Créditos

    Rosehead

    Obra Original Rosehead (Copyright © 2014 by Ksenia Anske. Publicada bajo Licencia CC-BY-NC-SA)

    kseniaanske.com

    Traducción y Edición: Artifacs, oct/nov- 2019.

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    Diseño de Portada: Artifacs, Fotos de Max Pixel bajo licencia CC-0.

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Sobre Ksenia Anske

    Ksenia nació en Moscú, Rusia, y viajó a los EEUU en 1998 sin saber inglés, sin haber estudiado arquitectura ni soñar que acabaría escribiendo. "Siren Suicides", una fantasía urbana ambientada en Seattle, es su primera novela. Ella vive en Seattle, con su pareja y sus tres hijos combinados, en una casa que a ellos les gusta llamar "The Loony Bin" [NdT: algo así como "El Arca de los Chiflados"].

También por Ksenia Anske

The Badlings

Irkadura

Suicidios de Sirena (2a Edición)

    

Preludio

    rosehead \rohz-hed\ ; nombre 1: una cabeza piramidal multifacetada sobre un clavo; también un clavo con tal cabeza.

    “Sus ojos y cabello eran del mismo color castaño y sus mejillas, aunque considerablemente pecosas, tenían el rubor de la exquisita flor de la morena, del delicado rosa que acecha en el corazón de la rosa de azufre.

    — Arthur Conan Doyle, El Perro de los Baskerville.

Capítulo 1: La Sombría Llegada

    Lilith Bloom tuvo la peculiar sensación de que el jardín de rosas se la quería comer. Lo examinó por la ventanilla abierta del coche, incapaz de apartar la mirada. El jardín parecía inspeccionarla también. Era enorme. Su manto roja rodeaba una mansión solitaria al final de calle Rosa, RosenStrasse en alemán. No se veían otras casas, solo un bosque lejano. Aparte de las llantas que rechinaban en la gravilla, estaba inquietantemente silencioso, demasiado silencioso para una calurosa tarde de verano.

    Su sedán de alquiler entró en el patio de vehículos frente a la mansión, uniéndose a una larga fila de coches. Una repentina ráfaga de viento bañó la cara de Lilith. Ella esperaba que oliera a rosas, en cambio, apestaba a dulzura podrida, a algo que se descomponía. Lilith subió su ventanilla.

    —Pantera, - susurró.

    Sin respuesta.

    —¡Pantera Bloom Junior! ¿Puedes hacer el favor de despertar?

    Zarandeó a la forma negra enroscada a su izquierda. La forma bostezó, revelando una larga lengua e hileras de dientes nacarados, luego se sentó y parpadeó rápidamente. No era exactamente un perro, no en el sentido más típico de como uno lo describiría. Era un gato en el cuerpo de un perro. En términos caninos, era un whippet, la mascota y único amigo de Lilith. Poseía un don único: hablaba. Aunque Lilith le había asegurado esto a sus padres, por supuesto, estos se negaban a creerla.

    El padre de Lilith, Daniel Bloom, un ávido criador de whippets y entusiasta de las carreras de perros, consideraba a Pantera como el enano de la camada. Demasiado encariñado para separarse del cachorro, se lo había regalado a Lilith el verano pasado por su duodécimo cumpleaños. Desde entonces, se habían vuelto inseparables. Daban largas caminatas por los vecindarios de Boston y habían llegado a este hermoso día soleado en Berlín después de que Lilith se negara rotundamente a ir a cualquier parte sin Pantera, especialmente a la reunión familiar de Bloom en la casa de su abuelo.

    —Uno pensaría que una manada de elefantes se ha muerto aquí, - susurró ella.

    Pantera levantó una ceja.

    No importaba cuánto le suplicara Lilith que hablara delante de sus padres, él desaprobaba estoicamente la idea, para que no lo hicieran desfilar en algún circo extraño como un milagro de otro mundo.

    —No me mires así. Odio que no me respondas, - dijo Lilith lo suficientemente fuerte como para que sus padres la oyeran. Estos intercambiaron una mirada nerviosa.

    —Aquí estamos, mis cachorros. Parece que dimos la talla, - dijo Daniel Bloom alegremente, intentando calmar el estado de ánimo. Cuando estaba nervioso hablaba en jerga canina.

    —Lilith, ¿te tomaste las píldoras?, - Dijo Gabby Bloom mientras giraba en el asiento del pasajero y miraba a su hija a través de sus gafas con montura de metal, sus dedos dejaron momentáneamente de tejer.

    Pantera estudió a Lilith.

    Lilith estudió el asiento delantero. —Pensé que habíamos acordado que las píldoras eran para las personas enfermas, madre. Debo aseguraros que actualmente no me siento enferma en lo más mínimo

    —No me hables en ese tono, señorita. Mírame cuando te hablo. Te he hecho una pregunta. ¿Lo hiciste o no?

    Pantera continuó estudiando a Lilith.

    Lilith continuó estudiando el asiento.

    El labio inferior de Gabby tembló. Parecía una ardilla perdida, encaramada en lo alto de un techo sin saber cómo había llegado allí o cómo bajar. Su cabello castaño podría pasar por pelaje erizado.

    —Lilith, no seas juguetona. Responde a tu madre, - murmuró Daniel mientras se palpaba los bolsillos para parecer ocupado.

    Un silencio incómodo llenó el coche.

    —Las tiré por el inodoro en el avión. Por accidente. Son terriblemente resbaladizas, - dijo Lilith con una expresión inocente en su rostro. Le gustaba usar palabras sofisticadas como "insoportablemente" para molestar a propósito a su madre.

    —¿Tú qué? Daniel, ¿estás escuchando? ¿Escuchaste lo que dijo? - Gabby se enfrentó a su esposo.

    Este echó un vistazo a algo por la ventana. —Estoy seguro de que no quiso que sucediera, amor. Acabamos de cruzar el Atlántico y avanzado efectivamente seis horas extra. Puede saltarse un día, ¿no? ¿A efectos de ajuste de horario?

    —¡Eso son diez dólares por el desagüe! ¿Has olvidado lo que pasó la última vez? - Las manos de Gabby realizaron un intrincado baile al abrir su bolso, sacando ovillos de lana, un suéter medio tejido, otro suéter medio tejido, un puñado de agujas y un frasco naranja de píldoras.

    Lilith y Pantera intercambiaron una mirada.

    Gabby puso el frasco en las manos de su hija, la observó abrirlo a regañadientes y sacar dos cápsulas azules.

    —Ahora, - dijo Gabby.

    Lilith se metió las pastillas debajo de la lengua, imitando tragar, en falso.

    Mientras tanto, escapando de la creciente furia de su esposa, Daniel salió del coche y se ocupó del equipaje. Alto y flaco, él mismo parecía un whippet, tal vez sólo le faltaba la cola.

    Ansiosa por escupir las pastillas amargas, Lilith empezó a salir la siguiente.

    —Espera un segundo, señorita. Muéstrame tu lengua. Gabby se inclinó para una inspección más cercana.

    Lilith abrió la boca y, sin soltar las píldoras, dijo con una sonrisa practicada: —Lo siento, mamá.

    —No lo hagas de nuevo.

    —No lo haré.

    —Bueno. Ve fuera. Ya llegamos tarde. - Gabby salió del coche a toda prisa, cumpliendo su deber maternal.

    Lilith y Pantera intercambiaron otra mirada y salieron examinando su alrededor. Estaban al final de un patio perfectamente redondo repleto de automóviles de todo tipo, su coche de alquiler económico era el último.

    Lilith se puso de pie con una sonrisa triunfante en su rostro. Delgada y menuda, se había vestido meticulosamente. Tomarse una eternidad para elegir la ropa calmó su cabeza zumbante, aunque causó que Pantera perdiera la suya. Hoy lucía una falda azul marino, una camisa de marinero a rayas, zapatos Mary Jane rojos y una boina a juego tejida por su madre.

    Lilith tenía una colección de ellas. Una rosa para las lecciones de ballet, una negra para pasear a Pantera, una azul para leer y una roja para ocasiones especiales. Las salidas festivas rara vez ocurrían en su vida, pero siempre que lo hacían, ella siempre vestía de rojo, para darle confianza.

    Lilith miró dentro de su bolso, asegurándose de no haber olvidado nada. Confirmó en su bolso, con forma de perro, que tenía unos pocos dólares, un paquete de pañuelos, un leotardo, un tutú, medias de ballet, zapatillas, tres boinas, un diario, un bolígrafo y un libro. Siempre un libro. En la actualidad se trataba de El Perro de los Baskerville de Arthur Canon Doyle, con una esquina doblada en la página trece.

    El viento cálido le revolvió el pelo. Lilith sacó un pañuelo y enterró la cara en él, abrumada por la repugnante mezcla de aroma a rosa con un dulzor en descomposición.

    —Lilith? ¿Estás bien? - Daniel miró a su hija, pero al segundo siguiente, una figura robusta que salió de detrás de las pesadas puertas delanteras lo distrajo y se acercó a ellos con los brazos extendidos.

    —¡Ah! Daniel ... Gabby ... Lilith. Veo que lo lograsteis. Entrad, entrad. Estamos a punto de comenzar la cena.

    Firme y encantadora, con un acento apenas perceptible, la voz pertenecía a Alfred Bloom, el abuelo paterno de Lilith, todavía guapo para su edad. Mechones de cabello blanco coronaban su cabeza, pero ahí es donde terminaba la alegre ilusión. Sus ojos brillaban como acero.

    Reprimiendo un extraño impulso de correr, Lilith escrutó a su abuelo, el famoso jardinero de rosas que pedía precios astronómicos por sus flores, al suministrarlas frescas por todo el mundo en bodas, funerales y todo lo demás. Se rumoreaba que le daba a su jardín un fertilizante secreto especial. Ninguno de sus competidores podría igualar la belleza de sus rosas, la duración de su vida, el brillo de su color ni la fuerza de sus ramos.

    Eso, sin embargo, no le preocupaba a Lilith en este momento. Incluso olvidó el olor, dejando que el pañuelo se le escapara de la mano. Lo que le preocupaba estaba al lado de la pierna de su abuelo.

    —Disculpa, pero eso no es un perro. Es decir, me atrevería a llamarlo un monstruo, - susurró ella.

    El monstruo era un gran mastín de color peltre, rollos de piel en lugar de una cabeza, patas gruesas que se movían al ritmo de los zapatos pulidos de su amo, las ancas subían y bajaban amenazadoramente. Si Pantera parecía un gato, esta cosa parecía un oso. Miró a la niña como si la estudiara y esta fuese comida.

    Lilith rápidamente recogió a su mascota.

    —¿Te he mencionado que como mastines para el desayuno? - gruñó Pantera en su oído, sus primeras palabras habladas desde que habían llegado.

    —A menos que te sorba primero como aperitivo, - dijo Lilith.

    —Por cierto, soy demasiado huesudo para eso, - gruñó Pantera.

    —No creo que le importe.

    —Entiendo que me amas mucho pero, ¿puedo pedirte que aflojes un poco? Es bastante difícil respirar, - Pantera produjo una especie de sonrisa perruna.

    Lilith entornó los ojos y abrió los brazos. Antes de que Pantera pudiera murmurar otro comentario sarcástico, un mayordomo calvo emergió y se llevó al mastín para alivio inmenso de Lilith. Los presentes intercambiaron saludos en alemán e inglés, se estrecharon las manos y llevaron el equipaje a los escalones del porche y el mayordomo se lo llevó dentro. Alfred Bloom profesó en voz alta su deseo de cuidar de su nieta e hizo pasar a Daniel y Gabby al interior para unirse al resto de la familia Bloom, que habían llegado esa mañana y ahora estaban desempacados y esperando la cena.

    Temerosa de las multitudes, Lilith esperaba poder esconderse en su habitación hasta que aquel desfile terminara y volviera a casa, de regreso a sus libros, lecciones de ballet y caminatas con Pantera.

    —Lilith, querida, - le hizo señas Alfred.

    Dio un paso tentativo hacia adelante cuando un escalofrío la atravesó, una premonición. Miró a la mansión, un gran bloque rectangular de piedra, de unos treinta metros de largo, con sus ventanas estrechas y la torre central que se elevaba desde el techo como el capullo de una rosa. No parecía hospitalaria. Parecía una tumba que cobraba vida por la noche, devorando todo a su paso. Las rosas rojas solo aumentaban la ilusión, haciendo que el jardín pareciera un charco de sangre.

    —¿Crees que es carnívora? ¿La mansión? - Susurró Lilith.

    Pantera olisqueó el aire. Hurgando bastante, a juzgar por el olor. El lugar apestaba a basura.

    Alfred volvió a llamar.

    No era cortés arrastrar los pies. Lilith suspiró, apretó a Pantera con más fuerza y ​​se obligó a subir los escalones y a la charla de los invitados, el tintineo de las copas de vino y una mezcla de ruidos que, por lo demás, generalmente asociaba con grandes cenas elegantes.

Capitulo 2: La Cena Obligatoria

    Las puertas se abrieron bruscamente detrás de Lilith como mandíbulas, haciéndola dar un brinco. Una araña de cristal, que recordaba a una rosa invertida, colgaba del techo. Alfred Bloom se erguía con una sonrisa constante, apoyado contra la repisa de la chimenea. Dos grandes escaleras de mármol serpenteaban hasta el segundo piso. A la izquierda, un pasillo largo y vacío terminaba en una cascada de puertas de vidrio que conducían al jardín. A la derecha, en una sala idéntica, una multitud de personas se agitaba y se sentaba para cenar.

    —Bueno ... mírate, toda crecida. - Alfred dio un paso hacia Lilith y todos sus huesos lloraron por salir corriendo, pero ella se mantuvo firme. No era educado comportarse como una niña asustada frente a su abuelo ahora, ¿verdad? Pantera le mordió el brazo para alentarla. Lilith lo pellizcó con afecto.

    —Hola, - dijo ella tímidamente.

    —La última vez que te vi, eras ... oh, ¿así de grande? - La palma de Alfred se niveló a mitad del muslo.

    —Unos centímetros más alta, en realidad. Tenía casi tres años, abuelo, - dijo Lilith dulcemente.

    —Solías llamarme Opa. Abuelo en alemán. - Alfred estiró los labios. En otras circunstancias podría haber pasado por una sonrisa. Su acento sedoso y sus molestas pausas hacían que Lilith regresara diez años atrás hasta el funeral de su abuela. Imágenes aterradoras surgieron de su memoria como fotografías: multitud de negro, rostros blancos y rosas rojas como la sangre.

    —Por favor, discúlpame, abuelo, pero parece que no recuerdo eso. Sí recuerdo otra cosa, - dijo Lilith, haciendo una pausa para un efecto dramático, —el encantador olor de tus rosas.

    Pantera levantó las orejas.

    —¿Y cómo huelen exactamente? - Preguntó Alfred.

    —¿Papá? ¿Estás con Lilith? Estamos esperando, - llegó del comedor.

    —¡Ya voy querida! Tu hija me está distrayendo con su encanto, - le gritó Alfred. —Bueno, parece que es hora de cenar. ¿Y qué es esta ... criatura? - Señaló al whippet.

    —Oh, discúlpame. Pensé que papá te había avisado. Déjame presentarte. Pantera, abuelo. Abuelo, Pantera.

    Pantera sonrió con una siniestra hilera de dientes.

    La cara de Alfred perdió su color. —Me temo que... tendremos que poner, um, a Pantera, a donde pertenece. - Chasqueó los dedos. —¡GUSTAV!

    Un hombre alto y calvo salió de la nada con piernas temblorosas, su cabeza brillaba con años de pulida servidumbre. Lilith lo reconoció como el que se había llevado al mastín.

    —¿Herr Bloom? - dijo Gustav entre labios tensos.

    Alfred espetó algo en alemán.

    Lilith abrió la boca para preguntarle a qué se refería cuando Gustav tiró bruscamente del perro y, acompañado del ladrido protestante de Pantera, se lo llevó.

    —¡Pantera! ¡No! ¡Devuélvemelo! - llamó Lilith desconcertada. —¿A dónde lo lleva? - Ella corrió tras ellos.

    —¡Cómo!... adonde pertenecen los perros, por supuesto. A la casa del perro. ¿Me acompañas? - Alfred la agarró del brazo y la hizo girar. Su presencia cercana abrumaba sus sentidos con ese mismo olor repugnante, y su grosería la dejó temporalmente sin palabras.

    Entraron en el comedor. Deslumbraba con su tamaño y esplendor. Numerosos jarrones contenían ramos de rosas de todos los tonos de rojo posibles: desde el burdeos hasta el cardenal, y hasta el carmín sorprendentemente brillante. Emitían una fragancia agradable y, afortunadamente, apropiada. Una mesa de cena estaba en el centro de la habitación con una docena de personas alrededor. Lilith jadeó en busca de aire, obligándose a tranquilizarse. Su corazón le saltaba del pecho y sus instintos le gritaban que saliera corriendo, pero ella no era de las que salía corriendo. Años de burlas en la escuela le habían enseñado una excelente técnica ganadora. Al mantenerse irritantemente dulce y tranquila, podría volver loco a cualquiera, especialmente a su madre.

    Su abuelo ciertamente merecía una dosis de dulzura.

    —Por favor, disculpe mi arrebato. Debería haberte agradecido por cuidar de mi mascota. Ha sido terriblemente desconsiderado por mi parte. - Lilith suspiró teatralmente, intentando alejarse poco a poco.

    —Bueno ... estoy impresionado. Tienes excelentes modales. - Alfred sonaba desconcertado. —¿Quién te enseñó, querida?

    —Por supuesto, mi mascota, - dijo Lilith fríamente, aún herida por haberse separado de Pantera de una manera tan grosera y pensando que si su abuelo la trataba como a una idiota, rápidamente perdería su actitud cortés.

    Los invitados notaron su presencia.

    Los padres de Lilith saludaron.

    Una fuerte llamada intervino por encima de las otras voces. —¡Es esa la niña! - Una mujer elefantina envuelta en un vestido violeta, con un exceso de maquillaje en la cara, se separó de un círculo de personas que hablaban y se acercó a ella, arrastrando a dos niñas preadolescentes. Lilith decidió de inmediato que no le caía bien.

    —Por fin. Mamá encontró una niña para vosotras, meine mädchens. - Con las mejillas temblando, la mujer resopló y jadeó al llegar, dirigiéndose a sus hijas gemelas, que eran gordas, rubias y feas.

    —Disculpe, pero le agradecería que no me llamara niña. - Lilith señaló con un pie como una bailarina. Le dio cierta confianza. —No soy un niña. Soy una adulta atrapada en el cuerpo de una niña. - sonrió dulcemente.

    Las gemelas se rieron. Sus coletas se tocaron cuando discutieron la apariencia de Lilith. Llevaban vestidos de noche púrpuras a juego y Lilith despreció inmediatamente su elección de falda azul marino y camisa de marinero.

    —¡Oh la la! - la mujer casi cantó. —Me gusta el carácter de la niña. Irma Schlitzberger, la prima de tu abuelo. - Ella extendió su mano regordeta. Lilith la estrechó a regañadientes. Se sentía como si estuviera hundiendo sus dedos en una masa fría de galletas. —Estas son Gwen y Dafne. Estaban ansiosas de que llegaras. - le señaló a las chicas y estas sonrieron, revelando aparatos idénticos.

    —Por supuesto que sí, - dijo Lilith.

    —Hola, - chillaron ellas al unísono, mirándola presumidas.

    —Soy Dafne. Esta es Gwen. ¿Cuál es tu nombre? - dijo la chica de la derecha con un acento sorprendentemente pequeño, probablemente la más brillante de las dos. Su pesada mandíbula sobresalía, lo que sugería un total disgusto. Lilith imaginó el infierno de tarde que tendría si la obligaban a pasar el rato con la pareja y pensó que era mejor poner fin a toda simpatía de amistad en el acto.

    —Lilith Bloom. - Lilith le devolvió su perfecta sonrisa. —Encantada de conocerte.

    Dafne respondió en alemán con una mirada petulante en su rostro.

    —Lo siento. No entiendo. - respondió Lilith.

    —Es una lástima. Supongo que las chicas estadounidenses no estudian idiomas extranjeros como las chicas alemanas. - Dafne irradiaba victoria. Su hermana se rió.

    —No, - dijo Lilith manteniendo la respiración estable después del insulto. —Sólo estudiamos idiomas marcianos. En caso de que los extraterrestres se apoderen del planeta y tengamos que hablar con ellos. Los que quedemos vivos, claro, como representantes del mejor espécimen humano. Ya sabes, la más alta, la más bonita, la más delgada.

    La cara de Dafne se enrojeció como una remolacha, el color se extendió rápidamente por su cuello. —¡Madre! - gimió señalando con el dedo a su enemiga recién establecida. Irma abrió la boca cuando Alfred soltó el brazo de su nieta y la tomó del codo.

    —Mi querida Irma... creo que la cena está a punto de servirse. ¿Vamos? - Cubrió la incomodidad con su encantadora voz y, de inmediato, todos se movieron, sacaron sillas y se acomodaron. Lilith rápidamente se encontró sentada frente a sus padres y entre Dafne y Gwen, quienes se volvieron inmediatamente y la pellizcaron con fuerza en cada lado.

    —Willkommen a Berlín, Lily, - susurró Gwen.

    —Es Lilith, - dijo ella entre dientes.

    —Haremos que tu estadía sea agradable, - dijo Dafne.

    —A la manera alemana, - terminó su hermana.

    Lilith echó humo en silencio, temerosa de perder el control y golpear a las hermanas en presencia de su madre, sin mencionar a su propia madre, que la miraba con recelo desde el otro lado de la mesa.

    —¡Lilith! ¿Por qué has tardado tanto? - le dijo ella.

    —Estábamos hablando. De rosas. - Lilith se obligó a parecer serena, como si hubiera tomado las pastillas.

    —Tu equipaje está en tu habitación, cachorro. ¿Dónde está Pantera? - preguntó Daniel.

    —Yo ... lo guardé. - Alfred sacó una silla en la cabecera de la mesa y se sentó.

    —Lo hiciste, ¿verdad? - Daniel levantó las cejas.

    Se lanzaron a una discusión sobre las razas de perros, sobre cómo los whippets eran una broma (opinión de Alfred), y cómo los mastines eran brutos, torpes y poco inteligentes (opinión de Daniel).

    Para desconectar, Lilith se concentró en la comida, en servirse un vaso de limonada y arrebatar la manzana de la boca del jabalí asado. Mientras comía y bebía, el ruido se le metía en la cabeza. Para empeorar las cosas, Alfred Bloom pronunció un discurso de bienvenida y todos se pusieron por turnos a recordar a Eugenia Bloom, la razón por la cual se producía esta reunión familiar. Gabby conversó con algunas damas, salió corriendo y regresó con un paquete de suéteres tejidos a mano. El dinero cambió de manos y las exclamaciones emocionadas hicieron que a Lilith le doliera la cabeza. Las luces brillaban demasiado. La comida olía demasiado fuerte. Los platos y cubiertos tintineaban y sonaban demasiado alto.

    El corazón de Lilith se aceleró demasiado y se le secó la boca. Era demasiado, demasiado irritante, demasiado caótico. Tenía muchas ganas de correr escaleras arriba, encerrarse en su habitación y meter la nariz en El Perro de los Baskerville con Pantera a su lado. Levantó la vista y vio a un chico flaco que la estudiaba desde el otro extremo de la mesa, con la comida intacta en su plato y la cara pálida en sus manos. Ella juzgó que tenía más o menos su edad, tal vez un poco mayor. Se miraron a los ojos y la comprensión brilló entre ellos.

    Parecía decir: "Quien haya inventado cenas de reunión familiar merece sufrir..."

    Lilith pareció responder: "...el terrible destino de soportarlo todas las noches".

    El chico entornó los ojos como si agregara: "mejor aún, cada hora".

    Lilith asintió, una sonrisa se extendió por su rostro.

    —Este es Ed, nuestro primo. Es mudo. - El susurro ardiente de Dafne sacó a Lilith de su observación.

    —No tiene lengua. Se la cortaron, - agregó Gwen.

    Lilith apretó los puños con las manos. —¿Que hicieron qué?

    Dafne estuvo a punto de meter sus gruesos labios en la oreja de Lilith, disparando con entusiasmo la siguiente información. —Lamió una puerta de metal congelado. En invierno. ¿Quién normal lame una puerta? Su lengua se le pegó. Se congeló. Tuvieron que cortarla con un cuchillo.

    —Intentaron coserla de nuevo, - intervino Gwen.

    —Cállate. - Dafne hizo una mueca de enojo y Gwen rápidamente cerró la boca.

    Lilith estaba presionada entre sus cuerpos calientes como una rebanada de pan en una tostadora, con urgencia por salir.

    —Odia el lenguaje de señas. No habla en absoluto, - continuó Dafne irritada. —Enciende y apaga las luces en su habitación como si estuviera enviando mensajes a alguien. Es espeluznante. - Le lanzó una mirada conspicua a Ed.

    Ed asumió la expresión de: "no te veo".

    —¿Cómo lo sabes? - preguntó Lilith bruscamente.

    —Lo vimos ayer, - ofreció Gwen. —Desde nuestra ventana.

    —Su cara está tan blanca. Parece un fantasma. - Dafne sonrió y respiraba hondo para cotillear un poco más cuando Lilith decidió que ya había tenido suficiente.

    —Bueno, pues yo creo que es bastante guapo, - dijo, y luego se puso de pie tan rápido que la silla cayó bajo ella.

    En este punto, el suelo se movió. O tal vez sólo a Lilith le pareció que se movió, porque nadie más notó nada. Todos seguían charlando alegremente, con sus bebidas, llenándose la cara de comida gratis y conversando sin sentido. Lilith estiró ambos brazos para mantener el equilibrio en un movimiento practicado de ballet.

    La sala se sacudió bruscamente. Unos vasos tintinearon sobre la mesa. Una vez más, nadie se dio cuenta. Lilith notó que sabía que esto iba a suceder desde el momento en que había visto la mansión, una tumba adormecida que se despertaba para saludar a la noche.

    —Lo sabía, - susurró y sintió el suelo salir de debajo de sus pies como si el pasillo se convirtiera en una gigantesca cabina de ascensor que descendía bajo tierra.

    Su corazón latió con fuerza, un sudor frío manó de su piel y su boca le supo amarga. Quiso gritar, llamar la atención de alguien. Sus padres hablaban en voz baja entre ellos con la cabeza inclinada. Lilith sabía por años de experiencia que era inútil tratar de hablar con ellos. Su abuelo se reía con ganas de algo que Irma Schlitzberger acababa de decir. Una niña tiraba de la manga de su madre exigiendo más pastel. Un grupo de damas mostraba sus suéteres recién adquiridos entre sí. La gente se convirtió en una sopa parloteante.

    Pantera, te necesito, pensó Lilith, y captó a Ed mirándola. Él sostuvo su mirada y asintió. Él también lo sentía.

    El suelo se sacudió una vez más como si el ascensor se hubiese detenido. Lilith perdió el equilibrio y rápidamente se desplomó en el suelo.

Capítulo 3: La Mansión en Movimiento

    Lilith sabía que todas las casas se movían, pero la mansión del abuelo hacía más que eso. Al despertarse a la mañana siguiente en una cama desconocida, Lilith aprendió que no sólo había descendido bajo tierra durante la noche, sino que también se había reorganizado al azar durante todo el día. Ninguno de los invitados parecía haber registrado este hecho, paseaban pacíficamente entre hileras de arbustos y expresaban en voz alta su alegría. Eso es lo que había despertado a Lilith y es lo que observaba ahora a través de la ventana de su segundo piso. Todos parecían amar el jardín. Todos, excepto ella. El jardín tenía un lado oculto y siniestro, y ella estaba decidida a descubrir su secreto.

    De repente, el piso se inclinó y la habitación aceleró a lo largo del perímetro de la casa, haciendo un círculo completo y deteniéndose abruptamente. Lilith se aferró al alféizar de la ventana, mareada y tentada a usar algunas palabras muy feas. Intentó recordar cómo había llegado allí y quién le había puesto el pijama. Su pijama rosado, ese tono de rosa diluido que le recordaba a las bailarinas y la ayudaba a conciliar el sueño. Sus otros colores favoritos eran el azul, el rojo y el negro, cada uno representado por una boina diferente y actuando como un cambiador de humor.

    —Puedes dar la vuelta o volar a Marte, por lo que a mí me respecta. Adelante. No te tengo miedo, - le susurró a la habitación.

    La sala no respondió.

    —Eso es muy grosero. Estoy hablando contigo, - dijo Lilith.

    Se miraron la una a la otra.

    —Bien. Como quieras, - se burló Lilith mirando a su alrededor en busca de su equipaje.

    En comparación con su habitación en casa, esta no tenía color. Era de unos tres metros por tres, brillaba el sol de la mañana en las paredes blancas, en una cama de hierro pintada de blanco y en la ropa de cama de algodón blanco, como si sonriera con una sonrisa deslumbrante. Incluso las puertas eran blancas, idénticas y sin etiqueta.

    Lilith vio su bolso, se quitó el pijama y se puso unos vaqueros ajustados, un cárdigan rosado, Mary Janes rojas y su boina roja, y luego abrió con precaución una de las puertas.

    Detrás había un baño compartido. Una anciana que olía a jabón, con la cabeza llena de rulos y la cara cubierta de pasta verde, se giró y gritó. Durante el siguiente minuto, Lilith soportó un dedo retorcido que se agitaba a diez centímetros de su nariz y una voz aguda y ululante que le decía en mal inglés la chica traviesa que era por irrumpir sin llamar. Por fin, la mujer se convulsionó con una serie de toses y se llevó las manos al pecho con gran angustia por la falta de modales de la niña.

    Lilith cerró la puerta, respirando rápido. Inmediatamente, otra puerta se abrió y Gabby entró, seguida de un aura de olor a lana e irritación. —Veo que estás levantada y vestida. Bien. Necesitamos conversar un poco.

    —Um ... - dijo Lilith.

    —Buen trabajo asustando a todos con tu teatro de ayer. - Gabby la fulminó con la mirada. —Tuve que atribuirlo al jetlag.

    —¿Qué?

    —Te desmayaste. En la cena. ¿No lo recuerdas? Sé exactamente por qué sucedió, señorita. Debes de haber escupido tus píldoras mientras tu padre y yo estábamos ocupados. No es necesario que pongas los ojos en blanco. Lo sé con seguridad y no quiero escuchar ninguna de tus historias.

    —Yo no estaba...

    —¿Pensaste que podrías esconderlas en el coche? - Ella agitó el vial, dejando que las pastillas sonaran.

    —Yo no ...

    —Muy inteligente. Sólo para que no intentes hacerlo de nuevo, tomarás tres píldoras hoy. Tres. No me des esa mirada acusatoria. No me iré hasta que te vea tragarlas. - Gabby miró a su hija desde arriba.

    —Pero, mamá… - intentó de nuevo, aunque sabía que una vez que Gabby Bloom iniciaba su ira, nadie podría interrumpirla.

    —No, nada de excusas. - Con un suspiro de impaciencia, Gabby sacó tres cápsulas. —Tómalas.

    Lilith las miró fijamente, deseando que las píldoras se derritieran o se incendiaran.

    —Ahora, - dijo Gabby con fuerza. Su rostro exudaba ese cuidado parental que rayaba la malicia a pesar de las mejores intenciones.

    El corazón de Lilith cayó a sus pies. Desesperada, decidió decir la verdad. —Mamá, me siento bien, lo prometo. Sí, escupí las pastillas y lo siento.

    —¿Ves? Lo sabía.

    —Pero juro que no fue por eso que me desmayé. Es este lugar. Algo está sucediendo aquí. El jardín de rosas apesta. ¿No te apesta? Y la mansión... se mueve como nuestra casa, solo que peor. Sube y baja como un ascensor. Las habitaciones también se pueden mover, al menos mi habitación lo hizo. Por eso ayer, cuando descendió el comedor... - Todo lo que decía de repente le sonaba tan tonto que se detuvo a tientas, buscando palabras.

    Gabby suspiró. —Pensé haberte pedido que no me contaras ninguna de tus historias. No funcionará, Lilith, lo sabes. Abre la boca, por favor.

    Acorralada en una esquina, Lilith no tuvo más remedio que obedecer. Gabby colocó las cápsulas en su lengua.

    —De verdad que se mueve, mamá, - murmuró Lilith antes de tragar, fantaseando con escupirlas más tarde.

    Las facciones de Gabby se contrajeron como las de una ardilla. —Por favor. Ya hemos pasado por esto antes. Escúchame. Quiero que lo pases bien mientras estamos aquí, ¿de acuerdo? Que salgas con esas chicas, como se llamen, Gina y Daisy…

    —Gwen y Dafne.

    —Da un paseo por el jardín, socializa un poco, sal de esta habitación y olvídate de tus libros. No sé, tal vez ...

    —Mamá, los libros son mi vida.

    —Huele las rosas. ¿De dónde sacaste esa idea de que el jardín huele mal? Huele maravilloso. Tu papá y yo vamos a verlo hoy. Tu abuelo nos va a mostrar algunos rosales nuevos que plantó. Puedes unirte a nosotros, si quieres.

    —En realidad, necesito orinar.

    —El desayuno se servirá pronto, mejor será ...

    —Mamá, es de suma importancia que me alivie. No me gustaría ensuciarme los vaqueros. - El enfoque típico de Lilith funcionó, como siempre.

    Disgustada, su madre abrió la puerta del baño y empujó a Lilith adentro. Este consistía en un pequeño inodoro, un pequeño lavabo, una pequeña ducha y una pequeña ventana. La anciana se había ido.

    Lilith cerró la puerta con llave, se arrodilló, le metió dos dedos en la garganta y, mientras tiraba de la cadena del inodoro al mismo tiempo, expertamente arrojó tres píldoras medio disueltas. Tenía años de práctica, la habían obligado a tomar medicamentos desde la escuela primaria, después de que los maestros se quejaran de que no les prestaba atención, de que soñaba despierta o bailaba espontáneamente en medio del aula. Ni el director ni sus padres se creyeron que el edificio de la escuela sólo se detenía cuando Lilith se movía.

    No hace falta decir que Lilith se convirtió en el hazmerreír de su clase desde el primer día. Un chico la llamó loca, y el nombre se quedó. Ella escapó hacia los libros (principalmente sobre Sherlock Holmes), hacia las lecciones de ballet (que la ayudaban a concentrarse) y hacia oler las flores (para bloquear los olores repugnantes que emanaban del suelo, indicativos de lugares donde alguien, o algo, se había descompuesto). Después de haber sobrevivido al funeral de su abuela, y al hedor del cementerio, a la edad de casi tres años, Lilith podía soportar cualquier hedor, es decir, hasta que había olido el jardín de rosas de Alfred Bloom.

    Temblando de repulsión, Lilith metió la cara debajo del grifo, tragó agua y salió corriendo del baño. Siguiendo a su madre, atravesó el pasillo forrado con puertas idénticas, bajó la escalera de mármol y entró al comedor donde había rosas recién cortadas ya dispuestas en jarrones.

    —Mira. Ahí están tus amigas, Gina y Daisy, - dijo Gabby alegremente.

    Lilith decidió no molestarse en responder.

    —Excelente, tendrás compañía. Come, por favor. Sabes que no es bueno tomar tu medicina con el estómago vacío. - Gabby susurró esa última parte. —Iré a despertar a tu padre. Ahora volvemos. - Al momento siguiente, ella se había ido.

    Lilith se acercó insegura. Esperaba que el desayuno fuese la comida estadounidense habitual, pero lo que vio la hizo jadear de alegría. La mesa ofrecía todo tipo de compota, mermelada, jarabe y crema de turrón, platos de panecillos, tazones de yogur y bandejas de gofres recién hechos que emitían un delicioso olor.

    Gwen y Dafne ya habían devorado su comida, sus cuerpos regordetes estaban embutidos en camisetas sin mangas y pantalones cortos. Lilith se detuvo, consciente de sus vaqueros, su cárdigan de manga larga y su boina. No podía evitarlo, siempre sentía frío, sólo encontraba alivio al tomar duchas calientes o al calentarse las manos en la barriguilla de Pantera.

    —Pantera, - exclamó por lo bajo. —Me he olvidado de Pantera. Oh, ¿cómo he podido?. Oh, qué vergüenza. Oh.

    Notó la mirada estudiosa de su abuelo.

    —¡GUSTAV! - bramó él.

    De inmediato, y al parecer de la nada, el mayordomo emergió y colocó el whippet en los brazos de Lilith. Sucedió muy rápido, por un momento Lilith se quedó sin palabras.

    —¡Pantera! - dijo ella por fin, y besó su cabeza mientras él le lamía la cara como si hubieran estado separados por una eternidad. —Oh, Pantera, te he echado de menos.

    —Y yo también te he echado de menos, - gruñó. —Vaya, aquí viene el desagradable.

    Lilith levantó la vista.

    Alfred se dirigió hacia ellos. —Buenos días, querida. ¿Supongo que dormiste bien? - Estiró los labios en una sonrisa.

    —Sí, inequívocamente, respondió Lilith.

    —¿Te gustan las grandes palabras, verdad? He oído que lees mucho. Igual que tu padre ... él era un ratón de biblioteca. Yo siempre he pensado que leer libros es una pérdida de tiempo. Te llena la cabeza de tonterías innecesarias. Sólo leo libros de negocios ... y te sugiero que hagas lo mismo. Tienes que aprender a ganar dinero. - le tocó la frente con el dedo.

    Lilith decidió que ahora tenía dos razones perfectamente válidas para odiar a su abuelo.

    —Veo que echaste de menos a tu ... criatura, - continuó. —Sin embargo, me temo que no podemos tenerlo con nosotros en el desayuno.

    Entonces, ¿por qué me lo has traído? Quiso preguntar Lilith, pero se mordió el labio. Su abuelo parecía disfrutar probando su paciencia. Ella decidió no darle tal placer.

    —Tendrá que esperar... hmm, junto a la puerta. Bär lo protegerá.

    —¿Perdona?

    —Mi mastín. Tuviste el placer de conocerlo ayer.

    —Oh, ese... - Lilith casi dijo "monstruo!. Bär, recordó de pronto, significaba oso en inglés. Le venía el nombre perfectamente. De varios intentos fallidos de su padre por enseñarle alemán, Lilith solo había memorizado los nombres de los animales. —Ciertamente, abuelo, - dijo dulcemente y soltó a Pantera, quien estiró su cola desafiante, dejando que Gustav se lo llevara.

    Meditando, ignorando a Gwen y a Dafne, hablando sin palabras, y apenas habiendo comido, Lilith examinó ansiosamente cada rostro que entraba, esperando ver a Ed. Él no pudo aparecer. En cambio, sus padres entraron. Lilith soportó estoicamente el torpe abrazo de su padre y escuchó a medias las instrucciones de su madre de no abandonar la propiedad y tomar un poco de aire fresco y socializar y, POR FAVOR, regresar a tiempo para la cena y para un "Anuncio importante". Después de mordisquear un gofre y poner un vaso de zumo al revés, Lilith logró escapar, arrebatar a Pantera de debajo del hocico y el gruñido de Bär, y escabullirse al jardín.

    Allí respiró hondo, sólo para tener que cubrirse la nariz, reprimiendo el deseo de vomitar, porque el mal olor parecía más fuerte, como si lo que fuese que lo produjera se echara a perder rápidamente. O se acercara.

    —¿Cómo puede algo tan hermoso oler tan mal? - dijo ella.

    —Por favor, pregúntale a tu abuelo, - gruñó Pantera. —Y por favor, se amable y no me agarres tan fuerte. No recuerdo haberte dicho que me gustara ser asfixiado en tu abrazo amoroso, por mucho que te quiera, por supuesto.

    Lilith resopló y bajó a su mascota al suelo.

    —Gracias. Mucho mejor. - Pantera se estiró y bostezó. —Y estoy eternamente agradecido por preguntarme cómo, por las centelleantes ardillas, pasé la noche.

    —¡Oh! Mis disculpas. ¿Cómo dormiste? ¿Y dónde... dónde dormiste...? - Su voz se apagó.

    El jardín la mantenía hechizada.

    Numerosos rosales formaban largas hileras separadas por caminos de grava. Comenzaban derechos y luego se mezclaban en elaborados patrones, formando un laberinto que se extendía por al menos cien metros, hasta el bosque de Grunewald, en medio del cual la propiedad de Bloom se escondía del ojo público. El flujo de la superficie roja uniforme tropezaba aquí y allá con cenadores de hierro pintados de blanco cubiertos con aún más rosas.

    Lilith se acercó a uno. —Eugenia, - leyó en el cartel. —Pantera, mira. Se llama Eugenia, por mi abuela. Y esta se llama Cadenza.

    —Bonitos nombres. Ahora, ¿puedo orinar en ellos? - Pantera estiró la cola y se fue a olfatear.

    Lilith lo miró severamente. —¡Pantera Bloom Junior!

    —¿Qué? Soy un perro, ¿de acuerdo? Además, tengo ganas de hacer algo malo en este lugar. Me da ganas. - Levantó la pierna, dejó escapar una corriente brillante y rápidamente corrió hacia ella. —Apesta aquí sin piedad. - Estornudó a su modo perruno, muy dramático.

    —Lo sé. Quiero saber qué lo está causando. ¿Estás dispuesto a investigar conmigo, querido Watson?

    Pantera levantó la vista, obviamente disgustado. —Supongo que has leído demasiados libros de Sherlock Holmes. No me digas que las niñas de doce años participan en juegos de simulación. ¿Por casualidad he formado una opinión mucho más alta de tu madurez?

    Lilith puso los ojos en blanco. —Y lo dice el que todavía juega con su ardilla de peluche.

    Era imposible saber si Pantera se había sonrojado, debido a que su rostro estaba completamente cubierto de pelaje negro. Él gruñó algo incoherente.

    —Mira, si los juegos de simulación van en contra de tu definición de diversión, lo entiendo completamente. No hay problema. Es una lástima, porque había pensado ofrecerte carne como pago por el trabajo.

    —¿Filete? - Pantera gruñó con interés.

    —Sí, ¿hay algún grueso pedazo de carne jugosa?

    —Bueno, parece haber una desafortunada falta de roedores. - Pantera miró a su alrededor.

    —Pantera Bloom Junior. ¿Estás de acuerdo en investigar el misterio del jardín de rosas conmigo? - Lilith lo miró de reojo.

    —Si.

    —¿Me das tu palabra?

    —La palabra de un whippet, - ladró Pantera con orgullo.

    —Espléndido.

    Ella le estrechó la pata.

    Un sonido extraño hizo que ambos se agitaran. Alguien, o algo, suspiró. Sonaba simultáneamente como el susurro de las hojas y una voz humana. Provenía del final del jardín, ondulando a través de los arbustos en una ráfaga de viento.

    —No me digas que soy la única que lo ha oído. - Lilith miró a Pantera, su corazón latía con fuerza.

    —Esperemos que sólo sea una ardilla mutante gigante, - ladró Pantera, con los ojos en llamas por la fiebre de la caza.

    Sin otra palabra, corrieron hacia el sonido, sin darse cuenta de que alguien había presenciado su partida.

    Mirando a través de la vegetación, Ed bajó su cuaderno de dibujo y los siguió hacia el jardín.

Capítulo 4: A Través del Cenador

    Al escuchar un ruido aterrador, la mayoría de los niños suele gritar y huir. Lilith no. Emocionada por la posibilidad de resolver un misterio, corrió tras Pantera cada vez más profundo en el mar de rosas. Cuanto más avanzaban, más altos se volvían los arbustos, cambiando de arbustos podados a zarzas enredadas. Los pasajes se volvieron más angostos, más afilados. De vez en cuando salían ramas perdidas que se agarraban a la ropa de Lilith. Una de las espinas le cortó el tobillo, produciendo unas gotas brillantes de sangre. Jadeando, ella se detuvo para dejar que Pantera lamiera la herida, feliz de haber usado ropa larga en este caluroso día de verano. Ahora se encontraban en una sombra fresca con el sol oscurecido por un túnel de rosas.

    —¿A qué distancia? - Lilith se lamió los labios, jadeando.

    —Abre tus fosas nasales, señorita. - Pantera sacó la lengua. Le gustaba llamar a Lilith, señorita, cuando ella pasaba por alto algo obvio. —¿No lo hueles? Mi nariz me dice, a la vuelta de la esquina.

    —Sí, puedo olerlo, es que no puedo calcular la distancia, mi querido Watson. Da igual, - dijo Lilith inclinándose para recuperar el aliento, —es indudablemente repugnante.

    —Bien por mí, - gruñó Pantera. —He estado atrapado toda la noche en una jaula al lado de Bär, - ladró.—El hedor que produce esa cosa, no tienes idea. Se tiró un pedo un millón de veces. Pensé que me desmayaría. Esto, - olisqueó, —no se compara.

    —Dijo un perro sobre otro perro. Sabes, a veces me pregunto si eres un perro, - dijo Lilith perpleja.

    ¡Pantera produjo un ruido que sonaba muy cerca de pfft! —A veces me pregunto si eres una chica.

    —Ciertamente no. Soy una mujer adulta atrapada en el cuerpo de una niña, lo cual es bastante desafortunado.

    —¿Lo eres? Para una mujer te falta una cierta naturaleza femenina.

    —Por mucho que te falte el canino.

    —¿Le ruego me disculpe?

    Lilith le sacó la lengua.

    —Qué madura, - gruñó Pantera.

    Probablemente habrían seguido con más bromas, si no hubiera sido por una rosa perdida que rozó ligeramente la cara de Lilith.

    —¿Qué es eso? - Lilith giró y miró la flor desde más cerca. La flor fingió no moverse.

    —¿Tu naturaleza femenina perdida? - vino de abajo.

    Lilith fingió no escuchar y extendió la mano. Como si lo hubiese anticipado, un tallo espinoso golpeó rápidamente su mano, pinchándola.

    —¡AUUUU! - Lilith dio un brinco, chupando el corte.

    Al mismo tiempo, voces distantes penetraron la espesa vegetación: el timbre alto de Daniel Bloom, el chirrido de Gabby Bloom y el bajo barítono de Alfred Bloom. "Claro", recordó Lilith, "les está mostrando sus nuevos rosales". Su primer impulso fue gritar, pero su instinto dedujo que ni ella ni Pantera debían estar en esta parte del jardín y que se meterían en problemas si les descubrían.

    —¡Shhh! - Se llevó un dedo a los labios y miró a Pantera.

    —¿Estaba yo gritando? - gruñó en voz baja.

    Se alejaron de puntillas, caminando hacia atrás, hasta que el cuerpo de Lilith se presionó contra un cenador cubierto de zarzas. En un momento, este los entrelazó a ambos con sus enredaderas espinosas, tejiéndolos en un capullo impenetrable. El grito de Lilith murió en su garganta. Pantera apenas pudo quejarse. Lucharon por respirar mientras una masa de hojas deslizantes intentaban separar sus labios para amordazarles.

    Alguien, o algo, volvió a suspirar, esta vez mucho más cerca. Justo cuando Lilith pensó que se asfixiaría, ambos cayeron sobre una alfombra de hojas húmedas en el lado opuesto del cenador. Este permaneció como un centinela sobre ellos, en silencio.

    Aterrizaron al otro lado del jardín, que era más siniestro. Lilith tosió, primero para deshacerse de las hojas, luego del hedor abrumador. Una niebla espesa oscureció su visión, haciendo que el jardín pareciera un charco de una sustancia horrible. Los gigantescos rosales tejían ramas en forma de túneles oscuros y borrosos.

    Lilith intercambió una mirada petrificada con Pantera.

    —Felicitades, has llegado con éxito a Marte, tu planeta favorito, - le gruñó su mascota.

    —No esperaba que Marte fuese así. - Lilith se quitó las ramitas del cabello y se arregló la boina. —Parece que los cenadores son entradas al otro lado del jardín...

    Más suspiros los alcanzaron, ahora con más gritos de dolor.

    —Es ella, - dijo Lilith con los ojos redondos.

    —La reina marciana te da la bienvenida. - Pantera miró nerviosamente a su alrededor. —Continúa tú. Yo he cambiado de opinión. Las ardillas mutantes gigantes ya no me interesan. Te espero en la mansión. ¡Adiós! - Hizo un esfuerzo para alejarse.

    —¡Oye! - Lilith lo agarró por la cola. —No vas a ir a ningún lado. Accediste a investigar conmigo.

    —¿Lo hice? - se quejó Pantera.

    —Me diste tu palabra. ¿Dónde está tu dignidad perruna?

    Lilith se puso de pie rápidamente, se sacudió los escombros y avanzó caminando hacia la bruma láctea con los brazos extendidos. Pantera la siguió a regañadientes.

    Una ráfaga de viento cálido y enfermizo atravesó la niebla, y un olor repugnante, mohoso y antiguo, hizo que Lilith tosiera. Su corazón latía como una enorme campana, su estómago protestó, pero no podía volver atrás. Tenía que ver qué era aquello que hacía ese ruido y emitía ese olor.

    El túnel terminó abruptamente y se encontraron en un claro circular cara a cara con el mastín, que rugió y se acercó tanto a Lilith que ella chilló de miedo. Pantera se lanzó a ladrar histéricamente. Bär avanzó. Lilith dio un paso atrás automáticamente, pero su pie se enganchó en una raíz y cayó, aterrizando sobre una maraña de zarzas de rosas que instantáneamente se deslizaron sobre ella y la inmovilizaron en el suelo. Mientras tanto, el whippet y el mastín se unieron en un coro de gruñidos, intentando morderse la cabeza.

    —¡Pantera! - chilló Lilith. —Los tallos me han atrapado. ¡No me puedo mover!

    —¡Espera! - ladró él mirando al mastín. —Amable hermano canino, propongo que resolvamos este asunto pacíficamente. Tan pronto como regrese a la mansión, tendré un trozo de bistec muy jugoso en mi poder. Sacrificaré la mitad para que lo mastique, si no deja pasar.

    Gruesa saliva goteaba a ambos lados del hocico de Bär.

    —De acuerdo, - dijo Pantera. —Probemos un enfoque diferente.

    —Si quieres ver a tu amiga destrozada viva, ¡ahora es tu oportunidad! - gritó Lilith.

    —Sólo un momento.

    El mastín se agachó, listo para arremeter. El whippet levantó la cabeza con orgullo, listo para luchar hasta la muerte. Lilith se debatió y se retorció contra las zarzas cada vez más apretadas.

    Un gemido penetrante los hizo detenerse. El mastín respondió con un quejido asustado, poco característico para su tamaño. Una figura alta separó la niebla, y allí estaba Gustav, con la cabeza brillante por la transpiración. Agarró a Bär por el cuello, sacó un par de tijeras de podar y arrancó las lianas de Lilith en unos pocos movimientos practicados.

    —¡Raus! ¡RAUS! - chilló él agitando su mano.

    Lilith no necesitaba que se lo dijeran dos veces. Instintivamente supo lo que Raus quería decir. Ignorando los cortes punzantes, se levantó y corrió con Pantera a sus pies. Corrieron hacia el túnel, atravesaron el cenador cubierto de maleza y salieron al otro lado del jardín, tambaleándose y perdiéndose en el laberinto, hasta que llegaron a una cerca.

    Lilith resoplaba para recuperar el aliento. Pantera sacó la lengua jadeando. Se miraron el uno al otro, y después de una breve pausa, reanudaron su búsqueda, corriendo en la dirección opuesta, sólo para toparse nuevamente con la cerca, detrás de la cual el bosque Grunewald los miraba con diversión.

    —¡Puedo oler una salida, pero no deja de cambiar! - Se quejó Lilith. —¿Puedes olerla?

    —Estás hiriendo mis sentimientos perrunos, - ladró Pantera.

    Lilith solo gruñó.

    Corrieron y corrieron y corrieron. Cuántas vueltas dieron y cuántas horas pasaron, ninguno de los dos lo sabía. El anochecer se deslizó en las sombras. No estaban cerca de la mansión, pero sí tan hambrientos como exhaustos, y seguramente llegaban tarde para cenar. Lilith se dejó caer al suelo, furiosa. —Supongo que no nos dejará salir hasta que le venga en gana. Toda esta idea de la investigación ha sido una ostentosa pérdida de tiempo.

    —¿Y de quién fue la idea, si puedo preguntar? - se burló Pantera.

    —Qué amable de tu parte apoyarme, - siseó Lilith. Se agarró la cabeza y gimió de consternación. —¡Mi boina! ¡Oh, he perdido mi boina! - El horror inundó su estómago. Su madre le preguntaría por la boina.

    Pantera se aclaró la garganta. —Si puedo profesar mi opinión canina, aparte de la terrible catástrofe de perder tu boina, no creo que hayamos perdido el tiempo. Creo que hemos descubierto más de lo que podíamos esperar.

    —¿Lo hicimos, querido Watson? ¿Y qué sería eso, si me atrevo a preguntar? - preguntó Lilith irritada.

    —Número uno, tu abuelo es un desagradable.

    Acostumbrada a guardar sus opiniones sobre las personas para sí misma, Lilith simplemente lo miró. Ella pensó que era descortés chismorrear sobre las personas a sus espaldas, prefería decirles la verdad a la cara.

    —Número dos, no es el jardín lo que apesta, es algo que está en el jardín, - gruñó Pantera.

    —No es algo, es alguien. Es ella. Me arriesgaría a apostar que es muy vieja. Y sufre dolor, - agregó Lilith.

    —Y Bär la vigila la mayor parte del día y de la noche. - Pantera sacó su pecho de manera importante.

    —¿Cómo lo sabes? - Preguntó Lilith sorprendida.

    —Ese tipo, el hombre, lo sacó a pasear en cuanto fingí estar dormido. ¿Por qué iba a pasear a un perro en mitad de la noche?

    —¿Quieres decir, el mayordomo?

    —No, me refiero al escalofriante mayordomo calvo escalofriante.

    Lilith puso los ojos en blanco. —¿Y me lo dices ahora?

    —Bueno, perdona. No he tenido la oportunidad.

    —Brillante. Ahora estamos atrapados en un jardín que tiene un cierto cadáver femenino en descomposición en sus profundidades y que tal vez se está colando entre los arbustos en este mismo segundo, preparado para devorarnos, - se quejó Lilith.

    —Tienes razón. Ahí está. - Pantera señaló con el hocico.

    Lilith casi se cae del susto, mirando hacia la oscuridad.

    Una luz parpadeó en la distancia. —Tú... - Miró al whippet, su corazón latía con fuerza. —Sólo es una linterna.

    —No, es un mutante de ardilla y luciérnaga espacial. Brilla si lo miras fijamente, así que si yo fuera tú, dejaría de mirarlo.

    Lilith entornó los ojos, lo que perdió el efecto deseado en la oscuridad. Pantera sonrió, lo que tuvo todo el efecto en la oscuridad, debido a sus dientes excepcionalmente blancos.

    La luz brillaba a unos treinta pasos de distancia, bailando al ritmo de los movimientos de su dueño.

    —¿Serías tan amable de investigar?

    —Ya me he anticipado a eso, señorita. - Pantera olisqueó el aire. —Se trata de Ed. Pensé que los adolescentes generalmente apestaban, pero este huele a galletas.

    —¿Vamos? - Impulsada por la esperanza, Lilith se sacudió la ropa y de inmediato se dirigió hacia la luz, con Pantera pisándole los talones.

    Emocionados pero cautos, mantuvieron la distancia. Ocasionalmente, la luz se apagaba, como si esperara a que la alcanzaran, y luego se volvía a encender. Pronto, los arbustos se volvieron más delgados y cortos y se parecían más a un jardín podado que zarzales caóticos. Las luces de la mansión del porche trasero aparecieron a la vista. Lilith corrió sin aliento hacia ellas. La doblar la esquina emergieron en el lugar exacto donde habían comenzado su viaje esa mañana. Lilith miró a su alrededor en busca de Ed. Pantera levantó rápidamente una pierna hacia un arbusto y dejó escapar una línea de orina.

    —¡Pantera Bloom Junior! - chilló Lilith horrorizada.

    —¡LILITH! - Gabby Bloom bajó corriendo las escaleras con la cara amarilla a la luz eléctrica.

    —¡Estaba fuera de mí misma! Tu padre casi se vuelve loco. ¿Dónde has estado? ¿Qué diablos has hecho? Mírate, ¿qué te ha pasado? - Giró a Lilith de un lado a otro, registrando el daño a través de sus gafas con montura de metal.

    —¿Tienes idea de qué hora es? ¡Te perdiste la cena! - Parecía el fin del mundo. Para Lilith, sin embargo, sonaba como el comienzo de una aventura tras un viaje aburrido, sin mencionar su afortunada escapada de Gwen y Dafne.

    —¡Mamá! - Contuvo el aliento olvidando sonar sarcástica. —¡Mamá, no creerías lo que hemos encontrado! - Pero en cuanto Lilith lo dijo, supo la verdad. De ninguna manera su madre iba a creer que el jardín estaba vivo, que escondía una mujer muerta que lloraba en sus profundidades ni que para llegar allí tenías que ser tragado y escupido por un cenador cubierto de zarzas.

    —¿Qué es eso que has encontrado en un jardín de rosas? - preguntó su madre.

    —Nada, - dijo Lilith en voz baja.

    Ella miró a Pantera, que dejó escapar un suspiro casi humano. Lilith juraría haber visto a Ed encender su linterna una vez más desde detrás de la mansión, como diciendo: "Me alegro de que hayáis encontrado el camino de vuelta. Encantado de ayudar. Tu amigo Ed".

    —Tu amigo, - murmuró Lilith saboreando el sonido.

    Pantera gruñó de celos.

    —¿Qué le ha pasado a tu boina? - preguntó Gabby de repente. —Creí haberte visto ponértela esta mañana.

    Lilith inhaló, exhaló y recurrió a la única defensa que tenía contra la ira de su madre. —Los elefantes salvajes se la comieron, madre. Pensaron que era una fresa gigante de Marte. De hecho, el jardín estaba lleno. De elefantes, quiero decir, no de fresas. Lamento terriblemente habernos perdido la cena. Los vimos hacer un número privado de ballet para nosotros. En tutús. ¿Verdad, Pantera?

    Pantera levantó las orejas y le dirigió una mirada que solo podía significar: "¿De verdad has dicho elefantes con tutús?"

    —¡Lilith! - Los labios de Gabby temblaron. —Ya he tenido suficientes tonterías por hoy. Ve a tu habitación. - Agarró el hombro de su hija y la hizo pasar por la puerta trasera hacia el vestíbulo, subió las escaleras y recorrió el oscuro pasillo. Pantera trotaba detrás en silencio.

    —Hablaremos de esto mañana. Tu padre está muy molesto, y tu abuelo también. Envió a sus invitados a buscarte. ¡Sus invitados! ¿Entiendes lo que eso significa? Son nuestros parientes de quienes estamos hablando ¿Qué pensarán ellos?

    Lilith se desconectó del resto, feliz de que, entre la confusión, nadie se llevara a Pantera. Gabby le recordó que tomara las píldoras por la mañana, cerró la puerta y se fue.

    Lilith dejó escapar el aliento, sin darse cuenta de que lo llevaba conteniendo todo este tiempo. —¡Pantera, estamos juntos! - le susurró.

    —¿Puedo confesar que desprecio completamente a tu madre? - Pantera saltó a la cama y se acurrucó de inmediato. Lilith se dejó caer a su lado, sin molestarse en cambiarse o meterse debajo de las sábanas.

    —Oh, no te preocupes por ella. - Como de costumbre, Lilith mantenía su verdadera opinión para sí misma. —Las madres y las hijas se ponen nerviosas históricamente. Se preocupan por mí. Escucha, hablemos sobre cómo resolver este misterio. Hablemos de... ¿de qué quería yo hablar? ¿Del misterio del jardín? No, creo que era... del jardín del misterio. No, eso no suena bien. - Murmuró un poco más y pronto se quedó dormida, sin soñar en nada.

Capítulo 5: Las Cabezas Parlantes

    ¡TUD!

    Lilith escuchó caer y rodar algo pesado. Luego otra vez. Y otra. Su cerebro dormido tardó unos minutos en procesar esta información antes de que sus párpados se abrieran. La luz de la luna brillaba en la habitación coloreándola de plata. El hedor del jardín adquirió un sabor casi metálico. Alguien respiraba laboriosamente fuera, realizando lo que debía ser una tarea física extenuante. Lilith salió de la cama y se agachó junto a la ventana mirando por detrás de la cortina. Lo que vio la congeló en el acto. Ni siquiera notó a Pantera rozarle la pierna y asomar la cabeza por el alféizar de la ventana.

    En el porche trasero, en un charco de luz de luna, una robusta figura masculina levantaba y bajaba un hacha hacia ... hacia ... Lilith parpadeó para asegurarse de que veía bien. Varios cuerpos formaban una fila. Alfred se interponía cuidadosamente entre ellos, bajando el hacha y recogiendo cabezas cortadas como capullos de flores.

    Lilith no pudo mirar más. Se le doblaron las rodillas y se tambaleó hacia atrás chocando contra la cama. Su corazón latía erráticamente y le zumbaban los oídos. Se hundió en las almohadas para evitar desmayarse. Pantera se acercó a su lado, lamiéndole la cara.

    Los ruidos cortantes se detuvieron abruptamente. Inmediatamente, un par de sonidos de chapoteo se emitieron desde arriba, como si alguien sacara algo del barro.

    —También te cortará la cabeza si no duermes, señorita, - dijo la voz ronca de una mujer.

    Lilith estiró el cuello para mirar y deseó no haberlo hecho. Colgadas en la pared como los trofeos de un cazador, un par de cabezas cortadas la estudiaban en silencio. Parecían enormes capullos de rosa, sus cuellos se estrechaban en tallos y desaparecían en la pared. La habitación se llenó del olor de una carnicería.

    Mortificada, Lilith se arrastró lentamente hacia el respaldo de la cama, con Pantera justo a su lado, temblando.

    —No, no lo hará, - dijo la otra cabeza. Tenía los labios regordetes y la piel oscura. —Dijo que le sacaría las tripas y las usaría para hacer salchichas.

    —Lo siento, nos hemos retrasado. ¿Ya está asustada? - Una cabeza masculina atravesó la pared con un crujido húmedo, con el pelo negro bien cortado y la raya en medio. Junto a él apareció otra poco después, la de una mujer con una mandíbula muy angular. —Norman, podrías haberme esperado. Sabes que no me gusta que me apuren. ¿Ya está asustada?

    —¡Shh! Acabo de preguntarlo.

    —¿Cómo se supone que voy a saber lo que has preguntado o no?

    La primera cabeza habló por encima en voz alta. —Solo he dicho que le cortarán la cabeza.

    —Y yo le he dicho que le sacarán las tripas.

    Lilith parpadeó. No reconocía a quién pertenecían las cabezas. En un suspiro, las cabezas se lanzaron a una discusión.

    —Pensé que estábamos de acuerdo en lo de las tripas.

    —¡Pfft! Cortar cabezas suena mucho más aterrador.

    —Descuartizada. Deberías haber dicho que sería descuartizada.

    Siguieron hablando unas con otras hasta que la primera las hizo callar y se dirigió a Lilith. —Eres la invitada número trece, señorita. Qué número tan desafortunado.

    —Qué pobrecita, Agatha.

    —¿Probaste a decirle que se la van a comer viva? Me parece que funciona mejor. Además, comida haciendo ruidos crujientes...

    —Disculpen, - dijo Lilith. —¿Están tratando de asustarme?

    Las cabezas se miraron preocupadas y parecieron haberse quedado dormidas rápidamente. O caído muertas, para el caso era lo mismo.

    Lilith se frotó los ojos. Las cabezas no desaparecieron. Horrorizada, quiso extender la mano y tocarlas para asegurarse de que su mente no la estaba engañando. La sangre no la asustaba. Ella había ayudado a su padre en el nacimiento de innumerables cachorros, incluido Pantera, que actualmente gimoteaba como un perro común.

    Lilith observó la pared. No pasó nada. Después de otra eternidad, se acercó para mirar mejor. —¿Pantera? Creo que son parte de la mansión.

    —Eso es obvio, - se quejó Pantera. —Sin embargo, a pesar de lo emocionante de este descubrimiento, prefiero dormir con Bär de ahora en adelante. - Se arrastró hasta el borde de la cama.

    —Alto. - Lilith lo atrapó. —Tú no vas a ninguna parte. - lo abrazó con fuerza ignorando sus protestas. —Si son parte de la mansión, entonces no fue mi abuelo quien les cortó la cabeza y esos no eran cuerpos reales. Esta mansión no sólo se mueve, puede adoptar la forma de otras personas. ¿Por qué? ¿Crees que está tratando de asustarme? Esa me resulta familiar... - Lilith señaló hacia la cabeza con nariz de gancho.

    —No me apunté para esto, - murmuró Pantera.

    —No recuerdo dónde la he visto. ¿Dónde te he visto antes?

    La cabeza no respondió, observaba la habitación con absoluta calma.

    —Pantera, escucha. Esto es importante. Necesito que me digas algo, - dijo Lilith seriamente. —Todo esto es real, ¿no? - se pellizcó.

    Pantera sonrió. —No.

    —¿Que quieres decir con no?

    —Es un terrible fruto de tu imaginación.

    —Pantera, - advirtió Lilith.

    —¿Qué? Estoy muy molesto, ¿vale? Me prometiste un bistec y todavía no lo he conseguido. Tu abuelo es un desagradable. No hay perros con los que pasear. Y no, Bär no cuenta como un perro. No puedo encontrar ningún arbusto con olor limpio para orinar. Así que aquí estoy, tratando de dormir cuando este jaleo me despierta de un sueño. ¡Era el sueño más hermoso que he tenido! ¡Ardillas, una decena de ardillas gordas y jugosas. - puso los ojos en blanco. —Luego las atrapé, sabían a...

    —Pantera Bloom Junior, - interrumpió Lilith. —Contéstame ahora mismo. ¿Son reales?, - Dijo señalando a las cabezas, —¿o me estoy volviendo loca?

    —¿Por qué no tocas una y te convences? - Se burló.

    —Oh, ¿eso es lo que quieres que haga? Está bien, tocaré una. No, espera. Sacaré una de la pared, las sacaré todas ... - Se interrumpió.

    Una serie de ruidos sordos emanaron del jardín.

    —¡Los cuerpos! - exclamaron ambos y corrieron hacia la ventana.

    La escalera brillaba sin rastro de los cuerpos ni la sangre, nada. Unos golpes de succión les llegaron desde atrás. Lilith y Pantera se dieron la vuelta. Las cabezas se hundían en la pared como si estuvieran desapareciendo en un pantano.

    —¡Hey, esperad! - llamó Lilith. Cuando saltó a la cama, desaparecieron. Tocó la pared, aprensiva al principio, luego la golpeó de frustración.

    —¡Estoy intentando dormir! - gritó una voz de anciana. —¿No es suficiente haber irrumpido en mi baño? Esto no es un hotel, joven mädchen. Esta es una residencia privada. Esto es...

    Lilith se tapó los oídos esperando que la anciana se callara. Trotó hacia la ventana y se asomó, reflexionando. —¿Qué crees que significa todo esto?

    —¿Podemos hablar de otra cosa? ¿De ardillas, por ejemplo?

    —Mi querido Watson, humildemente te pido que me des tu más astuta opinión. Según recuerdo, has aceptado participar en esta investigación. Me diste tu palabra.

    Pantera se rascó detrás de la oreja, haciendo ruidos sordos cada vez que fallaba con la pierna.

    —¿Pantera?

    —Creo que tengo pulgas. ¿Crees que tengo pulgas? He oído que las pulgas alemanas pican más que...

    —¡Deja de evadir mi pregunta!

    —¿No puede un perro rascarse en paz? Pensé que ya lo habías descubierto. Es elemental, ¿no? - inclinó la cabeza.

    —¿Qué es elemental?

    —Que a la mansión le gustas porque no te asustas fácilmente.

    —¿Y...? - dijo Lilith con impaciencia.

    —Y ... creo que no está contenta con algo. Algo que está haciendo tu espeluznante abuelo. Te está incitando para ver hasta dónde llegas. Debe de estar todo relacionado con esa cosa apestosa.

    Lilith pareció aturdida, como golpeada por un destello de genialidad. —Ya lo tengo.

    —¿Lo tienes?

    Lilith mascó un mechón de cabello suelto. —¿Qué pasaría si el abuelo invitara a todos a esta reunión familiar, no para honrar la memoria de la abuela, sino porque necesita cuerpos frescos para el jardín? ¿Y si no es la casa la que es carnívora sino el jardín? ¿Y si se alimenta de gente? - Lilith sofocó un grito. —Eso es. Recuerda, el abuelo usa una especie de fertilizante secreto para sus rosas, algo que tal vez ningún otro jardinero ha podido replicar. Por supuesto, ningún otro jardinero puede replicarlo. Pantera, es un asesino. Mata personas y las entierra en el jardín. Como comida para las plantas. Por eso apesta. - Lilith tembló. —Necesitamos detenerlo.

    —¿Nosotros?

    —¡Dijiste que ayudarías! - dijo Lilith exasperada.

    —No tenemos hechos. Esto es una mera especulación. Además, no es exactamente mi idea de unas vacaciones. No sabía que implicaría rastrear cadáveres.

    —¡Pero eres un perro! Te gusta oler cosas muertas, ¿no? - Pantera no tuvo la oportunidad de responder. La fiebre de la aventura venció a Lilith. —Vamos a trabajar en equipo, como Holmes y Watson. Te daré pequeñas tareas que hacer. Mientras las lleves a cabo, yo ...

    Pantera tosió cortésmente. —¿Puedo opinar?

    —Esbozaré un plan de acción. Creo que comenzaré con…

    Pantera tosió más fuerte.

    —Me estás interrumpiendo. - Lilith miró irritada a su mascota.

    —Has olvidado un pequeño e insignificante detalle.

    —¿Y cuál es?

    Pantera hinchó el pecho. —No me había dado cuenta del alcance total de este asunto. A la luz de los recientes cambios, que parecen haber aumentado significativamente mi carga de trabajo, solicito un aumento del sueldo. Insisto enérgicamente. Un filete no es suficiente. Es una minucia.

    Lilith se cruzó de brazos. —¿Una minucia, verdad? No sabía lo materialista que eras. Muy bien. De acuerdo. ¿Qué más quieres?

    —Me gustaría una nueva correa, - gruñó Pantera.

    —Vale.

    —Y una cama nueva. La vieja se está desmoronando.

    Lilith lo pensó. —Está bien. Una correa nueva y una cama nueva.

    —Y esa chaqueta que vimos en la tienda. - Pantera tentó su suerte, parpadeando inocentemente.

    —¿Aquella rosa? - Lilith levantó las cejas.

    —¿Y? Es mi color favorito. Además, no es rosa, es rosada. Muy delicada. Hace juego con mi lengua.

    Lilith lo miró con incredulidad. —Estoy escuchando esto de un perro. Fascinante. ¿Algo más, ya que estás en ello?

    —Ciertamente. Paseos de una hora, no tus treinta minutos habituales. Quiero sesenta minutos, ni un minuto menos. Y se me permite perseguir ardillas. Sin correa.

    —Vale, - suspiró Lilith. —Después de llegar a casa, ahorraré para conseguirte una cama nueva, una correa nueva y una chaqueta nueva. Y te llevaré a caminatas de una hora.

    —Todos los días, - dijo Pantera.

    —Todos los días. ¿Tenemos un trato?

    —Sí. Ciertamente lo tenemos. - Pantera estiró adecuadamente su pata y Lilith la estrechó allí mismo.

    Los primeros rayos del sol irrumpieron en el horizonte coloreando el cielo con una tímida pincelada de colorete. Lilith bostezó. Pantera bostezó y saltó a la cama. —¿Hemos terminado? ¿Podemos ir a dormir ahora? - Sin esperar una respuesta, se metió bajo la manta y se quedó quieto.

    Lilith se unió a él, exhausta pero demasiado agitada para relajarse. El resto de la noche la pasó en una serie de giros acompañados de gruñidos enojados de su mascota, que escapó al suelo, dejando que su amiga se moviera y girara. No importaba cuánto intentara Lilith hacer que su cerebro se detuviera, seguían surgiendo una idea tras otra, dejando que quedara dormida durante una hora... mmmm, una hora, sí, hasta que fue el momento de levantarse.

Capítulo 6: Sobre el Olor

    Lilith caminó hasta el baño. Llamó ruidosamente antes de entrar, saltó a la ducha, no tanto para quitarse la suciedad, sino más bien para pensar. El agua corriente la tranquilizaba, la ayudaba a planificar el día. Necesitaba investigar el jardín de rosas, examinar cada callejón, espiar cada sombra, olor y sonido. Esperaba escuchar a la mujer otra vez, pero esta vez estaría preparada. Pantera detectaría posibles ubicaciones de cuerpos enterrados y ella iría a buscar a Ed. También quedaba la incógnita sobre lo que el abuelo había anunciado ayer.

    Lilith miró a su alrededor para asegurarse de que nadie pudiera oírla. —Me pregunto qué podría haber anunciado mi sórdido traidor de abuelo que era tan importante.

    Sin previo aviso, el baño se movió, se aceleró, bajó, luego se detuvo, temblando como un animal mojado.

    Lilith se aferró a la puerta de la ducha. —Oh, ¿a ti tampoco te gusta el abuelo?

    El baño no respondió, solo se estiró un poco, crujiendo sus articulaciones.

    —Entiendo. Si no quieres hablar de él, está bien. - Sin inmutarse, ella cerró el agua, se envolvió en una toalla y abrió la puerta.

    —Disculpe si he interrumpido su rutina. Pero gracias y buenos días, - dijo cortésmente a la mansión en general.

    Lilith eligió un traje de detective adecuado: vaqueros negros, Mary Janes negras, rebeca negra y boina negra. Se miró en el espejo y asintió.

    —Pantera. - zarandeó al whippet.

    El bostezó. —¿Qué? Vete. Estoy de vacaciones. - Se cubrió el hocico con ambas patas.

    —¡Pantera Bloom...! - Los pasos en el pasillo sobresaltaron a Lilith. —¡Mi medicina! - Agarró el vial, sacó una píldora y la abrió por la mitad. Dentro contenía la droga en polvo que se suponía que debía hacerla prestar atención en clase. Ella la despreciaba. Le embotaba los sentidos, la hacía sentir estúpida y lenta, y hacía la vida aburrida. Los olores perdían intensidad, las casas dejaban de moverse y su corazón se ralentizaba. También le causaba insomnio, y tenía que tomar pastillas para dormir. Luego ella dormía, pero no veía sueños.

    Resumiendo, con pastillas, Lilith no se sentía como Lilith.

    Corrió hacia el baño, sacó el polvo de dos cápsulas y las volvió a cerrar, descargó el inodoro y regresó justo en el momento en que su madre entraba.

    —¡Estas despierta! - dijo Gabby asombrada. —Y vestida. Tomó un mechón del cabello de Lilith, sintiéndolo de seda. —Y te has lavado sin que yo te lo recordara.

