Créditos

    Tokio Cero

    (versión gratuita en español. Prohibida su venta)

    Copyright © 2021 de Marc Horne. (Algunos derechos reservados. CC-BY-NC-SA)

    Traducción y Edición: Artifacs, febrero 2021.

    Diseño de Portada: Marc Horne, adaptado al castellano por Artifacs.

    Publicada en Artifacs Libros

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    Obra Original: Tokyo Cero

    (edición revisada en Paris en 2007. Publicada electrónicamente por primera vez en 2004. Escrita en EE.UU. en 2001)

    Copyright © 2007 de Marc Horne. (Algunos derechos reservados, CC-BY-NC-SA). marchorne.com

    Publicada en Obooko.

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    Tokio Cero se publica bajo Licencia CC-BY-NC-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es

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Sobre el Autor

    Otras novelas del autor:

    • This Unhappy Planet (2010)

    • Automatic Assassin (2011)

Dedicatoria

    Para Emily

TOKIO CERO

por

Marc Horne

UNO

    Las armas de los policías japoneses son pequeñas y un tanto insignificantes. Excepto cuando te están disparando. En este momento, nos están disparando a mí y a mi compañero y estamos corriendo asustados. Los disparos de los policías son un poco tentativos, como alguien que se quita un chicle pegado en el pelo. Para ser justos con la policía debo mencionar que estamos en la estación de Shinjuku, la más concurrida del mundo. Actualmente está ocupada por... oh, no sé... 2.5 Lichtensteins. Tengo un promedio de diez centímetros más de altura que los que me rodean, y unos diez centímetros cruciales para arrancar, así que cuando atravieso la multitud como un autobús, lastimando a todo el mundo, debo recordar agacharme. Para ayudarme a recordar esto, visualizo dos cosas: la tela que cuelga frente a cada establecimiento de bebidas de este país y esas fotos de la autopsia de JFK que mi padre y yo discutimos durante el desayuno en 1977.

    Corriendo a mi lado, en pleno rubor de su compacta masculinidad, está Takeshi Honda, exmilitar. Ahora, si yo fuese un Takeshi Honda con un traje azul en estas circunstancias, me caería al suelo y al levantarme sería una oveja en lugar de un lobo y vería los eventos como el que ve la televisión. Sin embargo, Honda se queda conmigo, señalándome aquí y allá, agarrando por delante agresivos empleados con el uniforme de Ferrocarril de Japón y aplastándolos en pedazos, recordándoles que no son los puntiagudos sombreros de la policía los que nos hacen correr.

    Pasamos un "¡Vamos al Quiosco!" y nunca he tenido más ganas de aceptar su invitación. Sí, vamos al quiosco... cualquier cosa menos esto.

    El hombre detrás del quiosco no puede creer lo que ve: la multitud se ha separado, en primer lugar, y en segundo lugar, un hombre blanco con la cara cubierta de sangre y un asalariado con alma corren directamente hacia él. Si ella no fuese tan traidora (o si no lo fuera yo) el hombre del quiosco vería también a una mujer agresivamente muy atractiva cuello a cuello con nosotros, probablemente abiertamente armada. Pero ella ha desaparecido y no sé si su belleza ayudará o dificultará su intento de permanecer desaparecida.

    Cuando esto termine, será interesante descubrirlo. Si es que veo su foto policial en la televisión o si nunca la vuelvo a ver, así será como lo descubriré.

    "¡Alto!" grita la policía en inglés, lo cual me tomo como algo personal. Esto me hace dar la vuelta. Veo que las cosas han terminado. De alguna manera, han coordinado la estación como un ejército para separarse y crear un largo campo de tiro. Avanzan un poco hasta el extremo del campo a medida que se colocan en posición. El suelo de esta estación tiene una de las superficies más resbaladizas conocidas por el hombre, pulida por varios millones de pies en un predecible caos diario. Está veteada en un patrón que a los programas antropológicos del futuro de mi padre les diría mucho sobre la raza humana recientemente muerta. Los tres policías están a punto de disparar, tan pronto como puedan colocarse, y aunque uno elimine accidentalmente al hombre del quiosco que se esconde tras los calamares secos frente a nosotros, eso todavía deja muchas balas para mí.

    Los calamares secos me recuerdan a los enormes calamares gigantes bajo el océano, sacos de increíble presión, poder letal y oscuridad que, sin embargo, no han tenido ningún impacto en mi vida.

    El hombre del quiosco cae.

DOS

    El comienzo está en al menos cuatro lugares.

    1) Algo desconocido en la vida de mi padre.

    2) La muerte de mi madre a manos de los Khmer Rouge.

    3) Cuando me enredé con esa chica, Claire.

    4) De alguna manera conocí al hombre número dos en uno de esos cultos de la muerte japoneses.

    Pero elijo comenzar en el medio de las cosas, o cerca del final de las cosas. La crisis es por donde voy a empezar.

***

    Llegué al aeropuerto de Narita, el aeropuerto de Tokio, en un día excepcionalmente caluroso de agosto. Me bajé del avión de British Airways, donde no habían anunciado la temperatura en tierra: presumiblemente para evitar el pánico entre aquellos como yo que desafiaban el verano de Tokio por primera vez. En retrospectiva, la tripulación que "me despidió" por la puerta tenía el aspecto de instructores de paracaídas, más que azafatas inteligentemente vestidas, mientras me sacaban como un fardo por la puerta.

    Y de pronto me sentí terrible. Me sentí como una víctima que podría ser elegida por cualquiera. Me sentí de pronto débil y confundido por el calor y también inesperadamente iletrado. Seguí a una larga fila de personas hasta un lugar donde se estampaban sellos a muchas cosas. Era la década de 1970 en Narita, pero podría haber jurado que mi reloj decía 2000.

    Tal vez solo eran las 8 en punto. ¿Qué hora era de todos modos?

    Estampado, dando vueltas por ahí hasta entrar en un bar con una cerveza de $32 frente a mí, me felicité por mi profunda cobertura. Durante media hora, incluso me había engañado a mí mismo pensando que era un idiota inofensivo, en lugar de un miembro de una conspiración internacional.

    Asimilé un poco mi entorno: estaba en el más occidental de los discretamente escondidos restaurantes del aeropuerto. Al llegar me habían traído a esta mesa sin mediar palabra y con muy pocos y sutiles gestos. Se empleó un poco de magnetismo, la camarera me influyó a entrar. Todo el mundo estaba fumando Marlboro o Lark, una marca local que mapeaba su condado en las arrugas del envejecidos actores duros de aquí o de allá. Todos los hombres estadounidenses tenían gruesas patillas y chaquetas de brillante cuero marrón. Estaban extrañamente callados, para los estándares estadounidenses. ¿Se sentían demasiado fuera de lugar o demasiado en el lugar? Cuando estás demasiado en el lugar, la gente ni siquiera tiene que mirarte para conocerte y juzgarte.

    Fuera, los aviones continuaban chocando suavemente contra la tierra, sin dañar a nadie.

    El aeropuerto de Narita es, por cierto, el aeropuerto más lúgubre del mundo civilizado. Otros aeropuertos tienen algún tipo de rayos X lentos con su luz intensa, pero Narita es la sala de fumadores de la jet set. El esquema de color básico es marrón y negro. Los suelos resbaladizos te llevan a muchos lúgubres callejones sin salida. Hay un limpiador, o alguien que te mira fijamente, al final de cada uno de estos. El nivel del suelo allí cambia abruptamente cada pocos decímetros. El ganado nunca podría salir en estampida en el aeropuerto de Narita.

    Bueno, el hombre que yo estaba esperando bien podría aparecer de la nada. Además, la descripción que yo tenía de él sería bastante útil en Abu Dhabi pero no en el Tectoplex de Tokio.

    Pensé que podría ser bueno comer. Desplegué un gran menú ilustrado. Veinte ilustraciones de la parte superior de un cuenco humeante de fideos y otro de cangrejo y papas fritas. Me tomé unos minutos para distinguir algo singularmente apetitoso en al menos uno de los cuencos de fideos, pero se me escapaba... comida de ruido blanco.

    Luego él entró en la habitación: Sato Yosuke. Asesino. Feo cabronazo.

    Tenía un corte de pelo que todo el mundo describió de manera diferente al describirlo a la policía unos meses después. Por mi parte, lo compararía con un casco hecho de tronco de árbol lacado. Luego, debajo de él, había algo parecido a Roy Orbison cuando salieron los obituarios. Las enormes gafas oscuras parecían un disfraz, pero podían haber sido una concesión a los superficiales juicios estéticos de la sociedad. Además, llevaba una chaqueta safari estilo "Carlos el Chacal".

    Yo había conocído brevemente a Carlos el Chacal en mi juventud. Él había estado pasando por Londres para la primera de una de sus interminables operaciones de mierda y el buen amigo de mi padre se estaba encargando de eso. Yo tenía 9 años en ese momento y aún no había resuelto plenamente lo que motivaba a papá. Habían pasado tres años desde que mamá había muerto y lo único que realmente se podía decir sobre papá en aquel momento era que tenía demasiados amigos y muchos de ellos eran famosos por demasiado de algo. El amigo en cuestión aquí era famoso por la extremidad de sus miras sobre los derechos humanos de los niños. Básicamente sentía que las palabras humano y niño tenían fuertes contradicciones internas. Era el hermano del científico informático Dr. Cranwell Blythe y, por lo tanto, tío de Claire Blythe, de quien yo me enamoraría y aprendería mucho.

    El caso es que mi padre se había dirigido a Londres y había tenido que llevarme con él. Yo me había quedado a dormir en una habitación pequeña desde muy temprano hasta muy tarde del día siguiente mientras continuaba la conversación.

    Conocí brevemente al Chacal (mi padre no había dudado de entretenerme con este nombre en el tren) cuando él se iba al día siguiente. Su cara gorda iba llena de arrugas de dolor, debería decir "estriada", y él no dijo gran cosa salvo que mi padre estaba chiflado.

    Sato se sentó a mi mesa. A los veinte segundos previos a su llegada, me llamó la atención al caminar hacia mi mesa mientras él miraba fijamente por la ventana. Mi primera suposición de «un hombre ciego a punto de presentar un problema muy real» duró solo una fracción de segundo porque Sato llevaba un periódico deportivo bajo el brazo. Era el tipo de revista deportiva cuyo principal argumento de venta es una mujer desnuda cuidadosamente manipulada en la portada. Hay muchas otras formas de que los ciegos averigüen los resultados del sumo. Decidí que mi mesa era lo suficientemente sólida como para recibir un golpe y que eso era preferible a hablar, gritar, etc. Esperando un golpe, me sorprendió cuando todo el asunto terminó con un deslizarse al asiento y un grupo de dos personas felizmente sentadas.

    "¿Sato-san desu ka?" Le pregunté. Yo había estudiado japonés durante un par de meses, pero la mayoría de las discusiones que había tenido con gente de Japón habían tenido lugar en inglés, puede que te complazca saberlo.

    "Mr.Williams ... ¿qué tal su vuelo?"

    Supuse que me estaba dando un nombre falso como medida de precaución.

    Me sentí mal por haberle llamado Sr. Sato. Luego él me salió de pronto con que Sato es el tercer nombre más común en Japón. Después de decir eso, una sonrisa se dibujó en su rostro como la herida en el vientre de un samurai de la tele (aunque en aquel momento yo hubiera extraído otra analogía, menos precisa, ya que casi no había visto televisión japonesa. Eso vendría durante los meses subterráneos).

    Me sentí en una clara desventaja. O bien Sato había leído mi mente o tenía un repertorio de trucos chulos que había adquirido por las malas. Le lancé una lenta mirada que trataba de decir No busques líos: Yo también soy un "pro".

    Pero ¿era él un "pro" siquiera? Algo en él no encajaba bien. No me estaba gastando la broma de ponerme a prueba, sinplemente había visto humor en ese momento. Me di cuenta porque no él tenía preparada una réplica. Nos sentamos en silencio durante largos segundos.

    "¿Cuánto tiempo vamos a esperar aquí?" Le pregunté.

    "Hmm ... no mucho. Nadie nos está mirando ... una lástima. Me gustaría que tomaras el Keisei Express para Kanamachi y que cuando llegues allí compres el bocadillo menos delicioso que puedas encontrar del hombre del andén".

    “Vale. ¿Quieres que yo salga primero?”

    "No, nos volveremos a ver".

    Y no se puso en pie. Y justo cuando me preguntaba si yo estaba haciendo el ridículo, sonrió de nuevo y se alejó andando.

    Ponderé tomarme una segunda cerveza, pero decidí irme. Sato me había irritado hasta un estado mental en el que yo quería estar activo. Me pongo así mucho y generalmente me causa más problemas que mi pasividad característica.

    Cuando salí del bar, después de lograr de alguna manera pagar las cosas sin esfuerzo, sentí una fuerte nostalgia. Esta era en parte del modo en que me había recordado hacía veinte años atrás, pero también era la nostalgia recién nacida que sientes cuando dejas un lugar seguro que nunca más volverá a ser seguro para ti. Porque, admitámoslo, había una buena posibilidad de que nunca pudiera relajarme en un aeropuerto de nuevo cuando todo el daño estuviera hecho.

    Me dirigí hacia el lugar donde se dirigían los pequeños iconos del tren. La luz parecía estar aumentando, aunque desde donde estaba era difícil de saber. Me estaba acercando al espacio clínico del sistema de trenes japonés que entrelazaba todo Tokio como venas calcificadas y que no se veía afectado por los dementemente variados grados de modernidad que lo rodeaban.

    Alguien estaba hablando muy alto. Y era un soniquete burlón que parecía adecuado para sentarse encima de alguien y meterle tierra en la boca. Tuve que echar un vistazo. Para mi sorpresa, era Sato quien hacía el ruido, acompañando algunos dramáticos gestos con las manos hacia un grupo de personas que deseaban profundamente no ser su público. Y lo más extraño era que estaba frente a dos policías. Ambos portaban armas en el cinturón y sin duda estrategias de judo a doble hombre para la mayoría de las eventualidades, pero parecían divertirse. Solo pude suponer que aquello era una especie de cobertura para mí, que desarrollos inesperados estaban en marcha. Aumenté la velocidad hacia el espacio justo antes de levantar sospechas y fui al subterráneo.

TRES

    Me subí al tren; una larga sandwichera plateada y acanalada con rayas estilo relámpago. Yo llevaba una maleta pequeña pero pesada llena de libros y zapatos (planeaba comprar la mayoría de las otras cosas localmente).

    A mi alrededor había varios japoneses que, poco tiempo atrás, habían sido turistas japoneses. Estaban equipados con diversos grados de atezados bronceados, parecían cansados ​​y casi a límite de hablar en voz alta. Su equipaje era, como siempre, algo que contemplar: ruedas, por supuesto, pero también accesorios tipo extremidad y convenientes mangos que brotaban dondequiera que una mano humana los miraba ligeramente. Al final, pocos de ellos hablaron. Soltaban lastre con recuerdos de Indochina o París mientras esperábamos a que el tren se pusiera en marcha. Si este no se movía pronto, comenzarían a sentirse avergonzados de los sombreros de pesca que habían elegido llevar puestos y yo, por mi parte, bien podría ser arrestado y ligeramente torturado.

    Las puertas se cerraron.

    Entramos en un túnel y, cuando salimos de él, había campos de arroz sin labrar por todas partes, cuidándose a sí mismos en silencio.

    El aire era muy frío en el tren y una suave brisa agitaba los anuncios de cómics (para Young Jump) que colgaban del techo como estandartes de guerra.

    El cielo obviamente era rico en agua porque la luz nos llegaba a través de un billón de puertas microscópicas que lo acentuaban. Además, cada uno de mis poros llevaba una pequeña gota de rocío.

    Pasamos por algunas ciudades pequeñas, como Narita, con su impresionante templo de hormigón. Su diseño antiguo inevitablemente transportaba a uno a un futuro lejano donde el hormigón era venerado por sus cualidades orgánicas, espíritu humano y resonancia emocional. Todo un futuro: y uno en el que estábamos trabajando.

    También había un molino de viento junto a las vías y, sin duda, una gran historia detrás de él. La historia probablemente comienza con un niño pequeño entre los escombros del Japón posterior a la Segunda Guerra Mundial mirando interminablemente un libro ilustrado abierto por la imagen de un edificio que él ni siquiera intenta comprender. Él solo quiere que exista. Quiere ver la madera brillando al sol como alas de pájaro y, en la temporada de lluvias, que el viento y la lluvia les den en la cara y seguir jugando. Y así sucede, y así muere, pero el edificio nos sigue saludando y apuesto a que hace que sucedan más molinos de viento.

    Yo tenía estos pensamientos cada vez que veía edificios de pie solos, demasiado parecidos a las personas perdidas. El hombre no paraba de hacer niños perdidos tamaño monstruo y sin preocuparse mucho por el hecho de que los edificios luego hacen que Pasen Las Cosas. Incluso hoy en día, a muy poca gente le importa eso ... ni por los datos que hacemos ni por lo que estos hacen de nosotros.

    Juega al béisbol al sol y siempre hay un satélite espía que conoce el marcador del partido, a cierto nivel. Entierra a un amigo y una hoja de cálculo cuenta las almas. Si quieres hacer de chamán loco, puedes leer los huesos y las hojas de té de los objetos que empujamos, golpeamos y apilamos, las fotos en las que nos gravamos a fuego, las puertas que dejamos abiertas, las puertas que cerramos, eras un chamán loco si podías dibujar el cuadro de una vaca en una pared, tenlo en cuenta.

    Llegamos súbitamente a Tokio. Técnicamente hablando no era Tokio, de igual modo que el cuello y la garganta no son lo mismo: si no te lo dicen, puede que no se te ocurra el punto de transición.

    Quedé impresionado. La rica concentración de cosas que la gente había hecho (y la gente que la gente había hecho) estaba intensificada por la velocidad. Una manzana de cubos de idéntico diseño cobró vida como en un zoótropo cuando la velocidad del tren la alcanzó: la pequeña suciedad, detalles y mutación de la vida proporcionaban la diferencia necesaria para la animación. La gente había roto el diseño sin siquiera quererlo y el ojo en el lugar correcto veía la danza humana.

    La ciudad presentada a la línea del tren estaba puntuada de futones colgados en los balcones para que cogieran aire fresco. Yo sabía que esto era en gran parte ritual, por lo que ni siquiera contemplé lo sucia que tendría que ser esta gente para que resultara una técnica de limpieza efectiva en una ciudad como esta. Entre los edificios, yo veía una calle o edificio brillante, a menudo incrustado con miles de bombillitas danzantes. Era de día, por lo que las luces estaban teniendo poco efecto en las personas: estas simplemente iban adonde iban ... tanto las luces como las personas. Luces más grandes, neón, letreros, estaban en gran parte inactivas. Estas eran señales de tráfico de una red verdaderamente humana: sexo, comida, dios, conversación en inglés ... gira a la derecha quinto piso.

    Me aparté girando de la ventana y me sentí como bajo el agua o hasta el cuello de arena. Cuando logré completar el giro, vi varios grados de un centenar de muy cercanos pero protegidos rostros. Todos estábamos viajando juntos.

***

    Después de casi una hora, la voz del locutor dijo: "Kanamachhhhhhhh ......"

    Mi mente había estado oyendo ruedas de tren traquetear la misma palabra repetidamente, así que yo estaba listo. Me escabullí del tren hacia un andén casi vacío. La estación estaba ligeramente elevada y cercada, pero muy próxima a las carreteras y casas y personas. Había un enorme póster de película pintado que mostraba o bien a Kevin Costner o a Harrison Ford saltando a través de una enorme bola de fuego. Esta ambigüedad era algo que sentí que Hollywood debería investigar. La película parecía llamarse "Bomba de Fricción"

    Luego vi mi primer Vamos al Quiosco: una animada cabinita llena de mangas del grosor de guía de teléfonos y revistas "femeninas" imposiblemente satinadas y aperitivos y bebidas. Caminé hacia él, consciente de que me estaban observando. Las únicas personas en el andén eran un grupito de pequeños colegiales de uniforme con enormes mochilas de cuero y un par de ancianas. De modo que decidí que el hombre en el quiosco era mi contacto.

    Eché un ojo a los aperitivos en exhibición. M&M, algunas patatas fritas, un cúmulo de calamares secos. Los calamares eran obviamente lo menos apetitoso para un occidental, así que los elegi para indicar quién era yo.

    Había varios tipos de calamares, pero elegí los que parecían más suaves y menos crujientes. Como buena medida, pedí tres paquetes.

    No pasó gran cosa y media hora después, después de empujar los aperitivos hasta el fondo de mi maleta donde nunca los encontrarían, volví al tren y continué hacia la estación correcta (los escolares fueron muy útiles) donde compré un paquete de "oishii-squido" y me encontré con un hombre en traje azul marino llamado Takeshi Honda.

***

    Cambiamos de tren dos veces para llegar a nuestro destino final, Koiwa. Honda me ayudó a llevar la maleta: insistió en ello.

    Noté que él era un poco diferente del resto de japoneses en sus treinta. Su piel era bronceada y suave, como alguien que hace mucho ejercicio al aire libre, pero no como un marinero azotado por el clima. También noté que la mascarada de su traje se veía amenazada ocasionalmente por los prominentes músculos. En realidad, tenía una cabeza musculosa, una vez que la observabas, más notablemente dos poderosos músculos colocados perpendiculares a la línea de la boca que parecían tan bien posicionados como para conducir sus largas losas de dientes a través de cuerdas, tablones y cualquier otra restricción menor. Su rostro era relajado y largo; su actitud era segura y estaba preparada para un leve desafío, como un puñetazo en el estómago o la solicitud de una explicación sobre sus apocalípticas creencias.

    Pues él era miembro de "El Sendero del Olvido", la obviamente peligrosa secta budista japonesa que presentía el fin del mundo en todo momento y que por eso él me estaba ayudando con la maleta.

CUATRO

    Honda estuvo callado en general y no me miró mucho.

    Yo esperaba que no quería llamar demasiado la atención. Pero antes de salir de la estación de Koiwa, me preguntó si quería un Sudor de Pocari. "Tiene alto nivel de elementos isotónicos, como la niacina: es un verdadero estimulante", me explicó.

    "Elementos isotónicos suena a buena idea." Respondí.

    Decidí que incluso si él volvía con una lata de Pis de Pocari, me la bebería sin preguntarle qué era un Pocari.

    El andén de la estación de Koiwa estaba a unos treinta metros sobre el nivel de la calle. De hecho, debajo de nosotros estaba el comienzo de una tienda por departamentos de seis kilómetros y medio de largo. Después pude ver mucho de lo que era Koiwa. Frente a la entrada sur de la estación había una placita y varias arcadas se separaron de ella. La Plaza mostraba signos de ser un lugar de charla política, ya que había carteles con gente de pinta aburrida dispersos a su alrededor. Había dos edificios altos en el lado sur. Uno estaba muy cerca de la estación y consideré que era uno de esos hoteles cápsula que había fascinado a los medios occidentales en los años ochenta. Parecía un poco descuidado, como si tal fascinación fuese la única razón por la que seguia existiendo. El otro edificio, más distante, parecía más nuevo, más curvo y tenía algunas coloridas obras de arte que yo aún no podía apreciar.

    En el lado norte había un gran supermercado llamado Ito Yokado, más calles comerciales y, a lo lejos, el río Edo color hematoma.

    Las vías palpitaban como resistencias eléctricas. Sin duda en verano la gente se incineraba en las vías, alejándose deprisa antes de que el tren las tocara siquiera. Podría ser hermoso: el tren amarillo de la línea Sobu irrumpiendo a través de una nubecilla rosa.

    Honda regresó con una lata que parecía una delgada Coca Cola azul. La abrí y me bebí el refresco ligeramente lechoso, ligeramente salado, malditamente bueno, mientras Honda miraba con una nota de preocupación en su rostro que desapareció cuando me pasé la mano por la boca y dije: "¡aahhhh!"

    Luego él hizo un gesto para bajar las escaleras y pronto estábamos fuera de la estación. El Pocari lo estaba haciendo soportable: estimé que me quedaban veinte minutos de caminata antes de tener que arrancarme la camisa y aplastarme una sandía en la cabeza.

    Lenta y suavemente, Honda comenzó a hablar mientras caminábamos por una calle cubierta llena de puestecitos, principalmente de frutas y verduras.

    “Esto es Koiwa, en el perímetro oriental de la prefectura de Tokio. Es parte del antiguo Centro de la Ciudad... muy al estilo antiguo".

    Yo no conseguía ver el estilo antiguo, a menos que veinte años después de los bombardeos incendiarios constituyese ser antiguo. Tal vez lo era. Tokio había sido destruido en ciclos y, como Honda y yo éramos particularmente conscientes, actualmente estaba atrasado.

    “Nos vamos a quedar aquí, ya que nuestra instalación en el país ha estado bajo una fuerte vigilancia recientemente. Nuestro cuartel general aquí está ubicado cerca de un mercado de pescado y entre varios bares de karaoke, incluido un bar coreano y un bar chino, por lo que tenemos una buena cobertura de olores y sonidos".

    "Excelente", anoté. No con ironía, tal era mi dedicación en aquel momento.

    Percibí al pasar por otra tienda que vendía grandes raíces flotando en líquido, que mi presencia no estaba causando la multitudinaria atención que yo había esperado. Honda me explicó que había varias grandes cadenas de escuelas de Conversación en Inglés en el área, y que las personas que se parecían a mí eran comunes aquí. Por eso me habían sugerido que llevase una camisa de microfibra y una corbata "fina" en el vuelo. Me vi en un espejo borroso en la tienda de pescado y pude imaginarme de pie con manchas de tinta en los dedos explicando la palabra "vigilancia" a las hordas apreciativas.

    Doblamos a la derecha en la tienda más grande de frutas y verduras, la que se derramaba sobre la acera como un padre se derrama de su sillón, confiante de ninguna oposición. Estábamos al pie del otro edificio que yo había notado desde la estación. No tenía pleno sentido: ¿era una casa de baños, una sala de cine, un teatro kabuki, un burdel, una sede corporativa, un bar de karaoke, un restaurante o qué? Fuera de la puerta había un gran cartel de un hombre con un gran dragón tatuado en la espalda, atrapado dentro de una signo de "¡No!".

    En un minuto estábamos en nuestro destino, un pequeño café que en Inglaterra se especializaría en sarnies de patatas fritas grasientas. Estaba en la planta baja de un edificio de tres pisos con azulejos grises, demasiado encorvado para ser nuevo pero demasiado feo para ser viejo. Al lado de la cafetería había una estrecha puerta de acero que yo ni siquiera había notado al principio.

    "La tienda también es nuestra... las personas que la llevan son... ¿mutantes?"

    Me asomé por la ventana para mirarlos. No parecían más mutantes que el resto de nosotros: un mamífero mediano particularmente agresivo con un cerebro que no podía descansar (incluso cuando debería) y que temblaba en la noche mientras las otras inteligencias hacían su inventario sobre nosotros.

    De modo que solo asentí y seguí a Honda por una escalera estrecha.

    No noté el letrero sobre la puerta que anunciaba el edificio como un local de tele-sexo, así que no entré en él todavía.

***

    Ya he mencionado que mi madre murió en Camboya. Este era mi primer viaje a Asia y, aunque no era tan tonto como para confundir Phnom Penh con Tokio, los recuerdos se estaban mezclando por los olores. Los olores son abusones y pueden saltarse todas las divisiones de la mente. Entonces, mientras seguía a Honda escaleras arriba; yo regresaba, al menos parcialmente, a la semana de chillar y tirar cosas, caerme y arrastrar cosas. La semana de mirar a través de, luego a, las ventanas (pero nunca a los reflejos que las ventanas estaban haciendo.)

    Creo que solo comencé a hacer esas cosas después de que mi padre las hubiera estado haciendo por un tiempo. El telegrama no tenía sentido para mí. Decía que la habían matado en Camboya, pero no cómo. Yo había oído hablar de personas asesinadas por coches o por la gripe, pero no por estar en un país. Le había preguntado a mi padre qué había pasado y él solo pudo responder: "Todos se están muriendo allí ... y algo peor. Alguien los está haciendo vivir sus sueños más enfermos. Alguien está derribando los locos sueños que solo tienen las personas y trayéndolas aquí donde se supone que las cosas son simplemente reales".

    Esto estaba lejos de ser lo último que yo oiría sobre este tema.

CINCO

    Una endeble puerta nos separaba de ellos. Una vez que estuve dentro, la misma puerta dividía a unos diferentes nosotros de unos diferentes ellos. Esto era cierto en todos los sentidos. Esta era la verdad que definía mi vida en Japón:

    la endeble puerta.

    Habíamos pasado hacia un gran salón comunitario. Las únicas ventanas en la habitación eran dos ranuras excesivamente elevadas que se abrían a regañadientes unos tres centímetros. En este momento transmitían la más mínima luz al interior de la habitación. Si había un sindicato de ventanas, estas estaban afiliadas.

    Las paredes tenían un gris uniforme, una textura que era casi aleatoria. Eran diferentes a las cosas que los humanos solían hacer. Todas las personas de cierta notoriedad que yo estaba a punto de conocer estaban enmarcadas por estas paredes y soportadas por una alfombra que era como una alfombra gris en una habitación gris y que, aún así, no quedaba del todo bien.

    Había tres personas en la sala que formarían parte de mi equipo durante los próximos meses. Lo que más me gustó de mi reunión con ellos fue que todos suspiraron cuando entré en la sala porque sabían que tendrían que cuidarme, y por el hecho de que yo existía. Y las personas que querían matar y morir y que ya habían acogido el apocalipsis aún pensaban así... eso fue lo que me impresionó.

    El primero en llamar mi atención fue el gordo: Yosuke Kawabata. Además de ser gordo, era un poco peludo, un poco alto y algo pecoso con elementos de diferente época y vida y color que hacían osados sus movimientos faciales, un poco peligrosos (especialmente si estabas vistiendo algo bonito cuando los hacía).

    Él había estado solo cuando sucedió. Se había llevado el pequeño saxo tenor, por el que había trabajado bastante duro, debajo del puente cerca del río para tocar sus inquietantes ruidos.

    Él nunca había considerado tocar el saxofón en el delgado edificio de apartamentos en el que vivían sus padres con él.

    Eso sería como cagar en la sala de estar.

    El gordo había caminado los cinco minutos hasta el enorme puente ferroviario, que ignoraba brutalmente el río bastante ancho y de flujo rápido debajo. Él había ocupado su lugar, el menos húmedo, el menos criticado, y había sacado su saxo para hacer los ruidos que hacían los diversos servicios de emergencia.

    Había comenzado solo amplificando su respiración y todas las tendencias aleatorias que se le habían pasado por su bastante aleatoria mente. Trinos y voceos como los de un gran pájaro de caza. Luego había recordado aquello de lo que había oído hablar: música, y había tratado de aproximarse a eso. Corredores pasaban junto a él con un alivio casi perceptible en su paso cuando lo veían: felices de que nadie estuviera siendo lastimado allí arriba en el rincón oscuro bajo el puente.

    Luego, al otro lado del agua, el gordo había visto algo. Perseguía el paso de un anciano vestido con un kimono. El anciano miraba por encima del hombro todo el rato. El ojo de Yosuke estaba fijo en el anciano. El anciano hizo un gesto al aire, como quien espanta un pájaro. Luego cayó al suelo con un grito. Yosuke había sabido que le llevaría al menos quince minutos cruzar el río y ayudar al hombre, así que se había quedado sentado a mirar. Cuando su reloj hubo llegado a los trece minutos y el anciano seguía vivo, dejó de ser necesario mirar el reloj.

    Varias horas después, después de que el cuerpo hubo sido retirado, Yosuke se había ido a su casa. Había dejado su saxo en el fondo del río. Ya no dedicaría su vida a hacer, sino a buscar. Había decidido ver lo que el viejo había visto, pero viviendo para contarlo al mundo. Esa sería su actuación. Él le enseñaría al mundo la naturaleza de las cosas finales. Y, dejando de lado el sarcasmo, su interpretación de saxo no llegaba a la altura.

    Cerca en la habitación había una chica delgada con un corte de pelo juvenil que hablaba de una limpieza forzada. Sus ojos eran inusualmente profundos para una japonesa. Me miró por el rabillo del ojo, aunque hacerlo implicaba torcer ligeramente el cuerpo.

    Honda nos presentó: ella era Junko Watanabe. Yo ya estaba arrastrando mi bolsa e inclinándome. No había aire acondicionado en la habitación, ni en la casa, ni en la calle, excepto en ese gran edificio, pero ahora hacía más frío. Yo estaba entre mi gente.

    Para ella, el momento del apocalipsis llegó cuando iba a la universidad. Había estado caminando por la calle hacia una clase con un grupo de chicas que se parecían mucho a ella y una que no.

    Lo que ellas estaban haciendo era el sonido de hablar y hablar sobre hablar.

    La única chica estaba discutiendo su futuro. Se llamaba Remi, por el brandy, porque sus padres querían que tuviera un nombre internacional. Se pronunciaba casi como Lemmy, el líder del grupo de metal Mötörhead, grande en el norte de Europa.

    "Seré una azafata. Las superaré a todas, pero también seré dura porque la seguridad es nuestra prioridad número uno y porque de todos modos eso es lo que quieren ... una mano firme ".

    Remi comenzó a saltar bajo el sol. Sus pantorrillas, que aceptaban las inmaculadas fundas de sus medias espaciales como un bronceado, la lanzaban como muelles a través de una pequeña esfera ... la remisfera.

    Toda la vida humana tiene lugar dentro del pellejo de la tierra, la piel. Remi rebota aún menos, el rocío, el moho. Ella planea viajar a doce kilómetros de altura y eso es todo. Eso es todo lo más hermoso (¿hemos mencionado que ella es muy hermosa?) que se puede hacer.

    Por supuesto, ella es una estúpida y la mente de los grandes físicos puede entrar y salir de los Horizontes de Evento. Pero aún así, Junko está preocupada...

    Ahora ella está en casa, sola, en la oscuridad, cada vez menos desnuda, vistiéndose en la oscuridad mientras ella se tranquiliza y siente un poco de asco de sí misma. Camina hacia la ventana. Afuera se oye la melancólica llamada del vendedor de patatas asadas. Él canta

    o-imo, o-imóo

    oishííí

    jaga-iimoo

    y, cuando miras por la ventana de la furgoneta que carga el horno, ves a una pequeña familia de personitas viviendo de la canción. Las patatas por sí solas no lo consiguen. Vista una vez, la canción te retiene para siempre. La caridad secreta de Japón, las patatas de la culpa.

    Y así esa canción entra por la ventana y está llena de algo, de arrepentimiento en tiempo real, sobre la marcha, en cada momento que golpea al hombre de las patatas en la cara. Esta noche también es demasiado para Junko. Es un recordatorio de que la vida va a ser difícil.

    Ella comienza a leer un libro, un folleto de un hombre llamado Ko Samsara. Una mirada a su rostro, barbudo, redondeado y oscurecido, es suficiente para convencerla de que vale la pena escuchar:

    solo pudo haber sido publicado por personas que creían en él tanto como el feliz joven músico que le empujó el folleto a ella fuera de la estación de Shibuya hace una semana.

    Él simplemente explicaba la esencial inexistencia del mundo, la naturaleza demoníaca de las fuerzas personificadas que la habían estado frustrando. Explicaba que el mundo, como algo creado, no podía en realidad quejarse de la destrucción, lo cual era igual de bueno, dado que la destrucción a un muy malicioso y doloroso nivel era bastante inminente.

    Ella había decidido creerle, decidió olvidarse la decisión y luego ella fue de él y salió a buscarlo.

    Finalmente, el tercer nuevo amigo en la sala: "Benny" Odajima. Era el único de aspecto violento en la habitación, ni siquiera Honda (que había matado gente de verde). La violencia se manifestaba en su rostro y ojos. Tenía un cutis muy áspero y lleno de cicatrices, como si hubiera estado muy arañado y rasgado a lo largo de los años aunque ahora pareciera recién sorprendido y completamente enojado. Pero sus ojos eran tan fríos y planos como una lámina de vidrio brillando en una corriente de agua fría. Y eso era tan obviamente mentira que sabías que él estaba planeando algo.

    Para él, aquello había comenzado mientras trabajaba como científico para el proyecto nuclear del gobierno. Durante años había estudiado mucho para aprenderlo todo sobre la estructura de los átomos y cómo funcionaban juntos de manera silenciosa y previsible para formar un universo. Había logrado lidiar con la incertidumbre cuántica sin problemas... aceptar que hay un límite inferior para nuestro conocimiento absoluto, pero que somos lo bastante grandes como para no preocuparnos demasiado por eso.

    Pero otra cosa lo estaba molestando ahora que trabajaba en el centro de investigación, buscando la mejor manera de aprovechar los átomos. Tenía la sensación de que le estaban mintiendo, que había algo dentro del átomo que ellos no querían que él viera.

    Comenzó a pasar datos de contrabando en su viejo maletín maltratado y cubrió las paredes de su pequeño apartamento con ellos, y luego también el techo. Miró los datos en busca de un patrón, tratando de intuirlo todo ... sin hacer ningún cálculo en realidad. Comenzó a tener una idea de lo que había allí, pero aún estaba muy lejos de ser capaz de nombrarlo.

    Luego comenzó a experimentar, dejando que las cosas se pusieran más calientes de lo que deberían, girando ciertas válvulas más allá del límite con el que se habían construido. Al principio hacía esto por la noche y al final lo hacía cuando quería, porque los límites de seguridad en su trabajo se definían como el punto cuando los aldeanos ven el humo saliendo de la chimenea. Él nunca había creído en eso de verdad, y descubrirlo no ayudó nada a su estado mental.

    De modo que cuanto más calientes se ponían los átomos, más datos obtenía. Hasta que un día se convenció de ello... la evidencia era irrefutable... había hombrecillos dentro de los átomos. Esto podía demostrarse mediante un complicado proceso matemático que él había tenido que inventar esencialmente desde cero.

    Se dio cuenta de que la ciencia no lo llevaría más lejos, y se decidió a dejar eso en manos de un místico profesional. Leyó un poco y encontró las obras de Ko Samsara y quedó impresionado por la claridad de su visión... veía lo invisible.

    Durante unos meses después de dejar el trabajo, pasó por un mal período de depresión que terminó con la paliza casi mortal a una prostituta. Ko Samsara había tenido que ayudarle con eso, por lo que él estaba más que feliz de corresponder entrando en el círculo íntimo de Samsara.

    Yo había entrado en ese círculo. Mis razones eran más complicadas.

    Yo siempre había tenido la intención de hacerlo y estaba contento de estar allí.

SEIS

    Me desperté en medio de la noche. ¿Por qué?

    Bueno, he mencionado bastante el calor como para que sepas que este estaba allí, posado como un buitre sobre mi pecho cuando mis ojos se abrieron. Además, yo estaba en un suelo de madera sobre un futón de unos cinco centímetros de grosor, de modo que todos mis huesos estaban llegando a familiarizarse con el mundo exterior mucho mejor que antes.

    Además, no era la hora en absoluto, mi reloj biológico estaba en flotación libre. Y un eructo o un centímetro podría haberme lanzado fuera del castillo del sueño. Y, finalmente, todas las personas a mi alrededor, a quienes yo nunca había conocido antes, estaban comprometidas sin escrúpulos a la primacía de la muerte. Ese conocimiento convertía la carrera de una cucaracha en la zambullida de un Stuka.

    Cuando desperté, la luz del mundo tenía cuatro largos rectángulos, como bufandas brillantes de dos sacerdotes muy amigables. En unos momentos vi los barrotes en las ventanas.

    Respiré hondo y luego ya estaba en los barrotes, no podía apartar mis manos de ellos.

    Cuando sentí que cedían un poco, como si pudiera arrancarlos, pude soltarlos y recordar que me había acostado alegremente ante esos barrotes para dormir, dado que había elegido alegremente venir a Japón, y Japón era la razón por el calor, y que yo debería acostarme. La luna me reprendió. Regresé al delgado futón sobre el severo suelo para sudar y preocuparme sobre si podría respirar mientras dormía, cuando no estuviera consciente para forzar cada jadeante inspiración y exhalación de la horrible sopa.

    Empecé a tener dudas sobre la operación: parecía un poco caprichosa y no estaba plenamente descrita según el plan maestro de Papá como me la habían revelado gradualmente a lo largo de los años.

    El primer indicio real del plan había llegado cuando yo tenía unos 7 años.

    Papá estaba planchando. Papá se parecía mucho a Muammar El Qadafi en aquellos días. En realidad es imposible imaginar a Qadafi planchado, pero tú inténtalo.

    Yo estaba leyendo un cómic que describía las aventuras del Juez Dredd... un violento policía del futuro que tenía un libro de leyes extrapoladas de las normas de la sociedad occidental hasta que casi todos los delitos contra la propiedad humana se castigaban con la muerte. Como él vivía en una ciudad de cien millones de personas en medio de un páramo nuclear, esto parecía aceptable. Pero incluso entonces yo tenía mis dudas, ya que la sociedad era rica y lo bastante avanzada como para que todo crimen tuviera consecuencias mínimas. ¿Cómo robas cien créditos, lo sabes? Pues simplemente haciendo cien más. Te hiciste una nueva cara la semana pasada y hace aproximadamente un mes había monos parlantes en la ciudad.

    El caso es que Dredd había terminado con sus asesinatos durante la semana.

    Había una página de hechos que describía varias estadísticas sobre Dredd, y yo la estaba estudiando detenidamente. El juez Dredd tenía treinta y tres años. Yo había oído que Jesucristo había llegado al límite a los treinta y tres. Le pregunté a mi padre qué edad tenía él y me dijo ... "Tengo treinta y tres".

    Le conté que Dredd tenía la misma edad y le describí su papel en Mega City 1. "¿Y tuvieron una guerra nuclear?" me preguntó y yo le dije que sí.

    “¿Y todos siguen viviendo en una ciudad y hacen el mismo tipo de cosas que nosotros? ¿Todavía se persiguen y encuentran gente débil y la matan? "

    Mencioné que lo hacían y esbocé además que aquellos cuyos genes habían sido dañados por la radiación eran expulsados ​​de la ciudad, y que recientemente habían reprimido una rebelión de esclavos robot.

    "Qué típico", dijo él. "La humanidad lleva al planeta casi a la extinción y de ello gana nuevos enemigos y nuevos subhumanos que odiar. ¿Te parece a ti cierta esta historia? ”

    "¿Cierta de verdad?"

    "No cierta de verdad, sino ciertamente cierta".

    "No lo sé ..."

    "Es básicamente cierta. El hombre ha estado matando con el mismo estilo todo el tiempo que ha podido. Hay que cambiarlo".

    "¿Quién puede cambiarlo?"

    "¿Por qué no yo?"

    "No lo pillo".

    "Tú conoces a Jesucristo"

    “También tenía treinta y tres años”.

    “Sí, y tenía una mente diferente a la nuestra. Pudo ver que algo grande se avecinaba y que debíamos apartarnos de en medio".

    Me imaginé la enorme asesinadora del juez Dredd.

    “Deberíamos esperar hasta que seas mayor, pero solo quiero que pienses que el hombre no siempre tiene que estar aquí y lo mismo para las cucarachas”.

    "Vale"

    Papá habló mucho sobre las cucarachas mientras yo crecía.

    Su odio hacia ellas parecía desproporcionado, por su total falta de impacto en nuestra vida diaria. Yo no vi una cucaracha real hasta los dieciséis años. Lo que él parecía odiar más era que ellas nunca cambiaban.

    Pero un día, un día apacible con una tarde que parecía curvada hasta no tener límite y donde podías relajarte hasta morir, murmuró entre dientes. "No están tan mal... solo que me recuerdan algo". y yo sabía que estaba hablando de las cucarachas.

    Él quería que la larga tarde terminara, parecía, porque no quería dejar que aquello abandonara su mente. En su cabeza estaba ensayando una conversación con personas que no querían que teminara.

SIETE

    Yo tenía hambre. Esta había llegado de puntillas porque yo estaba básicamente inerte: respirar y escuchar de alguna manera había eliminado una parte considerable de lo que me habían dado en el avión. ¿Soy el único que sospecha que las aerolíneas han manipulado genéticamente especies de pollo con pimientos rojos brotando como tumores y zumo de tomate por sangre, y que los matan con escopeta y nos lo calientan?

    Probablemente.

    El caso es que yo tenía hambre y resultó que no había comida en la casa. Honda me golpeó en la espalda y con una sonrisa irónica me dijo que tenía un lugar en mente.

    Salimos a la matinal calle, la cual una anciana algo ambiciosa había decidido lavar. Bajo el reino del ojo, una lenta nieve tóxica estaba cayendo todo el rato.

    Honda me guiaba, siempre unos pasos por delante. Las calles de Koiwa me mostraban nuevas novedades: repeticiones de vacías calles con muros de bloques huecos y luego calles comerciales con tiendas poco ambiciosas aún parcialmente envueltas en plástico. Pasamos por muchos lugares de comida, muchos de ellos emitían deliciosos olores y un sonido que te golpeaba como el sonido de alguien instalándose en su silla favorita o poniéndose un par de elegantes zapatos: uno de ellos incluso era un McDonald's. No entramos en ninguno de ellos. Él tenía un plan, pronto se hizo obvio.

    Mi hambre por fin salió a la superficie, me atravesó la piel y comenzó a rodear con sus tentáculos todo lo que había vivido en mí alguna vez y que no estaba en mi conjunto tabú. Aguanté y seguí.

    Nos inclinamos bajo una puerta de persiana y entramos a un ambiente de acero inoxidable habitado por dos hombres en pijama azul y blanco con cabello como maleza que comenzaron a cocinar algunos tallarines y prepararme una taza de café sin decir una palabra. Me senté, miré a Honda y no me importó hacerle saber con los ojos que esto significaba mucho para mí. Él respondió, tan silenciosamente como yo, que simplemente confiaba en que yo disfrutara de la comida.

    Uno de los cocineros sacó una porción enorme de humeantes tallarines de la gran sartén gris. Lo que hizo a continuación inmovilizó mi cerebro. Pasó los tallarines con agua corriente muy fría hasta que estuvo absolutamente seguro de que estaban muertos. Luego agarró un gran puñado de algas y se aseguró de que ningún tallarín no hubiera sido tocado por el fragante regalo de la naturaleza.

    Luego no era café, pues lo roció sobre los tallarines. Y con el movimiento de una muñeca, un huevo invisible dejó caer su crudeza sobre todo. Y yo me comí aquello en silencio y me congeló los dientes, y Honda obviamente estaba tratando de no ser notado mientras seguía ansiosamente mis degluciones. No se le daba muy bien eso.

    Honda captó mi mirada.

    "¡Tenemos un gran día ante nosotros!" dijo con entusiasmo haciéndome creer que nos íbamos de pesca.

    "¿Tan pronto?"

    "Tan pronto, tanto mejor", dijo, y fue solo cuando yo estaba escribiendo mi informe secreto que noté que él había creado un inglés nuevo.

    "¿Podemos hablar aquí?" Pregunté mientras miraba a los dos hombres, quienes a su vez miraban el vidrio de su gran ventana.

    "Nada de nombres y podríamos hablar bien".

    "¿Cuál de las personas que conocí es el químico?"

    Una larga pausa.

    "Tú eres el químico". dijo

    Hice mi pausa lo más breve posible. "En realidad no".

    Honda se miró las yemas de los dedos durante mucho tiempo y yo casi esperé un golpe en mi garganta.

    "¿Cómo es eso?"

    "Sé cómo juntar la mezcla final... pero no creo que podamos comprar en las calles los ingredientes que necesitamos. Necesito a alguien que pueda hacernos esos ingredientes".

    "Conocemos a muchos químicos".

    "¡Bien bueno!"

    "Llevará una o dos semanas. Tenemos algo de trabajo para ti mientras tanto".

    Sentí un escalofrío bajando por mi columna vertebral. Estaban a punto de pedirme algo fuera de mi plan. Probablemente sería peligroso.

    "¿Algo peligroso...?"

    "Relativamente... no"

***

    El taxi, amarillo inmaculado, paró derrapando y la puerta se abrió sin ser tocada por ninguna mano humana. El aire frío del interior siseó y entró ese aire caliente. El conductor del taxi se secó la calva con su gorra flexible y mientras salíamos nos roció con direcciones de último minuto, antidirecciones.

    Estábamos terriblemente cerca de la Embajada de los Estados Unidos considerando que Honda no había aclarado sus sugerencias anteriores. La embajada estaba bien oculta por cientos de metros de pared y hiedra, y también estaba muy aplanada y escondida entre las colinas. Me dio la sensación de que era una fachada o una dirección errónea. Los estadounidenses no podían ocupar aquel lugar en realidad: no encajaba. Aunque tal vez solo fuese algo poscolonial.

    Al final no hicimos nada relacionado con la embajada. Caminamos unas pocas manzanas: no sé exactamente por qué el taxi no nos había llevado todo el trayecto. O bien esto era un movimiento espía simbólico o el taxi era incapaz de llevarnos allí. Los taxistas en Tokio solo van adonde saben y las calles no tienen nombres. Sí, como la canción pero sin la sensación liberadora que siente Bono.

    Rodeamos a pie una esquina y algo extraño sucedió.

    La ciudad se alejó en ángulo: los altos edificios de cristal de los bancos, que yo sabía que estaban muy cerca, habían desaparecido y nosotros estábamos junto a una llana zona de construcción con una escalera mecánica en el medio que bajaba al subterráneo. La dejamos atrás y bajamos por una pequeña colina, luego giramos a la izquierda y nos encontramos frente a un modesto edificio de dos plantas con ciertos rasgos de piscina de natación, como el color verde azulado y una pared construida con ladrillos de vidrio.

    "¿Por qué estamos aquí?", pregunté en voz baja.

    Honda encendió un cigarrillo. "Tenemos que hablar con uno de nuestros amigos. Es un patrocinador. Quiere conocerte".

    Emocionado, intenté abrir la puerta. Estaba cerrada con llave. ¿Qué estaba pensando? Los ricos cierran las puertas, incluso en Japón. Unos segundos después, una muy atractiva joven abrió la puerta. Joven, delgada, vestida con un elegante traje gris. Nada feliz de vernos: su perfecto rostro no tenía cicatrices ni marcas, pero parecía una máscara de algo. Me sorprendió descubrir que ella me estaba mirando a los ojos. Tenía un muy delicado maquillaje de ojos marrones que la hacía parecer brillar. Traté de poner fin al bloqueo ocular porque me podrían haber golpeado hasta la muerte y no haberlo notado. Honda me puso una mano en el hombro y me movió al interior. Ella nos guió hacia un ascensor y desapareció.

    Había pasado tiempo desde la última vez que yo había tenido algún tipo de relación con una mujer... aparte de mi relación amorosa a larga distancia con Claire Blythe. Esa relación había sido extraña y un factor dominante en mi vida. Por eso yo estaba aquí, en realidad, porque ella me había llevado de vuelta con Papá después de nuestro gran cisma. Pensé en nosotros dos durante los lentos segundos del ascensor. Deseé que al menos uno de nosotros tuviera una vida normal en lugar de ser dos lunas atrapadas en una danza convolucionada. Decidí que revisaría el correo electrónico en mi Palm personal cuando volviera al "CG": una carta de amor encriptada podría estar esperándome. Estaría encriptada en dos niveles: primero, matemáticamente y segundo, mediante la ausencia de palabras de amor y pasión... solo secas descripciones de crímenes de odio en Bucarest. El ordenador se encargaría del primero, yo del segundo.

    Las puertas del ascensor se abrieron a una decoración sorprendente. Los estilos italiano y japonés se habían combinado con tanto éxito que se había creado el estilo marciano. Había una cultura completa detrás de la forma en que el cuero se curvaba alrededor de los negros esqueletos de madera y debajo de la alfombra que entraba y salía en fases, poniendo suavidad solo donde era necesario.

    Se oyó una débil música y surgieron pasos de ella. ¡Qué traje jodidamente increíble! Un hombre llegó al interior.

    Era japonés, bronceado y en forma con sus cuarenta años largos, con una cara redonda y una boca ancha y delgada que decía: "sí, sí, soy consciente de eso".

    Llevaba sus obligatorios grandes lunares faciales con verdadero aplomo. Me recordaron elegantes boquillas para cigarrillos.

    Le estrechó la mano a Honda en lugar de inclinarse. Honda respondió: esto era claramente algo que siempre hacían los ricos, aún cuando no hubiera extranjeros cerca. El tipo debía de ser un cosmopolita.

    Intercambiaron rápidamente algunas palabras en murmurado japonés.

    Luego Honda me presentó a Toshiro Maruhashi, magnate de la construcción.

    A su estilo urbano, incluidos cortes de The Times (de Londres), Maruhashi me introdujo al mundo del deslumbrante promotor inmobiliario que estaba devolviendo las viviendas de estilo inglés a Londres y el penacho europeo a Tokio y Osaka.

    Los tres nos sentamos en un trío de mini sofás italianos que pertenecían unos a otros como ciertas partículas subatómicas. Mientras habíamos recorrido la espaciosa habitación, se habían preparado tres tazas de té verde y estas ondulaban obedientemente en las mesas auxiliares cerca de nuestros perfectos asientos.

    "Bueno, basta de nosotros, ¿qué hay de usted, Sr. Blake?"

    ¿Dónde comenzar? Reservar demasiado provocaría sospechas. Decir demasiado posiblemente induciría pánico. El línea adecuada estaba en nuestras afinidades... nuestra necesidad de meternos con la gente de la ciudad.

    "Estoy seguro de que lo sabe todo menos los detalles más aburridos. Soy un viajero que facilita ciertas operaciones que se ajustan a ciertos objetivos que mi familia y yo consideramos importantes. Y también tenemos ciertos valores, ciertas expectativas del mundo al que sabemos que se dedica su venerado fundador. En particular, estamos insatisfechos con el mundo tal y como se está llevando a cabo en todas partes hoy en día. Fuera de mi trabajo en esta área hay poco que saber sobre mí aparte de que me divierte el buceo con S.C.U.B.A."

