Créditos

    Titulo: La conjura de los Mnemourgos

    Colección Pulp Cosmos No. 1.

    Copyright ©2021 Sean B. Riot.

    Copyright ©2021 Artifacs Libros (artifacs.webcindario.com)

    Algunos derechos reservados (CC-BY-NC-SA)

    Diseño de la cubierta: Artifacs Libros. Fotos tomadas de la NASA con licencia en el dominio público.

    Ebook publicado por primera vez en noviembre de 2021 en Artifacs Libros

    Texto revisado por Artifacs en marzo de 2023

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    La conjura de los Mnemourgos se publica bajo Licencia CC-BY-NC-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es

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Dedicatoria

    Para Curtis Garland.

La Conjura de los Mnemourgos

Colección Pulp Cosmos No. 1

Sean B. Riot

1. El club

    En el planeta de los primeros colonos tenían un antiguo proverbio: no hagas a los demás lo que no te harías a ti mismo.

    Ese parecía un buen comienzo. Aunque el concepto resultaba confuso para un clon cuyo único objetivo era matar a su original.

    DA-4-26 solía meditar últimamente sobre ello en el Buyitsu Pippermint, un club de la estación fronteriza en el brazo exterior de la galaxia. Como ahora, solía sentarse en la esquina más oscura y desgastar la pantalla táctil del servicio de bar. Se intoxicaba con los licores que servía el brazo robótico instalado en la mesa y escuchaba el mismo sonido ambiental de cada noche.

    También solía observar la fauna. Muchos iban para resolver sus problemas, pero con mayor frecuencia solo se creaban otros nuevos. La estación no era un destino deseable salvo que tuvieras negocios entre manos. Y si tenías negocios, el club Buyitsu era un buen lugar por donde empezar.

    El club era propiedad de FX-3-77, aunque rara vez podías verlo por allí, era un hombre ocupado. Controlaba la mitad de los garitos de apuestas en la estación. También coqueteaba de vez en cuando con el tráfico de tecnología alienígena. Tenía en nómina un pequeño ejército de matones. Soñaba con trabajar duro hasta que llegase el día de la Gran oportunidad. Ese día en que la suerte se pone de tu lado y te planta en la cara el negocio que o bien acaba contigo o te permite empezar tu pequeño y humilde sindicato del crimen.

    DA-4-26 no creía que ese día llegara nunca. No para los fronterizos. Lo que el destino tenía reservado para perdedores como ellos puede que fuese un misterio, pero sin duda no era un Gran misterio. No podía ser un Gran de nada.

    CS-7-12 estaba allí esa noche, era una clienta habitual, pero ella era diferente, era del planeta Arjari, un planeta en el brazo medio de la galaxia que la colocaba un escalón por encima de la frontera. CS-7-12 tenía algunos contactos en las corporaciones y hacía trabajitos de contrabando para ellos. Eficientes y corruptos empleados corporativos le conseguían permisos de salto espacial y la prima donna de la frontera visitaba a menudo los brazos interiores para hacer las entregas. Luego volvía a la estación y contaba historias increíbles sobre la nueva sociedad, los nuevos avances, las nuevas culturas, los nuevos planetas...

    CS-7-12 pintaba mundos extraños, hermosos incluso, donde todo parecía ser posible. Ella soñaba con conseguir algún día la ciudadanía corporativa y terminar sus días en una maravillosa mansión colonial en un pintoresco valle cerca de alguna megápolis. Quería vivir rodeada de glamur, organizar fiestas en las que darse codazos de complicidad con los magnates de la tecnocracia, brindar con los gurús de la civilización, danzar con los filósofos de la futil entelequia y reír con las divas de lo sensorial.

    Y, por supuesto, quería montar su pequeño y humilde sindicato del crimen.

    También estaba allí KD-8-78, la mano derecha de FX-3-77, era una especie de lugarteniente. Se ocupaba directamente de algunos negocios cuando el jefe estaba de viaje. Era alto y joven, de unos cuarenta años. Le llamaban el Cheroqui porque parecía uno con su larga melena negra. Pero nadie le llamaba así a la cara. KD-8-78 tenía fama de mostrar un temperamento inestable y violento. Decían que eso era debido a algún trauma que había vivido de niño, pero quizá la razón fuese más simple: que KD-8-78 era un bastardo psicópata.

    El sueño de DA-4-26, en cambio, era tan visceral e irracional como acostumbran a ser los asuntos del amor. Impregnaba su mente como una toxina. Era una emoción residual conjurada por falsos recuerdos heredados. Era un virus que el DA-4-26 original le había condenado a sufrir.

    Y por eso tenía que matarlo.

    Solo así podría estar con ella. La mujer que su original amaba más que su propia vida.

    DA-4-26 tenía que matar al individuo original porque, en su mente y alma de clon, su sosias era un usurpador sin mayor ni menor derecho a vivir tal vida. La misma vida de sus recuerdos.

    La idea de matar a su original y ocupar su lugar era un dilema moral complicado. No conseguía analizarlo desde la distancia. ¿Tiene tu imagen en el espejo más derecho que tú a recibir la luz que tú observas al mirarla? En lo que a la luz respectaba, así se sentía él, sin tener claro en qué lado del espejo se encontraba, pero rabiando hasta la médula por recuperar lo que, en las tinieblas del tiempo, nunca había tenido.

    Las tinieblas del tiempo. Tres meses sin ella. Tres meses de vida y cincuenta años de recuerdos.

    Dio un trago a la bebida para enturbiar todo lo que ella, la esposa del DA-4-26 original, sin la menor pretensión encarnaba. Todo lo que hacía bella la imperfección.

    —¡Oh, claro que vas a pagarme el resto, eunuco de mala madre afásica!

    El grito de una mujer lo distrajo y él agradeció a los dioses de la genética por ello. Se terminó de un trago el whisky de posidonia y alzó la vista hacia el reservado habitual de KD-8-78, dejando el vaso con un ácido golpe sobre la rayada mesa de fibra.

    Una atractiva mujer con una chaqueta del Consorcio Mercante estaba discutiendo con KD-8-78 y sus matones.

***

    Siempre era así con los sicarios de la estupidez, con los esclavos de Pávlov. Se les disolvía el cerebro cuando veían una hembra con curvas. Todo el masculino ingenio que podría hacerlos interesantes se diluía como un suspiro en un orgasmo cuando perdían la perspectiva. Esos haploides creían de verdad que, si eras atractiva, podían estafarte. No había nada que hacer, eran como los perros que se lamen las bolas, no daban para más.

    Ella odiaba hacer negocios con ellos.

    Para BM-1-97, la mera existencia de estos envoltorios de deficiente materia gris la convencía cada vez más de la verdad definitiva: que los caminos de la selección natural eran inescrutables.

    Que a veces la naturaleza tomaba el giro equivocado.

    Y que alguien tenía que actuar y ponerla en el buen camino.

    Y actuar era lo suyo.

    BM-1-97 ignoró a los otros tres primates que había al otro lado de la mesa y se levantó señalando con el dedo a aquel bionte subdesarrollado de KD-8-78.

    —Vas a pagarme el resto, tramposo haploide, porque ese fue el trato, - siseó mordiendo las palabras. —¿O quieres que todo mercante del consorcio sepa que FX-3-77 no cumple sus acuerdos? El rostro de KD-8-78 pasó de la deliciosa diversión a la psicótica furia. En décimas de segundo, el tipo borró la estúpida sonrisa, arrugó la frente mientras apretaba los dientes e infló las venas del cuello como si le fuese a estallar la cabeza. Se levantó como un resorte y lanzó una mano de titanio para aplastarle a esa insolente la tráquea con los dedos.

    Ella fintó hacia un lado mientras con los brazos ejecutaba precisos y entrenados movimientos por acto reflejo. Al concluir tales movimientos, probablemente el tramposo ni siquiera sabía aún qué le había ocurrido, aunque no tardaría en notar que tenía una mano agarrándole el largo pelo negro y aplastándole un lado de la cara contra la mesa. Pronto notaría también que su brazo izquierdo estaba doblado a su espalda en una incomoda y dolorosa posición.

    Ella estaba ahora detrás de KD-8-78 con una rodilla apoyada en su espalda para romperle el brazo al menor aviso.

    Entonces oyó el salivoso grito de una boca deformada. —Ahhhh.

    Ahí estaba. El cuerpo de KD-8-78 ya se había puesto al corriente de los recientes eventos.

    Ella le apretó la cara contra la mesa un poco más fuerte, —¡Quiero oírlo! ¡Dilo! Le habría gustado seguir aplastando la cara del engendro darwiniano, pero tuvo que soltarlo para responder al puñetazo que le venía desde la izquierda. Con los brazos libres solo tuvo que fintar hacia atrás, responder con un puño a la sien y tirar con fuerza del brazo del oponente con la otra mano. El atacante salió volando por encima de la mesa derribando todas las bebidas.

    El estruendo de cinco vasos y dos botellas haciéndose añicos bajo un cuerpo de noventa kilos alertó a los pocos despistados que aún no se habían unido al público. De un rápido vistazo, BM-1-97 vio que la noticia de una pelea en el Buyitsu Pippermint estaba a punto de ser oficial a menos que la cosa no fuera a más.

    Por desgracia, ni KD-8-78 ni sus gorilas entendían el concepto de una honrosa derrota.

    Por la derecha le vino otro puño a velocidad imposible. Impactó bajo la mejilla y le giró violentamente la cabeza. Ella perdió el equilibrio y cayó sobre los mullidos asientos del reservado. El golpe había sido bestial, uno de los más fuertes que había recibido, de esos que ella llamaba: Cura de Humildad.

    Luchando por mantener la consciencia, sintió que tiraban con fuerza de su brazo derecho y era levantada en posición vertical. Ahora de pie, rodó los ojos hacia arriba mientras intentaba sin éxito cerrar la boca. La tenía medio abierta.

    El muy bastardo le había desencajado la mandíbula. Dos tipos a ambos lados le sujetaban las muñecas.

    Y el boxeador de antes le lanzaba ahora un directo a la nariz.

    Ella se dejó caer a plomo y plegó con fuerza ambos brazos hacia el pecho. Los dos gorilas que aún la sujetaban perdieron momentáneamente el equilibrio y chocaron entre sí frente a ella. El golpe directo que iba destinado a su cara impactó en uno de los gorilas justo cuando ella extendía los brazos y se levantaba impulsándose con las piernas, lanzando así a los dos gorilas, y al boxeador detrás de estos, a varios pasos de distancia.

    Antes de que los tres pudieran contraatacar, BM-1-97 se colocó las palmas a ambos lados de la barbilla y presionó con los dedos para encajarse la mandíbula con un chasquido. La probó un par de veces, como pez fuera del agua, antes de hacer el siguiente movimiento.

    Que fue huir cuatro rápidos pasos hacia la tarima despejada de mesas y dar media vuelta hacia los cuatro oponentes con la estilosa gracia que siempre suscitaba adoptar la posición de la Defensa Libra. Flexión de pierna izquierda adelantada, torso inclinado con el hombro izquierdo hacia el oponente, brazos extendidos en cruz con las palmas hacia arriba...

    Y sobre todo, una impaciente sonrisa.

***

    La clientela del Buyitsu había empezado a silbar y a vitorear con entusiasmo. DA-4-26 no podía culparles. Tampoco es que fuera a admitirlo, pero él también se estaba divirtiendo. Las peleas no eran frecuentes en los clubs, para eso había otros lugares como los coliseos y las arenas, pero hasta él podía apreciar que esa mercante sabía repartir estopa además de contenedores de contrabando.

    Era todo un espectáculo ver a la mercante en acción. Tenía una técnica elegante y precisa como una bailarina, pero picaba como un nido entero de avispas.

    KD-8-78 había encajado como un hombre dos puñetazos seguidos que, según la lega opinión de DA-4-26, habrían tumbado al setenta por cien de la población masculina, pero tras la última patada lateral en la boca, el lugarteniente de FX-3-77 se había retirado discretamente a su mesa para hacer un recuento de dientes y observar desde lejos.

    Uno de los matones dormía ya el sueño de los justos debajo de una mesa, donde había llegado resbalando inconsciente por el suelo.

    Otro no podía mover el brazo derecho y se limitaba a distraer a la avispa con tímidos zurdazos ocasionales mientras el tercero, el único en condicones de plantar cara, mostraba excelente habilidad en combate cuerpo a cuerpo.

    Ese sí era un saco de músculos. Muy rápido también. El único que había logrado colocar golpes serios en varias ocasiones. La gente ya estaba moviendo apuestas a favor del boxeador. DA-4-26 apostó buena suma por la mujer. Los pronósticos eran 7 a 1 contra ella.

    Para deleite de todos, en un lance de la lucha el boxeador había lanzado a la mujer encima de la alta tarima central del local y que servía de escenario de variedades, por lo que el combate se reanudaba ahora en perfectas condiciones de ángulo e iluminación.

    Los dos daban lo mejor que tenían allí arriba y DA-4-26 notó que, quizá por ser conscientes ambos púgiles de que todo el mundo los estaba observando, el espíritu de la contienda había tomado un cariz más deportivo.

    O quizá solo eran imaginaciones suyas.

    El matón zurdo intentó subir también a la tarima, pero varios clientes airados lo alejaron del ring a rastras y él se dejó persuadir gustoso de que aquello ya no era asunto suyo. Al parecer KD-8-78 no estaba en condiciones de articular objeciones al respecto. Ahora decidía ocuparse en participar en las apuestas.

    DA-4-26 no sabía cómo funcionaba esta pelea en particular, pero si el ganador se decidía por puntos, tenía aseguradas las ganancias. El boxeador encajaba cinco golpes por cada uno que daba, aunque los golpes del hombre eran quizá el doble de potentes. Poco a poco, la aritmética fue pasando factura y el boxeador empezó a cansarse. Sus golpes eran ahora menos frecuentes y él se ocupaba mayormente en bloquear y contraatacar.

    Y de pronto, como por ensalmo, el boxeador besó la lona. Cayó como un fardo sin que mediara golpe alguno en el proceso. O eso le pareció a DA-4-26. A no ser que ese último revés que la mujer había impactado en la sien del boxeador hubiese tenido un efecto retardado o algo similar.

    En cualquier caso, una moderada ovación llenó el local y DA-4-26 se sumó a los celebrantes mientras empezaban a repartirse las ganancias. Los perdedores volvían ahora a sus asuntos, pero la mujer no había terminado de resolver los suyos.

    Bajó de la tarima y fue directa hacia KD-8-78, cruzando un pasillo de gente que la felicitaba y aplaudía, aunque ella ni siquiera miraba a sus fans. El semblante de dolorosa furia comunicaba un mensaje claro: no te interpongas en mi camino.

    Pasó al lado de DA-4-26 y él se sintió extrañamente halagado de que ella le dedicara una rápida mirada de reojo. Sobre todo en su estado. La mercante tenía la cara colorada, el labio inferior partido, el ojo izquierdo un poco hinchado y una ceja rota, aún sangrando, que ella se apretaba con el dorso de la mano.

    KD-8-78 estaba de espaldas a ella cuando lo avisaron. Dio media vuelta y sonrió extendiendo los brazos.

    —¡Enhorabuena! ¡Has pasado la prueba!

    Ella se plantó a centímetros de la cara de KD-8-78 y lo fulminó con la mirada como si quisiera descuartizarlo con las uñas y comérselo crudo.

    DA-4-26 percibió que aquella mirada de odio de la mujer producía el mismo efecto en él que en la gente que aún seguía la escena. La mercante merecía que le pagaran lo acordado y la gente quería verlo. Todos querían que KD-8-78 pagara sin importarles si lo debido era en verdad justo o no.

    DA-4-26 sentía exactamente lo mismo.

    KD-8-78 tenía otro planes, por supuesto. Siempre tenía otros planes.

    KD-8-78 pasó un brazo por los hombros de la mercante y la instó a caminar junto a él, diciendo: -—Me caes bien, chica. Vamos a mi oficina y saldemos cuentas.

    Pero la mujer se apartó de un golpe el brazo de KD-8-78 y lo encaró sin moverse.

    El truhán dio un paso atrás con furioso semblante, pero recordó donde estaba y pronto soltó una larga carcajada mientras miraba a los presentes extendiendo los brazos para acentuar lo obvio: —No creerás que voy a hacerte una transferencia a tu cuenta de crédito, ¿verdad? - KD-8-78 empezó a andar hacia las oficinas del club.

    Muchos clientes rieron con ganas el chiste y se dieron por satisfechos.

    La mujer dudó antes de seguir al tramposo.

    DA-4-26 no tenía un buen presentimiento sobre el asunto.

2. El sector industrial

    —¿Aerotaxi, amigo? Hace mucho frío esta noche para pasear.

    DA-4-26 negó con la cabeza al anciano taxista sin dejar de caminar hacia su apartamento, envuelto en su abrigo y con las manos en los bolsillos. Había estado esperando en el club para poder hablar con aquella mujer, pero la mercante no había vuelto a salir de la oficina de KD-8-78.

    —No encontrarás otro esta noche en este sector. Soy el último aerotaxi que queda, - insistió el conductor. —El Cheroqui y sus amigos subieron en los otros cuatro.

    Ese último comentario fue inesperado. DA-4-26 dejó de caminar y se giró hacia el taxista. —¿Los vio salir usted?

    —Sube al taxi, me estoy congelando los huesos aquí fuera. - el anciano entró en el vehículo y se sentó a los mandos. Esperó a que el cliente entrara y pulsó el botón para cerrar la puerta.

    Conectó la calefacción y despegó en dirección a la aerovía. —Los vi salir hace media hora. - el conductor le sonrió por el espejo retrovisor. —Se olvidaron de llevarte a la fiesta, ¿eh?

    —¿Iba una mujer con ellos?

    —No lo sé. Puede ser.

    DA-4-26 le mostró unas cuantas placas de crédito cuya suma juzgó que igualaba una buena jornada de trabajo del anciano. —Propina por adelantado por una charla hasta mi apartamento.

    El taxista vio las placas de crédito y asintió hacia la ranura de pago. A medida que entraban las placas, un pitido confirmaba que eran auténicas. Cuando pasó la última, el abuelo empezó a cantar. —Dos mujeres. Una estaba borracha y se había caído por las escaleras, si entiendes lo que quiero decir. ¿Dónde te llevo?