    —Buenos días a ti también, madre, - dijo Lilith amablemente. —Te complacerá saber que planeo socializar hoy. Quiero conocer a todos los huéspedes, causar una buena impresión. Para compensar mi atroz comportamiento.

    —¿De verdad? - Su madre parecía sorprendida.

    —En serio. Y estoy tomando mis pastillas como me lo pediste.

    Hoy necesitaba apartar a su madre del camino. Exagerando cada gesto, Lilith colocó dos cápsulas vacías en su lengua, agarró una botella de agua de la mesita de noche, bebió un poco y tragó.

    —No puedo creer lo que veo. ¿Y ese cambió de la noche a la mañana?

    —Um ... - comenzó Lilith, muy tentada a decir: "Bueno, el abuelo me despertó con ruidos de corte. Decapitó a los muertos con un hacha. Luego sus cabezas aparecieron en la pared y no se callaban, no me dejaban dormir. Luego discutí con Pantera; que puede hablar, por cierto; sobre cómo vamos a evitar que el abuelo asesine a más inocentes, porque pensamos, bueno, yo pienso que los usa de alimento para el jardín. Eso es lo que causa que sus rosas sean tan rojas como la sangre. Naturalmente, ideamos un plan para descubrir sus verdaderas intenciones para la reunión de la familia Bloom. Aparte de esto, y del hecho de que el hedor del jardín me da ganas de vomitar, no ha sucedido nada más significativo".

    —Quizá me picó una pulga. ¿Una pulga alemana? He oído que las pulgas alemanas pican más que las estadounidenses, - dijo Lilith mirando a Pantera, que se estiraba y meneaba la cola fingiendo no haber escuchado. Gabby sí lo había escuchado, sin embargo.

    —¡Lilith! - reprendió a su hija. —Eso no es una charla muy sensata. Alemania es la tierra de tus antepasados. Debes respetar tus raíces. Las generaciones se remontan al siglo XIII, a Ludwig Bloom ...

    —Quién viajó a Berlín y descubrió un jardín de rosas silvestres, - terminó Lilith. —Mamá, ya lo sé. Yo sólo ... ¿podemos ir a comer? Tengo hambre. - Su estómago gruñó estando de acuerdo, al haber visto sólo un bocado de desayuno del día anterior. Eso, junto con el mucho correr, hacía de Lilith una chica muy voraz.

    —Desayunaremos en un minuto.

    —¿Mamá? ¿Dónde está papá?

    —Ocupado.

    —¿Ocupado haciendo qué?

    —Se unirá a nosotros más tarde, no te preocupes. Queríamos hablar contigo, - continuó Gabby, —pero tu abuelo está muy contento de que hayas mostrado tan ávido interés en su jardín. Estoy hablando de tu escapada de ayer. Yo tengo una opinión completamente diferente de ello, por cierto. Hablaremos de ello, señorita, no pienses que lo voy a olvidar. Espera. He perdido el hilo de mis pensamientos. - se presionó las sienes. —Ah, sí. Tu abuelo. Quiere pasar todo el día contigo. Tiene algo importante que decirte.

    El corazón de Lilith se le cayó a los pies.

    —Sé amable. Come rápido, por favor. Te está esperando en el jardín. - Gabby se subió las gafas. —Quiere hablarte sobre su anuncio. Personalmente. -le sonrió. Aquello significaba que el asunto era serio.

    Lilith tragó saliva, sintiéndose mareada. —¿Por qué no puedes decírmelo tú?

    —Lilith, ¿me estás escuchando? Te va a llevar a dar un recorrido por el jardín. Es un honor y espero que te portes bien. - Gabby se arregló una aguja de tejer detrás de su oreja. —De todos modos, tu papá quiere ir a una carrera de whippets. Desayunaremos en Berlín y volveremos para cenar. ¿Estás bien? - preguntó Gabby, su aguja de tejer se iba cayendo mientras se inclinaba para examinar a su hija.

    Lilith palideció. La posibilidad de pasar un día entero con su abuelo después de deducir que podría ser un asesino le quitó todo el coraje a su corazoncito de casi trece años. ¿Qué podría haber tan importante en ese anuncio? Pantera, siempre consciente del estado de ánimo de Lilith, puso sus patas en sus vaqueros hasta que ella lo levantó. Su calor la hizo sentirse mejor.

    —Sí, bien. Sólo tengo hambre.

    —¿Estás segura? No tienes buen aspecto.

    Pantera tosió, emitiendo algo cercano a: "dijo la Reina de la Fealdad".

    Lilith le pellizcó. —Estoy bien. ¿Podemos irnos?

    —Entonces, bien, - Gabby giró sobre sus talones ignorando descaradamente a Pantera, que no sufrió mucho y la ignoró descaradamente a su vez.

    Con piernas flexibles, Lilith siguió a su madre al vestíbulo. Desde allí pudo ver a los invitados que ya estaban dando vueltas en el comedor, apilando platos llenos de gofres, vertiendo yogur en tazones y sirviendo café. Gabby le dio un rápido beso de despedida, Daniel se despidió desde su coche de alquiler y ambos se fueron.

    —Demasiado preocupada por mí, - murmuró Lilith cerrando la puerta principal. —¿A qué vino eso?

    —¿El qué? - Pantera levantó inocentemente la vista.

    —Ya sabes qué. El chiste de la fealdad.

    —Ah, eso. Te pido disculpas, pero tu madre no es mi ideal de belleza. No es lo suficientemente peluda, - gruñó Pantera. —¿Puedes traerme un filete para el desayuno? ¿Por favor?

    —No puedo creer que tengas el descaro de pedirlo. - Le puso a Pantera un collar, que pendía de una correa colgada junto a la puerta, y salió pisando firme por el pasillo sin mirar atrás.

    Ramos de rosas frescas adornaban la mesa con sus pétalos dolorosamente rojos. Lilith se encogió, tratando de no pensar en el origen de un color tan vivo.

    —Comer. Necesito comer, - murmuró mientras elegía un lugar para sentarse y saludaba automáticamente a la gente.

    Los Blooms eran una familia muy numerosa, su legado estaba firmemente arraigado en el negocio de la jardinería. Naturalmente, la mayoría de los Blooms eran expertos florales, primos y primos segundos y primos terceros del descendiente directo de Ludwig Bloom, Alfred Bloom. Él y su difunta esposa, Eugenia, tuvieron un hijo, Daniel Bloom, quien a su vez tuvo una hija. Lilith. Eso significaba que un día la mansión Bloom y su jardín de rosas le pertenecerían.

    Toda la propiedad. Seré la dueña de toda esta propiedad. Dado que la idea de papá de un jardín es cortarlo y convertirlo en una pista de carreras de perros, tal vez el abuelo espera que pueda influir en él para mantenerlo. O espera. Tal vez ... ¿tal vez quiere evitar a papá por completo? Lilith se congeló. ¿Podría ser eso lo que el abuelo anunció ayer? ¿Entregarle la propiedad a su nieta? Nunca se le había ocurrido hasta ahora y eso la hizo aún más decidida a descubrir sus secretos. De ninguna manera quería ella tener un jardín asesino que comía personas. Nunca.

    Perdida en sus pensamientos, Lilith sacó una silla libre. Inmediatamente, todos en la mesa se giraron para mirarla y hacerle las típicas preguntas vacías sobre cómo había dormido y por qué no iba a las carreras con sus padres y cuáles eran sus planes para el día y si le gustaba el jardín. Lilith frunció el ceño con sus sospechas confirmadas. El día anterior casi nadie la había notado.

    Las gemelas Schlitzberger llegaron y se dejaron caer a ambos lados de ella.

    —Hemos oído que te perdiste ayer, - dijo Dafne con una sonrisa desagradable, apilando gofres en su plato.

    —En el jardín de rosas, - agregó Gwen agarrando un bollo.

    Dafne golpeó la mano de su hermana. —¡Ese es mío! Yo lo vi primero. - Procedieron a discutir entre ellas.

    Lilith buscó a Ed en la mesa. Decepcionada, se volvió para mirar a las gemelas.

    —Por cierto, uno de mis pasatiempos favoritos es buscar huesos de personas muertas, - dijo Lilith. —Ya sabéis, calaveras y cosas así. Cubro los mejores especímenes con pintura fluorescente y los cuelgo por la noche frente a las ventanas de las personas. Me tomó un tiempo encontrar uno ayer. Sin embargo, es bonito; tiene todos los dientes intactos. ¿En qué habitación estáis, por cierto?

    La cara de Dafne perdió el color. —¡Madre! - chilló señalando a Lilith y disparando una serie de palabras alemanas.

    Irma Schlitzberger, embutida en un suéter morado, sin duda obra de Gabby Bloom, se inclinó.

    —Tsk-tsk, Dafne. No es educado hablar en alemán delante de tus amigas cuando tus amigas no entienden una palabra. ¿Tengo razón, niña?

    Otros invitados observaron el intercambio con interés.

    La cara de Lilith se puso roja. —Disculpe. Creo haberlo mencionado antes. No soy una niña

    —Aber Mutter, sie ... - interrumpió Dafne, lanzando palabras chillonas a su madre, que Irma respondió con regaños. Mientras tanto, Gwen robó el bollo del plato de su hermana y se lo metió en la boca.

    —Hola. - Alguien tocó el hombro de Lilith. Ella se giró.

    Un niño de unos diez años estaba parado junto a su silla. Tenía un aspecto muy inteligente, con su cabello oscuro bien cortado con raya en medio. Olía a champú.

    —Um, mi nombre es Patrick. Patrick Rosenthal. Soy de Seattle. Vine aquí para la reunión de la familia Bloom. Es un placer conocerte, prima. - Estiró su mano en un movimiento practicado, su rostro mostró una sonrisa practicada. Incluso su discurso sonaba practicado.

    —Y, um ... Esta es mi hermana, Petra. - Empujó a una niña de apenas siete años delante de él. Tenía un aura de dulzura azucarada sobre ella. Lilith recordó que era la chica que había exigido más pastel.

    —¡Hola! - dijo ella alegremente. —Soy Petra. ¿Cómo te llamas? - Petra sonrió mostrando un diente perdido.

    —Lilith Bloom.

    Petra apretaba una hoja de papel en su mano. —Es una carta de nuestro primo Ed. Probablemente sea una carta de amor. Nuestro primo Ed.

    —¡Petra! - dijo Patrick severamente. —Él no es nuestro primo, es primo hermanastro. Ni siquiera somos parientes. Mamá te dijo…

    —Sabrina Rosenthal. Encantada de conocerte. - Una mujer estrechó la mano de Lilith, y Lilith reconoció, con horror, la cara de una de las cabezas; la de la mandíbula angular.

    —Ahí está, la chica encantadora. - le dijo un hombre corpulento, la versión adulta de Patrick. —Te estabas escondiendo de nosotros, ¿verdad? Soy Norman Rosenthal, el único primo segundo de tu padre. - estrechó la mano de Lilith. Lilith se sintió tensa. El rostro del hombre pertenecía a la otra cabeza. Atrapada en su silla, pronto se encontró rodeada por una multitud de parientes ansiosos por conversar.

    —Trude Brandt, joven mädchen, - dijo una anciana, la vecina de la habitación de Lilith. Lilith pensó que la mujer se veía mejor con la crema verde en la cara. —Hablaré con tu abuelo sobre tu comportamiento. - la regañó con un dedo nudoso.

    —Hanna Haas. - Una mujer de aspecto malhumorado, con dientes grandes y gafas aún más grandes empujó una silla de ruedas. —Mi madre, Heidemarie Haas.

    Heidemarie se parecía a un fantasma seco sentado entre mantas, tenía los ojos ciegos. Agarró a Lilith con manos temblorosas, palpó su rostro y le transmitió algo a Hanna.

    —Mi madre dice que te pareces a tu padre cuando tenía tu edad. Mi madre dice ...

    Sabrina habló para preguntar algo. Petra habló sin dejar terminar a Sabrina, Patrick habló sin dejar terminar a Petra y Dafne habló sin dejar terminar a todos los demás. Las voces se volvieron borrosas, los olores se mezclaron en un hedor sofocante y, justo cuando Lilith pensó que no podía soportarlo más, otro horrible suspiro penetró en el aire.

    Lilith no lo escuchó tanto como lo sintió y dio un salto en la silla con la carta de Ed en la mano. Nadie pareció darse cuenta de nada. Con el corazón latiendo violentamente, excusándose de izquierda a derecha, se atiborró de comida, ansiosa por escapar al jardín para comenzar su investigación en serio.

Capítulo 7: El Heredero de Bloom

    El resto del desayuno se convirtió en una pesadilla. La gente charló con Lilith, le ofrecieron comida, le sirvieron zumo, sonrieron y se hicieron fotos con ella hasta que por fin Lilith logró excusarse con el pretexto de una visita al baño. Salió del pasillo con cuidado de no correr, muriendo por contarle a Pantera lo del suspiro, y muriendo por leer la nota de Ed. La había apretado con tanta fuerza en su sudorosa palma que temió que las palabras se hubieran derretido.

    Pantera esperaba junto a la puerta meneando la cola.

    —Oh, lo siento. Olvidé tu bistec. ¡Esa mujer! ¿La oiste suspirar de nuevo? - susurró Lilith con urgencia quitándole el collar.

    —No que yo recuerde. - Pantera se lamió el hocico, luciendo sospechosamente presumido, como si no tuviera hambre en absoluto. —Sin embargo, escuché cantar a un elefante. Fue bastante doloroso.

    Lilith arrugó sus rasgos con un ceño fruncido cuando otro suspiro sacudió el aire. Ella se encogió, Pantera gruñó. Salieron corriendo del vestíbulo tan rápido que ninguno de los dos notó que venían dos sirvientas de la cocina.

    Lilith chocó con ellas de frente, enviando al suelo bandejas de strudels de manzana con un gran estruendo. La nota de Ed salió volando de su mano y aterrizó debajo de un tazón volcado de salsa de vainilla.

    —¡No! - gritó Lilith lanzándose a por ella. Dos mujeres con vestidos negros y delantales blancos de volantes la bloquearon. Se agacharon para recoger su carta caída. Una de ellas se enderezó y Lilith casi se cayó al suelo.

    La cabeza de nariz aguileña la miró fijamente. Lilith recordaba a esta mujer ahora. Había servido la cena, se había llevado los platos sucios y traído unos limpios. Sus ojos llorosos hicieron que la piel de Lilith se erizara. La segunda sirvienta se levantó, luciendo la cabeza de piel oscura. Sus labios regordetes se separaron en una sonrisa al ver a Pantera.

    —¿Se lastimó la señorita? - preguntó la primera sirvienta con esa voz ronca y familiar. El cabello gris recogido en un moño reveló el huevo de una calavera y Lilith pensó que podría ser la hermana de Gustav.

    —No. En absoluto. Estoy bien, gracias.

    Pantera se dirigió discretamente hacia las bandejas volcadas, agarró un strudel de manzana y se lo tragó entero, con hipo.

    —Soy Agatha, el ama de llaves. Y esta es Monika, mi cocinera. - Monika saludó y dijo: —¡Hola!

    —Qué lástima que nos hayamos conocido derramando la salsa.

    Lilith pensó que tanto el ama de llaves como el mayordomo combinaban perfectamente con la terrorífica mansión.

    —Yo ... no te vi. Lo siento, - dijo Lilith. —Me disculpo profusamente. ¿Puedo ayudar?

    —No es necesario. Nosotras nos encargaremos de esto. - El ama de llaves apartó a un lado a la niña y le dio un codazo a la cocinera. Pantera, con el hocico manchado de vainilla, saltó a un lado y fingió estudiar el techo. Lilith, impotente, observó a Monika recoger la nota de Ed junto a los pedazos de un cuenco roto.

    —¿La señorita no ha dormido bien? - preguntó Agatha.

    Lilith se sobresaltó.

    —La señorita necesita dormir, para ver mejor por dónde va. - Los ojos de Agatha brillaron.

    El miedo llenó el estómago de Lilith. Ella decidió salir de allí de inmediato, sus suelas resbalaron sobre el suelo pulido hasta que salió al jardín, sin aliento.

    —Esa mujer, Agatha, si puedo hacer una observación, parecía un caballo, - gruñó Pantera. —Ahora tendré dolor de cabeza. No puedo decidir quién es más fea, si ella o tu madre.

    —No tiene gracia. ¿Oíste lo que dijo? ¿Viste sus ojos? ¡Ella estuvo allí! ¿De qué otra manera puede saber que no dormí nada anoche? - dijo Lilith.

    Pantera cerró su hocico en un esfuerzo por parecerse a un perro que no hablaba.

    —Oye, no me ignores. Te estoy preguntando.

    Precedido por el crujido de la grava, Alfred Bloom se acercó a ellos con Bär a su lado. Lilith sintió la necesidad de huir. El jardín parecía moverse junto a su abuelo, acentuando su traje burdeos con un brillo rojizo.

    —¡Buenos días, mi querida niña! - dijo él con exuberancia.

    Lilith se obligó a sonreír, confiando en que su corazón acelerado no traicionara su voz. —Buenos días, abuelo.

    Bär gruñó. Pantera gruñó en respuesta.

    —¿Tuviste ... problemas para alejarte de todos ellos?

    Lilith solo pudo asentir.

    —Ah, no te preocupes por ellos. Están ansiosos, por supuesto, de conocerte después de mi anuncio de la cena de ayer, el que te... perdiste, - dijo con desaprobación.

    "Creo que sé lo que es, abuelo", pensó Lilith componiendo sus rasgos en una máscara de atención. —Estoy deseando escucharlo.

    —Espero ser el primero en dar la noticia. Antes de hacerlo... hmm, ¿te importaría darme una explicación para tu desaparición? Todos estábamos bastante preocupados.

    —Oh, eso. Nos perdimos, - dijo Lilith encogiéndose de hombros.

    —¿Perdidos? ¿En mi jardín de rosas? - Alfred continuó la burla que Dafne había comenzado en el desayuno, pero de alguna manera Lilith pensó que mencionar su pasatiempo de colgar cráneos humanos frente a las ventanas de las personas no serviría esta vez.

    —¿A quién te refieres con "nos"...? - Él se acercó.

    Lilith dio un paso atrás. —A Pantera y a mí

    —¿Te perdiste con esta... criatura? ¿En mi jardín? Honestamente, cariño. Piénsalo. Se supone que los perros te ayudan a encontrar la salida, no a perderte. Te lo aseguro, un whippet no es un perro, es una broma. El error de un criador.

    Pantera gruñó. Bär rugió.

    —¿No estás de acuerdo? - Alfred agarró un puñado de la piel de Bär, ante lo cual el mastín se estremeció de placer. —Esto es lo que yo llamo un perro. Puedo conseguirte un cachorro si quieres. Te lo puedes llevar a casa. ¿Qué me dices?

    Pantera se puso rígido. Ella lo levantó, acariciándolo tranquilizadoramente.

    —Lo siento mucho, abuelo, pero tengo que declinar, - dijo Lilith cortésmente. —A mi edad, cuando la responsabilidad es simplemente una palabra que no tiene mucho significado, cuidar algo tan exquisito como un mastín podría estar más allá de mis capacidades. Pero muchas gracias por su increíble oferta. - quiso hacer una reverencia, pero luego decidió que sería excesivo.

    —Lástima, - dijo Alfred, su sonrisa murió. —Oh, bueno. Quizá sea lo mejor. ¿Por qué no entrenas a esta ... parodia de perro, antes de decidir si quieres o no un verdadero perro?

    Pantera se burló de la manera más condescendiente que un perro haya dominado.

    —Discúlpame pero...

    —Mira a Bär, por ejemplo. Está entrenado para no contaminar mis rosas. Gustav me dijo que vio a tu ... mascota aliviarse debajo de un arbusto. Simplemente no puedo permitir que esto suceda en mi jardín. ¡GUSTAV!

    El mayordomo pareció surgir de la nada, como siempre, y agarró la correa de las manos de Lilith. Tomádola por sorpresa por segunda vez, ella extendió las manos, pero arrebató el aire; Gustav ya se había alejado de su alcance. Pantera ladró histéricamente. Bär se lanzó a una serie de travesuras guturales que sonaron sospechosamente a risa.

    Lilith necesitó una enorme fuerza de voluntad para reprimir su ira. —Mis disculpas. Es culpa mía. No fui lo suficientemente severa con él. No lo hará de nuevo, lo prometo. Según recuerdo, mi madre me dijo que me ibas a llevar a dar un recorrido por el jardín. - Lilith esperó con la cara congelada, emocionada por la impaciencia.

    Alfred entornó los ojos. —Si, si, por supuesto. - la agarró del brazo y la condujo por un sendero. Antes de desaparecer detrás de una curva, Lilith vislumbró parientes entusiastas saliendo por las puertas traseras, evidentemente buscándola. Se le erizó la piel. A cierto nivel, se alegró de escapar de sus incesantes consultas.

    Ella siguió a su abuelo en silencio, respirando profundamente para calmarse. Si asumía correctamente, el hombre a su lado asesinaba a la gente. La simple súplica infantil no funcionaba con hombres como él, Lilith había leído suficientes libros de Sherlock Holmes para saberlo. Tenía que tener el control total de sus emociones para ganar. ¿Pero para ganar qué, exactamente?

    A los pocos minutos de caminar a paso ligero, se adentraron en el laberinto. Otro giro, y allí estaba el cenador cubierto de maleza. Sus zarzas retorcidas se separaron como una puerta. Pasaron por ella. Al instante, una niebla asquerosa los rodeó y Alfred se detuvo.

    —Ahora... ¿por dónde iba? - dijo en un ensueño. —Ah, el anuncio de la cena. Ayer leí mi testamento. - Se giró hacia Lilith para mirarla, sosteniéndola por los hombros. Los ojos de Lilith se humedecieron por el hedor. Los dos quedaron en el mismo lugar donde ella y Pantera habían aterrizado ayer. "La mujer que suspira debede estar cerca", pensó ella, "en algún lugar más allá de este túnel".

    —Lilith Bloom, mi única nieta. He decidido hacerte la única heredera de la propiedad Bloom después de mi muerte. ¿Aceptas?

    Clavó sus ojitos brillantes en los de ella.

    Lilith se sintió arraigada al lugar. Había adivinado correctamente, entonces, ¿por qué sentía la lengua de pronto como un calcetín de peluche?

    —Oh, estoy ... estoy eternamente agradecida, - tartamudeó, queriendo agregar, ¿cadáveres incluidos? Le temblaron las manos. —Gracias, querido abuelo. Me siento honrada más allá de las palabras. ¿Puedo preguntar qué constituye exactamente la propiedad Bloom?

    —La mansión y el jardín de rosas. Todo dentro de la cerca me pertenece, a la familia Bloom. Pero diría que el jardín es la mejor parte. - soltó una risita.

    A Lilith se le puso la piel de gallina.

    —Lo que verás a continuación queda estrictamente entre tú y yo, ¿entiendido?

    Lilith asintió y le pareció que su columna vertebral se convertía en hielo.

    —Necesito una respuesta real.

    —Sí, abuelo.

    —Esa es mi chica. - le acarició la mejilla. Su palma áspera y su calor hizo que Lilith se estremeciera. Siempre había pensado que las manos de un asesino deberían ser frías y húmedas.

    —Tu padre ... digamos que no espero que cambie de opinión. Nunca le gustó trabajar en la tierra. En cuanto ponga sus manos en el jardín, arrancará cada arbusto y lo convertirá en una pista de carreras. Por supuesto, para sus ... criaturas. No puedo confiar en él. Tú, por otro lado ... - la miró a la cara, su desagradable aliento estaba a centímetros de distancia. —Parece que estás bastante interesada en la materia orgánica.

    —¿Qué quieres decir exactamente con materia orgánica?

    Él no respondió y la llevó al claro.

    Parches de niebla lamían un claro circular del tamaño de un pequeño prado. Rodeado de zarzas impenetrables, el lugar se parecía a un edificio circular sin techo. En su centro, salpicado de flamantes rosas, crecía un arbusto de un metro de altura. Apestaba sin piedad. Alfred extrajo un par de tijeras de jardinería del bolsillo de atrás y las llevó hacia Lilith. —Un verdadero rosalero no tiene miedo de algunas espinas. Siento que hay una verdadera rosalera en ti. ¿Te gustaría probar? Poda. Adelante, complace a tu abuelo.

    —Disculpa, pero ... - comenzó Lilith, luchando por sostener la pesada herramienta en posición vertical. Parecía demasiado horrible para ser una herramienta de jardinería normal. —¿Cómo lo hago exactamente?

    —Déjame hacerte una pequeña demostración. - Rápido como un rayo, Alfred agarró las tijeras y podó el arbusto. Abuelo acabó llovido por las ramas, las hojas y los pétalos.

    —Así, - dijo, —es como lo hace un maestro rosalero. Mira y aprende, mi querida niña. - Bailó a su alrededor con una alegría casi febril, describiendo cómo hacerlo y cortando a una velocidad asombrosa.

    —Quitas las viejas cabezas, se llaman cabezas muertas, para que florezcan los nuevos brotes, ¿ves? - El abuelo de Lilith no dejaba de moverse. —Las rosas son delicadas y caprichosas, tienes que agarrarlas por el cuello mientras son tímidas, luego son tuyas.

    Lilith trató de no respirar, el hedor la abrumaba. Se preguntó si su abuelo lo olía. Cortaba las rosas con una velocidad asombrosa, respirando laboriosamente mientras caminaba con cuidadado entre montones de tallos. Aquello le recordó a Lilith la pesadilla de ayer.

    Se oyó un suspiro de alivio emitido directamente desde el monte. Alfred lo camufló cerrando ruidosamente las tijeras y clavándolas en el suelo.

    —Bueno ... - Tenía algo detrás de su espalda. —¿Aceptas mi oferta?

    Lilith no podía hablar, petrificada y disgustada.

    Él le ofreció un ramo de rosas.

    Distraída, ella la tomó. Las espinas se le clavaron en la palma, extrayendo sangre que cayó al suelo y desapareció sin dejar rastro, como si el jardín hubiese absorbido cada gota y quisiera más. Con un grito, Lilith tiró las rosas.

    —Oh, lo siento. Disculpa, abuelo. No quise tirarlas. Las recogeré.

    —No te preocupes por eso. - Alfred empujó las flores a un lado con la punta de su zapato. —Tienes todo un jardín a tu disposición. Verás, los tallos viejos necesitan cortarse, respirar y dejar espacio para los nuevos. Aquí hay muchos tallos viejos. - extendió los brazos. —Los rosales crecen muy rápido, mi querida niña. El único secreto es que... tienen que comer, y mucho, para producir muchas flores.

    Los penetrantes ojos de Alfred estudiaron a Lilith.

    Ella trató de parecer tranquila. —¿Cómo alimentas a una rosa?

    —¡Ah! Excelente pregunta. La alimentas con... um, materia orgánica. Es mi secreto, querida niña. Les hace querer más, les da hambre. - Sus ojos brillaron. —No la entierro en el suelo como hacen otros jardineros, la dejo encima para que encuentren y coman tanto o tan poco como quieran. Esa es la clave.

    —¿Qué es exactamente esta materia orgánica? - Lilith tembló visiblemente.

    —¿Cómo?, pensé que lo sabrías al leer tantos libros. Es un compuesto de restos de organismos que vivieron alguna vez.

    —Organismos que alguna vez vivieron.

    —Eso es.

    Solo entonces Lilith se dio cuenta de lo que su abuelo le había hecho al arbusto. Lo había podado con la forma de una mujer. Medía casi cinco metros de altura, con un busto y caderas considerables, flores como ojos. "Es la mujer que suspira", pensó Lilith deseando que Pantera pudiera presenciarlo con ella. "Ella debe haber estado exigiendo que la cortaran para darle vida."

    —¿Abuelo? - apuntó ella. —El rosal. Parece una mujer. ¿Hay alguna razón particular por la que lo podaras así?

    —¿Te gusta?

    La mujer del arbusto se movió, o tal vez sólo le pareció a Lilith eso, y produjo algo pequeño y rojo. Alfred lo tomó, tan tranquilo como si levantara un gofre de un plato.

    —Bueno, mira lo que acabo de encontrar, - dijo.

    —Mi boina.

    —¿Has estado en esta parte del jardín antes?

    —No, - mintió Lilith.

    —Interesante. ¿Cómo crees que ha llegado aquí?

    —Tal vez Bär la encontró y la soltó aquí. - Lilith se encogió de hombros. No pudo inventar una mejor mentira, no mientras la miraba una gigantesca mujer arbusto.—¿Abuelo? Este rosal, creo que se está moviendo.

    —¿Se mueve ahora?

    —Sí. Creo que acabo de ver que te ha dado mi boina.

    Alfred agarró a Lilith por los hombros y la sacudió. —Escucha con atención. Pensé que estábamos de acuerdo con esto. No le digas a nadie lo que viste, por temor no a que termines cultivando el jardín, sino cultivada en el jardín. ¿Me estoy aclarando? - Estiró los labios en una sonrisa.

    Lilith tragó saliva.

    —Todavía estoy esperando una respuesta. ¿Aceptas mi oferta?

    Lilith solo pudo parpadear.

    —Entiendo, necesitas tiempo para pensar. ¿Es eso?

    Ella asintió.

    —Bueno, sé que eres una buena chica. Aceptarás mi oferta al final de tu estancia, ¿verdad? La pregunta es cuándo. Cuanto antes lo hagas, mejor. ¿Sabes por qué?

    Lilith sacudió la cabeza.

    —Porque, - dijo cambiando a un susurro, —hasta que lo hagas, no podrás abandonar mi propiedad. Tampoco quiero pillarte a ti y a tu... mascota, vagando por donde no es debido ni hacer cosas que no deberíais hacer. Cuando te necesite, Gustav te buscará. ¿Está claro?

    —Sí,- gruñó Lilith.

    —Y si alguna vez te encuentro invadiendo este claro, podría encontrar una manera de que nunca salgas del jardín. - Soltó su agarre.

    Lilith se dio cuenta de una terrible verdad. Su abuelo jugaba una especie de juego cruel en el que ella participaba. Si quería recopilar datos sobre el jardín de rosas, sobre la materia orgánica que comía y sobre la mujer del rosal en particular, necesitaba hacerse la dulce y estúpida.

    —Querido abuelo, disculpa mi nerviosismo. Es el desfase horario. Debo de haberlo imaginado todo. Te agradezco esta increíble presentación. Eres un verdadero maestro rosalero. Ojalá algún día iguale tu habilidad para poder esculpir una forma como esa. - Echó un vistazo al arbusto y notó una pizca de orgullo en la cara de su abuelo. —Nunca había visto nada así. - eligió sus siguientes palabras con cuidado. —Le daré a tu oferta gran consideración.

    —Bien. Es la respuesta que quería escuchar. ¿Volvemos? - Él la tomó del brazo y salieron del claro. Lilith miró hacia atrás.

    La mujer del rosal la miró siniestramente.

Capítulo 8: La Historia de Ed

    Atravesaron el cenador, salieron de la niebla y al sol. Las voces de los invitados trinaban en la distancia. Un agradable aroma flotaba en el aire. Todo parecía tan normal que parecía inconcebible que existiera otro lado del jardín oscuro y siniestro. Lilith había tratado de memorizar la salida, pero las muchas vueltas la confundieron y pronto se había dado por vencida. Rodearon otro arbusto y tropezaron con Ed, que tenía una mirada arrugada mientras dibujaba furiosamente en su libreta.

    —¡Ed! Mi querido muchacho. ¿Por qué no me sorprende encontrarte aquí?, - Dijo Alfred alegremente.

    Ed se sobresaltó, su rostro ya pálido se puso blanco.

    —¿Dibujando otra rosa, entiendo? - Alfred le arrebató el bloc de notas.

    Ed y Lilith intercambiaron una mirada que solo podía significar una cosa, que Alfred Bloom era un bruto desagradable.

    —Hmmm, no parece una rosa. Más bien una peonía. Puedes hacerlo mejor, sé que puedes. Practica, querido. Aunque, preferiría... - dijo mientras señalaba a una pequeña cabaña que Lilith no había notado antes, —... que dibujaras desde la comodidad de tu hogar. Corta una rosa y ponla en un florero. Así te concentrarás mejor. Hay demasiada gente aquí para distraerte. - tendó el bloc de nuevo hasta las manos de Ed.

    Precedido por pasos apenas audibles, Gustav se materializó de la nada. Lilith ya se ha había acostumbrado. Quiso preguntarle por Pantera, pero no tuvo su oportunidad.

    Gustav susurró algo acaloradamente, y la cara de Alfred se volvió atronadora. —Me temo que debo dejaros a los dos por el momento, - dijo y se alejó sin decir una palabra más.

    El estómago de Lilith se revolvió ante la idea de que Pantera estuviera encerrado mientras observaba la alta figura del mayordomo y su abuelo desaparecer detrás de una esquina.

    Ed miró a Lilith.

    —Hola, - dijo ella recordando sus modales. —No creo que me haya presentado correctamente. Lo siento. Soy Lilith Bloom. - Y este es Pantera, quiso agregar, pero se mordió el labio.

    Ed giró su libreta.

    ED VOGEL, decía en letras grandes.

    De los recovecos distantes de su memoria, Lilith extrajo el significado de la palabra vogel. Significaba pájaro. Ed se parecía un poco a un pájaro, curioso y alerta. Y olía a galletas. Sólo por ese hecho, Lilith quiso estar a su lado en todo momento.

    —Er ... Gracias por tu carta, - dijo.

    Ed sonrió expectante.

    —Lo siento. No tuve la oportunidad de leerla. Aterrizó en un tazón de salsa de vainilla.

    Ed levantó una ceja.

    —No preguntes. Fue de lo más estúpido. ¿Puedes decirme lo que ponía? - Su corazón latía salvajemente.

    Ed escribió. QUERÍA HABLAR CONTIGO.

    —¡Oh! Yo también quería hablar contigo. ¿Nos estuviste indicando con la linterna?

    El asintió.

    —¿Cómo sabías dónde estábamos?

    Ed señaló a la cabaña, a su única ventana del piso superior. Lilith apenas pudo verla a través de una masa de enredaderas.

    —¿Vives allí?

    Un asentimiento y un extenso movimiento de brazos fue su respuesta.

    —¿Nos viste desde tu ventana? Gracias por ayudar. Pensé que nunca encontraríamos el camino de regreso. El jardín… - quiso decir que el jardín no les había dejado salir, pero se mordió la lengua al recordar la amenaza de su abuelo.—¿Es verdad que eres mudo? soltó, y se tapó la boca con horror.

    Los ojos de Ed se abrieron.

    —¡Oh, no! No quise decir eso. Por favor, discúlpame, no quise ser grosera.

    ESTÁ BIEN. ME LO PREGUNTAN MUCHO.

    Lilith exhaló aliviada. —Bueno, ¿es cierto lo que dicen? ¿Que metiste la lengua en una puerta congelada?

    Ed negó con la cabeza, imitando enérgicamente la desaprobación.

    —Lo sabía. - La cara de Lilith se encendió. —Esa estúpida de Dafne. - Se cubrió la boca por segunda vez, incapaz de creer lo que oía. Este chico tranquilo parecía hacerla más expresiva, hacía que ella sobrepasara sus límites autoimpuestos de nunca expresar abiertamente sus opiniones sobre las personas.

    Ed sonrió, garabateó algo y le presentó a Lilith una caricatura de Dafne como un globo en el cielo. Pinchó el lápiz en el medio.

    —Pop, dijo la comadreja, - dijo Lilith.

    Compartieron una sonrisa, ambos sintieron el comienzo de una amistad. Voces apagadas los alcanzaron. Ed agarró la mano de Lilith. Sin pensarlo dos veces, ella lo siguió, corriendo de callejón en callejón, hasta que llegaron a un cenador particularmente cubierto de maleza y se lanzaron a un lado, jadeando.

    La mente de Lilith giraba con preguntas.

    —¿Por qué no hablas, si no te molesta que pregunte?

    ¿DE VERDAD QUIERES SABERLO? NO ES AGRADABLE.

    —De verdad que sí.

    Ed pasó a una página limpia. Lilith se inclinó para mirar. Un aroma dulce la abrumaba y luchó contra el impulso de meter la nariz en su cabello y olfatearlo. Se tensó, avergonzada.

    Ed dibujó un tren y un hombre que caía frente a él.

    —Un tren ... ¿alguien fue atropellado por un tren?

    JÜRGEN VOGEL, MI PAPÁ.

    —¿Tu papá fue atropellado por un tren?

    SALTÓ.

    —Oh, lo siento. Lamento muchísimo tu pérdida.

    Ed bajó la cabeza. ESTÁ BIEN. LO SUPERÉ. HA PASADO CASI UN AÑO.

    —Eso debe de haberte dolido.

    El asintió.

    —¿Te importa.. si te hago otra pregunta?

    Otro asentimiento.

    —¿Tienes alguna idea de por qué lo hizo? - Lilith esperaba que a Ed no le importara que preguntara.

    No le importó. De hecho, parecía querer contárselo.

    Escribió: EL JARDÍN, le lanzó al rosal unos gestos muy obscenos y pateó la tierra para dar un efecto adicional.

    —El jardín. - repitió ella.

    LO EXPLICARÉ. Durante la siguiente hora dibujó página tras página, compartiéndolo todo sobre su vida, desde el hecho de que tenía catorce años hasta el hecho de que su padre, Jürgen Vogel, jardinero de oficio de la familia Bloom y pintor de corazón, lo había abandonado. Afligido por ello, Ed había dejado de hablar. No es que no pudiera, las palabras simplemente no salían. Era más fácil dibujar.

    —Lo entiendo, - susurró Lilith.

    Una brumosa gratitud llenó los ojos de Ed. El corazón de Lilith dio un vuelco. Ella se aclaró la garganta.

    Ed siguió dibujando. Su madre había muerto dando a luz. Tres años después, su padre se había casado con una de las numerosas primas de Alfred, Rosalinde Bloom. Después de la muerte de su esposa, había pasado la mayor parte de su tiempo abrazando la botella.

    —Oh, - dijo Lilith. —Lo siento.

    Ed se encogió de hombros.

    Una pausa incómoda cayó entre ellos.

    —Entonces, ¿de qué querías hablar? - preguntó Lilith.

    ¿CUÁNTAS CABEZAS VISTE EN LA PARED?

    —¿Qué? ¿De qué estás hablando?

    DORMÍ EN ESA HABITACIÓN UNA VEZ. LO SÉ.

    Lilith se arregló la boina. —Cuatro. Al principio pensé que las había imaginado. - Esperaba no sonrojarse. —Luego pensé que tal vez eran parte de la mansión.

    SI Y NO.

    —¿Qué quieres decir con sí y no?

    LA MANSIÓN ES PARTE DEL JARDÍN, PERO TAMBIÉN ES ALGO QUE YA NO LO ES, PORQUE ES ALGO QUE ES SU PROPIA COSA.

    —¿Qué cosa? ¿Cómo lo sabes?

    MI PAPA ME LO DIJO. Ed hizo una pausa y luego garabateó rápido. SE SUICIDÓ PARA ESCAPAR DE LOS HORRORES QUE TENÍA QUE ENFRENTAR EN EL JARDÍN.

    —¿Dejó una nota?

    DEJÓ PINTURAS.

    Los pies de Lilith se enfriaron. Pensó en la amenaza de su abuelo en cuanto a lo que sucedería si le decía una palabra a alguien sobre la mujer del rosal. —¿Qué horrores?

    Ed la estudió. ¿ERES DE LAS QUE SE DESMAYAN?

    Un suspiro distante los alcanzó, agitando las hojas a su paso. Los ojos de Lilith se volvieron. —No, para nada. La última vez que me desmayé fue cuando un elefante me tiró un pedo en la cara en el circo.

    Ed tosió.

    —Tenía tres años. - Lilith lo fulminó con la mirada. —Mira, ciertas cosas muy peculiares están sucediendo por aquí. El lugar me da escalofríos. Me encantaría hablar contigo sobre eso. Es que... hay cierta promesa que le hice a cierta persona, y esa promesa me obliga a no mencionar ni una palabra sobre cierta actividad que involucra cierta herramienta que se parece a unas tijeras que cortan una determinada forma de una especie verde, um, para que una congregación de ciertas otras cosas verdes no me tenga como rehén. Algo así más o menos.

    Ed levantó una ceja. FÁCIL. VISTE A ALFRED CORTAR UN ARBUSTO CON FORMA DE MUJER. TE AMENAZÓ CON HACERTE DESAPARECER EN EL JARDÍN SI SE LO CONTABAS A ALGUIEN.

    —Disculpa, pero, ¿lo tengo escrito en la cara?

    ME HIZO LO MISMO, EL VIEJO MESTIZO.

    —No estarás diciendo que...

    ME HIZO MIRARLE PODARLA, PERO SE MURIÓ.

    —¿Se murió la mujer?

    EL ARBUSTO. SE PUSO TODO MARRÓN Y SE CAYÓ EN PEDAZOS.

    —¿Por qué?

    NO SÉ. ¿ARBUSTO EQUIVOCADO?

    Para resolver este misterio, Lilith sabía que tendría que acostumbrarse a romper las promesas hechas a las personas repugnantes que no merecían nada mejor. —Muy bien, te diré lo que pasó. Hoy podó un arbusto en un claro en la parte trasera del jardín. Tienes que atravesar un cenador para llegar allí. De todos modos, ese arbusto, quiero decir, esa mujer-arbusto, es enorme y apesta. Todo el lugar apesta como si hubiera cuerpos descomponiéndose por todas partes. El abuelo mencionó que lo alimenta con materia orgánica. Lo que quiero saber es si mata a las personas como alimento para el jardín. ¿Es eso lo que quiere decir con materia orgánica?

    SÍ Y NO. ES DECIR, RESPONDIENDO A TU PRIMERA PREGUNTA, SÍ Y NO. PARA RESPONDER A TU SEGUNDA PREGUNTA: el lápiz de Ed se deslizó rápidamente.

    —¿Qué quieres decir con sí y no? - Lilith no se dio cuenta de que se había inclinado muy cerca de Ed.

    Ruidos de besos fuertes los hicieron separarse de un salto.

    Pisoteando como un par de bebés elefantes, las gemelas Schlitzberger hicieron su aparición.

    —Hola, Lily. - Dafne saludó con la mano.

    —Me llamo Lilith.

    —Mira, Gwen. Ed se ha echado una novia.

    Gwen se rio. —Oye, Ed, ¿por qué no le das una flor a tu novia? - Agarró una rosa cercana y rompió el tallo. Lilith creyó oír que el rosal producía un enojado gemido como respuesta. Deseó haber oído bien y pensó en una vívida imagen de Dafne y Gwen siendo tragadas por el jardín.

    —Déjalo en paz, - dijo Lilith poniéndose de pie.

    —¿Has castigado a tu cachorro? ¿Cómo se llama, Gatito? Lo vimos en la cocina. Lo están cocinando para la cena. - Dafne mostró sus dientes apretados.

    —Monika lo está desollando vivo, - agregó Gwen.

    El estómago de Lilith dio un vuelco. —¿Estás segura de eso? Pensé que no podías ver mucho más allá de tu nariz con esos ojitos de cerdita tuyos.

    Ed le presentó a Dafne su último dibujo. La cara de la gemela se puso morada y pareció inflarse. Temporalmente sin palabras, agarró el papel y lo rompió en pedazos.

    —Respecto a ese cráneo, - continuó Lilith moviéndose hombro con hombro con Ed, —hay un montón de ellos enterrados justo donde estás parada. - señaló a los pies de Dafne. —¿Quieres verlo?

    Dafne saltó con un chillido, se chocó con su hermana y las dos cayeron una sobre la otra, poniéndose en pie como dos lechones de gran tamaño, con las rodillas arañadas de sangre. Lilith pensó que los arbustos se acercaban como atraídos por el olor a sangre.

    —¡Estás chiflada! - gritó Gwen.

    —¡Ambos están locos! - gritó Dafne. —¡Vámonos! - cogió a su hermana y se alejaron sollozando.

    —¡Hola, Ed! ¡Hola, Lilith! - Petra vino corriendo con su hermano detrás de ella.

    A Lilith le quedó claro que no tendrían paz.

    Enfurecida, Irma Schlitzberger pisoteó por el camino, pasando al lado de las llorosas gemelas. —¿Es eso cierto, niña? ¿Cómo te atreves ...? - Lilith contuvo el aliento. —¿Cómo te atreves a lastimar a mis hijas? Tú eres una desgracia para la familia Bloom.

    —¡Lilith! Ahí estás. - Sabrina Rosenthal paseaba con su esposo.

    —Vaya, te estábamos buscando por todos lados, - dijo Norman. —Sería bueno si pasaras un tiempo con Patrick, quiere mostrarte su colección de mariposas. - empujó a su hijo hacia adelante. —Vamos, díselo.

    Patrick se lanzó a una explicación ensayada de su pasatiempo. —Um, una mariposa es un insecto volador que se puede ver ... um ... - arrugó la cara, tratando de recordar.

    —Mariposas, - murmuró Lilith. —Lo que me faltaba ahora son mariposas, - le susurró a Ed. —Por favor. Sálvame de esta. ¿Puedes?

    Ed frunció el ceño.

    Estaban atrapados. A su izquierda, Irma Schlitzberger le daba una conferencia sobre buenos modales. A su derecha, los Rosenthals exigían que Lilith socializara con sus hijos. Delante de ellos apareció una silla de ruedas, con la ciega Heidemarie sentada en ella, empujada por su hija Hanna; detrás de ellos estaba el cenador cubierto de maleza.

    Solo había una salida.

    Ed hizo en mimo algo que pareció: "Confía en mí, sé lo que estoy haciendo", derribando la boina de Lilith en el proceso. Ella la recogió. Se tomaron de las manos, retrocedieron y desaparecieron rápidamente atravesando la niebla, con el hedor y el fuerte gruñido de Bär.

    Dos figuras salieron de la niebla.

    —Bien, bien, bien. ¿A quién tenemos aquí? - dijo Alfred Bloom alegremente. —Ed, mi querido muchacho, ¿no te pedí que dibujaras desde la comodidad de tu propia casa? Lilith, mi querida niña, ¿no estuvimos de acuerdo en que no te vería donde no se supone que debía verte? Pensé que acabábamos de hablar de eso, ¿no? - Avanzó, pero luego todos se congelaron, porque un chillido desgarrador y escalofriante atravesó el aire.

    El cabello de Lilith se erizó y ella estuvo a punto de desmayarse.

Capítulo 9: La Liberación de Pantera

    Un vapor asqueroso los envolvió en oleadas. Su lengua brumosa lo lamió todo hasta el olvido, portando el tipo de olor que penetraba hasta los huesos, pútrido, como si reviviese algo muerto hacía mucho tiempo. Lilith tosió y sintió como si el frugal desayuno que había logrado comer exigiera salir. El suelo se estremeció bajo los pasos atronadores de alguien pesado. Siguió una ráfaga de viento, un remolino de pétalos de rosa que también pasó, y luego quedó todo quieto.

    Bär gruñó. Gustav lo sujetó por el cuello.

    Ed y Lilith esperaban nerviosos su veredicto.

    —¿Qué voy hacer con vosotros? - dijo Alfred. —Creo que tendré que separaros a los dos. Veréis, mi ... negocio de jardinería es un asunto bastante importante. No puede ser interrumpido por dos niños traviesos. He intentado hablar con vosotros, pero no escucháis. Bueno, me estáis obligando a recurrir a medidas drásticas. - Hizo un gesto a Gustav y al mastín para que se fueran.

    Sólo ahora Lilith notó los cortes en su traje y rasguños en su rostro. ¿La mujer del arbusto le había hecho esto?

    —Ed, hablaré con Rosalinde mañana. Lo he demorado mucho tiempo. Creo que necesito contratar a un nuevo jardinero. Últimamente ella no ha sido de mucha ayuda.

    Ed tragó saliva.

    —Es hora de que sigas adelante. Sal de este lugar, cambia de escuela, encuentra nuevos amigos. No tiene sentido seguir afligido. Tienes que seguir con tu vida, mi querido muchacho. Sácate de la cabeza esas ideas tontas de convertirte en un artista. Aprende a ganar dinero.

    Tocó la frente de Ed.

    Ed apretó los puños.

    —Lilith, preferiría que te quedaras en tu habitación de ahora en adelante, a menos que te diga lo contrario. Me llevaré a tu ... criatura durante la duración de tu visita si no me haces el gesto con un comportamiento excelente. ¿Qué dices? ¿Te parece justo?

    El corazón de Lilith se congeló ante la idea de separarse de Pantera. Ella asintió miserablemente.

    —Necesito una respuesta real. ¿Sí o no?

    —Sí, abuelo, - murmuró.

    —Bien. - Alfred dejó escapar un suspiro y, por un momento, Lilith pensó haber visto a su verdadero abuelo reir debajo de la máscara del excéntrico y rico dueño de un negocio exitoso, y el cabeza de la familia Bloom. Sólo era un viejo cansado. Una punzada de lástima la pinchó. Cualquiera que fuesen las cosas espantosas que hacía le pasaban factura.

    —¿Nos vamos? - Alfred agarró los brazos de los niños y los condujo a lo largo del seto hasta que llegaron a un túnel y salieron atravesando del cenador. Ed y Lilith trotaban en silencio detrás de su guía, quien cambiaba de dirección con tanta frecuencia que Lilith abandonó toda esperanza de recordar el camino. El jardín siguió y siguió, cambiando gradualmente de silvestre y funesto a podado y despejado.

    Lilith lamentó no haber podido hacer más preguntas a Ed sobre su abuelo y el jardín de rosas. Se arregló la boina de vez en cuando, tratando de llamar la atención de Ed, pero él parecía pensativo.

    Por fin llegaron a la mansión, hasta una puerta lateral que Lilith no había visto antes. El ama de llaves la abrió. Un par de repartidores salieron con una pila de cajas vacías, saludaron y se fueron.

    —Herr Bloom. - Agatha asintió y los dejó entrar, sin un músculo temblando en su rostro al ver la apariencia handrajosa de su patrón.

    Un ruido insoportable se estrelló contra Lilith. Las ollas borboteaban al fuego, se apilaban los platos, se arrojaban bandejas en los cajones por una mujer corpulenta que generaba tanto ruido como diez personas. Lilith la reconoció como la cocinera. Deliciosos olores compensaron su escandalo, y Lilith inhaló una bocanada de ellos: una bocanada de salchichas asadas, patatas fritas y pan recién horneado.

    —¡Herr Bloom! - exclamó Monika secándose las manos en un delantal.

    Alfred la despidió y se volvió hacia Lilith. —Creo que te saltaste el almuerzo. Debes de tener hambre. Mi presentación se ha hecho bastante larga, ¿no?

    —Larga y fascinante, abuelo. Sin duda la recordaré de por vida. - Lilith sonrió.

    —Vaya, gracias. Puedes almorzar ahora. Monika te servirá. Después de comer, debes ir a tu habitación. Recuerda nuestro trato. - Su tono no invitaba a discusiones. —Tu amigo tiene la desafortunada habilidad de desaparecer, debo agregar.

    —¿Qué? - Lilith miró a su alrededor. En la incomodidad de su llegada, Ed se había escapado. Lilith quiso chillar de decepción. —Oh.

    —Te gusta bastante, ¿verdad?

    Lilith se sonrojó y se odió por eso. —Somos amigos.

    —No te preocupes, mi querida chica. Iré a buscar a tu amigo por ti. Te veré pronto. -Alfred salió de la cocina.

    Monika dejó escapar un suspiro y recogió algo ondulante detrás de una pila de cajas.

    —Pant... - comenzó Lilith, su corazón latía como loco.

    —¡Shhhh! - Monika la hizo callar.

    Pantera asomó entre dos brazos carnosos, con un trozo de filete sujeto en sus mandíbulas. Lilith sintió una punzada de celos al verlo tragar la carne y lamer la cara de Monika, quien se rió como una colegiala con ojos brillantes de adoración.

    Lilith se lanzó hacia adelante.

    Pantera saltó hacia ella.

    —Es tan dulce. Es meine kleine Prinzessin, - dijo la cocinera con un fuerte beso. —Si se lo llevan, ven a verme. - le guiñó un ojo conspiratoriamente y comenzó a servir comida en un plato.

    Hambrienta hace un minuto, Lilith perdió el apetito.

    —Disculpe. Es muy amable de su parte alimentarme fuera de las horas normales de almuerzo. Sin embargo, no tengo hambre en este momento. Muchas gracias.

    Presionando a Pantera contra su pecho, Lilith salió corriendo de la cocina y subió la escalera de mármol, agradecida por la ausencia de invitados. Se le erizó la nuca al sentir una mirada penetrante. Derrapó hasta detenerse. Gustav estaba parado al final del pasillo, sin duda para asegurarse de que ella entraba a su habitación. Lilith entró, cerró la puerta y se dejó caer al suelo.

    —No puedo creer que ella te haya llamado princesa.

    —No puedo creer que hayas llamado a Bär exquisito.

    —Disculpa, querido Watson, pero eso fue con el propósito de endulzar a mi abuelo. Ya lo sabes.

    —Bueno, querido Holmes, esto fue con el propósito de endulzar a Monika, - gruñó Pantera. —Puede llamarme como quiera. A diferencia de algunas personas, ella se tomó la molestia de sacarme a escondidas de la jaula. Y me dio carne para comer. Si se me permite ser tan audaz para recordarle que me prometió carne como pago por...

    Lilith no mordió el anzuelo. —¿No vio ella que eres un macho?

    —No se interesó particularmente en esa parte de mi personalidad única, si eso es lo que quieres decir. - se sacudió.

    —Mira, - dijo Lilith mientras sostenía la cabeza de Pantera, —siento no haber venido a rescatarte antes, ¿de acuerdo? Han sucedido una enorme multitud de cosas milagrosas y terribles. De hecho, han sucedido tantas cosas que no sé por dónde empezar a contarlas.

    —Depende de dónde terminaras, - dijo Pantera, y eructó. Lleno de bistec excepcional, se deslizó fuera del abrazo de Lilith y rodó sobre su espalda, invitándola a rascarle el vientre.

    Lilith se puso de pie y resbaló. Había pisado un trozo de papel. —¡Mira! ¡Me ha dejado una nota!

    Pantera la miró con curiosidad. —¿Quién?

    —Mi amigo Ed. ¿Recuerdas? ¿El de la linterna? ¿El que huele a galletas?

    —¿Tu amigo?

    —Si. - Lilith emigró a la cama.

    —¿Ya eres amiga suya? Qué rápido. Desaparezco un par de horas y ya es amigo tuyo..

    Lilith lo ignoró, sumida en la emoción del descubrimiento.

    Ed debía de haber tomado precauciones en caso de que otra persona encuentrase los bocetos. Para un ojo casual, habrían parecido garabatos infantiles. No para Lilith.

    —Es un mapa del jardín. - Lo recorrió con el dedo. Incapaz de contener su curiosidad, Pantera saltó hasta la cama. Ambos agacharon la cabeza.

    Un intrincado adorno de puntos y líneas cubría la página. A lo largo del borde corría la línea de la cerca entre el jardín de rosas y el bosque de Grunewald. Los rectángulos diminutos indicaban cenadores. Uno de ellos se conectaban con un gran círculo que contenía un grueso punto en el medio. Una flecha lo señalaba.

    —Esa es ella. La mujer del rosal. Y ese es su claro, ¿ves? Llegamos allí por accidente, ¿recuerdas?

    —En absoluto. Lo único que recuerdo es absorber una ardilla mutante hasta dejarla seca.

    —Pantera.

    —¿Puedo oír la historia del tour que te dieron o qué? No quiero ser demasiado dramático, pero me estoy muriendo de aburrimiento aquí.

    —Lo siento. Por favor, perdona mi olvido, querido Watson. ¿Cómo oso de privarte de información tan importante mientras pasas tu tiempo atiborrándote de carne, dejándome frente a la monstruosa bestia sola? - Lilith se enfureció.

    —Pido disculpas por no tener la capacidad de abrir cerraduras con mis garras, querido Holmes. Tenga la seguridad de que estoy trabajando en esta importante habilidad día y noche. - dijo Pantera mordaz.

    —Está bien, está bien. Iba a llegar a esa parte, ¿de acuerdo? El abuelo me nombró heredera de la propiedad Bloom.

    —¿Heredera?

    —Y luego la recortó.

    Pantera parecía perplejo. —¿Recortó a quién?

    —Escucha. Cuando el abuelo muera, heredaré toda la propiedad, la mansión y el jardín de rosas. Está en su testamento. Lo anunció en la cena que nos perdimos. De todos modos, podó un rosal gigante en la forma de una mujer. La mujer que suspira... Creo que es por eso que estaba sufriendo; exigía que la podaran. Está viva, Pantera, la vi moverse.

    —Encantador. Así que te convertirás en su jefa. Entendo. ¿Puedo preguntar qué come?

    —Te lo dije antes. Creo que el abuelo mata a las personas y usa sus cuerpos para alimentar el jardín. Debe de estar alimentándola con lo mismo, ya que ella es parte del jardín. Materia orgánica. Eso es lo que es, cadáveres. ¿Por qué si no crees que apesta tanto?

    —Información cautivadora. Supongamos que tienes razón. En vista de esto, ¿puedo preguntar, querido Holmes, qué propones que hagamos?

    —Tengo un plan. - Los ojos de Lilith brillaron.

    Pantera levantó una oreja, como atónito. —¿Vos?

    Durante la siguiente hora, Lilith transmitió todo lo que sucedió: la poda del arbusto, la amenaza de su abuelo, el encuentro con Ed, la muerte prematura del padre del chico, el conocimiento de Ed de las cabezas y la mansión y el jardín carnívoro. Le contó que las gemelas Schlitzberger les interrumpieron y que los invitados los invadieron, que escaparon por un cenador y que la mujer del rosal gritó. También le habló sobre el castigo de Lilith si salía de la habitación sin el permiso de Alfred.

    Lilith hizo una pausa para recuperar el aliento.

    —A ver si lo he entendido correctamente, - gruñó Pantera. —Estás hablando con mucha convicción, como si tus suposiciones fueran ciertas. Aún así necesito escuchar un único hecho que señale esta posible existencia de cadáveres, o materia orgánica, como afirmas que tu abuelo lo llama. Además de eso, ¿estás proponiendo que rompamos descaradamente sus reglas, lo cual me garantizará pasar todas las noches en la gloriosamente flatulenta compañía de Bär el mastín?

    —Mira. Es obvio, ¿no? Lo que sea que esté sucediendo aquí, tenemos que detenerlo. Sólo tenemos que descubrir algunos detalles más, eso es todo.

    —Algunos detalles más.

    —Sí, detalles. Ojalá hubieras estado allí. Ojalá la hubieras visto y oído. Fue horrible. Pensé que me iba a morir.

    —Esa es una declaración bastante dramática. Desearía tener otra rebanada de carne en este momento. - Pantera se lamió el pelaje.

    —¿En serio? ¿Son filetes lo único que te importa? ¿Cómo puedes ser tan despectivo? - dijo Lilith con sentimiento.

    —No es eso, sea lo que sea lo que significa, es que yo ya lo sabía. - le sonrió.

    —¿Disculpa? ¿Primero no me crees, ahora me estás diciendo que ya lo sabías? Por favor, explícate. - Lilith se cruzó de brazos.

    —Con mucho gusto. Los sirvientes hablan, en caso de que no te hayas dado cuenta, y las malas noticias se propagan rápidamente, más rápido que una ardilla huyendo de un incendio. Gustav se lo dijo a Agatha, Agatha se lo dijo a Monika, Monika me lo dijo. Yo también sé otra cosa, algo que tú no sabes. - Pantera se rascó la oreja, decidido a dar información solo a cambio del afecto apropiado.

    —¿Ah, sí? ¿Y qué es?

    —Sólo estoy haciendo mi parte del trabajo por el que me prometiste que me pagarías. En ausencia de carne, te pido que me rasques la espalda, por favor.

    Lilith entornó los ojos.

    —Nunca rompo mis promesas, es que aún no he tenido tiempo

    —Justo ahí. Sí. Un poco a la izquierda. Sí, sí, ahora a la derecha, ohh ... - Pantera hizo ruidos más propios de un gato.

    —¿Ya? - Exigió Lilith.

    —Ya. Monika no mencionó nada sobre materia orgánica ni cadáveres ni nada por el estilo, pero sí mencionó que algo importante va a suceder. Tan importante como una invasión de ardillas locas. - El humor desapareció de su gruñido. —Ella no sabe cuándo sucederá. Estaba hablando de su vencimiento, como si hubiese una fecha límite, o si alguien estuviese en deuda con otra persona.

    —Sabes, una idea curiosa cruzó por mi mente. ¿Desde cuándo sabes alemán? Su inglés me pareció bastante superficial.

    —Tu padre nos habla en alemán. Es un truco que tiene, mantener secretos a los otros criadores. Es tonto que lo preguntes. - Pantera se puso en pie con las orejas erguidas. —Estamos a punto de tener compañía. Tus padres han vuelto.

    —No, - exhaló Lilith.

    El estruendo de un automóvil flotó desde la ventana. Un par de puertas se abrieron y se cerraron de golpe. Pies subieron corriendo las escaleras.

    —¡Rápido! ¡Vamos a escondernos en el baño! - Lilith salió corriendo de la cama, pero su pie quedó atrapado en la manta y se cayó. Cuando se enderezó, la puerta se abrió de golpe, y allí estaba su madre, con los ojos furiosos y despeinada.

Capítulo 10: La Ira de Gabby

    Lilith tragó saliva. Su madre ofrecía una visión aterradora. Con agujas de tejer detrás de las orejas y dos bolsas repletas de lo que solo podía ser hilo nuevo, Gabby entró y cerró la puerta con tanta fuerza que hizo saltar a Daniel. Se levantó las gafas y miró a su hija. Lilith se encogió, temiendo que la diatriba del mes quedara grabada para siempre en su memoria. Deslizó el mapa del jardín debajo del muslo, Pantera ladró y se desató el infierno.

    —¡No me ladres! - espetó Gabby. —Y tú, señorita, ¿qué has hecho esta vez? Quiero saberlo todo. Tu abuelo dice que has causado problemas y que no puedes entrar al jardín hasta que cambie de opinión. ¿Qué podrías haber hecho para molestarlo tanto? Tengo una sospecha muy sospechosa sobre de dónde viene ese comportamiento. - Tomó el vial naranja de la mesita de noche y lo examinó, contando las píldoras.

    —Gabby, vamos, no seas tan dura, - dijo Daniel vacilante. —La niña sólo tiene jetlag.

    —¿Jetlag? - Gabby se dio la vuelta. —¿Llamas a eso jetlag?

    Lilith aprovechó el momento para meter el mapa en el bolsillo de sus vaqueros.

    —Hemos hablado de esto un millón de veces.

    —Soy consciente de eso. No es...

    —Pues entonces no me estabas escuchando. ¿Qué pasa si tiene una recaída? ¿Aquí, lejos de la Dra. Crawford? ¿Jetlag? No creo que sea simple jetlag. - se dio vuelta.

    —Pero, Gabby, amorcito...

    —Papá, está bien. Ya me encargo yo a partir de aquí. - Lilith compuso su rostro, lista para la batalla.

    —¿Qué tienes qué decir? - le preguntó Gabby.

    —Jetlag, madre, está típicamente clasificado por los profesionales médicos como un trastorno del sueño de ritmo circadiano. Estoy perfectamente cómoda con otro trastorno que agregar a mi colección. Me gustan bastante. ¿Crees que tienen pastillas para eso? - Lilith forzó una sonrisa.

    —No comiences con tus tonterías conmigo, señorita.

    —Pero no es una tontería, madre, - dijo Lilith. —¿Cómo puede una chica como yo producir tonterías si no tienen ningún sentido? Tengo que crear algunas para contrarrestar lo opuesto, ¿no crees?

    Su madre la fulminó con la mirada. —Ya estamos. Ya está haciendo lo suyo otra vez.

    —Amorcito, no creo que tengamos que...

    —No es que tengamos, es que debemos, antes de que se convierta en otra cosa, en algo que no podamos manejar. Escúchala. ¿Has oído cómo habla? No hay absolutamente ninguna emoción en ella. Ninguna. Me está asustando, Daniel. Cada vez está peor. - Se colocó las gafas. —También es tu hija. ¿No te importa su bienestar? ¿Nunca has pensado qué pasaría si simplemente se fuera a la calle? ¿Aquí? ¡No sabe nada de alemán!

    Daniel abrió y cerró la boca.

    —No has pensado en eso, ¿verdad? - Gabby continuó lanzando terribles escenarios a su esposo mientras Lilith se sentía cada vez más como una tercera rueda. Sus padres a menudo hablaban de ella como si discutieran sobre un objeto: una adolescente discapacitada que tenía que ser alimentada, medicada, educada y alojada adecuadamente. Bueno, más bien era su madre quien emitía largos monólogos, su padre sólo fingía escucharla. Pero a Lilith nadie le preguntaba nunca cómo se sentía, ni siquiera la Dra. Corby Crawford, una abrumadora e inquisitiva matrona, abotonada con chaquetas de punto hechas por Gabby Bloom. La conversación se filtró bajo la piel de Lilith y la hizo sentirse estúpida.

    —¡... y dijo que arruinó su rosal más preciado, arrancó todos los capullos e hizo que Pantera orinase!

    Pantera produjo algunas toses que sonaron sospechosamente como: "Eso es un montón de caca de vaca". Lilith le dirigió una mirada severa y escuchó con ávido interés, agregando una tercera razón a su lista mental de por qué tenía todo el derecho de odiar a su abuelo: por ser un bruto, un enemigo de los libros y, ahora, un mentiroso.

    —Yo no le escuché decir...

    —Lo dijo por teléfono, así que por supuesto que no lo escuchaste.

    —¿Qué quieres que haga?

    —¡Quiero que me escuches!

    —Te estoy escuchando.

    Lilith tosió.

    Frunciendo el ceño, ambos padres miraron a su hija como si notaran su presencia por primera vez.

    —Si deseáis una explicación para eso, os la puedo dar, - dijo con calma. —Número uno, Pantera es un perro y no sabe nada. - Pantera la mordió, ella lo pellizcó. —Número dos, pensé que podría excavar algo, ya sabéis, para decorar mi habitación.

    —No puedes volver a recolectar huesos, - dijo Gabby.

    —Por supuesto que sí. Este jardín de rosas me inspiró, en realidad. - Lilith apretó el hocico de Pantera para reprimir su risa. —Encontré algunos cráneos en la parte de atrás, allá ... - Ella movió la mano hacia la ventana, donde la tarde se reunía astutamente. —Eran, er, diáfanos. Me pregunto si eran cráneos de niños. Bueno, le pedí permiso al abuelo para...

    —¡BASTA! - chilló su madre.

    —Oh, lo siento, madre. - Lilith se tomó el tiempo para pronunciar cada palabra. —¿Te ha molestado mi historia? Te contaré una diferente.

    —¡Basta de historias! Es suficiente por hoy. Tu abuelo es un anciano y le obligaste a perseguirte por el jardín. Él paga para que tú estés aquí. Es un honor. ¡Te nombró heredera de toda la propiedad Bloom!

    —Amorc...

    —¡No me toques! ¿Y qué haces a cambio? Te niegas a tomar tus píldoras, - dijo agitando el vial. —Despiertas a tu vecina en medio de la noche y evitas a tu primo que quería hablar contigo sobre mariposas. Prometiste socializar. Su madre me dijo que estaba muy molesto. Saliste con ese chico mudo, haciendo que tu pobre abuelo...

    —Yo-no-le-hice-nada, - dijo Lilith, con la cabeza como un bombo. Estaba cansada de infundadas acusaciones, cansada de ser tratada como una niña enferma, cansada de que la gente no la entendiera cuando intentaba relatar las cosas que veía, oía u olía.

    —Entre tu abuelo y tú, ¿quién crees que tiene más credibilidad? Un hombre de negocios muy respetado, perfectamente cuerdo para su edad, o una niña de doce años con una discapacidad grave...

    —¡Gabby! - gritó Daniel con horror.

    —¿Qué? Tiene que aceptar la verdad. Es un mundo de perros comeperros, lo dices tú mismo. No quiero que crezca mirando con lentes de color de rosa.

    Lilith se enfureció.

    Los labios de Gabby temblaron. —¿A quién crees que voy a creer después de contarme esas milongas sobre cráneos de niños enterrados en el jardín?

    Aquello fue demasiado.

    Incapaz de contenerse más, en un loco impulso por hacer que su madre prestara atención a la verdadera ella y no a la hija discapacitada que requería atención médica, Lilith gritó.

    —¡Es un asesino! - Respiró hondo y gritó más fuerte. —¡EL ABUELO ES UN ASESINO! ¡MATA A LAS PERSONAS Y LAS USA DE ALIMENTO PARA EL JARDÍN! ¡HAY UNA MUJER ARBUSTO QUE VIVE ALLÍ! ES SU SECRETO. POR ESO SUS ROSAS SON TAN ROJAS. ¿NO LO ENTIENDES?

    Un silencio absoluto cayó sobre la habitación.

    Lilith supuso que Trude Brandt, su vecina anciana, estaba espiando desde su cuarto de baño compartido. Oyó un par de zapatillas arrastrarse por el suelo y salir por la puerta. La anciana sin duda había ido a difundir la noticia sobre la nieta chiflada de Alfred Bloom.

    —Bueno, la ardilla ahora está fuera de la bolsa, - murmuró Lilith.

    Pantera le dirigió una mirada de desaprobación.

    Los segundos se prolongaron. Lilith deseaba poder ponerse su boina rosa para hacer movimientos de ballet, o la azul para escapar hacia El Perro de los Baskerville, cualquier cosa menos sufrir aquel silencio apremiante.

    —¿Y bien? - dijo Gabby sollozando. —¿Qué hacemos ahora?

    —Cachorro, ¿estás bien? - preguntó Daniel

    Los padres de Lilith siguieron su patrón habitual. La madre gritando, el padre aguantando, el padre engatusando, la madre llorando.

    Daniel se sentó al lado de Lilith para tocarle la frente. —¿Has dormido bien?

    Lilith decidió que no tenía nada más que perder y decidió decir la verdad. —No.

    —¿No has dormido? ¿Tuviste otra pesadilla? - dijo Dabiel y le quitó la boina para alisarle el pelo.

    —No fue una pesadilla. Fue real.

    —¿Qué fue?

    —Bueno... el abuelo mató a su ama de llaves, Agatha, su cocinera, Monika, y dos invitados, Sabrina y Norman Rosenthal, luego los puso en fila en el porche trasero y les cortó la cabeza.

    Pantera metió el hocico debajo de una almohada.

    Daniel se pasó una mano por el pelo.

    Gabby se apoyó en la pared y se cubrió la boca.

    —¿Quieres que continúe? - preguntó Lilith cortésmente.

    —Claro, claro, adelante.

    —Vale. Las cabezas cobraron vida en la pared, justo allí, - dijo mientras señalaba, —y me dijeron que el abuelo también me cortará la cabeza si no puedo dormir. Dijeron que soy la invitada número trece, que se supone que es un número muy desafortunado. Luego desaparecieron. Esa es la parte de la pesadilla. La parte de la realidad es que Pantera piensa que le gusto a la mansión y que la casa trata de decirme algo, porque esas cabezas no eran realmente reales, son parte de la mansión. Puede transformarse en ellas. Ed también las ha visto. Ah, y Monika le dijo a Pantera que algo importante iba a suceder en el jardín. El padre de Ed dijo, antes de morir, dijo que la mansión ... - Lilith se interrumpió

    Sus padres dejaron de escuchar. Se lanzaron a un intercambio silencioso para organizar que Lilith durmiera en su habitación y para llamar a un médico local a primera hora de la mañana. Definitivamente iba a tomar una dosis de pastillas para dormir esta noche.

    Un golpe los hizo mirar hacia arriba. La puerta se abrió y allí estaba Petra, sonriente y radiante, invitándolos a cenar y preguntándose si Lilith sería llevada a un manicomio antes o después.

    —Las malas noticias se propagan más rápido que una ardilla huyendo de un incendio, - susurró Lilith.

    Por la autoridad de su madre, Pantera se quedó en la habitación, y ambos padres sacaron a Lilith de allí y la llevaron al comedor. Ella notó un fuerte contraste en la atmósfera. Mientras que antes los invitados habían competido por su atención, ahora se separaban de ella como un río helado, lanzando miradas de lástima o radiantes a ese modo artificial de los que sonríen a los locos. Incluso las gemelas Schlitzberger se volvieron educadas, con las rodillas cubiertas de vendas moradas.

    —Buenas noches, Lilith, ¿cómo estás? - Dijo Dafne alentada por un codazo de su madre.

    —Gracias por usar mi nombre correcto. Estoy espléndida. Nunca he estado mejor, - dijo Lilith sacando una silla. —¿Y tú?

    —Bien. - Eso requirió otro codazo.

    —Tu abrigo hace juego con tu cara, - intervino Gwen bajo la mirada estudiante de su madre.

    —¿Ah, sí? - Lilith miró su cárdigan negro.

    —¡Ooh-la-la! Buen cumplido, mein mädchen. - Irma besó a Gwen en la sien, y la niña sonrió y le sacó la lengua a su hermana. Lilith quiso vomitar, deseando desesperadamente que Ed apareciera. En cambio, Alfred Bloom entró con los rasguños en la cara maquillados y apenas visibles.

    A su entrada, cesaron las conversaciones. Albert se unió inadvertidamente al club de la risa. ¿Cómo podría un hombre de tal estatura dejar por escrito todo lo que la familia tenía a una niña que no estaba bien de la cabeza? ¿Significaba eso que él no lo sabía? ¿Significaba eso que podría cambiar de opinión? Estallaron susurros ansiosos. Incluso los padres de Lilith inclinaron sus cabezas uno hacia el otro, sin duda discutiendo el sombrío futuro de su hija.

    El piso se movió.

    —Ya estamos otra vez, - murmuró Lilith sin molestarse en ver si alguien se había dado cuenta. Toda la sala se aceleró. La noche negra detrás de las ventanas se convirtió en oscuridad subterránea. La mansión pareció reorganizarse para cerrarse...

    —Como una flor. - La piel de Lilith se puso de gallina. —Se está cerrando por la noche como una flor. Una rosa. ¿Qué pasa si sus habitaciones son pétalos? - sintió una mirada y levantó la vista.

    Alfred estudiaba a Lilith desde el otro lado de la mesa, como diciendo: "Lo contaste. Te pedí que no hablaras."

    El corazón de Lilith se desplomó al suelo.

    Su abuelo levantó una copa de vino y tintineó con un tenedor. Todos dejaron de hablar, expectantes.

    —Mis queridos invitados, me gustaría proponer un brindis. - Se levantó. —Me gustaría brindar por mi única nieta, Lilith, futura heredera de la propiedad Bloom.

    Lilith se congeló. ¿Qué estaba haciendo?

    —Estoy seguro de que hará un excelente trabajo. Me gustaría pediros que seáis amable con ella. Los adolescentes son especialmente propensos a los debilitantes efectos secundarios del jetlag. Fue un largo viaje de Boston a Berlín, ¿no es cierto, mi querida niña?

