Créditos

    La segunda oportunidad de Khrushchev

    (versión gratuita en español. Prohibida su venta)

    Copyright © 2021 de Mel C. Thompson. (Algunos derechos reservados. CC-BY-NC-SA)

    Publicada en Artifacs Libros

    Traducción y Edición: Artifacs, enero 2021.

    Diseño de Portada: Mel C. Thompson

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    Obra Original: Khrushchev’s Second Chance

    Copyright © 2018 de Mel C. Thompson. (Todos los derechos reservados). melvinbiography.blogspot.com

    Mel C. Thompson Publishing

    3559 Mount Diablo Boulevard

    Lafayette, CA 94549

    melvinbrand@yahoo.com

    Publicada gratuitamente en Smashwords

Licencia Creative Commons

    Muchísimas gracias a Mel C. Thompson por autorizar esta traducción al español y por compartir con el mundo La segunda oportunidad de Khrushchev bajo Licencia CC-BY-NC-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es

    Si quieres hacer una obra derivada, por favor, incluye el texto de la sección de Créditos de este eBook.

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Sobre el Autor

    Mel C. Thompson es escritor de ficción y poesía. Sus historias se centran en los temas de la avaricia, el sexo, la religión, el alcohol y la historia. Mel es un relativista cultural, lo cual significa que los buenos y los malos a menudo son difíciles de encontrar en un cuento suyo. Siendo un ferviente enemigo de lo políticamente correcto y las normas tradicionales, es improbable que aparezca felizmente en sus historias un doctrinario conservativo o liberalismo ortodoxo.

    Mel es un instruído filósofo por la California State University en Fullerton, especializado en materias diversas como Religiones del Mundo y Metodología Científica. Mucha de su ficción podría llamarse «comedia teológica», aunque él se aventura ahora en temas más seculares. También es editor y ha publicado a otros autores bajo su sello Mel C. Thompson Publishing Company. Como músico aficionado y personalidad radiofónica a tiempo parcial, ha aparecido en la emisora KMEL como cultureta rapero y fisólofo geek. Ha escrito himnos budistas y normales canciones pop. Sobrevivió como guardia de seguridad y oficinista durante décadas antes de salir con una discapacidad debido a problemas físicos y mentales. En esta fase de su vida, sus estudios han gravitado hacia las matemáticas avanzadas, literatura informática y electrónica.

    Puedes saber más sobre Mel y su obra en:

    • Su Blog

    • Perfil de Smashwords

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Otras Obras del Autor

    Estas obras son gratuitas y puedes encontrarlas en inglés en Smashwords y en castellano en Artifacs Libros.

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    • La Segunda Oportunidad de Khrushchev (Khrushchev's Second Chance" 2017)

    • El Épico Viaje al Grandioso Palacio del No-Juicio (The Epic Journey to The Great Palace of Non-Judgment, 2017)

    • No Puedo Mantener Un Empleo Real (Can't Hold A Real Job, 2018)

    • La Historia de "e" (The Story of "e", 2018)

    • El Motel de Luz de Gas (The Gaslite Motel, 2018)

    • Diario de un Zombi Suburbano (Diary of a Suburban Zombie, 2019)

    • Harbour Boulevard (2019)

    • El Tercer Diamante (The Third Diamon, 2020)

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Agradecimientos

    Gracias especiales Anna Wolfe por la prueba de lectura y la ayuda editorial.

    Gracias especiales a Steve Cosgrove, quien escribió el poema que aparece en el capítulo 12 e incubó la idea para este improbable libro.

    —Mel C. Thompson, 18 de mayo de 2008.

La Segunda Oportunidad de Khrushchev

por

Mel C. Thompson

1. Avalokiteshvara y El Gran Vacío

    2 de mayo de 2008

    Después de la muerte de Nikita Khrushchev, él se encontró ante un trono incomprensible. Era la morada del Gran Bodhisattva de la Compasión, Avalokiteshvara. Ante este trono había aproximadamente un billón de monjes. Rodeando este gran altar había decenas de millones de dragones, cantores angelicales, demonios, trompetistas de múltiples cabezas y percusionistas de múltiples brazos. Contar el número de dignatarios, maestros, iluminados, eruditos, reyes, emperadores, caballeros, príncipes, generales, sirvientes, soldados y otros salvadores del mundo estaba simplemente más allá de toda capacidad. Aunque la vista en sí misma tenía quizá un año luz de diámetro, se podía ver fácilmente alrededor de esta un campo abierto de vacío que se extendía hasta el infinito en todas las direcciones. Era el gran vacío, el vacío ineludible que impregna todas las formas, sensaciones, agregaciones, sonidos y emociones en el universo.

    Khrushchev parpadeó un par de veces, miró indignado a su alrededor y luego volvió a mirar hacia el trono, pareciendo desaprobar vagamente los alrededores. Resumiendo, no estaba absolutamente nada impresionado y deseaba ir directo al corazón del asunto. Avalokiteshvara miró desde la impenetrable nube de su iluminamiento y asintió nostálgicamente.

    "¿Dónde estoy y qué se espera de mí aquí?" Preguntó Khrushchev sin rodeos y con brusquedad.

    Avalokiteshvara respondió: "Oh, ya veo, así que nadie te ha informado."

    "¿Informado?" dijo Khrushchev en tono impaciente. “Para tu información, soy el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética. Si hay alguna sesión informativa que hacer, seré yo quien os informe a vosotros."

    “Puede que esto te quede un poco grande," señaló el Bodhisattva. “Después de todo, solo este altar tiene el tamaño de toda la Federación de Rusia multiplicada por diez mil."

    “Sí, de hecho," respondió Jrushchov, “pero todo se desprende del sensacionalismo capitalista y la autocomplacencia. Nunca he oído hablar de esta nación, pero después de que derroquemos a esos títeres consumistas de occidente, vendremos y liberaremos también este país. El Movimiento Internacional de los Trabajadores no conoce fronteras. Y, en cuanto al ahora, encuentro que no me conmueve todo este abracadabra. Ahora, por favor, dime adónde puedo ir para salir de este pequeño teatro y regresar a mis funciones como secretario general."

    "Me temo que no estamos en la misma página," dijo Avalokiteshvara gentilmente. “Parece que no te has dado cuenta de que estás entre vidas. ¿Te ha informado alguien de que has fallecido y que seguramente pronto tendrás que reencarnarte?"

    "No me vengas con toda esa charla religiosa. Estoy perfectamente vivo y no hay vida después de la muerte. Todo eso forma parte del patético ámbito de la oligarquía, otra forma de esclavizar a los trabajadores y de mantenerlos en la ignorancia."

    "Oh, Dios," respondió Avalokiteshvara en voz baja. “Creo que ha habido un problema de comunicación. Espera mientras hago una pequeña llamada."

    Avalokiteshvara descolgó entonces un teléfono y marcó el número del Universo Occidental. Jesús, quien por un casual estaba relajado en su trono, atendió el teléfono y respondió huraño: "¿Qué?"

    "¿A qué viene esa actitud?" espetó Avalokiteshvara. "Dijiste que podía llamar si tenía alguna vez un problema."

    Khrushchev escuchó impasible mientras la conversación continuaba. “¿Por qué eres tan brusco conmigo? ¿Qué quieres decir con que llamo a todas horas? Ahora no te llamo para pedir algunos kalpas. Seguro que algunos trillones de años entre llamadas telefónicas es tiempo suficiente. Escucha, tenemos un tipo aquí de la Unión Soviética. No, no es budista. Eso es lo que intento decirte. La maquinaria kármica se ha atascado. No sé cómo. Este paradigma no tiene ningún sentido para él. Parece más inclinado al pensamiento lineal occidental. Resulta que aún piensa en términos de comunismo versus Dios y ese tipo de cosas. Sí, sé que estás ocupado, pero te lo voy a enviar allí. Y espero que seas un poco más receptivo la próxima vez que llame. Todos intentamos llevar este Universo del mejor modo posible. Los accidentes ocurren. Pero yo no voy a ser capaz de comunicarme con este tipo, así que tú y tu gente vais a tener que retomarlo desde aquí."

2. Sensei en México

    3 de mayo de 2008

    Como dicen las escrituras, «en un abrir y cerrar de ojos» Khrushchev se dio cuenta de que ya no estaba en un reino fantástico ultraterrenal. De hecho, estaba en México, aunque no habría manera de saberlo. Se descubrió en el porche de una casa de clase media alta hecha en sencillo estuco blanco y tejado español. El patio estaba ordenado y la casa era elegante, pero no de modo ostentoso. De hecho, era lo más minimalista que se podía conseguir en un barrio de ese calibre.

    Khrushchev tuvo que admitir para sí mismo que se había traumatizado un poco ante todos estos cambios por los que estaba pasando y por el alcance de tal aparente irracionalidad. Sin molestarse en analizar demasiado a fondo dónde podría estar, decidió sentarse en un amplio murete que rodeaba el porche. Se quedó allí un rato disfrutando de la belleza de este barrio, exclusivo pero modesto, y disfrutando del cálido sol. No sabía dónde estaba ni qué época del año era, pero resultaba ser principios de la primavera y el clima era cálido, aunque suave y relajante.

    Su mente cayó en un ensueño y comenzó a soñar despierto que el Ejército Rojo estaba asaltando Europa Occidental y que el mundo estaba al borde de una total conquista comunista. Pero sus encantadas fantasías fueron abruptamente interrumpidas por la puerta principal de la casa abriéndose y cerrándose. Salió Sensei con el atuendo de sacerdote budista completo, túnica color amarillo azafrán y varias capas de abalorios. Sensei miró a Khrushchev y dijo: "Ah, bien, estás aquí. No te preocupes, lo he hablado con el encargado e intentaremos cuidar de ti."

    "Señor, parece usted muy fuera de lugar en toda esta moderada arquitectura española," dijo Khrushchev sin artificio. “Dondequiera que estemos, no parece un paisaje en el que uno se encontraría a un hombre santo."

    "Bueno, esa es una buena observación," señaló Sensei. "Y de hecho, carezco de toda santidad."

    "¿A qué entonces viene esta farsa de ser un monje budista?" presionó el antiguo gobernante soviético.

    “Sencillo," respondió Sensei. “Estoy en completo desempleo porque soy un completo enfermo mental, como un completo cencerro, para ser exactos. De hecho, después de quitarme este atuendo, bajaré la colina hacia el viejo centro de la ciudad y ahogaré mis penas y mis ansiedades con unas saludables dosis de cerveza mexicana."

    "Soy ateo," dijo Khrushchev, "pero encuentro que su actitud es ofensiva para todos aquellos que pudieran engañarse sinceramente con la fe en la religión."

    “Hmm, sí,” murmuró Sensei mientras miraba al aire y caía en un trance reflexivo. “No tienes idea de cuánto se me ha pasado el arroz como para sentir la más mínima simpatía por cualquiera que pueda considerarme un obstáculo. Y de todos modos, si supieras lo que yo sabía sobre la humanidad, verías que estoy tan cerca como ellos de ser un verdadero hombre santo, y yo no afirmo estar cerca en absoluto."

    “Esta conversación se está volviendo absurda," señaló el exlíder comunista. “No puedo perder el tiempo con locos y similares. Pero ¿podría hacerme la cortesía de decirme dónde estoy?"

    "Sí, puedo hacer eso por ti con bastante facilidad," afirmó Sensei. "Estás, como quien dice, en una especie de consulado espiritual. Esto está en el mundo, el mundo físico, como tú lo llamarías, aunque debido a su naturaleza especial, no es parte del territorio de la Tierra propiamente dicho, de igual modo que una embajada soviética en los Estados Unidos no es territorio de los Estados Unidos. ¿Tiene esto sentido para ti?"

    "Ciertamente," coincidió Khrushchev, "los consulados y las embajadas son técnicamente territorios de las naciones a las que sirven, aunque se encuentren en suelo extranjero."

    “Bien,” dijo Sensei. "Entonces, seré franco contigo. Técnicamente hablando, mientras estés en este patio, o dentro de esta casa, estás en El Reino de los Cielos, pero claro, esto es solo un punto teórico. En el sentido ordinario, simplemente estás en un barrio de clase media alta en las colinas justo encima de una gran ciudad en México. Para tu información, es primavera, la mejor época del año aquí. En ese sentido limitado, eres bastante oportuno."

    "Excelente," respondió Khrushchev, "entonces, ¿tendrá la amabilidad de ayudarme a localizar el consulado soviético más cercano para que pueda regresar a casa?"

    "Creo que Avalokiteshvara fue explícito contigo sobre tu situación, ¿no es así?" preguntó Sensei. "Cuando hay errores en la estructura del tiempo y el espacio, por lo general, él tiene que decirle a la gente que han fallecido y que ya están en camino de entrar en su próxima vida."

    "Sí," señaló Khrushchev, "sin embargo, yo ignoré por completo todo ese sinsentido como una especie de abracadabra de mago. Y además, no aprecio este tipo de secuestro que ha sucedido e insisto en hablar con los líderes del grupo que orquestó esta farsa."

    "Está bien," dijo el Sensei con gravedad, "no te lo estás tomando muy bien. Bueno, eso es bastante comprensible, supongo. Así que voy a ser un poco más detallado contigo. De hecho, no puedes salir de este patio. Este patio, teniendo el estatus especial que tiene, en realidad es un territorio separado y no puedes vagar sin más colina abajo y encontrar el camino de regreso a casa. Y además, si pudieras, eso sería muy incómodo, considerando que tu país ya ha realizado un funeral de estado para ti y actualmente yaces en el Kremlin. No quedaría bien tener tu cadáver echado allí mientras tú llegas andando y pides recuperar tu antiguo empleo."

    “Pero, señor," objetó Khrushchev, “parece que usted va a abandonar la propiedad en este momento. De modo que su teoría no es consistente. Una vez más, todas las personas involucradas en esta farsa son ilógicas."

    "Ah, sí," sonrió Sensei, "es verdad que yo gozo de una especie de estatus especial, pero, francamente, eso no es un privilegio. En realidad es sobre todo trabajo duro y burocracia. Por qué permite el universo que un loco como yo tenga acceso a todos los mundos a la vez es algo que no entiendo. No solo no estoy iluminado, sino que, como acabo de decirte específicamente, soy un pésimo budista y estoy ampliamente desacreditado, pero a la gente que dirige las cosas eso no parece importarle. Yo tampoco puedo encontrarle ningún sentido."

    "Si no se me permite salir de las instalaciones," preguntó Khrushchev, "¿cuáles son mis órdenes en este momento?"

