algunos raros individuos, un presagio del futuro.

    Shade emitió un grosero ruído dentro de su cabeza. —Nadie puede presagiar el futuro.

    —Tal vez presagiar sea incorrecto, - dijo Linda. —El rey no ve el futuro, sino que dedica toda su energía a crear el futuro, en dar a ese futuro una existencia. Nosotros creemos en ese futuro. Es nuestro destino.

    Buck tosió. —Por supuesto, uno debe interpretar un sueño correctamente.

    —¿Qué dices? - preguntó Linda.

    El hombre cabra se encogió de hombros. —Una invasion de Policía del Sueño sería una unión de los dos mundos.

    —Ese no es el sueño del rey y lo sabes, - dijo ella. —No seas tan cínico. La humanidad no podría sobrevivir a tal holocausto. El Colectivo y los Soñadores se necesitan uno al otro. La destrucción de cualquiera de ellos sería el fin de la humanidad como la conocemos.

    —... como la conocemos, - dijo Buck.

    —¿Para qué necesitáis el Colectivo? - demandó Shade.

    —En realidad, dependemos del Colectivo. - dijo Linda, —Para todo. - le guió por un túnel ancho hasta una cámara grande con un agujero en el suelo.

    Cajones de píldoras de comida, agua y caffeine yacían apilados en la bahía de la carga.

    —¡Robáis al Colectivo!

    —El Colectivo nos provee de necesidades básicas. Sí.

    —Sois parásitos que destruyen nuestro mundo, - pensó.

    —Ya te lo he dicho, - dijo Linda, —Es simbiosis, no somos...

    —Mentiras, - gruñó Shade. —Matar a los parásitos cura al anfitrión. No lo destruye.

    Linda apartó su brazo del de Shade y dio un paso atrás —Lamento que opines de ese modo.

    Sin precio aviso, un crucero Policía del Sueño emergió del hueco en el suelo y se posó junto a ellos.

    —¡Oh, gracias al Colectivo! - pensó Shade. —¡Han venido a rescatarme!

    La puerta se abrió con un siseo y media docena de monstruos saltaron al suelo desde el interior. Cogieron cajas de píldoras de comida y agua y empezaron a cargarlas en el crucero.

    —¿Qué demo...? - Shade no daba crédito a sus ojos. —¿Le habéis robado al Colectivo un crucero de la Policía del Sueño?

    Buck dio unas risotadas. —Sí. Hace muchos años.

    Shade miró de nuevo. Era un modelo antiguo de crucero que no se usaba desde hacía siglos.

    —¿Cómo lo habéis bajado aquí? ¿Tan fina es la Corteza?

    —Sólo más de un kilómetro. - Buck se encogió de hombros. —Excavamos un agujero hasta arriba, bajamos la caja móbil aquí abajo y luego tapamos el túnel detrás de nosotros mientras avanzábamos.

    Los monstruos terminaron de cargar la caja móbil y se apilaron dentro.

    —Pero si están todos desconectados, - dijo Shade. —¿Cómo operan la caja móbil?

    Un hombre asomó la cabeza por la ventana. —¡Shade! - le gritó. —¡Qué sorpresa! Me alegro de que escaparas.

    Era Frank, el Policía del Sueño que Kann y él habían desconectado sólo unos días antes.

    —¿Cómo has... - Shade tartamudeó. —¿Eres un soñador? ¿Tú? ¿Pero cómo...?

    —Tengo un súbito anhelo por los mosaicos de baldosas y macramé. ¡Pasa y te mostraré mi proyecto nuevo! -

    Al decirlo, pilotó bajando la caja móbil por el agujero en el suelo.

    Shade se giró hacia Linda y Buck. —Pero le han desconectado. ¿Cómo es que opera el crucero?.

    Buck dijo, —Nuestros científicos han desarrolado controles manuales.

    —¿Ein?

    —En vez de usar las mentes, - dijo Linda, —se usan las manos. Palancas y volantes.

    Shade negó con la cabeza. —Es increíble lo lejos que llegáis, me pone enfermo. Dejáis secos al Colectivo mientras infectáis a nodos como Frank y como yo con vuestra enfermedad. Y ya ni siquiera sois personas... ¡Os habéis visto! - gesticuló hacia los cuernos de Buck y el pecho de Linda. —Monstruos. Ni siquiera humanos. Menos que humanos.

    Linda alzó las cejas. —¿Y tu canción?

    La melodía vibró dentro de su cabeza, pero la combatió.

    —Me llevaste hasta allí, hasta ella, Maude, a propósito, - pensó. —Para infectarme aún más.

    —¿Te obligué yo a que te encantara la canción de Maude? - preguntó ella. —¿También fue culpa mía? ¿Lo fue de ella? - ella bajó la voz y le susurró en el oído. —¿O fue culpa tuya?

    A Shade la cabeza le daba vueltas. ¿Qué era real y qué era sueño? ¿Dónde estaba la Corteza y el cielo?.

    La apartó de empujón, —Estoy infectado por una enfermedad. Un contagio que podría provocar la muerte de la humanidad. ¡Y tu eres parte de esto! ¡La mujer que amo!

    Ella recuperó su tono. —¿Me amas? - preguntó ella.

    —Yo... - Las palabras del Principal resonaron una vez más dentro de su cabeza: ¿La amas? Le vino la memoria de su reciente acto amoroso con ella.—Sí, - dijo él. —Te amo.

    Ella le pellizcó la mejilla. —Eso no es cierto, Jimmy Shade. Pero qué dulce de tu parte que lo digas.

    —Ya no formas parte del Colectivo, - pensó. —¿Cómo sabes lo que yo pienso?

    —Porque eres un soñador, - dijo ella. —Los soñadores son incapaces de amar nada salvo sus propios sueños.

    Buck golpeó el suelo de plomo con su pezuña. —Sigamos el recorrido. Es un largo viaje de regreso a la superficie. El rey desea que Shade esté bien descansado. Mañana es el día de la decisión.

    El hombre cabra hizo gesto hacia un túnel cercano, pero Shade no se movió.

    —No, - pensó Shade. —Ya he tenido bastante. No voy a esperar hasta mañana. Ya he tomado mi decisión. - él movió una mano hacia la madriguera de pasadizos que conducían a cada direction. —Decidme por donde se vuelve arriba y me iré a tomar mis medicinas.

    Linda se giró hacia él. —¿Quieres volver? Pues vete.

    Buck puso una mano en su brazo. —Linda... el sueño del rey.

    —Quizá el rey esté equivocado. Quizá recogió al soñador incorrecto. - agitó su brazo para liberarlo y se giró hacia a Shade. —¿Ves ese túnel?

    Shade miró donde le señalaba. —Um... claro.

    —Media hora de ascenso, te lleva a una central de la policía. Al CG, de hecho. - cruzó los brazos. —Adelante. Entrégate. -

    —¿Puedo salir de aquí? ¿Ahora mismo? ¿No vais a detenerme?

    —La única regla aquí abajo, - dijo Buck, —es que no hay regla que no se pueda romper. - se encogió de hombros. —Si debes irte, debes irte. Sólo tú sabes tu destino.

    Shade les miró boquiabierto. —¿En serio?

    Linda le dio la espalda. —Vete.

    Shade se acercó a ella para cogerla en sus brazos por última vez, pero ella le apartó.

    —Sólo quiero ir a casa, - dijo él. —¿No lo comprendes?

    —Claro, - dijo ella sin mirarle. —La única pregunta es: ¿dónde está tu casa?

    —Mi casa está en el Colectivo. ¿Dónde iba a estar? - ella no respondió. Shade suspiró. —Te echaré de menos.

    —Después de la LoboQuim, no me recordarás. - ella se limpió las lágrimas de los ojos. —Adios, Jimmy Shade.

    Se acabó. ella no le amaba. Bueno, al menos eso hacía las cosas más fáciles... Pero en un destello, ella se lanzó hacia sus brazos. Su corazón golpeó en el pecho de Shade. Tras un largo momento, ella le apartó de un empujón.

    —Vete a casa, - susurró ella. —Vete a casa, ¿me oyes?

    —Linda...

    —¡Vete!

    Sin otra palabra, Shade ingresó en el túnel que le había indicado y empezó a subir. Tropezó en la oscuridad unas cuantas veces, la lámpara en su cabeza se dirigía hacia los rincones distantes y la curva ascendente del túnel. Estaba ansioso por ver luz al final de su viaje. De sentir el reconfortante zumbido del Colectivo una vez más en su cabeza, De tomar su medicina y estar en paz...

    Sería un nodo babeante condenado a limpiar la suciedad de las calles o trabajar en los jardines hidropónicos, pero era mejor que pasar el resto de su vida bajo la Corteza como un soñador. Shade giró en una curva y allí, encima en la lejanía, vio una luz. Continuó subiendo y pronto llegó a una rejilla. Espió por ella a través de las barras. Pudo ver el refrigerador de las píldoras de agua en una esquina junto a la cama de Jefe. Shade podía distinguir el estante donde dejaban los desconectores, pinchos LoboQuim y las bandoleras en la pared. Un par de polis pasaron por encima y se alejaron. Shade levantó la rejilla y asomó la cabeza sobre la superficie. El temporizador en su cabeza se invirtió y empezó a contar sumando: 44:49:53... 54... 55. Ahora podía sentir al Colectivo, Su abrazo aliviador. ¿Podían sentirle también? Todo lo que tenía que hacer era subir por la rejilla y entrar en la celda... hacia la libertad.

    —Hola Jefe, - pensó. —¿Me echabas de menos?

    Pero al instante de pensar esto, una clara voz sonó dentro de su cabeza. Una canción.

    Maude. ¿O era su propia voz?

    Cada nota, cada inflexión... expandía la música hasta llenar su cerebro. Shade se detuvo con la mano en la rejilla.

    Sube, se dijo a sí mismo. Vete a casa. Haz lo correcto. Vuelve al Colectivo.

    Ese sueño... esa canción... era un espejismo. Pero, ¿cómo podía ser falso algo de tal belleza? ¿Cómo podía estar bien o mal... una canción sin palabras?

    Se quedo inmóbil, aterrorizado, incapaz de avanzar, incapaz de retroceder. La canción creció en fuerza y poder hasta que Shade pensó que le iba a estallar el corazón.

    —¿Quién va? - dijo Jefe. —¿Dónde estás?

    Podía bajar a la superficie, pensó Shade. Sólo por un día. Ya había decidido regresar con el Colectivo. Eso no iba a cambiar.

    ¿Por qué no volver y oír la canción de Maude una vez más? Eso no haría daño a nadie ¿no? Quizá aprendiera a cantar. Veinticuatro horas y estaría de vuelta levantando la rejilla de nuevo.

    —¿Quién va? - demandó Jefe de nuevo. —¿Shade? ¿Eres tú?

    Shade ordenó a sus miembros que salieran del agujero, pero sus brazos y piernas se negaron a obedecer. Tenía que oír la canción de Maude una vez más.

    —Hey, Jefe. Sí, soy yo, - pensó. —¡No vas a creer donde he estado! ¿Sabías que hay una ciudad de soñadores viviendo ahí abajo en la superficie? ¡Y todos son monstruos!

    —¿De qué estás hablando?

    —Y tienen un rey de los monstruos con cuatro brazos y piernas que sueña con reunir los mundos del Trabajo y el Juego.

    Jefe empezó a reir en ambas cabezas. —No seas ridículo, Shade. Eso son historias para asustar a los nodos pequeños.

    —Lo digo en serio, Jefe. Hay miles de soñadores que amenazan la existencia misma del Colectivo. Tenemos que bajar y limpiar ese nido de víboras antes de que nos destruyan.

    —Shade, has pasado demasiado tiempo en las alcantarillas. Sube y toma tu medicina como un buen chico.

    Un par de Policías del Sueño trotaron por el zaguán. El pánico dominó a Shade. Si era LoboQuimizado, perderían todo el conocimiento de la Ciudad de los Sueños y nunca podrían matar a los soñadores.

    —Jefe, aquí están mis datos en bruto. Veríficalo. - Shade cargó todas sus experiences del último día y medio en el cerebro de Jefe.

    Jefe gritó. —No... no puede ser... debes de haber estado alucinando. Esto no es real. No puede ser.

    La Policía del Sueño empezó a manipular la cerradura de la puerta de la celda.

    —Voy a recoger más datos, Jefe. Cuando pueda probar lo que acabo de decirte, volveré. Mañana. ¡Necesitamos planear una invasión para exterminar a esos soñadores!

    Se abrió la puerta de la celda. Shade cayó bajo la rejilla y regresó a la escalera. En cuanto su cabeza quedó bajo el suelo, el contador retomó su marcha atrás de nuevo.

    Shade regresó trotando por el túnel. ¿Me están siguiendo? Él sabía a donde iba en la oscuridad y ellos no. La reja se abrió y oyó una pisadas detrás. En minutos, sin embargo, el sonido se perdió mientras ponía distancia entre él y sus perseguidores. Redujo la marcha hasta un paseo. Tenía menos de cuarenta y ocho horas para reunir suficientes pruebas para el Colectivo de que aquello estaba pasando realmente, de que su enemigo mortal yacía oculto bajo la Corteza. Tenía que bajar hasta la Ciudad de los Sueños... por el bien del Colectivo.

    Pero una parte de él se rebelaba.

    ¿Por qué no te ciñes a tu primer plan? ¿Por qué no te entregas?

    Se lamentó, luego se relajó. No había fracasado, estaba reuniendo información para el Colectivo. Por eso volvía a la superficie.

    Shade bajó por el túnel, decidido, libre. No había más decisiones que hacer. Dormiría bien esa noche. Fuera sueño o pesadilla, estaba preparado.

    Buck y Linda le estaban esperando en la boca del túnel. Ninguno de ellos parecía sorprendido. Linda sonrió cuando le vio

    —Bueno, - dijo ella, —¿Nos vamos?

    —Con una condición.

    —Dispara.

    —Mañana volveré aquí a decir adios... para siempre.

    Su cara siguió sin cambios. —De acuerdo.

    —Con la condición, - continuó, —de que la mujer monstruo del canto...

    —Maude.

    —... Maude, me enseñe a cantar.

    —Una vez que regreses al Colectivo, el LoboQuim te borrará la memoria, - dijo Buck. —¿Qué sentido tiene?

    —Comprender a los soñadores me ayudará a cazarles y matarles.

    —No trabajarás para la Policía del Sueño después de la LoboQuim, - le recordó Linda.

    Tenía razón.

    —El trabajo continuará sin mi.

    Linda se puso de puntillas y le besó en la nariz. —¿Quieres ir a ver a Maude? - Shade asintió.—Sé donde encontrarla. - le cogió de la mano y tiró de él por la boca del túnel. —¡Vamos!

    Le guió de regreso hasta la escalera y, con un grito, Linda y Buck saltaron al vacío, se agarraron al poste y bajaron deslizándose fuera de su vista.

    Shade casi no les siguió. ¡Sal de aquí mientras puedas!, pensó para sí mismo

    El Colectivo había ignorado a la Ciudad de los Sueños durante milenios. ¿Cómo es que él, Jimmy Shade, iba a conseguir hacer la diferencia?

    Pero tenía que saber lo que era cantar. ¡Tenía que saber!

    Suspiró, saltó torpemente en el aire, se agarró al poste y regresó a la Ciudad de los Sueños.

Capítulo 14

    

Capítulo 14

    Linda guió a Shade desde la arena de aterrizaje hasta la pendiente del gran cráter y hacia la ciudad misma. Antes, él sólo había visto los túneles bajo las ruinas. Ahora los contemplaba maravillado. Caminaban por un laberinto de calles antiguas. Un gruesa capa de polvo lo cubría todo y se levantaba en nubes con cada paso mientras caminaban sobre ella. Formas oxidadas ensuciaban los escalones. En algunas partes aún había viejos esqueletos; preservados, sin duda, por la radiación. Los rascacielos se inclinaban alejándose del cráter como cristal fundido congelado en mitad del aire. Extraordinario, pensó Shade. Pues mucho había sobrevivido todo ese tiempo, estos monumentos a la tontería del hombre. Una lástima que el Colectivo no se hubiera creado a tiempo para prevenir este holocausto. Se podía haber logrado la verdadera utopía sin pagar tan alto precio... la mayoría de la humanidad arrasada, el planeta envenenado durante billones de años por el desastre radioactivo.

    Se preguntó por qué el Colectivo nunca había limpiado la radiación. Si el Colectivo era capaz de transmutar elementos para crear la Corteza de plomo, ¿por qué no pudieron transmutar los elementos radioactivos en algo inocuo?

    —Pudieron, - dijo Linda tranquilamente.

    Shade se ruborizó, empezaba a sentirse incómodo. Todo el mundo podía oír sus pensamientos, pero él no podía oír los de nadie.

    —¿Qué quieres decir?

    Linda le apretó la mano. —El Colectivo quiere vivir con miedo. Quieren vivir en el aire, quieren construir una corteza entre sí mismos y el mundo real.

    —No entiendo por qué.

    Ella suspiró. —Yo tampoco. Pero así va el mundo.

    Llegaron a un gran edificio circular sin techo. Un lado, desprotegido de los rascacielos, había colapsado por alguna antigua explosión. La otra mitad... realmente más de dos tercios... permanecía en pie, ampliamente intacta.

    Shade contempló el edificio. —¿Qué es este lugar?

    —Los antiguos lo llamaban un estadio. - le tiró de la manga. —Vamos.

    Pasaron por viejos trozos de hormigón roto y entraron en el enorme óvalo. Bajo ellos, el globo de combustión en lo alto de la espiral dorada iluminaba la ciudad. En mitad del estadio, un rascatierra se caía hasta el suelo. Shade se aproximó a él, acarició la superficie plomiza. Era asombroso pensar que los nodos trabajaban, comían y dormían al otro lado, meditó Shade. No tienen ni idea de lo que sucede aquí abajo.

    Un sonido tras ellos, él se giró. El más bello sonido que jamás había oído, incluso más bello que antes. La mujer monstruo cantante Maude apareció a la vista con la boca abierta, los brazos extendidos a los lados y cantando mientras se aproximaba. Shade pensó que su corazón se iba romper y se agarró el pecho. Era demasiado joven para sufrir un ataque al corazón. ¿Qué podía significar?

    Maude se acercó más y miró a Shade a los ojos mientras cantaba. Le pareció que ella cantaba sólo para él. Una fría brisa le cosquilleó en la lengua. Él cerró la mandíbula.

    Linda apoyó la barbilla sobre el hombro de Shade —¿Lo comprendes ahora? - susurró ella. —¿Por qué prefiero morir antes que dejar este lugar?

    Él le puso un dedo en los labios. —¡Sshh!

    Maude se paró delante de Shade. Terminó su canción en un crescendo que hizo estremecerse los órganos de Shade, luego quedó en silencio y el silencio dolió en los oídos de Shade más que nada que hubiera sentido. Shade y Maude se quedaron allí un buen rato, cara a cara, sin decir nada. Las palabras tropezaban fuera de su cabeza en una confusión confusa.

    —Ojalá pudiera cantar así.

    Maude movió una garra verde y púrpura y le tocó el brazo. —¿Creí que querías volver arriba? - ella señaló a Linda. —Eso es lo que he oído, al menos.

    —Sí, - pensó Shade. —Y lo haré. -

    —Tienes un día o dos para decidirte.

    Comprobó su reloj: 42:00:01 y negó con la cabeza. —Mañana regreso con el Colectivo. Ya he tomado la decisión. La LoboQuim me curará.

    Maude sacó sus labios verrugosos. —La LoboQuim matará tu sueño y borrará estos recuerdos.

    —Sí. Lo sé.

    —¿Entonces por qué quieres cantar?

    —Antes de que me LoboQuimicen, pretendo probarle al Colectivo que existe la Ciudad de los Sueños.

    —¿Cantándoles?

    —¡Sí! Luego pueden bajar aquí abajo y exterminaros a todos.

    Ella levantó sus cejas. —Eres honesto, ¿y puedo preguntarte... - dijo ella, —... por qué debería enseñarte?

    —¡Oh! - Shade no había llegado a esa parte. —¡Porque no puedo evitarlo! - estalló. —Tengo que cantar. Me volveré loco si no me enseñas. - él cayó al suelo y agarró sus escamosas rodillas púrpura.

    Ella le acarició la cabeza. —Otra respuesta honesta.

    —Entonces... ¿me enseñarás? ¿Aúnque pudiera usar lo aprendido para matarte?

    —La vida es corta, - dijo ella. —Y la vivimos día a día. Por este día, al menos, cantaremos juntos, tú y yo. - Brillaron unas pecas naranjas en sus mejillas.

    —Qué fea es, - pensó y la caja gráznida, como siempre, lo tradujo todo.

    —¡Hey! - dijo Linda golpeándole el bícep con el dorso de la mano. —Eso está de más.

    Shade quiso darse patadas por su grosería. ¿Dónde estaba el Colectivo cuando hacía falta suprimir sus pensamientos inapropriados?

    Maude se ruborizó. —En la Ciudad de los Sueños, eres libre de pensar y decir lo que quieras. - le lanzó una fugaz mirada de reprimenda a Linda. —Sin embargo, no tenemos que oír tus pensamientos interiores. Mereces cierta privacidad.

    —¿...privacidad? - Otra palabra nada familiar.

    —Dame tu caja gráznida y te lo mostraré.

    Shade apagó el collar que llevaba alrededor de su garganta. La había llevado tanto tiempo que le parecía extraño quitársela. Maude extendió su garra. Shade le entregó el artefacto.

    —Ahora piensa lo que quieras, - dijo ella. —Nadie puede oír lo que te ronda por la cabeza.

    Claro que no, pensó Shade. Estáis todos desconectados.

    Pero Maude le miraba como esperando a que dijese algo mientras sujetaba la caja gráznida en una mano.

    ¿Qué, realmente nadie me oye?

    Aún nada. La verdad empezó a calar en él.

    ¡Nadie puede oír lo que estoy pensando!

    Claro que él sabía esto, pero lo experimentaba por primera vez... tropezó al dar un paso atrás.

    Ahora comprendía lo que implicaba estar desconectado.

    ¡Encerrado dentro de la jaula de su propia mente, para siempre incapaz de escapar!

    Las dos mujeres le observaban, pero no decían nada. El sudor empapó su piel.

    La caja gráznida, pensó. la necesito. Ahora.

    Fue hacia la cantante y trató de coger el collar, pero su volumen monstruoso era muchas veces su propio tamaño y ella sujetaba la caja gráznida sobre su cabeza, fuera de su alcance.

    —Habla, - dijo ella. —Usa tu lengua. Tus labios. Tus dientes. Para eso están. Como lo estoy haciendo yo. ¿Ves? - ella desnudó sus colmillos.

    Shade atacó de nuevo, pero ella sujetaba la caja gráznida fuera de alcance.

    —Mmmm! Mmmm! Mmmm! M!!! Mmmmph! Mmmmmphh! Mmmmmmmph! - gruñía.

    Ella le dio una palmadita en la mejilla. —Es un inicio, - dijo ella. Y le lanzó el collar a Linda.

    Oh, gracias al Colectivo, pensó.

    Se acercó a su esposa.

    Ella me la entregará.

    —Si quieres aprender a cantar, - dijo Linda, —primero debes aprender a hablar. Como dice Maude.

    Shade estiró el brazo para quitarle la caja gráznida, pero Linda se la lanzó a Maude de nuevo.

    Él se quedó mirándola con estupor. ¡Pero eres mi esposa!

    Ella no podía oírle.

    Por supuesto que no. Corrió hacia Maude, hacia Linda y vuelta a empezar. Ellas jugaron a lanzarse la caja hasta que él cayó agotado de rodillas y gruñó.

    —¿Quieres cantar? - preguntó Maude. —Primero debes hablar. No es difícil. - le levantó con la garra la pequeña barbilla de Shade. —Ahora dime. ¿Cuál es tu nombre?

    Shade abrió la boca.

    ¡Devuélveme la caja!, intentó decir, pero sólo salió un gruñido. Maude acercó su cara. —Así no. Fíjate en mis labios y dientes y cópiame. Haz lo que hago. ¿Ves?

    Shade lo hizo. —¡Arns...snarf...arf arf!

    —Shade, - dijo la mujer, enunciando con un dedo señalando su boca abierta. —‘Me llamo Jimmy Shade.

    —Née. mo..ade, - dijo Shade. Y se detuvo.

    La cantante alzó las cejas.

    Él lo intentó de nuevo. —Chade.

    —Me llamo Jimmy Shade. - repitió Maude

    La lección continuó durante horas. Shade, que nunca había usado su lengua para nada salvo para consumir píldoras de comida, agua y cafeína, estaba asombrado por lo rápido que aprendía a hablar. Igual de sorprendido que Maude.

    —Tienes talento, Jimmy Shade.

    —¿Qué? ¿Para hablar con la voz?

    —¿Sabes cuánto tiempo necesitan algunos soñadores para aprender a hablar? Meses. A veces años. Algunos nunca aprenden y se ven obligados a usar la caja toda su vida.

    —¿Me enseñarás... cantar ahora? - preguntó él y bostezó.

    —Has pasado una vida sin dormir suficiente, sin sueños, - dijo Maude. —Necesitas descansar y dejar que tu mente procese todo lo que acabas de aprender.

    —¡Pero tengo muy poco tiempo! - protestó Shade y, contra su voluntad, bostezó de nuevo. ¿Cuánto tiempo llevaba sin dormir?

    —No aprenderás nada de mí si te caes de sueño.

    Shade recurrió a Linda. —¿No tendrás algunas pildoritas de cafeína a mano?

    Linda se puso de pie. —Los verdaderos sueños surgen mientras dormimos, - dijo ella. —La cafeína interfiere con ese proceso.

    —Creí que los sueños surgían de las minas, - objetó Shade.

    —Los sueños son... complicados.— deslizó el brazo por el de Shade y susurró, Y si no quieres dormir, se me ocurren otras cosas que podemos hacer.

    Shade se excitó ante la idea. Su deseó abrumó todas sus objeciones.

    —¿Mañana, entonces? - le dijo a Maude.

    Ella inclinó hacia él su verde cabeza escamosa. —Mañana.

Capítulo 15

    

Capítulo 15

    Dieciocho horas más tarde, Shade estaba de nuevo en el estadio buscando a Maude. Se maldijo a sí mismo por tonto, por dormir tanto. Le había pedido a Linda que le despertara, pero ella se había negado a hacerlo.

    ¡Dormir tres veces el tiempo permitido!