    Lilith asintió experimentando una extraña conexión con su abuelo. Por un segundo, no le importó qué cosas malvadas hubiese hecho, él era el único adulto que no la creía una loca delirante.

    Todos la miraron. Ella se puso en pie.

    —Eh ... sí, lo fue, querido abuelo, - dijo Lilith incierta. —Sin embargo, es un precio minúsculo a pagar por la exaltación de mi estancia aquí. - Sintiéndose inspirada, se puso más alta. —Por pasar una semana de maravilla y encanto en un jardín de rosas que parece vivir y respirar.

    Un músculo se crispó en la mandíbula de su abuelo.

    —El esplendor, el aroma, la inmensidad del mismo. Estoy sin palabras. Me inclino en agradecimiento por tu oferta. - Ella se inclinó

    Un suspiro colectivo invadió la sala y la asamblea estalló en aplausos y felicitaciones. Incluso sus padres aplaudieron. La cara de Lilith se puso roja.

    —¿Significa eso que aceptas mi oferta? - preguntó Alfred, poniéndola en el foco delante de todos.

    —¿Alguna vez hubo alguna duda, querido abuelo? - replicó ella, su instinto le decía que no dijera que sí, sin importar qué.

    —Me gustaría un sí, por favor, - dijo con frialdad.

    —¡Un brindis! ¡Un brindis por la heredera! ¡Me gustaría proponer un brindis! - exclamó Norman Rosenthal, ya borracho.

    Siguieron muchas bromas joviales y bebidas.

    Aliviada, Lilith se sentó.

    Alfred la miró fijamente con una evidente advertencia.

    Lilith le devolvió la sonrisa. "Sí, abuelo, lo conté. Y contaré más, porque te declaro la guerra. Creo que tengo una muy buena idea de lo que estás usando para alimentar a tu jardín, y tengo la intención de detenerte".

Capítulo 11: La Mañana Ordinaria

    La noche resultó sin incidentes. Gabby y Daniel se quedaron junto a su hija hasta que ella se tragó dos pastillas para dormir y se desmayó en una cama para invitados que trajeron a su habitación. Lilith no vio sueños y se despertó con el ruido de camiones y con Pantera lamiéndole el rostro. Ella bostezó y se incorporó, preguntándose qué era toda esa la conmoción. Sus padres seguían durmiendo en silencio. Las sábanas blancas los separaban por la mitad y sus caras estaban giradas hacia lados opuestos.

    —¿Me han golpeado con mil almohadas? Porque me siento así, - dijo Lilith frotándose los ojos.

    —No, solo con una vaca, y eso porque sólo soy un perro y no sé nada, - gruñó Pantera por lo bajo, para asegurarse de que no lo escucharan.

    —¿Qué? Ah, lo dices por lo de antes. Lo siento, ¿vale? ¿Qué se suponía que debía decir?

    —Buenos días, para empezar.

    —Buenos días.

    —Y todavía me debes un bistec. - Pantera curvó su cola y se dirigió a la ventana.

    Lilith salió de la cama detrás de él.

    Llovía. El aire olía a polvo y a cálido verano. El agua parecía haber eliminado el hedor. Lilith respiró hondo y observó cómo se desarrollaba una serie de actividades debajo.

    La habitación de sus padres daba al patio de vehículos. Varios camiones grandes de Bloom & Co. ocupaban la mayor parte. Unos trabajadores con uniformes rojos los cargaban con cajas llenas de rosas, para enviarlas a todo el mundo.

    La gente pagaba cantidades astronómicas de dinero por las flores de Bloom & Co. Porque mientras que una rosa típica duraba hasta doce días, una rosa de Bloom & Co. vivía durante más de un mes. No se marchitaba y su flor era perfectamente redonda, con un tono que iba desde el escarlata claro hasta el rubí profundo. Sin perder nunca su color, después de un mes se secaba y se reutilizaba en ramos secos. Ni boda ni funeral, ninguna celebración importante era posible sin las rosas de Bloom. Se convirtieron en una leyenda, iniciada en el siglo XIII por Ludwig Bloom, quien dio con este afloramiento silvestre de rosales y se estableció allí para cultivarlos.

    Lilith había oído esta historia de su madre en numerosas ocasiones. A su padre no le importa nada. No mantenía contacto con Alfred Bloom precisamente por no querer continuar con el negocio familiar. Había emigrado a América para criar whippets, las mismas criaturas que su padre despreciaba.

    Lilith tomó otra bocanada de aire.

    Era una mañana normal y deseaba desesperadamente que siguiera así. Primero, la casa no se movía. En segundo lugar, la dulzura podrida habitual en el aire se reemplazaba por la delicada fragancia de las rosas, del tipo que esperarías en una floristería. Y tercero, no había ruidos extraños, ni sonidos de hacha, ni suspiros, ni ...

    Algo, o alguien, golpeó en el techo.

    Lilith pegó un brinco, su corazón le martilleaba en el pecho. —¿Has oído eso?

    —He oído varias cosas, - gruñó Pantera entre lametones. —Una de ellas ha sido tu pregunta sobre si he oído eso o no, dependiendo, por supuesto, de lo que significa "eso" en tu universo, porque en mi universo...

    Gabby murmuró algo y se dio la vuelta, incómoda. El colchón crujió. Tanto Lilith como Pantera se congelaron. Ninguno de los dos quería estropear la mañana. A Gabby le tomó varios dolorosos minutos disminuir la velocidad de su respiración cuando otro golpe seco hizo que Lilith se sobresaltara.

    Ella miró a Pantera. Él se encogió de hombros, por mucho que cueste imaginar a un whippet encogiéndose de hombros. Llovieron más golpes en un rápido staccato. Curiosa, Lilith se inclinó y estiró el cuello para mirar, lo cual fue una muy mala idea porque en ese mismo momento la mañana ordinaria llegó a su fin.

    Un cuervo enorme despegó del techo y se abalanzó graznando sobre ella. Lilith se protegió la cara, perdió el equilibro en el alféizar de la ventana y casi se cae sobre los camiones de abajo. El cuervo le atrapó por el pelo y se alejó hacia el jardín, graznando por completo.

    —¡Aaauu! - chilló Lilith, resbalando.

    Pantera agarró la parte inferior de su pijama, pero solo lo rasgó. Lilith sintió que se le levantaban los pies cuando una mano la atrapó.

    —¡Lilith! ¿Qué estás haciendo? - La ira de Gabby Bloom llegó por fin.

    —Alimentando cuervos con mi sangre, - dijo entre jadeos. —Buenos días a ti también, madre. - Lilith se dejó caer al suelo.

    —¿Te das cuenta de que podrías haberte caído por la ventana? ¿Qué tienes, cinco años? - Gabby la fulminó con la mirada con los brazos en jarras. —Ya basta, o le pediré a Alfred que te encierre.

    Pantera gruñó.

    —Tu mascota actúa como si me entendiera.

    —Lo hace, mamá.

    Pantera volvió a ladrar.

    —¡Dije, ya basta! Los dos.

    Lilith retrocedió. —Deberías abrir un club con el abuelo y llamarlo Odiadores de los Whippet, - susurró, recogiendo a Pantera.

    —¿Qué has dicho?

    —¿Qué está pasando? - dijo Daniel bostezando. —Cachorro, ¿estás bien?

    —Sí, estoy bien. Es que...

    —Tu hija logró meterse en problemas antes del desayuno, eso es lo que pasa. Casi se cae por la ventana.

    —¿Que ella qué?

    —Tu abuelo tenía razón, señorita. Creo que es mejor que te quedes hoy en tu habitación. No es necesario salir al jardín con este clima de todos modos. - Se subió las gafas.

    —Pero, mamá... - comenzó Lilith.

    —Ni pero ni pera. Te quedarás en tu habitación y se acabó, ¿me oyes?

    —Pero yo...

    —¡Estas sangrando! - exclamó Daniel mientras se arrodillaba junto a Lilith y le examinaba la cabeza. —Amorcito, ¿has visto esto? - le limpió la sangre con la manga del pijama.

    —Por supuesto que lo he visto. Tampoco es que no lo merezca.

    —¡Gabby!

    —Eso le enseñará a no saltar por las ventanas a primera hora de la mañana, antes de lavarse los dientes y vestirse. Lo que me recuerda... - desapareció hacia el cuarto de baño.

    —Cachorro, ¿puedes decirme qué pasó?

    —Sólo estaba...

    —Ya te he dicho lo que sucedió, - dijo Gabby con enojo volviendo con un vaso de agua y dos pastillas, que puso en las manos de Lilith.

    —Quiero escucharlo de Lilith.

    —¿No confías en mí?

    —Confío en ti. ¿Pero puedo pasar un minuto con mi hija?

    —Nuestra hija.

    —Está bien. Nuestra hija.

    Ambos padres la miraron.

    —Um, - Lilith estaba acorralada. No importaba lo que hiciera, sabía que ambos esperarían hasta que ambas píldoras se disolvieran en su estómago, poniendo la droga a funcionar. Había decidido sucumbir a su destino cuando un golpe en la puerta hizo que Gabby y Daniel desviaran la mirada, dándole a Lilith la oportunidad perfecta para lanzar las píldoras por encima de su cabeza y comenzar a beber agua, su rostro era una máscara de inocencia.

    —Buenos días, señor y señorita Bloom. El desayuno está listo, - dijo Agatha.

    Cuando sus padres se giraron hacia su hija, Lilith había terminado el agua. Funcionó. No hicieron preguntas.

    Después de limpiar la sangre del cabello de Lilith y escuchar su historia, Daniel desapareció en el baño y Gabby empezó a dar un sermón sobre el comportamiento de Lilith.

    Pantera estudió el techo. Lilith estudió a Pantera.

    La puerta del baño se abrió. Lilith entró corriendo, arrastrando su bolsa de mensajero. Desde que había declarado la guerra a su abuelo, necesitaba resolver el misterio del jardín. Una ducha sólo no serviría. Una investigación seria requiría una práctica de ballet de emergencia. Lilith se limpió con una toalla, se secó el pelo y se puso zapatillas de ballet, un leotardo, un tutú y su boina rosa. Se miró en el espejo, salió del baño y se detuvo.

    Sus padres estaban sentados en la cama. Su padre zarandeaba a su madre como una niña, de un lado a otro, con la cara roja e hinchada por las lágrimas. Lilith nunca había visto a su madre en este estado. La había visto llorar, pero generalmente era todo teatro. Aquello parecía real.

    Ellos se sobresaltaron al verla.

    Gabby miró hacia otro lado y se limpió la cara.

    Daniel se aclaró la garganta. —Te has lavado toda la sangre, ¿verdad?

    —Ciertamente lo hice. - Algo se agitó en el pecho de Lilith. —¿Mamá, papá?

    —¿Sí? - dijo Daniel

    —He estado pensando y quería ... - Ella suspiró. —Lo siento, soy una molestia. Sé que os afecta, cuidarme, quiero decir, obligarme a tomar mi medicina y todo eso.

    Pantera le dirigió a Lilith una mirada perpleja.

    Daniel suspiró. —No eres una molestia. Te amamos, cachorro.

    —Yo también os amo, - dijo Lilith estudiando a su madre.

    Gabby se sorbió la nariz, trotó hacia su hija y le pellizcó la mejilla. —No lo hagas. No me mires así. Me veo terrible. - Se subió las gafas. —Estoy tan preocupada por ti, ¿ves cuánto me afecta?

    "Estabas preocupada por mi bienestar físico, querrás decir", quiso decir Lilith, "no por mi bienestar emocional, del cual no tienes idea. Ninguno de vosotros. Desearía que me escucharais, aunque sólo fuese una vez. Ojalá me creyerais". Pero no dijo nada. En cambio, besó a su madre y le devolvió el torpe abrazo de su padre.

    Unos minutos más tarde, entró en su habitación. Daniel llevó a Pantera a dar un paseo y lo trajo de vuelta, para inmenso alivio de Lilith. Agatha apareció con una bandeja de gofres humeantes y un plato de bistec. Lilith debía permanecer encerrada todo el día y comer en su habitación, mientras sus padres buscaban la ayuda de Alfred para encontrar un psicoterapeuta de habla inglesa que se especializara en casos extremos de trastornos mentales adolescentes.

    A punto de cumplir trece años, Lilith ya había pasado por cuatro especialistas antes de aterrizar en la Dra. Crawford, quien la trataba ahora. Lilith sospechaba que no era porque su tratamiento supusiera ninguna diferencia, sino porque la Dra. Corby Crawford adoraba las habilidades de bordado de su madre, lo que hacía que su madre adorara las habilidades terapéuticas de la Dra. Crawford a cambio.

    Pantera lamió su cuenco hasta dejarlo limpio y eructó. —¿Sabes?, me enfrento a una decisión muy difícil.

    —¿Cuál? - dijo Lilith masticando un gofre.

    —No puedo decidir a quién odio más, si a tu madre o a tu abuelo.

    —Pantera.

    —Te disculpaste.

    —No soy ella, soy yo, ¿de acuerdo?

    —¡Dijiste que la amabas! ¿Y qué dijo ella?

    —Yo no debería haber tenido esa rabieta ayer. No debería haber perdido el control. Fue total y completamente tonto. Sabes cómo es ella, así que no me mires así. Tengo otras cosas de qué preocuparme.

    —¿Como qué?

    —Como saber con seguridad que el abuelo planea alejarte de mí. Me pregunto por qué no lo ha hecho ya. - Lilith terminó un gofre y comenzó con otro.

    —Tiene miedo de que me tire un pedo en su cara y lo haga morir de asfixia por flatulencia canina, - gruñó Pantera.

    —Muy divertido. - Lilith limpió las migajas de su cama. —Sé lo que estás pensando.

    —No sabía que eras telepática.

    —Te equivocas. Al contrario de lo que piensas, no creo que mamá o papá le hayan dicho nada al abuelo. - Lilith se frotó el lugar donde el cuervo la había atrapado al mirar por la ventana. La lluvia seguía y era peor que antes.

    —Eso no es lo que estaba pensando.

    —¿Qué estabas pensando?

    —Estaba pensando en echarme una siesta. - Pantera bostezó de una manera desagradable.

    —¿Una siesta?

    Ninguna respuesta.

    —¡Pantera! - Ella lo zarandeó. —¿No estás preocupado? ¡Se supone que debemos estar investigando!

    —Tu abuelo es un desagradable que mata gente y la mujer del rosal se los come. He terminado. - Pantera se alejó rodando.

    —Eso son meras conjeturas. Tú eres el que siempre insiste en los hechos, ¿qué te ha pasado? No sabemos nada con certeza. Le pregunté a Ed si el abuelo mata gente. Dijo que sí y que no. Creo que lo que quiso decir era que el abuelo los atrae al jardín y los deja allí para los arbustos. O algo así. Independientemente, cómo mueren no cambia nada. Es el hecho de que están muriendo lo que pone los pelos de punta.

    —Mi cabello está perfectamente liso, gracias.

    —Escucha. Tenemos que detenerlo y punto. Necesitamos averiguar qué cosa importante va a suceder. Eso que Monika había querido decir. Salvaremos vidas, piensa en eso.

    —¿Desde cuándo estás tan preocupada por la vida de gente extraña?

    —¿Qué clase de pregunta es esa? ¿No lo eres tú?

    —Yo soy un perro.

    —Pantera Bloom Junior.

    —De acuerdo. Investiguemos, flameantes ardillas. ¿Dónde comenzamos?

    —Esta habitación es demasiada pequeña. - Lilith se deslizó fuera de la cama y giró frente al espejo.

    —¿Demasiado pequeña para qué?

    —Para una práctica de ballet de emergencia. No puedo pensar correctamente, mi cerebro está embotado. Todo está demasiado tranquilo, como antes de una tormenta eléctrica. No me gusta. ¿Por qué el jardín ya no apesta? - dio un saltó, sorprendida por la inspiración. —¡Escapémonos! En este mismo momento. Salgamos de aquí y encontremos una habitación más grande para practicar.

    —Estoy perfectamente cómodo aquí. Además, ¿no prometió tu abuelo encerrarme en caso de que nosotros...?, ya sabes...

    —Oh, vamos, - dijo Lilith, inclinando la cabeza. —Tendremos mucho cuidado. Podemos pasar por la cocina para ver si esa cocinera...

    —Monika, - gruñó Pantera con afecto.

    —Si; Monika, puede darte el bistec que te prometí.

    Pantera se animó. —Bueno, en ese caso...

    Intercambiaron una traviesa mirada.

    Por muy lógico que fuese Pantera, era un perro. Por mucho que Lilith quisiera resolver el misterio del jardín, era una niña de doce años, y ni a las niñas ni a los perros les gustaba estar encerrados. Superados por la fiebre de la misión, no les importaba mucho cuál era su verdadera misión siempre que hicieran algo peligrosamente emocionante en lugar de permanecer inactivos. Lo único que faltaba era la presencia de Ed, y Lilith decidió hacerle una visita. El hecho de que pudiera ser descubierta de camino, y que ni ella ni Pantera tenían la llave de la puerta, no se les pasó por la mente siquiera.

Capítulo 12: La Escapada del Ballet de Emergencia

    La siguiente hora pasó volando mientras Lilith se preparaba para su aventura: sacando cosas de su bolso, rebuscando y volviéndolas a colocar. El mapa del jardín de Ed, un paquete de pañuelos de papel, un diario, un bolígrafo y El Perro de los Baskerville con una esquina doblada todavía en la página trece. Se echó la bolsa al hombro y se arregló la boina. Concentró su mente, poniéndola a trabajar mientras bailaba.

    —¿Cómo me ves? - Lilith se giró frente al espejo, no para asegurarse de si se veía bien, sino para asegurarse de que no hubiera inconvenientes ni arrugas. Su apariencia tenía que ser perfecta porque el ballet exigía perfección, por eso a Lilith le encantaba.

    —Espléndida como siempre, señorita. - Pantera bostezó. —¿Pensé que se suponía que debíamos comer carne? ¿Ha pasado casi una hora?

    Lilith lo miró.

    —Mujeres, - se quejó él. —Por eso están los perros donde están. Mírame a mí, por ejemplo. Estoy listo para la acción en cualquier momento, sin necesidad de lujos o emociones excesivas o...

    —No quiero oir una palabra. ¿Quién ha pedido una chaqueta rosa?

    —Rosa no. Rosada. Hay una gran diferencia.

    —Lo que tú digas. Salgamos de aquí. - Lilith recogió su bolso y marchó hacia la puerta. —¿Sabes de lo que me he dado cuenta? No he tenido tiempo de leer últimamente. Es terrible, de verdad. Debería ... - Se detuvo y giró el pomo de la puerta. Estaba irremediablemente bloqueado.

    —Excelente.

    —¿Qué pasa, querido Holmes? ¿Tu genio te ha abandonado? - Pantera se rascó la espalda.

    —Adelante. Finge que tú te acordabas. - Lilith se asomó por el ojo de la cerradura, estudió el pomo desde la izquierda, luego desde la derecha, inclinándose tan cerca que su nariz lo tocó. —¿Por qué no me he dado cuenta antes?

    —¿Darte cuenta de qué? - Pantera miró el pomo con curiosidad.

    —Mi querido Watson, ¿estás seguro de que no quieres decirme que no has deducido un patrón en el comportamiento de esta mansión?

    El pelaje de Pantera tapó su rubor de vergüenza.

    Lilith hizo un gesto hacia la habitación. —Se mueve. Se abre por la mañana y se cierra por la noche, ¿verdad?

    —¿Y?

    —Y... - Lilith esperó.

    Pantera parecía genuinamente perpleja.

    —Se comporta como una flor. Es una rosa. No, es un rosal. Un rosal gigante de piedra. ¿Recuerdas las cabezas?

    —Me temo que este nuevo concepto es bastante irrelevante para nuestro problema actual. ¿Te gustaría explicarme con más detalle cómo nos ayudará a abrir la puerta? - se burló Pantera, pero Lilith ya había desaparecido para probar su teoría.

    Salió del baño, apartó sin ceremonias a su mascota y vertió un poco de agua de un vaso sobre el pomo de la puerta.

    —Mira, - susurró.

    Se quedaron boquiabiertos con el pomo. Estaba tallado para parecerse a una flor.

    No pasó nada.

    —¿Se supone que debemos mirarlo hasta quedarnos ciegos?

    Antes de que Lilith pudiera responder, el pomo se movió. Se estremeció. Se extendió, absorbió lentamente cada gota de agua y comenzó a desenredarse, pétalo a pétalo, girando al mismo tiempo. Un segundo después y la puerta se abrió.

    Intercambiaron una mirada asombrada.

    —¡Súper! ¿Qué te dije? - El corazón de Lilith se aceleró.

    —Me inclino ante tu genio, querido Holmes. - Pantera se arrodilló sobre sus patas delanteras. —Por favor, acepta mis disculpas por haber dudado de ti.

    —Estás perdonado, querido Watson. Ahora, por favor, levántate. Me estás avergonzando.

    Se asomaron. El corredor estaba desierto. Los sirvientes estaban empacando rosas para entregar. Los invitados se escondían de la lluvia en sus habitaciones, charlando y esperando el almuerzo. ¿Qué otra cosa podían hacer? El disgusto de Alfred por la tecnología resultaba en cero televisores y un antiguo teléfono con dial de rueda que Gustav contestaba cada vez que sonaba en el vestíbulo.

    Eufórica por su descubrimiento, Lilith no podía esperar para mostrárselo a su madre, para demostrarle que no estaba imaginando cosas. Ella dejó el vaso vacío.

    —¿A dónde propones que vayamos? - refunfuñó Pantera.

    —Fuera, - dijo Lilith.

    Pantera dio unos pasos hacia el corredor y se sentó sobre su cola. —Está bien, estoy fuera. ¿Ahora qué?

    —¿Puedes callarte? Se supone que debemos ...

    Pero lo que se suponía que debían hacer, Lilith no tuvo la oportunidad de decirlo. El movimiento de arrastrar los pies les decía que Trude Brandt había escuchado con éxito toda su conversación y se preparaba para hacer una entrada, o salida, era difícil de saber con su cojera al salir de su habitación.

    Lilith cerró la puerta con cuidado y salieron corriendo como dos convictos que escapan de la prisión. Se detuvieron cada pocos pasos y se apretaron contra la pared, como si eso los hiciera invisibles. Lilith trató desesperadamente de aplanar su tutú, y Pantera pensó que al quedarse quieto podría pasar por una estatua.

    Quizás Trude había cambiado de opinión, ya que no llegó a salir a la superficie.

    Sus corazones latían al unísono. En cualquier momento, un invitado podía abrir una puerta y poner fin a su aventura. Hasta ahora, casi habían llegado a la escalera y ninguno tenía la menor idea de a dónde iban cuando un chillido los dejó congelados. Siguió una larga cadena de palabras en alemán.

    Detrás de la puerta más cercana, un cuerpo pesado cayó y los puños golpearon el suelo en golpes rítmicos. La voz pertenecía a Dafne o Gwen, presa de un berrinche adolescente.

    —¿Qué está diciendo? - Lilith echó un vistazo a Pantera. Este levantó una oreja. Detrás de la puerta, Irma Schlitzberger procedió a murmurar algo relajante para calmar a su hija.

    —Me atrevo a decir, bastante jaleo. Parece que una de las lechonas elefantinas quiere tu boina. - olisqueó. —Y si fuera tú, me alejaría de esa puerta.

    Los pasos estrepitosos precedieron al giro furioso del pomo de la puerta. Tanto la niña como el whippet salieron corriendo. Huyeron por el pasillo, pasaron por la escalera y se detuvieron junto a una habitación vacía con la puerta abierta de par en par. Lilith agarró a Pantera y entró corriendo.

    No pasó un segundo y la puerta se cerró de golpe. Ambos corrieron hacia arriba. Lilith recordó que su madre había dicho en el avión que el laboratorio de fertilizantes de rosas de Alfred ocupaba todo un piso. La mansión sólo tenía tres pisos, sin contar la torre en el medio. Se dirigían claramente hacia arriba. La columna vertebral de Lilith se convirtió en hielo al pensar hacia dónde se dirigían y en qué trabajaba su abuelo allí.

    La sala se sacudió y se detuvo. La niña y su mascota cayeron de bruces contra el suelo. Arañando el parquet para ponerse de pie, Pantera gruñó. —Esta mansión parece tener mente propia de verdad.

    —Quizá trata de ayudarnos, - resopló Lilith arreglando su boina.

    —Quizá sí. Quizá no. ¿Serías tan amable de recordarme por qué tuvimos que abandonar tu habitación?

    —Para una escapada de ballet de emergencia. Para pensar.

    —Ah, qué olvidadizo soy. Pensé que nos iban a dar carne.

    —Después. Íbamos a conseguir el bistec después.

    —Pensé que íbamos a conseguir el bistec antes. Debo de haberte escuchado mal. Es culpa mía. Bueno, si puedo hacer una humilde observación, esta habitación parece ser bastante idéntica a la tuya en tamaño. Intenta regarla, tal vez crezca.

    —Estás siendo increíblemente útil, como siempre. - Lilith se levantó y probó el pomo de la puerta. —Está cerrada.

    —Naturalmente. Requiere un pago, ¿no crees? - se burló Pantera con su orgullo restaurado.

    Lilith frunció el ceño.

    —Estoy seguro de que si lo pides con cortesía, te dirá qué, cuánto y cómo de sangriento ha de ser el pago, lo que me recuerda que ciertamente estoy de humor para un sangriento bistec que alguien me prometió, si puedo mencionarlo. - Pantera se lamió el hocico.

    Ignorándolo, Lilith giró sobre sus talones, marchó hacia el baño y regresó con el agua ahuecada en sus manos. Salpicó el pomo con ella. Cada gota fue absorbida, pero no pasó nada.

    —Obviamente, quiere más.

    —Obviamente.

    Lilith requirió hacer varios viajes hasta que el pomo se extendió con satisfacción, habiendo absorbido cada gota.

    —Te lo aseguro, he visto cosas raras, - gruñó Pantera filosóficamente, —ardillas persiguiéndose las colas como los perros, perros trepando a los árboles como las ardillas, pero nunca he visto a una casa comportarse como una flor, exigiendo que la rieguen.

    La puerta se abrió con un ruido sordo. Al momento siguiente fueron escupidos al pasillo. La habitación detrás de ellos se selló y descendió a su nivel, claramente molesta. No tuvieron tiempo de mirar porque una nueva curiosidad les robó la atención.

    Por mucho que el segundo piso fuera blanco, el tercer piso era rojo. Brillaba como las tripas pulsantes de alguien vivo, y apestaba un poco. Para empeorar las cosas, el piso relucía con un brillo pulido que le recordaba a Lilith la sangre coagulada. Ella quiso poder volar en el aire para que sus pies no lo tocaran. Pantera gimió, exigiendo que lo abrazaran, olvidando su habilidad de hablar.

    —Disculpe, querido color rojo. Eres uno de mis favoritos, pero esto es, francamente, un poco excesivo, - dijo Lilith.

    Dos voces y dos pares de pasos, unos pesados y otros trotando, resonaron por el pasillo. Gustav exclamó lo que sonaban como quejas, y Alfred respondió con un brusco: —Ja, ja. (NdT: del alemán, "Sí, sí.")

    Pantera gimió. Lilith le hizo callar.

    Tenían que correr, ¿pero adónde? El corazón de Lilith latía en su cabeza, impidiéndole pensar con claridad, y el temblor de Pantera en sus brazos sólo aumentaba su pánico. En lugar de correr hacia la escalera, arriesgándose a ser vista y perder la oportunidad de pasar de largo de sus desprevenidos perseguidores, corrió hacia el final del pasillo. Pantera se estremeció. Las zapatillas de ballet de Lilith resbalaron, sus suelas estaban desgastadas; y con un grito chocó contra una pared, desplomándose en el suelo y golpeándose la cabeza. La sangre salió disparada de su nariz. Las voces y los pasos se detuvieron, luego Alfred gritó algo y él y Gustav comenzaron a correr.

    —Simplemente espectacular. Absolutamente espectacular, - se quejó Lilith pensando que no tenía sentido quedarse callada. —¿Y la razón por la que no pudiste quedarte quieto es...?

    —De repente necesitaba liberarme de cierto líquido, - gruñó Pantera.

    Lilith lo miró fijamente. —¿Qué?

    —¡Pipí! ¡Necesito hacer pipí!

    Un nuevo chorro de sangre impidió que Lilith respondiera. Se la limpió lo mejor que pudo y se secó la mano en la pared para evitar manchar su atuendo de ballet. Sin previo aviso, la pared se abrió y absorbió a la niña y al perro, cerrándose de nuevo.

    La oscuridad y el silencio los rodeaban como terciopelo.

    —¿Pantera? - susurró Lilith.

    —Es mejor que nos quedemos callados, señorita, - gruñó Pantera por lo bajo.

    —Sólo estaba asegurándome.

    Lilith apoyó las manos en el suelo, se incorporó y ahogó un grito. Algo le había quitado la sangre de los dedos, y no había sido el whippet.

Capítulo 13: La Galería Roja

    Lilith se olisqueó las manos. Estaban limpias. Ella estaba demasiado petrificada para hablar, sintió que le caía líquido tibio por la nariz hasta el suelo. El piso lo absorbió. De la misma manera que la habitación de abajo se había bebido el agua, esta se bebió la sangre. Lilith se puso rígida de horror, con miedo de que la desangrara hasta la muerte. No se atrevió a buscar al tacto a Pantera, quien sabiamente no se atrevió a buscarla a ella.

    Tanto la niña como el perro se quedaron quietos durante lo que pareció una eternidad, pendientes de cualquier perturbación. Ni un sonido llegó hasta ellos. De hecho, todo estaba inquietantemente silencioso. El aire tenía un tinte extraño, como si algo se hubiese deshidratado y muerto, dejando el leve recuerdo de su olor original. A Lilith le daba escalofríos.

    Poco a poco, la luz se filtró desde la nada y desde todas partes.

    Se encontraban en una gran habitación sin ventanas, todas las superficies estaban pintadas de rojo. Decenas de retratos en marcos pesados, brillantes en un punto, cubrían las paredes desde el suelo hasta el techo. No había muebles, excepto un pedestal en el centro de la habitación que parecía un grueso tallo espinoso. Le faltaba la flor.

    —Es una galería, - susurró Lilith.

    —No me había dado cuenta. - Pantera se acercó un poco más.

    —Creo que se alimenta de sangre. Lamió la sangre de mis dedos.

    —Eso es alentador. Debo decir que estamos teniendo una suerte increíble con tu escapada de ballet de emergencia. Por no mencionar que no tengo mi bistec prometido. ¿Esta cosa come algo más?

    Lilith miró boquiabierta una de las pinturas. El rostro de una mujer la miró y podría haber jurado que sus ojos se habían movido. —No lo sé. Pero tengo la sensación de que las cabezas en la pared no eran nada en comparación con estas.

    —Por suerte para ti. No tengo esa sensación. La única sensación que tengo es un intenso deseo de salir de aquí lo antes posible. - Pantera arañó la pared.

    Lilith le miró. —Por favor, deja de comportarte como un cobarde incongruente. ¿Qué te pasa? ¿Eres un perro o no? ¿No puedes olfatear?

    Ella se puso en pie y caminó hacia la pared.

    —Ladraré si lo tocas. - dijo Pantera. —Lo digo en serio.

    Lilith ladeó la cabeza. —Lamento decepcionarte, pero parece que esta galería está insonorizada, o al menos silencia el sonido, porque el abuelo nos habría escuchado y nos habría sacado ya de aquí. Por lo tanto, no creo que nadie te escuche. Puedes ladrar con todo tu corazón.

    Pantera se lamió el hocico. —No me malinterpretes. Me encanta el bistec jugoso, me encanta, pero no tengo ninguna prisa particular por convertirme en uno.

    —Gracias por considerarme lo suficientemente idiota como para meter el dedo en una de esas cosas, - dijo Lilith. —Y gracias por preocuparte tanto por mí. Para tu información, mi nariz ha dejado de sangrar, gracias a Dios, y no tengo prisa por golpearme la cabeza contra el suelo para producir más sangre y sacarnos de aquí. En caso de que no te hayas dado cuenta, aquí no hay cuarto de baño. Tampoco es que sirviera de algo. Esta galería toma sangre como pago, y espero que sea tu turno de producir cierto líquido que nos saque de aquí.

    —¿Propones que me desangre?

    —¿Propones que lo haga yo?

    Pantera elevó su cola.

    —Si no tiene nada más que decir, procederé con nuestra investigación, querido Watson, mientras te quedas de guardia. - Lilith se inclinó más cerca del retrato.

    Una cara muerta la miró, la máscara de una mujer con pelo largo. Parecía que podría cobrar vida en cualquier momento. Algo andaba muy mal y olía peor.

    —Sólo es la mansión tratando de decirme algo, como las cabezas. Es sólo un retrato, sólo un retrato ... - se tranquilizó Lilith, pero sabía perfectamente que no era así. Lo sentía a nivel intestinal. Gruesas pinceladas de capa sobre capa de pintura cubrían lo que parecía:

    Lilith tragó, clavada en el lugar. —El mundo está lleno de cosas obvias que nadie observa por casualidad. - susurró las palabras de Sherlock Holmes. —¿Pantera?

    Pantera se acercó a regañadientes. —Debo informar que lamentablemente no he encontrado una manera de exprimirme más sangre que un dedal. Por otro lado, cierto otro líquido...

    —Huele esto. Creo que es piel. Huele a cuero seco.

    Pantera se sorbió la nariz. —Más bien como a ratas muertas.

    —No, escucha. No creo que sea la mansión. Estas pinturas no son parte de ella. Mira esta, es como una cara que ha sido... - El corazón de Lilith se congeló ante la idea, —despellejada. - Ella se cubrió la boca.

    —Madam, ¿puedo interrumpir sus importantes reflexiones?

    —¿Entiendes lo que esto significa? - A Lilith le temblaban las manos. —Estos son ... ellos son...

    —Estoy en un grave problema aquí.

    —¿Qué? ¿Qué pasa?

    —De verdad, necesito orinar. Lo siento, no puedo aguantar más. Pantera levantó la pierna sobre el pedestal y dejó escapar un desvergonzado chorro brillante. Su orina causó momentáneamente lo que prometía ser el mayor descubrimiento que Lilith había hecho hasta la fecha en su búsqueda para comprender el secreto del jardín de rosas.

    —¡Pantera Bloom Junior! ¡Oh no, no lo hagas! - le chilló.

    Demasiado tarde. La sala se había dado cuenta. Si bien adoraba las ofrendas de sangre, despreciaba cualquier otro líquido; particularmente el de los animales, particularmente los productos de desecho; y comenzó a girar, preparándose para expulsarlos de la manera más grosera posible, girando alrededor del pedestal.

    Lilith perdió el equilibrio y se resbaló por la habitación chocando con Pantera.

    —Mis disculpas, - ladró, —pero sugeriste que produjera cierto líquido.

    —¡No ese líquido! - gritó Lilith.

    —Funcionó, ¿no?

    La galería giró más rápido. Los retratos sobresalieron de sus ganchos, mirando boquiabiertos a la niña y al perro, en el borrón del movimiento, parecían cada vez menos como caras y más... y más como rosas.

    Ambos chocaron contra las paredes, acelerando, y Lilith pensó que perdería su desayuno. Se agarró la boina con una mano y a Pantera con la otra. La galería gimió. El techo se abrió con una grieta y los expulsó hacia el cielo.

    La lluvia los empapó. Lilith no podía ver hacia dónde volaban, pero podía saber que, al final de aquel destino, una muerte inminente los aguardaba. Durante los primeros segundos, Lilith chilló de terror y Pantera ladró histéricamente, pero luego la inutilidad de ello los silenció a ambos. Y a tiempo. Pues su vuelo terminó tan rápido como había comenzado.

    Algo frondoso y enredado los atrapó amortiguando su caída. Aterrizaron en el interior de un rosal muy denso, muy salvaje y muy grande. Se detuvieron en el medio.

    —¡La mujer del rosal! - Gritó Lilith, ciega de pánico. —¡Nos va a destrozar! ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Nos va a comer! - Lilith se debatió, cortándose y arruinando su vestido de ballet.

    —¡Es bastante inútil tratar de escapar! ¡Por si pensabas que no nos había notado hasta ahora, estás terriblemente equivocada! - gritó Pantera. —¡Creo que estamos siendo digeridos vivos! - Dio unos pocos gritos exagerados de dolor.

    —¡No te me derrumbes, Pantera! ¡Vamos a enseñarle a esta! - Lilith rompió los tallos de izquierda a derecha, ignorando los cortes, luchando furiosamente contra la bestia que creía, la mujer del rosal.

    A ambos les llevó un buen minuto de golpear el pobre arbusto para darse cuenta de que nadie los estaba atacando. Habían aterrizado en un arbusto ordinario que ignoraba felizmente su presencia como lo haría cualquier arbusto normal. Además de eso, rezumaba una fragancia de rosa deliciosamente normal.

    Jadeando, Lilith y Pantera se miraron y luego miraron a la cara que apareció a través del matorral de hojas.

    —¿Ed? ¿Eres tú? Oh, por favor, disculpa mi aspecto andrajoso, - gruñó Lilith limpiándose la cara sucia y alisando su desgarrado tutú. —¿Cómo has sabido que estábamos aquí?

    Ed señaló hacia arriba.

    —¿Nos viste volar?

    Ed sonrió afirmativamente.

    —Pero cómo ... ¿Sabes donde ponerte a esperar a que las personas caigan del cielo?

    —Perros, no personas.

    —Está bien, si quieres que sea absoluta y gramaticalmente correcta, un perro y una persona.

    Ed agitó los brazos y se golpeó la frente.

    Lilith sintió que su rostro se estiraba en una sonrisa tonta.

    Les llevó unos minutos. Después de muchos gruñidos, jadeos y resoplidos, caminaron sobre la hierba mojada.

    La lluvia se convirtió en una molesta llovizna.

    Pantera se sacudió con una gracia que pondría celoso a cualquier perro mojado. Lilith se secó lo mejor que pudo. —Muchas gracias por sacarnos. Eres increíble. Siempre estás en el lugar correcto en el momento adecuado. Sorprendentemente, también tienes la habilidad de desaparecer cuando ...

    Ed miró a Pantera.

    Pantera esbozó una sonrisa perruna.

    —Oh, lo siento. No creo que os haya presentado. Ed, Pantera. Pantera, Ed. Ed, Pantera es mi mejor amigo y puede ...

    Pantera mordió el tobillo de Lilith.

    —¡Auch! Quiero decir, puede ser bastante irritante a veces.

    Pantera tosió como algo que sonó cercano "caca de vaca". Extendió una pata.

    Ed le estrechó la pata.

    —¿Dónde estamos, por cierto?

    Estaban parados junto a un alto rosal que crecía frente a la cabaña de Ed. Lilith se preguntó si la cabaña se movería. Era una pequeña casa prefabricada tradicional, brotaba del suelo como un enano cubierto de vigas. La parte trasera lindaba con la cerca del jardín, más allá de la cual el bosque Grunewald hacía de centinela. Su fachada daba al mar de rosas escarlatas.

    —Aquí es donde vives, ¿verdad?

    Ed asintió e hizo energicas señas.

    —Espera. ¿Volamos hasta aquí desde allí? - Lilith miró boquiabierta a Pantera, quien fingía ser un perro común frente a este extraño niño mudo y sonreía como idiota.

    La llovizna pasó a chispear y se detuvo.

    —Por favor, disculpa mientras intento comprenderlo. La mansión nos escupió. Volamos por encima del jardín, aterrizamos en un arbusto y sobrevivimos. Guau. Esto es una locura. - Lilith sintió que su comportamiento bien controlado se le iba de las manos, como habitualmente comenzaba a hacer en presencia de Ed.

    El chico la estudió con suma atención. Su aroma a galleta la envolvió. Avergonzada, Lilith tuvo que admitir que lo había echado de menos. Sentía una hinchazón en su pecho, un rubor en su rostro y un deseo ridículo de abrazarlo y olerle el pelo. Lilith luchó, luchó y perdió. Rápidamente se arrojó sobre Ed en un intento de expresar su gratitud por salvarlos, sorprendida de sí misma al hacerlo.

    Impulsada por una fuerza misteriosa por compartir, se aferró a Ed por salvarle la vida, Lilith le relató cada evento que había sucedido desde que lo había perdido de vista en la cocina, desde que había encontrado su nota, hasta que Alfred le había exigido que se convirtiera en la heredera de Bloom, hasta las píldoras para dormir, el cuervo picoteando su cabeza por la mañana. Aquí, Lilith respiró temblorosa y comenzó a explicar cómo ella y Pantera estaban encerrados en su habitación, cómo escaparon, cómo el segundo piso se bebió el agua y el tercero la sangre, y cómo acabaron en una galería llena de rostros muertos. Evitó mencionar el ingenioso invento de escapada de Pantera.

    Una pausa incómoda se derramó en el aire.

    Lilith le soltó.

    Ed se quedó muy quieto. Su pálido rostro estaba rosado, igual que las puntas de sus orejas. Sus ojos se volvieron ligeramente brumosos, y no era por la humedad en el aire.

    Pantera levantó una oreja y se sacudió descaradamente el agua de su abrigo. Lilith estaba a punto de castigarlo, cuando un eco de gritos lejanos los alcanzó, puntuado por los ladridos y los graznidos de Bär. El jardín se movía como perturbado por una multitud de personas que corrían por los senderos.

    —Fantástico. Déja que adivine a quién están buscando. - Lilith se secó la cara con la manga de su maillot, lo cual tampoco era característico en ella. —No tendrás una especie de cueva escondida, ¿verdad?

    Ed levantó dos pulgares y les indicó que lo siguieran. Trotaron hacia la cabaña. Sólo ahora Lilith se dio cuenta de que sus zapatillas de ballet estaban empapadas, estaba mojada y fría, y ...

    —Mi boina, - gritó. Su interior se convirtió en hielo ante la idea de que Alfred la encontrara en la galería roja, sabiendo que había estado allí, que había infringido sus normas otra vez.

    Ed presionó su oído contra la puerta y escuchó. Después de un minuto o dos, se pasó un dedo por los labios, giró el pomo con cuidado y les hizo señas para que entraran.

Capítulo 14: Las Pinturas de Jürgen

    Un aire caliente con olor a licor los envolvió. Avanzaron despacio en la penumbra por el pasillo, las zapatillas de ballet de Lilith hacían ruidos de chapoteo. Las zarpas de Pantera chasqueaban, haciendo que se quedara quieto cada pocos pasos. Subieron la escalera y se deslizaron a lo largo de la pared. Ed pisaba con maestría los tableros que no crujían, llegó primero y abrió una puerta. Lilith sólo tuvo tiempo suficiente para notar que toda superficie de la habitación estaba llena de lienzos, cuando la voz de una mujer llegó desde abajo.

    —Ed, cariño, ¿eres tú? - Parecía una voz engolada, como la de una adivina o una locutora de radio de ensueño.

    Ed hizo señas de que volvería en un segundo antes de marcharse.

    —Bueno, menuda caída. - Lilith caminó de puntillas por una alfombra deshilachada. —Tú y tus líquidos.

    —De nada.

    —Pues gracias.

    —Al menos ahora sabemos cómo salir en caso de que nos quedemos encerrados de nuevo y no tengamos agua ni sangre de sobra, - gruñó Pantera con orgullo, lamiéndose hasta secarse. —Como mi vejiga es muy pequeña, en caso de que se me acabe la orina, tú podrías, ya sabes ...

    —De ninguna manera. Ni siquiera pienses en eso. Habla chucho que no te escucho, - se burló Lilith.

    —¿Por qué eres tan pedante? Pensé que, en lo que se refiere a cosas de vida y muerte, todo vale. ¿No es eso lo que haría un buen detective?

    Lilith se hizo la sorda, se alisó el cabello y miró a su alrededor.

    La habitación de Ed se parecía al estudio de un artista lo bastante revuelto como para parecer desordenado. Olía a pintura, y a ella le gustó de inmediato. Había algo acogedor y vivaz en ello, en contraste con el incesante orden de la mansión, más adecuado para un hotel.

    Una cama llena de mantas se acurrucaba contra una pared. Al otro lado, junto a una ventana, había un escritorio con la superficie llena de cuadernos, papeles, pinceles y lápices. Lilith sacó una silla y se dejó caer en ella. Se quitó la bolsa empapada, que milagrosamente había sobrevivido a sus tribulaciones. Revisó el interior para asegurarse de que no se le había perdido nada.

    —Debería haber guardado una muda de ropa, - murmuró mirando un dibujo que se parecía sospechosamente a un retrato suyo. —Ed es todo un artista, ¿no crees? Es una pena que sus padres murieran.

    Dos voces discutieron a continuación. Alguien golpeó algo y alguien encendió la radio.

    Lilith y Pantera intercambiaron una mirada.

    —No veo cómo esto lo hace especial. - Pantera estornudó, para enfatizar. —Yo nunca conocí a mis padres. ¿Qué terrible destino podría haberles esperado? Sin embargo, aún así hablo.

    —Pantera. Esta observación no ha sido solicitada. Sabes perfectamente que te amo desde la punta del hocico hasta la punta de la cola, pero tus celos están empezando a hacerse viejos. Ed es mi amigo, ¿de acuerdo? - Cierto orgullo se hinchó en el pecho de Lilith. —Además, se supone que estamos investigando crueles asesinatos y no discutiendo tus sentimientos perrunos. Esa galería roja, por ejemplo, ¿para qué crees que sirve?

    Pero Pantera no se dejó llevar tan fácilmente. —Tenga corazón, señorita. Todavía no veo cómo los niños podrían ser más adorables que los perros.

    —Oh, venga ya. Admítelo, quieres abrazarle tanto como yo. ¿Cómo no ibas a querer? Ese olor a galleta... - dijo Lilith soñadoramente.

    —Rancio olor a galleta, - replicó Pantera. —Rancias hormonas adolescentes...

    La puerta se abrió, dejando entrar el sonido de una radio a todo volumen.

    Tanto la niña como el perro contuvieron la respiración, pero sólo era Ed.

    Lilith se levantó de un salto, sonrojada. Notó que debía tener un aspecto absolutamente horrible: su vestido de ballet se había vuelto irreconocible: el leotardo estaba mojado y embarrado; el tutú, roto y colgando torcido. Miró a Pantera, que no se veía mucho mejor, parecía a un gato mojado.

    —Lo siento. Sólo quería sentarme.

    Ed negó con la cabeza con tanta violencia que Lilith pensó que le saldría volando.

    —Gracias por permitirnos quedarnos en tu habitación. Esto, ¿hay un cuarto de baño? ¿Puedo ...? - Ella alzó las cejas.

    Ed la tomó de la mano y la condujo al extremo opuesto del pasillo. El corazón de Lilith amenazó con expulsar vapor por sus oídos.

    —¡No te olvides de cerrar el agua! - llegó la voz a través de la música estruendosa.

    Aterrorizada de ser descubierta, Lilith hizo lo suyo, se lavó la cara y se atusó el cabello. Pantera se deslizó sigilosamente dentro, haciendo que la puerta crujiera.

    —¡Shh!

    —Disculpa. No creo que pueda oírnos con todo ese jaleo. ¿Puedo? ¿Me pasas una toallita, por favor?

    Lilith lo secó rápidamente.

    Regresaron lentamente a la habitación de Ed.

    —¡Cena a las seis, cariño! - anunció la voz entre canciones.

    —¿Esa es tu madrastra? - preguntó Lilith una vez que se cerró la puerta y se sentaron en la cama de Ed, Pantera en el regazo de Lilith.

    Ed asintió con la cabeza.

    —No vendrá aquí a ver cómo estás, ¿verdad?

    Negó con la cabeza.

    Lilith dejó escapar un suspiro de alivio. —¿Por qué te habla en inglés?

    Ed garabateó en una libreta. DICE QUE EL INGLÉS ES CLAVE PARA EL ÉXITO. ME ESTÁ PREPARANDO PARA LA VIDA.

    —Ah. Sé lo que quieres decir.- Lilith dejó escapar un largo suspiro.

    ¿HICISTE PIS EN ELLA?

    —¿Qué? - Lilith miró a Ed desconcertada.

    EN LA GALERIA. ¿HICISTE PIS? ES LA ÚNICA MANERA DE SALIR.

    —Yo... Ah. No, no... - Lilith negó la cabeza. —No, en absoluto. Fue Pantera, en realidad. Fue un acto terrible, en mi opinión, y pensar que fui yo quien sugirió que produjera cierto líquido para sacarnos ...

    Pantera se animó, tenía una mirada engreída sobre su hocico. El entendimiento mutuo parpadeó entre él y Ed, algo que excluía a las chicas de la apreciación de ciertos placeres infantiles.

    —Espera, ¿cómo sabías que estábamos en la galería?

    ES LA ÚNICA HABITACIÓN EN EL TERCER PISO EN LA QUE CUALQUIERA PUEDE ENTRAR, APARTE DE ALFRED. Y LE GUSTA ESCUPIR COSAS CUANDO SE ABURRE.

    —Curioso. Me sorbió sangre para dejarnos entrar.

    PREFIERE EL GRUPO O.

    —No me digas - Lilith levantó la ceja. —¿Para qué sirve, por cierto? Las pinturas, en realidad no son pinturas, ¿verdad?

    ROSTROS DE HEREDEROS BLOOM.

    Lilith tragó saliva. —¿Caras reales?

    PIEL FACIAL.

    —Me lo temía. - Lilith se estremeció pensando en la demanda de su abuelo. —¿Tu papá te dijo todo esto?

    Pantera dejó de ronronear y escuchaba atentamente.

    SE LO DIJO A TODOS.

    —No entiendo. Entonces, ¿cómo es que nadie lo sabe?

    Ed se llevó un dedo a los labios y señaló los lienzos.

    Sin marcos, tenían un aspecto tosco e inacabado. Lilith colocó cuidadosamente a Pantera sobre una manta, se levantó y se acercó a uno de ellos. Representaba una rosa salvaje, brillantemente carmesí frente a la rica vegetación. Cuando miró más de cerca, vio la pequeña cara de una mujer enmarcada de pétalos, la misma que la había mirado en la galería. Lilith reprimió el impulso de mirar hacia otro lado. No era educado asustarse delante de un nuevo amigo, especialmente no por las pinturas de su padre muerto.

    Miró a otro lienzo. Retrataba un rosal que se convertía en una gran mujer monstruosa. El lienzo de al lado le puso los pelos de punta. La mujer del rosal se metía un puñado de personas, al parecer muertas, en la boca, salpicaduras de sangre volaban por todas partes. Cada pintura iba firmada con el mismo nombre: Jürgen Vogel.

    Lilith se dio la vuelta. —¿Tu ... tu padre vio que sucedió esto?

    Ed asintió mientras acariciaba a Pantera, quien había migrado convenientemente hasta su regazo. Lilith apenas se dio cuenta, su sangre estaba hirviendo.

    —Por eso el abuelo quería separarnos. Tenía miedo de que lo descubriera. Pantera, tenías razón. Es un desagradable, mata a la gente, y la mujer del rosal se los come. Me pregunto si es algo que tendré que hacer una vez que herede esta escuálida, abominable y encarnizada propiedad. - Lilith fulminaba con la mirada con el rostro encendido. —¿Es eso lo que hace en su laboratorio? ¿Les quita las caras a los herederos anteriores? ¿Para pintar sobre ellos? ¿Para preservarlos como trofeos herederos de la familia Bloom? ¿Y quién tendrá que quitarle la cara cuando él esté muerto? Creo que voy a vomitar.

    Ed comenzó a escribir.

    Lilith se estremeció.

    —¿Es parte del deber de un heredero Bloom convertir al anterior en una pintura?

    Ed rompió el lápiz, saltó al escritorio, agarró otro y siguió garabateando.

    —Sabes qué, no importa. - Lilith respiró hondo algunas veces. —Querido Ed, disculpa mi vigor y franqueza, pero lo que estoy a punto de decir es muy importante. Me gustaría tener tu completa atención. Aunque nunca llegaste a responder mi pregunta sobre cómo el abuelo mata a la gente exactamente, creo que lo adiviné yo misma. Probablemente los atrae al jardín y deja que el jardín se ocupe de ellos de la manera que prefiera. Lo que suceda es bastante irrelevante. Lo que importa es que hay gente que muere . - Lilith respiró hondo tratando de contenerse. —Nos has ayudado antes. Tremendamente. Por lo tanto, Pantera y yo quisiéramos invitarte a unirte a nosotros para evitar que Alfred Bloom siga con más de esta escandalosa y despreciable masacre. - inspiró otra vez. —Simplemente, lo hemos decidido, - agregó ante la perpleja mirada de Pantera y la inquisitiva mirada de Ed. —Sí, Pantera puede hablar.

    Ella esperó ansiosamente.

    Ed miró a Pantera desconcertado. Pantera lanzó a Lilith una mirada que se suponía que la reduciría a cenizas.

    —Los amigos no se esconden secretos el uno al otro, así que no me mires asuii. Además, necesitamos la ayuda de Ed. Vamos, di algo, - ordenó Lilith.

    Ed se congeló, con el lápiz flotando en su mano sobre el bloc de notas.

    Pantera se aclaró la garganta y profesó de la manera más cortés: —Bueno, ya que la ardilla está fuera de la bolsa, por así decirlo ... Encantado de conocerte, Ed, y quería agradecerte por ser tan amable de vernos antes volando por el cielo. En cuanto al punto de conversación actual, lo que la señorita Lilith Bloom quiere decir es que el tiempo se acaba. Si por alguna desafortunada circunstancia nos interrumpimos en los próximos minutos o, peor aún, segundos, - dijo, mientras olfateaba el aire,— tiene miedo de que separarse de ti otra vez y que tal vez no pueda confirmar su teoría sobre el misterio del jardín de rosas y realizar la elefantina tarea de salvar la vida de todos los huéspedes que residen actualmente en la mansión, dos de los cuales, como bien sabes, le revuelven las entrañas, pero la bondad de su corazón no le permite dejar que se desvanezcan sin más en las espinosas garras de la mujer del rosal. - Le lanzó a Lilith una rápida mirada. —También significa que la señorita aquí es una santa y nunca, ni en sus más terribles pesadillas, nunca imaginaría Dafne, ni a Gwen Schlitzberger, siendo devoradas por dicha monstruosidad con grandes crujidos, succiones y masticaciones.

    —Así es, no lo haría, - espetó Lilith.

    Pantera curvó triunfalmente su cola.

    Ed parpadeó. Abrió la boca, la cerró y finalmente escribió. ASOMBROSO. UN PERRO QUE SABE CUANDO MEAR EN ESTÚPIDAS MANSIONES. PUES CLARO QUE ME UNIRÉ A VOSOTROS. Pasó a una nueva página. SÓLO QUE ALFRED NO MATA A LAS PERSONAS. LO HACE ROSEHEAD.

    —¿Rosehead?

    LA MUJER ROSA.

    —Ah. Que tiene un nombre. Espléndido. - Lilith dejó escapar un abatido suspiro y se sentó junto a Ed.

    —Entonces, ¿quién hace las pinturas?

    CHUPA A LA GENTE HASTA DEJARLA SECA. ¿LA PIEL PUEDE SALIRSE SOLA? NO SÉ QUIÉN HACE LAS PINTURAS, PAPÁ NUNCA LO DESCUBRIÓ.

    —Ese hecho hace que mi abuelo sea menos monstruo, supongo. ¿Qué papel juega en todo el asunto?

    Ed miraba a Pantera. Le tomó un momento escuchar a Lilith.

    ESTOY LLEGANDO A ESO. Lanzó a Pantera otra mirada.

    Pantera disfrutó bastante de la atención, estiró el cuello y se colocó en la cama de la manera en que pensaba que los dignos perros parlantes deberían sentarse.

    —¿Puedo ayudarte con algo? - le gruñó.

    Ed se congeló. CADA DÉCADA, UN HEREDERO BLOOM PODA A ROSEHEAD EN UN ARBUSTO Y LA ALIMENTA CON PERSONAS. SU ÚNICO TRABAJO ES HACERLAS ENTRAR AL JARDÍN.

    —Entonces tenía razón. ¿Es eso lo que quisiste decir con sí y no?

    Ed asintió una vez sin apartar los ojos del perro.

    Pantera se movió incómodo.

    —¿Y entonces qué? - dijo Lilith con impaciencia.

    NO SÉ. ¿ELLA SE MUERE? Lo escribió sin mirar la libreta.

    —¿Cuántas personas tiene que comer? ¿Podemos detenerla de alguna manera? - Lilith le dio un codazo a Ed.

    El se sobresaltó. SÓLO UN HEREDERO BLOOM PUEDE DETENERLA. ESO CREO.

    —Pero esto no tiene ningún sentido, - dijo Lilith desconcertada. —Si sólo un heredero Bloom puede detenerla, ¿por qué el abuelo trataría de convertirme en una? Detenerla no le interesa, ¿verdad?

    ¿DE DÓNDE HAS SACADO UN PERRO COMO ESTE?

    —Oh, papá me lo dio por mi duodécimo cumpleaños.

    ¿TIENE MÁS?

    Hubo un sonoro aclararse la garganta perruno.—¿Si puedo compartir con ustedes este importante consejo? No es cortés hablar de una persona en presencia de una persona sin mencionar el nombre de esa persona. Por ejemplo, no se dice él, se dice Pantera.

    Ahora tanto Lilith como Ed lo miraron.

    —Lo siento, Pantera, - dijo Lilith.

    Pantera sonrió. —Disculpa aceptada. Y, por cierto, si va a haber una comunicación escrita extensa entre vosotros dos, me atrevo a decir que solicito dejar este grupo. En caso de que lo hayáis olvidado, no sé leer.

    Lilith lo ignoró sacando a Ed de su estupor.

    —Entonces, ¿por qué el abuelo querría hacerme heredera?

    NO SÉ. QUIZÁS ES PORQUE

    El lápiz de Ed se rompió de nuevo. Gruñó decepcionado, que fue el primer ruido que Lilith escuchó de él. Se acercó al escritorio para tomar un lápiz nuevo y se congeló, señalando la ventana.

    Lilith y Pantera se apresuraron hasta ella.

    Cuervos negros pululaban por el jardín.

    —Debe de haber cientos, - suspiró Lilith.

    —Agradecería que alguien me explicara qué hace que tu abuelo sea menos monstruoso. Me he perdido esa parte, - dijo Pantera desde abajo.

    Ed se sobresaltó, mirando hacia abajo.

    Lilith se volvió hacia su mascota. —Número uno, estás interrumpiendo. Número dos, estoy segura de que ya has deducido lo básico. En caso de que no lo hayas hecho, deja que te lo cuente. La mujer del rosal se llama Rosehead. Un heredero Bloom la poda en un arbusto cada diez años y atrae a la gente al jardín para que ella pueda dejarlos secos. Las pinturas en la galería son las pieles. Sólo un heredero Bloom puede detener a Rosehead. Exactamente por qué el abuelo trata de hacerme una, no lo sabemos. ¿Es esto suficiente explicación?

    Pantera le mordió el tobillo ligeramente.

    —¡Auu! ¿Quieres parar de hacer eso?

    Ed abrió la ventana. Apareció un hedor dulce y enfermizo.

    —Oh, qué refrescantemente asqueroso. - Lilith tosió.

    Ed se tapó la nariz.

    Los cuervos chillaban, revoloteando ocasionalmente de arbusto en arbusto como si anticiparan una comida.

    Lilith hizo una mueca al pensar lo que podrían estar esperando exactamente. —Uno de ellos me agarró la cabeza esta mañana, - dijo pinzándose la nariz.

    Un horrible suspiro surgió de las profundidades del jardín. Creció, se convirtió en una fuerte toma de aire y se volvió en un chillido, haciendo que las aves despegaran, chillando.

    Los tres se sobresaltaron.

    Ed agarró la mano de Lilith. Ella siguió su mirada.

    Bär, masticando algo rosado, apareció en un camino que conducía directamente a la cabaña de Ed. Sosteniendo su correa, Alfred lo seguía, Gabby y Daniel iban detrás de él.

Capítulo 15: El Interrogatorio Inesperado

    La ira contorsionaba la cara de Alfred. Lilith reconoció su boina rosa en las fauces del mastín. Ed la apartó de la ventana y señaló debajo de la cama. Lilith protestó en susurros urgentes, argumentando que Bär los olfatearía en poco tiempo, especialmente a Pantera. Constituiría el final de su campaña y los tres serían castigados por quebrantar las reglas. Ella corrió hacia la puerta. Ed la bloqueó, metiendo el cuaderno debajo de la nariz de Lilith.

    CRÉEME.

    Sus ojos se encontraron.

    —¿Por qué? ¿Por qué debería confiar en ti? - dijo Lilith.

    —¿A alguien le importa mi opinión aquí? - El gruñido de Pantera se perdió a dos palmos del suelo. Ed parecía estar acostumbrándose a la idea de un perro parlante, tenía los ojos puestos en Lilith.

    Ella no respiró.

    PORQUE SOY TU AMIGO. ES LO QUE HACEN LOS AMIGOS.

    —¿Lo eres? Oh. Estoy ... no pretendía ... Es tan ... vale, confío en ti. - Sobrecogida por una multitud de sentimientos, le besó en la mejilla, recogió a Pantera y se deslizó debajo de la cama, acurrucándose lo más cerca posible de la pared, abrazando con fuerza su whippet y tapándole el hocico. El corazón le latía como una ardilla.

    —No soy idiota, ¿sabes? - murmuró Pantera.

    —¡Shhh!

    —¿Qué, él recibe un beso y yo no?

    —¡Pantera! ¿Podrías ser tan amable de callarte?

    Llamaron a la puerta principal y toda la cabaña tembló como una hoja al viento.

    —Se mueve, - susurró Lilith. —Creo que podría tenerle miedo al abuelo, ¿lo sentiste?

    —¿Pensé que se suponía que debíamos callarnos?

    Abajo, alguien apagó la radio.

    —¿Ed, cariño? - La voz de la mujer interrumpió el repentino silencio. —Abre la puerta, por favor.

    Ed, anticipándose a su deber, ya estaba saliendo.

    Lilith se ocupó en camuflarse.

    —No sé por qué has decidido confiar en él, - se quejó Pantera por lo bajo.

    —¿Te vas a callar?

    —¿Cómo podemos escondernos de alguien debajo de la cama cuando cualquier tonto, al bajar la cabeza, nos verá como un par de conspicuos imbéciles?

    —Ya es suficiente.

    Pantera resopló.

    Lilith encogió las piernas lo más cerca posible de su cuerpo y respiró tan superficialmente como era tolerable. El polvo le hizo cosquillas en la nariz y ella estornudó en el cuello de Pantera. Él gruñó. Lilith le siseó, pero al momento siguiente, incapaz de reprimir el impulso, volvió a estornudar. Pantera le mordió el brazo en señal de advertencia. Lilith se pellizcó la nariz. Pantera se debatió de su abrazo. Por fin, se quedaron quietos, respirando con dificultad.

    Voces indistinguibles resonaron por el suelo. Una puerta se cerró de golpe y siguieron unos pasos. Bär debía de estar guiando al grupo hacia arriba.

    El estómago de Lilith se retorció en un nudo.

    La puerta se abrió. Un par de zapatillas brillantes entraron.

    —Te lo aseguro, Alfred, balbuceó la misma voz femenina, —la cocina habría sido una mejor opción. Podría ofrecerte ...

    Las zapatillas de deporte de Ed entraron, luego los pisadas de Gabby, los mocasines de Daniel y los cordones pulidos de Alfred.

    —¿Una bebida?

    —¡Ah! Qué pintoresco. Veo que lo has convertido en un estudio. Muy bien. Me gusta bastante esto, Rosalinde, gracias. No tengo tiempo para tomar una copa, me temo, - dijo Alfred alegremente. —Ed, mi querido muchacho, espero que no te importe.

    —Eres tan aburrido, Alfred. - Rosalinde emitió una risa forzada. Su comentario quedó sin respuesta.

    Cuatro patas tropezaron. Para horror de Lilith, Bär bajó su enorme cabeza y olisqueó el suelo. Pantera se puso rígido, con el pelaje de su espalda erizado. El mastín los miró directamente, dejó caer la boina y ladró algo cercano a un mini trueno.

    En el mismo momento, el borde de la cama se unió al suelo y se cerró de golpe. Tanto Lilith como Pantera se sumergieron en una oscuridad llena de una deliciosa fragancia. Se encontraron dentro de una flor gigante, lo suficientemente espaciosa como para sentarse. La luz se filtraba a través de sus paredes de pétalos veteados.

    Lilith le mostró a Pantera su mirada más penetrante. Él se encogió de hombros, fingiendo concentrarse en las siluetas de las personas que se movían por la habitación.

    "Guao", pensó Lilith. "Una rosa silvestre. La mansión del abuelo es un rosal podado y esta cabaña es una rosa silvestre. El desecho de la basura, como nosotros."

    —... nunca falla, - rugió Alfred. —Los perros no mienten, querida. Ella ha estado aquí, ¿no? - Alfred se acercó a Ed. —¿Te gustaría contarnos qué sucedió? ¿Cómo llegó aquí, adónde fue? O, me atrevo a preguntar, ¿puede aún estar presente en tu habitación ... escondiéndose, tal vez?

    Ed permaneció inmóvil, con su figura encorvada junto al escritorio.

    —¿En serio, cariño? ¿Dejaste entrar a una chica en nuestra casa sin avisarme? - Rosalinde emitió una risa falsa. Su perfil le recordaba a Lilith a una actriz de cine más que a una jardinera. La mujer se giró para mirar a Gabby y Daniel. —Ed nunca dejaría entrar a una chica sin mi conocimiento. Confiamos el uno en el otro. Es muy trágico que tu hija haya desaparecido. No me lo puedo imaginar, es que no me lo puedo ni imaginar. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? Por favor, buscaré en toda la casa si es necesario.

    Ed bajó la cabeza más profundamente.

    —No sé qué estamos haciendo aquí, Daniel, estamos perdiendo el tiempo, - dijo Gabby en un tono que podría enfriar el hielo en una doble congelación. —Es obvio que el niño no habla. No habla en general, ¿verdad?

    —Ed habla cuando lo considera adecuado. - Rosalinde sonó herida.

    —¿Con qué frecuencia pasa eso? ¿Una vez cada década? - espetó Gabby.

    —¡Gabby, por favor! - exclamó Daniel con horror.

    —Si no tiene nada que decir, no tiene sentido que diga nada. Tiene derecho a permanecer en silencio todo el tiempo que quiera. - La voz de Rosalinde cayó una octava.

    Una ingesta mutua de aire burbujeó a través de la habitación.

    —Damas, no estamos aquí para discutir las elecciones de Ed, ¿verdad? Estamos aquí para encontrar a Lilith. Alfred suavizó el aire a su alrededor en un esfuerzo por suprimir la tensión.

    Rosalinde murmuró algo. Gabby se quedó en silencio.

    Daniel suspiró. —Ed, ¿algo que quieras decirnos, amigo?

    Lilith contuvo el aliento.

    Ed negó con la cabeza.

    —No sabe nada. Parece que el problema está resuelto. - Rosalinde se puso de pie.

    —No, no lo está. - Gabby se puso de pie de un salto. Lilith detectó el comienzo de la ira de su madre. —Es fácil para ti decirlo. Tu hijastro está sentado frente a ti y no tienes de qué preocuparte. Sin embargo, mi hija podría estar deambulando por las calles en este momento, perdida, confundida y asustada. Por amor de Dios, ¿puedes obligarle hablar?

    —¿Es así como crías a tu hija, obligándola a hacer cosas? - replicó Rosalinde.

    Tanto la niña como el perro se movieron para escuchar mejor. Una sombra cayó sobre ellos. Bär presionó el hocico contra el suelo y olisqueó ruidosamente. Lilith se puso rígida. Pantera fingió hacerse el muerto. El mastín aspiró el aire un par de veces, resopló y se alejó. Lilith sintió la lengua de Pantera en su mejilla. Ella lo abrazó, esforzándose por escuchar.

    —Mis queridas damas, no tendremos éxito si continuamos de esta manera. - dijo Alfred.

    Las mujeres se enfrentaron en lo que pareció un concurso de ceños fruncidos.

    —Ed, muchacho, déjame hacerte una pregunta. ¿Quieres volver a ver a tu amiga ... viva?

    El corazón de Lilith se aceleró. Su mente se llenó de imágenes de Rosehead sedienta de sangre y abordándola en el rincón más profundo del jardín.

    Ed agarró un bloc de notas, garabateó algo y se lo presentó a Alfred con energía.

    —Ya veo. Muy bien.

    —¿Puedo? - preguntó Gabby.

    —Me temo que esto es entre Ed y yo, - dijo Alfred con veneno.

    La boca de Gabby se cerró audiblemente.

    —Rosalinde, ¿te importaría darle a Gabby el número del médico de Ed?

    —¿Del doctor Baumgartner?

    —Sí, el mismo.

    Rosalinde llegó al escritorio y rebuscó papel y lápiz. —¿Por qué? ¿Le pasa algo a Lilith?

    —Ella es muy… - comenzó Gabby. Daniel la tomó de la mano.

    —No, no. Nada de eso, - dijo Alfred suavemente. —Es sólo por precaución. Ha pasado mucho estrés últimamente. Gracias, querida. Gabby y Daniel simplemente querían que evaluara a su hija, una vez que ella ... apareciera, por supuesto.

    —Gracias por aclararlo, papá. Lo aprecio.

    —Lo cual estoy seguro de que lo hará, continuó Alfred.

    —¿Y si ella no lo hace? - dijo Gabby histéricamente.

    —Me has pedido ayuda, estoy ayudando. Tu hija tiene doce años y es muy ingeniosa. No creo que esté perdida, creo que podría estar escapando de nuestra compañía por aburrimiento. Eventualmente tendrá hambre y sed y decidirá honrarnos con su... erudita presencia una vez más. Debo decir que me divertí inmensamente en la cena la otra noche.

    El estómago de Lilith se quejó. Se aferró a ella, aterrorizada. Por un segundo, el tiempo se detuvo. Nadie pareció escuchar nada. Pero por la forma en que hablaba su abuelo, era como si supiera que ella estaba presente en la habitación. En efecto, le había dado una advertencia para que surgiera o de lo contrario...

    —¿Eso es lo que propones, Alfred? ¿Que nos sentemos aquí y esperemos a que aparezca? ¿Sin hacer nada? ¿Sin hacer absolutamente nada? - se oyó la ira de Gabby Bloom, y esta dominó la habitación. —¡Está enferma! ¿No lo entiendes?

    —¡Gabby! - gritó Daniel.

    Lilith quería que se la tragara el suelo, tenía los ojos fijos en Ed. Él no se inmutó.

    —¡No me importa quién lo sepa! ¡Ella necesita ayuda! - gritó Gabby. —Es tan ingenua que no puede distinguir la diferencia entre un extraño amable y un extraño que se aprovecharía de ella. ¿Qué pasaría si la mataran? Tenemos que llamar a la policía. ¡Ahora mismo!

    —Papá, Gabby tiene razón. Ha pasado bastante tiempo. Creo que deberíamos, - dijo Daniel.

    —No creo que debamos tomar medidas tan extremas, - dijo Alfred.

    —¿Por qué no? ¿Qué daño va a hacer? - Daniel levantó la voz.

    Lilith no recordaba haber escuchado a su padre hablar de una manera tan agitada.

    —¡Si no vas a llamar, yo lo haré! - Gabby se derrumbó en los brazos de su esposo, sollozando. Sobresaltado, él la abrazó consolándola.

    Por primera vez en su vida, Lilith deseó que su madre siguiera adelante, que lograra llamar a la policía y pedirles que registraran toda la propiedad Bloom para encontrar los cuerpos en el jardín y la terrible galería roja. Seguramente sus perros entrenados lo olfatearían, seguramente se darían cuenta de que no eran pinturas sino restos de personas muertas. Lilith casi podía ver sus uniformes, diferentes de los estadounidenses. Se los imaginó saliendo de los coches y apresando a Alfred Bloom, con la sorpresa en su rostro. Se lo llevarían, le harían pagar sus horribles crímenes, le harían que la dejaran en paz.

    Rosehead no puede matarme si le digo que no lo haga, se dio cuenta de repente. Ed había dicho que únicamente un heredero podía detenerla. Eso significaba que una vez que sea heredera, puedo detenerla.

    Una conmoción llenó la habitación. La gente se iba. Lilith se mordió el labio, escuchando.

    —Sí, casi lo olvido, - dijo su abuelo. —Rosalinde, querida, lamento informarte que estoy buscando un nuevo jardinero, un poco más ... adecuado para mis necesidades. Nada personal, entiéndelo. Sé que te desagrada la tierra y todo lo orgánico. Querías para ayudarme. Te lo agradezco. Aunque, en realidad, te estoy haciendo un favor.

    —¡Oh! - La voz de Rosalinde tembló. —Nunca me dijiste que no estabas contento con mi trabajo.

    —Bueno, me disculpo por avisarte con tan poco tiempo. Creo que dos días serán suficientes para que los dos hagáis las maletas. No tenéis mucho, ¿verdad?

    —Oh, - dijo Rosalinde de nuevo. —Déja ... qué calor hace aquí. - Ella salió corriendo de la habitación. Sus zapatillas produjeron un rápido staccato por las escaleras. Gabby y Daniel ya debían de haberse ido, ya que Lilith vio solo tres contornos restantes, los de Ed, Alfred y Bär.

    Esperó conteniendo el aliento con Pantera a su lado.

    —Te lo advertí antes, muchacho. - El abuelo metió el dedo en el pecho de Ed.—Si descubro que la ayudaste de alguna manera...

    Ed apartó la mano de Alfred.

    El corazón de Lilith se hundió.

    —Ya veo. Muy bien. Ya hemos discutido esto antes, ¿no? Confío en que no quieras conocer el destino de tu padre. ¿Estoy en lo cierto? Mi querido muchacha, no hagamos esto más difícil de lo que ya es.

    Alfred giró sobre sus talones y salió.

    Bär ladró un mini trueno más y trastabilló detrás de su maestro.

    Ed cerró la puerta detrás de ellos.

Capítulo 16: El Plan Arriesgado

    Ed esperó a que muriera la conmoción, luego abrió con cuidado los pétalos de su recinto. Se aplastó nuevamente sobre el suelo de madera y la parte inferior del colchón. Precedida por una nube de polvo, Lilith salió primero. Pantera la siguió, bostezando y estirándose. De abajo llegaron sollozos lejanos y el tintineo de botellas. Lilith lanzó una mortificada mirada a la puerta.

    ELLA ESTÁ BEBIENDO. Las manos de Ed temblaron mientras escribía. NO NOS ESCUCHARÁ. Observó a Lilith digerir la información.

    —Oh. Lo olvidé. Lo siento, - dijo.

    Ed se encogió de hombros.