    DA-4-26 indicó la dirección y preguntó por la descripción de esa mujer. El retrato que le narró el abuelo confirmó que era la mercante.

    —¿Y sabe adónde fueron?

    —Puedo preguntar en la central. ¿Eres de la migra?

    —¿De qué?

    —Agente de migración.

    —No no. Trabajo en la planta de reciclado.

    —Sí. Me suena tu cara.

    —¿Puede preguntar eso?

    El taxista pulsó unos menús en un panel. Se oyó un tono de llamada. Luego una voz de hombre. —Aerotaxi Frontera. ¿En qué puedo ayudarle?

    —Sobrino, soy yo. ¿Tienes la última ruta del coche 433?

    —Hola, tío. Sí, espera un segundo. Sí. Salió hace una hora hacia el sector industrial, plataforma trece. Ese taxi volvió a cocheras hace diez minutos.

    —Gracias, muchacho. - cortó la llamada y miró por el espejo. —¿Quieres ir a allí a echar un vistazo?

    —No lo sé -dijo para sí mismo mirando por la ventanilla—. Es tarde y mañana trabajo temprano.

    La noche eléctrica debajo era fría como la sensación que lastraba su conciencia. Quería saber que la mujer estaba bien, quería clausurar ese asunto o no podría dormir. Pero tomar decisiones de esa clase no era su fuerte. ¿Qué esperaba de esta situación? ¿Rescatarla de las garras de un psicópata como KD-8-78? Sus recuerdos estaban ahí. Él no era un héroe, era un simple asistente de laboratorio con una maravillosa esposa. No había tocado un arma en su vida. Ni siquiera había tenido una pelea. ¿Qué podía hacer él?

    Por otro lado, recuperar su vida implicaba enfrentarse a sí mismo y vencer. Ese era el mismo círculo vicioso que le había tenido pensando durante tres meses, el mismo que le obligaba a demorar la decisión de buscar a su original y hacer lo que en verdad quería hacer.

    ¿Y si él fuese la única opción que tenía esa mujer, la única persona que de verdad podía hacer algo antes de que fuese demasiado tarde?

    Era mucho más sencillo pensar en esas cosas que tomar parte en ellas.

    El abuelo había leído algo en su rostro. —La salida hacia la plataforma trece está aquí mismo. No tardaríamos mucho en llegar.

    Miró al abuelo y preguntó. —Esto puede sonarle raro, pero ¿cree que la gente puede cambiar?

    El taxista se encogió de hombros. —Somos lo que somos. Algunas veces somos lo que podemos ser. Muy pocas veces somos lo que queremos ser.

    —¿Por qué es tan difícil ser lo que queremos ser?

    —Lo difícil es saber lo que queremos, supongo.

    —Ese no es mi problema.

    —Lo es. Mira, tú quieres ir a echar un vistazo, pero piensas: no sé lo que me voy a encontrar. Así que ya no estás tan seguro de querer ir. Así es como funciona.

    Él rió en silencio ante la simplicidad del análisis, no porque fuera simple, sino porque era cierto. En su caso la duda no se fundaba en la cobardía, sino en la ignorancia. Ignoraba si estaba dispuesto a dar el primer paso de ese camino, porque aquel era un viaje sin vuelta atrás. Sabía en lo más profundo de su ser que, si tomaba esa decisión, si decidía ir a echar un vistazo, en realidad estaría eligiendo salvar a esa mujer.

    Lo que ignoraba era si sería capaz de hacerlo.

    —La salida está ahí. ¿Qué decides? Tengo un cañón Turbobúster® cargado aquí mismo. Ya me lo devolverás cuando pases por el sector.

    Una decisión simple para un largo viaje que recorrer.

    Si quería recuperar su vida, tendría que dar alguna vez ese primer paso.

    —De acuerdo. Vamos a echar ese vistazo.

***

    —Has cometido un terrible error, - dijo SB-5-28 a la imagen de la mujer que había aparecido en su oficina con una peliaguda noticia. —Es demasiado pronto. El sujeto no está adaptado aún a las leyes físicas de este universo. Ha creado un entrelazamiento personal con el DA-4-26 local. Necesita tiempo para recuperar su frecuencia de onda probabilística original. Tiene que recuperar su propia personalidad y sus recuerdos.

    El mnemourgo se giró hacia la enorme holopantalla llena de datos bioholonómicos del sujeto DA-4-26. Esta mostraba varios gráficos de fluctuantes superficies senoidales que vibraban con picos aleatorios como si lloviera sobre ellas una tormenta invisible.

    SB-5-28 señaló con vehemencia los gráficos a la mujer. —¿Sabes lo que indica esto?

    KT-6-25 miró al techo con impaciente aburrimiento. —No. Tampoco es que esté deseando que me lo expliques.

    —Imagina toda la energía del universo contenida en la semilla de una planta. ¡No! En la semilla de un coco.

    —Muy bien, ya está. ¿Ahora qué? - KT-6-25 se cruzó de brazos.

    —¿En serio? - SB-5-28 estaba riendo. —Mentirosa, es imposible imaginar eso.

    KT-6-25 alzó los brazos al cielo, —¿Y por qué me haces perder el tiempo entonces?

    —Olvida eso. Estos gráficos muestran las proyecciones convolutivas del sujeto que la hipersuperficie que rodea y rige las leyes físicas de nuestro universo está creando. Pero esa hipersuperficie no forma parte de lo que nosotros llamamos La Realidad, solo contiene la información necesaria para proyectar dicha Realidad y darle la forma que nosotros experimentamos. El sujeto DA-4-26 fue trasladado a nuestro universo usando mi modulador de entrelazamiento exactamente hace treinta y cinco días, once horas y ochenta segundos. Esto no habría podido ocurrir sin haber anticipado antes la función de onda probabilística del sujeto. Por tanto...

    KT-6-25 bostezó conspicuamente.

    SB-5-28 se quedó mirándola en silencio, clavado en una postura corporal de reproche.

    —¿Qué? - KT-6-25 parpadeó inocentemente.

    —No hagas eso.

    —¿El qué?

    —Robarme la toma. Distraer la atención en segundo plano mientras yo digo mis frases.

    KT-6-25 suspiró de hartazgo, se sentó en una silla. Giró la cabeza hacia él y alzó las cejas con un giro de la mano para que siguiera.

    SB-5-28 volvió a los gráficos, murmurando. —... la función de onda probabilística del sujeto. Por tanto... por tanto... - Hizo una pausa mirando al techo, se giró hacia ella, vencido. —Ya no sé lo que iba a decir.

    —SB-5-28, los inversores quieren oír avances. No quieren oír tecnicismos. Quieren oír que han hecho buen uso de su dinero. Tenemos que comprobar ya si es posible mover un ser inteligente de un universo a otro. Lo cual nos lleva a comprobar si DA-4-26 puede hacer en este universo lo que hace en su universo de origen.

    SB-5-28 estaba alterado. —Sobornar a un taxista para que le diese un arma no va a acelerar el proceso, KT-6-25. Tiene que adaptarse gradualmente a este universo, de lo contrario puede producirse una singularidad en la hipersuperfice causada por una pérdida de información. Por supuesto, la información no se pierde en realidad, puede ser recuperada de nuevo, pero la hipersuperficie tardará un tiempo teórico en reconstruir esa pérdida que es proporcional al cuadrado del radio de todos los multiversos juntos. ¿Tienes idea de lo que puede pasar en nuestra Realidad mientras eso sucede? ¡Este universo podría dejar de existir o algo peor! - Se llevó las manos a la cabeza. —¿Por qué demonios tuve que asociarme contigo?

    —Porque eres un demente egocéntrico como todo el mundo en su sano juicio. Si hubieses seguido los cauces corporativos, Kronos Corp. se habría apropiado de todo tu trabajo. Mira, tú has hecho bien tu parte, deja que yo me ocupe de la mía.

    —Tampoco es que me hayas dado otra opción. Pero vamos a dejar claro que yo tomaré las decisiones técnicas a partir de ahora.

    —Claro, lo que tú digas.

    —Como implosione este universo, te juro que no te lo perdonaré allá dondequiera que vayamos.

    —Estás histérico.

    —Lo has vuelto hacer.

    —¿El qué?

    —Robarme la frase final.

    —Ah, ¡qué tedioso! ¿Cuando vas a aceptar que solo existo en tu cabeza?

***

    DA-4-26 conocía un poco el sector industrial. Iba allí todos los días desde hace tres meses para trabajar en la planta de reciclado. La planta se hallaba entre la refinería de mineral y la fundición, y desde allí se podía divisar en el horizonte la zona de plataformas alrededor de lejano espaciopuerto.

    Las plataformas eran puntos de carga y descarga de material pesado o mercancías peligrosas. Eran anchas torres de ocho pisos de altura. Tenían pistas de aterrizaje en lo alto para el posado de enormes cargueros. Las torres estaban dispuestas alrededor del espaciopuerto, donde se tramitaba solo la entrada y salida de pasajeros.

    A cien pasos de distancia, la Torre trece se alzaba ante él como un pernoctante bastión monstruoso.

    Mientras caminaba hacia las ventanas de las dormidas oficinas, unas torpes manos sopesaban un arma de forma y funciones desconocidas. El instrumento tenía la dureza y el frío tacto del metal. Un mango largo se adaptaba a la forma de su palma, con pequeñas estrías que evitaban algún posible resbalón accidental. El dedo índice hallaba de modo natural el activador, que era una pestaña plástica naranja que surgía del cuerpo y quedaba trabada o no según el modo de operación. El anciano taxista le había señalado dónde se hallaba el pequeño panel de control. Podía accederse al mismo fácilmente mediante el pulgar de la mano que asía el arma. En él había un botón que despertaba o dormía el ronroneante mecanismo que sin duda causaba alguna detonación letal tras pulsar el activador. La naturaleza de la detonación al parecer se escogía mediante uno de los cuatro botones luminosos junto al botón principal. Cada botoncito tenía su críptico indicador: P, M, G, SG.

    El cuerpo del arma se estrechaba hacia un tubo de dos palmos de longitud y forma exterior elegante, aunque era difícil precisar si era el tubo parte del cuerpo o el cuerpo mismo parte del tubo. La integración de ambos elementos era perfecta.

    DA-4-26 pulsó el botón principal en el panel. El arma empezó a vibrar con una serena cadencia. En un lateral del cuerpo de nácar y obsidiana surgieron unos numeritos de fulgor esmeralda que al parecer revelaban la vida útil del dispensador de muerte hasta la próxima recarga; la cual se realizaba operando en el extemo inferior del mango el mecanismo que el taxista le había alentado a no tocar.

    Volvió a pulsar el botón y durmió el arma. Tras algunos intentos fallidos, la enfundó en un espacio adecuado del cinturón de herramientas, un complemento indispensable de su mono de trabajo.

    Había llegado a una gran ventana junto a una puerta de las oficinas. Acercó la cara al cristal para espíar el interior. Variado mobiliario, pero nadie a la vista. Ninguna señal de guardias de seguridad, aunque había numerosas cámaras tanto dentro como fuera.

    Probó la puerta. Cerrada.

    Caminó por la fachada en una dirección al azar y probó otras puertas con igual resultado, pero al llegar a la esquina de la torre, un recinto vallado guardaba el acceso a una puerta doble lateral. Junto a la puerta había una estrecha escalera con escalones de tablas de metal. La escalera trepaba por la pared de la torre con bruscos giros en la dirección opuesta al llegar a pequeños descansillos.

    Se acercó a la alambrada y juzgó su altura. No sería fácil, pero podría escalar por ella y pasar al otro lado. La tarea le resultó más sencillo de lo esperado. Él tenía robusta planta de buen metro ochenta de alzada después de todo. Aunque no recordaba haber hecho ejercicio en toda su vida, al parecer su cuerpo no acusaba mal la actividad física.

    Avanzó rápido hacia la puerta y la negativa a ceder le decidió por subir las escaleras. Cada vuelo daba acceso a una ventana y a una ancha puerta donde rezaba: Salida de Emergencia. La primera ventana estaba abierta y conducía a un pasillo en penunbra.

    Entró por ella y avanzó sigiloso por el corto y lúgubre pasillo. Las botas de suela de goma aislante facilitaban el subterfugio. El pasillo moría en una puerta.

    Y esta puerta cedía.

    Se abría a un amplio interior de alto techo y exiguas luces encima de las puertas y de paneles eléctricos. El espacio albergaba varios montacargas con vehículos elevadores. También había cintas transportadoras que debían de comunicar entre sí diversos almacenes.

    Fue entonces cuando resonó en los muros el apagado grito de una mujer, una llamada distante desde una ubicación incierta.

3. El almacén

    Audiodiario de: BM-1-97

    No. Entrada: 10220

    Título: El día en el que lo dejé todo y decidí convertime sin saberlo en la destructora de mundos.

    KD-8-78 me había engañado. Ese haploide solo quería usarme como paquete en uno de sus negocios. Al llegar a la torre de carga lo supe. Allí estaba esa CS-7-12. Paseaba su raquítico cuerpo humanoide de tres metros de altura mientras revisaba la mercancía en un almacén de la plataforma trece. Las cápsulas de estasis estaban funcionando. Doce cápsulas para doce desafortunadas personas que iban a despertar en algún mundo aterrador a más de quinientos años luz de distancia.

    La arjariana paseaba observando complacida los rostros dormidos de hombres y mujeres humanos en diferentes fases de desarrollo: infante, joven y adulto.

    KD-8-78 la observaba de brazos cruzados, apoyado en una pared junto a los cuatro esbirros que me retenían atada.

    CS-7-12 giró su largo cuello hacia KD-8-78 y lo miró con dos ambarinos ojos sin párpados.

    —Aquí solo hay cinco hembras y seis machos, - expresó ella en la lengua de su planeta.

    Yo, por supuesto, entiendo su idioma. El arjariano es un lenguaje que empieza las frases con entonaciones guturales de variada cadencia y las termina con agudos chillidos oclusivos. Yo lo había aprendido de niña viendo cine clásico de combate honkonés.

    La arjariana continuó. —Mi cliente espera igual número de machos y hembras. Esta diferencia mermará mi reputación.

    El maldito tramposo me señaló con el dedo. —¿Y esto qué es? ¿Un bisonte?

    El plan que ese cerebro de ameba había maquinado se me reveló tan claro como veo ahora esta unidad de grabación a bordo del, ahora mío, crucero estelar.

    Estas once personas eran el encargo de alguno de los clientes habituales de CS-7-12. Eso significaba que ese maldito tramposo de KD-8-78 trabajaba como proveedor minorista de humanos en la frontera.

    Y una de esas cápsulas tenía mi nombre.

    Mi ira hacia aquel procariota de KD-8-78 alcanzó cotas de las que ni yo misma me creía capaz. Mi Chi ardía como el plasma de una gigante roja. Mi Tao era una nebulosa en total colapso gravitatorio. Mi Zen era el vehículo de la involución propulsado por fusión nuclear.

    Por si no me he explicado bien, en aquel momento, en mí no había nadie al volante.

    Y con el único fin de llegar hasta aquel fracaso biológico y convertirlo de nuevo en sopa primordial, pataleé y me contorsioné y golpeé en vano mi inmediato alrededor.

    KD-8-78 reía a carcajadas mientras sus matones me llevaban a rastras hasta la cápsula de estasis vacía. Cuando CS-7-12 activó la cápsula y esta abrió su boca de cristal para engullirme, yo era pura furia luchando contra un mar de brazos que me empujaba hacia un destino fatal. Pero esos primates no entendían que mi voluntad en ese momento no era liberarme de su agónica presa para no entrar en la cápsula, yo estaba incluso dispuesta a entrar por propia voluntad después de haber acabado con su jefe. Pero esos gorilas no entendían. ¡No entendían!. Y yo empecé a enfurecerme también con ellos.

    Esa noche sentí nacer en mí toda la ira térmica de un universo aprisionado en un punto carente de dimensiones, la cólera de una singularidad que ansiaba una pequeñita inestabilidad en el tiránico equilibrio que sufría para detonar en catártica liberación su energía inconcebible.

    Y en algún lugar infinitesimal de la dimensión del tiempo, yo reiné y pedí un deseo.

    Y lo grité.

    Mi grito no debió de oírse mucho. Yo aún tenía puesta la mordaza que los esbirros de ese anélido me habían puesto.

    Pero aún así, alguien en aquella torre de carga me oyó.

    Y ese alguien me concedió mi deseo.

***

    DA-4-26 decidió que el grito venía de arriba. Entró deprisa en un montacargas y pulsó el botón del séptimo piso. Las enormes puertas se cerraban al tiempo que empezaba a sonar por los altavoces el percusivo y pegadizo ritmo de una antigua melodía: la Cabalgada de las Valkirias o algo así.

    La cabina comenzó a ascender a gran velocidad. Al pasar el cuarto piso, él se puso nervioso y desenfundó el dispensador de muerte. Los tres pisos restantes los pasó ensayando diferentes posturas de disparo que recordaba haber visto en las películas.

    La cabina se detuvo y abrió sus puertas de nuevo. DA-4-26 salió apuntando con el arma. El tiempo se detuvo mientras su mente asimilaba la bien iluminada escena: ocho sospechosos armados con fusiles, dos identificados como muy peligrosos, una rehén consciente y otros once supuestos yaciendo en cámaras de bioestasis.

    Cinco sospechosos y la rehén habían girado sus cabezas hacia él. Lo habían visto. La mujer era la mercante que él había elegido salvar.

    DA-4-26 empezó a moverse. Estaba sorprendido de saber exactamente qué decisiones tomar y en qué preciso momento.

    Se ocultó deprisa detrás de una grúa elevadora frente al montacargas y gritó algo a la gente en el centro de la sala a decenas de pasos de distancia. En el eco oyó su voz ordenar la deposición de las armas y la rendición inmediata.

    El prolongado silencio que siguió dejó claro que los sospechosos estaban aún asimilando quién era ese chiflado y por qué había decidido morir esa noche. Nadie metía sus narices en los asuntos de KD-8-78 y vivía para contarlo. En efecto. La voz del líder fue proyectada con la firmeza de quien no iba a negociar.

    —¿Qué carajo...? ¿No eres tú ese payaso que se sienta siempre en la mesa del fondo? ¿Qué carajo crees que estás haciendo?