    Aquello era inconcebible. Incluso peor que la noche anterior. Era un crimen malgastar la vida durmiendo cuando el Colectivo necesitaba salvarse. Y él estaba convencido ahora de que, al aprender a cantar, estaba ayudando al Colectivo a exterminar a los soñadores. Era el único modo de convencerles de que la Ciudad de los Sueños era real.

    Cierto que otros soñadores habían visitado la Ciudad de los Sueños, pero regresaban arriba de todos modos. Eso decía Buck. Pero esta vez él estaba seguro de que las cosas serían diferentes. Esta vez el Colectivo le escucharía. Esta vez tomarían en serio sus experiencias y las usarían para purificar a la humanidad.

    24:01:03. Quedaba un día. No, menos de un día.

    Tenía que subir la escalera de cristal y volver arriba antes de que su cabeza explotara. Necesitaba un margen de al menos cuatro horas, preferiblemente más. No servía de nada que su cabeza explotara antes de que tuviera una oportunidad de comunicar su conocimiento al Colectivo. Pero, ¿dónde estaba Maude?

    Linda le había escoltado hasta el estadio, pero le había despedido con un beso en la entrada.

    —Tú y Maude no necesitáis público. Y yo tengo mi propio sueño que cultivar.

    Él la observó marcharse balanceando las caderas de lado a lado. Ella se giró para mirarle una vez, su tercer pecho osciló bajo su barbilla... y luego se marchó.

    Shade suspiró. Ojalá su esposa no fuese también una soñadora, todo sería mucho más fácil. Algo afilado le tocó en el hombro y él se giró, echó mano hacia su arma reglamentaria pero, por supuesto, su funda estaba vacía.

    Maude estaba allí con una garra en el aire, un rubor en su cara. —¿Estás preparado para empezar?

    —Sí, - dijo Shade, —Me gustaría...

    —Te gustaría nada. Si deseas aprender a cantar, entonces has de someterte a mí como alumno.

    Él se encogió de hombros. Si es lo que quería, ¿por qué no? —Muy bien. Eres la jefa.

    Ella le golpeó el estómago. —Para empezar, tu postura es errónea. Tu voz es errónea. Todo lo que estás haciendo ahora es erróneo.

    Él tragó. —De acuerdo. -

    Ella bajó su enorme cabeza hasta que su nariz tocó la de él. —Puedo darte las herramientas para cantar. La postura de tu cuerpo. Cómo hacer los sonidos. Pero...

    —¿Pero qué?

    —Pero hay algo mucho más importante que ha de suceder primero.

    Su olor era irresistible... a canela, nuez moscada y clavo, y otras especias. Era la primera vez que lo había advertido.

    —¿Que es?

    —La belleza de una canción no está en su sonido.

    —Pues...¿dónde está?

    Ella llevó una garra entre sus costillas. —Está en tu alma.

    —¿Alma...?

    —Lo que te hace ser tú.

    —No... no lo entiendo.

    Ella se enderezó. —Lo que te hace diferente de otras personas. La porción de ti que no es parte del Colectivo.

    Shade se rió. —Yo no tengo esa parte. Nada me hace diferente de los otros nodos, - dijo él. —De eso se trata el Colectivo. Todos somos lo mismo.

    —No, - dijo ella. —No de otros nodos. De otras personas.

    —Personas, nodos... ¿qué más da? - preguntó él. —Yo soy Nos. Nos somos Todos. Todos somos el Colectivo.

    En cierto modo, decirlo con voz hablada tenía un efecto diferente a pensarlo en su cabeza.

    —El Colectivo ha suprimido tu alma durante toda tu vida, - dijo ella. —Censurado tus ideas. Apagado a gritos tu individualidad. Obligado a conformarte.

    —¡Pero yo quiero ser parte del Colectivo! - protestó.

    —Si eso es que quieres, - dijo ella, —entonces no tengo nada más que decirte. - se giró para marcharse.

    —¡No, espera! -

    Las escamas de su cuello vibraron cuando ella giró la cabeza. —¿Sí?

    —Este alma de la que hablas, - dijo él. — me suena a enfermedad mental. Después de todo, - continuó silenciando la objeción de Mause, —no es una cuestión de conformidad. No creo que valga la pena pensar en algo que no haya sido aprobado por el Colectivo. Todo el mundo sabe esto.

    —Ya, - dijo ella. —¿Y no te parece curioso que todo el mundo piense exactamente lo mismo?

    —¿Qué tiene eso de malo?

    —Nada... - Maude se encogió de hombros. —... siempre y cuando no tengas alma. Te diré algo, - continuó. —¿Recuerdas lo que aprendiste ayer? Ahora mismo puedes pensar lo que quieras. Nadie lo sabrá, ni siquiera el Colectivo. Nadie puede detenerte. ¿Por qué no intentarlo?

    —¡Porque pensar ideas no autorizadas podrían destruir la humanidad! - Shade explotó. —No siento deseo que pensar en nada que no sea aprobado por el Colectivo.

    —Entonces no sientes deseo de cantar, - dijo ella. —¿Acaso no es cantar una traición al Colectivo?

    —¡No! Cantar es una evidencia para probar que existe la Ciudad de los Sueños. Para probar mi lealtad al Colectivo.

    —Tu primera lealtad es hacia ti mismo... y hacia tu sueño. No hacia la humanidad.

    —Estás muy covencida de eso, ¿no? - dijo él sin mirarla.

    —Yo fui una vez parte del Colectivo también, - dijo Maude. —Como tú. Soy huésped en la Ciudad de los Sueños, pero esta no es mi casa. Yo no tengo más casa que la del Colectivo.

    —Entonces ¿por qué no vuelves? - preguntó él.

    Ella movió su cuerpo monstruoso. —Vine aquí siguiendo mi sueño y eso me ha cambiado. Estoy aquí para siempre, aislada del resto de la humanidad. No puedo volver... a eso.

    —¿Y eres feliz? - preguntó él.

    Ella asintió. —Y triste. Y todo lo que hay entre ambas.

    —Pero es ilegal estar triste. Por no mencionar que es moralmente incorrecto sentir cualquier cosa además de felicidad y gozo de ser parte del Colectivo.

    —Quizá, - dijo ella. —Pero eso ya no me importa realmente.

    Shade la contempló allí, en el estadio arruinado, con los rascatierras a escasos metros de él.—¡Pero eso... esto... todo es una locura!

    Ella suspiró. —Da igual lo mucho que extrañara el Colectivo, no podría volver. Eso me mataría. - ella empezó a llorar y se apartó para ocultar su cara. —Matarían mi alma, no puedo permitirles hacer eso. No lo permitiré.

    —No existe eso que llamas alma, - dijo Jimmy Shade. —Y yo, por mi parte, no puedo esperar para volver con el Colectivo.

    Maude se secó los ojos y le palmeó el pecho con una garra púrpura. —Y aquí estás ahora en la Ciudad de los Sueños. ¿Por qué?

    Shade se rascó la barbilla. —Me han infectado. Obviamente.

    —No, - dijo ella. —No eres sólo un nodo, ya no, Jimmy Shade. Eres un mero hombre con un alma y una canción. Deja que el mundo oiga esa canción.

    —Que no tengo alma, - dijo él. —Y no espero que nadie vaya a oír mi canción aparte de ti. - añadió, —Bueno, tal vez Linda, también. En cualquier caso, yo no querría infectar al Colectivo.

    —¿Cómo les cantarás sin infectarles?

    —Pues... - no había pensado en eso.

    —¿Ves por qué te pregunto por qué debería enseñarte?

    Shade tenía que degustar esa canción antes de volver arriba. No podía explicar por qué, pero si ella se negaba a enseñarle...

    —¡Porque si no lo haces, moriré!

    Maude le estudió en silencio durante largo tiempo. —Has hablado como un verdadero soñador. - Ella asintió. —Te enseñaré lo que pueda el tiempo que estés aquí.

    Y así, comenzaron las lecciones.

    Le pareció a Shade una vida, cada segundo un día, cada minuto un año. Sus voces se unieron, se separaron, se fundieron de nuevo. Maude le inició en las escalas, los métodos básicos y la postura, pero por un extraño azar de la fortuna, un error administrativo, supuso Shade, por parte de un obrero FI, se coló un archivo sobre todo el conocimiento músical de la humanidad en una esquina de la memoria de Shade y él accedió a él.

    —Perfecto tono, - exclamó ella y casi collapsó cuando Shade cantó la Canción de la Alegría de Beethoven.

    Ella no tenía ni idea de lo que era y Shade se lo explicó y Maude también se maravilló de que el Colectivo hubiera cometido tal error. Shade cantó la canción en una lengua muerta que ninguno de ambos entendía, pero que Shade sabía que se llamaba "alemán". Le enseñó a Maude las palabras y la música, y ambos la cantaron juntos con sus voces mezcladas agitando el aire.

    —¡Y pensar que iba a iniciarte con "Susanita Tenía un Ratón"! - dijo Maude cuando acabaron.

    —Una buena canción, también, - coincidió él. —¿Empezamos?

    Pero entonces Maude hizo algo inesperado. Abrió su boca y cantó una nueva canción. Una canción que Shade no reconocía, comprobó y recomprobó el archivo, pero no estaba en el registro. Trató de seguir la melodía, acompañarla, pero cambiaba constantemente, crecía y mutaba hasta que, por fin, quedó en silencio. Cuando ella hubo acabado, Shade dejó que la canción se disipara en el aire a su alrededor.

    Luego le preguntó, —¿Qué canción era?

    —Esto, - dijo ella, —era mi canción.

    —No lo entiendo, - dijo él. —No está en mis bancos de memoria. -

    Ella reía. —Pues claro que no. Es mi canción.

    —¿Tú canción?

    —La crée yo. Antes de mí, esta canción no existía.

    —Pero ya nadie crea canciones.

    —Yo sí, - dijo ella. —Eso es lo que significa soñar. Crear de la nada lo que no existía antes.

    —¿Es eso posible? - dijo él. —Ya se ha pensado y hecho todo hace miles de años.

    —Cada día necesita una nueva canción. Las viejas ya no nos hablan.

    Shade recordó el coro del final de La Canción de la Alegría. —¿De verdad crees eso?

    —Algunas cosas son intemporales, es cierto, pero las canciones son para ayudarnos a dar un sentido a nuestro mundo.

    —¿No es esa la tarea del Colectivo?

    Ella extendió sus garras. —Muchas cosas han cambiado desde que se escribieron esas canciones. - Él ponderó sus palabras. Ella le preguntó entonces, —¿Cuál es tu canción?

    —Perdón, ¿mi canción?

    —Tienes un sueño, una canción. De lo contrario no estarías aquí. ¿Quieres compartir tu canción conmigo?

    —Yo... - se detuvo. —No tengo una canción.

    —Tal vez aún no la has descubierto.

    —¿Tengo una canción? - se preguntó Shade, pero su cabeza resonó vacía de música. Él negó con la cabeza. —No.

    —Pues cantemos otra cosa, algo nuevo. Tal vez eso te inspire.

    El tiempo pasó volando. Una familiar figura se había aproximado por el quebrado hormigón.

    —¡Linda! - cuando Shade la vio, ella aplaudió.

    —¿Es la hora? - le pregunto Maude a ella.

    —¿La hora de qué? - quiso saber Shade.

    Comprobó el reloj: 12:45:37. Había estado cantando con Maude durante casi doce horas.

    —La obra está a punto de empezar, - dijo Linda. Le dio un beso a Shade en la mejilla. —Después viene la Hora de la Decisión.

    Maude tomó una profunda respiración y dejó salir el aire. —Pues sería mejor que vayamos.

    —¿Qué es una obra? - se preguntó Shade.

    —Una actuación dramática. - le susurró Linda en el oído. Aquello le intrigó y negó con la cabeza.—¿Recuerdas a los actores que conociste el otro día? ¿Zune y Zama, y el resto?

    —Ah, te refieres a ese con dos bocas y el de la cabeza de asno?

    Una sonrisa. —Esos mismos, - dijo Linda.

    —Aún no lo entiendo.

    —Ya lo verás. La obra es en tu honor, ¿sabes?

    —¿Qué? ¿Por qué?

    —Siempre hay una obra antes de la Hora de la Decisión, cuando los soñadores deciden quedarse o marcharse.

    Linda les guió fuera del estadio, por la inanimada ciudad y de vuelta al subterráneo. En la puerta del Salón de Baile, ella se detuvo.

    —¿Harás algo por mí? - le preguntó Linda a Shade, apretándose contra él.

    —Por supuesto, - dijo Shade tiernamente. —Traeré suficiente LoboQuim para todos.

    —No, - rió ella. —Esta noche, después de la obra. Antes de que te... vayas. ¿Cantarás para todos los demás?

    —¿... los demás?

    —Todos los soñadores están aquí esta noche. Miles. Esa canción que cantabas antes... ¿cómo se llamaba?

    —La Canción de la Alegría. - dijo Maude.

    —Sí, esa, - dijo Linda. —¿La cantarás para nosotros antes de irte?

    Shade cantó algunas estrofas allí en el túnel. Un alfarero que pasaba dejó caer un jarrón al pararse de golpe para escucharle, ignorando los fragmentos rotos a sus pies. Maude sonreía asombrada por Shade. Él no entendía qué tenía aquello de especial. Había estado desesperado para que Maude le enseñara, pero ahora que sabía cantar... era baladí, un juego, esos sonidos que se hacen con la boca. No significaban nada. Era divertido, sí, pero ¿a quién le importaba? ¿Acaso merecía sacrificar al Colectivo sólo por que podía cantar? No. Eso era ridículo. Y cualquiera que hiciera eso tendrían que examinarle la cabeza. Shade concluyó el coro final. Los demás aplaudieron. Era tan fácil. Aunque él sentía nada a parte del anhelo de que aquella pesadilla se acabase pronto y de regresar al hospitalario seno del Colectivo de nuevo. Cuestionó la insana pasión que le había entrado antes. Había sentido curiosidad. Tenía que saber lo que era cantar. Ahora que lo sabía, no era nada especial. No lo echaría de menos. Maude le miró y alzó las cejas. Ella quería una respuesta.

    ¿Cantaría él para ellos?

    Shade abrió la boca y la volvió a cerrar.

    Necesitaría su cooperación para regresar a la superficie. Podían retenerle allí contra su voluntad si se negaba. Podían obligarle a desconectarse o incluso dejar que le explotara la cabeza. Tendría que saber cómo agradarles. Después de todo, con suerte conduciría un ejército aquí abajo en pocos días para exterminarlos a todos. El Colectivo podría decidir no escucharle, como habían hecho obviamente en el pasado. Pero por el bien de la humanidad, podía confiar en que las cosas fuese diferentes esta vez.

    —¿Y cuando haya terminado... - dijo él, —... me devolveréis mi LoboQuim? ¿Me llevaréis de vuelta al paraíso?

    Maude se limpió una lágrima en su escamosa mejilla verde. —Si ese es tu deseo.

Capítulo 16

    

Capítulo 16

    El salón de baile había sido reconfigurado. El pedestal del rey se había remplazado con una gran plataforma. Un escenario, lo llamó Maude, como el que él había visto usar a los actores antes. Los asientos llenaban la habitación por miles, muchos con formas extrañas para acomodar a los voluminosos monstruos que sostenían.Los monstruos cuchicheaban y se saludaban. Aquello era más que los que Shade había visto jamás. Muchos miraban a Shade. Otros le saludaban. Los científicos se sentaban juntos en un grupo. Ennst llevaba un caso negro en la cabeza y le mostró el pulgar en alto. Otros soñadores se sentaban en sus asientos con múltiples pares de brazos doblados en sus regazos, esperando que empezara la... ¿cómo se llamaba?... la obra...

    Shade se sentó entre Linda y Maude en primera fila. Toda la atención le incomodaba. Gracias al Colectivo que se iría pronto de allí.

    —¿De dónde han salido todos? - susurró él. —¡Hay tantos!

    —Todos los soñadores deben asistir a la Hora de la Decisión, - dijo Linda. —Para dar la bienvenida o despedirse del nuevo soñador, según escoja. Es nuestra ley.

    El rey entró en el salón de baile con sus cuatro piernas andando de puntillas por el suelo, su cabeza echada hacia atrás con la corona de papel en lo alto y jirones rotos de ropa ondulando tras él. La audiencia guardó silencio. El rey quedó de pie frente a su asiento, un trono en la primera fila. Le lanzó una mirada a Shade y asintió. Shade se preguntó de nuevo cómo el sueño de un hombre podía regir a los otros. El rey se sentó.

    Las luces se atenuaron. Los soñadores que llevaban disfraces verdes sobre sus ajados trajes del Colectivo subieron al escenario. Los actores, Shade reconoció a Zune y a Zama y a muchos de los otros que había encontrado brevemente antes. Empezaron a hablar en voz alta. Shade no entendía las palabras.

    —¿Qué pasa? - le preguntó a Maude.

    —Ya te lo dije, - susurró ella, —Es una obra.

    —Sí, ya sé. Pero, ¿qué hacen?

    —Es una historia. Esta es de un poeta antiguo con el nombre de Shakespeare. Se llama Sueño de una Noche de Verano.

    Los monstruos seguían charlando sobre el escenario y brincando por ahí. Shade se giró en su asiento. Los demás monstruos estaban sentados extasiados, con su atención absorta por la pantomima sobre el escenario. El rey apoyaba una mano en cada rodilla sin apartar los ojos de los actores.

    —Pero, ¿qué fin tiene esto? - preguntó Shade.

    —¿El qué?

    —La obra. - Shade gesticuló hacia el escenario. —¡Esto!

    Los monstruos cercanos se giraron y les miraron. Maude se llevó una garra a las labios. —Nos reunimos para celebrar y para llorar. - ella gesticuló hacia los actores. El monstruo con la cabeza de asno tenía puesta un cabeza humana falsa. —Esto es la vida tal como es. Y...

    —¿La vida es ponerse disfraces y fingir que eres algo que no eres?

    —No te hagas el gracioso. - dijo ella. —Nos están contando una historia. Una metáfora que nos ayudará a comprender el mundo. Y luego, nos marcharemos renovados.

    —¿Renovados...?

    —Es una ocasión para dejar nuestras cargas, nuestra pena, durante un tiempo. Y luego podemos reir. Luego podemos llorar. Luego podemos irnos casa.

    —¡A casa! ¿El Colectivo?

    Ella se reía. —No. Nos reunimos y como público, todos somos uno. Una mente. Un alma. Una persona. Esto es nuestro sustituto del Colectivo.

    Shade observó el espectáculo con creciente frustración. ¿Esto era su reemplazo del Colectivo? ¿Esta... esta incomprensible idiotez era mejor que vivir en unidad con el resto de la humanidad? ¿Cómo podía él hacerles ver que podían ser muy felices si encontraban un modo de reunirse con el Colectivo y conformarse con todas las reglas de la sociedad? Impelido por una locura que nunca había experimentado, Shade se levantó del asiento, caminó hacia el escenario y saltó sobre la plataforma.

    Se giró para encarar al público con las manos sobre la cabeza y gritó:—¡Parad!

    Los actores pararon. Varios maldijeron. El público murmuró de sorpresa. El rey tosió una vez, dos veces, como esperando que el sonido impulsara a Shade fuera del escenario.

    Y como eso falló, el rey se pusó de pie.—¡Bájate de ahí!

    Linda se levantó y cogió a Shade por el tobillo siseando.—¿Qué estás haciendo? -

    Maude susurró. —¿Qué en el nombre del Colectivo está haciendo ahí arriba?

    Él no podía permitirse ofender a aquellos desgraciados y expulsados soñadores... monstruos, personas, nodos, lo que fueran. Ellos tenían su vida en sus manos. Abrió la boca para disculparse con el rey, Maude, Linda, los actores, todos... cuando, muy para su sorpresa, la canción surgió como un resorte.

    La canción le controló como si él fuese una mera herramienta de una energía superior y la música desplegó fuera de sus labios. El sonido tomó forma y creció en palabras, él buscó en el archivo de su mente... ninguna canción así se había cantado antes.

    Aquella era su canción y la de nadie más.

    La audiencia escuchó. Shade cantó sobre el Colectivo, sobre la humanidad, sobre su pena y anhelo y pérdida. Cantó sobre el gran Nosotros del que todos ellos habían sido separados. Cantó sobre la gloria del mundo de arriba, y la soledad de allí abajo en las profundidades y le pareció a Shade la más gloriosa pena que jamás había experimentado. Su pecho estalló con una violenta pasión que nunca había conocido. Un compositor desconocido operó con él como un instrumento y, cuando hubo acabado, dejó una encogida cáscara vacía sobre el escenario.

    Jimmy Shade yació allí, con la mejilla contra las toscas tablas de madera, jadeando en busca de aliento.

    Pasó un largo tiempo. Él luchaba por aire, oyendo su alta respiración en sus oídos. El salón de baile estaba en silencio.

    ¿Qué había hecho? ¿Qué dirían ellos? Estarán enfadados, imaginó Shade. Les había interrumpido su boba pantomima, se negarían a devolverle a la superficie y él quedaría atrapado allí abajo para siempre.

    Pero, ¿qué otra cosa podría él haber hecho? Tenía que decirles lo que él veía, lo que sentía. Shade se puso de rodillas.

    Tenía que disculparse y rápido.

    Abrió la boca esta vez para formar palabras habladas de disculpa, cuando un estruendo diferente a todo lo que había oído impactó en sus oídos.

    Los monstruos golpeaban sus manos y garras y pezuñas. Al principio fueron aplausos dispersos, luego sucedió en oleadas hasta que ningún soñador permaneció sentado. Vitores y gritos perforaban el aire. Los actores se agruparon alrededor de Shade y él notó que las manos le palmeaban la espalda tan fuerte que le sonaba el pecho.

    ¿Qué significaba aquello? ¿Por qué estaban haciendo tanto ruido? Eso no estaba en sus bancos de datos. Acababa de insultarles, de interrumpir su celebración. ¿Era así como ellos mostraban su reprobación?

    El rey alzó sus cuatro manos en el aire. El ruido remitió.—Jimmy Shade, - dijo el rey, —Eso ha sido lo más hermoso que yo he oído nunca. Gracias por compartir tu canción con nosotros.

    La multitud aguantó la respiración, esperando la respuesta de Shade. Linda y Maude le sonreían ampliamente.

    —No... comprendo, - balbuceó. —Canté sobre mi amor por el Colectivo.

    El rey asintió. —Acabas de compartir tu alma con nosotros, Jimmy Shade, - dijo él. —Tu sueño. Y ese es el mayor obsequio que un hombre puede darle a otro.

    ¿Eso es lo que alma significa?

    Shade tragó. —Entonces, ¿no me detendréis si deseo regresar arriba?

    El rey levantó sus amplios hombros y los dejó caer. —Tu sueño es poderoso, Jimmy Shade. Un don como el tuyo no ocurre ni en un millar de años. Si es que acaso ocurre. ¿Le darías la LoboQuim a una cosa tan valiosa?

    —Sí, - dijo Shade sin dudar.

    El rey dejó caer su cabeza. Se rascó la mejilla. —Mi sueño estaba equivocado, entonces, - murmuró. —¿O quizá sea que él no es el elegido?

    Nadie respondió a esta extraña afirmación.

    El rey alzó la vista hacia Shade. —Tienes derecho a elegir y te lo has ganado. - Sostuvo el pincho LoboQuim de Shade en una mano y el desconector en la otra. —¿Cuál es tu elección?

    Shade comprobó el reloj: 6:06:06.

    Justo el tiempo suficiente para volver arriba.

    Shade se puso de pie. Con el terror sometido, se iba a ir a casa. A casa. Miró a Linda a los ojos.

    Lo siento, pensó sabiendo que ella no podía oírle. Supongo que esto es un adios. Enderezó la espalda.

    En clara voz alta declaró, —Elijo...

    Pero en ese momento, una lejana colisión sobre sus cabezas hizo que todos miraran hacia arriba. Una docena de cajas móbiles surgieron rompiendo las ventanas, enviando fragmentos de cristal sobre la reunión de abajo. Shade se agachó. Cientos de soñadores gritaron de dolor, muchos empalados por picas de cristal de un metro de longitud. Las cajas móbiles descendieron hasta que quedaron suspendidas justo sobre ellos. Las ametralladoras emergían de cada crucero. A sus lados estaban pintadas las palabras, "Policía del Sueño".

    —Están todos bajo arresto, - tronó una caja gráznida. —Los cargos: Soñar. ¿Cómo los declaramos, Colectivo?

    Una brevísima pausa después, el veredicto: —Culpable de los cargos. La sentencia es la muerte.

Capítulo 17

    

Capítulo 17

    Diez mil millones de mentes pulularon dentro de la cabeza de Shade y él casi se cae por la alegría. Aquello era de lo que hablaba Beethoven, pensó. Una voz familiar habló en su cabeza.

    —No te preocupes, - pensó Kann. —¡Te salvaremos de estos monstruos!

    ¡Monstruos! Shade miró a su alrededor por el salón de baile. ¿Dónde?

    Él sólo veía caras conocidas: Maude, Linda, Buck, El rey. Saltó dentro de la cabeza de Kann y los buscó a todos ellos a través de los ojos de su antiguo compañero.

    Bueno, sí. Supuso que parecían monstruos. Se rascó la cabeza. ¿Cómo había cambiado tanto su punto de vista en tan sólo unos días?

    —¿Salvarme?, - pensó. —Pero, ¿no acabáis de sentenciarme a la muerte?

    —A todos menos a ti, - pensó Kann. —Tú no has sido desconectado como los otros. Imagina... ¡pronto serás un miembro útil de la sociedad de nuevo!

    Aquella interacción llevó menos de un milisegundo.

    Shade susurró, tanto en voz alta como en su cabeza, —Pero...mi canción...

    —¡Tranquilo! ¡ La mataremos!

    —Pero mi canción es para el Colectivo!

    Kann se reía dentro de la cabeza de Shade.—Te están volviendo loco, colega. No te preocupes. Estamos aquí para curarte. La LoboQuim resolverá el problema.

    —¿LoboQuim? ¿Por qué?

    —¡Los soñadores belicosos siempre son desconectados! El Colectivo hizo una excepción en tu caso. ¿Qué puedo decir? Te sacaremos de aquí en un periquete.

    Un estallido de llamas emergió de los extremos de las anetralladoras. El ruido de las armas de fuego hizo pedazos el aire. Los soñadores gritaban y morían. Las ametralladoras barrieron a la multitud y los lamentos de los heridos se interrumpieron rápidamente. La cabeza del rey explotó y su corona de papel cayó al suelo.

    —¿Por qué les matáis? - gritó Shade.—Son soñadores desconectados, - pensó Kann. —Aún puedes ser parte de la sociedad una vez que seas LoboQuimizado. Pero, ¿estos? - emitió un grosero ruído dentro de la cabeza de Shade. —Son cucarachas humanas; nada más.