    Pantera estornudó ruidosamente sorprendiendo a Lilith. Sus nervios cantaban por la tensión. Ella no sabía qué decir. Demasiadas cosas habían sucedido demasiado rápido. Ed había dicho que era su amigo. Ella le había dado un besó. Su cama se había comportado como una flor. Los padres de Lilith probablemente estaban llamando a la policía en ese mismo momento, o al médico, o a ambos. La madrastra de Ed había sido despedida y ahora tenía que mudarse. Alfred lo había amenazado, y todo por culpa de Lilith. Lo había involucrado en esta investigación. Además de todo lo demás, Rosehead parecía estar más inquieta. Tenían que hacer algo al respecto. Los cuervos solos significaban el inicio de un terrible festín. Además de otra cosa. Lilith se mordió el labio, esperando que Ed le preguntara por su enfermedad. En la escuela, en las clases de ballet, en todas partes, todos siempre lo hacían.

    —¿Dónde la compraste? - Pantera gruñó con indiferencia.

    Ed lo miró fijamente. La conversación de Pantera tuvo un efecto helado en él.

    —¿Qué? - dijo Lilith.

    —La cama. - Pantera movió la cola. —Estoy preguntando dónde compró Ed su cama. Me ha gustado inmensamente. Si pudiera actualizar mi pedido de cama para perros a, ya sabes, esta, me haría trabajar mucho más.

    —¿En serio? ¿De verdad le preguntaste eso? - Lilith lo fulminó con la mirada.

    —¿Qué puedo decir? Me gusta mi comodidad. Imagino que perseguir flores monstruosas por el jardín será muy incómodo.

    Ed sonrió.

    —Ese es Pantera, - dijo Lilith con exasperación, aunque en secreto estaba agradecida con él por sacarla de su estupor. —Ed, estoy ... mira, te pido disculpas por tener miedo de confiar en ti.

    Ed negó con la cabeza.

    —Gracias por cubrirnos. Tienes el escondite más súper de todos. - Ella se mordió el labio. —Y lamento que tu madrastra haya sido despedida. Es culpa mía, nunca debí ...

    Ed levantó una mano para silenciarla.

    —¿Estás enojado conmigo?

    Ed agitó los brazos con tanta fuerza que tiró un montón de papeles de su escritorio y los envió volando.

    —¿No lo estás? Ah, vale. Pensé que lo estabas. Es difícil saberlo ... Bueno. - Lilith suspiró. Las palabras la abandonaron, haciendo que su comportamiento cortés habitual se desmoronara y su lógica fuera contraproducente. —Mis padres son peores, si eso te hace sentir mejor, - dijo rápidamente, reflexionando un segundo demasiado tarde sobre por qué lo había dicho en primer lugar. —Mi papá sólo se preocupa por sus carreras de perros, y mi mamá... ella teje. Día y noche. Está obsesionada con el tejido - "Y con alimentarme con pastillas", quiso añadir Lilith. —No creo que sea saludable. Al menos beber te hace evadirte. Quiero decir ... Ah, eso ha sido grosero. Disculpa. Lo siento mucho. - Se tapó la boca con horror. Su cara se sonrojó. Estaba claro que no se comportaba como ella misma cerca de Ed.

    ESTÁ BIEN. ME ALEGRA QUE NO SEPAS CÓMO ES. VIVIR CON UN BORRACHO ES UN INFIERNO.

    —No me lo puedo imaginar. Por favor, disculpa mi falta temporal de modales, - susurró Lilith pensando que en cualquier momento su rostro simplemente se evaporaría de su cráneo.

    —Creo que perseguir a las ardillas es una mucho mejor alternativa para evadirte. Si mi humilde opinión importa aquí, por supuesto, - vino desde abajo.

    Ed se congeló, pero solo por un momento.

    Miró a Lilith. Ella mantuvo su mirada. Ambos amigos comunicaron algo importante sin palabras. Pantera miró de otro a otro, rascándose nerviosamente.

    —Necesitamos un plan, - dijo Lilith al mismo tiempo que Ed le mostró su bloc de notas con lo escrito: NECESITAMOS UN PLAN.

    Ambos quedaron boquiabiertos.

    —Acabamos de ...

    Una curiosa tensión se vertió en el aire, del tipo que trasciende los concursos de miradas en anticipación a un beso.

    Pantera tosió.

    Los amigos se separaron de un salto, mirando hacia abajo.

    Incapaz de leer o ver qué estaba pasando, Pantera trató desesperadamente de formar parte de la conversación. —¿No cree, señorita, que antes de idear cualquier plan, tal vez sea hora de que abandone su adorable hábito de usar varias boinas? Por cierto, tienden a meternos en todo tipo de problemas. Además... - Se quedó callado, molesto por el hecho de que el objeto de su charla había dejado de prestarle atención. Rodó en una bola, curvando su cola a modo de desafío.

    Lilith y Ed volvieron a mirarse el uno al otro. Su intercambio sin palabras llegó a un punto de ruptura. Bloc de notas arrojado a un lado, Ed abrió y cerró la boca, emitiendo un gemido frustrado.

    —¿Ibas a decir algo? - Lilith contuvo el aliento. —¿Por favor? ¿Sólo para mí? No se lo diré a nadie, lo juro.

    Ed negó con la cabeza, abatido, y se frotó la nariz, dejando manchas de carboncillo. Gruñó y comenzó a recoger los papeles caídos.

    —Siento por pedírtelo. Lo siento mucho.

    Pantera chasqueó las mandíbulas. Lilith pensó que si lo lamentaba una vez más, probablemente la mordería.

    —Un escondite deslumbrante. Tu cama. Impresionante, quiero decir, - agregó rápidamente, motivada por la mirada perpleja de Ed. —Mi casa en Boston también se mueve, pero no puede hacer cosas así.

    La cara de Ed se iluminó.

    —Tu cabaña es como una rosa, ¿no? ¿Una rosa silvestre?

    Ed agarró un bloc de notas. SÍ. YO CREO QUE...

    Lilith no pudo detenerse ahora. —Y la mansión del abuelo, es más como un rosal podado, ¿verdad?

    CORRECTO. PERO...

    —Cuando el abuelo dijo: ¿Quieres volver a ver a tu amiga... viva, qué le dijiste?

    QUE SE FUERA A LA PORRA. OYE, TENEMOS QUE...

    —¿Crees que estoy enferma? - soltó Lilith, su corazón iba como loco.

    NO, NO LO CREO. MIRA. NO IMPORTA LO QUE DIGA TU MAMÁ. NI TE IMAGINAS LO QUE DICEN MIS PARIENTES DE MÍ. AHORA MISMO LO MÁS IMPORTANTE ES...

    —¿Entonces sigues siendo mi amigo? - interrumpió Lilith.

    CLARO QUE LO SOY. PERO NECESITAMOS...

    —Yo aún soy tu amigo también, - se quejó Pantera. —Yo fui tu primer amigo, por cierto.

    —Pantera, ya basta. - Lilith lo tomó en su regazo. —Ed, ¿puedo preguntarte sobre tu médico? ¿Él es ...?

    ES UN PAYASO. INTENTÓ HACERME HABLAR. TE IRÁS UN DÍA DE CAMPO CON ÉL. ESCUCHA, REALMENTE NECESITAMOS:

    La mente de Lilith cayó en un frenesí ansioso. —¿Crees que el abuelo planea usarme como alimento para Rosehead? ¿Y colgar mi retrato en esa galería? - Sus ojos se abrieron de par en par.

    Ed dejó caer el lápiz y se tiró del pelo, mirando a Pantera, quien se encogió de hombros con una sonrisa cómplice. —¿Qué puedo decir? Esa es Lilith.

    Hubo un fuerte golpe y un aullido, como si alguien tropezara y cayera. —¿Ed? ¡Ed! - El resto Lilith no lo entendió. La voz soñadora de Rosalinde Vogel tenía ahora un acento ebrio.

    —Tu madrastra.

    Ed le quitó importancia con un gesto de su mano. ESCRIBIR TARDA UNA ETERNIDAD. AAGH. Se quejó el chico. NECESITAMOS UN PLAN. CREO QUE ALFRED QUIERE USARTE PARA ALGO.

    —¿Para qué? Dijiste que un heredero puede controlar a Rosehead. Parece prudente que me convierta en uno. Aunque ... no lo entiendo. El abuelo no me parece idiota. A estas alturas ya se habría dado cuenta de que me has dicho todo lo que sabes. - Ella miró a la nada.

    —Ya te veo paseando hasta ese frondoso hipopótamo y diciendo, oye, Rosehead, ¿quieres ser vegana? - Pantera bostezó.

    Ed lo miró fijamente, pero solo por un momento. PREGUNTEMOS ESO.

    —¿Preguntar a quién? - Exclamó Lilith.

    A ROSEHEAD

    —¿Preguntarle? ¿Puede hablar?

    Ed migró a su escritorio.

    Lilith puso cuidadosamente a Pantera en la cama y trotó. El whippet les dio la espalda rápidamente, fingiendo estar muy molesto. No tuvo el efecto deseado.

    Lilith observó trabajar a Ed. El chico sostenía el lápiz de la misma manera que uno sostiene una pluma. Volaba por la página, cubriéndola con filas y filas de palabras.

    Ninguno de los dos notó que avanzaba el anochecer. Había demasiado silencio en el jardín, sin un alma a la vista. Incluso los cuervos se habían quedado quietos, dosificándose.

    ESTO ES LO QUE SÉ. ROSEHEAD RENACE CADA DECADA. REQUIERE UNA CIERTA CANTIDAD DE PERSONAS PARA SATISFACER SU HAMBRE.

    El estómago de Lilith se apretó. —¿Cuántas?

    NO SÉ.

    —¿Y propones que le preguntemos? Hola, Rosehead, lindo vestido. Oye, me preguntaba, ¿para qué crees que el abuelo quiere usarme exactamente? Ah, ¿y cuántas personas serían suficientes para tu desayuno hoy?

    Ed sonrió. ¿POR QUÉ NO?

    —¿Has hablado con ella antes?

    NO, NO SÉ SI PUEDE HABLAR. VALE LA PENA INTENTARLO. SÓLO SÉ QUE NECESITA PERSONAS PARA ALGÚN PROPÓSITO. PAPÁ DIJO QUE VIGILARA EL HEDOR, LOS GRITOS Y LOS CUERVOS. FUERON CUATRO PERSONAS LA ÚLTIMA VEZ QUE SUCEDIÓ. MI PAPÁ NO ME DIJO MÁS.

    —Espera, ¿estuviste en el funeral de la abuela? No recuerdo haberte visto.

    ESTUVE. TÚ ESTABAS OLIENDO ROSAS. Él inclinó la cabeza.

    —Oh, ¿verdad? Supongo que sí. Apestaban.

    TODAVÍA APESTAN.

    Los ojos de Lilith se abrieron. —Su ataúd estaba sellado. ¿Qué pasa si ... qué pasa si no fue un accidente? ¿Qué pasa si mi abuela murió de ...? Podría haber estado ... - Lilith dejó de respirar, mortificada.

    Ed levantó una ceja.

    —Ya te diste cuenta de esto, ¿no?

    Ed asintió con la cabeza.

    —¿Y no me lo dijiste?

    Ed se dio una palmada en la frente.

    —Está bien, está bien. Lo siento. Es que... es tan inequívoca y morbosamente fascinante. Tan terrible. Tan absoluta y desvergonzadamente repugnante. - Un ruido ahogado escapó de su garganta. —Entonces, ¿esto significa que el abuelo ...? - Lilith no podía decirlo. Agregó mentalmente una razón más para odiar a Alfred. Su razón principal: ser un bruto, un odiador de libros y un mentiroso palidecían en comparación. Era un asesino. El corazón de Lilith latió con fuerza. —No puedo creerlo. ¿Crees que es verdad? ¿Que pudo haberle dado a Rosehead a la abuela para comer?

    —No me sorprendería, - gruñó Pantera.

    —¿Por eso la odias tanto? - Lilith se dirigió a Ed con voz temblorosa. —Planeaste detener tú mismo esta escandalosa masacre, ¿no?

    Ed asintió con la cabeza. DESDE QUE PAPÁ MURIÓ. LUEGO APARECISTE TÚ.

    Pantera frunció el ceño y se dio la vuelta tan ruidosamente como pudo, sacudiendo las mantas y tomándose el tiempo para atusarse la cola.

    Lilith se mordió un mechón de pelo, pensando en sus padres, en la pequeña Petra y su hermano, en las gemelas Schlitzberger, en su madre, en la mujer ciega, en su hija y todos los demás invitados. Ellos no tenían idea del peligro en que estaban, y no la creerían si se lo decía rotundamente.

    HAY UN LUGAR SECRETO

    —Tenemos que detenerlo, - gruñó Lilith.

    SI. MAÑANA POR LA MAÑANA. TENGO UN PLAN. ENCUÉNTRAME EN LA PARTE POSTERIOR DE LA CASA.

    —¿Qué plan? Ah, hablar con Rosehead. ¿Por qué no vamos ahora?

    YA ES CASI DE NOCHE. TU MAMÁ LLAMARÁ A LA POLICÍA SI NO APARECES PRONTO.

    —Déjala. Espero que lo haga. Espero que pongan todo este lugar del revés.

    PERO ROSEHEAD LOS CHUPARÁ HASTA DEJARLOS SECOS. A LOS POLICÍAS

    Lilith nunca se había sonrojado tanto en su vida. —Correcto. Tienes toda la razón. Mi cabeza no funciona correctamente, disculpa. Mañana, entonces. - hizo una pausa. —¡Espera! ¿Qué pasa si nos encierran de nuevo?

    Ed señaló al whippet, que se dio la vuelta con aplomo. —No se preocupe, señorita. Orinaré y saldremos volando.

    Un ruido particularmente fuerte resonó desde abajo, seguido de pisotear las escaleras.

    Los tres dieron un brinco. Lilith tuvo tiempo suficiente para presionar a Pantera contra su pecho. La puerta se abrió y apareció una macabra y desaliñada versión de Rosalinde. Su talón se le enganchó en la alfombra y se estrelló contra el suelo, los zapatos salieron volando.

    Ed empujó a Lilith y Pantera fuera de la habitación.

    —¿Se pone así a menudo? - susurró Lilith.

    Ed desvió la mirada.

    —Lo siento, - dijo Lilith y, antes de que su femenina cobardía se apoderara de ella, se inclinó y dio un besito a Ed en los labios, luego corrió escaleras abajo tan rápido que casi cayó por los escalones, sus zapatillas de ballet resbalaban así y asá en la madera pulida.

    —A mí nunca me has besado en los labios, - llegó un gruñido descontento de entre sus brazos.

    —Oh, cállate, Pantera. - Lilith cerró la puerta principal y lo bajó al suelo. —Si quieres ponerte celoso, ahora no es el momento. Es posible que mi abuelo haya enviado a mi abuela a la muerte hace diez años. ¿Puedes creerlo? ¿Entiendes lo que esto significa? Tengo que decírselo a papá.

    Pantera retumbó algo que sonaba como "tontas especulaciones otra vez".

    Lilith se puso en pie, furiosa.

    La mansión Bloom tenía encendida todas las luces, hundiendo el jardín en la oscuridad. El cielo se había puesto púrpura. Era hermoso, si no fuese por el repugnante hedor que rezumaba a su alrededor.

    —Los cuervos deben de saber lo que va a pasar, - susurró Lilith sombríamente. Juramentos alemanes flotaron desde la ventana de la habitación de Ed, luego otro ruido sordo. El interior de Lilith se retorció.

    —Te he dicho ya que tu abuelo es un maldito imbécil, ¿no? Esta pregunta me ha estado consumiendo últimamente, si puedo. ¿Tienes un pariente normal o están todos, me atrevo a decir, un poco desequilibrados? - gruñó Pantera enfadado.

    —¿Cómo puedes ser tan insensible? - Lilith se encendió. —¿Y si tu mamá fuese una...

    —¿Qué? ¿Una loca por las ardillas?

    —Muy inteligente. - Lilith lo fulminó con la mirada.

    —Lo tomaré como un cumplido. Bueno, ¿cuál es el plan?

    —El plan es volver a la mansión. No es culpa mía que hayas decidido no participar en nuestra discusión.

    —No es culpa mía no saber leer. Pantera se alejó.

    Lilith marchó tras él.

    El jardín se separó en un camino despejado, como si los dirigiera al frente de la mansión. Profundamente en sus propios pensamientos, apenas se dieron cuenta, caminando en silencio, saliendo al patio de vehículos y deteniéndose junto a las puertas delanteras.

    —Hey, - dijo Lilith mientras se inclinaba y sostenía las patas delanteras de Pantera. —Lo siento, ¿de acuerdo? Prometo que leeré las notas de Ed la próxima vez. - le dio un beso. —¿Ves?, te he besado en los labios. ¿Amigos otra vez?

    Pantera puso los ojos en blanco, pero su cola lo traicionaba, se meneaba como loca. —Pero yo fui tu primer amigo.

    —Sí, por supuesto. Fuiste mi primer amigo. - Lilith se puso en pie. —¿Listo?

    Pantera manipuló en vano la puerta.

    Lilith respiró hondo y echó mano al pomo.

Capítulo 17: El Gran Regreso

    Lilith eligió el momento perfecto para su regreso. Una hora antes se habría enfrentado a sus padres y abuelo por separado, sin mencionar a las gemelas Schlitzberger que planeaban burlarse de ella por la escapada. Ahora, sin embargo, toda la familia Bloom estaba sentada a la cena reflexionando sobre su futuro. Irma proclamaba que había sido secuestrada. Patrick le decía a Petra que había sido secuestrada por extraterrestres. Y Gwen y Dafne coincidían en que los cadáveres que ella había encontrado en el jardín se la habían comido, pero no podían decidir si la habían masticado primero o si se la habían tragado entera. Ignorando todo esto y con los dientes apretados por el coraje, Lilith se dirigió directamente al comedor, causando un abrupto silencio.

    A Gabby y Daniel les llevó varios segundos registrar la presencia de su hija, y otro minuto para el resto de los invitados. Al principio Nlno reconocieron a Lilith. Le faltaba la boina, su tutú estaba roto y una fina capa de polvo la cubría a ella y a Pantera, que no tenía mucho mejor aspecto.

    Un jadeo colectivo fue rápidamente reemplazado por voces excitadas, sillas en movimiento y pies corriendo. Lilith cerró sabiamente los ojos, lista para soportar el escrutinio.

    Primero vino su madre. —¡Lilith! ¿Dónde diablos has estado? - examinó metódicamente a su hija, dándole la vuelta para verificar si algo estaba roto. —¡Abre los ojos!

    Lilith apretó los ojos más fuerte.

    —¡Mírame! ¿Cómo saliste de tu habitación? Tienes la cara arañada. ¿Quién te hizo eso? ¿De qué sirves tú si no la guias hasta casa antes? - Esto iba dirigido a Pantera.

    Él gruñó algo que sonó conspicuamente a un, "Ándate con ojo".

    —¡Daniel, la niña no me habla!

    Daniel hizo a un lado a Gabby y abrazó a su hija. —Oye, cachorro, estamos tan felices de que hayas vuelto. Nos asustaste. Pensamos que... no sabíamos qué pensar. Tu abuelo...

    Su voz se ahogó al hablar. La gente presionó, ansiosa por tocar a la niña que había regresado de la muerte, para que ella les diera su versión de cómo debió de haberse sentido al perderse, cómo se había perdido, qué debían ellos hacer para evitar que aquello sucediera en el futuro, qué deberían hacer sus padres para evitar aquello en el futuro, cómo deberían educarla, cómo la educación de los niños en Estados Unidos no era la más apropiada, cómo la educación de los niños en Alemania era superior, y una gran cantidad de observaciones similares.

    —Dafne dijo que encontraste tumbas en el jardín. ¿Te invitó a cenar Zey, los cadáveres? - Gwen se apretó más cerca.

    —Te equivocas, - dijo Dafne. —Querían invitarla a cenar.

    —Eso es lo que he dicho.

    —No, no es eso.

    —Que sí.

    Cambiaron al alemán, luego a abofetearse, luego a llorar. Lilith no pudo evitarlo y abrió un poquillo los ojos.

    Irma intervino para tratar de separar a sus hijas. Podría haber sido fácilmente un hipopótamo atrapado en medio de dos lechones gigantes enloquecidos.

    La multitud continuó.

    —¡Petra, suelta su tutú, está sucio! - dijo Sabrina.

    —... y yo que esperaba una noche tranquila, - murmuró Trude Brandt. —Alfred, te pido que la traslades a otra habitación. Esto no es un hotel, es una residencia privada. A mi edad, requiero que...

    —Lo siento, pero, ¿podéis dejarnos pasar? - Daniel esperó pacientemente a que la gente se separara.

    —Oh, esto es ridículo. Dejad a mi hija en paz, - siseó Gabby, abriéndose paso entre ellos. —Ya ha tenido suficientes emociones por hoy.

    En voz baja, los suaves pasos de Alfred entraron.

    Una fragancia enfermiza envolvió a Lilith. Ella abrió los ojos del todo.

    La mirada de su abuelo la inmovilizó. —Lilith, mi querida niña, - dijo con un escalofrío. —Es estupendo tenerte de vuelta ... viva.

    Lilith se erizó. —Muy amable, gracias por tu preocupación por mi bienestar, querido abuelo. Por cierto, tengo una habilidad especial para regresar de entre los muertos.

    —¿Cachorro? ¿Te sientes bien? - Daniel miró a su hija.

    —Lilith, basta de tus bromas, - espetó Gabby.

    Ella no escuchó, ajena, toda su atención estaba en Alfred. Una guerra abierta había comenzado entre ellos. Los dos lo sabían. No tenía sentido fingir más. —El abuelo espera verme muerta, pero me las arreglo para escapar de sus garras todo el tiempo, para su molestia, - dijo Lilith con frialdad.

    Alfred levantó las cejas.

    Gabby aspiró una bocanada de aire. —¿Cómo puedes decir algo así, señorita? Es mórbido e innecesario.

    —Por favor, amor, no seas tan cabeza de manzana. No sabemos por lo que ha pasado, ¿verdad, cachorro? - interrumpió Daniel.

    —¿Cabeza de manzana? Estoy harta de tus términos perrunos, ¿sabes? ¿Puedes hablar como un ser humano normal por una vez? ¿Qué hay de nosotros? ¿Alguna vez piensa ella en lo que hemos pasado, en lo que tenemos que pasar todos los días? Dime, ¿lo piensa? - Los labios de Gabby temblaron. Ambos se lanzaron a una discusión, la típica lucha de una voz aguda contra una voz suave.

    Los invitados devoraban con avidez el desarrollo del drama y comentaban en alemán.

    Lilith decidió buscar un efecto de impacto. —Abuelo, ¿puedo preguntarte cuántas personas piensas usar de alimento para Rosehead? - Lo dijo en voz alta y clara, contando con la posibilidad de que su suposición fuese correcta.

    Algunas personas se rieron entre dientes.

    La cara de su abuelo cambió de gris a verde.

    —¿De qué estás hablando? no sabe lo que dice. - Juntó las manos con fingido horror. —Debe de estar delirando. Gabby, querida...

    —¿Qué le pasó a mi abuela? Quiero saberlo, - dijo Lilith más fuerte, interrumpiéndolo. —¿Cómo murió exactamente? Algo en el jardín de rosas la mató, ¿no? Y ese algo fue Rosehead, ¿no? - Lilith siguió adelante. —¿Lo fue, papá? ¿Por qué se selló su ataúd?

    —Cachorro. Esto no es... - Daniel quedó boquiabierto. —¿Qué Rosehead?

    Irrumpieron algunos murmullos de incomodidad.

    —Lilith. ¡Cómo te atreves!. Vinimos aquí para honrar la memoria de tu abuela, no para burlarnos de ella, y ciertamente no para recordarle a tu abuelo el dolor personal inventando locas historias. - Gabby agarró a Lilith con la intención de sacarla marchando.

    Lilith se resistió vigorosamente. Pantera le mordió el tobillo a Gabby, quien soltó a Lilith con un grito. Se produjo un torpe alboroto, Gabby trató de arrebatarle la cola a Pantera, Daniel trató de detener a Gabby y Alfred trató de contenerlos a ambos.

    Aterrorizada por perder su oportunidad, ajena al peligro de ser clasificada permanentemente como enferma mental, Lilith gritó a todo pulmón.

    —¡Abuelo, vamos! Nos ahorrará a los dos un tiempo precioso. ¿Por qué quieres que sea la heredera de esta propiedad? Es para que pueda hacer el trabajo sucio por ti, ¿es eso? Tengo derecho a saberlo. Si tú no me lo dices, lo resolveré por mi cuenta, sin importar dónde me encierres. ¿Por qué no les dices a tus encantadores invitados dónde encontraste mi boina rosa? ¿O lo que estás escondiendo exactamente en el jardín de rosas? ¿Por qué no les hablas de Rosehead?

    —¿De qué está hablando? - dijo Daniel desconcertado.

    —Hijo, sé tanto como tú. Lleva a tu hija a su habitación. Creo que necesita descansar. - Alfred lanzó una mirada de falsa piedad hacia Lilith mientras se arreglaba su traje.

    —Daniel, tiene razón, - dijo Gabby.

    —Ella no es un perro para ser metida en una perrera. Merece la cortesía de que se le pregunte. - La voz de Daniel tenía la acidez que reservaba típicamente para las discusiones sobre whippets y mastines.

    Lilith sonrió.

    —Cachorro, - dijo mientras se arrodillaba, —¿quieres ir a tu habitación? Puedes cambiarte, comer algo, y hablar. ¿Qué dices?

    —No sirve de nada preguntar, vamos a llevarla. Quiero llamar a ese médico de inmediato. - Gabby agarró a Lilith por debajo de las axilas, lista para levantarla si eso era lo que hacía falta.

    —¡Gabby! ¡Suéltala! - Daniel dijo horrorizado.

    —Te agradecería que me dejaras caminar sola, madre. - Lilith se zafó del agarre. —Todavía puedo saber cuál es la izquierda y la derecha, muchas gracias. Y en el peor de los casos, verteré agua en el suelo, o sangre, y la mansión me llevará a donde necesito ir. - Lanzó una mirada venenosa a su abuelo, cuyo rostro seguía siendo una máscara de tristeza.

    Los invitados los vieron salir, boquiabiertos, ansiosos por estallar en deliciosos chismorreos. Justo cuando subían la escalera, la voz de Petra sonó desde atrás. —Mami, ¿la van a llevar a la casa de los locos?

    El pecho de Lilith se contrajo ante la idea de que mataran a su prima, junto a todos los demás. ¿Y todo para qué? Para beneficio de Bloom & Co., para alimentar el jardín de rosas, para hacer que Alfred Bloom ganara más dinero. Eso era obvio. La ira recorrió sus venas como ardientes cuerdas.

    Tenía que detener aquello costara lo que costara. Tenía que hacer que la gente la creyera. Sherlock Holmes habría dicho que no hay nada más estimulante que un caso en el que todo va en tu contra. Pero claro, él era el famoso Sherlock Holmes, era muy fácil para él decirlo. ¿Y quién era Lilith Bloom? Solo una niña de doce años que había sido etiquetada como mentalmente inestable durante la mayor parte de su vida. Lamentó amargamente su arrebato. ¿Quién la iba a escuchar ahora?

    Quedaba la esperanza de hablar con Rosehead mañana, con la ayuda de Ed, siempre que no se los comiera primero. Pensativa, Lilith apenas se dio cuenta de cómo su madre se oponía acaloradamente a la idea de que Pantera pasara la noche en su habitación, y cómo su padre argumentaba que esa era precisamente la razón por la que le había dado el perrito a Lilith en primer lugar. Él quería que ella tuviese un amigo leal y esa noche ella lo necesitaba más que nunca. Lilith apenas notó los gritos satisfechos de Pantera, y pronto se encontró sentada en su cama, con una bandeja de cena colocada en la mesita de noche junto a Monika, y un plato de bistec picado en el suelo.

    Lilith recogió el tenedor y lo clavó en una salchicha, mordió y masticó automáticamente.

    Mientras tanto, su madre marcó el número del médico y, disculpándose por la llamada tan tarde, le explicó la urgente necesidad de que saliera por la mañana para una sesión con su hija. Varias veces tuvo que repetirse.

    Daniel observaba a Lilith comer, con la cara en blanco.

    —Papá, - susurró Lilith con urgencia, mirando a la espalda de su madre, —¿qué tipo de accidente causó la muerte de la abuela? Sé que no hablamos de eso, pero de verdad me gustaría saberlo. - tragó saliva y esperó.

    Las sombras rodeaban los ojos de su padre. —¿Por qué no hablamos de esto mañana, después de que hayas tenido la oportunidad de descansar? No es una historia que me resulte muy fácil contar.

    —No la recuerdo en absoluto. ¿La he visto alguna vez? Quiero decir antes del funeral, - Lilith aprovechó para coger la oportunidad por el cuello, lista para detenerse en cualquier momento.

    Pantera se acurrucó protectoramente alrededor de sus pies, sus orejas aleteaban de un lado a otro para captar cada palabra.

    —No, nunca la habías conocido. Ella, íbamos a visitarla, pero luego tuvo ... un accidente, - dijo su padre con desgana.

    La mano de Lilith se detuvo, la salchicha quedó a centímetros de su cara. —Sé que fue un accidente. ¿Pero qué pasó? - Bajó el tenedor hasta el plato.

    —¿Qué pasó? - Daniel miró hacia atrás nervioso.

    Gabby negociaba la hora con el médico, repitiéndose una y otra vez ante el destinatario del otro extremo de la línea, quien al parecer no entendía muy bien el inglés.

    —De acuerdo. Mira, - dijo antes de rascarse la barbilla, —ella tenía un trastorno similar al tuyo. Hmm... no he querido decir nada malo con esta palabra, cachorrillo, es simplemente ...

    —Está bien, papá, no te preocupes, no me importa. ¿Y? - Lilith le instó a continuar, olvidándose de su cena. Pantera, con el cuenco vacío, sacó cuidadosamente la salchicha de su tenedor, la llevó al suelo y la tragó tan rápido como pudo.

    —Este trastorno, es ... es genético en muchos casos. En realidad no es nada de lo que avergonzarse.

    —No me da vergüenza, - dijo Lilith con firmeza. Después de haber leído numerosos libros, investigando para entender qué le pasaba, se sentía perfectamente normal.

    Daniel se masajeó las sienes. —No tenía agilidad, quiero decir, no tenía sentido de la dirección. Podía perderse en un grupo de árboles, como un perro callejero. Se asustaba, hiperventilaba o incluso se desmayaba. Había sucedido muchas veces. Papá, tu abuelo, tuvo que cuidarme él solo. A menudo. Verás, el jardín de rosas era el único lugar donde no se sentía perdida. Amaba las flores, le encantaba olerlas y hacer ramos de flores. Tu abuelo plantó arbustos especiales para ella, los nombró por ella. Eugenia.

    —Lo vi, - dijo Lilith.

    —Gustav o Agatha siempre estaban allí, siempre haciéndole compañía.

    —¿Y?

    —Y, su trabajo era asegurarse de que ella estuviera bien; buscar ayuda si la necesitaba, pero permanecer ocultos. Dejarla pensar que estaba sola. Nunca la perdían de su vista. Por supuesto, tu abuela era una mujer muy inteligente. Se dio cuenta de que la espiaban, y de alguna manera se las arregló para ...

    —¡Daniel! ¿Estás loco?

    Ni Daniel ni Lilith ni Pantera, ocupado con su salchicha, habían notado que, durante el último minuto, Gabby se había parado junto ellos, con los brazos en jarras y ojos severos detrás de sus gafas con montura de metal.

    —¡La última historia que necesita escuchar ahora es esa, especialmente antes de acostarse! No puedo creerlo. ¿No tienes conocimiento?

    —Pero amorcito, es su pedigrí, lo descubrirá eventualmente. No le hará daño.

    —¿No le hará daño? ¿Soy yo la única aquí que tiene la cabeza sobre los hombros? No está hecha de acero, ¿sabes? - La voz de Gabby sonó con lágrimas, y una de sus agujas de tejer estaba peligrosamente cerca de caerse. —Pensé que había perdido a mi bebé para siempre: nuestro bebé, Daniel, nuestro bebé. Pero alguien tiene que llamar al médico. Alguien tiene que hacer seguimiento, seguir avanzando, y siempre soy yo, siempre me toca a mí. Ya no puedo seguir así. Simplemente no puedo. - emitió un dramático sollozo.

    —Gabby, amorcito. - Daniel extendió la mano.

    —¡No me toques! - sollozó ella . —Y tú, señorita, ve a darte una ducha y tomarte esto. - Lilith recibió dos píldoras en su mano. —Dormirás en nuestra habitación y tú… - señaló a Pantera.

    El gruñó.

    —¡Gabby! - Daniel dio la vuelta a su esposa para encararla. —¡Detente! Déjala en paz, ¿de acuerdo? Lilith, cachorrillo, ¿quieres que nos quedemos o quieres que te dejemos en paz?

    Ambos padres la miraron, la madre sin palabras por la sorpresa, el padre sin palabras por la expectativa.

    —Um ... - Lilith tragó saliva, insegura. —¿Estaría bien si durmiera en mi habitación? ¿Con Pantera? - compuso sus rasgos en lo que esperaba que fuese pura inocencia, y agregó: —¿Sin píldoras?

    Gabby tomó una bocanada de aire.

    Daniel mejoró la respuesta. —Claro. Si necesitas algo, sólo llama a nuestra puerta. Te veremos por la mañana. Ahora, descansa, por favor. Duerme. Tienes que dormir. - Antes de que él pudiera sacar a su esposa de la habitación, Gabby se zafó de su marido y, para sorpresa de Lilith, la abrazó y la besó. Los brazos de Lilith colgaron sin hacer nada. Las pastillas cayeron al suelo.

    Pantera ladró a las pastillas del modo en que los perros ladran a un par de horribles cucarachas.

    —Sé que no te gusto mucho, - susurró Gabby. —Aún así. Te amo, nunca lo olvides. - la soltó, agarró la mano de su esposo y salieron corriendo de la habitación.

    Lilith miró hacia la puerta y luego a Pantera, que se lamió el hocico, muy satisfecho de sí mismo por haber conseguido una buena comida sin ser regañado.

    —¿Puedo orinar en ellas? - preguntó esperanzado, olisqueando las pastillas.

    Lilith parpadeó. —¿Qué ha sido eso?

    Pantera suspiró. —Eso, madam, ha sido el amor de los padres generosamente dispensado en tiempo alarmantemente corto debido a extenuantes circunstancias que obligaron a mostrar tal afecto para que la niña...

    —Pantera.

    —Perdón. Ha sido para que la adolescente se sienta segura a pesar del típico caos familiar y la falta de un acuerdo apropiado entre los padres sobre cómo deben comportarse con su delicada hija que es extremadamente sensible a...

    —Vale, vale, lo entiendo, interrumpió Lilith. —Elocuentemente dicho.

    —Gracias. Lo tomaré como un cumplido. Ahora, sin embargo, te pido que por favor saques todo esto de tu cabeza adolescente. Tenemos asuntos que atender, mi querido Holmes. - Pantera sacó pecho de manera importante.

    —Vaya, mi querido Watson, me alegro de que estés dispuesto a continuar nuestra investigación. - sonrió Lilith.

    Aquella tarde había resultado ser bastante exitosa. Se había enfrentado a su abuelo, su padre se había enfrentado a su madre y su amigo Ed había prometido llevarles a un lugar secreto para hablar con un verdadero monstruo. Iban a salvar la vida de las personas.

    Lilith sonrió. La peligrosa investigación sobre el legado del heredero Bloom había madurado en su mejor momento.

Capítulo 18: El Aliado Fortuito

    La noche rodó por el jardín. El aire se calmó, disminuyendo en hedor. En otro lugar y tiempo, Lilith lo habría tomado como un pacífico preludio para una buena noche de sueño. Por desgracia, el silencio la perturbaba. Se imaginó a Rosehead acechando en previsión del momento perfecto para atacar. Despojada de su arruinada ropa, Lilith se duchó, se peinó, limpió su bolso, limpió a Pantera con una toalla mojada, para el gran disgusto de su mascota, y se puso su traje de lectura: una falda azul marino y una rebeca, con su boina azul como toque final.

    —Entonces, ¿no planeas dormir? - Pantera bostezó.

    —¿Qué? ¿Creí que dijiste que necesitábamos atender los negocios?

    —Eso fue hace una hora. Ahora he cambiado de opinión. Estoy cansado. Y tu abuelo es un maldito botarate.

    Lilith se subió a la cama con una pierna colgando por el borde. —Lo has dicho un millón de veces. ¿Hay algo más nuevo?

    —En realidad, estoy probando algo nuevo. ¿No querrías humildemente estar de acuerdo con mi opinión? Al menos por una vez, ¿Querrías abandonar esa postura tan cuidadosamente artificial y decirme lo que realmente piensas de él? Hasta ahora solo te he oído gritar ¡Es un asesino! ¡Es un asesino! Bueno, pues eso no cuenta. Estoy interesado en tus observaciones meditadas, por favor. - Pantera sacó la lengua.

    Lilith pensó en su lista mental: bruto, odiador de libros, mentiroso, asesino. —No pienso en nada aparte de cómo detenerlo, - mintió. Las bromas de Pantera la molestaron.—¿Algo más que quieras decirme tú? ¿Sobre otra persona, por casualidad?

    Ella se dejó caer sobre las almohadas. Pantera se dejó caer en su regazo.

    —Ciertamente. Con mucho gusto. Veamos. Tu madre es un cerebro de ardilla quisquillosa, tu padre es un aliento vacilante y tu amigo Ed es un pastel de galletas hormonal.

    Lilith levantó una ceja. —¿Eso es todo?

    —Hay más, fíjate. Bär es una bolsa de piel tres tamaños demasiado grande para sus huesos. Las gemelas Schlitzberger son dos lechones que abrazan elefantes. Y Rosehead, - dijo, rascándose la oreja,—es un apestoso monstruo-planta chupasangre mega-peludo.

    —Interesante. ¿Puedo hacerte una pregunta?

    —Por supuesto.

    —¿Qué hay de mí?

    —¿Tú? Tú eres mi querida amiga. - meneó la cola.

    —¿Ya está?

    —Ya está.

    —Qué malo eres mintiendo, ¿sabes? Te veo sonrojarte.

    —Es el calor del amistoso amor en mi preciosa cara canina. Lo digo en serio, con la más sincera sinceridad de un whippet pura raza. Eres mi amiga y eso es todo. - Metió el hocico bajo una almohada.

    —Bueno, siendo ese el caso, gracias. Eso fue observado con mucha precisión. Ay, Pantera, mi amigo siempre amistoso y de buen humor. Ahora, por favor, se amable y prepárate mientras estamos a punto de embarcarnos en la aventura de tu vida.

    —Eso suena terriblemente peligroso. ¿Cuál es el plan?

    —El plan es reflexionar sobre lo que el abuelo está haciendo y cómo saldremos de aquí mañana. Sin que nos vean.

    —¿Pensé que ya habíamos encontrado la solución a eso?

    —Volar por el cielo y rezar para aterrizar en un rosal amistoso no es precisamente mi idea de salir con gracia, si te refieres a eso.

    —Puedes a vomitar tu desayuno y a lo mejor la mansión nos hace invisibles. El vómito es uno de los líquidos que aún no hemos probado.

    Lilith le lanzó una impaciente mirada.

    —Vaaale. Pensaré contigo. ¿Pero puedo echar una siesta primero al menos?

    —No. Y deja de actuar como un gato, - dijo Lilith enojada. Al examinar el contenido de su bolso, encontró el mapa del jardín de Ed, un bolígrafo, un diario para notas y El Perro de los Baskerville, con una esquina aún doblada en la página trece.

    —¿Estás segura de que esta es la posición más deseable para la noche? - Pantera se acercó al otro lado. —¿Puedo sugerir que nos quedemos aquí, para que en el trágico evento de que aparezcan más cabezas, no respiren en nuestros cuellos?

    Los ojos de Lilith se encendieron de emoción. —¡Eso es! Brillante, simplemente brillante. - Besó a Pantera, quien no comprendía nada, y desapareció dentro del cuarto de baño.

    —¿Qué es brillante?

    Con un vaso lleno de agua en la mano, Lilith regresó rápidamente y roció el líquido en la pared sobre la cabecera. Cada gota fue absorbida, y toda la habitación se tembló como si pidiera más.

    —¿Recuerdas lo que pasó la última vez que la alimentaste? - se quejó Pantera con desaprobación.

    Sin inmutarse y entusiasmada, Lilith hizo varios viajes al baño y de regreso. El agua seguía desapareciendo, pero no pasaba nada más. Cansada de la tarea repetitiva, Lilith se dejó caer sobre la cama, dejando el vaso vacío a un lado.

    —No está haciendo nada, - murmuró. —¿Por qué no está funcionando?

    Pantera se acercó a la ventana con la cola enroscada en desafío.—¿Me lo preguntas a mí? Pfft. Quizá hayas registrado el hecho de que cada vez que te doy un valioso consejo, lo rechazas. Siento que no te importa lo que te diga, no me escuchas, ¿para qué molestarse?

    —Haz lo que quieras. Investigaré por mi cuenta. - Lilith hojeó ferozmente el libro.

    —¿Qué estás haciendo? - Pantera estiró el cuello.

    —Buscando consejo de alguien que no exige carne o ropa rosa.

    —Rosada.

    —Chaquetas rosadas o veinticuatro horas al día, siete días a la semana, atención ininterrumpida. Alguien que no tenga rabietas poco dignas de un verdadero investigador del crimen.

    Las orejas de Pantera se aplastaron. —Odio cuando haces esas cosas espontáneas sin explicar lo que estás haciendo.

    —Tenía una opinión más alta de tu inteligencia, querido Watson. No hay tiempo para que te lo explique todo. Por favor, usa el cerebro.

    Pantera emitió un lamento herido.

    Lilith se encogió de hombros, abrió el libro y señaló un punto al azar: este era su método para obtener respuestas a los problemas de la vida cuando su padre no estaba cerca, porque cada vez que le preguntaba a su madre, recibía una extensa conferencia sobre un tema que no tenía nada que ver con su pregunta original. Por supuesto, estaba Pantera, pero, número uno, no había aparecido en su vida hasta hacía un año, y, número dos, preguntarle por lo general resultaba en una avalancha de sarcásticas respuestas desde el primer día que descubrió que podía hablar, cuando contrajo fiebre y, en broma, le había solicitado a Pantera una taza de té. Pantera le había gritado que estaría feliz de traerle una a cambio de diez terrones de azúcar. No, se había corregido ante la boquiabierta chica, que sea veinte terrones.

    Sonriendo ante el recuerdo, Lilith leyó en voz alta: —Cuando llega una crisis, como sucederá... - Su rostro se sonrojó. Ella no pudo evitar mirar a Pantera, quien no pudo evitar devolverle la mirada, ya con su conflicto olvidado. Ella continuó leyendo. —Yo dirigiré cómo actuarás. Supongo que para el sábado todo podría estar listo.

    Lilith sintió un trozo de hielo deslizarse dentro de su estómago. —Sábado. Pantera, ¿qué día es hoy?

    El whippet se tomó su dulce tiempo para responder. —En general, se supone que los perros no saben los días de la semana. Sin embargo, yo he estudiado...

    —Oh, venga ya, no necesitas demostrarme que eres el perro más inteligente del mundo. Eres genial, brillante, súper inteligente, astuto, sagaz y entusiasta. Y te amo más que a nada y a nadie, siempre y para siempre, con todo mi corazón, ¿de acuerdo? - recogió a su mascota y la besó. Él le lamió la mejilla. Así su paz quedó sellada, por el momento.

    —Jueves, creo, - gruñó Pantera felizmente. —Llegamos el lunes. Es nuestra cuarta noche aquí.

    —Correcto, - repitió Lilith. —Eso significa que nos queda un día para resolver las cosas, y eso es mañana. Lo que sea que va a pasar, va a suceder el sábado. - sus ojos se abrieron de par en par.

    Pantera tosió. —Como se supone que soy la caja de resonancia, ¿puedo expresar mi opinión?

    —Por supuesto.

    —Gracias. Me gustaría señalar un hecho muy importante. - se aclaró la garganta. —Puedo que sea un perro joven, pero incluso un perro joven sabe que vivimos en el siglo XXI. - Pantera hizo una pausa.

    —¿Y con eso quieres decir...? - Lilith levantó una ceja.

    —Quiero decir que en el siglo XXI, la mayoría de los niños sabían que meter el dedo en un libro y considerar lo que está escrito como una predicción precisa del futuro es, ¿cómo decirlo cortésmente?, no necesariamente una buena idea. Libros no son exactamente las herramientas adecuadas para ese tipo de cosas.

    —Ah, ya veo. ¿Puedo agregar algo a tu declaración?

    Pantera inclinó la cabeza, lo que en idioma perruno significaba un asentimiento.

    —Bueno, en el siglo XXI, la mayoría de los niños no son conscientes del hecho de que las casas se pueden mover, que los jardines pueden comerse a la gente y, ah, casi me olvido, que los perros pueden hablar. - se cruzó triunfalmente de brazos.

    Pantera se movió incómoda.

    —También creo que los escritores escriben libros para conectar con nuestras mentes. No importa lo que escriban, es nuestro conocimiento colectivo preservado lo que hay en las páginas, por lo que cualquier palabra de cualquier libro es una palabra de sabiduría, - agregó.

    —De acuerdo. Tú ganas, - ronroneó Pantera. —¿Puedo probar?

    Lilith le ofreció triunfalmente el libro.

    Pantera pasó las páginas con el hocico y escogió una al azar.

    Lilith leyó en voz alta. —La luna brillaba intensamente sobre el claro y allí, en el centro, yacía la infeliz doncella donde había caído, muerta de miedo y fatiga.

    Por una curiosa coincidencia, la luna traspasó las nubes en el mismo preciso momento. Lilith se sobresaltó. —Mi abuela, - dijo sin aliento. —Se trata de mi abuela Eugenia. Ella debío de haberse perdido y...

    Un ruido horrible atravesó la noche. Toda la mansión gruñó, gimió y se estiró. Milagrosamente, Trude Brandt no ofreció ni un comentario tras aquel escándalo. Lilith se tapó con la manta, mirando el lugar en la pared sobre la cabecera de la cama. La pared se hinchó como un globo lleno de agua. Delgadas líneas formaron una red hasta que una fisura recorrió rápidamente del suelo al techo y la pared se abrió. En la oscuridad más allá, algo parecido a una rosa gigantesca se abrió camino hacia la libertad.

    Lilith se aferró a Pantera, Pantera se aferró a Lilith. Ambos quedaron quietos, hipnotizados.

    Volaron trozos de yeso y el polvo se arremolinó en el aire. Un sonido deslizante significaba el paso de algo grande y retorcido. Las cabezas emergieron trayendo consigo ese hedor característico del jardín. Había más esta vez. Colgaban de enormes tallos como capullos de flores.

    —Te dije que te cortará la cabeza si no duermes, ¿no? - La voz ronca de Agatha llenó la habitación. Lilith no pudo responder, miraba a una cabeza en particular.

    —¿Ves ...?, - Gruñó ella.

    Pantera gimió nerviosamente.

    La cabeza en cuestión les sonrió. Lilith se pellizcó, queriendo despertarse de aquel horrible sueño, porque esa cabeza pertenecía ... esa cabeza pertenecía ... a ella misma, con Gwen y Dafne flanqueándola a ambos lados. Peor aún, la cabeza tenía puesta su boina rosa.

    Lilith le tocó la cara para asegurarse de que todavía estaba allí.

    —Hola, - dijo la cabeza. —Disculpe. ¿Le molestaría mucho ajustarme la boina? No para de resbalarse hacia abajo.

    Lilith, con el sudor frío saliendo de su piel, se acercó como en trance y tiró de la boina ligeramente hacia atrás, antes de correr hacia el tembloroso Pantera.

    —Ah, gracias. Así está mucho mejor, - dijo la cabeza de Lilith.

    —Tengo sed, - dijo Dafne.

    —Sí, ¿podemos beber más agua? - intervino la de Gwen.

    Con las piernas flexibles, Lilith llegó al baño y regresó con un vaso lleno de agua temblando en su mano.

    —No te quedes ahí parada, señorita, continúa.

    Al ver la incertidumbre de Lilith, la cabeza de Monika dijo alentadoramente: —Solo vierte el agua sobre nosotras, meine kleine.

    Lilith lo hizo. Las regó como si fuesen flores, vaso tras vaso, y cuanto más vertía, más exigían y más crecían en un arbusto gigantesco con cabezas humanas en lugar de flores y ramas en lugar de brazos. Los torsos se fusionaban y desaparecían en la oscuridad. El techo cayó más bajo, las paredes se movieron más cerca, y Lilith podría haber jurado que ya no estaba en una habitación de invitados sino en un jardín grotescamente entrelazado.

    Las cabezas avanzaron, susurrando como hojas en la brisa, y tanto la niña como el perro se retiraron hasta que no hubo otro lugar a donde ir.

    —¿Todavía piensas que regarlas ha sido una buena idea? - siseó Pantera desde la esquina.

    —Al menos ahora tenemos a alguien con quien hablar sobre Rosehead, - susurró Lilith.

    —¿Entonces este era tu brillante plan? Ya veo. Excelente. ¿Por qué no continúas y les preguntas?

    —Y así lo haré, - dijo Lilith aclarándose la garganta. —Disculpen, ¿puedo hacerles una pregunta?

    —La pequeña señorita quiere hacernos una pregunta, - se burló Agatha. Monika soltó una risita, transmitiendo el virus de la risa a Sabrina y Norman Rosenthal, a Gwen y Dafne, y, para horror de Lilith, a su propia cabeza. —¿Para eso que nos llamaste?

    —Bueno, esto... sí. Sí, para eso. Disculpen si suena extraño, pero ¿puedo preguntarle de qué lado están?

    —No hay lados, señorita, no hay más que un jardín. - La cabeza de Agatha se movió más cerca y se suspendió a solo centímetros de distancia de Lilith.

    Lilith se inclinó hacia atrás, abrumada por el hedor azucarado, casi desmayada. —¿Usted, todas ustedes, son parte del jardín?

    —Todo es parte del jardín, pequeña señorita. Y el jardín es parte de todo, - se burló ella.

    Aquello no iba muy bien, considerando el hecho de que los brazos del tallo estaban empujando a la niña con sus espinas, envolviéndola a ella y al perro como un capullo. Lilith recogió a Pantera mientras hubo espacio para moverse.

    —¿Puedo preguntarle sobre Rosehead? ¿Qué va a pasar el sábado?

    —Sabe el día. La señorita sabe el día. - La cabeza de Agatha parecía impresionada, a juzgar por sus delgadas cejas que volaron hacia arriba. Las otras murmuraron estar de acuerdo.

    —Te regaré un poco más si me lo dices, - agregó Lilith.

    —¿Y por qué deberíamos? ¿Por qué deberíamos decirte algo? - preguntó Agatha.

    —Yo soy ... mi abuelo ... seré la heredera de esta propiedad, de toda la propiedad Bloom; el jardín de rosas también. Creo que tengo derecho a saberlo. - La confianza de Lilith volvía lentamente.—De una forma u otra, lo descubriré eventualmente.

    Las cabezas se congregaron en un semicírculo para consultarse. Sus voces chismorreaban galimatías ininteligibles. Ni Lilith ni Pantera pudieron entender lo que decían.

    Por fin, se separaron.

    —Has sido excepcionalmente amable con nosotras. Nos has alimentado con agua, a diferencia de ese imbécil inútil. - La cabeza de Agatha miró siniestramente a la niña.

    —¡Y sangre! - llegó desde atrás.

    —Y sangre. Te lo mostraremos.

    —¡Te lo mostraremos, te lo mostraremos! - resonó el eco a través de las zarzas. Las cabezas se rieron, cacarearon y aullaron. Sus brazos levantaron a Lilith y a Pantera del suelo y toda el grupo se precipitó hacia arriba.

Capítulo 19: El Secreto de Rosehead

    El techo se abrió con un gruñido. Una espesa nube de polvo llenó el aire. Lilith contuvo un grito, temiendo que el ruido despertase a todo el mundo, especialmente a su abuelo; pero pronto se relajó y se permitió respirar, para alivio de Pantera, que estaba asfixiando en su agarre. Pareció que nadie había escuchado nada. Ignorando la incomodidad de ser presionada entre ramas espinosas, Lilith contempló el panorama que se desarrollaba ante sus ojos mientras las particiones de la habitación se desmoronaban.

    Por un momento, vislumbró a sus vecinos. Trude Brandt roncaba bajo una multitud de mantas, la dentadura postiza relucía en su mesita de noche. Los cuatro Rosenthals dormían tranquilamente con sus camas perfectamente alineadas en una fila. La pesada forma de Irma Schlitzberger se extendía sobre un colchón desnudo, con las mantas apiladas en una esquina. Junto a ella, envuelta en sábanas de lavanda, jadeaban las gemelas. Gwen se chupaba el pulgar. Dafne abrazaba un elefante de peluche. El suelo estaba lleno de envoltorios de dulces, paquetes vacíos de refrescos y bolsas de compras con su contenido desparramado.

    —Qué desastre, - susurró Lilith.

    —Te dije que eran lechones abrazando elefantes, ¿o no? - gruñó Pantera; pero ya estaban volando hacia la galería roja de arriba, atravesaron el techo y salieron a la fría noche.

    —Me pregunto dónde duerme el abuelo. ¿Por qué nos hemos detenido? - preguntó Lilith alarmada.

    Las cabezas se congregaron meciéndose peligrosamente.

    —¿Dónde está la mansión? - Lilith miró al suelo tres pisos más abajo. Un monstruoso baúl sobresalía de un montón de tierra, sin signos de la mansión.

    —Piensa, señorita, piensa, - gruñó Pantera. —Tenía una opinión más alta de tu inteligencia.

    —Oh, por supuesto. Ríete de mí ahora, ¿por qué no te ríes?, - Dijo Lilith miserablemente. —Cuán terriblemente olvidadiza soy. La mansión está bajo tierra por la noche. ¿Puedo saber qué va a pasar ahora?

    —Lo que sea que quiera un jardín que pase, - dijo la cabeza de Agatha solemnemente y mirando a lo lejos.

    —¿Qué es exactamente lo que quiere que pase? - continuó Lilith.

    —La pequeña señorita está haciendo demasiadas preguntas. La pequeña señorita está probando nuestra paciencia, - siseó la cabeza de Agatha. Las demás cabezas se burlaron de una manera desagradable. —Sólo agua y un poco de sangre no servirán para preguntas como esas.

    El estómago de Lilith se encogió. —Te daré más de mi sangre, si eso es lo que quieres.

    —¡Señorita! - Pantera ladró.

    —¿Querrías, meine kleine? Nos gustó. Estaba muy dulce. - La cabeza de Monika se pasó la lengua por los labios.

    —Quiero una piruleta sangrienta, - dijo la cabeza de Dafne con hambre.

    —Las piruletas son demasiado duras. Yo quiero un regaliz sangriento, - intervino la de Gwen.

    —Nunca he probado un regaliz sangriento. ¿A qué sabe? - preguntó la cabeza de Lilith.

    Las demás mencionaron sus preferencias por el consumo potencial de sangre hasta que sus murmullos se convirtieron en balbuceos indiscernibles. Luego rodearon a Lilith con avidez. Los brazos de Monika gravitaron hacia Pantera.

    Un suspiro lleno de dolor las hizo congelarse. Poco a poco, el suspiro se convirtió en un gemido prolongado, se convirtió en un grito y murió con un eco reverberante. El pelo de Lilith se le erizó. El pelaje de Pantera se puso de punta.

    —Rosehead, - susurraron las cabezas al unísono.

    —Pequeña señorita, por favor, agárrese.

    Lilith se quitó apresuradamente su boina azul, para que no se le resbalara. Con una sacudida, el rosal creció disparado hacia el cielo y se arqueó sobre el jardín. Bandas de cuervos dormidos salpicaban los arbustos con parches de plumas en busca de aire, sin embargo, ninguno de ellos se agitó cuando pasaron.

    Una niebla se desenrollaba en espesas oleadas. Las cabezas se detuvieron y se suspendieron directamente sobre el claro en forma de edificio circular sin techo.

    —Ahora mira, mira cómodamente, - dijo la cabeza de Agatha.

    Colgando casi al revés, aterrorizada de que las rosas pudieran soltarla en cualquier momento, Lilith miró en la brumosa oscuridad.

    No había cuervos aquí, ni viento, sólo un rancio olor de descomposición. El claro parecía estar respirando alrededor de una figura masiva agachada en el medio, exactamente donde Lilith había visto a su abuelo podar a Rosehead a partir de un arbusto. Con el corazón latiendo como una ardilla loca, comprendió lo que iba a suceder el sábado, e inmediatamente deseó no haberlo comprendido.

    Rosehead yacía de lado con los ojos cerrados y la boca abierta. Su estómago estaba hinchado. Parecía estar lleno de ... relleno de ...

    —Pantera. Creo que está...

    —Obviamente está embarazada.

    Los ojos de Lilith se abrieron como platos. —¿Pero cómo?

    —Por suerte para ti, soy lo suficientemente erudito como para saber que las plantas se reproducen mediante el polen transferido por los polinizadores. - Pantera olisqueó el aire. —Insectos y animales. Y pájaros. Por cierto, las plantas que dependen de los pájaros para su reproducción desarrollan pétalos rojos. A los pájaros no les importa que...

    —Apesten o no. No tienen olfato. No crees que los cuervos...

    —Dado que no hay ardillas en el jardín ni he visto un solo insecto lo suficientemente loco como para vivir en este pantano de hedor, no veo qué otro propósito cumplirían excepto eso y ayudar con la eliminación de los restos.

    Las cabezas escuchaban con aparente interés.

    —Entonces, ¿qué va a dar a luz exactamente?

    —La pequeña señorita tiene una mascota muy perspicaz. La mascota está en lo cierto. Ahora, cállate, - dijo la cabeza de Agatha.

    Se callaron.

    Rosehead se agitó emitiendo gemidos y virutas de vapor de su boca frondosa, cada una con un olor más sucio que la anterior. Rodó sobre su espalda y comenzó a golpear el suelo. Como si fuera una señal, Bär se metió en el claro desde uno de los caminos, gruñendo.

    Pantera se tensó. Lilith le agarró el hocico.

    Una oleada de golpes hizo temblar el jardín. Completamente despierta, Rosehead se meció y se sentó. Unas hojas sueltas se arremolinaban a su alrededor. Sus ojos rojo sangre giraron salvajemente; ella vio al perro, lo pateó y lanzó un grito desgarrador. Bär voló hasta el borde del claro y aterrizó en un arbusto, rugiendo de ira.

    —¡Está teniendo contracciones! - Gritó Lilith por encima del jaleo, y rápidamente se metió la boina en la boca para evitar hablar de nuevo.

    —¡Silencio! - exclamó la cabeza de Agatha.

    Pero ya era demasiado tarde. El mastín los había oído. Se sacudió la tierra, levantó la fea cabeza y aulló a su amo.

    Las cabezas se movieron inquietas, murmurando.

    —Ahí viene. Tenemos que irnos.

    En cuestión de segundos, toda la asamblea se retiró, encogiéndose y acelerando tan rápido que, tanto la niña como el perro, apenas tuvieron tiempo de parpadear. Pero justo antes de desaparecer dentro de la mansión, Lilith vio un destello de luz en el bosque.

    Tan extrañamente como había comenzado su viaje, terminó aún más extrañamente. Fueron arrojados bruscamente al suelo. Cuando Lilith se sentó, la habitación parecía tranquila, como si nada hubiera pasado: ninguna pared rota, ningún techo abierto. La mansión estaba quieta, como deberían estarlo las mansiones normales.

    Arrastrándose hacia la cama, Lilith le dijo febrilmente a su mascota: —Está embarazada, Pantera.

    —Oh, ¿verdad? No me había dado cuenta.

    —¿Qué crees que lleva dentro? - Los ojos de Lilith ardieron. —¿Otro arbusto mutante como ella? Es como si la polinización hubiera salido mal.

    —¿Has profundizado en su vientre para confirmar tu teoría mutante o qué? - preguntó Pantera.

    Lilith miró a la nada. —¿Viste esa luz en el bosque? Apuesto a que era Ed esperándonos. Apuesto a que es su lugar secreto. Me pregunto si...

    —Ed. Tu nuevo amigo, ¿verdad? Chico inteligente. Necesito aprender de él. Vamos a ver, así que él estaba esperando en la comodidad de su escondite mientras yo me estaba fuera jugándome mi trasero canino al enfrentarme a un monstruo horrendo en la incómoda posición de estar colgado boca abajo, por no mencionar el hecho de que...

    —¿Y si ella HABLA? - La cara de Lilith alcanzó el absoluto vacío.

    Pantera se burló. —Simplemente me encanta tu atención a los detalles y tu incapacidad para escuchar lo que dicen los demás una vez que te propones algo. En realidad, tienes un talento... - No tuvo la oportunidad de terminar.

    La puerta se abrió de golpe y allí estaba Gabby, vestida con un camisón, la única prenda que no había intentado tejer, para alivio de Lilith.

    —¿Qué está pasando aquí? - dijo ella bruscamente. Todo amor que había profesado hacia su hija por la noche, pareció haberse evaporado en el transcurso de varias horas.

    Pantera le gruñó.

    Por un momento, Lilith se sintió desorientada y quiso sumergirse en la explicación del peligro inminente de lo que, según lo que acababa de presenciar, significaba un festín para el bebé recién nacido de Rosehead, o para ambos, aunque Lilith dudaba seriamente que aquello no pudiera hacer daño a su madre. Fácilmente destrozaría a cualquiera lo suficientemente audaz como para intentarlo.

    —¿Gabby, amorcito? ¿Algo anda mal? - llegó la voz desde el pasillo. Por el sonido, era Daniel, lento para despertarse y encontrar sus zapatillas.

    —¿Por qué estás vestida? - interrogó Gabby a su hija.

    —¿Preferirías que estuviera desnuda?

    Ella volvió a su habitual intercambio familiar de bromas afectuosas.

    —Te he hecho una pregunta, señorita.

    Con la mano en el hocico de Pantera, Lilith removió en su cerebro en busca de una historia plausible hasta que se le ocurrió algo, simple pero brillante.

    —Mis disculpas por no responder de inmediato, madre. - se aclaró la garganta. —Según las últimas investigaciones, las niñas adolescentes con trastornos mentales como el mío tienden a caminar dormidas. Es por el estrés de enfrentar a un médico extraño mañana por la mañana, un médico con el que aún no me he familiarizado, no me dejaba dormir. Pensé que sería vergonzoso si me encontraban patrullando los pasillos en medio de la noche en pijama. Temía que sólo añadiría más chismes a los que ya circulan sobre mí entre los invitados del abuelo, que también son nuestros parientes, como has mencionado tan sabiamente. Mi temeridad es la culpable, madre. Pido disculpas profusamente por haberte sacado de la cama. Qué grosero de mi parte, ¿no crees? - Lilith levantó la vista inocentemente. Esta fue, con mucho, la diatriba más larga que había pronunciado ininterrumpidamente, incluyendo no dos, sino tres palabras sofisticadas.

    Soltó el hocico de Pantera. Él ladró de aprobación.

    Gabby se mesó el cabello y miró a su marido, que acababa de aparecer.

    —Cachorro, ¿estás bien? - se frotó la cara.

    —Sí, estoy bien, papá. Estoy un poco nerviosa por mañana, - dijo Lilith sinceramente, pensando en la imposible tarea de hablar sobre una Rosehead embarazada y en la tarea igualmente imposible de escabullirse de casa sin ser detectada.

    —¿Ves ahora lo que quise decir? Debería haber tomado las píldoras. ¿Cómo propones exactamente que la mantengamos despierta para la sesión de mañana? No puedo reprogramarla, Daniel. Te dije que sucedería. Deberías haberme escuchado, deberías haber...

    Daniel la interrumpió. —Cachorro, si quieres dormir con tu ropa, está bien. Lo entendemos. Los perros lo hacen a todas horas.

    Gabby masculló en silencio.

    Daniel no le hizo caso. —A Pantera le encanta dormir con su abrigo, ¿no es así, amigo?

    Pantera lo miró fijamente. Era la primera vez que se dirigía directamente a él en presencia de todos los miembros de la familia Bloom.

    —Papá, en caso de que lo hayas olvidado, tengo casi trece años, no cinco, - dijo Lilith.

    —¿Eh? Ah, sí, claro, cachorro. Solo era una alegoría, eso es todo. - se rascó la barbilla.

    Pasó un eterno segundo.

    Lilith reunió el valor para contarles a sus padres todo lo que había aprendido, pero las palabras la abandonaron al final. Se puso a masticar un mechón de pelo. Daniel le dio un codazo a su esposa. Intercambiaron un sentimiento tácito, claramente el resultado de una charla nocturna sobre técnicas adecuadas de educación de adolescentes.

    Gabby recompuso rápidamente su rostro. —Lilith, ¿quieres que te dejemos en la cama? - dijo en voz baja.

    —Sí. Me gustaría, de verdad. A mí y a Pantera, por favor. - ella se metió debajo de las mantas. El whippet movió la cola ante la perspectiva de pasar otra noche más lejos de Bär y se acurrucó entre las almohadas.

    Después de intercambiar algunos intensos susurros, ambos padres se sentaron a ambos lados de la cama y arroparon a su hija correctamente.

    Lilith abrazó a Pantera, sintiendo su calor y sonriendo alegremente. Si esto era lo que se necesitaba, pensó, estaría encantada de viajar a la mansión de su abuelo y pasar por el dolor de resolver el misterio de su jardín una y otra vez, tantas veces como fuera necesario, para llegar a este momento. Sentirse normal, sentirse amada y arropada. Durante unos minutos, fueron una verdadera familia. Nadie mencionaba su enfermedad, nadie la regañaba, y nadie la miraba con tristeza ni le daba pastillas ni trataba de llevarse a su mejor amigo.

    Con una señal tácita, ambos padres la besaron en la respectiva mejilla y salieron silenciosamente de la habitación.

    El hocico de Pantera resopló de modo constante en su cabello. Lilith pensó que aquella noche merecía ser llamada la mejor noche de su reunión familiar hasta ahora. Agotada por la investigación y su terrible descubrimiento, se sumió en un sueño sin sueños.

Capítulo 20: La Advertencia Desesperada

    El graznido incesante de los cuervos los despertó con un sobresalto a la mañana siguiente. Lilith se sentó en la cama con un tambaleo en la cabeza. La casa se reajustó para la mañana con una sacudida final que hizo caer a Lilith de espaldas sobre las almohadas. Su mascota apenas le prestó atención. Pantera bostezó y se acurrucó más hondo debajo de las mantas, deslizándose por las rodillas de Lilith para esconderse debajo de sus pies.

    —No, no. Nada de eso. Vamos, Ed está esperando. Nos queda un día y ese día es hoy, - dijo Lilith sacando sin ceremonias a su mascota por la cola, ante sus disgustadas protestas y un intento de mordisco.

    —¡Auuch! - Lilith se sopló los dedos. —No has hecho eso a propósito.

    —Oh, sí, lo hice. Estaba durmiendo. Necesito que mi sueño duerma para pensar en el futuro; de lo contrario, mi pensamiento no estará pensando, sino simplemente reflexionando sobre los pensamientos de anoche que, para esta mañana, seguramente estarán obsoletos. Ahora , si no te importa... - se movió de nuevo debajo de las sábanas.

    —Pantera Bloom Junior. Sabes que no puedo hacer esto sola. Lo prometiste.

    —Está bien. Entonces exijo carne. Todavía me debes carne, ¿recuerdas? - le gruñó. —Y tu padre se ha estado comportando de manera extraña últimamente. Estoy terriblemente angustiado por eso. Me da un comecome que.... - se rascó el cuerpo a sí mismo.

    Por un momento, Pantera le recordó a Lilith a su madre antes de tomar su café de la mañana. —Eres terriblemente imposible a veces. Tal vez papá está empezando a creer que puedes hablar, ¿no has pensado en eso? - ella le acarició las orejas, irresistiblemente cálidas y aterciopeladas.

    Pantera estiró el cuello. —Oh, eso está mucho mejor.

    —¡Mi boina! ¿Dónde la puse? - gritó Lilith de repente mirando a su alrededor. Una manta y una pila de almohadas la miraron con una expresión vacía de... bueno, de una manta y una pila de almohadas. —Primero la roja, luego la rosa, ahora la azul. Mi cabeza tiene agujeros, lo juro. - Lilith saltó de la cama, patinó sobre el suelo pulido y miró bajo la cama. Nada había allí, excepto polvo. Con manos temblorosas, sacó su bolso del poste de la cama y vació su contenido. Nada tampoco.

    —Tú y tus boinas, - ladró Pantera. —¿Creí haberte sugerido que dejaras de usarlas?

    Lilith lo ignoró y corrió hacia la ventana, entornando los ojos hacia los cuervos voladores. El temporal parecía venir del otro lado del jardín. Entraban lenguas de vapor nocivo junto con el hedor inusualmente agudo en su potencia, como si el mal aliento de Rosehead se acumulara durante la noche, abrumando la atmósfera con su olor venenoso. Lilith se pinzó la nariz y miró a Pantera, que se lamía a sí mismo estornudando ocasionalmente.

    —Uno podría pensar que está dando a luz queso de cabrales, - gruñó Pantera.

    —¡Mira! - Lilith señaló.

    Uno de los cuervos se había separado de la bandada y se acercaba al otro lado del jardín. Un enorme y frondoso brazo lo atrapó en el aire interrumpiendo los graznidos.

    —Me pregunto por qué no se comió a Bär. ¿Qué pasa, no es lo bastante jugoso? - gruñó Pantera. Como si el mastín lo hubiese escuchado, apareció desde un callejón del jardín, con una correa tensa que se extendía desde su cuello hasta la mano huesuda de Gustav. Alfred, sin embargo, estaba ausente.

    —¿Dónde estará el abuelo? ¿Qué crees que está haciendo ahora? Daría cualquier cosa por saberlo, - murmuró Lilith.

    La puerta se abrio. Lilith y Pantera se dieron la vuelta.

    Con el pelo recogido en un moño, Agatha entró con una bandeja de desayuno. Llenó la habitación con el delicioso olor a gofres recién hechos.

    Lilith quiso decir buenos días, pero su lengua se atascó.

    —Buenos días, - dijo Agatha en voz baja y con los ojos brillantes. —Pequeña señorita, mejor prepárese antes de que su abuelo despierte. Es mejor que coma. Tiene un largo día por delante. El doctor llegará pronto. - El ama de llaves presionó sus labios en una línea, indicando que no diría nada más. Colocó la bandeja en la mesita de noche y salió.

    Lilith la miró fijamente. Estaba en wl estupor que sigue a los sueños particularmente vívidos, cuando ves a alguien que conoces realizando algo inimaginable y luego ves a la misma persona en la vida real. La cabeza de Agatha flotando en el aire contrastaba bruscamente con Agatha caminando sobre dos piernas.

    Lilith entornó los ojos. —La viste ayer, ¿verdad? ¿Su cabeza?

    Pantera parecía sordo devorando un filete finamente cortado en cubitos que, sin duda, le había preparado Monika. En cuestión de segundos, el filete había desaparecido, y Pantera lamió el cuenco antes de mirar hacia arriba. —¿Has dicho algo?

    —He dicho que si viste la cabeza de Agatha unida a un tallo de rosa ayer. Y la de Monika, y la mía, y la de Dafne y las otras. Quiero asegurarme de que no lo he alucinado todo.

    —Por supuesto que las vi. - Pantera miró los gofres.

    —Ah ah, ni lo pienses siquiera. - Lilith cubrió su desayuno y lanzó un pequeño grito de triunfo. Su boina azul asomaba por debajo del plato.

    —Agatha la encontró y la trajo de vuelta. - Lilith sonrió. —La mansión debe de estar de nuestro lado, Pantera. ¿Crees que ella lo sabe? ¿Crees que todos están conectados de alguna manera?

    —Primero, ¿a quién te refieres con ellos? Y segundo, sean quienes sean, ¿qué pasa? ¿Qué pasa si están conectados? Eso no significa que vas a empezar de repente a llamar a ese horrible palo de ama de llaves amiga, ¿verdad?

    Lilith masticó, pensando. —Nunca imaginé que un perro tan pequeño pudiera albergar una cantidad tan increíble de celos. - Eructó y se limpió la boca.

    —No te preocupes por mí, por supuesto, solo soy un perrito. Pero si mi opinión importa algo aquí, nunca pensé que una niña tan pequeña... - Pantera se interrumpió.

    Después de una llamada obligatoria a la puerta, Daniel se deslizó dentro de la habitación. Su cara parecía demacrada.

    —¿Cachorro? ¿Terminaste el desayuno? El doctor Baumgartner está aquí. Está listo para verte en el estudio de tu abuelo. Tu madre…

    La otra parte de Lilith se desconectó. Se olvidó de que Ed los estaba esperando, de que Rosehead iba a dar a luz mañana, y de que los invitados estaban en peligro mortal de los bebés carnívoros de Rosehead. El estudio del abuelo. Catro palabras mágicas bailaron en su cabeza, haciéndola temblar de impaciencia, ansiosa por ver su lugar de pensar.

    —...¿necesitas mas tiempo? - La voz de su padre la trajo de vuelta.

    —Sí. No. Quiero decir, sí. Estoy lista. Lo siento. Sólo un momento. - Recogió el mapa de Ed, su diario, un bolígrafo, y El Perro de los Baskerville y los metió de nuevo en la bolsa, se la echó al hombro, se puso sus zapatos Mary Janes y la boina azul.

    —¿Papá?

    Él abrió la puerta. —¿Si?

    —No puedo llevar a Pantera conmigo, ¿verdad?

    —No, cachorro.

    —¿Puedo llevarlo a pasear después de que regrese? - Se mordió el labio, deseando parecer inocente.

    —Claro, claro. Iré contigo, si no te importa.

    —No. No me importa en absoluto, - mintió Lilith. Susurró con urgencia al oído de Pantera: —Trataré de ser rápida. Mira si puedes reunir más información vital mientras estoy fuera. Nos veremos con Ed en cuanto yo regrese, ¿de acuerdo?

    —¿Cómo propones que nos deshagamos de él? - Pantera meneó la cola hacia Daniel.

    Lilith le dio a Pantera una mirada que significaba, "lo resolveremos más tarde", y se fue. Caminó detrás de su padre a paso ligero, se alisó la falda y se subió los calcetines hasta la rodilla, saltando sobre una pierna y luego sobre la otra. No tenía motivos para dar una falsa impresión a este nuevo médico. Esos juegos ya no se aplicaban. Esta vez tenía la intención de cambiar la sesión y utilizar muchos de los trucos que había aprendido de la Dra. Corby Crawford y sus predecesores, para obtener un informe positivo de reevaluación y demostrar que su madre estaba equivocada.

    Pasaron el segundo piso y salieron al tercero, su flambeante intensidad hizo que Lilith se encogiera.

    —Impresionante. Una cubierta tan lisa, ¿no? - Daniel confundió su expresión facial con asombro y descendió distraído a su charla perruna de nuevo. —La primera vez que estuve aquí, no podía creerlo. Cada habitación está pintada de un rojo diferente, para cada especie de rosa. ¿No es impresionante? Una perrera del tamaño de una habitación. Ojalá pudiera tener una para cada uno de mis whippets, - dijo soñadoramente.