    —¡Manos detrás de la cabeza y de rodillas en el suelo! ¡Ya! - fue la respuesta de DA-4-26 apoyado de lado en la grúa con una rodilla a tierra, asiendo el arma con las dos manos, listo para disparar. Él mismo fue el primer soprendido por esa respuesta.

    El sonido del forcejeo entre la mujer y los sospechosos era evidente ahora: enérgicos grititos amordazados, golpes de botas en el suelo, roce de ropas, maldiciones de los sospechosos. Una persona muy alta se alejaba de allí a grandes zancadas entre zumbidos de armas despertando.

    —Pero ¿con quién crees que estás hablando? - gritó el líder —¡Estás muerto, payaso! ¡Nadie me dice lo que tengo que hacer! ¡Acabad con ese desgraciado!

    DA-4-26 despertó su arma en selección M. Sabía que esa clase de descarga bastaba para enfrentar sospechosos sin blindaje, aunque no recordaba por qué. Se levantó con rapidez y extendió los brazos por encima la cobertura de la grúa.

    Apretó la pestaña activadora tres veces, apuntando a tres direcciones diferentes: derecha, centro e izquierda. Tres esferas de energía verdosa y del tamaño de un puño volaron a velocidad inconcebible hasta los torsos de tres sospechosos. Los hombres que avanzaban recibieron el impacto como si hubiesen chocado con una cuerda invisible tendida ante ellos. Cayeron hacia atrás asimilando las esferas en sus cuerpos y emitiendo por la piel chispas de ese intangible vórtice verdoso. Sus cuerpos todavía se convulsionaban cuando tocaron tierra. Los espasmos y las chispas remitieron poco después, cuando los sospechosos adoptaron una fría y desplomada rigidez.

    Él volvió a agacharse tras su cobertura con el corazón a mil por hora. Miró el arma con un nudo de asombro, desprecio y euforia en la garganta mientras el enemigo avanzaba corriendo y respondía al fuego. Numerosas lanzas de luz azul y roja pasaban por encima de su cabeza y tiznaban toda superficie donde morían con un calórico siseo humeante.

    —¡Chiflado borracho! - gritó el líder mientras se alejaba corriendo. —¡Sé dónde vives! ¡Eres hombre muerto!

    Dos sospechosos habían rodeado la grúa en sentidos opuestos para sorpenderlo. DA-4-26 los vio aparecer a su izquierda y derecha. Disparó agachado al que tenía más a mano, quien salió despedido al asimilar la esfera y cayó de espaldas a varios pasos de distancia.

    DA-4-26 giró desesperado el arma hacia el segundo, pero el esbirro ya tenía apuntado su fusil hacia él y el dedo en el activador. Aunque no tuvo tiempo de darle uso. Una de esas lanzas rojas de intensa luz pasó por allí atravesando al esbirro de hombro a hombro. El desafortunado dobló las rodillas y se desplomó de bruces en el suelo como un castillo de naipes.

    —¡Vamos, vaquero! ¡Ese pendenciero haploide se escapa! - oyó decir a la mujer.

    Él asomó la cabeza por un lado de su cobertura, miró el centro del almacén. La mujer estaba disparando uno de esos fusiles mientras corría alejándose de las cápsulas. En el suelo yacían los cuerpos del resto de sospechosos.

    ¿Dónde demonios iba esta mujer? ¿No se daba cuenta de que ya no estaba en peligro? Debía de ser el trastorno traumático. La pobre no era dueña de sí y acudía en frenesí hacia su muerte.

    Él todavía tenía que salvarla.

    Corrió tras ella fuera del almacén y siguió el eco de sus pasos escaleras arriba, hacia la plataforma de aterrizaje de los cargueros.

4. El crucero estelar

    DA-4-26 emergió a la plataforma de aterrizaje. Una nave espacial gigantesca estaba huyendo de la torre al tiempo que dejaba en el aire un rastro de fuego. En medio de la plataforma había una, similarmente enorme, masa negra de metal sobre tres grandes soportes de aterrizaje de cuatro metros de altura.

    Era un crucero estelar con capacidad de salto lumínico interestelar y alargadas sombras humanoides se movían por debajo de su estructura.

    Se oyó de pronto un grito familiar. DA-4-26 divisó a la mujer muy allá. La mercante estaba corriendo hacia el crucero, gritando blasfemias y disparando al grupo de fuerzas arjarianas armadas que había dispersas por la plataforma.

    La mujer estaba fuera de sí. Corría sin ninguna cobertura, o quizá confiaba en que él le ofreciera una.

    Así que lo hizo.

    DA-4-26 salió en carrera tras ella disparando a los sospechosos que la apuntaban desde sus varios escondites.

    Por todos lados se disparaban rayos de luz que atravesaban la negrura: lanzas con el rojo del carbón incandescente, rayos del intenso verde de la aurora, nacarados azules de letales esferas eléctricas, óvalos con el amarillo de las llamas de un incendio...

    DA-4-26 había corrido la mitad de distancia hacia el crucero y ya había abatido a los once sospechosos en el perímetro. La mujer estaba subiendo al enorme carguero restante por una amplia rampa de carga y respondía con luminosos rayos rojos de su fusil a los rayos verdes que emergían desde el interior del crucero.

    Las sombras que había debajo de la estructura avanzaban desde detrás de la rampa de carga y pretendían atacar a la mujer por detrás.

    Por suerte, DA-4-26 estaba allí para evitarlo. Por desgracia, estas sombras no solo blandían fusiles Lasertrónix de lumilanzas rojas, también llevaban blindaje pesado Némesis.

    El campo magneticocuántico de ese blindaje de amplio espectro diluía las partículas de plasma frío del cañón Turbobúster igual que el agua diluía un azucarillo.

    A nuestro aspirante a héroe le vino a la mente en ese instante una inquietante escena. Se visualizó a sí mismo con un grupo de cien jóvenes soldados sentados en una gran sala frente a él. Todos vestían blindaje Némesis® y atendían sus explicaciones sobre el mantenimiento, operación y advertencias de uso del mismo.

    Su propia voz resonó en su memoria. —Nunca, bajo ninguna circunstancia, acopléis el generador de campo del Némesis® con una fuente resonante de partículas de carga negativa. Eso podría provocar una sobrecarga que, en el mejor de los casos, fundirá y hará arder la batería del blindaje.

    —¿Y en el peor de los casos? - preguntaba en su mente un soldado en la primera fila.

    Su yo empezó a responder, pero el recuerdo, o lo que fuese aquella epifánica visión, se desvaneció para dar paso a un intenso dolor en el muslo izquierdo.

    Una lumilanza le había atravesado la pierna, seccionando, y al mismo tiempo cauterizando, una parte del muslo. En suma quemando tendones, músculos, arterias, huesos y todo lo que se había interpuesto en el camino del rayo.

    La pierna izquierda dejó de funcionar correctamente y la atlética carrera que DA-4-26 estaba llevando devino en una torpe y renqueante secuencia motora. No tardó en tropezar y caer de bruces a la sombra de una alta columna Teslabat.

    Desde el suelo, alzó la vista al frente. Parte de las fuerzas arjarianas corrían en su dirección. Otra parte avanzaba para tomar por sorpresa a la frenética mujer que se perdía ahora en el interior del crucero.

    «Mal asunto,» pensó.

    El dolor en la pierna era intenso, pero soportable. El problema era más bien de índole motora. Los sospechosos no tardarían en ubicarle a la sombra de esa torre de recarga inalámbrica de baterías.

    Miró hacia la torre Teslabat®. El panel de control estaba en su base a unos diez pasos de distancia. Se le ocurrió que, si trasteaba un poco en la frecuencia polarizante de la emisión, podría sobrecargar los blindajes Némesis® que estuvieran cerca de la torre.

    Era desesperado, pero no veía otra opción. Empezó a gatear hacia la torre al abrigo de la sombra. Se sorprendió de la eficiencia con que respondió su cuerpo a su voluntad. Su avance fue rápido y silencioso como el de un depredador. Se agachó ante el panel de la torre y miró atrás. Sus perseguidores se acercaban en grupos de dos. Él abrió el panel y arrancó la placa protectora. Empezó a manipular las conexiones mientras meditaba sobre lo que estaba pasando.

    ¿Por qué sabía hacer todas esas cosas? ¿De dónde venían todas esas ideas sobre armamento, blindajes y torres de recarga inalámbrica?

    Entonces empezó el terremoto. El suelo de la plataforma entera comenzó a vibrar al son de los motores primarios del crucero. Un zumbido agudo llenó el aire y se levantó una ventisca.

    ¿Es que iba a despegar ese Leviatán del espacio?

    ¡Pero la mujer estaba dentro! ¡Y él tenía que salvarla! ¡Tenía que llegar hasta esa rampa!

    Miró hacia el crucero. Un montón de arjarianos estaban ascendiendo por la rampa.

    De pronto, nuevas lanzas de muerte roja impactaron cerca a su alrededor. Le habían descubierto justo cuando él terminaba su pequeño sabotaje en el panel de control.

    Se giró desesperado con la espalda contra la torre, agachado para ofrecer un menor blanco. Un escuadrón de ocho soldados arjarianos avanzaba despacio y disparando con los fusiles apoyados en el hombro.

    Al llegar a unos veinte pasos de distancia, el primero de ellos empezó a emitir chispas multicolor antes de estallar en un vórtice de cegadora luz blanca.

    El arjariano no sufrió, simplemente dejó de existir mientras pensaba en sus cosas.

    Otros dos soldados dieron otro paso y sufrieron igual destino. El resto se detuvo e inclinó la cabeza. Su lenguaje corporal transmitía que algo raro estaba pasando aquí. La gente no implosionaba espontáneamente hasta desaparecer sin una buena razón. Los soldados con tendencia más empírica se encogieron de hombros y optaron por disparar desde donde estaban.

    DA-4-26 vio en cámara lenta tres mortales lanzas carmesí viajando directas a su corazón. No podía correr. Responder al fuego enemigo era futil. No podía huir.

    Dicen que cuando vas a morir toda tu vida pasa ante tus ojos en unas décimas de segundo.

    Lo que DA-4-26 vio pasar fue el suelo de la plataforma desde la ventana de la cabina de pilotaje del crucero. La nave estaba despegando.

    ¡Y él estaba en ella!

    ¡Y a su izquierda estaba la mujer frenética pilotando!

    Ella giró la cabeza hacia él, sorprendida pero no molesta. —¡Ey, vaquero! ¿Cómo has llegado aquí?

    —Creo que el director de montaje ha perdido ese rollo de película. - dijo abrochándose el arnés del asiento.

    El crucero ascendió hacia las estrellas de la noche y DA-4-26 se tomó un respiro para sopesar la situación. Todo estaba pasando demasiado rápido, todo era demasiado raro, aunque era innegable que lo había conseguido. Había salvado a la mercante de las garras de KD-8-78.

    —Me llamo BM-1-97, por cierto. - dijo la mercante mirando al frente y ofreciéndole una mano.

    Él la estrechó. —DA-4-26. Encantado de conocerte.

    —Lo mismo digo. - lo miró. —Tienes mala cara. ¿Estás bien?

    —Solo es un rasguño en la pierna. Necesito una reconstrucción de biomasa.

    —Puedes hacer eso en la unidad médica a bordo mientras llegamos.

    —¿Adónde vamos? - el crucero había tomado altura orbital.

    —He rastreado el vector velocidad de la otra nave. La computadora está triangulando su destino.

    —¿Para qué?

    —¿Cómo que para qué? KD-8-78 y CS-7-12 son criminales. Tú eres una especie de sheriff. ¿No quieres atraparlos? Porque cuando yo pille a esa ameba cerebral voy a escribirle el Libro de los Cinco Anillos en la cara con los puños.

    —¿Por qué crees que soy una especie de sheriff?

    —¡Por que lo dijiste tú! ¿No te acuerdas? ¿En el almacén? Por cierto, te debo una por haber entrado en escena. ¡Fue alucinante lo que hiciste! ¡Ahí tú solo dándolo todo contra todos esos haploides! Si no hubiese sido por ti, ahora mismo yo estaría en la bodega de carga de este crucero estelar camino a Dios sabe dónde.

    —No ha sido nada. En realidad, tenía que hacerlo.

    Ella asintió, sonriendo. —Claro. Solo una especie de sheriff diría eso.

    —Hmm. ¿Y no eres tú técnicamente una criminal también? Hacías negocios con el Cheroqui.

    —Pfff. No compares, pinkfloid. Yo no comercio seres vivos, solo traigo novelas de ciencia ficción. Están prohibidas en la frontera.

    —Ah. Entonces, ¿qué eres? ¿Una mala buena?

    Ella le miró de soslayo alzando las cejas.

    DA-4-26 sintió en ese momento que ese rostro magullado irradiaba una furiosa belleza interior, una luz zarca, gualda y rosada que decía que en el corazón de BM-1-97 se libraba un combate a muerte entre el flamígero dragón de la cólera y la sabia ondina de la serenidad que solo mora en las lagunas de montaña. Esos ojos verdes mostraban las copas de vetustos bosques milenarios donde los árboles vespertinos suelen respirar sobre un tapiz de rojos y ocres otoñales; donde el musgo esmeralda abraza los troncos de los abedules y las olvidadas rocas para cubrir toda pálida desnudez, y donde los arroyos salpican secretos a las piedras en saltos de agua de esquiva trasparencia.

    —Um... mejor voy a mirarme la pierna, - dijo él quitándose el arnés. —¿Por dónde se va a la unidad médica?

    —Pasillo de la derecha en el primer cruce. Luego primera puerta a la izquierda.

    La cabina se sacudió de pronto con violenta queja. DA-4-26 cayó de nuevo en el asiento. Numerosos indicadores de alarma protestaron sus luminosas y sonoras advertencias.

    —¿Qué ha sido eso? - preguntó él.

    MB-1-97 estaba moviendo palancas, pulsando botones luminosos, consultando pantallas de diagnóstico. —Explosión en la bahía de carga. Estoy sellando el nivel inferior.

    —¿Qué ha pasado?

    —Llévate el fusil de camino a la enfermería, vaquero. Me temo que tenemos polizones a bordo.

    Le señaló la pantalla con la imagen de una cámara montada en la esquina superior de un largo pasillo. Por ese corredor avanzaban las fuerzas arjarianas que habían subido antes por la rampa.

***

    —Entonces, ¿el transporte se ha completado con éxito o no? —Sí, - susurró KT-6-25 a SB-5-28.

    —Bueno, se podría decir que... - respondió SB-5-28 a la junta de inversores por videoconferencia holográfica. —...que el sujeto parece estar recuperando sus recuerdos con cierta lentitud. Esto es un inconveniente menor que podrá resolverse con un mejor equipo de modulación entrópica. Pero el caso es que he detectado una anomalía en este universo que...

    —¿El transporte se ha completado con éxito o no? - insistió otro inversor.

    —Dile que sí, - susurró KT-6-25 al mnemourgo. —Dile que sí o te arruino la vida.

    SB-5-28 se sobresaltó ante tal amenaza, apartándose un poco de ella. —Sí, podría decirse que se ha completado con éxito.

    La junta comenzó a frotarse las manos y a darse palmaditas en la espalda entre risueños murmullos.

    —Pero nuestro universo está cambiando. - añadió SB-5-28 alzando un dedo índice.

    —¿Cuándo puede entrar el prototipo en fase de producción? - expresó una accionista.

    —¿Qué opina del transporte en grupo? - inquirió otro.

    La junta entera irrumpió entonces en una avalancha de cuestiones.

    —¿Puede esta tecnología importar mascotas además de sus dueños?

    —¿Cómo llama usted a su invento?

    —¿Y pulpos? ¿Podemos ya transportar pulpos?

    —¿Ese chisme hace copias de seguridad de lo transportado?

    —¿Cuánto capital necesita para transportar un planeta?

    SB-5-28 se llevó las manos a la cabeza. ¿Qué había hecho? ¡Por Dios, el universo estaba cambiando! ¿No les importaba eso a estas personas? KT-6-25 le mostró una sonrisa triunfal. —Te lo dije. Los tenemos en el bote.

5. La nave auxiliar

    Después de reconstruir la biomasa de la pierna, DA-4-26 y BM-1-97 habían salido de la enfermería y encontrado oposición. Ahora disparaban hacia el pasillo central.

    —¡Maldición, hay demasiados! - gritó BM-1-97 agachada en la esquina derecha entre chispas de disparos láser enemigos.

    DA-4-26 disparaba en la esquina izquierda ráfagas de fuego de represión. —¡Y tienen mejor armamento! ¡No resistiremos mucho tiempo!

    —¡Solo hay que aguantar unos minutos! ¡Hasta que la computadora calcule las coordenadas de salto!

    —¿Y de qué nos va a servir eso?

    —¡La cabina de este crucero es parte de la nave auxiliar! ¡El resto es solo zona de carga y motor de hiperespacio! ¡Se puede soltar el resto y dejarlo a la deriva en el vacío!

    —¿Podemos huir ahora en la nave auxiliar y dejar el resto?

    —¡No! ¡Hay que huir después de saltar hasta la posición de KD-8-78! ¡No voy a dejar que ese haploide se me escape!

    Un grupo de cuatro soldados salió de la esquina del fondo y tomó posiciones en medio del pasillo. Empezó a abrir fuego para cubrir el avance de otros cuatro.

    —¡Retirada! - dijo DA-4-26. —¡Hay que volver a la cabina!

    —¡Sal tú primero, yo te cubro!

    —¡No! ¡Tú eres la que sabe pilotar este chisme! ¡Vete! ¡Ahora!

    —Bien pensado, - BM-1-97 salió corriendo por el cruce mientras DA-4-26 abatía a dos soldados de la carga enemiga.

    Los otros dos soldados avanzaban disparando. DA-4-26 giró en su esquina y echó a correr detrás de BM-1-97.

    Al llegar a la cabina, BM-1-97 se sentó deprisa a los mandos y empezó a consultar los diagnósticos. DA-4-26 llegó poco después y pulsó la palanca para atrancar la puerta.

    —¿Puedes aislar a esos soldados en la zona del casco fuera de la nave?

    —Eso estoy haciendo, - dio un puñetazo a un botón en la consola sobre su cabeza.