    “Sí, bueno, yo sabía lo de tu caso, lo predije hace mucho tiempo con mi supuesta «omnisciencia», lo cual resulta ser el tipo más vulgar de poder psíquico; lo cual, si acaso; me hace aún menos espiritual de lo que debería. Pero para que lo sepas, sentí lástima por ti desde el momento en que falleciste, y yo lo sabía todo sobre ti, más que Dios incluso, quien francamente apenas puede mantenerse al corriente con las cosas hoy en día, y quien, si quieres mi opinión personal, está muy despistado últimamente. Pero te resumo la historia, he intentado que todas las partes interesadas despejen el camino para que obtengas exactamente lo que siempre quisiste."

    Khrushchev frunció defensivamente el ceño y dijo: "¿Y qué le hace pensar que sabe lo que siempre he querido?"

    Sensei miró atrás con impaciencia y respondió: “Créeme, lo sé. De veras que lo sé. Y créeme, ojalá no lo hubiera sabido. Tampoco es que esté alardeando, porque nada de lo que hago es un gran honor. Eso seguro."

    "Entonces, dígame, señor Poderes Paranormales," insistió Khrushchev, "¿qué es lo que siempre he deseado?"

    "Sencillo," respondió Sensei, "siempre quisiste ir a Disneylandia."

3. Un Hombre Sencillo en una Modesta Habitación Blanca

    5 de mayo de 2008

    Sensei miró entonces a Nikita con severidad y le dio la espalda abruptamente para caminar rápido colina abajo hacia una parada de autobús. Khrushchev le gritó: "¡Se supone que no debe salir de la propiedad!." Pero Sensei no se conmovió por esta provocación ni por la obvia apelación a alguna suerte de consistencia en esta nueva antirrealidad que le había sido revelada a Nikita.

    El exsecretario general del Partido Comunista se volvió hacia la puerta marrón oscura, giró en redondo y miró por última vez a Sensei, se encogió de hombros y pasó al vestíbulo de la modesta casa de tres habitaciones. Fue recibido por una mujer de unos cincuenta años de apariencia notablemente joven, vibrante y terrenal. La cruda sencillez de su aspecto pareció suavizar el temperamento de Khrushchev. Este comenzó a sentirse un poco tímido en presencia de esta persona profundamente modesta y muy amigable.

    “Madam, se me ha dado a entender que necesito hablar con el dueño de la casa. ¿Podría usted informarle de mi llegada?"

    “Sí, señor," respondió la mujer. "Se lo diré de inmediato."

    Cuando ella se volvió para irse, Nikita dijo: "Disculpe, madam, pero puedo preguntarle su nombre."

    "Oh, claro, um, es solo María."

    "¿Cuál María?" preguntó Khrushchev con una mirada de asombrada curiosidad.

    La mujer hizo una reverencia y respondió: "Oh, no soy nadie especial, solo, ya sabe, una madre normal."

    Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Khrushchev y se sintió inquieto y conmovido por el poder de la presencia de esta mujer, aunque nada en su apariencia era notable en lo más mínimo. Y estaba bastante claro que ella no era una conversadora particularmente comprometida.

    La mujer giró y se alejó por un pasillo. Un momento después, él pudo oírla susurrar a quejumbrosa guisa mientras otro hombre parloteaba indistinguiblemente de modo impaciente.

    Ella regresó al vestíbulo en un momento y dijo: “Nuestra Celestial... quiero decir, el dueño de la casa estará encantado de recibirte ahora, Nikita."

    Khrushchev avanzó y luego se detuvo y exclamó: “¿Cómo sabéis mi nombre de pila? ¿Nos hemos visto antes?"

    La mujer sonrió y se tapó la boca con la mano. "Yo... um... sólo ha sido una afortunada suposición, supongo," susurró y salió rápidamente de la habitación.

    Khrushchev negó con la cabeza, recorrió el pasillo y entró por la primera puerta a su derecha. La habitación estaba pintada de blanco. El suelo era de una vieja madera de cerezo que había perdido todo su brillo. La moldura era toda de madera oscura, similar a la puerta de entrada. La habitación contenía solo una simple silla plegable, algunos íconos de santos de algunas religiones diferentes y lo que parecía ser el trono más simple de la tierra. Este también estaba hecho de madera oscura y tenía un acolchado muy fino. Sus brazos eran gruesos, pero no tenían ornamentación alguna.

    Sentado en el trono, o mejor dicho, en el modesto sillón de madera, había un hombre mediterráneo o de Oriente Medio con tez aceitunada. Tenía una barba rala, cabello castaño largo hasta los hombros y penetrantes ojos marrones. El hombre fruncía el ceño ligeramente y parecía taciturno y difícil de hablar. Pero tras una inspección más cercana, también parecía tener una ultraterrenal dulzura y un grave aspecto de austeridad.

    Khrushchev se sintió fascinado por esta extraña persona, pero se recompuso rápidamente e intentó retomar su porte severo y regio.

    "Bueno, no sé quién es usted ni por qué me ha llamado aquí, y no puedo comprender qué tipo de trucos mágicos ha usado para confundirme, pero vayamos directo al grano," insistió el exgobernante de una quinta parte de la masa terrestre del mundo.

    "Ejem," respondió el hombre en el pequeño trono de madera. "En primer lugar, no soy el fanático del control que podrías pensar que soy. Empecé a delegar un montón de autoridad hace mucho tiempo. No tengo ningún viaje de ego en marcha aquí. Como puedes ver, vivo un estilo de vida bastante discreto."

    "Empecemos primero con asuntos simples," exigió Khrushchev. "Debe decirme en qué ciudad estamos."

    “Claro," respondió el dueño de la casa. “Esta casa está ubicada en uno de los barrios de clase media alta en las colinas de Tijuana. Tampoco es que eso importe, pero me gusta esta calle. Y, bueno, yo tenía otra casa, pero aquel lugar era demasiado vistoso, si sabes lo que quiero decir. No me van todas esas multitudes de creyentes con ojitos brillantes cantándome canciones y todo ese rollo de adoración gurú. Soy un tipo sencillo que básicamente intenta administrar el negocio de su padre."

    "¿Y cuál, en el nombre de Dios, es ese negocio," preguntó Khrushchev en tono sarcástico."

    "Es curioso que uses la frase «en el nombre de Dios»," bromeó Jesús con una sonrisa. “Mi papá solía ser, a falta de una palabra mejor, Dios. Um, por supuesto, aún lo es, pero hace bastante que perdió el encanto de las operaciones del día a día. Todo aquello de los «cuarenta años en el desierto» y la gran «columna de fuego» muestran lo quemado que estaba en la toma de decisiones ejecutivas."

    "¿Está usted loco?" preguntó Nikita. "¿Está afirmando ser Jesucristo el Hijo de Dios?"

    "De nuevo una divertida elección de palabras," sonrió Jesús. "Los fariseos no dejaban de preguntarme lo mismo y yo tenía que seguir diciéndoles: «Eso lo decís vosotros». Pero supongo que no vieron el humor en ello."

    Khrushchev se tapó la cara con las manos y se frotó los ojos.

    "De acuerdo, amigo. Me estoy cansando mucho de este juego. Si no le importa, me gustaría excusarme y salir de esta extraña casa y volver al Kremlin."

    "Ya," agregó Jesús. "Sé como te sientes. En serio, siento tu dolor, de verdad. Pero, como he dicho, no tengo la energía para estar creando todas estas reglas y manejar toda esta burocracia, así que no voy a correr el riesgo de cabrear a mis socios saltándome demasiado las normas. Intento adoptar un enfoque más colaborativo hoy en día. Mi padre, ¿sabes?, microgestionaba las cosas y tuvo que retirarse bastante pronto debido a todo el estrés."

    Khrushchev miró atrás hacia la parte delantera de la casa y dijo: "¿Quién era ese extraño monje budista que salía justo cuando yo llegué?"

    “Cierto, cierto," dijo Jesús. "Ese tipo. ¡Uf! Qué pesado a veces, ni te imaginas. ¿No te ha explicado la situación?"

    "¡Basta de este sinsentido!" gritó Khrushchev. “¡Tengo mi honor! ¡Si de verdad eres Jesucristo, entonces con todo derecho deberías arrojarme al fondo del infierno por ser ateo! ¡Aún soy ateo!"

    “Créeme," respondió Jesús, “Lo he pensado muchas veces. Y podría haberlo hecho, pero no quería que me volviera a calentar la oreja ese grano en el... ese Sensei. Así que, por el momento, te dejaremos fuera. Ahora, sobre tu viaje a Disneylandia... "

    "¡Qué!" dijo Nikita. “¿Cómo diantres es que todo el mundo se está centrando en esa vez que fui a Estados Unidos? Sí, sí, es verdad. El Servicio Secreto consideró que sería un riesgo para la seguridad permitir que yo llevara a mi familia a Disneylandia. Pero ya lo he superado a estas alturas. ¡Yo simplemente quiero irme a casa!"

    “Bueno," dijo Jesús en un tono contundente, “las cosas están un poquillo avanzadas para eso. El caso es que volver a la URSS está fuera de cuestión. Y, entre tú y yo, ni siquiera habrá una URSS en unas pocas décadas, por lo que bien podrías convenir con el programa. Entretanto, te informará, em, un ayudante mío, un socio, que se encarga de... de las cosas técnicas."

    Nikita comenzó de nuevo a protestar, pero su intento de hablar fue interrumpido.

4. Una Visita al Cielo de Brahmá

    5 de mayo de 2008

    “Estimado señor Khrushchev, entre," dijo Brahmá. Eso fue lo primero que oyó Nikita al recuperar el conocimiento.

    Miró a su alrededor y notó que estaba en un palacio bien equipado, quizá habitado por los antiguos gobernantes de Venecia. Miró a Brahmá, quien, aun en su minimalista forma humanoide, estaba extremadamente adornado en su atuendo. Curiosamente, tenía cuatro cabezas, aunque solo hablaba la que encaraba a Khrushchev. Las demás estaban animadas y a veces parecían a punto de hablar, pero al final cedían paso siempre a la cara de enfrente.

    Fue conducido a un largo escritorio lacado todo con detalles de los más elegantes. Se sentaron en sillas que eran mucho más lujosas que las del Kremlin o las oficinas de la KGB. Todas las ventanas eran de vidrio pintado y los rayos de luz entraban por ellas iluminando la sala con un brillo de otro mundo, lo cual era apropiado, ya que estaban en otro mundo, el Cielo de Brahmá, para ser exactos.

    Khrushchev volvió a recobrar la compostura y preguntó intencionadamente: “¿Cuál es el propósito de que nos reunamos en este palacio? ¿Y por qué diantres parece usted tener cuatro cabezas? Parece que ha tenido un horrible defecto congénito por el que un hombre de su obvia riqueza debería haber buscado ayuda médica."

    El rostro de Brahmá se puso rojo brillante y le salieron llamitas de fuego de los ojos. Decir que Brahmá estaba enfadado sería un eufemismo. En lugar de incinerar a Nikita en el acto, respiró hondo y miró distraídamente las docenas de capas de molduras del techo. Dio con el dedo unos enojados golpecitos sobre el escritorio y luego se recompuso.

    Se inclinó hacia delante y miró con impaciencia el rostro de Khrushchev. "¿Sabes quién soy?"

    "Francamente, no," respondió Nikita desafiante.

    “¡Soy Brahmá, el Auto Existente, el Creador de Todos los Mundos, el Origen de Toda la Historia, Toda la Vida y Todo el Tiempo! Soy una criatura mucho más política que ese paisano de Jesús y tengo algo más de temperamento que Avalokiteshvara. Así que te aconsejaría que moderaras tu actitud o puede que te aplique el tratamiento que realmente mereces."

    A Khrushchev le agradó bastante este hombre, Brahmá. Esto le recordaba algunas de las animadas conversaciones que había tenido con Kennedy, Eisenhower y Stalin.

    Él sonrió un poco y dijo: "¿Puedo preguntarte qué harás si no moderara mi actitud?"

    Brahmá se puso en pie, furioso. "De acuerdo," dijo, "te lo mostraré."

    Alzó una ceja con desaprobación y apretó los labios. Entonces se produjo una explosión que Khrushchev no tuvo facilidad para comprender. Aunque él mismo había presenciado la detonación de armas nucleares, nada similar a esto era concebible. Lo que vio fue un sistema solar entero devorado por una bola de fuego de cientos de millones de kilómetros de diámetro. Brahmá lo había llevado al interior de una supernova. El sonido era abrumador y, en condiciones normales, habría sido ensordecedor. La luz era tan brillante que habría cegado a cualquiera. El calor era tan intenso que podía derretir planetas miles de veces del tamaño de la Tierra. Entonces, tan rápido como había llegado la enajenante escena, esta desapareció. Estaban de nuevo sentados en la oficina del palacio en el escritorio lacado.

    Ninguno tenía ni un rasguño y sus ropas estaban perfectamente limpias. Nikita miró al otro lado del escritorio con asombro.

    "¿Ahora ves a quién estás cabreando?" dijo Brahmá. "No te haces idea de lo cerca que estás de acabar frito donde estás sentado."

    Impertérrito, Nikita volvió a su postura serena, pensó durante un momento y decidió usar un poco de lo que había aprendido hasta ahora.

    “Esta muestra es todo muy impresionante," señaló Khrushchev, “pero he visto a Avalokiteshvara y él me ha mostrado que el universo es en realidad, en su naturaleza fundamental, vacío. Entonces, en realidad, desde su punto de vista, ¿no sería todo esto solo una ilusión?"

    "¿Una ilusión?" respondió Brahmá irritado de nuevo. “Resulta que fui yo quien hizo toda la decoración de interiores para este universo, que, para tu información, tiene ciento cincuenta mil millones de años luz de diámetro, y eso fue un montón de trabajo. Así que no entres aquí a contarme monsergas budistas sobre el vacío."

    “Como sabes," dijo Khrushchev pensativo, “soy ateo, un hombre de ciencia. ¿Estás preparado para demostrar empíricamente cuál es el contenido del universo?"

    Brahmá volvió a apretar los labios con enojo y chasqueó los dedos. En un instante, ambos estaban volando a través de las galaxias. Entraban en gigantes gaseosos y planetas compuestos enteramente por líquidos coloreados. Se sumergieron en océanos de extrañas sustancias químicas que tenían miles de kilómetros de profundidad y navegaron atravesando densas atmósferas con cielos con los colores del arco iris. Criaturas parecidas a pájaros con cientos de alas y criaturas parecidas a calamares de decenas de kilómetros de largo pasaban junto a ellos por todos lados. Giraron sobre inauditas civilizaciones con ciudades diez veces más grandes que Tokio, Nueva York, Londres y Beijing juntas. Había rascacielos llegando a las fronteras del espacio y tecnologías y vehículos millones de años más avanzados que cualquier cosa conocida en el mundo humano.