    Sus pasos resonaron débilmente. Parecían estar solos.

    Lilith respiró hondo. Era ahora o nunca. —Papá, quería agradecerte por no pedirme que tomara las pastillas.

    —¿Eh? Sí, sí, no te preocupes, - dijo vagamente sumido en sus pensamientos.

    —¿Puedo preguntarte algo?

    —Adelante.

    —¿Te importaría terminar esa historia sobre el accidente de la abuela, sobre cómo murió?

    Daniel se detuvo. —No ... no, ahora no. No tenemos tiempo. ¿Te sientes bien?

    —Sí, estoy absolutamente bien, papá.

    —No seas cachorrilla conmigo. Dame una respuesta honesta, ¿quieres? Si esto es demasiado estresante, no tenemos que esperar hasta el domingo. Nos iremos al aeropuerto ahora mismo, a ver si podemos comprar los pasajes y correr a casa, ¿eh? ¿Qué me dices? Se pasó una mano por el pelo. No me importa cuánto cueste, cachorro, tú sólo dilo.

    —¡No! - Lilith explotó. —No, - repitió más tranquila al ver una expresión de alarma en su rostro. —No, de verdad, estoy bien. Tengo muchas ganas de conocer al Dr. Baumgartner. Él podría tener una nueva perspectiva de mi problema; exactamente lo que necesita ahora mismo un montón de basura como yo. - dijo ella, mordiéndose el labio. En lugar de advertir a su padre sobre Rosehead, siguió diciendo tonterías.

    —No eres un montón de basura. Nunca digas eso. - corrigió su padre.

    —Papá, necesito decirte algo importante. Algo que... - Ella suspiró. —No es un secreto, ¿de acuerdo? Necesitas decírselo a mamá. Te lo pido.

    —Está bien, - dijo Daniel con cautela. —¿Qué es?

    —Bueno, tienes que prometerme que creerás todo lo que te voy a decir.

    —Prometido. Dispara, cachorro. - Daniel miró a su hija con curiosidad. Las paredes parecían estar escuchando, de carmesí brillante.

    —Perdón por decir esto. No quiero decir nada malo con ello, y no estoy inventando esto para dejar mal al abuelo, ¿de acuerdo? Lo juro. - se agarró las manos. —Simplemente voy a afirmar un hecho. Y ese hecho es algo que he visto con mis propios ojos. Pantera también lo ha visto, si no, pregúntale. Y Ed. Pregúntales a ambos. En realidad, Agatha lo sabe, y Gustav y Monika.

    —¿Visto qué?

    Lilith tomó una bocanada de aire. —Papá, el abuelo está criando un monstruo en el jardín, un monstruo-planta. Bueno, Pantera la llama monstruo-planta, pero su nombre es Rosehead.

    La mansión se estremeció.

    —¿Rosehead? - repitió Daniel.

    —Sí. Vive en el jardín, al otro lado, más cerca del bosque. Tiene casi cinco metros de altura, papá, y está embarazada. - Los ojos de Lilith brillaron.

    Su padre se frotó los ojos, luego las sienes, luego las manos, y ya no había nada más que frotar. —Estoy escuchando.

    Lilith suspiró.—Su bebé ... no sabemos qué es, pero pensamos, Pantera y yo, bueno, más bien yo, sobre todo, porque Pantera no está muy de acuerdo conmigo. De todos modos, creo que el bebé es una especie de planta mutante como ella. Debemos advertir a todo el mundo, hacer que todos salgan de la mansión. Mañana dará a luz. Ed me lo dijo, en realidad se lo dijo su padre antes de morir. Dijo que Rosehead le chupa la sangre a las personas. Supongo que eso significa que su recién nacido hará lo mismo.

    La cara de Daniel se volvió pálida. —Eso es posible. ¿Algo más?

    Lilith se lamió los labios. —Sí.

    —Estoy aquí. Sigue adelante.

    —Creo que ese abuelo usó a la abuela como alimento para Rosehead. La otra Rosehead, hace diez años. O para su recién nacido. Eso explica por qué su ataúd fue sellado y por qué nadie hablaba de su accidente. - Ella esperó una reacción.

    —¿Qué? - Daniel se agarró la cabeza.

    —Lamento decirlo así. No sabía cómo decírtelo. Ed, Pantera y yo... bueno, tenemos planeado hablar con Rosehead para convencerla de que se detenga. -Contuvo el aliento, dándose cuenta de que había dicho demasiado.

    Daniel extendió su mano para tocarle la frente a Lilith.

    Lilith dio un paso atrás. —No me crees, ¿verdad? Crees que estoy enferma, tanto tú como mamá.

    —No, no, no, no es así, es que... - Se atusó el pelo. —Es una acusación muy seria la que estás haciendo contra tu abuelo, ¿entiendes? Estoy dispuesto a atribuir tus historias a la imaginación, pero esto...

    —¿Para confirmarlas? - preguntó Lilith en voz baja.

    —Escucha, esta historia está se sale un poco por la borda, entiendes. No es nada personal, cachorro. Intenta ponerte en mi lugar por un segundo.

    —Ya veo, - susurró Lilith.

    Daniel se movió inquieto. —¿Dónde oíste hablar sobre Rosehead, por cierto? Busqué el nombre en los archivos de la familia, por curiosidad. Es el apodo de la esposa de Ludwig. Incluso yo no lo sabía. ¿Te lo dijo el abuelo?

    —Pensé que de todas las personas, tú me creerías. Lo siento. Estaba gravemente equivocada. - Lilith bajó la cabeza.

    —Oh, Lilith. No quise decir...

    Unos pasos los interrumpieron.

    Un tipo alegre de mediana edad subió trotando la escalera y se acercó a ellos, con mechones de cabello cobrizo rebotando al ritmo.

    —Pregúntale a Agatha, el ama de llaves. Ella lo sabe. Y Gustav. ¡Pregúntales, pregúntales! - susurró Lilith con urgencia.

    Su padre parecía desgarrado, reflexionando sobre la información, inclinando la cabeza hacia un lado como un perro perplejo.

    —Papá, tengo muchas ganas de mi sesión de terapia, - agregó en voz alta.

    —Mirando hacia adelante, ¿eh? ¡Eze ez el ezpíritu! Amo a loz pacientez como tú, Lili Bloom. - Los zapatos del doctor chasquearon en el piso de mármol, sus brazos se movieron como si estuvieran dirigidos por un titiritero inexperto, y su barriga se sacudió. Sostuvo un abultado maletín y chasqueó los dedos repetidamente. Un fuerte olor a café malo y sardinas llegó a la nariz de Lilith. Ella sofocó una respiración, fingiendo tener hipo.

    —Dr. Wilhelmus Baumgartner, Psychologischer Psychotherapeut, Kinder- und Jugendlichenpsychotherapeut, Heilpraktiker für Psychologie, Diplom-Psycholog - soltó el doctor rápidamente, estrechando la mano de Daniel.

    Su padre murmuró algo más en alemán y el doctor se volvió hacia Lilith.

    Ella involuntariamente dio un paso atrás. Había visto a diferentes terapeutas, algunos sombríos, otros graciosos y otros lamentables. Pero nunca había visto a nadie tan entusiasta como el Dr. Baumgartner.

    —Zoy un hombre muy, muy ajetreado. Mi agenda eztá llena, llena. Hice arregloz muy ezpecialez para eztar aquí hoy, muy ezpecialez. Alfred Bloom ez un viejo amigo. Si no le importa, me ocuparé dezde aquí, Sr. Bloom. Tenemoz mucho que cubrir en una hora. Qué emocionante.

    Daniel miró a su hija. —¿Estarás bien?

    —Estoy segura de que lo estaré, - dijo Lilith con dulzura.

    —Miraré lo que me has solicitado, - agregó rápidamente, metiendo las manos en los bolsillos y alejándose.

    —Oh. - Incapaz de creer lo que acaba de escuchar, Lilith se apresuró a seguir al médico y subió la escalera detrás de él, sin darse cuenta de su camino, hasta que se detuvieron frente a una pesada puerta negra en la parte superior. .

    —Despuéz de ti, Lili. - El doctor le indicó que entrara.

    Lilith se dio cuenta de que estaban dentro de la torre de la mansión, en el cuarto piso. Ella se detuvo, aturdida por la vista.

Capítulo 21: La Sesión de Terapia Fatal

    Tan transparente como la mansión estaba en su planta baja, decorada con vidrio y cristal, tan blanca como lo era en la segunda y roja en la tercera, su cuarta planta era total y completamente negra. La piedra oscura pulida encerraba una habitación circular de unos diez metros de diámetro. Iluminados por focos individuales, marcos dorados con galardones a Bloom & Co. llenaban la pared. En mitad del suelo, encima de una hirsuta alfombra, tres sillas de cuero rodeaban un escritorio con una lámpara dorada y un viejo teléfono de dial giratorio, lo que explicaba el misterio de la comunicación de Alfred con el mundo. Cortinas negras ocultaban las ventanas.

    Recordando su primera impresión de que la mansión le recordaba a una tumba, Lilith dio un paso nervioso hacia adelante.

    —Aquí eztamoz, Lili. Qué amable por parte de tu abuelo dejarnoz el eztudio. Ez la única habitación donde podemoz tener privacidad. Eztá inzonorizada, - dijo Wilhelmus con esa manera alegre en que un verdugo podría jactarse de su cámara de tortura antes de cerrar la puerta.

    La garganta de Lilith se contrajo. Se preguntó si alguien la oiría gritar en caso de que fuese necesario. La habitación la oprimía, le enviaba una señal de que ella, con su boba boina azul., no pertenecía a aquel lugar.

    Sin inmutarse por el silencio de su paciente, el médico se acercó al escritorio, se dejó caer en la silla y, silbando una alegre tonada, delcolgó el auricular del teléfono para que sonara como ocupado. Luego, revolvió el contenido de su archivo, finalmente levantó una hoja de papel con un fuerte —¡Ajá!

    Lilith se hundió en la silla frente a él.

    —Fien, - proclamó el doctor, inclinándose sobre el escritorio. —Qué placer, gran placer conocerte, Lili Bloom.

    —Es Lilith, - dijo ella fríamente, pensando que si él decía la palabra una vez más, tendría que contenerse para no decir un comentario muy grosero.

    —Perdóname. Lili entoncez.

    Lilith suspiró.

    —Háblame zobre ti. - Wilhelmus asumió una postura profesional: cara expectante y anticipación tranquila, pero sin empatía, solo una creciente curiosidad atribuida a un sujeto tan colorido con el que trabajar. Lo habitual para Lilith.

    Ella se mordió el labio. Se estaba acabando el tiempo. No podía permitirse invertirlo en sus propias inseguridades cuando la vida de otras personas estaba en peligro. Después de todo, pronto se convertiría en heredera de toda la propiedad Bloom, y ahora era su responsabilidad comenzar a comportarse como tal, ¿no? Conoces mis métodos, habría dicho Sherlock Holmes, ¡aplícalos!

    Lilith se alisó la falda, se ajustó la boina y siguió adelante con una ferocidad típicamente reservada para situaciones terribles.

    —Disculpe, querido Wilhelmus Baumgartner, - dijo cortésmente, —usted dijo que era un hombre muy, muy ocupado. Me gustaría asegurarle que también soy una chica muy, muy ocupada. No perdamos el tiempo el uno con el otro. Está haciendo un favor a su amigo, y yo estoy haciendo un favor a mis padres. Ambos despreciamos esto. Ambos preferiríamos estar haciendo otra cosa.

    Wilhelmus parpadeó.

    —A la luz de estos hechos, - continuó Lilith, —¿puedo preguntarle, qué es exactamente lo que desea saber, que actualmente no sabe? - señaló el papel.

    Una densa pausa se extendió hasta un punto de ruptura, pero luego los ojos del médico brillaron y esbozó una falsa sonrisa.

    —Erez, de hecho, una verdadera Bloom. - Chasqueó los dedos.

    —Estoy encantada de haberle divertido, - dijo Lilith.

    —Muy, muy bien.

    Ella se encogió.

    —Como deceez. Iremoz directamente a tu diagnóztico. - Consultó el papel. —Traztorno de déficit de atención cevero, traztorno de déficit de atención e hiperactividad, cíndrome de Azperger limítrofe, incapacidad para conectarce con perzonaz que zugieren una pocible colocación en el ezpectro de autizmo, depreción, ataquez de pánico, anciedad, diagnóztico de inicio a loz cinco añoz ... - Escaneó el documento, murmurando por lo bajo. —Qué muy, muy interezante. Un bouquet muy bonito.

    Lilith luchó por encontrar una manera de hacerle saber al médico que la repetición innecesaria de palabras actuaba como un cuchillo en una botella de vidrio.

    —Dime, Lili, ¿qué pazó cuando teníaz cinco añoz?

    —Empecé la escuela, - dijo ella irritada, vagando entre recuerdos de las burlas, mofas y bromas que surgieron desde el momento en que entró en el aula por prinera vez. Los libros y las clases de ballet habían sido su único refugio hasta que consiguió a Pantera, su primer amigo real.

    —¿Ezcuela? - Las cejas del doctor se alzaron. —Muy interezante. Dime, ¿cómo te hizo centir?

    —¿Cómo me hizo sentir qué? - espetó Lilith.

    —Comenzar la ezcuela, Lili.

    La sangre palpitó en sus oídos, como siempre ocurría cuando se cuestionaban sus emociones. ¿Cómo podría alguna de estas personas entender lo que se siente estar en sus lugar sin haber sido sometida a lo que ella había sido sometida todos los días? ¿Qué beneficio podrían obtener al escuchar sus incómodos intentos de describir casas que se movían, libros de predecían del futuro o mascotas que hablaban? ¿Cómo podrían comprender que quedarse quieta era la peor tortura del mundo, y que el ballet y los libros eran sus únicos caminos hacia la cordura? ¿Y cómo podía explicar su agudo sentido del olfato, algo que nadie más a su alrededor poseía? Nadie excepto Pantera y, más recientemente, Ed.

    —Me hacía sentir asesina, - dijo Lilith honestamente.

    —¿Perdón? - El doctor sacó una pluma y comenzó a tomar notas. —Eza ez una forma muy, muy interezante de centir. ¿Por favor explica máz?

    Pero Lilith había terminado de responder a las preguntas. —¿Sabía que mi abuelo ayuda a asesinar personas?

    Wilhelmus parpadeó. —¿Perdón?

    Lilith continuó con calma. —Por eso que sus rosas son tan populares. Se lo explicaré. Al parecer, una vez cada década, más o menos, Rosehead... - la habitación se encogió visiblemente ante esto,—... un monstruo vegetal que el abuelo esconde en el jardín, da a luz a un arbusto mutante. Una copia de sí misma, tal vez. Se alimenta de personas, probablemente para producir flores excepcionales durante los próximos diez años. No me pregunte cómo. Simplemente estoy suponiendo esta parte, por supuesto. De hecho, he tenido que llevar mi propia investigación secreta para descubrir esta información. Por qué, podría preguntar. Bueno, con gusto se lo explicaré. Como futura heredera de la propiedad Bloom, me gustaría detenerla.

    Las cejas de Wilhelmus se deslizaron por su frente.

    —Necesito su ayuda, - continuó Lilith. —Por favor. Escríbame un informe positivo. Calmará a mis padres, especialmente a mi madre. Y me permitirá continuar mi investigación antes de que lo inevitable reclame vidas inocentes. Mañana, de hecho. Ah, y una cosa más. Si sabe algo sobre este asunto, sería muy, muy útil si me lo dijera ahora mismo.

    El aire entre ellos crujió.

    El doctor tamborileó con los dedos sobre el escritorio. —Eza ez toda una hiztoria, Lili. Cuéntame máz zobre Rozehead.

    La sala se oprimió otro metro.

    Lilith se sobresaltó, preguntándose si estarían en grave peligro de ser aplastados cada vez que uno de ellos dijera el nombre del monstruo.

    Interpretando falsamente su miedo como vacilación, el médico se echó hacia atrás, con los dedos entrelazados sobre su vientre. —Entiendo que debe de cer difícil para ti hablar de ezo. Tienez caci trece añoz, ¿cí? Ezte ez un lugar ceguro, Lili. Cualquier coza que digaz ce quedará entre tú y yo.

    Lilith levantó una ceja. Cada vez que un terapeuta le prometía no revelar sus secretos, terminaban escribiendo cuidadosamente un informe al que sus padres tenían acceso directo.

    Wilhelmus tomó nota y gruñó de alegría. —¡Ajá! Creo que lo cé. ¿Ezta Rocehead ez tu amiga imaginaria?

    La sala tembló. El techo cayó unos pocos decímetros. Los focos se atenuaron perceptiblemente. Lilith sintió la ira de la mansión ante el tono despectivo del médico. Un indicio de furia se deslizó sobre su visión.

    —Sí. Sí, lo es. - Las palabras salieron de sus labios antes de que pudiera detenerlas. —Se me da muy bien imaginar cosas. De hecho, a veces no puedo distinguir la realidad de la fantasía. Por ejemplo, ahora mismo estoy imaginando a un médico sentado frente a mí, haciéndome preguntas elaboradas, el significado de las cuales él no puede explicarse a sí mismo, según corresponde a la complejidad de mi diagnóstico, recopilado cuidadosamente a lo largo de los años por innumerables especialistas. Tampoco le importa la fuente real de mis síntomas, simplemente trata de cumplir la hora por la que le pagan, ansiando salir de esta mansión lo antes posible porque le da escalofríos y porque sabe que lo que le estoy diciendo es la verdad absoluta. - Lilith contuvo el aliento, fulminante.

    Wilhelmus se rio desagradablemente. —¿Zabes el cignificado de la palabra engaño, Lili Bloom? - La calidez profesional abandonó su voz.

    —No estoy delirando, - dijo Lilith. Su cara se encendió. —Se la mostraré. Ahora mismo. - sus manos temblaron. Si tenía éxito, demostraría que un médico estaba equivocado por primera vez y aclararía el historial de toda una vida de haber sido llamada enferma.

    —¿Me mostraráz a quién? ¿A tu amiga imaginaria? Me encantaría mucho conocerla. ¿O ez un amigo? ¿Un niño? - Se burló Wilhelmus.

    Lilith se hartó. Años de tensión reprimida explotaron. El dolor de ser llamada idiota, psicópata y loca en la escuela, la constante decepción de tratar de comunicar lo que sentía y nunca conectar con nadie, todo aquello estalló en el torbellino de emociones que mantenía a raya. La tapa salió volando. Lilith saltó encima del escritorio, agarró la lámpara y la tiró al suelo. Esta se agrietó y echó chispas. La sala quedó en penumbras, iluminada solo por los focos. Lilith tomó un fragmento de vidrio y se abrió la palma de la mano, dejando que la sangre goteara.

    —¡Mire! - gritó ella. El suelo se arqueó de alegría al probar el cálido líquido, exigiendo más.

    —¡Lili Bloom! - Wilhelmus se apresuró a saltar de la silla. —¡Devuelve ezo! ¡Devuélveme ezo! - Gritó algo más en alemán.

    Lilith salió corriendo, más joven y más rápida, sobre piernas de bailarina. Dieron varias vueltas alrededor del escritorio. Lilith corrió en círculos una y otra vez, llegando a la pared y arrastrando su mano ensangrentada a lo largo de su fría superficie, sintiendo la sensación de hormigueo en la sangre.

    —¡Estoy pagando! - gritaba ella frenéticamente. —¿Ves? ¡Te estoy pagando! ¡Tal y como me pediste! ¡Soy tu futura heredera, Lilith Bloom, descendiente directa de Ludwig Bloom! ¡Y de Rosehead! ¡Quiero detenerla! ¡Te lo ordeno! ¡MUÉSTRAME CÓMO DETENERLA!

    La sala se sacudió y se detuvo.

    Lilith miró a su alrededor, esperando algún tipo de respuesta.

    Agarrando su corazón, el doctor apuntó con un dedo amonestador a la niña. —¡Verrückt! ¡Loca! Te declaro loca. - se secó la frente. —Tienen que encerrarte. Ce lo notificaré a tu abuelo y a tuz padrez de inmediato. - Entornando los ojos en la penumbra, Wilhelmus se inclinó sobre la mesa y escribió un informe a toda prisa.

    Una oleada de imágenes inundó a Lilith: niños en la escuela llamándola loca, rostros riendo, dolorosos pinchazos, niñas arrancándole la boina, niños pasándose su mochila, maestros dándole ultimatums. Los rostros se multiplicaron, sus bocas se abrieron riendo y el dolor de Lilith se encendió de nuevo.

    Ella arrancó el informe de la mano del médico. —¡No! - gritó, sus modales fueron reemplazados por una palpitante ira. Las lágrimas le pincharon los ojos. —¡No les notificarás nada! ¡No notificarás a nadie!

    Con la boina torcida, una mano ensangrentada y otra sosteniendo un trozo de cristal, parecía una asesina. Wilhelmus Baumgartner corrió hacia la puerta, su porte profesional huyó para dejar sitio a la autoconservación.

    Lilith no podía dejarlo marchar. Por instinto, susurró: —Mi respuesta es sí, abuelo. Acepto. Me declaro heredera de la propiedad Bloom. Querida mansión, te ordeno que tomes a este hombre. No dejes que salga de esta habitación.

    La mansión se sintió felizmente obligada.

    Todos los focos se apagaron.

    Un gran susurro de hojas llenó la oscuridad, como si colosales rosas brotaran de las paredes, estirándose hacia el tembloroso doctor. Él gritó una, dos veces. Lilith se quedó clavada en el lugar, sabiendo que ni una sola alma lo oiría a través de las paredes insonorizadas. Hubo un repugnante crujido de huesos rotos, un agudo grito de agonía, un asqueroso ruido de succión. Luego, todo quedó en silencio.

    El vello de la nuca de Lilith se erizó. Su ira se evaporó en un instante, reemplazada por un fuerte hinchazón en su estómago. Entendió por qué la habitación era negra. El primer piso era transparente porque se alimentaba de aire, el segundo piso era blanco porque se alimentaba de agua, el tercero era rojo porque se alimentaba de sangre y el estudio del abuelo era negro porque se alimentaba de la vida de las personas.

Capítulo 22: Los Verdaderos Colores de Alfred

    Cuánto tiempo estuvo Lilith en la oscuridad total, no podía decirlo. Se sentía entumecida. Su agudo sentido del olfato recogía un sabor metálico; su boca le sabía amarga. Manchas blancas bailaban delante de sus ojos. El grito de muerte del doctor Baumgartner resonaba en su cabeza, haciéndola querer separarse de su desayuno a medio digerir. En algún momento, todos sus pensamientos se evaporaron y fueron reemplazados por un mensaje claro: eres una asesina, igual que tu abuelo.

    En la periferia de sus sentidos, Lilith detectó movimiento. Un olor enfermizo y dulce la alcanzó. Ella se dio la vuelta.

    —¿Abuelo?

    Alfred encendió la luz. —Bueno... estoy impresionado. Buen trabajo, mi querida niña, buen trabajo. Sabía que no me había equivocado en mi elección. No fue tan difícil, ¿verdad?

    Vestido con un traje negro, estaba parado junto a la puerta con una encantadora sonrisa que hacía que sus ojos brillaran.

    La lengua de Lilith no se movía. Miró a su alrededor en busca de cualquier signo de lucha. La habitación parecía exactamente igual que cuando había entrado hacía una hora. El suelo relucía con un brillo pulido, la pared circular lucía llena de marcos dorado con los premios de Bloom & Co., y la alfombra yacía inmóvil, anclada por tres sillas de cuero y un escritorio, sobre el cual estaba la lámpara dorada, entera. Lilith estudió su mano. Un corte largo adornaba su palma, aún sangrando.

    —¿Cómo fue tu sesión? - preguntó Alfred.

    —¿Está muerto? - dijo Lilith con voz ronca.

    —¿Quién está muerto?

    —El doctor. Lilith comenzó a temblar.

    —¿El Doctor Wilhelmus Baumgartner? ¿Por qué iba a estar muerto, querida? Si se apresuró para su próxima cita. Me pidió disculpas por su rápida partida. Es un hombre ocupado, un psicoterapeuta muy buscado, uno de los mejores en su campo. Me dejó un informe sobre ti. - El abuelo sacó un papel doblado del bolsillo en su pecho.

    Lilith lo miró fijamente. Hacía un minuto había sostenido ese papel en su mano ensangrentada. Ahora había desaparecido.

    —¿Se lo comió la habitación? - preguntó ella con ansiedad.

    —¿Te sientes bien? - El abuelo estiró una mano.

    —¡No me toques! - Lilith saltó hacia atrás.

    —Sentémonos, ¿de acuerdo? No es bueno hablar de pie. Diviértete con tu abuelo. - Alfred hizo un gesto hacia las sillas.

    —¿Qué le ha pasado al médico? - suplicó Lilith, dándose cuenta de que no tenía testigos en los que confiar. ¿Quién iba a creer a una niña de doce años declarada loca por un profesional certificado?

    —¿Qué crees tú que le ha pasado? - El abuelo volvió a meter el informe en el bolsillo.

    Una repentina inspiración se apoderó de Lilith. —Estuviste espiándonos todo el tiempo, ¿verdad? - Ella se colocó detrás de una silla.

    —¿Qué te hace pensar eso? Sería inapropiado para mí participar en tu sesión de terapia privada sin que lo supieras, ¿no? - dijo Alfred alegremente.

    A Lilith le costó un esfuerzo enorme estabilizar su voz. —Disculpa por decir esto, querido abuelo, pero creo que es igualmente inapropiado mentirle a su propia nieta a quien usted mismo ha decidido nombrar como su heredera. Sobre Rosehead, especialmente.

    La sala tembló.

    Alfred la miró con recelo. —¿Mentir? Nunca le miento a mi familia. Por cierto, me alegro de que hayas aceptado, querida. Nunca dudé de ti ni por un segundo.

    —¿Aceptado qué?

    —¿Cómo?, pues convertirte en la heredera Bloom, por supuesto, - dijo con su atención en el techo.

    —No podrías haberme oído decir eso a menos que estuvieras en la habitación. El médico dijo que está insonorizada.

    —¿Lo dijo? - Alfred estiró el cuello y miró a su alrededor.

    —¿Cómo es que no recuerdo haber olido tu repugnante olor, dónde te escondiste? - Soltó Lilith.

    —¿Dónde hice qué? - El Abuelo palpó la pared, enderezando los marcos dorados uno por uno.

    Enfurecida, Lilith explotó. —¿Cuándo vas a dejar de fingir y comenzar a hablarme honestamente? Cobarde. ¡Apestoso, espeluznante, extraño, sangriento, mentiroso, miserable, cobarde abominable! - se aferró al respaldo de la silla.

    Su arrebato tuvo un efecto inmediato.

    Alfred miró a su nieta como si la hubiera visto por primera vez, con la valoración de un depredador, su encantadora máscara desapareció. Por un segundo, sus dedos se extendieron en un movimiento estrangulador. —Tu consentimiento de convertirte en mi heredera no significa nada, querida niña. Lo exigí para mi conveniencia. Te usaré para una determinada tarea, si quieres. Esta sigue siendo mi casa, mi jardín, mi propiedad. Lo haré como quiera, - dijo con voz controlada. —¿Quién crees que eres para juzgarme? ¿Cuánto crees que vale tu pequeña vida? ¿No lo sabes? ¿Quieres que te lo diga? - avanzó hacia ella.

    Lilith tragó saliva.

    —No vale nada. No eres nada para mí. Eres un cebo, - dijo, fulminante.

    Lilith sintió su columna vertebral convertirse en hielo. Estaba mirando a la cara de un asesino, frío y calculador. —¿Entonces mi consentimiento no significa nada? - consiguió decir.

    —Correcto, querida. - Se burló.

    —¿Y sigue siendo tu mansión?

    —Sí.

    Lilith se lamió los labios. —Querida mansión, ¿has oído a mi abuelo? Tenemos una disputa de propiedad aquí. ¿Te importaría mostrarnos, por favor, quién es tu jefe actual?

    Sin previo aviso, el suelo se abultó y desequilibró a Alfred. El abuelo se golpeó la cabeza en un marco. Un hilo de sangre se derramó por su sien y desapareció en la piedra.

    Lilith se quedó boquiabierta, su corazón latía con fuerza.

    Alfred se levantó y se apoyó en la pared, mirando a izquierda y derecha en total incomprensión.

    Envalentonada por su poder, Lilith salió de detrás de la silla. —Bueno, querido abuelo, ahora que hemos aclarado los insignificantes detalles de la propiedad de la mansión, sigamos con el otro asunto importante. Mencionaste que soy un cebo. Me gustaría averiguar para qué o para quién. ¿Por favor?

    Alfred se tocó la cabeza y examinó sus dedos manchados. —Te estás imaginando cosas, - dijo dulcemente. —Ahora, si pudieras ayudar a tu pobre abuelo.

    —Ah, ¿me estoy imaginando cosas? ¿Me imaginé esto o el suelo simplemente te ha derribado? No estoy segura.

    —¿Me ayudarás a levantarme? Me temo que he perdido el equilibrio, - ordenó Alfred.

    Lilith apretó las manos en puños. —En realidad debo darte las gracias por ser honesto conmigo por una vez. Te iba a decir cuánto lo aprecio, cómo me parece más bien un soplo de aire fresco, después de días de podrida pretensión. Pero he cambiado de opinión.

    El abuelo manchó de sangre el suelo con los dedos y siseó: —¡A por ella! - se tensó mirando por la habitación con la clara expectativa de su obediencia.

    No pasó nada.

    Una idea se apoderó de Lilith. —¿Cuándo te hizo esto Rosehead? ¿Cuándo la viste matar por primera vez?

    Alfred levantó la vista. Un destello de miedo cruzó por su rostro. Abrió la boca, pero Lilith lo interrumpió, inspirada.

    —¿Te la mostró tu padre? ¿Tu abuelo? ¿Quién fue? ¿Quién te transmitió el conocimiento?

    —¿De qué estás hablando? - Retrocedió hacia la puerta.

    —Eras sólo un niño, ¿no? - Lilith siguió adelante. —Fue un accidente. Al igual que lo que le sucedió al doctor Baumgartner. No había nada que pudieras hacer, así que pensaste que fue culpa tuya.

    —Tengo que estar de acuerdo con Wilhelmus, me temo. Tal vez estés loca después de todo. - Alfred intentó ponerse de pie, pero el suelo lo volvió a desequilibrar.

    —Loca, ¿verdad? - repitió Lilith. —¿Que te parecería que le pidiera a la mansión que te matara a golpes, querido abuelo? ¿Quién me llamaría loca entonces?

    —No entiendes la mitad de las cosas de las que estás hablando. Todo tiene un precio. Si yo fuera tú, elegiría mis palabras con cuidado, - dijo Alfred con una firme sonrisa.

    —Oh, vaya, gracias por la confirmación. Eso significa que no estoy loca después de todo. - Lilith se inclinó hacia la forma derrumbada de su abuelo. —Dijiste que soy un cebo. Déjame adivinar. ¿Cebo para el bebé de Rosehead?

    La sala chilló, encogiéndose unos pocos decímetros más.

    —Puedo gritar su nombre repetidas veces y ver si nos aplastamos, ¿te gustaría, abuelo? - dijo Lilith dulcemente.

    —Mi querida niña, déja que demos un paseo por el jardín. Te lo explicaré todo. ¿Te gustaría? - Ofreció Alfred, sus ojos giraban como locos. Le recordó a Lilith un animal atrapado por un depredador y que estaba a punto de ser consumido vivo.

    Ella entornó los ojos sin creerse la mentira. —Eres excelente evitando mis preguntas. Una habilidad útil; tal vez tenga que aprender eso de ti. Papá no lo sabe, ¿verdad?

    Alfred hizo una mueca. En el fondo de sus ojos, Lilith pensó haber visto a un niño asustado que había llegado a poseer un voraz jardín de rosas que amenazaba con deshacerse de él si no lo cuidaba, y así lo hacía él, hasta que viera su oportunidad de pasarle la responsabilidad a otra persona y retirarse. Había protegido a su hijo de ese destino, llegando a obligarle a salir del país, pero alguien de la familia tenía que hacerse cargo, alguien lo suficientemente fuerte como para mandar. Y ese alguien había resultado ser Lilith. Alfred debió de haber sentido su fuerza cuando ella asistió al funeral de su difunta esposa. La pequeña Lilith fue la única que detectó el hedor, pero en aquel entonces era demasiado pequeña para tomar el cargo.

    El pecho de Lilith se tensó. Estudió a su abuelo, su rostro estaba ceniciento y sus manos callosas. —Estás asustado. Puedo verlo. Lo siento. - suspiró. —Escucha, encontraré la manera de detenerla, Abu, - lo llamó cariñosamente, como lo había hecho hace muchos años. —Me he declarado heredera para detenerla.

    —No sabes lo que estás diciendo. - Alfred negó tercamente con la cabeza.

    —Voy a detener a Rosehead, - dijo Lilith con firmeza.

    La mansión se agitó. Las ventanas se abrieron de golpe. Un horripilante y espeluznante aullido llegó desde el jardín. Lilith pensó que sonaba como un grito de dolor al nacer, le recordaba a los gemidos de las perras justo antes de que pariesen a su camada. El viento hizo girar las cortinas, trayendo el hedor a su paso.

    Alfred se deslizó hacia la puerta.

    La sala protestó a toda velocidad. Él resbaló y cayó.

    —Está bien, - dijo Lilith a la habitación, —puedes dejarlo caminar. ¿Me ayudarás, Abu? Es lo que has querido hacer durante años, ¿no?

    —¿Qué sabrás tú lo que quiero? ¿Te gustaría preguntarme? - Alfred se echó sobre el hombro, bordeando con cuidado la pared.

    —Oh, lo siento. Nunca me pasó eso por la mente. - Lilith fue pillada desprevenida. La culpabilidad extendió sus fríos dedos dentro de sus entrañas. Ella no sabía mucho sobre su abuelo y sólo asumió lo peor en lugar de tomarse el tiempo para descubrir su historia.

    —Por supuesto que no.

    —Pido disculpas profusamente. ¿Qué es lo que quieres, abuelo?

    —No creo que importe eso en este momento, - dijo.

    Lilith se desinfló. —¿Entonces no me dirás a qué dará a luz Rosehead?

    Alfred llegó a la puerta y salió. Llevaba la mirada victoriosa de un niño que había escapado de un severo castigo. —Bueno, tengo algunos asuntos importantes que atender, si no te importa.

    La tristeza llenó a Lilith. —No quieres decírmelo. Bien, lo entiendo. ¿Puedo preguntarte qué quisiste decir con alimentar con materia orgánica a las rosas? Son personas, ¿verdad? Esa cosa mutante nacerá mañana y se alimentará de personas, ¿correcto? - Ella siguió a su abuelo.

    Pero Alfred se escondió detrás de la protección de su máscara encantadora. —No estoy seguro de lo que estás hablando. - Miró a Lilith con fingida tristeza desde la seguridad de la escalera. —Mañana tendremos un carnaval de despedida. Habrá un circo, una reunión de rosas, fuegos artificiales. Terminaremos con una ceremonia especial de coronación de herederos. No quería arruinarte la sorpresa, ya ves. Pero tu absurda visión de los acontecimientos de mañana me está obligando a hacerlo. Una mente tan joven, tan prometedora. - negó con la cabeza. —No estoy seguro de qué hacer contigo, querida. - Bajó unos pasos.

    —Espera. - Lilith extendió la mano. —No necesitas hacer nada, sólo déjame detenerla. No tengas miedo. Un verdadero rosalero no tiene miedo de algunos rasguños y gotas de sangre, ¿recuerdas?

    Otro grito atravesó el aire.

    —No puedes negar que no has oído eso, - dijo Lilith.

    —Chica estúpida, - susurró Alfred. —Ella te chupará y te tirará como un pedazo de basura. Nadie puede detenerla. Nadie.

    Bajó los escalones.

    —¡Espera! - Lilith corrió tras él y le agarró el brazo. —Muchas gracias por ser honesto. Pero, Abu, ¿qué pasa si yo puedo? Como heredero puedo darle órdenes, ¿no?

    Se enfrentaron en la penumbra del piso rojo.

    —¿Crees que no lo he intentado? - Espetó Alfred. —Cada intento tuvo un precio. Se llevó a mi Eugenia. - su cara mostró aflicción. —No sabes con qué estás lidiando.

    Otro lamento los alcanzó. Esta vez se prolongó más.

    Alfred apartó a Lilith. —Si me disculpas.

    —Querida mansión, ¿puedes detenerlo? - ella dijo.

    El suelo se enroscó y lanzó a Alfred hacia atrás.

    Él gimió, masajeándose los costados y la miró con velado desprecio.

    —Lo siento, abuelo, - dijo. —De veras que lo siento. Intenté ser amable, pero parece que no entiendes. Desafortunadamente, tendré que recurrir a tus desagradables tácticas.

    —Déja que me marche, siseó.

    —No. No hasta que te diga lo que quiero que hagas. - se arregló la boina. —Estoy segura de que mis padres querrán saber los resultados de mi sesión. Les dirás que todo salió muy bien, por eso, dado que el doctor Wilhelmus Baumgartner tuvo que partir rápidamente, no tuvo tiempo de escribir un informe.

    Lilith sacó el papel del bolsillo del pecho del abuelo y lo rompió. Él la fulminó con la mirada, pero no intentó detenerla.

    —Quería transmitirles que estoy sufriendo de desfase horario, una ocurrencia rara de una semana. Que el doctor me sugirió que hiciera caminatas frecuentes por el jardín y el bosque.

    —Ciertamente. Puedes pasear por el jardín y el bosque a tu gusto, - dijo Alfred inyectando veneno en cada palabra. Lentamente se levantó. —Le pediré a Gustav que te acompañe.

    —No. Gustav no. Quiero caminar sola, - exigió Lilith guardando el papel rasgado. —Y Ed no tiene que mudarse de su cabaña, puede quedarse allí si quiere. Con su madrastra.

    —¿Algo más? - La voz de Alfred se volvió fría. Dio un paso cauteloso hacia atrás.

    —Sí. Por favor, diles a todos los invitados que abandonen la mansión de inmediato. Diles que el carnaval se ha cancelado debido a... no sé, debido a que un elefante del circo se ha puesto enfermo. Puede que no te crean si les dices la verdad. No les digas nada a mis padres, se lo diré yo misma.

    —¿Es todo?

    —Sí, creo que eso es todo por ahora, - dijo Lilith pensativa, y señaló las escaleras. —Después de ti.

Capítulo 23: El Desvío de Petra

    Descendieron en tenso silencio. En medio del vestíbulo, sosteniendo a Pantera por la correa, Daniel conversó con Gabby. Otros invitados pasaron junto a ellos al comedor para almorzar. Los Rosenthals pasearon con Patrick y Petra, Hanna empujó la silla de ruedas con su madre ciega, y Trude avanzó con un vestido con volantes que olía a jabón. Ella lanzó a Lilith una mirada curiosa. No había señales de las gemelas Schlitzberger, que ya debían de haberse aventurado dentro para llenar pronto sus platos.

    Lilith perdió el apetito. El hecho de que la gente pudiera pensar en comida le parecía irreal, a la luz de la futura masacre que tenía que detener, pero sin saber cómo.

    —¡Alfred! - llamó Gabby. —¿Qué ha dicho el doctor? ¿Puedo hablar con él? ¿Dónde está? - No hubo un saludo para Lilith, ni una pregunta sobre cómo se sentía o cómo había ido la sesión.

    La cara de Daniel mostró preocupación. —Cachorro, ¿qué pasa?

    Pantera movió enérgicamente su cola.

    Lilith corrió hacia su mascota y sintió que le fallaban las rodillas. La enormidad de la tarea que tenía por delante agotó su energía. Tenía muchas ganas de caer en los brazos de sus padres y confesar.

    "Mamá, papá, maté al doctor. Lo siento mucho. No quise hacerlo, lo prometo. Bueno, no fui yo quien lo hizo, fue la habitación, pero aún así ... me declaré heredera. Lo ordené, y lo hizo. Se lo comió, en segundos, con huesos y todo. Estoy tan asustada. Mañana Rosehead dará a luz a un monstruoso bebé y se comerá a todo el mundo en la mansión. Ambos lo harán. Abu lo sabe, pero no está haciendo nada al respecto porque tiene miedo. Quiero detenerlo pero no sé cómo. Necesito ver a Ed, se supone que debemos hablar con Rosehead, pero me siento muy débil, como si hubiera olvidado cómo caminar".

    Lilith quería llorar. Su coraje autoimpuesto se desmoronó rápidamente. Enterró su rostro en el cuello de Pantera.

    —¿Me he perdido algo emocionante? - gruñó Pantera con una mera sugerencia de tos perruna.

    —Más tarde, - susurró ella.

    —¿Qué dijo el doctor? - repitió Gabby.

    —Bueno, resulta que nada importante. Simples problemas de ajuste, comportamiento disociativo debido al jetlag y al cambio climático. - La voz de Alfred sonaba tensa. —Dijo que necesita aire fresco, que puede ser convenientemente proporcionado por paseos por el jardín. La fragancia y el esplendor le harán bien. Creo que iremos a dar un pequeño paseo antes de unirnos a almorzar, ¿no, mi querida niña?

    Lilith sollozó, demasiado avergonzada para mostrar su rostro.

    —Gracias, papá, pero creo que me la llevaré conmigo, - dijo Daniel. —Caminaremos con Pantera por la propiedad, si no le importa. ¿Qué te parece eso, amigo? - le frotó la chaqueta a Pantera.

    Pantera obedientemente movió su cola con alegría.

    El corazón de Lilith se aceleró. ¿Se lo había creído su padre?

    —Gracias, Alfred, muchas gracias. Me alegra que no sea nada importante. Estoy muy agradecida por todo lo que has hecho por nosotros. De verdad. No sabía qué más intentar, - dijo Gabby. —Estoy segura de que a Lilith le gustaría tu compañía.

    Lilith sintió el impulso repentino de vomitar en los zapatos de su madre.

    —¿Amorcito? No me has oído, ¿verdad? Me voy a llevar a Lilith a pasear, - dijo Daniel más fuerte.

    Justo en ese momento llegó un grito estridente y agudo desde el comedor junto con el sonido de porcelana rompiéndose, una inhalación colectiva y el llanto explosivo de un niño.

    Alfred entró corriendo. Siempre incesantemente curioso, Gabby la siguió, Daniel detrás de ella. Lilith utilizó la conmoción para transmitir sus noticias a Pantera, agazapado y medio corriendo a su lado.

    —El doctor está muerto, - susurró. —Me declaré heredera y le pedí a la mansión que se lo llevara. La habitación se aplastó y se lo comió, Pantera. Fue terrible. Y todo es culpa mía. - puso tantos detalles como pudo en unas pocas oraciones.

    Los dos se reunieron a la multitud. Pantera metió la nariz en la oreja de Lilith, gruñendo en el registro más bajo que pudo reunir, —No es novedad, señorita. Bär ya me lo dijo.

    —¿Qué? ¿Hablaste con Bär? ¿Es que puede hablar? Espera, ¿desde cuándo os lleváis bien vosotros dos? - preguntó ella un poco demasiado fuerte.

    El mastín llegó detrás de ellos y les gruñó. Gustav lo hizo callar, pero no sin antes lanzarle a Lilith y Pantera la mirada significativa de alguien que lo sabe todo, incluidos los pensamientos.

    El llanto se intensificó.

    —Pobre chica. Me pregunto qué ha pasado. - La voz de Daniel finalmente obligó a Lilith a ponerse de pie y mirar.

    Sentada en el suelo, rodeada de porcelana rota, la pequeña Petra gemía sin control, señalando las ventanas de suelo a techo que daban al jardín. Aturdidos, Sabrina y Norman se arrodillaron junto a su hija en un intento infructuoso de calmarla. Patrick se hizo a un lado, con la cara blanca.

    —Cachorro, iré a ver si puedo ayudar. - Daniel le dio la correa a Lilith y se acercó.

    Gabby lanzó sus brazos al aire. —No puedo soportar este alboroto. No puedo soportarlo. - se alejó en busca de café en la mesa, donde Gwen, Dafne e Irma, imperturbables por el jaleo, se atiborraban de golosinas. Trude y Hanna transmitieron algo a la ciega Heidemarie y se chocaron la cabeza.

    Lilith dio un grito de sorpresa.

    Una sombra cubría la ventana. Una gigantesca forma con muchas hojas se asomó dentro, girando sus ojos de rubí, exactamente en el momento en que las únicas personas que vio mirando en esa dirección eran Petra, Patrick y su abuelo. Lilith notó tras ella que tanto Gustav como Bär habían dejado de respirar por un momento. Debían de haber visto al monstruo también.

    Petra lloró de nuevo, ahogándose en lágrimas. Alfred corrió hacia la ventana y cerró las cortinas, Gustav y Agatha acudieron en su ayuda. Cuando los demás levantaron la vista, la fuente de la agitación había desaparecido. El mayordomo y el ama de llaves procedieron a cerrar todas las cortinas del pasillo y a encender todas las luces.

    —Ella está aquí, - murmuró Lilith a nadie en particular y con la piel de gallina de repente. —¡Papá! - Corrió hacia su padre y le tiró de la manga. —Papá, ¿la viste?

    —Sí, la vi. Pobre niña, - repitió.

    —¡No! No me refiero a Petra, me refiero a...

    —Mis queridos invitados, exclamó Alfred. —Pido disculpas por la interrupción de la comida. Estoy seguro de que la pequeña Petra se asustó de un cuervo. Tenemos un número inusual de ellos esta temporada. Hemos cerrado las cortinas, ya no deberían molestarla. Si puedo retener su atención un poco más, tengo un anuncio importante que hacer.

    El llanto de Petra cambió a un hipo.

    Lilith contuvo el aliento. Por fin, su abuelo les diría a todos la verdad. Ella había estado gravemente equivocada.

    —Quería mantener esto como una sorpresa, pero, por desgracia, las circunstancias han dictado lo contrario. Según la mejor tradición de la familia Bloom, mañana tendremos un carnaval de despedida.

    Norman forzó una falsa alegría.

    Gwen y Dafne lo captaron y chillaron de emoción.

    —Me alegra que os emocione. Yo también estoy emocionado. Como recordaréis, le debemos nuestras raíces a la hija de un bufón de circo, mi bisabuela veinte generaciones atrás, Rosa Bloom. - Se produjeron aplausos dispersos. —Gracias, gracias. En honor a Rosa, y en memoria de mi difunta esposa Eugenia, esta noche tendremos un circo ambulante en el jardín. Habrá payasos y elefantes amaestrados y…

    Los golpes en los oídos de Lilith le impidieron escuchar el resto. Ella trató de pensar con lógica y no pudo. Su abuelo la había engañado de la manera más cobarde. Tenía que actuar, pero ¿cómo? ¿Pedirle a la mansión que hiciera algo? ¿El qué? ¿Podría ella arriesgarse a que la mansión cobrara vida delante de estas personas desprevenidas? No. Eso causaría el pánico, las haría huir y correr directamente hacia Rosehead, quien probablemente patrullaba todas las salidas en este mismo momento con la esperanza de conseguir comida. ¿Entonces qué? Desorientada, Lilith recurrió al único método que conocía. "No debes temer decir la verdad", las palabras de Sherlock Holmes sonaron en su cabeza.

    —No lo escuchéis. ¡Está mintiendo! - dijo ella en voz alta.

    Todas las cabezas se volvieron hacia ella.

    Alfred se tensó. —Mi querida niña...

    Esto enfureció a Lilith. —¡No soy tu querida niña, deja de llamarme así! ¡Mentiroso! ¡Estás escondiendo un monstruo en el jardín! ¡Díselo! - gritó ella, dejándose llevar deliberadamente por la histeria. —¡La he visto hace un momento! ¡Petra también la ha visto, por eso está llorando!

    Petra asintió, sollozando.

    Daniel comenzó a decir algo, al igual que Alfred, pero Lilith gritó por los dos. —¡Su nombre es Rosehead! ¡Como el apodo de Rose Bloom! ¡Es una especie de monstruo poseído que se alimenta de personas! - Lilith aspiró el aire, se alejó de sus padres, quienes avanzaban con cautela.

    —¡ES REAL, LA VI! ¡ESTÁ EMBARAZADA! ¡LO QUE SALGA DE ELLA MAÑANA OS COMERÁ! ¡A TODOS VOSOTROS! ¡COMO HEREDERA DE LA PROPIEDAD BLOOM, OS ORDENO QUE OS VAYÁIS! ¡AHORA! Su voz se quebró por la tensión.

    Un silencio incómodo cayó sobre la habitación.

    Alfred avanzó hacia ella disculpándose con todos. Gabby salió corriendo, pero Daniel la contuvo.

    Sin perder tiempo, Lilith tiró de la correa de Pantera y corrió hacia el vestíbulo.

    —Esta loca, ¿no te lo dije? - Dafne la bloqueó con un bollo desmigado en la mano.

    —Tienes razón. Mamá dice que su apodo es chiflada. - Gwen se materializó junto a su hermana, masticando un bollo idéntico.

    —¡Fuera de mi camino, lechones abrazaelefantes! - Gritó Lilith. Pantera ladró y las gemelas se separaron chillando.

    —¿A dónde vas? ¿De vuelta al manicomio? ¿Junto a tu Gatito? - gritó Dafne.

    Pantera se quejó enojado.

    Lilith se detuvo y se dio la vuelta. Solo por un segundo, una imagen de Rosehead tragando a Dafne dominó su visión. Esta era la chica cuya vida estaba a punto de salvar.

    —Elegiría estar loca antes que dormir con un elefante de peluche, - dijo bruscamente.

    La cara de Dafne se contorsionó. —¡Madre! - aulló ella. —¡Me ha espiado! ¡Se ha colado en nuestra habitación!

    Irma se acercó. —¿Qué es lo que pasa?

    —Por cierto, no es nada comparado con, - Lilith se volvió hacia Gwen,—chuparse el pulgar. ¿Le untas mermelada para que sea menos repugnante? - Gwen se unió a los aullidos de su gemela.

    El resto de los invitados estalló en chismes.

    —¡Lilith! - Gabby y Daniel avanzaron hasta su hija, pero Lilith se alejó corriendo por el vestíbulo, se paró y tiró de la puerta principal antes de cerrarla detrás de ella.

    —Querida mansión, por favor no dejes que me sigan.

    Las paredes temblaron estando de acuerdo.

    —Gracias, - susurró Lilith pensando que era lo menos que podía hacer: encerrarlos por su propia seguridad hasta que localizara a Rosehead y descubriera qué hacer a continuación.

    —Esa ha sido una buena salida. Un poco melodramática para mi gusto, - ronroneó Pantera. —¿Así que la mansión es tu nueva amiga ahora? ¿Le pides que haga cosas y las hace sin más? Muy conveniente.

    Lilith no tuvo la oportunidad de responder.

    Las puertas se agitaron. Lilith se alejó de un brinco. Hubo fuertes golpes y tirones enérgicos en los pomos. No se movieron. Voces apagadas expresaron perplejidad. Los cuervos chillaron, llenando el cielo en una manta cambiante. El familiar olor a podrido envolvió el jardín, intenso y abrumador. Los gemidos de agonía se arrastraban en el viento, alarmantemente cerca.

    —No puedo creer que haya venido directamente a la casa, - dijo Lilith. —Tenemos que encontrar a Ed y luego tratar de hablar con ella.

    —No creo que haya necesidad de eso, - chilló Pantera.

    El suelo tembló. Los cuervos se dispersaron. El jardín de rosas se separó como un mar ensangrentado, y una alta figura se alzó ante ellos.

    —Rosehead, - dijeron Lilith y Pantera al mismo tiempo, mirando hacia arriba.

    La mujer arbusto tenía unos cinco metros de altura. Una enorme barriga sobresalía de su estómago. La mujer localizó a la niña y al perro con ojos escarlata y, con los brazos extendidos, dio un paso atronador hacia adelante.

Capítulo 24: Hasta el Roble

    Lilith y Pantera corrieron para salvar sus vidas usando los arbustos para cubrirse. Rosehead no parecía ser muy ágil cuando se trataba de seguir a su presa. Lo aplastaba y arrancaba de raíz todo a su paso al perseguirles. Ni la niña ni el perro se atrevieron a mirar hacia atrás mientras corrían por el callejón hacia la cabaña de Ed. Finalmente, jadeando, cruzaron la puerta y, patinando sobre la hierba, alcanzaron la cerca en la parte de atrás donde se suponía que debían encontrarse con el chico. Una oleada de enfado invadió a Lilith.

    —¿Donde está? - jadeó ella. —No lo veo....

    —Yo tampoco, pero puedo olerlo, sin lugar a dudas. - Pantera sacó la lengua. —Pastel de galletas rancio, hormonal adolescente.

    —¿Dónde?

    —Por todas partes. Debe de haber estado aquí no hace mucho. Desafortunadamente, no puedo darte su ubicación precisa en este momento.

    —¿Qué? ¡Estamos a punto de ser comidos!

    Un ruido sordo y un bramido indicaron la llegada de su cazadora.

    —Ya no, - comentó Pantera.

    —Muy gracioso, - espetó Lilith. —¿Te importaría ahorrarme tus reflexiones y concentrarte en la tarea entre manos, a saber, en no ser comido por un monstruo- planta y en encontrar a Ed?

    —¿Puedo recordarte que todavía no he recibido mi filete? Ah, y que interrumpiste groseramente mi conversación tan importante con Bär? Pero no te preocupes. Obedeceré, por supuesto, como la fiel mascota que soy, refunfuñó Pantera enojado.

    —Pantera. - Lilith entornó los ojos.

    —¿Qué? Estoy pensando. Pensando, puedo agregar, en la promesa de futuros filetes. - Pantera olisqueó. —El rastro de su preciosa fragancia indica ...

    —¿Indica? - le preguntó Lilith.

    —Indica esa ubicación precisa.

    —Acabas de decir que no puedes darme su ubicación precisa.

    —El aura atmosférica de su olor adolescente no tiene nada que ver con esto, señorita. Si uno aplica cierta lógica y usa otros sentidos...

    Pantera frunció el ceño hacia el bosque, que le sonreía siniestramente con sus árboles retorcidos en lugar de dientes. Rodeaba todo el jardín de rosas, su única separación era una valla de hierro pintada de blanco.

    —¡Ahí! - Lilith entornó los ojos.

    Una luz parpadeó muy profundo en la vegetación.

    —Estaba a punto de decir precisamente eso, - gruñó Pantera. —¿Te importa? - estiró el cuello. Lilith le quitó la correa.

    Siendo los dos flaquitos, se escurrieron fácilmente entre los barrotes y desaparecieron en el bosque justo cuando tres figuras rodeaban la cabaña de Ed: Alfred Bloom, Gustav y un siniestro Bär. Dos de ellas gritaron el nombre de Lilith con éxito intermitente.

    La tierra volvió a temblar. Rosehead debía de haberse levantado y, por el sonido de la misma, estaba pisoteando. Dónde y por qué, Lilith no tenía tiempo de ponderarlo. Sabía que si se demoraba, sus posibilidades de escapar dejarían de existir. Esta idea no debió de habérsele ocurrido a Pantera, porque se detuvo de repente y emitió varios ladridos prolongados. Lilith, corriendo por inercia, tropezó con él.

    —¡Pantera! ¿Qué estás haciendo?

    Sin inmutarse, Pantera volvió a ladrar.

    Apenas visible a través de los árboles, Bär aulló en respuesta, se inclinó hacia atrás y cerró las mandíbulas en el tobillo de Alfred. Este cayó de bruces y Gustav se derrumbó sobre los dos. El rosal silvestre que una vez había salvado a Lilith y a Pantera observó la pila de cuerpos a sus pies con la calma de... bueno, con la calma de un rosal que no le importa un rábano.

    —¿Qué le has dicho? - Exigió Lilith arreglando su boina y su bolso, los cuales estaban asombrosamente presentes.

    —Le he dicho que ahora eres la heredera de Bloom, y que le ordenas que detenga a tus perseguidores.

    —Qué considerado de tu parte leer mis pensamientos e interpretarlos de una manera tan pública.

    —De nada.

    —Vaya, gracias. ¿Cómo han logrado salir? Creí haberle pedido a la mansión que no dejara que nadie me siguiera.

    —¿Quizá Bär se enojó y los lanzó por el aire?

    Lilith frunció el ceño.

    —Si no te importa, tenemos que seguir adelante, - gruñó Pantera.

    Gustav se cernió sobre Alfred, ayudándolo a levantarse.

    —Disculpa, - dijo Lilith.—Se me ha ocurrido algo. ¿Por qué Bär se volvió contra su amo? Eso es bastante curioso. ¿Es que es parte de la propiedad?

    Pantera mostró una media sonrisa.

    —Espera. Eso no es exactamente lo que le dijiste, ¿verdad?

    —Me temo que no se traduciría así del perrunés al inglés precisamente. Por favor, continúa el proceso de poner un pie delante del otro, señorita, tenemos que ponernos en marcha. - Pantera la empujó hacia adelante.

    —Mira quién es el mandón ahora. - Lilith miró a su mascota.

    Él sonrió.

    La confusión estalló en la cabaña de Ed. Alfred perseguía a Bär con un palo, la clara intención de disciplinarlo se confirmaba en sus gritos. Bär corría en círculos buscando los tobillos de su antiguo amo. Gustav deambulaba entre ellos, con los brazos separados.

    —Tienes razón. Es hora de irnos, - dijo Lilith.

    Se alejaron entrando y saliendo de grupos de árboles, saltando sobre troncos caídos y apartando la maleza. Su viaje terminó tan rápido como había comenzado.

    —¡Auuch! - gritó Lilith.

    En su prisa por escapar, no se había dado cuenta de adónde iba y se había chocado de bruces con Ed.

    Se frotó la frente.

    —¡Ed! Qué susto me has dado. ¿Qué estás haciendo aquí? Por favor, discúlpame por no haberte visto. No pensé que estarías parado en medio del bosque, - murmuró Lilith inhalando el irresistible aroma a galletas de Ed. —¿Te lastimé?

    Ed negó con la cabeza.

    —¿Dónde si no estaría parado? - preguntó Pantera. —¿En medio del cielo?

    Ed se congeló y miró hacia abajo.

    Satisfecho con el efecto deseado, Pantera meneó la cola.

    —Lamentamos llegar tarde. ¿Has estado esperando mucho tiempo? - preguntó Lilith.

    Ed agitó los brazos, señalando en una dirección y luego en otra, su libreta y lápiz habituales estaban ausentes. Lilith siguió cada uno de sus movimientos, intentando entender lo que quería decir. Gruñendo de frustración, Ed le tomó la mano y la condujo por un transitado camino.

    Pantera caminó tras ellos murmurando. —Oh, hola, querida Pantera. ¿Cómo estás? Vaya, estoy bien, muchas gracias. ¿Y tú cómo estás? Vaya, pues también estoy muy bien.

    —Mira, él no puede hablar, ¿vas a parar de una vez? - espetó Lilith. Le costaba mucho concentrarse en algo y más aún prestar atención a las quejas de su mascota.

    Ed sonrió y se puso en cuclillas junto a Pantera, dándole palmaditas cariñosas. Pantera fingió sentirse dolido un ratito más para reivindicar su argumento, luego le lamió la mejilla a Ed.

    Lilith se mordió el labio. Pensando en cómo compartir la información, no sabía cómo comenzar a explicar todo lo que había sucedido desde anoche. Las cabezas atravesando la pared, su viaje por el jardín, Rosehead embarazada y su bebé mutante. Se estremeció al pensar en la sesión de terapia. ¿Cómo podría contárselo a Ed sin hacer que la odiara de por vida? ¿Y sobre lo de gritar la verdad a sus parientes lejanos con la ingenua esperanza de que, de repente, cambiaran de opinión y la creyeran? Lilith se sentía tan estúpida que le ardía la cara.

    El camino osciló de arriba abajo.

    Si no supieran nada, habrían pensado que era un terremoto. Aceleraron su ritmo.

    Pronto, los árboles se volvieron más altos y gruesos. El aire olía a tierra mojada. Llegaron a un claro al borde del cual se acurrucaba un gran roble retorcido, su tronco estaba pulido por el uso. Crecía justo al lado de la cerca, más allá de la cual las rosas se movían hacia ellos con desaprobación.

    —¿Es este el extremo más alejado del jardín? - preguntó Lilith.

    Ed asintió con la cabeza.

    —Guao, es enorme.

    Ed hizo un gesto hacia arriba.

    El corazón de Lilith dio un salto. —¡Una casa en el árbol! Tu lugar secreto. - Miró a Ed a los ojos un poco más de lo requerido por la etiqueta adecuada, reprimiendo la necesidad de olerle. —¿Qué hay de Pantera?

    —Soy un perro, ¿recuerdas? Puedo hacer guardia. Continuad, - dijo el whippet con valentía mirando a la casa del árbol con evidente recelo.

    Ed instó a Lilith a subir, lanzando miradas preocupadas al jardín.

    —Está bien. Ladra si pasa algo.

    Agarrando los asideros, Lilith ascendió con gracia hasta que llegó al borde de una plataforma y se subió a ella. Un minuto después, Ed se unió a ella.

    Lilith quedó boquiabierta de asombro. La casa del árbol no era más que un suelo de madera toscamente ensamblado del tamaño de una gran mesa equilibrado sobre dos ramas. Había un montón de tablas puestas como paredes. Montones de papeles cubrían una esquina, una pila de mantas otra. No había techo, ni era necesario. Incluso la lluvia habría tenido dificultades para entrar en la masa tejida de hojas.

    —¡Guao! - exclamó Lilith. —Simplemente extraordinaria.

    Ed sonrió.

    Lilith pateó el suelo. Se mantenía firme. —¿La hiciste tu mismo?

    Las orejas de Ed se pusieron rojas. Él asintió con timidez.

    —Tienes los mejores, más impresionantes, más espectaculares escondites que haya visto nunca, - dijo Lilith. Su euforia no duró mucho.

    Pantera ladró una advertencia.

    Ed se enderezó y escuchó.

    Un hedor familiar rodó sobre ellos, haciendo que los ojos de Lilith se llenaran de lágrimas y sacando a la luz sus emociones. La pesada carga de su culpabilidad, el corrosivo arrepentimiento de haber ordenado a la habitación que detuviera al médico, los gritos de este, el sonido de sus huesos rompiéndose...

    Lilith se apretó la cabeza.

    Ed miró entre las rendijas de las tablas, haciéndole señas a Lilith para que mirara y con un dedo en los labios para pedir silencio. Lilith se acercó deprisa.

    Estaban a unos cinco metros sobre el suelo. Una manta de niebla irregular se cernía sobre el jardín, dándo la ilusión de un mar inquieto. Pasó un cuervo. Directamente frente a ellos, una pared de arbustos formaba un edificio circular sin techo. La superficie del jardín se onduló. Rosehead llegó al claro y se derrumbó allí llenando el aire con fuertes ronquidos.

    Lilith susurró: —¿Se acaba de quedar dormida?

    Ed se dio una palmada en la frente, tomó un trozo de papel de la pila y casi lo rasgó con su escritura rápida. ¡ESTÁ EMBARAZADA! Sorprendido por esta nueva información, se mesó el pelo mientras miraba a Lilith.

    —Lo siento, no te lo dije. Me enteré ayer con Pantera. Las cabezas salieron a través de la pared y les pedí que me la mostraran.

    ¿Y? ¿LO HICIERON?

    —Um, por supuesto. Les di agua y sangre, ¿no? Dijeron que fui bastante amable con ellas.

    Ed se calmó lo suficiente como para escribir. ESTO LO EXPLICA TODO.

    —Sí. ¡Sí, lo explica! - Lilith se olvidó de sí misma y lo agarró por los hombros, muriéndose por compartir su teoría. Al parecer, Ed tenía la misma teoría, ya que durante los siguientes minutos entablaron un intercambio de medias oraciones que, sin embargo, les proporcionó una comprensión completa del misterio del jardín.

    ¿PARA ESO SIRVEN LOS CUERVOS? ¿POLINIZACIÓN?

    —Exactamente, - confirmó Lilith. —Entonces, un heredero poda a Rosehead a partir de un arbusto y los cuervos la polinizan.

    CADA DECADA.

    —Y eso la deja embarazada. ¿Con qué?

    NO SÉ. ¿UN MOSTRUO DE LA NATURALEZA?

    Al ver a Ed confirmar sus conjeturas, garabateando febrilmente en varias hojas de papel, Lilith habló sin parar. Se las arregló para transmitir la historia sobre cómo se había declarado heredera, cómo la mansión la obedecía ahora, cómo había sorprendido a su abuelo y qué pensaba que había querido decir al llamarla cebo. Incluso le mencionó la conversación con su padre, evitando cuidadosamente el tema de su sesión de terapia.

    Ed no la cuestionó. Se pasó una mano por el pelo. ¿CEBO PARA ROSEHEAD? VAMOS A GOLPEARLA CON UN PALO. SE DESPERTARÁ Y HABLAREMOS CON ELLA.

    —¿Qué? ¡No! ¿Qué pasa si decide usarnos como comida? ¡Ni siquiera sabemos si nos entenderá!

    A QUIEN LE IMPORTA. LE DIREMOS QUE SE ENFADE. ESO ES UNIVERSAL

    Él empezó a descender.

    —Espera. - Lilith le tocó la mano. —Hay una cosa más.

    Ed gruñó impaciente.

    —Si decides dejar de ser mi amigo después de que te lo diga...

    Ed negó con la cabeza con tanta fuerza que la casa del árbol tembló.

    —Está bien, porque ... hice algo horrible. - Lilith bajó la mirada. Su corazón le latía con fuerza. —Me declaré heredera para poder ordenarle a la mansión que matara a tu médico. En la habitación de la torre negra, en el estudio del abuelo, para ser específicos. Juro que no quise decirlo. Pero me obedeció, Ed, lo hizo. Yo... Soy una asesina, como mi abuelo. - Ella quedó en silencio.

    Pasaron los segundos.

    Lilith se alisó la falda una y otra vez, esperando que Ed le mostrara un trozo de papel debajo de la nariz diciéndole que se fuera.

    ¿ESE BURRO PROGRAMÓ TU SESIÓN EN LA TORRE?

    Lilith asintió con la cabeza.

    ME GUSTARÍA VERLO PINCHADO EN UN POSTE. ME GUSTARÍA... Masticó el lápiz, como si contemplara varias formas de torturar a Alfred.

    Lilith pasó de alisarse la falda a arreglarse la boina.

    NO ERES TÚ, ES LA MANSIÓN. HACE COSAS MALAS A LA GENTE.

    Ella levantó la vista tímidamente. —Pero lo ordené yo.

    TÚ NO SABÍAS QUE LO HARÍA DE VERDAD, ¿LO SABÍAS?

    Lilith negó con la cabeza. —Bueno, no exactamente.

    UN LOQUERO MENOS HARÁ DEL MUNDO UN LUGAR MEJOR. ALFRED DEBIÓ DE QUERER PROBARTE. ¿POR QUÉ SI NO TE ENVIARÍA A SU ESTUDIO? SE COME A LAS PERSONAS QUE NO LE GUSTAN. Hizo una pausa. TU ABUELO INTENTÓ ENCERRAR A MI PADRE ALLÍ.

    —¡Oh, qué horrible! ¿Qué pasó?

    LA MANSIÓN LO DEJÓ SALIR. LE GUSTÓ.

    —¿Entonces sigues siendo mi amigo? - susurró Lilith.

    CLARO.

    Lilith se arrojó sobre Ed, metiéndole la nariz en el pelo. Le olfateó antes de sontarle. —¡Estoy increíblemente feliz de que lo seas! Estaba tan preocupada, tan preocupada que ya no lo fueras.

    La cara de Ed se volvió escarlata. Se puso a escribir. ESO DE LA MANSIÓN ES GENIAL. QUE PUEDAS MANDARLE. LUDWIG LA CONSTRUYÓ CUANDO DECIDIÓ INSTALARSE. AÑADIÓ ESA TORRE PARA LLORAR A SU ESPOSA DESPUÉS DE ENCONTRARLA MUERTA EN EL JARDÍN.

    —¿Cómo murió ella?

    NO SÉ. LA ENTERRÓ Y...

    —¿Dónde? - preguntó Lilith.

    DEBAJO DE ESE ARBUSTO. Ed señaló el claro.

    Lilith lo miró, empezando a comprender.

    Como si capatara su línea de pensamiento, Ed escribió algo más. Y BINGO. SUS ROSAS COMENZARON A VENDERSE A LO GRANDE.

    —¿Estás diciendo que ella poseyó el arbusto, que lo convirtió en un monstruo y comenzó a alimentarse de personas? ¿Para producir flores excepcionales?

    Ed se encogió de hombros. LA GENTE SIEMPRE HABÍA EVITADO ESTA TIERRA.

    Lilith se mordió un mechón del cabello.

    ¿PODRÍA SER LA PROPIEDAD MISMA? PROBÓ LA SANGRE HUMANA Y LE GUSTÓ.

    Pantera ladró.

    Un gemido malicioso llegó del claro.

    Ed y Lilith se asomaron.

    Quemada por el sol de la tarde, la niebla dio paso al resplandor rojizo del jardín como una incómoda sombra del peligro.

    Rosehead bostezó, se puso en pie y los vio. Ellos se escondieron dentro un pelín demasiado tarde. Con los ojos llameantes y fijos en ellos, Rosehead avanzó pisoteando hacia la cerca.

Capítulo 25: El Osado Enfrentamiento

    Durante un segundo, todo quedó en silencio. Entonces la quietud estalló en estridentes ladridos, gritos agudos y el hambriento bramido de un monstruo. Rosehead sacudió la cerca al comenzar lo que parecía la laboriosa tarea de trepar. Mortificada, Lilith se abrazó a Ed. Ed se abrazó a Lilith. Sin éxito y agobiada por su enorme barriga, Rosehead emitió una serie de gritos que hicieron que el niño y la niña se descongelaran y pensaran en dirigirse hacia la seguridad del suelo.

    Ed lo hizo primero, ayudando a Lilith extendiendo los brazos. La mano de Lilith se resbaló y cayó los últimos metros, aterrizando sobre el trasero. Ed y Pantera corrieron hacia ella.

    —¡Estoy bien! ¡Estoy bien! Creo. - gritó Lilith por encima del estrepitoso jaleo. —No me he roto nada. Me pondré en pie en un minuto. - flexionó sus brazos y piernas, su corazón le martilleaba el pecho.

    Rosehead hizo otro intento infructuoso. Su enorme forma parecía positivamente gigantesca desde el nivel del suelo, por no mencionar unos ojos que giraron hacia su comida evasiva.

    Lilith se puso de rodillas y los tres se escondieron detrás del tronco del roble.

    —¿Cómo propones que hablemos con ella? - susurró Lilith.

    —¿Puedo profesar mi humilde opinión? - intervino Pantera.—Estoy bastante seguro de que los setos silvestres y dementes no pueden hablar. Los perros, por otro lado...

    —¡Espera! Ella no puede trepar la cerca, ¿verdad? - exhaló Lilith aliviada.

    Ed agitó los brazos, lo cual parecía ser su reacción universal para todo, y salió corriendo.

    —¿A dónde vas? - le gritó Lilith.

    —No me respondes. Muy bien. Muchas gracias por ofrecerme tu gratitud por mi incansable servicio. - Pantera hizo un esfuerzo para alejarse, pero no había ningún lugar donde ir sin exponerse al peligro, por lo que decidió darle la espalda.

    —Pantera Bloom Junior, ¿puedes parar? Ahora no es el momento.

    Ed regresó con un gran palo, sosteniéndolo victoriosamente.

    —¿Para qué es eso?

    Ed hizo algunos movimientos vigorosos con el palo. Luego algunos más. Y algunos mas. Lilith extendió la mano para detenerlo.

    —Vale, vale. Ya lo he entendido. ¿Qué pasa si ella decide devolvernos el golpe? Ya sabes, con uno de sus afilados dedos.

    Ed gruñó mientras agitaba enérgicamente el palo como lo haría un poderoso guerrero al prepararse para la batalla de su vida. El palo se enganchó en el roble y salió volando de su mano.

    Lilith suspiró. —Escucha, puedes hablar, sé que puedes. Admítelo. No se lo diré a nadie. Pantera tampoco lo hará. ¿Verdad, Pantera?

    Ninguna respuesta.

    Ed recogió el palo y lo apuntó de tal manera que podría interpretarse como un deseo inflexible de golpearse a sí mismo.

    Los aullidos de Rosehead disminuyeron en susurros furiosos. El monstruo pisoteaba rítmicamente, quebrando ramitas en su camino.

    —Oh, por favor. No me digas que le gusta bailar. Toma. - Lilith buscó en su bolso y sacó un diario y un bolígrafo.

    Ed se puso a trabajar.

    Lilith sacó El Perro de los Baskerville, lo abrió y señaló una página a ciegas. Luego leyó en voz alta. —Tampoco se puede negar que muchos de la familia han sido infelices en sus muertes, que han sido repentinas, sangrientas y misteriosas. - se le retorció la tripa. —Nos comerá. Se está preparando para comernos. Pantera, ¿has oído esto?

    El whippet no se movió, como si fingiera ser un tocón.

    Ed giró el diario para que Lilith lo leyera. TIENES RAZÓN. PARECE QUE NO PUEDE SALIR DEL JARDÍN. DETRÁS DE LA CERCA ESTAMOS SEGUROS. HABLAREMOS CON ELLA DESDE AQUÍ. SI ELLA HACE ALGO ESTÚPIDO, PANTERA LA DESTRAERÁ. A ELLA NO PARECE GUSTARLE LOS PERROS. Llevó el diario bajo el hocico del perro.

    —¿No he mencionado ya que no sé leer? - Pero Pantera, incapaz de controlar su curiosidad, echó un vistazo al diario.

    Justo entonces, una ominosa calma se extendió por el bosque. La piel de Lilith se erizó con la sensación de que algo había salido mal. Se puso en pie de un salto y se asomó.

    Rosehead se había ido, como era evidente por un amplio rastro de arbustos desarraigados. Se agachó un poco, en el extremo opuesto de su pasadizo, creado de forma bastante violenta, preparada para saltar.

    —¿Patrick? - se oyó desde el jardín. —¿Mami? ¿Papi?

    Lilith pudo oír el susurro de piececitos trotando. —Petra, - dijo Lilith con asombro.—¿Cómo ha salido de la mansión?

    —¿Meando? - ofreció Pantera, y luego se calló cuando nadie se rió de su comentario.

    Paralizados por un shock momentáneo, se quedaron congelados. Petra llegó al camino con su vestido de fiesta hecho jirones y su cabello desordenado. Un hilo de pétalos de rosa goteó de la boca de Rosehead. La niña levantó la vista y dejó escapar un grito.

    Eso actuó como una señal.

    Ed se lanzó hacia adelante, con el palo en alto. Lilith también salió corriendo, gritando. —¡Corre, Petra, corre! - Pantera corrió entre ellos, ladrando.