    Una eslusa de aislamiento se cerró justo delante de los soldados arjarianos. Los dos primeros chocaron contra esta y rebotaron contra sus compañeros que intentaban avanzar desde atrás.

    DA-4-26 se sentó en el asiento del copiloto y se abrochó el arnés. —¿Cuánto falta para que saltemos?

    BM-1-97 consultaba una carta estelar de navegación. Frunció el ceño. —Esto es raro. La computadora no está calculando el salto. Está recalculando la carta.

    —¿Qué carta?

    —La carta estelar de la galaxia.

    —¿Y eso qué significa?

    —No estoy segura. - consultó un mapa de la galaxia. —Parece que la galaxia está cambiando a una velocidad mayor que la de la luz.

    —Detalles, por favor.

    —Para empezar, la computadora cree que todo el espacio exterior a nuestra galaxia es solo vacío. Es decir, que ahora nuestra galaxia es la única en el universo.

    —¿Se han borrado los datos?

    —No. No está borrando los datos. Los está actualizando según los datos del servicio de tráfico estelar enviados por entrelazamiento. Estos datos se reciben de forma instantánea en todos los cruceros registrados.

    —¿Y podemos saltar o no?

    —Sí, claro. Puedo anular la actualización. Es que es la primera vez que veo algo así.

    —Bien. ¡Pues dale! - se sentó y apoyó con fuerza la espalda en el respaldo, aferréndose a los brazos del asiento, mirando al frente con cara de usuario de montaña rusa antes de la caída.

    Ella se quedó mirándole un rato, curiosa. Luego dijo: —¿Qué haces?

    Giró la cabeza hacia ella. —No sé. Preparándome para el salto hiperespacial, supongo.

    Ella rió y señaló a la ventana frontal. —Pero si ya hemos saltado.

    La curvatura de una gran esfera de color ocre emergió lentamente por la parte inferior de la ventana: un planeta que no había estado ahí un segundo antes.

    —¿Ya está? - DA-4-26 estaba decepcionado.

    Ella se encogió de hombros. —Recortes en efectos especiales. Pero puede uno imaginarse esa parte, ¿no? - movió las manos ante ella para enfatizar. —Siempre salen desde un punto central esas líneas de luz en perspectiva acelerada mientras se oye a alguien moviendo una pala en el agua de una balsa o algo así.

    —Tienes que revisarte el oído.

    —¿Cómo es el sonido entonces?

    —Es más como un... WUOSHHH. O un FUUUASHHH.

    Ella dio una carcajada. —Tú sí que lo flipas. En todo caso sería como un WUOOOOEIIII. Acabando en i al llegar.

    —No no. Pero te acercas. Es más como...

    Un retumbante estallido sordo hizo vibrar violentamente toda cabina. Ambos se miraron sobresaltados, aferrados a sus asientos. DA-4-26 fue el primero en hablar

    —¿Otra explosión interna? —No. Eso ha sonado a misil de protones lanzado desde el exterior. - consultó la computadora.

    —¿Nos están atacando?

    —Alguien solicita comunicación con nosotros. ¿Esperabas tú a alguien?

    —¿Yo? A nadie. Pero ponlo en pantalla, ¿no? A ver qué quiere.

    BM-1-97 golpeó un botón.

    En la pantalla apareció la imagen de un hombre con uniforme miltar.

    —Soy el Almirante del superdestructor SSC Aniquilator. Eso solo ha sido una advertencia. Ríndase sin oponer resistencia o atacaremos esta vez con misiles de antimateria.

    —Un momento, soy BM-1-97. Licencia de comercio clase B2. Tengo permiso de salto en este sector. Compruébelo si quiere.

    —No me importa quién es usted. Me importa quién es él. - señaló a DA-4-26.

    Ella miró a DA-4-26, pero él se había quedado mudo y ella tuvo que responder por él. —Esta persona es DA-4-26. Una especie de sheriff interestelar en misión de captura y arresto de un sospechoso que ha...

    La réplica del Almirante sonó tan cortante como contundente: —DA-4-26 es un asistente de laboratorio que, curiosamente, trabaja en mi nave en este momento. - extendió un brazo y lo recuperó, trayendo consigo a otro DA-4-26 agarrado del brazo.

    El otro DA-4-26 sonrió estúpidamente a la cámara y saludó con la mano.

    BM-1-97 alzó las cejas. Miró a uno y a otro DA-4-26 alternativamente varias veces. Luego habló con el DA-4-26 que ella conocía. —¿Es tu hermano gemelo?

    —No. - dijo el DA-4-26 que ella conocía. —Al principio creí que era el usurpador que me había robado la vida. Ahora no lo tengo tan claro.

    —Pero es como tú, - BM-1-97 estaba desconcertada. —¿Sois clones o qué?

    —Así es, - intervino el Almirante. —Nuestro servicio de inteligencia tiene motivos para creer que el pasajero de su crucero estelar debe ser puesto bajo arresto para ser interrogado.

    —Mi pasajero está protegido por el tratado del Consorcio Mercante y no desea ser arrestado, pero puede responder a sus preguntas aquí y ahora si él considera que son importantes.

    —Entregue al pasajero o sufra las consecuencias.

    —Acepto que envíe a alguien para que lo interrogue dentro de este crucero.

    —Su crucero no tiene escudos, no tiene turbocañones, no tiene lanzamisiles, no tiene cazas, no tiene infantería, no tiene nada que le permita negociar con el superdestructor estelar clase Victoria con mayor poder destructivo de la galaxia.

    BM-1-97 miró a su DA-4-26. —No dejes que eso te intimide, vaquero.

    Él la miró y suspiró una bocanada de rendición. —No he llegado hasta aquí para ponerte en peligro ahora. Será mejor que me entregue.

    Ella le miró con tristeza. —Pero es que yo quería que fuésemos a por ese haploide de KD-8-78 juntos, así es más divertido. - miró al Almirante. —¿Va a tardar mucho ese interrogatorio? Tenemos que hacer unas cosas en ese planeta.

    —Su pasajero será trasladado al centro de retención de máxima seguridad en el brazo interior de la galaxia. Permanecerá allí hasta nueva orden.

    —No me gusta cómo ha sonado eso, - dijo BM-1-97 a DA-4-26.

    —A mí tampoco. - respondió él. —Recuerdo haber estado una vez en uno de esos, pero no sé por qué lo recuerdo. Todo es tan confuso. - empezó quitarse el arnés. —Muy bien, Almirante, me entrego. Envíe a sus muchachos.

    BM-1-97 se mordió el labio, pensando.

    —Ha tomado la decisión correcta, - dijo el Almirante. —Un transbordador está saliendo ahora hacia su bahía de atraque. Comunicará con ustedes en breve. - la pantalla de comunicación quedó en negro.

    Un indicador del radar confirmó la aproximación de una nave. Tiempo estimado de llegada: tres minutos.

    DA-4-26 llegó hasta la puerta.

    —¡Espera, vaquero! - dijo BM-1-97.

    DA-4-26 dio giró la cabeza hacia la mercante.

    Ella se abalanzó hacia él, le agarró de las solapas del abrigo y le plantó un beso en los morros.

    Luego se separó un poco, diciendo: —Tengo un plan para escapar.

    —Um. Vale. ¿Y era necesario el beso para decirme eso?

    —A estas alturas de la película, no esperes mucha lógica.

    —La historia de mi vida.

***

    La nave de línea estelar llegó al sector del planeta Ocre 3.

    La voz de un asistente de vuelo informó a los pasajeros: —Gracias por saltar al hiperespacio con Frontera Espeislain. Llegaremos a Ocre 3 en unos minutos.

    —Esta es una mala idea. - dijo KT-6-25.

    SB-5-28 se levantó del asiento para recoger su equipaje se mano. —Si se te ocurre una idea mejor, soy todo oídos.

    —Puedes inventar algún desentropizador que invierta el proceso.

    —¡Ja! - exclamó él echándose la bolsa de mano al hombro. Caminó por el pasillo esquivando educadamente a los pasajeros que encontraba a su paso. —Necesitaría tres años de estudio para eso. No tenemos tanto tiempo.

    Ella avanzaba tras él. —Pero ¿qué vas a decirles a los accionistas? ¿Siento mucho que hayan tirado a la basura todos esos millones?

    Él seguía avanzando por el largo pasillo. —Dentro de veinticuatro horas no habrá accionistas de los disculparse. - llegó hasta una cortina azul con el logo de la espaciolínea y metió la mano en la bolsa.

    Una educada asistente de vuelo salió de la cortina y se detuvo allí con los brazos apoyados en las jambas para bloquearle el paso. —Perdone, señor. Esta zona es solo para la tripulación. La salida está...

    SB-5-28 apuntó a la mujer con un pequeño aparatito de exótico diseño. —Y esto es un arma electrofibrilar letal. No te alarmes, da media vuelta y camina frente a mí.

    La mujer miró el arma ojiplática, levantando un poco las manos. —No dispares, amigo. Tranquilo, - dio media vuelta y entró en el pasillo de personal. —No me pagan lo suficiente para hacer de heroína.

    —Llévame hasta la cabina del piloto.

    —¿Estás secuestrando esta nave?

    —Estoy salvando la galaxia. O lo que queda de ella.

    Llegaron a la compuerta de la cabina, una maciza estructura blindada. La mujer se hizo a un lado y señaló el panel de seguridad junto a la compuerta. —Solo puede abrirse desde dentro o con la retina de acceso.

    —¿Puedes abrir tú la puerta?

    —No.

    —Pues diles que abran la puerta.

    —¿Ese es tu plan? - la mujer estaba indignada. —¿Crees que abren la puerta a todos los locos con armas letales? ¡Solo la abrirían para una verdadera emergencia!

    La puerta de la cabina se abrió y el comandante salió presuroso al pasillo ignorando a la mujer y a SB-5-28. Ambos miraron cómo el hombre entraba en el servicio de caballeros.

    —Como esa. Es por el menú a bordo, - se disculpó ella. —Demasiada fibra.

    SB-5-28 movió el arma para que la mujer entrara en la cabina. Entró tras ella y cerró la puerta.

    El copiloto operaba el crucero con los auriculares puestos. La nave se aproximaba al planeta Ocre 3. Ante la órbita del planeta destacaban un enorme destructor y un pequeño crucero estelar.

    —Tú siéntate ahí. - SB-5-28 indicó a la mujer el asiento libre. Él quedó de pie tras ellos apuntando a uno y a otro.

    El copiloto giró la cabeza hacia la mujer, extrañado; se quitó los auriculares. —¿Qué haces tú aquí?

    La mujer señaló con el pulgar hacia el hombre de atrás. —Habla con él.

    SB-5-28 apuntó al copiloto con el arma y señaló por la ventanilla de la cabina. —Tiene que llevarme hasta ese pequeño crucero de ahí.

6. El planeta

    —¿Seguro que has revisado bien tu plan? - DA-4-26 se selló el traje espacial y recogió el casco que ella le dio.

    Ella se puso otro casco. —Más o menos. He indicado a la nave que viene a buscarte que los esperas en el muelle C. Las tropas arjarianas allí los tendrán ocupados durante un tiempo, pero no mucho. Hay que darse prisa.

    DA-4-26 se puso el casco y siguió a BM-1-97 hacia el purgador de carga. —¿Y cómo vamos a escapar? ¿Flotando como placton en el espacio?

    —No. Vamos a salir despedidos hacia el planeta. Estos trajes tienen propulsores atmosféricos.

    BM-1-97 golpeó un botón junto a la compuerta circular del conducto que descendía hacia la sala de eyección de basura. Empujó a DA-4-26 dentro cuando se retiró la placa.

    —Baja. No tenemos mucho tiempo.

    Ella entró tras él. El estrecho túnel descendía hasta el depósito de chatarra.

    DA-4-26 llegó al final del tunel y saltó hasta abajo, al contenedor de chatarra. —¿Has hecho esto antes? - ayudó a BM-1-97 a bajar.

    —No. Pero lo vi en una película.

    El barullo de combate en el muelle resonó por el metal del crucero.

    —Los arjarianos están defendiendo el fuerte. Menudos haploides, - rio BM-1-97 mientras vadeaba cables, bobinas y variado desperdicio electrónico para llegar al panel donde se hallaba la palanca manual de eyección.

    DA-4-26 iba tras ella. —¿Y este chisme lanza basura a los planetas? —Esto no contamina el planeta. La basura se desintegra antes de tocar el suelo. Aunque tampoco es que allá abajo fueran a notar la diferencia - BM-1-97 agarró con ambas manos la barra central de la palanca.

    —¿Preparado?

    —¡Espera! - DA-4-26 puso un brazo sobre el hombro de ella. —Explícame eso del vuelo atmósferico.

    —No puedo explicártelo. Yo tampoco sé como funciona. - Tomó impulso y tiró de la palanca hacia abajo.

    La palanca no cedió.

    BM-1-97 tomó aire. —Uf. Esto hace tiempo que no se usa.

    —Y si la basura se desintegra, ¿que va a impedir que nos desintegremos nosotros también?

    —No lo sé. - Ella empujó de nuevo la palanca. Sin éxito. —Supongo que sobreviviremos. Por eso de ser los protagonistas y todo eso.

    —Eso no garantiza nada. Nosotros también podemos morir.

    —Es posible, pero no creo que eso pase a mitad de la historia. Ayúdame con esto.

    DA-4-26 se puso a su lado y agarró su mitad de la barra. BM-1-97 hizo la cuenta.

    —Uno, dos... ¡Tres!

    Entre los dos bajaron la palanca y se abrió el suelo del contenedor. Sintieron tal aceleración tremenda al salir al vacío del espacio que los dos gritaron con total libertad. Rieron después avergonzados, sujetos uno a los antebrazos del otro mientras planeta, crucero estelar y superdestructor giraban a su alrededor.

    BM-1-97 los estabilizó activando un propulsor lateral. Ahora caían lentamente y la chatarra se alejaba de ellos hacia la redonda masa ocre.

    —Visto desde aquí, el planeta hasta parece bonito. - dijo BM-1-97, soñadora.

    —¿Es que no lo es? - él admiraba las vistas también.

    —Ocre 3 es un planeta minero. Hectárea tras hectárea de polvoriento desierto de rocas, matojos, cañones, feas refinerías, orugas escavadoras, locos y feos droides y ciudades aún más feas.

    —¿Por qué habrá venido aquí KD-8-78?

    —El planeta es tan feo que tiene mucho éxito como destino turístico. Seguro que FX-3-77 tiene un rancho aquí.

    —¿Cómo se acelera este traje? Quiero bajar ya para ver todo eso.

    —Tienes propulsores en la espalda, en los brazos y en las piernas. - BM-1-97 le señaló los controles de cada propulsor en la palma de cada guante. —Hay que ir probando.

    DA-4-26 los activó todos y salió disparado como una flecha hacia el planeta. —Creo que he hecho esto antes.

    —¡Espera! - BM-1-97 le siguió detrás. —Seguiré tu estela.

***

    —Hemos llegado al crucero, - dijo el copiloto de Frontera Espéislain.

    SB-5-28 observaba el crucero estelar por la ventana de la cabina. Muchos kilómetros de espacio separaban ambas naves. —Está muy lejos. Acércate más.

    El copiloto señaló el superdestructor que flotaba por debajo del crucero a varios kilómetros de distancia. —No puedo. Esa nave de la Autoridad Interestelar ha prohibido el tráfico espacial en las cercanías del crucero. Esta es la menor distancia que podemos conseguir sin ser vaporizados.

    —¡Maldición! - SB-5-28 golpeó el respaldo del asiento del copiloto.

    KT-6-25 le susurró al oído señalando por la ventana. —¿Qué es eso de ahí?

    Un pequeñito racimo de chatarra espacial salía del crucero hacia el planeta.

    SB-5-28 consultó el aparato que llevaba en la muñeca: un hiperradar cuántico de localización del sujeto DA-4-26. —¡Ha salido del crucero y va hacia el planeta!

    —¿Y bien? - preguntó el copiloto.

    —Cambio de planes. ¡Aterrice en el planeta!

    —Ese era el plan original de esta nave desde el principio. - dijo la asistente de vuelo mientras se limaba las uñas en el asiento del comandante. —¿Por qué no vuelves a tu asiento y esperas allí con el resto de pasajeros?

    SB-5-28 se sonrojó. —Um. Sí, eso tiene cierta lógica.

    La asistente se levantó y quedó junto a SB-5-28. Abrió la puerta de la cabina con un suave empujón y le indicó la salida. —Venga. Te prepararé una copa mientras esperas.

***

    Los dos protagonistas surcaban los altos cielos diurnos del ecuador de Ocre 3 como ardientes meteoritos. Sus trajes iban perdiendo capas aislantes a medida que estas se carbonizaban por la fricción en la atmósfera.

    Volaban uno junto a otro maravillados por las vistas, pero no en el buen sentido. La superficie que emergía del horizonte era una monótona secuencia de los mismos elementos repetidos una y otra vez: desfiladero de piedra roja, miserable pradera con maleza y chatarra, tramo de desierto con cactus, exiguo riachuelo de montaña entre una arboleda, la montaña del riachuelo. Todo bajo un sol abrasador.

    Se sorprendieron al ver aparecer de pronto una ciudad en el tramo de desierto. Era un punto de contraste en la secuencia.

    —Bajemos allí. - señaló ella.

    Aterrizaron suavemente ante dos altos postes con un cartel en lo alto.

    Ciudad El Paso - Población: 1533.

    Sus pies tocaron el suelo de tierra justo cuando sus trajes espaciales se vaporizaban finalmente en cenizas llevadas por la brisa. Vestidos ahora con las ropas que llevaban bajo el traje, avanzaron por la calle principal del rústico poblado minero.

    El poblado parecía consistir en una única avenida, amplia e interminable. A ambos lados había bajos edificios y locales de madera sintética cuyas entradas daban a la calle. Había tramos de locales adosados, pero de vez en cuando aparecían callejas separadoras de estas hileras de longitud variada.

    Por la avenida paseaban lugareños y turistas con botas de espuelas magnéticas, pantalones vaqueros, chalecos y camisas bajo sombreros de ala ancha. Algunas mujeres lucían vestidos de tonos claros, largas faldas y coloridas sombrillas a juego.