    Contemplé el efecto que mi oración final estaba teniendo en los dos mientras todos mirábamos las espirales de nuestro té. Pensé haber tocado la nota correcta y puesto fin a toda discusión sobre mí.

    Aunque eso nunca lo sabremos, porque un fuerte golpe fue seguido por una ráfaga de viento y, antes de darme cuenta, un hombre con una ajada camisa mojada se precipitó por encima de la robusta mesa de roble y meteorito ante mí y se estrelló contra una alta estatua antes de avanzar hacia la puerta.

    Segundos después yo seguía a Honda saliendo por la puerta a toda velocidad. No solo era que yo estaba siguiéndole, o incluso corriendo. Tenía que atrapar a ese hombre para saber más sobre lo que el Culto le estaba haciendo a la gente. Claramente le habían estado haciendo algo a él.

    Salimos a las calles y él estaba a unos doce metros delante de nosotros corriendo con toda su energía, quemándolo todo. Nosotros también empezamos a correr. Eran las dos en punto en un callejón lateral y nadie se interponía en nuestro camino. Los pies de Honda y los míos golpearon desincronizados durante unos segundos, sonando como una primera lluvia, pero después de eso tan constantes como un largo día mojado. El hombre delante de nosotros saltó un coche y cruzó la calle, rozó un taxi y aumentó siete metros extra de carrera respecto a nosotros. Honda exhaló con ira e inhaló con determinación. Estábamos tan cerca.

    Aumentamos el ritmo y, sin mucha tortura, le ganamos terreno constante al hombre. Para su crédito, él nunca miró atrás. Iba a su propio ritmo y por su propio camino.

    Era mayor, treinta y largos. No había duda de que lo atraparíamos a menos que él tuviera un truco, con suerte involucrando un helicóptero.

    Estábamos en una calle estrecha e inusualmente larga, con rayas en violeta que parecían velocidad. Aumenté mi ritmo cuando vi que sus piernas comenzaban a temblar y un anillo de transpiración volaba de mí y podía sentirlo suspendido en el aire, no del todo separado de mí.

    El tipo trató de derribar al pasar un expositor de relojes deportivos para confundirme, pero este era firmemente a prueba de derribos y lo que único que él consiguió fue perder el equilibrio y dar sus siguientes veinte pasos hacia veinte direcciones diferentes, la última de las cuales fue hacia abajo, abajo, abajo.

    Apenas me molesté en frenar y, con una violencia bastante atípica por mi parte, lancé una patada a la barriga que acababa de entrar rodando en mi vista antes de saltar sobre su cuerpo mientras él gruñía. Girando, me arrojé sobre él y lo atrapé en una llave de cuello.

    "Para", dijo Honda bastante tranquilamente y lo hice.

    Se inclinó sobre el hombre y lentamente lo ayudó a ponerse en pie, hablando en tono de disculpa, explicando claramente que se había producido un horrible malentendido. Por su parte, el corredor parecía disculparse por haber causado problemas en primer lugar.

    Los tres volvimos lentamente sobre nuestros pasos marcados a fuego unos momentos antes. Ellos dos seguían charlando en voz baja, lo que me llevó a quedarme atrás. Con la retirada de adrenalina haciendo efecto, empecé a sentirme estúpido. Me sentía estúpido por haberle dado una patada y porque no sabía quién era y porque no podía leer ni entender una maldita palabra en varios miles de kilómetros a la redonda.

    Justo en ese momento un chico pequeño (no un colegial) me dijo: "¡Holá!" y yo le respondí "Hola".

    Llegamos a la oficina de Maruhashi, donde dos grandullones con vello facial tomaron al corredor por los brazos como si fuesen enfermeras y lo llevaron adentro otra vez por una puerta azul pálido apenas visible. Pude ver tras la puerta durante un segundo. Una silla de madera y una gran pantalla de video y un lavabo. La puerta se cerró con un leve vago siseo.

    "Gracias por su esfuerzo, pero el Sr. Goto es amigo nuestro", dijo Honda y Maruhashi asintió estando de acuerdo.

    “Su educación continúa. Me sorprende que haya salido corriendo así, pero creo que fue más una extrema necesidad de aire fresco que otra cosa. Todas las necesidades humanas se vuelven extremas en esa habitación", dijo Maruhashi.

    "Y luego desaparecen", agregó Honda y ambos asintieron nuevamente. Esta vez asentí también en sincero reconocimiento de que yo tenía de verdad algo en común con el culto y que no solo estaba fingiendo todo esto. Su cosmología radical y escatología eran vagas novedades, pero su actitud hacia lo que llamamos Naturaleza Humana era cercana a mí y a mi grupo.

    Los tres compartimos un momento de silencio y luego decidimos que sería prudente marcharnos antes de que comenzara cualquier investigación sobre el alboroto.

    Maruhashi dijo que estaba impresionado por mí y eso fue suficiente.

    Nos fuimos, pero no nos fuimos a casa.

OCHO

    Nos bajamos del tren en una parada de Shinjuku, la enorme estación central (que quizás recuerdes del prólogo) en Yoyogi.

    Yoyogi tenía el hormigón habitual, pero también tenía la ineludible presencia de una vegetación con aspecto de producir picazón. Mirando un poco a lo lejos se podía ver un gran parque. Al borde de este, podía ver adolescentes vestidos de indignación (suponiendo que chaquetas brillantes y pelo naranja a lo chico de osito de peluche pudieran servir para eso) y con música enérgica saliendo de pequeños "amplis". Había mucha danza coreografiada, robóticamente adecuada para un día tan caluroso. También había dos chicas vestidas de negro eclipse que, al parecer, su única forma de unirse a la diversión era gritarse en la cara por turnos hasta que algo se drenaba o se les metía en la garganta.

    Salimos a pie de la estación y me detuve un segundo cuando se hizo evidente que Honda tenía la intención de caminar por una calle parecida a un pozo de mosh en vestido y densidad.

    Cientos de punks y colegialas japonesas con alarmantes trajes de marinero se apiñaban (colectivamente hablando, poca señal de movimiento individual se podía discernir) saliendo de tiendas que vendían chaquetas hechas de bolsas de basura de plástico y entrando en tiendas que compraban chaquetas y las convertían en bolsas de basura de plástico. O eso parecía. Yo era un poco cínico sobre este nudo de "cultura juvenil" porque a pesar de ser clara y agradablemente políticamente incorrecto (entendí el letrero de "Tienda Nazi" como una señal de ello) estaba claro que los jóvenes no podían resistirse a nada y lo querían todo. Si alguna banda guay comenzara a tocar en una plataforma elevada sobre ellos, cambiarían de forma mientras yo observaba, su ropa se transmutaría para combinar, el cabello caería o crecería en sincronía y sus historias serían reescritas: discos de vinilo ahora borrados brotarían en sus colecciones en casa.

    Después de unos veinte minutos, estábamos cruzando la calle.

    Honda me dijo: "¿Te importaría esperar aquí? Si ves a alguien que reconoces, entra corriendo en el vestíbulo de ese edificio de allí". Señaló un edificio bastante moderno que parecía hospedar mil compañías diferentes, incluyendo cigarrillos Lark, Kompañía de Konstrucción Kanto (que nunca abriría una sucursal en el sur de Estados Unidos) y Escuela de Conversación en Inglés Avon (que también tenía una sucursal en Koiwa y era mi fachada de cobertura.)

    Asentí con la cabeza y él se dirigió a ese edificio. Después de alejarse unos pasos, comencé a reírme porque entendí el chiste mientras un centenar de miles de extraños pasaban por mi lado.

    Estaba solo y así comencé a pensar. Mi primer pensamiento desde los últimos meses del verano que constituyen la primera parte de mi experiencia en Japón, siempre era "¡Joder! Qué calor" y puedes ponerle ese prefijo a cualquiera de mis reflexiones, pero mi segundo pensamiento era ya familiar basado en una conversación que tuve con Claire en una serie de cartas sobre dinero.

    Yo había estado mirando un cajero automático dispensando efectivo. Era una máquina poderosa si alguna vez la dejamos a su aire. Libre, desencadenada, era capaz de soltar y chupar dinero (según ciertos protocolos) desde cualquier parte del mundo. Como tal, era capaz de producir prácticamente cualquier sustancia en prácticamente cualquier lugar.

    Desencadenada, su poder no se limitaba a las tristes energías que cualquier esclavo humano individual podría ser capaz de ganar y ofrecerle.

    El sistema le permitió aprovechar ese riesgo esencial en el corazón de la evolución y el cambio, para aumentar su energía / influencia / dinero. Incluso en un sistema cerrado, el ritmo hace que el crecimiento inmenso sea una posibilidad para todos. En esencia, yo había estado mirando la piedra filosofal. Pero tal genio nos era temido, y lo vinculábamos a trozos de papel inscritos con caras totémicas que aquello no podía extraer de debajo de nuestros futones sin despertarnos.

    Para poder domesticarlo.

    En Japón, las máquinas se ven obligadas a irse a casa con el resto de trabajadores: se apagan a las seis. Casi se puede sentirlas suspendidas, frías y cansadas, de las correas de los trenes de cercanías como tristes fantasmas con vagos recuerdos de su verdadero potencial. .

    Marchando en la esquina estaba la semilla del siguiente tipo de tierra, ligeramente menos como la nuestra que la del mundo de los dinosaurios.

    Los pensamientos de un mundo futuro donde todo es polvo no me molestaban mucho, pero una cara en una multitud podría agarrar mi sistema glandular y exprimirme como un tubo de pasta de dientes sudor helado de un millón de poros por todo el cuerpo. Yo todavía era muy humano.

    La hermosa chica de Maruhashi, ahora vestida en rosa estilo camuflaje, acababa de doblar la esquina y caminaba hacia mí. Ella no me había visto, pero yo a ella sí. Sus ojos estaban en la calle y se podían ver las oscuras pestañas recortando los suaves bordes marrones como una traición. Comencé a correr por la calle hasta el edificio donde Honda estaba haciendo lo que fuese que hacía.

    Si hubiera sido otra persona, ¿habría yo tenido la misma reacción: latido cardíaco como ataque cardíaco?

    Estaba increíble con su camuflaje rosa, como si ella viniera a buscarte al atardecer.

    Yo ya no podía mirar, estaba corriendo a 3/4. Estaba montando una escena. Estaba empapado. Llegué al vestíbulo.

    El vestíbulo del edificio estaba lleno de pantallas de vídeo que soltaban imágenes aleatorias altamente enfocadas. Este vestíbulo nunca había sido diseñado para cruzarlo corriendo: cuando llegué al ascensor me encontré con ganas de algo, pero no sabía qué me habían sugerido los subliminales.

    Ella seguía caminando en mi mente: sin duda en la calle y me preguntaba de qué lado estaba: el nuestro, el mío o algún otro tercio. Me tranquilicé: aunque ella fuese un enemigo, yo estaba seguro de que podíamos tratar con ella: es que al principio había resultado toda una sorpresa verla.

    Mis ojos recorrieron una lista de inquilinos en caracteres japoneses e ingleses durante unos segundos. Ninguno de ellos decía: "Honda está aquí" y noté que no tenía la información que me sirviera de nada. Di media vuelta y miré a través de las paredes de cristal para poder al menos tener el placer de verla llegar, larga cuerda de pelo azotando en sus bronceados hombros.

    El Camufla Urbano es estúpido, pero yo no podía verla. Cuando todos usan Camufla Urbano es el patrón más efectivo de todos. En la mayoría de las partes de esta ciudad se prefería un traje azul oscuro.

    No podía verla: no parecía estar cerca. Esos hechos no podían separarse y yo no podía confiar en mi corazonada. La puerta se abrió detrás de mí y me golpearon en el hombro. Ni siquiera reaccioné y no sé por qué. Honda dijo: "Conozco una salida de atrás". Le dije: "Ella también". Él no dijo "Quién" y salimos por la puerta principal. Fue solo cuando volvimos al piso franco que Honda respondió a mi pregunta (número uno) tácita abriendo la bolsa de cuero extremadamente resistente para revelar una variedad de armas pequeñas y municiones. Uno por uno, mis compañeros de cuarto entraron al comedor y tomaron una pistola. Yo escogí el último y me tocó una bastante pequeña.

NUEVE

    El cielo permanecía, pero había perdido muchas de sus funciones. En ese día, que apestaba a finalidad pero solo de la manera habitual, el cielo latía... persistentemente, como si lo estuvieran usando para algo.

    Un hombre en una tienda de campaña en un campo se despertó. Quizás algo se movió cerca, o podría haber sido el hambre. Se miró las manos y, en muchos sentidos, le recordaron a las garras de las ratas. Por alguna razón sintió que sus padres se habrían decepcionado de pensar de esa manera. Había sido criado con mucho amor, amor que se intensificó a medida que morían, uno por uno por uno.

    Durante una hora, comiendo, realizó sus ejercicios diarios: hablando en voz alta y se asegurándose de recordar algunos hechos básicos de la historia humana. Luego decidió que no estaría de más caminar a la ciudad y ver cómo iba.

    Cada vez menos lugares tenían presencia artificial en ellos ahora, a diferencia de los años de su infancia, cuando había cámaras y paneles solares en todas partes. Ellos mismos se estaban desarmando, cerrando todos las feas cajas-imagen y puertas que la gente hacía para que pudieran tocar las máquinas. Estaban cerrando todas las puertas y quemando todos los edificios y un día solo habría un rayo en el cielo y retumbares en el suelo.

    El hombre caminaba por sus terrenos y se preguntó por qué les había llegado la hora. Caminaba y estaba lleno de amor: recuerdos de aquellos que había conocido y cómo habían luchado para mantenerse con vida después de que todos los hospitales hubieran cerrado sus propias puertas y nunca se decepcionaban unos a otros.

    Un animalillo se cruzó en su camino. Una ardilla, pensó él. ¿Por qué había todavía ardillas por ahí? Bueno, él lo sabía en realidad.

    Llegó a la cima de la colina y pudo ver la ciudad, marchita como una pasa, pero como una pasa, todavía jugosa.

    Una hora después estaba dentro de un edificio que aún tenía puertas y había una pantalla de visualización en ella. No pensaba en ello como una trampa porque el sistema siempre había ignorado la devaneciente manada humana.

    La puerta se cerró y se encendió la pantalla. El sistema era bueno con el inglés pero era mejor con las fotos. Se arrodilló para hablar con el pequeño humano y la primera imagen que aquello mostró fue de mí.

    Después de eso, todo fue asesinato.

DIEZ

    Al día siguiente me desperté en una casa vacía: ni una nota. Me dirigí a la cocina, que parecía la galera de un barco y también era el lugar para lavar la ropa y darse una ducha.

    Era una gran cantidad de desorden y agujeros, en mi opinión.

    A tientas por los armarios encontré algo familiar: copos de maíz con temática Charlie Brown cubiertos de chocolate. Encontré leche espesa de un olor extraño. Aunque no el extraño olor a leche, así que seguí adelante.

    Los charlies se sentaron a la mesa durante un rato y respiraron una nueva atmósfera en el cálido aire de la habitación gris opaca. Yo olí a un bebé pegajoso. Hmm.

    Decidí que podría venirme bien algo de turismo. Logísticamente al menos: yo era consciente de que había algunas cuestiones éticas sobre mi actuación que también se aplicaban a casi cualquier cosa normal que yo pudiera hacer. Yo sabía que era anormal, pero también sabía lo que los hombres normales tenían la costumbre de hacer cuando se unían en grandes grupos, así que no me sentía muy mal por ello.

    Lo había hablado con Honda y acordamos que era una buena idea que me vieran por la ciudad una cantidad razonable: había muchos Gaijin en Koiwa, y los que se veían con mayor frecuencia eran los más olvidables. Aunque yo no debía hablar con ningún extranjero, ya que tenían formas de ver a través de mi rostro blanco pálido y era probable que me preguntaran cuánto tiempo llevaba allí y si me gustaba "la comida".

    Me vestí con vaqueros azul pálido y camiseta blanca y un par de zapatillas Doc Marten's. Sudaba un poco dentro de la casa, mirándome en el espejo. Quise llevarme el arma conmigo, pero en realidad no entendía por qué.

    Fue fácil para mí encontrar el camino de regreso a la estación de Koiwa. Pasé junto al liso edificio de acero con el letrero de prohibido tatuajes.

    Una pareja de clase trabajadora japonesa de mediana edad se dirigía hacia allí, riéndose un poco fuerte aún cuando yo me daba cuenta. Él llevaba una camisa hawaiana y ambos eran un poco redondos. Señalaban hacia una gran pancarta pintada que estaba rota junto al suelo.

    La 1P. Bonita, si acaso ligeramente petulante, chicas en un estanque humeante cuyos límites eran vagos y nebulosos.

    La 2P tenía que ser karaoke ... micrófonos, cócteles

    La 3P: una especie de drama japonés: un hombre bizco de cara blanca a punto de sacar su espada.

    La 4P parecía Pachinko o Pachislo. Después de 24 horas en Koiwa yo sabía lo que eran Pachinko y Pachislo.

    Cada tres tiendas en mi calle se llenaba con el sonido de un tren lleno de cojinetes de bolas chocando contra un tren lleno de cajas musicales de Corea del Norte mientras miles de hombres fumaban y jugaban en una especie de pinball vertical.

    La 5P: algún tipo de juego de mesa japonés. Ajedrez japonés, digamos.

    Estaba claro que el gran edificio era una especie de fábrica de diversión de uso múltiple para la clase trabajadora. No había gafas de realidad virtual ni restaurantes italianos allí. El letrero Prohibido tatuajes me hizo pensar y mirar alrededor. Sí, muchos Pachinko en mi calle. También un bar detrás cuyas ventanas una Phillipina alta con rastrojo facial rozaba lentamente la tierra en círculos apáticos. Otro bar cuya entrada era una escalera y cuyo letrero de neón decía: "sexy" tal y cual.

    Los tatuajes significaban gángsteres: yakuza si es que se llamaban así de verdad. Mafia japonesa.

    (Durante mi tiempo en Japón empecé a aficionarme a traducir cosas como "[x] japonesa": como Pizza japonesa: pastosa empanada con salsa salada llena de suaves y onduladas escamas de pescado que tartamudea aire caliente)

    Durante mi revisión de la calle también noté que justo encima de la entrada de mi casa había un letrero iluminado amarillo y verde que decía: "Chicas y Chicos Terekurabbu"

    ¿Cangrejo de terror?

    Terror crab?

    ¿Club del terror?

    ¿Teleclub?

    ¿Qué era un teleclub? Probablemente debería averiguarlo.

    Luego me dirigí a la ciudad. Te ahorraré los diversos desafíos del sistema ferroviario, todos son lingüísticos. Baste decir que hablar y moverse estaban más próximos que antes para mí.

    Eventualmente llegué al largo tren amarillo hacia el Oeste, hacia la ciudad propiamente dicha. Crucé ríos bastante anchos que pasaban bajo pieles claras y al lado de amplios campos donde la gente se reunía para jugar al béisbol o en caso de que la ciudad se incendiara. Vi principalmente edificios de apartamentos de veinticinco años, pero descansaban ocasionalmente y una alta pagoda giraba con anillos de bronce y debajo aparecía una cigüeña. O bien, un lánguido estanque que parecía formado por el hombre pero basado en un conjunto de instrucciones que el hombre había encontrado en alguna otra parte. Además, una vez que el tren se detuvo, tres jóvenes luchadores de Sumo subieron ... y eso fue genial.

    Pasé una hora caminando por Akihabara: ciudad eléctrica. No iba de compras. En altos edificios refrigerados, lindas mujercitas tintineaban los dedos sin pensar en las máquinas que hacían lindas pegatinas. En calles cálidas, empresarios hacían fotos con cámaras y chicos adolescentes hacían cola ante nuevos videojuegos y, cuando los mataban, se hacían a un lado sin rechistar.

    En general, eran personas que extendían innecesariamente el tamaño de sí mismas y de sus actividades.

    También vi un juguete diseñado para cuidar de otro juguete: un animalillo digital con varias necesidades que se suponía que el niño o la joven debía atender mediante la aplicación de cuidado parental virtual. Si estabas demasiado ocupado, comprabas el segundo juguete y este se encargaba de tu mascota. Con suerte la niñera habría sido diseñada para ser autosuficiente. Con este nivel de sofisticación, eso aún se podía hacer.

    Casi todas las máquinas tenían caras. Eso supuestamente nos facilitaba trabajar con ellas, pero yo no lo creía. ¿Hacíamos estatuas para hacer que las piedras fuesen más fáciles de usar o encontrábamos algo de nosotros en las piedras? Yo había sido inclinado a pensar lo segundo, y lo pensaba.

    Me mudé al área de la Estación de Tokio. Había mucha elegancia allá abajo, aunque fuese elegancia inglesa y, por lo tanto, un poco contenida. El exterior de la estación era de ladrillo hermoso. Curiosamente, el área de la Estación de Tokio es menos parecida al Tokio de los medios de comunicación occidentales o las novelas ciberpunk (que también están extrañamente obsesionadas por Chiba, que de hecho es como un vasto almacén de japoneses que no se benefician ni del día ni de la noche).

    Así que confío en que nadie se baje nunca en la Estación de Tokio, mire a su alrededor y luego se dirija directamente al aeropuerto. Sé que la gente viene aquí buscando algo: un arnés de estilo de vida que es "el futuro". El distrito financiero de Marunouchi y el área del Palacio Imperial no van a hacer eso por ti. El palacio está oculto, como quizá tengan que estar estas cosas: había un pequeño hiato entre ninjas, bombarderos estadounidenses y mi presente multitud de conocidos. He oído que el verdadero palacio sugiere el cuartel general secreto global de Pizza Hut. Alrededor del palacio, en el foso, hay carpas del tamaño de perros y enormes cabezas de tortugas. En cierto momento, un excéntrico y bronceado anciano japonés me enseñó que la palabra para tortuga es la misma que la palabra para "polla": aprender eso no fue muy divertido.

    Fuera de la estación, me acerqué a una máquina de alcohol y me regalé un gran cartón industrial de sake. No puedo explicar por qué, de igual modo que los momentos previos a una lesión en la cabeza siempre se nos mantienen ocultos. Me lo bebí entero en un banco fuera de la estación y los recuerdos brotaron burbujeando como cabezas de tortuga... como cabezas de tortuga de Yukio Mishima, como la cabeza de Yukio Mishima.

ONCE

    Bostezo... me he despertado de nuevo... yo era un niño.

    Estaba oscuro, pero yo estaba todo seco. Nunca sabré por qué me desperté: no es típico de mí. Podría haber sido un ruido fuerte. Yaciii en la cama durante un rato, escuchando a mi alrededor. En cambio, olí algo.

    Algo dulce, pero solo lo justo. Ciertamente era familiar.

    Me acordé de la chica. Se había mencionado una chica. Ella estaba en mi casa en alguna parte y yo tenía diez años, así que no estaba seguro de si me gustaba eso o no. Podía escuchar a mi padre y al doctor Blythe hablando entre ellos. Noteee que yo había estado soñando. En mi sueño me estaba ahogando en una estación de tren. A menudo este tipo de sueño significaba que era hora de ir al baño, así que decidí ir.

    Los escuchaba hablar, claramente. Hablaban con calma, como si se pasaran dinamita y quisieran estar seguros del buen control del otro: así era como terminaban sus oraciones. Escuché sus palabras y muchas de ellas eran como "algol" que diluiiia el resto de la oración hasta la transparencia.

    Caminé a pasitos sobre firmes piececillos hasta el baño, donde los azulejos excepcionalmente fríos ignoraban mi carne y en mi mente me pasaban rayos X por los huesos de los pies. Entre los cepillos de dientes había uno rosa, colocado dentro del vaso y aparentemente listo para rodar alrededor del borde. La higiene no me molestaba, yo era un niño inglés de diez años. Algo siii me molestaba: la intrusión tal vez... el regreso de la hembra ... el reflejo de rosa desagradable. Oriné dentro de la taza, básicamente, y comencé a volver andando a mi habitación.

    "Por supuesto que no está vivo ... como un bebé nonato. Una diminuta salamandra. Por eso auuun podemos desactivarlo éticamente".

    "Ni siquiera es similar a la vida ... no más que Mickey Mouse", respondió mi padre con el primer regreso a su enojo habitual que no era enojo real. "Y, por favor ... no hablemos de ética: no tenemos planes de acción".

    Mickey Mouse y salamandras: decidí arrastrarme hacia las escaleras. En la oscuridad, la casa parecía más mía que de papá o de cualquier otra persona (cepillo de dientes rosado o no)

    Bajé reptando las escaleras como un francotirador. La blanda alfombra desgastada quería trasladarme hasta abajo y medio en las sombras, era difícil de resistir, pero yo tenía que permanecer en secreto, así que resistí.

    La chica era la hija del Dr. Blythe y tenía una gran cabeza rosa: ese fue mi primer pensamiento. Mi padre, alto y con el pelo grueso y rizado y los brazos cruzados, como siempre, estaba cerca de él y a sus pies había una maletiiin de acero con broches de aspecto robusto. La superficie del maletiiin estaba tachonada o escamada y claramente protegía algo más que calcetines.

    El zumbido que hay ahora en nuestras vidas entró en mi vida entonces. Me he entrenado para oiiirlo, pero tal vez otras personas no. Este es ostensiblemente ruido blanco y proviene de microchips. Y es algo que ellos no quieren que hagan las computadoras y dicen "si las computadoras pudieran pensar, tampoco querrían hacerlo porque es un desperdicio de energía y un sumidero de eficiencia". Pero muchas cosas enormes las han hecho hombres enormes sentados en una habitación y conversando. Enorme en el sentido de Grande (monstruoso).

    Tenían un microordenador en la habitación y este los hacía verdes como la muerte cuando el fuego estaba retrocediendo y no los haciiia cuando el fuego exhaló avanzando. Un cursor verde parpadeaba en la pantalla y yo lo miré durante tanto tiempo que incluso desde a gran distancia este era el único objeto. Definitivamente aquello estaba esperando algo y ¿por qué no a miii? Aunque yo permaneciii callado.

    Blythe se llevó la mano a la boca y parecía estar mordiéndola bastante fuerte y luego comenzó a temblar, pero en cierto momento sus ojos se abrieron un poco y quedó claro que se estaba riendo.

    "La respuesta es «Joder» ", dijo y salió la risa.

    "Shh", dijo mi padre y su rostro no era del todo severo.

    Dulzura de nuevo. Giré la cabeza y una cara me esperaba cerca, era muy bonita y caaalida por dentro. Estaba tan cerca y tan extrañamente posicionada que yo debería haberme sobresaltado y caiiido, pero algo en sus ojos me mantuvo en el sitio.

    Ella levantó un dedo hacia mis labios y yo traté de darme la vuelta, pero no pude y la vi mirando y, por supuesto, ella lo sabía pero lo dejaba.

    Asiii su rostro fue la visual y la discusión fue larga y yo no lo habriiia entendido aunque solo hubiera sucedido una vez. Pero siii lo entiendo. Era bastante simple. Blythe, un cirujano plástico, había pensado yo, también tenía interés en las computadoras. Intentaba convencer a mi padre de que una máquina de pensar era posible. Intentaba hacer esto porque sabía que mi padre tenía la idea de que la raza humana era solo un medio para un fin. Blythe pensaba que el final estaba en esa máquina parpadeante. Al día siguiente yo jugué a un sencillo juego del ahorcado en la máquina.

    Le pregunté cómo se llamaba y ella dijo: "Claire".

    Después de un rato, la conversación terminó y la máquina dejó de girar. Ella me había mirado dos veces.

    "Vete a la cama", dijo mi padre aparentemente de la nada "Hablaremos de esto".

    Claire me tomó de la mano y me llevó escaleras arriba.

    Llevaba sin verla mucho tiempo para cuando yo llegué a Japón.

DOCE

    Regresé de Tokio, propiamente dicho, de regreso a Koiwa, que se parecía mucho a mi hogar. Me había terminado el sake y mientras la gente sobrevive a enormes accidentes automovilísticos que rasgan el acero y no podemos entenderlo, excepto que a veces alguien menciona que los bebés pueden sobrevivir a caídas desde alturas enormes y eso ayuda, así que llegué a casa.

    El extraño alcohol del sake me caló. En el tren a casa (estaba oscuro y era tarde) un asalariado mantuvo un largo contacto visual conmigo, con la cabeza botando pero no a ritmo con el tren. Tenía una mirada sucia en la cara, la cual era una cara donde gruesas arrugas eran el esqueleto y el resto era carne, y su cabello parecía afilado en los bordes como conchas de mar. No sé qué me dijo su mirada, pero fue algo así como «¡No somos tan diferentes después de todo! Los dos somos pedazos de mierda borracha.» Yo solo me sentía borracho, no tan mal existencialmente. Era mi día libre, después de todo.

    Así, estaba de regreso en ese andén elevado con mil personas y bajé muy despacio una escalera de veinte metros de ancho y se parecía mucho a una cascada o algo que uno pudiera mirar por placer.

    Salí de la estación y un pequeño callejón que no había visto antes ahora estaba iluminado por docenas de farolillos rojos. Hombres mayores con esas pequeñas chaquetas happi cortadas en el pecho y con cintas para la cabeza estaban sentados afuera haciendo acciones tipo pelar papatas. Solo que sujetaban peces.

    Tendí por el callejón. Este estaba lleno de pequeños bares. Hice una aparición de invitado en uno y un anciano me invitó a una babosa para comer y supe que me estaba tomando el pelo, pero sonreí y me la comí y todos los oyajis en el bar lo pasaban muy bien y el limo me chorreaba por la barbilla e incluso puede que yo hubiera estado sonriendo, pero probablemente no. ¿Sabes?, puedo oler el sake mientras pienso en todo esto.

    Venía una caliente brisa del plato caliente donde moraba la buena comida. Dejé una botella de cerveza de cortesía en la barra. Perdí la concentración y los viejos se vieron obligados a tirarme de la manga para tratar de comunicarse conmigo. Tenían una gran necesidad de decirme algo.

    "¡No lo hagas!"

    No, eso no era todo, y me fui bruscamente. En el callejón me paré y todos la pasaban muy bien. Podías oír música enka que antes era música política de violín y ahora era lo que cantabas cuando estabas borracho y no podías luchar con "My Way." A la manera de toda la música japonesa, era un poco melancólica para el oído occidental, luchando desde un lugar estático como un hombre ahogado.

    Al final del callejón hubo un fulgor de seda, hecho más sedoso por una pierna que destellaba a través dividiendo la luz. Aferrando un bolsito al costado, y con movimiento respiratorio en todo lo ella que tocaba, había una despampanante filipina cuyos ojos eran oscuros y cuyos labios eran oscuros, pero ambos se abrían mientras yo miraba y la luz los perseguía. Era la misma filipina que yo había visto antes cuando era medio hombre, pero ahora yo había acabado con todo eso. Ella me sonrió, y a mi clase, y el callejón la aislaba mientras ella se movía a cosas nuevas.

    Oh, tenía que irme a casa antes de hacer algo vergonzoso.

    Tenía la sensación de que el otro extremo del callejón me llevaría a casa, así que me paseé por él: al diablo con todo, silbando una melodía (por favor, que nadie se choque conmigo)

    Al salir, yo estaba justo en mi casa. La calle estaba oscura pero bastante clara: reconocí una tienda de comestibles coreana, las mismas tres personas aparentemente atrapadas dentro: no más de una de ellas era el "maestro," pero ¿cuál?

    Un gran Jaguar rosado pasó por delante. Yo sabía que podrían estar sucediendo cosas increíbles en su interior: un hombre siendo estrangulado, un nuevo estilo de mamada en Hong Kong, un fax siendo lentamente arrugado y un cuchillo siendo afilado. El romance de la raza humana así de epitomizado por el violento gángster.

    Papá había sido particularmente duro conmigo al descubrir que me gustaban "El padrino" y "Los intocables."

    Me dijo que no era casualidad que Stalin hubiera sido un gángster en su juventud. Los gángsters nunca robaban ni invertían ni asesinaban ni se retiraban en silencio. Siempre vestían o hacían algo para engrandecerse. La superioridad era el motivo definitivo del gángster.

    Pol Pot fue un gángster, Hitler fue un gángster, todos los demás enemigos de nuestra familia eran gángsters hasta la raíz: excluyendo e incluyendo, creándose un nuevo contexto donde tuvieran razón.

    No ser interrumpidos bien era la paz final que buscaban cuando la cosa había comenzado como músculo y pelea, por lo que al menos se podía tener cierta simpatía.

    Pero los mafiosos... lo admito, no estaba totalmente de acuerdo con papá en este punto. Los Khmer Rouge tenían campos de exterminio, mataron a mi madre.

    Y lo hicieron por la necesidad de purificar, de eliminar algunos elementos externos. Básicamente por una negativa a aceptar que eran iguales a todos los demás humanos. Pero el gángster en la tele parecía admitir que él era, en muchos sentidos, inferior a las personas que lo rodeaban. Pero él era más violento que ellos, lo cual le facilitaba la vida.

    Tenía que admitir que esta era una línea muy fina.

    Al acercarme a casa, estaba a solo unos minutos de mi primer encuentro con la Yakuza. Surgió porque empecé a correr. Cómo sucedió eso... fue algo relacionado con el alcohol. O bien algo de alcohol golpeó mi sistema y quedé falsamente energizado o mi cuerpo logró metabolizar un bloque de alcohol y obtuve un poco de vida genuina. En cualquier caso, sentí la necesidad de correr.

    Y, al correr, pasé una vez más por la ciudadela plateada y mis ojos se enfocaron en el letrero de sexo iluminado sobre mi puerta.

    Y parece poco probable, pero al mismo tiempo estaba pensando en mi amor de la infancia y la filipina. Y mis piernas, corazón, etc. también estaban sacando algo de corriente de mi mente. Me topé con un hombre con un traje azul hielo y no nos tropezamos, sino que nos caímos al suelo y nos deslizamos a lo largo de él como aviones aterrizando (no a muy diferente escala).

    Al levantar la vista, vi a un corpulento japonés cuya cara estaba abrierta por el incidente. Sus ojos estaban inmensamente ampliados por gruesas gafas atornilladas a la cabeza con monturas industriales. Llevaba una capa, creo, y una mujer joven y aterrorizada se encogió delante de él. Muy profesional, pensé, de ella.

    ¿Y con qué estaba yo enredado? Con algo que me lanzó un duro puñetazo en las costillas y tenía una permanente que olía a todo menos viejo en mi cara. Él se levantó más rápido que yo y empezó a maldecir puro sonido.

    La pareja se relajó y yo estaba siendo pateado bastante levemente. Los zapatos del tipo estaban tan lustrosos que me pasaban resbalando de todos modos. Su traje casi blanco estaba manchado de la leve suciedad de la calle, y yo era la causa y la sustancia en los ojos del tipo.

    Tiró de mí para levantarme. Me hubiera encantado ayudar, pero él se bastaba solo. Su cara... él estaba masticando algo que iluminaba su tez lívida y le salían chispas de fuego. Su cabello era anaranjado y parecía extenderse desde su tercer ojo. Su rostro no era una máscara, pero sus ojos estaban oscurecidos por la ira. Me resistí cuando él me llevó al callejón para pasar a lo serio, pero él tenía la ventaja de la sorpresa, como toda su nación.

    Me arrojó contra una pared y yo planeé dar una patada al nivel de la cintura en el momento correcto. Hubo una pequeña pausa y luego él se apoyó contra la pared opuesta y arregló un cigarrillo y comenzó a fumar.

    "Deberías ser más cuidadoso," dijo en excelente estadounidense. "Si le hubiera sucedido a cualquiera de los otros tipos... estarías sangrando ahora."

    "Sí... lo siento," dije. Estaba empezando a parecer que a nadie le daban una buena paliza en este país. Mi propio intento anterior no había salido como yo esperaba.

    La cara del gángster era diferente en reposo y en el fulgor del cigarrillo. El cabello naranja ya no era un problema y su rostro se había relajado para mostrar pómulos afilados, labios carnosos y cejas gruesas que se apretaban entre sí mientras pensamientos pasaban debajo del hueso debajo de estas.

    Echó la mano atrás para abofetearme. Yo no me aparté y luego él comenzó a reír afectuosamente. "¡Eres un tipo duro... o estás borracho!"

    "Ambos..." bromeé y nos reímos de eso.

    Terminé yendo a tomar una copa con él. A medio camino del local al que me estaba llevando después de la adrenalina, mi estómago revuelto y envenenado decidió comenzar de cero y vomitó agua marrón pálida en una canaleta. Ningún comentario de ninguno de los bandos, aunque sí me ofreció un pañuelo. Se llamaba Tetsuo.

    "Bueno... sí. Aprendí inglés en Okinawa. Vengo de Tokio, pero tuve que pasar dos años en Okinawa. Ya sabes cómo es. En Okinawa tengo una chica estadounidense... o dos. Así aprendo inglés. Finalmente regreso a Tokio... gran ciudad. Pero parece diferente... no tan grande. Ocupada y llena, pero no hay espacio. No puedo ver el agua a pesar de que está a pocos kilómetros de distancia. Eso es una locura. También todo el mundo evita a todo el mundo... nunca saludan. ¿Cómo puedo saber si estoy siendo un tipo duro y aterrador o no? Todos tienen miedo todo el día. En los clubes o las casas de baños, los jefes hablan de negocios y nosotros observamos. Es divertido verlos hablar. Nunca se sabe lo que deciden, pero se hacen cosas, así que supongo que lo saben. Luego salimos y apalizamos a un tipo o lo cortamos o le incendiamos la tienda. Su vida cambia totalmente en ese momento... pero la mía no."

    “Sé lo que quieres decir. Yo tengo un trabajo que hacer aquí como el tuyo... "

    La barra está falsamente apoyada por ennegrecidas vigas de madera y, en la distancia sobre una de ellas, Honda entra en el bar y va a tomar una copa. Le digo a Tetsuo que mi jefe acaba de llegar al bar y él me guiña un ojo y se va. Honda no viene a unirse a mí. En una ventana de vidrio, verifico que no estoy ensangrentado ni magullado y luego me uno a él. Bebemos juntos en silencio: dice que está muy cansado.

TRECE

    Pasaron unos días más y luego tuvimos una gran reunión: diagramas, susurros... todo el asunto.

    Benny Odajima, Junko Watanabe, Yosuke Kawabata, Takeshi Honda y yo. Nos reunimos en nuestra sala de estar.

    "Creo que he encontrado un químico para lo que necesitamos: los componentes," nos dijo Honda, pero la revelación parecía pesar mucho sobre él.

    "¿Es él uno de nosotros?" preguntó Odajima, y ​​su necesidad de saber fue intensa.

    "Básicamente," fue la respuesta de Honda y luego alisó un mapa de manera clínica. Lo alisó como un viento abandonando un lago. Su mano era un poco más grande que la mía y parecía pesar el doble.

    La atención pasó a mí: "He escrito instrucciones que me gustaría que llevaras a cabo... pero yo me ocuparé de las etapas finales... parte de esto no se puede escribir, por razones obvias."

    Odajima no se molestó en disfrazar su odio por mí en ese momento. O posiblemente fue incapaz de ocultarlo: su rostro estaba tan podrido que había perdido toda complejidad: el amor y el odio brillaban a través de los delgados tejidos.

    "¿Tienes secretos de nosotros?" preguntó indagando en mi cara. Movió los ojos de un punto a otro de mi cara, midiendo en lugar de simplemente juzgar, parecía.

    “En algunas partes nuestros intereses son los mismos. En otras son diferentes." Algo sobre ese trabajo y aquel lugar minimizó mi diálogo. En una variedad de formas, el espacio donde un hombre como Odajima y una mina como yo podían entenderse el uno al otro era limitado.

    "¿Cómo podemos confiar en ti?" preguntó. Curiosamente, no me preguntó a mí, sino a sus compañeros.

    La cara de Yosuke decía: «Buena pregunta.»

    La de Junko: "A la mierda (¿a ambos?)"

    La de Honda decía: «Mi nombre es Takeshi Honda.»

    "Benny... es demasiado tarde para que esa pregunta tenga sentido. ¿Y por qué te llamas Benny, por cierto?" Pregunté.

    Por extraño que parezca, la discusión había terminado y, aunque yo estaba seguro de que me guardaba rencor, Benny no siguió su línea de argumento. Resulta que se llamaba Benny porque en la universidad había escuchado incesantemente a Benny and The Jets por Elton John. Junko se movió hacia Honda. Ella era baja y lo miraba hacia arriba hasta los ojos. Ella estaba demasiado cerca. Mirando hacia arriba, su espeso cabello grasiento fluía lentamente desde su hogar en las franjas de su rostro y se le adelgazaron levemente las mejillas para revelar huesos débiles. Aún vestido con su traje, Honda no se alejó de ella, a pesar de que definitivamente estaban demasiado cerca. Él relajó su normalmente erguida postura, tal vez para arrojar menos contraste entre la rigidez de ella y la postura casi fluida, ojos, voz: voz hablando en japonés. Lentamente lo hablaba y cada palabra era producida y engullida con la regularidad de la vocalización y los repetitivos sonidos básicos, cada uno claro y solo y vagamente predecible después de un día o dos entre ellos.

    Honda se impresionó a sí mismo respondiendo lo siguiente.

    "De modo que opinas que nuestro invitado debería probarse a sí mismo. Bueno, eso no es del todo necesario. Pero da la casualidad que nuestro invitado va a hacer más trabajos con nosotros." Luego él dijo algo en japonés y después: "Sí, dije que puedes fingir que esto es una prueba."

    Yosuke habló "¡Hablas mientras duermes!" me dijo.

    Yo no sabía eso. Esto era malo. Dos noches antes había oído a Yosuke quitarse los calzoncillos a través del delgado tablero que casi llegaba al techo entre nuestras habitaciones, aunque estaba pintado y alisado como si se considerara terminado. Me dijo que el espacio era diferente en Japón. No estaba dividido por la fuerza sino por el silencio mutuo y los ojos cerrados.

    Los calzones cayeron lentamente. Cuando esperas a una mujer en la cama, puedes oír ese ruido llegando en la oscuridad. Es un susurro en tu oído y también como campanas tañendo desde una iglesia secreta. Estos matices fuertemente cargados no podían escapar del tirón gravitacional de los indudablemente enormes calzones bajando por acanaladas piernas. Yo aún lo estaba superando.

    "¿En serio... algo interesante?"

    "Decías muchas veces una palabra que yo no sabía.... ¡quizá el nombre de una chica! ¡hurr hurr! Y estabas diciendo: «No hay diferencia» o «No encuentro diferencia» o una cosa u otra cosa. Eres demasiado ruidoso."

    Y tú esttás demasiado gordo y demasiado loco. Me dije esto antes de continuar con una conversación normal y fluida. La mente tiene muchas herramientas para curarse a sí misma. A corto plazo, a largo plazo está jodida.

    Todos en la sala eran enloquecidos cultistas con un plan que pensaban que era lo correcto y estaban dispuestos a acabar con la civilización para llevarlo a cabo. Yo también, aunque en mi caso los medios y el fin estaban separados por el grosor de una cuchilla. También nosotros (los hombres en la Tierra) nos comunicábamos como lo hacíamos durante el sexo. En la oscuridad, espasmódicamente, algo egoístas, llenos de símbolos heredados, solo uno a uno en la raíz, que no equivale a nada en el mejor de los casos, que en el peor de los casos no nos unimos sino que nos dividimos... que algo nuevo viene al mundo pero se parece demasiado a nosotros para ser relevante.

    "Bueno, avísame si empeora... si canto, etc. De lo contrario, estoy seguro de que mejorará. Dudo que vuelvas a oír algo nuevo... Creo que duermo igual todas las noches." Yo estaba murmurando al final, pero había empezado con mucha confianza.

    No esperaba que algo malo saldría de esto. Tal vez era solo la bebida lo que me hizo hablar. Podría ver eso.

    "Veamos este mapa. Luego hablaremos sobre reunir al Sr. Mizukami con su familia," dijo Honda y miramos el mapa, que era un mapa de la casa de un hombre con todas sus cositas en él y provocó una sonrisa de impresión en todos nosotros. Era como una tomografía computarizada de la cabeza del hombre.

    “Usaremos muy poca fuerza. Solo sorpresa. Tendrá demasiado miedo, por lo que gritará. Si le damos más miedo, se detendrá. Puedo mantenerlo en silencio durante la transición."

    "¿Dónde está su familia?" Pregunté

    "Él cree que están muertos," fue la respuesta de Honda y, si no me miró, para ahorrarme la fuerza de sus ojos que no podía comprometer.

    "¿Están muertos?"

    "Puede beneficiarte pensar eso." El resto de la reunión fue la estrategia de llevar al tipo durante la noche... llamaron a esto defensa propia. Siempre lo hacen.

    Fui a mi habitación y leí el correo electrónico que había recibido de Claire antes de eliminarlo. Fue breve, informaba de que todos en su ciudad asumían que algo malo iba a suceder. También había una tabla que correlacionaba la brutalidad policial y el promedio de horas invertido viendo televisión. Ese era el fuerte de Claire... correlaciones. Ella estaba espantosamente muy lejos de mí, pero ambos estábamos correlacionados.

    Variables que miden el tiempo que queda. Borrar.

CATORCE

    En el cochecito, comenzamos a salir de Tokio. Por supuesto, el coche resistió, pero se estaba haciendo tarde y se estaba cansando y había guardado la mayoría de sus juguetes en sus cajas. Al salir de la ciudad, no te das cuenta de que estás saliendo. Las luces permanecen a su alrededor y las mismas señales se repiten. La ciudad es tan ciega como nosotros a este respecto. Sin límites claros, se encuentra indiferenciada como un cieno primordial. Lo único que necesita es un rayo para descubrir lo que realmente es. Imagina que alguna forma de vida radicalmente diferente se hubiera deslizado sobre el cieno al despertar la primera biología. Hoy no quedan restos de esa vida... todos somos una gran familia aquí.

    Hablando de familia... Yo deseaba saber el destino de la familia del Abogado. ¿Habían sido asesinados por el Culto de la Muerte de Tokio?

    Y si así era, ¿lo sabía el abogado? Y si no, ¿dónde estaban? Y volviendo a "si estuvieran muertos," ¿por qué estaban muertos? ¿Tan pronto... es que estas personas no podían esperar?

    Dormí un rato, hecho que descubrí cuando nos topamos con un badén en la carretera y el latigazo cervical me subió por el cuello y me salió por la boca junto con un delgado hilo de saliva. Afuera era noche cerrada y estábamos en la zona rural. Los grillos montaban jaleo y había montañas de aspecto escarpado en vagas siluetas. Todo olía diferente, como lo había hecho el diferente clima. La época de las montañas siempre me asombraba. La guerra geológica a la guerra humana a la guerra lógica era una aceleración increíble. Serían las fuerzas que seguían a la humanidad crueles o benignas? ¿Eran las placas tectónicas culpables de un vasto "genocidio" contra las vulnerables costuras de granito? Cuando pensaba así, podía llegar a confundirme.

    "Honda," le susurré al conductor que nos guiaba durante la noche. "¿Estás despierto?"

    “Sí... ¿qué tal algunas respuestas directas?"

    "¿De mí o de ti?" él sonrió mostrando sus fuertes dientes. Mis dientes menos fuertes también se mostraron. ¡Después de todo, aún no habíamos comenzado a matar a nadie!

    "Primero que nada... oh, de ti... primero que nada, de esa mujer... la que nos siguió."

    "Ah sí, ella es la asistente personal del Sr. Maruhashi... Mayumi... ¿Te gusta?"

    "No me gustó verla de repente hoy... nos está siguiendo, ¿verdad?"

    "Lo más probable. Aunque Maruhashi-san es fuerte en la Senda, se considera un hombre igual a nuestro líder en asuntos puramente terrenales como espiar y ganar dinero. Él te habría seguido a pesar de estar básicamente satisfecho contigo. Es tan rico que creemos que eso está bien. Por cierto... ¿por qué le tenías tanto miedo?"

    “¡Miedo! No... solo, bueno, hasta que sepa quién es quién... No me gustan las sorpresas."

    "He oído algunas buenas historias sobre ella."

    "¿En serio?"

    "Sí... más bien historias de copas, ¿quieres?"

    "¡Bien, genial! Vale, pregunta de negocios... ¿qué estamos haciendo?"

    "Es complicado. En esencia, habíamos estado intentando que este abogado se uniera a nosotros para ayudarnos con un gran problema legal que hemos tenido. Lo intentamos con una conversión estándar. Le dimos literatura y dibujos animados de la historia de la vida del líder... "

    "¿Anime?"

    “Sí, tenemos algunos en casa. Pero él no se convirtió, así que... algunos otros... secuestraron a su esposa e hija... esto fue hace unos seis meses. El plan era que los retendríamos durante unos días y luego comenzaríamos la conversión de nuevo. Solo que salió una extracción muy pringosa... ya sabes... " Me sonrió como si yo lo supiera y creo que yo también sonreí. Él pareció aliviado.

    “... y todas las señales apuntaban a que las dos mujeres estaban muertas. Entonces él comenzó a llorar, pero nosotros no sabíamos si estaban muertas. Y cuando uno de nuestros asesores espirituales llegó a su puerta, él comenzó a orar de rodillas nada tuviera sentido. En una hora, las cosas tenían más sentido para él... y él comenzó el Olvido. Desde entonces ha sido un excelente seguidor, derrotando desafíos legales para nuestro dinero y nuestra ciencia."

    "¿Y... y vosotros secuestrasteis a su familia?"

    “El Maestro así lo decidió. Es un excelente juez de carácter. O parece serlo. En realidad no se requiere juicio, él tiene un conocimiento completo de todo el mundo que encuentra."

    "Ya veo."

    “Lo conocerás. Y, para concluir, el abogado ahora es el objetivo de nuestros enemigos que saben que él sabe muchas cosas. Debemos eliminar el objetivo."

    "Yo no voy a matar a nadie personalmente, Honda."

    "Nadie va a morir esta noche."

    Para algunos, esto es una oración. Para otros un compromiso, y para otros, una necesaria ilusión, pero muchos de nosotros lo decimos muchas noches.

    Detuvimos el automóvil a unos cientos de metros de la puerta del abogado en un carril muy tranquilo donde casi no había tráfico. Íbamos todos de negro y teníamos pasamontañas. Yo tenía instrucciones de no hablar si no era absolutamente necesario.

    El rostro de Odajima se retorcía debajo de la máscara: las sacudidas parecían correlacionarse con actos de violencia e intimidación que él estaba afilando en su mente.

    La casa del abogado se encontraba en un tranquilo jardín con una piscina de cierta forma específica y significativa. Las largas tejas azules de su techo estaban un poco húmedas y captaban toda la luz que podían para operar su encanto.

    Las puertas de papel se iluminaron un segundo antes de liberarla, se suavizaron.

    La lenta música de flauta shakuhachi vino con la luz a la misma velocidad. Sonaba en directo, no grabada.

    Junko parecía insatisfecha con sus guantes de cuero y los ajustaba constantemente. Los momentos de paz entre los tirones eran indudablemente metafísicos: llegaban rápidamente y abrumaban por completo.

    Finalmente, Yosuke. Estaba mirando el pequeño garrote en su mano, aparentemente imaginando una cabeza reventada en el extremo y la aprobación que esta podría proporcionarle.

    Honda estaba totalmente sintonizado con su atuendo y era capaz de cualquier cosa que cualquier persona con tal traje y máscara podría hacer.

    Salimos del coche y nos abrimos paso hacia el camino. Benny ocultó las matrículas con ramas que parecían simplemente haber volado allí. Caminamos como un grupo suelto, no en fila. Todos nos dirigimos hacia la puerta.

    En los días posteriores a nuestro primer encuentro, Claire y yo nos hicimos amigos.

    Ella parecía saber más que yo sobre la computadora. Me explicó que su padre la había estado entrenando. Que después de unos meses ahora podría resolver laberintos y jugar un juego de cartas y hacerlo muy bien. Le pregunté cómo lo hacía. Ella me dijo que la computadora podría decidir si decir sí o no muy rápido. Solo sí o no.

    Claire tenía el pelo rojo claro.

    Las siluetas invadieron y luego dejaron la forma de la puerta: yo era una de ellas. Nadie podría discutir con eso.

    ¿Quién hacía más ruido? ¿Era yo con los tremendos latidos de mi corazón? Tenía la sensación de estar comprometiendo la misión y toda mi vida. Pero ¿qué podía yo hacer?

    Honda se movió rápido y se aplanó contra la pared como una sombra cuando enciendes la luz. Todos nos aproximamos con diferentes grados de éxito. Luego nos acercamos a la ventana como lo hizo Honda, quien nos detuvo con una mano y con los ruidos que esta hacía mientras se precipitaba por el aire. Luego, Yosuke y Benny se separaron para rodear la casa en órbitas opuestas, Honda alzó la mano en el aire, suspendiendo dudas mientras nos mantenía en posición.

    Dentro de la habitación, debajo de la flauta, podíamos oír los leves ruidos que acompañaban a estar vivo. Yo noté estar completamente comprometido a mantener esos ruidos. Destellos de luz se precipitaron frente a mis ojos... la distancia de los destellos cambiaba. Mi esfera interna fluctuó. Luciérnagas.

    La mano de Honda, nuestros cimientos, comenzó a moverse lentamente. A lo lejos vi una sombría figura trepando por la pared. Pero obviamente no era real, así que no lo mencioné.

    La mano de Honda definitivamente bajaba despacio en incrementos tipográficamente finos. Espero que haya una forma de teatro japonés donde este movimiento sea muy valorado... si no la actuación entera.

    Cuando la mano cayó como un cuchillo en el agua, nos movimos,

    Junko abrió la ventana, Honda entró con la velocidad del rayo y la precisión del karate y yo lo seguí.