    Shade buscó a Linda entre los caídos. ¿Dónde estaba? Pero antes de que se pudiera mover, los actores le arrastraron por el escenario. Las balas rebotaban a su alrededor, perforando agujeros en la madera.

    —Por aquí, - gritó un actor.

    Se abrió una trampilla bajo el escenario y Shade se encontró de rodillas bajo los tablones. Maude y Buck aparecieron detrás de él, enpujándole para que continuara. Ennst, el científico con los pelos de punta, se chocó con ellos con el caso negro bajo el brazo.

    —¡Esperad! - Shade se detuvo y se dio la vuelta.

    —¿A qué? - demandó Buck. —¡Nos están matando!

    Dos fuerzas opuestas retorcieron las tripas de Shade. Su ser racional quería regresar arriba junto al Colectivo, regresar a la vida que había conocido y adoraba. Pero alguna fuerza desconocida, incluso más poderosa que el Colectivo, una que él nunca había conocido antes... la misma fuerza que le había compelido a cantar... ahora demandaba que él huyera.

    —¿Qué es esa fuerza desconocida de la que estás hablando? - preguntó Kann. —Sabes que no hay fuerza más poderosa ni más llena de bondad en este mundo que el Colectivo.

    El reconfortante rugido de la humanidad resonó en su cráneo: —YO SOY NOS. NOS SOMOS TODOS. TODOS SOMOS EL COLECTIVO.

    El escenario de arriba se derrumbó sobre ellos como una ducha de astillas. Los actores corrieron buscando cobertura bajo la porción restante de la plataforma. Un brazo serpenteó a través del brazo de Shade. Un trio de bestias se apretaba contra su bícep.

    —¡Linda! ¡Estás bien!

    —Vamos, - dijo ella, —¡Hay que moverse!

    Shade se vio arrastrado en una marea de cuerpos en fuga.

    —¿Por qué estoy corriendo? - se preguntó a sí mismo. —Pero si quiero irme a casa. El Colectivo es mi casa.

    Pero sus poseídos pies tenían voluntad propia.

    —¿Te han lavado el cerebro, colega? - pensó Kann. —¿Te han drogado con algo? ¿O sólo es la infección del sueño de ese rey?

    —No estoy seguro. Kann, yo...

    La plataforma encima de él se derrumbó de nuevo. Ya no quedaba más escenario para protegerlos. Un actor abrió una puerta y bajaron todos saltando por docena de vuelos de escaleras. Emergieron en un nivel de hormigón con un techo bajo. En cada dirección, Shade veía oxidadas cajas móbiles con ruedas como las de la calle en la superficie. Llegaron a un agujero en el suelo: una mellada abertura irregular que habían recortado en el viejo hormigón. Una escala bajaba hacia la oscuridad. Buck indicó a Shade que bajara.

    —¡No! - dijo el actor Zune con ambas bocas. —Pueden rastrearnos a través de él. ¡Tiene que ser desconectado ahora mismo!

    Shade se apartó horrorizado del hombre. —Si me desconecto, ¡no podrán curarme y no podré volver al Colectivo!

    —De todos modos, ya no puedes volver arriba, - dijo Zune. —La sentencia fue la muerte. ¿Recuerdas?

    —No, - dijo Shade. —No se referían a mí. Me lo dijeron.

    Ambas bocas de Zune se abrieron en sorpresa. —¿Qué te dijeron?

    Shade se encogió de hombros, miró al suelo. —Que mi sentencia era LoboQuim.

    —Qué raro, - meditó Buck. —Para un soñador autoconsciente la sentencia siempre es el desconectado.

    —Da igual, - dijo otro actor, Zama esta vez. —Desconectado o LoboQuim. Escoge una. Para mí no hay diferencia.

    —Pero, ¿por qué está sucediendo esto? - demandó Maude. —Nunca han bajado aquí antes en miles de años. El Colectivo ha prohibido invadir el Espacio del Sueño.

    —Al parecer no, - pensó Kann dentro de la cabeza de Shade y soltó una risita. —Ha surgido un sueño peligroso que amenaza la existencia del Colectivo. Debemos exterminarlo a toda costa.

    —Lo sé, - pensó Shade.

    —¡Pues claro que lo sabes! - pensó Kann, y rió de nuevo. —Tú eres quien nos lo contó, quien se lo contó a Jefe. ¿Recuerdas?

    —Esto era una parte del sueño del rey, - dijo Buck a Maude, ignorante de la conversación que sucedía dentro de la cabeza de Shade. —Una invasión y la posterior unión de los mundos.

    Sonaron unas pisadas en la escalera tras éllos.

    —¡Vamos! - gritó Buck. —¡No podemos discutir esto ahora! - Bajaron por la larga escala, uno a uno. Buck la reriró tras ellos. —Esto debería entrenerlos un ratillo, - dijo.

    Continuaron bajando por un largo túnel. Shade contó las cabezas. Una veintena de soñadores había sobrevivido del millar que habían estado vivos no hacía ni quince minutos antes. Sintó que se le revolvía el estómago. Incapaz de detenerse, se apartó tambaleante de los demás y vomitó en alguna tubería expuesta.

    Linda le acarició el hombro. —¿Estás bien?

    Shade se limpió los labios. —Sí, - dijo. —Estoy bien.

    —Sólo hay que seguir un poquito más, - susurró ella. —Vamos.

    Trotaron para alcanzar al resto. Tras muchos largos minutos, llegaron a una cruce donde el túnel se ramificaba en tres direcciones.

    Buck se giró para encararles.—No podemos continuar si el Colectivo observa todo lo que hacemos. - sostuvo en alto los aperos de Shade, el pincho y el desconector.

    Maude posó una mano en el hombro de Shade. —Es hora de que escojas.

    Shade comprobó su reloj interno: 5:30:32.

    Apenas tiempo suficiente para volver arriba... aunque podía viajar en un crucero de la Policía del Sueño. Piensa... ¡el Colectivo había excavado un túnel a través de un kilómetro de Corteza en menos de cuarenta y ocho horas para bajar esos cruceros aquí!

    Las herramientas yacían en la palma abierta de Buck. Shade extendió una mano, se detuvo.

    —Si no eliges ahora, - dijo Linda, mordiéndose una uña, —morirás.

    —Eso también es una elección, - dijo Shade tratando de retrasar la decisión tanto como podía.

    —¡Buen trabajo, compañero!, le gritó Kann. —Gana tiempo. Estaremos ahí en unos minutos.

    —Cualquier otro retraso nos matará a todos, - dijo Zune. —Elige ahora o decidiremos por ti.

    Shade miró a cada uno a su alrededor. Agachó la cabeza. No quería hacerles daño. Su deber estaba con el Colectivo.

    —Dame el LoboQuim, - dijo él tranquilamente. —Podéis atarme y dejarme aquí si queréis. El Colectivo me encontrará y me llevará arriba.

    Buck alzó sus peludos hombros y los dejó caer. —Si esa es tu elección, que así sea. - le entregó el pincho a Shade.

    Maude se inclinó cerca de Shade, su boca le rozó en el oído y cantó tan suavemente un arrullo que nadie más pudo oírlo. A Shade se le erizó el vello de la nuca.

    Ella le acarició la mejilla —¿Qué hay de tu canción? - susurró ella. —¿Tu...don?

    Kann entró en la cabeza de Shade y oyó la canción, sintió la garra de Maude, su caliente respiración sobre su piel, el monstruoso hedor de ella. A Shade le parecía confortante, casi normal, pero su compañero retrocedió en horror y asco.

    —¡Ponte ese LoboQuim, amigo mío, - gruñó Kann. —Luego podemos limpiar este nido de soñadores y llevarte de vuelta al Colectivo.

    —¡Estupendo!, pensó Shade. —Estará bien ver a Jefe de nuevo.

    —Jefe, - pensó Kann, —ha sido reciclado.

    —¡Reciclado! ¿Por qué?

    —Le infectaste con tu sueño, - dijo Kann.

    —¿Yo le infecté?

    —Cuando le visitaste ayer. La sentencia fue LoboQuim.

    —Pero recicl...

    —Un cuadraplégico LoboQuimizado no es útil a la sociedad. - Kann se aclaró la garganta. —Tú, por otro lado, aún puedes servir a la humanidad. Los jardines hidropónicos siempre necesitan trabajadores. Pero no hasta que mates tu sueño... porque si no, tu sueño te matará.

    —LA ERA DEL SUEÑO HA TERMINADO, - resonó el Colectivo.

    Los labios de Shade se movieron en silencio: Ahora todos hemos de trabajar.

    Cogió el pincho de la mano extendida de Buck. Sintió la reconfortante superficie de plástico en su palma. La herramienta principal de su gremio. Lo destapó, lo levantó y lo apoyó contra su cuello. La aguja perforó la piel y entró en su vena. Todo lo que tenía que hacer era empujar el émbolo y aquella pesadilla acabaría. Después, él sabría quién era, nunca más tendría que cuestionar o dudar de sí mismo.

    Linda le envolvió la cintura con los brazos. —No lo hagas. Por favor, - dijo ella. —El mundo necesita oír tu sueño.

    Shade la apartó suavemente. —Lo que es Bueno para Todos, es Bueno para Uno.

    Ella asintió, se tapó la cara con las manos.

    Aún así, Shade vaciló.

    —¡Venga! - gritó Zune. —¡Tenemos que irnos, hazlo ya!

    —Pero... LoboQuim...

    —Es el único modo de salir de esta vivo, - le recordó Kann. —Recuerda, sin nosotros, no eres nada. Tú eres Nos. Nos somos Todos. Todos somos el Colectivo.

    Su compañero tenía razón, claro.

    —Ya sé que tengo razón. - rió Kann.

    Shade respiró hondo. Aguantó la respiración. Presionó el émbolo con el pulgar y se detuvo. Una docena de pares de ojos le contemplaban. Shade tragó, sintó la aguja enterrarse aún más hondo en su carne.

    —Elijo... yo elijo...

    Una lejana explosión llegó desde arriba. Pequeños escombros llovieron sobre sus cabezas. Las pisadas resonaron tras ellos.

    —¡Hazlo ya! - gritó Buck, —¡O moriremos todos!

    El resto se giró para escapar. Lo que ocurrió después dejó atónito a Shade. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué misteriosa fuerza tomó control de su cuerpo y movió sus brazos como si fuera un títere? ¿Qué motivo imposible le hizo actuar como lo hizo? Pues él lanzó el pincho a tierra, agarró el desconector de la mano inmóvil de Buck, lo clavó en la base de su propio cráneo y, sin una palabra, apretó el gatillo.

Capítulo 18

    

Capítulo 18

    Shade vagó en sus sueños durante una eternidad, atormentado por la duda.

    ¿Había hecho lo correcto?

    Las sombras le engulleron, acusándole con su silenciosa amenaza: ¡traicionaste el Colectivo, traicionaste a la humanidad, por tu culpa el mundo podría acabar!

    La oscuridad le sofocaba. Cuando no pudo soportarlo más, cuando sentía que la locura le dominaba, cuando la única elección que le quedaba parecía ser un disparate o la muerte, empezó a cantar. Cantó jadeando, casi sin aire. Temeroso de dejar que un momento se silencio entrase en su cabeza. Jimmy Shade cantó y la canción duró muchas vidas. La canción le llevó más allá de los límites de su resistencia, hasta que ya estuvo seguro de qué era lo que más temía... un mundo destruído por su causa, o su canción destruída a causa del mundo. Una áspera palma le acarició la mejilla. Share abrió los ojos. Una bestia cabra como la de sus sueños le estudiaba con atención. Shade gritó en su mente, pero sólo oyó un fino eco como respuesta. Gritó en voz alta, pero una mano peluda le tapó la boca.

    —Aquí no, - susurró Buck. —Vienen a por nosotros. Tenemos que salir de aquí.

    Era real. No era un sueño después de todo. ¿O sí?

    —¿Puedes caminar? - preguntó el actor de dos bocas. Luego, más alto, —¿No puede caminar?

    Shade se puso de pie. Tropezó y se agarró al brazo de Buck. Faltaba algo. Algo importante. Sentía el cerebro... vacío. ¿Qué significaba aquello? Entonces vio lo que Buck llevaba en una mano. Un desconector. El interior del tubo trasparente contenía los retorcidos zarcillos de un implante. Mientras lo observaba explotó la carga, convirtiendo el implante en una pasta orgánica espumosa. Shade sofocó un sollozo. Su implante, su conexión con el mundo de arriba. Con el Colectivo. Cortada. Para siempre.

    ¿Kann?, pensó. ¿Estás ahí?

    Sin respuesta. Otra explosion agitó la tierra.

    —¡Está fuera de sí! - gritó Buck. —¡Tenemos que cargar con él! -

    Dos actores agarraron a Shade por los brazos, pasaron estos sobre sus hombros y bajaron por el segundo de los tres túneles, Las puntas de los pies de Shade se arrastraban por el suelo.

    ¿Kann?, pensó. ¿Hola? Le inundó el pánico. ¿Estás ahí? ¿Hay alguien ahí? Hola. Por favor, responded. Por favor, responded. Por favor, responded. ¡Por favor!

    Pero nadie respondió. Nadie respondería nunca más. El silencio interior en la cabeza de Jimmy Shade era definitivo. Estaba solo, atrapado en el solitario confinamiento interior de su propia alma y así lo estaría durante el resto de su vida.

Capítulo 19

    

Capítulo 19

    Avanzaron por un laberinto de pasillos y cruces durante horas, aunque Shade ya no podía estar seguro. El reloj dentro de su cabeza había desaparecido. Lo único de lo que podía estar seguro era que Buck le guiaba bajando por el túnel. La iluminación de los cascos se apagó y recogieron una docena más de lámparas de un compartimento oculto. Buck explicó que el rey las había dejado allí en caso de contingencia. Una par de veces pensaron haber oído pisadas, y se detenían con las lámparas apagadas y las espaldas presionadas contra la pared en la oscuridad.

    Una precaución innecesaria, pensó Shade. En aquel laberinto, la Policía del Sueño nunca les encontraría.

    Estoy huyendo, pensó Shade, de todo lo que conozco y amo. Pero él había hecho su elección. Ahora tendría que vivir con esa elección. O seguía adelante y vivía o permanecía allí y moría. El Colectivo le mataría si le encontraban. ¿Y a quién quería engañar? Le encontrarían . Creció el vacío en su interior. Aquellos últimos días había aprendido a vivir sin el Colectivo... incluso había aprendido la palabra hablada. Pero el implante siempre había estado ahí, listo para reconectarse con la humanidad con cada aviso monentáneo. Pero ahora... se sentía como si le hubieran amputado un miembro. Un brazo o una pierna. Un órgano importante. Bueno, en cierto modo así era, ¿no? El implante era un órgano importante y estaba muerto. Shade ya no estaba entero, estaba lisiado, dañado sin reparación, condenado para siempre para cojear por la vida a causa de... ¿de qué exactamente? De la amista con aquellos... monstruos? ¿Era acaso esta una alternativa superior al Colectivo?¿Por qué lo hizo? Era como cometer suicidio, sólo que peor. Era un hombre marchando hacia la muerte. Ya no podía volver a lo que fue. Viviría lo poco que le quedaba de vida cazado como una rata en un agujero y muerto a manos de los nodos que él había llamado colegas, amigos, compañeros de la Policía del Sueño, el Colectivo, la humanidad.

    El túnel se ensanchó. Algo crugió bajo sus pies. Los huesos cubrían el suelo. Huesos humanos... pero deformados. Monstruos. Los actores dejaron a Shade en el suelo con un suspiro de alivio.

    ¿Qué es este sitio? pensó. Luego habló, —¿Dónde estamos?

    —Las Catacumbas. - Buck señaló hacia las tumbas que se alineaban en el pasadizo. Toda suerte de cuchillos, hachas y sierras colgaban de las paredes, muchas manchadas de sangre. —Bajo la Ciudad de los Sueños yace la Ciudad de los Muertos. Donde van a morir los sueños.

    —Y aquí estamos, listos para unirnos a ellos, - rió un actor. Zune, aún en su indumentaria verde.

    —No vamos a morir, - dijo Buck.

    Zune chasqueó sus dedos en la cara del hombre cabra. —¿Quién está soñado ahora?

    Shade se levantó empujándose contra un sarcófago de piedra, dio algunos pasos titubeantes y recogió un hueso del fémur, nudoso, retorcido y viejo. Empezó a reir. La carcajada creció hasta la histeria. Los demás se giraron para mirarle.

    —He dejado el Colectivo... ¿por esto?

    ¿Qué le pasa? - grunó otro actor. Zama, esta vez. El de la cabeza de asno.

    El pobre Jimmy Shade nunca formaría parte de la humanidad otra vez. Incapaz de saltar en las mentes, incapaz de conocer los verdaderos sentimientos de los demás, condenado a preguntarse siempre lo que pensaban realmente las otras personas. Nunca jamás revolotearía por un millón de mentes en un segundo, ni vería el mundo a través de sus ojos, ni estaría en sus lugares. Estaba amarrado a su propia cabeza y la soledad era un frío cuchillo en su pecho. Su carcajada se volvió maníaca, sus aullidos de horror resonaron en las catacumbas. El mundo giró a su alrededor y él cerró los ojos. Pero eso sólo empeoraba las cosas y los abrió de nuevo. Los soñadores monstruo le observaban.

    Marchaos, pensó.

    Se agachó en el suelo entre los huesos antiguos, se meció adelante y atrás.

    —Está traumatizado, - dijo el hombre cabra.

    —¿Desde cuándo se traumatizan los soñadores? - demandó Zune, luego continuó hablando, —¿Recuerdas cuando llegué aquí abajo? El rey me desconectó y yo empecé a saltar por ahí, Estaba tan contento de ser libre del Colectivo.

    Linda se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y puso la cabeza de Shade en su regazo.

    Le acarició su frente febril. —Cuanto mayor es el sueño, más duele ser separado del Colectivo, - dijo ella.

    —¿Menosprecias mi sueño? - dijo el actor.

    —¡Este estupendo soñador vuestro, - dijo Zune y escupió en el suelo, — es quien causó todo este desastre en primer lugar!

    —¿Qué dices? - preguntó Linda.

    —¿Milenios de paz y el Colectivo baja aquí de pronto? ¿Por qué ahora? - Zune señaló a Shade. —¿Crees que es una coincidencia?

    —El Colectivo sólo ve lo que quiere ver y nada de lo que no.

    —Bueno pues ahora está más claro que el agua que pueden vernos. ¿Me pregunto quién les despertó?

    —Tiene razón, - sollozó Shade con su cabeza en el regazo de su esposa. —Es culpa mía. Yo les traje aquí abajo.

    —¿Lo ves?

    —¿De qué estás hablando? - preguntó Buck. —¿Por qué iba ser culpa tuya?

    Shade enterró a cabeza en el regazo de Linda, deseando desaparecer. —Cuando volví arriba hoy y os dejé en las minas, - dijo él, —asomé la cabeza por la rejilla del CG de la Policía del Sueño. Le dije a Jefe, otro poli, que yo tenía un sueño peligroso, un sueño que podía destruir al Colectivo. Le conté todo lo que sabía sobre la Ciudad de los Sueños, lo que había visto hasta ese momento. Desargué todo lo que había visto y oído en su cabeza.

    —¡Te dije que era culpa suya!

    —Oh, ¿por qué no huí?, - protestó Shade. —¿Por qué no escapé cuando tuve la oportunidad? ¿Por qué no uso la LoboQuim ahora mismo? - Linda le acarició la frente, pero él le apartó la mano. —Toda decisión que he tomado ha sido la equivocada,susurró él. —Pero lo peor es que... ¡ni siquiera sé por qué! - se incorporó y metió la nariz entre las rodillas.—¡Es... demasiado... doloroso!

    —¡Te daré yo dolor, poli asesino de sueños! - gritó Zune y atacó a Shade con sus puños.

    El resto apartó a Zune de Shade. que ahora se limpiaba una nariz sangrante.

    —Yo digo que le atemos y le dejemos aquí como una muestra de paz para el Colectivo, - dijo Zune. —quizá se vayan y nos dejen en paz.

    —Deberíais hacerlo, - dijo Shade. —Lo merezco.

    Buck se aclaró la garganta. —Shade es la única esperanza que tenéis para seguir soñando. Si valoráis vuestro sueño, sugiero que le protejáis con vuestra vida.

    —¿De qué estás hablando? - demandó Zune.

    Un disparo impactó en el hombro de Buck y le tiró al suelo. Unas pisadas se acercaban hacia ellos.

    —¡Vamos!

    Los actores cogieron a Buck y a Shade, y huyeron. La Policía del Sueño con escudos oníricos corrió tras ellos. Shade creyó haber reconocido a Kann, pero era imposible saberlo con las oscuridad de las catacumbas. Las balas rebotaban en las paredes entre chispas. La tapa de un sarcófago se hizo añicos.

    —¿Cómo nos han encontrado? - gritó Zama.

    —¡Es Shade, sólo puede ser él! - dijo Zune. —Yo digo que le abandonemos.

    —¡Pero si está desconectado! ¡Lo viste tú mismo!

    —Ni lo sé ni me importa, - resolló Buck. —¡Salgamos de aquí!

    Un actor tropezó y cayó. Su cerebro salpicó las botas de Shade.

    —¡Déjale, está muerto! - gritó Zune. —¡Vamos, vamos, vamos!

    —¿No podemos engañarles? ¿Escondernos a simple vista? - preguntó Linda.

    —Demasiado tarde, - jadeó Buck. —Quieren vernos. ¡Corred!

    El Colectivo sólo ve lo que quiere ver, y nada de lo que no... recordó Shade cómo había engañado al Colectivo con la vision de él mismo dormido en su litera. ¿Podía hacerlo ahora...? Tal vez era demasiado tarde, pero valía la pena intentarlo.

    Shade proyectó un entablado en el suelo del túnel: una alfombra de soñadores muertos, desangrados por las heridas de bala con él mismo en el centro. Los huesos de los soñadores muertos se apilaban alrededor. Huyeron hacia la negrura, jadeando por algo de aire. Las pisadas se detuvieron tras ellos.

    —¿Por qué se detienen? - jadeó Zama. —¿Qué pasa?

    —Reza lo que sepas, - dijo Maude.

    Shade abrió la boca, pero lo pensó mejor. ¡Funcionaba! Pero, ¿por qué? ¿Y por cuánto tiempo? Cuando intentaran recoger los cuerpos descubrirían el engaño. ¿Y cómo les había encontrado el Colectivo? ¿Por sus huellas en la tierra? ¿O era algo que estaba haciendo él...? Era imposible rastrear a un desconectado.

    Corrieron durante otros quince minutos por el retorcido laberinto en la dirección de la luz de Buck, hacia la superficie.

    —¿Dónde vamos? - preguntó Zune.

    —A la Sala Telegráfica, - dijo el hombre cabra.

    —¡Pues claro! - dijo Zune. —Lo había olvidado. Las otras Ciudades de los Sueños. Vamos a avisarles del ataque. ¡Reserva un asiento para nosotros!

    —Quizá, - gruñó Buck. —Quizá no. Esperemos a ver lo que las otras ciudades tienen que decir.

    —‘¿Sala Telegráfica? - preguntó Shade.

    —Tecnología Primitiva, - le explicó Linda. —Así es como nos comunicamos con las otras ciudades.

    —Sólo para emergencias, - añadió Maude.

    —Esto es una emergencia, - dijo Buck.

    —¿Está muy lejos? - preguntó Linda, esforzándose para recuperar la respiración con el brazo de Shade alrededor de su cuello.

    —Casi hemos llegado, - dijo Buck.

    La sangre manaba de la herida de su hombro. Tras cinco minutos más de carrera, llegaron a una puerta. Zune se crugió los dedos, se frotó las manos.

    —Bobo Shade, coge algunas provisiones, ve a laCiudad de los Sueños más cercana - Chocó la mano con Zama. —Estaremos entre bastidores en una semana.

    —Buck desgarró una banda de tela de su traje. No me estás escuchando,— resolló. Necesitas a Shade. Todos le necesitamos.

    —¡Pero es él quien ha causado todo esto!

    Buck se enrolló la banda de tela alrededor del hombro tratando de apretar la herida. —Porque, - dijo, —Shade es la única esperanza que tienes de seguir soñando.

    —Ya me lo has dicho. ¿Qué significa eso?

    Maude se agachó para ayudar a Buck. Le ató fuerte el vendaje del hombro. El hombre cabra gimió y dijo —¿Sabes a qué ciudades hay que ir?

    Los ojos de Zune se abrieron. —¿Crees que el Colectivo ha invadido y destruído cada Ciudad de los Sueños sobre el planeta?

    —Yo que sé, - dijo Buck. —Por eso estamos aquí, para averiguarlo. - se sentó con esfuerzo. —Pero te lo pregunto a ti. Si el Colectivo invadió nuestra ciudad, ¿por qué no invadirían todas las otras ciudades?

    —Eso implicaría... - murmuró Zama y se sentó.

    —Y si es el caso, - dijo Buck, —Si el Colectivo ha destruido cada Ciudad de los Sueños del planeta...— se giró hacia Shade. Sin ti, los sueños serán exterminados. Para siempre.

    Zune quedó pálido. —¿Cómo lo sabes? - susurró.

    —El sueño del rey es que un hombre... un soñador... el más poderosos soñador que nunca ha existido... unirá los mundos. - miró a Shade. —Creo que Shade es ese soñador.

    Zune también miró a Shade. —¿Y si no lo es?

    Buck se encogió de hombros. —Entonces estamos todos muertos.

Capítulo 20

    

Capítulo 20

    Corrieron en estampida cruzando la puerta de la Sala Telegráfica después de pasar un pasadizo y subir un vuelo de escaleras.

    —Así que, esta es la Sala Telegráfica, - dijo Ennst entre jadeos, se metió el caso bajo el brazo. Shade casi se había olvidado del hombre, que había permanecido en silencio hasta ahora. —Siempre he querido venir aquí abajo.

    A un lado había una mesa hecha de huesos antiguo. Junto a ella, una silla de hueso. En el centro del escritorio había varios pedazos de hueso tallado, con puntas de metal conectadas por una especie de bisagra. Shade no podía identificar el artefacto.

    Buck gesticuló hacia Ennst. —¿Harás los honores?

    El científico se sentó a la mesa. Los papeles crugieron mientras los consultaba.