    Había también droides caballo: corceles biónicos chapados en cromo reluciente o polvoriento según el grado de uso. Algunos de estos cabadroides llevaban jinetes de paseo, otros tiraban de diligencias y carromatos en grupos de dos o cuatro, relinchando y levantando polvo bajo sus cascos. Otros esperaban de pie ante abrevaderos de recarga eléctrica que había colocados frente a las pasarelas de madera que recorrían las fachadas de los edificios.

    Las gentes se saludaban al pasar inclinando la cabeza o se quitaban el sombrero para conversar con alguna dama. Muchos lucían cinturones con fundas para réplicas de revólveres de metal.

    BM-1-97 y DA-4-26 lo observaban todo con interés mientras caminaban por un lado de la calle cercana a los edificios.

    —Todo es tan feo que atrae al turismo. - dijo BM-1-97.

    —Sí que es feo, pero admito no haber visto nunca nada igual. - DA-4-26 lo miraba todo con asombro. —¿Qué hay para hacer por aquí?

    —Oh, pues no hay gran cosa... - BM-1-97 fue señalando diferentes locales. —Ahí hay un salón para beber zarzaparrilla y jugar al póquer. Ahí hay una botica para remedios, elixires y medicinas. Si quieres cortarte el pelo o la barba puedes ir al dentista. Ahí está el banco. Ahí, los baños. El hotel y el teatro. En la oficina de correos puedes tomar una diligencia hacia poblados cercanos, ranchos o minas. Para viajes más largos hay que usar el ferrocarril.

    —¿Es eso una oficina de turismo? - DA-4-26 señaló al otro lado de la calle un local de dos plantas con balcón y alto frontal de madera donde se leía: Todos los secretos de Ocre 3.

    —Eso parece, - BM-1-97 le tiró del brazo mientras caminaba hacia el local. —Vamos a ver si tienen un mapa.

***

    —¡El Elixir del Abuelo! ¡Paperas, sarampión, dolor de muelas, piedras del riñón! ¡Lo cura todo o le devuelvo el dinero! ¡Compre aquí su frasco del Elixir del Abuelo!

    —¡Visite Mina Serpiente! ¡La ciudad de Ocre 3 más caliente!

    —En esta estación hay mercachifles y charlatanes por todos lados. - se quejó KT-6-25 sentada en el asiento del tren junto a la ventanilla, mirando hacia el andén. —Y apesta a aceite de motor y a ajo.

    SB-5-28 dejó la maleta bajo el asiento de madera de su vagón. Estaba sentado frente a ella. —Podrías ser más positiva para variar.

    Ambos vestían con ropas nuevas para no llamar la atención. SB-5-28 llevaba un conjunto comprado en el centro comercial del espaciopuerto: camisa y chaleco negro bajo traje blanco a rayas grises, zapatos a juego y chistera. KT-6-25 llevaba un vestido azul y blanco con corpiño de generoso escote con bordados, amplia falda hasta los tobillos y zapatitos negros. Su rubio pelo rizado sobresalía bajo una gran pamela blanca con lazo rosa.

    Ella le miró. —Tienes mucha fe en poder resolver esto.

    SB-5-28 sacó una pipa de boquilla curva y la encendió. Dio una calada y soltó el humo, diciendo: —El sujeto está ahora en El Paso. Solo tengo que volver a meterlo en el Orbe y devolverlo a su propio universo. Después, todos nuestros problemas quedarán resueltos en cuanto destruya el chisme.

    KT-6-25 estaba enfadada. —¿Cómo puedes ser tan ingenuo? ¡Nuestros problemas solo habrán empezado! ¡Esos accionistas te exprimirán la sangre a demandas!

    SB-5-28 se inclinó hacia adelante, señalándola con la boquilla de la pipa. —¿Sabes cuál es tu problema?

    El tren comenzó a traquetear para salir de la estación.

    KT-6-25 miró a su alrededor, sorprendida.—¿Por qué vibra tanto esto? Es un tren de levitación magnética.

    —Lo hacen a propósito. Para ambientar. El humo de la locomotora también es falso.

    Un hombre gordo entró en el vagón. Vestía elegante y a la moda local. SB-5-28 juzgó que el bigotillo y el bombín eran muy apropiados. El hombre saludó a SB-5-28 con una tímida sonrisa y tomó asiento cerca de la puerta.

    SB-5-28 retomó el hilo de su conversación con KT-6-25. —Tu problema es que no te importa nada. Eres brillante, pero fría como nitrógeno líquido. - se reclinó en el asiento señalándose con el pulgar. —Yo tengo sentimientos.

    El gordo observó extrañado a SB-5-28, quien al parecer hablaba a una mujer invisible sentada delante.

    KT-6-25 miró por la ventana, ofendida. —Yo también los tengo. Los sentimientos asesinos también son sentimientos. Pero todo lo hice por ti. Por tu sueño.

    —Lo sé. - respondió SB-5-28. —Y te amo por ello. Pero mi sueño ha causado todo esto. La hipersuperficie está borrando este universo. La esfera de La Realidad está encogiendo y DA-4-26 está en su centro. Todo lo que queda fuera de esa bola desaparece.

    —Así que estar junto a DA-4-26 es el lugar más seguro del universo ahora mismo.

    —Exacto. Cuando lleguemos a El Paso, lo llevaremos al laboratorio y lo enviaremos de vuelta a su propio universo. Eso revertirá el proceso y la hipersuperficie reconstruirá La Realidad que ha borrado.

    —¿No es posible entonces el transporte transuniversal? - preguntó KT-6-25.

    SB-5-28 dio una calada a su pipa y miró al techo en introspectiva reflexión. —Mi muy estimada KT-6-25, puede que los mnemourgos del futuro hallen la respuesta a esa pregunta. En cuando a mí, cuando todo esto termine me dedicaré solo a proyectos inofensivos; como los viajes en el tiempo, por ejemplo.

    —Siempre he querido visitar el Londres del siglo XIX, - confesó KT-6-25.

    El sonriente gordo sintió la necesidad de preguntar. —Es usted actor, ¿verdad?

    KT-6-25 miró al gordo con desdén. —Deja que lo mate. Ocultaré el cuerpo en la caldera.

***

    —Aquí lo indica. - dijo BM-1-97 señalando en el mapa que había extendido sobre una mesa del salón. —El Rancho de FX-3-77.

    —Típico nombre para un narcisista. - DA-4-26 dio un sorbo de whisky de posidonia.

    El par había decidido alquilar una habitación en el hotel e integrarse en la cultura local con nuevos atuendos. BM-1-97 había insistido en que DA-4-26 llevara el conjunto llamado Llanero Solitario, pero con la variante en blanco y revólver de plata, con pañuelo azul al cuello en lugar de rosa y añadiendo una dorada estrella de Sheriff en el pecho.

    BM-1-97 vestía el atuendo Pistolera Forajida. Este incluía cartucheras cruzadas con doble funda de revólver; discreto poncho bordado a rayas sobre los hombros, con caída en punta hasta la cintura por delante y por detrás; botas altas de monta marrones sobre pantalones azules de lona; camisa a cuadros en marrón y blanco, y sombrero mexicano con pañuelo negro al cuello.

    BM-1-97 continuó. —Está a dos horas en diligencia, pero no sale ninguna hasta mañana.

    —Podemos alquilar dos cabadroides y salir después de comer algo.

    —Buena idea, vaquero, - respondió BM-1-97. —Podemos pedir comida en la habitación, - alzó las cejas hacia él y sonrió pícaramente.

    —Um, - DA-4-26 se rascó la nuca. —Bueno, bien.

    —Genial, voy a... - ella se levantó, pero él le agarró una muñeca para que se volviera a sentar.

    —Quiero decirte algo sobre mí.

    Ella se sentó, apoyó los codos en la mesa y la barbilla en las palmas de las manos. —Ya lo sé. Eres el clon de ese tipo. No me importa. Puede que yo sea un clon también. ¿Cómo se pueden saber esas cosas?

    —Tienes razón en eso. Yo mismo no sé quién soy. Tengo visiones y recuerdos raros y de pronto conozco cosas que no sé de dónde salen y... - tomó aire e hizo una pausa antes de seguir. —Pero lo que quiero decir es que te salvé porque quería recuperar mi vida. No mi vida en realidad, sino la vida que recordaba. Quería matar a ese asistente de laboratorio para volver con su mujer, y para hacer eso tenía que salvarte a ti primero. Nada más decirlo, se arrepintió.

    —Oh, - ella se echó atrás en la silla y dejó de sonreír. —Vaya, esto ha sido inesperado. Suenas a loco psicópata con los sesos revueltos.

    —Bueno, - se defendió DA-4-26 —En su momento todo eso tenía perfecto sentido, pero dicho así en frío... - reflexionó un poco más. —¿Puedes olvidar que lo he dicho?

    Ella estaba sentada ahora con los brazos sobre el regazo y le miraba como si él fuese un tren de alta velocidad recién descarrilado, siniestro total.

    Quedó así un rato hasta que sacudió la cabeza de pronto y se inclinó apoyando los brazos sobre la mesa. —A ver si lo entiendo. Tú quieres volver con la mujer de ese tipo...

    —Quería, - corrigió DA-4-26.

    —Querías volver con esa mujer y por eso... ¿me salvaste a mí? DA-4-26 quería salir de ese callejón. —Pero quizá tú tienes razón y soy una especie de sheriff interestelar. Quiero decir que puede que parte de la decisión de salvarte fuese en realidad porque eso es lo que hago, porque eso es quien soy. Puede que lo de la mujer de ese tipo solo se mezclase en la decisión por accidente. Al menos ya no pienso en ella como antes. He empezado a olvidarla.

    —Mira, sé como son esas cosas. Uno necesita tiempo para dejar una relación. Eso puedo entenderlo. Pero lo tuyo no es carburar bien, vaquero. ¿Entiendes eso? No hay caldo en la olla, te patina la mecedora, tienes el tarro lleno de mermelada, la jaula está abierta y se te escapan las palomas, - le tocó la sien con un dedo. —No hay nadie al volante ahí dentro.

    DA-4-26 se echó hacia atrás ante el toque de ese dedo acusador.

    —Creo que te sacaron tarde del microondas al crearte, - dijo BM-1-97. —Y eso es mogollón de triste, lo digo en serio. Te frieron bien la sesera.

    Ella se reclinó en la silla y se quedó mirándole como quien busca sentido en un extraño cuadro de arte abstracto.

    Aquella mirada era demasiado dolorosa para contemplarla. DA-4-26 se levantó de la mesa y se alejó caminando hacia la salida del salón. Al llegar a las dobles puertas batientes, miró atrás.

    BM-1-97 no se había movido. Seguía mirando a la nada como una estatua.

    Él salió del salón. La sombra del sol del mediodía siguió sus pasos por la tierra ocre de la avenida.

7. El rancho

    BM-1-97 volvió a la habitación de hotel y la encontró vacía.

    DA-4-26 le había dejado una nota sobre la cama.

    Querida BM-1-97:

    Cuando leas esto ya no estaré en la habitación (tampoco estaré en el cuarto de baño, por si no has mirado allí todavía). Y no preguntes, pues no sé dónde estaré porque no sé qué estado de mí está donde debe estar, ¿estamos?

    —Pobrecillo, - susurro ella. —Le baila la brújula una cosa mala.

    Siguió leyendo en voz alta.

    No te conocí mucho, pero me habría gustado pasar más tiempo contigo y hacer esas cosas que hacíamos: disparar a tropas arjarianas por los pasillos; buscar el verdadero sonido del salto hiperespacial; ser vomitados por un crucero estelar hacia la atmósfera de algún planeta; robar mapas en las oficinas de turismo; probarnos ropas y salir corriendo con ellas; pelearnos en los salones porque crees que estoy chiflado...

    Ella suspiró con cierta nostalgia. La prosa estaba calando.

    También me habría gustado hacer otras cosas contigo: amarte con pasión en la cama de un hotel; cabalgar contigo hacia el sol naciente (¿o era el poniente?); ir al rancho de FX-3-77 para derrotar a los malechores (te habría dejado para ti sola a ese haploide de KD-8-78, por supuesto).

    Ella rió ese último comentario.

    Pero estas últimas horas he estado pensando. Aunque no sé quien soy, probablemente no te merezco ni en este universo ni en ningún otro. Ya no quiero recuperar mi vida recordada, voy a crear la mía propia a partir de lo que siento que es bueno y justo. Voy a ser la especie de sheriff interestelar que tú creíste que era, porque ser eso me recuerda a ti y a mí, porque estoy seguro de que eso nos unió y me concilió con quien soy en realidad.

    Aunque tú no me creas.

    Te echo de menos.

    —Qué bonito lo último, - dijo ella soñadoramente.

    Luego arrugó el papel y lo tiró a la papelera sin mirar.

    —Basta de locuras. Es la hora de los mamporros.

    Caminó hacia la puerta y salió de la habitación. Volvió a entrar andando marcha atrás, seguida de un hombre de blanco y con chistera que la apuntaba con un arma extraña.

    El hombre cerró la puerta con el pie sin dejar de apuntarla. —Siéntate en la cama.

    Ella se sentó.

    SB-5-28 repasó la habitación con la mirada. —¿Dónde está?

    —¿Dónde está quién? - BM-1-97 sentía más curiosidad que temor.

    —El sujeto.

    —¿Se refiere a DA-4-26?

    —Sí. No hay mucho tiempo. ¿¡Dónde está!? - la amenazó con el extraño aparato.

    —No lo sé. ¿Es usted el psiquiatra de DA-4-26? Del clon, quiero decir.

    —¿Qué clon?

    —¿No me ha dicho que busca al clon de DA-4-26?

    —No no no. El sujeto no es un clon del DA-4-26 local, es un original de otro universo. ¡Por eso tengo que encontrarlo! ¡La galaxia está en peligro!

    —¿Por qué no se calma y me explica toda la historia?

    KT-6-25 salió del cuarto de baño envuelta en una toalla. Se secaba el pelo con un paño. —Cuéntale la historia, - se encogió de hombros. —O deja que la mate.

    SB-5-28 guardó el arma y se sentó junto a BM-1-97. —Soy mnemourgo. Hace treinta y seis días, cuatro horas y dieciséis segundos realicé el primer transporte transuniversal de la historia. - dudó un momento. —Bueno, al menos de la historia de este universo.

    BM-1-97 escuchó con atención cada palabra. El mnemourgo detalló con pelos y señales todo lo ocurrido hasta el momento: la creación del prototipo del Orbe, la selección del sujeto que iba ser transportado, el momento del transporte en sí, la confusión y lenta adaptación de la mente del sujeto, la problemática rectificación en la hipersuperficie que contenía la memoria holográfica que creaba La Realidad, la paulatina disminución actual del universo observable...

    SB-5-28 terminó diciendo. —Si no devolvemos tu novio a su universo, la galaxia quedará reducida a una esfera de radio equivalente al espacio vital del sujeto transportado.

    —Guao, - BM-1-97 miró atónita al hombre. —Tú estás aún peor que él.

    —Bien. Se acabó, - dijo KT-6-25. —Voy a matarla.

    Pero BM-1-97 recordó de pronto un detalle. —Espera un momento. ¡Por eso la computadora estaba recalculando la carta estelar! ¡Porque el universo estaba dejando de existir tal como has dicho!

    —¡Exacto!, - SB-5-28 sonrió complacido, pero la sonrisa le duró poco. Su semblante adoptó de pronto la expresión del horror. —¡Oh, no! ¡La Autoridad Interestelar!

    —¡Exacto, la Autoridad Interestelar!, - confirmó ella asintiendo el comentario. —¡Por eso aquel Almirante quería interrogar a DA-4-26! ¡Toda tu historia encaja! ¡Y la que él mismo intenta reconstruir en su cabeza también! ¡Tengo que decirle que yo estaba equivocada!

    —No, quiero decir: la Autoridad Interestelar. - SB-5-28 señaló hacia la ventana de la habitación.

    Ella giró la cabeza. El cielo del horizonte se estaba llenando de naves de exploración de categoría militar.

    —¡Son las tropas del Almirante!, - explicó BM-1-97. —Están buscando a DA-4-26 para llevarlo a un centro de máxima seguridad en el brazo interior de la galaxia.

    —No no no no, - SB-5-28 se levantó de un salto y corrió hacia la ventana con las manos en la cabeza. —Eso no puede ocurrir. La distancia del sujeto a mi laboratorio tiene que ser menor en todo momento que el diámetro de la esfera de La Realidad. - se giró hacia ella. —¡El Orbe desaparecerá para siempre si DA-4-26 se aleja demasiado de él! BM-1-97 se levantó también. —Si DA-4-26 es de verdad una especie de sheriff interestelar. Sé exactamente adónde ha ido. Y puede que la Autoridad nos eche una mano.

***

    El cabadroide relinchó y se detuvo en la esquina del desfiladero. Su jinete oteó la distancia desde las alturas. Había un crucero estelar allí abajo.

    —BM-1-97 tenía razón. El Cheroqui ha ido a reunirse con su amo.

    —¡Por la ley! - El cabadroide se encabritó a la orden del autoproclamado sheriff. —¡Corre, Flecha, corre!

    Flecha salió al galope hacia el valle. Iba dejando una nube de polvo a su paso. DA-4-26 asía fuerte las riendas e inclinaba el cuerpo hacia adelante mientras su corcel movía su cuerpo biónico de perfecta imitación equina. Los cascos batían en la tierra a enorme velocidad. Pronto el crucero estelar quedó atrás y DA-4-26 condujo al veloz Flecha por un amplio sendero trillado entre las rocas y la maleza.

    El sendero conducía a una depresión del terreno donde se hallaba a lo lejos el rancho cercado: tres edificios con blancas paredes de cal y techos de teja.

    DA-4-26 cabalgó hacia la ladera de una colina que ofrecía buena cobertura a distancia prudente del rancho. Detuvo al cabadroide. Desde allí podía ver actividad detrás de la alta cerca de tablones del recinto. Esta encerraba tres edificios de dos plantas que encaraban una plaza central. En el centro de la plaza había un pozo con un tejadito sobre dos postes. Tras el edificio central había un cercado con una veintena de reses y caballos biónicos.

    En la plaza había unos treinta tipos vestidos de negro, con ponchos y sombreros. También estaba el Cheroqui, con el torso al aire y su larga melena negra cayendo por la espalda como una cortina.