    Siguieron volando durante lo que parecieron horas, viendo planetas enteros hechos de oro, esferas de cristal del tamaño de la misma Vía Láctea y bancos de criaturas fisiformes que nadaban a través de regiones interestelares en bancos de cientos de kilómetros de largo. Y, en otro instante, estaban de vuelta en el escritorio lacado del palacio.

    Brahmá sonrió con autosatisfactorio fulgor, pero su momentánea alegría pronto devino en irritación.

    “Todo esto," dijo Khrushchev con suavidad, “es demasiado llamativo para mi gusto. Mis necesidades son mucho más simples. No deseo ver supuestos cielos ni apariencias de otros mundos o fantásticas muestras en el espacio. Me has entendido mal completamente. Soy una persona modesta. Estar a cargo de La Unión Soviética y, bueno, finalmente de La Tierra, habría sido suficiente para mí. Pero dado que, como todo el mundo no deja de decirme, no se me va a permitir regresar a Moscú, entonces solo queda un deseo incumplido."

    Brahmá se llevó las manos a la cabeza y exhaló un suspiro. “¿Disneylandia? ¿Sigue siendo eso para ti? ¿Disneylandia?

    “Exactamente," dijo Nikita, “ni más ni menos. ¿Entiendo que has estado en contacto con ese personaje de Sensei?"

    “Sensei, oh, Sensei. Cómo desearía no haber escuchado nunca ese nombre," se lamentó Brahmá.

    “Hmm, bueno, ¿sabes lo que hacíamos en la URSS, si alguien nos... disgustaba?"

    “Sí, sí, créeme, todos lo sabemos. Y yo habría sido el primero en borrar, esto... sacar a ese hombre de... mi mente," dijo Brahmá. “Desafortunadamente, ha habido un pequeño cambio organizativo en el... Universo, desde que llegó ese paisano de Buda."

    “¿Cómo pueden los budistas interferir con personas como tú? Son, por su propia admisión, mortales," dijo Nikita.

    "Bueno, aquí es donde estamos," respondió Brahmá de una manera casi burocrática. “Sucede que los Budas están ahora por encima de los dioses. Ahora no tienen poderes especiales. Aún son solo personas, pero nosotros... no podemos ir contra ellos."

    "¿Sensei te prohíbe matarme?" preguntó Khrushchev.

    Brahmá asintió y le dio la espalda disgustado.

    “Creo," reflexionó Khrushchev, “que Marx habría aprobado eso... me suena familiar, como la dictadura del proletariado o algo así."

    Brahmá se puso en pie de repente y dijo: “¡Basta! ¡Ya he perdido bastante tiempo en este estúpido proyecto! Una cosa es segura, si alguna vez te veo de nuevo por aquí, ¡será mejor que hayas cambiado sus modales, señor! La próxima vez, te lo aseguro, no tendrás a Sensei para protegerte. ¡La próxima vez! ¡Ah, olvídalo!"

5. Hanuman Ofrece Alguna Explicación

    7 de mayo de 2008

    Brahmá se levantó y salió furioso de la habitación. Khrushchev se quedó solo por un momento. Se sintió muy solo. Estar en presencia de estos superseres dejaba un gran vacío en uno cuando se marchaban. Sin embargo, este sentimiento de desolación no iba a durar mucho. Su viaje a Disneylandia estaba arreglado.

    Después de que Brahmá desaparecise, Nikita se levantó y se dirigió hacia la puerta de la palaciega oficina. Antes de llegar al umbral, fue recibido por un personaje muy amistoso con cara de mono. Era Hanuman.

    El dios-persona-mono no dijo nada al principio, luego extendió los brazos y abrazó a Khrushchev con firmeza y calidez.

    "Bueno, bueno," rió Khrushchev, "es usted la primera persona que ha parecido cómoda con mi presencia desde que, supuestamente, dejé el mundo de los seres humanos mortales."

    Hanuman negó con la cabeza y dijo: “Yo no tengo ningún problema con el ego. Es natural en mí ser amable, ya que no espero adoración de nadie y vivo solo para servir a los demás."

    “Interesante," señaló Khrushchev, “me habría venido bien un hombre como usted en mi administración. Al parecer no pude encontrar mucha gente dispuesta a dedicar su vida al pueblo de forma desinteresada."

    "Señor Khrushchev," dijo Hanuman mientras soltaba a Khrushchev y lo miraba a la cara, "le amo."

    “Um, bueno, yo... " tartamudeó Nikita.

    “Se siente usted incómodo con el amor divino. No se preocupe. No todo el mundo lo entiende," dijo Hanuman para tranquilizarlo. “Tenemos otros asuntos que atender. Con su amable permiso, puedo pedirle que me acompañe al área de preparación donde estamos, um... bueno... Ya veremos eso dentro de un minuto. Pero, bueno, ¿quiere pasear conmigo? Me temo que no le han explicado bien las cosas, por eso fui elegido para exponerle todo lo más claramente posible."

    "Muy bien," asintió Khrushchev con aprobación. "Entonces, primero debe comenzar explicando por qué el Sr. Brahmá estaba tan perturbado por mi llegada aquí."

    Hanuman rió modestamente y miró hacia el cielo durante un momento, luego bajó la vista y dijo: "Debe entender por lo que ha hecho usted pasar al Señor Brahmá. Verá, la Tierra no es como el resto de los mundos. Los dioses tienen prohibido intervenir. Bueno, pueden intervenir, pero no de un modo que viole la percepción que los humanos tienen de las leyes naturales. Eso es fundamental. Los seres humanos son los únicos seres del universo que tienen la carga de tener fe."

    “En otros mundos, ¿entiende?, y en otros planos de existencia, los dioses van y vienen, así como los demonios y ángeles y así sucesivamente. Los eventos sobrenaturales se ven como hechos normales, incluso diarios. A las personas de estos mundos se les permite ver claramente quién dirige los mundos, cómo funcionan las leyes del universo y cómo ocurren las transiciones entre vidas y universos. La gente de El Mundo, como ellos lo llaman, lo tienen mucho más difícil. Se quedan solo con leyes científicas, un tipo de cosas muy, muy estrechas. Y más allá de eso, todo es una prueba de su fe, su corazón, su imaginación. Eso es una carga como ninguna."

    "Pero ¿cómo... cómo es que mi necesidad de ver Disneylandia influye en todo esto?" preguntó Khrushchev.

    "Ah," dijo Hanuman, "ahí es donde entra la parte difícil. Verá. cuando Sensei sintió pena por usted... al haber muerto sin haber visto nunca el así llamado «Reino Mágico», comenzó a dar la murga a los dioses para que le permitiera volver a El Mundo y vivir su sueño."

    "¿Cómo entonces, dadas las reglas que acaba usted de aclarar, se va a arreglar que yo vuelva a Estados Unidos; a la ciudad de Anaheim, según recuerdo; para ver esta creación de Walt Disney?" preguntó Nikita.

    "Sí, bueno, verá, ahí es donde la política se volvió muy complicada. Primero tuvimos que convencer a Jesús de que lo hiciera, y ya sabe usted cómo es. A él no le van las repeticiones de vidas previas, así que no estuvo muy por la idea. Pero, si quiere mi opinión, últimamente se ha vuelto más blando con la difusión del poder político aquí y todo eso. De modo que, como ve, tuvimos que ir a Brahmá para arreglarlo todo y por eso se cabreó tanto. ¿Sabe usted lo que tiene él que hacer? Tiene que detener el Universo, desmontarlo átomo por átomo y reconstruir un Universo nuevo que comience exactamente el día en que usted quería ir a Disneylandia. Luego, después de que usted vaya a Disneylandia y todo eso, él tiene que reconstruir el antiguo Universo exactamente como estaba, átomo por átomo, y volver a iniciar el tiempo. ¿Tiene usted idea de lo que se tarda en hacer eso?"

    "No, supongo que ni siquiera puedo imaginarlo," respondió Khrushchev.

    “De acuerdo, pues para hacer eso, tuvimos que detener todo el Cosmos durante unos cientos de miles de millones de años. ¿Puede creerlo? Usted ya lleva desaparecido del planeta Tierra cientos de miles de millones de años."

    "Pero si solo llevo aquí unos días," objetó Nikita.

    "No," dijo Hanuman levantando un dedo índice. “Error, cuando le dejamos inconsciente, después ver a Jesús, pensó que solo estuvo dormido un momento. Estuvo dormido cientos de miles de millones de años. Bastante flipante, ¿eh?"

    Una muy preocupada mirada pasó por el rostro de Khrushchev, pero Hanuman puso rápidamente la mano sobre el hombro de Nikita y dijo: "Ese no está tan enfadado en realidad. El caso es que le tocan todos los trabajos más duros. Es muy difícil ser el Creador, el Auto Existente y todo eso... eso es demasiado. En serio, me lo dijo él, confíe en mí, quedó bastante encantado con usted y sus sentimientos. Es solo que está un poco hasta arriba de trabajo y se pone un poco imperioso. Ni siquiera se tome usted esto en serio."

    Justo cuando Hanuman concluyó su explicación de eventos relativamente recientes, llegaron a una puerta que se abría hacia una cueva. La cueva resplandecía en rojo y naranja, y los inundaron olores sulfúricos y una espesa niebla.

    "¿Entonces voy a ir al infierno?" preguntó Nikita con alarma.

    “Hmm, hmph," respondió Hanuman. “Podría decirse que sí, pero eso sería dramatización excesiva. En verdad esto es solo un centro de procesamiento. Todo el mundo pasa por aquí millones de veces entre cada vida, en serio. Ni siquiera tenemos que decorar el lugar de este modo, pero ya ha llegado a ser una especie de tradición."

    De repente, comenzó un chillido estridente y horrible. La diosa Kali y Yama, el Señor de los Muertos, aullaban sobre un cadáver ensangrentado que había sido brutalmente desmembrado. Perros se alimentaban de la cara del desafortunado mientras Kali bailaba y Yama cantaba. Ambos tenían varios brazos que sostenían garrotes, dagas y espadas, todos cubiertos con sustancias putrefactas. Para hacer las cosas más intimidantes, ambos tenían hachas en la cabeza y sangre en la cara.

    Nikita retrocedió de miedo, pero Hanuman lo abrazó de nuevo con afecto y dijo: “Por favor, por favor, no debe tomarse nada de esto literalmente. Es una apasionada obra de teatro. Es parte de quienes somos. Estos mitos, no son solo historias. Hacen posible la mente humana. No podemos escapar de quienes somos."

    Khrushchev se sintió extrañamente a gusto con esta simple apelación y avanzó. Mientras miraba a su alrededor, notó una treintena de seres luminosos. Hanuman señaló a varios destacados: Durga, Indra, Ganapati, Lakshmi, Shiva y Sita. Uno de ellos se adelantó. Su rostro era completamente azul. Parecía ser el más humano de todos.

    “Hola, buen señor," dijo este hombre azul, “algunos me conocen como Krishna, otros como Vishnu. Soy el todo de la Realidad."

    Khrushchev de repente se sintió muy modesto y respondió: "Señor, no he tenido la intención de causarles tantos problemas. Lo de Disneylandia, era solo un deseo subconsciente. Ni siquiera sé por qué ese viejo monje estaba tan preocupado por eso, pero..."

    Krishna abrió la palma de la mano y la puso sobre el pecho de Nikita. Nikita encontró difícil volver a hablar, pero fue llenado de tanto amor que estaba a punto de llorar.

    "Esto, todo esto es muy amable de su parte, señor," dijo Khrushchev. "Lamento mucho decepcionarte, pero sigo siendo ateo."

    “Querido Nikita," respondió Krishna con gentileza, “ni un solo ser de mi creación puede decepcionarme, ni lo más mínimo. Si no te hubiera aceptado plenamente, nunca hubieras venido aquí. Ahora, por favor, toma mi mano y te guiaré hasta Yama."

    Krishna se volvió hacia Hanuman, "¿Puedo?"

    "Por supuesto, por supuesto," insistió Hanuman. “Nunca le quitaría gloria. Yo existo por toda la eternidad para servirle sólo a usted y darle mi cuerpo entero, corazón y alma. Por favor, tenga el honor de acompañar a nuestro amado invitado hasta la puerta de su auspicioso peregrinaje."

    Krishna se volvió hacia Khrushchev sonriendo y dijo: "¿No te encanta ese tipo?"

    “Sí, sí, mucho. No puedo decir cuánto ha significado para mí," respondió Nikita.

    Y con eso, los dos fueron brazo con brazo para enfrentar a los seres ardientes y ensangrentados con su variedad de cuchillos, espadas y garrotes con púas. Cuando se acercaron a unos pocos metros del Señor de la Muerte y Kali, Khrushchev sintió un golpe de dolor increíble seguido de una ola de puro éxtasis. Cuando perdió el conocimiento, escuchó a Kali y Yama llorar en tonos disonantes y ásperos, pero para él, aquello sonaba hermoso.

6. Nuestro Héroe Despierta de su Sueño

    7 de mayo de 2008

    Khrushchev despertó en un lujoso sillón en un hotel de lujo en Washington D.C. Era 1959 otra vez. Supo de inmediato lo que debía hacer. Se levantó de la silla y comenzó a hablar con sus contactos en la Administración de Estados Unidos. Sin embargo, después de largas negociaciones que habían reflejado exactamente las negociaciones anteriores, de nuevo se le negó la admisión a Disneylandia. La Administración citó las mismas preocupaciones de seguridad. Al parecer, el Servicio Secreto de Estados Unidos no podía garantizar la seguridad del Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética en un lugar tan concurrido, laberíntico y caótico como Disneylandia.

    Khrushchev colgó el teléfono después de hablar toda la tarde y se dio cuenta de que sus esfuerzos volvían a ser en vano. Deprimido y rápidamente exhausto, volvió a cruzar la habitación y se hundió en el sillón. Descubrió estar tan rabioso por esta pequeña negación de sus deseos infantiles como la última vez. A esta sensación de frustración se sumaba la idea de que había puesto a muchos seres en muchos problemas para traerlo de regreso aquí, y ahora todo había sido un esfuerzo inútil.

    Luego llegó a una conclusión muy sensata: que solo había tenido un sueño muy elaborado. Aquí era 1959, igual que antes. Era cierto que parecía recordar haber regresado a la URSS, envejecer y morir. Sin embargo, los sueños son confusos y todos esos supuestos recuerdos eran vagos y, además, encajaban en la trama de los sueños que acababa de tener.

    Su esposa Nina entró en la habitación. Él se puso en pie y le dijo con ansiedad: "¿Cuánto tiempo he estado durmiendo en esta silla?"

    "Querido, ¿por qué?, solo han pasado cuarenta y cinco minutos," respondió ella. “Cariño, pareces preocupado. ¿Cuál es el problema?"