    —¿Ahora qué? - preguntó Shade. —¿Dónde están esos cables? -

    Ennst rodó la silla a un lado algunos metros y señaló desde detrás del escritorio. Dos finas hebras de viejo metal oxidado surgían de los pedacitos de hueso sobre el escritorio hasta un hueco en la pared.

    —Ahora todo lo que necesito es... averiguar cómo usar este chisme. - murmuró Ennst mientras examinaba un papel.

    —¿Es que no lo sabes? - preguntó Shade. Como no obtuvo respuesta, se giró hacia Buck. —¿Qué ha querido decir? ¿Cómo es que no sabe cómo funciona?

    —Ennst es un científico, no un operador de telégrafo.

    —Bueno, ¿y quién es? ¿Dónde está, entonces?

    Maude tocó el codo de Shade. —Todos los soñadores asistían en la Hora se la Decisión, - dijo ella gentilmente. —Me temo que ya no está entre nosotros.

    Ennst cogió un extraño aparato y se lo colocó en la cabeza. Dos círculos negros le cubrían los oídos y un arco sobre su cabeza sujetaba los círculos negros en su sitio.

    —¿Qué hace eso? - preguntó Shade señalando a los huesos con puntas de metal sobre el escritorio.

    —Al juntar estos dos pedazos de metal, - explicó Ennst dando golpecitos a los pedacitos articulados de hueso, —Cierro un circuito eléctrico que envía una señal por el cable.

    —¿Requiere energía para funcionar? - preguntó Buck.

    Ennst asintió. —Esperemos que no hayan cortado la energía.

    —Pues date prisa, entonces. -

    Necesitamos la energía del Colectivo, para todo, pensó Shade. Todos somos parásitos. Hasta yo. Luego preguntó, —¿Cómo nos ayuda a comunicar con las otras ciudades?

    Buck señaló a una hoja de papel. —El número, frecuencia y longitud de los golpes representan letras, palabras, ideas. Es primitivo, lo sé, - dijo él, —pero es todo lo que tenemos, me temo.

    Consultando las notas sobre el escritorio, Ennst pulsó un mensaje. Cuando él hubo acabado, se reclinó en la silla y esperó.

    Silencio.

    —¿Cuánto tiempo lleva una respuesta? - preguntó Zama. —¿Y si emitimos un espectáculo? ¿Irá a todas las ciudades al mismo tiempo?

    —¡Ssh! - Ennst se llevó un dedo a los labios, apretó los círculos contra su cabeza.

    —¿Qué? - Todos se acercaron alrededor del hombre. —¿Responden?

    —Me pareció oír algo. - se detuvo y se reclinó. —Debe de haber sido estática en la línea.

    Se apiñaron en torno a Ennst mientras enviaba el mensaje una vez más. Todos podían oir los pitidos y clics que surgían del artefacto. Cuando hubo acabado, todos esperaron. Pasó media hora. Una hora. Ennst repitió el mensaje, variando la velocidad, la longitud y el volumen de los pitidos. Todos permanecieron allí, sudorosos, hambrientos, sedientos, agotados y magullados y, en caso de Buck, disparados, esperando alguna palabra de respuesta. Tras un largo rato, Ennst se quitó los círculos y los puso sobre el escritorio. El hombre suspiró.

    —¿Y bien? - demandó Zune.

    Ennst se rascó su pelo salvaje, dejó caer la mano en su regazo.

    —¿Nadie? - susurró Maude.

    Ennst dudó. —Nadie.

    —¿Todos han desaparecido? - Linda se apretó contra Shade.

    —Eso parece, yo...

    Sin previo aviso, una agitación rápida de pitidos surgió del aparato. Ennst giró en la silla, se colocó otra vez los círculos en su cabeza.

    —¿Qué pasa? - preguntó Shade. —¿Qué dicen?

    —¡Ssh! - Con una vergeta afilada amarilla, Ennst anotó las letras una tras otra.

    Todos observaban en creciente horror. Finalmente, Ennst se quitó los audífonos y dejó el inconcluso mensaje, y todos salieron corriendo de la habitación.

    Este es el mensaje que escribió: —JIMMY SHADE EL COLECTIVO TE BUSCA JIMMY SHADE ESTÁS DESCONECTADO JIMMY SHADE TU SUEÑO AÚN VIVE JIMMY SHADE VAMOS A MATARTE A TI Y A TU SUEÑO JIMMY SHADE VAMOS A MATAR A TODO EL QUE TE AYUDE JIMMY SHADE TODOS DEBEN MORIR JIMM...

Capítulo 21

    

Capítulo 21

    Durante toda la vida adulta de Shade, esa había sido su meta. Había combatido duro dieciséis horas al día, siete días a la semana para acabar con esta amenaza. ¿Y ahora? Era un soñador desconectado a la fuga, era lo mismo que él había odiado. El Colectivo quería matarle. Se le ocurrió que lo correcto sería suicidarse. Era un Policía del Sueño, ¿no? Su primera lealtad era para el Colectivo. Por el bien de la humanidad, sería mejor que estuviera muerto. Pero la canción... su canción... emergió una vez más en su alma hasta que le dolió el pecho y él sabía que pelearía para seguir soñando hasta que dejara de respirar.

    Los huesos crugieron bajo sus pies. Corrían por la oscuridad, con sólo sus lámparas en la cabeza para guiarles. Pocos soñadores se aventuraban hasta aquellas profundidades en las catacumbas, les explicó Buck y nunca se había instalado iluminación eléctrica. Habían huído de la Sala de Telégrafo esperando a cada momento oír pisadas tras ellos seguido de un estallido de disparos que les matarían a todos.

    Regresó la fuerza de Shade y fue capaz de caminar sin ayuda y hasta de cargar de Buck. La herida del hombre cabra había dejado de sangrar, pero estaba demasiado débil para hacer algo más que cojear. Cuanto más abajo viajaban en las catacumbas, más monstruosos eran los huesos, más antiguos e intricados eran los sarcófagos.

    —Los grandes soñadores del pasado bajaban a las profundidades para construir sus lugares de descanso, - dijo Buck señalando a una hilera de tumbas. —Pocos de su calibre están vivos hoy.

    —Yo diría ninguno, - dijo Zune. —Todo lo demás está muerto.

    Continuaron en silencio. Tras muchas horas de merodear por la oscuridad, Zune detuvo al grupo.

    —¿A Dónde vamos?demandó.

    —A donde podamos escapar de la Policía del Sueño, - dijo Linda. —¿O prefieres que nos maten?

    —Quizá sería mejor si lo hicieran, - dijo Zune y llevantó los brazos. —No tenemos píldoras de comida ni de agua. Y es imposible conseguirla aquí. ¡Vamos a morir de sed aquí abajo!

    Buck se aclaró la garganta. —Cuando los soñadores entran en la Ciudad de los Muertos, traen provisiones.

    —¿Qué... ? - dijo Zune.

    El hombre cabra asintió. —El rey da a los soñadores un mes de provisiones. ¡Mira! - dio un codazo a un conjunto antiguo de huesos. Shade se agachó. Media docena de píldoras de comida y agua se derramó del bolsillo de un ajado traje.

    —¡No sabía eso! - dijo Maude.—Es un secreto sólo conocido por los soñadores que se aventuraban en las catacumbas para morir.

    Shade frunció el ceño. —No lo entiendo.

    —Cuando las sensaciones de un soñador se debilitan y ya no puede cumplr su sueño, baja aquii abajo.

    —¿Y por qué un mes de comida y agua?

    A sus pies, Zune estaba metiéndose píldoras en la boca. Los otros actores buscaron en los esqueletos cercanos.

    —Para crear su Sueño de Muerte, - dijo Buck. —Para cantar su Canción de Muerte o crear una Pintura de Muerte o una Escultura de Muerte, representar una Obra de Muerte. Lo que su sueño les dictara.

    —¿Para qué? - dijo un actor. —¡Una Obra de Muerte sin público qué tontería!

    —Los sueños se disipan, - dijo Buck. —Los soñadores también. Todos perdemos nuestras energías eventualmente. - señaló a su alrededor, a las obras de arte en las paredes, a los sarcófagos tallados.

    Eran diferentes a los que Shade había visto arriba en la Ciudad de los Sueños. Donde cada obra de arte en la superficie era un deleite, aquí el encanto se había, de hecho, disipado, las pinceladas eran torpes, el trabajo era de calidad inferior.

    —El propósito de un Sueño de Muerte no es el público, - dijo Buck. —Es ayudar al soñador a aceptar el fracaso de sus energías y la bendición definitiva de la muerte. Un soñador debe tomar la decisión de morir sin saber que tienen la gracia de un mes aquí abajo. El rey les informa sólo cuando ellos dicen adios.

    —¿Qué hacen cuando termina el mes? - preguntó Shade.

    Buck recogió un hacha de una pared. El filo brilló a la luz de la lámpara. —Cuando están preparados... y muchos lo están antes de que pase un mes...ellos cortaban esa parte de sí miamos que usaban en servicio de su sueño, - dijo él. —Dedos, o lenguas, o pies.

    Shade le miró boquiabierto. —¿No duele eso?

    —Por supuesto que sí. La muerte duele. La muerte tiene que doler. - Buck fingió cortarse la garganta con el hacha. —Y luego, cuando han sentido su dolor final y resistido tanto como pueden... a veces durante días de agonia, cuanto más mejor... lo finalizan con un golpe rápido. - Se tocó el cráneo con una pezuña.

    Los actores regresaron del saqueo con los bolsillos llenos de provisiones. Shade notó que tenía hambre y sed, y se unió a los otros en un banquete improvisado. Pronto se sentaron todos contra una pared, descansando sus estómagos llenos.

    —Bueno, - dijo Zune. —Parece que no vamos a morir de hambre. ¿Ahora qué hacemos?

    —Sí, eso. - añadió Zama. —El Colectivo tiene recursos. Nos encontrarán eventualmente. Sólo es cuestión de tiempo.

    —¿No deberíamos estar felices de estar aún vivos? - sugirió Linda. Se acurrucó junto al hombro de Shade.

    La doble boca de Zune sonrió. —¿No lo comprendes? Todos están muertos. ¡No tenemos público!

    —Por supuesto que lo comprendo, - dijo Linda. —Soy una soñadora igual que tú.

    Buck alzó una temblorosa mano. —Vamos... a la Cámara del Rey. Es nuesta única esperanza.

    —¿La qué del rey? -

    El hombre cabra sintió un mareo. Se agarró la herida, había empeorado la hemorragia. —Estoy... cansado...

    Zune golpeó a Buck en la cara. —¡No te mueras ahora! ¿Qué eso de la Cámara del Rey? ¿Por qué querríamos ir allí?

    —Donde los reyes... van a morir. Para crear sus Sueños de Muerte.

    —¿De qué sirve eso?

    —El rey temía esta... invasión. Era parte de su sueño. Preparó la cámara... para nosotros como un refugio.

    —¿Dónde? ¿Cómo se va?

    Un dedo índice señaló hacia abajo. —El último nivel. En el fondo de la Ciudad de los Muertos.

    —¿Está lejos?

    Buck asintió. —Un día y medio... sin parar desde la superficie.

    —Conveniente, - dijo Ennst y sonrió.—¿Por qué? - preguntó Zune.

    Shade también lo había entendido. —La Policía del Sueño sólo puede viajar bajo the Corteza durante tres días. Después de eso te explotan los sesos. El implante, ¿recuerdas?

    —Entonces, en teoría, - dijo Zune, —¿Podemos quedarnos allí para siempre, fuera del alcance del Colectivo?

    Buck asintió de nuevo. —Al menos, esa es la idea.

    —¿Y si envían un un pelotón suicida de Policías del Sueño? - indicó Zama.

    Shade rió. —Cada nodo es valioso. Lo que es Bueno para Todos es Bueno para Uno.

    Zune levantó los brazos. —¡Ya, y el Colectivo tenía prohibido bajar aquí y mira dónde estamos!

    La cara de Buck estaba cenicienta. —Tenemos que arriesgarnos, - dijo él. —El sueño del rey no mencionaba policía suicida..

    —¿Y tú cómo sabes tanto sobre el sueño del rey? - demandó Zune.

    El hombre cabra cerró los ojos, descansó la cabeza en la pared. —El rey confiaba en un puñado de soñadores. Quería asegurarse de que su sueño... se hacía realidad, aunque no viviera para verlo.

    —¿Y cómo sabemos que no te estás inventando todo eso?

    —¿Por qué iba a hacer tal cosa? - preguntó Maude. —Mira, si tienes una idea mejor sobre dónde ir, soy todo oídos.

    Zune abrió sus bocas, las cerró de nuevo. Luego asintió. —De acuerdo, Vamos.

    —No, - dijo Linda acariciando la cabeza de Buck. —Tenemos que descansar. El Colectivo puede estar buscándonos, pero creo que les hemos perdido por ahora. Y todos necesitamos descansar.

    Todos se echaron entre los huesos y durmieron. Excepto Shade, que se sentía vivo y despierto como nunca. Estuvo de acuerdo en hacer la primera guardia mientras los demas dormían. Dio una vuelta por las catacumbas, marcando el camino con rocas y huesos para no perderse.

    La Ciudad de los Muertos no se parecía a nada que hubiera visto antes. Para empezar, no era una ciudad, más bien era un laberinto de túneles retorcidos llenos de tumbas y huesos por el suelo. Había hasta esqueletos enteros en algunos lugares. ¡Qué extraño era morir y dejar un esqueleto! En el mundo de arriba, cuando un nodo ya no podía cumplir con su servicio, era eutanizado para el reciclado y su cuerpo fertilizaba los jardines hidropónicos. De este modo era útil incluso en la muerte. Shade pasó por encima de los esqueletos, no quería molestarlos. Vio que algo de carne y pelo aún colgaba cuando se acercó. Habían viajado a las profundidades para morir. En una estancia se encontró a un soñador que se parecía a Maude. Mientras observaba, un flujo de gusanos blancos salió serpenteando de su boca y entró en los vítreos ojos del soñador. Shade suprimió un sabor ácido en el fondo de su garganta.

    —Yacen donde caen, - sonó una voz tras él.

    Shade se giró y echó mano a su arma, pero su mano cayó en su funda vacía. Buck se apoyaba contra una pared, luchando por algo de aire.

    —¿Para qué son los sarcófagos, entonces? - preguntó Shade.

    —Para que los futuros soñadores les recuerden. - dijo Buck.

    Levantó una mano y la movió de lado a lado. —Es una idotez, en mi opinión. ¿A quién le importa si te recuerdan cuando estás muerto? Todos los sueños se olvidarán eventualmente.

    Shade pasó un dedo por una tumba polvorienta. —Así que los soñadores los construyen y yacen en ellos para morir?

    —Los más fuertes sí, - dijo Buck. —Los que son capaces de dejar una marca física en este mundo. Pero no todos los soñadores quieren ser recordados... o pueden ser recordados. Como los actores. - señaló con el pulgar sobre su hombro. Los ronquidos de los actores resonaban en el túnel.—Su arte es temporal. Cuando se acaba, se acaba. Igual que ellos. E incluso los que crean arte más duradera, - Buck se encogió de hombros. —no la crean para la posteridad. La creamos para el ahora, para el aquí, no para otro tiempo y lugar.

    —¿Por qué bajan aquí? Es decir, ¿cuándo deciden que ha llegado la hora?

    Buck desenrolló su vendaje. —Cuando no tienen nada más que decir. - La herida dejó de sangrar.

    Shade pensó en los nodos que habían escogido ser reciclados. —Como con el Colectivo, entonces.

    —No, - dijo Buck. Se incharon sus nasales. —No como con el Colectivo. Aquí es una decisión voluntaria. Nadie te obliga a bajar aquí.

    —Pero acabas de decir...

    —No se debe permitir que un sueño se marchite y desaparezca, - dijo Buck. —Eso daña a todos los demás sueños. Por respeto y amor al Mundo de los Sueños, los soñadores bajan aquí a morir.

    Shade lo consideró. —¿Y lo que se niegan?

    Buck se apoyó contra la pared. —¿Quién soy yo para juzgar el sueño de um hombre? ¿Quién soy para decirle que ya no tiene nada más que decir?

    —De acuerdo...— dijo Shade. Pero, ¿por qué no pueden seguir viviendo sin sus sueños?

    El hombre cabra soltó una risotada. —¿Qué gracia tiene eso? Sin un sueño... o peor, con un sueño que ya no puedes perseguir.. la vida ya no vale la pena.

    Shade estudió los esqueletos que llenaban el suelo, sus ajados trajes del Colectivo, sus nombres y sueños olvidados.

    —¿Quiénes eran? - susurró.

    —La muerte llega por igual al sueño y al soñador, - dijo Buck. —Un sueño no puede sobrevivir a su soñador. Un soñador puede sobrevivir a su sueño y morir en pena. Pero al final, tanto sueño como soñador deben morir.

    La música creció en el cráneo de Shade. Él cerró los ojos, se frotó la sien.

    —¿Y mi sueño? - dijo él al final. —¿Mi... canción?

    Buck se enderezó con esfuerzo. —Al final, todo es polvo y cenizas, Jimmy Shade. Pero eso no hace el ahora menos urgente. - puso una mano sobre el hombro de Shade. —Tu canción puede cambiar el mundo. Si se lo permites. - Su mano cayó a su lado. —Este mundo es todo lo que tenemos.

    Quedaron en silencio por un buen rato. Una rata roía un hueso a sus pies. Shade pateó al rodeor que chilló y se alejó para roer los huesos de un esqueleto diferente. Sin una palabra, regresaron con los demás. Buck se tumbó y pronto quedó dormido. Shade despertó a Zama para la guardia y se hizo un hueco entre los huesos. Descansó su cabeza sobre un cráneo pero no podía dormir. Tras un rato, se levantó y se ofreció para relevar al actor, pero Zama declinó la oferta. Ambos se sentaron, espalda con espalda en la oscuridad, escuchando atentos por si había algún distante sonido de pisadas.

Capítulo 22

    

Capítulo 22

    —Hay que moverse, - gritó Zune en el oído de Shade.

    Shade despertó de un salto. Debía de haber caído dormido. Una siesta sin sueños esta vez. Una extraña sensación de paz le inundó. Toda esperanza estaba perdida, él lo sabía ahora. El Colectivo le estaba cazando y pronto moriría. Aunque consiguiera encontrar refugio en la Cámara de Rey... ¿luego qué? Estaría atrapado en un agujero como una rata. El Colectivo encontraría un modo de atraparle. Siempre lo encontraba.

    Se levantó y se estiró. Ya no tenía miedo. La suerte estaba echada. El aspecto del resto era terrible... agotados y magullados, con las ropas a jirones, Buck estaba débil y se agarraba el vendaje en el hombro.

    —Bueno. La Cámara de Rey, - dijo Zune. —¿Está lejos?

    Buck levantó una rodilla y se estiró, gimiendo de dolor. —Podemos llegar allí antes de tener que dormir de nuevo. - señaló a los huesos a su alrededor. —Saquead los que necesitéis para el viaje. El rey ha almacenado píldoras de comida y agua en la Cámara de Rey, pero no sé lo que nos encontraremos por el camino. Pocos soñadores han bajado allá abajo.

    Se llenaron los bolsillos de suministros y Buck les guió por el laberinto de túneles de las catacumbas.

    Continuaron durante horas. Cuando Shade sintió que sus piernas estaban a punto de rendirse, llegaron a un estrecho túnel, tan fino que sólo uno podía entrar al mismo tiempo. Se preguntó cuánto tiempo habían estado caminando. Había tenido que tragarse una píldora de comida cinco veces. En un día normal arriba, sólo había sólo necesitado tragar tres.

    Buck levantó la cabeza. —Dejad que yo vaya primero. Esperad diez segundos, luego seguidme. ¿Vale?

    —¿Para qué? - demandó Zune. —¿Por qué tienes que ir tú primero?

    —Porque el pasadizo tiene trampas. Tengo que desarmarlas. ¿Te parece bien?

    —El rey ha puesto tampas en el túnel?

    —Como medida de defensa. Sí.

    —Pero creí que dijiste que estábamos fuera de su alcance aquí abajo, - dijo Linda.

    —Estamos justo a su alcance máximo, - explicó Buck. —La Policía del Sueño que viaja sin parar desde la Corteza podría llegar aquí en treinta y seis horas. Pero siempre hay un riesgo de que un pelotón de movimiento rápido pudiera llegar aquí antes. Las trampas parecen una medida de defensa razonable. - movió la lámpara de su cabeza por el túnel. —Ahora, si me permitís

    Zune se burló con una reverencia barriendo con la mano la abertura del túnel. El resto de actores hicieron lo mismo. Buck ingresó en el túnel. Contaron hasta diez, esperaron otros tantos segundos, luego le siguieron.

    En la oscuridad, más adelante, Buck gritó,

    —¿Qué pasa? - llamó Linda. —¿Estás bien? - todos se detuvieron.

    —Nada, - llegó la voz de Buck. —Estoy bien.

    Avanzaron apretados por el hueco, mirando hacia adelante con sus lámparas en la cabeza, pero no encontraron nada. Maude apenas cabía por el espacio. Una vez que pisaron algunas toscas tablas sobre el hueco, un hacha relució en la pared, sujeta a un largo poste. Shade se preguntó qué otra clase de trampas estarían ocultas en la oscuridad. Un haz de luz les cegó. Entraron en una nueva habitación, una cámara enorme. Buck activó un interruptor y la luz se hizo casi insoportable. Los cajones de suministros se alineaban en una pared. Unas estatuas y pinturas llenaban la habitación, había esqueletos por el suelo. Una docena de túneles salían de la cámara desde cada punto cardinal.

    Linda se masajeó su baja espalda. —¿No podrá el Colectivo rastrearnos por el consumo de energía? - señaló a la luz sobre sus cabezas.

    —Relájate, - dijo Buck. —Hay baterías de almacenamiento masivo bajo el suelo. Suficiente electricidad para durar una vida y un poco más.

    Zune se burló. —Ya, bueno, considerando lo cortas que serán nuestras vidas...

    —No vamos a morir, - interrumpió Buck. —Ya te lo he dicho, el Colectivo no puede llegar hasta aquí abajo.

    —Lo que tú digas. - dijo Zune.

    —¿Por qué no te vas a practicar una nueva obra o algo? - dijo Buck.

    —¿Para qué? - el actor señaló a los huesos antiguos que había en suelo del cavernoso espacio. —El público no puede morirse de aburrimiento.

    —Ahí tiene razón, - dijo Maude. Todos los ojos se giraron hacia ella.

    Buck levantó las cejas. —¿Qué quieres decir?

    —Bueno, - dijo ella, ruborizándose por la atención, —Estamos a salvo aquí abajo. Quizá. Esperemos. - se encogió de hombros

    —¿Ya está? Estamos enterrados en vida. Bien podríamos estar muertos. - dijo Zune.

    —Mientras hay vida, hay esperanza, - dijo Buck. Posó una mano en el hombro de Shade. —Y Jimmy Shade es esa esperanza.

    Shade se apartó la mano. —¿Yo? ¿Pero qué dices?

    Las bocas de Zune se abrieron en sorpresa. —¿Estás diciendo lo que pienso que estas diciendo?

    —¿El qué? - preguntó Shade.

    Linda tocó su mejilla. —Que tienes que volver arriba, - le susurró ella. —Tienes que llevarles tu canción. Es nuestra única oportunidad.

    Shade les miró con odio. —¿Queréis que... infecte el Colectivo? ¿Con mi sueño?

    Buck asintió. —El destino del Mundo del Sueño depende de ti.

    Shade negó con la cabeza. —No, no lo haré.

    Maude cantó unas estrofas de La Canción de la Alegría. A Shade se le erizó el vello de la nuca. Imagina si el Colectivo entero pudiera oir esa música...

    —¿Recuerdas cómo te sentiste? - preguntó ella. —¿Cuando oíste esa canción por primera vez?

    Shade se estremeció. Tenía la boca seca. El resto se acercó a su alrededor.—No, - susurró.

    Los ojos de Linda se agrandaron. —No... ¿Qué?

    —Que no lo haré. No iré arriba. No destruiré el Colectivo.

    —No vas a destruir nada, - dijo Buck. —Vas a reconciliar dos partes de la humanidad en guerra.

    De nuevo Shade negó con la cabeza. —No me importan tus elegantes palabras. Es incorrecto. Tú sabes que es incorrecto. Podéis matarme si queréis. - levantó los brazos para bloquear un puñetazo.

    Este último de Zune, que mostró ambas hileras de dientes y mostró los puños.

    —¿Permitirías que todos muramos? - preguntó Linda.

    —Estamos a salvo aquí abajo. ¿Recuerdas? - dijo Shade. —Lo dijo Buck. Pregúntale. Ahí está. ¡Pregúntale!

    Ella se dio golpecitos con el índice en la barbilla.—Un sueño sin público está vivo en la muerte. No puedes sentirlo. ¿No sabes lo que es la verdad?

    Shade frunció el ceño. —Sí, - dijo él al final. —Es verdad.

    Linda le besó en la barbilla. —¿Lo harás, entonces? - susurró ella. —¿Irás allí arriba? ¿Compartirás tu sueño con el resto de la humanidad?

    —No. A veces debemos sacrificar nuestros sueños por el bien mayor.

    —¿Sacrificar? - exclamó Zama. —¿Qué pasa con nuestro sacrificio? ¿Qué pasa con...?

    —Si matas al anfitrión, los parásitos también mueren, - dijo Shade. —Además, - añadió —no soy un Principal. Estoy desconectado. ¿Recuerdas? ¿Cómo se supone que voy a propagar un sueño a todo el Colectivo? En cuanto infectara a la media docena de nodos dentro de alcance auditivo, el resto me aplastaría.

    Los demás se mecían adelante y atrás sobre sus tacones.

    —Tiene razón, - dijo Zune. —No había pensado es eso. Entonces, supongo que...

    —En realidad, - dijo Ennst, —funcionaría.

    —¿Cómo? - preguntó Buck.

    El científico se peinó el pelo. —Sólo hay que reconectar a Shade.

    Shade se reía. —No existe el reconectado.

    Ennst se aclaró la garganta, levantó el caso negro que había estado llevando con él desde la masacre.

    —¿Qué es eso...?

    —Una nueva tecnología en la que he estado trabajando. Un reconector.

    Todos le miraron boquiabiertos.—¿Un qué?

    Ennst dejó el caso en el suelo, lo abrió y sacó una herramienta familiar.—Agente Shade, - dijo él. —¿Reconoces esto?

    Shade tomó el arma ofrecida y la examinó. —Parece un desconector reglamentario de la Policía del Sueño.

    Ennst se giró hacia el resto. —Recordemos, por un momento, cómo se crean los Principales. ¿Alguien?