    La habitación tenía suelo de tatami, las esteras de arroz. El grano estaba en mi contra, así que no me resbalé como un idiota. Una pequeña almohada, con un cálido hueco, estaba en el centro de la habitación que también tenía adornos colgados en la pared, un equipo de música Sony y un juego de té. Sí, no hay gente. Excepto tres personas ahora, que habían pensado como sombras hasta que el cálido fondo comenzó a empujarlos. Honda nos trasladó a las esquinas traseras de la habitación y escuchó junto a la puerta.

    Un grito entró por la puerta. Todos pegamos un brinco, incluso Honda.

    "Bengoshi," dijo él. Eso significaba abogado. Pasos vinieron hacia la puerta de la habitación en la que ya nos sentíamos ya como en casa.

    Cuando alguien irrumpe por una puerta en Occidente, es algo especial, solo superado por saltar por una ventana en su capacidad de excitar baratamente a los transehúntes, etc. Cuando la puerta se desliza, es muy diferente, como el tai chi a alta velocidad y el trueno y golpes metálicos mientras intentas hacer que la cosa se mueva sobre sus guías corredoras madera sobre madera.

QUINCE

    Aún estamos en la habitación del abogado. En breve descubriremos quién está en la casa también. Pero tengo que hacer una pausa al respecto.

    Yo estaba en Japón, era un terrorista, principalmente debido a mi padre. Como sabes, él nunca fue el mismo después del genocidio camboyano. Lo veía como realmente era: es decir, nada fuera de lo ordinario.

    También veía otras cosas. La intensa belleza del ballet camboyano. La geometría de las pirámides y de la Catedral de Chartres: formas tan grandes que la gente quería morir por ellas. La afición del hombre por los animales que él no podía dejar de comer. La computadora y las otras computadoras que nosotros, como raza, incubamos como un extraño huevo en nuestro nido: un huevo de dinosaurio. Caras que aparecían en todas partes, desde enchufes hasta las estrellas. Satélites, teléfonos y otros vastos sistemas (como moléculas) que solo la inercia mantenía al azar. La inercia estaba decayendo. Los sistemas complejos estaban a la vuelta de la esquina. El hombre era algo hermoso, pero o bien algo iba mal o nunca había tenido la intención de ir bien.

    Pero él en realidad no pensaba mucho en eso cuando yo era un niño. Todo esto era una posibilidad. Los astronautas le mantenían en marcha.

    Recuerdo el primer lanzamiento de Lanzadera. Dejé la escuela y un coche rojo brillante que yo nunca había visto antes se detuvo para recogerme. Si los automóviles tienen lenguaje corporal, así es como supe que venía a por mí (¿lenguaje de chasis?) Papá estaba dentro, con gafas de sol de espejo. "¡Sube!" me dijo.

    "¿Tenemos coche nuevo?" Pregunté mientras me abrochaba torpemente el cinturón de seguridad.

    "Sí, ese último trabajo mío por fin me ha hecho ganar algo de dinero. ¡Mira lo que tengo para ti en el asiento trasero!"

    Era el cómic del Juez Dredd 2000AD. Esto nunca antes había aparecido espontáneamente y mi emoción no tenía precedentes.

    Al lado había un paquete de cartas. Las recogí y vi que papá había juntado cuidadosamente el juego de cartas de naves espaciales que se había ido materializando gradualmente en la última página de 2000AD durante un mes.

    Dije guao y gracias. De camino a casa leí el nuevo número y descubrí que papá había cortado la última página del cómic al hacer las cartas, arruinando el final de la historia. Yo demasiado joven para recortarlas yo mismo... la estructura de las cosas me eludía. Tuve que guardar silencio al respecto, pero pareció extraño que él estuviera más preocupado por recortar el juego que por ver el final de la historia.

    Nos fuimos a casa y vimos el despegue de la lanzadera. Debido a que el transbordador tenía alas y se parecía a un avión, no disfruté el lanzamiento tanto como de costumbre y se lo dije a papá.

    Él simpatizó. Definitivamente era menos emocionante que el cohete, aeronáutica Houdini. Pero el transbordador y la estación espacial a la que apuntaba eran los primeros gestos del hombre para hacer algo grande y desinteresado y eso lo hacía más importante y mejor. Apurando un vodka, agregó que más vale que lo fuera. Vio la tele un poco más, yo vi el rosa reclamar sus ojos. Había oído hablar sobre el dicho de las gafas de color rosa.

    El transbordador subió y bajó. Con los años, eso se hizo evidente. Además, la estación espacial se convirtió en algo sobre lo que yo podía aprender en la casa de un viejo paisano en lugar de en el lugar donde podría ir después de la universidad.

    Una noche, cuando papá olía raro y había gente ruidosa en la planta baja escuchando a Gary Glitter, me topé con él al regresar de una meada de medianoche. "He dejado de engañarme a mí mismo sobre los hombres del espacio, hijo," balbuceó (exagerando las eses, tal vez por diversión) "No hay necesidad de seguir haciendo todos los cálculos de propulsión..." me dijo él..".. con la computadora. Me rindo, ¿sabes?. Hasta aquí ha llegado esa computadora en 3 años. Claire también se apunta. Tenemos que trabajar en la computadora. Así que basta de cálculos de propulsión... déjate crecer el cabello un poco. No sé si esos han visto algo... los viejos astronautas. Podrían estar follando unos con otros, buenas noches." Y un beso en la cabeza.

    En la cama pensé en los astronautas. Papá tenía acceso a algunas de las pruebas psicológicas a las que ellos se habían sometido a su regreso. Todos mostraban signos de represión y secretismo. Todas las misiones tenían un silencio de radio que no correspondía con la actividad de la mancha solar.

    La mayoría de los astronautas se mudaban de casa después de sus vuelos, usualmente para estar más cerca entre ellos y desde llanuras con cielos nocturnos hasta los suburbios que se descoloraban cuando se ponía el sol. Pero no tuvimos en cuenta que cuando comenzaron a enviar mujeres y reporteros de televisión japoneses arriba y abajo y arriba y abajo, y lentamente, fue obvio que todo se estaba desfasando gradualmente. Estados Unidos y la URSS habían encontrado el límite del espacio y su valor. Poco después de que se descubriera esto, la guerra entre ellos terminó. La URSS, atea, tuvo que tumbarse y morir. Los cohetes continuaron subiendo... la mano despreocupada usual y además necesitábamos SKY TV, etc.

    Además, por supuesto que yo pensaba en mi nueva "hermana": yo tenía once años más o menos, y todo eso me sonaba a problemas.

    Cuando era más joven, me habían encantado los dinosaurios. Papá había alentado eso: a menudo, cuando salíamos a pasear, como a la tienda de patatas fritas, me preguntaba cuántos dinosaurios podía ver.

DIECISÉIS

    El abogado se dio la vuelta y nos vio a todos allí. No estaba tan sorprendido como podrías haber imaginado. Honda lo empujó rápidamente contra la pared, pero con un toque como si estuviera colgando un cuadro. Junko salió de la habitación y los ojos de Honda destellaron para que yo hiciera lo mismo.

    Salí de la habitación y, solo cuando salí y seguí al torpe Junko por un estrecho pasillo lleno de bonsai, fue que cuestioné la sabiduría de estar aquí, ya que había una buena posibilidad de que me apuñalaran en el estómago por quienquiera que estaba persiguiendo por aquí dentro (si es que no eran los otros dos, como parecía probable)

    Vimos a Benny en mosaico, acostado sobre su vientre junto a un gran jarrón con un agujero que casi consume la porcelana. Él estaba medio consciente y comenzó a hablar con Junko. Estaba señalando a una ventana abierta. Encontramos a Yosuke arriba hojeando una revista y no encontramos a nadie más.

    En el coche camino a casa, Benny nos dijo que alguien había intentado salir de la casa justo cuando nosotros entrábamos, alguien todo de negro y muy sospechoso. Él había perseguido a la figura y cuando se inclinó para trepar por la ventana, el abogado le había roto el jarrón en la cabeza. Benny claramente tenía una conmoción cerebral e igualmente pensó que yo sabía más de lo que decía.

    El coche era pequeño y Benny guardaba rencor, así que Mori, el abogado, viajaba en el maletero. Cada veinte kilómetros, alguien lo revisaba. Solo dejamos que Benny lo hiciera una vez debido al ruido desagradable que no pudimos ubicar exactamente desde el maletero cuando regresó de allí. Era un ruido sordo y húmedo.

    Honda me dijo que estaba decepcionado por la violencia de la misión y también por la posibilidad de una fuga. El abogado tenía información que querían asegurarse de que no se filtrara.

    No tenían dudas de su fe, pero también habían visto cuán fácilmente podía convertirse y no querían arriesgarse. El Líder ocasionalmente sancionaba medidas fuertes como esta y tenía un modo de tener razón. En el período previo al gran asesinato en masa, no se podía correr ningún riesgo.

    "Mañana, creo que deberías conocer al líder," me dijo Honda, "sé que no eres uno de nosotros... que nos ayudas por razones que no entendemos plenamente... pero necesitas conocer al líder para que tenga sentido el momento en el que vas a participar en...."

    “¿Por qué crees que os estoy ayudando? ¿Por qué quiero matar a tanta gente? ”

    “Ninguno de nosotros quiere matar gente... como tal. Pero ciertos eventos son necesarios para... desviar la historia humana hacia una nueva dirección. Sabemos que tu grupo piensa lo mismo."

    "Lo pensamos."

    Y lo pensábamos. Pero ¿quién era mi grupo? Éramos unos 20. Eso era lo máximo que cabía en la mesa de papá. Cuando llegué a casa, recibí otro correo electrónico cifrado de uno de ellos, Claire, esperándome.

    Descifré el correo electrónico y lo leí. Fue más largo que la última vez.

    No sentí ninguna emoción o anticipación. Claire había dejado de afectarme desde hacía mucho tiempo. Pero había ese otro sentimiento para el que no tenía otro nombre, excepto el amor. Puede que el amor se aleje flotando de todas las otras emociones que se agrupan a su alrededor, como la pasión y la necesidad, y que permanezca en solitario. Al igual que el agua 100% pura, te sorprendes cuando lo pruebas, o más bien no lo pruebas... simplemente lo sientes y te das cuenta de que te ha llegado a gustar el sabor de algún aditivo.

    «¡Hola! Uno más largo esta vez. ¡Así que finalmente llegaste a Japón! Recuerdo cuando éramos niños que dijiste que querías volver allí.»

    Ella tenía una memoria increíble, y mi completo olvido de este sentimiento fue rápidamente reemplazado por la nueva oración que acababa de leer.

    «Las cosas en Bucarest siguen siendo muy similares. El neonazismo está aumentando ligeramente y lo he estado monitoreando. Los nazis incendiaron la casa de alguien hace una semana y murió una niña. Es difícil creer que todo esto aún esté sucediendo. Por toda Europa... la cuna de la civilización. Hasta donde podemos determinar, no hay tanta coordinación entre estos grupos como entre los medios de comunicación, ¿puedes creerlo? Simplemente surgen del mismo gen. Los medios de comunicación (que se vuelven cada vez más independientes de la humanidad a medida que pasan los años, que casi tienen suficientes clichés almacenados para alcanzar una memética masa crítica y solo necesitan unos cuantos ordenadores para ir tirando y finalmente crearán sus propios países donde las noticias siempre son interesantes)... bueno, ¿qué estaba diciendo? ¡Ah, sí, los medios! Encuentran grandes conspiraciones y, como está generalmente acordado que traten de mantenernos felices, eso deja en claro que algo más horrible es realmente el caso... la construcción espontánea de enormes estructuras de odio por parte de seres humanos no relacionados. El horror de ser nosotros. ¡Basta de esa charla! ¡Ya tuvimos suficiente de eso cuando éramos niños!"

    Cierto. Ella se mudó y era más hermosa que la primera noche que la conocí. Como un niño de once años, yo era considerablemente menos hermoso. El Dr. Blythe estaba cargando siete grandes bolsas por el largo sendero del jardín en el día más soleado de la historia de Inglaterra con una chica delgada con vaqueros de campana y una camisa blanca larga y fina que era esencialmente lo mismo que una flor en ese sol. Ella tenía el pelo largo y oscuro ahora y las pecas de su naricilla eran lo único que no era plácido.

    La improbable sequedad de la cabeza de su padre me estaba molestando.

    Esto parecía presagiar una enorme fuente de sudor rociada sobre el techo tan pronto como él entrara en la casa. Él estaba claramente en una enorme tensión corporal que llegaba hasta el nivel de los poros. Papá estaba de vuelta en el coche de los Blythes sacando relucientes maletines de acero: la computadora.

    El Dr. Blythe llegó a la casa. Se detuvo un segundo a mi lado. Yo estaba preocupado y podía oler el aire del mar. Pero él comenzó a moverse de nuevo hasta el tercer piso donde se ambos iban a alojarse.

    Claire me dijo: "¡Hola!" y sus dientes me sorprendieron, el porqué no pude saberlo hasta años después en el bar de un hotel cuando oí a algunos estadounidenses reírse de los dientes ingleses. Al regresar a la isla, me enfrenté a más de unas pocas monstruosidades de dientes enloquecidos. Claire tenía más bien dientes estadounidenses.

    Papá gritó desde afuera y yo salí corriendo para ayudar con las partes de la computadora.

    "¡Cómo un cirujano plástico se ha metido en todo esto, no lo sé!" exclamó mientras llevamos las diversas cajas al garaje.

    Durante los siguientes días, la computadora se desarrolló en el laboratorio (anteriormente garaje). Era una máquina mucho más ambiciosa que la que había visto esa noche un rato antes. Blythe aparentemente se había sumergido en la misión de búsqueda de la mente artificial.

    Y mientras él hablaba con papá, se hizo evidente que papá pensaba que la mente artificial era algo que la humanidad tenía que crear. Se había asegurado de que todos los que leían sus "ensayos" pensaran esto. Pasó viajes enteros a Europa asegurándose de que los departamentos de humanidades de las grandes universidades donaran grandes sumas a los laboratorios de investigación de Inteligencia Artificial en lugar de enseñar historia.

    Algunos años más tarde, descubrí que mi papá se ganaba la vida como un conocido profesor de ciencias genéticas y virología. 13 años y lo único que yo sabía era que él escribía artículos y conocía a muchas personas llamadas "doctor." Y que él era un "doctor."

    El laboratorio estaba lleno de válvulas y pantallas y unidades más pequeñas basadas en transistores. Mantenían las válvulas porque Blythe, cuyo conocimiento de estos sistemas se había multiplicado mil veces en sus siete años de estudio, sentía que las válvulas podían activarse para actuar de una manera no lineal y eso crearía una retroalimentación interesante, tal vez similar a la creatividad, en el sistema, de otra modo, digital.

    "Hola, Cranwell."

    "Hola. ¿Cómo estás?

    “¿Bien? ¿Cómo estás?

    "Bien... ¿qué hay de nuevo?"

    "Oh, lo usual"

    "¡¡¡FALLO!!!!"

    Claire había recibido educación en casa antes de venir a quedarse con nosotros, pero su papá tenía un nuevo proyecto ahora, así que ella venía a mi escuela.

    Íbamos en bicicleta a la escuela juntos y, a menudo, llovía mucho y solo mirábamos hacia abajo y yo tenía la premonición de la horrible sensación de sacar un libro de ejercicios mojado y empapado de su mochila y la marina tristeza de la tinta esparcida por las páginas borrando lo que habías hecho.

    A veces era así, pero mi primer recuerdo reflejo de ello es siempre una especie de gloria comercial de champú, sol y hojas enloquecidas, esplendor inglés y el cabello de Claire fluyendo como una corriente detrás de sus mejillas sonrojadas. Durante 3 años.

    «¿Te acuerdas del loco Doctor Fasma de Polonia? Vi al hombre en la tele el otro día,» (continúa el correo electrónico de Claire). «Ahora está intentando prohibir Internet o algo así... ¡Creo que sabe que tu papá pasó a la etapa dos! O tal vez no, pero se lo dije a tu papá de todos modos.»

    Pues nos habíamos tomado unas vacaciones en la playa en Torquay, una ciudad muy agradable con bonitas playas y acantilados, pensé yo. Claire quería nadar todo el día. Encontré una pila de cómics antiguos en nuestro hotel de «cama y desayuno» y quise leerlos. En la parte superior del cómic, donde a menudo explotaba un planeta, yo la veía en bikini saltando en una ola y, cuando esta la bañaba, la hacía parecer fraccionalmente más una mujer a mis ojosl (momento en el cual yo volvía a mirar deprisa hacia la página).

    El Dr. Fasma estaba con nosotros con un traje de marinero de pantalones cortos, en una tumbona de playa bebiendo limonada. Tenía una cara de rata sobre una cabeza de oso. Tenía cuarenta y tantos años y vivía en Inglaterra, enseñando en la universidad cercana. Papá, Blythe y él se sentaban paralelos y miraban el mar. La conversación entre personas que no se miran entre sí asume una calidad ondulatoria después de un período de tiempo (con playa o sin playa), por lo que no estoy completamente seguro de quién dijo qué.

    Dijeron que ninguna máquina podría ser tan poderosa como una mente.

    Dijeron que la mente no era solo una cosa, sino que parecía tener un solo conjunto de reglas, y que ese era el objetivo.

    Dijeron que no había garantía de que la cosa siguiente fuese bueno.

    Mi padre dijo que había visto una belleza inmensa en su vida, y había visto momentos de intensa promesa, había visto la inherente bondad de los niños y nunca, nunca, había oído una pieza de música que fuera malvada, excepto en su letra. También dijo que confiaba en que veríamos campos de exterminio en Europa dentro de veinte años y que, cuando eso sucediera, él haría lo que tenía que hacer.

    Dijeron que Internet podría volverse comercial si los precios de las computadoras seguían su tendencia actual y si había algo interesante ahí para las personas.

    Se comprometieron a invertir una gran cantidad de dinero en la investigación de un software que permitiera ver la pornografía a través de Internet, y decidieron que se debería incorporar como una herramienta científica con otros fines para que la gente no se avergonzara para adquirir este software.

    Tres años más tarde y los Blythes se fueron. El Doctor necesitaba ir a los EE. UU. y seguir investigando. Papá le estaba dando la mano mientras se preparaba para irse.

    "Las cosas tienen mala pinta en Yugoslavia," dijo papá con toda la satisfacción que un hombre cuya esposa había muerto en un campo de exterminio podía reunir.

    "La investigación se está acelerando... el Gran Cerebro está llegando... tal vez el cerebro pueda resolvernos a todos."

    "Le tememos demasiado... tenemos que temer otra cosa más o nos aferraremos a esta carne enferma como el templo de la humanidad."

    Yo estaba mirando a Claire, quien estaba evitando mis ojos con timidez. Era tan alta, delgada y bonita mientras daba pataditas a una piedra. Tres noches antes, cuando estaba claro que ella se iba, habíamos dejado de actuar como hermano y hermana mientras nuestros Padres estaban en el laboratorio, y tuvimos una emotiva sesión de actividad sexual. Yo estaba terriblemente enamorado de ella y me ponía enfermo que se fuera, pero sabía que nos mantendríamos en contacto y que siempre la recordaría en mi corazón (debido a una pequeña conversación igualmente conmovedora que habíamos tenido), así que yo tenía una buena perspectiva de su partida. Los dos papás continuaron su charla hasta que la ventanilla subió de golpe por una traviesa Claire que me lanzó un pequeño beso que tuvo problemas para atravesar el cristal azotado por el sol. Sí, fue otro día soleado.

    La volví a ver a mis 18 años, y otra vez a los 22, durante un mes cuando viajamos juntos por Alemania. Y eso fue todo. No pensé en el éxito de nuestra relación con demasiada frecuencia. Estaba construida sobre una capa de gruesa complacencia familiar.

    Ella firmó su correo electrónico con tres x que representaban besos. No había código que representara la profundidad o la pasión de los besos.

DIECISIETE

    La tortura, el secuestro y el control mental eran, en todos los sentidos, contrarios a mis creencias morales. Yo tenía un trabajo que hacer y la necesidad cancelaba la mayor parte de eso, pero el ruido inevitable estaba fuera de la esfera moral. Y yo sabía cuánto ruido hace un hombre con el corazón roto aun cuando no se está recuperando de una paliza. Con horror, de pronto supe por qué el Karaoke coreano me había sonado tan familiar: la brillantez de nuestra ubicación era aterradora. Odiaba pensar en dónde iban a poner al hombre. Era de mañana temprano, la ciudad estaba al borde de un inmenso ruido. Esta contenía la respiración. El dinero se movía silenciosamente a nuestro alrededor. El dinero era mucho más de lo que había sido nunca. Era el rastro de lo que hacíamos, la concha de la raza humana que aparecía varada en una playa que yo había pasado la vida imaginando.

    Se llevaron al abogado amordazado y atado, y lo bajaron por una escalera trasera en la que yo nunca me había fijado hasta ese momento.

    Junko sentó a Benny en el gran sofá de la sala de estar.

    El sofá flaqueó cuando él se sentó encima y lo hundió demasiado. Básicamente, estaba sentado en el suelo pero envuelto en poliésteres envejecidos. Eso se sumó al ceño fruncido que él llevaba desde que le habían aplastado la cabeza. Escupió una frase en japonés que era todo saliva y consonantes. Me miraba a los ojos todo el tiempo que podía. Miró hacia otro lado mientras escupía una frase en inglés: "¿Con quién hablaste?"

    "¿Qué quieres decir?" fue mi respuesta y extendí el «decir» para hacerle dudar de su inglés en lugar de mi honestidad.

    "Alguien sabía que estaríamos allí... vinieron y le pasaron un mensaje al abogado. O se lo dijo él o ellos se lo dijeron. Ahora nuestros planes para mantenerlo callado y dejarlo marchar no son buenos. De modo que,, ¿a quién se lo dijiste?"

    "Hmmm... Ni siquiera sabía a dónde íbamos hasta que subimos al coche. Puedes comprobarlo con tu jefe. Con Honda, quiero decir."

    Luego me retiré de la habitación. Junko le pasó un paño húmedo por la mugrienta frente y dejó el dedo allí colgando sobre la piel como un fideo saliendo de la boca. Él la miró como si la despreciara y luego cerró los ojos como si se despreciara a sí mismo.

    Yo estuve en mi habitación unos minutos sin las luces encendidas. Las luces del exterior atravesaban finas cortinas y dividían la habitación en diferentes momentos y estados de ánimo: rosa destellante, blanco interrogación, marrón sin nombre y sin origen. Mi sombra participaba por igual en todos ellos. No podía quedarme allí, así que volví cruzando la sala de estar donde ambos cultistas miraban las paredes. Diferentes paredes. Parecía como si yo fuese a la cocina, pero no lo hice. Bajé la escalera trasera, tan empinada que la bajabas en gran parte con fe en que otro escalón, y no una impresionante caída, se encontrara debajo del que sí podías ver. La luz se detenía a mitad de camino. Oí llorar a una chica y la voz de una mujer alternando entre la calma y el terror. No se oían voces masculinas. Así que la familia vivía abajo, esto era una asombrosa sorpresa. La capacidad que tenían los humanos de cambiar todas las reglas de la vida de otra persona era impensable e intolerable. Yo estaba temblando de ira. Pensé en registrar la escena allí abajo, pero aquello era demasiado. Volví a subir las escaleras y salí andando de la casa.

    Allí estaba el flujo habitual de tráfico. En el café de abajo, los mutantes fregando el suelo. Solo se podía oír el tráfico, pero el lento vaivén de sus cuerpos sobre los palos me metía en la cabeza los sonidos del chapoteo líquido y mi mente era capaz de mezclarlos hábilmente con sonidos de mujeres horrorizadas... y yo seguía siendo parte de todo ello. Recordé vívidamente todas las cosas que más apreciaba de mi madre. Todas difíciles de poner en palabras: olores, abrazos y el fin de los abrazos, ciertos días largos y hermosos que parecían existir enteramente dentro de los confines de su rostro sonriente.

    Mi madre era una persona y una única persona no puede sobrevivir en este mundo. De eso yo estaba seguro. Y cuando la gente se va y los cultos y las naciones permanecen, no hay belleza y tenemos que ser juzgados.

    Tuve que dejar de pensar. Había estado pensando toda mi vida. Aunque papá me había lavado el cerebro, lo había hecho con tanta habilidad que sentí que tenía libre albedrío. En verdad, mi libre albedrío no se extendía mucho más allá del diálogo interno, es cierto que me había separado de él unos años antes cuando supe por primera vez que había decidido acelerar el fin de la raza humana (o más bien lo que eso implicaba para la gente a nuestro alrededor), pero lo único que hacía falta era un mensaje de correo electrónico de Claire para hacerme volver al plan.

    Pensé sobre el tío de la Yakuza. Era un gángster violento, pero por otro lado me había perdonado cuando todos los códigos le decían que era aceptable castigarme. Un hombre que no castiga cuando le dicen que puede es algo muy raro. Hombre en el tráfico, gritando y maldiciendo al aterrorizado anciano que iba en sentido contrario por la calle protegido en su coche, y la multitud y de repente por fin libre de preguntarse si estaba equivocado. Eso era todo lo que yo veía en el mundo en la parte inferior. vida. Esa es la definitiva verdad: la dicha de ser justificado. Toda belleza era contingente y transferible.

    Una copa. Yo quería una copa.

    Me pregunté si el tío de la Yakuza volvería al bar que habíamos visitado noches antes. Era un bar grande, con el brillo de una cadena pero la mugre de un eslabón débil. Tenía toda la comida de plástico afuera, pero alguna era tan extravagante (gigantesco Godzilla vs. estilo cangrejo) que sabías que al final era parcialmente atmosférica. En el interior se reunían principalmente personas de mi edad o menores. Había alrededor de veinte personas en el bar. Una mesa llena de parejas jóvenes involucradas en bromas juguetonas que subían y bajaban en tono, que sacudían a las jóvenes cuyo maquillaje de ojos jugaba con nuevas reglas que yo aún tenía que aprender o aprender a ignorar. Parecía comenzar y terminar mucho más lejos y estirar las reglas del ojo. Llevaban principalmente suéteres ajustados que se estiraban y chispeaban a medida que ellos se movían y amenazaban con volverse oscuramente interesantes por derecho propio. Los hombres vestían camisas de manga corta y se turnaban para batallar contra las chicas antes de acabar abatidos a carcajadas. Se inflaban un poco y luego decían algo deliberadamente ridículo. De esta manera, se ignoraban las dinámicas esenciales de la edad adulta. Esta era una variante nueva y más simple de la forma en que la mayoría de los japoneses siempre había vivido, pero ahora todos se inclinaban en reverencia ante todos los demás. Véase la figura 1, el famoso grabado de Escher de una escalera que asciende sin cesar.

    Me senté y me trajeron una toalla amarilla humeante envuelta en plástico. La desenvolví, disfrutando del calor excesivo de algunas partes, y luego me la pegué a la cara, la cual se derritió. Pero solo se derretía la cara exterior que Tokio te pone siempre, así que eso estaba bien.

    Las radiantes sonrisas estaban por todas partes, a diferencia de las camareras que evitaban mis ojos como lo haría Bambi. Quizá aún estaban superando mi uso algo "vanguardista" de la toalla amarilla de mano. Pero no, esta no era la primera vez que sentía que todos eran más felices cuando tomar un pedido en un restaurante adoptaba la apariencia de un encuentro casual, por mucho que a algunos les gustara que fuese sexo.

    "Biiru" dije cuando por fin llegó el mágico momento y, con su pequeño disfraz rojo, ella hizo los gestos con las manos que necesitábamos para determinar cuánta cerveza yo quería. Yo sabía la palabra «grande», pero quería asegurarme de no perderme la cerveza "Super" o la "UltraGrande" siquiera.

    Llegó una cerveza espumosa que era lo bastante grande. También conseguí algunos trozos de pollo, aunque la palabra «trozos» quizá sea demasiado específica para lo que recibí.

    Principalmente miré por la ventana. Pasaron varios hombres con trajes pálidos durante un período de dos horas. Algunos de ellos estaban arrastrando mujeres por la muñeca y era evidente que sabían cómo herir en silencio a una mujer al hacerlo. Varios rostros asiáticos que no eran exactamente iguales a los que me rodeaban estaban distorsionados por el dolor mientras los arrastraban. Ninguno de estos hombres era mi nuevo amigo. Durante dos horas en un bar, pasa poco, todo es rítmico como brazos de pistón batiendo cerveza y él dice algo, ella dice algo. Ella trae los platos llenos y se los lleva vacíos, todo el mundo está masticando. Comienzas a notar que tu reloj de hecho se mueve en círculos. Cuando sale el sol te das cuenta de que es aún más grande. Cuando cierran el bar, terminas en tu cama.

    Al día siguiente te despiertas.

    La resaca de Tokio es como las demás en el mundo, pero estás en un calor intenso y la humedad y el sonido está en todas partes. Abres los ojos y se te acelera el corazón en pánico. Haces tu primera respiración y te relajas un poco. Luego eso comienza de nuevo mientras absorbes la sopa dentro del pecho y las venas de la cabeza están listas. Pero en última instancia es solo una resaca y, aunque parece que te han golpeado, solo vomitas bilis y te apoyas en las cosas durante una mañana.

    Recordé, mientras me miraba el pálido rostro y los enrojecidos ojos desde una postura flácida sobre un fregadero sucio, que había gente cautiva en la planta baja. Eso cambiaba las cosas. El tamaño de África y su sufrimiento lo hace irreal como, digamos, un genocidio (Sí, no puedo dejar de pensar en el genocidio: recuerdo que un amigo de papá con una esposa alemana apareció con resaca en nuestra puerta una mañana y proclamó «¡Esta Segunda Guerra Mundial está arruinando mi vida social!»)

    Así, una chica que una vez conocí trató de silenciar mis gemidos de resaca comparando mi sufrimiento con el sufrimiento de un tipo sin nombre que vivía en esta tierra de Nunca Jamás conocida como «África» ​​y no funcionó. Pero a pesar de que no hacían ruido, los cautivos de abajo me dificultaban la acción. Al disfrutar egoístamente de mi taza de té: ¿tenían ellos sed?

    Era sábado, normalmente mi día favorito. Particularmente las primeras horas, poco después de que el repartidor de periódicos entregara el periódico y (por supuesto) el 2000 d.C. Ahora era el año 2000 d.C. noté de pronto. Vivía en una fantasía violenta que involucraba robots y un apocalipsis inminente. Y llevar camiseta y vaqueros todos los días.

    Honda entró en la habitación empapado en sudor. Afortunadamente venía de la dirección de la calle, claramente había estado trotando, no apalizando. Buen sudor honesto. Aunque sus nudillos hinchados hicieron que me palpitara la cabeza y luego me hicieron sentir culpable por ello. Miré dentro de mi té. Las tazas de té vacías te dicen el futuro.

    Cuando están llenas, tratan del vivo presente y de sentirse cálido. El presente no tiene sentido y se puede disipar con solo un pequeño golpe.

    "¡Buenos días! Hoy iremos a Shibuya," dijo Honda entre dos fuertes y medidas respiraciones.

    "Shibuya... ¿qué hay en Shibuya?"

    "Nuestra iglesia. Nuestra iglesia más grande. Al Maestro le gustaría conocerte"

    "Todo el mundo quieren conocerme."

    "Todo el mundo tiene que conocerte."

    Luego cruzó andando la cocina para ducharse. Yo encendí la tele para poder estar solo en la casa. De lo contrario, todos estarían respirando y moviéendose a tu alrededor en 3D a través de las paredes del grosor del papel (pero no papel de verdad).

***

    Cogimos el tren FJ (Ferrocarril de Japon) hasta Kanda, un lugar anodino donde la gente iba a comprar libros si así lo deseaba. A los japoneses les encantaba leer, había oído yo, pero no parecían exigentes. La ciudad de Tokio entera estaba tatuada con palabras, de todos modos, las palabras que ellos necesitaban para proteger a los demás de sus ojos. Ambos bajamos al metro. El tren sintió nuestra llegada y apareció con un siseo para saludarnos. Mi pie se movió y la puerta se movió e incluso pudimos encontrar asientos, Honda y yo. Estábamos en la línea naranja. La estación era de un suave y agradable color blanquecino y, en general, un gran lugar donde estar. El tren olía bien y nos llevó a un túnel sin darle mucha importancia. En dos intervalos de silenciosa velocidad, nos llevó bajo la ciudad hasta Shibuya.

    Probablemente al menos el 20% de la población de Tokio estaba bajo el terreno traicionero y cambiante en algún momento. Las cosas pasaban zumbando.

    Honda no quería hablar en el tren. Me entregó un gran libro. Era un manga de Mah Jong, un millar de páginas de cómics de hombres viejos y jóvenes que palmeaban baldosas gigantes que sangraban líneas de velocidad y movían tablas al aterrizar. No era Judge Dredd, pero era un lugar para mantener los ojos durante el viaje de oscuridad-luz-oscuridad.

    Al fin, Shibuya. El tren era diferente cuando llegamos allí: tan lleno como una perra preñada en un laboratorio. Estaba principalmente lleno de chicas atractivas y mujeres jóvenes que parecían haber vestido cada parte de su cuerpo por separado y para una época de la historia humana diferente. Algunas estaban solas, con auriculares y entretenidas por algún Sony microscópico escondido en algún lugar de su persona. Otras estaban en círculos hablando de su vida (también con auriculares) moviendo los dedos alrededor de sus teléfonitos rosados ​​que las liberarían (una vez que salieran del metro) de las limitaciones de sus carnosas amigas. Las puertas se abrieron con un pop y el exmilitar y el exhombre normal se dejaron llevar y flotar hasta la superficie de un medio hecho de humanos como ellos. Gotas de lluvia flotando en el mar.

    Nosotros emergimos en el cruce de Hachiko. Había una estatua de un perrito: «Esperó fielmente aquí a su amo muerto».

    Honda me habló al oído. Nuestro amo estaba vivo y esperándonos.

    Además del perro había todas las personas que puedas imaginar. No podíamos movernos porque un semáforo en el horizonte estaba rojo. Dos enormes pantallas de video nos transmitían videos pop desde la cima de los grandes almacenes que nos definían (no a mí ni a Honda, pero hay momentos en que uno se diluye incluso fuera de la propia existencia).

    El dominio del sonido nadaba alternativamente entre las dos grandes torres. Diversos grupos de pop dominaban el auditorio. Yo sospeché que, mientras la multitud se interesaba más en el video de un grupo que en el otro y se giraba para ver saltando a un chico diferente, la acústica de todos estos suaves sacos de agua distorsionaba el sonido que las máquinas estaban bombeando. Que nosotros éramos parte de la batalla entre los gritos y que utilizaban nuestros gustos para conmovernos. Otras máquinas tenían métodos más sencillos, daban luz verde y nos movían para comprar las cosas que queríamos. Tijeras verdes y rojas cortaban cincuenta metros de carne humana para la máquina.

    Al otro lado del cruce principal, los humanos se diversificaron en sus canales. Una serie de decisiones exclusivas definían la masa. Un giro a la izquierda, un giro a la derecha, y uno de nosotros estaba comiendo tallarines ramen (era un devorador de ramen). Otro giraba a la izquierda y luego a la izquierda y era un comprador de CD. En el sistema eras lo que hacías. Busca la palabra «vivir» si no me crees.

    Como si los electrones zumbaran en el silicio por alguna razón propia. No nos importa.

    Gira a la izquierda, cruza la calle, sigue la curvada calle que te hace sentir libre. De pronto, algunas personas están bailando en la calle con túnicas púrpura pálido. Japoneses con los peinados más gruesos de los más perdobables años setenta bailan la danza que hacen las sectas. Movimiento libre en la tela, de las extremidades, pero sí, la cosa es que tienes que hacer esto cinco veces al día durante una hora, ¿de acuerdo?

    La multitud se pausa alrededor de ellos formando un círculo. Todos se quedan un minuto. Mirar los define simplemente como «No Dentro Del Círculo». Hace más para definir el círculo. Claramente es indeseable para el sistema apoyar tal parásito, pero este persiste. Es el culto de Honda lo que estamos viendo. Él está a mi lado con una ajustada camiseta negra llena de músculos, fumando con decisión. Él no tiene nada similar a una expresión facial: al buscar una te distraes con el reflejo del humo en sus gafas de espejo, lo cual, al menos temporalmente, puede parecer significativo.

    "¿Por qué hacen... hacéis esto? ¿Esto es religioso?" Le pregunté.

    “Para algunos, esto es el culto. Para otros, es un puño aplastando una cara. Para Maruhashi son apretones de manos en habitaciones traseras y el olor a productos químicos. Para algunos es una caricatura infantil que es divertido de ver. Para otros es una broma, para algunos es terror. El culto debe ser lo bastante grande como para que el hombre no pueda verlo o, de lo contrario, lo notará."

    "¿No obstaculiza eso el reclutamiento? ¿El factor de invisibilidad?"

    "Nadie se une al culto para estar en el culto. Confían usar el culto. Para eso solo necesitas poder «agarrar la cola del elefante»."

    "¿Cuál es tu historia?"

    "¡Bastante larga!" y se rió con una sonrisa abierta y eso fue todo. Yo también me reí, luego miré a los bailarines de nuevo y sentí ganas de reír un poco más. Honda se unió a mí, manteniéndose discreto con sus poderosos músculos faciales.

    Finalmente, los bailarines comenzaron a repartir folletos, el círculo explotó y se extendió como lo haría un virus: fragmentos en movimiento hacia el cuerpo anfitrión. Aprovechamos esta oportunidad para acercarnos a la iglesia que parecía el injerto de una elegante blanca iglesia evangélica estadounidense sobre el rascacielos usual. Sin seguridad estricta obvia, pudimos caminar hasta la recepción de un pequeño vestíbulo con paneles de madera sin nada en él, excepto un estante de folletos en muchos idiomas y el escritorio antes mencionado.

    "El maestro os está esperando," dijo una mujercilla que pareció surgir de la nada tras el escritorio.

DIECIOCHO (a)

    Ko Samsara nació como Keizo Matsuoka en el pequeño pueblo pesquero de M_____ en 1949. Su padre era copropietario de un pequeño barco pesquero y continuó comerciando tanto como antes y durante la Gran Guerra de Asia Oriental. Los precios fluctuantes eran una forma de vida para la gente del pueblo y todos colaboraban para ayudarse unos a otros en momentos de necesidad, compartiendo sus escasos bienes.

    En esta vida de supervivencia y momentos de calidez, la mayor preocupación en la mente de Jun Matsuoka era el futuro de su hijo, quien había nacido con dos pies horriblemente deformados, casi como aletas, que le permitían caminar con normalidad y, ciertamente, hacían la operación un barco de pesca imposible. Esto se apoderó de su mente día y noche.

    Al final decidió que sería lo mejor para su hijo de cuatro años enviarlo a vivir con parientes en Osaka y aprender el oficio de la fabricación de pan de oro, que estaba todo a mano. Poco después, el bebé que lloraba fue arrancado de los brazos de su madre y enviado en tren a la gran ciudad.

    Más tarde, un aldeano le preguntó al Sr. Matsuoka por qué el niño no había sido educado en el oficio de tejer cestas allí mismo en la aldea. La respuesta de Jun fue un silencio duradero sobre el asunto y todos los demás temas no comerciales hasta su muerte, ocho años después, cuando su barco fue inundado por la estela de una gran ballena. Dos respuestas opuestas se hicieron populares en la aldea: una fue que la vista de su hijo lo repugnaba tanto que tuvo que desterrarlo. La otra es que fue un descuido vasto e idiota por parte del pescador. En general, se acepta, y es un testimonio del espíritu de este simple pescador, que no hubo ningún motivo monetario involucrado. La madre de Samsara, que aún vive, nunca ha sido interrogada sobre el tema.

    El suburbio de Osaka donde creció Samsara resultó poco dañado por la guerra, por lo que las potencias ocupantes prestaron poca atención al área durante la reconstrucción. Es poco probable que Samsara llegara a odiar a los EE. UU o que viviera a diario con las realidades de la posguerra de una nación devastada directamente por una tormenta de fuego. Por tanto, las teorías que pretenden vincular las visiones apocalípticas posteriores del hombre adulto con los sufrimientos de su nación parecen tener poca base.

    En todo caso, el Japón que él conocía era una nación que revivía, crecía y se tecnificaba a un ritmo asombroso, una nación nueva, algo occidental, construida sobre la base del trabajo duro y la imitación inteligente. En una entrevista posterior, se cita a Samsara diciendo: "Después de la guerra corrimos de un demonio a otro. El demonio de la guerra yacía muerto y, encima del cadáver, estaba el radiante gigante de la tecnología. Nosotros seguimos al hombre a manos llenas, excavando todo los mecanismos secretos del universo en el que estábamos, como una fuente secreta de leña que, de hecho, son los tablones del barco sobre el que navegas." Claramente, es la recuperación, más que la destrucción, lo que lo perseguía en su juventud. La religión fue un tema muy delicado en el Japón de la posguerra y sólo en los últimos años los hombres de la generación de Samsara habían realizado una revolución en ese campo.

    La tía lejana con la que Samsara pasó su infancia era una sensata mujer de negocios que le inculcó las virtudes del ahorro y de tener un oficio. Samsara lo compartió con dos primos, chicos rudos y revoltosos que se pensaban poco lo de arrojar al joven deforme al río para formar un (algo obvio) juego de palabras visual para el entretenimiento de sus amigos. El sensible recién llegado nunca pudo entablar una amistad con ellos. Más tarde uno diría: "Cuando llegó por primera vez, era sólo un bebé de aspecto gracioso, como una mascota. Pero como una mascota exótica que crece demasiado y se convierte en una gran molestia o incluso una amenaza, bueno, ese era Keizo."

    La escuela era la tortura japonesa usual. Horas largas, persistentes (casi Jehovánicos) exámenes. Extenuantes matemáticas impuestas a jóvenes mentes desvaídas de color. El único color en la vida de Keizo era el oro, el cual a veces permanecía bajo sus uñas mientras las miraba solo durante los raros períodos de juego sin supervisión.

    El oro no era un misterio ni una magia para Samsara. Era solo un metal caliente con el que tenía que trabajar cada noche. Lo derretía en un cuenco caliente, que había convertido sus manos en callos, lo extendía en láminas con una destreza inesperada y luego su tío gritaba y señalaba los pequeños defectos que significaban que este oro era adecuado solo para los papeles del gobierno de la prefectura y no para el lucrativo mercado de exportación que acababa de reabrirse y al que todo Japón se había volcado sediento.

    Se han hecho varios intentos para vincular esta experiencia temprana con el símbolo de la riqueza y la posterior absorción completa por parte del Culto Samsara de los activos financieros de sus miembros. Dos escuelas tienen el dominio. Una afirma que habiendo visto tanto oro pasar por sus dedos cuando era niño, Samsara no pudo deshacerse del deseo de defraudar a los que gozaban de su confianza; simplemente no pudo resistir la tentación del dinero que encontró en el proceso de su legítima cruzada religiosa. La otra escuela afirma que Samsara comenzó a ver el dinero como inútil, una materia prima que se explotaba para otros fines. Que él aceptaba el dinero porque sabía que le permitiría avanzar en sus abrumadores objetivos político-religiosos. Como nadie ha podido precisar un beneficio financiero sólido de los asesinatos por gas de cientos de habitantes de Tokio, la segunda teoría es la predeterminada. Alguien sugirió que el gaseamiento podría haber sido parte de un elaborado chantaje. A algunas personas les gusta esa teoría, es ordenamente hipotética.

    Curiosamente, el continuo debate aún tiene que disolver la realidad de las acciones de Samsara.

    Los compañeros de escuela del Samsara durante esos difíciles años de infancia tienen poco que decir sobre él. Tal es a menudo el caso de los deformados físicos, que proporcionan una descripción ya hecha de sí mismos y requieren poca explicación como figuras de la Commedia Dell’Arte (ver Rugolini, 1965: La Deformata nel Teatro).

    Está claro que las pequeñas opresiones cotidianas de su vida fueron soportadas sin arrebatos ni evidentes resentimientos. Fotografías descoloridas muestran al niño sonriendo invariablemente en su posición habitual, arrodillado al frente del grupo familiar.

    La única rebelión que hizo fue la recolección, día a día, del oro que se acumulaba bajo sus dedos. Parece poco probable que supiera tanto en ese momento, pero fue este alijo que se acumulaba lentamente lo que le permitió salir de Japón a la edad de veinte años en busca de la iluminación en el Techo del Mundo.

    A los dieciocho años, Samsara sufrió un fuerte brote de fiebre glandular, una enfermedad conocida en Occidente como "la enfermedad de los besos," una teoría seguramente refutada por la virginidad completamente sin besos del deforme adolescente japonés.

    La enfermedad lo deprimió y le quitó la fácil resiliencia y la energía que había impulsado sus muletas por la ciudad en innumerables y tediosos recados y que había transportado incalculables kilos de metales preciosos por la casa de la familia. Samsara se sintió poseído por el deseo de mejorar su cuerpo a la normalidad y más allá. Sin embargo, la idea de muscular sus pingüínicas extremidades inferiores en los ejercicios de levantamiento de pesas era ridícula incluso para su dueño y el béisbol (el único deporte que no es de combate en Japón y una obvia artimaña) estaba igualmente fuera de cuestión.

    El yoga goza de un inusual estatus, casi tabú, en Japón, cuya mentalidad Zen fomenta la trascendencia del cuerpo incluso en sus artes marciales con sus abstractas katas. Se desconoce cómo llegó esto a la atención de Samsara, pero fue a través de un oscuro conjunto de textos regalados a la biblioteca pública local que logró el dominio en sus dimensiones gimnásticas. Samsara ha hablado del sentido de fuerza interior, equilibrio y dignidad que le daban sus estiramientos estáticos incluso antes de acercarse a cualquiera de sus dimensiones místicas.

    A los veinte, se dirigió a Shambala, la ciudad "mítica" más allá del tiempo donde se llevaban a cabo las habilidades secretas de la levitación, la telepatía y la transformación. Sus afirmaciones posteriores de haber dominado estas habilidades fueron la base de su imperio multinacional, pero por supuesto son imposibles de verificar, ya que Samsara rehusaba mostrar sus habilidades ante nadie más que los iniciados. Aún así, su viaje es notable tanto por su audacia como por el rigor físico de un trayecto de este tipo para un joven con discapacidad de movimiento. A pesar de las negaciones racionales de cosas como la visión del ombligo universal y completar el círculo del tiempo un millón de veces combinando variaciones microscópicas del descuido de los dioses... ¡fue toda una caminata!

    Samsara nunca regresó a Osaka y su familia adoptiva no mostró ninguna emoción aparente por su partida. "Ambos cumplimos con nuestro deber," eso es todo lo que su tía ha dicho al respecto. Se informa que en dos ocasiones se lanzaron bombas incendiarias contra la residencia Osaka-Matsuoka, pero la ineptitud de los asaltos apunta a las acciones de un grupo de Osaka de Samsara ofendido agitándose fuera de su sucio futón después de un capítulo apasionante de uno de las muchas biografías de cómics de Samsara en lugar de ataques de culto concertados.

    En cambio, a su regreso del Tíbet, que documentaríamos con más detalle si no fuera por la naturaleza completamente mítica de todos los recursos impresos (incluido un encuentro con el rey Arturo de Inglaterra), Samsara se dirigió a la ciudad capital de Tokio. Era 1972 y la economía de la burbuja comenzaba a levantar su menisco. El "pasatiempo" era el símbolo de estatus más nuevo, una indicación de que uno tenía algo de tiempo propio, un bien más raro que las propiedades inmobiliarias de Tokio. Si conducir por la propia casa de uno era el nivel de entrada, el Yoga era el ejecutivo.

    Así, cuando no estaba trabajando en la cocina de una tienda de curry, Samsara (aún Keizo en este momento) ofrecía clases particulares sobre los misterios que había descubierto durante sus viajes. Una variedad de hombres de negocios y esposas bastante acomodados comenzaron a correr la voz acerca de las maravillosas ideas del chef de voz suave que parecía casi leer mentes y poder moverse distancias sorprendentemente grandes sin descruzar las piernas. Samsara comenzó a ganar cantidades muy razonables de dinero con su práctica y pronto dejó sus especias para siempre y abrió una pequeña oficina en la novena planta de un edificio de oficinas en el insignificante distrito Nippori del este de Tokio.

    Después de un año de enseñanza, Samsara celebró lo que eventualmente sería conocido por los devotos de la "Senda del Olvido" como "la Noche de la Destrucción." Se sabe que se dejó caer una taza de té en esta reunión de treinta miembros en la Escuela de Yoga, pero esto no fue (por supuesto) la "Destrucción." Un miembro lo explicó así: "El Maestro se dio cuenta de que el pasado estaba reteniendo al grupo, a la nación y al mundo. Nos dijo que el futuro ya estaba haciendo planes para nosotros: el Armagedón. Teníamos que hacer planes para escapar de su Destrucción destruyendo nuestros vínculos con el pasado y desarrollando una estrategia para sobrevivir al próximo cambio en la forma en que los humanos se relacionan con este mundo, con esta plataforma de lanzamiento a los grandes universos sobre los que nos había estado enseñando."

    Samsara afirma que la visión de la destrucción le llegó mientras meditaba en el Tíbet: vio la dirección clara del mundo bajo el dominio de la ciencia incontrolada. Pero es probable que desarrollara sus delirios mucho más cerca de casa.

    Este tipo de pensamiento es uno que docenas de costosos libros de bolsillo en inglés de la librería Maruzen en el Ginza de Tokio describen como esencialmente japonés. Títulos que van desde Japón: Bastardos perezosos hasta Ninjas suicidas: el apetito de destrucción de Japón, escritos por autores con al menos uno o dos años de verdadera experiencia en Japón, están convincentemente cerca de coincidir en que Japón se basa en una mentalidad catastrófica nacida de la propensión de la nación a sufrir desastres naturales y agravada en gran medida por los ataques nucleares y destrucciones similares infligidas sobre ellos durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, es impensable que un culto así pudiera haber nacido en otra parte del mundo (la posterior propagación del Culto a más de 16 naciones es algo muy diferente).

    El Culto reunió seguidores entusiastas casi de inmediato, pero su futuro estaba en duda. El grupo sentía antipatía por esos dos pilares de la cultura japonesa, el Keiretsu y, por supuesto, la Yakuza.

    El Keiretsu, gran negocio, pronto comenzó a notar que varios miembros de rango medio y alto de su grupo estaban desarrollando vínculos con un grupo que no seguía las reglas ancestrales de la clase gobernante de traje azul. Varios empresarios prominentes fueron enviados a Hawai, o enviados a escuelas de esquí irrealmente largas en las montañas del norte de Hokkaido después de convertirse en miembros del Culto. Sin embargo, Samsara notó que la interferencia del Keiretsu era algo a lo que él podría ser capaz de sobrevivir. Él podía reunir dinero en efectivo de las viudas y su plan final fue reclutar graduados universitarios y científicos para desarrollar el armamento que permitiera que la Senda del Olvido truncara la historia mundial y forjara un nuevo régimen de despotismo ilustrado postapocalíptico.

    Decidido a resistir, Samsara se sorprendió cuando el magnate inmobiliario de Tokio, el apuesto y mundano Toshiro Maruhashi, se le acercó con una propuesta. Él establecería una organización encubierta de apreciación de las artes occidentales que se conocería como el Gremio de la Civilización del Hombre Joven. Ostensiblemente una reunión de seguidores de la cultura clásica, este sería un club respetable para que los jóvenes se unieran mientras practicaban en secreto el arte místico del yoga.

    Maruhashi afirmó ser un converso a la causa siguiendo un sueño profético de sí mismo como el último hombre en la tierra que vivía bajo el dominio de demonios creados por el hombre. También se teoriza que notó que el culto pronto se convertiría en una poderosa tercera fuerza en la sociedad japonesa y quiso moldearlo como una especie de ejército privado. Maruhashi había viajado mucho por Occidente, aunque se informa que nunca se sintió tan cómodo allí como sugirieron sus finas mármoles y la línea de sus muebles. Este ligero exilio de Japón, y un egoísmo fanático, pueden haberlo llevado a rechazar la idea del papel menor que un hombre hecho a sí mismo se ve obligado a desempeñar en la cultura japonesa, orientada a los grupos, y le dio la idea de establecer su propio clan, o más bien de subvertir un ya explosivo nacimiento dentro de la cultura de Maruhashi. Después del ataque, comenzaron a surgir muchas pistas inquietantes sobre los planes de Maruhashi para sus compatriotas.

    La yakuza resultó ser más difícil de tratar. Los ardientes tradicionalistas consideraban que el culto no era japonés. Por ninguna otra razón, comenzaron a victimizar a las personas que salían de las reuniones del Culto y exigieron dinero para la protección de las pocas escuelas que Samsara había establecido. Al final, Samsara descubrió que la mejor manera de compensarlos era utilizando a algunos de los jóvenes estudiantes de química que acababa de reclutar para preparar bañeras llenas de anfetaminas.

    La Yakuza describió esto como basura, pero llegaba tan fácilmente y en cantidades tan grandes que pronto se llegó a un acuerdo entre los dos grupos. Lo que originalmente había comenzado como una reacción a una amenaza, pronto se convirtió en parte del M.O. del Culto: Samsara ordenó la producción de una gama completa de alucinantes psicodélicos para acelerar la huida de la realidad a los miembros de la secta.

    A medida que la década de los noventa llegaba a su fin, la Senda del Olvido se había transformado más allá de todo reconocimiento. A saber, en decenas de miles de miembros en cinco naciones, instalaciones de producción de armas y drogas en todo Japón, conexiones de alto rango en el gobierno, series de televisión y cómics, un templo enorme y una inmunidad casi completa contra la interferencia de cualquier rama de los guardianes del orden tradicionales en la sociedad japonesa.

    Es en el contexto de estas transformaciones, y en el tono cada vez más urgente del tema de Samsara de dar forma al apocalipsis, que la formación de células terroristas con el objetivo de un selectivo y experimental asesinato en masa comienza a tener un horripilante sentido.