    “Nina," explicó Khrushchev, “he tenido el sueño más complicado de mi vida. ¿Puedes creerlo? El sueño pareció durar décadas. Soñé que me destituían del poder y me dejaban como despojo bajo arresto domiciliario durante años. Y luego, si es que se puede comprender esto, soñé que había fallecido y había ido a encontrarme con extrañas colecciones de deidades y entidades horribles. Fue espantoso. Parecía que duraría para siempre justo cuando me desperté en esta silla, ya estaba pensando que todo eso era real. Como si no supiera mi propia historia de vida."

    “Nikita," dijo su esposa con condescendencia, “te has puesto muy nervioso por esta controversia de Disneylandia, y esta ha tenido un efecto en tu subconsciente. Recuerda, querido, el marxismo se basa en la ciencia. Nosotros no creemos en los cuentos de hadas ni en los sueños. Probablemente aún te estés recuperando del desfase horario. Cariño, pronto volveremos a casa y todo esto también parecerá un sueño tonto. Estados Unidos es un lugar muy tonto también. No dejes que eso te turbe."

    La cordura volvió a Khrushchev rápidamente. De hecho, él estaba seguro que todo había sido una especie de trastorno psiquiátrico. De hecho, secretamente, Nina había logrado que el gobierno de los Estados Unidos hiciera arreglos para que un médico le administrara discretamente algunos tranquilizantes. Las drogas surtieron efecto rápidamente. Pronto ambos pasaron la velada riéndose de la televisión estadounidense, abriendo botellas de vodka y brindando ruidosamente por "La Revolución Internacional de los Trabajadores."

    De hecho, las revistas psiquiátricas tanto de los psiquiatras soviéticos como estadounidenses estaban llenas de artículos que detallaban las extrañas vidas oníricas de personas bajo el estrés de viajes exóticos, demasiadas horas en aviones, diferentes condiciones atmosféricas y la falta de disponibilidad de ciertos alimentos, bebidas y comodidades. El médico estadounidense acordó no decirle a la Administración que lo habían llamado por un asunto psiquiátrico. El médico era un hombre extremadamente honorable y, de hecho, se negó a discutir el asunto cuando los agentes de la CIA intentaron interrogarlo. Casi fue encarcelado por esta negativa, pero él se mantuvo firme.

    A medianoche, todo había vuelto a la normalidad. Habría nuevas reuniones con dignatarios estadounidenses al día siguiente, por lo que Nikita y Nina decidieron que era hora de descansar bien por la noche. Entre los tranquilizantes y el vodka, Nikita tuvo suerte de no haber sufrido una sobredosis. Afortunadamente, su robusto cuerpo aceptaba sin más los químicos y el alcohol de tal modo que él solo se desvaneció en un sueño profundo, un sueño no atormentado por alucinaciones, terrores nocturnos y demás desafortunadas enfermedades mentales que su esposa, su médico y él mismo ahora estaban convencidos de que eran los responsables de todo su malestar. Todos habían concluido con seguridad que toda esta historia imaginaria era solo el producto de una crisis nerviosa ordinaria y no del tipo que produciría un trauma duradero, sino del tipo esporádico que, de vez en cuando, afecta incluso a los adultos mentalmente sanos.

7. Luego una Llamada a la Puerta

    7 de mayo de 2008

    Después de seis horas de un profundo y revitalizante sueño, una fuerte y persistente llamada llegó a la puerta de la habitación del hotel. Nikita despertó. ¿Por qué los guardias apostados en su habitación lo estaban despertando tan rudamente a una hora tan temprana? Se levantó de la cama sintiéndose mucho mejor que el día anterior, y sintiéndose muy tranquilo. Mientras se dirigía hacia la ruidosa puerta, encendió una luz y se miró en el espejo. El color había vuelto a su rostro. Todo estaba bien. Y luego, pensó por un momento, tal vez iba él de verdad a salvar al mundo para el comunismo. Luego se volvió hacia la puerta y la abrió.

    Su esposa despertó súbitamente y dijo: “¡Nikita! Ese no es un protocolo de seguridad. ¡Debes llamar al mostrador de seguridad antes de abrir la puerta a alguien!"

    "Lo siento, querida," respondió Khrushchev, dándose cuenta de que ella tenía toda la razón.

    Luego bajó la vista y vio a un hombre bajito de piel olivácea con un jersey negro de cuello vuelto y una boina roja en lo alto de la cabeza. Su cabello era castaño oscuro y desaliñado. Obviamente, se acababa de recortar la barba y había hecho una descuidada obra.

    "¡Qué diantres!" exclamó Nikita. “¿Dónde están mis guardias de seguridad? ¿Por qué hay una especie de poeta estadounidense con pinta de cantante de los Beatles en mi puerta al amanecer?"

    El hombre volvió la cabeza tímidamente, enarcó una ceja y, con cierto aire de reproche, dijo: "¿Adivina quién?"

    Nikita entonces notó que reconocía el rostro. Queriendo recuperar su antigua vida, cerró de un portazo con desesperación y gritó: "¡Vete!"

    Desafortunadamente, el persistente visitante no iba a dejarse disuadir tan fácilmente. Otra vez, se reanudaron los golpes. Khrushchev corrió hacia un teléfono y llamó al mostrador de seguridad para que retiraran al hombre, pero, inexplicablemente, la línea estaba ocupada. Nikita se volvió hacia la puerta con pavor. Sabía quién era y ahora también sabía que no había estado soñando. O bien estaba loco ahora o todo lo que había experimentado era real.

    Regresó cansinamente hacia la puerta, morosamente, y la abrió una rendija. Miró atrás hacia su esposa, pero ella se había quedado profundamente dormida. Se volvió hacia el hombre de la puerta, quien ahora estaba impaciente con los brazos cruzados.

    El hombre entró en la habitación, caminó alrededor de Nikita, quien aún estaba confundido en la puerta. Luego susurró con dureza: "¡Vaya forma de tratar al Hijo de Dios!"

    "Ya te lo dije," respondió Khrushchev, "yo no creo en Dios. ¿Por qué me estás molestando? ¿No ves que mi esposa está durmiendo por allí?"

    Jesús respondió: "Para tu información, no te enviamos aquí solo para que pudieras recuperar tu antiguo empleo. ¿Recuerdas? ¿Disneylandia? Sí, puede que recuerdes que desmontamos todo el Universo y lo volvimos a montar para ti. ¿No rechazó la Administración tu solicitud para ir? ¿Y bien? ¿Qué? ¿Crees que esto es el final de la historia? Yo creo que no."

    Khrushchev asumió un aire lógico y protestó: “No podemos decirles a los estadounidenses lo que hacer con su propio país. Somos sus invitados. Puede que no estemos contentos con ellos, pero no voy a intentar imponerles mi voluntad."

    "¿Por qué no?" exigió Jesús. "Después de todo, estás planeando conquistar el mundo entero."

    Nina despertó de nuevo. Esta vez comprendió que algo estaba pasando.

    “Querido," dijo, “¿quién es este extraño poeta estadounidense? ¿Por qué está en nuestra habitación discutiendo contigo?

    Nikita se volvió hacia ella y dijo amablemente: "No hay motivo de preocupación, querida. Es un viejo amigo. Él y yo salíamos ya hacia el bar."

    "¿Vas al bar tan temprano por la mañana?" respondió Nina con incredulidad.

    "Oh, sí, oh sí," se rió Khrushchev sin autenticidad. "Ya sabes que a los soviéticos nos gusta el vodka."

    Nina, insatisfecha con esta explicación, pero demasiado cansada aún para debatir el asunto, se dejó caer sobre la almohada murmurando para sí misma.

    Con el fin de tener algo de privacidad y resolver el asunto, Nikita y Jesús se dirigieron al bar para hablar.

    Los trabajadores del Servicio Secreto aparecieron al final del pasillo y dijeron: “Señor, ¿adónde va? ¿Quién es esa persona que va con usted?"

    "Nada, nada. Un viejo amigo. Solo vamos al bar. ¿No puede un hombre echar un trago de vodka por la mañana sin que le pidan explicaciones?"

    Los agentes intentaron objetar, pero se conformaron con llamar a su comandante, informarle sobre el cambio de planes y seguir a los dos hasta el bar.

8. Krishna Sirve en la Barra

    8 de mayo de 2008

    Cuando llegaron al bar, notaron que estaba cerrado. Se acercaron a un recepcionista y le pidieron que abriera el bar.

    "Lo siento, señores," dijo el empleado. "Nuestro bar no abre hasta las once de la mañana."

    “Disculpe," afirmó Jesús. “En caso de que no lo sepa, resulta que está hablando con el líder de la Unión Soviética. ¿No puede encontrar un solo trabajador que abra el bar para el líder del mundo comunista?"

    El recepcionista se puso nervioso y respondió: "No estoy seguro... Yo... Llamaré a un gerente. Nosotros... haremos algo."

    Unos momentos después, el gerente del hotel bajó y se disculpó por las molestias.

    “Caballeros, tenemos un trabajador abriendo el bar para ustedes ahora mismo. Normalmente él no trabaja de cara al público debido a una afección de la piel, una especie de decoloración. Perdón por el retraso. Desafortunadamente, es el único trabajador que tenemos en este momento. Aún es bastante temprano. Dice que recuerda un par de cosas sobre el servicio de bar, aunque es cocinero."

    “Servirá. Muchas gracias por su ayuda," dijo Nikita condescendientemente.

    Un momento después, la puerta del bar fue abierta por un ayudante de camarero y se encendieron las luces. Khrushchev, Jesús y el Servicio Secreto entraron. Cuando llegaron a la barra, vieron lo que el gerente del hotel había querido decir con «una afección de la piel». El camarero temporal tenía la cara azul. Era Krishna.

    "¿Puedo serviros algo de beber, amigos?" preguntó Krishna.

    Nikita se sentó y, al reconocer a Vishnu, puso la cabeza entre las manos diciendo: “¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí?"

    Jesús y Krishna se miraron irónicamente el uno al otro.

    “Me hacen esa pregunta unos mil millones de veces al día," dijo Jesús.

    Krishna dio una carcajada.

    "¿Y bien?" dijo Jesús a Krishna. "¿Ahora qué? El Servicio Secreto y la Administración aún no le dejan ir a Disneylandia. Brahmá se va a cabrear si le hacemos pasar por todo esto por nada."

    “Cierto, cierto," concedió Krishna. "Esto es lo que pienso. Tienes que negociar tú por Khrushchev. Tienes que hacer que ocurra."

    "Um, en caso de que no recuerdes las reglas. No soy solo plenamente Dios, también soy plenamente humano. «Plenamente humano» significa que, cuando estoy en este mundo en particular, no tengo ningún poder sobrenatural, aparte de la oración. Y, francamente, no estoy seguro de que papá esté tan receptivo hoy como lo estaba en los días de Lázaro y toda aquella época de lo del agua y el vino."

    “Sí," reconoció Krishna. “El trabajo será peligroso. Pero tú has enfrentado ya un... como decirlo, un peligro fatal."

    "Seguro," asintió Jesús, "pero tal vez recuerdes que no estuve muy entusiasmado al respecto. ¿Recuerdas cómo estuve en Getsemaní?"

    “Oh, sí," recordó Krishna, "«Si esta es Tu voluntad, creo que paso», o algo así."

    “Algo muy en esa línea, de hecho," bromeó Jesús.

    Krishna sacó dos vodkas para Khrushchev y dos vasos de vino tinto para Jesús. Krishna se sirvió él mismo de una petaca de sake. Durante varios momentos, todos bebieron juntos sin hablar. Cada uno estaba perdido en sus pensamientos. La Tierra estaba sujeta a reglas. Era un tablero de juego gigante con demasiadas restricciones. Cómo se había vuelto el mundo de esa manera o por qué se mantenía así parecía haberse mezclado en los antiguos recuerdos de casi todo cristo.

    Por fin, Krishna rompió el silencio. Tenía sus propias razones estratégicas para aceptar el silencio y rellenar los vasos que los tres consumían con avidez.

    "Vale. Escuchad. Así es como tiene que ser," dijo Krishna de manera definitiva y autoritaria. "Vais a tener que ser contundentes con esto, muy agresivos. Tendréis que llevarlo a un punto crítico, una especie de situación de vida o muerte."

    Jesús miró a Krishna y dijo: “¿Quieres decir que tengo que arriesgarme a que me maten? En caso de que no lo recuerdes, la última vez que pasé por eso el Universo casi implosionó. Eso no es algo que yo haga a la ligera."

    Krishna concluyó: "Yo soy de los que cree en la aventura. Un verdadero guerrero debe arriesgarlo todo. Nos toca a nosotros. Ahora que hemos avanzado tanto camino, no creo que podamos dar marcha atrás."

9. La Desagradable Visita del Secretario de Estado

    10 de mayo de 2008

    El Servicio Secreto volvió a llamar a la puerta de Khrushchev. Esta vez estaban anunciando la llegada del Secretario de Estado de Estados Unidos. Cuando el secretario llegó para discutir asuntos críticos entre sus dos naciones en un momento de intensas tensiones, no tenía idea de lo extraña que iba a ser la visita.

    Entró con dos agentes del Servicio Secreto y examinó la habitación. Khrushchev estaba allí con su esposa, pero había un inesperado visitante del que no se le había informado. El Secretario de Estado se volvió hacia Khrushchev y le dijo: "No sabía que iba a recibir a otros invitados hoy."

    "Ah, se refiere al hombre del jersey negro de cuello vuelto y la boina roja," respondió Khrushchev. "Es una persona bastante peculiar, vive en México, creo."

    "¿Y no tiene una posición oficial con su gobierno?" preguntó el Secretario de Estado.

    "Me temo que, en este mundo, no tiene estatus de ningún tipo," dijo Khrushchev con bastante ironía.

    "¿Estatus? ¡Estatus! Te diré quién tiene estatus. Para tu información, ¡participé en la creación de todo este planeta! ¡Ese es mi estatus!" dijo Jesús, ahora bastante ofendido por ser tratado como un insignificante.

    Alarmado, el Secretario de Estado se volvió desesperamente hacia Khrushchev y le dijo: "Entonces, ¿ha invitado a un loco a su habitación? ¡No entiendo esto!"

    Jesús se puso en pie y caminó hacia el Secretario de Estado, lo señaló con el dedo índice y proclamó: "¡Es el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética con quien estás tratando! ¿Cómo te atreves a negarle una visita a Disneylandia? ¡Es uno de los hombres más poderosos del mundo! ¡Esto es un grave insulto, un incidente internacional! ¡Ahora descuelgue el teléfono y llame al presidente y al jefe del Servicio Secreto y dígales que solucionen esto! Hasta que lo hagan, Nikita, Nina y yo no saldremos de esta habitación. Y no me importa cuánto tiempo tarde. ¡Todo se detiene ahora hasta que estemos resueltos!"