    —Un desconectado parcial, - dijo Maude. —Retirar los tentáculos de recepción para que el soñador no sea abrumado por el Colectivo cuando vaya arriba.

    —Además, los Principales siempre son recién llegados, - añadió Buck. — soñadores a los que les hemos ayudado a escapar. Tienen que regresar arriba antes de tres días. No tienen tiempo de desarrollar sus sueños. Esto limita su poder.

    —Pero, ¿y si... - dijo Ennst y los ojos le brillaron, —... pudiéramos reconectar a un soñador, inyectarle de nuevo en el Colectivo? Serían mucho más poderosos que un Principal. Especialmente, - y él se giró hacia Shade, —si el sueño es tan poderoso como el tuyo.

    Shade les miró con odio. —¿Queréis convertirne en un Principal?

    —Más que un Principal, - dijo Ennst. —Mejor que un Principal. El más poderoso Principal que ha existido jamás.

    —Pero eso es de locos, yo...

    —¡Espera! - gritó Zune con ambas bocas. Todos se giraron para mirarle.—Te olvidas de algo, - dijo y se cruzó de brazos.

    —¿Qué es...? - preguntó Buck.

    —¿De dónde vas a sacar un implante para reconectarle? - señaló a los demás. —Aunque hubiera un voluntario, todos estamos desconectados. No hay donante de implante. Lo siento.

    Ennst bajó los ojos. —Tendríamos que... pedir prestado uno de algún nodo existente.

    —¿Y quién iba a ofrecerse? - dijo Shade.—Sólo puede ser un nodo de aquí abajo en las catacumbas. O un nodo que viniera a matarnos. Un Policía del Sueño.

    Zune se frotó las manos. —Creo que me va a gustar esto.

    —¿Lo dices en serio? - Shade miró a su alrededor. —¿Y cómo pensáis capturar y desconectar a un miembro de la Policía del Sueño?

    Buck se toqueteó un cuerno, le miró de reojo. —Algo se nos ocurrirá.

    —¡Las trampas! - exclamó Zama.

    —¡Un contrataque! - dijo Zune.

    —¡El cazador cazado! ¡Matemos algunos Policías del Sueño! ¡Destruyamos al Colectivo! - se giró hacia Shade. —¡Me encanta! ¡Vamos a hacerlo!

    Shade se apartó del actor de bocas babeantes. —No voy a destruir el Colectivo y punto final.

    —¿Por qué demonios no quieres?

    —¡Porque yo amo al Colectivo! - dijo Shade. —¡Y me cuesta mucho conprender por qué tú no!

    Zune agarró a Shade por su traje y le zarandeó. —Porque quieren matar mi sueño, ¡estúpido poli!

    Shade bajó la cabeza tratando de mantener la calma. —Si me reconecto, - dijo él, —y regreso con el Colectivo, mi canción podría destruir la humanidad.

    Zune le soltó. —No a la humanidad. Sólo al Colectivo.

    Es lo mismo. Pero Shade dijo, —O permanezco aquí, me niego a reconectarme y, por inacción, los sueños son exterminados para siempre.

    Ennst asintió. —Ese es un buen sumario de la situación. Sí.

    —Yo iré, - dijo Zune.

    Todos se giraron.

    —¿Perdón? - dijo Ennst.

    —Si Shade no lo hace, reconéctame.

    —Me parece que no lo comprendes, - empezó Ennst.

    —Claro que sí, - dijo el actor y puso los puños en sus caderas. —Reconectadme y yo volveré arriba. Infectaré al Colectivo con mi sueño y los destruiré a todos.

    Ennst dijo, —Tu sueño es fuerte, hermano Zune. Pero no es bastante para conquistar al Colectivo entero. - se giró hacia los demás. —He oído la canción de Shade como todos vosotros. Su sueño es mayor que nada que yo haya visto u oído. ¿Puede afirmar alguien que se equipara a él? - miró a Zune. —¿Puedes?

    —¿Y qué más da eso? - insistió Zune. — Shade se niega a volver. La alternativa es que todos morimos. Uno de nosotros debería intentarlo, al menos.

    —Eso sólo empeoraría las cosas, - dijo Ennst.

    —¿Por qué? - preguntó Zama.

    El científico sopesó el reconector en su mano. —Sólo tenemos un intento. No saben dónde estamos. Si fallamos, las trampas no funcionarán una segunda vez. Entonces, ¿dónde nos ocultaremos ? ¿Dónde iremos? ¿Cómo vamos a conseguir otro implante?

    Zune le miró ceñudo, pero no dijo nada. A Shade se le ocurrió una nueva idea. Otra vía de escape. ¿Podría... era posible? Intentó esconder su emoción.—Y si yo pudiera... - empezó —es decir, ¿yo podría volver con el Colectivo? ¡Y si me niego a cantar, podría convertirme en un miembro útil de la sociedad de nuevo!

    Zune gruñó, pero Buck le interrumpió con una mano peluda. A Ennst le dijo, —¿Puede hacer eso?

    Ennst puso una mano en el hombro de Shade. —Lo qué quieres ya no es posible. El reconectado crea un Principal. Esa ha sido la meta de mi investigación todos estos años. Recortar el tentáculo de recepción como parte del reconectado. Por eso no puedes ser un nodo completo.

    —Pero, ¿por qué no puedes entregarme un implante completo? - preguntó Shade. —¿Por qué tienes que segar el tentáculo de recepción?

    —Por la misma razón por la que siempre lo hemos hecho con los Principales, - dijo Ennst, —el Colectivo gritaría por encima de tu pensamiento para prevenir que propagaras tu sueño.

    —Pero, supón que eso es lo que quiero. - dijo Shade y aguantó la respiración.

    Ennst negó con la cabeza. —Yo también soy un soñador. Te ayudaré a que te conviertas en un Principal, si lo deseas... y esa debe ser una elección voluntaria... pero no permitiré reconectarte con un implante completo. Esto sería suicida para mí y para todo soñador restante sobre la Tierra. - movió una mano hacia Buck y Maude y los demás. —Asumiendo que queden otros soñadores.

    Las esperanzas de Shade habían muerto en la orilla. Bajó la cabeza, se dejó su cuerpo caer contra la pared.

    Ennst se agachó a su lado. —No puedes volver a ser lo que eras, pero te puedes convertir en algo nuevo... algo diferente... algo más importante... o, - y se encogió de hombros. —te puedes morir.

    Shade apartó a Ennst de un empujón y se encogió en una bola. —Entonces, dejadme morir, - dijo él.

    —¡Poli del demonio! ¿Será posible esto? ¡Le importa más el Colectivo que su propio sueño!

    —Es cierto, - susurró Shade. —Así es.

    —Genial, - dijo Zune, recogió un fémur y lo aplastó contra la pared. —Sencillamente genial. ¿Cómo sabemos que el Colectivo no le envió aquí abajo con el propósito de matarnos a todos?

    —Eso parece inprobable, - dijo Ennst.

    —¿Y qué hay del sueño del rey? - preguntó Buck.

    —¿Qué pasa con él? - dijo Zune. —El rey está muerto. - miró con odio a Shade. —Y al parecer, su sueño también. - espetó. —Como el resto de nosotros. - Sin más palabras, el actor se marchó corriendo.

    —¿Ahora qué? - preguntó Zama.

    Buck se encogió de hombros. —Esperamos.

    —¿Esperamos qué?

    —A que Shade cambie de idea.

    Maude y Linda se miraron una a la otra. —¿Y si no lo hace?

    —Pues moriremos.

Capítulo 23

    

Capítulo 23

    Las semanas pasaron. Maude continuó las lecciones de canto de Shade. No tenían nada más que hacer y la habitación insonorizada justo fuera de la Cámara de Rey les permitía cantar sin miedo de ser discubiertos.

    —Tienes talento, - dijo Maude, —pero tienes mucho que aprender.

    Shade cantaba con todo sentimiento y ella le guiaba mientras se adentraba hacia lo desconocido, buscando las palabras, las notas, la música para transmitir lo que todos sentían y esperaban y temían. A veces se preguntaba qué sentido tenía, iban a morir o a ser asesinados. Sería olvidado. No sobreviviría ningún recuerdo de su canción. Sería como si él nunca hubiera existido. Pero, aún así, cantaba.

    Linda pintaba oscuras figuras en la pared, formas perturbadoras que Shade no comprendía.

    Una noche le dijo, —Me amas más que a tu sueño.

    Shade pensó en ello.—Tienes razón.

    Ella suspiró. —Me lo temía, - dijo ella y salió para dormir en el otro lado de la cámara.

    Buck tallaba intricados monumentos con los huesos de los reyes muertos, sólo para derribarlos de nuevo.—¿Qué importa? - decía con voz grave. —¿Qué importa todo esto? ¿Quién verá mi trabajo cuando haya desaparecido?

    Ennst trabaja en la esquina con una vergueta amarilla y un pedazo de papel. Llenaba de garabatos la hoja. —Estoy buscando otra solución, - le contaba a Shade. —Quizá Zune tenga razón. Quizá haya un modo de amplificar un sueño más débil. Quizá alguien pueda ir.

    Pero no encontraba ninguna solución. los actores ensayaban una nueva obra. A Shade le parecía que sólo probaban los movimientos, sin gusto ni interés en los procedimientos.

    —¿Qué más da? - se quejaba Zune. —¿Quién verá nuestra actuación? ¿Vosotros cinco?

    Buck suspiró. —Somos lo único que tenéis.

    Zune abrió ambas bocas, pero no dijo nada.

    Luego, un día, desapareció. Despertaron para descubrir que no estaba con ellos. Zune no apareció para su píldora del desayuno y sin él, los actores no podían continuar su ensayo. Se apoyaban en la pared, charlando entre ellos.

    —¿Dónde estará? - preguntó Maude.

    —Quizá se cayó en una de las trampas, - sugirió Shade.

    Buck le había mostrado algunas de las trampas. En cada entrada regular había un profundo abismo. Shade había lanzado una taba dentro de uno, esperó que el eco del hueso llegara del fondo, pero no llegó nunca.

    —Zune no es estúpido, - dijo Buck. —Y todos tenemos lámparas.

    Comprobaron las trampas de todos modos. Nada. Iluminaron con sus luces por los abismos. Sin rastro de Zune. Regresaron a la Cámara de Rey.

    Zama salía de su letargo cuando les vio. —No creo que haya caído en una trampa.

    —Entonces... ¿qué?

    —Zune se levantó en mitad de la noche. Dijo que tenía que usar el baño.

    Había un baño instalado sobre un abismo profundo, presumiblemente para algún antiguo rey de los sueños.

    Buck chasqueó con la lengua. —¿Le viste volver? - El actor negó con la cabeza.—¿Por qué no dijiste nada antes?

    Zama se mordió el labio. —Creo que salió a buscar público.

    Linda se le quedó mirando. —¡Arriba!

    Zama se encogió de hombros. —No sé. Pero es lo que pienso. Y sabes tan bien como yo lo que eso significa.

    Maude dijo, —Que el Colectivo está llegando.

    —Pero espera, - dijo Shade. —No lo entiendo. Zune sube a la superficie, encuentra a la Policía del Sueño y, ¿les dice qué? ¿Queréis ver mi obra? ¡Le habrían disparado nada más verlo!

    Buck se acarició la perilla. —No necesariamente.

    —¿Ah, no? - preguntó Shade.

    —Sabe lo del reconector. Quizá quiera volver al Colectivo.

    —¿Zune? - se rió Zama. —¡Odia al Colectivo!

    Buck frunció el ceño. —Eso es lo que dijo el otro día. ¿Recuerdas?

    Zama se rascó las orejas de asno. —Podemos tener un sueño sin público o un público sin sueño.'

    —¿Qué es peor? - añadió otro actor. —¿Recuerdas que dijo eso? ¿Qué es peor?

    —El Colectivo está llegando, - repitió Shade. —La única pregunta que resta es, ¿qué vamos a hacer al respecto?

    —¿Te refieres a qué decoración para la fiesta vamos a usar? - preguntó Zama.

    Shade se ruborizó. —No, me refiero a si vamos a huir, si vamos a escondernos.

    —¿Qué?

    Buck giró hacia Shade. —Nuestras opciones no han cambiado. Pero la salida de Zune fuerza nuestro movimiento. Tu movimiento.

    —¿Me... fuerza a reconectar?

    —Va atraerles aquí abajo. Por supuesto que sí. Es lo único con lo que puede regatear. ¿Y después? - extendió sus peludos brazos. —Vamos a tener a un puñado de muertos de la Policía del Sueño muy pronto y un implante caliente listo para ser reconectado. - Buck se detuvo, puso una mano en el hombro de Shade. —Pero sólo si estás dispuesto a ser reconectado.

    Shade negó con la cabeza. —No.

    La cara del hombre cabra mostró una sonrisa. —No hay segundas oportunidades.respiró en la cara de Shade.

    —Bum. Después habremos acabado. ¿Lo pillas?

    —Lo pillo, - dijo Shade, sin parpadear. —Estoy listo para morir.

    Buck levantó los brazos.—Como Shade ha dicho, ¿dónde podemos ir?

    Maude preguntó. —Si huímos, nos encontrarán. Si permanecemos aquí, nos encontrarán. De todos modos, estamos muertos. ¿Qué hacemos?

    —Dejadme ir, entonces - dijo Shade.

    Linda le miró boquiabierta. —¿Para qué?

    Shade le acarició su mejilla. —Ellos me quieren a mí, ¿recuerdas? Vosotros no sois una amenaza para ellos. Lo dijiste tú misma. Una vez que yo haya muerto, quizá os dejen en paz. - él sonreía. —No quiero que te hagan daño.

    —Te olvidas de una cosa, Jimmy Shade, - dijo Buck y se apoyó en una última escultura tapada por una sábana.

    —¿De qué?

    —Los sueños son contagiosos. Y tú nos has infectado a todos. - Tiró de la sábana.

    Construídos en hueso, dos mundos colisionaban. Dos tierras. No destruídas sino aplastados. Se fusionaban, peleando por la unidad.

    —Pero eso significa... dijo Shade.

    Buck asintió. —Todos estamos juntos en esto. Vivimos y morimos y soñamos.

    Unas pisadas resonaban arriba en la lejanía.

    —¿Tan pronto? - dijo Zama. —Pero, ¿cómo han...?

    —Es un día y medio para volver a la superficie, - dijo Linda. —¿Cómo han bajado aquí tan rápido? ¡Zune debe de haber contactado con la policía!

    —Ahora ya no importa, - dijo Buck. —Tenemos que ocultarnos y rápido. ¡Seguidme!

    Cogió un cajón de píldoras de comida y agua y corrió hacia el extremo opuesto de la caverna, lejos del sonido de las pisadas.

    —¿Dónde vamos? - preguntó Shade.

    —A escondernos, ¿dónde crees? - se burló un actor.

    Saltaron sobre un abismo con trampa, doblaron una esquina y se ocultaron. Jadeando, Shade espió por la esquina. Esta era su oportunidad. Algunos polis tendrían que morir y a él no le gustaba eso, pero... si él podía convencer a Ennst para que le prestara el reconector, quizá pudiera encontrar un modo de conseguir un implante y estar entero de nuevo. Una vez con el Colectivo, podría combatir al resto de soñadores. Incluso podría tener que matar a Buck o Ennst. él confiaba en que Linda no intentaría detenerle... tenía debilidad por su sonrisa, pero no cometería el mismo error de nuevo. Haría lo que hubiera que hacer para regresar con el Colectivo y no como un Principal.

    ¿Cómo han podido pedirme que hiciera eso?, pensó de nuevo. ¿De convertirme en lo que más odio en el mundo para destruir el Colectivo, a quien amo por encima de todo?

    Luego él recordó: NO DEBES ODIAR. NO DEBES AMAR. ODIAR ES IRRELEVANTE. AMAR ES IRRELEVANTE.

    Sus emociones estaban fuera de control, igual que sus ideas. Fue entonces cuando Kann entró en la Cámara de Rey con su bandolera de dardos LoboQuim remplazada por una de balas, su arma desenfundada... y Shade se preguntó cómo podía haberle gustado su compañero matar los sueños de otras personas para vivir. Pero yo amo el Colectivo... Y los sueños amenazan la existencia de Colectivo... por lo tanto, los sueños deben morir...¿no?

    —¿Qué hacemos ahora? - susurró Maude.

    —Esperar, - dijo Buck.

    Detrás de Shade, Linda sofocó una inspiración.—¿Qué?

    Buck puso un dedo en sus labios. —¡Ssh! -

    Tres Policías del Sueño más entraron en la cueva. Entre ellos caminaba Zune con una sonrisa en la cara.

Capítulo 24

    

Capítulo 24

    Un grupo de Policías del Sueño entró en la Cámara de Rey ataviados con escudos oníricos triples y cajas gráznidas en sus cuellos. Resoplaban de cansancio. Una buena señal, pensó Shade. Si fueran un pelotón suicida, no tendrían tanta prisa. Se preguntó lo que marcarían sus contadores internos. ¿Cuánto tiempo antes de que se dieran la vuelta y volvieran hacia la Corteza?. La policía tomó posiciones por la cámara. Destruyeron los trabajos de arte, tiraron pinturas al suelo. Uno derribó la escultura de Buck con la culata del rifle y pateó los restos contra la pared. Buck se tensó junto a Shade, pero no dijo nada. Kann y Zune avanzó hasta el centro de la habitación.

    —¿Y bien? - ladró la caja gráznida de Kann. —¿Dónde están?

    —Estaban aquí, - dijo Zune. —No pueden andar muy lejos. Quizá ahí abajo por uno de estos túneles.

    Sin una palabra, los polis se dispersaron y cargaron bajando los túneles por parejas... aunque no por el túnel donde Shade y los otros estaban ocultos. Kann y media docena de polis rodearon a Zune en el centro de la Cámara de Rey.

    ¿Qué está tramando? preguntó Shade. ¿Qué va a hacer?

    Zune señaló hacia un túnel que Shade sabía que contenía una trampa particularmente horrible... un cable que enviaba pesadas lanzas desde el techo.

    —¿Por qué no comprobamos ese túnel? - preguntó el actor.

    Kann movió la cabeza de lado a lado. —¿Están ahí?

    Zune se encogió de hombros. —Podían estar en cualquiera de estos túneles. No lo sé. Vamos a mirar.

    Dos de los polis se movieron hacia la boca del túnel.

    —No, - dijo Zune, —Deberíamos comprobarlo nosotros, tú y yo. ¡Antes de que escapen!

    Kann quedó impasible. —Que vayan otros.

    —¿Y ese túnel de ahí?. ¿Qué tal ese? - Zune señaló al túnel donde Shade y los otros estaban ocultos. Shade miró a Buck. Habían escogido ese túnel al azar.

    Kann asintió. Dos polis más avanzaron hacia la posición de Shade. Los soñadores retrocedieron de puntillas, sorteando el abismo y el resto de trampas. Luego esperaron. Las pisadas se aproximaban. Shade podía oir dos personas respirando. Un breve chillido resonó en la cercanía y quedó en silencio.

    Uno menos, pensó Shade.

    Luego se oyó un golpe sordo. El policía restante pendía bocabajo con su arma colgando en una mano. Abrió su boca para gritar, pero un hacha sujeta al poste salió de la oscuridad y le seccionó el cuello. La cabeza del poli colgó por un pedazo de cartílago.

    Ennst saltó sobre las trampas y cogió la cabeza antes de que cayera. Linda atrapó el arma mientras se deslizaba de la mano del hombre. En la cámara, una conmoción. Las cajas gráznidas gritaban pidiendo ayuda. Shade espió por la esquina de nuevo. Kann tenía la mano alrededor de la garganta del actor.

    —Lo hiciste a propósito, - cada caja gráznida en la habitación siaseaba. —Nos llevaste a una emboscada aquí abajo para matarnos a todos, ¿no es cierto?

    —¡No sabía que había trampas en los túneles! - dijo Zune. —¡Sólo quería ser reconectado, como me prometiste!

    Kann le soltó y Zune cayó de rodillas, agarrándose la garganta.

    —Tenemos poco tiempo, - dijo Kann. —Debemos regresar pronto a la superficie. - desenfundó su arma y la apoyó en la sien del actor. —¿Dónde están? ¿Dónde está Shade?

    Zune miró a su alrededor en busca de ayuda, pero no encontró ninguna. Las trampas claramente no habían matado tantos policías como él había esperado. Al lado de Shade, Linda levantó el arma, pero Buck extendió una mano y negó con la cabeza.

    —¡Llévame contigo! ¡Lo prometiste! - dijo Zune. —¡Te he dicho todo lo que sé!

    El arma de Kann no vacilaba. —Entonces dime dónde están.

    —No pueden estar lejos, - susurró Zune. Fue conciente de cada detalle de aquel instante como cuando estaba en el escenario. Las luces brillando con la energía y la verdad de su sueño. —Ocultos detrás de las trampas, - dijo el actor. —Probablemente espiándonos ahora mismo.

    Linda se agachó detrás de Shade con el arma preparada. —¿Qué hacemos? - susurró ella.

    Buck suspiró. —Nada.

    —¿Quieres ser reconectado? - preguntó Kann. —Habla rápido. Se acaba el tiempo.

    —¿Lo prometes? - preguntó el actor.

    —Lo prometo.

    Zune señaló hacia un túnel vacío. —Hay escondites ahí.

    —Gracias, - dijo Kann y apretó el gatillo.

    Los sesos del actor salpicaron el suelo.

    Kann le ha mentido. pensó Shade. ¡Le ha mentido! ¿Cómo podía mentir? ¡El Colectivo no miente! ¡No sabe mentir!

    Los sueños eran una fuerza corruptora. ¿Habían corrompido a Kann durante su corta estancia en el Mundo del Sueño... y por extensión, también al Colectivo?

    Un par de policías ilesos entraron con cuidado en el túnel que Zune había indicado. Desaparecieron durante un buen rato. Un puñado de polis ensangrentados salieron con paso tambaleante de los otros túneles. Su número se había reducido. Kann examinó a cada Policía del Sueño. A los gravemente heridos les disparó en la cabeza. Al resto los envió a la superficie. Sólo un puñado de Policías del Sueño habían sobrevivido. Los dos policías regresaron tras explorar el túnel.

    —Muchas trampas, pero no hay rastro de Shade ni de los otros, - croaron sus cajas gráznidas.

    —Preparaos para volver a la superficie, - ordenó Kann.

    Cuando se hubieron preparado, de espaldas al túnel donde se ocultaba Shade. Sus cajas gráznidas gritaron al unísomo:

    —JIMMY SHADE TE HAS ESCAPADO ESTA VEZ JIMMY SHADE NO TE ESCAPARÁS LA SIGUIENTE JIMMY SHADE TU SENTENCIA ES LA MUERTE JIMMY SHADE TE...

    Un codazo tiró a Shade al suelo. Linda le había empujado al pasar por su lado con el arma en la mano. Shade extendió el brazo para detenerla, pero llegó demasiado tarde...

    Linda entró corriendo en la cámara. Caminó por la habitación disparando y varios policías cayeron al suelo.

    Kann no se apartó. Levantó su arma, disparó una vez y Linda cayó sobre una pila de viejos huesos. Las cajas gráznidas vomitaron la misma letanía: —SOÑADORES. DESCONECTADOS. CULPABLES DE LOS CARGOS. SENTENCIA: MUERTE.

    Kann disparó de nuevo y ella quedó rígida.

    —¿Alguien más? - desafió Kann. —¿No? Bueno. Lástima que no haya tiempo. Hasta la próxima.

    Kann se inclinó sobre los tres polis a los que Linda había disparado. Uno estaba muerto, dos en camino. Kann les disparó a todos en la cabeza, incluyendo al muerto.

    —Comprobad los túneles, rápido, antes de irnos, - ladró. —Meted un par de balas en los cráneos de cualqueir Policía del Sueño del muerto. Aseguraos de que no queden implantes. - se levantó. —¡Voy a por ti, Shade! - gritó. —¿Me oyes? ¡La Era del sueño ha terminado, Jimmy Shade. Ahora todos hemos de tabajar!

    Shade y los demás se metieron de puntillas por el túnel. Ennst llevaba el cráneo del poli en su regazo. Buck apretó el hombro de Shade, pero él le apartó la mano.

    Kann había matado a Linda. Kann había matado a Linda. El Colectivo había matado a Linda. Había matado a mi Linda. Había matado a mi esposa. Había matado a mi Linda. ¡Habían matado a mi Linda!

    Sólo la había conocido... ¿cuánto tiempo?, unas semanas. Había odiado a los soñadores por matar a su esposa. Había jurado venganza a su asesino. Había hecho todo lo pudo por matar a los soñadores... Todo eso para descubrir que ella era una soñadora. Y ahora... Ahora el Colectivo había asesinado su esposa.

    ¡El Colectivo ha matado a mi Linda! ¿Cómo han podido hacer eso? ¿Por qué?

    Pero él sabía el cómo y el porqué, por supuesto. Él lo había hecho cientos de veces... no, miles de veces. Durante toda su carrera. Durante toda su vida.

    Shade apretó los dientes. Alguien iba a pagar. Kann iba a pagar. Dos policías se aproximaron a su escondite. Sus lámparas se agitaron en los cuerpos sin cabeza, el abismo, las paredes del túnel, luego desaparecieron.

    Mata. Shade saltó, cogió el hacha de la trampa sobre sus cabezas y sorteó el abismo.

    Buck y Zama le agrraron mientras alcanzaba la entrada del túnel. Le taparon la boca con las manos y le arrastraron de vuelta hacia la oscuridad.Kann y los otros se marcharon moviéndose rápidamente. Shade luchaba, pero ellos le sujetaban firmemente. Después de algunos minutos, le soltaron.

    —¿Por qué me habéis sujetado? - Shade explotaba de ira. —¿Por qué no me habéis dejado matarlos?

    —¿De qué iba a servir? - demandó Buck.

    —¡Para perseguirles! ¡Correr a por ellos arriba. Matar a tantos como pueda.

    —Matar a un puñado de nodos no sirve de nada, - dijo Buck. —Y lo sabes. Tenemos que atacar el corazón del Colectivo. Apuñalarle con un sueño. Tu sueño.

    —Pero Kann... - dijo Shade. —... ha matado a mi esposa.

    —Tu sueño es más poderoso que cualquier arma, - dijo un voz débil entre los huesos.

    —¡Linda!Shade corrió hasta ella.

    La sangre brotaba de sus labios y empapaba su traje.—Buck tiene razón, - dijo ella. —No puedes... vencer con violencia... al Colectivo. Si lo intentas... te aplastarán. Inféctales... con tu sueño... es el único modo.