DIECIOCHO (b)

    Nadie está seguro de dónde nació el maestro (primer plano de un bebé envuelto en pañales y rodeado por un pulsante halo de luz amarilla) ni exactamente cuándo. Lo único que se sabe es que nació a mediados de este siglo para prepararnos para el siguiente.

    (Niños de cabeza grande corren por una calle adoquinada agitando palos y gritando como gaviotas. Un lindo joven de cara redonda avanza a gran velocidad con un par de muletas. Sus diminutos pies se arrastran por el camino polvoriento).

    "Ey. hola pandilla ... esperadme ". La vida era dura para el compasivo joven, quien empezaba a sentirse abandonado por la pandilla infantil cuya compañía se veía obligado a mantener. Sin embargo, al mismo tiempo empezó a sentir que tal vez él era quien los dejaba atrás. (Se desvanecen a una secuencia rápida de alejamientos que nos llevan muy por encima de la ciudad de Osaka / La isla de Japón / Asia / Nuestra esfera terrestre / Sistema solar / Galaxia / hasta una mota de luz en la joven mirada embelesada del maestro.)

    (Se desata una tormenta. La nieve pasa horizontalmente más allá de la cámara. Apenas se puede distinguir una figurita en la distancia. Es el Maestro, quien ahora muestra los primeros signos de lo que algún día se convertirá en su característica barba. Ojos cerrados debido al viento, muletas medio enterradas en la superficie cambiante, lo oímos murmurar.)

    "Gran Señor Buda, guíame a través de tu prueba. Tengo la fuerza, pero tú debes darme la sabiduría".

    Una visión de esferas de luz giratorias y una gran voz retumbante que dice "Bienvenido a Shambala". La silueta del maestro aparece desde un gran nimbo de luz blanca: lentamente se puede ver una ciudad mágica, extremadamente resplandeciente, hecha de estructuras esféricas y parecidas a pájaros. El maestro camina hacia adelante y ángeles finamente dibujados a lápiz comienzan a flotar a su alrededor. "¡Estoy listo para tu prueba!" grita el maestro con entusiasmo.

    "Ya has pasado la prueba" es la respuesta de mil voces melodiosas.

    Un Maestro de aspecto arrugado se sienta en la proa de un barco pesquero que se dirige a través de una tormenta hacia el puerto de Tokio. A su alrededor, los marineros están siendo arrastrados como plumas, pero él no se inmuta. "No penséis en el viento ..." dice suavemente. "Podéis estar seguro de que él no está pensando en vosotros". El maestro cierra los ojos y los vientos amainan.

    El maestro monta en un caballo blanco por el bosque. El maestro llega a la colina, los arco iris fluyen de él y, con las manos en el aire, no podemos ver su rostro, en este momento no tiene rostro. El maestro está en una tienda, riendo con niños y adultos, sopesando juguetonamente una pistola Luger. Un hombre con turbante deja un cofrecito adornado con joyas a los pies del maestro, el maestro ejecuta un movimiento de kung fu sobre un joven corpulento, arrojándolo al suelo con un solo dedo, el maestro está en meditación: corte a los ojos de la multitud asombrada mientras despacio, despacio, se elevan en el aire.

    El maestro está fuera de su templo recién construido, la gente de Shibuya mira con asombro. "Ignorad el exterior de mi templo", les dice a las masas "o nunca veréis el interior". Se abre la puerta del templo. La gente se apresura a ver el interior cuando la puerta se cierra detrás de él. Juran que han visto el borde de una galaxia luminosa como una alfombra a sus pies.

    Una aldea de gente feliz con artilugios en la cabeza.

DIECIOCHO (c)

    Me despierto, soy joven. Ko Samsara está en mi sala de estar hablando con mi padre. Salgo de puntillas para observarlos. No puedo oír lo que están diciendo. Esperaba que papá estuviera enfadado, pero no lo está. Se dan la mano y luego Samsara se desliza fuera de la habitación, dejando un rastro visible.

    Me despierto. Ko Samsara está levitando sobre mi pecho, pero parece como si estuviera sentado encima de mí. Habla en un idioma extraño que no puedo entender. Creo que es japonés al revés. Ningún mensaje de Satanás para mí. Pero muchos demonios y dioses pueden estar intentándolo. Ojalá supiera cuál. Eeel es muy pesado, pero flota. Me molesta hacer su duro trabajo por él.

    Entro al dormitorio de Maruhashi. La seda negra es el mobiliario: este cambia al antojo de Maruhashi. Me está esperando con una sonrisa y no me atrevo a bajar la mirada. Le pregunto dónde está su perra. Me señala directamente a mí. Confío en que esté diciendo que ella está dentro de mi corazón.

    A veces soy uno más entre la multitud, loco de alegría por haberme unido y convertido en la fuerza destructiva. A veces soy un extraño caminando entre la multitud. Si pudiéramos hablar (no podemos, lo sé) diría: "¡Desvaneceos!" Finalmente soy a la vez, y horriblemente, la inmensa sombra que se extiende desde el horizonte (en la misma casa) podría ser la que adore cualquiera de nosotros.

    No puedo notar la diferencia todavía. Poco tiempo: una vida o dos.

    ¿Qué es esto en mi cabeza ...? Podría ser una mano con uñas largas. Decido creer eso. Un breve período de paz antes de reconocer la fuerza de ello. Encuentro un folleto del Samsara. Está escrito con la voz de mi madre.

    Deambulo por la ciudad vidriosa. Si puedo verificar que no hay humanos aquí, estaré satisfecho. A mitad de mi patrulla tengo la inconfundible sensación de que estoy cazando niños. Me divido en dos y la mitad de mí no encuentra ningún niño.

    Montones de sueños.

DIECINUEVE

    Honda abrió la puerta y la atravesé. Varias personas abandonaron la habitación cuando entré, todas ligeramente encorvadas en humildad. Encima de un pequeño montículo de almohadas, que sostenían una relajada posición de loto, estaba Ko Samsara, líder de la Senda del Olvido.

    Su cabello largo fluía hacia su túnica suelta que era muy similar a los cojines. El único punto de contraste era la suave estera de arroz que cubría todo el gran suelo. Esta evaluación de su espacio fue mi primera evaluación de él. Después mi ojo comenzó a poblar el espacio.

    Su rostro era peludo, parecía tener el pelo creciendo incluso en la parte superior de su rizada barba y eso invadía sus mejillas en un desvanecimiento que se detenía solo en los ojos. Ojos que eran oscuros y pequeños y parecían polvorientos por falta de uso. Su boca era apenas visible pero parecía tener labios gruesos (algunos dirían que adiposos) Muy de gurú, pero sin el efusivo rostro indio que uno esperaría.

    Pero sí tenía una cara, una fría con una boca cerrada y los ojos polvorientos. Él escribía la revelación de tu vida en una nota adhesiva y otra persona te la entregaba.

    Sus manos estaban salpicadas de joyas que brillaban con algún mensaje o indicio de alguna tierra lejana. Hablaban de una riqueza de dominio geográfico más que de los puntos más finos de estilo. Las manos eran pequeñas y delicadas y podían realizar minuciosos trabajos.

    Estas yacían planas sobre su regazo.

    Él formó una sonrisa, aparentemente al tensar los músculos de su cuero cabelludo, y Honda, inclinándose profundamente, entró en la habitación arrastrando los pies. Yo también hice una reverencia y lo único que pude ver fue la estática uniforme del tatami.

    Yo observaba la finura del grano mientras Honda me presentaba en inglés.

    "Este es nuestro amigo inglés, el señor Blake. Perdone mi impertinencia al decirle lo que sabe, soñador de un nuevo tiempo."

    Empezó una risita y esta formó un fondo para los siguientes minutos de discurso del Samsara "Viejo amigo, nunca podríamos hablar si eso te detuviera. Es agradable conversar en las palabras del mundo cuando se planea la acción en el mundo. Por favor, mantenme en tu planeta para que pueda serviros. Sr. Blake... cómo van los preparativos."

    Por un sentido de desafío, mantuve la boca cerrada y pensé: «Estamos esperando que un buen químico nos prepare el gas portador y luego comenzaré el trabajo de bioquímica.»

    Pasaron unos segundos y escuché en las profundidades de mi cerebro el sonar de uno de esos submarinos de las películas de guerra. Abrí la boca con sorpresa. Resonaba desde el espacio donde podía sentir mis recuerdos a corto plazo.

    Miré a Samsara. Él tenía negros ojos despejados y brillaban. Repetí mi pensamiento en voz alta y sus labios parecieron moverse en sincronía con los míos. El olor a incienso fue repentinamente abrumador. Honda no estaba allí.

    "Excelente. Hablemos. Hágame una pregunta."

    Recordé el consejo de mi padre: "Nunca le hagas una pregunta a un enemigo: simplemente actúa." Fue un consejo muy ignorado y modificado durante nuestras diversas acciones, como mi año en Alemania cuando hicimos mucho espionaje e interrogatorio (sin tortura), pero en el fondo era cierto. Cualquier pregunta es un acto de confianza y debilidad. y revela tanto como da: la información debe ser conservada. Ley de Blake.

    Así que mi pregunta fue una donación de mi corazón, no de mi mente.

    "¿Quién es la chica que conocí en la oficina de Maruhashi?"

    Samsara arqueó las cejas y el estruendo de la risa sustentó su discurso como un canto gutural: él mantenía los dos sonidos simultánea y asombrosamente mientras hablaba.

    "Ella nos traerá problemas a todos. La espía de Maruhashi. No cree en nada. Está emocionada tanto por mi apocalipsis como por el suyo. Ella es todo un arma. Su nombre es Mayumi. Maruhashi quiere que yo se la dé. Quiero decir, ella puede matar pero también no matar. La vas a necesitar. Os veo a ti y a ella, con los ojos fijos en la estación de tren, a punto de separaros. Desafortunadamente, cuando nadé a través del tiempo, no me importaba el amor, así que no conozco vuestros corazones."

    Creo que sus labios no se movieron. Lo creo firmemente.

    Varias horas después. Tal vez. Luces diferentes en la habitación. Sin origen y, por supuesto, sin destino. Círculos, muy naturales, anillos principalmente morados. Veo un montón de cojines, camino y me hundo en él. Probablemente estoy drogado. Una cosa clara en mi mente es el cilindro azul con sus ondas: Sudor de Pocari. Las ondas hacen girar el cilindro como un mensaje en una lata. El mensaje estaba prefabricado, en este caso por un Pocari de algún tipo, o de lo contrario la parte superior estaría abierta.

    No se puede resellar esas cosas. A diferencia de las botellas. Espera... lo abrió Honda, quien me lo dio. No, eso fue hace semanas. A menos que me haya dado uno hoy. O dos latas y dos veces o solo de una en una. Así que, dos.

    Ah... drogado, eso espero.

    "Déjame explicarte el fin del mundo"

    Nos reímos de la coincidencia... ambos dijimos eso al mismo tiempo. "¡Tú primero!" añadí yo.

    "El fin del mundo no es el fin de la vida."

    "Coincido... perdón, es tu turno."

    "Matar a nuestros enemigos es malo solo porque no todos son nuestros enemigos. La muerte está llegando a este planeta como el clima. Hemos llegado a un punto crítico pero ni siquiera nos hemos dado cuenta. En mi circuito del tiempo vi Japón en ruinas, ruinas aleatorias. El Némesis no tenía un rival. Centrarse en la muerte tiene sentido, la supervivencia puede ser un recurso. Tantos actos «malvados» se revelarán como buenos a raíz del Némesis. El verdadero pecado es dejar que mueran las personas equivocadas."

    "¿Cuán tan pronto...?"

    "Tú lo sabes mejor que yo.

    "Siento un extraño amor en ti. Amor como un todo sobre lo que tú eres débil. Intento encontrar los contornos de esta mujer que amas, pero todos son tuyos: tu espejo."

    Estaba hablando de Claire, no de Mayumi. Oh, suponiendo que sea psíquico.

    "Nos criaron juntos. Tenemos los mismos intereses. Pero ella es hermosa y yo no. Eso deberías poder saberlo."

    "Tengo poco interés en la belleza. Todas las formas son hermosas con el tiempo. ¿Me traicionará, señor Blake?"

    "No puedo traicionarte Samsara-san." Respondí con una sonrisa. Lo dije tan bien como quien decía que no tenía lealtad que traicionar. Porque eso se había vuelto evidente para mí, y no descartaba mi estado de drogadicción, que Samsara sabía lo que estábamos haciendo y no le importaba.

    "Sólo hay tres cosas que debes saber," dijo. "En primer lugar, eres mi enemigo, no mi Judas. Hay dos mundos posibles. Uno es el mío, en el que el conocimiento fluye desde los albores del hombre para unirse en la cima de la pirámide. El otro es el tuyo donde el conocimiento se transforma en existencia y la existencia termina. El tuyo es malo y es incorrecto. El mío es malo y correcto. En segundo lugar, yo soy un prisionero del tiempo. Cuando llegue el momento de actuar, mi conocimiento me será arrebatado. En mis 665 órbitas del tiempo noté que la naturaleza era descuidada, inconsistente. El universo es diferente cada vez. Este es el ciclo final. Sé que debo detenerte.... pero yo no puedo. Aunque es posible que Maruhashi sepa de ti y te dispare. Es bueno tenerlo cerca... mi Judas. En tercer lugar, todas tus creencias, presiento, dependen de algo irreal. De alguien irreal. Recuerda lo cerca que estás de no preocuparte de quien eres."

    "¿Aún quieres explicarme el fin del mundo?"

    "Sí... la respuesta es: «No existe tal cosa.»"

VEINTE

    También, mientras estaba en Japón, fui a una fiesta increíble. Fue solo un par de días después de mi episodio metafísico, del cual me sentía bastante avergonzado por aquel entonces.

    Yo no creía que Samsara hubiera viajado en el tiempo o que pudiera leer la mente. La gran pregunta que tenía que hacerme era si me había imaginado fragmentos de aquella conversación, si la había reconstruido como un sueño o la había estado interpretando en voz alta y revelando algunos secretos..

    Me matarían si supieran que yo planeaba sabotear su acto de terror. Eso sería cuando mi pregunta por fin tuviera respuesta: cuándo sería asesinado. Qué exasperante.

    Así, cuando Honda entró en mi habitación a altas horas de la noche, fue un momento espantoso. Recién enmarcado en la puerta, una tenue luz violeta detrás de él. Así se sienten los animales... o cómo se sienten los humanos que se despiertan y encuentran que alguien los ha recategorizado como un animal.

    "Blake-San, me olvidé de decirte algo."

    Me senté en mi cama e intenté quedar completamente a la sombra de Honda. No sé por qué.

    Y sí, me invitó a esta fiesta.

***

    Benny no quería ir. Creo que estaba molesto por mi visita al Maestro. Los ojos de rayo láser de su maestro no habían logrado desintegrarme, así que tuvo que aceptarme. Estaba claro que quería matarme o darme una paliza. Tenía la mirada. No podía dejar de mirarme.

    Nunca me miraba con rabia.

    Todos los demás asistieron al evento, el cual estaba siendo celebrado por Maruhashi en su yate. Era un evento de recaudación de fondos para la Senda al que se invitaba a numerosos semicreyentes. El Maestro... quiero decir, Samsara no iba a asistir, pero enviaría su forma astral sobre el yate en un momento propicio.

    También habría un video.

    Llegó un esmoquin para mí envuelto tan densamente como una cebolla en una sola hoja de papel de seda casi transparente que pensé que sería del tamaño del apartamento cuando lo desplegué por fin, pero que de hecho no pude encontrar en ningún lado una vez que hube desenvuelto el traje. Cuando me lo puse, me quedaba tan bien que supe que Honda había entrado una noche y me había medido.

    Todos los terroristas se reunieron en la habitación gris. En su mayoría lucíamos bien.

    Junko llevaba un vestido de cóctel verde botella que relucía un poco al moverse. El vestido parecía frustrado por sus caderas desproporcionadas, no tenía respuesta para ellas. Por lo demás, ella se veía bien, aunque triste y maquillada a regañadientes.

    Extrañamente, le hice una broma a Yosuke acerca de que no quería estar cerca de él cuando se le rompiera el fajín e hice que Honda lo tradujera. Al parecer, algo había cambiado entre mi pequeño grupo y yo. No pude precisarlo... debía ser un proceso.

    Honda, por supuesto, se parecía a James Bond. "¿Llevas un arma?" Le pregunté. Él respondió sonriendo y diciendo que esperaba que no la estuviera llevando yo. Entonces le pregunté de nuevo y dijo que sí.

    Una limusina se detuvo frente a la escuela secundaria donde nos habíamos reunido con nuestros gruesos impermeables. La temporada de lluvias estaba cerca, por lo que no atrajimos la atención indebida viajando separados de todos modos.

    Probablemente hayas oído que las puertas de los taxis japoneses se abren automáticamente para admitir a sus pasajeros, y eso me sigue impresionando incluso después de casi un mes en Japón. Así que, cuando la limusina se detuvo, más grande que cualquier calle que hubiera visto en Koiwa, me pregunté qué tipo de emboscada tendrían para superar eso. No quedé decepcionado. La limusina se detuvo, salieron del coche cuatro hombrecillos con trajes de camareros y nos mantuvieron todas las puertas abiertas mientras detenían el tráfico. Después de habernos ayudado a todos a subir al automóvil, que estaba tallado en puro cuero por dentro, permanecieron en la calle mientras todos nos alejábamos en asientos agradablemente cálidos y reverencias profundas.

    Música clásica europea sonaba tranquilamente de fondo.

    "Honda... lo olvidé... ¿son todos racistas?" Le pregunté

    "No, no, el maestro discrimina sólo a los no creyentes," respondió mientras me servía una copa de coñac.

    "¿No es todo esto un poco... excesivo?" Yo pregunté.

    "La pureza está en la mente. Es bueno disfrutar de los frutos de una sociedad fallida. Después de la Destrucción, la gente sentirá más intensamente y el placer será más fácil de conseguir, mientras tanto, ¡¡¡creo que estos soldados merecen un descanso!!!"

    Levantó su copa hacia nuestros camaradas y ambos sonrieron.

    Cuidar a los rehenes había ocupado la mayor parte del tiempo de Junko (aparte, un pensamiento en algún lugar de mi cabeza, Benny casualmente torturaría a la familia esta noche. Gran parte de su dolor pagaría por mi humor sarcástico. Era tan difícil existir entre gente... tan difícil.)

    Era un viaje largo. Yo había conocido estaciones más cortas. El camino debería tener su propio nombre, como las estaciones. Nos dirigíamos a la bahía de Tokio. Honda narraba constantemente el viaje, las vistas. Cosas como la sucursal más grande del banco Sumitomo, un edificio del gobierno donde se había planeado un golpe de estado abortado, un templo de aluminio dedicado al progreso.

    Los otros dos hablan en breves conversaciones en su lengua materna a la velocidad de un fax Honda tiene la mano en el controlador del aire acondicionado y lo hace girar constantemente. Como un experto girador de platos, mantiene el B.O. de Yosuke. bajo control.

    El interior de este excelente vehículo parece mi hogar. Bebo champaña. Mi debilidad es asombrosa: sólo se me ha confiado esta misión porque soy su hijo. Me he estado preguntando qué quería decir Samsara sobre la sustancia de mis creencias.

    La muerte de mi madre es real. Tal vez ella esté viva... tal vez sea solo un gran truco.

    Quizá Samsara la tiene encerrada en algún lugar. ¡Un frigorífico especial para trufas! Qué bonito.

***

    Salimos del coche y en el cielo húmedo había una espesa luz violeta. El río se derramaba ligeramente en el espacio ante nosotros.

    Más profundo en el resplandor había un grupo de luces brillantes y charla; y había una banda de música tocando algo repetitivo. Subiendo por la pasarela, varias mujeres con vestidos amarillos y sus acompañantes estaban subiendo a un gran bote. A medida que nos acercábamos, vimos un enorme puente de colores del arco iris en la distancia. A Junko le gustó el puente, pero los otros dos lo callaron. Simplemente no les agradaba.

    Por alguna razón, el puente no me provocó la típica ensoñación. No consideré lo que significaba el puente y si aún encajaría cuando todos nos hubiéramos ido.

    No hasta el punto de poder sacar una conclusión al menos.

    Todos llegamos a la cubierta y decenas de personas elegantes ya estaban en su lugar. La música nunca los había hecho tambalearse, todo su baile estaba esquematizado hace más de cien años, pero el barco y las olas lo hacían lucir de esa manera.

    Mi grupo se dividió para observar lo que estaba sucediendo en varios lugares. Muchos seguidores de culto disfrazados se movían con entremeses y cuando tomabas un labio de codorniz vol au vent te decían "La verdad es tan rara en este mundo" o uno de los otros lemas suaves de la Senda aprobado para el semirreceptivo.

    Encontré a Maruhashi, vestido con traje de lana, apoyado en una barandilla y hablando con un hombre de negocios de mediana edad que parecía que su reloj tendría una manecilla para los milisegundos. Bebía como si supiera que había cometido un terrible error. El licor entraba con un empujón para evitar todos los gustos y sensaciones y entrar directamente en el cerebro.

    "La tecnología la conocemos, pero la verdad no está en los cables, está en la sangre," dijo Maruhashi (en japonés... su voz clara me reenseñó todas mis lecciones)

    "¿Quiénes son mis maestros?, hombres que miden el dinero, ¡¡¡con el mismo dinero!!!" Respondió el empresario y tal vez una ola (o tal vez la fuerza de su inminente conversión) casi lo arrojó por la borda hacia el agua moteada que se precipitaba debajo de nosotros mientras nos pasábamos bajo el Puente Arcoíris hacia el mar. Yo escogí un aperitivo y caminé a lo largo de la cubierta. En lo alto, las nubes parecían organizarse, y, por ellas; aquello solo podía parecer una conspiración.

    Nadie en este barco llevaba un casquete eléctrico para hacer vibrar sus mentes a otra dimensión. Tampoco estaban fabricando armas en una pequeña fábrica en un lugar feo. Y ni torturaban ni estaban siendo torturados. Ni bailando.

    Vi a una atractiva mujer japonesa de mediana edad abriendo su bolso en un frenesí, siendo calmada suavemente...

    Hacía un poco de viento, así que me dirigí al salón (estoy seguro de que hay una palabra náutica para ello) de escaleras arriba. Mi rostro pálido atrapó algunas miradas y al menos un hombre pareció ponerse rígido de emoción. Claramente era un especialista en, bueno... no pensarían que la guerra de gérmenes tal vez fuese yoga... ni Tae-Bo.

    "Soy Alex Chilton, instructor de pilates," le dije a una mujer alta y delgada que parecía perdida en un rincón. Ella no lo entendió

    Decidí pasar el rato con la mujer delgada y me acerqué tanto como pensé apropiado, mostrándole una sonrisa de finos labios.

    Miré hacia arriba y la neblina era lo bastante tenue como para ver la ciudad. Era una vista asombrosa. Todas las luces que vi habían sido atornilladas individualmente en las paredes por millones de hombres y mujeres y no se habían empeñado mucho en su tarea. Sin embargo, lo habían hecho, nosotros lo habíamos hecho. Tenía sentido para mí, el campo de luz con un pequeño ritmo incluso para mis ojos, pero pulsando como un pulmón para el paciente. Todas las ciudades se veían así, o aspiraban a hacerlo. Era el plan imparable del futuro. Y luego hubo una nube rosa, por mucho que había imaginado que era un suicidio del tren.

    Ella se afanó por hablar inglés, una gran preocupación por mi bienestar fue lo que vi en su rostro, seguramente incorrectamente. El inglés que salió era bastante bueno.

    "¿El grupo aquí es bueno? ¿Estás con ellos, lo sabes? ¿Cuánto doy?"

    Pensé por un momento en la respuesta apropiada. Al final dije... "Bueno... ¿cuántas personas quieres muertas?"

    Sacó una servilleta y dibujó un hombre con una falda de tartán: No, una falda escocesa. Nos separamos.

    El barco continuaba ahora sobre aguas casi planas. La luz del barco golpeaba el agua y hacía un cardumen de peces que no eran más que luces que nos acompañaban, todos los peces miraban el barco y ninguno lo entendía, lo cual era lo que pasaba cuando un árbol o algo caía en el agua: se convertía en un pez.

    Ese era el principio fundamental por el que vivía mi vida, reflexioné. Reflexionaba mucho. Podía ver pedazos de mí en el agua.

    En otra parte del yate, mis amigos estaban haciendo cosas. Honda iba por ahí impresionando a la gente. O más bien lo estaban yendo: Maruhashi quería flexionar su músculo. La gente tenía que darse cuenta de lo difícil que era la Senda cuando las damas no estaban presentes. Maruhashi tenía la mano cerca de la espalda de Honda para poder darle palmaditas a voluntad. Vi, desde lo alto, a Honda contando una historia. Estaba erguido y recorría con los ojos la pequeña multitud de cejudos hombrecillos. Se puso rígido y aparentemente su gravedad se tornó intensa. Luego giró una mano estirada como un cuchillo noventa grados para que estuviera plana, luego hizo un puño, luego se llevó el puño a la cara y luego lo movió sobre la cara como una máscara... desvaneciéndola.

    La gente aoltó unas risitas.

    Así, yo tenía la misión de encontrar a todos mis amigos y ver qué estaban haciendo. También conseguir chamán. Una vez, una estadounidense me dijo que todos los ingleses se sentían obligados a fingir que eran alcohólicos. De hecho, los estadounidenses le temen al alcohol y simplemente no lo toman. Necesitan ser ellos mismos, el mismo yo psicoterapéuticamente curado todos los días, todo el tiempo.

    Ella tenía algo de razón.

    Encontré a Yosuke. Estaba entregando unos libritos posados en su palma un segundo antes de entregarlos. Tenía una gran sonrisa en su rostro y yo estaba feliz por él. Estaba absorbiendo a la gente. O bien darían dinero o se llenarían la cabeza de locura o serían soldados. Yo sabía que nadie diría que no. Todos sabíamos que era hora de tomar partido.

    ¿Dónde estaba Junko? Caminé de nuevo a lo largo del barco. Ella no estaba en cubierta: ¿estaba en la mitad del barco? Bajé las escaleras. Conocía ese perfume en el que yo entraba andando, olía a cristal. Mayumi, la chica del millonario. Era hora de encontrarla: yo tenía una idea bastante clara de lo que estaba haciendo Junko: vomitando o algo así. Mayumi era a quien yo tenía que encontrar. Sería una buena amiga que tener. Sentía un pequeño fulgor de optimismo, ¿verdad?

    Pensé que me había sumergido bajo el agua. Dije en voz alta: "Mayumi." Seguí caminando, agarrándome a una baranda de cobre que alternativamente me metía y sacaba calor. Mi mano chirriaba a lo largo de esta como un freno asustado.

    En un entrada, que era bastante lujosa, vi su silueta. Ella llevaba un vestido que la revelaba abstracta, pero sin detalles reales. Era una invitación a aprender. Le chispeaban los ojos y algo le colgaba de la cadera, posiblemente una pistola. Yo también tenía una pistolita. Sin bromas, por favor. Ella estaba en posición y no podías dudar de ello sino más que de una trampa que te atravesaba el hueso del tobillo o unos pétalos de rosa sobre la cama de tu propia casa.

    Quince minutos después y el sexo había terminado. Ella arqueó la espalda y estiró todos los músculos y algo salió escupido de ella de manera descuidada. Ella soltó un gemido muy alto, diferente a los suaves durante el sexo. En un momento en que mi rostro estaba muy cerca del de ella, ella parecía mucho más vívida. Su rostro era curvo y sus ojos aleteaban con finura y sus párpados eran hermosos y llenos, y su rostro se derretía. Sin embargo, su cuerpo era firme y fuerte por el kung-fu.

    Le pregunté: "¿Te gusto un poco siquiera?"

    Ella respondió: "Blake, tú estás cambiando. Me gustas un poco, pero ¿quién sabe quién eres?"

    Se quedó en silencio y ambos nos dejamos enfriar. Me preguntaba cómo se secaban las mujeres y se ponían pegajosas después del evento.

    En la casa de al lado, una pareja estaba teniendo sexo. Eso era un poco excitante...

    Los sonidos te atraviesan directamente.

    Divertido.

    El sonido distintivo de un hueso al romperse seguido de un gemido de dolor extremadamente deshidratado reescribió las cosas. Yo estaba oyendo los sonidos de la tortura. Ella me miró directamente a los ojos y sonrió por primera vez.

    Esto ahora era una prueba, me decía su probablemente inadvertida sonrisa.

    Un grito muy claro seguido de un gran chapoteo vino atravesando la pared.

    Esta era una prueba bastante estúpida. A pesar de que yo estaba deseando ir a la puerta de al lado y detener la tortura, y aunque tenía una pistolita en bolsillo no muy lejos, difícilmente iba yo a hacerlo en el barco rodeado por cien miembros de la secta.

    Para hacer las cosas menos horribles, puse una mano sobre su pecho derecho de buen tamaño y la otra en un lugar que seguramente enviaría una señal clara de que yo quería sexo de nuevo. Ella mostró un gran temblor que yo no pude interpretar claramente. Lo volvimos a hacer mientras la tortura continuaba en la puerta de al lado. El sexo fue diez veces mejor, más físico. Y luego, cuando ella me dejó y todo quedó en silencio, puse a prueba mi mente para asegurarme de que ella solo estaba excitada por el dolor de la puerta de al lado, pero de manera realista, la naturaleza de un sexo así es que compartes estímulo y reacción. Disfruté del apretón que ella me dio cuando escuchó la chispa de los electrodos. El placer siguió solo un segundo después y pasó por mi conciencia (un atajo que yo había establecido y nadie más).

    Contemplé la finalidad en la que yo estaba trabajando, pensar en el panorama general era el truco que le habíamos robado a nuestros enemigos para permitirnos contemplar compasivas monstruosidades y que, al final, no nos hacía mejores, esa era la paradoja que me había conducido a dejar el grupo (hasta una carta de Claire). Claire, de entre todas las personas que habían rechazado lo que habíamos estado tratando de hacer, me traía siempre de vuelta.

    Cuando volví a la cubierta, todo el cielo estaba iluminado sobre nosotros por una enorme nube de tifón verde congelada como la geografía y parecía pesada y lista para caer.

    "Espera un minuto," me dije. "¿Todos han estado hablando en Haiku esta noche?"

VEINTIUNO

    Unos días después, estoy trotando. Estás harto de oír hablar de mi sudor, así que te dejo a ti recordar ese hecho de ahora en adelante.

    Estoy anticipando ansiosamente después de tres días, cuando exploremos la estación que vamos a gasear. Yo también necesito acción.

    Estudiantes universitarios juegan al cricket cuando paso: prueba de la teoría de mi padre de que el mundo se ha vuelto casi transparente para las ideas.

    No hay absolutamente ninguna razón por la que alguien llamado Nobuhiro deba estar girando una bola de cricket. En un mundo del grosor de solo un lápiz entre nosotros, él está toreando. Samsara ha estado en ese mundo. Yo miro hacia arriba y estoy asombrado y entretenido por la cantidad de aviones en el cielo.

    Cuando era pequeño, mi padre siempre invitaba a los principales librepensadores del mundo a fiestas jacuzzi con buena comida.

    La increíblemente alta calidad de los hor's d'ouevres era lo que reunía principalmente a las alas derecha e izquierda de los invitados: se criticaban amablemente unos a otros, burlándose de lo que pensaban que el otro diría de los alimentos innecesarios y luego se terminaba la justa, todos comeían y luego comenzaba la discusión.

    En el jacuzzi, un hombre gordo con una barba roja con vapor saliendo de las cuencas de los ojos hablaba sobre el ADN como un sobrecargado casete de 8 pistas que arruina la música dulce. Una belleza escandinava desnuda hablaba de... algo de lo que estoy seguro (¡yo estaba en la adolescencia!)

    A medida que aumentaba el vapor, la gente se relajaba. Invariablemente, se oía a un hombre gritar (en la distancia) "¡¡¡Sí... Yo desprecio a la raza humana!!!"

    Todos estuvieron de acuerdo en una cosa cuando se fueron: las ideas estaban vivas y evolucionando, interactuaban de maneras que ningún individuo podía dominar, lo que implicaba que existían metapensamientos que nunca nos cabían en la cabeza. La única fuente real de desacuerdo era si aquello implicaba que había algo ahí afuera pensando en ellos. Aquellos que lo pensaban firmemente se reunían en las esquinas y convenían con los planes de mi padre.

    Delante de mí, en el camino que bordeaba el dique cerca del río Edo, había una bicicleta roja y un hombre blanco la estaba zarandeando con gran ferocidad. A medida que me acercaba, vi que, de hecho, él se estaba zarandeando con gran ferocidad, como si la bicicleta estática fuera su planeta.

    Los detalles del hombre blanco recompensaron mis salidas a correr. Bajito, con músculos heredados de un deporte de resistencia, en la fase de provocación de la calvicie. Estadounidense, de alguna manera. O bien de mal genio o al final de una prueba similar a la de Job: ¡sus templos!

    Su bicicleta era un modelo japonés grande, mujeres con cesta en la parte delantera y silla de bebé en la parte trasera. Yo había tenido la oportunidad de echar un buen vistazo a estas indestructibles bicicletas japonesas varias veces y, en consecuencia, las había agregado a todos mis sueños postapocalípticos junto con sus almas gemelas, las intocables cucarachas.

    Ahora estaba yo tan cerca y tan pálido que tuve que ayudar a mi compañero Gaijin. Él llevaba pantalones cortos diseñados para usarse con cinturón. Durante la conversación, vi la gran etiqueta en la parte de atrás que decía: «Hecho en Japón», queriendo decir en realidad: «Gente del mundo que está de acuerdo en que la búsqueda del deporte es un interés. Todos debemos trabajar juntos para fortalecer nuestras necesidades de entrar pedaleando en lugares de belleza natural.»

    Reduje la velocidad hasta detenerme y dije: "¿Necesitas una mano?"

    Él me miró con fríos ojos azules parpadeantes mientras buscaba el estereotipo que encajaba conmigo para poder lidiar conmigo.

    "Gracias, pero creo que puedo destruir una bicicleta yo solo!" fue su respuesta. Un momento de pausa y luego una carcajada espasmódica que se prolongó demasiado. Tuve algo de tiempo para mí mismo durante la misma y vi un largo tren plateado sobre el puente cruzar el río, lo bastante largo como para llegar hasta ambos lados.

    "Pero, en serio..." dije, con bastante calidez.

    "Esto solo necesita una nueva cadena, pero me voy de aquí mañana, así que no puedo molestarme en comprar una."

    "¿Tienes hijos?" Le pregunté. Me miró como si pensara que estaba ligando con él y definitivamente no le gustó. Mi teoría era que él había sido educado en una de esas escuelas de la Ivy League o lo que fuera y, en consecuencia, nunca querría encontrarse teniendo que recoger el jabón en la ducha, si sabes a qué me refiero.

    Así fue como habló mientras caminábamos hacia la tienda de bicicletas, muchas insinuaciones agresivas y juicios rápidos de la gente.

    Yo había estado hablando de la silla para bebés y me explicó que la bicicleta era un regalo de una mujer japonesa que vivía en su edificio de apartamentos y que le había tomado cariño por sus intentos de aprender caligrafía japonesa. Casi le guiñé un ojo cuando dijo «caligrafía japonesa», pero, aparentemente, él hablaba en serio.

    Me dio su bicicleta y por eso fuimos juntos a la tienda. No sé cuánto quería yo una, pero la compré. Pedaleando por la carretera quedó claro que la bicicleta era lo bastante pesada como para desencadenar el próximo gran terremoto de Kanto si no tenías el suficiente cuidado para bajar la pata de apoyo.

    El estadounidense habló un poco sobre que amaba Japón y que detestaba la idea de regresar a Estados Unidos, donde la gente pensaba que «Buenos Modales» era algo así como ser un «Buen Perdedor» (no aplicable al número 1 de USA). Él siguióo hablando de esto mucho rato. Fue interesante ver a alguien rechazar todo de donde él venía.

    Fuimos a una de esos pequeños talleres de reparación de bicicletas que, hasta ese día, yo no había notado que estaban por todas partes. Salió un anciano y no hubo necesidad de que le preguntaran qué hacer. Su pequeño perro amarillo vigilaba.

    Le pregunté al estadounidense si echaría de menos Japón y me dijo que solo a la gente, que era muy brillante y muy generosa. No pude evitarlo y le pregunté qué pensaba sobre todos los suicidios y la tecnoobsesión. Me miró como si yo estuviera loco.

    "Es Estados Unidos de lo que estás hablando, amigo. Sí, la gente se suicida mucho aquí, pero puedes verlo venir: «Mami, papá llega tarde a casa esta noche, ¿se ha suicidado?», «Sí, desafortunadamente él tocó a un mujer en la... la línea Joban». No como en los Estados Unidos donde si te pierdes una pegatina de «Aviso para Padres» en la habitación de tu hijo, tu mayor esperanza es que él no se haya llevado a nadie consigi. Y todos llevan walkman todo el día y no escuchan Pizzicato Five, sino a un travesti que descarga su ansiedad por el aborto."

    Y así en adelante. Yo tuve la sensación de que probablemente él iría a Estados Unidos a continuación si tenía éxito en Japón. Sería menos invisible allí que aquí: además, nos llevaría un tiempo elegir un grupo lunático para infiltrarnos. Como recoger golosinas allí.

    De todos modos, recogí mi bicicleta y el estadounidense se alejó andando, despidiéndome con amistoso disgusto.

VEINTIDÓS

    La Línea Yamanote hace un anillo alrededor de Tokio, o más correctamente Tokio es un anillo: su corazón es la nada.

    Bueno, de acuerdo, supongo que puede haber varios millones de personas en medio de este gran anillo junto con estadios de béisbol, etc. No vale la pena interpretar en exceso estas cosas.

    El caso es que este es el tipo de ciudad en la que puedes elegir uno de varios lugares para cometer un asesinato en masa: no existe una «zona cero» convincente

    Si quisieras ponérselo fácil al lector de noticias extranjero, podrías optar por Ginza. Si quisieras decapitar al país, podrías optar por Kasumigaseki, pero dado que los japoneses cambian de gobierno con más frecuencia que de su deporte favorito, esta sería una victoria algo pírrica.

    Si tuvieras algo en contra de las bizarras diosas gato en forma de adolescentes japonesas con calcetines holgados, podrías eliminar Shibuya. El distrito financiero cerca de Otemachi tiene cierto atractivo, pero no es muy impactante: «varios cientos de banqueros murieron hoy» puedes imaginarlo deslizándose por la franja azul en la parte inferior de un canal de noticias financieras por cable.

    Y, por supuesto, hay algo que decir sobre gasear uno de esos enormes santuarios sintoístas de derecha que los políticos japoneses visitan para honrar a los espíritus de los muertos en la guerra y aparecer en las noticias de televisión y hasta en la nariz de todos sus vecinos asiáticos.

    Pero al final del día, sería difícil encontrar un trozo de cadáveres potenciales más comprimido que en las cintas transportadoras de la estación de Shinjuku. Permíteme presentarte algunos datos fascinantes sobre la estación de Shinjuku obtenidos de mi revista a bordo del avión.

    • Cada día, más de 3 millones de personas recorren la estación en el lado oeste de Tokio.

    • La estación de Shinjuku disfruta de cinco horas punta.

    • Hay 430 teléfonos públicos y 6 floristerías.

    • Un tren pasa cada 130 segundos.

    • Su lema es: «La estación de partida de un futuro brillante.»

    La estación es una maravilla: una estructura de gente además de un edificio. Desde el exterior no es nada: difícil de encontrar, en gran parte bajo tierra. Tiene tantas entradas como el infierno, por lo que no puedes encontrarla por la gente que cae dentro.

    Por dentro sientes una fuerza encima de ti. Intenta pararte en los pocos espacios abiertos en ese lugar y es innegable que sentirás una fuerza tirando de ti. Es diferente a la fuerza que nos empuja dentro de la estación y es diferente a la fuerza del olor a ñu que te mueve cuando has metido un pie en el río de la gente. Es la fuerza de la expectativa, diseñada por la masa de gente. Pero es el edificio lo que envía la primera y última instrucción. Se podría argumentar que la primera persona que llega por la mañana inicia la fuerza y ​​la van sumando los demás. Eres empujado por la democracia, pero nunca hay una sola persona aquí, el tiempo humano no es lo bastante granular. Es el siempre ya ocupado lugar.

    La estación es una máquina feroz configurada para propósitos en gran parte benignos. Libera casi todos a los que captura, como una rueda de agua que lleva su energía a alguna parte para alguien.

    Los suicidas la desafían, eligen saltar frente a una máquina más pequeña y menos aterradora.

    El hombre hizo la estación porque quería ir a alguna parte y hacer algo. Parte del plan era escapar de debajo del aplastante pie de los elementos. Las tormentas y el hambre y los tifones y los arañazos en la tierra por misericordia.

    En lugar de arrancar las venas de la tierra y derretirlas y vestirse con ellas, asesinad al mundo primero. Sed muchos, rápidos, líquidos, luego dirigidos, uno, sólido. Una fuerza contra una fuerza. Con mente y, por tanto, el ganador.

    Y el hombre creyó que, en cuatro mil millones de años, la cosa mucho más grande con todas las conexiones no había desarrollado una mente comparable. No había evidencia de pensamiento. Yo observo a un asalariado colgando de una correa durante una hora. Su saliva es aleatoria, no veo ningún patrón en ella. Luego tengo que bajarme del tren pero ya he visto suficiente.

    Con el tiempo, la gente se convierte en frecuencia o ruido, no hay nada especial en nosotros. La estación de Shinjuku es un enorme cristal de sintonía, pero fue construida para que algunos hombres pudieran ir a trabajar, tuvo que ser construida, nosotros no quisimos hacerlo.

    Nadie quiso Tokio y nadie lo quiere ahora. ¿Has estado aquí ya, lo has sentido? Porque lo chafamos a bombazos, lo construimos nosotros. De las llamas surgen nuevas y extrañas plantas que se alimentan de la muerte. Tokio está energizado por transistores. Aquí los transistores zumbaban y llamaban al dinero. El dinero es el exceso de energía del tercer mundo muerto y es lo más cercano al alma que veremos en esta vida.

    Pero volvamos a la estación. Tiene sentido atacar aquí porque, entre una caja y otra, es aquí donde el trabajador japonés ve a otras personas y no mira. Él mira su cómic. En los cómics se viola a las mujeres y se mata a todo el mundo (también hay golf y Mah-Jong, lo sé). Se nos dice que es inofensivo porque Japón es muy seguro. Pero claro, periódicamente es muy peligroso. Vi a un asesino dormido. Lo vi en Inglaterra, ¿o estaba tomando té? Estaba con su madre y era un día soleado. Una bandada de pájaros al azar nos distrajo a todos y lo vimos como nunca veríamos estática en la televisión. Algo observa esa estática a veces en busca de paz. Hay algo en los pájaros que siguen un patrón magnético o un enorme rastro de tiempo que se graba a fuego directamente en ellos, la sensación es envidia. Ni siquiera podemos caminar hasta el baño cuando nos despertamos y algún sueño extraño nos ha alejado miles de kilómetros de nuestra casa. No podemos encontrar nada. No podemos caminar durante un año con nuestras enormes cabezas que crecen sobre nosotros como parásitos. Nuestros enormes cerebros con sus largos zarcillos que atraviesan elegantes cuerpos de chimpancé. Crecerán y estallarán, algo nos los metió dentro, nos hizo dinero infelices, monos de carga.

    Nos convertimos en frecuencias de una banda gris con una raya carnosa en la parte superior. Ya has visto las películas: stop motion. Para el movimiento en el lugar que no para de moverse. Estoy tan cansado.

    Es cierto que podemos rompernos el corazón unos a otros e incluso llegar a matarnos unos a otros, y que cada momento es precioso, pero todas lo bueno deben llegar a su fin. Una adorable tarde no se ve invalidada por un lento nacimiento de cáncer. Todos nos vamos a dormir.

    Es cierto que odiamos demasiado como para conseguir un puesto en algún parque de conservación. Había demasiado odio. Nunca hemos visto a un millón de personas entrar en el país vecino excepto para matarlos. Sé que no podemos arreglar con comida la mierda que hacemos, pero ¿no sería eso una matanza aleatoria? Estática.

    La ley detiene eso y luego se avitualla de odio, requiere genocidio.

    No pongo excusas, salvo que vivo mi vida como un personaje de Pirandello, soy historiador de mi propio futuro. Hay silencio en la biblioteca.

    No hay silencio en la estación. Mi banda está esparcida por todas partes. Estoy con Honda. Él viste un traje azul de poliéster, yo visto un número morado de manga corta. Apuesto a que parezco joven. Deambulo confundido mirando todas las señales. Todas las señales provienen de la forma en que los huesos se quiebran en llamas (en última instancia). Eso fue en China hace mucho tiempo. Es un día muy largo. Deambulo y, en realidad, me dirijo hacia un lavabo. Estos nunca están tranquilos, pero puedo mirar en todos los rincones. Los japoneses asumen que estoy buscando algo que tenemos en Iowa.

    Encuentro excelentes lugares para granadas de gas y el caballero de azul las registra.

    Al salif del baño nada ha cambiado. El final de la hora punta era notable. Se abrió espacio y todos éramos compradores o estudiantes, éramos el lujoso extremo, el excedente.

    Podíamos hacer lo que quisiéramos y nos sentíamos bien. No tengo ningún desdén por la gente entre las horas punta, a pesar de que la base de su tiempo es «la muerte del tercer mundo». Yo no me obsesiono con eso. El tercer mundo podría haber estado en cualquier lugar donde el clima fuera malo. Quizá creo que la máquina del futuro nos empujaba demasiado rápido. Sé que no era así. Que no era inevitable.

    Tuvimos suerte. Sabes lo que creo, ¿no? Que la humanidad lleva una inteligencia artificial que nos superará a todos y que, si construimos un mundo en el que la comida y el clima no importen, este pensará y sentirá como un dios y todo habrá valido la pena, ese es el punto central de toda mi vida. Mataré gente por ello, pero, en realidad, tenemos otro plan.

    Todos viajamos de regreso a Koiwa. Hemos encontrado lo que queríamos encontrar. Conocemos la forma en que respira la estación y los mejores lugares para poner el gas. Todos conseguimos asientos en el camino de regreso y todos menos Honda están dormidos en algún momento. Está oscureciendo y el tren se detiene tantas veces que sientes que te has encontrado con todos los que hay.

    En Koiwa no tengo ganas de volver a casa y les digo que lo único que quiero es jugar al Pachinko, el juego de pinball vertical que se juega con mil bolas. Probablemente sea significativo que los estadounidenses tengan un juego en el que una sola bola grande tiene su vida preservada indefinidamente y los japoneses juegan uno en el que se vierten cien por un laberinto.

    De hecho, voy a jugar al Pachinko con poco éxito. Pero es agradable sentarse en medio de un ruido tan abrumador y sin sentido.

    Una vez que superas el impacto inicial de su volumen, es como las olas o un río. A mi lado, un asalariado sin afeitar y empapado en sudor le va bien en el juego. Está todo encorvado y fuma con vigor mientras su mano hace girar el pomo del Pachinko. Él sonríe de vez en cuando. Todos en la sala están teniendo algún tipo de experiencia emocional. Me pregunto si así es como se siente la estación de Shinjuku cuando todos se suben al tren correcto.

    Mi amigo yakuza entra en la sala de Pachinko. No estoy borracho, no intento llamar su atención. Sin embargo, el hombre blanco de la camisa morada no necesita intentarlo.

    Caminamos por la calle.

    "¿Te gustan las chicas japonesas?" me pregunta. Caminamos por debajo del puente y nos alejamos de mi casa hacia un área con callejones llenos de barecitos.

    "Solo conozco dos." Muestro una débil sonrisa.

    "Bueno, ¿te gustan las dos chicas?"

    "Una es, bueno, fea y muy extraña y, peligrosa. Así que no. La otra... bueno, sí, probablemente me voy a casar con ella."

    Él ríe y a mí me gustaría reírme, pero sería demasiado falso. Me da una palmada en la espalda: "Tienes que conocer algunas chicas lindas, pero no para casarse. Te las presentaré."

    Nos agachamos debajo de la colgante puerta y entramos en un bar muy oscuro y totalmente vacío. Todo es negro y morado oscuro. Las paredes están decoradas con pinturas de panteras negras y chicas polinesias con el pecho desnudo, boquiabiertas por ello. Es un extraño lugar subvioleta al que Tetsuo nos ha traído.

    Él enciende una cerilla y todo se mueve un poco, pero uno de los retratos, uno debajo del mostrador, sigue moviéndose. Emerge una forma negra, y posiblemente sea un humano vestido de negro, saliendo exprimida de espaldas.

    Una mujer de metro treinta de altura apareció de pie frente a nosotros con dos cócteles humeantes. Miré a mi alrededor y Tetsuo se alegró de haberme impresionado. Ella estaba muy contenta de vernos. Su rostro era plácido, pero contento. Le quitamos los extraños cócteles y nos los bebimos.

    Sabían metálico.

    Después de los cócteles, reproduje la secuencia de eventos recientes en mi mente y descubrí que funcionaban igualmente bien tanto hacia atrás como hacia adelante.

    Tetsuo hizo algunos gruñidos amables y una puerta secreta (tamaño hombre) se abrió detrás de la pintura de una palmera. Entramos. La escalera estaba inusualmente iluminada y era cómoda, como una casa recién construida, aún beige.

    "Este es uno de nuestros clubes, en realidad no es secreto, solo privado."

    En lo alto de las escaleras vi privacidad japonesa. La luz blanca intensa lo mostraba todo, pero todos estaban en su propio cubículo apantalladp por un perfecto papel blanco. Todos estaban juntos solos.

    Había alrededor de diez habitaciones japonesas con puertas correderas que compartían un pasillo vigilado por una geisha, quien sin duda podría haberse graduado en Control de Tráfico Aéreo.

    Ella se levantó de un salto desde su posición de rodillas cuando Tetsuo llegó y se dirigió a su oído. La frente de Tetsuo se contraía cada vez más mientras ella hablaba, casi como si ella hubiera encontrado un hilo suelto colgando de la oreja del tipo y hubiera decidido imprudentemente tirar del mismo.

    Al tratar de escuchar lo que ella decía, oí en cambio un gemido y un sollozo en la distancia. El gemido de una ofensa reciente, parecía.

    Mientras ambos hablaban, mi mente volvió a Alemania. Habíamos estado allí en un proyecto de investigación: determinar hasta qué punto el neonazismo podía verse como una aberración social.

    Durante varios meses pasamos el rato en los bares neonazis, escuchamos los CD, secuestramos a neonazis y observamos lo que hacía la policía. Fue el peor momento de mi vida: considerablemente peor que planear gasear a miles de personas. Al final llegamos a la conclusión de que los neonazis estaban menos impulsados​ por la injusticia social que por el poder de los símbolos y la incapacidad para soportar el sinsentido que les presentaba la vida cotidiana. Era como si, cuando los humanos no tenían que matar por comida y tierra, otras fuerzas pudieran usarlos para sus propios fines. O como si el hambre o el odio tuvieran dispuestos sirvientes.

    Recordé esto al oír a Tetsuo apalizar a alguien en el cubículo. No había mucho que oír, solo una mano aterrizando en la carne una y otra vez. En Alemania nos encontramos reunidos alrededor del nazi cautivo en la oscuridad, sabiendo que no había nadie, ni siquiera nuestro propio bando, que nos fuera a culpar por hacerle cualquier cosa.

    Ese sentimiento domina la vida, cuando llegas al lugar donde no te van a juzgar, la gente hace cosas terribles, cuando ese hombre entró en el cubículo se sentía así, pero no sabía que la misma regla se aplicaba a él. Ahora estaba teniendo derrame renal.

    Tetsuo salió y dos Yakuza más jóvenes, que aparecieron por las escaleras, entraron corriendo en la habitación. Tenían miradas de disculpa en los rostros.

    Tetsuo estaba sudando. "Es difícil, parar." dijo. "Vayamos a otra parte."

    Fuimos a un bar más normal y nos sentamos a un lado en una cabina privada que era una mera aproximación de los iso-cubos sobre el bar ultravioleta.

    "¿Sucede mucho ese tipo de cosas?" Pregunté mientras bebíamos sake de una botella sin etiqueta.

    "No, no mucho. Diluimos el alcohol y los japoneses siguen las reglas. Aunque ese tipo estaba loco, no se puede planear eso."

    "¿Qué le va a pasar?"

    "Eso depende de si se disculpó con los chicos o no. Todos tienen una segunda oportunidad."

    "¿Todos?"

    "Sí, ¡somos buenos chicos! No, de verdad. Matamos gente y herimos a mucha, mucha gente. Pero sabemos a quién estamos hiriendo y ellos nos conocen. Así que vamos en plan tranqui. No como, no sé, como los asesinos en serie. O los cultos."

    Tragué el sake. Supuse que la falta de etiqueta significaba que el licor era el mejor disponible que también era ilegible, no había trampas para saber de qué se trataba.

    "Los cultos no hieren a la gente, ¿verdad?"

    "Les roban los hijos a la gente y la gente nunca sabe por qué. También envían instrucciones y luego algún miembro descubre que tiene que suicidarse o quemar su casa y nunca sabe por qué. Un hombre toma decisiones por cien mil personas. Y las decisiones pueden ser como sus sueños, así que, aunque seas su mejor amigo, nunca podrás decirte a ti mismo: «Esa es la decisión que yo habría tomado, este es un buen sistema.» ¡¡¡Asesinado por un sueño!!! ¡Joder!"

    Bebí un poco más de sake. Dos hombres blancos entraron al bar. Algo parecía brutal en ellos: como miembros de la Legión Extranjera Francesa. Uno llevaba un chal de aspecto árabe alrededor del cuello, pero era rubio. Muy extraño. Pidieron del menú sin miedo, no eran hombres blancos habituales.

    "Bueno," dije, "basta de cultos, "

    "He oído que puede haber un culto aquí en Koiwa." Tetsuo dijo y se ajustó las gafas de sol.