    "Pero pero..." balbuceó el secretario de Estado, “hay preocupaciones de seguridad. Tendríamos que cerrar todo el parque y pagar a todo el personal para que lo lleven solo para nosotros. No tenemos derecho a exigir eso a una empresa privada."

    "¿Empresa privada? ¡Empresa privada! Para su información, no existe propiedad privada en este planeta. Y si hay un dueño, yo soy ese dueño. ¡Este mundo y todo lo que hay en él me pertenece!"

    "Está bien, está bien," dijo el Secretario de Estado tratando de adoptar un tono más tranquilo, mientras se volvía hacia los agentes del Servicio Secreto. “Tenemos a un verdadero lunático entre manos. Esta persona tiene que marcharse si no tiene una función oficial con ninguno de nuestros gobiernos."

    Los agentes del Servicio Secreto comenzaron a avanzar con la intención de desalojar a este raro extraño que a ellos les parecía perfectamente loco. Mientras se acercaban a Jesús, el Secretario de Estado agregó: “Si fueras Dios o el Hijo de Dios o quienquiera que hayas dicho ser, ¿no podrías crear milagrosamente un Disneylandia y hacer que el Sr. Khrushchev lo visitara?"

    Jesús extendió las manos en un intento por evitar que lo detuvieran y dijo: “No. ¡No! Aún no lo entendéis después de dos mil años. Soy Dios, pero también soy un hombre. Esa es la parte difícil. Mientras estoy en este mundo, no se me permite abusar de mi poder de esa manera. Es como dicen en Star Trek: «Es la Primera Directiva». No se nos permite entrar en otros mundos o dimensiones y violar las leyes físicas. Cuando estoy aquí, no soy más fuerte que cualquier otra persona."

    "Ya está. Ya he tenido suficiente," dijo el Secretario de Estado. "Agarradlo y sacadlo de aquí."

    Los agentes ahora lo tomaron por los brazos. Él tiró de sus brazos para liberarlos del agarre y empujó a uno de los guardias muy fuerte en el pecho. El otro agente arrojó a Jesús al suelo y sacó el arma.

    “¡Ayuda, Nikita! ¡Ayúdame!" gritó Jesús.

    Khrushchev saltó frente a Jesús y lo escudó del agente y dijo: “¡Este hombre viene conmigo a todas partes! Esos son mis términos. Si le disparas a él, me disparas a mí también, y luego, bueno, si hay guerra, hay guerra."

    "¡Maldita sea!" gritó el agente del Servicio Secreto que había sacado el arma. “¿Por qué siempre me tocan estas estúpidas misiones? Nada sale bien con estas cosas. ¡Yo estoy harto! ¡Lo dejo!"

    El frustrado agente arrojó el arma al suelo y comenzó a salir pisoteando de la habitación. (El hombre había teniendo bastantes dificultades profesionales recientemente e interpretó este incidente como la indignidad final).

    El Secretario de Estado dijo con calma: “No es culpa tuya. Tú recoje el arma del suelo y salgamos de aquí. Me aseguraré de que te compensen con una vacaciones por las molestias."

    Volviéndose hacia Khrushchev, negó con la cabeza y dijo: “Necesitas ver a un médico. No estás bien. Estás con algún tipo de crisis nerviosa o algo así. Enviaremos a otro médico esta noche y hablarás con él antes de que te dejemos salir de aquí."

    Con eso, el Secretario de Estado y sus agentes del Servicio Secreto abandonaron la habitación completamente perplejos.

10. Eisenhower Tiene una Pequeña Charla con el Orador

    11 de mayo de 2008

    Este era un asunto bastante simple de resolver. Y el problema era bastante básico. Simplemente no habían presupuestado suficiente dinero para alquilar todo Disneylandia por un día y llenarlo de guardias, policías, empleados del parque y agentes del Servicio Secreto. Ese tipo de gasto no era parte normal de las visitas oficiales de líderes extranjeros.

    En realidad, se había ocultado al público que la solicitud original de Khrushchev de ir a Disneylandia había sido denegada por dos motivos, uno conocido por el público y otro oculto al público. Si bien el Servicio Secreto fue muy claro sobre el tipo de peligro que representaría una atmósfera laberíntica como la de Disneylandia, no habían mencionado la cura para ese riesgo de seguridad, porque, al ser tomados por sorpresa por la solicitud, no tenían fondos preparados para hacer lo necesario y cumplir con la solicitud. Un lugar tan complicado como Disneylandia no podía recibir al líder soviético a menos que fuera despejado del público en general y registrado de arriba a abajo. Eso requeriría cerrar todo el parque, asegurar toda el área, traer suficientes empleados para operar todas las atracciones y, en esencia, alquilar de forma privada durante todo un día lo que equivalía a una pequeña ciudad.

    Eisenhower había tratado de ser firme sobre el asunto e inicialmente había podido mantener la línea en su rechazo de la solicitud. Pero cuando se enfrentó al extraño y alarmante informe que recibió del Secretario de Estado, supo al pensar con serenidad que estaba arrinconado. Tuvo la gracia de pedir ayuda. La solución era obvia. Tenía una buena relación con el presidente de la Cámara de Representantes, un compañero llamado Sam Rayburn. Él iría humildemente después del trabajo a la oficina de Sam sin fanfarria y sin aviso a la prensa, y, con el sombrero en mano, como quien dice, se pondría al cuidado de El Orador.

    Era el final de la tarde y las sombras caían alrededor del Capitolio. La tarde es el momento mágico para los hombres de poder. Si te llaman a las 8:00 a.m., políticamente no eres nadie. Si aceptan reunirse contigo en tu oficina a las 4:30 p.m., habrás llegado a las grandes ligas. Una llamada llegó a la puerta de Sam Rayburn.

    Un ayudante llegó al frente, pero no reconoció al presidente, quien vestía de manera muy informal y usaba un gran sombrero y una gran bufanda para disfrazarse sin quedar abiertamente como un rarito al hacerlo.

    El asistente dijo: "Lo siento, pero el Sr. Rayburn está en una reunión muy importante."

    "Claro, claro," dijo Eisenhower. "Pero ¿podrías transmitirle un mensaje rápido mientras espero aquí?"

    "Adelante. ¿Qué es?" preguntó el asistente un poco impaciente.

    "Tú dile que «El Viejo Destilador de Ginebra» está aquí," instruyó Eisenhower. "Luego dime lo que ha dicho."

    El asistente suspiró molesto, cerró la puerta enérgicamente y entró para transmitir el extraño mensaje codificado.

    Cuando la puerta se abrió de nuevo, tres congresistas se marchaban bastante rápido, riendo afablemente y diciendo: “Bien, bien... así que El Orador nos echa por un magnate de la bebida. ¡Qué bonito! ¡A ver si puede sacar su próximo proyecto de ley del comité después de esto!"

    Los congresistas bromearon por el camino y se rieron más mientras caían por el pasillo con el olor a licor fuerte que emanaba de sus bocas.

    Sam Rayburn llegó a la puerta, "¡Demonios, entra aquí, viejo pedo!"

    Eisenhower sonrió y dio una risita. Rayburn lo condujo a su oficina interior y le ofreció al presidente su mejor silla. Despidió al trabajador del servicio de comida y al mozo del bar y cerró la puerta de la oficina detrás de estos.

    ¡Dwight! ¿Cómo diablos te va?" dijo Rayburn bulliciosamente. "Siéntate. ¿Qué debo servirte?"

    Se sentaron a disfrutar de una pequeña charla y disfrutaron especialmente de las bebidas. Eisenhower aún no tenía ganas de ponerse manos a la obra. Tardó unos veinte minutos en relajarse con las presiones del día y un par de tragos fuertes para que se abriera y escupiera el problema.

    Finalmente dijo: "Sam, ¿qué voy a hacer?"

    Rayburn respondió: "¿Quieres decir qué voy a hacer yo?"

    "¿Siempre debes jugar duro, Sam?" sonrió Eisenhower.

    "Ah, diablos, sabes que solo estoy de coña."

    "Sí, lo se."

    "Entonces, señor presidente, ¿qué tipo de curioso asunto tiene en mi oficina con el aspecto de otra persona hoy?"

    "Oh, no lo creerías si te lo dijera."

    "Créeme, Dwight, lo creería."

    "Está bien, esto es lo que tenemos. Necesito algo de dinero, del orden de varios millones de dólares, tal vez un poco más, tal vez diez o así. Pero necesito que sea, ya sabes, discreto, como lo son las partidas presupuestarias de operaciones encubiertas."

    Rayburn se inclinó hacia delante con una generosa sonrisa y dijo con una mueca sarcástica: "¿Un buen lavado de dinero a la antigua? ¡Ooh sí! Bueno, si te conviertes en el presidente de la Cámara y ni siquiera puedes esconder diez o veinte millones, ¿cuánto vales de todos modos? Eso es lo que siempre digo."

    "Sam, sabes que no voy a estar en el cargo por mucho más tiempo, y Dios sabe que no voy al pozo demasiado."

    "Basta de charla, Dwight. Esto es lo que vas a hacer. Haz que tu gente cobre todas las facturas que generaste por este... lo que sea que es... y envíalo al viejo tío Sam, y nosotros, eh... simplemente lo sacaremos del presupuesto de la CIA. Lo llamaremos... er... gastos de operaciones de campo, ejercicios de entrenamiento... algo así, ¿eh?"

    "Oh, Sam, sabes que no me debes una maldita cosa. Se necesita un gran corazón para... "

    "Ni siquiera lo mencione, señor presidente. Tengo suficientes presidentes de comité en el bolsillo para que esto sea una pequeña línea reescrita en un pequeño proyecto de ley aprobado a las dos de la mañana. El tipo de favores que la gente me debe... la cantidad de dinero que he enviado a sus distritos... créeme, se comerán este, no hay problema."

    "Sam, no tienes idea de lo fácil que me has hecho la vida."

    “Solo una cosa, solo entre usted y yo, señor presidente, ¿qué diablos es esto? Es que tengo que saberlo."

    Eisenhower hizo un puchero, miró al suelo avergonzado y dijo: "Tenemos que llevar a Khrushchev a Disneylandia."

    “¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! Jiihhh, ¡ah! ¡Vaya, es un condenado buh!" gritó Rayburn. "No me extraña que estéis todos avergonzados. Gastar millones de dólares en llevar al comunista más grande del mundo a un parque de diversiones para niños. ¡Oh, señor presidente, menudo bromista! Bueno, tienes suerte de que esto esté a salvo conmigo, porque si alguna vez saliera a la luz, oh, chico, eso sería el fin de la vida."

    “Entonces, ves mi posición," agregó Eisenhower. “No había nada que pudiera hacer. Khrushchev se ha vuelto loco conmigo, y quiero decir loco. No quiere salir de la habitación del hotel, no volverá a Rusia a menos que cumplamos. Solo quiero que esto termine."

    Rayburn se levantó y le dio una palmada en la espalda al presidente y exclamó: "Está bien, está bien, basta de esta locura. Vamos a emborracharnos de verdad tú y yo. No hemos hecho eso en un tiempo, y lo sabes."

    "Sí, bueno, ya ves que lo necesito esta noche," respondió Eisenhower.

    Y con eso los dos hombres vieron la luz desvanecerse durante unas horas y procedieron a ahogar sus penas y sus alegrías en la profunda niebla de la Madre Alcohol.

11. Sensei se Convierte en Guardia de Seguridad

    12 de mayo de 2008

    La gerencia de Disneylandia estaba confundida en cuanto a por qué el gobierno federal quería alquilar toda esa sección de Anaheim, California, durante un día entero. Además, el Servicio Secreto les pidió que le dijeran a todos los empleados y al público que el parque sería cerrado por inspección y reparaciones.

    A los empleados se les dijo específicamente que ciertos inspectores de seguridad externos y algunos otros dignatarios iban a “probar” las atracciones y, por tanto, una masa confusa de trabajadores acudió a operar las atracciones y mantener todo el parque en funcionamiento durante todo el día y la noche para, tal vez, un grupo de pasajeros.

    Aparte del gran contingente de agentes del Servicio Secreto que estarían recorriendo el parque en busca de cualquier posible señal de emboscada o peligro para aquellos que pudieran albergar mala voluntad hacia el líder soviético, se subcontrataría un gran contingente de guardias de seguridad de una agencia de guardias local. Esta se encargaría de que cada portón y puerta y valla fueran monitoreados completa y continuamente. Además, algunos de los guardias estarían en constante patrulla itinerante por el parque. Por tanto, a lo largo del día, los operadores de atracciones, los conserjes, las tiendas de alimentos, las mascotas y los guardias deambulaban uno al lado del otro, mirándose y preguntándose: "¿Por qué?"

    Uno de los guardias de seguridad no estaba confundido. Sabía exactamente por qué estaba allí. Había sido contratado apenas la mañana anterior cuando se hizo una llamada desesperada para que más guardias se dirigieran a la agencia para poder cumplir con su obligación con este contrato de un día de considerable tamaño e importancia.

    Ese guardia era Sensei, que había venido desde Los Ángeles y les había dicho a sus compañeros monjes que estaría fuera de la ciudad dando una conferencia sobre los principios de la no violencia en el mundo del samsara. (Todo esto se hizo más irónico porque se había llamado a guardias armados y Sensei tuvo que empacar su arma y su bastón, ninguno de los cuales sus compañeros sacerdotes budistas tenían idea).

    Los dioses le habían asegurado a Sensei que toda la escapada saldría sin problemas, sin embargo, Sensei tenía sus reservas sobre la competencia de los dioses. Por tanto, usaría su estado de patrulla itinerante como excusa para seguir al líder soviético, a Jesús, a su séquito y a los agentes que los custodiaban. Sensei se alegró de saber que el propio Eisenhower no había elegido acompañarlo. No estaba seguro de por qué el presidente se había sentido así, pero parecía correcto.

    Eisenhower había rogado al primer ministro canadiense que afirmara públicamente que se necesitaba una reunión repentina y urgente con el presidente. El primer ministro canadiense, al no tener asuntos urgentes que atender, complació al presidente previa condición particular de que el presidente trajera ciertos productos destilados que había oído que el presidente estaba preparando silenciosamente en algún lugar escondido de la Casa Blanca.

    Eisenhower le había deseado a Khrushchev un feliz viaje a Disneylandia y luego había subido a un avión a Ottawa por la tarde. Khrushchev y Jesús y todo su séquito tomaron un vuelo nocturno en un reactor extremadamente espacioso y lujoso y llegaron preparados "para jugar" a la mañana siguiente.