    Él hurgó por el traje de Linda. Sus heridas bombeaban sangre con cada latido de su corazón.

    —Vamos a curarte, - dijo él. —Tenemos que curarte...

    —No puedes... salvarme,— dijo ella. Pero... puedes salvar... salvarte a ti mismo. Puedes salvar... el mundo.

    —¡No! ¡Te han matado!

    —No debes odiar.

    Shade ahogó un sollozo. —Ahora hablas como el Colectivo.

    —No debes odiar, - repetió ella. —Debes amar. Debes amar tu sueño... más que a mí.

    Él asintió.

    —El oido destruirá tu sueño. El amor... le hará poderoso. Debes... amar tu sueño. Debes... amar a tu público. Ama... al Colectivo.— Shade puso una mano en sus labios para silenciarla, pero ella la apartó.Se fiel... a tu sueño. Compártelo... con el mundo,— dijo ella. Eso es todo lo que importa.

    —Linda, - dijo él, acunando su cabeza en sus brazos, —Yo...

    Pero los ojos de Linda se cerraron, ella arqueó su espalda y yació inmóbil.

    Linda. Muerta. ¡Muerta!

    Él había llorado cuando la ella fue desconectada. Pero ahora...estaba muerta de verdad. Puso una mano sobre su corazón. Sus dedos se mancharon de sangre y esta goteó por su muñeca.

    Linda. Muerta. El amor de su vida. ¡Arrebatado por.... el Colectivo!

    Ennst se acercó a él con el reconector en una mano y la cabeza sangrienta en la otro. El poli muerto le miraba de soslayo.

    —Es la hora, - dijo el científico.

    Shade miró a las desesperadas caras a su alrededor. —¿Lo tienes?

    Ennst asintió. —Es ahora o nunca, me temo. El implante ya ha estado sin oxígeno durante cinco minutos. Si esperamos más perdemos nuestra única oportunidad de desafiar al Colectivo.

    —Para... - empezó Shade.

    Maude se arrodilló a su lado. —Para llevar tu canción al Colectivo.

    —Tu única oportunidad. Nuestra única oportunidad, - dijo Buck. —De vivir. De soñar.

    El Colectivo había matado a Linda. Eso era todo lo que él necesitaba saber.

    Shade levantó la cabeza.—Hagámoslo.

Capítulo 25

    

Capítulo 25

    —Sujeta esto, - dijo Ennst.

    Le entregó a Shade la cabeza del muerto. Una pestaña de carne sangrienta le golpeó la muñeca. El científico aplicó el reconector a la base del cráneo sin cuerpo. La sierra masticó un círculo de hueso y lo escupió a un lado. Ennst apretó el gatillo de succión y el gelatinoso implante multitentaculado rezumó dentro del tubo transparente. La carga explosiva latía con roja furia entre los estertores del órgano.

    —De rodillas. - Shade puso la cabeza en el suelo, y se arrodilló.—Esto puede que duela.

    Shade sintió el cañón del reconector contra la base de su propio cráneo, contra el agujero en el hueso que había hecho el desconector y antes de pudiera quejarse, una ondulante masa de carne enfurecida empujó al entrar en su cabeza. Los tentáculos se doblaron trazando espirales sobre la carne de su cerebro. Era una sensación extraordinaria... y desagradable. Como si estuviera siendo violado mentalmente.

    ¿Cómo le había parecido esto normal antes?

    Ennst retiró el reconector y dio un paso atrás. El implante abrazó el cerebro de Shade y una voz tronó en la cabeza de Shade. —YO SOY NOS. NOS SOMOS TODOS. TODOS SOMOS EL COLECTIVO.

    Oh, cierra el pico, - pensó Shade.

    Una breve pausa, luego, ¿QUÉ HA SIDO ESO?

    Diez mil millones de voces retumbaron dentro de su cabeza. O eso le pareció a Shade al principio. Pero no podía haber más que una docena de Policías del Sueño bajo la Corteza dentro del radio de emisión. La Corteza bloqueaba la transmisión mental. Y si tan pocos podían causar tanto dolor era porque se había acostumbrado a estar solo dentro de su cabeza y esta masiva intrusión en sus pensamientos le enfurecía.

    —¿Por qué me hacéis daño? - se lamentó. —No he hecho nada para dañar al Colectivo.

    —JIMMY SHADE. HAS OSADO SOÑAR. DEBES MORIR.

    —Entonces... tendréis que matarme.

    —Amenazaste al Colectivo, pensó Kann dentro de la cabeza de Shade.—No me diste elección. -

    —¡Kann! - pensó Shade. —¡Qué sorpresa!

    —Para mí también, - pensó su compañero.

    —Soñar es asombroso. Espera a que oigas mi canción, es...

    El Colectivo explotó en un frenesí, su rabia rellenó la cabeza de Shade con ruido de niebla, apagándole, gritándole en cada registro al mismo tiempo con el sonido más horroroso que había oído nunca. Shade cayó de rodillas, se agarró la cabeza. Era el peor dolor que había sentido nunca, peor que cuando fue desconectado, peor que su peor pesadilla, incluso peor que...

    El dolor paró. Shade se quedó allí sentado durante largo tiempo con la cabeza entre sus manos y temblando. Ennst se acercó con el reconector en una mano. Un único tentáculo se retorció en el tubo transparente. Shade tanteó en busca de otras mentes y las encontró. Kann y los otros policías, corriendo hacia la superficie. Shade ingresó en sus mentes, una por una, vio lo que ellos veían, escuchó su conversación. Pero ellos expulsaron a Shade de sus mentes e intentaron entrar en la suya... aunque no pudieron. Lo notaban insensible. Aislado. Solo en la multitud.

    —¿Qué... - dijo Shade, y probó de nuevo. —¿Qué haces?

    —Te he convertido en un Principal, - le dijo el científico. —Tal y como planeamos.

    —Tú...

    —Corté el tentáculo de recepción. Intentaron apagarte, ¿verdad?

    Shade tragó. —Yo...

    Buck le dio unos golpecitos en el hombro. —Tranquilo. Sin el tentáculo de recepción, aún puedes compartir tu sueño con el Colectivo.

    —¿Yo... soy un Principal? - Las palabras escaparon de los labios de Shade como una maldición.

    —Sí, - dijo Ennst dejando el reconector en el suelo. —Y, ¿puedo sugerir que consultes tu reloj interno?

    —¿Para qué?

    Ennst le tocó en la sien. —La carga explosiva.

    ¡Oh no! El contador brilló en rojo dentro de su cráneo. 35:43:17. Y descontando.

    —Menos de treinta y seis horas para volver arriba.

    —Esta es la última oportunidad del Mundo del Sueño, - dijo Buck. Le gritó a los actores, que aún se escondían en el túnel. —¡Vamos, gente!

    —Esperad, - dijo Shade. Se arrodilló en el suelo.

    —¿Qué pasa? ¿No tienes fuerzas para caminar? ¿Quieres que te llevemos? Cargaremos contigo. - Buck chasqueó sus dedos y dos de los actores corrieron al lado de Shade y le levantaron.

    —No, - dijo él y se sacudió para liberarse. —No es eso. Yo... - se debilitó. Algo le preocupaba. ¿Qué era?

    —¿Qué pasa, Shade? - susurró Buck sujetando el bícep de Shade. —No hay tiempo. ¡Tenemos que irnos ya!

    Los demás se quedaron allí, esperando que Shade dijera algo. Shade se agarró la cabeza. El implante temblaba dentro de su cráneo.

    —Quiero ser un todo.

    —Todos queremos ser un todo, - dijo Buck. —La humanidad quiere ser un todo. Por primera vez en milenios. Y eres el único que puede hacer que eso suceda.

    —No, - dijo Shade. —Me refiero a que quiero regresar con el Colectivo.

    —Y cantar para ellos, ya lo sé. Vamos a ayudarte a hacer eso. ¡Ahora, vamos!

    El Colectivo había matado a su Linda. Shade les odiaba. Quería venganza. Quería... pero ella había dicho que no. Su cuerpo aún caliente había yacido a sus pies. No debes odiar. Debes amar... El odio destruirá tu sueño.

    —Vamos, - dijo Buck.

    —Esperad. Esto no es lo que quiero. - Shade giró hacia Ennst. —¿Puedes recolocar el tentáculo? ¿Hay algún modo?

    El científico dio un golpecito con el pie al reconector. El tentáculo había dejado de moverse.

    —No. ¿Por qué?

    El cuerpo de Zune yacía en el suelo no muy lejos. Shade recordó las palabras del actor: —¿Cómo voy a cantar sin público,?

    —Oh, ellos te oirán, - dijo Ennst. —Créeme.

    —Pero yo no los oigo. ¿Lo comprendes?

    Buck le miró sorprendido. —Puedes ingresar en sus mentes uno por uno, ¿verdad?

    Shade negó con la cabeza. —No es lo mismo. Ya lo sabes.

    Ennst se aclaró la garganta. —Sólo oíste una docena de Policías del Sueño. ¿Qué va a pasar cuando te griten diez mil millones de voces dentro tu cabeza?

    Shade luchó en busca de palabras. —Pero sin ese dolor, ¿cómo puedo amarles? - Un par de los actores asintieron. —¿Cómo ser un todo si no puedo oir lo que piensa el resto de la humanidad?

    —Puede que tengas razón, - dijo Ennst. —Pero ahora es demasiado tarde. Además, si tuvieras el tentáculo de recepción, el Colectivo sería capaz de espiarnos. Podrían oír esta conversación, sabrían exactamente dónde estamos y nos matarían mucho antes de que llegáramos a la superficie.

    —Ya ves, - añadió Buck. —Este es el único modo.

    La tristeza le invadió, pero no podía explicar por qué. Shade asintió. Salieron en fila del túnel, el mismo túnel por el que habían llegado. Shade se sorprendió de encontrar las trampas desarmadas. Zune debió de haberlas desactivado. Empezaron a subir la larga pendiente hacia la superficie.

    —¿Y cuál es el plan? - dijo Zama. —¿Llevarle arriba, dejarle suelto para cantar y esperar a que caiga el castillo de naipes?

    Ennst estudió la cara de Shade. —Debemos ir arriba. Sí. Pero lo que pase después son sólo suposiciones.

    —¿Por qué dices eso? - preguntó Buck.

    El científico señaló. —Mírale.

    Buck contempló boquiabierto.

    —¿Qué pasa? - preguntó Shade. —¿Algo va mal?

    Antes de que Buck pudiera responder, una explosión agitó la tierra. Un roca impactó en el hombro de Zama, abriendo una brecha irregular, y él aulló.

    —¿Qué pasa? - gritaron otros actores. Los escombros llovían sobre sus cabezas.

    —¡Volved a la cámara! - gritó Buck.

    Regresaron a la Cámara del Rey sin más bajas.

    Un par de actores rasgaron jirones de sus trajes y ataron la herida de Zama.

    —La Policía del Sueño sabe que estamos subiendo, - dijo Ennst. —Saben que Shade está reconectado. Todo lo que tienen que hacer es retrasarnos el tiempo suficiente para que explote la bomba dentro de su cabeza.

    Shade sintió un alivio inesperado. No habría podido seguir con aquel plan después de todo. Se palpó el agujero en la base del cráneo. Pero tampoco tendría él su venganza.

    ¡Mataron a Linda, mataron a Linda. mataron a Linda! Quizá era mejor morir aquí abajo. Quizá era lo mejor. Se tumbó en el suelo y cerró los ojos.

    —¡Levántate! - gritó Buck. —¿Qué estás haciendo?

    Con un suspiro, Shade se puso de pie y miró a Ennst. —Puedes adelantarte y desconectarme ya.

    El científico negó con la cabeza. —No es posible, me temo.

    —Pues si no puedes desconectarme, puedes matarme.

    Ennst chasqueó su lengua. —El reconectado es un asunto peligroso. Eres el primer humano que ha pasado por ese procedimiento. El cerebro humano no está diseñado para que se añadan y quiten implantes de esa forma. El implante normalmente se inserta durante el nacimiento para dar tiempo al organismo a adaptarse. El desconectado prematuro tras un reconectado... - Ennst resumió. —te mataría.

    —¡Moriré si no lo haces!

    Ennst puso una mano en el hombro de Shade. —Te morirás si lo hago.

    —Tu única oportunidad de supervivencia, - dijo Buck, —nuestra única oportunidad, es llevarte arriba según lo planeado.

    —Pero, ¿cómo? - demandó Shade. —¡La policía ha volado el túnel!

    El hombre cabra señaló por la caverna. —Hay docenas de caminos hacia la superficie. El Colectivo ha bloqueado un camino. Tomaremos otra. Tenemos que ser rápidos.

    Shade tragó. Los demás le miraron expectantes.

    Linda. Su sueño. El Colectivo. Su canción. Su canción... empezó a crecer hasta que pensó que le iba a explotar el corazón.

    —De acuerdo, - susurró él. —Vamos.

Capítulo 26

    

Capítulo 26

    Ellos corrieron con menos de treinta y seis horas para regresar a la Corteza, regresar al Colectivo. Sin tiempo para descansar, sin tiempo para nada salvo correr tan rápido como podían sus piernas. Los refuerzos estaban en camino, Shade lo sabía. Kann, sin duda, había transmitido las noticias a los otros Policías del Sueño bajo la Corteza. Un mensaje que traería cientos, si no miles, de policías para interceptarlos. El Colectivo comprendia también como él el significado de su reconectado. En el breve momento de intercambio mental que Shade había tenido con Kann, había sentido un odio que nunca había experimentado... el odio del Colectivo por él. Aquello le confundía. ¿No estaba el odio prohibido? Aún así, su deseo de destruirle era innegable. Sabían que él era un Principal. El último Principal. Un Principal con un sueño lo bastante poderoso para acabar con el Colectivo. Vendrían a por él con todo lo que tuvieran.

    Otra explosión agitó la tierra, más distante esta vez. Al menos, Shade contaba con el elemento de sorpresa. La Policía del Sueño no conocía estos túneles, no sabría por dónde iban a salir de las catacumbas... aunque sí sabrían cuándo explotaría la cabeza de Shade. Era una carrera contra el tiempo. Y cuando volviera a la superficie, el Colectivo esperaría que llegaría por la escalera del cristal. Hasta donde sabía Colectivo, era un punto de paso, el único camino hacia arriba. El Colectivo lo defendería hasta el último hombre... mientras tanto, él y los demás pilotarían la caja móbil que usaban para el trasporte de comida y volverían a la Corteza antes de que la Policía del Sueño supiera lo que estaba pasando.

    Siguieron corriendo, siempre hacia arriba, forzando los límites de la resistencia. Se detuvieron durante unos minutos cada hora, lo justo para tomar una píldora de comida, agua y cafeína. Subieron el retorcido laberinto, alzando las rodillas para pasar sobre los esqueletos de soñadores olvidados.

    El reloj interno de Shade descontaba cada segundo, un recordatorio constante del poco tiempo que tenían. Las últimas horas hasta la superficie no descansaron. Finalmente, abandonaron las catacumbas y se encontraron rodeados por cajones y ruedas oxidadas en el nivel más bajo de unos rascacielos. Se detuvieron para recuperar la respiración.

    Shade comprobó el contador: 2:03:45.

    Subieron un vuelo de escaleras. Un leve viento cosquilleó en la mejilla de Shade. Él se lanzó hacia adelante, pero Buck le sujetó una mano. Un par de Policías del Sueño patrullaban el extremo del lejano túnel justo donde se abría hacia el interior del cráter. Shade no podía distinguir la escalera de cristal en la distancia. Los policías encaraban el cráter con la espalda hacia Shade. Encuanto posó los ojos en los dos polis, se giraron y abrieron fuego.

    —¡Nos han visto! - dijo Zama.

    —Pero, ¿cómo? - preguntó Maude.

    —Da igual, - dijo Buck, —¡Huyamos!

    Se giraron y huyeron por donde habían venido. Las pisadas resonaron tras ellos.

    —¿Ahora qué? - Shade preguntaba, comprobando el temporizador.

    —¡Tenenos que hacer algo de reconocimiento. Hay que ver cuántos Policías del Sueño hay, dónde están ubicados. - dijo Buck. —Hay que asegurarse de que no están cerca del transporte de comida.

    —¿Y si lo están? - preguntó Zama. —No hay otra elección.

    —Hay que estar preparados.

    —¡Pero tenemos prisa! - dijo Shade.

    —Como Zama dice, no tenemos elección, - dijo Buck. —Si nos han puesto una trampa, tenemos que anticiparla.

    Llegaron hasta la escalera más cercana y subieron. En la planta veinte de un edificio de trescientas, dejaron la escalera y se colaron por el umbral hacia una habitación llena de escritorios. Huesos viejos llenaban la habitación, fundidos con sillas de plástico y separadores, preservados por la decadencia de la radiación. Las ventanas de suelo a techo se inclinaban y doblaban hacia dentro. Buck y Shade reptaron hacia el borde y espiaron por ellas. El cráter yacía abajo en la distancia. Policía del Sueño a pie patrullaban las calles. Otros cuatro cruceros policía que Shade podía contar descendía rápidamente bajo la Corteza... todos ellos armados con ametralladoras.

    El Colectivo debe de haber perforado un agujero a través de la Corteza, pensó. Luego: ¿Significaría eso una ventaja, un modo de de comunicarse directamente con el Colectivo?

    Investigó con su mente, pero no pudo encontrar a nadie salvo a la Policía del Sueño bajo la Corteza. Deben de haber bloqueado el agujero en cuanto pasaron los cruceros. ¿Cómo iba a pasar por esas defensas? El viejo transporte de comida no era rival para los cruceros modernos y si él intentaba usar la escalera, los polis a pie le atraparían.

    De pronto, los polis en el cráter se dispersaron.

    —¿Qué está pasando? - susurró Shade.

    Intentó saltar en las mentes de los Policías del Sueño, pero le expulsaban antes de que pudiera averiguar nada.

    —¿Qué están haciendo? ¿Nos han visto? ¿Dónde van? - Buck se llevó un dedo a los labios y continuó observando.

    Una explosion sobresaltó a Shade. Antes de que pudiera abrir la boca, la escalera de cristal tembló en un ángulo extraño. El globo ardiente en lo alto de la espira dorada parpadeó y se apagó, seguido de toda luces en la Ciudad de los Sueños. Lo último que Shade vio antes de que la luz desapareciera, fue la escalera de cristal.Se estaba cayendo. Peor. Estaba cayendo hacia ellos.

Capítulo 27

    

Capítulo 27

    La gigante escalera espiral, de kilómetros de altura, construída por los soñadores muchos milenios atrás, había sido secccionada desde la Corteza, cortado el cordel umbilical que enlazaba los Mundos del Trabajo y del Juego para siempre. Shade podía imaginar que tal escena ya se había representado por todo el mundo, podía imaginar a toda ciudad sobre el planeta seccionada de la Ciudad de los Sueños bajo ella.

    Fin del Juego.

    La escalera chocaría con el edificio donde se ocultaban. Si no los mataba el impacto, si conseguían llegar al transporte de comida sin que les dispararan y si conseguían despegar... el enjambre de cruceros policía les derribarían antes de que pudieran llegar hasta la Corteza. Por encima de todo, el temporizador en su cabeza rezaba ahora: 1:43:58.

    Sin tiempo suficiente. No hay tiempo. No hay tiempo. ¡No hay tiempo!

    Buck tiró de Shade y le arrastró hasta ponerlo de pie. —¡Vamos!

    —¿Para qué? - aulló Shade. —¡Vamos a morir todos!

    —Todavía no estamos muertos. Y tenemos que llegar al transporte de comida. ¡Es la única oportunidad que nos queda!

    Corrieron hacia la escalera del edificio. El ruido de cristal estallando rugió en sus oídos. Los escalores temblaron bajo sus pies.

    —¿Cómo sabían que estábamos aquí? - se lamentó Zama.

    La tierra dejó de vibrar y bajaron corriendo por la escalera de nuevo.

    —No lo sé, - dijo Maude. —¡Quizá fue una coincidencia!

    —¿Con el Colectivo? - se burló Buck. —No existen coincidencias.

    Cuando alcanzaron el nivel del subterráneo, Buck ordenó hacer un alto.—Jimmy, - dijo él, apoyando una mano en el hombro de Shade, —¿Estás trasmitiendo? ¿Les estás diciendo dónde estamos?

    —¡Por supuesto que no! ¿Por qué lo preguntas?

    —¿Seguro?

    —Claro, seguro, - dijo Shade. —He intentado entrar en sus mentes, pero me lanzan fuera en cuanto me ven.

    —¿Y ellos no han ingresado en la tuya?

    —Ya sabes que no es posible, - dijo Shade, gesticuló hacia el científico.

    —Es cierto, no pueden ingresar en tu mente, - dijo Ennst. —Pero tú puedes ingresar en las suyas. Y puedes mostrarles lo que quieras, ¿no?

    —¿Y por qué haría yo...?

    —¿Tú qué crees? - dijo Buck. bajó sus cuernos y miró a Shade a los ojos. —Es el único modo en que podrían saberlo.

    —¡Que no estoy transmitiendo!

    —¿Quieres que nos atrapen? - demandó Zama. —¿Quieres que nos maten? ¿Que destruyan tu sueño? ¿Es eso lo que quieres?

    —¡Por supuesto que no! - dijo Shade. —¿Cuántas veces tengo que decirlo?

    Unas pisadas se oyeron en las cercanías.

    —¡Vámonos! - gritó Zama.

    —¿A dónde vamos? - preguntó Shade.

    —¡Que alguien le vende los ojos! - advirtió Ennst.

    —¿Qué? ¿Por qué?

    Un sonido de rasgar tela y el mundo de Shade so tornó negro. Le retorcieron los brazos detrás de su espalda, le levantaron y cargaron con él. Las pisadas se alejaron. Cuando estuvieron a salvo, dejaron a Shade en el suelo.

    Buck le susurró en el oído. —No creo que lo hagas a propósito, pero pueden usarte para rastrearnos. Es la única explicación.

    —Si es cierto, - dijo Shade, —¿por qué no nos encontró Kann en las catacumbas camino a la superficie? ¿Por qué ahora sí?

    —Probablemente porque no tenían tiempo. Estaban de regreso. Ahora hay mucha Policía del Sueño persiguiéndonos.

    —Los recién llegados pudieron entrar en los túneles e interceptarnos allí, - señaló Shade.

    Buck negó con la cabeza. —El Colectivo no tiene conocimiento ni mapa de estos túneles. Su única opción real hasta ahora ha sido esperar a que alcanzáramos la superficie. Y ahora es su oportunidad de matarnos a todos.

    ¿Acaso estaba emitiendo? se preguntó Shade a sí mismo. No tenía sentido. Si fuese cierto, eso implicaba que el Colectivo podía oir todos sus pensamientos.—No, - dijo él. —¿Por qué delataría nuestra ubicación? Sería un suicidio.

    —Quizá no voluntariamente, - dijo Ennst.

    —Dices que quieres destruir el Colectivo, infectarle con tu sueño.

    —¡Por supuesto!

    —Y yo te creo. Pero, - dijo el científico y apoyó un dedo en el pecho de Shade, —amas inconscientemente al Colectivo. Fuiste un Policía del Sueño, después de todo. Podrías transmitir todo lo que ves y oyes sin saberlo.

    —¿Cómo lo detengo?

    Ennst tosió. —Necesitas resolver ese conflicto interno. Decide lo que quieres realmente.

    —Y mientras tanto, permanece con los ojos vendados, - dijo Buck.

    Cargaron a Shade sobre sus hombros.—¿Tiempo? - dijo Buck.

    —1:21:10.

    El hombre cabra chasqueó la lengua. —Sígueme, - dijo —Cuidado con lo que dices. El Colectivo lo oirá.

    Avanzaron por muchas habitaciones y corredores diferentes. Shade estaba desorientado, los ecos de cada sala se mezclaban entre sí. En otros lugares sentía una brisa en su mejilla. Tras un tiempo, se detuvo tratando de adivinar y se rindió. En el mejor caso, decidió, no sabía dónde estaba. ¿Cómo podía saberlo el Colectivo? Unas manos taparon los oídos de Shade, le izaron sobre un hombro peludo. Rebotó en el aire, llegaron a lo que supuso, por el sonido del eco, era una habitación pequeña. El suelo retumbaba bajo sus pies.

    —Hay que moverse antes de averigüe dónde estamos, - siseó Buck.

    La tierra tembló y el estómago de Shade cayó. Una caja móbil, ahí es donde estaban.

    Oops. ¿Ha oído eso el Colectivo?

    —Nos han visto, - avisó Ennst.

    Buck le quitó la venda devlos ojos. —Nos quedan treinta segundos de vida, - dijo. —¡Piensa en algo, rápido!

    Shade espió por la emplomada ventana de cristal. El transporte de comida despegó del suelo y maniobró por el bosque de rascacielos. Su foco captó cientos de cruceros de la Policía del Sueño volando como un enjambre hacia ellos por los rascatierras de la Corteza.

    Shade tragó. Las ametralladoras sobresalían de cada crucero.

    —Van a derribarnos a disparos.

    —Eres el único que puede detenerles, - dijo Buck.

    —¿Yo? ¿Cómo?

    —Cántales, - dijo Buck. —Eres un Principal. ¿Recuerdas? Inféctalos con tu sueño.

    —Pero eso es...

    ¿Infectar a sus compañeros policías?

    Las balas mellaron la superficie de plomo del transporte de comida.

    Mataron a Linda. Lo sé. ¿No quieres venganza?

    Shade apretó los dientes. Sí. Bueno, entonces, ¿a qué estás esperando?

    —Se acercan rápido, - advirtió Ennst.

    —¡Canta! - dijo Buck. Zarandeó a Shade por los hombros. —¡Canta! ¡Tienes que cantar!

    —Pero...

    Era convertirse en lo que siempre había odiado. ¿No había otro modo? ¿Ninguno en absoluto?

    —¡Canta! - entonó Maude en su oído.

    La garganta de Shade se tensó. —¿Cantar qué?

    Más balas golpearon el transporte una vez más. Una perforó una lejana esquina y salió por el otro lado.

    —Canta por Linda, - arrulló Maude. —Canta sobre tu amor por ella. ¡Pero canta!

    Una nueva idea se le ocurrió a Shade y sabía que la situación era desesperada.

    —La Policía del Sueño lleva escudos oníricos, - explicó. —Probablemente de doble y triple capa. Ningún sueño podía penetrar eso.

    —El Principal te habló allí arriba, ¿recuerdas? - dijo Buck.

    —Porque cantó en voz alta, no sólo en mi mente.

    Más balas alcanzaron el exterior del transporte.

    —¿Cómo van a oírme? - gritó Shade.