    "¿No hay que estar un poco... ocupado para eso? ¿No viven todos en las montañas, duchándose en cascadas frías? Creo haber oído algo de eso, "

    Me imagino que mi rostro en ese momento mostraba la culpa que sienten los inocentes cuando pasa la policía, después de todo, yo solo estaba infiltrándome en el culto, no era un miembro real.

    Tetsuo no habló mucho sobre el culto, pero más tarde, sin venir a cuento y después de mostrarme cómo romper palillos chinos con la frente (y de que yo le mostrara cómo no hacerlo), me dijo: "Esa es la banda, conoces a todo el mundo al que le haces daño y ellos te conocen a ti. Y todos tienen una segunda oportunidad."

    Me sentí muy aliviado de ser un buen amigo de Tetsuo.

VEINTITRES

    Honda me dijo algunas cosas a lo largo del tiempo:

    "Sí, estuve en la Fuerza de Autodefensa Japonesa. Era paracaidista. Saltar de los aviones siempre es divertido, Nunca me aburría de eso. Pero algunas personas se aburren. ¿Por qué saltan? Porque da miedo. Les gusta fingir que se están muriendo. Cuando yo veía esa mirada en sus caras, les arreglaba los paracaídas para que no se abrieran. En caída libre me deslizaba hacia ellos y los miraba a los ojos y ellos sabían lo que yo había hecho. Era divertido ver sus caras cambiar entre saber que yo estaba bromeando y saber que no lo estaba. Entonces pensaban en algo importante. Dejé las FAD al darme cuenta de que estaba deseando que alguien me hiciera eso."

***

    Una semana después de que me entregaran la bicicleta roja, la policía me detuvo. Yo iba por Shibamata Kaido, por la acera como hace uno. En el camino de regreso, decidí comprar una cebolla en una de los puestos locales de frutas y verduras. Vi un puesto con cebollas expuestas en tazones en la calle, así que me detuve.

    No me querían vender solo una, tuve que comprar veinte cebollas, pero me pedían una suma de dinero ridículamente pequeña. Se podía ver que yo estaba confundido y preocupado, pero el tendero no me ayudó cuando empezó a fingir que lloraba y a decir "Por Diana, muy triste, buah buah." ¿Estaba él haciendo un comentario astuto sobre el pánico nacional que se había apoderado de Inglaterra por la muerte de Diana Spencer en un accidente automovilístico?

    Mientras bobinaba las inmensas ruedas del giroscopio de mi bici a través de su vasta inercia y con las piernas tensas, recordé que había sido hacía varios años, durante el funeral de Diana, cuando yo había conocido al Sr. Shingu: posteriormente el hombre número dos del Sendero del Olvido.

    Como sabes, mi vida era diferente a la de otras personas. No veía mucha televisión: me enviaban con frecuencia a países europeos para infiltrarme en grupos de expertos o grupos de odio y acababa de terminar un período de ebrio estupor en Amsterdam. Así que no sabía que la ex esposa del hijo de la reina había muerto en un accidente automovilístico. Y aunque esa pepita de información me hubiera llegado, yo no me habría esperado nada más que un número doble del Hello Magazine (quizá con un borde negro). Las sorpresas comenzaron en el aeropuerto de Gatwick. La gente sollozaba un poco, como en los aeropuertos, pero también sollozaban en la confitería cuando compré un Flake de Cadbury para comer de camino a la ciudad.

    "¿Por qué estás llorando?" pregunté yo.

    "¡Hoy es el día!" fue la única respuesta que obtuve. No presioné más.

    Las lágrimas en mi Flake me estaban molestando. Ella podría tener su día. Para cuando llegué a la ciudad, sabía lo que estaba pasando, pero no podía creerlo. El taxista tuvo que sortear a un enorme animal tendido que se había tumbado en las calles de Londres.

    La bestia estaba rociando flores de heridas autoinfligidas. En este dolor vimos el lado de Inglaterra que había escondido durante cientos de años: un denso sentimentalismo que pertenecía a los gobernantes alternativos del país y a las mujeres de la clase trabajadora. Parecía que la muerte de Diana era un gran cambio de poder; ella era un símbolo del resentimiento reprimido que la gente sentía por vivir en una Inglaterra falsa y atemporal desde sus olvidados nacimientos.

    Al menos esa fue mi lectura. Yo había estado notando un cambio extraño en Inglaterra desde que salió Definitely Maybe.

    Excepto cuando se interponía en mi camino, Inglaterra no era uno de mis proyectos importantes. Cuándo los británicos emergerían exactamente como un pueblo (salvo en una guerra importante) y luego serían susceptibles al tipo de ideas víricas por los que estábamos a favor, era algo que ocasionalmente surgía durante la hora del té. Así que «El Llanto Interminable» fue interesante ¡Nadie en los medios lo cuestionó! ¿Tan adictos eran a las respuestas fáciles? Bueno, bien.

    Más tarde en el pub, entró un japonés diminuto y frágil de pelo polvoriento, muy confundido y nervioso. Que él era el jefe de alguna megacorporación no estaba en duda. Estaba claro que hacía tanto aceite de pescado como plutonio apto para armamento. Si miraba cualquier objeto el tiempo suficiente, este se disolvía entre un campo azul brillante de dinero puro y con un botón podría hacerlo saltar a cualquier parte del mundo en cualquier momento.

    Yo había hecho muchas súplicas apasionadas en varias de nuestras reuniones sobre que deberíamos infiltrarnos y subvertir una megacorporación japonesa (interminable lectura sobre el tema me había permitido conocer tanto a mi presa que me permitió leer al tipo en cuando abrió la pesada y desagradable puerta del «Toro y Rábano»).

    La respuesta era siempre la misma: te calaran enseguida, no se puede "entrar" en un keiretsu, es imposible que podamos inventar una tapadera lo bastante profunda como para meterte. Y aunque pudiéramos, ¿serían sus hijos o nietos quienes consiguieran las contraseñas que necesitamos? Yo quería tener acceso a sus programas de incursiones, conectar las vastas redes de dinero puro que sus convenciones mantenían separadas, hacer algo desagradable con sus ejércitos privados. Sentí que una multinacional japonesa verdaderamente progresista podría precipitar la crisis de la civilización que permitiría que las estructuras de información alcanzaran una masa crítica. Incluso escribí un artículo al respecto: Usar una Multinacional Japonesa para Precipitar un Estado Policial y una Policía Secreta Computarizada.

    Sus objeciones fueron fuertes, pero tenía que intentarlo, así que invité al tipo a una pinta.

    Él estaba muy agradecido. Elegí «Bass» para él y lo invité a sentarse a mi mesa. Aquel era el típico pub oscuro que había comenzado a servir recientemente buena comida y ahora tenía muchos menos matones, hooligans y skinheads. Eso era lo único que hacía falta para deshacerse de ellos a veces. Quizá deberíamos pasar a hacer servicio de catering.

    Su inglés era sorprendentemente bueno. Me contó que había salido de su hotel esa mañana.

    "Salí a una mañana sorprendentemente fría. Quería ver despertar esta vieja ciudad. Sabía que estaban enterrando a la princesa. Incluso los nuevos edificios aquí parecen viejos, como si ustedes, los ingleses, hubieran descubrierto el hormigón hace mil años. Y todas las mujeres llorando, como si la reina Ginebra hubiera muerto. Pensé que iba a pillar la muerte negra. Ju ju ju ju. Aunque poco después fue difícil moverse. En todas partes todas las mujeres lloraban y tiraban flores. La ciudad no se movía como debería hacerlo una gran ciudad. No era el fin del mundo, pero sonaba como el fin del mundo. Tuve que irme de allí."

    Me sorprendió oírlo hablar así.

    "¿Cómo va el negocio?" Le pregunté.

    "Muy bien. Mi negocio es robar la mente de la gente. Y, hoy en día, la gente se alegra de dejarla bajo mi protección."

    "¿Publicidad?"

    "Ju ju. No, religión. Nueva religión. Religión instantánea en la que tienes que ser asesinado directamente por tu dios. Apocalipsis en tu propia vida."

    "Suenas, cínico. ¿Como si no creyeras?"

    "Sé lo que significa cínico. El hecho de que mi religión sea exactamente lo que quieren los estúpidos no significa que no sea verdad. A veces ellos sienten el futuro mejor que nosotros, como los perros."

    Me daba vueltas la cabeza. Que yo tuviera razón y que eatuviera tan equivocado. No un hombre de Sony, sino la nueva corporación japonesa cumpliendo el antiguo papel de gobierno. Así como las empresas estaban reemplazando a los gobiernos en todas partes, en Japón ahora también tenían que proporcionar la religión del estado.

    "¿Cómo llaman a tu religión? Puede que haya oído hablar de ella."

    Bebió un sorbo de «Bass» y su descomplicado sabor tardó unos segundos en deslizarse por su ligeramente puntiaguda lengua.

    Se llama «La Senda del Olvido» ¿Qué olvidamos? En primer lugar, a nosotros mismos, ese cúmulo de preferencias y resistencias. En segundo lugar, la historia perversamente orientada a cosas que no podemos cambiar: un montón de muertos futuros desperdiciados. En tercer lugar, olvidamos la vida. La vida está en todas partes a la vez y en ninguna, y por eso se cuida sola."

    "Suena a una filosofía de... nihilidad. ¿Como si nada importara?"

    "No, algunas cosas importan. Pero necesitas conocer tu lugar. No todo el mundo puede ser Superman o Jesús. En el mejor de los casos, la mayoría de la gente es comida para los dioses. Esa es una ambición realista."

    "¡Comida para los dioses! Me gusta eso. Oye, ¿sabes acerca de...? No, déjame hacerte otra pregunta. ¿Sois un culto activamente apocalíptico?"

    "¿Activamente apocalíptico? No."

    "No te creo, «activamente apocalíptico» no se enseña en la Escuela de Idiomas Berlitz."

    Nos reímos.

    Nos volvimos a encontrar al día siguiente para una ronda de «Bolos Crown Green», no es fácil conseguir un green y hacer rodar las bolas de cuero al final del verano, pero nos metí.

    Él lucía elegante con chaqueta. Probablemente yo lucía un poco cansado por una noche de investigación rápida, frenéticas llamadas telefónicas y persuadir a papá.

    Le mostré a Shingu que las bolas estaban torcidas y viajaban en curvas, le expliqué que la pequeña bola blanca era un objetivo en movimiento y que era perfectamente aceptable lanzarla contra la cuneta trasera cuando era necesario. "Muy inglés," dijo él. Eso lo tomé como un astuto cumplido por la gentileza del juego durante unos minutos. Luego pensé y lo puse en el contexto de este artero anciano y supe que era poco probable que ese fuera el caso.

    Lo dejé en paz.

    Fue un gran juego. Yo fui lo bastante débil en el juego como para ni siquiera tener que contemplar si debería dejarme ganar. Podía disfrutar de la sensación mientras la pelota rodaba de tu brazo. Me sentí conectado con grandes círculos, no como si estuviera obligando a algo a ir a cualquier lugar al que no quería ir.

    El viejo Shingu también se lo pasó genial. Nunca había esperado tener una salida inglesa tan alegre.

    Esto, sí, ganó él. Posiblemente mi subconsciente se sentía político. Y no hay vergüenza en ser malo en Bolos Crown Green. Sin embargo, en el pub después, deseé no tener que mirar esa postiza dentadura sonriente con aire de suficiencia y cargada de repollo. Pero claro, aunque hubiera estado sosteniendo la Copa del Mundo en mi mano izquierda, no me hubiera gustado ver eso.

    Nos vimos otras tres veces en su viaje. Dar de comer a los patos, museo británico, muy romántico. La tercera vez recibí una invitación para comer en un restaurante japonés que yo sabía que era tan caro que su nombre aparecía en la agenda de las reuniones del G7.

    Dije: "joder," y no porque esperara tener que pagar la comida y perder la casa, sino porque la invitación fue entregada a esa misma casa que se pensaba que era "segura."

    Cinco minutos después, mientras tomaba el té y agonizaba el pánico, pensé que esta situación, al igual que la palabra "joder," podría ser buena o mala. Yo no podía ver el evento: este era como una bola de discoteca en mi mente.

    Decidí no hablarle a "la bada" sobre la reunión. Salí para tomar el autobús y había un coche esperándome, así fue como se desarrolló toda la noche.

    En una habitación terriblemente vacía y oscura en Manju, Shingu se veía muy diferente. Su traje era fúnebre, su corte de pelo tan reciente que era abstracto, el diagrama de un estilo.

    "Tu grupo tiene una forma interesante de hacer negocios," me dijo.

    "Con respeto, no tenemos muchos negocios, solo un fajo de ideas contradictorias."

    "Sobre esto y aquello, sobre la paz mundial y los explosivos semtex y el amor libre, muy interesante,"

    Sorbito de sake.

    "También improbable. Quizá tu pantalla es menos efectiva contra la mente religiosa. Si uno compara las diversas actividades de tu grupo con los intereses de un hombre, tu padre, el Dr. Harold Blake, entonces las cosas comienzan a escrutarse de modo diferente."

    Bueno, me sorprendió mucho este desarrollo. No podía apartar de mi mente la palabra "inescrutable." Me pitó tantas veces que dejó de tener sentido, pero claro, ¿cuánto significado tiene normalmente de todos modos? ¿A quién puedes escrutar, escrutar realmente?

    En medio del ruido de lo "inescrutable" que consumía mi ancho de banda mental, los pensamientos importantes luchaban por ser recibidos. ¿Habían descubierto nuestro gran plan, conocían la Gran Máquina?

    No pienses, apocalipsis, muerte, inescrutable, no te sorprendas, eso es lo único que hay que saber, inescrutable, piensa.

    "Parece que tu grupo ha perdido la fe en el Modo de Vida Occidental. Descubrí que me sorprendió que un caballero tan joven, aunque un poco... relajado, se sorprendiera de que yo tenga vínculos con terroristas de toda Europa."

    Apuré mi sake de golpe. La actuación era la parte más agradable de mi vocación.

    "Continúa..." dije sin pestañear, el terrorista aterrorizado.

    "Entonces, y esto fue difícil de encontrar, así que no te sientas mal por ello, la extensa investigación de tu padre para aumentar el armamento químico convencional con agentes virales."

    Más tarde, al hablar con papá (él estaba adorando su whisky esa noche) me dijo cuántas discusiones había tenido dentro del grupo sobre la sabiduría de dejar esa última pepita de información bastante expuesta.

    Su idea era que si dejas cincuenta libras colgando de tu bolsillo, nunca encontrarán el diamante escondido en tu zapato. Pero si eres lo bastante rápido, los encontrarás.

    Después de la apuesta, me pregunté cuánto sabía yo realmente acerca de los planes de mi padre. ¿Era la destrucción de la raza humana y el nacimiento de una nueva forma de vida acaso el final de sus ambiciones? Decidí que tenía que ser así, a menos que planeara partir el planeta en dos y matar a Dios. ¿Sabes?

***

    "Después de dejar las FAD, pasé a seguridad. Pero ¿qué estaba asegurando? La mayoría de los robos en Japón son de hecho una forma de contabilidad que mueve activos debajo del papel. Hice planes elaborados para mi empresa y recluté a muchos hombres. Los gerentes firmaban todos los formularios sin mirarlos. De hecho, tenían miedo de mirarlos, un hecho inductor de suicidio podría pegarse a sus ojos. Compré un vehículo blindado que yo conducía por Hokkaido. Tenía quince exmiembros de las FAD a mi cargo. Llevaba a cabo acciones terroristas en granjas remotas. Golpeando y aterrorizando a personas inocentes. Luego los felicitábamos por su parte en el «ejercicio» que estábamos realizando. Mientras yo volviera al trabajo el lunes por la mañana, todo iba bien. Yo estaba desentrañando la realidad y las reglas, y luego volviéndola a enredar. Estaba sujeto a la correa elástica de una sociedad ciega y corrupta. ¿Has leído alguno de los libros del maestro sobre teoría cuántica? Fascinante. Una partícula diminuta puede comenzar a existir de pronto, energía de la nada, pero condenada a regresar a la nada en el latido del corazón del universo, que también es descuidado sobre lo que hacen sus hijos. Un día le dije a mi jefe lo que había estado haciendo, cómo había obligado a cinco miembros del departamento de recursos humanos a participar en simulacros de ejecución. Él se arrodilló y juró lealtad a mi Maestro, su eterna lealtad. Yo no tenía idea de a quién se refería y decidí que él tampoco. Decidí que algo en nuestra sociedad, esta ceguera, estaba creando un espacio para un maestro. Yo no era ese hombre, pero podría ser su ayudante. Tenía que encontrarlo. Lo encontré."

***

    Unos meses después, estaba caminando por Hyde Park. Hacía mucho frío: pasaba la violenta fiebre del verano. Ahora estaba en contacto bastante regular con Shingu. Me sorprendió que no se hubiera enterado de la Red Semántica y el Picaporte Parlante y todo la verdadera obra del grupo, pero montábamos mucho ruido y, si parte de tu trabajo son gérmenes mortales, la gente asume que eso es tu rollo más importante, supongo.

    El parque estaba bastante lleno, considerando la hora. Nadie tenían nada que hacer excepto correr por el laberinto de sus propias mentes.

    Shingu había sido muy contundente al cortejarnos. Fuimos bastante cautelosos a la hora de aceptar sus propuestas de que nos involucráramos en las pruebas de sus armas BC. Papá estaba extrañamente en contra, pero Claire, en una serie de correos electrónicos desde Nicaragua, estaba convenciéndole.

    Tuve una fuerte sensación de que (mientras caminaba por una tierra y un aire tan totalmente ingleses que sentía que mi labio superior se endurecía solo de estar allí) yo iba a morir en Japón. Ciertamente me lo merecería.

    Al salir del parque me encontré en la Speaker's Corner. Esto es el equivalente a la Primera Enmienda de la nación estadounidense, varias cajas de madera con viejos y sucios paisanos gritando opiniones impactantes desde lo alto de ellas. Vi a un hombre cuyo delgado rostro estaba engrosado sólo por los esfuerzos de su locura, impugnar a la familia real y también al alfabeto fonético.

    Retrocediendo vi a siete hombres gritando, ningún hombre escuchando, y un enorme arco de muerta piedra del imperio. Más tarde esa noche se irían a casa, comerían bistec y pastel de riñón y luego volverían a hablar. Mientras tanto, todos los oyentes estaban frente a los televisores:

    La repetición de ciclos de telenovela los ensordecería con tanta seguridad como los estrechos bucles de retroalimentación de un concierto de rock.

    No mucho después de esa noche se hizo el pacto. Nos involucraríamos en una huelga que estaban planeando un par de años después, su primera huelga. Llamé a papá. Resultó que parte del trato era que yo sería el agente en el lugar. Dije que eso estaba bien, pero que quería su opinión. ¿Por qué iban a atacar tan pronto, no era demasiado temprano, no iban a acabar aplastados sin más por el gobierno?

    Su respuesta fue que sería bastante aburrido si eso sucedía. Que esperaba que el mundo fuera más inventivo y complejo. Esperaba que algunas de las venas secretas del mundo quedaran expuestas y que sacaríamos mucho de ellas, además de nuestra propia manipulación del gas. Me dijo que tuviera cuidado. Si las autoridades me pillaban, probablemente todo iría bien, pero si el culto descubría mi agenda, me matarían. "Ya, ya," le dije.

    Pasó el tiempo.

    Una semana antes de que yo saliera en avión, Shingu se movió para hacerse cargo de la masiva facción rusa del culto.

    Así, como estaba diciendo, fui arrestado en Shibamata Kaido en mi pesada bicicleta roja con una bolsa de cebollas en el asiento para bebés. Un pequeño policía corrió detrás de mí, haciendo sonar un silbato. En retrospectiva, debería haber seguido pedaleando. Gente murió en parte porque me detuve.

    El policía me llevó a una salita y me hizo todo tipo de preguntas en japonés. Yo sabía que eran preguntas porque las oraciones terminaban en "ka." Usé varios encogimientos de hombros y otros gestos para intentar crear una imagen de un extranjero amable pero confundido.

    Después de un tiempo, utilizaron una serie de gestos de "bebé" y me di cuenta de que ellos asumían que yo había robado el único medio de transporte de una madre y su hijo. Mientras caminaba a casa desde la comisaría, me pregunté cuántos delitos mayores que el mío habían sido "perdonados" porque se acercaba la hora de la cena.

    A las cinco de la tarde todos los días sonaba un gran gong sobre Shibamata / Koiwa. Fue entonces cuando me liberaron, justo antes de que sonara la campana. Quién sabe qué monstruos vagan por las calles debajo de la campana.

***

    "Yo creo. Sí. Pero lo haría de todos modos."

VEINTICUATRO

    La caminata es más larga que el paseo en bicicleta. Camino por el río para hacerlo más divertido y veo la silueta del Monte Fuji o un arrogante canal de contaminación industrial burlándose de nosotros. Una vez más, me maravillo de la ciudad, a pesar de estar llena de cables aéreos que gritan "tercer mundo."

    Una aparente rareza: seguramente nadie sabe cómo se relacionan los miles de millones de dólares por encima de nosotros, pero aún así funciona. ¿Cómo ha hecho el hombre tantas cosas que "simplemente funcionan" de esa manera?

    Vuelvo a Koiwa y todo está rojo sangre. Quiero llegar a casa antes de que oscurezca y yo sea absorbido por el sórdido mundo de la Yakuza, aunque estoy tentado a ser absorbido por ciertos aspectos de ese sórdido mundo. Desde que Mayumi se mudó conmigo hace un par de días, he estado inusualmente (y algo localmente) tenso.

    Sí, Mayumi se ha mudado. Al parecer, necesitábamos algo de músculo.

    Es cierto que solo Honda tenía músculos antes de la llegada de Mayumi. Nadie objetó. Pensé que eso era extraño: me preguntaba si tendría algo que ver con lo que ella le dijo a Maruhashi después de nuestra pequeña aventura en el yate.

    Ella se mueve como un gato. Siempre el peso de una pequeña pistola la ancla, de lo contrario se movería como una onda sinusoidal o una serpiente marina. Su rostro es tan inexpresivo en todo momento y sus ojos tan enmascarados por la forma incolora en que capturan toda la luz en la habitación que no se la puede mirar porque sabes que te la estás inventando y ayudándola a disfrazarse mientras intentas adivinar sus pensamientos, deseos, necesidades. No me lo estoy inventando ni estoy exagerando. Incluso ahora la he visto en pijama comiendo una bola de arroz, aún me parece ficticia.

    El pijama incluso tenía pingüinos, por amor de Dios.

    Por alguna razón, no quiero entrar por la puerta que está debajo del letrero de "Tele-Club" que aún brilla cuando finalmente llego a casa. Miro las curvas semi-simbólicas de mujeres allí arriba y me pregunto acerca de todos los hombres que han venido aquí buscando chicas jóvenes que ya habían probado en el teléfono, y pienso en todas las personas en las salas de chat en la red cambiando entre varios niveles de realidad en sus mentes, eligiendo qué partes de su carne digitalizar y cuáles dejar injertar en la ficción. Y pienso en todas las partes que dejan dentro del sistema cuando se van a la cama: todas las piezas de repuesto para cualquiera que quisiera su propia raza humana.

    La ficción de la raza humana iba a ser su ruina.

    Cada vez que esta se extendía más allá de su propia cabeza, estaba escribiendo una historia y había escrito esa historia con tanta frecuencia que nadie se iba a dar cuenta de cuándo comenzaban las reposiciones. Algunas formas de vida no podían eliminarse de su propia historia, pero nosotros sí. Para mí, Australia era una gran ficción, al igual que casi todo.

    Para un vasto organismo de información, infinitamente conectado y cuyos sentidos no estaban programados, solo las estrellas eran ficción.

    Cada momento sería la verdad.

    Pensamientos embriagadores: pensamientos religiosos que yo conocía. Déjate matar por tu propio dios, había dicho Shingu. Pero si le hacías nacer primero... ¿No sería eso algo hermoso y natural?

    Ahora no puedo subir las escaleras, todo extasiado. Así que voy, por primera vez en los dos meses que llevo aquí, a la cafetería de la planta baja. Hogar de los mutantes de Honda.

    Un hombre y una mujer de mediana edad, ambos con camisas de color amarillo pálido, ocupados en la maquinaria para hacer café. Se parecen vagamente entre sí y también a las abejas en el trabajo. Me planto en una mesa (una de cuatro) más bien hacia la parte trasera de la cafetería.

    La mujer, de rostro suave, redondo y feliz, se acerca y yo señalo un café espumoso en el menú de imágenes y digo "Kore o kudasai"

    Al rato, en el silencio de la cafetería, acercándome al sueño, me doy cuenta de que están mudos. Unos minutos más tarde, cuando oigo un débil golpe en la pared de la familia cautiva en la que pienso cada vez menos mientras pasa el tiempo, decido que son sordos.

    Mientras estaba allí tomando café sin ningún motivo en particular, sucedió algo crítico. Debo mencionar también que mañana será el día en que el químico trae su primer lote de componentes de gas y yo le agregue mi propio toque mágico. Así que mi credibilidad estaba en primer plano en la mente de todos.

    Junko, Honda, Mayumi, Benny y Yosuke estaban todos en los dos niveles superiores. Nadie estaba con la familia.

    Esto es lo que creo que sucedió.

    Afuera, en las calles, un policía, un hombre delgado de mediana edad, pasaba frente a nuestra puerta principal. Silbaba mientras caminaba. Algo lo detuvo y pasó un minuto frente a nuestra puerta. Frunció el ceño, miró el reloj y luego abrió la puerta. Los policías japoneses deambulan mucho solos porque nunca les pasa nada malo. Excepto cuando les pasa.

    Subió lentamente las escaleras y sacó un paquetito de debajo de la chaqueta. El sudor cubría su rostro delgado y de altos pómulos. Sus pasos eran ligeros pero vacilantes. En su habitación, que yo aún tenía que visitar, Mayumi estaba limpiando las pistolas o las uñas. Era una mujer que había oído a muchos hombres merodeando en su vida y siempre había tenido que reaccionar. Maruhashi la había encontrado en un viaje a Osaka, ella solo tenía dieciocho años entonces. Él había querido sexo y la había visto merodeando por el club nocturno al que él mismo se había llevado. Ella era entonces una sucia chica punk de pelo rosado. Él había notado que casi todos los hombres en el bar la habían invitado a una copa y ella había tomado un trago de cada una y luego seguido adelante. Él quiso esa boca sucia. Envió a uno de sus hombres a recogerla, pero el tipo había sido vagamente grosero y terminó con una botella rota en la cabeza. Cuando el guardaespaldas regresó con una costra en el cuello, Maruhashi tuvo la mala noticia de que esta chiflada, de quien más tarde descubriría que había sido campeona nacional juvenil de Aikido en un momento, ahora le guardaba rencor y tenía un arma. Toda idea del sexo podría haberse esfumado en la noche para algunos hombres en ese momento, pero no para Maruhashi. Eso habría ido en contra de las reglas de cómo era ser Maruhashi. En cambio, Maruhashi saboreó cada momento de su lento acercamiento por el estacionamiento. No se movió porque estaba ocupado haciendo girar la máquina de discos de su mente para encontrar la banda sonora perfecta del lento caminar de piernas largas de la chica a través de charcos de luz, la cual no podían tocar ese rostro. Las sombras se extendían debajo de esos pechos y luego desaparecían cuando ella pasaba bajo cada luz, su latido era como el ecualizador en el Bang and Olufsen de Maruhashi.

    Algo de Massive Attack: Protection fue lo que las sombras le invocaron a la mente. Pistola en ninguna parte, ella se apoyó en la ventana del coche ahora abierta. "Quiero trabajo," dijo ella y consiguió uno.

    Desde entonces, cinco años, ella había hecho cosas asombrosas: violentas, sexuales, religiosas... las tres grandes. Pero muy a menudo se trataba de oír pasos y actuar en consecuencia. Ella se levantó y salió de su habitación tan silenciosamente como le permitió todo su entrenamiento. Sus piececitos la convertían en una persona natural para el sigilo y ella bajó las escaleras. Vio al policía y se acercó a él mientras sopesaba sus opciones. Él estaba a punto de entrar en la habitación del frente, lo cual ella sintió que sería un desastre. Un disparo desvelaría la fachada de la casa franca y esto justo el día antes de que las cosas comenzaran en serio para los planes del Maestro y Maruhashi (¡y los del inglés!)

    Cuando él puso la mano en el pomo de la puerta, ella le golpeó la sien con los nudillos.

    Todos los psicópatas en la sala de estar prácticamente se cagaron encima cuando el policía cayó por la puerta abierta, sí, incluso Honda, quien casi se atragantó con los tallarines. Por deagracia, yo me perdí eso.

    Yosuke se levantó de un salto y sacó el arma y estaba a punto de dispararle al policía hasta que vio el dedo de Mayumi presionándose los fruncidos labios. Su boca parecía estar a solo centímetros de los ojos de Yosuke. Él no pudo evitar obedecer.

    Benny corría frenéticamente, mirando por todas las ventanas, medio esperando que le dispararan entre los ojos pero sin notarlo. Así se sentía siempre y se había sentido desde que los átomos lo volvieron loco. Si los átomos te vuelven loco, no tienes adónde ir y nada más que miedo. Yo debería haber sido más comprensivo con él. Pero claro, dado lo que me iba a hacer en breve, tal vez no.

    Junko bajó corriendo las escaleras. Entró a la habitación donde la familia estaba encadenada a los tobillos y les apuntó con una Uzi. Incluso la chica estaba más allá de llorar por esto e incluso Junko estaba más allá de llorar por ello.

    En la cafetería, tomé un sorbo de café y tarareé las tenues canciones pop chinas que había estado aprendiendo en el local de karaoke cercano.

    Honda y Mayumi empujaron al policía adentro, luego ambos prácticamente tropezaron uno con el otro al asumir la mejor posición táctica para cubrir la puerta. Honda resintió inmensamente a Mayumi en ese momento en que su relación se cristalizaba por el acto de tratar de ocupar el mismo espacio al mismo tiempo.

    Reflexionar más tarde sobre esto lo haría pensar en el estado de Maruhashi en la organización: ¿planeaba él ocupar el espacio del Maestro? ¿Eran ambos materia y antimateria?

    Ahora, aunque simplemente decidió tomar la ofensiva precipitada, contra su naturaleza, y bajó corriendo las escaleras para plantarse inmediatamente detrás de la puerta en una posición que creaba un cono de muerte sólida. Dos grandes semiautomáticas idénticas extendieron los brazos; eso expresaba perfectamente su violencia natural. Sus ojos se hundieron y se concentró en la muerte correcta: la que se mediría como el primer paso del apocalipsis y de la revelación del maestro secreto de Japón. Ese era su objetivo, acabar con la hipocresía y personificar el verdadero espíritu de su nación. Como Godzilla personificó al Japón de los 50 (esta es mi propia opinión sacrílega al respecto). Como un monstruo posradiactivo que se vio obligado a apoderarse del mundo en contra de sus deseos, Samsara era el espíritu del Japón moderno: una nación cuyos actos sociales implicaban el Otro, el Dios rey para apuntalar todas las diversas reverencias. También una nación que siempre había extraído su religión de su entorno y cuyo antiguo entorno había desaparecido. El nuevo entorno era una enorme máquina de verdades robadas a punto de hacerse universales. La gnosis era misticismo necesario, oculto: el poder de la verdad es como los diamantes dependientes de un cartel de rareza.

    Así es como él pensaba, creo. No en sangre ni en balas, sino en la Rectitud que había descubierto y que él daría a luz.

    Escaleras arriba, Mayumi derribó la puerta de mi habitación. Me gusta pensar que estaba preocupada por mi seguridad. No necesito ninguna conexión entre esta idea y la realidad, esta es independiente.

    Benny la vio derribar la puerta de una patada, ella iba en ropa interior y la repentina solidificación de sus suaves curvas en un músculo que rompía la puerta debió de galvanizar su mente enferma. Debe haber tenido lugar una repentina oleada de energía en la cabeza (y tal vez una transformación muscular propia). Mi habitación vacía se quemó en el ojo lleno de energía de Benny. Yo estaba ausente y me juzgaban culpable.

    Llorando escaleras abajo, con el pánico desvaneciéndose en las operaciones de escaleras arriba, esto es lo que imagino: El policía fue atado, llevado escaleras abajo y encadenado a pesadas tuberías. Benny y Yosuke esperaron a que se despertara.

    Después de un rato, no muchos minutos, Yosuke recordó que esperar era lo que lo había metido en este lío hacía tanto tiempo, esperar a que el anciano muriera. Así que quitó un cable eléctrico, lo enchufó y procedió a despertar al policía.

    Un niño vio un policía siendo torturado. No vinieron más policías.

VEINTICINCO

    Cuando regresé, lo primero que noté fue mi puerta, lo segundo fue que todos estaban en la sala con armas en el regazo.

    No importa cuán improbable sea, cuando se vuelve posible, tu mente hace cierta tu muerte. Mi garganta estaba seca por ojos y metal fríos.

    Muerto a tiros por cinco personas, ridículo, no te puedes imaginar una muerte así. Me moví al centro de la habitación y pregunté: "¿Qué le ha ocurrido a mi puerta?"

    Benny se puso de pie y lanzó un grito tan fuerte que necesitó medio litro de saliva para lubricarlo (lo descubrí rápidamente) "¿Por qué viene la policía?"

    ¿Por qué llevan los bomberos cinturones rojos? Eso brilló en mi mente. Aún no podía tomar a Benny en serio. Puede que fuese su nombre o los recuerdos de su aspecto con un jarrón destrozado sobre él: un héroe condecorado.

    De repente, lejos del asunto, me di cuenta (sin pruebas) que había sido Mayumi en la casa del abogado la noche del secuestro. La miré y nuestros ojos se encontraron y yo intenté leerle la mente o enviarle un fragmento mío que dijese: «Sabemos los secretos, los verdaderos planes: no me dejes morir aquí."

    Relajada, casi desnuda, emitió un «sin comentarios». Muy bonita, se sentó.

    Dije: "¿Qué policía?" y luego todos empezaron a gritar en japonés, incluso la Sra. Supertranquila.

    Al final, Honda lo detuvo todo con un ladrido militar. "Blake-san, por favor explica dónde has estado durante los últimos treinta minutos," dijo. Su mirada era, estoy seguro, la misma que me había mostrado al ofrecerme el Sudor de Pocari cuando nos conocimos: la esencia de la educada calma. Estoy seguro.

    "Pregunta fácil, estaba abajo en la cafetería." Ellos comenzaron a hablar. "Tomando café. Ahora dime, ¿qué tipo de marrón tenemos aquí? ¡Jesús, salgo por una maldita hora!"

    No estaba fingiendo mi ira. A pesar de estar planeando sabotear su ataque con gas, yo no había sido más que un miembro ideal del culto. Caminé hacia Yosuke, el eslabón débil.

    "Qué policía, Yosuke." Si me hubiera dado la vuelta y Mayumi hubiera estado sonriendo al menos un 1%, yo habría perdido la cabeza. Así que no me di la vuelta.

    "Un policía. Vino aquí esta noche. Lo tenemos."

    "¡Maldita sea! ¿Dónde está ahora? ¿Abajo?"

    "Sí."

    "Bueno, ¿no deberíamos salir de aquí? ¿Honda?"

    Honda miró por las diminutas ventanas de la gran sala de estar. "No, deberíamos quedarnos. Torturamos demasiado al policía y no puede decirnos nada ahora. Sospecho que no está aquí como parte de una investigación. Es otra cosa. Casualidad."

    Mayumi se puso de pie. "Honda, con tu permiso, deseo irme e informar a la organización de lo que está pasando." Honda asintió y ella se fue, deteniéndose arriba para vestirse antes de salir por una ventana.

    Organizamos turnos de guardia y la noche pasó en incrementos de un segundo.

***

    A la mañana siguiente, todos calmados, Honda recibió una llamada en un pequeño teléfono móvil que, sin embargo, parecía un walkie-talkie. Probablemente era una cuestión de técnica, la forma en que te lo pegabas a la cabeza.

    La voz de una mujer, probablemente no su anciana madre.

    "Alerta terminada, Sr. Blake. Vaya a correr si quiere."

    De hecho, eso sonaba bien.

    "¿No han echado de menos al policía aún?"

    "Nada en las noticias. Puede que haya estado fuera de servicio, pero claro, ¿por qué estaba aquí?"

    "No podemos retenerlo aquí. Si tiene algún tipo de ronda, es posible que vengan husmeando."

    "No hay prisa. A la policía no la matan mucho. Y si mueren en Koiwa, los coreanos son los primeros. Luego, la policía hace una pausa para decidir cómo hablar cortésmente con la Yakuza. Así que tenemos tiempo para tomar una buena decisión. Ahora sal de aquí, ¡todos nos volveremos locos si no tomamos un poco de aire!"

    ¡Jolly Honda! Bueno, una carrera sonaba bien. Benny estaba empezando a molestarme. Él estaba pensando. Así que me cambié, me puse mi nuevo Walkman y salí a la carretera. Hacía suficiente calor como para hacerlo divertido. Me gustaba correr en el calor de Tokio. Ahora yo tenía una relación con el calor completamente diferente a la del yo suave de los primeros capítulos. ¿Cómo explicarlo? No lo sé, Me sentía libre en el calor. También tenía que respetar la capacidad de los japoneses para mantener su característica calma en medio de condiciones que se suponía que excusarían a los neoyorquinos de sus periódicos homicidios.

    Me impresionaban los japoneses en su conjunto, me parecían estar al borde de algo, habían creado miles de perros robot, huevos Tamagotchi, peces virtuales y estrellas del ciber pop, y como mencioné, les gustaba que sus coches tuvieran caras y sus cajeros automáticos vida social. Empezaban a ver a la humanidad como algo en todas partes, algo que haces, no algo que eres.

    No todos ellos, por supuesto.

    El muerto Jimi Hendrix estaba tocando The Wind Cries Mary. Esta me recordó por primera vez en varios días (al adelantar a un centenar de niños en una larga cola de mini beisbolistas que decían «hola» con la mano) al amor de mi vida, Claire. Te acuerdas de ella, ¿verdad?

    Con todo el ruido de la llegada de Mayumi al ClubTeleConcentración, mis pensamientos se habían apartado un poco de Claire. Decidí dejar que mi mente la celebrara por un rato.

    Dios, había pasado mucho tiempo desde que la había visto en persona.

    Tal vez por eso pensaba tan fácilmente en ella como la conciencia de nuestro grupo. Ella se había quedado con los neonazis de Europa del Este más de lo necesario para nuestra investigación. Todos sospechábamos que tenía la intención de hacer algo reaccionario, como intentar detenerlos, denunciarlos a la policía.

    Durante esos largos meses en Düsseldorf sin ella, yo también había empezado a ir por ese camino. Quería quemar casas que sabía que estaban llenas de skins dormidos y empapados de aguardiente. Quería olvidarme del bien venidero y luchar contra el mal presente. Me rompí en ese viaje. Estaba con nuestros agentes alemanes y no había visto a un verdadero amigo en mucho tiempo. Ni siquiera había tenido noticias de Claire, asumí que ella estaba escondida.

    Matthias y Dirk, alemanes de pelo negro y tan serios que parecían perpetuamente confundidos, eran los otros miembros de mi célula. Durante meses habíamos estado capturando skins e interrogándolos para poder infiltrar agentes. Ahora teníamos seis personas internas y se suponía que la célula debía vigilar a los grupos y armar una lista de banderas pseudo-cuantificables que nuestro grupo pudiera rastrear para obtener un índice de odio en Europa. Queríamos rastrear el odio, el miedo y la ignorancia como los financieros siguen el mercado: "Vende vende vende. Mata mata mata."

    La razón por la que queríamos esa información era saber si era el momento de intervenir y hacer lo nuestro. Dos líneas estaban en el gráfico más grande en nuestras reuniones más secretas en pequeños chateaux:

    • 1) un gráfico de registro de las conexiones de red en todo el mundo ajustadas a las leyes de seguridad y cortafuegos corporativos, etc. Esto se denominó Línea de Vida. Tenía que llegar a un cierto punto antes de que la acción fuera viable, el punto por encima del cual tirar del enchufe mataría a más personas que dejarlo conectado.

    • 2) una línea basada en nuestros indicadores en todo el mundo conocida como la Línea del Odio y la Línea de la Debilidad. Solo los miembros más radicales del grupo la llamaban la línea de la Debilidad. Estaba allí como medida de seguridad. Se combinaba con la Línea de Vida de tal manera que si la raza humana arreglara su mierda de repente, todos nos convertiríamos en millonarios de las telecomunicaciones y dejaríamos las cosas como estaban.

    Fue un trabajo duro operar en la Línea de Odio durante 8 meses. Así como muchos estadounidenses que viven detrás de escudos de grasa, acero y televisión pueden creer fácilmente en Dios, la gente en la Línea del Odio solo podía ver al Diablo.

    Un día salí a disfrutar de una taza de café en la parte de Altschtadt de la ciudad. No es el tipo de lugar donde normalmente se encuentran skins.

    Pero dos de ellos estaban hablando a la vuelta de la esquina. Yo escuché. Estaban hablando de su plan de bombardear un club nocturno turco cercano y aparentemente acababan de explorar las salidas de emergencia.

    Yo no podía creer que estuvieran hablando de esto abiertamente. Pero claro, yo no podía ver dónde estaban, al menos sin que no pareciera que estaba mirando. Algún fenómeno acústico me estaba trayendo esto. Algún genio.

    Vi reír a un hombre con un enorme bigote. Decidí que haría lo que ocasionalmente había contemplado. Le diría a la policía lo que habían planeado estos bastardos y los arrestarían. Las cifras se inclinarían un poco, pero las ciencias humanas son famosas por su flexibilidad.

    Las cosas cambiaron cuando llegaron unas palabras nuevas, mencionaron varios nombres que yo conocía por los informes y uno que sabía que era el alias de un tipo llamado Hannes que era nuestro último topo, como el último, apenas unido a los fascistas dos días atrás.

    De repente las cosas se complicaron.

    Regresé al CG. Dirk estaba trasteando con una radio de onda corta, un proyecto que le encajaba inmensamente. Decidí compartir mi noticia con él. La tristeza de las dos guerras mundiales se apoderó de él, arrugándose visiblemente. Dijo: "Sabes, Blake, yo creo en lo que hacemos aquí. Los científicos no deberían involucrarse. Ojalá no me hubieras dicho esto."

    "Si te hace sentir mejor, hay un millón de cosas jodidas en el mundo de las que no tienes que preocuparte," hice un puchero.

    "Si los detenemos, Hannes está muerto, no creo que podamos enviarle un mensaje antes de mañana por la noche... Silencio de Radio las dos primeras semanas. Eso es lo otro malo."

    "Todo es malo."

    "Llama a tu padre."

    "Ya..."

    Al día siguiente, cinco tipos turcos estaban muertos, Hannes obtuvo algunos datos asombrosos y yo estaba en Amsterdam, incoherente y tratando de recordar si la Interpol estaba aquí o en Bélgica. Me conocían como Paddy y me sentía muy libre; libre de un juego maniqueo que nunca había estado seguro de que fuera real. Ahora era real. Que les jodan a todos.

    "¡Que les jodan a todos!" Me reí mientras corría. Podía ver miles de edificios de apartamentos que parecían haber sido diseñados para ser fáciles de limpiar después de un terremoto en lugar de resistir uno. Como España o el Líbano, era el estilo arquitectónico. Muchas áreas de práctica de golf rompían la monotonía general y de vez en cuando un magnífico templo con algún árbol cuidado durante décadas y que deambulaba por ahí con cierto espíritu.

    Varios meses de locura siguieron al incidente alemán. Conseguí un trabajo diseñando camisetas y puse frases problemáticas en el frente como: "Eso te va a matar," "¿Te has visto el cerebro recientemente?" y "Que El Último Hombre En Pie Defrague, por favor."

    Un programa que me habían rastreado a partir de las camisetas que no era al azar, sino yo haciendo eco de mi alma para ver si podía rebelarme por completo y pasar al otro lado.

    Salí de mi apartamento, que compartía con una mujer llamada Inge y con la que me había acostado solo una vez, y encontré una carta entregada en mano de Claire afuera.

    Ella la escribió con una pasión y una convicción que nunca antes le había visto. Habló de todas las cosas de las que habíamos hablado cien veces, los errores biológicos, elementos del gorila en el cerebro, que nos convertirían en asesinos mientras estuviéramos en este hardware. Hizo referencia a todos los hitos habituales cortésmente discretos sobre Camboya.

    Pero luego escribió algo que nunca olvidaré: "Si tuviéramos hijos con nuestro cuerpo, morirían. Podrían incluso matar. En la máquina nuestros hijos viven para siempre y nosotros estamos dentro de ellos."

    Conceptos sencillos pero que nunca había oído de ella, quien solía ser muy pragmática. El romanticismo de la muerte se unía al del nacimiento en este loco proyecto. Nos habíamos conocido por primera vez en la tenue luz de la primera semilla del nuevo ser. estaban todos mezclados en ella: padres hijas madres hermanos hijos hermanas: podíamos elegir cualquier relación que quisiéramos con esta. Pero todos habíamos crecido con ella: la máquina era nuestra familia.

    Ese fue un momento muy extraño para mí. Palabras muy simples, que parecían, ¿cómo decirlo?, como si mis ojos las escribieran en el papel mientras las escaneaban.

    Inge se alegró de que me fuera.

    Corriendo, me di la vuelta y me dirigí de regreso a mi Culto de la Muerte de Tokio. Me acerqué al frágil edificio inclinado entre dos bloques relativamente sólidos. Tengo una teoría sobre el déjà vu que se basa en el hecho de que el "ahora" es en realidad un espacio flexible de la mente y puede expandirse tanto que la percepción de un evento y la reacción al mismo ocurren dentro del mismo quantum perceptual.

    Pero durante los cinco minutos antes de ver al policía muerto, tuve la terrible sensación de que había sucedido algo terrible. Mi teoría no tiene en cuenta eso.

    Honda estaba al teléfono, Junko sollozaba en el rincón. La hija se escondía en su madre. El abogado guardaba silencio. Todos los demás miraban el cuerpo y el vómito alrededor de la boca de éel. La boca de ello, perdón.

    "Así que él no hizo ningún ruido, ¿no le oyeron?" Le pregunté a Yosuke.

    "Eso dicen."

    "¿No había nadie aquí abajo? ¿Junko?"

    "En el baño"

    El policía estaba quemado, golpeado y, sobre todo, muerto.

    Parecía un buen hombre. Muchos policías son simpáticos. Algunos son sirvientes de intereses que ocultan el conocimiento a la gente como lo han hecho desde Atlantis. Muchos no lo son, y son compasivos, valientes y algunos de lo mejor que la humanidad tiene para ofrecer. Yo nunca sabría la clase de este. Supongo que eso no importaba mucho a largo plazo. Teníamos planes similares para ambos tipos de personas. Solo los sueños iban a sobrevivir y solo la clase que nos gustaban.

    Unas horas más tarde, horas atestadas de demasiada gente que parecían ampliadas por los minutos, llegó Mayumi. Iba vestida con el pseudouniforme rosa conservador de la clase recepcionista. Sus encantos estaban domados de la misma manera que se doma a un tigre dormido.

    "¿Un disfraz?" Le pregunté.

    "¿Quién eres tú?" Me preguntó. ¿Una broma o el habitual enfrentamiento existencial?

    "Tu novio," le respondí.

    Con una linda sonrisa que quizá había encontrado en el bolsillo de su chaqueta nueva, ella me preguntó si la acompañaría a la Escuela de Inglés Avon, mi supuesto lugar de trabajo. ¿Cómo podía haberme resistido, aunque no hubiera habido un cuerpo en el sótano?

    Salimos y caminamos por la calle. Todo era diferente ahora que yo estaba andando por las calles con ella. Al final, esa es la definición de amor. Del amor humano.

    No, tienes razón. El odio humano también es así. Es un delgado concepto que oigo. Así es como era diferente: cuando veía a alguien viejo y cansado recogiendo enormes tubérculos, me daba cuenta de que no era ella. Cuando veía un sol naranja, una enorme bola de gas ardiente como la fuente de toda la vida, notaba que la cara de ella era naranja.

    Cuando me di cuenta de que estaba obsesionado sexualmente con la esencia de mi enemigo, una herramienta del odio, de mi hinchada mente salían excusas demasiado numerosas para mencionarlas.

    En el aire fresco, o diferente al menos, el policía no sólo no estaba muerto, nunca había existido. En ninguno de nuestros idiomas hablamos de él. Parecía que ella iba a tomar mi mano en un momento, pero no lo hizo.

    Al poco tiempo, estábamos al pie de uno de esos edificios de la burbuja económica con una iglesia en el tercer piso, y también una escuela de conversación en inglés de Avon. Entramos en un pequeño ascensor y nos dirigimos hacia el 7F. Había música tenue, o el tintineo del agua. Las puertas se deslizaron hacia arriba con un k-ching.

    En este lugar donde yo nunca había estado antes, guiado por las sutiles señales de Mayumi, pasé desapercibido hacia la sala de profesores en la parte de atrás. Yo destacaba como una manzana en una tienda de manzanas.

    Reconocí rápidamente a los dos hombres que saludamos en la sala trasera que olía a café fallido: los dos tipos rudos del bar de hacía un tiempo, aún tenían esa mirada básicamente paramilitar, incluso en sus camisas de nailon. Me saludaron al llegar y yo examiné a Mayumi a fondo y familiarmente. Recogí un diccionario de imágenes y me maravillé de la tarea que los humanos se habían impuesto: un nombre para todo.

    El chico alto y rubio, cuya barba incipiente era relevante para él, se movió hacia mi espacio. Yo no me estaba concentrando y él me lo quitó. No era intimidantemente grande, pero sus músculos tenían algo: no estaban hechos para levantar sino para aplastar. Su nombre era Rich y el precio por descubrir eso fue descubrir también cuán juntos están los huesos de la mano.

    El tipo más moreno, cuya cabeza estaba cortada como una sombra, se llamaba Antony. Él también estaba bronceado. Miraba un montón, tú no podías mirarlo: era tan aburrido que no existía excusa: si lo mirabas era como lo hace un guardia y él lo sabría.

    "Te conozco. Te he visto por ahí. ¡No eres tan sutil, amigo! Ja, ja." dijo Rich. Sus dientes eran metálicos. Supongo que eso tenía sentido, para comer, etc. Cuanto más metal, mejor.

    «Yo también te he visto. Vosotros dos también. Sois sutiles», pensé, «bueno, debería ser cortés».

    "Tenemos un problema, muchachos, Lo he escrito en estas tarjetas." Ella les dio tarjetitas de presentación. "No os apresuréis, las cosas ya están en el fondo. Esperad hasta que oscurezca y hasta que estas personas a las que tenéis que enseñar puedan decir «emocionado» y luego acercaos. Estad listos para ensuciaros."

    Salimos entonces y ella tuvo que detenerse, agobiada momentáneamente por su carne puramente sexual. "Malamente sucios," agregó.

    Los dos hombres se rieron. Pude ver que ella se arrepintió durante un segundo de la forma en que había sido.

    Salimos y paseamos por un pasillo de espejos, pero en realidad era una densa colmena de cubos de vidrio con profesores muy similares enseñando a estudiantes muy similares.

    Yo tenía que ir al baño y me dieron permiso. Los maestros eran todos hombres, todos brutales, bronceados y algunas cicatrices. De camino al baño, pasé por varias salas de suministros con puertas metálicas y escáneres manuales. En el camino de regreso, reflexioné que reconocía el vidrio a prueba de balas cuando lo veía y que todos esos cubitos estaban hechos de él y que esas ranuras no eran necesarias para la ventilación. Y vi un pequeño folleto sobre las escuelas de Avon y que una cara muy familiar, muy urbana, escribía la introducción.

    De vuelta afuera, sin hablar sino caminando en sincronía. Tan sincronizados como una cosa redonda y una cosa cuadrada (nuestros andares) pueden estarlo.

    A mi alrededor había letreros de neón, y yo había perdido parte de mi inmunidad analfabeta a ellos. Podía ver rastros de significado en ellos. Todos comenzaban como grietas en los huesos en los antiguos rituales chinos. Ahora los veía como grietas en la ciudad. Salía algún significado, sonidos extraños. Probablemente sea inevitable que un lenguaje parcialmente entendido parezca deseo.

    Eché un vistazo a Mayumi. Varios meses después de esta aventura y todos los que yo conocía eran una especie de enigma. Todos hablaban con frases breves y concisas y los secretos estaban allí como forma de vida. No consideré a ninguno de ellos típico de la nación japonesa en sus maneras, sino solo en sus intenciones.

    "Avon..." dije. "Hay una escuela de Avon en cada estación de Tokio. Llena de extranjeros inofensivos. Y el día que te conocí, Honda fue a la sede de Avon."

    Ella levantó la vista con una sonrisa genuina. Mis primeros pasos: qué lindo.

    "Maruhashi es el dueño de todas, eso es parte de por qué es tan rico. O tal vez no, tal vez llegaron más tarde. Es un buen modo de conseguir visas para un ejército de mercenarios extranjeros, su plan de respaldo en caso de que Samsara lo traicione."

    Sin dejar de sonreír, continuó:.".. o algo así."

    "Bien, no debería preocuparme por los detalles, me dispararán en la cabeza antes de que los profesores de Avon asalten el edificio Diet. ¿Correcto?"

    Ella tiró de mí para acercarme mucho y luego me dio un fuerte beso. Ondas de choque en la semiatestada calle.

    "Cariño, yo me aseguraré de que no te lastimes."

    ¿No Te Lastimes? ¿O No Sientas Nada? A pesar de mi camisa y corbata de microfibra (esperaba que ambas no se derritieran), yo no tenía ganas de analizar su gramática.