    Demasiado tarde.

    Rosehead se abalanzó, agarró a la niña y, elevándola en el aire, un triunfante grito de alegría se extendió por el jardín. Petra gritaba pidiendo ayuda, agitando los brazos.

    Ed intentó pasar entre las barras. Considerablemente más grande que Lilith, no cabía bien, así que tiró el palo y comenzó a trepar usando las protuberancias de filigrana como apoyo.

    —¡Espera, Petra, ya vamos! - gritó Lilith colándose entre los barrotes.

    Pantera alcanzó primero al monstruo y le mordió en el eje de ramas enredadas que constituían su tobillo. Rosehead rugió, miró hacia abajo y, con un golpe de su brazo, envió volando al whippet, que desapareció en la vegetación con lo que sonó como una serie de obscenidades, muy maduras, que Lilith nunca había escuchado de su mascota antes.

    —¡Oh, no, no lo harás! - gritó ella sin importarle si Rosehead entendía inglés o alemán o si no hablaba en absoluto. La ira desterró su miedo. Corrió hacia el par de enormes piernas y abofeteó, golpeó y pateó por todas partes que podía alcanzar. —¡NO TE ATREVAS A TOCAR A MI PANTERA, PSICO-SETO MEGA-PELUDO CHUPA-SANGRE!

    Ed llegó a la cima de la cerca, abrió los brazos como un águila y saltó con espectacular temeridad, aterrizando justo en la espalda de la mujer-arbusto. Comenzó a romper ramitas, infligiendo el mayor daño posible a un mostruo-planta de cinco metros de altura.

    Rosehead dejó escapar un gemido, cayó de rodillas con un gigantesco estruendo y dejó que Petra saliera libre de la palma de la mano. Lilith evitó por poco la colisión, rodando sabiamente en el último segundo. Para cuando ella retrocedió, la giganta se sacudió a Ed de la espalda y lo arrojó a los arbustos. Petra se arrastró muy dentro la zarza y ​​se escondió.

    En algún lugar cercano, Pantera ladró.

    En algún lugar más cercano, Ed gimió.

    —¡Ed! ¡Pantera! ¡Petra! - Lilith los llamó. —Chicos, ¿dónde estáis?

    Pero fue Rosehead quien respondió, bloqueando la luz con su circunferencia masiva, sus ojos rojos y sedientos de sangre.

    Por un breve momento, la niña y la criatura se enfrentaron con feroz intensidad. Una docena de decisiones en una fracción de segundo pasaron por la mente de Lilith. Su primer impulso fue correr, pero luego lo pensó mejor. No iba a ser una cobarde como su abuelo. Ella era la heredera de la propiedad Bloom. Todo lo que crecía en el jardín le pertenecía. Si no podía encontrar una manera de controlar a Rosehead ahora, nunca podría controlarla.

    Es un mundo de perros comeperros, siempre decía su padre. Tienes que mostrarle al perro quién es el jefe en el momento en que te lo encuentras para establecer tu posición alfa. Recuerda, un perro que conoce cuál es su lugar es un perro feliz.

    Temblando, Lilith dio un paso adelante con la cabeza en alto.

    —Mi nombre es Lilith Bloom, - dijo con fuerza. —Soy la heredera de la propiedad Bloom. Usted es parte de esta propiedad y, por tanto, está bajo mi autoridad. Le ordeno que deje de comer gente de inmediato. ¿Entiende? - ella miró directamente a un par de ojos floridos.

    Rosehead inclinó su enorme cabeza, como si escuchara.

    —¡No quiero que te comas más gente, pastel de rosas idiota! ¿LO CAPTAS? - Algo frondoso chocó contra la espalda de Lilith. Con horror, se dio cuenta de que la zarza detrás de ella se había entrelazado para formar una pared impenetrable y se acercaba poco a poco, reduciendo el espacio a unos tres metros de diámetro. Al instante siguiente, tirándole la boina, la monstruosidad gigante agarró a la niña y la levantó hasta una vasta boca abierta, con un hedor que surgía de ella.

    —¡Ludwig te amaba! - gritó Lilith por capricho. —¡Él nunca hubiera querido que te convirtieras en un monstruo! ¿La palabra amor no significa nada para ti? ¿Nada en absoluto?

    Rosehead se detuvo. Lilith escuchó crujidos, lo que podría haber indicado un proceso de tosco pensamiento mientras la criatura recordaba su pasado lejano. El monstruo se quedó parado durante un minuto, perplejo. Lilith comenzó a moverse sigilosamente fuera de su agarre.

    Con ladridos hostiles precediéndolo, Pantera se ewcurrió entre las ramas y entró en el claro. Rodeó a Rosehead, ladrando. Ella pisoteó hacia atrás, chocó contra un seto y aflojó su agarre involuntariamente. Sin esperar otra oportunidad, Lilith abrió las ramas de los dedos gigantes y se precipitó hasta el suelo, aterrizando sobre sus pies y rodando con la inercia. Escuchó al monstruo aspirar aire y lanzar un grito de decepción, generando un viento feroz que se extendió por el jardín, arrojando tierra y hojas en la cara de Lilith.

    Alguien gimió no muy lejos. Lilith miró hacia las sombras. —¿Ed? - dijo ella con voz angustiada. —Ed, ¿eres tú? ¿Dónde estás?

    Pero, claro está, Ed no dijo nada. Lilith tardó unos minutos más en encontrar su desplomada figura. —¿Estás bien? - lo ayudó a sentarse.

    Él parpadeó afirmativamente y se levantó sacudiéndose las hojas. Su daño visible consistía en unos pocos rasguños faciales.

    —¿Estás seguro?

    Él puso una mano sobre la boca de Lilith, moviendo sus labios en una única palabra: Petra. Lilith se preguntó brevemente si debería decir más cosas arbitrarias, solo para sentir su suave mano en su rostro de nuevo.

    Pero los ladridos aumentaron, al igual que los aullidos.

    —Tienes razón. No le gustan los perros. Es más, creo que les tiene miedo, - reflexionó Lilith. Ed no la hizo callar esta vez, estaba haciendo señas. Ella le siguió. Desorientados, caminaron por la vegetación tratando de encontrar el camino hacia el claro. La niebla de la tarde se desplegó a su alrededor, cargada de hedor.

    —Eso fue increíble, lo que hiciste, - susurró Lilith. —¡Saltaste sobre su espalda! ¡Guao! ¿Te lastimó?

    Ed imitó una urgente necesidad de escribir.

    —¿Mi diario? Espera un... ¡oh no! Olvidé mi bolso junto al árbol. Mi boina... - Se dio unas palmaditas en la cabeza y suspiró.

    Ed expresó una decepción cómica con una multitud de rasgos faciales, que se retorcían y cambiaban y hacían cosas que Lilith creía incapaces de hacer para un rostro humano.

    —Mira, - le dijo, —puedes hablar, sé que puedes. Por favor, por Petra. Tenemos que encontrarla. Nadie viene a buscar ayuda; todos están encerrados en la mansión.

    Ed abrió y cerró la boca, señalándola, con los ojos nublados por el esfuerzo y la emoción.

    —Por favor, - repitió, colocando sus manos sobre sus hombros. —Piénsalo. ¿Qué haría tu padre? ¿Murió en vano? ¿Te quedarás en silencio toda tu vida? ¿Dibujar? ¿Es eso? ¿De qué sirve hacer dibujos si tu prima es comida por el apestoso perdedor maníaco de un bicho raro planta?

    Ed pareció haberse tragado una mosca. Produjo un ruido de asfixia que casi formó una palabra.

    Los arbustos a su alrededor se acercaban poco a poco.

    Lilith no les prestó atención. —Piensa en Petra. Sé que puedes hablar. ¡Hazlo! - En su fervor, ella habló demasiado alto.

    Los aullidos se detuvieron, al igual que los ladridos. Hubo una pausa, y luego Rosehead caminó en su dirección, rompiendo las zarzas. Pantera volvió a ladrar.

    —¡Que viene! - Los ojos de Lilith se abrieron como platos.

    Ed hinchó las mejillas por el esfuerzo de pronunciar una cadena inteligente de letras.

    —Bah, olvídalo. Vamos. - Ella tiró de su mano.

    Ed no se movió, estaba pálido por el esfuerzo.

    —Está bien, si quieres pararte aquí, párate aquí, - dijo ella con un poco de irritación. —Voy a por Petra. Lilith se fue a ciegas. —Petra, ¿dónde estás?

    Detrás de ella, algo sonó en el aire. Un graznido, una tos, y luego una voz. —Petra, - llamó Ed, sonando sin aliento, como un anciano.

    —¡Ed! - se oyó de los arbustos a la izquierda.

    Lilith no pudo evitarlo. Aturdida, se dio la vuelta y se arrojó sobre su amigo, cubriéndole la cara de besos. Ed se convirtió en una versión bastante chisporroteante, pero extrañamente rígida de sí mismo, con los brazos colgando sin fuerzas.

    —¡Hablaste! ¡Hablaste! Lo siento. Siento mucho haberme enojado, es que... ¡Lo sabía, sabía que podías hacerlo! Pero no lo hacías, no me hacías caso, pero luego lo hiciste y yo ... yo ... bueno, la cosa es que ... te amo. - La cara de Lilith hirvió. Avergonzada por su atrevida admisión, le soltó y retrocedió apresuradamente. Era el peor momento posible para profesar su amor. Se podría decir que un jardín de rosas era un lugar romántico, sí, pero no se podía estar de acuerdo en que un monstruo feo de cinco metros de altura, podado a partir de un arbusto y que se movía en este mismo momento hacia ti para quitarte la vida se calificara como un elemento romántico adicional. Unas velas habrían sido más apropiadas.

    Todo esto cruzó la mente de Lilith muy rápidamente. Se quedó inmóvil, perpleja. Debido al anochecer, no pudo determinar si Ed se había sonrojado, pero un calor característico manaba de su rostro, junto a un delicioso olor a galleta.

    —Yo, tú - jadeó él inseguro. —Petra.

    Como una señal tácita, se tomaron de las manos y salieron en dirección a las llamadas de la niña, doblaron una esquina y tropezaron directamente con Rosehead, su enorme silueta estaba recortada contra el cielo oscuro, Pantera le pisaba los talones.

    —Eh... ¿y ahora qué hacemos? - dijo Lilith en voz baja.

    —Dispersión, - gruñó Ed y se lanzó a un lado. —Hola, Rosehead. - Sacó la linterna del bolsillo, la encendió y la blandió sobre su cabeza.

    Rosehead siguió la luz con los ojos y se lanzó a por ella.

    Ed arrojó la linterna a Lilith. Ella la atrapó y entendió de inmediato. La única forma en que podían escapar era confundirla, dispersarse en todas direcciones. Lilith se agachó, pasó entre dos piernas enormes y gritó: —¡Oye, estúpida vaca! ¡Te ordeno que me atrapes! ¿Crees que puedes?

    —¿Vaca? Más bien parece una ballena, - dijo Pantera entre ladridos.

    Rosehead se dio la vuelta, lo cual no era una tarea fácil dada su barriga gigantesca. La linterna de Ed actuaba como una molesta luciérnaga. Ella la seguía atraída por su brillo. Pantera entendió el juego y se separó de ellos.

    —¡Ed! - gritó Lilith. —¡Captura!

    Un punto brillante trazó un arco en el cielo nocturno. Luego otra vez. Y otra.

    —Por aquí. Rosehead, - gruñó Ed.

    Gimiendo como un oso herido, la giganta pisoteó.

    —¡La tengo! ¡La tengo, la tengo! ¡Encuentra a Petra y vete! - gritó Lilith.

    —¿Segura?

    —¡Positivo!

    —Está bien. Yo. Vuelvo. Casa. Por. Ayuda. - Ed desapareció al doblar una esquina y luego reapareció con Petra en su espalda mientras salía corriendo fuera de vista.

    —¡Detrás de ti! - gruñó Pantera.

    Lilith se dio la vuelta demasiado rápido, sintiéndo mareos y náuseas de pronto. Recordó haber comido sólo el desayuno. Su visión se nubló, los ruidos se silenciaron y el jardín dio vueltas hasta que el suelo golpeó la parte posterior de su cabeza.

    Rosehead bloqueó el cielo, una sonrisa voraz dividió su rostro, sus ojos rosados ​​brillaron.

    Lilith intentó sentarse sin éxito, retrocediendo rápidamente. Pantera corrió y le lamió la cara. —Señorita, no juegue conmigo, por favor. Este es un mal, un mal lugar para una siesta. Arriba, venga. ¿Señorita? - Su valor vaciló.

    —No me siento muy bien... - Ella respiró hondo y se concentró en mantener la calma ante una muerte segura.

Capítulo 26: El Repugnante Nacimiento

    Las primeras estrellas habían cobrado vida y observaban la escena con interés, sin pestañear. Los cuervos graznaban en la distancia sin atreverse a volar cerca. Pantera mordió a Rosehead. Ella lo apartó a un lado como una mosca molesta, extendió las ramas hacia la niña y la levantó. El terror adormeció a Lilith, quien preguntó si sus padres quedarían atrapados en la mansión y si alguna vez los volvería a ver, si Ed y Petra llegarían hasta su cabaña, y dónde estaba su abuelo...

    El tiempo se ralentizó. El aire de la tarde sopló en la cara de Lilith, tranquilizándola. No tenía sentido llorar o gritar, porque no importaba lo que hiciera, no tendría ningún efecto en Rosehead. Lilith se sintió como una niñita asustada que intentaba mostrar una fachada de bravuconería y fracasaba miserablemente. Solo le quedaba una cosa por hacer.

    —Pantera. ¿Estás ahí? ¿Puedes oírme? Si puedes, lamento si alguna vez fui mala contigo. Te amo. - dijo y respiró hondo, deseando que el mareo desapareciera.—Dile a mamá y a papá que los amo. Dile a Ed...

    —¡Por mí no empieces a morirte, señorita! - gruñó Pantera desde abajo. —Todavía me debes un filete. No puedo permitir que desaparezcas sin que me des mi recompensa. Me la has de dar personalmente.

    La cara de Lilith estalló en una sonrisa.

    —¡Suéltala ya, asquerosa idiota hinchada con cerebro de hojarasca y patas de palo comegusanos! - ladró Pantera. —Mira que te meo, ¿eh? - Surgió un sonido inequívocamente líquido.

    Rosehead abrió más la boca, imperturbable.

    —Escucha aquí, iletrado pastel de arbusto. Mi nombre es Lilith Bloom, - dijo Lilith, alentada. —Espero que te ahogues con mi sangre.

    Rosehead vaciló.

    —Espero que te envenenes, que se pudran tus raíces. Espero que enfermes. - La voz de Lilith se hizo más fuerte. —Espero que te de un dolor de estómago tan horriblemente feroz que desees estar muerta. - Justo cuando los pies de Lilith colgaban encima del agujero sin labios, Rosehead dejó escapar un gemido y se convulsionó, agarrándose el vientre.

    Por un segundo, Lilith pensó que había maldecido milagrosamente a la criatura, pero luego se dio cuenta.

    Un gran escalofrío atravesó a la giganta. Se recompuso y luego se dobló de nuevo, otro espasmo la dominó. Su barriga se movía inquieta. Firmemente presionada, Lilith vislumbró destellos perturbadores de rojo a través de los huecos de tallos entrelazados. Parecían ser ojos, decenas de ellos, tan brillantes que brillaban en la oscuridad.

    Lilith se lamió los labios. —¿Pantera? Está comenzando. Y, esto ... acabo de ver algo. No está teniendo un bebé mutante. Estábamos equivocados. ¡Está teniendo una camada entera de ellos!

    —Soy muy consciente de ello, gracias, - gruñó Pantera. —Espera un poco más, ¿de acuerdo?

    Una violenta contracción aflojó el agarre de Rosehead. Lilith se debatió, su corazón saltaba en su pecho. Tras otro poderoso calambre, el monstruoso arbusto cayó de rodillas. Lilith salió de la espinosa palma y se giró a tiempo para presenciar el colapso y el rugido de Rosehead, que se agarraba la tripa.

    Un hocico húmedo rozó la mejilla de Lilith.

    —¡Pantera! - Ella lo abrazó. —¿Estás bien?

    —Pues no, mi querido Holmes, creo que esta investigación me ha traumatizado de por vida. Sin embargo, una dosis saludable de carne me ayudaría a recuperar la salud.

    —No estoy muerta, Pantera. ¡No estoy muerta, no estoy muerta, no estoy muerta! - Los dientes de Lilith chirriaron. —Ella no me comió.

    —Si quieres que te muerda para confirmar que estás viva...

    Una serie de golpes poderosos sacudieron el suelo. Rosehead golpeaba con sus brazos y piernas, machacando hasta hacer pulpa todo a su alrededor. Lilith y Pantera se apartaron para evitar un golpe accidental y la observaron durante un rato.

    —Me encantan estos nombres que se te ocurren. Idiota comegusanos. Eso estuvo bien, - dijo Lilith.

    —Me alegra que lo apruebes.

    Se sonrieron el uno al otro.

    Rosehead parecía temporalmente incapacitada, gimiendo y arqueándose, y en general, comportándose como una mujer durante el parto, si no fuera por su aspecto enredado y frondoso y su enorme tamaño.

    Envalentonada por esta observación, Lilith se puso de pie. —¿Quieres quedarte a mirar? ¿Cuánto tiempo crees que tardará? - Se limpió la cara manchada con una manga y estudió sus alrededores.

    La mansión no estaba a la vista. Fuese cual fuese la parte del jardín que ocupaban, estaba hecha añicos. Semejaba un campo de cultivo bocabajo. Algunos arbustos estaban arrancados de raíz, otros estabanu aplastados y otros erguidos como sobrevivientes solitarios. Peor aún, parecía que las rosas se estaban muriendo. Una fina niebla se arrastraba con la brisa. Una curiosa bandada de cuervos formó un círculo y giró alrededor de Rosehead, quien se reclinó sobre un montículo de tierra, febril, cerrando los puños periódicamente o emitiendo gritos penetrantes. Parecía no darse cuenta de nada a su alrededor, excepto su dolor.

    Tras haber dado a luz a numerosos cachorros, Lilith conocía bien los términos médicos, como dilatación, borrado y expulsión. La silueta oscura de Rosehead, sin embargo, no proporcionaba información sobre ninguna de estas fases. Un resplandor rojizo atravesó los huecos de su estómago.

    —Lo que sean estas cosas, están a punto de nacer, - advirtió Lilith.

    —Me alegra que lo hayas notado. - dijo Pantera lista para partir.

    —¿Cómo lo supiste? ¿Dijiste que eras consciente?

    —La vista desde abajo me proporcionó una amplia información, señorita. La suficiente para deducir la naturaleza exacta de lo que este monstruo-planta de cerebro averiado ha estado llevando dentro de ella durante la última semana. Muy perjudicial para mi psique. Podría requerir terapia, debo advertirte, como un beneficio adicional por realizar esto ...

    —Te he echado de menos - Lilith recogió a su mascota y le besó el hocico.

    Pantera se atragantó con su última palabra, sin saber cómo reaccionar. Ciertamente no esperaba una muestra de afecto.

    —Quiero ver qué pasa, ¿tú no? - La ardiente curiosidad cegaba el sentido común de Lilith, y su reciente horror de casi ser devorada por un monstruo se desvaneció a la luz de su nueva emoción.

    Rosehead se agitó, rugió y se aferró a sus voluminosos costados. Su mal aliento cubrió a la niña y al perro con una lluvia de hojas y tierra.

    Lilith se acercó, queriendo ver mejor.

    Pantera se aclaró la garganta cortésmente. —Por mi cordura personal, ¿puedo preguntar cuáles son tus planes, querido Holmes?

    —¿Eh? - Fascinada, apenas lo oyó.

    —Sólo me lo preguntaba. Una simple curiosidad por mi parte. Pero ... ¿estás planeando, por casualidad, dar a luz a los bebés tú misma? O tal vez quieres invitarlos a unirse a su madre en el divertido juego de cazarnos?

    —Ajá, - dijo Lilith distraídamente.

    —Ya veo. ¿Puedo recordarte que no estamos sólo nosotros? Si por casualidad Ed y Petra aún no han llegado a su cabaña… - Sus siguientes palabras se ahogaron en el estruendo.

    Lilith se desplomó en el suelo y se tapó los oídos. Una nueva ola de contracciones hizo que Rosehead gritara un aullido de tal magnitud que debió de escucharse en toda la propiedad.

    —¿Dónde está el abuelo?

    —Felizmente de camino. - Pantera señaló con el hocico.

    El estómago de Lilith se encogió.

    Dos círculos de luz bailaron en la distancia. A diferencia de la linterna de Ed, estas eran linternas eléctricas grandes y potentes.

    —Como no pareces estar en forma para ponerte a correr y, como tu fiel mascota, no contemplo la idea de dejarte sola. Supongo que esconderse en este momento sería algo muy importante. - Pantera tiró de la manga de Lilith.

    —Puedo correr, - dijo Lilith con dudas. Ella estaba dividida. Una parte de ella quería huir, otra parte quería quedarse y mirar. Masticó un mechón de pelo. —Aunque debo decir que quiero ver de verdad qué sucede. Los hechos concretos, observados de primera mano, son un requisito en cualquier investigación seria, querido Watson.

    Pantera dejó escapar un suspiro exagerado. —Una excusa conveniente para la curiosidad adolescente, diría yo.

    Lilith se burló.

    —Bueno, es demasiado tarde para intentar escapar ahora. ¿Qué tal ese grupo de arbustos? ¿Ese de allá? - Pantera se puso en marcha.

    Demasiado cansada para discutir, Lilith se tambaleó detrás de Pantera.

    Manteniendo una distancia segura, rodearon al tembloroso monstruo y se metieron muy dentro de los arbustos justo al otro lado del claro. Desde allí podían observar el parto a simple vista.

    —¿Por qué siento que lamentaremos esta elección en menos de una hora? - gruñó Pantera girando para ponerse cómodo.

    —Oh, ¿has desarrollado habilidades psíquicas? Excelente. Me libera de la carga de consultar un libro, lo cual, por supuesto, no es apropiado para los niños que crecen en el siglo XXI, - siseó Lilith.

    Discutieron un poco más. Por fin agotada la discusión, se callaron. El frío de la noche ganó a la conversación y los obligó a concentrarse en abrazarse mutuamente para mantenerse calientes. Aunque, naturalmente, sobre todo era Lilith quien abrazaba a Pantera y no al revés.

    Pasaron los minutos.

    Por fin, dos figuras masculinas aparecieron saliendo de la oscuridad e inundando el área de luz. Lilith tardó unos parpadeos en acostumbrarse al brillo y en reconocer a Alfred y a Gustav, ambos vestidos con trajes de jardinero y pesadas botas. Los hombres intercambiaron algunos gritos en alemán. Los chillidos de Rosehead se volvieron irregulares. Alfred llevaba enormes tijeras de jardinería. Gustav tiraba de una correa. Bär husmeaba con diligente interés, evitando deliberadamente una dirección obvia, emitiendo un rugido de advertencia.

    Lilith y Pantera contuvieron el aliento.

    Durante la hora siguiente, iluminados con una implacable luz eléctrica, observaron el nacimiento más fantástico, repugnante y escalofriante del mundo.

    Alfred abrió las tijeras y procedió a podar alrededor de Rosehead, cortando y cortando y cortando de la misma manera que lo había hecho cuando la creó a partir de un arbusto; sólo que esta vez la estaba separando. Ella producía un alboroto increíble. Lilith pensó que su abuelo estaba realizado algo parecido a un milagro, evitando los golpes, saltando y aún así haciendo su trabajo ileso. Sus brazos se movían con una velocidad increíble, mientras las tijeras hacían clic y clac. Las ramas se rompían con crujidos horribles. Él soltó un grito de triunfo.

    Rosehead gritó una última vez y todo quedó en silencio.

    Al principio, porque luego un montón de lo que parecían bolas de planta rodadora, salieron disparadas de ella y llenaron el aire con chillidos horribles, sus cuerpos se retorcían y agusaban y contorsionaban. Sus ojos despedían un misterioso brillo carmesí.

    —¿Qué son esas cosas? - susurró Lilith.

    —Elefantes bebé mutantes, por supuesto. Muy, muy pequeñitos.

    Lilith le lanzó a Pantera una mirada de las suyas.

    Todos los recién nacidos eran copias en miniatura de su madre, de colores dolorosamente brillantes. En cuanto dejaron de rodar, se desplegaron y rodearon a los dos hombres gorgoteando. El ruido le recordó a Lilith al sonido de un estómago hambriento multiplicado exponencialmente. Gustav danzó alrededor de su amo, dejando que Bär se encargara de la protección. El mastín aulló, rugió, bufó y chasqueó persiguiendo a las criaturas y obligándolas a dispersarse en el jardín.

    —¿Por qué siento que no fue una buena idea quedarme? - dijo Lilith, mortificada.

    —¿Puedo usar el proverbial " te lo dije" como respuesta? - gruñó Pantera.

    Lilith olisqueó el aire. El hedor habitual había desaparecido y se había reemplazado por un agradable aroma floral. Es como si el nacimiento lo hubiese reemplazado con el tentador aroma que se espera de las rosas en una floristería. Sospechó que era así como el jardín de recién nacidos atraía a sus víctimas y su corazón se hundió en su estómago.

    Cayó ora oleada de recién nacidos. Y otra. Y otra. Lilith perdió la cuenta. Bär tenía que asustar continuamente a una manada de ellos, Gustav los mantenía a raya empujado con un palo. Alfred cortaba a cizalla a aquellos que se atrevíian a acercarse. Por fin, terminada y vacía, Rosehead se quedó dormida roncando hacia el cielo.

    Uno de los recién nacidos cayó cerca del escondite a pocos metros de distancia. Olfateó el aire y examinó el arbusto donde se escondíian Lilith y a su compinche. Pantera gruñó, haciendo que el bicho diera un brinco, chirriara y se enterrara en el suelo con una risita satisfecha, luego se oscureció, se convirtió en un rosal como cualquier otro y sus ojos se multiplicaron en flores, pero su brillo se desvaneció hasta desaparecer.

    A su alrededor, el jardín se reparaba de nuevo creciendo rápidamente. Por el contrario, el grupo de arbustos en el que estaban sentados se marchitaba y arrojaba hojas a un ritmo alarmante.

    —Ha dado a luz a un jardín completamente nuevo, - susurró Lilith. —Se está regenerando. Mira.

    —¿Estás insinuando que estoy ciego? Ya he visto suficiente, gracias. Te aseguro que nunca más volveré a orinar en una de esas cosas, - gruñó Pantera. —Ni hablar.

    —Deben de estar poseídos como ella. Por eso el viejo jardín se muere y el nuevo crece cada diez años. ¿Es así como funciona? Creo que sé lo que sucederá en el carnaval. Le chuparán la sangre a la gente. - Lilith tragó saliva. —Hasta la última gota. Hmm, piensa en algo. ¿Cómo vamos a salir?

    —¿No has pensado en eso? Tu falta de previsión me asombra, - dijo Pantera sarcásticamente.

    Alfred recogió algo y lo alumbró con la luz.

    —¡Mi boina! - exclamó Lilith un poco demasiado fuerte. Se tapó la boca.

    —¡Tú y tus boinas! - siseó Pantera.

    Alfred levantó la vista, se limpió la frente sudorosa y marchó directamente hacia ellos, apartando groseramente a Gustav y Bär a un lado. Estos lo siguieron a poca distancia, al parecer por razones de seguridad.

    La columna vertebral de Lilith se convirtió en hielo. El pelaje de Pantera se erizó.

    Alfred se puso en cuclillas junto a los arbustos y alumbró con su linterna directamente a la niña, justo cuando cada vez más hojas y flores marchitas caían flotando, exponiéndoles.

    —Lilith. Vaya, qué agradable haberte encontrado por fin. Debo decir que una parte de mí esperaba que estuvieras aquí. Cosas fascinantes, ¿no? - alumbró con su luz hacia el arbusto más cercano.

    Lilith agarró a Pantera, quien la lamió tranquilizadoramente. Posimágenes parpadeantes flotaron delante de sus ojos.

    —Mi querida niña, acabas de presenciar el trabajo de un verdadero rosalero, un vistazo de tu futuro potencial. Has demostrado una verdadera aspiración con tu presencia aquí. He visto el comienzo de tu talento y debo decir que estoy debidamente impresionado. Has mostrado características ejemplares de una heredera Bloom, con un pulgar verde apropiado. Se puso en pie y pisoteó con el pie.

    Las hojas restantes cayeron con un susurro suave.

    Lilith se puso rígida. Se sentaron detrás de ramas desnudas, claramente visibles. No tenía sentido esconderse más. Respiró hondo, separó cuidadosamente los tallos espinosos y salió.

Capítulo 27: El Jardinero Loco

    Hacía poco tiempo, Lilith pensaba que enfrentarse a Rosehead era lo más aterrador que había hecho. Había cambiado de parecer. Rosehead era solo un arbusto mutante, una criatura gigante digna de las pesadillas de los niños. El verdadero horror estaba delante de ella. Tenía que enfrentarse a su abuelo a la intemperie, en plena noche, armada con nada más que su ingenio y su furia, dolorosamente consciente del hecho de que él era un asesino y un Bloom, lo que lo hacía familia. Parte de su sangre corría por Lilith y ella lo odiaba por eso.

    —Eres un monstruo, - dijo, con la cara arrugada y los puños cerrados. Pantera gruñó con aprobación. Lilith pensó en su lista mental y la recitó. —Eres un bruto. Un enemigo de los libros. Un asesino. Y un mentiroso. Me engañaste. - Esto ha sido jugar limpio, pensó, nada de chismorrear mis opiniones sobre las personas a sus espaldas, sino transmitir la verdad en sus caras.

    —¿Eso piensas? - Preguntó Alfred bajando la linterna. —Por favor, explica amablemente lo que quieres decir.

    —Crees que nadie me creerá, - dijo Lilith luchando por controlar su voz.

    —Hmm. Pensé que habíamos establecido este hecho hoy temprano, ¿no? - Alfred exudó su encanto habitual.

    —Petra y Ed también han visto a Rosehead. Ah, y Ed ha empezado a hablar, para tu información. Él me respaldará. Le diré a mi papá que le diste de comer a la abuela. Se lo contaré a todos hasta que me crean, o inventaré una historia para que se vayan. De cualquier forma, no quedará nadie para que alimentes al jardín mañana. La mansión me ayudará.

    —Notable. Veo que lo sabes todo mejor que yo. Lo tienes todo bajo control. Estoy impresionado, - dijo Alfred suavemente.

    —Hola. Pido disculpas por no haberme presentado correctamente en nuestro primer encuentro. Déje que corrija mi grave error, - ladró Pantera con la cabeza en alto. —Mi nombre es Pantera Bloom Junior. Me uniré orgullosamente a Lilith para correr la voz acerca de los recientes eventos, sobre su sed de dinero y su lento ingenio.

    Lilith miró boquiabierta a su mascota, apenas distinguiéndolo en la oscuridad. —¿Has hablado? ¿Delante de un adulto?

    —A ver si no va a poder un perro cambiar de opinión.

    El abuelo se rió por la sorpresa, observando el milagro del sabueso parlante. —Bueno, bueno, bueno. ¿Quién lo diría? Extraño. Realmente extraño. Pensé que había visto cosas en mi vida. Resulta que no. Supongo que no me equivoqué en mi evaluación. Un whippet no es un perro, es una broma, un error del criador. Tú, querido, perteneces a un circo de monstruos, a una de esas exhibiciones de rarezas biológicas como un espécimen de deformidad intelectual canina. Finalmente podrías hacer ganar a mi hijo algo de dinero real.

    Golpeó a Pantera con su bota.

    Pantera se giró para evitarlo y gruñó.

    —Intenta morderme y te podaré en un gatito. ¿Entendido? - Chasqueó las tijeras para lograr un efecto dramático.

    Pantera murmuró algo incoherente, retrocediendo.

    Satisfecho, el abuelo se volvió hacia Lilith y le habló directamente a la cara, con su pútrido aliento manando en oleadas. —En cuanto a ti, querida, por favor, corrígeme si me equivoco, pero pienso que acabo de escuchar que una niña y un ... chucho ... lograrán lo que generaciones de hombres no han podido hacer. Os animo a ello, mis queridos. Teneeis aproximadamente trece horas para cumplir vuestro objetivo. Os vigilaré con gran interés.

    Se enderezó.

    Lilith sintió que su lengua se convertía en algodón. No pudo producir una sola palabra. Pantera gruñó. Bär se quejó. Los arbustos recién nacidos se movieron inquietos a su alrededor, acercándose sigilosamente. Alfred lanzó una orden en alemán. Gustav puso al mastín a trabajar con un empujón. Sus temibles ladridos causaron agitación y confusión. Los arbustos se retiraron, empujándose decepcionados.

    —¿Quién, me gustaría saber, creerá en una niña mentalmente inestable de doce años, un niño psicótico de catorce años, una niña de siete años y un perro chillón? - dijo Alfred claramente divertido.

    —¿Crees que sólo porque eres grande, puedes molestar a los que son pequeños? - retumbó Pantera.

    —Sigue hablando conmigo con ese tono de voz condescendiente, criatura, y me aseguraré de que no digas otra palabra, - dijo Alfred amablemente.

    Pantera cerró su hocico.

    —Les diré a todos que el doctor está muerto, - intervino Lilith. —Les diré cómo ordené que la habitación lo asesinara. Lo llamarán y descubrirán que ha desaparecido.

    —¿Lo harás? Eso es bastante encomiable. - se burló Alfred.

    —¡Entonces lo admites! - chilló Lilith.

    —¿Admitir qué, querida?

    —¡Pensé haberte pedido que dejaras de llamarme querida! — ¡Y deja de fingir que no entiendes de lo que estoy hablando! - La voz de Lilith se quebró. —¡Deja de hacerme pensar que estoy loca! ¡Porque no lo estoy! Le di una orden a la mansión. Y me escuchó. ¡La escuché hacerlo! ¡La escuché romperle sus huesos!

    —¿Ah, sí? - Alfred levantó una ceja.

    Lilith decidió presionar un poco más. —Me di cuenta del asunto del cebo con Rosehead. Adivina qué, tú eres cebo para ella ahora. No viste venir eso, ¿verdad? - Lilith notó que sonaba bastante inmadura, pero en ese momento no le importaba, tenía la esperanza de sacarle más información a su abuelo, sorprendiéndolo.

    No funcionó. Alfred perdió el interés y se alejó.

    Desesperada, Lilith se acercó a él. —¿Por qué sigues haciendo esto, Opa? - Estaba a punto de llorar.—¿Por qué no quieres detener esta estúpida masacre? ¿Cómo es que no pudiste? ¿Por eso me quieres como heredera? ¿Te cansaste de ello y quisiste pasárselo a otro? ¿Qué tipo de...?

    Alfred agarró los hombros de su nieta y la zarandeó, pateando con fuerza a Pantera cuando intentó morderle. —Eres una molesta sabelotodo, ¿verdad? Bueno, en ese caso, por favor imagina a tu querido abuelo. Dime, ¿qué más sabes de mí que yo no sepa? - Trozos de saliva salieron volando de su boca.

    Pantera recibió otra patada y voló hacia la oscuridad, gritando. Bär rompió la correa y Gustav gritó en un esfuerzo por retenerlo.

    Si Lilith pensaba que estaba congelada antes, estaba equivocada. Su cuerpo se convirtió en hielo quebradizo. Ella miró la cara de su abuelo, misteriosa a la luz de la linterna.

    —¡DIME! - gritó él, dándole otra sacudida

    —Tienes miedo, - dijo Lilith en voz baja. —Sé de qué tienes miedo. Tienes miedo de morir.

    Alfred la soltó con tanta fuerza que ella cayó al suelo. Le arrojó la boina a la cara. —Apreciaría si dejaras de ensuciar mi jardín con tus cosas. Ahora, sal de mi camino.

    Gritó una orden a Gustav, quien respondió rápidamente. Se reunieron y se fueron.

    Lilith recogió lentamente la boina, su corazón latía como un pájaro atrapado. El susurro y el bullicio se intensificaron. Los arbustos les cercaron rápidamente. "No eres nada para mí", sonó en sus oídos. "Eres cebo". Ahora entendió el significado de aquello. Nada especial se escondía detrás de aquellas palabras. A su abuelo realmente no le importaba. Simplemente la había designado como otro cuerpo más para usar como alimento para el jardín, aunque uno muy sabroso, pues era descendiente directa de Rose Bloom, el primer ser humano con el que se había deleitado este lugar.

    Pantera cojeó hacia ella, enseñando los dientes.

    —No, - dijo Lilith. —No vale la pena.

    Un deseo ardiente de lastimar a su abuelo la inundó, pero ella lo reprimió. Estaba claramente ciego a todo que no fuese su propia horrible conservación. Lilith tenía que terminar su tarea, sacar a todo el mundo a salvo de la propiedad Bloom; y cuanto antes lo hiciera, mejor.

    —No puedo creer que hablaras, - le dijo a Pantera.

    —Yo todavía me estoy pellizcando. Y de nada, por cierto.

    —Gracias.

    —Es esa pulga alemana, debe de haberme mordido. Se rascó la oreja. —Estoy bastante orgulloso de ti por confrontarlo así.

    —¿Me darán una medalla? - preguntó Lilith.

    —¿Qué tal si le arranco la garganta?

    —No gastes fuerzas. Prefiero que trabajes en un plan ligeramente diferente en este momento. ¿Qué tal si mantienes a esos elefantes en miniatura fantásticamente hambrientos fuera de nuestro camino antes de que nos coman vivos?

    Mientras hablaban, una masa oscura de arbustos los rodeaba. Las hojas, ramitas y flores se tambaleaban y cojeaban, acercándose lentamente.

    —¿Por qué no quieres acariciarlos? Creo que son bastante lindos, - gruñó Pantera con el pelo erizado.

    Un ruido sordo provenía de todos lados, como si unas pinzas de insectos gigantes se frotaran y golpearan entre sí.

    —¿En qué dirección te gustaría ir? - preguntó Pantera. —Será mejor que decidas rápidamente.

    —Er ... ¿fuera? - Lilith señaló la luz que brillaba a través de los huecos del seto. —Sigámosla. - apartó los tallos, incluso aunque uno de ellos le golpeó la cara. —¡Ahora!

    —Como quieras, - gruñó Pantera. La masa deslizante se apresuró a separarse, chillando de frustración.

    Salieron despacio, entrando y saliendo de los ramos de rosas, apartando a un lado las ramas en movimiento y evitando lo que parecían abrazos espinosos por todos lados. Tan silenciosa como Lilith intentaba ser, las ramitas crujían bajo sus pies. Se acercaron a unos seis metros de su abuelo cuando él se dio la vuelta de repente y les mostró su linterna. —¡Dije, vete! - Abrió las tijeras y se dirigió hacia ellos.

    Lilith y Pantera no necesitaron que se les ordenara dos veces. Sin ningún sentido de dirección, avanzaron a ciegas, esquivando arbustos recién crecidos, deslizándose por los senderos, lanzándose bajo pérgolas cubiertas de árboles y despertando cuervos que graznaban a su paso. Después de unos minutos, corrieron abruptamente hacia la cerca al otro lado del jardín, con la puerta cerrada. La oscura RosenStrasse se extendía en la noche detrás de ella.

    Lilith jadeó, un espino se le había engachado a un lado. —Hemos llegamos tarde.

    El jardín se extendía sin problemas de una cerca a otra, crujiendo siniestramente. No sólo no había señales de la mansión, sino que también había desapareció el patio de vehículos, como si todo aquello nunca hubiera existido.

    —Me imagino que la mansión se ha cerrado por la noche como una flor respetable. ¿Qué esperabas que nos esperara? - gruñó Pantera.

    —Pensé que tal vez si, si.... - La espalda de Lilith se presionó contra la puerta. El jardín avanzó, un ojo carmesí ocasional parpadeó por la emoción. —Creo que sería prudente que saliéramos de aquí. - Ella buscó al tacto detrás de ella. Las barras de la puerta se entrecruzaban en un adorno de rosas tejidas y la puerta en sí estaba cerrada. Tenían que desplazarse hacia la izquierda o hacia la derecha para apretarse entre las barras de la cerca, excepto que no pudieron. Un seto grueso los presionó en un semicírculo, deslizándose cada vez más cerca.

    —No podría estar más de acuerdo, - gruñó Pantera. Durante los siguientes minutos ladró ferozmente, manteniendo a raya a los arbustos, hasta que quedó claro que en algún momento sus cuerdas vocales cederían y se los comerían vivas.

    —¿Podrías pedirle ayuda a tu nueva amistad? - ladró Pantera respirando con dificultad.

    —¿A quién, a Ed? - gritó Lilith golpeando las flores que avanzaban.

    —¡No, a la mansión! - gritó Pantera. Una rama le hizo un corte en la espalda. Otra se deslizó debajo de sus piernas e intentó darle la vuelta. Sus ladridos se volvieron roncos.

    —¡Está bien, lo intentaré! Querida mansión, discúlpame por pedirte otro favor, pero estamos en una situación grave, y, bueno ... - Se atragantó, un brazo espinoso le rodeó el cuello.

    —¡No creo que sea momento apropiado para ser cortés! - jadeó Pantera.

    —¡Mansión, te ordeno que nos rescates! - gritó Lilith.

    Ni un segundo después, el suelo debajo de ellos se separó y tanto la niña como el perro cayeron en un agujero negro. Múltiples manos les atraparon y múltiples caras les miraron, susurrando algo relajante. Llevaron a Lilith y Pantera a su habitación, les colocaron suavemente sobre la cama y se apiñaron, negando las cabezas con desaprobación.

    Lilith abrió la boca para agradecerles, pero en cambio, se encontró bostezando. Pantera bostezó a su lado, dejó caer la cabeza sobre una almohada y se durmió.

    Las cabezas se acercaron, sus labios eran borrosos, sus susurros somnolientos. Lilith luchó para sofocar otro bostezo. Le picaban los ojos. Se le fue la fuerza rápidamente. Estiró las piernas cansadas y abrazó a Pantera, tan suave y cálido al tacto.

    —Querida mansión, - murmuró ella con una mezcla de palabras, —Quería agradecerte. Gracias por... - Sus ojos se cerraron. Las repercusiones de los acontecimientos de hoy la cubrieron con un manto de cansancio somnoliento. Ella luchó durante unos minutos más, murmurando, hasta que el calor de su mascota la relajó y la fatiga tomó el control.

Capítulo 28: La Generosa Oferta

    Lilith se despertó sobresaltada y se sentó mirando a su alrededor, esperando encontrarse en su propia habitación, en su propia cama, en su acogedora casa en Boston. En cambio, una masa viva de respirantes cabezas la rodeaban como una cúpula. Reconoció a las gemelas Schlitzberger, a su madre, a Agatha, a Monika, a Gustav, incluso a la ciega Heidemarie Haas. Lilith cerró los ojos, los abrió y se pellizcó. Nada había cambiado. Respiró hondo. Un hedor nocivo flotaba en el aire, confirmando que no estaba soñando. Lilith buscó a tientas a Pantera, que jadeaba cerca.

    —Pantera. - le zarandeó. —¡Pantera, despierta!

    El whippet se estiró y ronroneó algo que sonó como un deseo de que por favor dejara de moverlo, que por favor no lo despertara, para que pudiera dormir tranquilo, porque ...

    Como mordido por una ardilla, dio un brinco, produciendo un gemido involuntario. La cabeza de Dafne se rió, retrayendo su brazo.

    —¿No puede un perro echarse una siesta? - ladró e inmediatamente se calló, observando su entorno con una expresión de asombro en los ojos. —¿Dónde estamos?

    —En la hermosa mansión Bloom, - dijo Lilith, intentando retener su sarcasmo habitual con poco éxito. Ella se sonrojó. No se sabía cómo iban a reaccionar las cabezas ante cualquier cosa que no fuese cortesía. Después de todo, la mansión seguía siendo su único poderoso aliado para derrotar a Rosehead.

    —¿La pequeña señorita está despierta? - La cabeza de Agatha se movió más cerca, su piel cetrina estaba más arrugada que antes.

    —Sí, lo estoy. Gracias por ayudarnos a escapar del jardín. Y muchas gracias por no dejar que nadie me siguiera, como os pedí.

    —Estamos contentas de servir, siempre que nos pagues, - se burló la cabeza de Agatha, pasando del susurro apreciativo a la retorcida congregación moviéndose detrás de ella. El estómago de Lilith se retorció como un pretzel. —¿Alguna otra cosa quiere la señorita que hagamos?

    —Sí, por favor. No dejes salir a nadie al jardín. Puedes dejar entrar a la gente, pero no salir.

    —Haremos eso.

    —¿Puedo hacerte una pregunta? Si no te importa mi curiosidad, ¿cómo salió Petra? ¿Y Gustav y mi abuelo?

    —Pagando, - dijo la cabeza como si fuera obvio.

    —¿Pagado con qué?

    —No discutimos las transacciones comerciales con nadie salvo con el cliente, - siseó.

    —Ah. - Lilith se mordió el labio. —Perdón por preguntar. Por favor, discúlpame, es que me duele la cabeza y mi pensamiento no es...

    —¿Te duele la cabeza? No has tomado sus pastillas hoy, ¿verdad, señorita? - dijo una voz aguda.

    —¿Mamá? - Lilith buscó la fuente de la voz.

    —Ella nunca me escucha. ¡Nunca! - chilló la cabeza de su madre histéricamente, rompiendo en sollozos.

    —Tranquila, tranquila ... - La cabeza de Irma Schlitzberger acarició la parte superior de la de Gabby. —Una niña no es nada. Imagina criar dos al mismo tiempo.

    —¡Madre! - exclamaron cabezas gemelas.

    Mientras las cabezas discutían, muchas más continuaron apareciendo a través de la pared hasta que todos los invitados estuvieron allí, discutiendo, grotescamente distorsionados sin sus cuerpos. —¡Sean tan amables de cállarse, todos ustedes! - Lilith golpeó sobre la cama con los puños, su mente le daba vueltas.

    Las cabezas se callaron, acercándose en una horda susurrante. —La pequeña señorita quiere que nos callemos, - se burló la cabeza de Agatha; el resto se rieron.

    Lilith acarició nerviosamente a Pantera. —¿Por qué hay tantas? - soltó ella. —¿Por qué estáis aquí? ¿Quiénes sois?

    Las cabezas intercambiaron una mirada sombría.

    —Sois parte de la mansión, ¿verdad? - Lilith retrocedió, rezando para no haberlas ofendido.

    —Lo somos. O algo así, - dijo la cabeza de Dafne con naturalidad.

    —Y más o menos no lo somos, - agregó la de Gwen.

    —Somos la mansión, - dijo la cabeza de Norman.

    —Tonterías. Somos el jardín, - contradijo Sabrina.

    —¡La mansión y el jardín! - Gritó alegremente la cabeza de Petra.

    —En mi opinión profecional, zomoz muy fantasmas de aquelloz cuyoz muy sangre el jardín de rozaz o la manción ha probado.

    Lilith tragó saliva. —¿Doctor Wilhelmus Baumgartner? ¿Es usted? ¿De verdad se lo comió la habitación? Debo disculparme con usted.

    —No es necezario, no ez necezario. Zolo queríamoz darte laz graciaz por el pago.

    —¿El pago?

    —¡Noz haz pagado por adelantado! Muy zabio; muy, muy zabio, - dijo la alegre voz del desafortunado médico.—Noz dejaz alimentarnoz de un hombre. No hemoz probado a un hombre en diez añoz, y diez añoz es mucho, mucho tiempo.

    Otras cabezas murmuraron su agradecimiento.

    —Ese maestro funerario estaba demasiado salado, - dijo la cabeza de Hanna.

    —Seco y fibroso, más bien, - repitió Heidemarie.

    Un murmullo de acuerdo se extendió por la habitación.

    —Alfred Bloom es un rosalero devoto, pero nunca nos alimentó así. Nunca nos dio su sangre, - dijo la cabeza de Irma.

    Los pensamientos de Lilith estaban en otra parte. —Espera. Si sois fantasmas de todos los que el jardín o la mansión ha probado alguna vez, ¿eso significa que mi abuela Eugenia está aquí?

    —¿Sí? - Una nueva cabeza se acercó a Lilith. Los rizos blancos enmarcaban su cara simpatica y coriácea, que se veía exactamente como las fotos en el escritorio de su padre. —¿Y quién eres tú, jovencita?

    —¡Abuela! - exclamó Lilith.

    La cabeza de Eugenia se retrajo.

    —Por favor, discúlpame. Es que estoy contenta de conocerte, aunque sé que no eres realmente real. Abuela, ¿puedo preguntarte si Rosehead te comió?

    —Me chupó la sangre, señorita, eso hizo, pero después de que estuve muerta. Me morí de miedo al verla, Dios bendiga mi pobre corazón.

    —Lo siento. Esa es una forma horrible.

    Pantera le mordió un poco el tobillo.

    —¡Auu! ¿Qué? - dijo Lilith enojada, habiendo olvidado la presencia de Pantera con toda la emoción.

    Pantera llevó el hocico hasta su oreja. —¿No le dijiste a tu abuelo que la mansión te ayudaría a detenerlo? Creo que ya es hora de que lo pidas. Que pidas ayuda, quiero decir. En lugar de gritar opciones de cena toda la noche.

    —Lo recuerdo. Sólo estaba esperando el momento adecuado, - siseó Lilith en su oído, sonrojándose.

    Pantera la miró con los ojos entornados.

    —Está bien, está bien, se me fue de la cabeza. Me desvié un poco. ¿Qué haría sin ti, oh fiel compañero?

    —¿Me gano un bistec extra por esto? - Pantera meneó la cola.

    Lilith lo miró y se dirigió a las cabezas. —Queridos fantasmas, comenzó, —como heredera de la propiedad Bloom, humildemente les pido que me ayuden a detener a Rosehead, a los rosales recién nacidos, a los rosales viejos... bueno, los que todavía están vivos al menos... al jardín de rosas, a la mansión, a todas sus habitaciones, todos sus pisos, todos sus...

    Pantera la mordió.

    —Bueno, todo lo carnívoro que vive dentro de la cerca de hierro que define la propiedad Bloom. Me gustaría que dejara de realizar la abominable y despreciable carnicería de ...

    Ella captó algunas miradas perplejas.

    —Quiero decir, comerse a la gente. Por favor, ayudadme a detenerlo.

    Un zumbido de ira llenó el aire. Cada cabeza expresó su opinión, gritó, maldijo y, en general, se comportó brutalmente, lanzando miradas venenosas a la niña y al perro.

    —No parecen muy contentas, - avisó Pantera en voz baja.

    —Si tienes una idea mejor, adelante. En realidad, yo sí, - susurró Lilith. —¡Disculpen! Si realmente son los fantasmas de todos, entonces me gustaría conocer a mi bisabuela Rose Bloom. ¿Está ella aquí?

    Se callaron y se separaron. Una nueva cabeza se detuvo colgando a centímetros de Lilith. Su impresionante rostro en forma de corazón estaba enmarcado con el pelo largo que brillaba en la penumbra de la habitación como un cobre en llamas.

    —¿Rosehead? - respiró Lilith, su corazón latía con fuerza.

    —Rose es mi nombre. Rose Bloom. Nadie me llama Rosehead excepto mi difunto esposo.

    —Mis disculpas, - dijo Lilith. —No quise ofenderte. Es un placer conocerte, mi muchas veces bisabuela. Necesito tu ayuda.

    La cabeza de Rose la estudió. —¿Qué es?

    —Me gustaría detener esto, todo esto. Me gustaría evitar que toda la propiedad asesine a las personas.

    —¿Por qué?

    Esto dejó perpleja a Lilith. —Porque no quiero heredar un jardín asesino. Yo ... - Ella vaciló. Aquella no era la verdadera razón.

    La cabeza de Rose esperó.

    —Porque me preocupo por estas personas. No quiero que mueran. Amo a mi madre. Sí, bueno, ella puede ser un poco controladora y tener un cerebro disperso y agresivo a veces, pero aún así la amo. Amo a mi padre, aún cuando no me presta atención y se obceca con sus pensamientos o carreras o ... - Ella habló de todo el mundo en la mansión, cada persona, incluidas las gemelas.

    Pantera estudió a Lilith con la mandíbula abierta. No podía recordar a su amiga expresando abiertamente sus opiniones sobre las personas en su vida a nadie más que a esas personas específicas, lo cual en sí mismo rara vez sucedía.

    —Puedes pensar que estoy loca, pero me preocupo por Dafne y Gwen, - continuó Lilith. —Siento pena por ellas. Están solas. Desearía poder ser su amiga, pero nunca lo entenderían si les ofreciera mi amistad. Y amo a mi abuelo. Quiero quitarle el dolor. Es por eso que quiero acabar con esto. - Luchó contra la picazón en sus ojos, luchó y luchó y perdió.

    Hubo un silencio apreciativo.

    —Discutiremos esto, - dijo la cabeza de Rose y luego se retiró, uniéndose a las demás. Se congregaron, para murmurar. Lilith contuvo el aliento. Pantera la miró asombrado.

    Por fin, la cabeza de Rose habló. —Entendemos tu deseo. Te ayudaremos. Por un precio.

    —Pagaré lo que quieras, - dijo Lilith con el corazón palpitante.

    —No es así como tú... - Lilith cerró el hocico de Pantera. Él se debatió, tratando de zafarse.

    —¿Lo que quiera? - repitió la cabeza.

    —Lo que quieras.

    Lilith pensó en sus padres cuando la arroparon en la cama unas noches atrás y en cómo sintió que eran como una familia real. Pensó en la obsesión de su madre con las píldoras y de repente entendió que su madre la amaba y se preocupaba por ella de la única manera que sabía.

    —Si va a ser nuestra última comida, debería ser la heredera.

    —¿Qué? - Lilith parpadeó, sin esperarse aquello.

    —La eztimada Roze Bloom quiere decir que tendráz que zacrificarte. Todo tu zer. De buena gana. Por nosotroz. Para nueztro último feztín, - explicó alegremente la cabeza del médico. —Qué zerá muy, muy delicioso.

    Las lenguas chasquearon con impaciencia y la masa que se retorcía alrededor de la cama se estremeció.

    —¿Yo? - La boca de Lilith quedó seca. Ella no quería morir, no si podía evitarlo. Sin embargo, dada la opción de salvar la vida de su familia y a su primer amigo verdadero, simplemente no podía hacer otra cosa.

    Pantera se zafó de su agarre. —¡Tonterías! - ladró. —¡No los escuches! ¡Vamos a despertar a tus padres y salgamos de este montón de ladrillos chiflados!

    Ajena a las protestas de su mascota, Lilith hizo su elección antes de que el miedo la detuviera.

    Ella miró directamente a los ojos de Rose. —Trato hecho.

    —¿Estás mal de tu cabeza femenina? - aulló Pantera.

    —Necesitamos un sí o un no, - dijo la cabeza.

    —Si va a detener esta masacre absurda y atroz, mi respuesta es sí. Sólo que ... - Lilith pensó en la forma en que había muerto el médico. —¿Podéis hacerlo rápido? ¿Y sin dolor? ¿Por favor?

    —Tienes nuestra promesa. Al final del carnaval todos se irán a casa, todos menos tú, mi veinte veces biznieta.

    —¿Y el jardín ya no se comerá a nadie? ¿Y la mansión tampoco? ¿La gente podrá entrar y salir sin problemas y divertirse?

    —Podrán divertirse.

    —Divertirse...

    —Divertirse...

    Riéndose, burlándose, gritando y cantando las palabras "Divertirse" como un eco, las cabezas se desvanecieron una a una en las paredes con un ruido como el de un petardo, que se hizo cada vez más fuerte, hasta que Lilith notó que alguien estaba llamando a la puerta. Como una explosión, la puerta se abrió de golpe. La luz se encendió y se llevó la noche.

Capítulo 29: La Dramática Reunión

    Por un momento, dos figuras solitarias se quedaron alineadas en la puerta y luego entraron corriendo. Gabby recogió a su hija. Daniel las abrazó a ambas, acariciando a Pantera, que intentó meterse en la pila.

    —¡Lilith! - sollozó Gabby. —Había perdido toda esperanza. - sollozó un poco más. —¿Qué ha pasado? ¿Dónde has estado? Estábamos esperando en la puerta. ¿Cómo entraste?

    —Cachorro, - dijo Daniel, apretando su abrazo.

    Gabby se sonó la nariz. —¡Casi perdimos la cabeza! No podíamos salir de la mansión. Todas las cerraduras de las puertas estaban atascadas. Tu padre intentó romper las ventanas, pero están hechas de un vidrio irrompible. Nuestros teléfonos no funcionaban. ¡Y tu abuelo ha desaparecido! - Lo dijo como si, de alguna manera, fuese culpa de Lilith.

    Ninguno de los dos mencionó el arrebato de su hija antes de su partida, como si nunca hubiera sucedido.

    Lilith apenas escuchaba. El alivio la inundaba. Nadie iba a salir lastimado. Se concentró en asimilar cada detalle sobre sus padres, la forma en que su cabello brillaba a la luz, la forma en que las arrugas dibujaban sus caras. Los dejó examinar sus arañazos, sentirle la temperatura y examinarle los ojos, lengua y garganta.

    —¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿En el jardín?

    Lilith miró detenidamente a su padre antes de asentir.

    —¿Sola?

    Lilith pensó que era seguro negar con la cabeza.

    Daniel frunció el ceño. —¿Con quién estabas, si quieres compartirlo?

    Lilith pensó en relatar todo lo que había sucedido desde su desaparición, pero toda fuerza que le quedaba la abandonó. Cerró los ojos.

    —Está bien, cachorro, está bien. No te preocupes por nosotros. Puedes contarlo más tarde, ¿no?

    —Lilith, no puedes desaparecer sin más así nunca más. ¡Pensábamos que habías muerto! - La voz de Gabby se quebró.

    Lilith quiso decir: "estoy a punto de hacerlo".

    —Gabby, ¿puedes parar, por favor? - Había un tono de irritación en la voz de su padre que Lilith no había escuchado antes. No había llamado a su esposa amorcito, lo que en sí mismo era un desarrollo completamente nuevo. Los tonos apagados del desacuerdo de sus padres la alcanzaron como desde el final de un túnel. Una parte de ella quería aferrarse a la realidad, otra parte quería estar sola para encerrarse; la última parte ganó. Su mente ya había salido de la vida, pasando al limbo.

    Muy consciente del estado de ánimo de su amiga, Pantera fue el único que sintió el cambio, lamiendo la cara de Lilith para traerla de vuelta.

    —¿Lilith? - Ed entró en la habitación.

    Lilith abrió los ojos. —¡Ed!

    Su amigo sonrió. —Sí. Está bien. Ella está durmiendo, - tartamudeó, todavía gruñendo como un anciano y evidentemente probando su habilidad para decir oraciones cortas y declarativas. —Sí. Está bien. ¿Si yo...? - Miró expectante a Daniel y Gabby.

    —¡Oye, amigo! ¿Dónde has estado? ¿Estás hablando de nuevo? - dijo Daniel —¿Cómo te sientes? ¿Lengua rígida, eh? ¿Algo te provocó o ...?

    —Lilith. Me lo pidió.

    —¿Ella? - Daniel sonrió y revolvió el cabello de Lilith. —Esta es mi chica.

    —¿Ves? Lo sabía. Cuando lo necesitas puedes hablar, - espetó Gabby, y estaba a punto de agregar más antes de que Daniel la interrumpiera.

    —Entra, entra. Sin embargo, cierra la puerta. No queremos que la gente husmee. Los amigos son bienvenidos. Lilith necesita más amigos, ¿verdad, cachorro?

    —Podrías habernos dicho adónde fue, ¿sabes? - dijo Gabby. —Esta pretensión de no hablar no era necesaria.

    Daniel interrumpió a su esposa en alemán, dirigiéndose a Ed.

    Gabby cerró la boca con un chasquido audible.

    Ed se sentó junto a Lilith, tomando tímidamente su mano. Intercambiaron una mirada. Lilith movió sus labios sin emitir sonido: "te lo diré más tarde", sabiendo que era mentira. Ella nunca le diría lo que había aceptdo hacer.

    Los padres de Lilith, como era de esperar, se enfrascaron a una sofisticada cadena de intercambio de insultos, solo que esta vez ambos bandos estaban igualados. Después de un rato, Gabby se rindió, se secó las lágrimas y observó a su esposo sacar una toalla mojada del baño para limpiar los cortes de su hija. Se paró un poco a un lado, como una ardilla asustada, con los ojos hinchados.

    —Mamá, te amo, - dijo Lilith. No podía recordar la última vez que le había dicho eso a su madre.

    —¿Qué, qué has dicho? - Gabby se acercó a la cama.

    Daniel hizo una pausa, Pantera dejó de lamer, Ed contuvo la tos.

    —Mamá, papá, quería deciros a los dos que os amo.

    —Nosotros también te amamos, cachorro.

    —Gracias por cuidarme, por educarme, por... por todo. Lamento no haber sido más cooperativa. - El deseo de pasar más tiempo con su madre inundó a Lilith y una punzada de arrepentimiento le calentó la tripa.

    —Oh, cariño. ¡Yo también te amo! - Gabby abrazó a su hija, meciéndola de un lado a otro, hasta que Lilith sintió la necesidad de respirar y puso los ojos en blanco ante Pantera, que ladró.

    Gabby la soltó avergonzada. —Sobre las píldoras, si alguna vez necesitas un descanso, todo lo que tienes que hacer es preguntar.

    Una nube de fragancia enfermiza y dulce llenó la habitación.

    Alfred se materializó en silencio junto a la cama, vestido con un traje burdeos de fiesta de terciopelo con una rosa llamativamente brillante en la solapa, con el pelo hinchado como si acabara de ducharse.

    —Bueno, bueno. Te dije que eventualmente aparecería, ¿no? No había necesidad de preocuparse después de todo.

    —Hola, abuelo, - pronunció Lilith claramente, su miedo a él había desaparecido tras saber que tendría que enfrentar la muerte, su sensación de sarcasmo regresó con toda su fuerza, trayendo consigo energía renovada.

    —¡Alfred! ¿Dónde has estado? ¿Qué significa esto?

    —¿Papá? ¿Ahora decides aparecer?

    —En realidad, es culpa mía. Le pedí a la mansión que no os dejara salir, - intervino Lilith, mirando a los ojos sin parpadear de Alfred. —Querido abuelo, me disculpo profusamente por causar tanto alboroto en tu casa y por molestar a tus invitados. Fue muy desconsiderado y egoísta por mi parte, pero te aseguro que después del carnaval de mañana, desapareceré de tu vida para nunca molestar tu sagrada presencia de nuevo.

    Si hubiera grillos en la mansión, podrías escucharlos. Por desgracia, incluso los grillos eran lo suficientemente sabios como para evitar vivir aquí.

    Alfred levantó las manos en el aire. —Hijo, lo siento, me fui. Tenía algunos asuntos importantes que atender. Tu hija debe de estar muy cansada. Escúchala, no sabe lo que dice. ¿Qué has dicho, querida? ¿Puedes repetirlo?

    —Todo lo contrario, estoy empezando a creer que en realidad podría saber exactamente lo que está diciendo, - respondió Daniel rígidamente.

    Con toda la atención en ella, Lilith se compuso. No importaba si su padre la creía o no, a ella le quedaba un día de vida y tenía que hablar. Había cosas que quería hacer, y esas cosas eran: disuadir a su abuelo de sus medias, ver a su madre tejer, dar un paseo con su padre, buscar una ardilla con Pantera y dar un beso a Ed. Definitivamente quería saber qué se sentía al besar adecuadamente.

    Lilith se dirigió a Alfred.

    —Lo que dije, querido abuelo, fue que lamento haber causado tal alboroto, y que fue culpa mía encerrarlos a todos. Lo que quise decir es que ahora se trata entre la propiedad y yo. Tú, lamentablemente, estás fuera de la foto. - Le dirigió una sonrisa a su abuelo. Eufórica ante su expresión perpleja, giró sobre sus talones y se dirigió al baño, cerrando la puerta y pasando el cerrojo.

    Una vez sola, se deslizó al suelo, enterró la cara en sus manos y se abandonó. Unas convulsiones silenciosas la sacudieron. Una conversación apagada se filtraba por debajo de la puerta. Lilith la ignoró, tratando de examinar su vida de principio a fin. Era una vida pequeña y frágil, llena de preocupaciones, problemas y rencores que ahora parecía infundada, tan tonta, tan infantil.

    Arañazos frenéticos salían de la puerta. Una larga lengua rosada brilló debajo de ella. Lilith se dio la vuelta, pero los arañazos solo se intensificaron, con un gemido adicional que podría volver loco a los criadores de perros más pacientes. Lilith sabía que una vez que Pantera comenzara, fiel a su terquedad, no se detendría.

    —¿Qué? - Ella abrió la puerta una mera rayita.

    Inmediatamente, una pata negra se abrió paso, de modo que si Lilith quisiera cerrar la puerta, tendría que aplastarla. —¿Qué deseas? - chasqueó ella.

    Pantera asomó la cabeza y estaba en el proceso de colarse por completo, cuando Lilith captó a Ed mirando su rostro manchado de lágrimas desde el fondo de la habitación. Ella dejó entrar a Pantera, cerró rápidamente la puerta y se volvió hacia él.

    —¿Es que no ves que quiero estar sola?

    —Claramente. Si me permites explicar por qué quebré tu deseo, te diré que es porque acepté ayudarte. Somos socios, como Watson y Holmes. Y los socios no se abandonan el uno al otro. Además, eres la mejor dueña de mascotas a la que he tenido el placer de servir. Bueno, considerando el hecho de que sólo he tenido una. - Se quedó callado. —Querida Lilith... - inclinó la cabeza.

    Lilith no podía recordar la última vez que Pantera se había dirigido a ella por su nombre de pila, por lo que supo que debía de ser importante para él.

    —Ese trato que hiciste con la mansión fue una tontería.

    —Oh, ahórrame el sermón, por favor, - se burló Lilith. —¡No mires!

    Pantera apartó educadamente los ojos.

    Lilith se quitó la ropa, la tiró al suelo y se metió en la ducha. Se sintió de maravilla al dejar que el agua lavara la suciedad, aunque dolía mucho en cada corte.

    —No estoy mirando. - Pantera metió el hocico entre la puerta de cristal de la ducha. —Sólo quiero asegurarme de que me escuchas claramente.

    —¿Y qué es lo que quieres decirme? Sabes que no tiene sentido, ¿verdad? Ya me he decidido y tú, con tus preguntitas, solo empeorarás las cosas, - dijo Lilith enojada y haciendo un esfuerzo concentrado para lavarse el cabello con champú.

    —Querida Lilith, - comenzó Pantera de nuevo, que era tan raro en él que Lilith hizo una pausa.

    —¿Qué? - ella casi gritó.

    Hubo golpes en la puerta. —¿Estás bien ahí, cachorro?

    —Lo siento, papá, estaba hablando conmigo misma.

    —¿Lilith? Cuando termines, pongo ropa limpia para ti aquí en la silla, - agregó Gabby.

    —¡Gracias, mamá! - Lilith se enjuagó el cabello, cerró el agua, se envolvió en una toalla y se puso en cuclillas junto a Pantera. —Siento haberte gritado. ¿Y puedes estar más callado, por favor?

    —No me importa si me oyen, - gruñó con las joyas de sus ojos brumosos.

    —¿No? - Lilith sintió que sus cejas se elevaban.

    —Querida Lilith, - comenzó tentativamente por tercera vez, su hocico le temblaba nerviosamente.

    Una discusión estalló en la habitación. Parecía una entre padre e hijo, y ocurría en alemán.

    Lilith arrugó su rostro, esperando pacientemente el resto. —Está bien. Fuera con eso.

    Pantera se aclaró la garganta. —Yo, Pantera Bloom Junior, te adoro desde la punta de la nariz hasta la punta de los dedos de los pies. Te lameré los pies todos los días. No me quejaré por la falta de ardillas. Con mucho gusto dormiré en el lugar más sucio de la alfombra que me des. - Pasó una lengua sobre su hocico de esa manera perruna característica. —Nunca más te llamaré señorita, ni me burlaré de ti. - suspiró profundamente. —No me pondré esa chaqueta rosada; estoy bien, um, desnudo, si cancelas tu trato con la mansión. No quiero que te coma. Por favor, busquemos otra forma de parar esto. ¡Mi pobre y pequeño corazón perruno no puede soportar la idea de perderte, me da ganas de arrojarme a una pila de gatos enojados y dejar de existir! - ladró dramáticamente.

    Lilith sostuvo la cabeza de Pantera por las orejas.

    —No hay vuelta atrás, Pantera, las escuchaste.

    —¿Cómo sabes que no están mintiendo? Ni siquiera sabemos quiénes son. Son un montón de plantas que asustan a los cuervos y mordieron el polvo y decidieron que tienen cerebro.

    —Son los fantasmas de aquellos cuya sangre...

    —Señorita, esto...quiero decir, Lilith, - se corrigió Pantera con culpabilidad, —¿cómo sabes que están diciendo la verdad? ¡Díselo a tu papá! Parece que se está preparando para la idea.

    —No se preparará lo suficientemente rápido.

    —Salgamos de aquí, en este exacto momento.

    —¿Y dejar morir a todas esas personas? No, no puedo hacer eso.

    —¿Desde cuándo te sientes responsable de ellas?

    —¡Soy la heredera de la propiedad Bloom, Pantera! - dijo Lilith con cierto orgullo y elevándose sobre él. —Soy responsable de la mansión, del jardín de rosas y de todos los que residen aquí, ¿no lo entiendes?

    —Entonces me voy contigo, - gruñó Pantera en voz baja.

    —Que no.

    —Yo también. - Dijo una voz familiar a través de la puerta.

    Indignada, Lilith abrió la puerta y estuvo a punto de chocarse con Ed, quien se disculpó y extendió los brazos con la ropa de Lilith cuidadosamente doblada.

    —¿Cuánto tiempo has estado parado aquí? - Ella se volvió hacia él.

    —Solo un poco. - Ed se encogió de hombros. —Lo siento. Soy. Amigo. Voy contigo.

    Lilith luchó consigo misma por un momento. —No voy a poder deteneros a los dos, ¿verdad?

    Tanto Ed como Pantera negaron con la cabeza, sonriendo. Lilith entornó los ojos. Sus padres se susurraban cosas, Alfred al parecer se había ido.

    Lilith suspiró. —No apruebo esta idea, y no me miréis así. ¡Una nueva boina! - exclamó, sólo ahora notando lo que había encima de la pila. —Es bonita.

    —Tenía que hacer algo. No podía dormir, - dijo su madre desde el fondo de la habitación.

    La boina estaba tejida con hilo de varios tonos rojos formando un patrón familiar. —Es una rosa, - susurró Lilith. —Si lo uso, ¿me convertirá en una Rosehead?

    Como si la hubiera escuchado, la mujer del arbusto gimió desde las profundidades del jardín. En respuesta, la mansión se estremeció, crujiendo y estirándose en la preparación para su exquisita comida final.

Capítulo 30: El Plan Fallido

    Un silencio total llenó la habitación, dándole a Lilith la falsa esperanza de que quizás sus padres sintieran algo. No lo hicieron, y solo miraron a su hija con preocupación. Murmurando a Ed que la excusara, agarró su ropa y desapareció dentro del baño. Era su último atuendo limpio, un vestido rojo, un cárdigan a juego y zapatos planos, destinados a la pomposa cena de despedida. Lilith se secó el pelo y se vistió a regañadientes, estudiándose en el espejo. No aprobaba los vestidos formales; le restringía el movimiento.

    —Un vestido sangriento perfecto para morir, ¿no? - le preguntó a su reflejo, pensando que si por algún milagro sobrevivía, adoptaría el nombre de Rosehead como su nuevo apodo por despecho. Se quedó así durante otro minuto, pensando en la vida, la muerte y el amor, tres cosas importantes que tenía tan poco tiempo de comprender.

    —Es lo que es. - se encogió de hombros. —No hay muerte sin vida, como no hay vida sin amor. ¿Significa eso que no hay amor sin muerte? ¿Tengo que morir para saber qué significa el amor? - se ajustó la nueva boina y se contempló. —¿Tengo que perderlo todo antes de poder ganar algo? - Le había parecido justo en su momento. Sus pensamientos volvieron hacia su madre, hacia sus torpes intentos de enseñarle a tejer. Lilith siempre había comentado que el tejido de punto no era una actividad adecuada para las personas enfermas, para que no pudiera sacarse un ojo con una aguja. Gabby normalmente se resistía y le preguntaba a Lilith si se tomaba sus pastillas.

    Decidiendo que debería dejar de demorarse y disfrutar de su último día, Lilith salió a los primeros rayos solares del día que coloreaban la habitación de oro.

    Ed se había ido, algo perfectamente de acuerdo con su molesto hábito de desaparecer. Pantera roncaba sobre una almohada. Gabby y Daniel corrieron hacia su hija. Su padre le preguntó sobre su bienestar. Su madre anunció que hoy estaría bien omitir su medicamento.

    —¡Te ves genial! - dijo Daniel

    —Esta noche viene un circo ambulante, con elefantes amaestrados. Tus amigas Gina y Daisy me preguntaron si podían sentarse a tu lado. Qué chicas tan dulces, - dijo Gabby.

    El estómago de Lilith se revolvió. —Gwen y Dafne, mamá.

    —Nos vamos mañana, cachorro. ¿No estás contenta? Estaremos en casa en poco tiempo, - intervino su padre.

    Lilith se tambaleó de repente. No había tenido suficiente sueño, no había comido suficiente comida y el cansancio finalmente estaba haciendo mella. Sus padres intercambiaron una mirada, la llevaron a la cama y se sentaron a ambos lados. "Vale la pena morir por esto", pensó Lilith, "este momento, este amanecer dorado, esta vista de un impresionante jardín de rosas, Pantera roncando sobre una almohada, mamá y papá abrazándome, sin sermones, sin preguntas molestas".

    Se apoyó en el hombro de su madre y cerró los ojos. Gabby preguntó algo. Daniel respondió algo. Lilith no pudo distinguir sus palabras. "Solo me quedaré sentada así por un momento. Es tan acogedor, es como sentarse en una pila de whippets dormidos, es como..." Luchó por pensar y luego ya no estaba pensando en nada y se quedó dormida.

    Cuando abrió los ojos horas después, su cabeza estaba apoyada en una almohada, estaba tapada con una manta y el sol se suspendía bajo en el horizonte.

    —¿Qué? - Lilith se enderezó. —¡Me he quedado dormida!

    La tarde coloreaba el cielo de lavanda. Una dulce fragancia flotaba en una leve brisa. La serena atmósfera habría engañado a cualquiera que no fuera Lilith. Sintió el latido en las paredes de la mansión, en el suelo del jardín. Vibraba con anticipación como un depredador hambriento.

    —¿Cuánto tiempo he dormido? - su corazón le martilleaba.