    —¿Dónde estará FX-3-77? - se dijo el sheriff.

    El Cheroqui estaba gritando y haciendo aspavientos a los hombres reunidos allí. De pronto, un par de pistoleros salieron del edificio de la izquierda, el que parecía un establo o un almacén, y abrieron las enormes puertas para que otros ocho tipos sacaran entre todos una pesada y larga caja de madera. La dejaron en el centro de la plaza y volvieron a entrar en el establo.

    El Cheroqui gritó algo a los pistoleros allí reunidos y luego empezó a andar hacia la entrada del edificio central. Los pistoleros empezaron entonces a trabajar. Tres de ellos quitaron la tapa a la caja y empezaron a sacar piezas metálicas. Cuatro entraron en el edificio de la derecha. Los demás fueron en busca de los cabadroides en la cerca detrás. Los ocho del establo ya habían sacado una segunda caja y volvían al interior a por más.

    —Aquí pasa algo gordo, Flecha. - el sheriff espiaba ahora agachado tras una roca. —Quédate aquí. Voy a investigar.

    Avanzó agachado hacia la cerca por detrás de los edificios. El ganado al otro lado apestaba a aceite y lubricante. Mugía nervioso ante la presencia del intruso. El sheriff saltó la cerca y espió oculto entre las reses droide.

    Un grupo de pistoleros estaba montando en sus cabadroides allí cerca. Todos llevaban revólveres; algunos de ellos, rifles. A una señal del primero, el grupo de jinetes salió al galope hacia la salida del rancho delante de la plaza.

    —Vía libre, - se dijo el sheriff.

    Salió de la cerca del ganado y corrió hacia la parte de atrás del edificio central. Recorrió agachado la pared blanca, evitando las ventanas para llegar hasta la esquina. Pero se detuvo al pasar por debajo de una ventana abierta.

    Había oído una voz familiar.

    Quedó escuchando allí agachado.

    —Hay que esconder rápido la mercancía en las minas, - dijo la voz del Cheroqui. —Si bajan tropas aquí...

    Otra voz interrumpió, era la de FX-3-77. —¿Y por qué demonios ha venido la Autoridad Interestelar a este planeta en primer lugar? ¿Por qué has venido tú a mi rancho si sabías que te estaban siguiendo?

    Una tercera voz habló en arjariano, era CS-7-12. —Esa especie de sheriff interestelar nos atacó en la plataforma trece. Voy a tener que dar muchas explicaciones a mi cliente debido a este incidente. He perdido un crucero estelar y muchos soldados. ¿Quieres saber cómo supo esa especie de sheriff interestelar el lugar y el momento de nuestro trato? Yo te lo diré, FX-3-77: tienes un traidor en tus filas.

    —Eso es muy posible, - respondió FX-3-77 mirando de reojo a su hombre de confianza.

    —¿Qué? - gritó el Cheroqui. —¿Por qué me miras a mí? Yo no soy el traidor. No soy tan estúpido.

    CS-7-12 continuó, —Tienes que compensarme por todo esto, FX-3-77. Así es como hacemos las cosas en mi planeta Arjari.

    —¿Qué quieres como compensación?, - dijo FX-3-77.

    —Las diez cajas de armamento alienígena Gúnat de tu almacén podrán compensar el crucero estelar.

    ¡Armamento Gúnat!, pensó DA-4-26. Ese FX-3-77 estaba bien relacionado después de todo. Sería interesante echar un vistazo a esas cajas.

    Se alejó de la ventana y avanzó hasta asomarse en la esquina. Los pistoleros en la plaza estaban ocupados montando piezas antiaéreas. Corrió hacia el edificio de al lado y recorrió la pared buscando ventanas abiertas.

    No tardó en infiltrarse dentro del almacén y encontrar esas cajas. Cuando las abrió tuvo que sonreír ante lo que halló.

    Diez Exoesqueletos Predador con sus complementos para batalla de conquista planetaria terrestre.

***

    Entretanto, en el superdestructor espacial se llevaban a cabo urgentes preparativos.

    —Comunicación a cobro revertido del Alto Mando de Inteligencia, Almirante.

    —Acepte la videollamada, capitán.

    En la pantalla apareció un General de Inteligencia junto a un comité de otros mandos en pleno gabinete de guerra. —Almirante. Hemos analizado la naturaleza de la corrupción espaciotemporal. La esfera de La Realidad está encogiendo y el centro está localizado en su posición. El ritmo de la reducción es tal que el brazo interior de la galaxia desaparecerá en seis minutos. Eso le dejará a usted al mando de la Autoridad Interestelar por derecho de rango. Mi última orden es que destruya el origen de la amenaza de inmediato.

    —¿Que destruya el planeta Ocre 3, mi General?

    —Afirmativo. Puede que esa acción neutralice este vil ataque de nuestro enigmático enemigo. La supervivencia de las razas de esta galaxia está en sus manos. Buena suerte.

    La pantalla quedó en negro.

    —¿Tiene órdenes para mi unidad, Almirante?- preguntó el capitán.

    El Almirante quedó pensando sobre aquel dilema bélico. ¿Qué enemigo podía ser capaz de blandir contra ellos una tecnología destructiva de tal calibre? ¿Había acaso un modo de combatir la ira de Dios?

    —¿Almirante? - insistió el capitán.

    El Almirante salió de su ensueño. —Sí capitán, prepare todas las baterías de los Turbocañones con munición de antimateria. Vamos a aniquilar el planeta... que la galaxia nos perdone. Dispare a mi orden cuando estén listas.

8. La dimensión X

    Parte de la pared de la planta baja detonó con gran estruendo y los pistoleros en la plaza corrieron a ponerse a cubierto. Asomaron las cabezas apuntando sus revólveres hacia la niebla que emergía del almacén.

    —¿Qué habéis hecho, inútiles? - el Cheroqui salió corriendo furioso de la casa central seguido de FX-3-77 y CS-7-12.

    —Cúbrase, patrón, - gritó uno señalando hacia las luces rojas y azules entre la niebla de cal y polvo.

    El Cheroqui avanzó deprisa hasta el pozo con su rifle para mirar lo que estaba pasando. —¿Qué demonios es eso?

    —¿Quién es el idiota que ha reventado mi pared! - gritó FX-3-77.

    De la niebla surgió el robótico sistema bípedo-blindado-bélico de tres metros de altura. Con tres pasos ágiles y pesados extendió ante los presentes sus dos brazos equipados con toda suerte de armamento energético y de proyectil. El blindaje recubría por completo al tipo que lo operaba. Solo era visible su rostro por la ventana frontal de vidrio polarizado.

    —¡Ríndete, FX-3-77!. - exclamó el altavoz del Predador. —¡No me obligues a usar esto!

    —¿Quién demonios eres tú? - gritó FX-3-77.

    Fue el Cheroqui quien respondió. —¡Es ese payaso del club otra vez! - se giró hacia los pistoleros a su alrededor. —¿Qué hacéis ahí parados? ¡Acabad con él!

    Cuatro hombres corrieron hacia una de las tres piezas de artillería que habían montado en la plaza. El sheriff abrió fuego de advertencia con la ametralladora integrada en el brazo derecho. La tierra escupía trozos de piedra y polvo allí donde impactaban las balas que perseguían las botas de los pistoleros, pero eso no los detuvo.

    Los cuatro subieron al sistema antiaéreo mientras el resto disparaba las armas con su arcaica munición. Los impactos de esos proyectiles en el blindaje del Predador solo crearon ruido y chispas.

    FX-3-77 y CS-7-12 huyeron corriendo por detrás de la casa central. —¡A los cabadroides! - gritó FX-3-77 a CS-7-12. —¡Hay que llegar a la minas!

    El sheriff disparó el Turbocañón de plasma del brazo izquierdo a la pieza de artillería que le apuntaba con misiles de antimateria. Una esfera de energía verde salió disparada del Predador a una velocidad tremenda. Impactó en el blindaje de la unidad lanzamisiles con un estallido de luz y la desplazó varios metros hacia atrás, haciendo caer a sus artilleros.

    Pero dos misiles habían salido en su dirección silbando en el aire la melodía de la muerte inminente. En décimas de segundo, sonaban las alarmas en la cabina del Predador. El sistema le advertía del impacto de objetos hostiles, señalados como dos círculos rojos superpuestos a la imagen real.

    EYECCIÓN - EYECCIÓN - EYECCIÓN. Aconsejaba el sistema.

    El sheriff dio un salto en vertical y el sistema tradujo sus movimientos musculares en movimientos biónicos, los cuales eran cien veces más rápidos y más potentes que los otorgados por la sabia naturaleza. La unidad Predador se catapultó en el aire como un cohete por encima de los edificios. Los dos misiles intentaron corregir su trayectoria para seguir su objetivo, pero la parábola ascendente los llevó directos hacia la segunda planta del almacen. Estallaron allí expulsando una monumental bola de energía que arrasó el edificio entero en cuestión de una milésima de segundo. El frente de presión del aire que rodeaba el punto de impacto se expandió en todas direcciones a la velocidad del sonido. La fuerza sónica hizo volar por los aires la plaza entera: el pozo, los pistoleros y las piezas de artillería.

    La unidad Predador notó los efectos del frente de presión como si se hubiese apoderado de ella un huracán. La onda expansiva lanzó la unidad de combate aún más arriba en el aire, haciéndola girar como loca.

    El sheriff volaba sin control. Por el visor veía aparecer una y otra vez la línea del horizonte en ángulos extraños. Se estaba alejando del suelo, pero eso no iba a durar mucho tiempo.

    Tarde o temprano tendría que volver a él. Las unidades Predador no incluían módulo de vuelo.

    El cuadro de situación en su visor indicaba velocidad y altitud: 32 m/s y 366 m, respectivamente. No hacía falta ser un experto en balística, aunque él recordó que lo era, para saber que la caída iba a doler.

    Nuevas alarmas. Numerosos objetos se aproximaban a velocidad hostil desde todas direcciones.

    Había perdido contacto visual con lo que estaba pasando en el rancho. Seguramente allí abajo habían tenido tiempo de apuntar y disparar nuevos misiles.

    EYECCIÓN - EYECCIÓN - EYECCIÓN.

    No quedaba otra.

    Tiró de la palanca.

***

    —¡Más rápido! - gritó SB-5-28 —¿No puede este chime volar más rápido?

    —¡No me grites! ¡Ya estoy bastante estresada, gracias! - se quejó BM-1-97. Apartó del asiento con la pierna el cuerpo inconsciente y atado del piloto de la Autoridad Interestelar. —¡Siéntate ahí y calla! No podemos salir de la formación todavía. Hay que fingir que somos un caza del escuadrón o sospecharán.

    SB-5-28 se sentó al lado de BM-1-97 y consultó su minicomputadora de bolsillo. —En menos de una hora, la Realidad de este universo será una esfera de diámetro poco mayor que este planeta.

    —Entonces vamos bien de tiempo.

    —¡No estamos ni cerca de ir bien de tiempo! - el mnemourgo se llevó las manos a la cabeza. —Tenemos que llevar al sujeto a mi Orbe antes de cuarenta minutos. Eso nos deja... - consultó las tablas en su minipantalla. —Diez minutos y quince segundos para encontrarlo.

    —Pues vamos fatal de tiempo, - admitió ella. —La ruta que lleva este escuadrón no es la más rápida para llegar al rancho de FX-3-77.

    —¡Pues salgamos de aquí!

    —¡No grites! ¡Está bien! Haré el giro en el siguiente desfiladero.

    Su caza se separó discretamente del grupo de ocho al pasar una montaña.

    BM-1-97 rió ante su perfecta maniobra. —Qué haploides, no se han dado ni cuenta. Soy la caña cuando me pongo.

    —Azor 8. ¿Dónde va? Vuelva a la formación. - dijo la radio.

    —Ops, - BM-1-97 miró a SB-5-28.

    Él movió las manos hacia adelante. —¡No importa! ¡Tú sigue, acelera! ¡Ignóralos!

    —Azor 8, responda.

    Ella aceleró y respondió. —Em... Hola, al habla Azor 8. ¿Todo bien por ahí?

    —¿Tiene problemas en el radar, teniente? - dijo la radio. —¿O solo está borracho?

    BM-1-97 trató de poner voz de hombre. —Em. No, no estoy borracho... hombre. Es que... tengo que...

    SB-5-28 se hartó de la cháchara y habló a la radio. —No moleste, oiga. Está distrayendo al piloto. Ustedes sigan con lo suyo.

    Hubo una pausa de radio. Luego: —Está bien. Pero las órdenes son volar a las coordenadas 433 para evacuación. Hay que volver al superdestructor.

    —Recibido, - dijo BM-1-97, miró a SB-5-28 y se encogió de hombros.

    —Dese prisa, teniente. No creo que el Almirante espere. El Alto Mando ha ordenado la dimensión X para el planeta.

    —Claro, dimensión X. Recibido. - BM-1-97 frunció el ceño a SB-5-28.

    El mnemourgo habló por radio. —¿Qué pamplinas está diciendo de la dimensión X? Esa dimensión no es accesible desde este universo. ¿Está seguro de que no ha querido decir dimensión K?

    —Dimensión X, - repitió la radio. —Aniquilación total del planeta. Buena suerte. Corto y cierro.

    —Ah, - asintió el mnemourgo. —Ya decía yo que no podía... Un momento. ¿Qué es lo que ha dicho? ¡Oiga!

    —¡Creo que ese es DA-4-26! - dijo BM-1-97 señalando un punto en paracaídas flotando en el cielo. —Agárrate. Voy a hacer una maniobra de rescate.

***

    —Oficial de cubierta, ¿cómo van los preparativos para la dimensión X? —Almirante, aún están rellenando el megamisil de antimateria. Van por el sesenta por ciento. Tenemos los datos del avance de la anomalía, por si quiere entretenerse con algo mientras espera.

    —Póngalos en la holopantalla.

    Ante él apareció flotando la última actualización en 3D del estado de la galaxia.

    El veterano militar observaba erguido, con las manos a la espalda, que la galaxia ya no era la misma. Con el planeta Ocre 3 como centro, solo una porción esférica de cien años luz se proyectaba en la pantalla. Todo lo demás era una frontera negra e ignota, inaccesible y perdida en los misterios de la no creación.

    El Almirante sintió que un Dios arrepentido de su obra observaba desde un microscopio y giraba la ruedecilla del zoom a un ritmo constante y nefasto.

    Tantas galaxias. Tantos sistemas solares. Tantos planetas. Tantas formas de vida aniquiladas por el misterioso obturador de alguna máquina o perverso ingenio que operaba fuera de la pedestre comprensión de su disciplinada mente castrense.

    —¿Por qué? - susurró el veterano militar.

    —¿Cómo dice, señor? - preguntó la oficial de cubierta.

    El Almirante no dejaba mirar la mutilada galaxia. —He dicho que por qué. ¿Por qué toda esta aniquilación sin sentido? ¿Por qué destruir la natural consecuencia del transitar del tiempo? ¿Y por qué ahora, en los albores de una nueva megacivilización de seres vivos en armonía multicultural, conscientes de la maravilla de su propia existencia y del inmenso privilegio que conlleva poder admirar los mecanismos del Cosmos?

    —Um, - dudó la oficial.

    —¿Qué pecado hemos cometido para que se nos deje ser testigos de la cruel privación de todo lo que la vida ha construido? - el Almirante miró a la oficial.

    —Um... no, si visto así, sí es para quejarse, sí - dijo la oficial incómoda. —¿Cuál es su nombre, oficial?

    —NB-3-20, señor.

    —Me rebelo, NB-3-20, - el Almirante señaló hacia la mutilada galaxia. —¡Mi mente se rebela contra esto! ¡Mi alma se rebela! ¡Qué digo rebela, clama, aúlla, se rasga las vestiduras de ciervo y aúlla la primitiva llamada a la manada! - el Almirante emitió un largo y sentido lamento lupino. —¡Auhhhhh!

    —Um... ¿señor? - llamó al orden la mujer.

    —¡Auhhhh! - repitió el Almirante asintiendo hacia la oficial y alentándola con la mano a unirse a su él.

    —Um... auhhh - gimió la oficial sin mucha convicción.

    El Almirante no quedó satisfecho del intento. —¡AUHHHH! - demostró.

    La oficial cerró los ojos y aulló: —¡Auhhhh!.

    —¡AUHHHH! - aullaron juntos ahora con todo el sentimiento de su ser, en el puente de mando, ante la herida galaxia.

    Un aullido catártico que expresaba a la vez sumisión, indefensión y dolor.

    —¡AUHHHH!

    Así los hallaron, con los ojos cerrados y repitiendo el aullido una y otra vez, desnudos, a gatas sobre dos consolas de mando y llevando sus rostros hacia arriba, hacia una protectora luna imaginaria.

***

    DA-4-26 no sabía aún si su mente estaba asimilando bien lo que había ocurrido, pero tampoco le importaba mucho.

    Ya no caía, estaba sentado en la bodega de carga de un caza Fantasma de la Autoridad Interestelar. Aún era demasiado pronto para pensar sobre las implicaciones de eso. Por suerte, tampoco tuvo que hacerlo.

    Una voz familiar habló por el intercomunicador del caza.

    —¿Todo bien ahí atrás, vaquero?

    —¿BM-1-97, eres tú?

    —La misma. Oye, perdona por lo de antes en el salón. Es que no sabía que no eras un clon. ¡Pero esto es la bomba! Tus sospechas eran ciertas. ¡Eres una especie de sheriff interestelar!

    —¿Lo soy?

    SB-5-28 intervino. —Al menos lo eras en tu universo de origen.

    —Ese es SB-5-28. por cierto, - explicó ella. —El mnemourgo que te trajo a este universo. Ahora tenemos que llevarte de vuelta a casa.

    SB-5-28 revisó el estado mental del sujeto. —¿Eres capaz de comprender que eres de otro universo?

    —Um, - DA-4-26 consideró esa nueva información. —Estaba empezando a sospechar algo por el estilo.

    —Estupendo, - el mnemourgo quedó complacido. —El Orbe no funciona tan mal después de todo. Solo necesita un pequeño ajuste, una inversión de varias centenas de millones, diría yo.