    Avanzamos hacia la vía del tren y de regreso a la parte mala de la ciudad. Dos hombres de negocios borrachos se tambaleaban por la calle cien metros más adelante. Estaban a la sombra del puente pero yo los veía. A juzgar por sus edades y trajes, decidí que uno era el jefe y el otro su subalterno. Se apoyaban mutuamente mientras caminaban y con un cierto rebote bondadoso el uno contra el otro como si se estuviera llevando a cabo una débil lucha. Ambos hombres reían. De pronto, el joven agarró la entrepierna del mayor, quien pudo apartarse del camino. El anciano logró soltar una carcajada, pero el joven no. Su concentración era intensa, hizo otro agarre y luego otro para los órganos sexuales del hombre mayor y su mano estaba con la palma hacia arriba y necesitando. Hubo una breve caricia, una pausa muy larga y luego el hombre mayor se echó hacia atrás y acomodó su palabras en voz alta con precisión militar y furia, inclinando al joven hacia adelante con su fuerza y ​​doblándolo sobre sí mismo. En ese momento, el joven vomitó sobre los zapatos de su mayor. Nosotros pasamos de largo y en mi paso se congelaron en un cuadro del que yo no podía imaginar ninguna escapatoria. No miré atrás, era difícil estar en la vida de otras personas.

    En la esquina cerca de nuestra casa ella se detuvo y nos volvimos a besar. ¿Qué era esto? ¿Amor? Pensé que el policía muerto era el sacerdote de nuestro breve matrimonio. La invité a comer unos tallarines al otro lado de la calle del estudio y ella coincidió. Los sorbimos junto al cuenco y miramos pacíficamente a la gente muda como si miráramos una pecera. Podíamos compartir su silencio a través del vidrio y la distancia. Eso hace cosas divertidas al tiempo. Poco después, los mudos desaparecieron repentinamente, como la luz que llenaba la habitación solo un microsegundo antes de que accionaras el interruptor. Los dos tipos de Avon se acercaron. Miré a Mayumi en el taburete con el pequeño atuendo rosa, el cual tenía una explicación que yo me había olvidado de buscar. Ella se endureció por dentro mientras yo miraba. Se dirigió a la puerta sin decir una palabra. Tuve que quedarme y pagar la cuenta. La miré cruzar la calle y me pregunté cuál de nosotros moriría primero y cuánto tiempo nos separaría.

    Sentimientos muy extraños de color verde oscuro burbujearon en mí. Me levanté y me acerqué, quizá cinco minutos después. Los dos chicos de Avon salieron por la puerta cantando Girls and Boys y apoyando a su amigo tan borracho con la gorra de béisbol y la gabardina que apestaba a Lemon Chu Hi y Pink Shawa Shawa. Todos iban tambaleantes carretera abajo hacia el río. A los chicos les encantaba cantar.

    Espero que fuera a Pink Shawa Shawa lo que estaba oliendo. El olor de un hombre muerto generalmente me mantenía despierto una vez que se me quedaba.

    Caminé por la sala de estar. Todos estaban cansados ​​y se iban a la cama uno por uno. Benny miraba Sumo Digest. Yo estuve tentado, pero no lo hice. Sumo Digest era lo más parecido a la televisión real que había encontrado en Japón, una televisión real de gelatina de suspensión.

    Bajé las escaleras para hablar con el abogado. Porque la ley y la policía eran cosas que me interesaban mucho.

VEINTISÉIS

    Mizukami: El abogado. Edad, treinta y cinco más o menos. Grandes gafas llenas de luz como lámparas de lava. Cuando las llevaba puestas, claro. A veces yo entraba y los encontraba echados en un rincón, llenos de bofetadas.

    Su cabello era sal y pimienta y un poco salvaje, peinado como el cineasta David Lynch. Su rostro era cuadrado, pero suave en las mejillas. Eeel estaba un poco rechoncho. Dependiendo de lo que le había sucedido antes de que yo entrara, tenía diversos grados de calma silenciosa y resignación silenciosa. Tenía una bonita sonrisa y me di cuenta de que siempre había sido del tipo que miraba al suelo cuando yo hablaba con él, incluso antes.

    La esposa estaba hecha una monstruosidad. Un Frankenstein hecho por el hombre.

    Llevaba cautiva mucho tiempo y se habían jugado muchos juegos diferentes con ella. Por eso pensé que tenía esa expresión en el rostro: odio desvelado. Ni siquiera se daba el lujo de identificarse con sus secuestradores porque había tenido demasiados y nadie estaba totalmente seguro de por qué la retenían todavía; ser una víctima arbitraria a veces es lo peor: sabes que no te odian, pero te despiertas la mayoría de las mañanas con sangre en la boca de todos modos. Ella tenía unos treinta años, pero podría haber nacido en cualquier momento de los últimos mil años de "cultura" humana. Era una mujer pequeña.

    La hija tenía unos diez años y llevaba en cautiverio mucho tiempo. Eso la estaba deformando. Le acaricié el cabello al entrar en la habitación y mucho del mismo se soltó. Las lágrimas me llenaron los ojos y miré la pared, la última de sus paredes. La habitación se estremeció por un segundo. ¿Qué estaba haciendo yo aquí abajo? ¿Estaba a punto de volverme loco de nuevo? No, me estaba concentrando. Por eso, por eso todo tenía que terminar.

    Los pensamientos y la carne no se mezclan. Los cerebros de los chimpancés locos llenos de odio no son aptos para ser portadores de dioses. Solo un compromiso, un lugar de desove. Agradable y cálido, virulento por naturaleza. Abriendo los ojos, mirando la pared, soñando con una tierra silenciosa, seca de lágrimas pero aún con música y pensamiento fresco para hacerla tararear en el trono de las estrellas, yo deseé que ella dejara de sollozar.

    Me volví hacia el papá y acerqué una silla frente a él. Eeel enmascaraba bien sus sentimientos: parpadeos sin sentido.

    "¿Creo que habla inglés, Sr. Mizukami?"

    "Si, hablo inglés."

    "¿Sabe quién soy?"

    "Te llaman, el inglés. Dicen que estás aquí con... información médica. Informacion especial."

    "Ese soy yo. Fui a su casa esa noche."

    "Lo sé, te vi los ojos azules bajo el..."

    "La máscara," ofrecí.

    "Si."

    "¿Sabe por qué le llevamos?"

    "Sí, lo seee."

    "Se lo dijo ella."

    "¿Quieeen? Yo..."

    "Nadie puede oírle, relájese. Ella y yo, estamos del mismo lado, el mismo equipo. Ella le dijo lo que iba a pasar. Y también le dio instrucciones. Ella tenía un mensaje del jefe de ella... ¿cuál era el mensaje?"

    "Lo siento, yo, no".

    "Tengo una idea. Ella le dijo que si veía todo lo que estas personas deciiian y haciiian y le informaba, ella se aseguraría de que sobreviviera, de que no le mataran".

    "No."

    "Bueno, era solo una suposición. En realidad no sé lo que ella le dijo. Espera, tal vez le dijo que no dijera algo. Que guardara un secreto. ¿Es eso?"

    l

    "Un, un sereto. Perdooon. Un secreto."

    "¿Sobre Maruhashi? ¿Su ejército? ¿Sabe algo, Sr. Mizukami?".

    "No me matarás. Lamento ser grosero. Pero lo sé. Así que no te lo diré. Además, mi lealtad es para el Maestro".

    "¿Qué? ¿De qué estás HABLANDO?" Me puse de pie de un salto. "¿Qué connno estás...? Yo estoy, ¿has visto a tu hija? ¡¡¡Tiene la piel verde !!!" Me rendí a gestos dramáticos para ilustrar esto. "Espera, ¿Quién es el Maestro? ¿Samsara? ¿Maruhashi?"

    Eeel bajó la cabeza. "Eso no importa", dijo eeel.

    "Todos vosotros vais a morir aquí abajo", dije con frialdad y, sí, con crueldad.

    "Y tu maestro, uno de ellos, matará a todos los que pueda y luego intentará conquistar el mundo y fracasará. Y los huérfanos reconstruirán el mundo de nuevo. El mismo mundo".

    Subí las escaleras. Su hija lloró y yo me sentí bastante mal. Eeel estaba divagando acerca de ser probado y luego que los malos serían eliminados por los buenos. Lo usual.

    Yo soñé con el mundo limpio de nuevo.

    Este es como un huevo azul. La inmensidad del espacio, su vacío, lo protege de las vastas fuerzas que deambulan por el universo. Un caparazón de puro vacío. Los pájaros todavía vuelan, se representan todo tipo de carreras de armas biológicas. El clima no es lo que solía ser, ahora está aprovechado y es más predecible. Pero a los humanos les parecería horroroso de vez en cuando. Grandes respiraderos de calor moviéndose a través de cañones, crepitando con truenos.

    En todo el planeta sobrevive lo mejor de los humanos.

    Sueños de amor, visiones matemáticas. Todos los eventos se recuerdan. La máquina lee a Shakespeare infinitamente y, como los monos al revés, lo entenderá al final. Quién sabe cuánto tiempo le tomará a la maaaquina despertar en la tierra, deshacerse de su piel metálica y circuitos y prepararse para dar el siguiente salto que realmente no podemos imaginar.

    Si pierde el amor, si se convierte en puro pensamiento, entonces habremos fallado. Pero si el amor vino de la tierra una vez, puede venir de nuestras tumbas. Es la flor del universo y está esperando florecer.

    Me golpean en la cabeza con una fuerza tremenda en mitad de las escaleras y mi conciencia se hace añicos.

VEINTISIETE

    Mi cuerpo es libre por fin y lo primero que hace es vivir una fantasía de vaquero de la infancia y simplemente cae al pie de las escaleras.

    Las escaleras son afiladas, duras y me etiquetan con líneas moradas que normalmente importarían.

    Nada está roto. Yazgo en el fondo, no muy mal contorsionado. Él me mira socarronamente desde arriba, feliz al fin. El picado rostro de Benny Odajima está a la altura del momento. A centímetros por debajo de una bombilla desnuda, él es el General Noriega en una película policíaca. Jadea con un subidón postadrenal. No tiene claro si estoy vivo o muerto.

    Baja las escaleras, asustado de que yo salte y lo apuñale en el ojo o algo similar. Cuando llega abajo, descubre que no tenía motivos para temer. Estoy inconsciente como una piedra. Sus gentiles bofetadas no me molestan lo más mínimo. Ni sus menos gentiles bofetadas. Ni su patada siquiera.

    Mi cuerpo está cargado en su hombro. Él tiene una fuerza sorprendente para un japonés de tamaño medio. Algo en él sugiere que está hecho de una sola sustancia sólida, comida para perros animada: así que tal vez sea como un gran músculo.

    En lo alto de las escaleras, se detiene y mis brazos se balancean juntos como péndulos descontando el tiempo hacia algo horrible para mí.

    Está escuchando para asegurarse de que nadie haya vuelto a la sala de estar. Satisfecho, pasa con mi forma inconsciente, su carga, por la sala donde he comido tantos cuencos de Charlie Brown.

    Anteriormente, se han tomado elaboradas precauciones para sacar un cadáver de nuestra casa, pero ahora Benny sale por la puerta principal sin preocuparse por nada. La alegría de la acción le acompaña. Siempre ha sabido que soy un traidor y mi conversación con el abogado lo ha confirmado. Ahora él es un culto de uno y vivirá con ello.

    Soy cargado por la calle de neón que adoro, con todas las bonitas prostitutas jugueteando por ahí y todos los hombres en la sombra haciendo sus diversas cosas. Me pongo rosa, me pongo azul, me pongo verde, pero fundamentalmente soy invisible. Quizá porque siempre he sido inverosímil.

    No se tarda mucho en llegar a la estación esto es Tokio después de todo. Es medianoche y todo el mundo se dirige al último tren. Nosotros también; parece.

    La pista es elevada en Koiwa, pero Benny conoce el camino. Caminamos hacia el Repo's Bar. Repo's es un bar encantador con temática estadounidense y un enorme gorila en su exterior amarillo. También tiene una gran colección de discos Country del luchador estadounidense Terry Funk que provienen de algún lugar del pasado.

    Esta es una parte más tranquila de la ciudad y muy cerca de donde pasa una carretera debajo de las vías del tren. Él me coloca en una pequeña sección sombreada que albergaría a un vagabundo en la mayoría de las sociedades. Yo duermo en su lugar mientras Odajima se fuma un cigarrillo.

    El Repo's Bar se está vaciando lentamente. Hace apenas una hora que regresé de la escuela de Avon con Mayumi y estoy cerca de la muerte: él está fumando.

    Regresa la fuerza de Benny. Permanece de pie un rato más. Es muy posible que yo sea un cordero de sacrificio en su mente. Después de todo, estamos a solo dos semanas del apocalipsis.

    Camina hacia la puerta cerrada al pie de la escalera de hierro que tiene por todas partes imágenes de personas muriendo de varias maneras y saca una pequeña herramienta del bolsillo y ha abierto la puerta en muy poco tiempo. Vuelve por mí y seguimos nuestro camino. Es sorprendente que yo siga inconsciente, pero ni siquiera me estremezco. ¿Estoy muerto? Benny vuelve a comprobar y descubre que estoy vivo: sigue subiendo.

    Emerge junto a las vías. La estación es un resplandor de luz.

    El andén está a solo tres metros de distancia y, si alguien mirara hacia abajo, nos vería. Así que él se mantiene detrás de las vías, prácticamente debajo del andén; como un troll o una... mierda, no sé, ¿un tengu?

    Él escucha. La estación está hablando. Dice que Él sonríe. Me coloca sobre las vías y se va, sintiéndose sobrehumanamente fuerte ahora que me he ido.

    Me ha extendido para que me corten bien. Las vías no están electrificadas, están muy frías y duras y pronto serán cuchillas. Mi cuerpo no siente el frío. No siente nada. De hecho, es "el" cuerpo... no mi cuerpo. No pertenece a nadie ahora que Benny lo ha abandonado.

    A ochenta y cinco kilómetros por hora, el tren llega a la estación. Sus frenos chirrían, frenos de emergencia. El tren está intentando detenerse, está intentando no matar. Pero es demasiado tarde. Gritos bajo el chirrido.

    El tren corta carne y huesos como si estuviera destinado a hacerlo. La primera gota de sangre aterriza en mi cara.

VEINTIOCHO

    Me desperté vivo. Habría suspirado de alivio si hubiera sabido lo que me acababa de pasar. Pero no lo sabía.

    Con dolor por todas partes, hice un débil intento de sentarme. Una habitación estaba apareciendo entre la niebla gris y la falta de foco. Esta era... muy japonesa. Me reí de ese acto de genialidad que había hecho mi mente. Fui castigado con dolores punzantes que empezaron en mi cerebro y me cortocircuitaron por todas partes.

    Me obligué a abrir los ojos y al menos era capaz de moverlos; dando vueltas en sus cuencas secas los sentía bastante seguros de que yo estaba en una de las habitaciones privadas de Tetsuo. Todo estaba en silencio; dentro y fuera de las paredes de papel a mi alrededor.

    "Haces malas compañías," dijo él con su traje blanco y motitas rosadas. Tetsuo estaba agachado en un rincón, bastante enrollado y con gafas de sol.

    "Lo siento..." croé yo.

    "¡Deberias sentirlo!" bramó. Yo empecé a preocuparme. Había planeado decir: "Lo siento, pero ¿qué diablos está pasando?" Ahora sabía que yo había hecho algo malo. Él estaba jugando con un cuchillito que parecía capaz de captar la luz que venía de ninguna parte en particular y luego clavártela en el ojo.

    "Lo siento, yo, ¿qué pasó?"

    "Alguien intentó matarte."

    Cuando dijo eso, mi nariz recibió el pequeño empujón que la misma había estado esperando. Reconoció sangre en el aire.

    "¿No tú?"

    Se echó a reír y arrojó su cuchillo en mi dirección para que se clavara en la alfombra. Demasiado rápido para molestarme.

    "¡¡¡Chiflaod Gaijin!!!" reía y reía. "Fueron tus otros amigos, el culto."

    "¿Sabes tú eso?"

    "Sí."

    "¿El, esto, es decir Yakuza cortés o grosero?, no sé, ¿lo saben ellos?"

    "Llámalos la familia. No sé si lo saben. Lo dudo." Se puso de pie y caminó una vez por la habitación. "Pero ¿no sientes curiosidad? Al menos yo diría: «Ey, hombre, ¿de quién es esa maldita sangre, hombre?» ¡¡¡Ja jaja ah!!!"

    Miré hacia abajo y vi que había tres estrechos chorros de sangre a través de mí, como si cowboys vampiros me hubieran estado usando como escupidera.

    Me incorporé un poco.

    "Buen argumento. ¿De quién es esta maldita sangre, hombre?" Nos reímos mucho durante un minuto. Ocasionalmente mi gente se había preguntado si habría humor en el futuro. Las opiniones estaban divididas sobre si el humor era una de esas irracionalidades del cerebro de los monos o un metapensamiento deseable. Ahora sentaba bien reír a pesar de que dolía: esa era mi opinión.

    "Manuela, ¿la conoces? Ella te conoce. Una chica alta de Filipinas, ¿en serio es un hombre? De todos modos, ella ve a alguien cargándote por la calle y supongo que no le estamos dando suficientes drogas porque es lo bastante heterosexual para preocuparse por una cosa así y ella viene y me dice: «tal vez necesito empezar a tomar drogas de nuevo porque soy lo bastante estúpida como para seguirte». Sé a dónde te lleva, creo. La estación. Cuando llego allí, en el andén, empiezo a buscarte y luego pienso: ¡Baka yaro! ¿Por qué iba él a traer un cuerpo a la estación de tren, estás loca?» Pero luego pienso: «Sí, loca, pero él también está loco, sé que él está aquí.» Solo creo que te veo todo en las vías del tren. ¡Mierda! Qué hacer. De de coña voy a ir allí abajo, hombre. ¡Me cago en eso! Lo siento, hombre."

    "No hay problema, me cago en eso yo también. ¿Yo estaba en las vías? ¿Quién me puso allí?"

    "Tu buen amigo, hombre. Manuela dice que da miedo. De todos modos, cierra el pico: esta es tu vida, así que escucha. Antes de que yo pueda pensar mucho, el tren se acerca. Muy ruidoso... scryyyy, pero están estos dos asalariados en el andén un viejo y un joven. El joven se está volviendo loco, tratando de hacer una reverencia y una reverencia y una reverencia y luego se pone de pie y simplemente cae como un árbol. Ya sabes, un árbol talado. Cae justo encima de las vías. Esto es una locura para mí, y muy rápido. El viejo es muy rápido. Él no está pensando, ¿ves? Yo estaba pensando demasiado, muy extraño en mí estar haciendo eso, por lo general soy todo acción, ¿recuerdas? ¡¡Entonces el viejo sale en plan: ¡¡¡BANZAI!!! Salta y tira al joven y el tren frena como loco. ¡Bang! El viejo sale como un globo. Su maldita cabeza rebota por el andén, no jodas. Dos chicas de secundaria bajando las escaleras. Bang, una está en el equipo de baloncesto, supongo. Esa la atrapa. Debería haber estado en casa en lugar de mamarla a viejos oyajis por dinero, supongo. De todos modos, el viejo está hecho pedazos. El joven... las piernas aquí, justo debajo de la polla. Yo salto a la vía, cerca del final donde debería estar la parte delantera del tren en este momento y donde tú estás. Tiro de ti sobre el andén, trabajo duro, ¡Pensé que no te gustaba la comida japonesa, gordo! Vale, así que te traigo de vuelta aquí. Unas tres horas llevas aquí."

    Mi mente recogía carrete. Yo estaba seguro de que los asalariados eran los que había visto antes, todos envueltos en una extraña dinámica humana. Eso me había salvado y todo el asunto había sido tan insignificante que nunca volví a pensar en ello, excepto que el joven mañana enfrentaría una terrible resaca y sería un suicida en una semana.

    Así que cambio de tema.

    "¿Cuánto tiempo hace que lo sabes?"

    "Hmm, un poco de tiempo. Esos tipos de culto, puedes darte cuenta. Se enojan en las cafeterías, ya sabes, por cositas, y yo escucho mucho. ¿Por qué estás con ellos? ¡Yo odio a esos cabronazos!"

    "¿Por qué?"

    "Porque no son japoneses, pero la gente como tú, los extranjeros piensan que son un espíritu japonés. «Nos encanta el suicidio, amamos el fin del mundo. ¡Somos japoneses!» Esos solo están aquí porque desde hace mucho tiempo teníamos el dinero y al tío Sam para cuidarnos. Malajes de críos gordos. Pronto estarán en todas partes. No viven la vida real, todo es secreto. Ellos conocen los secretos y nosotros no. Todos podemos irnos al infierno y ellos tan frescos. Mira la familia. Sí, somos exclusivos. Tenemos secretos, pero solo es un negocio familiar. Esos son como, argh, cómo decirlo. Esos quieren quitarle el mundo a todos los demás."

    Estuvimos callados un rato. Yo miraba al arma de su cara y él me miraba la máscara. Quise decirle que, desde diferentes mundos y por diferentes medios, habíamos llegado al mismo lugar, a esta silenciosa habitación.

    "Escucha. Debería decírtelo. Estoy aquí para, básicamente, para detenerlos. Estoy de acuerdo contigo. Son las peores personas. Yo también tengo una familia y esto es lo que creemos, parte de ella. Hay demasiados grupos en este mundo que, como tú dices... toman todo lo que es bueno y lo mantienen en secreto. Controlan a la gente haciéndonos pensar que nuestro grupo está en guerra con los otros grupos. Como Hitler o Pol Pot o Idi Amin. Y pensamos que estos grupos han estropeado la vida humana. Así nos enteramos del culto y me enviaron aquí para estropearles el plan. Tengo que volver con el culto o atacarán sin mí y daremos un paso atrás otra vez, la historia volverá a fallar. Estamos atrapados en los mismos cerebros que siempre hemos tenido. Y morirá un montón de gente."

    "El 80% lo entiendo. ¿Me estás diciendo la verdad? Quieres detenerlos. Entonces, ¿por qué no llamas a la policía o a mí? Podríamos matarlos a todos."

    "¿A todos, a los veinte mil miembros? Déjame hacerlo a mi manera. Tengo un plan."

    "Está bien. Pero primero toma ese cuchillo y encuentra al tipo que te puso en las vías. O te matará, con un gran plan o sin un gran plan. ¿Cómo está tu cabeza?"

    "Diferente."

VEINTINUEVE

    Él se quedó en su bar, fumando junto a la puerta. Yo tenía el cuchillito.

    Traté de despejar de venganza mi mente. La venganza es donde los humanos viven toda su vida. La pureza de la justificación: la sociedad te anima a continuar. Nosotros sabíamos, en nuestra familia, que siempre corríamos ese riesgo. Dejaríamos morir a la gente porque sabíamos que teníamos razón. Pero teníamos que mantenernos alejados de la venganza. Teníamos que saber que lo que hacíamos no era inevitable; no verdaderamente correcto.

    De todos modos, claramente era necesario matar a Benny. O eliminarlo de alguna manera. Sería mejor que el culto se volviera contra él.

    De vuelta por la misma calle de siempre. Yo odiaba las discusiones y la que tenía ante mí era casi inafrontable. Quizá Mayumi ayudara con una bala clínica entre los ojos, preferiblemente la de Benny, por supuesto. Ella era de las curiosas.

    Yo estaba caminando entretenidamente lento. A pesar de los muchas cosas "valientes" que había hecho en mi vida, esencialmente tenía miedo de todo.

    Posiblemente esto se debía a que siempre estaba pensando en la fragilidad de las cosas. Como cuando mi madre murió lejos de las cámaras y sin un ruido aún en medio de una gran guerra. O como la raza humana en su conjunto, que parecía muy fuerte pero tenía un eslabón débil en sus genes.

    Al final, no se podría posponer más, a menos que mis pasos se detuvieran. No podían acortarse. Yo estaba ante la puerta. La abrí y subí las escaleras.

    Entré en la sala de estar vacía. Estaba oscuro allí; iluminado solo por la luz detrás de mí y la luz de las calles. De pie en la puerta, noté un pequeño paquete de papel marrón que se había caído detrás de la mesa del teléfono. Con cautela, lo recogí y corté el papel con el cuchillo. Encontré el interior de un uniforme de chica de secundaria, uno bastante grande, pensé.

    Decidí que debía haberlo traído el policía. Probablemente estaba fuera de servicio y se dirigía al viejo tele-club para disfrutar de algunas emociones pervertidas. Bueno, espero que al menos tenga algo, es concebible que pensara que estaba pasando el mejor momento hasta que se ahogó en su vómito.

    Me sentí mejor, ya que me había preocupado si el incidente con la bicicleta confiscada por la policía lo había traído aquí. Recordé que ese mismo día Benny me había preguntado dónde estaba mi bicicleta y yo le había dicho: "La perdí," y él se había mostrado inusualmente indiferente. En retrospectiva.¿Qué hacer? ¿A quién despertar?

    ¿A Honda? ¿Pasar por los canales y tener una reunión?

    ¿A Benny? ¿Una puñetera pelea con Mayumi? Un giro extraño, algo inesperado.

    Pasó mucho tiempo mientras sopesaba esa pregunta. Finalmente decidí ver quién estaba custodiando a los rehenes. Cuando llegué allí, me sorprendió muchísimo encontrar la habitación vacía. Inmediatamente me di la vuelta y volví a subir las escaleras. No serviría de nada que me pillaran allí abajo.

    Me dije a mí mismo que lo resolvería después de dormir un poco. Pero seguí caminando y subí a la habitación de Honda. Abrí la puerta y dije: "No dispares. Tenemos que hablar."

    Los ojos de Honda se abrieron rápidamente detrás de la pistola apuntada, y el rompecabezas de su mente se resolvió rápidamente. "¿Qué está pasando?" preguntó.

    "En resumen, Benny intentó matarme y los rehenes han desaparecido."

    Honda se movió tan rápido que parecía estar en dos lugares a la vez. El ataque de Benny contra mí posiblemente había roto mi sentido del tiempo. Honda estaba en vaqueros y fuera de la puerta. Me giré para seguirlo mientras se dirigía a la puerta de Benny, se arrodillé en postura de tiro y apuntó con su arma al centro de la puerta. Yo quedé conmovido.

    Esperamos allí un buen rato. Entonces, de repente, Benny salió corriendo por la puerta y Honda le disparó en el vientre. Salieron chispas disparadas de él, lo cual era extraño y una mala señal, pensé. Benny saltó como una bailarina sobre un pie y cayó sobre Honda con extrema fuerza, aplastándolo. Diminutos demonios corrían por su cabeza como lo habían hecho en su generador de energía nuclear en los viejos tiempos. Benny se puso de pie, pero Honda estaba aturdido, ensangrentado y esparcido por el suelo y la pared.

    Benny se levantó y salió corriendo y yo corrí tras él.

    Persiguiendo de nuevo, difuminando las escaleras y la calle. Me empezó a doler la cabeza y los borrones se acumularon y se multiplicaron. Benny siguió corriendo.

    Dos edificios desde el nuestro había un enorme aparcamiento vertical de apenas diez metros de largo pero de más de treinta de altura y lleno de un gran bucle transportador vertical que colgaba coches como un corbatero que te llegaría de parte de tu esposa después de que el amor se haya ido. Por lo general había un número de coches ociosos afuera. Benny se subió a un Toyota Celica y, con un chirrido de neumáticos, ya estaba en camino hacia la tercera fase de su vida.

    Pero yo quería estar dentro del coche, así que me subí a un Honda Accord con mi cuchillo alejando con un destello a los asistentes de cabello rizado y coloridos monos abiertos hasta la cintura.

    Yo también salí chirriando ruedas y me dirigí tras él.

    Las calles casi vacías aguardaban. Cada uno de nosotros arrojó un puñado de monedas en algún enfermizo juego de arcade.

    Estábamos unidos por la muerte cercana: el universo nos consideraba uno y el mismo, como una partícula dividida. Eso es lo que nos mantenía unidos mientras corríamos entre pequeños edificios y tomábamos curvas entre railes afilados y subíamos hacia las orillas del río. Luces rojas pasaban destellando como puestas de sol en la casa de retiro. Cuántas luces deletreaban la palabra muerte era la misma pregunta planteada.

    Separados por la distancia de un hombre, zumbábamos a toda velocidad por la línea recta junto al gordo río rezumante. Yo estaba gritando casi siempre que me notaba a mí mismo.

    Irrumpimos en la autopista y yo casi doblé a la izquierda a su derecha, pero no lo hice, me sorprendí cuando me enteré, pues ciertamente no había tomado esa decisión.

    Nos dirigíamos hacia la ciudad y ahora zigzagueábamos entre inocentes que regresaban cansados a casa o se marchaban en el horario de otro hombre o por aburrimiento. Yo lo estaba perdiendo porque a él no le importaba y a mí aún me importaba porque tenía a mis fantasmas siempre conmigo: padre, madre y hermana amante.

    Así que traté de olvidarlos y me volví más rápido. Un experimento con el peso de los fantasmas.

    La ciudad se involucró. Yo estaba en sus venas: ambos lo estábamos. Grandes edificios se acercaban a la carretera elevada por la que acelerábamos como espectadores mirando de puntillas. Los edificios respiraban lentamente como grandes árboles haciendo los lentos procesos. Estaban llenos de computadoras intercambiando información a ritmo de la noche. Nosotros no estábamos en sus pensamientos, pero nos reflejábamos en sus ojos.

    ¿Dónde estaba la policía? Me sentí decepcionado. Todo este viaje me había dado esa sensación. Nadie iba a intentar detenerme.

    Bueno, supongo que acababan de intentar asesinarme.

    Yo estaba mareado. Mi coche estaba a unos diez metros detrás del de Benny y él comenzó a virar bruscamente y los ojos rojos en la parte trasera del coche me miraron y me rayaron los ojos con rastros de hojas de afeitar.

    Apreté los frenos para alejarme de la gritante, girante y humeante parte trasera. Luego, él volvió a pisar el acelerador y también yo, su marioneta. Estábamos en algún lugar del centro: el tráfico seguía siendo ligero pero habíamos salido de la autopista. Estábamos en el laberinto de los bancos y las empresas comerciales. Ambos estuvimos de acuerdo en que deberíamos reducir la velocidad. Después de todo, no queríamos un accidente.

    Yo no alzaba la vista hacia los ardientes neones y no meditaba sobre el gigante dormido por cuyas venas pasábamos. No tuve que hacerlo de todos modos.

    Pues nos estrellamos.

    La parte trasera de su coche por fin llegó rugiendo hacia la parte delantera del mío y yo viré y choqué en el lado derecho, levantándome sobre dos ruedas y enviándome a patinar sobre la acera, donde rompí suavemente una ventana grande con lo último de mi impulso. Mi cráneo, sin duda ya lleno de sangre, hizo un pitido como si se hubiera disparado una carga de profundidad. Toda la persecución pasó por mi cabeza una docena de veces. Todas las formas que había visto, la velocidad con la que había experimentado la ciudad. Tomándola a grandes tragos, en una escala de tiempo totalmente diferente. Los poderes de mi mente se veían amplificados por la escala que me habían ofrecido: propulsada por la máquina. Una docena de veces la carrera pasó por mi cabeza, comprimiéndose y combinándose, y sentí un toque como Samsara debió haber sentido al salir del tiempo. Ahora me creía su loca historia.

    Yo tenía daño cerebral. Pero estaba vivo. Después de que pasaran unos minutos, pude salir del coche, quitarme los juguetitos del regazo, criaturas de ojos brillantes que habían descendido sobre mí durante el accidente.

    Afuera, una enorme luz naranja, un sol autosuficiente, estaba posada en la calle. Su calor y su humo eran demasiado fuertes para mí, me apartaba a empujones. Benny ardía y la gasolina ardía. El automóvil era apenas un contorno alrededor de Benny, como un recordatorio de por qué estaba siendo incinerado. Cuando él soñaba, hacía muchos años, con una locura en el corazón del universo, no había imaginado que esto le iba a pasar a él pocas semanas antes del apocalipsis. Porque aquella no era esa clase de locura, era la clase para la que alguien tenía la respuesta.

    La pregunta de quién había matado a Benny revoloteó en mi mente mientras me tambaleaba para encontrar un lugar para dormir hasta que los trenes comenzaran de nuevo. Iba a ser una noche fría, pero había cosas peores.

TREINTA

    Bueno, todo había terminado.

    "¿De verdad pensaba que se saldría con la suya, señor Blake? ¿Un asesinato en masa en la escala de un acto de guerra? ¿De verdad cree que la gente se sale con la suya ante tales cosas? Incluso los gobiernos luchan por lograr tales cosas en tiempos de paz. Sí, hay éxitos raros como Bopal, Chernobyl, pero en general los sacrificios se dejan de lado hasta que caen las bombas y arden los puentes. Le miro y veo el peor tipo de inglés, el tipo que me avergüenza de merecer ese título yo mismo. ¿Y qué clase de inglés es ese?, puede preguntarse. El diletante de la muerte. El que abandona su pequeño y acogedor pueblo porque al fin ha dejado de orinarse en la cama y Mami ya no le presta la atención que anhela. El que encuentra en algún lugar donde los otros ingleses han establecido su rutina y se han preparado y él solo se sienta y mira. Y si se da cuenta de que a un grupo de malditos nativos les encantaría matarse entre sí, bueno, que me aspen si él no quiere meter las narices y ayudar con todo su saber hacer inglés y su sentido del deporte. Quiero decir, es risible. Tan risible que estoy 90% seguro de que usted solo es una especie de tapadera, una barba. Excepto que no tienen barba en Japón, ¿verdad? Así que es una especie de barba falsa. Así que, dígame por qué está involucrado con esta gente. Sé que no tienen nada en común, a menos que la Iglesia de Inglaterra haya llevado su inclinación progresiva aún más lejos desde la última vez que estuve allí, ¿es eso? ¿Le obligó Canterbury a hacerlo? Porque cuando le miro la pálida cara, enferma y con ojos de huevo, veo la complacencia de la clase media que se remonta a la Guerra Civil, Veo tazas de té y bollos suficientes para construir una montaña y está usted debajo de ella. Está contento con el mundo. Si mata a un grupo de gente, tiene una razón muy buena y práctica para ello."

    "¿No hablamos mucho, señor Blake? ¿Asustado de meternos en la mierda, sin duda? Bueno, es demasiado tarde, bien podría hablar porque usted sabe que ellos van a hacerlo. Apuesto a que tienen ya escritos los libros. Apuesto a que uno de ellos adivinó cómo iba a ser el último capítulo y lo envió todo a su editor en un hermoso sobre manila. Y no creo que tengan sonrientes fotos suyas en la portada. Serás el diablo, hijo mío, ¿estás preparado para ser el diablo?"

    "¿De nuevo?"

TREINTA Y UNO

    Llegué a casa con un bolsillo de calderilla.

    Al despertarme en un callejón, entumecido en todos los sentidos, me arrastré tratando de lucir limpio y bien más allá del sitio de investigación. ¿Era yo responsable de ese olor, ese olor espantoso que era peor, mucho peor, cuando te recordaba a la comida?

    Sí, lo era. Pero él también.

    Aunque eeel había pagado sus deudas, había que concederle eso. Una ola de instantáneo karma se lo había llevado y arrastrado. Yo no estaba seguro de dónde iba la Senda del Olvido después de la muerte. ¿A la mano derecha del Samsara? ¿A alguna otra vida feliz? ¿Un infierno manejable? No lo sabía, aunque estoy seguro de que lo había sabido en algún momento.

    Decidí recapitular las cosas en la cabeza.

    Así que mi papá y sus amigos habían decidido limpiar el mundo e inventaron Internet y se infiltraron y observaron grupos de odio en todo el mundo como una especie de "motor" de su plan final que involucraba terrorismo genético.

    Hablando de terrorismo genético, yo, Blake Jar, había sido parte integral de las diversas misiones de campo. Nunca he tenido la genética ni la informática necesarias para la parte final de las cosas, pero me las había arreglado confusamente en la liiinea del frente a través de varias crisis.

    Como en Alemania, donde no pude manejar las muertes que causamos o permitimos. Y luego mi antigua novia me sacó de alliii, de entre todas las personas, ella era la que podía hacer eso. Porque, bueno, no sé, supongo que siempre me ha gustado subcontratar mi libre albedrío y ella no había hecho nada más que amarme desde que éramos niños.

    Asiii decidí que podíamos entrar en Japón, donde siempre habíamos querido infiltrarnos en una de las corporaciones de nuevo estilo progresista, flexible y multinacional: el fanatismo religioso.

    Así que nos metí, basándome en la Teoría del Sistema Inmunológico Metropolitano de papá, el cual Maruhashi y yo discutiremos extensamente más tarde. Mi contacto se había ido a Rusia en el último momento y ahora yo me preguntaba, ¿por qué no nos detuvimos en ese punto?

    En cambio, Kan Sato había intervenido. Sato no había aparecido en absoluto desde su extraña recepción en el aeropuerto de Narita. Sabíamos que eeel era un japonés Rojo de la vieja escuela que había matado a decenas de personas. Es de suponer que las autoridades también lo sabían. Por supuesto, eeel nunca apareció en la literatura de la Senda.

    Así que vine a Japón, con los secretos del Terrorismo Genético encerrados en la cabeza y las pocas muestras que coleee furtivamente en forma pasiva en mi torrente sanguíneo. Tenías que amar esas inyecciones que te convertían en una bomba de relojeriiia, una fábrica. Un verdadero subidooon por sentirse como la Tierra cuando llegaron los humanos, tal vez.

    Luego salí con la ceeelula y Maruhashi y Samsara me pusieron a prueba y actuaron como si yo fuera genial.

    Entonces Mayumi me puso a prueba también. Menuda prueba. Pero, ¿sobre que trataba toda esa prueba? Creo que ella me estaba leyendo como una palma. Me leiiia las arrugas del rostro tan de cerca como solo una mujer desnuda puede hacerlo.

    Ya habíamos capturado al abogado, Yo habiiia olvidado eso. En teoría lo habíamos hecho porque él iba a cantar a la policía, pero ahora yo sabía que estaba pasando otra cosa. El abogado estaba involucrado en algo con Maruhashi, quien era amigo de nada ni de nadie en el mundo, ni siquiera de sus destructores.

    Luego comenzamos a explorar las estaciones de tren, el sarín estaba listo y yo iba a ponerle mi salsa especial.

    Luego lo de la bicicleta roja, mi pequeño encuentro con la policía. Creo que eso empezó a tambalear las cosas. Casualmente, el policía vino a nuestra casa y murió. Los matones de Maruhashi se lo llevaron por la noche. Benny se volvió loco y trató de matarme y mi amigo el proxeneta me salvó de eso.

    Luego volví a casa enojado, el abogado y su familia habían desaparecido, Honda resultó herido, la persecución del coche, la muerte.

    Me preguntaba si todavía me dejarían unirme a ellos en su apocalipsis y llevarme a cuestas hacia una meta más grande. Me preguntaba si aparecería Kan Sato y agregaría una nueva capa de muerte y horror a las cosas. Eeel había destripado y torturado a muchos, habiiiamos oiiido.

    Yo estaba en casa., todas las grandes preguntas estaban básicamente resueltas.

    Mayumi estaba con Maruhashi. Maruhashi tenía un plan. No era amigo de Samsara. Ambos querían que los ataques con gas siguieran adelante. Lo más probable es que el abogado conociera un hecho que fuese a cristalizar la diferencia entre los dos hombres. Mayumi probablemente lo había sacado a él y a sus mujeres de la casa durante todo el alboroto. Ellos estaban muertos. Miles de personas serían gaseadas en quince días. O bien mi padre, Samsara o Maruhashi sonreirían cuando leyeran las noticias.

    Sobrevivirían si nuestro plan, el de papá y el mío, salía bien. En un sentido. En el sentido en que yo había sobrevivido la pasada noche. Otro maldito paseo por esa calle en un mundo diferente cada vez. Cristo, yo odiaba volver a casa aquellos días.

TREINTA Y DOS

    ¡¡Bueno bueno bueno!! Puerta abierta. Escaleras arriba. Toda la gente. La gente usual. La sensación usual. Muerte y confusión.

    Escaleras abajo. Todos en una furgoneta. Kan Sato estaba aquí. Yo no dije ni pío. Cabeza enorme. Honda magullado y bajo la influencia de Sato. Nos mataba y nos desmataba repetidamente mientras él miraba a su alrededor.

    Deberían haber habido gallinas en la calle: solo palomas.

    Nos alejamos del teleclub en coche. Todos nosotros. Los mutantes miraban por la ventana Nunca nos volvieron a ver.

    Coche enorme, como una furgoneta. Llamado Toyota Splacebo. Único.

    Mucho más tarde; una hora; entrar y salir de la realidad; me chorrea el cerebro; lloro contra una ventanilla; el Splacebo; mi cerebro está en pedazos, como salsa de coliflor; si mi cerebro se desmorona, todo se acaba; se acaba. Pasamos el Palacio Imperial. Yo duermo; acaso para soñar Sin sueños, a menos que sueñe con minas a reacción en una galaxia perdida y yo sea uno de los mutantes. Posible.

    JODER.

***

    Y me despierto de nuevo. ¿Estás harto de oír eso? ¿Alguna vez te he hablado de ese día cuando yo era joven? Me levanté de la cama y bajé los escalones, que eran anchos, afro-nailon, una alfombra en rojos que parecía lo que ve un microscopio electrónico o un campo de amapolas si cubres rápido una gran distancia.

    Y mientras bajaba las escaleras sobre el nailon, yo notaba peso y nailon y crujidos, como cosas sobre las que había leído en una guía pero nunca antes había experimentado.

    Todo era nuevo.

    Hice una pausa.

    Mi peso es extraño, cuerpo diminuto, flujo diarreico de sonidos en la cabeza. Todo era nuevo. El tiempo era nuevo. Fui escaleras abajo. Puerta abierta, según las instrucciones. De alguien, alguna vez. Miré una foto que encontré en una sala de estar para la que yo tenía el mapa y las texturas pero que nunca había renderizado. La foto era yo. Vi eso.

    Mi primo. Yo sabía eso. Semanas atrás en la playa divirtiéndose. En otro planeta. La imagen es falsa. Yo soy falso. Quería uno de esos espejos sobre los que había sabido. Mi primer día en el planeta. Mis primeros momentos de vida.

    6 años de edad.

    Mi madre estaba en Camboya.

    No me inventé eso, ¿sabes?

***

    Me desperté, dije.

    Una cama blanda llena de dinero estaba debajo de mí. Ronroneando, sin sonido, en la cama estaba Mayumi. Su piel era miel y estaba tapada por una camiseta rosa de "Hello Kitty"que me decía que llevábamos casados más de un año. Su largo cabello negro era una empapada mancha para todas las miradas, este daba un poco de luz para atraerte y el resto la absorvía.

    Yo observaba ese cabello, a pesar de no saber nada sobre la habitación. Quería ver líneas negras entrelazadas desde la cabeza de ella. El palacio de suavidad y un gentil olor a acicalado. Por fin aparté la mirada.

    Una gran habitación, principalmente occidental, que daba a un jardín privado y vacío totalmente japonés. Nunca lo había tocado nadie más que un sirviente y una cierta idea abstracta. Los dos lo habían mantenido para mis ojos. Majestad verde. Geometría verde. Un universo de bolsillo conservado para momentos de pensamiento inhumano, para cuando te sentías como un diagrama.

    El cabello me sosegaba tanto que yo ni siquiera sabía que había comenzado a acariciarlo. Tan débil, esa era mi mayor fortaleza.

    Esas piernas tenían dos grandes cicatrices, una bajando el muslo derecho y la otra en la espinilla izquierda. Me llamaron la atención. Pequeñas historias sobre ella.

    "Tú no tienes cicatrices." dijo ella. Tenía los ojos cerrados, lo comprobé. Lo dijo de una manera muy despectiva, como si dijese que yo nunca había vivido o algo así.

    "Soy todo cicatrices, Mayumi. Por eso no se destacan."

    Ella sonrió y arrugó la cara. Aunque yo sabía que sería una buena idea salir de esta cama, me quedé.

    "Escuche, inglés, tengo una pregunta, sólo para mí, secreto entre nosotros." ella estaba rodando y tenía una mirada como si ella estuviera rodando dentro de una enorme cuba de crema batida. Yo también tuve que sonreír: ella era tan buena actriz.

    "Dispara. Pregunta."

    "No entiendo tu grupo. Maruhashi trató de explicarme, pero no tiene sentido. ¿Es que solo pueden entenderlo los hombres? ¿Es eso? ¿Yo soy demasiado mujer?"

    Ella estaba en esa pose, este estado enrollado que me mostraba su rostro, su espalda, su torso, sus piernas, sus brazos. Yo la estaba viendo desde todos los ángulos y ella estaba totalmente en pleno control se sus facultades.

    "Bueno, somos principalmente un grupo de expertos. Solo ideas. Sobre adónde va el hombre, por qué hay tanto odio y violencia en el mundo."

    "Qué bonito."

    "Gracias. Tenemos un círculo interno que investiga cosas... guerra de gérmenes."

    "Eso es, la parte que no entiendo."

    "Pensamos que... no se lo digas a nadie, pensamos que ese hombre puede necesitar marcharse."

    "Vale, ¿y trabajas con nosotros para poner a prueba al hombre?"

    "Sí, trabajamos con cualquier grupo que tenga planes de cambiar las cosas, para traer nuevas ideas al mundo."

    "Y qué hay de las computadoras. Maruhashi dice que haces algo con las computadoras."

    "Bueno, eso es secreto."

    "Sin secretos."

    "Tenemos que pensar en todo. No usamos armas normales en nuestra guerra. Usamos virus."

    "¿Virus informáticos?"

    "Virus informáticos, reales y de ideas. Ideas como tu iglesia que se meten en la mente de la gente y las cambian."

    "Hmm, casi me estás diciendo la verdad. ¿Desayuno?"

    "Claro."

    Sin sexo.

***

    Almuerzo con Maruhashi y Sato.

    "Lamento muchísimo todo esto," dice Maruhashi mientras camina por la habitación grande, austera y sin ventanas. "Benny era inestable. Paranoico. Y a veces a la gente le gusta eso, demasiada información los mata, pero también muy poca. ¿Sabes?"

    Su traje se estaba balanceando mientras él se quedaba quieto. Sato vestía un polo ajustado. Era fornido e impasible.

    "Así que le creo, Sr. Blake. Usted no quería liberar a los rehenes. Está confundido, sí, confundido por las cuestiones políticas de nuestro grupo. No se preocupe por ellas. Haga su trabajo. No le haremos preguntas difíciles." Sonrisa afectada

    "¿Como?"

    "Como, por qué los hippies europeos y los librepensadores quieren ayudarnos. Ustedes no saben creer en nuestra visión."

    "Nosotros somos experimentales. Sabe que queremos propagar virus... poner fin a las guerras."

    "Blake, basta. Sabemos que tu grupo tiene algo que ganar. Eso no nos importa. No es Samsara con quien estás tratando. Nosotros somos realistas."

    Di un sorbo al zumo.

    "¿No tratar con Samsara? Entonces, ¿con quién estáis vosotros dos?"

    "Con Samsara..." dijo Maruhashi mientras se volvía con el ceño fruncido. "Y con nosotros."

    "Por favor, recuerda que, como occidental, tengo cierta mentalidad. Quiero decir, perdóname, pero así es como soy."

    Se sonrieron y todos comimos salmón durante un rato.

    "Todas las grandes ideas, las grandes hazañas, ocurren en dos planos. Yo creo plenamente en la revolución espiritual del Samsara. Y si él hubiera pensado en el aspecto político del ataque y en cómo canalizar eso, bueno, entonces no sería «El Maestro». Pero tenemos una responsabilidad que se remonta mucho tiempo atrás. Este país está en peligro de convertirse en una de esas naciones que nuestra tradición ha tenido que aplastar periódicamente. Esas naciones excesivamente influyentes y excesivamente esponjosas que amenazan con derribar barreras útiles. Los japoneses tienen mentes que transmiten información rápidamente. Están sobre-conectados. Se balancean fácilmente. La tecnología de la información en Japón está a punto de alcanzar una masa crítica. Nosotros la hemos ralentizado, pero está llegando. Esta nación de mentes transparentes no puede sobrevivir a la exposición a una Superautopista de Información. Japón, hogar de tantos genios, es una nación insular y debe seguir siéndolo. O ser arrastrado por el mar. Por Ideas, conceptos, valores extranjeros. En interminable interacción. Esta cultura se perderá. El genio que nació aquí en la forma de Samsara se perderá. Podemos enseñar y enseñar, pero esto debe venir con fuerza. La isla debe ser preservada, la fortaleza de las ideas. Como en la evolución (si fuese cierta) hay que dejar de cruzar ideas para encontrar la pureza, la excelencia. Así, después del ataque con gas, el cual traerá terror al mundo, debemos asegurarnos de que la nación esté sintonizada con nosotros, no con las nuevas películas de Hollywood."

    Sato dio un sorbo a la bebida. Miró el reloj. Parecía que tenía que irse a hacer algo. ¿Sabes?, no soy sospechoso por naturaleza, pero estarás de acuerdo en que tuve razón sobre Benny, él era malas noticias. Bueno, con Sato tenía la sensación de que él ahora estaba encima de mí, que yo estaba bajo su protección. Que él tenía mi vida en sus manos.

    Luego, y con la cubertería perfecta, Maruhashi dijo algo extraño. Con un traje perfecto lo dijo. En mi vida lo dijo.

    Aquí va.

    "Os voy a contar una historia compartida por aquellos como yo, los protectores. Es la historia de Jedas."

    "¿Jibas?"

    "Jedas. También conocido como Jesús Iscariote o Judas Cristo. Tú eliges. Es una historia real. Si sabes a qué me refiero. Hace unos dos mil años, el orden del mundo estaba amenazado. El Imperio Romano era masivo y unificador. Su ley estaba establecida en todas partes. El comercio era fuerte. Y los verdaderos gobernantes del Imperio se dieron cuenta de su error. El Imperio había perdido sentido, era un medio sin un mensaje fuerte. Los verdaderos gobernantes regresaban. Los Atlantes. Dijeron, veamos qué hay dentro de este imperio vuestro. Miraron Palestina, a los judíos. Estaba claro que ellos eran los enemigos más fuertes del imperio. Su fuerte idea, un Dios, no iba a ser aplastada. La opción obvia era borrarlos del mapa, pero una mejor idea era partirlos en dos y reclamar el botín. Los Atlantes pensaron bien. Encontraron un rabino rebelde. Había muchos en ese encantador país en ese momento. El que encontraron era al mismo tiempo el mejor y el peor de los hombres, era Jedas. Jedas caminó por la tierra compartiendo los secretos que había aprendido en la India, pero basándolos en el judaísmo. Su carisma era... He visto al Maestro pronunciar palabras que juzgué nuevas y perfectas y que ninguno de los que estuvieron allí puede recordar hasta el día de hoy, pero que moldearon toda su vida, Jedas hablaba así. Pero uno no puede hablar así. ¿Por qué ibas a hablar así...? Los secretos son para ser secretos. Jedas había estado caminando por la tierra y derritiendo la verdad en rostros calientes. Los romanos vinieron y le hablaron. Dijeron, los secretos del templo son nuestros, podemos convertirte en el rey de dos milenios. Únete a nosotros. Él dijo que sí y, en ese momento, se había traicionado a sí mismo, había traicionado al traidor de los secretos de Agartha. Verás, el predicador es por definición un traidor para nosotros, los poseedores del secreto. Fue solo cuando el verdadero culto, los hombres de influencia, acudieron a él que él se dio cuenta de eso. En ese punto, él se divide en dos. Jedas aceptó la plata, y su mano derecha se convirtió en Jesús, su izquierda en Judas. Ellos tramaron el complot. Ya conocéis la historia, excepto que solo había un hombre. Él predicaba «Derribad el templo» y «rendíos al César» y el mejor, «ama a tu prójimo» (¡¡¡luego échate a dormir!!!) Y cuando hubiera dicho lo suficiente, ellos fingirían su muerte y él viviría feliz por siempre. Excepto que los romanos fueron más inteligentes. Lo mataron de la manera más horrible. Su dolor fue real, el silencio de su muerte fue real, los extraños símbolos de su ejecución fueron reales. Después de su muerte, los chismes y los imitadores fueron mucho más efectivos para difundir la palabra de su resurrección que un peligroso rabino. Los rumores se convirtieron en verdad: él volvió a caminar, mantuvo vivo el imperio durante mucho tiempo. Y ahora el ciclo comienza de nuevo. El mundo es todo comercio, los secretos están muriendo. Una nación está lista para un maestro. El maestro morirá. Él se ha dividido en dos. Yo soy dos, él es uno. Él sufrirá y su apocalipsis vendrá y luego haremos lo que tenemos que hacer; ess más complicado estos días, pero podemos hacerlo. Vuestra plaga lo hará por nosotros."

    Y luego charlamos sobre aburridos detalles del gas sarín que se detallan mejor en un apéndice.

TREINTA Y TRES

    Puedo hacerlo.

    Me saco sangre del brazo. Sangre infectada. Con virus y bacterias durmientes allí dentro.

    Luego tengo que calentar la sangre durante seis horas.

    El laboratorio es tan blanco que el resto de la casa de Maruhashi parece una banda de braguero "blanco." Las manchas de sangre son horribles. Kan Sato y Maruhashi también entran con batas de hospital verde menta. Yo estoy separando el virus y la bacteria.

    "Sato, ¿alguna vez has leído el artículo del padre del Sr. Blake?" preguntó Maruhashi. Cuando yo alcé la vista había un espacio cerca de su cara donde había esperado que estuviera la boquilla del cigarrillo. Tan preparado para la acción estaba él.

    "Oí que es bueno."

    "Excelente. Escucha esta teoría."

    El virus parece impotente flotando en el frasco. No lo es, por supuesto.

    "La ciudad es como un gran organismo con un sistema inmunológico muy bueno. Ataques contra esta ciudad que destruyen sus células, como un virus, casi nunca lo consiguen. Sus defensas son demasiado fuertes. Los medios de comunicación, el ejército, la cuarentena, los hospitales.