    "Hasta ahora todo bien," pensó Sensei para sí mismo. "Aún así," se dijo, "será mejor que me quede tan cerca de ellos como pueda. Sé que van a fastidiar algo. Si no los vigilo, seguro que algo saldrá terriblemente mal. Puedo sentirlo."

    En cuanto a Khrushchev y Jesús, ambos jugaron como niños. Subieron a las atracciones y pasearon por los terrenos y se encontraron con las mascotas de dibujos animados y lo pasaron en grande, más que un preadolescente. Durante este corto tiempo, se olvidaron de gobernar la tierra y de gobernar los cielos, y se olvidaron por completo de obtener, mantener, expandir o lidiar con el poder. Se permitieron ser simplemente felices.

    Khrushchev le dijo a Jesús: “Ha pasado tanto tiempo desde que leí la Biblia. Creo que la mayor parte es un galimatías, ¿sabes? Pero ¿cómo era esa gran parte que dijiste sobre el corazón de un niño, o algo así?"

    “Ah, sí," dijo Jesús, “era algo así como: «a menos que tengas el corazón de un niño, no entrarás en el Reino de Dios», ¿o no?... hmm, nunca me acuerdo exactamente de lo que dije en aquel entonces. Fue hace casi dos mil años."

    “Bueno, de todos modos," agregó Nikita, “me gusta. Vosotros los religiosos no siempre os equivocáis, aunque, si pudiera, yo desterraría la religión de este planeta."

    "Sigue soñando, comunista," bromeó Jesús, quien sacó el pie y provocó que Nikita tropezara un poco. Jesús luego escapó riendo hacia la siguiente atracción.

    Nikita comenzó a perseguirlo, gritando: “¡Tú, vendedor de aceite de serpiente! ¡Ya te enseñare!" Pero antes de que pudiera echar a correr, la mano de un agente del Servicio Secreto lo retuvo.

    "Lo siento, señor, pero no podemos permitirle correr. Es usted un activo demasiado valioso. Nos meteríamos en problemas si se pone a corretear por ahí."

    “Oh, no importa entonces. Ese estúpido vendedor ambulante de supersticiones. De todos modos, asaltaré ese pequeño complejo mexicano suyo cuando aplastemos a los capitalistas de una vez por todas."

    La esposa de Nikita le dio unas palmaditas en la espalda con ternura y le dijo: "No seas tonto. Amas a ese loco poeta estadounidense. Lo defendiste con tu vida ayer."

    "Sí, bueno, supongo," concedió Nikita.

12. Khrushchev se Encuentra con Otro Poeta

    14 de mayo de 2008

    Comenzaron a dar la vuelta al parque al mediodía y subieron a todas las atracciones y se detuvieron en todos los restaurantes (que en realidad estaban en funcionamiento para este séquito y para los trabajadores y guardias). Pero el tiempo pasaba rápido, demasiado rápido para Jesús, quien miró el reloj e hizo una mueca, momento en el que Khrushchev le dio una palmada en la muñeca y dijo: “¡Relájate! ¡Relájate! El mundo es nuestra ostra. El tiempo y el dinero no son un problema ahora."

    Se acercaban al último viaje del día, (aunque Khrushchev no tenía forma de saberlo), cuando Nikita vio al operador de la atracción cuya cabeza estaba metida en un gran libro de fotografías de tapa dura. Cuando se acercaron a este operador de atracción a tiempo parcial para ser admitido en la misma, Nikita notó el título del libro que decía en letras grandes: «Formaciones rocosas de la costa de Oregón».

    Encantado, la líder del Bloque Soviético, (en ese momento prácticamente una cuarta parte del planeta), cortésmente interrumpió la lectura del joven para decir: “Es un libro muy hermoso el que tiene allí. ¿Le importaría hablarme de él?"

    El operador de atracciones a tiempo parcial con salario mínimo levantó la vista, se sobresaltó y trasteó con el libro como loco, casi tirándolo, en un esfuerzo por dejarlo y parecer alerta y listo para el trabajo.

    "No se preocupe por nosotros," dijo Nikita. “Somos solo un par de hombres de negocios que han venido a... um... discutir sobre la inversión en esta maravillosa propiedad. Pero díganos, ¿sobre qué está leyendo aquí?"

    El operador de la atracción, sin tener idea de la enormidad de este encuentro, comenzó tímidamente a enumerar todos los puntos más conocidos y muchos de los más oscuros a lo largo de la costa de Oregón. Mencionó lugares como Cape Lookout, Cannon Beach, Netarts Bay, Bayocean, Seal Rock y Cape Mears. Habló de la tierra y el océano en esta parte del mundo en términos místicos y redentorios. Incluso comenzó a recitar pasajes de poesía que él había escrito, todos inspirados por la ultraterrenal belleza de la costa de Oregón.

    Jesús comenzó a impacientarse y tiró de la manga de Nikita. “Tenemos que ponernos en marcha. Se nos acaba el tiempo."

    “Mi querido amigo," respondió Khrushchev, “recuerdo claramente que el presidente nos dijo que nos tomáramos todo el tiempo que quisiéramos. ¿Por qué estás tan impaciente?"

    "¡Nos quedan lugares que visitar!" espetó Jesús.

    “Qué tonto, hombre. Hijo, no te preocupes por este tipo gruñón que viene conmigo. Pero déjame ser honesto contigo. Me inspiraría un poco más si también pudieras recitar un poema sobre la lucha de los trabajadores. Mi familia es de Rusia. Somos bolcheviques y empresarios. ¿No tienes una estrofa para los trabajadores revolucionarios?"

    El poeta salió de su ensueño por esta petición. Estaba nervioso, pero agradeció el desafío. Miró al cielo por un momento y buscó en su memoria. Luego bajó la vista y dijo: "No sé si tengo algo así, pero tal vez le guste este:"

    La libertad devino en función de los odios.

    Finalmente se entendió

    que el buen humor de alguien significaba

    que alguien se había vendido,

    y si alguien

    fuera llamado a luchar por

    algún tipo de ideal,

    incluso el derecho a encender

    o no encender un cigarrillo

    en el día de la ejecución,

    la pelea no tendría luga

    sin veneno, sin afirmación, sin nada.

    También hubo casos de darwinismo,

    como cuando en los clubes de ajedrez

    los mejores jugadores despreciados

    y asustaron al más débil.

    Los más débiles buscaron servilmente seguir

    a los fuertes, ofreciéndose descaradamente

    como sirvientes e incluso asistentes personales,

    mientras que aquellos que encontraron igualadas sus calificaciones

    tenía relaciones enfermas

    que solo el trabajo forzoso podría romper.

    La música se había ido a la cama con electricidad

    que se quitó la ropa en aras del

    ritmo y la desaparición de los oradores.

    Cualquiera puede conseguir un trabajo en la ciudad y aprender a

    Odiar las colinas y amar la telepantalla

    porque:

    Soy débil pero el grupo es fuerte.

    Soy débil pero el grupo es fuerte.

    Jesús sonrió cuando Khrushchev lo miró confundido. "¿No ves que se está burlando de ti y de tu socialismo?"

    "¿Lo está?" se preguntó Khrushchev.

    "¡No importa! Subamos a esta atracción y acabemos con esto. ¡Tenemos que movernos!"

    “Oh, me llevas a la exasperación... siempre tan serio," respondió Khrushchev.

    Khrushchev se volvió de nuevo hacia el joven y dijo: "No sé exactamente a qué te refieres con ese poema, pero me gustas."

    Jesús señaló con impaciencia un pequeño vagón que venía por una pista que conduciría al interior de otro edificio enorme con un paisaje artificial en el interior. Entraron en el vagón y fueron llevados a otra aventura.

    Cuando bajaron del paseo, se despidieron del joven poeta que ya estaba absorto de nuevo en su libro y que apenas le devolvió el saludo.

13. ¡Corre!

    15 de mayo de 2008

    Después de completar lo que sería su último paseo en Disneylandia, Jesús tomó la mano de Khrushchev y le dijo: “¡Corre conmigo! ¡Por favor! ¡Tenemos que correr ahora!"

    Khrushchev se resistió al principio y respondió: “¡Quítame las manos de encima, lunático! Parece que aún no lo entiendes, soy el secretario general del Partido Comunista de la nación más grande que ha existido."

    "¡No!" gritó Jesús. "¡No lo entiendes! ¡Tenemos cinco minutos exactamente, y ni un segundo más para llegar al Portal de Shiva!"

    El Servicio Secreto se alarmó y dijo: “¡Quite las manos del Secretario General! ¡Nada de correr!"

    Jesús tiró más fuerte del brazo de Nikita y Nikita comenzó a correr con él y comenzó a querer sinceramente entender cuál era el problema.

    "¿Qué es el Portal de Shiva?"

    “Cada varios kilómetros en el Universo, hay lugares en los que es seguro permanecer cuando se desmonta todo el Cosmos."

    "¿Quieres decir que el Universo va a ser destruido?"

    "¡Si! ¡Destruido! ¿Recuerdas lo que te dijeron? Brahmá tuvo que desmantelar todo el Universo, átomo por átomo, y luego volver a ensamblarlo para llevarte Disneylandia. ¿Recuerdas? Y luego tiene que desmontarlo otra vez y reconstruirlo como estaba y hacer que avance el tiempo de nuevo. Bueno, se nos acaba el tiempo medianoche. Te acuerdas de la historia de Cenicienta, ¿no? ¡Estamos a punto de convertirnos en calabazas!"

    Nikita no entendía casi nada de lo que se decía, pero había llegado a amar a Jesús como persona, aunque no creía que fuera nada más que un mago ordinario. Así que corrió con Jesús y siguió gritándole preguntas mientras corrían.

    "¿Adónde vamos?"

    "¡Vamos al Portal de Shiva!"

    "¿Dónde está el portal de Shiva?"

    "¡En la puerta principal del Castillo de la Bella Durmiente! Tenemos cuatro minutos y estamos a unas manzanas de distancia. Si me disuelvo con el resto de este mundo, no sé qué va a pasar con los universos futuros, ni siquiera sé si habrá alguno. Estamos en una situación de riesgo. ¡De veras tenemos que correr!"

    Habían conseguido un buena ventaja sobre los agentes del Servicio Secreto, pero estos se estaban acercando rápido, al estar en mejor forma física que Jesús y el Secretario General. Cuando Jesús y Nikita llegaron a la entrada principal del castillo de la Bella Durmiente, encontraron que otro agente del Servicio Secreto estaba bloqueando la entrada.

    "Sabía que intentaríais esconderos aquí dentro," dijo. "Pero vuestro jueguecito ha terminado. En primer lugar," dijo señalando a Jesús," te echaremos a patadas de este parque y nos llevamos al Secretario General con nosotros. Ya estamos hartos de ti y de tu extraño sentido del humor. Estás interfiriendo con la seguridad internacional. Tienes suerte de que no te disparen."

    Aterrorizado, Jesús miró atrás y vio agentes que se abalanzaban sobre ellos. Delante estaba el primer agente con su pistola desenfundada. No había adónde acudir y tenían sesenta segundos antes de que Brahmá, quien estaba totalmente impaciente, comenzara a separar cada átomo del Universo.

    En ese momento, desde un lado, saltó un empleado de la agencia de guardias de seguridad. Era Sensei. Había tomado por sorpresa al agente del Servicio Secreto y lo golpeó apartándole del camino, empujándolo justo fuera de la entrada. Jesús de repente agarró la mano de Nikita y lo arrastró hacia el arco de ladrillo que formaba la entrada al Castillo de la Bella Durmiente. Justo cuando los agentes que los habían estado persiguiendo lograron llegar al arco, el mundo tal como lo conocían los seres humanos, ya estaba siendo desgarrado, átomo por átomo, de modo que no quedara una sola formación coherente. Solo Sensei, Jesus y Nikita estuvieron a salvo.

14. Una Lucha de Miradas que Habría Durado una Eternidad

    15 de mayo de 2008

    Cuando Nikita despertó, estaba de pie con un fino traje a medida con Jesús a un lado y Sensei al otro. Su corbata roja estaba hecha de lana extremadamente fina y sus zapatos eran obras maestras italianas hechas a mano. Sus gemelos estaban hechos de platino y notó que tenía un reloj Rolex valorado en decenas de miles de dólares. Sintió algo dentro de su camisa colgando del cuello. Era una cadena de oro con diamantes a lo largo de esta. Evidentemente, estaba vestido para una reunión muy importante de la que estaba seguro de que pronto sabría.

    Miró a izquierda y derecha. A un lado de él estaba Sensei, ahora vestido con una típica túnica de monje. A su izquierda estaba Jesús con una pesada túnica blanca de lino con un cinturón de tela marrón alrededor de su delgada cintura. Los dos guardaban silencio mientras se miraban intensamente el uno al otro. Nikita detectó en los ojos de ambos hombres algo de espíritu competitivo, una mezcla de desdén, amor e incertidumbre. Siguió mirándolos de un lado a otro durante varios minutos, convencido de que aún no era el momento de hablar.

    Todos estaban de pie sobre un suelo de baldosas de mármol blanco con lechada gris claro que separaba las baldosas. En todas direcciones el cielo era de un brumoso color crema marfil. Nadie más estaba presente y no se veían edificios, vegetación o vida animal. Estaban en una especie de tierra de nadie entre mundos.

    Después de varios minutos, el sensato Secretario General se cansó de esta lucha de miradas y dijo: “¡Caballeros! Debemos detener esta tontería y seguir con nuestras vidas. Ahora he visto Disneylandia. He vagado quién sabe por cuánto tiempo en este mundo de ilusión, magia y abracadabras. Este pequeño viaje con faquires y charlatanes hindúes debe llegar a su fin. Es hora de que reclamemos nuestra dignidad y nos permitamos la bondad de retomar nuestros deberes en la vida."

    Jesús se volvió hacia Nikita y lo miró con impaciencia, luego se volvió hacia Sensei y dijo: “¡Lo que tú digas!"

    Sensei respondió: "Me voy a casa ahora."

    "¡Bien!" respondió Jesús, “y llévate todo tu misterioso vacío y minimalismo ceremonial contigo. Ni siquiera puedo conseguir que te quedes a tomar una copa de vino."

    "¡No bebo vino tinto!" protestó Sensei. "Bebo sake."

    "¡Aburrido, aburrido, aburrido!" espetó Jesús.

    "Hasta aquí llego," concluyó Sensei. "Me voy de aquí."

    "¿Cuánto tiempo lleváis mirándoos el uno al otro?" preguntó Nikita.

    Sensei se volvió hacia Khrushchev y dijo: "Diez mil años."

    "¡He estado durmiendo diez mil años!" exclamó Nikita.