    —Una lástima que tengas que destruirlo, - tanteó KT-6-25 de pie tras él, acariciándole el pelo. —Yo podría resolverte esa parte presupuestaria.

    —¿Y adónde vamos ahora exactamente? - DA-4-26 se levantó y caminó hacia la puerta que comunicaba la bodega con la zona de pasajeros.

    —Tenemos que meterte en el Orbe, - explicó BM-1-97. —Eso está en un laboratorio secreto a treinta años luz de aquí.

    —Y tenemos exactamente veintisiete minutos para lograrlo, - indicó SB-5-28 consultando su minicomputadora de pulsera.

    DA-4-26 salió de la bodega y avanzó por un pasillo hacia la cabina. —Pero este caza no tiene motor de salto.

    —Ya, - dijo BM-1-97. —Habrá que llegar hasta ese superdestructor en órbita y convencerlos de que nos lleven.

    —Ese parece un buen plan, - DA-4-26 abrió la puerta de la cabina.

    BM-1-97 dio media vuelta en el asiento del piloto, de rodillas y con las manos apoyadas en el respaldo. DA-4-26 vio el planeta Ocre 3 alejarse por la ventana de la cabina. Luego miró el serio rostro de BM-1-97.

    —¿Me perdonas y todo eso? - preguntó ella.

    —Claro, - él se acercó a ella y la tomó de las manos. —Te he echado de menos ahí abajo, ¿sabes?

    —Pues aquí estoy, vaquero - sonrió ella.

    —No me encuentro bien, - dijo KT-6-25. —Creo que voy a vomitar.

9. El superdestructor

    La Subalmirante había asumido el mando del superdestructor SSC Aniquilator y observaba compungida la masa de Ocre 3 en la gran ventana del puente de combate táctico. Todo el armamento de la nave apuntaba hacia el feo, aunque turístico, planeta.

    Una pantalla de cuenta regresiva indicaba la exígua y miserable esperanza de vida de la monumental esfera errante: 55 segundos... 54... 53...

    De pie ante un púlpito con un botón rojo del tamaño de un puño, la mujer contemplaba el millar de cruceros estelares que evacuaba el planeta. Millones de personas inocentes sin medio alguno de salvar la velocidad de escape gravitatorio estaban a punto de entrar en comunión termodinámica con el Cosmos en forma de pura energía.

    Un centenar de fieles oficiales acompañaban a su nueva Almirante en respetuoso silencio, mirando al frente y en posición de firmes, por todo el puente.

    Allí se hallaba la flor y nata de la Autoridad Interestelar. Hembras, machos, hermafroditas, espungifoides y otros que representaban el valor, el honor y el orgullo de la todas las especies inteligentes de la galaxia. Especies que habían superado el tremendo desafío que conllevaba aprender a vivir en responsable, tolerante y pacífica coexistencia.

    Por los altavoces de toda la nave comenzó a sonar una grabación con el solemne y orquestal Himno Galáctico. Al sonido de las primeras panderetas, atabales y zambombas, todos los fieles oficiales adoptaron al unísono el respetuoso saludo militar, llevándose el puño izquierdo a la sien derecha.

    Y todos empezaron a cantar el himno. Algunos con élficas voces, doradas y bruñidas, otros con voces disonantes y sin compás, pero todos con profunda pasión. Y aquellos que tenían sus gargantas atenazadas por la suprema congoja, lo cantaban en sus corazones con lágrimas que resbalaban por sus mejillas.

    Y mientras aquel abigarrado coro de serafines y ranas llegaba al comienzo de la estrofa final, el fatídico contador batía al compás sus números: 10.. 9... 8...

***

    —¡Cincuenta y cinco segundos para detonación! - gritó SB-5-28.

    Tras abandonar el caza prestado y salir de la bahía de aterrizaje, el trío corría por los laberínticos pasillos del gigantesco superdestructor. Corrían porque no quedaba mucho tiempo para realizar el salto hiperespacial hacia el sector donde se hallaba el laboratorio, pero también porque los perseguían robodroides biónicos de seguridad con forma de porteros de discoteca.

    BM-1-97 esprintaba en cabeza mientras consultaba un mapa de la nave robado. —¡Resistid! ¡Ya estamos cerca del puente!

    SB-5-28 la seguía subido a un aeropatinete de propulsión magnética con conexión inalámbrica. —¡He logrado conectar con la computadora de a bordo! ¡Estoy programando las coordenadas de salto!

    DA-4-26 corría en la retaguardia disparando sobre el hombro con dos fusiles de asalto Lasertrónix. —¡Intenta anular primero los robodroides de seguridad! - un portero se le había enganchado a la camisa y le estaba retrasando. Le gritaba que no podía pasar con ese calzado.

    DA-4-26 le golpeaba en la cara con la culata del rifle, pero el robusto portero seguía impasible con su misión.

    Los tres giraron hacia un amplio corredor lleno de puertas por las que entraban y salían soldados en frenética actividad. Caminaban deprisa pulsando las pantallas de sus microcomputadoras, leyendo o escribiendo mensajes en sus asistentes personales. Básicamente, ignorando todo lo que sucedía a su alrededor.

    —¡El puente de mando está al final de este pasillo! - indicó BM-1-97 esquivando o empujando gente a su paso.

    SB-5-28 volaba ahora con el aeropatinete por encima de las cabezas de la multitud. —Esta opción debería anular a los droides, - dijo el mnemourgo pulsando en la pantalla de su vehículo.

    Otra decena de porteros biónicos salió corriendo de unas puertas detrás de ellos y se sumó a la jauría de miuras.

    SB-5-28 miró atrás hacia sus nuevos perseguidores. —Nop. No era esa opción.

    DA-4-26 tenía ahora tres droides enganchados y se estaba quedando atrás. —¡Seguid! ¡Yo los distraeré!

    El sheriff dio media vuelta y empezó el reglamentario reparto de mamporros y disparos contra los droides. El combate era feroz. Esas moles de titanio sabían encajar golpes. Solo las lumilanzas penetraban su blindaje.

    El sheriff luchaba cuerpo a cuerpo con tres droides y disparaba ráfagas de lanzas rojas a otros cinco que avanzaban en clara ruta de colisión. Las lumilanzas cortaban el titanio como el filo caliente de un cuchillo cortaba la mantequilla. Los disparos alcanzaron a tres droides en el torso y estos cesaron de funcionar para siempre. La intensa llama carmesí de sus brillantes ojos se extinguió antes de que los cuerpos se desplomaran con gran estruendo metálico sobre el suelo de chapa del corredor.

    Pero seguían llegando nuevos enemigos, y dos droides le sujetaban ahora los brazos mientras un tercero le rebuscaba en los bolsillos un documento de identificación que confirmara su mayoría de edad. El sheriff tuvo entonces otra de sus extrañas visiones. Con el ojo de su mente repasó planos de ingeniería y esquemas de manufactura biónica de incontables modelos droide. Entre los archivos de su memoria se hallaban también los esquemas del droide modelo Discogorila.

    Como toda obra diseñada por mentes artificiales, estos droides también tenían puntos débiles: articulaciones mal compensadas, eléctrónica que quedaba al descubierto al realizar ciertos movimientos, turboservomotores eficientes para unas tareas y pésimos para otras. Un luchador que aplicara todo ese conocimiento en combate no tenía nada que temer de su enemigo salvo una cosa: la abrumadora diferencia de número.

    —¡Soltadme, copón! - gruñó él desesperado por liberar los brazos.

    Realizó un giro de cadera para tirar de los brazos que lo sujetaban y atorarles los mecanismos activadores de las muñecas. Los dos droides extendieron de modo involuntario los dedos de las manos y quedaron trabados en esa posición.

    El sheriff liberó entonces los brazos y agarró con ambas manos la cabeza del tercer droide que le estaba vaciando los bolsillos. Rotó la cabeza del droide en un preciso giro que activaba un error de programación lógica que, a su vez, causaba un cortocircuito en los activadores de las extremidades inferiores.

    El ahora deteriorado droide comenzó a extender y flexionar cada pierna por separado a una velocidad creciente. Esta curiosa secuencia hizo que el gorila girara como una peonza, como un loco danzarín derviche, con los brazos extendidos.

    DA-4-26 se apartó de aquel peligroso radio de acción y saltó hacia la pared del corredor, fuera del alcance de las frenéticas aspas de aquel molino de titanio. Dando una ágil voltereta en el suelo, llegó a salvo a la pared y apuntó a los gorilas restantes con uno de los fusiles Lasertrónix. Los dos droides con las manos bloqueadas no reaccionaron a tiempo. El violento golpe en la cara de esos dos puños giratorios bastó para descabezarlos y que hincaran rodilla antes de que dieran con sus moles en el suelo.

    DA-4-26 disparaba sin piedad y con precisión, pero era como intentar detener una avalancha de nieve con un soplete. Cinco droides le embistieron en fila como los miuras que eran. El primero le atacó con el hombro en el tórax, rompiendo un par de costillas, y el resto sumó ofensa al agravio con su masivo impulso. DA-4-26 no vio nada durante unos segundos, solo se sintió volar ingrávido hacia atrás antes de quedar aplastado en el suelo por una montaña de metal.

    Abrió los ojos y solo vio un caos de extremidades y chapa de cromo apilado encima. La presión que sentía por todos lados podía bastar para licuar el helio. Estaba totalmente inmovilizado y dio gracias por poder parpadear mientras moría de asfixia.

    Casi perdía ya toda esperanza y consciencia cuando sonó a todo volumen el Himno Galáctico por todo el pasillo.

    Sintió que la sangre regresaba a su cerebro, que el bienvenido oxígeno volvía a visitar sus pulmones, que la presión disminuía a bendita velocidad. Cuando se juzgó recuperado, se incorporó en el suelo sobre los codos y vio una escena conmovedora.

    Los droides y todo el personal del corredor cantaban juntos en firme reverencia al son de la letanía musical.

    DA-4-26 quedó allí tendido unos segundos, respirando afanosamente. Se levantó dolorido cuando BM-1-97 llegaba al final del corredor corriendo como un guepardo y disparando su fusil de plasma. El panel electrónico de la puerta de acceso al puente explotó escupiendo llamas y chispas. Las puertas se abrieron al instante y ella pasó dentro sin detener su carrera, seguida de SB-5-28 en su aeropatinete.

    —¡PAREN LA DETONACIÓN! - entró ella gritando.

    Pero el azar quiso que la entrada a la gran sala del puente de combate tuviese una pendiente bastante larga y pronunciada, lo cual no ayudó a que BM-1-97 redujera su marcha, más bien aceleró aún más a la ya veloz heroína.

    —¡PAREN LA DETONACIÓN! BM-1-97 pasó entre las filas de oficiales como una flecha. Vio que iba directa hacia un alto mando y movió los brazos como loca en un intento de detenerse.

    Los presentes miraban con asombro y perplejidad cómo aquella loca habitante de Ocre 3 con poncho y sombrero mexicano llegaba en estampida y chocaba llevándose a la Almirante al suelo consigo. Los oficiales en segunda fila y de más atrás vieron a ambas mujeres desaparecer sin más. En un momento estaban allí, al momento siguiente habían desaparecido bajo las cabezas y cuerpos de sus compañeros. Solo el púlpito central quedaba a la vista ante la pantalla táctica. Allí, solemne como un cíclope enano de brillante ojo carmesí parpadeante.

    La cuenta atrás había llegado a su fin. El Himno Galáctico también.

    Toda la sala había quedado en silencio.

    El planeta Ocre 3 seguía su errante existencia flotando en el espacio. Los turbocañones y lanzamisiles no habían sido activados.

    Todos los presentes interpretaron este hecho como un rayo de esperanza. Fue como si la visión de un Ocre 3 intacto, entero y vivo simbolizara el éxito en toda aquella desesperada lucha de la galaxia por la supervivencia.

    La lucha que todos los presentes libraban y querían ganar.

    Aquella nativa de Ocre 3 les había traido un inspirador mensaje de coraje y persistencia. Un mensaje que gritaba ¡PAREN LA DETONACIÓN!, sí, pero que significaba en realidad: ¡NO OS RINDÁIS! ¡SOBREVIVIREMOS!

    En décimas de segundo, la comprensión colectiva de este hecho incendió los corazones de todos aquellos oficiales con una llama esmeralda de esperanza y victoria. Y ese fuego interno elevó puños al aire junto a una atronadora ovación colectiva en todas sus formas.

    —¡VICTORIA!

    —¡SOBREVIVIREMOS!

    —¡NO NOS RENDIREMOS!

    —¡LARGA VIDA A LA GALAXIA!

    —¡VIVA OCRE 3!

    SB-5-28 intentaba hacerse oír entre los clamores de los excitados oficiales. —¡Oigan! ¡Oigan! ¡EY! ¡ESCUCHEN!

    DA-4-26 llegó entoces derrapando por la pendiente de la sala, pero pudo agarrarse a SB-5-28 antes de que llegara a caer al suelo. Buscó por la sala a BM-1-97, aturdido por los gritos del centenar de oficiales.

    —¿Dónde está BM-1-97? - preguntó a SB-5-28

    —¿¡QUÉ!? - SB-5-28 no podía oírlo, aunque lo tenía al lado.

    DA-4-26 le habló al oído: —¡¡QUE DÓNDE ESTÁ...!!

    SB-5-28 apartó la cara. —¡NO ME GRITES, NO ESTOY SORDO!

    BM-1-97 despertó de la conmoción y se descubrió tendida encima de la mujer, quien seguía noqueada. Le dolía la frente. Se tocó y notó un chichón sobre la ceja izquierda. También le dolía un poco la espalda. El griterío a su alrededor no mejoraba su dolor de cabeza.

    Desorientada todavía y sin sombrero, frunció el ceño e intentó levantarse, susurrando para sí: —Uf. ¡Qué golpe más tonto! - Echó una mano al aire para agarrarse a lo que tuviera más cerca. —¿Por qué grita la gente?

    La gente dejó de gritar al instante.

    —¡BM-1-97! - llamó una voz familiar.

    Ella se levantó del suelo apoyada en el púlpito, aún con piernas temblorosas, y miró hacia DA-4-26, sonriente pero ebria por la conmoción. —¡Ey, vaquero! Lo conseguimos. - le mostró un pulgar hacia arriba.

    DA-4-26 miró hacia la pantalla táctica. —No todos.

    Ella giró torpemente los ojos hacia donde estaba apoyada. —Ups, - dijo al ver el botón de detonación que tenía debajo del codo. El botón ya no parpadeaba en rojo, brillaba con un constante fulgor verde.

    Al mirar hacia la pantalla, BM-1-97 vio la escena que había desencadenado.

    Desde el superdestructor llovían miles de hilos de fuego que envolvían Ocre 3 en una letal madeja. Pocos segundos después se produjeron miles de explosiones sincronizadas por toda la superficie que engulleron en décimas de segundo el planeta hasta convertirlo en una supernova de luz, calor y radiación letal.

    Y cuando hubo liberado toda su energía en un lapso de cinco segundos, la brillante estrella se apagó y allí no quedó nada.

    BM-1-97 miró acongojada a su alrededor. El centenar de oficiales la estaba fulminando con la mirada.

    SB-5-28 quitó hierro al asunto. —¡Bueno, bueno, tampoco nos pongamos así! ¿A quién se le ocurrió la idea en primer lugar?

    Todos los oficiales meditaron sobre la respuesta y bajaron la mirada con semblante avergonzado.

    SB-5-28 observó sus rostros y asintió complacido. —¡Pues pasemos a otra cosa!

10. El Orbe

    —Crucero estelar SSC Esperanza, tiene permiso para despegar, - informó el operador de control de tráfico. —Buena suerte.

    —Recibido, SCC Aniquilator, - BM-1-97 aporreó tres botones en el panel sobre su cabeza y tomó los mandos de la nave. —Salude de mi parte a su Almirante cuando despierte.

    DA-4-26 y SB-5-28 estaban sentados en el puente del velocísimo crucero estelar de combate, rebautizado como BUM en honor a su nueva dueña. Un regalo de la Autoridad Interestelar para los héroes que estaban a punto de emprender el viaje más importante de la megacivilización galáctica.

    DA-4-26 hablaba sobre el motivo del viaje. —No lo entiendo. ¿Por qué copón tengo que volver a un universo que no recuerdo? Yo quiero quedarme aquí.

    SB-5-28 le explicaba la situación. —Lo recordarás cuando llegues. Al traerte a este universo, se ve que no se computaron correctamente las frecuencias fundamentales de tu función de onda cuántica característica y la hipersuperficie holográfica que modela nuestra Realidad reaccionó a esa singularidad recalculando la configuración límite de este universo basándose en la estabilidad de tu verdadera identidad.

    —Agarraos ahí atrás, - BM-1-97 activó los propulsores de fusión y el crucero salió disparado de la bahía de atraque del superdestructor hacia el espacio. La nave se alejaba a la mitad de la velocidad de la luz y BM-1-97 inició la secuencia de salto hiperespacial.

    —No me sueltes todo ese rollo técnico. Explícamelo como si tuviera cinco años.

    SB-5-28 pensó un instante antes de decir, —Este universo malo, el otro universo bueno.

    —¿Ves? No era tan difícil, - dijo DA-4-26.

    BM-1-97 consultaba la pantalla del mapa galáctico, el cual solo mostraba una esfera de 55 años luz. —Iniciando salto en cinco, cuatro, tres, dos, uno...

    Por la ventana de la cabina apareció a lo lejos una pequeña estación espacial metálica con forma de donut que orbitaba una estrella roja lejana.

    SB-5-28 observó por la ventana. —Sí. Es aquí. Ese es mi laboratorio.

    —Afirmativo. Ya veo la zona de atraque - BM-1-97 acercó el crucero a una entrada de autosellado espacial en el fuselaje del donut.

    El crucero entró suavemente en la amplia bahía atravesando una cortina luminosa que separaba ambas atmósferas. La veterana mercante posó la nave en la superficie interior y cortó los motores. —Pues ya hemos llegado, - BM-1-97 se quitó el arnés y se levantó del asiento. Miró a sus pasajeros. —Vamos bien de tiempo, ¿no? —Sip. Tenemos unos veinte minutos, - dijo SB-5-28. —Vosotros podéis ir a la cafetería mientras yo reconfiguro el entropizador. Pero no tardéis mucho.