    —Creo haber mencionado que no tengo reloj. Tampoco sé leer. - Pantera bostezó al sentarse.

    —¡Pantera! - Lilith se cubrió la boca con horror. —Hemos dormido todo el día!

    El whippet saltó, miró por la ventana, miró a Lilith y ladró miserablemente.

    —¡Gabby! Está despierta. Daniel abrió la puerta de golpe con su esposa detrás de él. —Ha sido una larga siesta. Dormiste como un cachorro feliz. ¿Hambrienta?

    —La cena será pronto. - Gabby le tocó la frente a su hija. —Nuestra última cena aquí.

    El estómago de Lilith se encogió ante estas palabras. El recuerdo de eventos pasados ​​se precipitó en su cabeza. —¿Por qué me habéis dejado dormir tanto? ¿Qué hora es? ¿Cuándo comienza el carnaval? ¿Dónde está Ed? ¡Tengo que levantarme! - Ella hizo ademán para moverse.

    —Espera, nos gustaría hablar contigo. - Daniel le apretó el hombro. —Si no te importa.

    Sus padres intercambiaron una mirada conspiradora.

    —¿Qué pasa? - preguntó Lilith con recelo.

    —Sabemos que puede ser difícil para ti hablar de esto, - comenzó Daniel.

    —Entendemos que puede llevar un tiempo que te abras con nosotros, - dijo Gabby levantando sus gafas.

    —Pero realmente necesitamos saberlo.

    —Donde estuviste toda la noche.

    —Y si alguien, incluso si es alguien que conocemos, estuvo contigo que tal vez no te permitió volver.

    —¿Los dos pensáis que fui secuestrada? ¿Secuestrada por el abuelo? - dijo Lilith rompiendo a reír.

    Sus padres se sorprendieron y se consultaron sin palabras sobre cómo continuar.

    —Déjad que os asegure que no fue nada de eso. Mi abuelo no tuvo nada que ver, pero también tenía todo que ver con eso. En cierto modo, - dijo Lilith, nerviosa. —El problema es que si os digo lo que pasó, ninguno de vosotros me va a creer, así que realmente no tiene sentido contarlo. Además, tengo cosas que hacer y no queda mucho tiempo, quería agregar.

    —¿Por qué no lo intentas? - dijo Daniel al fin.

    —Te escucharemos, - agregó Gabby.

    —¿Sin interrupciones?

    —Sin interrupciones, - respondieron como uno.

    —¿Sin sermones? ¿Sin regaños? ¿Sin llamarme enferma y un peligro para la sociedad? Sin amenazas de que un médico me examine o de que me encierren en algún tipo de institución donde me encadenarán a una cama y me alimentarán a la fuerza con sopa fría a través de un tubo?

    —¡No, sin nada de eso! - dijo Gabby mortificada.

    —Bueno. - Lilith respiró hondo y, con una oleada de alivio, dejó que su historia fluyera. Les contó todo, desde haber ordenado a la habitación que matara al médico (tanto Gabby como Daniel sofocaron un grito), pasando por haberse enfrentado a su abuelo, haber pedido a la mansión que no dejara que nadie la siguiera, hasta haber sido perseguida por Alfred y Gustav, Pantera haber hecho que Bär mordiera a su amo (la boca de Gabby se abrió y cerró).

    Lilith tomó una inhalación temblorosa y continuó tejiendo su historia sobre cuando subieron a la casa del árbol de Ed, Rosehead atacando a Petra (Gabby se tapó la boca, Daniel se frotó la cara), la pelea, cuando Rosehead dio a luz a decenas de rosales carnívoros con la ayuda de Alfred (ahora ambos padres sólo la miraron fijamente), su enfrentamiento con el abuelo, su escapada, su súplica a mansión en busca de ayuda, su conversación con las cabezas y el encuentro con Eugenia y Rose Bloom.

    Lilith sólo omitió un pequeño detalle, es decir, su promesa de entregarse a la mansión.

    —...y luego entrasteis, - terminó con ojos brillantes, mirando de un padre a otro, tratando de leer sus expresiones. Parecían llevar máscaras inmóviles en lugar de caras reales.

    —Bueno, ¿qué pensáis?

    —Creemos que es toda una historia. ¿No es hora de cenar? - dijo Gabby rápidamente.

    —Creo que necesitamos hablar con papá, - agregó Daniel.

    Lilith tragó saliva. —¿Por qué? ¿Porque soy pequeña? ¿Por eso no me crees?

    —No, no, no tiene nada que ver con la edad, - comenzó Daniel.

    —Por un segundo pensé que tal vez ... no importa. No importa ahora. Me muero de hambre. - El amargo arrepentimiento inundó a Lilith. Lágrimas de enojo amenazaron con rodar por sus mejillas. Las contuvo, se deslizó rápidamente por la cama y salió de la habitación, antes de que alguien pudiera detenerla.

    Pantera trotó detrás de ella.

    —Podrías haberme respaldado, ¿sabes? Podrías haber dicho algo. Socio. - Sin darle a su mascota la oportunidad de responder, Lilith bajó corriendo las escaleras y entró al comedor. Estaba vacío, a excepción de Agatha que llevaba bandejas humeantes de asado y patatas, colocándolas cuidadosamente entre ramos de rosas recién cortadas. Lilith quiso agarrar cada jarrón, golpearlo contra el suelo y luego pisotearlo hasta que se pegara.

    —¿Puedo desayunar para la cena? - le dijo al ama de llaves. —Me gustaría una tortilla con queso, estilo americano, con tocino, salchichas y tortitas de arándanos para acompañar. Ah, y un plato de carne para Pantera.

    Para su asombro, Agatha asintió. —Como la señorita desee, - dijo, y corrió hacia la cocina.

    Lilith sacó una silla y se dejó caer sobre ella sonriendo. Si esta iba a ser su última cena, iba a comer sus comidas favoritas. Esperaba ver a su abuelo, ensayando en su cabeza un discurso completo, el cual ella pensaba que, si no la asustaba, al menos la avergonzaría frente a sus invitados. A pesar de haber evitado la masacre, tenía muchas ganas de mostrar a todos que ella había teníaldo razón todo el tiempo.

    Pantera se acurrucó a sus pies, murmurando algo sobre haber reunido el coraje para hablar delante de sus padres. Lilith permaneció en silencio, evitando preguntarle sobre el paradero de Ed y sobresaltándose a cada ruido.

    Poco a poco, el salón se llenó de gente. Primero vino Trude, luego Hanna con su madre ciega, y luego los Rosenthals con Patrick y Petra, quien trató de abalanzarse hacia Lilith pero su madre la detuvo. Lilith respondió a los saludos de todos con sus ojos fijos en la puerta.

    Preocupados por el olor a leche agria, las gemelas Schlitzberger, junto a su madre, entraron y se desplomaron en sus sillas.

    Dafne, con su cara redonda brillante, se inclinó y siseó, —Hola, Lily.

    —Lilith.

    —¿Encontraste más huesos humanos en el jardín para comer? ¿Estaban sabrosos?

    Gwen se unió a su hermana. —Nein, conoció a un oso en el bosque, pero no se la comió porque apesta. Sólo la arañó, ¿lo ves?

    —¿O tal vez fue un rasguño de amor? - canturreó Dafne.

    Las hermanas se echaron a reír.

    Antes de que Lilith pudiera responder, Ed, sin aliento por haber venido corriendo, se dejó caer en una silla a su lado, evidentemente después de escuchar la última parte de la conversación. Él deliberadamente pellizcó a Lilith en la mejilla, haciendo que su cara se volviera escarlata.

    —Desapareciste, - le susurró ella.

    —Te. Ves. Genial, - dijo él, y luego agregó en un tono casual a las gemelas, —Siento. Un niño. Nunca. Te besó. - tomó aliento. —No preocupes. Lo hará. Un elefante. Esta noche. Le encanta besar. Chicas gordas. - El discurso lo agotó, pero la mirada pálida en el rostro de Dafne valió la pena.

    Un fuerte grito vino de debajo de la mesa. Gwen o Dafne patearon a Pantera, quien mordió a Dafne, quien gritó, lo que provocó que su madre recogiera al whippet por la cola, lo que a su vez hizo que Lilith saltara en rescate de su amada mascota junto a Ed. La conmoción habría aumentado, de no ser por Alfred. Quien entró por el pasillo, Agatha le pisaba los talones con el desayuno especial preparado para Lilith y un plato de carne.

    —Bájalo, Irma, hoy es un día especial, - dijo con autoridad.

    —¡Pero Alfred, esto mordió a mi hija! Se supone que no debería estar en el comedor. - De mala gana bajó al perro en las manos de Lilith, quien lo puso en su regazo para mantenerlo a salvo.

    Gabby y Daniel entraron, absortos en una conversación.

    —Por favor, sentaos. Comamos, - dijo Alfred.

    Los invitados obedecieron diligentemente, cotilleando y lanzando miradas desconcertadas a la niña que había heredado Bloom & Co.

    Lilith no les prestó mucha atención. Hambrienta, se tragó su tortilla en minutos y tuvo que reprimir un eructo. Ed se mostró delicado con su comida junto a ella. Las gemelas masticaban con feroz determinación.

    Alfred golpeó su vaso con una cuchara.

    —¡Mis queridos invitados! Hoy es el último día que podemos pasar juntos, - dijo haciendo que los huesos de Lilith se congelaran. —Debo deciros que ha sido un gran placer veros a todos en mi mansión. Me atrevo a pensar que he podido proporcionarles suficiente entretenimiento, - miró a Lilith acusadoramente, —pero aún no ha terminado. Como todos sabéis, esta noche habrá un carnaval de despedida en memoria de mi difunta esposa Eugenia Bloom y para celebrar el legado de la familia Bloom. He invitado a un circo ambulante que actuará delante a la mansión.

    —Alfred, ¿qué pasó ayer? ¡Digo, nos encerraste a propósito! - dijo Norman blandiendo su copa de vino.

    —¡No pudimos ir de compras! - se quejó Irma.

    Otros invitados agregaron comentarios en alemán.

    —¿Por que te fuiste? - le susurró Lilith a Ed.

    —Lo siento. Tuve que hacerlo. Tengo un plan.

    —¿Tú? Yo también tengo un plan. Mira. - Ansiosa por mostrarle su idea, Lilith ignoró a un Ed, que negaba con la cabeza, y se concentró en su abuelo. Ya no importaba lo que dijera o hiciera, pero ella quería reparar su reputación.

    —Ah, sí. Pido disculpas por haberos hecho eso, mis queridos, - dijo Alfred. —Fue una precaución necesaria para preparar el jardín. Verán, habrá una ceremonia sorpresa esta noche.

    Miró a Lilith, cuyo corazón latía como un animal moribundo. Ella notó entonces que él planeaba deshacerse de su propio hijo y de los otros invitados. Este conocimiento la hizo querer vomitar.

    —Como es nuestra tradición, tendremos la coronación de la nueva heredera Bloom, para que sea oficial, por así decirlo. Estoy seguro de que todos os preguntabais adónde desapareció nuestra heredera ayer. Bueno, necesitábamos mantenerlo en secreto. Lilith me estaba ayudando. De hecho, ha demostrado una increíble disposición por aprender todo sobre el arte de cultivar rosas. Hasta el punto de eligir pasar casi una noche entera en el jardín como parte de nuestra preparación para el carnaval.

    —¿Qué? Nunca nos dijiste que te estaba ayudando, - dijo Daniel bruscamente.

    —¿Por qué no nos lo dijiste? - Gabby agregó. —Nos hiciste pasar por una terrible experiencia.

    —Por favor, déjadme terminar. - Un músculo en la cara de Alfred se crispó. —Pido disculpas por no haberos dicho esto antes. Era nuestro secreto, el mío y el de Lilith. No pudo aguantar y ella cumplió parte de su actuación ayer. ¿No es así, mi querida niña?

    Sin palabras, Lilith luchó para procesar la audacia que su abuelo tenía para mentir así delante de su propia familia.

    —Espera. No lo entiendo, - dijo Daniel.

    Alfred habló interrumpiéndole, su voz se volvió sedosa. —Te lo explicaré más tarde. Verás, nos dejamos llevar. Por mucho que le aconsejé a Lilith que se tomara un descanso, ella continuó podando, lo cual es un trabajo duro e implacable. Es posible que hayas notado los rasguños que ha sufrido por las espinas. Pero aún así nos divertimos, ¿verdad? Lamentamos haber tenido que engañaros a todos. - Sus ojos brillaban con una alegría delirante que rayaba la locura.

    Lilith intercambió una mirada aterrorizada con Ed.

    Un suspiro colectivo de alivio se agitó sobre la mesa cuando la información caló en la mente de las personas. Gabby y Daniel, sin embargo, estaban enfrascados en una acalorada discusión, ella lo detuvo mientras él trataba de levantarse.

    Lilith tuvo que actuar. Gentilmente puso a Pantera en el suelo y se puso en pie mirando directamente a los ojos de Alfred.

    —No. No lo lamentas. - Ed tiró de su manga. Pantera le mordió un poquito el tobillo, sin ningún efecto.

    —Tienes toda la razón, abuelo, - dijo con claridad y su voz resonó en el salón.

    —¿Sobre qué, querida? - Alfred frunció el ceño. Una sombra de sorpresa pasó por su rostro.

    Eso le dio a Lilith un impulso de confianza. —Sobre el hecho de que nos divertimos muchísimo. De hecho, estamos a punto de tener algo más. - Fingiendo hacerlo por accidente, golpeó una jarra toda llena de agua. Esta cayó y se rompió, salpicando agua por todo el suelo. —¡Oh, no! Lo siento mucho, - gritó con horror teatral. —¡Mirad, todos! ¡El suelo se ha bebido el agua! - Ahora tenía la atención de los invitados, pero al mirar hacia abajo, se le cayó la cara de vergüenza. El agua se comportó como generalmente se comporta el agua derramada, acumulándose en un charco. Lilith quedó mirando el charco fijamente.

    —¡Uy! - dijo Alfred con una sonrisa triunfante.

    En ese momento, Gustav entró en el salón y anunció en voz alta: —¿Herr? Zirkus ist da.

Capítulo 31: El Consejo del Libro

    El plan de Lilith de exhibir el milagro del suelo que tragaba agua y demostrar su cordura había fracasado. Decepcionados, los invitados se volvieron hacia Gustav. Hubo exclamaciones de deleite, empuje de las sillas, movimiento de pies. Toda la asamblea quedó engullida por el frenesí de la impaciencia. En medio del caos, Alfred miró a Lilith y esbozó una sonrisa tan amplia que ella deseó que Rosehead irrumpiera y se lo tragara por completo.

    —Lilith. - Ed le dio un urgente empujocito.

    Ella lo miró sin comprender, en trance. —¿Por qué no ha funcionado?

    Pantera le arañó la pierna, parpadeando de una manera que quería decir: "Es increíblemente simple, tonta, si te interesara entretener a esa cosa que tienes ahí arriba, llamada cerebro".

    Lilith simplemente se quedó boquiabierta.

    —Tengo. Que mostrarte. Ahora. - Ed agitó los brazos y se le escapó el tenedor, que salió volando.

    —Puedes decírmelo hablando, ¿sabes?. - Lilith frunció el ceño.

    —¡Ahora!

    Antes de que Lilith pudiera decir algo más, antes de que su padre y su madre la alcanzaran, Ed la apartó de la mesa tirando de su mano. Ambos comenzaron a correr, Pantera iba saltando a su lado, evitando por poco a Agatha, que llevaba un trapo y un balde. —La pequeña señorita no debería ir al jardín esta noche, - dijo con severidad.

    Limpiándose las manos en el delantal, Monika salió de la cocina, obviamente para ver qué conmoción era aquella. —¡Meine kleine Prinzessin! - le dijo a Pantera.

    Alguien gritó el nombre de Lilith. Ella hizo una pausa para mirar. Ed la agarró del brazo. —No hay tiempo. Por favor.

    El corazón de Lilith se aceleró. —¿A dónde vamos?

    —A tu cuarto.

    —¿Para qué?

    Pero Ed no respondió, su rostro estaba concentrado en la tarea de escapar. Subieron los escalones de dos en dos, corrieron por el pasillo y se detuvieron frente a la última puerta a la izquierda. Ed la abrió, los hizo pasar y la cerró.

    —¡Hey! ¿De dónde has sacado la llave? - dijo Lilith sin aliento.

    —De Agatha. - Ed se secó la frente. —Me la dio.

    —¿Ella te la dio? ¿Así sin más? Espera, ¿hay algo que sepas que yo no, algo que necesite saber?

    —Larga historia. - Ed arrugó la cara por la concentración.

    —No te preocupes. Tengo todo el tiempo del mundo, - dijo Lilith, cruzando los brazos y mirando la puerta.

    —Ahora no. - Tocó la bolsa de Lilith. —Por favor. No te enojes. Miré. En tu libro. Lo siento. ¿Estás de acuerdo si yo ...?

    —Bueno, si ya has mirado, no veo por qué me estás pidiendo permiso ahora. Adelante.

    Pantera miró de Ed a Lilith y de Lilith a Ed, siguiendo este intercambio con interés.

    —Gracias, - dijo Ed. Levantó la tapa, sacó El Perro de los Baskerville y lo hojeó.

    Un golpe en la puerta los sobresaltó.

    —Cachorro, ¿estás ahí? - La voz de Daniel vino desde el otro lado.

    Lilith, Ed y Pantera se congelaron.

    Hubo algunos golpes más, las voces silenciosas de los padres de Lilith, y luego el pomo de la puerta se sacudió un par de veces. Por fin, sus voces y pasos se perdieron en el pasillo.

    —Volverán, estoy segura, - dijo Lilith dejando escapar el aliento. —Esperad, muchachos. Antes de que hagáis nada, hay algo importante que necesito comprobar. - Ella desapareció dentro del cuarto de baño.

    Ed y Pantera intercambiaron una mirada y un encogimiento de hombros.

    Lilith salió con un vaso de agua, marchó hacia la puerta y la colocó sobre el pomo. No pasó nada. Ella se quedó allí esperando.

    —¿Que estás haciendo? - preguntó Ed.

    Lilith negó con la cabeza tercamente, salió corriendo y regresó con otro vaso, derramándolo en el suelo.

    Ed miró a Pantera. —¿Por qué agua? ¿En el comedor? ¿Qué está haciendo? ¿Llamando a las cabezas?

    Pantera asintió para determinar su conocimiento del misterio en cuestión. Se aclaró su garganta perruna y gruñó, —Er ... ¿puedo decir algo?

    Lilith no le prestó atención, estaba ocupada en su tarea de hacer que la habitación quedar completamente mojada.

    Pantera lo intentó de nuevo. —Sé que prometí no volver a llamarte señorita, pero desearía no haberlo hecho, ya que esta ocasión lo requiere. - Trotó detrás su amiga con la cola curvada, mientras Lilith intentaba mojar superficie tras superficie, deteniéndose junto a su cama y arrojando agua en la pared después de una breve vacilación. —Todos somos conscientes del hecho de que este piso bebe agua. También puedes recordar que el tercer piso aspira sangre, y la habitación negra se comió al médico. Entero. Ahora bien, nunca hemos determinado de qué se alimenta el primer piso, ¿verdad?

    —Fácil. Aire, - dijo Ed.

    Lilith se detuvo en seco, mirando fijamente.

    —¿Por qué no me lo has dicho antes? He quedado como una completa idiota. - Estaba demasiado nerviosa para continuar.

    —¿Porque no me lo preguntaste? - Fue, con mucho, la frase más larga que Ed había producido sin tartamudear, y miró radiante a Lilith. —Lo intenté. Deteniéndote. Pensé. Contarías tus planes. - Él resopló y resopló, un poco exhausto por el esfuerzo de hablar.

    Lilith solo movió sus labios sin hacer ruido. No estaba acostumbrada a tener amigos, no estaba acostumbrada a compartir sus pensamientos e ideas con nadie, ni siquiera con Pantera.

    El whippet levantó una pata. —Si puedo agregar algo a esta observación... - gruñó. —Cuando tú, um, conversaste con las cabezas al ofrecerte como un cordero al sacrificio, recuerdo que les pediste que no hicieran nada perverso.

    —¿Lo hice? - dijo Lilith con incertidumbre.

    —Bueno, no usaste específicamente la palabra perverso, pero así es como yo lo entendí. En cualquier caso, debe de ser eso. La mansión en realidad está fingiendo ser una casa normal, como tú le pediste. Al menos, esa es la explicación que viene a mi pobre mente perruna. También podría estar equivocado, por supuesto.

    —Suena legítimo, - dijo Ed. —Tu perro. Es genio.

    Pantera sacó pecho orgullosamente.

    Ed lo acarició. —¿Por qué no? ¿Pregúntalo? - le dijo Ed.

    —¿Preguntar a quién? - dijo Lilith.

    —A la mansión, - dijeron Ed y Pantera como uno.

    —Ah. De acuerdo. A la mansión. ¿Este... querida mansión? ¿Es eso cierto? ¿Te comportas como... bueno, como una casa normal? Supongo que es difícil moverse a todas horas al estár hecha de piedra, ¿no? - dijo Lilith casi cariñosamente.

    La mansión transmitió un temblor. No un temblor amenazante que les advirtiera que estaban a punto de convertirse en la cena, sino un agradable temblor de estar de acuerdo, como si alguien por fin la entendiera. Incluso suspiró un poco.

    —Obviamente. Me estoy volviendo loca, - dijo Lilith, y luego se sentó en la cama dejando caer su peso, pensando que su cerebro se habría vuelto del revés debido a los recientes acontecimientos.

    Hubo un chasquido de garras y un gruñido incómodo. —Entiendo que este es el peor momento para una confesión, pero debo admitir que fui un cobarde. - Pantera bajó la cabeza abatido.

    —¿Qué? - Lilith lo miró. —¿De qué estás hablando?

    —De no hablar delante de tus padres.

    —Ah, de eso. - Lilith se levantó de la cama. —Mi querido Watson, todos cometen errores. Yo misma estoy siendo un excelente ejemplo en este momento. Es perfectamente normal. - le acarició la cabeza a Pantera. —Y, para ser honesta, no te culpo. Yo también tendría miedo. No querría que me presentaran en una exposición canina como un milagro de otro mundo tampoco, créeme. Aunque no creo que papá te hiciera algo así nunca.

    —¿Estás absoluta e incuestionablemente segura?

    Lilith asintió con la cabeza.

    Pantera suspiró. —Está bien, prometo que hablaré.

    —¿Sí?

    —Sí. ¿Amigos otra vez?

    —Afirmativamente. - Lilith lo besó. Pantera ronroneó.

    Mientras tanto, Ed terminó de hojear el libro. Clavó el dedo y profesó con orgullo: —Lo encontré. Su rostro exudaba emoción, sus ojos bailaban con la fiebre de la aventura.

    Lilith lo estudió, deseando de pronto estar enferma. Esperaba que sus padres estuvieran en lo cierto y que ella se imaginaba cosas de verdad, porque en este momento todo parecía normal y ella no quería que terminara. No quería morir esta noche. Quería pensar que simplemente estaba visitando a un amigo en Berlín, para leer libros, llevar a Pantera a pasear y mirar la puesta de sol. Luego visitarían la cabaña de Ed y tal vez él le dibujaría un retrato. Se sentaría en una silla con su festivo vestido rojo y posaría con inclinando la cabeza muy ligeramente...

    Pantera bufó como un gato. El cuarto se oscureció.

    Una cara gigantesca estaba presionada contra la ventana, sus ojos ensangrentados giraban como locos, su mal aliento empañaba el cristal. Lilith tragó saliva. Al parecer no estaba loca después de todo.

    —¡Agachaos! - Ed la agarró del brazo.

    —No creo que sea necesario, ¿verdad? - Lilith luchó contra su agarre. —Ella no puede tocarme, ¿verdad? ¿Ya que es la mansión quien me va a comer y no ella? - Parecía extraño decirlo en voz alta, como si estuviera hablando de algo que le iba a pasar a otra persona. Le dio un escalofrío.

    La mansión se erizó hacia Rosehead.

    Rosehead hizo un mohín y dio un paso atronador hacia atrás.

    —Por cierto, este cerebro de piedra en ruinas de casa nunca te ha dicho... um... ¿cómo decirlo cortésmente?, cómo planea eliminar tu gloriosa presencia. ¿No quieres averiguarlo? - gruñó Pantera.

    —¿Importa acaso? - espetó Lilith. —El resultado final será el mismo de todos modos. Prefiero no saberlo.

    —¿Qué? ¿No te importa cómo planea matarte? ¿Qué clase de trato es ese? - ladró Pantera con enojo. —Me pregunto si lo hará en el desafortunado caso de que yo haga algo bastante desagradable... - Olfateó y levantó la pierna.

    —¡Pantera, no! - gritó Lilith.

    —¡Lilith! ¡Chicos! ¡Plan! - Ed agarró a Lilith del brazo y señaló dentro del libro.

    —Y... todo el infierno se desata, - comentó Pantera.

    El pomo de la puerta se sacudió.

    —Todavía está cerrada. Puedo oírla, - dijo Gabby. —¿Señorita? ¡Abre la puerta de una vez! - Un par de puños golpearon la puerta.

    Hubo murmullos amortiguados.

    —¿Cachorro? Sabemos que estás ahí. Por favor, déjanos entrar. - dijo Daniel. Dudó por un momento. —Tenemos la llave. Esperaremos unos minutos, en caso de que, um, te estés duchando o algo así, y entraremos, ¿de acuerdo?

    —Genial, - suspiró Lilith.

    —Baño, - indicó Ed.

    Los tres entraron corriendo al cuarto de baño y cerraron el pestillo. Inmediatamente, Ed abrió la puerta que conducía a la habitación de Trude. Una fuerte bocanada de jabón, y de las posesiones de los ancianos que tienden a acumular polvo, y un olor a moho, los cubrió.

    —Inteligente. No había pensado en eso. Esto es mejor, - susurró Lilith, —si no fuera por el olor. No podremos quedarnos aquí por mucho tiempo, antes de que lo descubran.

    —Hay tiempo suficiente, - dijo Ed mientras cerraba silenciosamente la puerta.

    Por mucho que la habitación de Lilith estuviera limpia y bien ventilada, la habitación de Trude estaba repleta de todo, desde almohadas hasta mantas, pantuflas y maletas, llena de patrones florales tan insípidos que Lilith pensó que sus ojos se volverían locos.

    Las voces apagadas de Gaby y Daniel los alcanzaron. Probaron a abrir la puerta del baño sin éxito.

    Rosehead reapareció en la ventana, con la boca abierta.

    —No puedo creer que me haya apuntado para vencer a este imbécil succionador de plasma cubierto de follaje, - gruñó Pantera. —Debo de amarte mucho más que a un bistec.

    —Tus exquisitas descripciones nunca dejan de sorprenderme, - dijo Lilith. —Ahí va ella de nuevo.

    Rosehead golpeó el cristal con un pesado puño. La ventana simplemente se elongó hacia adentro sin romperse.

    Lilith dejó escapar un suspiro. —Honestamente, creo que ser aplastado por una mansión es una mejor manera de irse que ser absorbido por esa cosa.

    Ed sacudió la cabeza. —No tienes que hacerlo.

    —No veo qué otra opción tengo, - dijo Lilith.—Si me quedo en la mansión, me comerá eventualmente. Si trato de salir, el jardín me comerá. Digamos que me las arreglo para salir, lo cual es muy poco probable, dado que le prometí mi vida. ¿Cómo propones que pelee contra Rosehead y el millón de sus pequeños bebés mutantes?

    Una extraña sonrisa se dibujó en los labios de Ed. Le dio el libro a Lilith y dijo: —Fuego.

    Hubo una pausa. Luego otra pausa.

    Luego Pantera gruñó, —Brillante como la sangre.

    La mansión comunicó un temblor.

    Lilith permaneció en silencio, atónita. La idea era tan simple pero tan ingeniosa que deseó haberla inventado ella misma.

    —Fuego, - repitió recordando la historia de la familia Bloom. —No ha habido noticias de incendios. ¿Significa eso que el jardín de rosas ha sobrevivido durante siete siglos sin ser tocado por las llamas? Y si es así, ¿arderá hasta los cimientos y morirá para nunca regenerarse?...¿Pero cómo... - comenzó Lilith.

    —Tu método. - Ed colocó la punta de su dedo en la página, recorriendo varias oraciones.

    —¿Puedo recordarte...? - comenzó Pantera.

    —Espera, querido Watson, - dijo Lilith, y leyó todo el pasaje en voz alta. —"El fuego estallaba en la boca abierta, sus ojos brillaron con una mirada ardiente, su hocico y pelos y papada se perfilaban en una llama parpadeante. Nunca en el sueño delirante de un abatido cerebro se podría concebir algo más salvaje, más atroz, más infernal que aquella forma oscura y cara salvaje que surgió sobre nosotros desde el muro de niebla.

    Lilith cerró el libro. —Genial, - dijo ella. —¿Funcionará?

    Distraídos por su conversación, no notaron una gran cantidad de ruidos peligrosos. Las paredes se movieron con inquietud, seguidas de suaves pasos, sacudidas metálicas y el chasquido de una cerradura.

    Sin previo aviso, el pomo de la puerta se giró y Alfred entró en la habitación. —¡Ah! Sabía que os encontraría aquí. - Se alzó sobre ellos. —Acechando en las habitaciones de huéspedes, ¿verdad? Arriba, queridos. Vuestros padres están muy preocupados y se están preguntando dónde estáis.

    Pantera fue el primero en actuar. Ladró y saltó hacia el brazo de Alfred, cerrando sus mandíbulas. Un paroxismo de odio contorsionó las facciones de Alfred. —Maldito pequeñajo... - mientras trataba de apartarse el whipet, intentó atrapar a Lilith. Ed tiró de ella para apartarla fuera de su alcance, y la mano de su abuelo se cerró en el aire vacío. Con un gruñido, Alfred golpeó a Pantera contra el poste de la cama. El whippet lo soltó, gimiendo, y se giró en el suelo para morderle inmediatamente el tobillo. Alfred gritó y se inclinó para golpear al perro, pero Ed lo golpeó por detrás, enviándolo al suelo.

    Furiosa, Lilith ordenó: —Mansión, no dejes que se levante, ¿me oyes?

    A regañadientes, la mansión la obedeció, hundiendo a Alfred en el suelo con un crujido que le pitó en los oídos, atrapando su cuerpo debajo de las tablas y dejando sólo su cara visible.

    —¡Gustav! ¡GUSTAV! - bramó Alfred tosiendo polvo.

    —¿Herr? - se oyó en la puerta. Gustav apareció de la nada, como siempre, posado sobre sus piernas temblorosas y sus labios presionados en una sonrisa de servidumbre. Con los brazos a la espalda, se agachó y esperó instrucciones.

    —¡Sácame de aquí! - farfulló Alfred.

    —¿Herr? - Gustav puso una mano alrededor de su oreja.

    Afuera estallaron aullidos y abucheos. Se oyeron el distintivo bramido de la trompa de un elefante, las llamadas de los domadores de animales y la conmoción general inconfundible de un circo.

    Lilith miró por la ventana. —¡El carnaval!

    Rosehead se había ido. El crepúsculo lavanda se había asentado sobre el jardín. El sol de poniente le daba un siniestro resplandor rojizo. Todo quedó amenazadoramente quieto de pronto.

    Lilith tenía una sensación incómoda en la boca del estómago. Los invitados seguramente ya estarían afuera, sentados para ver la actuación. Con Rosehead y sus rosales al acecho, todo el espectáculo podría convertirse fácilmente en una masacre. No debería ocurrir si la mansión cumplía su promesa; ¿pero quién iba a decir que no estaban conspirando contra ella juntas? A estas alturas, la mansión debía de haberlos oído hablar sobre la idea de un incendio. ¿Y cómo exactamente iban a prender fuego al jardín con toda esa gente allí? Lilith sintió las palmas de las manos húmedas. ¿Quién podía decir que la mansión no le había transmitido ya a Rosehead las malas noticias? Después de todo, toda la propiedad debía de estar poseída por el mismo espíritu de Rose Bloom, ¿no?

    Lilith se mordió el labio. —¿Chicos? Tenemos un problema, - susurró, en voz muy baja para que nadie la oyera.

    —Gustav ... - Alfred se debatía, una capa de sudor le brillaba en la frente. —¿Lilith? Mi querida niña. ¿Ed? Ayúdadme a salir de aquí, ¿queréis? Oye, perrito. - Alfred soltó una risita nerviosa.

    El niño y el perro se pararon junto al anciano, mirándolo con disgusto.

    —Bruto, - dijo Ed en alto. —Tú. Te lo mereces. Por mi papá. - Ed lo dijo con los puños apretados.

    Lilith lo tocó.—No. No vale la pena. Dejémoslo; tenemos mayores problemas entre manos.

    Pantera se aclaró la garganta. —¿Ed?

    Los ojos de Gustav parecieron querer salir de sus órbitas. Miró al whippet lanzándose a una serie de toses prolongadas y sibilantes. Al parecer Gustav nunca había visto antes un perro parlante.

    —Me gustaría mostrarte mi apoyo, - continuó Pantera. —No estoy de acuerdo con Lilith. Creo que deberías golpear a este imbécil hasta dejarlo hecho papilla. Lilith, este es uno de esos casos en los que lo que voy a hacer te cabreará.

    —¿Perdón? - dijo Lilith.

    Pantera, con la cola curvada, se acercó a la cabeza atrapada de Alfred y la olisqueó. —Eres un asqueroso, apestoso, pesetero come-estiércol y cara-simio retardado. ¡Yo, Pantera Junior Bloom, soy un whippet orgulloso y me meo en ti! - levantó su pierna.

    —¡Pantera! - Lilith trató de recoger a su mascota, pero esta vez fue Ed quien la detuvo con una sonrisa malvada en su rostro.

    Hubo un silbido, un ruido de agua y una serie de malévolas palabras de maldición en alemán. La mansión protestó temblando de repulsión.

    Pantera golpeó en la palma extendida de Ed.

    —Muchachos. - Lilith entornó los ojos. —Supongo que sería prudente salir de aquí antes de que la sala nos escupa.

    Gustav mantuvo la puerta abierta. Al pasar, les guiñó un ojo, era su primera prueba de amistad.

    Con una oleada de esperanza y la promesa de una peligrosa aventura, corrieron por el pasillo con Pantera a la cabeza.

    —Chicos, tenemos un problema, - jadeó Lilith.

    Se detuvieron.

    —Creo que la mansión nos ha oído. - se arregló la festiva boina nerviosamente. —Está claro que nos ha oído, ¿por qué no pensé en esto antes? No podemos hablar abiertamente sobre ello, ya sabéis. Sobre lo que acabamos de hablar, sobre lo que nos dio la idea de usar esa otra cosa, en esa otra gran cosa.

    Ed miró a Lilith sin comprender.

    —Esperad, ¿y dónde lo vamos a conseguir? El ... ya sabéis. ¿La cosa? ¿Que es, um, roja? Bueno, a veces es naranja y amarillo. - Lilith dudó al no querer decir la palabra.

    —Ella quiere decir, conflagración, - intervino Pantera. —¿Infierno? ¿Pira? ¿El mar que devora pétalos incandescentes que se arremolinan con increíble calor, chispas y resplandor?

    Le tomó a Ed un minuto. Luego su rostro se aclaró. —Agatha. Ella lo tiene, - dijo.

    —Oh, Agatha otra vez. ¿Podemos confiar en ella? - Lilith vaciló.

    Ed asintió y se pasó un dedo por los labios.

    Bajaron sigilosamente las escaleras. El primer piso estaba desierto. La risa distante y los aplausos indicaban que la actuación del circo había comenzado.

    —¿Dónde están mamá y papá? - dijo Lilith, su corazón latía con fuerza.

    —¿Quizás se aburrieron de buscarte y decidieron subirse encima de los elefantes? - ladró Pantera inocentemente.

    —No tiene gracia. ¿Qué pasa si están en el jardín? ¿Buscándome?

    —Pensé que habías hecho un trato con este nuevo amigo tuyo. ¿Cómo se llama? ¿Estiércol? ¿Mansión?

    Ed los hizo callar.

    Avanzaron lentamente junto a la pared del pasillo y se colaron en la cocina. El lugar generalmente estaba lleno de platos tintineantes, vasos ruidosos y ollas burbujeando, pero ahora estaba todo inquietantemente silencioso.

Capítulo 33: El Sacrificio de Lilith

    Por un segundo, todo se detuvo, incluso la sedosa oscuridad de la noche contuvo el aliento, y luego el caos estalló. Rosehead gritó. Los cuervos despegaron del techo, graznando locamente. Los sopladores de fuego depusieron sus antorchas, inciertos. Los espectadores estiraron el cuello para detectar la fuente de la perturbación. Rosehead dio un gigantesco paso, luego otro y salió a la luz.

    La gente gritó. Algunos tropezaron, otros se escondieron, otros se congelaron, paralizados, el resto se dispersó. El elefante trompeteó asustado.

    Lilith agitó su antorcha. —¡Mansión! ¡Por aquí! Como prometí. ¡Llévame! ¡Llévame! ¡Dile que los deje en paz! - Actuó por impulso, con la esperanza de distraer a Rosehead el tiempo suficiente para atraer a la mansión y reparar su trato, suponiendo que estiviese roto.

    Pantera la alcanzó sin parar de ladrar. Ed gritó no muy lejos. Lilith no les hizo caso. Una euforia frenética le daba energía, impulsándola hacia adelante con asombrosa velocidad. Esta era la travesura más grande que había intentado, burlándose de un espíritu mortal de origen desconocido. Levantaba extrañamente su estado de ánimo, haciéndola bullir de terror y alegría al mismo tiempo. También le hizo darse cuenta de que todas estas cosas (la mansión, el jardín, la mujer-arbusto) eran lo mismo. Simplemente tomaba diferentes formas. Ed tenía razón; debía de haber sido el lugar en sí. Lo sentía latir bajo sus pies.

    No me importa quién seas, te voy a poner fin. Sí, tendré que morir, pero moriré espectacularmente, para que todos vean que siempre tuve razón.

    Un grito agonizante atravesó la oscuridad. El elefante chocó con el arbusto gigante, que aulló de sorpresa y cayó sobre él. Sus enormes formas se unieron. Después de un silbido, un crujido, un sorbo y un eructo atronador, Rosehead arrojó lo que quedó del pobre animal a la arena del circo, donde el elefante había trotado hacía tan solo unos minutos. Ahora se asemejaba a un saco de piel vacío lleno de huesos. Chirriantes cuervos hambrientos se abalanzaron sobre este, rasgando y desgarrando el cadáver.

    Hubo una pausa terrible, y luego el caos se convirtió en una catástrofe de proporciones gigantescas. La gente corría sin dirección, chocando entre sí y chillando. Aquellos que intentaban escapar de los rosales quedaron atrapados en ellos entre gorgoteos repugnante. Sus gritos amortiguados disminuyeron a gemidos que ponían los pelos de punta. Gabby y Daniel estaban parados en el porche como hechizados, mirando al monstruo.

    Lilith irrumpió en la corte.

    La giganta se alzó sobre ella, mirándola.

    —¡Lilith! - gritaron Daniel y Gabby al unísono.

    —¡Lilith, no! - Ed gritó desde atrás. —¡Espera!

    —¡Señorita, te prohíbo que hagas esto! - ladró Pantera. —¡Esto es indignante! ¡Detente en este instante! ¡Te lo advierto! ¡Te morderé!

    Sus gritos no tuvieron efecto. Lilith arrojó su antorcha al suelo. —Mamá, papá, lo siento, - dijo, y luego, —querida mansión, pido disculpas profusamente por lo que sea que hayas oído. Por favor, disculpa a mis amigos, solo querían aconsejarme bien. Nadie me va a molestar. No habrá fuego para ti ni para el jardín ni para Rosehead, te lo aseguro. Soy Lilith Bloom, heredera de esta propiedad, y tienes mi palabra y mi promesa.

    Sintió el suelo agitarse debajo. Estaba incuestionable e indiscutiblemente vivo. Luchando por mantener el equilibrio, continuó. —Quienquiera que seas, fantasmas de aquellos cuya sangre se derramó en esta tierra, o un jardín poseído por el espíritu de mi veinte veces bisabuela Rose Bloom, o ambos, o ninguno, u otra cosa, sé que todos sois uno . Así que no importa. Hice un trato contigo. Bueno, aquí estoy. Tómame.

    La tierra se revolvió, se agitó y se estremeció. La mansión tembló, se estremeció, se sacudió, rechinaron las puertas y ventanas como dientes. Rosehead se giró a mirarla, como si esperara una señal. Los escalones del porche palpitaron y se deslizaron hacia adelante hasta que golpearon sus pies y la empujaron hacia adelante. Ella obedeció felizmente, y estos agarraron a la niña en una enorme palma justo debajo de las narices de sus padres, de su fiel whippet y de su amigo, quien, junto a los sirvientes, golpeaba a la giganta con antorchas, intentando prenderle fuego.

    Espinos afilados cortaron la ropa de Lilith y se le clavaron dolorosamente en la piel. Ella sintió una oleada de alivio. Lo había conseguido. Había salvado a la familia Bloom. Cerró los ojos y esperó la muerte, confiando en que terminara rápido.

    Transcurrió un segundo, luego otro. Luego un minuto. No pasó nada. Lilith no se atrevía a abrir los ojos. Se tambaleó. Fuertes pasos resonaron en sus oídos. Su cuero cabelludo se puso de piel de gallina. Tan absurdo como era preocuparse por un detalle tan insignificante ante a ser consumido por una bestia de otro mundo, Lilith notó que en su prisa por llegar a la mansión, había perdido su nueva boina. De alguna manera, esta pérdida le afligió el corazón; la hizo desear un último abrazo, un último beso, una palabra más de su madre.

    Incapaz de sostener la valiente fachada más, horrorizada sin medida, Lilith se echó a llorar. Su dolor era tan grande que perdió toda noción del tiempo y la orientación, llorando en serio y rezando contra toda esperanza que, tal vez, de alguna manera podría escapar de aquella pesadilla y salir viva del jardín.

    Todo movimiento se detuvo. Rosehead bajó a la niña y la dejó en la hierba. Lilith se sentó abrazada a sus piernas bajo la falda y limpiándose la cara. Estaba en un claro, rodeada por una pared de arbustos enredados tan altos que formaban un círculo sin techo. La luna plateada se suspendía en el cielo negro, mirando a la niña con interés.

    —La guarida ha vuelto a crecer, - susurró mirando a su alrededor.

    En medio del claro, un grupo de arbustos se estremeció y algo... ¡no, alguien!, gruñó. Lentamente, la vegetación se separó. Decenas de ojos de flores proyectaron un brillo rojizo fantasmal sobre la forma arrugada en el medio.

    Lilith se tapó la boca.

    Alfred Bloom, con la cara hinchada y arañada, el traje desgarrado, andando mareado, observaba su entorno. Cuando la comprensión le inundó, dejó escapar un grito de angustia.

    Una sombra cubrió el claro. Lilith levantó la cabeza instintivamente. Por encima de ellos, al nivel del seto, se cernía la mansión. En lugar de techo se abría un agujero negro. Cientos de cabezas brotaron de ella como un ramo de rosas infernal, masticando, chillando y chismorreando a la vez, al parecer emocionadas. Fue su turno presenciar un espectáculo que seguramente daría una pesadilla a cualquiera que no fuera Lilith, quien se sentía bastante eufórica de tener compañía familiar; compañía de aquellos que, por horribles que fueran, se habían convertido en sus amigos durante la semana que había pasado allí. Lilith sonrió involuntariamente. Una de las cabezas le guiñó un ojo, o tal vez lo imaginó. No importaba. Ella todavía estaba viva. Por alguna razón, la mansión, o Rosehead, o alguna otra deidad, había retrasado su ejecución. ¿Por qué? ¿Para darle al público suficiente tiempo para acomodarse para el espectáculo?

    —¡Ahí! ¡Ahí está! - Gritó Alfred, blandiendo un dedo hacia su nieta.

    Lilith se resistió. La furia palpitante la llenó hasta el borde. —Vaya, es estupendo verte también, abuelo. ¿Disfrutaste de tu vuelo? - dijo ella tranquilamente luchando por ponerse en pie. Si moría esta noche, moriría con dignidad. —¿Ya te limpiaste la meada de la cara o quieres que te traiga una toalla?

    Alfred se puso a cuatro patas y habló con Rosehead. —Bueno, ¿estás ciega? ¡Ahí está tu comida!

    —Veo que has hecho un trato con Rosehead, - dijo Lilith acaloradamente. —Una comida especial para un monstruo especial. Cebo, eso es lo que me dijiste que soy, cebo para Rosehead. Cuánto amor por tu nieta, puedo sentirlo latiendo en tu corazón. Sin embargo, te encantará saber que yo hice un trato con la mansión. ¿Quieres saber qué acordamos?

    El suelo tembló. Lilith se tambaleó.

    Alfred la miró fijamente con ojos hundidos, sus brazos y piernas temblaban por el esfuerzo de sostenerse. —Cállate, - le espetó. —No tienes idea de lo que estás hablando. Solo estás empeorando las cosas para ti.

    —¿Peor que la muerte? - Lilith se rió a pesar de sí misma. —Realmente asombroso. ¿Te gustaría dar más detalles?

    —¿Qué sabes tú de la muerte? ¿Cuánta muerte has visto en tu corta y miserable vida? Contéstame. - Alfred se lanzó hacia ella, pero los arbustos lo detuvieron. Él hizo un mohín y gimió como un animal enjaulado. —¡Respóndeme! - Su voz se ahogó al final. Se dejó caer de rodillas, temblando y murmurando.

    La piedad se apoderó de Lilith al ver a su triste y vieja figura. Lo intentó, pero ya no podía sentirse enojada. La furia se le había escapado con un suspiro. —¿Es eso lo que has estado haciendo toda tu vida, abuelo, manteniendo las cosas en silencio? - dijo ella piadosamente. —Debe de haber sido muy agotador. Bueno, no te preocupes más. Yo voy a pagar por tu libertad... con mi vida. Puedes irte ahora. Y... - se mordió el labio, obligándose a decirlo. —Lamento que haya sido tan difícil para ti. Sé que no elegiste tu cruz, así que, me haré cargo yo a partir de aquí. Quería hacerte saber que, eso, que te amo, Abu, - dijo añadiendo en voz baja.

    —¿Qué? - Alfred miró a Lilith como si la hubiera visto por primera vez. Su cara se contorsionó. Por un momento pareció un niño pequeño, asustado y dispuesto a hacer cualquier cosa para escapar de su obligación, pero también avergonzado de sí mismo por ello.

    Un incómodo silencio se agitó entre ellos. Lilith no se dio cuenta de que tanto las cabezas como la mujer arbusto habían escuchado atentamente su conversación. Ahora, crepitando y crujiendo, las cabezas descendieron sobre el claro y formaron un techo abovedado, oscureciendo la luna y hundiendo todo en la oscuridad. La única luz provenía del brillo escarlata de las rosas. El claro se convirtió en una capilla con paredes palpitantes y un techo parlante.

    Alfred levantó una mano temblorosa. —Tú ... tú... ignorante niña obstinada, crees que puedes detenerla, ¿no? ¿Crees que puedes tener éxito donde tu abuelo fracasó? ¡Bueno, pues te equivocas!

    Lilith lo miró con tristeza.

    Él se las arregló para volver a su encanto habitual, tranquilizándose. —Mi querida niña, estoy impresionado, impresionado por tu caballerosidad. Pero estás equivocada. Nadie puede detener esto, nadie. En un momento perecerás. Me entristece hacerte esto, de veras, pero no tengo otra opción. Te estoy ahorrando una vida de miseria.

    —Es lamentable que pienses así, pero no depende de ti decidir qué hacer con mi vida, - dijo Lilith suavemente.

    El aire a su alrededor se volvió ominosamente silencioso.

    —Necesitabas sangre de una heredera Bloom, yo te la doy. ¡Tómala! - bramó Alfred. —¡Ahí está! ¿A qué estás esperando?

    La rosal extendió los brazos y aulló de hambre.

    A Lilith le quedaban segundos. No tenía tiempo de dudar de nada. La perspectiva de una muerte inminente había borrado su mente. Un dolor abrumador la inundó. Ahora sabía lo que significaba morir. Morir era despreocuparse. No había miedo en la muerte, solo perdón.

    Ella alzó la vista. —Querida Rosehead, querida mansión, querido espíritu de Rose Bloom o quienquiera que seas, antes de cenar, ¿puedo hacer una última solicitud? He oído que los condenados a muerte tienen derecho a hablar antes de su ejecución. Me encantaría decir unas palabras más para mi abuelo, si no te importa. - ella esperó conteniendo el aliento.

    Rosehead se abalanzó hacia ella. Las cabezas irrumpieron en protestas. Sacaron cientos de brazos y sujetaron al monstruo a centímetros de Lilith. —¡Habla! ¡Habla! ¡HABLA! ¡DEJA QUE LA CHICA HABLE! - reverberó a su alrededor. El monstruo se debatió y se sacudió, pero las cabezas no lo soltaron, esperando.

    —Querido abuelo, - dijo Lilith en voz baja, —lo siento mucho por ti. Me gustaría poder ayudarte de alguna manera, pero creo que estás más allá de la ayuda en este momento, y esto me pone muy triste.

    —¿Que estas esperando? - Gritó Alfred. —¡A por ella! - evitó a propósito mirar a los ojos de Lilith.

    Ella dio un paso adelante. —No sé si realmente amabas a mi abuela, pero si lo hiciste-l...

    —¡Tómala! ¡Ahora!

    Rosehead gruñó. Las cabezas le sisearon.

    —Lamento tu pérdida. Sé que tienes miedo. Tienes miedo de morir. Pero ya no. Ya no me declaro heredera de esta propiedad para liberar a mi familia de la pesadilla de un jardín de rosas carnívoro que ha estado suspendido sobre sus cabezas durante setecientos años. Le prometí mi vida a la mansión. A su vez, ella me prometió detener esta masacre, detenerla para siempre. Si mi corta vida miserable, como la llamas, sirve de pago para salvar a muchos, me imagino que es un buen uso. - Lilith respiró temblorosamente.

    Hubo gritos desde arriba.

    —¡Oh, qué hermoso es eso!

    —¿Te callas? No puedo escuchar nada…

    —¡Cállaos, las dos!

    Lilith se compuso y continuó. —Espero que mi mamá y mi papá me perdonen. Espero que Pantera y Ed me perdonen. Y espero que tú me perdones. Porque esta noche voy a detener esta despreciable, rebelde, miserable, abyecta, insoportable, horrible, odiosa, sórdida, turbia e inocua matanza de una vez por todas. - Ella exhaló. Nadie la interrumpió. Había pronunciado diez palabras sofisticadas en una oración, su récord personal.

    La cara de Alfred era del color de un trapo sucio. Abrió y cerró la boca, pero no salió ningún sonido. Miró a su nieta, sin palabras.

    Lilith se enderezó. —Estoy preparada.

    Estalló un combate. Las cabezas gritaron, golpeando a Rosehead, quien produjo un rugido de tal magnitud que Lilith se tapó los oídos. Hojas y rosas llovieron sobre ella. Todo el recinto se estremeció bajo los golpes de la giganta. Luego pareció como si la giganta ya no estuviera luchando contra la mansión, sino que ambas luchaban contra otra cosa, algo más grande, más fuerte y más aterrador.

    Hubo un crujido, un aullido y un siseo horrible.

    La cabeza de Rose Bloom se separó de la masa, expandiéndose y convirtiéndose en una cosa que parecía antigua y sin rostro. Se cernió sobre Alfred y lo golpeó con mil voces: —Has roto las reglas.

    Lilith se puso rígida por el terror.

    —¿Qué reglas? - rugió Alfred. —¿Quién dijo que había reglas? Querías una heredera y ahí tienes una heredera.

    —No me desafíes, - tronó la cosa, su voz levantaba remolinos de hojas caídas.

    —¿Qué hice? ¿Qué hice mal? He pasado mi vida sirviéndote. ¿Y me pagas con mi familia? ¿Con mi amor, mi Eugenia? Dijiste que la perdonarías. - Alfred se encogió, protegiéndose la cara.

    —¿Abuelo? - Lilith dio un paso tentativo.

    —Debías cuidarme, - retumbó la cosa, hundiéndose hacia abajo. —Darme sangre. Morirte cuando no pudieras darme sangre. Me mantuviste hambrienta durante mucho tiempo. Eres demasiado viejo. Tu tiempo se ha acabado. Morirás esta noche, no la niña. Ella es joven y fuerte. Ella cuidará de mí ahora. - Se hizo más grande, plegándose sobre Alfred en una masa deslizante y silbante.

    —Por favor, déjame vivir. Por favor. No quiero morir, - dijo el anciano, encogido en un llanto silencioso.

    —Abu... - Lilith se escuchó decir un tembloroso suspiro, sin darse cuenta de que había estado conteniendo la respiración todo este tiempo. —No, déjalo vivir, por favor, - le dijo a la cosa.

    Ella ni la miró, concentrándose en su cuidador. —Haz tu trabajo. - Su voz rodó sobre el claro, agitándolo.

    Alfred se sacudió como una hoja al viento. —Mi querida niña, - dijo mansamente, con semblante derrotado, sus ojos apagados. —Espero que algún día perdones a tu abuelo. Dale mis saludos... a tu papá.

    —Por supuesto que te perdono. Ya te he perdonado, - dijo Lilith apresuradamente. —Pero Abu...

    —Adiós, - dijo y se enfrentó a la deidad. —Yo, Alfred Bloom, heredero legítimo de la propiedad Bloom, reconozco el final de mi servicio y me entrego, como es mi deber. Declaro a mi nieta, Lilith Bloom, como la nueva heredera. Que ella te sirva bien.

    —Por fin, - dijo la cosa.

    —Liebe Eugenia. Ich komme. - Alfred cerró los ojos. [Ndt, del alemán: Amada Eugenia. Ya voy]

    —¡Espera! ¡Abu, no! - Lilith salió disparada hacia él, solo para ser arrojada por una masa deslizante de tallos que parecieron brotar de todas partes, ocultando a su abuelo de la vista, tejiéndolo en un capullo y enterrándolo con un suave suspiro bajo tierra en cuestión de segundos.

    El olor a tierra recién excavada envolvió a Lilith. Por un momento quedó allí, aturdida, luego perdió el control, corrió hacia la maraña de zarzas que rápidamente desapareció en el suelo y tiró de ellas, rasgando y pateando a ciegas.

    —¿Por qué lo hiciste, monstruo, por qué? - gritó ella. —¡Detente! ¡Quiero que lo detengas! ¡Ya no puedes matar gente, me escuchas! ¡Detente! ¡TE MANDO! ¡TE ORDENO DETENER ESTO AHORA! - Su voz se quebró, pero continuó gritando hasta que su fuerza la abandonó y se desplomó en el suelo, sollozando.

Capítulo 32: La Promesa de Agatha

    Lilith tardó un momento en adaptarse a la penumbra. Las ventanitas dejaban entrar solo un hilito de luz. Entre hileras de cajas y el imponente refrigerador estaba Agatha, con los ojos brillantes en la oscuridad. Detrás de ella, los dientes blancos de Monika brillaron en una sonrisa deslumbrante. Ella hizo un ruido de besos y dejó caer algo al suelo. Se oyó un golpe húmedo. Pantera produjo un sonido de pura felicidad perruna, se apresuró y lo mordió.

    Oyeron un eco de alegría distante. En la penumbra de la cocina, parecía irreal que en algún lugar la gente pudiera estar divirténdose.

    —Eh, hola, - dijo Lilith agitando la mano.

    —La pequeña señorita quiere salvar vidas. Eso es muy valiente, - dijo Agatha sin ningún preámbulo.

    —Yo ... - La cara de Lilith se puso roja. Dio gracias a que estuviera oscuro. —Disculpe, pero ¿cómo lo sabe?

    —Yo se lo conté, - dijo Ed.

    Lilith lo agarró del brazo y susurró con energía, aunque tratando de parecer lo más discreta posible. —¿Les dijiste qué?

    —Todo.

    —¿Todo? ¿Todo todo?

    Ed asintió, volviendo a su viejo hábito.

    —¿Y te creyeron? Quiero decir, ¿no creen que yo esté loca? - Lilith tembló.

    —Ya lo sabían. Todo el tiempo, - dijo.

    —Eso sospechaba yo. Quiero decir, es genial oír que se confirma. Es una noticia insoportablemente espléndida, pero, ¿sabes?, podrías haberme preguntado primero.

    —Lo siento. Creo que estabas durmiendo - Ed de repente se interesó mucho por las ventanas.

    —Naturalmente. - Lilith entornó los ojos y le soltó el brazo, furiosa. —Una vez que le cuentas un secreto a un amigo, ya todos lo saben.

    —Escuchamos que la pequeña señorita necesita fuego, - profesó Agatha.

    —¡Shhhh! - mandó callar Lilith. —¡No digas esa palabra!

    Adiós. La cocina tembló como si un rebaño de vacas corriera por su perímetro. Las bandejas se sacudieron, los vasos tintinearon.

    —Por favor, no digas esa palabra, - suplicó Lilith imitando gestos como lo haría Ed. Agitó los brazos y movió los labios de manera exagerada, confiando en deletrear a todos los presentes: "no digáis fuego, la mansión puede escucharnos". Por supuesto, dada la oscuridad de la habitación, las sirvientes apenas entendieron a qué se refería.

    El temblor de la cocina no pareció afectar a Agatha ni un poco. —Queremos ayudar, - continuó Agatha con los ojos brillantes. —Hay poco tiempo. ¿Monika?

    Monika acarició a Pantera, que fingía ser un perro ordinario sin habilidades de habla extraordinarias.

    —¡Monika!

    —¡Ja, Fray Agatha! - Monika se sobresaltó, desapareció en un rincón oscuro y salió triunfante sosteniendo un montón de palos de hierro con la logitud de un brazo, con los extremos envueltos en espuma esponjosa.

    —¿Eso qué es? - dijo Lilith.

    —Antorchas. Del circo, - dijo Ed.

    Las ollas colgadas repicaron. El suelo tembló zarandeando peligrosamente el fogón y el refrigerador. Lilith se acercó a Ed para agarrarse.

    —Bueno, esto es espectacular. Um. ¿Todos? ¿Quizás sea mejor que hablemos afuera? - sugirió Lilith irritada, con el horror deslizándose por su estómago.

    —Demasiado tarde, - dijo Ed. —Lo sabe.

    Todos los pestillos de las ventanas se cerraron al mismo tiempo. Ambas cerraduras de las puertas giraron, encajando en su lugar, aislándoles del resto de la mansión, así como de la salida al jardín.

    Como si esto no fuera suficiente, un ruido sordo afuera los hizo dar un brinco. Parecía que Rosehead había pisoteado con el pie o que un elefante había tropezado y caído. Luego hubo una distante agitación de los pisos superiores, indicando ya fuese la victoria de Alfred sobre la habitación, o la victoria de la habitación sobre él, u otra cosa. De hecho, sonó sospechosamente como si alguien o algo hubiese sido expulsado hacia el cielo.

    Pantera produjo un sonido muy similar a una risa.

    Lilith tragó saliva. —¿Estás pensando lo que estoy pensando?

    —Espero. Que aterrice. En una pila de estiércol, - susurró Ed.

    —Al menos él está fuera. A diferencia de nosotros, cariñosamente atrapados y a punto de ser aplastados vivo, - dijo Lilith mirando al techo.

    El techo no estaba a la altura de sus expectativas. Cayó medio metro, se lo pensó un poco y cayó medio metro más. Las paredes se le unieron sobre una buena parte del suelo, empujando el fogón, el refrigerador y todos los mostradores con ellos. El estruendo era inimaginable.

    Ed y Lilith se taparon los oídos mientras Pantera saltaba como si escapara de una horda de pulgas picantes. A las sirvientas, por otro lado, no les importó lo más mínimo la situación. Parecían bastante acostumbradas a este tipo de comportamiento de la casa.

    —Monika, - ordenó Agatha, y añadó algo en alemán.

    Monika sacó un encendedor y encendió una de las antorchas, que se iluminó de golpe y chisporreteó, llenando la cocina con el olor a resina quemada. Agatha se la arrebató de la mano.

    —Habrá fuego devorador. Luego le prendenderemos fuego al jardín, - dijo ignorando otra pétrea vibración. —Así,. - Bajó la antorcha para que las llamas lamieran el pomo de la puerta.

    La puerta chilló horriblemente, debatiéndose, retorciéndose y palpitando. Toda superficie en la habitación se abultaba y crujía. La mansión entera parecía chillar, silbando como una tetera gigante a punto de estallar. Y apestaba sin piedad a tierra chamuscada.

    Lilith y Ed se cubrieron el rostro tosiendo.

    Pantera gritó de miedo.

    Agatha se mantuvo fiel hasta que el pomo, ennegrecido y humeante, cedió la derrota y la puerta se abrió de golpe.

    El grupo salió corriendo al jardín justo a tiempo de oír un portazo detrás de ellos con un molesto golpe. Se detuvieron bien separados de la primera línea de rosales a unos tres metros de grava. El jardín crujía como si latiera de hambre.

    —¡Esperad, esperad! - dijo Lilith. Las cosas estaban pasando demasiado rápido. ¿Podría ella confiar en las sirvientas, las cuales conocían a su amo más tiempo que ella?

    —No hay tiempo, - siseó Agatha.

    —Tiene razón. Vamos, - dijo Ed.

    —Necesito saber. - Lilith sacudió la cabeza obstinadamente, desgarrada por la duda y el miedo. —¿Serías tan amable de explicar por qué quieres ayudarme? - Se lamió los labios y vigiló a uno de los arbustos que se acercaban lentamente. —Habéis servido a mi abuelo durante varias décadas, ¿correcto? ¿Por qué os volvéis contra él de repente?

    —La pequeña señorita es todo preguntas, - espetó Agatha. —Siempre preguntas. - De repente se acercó, fulminante. —No es fácil ver morir a la gente, ver morir a la dama de la casa. Intentamos deshacernos del espíritu. Fallamos. Solo la heredera puede hacerlo. El señor no lo hará, el señor tiene miedo. Eres una chica valiente con amigos valientes. Haremos todo lo posible para detener esto.

    El corazón de Lilith le latía en la garganta. —¿Viste a Rosehead comerse a mi abuela?

    —Llegamos demasiado tarde para salvarla. Demasiado tarde. - Agatha apartó la mirada, y a tiempo, pues un arbusto corría hacia ella. Ella extendió la antorcha. El arbusto siseó y se retiró. Estarían a salvo bajo la protección del fuego, pero no por mucho tiempo. Más arbustos los rodeaban, una horrible charla surgía de su profundidad.

    —Gracias por creerme, - dijo Lilith. —Gracias por no pensar que estoy loca, o cucu.

    —¡Venga! - siseó Ed febrilmente levantando los brazos.

    Pantera gruñó enseñando los dientes.

    —Una cosa más. - Lilith miró a las sirvientas. —Parece que todos aquí tienen su propia agenda, incluida la mansión. Estimada Agatha, no quiero decir nada con eso, disculpa por decir esto, no es nada personal, entiendes, pero, ¿cómo sé que no eres... una mentirosa?

    —Mi papá confiaba en ella, - dijo Ed con firmeza.

    —La pequeña señorita está hiriendo nuestro orgullo. Ningún sirviente de Bloom ha mentido nunca al dueño de Bloom - un color rojo trepó por las mejillas de Agatha.

    —No me creo eso ni por un segundo, - respondió Lilith. —Le mentiste a mi abuelo sobre mi boina, ¿no?

    —No he dicho que no mienta, - espetó Agatha.

    —Es nuestro deber hacer tu voluntad, - intervino Monika para extinguir la discusión.

    Otro fuerte golpe estremeció el suelo. Un gemido penetrante lleno de ira atravesó el cielo.

    El ama de llaves hizo una mueca. —Ella lo sabe. La mansión se lo ha dicho.

    —¿Cómo lo sabes? ¿Y cómo es que nadie excepto nosotros podemos escucharla? - preguntó Lilith, incapaz de retener las preguntas que ardían en su cabeza desde que había oído al monstruo por primera vez.

    —La gente solo escucha lo que quiere escuchar, - siseó Agatha. —¿Ayudará esto a la pequeña señoritas a decidir más rápido? Yo, Agatha Weber, el ama de llaves, le prometo mi servicio. - le dio un codazo a la cocinera.

    —Yo, Monika Pflaume, cocinera, le prometo mi servicio.

    Hicieron una reverencia.

    Lilith se arregló la boina. —Um... - comenzó a decir con incertidumbre.

    Los tallos de las rosas rechinaron unos contra otros como dientes, un círculo se apretó apenas a unos metros de distancia de la fiesta, bullendo y balanceándose.

    Pantera ladró. Ed le arrebató la antorcha de la mano a Agatha y tocó los arbustos. —Apestoso jardín. Si tienes agallas. Me gustaría verlas. Arder y chisporrotear.

    Los arbustos se retiraron, pero sólo por un momento.

    Lilith dijo a toda prisa: —Vale, vale. Queridas Agatha y Monika, disculpad mis dudas. Yo, Lilith Bloom, heredera de la propiedad Bloom, acepto su promesa de servicio. Estoy para siempre, eterna e interminablemente....

    Pantera le mordió el tobillo.

    —Agradecida, - terminó Lilith. —Estoy preparada. - tomó una antorcha y el encendedor de Monika, sus manos temblando fuertemente.

    —Por aquí, - incitó Agatha.

    Presionaron sus espaldas entre sí y, apuntando las antorchas por la masa de hojas verde oscuro, lentamente se abrieron paso alrededor de la mansión.

    —¿Adónde vamos? - preguntó Lilith entre intentos de hacer funcionar el mechero.

    —Al patio de vehículos, - dijo Agatha agitando su antorcha encendida. —Nos esconderemos junto a la cerca.

    Lilith frunció el ceño y por fin logró encender su antorcha. Crepitó, se incendió y emitió humo. Monika empujó detrás de ella, cortando los arbustos. El brazo de Ed volaba a izquierda y a derecha en amplios arcos, su cara brillaba de sudor.

    —Espera. - Lilith tocó el hombro de Agatha. —¿Cómo sabes que Rosehead estará allí?

    —Ella siempre viene a mirar, - dijo Agatha sin volverse.

    Los ojos de Ed ardieron de emoción. —No puedo esperar. Para. Quemarla.. - Blandió su antorcha con tanta energía que la acercó demasiado a Monika. Ella gritó. Pantera bufó. Agatha los hizo callar.

    El jardín parecía haber captado el mensaje y los dejó pasar ilesos. Pero desde el fondo llegaban ruidos similares a gotas de saliva y gorgoteos estomacales hambrientos.

    Se acercaron de puntillas a la valla. Ecos de chistes de payasos y risas les dijeron que estaban cerca. La voz retumbante de un maestro de ceremonias anunció el próximo acto. Una melodía de carnaval atravesó el aire de la tarde con un choque de platillos, un golpe de tambor y un "vibrato" de trompetas.

    Llegaron a la puerta principal y se detuvieron para mirar a través de un hueco en la vegetación. Lilith contuvo el aliento. Lo que vislumbró la hizo olvidar momentáneamente su miedo.

    La luz de las linternas doradas iluminaba la fachada de la mansión. Los invitados estaban sentados en los escalones, cautivados por el espectáculo que se desarrollaba en mitad de la arena improvisada y temporalmente despejada de automóviles. Todas las luces de la casa estaban apagadas, haciendo que el escenario destacara mucho más.

    Haciendo malabarismos con orbes brillantes, un acróbata montaba encima un elefante lujosamente adornado. Una pequeña orquesta tocaba música. Un payaso corría alrededor del teatro, animando al público. Un grupo de acróbatas en brillantes pedestales se agrupaba a un lado. Uno de ellos llevaba un tutú que hizo que Lilith echara de menos su atuendo de ballet.

    —Allí está. - señaló Agatha, y Lilith apartó a regañadientes la mirada del circo para escrutar en la oscuridad de arriba.

    Oculta en la sombra de la mansión, silenciosa y enorme, Rosehead se apoyaba en una pared y miraba fijamente a la multitud sentada, la luz danzante se reflejaba en sus ojos color de rosa.

    Si no supieras lo que estabas mirando, podrías haberla confundido fácilmente con un árbol. Lamentablemente, no fue esd el caso. Para agregar más horror, el techo de la mansión parecía estar respirando. Una gruesa manta de cuervos estaba encaramada allí, esperando comerse los restos de la mesa de su ama. La mansión en sí se cernía sobre la multitud, ligeramente inclinada.

    El interior de Lilith se volvió ácido y la inundó de temor. Buscó desesperadamente a sus padres entre las caras de los espectadores, pero no estaban allí. Su corazón le martilleaba en el pecho. Un claro pensamiento le vino a la cabeza: la mansión sabía que ella planeaba romper su trato, y probablemente estaba enojada, sobre todo después de ser atacada con fuego. Nada impedía a Rosehead lanzarse contra la multitud y chuparlos hasta dejarlos vacíos como paquetes de zumo.

    "Que he hecho. Me enamoré de la cobarde idea de salvarme, poniendo en peligro la vida de todos, incluida la mía. Excelente, querido Holmes. Te mereces una medalla de honor". Ella apretó la antorcha con más fuerza, furiosa.

    Los arbustos se acercaban desde las sombras, indetectables por el público cegado, pero claramente visibles desde su escondite. La mansión se estremeció. Rosehead se enderezó, repentinamente alerta. Si tuviera que tambalearse hacia su presa en este momento, ni Lilith ni Ed ni Pantera siquiera la alcanzaría a tiempo.

    Los nervios de Lilith se quebraron. —¡Está a punto de saltar!

    —Agatha, - tartamudeó Ed. —Tenemos que hacerlo. Advertirles.

    —No. Cuando comienzan los fuegos artificiales. Entonces sí. Haremos que parezca un accidente, - exclamó Agatha. —No querrás ser famoso como un iniciador de fuegos. No es una buena reputación.

    —¡Pero la mansión lo sabe! - dijo Lilith alarmada. —¡Ahora ya no es buena! Todo el plan es...

    Las puertas delanteras se abrieron de golpe.

    Las palmas de Lilith se pusieron sudorosas. Gabby y Daniel salieron buscando entre la multitud. Iluminados por la luz amarilla de los faroles, parecían demacrados, especialmente su madre. Lilith supo entonces que tenía que tomar una decisión, elegir una u otra. Vivir o amar. En ese momento comprendió que amaba a sus padres más de lo que se amaba a sí misma. Aquello la hizo sentirse extrañamente serena. Sabía lo que tenía que hacer, lo supo ella sola, sin consultar su libro, ni a Pantera, ni a Ed, ni a nadie más.

    Era decisión suya, de ella y de nadie más que de ella.

    Se giró para enfrentarlos.

    Como si sintiera su decisión, Agatha espetó. —Todavía no. ¡Pequeña señorita, tiene que esperar!

    Pero Lilith no pudo esperar más; ella ya se había separado de los vivos. Una punzada de dolor apuñaló su pecho. No vería a su madre tejer, no saldría a caminar con su padre y no buscaría una ardilla con Pantera como ella había planeado. Pero había una cosa que aún sí podía hacer.

    Lilith se inclinó, asimiló el olor a galleta de Ed y besó al chico.

    Ed se asustó. Luego se tensó. Luego sus rodillas se suavizaron y le devolvió el beso.

    "Si esto es lo que es besar a los chicos, siento mucho no haberlo hecho antes".

    La música se detuvo, los aplausos estallaron y Lilith se lanzó a la acción. Se desenredó del agarre de Ed, se inclinó para abrazar a Pantera, y antes de que nadie se diera cuenta de lo que estaba haciendo, se alejó con un grito —¡Os amo a los dos, para siempre! - y Lilith se fue, blandiendo su antorcha encendida en el aire, gritando a todo pulmón. —Oye, mansión. ¡Estoy aquí! ¿Me ves? ¡Aquí mismo! ¡Recuerda el trato! ¡Ya voy! ¡Dile a Rosehead que no los toque! ¿Me oyes? ¡DILE QUE NO LOS TOQUE!

    Ella corrió a lo largo del camino, la llama parpadeante hacía que su vestido pareciera las alas de una mariposa que volaba hacia su muerte.

Capítulo 33: El Sacrificio de Lilith

    Por un segundo, todo se detuvo, incluso la sedosa oscuridad de la noche contuvo el aliento, y luego el caos estalló. Rosehead gritó. Los cuervos despegaron del techo, graznando locamente. Los sopladores de fuego depusieron sus antorchas, inciertos. Los espectadores estiraron el cuello para detectar la fuente de la perturbación. Rosehead dio un gigantesco paso, luego otro y salió a la luz.

    La gente gritó. Algunos tropezaron, otros se escondieron, otros se congelaron, paralizados, el resto se dispersó. El elefante trompeteó asustado.

    Lilith agitó su antorcha. —¡Mansión! ¡Por aquí! Como prometí. ¡Llévame! ¡Llévame! ¡Dile que los deje en paz! - Actuó por impulso, con la esperanza de distraer a Rosehead el tiempo suficiente para atraer a la mansión y reparar su trato, suponiendo que estiviese roto.

    Pantera la alcanzó sin parar de ladrar. Ed gritó no muy lejos. Lilith no les hizo caso. Una euforia frenética le daba energía, impulsándola hacia adelante con asombrosa velocidad. Esta era la travesura más grande que había intentado, burlándose de un espíritu mortal de origen desconocido. Levantaba extrañamente su estado de ánimo, haciéndola bullir de terror y alegría al mismo tiempo. También le hizo darse cuenta de que todas estas cosas (la mansión, el jardín, la mujer-arbusto) eran lo mismo. Simplemente tomaba diferentes formas. Ed tenía razón; debía de haber sido el lugar en sí. Lo sentía latir bajo sus pies.

    No me importa quién seas, te voy a poner fin. Sí, tendré que morir, pero moriré espectacularmente, para que todos vean que siempre tuve razón.

    Un grito agonizante atravesó la oscuridad. El elefante chocó con el arbusto gigante, que aulló de sorpresa y cayó sobre él. Sus enormes formas se unieron. Después de un silbido, un crujido, un sorbo y un eructo atronador, Rosehead arrojó lo que quedó del pobre animal a la arena del circo, donde el elefante había trotado hacía tan solo unos minutos. Ahora se asemejaba a un saco de piel vacío lleno de huesos. Chirriantes cuervos hambrientos se abalanzaron sobre este, rasgando y desgarrando el cadáver.

    Hubo una pausa terrible, y luego el caos se convirtió en una catástrofe de proporciones gigantescas. La gente corría sin dirección, chocando entre sí y chillando. Aquellos que intentaban escapar de los rosales quedaron atrapados en ellos entre gorgoteos repugnante. Sus gritos amortiguados disminuyeron a gemidos que ponían los pelos de punta. Gabby y Daniel estaban parados en el porche como hechizados, mirando al monstruo.

    Lilith irrumpió en la corte.

    La giganta se alzó sobre ella, mirándola.

    —¡Lilith! - gritaron Daniel y Gabby al unísono.