    "No te preocupes," dijo Jesús. "Estamos en una zona exenta de tiempo, por lo que no tendrá ningún efecto en tu cronología."

    "¿Cuánto tiempo planeabais quedaros así mirándoos el uno al otro?"

    Sensei dijo: "Podría haber sido una eternidad si no te hubieras despertado."

    Después de este comentario, Sensei giró abruptamente y comenzó a alejarse hacia una extensión aparentemente interminable de baldosas blancas y niebla cremosa.

    Jesús le gritó: "Oh, no te lo tomes como algo personal y te vayas pisoteando así. Deja que te lleve."

    "¿Que me lleves?" dijo Sensei volviéndose para mirar a Jesús.

    "Sí, tenemos el carro de Indra. Tiene el tamaño de un planeta entero. Podríamos enviarte de vuelta a la tierra con estilo."

    "¡Pft!" respondió Sensei. "No me va todo ese «Viva la Virgen»."

    Jesús señaló con sarcasmo: "Ah, sí, porque tú eres mucho mejor que nosotros."

    Sensei se volvió hacia Nikita y le dijo: “¿Ves? Este es imposible."

    "¿Imposible? Cierto. Mira quién habla," respondió Jesús.

    "Está bien, está bien, tengo que irme," murmuró Sensei mientras se giraba de nuevo para irse.

    Nikita se volvió hacia Jesús y dijo: "¿Cómo va a caminar desde aquí hasta su casa en América del Norte?"

    Jesús, perdido en sus pensamientos por un momento, respondió pensativamente: "Es una caminata muy, muy larga, de unos doscientos billones de kilómetros, metro arriba metro abajo. Pobre tipo. Está tan solo, y todo esto es obra suya. Qué depresivo."

    Khrushchev pensó un momento y luego respondió: "Pero ¿no estás deprimido tú también?"

    “Cierto," dijo Jesús, “pero de un modo totalmente diferente. Oye, escucha, tengo que llevarte a la Oficina Central."

    "¿La Oficina Central?"

    "Bueno, hemos hecho lo que teníamos que hacer y ahora no podemos dejarte merodeando por... por aquí sin nada que hacer."

    "¿Adónde me envías?"

    "Yo ni te envío a ningún lado. Decidir adónde va todo el mundo es un supertrabajo importante y, francamente, estoy cansado de eso. Krishna y todos esos tipos pensaron que el trabajo estaba un poco por debajo de ellos también, así que contratamos a una empresa externa."

    "¿Una empresa externa?"

    "Sí, todo esto es muy parecido al mundo. Verás. Es solo un edificio de oficinas, solo hay un tipo de traje, todo ese tipo de cosas, más como una gran agencia de trabajo temporal."

    “Pero ya sé adónde quiero ir. Insisto en que me envíes de regreso a la Unión Soviética. Soy el líder del mundo comunista."

    "Oh, Dios, entonces aún no lo captas. Bueno, puedes que seas comunista y que no tengas que creer en Dios, o como se diga, pero no puedes volver a Moscú."

    "¿Por qué no?"

    “Porque estás muerto. Te hiciste viejo y la mochaste. Y desde que moriste no has sido secretario general durante un tiempo. ¿No te acuerdas? Amigo, tienes un problema de ego. Sigues pensando que eres una especie de presidente o algo así. El caso es que esa cosa soviética, todo ese rollo de la Unión Soviética está casi acabado de todos modos. Ahí no es donde va a estar la acción."

    Mientras hablaban, un estereotipado platillo volante salió rugiendo de la niebla y, con muchos zumbidos fuertes y enormes expulsiones de aire, además de una masiva exhibición de luces de colores parpadeantes, se posó a unos treinta metros de ellos.

    Jesús miró fijamente a Nikita y dijo: "¿Crees en los ovnis?"

    “En realidad no mucho," respondió Khrushchev, “pero algunas personas fiables de nuestra fuerza aérea juran haberse encontrado con ellos. Ciertamente creo que es más probable que existan ovnis que Dios."

    Jesús se encogió de hombros exasperado y dijo: "Venga, adentro. Nos vamos a la oficina."

15. Escala en el Reino de los Cielos

    16 de mayo de 2008

    El platillo volante aterrizó en una plataforma de puerto espacial que no se diferenciaba de una plataforma de helicópteros en lo alto de un rascacielos. Desembarcaron y Jesús y Khrushchev inspeccionaron el centro de la ciudad. Contenía arquitectura híbrida, versiones hipermodernas de edificios cívicos árabes e indios. Hasta donde alcanzaba la vista, había parques y piscinas exuberantes. Curiosamente, aunque cualquier residente allí podía volar simplemente agitando los brazos, a la mayoría de ellos les gustaba el aspecto y la sensación de los automóviles, por lo que las calles estaban atascadas con el tráfico del mediodía. Por supuesto, no había smog. Los vehículos eran todos eléctricos y libres de contaminación.

    “Una capital impresionante," señaló Khrushchev.

    Jesús se volvió hacia Nikita y le dijo: "Para tu información, este es el Reino de Dios."

    "Un nombre extraño para llamar a una sede del gobierno, pero esas diferencias en nuestras culturas son difíciles de explicar," respondió Khrushchev.

    "Bueno, sí, es una especie de capital: la capital que gobierna todo el tiempo y el espacio y todo lo que está más allá del tiempo y el espacio," afirmó Jesús.

    “Me sigue gustando más Moscú. ¿Cuándo podré volver a Moscú? preguntó Nikita.

    Jesús bajó la cabeza y dijo: "Sí, esa es la parte triste. No tenemos trabajo para ti en Moscú."

    "¿Me van a mantener cautivo aquí y me reasignarán diferentes funciones?"

    “¿Mantenerte cautivo aquí? No. ¿Reasignarte funciones diferentes? Muchas. La Oficina Central te informará. Pero primero, vamos a dar un paseo. Deberías ver un poco más del centro antes de que tengas que regresar."

    "¿Entonces regreso a casa?"

    “No de regreso a Rusia, sino de regreso a la Tierra. Eso seguro."

    Mientras caminaban por el centro de la ciudad, todos les sonreían. No reconocían a Jesús, pero él estaba acostumbrado a eso. Había muchas personas con cabello largo y castaño que vestían túnicas blancas. (La gente también iba vestida de formas tremendamente diferentes, pero el atuendo de Jesús no era de ninguna manera único).

    Nikita devolvía el saludo y dijo: “Ah, los trabajadores. Un día abandonarán toda esta indulgencia capitalista y se unirán a nosotros en una revolución mundial."

    “Nikita," dijo Jesús, “no creo que la revolución vaya a triunfar aquí. Esta gente está muy feliz."

    “¿Cómo pueden ser felices?," replicó Khrushchev. “Muchos de ellos visten trajes y van a trabajar en edificios de oficinas, trabajan sin beneficiar a la humanidad."

    “Benefician a la humanidad," dijo Jesús. "Tú confía en mí en eso."

    Era cierto que muchas personas también vestían trajes de negocios ordinarios y salían de sus coches para ir a trabajar. Pero las cosas en las que trabajaban eran extremadamente complejas y serían incomprensibles para un observador humano común. Pero desde el exterior, parecían personas comunes, excepto por el hecho de que estaban radiantemente felices y contentos.

    Ambos pasaron hileras de grandes fuentes. Pájaros de asombrosas combinaciones de colores volaban sobre ellos cantando himnos en inglés, español, francés, japonés, chino, hindi y latín.

    Nikita continuó inspeccionando las calles vírgenes y dijo: "Me doy cuenta de que no hay mendigos, personas sin hogar, locos ni señales de ningún elemento criminal."

    "Sí, bueno, supongo que se podría decir que tenemos algunos programas chulos de bienestar social aquí, y una gran fuerza policial," respondió Jesús con una risita.

    Después de un tiempo de caminar en silencio a través de lo que solo podría describirse como Roma, Benarés, Jerusalén y Kioto juntas, llegaron a un enorme muro. Este era gris y estaba hecho de bloques pesados. Se extendía tanto hacia arriba y hacia la izquierda y hacia la derecha que no se podía ver un final. En la parte inferior había una única puerta anodina, que se parecía mucho a la puerta trasera de un restaurante por la que los cocineros podían sacar la basura al final de un turno.

    "Bueno, aquí estamos," dijo Jesús. "Esto tendrá que ser un adiós por ahora."

    "¿Qué? ¿Me haces salir por esta indigna puerta trasera?"

    "Sí, esa es la única salida a tu llamado Mundo Real."

    "¿Quién hay dentro de este edificio?"

    "Tu profesional de colocación."

    "No necesito ninguna colocación. Soy el Secretario General del Partido Comunista."

    "No después de que hayas salido de aquí."

    "¿Y qué seré?"

    En ese momento se abrió la puerta trasera y salió un hombre muy apuesto con un traje a rayas. Tenía una cabeza de cabello rubio y espeso y una cara bien afeitada. Llevaba zapatos italianos caros y cada parte de su atuendo y arreglo era impecable.

    "Hola, Jota," le dijo a Jesús. "Bueno, ¿a quién tenemos aquí?"

    "¿Te acuerdas del tipo del que te hablé, el exdirector de la URSS y todo ese rollo?" respondió Jesús.

    "Cierto, cierto. Hemos estado trabajando en eso," reconoció este apuesto y seguro hombre.

    Jesús se volvió hacia Nikita una última vez y le dijo: "Ha sido genial trabajar contigo. Eres una gran persona. Todo el mundo aquí te admira muchísimo. Incluso Brahmá me dijo que se divertía contigo. Pero, hay algunos cientos de miles de millones de otras almas con las que tengo que trabajar en este momento, así que, comprende que tengo que seguir adelante."

    "¿Vas a volver a esa casa en Tijuana?" preguntó Nikita.

    Jesús bajó la voz y dijo: "Te agradecería que mantuvieras eso entre tú y yo. Aquí nadie sabe que estoy teletrabajando."

    "Por supuesto, por supuesto," respondió Nikita. "Soy perfectamente capaz de mantener las cosas confidenciales."

    “Genial, genial," dijo Jesús. "Bueno, como he dicho, tengo que irme. Nuestro profesional de colocación está listo para ti. Hasta la vista."

    Y con eso Jesús se volvió y caminó de regreso hacia el puerto espacial para reanudar lo que fuese que el Hijo de Dios hacía a diario.

    El hombre del traje se volvió hacia Nikita, le estrechó la mano con firmeza y dijo: “Entra. Bienvenido de nuevo al Mundo Real."

16. Un Hospital Rural en América Latina

    16 de mayo de 2008

    Después de caminar por varios pasillos llenos de oficinistas, la mayoría de los cuales parecían tensos, preocupados y estresados, llegaron a una oficina de rincón típica de los vicepresidentes de corporaciones en cualquier país industrializado. Ambos se sentaron en grandes sillones de cuero. Una secretaria entraba y salía de la oficina, traía café para ambos hombres, arreglaba el papeleo, ponía música clásica de fondo, preparaba jarras de agua y gritaba órdenes a los demás a través de un intercomunicador.

    Otros asistentes entraban y salían rápidamente de la sala, algunos susurraban al oído al Director de Colocación y recibían de él respuestas concisas y autoritarias.

    “Esta ya no es la ciudad que ese paisano que se llama a sí mismo Jesús describiría como «El Reino de los Cielos»,," señaló Khrushchev.

    El director de colocación, habiéndose levantado varias veces para hablar con los subordinados, finalmente cerró la puerta, se sentó pesadamente en su amplia silla de cuero negro, pulsó el botón del intercomunicador y dijo: "¡Karl!"

    “Sí," dijo el Auxiliar Administrativo de una manera que parecía menos subordinada que los demás empleados.

    "¿Tienes el archivo listo o no?" exigió el Director de Colocación

    "Sí, señor," respondió el administrador de una manera burlona.

    "Karl, ¿Te ha enseñado alguien alguna vez a respetar a la administración?" se quejó el Director de Colocación.

    "¿Le ha enseñado alguien alguna vez a no pedirle a un trabajador que mecanografíe doscientas páginas en una semana?" bromeó el Asistente.

    “Karl, trae el maldito archivo," concluyó el Director.

    El Director de Colocación se volvió hacia Nikita y le dijo: “¿Qué voy a hacer con ese tipo? Es el mejor trabajador que tengo, pero este es el precio que pago por su eficiencia."

    "Señor Director," señaló Nikita en un tono muy severo,“ si entendiera usted las ineficiencias con las que tengo que trabajar en la Unión Soviética... "

    El Director sonrió, se reclinó y exhaló un suspiro. “Sí, lo creas o no, muchos de tus amigos han fallecido, Lenin, Trotsky, Stalin. Siempre la misma historia. Stalin me dijo que purgaría toda una fábrica y que la gente no llegaría al trabajo a tiempo. Ni siquiera con las amenazas de muerte..."

    Karl abrió la puerta y entró. Llevaba sus cincuenta años con perfecta gracia. Las mujeres de todas las edades se sentían atraídas por él. Tenía toda la cabellera negra que se ve en una persona de treinta años. El Director de Colocación no lo había despedido porque era fanático de su poesía.

    El Director era un judío practicante. Sabía que su secretario no era aficionado, pero en violación de la ley laboral, lo presionaba para que asistiera a uno o dos servicios cada mes.

    Nikita se volvió hacia la Asistente Administrativa y le dijo: "¿Ha salido usted por la puerta trasera?"

    "Sí, sí, sí," dijo el empleado con desdén. "El Reino de Dios, bla, bla y más bla."

    "¿De modo que tampoco usted cree en eso? Yo tampoco," exclamó Khrushchev.

    "¿Sabes qué hay en el fondo de todo ese sinsentido, verdad?" dijo el empleado estrechando los ojos hasta casi entornarlos.

    “No, por favor, cuéntamelo a mí," respondió Nikita.

    “Es panteísmo, panteísmo insatisfactorio. No me va nada de eso. O bien hay un Dios real, o no lo hay, y probablemente no tenga que decirle que sospecho que no lo hay," dijo secamente el empleado.

    "Eso es exactamente lo que he estado pensando," afirmó Nikita. "¿Es usted comunista?"

    “No en la forma en que usted lo es," aclaró el secretario. "Déjeme preguntarle algo, señor Khrushchev. ¿Ha leído alguna vez a Philip Larkin?

    “Sí, sí," afirmó Nikita, “un gran poeta inglés. Un hombre con dos pies en el suelo. Apruebo bastante su obra."

    "Ahí lo tiene," dijo Karl, quien luego se volvió hacia su jefe y dejó caer el grueso y pesado expediente frente a él con una sonrisa.

    Karl se volvió para irse y le dijo a Khrushchev: "Disfrute de su degradación," y luego cerró la puerta con firmeza detrás de él.