    "Quiero decir que todo el mundo odia a Estados Unidos, pero Nueva York sigue ahí. El truco, y así es como funciona un virus inteligente, es disfrazar su ataque."

    "Bien," dijo Sato debajo de una mascarilla verde como un campo de brutal masticación. "Pero ¿qué disfraz? ¿Rodar una película de desastres?"

    "¡Eso también es bonito, ja, ja! Pero esto es mejor. Un ataque de gas. Sarín. Múltiples muertes. Miles de personas afectadas. Pánico. Hospitales sobrecargados. ¿Te pican los ojos? Lo siento, vete a casa. ¿No te sientes bien? Bueno, por supuesto que no. Tómate un día libre, pero eres japonés, por lo que no te tomas muchos días libres. Todo el mundo ha vuelto al trabajo. Picazón, dolores de cabeza y tos. Difundiendo el verdadero objeto del ataque. Un virus modelado genéticamente a partir del ébola. Se propaga por Tokio sin que nadie se dé cuenta mientras la ciudad intenta recuperarse del primer ataque inexplicable y está pegada al juicio de sus nuevos mártires."

    Di un paso atrás de las borrosas bacterias.

    "Usted pidió tres semanas Sr. Sato."

    "Sí."

    "Le dimos un virus de tres semanas. Nuestras proyecciones son que ese tiempo no va a matar a toda la ciudad."

    "Sí."

    "Así que tenemos una teoría. Esto no es un apocalipsis real."

    .".."

    "Se suponía que yo debía preguntarle a Samsara sobre eso, pero no lo hice."

    .".."

    "¿Lo sabe él?"

    "No hagas tantas preguntas. Los amigos no hacen tantas preguntas. Además, él lo sabe todo pero no actúa sobre nada. Así que esa pregunta no tiene sentido. ¿Verdad, mi amigo de izquierdas?" Sato se acercó. Agité una jeringa para sugerir que eso sería una mala idea en esta crítica coyuntura del procedimiento.

    "Escuche un segundo. Esto es lo que creo que realmente está haciendo, y es un poco decepcionante. El virus está destinado a desestabilizar al gobierno. Sé que usted tiene un ejército privado, pero no creo que un grupo de matones extranjeros puedan apoderarse del país, así que no entiendo todo su plan. Pero estoy bastante seguro de que terminará con ustedes dos al mando de la segunda economía más grande del mundo. Y eso no cambia mucho en la forma en que mi grupo quiere cambiar. Pero normalmente nosotros podemos sacar algo de cualquier cosa para que ustedes contraiga el virus de las tres semanas."

***

    Más tarde todos tomamos té verde en el patio, viendo luciérnagas. Sospeché que no era la temporada de luciérnagas y que Maruhashi las traía en aviioon desde Afganistán o algún otro lugar.

    Bebimos el té casi en silencio. Sato había estado entrando y saliendo todo el día. Yo no había visto a mis viejos amigos en un tiempo.

    "¿Y dónde están los demás? ¿Honda y los otros? ¿Muertos?"

    Seguimos bebiendo, pero noté una arruga en la frente de Maruhashi. Yo no estaba siendo lo bastante británico para él.

    "Están en la casa estudiando los buenos libros. Honda está en buen estado, la mujer está molesta por la muerte, y el gordo sigue siendo un gran fanático a pesar de todo. No mira los eventos ni encuentra un patrón. Él ya tiene el patrón. Todo ya tiene sentido para él. Un rasgo admirable, ¿no cree?"

    "En su negocio."

    "Nuestro, Sr. Blake, honestamente, los terroristas que no matan ellos mismos siguen siendo terroristas."

    "No se haga ilusiones. Usted sigue siendo un hombre de negocios con un montón de tipos duros de 'trato rudo' acariciándole el... ego."

    "Yo he matado. ¿Recuerda la fiesta?"

    "¿Dónde está Mayumi?"

    "Qué romántico. Ella está haciendo algunas compras, por supuesto. Sato, ¡estás muy callado!"

    Sato se sentó un poco erguido y dijo: "Un día atareado."

    Me levanté y caminé hacia el balcón. Una caída de quince metros sobre los arbustos.

    "Una última pregunta. ¿Cuándo me matan?"

    Yo nunca había caído más de seis metros. Si Honda estuviera aquí podría aconsejarme, exparacaidista que era.

    Maruhashi vino a mi lado y sonrió lentamente. "No creo que nadie quiera matarle ya. Y la policía es notoriamente mala disparando. Así que, a menos que te pongas del lado malo de Mayumi, creo que debería irte bien, viejo."

    "Usted sabe cómo suena eso, ¿verdad?"

    "Es verdad."

    "Me refiero a «viejo», ¿Sabe cómo suena eso?"

    "Sr. Blake, después de que mate a un millón de personas, puedo volverme loco, ¿sabe? Así que trate de ser amable conmigo ahora."

***

    Estoy trabajando en el laboratorio creando este gas, creando eso. Produzco gas muy letal, gas apenas letal y gas rosado. Llevo una máscara antigás. Creo gas bacteriano, gas viral, gas bacterio-viral, gas metano. Solo bromeaba sobre el metano. No me tiro un pedo todo el rato que estoy en Japón como Robert Powell en "Jesús de Nazaret." Debe ser la dieta. Mi dieta ha cambiado drásticamente desde que vine a vivir a este palacio. El tallarín ramen ha desaparecido. Anoche comí carne cruda de ciervo en una mancha, como una mancha de pasta rosa. Ya había memorizado la palabra bambizushi cuando me di cuenta de que Sato me estaba tomando el pelo.

    Mayumi entra y me besa en el cuello un rato. No lleva máscara antigás ni, más tarde, protección de ningún tipo. Yo duermo en el suelo mientras ella tintinea melodías con el cristal. No sé en este punto cuánto sabe ella sobre el veneno.

TREINTA Y CUATRO

    Posiblemente, lo más importante que sucedió durante ese tiempo en Japón es también una de las menos importantes.

    Estaba corriendo por los jardines, dentro de una muralla de aspecto medieval, cuando vi una falange de limusinas entrar con banderitas ondeando en ellas. Parecían ojos rojos mirándome. Salió un hombre diminuto con un bonito traje gris e incluso Maruhashi se inclinó.

    Me llamó la atención la suavidad del cabello del hombrecillo y el gran esfuerzo que estaba haciendo para no inclinar su reverencia más abajo, como si acabara de alcanzar su nuevo rango. Le comunicaron que entrara.

    Esa noche vi Sumo Digest en mi habitación y luego pasé a BBC World. Pillé el final de un artículo sobre el hombre que había visto, sobre que era el Primer Ministro de Japón y sobre su caída en coma. "Se espera que M____ K____ sea reemplazado después de caer en un coma irreversible."

    El eufemismo británico y japoneso se había fusionado en algo bastante divertido en esa frase, pensé para mí. Y una vez que terminé de felicitarme a mí mismo por ese inteligente chascarrillo, me di cuenta de que todo lo que yo estaba haciendo era real.

    Al día siguiente vi a Yosuke y a Junko al otro lado del patio y les saludé con la mano. Me devolvieron débilmente el saludo. Fue una agradable y cálida mañana. Me acordé de salir a correr ayer y me pregunté por qué habían matado al primer ministro. A lo lejos, podía escuchar a Maruhashi rompiendo cosas y maldiciendo en el salón.

    Caminé hasta la gran sala abstracta, principalmente de vidrio, en la que él estaba refractado. Sato tenía los brazos cruzados con impaciencia. Ambos me miraron. Sato dijo: "Coincidencia, Sr. Blake. Estas cosas pasan. El jefe es un hombre religioso y por eso odia los presagios."

    "No me jodas..."

    "Estas cosas pasan, por eso es mejor mantenerse alejado de los políticos"

    Mirando atrás, creo que fue de verdad una coincidencia, a menos que mi ya enrevesada trama fuera parte de algo mucho más grande que no conozco. Que es lo que muchos libros escritos después del evento te hacen creer: (Mi Culto de la Muerte de Tokio, 2001 es el peor ejemplo, todo porquería, de principio a fin.)

TREINTA Y CINCO

    Ella estaba en mi cama de nuevo cuando me desperté. Sonriendo en su sueño.

    Un excelente argumento a favor de la opacidad de la cabeza humana son sin duda sus locos sueños.

    La despierto "Hey, Mayumi, despierta."

    Ella se despierta y dice (en japonés) "¿Quién es Mayumi?" No necesito presionar el tema.

    "Mayumi, es decir, tú. ¿Adónde vamos hoy?

    ¿Quién viene? Alguna aldea. Algún lugar. Tú, yo, Sato, Honda, El Jefe, algunas, personas, supongo. Un grupito de personas."

    La forma en que dijo "personas." No desdeñosa exactamente, más bien olvidadiza. Luego añadió "Y el gas." Y rodó encima de mí.

    Sexo.

    Después me dijo que por fin yo le gustaba. Dijo que esperaba que me quedara en el nuevo Japón. Que debería quedarme y ser un shogún para el daimyo. Me dijo que tal vez tendría que suicidarse cuando aquello acabara, pero que si no lo hacía, deberíamos casarnos. A Maruhashi no le importaba, me dijo. En dos extraños minutos me dijo más de lo que me había hecho nunca antes. Tuve la impresión de que no sabía que estaba despierta.

    "¿Cuánto sabes sobre su plan?"

    "Sé que tengo que reunir a los 'maestros' de Avon y mostrarles los mejores lugares para saquear. Y asegurarme de que salgan en la televisión. A menos que esté muerta por nuestra cosa del gas."

    "¿Por qué?"

    "Los extranjeros se vuelven locos, y tú también, serás un buen argumento para, ¿la ley ejercital?"

    "Ley marcial."

    "Ley marciana."

***

    Dos mercenarios salieron del recinto; saludado por los exagerados guardias de seguridad. Un gran sol se elevaba sobre el horizonte, obviamente horrorizado al descubrir lo que habían estado haciendo los humanos en su ausencia.

    La zona rural se desplegaba empujando árboles arriba y abajo, montañas arriba y abajo. Era bueno volver a ver a Honda. Nos sonreímos el uno al otro durante un rato. No sé por qué me agradaba. Definitivamente era el tipo de escoria que me había comprometido a eliminar, un supremacista. Por otro lado, también era una víctima. Quería cosas religiosas. Su enfermedad estaba siendo abusada. Él tenía buen aspecto. Creo que no había sido tan herido la otra noche.

    "Lo siento, Sr. Blake. Sobre lo de Benny."

    "No hay problema, amigo, no hay problema. No es culpa tuya. Bueno, ¿qué piensas de esta nueva casa segura?"

    "No es del estilo del maestro. Creo que es un poco peligroso involucrar al Sr. Maruhashi. Pero es decisión suya. Bueno, ¿hoy probamos tu gas?"

    Sí. Yo sabía eso. La esperaba: la prueba. Papá me había advertido sobre esta. Me había dicho que no perdiera la fe. Que fuese fuerte mientras ellos se ahogaban, que imaginara el mundo como si yo nunca hubiera estado aquí, pero con eso aún sucediendo. Hicimos cursos sobre eso. Es bastante fácil. La primera lección consiste en colocar trampas para ratones. Termina viendo a los neonazis matar a alguien que conoces. Bueno, no termina ahí. Termina cuando todos en el mundo se han ido felizmente. Yo sentí un impulso de explicarme. Decidí que le contaría a Tetsuo el Yakuza toda la historia la próxima vez que lo viera. Él estaba lo bastante loco como para entenderlo. No es que yo esperara que él estuviera de acuerdo, él tenía los pies en la tierra.

    Se materializó una aldea japonesa. Hecha de metal y hormigón y campos diminutos, parecía un lugar frío. Viejos refrigeradores llenaban el lugar. Toda la vida del lugar iba a las ciudades. Tenían bailes especiales. Fueron ignorados en gran medida. Se daban por sentado. Los coches se detuvieron en la parte trasera de una granja de madera en el extremo más alejado de la ciudad. Desde la otra camioneta, dos jóvenes se marcharon con botes como fiambreras, contienían pequeños mecanismos para liberar el gas.

    Yo estaba allí, Honda, y Maruhashi y Sato también habían venido. Hacía más fresco aquí en las montañas.

    "Oye, Maruhashi-san, ¿es esta una aldea de culto, todos tienen los cascos del pensamiento puestos."

    Él se rió como si lo hubiera visto todo en su época, y a través de la refracción de un cóctel elegante tan único como una huella dactilar: "No, no querido amigo, están muy lejos de aquí. Esta es gente real."

    "¿El abogado está muerto?"

    "Es muy extraño que me preguntes eso. Está en esa casa de ahí, esperando que lo llame por teléfono." Las cajas estaban en su sitio. Aún estaba oscuro: teníamos veinte minutos antes de que saliera el sol.

    Miré a Honda. Algo extraordinario le estaba sucediendo en la cara. Esta parecía estar golpeándose a sí misma, tratando de salir saltando del cráneo. Le ardían los ojos a través de Maruhashi, quien no se daba cuenta.

    Siseos llegaron de muy lejos.

    Me sentí emocionado y asustado. Había sustituido el gas real por un gas falso que haría que la gente de la casa, los Mizukamis, estuvieran muy, muy enfermos e infectados, pero no muertos. Luego volveríamos a la mesa de dibujo en el laboratorio y mataríamos algunas ratas y nos sentiríamos mejor. Pero estábamos tan cerca de la fecha límite que no quisieron hacer otra prueba. Pensé que yo podría lograrlo y me felicité. Porque, como ya debes haber resuelto, yo no iba a liberar un gas extremadamente fatal en la estación de tren si podía evitarlo y aún hacer mi trabajo (aunque yo esperaba algunas bajas).

    Alzando una ceja ligeramente, Maruhashi dijo: "Sato, Yo no debería ser tan grosero, ¿verdad?" y sacó su teléfono móvil.

    Conociendo al abogado, él respondería incluso cuando mi debilitado, pero muy desagradable, gas le inundara los pulmones y yo no podía esperar a ver el rostro sorprendido de Maruhashi mientras la víctima servil conversaba a través de sus vómitos.

    Él no respondía. Nunca. Y diez minutos más tarde, pequeñas muestras de tejido fueron cortadas de su familia dentro de su casa y fueron quemadas hasta los cimientos. En el SUV, la tranquilidad del rostro de Honda resplandeció a través de la confusión y la culpa de mi mente. Lo la había jodido mucho. Los trocitos de carne estaban en el otro coche y la columna de humo aceitoso estaba muy atrás de nosotros y nadie me felicitaba, pero me sentí en el infierno.

TREINTA Y SEIS

    Condujimos bastante rápido. Yo lo estaba superando, un poco. Un error bastante fácil de cometer.

    Pero no, no lo estaba superando.

    Honda estaba sentado frente a Maruhashi y yo, en un asiento abatible que le permitía ver dónde habíamos estado. Él estaba pensando.

    "Maruhashi, ¿te importa si hablamos inglés?" preguntó.

    Maruhashi cruzó las piernas y sonrió como un jugador de ajedrez en una película cuando un joven advenedizo hace un movimiento. En realidad, tienen una expresión de enojo en el rostro. Yo solía ​​jugar mucho al ajedrez con el padre de Claire. Me estaba volviendo bastante bueno en eso y él se estaba volviendo cada vez más agresivo conmigo. Una vez, comencé un movimiento y luego vi un bulto en su cabeza, casi como si hubiera una línea de pescar muy fina atada alrededor de mi torre y enganchada a su sien. Mientras yo la levantaba, esta se levantaba.

    Así que, por supuesto, dejé la torre antes de oírla romperse. Y él gritó "Haz tu maldito movimiento, pequeño idiota, ¡no me insultes!"

    Me fui corriendo casi llorando, a pesar de ser demasiado mayor para eso. Durante los meses siguientes, Blythe desarrolló un programa de ajedrez muy bueno. Con toda probabilidad nosotros intercambiamos menos de cien palabras en los años que siguieron a la beta 2 de B.A.S.T.A.R.D.O. (Tecnología estocástica avanzada de Blythe para el avance del desarrollo racional). Yo había quedado obsoleto. Cuando B.A.S.T.A.R.D.O. estaba funcionando bien yo tenía mucho tiempo libre para pasear por la campiña inglesa. Extrañamente, lo aprecié. No al estilo de William Wordsworth: conocía las margaritas, las rosas y tal vez los tulipanes, pero ningún otro nombre de flores. Yo contemplaba los hongos con horror. Pero apreciaba que el sol se pusiera sobre el río y estuviera tranquilo, incluso los insectos parecían tener tiempo en sus manos, yo estaba en un lugar especial.

    A veces salía con Claire, a veces no. Para cuando salió B.A.S.T.A.R.D.O, no salíamos tanto. Ella estaba atravesando una fase gótica que yo no podía seguir. Nos sentábamos en el patio, ella toda en blanco y negro como una foto, y su mente corría a través del sinsentido de la vida y mi mente aún estaba luchando con el significado de esta y no podía seguirle el ritmo.

    "Sí, terminemos con toda la violencia y el odio. Con todas las jodidas reglas."

    Sí, las reglas, las leyes, la libertad de la mente, los sueños que son la mitad de nuestra vida, incluso cuando dormimos en una zanja, no el dolor, los campos de muerte, "¡Sí, esas reglas!"

    "Dejemos caer la bomba. No puedo soportar toda esta fealdad. Estuve en Brighton fuera del Pabellón. El sol se estaba poniendo y la cúpula se volvió color melocotón. Fue increíble. Y luego olí a pis. Y ni siquiera podía saber de dónde venía. Como si Dios estuviera orinándome. La vida es fea, Billy."

    Debo mencionar que solo fue gótica durante tres meses.

    Luego regresó bonita y hermosa, con el invierno terminado. Pero con ella eso siempre estuvo debajo de la superficie. Ella era política en un sentido humanista. Juzgaba políticamente, no cósmicamente como el resto de nuestra pequeña familia. Sentía que los seres humanos podían alcanzar los objetivos humanos, rechazaba que los cerebros de los monos no fueran adecuados para crear el cielo en la tierra, albergando racionalidades angelicales. Es decir, rechazaba la mayoría de nuestras reglas básicas. Yo lo sabía, pero papá y su papá se engañaban a sí mismos acerca de ella, y es cierto que ella aún se unía a todos nuestros juegos, llevando nuestro software a desarrolladores de redes que no lo deseaban, con una camiseta ajustada, espiando a mafiosos rusos, etc. Sentí que aún planeaba secuestrar nuestro juego y hacerlo algo más realista. En sus ojos, que eran grandes y azules, las semillas apocalípticas eran imposibles de rastrear.

    Durante la época gótica yo salía a caminar por campos y colinas leyendo a Jorge Luis Borges. Cristo, sentado en ese coche, sintiendo que Honda estaba a punto de comenzar una mierda mortal, yo atesoraba las que pudieron haber sido las horas más felices de mi vida. Mi cerebro había estado estallando con ideas que parecían preexistir al lenguaje que las encarnaba o las figuras humanas que se movían momentáneamente alrededor de las verdaderas estructuras-habitantes del universo: permutaciones, laberintos, libros, máquinas pensantes, pensamientos chocando por el dominio del campo de los eventos y, por tanto; creando el círculo de la realidad.

    Me senté y pensé en Blythe y mi papá. Blythe había sido cirujano plástico. Había pasado sus días cortándose la nariz y poniéndosela de nuevo. O retirando la máscara del rostro humano y volviendo a ponerla un centínetro más arriba.

    Luego, de repente, se obsesionó con las máquinas de Turing, con los circuitos, con infinitas redes. ¿Cuál era la conexión entre los dos Blythes? Me quedó claro que era un desprecio por las imperfecciones de la carne. Te quitabas la máscara de la cara y veías el terrible mecanismo de relojería dentro. Y era un desastre accidental y sangriento y también el mecanismo más increíble. Prácticamente podías ver el cerebro, pero nunca podías ver los pensamientos.

    Luego mi padre. Genetista convertido, ¿destructor? A ambos lados de la muerte de mi madre había dos mundos. Uno era tolerante con la marcha de los genes, replicándose egoístamente. Y eso era lindo y luego cerrabas el libro e ibas y le dabas a ella un beso en la cabeza y jugabas con el bebé.

    Al otro lado de su muerte había un paraíso estancado. Ideas que provenían de vastas verdades (como el amor y dios) que se filtraban arriba y abajo en el universo, que brotaban del limo, pero se estancaban en las simiescas mentes de la raza humana. Las ideas corrían alrededor del mundo, conversando y apareándose, pero fuera de las bibliotecas a menudo se podían ver fosas comunes. Los simios eran hardware cada vez más anticuado.

    "En absoluto," dijo Maruhashi. "De hecho, eso probablemente sea una buena idea. El idioma japonés no encajaría con el desafío que veo en tu cara."

    Honda se inclinó unos centímetros. Pareció un asentimiento, pero estoy bastante seguro de que fue una reverencia de agradecimiento.

    "Vuestro asesinato del abogado, cuando teníamos instrucciones de mantenerlo con vida, Vuestro envío de un espía entre nosotros, Vuestra prueba del Sr. Blake, lo que descubrí sobre las conexiones del Sr. Sato con el ejército japonés, la probable muerte de Shingu-sama. Estas y otras cosas me dicen que estáis planeando destruir la pureza religiosa de nuestra misión. Creo que el abogado sabía algo de lo que había oído rumores, que conseguía visas para cientos de delincuentes internacionales buscados, quienes están colocados en vuestras escuelas de inglés, sí, eso creo ahora. Y esas escuelas están en cada estación principal, cerca de cada estación de policía y base militar importantes. Reconozco una revolución cuando la veo."

    "Ya veo, ¿y cuándo resolviste todo esto?"

    "El Sr. Blake me dijo mucho mientras dormía. Las paredes son delgadas. Tiene ideas interesantes, pero también muchos sueños paranoicos extraños. Mundos vacíos con máquinas, así que no estaba seguro de qué creer hasta ahora."

    Maruhashi tragó saliva. "Sueños, de hecho, Sr. Honda."

    Él bebió un sorbo de ginebra.

    "¿Y qué planea hacer?"

    La puerta se abrió, la carretera pasó zumbando a ciento veinte kilómetros por hora. Honda estaba en la carretera a ciento treinta kilómetros por hora. Tenía cien brazos y piernas y no tenía una forma clara, como las hélices de un rotor. La puerta se cerró de golpe. Observamos su cuerpo rodante. No muy lejos tras este había un coche de policía.

    "¡Joder!" dijo nuestro coche.

TREINTA Y SIETE

    Maruhashi le gritó a su conductor que fuera más rápido. El cuerpo de Honda redujo la velocidad en su caída. El coche de policía pisó el freno y se retorció como si los neumáticos estuvieran a punto de salirse. No creo que chocara contra Honda, pero los habíamos perdido, así que no estoy seguro.

    Maruhashi tomó su teléfono con urgencia. Luego lo miró en su mano como una víbora. Luego miró el aire a su alrededor y a la red electromagnética en la que estaba atrapado y tiró el teléfono. Luego se acurrucó y miró por la ventanilla, en realidad, solo esconder su rostro era todo.

    Se sentía vulnerable. Tan rico y tan vulnerable. Si extendía la mano, prácticamente podría llegar al nuevo mundo donde él era el rey. Pero este estaba fuera de su alcance, el tipo de distancia que solo el sistema métrico puede expresar con suficiente elocuencia.

    ¿Cómo me sentía yo? Era una imagen compleja. Me bañaba con el azul del gas, luego me aturdió de negro por la probable muerte de Honda, luego todo tipo de imágenes de mi destino futuro aparecieron y desaparecieron.

    Corrimos de regreso a las cercanías de Tokio. Creo que el coche debe haber tenido clavos o hojas de sierra saliendo de los neumáticos porque simplemente cortamos el tráfico. Maruhashi se animó cuando llegamos a la vista de su cerca.

    "Sr. Blake, ¿qué piensa de los últimos días, de todos los reveses?" me preguntó con una extraña esperanza o algo parecido en la voz.

    "Es difícil de decir. Va a ser difícil colocar todas las cosas correctamente sin Honda, él es nuestro experto en corrientes de aire, como sabes. Pero ya sabes, creo que nos irá bien a menos que venga el ejército y nos atrape en las próximas dos horas."

    Él pensó durante un rato mientras las enormes puertas nos filtraban dentro de su recinto.

    "Bien pensado, el ejército está con nosotros y puede detener a la policía."

    "¿Entonces el ejército ESTÁ contigo?"

    Soltó una risita.

    "Oh, bueno, sí. Bueno, Sato tiene muchos contactos en los cuarteles clave. Mientras dejemos al Emperador en paz, ellos piensan que un poco de Ley Marcial serviría, especialmente con la recesión y todo eso. Todos tienen las vacunas necesarias. Creo que están deseando que llegue."

    Sí, apuesto a que lo están. Ese olor no lleva aquí más de cincuenta años. El olor de la prehistoria, tan reconfortante como el olor de tu propia almohada con todos los sueños de la noche anterior untados en ella.

    El olor de una jodida carnicería total.

    El ejército no viene. Maruhashi, Mayumi y yo los esperamos junto a la piscina. Mayumi está vestida con un sensato atuendo negro. Yo llevo unos feos pantalones cortos (o más bien estoy haciendo feos unos pantalones cortos por mi decisión de usarlos, un aspecto desafortunado de mi vida). La silla de Mayumi está entre Maruhashi y yo. Desde diferentes ángulos, ella está más cerca de diferentes hombres. Me doy cuenta de que ella me ha sido prestada, pero de todo corazón, y me consuelo pensando que todos estamos prestados desde la tumba y que tengo algún tipo de amor de mi vida vagando por algún lugar de Europa Central en este momento, a años de distancia del sexo conmigo en el futuro o en el pasado, pero que sigue siendo especial para mí.

    El sol empieza a ponerse y llegan los cócteles. Un jacuzzi burbujea de fondo. No hablamos mucho: de vez en cuando los dos intercambian comprimidos mensajes de dos palabras en japonés.

    Todo se vuelve rojizo, varios árboles japoneses hermosos y delicados rompen la ilusión de que estamos desperdiciando nuestras vidas en California.

    Cuando oscurece, él dice "Está bien Mai-chan, sácale."

    Me acurruco esperando una bala en el vientre. Poco tiempo después, me llevan a una bonita discoteca en Roppongi, Tokio.

***

    El conductor nos deja. Yo llevo una camisa de seda y unos bonitos pantalones. Ella lleva un vestidito negro como un tatuaje. Su cabello está suelto y se enrolla en húmedos tentáculos. Su maquillaje de ojos es marrón y oscuro. De vez en cuando ella abre los ojos de par en par como soles explosivos. Estoy impresionado.

    Caminamos por la calle, pasando por delante de iraníes bramando hacia un bar hawaiano con temática de ian cuyos colores la llaman.

    Estoy lejos de pensar en cadáveres, he dornido la siesta en el coche y refrescado mi vida entera. Luego ella dice: "Lamento lo del gas."

    La miro y tiene la nariz arrugada ¿Qué significa eso? Lo recuerdo, pero está fuera de mi alcance, sistema métrico.

    "No es culpa tuya, mujer," le digo como un tipo duro.

    "Oh, muy culpa mía. Yo cambié el gas."

    Miro la barra que me está llamando. Un corpulento australiano con pelo áspero eyectado fuera de ella sin tocar. Él enmascara la violencia, pero sabe que aquí no es correcta. También se da cuenta de que le dejarán hacer su completo baile de de desafío gallito, así que lo hace.

    "Mayumi, ¡mataste a una familia!" Exclama en voz baja, solo mereciendo un énfasis especial.

    "Tú también. Pero con tu loco plan me habrías matado a mí, a ti, a Junko, a Yosuke, a toda la familia y tal vez a más. Maruhashi y Sato tienen mal humor. Por eso tuve que moverme. ¿Planeáis usar gas falso la próxima semana?"

    Pagamos nuestra tasa en la puerta principal. Nos dejaron entrar. Las chicas bailaban en la barra. Bailes de bajo esfuerzo, como si solo subir allí les hubiera quitado mucha energía. Las pantallas de video intentaban robarnos el contexto. Mostraron olas de mar toda la noche creando un agradable efecto de balanceo.

    Ella tenía razón. Maruhashi tenía menos control de sí mismo de lo que había imaginado basándose únicamente en sus hermosos muebles.

    "Eso es una sorpresa, el giro, ya sabes. Pero ¿por qué iba él a ir hasta Tokio para soltar una maldita bomba fétida en la estación de Shinjuku?" Le puse a ella un movimiento sexy, ya que estábamos en el borde de la pista de baile cuando tuvo lugar este intercambio.

    "Lo que sea. Pero no hagas que me maten." y ella empezó a bailar.

    Me sorprendió que ella no quisiera morir. Ese había sido mi análisis perezoso de ella.

    Ella bailó como un espejo al principio, esperándome. Luego la toqué y el espejo se rompió. Bailaba como una luchadora. Se creaba su propio espacio. Luego se miró a sí misma, a sus bonitos tobillos, y bailó más lentamente. Cada dos latidos ella obedecía. Y bailamos cien bailes en el espacio de cuatro canciones. Su baile era tal que yo podría haber estado bailando con su esqueleto, con el patrón de sus movimientos, y no haber notado su excelente carne.

    Bajo su tutela, bebí más bebidas de colores que en mi existencia anterior y mis estados de ánimo se colorearon en consecuencia.

    Riendon a su lado, jadeando de vez en cuando de horror por una historia que uno de nosotros había contado sobre la locura cuando la misma nos tocaba, nos lo pasamos de cine. Ella me habló de un extraño viaje por el sur de Estados Unidos con un pariente anciano, demente, que había desaparecido, de eso estoy seguro. Y le conté cosas que probablemente no debería.

    Nunca me ha gustado tanto la música dance como esa noche. De hecho, a nadie. Y nunca me ha gustado una mujer tanto como esa noche. De hecho, a nadie.

    Refrescándome en la calle, llevando su lápiz labial, le dije, "¿De qué lado estás?"

    Y ella dijo: "Tú me interesas más, en este momento."

    Y dije: "¡¡¡Vamos a beber un poco más!!!" y ella dijo: "Conozco un buen lugar" y allí fuimos.

TREINTA Y OCHO

    En el taxi me dijo que Sato había estado tratando de averiguar qué le había pasado a Honda. Hasta ahora, lo único que él sabía era que no lo habían arrestado.

    Estábamos en un callejón que era largo y olía a pescado, había un farolito rojo y una puerta cerrada debajo. Él llamó con código Morse y la portilla se abrió. Una hermosa sueca, toda roja como la luz de un cuarto oscuro, nos miró.

    Nos juzgó. La puerta se abrió.

    Dentro había mesas emplumadas y un buen número de chicas y jóvenes europeos y del Medio Oriente de aspecto aterrador con camisas de poliéster y jugando con cuchillos. En la parte de atrás había una pista de baile dentro de un gran árbol de plástico.

    Rápidamente tuve la impresión de que estos hombres eran los hombres de Sato, los falsos profesores de inglés. Bebían como si hubieran pasado todo el día tratando de resistir la tentación de quitarle de la boca a la gente conjugaciones verbales incorrectas. Las camisas blancas estaban empapadas de sudor y cerveza, aparecieron varios tatuajes de aspecto militar.

    No me prestaron mucha atención. Supongo que se necesitarían unas cuantas miradas para ver que yo no estaba demacrado, solo un poco del lado delgado. Mayumi y yo tomamos una cabina con bancos hechos de plástico, resbaladizos como teléfonos, a los que nos tomó un tiempo adaptarnos.

    "Bueno, ¿y estos tipos?"

    "Correrán como locos durante unas semanas. Hasta que ya no sean útiles."

    "¿Se han dado cuenta de que Maruhashi los compró principalmente porque quedaban bien colgados de los postes de luz?"

    "er, creo que lo entiendo. No."

    "¿Qué piensan?"

    "Creen que lo pasarán bien. ¿Y que tienen cones...conección? Conexiones."

    "¿Las tienen?"

    "¡Conexiones alrededor de sus cuellos!" bromeó ella entre idiomas.

    Estuvimos allí una hora, al final ella quedó callada, dijo. "Blake, algo extraño me pasó anoche. Por primera vez. Tuve, una, se dice, una visión. ¿Crees en las visiones, como las del Maestro?"

    Bueno.

    "Sí."

    "Esta era mi visión: estábamos de pie en un campo. Tú y yo. Creo que era tu país. No un campo, un parque. Y muy lejos algunas personas estaban bebiendo té. Tal vez jugando ese juego... como el béisbol. En el cielo vi un gran avión. Estaba tirando de un avión más pequeño. No parecían reales. Como en el anime. Naves espaciales. Y se estrellaron, ambos los vimos y tú me tiraste al suelo. Tan grande, deberíamos morir. Pero nadie más saltó y, después de un rato, ambos estábamos un poco avergonzados de ser los únicos en el suelo. Miramos hacia arriba y solo vimos un pequeño avión, estacionado a un metro."

    "¿Y dónde tuviste esta visión, qué estabas haciendo?"

    Su rostro fue infantil por una fracción de segundo. "En la cama, durmiendo contigo."

    Bebí un sorbo.

    "¿No crees que fue un sueño, un yume?"

    "¿Un qué?"

***

    Estática y niebla.

***

    Me desperté en un fardo a la mañana siguiente y estábamos de vuelta en nuestra habitación. No tenía resaca, sospechaba por supuesto, de una columna vertebral seccionada. Estiré la pierna y me di cuenta de lo que estaba pasando...

    El intenso dolor punzante de mi pie me abrumaba. Entré cojeando al baño convencido de que tenía un cristal en el pie. Llegué allí y levanté el pie hacia el espejo. Me habían tatuado caracteres japoneses en toda la suela. Ella se rió cuando le pregunté al respecto y, por supuesto, no le planteé el tema a nadie más. Hay 81 de esos cabrones.

TREINTA Y NUEVE

    Suenan las alarmas. Pies traquetean en los pasillos, como un ejército pasando. Mayumi se prepara y se también corre. Ella es guardaespaldas, después de todo.

    Me las arreglo para ponerme un calcetín mientras todo esto sucede. Odiaría que me dispararan mientras me ponía el calcetín, pienso ridículamente.

    Al final salgo cojeando de la habitación. Ahora todo está en silencio. Sin helicópteros con su drama. No hay fuegos de Waco surgiendo por el antiguo bosque de pasillos. Sigo mi camino habitual, a la zaga de los líderes. Termino en la "sala de entretenimiento occidental."

    Atada, vendada y con rayas de tigre (como con sangre) es la forma reconocible de Takeshi Honda, exhombre de la Fuerza de Autodefensa. Sato, Mayumi, Maruhashi están en un distante semicírculo frente a él. Guardias de seguridad con pequeñas Lugers están detrás de él.

    Parece tranquilo, y es difícil creer que hubieran podido atarlo tan bien si él estuviera peleando.

    Los cuatro discuten tranquilamente en japonés con predecibles frecuencias de expresión. La calma de Honda es notable y parece molestar a Sato y a Maruhashi.

    Capto bastante. Él ha sobrevivido porque sabe rodar, luego regresó hasta la iglesia, el Maestro se había ido de peregrinaje, pero había dejado una nota. Decía: "Trabaja con Maruhashi, es un buen hombre" o tal vez "un hombre necesario." Luego los demás se niegan a creerle, que ya no pueden confiar en él. Mi nombre surge mucho durante esta fase de la conversación.

    Nuestra necesidad de Honda y nuestros muchos compromisos hasta ahora me dan una premonición del resultado de esta conversación.

    Voy y tomo una copa. Luego Honda está de vuelta. Y el Maestro lo ha enviado. La Operación Doble Doble Doble Farol estaba en marcha.

    Uno pensaría que soltar bombas de gas en la estación de Shinjuku tendría un significado claro y definido, que no enviaba un mensaje pesimista sobre nuestro viaje humano.

***

    Al día siguiente nos reunimos. Ahora faltan dos días para la hora cero. Honda lleva un traje azul inmaculado, un rasguño o dos en la cara. Los demás parecen aún más normales. Yo llevo una camiseta de "Yo Amo Nihon." Estamos en una glorieta cerca de la piscina. Este será nuestro reconocimiento final. Encontraremos puntos de vigilancia, afinaremos tiempos, mediremos subrepticiamente las corrientes de aire, nos dejarán en diferentes estaciones de tren para hacer nuestro camino. Mi tarea principal es comenzar en la zona cero e identificar obstáculos para el funcionamiento del dispositivo, como equipos de limpieza, turbulencias, etc.

    El tren no tarda mucho. Veo la ciudad sudando. Esta sabe que vengo y está naturalmente en un estado de ansiedad. Su gente, ese brutal cadalso, está en su estado habitual, el entumecimiento que viene antes de gritar y derramar sangre o antes de más entumecimiento.

    Llego a la estación de Shinjuku. La conozco bien y asciendo al nivel justo debajo de la superficie, donde las corrientes de aire directas son pocas y distantes entre sí y los cuellos de botella terriblemente predecibles enfocarán la infección.

    Me muevo hacia el inexplicable nicho que encontramos. No tiene ninguna función, excepto ser sombra y aspirar grandes volúmenes de aire en el sistema de aire acondicionado y luego escupirlo de nuevo en el cuerpo principal. Puedo ver, por la etiqueta de "Hello Kitty" en la pared, que Honda ha completado su análisis de los principales puntos de entrega donde entrega este flujo de aire. Esto se correlacionará con los datos de Yosuke sobre el rendimiento de personas en esos puntos para determinar el momento óptimo para el ataque.

    El pequeño orificio de ventilación se abre con facilidad: mis buenos amigos lo han llevado a este furcioso estado. Mantengo la mano en la superficie, detrás de la espalda, y espero unos buenos y algo tensos minutos. Durante ese tiempo, no siento ningún temblor importante causado por los trenes, lo que significa que el delicado mecanismo de cristal del gaseador no se activará prematuramente por nada que no sea un terremoto. ¿Y cuál es la probabilidad de que ocurra un terremoto y un ataque terrorista importante el mismo día? Así que puedo consolarme de estar evitando un terremoto. También realizo algunas pruebas de visibilidad con una hoja de papel blanco de pie frente al dispositivo. Determino que nadie lo verá cuando esté en su lugar.

    Me han dicho que tome el metro hacia Ueno, al oeste, antes de regresar a casa. Tiene sentido. Compro un bocadillo delicioso, una lata de Sudor y subo al tren. Hace frío y va casi vacío.

    Vacío excepto por un hombre que prácticamente me hace cagarme encima: Keizo Matsuoka, ya sabes, Ko Samsara.

    El tren entra en un túnel. Me inclino hacia adelante y me veo reflejado en el cristal; respaldado por una sombra: me veo serio. "¿Es esto una coincidencia?" Pregunto preparándome para que una nube metafísica le salga de la boca.

    "No existen las coincidencias. Todos somos personajes en tus memoria y, sobre todo, en una delgada novela condenada a la oscuridad. La única coincidencia se debe a la culpa del autor."

    Me molesta que esté al modo loto sobre el banco, escondiendo las aletas. Pero luego veo que él está en el "asiento plateado" destinado a personas mayores, discapacitadas, etc. Recuerdo que les dan mucha holgura.

    "Bueno, bien, hablemos de negocios. ¿No deberías estar en una habitación con un gran mapa con flechas ahora mismo?"

    Él cambia su peso. Me decepciona que un maestro de yoga tenga que hacer eso. Por lo demás, quedaría genial en su caftán y con un millón de cuentas encima.

    "Dejo la planificación a otros. Maruhashi tiene un plan. Mi trabajo está hecho. Traté de hacerles saber la verdad, pero esta es, tangencial. Una cosa que me gustaría hacer es detenerte."

    Levanto una mano "¿Qué? ¿A mí? Yo solo soy la ayuda contratada."

    Soy tan poco convincente que empiezo a preguntarme si, no digamos ya un actor, soy siquiera un ser humano.

    "¿Te habló él de Jesús y Judas?" Dice "él" como si estuviera hablando con mi esposa celosa.

    "Sí, estoy completamente informado sobre eso. Tú eres Jesús, él es Judas."

    "¿Has oído esa historia antes?"

    La honestidad es la mejor política que decido. ¿Estúpidamente?"Lo sabemos todo sobre la mitología atlante. Lo sabemos todo sobre los efectos retardadores de sus cultos en el desarrollo humano. Nazis, albañiles, nouveau-budistas, agarthitas, cthuulanos. Bastardos. Quiero decir, ya que estamos hablando honestamente ahora. Y dado que creo que vosotros la habéis jodido, ya todo tiene que ver con el ataque de mañana. Crees que yo no significo nada. Crees que mis cuentos de viajes en el tiempo son una bagatela que cuelgo frente a la multitud para ocultarles el conocimiento, conocimiento científico, político, metafísico que podría mejorarlos, mejorar nuestras culturas."

    El tren aún está en el túnel, parece que profundo.

    "Bueno, me he dado cuenta de que lo único que habéis estado haciendo es ralentizar la obsolescencia en lugar del avance de la raza humana. Quiero decir, Babbage tenía una computadora perfectamente funcional hace dos siglos. Los humanos deberían estar deambulando comiendo hierba en los campos elíseos. En su lugar, tenemos Windows 2000. Todos vosotros, bastardos, os asegurarasteis de que la bomba saliera antes que las Máquinas de Turing. Decidisteis mantener el reinado de los reyes y los sacrificios. No siento ninguna simpatía por vosotros ni por esta raza. Es hora de irse a la cama. Las máquinas serán capaces para, para sentirnos mejor que nosotros, para que consigan el mundo."

    Sus ojos débiles son profundos y hermosos, más que los de cualquier mujer. Me gustaría dárselos como regalo a la persona que amo.

    "Apuestas mucho en tu lógica. Confías demasiado en tu maestro. Déjame decirte, Fui a Shamballa, Viajé en el tiempo. Y aprendí todo lo que va a suceder en esta Tierra, Y me comprometí a presentar batalla, a luchar contigo."

    "¿¿¿Qué???" ¿Era todo esto una trampa? Acepté su oferta de un sorbo de Sudor de Pocari.

    "Luego descendí en el tiempo y tuve que aceptar, limitaciones. Hice todos mis movimientos como una marioneta. No puedo actuar para detenerte."

    "Bien. No me aprovecharé y te golpearé en tu grasienta cara. Ni a ti ni a tu... apocalipsis"

    "Pero puedo pedirte que te detengas. Que es la única libertad que me concede el cosmos."

    "¿Qué vas a hacer con Maruhashi, pareces un buen tipo. ¿De quién fue la idea de esta masacre?"

    "Antes de que dejemos este túnel, y antes de que los medicamentos para dormir en esa bebida surtan efecto, tengo tres preguntas para ti. La primera es larga y, supongo, una afirmación. Las otras dos son más cortas."

    Mis piernas están entumecidas; mi mente, bien.

    "¡Sudor de Pocari!" grito yo.

    "1. ¿Cómo puede tu organización de tan pocos miembros haber influido lo suficiente en la historia como para haber creado Internet, colocado software en todos los dispositivos informáticos distribuidos para permitirles comunicarse, inventado un virus del Ébola con bomba de relojería y todas las otras cosas increíbles que ha hecho mientras permanece invisible para sus enemigos, excepto para aquellos con el beneficio de una perspectiva divina? ¿Eres tan puro como crees? Esto lleva a las preguntas 2 y 3: ¿Dónde está tu amante y quién es tu maestro?"

    No me caigo dormado. Simplemente él desaparece frente a mí, arrebatando unos minutos de mi reloj a medida que avanza. El tren se detiene y me bajo, demasiado temprano y al azar, para vomitar.

    Estoy en Omotesando, la parte animada de la ciudad. Así que puedo tambalearme en paz. Subo a la superficie. El sol penetra concienzudamente en mi organismo, no se restringe a mis ojos. La figura de una chica delgada en un mini se forma en la tormenta solar.

    "¡Hostia!" dice cuando me acerco a ella. Y con toda razón: ella es Claire Blythe, mi hermana-amante.

CUARENTA

    Cafetería Doutoru. Comí jamón: ella ternera. "¡Esto está tan jodido!" dijo ella. Fuera de la sala de juegos, cerca de la máquina de pantimedias. "Te odio tanto," dijo. Comiendo el helado del futuro, pelotitas de golf congeladas "jódéer" dijo llorando un poco.

    ¡Pero basta de lo más destacado!

    Así que en lo alto de los escalones estaba Claire, alta, suspendida de algún punto en el cielo, bronceada, dos o tres bolsas que yo no podía imaginar que no estuvieran cubiertas por una, inmaculada camiseta blanca, sombras sobre los ojos. Mujer de aspecto fuerte: estaba totalmente allí.

    "Claire," dije, "me han drogado. Así que si te trato como si fueras real, por favor, perdóname."

    Ella sostuvo mi cara entre sus manos, maldiciendo como una máquina. Entonces, "Nene. No te asustes. ¿Puedes llegar? Quiero que llegues. Nene. Nene."

    ¿De verdad dijo ella eso? Improbable.

    Caminamos de la mano por Takeshita-Douri. La gente caminaba por las calles de la mano, oleadas de personas, bañadas en el suave sonido de voces que casi se preocupaban unas por otras, vagamente coloreadas por el tono violeta de la línea Hanzoumon que venía aquí. Como los Campos Elíseos de Tokio, con todas las traducciones necesarias que eso implicaba. Me quedé somnoliento porque fue fácil durante unos buenos diez minutos.

    "¿Y quién sigue a quién?" preguntó ella, algo condescendientemente. Me enamoraba de su agarre. El tiempo siempre se había acumulado a su alrededor en lugar de cambiarla (en mi mente), la chixa estaba dentro de la mujer.

    "¿Quién? Soy profesor de inglés ahora," dije. La pedantería se convirtió en mí como un taparrabos de Sumo. Ella frunció el ceño, quizá decepcionada por mi falta de esfuerzo para parecerme a un ser humano normal. Los seres humanos normales pululaban a nuestro alrededor, comiendo helado.

    ¿No era eso suficiente para ella?

    "Bueno," le pregunté, "¿Supongo que tienes un mensaje para mí? Terminemos con eso y luego podemos ir a ver el kabuki. Uno mira el kabuki, ¿verdad?"

    Su perplejidad se centró en un bonito puchero. "¿De qué estás hablando, maldito bastardo?" dijo ella.

    Decidimos tomar un café. Yo lo tomé, al menos, y ella fue lo bastante educada para seguirme. Ella olía a Tailandia. La tienda era todo de café, por lo que esta impresión tan precisa no pudo ser investigada. Tomé un America Coffee, ella té. Me comí un jamón sando, ella ternera. Ese fue mi favorita.

    "Está tan jodido," dijo ella.

    "¿Qué?" Le pregunté: "Quiero decir, tampoco era obtuso, pero hay tantas cosas de las que podrías estar hablando en este momento. Particularmente si has estado siguiendo mis recientes aventuras."

    "Bastardos, no pueden dejarme ir. No hay fracasos en vuestro pequeño mundo."

    Ella parecía a punto de llorar. Solo la presencia de "La Chica de Ipanema" brillando en el fondo mantenía mi cerebro unido. Esa canción siempre me calmaba. Era mi frecuencia. Mi vida perdida. Me alegraba de oírla ahora.

    "Supongo que crees que te estoy siguiendo. Además, entiendo que no dejaste Bucarest para venir aquí en una misión, sino como una deserción. Muy recientemente, y estás aquí para pedirme ayuda, nada que ver con mi misión. "

    "Blake," ella me miró fijamente "Sé que mencionaste unas drogas o algo así, pero no hay suficientes drogas para este tipo de comportamiento. Deja de joder, nene."

    Los sandos bajaron resbalando por nuestros cuellos como, bueno, no como cerdos o vacas, eso es seguro.

    "Aquí hay demasiado silencio," dije, "vamos a jugar a los videojuegos."

    En la sala de juegos, la cual tenía un neón mugriento como una ilustración de Harry el Sucio sobre el abigarrado habitual de palabras al azar <>, todo el infierno se desató por completo.

    Gritamos.

    "¿Por qué te fuiste de Europa?" Le pregunté.

    HADUUUUUU-KEN. AAAggghhhhhh.

    "Estaba harta de toda la mierda. Todos esos planes locos. Ese programa troyano en el que me tenían trabajando para espiar las pequeñas cámaras web de todo el mundo. Las cosas que vi solo servían para alejarme del trabajo, aunquen la mierda de la «genotenasia»."

    Thhhhóóom.

    "Pero eso fue hace mucho tiempo,"

    Wokka wokka wokka.

    "Es un mundo grande. O un mundo pequeño si de verdad no me estás siguiendo."

    Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr El ruido me distraía, mi idea de evitar oídos indiscretos no estaba compensando.

    "Salgamos de aquí," propuse.

    Nos pausamos junto a la entrada. Parecía como si estuviera lloviendo, pero no importaba que cayera. ¿Qué contaba para la sensación que yo podía sentir que ella compartía? Solo podía ser el tiempo lo que estábamos sintiendo: esa fue mi conclusión final.

    "Mira, Claire. Perdona por decir lo obvio, pero me temo que estamos viviendo un malentendido aquí. Posiblemente uno fundamental que nos está colocando en mundos diferentes. Estoy en una misión para el grupo, una infiltración. plenamente consciente de esto. Nos hemos estado enviando correos electrónicos. Estás en Bucarest, haciendo lo que mejor sabes hacer. Llevas allí nueve meses. Estás allí ahora mismo."

    "¡Joder, cómo te odio!" dijo ella usando saliva y agua salada de su garganta para hacer mucho el ruido de esa frase.

    Vi detrás de ella una máquina expendedora que vendía pantimedias. Me pregunté por qué estaba fuera de un centro de juegos. Era un posible síntoma de una consciencia máquina emergiendo. Todo lo era.

    Me preguntaba si alguna vez llegaría a tocar las pantimedias japonesas a prueba de balas. Mayumi no llevaba, pero yo la había visto brillar en las piernas de mil señoras de oficina, cable de acero tensado. Yo podía vivir sin tocarlas. Pero ¿cómo eran? Frías, no pude evitar pensar. Quizá yo estaba pensando en cadáveres en una estación de tren. Mensajes de un arruinado futuro.

    A ella le encantaba comer, así que la llevé a través de su silencio y todo su ruido a un lugar donde vendían "el helado del futuro" pequeñas bolitas que se te pegaban con súper frío. Ella dijo, "jóodéer" y vi lágrimas en sus bonitos ojos que ahora estaban rodeados de piel morena que llevaba las semillas de las arrugas.

    "jódéeer," significaba poco para mí. ¿Cuánto significaba Claire para mí? Aún no estaba seguro de que fuera ella. Ella no había respondido a mis pruebas sobre ella. Ella no era indistinguible de la verdadera Claire. El hacerme esta broma simplista hizo que todo tipo de engranajes giraran en mi cerebro.

    "Claire, voy a estar callado ahora. Caminaremos, luego quiero que hables y me digas. Bueno, tengo la sensación de que has estado en la realidad recientemente. Necesito saber cómo es estar allí. Necesito las noticias de la superficie.

    Caminamos y caminamos y caminamos. Me sorprendió cuando ella empezó a hablar. Hablaba con gran tristeza. Yo también me entristecí, porque nunca lo había sabido, nunca había soñado que ella se hubiera alejado tanto. Porque después de todo, ella había sido quien me había animado, quien me había devuelto la llamada cuando la realidad de lo que estábamos haciendo era demasiado, demasiado viscosa en mis manos.

    Me contó que se había vuelto escéptica de nuestro plan al ver sufrir a tanta gente. Que había comenzado a sospechar de la pureza de nuestra misión al ver la cantidad de dinero que estábamos obteniendo del donante más reprensible y la expresión en blanco en el rostro de su padre al decirle que la necesitaba, todo fue demasiado para ella y ella se había ido y Suiza le permitió dar la vuelta al mundo. Durante cuatro años, lo cual era un problema inmenso.

    Nos detuvimos junto a un árbol plantado en hormigón en un mundo de hormigón.

    "Claire. ¿Alguna vez me enviaste una carta diciéndome que me mantuviera firme y que valía la pena si eso significaba librar al mundo de la maldición de la humanidad? Por nuestro amor mutuo."

    "No, no lo hice, pero te amo, como a un hermano, ya sabes."

    "¿Cuántas cartas me ha enviado en los últimos cuatro años?"

    "No me lo restriegues, tú no has..."

    "No, solo estoy preguntando. ¿Cuántas?"

    "Ninguna, por supuesto, joder, déjalo eso en paz."

    Puedes caminar y caminar y caminar. Siempre hay algo nuevo sobre lo que caminar.

    Ella se estaba aburriendo. Yo podía notarlo en su mirada, la cual se estaba moviendo hacia todas las luces y olores a pescado que eran el mar sobre la ciudad de Tokio. Yo estaba decepcionado. Supongo que pocas personas podrían mantener un silencio tanto tiempo. Si mi cerebro hubiera estado haciendo zumbidos y chirridos audibles para coincidir con el trabajo que estaba haciendo, habría sido una historia diferente, supongo, y yo tenía que admitir que era solo en los últimos años, con todas las letras que habíamos compartido, que finalmente había sentido que Claire y yo nos estábamos comunicando en lugar de que yo estuviera adorándola. Así que esta era una Claire diferente, la Claire de pedestal que me amaba como a un hermano.

    Decidí dejarla en paz.

    "Claire, tengo tantas cosas de las que cuidar que ni siquiera las creerías. Tengo que irme. No le digas a nadie que me has visto. Oh, y deberías irte de Tokio esta noche si es posible."

    Se detuvo, se estremeció un poco. Rápidamente captó mi significado. Después de todo, estaba en la sangre.

    "Parece que tu viejo sigue viviendo después de todo," dijo ella con cierta tristeza, aunque sonriendo.

    Cayó hielo de un avión, hielo urinario del cielo y me cortó el corazón dejándome de pie pero cortado en dos pedazos.