    —¡Lilith, no! - Ed gritó desde atrás. —¡Espera!

    —¡Señorita, te prohíbo que hagas esto! - ladró Pantera. —¡Esto es indignante! ¡Detente en este instante! ¡Te lo advierto! ¡Te morderé!

    Sus gritos no tuvieron efecto. Lilith arrojó su antorcha al suelo. —Mamá, papá, lo siento, - dijo, y luego, —querida mansión, pido disculpas profusamente por lo que sea que hayas oído. Por favor, disculpa a mis amigos, solo querían aconsejarme bien. Nadie me va a molestar. No habrá fuego para ti ni para el jardín ni para Rosehead, te lo aseguro. Soy Lilith Bloom, heredera de esta propiedad, y tienes mi palabra y mi promesa.

    Sintió el suelo agitarse debajo. Estaba incuestionable e indiscutiblemente vivo. Luchando por mantener el equilibrio, continuó. —Quienquiera que seas, fantasmas de aquellos cuya sangre se derramó en esta tierra, o un jardín poseído por el espíritu de mi veinte veces bisabuela Rose Bloom, o ambos, o ninguno, u otra cosa, sé que todos sois uno . Así que no importa. Hice un trato contigo. Bueno, aquí estoy. Tómame.

    La tierra se revolvió, se agitó y se estremeció. La mansión tembló, se estremeció, se sacudió, rechinaron las puertas y ventanas como dientes. Rosehead se giró a mirarla, como si esperara una señal. Los escalones del porche palpitaron y se deslizaron hacia adelante hasta que golpearon sus pies y la empujaron hacia adelante. Ella obedeció felizmente, y estos agarraron a la niña en una enorme palma justo debajo de las narices de sus padres, de su fiel whippet y de su amigo, quien, junto a los sirvientes, golpeaba a la giganta con antorchas, intentando prenderle fuego.

    Espinos afilados cortaron la ropa de Lilith y se le clavaron dolorosamente en la piel. Ella sintió una oleada de alivio. Lo había conseguido. Había salvado a la familia Bloom. Cerró los ojos y esperó la muerte, confiando en que terminara rápido.

    Transcurrió un segundo, luego otro. Luego un minuto. No pasó nada. Lilith no se atrevía a abrir los ojos. Se tambaleó. Fuertes pasos resonaron en sus oídos. Su cuero cabelludo se puso de piel de gallina. Tan absurdo como era preocuparse por un detalle tan insignificante ante a ser consumido por una bestia de otro mundo, Lilith notó que en su prisa por llegar a la mansión, había perdido su nueva boina. De alguna manera, esta pérdida le afligió el corazón; la hizo desear un último abrazo, un último beso, una palabra más de su madre.

    Incapaz de sostener la valiente fachada más, horrorizada sin medida, Lilith se echó a llorar. Su dolor era tan grande que perdió toda noción del tiempo y la orientación, llorando en serio y rezando contra toda esperanza que, tal vez, de alguna manera podría escapar de aquella pesadilla y salir viva del jardín.

    Todo movimiento se detuvo. Rosehead bajó a la niña y la dejó en la hierba. Lilith se sentó abrazada a sus piernas bajo la falda y limpiándose la cara. Estaba en un claro, rodeada por una pared de arbustos enredados tan altos que formaban un círculo sin techo. La luna plateada se suspendía en el cielo negro, mirando a la niña con interés.

    —La guarida ha vuelto a crecer, - susurró mirando a su alrededor.

    En medio del claro, un grupo de arbustos se estremeció y algo... ¡no, alguien!, gruñó. Lentamente, la vegetación se separó. Decenas de ojos de flores proyectaron un brillo rojizo fantasmal sobre la forma arrugada en el medio.

    Lilith se tapó la boca.

    Alfred Bloom, con la cara hinchada y arañada, el traje desgarrado, andando mareado, observaba su entorno. Cuando la comprensión le inundó, dejó escapar un grito de angustia.

    Una sombra cubrió el claro. Lilith levantó la cabeza instintivamente. Por encima de ellos, al nivel del seto, se cernía la mansión. En lugar de techo se abría un agujero negro. Cientos de cabezas brotaron de ella como un ramo de rosas infernal, masticando, chillando y chismorreando a la vez, al parecer emocionadas. Fue su turno presenciar un espectáculo que seguramente daría una pesadilla a cualquiera que no fuera Lilith, quien se sentía bastante eufórica de tener compañía familiar; compañía de aquellos que, por horribles que fueran, se habían convertido en sus amigos durante la semana que había pasado allí. Lilith sonrió involuntariamente. Una de las cabezas le guiñó un ojo, o tal vez lo imaginó. No importaba. Ella todavía estaba viva. Por alguna razón, la mansión, o Rosehead, o alguna otra deidad, había retrasado su ejecución. ¿Por qué? ¿Para darle al público suficiente tiempo para acomodarse para el espectáculo?

    —¡Ahí! ¡Ahí está! - Gritó Alfred, blandiendo un dedo hacia su nieta.

    Lilith se resistió. La furia palpitante la llenó hasta el borde. —Vaya, es estupendo verte también, abuelo. ¿Disfrutaste de tu vuelo? - dijo ella tranquilamente luchando por ponerse en pie. Si moría esta noche, moriría con dignidad. —¿Ya te limpiaste la meada de la cara o quieres que te traiga una toalla?

    Alfred se puso a cuatro patas y habló con Rosehead. —Bueno, ¿estás ciega? ¡Ahí está tu comida!

    —Veo que has hecho un trato con Rosehead, - dijo Lilith acaloradamente. —Una comida especial para un monstruo especial. Cebo, eso es lo que me dijiste que soy, cebo para Rosehead. Cuánto amor por tu nieta, puedo sentirlo latiendo en tu corazón. Sin embargo, te encantará saber que yo hice un trato con la mansión. ¿Quieres saber qué acordamos?

    El suelo tembló. Lilith se tambaleó.

    Alfred la miró fijamente con ojos hundidos, sus brazos y piernas temblaban por el esfuerzo de sostenerse. —Cállate, - le espetó. —No tienes idea de lo que estás hablando. Solo estás empeorando las cosas para ti.

    —¿Peor que la muerte? - Lilith se rió a pesar de sí misma. —Realmente asombroso. ¿Te gustaría dar más detalles?

    —¿Qué sabes tú de la muerte? ¿Cuánta muerte has visto en tu corta y miserable vida? Contéstame. - Alfred se lanzó hacia ella, pero los arbustos lo detuvieron. Él hizo un mohín y gimió como un animal enjaulado. —¡Respóndeme! - Su voz se ahogó al final. Se dejó caer de rodillas, temblando y murmurando.

    La piedad se apoderó de Lilith al ver a su triste y vieja figura. Lo intentó, pero ya no podía sentirse enojada. La furia se le había escapado con un suspiro. —¿Es eso lo que has estado haciendo toda tu vida, abuelo, manteniendo las cosas en silencio? - dijo ella piadosamente. —Debe de haber sido muy agotador. Bueno, no te preocupes más. Yo voy a pagar por tu libertad... con mi vida. Puedes irte ahora. Y... - se mordió el labio, obligándose a decirlo. —Lamento que haya sido tan difícil para ti. Sé que no elegiste tu cruz, así que, me haré cargo yo a partir de aquí. Quería hacerte saber que, eso, que te amo, Abu, - dijo añadiendo en voz baja.

    —¿Qué? - Alfred miró a Lilith como si la hubiera visto por primera vez. Su cara se contorsionó. Por un momento pareció un niño pequeño, asustado y dispuesto a hacer cualquier cosa para escapar de su obligación, pero también avergonzado de sí mismo por ello.

    Un incómodo silencio se agitó entre ellos. Lilith no se dio cuenta de que tanto las cabezas como la mujer arbusto habían escuchado atentamente su conversación. Ahora, crepitando y crujiendo, las cabezas descendieron sobre el claro y formaron un techo abovedado, oscureciendo la luna y hundiendo todo en la oscuridad. La única luz provenía del brillo escarlata de las rosas. El claro se convirtió en una capilla con paredes palpitantes y un techo parlante.

    Alfred levantó una mano temblorosa. —Tú ... tú... ignorante niña obstinada, crees que puedes detenerla, ¿no? ¿Crees que puedes tener éxito donde tu abuelo fracasó? ¡Bueno, pues te equivocas!

    Lilith lo miró con tristeza.

    Él se las arregló para volver a su encanto habitual, tranquilizándose. —Mi querida niña, estoy impresionado, impresionado por tu caballerosidad. Pero estás equivocada. Nadie puede detener esto, nadie. En un momento perecerás. Me entristece hacerte esto, de veras, pero no tengo otra opción. Te estoy ahorrando una vida de miseria.

    —Es lamentable que pienses así, pero no depende de ti decidir qué hacer con mi vida, - dijo Lilith suavemente.

    El aire a su alrededor se volvió ominosamente silencioso.

    —Necesitabas sangre de una heredera Bloom, yo te la doy. ¡Tómala! - bramó Alfred. —¡Ahí está! ¿A qué estás esperando?

    La rosal extendió los brazos y aulló de hambre.

    A Lilith le quedaban segundos. No tenía tiempo de dudar de nada. La perspectiva de una muerte inminente había borrado su mente. Un dolor abrumador la inundó. Ahora sabía lo que significaba morir. Morir era despreocuparse. No había miedo en la muerte, solo perdón.

    Ella alzó la vista. —Querida Rosehead, querida mansión, querido espíritu de Rose Bloom o quienquiera que seas, antes de cenar, ¿puedo hacer una última solicitud? He oído que los condenados a muerte tienen derecho a hablar antes de su ejecución. Me encantaría decir unas palabras más para mi abuelo, si no te importa. - ella esperó conteniendo el aliento.

    Rosehead se abalanzó hacia ella. Las cabezas irrumpieron en protestas. Sacaron cientos de brazos y sujetaron al monstruo a centímetros de Lilith. —¡Habla! ¡Habla! ¡HABLA! ¡DEJA QUE LA CHICA HABLE! - reverberó a su alrededor. El monstruo se debatió y se sacudió, pero las cabezas no lo soltaron, esperando.

    —Querido abuelo, - dijo Lilith en voz baja, —lo siento mucho por ti. Me gustaría poder ayudarte de alguna manera, pero creo que estás más allá de la ayuda en este momento, y esto me pone muy triste.

    —¿Que estas esperando? - Gritó Alfred. —¡A por ella! - evitó a propósito mirar a los ojos de Lilith.

    Ella dio un paso adelante. —No sé si realmente amabas a mi abuela, pero si lo hiciste-l...

    —¡Tómala! ¡Ahora!

    Rosehead gruñó. Las cabezas le sisearon.

    —Lamento tu pérdida. Sé que tienes miedo. Tienes miedo de morir. Pero ya no. Ya no me declaro heredera de esta propiedad para liberar a mi familia de la pesadilla de un jardín de rosas carnívoro que ha estado suspendido sobre sus cabezas durante setecientos años. Le prometí mi vida a la mansión. A su vez, ella me prometió detener esta masacre, detenerla para siempre. Si mi corta vida miserable, como la llamas, sirve de pago para salvar a muchos, me imagino que es un buen uso. - Lilith respiró temblorosamente.

    Hubo gritos desde arriba.

    —¡Oh, qué hermoso es eso!

    —¿Te callas? No puedo escuchar nada…

    —¡Cállaos, las dos!

    Lilith se compuso y continuó. —Espero que mi mamá y mi papá me perdonen. Espero que Pantera y Ed me perdonen. Y espero que tú me perdones. Porque esta noche voy a detener esta despreciable, rebelde, miserable, abyecta, insoportable, horrible, odiosa, sórdida, turbia e inocua matanza de una vez por todas. - Ella exhaló. Nadie la interrumpió. Había pronunciado diez palabras sofisticadas en una oración, su récord personal.

    La cara de Alfred era del color de un trapo sucio. Abrió y cerró la boca, pero no salió ningún sonido. Miró a su nieta, sin palabras.

    Lilith se enderezó. —Estoy preparada.

    Estalló un combate. Las cabezas gritaron, golpeando a Rosehead, quien produjo un rugido de tal magnitud que Lilith se tapó los oídos. Hojas y rosas llovieron sobre ella. Todo el recinto se estremeció bajo los golpes de la giganta. Luego pareció como si la giganta ya no estuviera luchando contra la mansión, sino que ambas luchaban contra otra cosa, algo más grande, más fuerte y más aterrador.

    Hubo un crujido, un aullido y un siseo horrible.

    La cabeza de Rose Bloom se separó de la masa, expandiéndose y convirtiéndose en una cosa que parecía antigua y sin rostro. Se cernió sobre Alfred y lo golpeó con mil voces: —Has roto las reglas.

    Lilith se puso rígida por el terror.

    —¿Qué reglas? - rugió Alfred. —¿Quién dijo que había reglas? Querías una heredera y ahí tienes una heredera.

    —No me desafíes, - tronó la cosa, su voz levantaba remolinos de hojas caídas.

    —¿Qué hice? ¿Qué hice mal? He pasado mi vida sirviéndote. ¿Y me pagas con mi familia? ¿Con mi amor, mi Eugenia? Dijiste que la perdonarías. - Alfred se encogió, protegiéndose la cara.

    —¿Abuelo? - Lilith dio un paso tentativo.

    —Debías cuidarme, - retumbó la cosa, hundiéndose hacia abajo. —Darme sangre. Morirte cuando no pudieras darme sangre. Me mantuviste hambrienta durante mucho tiempo. Eres demasiado viejo. Tu tiempo se ha acabado. Morirás esta noche, no la niña. Ella es joven y fuerte. Ella cuidará de mí ahora. - Se hizo más grande, plegándose sobre Alfred en una masa deslizante y silbante.

    —Por favor, déjame vivir. Por favor. No quiero morir, - dijo el anciano, encogido en un llanto silencioso.

    —Abu... - Lilith se escuchó decir un tembloroso suspiro, sin darse cuenta de que había estado conteniendo la respiración todo este tiempo. —No, déjalo vivir, por favor, - le dijo a la cosa.

    Ella ni la miró, concentrándose en su cuidador. —Haz tu trabajo. - Su voz rodó sobre el claro, agitándolo.

    Alfred se sacudió como una hoja al viento. —Mi querida niña, - dijo mansamente, con semblante derrotado, sus ojos apagados. —Espero que algún día perdones a tu abuelo. Dale mis saludos... a tu papá.

    —Por supuesto que te perdono. Ya te he perdonado, - dijo Lilith apresuradamente. —Pero Abu...

    —Adiós, - dijo y se enfrentó a la deidad. —Yo, Alfred Bloom, heredero legítimo de la propiedad Bloom, reconozco el final de mi servicio y me entrego, como es mi deber. Declaro a mi nieta, Lilith Bloom, como la nueva heredera. Que ella te sirva bien.

    —Por fin, - dijo la cosa.

    —Liebe Eugenia. Ich komme. - Alfred cerró los ojos. [Ndt, del alemán: Amada Eugenia. Ya voy]

    —¡Espera! ¡Abu, no! - Lilith salió disparada hacia él, solo para ser arrojada por una masa deslizante de tallos que parecieron brotar de todas partes, ocultando a su abuelo de la vista, tejiéndolo en un capullo y enterrándolo con un suave suspiro bajo tierra en cuestión de segundos.

    El olor a tierra recién excavada envolvió a Lilith. Por un momento quedó allí, aturdida, luego perdió el control, corrió hacia la maraña de zarzas que rápidamente desapareció en el suelo y tiró de ellas, rasgando y pateando a ciegas.

    —¿Por qué lo hiciste, monstruo, por qué? - gritó ella. —¡Detente! ¡Quiero que lo detengas! ¡Ya no puedes matar gente, me escuchas! ¡Detente! ¡TE MANDO! ¡TE ORDENO DETENER ESTO AHORA! - Su voz se quebró, pero continuó gritando hasta que su fuerza la abandonó y se desplomó en el suelo, sollozando.

Capítulo 34: El Final Deslumbrante

    Rosehead, sus rosales y las cabezas de las mansiones se fusionaron en una masa de ramas, espigas y tallos enrollados y desenrollados, interrumpidos aquí y allá por un destello rojo. El seto circular desapareció y Lilith se encontró en medio de un mar de flores que palpitaba y vibraba, hablando a la vez y desde todas partes.

    —He estado esperado esto, - le decía. —Esperando que lo dijeras. - Su voz crujía, resonando bajo el cielo nocturno. Sus hojas le rozaron la cara, jugaron con su cabello. Todo el jardín se volvió fluido, tan inquieto como un océano antes de una tormenta. Se mecía y cambiaba como si no tuviera raíces, sino que danzara por la tierra a placer.

    Lilith se puso de pie de un salto.

    —¿Quién eres tú? - preguntó ella desconcertada.

    —Soy el jardín de rosas. ¿No es obvio? - dijo el jardín acariciándola suavemente. Olía abrumadoramente dulce, como algo demasiado bueno. Lilith quiso enterrar su rostro en su fragancia para siempre.

    —No lo entiendo, - dijo con cautela. —Por favor, discúlpame, pero ... ¿estabas esperando qué, exactamente?

    —Esperando a que un heredero me detuviera.

    —¿Detenerte?

    —Eso es. - El jardín se agitó.

    Lilith miró a su alrededor. —¿Dónde está Rosehead? ¿Dónde están los arbustos y los fantasmas? ¿Son parte de ti ahora?

    —Todo es parte de mí. Siempre lo fue, - dijo el jardín.

    —Gracias. Eso se explica por sí mismo, - bromeó Lilith a pesar de su miserable estado. —¿Qué le hiciste a mi abuelo?

    —Lo que le hago a todos los herederos de Bloom cuando resultan inútiles para mí. - El jardín chasqueó sus labios gigantes.

    —¿Te lo has comido?

    —Ojalá no lo hubiera hecho. No estaba muy sabroso, el viejo. Salado y huesudo. Prefiero cuidadores suaves y jugosos, no he probado uno en mucho tiempo. - Lamió a Lilith y le revolvió el pelo.

    Lilith tragó saliva con el corazón martilleando. —Querido jardín de rosas. ¿Te he entendido correctamente? ¿Dijiste que te he detenido? ¿Significa eso que dejarás de comerte a la gente de ahora en adelante?

    —Aquí no lo haré, - dijo el jardín astutamente.

    —¿Pero vas a continuar en otro sitio?

    —Podría.

    Lilith se movió inquieta. Era muy desconcertante tener frente a tu cuello una masa de ramitas móviles, vivientes y parlantes que cambiaban de forma y se comportaban como si pudieran engullirte si así lo deseaban. —¿Puedo aclarar algo? Le pedí a Rosehead que se detuviera, - dijo Lilith, —pero no funcionó. ¿Por qué no?

    —Solo el heredero puede mandarme. Tú no eras el heredero entonces. Ahora lo eres. - Se agitó a su alrededor.

    —Pero el abuelo dijo...

    —Te conviertes en el nuevo heredero cuando el viejo heredero muere. - Había un matiz irritado en su voz.

    —Ya veo, - dijo Lilith.

    —Estoy cansado de estar atrapado aquí, - dijo el jardín lamiendo la cerca. —Quiero recorrer los campos. Quiero correr por el bosque. Y cuando termine de correr, quiero encontrar un nuevo lugar de descanso. - subiendo y bajando, la cosa se congregó alrededor de Lilith, como si la mirara directamente. —Intenté hacer que los herederos lo dijeran. Me volví codicioso. Exigí más sangre. Simplemente me obedecieron. Cobardes. Ninguno de ellos me dijo que parara. Hasta que llegaste tú. - Su paisaje se extendió en una extraña apariencia de sonrisa. —Me pediste que parara. Por eso te lo agradezco. He cumplido mi última obligación con el último heredero de Bloom. Setecientos años es mucho tiempo. Estoy aburrido de este lugar. Déjame marchar. Libérame, - le dijo mientras los pétalos rozaban la cara de Lilith,— y podría perdonarte la vida.

    Lilith se mordió el labio, sintiendo el aumento del pánico.—Pero dijiste que no ibas a...

    —Un trato es un trato, - dijo el jardín dulcemente. —Una vez cerrado, no se puede romper.

    Lilith se puso rígida. Se aclaró la garganta, extendiendo la conversación todo el tiempo que pudo, para tratar de escapar. —Disculpe, querido jardín, corríjame si me equivoco, pero ¿está insinuando que después de que termine aquí, simplemente huirá? - ella se estremeció al imaginar un jardín carnívoro en movimiento, arrastrándose por los campos, los pueblos y las ciudades, consumiendo todo lo que vivía a su paso.

    —En cierto modo. En cierto modo lo haré. - El jardín se detuvo, como si mirara más allá de la oscuridad del bosque.

    Algo mojado empujó la pierna de Lilith. Casi chilló y se contuvo en el último momento.

    —No necesitas fingir, - dijo el jardín. —Sé que tu perro parlante ha venido a visitarte. Solo estoy permitiendo que viva la fascinación. Hace que mi vida aquí sea menos aburrida. Por eso también te lo agradezco. Últimamente no he tenido mucho entretenimiento, no con ese viejo. - Frunció el ceño a Pantera. —Desprecio a los perros. Envenenan mis flores con sus excreciones.

    Pantera curvó su labio superior de una manera desagradable.

    Lilith suspiró. —Lo siento mucho, pero es un perro. Es lo que hacen los perros. - Se puso de cuclillas bajo la masa de hojas. —¡Pantera! ¡Oh, Pantera, no pensé que te volvería a ver! - lo besó y le olisqueó el pelaje, llenándose de olor a cachorro.

    —Yo también, - gruñó Pantera.

    —¿Dónde están mamá y papá? ¿Dónde está Ed? ¿Están bien?

    —Una pregunta a la vez, por favor. Estás haciendo que me de vueltas mi cabeza perruna. Sí, están bien, y no, desafortunadamente...

    Lilith jadeó. —¿Que ha pasado?

    —Por favor, déjame terminar la oración. Desafortunadamente, los humanos no son tan rápidos como los whippets. Por tanto, tus padres y tu amigo están unos diez minutos detrás de mí.

    —¿Dónde?

    —Detrás de mí.

    —Ah. Bien. Estaba preocupada. ¿Cómo están los demás? ¿Alguien herido?

    —Todo el mundo está bien. Debo decir que gracias a ti. Sin bajas, excepto por ese pobre elefante. La gente del circo ya se ha ido.

    Lilith dejó escapar un tembloroso suspiro.

    —Veo que estás enfrascada en una conversación bastante curiosa con un bastante curioso arbusto parlante, - gruñó Pantera.

    —Estoy dejando que este comentario pase por gratitud a su dueño, - dijo el jardín con frialdad.

    Pantera lo ignoró. —Espero no interrumpir.

    —¿Tú? ¿Interrumpiendo? Nunca, - dijo Lilith. —Pantera. Escucha esto. Nunca adivinarás lo que ha pasado. Las cabezas de la mansión, los arbustos y Rosehead...

    —Todos se fusionaron en un patio trasero de gran tamaño que cree que tiene la inteligencia de mil pavos reales. Ed y yo hemos estado observando desde la casa del árbol.

    El jardín crujió furioso.

    —¿Ah, sí?

    —Lo único que nos perdimos fue que de pronto estaba allí tu encantador pariente anciano asqueroso y al siguiente había desaparecido.

    —Se lo tragó la tierra. Donde está enterrada Rose Bloom, - dijo Lilith.

    —Tal es el destino de todo heredero, - dijo el jardín. —Ludwig fue el primero. Un buen tipo. Me dio de comer a su esposa. Debo decir que no era muy sabrosa, pues ya estaba muerta, pero estaba bastante fresca. Su sangre me despertó. Lo dejé vivir un poco por gratitud.

    —Oh, qué repugnante, - susurró Lilith.

    Pantera gruñó con complicidad. —Asombroso. Tu amigo Ed tenía razón después de todo. Creo que es apropiado que terminemos nuestro trabajo aquí, querido Holmes. Precisamente por eso te he traído algo. Algo que dejaste. Además, te sugiero que no menciones su nombre, ni la palabra de lo que produce, ya sabes, ¿La cosa naranja? Por razones obvias de seguridad. - Pantera puso los ojos en blanco como si señalara.

    Lilith lo miró perpleja.

    Pantera rebuscó en la vegetación y regresó con una antorcha y un encendedor apretado en los dientes. Los colocó a los pies de Lilith meneando la cola.

    —Excelente, mi querido Watson, susurró Lilith con los ojos llenos de picardía. —Simplemente excelente. Ella pesó la antorcha en su mano.

    —¿Que es eso? - preguntó el jardín, suspicaz.

    Lilith pensó que probablemente el jurdín nunca había visto una antorcha antes, no hasta anoche, a menos que algunos de sus antepasados ​​hubieran intentado prenderle fuego. Confió en que no hiciera una conexión entre una varilla envuelta en una esponja blanca y los postes negros ardientes de la actuación de circo. —Es un ... es un ... - se exprimió el cerebro.

    —Un palo para perseguir ardillas, - dijo Pantera.

    —Sí. Ardillas. Es el juguete de Pantera, repitió Lilith.

    —Aquí no hay... - comenzó a decir el jardín.

    —¡Shhhh! - susurró Lilith. —No se lo digas. Verás, Pantera no lo sabe. Le molestaría mucho que...

    —¡No me importa tu perro! - se escrespó el jardín. Su voz se convirtió en un retumbar ruidoso. —Me dejarás marchar, - rugió. —Me envíarás lejos y te perdonaré la vida. - la masa avanzó hacia Lilith. Ella levantó los brazos en alto, tratando desesperadamente de encender la esponja. Pantera ladró a la masa que se retorcía, sin ningún efecto. Los rodeó a ambos, ladrando. Las flores cubrían la cara de Lilith. Los pétalos le abrieron la boca y se deslizaron dentro. Los tallos le rodearon el cuello. Ahogándose, Lilith trató de encender el mechero una vez más. La antorcha crepitó, chisporroteó y se incendió.

    Un grito horrible sacudió el aire. El jardín se estremeció, empapando a Lilith en una nube de dulzura y disminuyendo su agarre. Ella tosió, recuperando el aliento y triunfante lo hizo retroceder con la antorcha.

    —¡Quema! ¡Quema! - gritó el jardín. —¡Quítamelo! ¡Quítamelo! ¡Quítamelo! - Su voz se multiplicó, chillando. Se sacudió y golpeó a Lilith, derribándola y enviando a Pantera por los aires.

    Lilith cayó, moviendo obstinadamente la antorcha de izquierda a derecha. —¡Arde! - gritó ella mientras escupía pétalos. —¡Arde, malvado! ¡Quiero que ardas!

    Y así, como esperando su orden, el jardín se incendió.

    —Pantera, - gruñó Lilith. —¿Pantera? - El hollín la cubrió, el humo llenó sus fosas nasales. Envuelto en llamas, el jardín se retiró con un ruido ensordecedor, chillando y aullando. Lilith se enderezó. Sus ojos se humedecieron. Parpadeó tratando de distinguir su entorno.

    Detrás de una cortina de humo, la forma sombría de la mansión se destacaba como un fantasma blanco. Lilith avanzó en su dirección. —¡Pantera! - llamó. —¿Dónde estás?

    —Justo debajo de tus pies. Te agradecería que te bajaras de mi cola, gracias, oyó desde abajo.

    —¡Estas vivo! - Lilith se inclinó para acariciar al whippet.

    —No, estoy muerto. Pero viviré, - ronroneó.

    El olor a carne quemada se desplegó a su alrededor. —¿Qué es ese olor? - Lilith tosió.

    —Me preocuparía más salir de aquí, si yo fuera tú, - exclamó Pantera. —Por aquí, por favor.

    —No es así como se supone que huelen los rosales ardientes, - dijo Lilith corriendo tras su mascota entre dos paredes de ardiente infierno. El calor sofocante la envolvió.

    El jardín luchó. Estiró sus tentáculos hacia la niña. Ella los golpeó con la antorcha hasta que se convirtieron en cenizas. Su cabello se agitaba alrededor de ella, amenazando con incendiarse. Apenas lo notó, alentada por los ladridos de Pantera y su propio corazón salvaje. Estaba viva Estaba más que viva, se sentía renacida, como si una parte de su infancia la hubiera abandonado, permitiéndole crecer en otra persona, en una nueva Lilith. Ella dejó escapar un grito de triunfo.

    Corrieron y corrieron, esquivando las llamas, directos hacia la mansión. Pantera llegó primero, ladrando fuertemente. Lilith, con una mano sobre sus ojos, irrumpió tras él en el aire fresco y se chocó con alguien. Un par de manos la levantaron del suelo. Daniel abrazó a su hija y la llevó a la seguridad del porche trasero. —Cachorro. Estás bien. Estás viva. Estás viva, - murmuraba en su cabello.

    —Hija entregada, señor. Sana y salva. - Pantera movió la cola con una sonrisa perruna en el hocico.

    —¡Papá! - Lilith lloró. Entonces su mente procesó lo que acababa de oir. —¿Pantera? - Ella miró de uno a otro. —¿Has hablado?

    —Dio la casualidad de que tus padres me escucharon gritarle a Rosehead, y, bueno, te puedes imaginar lo que sucedió después. Así que pensé, ya que lo había prometido de todos modos... - Jugueteó en el suelo con una pata.

    —Eres la mascota más noble, honorable y virtuosa que he tenido. Te amo, - dijo Lilith.

    —¿Qué, solo tres palabras sofisticadas? Pensé que merecía más. Y todavía me debes un filete, - se quejó Pantera.

    —¿Qué te dije? - dijo Lilith a su papá.

    Suavemente, Daniel le quitó la antorcha de la mano apretada. —Tenías razón. Lo siento, cachorro, lo siento, no te creí.

    —Está bien. Está bien. ¿Dónde está mamá? ¿Dónde está Ed?

    —Tu mamá y Ed están dentro. Les dije que me esperaran, - dijo Daniel. Luego, como si de repente recordara su presencia, se inclinó hacia Pantera. —Gracias, amigo. Lo siento, todavía me parece un poco extraño hablar contigo.

    —No me ofende. Todo está perfectamente bien, - exclamó Pantera radiante. —Lo entiendo.

    —¿Dónde están los demás? - preguntó Lilith.

    —En el comedor. Aún conmocionados por lo sucedido.

    Miraron hacia el jardín, que había dejado de hacer ruidos. El fuego lo había consumido, extendiéndose desde la mitad del terreno hacia afuera. Un resplandor anaranjado iluminó el cielo, tanto por las llamas como por los primeros rayos de sol que se derramaban sobre las copas de los árboles.

    Daniel miró a su hija. —¿Dónde está tu abuelo?

    Ella contuvo el aliento. Sus ojos se encontraron. Ella no podía decirle lo que había pasado. Una sombra oscura pasó por la cara de Daniel. —Se ha ido, ¿no? - Suavemente la dejó salir de su abrazo. —Entra. Yo iré luego. - Con la antorcha en alto, bajó los escalones hasta el borde de la silenciosa masa verde y la prendió.

    —Arde. - dijo con su voz llena de dolor. —Quiero que te vayas. Quiero que todo esto se vaya. - Cambió a alemán, murmurando y mascullando sin un objetivo real.

    —Papá, - llamó Lilith. —No necesitas hacer esto. Se quemará por sí solo. Salgamos de aquí.

    —Estoy de acuerdo con lo que sugiere su hija, si mi opinión de perro es importante, por supuesto, - agregó Pantera.

    Daniel no los escuchó, se concentró en su ira, apuñalando y acuchillando. El fuego saltó a su alrededor. Lilith nunca había visto a su padre en este estado.

    —¡Papá! - llamó alarmada. —¡Tienes que salir de ahí! ¡Pantera, ayúdame!

    Ambos avanzaron. Lilith se cubrió la cara, tosiendo por el humo. Agarró el brazo de su padre y tiró. Pantera ladró. Daniel tercamente empujó la antorcha un par de veces más, y luego la arrojó profundamente al jardín. Agarró la mano de Lilith y corrieron hacia la mansión, Pantera delante de ellos.

    Lilith apenas alcanzó los escalones cuando un grito espeluznante atravesó la propiedad. Se giró para mirar. Daniel tiró de ella, pero ella no podía moverse, cautivada. Las llamas saltaron y se extendieron de cerca a cerca como una flor roja ardiente, emitiendo nubes de humo acre. Todo menos la mansión estaba ahora en llamas.

    De repente, sus piernas cedieron. Las secuelas emocionales de sus tribulaciones finalmente la alcanzaron. Le pitaron los oídos. Sintió que su padre la arrastraba escaleras arriba, atravesaba las puertas y la llevaba al comedor. La sentó en una silla junto a la ventana. Ella apoyó el rostro contra el cristal, mirando, apenas consciente de las personas que la rodeaban.

    —¿Dónde la encontraste? ¿Qué ha pasado? ¡Daniel!

    —Cachorro, ¿estás bien?

    —¿Lilith?

    Ella no tuvo la oportunidad de responder.

    Un último aullido horrible atravesó la agitación. Una colosal rosa ahumada creció desde el medio del jardín. En segundos, floreció y se marchitó. Sus pétalos volaron, disolviéndose en nada, hasta que todo desapareció. El fuego se apagó. La quietud rodó sobre la propiedad, sólo perforada por el lejano graznido de los cuervos.

    Lilith apenas respiraba, sintiendo gente a su alrededor.

    Nadie se atrevió a hablar, o tal vez nadie podía hablar, atónitos al ver lo que quedaba del famoso jardín de rosas de la familia Bloom, el hogar de Bloom & Co., el negocio de crecimiento de rosas más exitoso hasta la fecha que había existido durante casi setecientos años y había perecido en menos de una hora dejando atrás un páramo vacío.

Capítulo 35: Los Restos Sombríos

    La luz del sol se derramó sobre la extensión ennegrecida de lo que había sido un magnífico jardín. Tocones quemados cubrían el suelo como los huesos de una bestia prehistórica. No había más susurro de las hojas, no más cabeceo de las flores, solo rastros de humo en ascenso, una cerca quemada que solía ser blanca y la masa oscura del bosque detrás de ella.

    La ceniza se filtró en las fosas nasales de Lilith y ella estornudó.

    Hubo múltiples respuestas. —¡Gesundheit! [NdT: del alemán, Jesús/Salud]

    —Gracias, - dijo ella dándose la vuelta.

    Rostros pálidos la saludaron. Sus padres parecían ansiosos por hablar, pero tal vez sin saber por dónde empezar. Ed le sonreía con inconfundible admiración. Pantera alzaba la vista de una manera que solo podía significar, "Bueno, hemos terminado aquí, ¿podemos irnos a casa ya y perseguir algunas ardillas?"

    Hubo un suspiro colectivo, una breve pausa y una explosión de preguntas, felicitaciones y quejas.

    —Lilith, ¿te sientes bien?

    —¿Qué demonios era esa cosa?

    —¡Se ha quemado hasta los cimientos!

    —¡Madre! ¡Fue ella! ¡Fue ella quien lo hizo!

    —¿Dónde está Alfred? Me gustaría decirle lo que pienso acerca de esta inaceptable barbarie.

    —¿De verdad puede hablar tu perro?

    Las voces se fusionaban en una cacofonía gutural y estruendosa.

    Lilith suspiró. Quería abazar muy fuerte a su madre, abrazar a su padre, besar a Ed y abrazar a Pantera. Quería decirles cuánto los amaba, lo asustada que había estado de no volver a verlos nunca más, pero tenía que esperar. Tenía que pronunciar un discurso final, explicarlo todo y tranquilizarlos a todos. Después de eso, ella podría desmoronarse. Se liberó del abrazo de su madre. —¿Mamá? ¿Papá? Necesito hacer algo importante.

    —¿Qué es? - preguntó Gabby.

    —Mamá, lo siento, tengo que preguntarle a papá algo en privado. Nada personal, ¿de acuerdo? - Se puso de puntillas y susurró al oído de su padre. —¿Puedo contarles a todos lo del abuelo? ¿Y lo de la abuela? Su fantasma dijo que murió de miedo antes de que Rosehead se la comiera, así que no fue culpa del abuelo. No te importaría si se lo dijera, ¿verdad?

    —Lilith, - comenzó Gabby extendiendo una mano temblorosa.

    —¿Ella te lo dijo? - dijo Daniel con la cara blanca.

    —Sí. Eso es lo que dijo su fantasma. Quiero decírselo a todos, ¿puedo? Creo que merecen saberlo. - Lilith llamó la atención de Ed. Él le mostró dos pulgares hacia arriba. Ella le guiñó un ojo.

    —Lilith, - dijo Gabby nuevamente, dudando.

    —Estoy bien, confía en mí. - Lilith miró a su madre con sorpresa. La vacilación nunca había sido una de sus virtudes.

    Gabby se calló.

    —Papá, lo prometo, es la verdad completa y absoluta, - continuó Lilith. —Solo quiero dejar las cosas claras y reparar mi reputación. Es algo que debo hacer como legítima heredera de esta propiedad. Todo lo que suceda aquí ahora es mi responsabilidad. Incluyendo el incendio.

    Daniel tomó la mano de Lilith. —Cachorro, estoy... no sé lo qué decir. No tenía idea. Sabes que no soy muy bueno con las palabras ... - le hizo una señal con la mano. —Ah, adelante.

    —Gracias. Siento lo de tu papá, tu mamá y todo.

    —No lo sientas. No es culpa tuya. -Daniel miró por la ventana, parpadeando. —Tienes mi apoyo.

    —Y el mío, - agregó Gabby. —Por lo que sea que estés a punto de hacer. - Se subió las gafas.

    Lilith asintió con la cabeza. Con el corazón encogido, se enfrentó a la multitud. La gente dejó de hablar, como si esperara que ella se dirigiera a ellos.

    —Queridos invitados a la reunión familiar Bloom, - comenzó, —como ya sabéis, soy la nueva heredera de la propiedad Bloom. En vista de este hecho, siento que es mi deber informaros que Alfred Bloom, mi abuelo , ha estado usando gente para alimentar al jardín de rosas desde que heredó esta tierra de su predecesor.

    Hubo suspiros y algunos gritos de ira.

    —Por favor, - dijo Lilith, levantando la mano. —Dejadme explicarlo. Si puedo recordaros el hecho, he tratado de comunicaros esto varias veces, pero he fracasado miserablemente. Antes de que os apresuréis a sacar conclusiones, debo enfatizar que no fue culpa de mi abuelo, él simplemente hizo lo que pensaba que era su deber. Eugenia Bloom, mi difunta abuela y su esposa, a quien amaba mucho y en cuyo honor nos hemos reunido aquí, desafortunadamente, según la evidencia que he reunido, tuvo el mismo destino cuando se perdió en el jardín. Se la comió, específicamente, por el enorme monstruo que todos habéis presenciado matando al elefante. Excepto que la muerte de mi abuela fue un accidente. Murió del susto antes de que el monstruo la encontrara. Mi abuelo no quiso decir cómo sucedió. Quedó devastado cuando se enteró. Por eso el ataúd de la abuela fue sellado en su funeral; sé que muchos de vosotros os habíais preguntado al respecto, incluída yo, aunque apenas tenía tres años por aquel entonces.

    Hubo gritos ahora. Hanna Haas tradujo el discurso a su madre ciega, que gritó tardíamente —¡Eugenia! - y se desmayó

    Lilith levantó la voz. —Esta terrible experiencia ha estado ocurriendo desde el advenimiento de la muerte de Rose Bloom, cuyo esposo Ludwig Bloom la enterró en el jardín debajo de un rosal y, sin darse cuenta, despertó a una deidad malévola que absorbió sus restos y ha estado exigiendo sacrificios humanos desde entonces. Nosotros, es decir, Ed, Pantera y yo... Pantera puede hablar, por cierto... - Pantera resopló por haber sido nombrado después de Ed y no antes. —... descubrimos este hecho e intentamos ponerle fin de una vez por todas. Al final, con la ayuda de los fieles sirvientes de la familia Bloom, Gustav, Agatha, Monika y Bär. - Hubo un alboroto de satisfacción.— A quienes les estoy profusamente agradecida, ya que cada uno contribuyó enormemente a nuestra investigación. También debo mencionar que Jürgen Vogel, el padre de Ed...

    Lilith hizo una pausa y vio que Ed se tiraba del cabello.

    —Había tratado de comunicar la verdad a través de sus pinturas durante años. Desesperado por escapar de los horrores de cuidar un jardín carnívoro, se quitó la vida. Realmente lamento su pérdida. - Lilith miró a Ed y Rosalinde.

    Ed estudió sus zapatos. Rosalinde sacó un pañuelo de seda y se secó los ojos. Hubo murmullos incómodos.

    Lilith respiró hondo y continuó. —Ese monstruo se llamaba Rosehead, por el apodo de mi veinte veces bisabuela, naturalmente. No sé quién la llamó así por primera vez. Sospecho que debió haber sido Ludwig quien, en su dolor, podó un rosal con la forma de su difunta esposa. Creo que desde ese momento, Rosehead quedó poseída por una deidad malvada del jardín que, muy probablemente, actuó como el principal culpable de los asesinatos ocurridos desde entonces. Esta es la explicación que hay detrás del éxito de Bloom & Co. Las rosas que vendía mi abuelo se habían alimentado de sangre humana, lo que explica sus características extraordinarias.

    La habitación crepitó de electricidad, todos los ojos estaban puestos en Lilith. Los murmullos se convirtieron en susurros agitados.

    Ella continuó, desconcertada. —Debo, lamentablemente, perturbar vusatro estado de ánimo. El destino de todo heredero Bloom era perecer en las garras del jardín eventualmente, incluido mi abuelo. Él ya no está con nosotros. Lamento mucho no haber podido salvar su vida. Honestamente, lo intenté. Sin embargo, el jardín de rosas está muerto ahora, el espíritu que lo poseía ha sido expulsado por el fuego, y ya no nos molestará más.

    Respiró hondo, sintiéndose muy orgullosa de sí misma. La gente la miró boquiabierta. Ella malinterpretó sus miradas. —Sí, fui yo quien le prendió fuego. Era la única forma.

    Un silencio creciente se prolongó durante varios segundos.

    El corazón de Lilith se entristeció. Ella esperó faltándole el aliento. ¿La consideraban una loca otra vez? ¿Se las había arreglado para fracasar espectacularmente una vez más?

    —¡Buen discurso, cachorro, buen discurso! Está claro que sabes hablar, ¿verdad? - Daniel abrazó a su hija. —Es increíble lo que hiciste.... - Gabby se movió inquieta, abriendo y cerrando la boca sin sonido.

    Lilith se sonrojó. —No fui solo yo, de verdad. Si no fuera por los incesantes recordatorios de Pantera y la generosa ayuda de Ed ... ¡Deberías ver sus eacondites secretos, papá! Si te escondes debajo de su cama, se... - Se quedó en silencio, horrorizada. Pantera le dirigió una mirada de advertencia.

    El estupor abandonó a la multitud, reemplazado por la urgencia, no tanto por gritar, sino por abandonar la mansión lo antes posible.

    —¡Buen trabajo! - gritó Norman Rosenthal refiriéndose a la charla. Se acercó a Lilith y le dio una palmada en el hombro un par de veces. —Buen trabajo. Mis condolencias. Nos has librado de una buena, si me lo preguntas. - Estrechó la mano de Daniel, la de Gabby, y luego se inclinó sobre Pantera. —¿A quién le importan las flores? Aquí es donde está el dinero. ¡Perros habladores! - Estiró la mano para acariciarlo.

    —Disculpe, pero preferiría que me pidiera mi permiso primero, - gruñó Pantera.

    Norman retrocedió, estupefacto.

    Luego vino Sabrina. —Abominable, simplemente abominable. Las palabras parecen inadecuadas para expresar mi tristeza. Fue algo muy valiente lo que hiciste, muy valiente. - el rubor le subió por su cuello mientras intentaba calmar a Petra, que se arrojó sobre Lilith para abrazarla.

    —¡Quemaste al monstruo! ¡Lo quemaste! ¡Lo quemaste! - Petra la soltó y abrazó a Pantera, casi haciendo que se le saltaran los ojos.

    —Perdón por tu pérdida. Sin embargo, mejor que atrapar mariposas, es incendiar jardines, - dijo Patrick con los ojos brillantes, acercándose para acariciar el whippet.

    —Simplemente heroico. Mis más profundas condolencias, - intervino Hanna Haas, susurrando algo al oído de su madre, que extendió diez dedos como garras para sentir al tacto la cara de Lilith.

    Luego vino Rosalinde Vogel, balanceándose sobre tacones altos y expresándole su gratitud a Lilith por limpiar la memoria de su difunto esposo. Trude se acercó y le dio consejos sobre cómo convertir la propiedad en ruinas en una granja de cerdos rentable, con su perro parlante como pastor. Bär brillaba con orgullo, si es que puedes imaginar a un mastín brillando. Gustav prometió su servidumbre a la familia Bloom. Las condolencias de Agatha fueron sinceras y breves. Monika dijo algo rápido en alemán y metió un plato de carne justo debajo del hocico de Pantera. Las últimas fueron las gemelas Schlitzberger con su madre omnipresente. Ella empujó a ambas chicas hacia adelante.

    Dafne se tambaleó y dijo: —Me entristece saber lo de tu pérdida. Lamentamos no haberte creído, Lilith. - trató de hacer una mueca convincente y le dio un codazo a su hermana.

    —Sí. Lo lamentamos, - agregó Gwen.

    —Está bien, - dijo Lilith despectivamente. —Entiendo. No esperaba que lo hicieráis. Perdón por la broma del elefante, y lo d chuparse el dedo, y todo.

    —Está bien, - dijo Dafne con los dientes apretados.

    Se fruncieron el ceño la uno a la otro.

    —No me cabe en la cabeza. Alfred. No puedo imaginarlo. Mi corazón está contigo en este momento difícil. - Irma se pasó una mano regordeta sobre la frente. —Siempre dije que tenías una hija feroz. Me encantan las niñas feroces. Mis hijas son feroces, míralas. Ellas habrían ayudado, si tu hija se lo hubiera pedido. Es una pena que no lo haya hecho. Esperamos verte de nuevo pronto. Adiós. - Cogió a sus gemelas y las sacó rápidamente del salón pese a sus estridentes protestas.

    Ed se arrastró el último de una manera discreta, como si simplemente estuviera pasando por allí, y susurró febrilmente: —Gracias. Acerca de mi papá. ¿Lo hizo? ¿Lo destrozó? Me perdí esa parte.

    Lilith puso los ojos en blanco. —No, lo absorbió como una asquerosa sanguijuela y ni siquiera eructó.

    —Gorrón. - Ed frunció los labios, decepcionado.

    —Ed, cariño. - Rosalinde levantó las cejas.

    Ed se sonrojó. —Daniel. Gabby. Lilith. Pantera. Mis condolencias. - Miró a Lilith. —Quiero darte algo. Volveré. No te vayas. - Se fue detrás de su madrastra, dejando sola a la pequeña familia Bloom.

    —Lilith, - comenzó Gabby. Se quitó las gafas, las limpió en la esquina de su cárdigan y se las volvió a poner. —Yo, sólo quería decirte, tus historias siempre fueron tan ... ¿alguna vez me perdonarás?

    —Absoluta e incondicionalmente, - dijo Lilith, abrazando a su madre. —¿Puedo hacer una solicitud?

    —Por supuesto. Cualquier cosa que quieras. - Gabby miró a su hija y la abrazó con fuerza.

    Lilith se preguntó cuánto duraría esta muestra de afecto. —¿Puedes por favor dejar de tejer con lana? Apesta, - dijo arrugando la nariz.

    —Oh, - dijo Gabby.

    —En realidad, sí. Opino lo mismo, - agregó Daniel.

    —Que sean tres - llegó una voz desde abajo.

    —Mamá, perdí tu boina, la nueva - Lilith se desenredó del agarre de su madre, que ahora se era una variedad quebradiza los huesos.

    —¡A quién le importa! - exclamó Gabby un poco demasiado entusiasta. —Tejeré diez más. Cualquier color, cualquier forma. ¿Prefieres el naranja, como las llamas? ¿No? ¿Qué tal el rosa? - Lilith hizo una mueca. —¿De acuerdo, púrpura? ¿Con lunares? ¿O pompones?

    —En realidad, no quiero ninguna. No más ropa tejidas. Nada de boinas. Nada. ¿Está bien? - dijo Lilith rápidamente.

    —Aleluya, - gruñó Pantera con un suspiro.

    Una mirada de absoluta decepción apareció en el rostro de Gabby. Miró a su marido, que se encogió de hombros. El labio inferior de Gabby tembló.

    —Está bien. Si eso es lo que quieres ...

    —La lana apesta a orina de oveja, en mi opinión, - gruñó Pantera.

    —¿Quien lo hubiera pensado? - dijo Daniel incrédulo y arrodillado. —Siendo un chucho, todavía no puedo acostumbrarme a que hables, amigo.

    Lilith estuvo muy tentada de decir: "re lo dije".

    —Son las cosas pequeñas las que marcan la mayor diferencia. - Pantera hinchó el pecho y recibió el afecto de Daniel con un ronroneo orgulloso. —Por cierto, también puedo hablar en alemán.

    La mandíbula de Daniel se abrió.

    —No me pondrás a desfilar en una exposición canina, ¿verdad? - añadió Pantera a toda prisa.

    —Nunca, - dijo Daniel.

    Se lanzaron a una conversación sobre perros. Pantera profesó su opinión sobre las razas whippet y cómo se relacionaba con las carreras exitosas. Daniel escuchó con ávido interés, aportando ocasionalmente un comentario o dos.

    Gabby llevó a su hija a un lado. —Lilith, - comenzó estudiando sus manos, callosas de tejer constantemente. —Tengo una confesión que hacer.

    —Claro, - dijo Lilith insegura.

    Gabby se quitó las gafas, arregló una aguja de tejer detrás de su oreja y volvió a colocarse las gafas. Le temblaban pas manos. —Yo era como tú cuando tenía tu edad, - dijo rápidamente. —El mismo diagnóstico. También sentía que los edificios se movían.

    —¿En serio? - jadeó Lilith, incapaz de creer lo que oía. Su madre, tan cuerda y correcta, tan obsesionada con las píldoras y los médicos. Simplemente no encajaba.

    —Sí, - continuó Gabby. —Me volvía loca. Mi madre, tu abuela, no creía en las drogas. Me dijo que dejaría de hacerlo. Yo la odiaba. Quería una píldora que evitara que mi cabeza girara. Me intimidaban, se reían de... ¿Sabes cuál era mi apodo?

    Lilith sacudió lentamente la cabeza.

    —Chiflada.

    Las rodillas de Lilith se doblaron. —¿Y nunca me lo dijiste? Ni siquiera mencionaste...

    —Lo siento mucho. Quería protegerte, asegurarme de que tenías los mejores médicos, la mejor atención médica.

    —¡Oh mamá! - Lilith abrió los brazos. Se abrazaron. Luego se abrazaron un poco más.

    Finalmente, Daniel se aclaró la garganta. —Amorcito, odio interrumpir, pero necesitamos hacer las maletas. Nuestro vuelo sale en cuatro horas.

    —¿Qué? - dijo Lilith. —¿Qué pasa con el jardín? ¿La propiedad?

    —No creo que ninguno de nosotros quiera cultivar más rosas, ¿verdad? - dijo Daniel amargamente.

    —Ciertamente no creo que pueda tejer otro motivo de rosas en mi vida, - dijo Gabby enderezándose.

    —No creo que queráis regresar. Os llevaré hasta el aeropuerto, nos quedaremos aquí durante los arreglos del funeral y tomaremos un avión a casa más tarde. A menos que queráis quedaros para el funeral.

    —¡No! - gritó Lilith de repente. —Quiero decir, sí. Quiero decir, ¡no, no quiero volver! ¡Sí, quiero quedarme, quiero vivir aquí!

    —¿Quieres vivir aquí? - dijeron Daniel y Gabby al unísono.

    —Asombroso. El giro más curioso de los acontecimientos, - comentó Pantera.

    —Sí. Todavía soy la heredera de la propiedad Bloom, ¿no? - dijo Lilith acaloradamente.

    —Sí. Lo eres. Con nosotros como tutores legales, por supuesto, - confirmó Daniel.

    —Así que todavía tengo algo que decir sobre lo que sucede aquí, ¿no?

    —Por supuesto. - Daniel parpadeó y miró a Gabby. Ella se encogió de hombros, lo que era muy poco característico de ella.

    —Bueno, entonces creo que... - Lilith hizo una pausa dramática, luego le guiñó un ojo a Pantera, quien levantó una oreja maravillado. —Creo que sería bastante, - quiso decir, excepcional, espectacular, espléndida, maravillosa, increíble, impresionante, y luego decidió que tal vez debería dejar de lado este hábito de tratar de impresionar a la gente. Sonaba inmaduro. Se aclaró la garganta. —Sería una pista de carreras de whippet de primer nivel. ¿Qué dices?

    Una mirada de desconcierto y luego deleite se apoderó de su padre, llevándole color a las mejillas. —¿Una pista de carreras de whippet?

    —Sí. Pantera & Co.

    —Es lo que siempre quisiste, ¿no? - dijo Gabby a Daniel. Su rostro se ensanchó en una sonrisa.

    Pantera ladró y saltó, comportándose como un perro apropiado por una vez. —¿Puedo hacer una solicitud? ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Ardillas? ¿Habrá ardillas? - meneó la cola furiosamente.

    —Ed puede dibujar el letrero, - dijo Lilith.

    —¿Podría? - dijo Daniel con entusiasmo.

    —Sí. Él es bueno dibujando. Mamá, ¿estás bien?

    Gabby se secó visiblemente los ojos. —¿Por qué? Oh, sí, estoy bien. Estoy ... Lilith, ya no tienes que ver al Dr. Crawford o tomar las píldoras si no quieres. - Se sonó la nariz.

    —¿De Verdad? - Lilith sintió el calor extenderse por su pecho y, un segundo después, una mirada fija en su espalda. Ella se dio la vuelta. Ed se inclinó en la puerta, escondiendo algo detrás de su espalda.

    —¿Puedo hablar? Con Lilith. ¿A solaa? - tartamudeó, pasando de un pie a otro.

    —Creo que tengo una idea bastante buena sobre qué tipo de charla podría ser, - gruñó Pantera.

    —¡Por supuesto! - exclamó Gabby demasiado fuerte. Parecía estar fluctuando entre su antiguo yo, la madre severa y controladora, y la nueva y excesivamente permisiva, ambas actuando al límite. Lilith ciertamente prefería la manera antigua, ya que sabía cómo lidiar con ella. La nuevo casi la hacía saltar.

    —Ah. ¿Unas palabra? - dijo Daniel, recogiendo a un Pantera gruñón. —Claro, claro, no veo por qué no. No tardes demasiado. Tiene que hacer las maletas. - Con eso, todos salieron, dejando a solas a la niña y al niño.

Capítulo 36: La Gloriosa Partida

    Lilith se interesó mucho en sus uñas sucias de repente. Luego se cepilló la rebeca y giró uno de sus botones. Ed le detuvo la mano y retiró la suya rápidamente. Se miraron el uno al otro, sin arriesgarse a ser los primeros en hablar. Las sombras se arrastraron por el suelo fangoso. Era una hermosa mañana de verano, el primer día de julio, y nada indicaba la catástrofe de la noche anterior, excepto el olor a humo persistente en las esquinas.

    Ed se alisó el pelo. —Esto es para ti. - Le entregó a Lilith una hoja de papel.

    Su boca se abrió involuntariamente. Era un dibujo a lápiz casi fotográficamente exacto de ella en el jardín, a cuerpo completo con una boina, Pantera acurrucada en sus brazos y una bolsa colgada en el hombro. Una firma en la parte inferior decía: A Lilith Bloom, de Ed Vogel.

    —Guau. Gracias, - susurró Lilith. —Esto es increíble. Nunca me habían dibujado un retrato antes.

    —Puedo hacer más dibujos. Si quieres, - dijo Ed respirando profundamente.

    Lilith asintió enérgicamente. —¡Sí, por favor!

    —Creo, - dijo Ed con voz espesa, su cara se volvió de un color magenta profundo. Bajó la mirada. —Creo que te quiero.

    —Oh, - dijo Lilith. Todo dentro de ella se encogió y luego se expandió, pulsando a una velocidad alarmante. Ella pensó que su cara se derretiría si no la metía inmediatamente en el congelador. —Oh, - dijo de nuevo, tocándose las mejillas. Su corazón se aceleró. —Creo que... - Se mordió el labio y agarró los lados de su falda de vestir, más que nada por tener algo a lo que aferrarse. Ella le había dicho antes a Ed que lo amaba, aunque de pasada y con prisa. De alguna manera, esto parecía diferente, parecía apropiado, y le daba el susto de toda una vida. —Creo que yo también te quiero. - no quería parecer graciosa, pero había imitado la forma de hablar de Ed tan bien que ambos se echaron a reír.

    Lilith se inclinó. Ed hizo lo mismo. Sus cabezas chocaron. Se abrazaron suapirando. Hubo una pausa incoomoda y al siguiente momento se besaron, torpemente al principio, luego más confiados, asumiendo una postura apasionada, que adoptaron sin duda al verla en las películas.

    Por desgracia, su dicha no duró mucho.

    —¡Oouu ... Guck mal! La pequeña Lily ha encontrado al pequeño Eddy, - Abrazada a un elefante de peluche y arrastrando una abultada maleta detrás de ella, entró Dafne con el pelo rubio recogido en dos coletas y la cara púrpura de envidia.

    —¡Madre está llamando! - Siseó Gwen, pero Dafne parecía estar en un estado de estupor y no se movió.

    Ed y Lilith se separaron como si ambos pincharan. Lilith, sonrojada por la vergüenza, respiró hondo para replicar, y de repente se quedó callada. Miró a Ed. Él también lo notó.

    Una lágrima rodó por la mejilla de Dafne. —Y la pequeña Dafne, - sollozó ella ignorando las horrorizadas protestas de Gwen, —solo tiene al pequeño Moppel. ¡Ahhhh! - rompió a llorar y enterró su cara en el elefante, que absorbió la humedad estoicamente mirando a la nada con sus ojos de plástico.

    Lilith miró a Ed. Él asintió, entendiéndola sin palabras. En un impulso de felicidad abrumadora, Lilith se apresuró hacia Dafne, la abrazó y besó su regordeta mejilla.

    —No es cierto. Me tienes a mí. Soy tu prima. Regresaré a vivir aquí. Podemos salir juntas o algo así, si quieres. - Ella la soltó.

    Dafne se quedó atónita, parpadeando rápidamente.

    Lilith decidió intentar otro ángulo. —Um, tus ojos tienen un color hermoso, - dijo amablemente. —Vosotras dos. Es del color de las... lilas. ¿Así como es se dice lavanda en alemán? Nunca lo había notado antes.

    Dafne la miró fijamente con la boca temblorosa, su hermana igualmente mortificada a su lado.

    Ed se acercó, con una mano en el bolsillo y otra distraídamente revolviendo su cabello. Las gemelas lo miraron con una mezcla de desprecio y asombro, porque él era uno de esos chicos que no se daban cuenta de cuán atractivos para las chicas eran su apariencia y olor a galletas.

    —Hola, Dafne. Hola, Gwen. No quise implicar eso. Lo de dibujar el globo, - dijo. —Quiero decir. Un poco. No sé por qué. Pero ya no lo hago. Más. Si te beso, ¿me perdonas? - les plantó dos besitos rápidos en ambas mejillas, haciendo que estas cambiaran de púrpura a ese tono profundo de malva que raya con la posibilidad de una explosión de vergüenza.

    Ed miró a Lilith en busca de aprobación. Ella sonrió radiante.

    —Tú ... tú no ... tú ... - Dafne farfulló.

    —¡Se está burlando de nosotras! - chilló Gwen.

    Dafne golpeó a Ed con su juguete, gritando. Gwen dejó caer su maleta y se unió a la batalla. Ed se protegió la cara. Primero el asombro y luego la diversión se apoderó de sus rasgos, porque ninguno de los golpes pretendía lastimarlo en lo más mínimo.

    —¿Qué está pasando? - La figura pesada de Irma Schlitzberger pisoteó por el pasillo. Se cernió sobre sus chicas, dándoles la vuelta para mirarlas. —¿Qué te han hecho esos niños?

    —Nosotros. Um, - comenzó Ed.

    —Les dio un beso de despedida, - ofreció Lilith poniendo su mejor cara inocente.

    —¿Un niño? ¿Las besó? - El pecho de Irma se levantó y cayó como una montaña de furia carnosa. —¡No puedo tolerar esto! ¡No lo haré! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera! - Rodeó a sus hijas y las empujó fuera de la mansión, cerrando la puerta de un portazo.

    —¿Qué ha sido eso? - preguntó Lilith.

    —No las dejará. Salir con chicos. Solo con elefantes de peluche. - Ed levantó cómicamente un brazo hacia su cara y pisoteó, emitiendo una serie de ruidos de trompetas. Riendo, Lilith se unió a él, dando vueltas como una bailarina. Pantera corrió hacia el pasillo, ladrando alegremente.

    Y así bailaron en una especie de revoltijo frenético, una niña de doce años que solo se sentía quieta cuando se movía y que podía oler cosas que otras personas no podían. Un niño de catorce años que había encontrado su voz otra vez y quien podía dibujar con precisión fotográfica, y un perro que era un gato parlante en el cuerpo de un perro con una pasión inigualable por los filetes, las chaquetas rosadas y las ardillas.

    —¿Pequeña señorita? ¿Desayuno antes de la partida? - Agatha apareció con una bandeja de gofres y Monika detrás de ella con una jarra de agua en las manos.

    Un crugido se deslizó por el estómago de Lilith. Le lanzó el retrato a Ed, avanzó y agarró la jarra de las manos de Monika. —Lo siento, - le dijo a sus amigos y se fue.

    —¡Espera! - Pantera corrió tras ella.

    —¡Tu retrato! - avisó Ed.

    Lilith subió los escalones de dos en dos, chapoteando, hasta que llegó al segundo piso. Vertió el agua y colocó la jarra vacía en el suelo, observando el charco. El agua se extendió lentamente por el mármol como cualquier charco que se precie debería hacer. Satisfecha, Lilith subió la otra escalera hasta el tercer piso. Aquí, metódicamente abrió todas las puertas, notando con asombro que cada una tenía un pomo abierto.

    Las habitaciones estaban vacías. Nada se movía ni respiraba, ni la galería de pinturas al final del pasillo... Lilith entró y entornó los ojos. Ninguno de los retratos se movió o le guiñó un ojo o cambió, colgaban polvorientos y tristes. En el pedestal del medio había un jarrón de piedra con una rosa de mármol tallada en el interior. Eso era nuevo.

    Lilith lo tocó. —Rosehead, - susurró. —Siempre estuvo destinado para ti, ¿no? - le transmitió un ligero temblor, o tal vez Lilith lo imaginó. Apartó los dedos y luego volvió a tocarla, pero se detuvo. Ella se dio la vuelta.

    Ed y Pantera estaban jadeando en la puerta.

    —No te gusta. Esperar, - dijo Ed.

    —Esperar nunca ha sido su fuerte, - gruñó Pantera.

    —Por favor, aceptad mis más sinceras disculpas, - dijo Lilith. —Tenía que asegurarme de que la mansión estaba completamente inanimada.

    —Vamos a ventilar. - Ed caminó hacia la ventana y la abrió. Lilith acogió la idea alegremente. Procedieron a abrir las ventanas en cada habitación, dejando entrar el sol y disipando el olor a descomposición, hasta que se toparon con la última escalera. Conducía a la torre. Ed y Pantera hicieron una pausa, pero Lilith subió corriendo sin dudarlo, combatiendo su horror con la acción.

    —¡Se ha ido! - gritó ella desde arriba.

    —¿Quién se ha ido? - Ed la siguió.

    —El estudio del abuelo. ¡Se ha convirtido en un balcón!

    —Una alcantarilla sería más apropiada, - ladró Pantera saltando los escalones con la cola curvada.

    Salieron a una terraza plana y circular, rodeada por una balaustrada y un cielo azul sobre sus cabezas.

    —¿Desapareció sin más? ¿Así como así? - dijo Lilith.

    —¡Mira! - Ed señaló.

    Se asomaron por la barandilla.

    En medio del patio de vehículos, un coche de policía encendió sus luces. Al lado había un camión de bomberos y una furgoneta negra. Una pareja de hombres uniformados recogía los restos del elefante en enormes bolsas de plástico. Un policía conversaba con los padres de Lilith y la madrastra de Ed, mientras otro policía caminaba con un pastor alemán olfateando.

    —Me imagino que el peludo pastor de ovejas está buscando los huesos de tu abuelo, perdóname por decir esto, - gruñó Pantera.

    —Ese bruto nunca tuvo. Un solo hueso. En su cuerpo, - tartamudeó Ed. —Estaba hecho de pudín mimado.

    Lilith se quedó callada. —Quiero ver el lugar. Para asegurarme de no haberlo imaginado. - Se dio la vuelta y bajó las escaleras a toda velocidad.

    —¿Ver qué? - dijo Ed. —Lo odio. Cuando ella hace esto.

    —Bienvenido al club, - se quejó Pantera.

    Siguieron a Lilith, que ahora corría hacia la extensión carbonizada detrás de la mansión, avanzando rápidamente hacia el lugar donde había desaparecido Alfred. Todo parecía del mismo negro uniforme. Le tomó un tiempo alcanzar la cerca opuesta. Allí se detuvo, mirando frenéticamente a su alrededor. Milagrosamente, ninguno de los árboles del bosque había sido tocado por el fuego y la miraban solemnemente desde su altura. Lilith vio el gran roble retorcido con la casa del árbol todavía intacta en sus ramas.

    Ed y Pantera la alcanzaron.

    Lilith caminó cuidadosamente entre las ramitas desmoronadas, con las piernas cubiertas de hollín. El suelo estaba cubierto de hojas quemadas y otros escombros que emitían nubes de polvo cuando se tocaban.

    —Nada, - dijo, decepcionada. —Así que lo succionó hasta suelo. Para bien, espero.

    —¿Qué esperabas encontrar, su cráneo? - gruñó Pantera.

    Ed le tocó la mano. —Tus padres. Te quieren.

    Gabby y Daniel los saludaron desde el porche trasero.

    Con un suspiro, Lilith echó un último vistazo. —Adiós, Abu. Adiós, Rosehead. Adiós, fantasmas. Adiós a todos los herederos de los Bloom que perecieron aquí. Adiós espíritu del jardín, quienquiera que seas. Pido disculpas por incendiarte, pero tuve que hacerlo. Espero que descanses en paz.

    —Me vas a hacer llorar, - gimió Pantera.

    —Eres buena. Hablando, - dijo Ed, impresionado.

    —Oh, dejadlo ya. Los dos, - dijo Lilith avergonzada. —Vamos a salir de aquí.

    Y así se fueron, llegando al frente de la mansión justo a tiempo de ver partir la furgoneta negra, el camión de bomberos y el coche de la policía. Daniel guardó su equipaje en el sedán alquilado. Gabby conversaba con Rosalinde y las sirvientas. Pantera galopoio hacia Bär, que estaba sentado junto a la pierna de Gustav. Inmediatamente se vieron absortos en una conversación perruna.

    —¿Por qué tuviste que ir allí, señorita? - dijo Gabby con desaprobación. —Mírate, estás llena de hollín. Empaqué tus cosas, así que ahora no hay nada con lo que puedas cambiarte y vas a ensuciar el coche. - Apoyó los brazos sobre las caderas, mirando severa.

    —Oh. Lo siento, - dijo Lilith sacudiéndose la suciedad lo mejor que pudo. El tono de voz de su madre era un bienvenido regreso a la manera familiar y molesta que siempre usaba con su hija. —Espera, ¿nos vamos ya?

    —¿Quieres llegar tarde a nuestro vuelo? - espetó Gabby.

    —No, - dijo Lilith. —Pensé que nos quedaríamos. Pensé que ...

    —Los pasajes ya están pagados. Ya es suficiente con que estemos perdiendo la tarifa de tu padre. Nos iremos a casa, nos ocuparemos de las cosas y volveremos. Ve a despedirte y entra en el coche. No quiero escuchar ninguna queja. - señaló hacia el coche y se fue a ayudar a su esposo.

    —Qué espléndido. Hemos vuelto a la normalidad, - dijo Lilith en voz baja.

    Ed sacó el papel de su bolsillo. —Te olvidaste.

    —¡Mi retrato! - gritó Lilith, alisándolo. Se inclinó para besar a Ed y se detuvo a mitad de camino, consciente de las miradas. Recurrieron a tocarse las manos.

    —Cachorro, tenemos que irnos. No quiero llegar tarde. - Daniel abrió la puerta del conductor, esperando.

    —¡Ollvidé algo! ¡Seré rápida! - Lilith corrió escaleras arriba hacia Monika. Tenía que dejar las cosas claras. —Disculpa, Monika. Número uno, quería agradecerte todo el bistec que le has dado a mi amigo. Número dos, quería comunicarte que Pantera no es una niña, es un niño, ¿de acuerdo? Un niño. No un princesa.

    Monika la miró con los ojos grandes y luego esbozó una sonrisa deslumbrante. —¡Ja! ¡Ja! ¡Mein klein Prinz! - Recogió a una Pantera desprevenida, interrumpiendo su conversación con Bär, y lo cubrió de besos. Él le lamió la mejilla y le lanzó una mirada astuta a Lilith.

    Ella puso los ojos en blanco. —Eres imposible, ¿lo sabes?

    Ed la tocó en el hombro. —Creo. Quieren que te vayas. Ahora. - Hizo un gesto con tanta ferocidad que sus pies se resbalaron por las escaleras y casi se cae.

    Gabby y Daniel le hicieron señas desde el coche e instaron a Lilith a entrar. —¡Solo un minuto! - Ella miró a Ed. —Te extrañaré, - dijo, y agregó, —insoportablemente. - Solo una palabra, pensó. ¡Oye, solo he dicho una palabra!

    —Igualmente, - respondió Ed lacónicamente, representando todo un abanico de emociones con los brazos.

    —Te veremos pronto, cariño. - Rosalinde tiró de la camisa de Ed y él se alejó.

    —Pequeña señorita. - Agatha asintió con la cabeza. Gustav se inclinó, adquiriendo su típica postura servil.

    —¡Tschüss, mein klein Prinz! - Monika besó a Pantera una vez más y lo bajó al suelo. Pantera galopó detrás de Lilith, quien ya había llegado al coche.

    —¡Volveré pronto! ¡Adiós! - Saludó con la mano, abrió la puerta del pasajero y entró. Pantera saltó detrás de ella, estornudando y gruñendo a Lilith. —Toda esta ceniza me dará una reacción alérgica. Pareces una pordiosera, ¿sabes?

    —Me has leído exactamente el pensamiento, - replicó Gabby severamente. —¿Sabes?, me está empezando a gustar toda esta idea de un perro parlante.

    Pantera no respondió, todavía molesto por la frialdad entre ellos, pero Lilith lo notó ocultando una sonrisa satisfecha.

    —Lo que vosotros digáis, - se burló ella cepillando su vestido, que apenas se parecía al atuendo festivo que se había puesto el día anterior.

    —Y nos vamos a las carreras, mis cachorros. - Daniel puso en marcha el coche.

    —Volveremos, ¿no? - preguntó Lilith.

    —Sí, volveremos. Ya te lo dije. Primero tenemos que ocuparnos de algunas cosas en casa, - dijo Gabby, sacando sus tejido.

    —¿Como por ejemplo hacer un pedido especial de ardillas americanas gordas y jugosas y transportarlas aquí? - dijo Pantera.

    —Um. ¿Eso es lana? - preguntó Lilith tímidamente.

    —¿Qué le diré a mi cliente? - explotó Gabby. —Lo siento, pero a mi hija no le gusta el olor a lana. No puedo dejar este suéter sin terminar, ¡ya he comenzado!

    El coche se llenó de espeso silencio.

    Daniel la miró. —¿Estás bien, amorcito?

    —Lo siento, - murmuró Gabby a su hija. —Lo siento, cariño. Es por falta de sueño y... no lo he olvidado. Por supuesto, me cambiaré al algodón después de este. - Intentar la nueva personalidad amable ciertamente le causaba problemas, pero de todos modos su madre logró sonreír.

    Daniel extendió la mano y le apretó la mano. Ella no le gritó como solía hacerlo, pero que la contuvo con una expresión de culpabildad en su rostro, como la de una ardilla que ha sido sorprendida robando comida.

    Lilith miró a Pantera, pero su mascota, molesta por la falta de respuesta a su solicitud, bostezó varias veces de manera exagerada y se tapó la nariz con ambas patas. —Todavía me debes un filete, - se quejó. "Y la chaqueta. Y—"

    —Lo sé, lo sé. En cuanto lleguemos a casa, - dijo Lilith dándose la vuelta y saludando. Ed le devolvió el saludo con tanto entusiasmo que logró abofetear a Gustav.

    —Me alegra que tengas un... novio, - le dijo Gabby a su hija en un esfuerzo por suavizar las cosas. —Al menos algo bueno ha salido de este desastre de viaje.

    —Desastre seguro, - suspiró Daniel, cambiando de marcha. Pasaron la puerta principal y salieron a la calle Rose, RosenStrasse en alemán.

    Lilith levantó una ceja. —Mamá, él es solo un amigo.

    —Por supuesto. Sólo un amigo. - sus padres intercambiaron una mirada.

    —Aquí está tu bolso. Empaqué tus cosas. - Gabby le entregó la bolsa a Lilith.

    —¡Gracias mamá! Eres la mejor.

    Gabby sonrió.

    Por pura costumbre, Lilith sacó El Perro de los Baskerville y lo abrió, señalando un lugar al azar. —Aprende entonces de esta historia a no temer los frutos del pasado, - leyó en voz baja, —sino a ser circunspecto en el futuro, para que esas pasiones desagradables por las que nuestra familia ha sufrido tan gravemente no se vuelvan a desatar.

    —No lo harán. Ya no más, - susurró bajando la ventana. El viento cálido le cubrió la cara, trayendo consigo un ligero olor a humo y no un olor a hedor.

    Se ha ido.

    Lilith dejó escapar un suspiro de alivio.

    Se alejaban de RosenStrasse. Al final, rodeados de un paisaje quemado, la triste forma de la mansión se destacaba como un pulgar dolorido, un blanco fantasmal al sol. El bosque se ondulaba detrás de ella. Un cuervo solitario pasó volando, graznando. Lilith frunció el ceño. Tuvo la extraña sensación de que algo, en algún lugar, se agitaba. Pero no podía ser, había muerto. Ella sacudió la cabeza, apartando el presentimiento, y cerró los ojos, dejando que el movimiento del coche la adormeciera.

    En ese preciso momento, en la parte de atrás del páramo arrasado que solía ser un magnífico jardín de rosas, en el lugar donde había desapareció Alfred Bloom, había un pequeño brote debajo del suelo que creció rápidamente en un tallo verde entre la extensión en negro. Parecía que podría convertirse en algún tipo de arbusto, o tal vez en un árbol, o tal vez, sólo tal vez, en algo completamente diferente.

FIN