    —¡Prueba! - dijo Maude. —¡Si no lo haces, moriremos todos y las canciones se extinguirán para toda la eternitdad!

    Amo a Linda. Odio al Colectivo. Amo el Colectivo. Odio los sueños. Soy un soñador. Tengo una canción.

    Una canción brotó de sus labios. Cantó en alto, poniendo intención en la canción desde cada fibra de su ser. Las balas impactaron contra el lateral de la caja móbil. Buck abrió una ventana de una patada y Shade permaneció a un lado protectando su voz en el aire abierto.

    Ojalá el Colectivo comprendiera su sueño, ¿querrá matarle? Tenía que hacerles entender. Tenía que hacerlo. El transporte se tambaleó por los repetidos impactos. Las balas penetraron la dura piel de plomo. Maude gritó de dolor. Una bala había perforado la piel entre sus garras verdeazuladas. La mujer monstruo estaba en peligro.

    Maude. Su mentora. Quien le había enseñado a cantar. Shade amaba y guardaba luto por Linda con todo su corazón, pero Maude le había ayudado a desarrollar su voz. Aquello también era amor, ¿no?

    Cantó de nuevo, esta vez sobre su amor por Maude. Cantó en alto todo lo que sentía confiando en que pudieran oírle por encima de la furiosa pesadilla del tiroteo, preguntándose lo que pensaría ella. Cantó con los ojos cerrados con fuerza y todo lo que existía en ese momento era su canción. Si él muriera justo entonces... lo cual parecía seguro... moriría contento.

    Cuando hubo terminado, lanzó una mirada por la ventana. La Policía del Sueño le rodeaban ahora, una esfera hueca de caja móbiles llenas de ametralladoras. Las balas abollaron y aplastaron la piel de plomo. Un actor estaba herido, otros habían muerto. Una bala rozó el bícep de Shade. Él gritó de dolor, cantó una última nota y quedó inmóbil.

    Había fallado. Ahora moriría. Pero había cantado su canción y él estaba preparado. Que así sea.

Capítulo 28

    

Capítulo 28

    Los disparos cesaron. La esfera de cruceros policía no se acercó más. Los focos de los cruceros les rodearon en un halo de brillante luz blanca.

    —¿Qué... ha pasado? - preguntó Shade. —¿Qué pasa?

    Buck espió por la ventana. —No lo sé, pero sugiero que salgamos de aquí.

    Ennst guió el transporte de comida lejos de los rascacielos y hacia las fauces de los rascatierras que descendían de la Corteza. La esfera de Policía del Sueño les seguía. Las capas superiores de la esfera se separó para revelar la entrada de la bahía de carga hacia la Corteza. El científico los llevó a través del hueco hacia la bahía de carga, giró el transporte perpendicular a la entrada, bloqueándola. La caja se posó con un porrazo. Ennst abrió la puerta del transporte y Buck salió al galope. Shade y los demás le siguieron.

    —¡Vamos

    Por el hueco en la Corteza, Shade podía distinguir el enjambre de cruceros policía. Un crucero se separó del grupo. El resto abrió fuego y el crucero rebelde explotó en el aire. Dos más se alejaron y fueron atacados y destruídos por los otros. Docenas más dejaron la esfera y bajaron hacia la superficie. Pronto comenzó un combate armado masivo. Cientos de cruceros de la Policía del Sueño se disparaban unos a otros.

    Maude miró sobre el hombro de Shade. —Funcionó.

    —¿Seguro..?

    Ella asintió. —Les infectaste con tu sueño. Al menos, a algunos.

    ¿Le había gustado a ella su canción? ¿Acaso ella... ella le amaba también? Su rostro permanecía pétreo. Su mirada no se apartaba de la ventana.Los cruceros de la Policía del Sueño explotaban en llamas.

    —Pero todos esos compañeros nodos ... muertos... por mi culpa...

    Media docena de cruceros policía avanzaron hacia la bahía de la carga disparando mientras se aproximaban. Las balas perforaron tantos agujeros en el transporte que casi lo dejó transparente. Colapsó y resbaló fuera de la bahía de la carga. Un crucero policía partió para entrar en la bahía, pero recibió un impacto directo y desapareció de la vista.

    —Eran ellos o nosotros, - dijo Buck. —¡Ahora, venga, tenemos que irnos antes de que te explote la cabeza!

    35:16.

    Shade hizo una mueca de dolor y se levantó. —Tú primero.

    Aceleraron hasta las Minas de Sueños. Shade estaba agotado y sabía que los demás debían de sentir lo mismo. Estaba tan cansado que sentía que podría derrumbarse. Pero sabía que no había más elección sino continuar. Sentarse ahora, descansar contra una pared del túnel... incluso para recuperar el aliento... podría hacerle perder todo. Perdería su canción.

    ¿Qué iba a hacer cuando volviera arriba? ¿Enfrentarse al Colectivo? Compartir con ellos su canción, su gozo, su sueño... ¿Qué otra elección tenía?

    Y luego, moriría. Lo sabía, de algún modo. El Colectivo no podía permitirle vivir. Bueno, moriría, entonces. Morir sin temor, con su canción en los labios, su sueño en el corazón, y así acabaría la breve vida infeliz de Jimmy Shade.

    Encontraron pelotones de Policía del Sueño por los túneles en varias ocasiones. Pero al echar una mirada a Shade, se metían los dedos en los oídos y volvían corriendo a la superficie.

    Quizá tenga una oportunidad, después de todo. Reflotado ante la idea, Shade empezó a silbar. El sonido era infeccioso y pronto todos estaban silbando el Puente Sobre el Río Kwait y continuaron su ascenso en la oscuridad. Aunque otra idea le preocupaba y guardó silencio. ¿Cómo había sabido el Colectivo dónde estaba? ¿Habían podido entrar en su cerebro? ¿O estaba él emitiendo inconscientemente, como había sugerido Ennst? ¿Era posible que él quisiera fracasar? ¿Estaba saboteando su propio afán?

    Shade recordó al Principal que había capturado cuando todo aquel asunto empezó. Había investigado la mente del hombre, pero no había encontrado nada allí, sólo una pared blanca. Ahora él, Jimmy Shade, Policía del Sueño, era el Principal. Y tenía que asegurarse de que no estaba emitiendo. Tenía que averiguarlo y pronto.

    La Policía del Sueño ahora huía de él pero ... ¿cuánto tiempo les llevaría descubrir cómo ponerse unos tapones en los oídos? Después de eso, ¿qué iba a hacer? Cuanto antes llegara arriba, mejor.

    La era del trabajo ha acabado, pensó. Ahora todos debemos soñar.

    Sueña. O muere.

Capítulo 29

    

Capítulo 29

    Shade corría contra el reloj, contra el reloj dentro de su cabeza y contra la bomba que pronto trituraría su cerebro a pulpa.

    —Si podemos llevarte arriba, hay esperanza, - dijo Maude entre jadeos.

    Él apretó su garra como respuesta, pero sus pinzas quedaron frías e inertes.

    —Tu sueño es más poderoso de lo que yo pensaba, - dijo Zama y le palmeó en la espalda.

    —Siento haber dudado de ti antes.

    Shade asintió, pero no dijo nada. Se agachó a través de un conducto de drenaje, cruzó una plataforma y vadeó una profunda trinchera de agua de lluvia radioactiva que le dejó empapado de cintura para abajo. El final estaba a la vista.

    7:06 en el reloj.

    Ojalá pudiera llegar allí a tiempo. Eso era todo lo que importaba.

    2:43. Shade jadeaba buscando aire. Subieron gateando una escarpada pendiente y Buck dijo que pararan. Se detuvieron, recuperaron el aliento.

    —Aquí nos decimos adios, - dijo Buck y señaló con una mano peluda.

    Una rejilla de una calle flotaba sobre sus cabezas, justo fuera de alcance.

    —¿Cómo sabemos que el Colectivo no me está esperando ? - preguntó Shade.

    —Tienen recursos humanos. Podrían desplegar nodos en cada punto de salida posible.

    Buck asintió. —Todo par de ojos en la ciudad te estará buscando. Todo obrero FI del planeta estará procesando esos datos.

    Shade tragó. —¿A dónde voy, entonces?

    El hombre cabra se encogió de hombros. —Canta antes de que te disparen.

    Una débil luz brillaba desde la rejilla. Shade iba a volver. Allí arriba... el Colectivo. Su familia, su gente, su casa... ¿Eran ellos su casa?

    —No sé si puedo hacer esto, - dijo Shade y se tapó la cabeza con los brazos.

    —Miedo escénico, - dijo Zama. —Es normal. Sal ahí fuera. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

    Shade parpadeó. —Pueden matarme y los sueños morirán para siempre.

    El actor se encogió de hombros. —Pues eso. No te lo tomes muy en serio. Si dejas que la presión te domine, estás perdido. Diviértete, ya sabes

    El contador en la cabeza de Shade empezó a bramar. DOS MINUTOS PARA LA AUTODESTRUCCIÓN.

    Aparecieron los números 1:59 superpuestos en sus globos oculares y siguieron descontando.

    —Hora de irse, - dijo Shade. —Sólo quedan dos minutos.

    Los demás se apartaron de él.

    —¿Qué? - balbuceó él. —Venis conmigo, ¿no?

    —Míranos, - dijo Zama y acarició sus orejas de asno..— Los sueños nos han convertido en mostruos a todos. - levantó una mano a modo de saludo.—Hemos pasado mucho tiempo en la Ciudad de los Sueños, Jimmy Shade. No hay lugar para nosotros en el Mundo del Trabajo.

    —Pensaba que podíais caminar por las calles sin que os vieran, - dijo Shade. —Linda dijo que podíais. Me dijo que lo hacíais a todas horas.

    —Éramos invisibles, - dijo Buck, —porque el Colectivo no quería vernos. Pero ahora quieren vernos. Quieren destruirnos. Ya no podemos subir arriba, Jimmy Shade. Nuestro lugar está aquí.

    —¿Creéis que yo puedo hacer algo que vosotros no podéis?

    —Tu sueño es poderoso, - dijo Buck, —y ni siquiera ha empezado a cambiarte como cambia a todos los que sueñan. - enlazó sus manos. —No hay tiempo que perder. Te impulsaré hacia arriba.

    —¡Pero espera! - dijo Shade. —¿No puedo subir arriba, poner el reloj a cero y regresar aquí abajo de nuevo?

    Ennst se mesó el pelo. —¿Asomaste, por un casual, la cabeza varias semanas atrás cuando hablaste con Jefe?

    Shade cerró los ojos. Por supuesto. Podía reiniciar el reloj, pero eso llevaría tres días y a esas alturas ya estaría muerto o quizá... con menor probabilidad... tendría éxito.

    Buck gesticuló con las manos. —¡Tienes que ir y hacerlo ya!

    —Pero, ¿qué... - dijo Shade y dio un paso hacia Maude. —¿Qué te pasará a ti? -

    Ella sonreía. —Estaremos bien, - dijo ella.

    —Dadnos un minuto, ¿queréis? - preguntó Shade.

    —¿Cuánto tiempo te queda? -

    Lo comprobó: 1:34. —¡Dadnos treinta segundos, entonces!

    Buck miró a ambos y asintió. —Por tu propio bien, - dijo poniendo una peluda mano en el codo de Shade, —que sea rápido.

    Los demás se apartaron a un lado dejando a Shade y a Maude a solas.

    Él abrió la boca y la cerró de nuevo. No podía mirarla a los ojos. Tomó su garra herida entre sus manos.

    —Me preguntaba.., - dijo él.

    —¿Qué te preguntabas?

    —¿Qué podría haber sido?.

    Sus miradas se encontraron y algo dentro de la cabeza de Shade se estremeció. Las palabras salieron entre tropiezos.

    —Te.... - empezó Shade, pero ella le puso un verdeazulado dedo en los labios.

    —No tienes que decirlo. - dijo ella. —Ya lo dijo tu canción.

    —Sí, - dijo él. —Tengo que decirlo.

    Ella asintió y suspiró. —De acuerdo entonces.

    El reloj seguía descontando dentro de Shade. Quedaba un minuto.

    —Te amo, - dijo él, se acercó a ella, pero se detuvo al notar la alarma en sus ojos. —Creí que amaba a Linda pero ahora veo estaba equivocado. Cuando estuviste en peligro noté que nunca he amado a nadie como te amo a ti.

    —Jimmy Shade, - dijo ella acariciando su cara, —tu amor es fuerte, pero no es por mí.

    —¿Qué quieres decir? - dijo él. —¿Cómo puedes...?

    —Tú crees que me amas, pero no es así.

    Él dio un paso atrás. —Sé lo que es el amor, - dijo, —Es... - Pero se detuvo, inseguro de sí mismo. ¿Cuál era la definición del Colectivo? No podía recordarlo.

    —Tú amas tu sueño, - dijo ella. —Amas tu canción. Yo sólo te ayudé a dar voz a ese sueño.

    —¿Cómo puedes decirme eso?

    Ella sonrió. —Yo no amo a nada ni a nadie más que a mi sueño, mi arte y mi canción, - dijo ella. —Lo mismo te ocurre a ti. Como todos los soñadores. Tu canción te consumirá hasta que sea todo lo que te quede. Con el tiempo, también te convertirás en un monstruo. - Ella se encogió de hombros. —Has confundido a Linda y ahora me confundes a mí por el verdadero objeto de tu deseo. - Batió sus pestañas. —Me siento halagada, por supuesto, - dijo ella y le besó en la mejilla.

    Impulsivamente, él deslizó su manos alrededor de su cuello cubierto de escamas y acercó sus verdes labios hacia él. Pero los sintió fríos y húmedos, sin respuesta.

    Maude se enderezó. —Recuerda, - dijo ella. —Tono perfecto.

    Shade asintió. Una immensa tristeza le invadió por dentro.—De acuerdo, - dijo.

    SU CEREBRO SE AUTODESTRUIRÁ EN DIEZ SEGUNDOS, dijo una voz interior en la cabeza de Shade.

    Diez. Nueve.

    Shade corrió hacia la pared bajo la rejilla. —¡Está a punto de explotar! - gritó. —¡Ayudadme a subir!

    Ocho. Siete.

    Buck le impulsó hacia arriba, pero Shade no podía alcanzar la rejilla. ¡Cielo Santo, Marty!. Debería haber reservado más tiempo para esto.

    Seis. Cinco. Cuatro.

    Dos actores cogieron a Shade por las piernas y le lanzaron al aire.

    Tres. Dos.

    Shade agarró el último peldaño de una escalera en la pared, subió con las manos y golpeó la palma contra la rejilla, que salió disparada hacia arriba.

    Uno.

    Shade echó mano al borde y se impulsó hacia el exterior. Su cabeza asomó sobre el nivel del suelo de la calle y la voz dentro de su cabeza desapareció. El contador invirtió su cuenta.

Capítulo 30

    

Capítulo 30

    Jadeando en busca de aire, se sentó en el borde de la abertura de la rejilla. No había comité de bienvenida, que él supiera. Buck había escogido el punto del acceso correcto. La rejilla daba a un callejón oscuro. a diez metros de distancia pasaba tráfico a pie además de las ocasionales cajas móbiles. Comparado con la calle, la luz aquí era débil. Nadie miraba en su dirección... y aunque lo hicieran, ¿qué verían? Oscuridad, eso era todo. Ya está, asumiendo que no pudieran oír sus pensamientos. Tendría que concentrarse para no emitir, no delatarse. Al menos, no hasta que estuviera preparado.

    ¿Lo estaría alguna vez? ¿Cómo le recibiría el Colectivo? ¿Correrían como los Policías del Sueño en las alcantarillas, con los dedos en los oídos? ¿Le abatirían a tiros nada más verlo como habían intentado los cruceros policía? ¿Cómo iba a conseguir decir una palabra o idea... o aún menos una canción... antes de que huyeran o le mataran?

    Shade balanceó sus piernas fuera del agujero. Espió por la trampilla para despedirse de los otros... pero habían desaparecido como si nunca hubieran estado allí. Remplazó la rejilla tan silenciosamente como pudo y se puso de pie. Su aspecto debía de ser sucio, cubierto de polvo de plomo de las minas, empapado en vertido radioactivo y salpicado de la sangre de sus compañeros heridos o muertos. Los trajes autolimpiables no estaban diseñados para tales abusos. Shade se apretó contra la pared, caminó de puntillas hacia la calle. Luego paró, aún en la oscuridad.

    ¿Qué infiernos iba a hacer vestido así?, Sería localizado en cuanto saliera a la calle. ¿Estaba preparado para una confrontación final? ¿Justo ahora? Tragó. ¿Y qué iba a cantar? ¿Sería suficiente para resistir el poder del Colectivo? Ojalá pudiera conseguir ropa limpia. Entonces podría mezclarse con sus alrededores y ganar tiempo para pensar las cosas. Pero, ¿cómo? Todo Policía del Sueño del planeta le estaba buscando. Y había un radio limitado para el lugar desde el que podía haber emergido de abajo. Formarían un cordón. De modo que su siguiente tarea era alejarse del punto de acceso. Pero eso implicaba usar una caja móbil o un tren volador, quizá ambos... ¿y vestido así?

    Negó con la cabeza en la oscuridad. Quizá no tuviera más elección que salir a la calle y empezar a cantar. Mejor ser cazador que cazado. Mejor ser...

    Notó algo en su espinilla y se apartó sobresaltado. Un obrero FI de mirada loca yacía en el suelo en una bola fetal. Un soñador. Un soñador a la fuga. Shade dirigió sus pensamientos hacia el hombre confiando en que nadie más pudiera oírle. Empezó a cantar en la mente del soñador. Cantó una sincera canción de alegría, sobre el mundo que vendría en el que la esclavitud del Trabajo llegaba a su fin, en el que se desmantelaba la Corteza y todos los soñadores vagaban en libertad sobre la tierra. La mandíbula del hombre se relajó. Sus blancos dientes brillaron en la oscuridad. La canción estaba llegándole. Bien. Shade cantó sobre su propio sueño y sobre el mundo de abajo, sobre la Ciudad de los Sueños. Sobre su necesidad de huir de la Policía del Sueño, su necesidad de ropa limpia y un lugar donde esconderse. El hombre le miró a los ojos con una cara interrogativa. Shade negó con la cabeza.

    —Soy un soñador Principal. No puedo oírte.

    El hombre se levantó y se quitó el traje azul. Permaneció allí desnudo y le ofreció la prenda a Shade. Shade se deshizo de su propio atuendo sucio y lo cambió por el del obrero. Cerró la cremallera del uniforme de obrero FI y este se encogió para ajustarse y ceñirse a su piel. Dejó la lámpara en un receptáculo de reciclado cercano. Le hizo al hombre otra pregunta. El obrero le indicó el suelo como respuesta, luego terminó de vestirse con el ajado y manchado traje de Shade. Shade recogió el casco del obrero y se lo puso. La tartera colgaba en la cintura, rebotando contra su muslo. Puso una mano sobre el hombro del soñador. Sueña, amigo mío, pensó. Aunque aquello era la última cosa que se querría hacer... ¡soñar! El hombre asintió con lágrimas que surcaban sus mejillas.

    Shade consideró conducir al hombre hacia la rejilla. Estaría a salvo allí abajo. Ennst podría desconectarlo. Pero sus amigos se habían ido hacía ya tiempo. No le habían esperado. Este soñador, una vez abajo, podría pulular por ahí durante días, para que al final le explotase la cabeza y dejase un esqueleto en las alcantarillas.

    No. Él debía tener éxito... y pronto... para que este hombre y su sueño fuesen libres o todo se perdería y nada que pudiera hacer por el hombre supondría diferencia alguna. Los dos hombres se sonrieron.

    —Adios, - pensó Shade y entró a la calle iluminada.

    Shade mantuvo los ojos mirando al suelo con la mente en blanco y caminó por la acera como uno más. Un par de obreros FI salieron de una fábrica al final de la calle. Por el rabillo del ojo, localizó un par de cruceros de Policía del Sueño girar la esquina, ametralladoras preparadas. Shade mantuvo su cabeza agachada, fingió estar cansado lo mejor que pudo. Tan cansado como en realidad se sentía.

    Treinta y seis horas escapando... ¿cuándo había dormido por última vez?

    En ese momento otros obreros FI regresaban a sus literas. Él no parecía nadie especial. Nadie que mereciera una segunda mirada. Los cruceros flotaban por la calle ilumando con los focos. No estaban huyendo, pero tampoco le atacaban. ¿Funcionaba su disfraz? Shade confió que así fuera. Si huía, se delataría. Los cruceros redujeron la marcha a su lado.

    Oh, mierda.

    Debían de estar intentando saltar dentro de su mente en ese momento.

    ¡Rápido, tienes que reponder! Tenía que inventar algo pero, ¿cómo? No tenían cómo entrar en su mente. ¿Le reconocerían como un Principal? Shade ensambló un dosier mental falso fingiendo ser un obrero FI local... un nombre inventado pulido con una capa de confianza. Saltó en sus mentes y les dio los detalles. Para su sorpresa, los polis continuaron calle abajo.

    ¡Funcionaba! Luego pensó en algo: si hubiese ido yo en ese coche patrulla, persiguiendo al hombre más buscado del planeta, habría comprobado cada dossier con la Central FI y... cuando la Central FI percibiera que era un dosier falso...

    Tendrían que haber montones de dosieres que procesar, pero con cada obrero FI trabajando para encontrarle... Ups, no quería estar aquí cuendo eso ocurriera.

    Pasó una caja móbil y la llamó con su mente. La caja se detuvo y abrió las puertas. Shade entró y tomó un asiento. Dos obreros FI de aspecto cansado se sentaron delante de Shade. A su lado se sentó una mujer con un uniforme de Eutanasia Y Reciclado. Shade pintó una cobertura mental de cansancio físico y se hundió en su asiento. Confió en que eso fuese suficiente para disuadir cualquier intento de charla casual. Cerró los ojos y apoyó la barbilla en el pecho. En el primer transbordo, los demás salieron, pero Shade continuó en la caja esperando a que otros subieran a bordo. Incapaz de invitar a los demás dentro de su mente, incapaz de ser parte del Colectivo, se sintió como un tullido.

    ¿Cuál era la palabra antigua? Sordo. Sí. Se sentía sordo.

    Embarcó en un segundo transporte que estaba lleno. Cincuenta pares de ojos registraban todo lo que veían. Shade se encorvó en una esquina con el casco inclinado hacia su cara y los brazos cruzados al frente sobre su tartera del almuerzo.

    ¿A dónde iba el tren?

    El vistazo por la ventana no le dijo nada. La Corteza se extendía negra y yerma hasta donde alcanzaba la vista. Estaban descendiendo. Los demás pasajeros hicieron leves movimientos incoscientes de recoger sus cosas. Todos iban a bajar. Y eso implicaba...

    No. ¿La Estación Central? El último lugar donde querría ir.

    Allí habría miles de ojos grabando cada uno de sus movimientos. ¿Cuánto tiempo de vida le quedaba? se preguntaba. ¿Y qué haría cuando le encontraran? ¿Enfrentarse al Colectivo? ¿Empezar a cantar en la Estación Central? Eso parecía una idiotez. ¿Acaso iba a cambiar el mundo porque él se pusiera a cantar?¿Por qué había estado de acuerdo con ese plan en primer lugar? No podría transformar al Colectivo entero ni fundir milagrosamente los mundos del Trabajo y el Juego, independientemente del sueño que el rey había tenido. ¿Quién se pensaba que era él? Sí, los Policías del Sueño en las alcantarillas habían huído con los dedos en los oídos. Pero el Colectivo no era estúpido. Habrían diseñado y fabricado tapones para los oídos después de aquello. Y entonces, ¿qué iba a hacer?

    —Tu sueño es fuerte, - dijo una voz dentro de su cabeza.

    ¡La voz! ¡Había vuelto! ¿Qué significaba eso? ¿Quién le hablaba ahora?

    —Soy tu canción, - dijo la voz. —Tu voz. Lo que eres de verdad.

    Shade se rió de sí mismo. —¿Y qué soy? ¿Idiota?

    —No, - dijo la voz. —Eres un mensajero. Un soñador. ¡Ahora abandona tu miedo y deja que tu voz cante libremente!

    —No estoy preparado. ¡No me siento bajo control.

    —De eso se trata, - dijo la voz. —El control es una ilusión. Debes abandonarlo. La canción cantará por sí misma. Tú sólo eres el instrumento. Sólo entonces será una canción verdadera.

    La voz quedó en silencio y Shade caviló sobre ello. No tenía sentido.

    El tren se posó sobre la Corteza entre otro centenar de trenes y las puertas en el suelo se abrieron con un siseo. Shade siguió a los otros pasajeros por el andén. Conocía aquella parte de la estación. El tren adyacente le llevaría a casa.

    Casa. Bueno, lo que una vez había sido su casa. Su litera. No podía volver allí. Ahora su casa era... ¿qué, exactamente?

    —Tu sueño, - dijo la voz. —Yo soy tu casa.

    Y Shade supo que era cierto. Aún así, era natural dejar que sus pies le llevaran por el andén y le subieran al tren adyacente. Podía deambular por la estación, escoger un tren diferente, por supuesto, pero había que ponderar el riesgo de ser identificado por una docena de pasajeros o un millar de ojos vigilantes. Prefirió lo normal. Shade se encogió una vez más en su asiento e hizo lo que pudo por proyectar una tranquila confianza y único deseo de conseguir sus seis diarias. Se llenó el tren, las puertas se cerraron y el tren despegó. Aunque no fue un viaje largo antes de que una onda recorriera el vagón. Las cabezas se giraron, los pasajeros intercambiaron miradas. Shade hizo lo mismo. Al unísono, todas las miradas acabaron sobre él. Le contemplaban no con el odio que hubiera estado esperando sino con la clínica frialdad de un hombre a punto de matar una cucaracha de nueve patas. Quizá no le odiaran después de todo, pensó Shade. Quizá el odio era el suyo propio y lo estaba proyectando sobre el Colectivo. El tren cambió de rumbo, con toda probabilidad hacia el Cuartel General de la Policía del Sueño. Hacia donde cientos de policías armados le silenciarían para siempre.

    Me han encontrado. Van a matarme. Peor, Van matar mi sueño... ¡No podré cantar de nuevo!