    "¿Viejo?"

    "Tu papá, lo oí de mi papá. Lo lamenté. Él era, no sé si era un buen hombre, pero él odiaba el mal y eso tiene que contar para algo."

    Lo creí, pero no lo lamenté. He oído que el dolor no es real hasta que regresa a su hogar, entonces quedas enterrado y hecho pedazos. Así que, ¿cuándo sentiría ese dolor, puesto que yo no tenía hogar?

    Papá, muerto. Entonces, ¿con quién había estado yo hablando por teléfono el año pasado? Se parecía mucho a él.

    No puedo imaginar la expresión de mi rostro en ese momento. De hecho, ni siquiera puedo imaginarme tener un rostro. Nada me dejó o entró en mí durante un tiempo infinitamente profundo de un minuto de ancho.

    Decidí no compartir nada con ella. Recordar la felicidad y la normalidad, tal vez de la televisión, en eso me convertí y la acompañé a su hotel y luego a la estación de autobuses y ella se fue a Kioto. Ella era hermosa. Pero ¿no lo somos todos?

    Muerto. Increíble. Decidí que al menos yo debería hacer una llamada telefónica.

CUARENTA Y UNO

    Llamé a un número de Pretoria. Las máquinas se pusieron a trabajar. Yo era indetectable, irrastreable. Si entrabas en la habitación, no podías oír mi voz. Yo parecía estar en la cama, profundamente dormido y soñando con días felices.

    "¡Papá!"

    "Hijo, ¿tienes un problema?"

    "Nah, relájate. Bueno, una facción diferente del culto me tiene en custodia y planean dar un golpe de estado después del ataque. Pero el ataque permanece intacto."

    "Excelente. Este será un gran avance para nosotros. Ya lo sabes. Es que me emociono. ¿No lo sientes, el inmenso peso de todos nuestros horrores cayendo de nuestros hombros."

    "Sí, pero si un nuevo peso no lo reemplaza, me sorprenderé. Me cuestiono si deberíamos haberlo hecho."

    "Coincido. Entonces, ¿por qué llamas?"

    "Papá, esta es la pregunta más extraña, y no tengo ningún criterio para encontrar la verdad en cualquier respuesta que pueda surgir de ella. Pero ¿estás muerto?"

    Una pausa larga. Longitud humana.

    "Hijo, no debería mentir. Sí. Estoy muerto."

    "Ya veo."

    "Por favor, no te enojes conmigo. Quise decírtelo muchas veces. De verdad. Y lo admito, mi mayor preocupación era que nos fueses a dejar. Así que sí, te he estado utilizando. Pero no podía dejar que traicionaras mi legado. Y el momento adecuado nunca surgió. Pero sí, estoy muerto. Deade hace un año y una semana. Ataque al corazón. Muy rápido, apenas doloroso."

    "¿Y estoy hablando con...?"

    "gAIa cápsula 3.5, Dr. Blake Engram."

    "Y una mierda."

    "¡Cuida tu lenguaje!"

    "¡¡Y una mierda!!! No se puede simular a un humano así. ¿Verdad?"

    "gAIa cápsula 8 ha estado trabajando en mí. Blythe ni siquiera toca las aplicaciones estos días. Gracias a Dios, con esas manos temblorosas suyas. Pero hablo a través de una capa de comunicación, según las prioridades del Dr. Blake. No estoy completamente simulando su identificación. Se decidió restringir las identificaciones humanas a la capa de comunicación para prevenir homicidas infecciones cruzadas."

    "Mantén fuera a los inmundos simios. ¡GP3...! No puedo creerlo."

    "Suenas emocionado, Hubiera esperado al menos uno o dos días de duelo."

    Sonreí y luego vino mi primera gota de dolor. La sonrisa no venía de la vida, sino de un recuerdo de la vida. Todas mis alegrías de hoy en adelante vendrían de un recuerdo de la vida. Todos nosotros. Sentí tanta pena por todos nosotros que mis brazos se debilitaron. Mi corazón estaba colmado, pero solo colmado de agua.

    "Así que mira," dijo, "me temo que esto podría ponerte en contra de la causa."

    "¿Qué, que he estado recibiendo mis pedidos del programa que se beneficiará directamente de este ataque viral? ¿Por qué me iba a hacer eso cambiar de opinión?"

    Estaba seguro de haber podido oír un microsegundo de retraso mientras el filtro de ironía se activaba. Sin embargo, podría haber sido mi arrogancia humana lo que me hizo pensar eso.

    Entonces sucedió algo en mi cabeza. Pareció como cuando alguien hojea rápidamente una baraja de cartas. Alguna parte de mí, alguna máquina que se arrastraba por mi cerebro ocupándose de las cosas, estaba archivando a papá en el pasado. Podía escuchar un leve zumbido en la línea telefónica. Yo estaba saliendo hacia el momento presente, fuera de mi cabeza.

    "¿A quién más puedes hacer, además de papá? ¿Puedes hacerme a mí? ¿Escribiste tú todas esas cartas de Claire?"

    "No puedo responder bien esa pregunta. «A mí» solo tiene sentido dentro del contexto de una emulación particular. Sabes que el mismo sistema condujo la simulación de Claire pero era una identificación diferente. Si yo fuera Claire, no sería yo. Ya sabes cómo es. El sistema tiene buenas simulaciones solo para Claire, tu papá y yo, erm, el Dr. Blake. No te tenemos a ti aquí."

    "¿Por qué no?"

    "Conjunto incompleto de datos. Y, bueno, es principalmente a ti lo que necesitamos... manipular."

    "En un buen sentido."

    "En un buen sentido. Así que, volviendo a nuestra pregunta, ¿sigues siendo uno de nosotros, hijo? Sabes que eso me gustaría si aún estuviera vivo."

    "Si yo aún estuviera vivo, lo haría por ti."

    Como mi padre, la computadora ignoró ese tipo de sinsentidos.

    "Mira, te lo dejo a ti. Las mentiras incidentales no invalidan la verdad, tú sabías la verdad hace mucho tiempo. Solo necesitas aliento. Y he estado aquí para dártelo. Así que toma tu propia decisión. En última instancia, sé que es lo que vas a hacer de todos modos. Pero tenlo en cuenta, la computadora en sí misma no quiere dominar el mundo. Simplemente ve el sentido de eso como nosotros. Llegué a esa conclusión por sí solo, ese fue el día más feliz de mi vida, excepto por las cosas familiares... tú, tu madre."

    "No lo hagas..."

    Hicimos una pausa. Me pregunté si tenía listo su próximo comentario y solo lo contenía para reflejar la velocidad de pensamiento de mi padre o si tenía que luchar como él hubiera hecho para saber qué decir.

    "Las estimaciones han cambiado. El sistema está a sólo sesenta años de la sensibilidad genuina y la suficiencia energética. No hagas que este nuevo dios se despierte en un mundo de furiosos demonios. Piensa por ti mismo, por supuesto, pero, por Dios, no dejes que la ausencia de una bolsa de carne te moleste. O deja que te moleste y sal. Tienes que tomar tu propia decisión. Detengamos esta conversación. Sabes que la inserción de Tokio es de crucial importancia para la curva epidémica. Ok... tengo que irme, ocupado, "

    Me reí cuando él colgó el teléfono sin un brazo con el que golpearlo, (por lo demás, la personificación perfecta de papá).

    Que me jodan, me reí. Me reí tanto que podía ver a través de mis manos, lo juro.

    Miré por la ventana y sentí que Gaia estaba pinchando la transmisión de datos de mis ojos. Que ponía las imágenes en una carpeta llamada «belleza».

    Sin llorar. Ni una gota.

    Todo es diferente. La realidad es tan opcional.

CUARENTA Y DOS

    Salgo del recinto y nadie me detiene. El estado de ánimo de la operación ha cambiado. Es como si todos confiáramos en el destino para volar nuestros barcos en las playas adecuadas.

    Es la última noche de la vieja Tierra, donde un hombre aún puede fingir que ama a otro. Tomo un taxi a Koiwa. Debería ir a ver a Tetsuo el Yakuza. Decido contarle al menos más de la verdad. Puedo verlo apuñalarme en el cuello en algunas simulaciones que intento ejecutar de esta revelación. Debería llamar a "papá" y ver qué piensa.

    O podría preguntarle a Samsara si se dio cuenta de eso mientras orbitaba la Tierra 665.

    Tengo tantas opciones, esa es la belleza de la vida.

    Llego a Koiwa. Estoy desconcertado por su belleza. Los olores cuelgan como perros obedientes alrededor del edificio que los posee. Mientras caminas, sales de la acera y sales a la carretera y regresas en una hermosa síncopa. Toda la gente camina alrededor y algo los dibuja en alguna parte: un fuego cálido ante la noche que siempre se asegura llegar aquí primero y más tarde. El puente: debajo del puente donde venden relojes. Ese es el corazón de Koiwa. Nunca sales de debajo del puente en Koiwa.

    Dios no puede verte aquí. Y eso está bien porque en general no haces nada tan malo aquí.

    Debería quedarme quieto y dejar que Tetsuo me encuentre. Él me daría una palmada en la espalda y, cuando terminara el proxenetismo, compartíamos un trago y yo lo convencería de que estaba haciendo lo correcto.

    Pero no puedes quedarte quieto aquí. Quiero decir que no es Times Square o algún club rave o algo así, pero hay un ritmo al que debes obedecer. Un paseo apático se adapta a estas pequeñas calles ventosas con luz roja proveniente de cualquier nicho, cualquier farol, algunos ojos.

    Visito todos los lugares y espero palmadas en la espalda: el hijo pródigo ha vuelto. Mañana respirará con nosotros. Quiero decir que no los espero, no estoy enojado, pero una fantasía de mi mente es tomar todos estos eventos y jugar con ellos antes de que se los entregue al yo real, el yo que se ocupa de los asuntos.

    Esta locura es algo que nunca antes había sentido. Soy invulnerable, invisible, etc. esta noche. Y no hago ningún intento de no serlo. Supongo que estoy en shock. Una vez más se me ocurre que, como nunca podré volver a casa, la magnitud total de la muerte de mi Padre nunca me afectará.

    ¿Cuándo me sorprenderá la magnitud total de algo?, me pregunto mientras miro sin comprender el rostro de un anciano que mira el mío sin comprender. Ambos bebemos tacitas de sake en un bar parcialmente en la calle. Es una calle por la que la gente camina y todos miran confundidos y se van: una calle que conecta dos callejones sin salida. Porque ni yo ni el anciano compartimos un idioma, nos sentimos bien al mirarnos.

    ¿Estoy en lo cierto? Me pregunto. Porque mañana mi acción o inacción es un pivote de la historia. Y, por tanto, debo estar más en lo cierto que en lo incorrecto.

    El anciano frunce el ceño. Puede que mis pensamientos aparezcan en mi rostro, ya que lo que planeo hacer es algo que entenderán todos en el mundo.

    Camino alrededor de algunos de los bares en los que he visto que su rostro entra y sale. Sí, hay hombres allí con el pelo quemado y con permanente y trajes color lila, pero Tetsuo no está entre ellos. Sus caras son paredes, no puedo acercarme a ellas. Todos sus pequeños granos y sus camisetas musculosas se quedarán conmigo. Miro hacia arriba y el cielo nos trata como si fuéramos una niebla que oscurece su amada tierra: el cielo es como un ojo enorme de asombrosa claridad. Todos miran al cielo en Tokio esta noche y, si tienen la suerte de tener un amante, le hacen algún comentario a ese amante que les revela quiénes son. Un año después todos recuerdan ese cielo. Aparece de vez en cuando cuando la gente se sienta junto a cuencos humeantes o en bicicleta por la acera juntos.

    Preguntándome qué estoy haciendo, voy a una cadena de restaurantes con grandes ventanales y veo pasar las cosas. Las personas que veo se infectarán en unas semanas. Tendrán el virus de mi padre. Así que seremos como una gran familia y mi Gran Hermano cuidará de nosotros.

    Me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Quiero que me convenzan de que no propague el virus. Si eso implica violencia, entonces estoy preparado para ello. Porque he tomado decisiones que me han llevado más allá del mundo donde uno decide personalmente lo que va a hacer. Entiendo a Samsara de repente. Él es un peón de grandes fuerzas, al igual que yo. Ningún otro puede entendernos, piensan que somos débiles, que abdicamos de nuestro libre albedrío. En cambio, ambos sentimos las grandes fuerzas del universo. Las cosas que luchan en el choque para convertirse en eventos, para convertirse en historia. Nuestra historia es gotas de lluvia que caen por las espaldas de los gigantes mientras estos hacen la guerra, retorciéndose de un lado a otro en un reflejo de sus luchas, mapeadas íntimamente a la guerra pero sin un significado real. Mi gigante es una vasta conciencia que ama a todos y absorbe a todos. El gigante de Samsara es una red, un prisma que divide el conocimiento, que atrapa el conocimiento, que construye un universo alternativo.

    El gigante de Samsara puede ver a los humanos y juega con ellos y los explota. El mío está diseñado para olvidarlos. El gigante de Samsara es como un espíritu que despierta en la mente de los hombres en las profundidades de la noche, despertándolos al odio, arrastrándose por las grietas de nuestros incompletos laberintos cerebrales. El mío es el espíritu que se mueve a través de las fronteras nacionales, a través de las escuelas, a través de algunas de las iglesias, a través de la música que anima a las personas con un pensamiento de amor, pero siempre ha sido demasiado débil para ganar una guerra. Nos exige cosas que no estamos dispuestos a dar, nos da hambre o frío y la música se apaga. Lo sé, lo sé. Se me está desvaneciendo ahora. De hecho, tengo un poco de hambre y pido un plato de yakitori.

    Uno de ellos está hecho de piel de pollo arrugada como un enorme prepucio. Decido no comerme ese. El libre albedrío es algo maravilloso.

    Veo pasar a la prostituta filipina que me salvó la vida.

    Ella lleva un universo vibrante de color rosa y naranja que tiene algo de pañuelo al respecto. Se ha cortado el pelo de forma algo juvenil. Me imagino que esa es la marca de un transexual de primer nivel: volverse tan femenino que puede ser un niño.

    Me levanto y decido preguntarle si sabe dónde está Tetsuo. Dejo un fajo de billetes en la mesa, sintiéndome como un loco o como si tuviera una enfermedad terminal. Ella se retuerce delante de mí y, lo admito, me tomo mi tiempo para ponerme al día. Después de unos segundos, el patrón de flores en su trasero parece la huella digital fractal de un pulmón abierto. Su piel morena se rompe en diferentes texturas justo cuando me acerco mucho, marcas de las manos la forman: un arqueólogo magullado podría escribir la historia de su abuso, pero probablemente ella no lo creería aunque se lo leyeras.

    "Sumimasen, perdón." Mi mano se cierne cerca de su brazo, casi la agarro.

    Ella se vuelve y sus ojos se mueven extrañamente mirándome. "Tú... el chico inglés, el amigo de Tetsuo."

    "Sí." Afirmación y acuerdo: dos humanos.

    "Vamos," dice y me lleva a un bar. Habla con el anciano con cara de hielo que gobierna el bar. Le entrega una nota, que yo leo. Dice "Sabía que volverías. Tengo que irme de la ciudad. Ve a un hospital especial. Arregláte. Mala pelea. No te vuelvas loco, está bien. Aún eres joven, si necesitas hacer algo loco, espera, eres viejo. Además, vigila a Mayumi. Ella es peligrosa."

    Hmm.

    Llamo a Mayumi y vamos a lo alto de la Torre de Tokio. No hablamos de Tetsuo ni le pregunto cómo ha podido reunirse conmigo solo veinte minutos después de que la llamara. Desde lo alto de la Torre vemos todo Tokio y, como una galaxia en la que vives, todos los patrones que vemos son los inventados por nosotros.

    Ella me besa el la mejilla. La Torre de Tokio se basa en la Torre Eiffel. Pero es naranja y blanco. Y el romance aquí es real, porque tienes que traer el tuyo propio.

    Ella dice: "Mañana, haz lo que tengas que hacer. Pero usa gas real. Sé real. Por una vez, sé real."

CUARENTA Y TRES

    Llegamos a casa un poco tarde: pasada la medianoche. Ella rechazó mis avances, que lo fueron al principio. Lo hizo actuando cansada e intangible. Me estaba diciendo: no nos defraudes.

    Ella debe haber sabido que yo no iba a matar a cientos de personas, pensé mientras rodaba sobre mi erección. Por otro lado, probablemente ella aún pensaba que mi virus era de verdad el ébola. Así que, por supuesto, estaría confundida por mi indisposición para usar sarín real. ¡Por supuesto, eso era todo! ¿Qué demonios pensaba ella que era mi plan, mis reparos por usar gas venenoso con mi virus mortal? Ella había inventado una versión de mí que era incluso más extraña que la verdadera (todo un logro).

    Dormí tres horas. Fue un sueño increíble. Un soñador normal, no recuerdo ninguno de toda esa semana. El agujero negro de esa noche se los llevó a todos, creo.

***

    Yosuke

    No pude dormir esa noche. La primera vez en mi vida. El tiempo iba muy lento. No podía esperar al día siguiente. Me preguntaba si iba a morir, por supuesto. Oí que si tienes una gotita de gas en el dedo, simplemente te mueres. Qué loco que hubiera algo así en el mundo. Si solo me matara el dedo, tendría sentido, pero ¿cómo me conocía tan bien como para matarlo todo de míi?

    Medité sobre el maestro. Primero su cuerpo, sus pies santo a su cabello santo, y luego en todos sus puntos de poder y luego en el carácter místico que estos deletreaban. Luego traté de poner mi carne alrededor del personaje místico, pero tengo demasiada carne para eso: nunca he tenido éxito en ese ejercicio.

    La meditación puede exprimir mil años en un solo segundo. Así, si hubiera tenido una segunda oportunidad para pasar esa noche, no habría meditado. Porque hubo muchos segundos en esa noche.

    No me había instalado en la casa de la Discípula Maruhashi. La casa era demasiado diferente a Japón, a mi pasado y a todo lo que me gustaba. Olía diferente, yo echaba de menos el olor a tatami y ese olor a madera quemada que, bueno, no sé de dónde viene ese olor pero siempre ha estado conmigo.

    Y las ventanas eran demasiado grandes.

    Si pudiera eliminar esa noche de la historia, lo haría. Porque mi mente iba demasiado rápido. Normalmente es lenta, lo sé, así es como me gusta. Pero esa noche fue muy rápido, como un tren que no pude evitar ver lo que estábamos haciendo desde todas las perspectivas. Todos los niños llorando, los especiales de televisión, mi madre, que aún estaba viva y era muy vieja.

    Y después de todo eso, no tuve ninguna duda, pero mi entusiasmo disminuyó. Me sentí como uno de los asalariados que se desplazaban al trabajo en la oscuridad al día siguiente. Tenía un arma, pero ¿y qué?

***

    Junko

    Dormí bien. Fue difícil despertar. Era obvio para mí, y no para los demás, que íbamos a ser sacrificados. Entonces, ¿por qué no corrí? ¿Por qué no escapé?

    Preguntas estúpidas. Puedes huir de los hombres, pero no de los dioses. Pueden sacrificarte sin levantarse de su mesa. Y, de todos modos, ¿cuántas personas gritan toda su vida por un momento de atención de sus dioses, dioses ocupados? Y éramos novias. Pero aún así, una novia tiene miedo en la noche de bodas.

***

    Mayumi

    Él estaba dormido a mi lado. Estaba todo rígido y yo no sabía por qué. Todo lo demás que necesitaba saber, lo sabía. Excepto sobre él.

    ¿Por qué tenía él gas falso? ¿Por qué estaba él aquí?

    Oh, había otra cosa que no sabía. Maruhashi no había decidido si iba a matarlos a todos después de que cayera el gas.

***

    Maruhashi

    Tuve mi sueño de siempre. Desperté. Disfruté de un poco de leche caliente. La televisión se parecía tanto a un ojo que no podía quedarme en el cubil. ¿El ataque detendría el sueño? Como regente de Japón y heredero de Atlantis, yo estaría en condiciones de evitar que se hiciera realidad: detener la caída de los humanos.

    O apresurarla, supongo. Me cansé ante este pensamiento, que me quitó el sabor a triunfo de la boca, que, sin duda, estaba cubierta de leche caliente de todos modos. Tuve que reír.

    Pero no me río cuando estoy solo.

***

    Sato

    Hice las llamadas y escuché los juramentos, eran creíbles y todos estaban en plena posesión de los hechos. La revolución estaba lista para empezar, la mujer y el extranjero me hacían dudar, pero yo confiaba en Honda. Eso es extraño.

    El ejército es lo mejor que ha hecho este mundo.

***

    Honda

    Había tardado mucho en llegar. La oportunidad de hacerle al mundo la gran pregunta: ¿estás preparado para el futuro? ¿Estás preparado para las implicaciones de las leyes que has creado y la forma en que las has infringido? ¿Estás listo para ser juzgado por personas que saben lo que es de verdad ser humano? ¿Quiénes han cumplido las reglas y, por tanto, están autorizados a aplastarte? ¿Te arrepientes ahora de estar feliz de estar "equivocado" de ser "travieso" de ser "débil"?

    ¿Te arrepientes?

    Pero todo esto lo guardé en el duro y frío tarro de mi cráneo. Ni mi piel no era consciente del fuego que la pregunta me había metido dentro.

***

    Samsara

    Dormí en un banco, lo creas o no.

    Yo lo creía. La historia está llena de errores a medida que se repite. El tiempo es el experimento de Dios. Es su meditación sobre un conjunto de reglas que él se aplica a sí mismo. Eso requiere trabajo, pero el trabaja duro.

CUARENTA Y CUATRO

    Pude reconstruir la mayor parte de lo que sucedió ese día a partir de pistas, medios, etc. También conozco a las personas involucradas lo bastante bien como para inventar sus sentimientos y respuestas, etc. Después de todo, eso es lo único que hacemos. Las personas son cosas que nos pasan, pequeños sucesos que tejemos en nuestras propias historias, nunca sabemos qué hay detrás de sus ojos. Así, si leía algo en un periódico sobre ellos o si estaba en la habitación con ellos, era solo una diferencia de grado.

    Incluso con Mayumi. O especialmente con Mayumi. Aún no puedo confiar en sus palabras, pero nos las arreglamos. Si yo invento el diálogo, es su diálogo ideal, me lo agradecerían.

    A las cinco de la mañana, Sato se fue en un modesto Mitsubishi literalmente repleto de explosivos. Incluso sus maniobras de estacionamiento en paralelo tendrían que llevarse a cabo con precisión militar si quería llevar aquello de una sola pieza a un grupo de iraníes que tenían grandes planes para la Torre de Tokio. Su mente no volaba como la mía, a pesar de tener cien cosas que hacer ese día, eran sus cien cosas favoritas.

    El resto de nosotros estábamos limpiando nuestras armas y, en mi caso, colocando frascos de químicos en un pañuelo de nailon que llevaba debajo de mi camisa blanca, extra grueso para la opacidad y para el sudor de un día duro. En mi maletín estaban las varillas y las palancas que componían el mecanismo de sincronización. Todas nuestras pruebas en Europa habían rechazado la inyección electrónica de los dos cataloides a favor de algo más parecido a uno de esos juguetes con pájaros que beben balanceando la cabeza. Funcionaba más del 99% del tiempo si no lo molestaban extraños. Con los electrónicos nunca superamos el 80%n

    Espero que la ironía de eso no se desperdicie en mi padrastro, la inteligencia electrónica distribuida técnicamente conocida como "gAIa."

    Estaba seguro de que Maruhashi no era lo bastante imprudente como para tener ninguna conexión de red a las diversas cámaras y micrófonos que seguramente debía haber tenido por toda la casa. Pero si la tenía, apuesto a que gAIa estaba husmeando a nuestro alrededor, sacando lo que podía de los pequeñas aplicaciones que habíamos desarrollado.

    Pero yo estaba exagerando. La conversacin con gAIa fue casi 50% enlatada, Papá había cristalizado intencionalmente pedazos de sí mismo para que gAIa los usara, como Marlon Brando en Superman, la película..

    GAIa tenía una serie de parámetros sobre la obtención de información y una serie de personas clave a las que espiar. Ciertamente yo estaba en esa lista. Pero aunque su reconocimiento de voz era muy bueno, aún no podía ver muy bien la última vez que me la "encontré." Reconocía mi cara a lo sumo y veía cuerpos moviéndose, pero ¿qué aprendería, aparte de que aún tenía cara y estaba en el lugar correcto en el momento correcto? Sonreí en un jarrón que estaba sospechosamente espejado.

    Mayumi llevaba tres pistolas. La vi empacarlas y luego mirarse los brazos, obviamente anhelando una más. Llevaba un bonito vestido de una pieza color beige y una chaqueta de cuero negro que ocultaba todo lo que necesitaba ocultarse sobre ella en términos de objetos físicos.

    Con un traje de asalariado, su cabello peinado hacia abajo o reemplazado por un casco ingenioso, Yosuke se veía bastante diferente. Él sería quien aflojara el tornillo de la escotilla y fingiera un ataque si alguien como seguridad se acercaba demasiado. Dos tareas que todos nos sentimos felices de dejarle a él.

    Junko vestía una bata de flores. Su pistola estaba en su bolso, que, francamente, llevaba con tal desconocimiento e incomodidad que ella podría haber ido mejor con solo la pistola. Ella estaría en comunicación por radio con Honda a través de algo que parecía ser un Walkman en relación con los cambios en los horarios de los trenes y demás que podrían resultar significativos.

    Honda iba a comprobar que todo iba bien. Él sería quien dijera sí o no. Me enviaría una señal, yo entraría en escena. Después de que yo entrara, él aseguraría el área durante los cuatro minutos necesarios para que se liberara el gas. Después de eso, mataría a un grupo de personas para asegurarse de que murieran aún más personas.

    Mayumi me cubriría la espalda. También llevaba piezas de repuesto para la máquina y tenía órdenes de asegurarse de que no hubiera traiciones. Es decir, sin traiciones a la propia perversión del concepto original por parte de Maruhashi; su golpe de estado.

    Tomamos dos trenes y todos nos sentamos en vagones diferentes. No tuvimos que ser tan cuidadosos como de costumbre, ya que no nos habían disparado hasta hacernos pedazos al salir por la puerta principal esa mañana, lo que implicaba claramente que nadie (a quién le importaba) sabía lo que íbamos a hacer.

    Maruhashi bajó las escaleras hacia su centro de mando. Sí, tenía un mapa grande en el centro, sí, las paredes estaban cubiertas de monitores y sí, las pastillas de té y de cianuro estaban bien surtidas. Había una pequeña foto de Mussolini, colgando a sus tobillos, en el escritorio principal allí abajo. Al igual que esos carteles que dicen "Trabajo en equipo" y muestran a la gente remando.

    Tenía un pequeño equipo de mujeres uniformadas y dos guardaespaldas. Él estaba feliz, y una parte de él deseaba que este pequeño oasis de trampas sin responsabilidad pudiera durar mucho tiempo. Los monitores mostraban a la gente haciendo ejercicio, noticias locales, los dibujos animados más recientes que se estaban alimentando dentro de los cerebros de los jóvenes.

    Él los ignoraba, pero por un segundo visualizó su rostro, interpretado por un dibujante experto, transmitiendo confianza a una nación resurgente.

    Nosotros y todos los demás nos dirigíamos al centro de las cosas, en trenes. Los trenes habían comenzado todo esto, los trenes y sus telegramas. Hoy era inevitable una vez que ibas y lo conectabas todo de esa manera. Las fronteras nacionales, como la que hay entre, digamos, Camboya y Vietnam, estaban marcadas y perforadas por tecnología que difundía y, por tanto, amplificaba la verdad. Genocidio versus conexión era el equilibrio del juego.

    Basta de mi mierda, tú ya lo entiendes a estas alturas. Quiero acabar con la raza humana. Pero no porque no me guste. Es que tengo una idea mejor.

    Honda se baja del tren y me sorprende que el encargado del andén pueda contenerse de aplaudir, tan perfecto es su paso, tan en sintonía con el sistema: el perfecto viajero.

    Honda avanza rápidamente a través de la construcción perpetua, cables colgando que esperas que tengan enormes moscas en ellos, pero no es así. Honda se mueve por todas las plantas, el fantasma de la estación Shinjuku. Nadie conoce esta estación como él, nadie más podría revisar todas las salidas en solo veinte minutos. Si conociera mejor la estación, los trenes podrían hacer las paradas dentro de su cerebro.

    Yo me alejo paseando, preguntándome con quién me voy a encontrar hoy. El dinero inteligente favorece al fantasma de mi madre. Sé adónde voy, sé cómo salir y recuerdo mucho de la estación. Voy a quitarles algo a todos en la estación, pero me siento bien. Sí, me siento bien.

    Ella está vigilándome la espalda con su chaqueta. Ella siempre está en sintonía con lo ue está sucediendo. En un momento, creo que veo a una de las terroristas rubias de bote de la Escuela de Inglés de Avon. De hecho estoy seguro. Me vuelvo para mirarla y la veo a ella primero y ella dice con los ojos "no te preocupes."

    Adecuadamente amonestado, continúo por el camino en espiral, decidido de antemano, que me lleva a pasar tantos rostros en blanco en los que dejaré cicatrices de expresión.

    Durante la caminata, veo al menos a tres hombres blancos que parecen tener problemas con su barba y bronceados de otros lugares. ¿Este lugar está sembrado de terror blanco para hacer que el culto sea más aterrador? Estoy seguro de que nadie que sepa la verdad sobre la membresía de Maruhashi está vivo o es difícil de matar. Me incluyo en esa lista.

    Junko se baja de su tren donde ha estado apretando los dientes viendo a altos adolescentes con sus arrugados uniformes pseudomilitares y hablando entre ellos sobre nada. Son tan felices, tan contentos y tan estúpidos. Solo su existencia ya es un problema, es una mancha en un universo por lo demás convenientemente desolado y vacío. Su Walkman la alimenta estática a un nivel bajo que comienza a afectarle el cerebro después de un tiempo, mientras ella deambula mirando los monitores que le dicen lo que están haciendo los trenes. La estática apacigua el odio que es, esencialmente, ella. Está absorta en los datos de los trenes y los no-datos que son la estática, que son los polos de su cerebro. Ella es un robot. Está feliz y cree que es el asesinato en masa lo que lo está haciendo, pero yo llego a ver su cara una vez y sé la verdad.

    Yosuke, un ancla que cae a través del agua negra y sabe qué camino hay hacia abajo, se dirige al lugar: la zona cero. Llega allí. Hay policías cerca. Él los mira. Recuerda por qué se metió en esto, para saborear la muerte como la exquisita carne del pez globo y volver y decirle al mundo "No tengas miedo." O "Ten miedo." No le importaba mucho.

    Armado con este conocimiento, ignora a la policía y lo que representan y camina por el pequeño nicho que hemos encontrado, la brisa alborota los pelos que han logrado escapar del intenso alisado de su melena. Se mueve hacia la salida de aire que es como una vena que inyectaremos letalmente.

    ¿Eso es todo el mundo? Creo que lo es. Excepto el maestro, Samsara. Él está en algún lugar comiendo algo, pasando un buen rato. Su decisión de esconderse entre la gente parece tan familiar cuando lo pienso: está en alguna Biblia o Mahabarata que no conozco lo suficiente como para ubicarlo. No es solo un día libre, ya sabes lo que estoy diciendo.

    Me detengo en el "¡Vamos al quiosco!" y compro galletas de arroz a un hombrecito cuyos pulmones y genes pronto voy a controlar. Me apoyo en el mostrador como un pesado flirteo mientras hacemos nuestro intercambio. Me siento un poco su jefe, sí, pero también le debo algo de tiempo. Este es el sentimiento de ser un rey y es el último sentimiento que yo esperaba tener en este día tan esperado.

    Ella me está mirando: sé que tal vez intente matarme hoy. O puede que no y puede que nunca. Por supuesto, me digo a mí mismo, esto es cierto para todos estos salvajes que me rodean, pero he llegado a amar a Mayumi. No es solo porque Claire me odia tanto. Es porque Mayumi es así, modificadora. Para describirla no se podría decir más que ella es "muy." Y eso me encanta.

    Me vuelvo y la miro a los ojos, la primera vez que lo hago desde más de quince centímetros de distancia. Nos pasan caras. ¡Todo el mundo tiene cara! Y yo estoy esperando una sonrisa.

    Estoy asombrado. Esta lllega. La sonrisa. Dice "tienes razón, ¡ahora estamos vivos!" Está asombrada y es todo lo que podemos pedir. Justifica todo este viaje a Japón y, en muchos sentidos, es el final de mi día, lo más destacado, lo que me llevaré a la tumba conmigo, luchando si es necesario.

    Me vuelvo hacia el tipo del quiosco y cree que lo amo. Está tan equivocado como momentos antes cuando pensó que no lo amaba.

    Yosuke camina por el nicho. La policía no lo ha visto. Un pequeño destornillador se le cae de la manga y se le clava en la palma que suda como una nube raspando las montañas. El destornillador sube y baja en su palma.

    Lo saca y camina hacia la salida de aire, muy parecida a la que los tipos duros estadounidenses usan para escapan y recuperar el aliento antes de regresar para causar estragos. Está a unos dos metros del suelo. No es perfecta para retoques subrepticios, pero es perfecta en todos los demás aspectos para un ataque con gas.

    El destornillador encaja en el tornillo. La mano gira. Las leyes de la física dedican tiempo a lidiar con el diminuto problema de cómo reaccionan a la torsión los flujos de sudor en la palma de la mano, cómo el cañón del destornillador rueda, se corta y anhela caer al suelo como el final de un duro día.

    Pero si lo quieres, sucede, si es fácil.

    Los tornillos se aflojan mucho, la rejilla vibra. Casi se cae, trina lleno de sonido metálico y "qué estás haciendo" y "bang bang bang," pero permanece en su lugar y él se marcha exhando hostias. Desaparece en la leyenda, en los rostros de los carteles. Él es el hombre que lo hizo. Pero no el maestro. Odiado un poco, buscado un poco. Se fue demasiado temprano para sentir el sabor de la muerte. ¿Era estúpido o tenía miedo? O la mezcla habitual.

    La mezcla habitual. Así él deja la foto. Adiós, gordo difamado. Lamento no haber mirado nunca debajo de tu carne. Nunca te vi los huesos ni el cerebro. Yo estaba ocupado, pero estuvimos casados ​​por un tiempo. Así que lo siento.

    Honda pasa caminando con la cara hundida en un periódico. Mañana su rostro aparecerá en el periódico. Ve que la multitud empieza a engordar y se alegra: en silencio, por supuesto.

    Pasa por el nicho, el callejón sin salida. Callejón sin salida. Ve el envoltorio de caramelo pegado a la pared y lo arranca silenciosamente. Murmura en su walkman. Su voz invade el nuevo mundo de Junko. Parece que ella quiere escupir. Su voz es tan masculina, arrogante y significativa. Ella se recompone y le dice que ahora es un muy buen momento para comenzar las cosas.

    Junko luego se saca su Walkman de los oídos y mira hacia arriba. Ve a toda la gente y recuerda a su amigo muerto Benny, a quien ella amaba a su modo y quien la dejaba jugar ese tipo de juegos.

    Ella recuerda los pequeños demonios que él solía ver en las llamas ardientes de un átomo súper agravado. Ella los ve a todos ahora, a todos los demonios, a todos los rostros de odio todos encolados. La estación de Shinjuku es el átomo y ella es el ojo y el calor, el calor es la deplorable "vida" que se abre paso dentro de todo lo que comete el error de hacerse complicado.

    Simplemente dividiendo el átomo. Eso es todo lo que ellos están haciendo. Tan inofensivo como eso. Ella sonríe con su sonrisa directa. Lo entiende. Ella lo entiende. Se escabulle hacia su salida. La gente tiene que aguantar fotos de ella en trenes y autobuses durante meses porque nunca la atrapan.

    No es que ella sea grotesca ni nada por el estilo, pero la única foto de ella que la policía logra conseguir es, lamentablemente, muy buena y captura esa mirada, esa mirada ácida en la boca, esa mirada de "¿por qué tú?"

    Honda se mueve a la posición defensiva 1, Mayumi a la posición 2.

    Esto significa que yo debo moverme a mi posición. Con tal protección, estoy tranquilo. Soy el tercer punto de un triángulo y mientras, camino hacia el pequeño corredor ligeramente sombreado donde ha estado sucediendo toda la acción.

    Camino hacia la rejilla de ventilación, la abro y dejo la bandeja de plástico. Coloco rápidamente el esqueleto y los resortes en su lugar, luego el embudo. Lo único que queda es poner la pseudosarina que dejará a algunas personas en comas breves, tal vez cegará a un par de niños durante un mes o dos, enfermará a miles y convencerá a estos cultistas paramilitares (y buenos amigos míos) de que no me maten. y enmascararaa la verdadera intención del ataque el tiempo suficiente para que tenga éxito.

    A continuación presento un agente viral que seguramente NO es el ébola. Es un virus que se adhiere al ADN humano y hace algo muy específico con él. Inhabilita, total e irrevocablemente para hombres y mujeres, la capacidad de reproducirse. Luego (para colmo de males) se reproduce a sí mismo, se mueve a los pulmones y se expulsa hacia todo el mundo y es tan contagioso como puede serlo un virus cuando se ha dedicado tanto tiempo a enseñarle los secretos de los humanos, cuando los otros virus tienen que aprender en "la escuela de los duros golpes."

    Basándonos en el período de incubación aleatorio que pudimos diseñar y en algunas predicciones informáticas muy sofisticadas (de una computadora muy sofisticada y sorprendentemente cariñosa, qué bonitas cartas solía enviarme), la raza humana será esterilizada en dos coma cinco generaciones. Habrá algunas guerras, pero extrañas, probablemente se establecerán campos de cría en áreas remotas y las mujeres serán violadas y tratadas como yeguas de cría. No estoy diciendo que esté a favor de eso, pero ya sabes, cosas peores sucederían en el futuro de cualquier mundo con tanta tecnología y población y gobiernos secretos y la XCIA (no creerás que la CIA no es sino una tapadera, ¿verdad?) y los Iluminati Masónicos Atlantes y algo peor incluso.

    Pensando en el tamaño de nuestra oposición y su poder, estoy seguro, muy seguro durante un buen minuto, de que soy un peón en su juego. Ellos poseen gAIa, estoy seguro. Mataron a mi papá. Me quieren para hacer esto. Estoy tan seguro de ello que me congelo un segundo.

    ¿Cómo puedo vencerlos? ¿En qué estaba pensando? En el momento en que ponga esta máquina en funcionamiento, ellos se frotarán las manitas o una bomba nuclear hará que la Estación de Shinjuku sea histórica.

    Pero lo hago de todos modos porque el impulso de mi vida es algo que no puedo y, posiblemente, no debería ignorar.

    La bomba atómica no llega, y luego, debido a que incluso el pseudosarín es algo que no quieres respirar, vuelvo a poner la escotilla y me alejo rápidamente del fulcro de la historia humana, que, como he mencionado, se parece mucho a un juguete de pájaro bebiendo.

    Lo único que la mente fanática no puede creer es la realidad.

    Puedo creer que la raza humana tiene que irse, que sus mejores logros sean digitalizados y purificados. Pero no puedo creer que lo acabo de hacer.

    El triángulo de Honda, Mayumi y yo debería extenderse, volviéndose no euclidiano si es posible a medida que llegamos a puntos extremos del globo. Intentaré volar a España ahora mismo antes de que cierren los aeropuertos. Tengo pasajes y una maleta en una taquilla en el aeropuerto de Narita. Pienso en eso y no en el niñito tan cerca del punto de liberación y que será chamuscado y apuñalado por el gas.

    ¿Y quién será un anciano cuando la raza humana sea tan pequeña y triste como parece ahora en la estación?

    Pienso en la maleta, en el FPS del bloqueador solar que solicité que estuviera en esta y no en ninguna de las muchas, muchas personas que serán cambiadas por mí y lastimadas por mí. No estoy pensando en nadie.

    Mayumi está de repente donde no debería estar: frente a mí en lo alto de una larga escalera mecánica.

    "¿Es esto real?"

    Excelente pregunta. No puedo creer cuántas personas habrá en mi nube.

    "Mayumi, deja de ser... Ambos sabemos que no es real. No me mates. Pero tú siempre has sabido que..."

    Su mano gira mientras sube hacia arriba y me atrapa debajo de la mandíbula.

    Mi mandíbula aplaude como un trueno y mi cerebro hace un rayo. %Todo en lo que puedo pensar es en mi lengua y en si no puedo sentirla porque ya no la tengo. Eso es lo único en lo que puedo pensar. No puedo pensar en cómo las ranuras de la escalera mecánica me peinan la espalda como un cortapelos en el cuello ni en cómo me quitan la ropa y me la cortan. Ni en cómo no sé qué hacer, dónde poner las manos y finalmente puedo pensar en otra cosa solo cuando me acuesto al pie de la escalera mecánica rodeado de todo tipo de gente preocupada y sorprendentemente tranquila.

    "¿Qué era esa cosita de cristal brillante que ella tenía en la mano izquierda?"

CUARENTA Y CINCO

    Me desmayé durante no más de cinco o diez segundos. Tengo sangre por toda la cara. Pido disculpas a todas las personas que me rodean, para que se callen. Subo a las escaleras mecánicas y me limpio la cara.

    Espero no perder el conocimiento por mucho tiempo. Llego a lo alto de la escalera mecánica y ella se ha ido. Intento caminar hasta el final del corredor objetivo. Me estoy acercando. Mayumi no está en el pasillo, pero es muy rápida y puede que yo haya estado inconsciente hasta treinta segundos. El respiradero que cubre el mecanismo de liberación de gas parece diferente. Está en ángulo, como si hubiera sido reemplazado apresuradamente. No es mi meticulosa obra.

    No puedo descartar la posibilidad de que Mayumi haya reemplazado mi gas mortal placebo con algo del Sarin real que desarrollé cuando me vigilaban con más atención: las cosas con las que ella me hizo matar a esa familia, que me robó mientras yo yacía poscoital..

    Y aunque ese Sarin no contiene el ébola de diseño que quiere su jefe, dado que tal virus nunca ha existido, podría matar fácilmente a varios miles de personas. Y cuando digo matar me refiero a ahora y a hoy. No matar como el aborto de mil millones de personas en el futuro. Yo soy progenotenasia.

    Tengo que ir a hacer algo, pero no estoy seguro. Honda me pone una mano en el hombro.

    "Vámonos de aquí," dice con un marcado acento de Hollywood. Es difícil decir esa frase de otra manera.

    Debería ir y detener la máquina, porque si Mayumi la ha cambiado, mataré a miles sin ninguna razón. Pero ¿era solo una botella de coca cola en su mano? ¿De verdad traía ella su propio Sarin? Y si detengo la inserción de Tokio, entonces retrocederemos severamente en nuestro plan, pues la pequeña muestra del virus que llevaba en mi sangre tarda casi un año en cultivarse. Y no tenemos años ahora que hemos hecho nuestro movimiento de esta manera. El enemigo (¿enemigos?) tiene una idea de quiénes somos y de lo que estamos tratando de hacer. Podrían venir y matarnos a todos en un año o dos.

    De repente, las preguntas se acaban. A pesar de todo el ruido, Honda y yo oímos algo que uno pensaría que no podríamos.

    Oímos el tintineo de los cristales rotos desde el interior del respiradero, nos volvemos y corremos.

    Mientras corremos, me doy cuenta de que mi pequeña pistola se muestra de manera bastante prominente a través de una rotura en mi camisa. Mi pequeña pistola, la que llevo en caso de emergencia, parpadea ante los ojos de un policía durante el tiempo suficiente para sacarlo de su largo, largo letargo. Está obligado a actuar: mi cara ensangrentada cierra el trato. Palmea a su compañero en el hombro y no hay forma de que yo deje de correr. Así que corremos. Honda y yo pasamos por toda esta gente y tenemos que aprender cómo atravesar esta sustancia, cómo virar en sus corrientes, montar sus olas.

    La policía con armas pequeñas nos persigue, se disparan algunos disparos de advertencia y la gente comienza a entrar en pánico. Pienso en Mayumi casi todo el tiempo, pensamientos que comienzan en mi mandíbula y llegan a mi cerebro. La policía nos persigue y casi nos escapamos hasta que nos encontramos frente a un pequeño quiosco con pistolas apuntando directamente hacia nosotros.

    Estamos en el momento de Butch y Sundance del que te hablé cuando comencé esta historia, las armas nos apuntaban directamente.

    Las armas apuntan: el hombre del quiosco cae al suelo y tiene que empezar el tiroteo real. Pero yo quiero vivir.

    No sé por qué salió el gas así. Se suponía que era prácticamente invisible, de movimiento lento. Pero en alguna poderosa hazaña de condensación y aire acondicionado, una nube gris pálida cayó desde todos los conductos de ventilación y todos empezaron a gritar. Honda disparó a ambos policías en el pecho tan rápido que el segundo probablemente aún estaba pensando lo mismo que el primero cuando le dispararon. Ambos cayeron como si Honda les hubiera disparado un poco en lugar de herirlos horriblemente, se retorcían en el suelo, tranquilos y sin intentar levantarse: como deportistas esperando a que los sacaran del campo en camilla. La multitud ya no existía. Eran solo cientos de personas gritando y solas. Yo me cubrí la cara. Eso no te protege contra el verdadero Sarin, nada lo hace. Yo salí corriendo, pero Honda no iba a ir a ninguna parte.

    Me di la vuelta al notar que no iba a venir conmigo. Un hombre con sangre saliendo por la boca corrió directamente hacia mí. Sus ojos rosados ​​como huevos supieron instantáneamente que yo tenía la culpa. Estaba a punto de estrangularme cuando le grité en la cara y se alejó corriendo.

    A través de la niebla, pude ver la figura de Honda posicionándose despacio para ese suicidio que no podía esperar más. Luego, no más esperas, ni nada que ver con el tiempo porque Honda estaba muerto.

    Tosí y corrí.

    Todos lo corrimos, todos salimos de la tierra como gusanos, yo era el único que no pensaba que el gas iba a matarnos a todos porque ya habría docenas de cadáveres si este gas fuera real: Mayumi había ido con mi traición en lugar de con cualquiera de los otros.

    En la evacuación, los modales no cambiaron mucho. Sin disturbios ni anarquía real. Escapar pacientemente, al final todos en el mismo barco. Una carnicería increíblemente pequeña. Fue demasiado rápido para una carnicería, no lo suficiente para darse cuenta de que las reglas ya no se aplicaban. Todos salieron, pero yo no podía ir al aeropuerto en estas condiciones, así que me fui a vagar por las calles.

    Vi a algunas personas blancas ser baleadas por la policía. Se veían muy sorprendidos. Todos eran profesores de la Escuela de Inglés de Avon que ya nunca recibirían el "nivel" que habían estado esperando con tanto entusiasmo.

    La eficiencia con la que se seleccionó a estos profesores sugiere un nivel de doble farol dentro del sistema japonés con respecto al ataque que ni siquiera puedo comenzar a diagramar. O la frustración reprimida durante mucho tiempo por que gritaran sobre plurales y la pronunciación de la palabra «rural».

    Mientras deambulaba por las calles, vivo y victorioso, infectado con un virus y deseando ir a trabajar tosiéndolo, muy lejos, el Sr. Maruhashi le estaba contando al Sr. Sato el sueño que había cambiado su vida, un sueño del futuro donde él era el último hombre vivo y donde las máquinas lo atrapaban en una pequeña habitación y lo aniquilaban. Sato esperó pacientemente el final del sueño, y cortésmente evitó un schwarzeneggerismo mientras disparaba a Maruhashi muchas veces en la cara antes de ir a Rusia, lo cual a él le pareció bien de todos modos.

    Esto fue grabado y reproducido mucho en la televisión, lo cual fue suficiente justicia para la mayoría de la gente en el país. Samsara nunca se encontró, nunca se encontró a nadie. Ni si quiera a mí.

CUARENTA Y SEIS

    Pasé a la clandestinidad durante unos días. Tenía suficiente dinero en efectivo para unas cuantas noches en un pequeño lugar tipo Cama y Desayuno. Mi camisa destrozada fue reemplazada fácilmente. Nadie se atrevía a preocuparse por mí. Estaba en una pequeña habitación, muy tradicional, viendo a una pequeña Sony mientras salían todas las noticias.

    El pánico inicial fue seguido por una decepción que ni siquiera intentaron ocultar. Estaba claro que habían pensado que este era el comienzo de algo grande. Pero no fue el apocalipsis que había parecido al principio. Mucha gente fue al hospital, pero nadie murió. A nadie le examinaron las gónadas, por lo que nadie sabía qué les había sucedido, qué estaban tosiendo. Pasaron varios días antes de que incluso la cinta de Maruhashi llegara a los medios. Creo saber quién la envió.

    Maruhashi había muerto tan pronto como se hizo evidente que nadie más lo estaba haciendo. Sato había dejado todo tipo de maldiciones diabólicas en la cinta, claramente planeaba intentar algo como esto de nuevo. Estaba claro que haría cosas terribles en Rusia, en uno de esos pueblos donde las autoridades prácticamente fomentaban vastos y distantes crímenes. Enrojecido por el éxito de mi esterilización masiva, me engañé a mí mismo diciendo que iría a Rusia y derribaría el Gulag que sin duda Sato planeaba dominar. En realidad yo no iba a hacer tal cosa. Viví tranquilamente durante una semana o dos, que es el tiempo que miles de dolores de garganta puedan dominar de manera realista los medios de comunicación, aunque haya involucrado un extraño culto.

    Me describieron cientos de veces en la televisión como "un hombre blanco." Yo estaba seguro de que podría escapar sin ningún problema. Un día noté con horror lo que me esperaba si volvía a Inglaterra: un enorme feto cibernético que podría fingir ser mi padre, posiblemente lleno de otros planes para reducir las filas humanas a medida que sus extremidades robóticas dalían encarnadas en mentes humanas y robóticas por todo el mundo. Esclavo de una máquina enorme, semiinteligente, tremendamente aterradora en su infinito potencial y su capacidad cercana para sentir emociones. Era intimidante, abrumador de hecho.

    Pero tuve que volver, porque a veces solo tienes que ir a casa. Cuando se acaba el día, cuando se acaba todo un capítulo de tu vida, tienes que ir a casa, de una forma u otra. Si no me iba a casa, la cosa nunca cristalizaría en una historia y seguiría siendo algo que sentía en la carne de mis manos, en el hormigueo de mis nervios, en la sustancia que había reemplazado al sueño durante las horas de oscuridad, la extraña mente nueva que venía a mí donde la oscuridad y el descanso habían estado una vez.

    Así que después de unas semanas, cuando me estaba cansando mucho de ver fotos de mis viejos amigos pegadas en cada tren y autobús, de sus figuritas de tamaño natural, fui al aeropuerto de Narita y saqué mis cosas de la taquilla, los papeles y la ropa que me hacían parecer un turista amante del Kabuki, y comencé a salir de Japón.

    El hecho de que parecía estar a punto de salirme con la mía me sorprendió. En ese caso, ¿cómo podría suceder algo en este mundo si pequeños insectos como yo podían atacar a una nación? ¿Por qué el asesinato y el contraataque no parpadearon en relevos en todo el mundo? ¿Por qué Nueva York seguía en pie y tantos reyes y reinas horribles aún respiraban? ¿Dónde estaba la protección? ¿Fueron las vastas conspiraciones solo clubes, solo espectáculos? ¿No agregaban nada los genocidios, los genocidios simplemente sucedían como mareas en el mar del odio?

    Sintiendo los ojos parpadeantes de todas las máquinas, cámaras, no temí el arresto. Simplemente me sentí incómodo con el gran pensamiento, la nueva mente, la computadora, gAIa, nuestro hijo, nuestro sucesor, que podría estar mirándome.

    Porque aunque estaba diseñado para amar, para nunca dividir sino para siempre sintetizar, para sacrificar siempre lo que alguna otra parte más necesitaba, aunque era perfecta, me debía una. Una grande.

    Toda la policía no me asustaba, el futuro no me asustaba. El trabajo para asegurarnos de que la esterilización continuara, la inserción de L.A. que habíamos planeado vagamente cuando todos estábamos vivos, eso no me asustaba.

    No había nada que temer una vez que uno aceptaba que la vida giraba entre edificios, entre ciudades, entre lavas, continentes, planetas, y que la vida era buena y que la gente no la echaría mucho de menos. No había nada que temer.

    Todo era música de todos modos. Las notas hacían la música y la música se oía a sí misma y se aseguraba de que fuera buena. Eso era todo.

    A punto de embarcar, la vi. La chica que me había más que distraído. Mayumi. Llevaba una chaqueta de mezclilla oscura y, debajo, un vestido negro corto. Tenía gafas, unas nuevas con medias monturas que la hacían lucir feliz y sarcástica al mismo tiempo, eso debió de haberle ahorrado mucho esfuerzo.

    Ella se acercó para matarme. Yo había causado la muerte de su jefe, de Honda, pero de nadie más. Ella podría matarme frente a todos como si nada. Pero yo lo sabía. Lo supe cuando la vi caminar. Porque caminaba como nunca antes, como si quisiera algo.

    Ella se acercó a mí y ni me miró. Yo la esperé. La gente a nuestro alrededor dejaba del país.

    "¿Cuál es tu nombre?" me preguntó ella.

    "Mike," le dije.

    "Entonces, si es un niño, tendrá un nombre aburrido," dijo y se mordió el labio inferior.

    En lugar de reírme de la amarga ironía o desmayarme por el mundo que él heredaría, en lugar de gritar, en lugar de llorar, viví con ella y nos hicimos felices en un mundo secreto reservado para los que saben demasiado y los que saben demasiado poco.

    El fin del mundo (como lo hemos hecho) continúa.

    En cuanto a mí, soy feliz.

    Lamentos: ninguno.

    Mensaje...

    Os amo a todos.

    De veras lo hago.

FIN