    "¡Ah!" exclamó el Director. "¿Ves con qué tengo que trabajar?"

    “Al menos dice la verdad a la cara y trabaja duro. Tendría suerte yo si tuviera más como él en mi Administración. Por cierto, ¿es verdad lo que dice sobre mi degradación? preguntó Khrushchev.

    El Director giró en su silla, miró por la ventana de modo melancólico y dijo: "Todos hemos intentando decirte lo mejor que pudimos que no podríamos devolverte tu antiguo trabajo. Verás, esa es la cuestión, hay un número limitado de plazas de esa clase. No es nada personal, pero el momento es inoportuno."

    "Entonces, ¿adónde me envían?" preguntó Khrushchev.

    "Bueno, no hemos estado muy seguros de qué hacer y, ¿sabes?, me tocó a mí tomar la decisión difícil. Siempre me toca a mí. Siempre me toca el trabajo de mierda."

    "Señor, ¿cuál es su verdadero nombre?"

    "Mejor que no entremos en eso ahora mismo."

    "¿Adónde me envían a trabajar?"

    “Tan claramente como puedo decirlo... A Sudamerica. Los Andes para ser exactos. Nacerás en una familia comunista en un pequeño hospital rural. Tu padre correrá el riesgo de morir a manos de los soldados del gobierno. Habrá una especie de gobierno títere dirigiéndolo... ya sabes, el tipo de arreglo típico para... beneficiarse... preocupaciones comerciales."

    “¡Pero yo no quiero ir a Sudamérica! Exijo hablar con la Embajada de Estados Unidos. Esta es una violación del derecho internacional."

    “Nikita, por favor, no sigas con esto. Ya hay un nuevo secretario general del Partido Comunista. Lo ha habido desde algún tiempo. Aún no recuerdas los últimos años de tu vida, ¿verdad? Solo recuerdas las partes gloriosas. Típico. De todos modos, ya que no puedo convencerte de que has... um... fallecido... como quien dice, te lo volveré a explicar. ¡Ese trabajo se acabó! Ahora tenemos que hacer que vuelvas a trabajar."

    “¿Y voy a entrar en una familia revolucionaria en un país dirigido por un régimen títere? ¿Debo luchar allí por el comunismo como militante de base?"

    "Sí, algo así... bastante cerca al menos."

    "¿Habrá oportunidad de promoción?"

    "Oh, sí, el cielo es el límite. Podría tardar algunas décadas llegar a jefe del Partido Comunista allí. Y, debo recordarte, ese cargo es mucho más peligroso que el que tenías."

    "¿También voy a terminar fusilado por soldados del gobierno?"

    "Esa no es una conclusión inevitable."

    "Pero ¿las probabilidades para mí no son buenas?"

    “No, no mucho. Lo siento. Es lo mejor que pudimos hacer."

    "¡Bueno, entonces!" proclamó Khrushchev. “Entonces dejemos de jugar y pongámonos manos a la obra. ¿A quién tengo que presentarme?"

    “Um... no será del todo así. Te llevaremos a un ascensor que conduce a un hospital, un pequeño hospital en... en Sudamérica... pero cuando salgas del ascensor, estarás dentro de una cuna, un cochecito. Vas a tener que empezar desde el principio."

    "Eso es absurdo," respondió Khrushchev.

    “Hmm, ya... " respondió el Director. "Pero está bien. A veces un poco de negación es saludable." El Director ahora se puso de pie y dijo: "Bien, vamos."

    Juntos caminaron hasta un sencillo ascensor y el Director estrechó la mano de Nikita y dijo: "De acuerdo, amigo mío. La mejor de las suertes en todo."

    Cuando se abrió la puerta del ascensor, Khrushchev respondió: "¿Qué me impide entrar en este ascensor, salir a otra planta y escapar sin más?"

    "Señor. Khrushchev," concluyó el Director. "sin duda puede intentarlo. Aunque nadie ha sido capaz de hacer eso aún."

    Las puertas del ascensor se cerraron. Cuando las puertas se abrieron de nuevo, sus amados padres sacaban del hospital a un bebé latinoamericano. Eran militantes en su perspectiva, verdaderos creyentes. En cuanto a Nikita, ahora pesaba cinco kilos y no sabía ni una palabra de ruso. Estaba envuelto en una manta estampada con Ché Guevara.

    Soldados del gobierno patrullaban las tensas calles de este pueblo rural donde justo recientemente se habían librado tiroteos entre revolucionarios comunistas y tropas leales al dictador.

    "Cariño," le dijo la mujer a su marido, "estoy preocupada por ti."

    "Ya hemos hablado de esto," respondió el hombre. “Viva o muera, es sólo por la revolución. Nunca retrocederé. Nunca me retiraré."

    "Pero ¿qué será de nuestro hijo si mueres?" preguntó la mujer.

    “Entonces él," dijo el hombre señalando la cuna, “... él continuará. Tú le enseñarás todo en lo que yo creo."

    Nikita hizo algunos chirridos desde la cuna. Los padres miraron a su bebé.

    El padre dijo: "Querida, solo tiene unos pocos días, pero hay un antiguo fulgor en sus ojos."

    "No me digas que Míster Comunista se ha vuelto supersticioso," se burló su esposa con una sonrisa.

    "No puedo evitarlo a veces," dijo el hombre en un tono inseguro. "A veces me vuelvo supersticioso."

17. Una Conversación Entre dos Soldados

    17 de mayo de 2008

    El viejo sargento y el nuevo recluta estaban sentados sobre el lateral de un jeep en un caluroso día de verano. El Sargento había robado unas cervezas del Club de Oficiales y pasaban la tarde hablando. El general estaba fuera de la ciudad y nadie fingía trabajar siquiera.

    "Ey, Sargento."

    "¿Qué quieres saber, Sánchez?"

    "Hay algunas cosas que no entiendo sobre este ejército."

    “Ni yo, Sánchez. Cuanto más tiempo estoy, menos entiendo."

    "¿Por qué no se retira y se larga de este infierno después de todo este tiempo?"

    Oh, tal vez sea mejor que muera en las colinas luchando contra los comunistas. Ese es un buen modo de irse para un anciano."

    "¿Sargento?"

    "¿Si?"

    "Me da usted escalofríos a veces."

    "Los doy. Y me los doy."

    "¿Sargento?"

    "¿Qué?"

    "Estoy mirando estas montañas de aquí."

    "Creo que sé hacia dónde se dirige esto."

    "¿Cómo es que siempre sabe lo que voy a decir?"

    “Porque llevo treinta y cinco años en este ejército. ¿Qué me va a decir un nuevo soldado que sea una novedad?"

    “Llevo mirando esa tercera montaña, esa sola a la izquierda. De ahí viene la mitad de nuestros problemas."

    “Lo sé, Sánchez. Lo sé."

    "Entonces, ¿por qué no hemos ido allí y limpiado esa ciudad, la que está a mitad de camino hasta la cima? Tenemos soldados allí dirigiendo el tráfico, patrullando las afueras, pero en realidad no hemos despejado esa zona de allí."

    "¿Quieres saber por qué no enviamos a los escuadrones de la muerte allí para purgar un poco el lugar?"

    "Sí, digamos que usted y yo y una grupo de muchachos hacemos un trabajito extra y exterminamos algunos bichos comunistas."

    "Si hiciéramos eso, el General lo sabría."

    "¿Y?"

    "Pues que el Eneral no lo permite."

    "No lo entiendo."

    "El General es un hombre supersticioso."

    “Todo el mundo es supersticioso. Incluso los comunistas ateos son supersticiosos. ¿Por qué no somos como la CIA o la KGB? Ellos no creen en ningún diablo ni en nada de eso. Simplemente hacen su trabajo."

    "Nosotros no lo tenemos tan fácil, ¿verdad, Sánchez?"

    "¿Y por qué no nos deja ir el General?"

    “Debido a los otros soldados. Están asustados, ¿sabes? Y el General no quiere rebelión. Ha conseguido mantener felices a los soldados."

    “¿Por qué los otros soldados están tan asustados? ¿De qué tiene miedo el General?"

    "Lo descubrirás muy pronto, ¿no?"

    "¿Qué tal si me entero ahora?"

    “Está bien, Sánchez. Que sepas que cuanto más alto estás en esas montañas, más loca está esa gente."

    "¿Qué clase de locura?"

    “Los soldados han recibido informes. Llevan recibiendo informes durante años."

    "¿De los aldeanos locos?"

    “Los locos, sí. Los locos los tienen muy asustados."

    "¿Cuál es la historia?"

    "Sánchez, no te la vas a creer."

    "Probablemente no. No creo en toda esa loca religión del médico brujo, o lo que sea."

    "¿Has oído hablar de la Cantina de Todos Santos?"

    "Claro, claro. Siempre bebemos allí cuando estamos de patrulla."

    "Pues ese es el problema."

    "Bueno, entonces, incendiemos el local. Eso les mostrará una lección."

    "Está bien, pero no conseguirás que ningún soldado haga nada en ese local."

    "¿Por qué? Cual es el problema?"

    "Hay rumores."

    "¿Qué rumores?"

    "Recibieron algunos visitantes allí, visitantes extraños."

    "Vaya, otro cuento de aldeanos."

    "¿Qué puedo decir? Los soldados y el General se creen esa mierda."

    "¿Qué, alguien ha visto fantasmas?"

    "Es peor que fantasmas. Si fueran fantasmas ya nos habríamos ocupado."

    "¿Qué tienen entonces?"

    "Tienen visitantes."

    "¿Visitantes?"

    "Sí, como una vez al mes."

    "¿De dónde son?"

    "De ahí arriba."

    "¿De las montañas?"

    "No, de más arriba."

    "¿Dioses?"

    "Dioses."

    "¿Qué clase de dioses?"

    "Uno de ellos dicen que se parece a Jesús, excepto que viste como un poeta."

    "Eso es una estupidez que dice la gente."

    "Es peor que eso. Ese tiene amigos."

    "¿Qué clase de amigos?"

    “Uno de ellos es un hombre con cara de mono. El otro tiene la piel azul. Y luego está el que dicen que tiene cuatro cabezas."

    “¿Cuatro cabezas? ¿Han perdido la maldita chaveta de Dios?"

    "Se supone que no debemos usar ese término por aquí."

    “¡Perdón, pero Sargento! ¿En serio?"

    “Sí, y escucha esto. Todos se encuentran con un tipo con túnica budista. Y sabes lo que hacen. Todos beben y discuten sobre religión."

    "¿Por qué no regresan allá donde pertenecen para que podamos hacer nuestro trabajo?"

    “Solo están controlando a su chico. Eso es lo que dicen los aldeanos. El dueño de ese bar. Es un comunista, ¿sabes? Deberíamos haberlo matado hace mucho tiempo, pero ese es el único bar bueno que hay. De todos modos, es su chico. Le tienen aprecio."

    "¿Qué tipo de cosa?"

    “No mucho, ya sabes. Solo quieren pasar y ver si está bien. Además, les gusta beber y discutir. Son buenos amigos. Se aman unos a otros un montón, pero todos tienen un problema de actitud, por lo que siempre están en eso, quejándose de cosas locas que nadie entiende."

    "¿Adónde van?"

    “Nadie sabe adónde van. Probablemente regresen a casa, allá arriba."

    "Lo juro por Dios, si alguna vez soy General, cambiaré este ejército y comenzaré a darle sentido a las cosas."

    "Por eso, mi querido Sánchez, nunca podrás ser General de este ejército."

    "Sargento, ¿por qué tiene que burlarse de mí todo el tiempo?"

    "Porque, Sánchez, es muy divertido."

FIN

Epílogo: Un Relato Sobre un Relato

    Steve Cosgrove, un gran poeta y amigo, llamó a mi buzón de voz un día y me dejó una nota extraña en la que explicaba que Nikita Khrushchev, el exsecretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, una vez se sintió herido por el gobierno de los Estados Unidos.

    Él arrojó una luz inesperada sobre un poco de historia del siglo XX que yo no conocía. Aparentemente, cuando Khrushchev visitó los Estados Unidos en 1959, tuvo una solicitud simple y parecida a la de un niño. Soñaba con ver Disneylandia.

    Aparentemente, el Servicio Secreto criticó la idea, quizás alegando que un parque tan abarrotado y laberíntico representaría un grave riesgo de seguridad. El líder soviético aparentemente se sintió muy insultado por esta negación y lo consideró inexcusable.

    Steve quería que escribiera un poema en el que de alguna manera se le concediera a Khrushchev su deseo.

    Cuando me senté a escribir el poema, la tarea parecía abrumadora. Finalmente, decidí que tal vez podría explicar el escenario correctamente en un relato, tal vez de tres o cuatro páginas, pero el relato fue creciendo hasta convertirse en este libro de sesenta páginas.

    Siendo un graduado de Filosofía, no dejaba de encontrarme con problemas metafísicos y teológicos que me dejaban insatisfecho. Sentí que tenía que explicar los detalles bizantinos y las formalidades de procedimiento que tendrían que ser atendidas para que el difunto exgobernante soviético ingresara al Reino Mágico.

    En este caso, como suele suceder, me senté a escribir algo serio y finalmente degeneró en una divertida farsa. El libro se centró en lo que los estrategas militares ahora llaman "avance de la misión". Resultó que tenía muchas cosas que decir sobre cómo se comportan las personas en las organizaciones y, para ser justos con todos, también me era importante mostrar el amor y la gracia genuinos que son capaces de surgir en cualquier circunstancia, incluso en medio de un universo aparentemente inmerso en la oficina política.

    Siendo literalmente fóbico a los proyectos largos que implican demasiado trabajo diario, normalmente rechazo las solicitudes que implican escribir una obra sustancial en prosa. Por lo tanto, esta es la segunda historia más larga que he escrito. La más larga, %%The Messiah Corporation%#, fue mi única novela y tenía quizás 150 páginas. Ese proyecto necesita tanta edición y reescritura que lo abandoné varias veces, y actualmente no está en mi lista de tareas pendientes. Muchos otros proyectos están teniendo prioridad. Por tanto, este manuscrito, encargado por Steve Cosgrove, es lo más parecido que tengo a una novela disponible públicamente que se puede reproducir y distribuir fácilmente, y es la historia individual más larga que he escrito y que creo que estaaa apta para publicaciooon.

    Cada capítulo está fechado para mostrar el ritmo frenético del proyecto. En ese momento desobedecía las órdenes de mi médico y tomaba cierto antidepresivo que no se mezclaba bien con el café. De hecho, la combinación de esas dos sustancias tuvo el efecto de lanzarme a una fase de pura manía que duró un año, la cual, si bien dañó mi salud mental y física a largo plazo, seguro que sentó bien en aquel momento.

    Mel C. Thompson.