    Sin pensar, Shade gritó con ambos pulmones y dentro de su cabeza. El grito se emitió a través del vagón. Los pasajeros se taparon los oídos con las manos, cerraron los ojos y gimieron de dolor. Shade se levantó de un salto, activó el freno de emergencia con su mente y paró el tren. El mismo tren cayó a plomo. Los otros pasajeros se agarraron a sus asientos. Algunos volaron contra el techo. La Corteza se aproximaba rápidamente. Se abrió un paracaídas sobre ellos, llevando a todo el mundo de vuelta a sus asientos o de vuelta al suelo. Los heridos pusieron muecas, pero nadie osó emitir gemido alguno. Shade respiró hondo y gritó de nuevo, concentrando toda su energía mental para emitir ese terrible sonido.Los pasajeros luchaban por ponerse de pie y le echaban de sus mentes, se metían los dedos en loa oídos y se lanzaron hacia él. Su única esperanza era escapar por la Corteza, encontrar algún camino bajo la superficie sin ser detectado. Los pasajeros se abalanzaron sobre él y Shade gritó de nuevo, pero esta vez no tuvo efecto.

    Shade desconectó uno de los paracaídas del tren con su mente, usando el truco para anular la seguridad. El tren se inclinó y envió al pasaje al suelo del fondo del vagón.

    Veinte metros de altura.

    Diez. Cinco.

    Shade respiró hondo, se agarró fuerte y disconectó el paracaídas del todo. El tren cayó a plomo. Shade abrió la salida de emergencia de la ventana trasera con su mente y saltó fuera del tren.

Capítulo 31

    

Capítulo 31

    Shade aterrizó de pie, rodando hacia adelante para reducir el impacto. Tras él, el tren colisionó con la Corteza. Shade nunca había estado sobre la Corteza antes. ¿Quién lo había hecho? Bueno, Algunos nodos tenían motivos de ir aquí, después de todo.

    Unas cosas,muertas hacía mucho tiempo, crugían bajo sus pies. Las grises nubes del eterno invierno nuclear le enviaban su brillo desde el cielo, casi retándole a demorarse en aquel lugar. La radiación aquí era mucho peor que abajo, en la Ciudad de los Sueños. La exposición podía matar a un hombre en tan sólo un día o dos. El tren yacía doblado y roto tras él. En cada dirección, negrura. Vacío.

    Espera. Allí.

    La cuneta de un sumidero al descubierto brillaba a un centenar de metros de distancia. Una vez dentro, habría miles de puntos de acceso en cientos de niveles donde las alcantarillas y otras ramas intersectaban el conducto principal.

    Era difícil... pero no imposible... que el Colectivo le rastreará allí abajo. Podían posicionar nodos en cada salida, pero, si era rápido, podría llegar allí primero. Shade corrió hacia la cuneta.

    De pronto, una sombra se movió sobre su cabeza y, por instinto, Shade saltó a un lado. El tren volador se aplastó donde él había estado un segundo antes. Él cerró los puños y gritó de nuevo, pero el tren se elevó una vez más en el aire. El Colectivo como un todo debía de estar controllando el tren. Su grito no tendría efecto.

    Shade corrió. El tren descendió de nuevo, fallando por centímetros. Shade corría saltando tan aleatoriamente como podía atreverse; a izquierda y derecha, incluso hacia atrás; para evitar que el Colectivo adivinase sus movimientos. Tan sólo unos metros más y estaría en la cuneta del drenaje. La sombra asomó por encima una vez más. Shade saltó de cabeza dentro del sumidero y sintió en las plantas de los pies cómo el tren impactaba contra el plomo. El golpe le envio por los aires y Shade cayó al suelo. Tras él, el tren quedó incrustado en el estrecho sumidero, inmóbil. Shade tendía que darse prisa. Correteó por el conducto del sumidero y empezó a salpicar agua a su paso por unos charcos.

    ¿Y si...?

    Suprimiendo su miedo, Saltó conducto abajo y se deslizó por el agua durante diez minutos a velocidad creciente hasta que llegó a una zona seca. Una luz iluminaba este trecho del conducto. Había una compuerta hermética a un lado. Shade consideró la situación. Había bajado un buen rato y probablemente estaba a unos cincuenta niveles o así bajo tierra. No tenía duda de que había pasado de largo muchos puntos de salida sin darse cuenta. Se preguntó porqué aquella compuerta estaba iluminada y las otras no. Tal vez era un punto de acceso principal. Lo que implicaría que era más probable que estuviera defendido. Podía continuar. Pero, ¿quién sabía cuando tendría otra oportunidad como esta? Podría acabar en las Minas de los Sueños si no tenía cuidado y no quería iniciar el contador otra vez.

    Espió por la compuerta. ¿Continúo o me quedo aquí? No hay tiempo, pensó. Decidió primero comprobar su apariencia. Estaba empapado hasta los huesos de lodo radioactivo. Había perdido el casco y la tartera. Ya no parecía un obrero cansado, más bien parecía un sucio obrero de las cloacas después de desastascar un conducto. Esas cosas pasaban a veces, sabía Shade. Inventó una nueva historia confiando en que no hubiera nadie al otro lado de la compuerta. Giró el volante de la puerta, respiró hondo y la empujó.

    Nadie. Ningún grupo de bienvenida.

    ¡Sí! Había vencido al Colectivo esta vez. Bien.

    Shade atravesó la puerta y la cerró detrás de él. Algo frío y duro le tocó la nuca.

    Un arma.

    —Date la vuelta, - ladró una caja gráznida. —Despacio.

Capítulo 32

    

Capítulo 32

    Shade se giró con las manos en el aire.

    Dos jóvenes Policías del Sueño le apuntaban con sus armas a la panza.

    Novatos. Shade no reconoció a ningunos de ellos. Ambos llevaban escudos oníricos dobles. Las cajas gráznidas colgaban de sus gargantas. Shade se proyectó en sus mentes.

    —Hola, qué buen tiempo hemos tenido últimamente, ¿eh? Aquí ando, limpiando los sumideros... ¿ein? ¿para qué las armas?

    Ellos le expulsaron de sus mentes.—Buen intento, - crugieron las cajas. —Sabemos quién eres. Un pensamiento más y eres nodo muerto.

    Ambos comprobaron sus escudos oníricos. Máxima potencia, notó Shade. Integridad completa. Pero... no llevaban tapones en los oídos.

    —El soñador Principal, - gruñó un novato. —Encontrado culpable previamente. Sentencia: LoboQuim. ¿Ejecutar sentencia?

    Una pausa. Ambas armas apuntaron a la cabeza de Shade. Sólo tenía un segundo o dos antes de acabar muerto o LoboQuimizado. No estaba seguro de qué era peor. Suspiró. Hora de morir. Hora de que sueño muriera.

    —O... — dijo la voz en su cabeza. Canta. Para eso has venido aquí. ¿Recuerdas?

    —¡No estoy preparado!

    —¿Qué tienes que perder?

    Las cajas gráznidas gruñeron al unísono. —Nodo Shade, Eres culpable de crimes contra la humanidad. La sentencia es la muerte.

    Los dos policías amartillaron sus armas. La canción inundó el interior de Shade. No tenía otra elección. Eso facilitó las cosas. Abrió la boca y dejó que su canción fluyera.

    —¿Qué... qué estás haciendo? - gritaron las cajas.

    Las armas temblaron en las manos de los polis. Las balas rebotaron al lado de Shade, sin darle. La canción creció en fuerza, silenciando las quejas de los polis, que dejaron caer sus armas. Se cubrieron los oídos con las manos, pero era demasiado tarde. Cayeron de rodillas. Hora de irse. Su canción objetó ante la idea, pero obedeció... aunque Shade sospechaba que esta obediencia no duraría mucho. La canción se disipó. Shade cerró los labios. Los hombres se le quedaron mirando ojipláticos, cogidos de las manos y con las armas a sus pies. Shade movió una mano delante de sus caras.

    Sin reacción.

    Los rodeó y se alejó andando por el corredor. Miró atrás y vio que los hombres no se movían. Shade huyó a toda prisa hacia el Mundo del Trabajo.

Capítulo 33

    

Capítulo 33

    La buhardilla era oscura y sucia por el uso de un millar de soñadores en fuga. Shade reexaminó el lugar. Sólo unas semanas atrás, había enfrentado aquí a esa soñadora premeditada ... la Ayudante, a la que Kann había disparado. Su sangre aún manchaba el suelo.

    Shade dejó las luces apagadas. Poco tráfico pasaba por la calle. Una vez que se ajustaron los ojos, encontró la cama y se echó sobre las sábanas polvorientas. La cama era sucia e incómoda, pero era todo lo que le quedaba. Tras huir de los temblorosos novatos, Shade se había infiltrado usando las sombras. Bastaban un único par de ojos para que cayese sobre él la ira del Colectivo. Había conseguido llegar hasta la buhardilla sin ser visto y tragarse la última píldora de comida y agua del bolsillo de su traje. Se preguntó lo que Maude, Buck y Ennst estarían haciendo ahora. Si estarían a salvo, esperando, quizá, oír noticias suyas.

    ¿Ahora qué? se preguntó.

    Se quedó mirando el oscuro techo. Una araña de dieciséis patas se arrastraba por su tela hacia donde zumbaba una mosca, enredándose ella misma con cada desesperado intento de liberarse. La reacción de los novatos le había sorprendido. Pensaba que iba a morir en ese momento. Había cantado de desesperación... ¡y había ganado! ¿Podría hacer lo mismo al Colectivo entero? ¿Era tan poderoso su sueño? ¿podía poner de rodillas a toda la masa de la humanidad, a diez mil millones de nodos?

    Shade estaba cansado. Demasido cansado. ¿Cuántos días había estado sin dormir? Le parecía una vida entera. Se le cerraban los ojos. Ojalá pudiera descansar, ojalá pudiera pensar con claridad, entonces sabría lo que hacer.

    —Duerme,le dijo su canción. —Vamos a soñar.

    Abrió los ojos. ¡Soñar! ¿Cuántos soñadores había atrapado y LoboQuimizado mientras dormían, con el pincho en sus venas antes que supieran lo que había pasado? Si dormía... si soñaba ahora y le encontraban...

    —Duerme, - le arrulló su canción de nuevo. —Debes beber del manantial cada noche para que tus sueños sigan fuertes.

    Pero él estaba muy despierto ahora. Apoyó las manos en la nuca. ¿Podrían rastrearle aquí? ¿Se delataría como antes, emitiendo su ubicación sin notarlo siquiera? ¿Tenía acaso un deseo inconsciente de ser atrapado y castigado?

    Se mordió el labio. ¿Qué opciones le quedaban?

    —Enfrentar al Colectivo ahora, mientras estás cansado, indefenso. Tienes que estar preparado, - susurró su sueño.

    —Pensé que querías que durmiera.

    —Soy tu canción, - dijo la voz. Soy el Qué y el Porqué, pero tu eres el Quién y el Cuándo y el Cómo."

    —¡Que no estoy preparado! - protestó Shade. —¡Ahora no, nunca! ¿Cómo puedo infectar al Colectivo entero? ¿Quién soy yo para hacer esto?

    La voz no respondió.

    Simplifica, pensó. La cuestión era: ¿Cuál es su radio máximo de emisión? ¿Hasta dónde podía saltar en las mentes y aún ser contagioso? Para la mayoría de los soñadores, un par de kilómetros. Para un Principal, quizá una decena de kilómetros. Para que tuviera éxito, tenía que emitir para el mundo entero al mismo tiempo.¿Acaso era posible infectar diez mil millones de nodos a la vez? Menuda idea, pensó: la humanidad embobada con su canción.

    Eso asumiendo que todos reaccionaran del mismo modo, por supuesto. Y diez mil millones de personas era un montón de personas... aunque una pequeña fracción de ese número quedara ilesa, el Colectivo encontraría un modo de defenderse, de destruirle y destruir el mundo entero antes que entregar el control.

    ¿Qué locura le había hecho pensar que todo aquel plan funcionaría? Mira todo lo que había perdido... su amor por el Colectivo, por su esposa, por la amistad de Kann, hasta su amor por Maude. Todo lo que le quedaba era aquella estúpida canción.

    Estúpido. Todo ello.

    La canción ronroneó dentro de su cabeza de nuevo. Era... era un arrullo. Como el que Maude le había cantado. Una antigua canción para dormir a un niñó inquieto.

    ¡Duerme!, la canción acarició su alma, sosegó sus nervios hechos trizas.

    Viviría o moriría. Ganaría o perdería. Pero no ahora mismo. Mañana. Mañana se enfrentaría al Colectivo. Una vez que hubiera podido descansar un poco.

Capítulo 34

    

Capítulo 34

    Una mano le acarició la mejilla. Él se despertó sobresaltado. Un rostro familiar le miraba desde arriba. Shade apoyó sobre los codos y parpadeó, entornando los ojos para enfocar.—¿Linda? - Ella estaba sentaba sobre sus talones. —Hey, Jimmy.

    —Pero... ¿qué estás... o sea, te vi... habías muerto....

    Su alegre risa le hizo cosquillas en los oídos. —Hablas del tiroteo en la Cámara de Rey.

    —Te vi, - dijo él de nuevo. —Moriste en mis brazos.

    Ella asintió sin cambiar su sonrisa. —Me curaron.

    Un leve brillo de luz se filtró a través de las cortinas. Él saltó hacia la ventana y espió por ella. Estaban los dos solos.

    —¿Quién te curó? - susurró él. —¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo?

    —El Colectivo. - dijo ella con su incesante sonrisa de plástico. —Una segunda unidad de Policías del Sueño bajó con Kann. Tenían una unidad médica portátil. Me curaron, me dejaron como nueva. - ella reía. —¡Incluso me reconectaron. ¿No es fabuloso?

    Shade corrió hacia otra ventana y miró a la calle, pero estaba vacía.

    —¿Te reconectaron? ¿Cómo?

    —Con el reconector de Ennst, - dijo ella. —él que dejó en la Cámara de Rey. ¿No te acuerdas?

    Lo recordaba. —Pero, ¿de dónde sacaron un implante de repuesto?

    —Lo trajeron ellos, - dijo ella. —Y puedo decir... ¡uau! ¡Es genial formar parte del Colectivo de nuevo!.

    Shade la miró con creciente horror. —Pero, ¿qué hay de tu sueño? - dijo él al final.

    Ella rió de nuevo, pero el sonido le pareció mecánico, una sombra proyectada por una estatua inanimada.—Oh, eso, - dijo ella. —Jugar con pinturas, ¿cómo he podido ser tan estúpida? Incluso desde la LoboQuim...

    Shade le cogió por los hombros. —¿Te han LoboQuimizado?

    Su carcajada fue como el estertor de la muerte en sus oídos. —¡Por supuesto que sí, bobo! - Una expresión de éxtasis desfiguró su cara. —Ser un miembro útil de la sociedad de nuevo...— Linda tomó su cara entre sus manos y le basó en la punta de la nariz. Tú también deberías disfrutar de esa dicha.

    Shade asintió y se apartó. Se lanzó de vuelta a la cama. —Esto es un sueño, ¿verdad? - dijo él. —Una pesadilla. Cerraré los ojos, volveré a dormir y tú y todo esto desaparecerá.

    —¿Crees que soy... una pesadilla? - ella le miró como si estuviera a punto de llorar.

    —Te vi morir, - dijo Shade. —Es imposible que sigas viva. ¿Un segundo equipo del que yo no sabía nada? ¿Equipo médico portátil? ¿Un implante que tienen de repente con ellos? - Negó con la cabeza. —No me creo nada de eso. Ni una palabra. Esto tiene que ser un sueño.

    Linda ladeó su cabeza como si hubiera escuchado algo, o a alguien. Fue hacia la ventana y miró hacia la calle.

    —¿Eso de ahí fuera es parte de tu pesadilla? - preguntó ella.

    Shade cerró los ojos, se acomodó en la cama. —Seguro que sí, - dijo él, fatigado.

    —Pues yo ni siquiera sabía que había tanta Policía del Sueño, - suspiró ella.

    Ignórala. Es una invención de tu imaginación. Una pesadilla. No le dejes que te embauque. Pero la curiosidad le superó. Se levantó de la cama con un suspiro y fue hacia la ventana.

    —Veamos el aspecto de esta pesadilla, - dijo él.

    Descorrió las cortinas y se inclinó hacia adelante con ambas manos sobre la cornisa de la ventana. Shade sofocó un grito. Nunca había visto tanta Policía del Sueño antes. Los oficiales debían de haber volado desde todas las partes del planeta. La calle, vacía sólo unos momentos antes, ahora estaba llena de policías hombro con hombro con escudos oníricos dobles, triples y hasta cuádruples. Estaban en las azoteas del frente, se suspendian en cruceros policía con focos de búsqueda que giraban escupiendo ardientes parches de luz.

    Linda le pasó una palma por la base de su espalda. —Querían tener unas palabras contigo, - dijo ella. —Pero les pedí que me dejaran charlar contigo primero.

    Shade se apartó de la ventana. La Policía del Sueño estaba fuertemente armada con bandoleras de balas y pinchos LoboQuim sobre sus hombros, y rifles apuntados hacia él.

    Eso es un montón de equipo para capturar a un único soñador, pensó, por mucho que él fuera el último soñador Principal del mundo.

    —¿Qué quieren? - preguntó él. —¿A qué están esperando? ¿Por qué no me han matado ya?

    Ella se giró hacia él. —Quieren que vuelvas a casa, - dijo ella. —Quieren que seas feliz. - apoyó las manos en el pecho de Shade, pero él las agarró y las mantuvo quietas.

    —¿Feliz? - balbuceó él. —¿Así es como lo llamas?

    —¿No quieres ser un miembro útil de la sociedad de nuevo? - susurró ella. —¿Ser parte de algo más importante que tú mismo?

    Qué tedioso, pensó Shade. Pero, con pesadilla o sin pesadilla, tenía que lidiar con aquello lo mejor que podía o las cosas se iban a poner feas.

    Avanzó empujando a Linda a su paso. —No si eso implicas matar mi canción, - dijo él. —Tengo un sueño. Y ese sueño es lo más importante del mundo.

    —Para ti, - le indicó ella.

    Shade lo consideró, luego asintió. —Para mí.

    —¿Aúnque ese sueño amenace destruir el mundo?

    —Especialmente entonces, - dijo él. —¿Un mundo gobernado por el Colectivo donde mi sueño no es bienvenido? Ese no es el mundo en el que yo quiero vivir.

    —Entonces, muere, - dijo ella acariciándole la mejilla. —Pero no hagas daño al Colectivo. ¿Lo haras? - Sus ojos le miraron suplicantes.

    Diez mil millones de mentes miraban desde aquellos hermosos orbes.

    ¿El Colectivo le temía?

    Shade habló despacio para asegurarse de que todos le pudieran oír.

    —Llevaré mi sueño a cada miembro del Colectivo o moriré en el intento. No hay una tercera vía. - Sujetó la mano de Lidia en la suya. —Supongo que esto es un adios.

    —No me digas adios a mí, Jimmy Shade, - dijo ella.

    En su voz, Shade oía el monotono de diez mil millones de voces. —Dile adios a... ellos. - ella se giró de nuevo hacia la ventana.

    En el centro de la calle habían aparecido una serie de jaulas. En su interior, destellos de color, anatomía irregular. Shade entornó los ojos.

    ¡Sus amigos! Maude, Ennst, Buck, Zama, y el resto de actores.

    Maude se agarró a las barras de su jaula. Sus miradas se encontraron.

    ¡Canta! le suplicó Shade en silencio. Déjame oír tu voz. Tu sueño. Dame el coraje para cantar también. Ella abrió la boca y Shade observó atónito. Alguien le había cortado la lengua. A Buck le faltaban los cuernos, manos y pezuñas. Los actores yacían inmóbiles sobre el suelo de sus jaulas sin brazos ni piernas.

    Linda se acercó a él desde atrás y susurró en su oído. —¿Sufrirás tú como hicieron ellos? - preguntó ella. —¿Por nada? - apoyó su barbilla en el hombro de Shade. —¿O tomarás tú medicina y serás un buen chico?

    Shade abrió la ventana de un empujón y saltó hacia el techo.

    —¿Qué estás haciendo? - preguntó ella. —¿Jimmy? Háblame, Jimmy.

    La policía siguió sus movimientos con las armas. Sonaron miles de seguros y cerrojos de los rifles.

    ¡No puedo hacerlo! pensó Shade. ¡No me obliguéis, por favor!

    —Sólo abre la boca, - le susurró su canción. —Yo haré el resto.

    Abrir la boca. Eso sí podía hacerlo.

    De modo que, con las manos a sus lados, las armas apuntando, Shade tomó una profunda respiración y abrió la boca tanto como pudo.

    La canción brotó de dentro. Shade esperaba que las balas le perforaran el cuerpo, miles de salvas de munición tamizando su carne hasta hacerla pulpa. Pero ellos le oyeron cantar y la música que se vertía de sus pulmones era la más hermosa y poderosa melodía de su vida,

    Shade se preguntó de dónde vendría y lo que significaba.

    Cuando hubo acabado, permaneció allí, jadeando. La Policía del Sueño no se había movido ni cambiado de posición, no había reaccionado en modo alguno. Tras un largo rato, un poli en la calle dio un paso al frente.

    Era Kann.

    Su caja gráznida resonó.—Hey, Jimmy.

    —Kann. - Shade consiguió mostrar una débil sonrisa. —¿Cómo te va?

    —Jimmy, - dijo Kann, —No puedo oírte. Todos llevamos tapones en los oídos.¡Tapones! Shade se maldijo a sí mismo. Ojalá hubiera actuado antes... Ahora todo estaba perdido.

    La caja gráznida de Kann chirrió de nuevo. —Baja aquí ahora o nos veremos obligados a dispararte. - Una pausa. —No me obligues a dispararte, Jimmy.

    Shade asintió. No había esperanza.

    —Te olvidas... - dijo su canción. —... del resto del Colectivo. ¿Llevan todos tapones y escudos?

    —¡Están fuera de mi radio de emisión, - objetó Shade. —Ningún soñador puede infectar el planeta entero.

    La voz soltó una risita. —¿Lo has intentado?

    Si eso funcionaba... sería una maniobra de flanqueo, pensó Shade. Interesante.

    —¡No! - dijo la voz. —No lo pienses. Sólo abre la boca. Eso es todo lo que tienes que hacer.

    Kann apoyó en su hombro la culata del rifle, apuntó a Shade. —¿Vas a bajar o no?

    Shade no respondió. Cerró la boca y cantó de nuevo... esta vez con su mente.

    Su implante vibró dentro de su cráneo con la inesperada potencia de una maldición. Shade alcanzó a los nodos situados a algunos bloques de distancia, a dos calles de distancia, hasta que estuvo saltando en las mentes de un millón de nodos por segundo, propagando su sueño a cada nodo de la ciudad. Nunca había imaginado que tal cosa fuese posible.

    ¡Emitir un sueño a tan grandes distancias!

    Los pensamientos se transmitían por el mundo a la velocidad de la luz, pero los sueños brotaban a su paso de mente a mente... lo que él estaba haciendo era extraordinario y lo sabía.

    —Deja de ponerte medallas y canta más alto, - le ordenó la voz dentro de su cabeza.

    Así lo hizo. Con cada último gramo de fuerza que poseía, cantó. Y cantó sobre el Colectivo, sobre su amor por el Colectivo, y la voz brotó dentro él para acompasar las ciudades cercanas, el continente entero, el hemisferio.

    El mundo.

    En menos de una fracción de segundo, Shade ingresó en las mentes de diez mil millones de personas, entrando y saliendo de sus cabezas, y cantó para ellos, cantó sobre su amor y su esperanza y sobre todo lo que significaba ser humano. El Colectivo notó lo que estaba ocurriendo demasiado tarde... lleva cierto tiempo apretar un gatillo, una eternidad comparado con la velocidad del pensamiento... y diez mil millones de nuevos soñadores invadieron las mentes de la Policía del Sueño con su transitorio pensamiento a través de sus escudos oníricos, abrumándoles, anulándoles...

    Depués sucedió.

    La policía se quedó inmóbil. Dejaron las armas en el suelo, se arrancaron los escudos y se quitaron los tapones. Toda la policía empezó a bailar.

    Kann también bailaba. Sonrió y saludó arriba hacia Shade, luego giró sobre uno de sus talones en un movimiento artístico y abrió las jaulas.Maude alzó sus brazos escamosos sobre su cabeza en señal de triunfo. Con tiempo y una unidad médica, ella estaría entera de nuevo. Todos volverían a estar enteros de nuevo. Y no sólo los demás soñadores. El mundo entero podía ser curado, los mundos del Trabajo y el Juego unidos una vez más, para siempre. Trabajadores y Soñadores viviendo juntos hombro con hombro, mano con mano, felices juntos.

    La canción de Shade armonizó la Tierra y alcanzó el cielo oculto, hasta el mismo universo, y le pareció a él que hasta las mismas estrellas empezaron a danzar... una danza de alegría.

Capítulo 35

    

Capítulo 35

    Kann escupió en el polvoriento suelo de the buhardilla. —¿Está muerto?

    La sangre formaba un charco sobre el sucio colchón. Bark, su nuevo compañero, comprobó el pulso del soñador, luego enfundó el arma.

    —Su sueño ya no amenaza al Colectivo.

    Kann soltó una carcajada y le dio una palmada a Bark en la espalda. —¿Te das cuenta de que esto nos convierte en héroes?

    Bark bajó la vista hacia el cuerpo con asombro.

    —¿De verdad que era el último soñador Principal?

    Kann escupió de nuevo, esta vez en el cuerpo aún caliente de Jimmy Shade. —La era del sueño ha acabado. Ahora todos hemos de trabajar.

    Dieron media vuelta y salieron de la buhardilla. El mismo día, el Colectivo disolvió la Policía del Sueño y reasignó a los dos nodos como obreros de la Fábrica de Información. Y le pareció a Kann; cuando se le permitía pensar en ello, lo cual no sucedía a menudo; que la Tierra suspiró de alivio por el exterminio de los sueños. El Colectivo podía destinar ahora toda su energía a la salvación de la humanidad.

    —LA ERA DEL SUEÑO HA TERMINADO, - resonó el Colectivo, —AHORA TODOS HEMOS DE TRABAJAR.

Capítulo 36

    

Capítulo 36

    Al otro lado del planeta, en otra ciudad, muy lejos bajo la Corteza, nació un nodo en el fondo de un rascatierras que caía hacia la superficie. El bebé fue conectado a un implante al nacer. El Colectivo cuidó al bebé como cuidaba de cualquier otro nodo. El bebé, sin haber sido tocado por el sueño de Shade o por cualquier otro sueño, poseía muchos dones que indicaban un futuro brillante como obrero en la Fábrica de Información. Pero este bebé era diferente. En las profundidades de su cerebro, en un lóbulo inalcanzable para el Colectivo, sus pensamientos eran extraños y perturbadores.

    El bebe estaba soñando...

    FIN