    El grupo se separó según lo dicho. En la cafetería, la pareja se sentó a una mesa con una taza de chocolate de algas caliente. —Bueno, ¿y qué vas a hacer? - preguntó DA-4-26. —¿Vas a aceptar ese puesto en la Autoridad Interestelar? —Nah, - ella arrugó la cara y apartó la cuestión con la mano. —Prefiero ser autónoma. Sospecho que habrá mucha demanda de ciencia ficción cuando se repare este universo.

    Él sonrió y alzó la taza. —Brindo por eso.

    Ella chocó su taza con la ofrecida. —¿Y tú? ¿Qué vas a hacer? —No sé. Supongo que lo de siempre. Volver a mi unidad y liberar la galaxia de criminales y malechores sin escrúpulos.

    —Me gustaría que hicieras algo por mí.

    —¿En mi universo? —Sí, en tu universo.

    —Claro, dime.

    —Búscame.

    —¿Qué quieres decir? —SB-5-28 me ha explicado que tu universo es casi una copia exacta a este. De modo que debe de haber una BM-1-97 allí. Quiero que me busques y des a esa BM-1-97 la oportunidad de conocerte.

    —¿Y cuál será mi estrategia? ¿Hola, BM-1-97, tú no me conoces, pero alguien de otro universo pensó que sería buena idea que quedáramos para tomar un café? Ella rió y miró hacia el techo. —Sí. Eso suena a loco psicópata con los sesos revueltos. - le miró dejando la taza a un lado y comenzó a trepar despacio, como una pantera, por encima la mesa. —Creo que vas a necesitar algo de información extra sobre mí para cumplir con éxito esta misión.

    Llegó hasta él, a cuatro patas sobre la mesa y, con un ágil giro, abrió las piernas antes de resbalar para quedar sentada sobre su regazo.

    Él pasó las manos por la espalda de ella. —Eso sería todo un detalle de tu parte.

    Se besaron. Primero despacio, tanteando el territorio del otro. Luego con más fervor, dejando que la pasión guiara sus manos, labios y lenguas.

    Se quitaron la ropa y ella impartió un magistral simposio sobre los puntos débiles de su cuerpo, los movimientos de ataque que la dejaban indefensa y derrotada. Le reveló los planos de su fortaleza y cómo evitar las trampas hasta llegar a su polvorín. Dejó expuestas sin pudor todas las claves de encriptación del sistema de seguridad de su razón y él probó y experimentó con todo ello con un exquisito placer culpable.

***

    DA-4-26 entró en una especie de horroso huevo metálico de cables que contenía un cilindro de cristal lleno de un viscoso líquido gris de aspecto plasmático. Todo el conjunto era el prototipo que SB-5-28 llamaba Orbe.

    El mnemourgo consultaba ante el chisme un complejo sistema de holopantallas colmado de menús, gráficos fluctuantes y datos. —Bien. Ya puedes entrar en el cilindro, - dijo pulsando unos controles. —No te preocupes por el líquido, tiene alto nivel de oxígeno.

    DA-4-26 subió la pequeña escalera y se sumergió por completo en el contenedor. El fluido estaba muy frío y él sintió un espasmo de instintivo rechazo cuando inundó sus pulmones con la primera inspiración, pero logró controlar su mente y respirar con normalidad.

    Abrió los ojos e hizo una seña con la mano a BM-1-97 y a SB-5-28 de que todo iba bien allí dentro.

    —Bien. Transportando en cinco, cuatro, tres, dos, uno, ¡cero! El cilindro cerró sus placas exteriores y el huevo emitió un zumbido agudo de pura energía.

    SB-5-28 apagó entonces el sistema e inició la secuencia de autodestrucción de la estación.

    —¡Espera! - exclamó BM-1-97. —¿Ya está? ¿Se ha ido? —Como si nunca hubiera venido, - asintió SB-5-28 pulsando el control de apertura del cilindro. —Míralo tú misma.

    El cilindro retiró las placas y reveló un interior totalmente vacío, sin líquido, sin DA-4-26.

    BM-1-97 suspiró bajando la mirada y asintió varias veces. —Está bien. Salgamos de aquí.

    Regresaron al crucero estelar y salieron a gran velocidad de la estación.

    La carta galáctica estaba cambiando de nuevo, pero a la inversa. Una enorme y creciente esfera iba mostrando todo lo que siempre había estado allí: nebulosas, soles, planetas y formas de vida. Todo lo que se creaba seguía su existencia como si nada hubiese ocurrido.

    —La hipersuperficie está recomputando la Realidad de este universo, tal y como debería ser. - dijo SB-5-28 sonriendo.

    —Enhorabuena, profesor. Misión cumplida, - BM-1-97 comprobaba satisfecha que todos los indicadores eran correctos.

    La estación espacial en forma de donut estalló a miles de kilómetros dejando durante un instante un bonito anillo de fuego.

    —¿Dónde quieres que te deje? - preguntó BM-1-97.

    —En la Frontera. Tengo que dar malas noticias a una junta de inversores.

    —Sin problema. Yo también voy allí.

    —Normalmente no me preocupo por estas cosas, pero ¿no echarás de menos a DA-4-26? —Lo siento, pero esas cosas las dejo para mi audiodiario.

    —Ah, - SB-5-28 asintió. —Si alguna vez vuelvo al pasado, me convenceré de no construir el Orbe.

    BM-1-97 frunció el ceño. —Si hubieras viajado al pasado, ¿no te habrías convencido ya de eso?

    Él se encogió de hombros. —Quizá viajé al pasado y me convencí de lo contrario.

    —Si alguna vez viajas al pasado, ¿me harías un favor?

    Claro, ¿cuál?

    Por favor, no me busques.

***

    SB-5-28 había estado en lo cierto. El universo fue tal y como él lo recordaba.

    —Venga, daos prisa. vamos a llegar tarde al vuelo. - DA-4-26 metió las maletas en el coche y cerró el maletero.

    Un par de críos de diez y doce años salió corriendo de la casa vestidos de vaqueros.

    —¡Bien! —gritaron los niños—. ¡Vamos a ir a Ocre 3!

    BM-1-97 estaba al volante y encendió el motor con resignada expresión en la cara. —Sí. Para mi desgracia.

    DA-4-26 entró en el asiento del copiloto y le dio un beso en la mejilla a su esposa. —No digas eso. Te va a encantar.

    —¿Qué hay para hacer allí? - aceleró el coche y salió hacia la autopista camino al espaciopuerto.

    —Oh, pues no hay gran cosa. Hay un salón para beber zarzaparrilla y jugar al póquer. Hay una botica para remedios, elixires y medicinas. Si quieres cortarte el pelo o la barba puedes ir al dentista. En la oficina de correos puedes tomar una diligencia hacia poblados cercanos, ranchos o minas. Para viajes más largos hay que usar el ferrocarril.

    Hizó una pausa y sonrió. —Y hay una oficina de turismo y tiendas de ropa.

    —¡Y hay cabadroides! - gritaron los niños en el asiento de atrás.

    BM-1-97 miró a su esposo. —¿Has estado tú allí alguna vez, vaquero?

    No —él sonrió mirando al frente—. Nunca estuve allí en Realidad.

FIN

Epílogo

    DA-4-26 sentía que vivía en el futuro porque existían las máquinas transuniversales.

    Las máquinas TU del departamento de Mnemourgia Aplicada de la ciudad Quevedes eran enormes y muy complejas. Consumían muchísima energía, aunque la parte que en realidad hacía algo práctico se llamaba Orbes TU. Estos eran del tamaño y forma de un vehículo terrestre común. Los chismes eran básicamente esferas pseudocinéticas huecas. En su interior se instalaba uno o varios asientos para conectar humanos cibernéticos y transportarlos a otro Orbe ubicado en otro universo.

    Así de simple.

    A estos humanos cibernéticos se les llamaba Ecolantes en alusión al fenómeno que permitía ese transporte. La mnemourgia de este proceso se basaba en un fenómeno que los mnemourgos, abusando de la metáfora, denominaban ecolalia sinestésica.

    Los mnemourgos habían demostrado muchos siglos atrás que los fenómenos cuánticos descubiertos por los antiguos cientìficos no eran más que un efecto producido por las interacciones entre universos holográficamente adyacentes.

    En términos simples de evolución cognitiva, lo que los científicos habían pensado antaño sobre la alquimia y la astrología, los mnemourgos lo pensaban ahora sobre la ciencia y las matemáticas.

    La Mnemourgia era ahora la Ciencia 2.0.

    Tras descubrir que los universos hablaban unos con otros en un lenguaje de fonemas cuánticos, el siguiente paso lógico durante los siglos siguientes había sido analizar ese lenguaje y escribir un diccionario, por así decirlo.

    Actualmente, y en lo que a DA-4-26 respectaba, la función del departamento de MA de Quevedes era repetir algunas palabras de ese diccionario para transportar psicomateria de un universo a otro.

    En este momento, lo que estaba a punto de ser transportado era la psicomateria del Ecolante DA-4-26.

    Tras vestirse con el ceñido y reglamentario traje blanco de ecopreno, DA-4-26 sacó su musculosa y alta constitución de los vestuarios de la sala de Orbes asignada y se dirigió renqueando hacia el Orbe-TU-433. Los holomonitores de estado del Ecolante registraron una actividad mental anómala, ignorando que era debida al dolor de dos costillas rotas y contusiones varias producidas en el último traslado. El operador del Orbe notó la alarma desde la acristalada cabina de control.

    —Tengo aquí una lectura de estrés, DA-4-26, - dijo el joven operador de treinta y dos años. —Resaca sináptica otra vez, ¿eh? Quien no conoce el pasado no controla el futuro. Ya deberías saber eso, joder, tienes cincuenta y siete años.

    —Con el debido respeto, operador del cuatro tres tres, váyase usted a la mierda, - DA-4-26 abrió la compuerta de acceso al Orbe tirando de la palanca y pasó al estrecho interior. —Y llévate contigo tus jodidos proverbios.

    El operador dio una carcajada. El joven mnemourgo sabía que ningún Ecolante tenía fe en ese epigrama en particular. Para ellos el futuro no se edificaba sobre el pasado en el contexto de una realidad cuántica.

    El centro del Orbe lo ocupaba un asiento reclinable de ergonomía casi completa, de ahí que los llamaran los DH, los Damas de Hierro, como los arcaicos sarcófagos de tortura. DA-4-26 dio media vuelta y apoyó las manos en los soportes. Bajó el cuerpo despacio entre muecas de dolor hasta quedar sentado en el centro del DH.

    —Anímate, hombre, - el operador ajustó los controles psicométricos del salto mientras el Ecolante se acomodaba en un ángulo horizontal de sesenta grados. —Con este son veinte traslados este mes. No te llamarán para otro hasta dentro de una semana. Como dice el proverbio: «no te comas la mano que no te muerde» o algo así.

    —Todos esos proverbios tuyos son mierdas, pura y llana basura. - objetó airado el Ecolante mientras conectaba sus zócalos neurales en el DH. —Como ese de: «No hagas a los demás lo que no te harías a ti mismo».

    —Ese no es una mierda, hombre, - respondió el operador. —Ese es el precursor del «ama a tu prójimo», del «perdona a tu enemigo» y todo eso.

    —Cuéntame esa mierda cuando uno de tus clones haya intentado matarte.

    —¿Te ha pasado otra vez? - pulsó en las opciones de configuración virtual del salto.

    —En el traslado de ayer me asaltó en el Buyitsu Pippermint.

    —Buen garito, me han dicho. Pero creía que habías matado a ese loco el mes pasado.

    —Y lo hice. Pero ese es como yo, no quiere acabarse nunca, - DA-4-26 pulsó unos botones en la pantalla táctil junto a su muñeca derecha y consultó el holomenú de diagnóstico de conexiones.

    —¿Y de dónde salió el primero? - el operador activó un entorno virtual de destino. —Estás en simulación.

    —Lo veo, gracias, - volvió al tema del clon. —¿Sabes de ese famoso pirateo al Comando Represión Prima de hace tres años? Pues el ADN de mi destacamento entero estaba en esas bases de datos. Ahora yo y toda mi antigua unidad estamos en todos los mercados negros de aquí hasta quién sabe dónde.

    —Jolín, - silbó el operador. —¿Y por eso te fuiste del CRP?

    —Por eso me echaron del CRP, - matizó él. —Lo sentimos, ya no nos sirves. Toma tu media pensión de sargento y gracias por veintitrés años de tu vida.

    —Jolín, - silbó de nuevo el operador. Frunció el ceño al ver un indicador de alerta. —Oye, ¿estás alterando tú el entorno destino?

    —¿Cómo carajo voy a ser yo?, - se quejó DA-4-26 mientras examinaba el holomenú de conexiones, —Aunque supiera hacer eso, todavía no he activado mi interfaz cortical. ¿Sabes lo que estás haciendo?

    —Sí sí. No es nada, - pulsó la opción de anular y el indicador desapareció. —Avísa cuando entres en modo superposición.

    DA-4-26 activó su interfaz cortical y le dieron vueltas los ojos mientras se adaptaba a una sinestesia transitoria particularmenre intensa. —¡Copón! ¿Qué destino has configurado?

    —El tercero de la lista, - comprobó el campo de fluctuación cuántica.

    —¿Por qué el tercero?

    —¿Qué más da? Todos se generan al azar. El entorno del tercero ya estaba cargado en la matriz holonómica de la hipersuperficie. El archivo se llama space_western.

    —Llevo cinco meses trabajando aquí y nunca os lo he preguntado, pero siempre he querido saberlo.

    —¿Saber qué?

    —¿Para qué sirve todo lo que hacéis aquí? Da la impresión de que a todos los operadores todo esto os importa un carajo.

    —Estamos haciendo mnemourgia.

    —Ya, pero ¿para qué sirve esto a la mnemourgia? ¿Qué sentido tiene malgastar toda esa inmensa cantidad de energía para mover gente de un universo a otro? En el pasado los científicos gastaban un montón de energía solo para estrellar dos protones a gran velocidad y verlos reventar.

    —Pues ahí lo tienes.

    —Pero, copón, vosotros sois mnemourgos, no científicos. No creo que Einstein buscase inspiración para formular la teoría de la relatividad vistiéndose con pellejos de ciervo y pintando bisontes en las paredes de una cueva.

    El operador dio un largo suspiro. —En estos saltos no solo se recogen lecturas que se almacenan y analizan, también se actúa directamente sobre la homotopía del multiverso constituyente. Movemos materia para hablar, por así decirlo, con esa hipersuperficie holográfica.

    —¿Y por qué no movéis ratones o moscas o nanobots? No sé, algo más barato.

    —Las funciones de onda de los ratones no son tan complejas. Solo los pulpos tienen funciones de onda más complejas que los humanos. Cuando descubras un modo de hablar con los pulpos, dínoslo y moveremos pulpos. De momento movemos humanos para ver si aparecen palabras nuevas.

    —¿Todavía no habéis completado el diccionario?

    —¿Tienes idea de la cantidad de universos que hay?

    —Once como mínimo. Yo he estado en once.

    —La teoría dice que hay muchos más. Y eso contando solo los adyacentes. A esos hay que sumar los adyacentes de los adyacentes. Y luego vienen los adyacentes de los adyacentes de los...

    —Vale, de acuerdo. Supongamos que los encontráis todos. Y después, ¿qué?

    —Después se harán otros experimentos.

    —¿Para qué?

    —Pues, por ejemplo, para saber la respuesta a la pregunta sobre el huevo y la gallina.

    —Me pierdo con tus tecnicismos.

    —¿No te has preguntado nunca qué fue lo que surgió primero? ¿Qué fue antes, el Ecolante o el Orbe?

    —Pues el Orbe, eso está claro.

    —Pero para crear el Orbe hace falta primero un Ecolante que viaje a ese otro universo y construya allí otro Orbe al que poder llegar para poder viajar a otro universo.

    —No había pensado en ese detalle.

    —No te ofendas, pero solo una elevada mente mnemoúrgica puede otear horizontes tan lejanos.

    —Por mí, mientras me paguéis las dietas, podéis seguir fundiendo la hiperentropía homotópica del multiverso constituyente, o como se llame. - Pulsó el comando de fusión cortical con el Orbe y la puerta se cerró automáticamente. El zumbido de energía comenzó a vibrar en el interior. —Ya estoy en superposición.

    —Vale, gracias. - activó una holopantalla con fluctuantes superficies senoidales de frecuencias de probabilidad. —Transfiriendo psicomateria en diez, nueve, ocho...

    —¡No te flipes tanto y pulsa el botón!

    —Ah, le quitas la emoción a todo, - pulsó el botón de transferencia y DA-4-26 desapareció del universo en pos de otra gran aventura.

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Extras

Sobre el Autor

    Sean B. Riot es posiblemente un Ecolante de algún universo holográficamente adyacente al nuestro. Se materializó en el mar cerca de las Islas Orcadas de Escocia en 2008 y llegó nadando a España en 2018. Por el camino conoció a David Meca y se interesó desde entonces por la ciencia ficción. Ha publicado varias antologías de bonita poesía trasgénica, pero La conjura de los Mnemourgos es su primera novela autogeográfica.

    Sean reside ocasionalmente en un mundo euclídeo y puede que visite Sitges alguna vez disfrazado de zombi.

Sobre la novela

    La conjura de los Mnemourgos se escribió entre los días 8 y 13 de noviembre de 2021.

Colección Pulp Cosmos

    Si consideramos que la calidad de una novela, así como de cualquier otra obra creativa, es directamente proporcional al tiempo dedicado a la misma, es muy posible que aquellos escritores españoles de las décadas de los 70 y 80 que lograban escribir a la semana dos o tres novelas de 150 páginas fuesen verdaderos expertos en crear historias.

    ¿Quién sabe cómo habrían podido llegar a contarlas si les hubiesen dedicado más tiempo?

    Tratar de emular este rápido proceso de creación de historias conclusivas; llevado a cabo por leyendas como Juan Gallardo Muñoz, por citar solo uno de los ejemplos más prolíficos; es el objetivo de esta colección de ciencia ficción.

    Y a todos esos escritores está dedicada.

    Larga vida al Pulp.

Próximos títulos de la Colección

    En preparación...

    • 2. John, Jane y el ApocaElipsis.